Plejanov - El Papel Del Individuo en La Historia

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  • EL PAPEL DEL INDIVIDUO EN LA HISTORIA

    CANT CONTRA KANT, o el legado espiritual del seor Bernstein

    Jorge Plejnov

    Fundacin Federico Engels Madrid

  • EL PAPEL DEL INDIVIDUO EN LA HISTORIA / CANT CONTRA KANT, O EL LEGADO ESPIRITUAL DEL SEOR BERNSTEIN Jorge Plejnov Traduccin: Grupo de Traductores de la Fundacin Federico Engels

    Primera edicin: Febrero 2007 Fundacin Federico Engels

    Este libro se ha editado en el marco del acuerdo de colaboracin entre la Fundacin Federico Engels y el Sindicato de Estudiantes

    ISBN: 978-84-96276-33-8 Depsito Legal: M-9432-2007

    Publicado y distribuido por la Fundacin Federico Engels C/ Hermanos del Moral 35, bajo 28019 Madrid Telfono: 914 283 870 Fax: 914 283 871

    www.engels.org [email protected]

  • N D I C E

    EL PAPEL DEL INDIVIDUO EN LA HISTORIA

    Sobre la teora de los factores ........................................... 9 Quietismo y necesidad...................................................... 13 Tesis, anttesis y sntesis ...................................................... 18 Acerca de las opiniones de Karl Lamprecht ......................... 23 Sobre la actividad consciente de los individuos.................... 28 Las causas generales y la casualidad en la historia ............... 36 La ilusin ptica sobre el papel de las grandes personalidades en la historia......................................................................... 46 Causas generales y particulares y el aspecto individual en la historia ........................................................................ 51

    CANT CONTRA KANT, O EL LEGADO ESPIRITUAL DEL SEOR BERNSTEIN

    Cant contra Kant .................................................................. 61 Bernstein y la dialctica ....................................................... 62 El abstraccionismo bernsteiniano ......................................... 66 El regresemos a Kant! de Bernstein ................................... 74 Los "horrores de la revolucin violenta" .............................. 82 Fuerza y violencia ................................................................ 86 La teora de la renta de Bernstein ........................................ 93 Sobre la teora del aumento de la renta media ...................... 97 La parodia burguesa del marxismo....................................... 102

  • EL PAPEL DEL INDIVIDUO EN LA HISTORIA

  • 9En la segunda mitad de la dcada de los aos setenta, el f inado Kablitz1 escribi su artculo: La inteligencia y el sentimiento como factores del progreso. En l, invocando a Spencer, quera demostrar que el papel protagonista en el desarrollo ascendente de la humanidad co-rresponda al sentimiento, mientras que la inteligencia desempeaba un papel secundario y, adems, comple-tamente subordinado. Un honorable socilogo2 res-pondi a Kablitz y manifest una sorpresa irnica ante una teora que relegaba la inteligencia a un segundo pla-no. El honorable socilogo tena razn, por supuesto, en su defensa de la inteligencia. Pero habra tenido mayor razn an si, en lugar a entrar en los detalles de la cuestin planteada por Kablitz, hubiese sealado hasta qu punto era equivocado e inadmisible el mto-do utilizado para desarrollar su planteamiento.

    De hecho, la teora de los factores ya de por s es inconsistente, porque resalta, de manera arbitraria,

    Sobre la teora de los factores

    1.- Kablitz (1848-1893). Escritor ruso, populista. 2.-Plejnov se ref iere a N. K. Mijai lovski (1842-1904), idelogo de los popu-

    listas liberales rusos, quien, apenas sali a luz el citado artculo de Kablitz, respondi a l en su obra: Notas Literarias de 1878.

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    diferentes aspectos de la vida social y los hipostasa3, con-virtindolos en una clase especial de fuerzas que, desde distintos puntos y con xito desigual, arrastran al ser so-cial por la senda del progreso. Pero esta teora es an me-nos slida debido a la forma que le ha dado Kablitz en su artculo, ha convertido en hipstasis sociolgicas especiales no ya distintos aspectos de la actividad del ser social, sino tambin las diferentes esferas de la conciencia individual. Son verdaderas columnas de Hrcules de la abstraccin, no se puede ir ms lejos, porque ms all comienza el reino grotesco del ms completo y patente de los absurdos. Precisamente, sobre esta cuestin, el honorable socilogo, debera haber lla-mado la atencin de Kablitz y sus lectores.

    Quizs, despus de revelar el laberinto de abstracciones al que condujo a Kablitz su aspiracin de encontrar un factor dominante en la historia, el honorable socilogo, quizs por casualidad, podra haber hecho alguna contribucin a la cr-tica de esta teora de los factores. Esto hubiera sido muy provechoso para todos nosotros en aquella poca, pero no supo estar a la altura de su misin. l mismo profesaba aque-lla teora, diferencindose de Kabliz, nicamente, por su inclina-cin hacia el eclecticismo y, por consiguiente, todos los factores le parecan de igual importancia. Posteriormente, la naturaleza eclctica de su espritu se manifest con mayor claridad en sus ataques contra el materialismo dialctico, en el cual vea una doctrina que sacrificaba todos los dems factores al factor eco-nmico y reduca a la nada el papel del individuo en la historia. Al honorable socilogo ni siquiera se le ocurri que el punto de vista de los factores es ajeno al materialismo dialctico y que nicamente la absoluta incapacidad de pensar lgicamente permite ver en l una justificacin del llamado quietismo4. Por cierto, hay que hacer notar, sin embargo, que este error del

    3.-Hispotasa: Dotar de existencia real a una entidad espiritual o conceptual. Sustancia individual concreta. Palabra derivada del griego hypostatos, situado debajo, sustancial.

    4.- Quietismo: movimiento mstico surgido en el siglo XVII en el seno de la Iglesia Catli-ca, Enseaba la pasividad en la vida espiritual y mstica, ensalzando las virtudes de la vida contemplativa; sostena que el estado de perfeccin nicamente poda alcanzarse a travs de la abolicin de la voluntad

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    honorable socilogo no tiene nada de original, lo cometieron, lo cometen y, seguramente, lo seguirn cometiendo en el futuro.

    A los materialistas se les empez a reprochar su inclinacin hacia el quietismo cuando an no tenan formada su concepcin dialctica de la naturaleza y de la historia. Sin necesidad de hacer una incursin en la lejana de los tiempos, recorda-remos la controversia entre los conocidos cientficos ingleses Priestley y Price. Al analizar la doctrina de Priestley, Price mante-na, entre otras cosas, que el materialismo es incompatible con el concepto de libertad y excluye toda iniciativa indepen-diente por parte del individuo. En respuesta a esto, Priestley hizo referencia a la experiencia diaria. No hablo de mi mismo, aunque, naturalmente, tampoco soy la ms aletargada y aptica de todas las criaturas. Pero, yo os pregunto, dnde encontraris ms energa mental, ms acti-vidad, ms fuerza y persistencia en la consecucin de objetivos extremadamente importantes si no es entre los partidarios de la doctrina del determinismo? Priestley se refera a la secta religiosa democrtica que entonces se llamaba christian necessaries. Desconocemos si en realidad esta secta era tan activa como pen-saba su adepto Priestley, pero aqu no tiene importancia.

    Est fuera de toda duda que la concepcin materialista de la voluntad del hombre concuerda perfectamente con la ms enrgica actividad prctica. Lanson5 observa que todas las doctrinas que ms exigan a la voluntad humana afir-maban, en principio, que la voluntad era impotente, nega-ban la libertad y subordinaban el mundo a la fatalidad. Lanson est equivocado al pensar que toda negacin del llamado libre albedro conduce al fatalismo, aunque esta idea no le impe-dira comentar un hecho histrico de sumo inters. De hecho, la historia demuestra que incluso el fatalismo no siempre fue un impedimento para la accin enrgica en la actividad prc-tica, todo lo contrario, en determinadas pocas fue una base psicolgica indispensable de dicha accin. Recordemos, como prueba de ello, que los, puritanos, por su energa, superaron a todos los dems partidos de la Inglaterra

    5.- Gustavo Lanson (1857-1934). Literato e historiador literario francs

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    del siglo XVII, y que los seguidores de Mahoma, en un corto espacio de tiempo, sometieron una parte enorme del planeta, que se extenda desde la India hasta Espaa. Se equivocan los que piensan que basta con estar convencidos del advenimiento inevitable de una serie de acontecimientos para que desaparezca toda nuestra posibilidad psicolgica de contribuir a ellos o contrarrestarlos.6

    Todo depende de si mis actividades constituyen un eslabn indispensable en la cadena de acontecimientos inevitables. Si la respuesta es afirmativa, menores sern mis dudas y ms enrgicas mis acciones. En esto no hay nada de sorpren-dente, cuando decimos que un determinado individuo con-sidera su actividad como un eslabn necesario en la cadena de acontecimientos necesarios, afirmamos, entre otras cosas, que la ausencia de libre albedro equivale para l a la total incapacidad de permanecer inactivo y, esa falta de libre albedro, se refleja en su conciencia como la imposibilidad de actuar de unmodo diferente al que acta. Es, precisamente, el estado psicol-gico que se puede expresar con la famosa frase de Lutero: "Her stehe ich, ich kann nicht anden" (No puedo hacer otra cosa, esta es mi postura!) y gracias al cual, los hombres revelan la energa ms indomable y realizan las hazaas ms prodigiosas. Hamlet nunca conoci estado de espri-tu, por eso slo era capaz de lamentarse y sumirse en la meditacin. Y por eso mismo, Hamlet jams habra acep-tado una filosofa donde la libertad no es ms que la nece-sidad hecha conciencia. Fichte tena razn al decir: como es el hombre, as es su filosofa.

    6.- Se sabe que, segn la doctrina de Calvino, todas las acciones de los hombres estn predeterminadas por Dios. Llamamos predestinacin a la decisin eterna de Dios, por la cual l determina lo que necesariamente ocurrir en la vida del hombre. (Institutio. III, Cap. V) Segn esta doctrina, Dios elige a algunos de sus servido-res para la liberacin de los pueblos injustamente oprimidos. Fue el caso de Moi-ss, el libertador del pueblo de Israel. Todo indica que tambin Cromwell se conside-raba a s mismo como un instrumento de Dios, siempre deca y seguramente con una conviccin sincera, que sus acciones eran fruto de la voluntad de Dios. Todas esas acciones para l tenan de antemano el carcter de necesidad. Este pensamiento no le impidi intentar una victoria tras otra, sino que, incluso, infunda a esta aspiracin una fuerza indomable.

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    Algunos se han tomado en serio la observacin de Stammler7respecto a la pretendida contradiccin insoluble que, segn l, es caracterstica de una determinada teora poltico-social de Euro-pa Occidental [el marxismo]. Nos referimos al conocido ejemplo del eclipse lunar. En realidad, es un ejemplo sumamente absur-do. Entre las condiciones cuya conjuncin es indispensable para que se produzca un eclipse lunar, la actividad humana no inter-viene, ni puede intervenir de ningn modo, y, por ese solo hecho, nicamente en un manicomio podra formarse un partido que se propusiese contribuir al eclipse lunar. Pero, aunque la actividad humana fuera una de esas condiciones, ninguno de los que desean intensamente ver un eclipse lunar se uniran al parti-do del eclipse lunar si estuvieran convencidos de que el eclipse, de todos modos, tendra lugar sin su ayuda. En este caso, su quietismo no sera ms que la abstencin de una accin super-flua, es decir, intil, y no tendra nada que ver con el verdadero quietismo.

    Para que el ejemplo del eclipse deje de ser absurdo en el caso del partido antes mencionado, lo cambiaremos totalmente.

    Quietismo y necesidad

    7- Rodolfo Stamler (nacido en 1856). Filsofo alemn neokantiano que negaba la regularidad del proceso histrico.

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    Tendramos que imaginar a la luna dotada de conciencia y que la situacin que ocupa en el firmamento, gracias a la cual tiene lu-gar su eclipse, se presenta como el fruto de su libre albedro y no slo le produce un enorme placer, sino que es en absolutamente indispensable para su tranquilidad moral, por lo que tiende siempre, fervientemente, a ocupar esta posicin. Despus de imaginarnos todo eso, deberamos preguntarnos: Qu experi-mentara la luna si descubriese al fin que, en realidad, no es su voluntad ni ideales lo que determina su movimiento en el es-pacio, sino que, por el contrario, es su movimiento el que deter-mina su voluntad y sus ideales? Segn Stamler, ese descubri-miento la hara incapaz, con toda seguridad, de moverse, a me-nos que consiga salir del apuro gracias a alguna contradiccin lgica. Pero esta hiptesis carece de toda base. Este descubri-miento podra constituir uno de los fundamentos formales del mal humor de la luna, de su desacuerdo moral consigo misma, de la contradiccin entre sus ideales y la realidad mecnica. Pero como nosotros suponemos que, en general, el estado ps-quico de la luna est condicionado, en ltima instancia, por su movimiento, es en ste donde habra que buscar el origen de su malestar espiritual. Al examinar atentamente la cuestin, podra-mos ver que cuando la luna se encuentra en su apogeo, sta su-fre porque su voluntad no es libre y cuando se halla en el peri-geo, la misma circunstancia constituye para ella una nueva fuen-te moral de placidez y buen humor. Tambin podra ser al revs: que fuera en su apogeo y no en el perigeo cuando encontrase los medios de conciliar la libertad con la necesidad.

    Pero, de cualquier manera, est fuera de dudas que tal conci-liacin es absolutamente posible, que la conciencia de la necesi-dad concuerda perfectamente con la accin prctica ms enrgi-ca. En todo caso, as ha sucedido hasta ahora en la historia. Algu-nos de los hombres que negaban el libre albedro superaron, con frecuencia, a todos sus contemporneos por su fuerza de volun-tad, y afirmaban al mximo su voluntad. Se citan numerosos y bien conocidos ejemplos. Se pueden olvidar, como aparentemen-te hace Stammler, slo si uno se niega a ver la realidad histrica como realmente es. Semejante posicin se manifiesta muy po-derosamente, por ejemplo, entre nuestros subjetivistas y entre

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    algunos filisteos alemanes. Pero los filisteos y los subjetivistas no son hombres, sino simples fantasmas como dira Belinski.7

    Examinemos, no obstante, ms de cerca el caso cuando todas las acciones propias del hombre pasadas, presentes o futuras se le aparecen bajo la tnica de la necesidad. Ya sabemos que, en este caso, el hombre se considera un enviado de Dios, como Ma-homa, un elegido ineluctable por el destino, como Napolen, o una expresin de la fuerza irresistible del movimiento histrico, como algunos hombres pblicos del siglo XIX, que despliegan una fuerza de voluntad casi elemental y arrastra a su paso, como si fueran castillos de naipes, todos los obstculos levantados en su camino por los provincianos Hamlet y Hamletkins.* Pero aho-ra este hecho nos interesa bajo otro aspecto que ahora analizare-mos. Cuando se presenta la conciencia de mi falta de libre albe-dro nicamente bajo la forma de una imposibilidad total, subjeti-va y objetiva, de proceder de modo distinto a como lo hago, cuando mis acciones son para m, al mismo tiempo, las ms de-seables entre todas las posibles, entonces la necesidad se identifi-ca en mi mente con la libertad y la libertad con la necesidad, y entonces yo no soy libre nicamente en el sentido de que no puedo romper esta identidad entre la libertad y la necesidad, no puedo oponer la una a la otra, no puedo sentirme trabado por la necesidad. Pero esta falta de libertad es al mismo tiempo su manifestacin ms absoluta.

    Zimmel9 dice que la libertad es siempre libertad respecto a algo, y all donde la libertad no se concibe como algo opuesto a una restriccin, deja de tener sentido. Esta idea, naturalmente, es cierta. Pero esta verdad fundamental no puede servir de

    8.- Belinski (1811-1848). Destacado crtico y publicista ruso. *.- Hace alusin al cuento de Turgunev El Hamlet de la comarca de Chigrov. Citaremos

    otro ejemplo que demuestra grficamente la fuerza de los sentimientos de personas de esta categora. La duquesa de Ferrara, Calvin Rene (hija de Luis XII), dice en una carta dirigida a Calvino, su maestro: No, no he olvidado lo que me habis escrito: David odiaba a muerte a los enemigos de Dios, yo misma jams dejar de obrar de idntica forma, pues si yo supiera que el Rey, mi padre, y la Reina, mi madre, mi difunto seor marido y todos mis hijos estaban maldecidos por Dios, los odiara a muerte y deseara que fuesen a parar al infierno. Qu energa tan terrible y arro-lladora son capaces gentes embargadas por este tipo de sentimientos! Y aun as, esas personas negaban el libre albedro.

    9.- Jorge Zimmel (l858-1918). Filsofo y socilogo alemn, de tendencia idealista y discpulo de Kant.

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    motivo para refutar la tesis de que la libertad significa ser cons-ciente de la necesidad, que constituye uno de los descubrimien-tos ms brillantes del pensamiento filosfico. La definicin de Zimmel es demasiado estrecha, se aplica nicamente a la liber-tad no sujeta a trabas exteriores. Mientras se trate slo de estas trabas, la identificacin de la libertad con la necesidad sera ridcula en extremo, un carterista no es libre para robarnos ni siquiera el pauelo del bolsillo, en la medida que se lo impedi-mos y hasta que no haya vencido, de uno u otro modo, nuestra resistencia. Pero, adems, de esta nocin elemental y superficial de la libertad, existe otra, incomparablemente ms profunda. Para aquellos incapaces de pensar de un modo filosfico, este concepto no existe en absoluto, y los que son capaces de hacerlo alcanzan esta nocin nicamente cuando consiguen despren-derse del dualismo y comprender que entre el sujeto, por un lado, y el objeto, por otro, no existe en realidad el abismo que suponen los dualistas.

    El subjetivista ruso opone sus ideales utpicos a nuestra reali-dad capitalista y no va ms all. Los subjetivistas10 se han hundi-do en el pantano del dualismo. Los ideales de los llamados discpulos11 rusos se parecen a la realidad capitalista incompa-rablemente menos que los ideales de los subjetivistas. A pesar de esto, los "discpulos" han sabido hallar un puente para unir los ideales con la realidad. Los discpulos se han elevado hasta el monismo. Segn ellos, el propio desarrollo del capitalismo con-ducir a su negacin y a la realizacin de sus ideales, de los discpulos rusos, y no slo de los rusos. Es una necesidad his-trica. El discpulo es un instrumento de esta necesidad y no puede no serlo, tanto por su situacin social como por su ca-rcter intelectual y moral creado por esta situacin.

    Este hecho tambin es un aspecto de la necesidad. Sin embar-go, como su situacin social le ha conferido precisamente este carcter y no otro, l no slo sirve de instrumento a la necesidad y no puede ser de otro modo, sino que lo desea fervientemente y

    10.- Subjetivistas populistas rusos P. Lavrov, N. Mijailovski, N. Kareiev y otros. 11.- Discpulos rusos: Nombre con el que se denominaba en la prensa legal a los social-

    demcratas rusos y burlar as la censura.

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    no puede no querer desearlo. Este es un aspecto de la libertad, de un libertad surgida de la necesidad, o ms exactamente, de una libertad que se ha identificado con la necesidad, es decir, la necesidad hecha libertad.* Esta libertad tambin es una libertad respecto a ciertas restricciones, ella es tambin la anttesis de ciertas restricciones. Las definiciones profundas no refutan las superficiales, sino que, las completa y, por tanto, las incluye en s mismas.

    Pero, de qu tipo de trabas, qu clase de restriccin de liber-tad se puede tratar en este caso? Es evidente. Las trabas morales que frenan la energa de los hombres que no han roto con el dualismo, las restricciones que hacen sufrir a aquellos que no han sabido tender un puente sobre el abismo que separa los ideales y la realidad. Hasta que el individuo no haya conquista-do esta libertad mediante el esfuerzo heroico del pensamiento filosfico, no ser plenamente dueo de s mismo y sus sufri-mientos morales son el tributo vergonzoso a la necesidad exter-na a la que se enfrenta. Pero, tan pronto como este mismo indi-viduo se libera del yugo de las restricciones abrumadoras y ver-gonzosas, l nace de nuevo, a una vida desconocida hasta en-tonces, y su actividad libre se convierte en una expresin cons-ciente y libre de la necesidad. Entonces, el individuo se convertir en una gran fuerza social y ningn obstculo se lo impedir, como si fuera una tormenta de ira divina.

    Lanzarse con furia de los dioses Sobre la prfida inquietud

    *.- La necesidad se convierte en libertad no porque desaparezca, sino slo por la expre-sin externa de su identidad interna. Hegel. Wissenschaft der Logik. Nremberg 1816. II. p. 281.

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    Lo repetiremos una vez ms: la conciencia de la inevitabili-dad absoluta de un fenmeno determinado, slo puede acre-centar la energa del hombre que simpatiza con l y que se considera a s mismo una de las fuerzas que originan dicho fenmeno. Si este hombre, consciente de la nece-sidad de tal fenmeno, se cruzara de brazos y no hiciera nada, demostrara que es un ignorante en aritmtica.

    Supongamos, que el fenmeno A debe producirse nece-sariamente si existe una determinada suma de circunstan-cias S. Vosotros me habis demostrado que una parte de esta suma de circunstancias ya existe y que la otra parte se dar en un momento concreto T. Convencido de ello, yo, que simpatizo con el fenmeno A, exclamo: Muy bien!, y me echo a dormir hasta el feliz da en que se pro-duzca el acontecimiento predicho por vosotros. Cul ser el resultado? El siguiente: segn vuestros clculos, la suma de circunstancias S, necesaria para que se produzca el fen-meno A, inclua tambin mis actividades, a las que llamare-mos a. Pero como yo me ech a dormir, en el momento Tla suma de condiciones favorables para que se produzca dicho fenmeno ya no ser S, sino S-a, lo que cambia la situacin. Puede ocurrir que mi lugar sea ocupado por

    Tesis, anttesis y sntesis

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    otro hombre, que tambin se encontrara prximo a la in-actividad, pero a quien mi ejemplo de apata le ha pareci-do pernicioso. En este caso, la fuerza a ser sustituida por la fuerza b, y si a es igual a b (a=b), la suma de condiciones que favorecen el advenimiento de A quedar igual a S y el fen-meno A se producir, por lo tanto, en el mismo momento T.

    Pero si mi fuerza no es igual a cero, si soy un trabajador hbil y capaz, y nadie me ha sustituido, entonces la suma S no ser completa y el fenmeno A se producir ms tarde de lo que habamos calculado, no se producir totalmente como lo esperbamos o no se producir en absoluto. Esta idea est clara como la luz del da, pero si yo no la comprendo, si pienso que S continuar siendo S an despus de mi sustitucin, nicamente se debe al hecho de que no s contar. Pero, soy el nico que no sabe contar? Vosotros anticipasteis que la suma Sse producira necesariamente en el momento T, pero no previs-teis que yo me echara a dormir inmediatamente despus de nuestra conversacin, estabais convencidos de que yo continua-ra siendo hasta el final un buen trabajador, pero me habis cambiado por una fuerza menos segura. Por consi-guiente, tambin vosotros habis calculado mal. Pero, suponga-mos que no habis cometido ningn error, que habis tenido todo en cuenta, en tal caso, vuestro clculo tendr el siguiente aspecto: decs que en el momento T tendremos la suma S.Esta suma de condiciones incluir mi abandono como un valor negativo, y entrar tambin, como valor positivo, el efecto estimulante que en los hombres decididos produce la conviccin de que sus aspiraciones e ideales son una ex-presin subjetiva de la necesidad objetiva. En ese caso, tendremos realmente la suma S en el momento calculado y se producir el fenmeno A.

    Creo que todo est claro. Pero, si est claro, por qu estoy desconcertado ante la idea de que el fenmeno A es inevitable? Por qu me parece que me ha condenado a la inac-tividad? Por qu, cuando reflexiono sobre esta idea, me he olvidado de las ms simples reglas de la aritmtica? Proba-blemente, porque las circunstancias de mi educacin fueron tales que, ya antes, me atraa con fuerza la inactividad y nuestra

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    conversacin no fue ms que la gota que colm el vaso de esta aspiracin loable. Esto es todo. Slo en este sentido, como la causa que revela mi flaqueza e inutilidad moral, aparece aqu la con-ciencia de la necesidad. Pero sta no puede de ninguna manera ser considerada como causa de mi flaqueza, pues la causa no resi-de en ella, sino en las condiciones de mi educacin. Por consi-guiente, la aritmtica es una ciencia extraordinariamente til y respetable, cuyas reglas no deberan olvidar ni siquiera los fil-sofos, s, especialmente, los filsofos!

    Y que efecto tendr la conciencia de la necesidad de un fe-nmeno determinado sobre el hombre fuerte que no sim-patiza con el mismo y se opone a que se produzca? En este caso la situacin es algo diferente. Es muy probable que esta conciencia debilite la energa de su resistencia. Cundo los que se oponen a un fenmeno determinado se con-vencen de su inevitabilidad? Cuando las circunstancias que lo favorecen se hacen muy numerosas y muy fuertes. La con-ciencia que los oponentes a ese fenmeno adquieren de su inevitabilidad y el debilitamiento de sus energas, no son ms que la manifestacin de la fuerza de las condiciones que son favorables a dicho fenmeno. Tales manifestaciones forman parte, a su vez, de estas circunstancias favorables.

    Pero la energa de la resistencia no disminuir en todos los adversarios, en algunos se acrecentar como consecuencia del reconocimiento de su inevitabilidad, transformndose en la energa de la desesperacin. La historia en general y la his-toria de Rusia en particular, nos brindan muchos ejemplos instructivos de energa de este gnero. Confiamos en que el lector los recordar sin nuestra ayuda.

    Aqu nos interrumpe el seor Kareiev, que si bien, por su-puesto no comparte nuestro punto de vista sobre la liber-tad y la necesidad, y, adems, no aprueba nuestra debilidad por los extremos de los hombres fuertes, recibe, no obstante, con simpata la idea que sostiene nuestro peridico12 que el individuo puede ser una gran fuerza social. El respetable

    12.- Plejnov hace referencia a la revista Nauchnoie Obosrenie (Comentario Cientfico), en la que apareci esta obra en 1893 firmada con el seudnimo A. Kirsanov.

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    profesor exclama con jbilo: Yo siempre he dicho eso!" Es verdad. El seor Kareiev y todos los subjetivistas han atri-buido al individuo siempre un papel muy importante en la historia. Hubo un tiempo en que esto despertaba grandes simpatas entre la juventud avanzada que aspiraba a lle-var a cabo nobles empresas por el bien comn y que, por lo mismo, estaba, naturalmente, inclinada a estimar en alto grado la importancia de la iniciativa personal. Pero, en el fondo, los subjetivistas nunca han sabido no ya re-solver, sino ni siquiera plantear con acierto, la cuestin so-bre el papel del individuo en la historia. Ellos oponan la actividad de los espritus crticos a la influencia de las leyes del movimiento histrico de la sociedad, creando as una nueva variedad de la teora de los factores, los espritus crticos constituan uno de los factores, siendo el otro las leyes propias de dicho movimiento. Como resultado, se ha llegado a una profunda incongruencia, que slo era sostenible en la medida que la atencin de los individuos activos se concentrada en los problemas prcticos del momento y, por ello, no les restase tiempo para ocuparse de los problemas filosficos. Pero cuando la calma que sobrevino en la dcada de los aos ochenta brind a aquellos que posean la capacidad de pensar, un momento de ocio forzado para entregarse a reflexiones filosficas, la doctrina subjetivista comenz a estallar por todos los lados e incluso a caer en pedazos, como el famoso capote de Akaki Akakievich.13 Los remiendos no servanpara nada y los pensadores comenzaron, uno tras otro, a renunciar al subjetivismo por considerarlo una doctrina obvia y completamente inconsistente.

    Como siempre ocurre en estos casos, la reaccin contra el subjetivismo condujo a algunos de sus adversarios al ex-tremo opuesto. Mientras algunos de los subjetivistas, al mismo tiempo que atribuan al individuo un papel en la historia lo ms amplio posible, se negaban a reconocer

    13.- Akaki Akakievich. Funcionario hroe del famoso cuento, El capote, de Gogol.

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    el movimiento histrico de la humanidad como un proce-so regido por leyes, algunos de sus ms recientes adversa-rios, con la intencin de recalcar lo mejor posible ese ca-rcter regular del movimiento, estaban dispuestos, por lo visto, a olvidar que la historia la hacen los hombres y que, por lo tanto, la actividad de los individuos no puede dejar de tener su importancia en ella. Consideraban al individuo co-mo una quantit ngligeable (una magnitud despreciable). En teora, este extremismo es tan inadmisible como aquel al que llegaron los ms ardientes subjetivistas. Tan incon-sistente es sacrificar la tesis a la anttesis como olvidarse de la anttesis en aras de la tesis. El punto de vista correcto se encontrar slo cuando consigamos unir en la sntesis laspartes de verdad contenidas en aquellas.*

    *.- El mismo Kareiev se nos ha adelantado en la aspiracin a la sntesis. Pero, desgraciada-mente, no ha ido ms all de reconocer la perogrullada de que el hombre se compone de cuerpo y alma.

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    14.- Karl Lamprecht (1856-1915). Historiador burgus alemn, autor de una historia de Alemania.

    Desde hace mucho nos ha interesado este problema y hace bastante tiempo que queramos invitar a nuestros lectores a abordarlo con nosotros. Pero nos contenan ciertos te-mores: pensbamos que tal vez nuestros lectores lo habran ya resuelto por s mismos y que quiz nuestra invitacin llegase tarde.

    Ahora, nuestros temores han desaparecido. Nos han libe-rado de ellos los historiadores alemanes y lo decimos en serio. Resulta que, en estos ltimos tiempos, los historiadores alemanes han mantenido una polmica acalorada acerca del papel de las grandes figuras en la historia. Unos se inclinaban a considerar la actividad poltica de estos hom-bres como el resorte principal y casi exclusivo del desarrollo histrico, mientras que otros afirmaban que semejante pun-to de vista es unilateral y que la ciencia histrica debe tener presente no slo la actividad de los grandes hombres, ni la historia poltica, sino todo el conjunto de la vida histrica (das Ganze des geschichtlichen Lebens).

    Uno de los representantes de esta ltima tendencia es Karl Lamprecht,14 autor del libro: Historia del pueblo alemn.

    Acerca de las opiniones de Karl Lamprecht

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    Los adversarios de Lamprecht le acusaban de colectivista y materialista, incluso le equiparaban horrible dictu(terrible sentencia!), en un mismo plano incluso que los ateos socialdemcratas, segn la expresin que l ha empleado al final del debate. Al analizar nosotros sus con-ceptos, nos dimos cuenta de que las acusaciones lanzadas contra el pobre sabio eran completamente infundadas. Al mismo tiempo, nos convencimos de que los historia-dores alemanes contemporneos no son capaces de resolver la cuestin del papel del individuo en la historia. Fue en-tonces cuando nos consideramos con derecho a suponer que el problema continuaba todava sin resolver tambin para algunos lectores rusos, y que en relacin con l an puede decirse algo no del todo desprovisto de inte-rs terico y prctico.

    Lamprecht reuni toda una coleccin original de opiniones (eine art ige Sammlung, segn su expresin) de destacados hombres de estado respecto a sus activi-dades en relacin con el ambiente histrico en que stas se desarrollaron, pero en su polmica se ha limitado, por ahora, a citar algunos discursos y opiniones de Bis-marck . Cita las siguientes palabras pronunciadas por el canciller de hierro en el Reichstag de la Alemania del Norte el 16 de abril de 1869: No podemos, seores, ni ignorar la historia del pasado ni crear el futuro. Qui-siera preveniros contra el error que lleva a algunos a adelantar el reloj, imaginndose que con ello aceleran la marcha del tiempo. Generalmente, se exagera mucho mi influencia en los acontecimientos en los que me he apoyado, pero, a pesar de todo, a nadie se le ocurrir exigirme que yo haga la historia. Esta tarea me habra sido imposible, incluso con vuestro concurso, aunque, unidos, habramos podido hacer frente a todo un mun-do. Pero nosotros no podemos hacer la historia, debemos esperar a que ella se haga. No aceleraremos la madurez de los frutos exponindolos al calor de una lmpara, y si se arrancan verdes no haramos otra cosa que impedir su crecimiento y echarlos a perder.

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    Basndose en el testimonio de Joly, Lamprecht cita tam-bin las opiniones que Bismarck ha expresado en ms de una ocasin durante la guerra franco-prusiana. Una vez ms, su sentido general es siempre el mismo: No podemos hacer grandes acontecimientos histricos, sino que debemos adap-tarnos a la marcha natural de las cosas y limitarnos a garan-tizar aquello que ya est maduro.

    En estas palabras Lamprecht ve una verdad profunda y completa. El historiador contemporneo no puede, segn l, pensar de otro modo, si es que sabe mirar al fondo de los acontecimientos y no limitar su campo visual a un perodo de tiempo demasiado corto. Habra podido Bis-marck retrotraer a Alemania a la economa natural? Habra sido imposible incluso cuando se encontrara en el apogeo de su poder. Las condiciones histricas generales son ms poderosas que las personalidades ms fuertes. El carcter general de su poca es para el gran hombre una necesidad dada empricamente.

    As es como razona Lamprecht y califica su concep-cin como universal. No es difcil observar el punto d-bil de esta concepcin universal. Las citadas opinio-nes de Bismark son muy interesantes como un documen-to psicolgico. Puede que no se simpatice con la activi-dad del antiguo canciller alemn, pero no se puede afirmar que sta sea insignificante, ni que Bismarck se distinguiera por su quietismo. Precisamente, Lassalle deca de l: Los servidores de la reaccin no son picos de oro, pero quiera Dios que la causa del progreso dis-ponga del mximo nmero de servidores de esta ndo-le. Y este hombre, que ha dado ms de una vez prue-bas de una energa verdaderamente de hierro, se crea en absoluto impotente ante el curso natural de las co-sas, considerndose, por lo visto, un simple instrumen-to del desarrollo histrico, y demuestra, una vez ms, que se puede enfocar los fenmenos a la luz de la necesi-dad y ser al mismo tiempo un hombre de accin muy enrgico. Pero slo bajo este aspecto, son interesantes las opiniones de Bismarck, no podemos consid era r la s c om o

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    u n a so lu c i n a l p rob l em a d e l p ap e l d e l individuo en la historia.

    Segn Bismarck, los acontecimientos sobrevienen por s mismos y nosotros no podemos ms que garantizar el disfrute que ellos nos deparan. Pero cada acto de garan-ta representa tambin un acontecimiento histrico. En qu se diferencian estos acontecimientos de los que sobrevie-nen por s mismos? En realidad, casi todo acontecimiento histrico es, al mismo tiempo, algo que garantiza a al-guien los frutos ya maduros del desarrollo anterior y uno de los eslabones de la cadena de acontecimientos que pre-paran los frutos del porvenir. Cmo pueden oponerse los actos de garanta a la marcha natural de los aconte-cimientos? Evidentemente, Bismarck quera decir que los indi-viduos y grupos de individuos que actan en la historia, jams fueron ni sern omnipotentes. Eso, por supuesto, est fuera de toda duda. Pero nosotros quisiramos sa-ber, sin embargo, de qu depende su fuerza, que dista, sin duda alguna, de ser omnipotente, en qu condiciones aumenta o disminuye. Ni Bismarck ni el sabio defensor de la concepcin universal de la historia, que cita sus pala-bras, nos dan la solucin del problema.

    Es verdad que en los escritos de Lamprecht encon-tramos tambin citas ms explcitas. Por ejemplo, cita las siguientes palabras de Monod, uno de los represen-tantes ms destacados de la ciencia histrica moderna de Francia:

    Los historiadores se han acostumbrado demasiado a pres-tar exclusiva atencin a las manifestaciones brillantes, ruidosas y efmeras de la actividad humana, a los grandes acontecimientos y a los grandes hombres, en lugar de presentar los movimientos, enormes y lentos, de las condiciones eco-nmicas y de las instituciones sociales que constituyen la parte verdaderamente interesante y permanente del desarro-llo humano, parte que, en cierta medida, puede ser sinteti-zada en leyes y sometida, hasta cierto punto, a un anli-sis exacto. De hecho, los acontecimientos y las personalida-des destacadas lo son precisamente como signos y smbolos

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    de diferentes momentos de dicho desarrollo. En cambio, la ma-yora de los acontecimientos llamados histricos tienen la misma relacin con la verdadera historia, que el movimien-to de las olas que nacen de la superficie del mar, brillan un momento con su luz viva y despus se estrellan contra la costa arenosa, desapareciendo sin dejar huellas.

    Lamprecht declara que est dispuesto a poner su firma en cada una de estas palabras. Es bien sabido que a los sa-bios alemanes no les gusta estar de acuerdo con los sabios fran-ceses, ni a stos con los alemanes. Por esta razn, el his-toriador belga Pirenne resalta con particular satisfaccin, en Revue Historique, esta coincidencia de las concepciones histricas entre Monod y Lamprecht. Esta coincidencia es muy significativa observa Pirenne, pues demuestra evi-dentemente que el futuro pertenece a la nueva concepcin de la historia.

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    No compartimos las gratas expectativas de Pirenne. El futuro no puede pertenecer a concepciones vagas e indefinidas; tales, pre-cisamente, son las ideas de Monod y, sobre todo, de Lamprecht. Por supuesto, no se puede por menos que saludar la tendencia que proclama que la tarea ms importante de la ciencia histrica es el estudio de las instituciones sociales y de las condiciones econmicas. Esta ciencia har grandes avances cuando dicha tendencia se consolide definitivamente.

    Sin embargo, en primer lugar, Pirenne se equivoca al pensar que esta tendencia es nueva. Surgi en la ciencia histrica ya en la segunda dcada del siglo XIX, sus representantes ms desta-cados y consecuentes fueron Guizot, Mignet, Agustn Thierry15y, ms tarde, Tocqueville y otros. Las concepciones de Monod y Lamprecht no son ms que una copia plida de un original vie-jo, pero muy notable. En segundo lugar, por profundas que fue-ran para su poca las concepciones de Guizot, Mignet y otros historiadores franceses, muchos puntos han quedado sin aclarar. No dan una respuesta precisa y completa a la cuestin del papel del individuo en la historia, ahora bien, la ciencia histrica debe

    Sobre la actividad consciente de los individuos

    15.- Guizot, Mignet, Thierry: historiadores burgueses franceses de la poca de la Restaura-cin (1814-1830).

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    resolver de una manera efectiva este problema, si es que sus re-presentantes estn destinados a librarse de su concepcin unila-teral del objeto de su ciencia. El futuro pertenece a la escuela que encuentre la mejor solucin, entre otros, a este problema.

    Las concepciones de Guizot, Mignet y otros historiadores pertenecientes a esta tendencia eran una reaccin frente a las ideas histricas del siglo XVIII y constituyen su anttesis. En ese siglo, los estudiantes de la filosofa de la historia reducan todo a la actividad consciente de los individuos. Cierto es que tambin entonces existan algunas excepciones de la regla general: el campo visual histrico-filosfico, por ejemplo, de Vico, Montesquieu y Herder16 era mucho ms amplio. Pero nosotros no nos referimos a las excepciones, la gran mayora de los pensadores del siglo XVIII interpretaban la historia tal y como lo hemos expuesto.

    Es muy interesante a este respecto volver a leer las obras histricas de Mably.17 Segn este autor, Minos fue quien organi-z toda la vida social y poltica y cre las costumbres de los cre-tenses, mientras Licurgo prestaba el mismo servicio a Esparta. Si los espartanos despreciaban la riqueza material, este rechazo es debido a Licurgo, que penetr, por decirlo as, hasta lo ms profundo del corazn de sus conciudadanos y ahog en ellos todo germen de pasin por las riquezas (descendit tour ainsi dire jusque dans le fond du coeur des citoyens, etc.).18 Y si ms tarde los espartanos abandonaron la senda sealada por el sabio Licurgo,

    16.- Vico, filsofo italiano e historiador de la primera mitad del siglo XVIII. Montesquieu, socilogo francs del mismo perodo. Herder, filsofo alemn e historiador de la segunda mitad del siglo XVIII. En sus obras, tratan de fundamentar la regularidad del proceso histrico, presentar la marcha de los acontecimientos histricos como inde-pendiente de la voluntad y aspiraciones de los reyes, de los hombres de Estado y de los gobernantes. Vico vea la regularidad en la alternacin de los auges y decadencias de los estados, que se sustituan en el eterno ciclo de la historia, condicionado, segn l, por la voluntad de Dios. Montesquieu y Herder trataban de fundamentar la regula-ridad de la historia mediante la influencia de las condiciones naturales, fundamental-mente climatolgicas y geogrficas en la sociedad.

    17.- Gabriel Mably (1709-1785). Abate, comunista utpico francs. Vea la causa funda-mental de los cambios histricos en la actuacin de los soberanos y de las personali-dades destacadas.

    18.- Vase Obras Completas de Pabb de Mably. Londres, 1789, T. IV, pp. 3, 14-22, 34 y 192.

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    la culpa es de Lisandro, que les haba convencido de que los nuevos tiempos y las nuevas circunstancias exigen nuevas for-mas y una poltica nueva.19 Las investigaciones escritas partien-do de este punto de vista, tenan muy poco que ver con la ciencia y se escriban, como sermones, nicamente con vistas a las enseanzas morales que de ellos se desprendan.

    Precisamente, los historiadores franceses de la poca de la Restauracin se sublevaron contra concepciones de esta ndole. Despus de los grandiosos acontecimientos de finales del siglo XVIII, era ya en absoluto imposible considerar la historia como la obra de personalidades ms o menos eminentes, nobles e ilus-tradas, que, a su antojo, inculcaran a una masa ignorante pero sumisa, unos y otros sentimientos e ideas. Adems, contra esta filosofa de la historia se rebelaba el orgullo plebeyo de los teri-cos burgueses. Estaban motivados por los mismos sentimientos que se pusieron de manifiesto en el siglo XVIII durante la na-ciente dramaturgia burguesa. En la lucha contra las viejas con-cepciones histricas, Thierry empleaba, entre otros, los mismos argumentos esgrimidos por Beaumarchais y otros contra la vieja esttica.20 Por ltimo, las tempestades que poco tiempo antes haban sacudido a Francia demostraban claramente que la mar-cha de los acontecimientos histricos no estaba determinada ex-clusivamente, ni mucho menos, por la actividad consciente de los hombres; esta circunstancia por s misma deba bastar para sugerir la idea de que los acontecimientos se producen bajo la influencia de cierta necesidad latente que acta de manera ciega, como las fuerzas elementales de la naturaleza, pero conforme a determinadas leyes inmutables.

    Es extremadamente notorio aunque hasta ahora, que no-sotros sepamos, nadie lo ha sealado el hecho de que las nuevas concepciones de la historia, como proceso regulado por determinadas leyes, fueron defendidas de la manera ms con-secuente por los historiadores franceses de la poca de la Res-tauracin, precisamente en las obras dedicadas a la Revolucin

    19.-Ibd., p. 109. 20.- Comprese la primera carta sobre lHistoire de France con el lEssai sur le genere

    dramatique srieux en el primer tomo de las Obras Completas de Beaumarchais.

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    Francesa. Tales eran, entre otras, las obras de Mignet y Thiers.21 Chateaubriand dio el nombre de fatalista a la nueva escuela histrica. As es como l defina las tareas que esta escuela planteaba ante los investigadores: Este sistema exige que el historiador relate sin indignacin las ferocidades ms atroces, que hable sin amor de las ms elevadas virtudes y con su fra mirada no vea en la vida social ms que la manifesta-cin de leyes ineluctables, en virtud de las cuales todo fen-meno se produce precisamente como inevitablemente deba producirse.22

    Por supuesto, esta idea es inexacta. La nueva escuela de ningn modo exiga que el historiador permaneciera impasi-ble. Agustn Thierry incluso declar, abiertamente, que las pasiones polticas, aguzando el espritu del investigador, pue-den ser un instrumento poderoso para el descubrimiento de la verdad.23 Y basta repasar, aunque sea por encima, las obras histricas de Guizot, Thierry o Mignet para ver que simpati-zaban ardientemente con la burguesa, tanto en su lucha co-ntra la aristocracia y el alto clero como en su tendencia a aho-gar las reivindicaciones del naciente proletariado. Pero lo que es indiscutible es que la nueva escuela histrica surgi entre 1820 y 1830, en una poca donde la aristocracia estaba ya ven-cida por la burguesa, si bien la primera trataba an de resta-blecer algunos de sus viejos privilegios.

    El orgullo que les infunda la conciencia del triunfo de su clase, se reflejaba en todos los razonamientos de los historiadores de la nueva escuela. Y como la burguesa no se ha distinguido nunca por su caballerosidad, es natural que en los argumentos de sus sabios representantes a veces sonara la crueldad hacia el vencido. Le plus fort absorbe le plus faible; cela est de droit" (el ms fuerte absorbe al ms dbil, lo cual es legtimo), dice Guizot en uno de sus polmicos folletos. No menos cruel es su actitud

    21.- Thiers 1797-1877. Estadista francs, publicista e historiador reaccionario, organizador del despiadado aplastamiento de la Comuna de Pars.

    22.- Chateaubriand, Obras Completas, T. VII, p. 58. Pars, 1860. Recomendamos al lector la lectura de la pgina siguiente, se podra pensar que fue escrita por el seor N. Mijailovski.

    23.- Vase, Considerations sur l'histoire de France, apndice de Rcit des temps Mrovin-giens, Pars. 1840, p. 72

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    hacia la clase obrera. Precisamente esta crueldad, que a veces adquira la forma de tranquila indiferencia, es lo que hizo equi-vocarse a Chateaubriand. Adems, entonces no se vea claramen-te an cmo deba concebirse la sujecin a leyes del movimiento histrico. Por ltimo, la nueva escuela poda parecer fatalista precisamente porque, al tratar de apoyarse firmemente sobre esta sujecin, se ocupaba poco de las grandes personalidades histricas.24) Pero esta concepcin no la podan aceptar fcilmen-te aquellas personas formadas en las ideas histricas del siglo XVIII. De todas partes llovieron objeciones a las ideas de los nue-vos historiadores, y fue entonces cuando se entabl la discusin que, como hemos visto, contina an en nuestros das.

    En enero de 1826, Sainte-Beuve25 escribi lo siguiente en Glo-be con motivo de la aparicin de los tomos V y VI de la Historia de la Revolucin Francesa de Mignet: En cualquier momento da-do, el hombre puede, por una decisin sbita de su voluntad, introducir en la marcha de los acontecimientos una fuerza nue-va, inesperada y variable, capaz de imprimirle otra direccin, pero que, sin embargo, no se presta a ser medida a causa de su variabilidad.

    No se debe pensar que Sainte-Beuve asuma que las decisiones sbitas de la voluntad del hombre aparecen sin razn alguna. No, eso sera muy ingenuo. l simplemente afirm que las cualidades intelectuales y morales del hombre que des-empea un papel ms o menos importante en la vida social, su talento, sus conocimientos, su decisin o indecisin, su valor o cobarda, etc., no podan dejar de ejercer una influencia notable en el curso y el desenlace de los acontecimientos, y, sin embargo, estas cualidades no se explican solamente por las leyes generales

    24.- En el artculo dedicado a la tercera edicin de la Historia de la Revolucin Francesa de Mignet, Sainte-Beuve caracterizaba de la siguiente manera la actitud de este histo-riador hacia las personalidades: Frente a las vastas y profundas emociones populares que tuvo que describir, frente al espectculo de la incapacidad e impotencia de los genios ms sublimes y de las virtudes ms santas cuando se sublevaron las masas, qued embargado por un sentimiento de compasin hacia el individuo, sin ver en ste nada ms que flaqueza y negndole su capacidad para llevar a cabo una accin eficaz de no ser en unin con la masa".

    25.- Agustn Sainte-Beuve (1804-1869). Poeta y crtico literario francs. Consideraba la actividad del individuo como independiente de las condiciones sociales.

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    del desarrollo de los pueblos, sino que se forman siempre y en alto grado bajo la influencia de lo que podramos llamar casuali-dades de la vida privada. Citaremos unos cuantos ejemplos para aclarar este pensamiento, que, por otra parte, nos parece sufi-cientemente claro.

    En la Guerra de Sucesin austriaca, las tropas francesas obtuvieron unas cuantas victorias brillantes y Francia habra podido, indudablemente, conseguir de Austria la cesin de un territorio bastante extenso de lo que hoy es Blgica, pero Luis XV no exigi esta anexin porque l, segn deca, no guerrea-ba como mercader sino como rey; as, la paz de Aquisgrn no dio nada a los franceses. Pero si el carcter de Luis XV hubiera sido otro, el territorio de Francia tal vez hubiese aumentado y, por tanto, podra haber variado el curso de su desarrollo eco-nmico y poltico.

    Como es sabido, Francia llev a cabo la guerra se los Siete Aos en alianza con Austria. Se dice que en la concertacin de esta alianza influy mucho Madame Pompadour26, a quien haba halagado extraordinariamente el hecho de que la orgullosa Mara Teresa la llamara, en una carta, su prima o querida amiga (bien bonne amie). Se puede decir, por tanto, que si Luis XV hubiera sido un hombre de moral ms austera y se hubiera dejado influir menos por sus favoritas, Madame Pompadour no habra ejercido esa influencia sobre los acontecimientos y stos hubiesen tomado otro rumbo.

    Adems, en la guerra de los Siete Aos, los franceses no tu-vieron xito. Sus generales sufrieron varias derrotas vergonzo-sas, en general, su conducta fue ms que extraa. Richelieu se dedicaba a la rapia, mientras que Soubise y Broglie siempre se estorbaban mutuamente. Por ejemplo, cuando Broglie atac al enemigo en Villinghausen, Soubise, que haba odo los disparos de can, no acudi en ayuda de su compaero y Broglie se vio obligado a retirarse.27

    26.- Juana Antonieta Pompadour (1721-1764). Favorita del rey francs Luis XV, que jug un gran papel en la poltica interior y exterior de Francia

    27.- Otros dicen que la culpa no fue de Soubise, sino de Broglie, quien no esper a su compaero por no compartir con l los laureles de la victoria. Pero esto no tena para nosotros ninguna importancia ya que en nada cambia el fondo de la cuestin.

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    28.- Conde Buturln (1694-1767). Mariscal de campo que mandaba el ejrcito ruso duran-te la Guerra de los Siete Aos (1756-1763).

    29.- A. V. Suvrov (1730-1800). Notable militar ruso.

    A Soubise, incompetente en extremo, le protega la misma Madame Pompadour. Y puede decirse una vez ms, que si Luis XV hubiera sido menos voluptuoso o si su favorita no hubiera intervenido en poltica, los acontecimientos no hubiesen sido tan desfavorables para Francia.

    Los historiadores franceses afirman que Francia no necesitaba en absoluto combatir en el continente europeo, sino concentrar todos sus esfuerzos en el mar para defender sus colonias de los ataques de Inglaterra. Ahora bien, si Francia actu de otra manera, la culpa es, una vez ms, de la inevitable Madame Pompadour, que deseaba complacer a su querida amiga Mara Teresa. A causa de la guerra de los Siete Aos, Francia perdi sus mejores colonias, lo que, sin duda, influy mucho en el desarrollo de sus relaciones econmicas. La vanidad femenina aparece aqu ante nosotros como un factor influyente del desarrollo econmico.

    Necesitamos otros ejemplos? Citaremos uno ms, quiz el ms sorprendente. En agosto de 1761, durante la misma guerra de los Sie-te Aos, las tropas austracas, despus de unirse a las rusas en Silesia, rodearon a Federico cerca de Striegau. La situacin de Federico era desesperada, pero los aliados no se apresuraron a atacar y el general Buturln,28 despus de enfrentarse durante veinte das al enemigo, se retir de Silesia, dej nicamente una parte de sus tropas para refor-zar a las del general austraco Laudon. ste ocup Schweidnitz, cerca de donde estaba acampado Federico, pero esta victoria careca de excesiva importancia. Supongamos, no obstante, que Buturlin hubie-ra sido un hombre con un carcter ms enrgico, y que los aliados hubieran atacado a Federico sin darle tiempo a atrincherarse en su campamento. Entonces, es posible que hubiera sido derrotado por completo, teniendo que someterse a la voluntad de sus vencedores. Esto sucedi unos cuantos meses antes de que un nuevo hecho fortui-to, la muerte de la emperatriz .Elisabetta, modificara sbita y radical-mente la situacin en favor de Federico. Tendramos entonces que preguntarnos: qu hubiera sucedido si Buturlin hubiese sido ms enrgico o si en su lugar hubiese habido un Suvrov?29

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    En su anlisis de la concepcin de los historiadores fatalistas, Sainte-Beuve formul tambin otro razonamiento al que convendra prestar atencin. En el ya citado artculo sobre la Historia de la Revolucin Francesa de Mignet, Sainte-Beuve de-muestra que el rumbo y el desenlace de la Revolucin Francesa no slo estuvieron condicionados por las causas generales que la originaron y por las pasiones que ella a su vez desencaden, sino tambin por numerosos pequeos fenmenos que se escapan a la atencin del investigador y que ni tan siquiera forman parte de los fenmenos sociales propiamente dichos. En el momento en que obraban estas causas (generales) y estas pasiones (provocadas por un fenmeno social) escriba l, las fuerzas fsicas y fisiolgicas de la naturaleza tampoco estaban inactivas: la piedra segua sometida a la fuerza de la gravedad, la sangre no cesaba de circular por las venas. Es posible que el curso de los acontecimientos no hubiera cambiado si. Mirabeau, por ejem-plo, no hubiese muerto atacado por unas fiebres, si la cada ines-perada de un ladrillo o la apopleja hubieran ocasionado la muerte de Robespierre, si una bala hubiese matado a Bonaparte? Os atreverais a afirmar que el resultado de los acontecimientos habra sido el mismo? Ante un nmero suficientemente grande de casualidades como las que sugiero, el resultado habra podi-do ser completamente opuesto al que, segn vosotros, era inevi-table. Ahora bien, yo tengo derecho a suponer tales contingen-cias, porque no las excluyen ni las causas generales de la revolu-cin ni las pasiones engendradas por estas causas generales.

    Despus, continua con la conocida observacin de que la his-toria habra seguido un rumbo totalmente diferente si la nariz de Cleopatra hubiese sido un poco ms corta, y, en conclusin, reco-nociendo que se pueden decir muchas cosas en defensa de la concepcin de Mignet, seala una vez ms en qu consiste la equivocacin de ese autor. Mignet atribuye nicamente a la ac-cin de las causas generales aquellos resultados, que podran tener otras muchas causas menores, oscuras, imperceptibles, su espritu severo parece resistirse a reconocer la existencia de aquello que no obedece a un orden y a unas leyes determinadas.

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    Son fundadas las objeciones de Sainte-Beuve? Pienso que con-tienen cierta parte de verdad. Pero cul precisamente? Para de-terminarla, examinemos primero la idea segn la cual el hombre, mediante las decisiones sbitas de su voluntad, puede intro-ducir en la marcha de los acontecimientos una fuerza nueva, capaz de modificarla sensiblemente. Hemos citado varios ejem-plos que, en nuestra opinin, lo explican muy bien, reflexione-mos sobre estos ejemplos.

    De todos es sabido que durante el reinado de Luis XV el arte militar en Francia cada vez decaa ms. Segn ha observado Henri Martin, durante la guerra de los Siete Aos las tropas fran-cesas, tras las cuales marchaban siempre numerosas prostitutas, mercaderes y criados, y que tenan tres veces ms caballos que sillas de montar, recordaban ms las huestes de Daro y Jerjes que a los ejrcitos de Turenne y de Gustavo Adolfo.

    En su Historia de la Guerra de los Siete Aos, Archenholtz escri-be que los oficiales franceses que estaban de guardia, abandona-ban con frecuencia sus puestos para ir a bailar y que nicamente cumplan las rdenes de sus mandos cuando lo consideraban necesario y conveniente. Este deplorable estado de los asuntos militares estaba condicionado por la decadencia de la nobleza, que, no obstante, continuaba ocupando todos los altos puestos en el ejrcito, y por el desbarajuste general del viejo orden, que

    Las causas generales y la casualidad en la historia

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    se encaminaba rpidamente hacia su ruina. Estas causas generales eran de por s ms que suficientes para hacer que el resultado de la Guerra de los Siete Aos fuera des-favorable para Francia. Pero, sin duda, la ineptitud de ge-nerales como Soubise aument an ms las probabilida-des de fracaso del ejrcito francs, condicionadas ya por las causas generales. Y como Soubise se mantena en su pues-to gracias a Madame Pompadour, hay que reconocer que la vanidosa marquesa fue uno de los factores que acen-tuaron considerablemente la influencia desfavorable de las causas generales en la situacin de Francia durante la Guerra de los Siete Aos.

    La fuerza de la marquesa de Pompadour no resida en ella misma, sino en el poder del rey, sometido a su voluntad. Podemos decir que el carcter de Luis XV era el que nece-sariamente deba de ser dado el curso general del desarro-llo de las relaciones sociales en Francia? No, dado el mis-mo curso de dicho desarrollo, en su lugar podra haber aparecido un rey con una actitud diferente hacia las muje-res. Sainte-Beuve dira que para eso hubiera bastado la accin de causas fisiolgicas oscuras e imperceptibles. Y tendra razn. Pero si es as, resulta que estas causas fisiolgicas oscuras, al influir en la marcha y en el desenlace de la Gue-rra de los Siete Aos, tambin influyeron sobre el desarrollo ulterior de Francia, que habra seguido otro rumbo si la mencionada guerra no hubiese tenido como consecuencia la prdida de la mayor parte de sus colonias. Cabe preguntar si no contradice esta conclusin a la idea del desarrollo de la sociedad conforme a determinadas leyes.

    De ningn modo. Los efectos de las particularidades indi-viduales en los ejemplos anteriores son innegables, pero, no es menos cierto que ello poda tener lugar nicamente en las condiciones sociales dadas. Despus de la batalla de Rosbach, los franceses estaban terriblemente indignados con la pro-tectora de Soubise, que cada da reciba un gran nmero de cartas annimas llenas de amenazas e insultos. Madame Pompadour estaba seriamente atormentada y comenz a sufrir de insomnio.

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    Sin embargo, continu protegiendo a Soubise. En 1762, en una de las cartas a l dirigidas, despus de decirle que no haba justificado las esperanzas en l depositadas, aada: A pesar de eso, no temis nada, cuidar vuestros intereses e intentar que es reconciliis con el rey. Como se puede ver, ella no haba cedido ante la opinin pblica.

    Por qu? Indudablemente, porque la sociedad francesa de aquella poca no estaba en condiciones de obligarla a ceder. Pero por qu la sociedad francesa de entonces no estaba en condiciones de hacerlo? Porque se lo impeda su orga-nizacin, que, a su vez, dependa de la correlacin de las fuerzas sociales de Francia en aquella poca. Por consi-guiente, es la correlacin de estas fuerzas la que, en ltima instancia, explica el hecho de que el carcter de Luis XV y los caprichos de sus favoritas pudieran ejercer una in-fluencia tan nefasta sobre los destinos de Francia. Si no hubiera sido el rey un individuo caracterizado por su debi-lidad hacia el sexo femenino, sino uno cualquiera de sus cocineros o de sus mozos de cuadra, esta particularidad no habra tenido ninguna importancia histrica. Es evi-dente que no se trata aqu de dicha flaqueza, sino de la si-tuacin social del individuo que la padece. El lector com-prender que estos razonamientos se pueden aplicar a todos los dems ejemplos antes mencionados. Basta cambiar los nombres, colocar, por ejemplo, Rusia en lugar de Francia, Buturln en lugar de Soubise, etc. Por eso no los repetiremos.

    As pues, vemos que, gracias a las peculiaridades sin-gulares de su carcter, los individuos pueden influir en los destinos de la sociedad. A veces, su influencia llega a ser muy considerable, pero tanto la posibilidad misma de esta influencia como sus proporciones son determinadas por la organizacin de la sociedad, por la correlacin de las fuerzas que en ella actan. El carcter del individuo constituye un factor del desarrollo social slo all, slo entonces y exclusivamente en el grado en que lo per-miten las relaciones sociales.

    Se nos puede objetar que el grado de la influencia personal depende asimismo del talento del individuo. Estamos de

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    acuerdo. Pero el individuo no puede poner de mani-fiesto su talento sino cuando ocupa en la sociedad la situa-cin necesaria para poderlo hacer. Por qu pudo el desti-no de Francia hallarse en manos de un hombre privado en absoluto de rapacidad y deseo de servir al bien pbli-co? Porque esa era la organizacin de la sociedad. Es es-ta organizacin la que determina en cada poca concreta el papel y, por consiguiente, la importancia social que puede tocar en suerte a los individuos dotados de talento o que carecen de l.

    Ahora bien, si el papel de los individuos est determi-nado por la organizacin de la sociedad, cmo puede su influencia social, condicionada por este papel, estar en contradiccin con la idea del desarrollo de la sociedad con-forme a leyes determinadas? Esta influencia no slo no est en contradiccin con tal idea, sino que es una de sus ilustraciones ms brillantes.

    Sin embargo, debemos hacer la siguiente observacin. La posibilidad determinada por la forma de organizacin de la sociedad de que los individuos puedan ejercer influencia social, abre las puertas al papel del accidente en el destino histri-co de las naciones. La lascivia de Luis XV era una conse-cuencia necesaria de su constitucin fsica, pero en lo que se refiere al curso general del desarrollo de Francia, esta ca-racterstica de su constitucin era accidental. Pero, como ya hemos dicho, no dej de ejercer su influencia sobre el desti-no ulterior de Francia y pas a formar parte de las causas que han condicionado tal destino. La muerte de Mirabeau obedeci, naturalmente, a procesos patolgicos que obede-cen a leyes definidas. Pero la inevitabilidad de estos proce-sos no emanaba, ni mucho menos, del curso general del de-sarrollo de Francia, sino de algunas caractersticas particula-res del organismo del famoso orador y de las condiciones fsicas en que se produjo el contagio. En lo que se refiere al curso general del desarrollo de Francia, estas parti-cularidades y estas condiciones son casuales. Y, sin em-bargo, la muerte de Mirabeau influy en la marcha poste-rior de la revolucin y es una de las causas que la condicionaron.

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    Ms sorprendente an es la influencia de la casuali-dad en el ejemplo de Federico II, citado antes, el cual se libr de una situacin muy embarazosa gracias nicamente a la indecisin de Buturln. El nombramiento de Buturln, incluso con respecto al curso general del desarrollo de Rusia, poda ser casual en el sentido que nosotros atri-buimos a esta palabra y, naturalmente, nada ten a qu e v er co n e l cu r so g en er a l d e l d e sa rr o l l o d e Prusia. En cambio, la hiptesis de que la indecisin de Buturln salv a Federico de una situacin desesperada no es infun-dada. Si en lugar de Buturln hubiera estado Suvrov, la historia de Prusia hubiese tal vez tomado otro rumbo. Resulta, pues, que la suerte de los estados depende a veces de casualidades que podramos llamar accidentes de segundo grado. Hegel deca: "In allem Endliclien ist ein Element des Zufeilligen" (En todo lo finito hay elementos accidentales). En la ciencia nos tenemos que ver nica-mente con lo finito, por eso se puede decir que en todos los procesos que ella estudia existe un elemento casual. Este hecho excluye la posibilidad del conocimiento cien-tfico de los fenmenos? No. La casualidad es algo re-lativo. No aparece ms que en el punto de interseccin de procesos inevitables. La aparicin de los europeos en Amrica para los habitantes de Mxico y Per fue una casualidad slo en el sentido de que no emanaba del desarrollo social de dichos pases. Pero no era una casuali-dad la pasin por la navegacin que se haba apoderado de los europeos de Occidente a f inales de la Edad Media, ni fue accidental el hecho de que la fuerza de los europeos venciera fcilmente la resistencia de los indgenas. Las consecuencias de la conquista de Mxico y Per por los europeos no eran tampoco fruto de la ca-sualidad, a fin de cuentas, estas consecuencias eran la resultante de dos fuerzas: la situacin econmica de los pases conquistados, por un lado, y la situacin econmi-ca de los conquistadores, por el otro. Y estas fuerzas, as como su resultante, pueden ser objeto de un estudio cientfico riguroso.

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    Las contingencias de la guerra de los Siete Aos ejer-cieron una gran influencia en la historia posterior de Prusia. Pero esta influencia habra sido completamente distinta si la hubiesen sorprendido en otra fase de su de-sarrollo. Las consecuencias de las casualidades tambin aqu fueron definidas por la resultante de dos fuerzas: el estado poltico y social de Prusia, por un lado, y el esta-do poltico y social de los estados europeos que ejercan su influencia sobre ella, por el otro. En consecuencia, tampoco aqu la casualidad impide en absoluto el estudio cientfico de los fenmenos.

    Sabemos ahora que los individuos ejercen, con fre-cuencia, una gran influencia en el destino de la sociedad, pero esta influencia est determinada por la estructura interna de aqulla y por su relacin con otras sociedades. Pero con esto no queda agotada la cuestin del papel del individuo en la historia, debemos abordarlo todava en otro de sus aspectos.

    Sainte-Beuve pensaba que, dado un nmero suficiente de causas pequeas y oscuras del gnero que l haba mencionado, la Revolucin Francesa habra podido tener un desenlace contrario al que conocemos. Esta idea es un gran error. Por intrincada que hubiera sido la combina-cin de pequeas causas psicolgicas y fisiolgicas, en nin-gn caso hubiesen eliminado las grandes necesidades sociales que engendr la Revolucin Francesa, y mientras estas necesidades no hubieran sido satisfechas, no hubiese cesa-do en Francia el movimiento revolucionario. Para que el resultado hubiera sido contrario al que fue en realidad, se tendra que haber sustituido esas necesidades por otras opuestas, lo que, naturalmente, jams habra esta-do en condiciones de hacer ninguna combinacin de pe-queas causas.

    Las causas de la Revolucin Francesa residan en la naturaleza de las relaciones sociales, y las pequeas causas supuestas por Sainte-Beuve podan residir nicamente en las particularidades individuales de diferentes personas. La causa determinante de las relaciones sociales reside en

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    el estado de las fuerzas productivas. Este estado depende de las particularidades individuales de diferentes perso-nas, nicamente, en el sentido de una mayor o menor capa-cidad de tales individuos para impulsar los perfeccionamientos tcnicos, descubrimientos e inventos. Sainte-Beuve no tuvo en cuenta las particularidades de este tipo. Pero nin-guna otra particularidad probable garantiza a personas aisla-das el ejercicio de una influencia directa en el estado de las fuerzas productivas y, por consiguiente, en las rela-ciones sociales por ellas condicionada, es decir, en las rela-ciones econmicas. Cualesquiera que sean las particula-ridades de un determinado individuo, ste no puede elimi-nar unas determinadas relaciones econmicas cuando stas corresponden a un determinado estado de las fuerzas pro-ductivas. Pero las particularidades individuales de la persona-lidad, la hacen ms o menos apta para satisfacer las necesida-des sociales que surgen en virtud de unas relaciones econ-micas determinadas o para oponerse a esta satisfaccin.

    La necesidad social ms urgente de la Francia de fina-les del siglo XVIII consista en la sustitucin de las viejas instituciones polticas por otras que armonizaran ms con el nuevo rgimen econmico. Los hombres pblicos ms eminentes y tiles de aquella poca fueron precisamente aqullos ms capaces de contribuir a la satisfaccin de esa necesidad urgente. Supongamos que estos hombres fueran Mirabeau, Robespierre y Bonaparte. Qu habra ocurrido si la muerte prematura no hubiese eliminado a Mirabeau de la escena poltica? El partido de la monarqua constitucional habra conservado durante ms tiempo esta fuerte personalidad y, por lo tanto, su resistencia frente a los republicanos habra sido ms enrgica. Pero nada ms. Ningn Mirabeau, en esa poca, estaba en condiciones de impedir el triunfo de los republicanos. La fuerza de Mirabeau se basaba ntegramente en la simpata y la con-fianza del pueblo, y ste anhelaba la repblica porque la corte le irritaba por su obstinada defensa del viejo rgimen. En cuanto el pueblo se hubiera convencido de que Mirabeau no sim-patizaba con sus ideales republicanos, habra dejado de

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    simpatizar con Mirabeau y, entonces, el gran orador ha-bra perdido casi toda su influencia y, ms tarde, probablemente, cado vctima del movimiento que l se hubiese empeado, in-tilmente, en detener.

    Lo mismo, ms o menos, puede decirse de Robespierre. Admitamos que l representaba en su partido una fuerza ab-solutamente insustituible, pero, incluso as, no era su nica fuerza. Si la cada accidental de un ladrillo le hubiera matado, supongamos, en enero de 1793, su puesto habra sido ocupado, naturalmente, por otro, y aunque este otro hubiese sido inferior a l en todos los sentidos, los acontecimientos, a pesar de todo, habran tomado el mismo rumbo que tomaron con Robespierre. As, por ejemplo, los girondinos, tambin en este caso, no habran evitado, seguramente, la derrota, pero es posible que el partido de Robespierre hubiese perdido el poder un poco antes, de modo que ahora no hablaramos de la reac-cin termidoriana,30 sino de la f loreliana, pradaliana o mesidoniana.3 1 Algunos, quizs, respondan que con su despiadado terrorismo, Robespierre aceler en vez de retrasar la cada de su partido. Aqu no analizaremos esta hiptesis, la admitimos como si estuviera completamente funda-da. En tal caso, habr de suponer que la cada del partido de Robespierre no se habra producido en Ter-midor, sino en Fructidor, Vendimiario o Brumario. En una palabra, se habra producido tal vez antes o des-pus, pero en todo caso se hubiese producido inexora-blemente, porque el sector de la poblacin sobre el que se apoyaba este partido, no estaba preparado, en ab-soluto, para mantenerse en el poder por un largo tiempo. En todo caso, no puede hablarse de resultados contrarios

    30.- Reaccin Termidoriana: Reaccin poltica y social en Francia despus del golpe de estado contrarrevolucionario del 9 Termidor ( 27 de ju l io d e 1794) , que puso f in a la d i c t adura de la pequea burguesa y llev al cadalso a su jefe Robespierre.

    31.- Termidor, Floreal, Pradial, Mesidor, Brumario, etc., Nombres dados a los meses en el calendario revolucionario impuesto por la Convencin en otoo de 1793 para subrayar la ruptura definitiva de la revolucin con la contrarrevolucionaria iglesia catlica.

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    a los que se obtuvieron gracias a la contribucin enrgi-ca de Robespierre.

    Tampoco hubieran podido ser estos los resultados si una bala hubiese matado a Bonaparte, por ejemplo, en la ba-talla de Arcole. Lo que Napolen hizo en las campa-as de Italia y en las dems expediciones lo habran hecho otros generales. Quiz stos no habran mostrado tanto talento como l, ni conseguido victorias tan brillantes. Pero, a pesar de eso, la Repblica Francesa hubiera salido victoriosa en sus guerras de entonces, porque sus sol-dados eran incomparablemente mejores que todos los soldados europeos.

    En cuanto al 18 Brumario32 y su influencia en la vida interna de Francia, tambin aqu la marcha general y el desenlace de los acontecimientos, probablemente, habran sido en el fondo los mismos que bajo Napolen. La re-pblica, herida de muerte el 9 Termidor, agonizaba lenta-mente. El Directorio no poda restablecer el orden que era a lo que por encima de todo aspiraba la burguesa, una vez libre de la dominacin de los Estados Superiores. Para resta-blecer el orden haca falta una buena espada, segn la expresin de Siys. En un principio se pens que este virtuoso papel lo desempeara el general Jourdan, pero cuando ste encontr la muerte en Novi, comenzaron a so-nar los nombres de Moreau, MacDonald y Bernadotte.*De Bonaparte, empez a hablarse ms tarde, y si l hu-biera muerto como Jourdan, ni siquiera se habra hablado de l, se hubiese recurrido a cualquier otra espada.

    Sobra decir que el hombre a quien los acontecimientos le elevaron al rango de dictador, por su parte, deba abrirse camino de modo infatigable hacia el poder, echando a un lado y aplastando, de manera implacable, a cuantos fueran para l un estorbo. Bonaparte posea una energa de hierro y no se

    32.- El 18 Brumario del VIII ao de la Repblica (9 de noviembre de 1799), da en que el general Napolen Bonaparte dio el golpe de estado que produjo la cada del rgimen del Directorio y la creacin, primero del Con-sulado y despus del Imperio.

    *.- Vase : La v i e en France sous l e premier Empire , e sc r i to por e l vizconde de Broc, pp. 35-36. Pars, 1895.

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    detena ante nada con tal de alcanzar el fin propuesto. Pero, adems de l, haba entonces no pocos egostas llenos de energa, de talento y de ambicin. El puesto que lleg a ocupar no habra, seguramente, quedado vaco. Supon-gamos, ahora, que otro general que hubiera alcanzado este puesto hubiese sido ms pacfico que Napolen, que no hubiera llegado a levantar contra l a toda Europa, y, por lo tanto, hubiese muerto en las Tulleras33 y no en la isla de Santa Elena. En ese caso, los Borbones no habran regre-sado jams a Francia, para ellos, naturalmente, semejante resultado habra sido contrario al que se obtuvo en rea-lidad. Pero, por lo que se refiere a la vida interna de Francia en su conjunto, el resultado efectivo habra sido apenas diferente. Una buena espada, despus de resta-blecer el orden y asegurar el dominio de la burguesa, no habra tardado en disgustarla con sus costumbres cuar-teleras y su despotismo. Se Habra iniciado un movimien-to liberal semejante al que se produjo durante la Restau-racin, la lucha, poco a poco, habra adquirido ms fuerza, y como las buenas espadas no se distinguen por su ca-rcter conciliador, es posible que el virtuoso Luis Felipe hubiese llegado al trono de sus entraablemente queridos parientes no en 1830, sino en 1820 o en 1825.

    Todos estos cambios en el curso de los acontecimientos habran podido influir, en parte, sobre la vida poltica posterior y, a travs de ella, en la vida econmica de Euro-pa. Pero, no obstante, el resultado final del movimiento re-volucionario no habra sido de ningn modo "contrario" al resultado real. Gracias a las particularidades de su inteli-gencia y de su carcter, las personalidades influyentes pue-den hacer variar el aspecto individual de los acontecimien-tos y algunas de sus consecuencias particulares, pero no pue-den alterar su orientacin general, que est determinada por otras fuerzas.

    33.- Tulleras: Nombre del palacio residencial de Napolen I en Pars

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    Es necesario que continuemos con la discusin robre el papel que juegan los grandes hombres en la historia, casi siempre caemos vctimas de cierta ilusin ptica que es til indicar al lector.

    Al desempear su papel de buena espada salvadora del orden social, Napolen apart con ello de dicho pa-pel a todos los dems generales, algunos de los cuales qui-z lo habran desempeado tan bien o casi tan bien como l. Una vez satisfecha la necesidad social de un gobernante militar enrgico, la organizacin social cerr el camino hacia el puesto de gobernante militar a todos los dems talentos militares. Su fuerza se convirti en una fuerza desfavora-ble para la revelacin de otros talentos de este tipo.

    Esa es la causa de la ilusin ptica que antes hemos mencionado. La fuerza personal de Napolen se nos pre-senta bajo una forma extremadamente exagerada, puesto que le atribuimos toda la fuerza social que le elev a un primer plano y le apoyaba. Esa fuerza personal nos pare-ce algo absolutamente excepcional, porque las dems fuer-zas idnticas a ella no pasaron de lo potencial a lo real. Ycuando se nos pregunta qu habra ocurrido si no hubiese existido Napolen, nuestra imaginacin se embrolla y nos

    La ilusin ptica sobre el papel de las grandes personalidades

    en la historia

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    parece que sin l no habra podido producirse todo el mo-vimiento social sobre el que se basaba su fuerza e influencia.

    En la historia del desarrollo del intelecto humano, es mucho ms raro el caso en que el xito de un individuo impide el xito de otro. Pero incluso en este terreno, no estamos li-bres de la citada ilusin ptica. Cuando una situacin deter-minada de la sociedad plantea ante sus representantes espiri-tuales ciertas tareas, stas atraen hacia s la atencin de las mentes eminentes hasta que consiguen resolverlas. Una vez logrado este objetivo, su atencin se orienta hacia otro obje-to. Despus de resolver el problema X, el hombre de talento A, asimismo, desva la atencin del hombre de talento B,de este problema ya resuelto, hacia otro problema Y. Y cuando se nos pregunta qu habra sucedido si A hubiese muerto antes de lograr resolver el problema de X, nos imaginamos que el hilo del desarrollo intelectual de la sociedad se habra roto. Olvidamos que en caso de morir A,de la solucin del problema podran haberse encargado B, C o D y que, de este modo, el hilo del desarrollo intelec-tual no se hubiese cortado a pesar de la muerte prematura de A.

    Dos condiciones son necesarias para que el hombre dotado de cierto talento ejerza, gracias a l, una gran in-fluencia sobre el curso de los acontecimientos. Es preciso, en primer trmino, que su talento corresponda mejor que los dems a las necesidades sociales de una poca deter-minada: si Napolen, en vez de su genio militar, hubiera posedo el genio musical de Beethoven, no hubise llegado, na-turalmente, a ser emperador. En segundo lugar, el rgi-men social vigente no debe obstaculizar el camino al indi-viduo dotado de un determinado talento necesario y til justo en ese momento concreto. El mismo Napolen habra muerto como un general poco conocido o con el nombre de coronel Bonaparte si el viejo rgimen hubiese dura-do en Francia setenta y cinco aos ms.34 En 1789, Davout,

    34.- Es posible que entonces Napolen hubiera ido a Rusia, donde pretenda pasar unos aos antes de la revolucin. All habra hecho mritos, seguramente, combatiendo contra los turcos o los montaeses del Cucaso, pero a nadie se le habra ocurrido que este oficial pobre, pero de talento, podra, en circunstancias favorables, llegar a ser dueo del mundo.

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    Dsaix, Marmont y MacDonald eran tenientes; Bernadotte, sargento-mayor; Hoche, Marceau, Lefebre, Pichegru, Ney, Massena, Murat, Soult, sargentos; Augereau, maestro de esgrima; Lannes, tintorero; Gouvion Saint-Cyr, actor; Jour-dan, repartidor; Bessieres, peluquero; Brune, compositor;Joubert y Junot eran estudiantes de derecho; Klber era arquitecto; Mortier no ingres en el ejrcito hasta la re-volucin.

    Si el viejo rgimen hubiera continuado existiendo has-ta hoy, a nadie de nosotros se nos habra ocurrido pensar que, a fines del siglo pasado, en Francia, algunos actores, tipgrafos, peluqueros, tintoreros, abogados, repartidores y maestros de esgr ima eran genios mi l i -tares en potencia.35

    Stendhal observ que un hombre nacido el mismo ao que Tiziano, es decir, en 1477, podra haber sido con-temporneo de Rafael (que muri en 1520) y de Leo-nardo de Vinci (muerto en 1519) durante cuarenta aos; habra podido pasar largos aos con Corregio, muerto en 1534, y con Miguel ngel, que lleg a vivir hasta 1563; no habra tenido ms que treinta y cuatro aos cuando muri Giorgione; habra podido conocer a Tintoretto, a Bassano, al Verons, a Julio Romano y a An-drea del Sarto; en una palabra, habra sido contempor-neo de todos los famosos pintores, a excepcin de los que pertenecan a la escuela de Bolonia, que apareci un siglo despus. Igualmente, puede decirse que el hombre nacido el mismo ao que Wouwermann habra po-dido conocer personalmente a casi todos los grandes pin-tores de Holanda36 y que un hombre de la misma edad

    35.- Durante el reinado de Luis XV slo uno de los representantes del Tercer Estado, Chevert, pudo llegar hasta el grado de teniente general. Bajo el reinado de Luis XVI, la carrera militar era an ms inaccesible para dicho Estado. Ver: Ram-beaud, Histoire de la civilisation francaise, 6 edicin, T. II, p. 225.

    36.- En 1606 nacieron Terburg, Brower y Rembrandt; en 1610, Adrain Van Ostade y Ferdi-nand Bol; en 1615, Van der Holst y Cerard Dow; en 1620, Wouwerman; en 1621, Werniks, Everdingen y Painacker; en 1624, Bergham; en 1629, Paul Potter; en 1626, Jan Steen; en 1630, Ruisdal y Metsu; en 1637, Van der Haiden; en 1638 Hobbema; en 1639, Adrin Van der Velde.

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    que Shakespeare habra sido contemporneo de toda una plyade de notables dramaturgos.37

    Hace tiempo que se observ que los talentos aparecen, siempre y en todas partes, all donde existen condicio-nes sociales favorables para su desarrollo. Eso significa que todo talento que se ha manifestado efectivamente,es decir, todo talento convertido en fuerza social, es fru-to de las relaciones sociales. Pero si esto es as, se com-prende por qu los hombres de talento, como hemos dicho, slo pueden hacer variar el aspecto individual y no la orientacin general de los acontecimientos; ellos mismos existen gracias nicamente a esta orientacin; si no fuera por eso, nunca habran podido cruzar el umbral que separa lo potencial de lo real.

    Sobra decir que hay talentos y talentos: Cuando una nueva etapa en el desarrollo de la civilizacin da vida a un nuevo gnero de arte dice con razn Taine, aparecen dece-nas de talentos que expresan slo a medias el pensamiento so-cial, en torno a uno o dos genios que lo expresan a la perfec-cin.38 Si causas mecanicas o fisiolgicas, desvinculadas del curso general del desarrollo social, poltico e intelectual de Italia hubieran causado la muerte de Rafael, Miguel ngel y Leonardo da Vinci en su infancia, el arte pictrico ita-liano sera menos perfecto, pero la tendencia general de su desarrollo en la poca del Renacimiento no hubiera sido otra. No fueron Rafael, Leonardo da Vinci ni Miguel n-gel los que crearon esa tendencia: ellos slo fueron sus mejores representantes. Es verdad, que en torno a un hom-bre genial se forma generalmente toda una escuela, cuyos discpulos tratan de imitar hasta los menores detalles del Maestro; por esa razn, la laguna que con su muerte pre-matura habran dejado en el arte italiano de la poca del

    37.- Shakespeare, Beaumont, Fletcher, Jonson, Webster, Massinger, Ford, Middleton yHeywood, aparecidos al mismo tiempo o uno tras otro, representan la nueva genera-cin que, gracias a su situacin favorable, floreci magnficamente sobre el terreno preparado por los esfuerzos de la generacin anterior. Taine. Histoire de la littra-ture anglaise, T. 1. p. 468, Pars, 1863.

    38. - Taine. Histoire de la littrature anglaise, T.II pg. 5, Pars. 1863.

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    Renacimiento Rafael, Miguel ngel y Leonardo da Vinci hubiese ejercido una gran influencia sobre muchas par-ticularidades secundarias de su historia posterior. Pero tampoco esta historia habra cambiado en su esencia si, debido a ciertas causas generales, no se hubiera producido un cambio fundamental en el curso general del desarrollo intelectual de Italia.

    Es sabido, sin embargo, que las diferencias cuantitativas se transforman, al final, en cualitativas. Esto es cierto siempre y, por lo tanto, tambin lo es aplicado a la his-toria. Una determinada corriente artstica puede no haber alcanzado ninguna manifestacin notable si una confluencia de circunstancias desfavorables, hace que des-aparezcan uno tras otro varios hombres de talento que habran podido convertirse en sus representantes. Pero la muerte prematura de estos hombres, no impide la manifes-tacin artstica de dicha corriente, slo cuando no es lo sufi-cientemente profunda para producir nuevos talentos. Y como la profundidad de cualquier corriente dada, tanto en la literatura como en el arte, est determinada por la importancia que tiene para la clase o capa social cuyos gustos expresa y por el papel social de esta clase o capa, aqu tam-bin todo depende, en ltima instancia, del curso del desa-rrollo social y de la correlacin de las fuerzas sociales.

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    De este modo, particularidades individuales de las per-sonalidades eminentes determinan las caractersticas indivi-duales de los acontecimientos histricos, y el elemento ac-cidental, en el sentido que hemos indicado, desempea siempre algn papel en el curso de estos acontecimien-tos, cuya orientacin est determinada, en ltima instan-cia, por las llamadas causas generales, es decir, exacta-mente, por el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones mutuas entre los hombres en el proceso econmico-social de la produccin. Los fenmenos ca-suales y las particularidades individuales de las perso-nalidades destacadas son incomparablemente ms pa-tentes que las causas generales profundas. Los hombres del siglo XVIII pensaban poco en estas causas generales, explicaban la historia como resultado de los actos cons-cientes y las pasiones de las personalidades histri-cas. Los filsofos de este siglo afirmaban que la historia podra marchar por caminos totalmente diferentes bajo la influencia de las causas ms insignificantes, por ejemplo, como consecuencia de que en la cabeza de cualquier go-bernante comenzara a hacer de las suyas un tomo

    Causas generales y particulares y el aspecto individual en la

    historia

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    cualquiera (opinin que aparece expresada ms de una vez en el Systme de la Nature).39

    Los defensores de la nueva orientacin de la ciencia histrica se dedicaron a demostrar que la historia no poda se-guir otro rumbo distinto al que ha seguido, a pesar de to-dos los tomos. Al intentar resaltar lo mejor posible la accin de las causas generales, pasaban por alto la impor-tancia de las particularidades individuales de los perso-najes histricos. Para ellos, la sustitucin de una perso-nalidad por otra ms o menos capaz, no modificaba en nada los acontecimientos histricos.40 Pero una vez admi-tida semejante hiptesis, nos vemos obligados a recono-cer que el elemento individual no tiene absolutamente ninguna importancia en la historia y que todo en ella se reduce a la accin de las causas generales, de las leyes generales, del movimiento histrico. Esta idea se llev a un extremo que no deja margen para la partcula de ver-dad contenida en la concepcin opuesta. Por esta razn, precisamente, la concepcin opuesta conservaba an cierto de-recho a la existencia. El choque de estas dos concepcio-nes adquiri la forma de una antinomia, una de cuyas partes eran las leyes generales y la otra, la accin de las personalidades. Desde el punto de vista de la segunda parte de la antinomia, la historia apareca como una sim-ple concatenacin de casualidades, desde el punto de vista de la primera parte, pareca que incluso los rasgos indivi-duales de los acontecimientos histricos obedecan a la accin de las causas generales. Pero si los rasgos indivi-duales de los acontecimientos se deben a la influencia de las causas generales y no dependen de las particularidades individuales de las personalidades histricas, resulta que

    39.- Systeme de la nature . Obra fundamental de Holbach, destacado filsofo materialista francs (1723-1789).

    40.- De acuerdo con su argumento, es decir, cuando comenzaban a discutir sobre la regularidad de los acontecimientos histricos. En cambio, cuando algunos de ellos relataban simplemente estos acontecimientos, ocurra con frecuencia