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exICO ,- OLUMEN IIIEXICO, XIII e NUMERO 8 ABRIL DE 11)59 E JE MP LAR : $ 200 PUBLICADA POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO MITOLOGIA DEL HOMBRE tHP't lOI'lGr.VI D,l,D -Punch, J948 i Enrefw! lacioncs materialísticas del científico, es- carbando yanamente en la superficie de las cosas como una hormiga, ciego a la grandeza interior del universo. La otra doctrina enseña el peligro que represen- tan las máquinas para el ideal humanís- tico; en siglos pasados las máquinas han destruido la belleza del objeto elaborado a mano, individualmente y con cariño, pero ahora los "cerebros electrónicos" amenazan incluso con robarle al hombre su última prerrogativa: el pensamiento. El día no está lejos en que queelaremos DE CIENCIA Por T. A. BRODY Asociadas a este concepto se Cllcuen- tran en g,eneral dos doctrinas filosóficas peculiares de nuestro tiempo. Una de ellas nos informa que la ciencia 110 es el único modo de descubrir la realidad: la intui- ción, el arte y la inspiración nos revelan una verdad más profunda que las for111U- -_._----------'-----------¡ 'SUMARIO: M'it%gia del hombre de ciencia, [lor T. A. Broo)' e La feria de los días e Biblio- túa A'mericana, por Ernesto Mejía Sánehez e Libro del emigrante, por M'anuel Calvillo e Ferio ... ¡' . , J G' . 'a Ponee e Ulises: ?l divi1'lO nad'ie, (Jor Rieharcl Ellmann e Teo'ría, y al anoc ¡ec·cr, pOI uan alel . . . , .... el'¡ . . " o por Ramón Xirau e La H er,,/'/cio de la picaresca, por Juan GoytIsolo e . prac/¡ca e. CI eaClOlIIj m , ...... .. . , / ' . E . Odio. Música por Jesús. Bal y' Gay e Cme, por EmilIO Garcla lides P asttCGs, por Ul1lee " .'. , . ']' .J García Poliee e Libros por José Emilio Paeheeo y Carlos Valdes e Rle¡"a e ·eat .. o, pOI uan '. . d' . F'· iseo Romera e Dibujos de Fernandb García, Anclrée Bqrg y Peclro Co.,.responerzcw, pOI ralle Coronel. N AD.lE que en la cIencIa sea una de las mas Impor- tantes actividades humanas. Tal la más importante: en menos de tres siglos ha transformado radicalmente nues- tro modo de vivir. Y, sin embargo, el científico, el hombre responsable en últi- mo análisis de esta transformación, que- da para la gran mayoría como un ente totalmente desconucido. Un marciano re- cién llegado a la tierra quedaría perplejo aúte la enorme variedad de peculiares conceptos que se propagan pertinazmen- te a través de las gigantescas maquinarias de publicidad y también de boca en boca. Los marcianos, como es bien sabido, es- tudian con mucho entusiasmo los absur- dos del comportamiento humano; no les costó mucho esfuerzo descubrir que un científico es simplemente un hombre que prof.esionalmente o por afición se preocu- pa de delucidar el comportamiento de l.a naturaleza y de poner/a a nuestro servI- cio. Pero no es así' como vemos al hom- bre de ciencia, y nuestras ideas al respec- to han tenido que clasificarse en toda una serie de divisiones, establecidas por his- toriadores marcianos muy destacados. La primera figura científica la tra el marciano al leer los "manitos": el héroe es un hombre que no briEa por su inteligencia, pero tiene a su disposición una' cantidad asombrosa de los aparatos más extraordinarios. Si es joven y guapo, sude salvar.a la humanidad de algún pe-· ligro mortal como otros hacen ejercicios antes del desayuno. Si tiene cierta edad, es calvo y lleva anteojos, entonces es casi seguro que está tramando la destrucción de la tierra mediante un rayo de muerte. En ambos casos nunca se equivoca, nunca discute algo con sus colegas, y no sale de su laboratorio más que para enamorarse de una muchacha de formas neumáticas y sesos microscópicos. En verdad parece lástima que los mar- cianos no tengan sentido del humor; 110 logran reducir este concepto a sus verda- deras dimensiones. No entienden que los cómicos nos presentan sencillamente una versión vulgarizada de un concepto mu- cho más intelectual: el del científico anti- humanístico. Así conciben al científico muchas gentes e incluso muy cultas, que no han tenído contacto con investigado- res; para ellas la característica principal del científico es cierta irresponsabilidad, la cual s'e 'debe,i'lOs dicen, -a su costum- br,e de no .levantár la nariz dé! rnicrosco- pio. este científi- _ ca' al· ideal' de .una -CIenCia soberana, al lado de ja"cúálpodría' 'exÍstir ÚÚ¡ypoco más: fuera la l)Oesía y la ya que sólo confunden el alma y embelenan el ce- . ·fu'era la' individualidad humana, dos y dos son cuatro, siempre y en todas partes.

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• •exICO

,- O L U M E N

IIIEXICO,

XIII e NUMERO 8

ABRIL DE 11)59

E J E M P LAR : $ 200

PUBLICADA POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

MITOLOGIA DEL HOMBRE

tHP't

lOI'lGr.VI D,l,D

-Punch, J948i Enrefw!

lacioncs materialísticas del científico, es­carbando yanamente en la superficie delas cosas como una hormiga, ciego a lagrandeza interior del universo. La otradoctrina enseña el peligro que represen­tan las máquinas para el ideal humanís­tico; en siglos pasados las máquinas handestruido la belleza del objeto elaboradoa mano, individualmente y con cariño,pero ahora los "cerebros electrónicos"amenazan incluso con robarle al hombresu última prerrogativa: el pensamiento.El día no está lejos en que queelaremos

DE CIENCIAPor T. A. BRODY

Asociadas a este concepto se Cllcuen­tran en g,eneral dos doctrinas filosóficaspeculiares de nuestro tiempo. Una de ellasnos informa que la ciencia 110 es el únicomodo de descubrir la realidad: la intui­ción, el arte y la inspiración nos revelanuna verdad más profunda que las for111U-

-_._----------'-----------¡

'SUMARIO: M'it%gia del hombre de ciencia, [lor T. A. Broo)' e La feria de los días e Biblio­

túa A'mericana, por Ernesto Mejía Sánehez e Libro del emigrante, por M'anuel Calvillo e Ferio... ¡' . , J G' . 'a Ponee e Ulises: ?l divi1'lO nad'ie, (Jor Rieharcl Ellmann e Teo'ría, yal anoc ¡ec·cr, pOI uan alel . .. , .... el'¡ . . " o por Ramón Xirau e La H er,,/'/cio de la picaresca, por Juan GoytIsolo e. prac/¡ca e. CI eaClOlIIj m , ...... ... ,

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. d' . F'· iseo Romera e Dibujos de Fernandb García, Anclrée Bqrg y PeclroCo.,.responerzcw, pOI ralleCoronel.

NAD.lE ~UDA que en nuestr~s ~lías la

cIencIa sea una de las mas Impor­tantes actividades humanas. Tal

,,~z la más importante: en menos de tressiglos ha transformado radicalmente nues­tro modo de vivir. Y, sin embargo, elcientífico, el hombre responsable en últi­mo análisis de esta transformación, que­da para la gran mayoría como un entetotalmente desconucido. Un marciano re­cién llegado a la tierra quedaría perplejoaúte la enorme variedad de peculiaresconceptos que se propagan pertinazmen­te a través de las gigantescas maquinariasde publicidad y también de boca en boca.

Los marcianos, como es bien sabido, es­tudian con mucho entusiasmo los absur­dos del comportamiento humano; no lescostó mucho esfuerzo descubrir que uncientífico es simplemente un hombre queprof.esionalmente o por afición se preocu­pa de delucidar el comportamiento de l.anaturaleza y de poner/a a nuestro servI­cio. Pero no es así' como vemos al hom­bre de ciencia, y nuestras ideas al respec­to han tenido que clasificarse en toda unaserie de divisiones, establecidas por his­toriadores marcianos muy destacados.

La primera figura científica la encu(~n­

tra el marciano al leer los "manitos": elhéroe es un hombre que no briEa por suinteligencia, pero tiene a su disposiciónuna' cantidad asombrosa de los aparatosmás extraordinarios. Si es joven y guapo,sude salvar. a la humanidad de algún pe-·ligro mortal como otros hacen ejerciciosantes del desayuno. Si tiene cierta edad,es calvo y lleva anteojos, entonces es casiseguro que está tramando la destrucciónde la tierra mediante un rayo de muerte.En ambos casos nunca se equivoca, nuncadiscute algo con sus colegas, y no sale desu laboratorio más que para enamorarsede una muchacha de formas neumáticasy sesos microscópicos.

En verdad parece lástima que los mar­cianos no tengan sentido del humor; 110

logran reducir este concepto a sus verda­deras dimensiones. No entienden que loscómicos nos presentan sencillamente unaversión vulgarizada de un concepto mu­cho más intelectual: el del científico anti­humanístico. Así conciben al científicomuchas gentes e incluso muy cultas, queno han tenído contacto con investigado­res; para ellas la característica principaldel científico es cierta irresponsabilidad,la cual s'e 'debe,i'lOs dicen, -a su costum­br,e de no .levantár la nariz dé! rnicrosco­pio. ,~s ~n .h()rilb~~ ded.ica~o" este científi-

_ca' al· ideal' de .una -CIenCia soberana, allado de ja"cúálpodría' 'exÍstir ÚÚ¡ypocomás: fuera la l)Oesía y la músic~, ya quesólo confunden el alma y embelenan el ce­

.rebr~ ·fu'era la' individualidad humana,porqu~ dos y dos son cuatro, siempre yen todas partes.

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*La clasificación marciana de los carices

ele! científico es larga y detallada; perodejemos a los marcianos estólidos alIadode sus canales, para preguntarnos quéclase de gentes son estos científicos enla realidad.

Debería ser obvio, en primer lugar, quelos científicos son muy parecidos en rea­lidad a sus congéneres: como ellos naceny se crían, viven y trabajan, se enamoran-a veces bien, a veces mal, como todoel mundo- fundan hogares y tienen fa­milias, su fr,en todos los males grandesy pequeños de la humanidad y al finalse mueren. Debería ser obvio: pero unacosa que tienen en común casi todas lasfiguras mitológicas del científico es su.espléndido aislamiento, como si hubierancaído ele otro planeta.

Luego hay que decir que realmente 110

se justifica hablar de los científicos comosi se tratara de objetos todos idénticos.Considerándolos ya como hombres, comopersonas humanas, se notan las inmensasdiferencias individuales entre ellos; unasola cosa tienen en común -el deseo deapegarse constantemente a la realidad, depensar lógicamente y no satisfacerse depuro palabrería; por 10 dem~s un cientí­fico difiere tanto de otro como un comer­ciant,e de otro.

Además hay que hacer ciertas distin­ciones entre las diferentes ramas de laciencia. Un astrónomo no trabaja C01110

un biólogo, un psicólogo tiene otra manerade enfocar sus problemas que un físico.Incluso en la misma especialidad hay mu­chas diferencias, por ejemplo en'tre elexperimental y el teórico. Particularmenteen la física (como es mi campo la co­nozco bien) los teóricos y los experimen­tales parecen vivir en mundos ajenos unodel otro, lo cual es la causa de innumera­bles chistes más o menos graciosos quecada quien cuenta del otro. A veces, cuan­do un experimental y un teórico discuten,flota en el aire la misma leve _suspicacia

. mutua que entre un yucateco y un norte­

. ño.Nata para mis lectores físicos: no pre­tendo identificar' los experimentales conlos yucatecos, ni los' teóricos con ·Ios nor-teños. ..' ,.

Estas difel~enciaciones, y en particularlas que existen dentro de una misma cien-

(Pasa a /11 ¡'ríq. N)

$ 2.00" 20.00

Dls. 4.00

Rector:Doctor Nabar Carrillo.

Secretario General:Doctor Efrén C. del Pozo.

PATROCINADORES

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Precio del ejemplar:Suscripción anual:Extranjero:

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UNIVERSIDAD NACIONALDE MEXICO

Torre de la Rectoría, 10º piso,Ciudad Universitaria, México 20, D. F.

Toda correspondencia debe dirigirse a:"REVISTA UNIVERSIDAD DE MEXICO"

Franquicia postal por acuerdo presidencialdel 10 de octubre de 1945, publicado en elD. Of. del 28 de noviembre del mismo año.

La Revista no se hace responsable de losoriginales que .no hayan sido solicitados.

ABBOT LABORATORIES, DE MÉXICO, S. A.­BANCO NACIONAL DE COMERCIO EXTERIOR,

S. A.-CAr.IDRA, S. A.-UNIÓN NACIONAL

DEPROUÚÓ'ORES DE'1\ZUCAR, s. A.-'":tó~­PAÑÍA MEXICANA DE AVIACIÓN, S. A.­FERROCARRILES NACIONALES DE MÉXICO,

S. A.-FINANCIERA NACIONAL AZUCARERA,

S. A.-INGENIEROS CIVILES ASOCIADOS, S.

A.- (ICA) .-INSTITUTO MEXICANO DEL

SEGURO SOCIAL.-LOTERíA NACIONAL PARA

LA ASISTENCIA PÚBLICA.-:-NACIONAL 'FI­

NANCIERA,' S. A.-FÁBRICA· DE CHOCOLATE

"LA AZTECA, S. A."-BANCO NACIONAL DE

MÉXICO, S. A.-COMPAÑíA FUNDIDORA

DE HH~t\~B-\'-A-EERO f)'~ MON1'ER"n~Y,·~.

REVISTA UNIVERSIDAD DE MEXICO

, ,reducidos a hacer las veces de títeres,\ mo- secuencias: nefastas e;s nuestra deber pro- de la, dis~racción. académica son' innume-vidas por una superraza omnipres~nte de /t'Fgerlo. . ra.!?le~ y ~onocidos de todos.máquinas calculadoras. ! '" I'! Si el gran genio en esta farpa desarro- El :cientifico distraído ¡se diferencia de

Libros enterQs ,se han e,scrito paraipre-' llada es un concepto relativamente moder" 'sus colegas mito:ógicos 'en dos': aspectossentar talés 'puritósde vista; iin embargo, tia, 'tiene sin embargo . s'us' antecedentes importqntes :', en primer lugar es mi hom­la base poco -racional de tciQ<::) este corn- enJos científicos distraídos tan populares bre que inspira cierta simpatía, M que seplejo 'de ideas resulta obvia y no se-pne- ,afínes del siglo pasado. El cientí f.ico'··clis~· . puede incluso estimar como uno de nos­de esconder. Consiste sencillamente en un traído se iba de su casa sin camisa, en el otros - un poquitín peculiar, un poquitínmiedo -muy humano, por cierto, y muy salón de clase trataba de escribir en el loco, pero éstos son rasgos muy humanos;COi11prensible- de ver cambiar la estruc- pizarrón con el puro y de encender el gis, correspondiendo a la menor importanciatura de nuestra sociedad; de tener que en las calles caminaba con la nariz en un social de la ciencia de aquellos días, headaptarse a nuevas circunstancias y nue- libro, corriendo caela momento el peligro aquí una figura todo menos que super­vos modos de vivir. Claro está, la evolu- de ser arrollado; sólo el constante cuida- humana, que seguramente no inspira mie­ción de la humanidad y los cambios que do con que le rodeaba su abnegada esposa. do ni se hace sospechosa de planes dia­trae consigo son cosas que no podrán evi- le hacía posible una vida más o menos bólicos. En segundo lugar, este cariz deltarse en la realidad. Tratar de seguir una normal. Sobraría decir más: los cuentos científico tiene algo de cierto; aunque na-política de avestruz, ignorar deliberada- turalmente la distracción no se puede Jimi-mente las actividades humanas que hacen tar sólo a los científicos. Cualquier hom-posibles esto~ cambios y. estos desar~0.1los, . Esta Re""l' sta bre que trabaja intelectualmente y tienenos proporclOna una CIerta tranqUlhdad v cariño e interés en su trabajo padecerá demomentánea; pero así perdemos 10 es,en- v,ez en cuando de estos pequeños lapsos:cial: el control sobre el proceso evolutivo. no tiene agentes concentrarse sobre una cosa implica for-Si en vez de esconder la cabeza en las are- zosamente distraerse de las demás cosas.nas ,examinamos la vida científica y sus de suscripcionesconsecuencias profundas, estaremos encondiciones para guiar las cosas y mol-dearlas a nuestras necesidades, en vez dedejamos llevar ciegamente por un ciegodestino. ¿Acaso no es preferible ser elcapitán del barco de la historia? Mientrassiga la mar calmada, cuesta menos es­fuerzo restringirse al papel de pasajero;pero el precio que pagamos es el de re­nunciar a participar en la dirección delbarco cuando se lev,anta la tormenta.

El marciano sociólogo se interesarámenos en nuestras perspectivas para elporvenir que en la curiosa mezcla de reac­ciones más o menos instintivas que pro­voca la doctrina del científico antihuma­nístico.

Por una parte hay aquellos que e:evanla ciencia al nivel de una piedra filosofal.Todo lo que lleva el nombre ele científicoautomáticamente se convierte en cosa sa­crosanta, en sentencia Ol-acular. Lo quepodríamos llamar "mística científica" haresultado en una poelerosa arma de pu­blicidad: todo producto manufacturado,desde las medias nylon hasta los coches,es basado en las últimas adquisiciones elela ciencia. Otros "productos" gozan tam­bién de este manto mágico: la charlatane­ría moderna se disfraza inevitablementeen "ciencia": "~trologia y dianética, pira­mic1010gia y ql1li omancia - todo es cien­cia. Hasta el boxeo hoy en día es cien­tífico.

Por otra parte, y casi como para crearJos sacerdotes de este culto, se propagael mito del científico "gran genio". Talvez la marca más notable del gran genio esque se le reconoce de inmediato: el excep­cional tamaño de su cráneo (médicamen­te hablando una característica de ciertos

. idiotas) y- la penetración de sus ojos le. dan un aspecto impresionante y abruma­

dor. La producción científica del gran ge­nio se caracteriza por su inc0111prensibi-

... ~c!ad1_y..~u mét09o~c.l:t:. trabaj() P.<?~~!.~h~chqde que no necesita laboratorio ni bibliote­ca, y a veces ni siquiera papel y lápiz. Elresultado de sus elucubraciones es Ullafórmula matemática, monumento lapídeoa sus labores superhumanas. Nosotros,pobres mortales, no nos podemos compa­rar con él: respira una atmósfera más re­finada que la nuestra, y es inmune a lospequeños deslices que sufrimos. Sólo oca­sionalmente se consider~ que paga la gi­gantesca estatura de su 111telecto con cier­la {]('hilirj;¡<l"k -qráctel:;contr-a cuya~Wll-

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14 UNIVERSIDAD DE MEXlCO

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II

HOMBR·Efilosofal y hasta estudios más negros. Allítenemos el origen de cierta 'reputación deque gozaban aquellos científicos: en elpueblo se hacían sospechosos de hechice­ría.

Hacia fines del siglo estas sospechasse complicaban con acusaciones de radi­calismo; el color rojo todavía no tenía unpape! político, pero los demagogos ateosque habían fomentado la RevoluciónFrancesa eran naturalmente un objetodigno de la execración popular. Y por ]0menos en un caso los tenientes ele lo anti­guo lograron hacer e! daño que deseaban:en 1791 los agitadores lanzaron a ]a multi­tud contra la casa de Priestley en Bir­mingham, destruyeron su laboratorio yquemaron su biblioteca. Priestley mismoescapó por un milagro. Considerando lostremendos servicios que este hombre, ino­cente de cualquier actividad política yapreciado de todos sus amigos por su ex­traordinaria gentileza, había prestado a laciencia, realmente no mereció tanto. He­rido por la actitud de sus compatriotas, serefugió en Estados Unidos, donde muriótrece años después.

Pero poco a poco iban cambiando lostiempos. Las universidades si·empre ha­bían albergado algunos pocos de los másdistinguidos científicos: Galilei en Padua,Newton en Cambridge, Black en Edilll­burgo. Esta tradición se mantenía y envrancia iba elesarrolláodose, sobr·e todoen matemáticas, y se propagaba a travésele toda Europa. Laplace, Dalembert, Le­gendre trabajando en París, haciendogerminar las ideas ele Descartes Pascaly F.ermat; Eu!er y su sucesor Lagrangeen Berlín; los Bernoulli en Basilea y enPetersburgo, donele les seguía Euler: vel más grande todos: Gauss - pero él y;¡pertenece al siglo diecinueve.

Esta tradición universitaria tan sólida­ment~ arraigada no formó, sin embargo.e! nucleo de los nuevos desarrollos. Elgran salto adelante que dio la ciencia enel ~iglo pasado tuvo sus orígenes en lasreglOnes del centro de Inglaterra y delsur de Escocia: allí donde brotaba ya elnuevo espíritu de la revolución industrial.Fueron estos hombres, voraces de nuevaideas, libres de los prejuicios tradiciona­les, los que dieron impulso a la cienciapara que se desarrollara en beneficio desus manufacturas. Fue esta extraordina­ria personalidad, Roebuck, la CJue respal­d? dural~te largos años a James \\latt ehlZO pOSible el milagro de la fuerza 1110­

t1'iz del vap6r. vueron ellos los que ani­maron a Priestley en sus investio'acionessobre la química de los gases; fue;on elloslos que crearon para poder discuti r libre­mente la Sociedad Lunática - para susreuniones escogían las noches de luna lle­na, cuya luz les permitiría regresar a 'liS

casas después de haberse embriagado conlos nuevos descubrimientos.

Las universidades ta rdaron mucho enr~~onoc~r .el nuevo espíritu de investiga­cJO.n practIca Cj{'leempezaba a reinar. Se-oglllan enseñando s'egún los modelos delsig.lo anterior, seguían süs pequeños tra­baJOS de investigación con su habitual in­dividualismo. Pero las demandas de lasindustrias que crecían a un ritmo inusita­do". se hicieron más y más insistentes. Enla 111dustria se necesitaban jóvenes conulla formación Il1;1S Illodern::l, la industria

*

"/os (ielllíli""s se divcrlíl11l"

MITOLOGIA DELDE CIENCIA(1 .iel/e de la pág. 2)

cia, son cosa bastante reciente y han re­sultado de un desarrollo históricos largocuyo efecto es que hoy en día la ciencia-y los científicos- tiene un papel muchomayor en nuestra sociedad que hace unossiglos. '

El buen uso exigiria que al habiar dela historia de la ciencia se empiece conlos griegos; como no hay continuidad enel desarrollo más que desde el siglo die­cisiete, vaya contravenir ese buen uso ycomenzar con la época en la cual se fun­daron las primeras agrupaciones de cien­tí ficos, la Real Sociedad de Inglaterra, ]aAccademia dei Lincei en Italia.

Apenas si entonces se diferencia elcientífico de otras profesiones; casi todoslos miembros de estas sociedades eranpropietarios de tierras, o pertenecían alclero; las excepciones practicaban las pro­fesiones libres, como, por ejemp~o, el ar­quitecto Christopher V\1ren, creador detanto edificio encantador, creador tambiéndel primer proyecto de urbanismo. Elúnico ci·entífico profesional de la época,pagado para investigar, era Robert Hoo­ke, el bien conocido elescubridor ele laley de los cuerpos elásticos. Y nada ilus­tra mejor el espíritu peculiar de los tiem­pos que estaban terminándose, que el he­cho ele que Hooke publicó su elescubri­miento como un anagrama anexado a 'uconferencia Cut'eriana: al descifrarlo re­sultó la fórmula latina "ut tensio sicvis" - la ext·ensión es proporcional a lafuerza.

El siguiente siglo es el de los diletlanti.La palabra italiana implica que los quehacían investigaciones científicas se di­vertían; y de hecho eran terratenientes ogente rica que se dedicaba o estas cosasnovedosas, instalando sus laboratorios enun sótano y decorándolo con un cráneohumano -"memento mori" era el refránpredilecto de la época- y con cuanto ins­trumento científico podían obtener parasus pequeños experimentos. A veces. alespíritu estricto de pura investiU"ación' 5e1

'" ,e mezclaban otras cosas y en ciertos

cí r~ulos flo~-ecia el m~smeris;no y el mag­netIsmo ammal, la busqueela de la piedra

en U{iSes, q.ue no muestran l1inguna dis­paridad entre la cOlwersación y el pensa­miento interno. En el episodio de Wand­ering Rocks, el padre Conmee caminahacia el orfelinato de Arte\lle, para con­seguir que uno de los hijos de Dignamsea admitido, y escribe .Toyee: "El supe­rior, el muy reverendo S. J. John Conmecpuso en hora su plano reloj y lo intro­dujo en su. bolsillo interior al bajar lospeldaños del presbiterio. Tres menos cin­co. El tiempo justo pal-a ir a Artane.""~Cuál era el nombre del muchacho? Ah,sí, Dignam. Vere d,igllwJI/. el 'illslu1n. ('st.El hermano Swan era la pcrson:1 que ha­bía que uuscar. La carta del señor Cun­ningham. Sí. Satísfacerlo si es posible.Un buen práctico católico, útil en la mi­sión."

y aquí hay otro ejemplo del mismo mu­chacho Dignam: "El señor Dignam ca­minab:t por la calle de Nassau. cambió Jaschuletas de cerdo a su otra mano. El cuellopostizo se le \'olvió a salir, y él lo arregló.El maldito botón era demasiado pequeñopara el agujero de la camisa, maldita sea.Se encontró a unos escolares con sus mO­chilas. Tampoco voy a ir mañana, qué­date hasta el lunes. Encontró a otros. ¿ Sedan cuenta de que estoy de luto? Mi tíoBarney dijo que pondría la esquela en elr,e,ri?dico esta ,noche. Todos ndn el pe­nodlCo y leeran mi nombre y el de mipadre. "

. ~stos ejemplos confirman que Bloomdifiere de los poetas menores de Dublínen que su poesía interna es continua, aunen las situaciones menos comprometedo­ras: Esa es una de las principales indi­cacl.ones del valor ,que Joyce le atribuye.

El tema del Ul}ses es simple y Joycelogra esto a traves de los caracteres deBloom y. en m.enor grado. de Stephen yMolly.. Es el trIunfo de la bondad y de lahonestld'ld sobre la crueldad v la bru­talidad. En el primer episodio cie la torrede Martello, es Mulligan quien es brutal.quien dijo de Stephen: "Dedalus es elúnico cuya madre murió COl1l0 una bestia".quien 10 atormenta al referirse él su madrey al mantener al poco sociable Hainescomo huésped en la torre. Más tarde. du­rante el día, Mulligan revela su crueldaduna vez más, ignorando a Stephen, ~Lynch hace lo mismo. Así como Stephe;lSe opone a Mulligan, Bloom se opone aBoylan, la personificaóón de la sensua­lidad animal, pero su bondad y honestid'¡uemergen a lo largo del libro. Cuando vaa comer al Burton encuentra a las aentesatragantándose con la comida com~ ani­1ll~les,. y decide irse a otra p~rte. En deplsoc1Jo del cíclope defiende al amor éllque define, humilde pero hábilmente 'co­1110 ".10 opues~o al. ~dio", contra el p¿der.el OdIO, el antIsemitismo v el chauvinismo.En el episodio de los 'bueyes y el sol,Blo01:' trata solamente de evitar que lose~t~dlantes de medicina profanen el cono­CImiento, el nacimiC'nto y la muerte, mien­tras.la señora Purefo)' está sufrienclo Ull

tern~le p.1rto de tres días. En el C'pisodioele CIrce, Stephen y Bloom se salvan dec?:1\'ertirse en bestias por su de\'ociónfJiI~1 y paternal. :finalmente. en el epi­sodIO ,de Penélope, lVlolly acaba el díaentre~andosc una yez más .\ su maridoy olVIdando a Boylan, La honestidad vla sensib.ilidad triunfan sobre la fuerza vla b~-utaJ¡dad. J oyce es uno de ]os últimosescntores seculares que usa ]a palabraa~lIla, . y en su obra el alma obtiene laYletona.

(Tnldll((ilÍ!~ d(' (:(/1'10,,' (jlli!I!!!!/(/).

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"floYcría el 1l1CSJ/lcrisllIO )' ,el 'IIwg'l'lelis1J/o anilllal, fa búsqueda, de la piedra filosofal"

UNiVERSIDAD DE 'NiExtcd

necesitaba que otros laboratorios se en­cargasen de sus tareas de investigacióny sólo la industria podía dar los fondos.Donde las universidades se mostrabandispuestas a aceptar la introducción ele lasnuevas ciencias, los industriales eran bas­tante liberales para dotar a estas viejasinstituciones cuyo prestigio era mundial;donde no había tales posibilidades, funda­ron Institutos Técnicos e incluso nuevasuniversidades, menos tradicionalistas.

El siglo diecinueve nos brinda pues elmodelo tal vez más famoso del cient í­fico: e! profesor universitario. Bastantemal pagado, el saco lleno de gis, J11ovién­dose entre salón ele clase y laboratorio,raras veces expuesto a la febril actividadque reinaba afuera de! claustro académi­co,. el hombre de ciencias de aquella épocaes sin embargo el originador de casi todolo que forma la base de la ciencia moder­na. La pobreza de' sus laboratorios la ele­vaba en principio: construir su aparatocon lacre y mecates era su orgullo. Susresultados los publicaba en un lenguajemedido, im'personal, académico, en revis­tas oscuras, editadas por algunas socie­dades cientificas. y leídas por sus colegas,casi todos amigos o conocidos personales.Que los esfuerzos que hacia el hombrede ciencia resultaran en la creación ele unnúmero cada día mayor de ingenieros ytécnicos que utilizaban sus descubrimien­tos para transformar la faz del mundo,este hecho le inter·esaba poco. Sucedía sinsu voluntad y fuera de su control, lejosde la tranquilidad del laboratorio. Cuan­do uno de ellos, vVilliam Thomson, LordKelvin, se salió de la estrecha comunidadacadémica y acumuló una inmensa fortu­Iia con algunas patentes sobre aparatosde telegrafía y luego con la puesta de losprimeros cables trasatlánticos, el mundode los cientí ficos universitarios quedó ho­rrorizado. . , !

Naturalmente, estas circunstancias idí­licas no podían durar más que una ge­neración o dos. El mismo hecho de quelos científicos universitarios del siglo pa­sado lograran ci!nentar tan sólidamentelos conocimientos actuales, causó el re­1i101ino que los sacó de sus claustros. Has­ta entonces los descubrimientos cien tí fi­cos habían sido de gran utilidad en lapráctica, esto es cierto, pero más bienpara mejorar los métodos utilizados porindustrias que ya existían y en muchoscasos tenían una historia milenaria. Aho­ra el edificio científico empezaba no sola­mente a revolucionar completamente lasindustrias tradicionales; desde principiosdel siglo contamos con varias industriasbasadas exclusivamente en el desarrollode una ciencia - la industria de la avia­ción, por ejemplo, y la electrónica que nosdio el radio y las telecomunicaciones, y enlos últimos años la industria nuclear.

De estos cambios surgió la imperiosanecesidad de tener a los peritos en másestrecho contacto con las fábricas. La in­dustria química fue la primera en estable­cer laboratorios industriales de importan­cia, pero las demás no tardaron mucho enseguir su ejemplo. Como era de esperar­se, en poco tiempo estos laboratorios, máso menos dir_ectamente ligados a la produc­ción industrial, absorbieron una gran par­te de los científicos, trabajando allí bajocircunstancias muy diferentes de lo acos-tumbrado en las universidade~. .

En primer lugar, la industna es. regI­da por la exigencia absoluta de cubnr sus

gastos)' dejar Ull beneficio, el cual debeademás siempre superar el del competi­dor. Y los científicos que trabajan paraella deben producir resultados (Iue sepuedan medir en dinero, dentro de 1.111

tiempo razonable. Nada de investigacio­nes académicas, nada de dejars,e seduci rpor especulaciones laterales, nada ele estarrumiando una idea durante meses, sobretodo, nada de ir explorando un campohasta exprimirle la última gotita ele jugointelectual: tan pronto hay algo aprove­chable, se acabó la investigación, aunquetal vez no se comprenda todavía exacta­mente lo que sucede. En compensación,un grupo que produce ideas, que rinde-en términos contables- tiene a su dis­posición cantidades casi ilimitadas de fon­dos para desarrollar su actividad.

En segundo lugar, el científico quetrabaja en la industria (lueda sometido auna disciplina más rígida que el académi­ca; no es necesariamente cierto que ten­ga que mantener siempre un ojo en elreloj, como pretenden los académicos,pero sí se le exige que concentre sus ac­tividades sobre lo que será útil a los quelo emplean, que presente informes detalla­dos (y comprensibles para los legos) so­bre lo que hace, y también que guarde ~I

silencio en cuanto a sus resultados POSI­tivos. En otros términos, el científico in­dustrial es un empleado.

Estas tendencias se acentúan muchomás todavía con la última invención denuestra civilización: la ciencia militariza­da. Era natural que los gobiernos empe­zaran muy rápidamente a instalar labora­torios científicos para resolver sus pro­pios problemas; dos guerras mundiales yla amenaza de una tercera han hecho cre­cer increíblemente estos laboratorios y hanconcentrado su principal interés sobre lobélico.

La importancia social de la ciencia haaumentado mucho a través de estos cam­bios y con ella ha aumentado el númerode cientí ficos con que contamos. Si en elsiglo pasado todavía era posible que unhombre de ciencia conociera a todos suscolegas de la rama, actualmente la únicarpanera de mantenerse al día en cuanto alo que hacen los demás es tener 1.111 buenbibliotecario ocupándose exclusivamente

de estudiar el sinfín de publicaciones pro­fesionales que se editan a través del mun­do. N o se necesita mucha imaginaciónpara comprender que este proceso evolu­tivo ha cambiado también el carácter delos científicos.

En ,el siglo diecinueve era lícito e in­cluso necesario desarrollar ciertas pecu­liaridades personales. El trabajo del cien­tífico quedaba restringido dentro de unmarco muy especial y alejado de las preo­cupaciones más populares; además nece­sitaba el profesor académico defendersecontra la estragante crítica de sus estu­diantes. De allí que muchos desarrollaranpersonalidades marcadas por excentrici­dades notorias y generalmente divertidas.Si tenían un sistema de valores muy di­ferente de otras gentes no hay que creer,sin embargo, que hubieran perdido susentido del humor. La tradición estable­cida por las grandes figuras del siglo pa­sado sigue viva en los recintos de por Jomenos algunas universidades.

Es muy característico que, por ejem­plo, uno de los mejores matemáticos. denuestros tiempos, Hilbert, haya pochdoaparecer en sus aulas durante más d.e .unasemana con un pantalón roto muy VISIble.En principio todos estamos de acuerdoque el contenido ele su ~crebro era de mu­cha mayor trascendenCIa que la ropa quetenía puesta, pero .¿ c~lá.ntos somos .I?s .qu~llevamos este pnUClplO a la pI actlca.Como Hilbert era persona de mucho res­poto nadie se atrevió a hacerle notar ela~'u/ero en su pantalón, ha~ta ~l día dela excursión mensuaI del sem1l1ano de ma­temáticas. El seminario tenía la buenacostumbre de salir armado con cervezasir sandwiches para un día de campo porlb menos una vez al mes; y en esta oca­sión mientras consumían sn merienda. yplaticaban (ele matemáticas porque. obVIa­mente no se pnede encontrar meJor te­ma) ll1l0 ele sus colegas le hizo no~ar ~Hilbert el triste estado de su panta10n. EHilbert le contestó, de la manera rnás na­tural del mundo: "¡ Hombre, qné pocoobservador es nsted!, va va más de unasemana que traigo este~agujero en el pan­talón y hasta ahora se da usted cllenta."Este comentario nos hace ver que el aca­démico encuentra lllUY natural sn escala

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de va!ores un poco diferente de 10 socia1­mente aceptado. Y quién sabe, a lo mejortiene razón.

Pero ya ha pasado la época de los gral~­

des excéntricos pintorescos. La tendencIaa la organización industrial de la cienciay a su Illilitariza~ión.~a redu~ido, comohemos "isto, al C1enflflco al IlIvel de unempleado. Empleado especial, de Illuchaconfianza y de mucha ¡-esponsabilidad;pero indudablemente un empleacl~ sin lag'oriosa independencia de su trabajo de lacual gozó dll1-ante tantos siglos.

Esta situación novedosa le causa mu­~hos problemas bastante serios al cientí­fico. Por una parte hay el eterno proble­ma de la libre comunicación de ideas cien­lHicas. Parece extraordinariamente difícilhacer comprender al público no cientí fico(sob¡-e todo a los políticos) que la cienciano es producto de unas cuantas gentestrabajando cada quien por su lado. Simuet-e la libre discusión en la ciencia, mue­re también la ciencia. N o de inmediato,tal vez, púo por larga que sea, la agoníaes inevitable_

Luego tiene un problema serio debidoa las consecuencias de su trabajo. El esun empleado y como tal no llevará laresponsabilidad por lo que se hace delproducto de su trabajo; pero no es unempleado común y corriente y frecuente­mente es casi el único que puede prevercon más o menos claridad las consecuen­cias posteriores. Como hombre y comociudadano su responsabilidad es muygrande.

No pretendo naturalmente que todoslos científicos sean suficientemente cons­cientes de sus responsabilidades frente ala sociedad que su propia labor poco apoco está transformando. Sería absurdopedirles que sean más que humanos. Eltrabajo que realizan es bastante ahsorben­te y les deja pocas energías para ocupar­se de otros asuntos.

Al contrario, podría considerarse sor­prendente el número de científicos q L1ededican parte de su tiempo a otras cosas:muchos son, como lo era Einstein, aficio­nados a la música, otros pintan o escribennovelas ( a veces de un sabor muy espe­cial, ejemplificado en la novela The Blac/~

C10lld, del bien conocido astrónomo Hoy­le) ; muy pocos no tienen intereses fuerade su campo de especialización.

Sobre todo importa saber que muchoscientíficos, y de los mejores, tienen elvalor cívico para no callarse ante lo queconsideran un abuso de su cíencia. Loscreadores de la bomba atómica, a pesarde todo secreto militar, enviaron un lar­go y bien documentado memorándum alpresidente Roosev·elt, insistiendo cn queno se usara esta arma de destrucción enmasa. La presión social sobre el cientí fíeoes muy intensa; callar y seguir trabajan­do según las recomendaciones de sus su­periores es lo que se le exige para que nopierda su puesto. Es muy di fícil a vecesconservar la serenidacl necesaría parapronunciarse con calma y con razón. Perohay una fracción importante de los cien­'tí f icos que logran conservar esta seren¡­dad y que la utilizan bien: circunstanciade buen augurio para el futuro.

n resultado de la situación actual serevela en la reciente clasi ficación que sehizo de los físicos estadounidenses: seagrupan, según se dice, en físicos teóri-

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-Punch, 1947¿Enticnden, ahora?

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-New YorkerRepresentantcs de la Revista en JvIarte

cos, físicos experimentales y físicos polí­ticos. Como se puede ver, los científicosno han perdido su sentido del humor, ya pesar de la creencia popular, general­mente se di\-ierte uno bi·en al trabajar conellos. Son muy dados a las "vaciladas"estos científicos, y lo único malo de suschistes es que casi todos son incomprensi­bles para el profano. Probablemente todogrupo profesional hene esta tendencia al1 ",." f~lUl110r esoten~o, pero en pocas P~o. e-siones el matenal que se ofrece al lI1lCla­do es tan abundante.

N o debe concluirse que ya no hay cien­tí ficos ,en las universidades y en los ins­titutos de investigaci6n más académicos;éstos siguen desarrollándose, aunque a unritmo mucho más lento que los laborato­rios industriales y gubernamentales. Haymuchos problemas científicos de un carác­ter tan general, que las organizaciones confines que deben realizarse o corto plazo !laquieren ocuparse de ellos. En particular,,lo que se llama investigación fundamen­tal se suele hacer en las universidades.Esta separación produce cierta rivalidady a veces hasta enemistad entre los cien­tificos "puros" y los "aplicados": en rea­lidad la ciencia es una e indivisible, y la

UNIVERSIDAD bE MEXICO

diferencia reside más en el modo de orga­nizar la investigación y la finalidad quese tiene a la vista, que en algo bá ico.

La posición del científico unívrr itariono ha cambiado tanto como la lel cientí­fico industrial; el verdade1"O cambio queha habido e debe a la posibilidad de mo­yerse de un campo al otro. Má aún, laindustria y los gobiernos poco a poco hanaprendido a aprO\'echarse de las posibili­dade que ofrecen las uni\'ersidade : unpoco de la disciplina de la rigidez bu1"O­crática se ha introducido en las universi­dades, pero en compensación han llegadofondos importantes para la inve tigación.Hay muchos aparatos ahora en los labora­torios de investigación que cuestan millo­nes y miJlones. Y el visitante -marcianoo no- se extrañará de v,er que junto conestos aparatos impresionantes y costososhay dispositivos armados con lacre y me­cate, con alambritos y cajones de jabón:en parte se trata allí de sobrevivenciasde la penuria que sufrió la investigaciónen el siglo pasado; pero un papel muchomás importante tiene la poca duraciónde cualquier arreglo experimental que ala semana se desmonta para que se cons­truya otra cosa. Y después de todo, ¿quéimporta el aspecto del aparato con tal quetrabaje bien?

*N o me atrevo a vatlc11lar cómo se va

a desarrollar el aspecto mitológico delcientífico en el porvenir; posiblemente mislectores podrían persuadir a la REVISTADE LA UNIVERSIDAD a que mande un re­presentante a Marte a interrogar a lossociólogos marcianos que han visitado laTierra. Puede que ellos dispongan ya dela in formación necesaria.

*Vemos pues, que el carácter social del

científico ha variado mucho a través delos siglos. También la opinión que sehace de él el público no científico ha teni­do sus variaciones; pero estas variacionesevidentemente han tenido muy poca rela­ción con la realidad. Es tiempo ya de quese sepa un poco más que el cientí fico noes una especie de animal raro cuyo lugarÍílás adecuado es dentro de una especiepeculiar de museo llamado laboratorio.

Hay que establecer comunicaciones másamp~ias entre los que trabajan en las di­f.erentes ciencias y los que tendrán quesufrir las consecuencias de este trabajo'- o a veces gozar de ellas. Un obstácu­lo obvio es el lenguaje peculiar que usael científico; aun. cuando no expresa susr,esultados en términos de fórmulas ma­temáticas, suele utilizar diccionarios ente­ros de térmínos técnicos, los cuales para'el lego son altisonantes y completamenteincomprensibles. Se necesitan esfuerzosde ambas partes para que desarrollemosun lenguaje común, una Koiné.. Sólo si logramos establecer ese con­tacto entr,e el científico y el no científicoestaremos en posición de aprovechar ple­namente los beneficios que nos promete1a ciencia - y de evitar los abusos queactualmente se hacen de ella. Por ciertoperderemos las leyendas poéticas que heintentado describir; pero creo que lo queganamos justifica el precio.