Skira

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Recuerdo 5: Skira El cansancio del día pasado le había pasado factura. Había trabajado en la cocina del pueblo durante toda la pasada tarde, llorando por cada cebolla pelada, cada una de los cientos de cebollas que debía preparar para el manjar del gran salón del pueblo, descansando solamente unos cinco minutos de cada dos horas de trabajo. Él quería irse, huir de esa isla, pero también sabía que era un cruzado, una mezcla entre humano y otro ser, perseguido por muchos y apreciado por pocos. Era un pueblo complejo, después de la batalla entre el Éter y el Reino Eléctrico, la gran derrota de la electricidad obligó a los cruzados y otros seres a levantar el gran reino eléctrico en diferentes lugares del vasto mundo de Erementia, huyeron en diferentes direcciones, algunos se escondieron en los bosques del norte, otros en los desiertos del este, y otros se embarcaron en una aventura marítima hacia Trae. Trae no daba a basto la extensa migración de cruzados así que envió a estos a la Islav de CieloenTierra, una isla cercana pero invisible al reino del éter, ya que la marea agresiva impedia que los barcos del Éter llegasen con facilidad y por lo tanto es zona inexplorable. El padre de Avalon, rastreo cada rincón de Erementia buscando signos de vida de los antiguos servidores de la Electricidad, torturandolos y creando campos de trabajo para estos, solo sobrevivió en paz los refugiados en CieloenTierra. Pero ese día era especial, era el día en que se celebraban las buenas capturas del año, la buena suerte y el simple hecho de seguir vivos. Skira, que miraba el tejado de su habitación desde su lecho, pensaba en el día que le esperaba, miró su mano llena de cayos, producidos por los días de trabajo en la cocina, duros y agotadores. Se tapó la cara con la mano, y sonrió, quizas fuese porque después de tantos años viviendo solo en esa casa vieja un tanto alejada, le había afectado mentalmente, pero seguramente ese no era el motivo, el motivo era algo mucho más profundo y sentimental, una joven llamada Maya. La festividad de aquella noche, sería un gran momento para declararse ante su amor platónico, la única chica por la que se ha sentido atraído y por más que pensaba y pensaba, no le sabía que decir. Su pelo suave alteraba cada uno de los pequeños pensamientos racionales de Skira, pero estaba decidido, iva a decirle todo lo que sentía. La mañana no avanzaba, el sol seguía en su lugar, y él continuaba quieto sobre la cama. De pronto la puerta se abrió acompañado del sonido estridente del óxido y la vejez de la puerta. El sonido de las botas al pisar la madera vieja del suelo le hizo volver de su

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Recuerdo 5: Skira

El cansancio del día pasado le había pasado factura. Había trabajado en la cocina del pueblo durante toda la pasada tarde, llorando por cada cebolla pelada, cada una de los cientos de cebollas que debía preparar para el manjar del gran salón del pueblo, descansando solamente unos cinco minutos de cada dos horas de trabajo. Él quería irse, huir de esa isla, pero también sabía que era un cruzado, una mezcla entre humano y otro ser, perseguido por muchos y apreciado por pocos.

Era un pueblo complejo, después de la batalla entre el Éter y el Reino Eléctrico, la gran derrota de la electricidad obligó a los cruzados y otros seres a levantar el gran reino eléctrico en diferentes lugares del vasto mundo de Erementia, huyeron en diferentes direcciones, algunos se escondieron en los bosques del norte, otros en los desiertos del este, y otros se embarcaron en una aventura marítima hacia Trae. Trae no daba a basto la extensa migración de cruzados así que envió a estos a la Islav de CieloenTierra, una isla cercana pero invisible al reino del éter, ya que la marea agresiva impedia que los barcos del Éter llegasen con facilidad y por lo tanto es zona inexplorable. El padre de Avalon, rastreo cada rincón de Erementia buscando signos de vida de los antiguos servidores de la Electricidad, torturandolos y creando campos de trabajo para estos, solo sobrevivió en paz los refugiados en CieloenTierra.

Pero ese día era especial, era el día en que se celebraban las buenas capturas del año, la buena suerte y el simple hecho de seguir vivos. Skira, que miraba el tejado de su habitación desde su lecho, pensaba en el día que le esperaba, miró su mano llena de cayos, producidos por los días de trabajo en la cocina, duros y agotadores.

Se tapó la cara con la mano, y sonrió, quizas fuese porque después de tantos años viviendo solo en esa casa vieja un tanto alejada, le había afectado mentalmente, pero seguramente ese no era el motivo, el motivo era algo mucho más profundo y sentimental, una joven llamada Maya.

La festividad de aquella noche, sería un gran momento para declararse ante su amor platónico, la única chica por la que se ha sentido atraído y por más que pensaba y pensaba, no le sabía que decir. Su pelo suave alteraba cada uno de los pequeños pensamientos racionales de Skira, pero estaba decidido, iva a decirle todo lo que sentía.

La mañana no avanzaba, el sol seguía en su lugar, y él continuaba quieto sobre la cama. De pronto la puerta se abrió acompañado del sonido estridente del óxido y la vejez de la puerta.

El sonido de las botas al pisar la madera vieja del suelo le hizo volver de su

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insimismamiento. Giró el cuerpo para posicionar su vista hacia la puerta de la habitación. La puerta estaba abierta de par en par, una figura de estatura pequeña se alzaba ante la puerta.

-Vamos Skira, no se si te acuerdas pero si quieres que te paguen, deberías ir a trabajar- La voz era de aspecto joven. La figura avanzó, dejando ver la figura de un chico esvelto y delgado.

Skira bostezó.

-Porque tendría que ir a trabajar, porque no quedarme aquí quieto, mirando como pasan las horas, dejando que los rayos de sol que se cuela por la rendija del techo me alumbren la cara, y descansar en mi lecho, más o menos por un tiempo ilimitado- El joven personaje miró el pequeño boquete del que Skira hablaba y volvió a mirar a Skira. Wythe sonrió.

-Puede que si vas a trabajar, puedas permitirte hacer un boquete más grande, y dejar que todo el sol ilumine tu preciosa cara- La risa de Wythe aumentaba con la cara de ingenuidad de Skira.

Skira se levantó lentamente, permitiendo que el aire y que la sangre volviera a circular por su pequeño cuerpo. Nesecitaba que su cuerpo se acostumbre de nuevo al suelo y recordar donde había puesto el calzado.

-Bueno, esta noche me han dicho que habrá luna llena, si te declaras en un lugar bonito, tienes muchos puntos de que te diga que sí, aunque nunca se sabe, al fin y al cabo, hablamos de Maya.- Le dice a Skira, mientras le mira impresionado.

- Solo te voy a decir una cosa Wythe, hoy me declararé ante ella, haya luna llena o no y si me dice que no, supongo que le daré uso a los precipicios de la isla- Dijo Skira mientras lentamente extraía las zapatillas de debajo de la cama.

Wythe se sentó sobre el conjunto de paja y pieles que formaban el lecho de Skira. Cuando Skira se puso las zapatillas, los dos salieron de la casa. El aire fresco de la mañana y el olor de las flores aromáticas, que formaban el pequeño jardin de Skira, penetraron en las fosas nasales de los dos chavales provocandoles una inspiracón y exhalación profunda.

La casa había sido construída sobre un peñasco que se mantenía pegado a la gran montaña de la isla. Para llegar al pueblo de abajo, Skira tenía que coger un estrecho camino con un desnivel casi vertical.

Y así hicieron, para así llegar al mercado del pueblo, un mercado grande comparado con el pueblo de la isla. Los mercaderes llegaban a dicho mercado con dragones de

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transporte o globos aerostáticos, que solo poseían los imperios con una rama tecnologica muy avanzada.

Ningún barco podía llegar al puerto de la isla, ya que el único puerto que había era una plataforma escondida en una pequeña cueva que estaba entre los barrancos, este estaba conectado con el mercado por una escalera que penetraba la montaña desde la falda de dicha montaña hasta la zona habitada.

Tras el descenso desde la casa de Skira, llegaron al mercado, un lugar colorido y que emanaba una serie de olores extraños, no solo por las frutas y las verduras que lucían en los estantes esperando a ser comprados, sino también por los peces que aún se movían en los cubos de las señoras mayores y las carnes secas colgadas en lo alto de los bazares de carniceros del viento, sentados en grupo en sillas.

El bar donde los pescadores y los mercaderes toman un cerveza u otros alcoholes varios, procedentes de las diferentes ciudades de Erementia y de otros imperios inóspitos, estaban llenos a rebosar y un olor a orina y vómito alejaba a los otros visitantes sobríos que se acercaban a dichos bares.

Skira y Wythe pasaron ante las paradas, observando cada pez, cada suculenta y fresca fruta y cada trozo de carne jugosa. Skira estaba tan ocupado observando tal espectaculo, que no le puso atención a lo que tenía delante y colisionó con un hombre de gran estatura. Iba vestido con una gavardina que cubría su cara dejando así ver, unicamente, la boca y parte de la nariz. Una gran arma se posaba sobre su hombro, envuelta en pieles y atada a la espalda del personaje por una cuerda artesanal.

Skira cayó al suelo y al viajante se le despeño la cartera y un plano que llevaba en la mano. Skira se levantó y se disculpó en el acto, el viajante sonrió.

-Mira a donde vas, chaval, si hubieras dado con otro alomejor no tendrías tanta suerte, hay muchos que buscan excusas solo para matar, ten cuidado.- El viajante empezó a recoger los planos y Skira le ayudó a recoger.

-Lo siento señor, no volverá a pasar- Skira fue retrocediendo lentamente. El viajante siguió su camino, dirigiendose a uno de los bares del mercado.

Wythe se acercó a Skira, que había desaparecido tras la colisión entre los dos personajes. Light apoyó su mano sobre el hombro de Skira y esbozó una sonrisa.

-Bueno al final no te ha metido una paliza, pagaría lo que fuese para verlo,-Light miró a Skira mientras que él le miraba con rabia y menosprecio, acto seguido Skira empujó a Wythe.

-Gracias por ayudarme, has sido de mucha ayuda asqueroso cobarde- Skira dejó ver

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un colmillo, que era más largo que el de un humano a causa de haber nacido mezcla de un humano y un lobo negro.

-Vamos, no te cabrees, almenos has aprendido a no distraerte y a mirar siempre hacia adelante- Wythe seguía riendose de Skira.

Siguieron el camino que llebaba desde el mercado al pueblo, Skira se mantenía callado, mirando hacia adelante, con la mirada perdida mientras Wythe le hablaba.

Tras dejar atrás el mercado y los tuburios que los redeaban, llegaron al pueblo. El pueblo había sido construido en una de las esquinas de la isla y rodeaba toda la montaña que se elevaba desde el centro de la isla hasta más allá de las vistas de cualquiera, tomando forma de aleta dorsal de tiburón.

La iglesia Necrista de la isla estaba pegada al barranco, que se mantenía unída allí por alguna clase de energía que ponía en duda a la física. Para llegar a ella hacia falta pasar por un puente colgante que iba desde la falda de la montaña hasta la iglesia.

El pueblo estaba construído alrededor de una fuente natural donde brotaba un chorro de agua, más pura que el diamante, que se comerciaba en botellas en muchas regiones de Erementia ya que se decía que podía curar cualquier clase de maldición.

Pero para los cruzados, era una simple fuente, donde, los pescadores llenaban las botellas antes de partir a trabajar, y donde de vez en cuando las mujeres limpiaban la ropa.

Llegaron al centro del pueblo en pocos minutos, como era normal en un da de festivo. La gente iba de un lado al otro con abundante comida y más importante aún; con vestidos de gala para mujeres y trajes para hombres.

Skira y Wythe, se podrían distingir de las otras personas por sus atuendos, también por su naturaleza Cruzada, pero también por sus atuendos ya que a diferencia de los demás ellos no solían festejar ningún acto, y por lo tanto no tenían ni un atuendo de gala.

El pueblo les pagaba la casa a aquellos que habían perdido la familia en el viaje de Trae a la isla o en la misma guerra en el imperio de la electricidad. Wythe había perdido a sus padres durante el viaje de Trae a la isla mientras que Skira los perdió en la mismísima guerra. Una familia del pueblo adoptó a Wythe y Skira hasta que la pensión del pueblo les dió lo suficiente para vivir en casas separadas. Skira decidió ir a vivir a las afueras de la ciudad mientras que Wythe se fue a vivir al lado de la iglesia. En la época que vivieron juntos se hicieron muy buenos amigos.

Las ganas de salir de la isla de estos dos personajes, podrían superar con creces a la

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de cualquier aventurero. Ya habían intentado salir de la isla varias veces, pero al parecer una barca sin alta tecnologia para evadir las grandes rocas y la marea colosal no era viable.

Cada año en el pueblo, celebrando la fiesta local, sorteaban en una ruleta de gran tamaño y ponían el nombre de cada uno de los habitantes del pueblo. El alcalde, un hombre alto, delgado, calvo y con una barba fina y más blanca que la nieve que le llevaba de la barbilla hasta sus delgadas rodillas, se subía a la plataforma de madera donde se encontraba la ruleta, la giraba con la poca fuerza que le quedaba después de sus años de gobierno en la pequeña isla para sacar seis papeles. Los lee ante los ciudadanos, que suelen estar ante él esperando inpacientes a las palabras del alcalde. El alcalde está medio ciego, así tiene que acercar las gafas de lentes gigantescas al trozo de papel y leer entre pausas el nombre y el apellido del ciudadano escogido. Los tres personajes que salen ganadores de la ruleta, tienen al oportunidad de salir de la isla y embarcarse en la aventura que les espera en el exterior.

Por mala fortuna, el premio solo se le puede dar a uno, así que el premio se disputa en una carrera entre los seis personajes elegidos, una carrera en la que los ganadores de la rifa deben subir a la gran montaña, coger un mineral azul marino y brillante, parecido al mineral aguamarina, y bajarlo al pueblo antes que los demás. Muchos se quejan, porque tendría más lógica sacar solo un papelito y darle el premio solo a uno. Pero ese evento atraía comerciantes y por lo tanto es un buen momento para abastacerse de nuevos y exóticos víveres y de enriquecerse económicamente al colocar una paradita en la plaza y sacar un dinerito en apuestas.

Se le daría al ganador de la carrera, víveres para un par de meses, una ave de transporte y un permiso mercader para entrar en cualquier imperio.

Los dos personajes entran en el comedor del pueblo, las grandes mesas de pino negro se extienden desde una punta al otro. Esas mesas, están llenas de gente vestida de buen ver. Estos comedores, normalmente, se llenan una vez al año para comer hasta rebentar.

Tras la puerta de la gran cocina de la que salen camareros con platos hasta arriba de suculenta comida caliente, aparece una chica vestida con el traje típico de un voluntario de cocina. Un traje a medida, de pantalones negros, de camisa blanca, con largas mangas y una corbata negra, llevaban puestos unos zapatos de piel negra con cordones.

El alcalde sabía lo importante que era ese día, sobretodo para los cruzados, que era la gran mayoria de personas que llenaban el gran comedor ya que la fiesta conmemoraba la resistencia de la electricidad ante el éter.

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Una joven se les acercó entre pequeñas risas y se colocó ante ellos.

-Chicos llegaís tarde, yo ya pensaba que no vendrías, la señora Cleris esta muy cabreada, así que poneos a trabajar. Espero que cuando os vea la señora Cleris almenos piense que estaís haciendo algo útil.- La joven agarró a Skira del brazo cosa que sorprendió a Wythe.

Skira se consiguió soltar de la mano de la joven entre risas. La cara de este se sonrojó de tal manera que Wythe tuvo que intervenir al ver que no decía ni una palabra.

- Maya, no deberías preocuparte por él, es que ya se encontraba mal de camino hacia aquí- Skira seguía sin decir ni una sola palabra hasta que Wythe le empujó hacia la vestidores.

-Bueno, pues si se le pasa, llevalo a la cocina y trabajad.

- Sí, es lo que haremos, no te preocupes- Wythe arrastra a Skira que sigue paralizado.

Wythe mete a Skira en los vestidores que comunicaban con la cocina, lo sienta en la pequeña silla que utiliza el cocinero de poca altura para llegar a la parte alta de la estantería para que Skira vuelva en sí. Skira mira a Wythe y se tapa la cara con las manos y gruñe en voz baja.

-!Mierda! ¿¡Pero que me ha pasado Wythe!? ¿Como me declararé si no puedo ni mirarla?- Algunas lagrimas corren por su mejilla. Wythe apoya su mano sobre su hombro.

-No pasa nada, creo...-

-¿Qué crees? ¿Sabes lo que yo creo? Soy un idiota, ahí fuera esta Maya, y yo estoy aquí adentro...-Skira mira a Wythe que esta apoyado sobre una columna de la cocina, quitandose los zapatos y los pantalones, para colocarse los zapatos y los pantalones del traje obligatorio para trabajar.

-Lo que te iba a decir, era que yo creo que te tienes que dejar de chorradas y trabajar, que va ser lo único que te sacará de la isla algún dia, además tus sentimientos són débiles y te desmoronas como un castillo de arena.

-Puede que tengas razón, además el amor es una cárcel, un mundo sin salida, no vale la pena...- Skira se lebanta y mientras, se coloca el traje.

Cogen los platos que podían de la cocina, cuando su cuerpo ya no les permitía colocar más platos sobre sus brazos, salían por la puerta. Maya les miraba mientras se

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reía en voz baja del aspecto que tenían los dos personajes y luego levantaba la mano para indicarles donde dejar los platos.

Skira, al ver a Maya, se sonrojaba igual, pero recuerda lo hablado con Wythe y se acerca igualmente a Maya.

-¿Ya te encuentras bien? me tenías preocupada, pensaba que no podrías trabajar y que tendría que hacer tú trabajo- Maya le coge algunos de los platos de sus brazos y los distribuye por la mesa, donde la gente empiezan a coger de estos.

-Si, ya me encuentro bien, más o menos, creo que he tenido un bajón o algo. -Skira intenta mantener el poco pulso que le queda, para que los platos no caigan al suelo.

Wythe empieza a repartir platos entre las mesas de un lado a otro. Estos tres personajes y otros ayudantes voluntarios acabaron con el trabajo en un par de horas.

Cuando el sol ha pasado la mitad del arco y avanzaba lentamente hacía el horizonte, el trabajo había finalizado. Los ciudadanos salen del comedor satisfechos la gran mayoría, algunas personas con un dolor de barriga insoportable, y otros simplemente ni salían por si mismos.

Al salir, Skira, Wythe y Maya, se dirigen al centro del pueblo donde la gran multitud espera ante la gran plataforma el sorteo de la festividad de hoy. Normalmente la gente reunida allí són una multitud de niños que ahora tienen lo que en el pueblo llaman 'la edad del saber' , los tutores de estos y otros intrépidos que escribieron su nombre y lo presentaron a la secretaria del alcalde para participar en el sorteo.

Skira después de entrar infinidad de veces en la ruleta y no salir ninguna de las veces, había perdido toda esperanza de salir en ella este año, pero Maya, al contrario de Skira, sabía que saldría esta vez y que después de su duro entrenamiento, corriendo día tras día hasta no poder más, le darían su victoria en la competición.

Wythe también quería salir ganador, porque al igual que los otros dos personajes, quería ver mundo y saber que se escondia tras el horizonte del ancho mar que le rodeaba, es más, anhelaba eso más que nada en el mundo.

El alcalde dió su aparición con lo que parecía un amplificador de voz, propia de la teconologia del imperio del norte, entre sus huesudas manos. Llebaba un traje negro, con corbata lila, el sombrero de copa sobre su delgada cabeza que le hacía parecer más alto de lo que ya era, y todos se sorprendieron al verle con los cinco hombres de anchos brazos de marinero, con trapo azul atado a la cabeza por un nudo, la camisa blanca y los pantalones negros con un cinturón de piel negra, típica de los marineros de la isla, que le escoltaron para llevar la pesada ruleta.

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Avanzaban tras el alcalde lentamente, ya que la velocidad de este era alucinantemente lenta. Cuando llegaron a la plataforma, los marineros soltaron la ruleta, dejándola caer con fuerza al suelo y seguidos de unos gruñidos de satisfacción, los marineros salieron de la plataforma.

El alcalde se acercó a la ruleta con el amplificador de voz.

-Bievenidos al...-El alcalde giró la cabeza en busca de su secretaria. Ella subió poco después a la plataforma y le entregó una targeta.

- Al centésimo vigésimo sexto día del gran día de la ruleta, para aquellos que no se acuerden o que acaben de llegar a esta isla para disfrutar de sus barrancos y su fresca y preciosa naturaleza, este día es muy especial para todos aquellos que construyeron estas infraestructuras, en las que hoy convivimos y disfrutamos de este glorioso día.

La población aplaudió tras las palabras del alcalde, este, metió las manos al bolsillo y saco unos guantes blancos de piel y se los colocó lentamente en las huesudas manos. Lanzó la targeta al suelo y con firmeza colocó las manos en la ruleta y tiró de ella. La ruleta empezó a girar y a girar cada vez más rápido, hasta que llegó a ser más rápido que la velocidad a la que tiraba el alcalde.

Mientras la ruleta giraba, Maya, Skira y Wythe se miraron nerviosos. Los tres sabían que si le tocaba a alguno de ellos, la oportunidad de salir de la isla no sería rechazada, y que posiblemente sería la última vez que se vieran después de la carrera que se libraría poco después de la selección.

-Bueno chicos, puede que os toque a vosotros y que os vayais, pero para mi siempre seréis mis amigos...- Dijo Skira con tono emotivo.

- No, no nos podemos separar ahora.- Las lágrimas se desprenden de la mejilla de Maya.

-Vale, tengo una gran idea-Wythe se acerca a sus amigos para susurrarles al oído.- Si unos de nosotros ganara, este podría repartir el gran regalo entre los tres y salir todos de la isla.

-Wythe... solo se nos otorgará un vehículo de salida y en esos pajarracos del diablo solo caben dos personas.- Skira frunce el ceño.

-Bueno, no pasa nada, podríamos coger todo el dinero, vender el pájaro que se nos otorgaría y pagar un globo aerostatico, puede que su velocidad sea lenta, pero en un par de días con una velocidad constante estaríamos en Trae o en Eylifth- Un sonido oxidado interrumpió a Wythe. La ruleta había parado.

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Maya les mira a los dos, con una amplia sonrisa.

-Chicos tenemos que salir todos de aquí, si lo hacemos podremos ver lo que hay más allá del horizonte.- Maya extiende el brazo y los demás colocan sus manos sobre la mano de Maya- ¡Sí, todos saldremos de aquí!-

El alcalde abre la pequeña rejilla de la ruleta y extrae las papeletas. La secretaria vuelve a subir al estrado con un cuenco de marfil donde el alcalde deja las papeletas. Después de dejar las seis papeletas, el alcalde y la secretaria se acercan al público. Él, extrae la primera papeleta y lo alza en el aire para que todos puedan verla mejor.

-El primer elegido, Skira .....-Dice mientra coge otra papeleta y repite el proceso.

-El segundo, Cristofer......-El pueblo se pone nervioso. Escogen otra papeleta.

-El tercero, Maya....- El pueblo se impacienta más y más mientras que Skira, Wythe y Maya están estupefactos. Eligen otra papeleta.

-El cuarto, Robert...- El murmullo de la gente cada vez es mayor. Cogen otra papeleta, solo quedaban dos.

-El quinto, Tía...- La gente comienza a pasar de un estado nervioso a euforia total. Queda una última papeleta.

-Y por último pero no menos importante... Wythe...- Gritos de jovenes, aplausos sin fin y euforia absoluta gobernaba la plaza de la fuente en ese momento, pero para Skira, Wythe y Maya había pasado algo extraordinario. Los tres participarán en la carrera así que hay el triple de posibilidades de ganar. Para Skira, todos los años de mala suerte se esfumaron al acto.