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    Ao I N 1 Enero de 2009Serie Historia de Amrica Prehispnica y Arqueologa

    www. historiamarxista.cl

    [email protected]

    ISSN 0718-6908

    Estado inka, Ayllu y Paradojaestructural en la zona de San

    Pedro de Atacama. El caso deCatarpe-este

    Miguel Fuentes MLicenciado en HistoriaEstudiante de Licenciatura en Antropologa conmencin en Arqueologa (IV ao)Universidad de Chile

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    Estado Inka, Ayllu y Paradoja estructural en la zona de SanPedro de Atacama. El caso de Catarpe-este

    Miguel Fuentes M1

    A continuacin, realizaremos un balance acerca de los antecedentes de la investigacinarqueolgica en el sitio Catarpe-este, as como tambin una revisin de las diferentesinterpretaciones que se han elaborado a lo largo de las ltimas dcadas con respecto almismo. Discutiremos adems, desde una perspectiva crtica, la inclusin de dichasinterpretaciones en el marco de los distintos modelos tericos que se han propuesto para darcuenta de la presencia y del carcter del dominio inka en la zona de San Pedro. Para loanterior, centraremos nuestro anlisis en la posible tensin estructural que se habraproducido en el rea, producto de la reorientacin estatal del marco socio-poltico y culturalandino, basado en los principios de reciprocidad y redistribucin. Segn pensamos, esto sehabra expresado en el desarrollo de una creciente paradojaentre el fortalecimiento de unpoder poltico de tipo individual, asociado a los lderes locales cooptados por elTawantinsuyo y a los propios dirigentes imperiales y, por otro lado, la preservacin de uncontexto social de tipo comunitario. Desde esta perspectiva, teniendo en cuenta la situacindel imperio incaico hacia mediados del siglo XVI, con un progresivo debilitamiento de lasestructuras tradicionalesy de su capacidad hegemnica, la manipulacin ideolgica de lasrelaciones sociales por parte del Estado cuzqueo en San Pedro habra debido sostenerse,no solo por medio de la implementacin de prcticas de naturaleza consensual (fiestasredistributivas), sino que tambin a partir del impulso de unas de alto contenido coercitivo.Esto ltimo, en el sentido del impulso de probables estrategias de violencia simblica,aunque sin descartar las de otro carcter, las cuales deberan ser tomadas en cuenta a la horadel anlisis del registro arqueolgico. Se intenta con esto una va para evitar el riesgo deuna invisibilizacin terica del conflicto de clases, el cual podra haber comenzado a jugar,durante estos momentos, un papel ms relevante en el rea.

    Palabras claves.Catarpe-este, San Pedro de Atacama, Estado inka, Ayllu, Paradoja estructural, hegemona,dominio, violencia, conflicto de clases.

    1 Licenciado en Historia (Universidad de Chile). Estudiante de Licenciatura en Antropologa, con mencin enArqueologa (Universidad de Chile, IV ao). Correo electrnico: [email protected].

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    1. Antecedentes

    A pesar de que hasta principio de los aos

    70s la discusin en torno a la presencia

    incaica en Chile haba sido en gran parte

    descuidada por la Arqueologa, y que

    adems aquella haba sido tratada en

    trminos casi exclusivamente

    evolucionistas por la historiografa

    decimonnica, las primeras

    interpretaciones arqueolgicas con

    respecto a este tema datan de una fecha

    tan temprana como las primeras dcadas

    del siglo pasado. Teniendo como

    antecedente los planteamientos del

    historiador Barros Arana (Uribe 2004a),

    fueron Latcham (1938) y Mostny (1949)

    quienes elaboraron, en polmica con las

    posiciones de dicho historiador, lasprimeras reflexiones propiamente

    arqueolgicas ante esta problemtica.

    Es responsabilidad del historiador

    Barros Arana, a travs de su Historia

    de Chile, haber difundido la idea de

    que el Inka habra introducido la

    civilizacin en estos territorios dondeantes habitaban slo poblaciones

    primitivas y brbaras (Uribe 1999

    2000). Desde la arqueologa, los

    trabajos de Latcham (1928) discuten la

    tesis de Barros Arana, sosteniendo, por

    el contrario, la existencia de

    importantes desarrollos locales,

    minimizando el impacto que

    originalmente se le atribuy al

    Tawantinsuyo. La herencia de Latchamen la disciplina influy en la sucesiva

    produccin sobre esta problemtica,

    popularizando una pobre imagen del

    Inka en nuestro pas. (Uribe 2004b: 3-

    4).

    Coincidente con esta pobre visin del

    Inka en el norte rido, as como tambin

    en polmica con la perspectiva

    civilizadora de Arana, Mostny (1949)

    caracteriza casi en los mismos trminos

    que Latcham la presencia del

    Tawantinsuyo en el norte rido.

    Desde los pioneros de la arqueologaatacamea como Latcham (1938), se

    indicaba que estas regiones no haban

    sido ocupadas por los inkas a

    excepcin de algunos asentamientos a

    lo largo del camino imperial,

    concentrndose al sur de San Pedro de

    Atacama. Al respecto, la cermica

    local slo adoptaba algunas formas y

    decoracin sin cambiar de un modo

    esencial; se aprovechaban poblados

    preexistentes como los pucaras de

    Quitor, Catarpe y Quitor (Mostny

    1949), y se potenciaba algo su

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    produccin agrcola [] (Uribe

    2004a: 316).

    No es sino hasta fines de los 70s que la

    discusin en torno a la presencia Inka en

    el norte desrtico fue retomada. Durante

    estos aos, los planteamientos de

    Llagostera llegaran a constituir la

    primera reflexin verdaderamente

    antropolgica en torno al problema de la

    naturaleza de la penetracin inka en

    nuestro pas. De esta forma:

    [] la tesis de Llagostera (1976)

    marca un hito fundamental. Hoy existe

    consenso que el encuentro entre incas y

    locales implic poner en juego la

    particular concepcin de relaciones

    sociales del mundo andino, inserta

    dentro de una construccin culturalbasada en un sistema de oposiciones

    complementarias, extensivas a su

    ocupacin del espacio y cultura

    material (Cereceda 1990; Martnez

    1995; Murra 1983 [1955]; Platt 1987).

    A esta novedosa percepcin andina,

    surgida de la documentacin

    etnohistrica, se une el impactoprovocado por Murra (1972) en la

    arqueologa chilena, donde el modelo

    del control vertical aplicado a la

    economa poltica del Tawantinsuyo

    adquiere un carcter paradigmtico y

    constituye prcticamente un ideal

    arqueolgico. Asumiendo el modelo

    previo, la hiptesis de Llagostera sobre

    la expansin incaica signific una

    verdadera revolucin para la disciplinanacional, mantenindose vigente sin

    mayor crtica hasta el da de hoy.

    (Uribe 2004b: 4).

    En poco tiempo, la hiptesis de

    Llagostera, la que a partir de este

    momento se convierte en un punto de

    referencia obligado para la Arqueologa

    nacional, suscita una importante polmica

    en el seno de esta disciplina: el debate

    acerca del dominio directo o indirecto del

    Tawantinsuyo en el norte rido.

    A mediados de 1970 en el norte de

    Chile surgi la conocida discusin de siel dominio incaico haba sido directo

    o indirecto, a partir de la aplicacin

    arqueolgica que hizo Llagostera

    (1976) del modelo del control vertical

    de Murra (1972). De acuerdo a su

    propuesta, esta situacin se dirima en

    trminos de que la materialidad que

    representaba al Inka en los territoriosconquistados era ms o menos

    abundante, cuando se atena sta al

    estilo original del Cuzco, en especial a

    sus patrones cermicos, y cules eran

    sus vnculos con la ocupacin

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    vertical del espacio andino. En este

    sentido, Llagostera planteaba para el

    Norte Grande la ausencia de una

    conquista propiamente tal, puesto que

    sus poblaciones se hallaban insertasdentro de sistemas preincaicos de

    complementariedad ecolgica; cuyas

    cabeceras o seoros que se

    encontraban en el altiplano, una vez

    anexados al imperio, implicaban un

    dominio de las restantes entidades del

    norte chileno. Su argumentacin

    emprica descansaba en la existencia ono de una industria inka local y la

    presencia de alfarera de origen

    cuzqueo o inka altiplnico como el

    conocido tipo Saxmar o Inka Pacajes

    (Dauelsberg 1959; Munizaga 1957;

    Parssinen y Siiriainnen 1997). De

    hecho, esta cermica se sealaba como

    el indicador diagnstico del proceso,derivada de situaciones altiplnicas

    post-Tiwanaku y preincaicas (e.g.

    Chilpe, Hedionda, Taltape, etc),

    asumiendo una directa analoga entre

    alfarera y poblacin, incluso como

    colonias (Schiappacasse et al. 1989)

    (Uribe 2004a: 315-316).

    Desde su formulacin, hasta mediados de

    los 90s, la hiptesis de Llagostera acerca

    del dominio indirecto del inka en el Norte

    grande no fue mayormente cuestionada,

    siendo incluso asimilada por otros

    investigadores como una propuesta base,

    una especiede piso interpretativo, para la

    formulacin de las ms diversas

    reflexiones, en torno a una gran cantidad

    de temas de estudio. Este fue el caso, por

    ejemplo, del modelo de movilidad

    giratoria de Nuez y Dillehay (1995)

    para Atacama durante el periodo incaico,

    el cual, partiendo de las tesis de

    Llagostera, hizo nfasis en el papel que

    habra jugado el Tawantinsuyo en la zona,

    usufructuando de los modelos demovilidad preexistentes entre seoros de

    tierras altas y bajas, pero sin llegar a una

    ocupacin ms intensiva del territorio

    (Uribe 2004b). Igualmente, es el caso de

    la propuesta de Aldunate (1991), quin

    propone que el inka, an cuando habra

    arribado tempranamente a la regin a

    travs de la difusin de la tradicin

    altiplnica que caracteriz al curso

    superior del Loa, no habra llegado a tener

    sino una escasa trascendencia en el rea

    (Uribe 2004a).

    Fue a fines de los aos 80s cuando la

    tesis de Llagostera comienza a

    experimentar sus primeras tensiones,

    sobre todo a la hora de la evaluacin de

    las nuevas evidencias materiales

    asociadas a la presencia incaica en el

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    norte grande. En adelante, dichas

    tensiones se irn transformando en

    importantes problemas de reflexin

    terica, dando paso a una crtica de los

    modelos interpretativos basados en el

    dominio indirecto, as como tambin al

    surgimiento de una serie de hiptesis

    alternativas con respecto a la presencia

    del incario en el norte desrtico. El

    modelo del dominio indirecto se ve

    enfrentado de esta manera a una

    incapacidad creciente para explicar, dadoel supuesto carcter marginal (indirecto)

    de la presencia incaica en la zona, el cada

    vez ms creciente registro arqueolgico

    asociado al Tawantinsuyo (Uribe 2004).

    Empiezan as a escucharse las primeras

    voces planteando la posibilidad de una

    presencia mucho ms activa del inka en el

    rea.

    [] Castro (1992) advierte la

    magnitud de esta presencia y cun poco

    se conoca todava, llamando a

    desarrollar muchos ms estudios para

    tener una idea certera de la expansin

    incaica en dichos territorios. Alrespecto, Silva (1985) ya haba

    propuesto una intervencin ms

    directa, incluso militar, que se

    vinculaba al inters del imperio por la

    obtencin por la obtencin de recursos

    minerales, energas humanas y la

    ganadera concentrada en Atacama.

    (Uribe 2004a: 316).

    Por otro lado, se comienza a poner en telade juicio algunos de los criterios a partir

    de los cuales, hasta ese momento, se

    haba evaluado la naturaleza de la

    presencia incaica. Esto es, sobre todo, los

    indicadores tradicionales que haban sido

    tomados como diagnsticos del contacto

    entre el incario y las sociedades locales;fundamentalmente tipologas cermicas

    (saxamar o inka pacajes) y estilos

    arquitectnicos (cuzqueos). Con esto se

    apunt a cuestionar el establecimiento de

    analogas mecnicas (tpicas del mtodo

    histrico cultural) entre tipologas

    estilsticas (sobre todo al nivel de la

    alfarera) y realidades tnicas, en donde la

    difusin de las primeras estara siendo

    interpretada como una especie de

    marcador de contactos culturales,

    desplazamientos de poblacin, o bien,

    dicho de otro modo, de la presencia

    directa de una determinada cultura o

    sociedad (en este caso, el Tawantinsuyo)en la zona (Uribe 2004a). Finalmente,

    relacionado con lo anterior, se plante

    que aquellos criterios, de raigambre

    histrico-cultural, no daban cabida a una

    comprensin ms profunda de la posible

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    dinmica de interaccin cultural entre el

    Estado imperial y las poblaciones locales,

    la cual debi haber revestido, teniendo en

    cuenta el alto desarrollo yfortaleza de las

    tradiciones culturales en el norte rido, un

    carcter sumamente complejo (Uribe

    2004a); es decir, no reducible a una mera

    lgica difusionista.

    Ha sido en aos recientes, sobre todo en

    el caso de la zona atacamea y teniendo

    como trasfondo las discusiones yamencionadas, cuando han surgido una

    serie de hiptesis y modelos

    interpretativos alternativos con respecto a

    la naturaleza del establecimiento del

    Tawantinsuyo en el norte desrtico

    (Cornejo 1995, Gallardo 1995, Uribe,

    Alfaro y Agero 2002, Uribe 2004a,

    Uribe 2004b, entre otros). En gran

    medida, dichas propuestas han tenido

    como elemento comn el comenzar a

    problematizar algunas categoras claves

    como las de Ideologa, Poltica y Poder,

    en el sentido de un debate acerca de como

    se habra efectuado el dominio inka en el

    marco de las prcticas andinas, orientadas

    por los principios tradicionales de

    redistribucin y reciprocidad. Con

    relacin a estas nuevas reflexiones, es

    importante mencionar el peso que han

    tenido en las mismas una serie de aportes

    tericos provenientes del Marxismo

    (especialmente su teora del Estado, la

    ideologa y las clases sociales, los

    conceptos de modo de produccin y

    formacin econmico social), la

    Arqueologa simblica y la Arqueologa

    del Paisaje (la nocin de smbolo y de

    construccin social del paisaje), la Teora

    de la prctica (especialmente la nocin de

    agente social y de habitus, presente en

    algunos tericos como Bourdieu yGiddens), la Microfsica del poder

    (proveniente de las reflexiones de

    Foucault), etc. Esto es importante ya que

    estas nuevas hiptesis en torno a la

    presencia incaica en Chile constituyen un

    nuevo horizonte de reflexin terica y

    epistemolgica, anclada en una visin

    ms propiamente antropolgica del

    devenir socio-cultural e histrico.

    Con respecto a estas nuevas reflexiones

    en torno a la presencia inka en el norte

    grande, una de las ms tempranas fue la

    de Cornejo (1995), quin:

    coincide con algunos de estos

    postulados [se refiere a la tesis de una

    presencia ms activa del Inka por parte

    de Silva], aunque reemplazando el

    militarismo por una integracin en gran

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    medida simblica. De este modo, el

    Inka privilegiara una ruta vital

    expansiva por sobre los 3.000 msm,

    que se ubicara a lo largo del Loa en un

    eje norte-sur y en puntos estratgicosde sus quebradas para controlar a la

    poblacin local, sus recursos minerales

    y el paso hacia el sur, desplegando sus

    actos polticos en el contexto de la

    sacralidad local, sin mayor inters por

    el mbito domstico de sus

    poblaciones (Uribe 2004a: 316).

    Paralelamente, Gallardo y colaboradores

    (1995) retoman algunas de estas mismas

    ideas, percibiendo tambin una presencia

    ms intensiva del Inka en la zona:

    [] la que incluso es coincidente con

    estrategias propiamente cuzqueas,

    donde la arquitectura se vuelve la

    mejor expresin simblica de

    dominacin a travs de actos de

    fundacin y refundacin (Uribe

    2004a: 316).

    Dentro de lo mismo, una de las

    propuestas ms recientes en torno a este

    tema lo constituye el trabajo de Uribe y

    Alfaro en la localidad de Caspana (Uribe

    2004b).

    A fines de 1990 y a partir de la

    variada evidencia material incaica

    detectada en la localidad de Caspana

    (ro Salado, afluente del Loa), se llev

    a cabo un estudio que abord elfenmeno poltico representando por el

    Tawantinsuyu en la regin (Adn y

    Uribe 2004). Este trabajo dio cuenta

    que el inters imperial por el territorio

    fue mayor que el pensado hasta esos

    momentos, permitiendo hipotetizar una

    presencia directa del Estado, a travs

    del manejo de los ancestralesprincipios andinos de organizacin

    socioeconmica. As, la reciprocidad y

    redistribucin fueron convertidas en

    mecanismos de apropiacin y dominio

    a travs del potencial simblico de una

    materialidad arqueolgicamente

    perceptible (Uribe et al. 1998). En este

    sentido, se postul que las oposicionesmanifiestas por la materialidad de

    inkas y grupos locales (arquitectura,

    cermica, arte rupestre, vialidad y

    funebria, entre otros), podan expresar

    el manejo del Inka sobre las

    contradicciones sociales internas y su

    aprovechamiento de la produccin

    agroganadera excedentaria, lasrelaciones multitnicas de

    complementareidad, el intercambio y

    los cultos religiosos a favor de la

    presencia estatal en la regin (Uribe y

    Adn 2004). (Uribe 2004a: 316-317).

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    En lneas generales, como veremos a lo

    largo de este artculo, han sido estas

    ltimas reflexiones las cuales,

    replanteando radicalmente la forma de

    abordar el tema de la presencia incaica en

    el norte grande, han ido adquiriendo un

    mayor peso interpretativo ante esta

    problemtica.

    2. Catarpe-este (San Pedro de

    Atacama)

    El sitio incaico de Catarpe-este ha sido

    objeto de una serie de investigaciones

    arqueolgicas durante las ltimas dcadas

    (Mostny 1949, Lynch 1977, Lynch y

    Nuez 1994, Uribe 2004a). Ubicado al

    lado de Catarpe-oeste (sitio ms temprano

    y de un carcter mayormente

    habitacional), Catarpe-este se ubica en la

    ribera oriental del ro San Pedro, sobre

    una pequea meseta de aproximadamente

    30 mts de altura y 100 mts de ancho(Mostny 1949). Segn Lynch (1977), en

    esta localidad:

    [] se pueden diferenciar varias

    formas arquitectnicas que

    aparentemente se usaron por motivos

    militares, de almacenamiento y

    residencias. En cuanto a los depsitos

    de basuras stos parece que fueron

    pocos, pero su conservacin es muy

    adecuada para complementar la

    informacin del sitio. Los factores

    arquitectnicos indican una posibilidad

    de divisin en sectores. Una parte es

    predominantemente indgena y

    probablemente de una larga ocupacin

    (Catarpe-oeste), mientras que la otra

    (Catarpe-este) es pblica y encajona en

    sentido incsico, con plazas

    imponentes, bodegas, instalaciones

    militares. (Lynch 1977: 142).

    Igualmente, refirindose a la probable

    funcionalidad de los conjuntos

    arquitectnicos presentes en Catarpe-este,

    Mostny plantea que aquellos se pueden

    dividir en tres grandes grupos:

    El primero, en el borde de la meseta

    haca el ro, serva para la vigilancia

    del acceso y probablemente del camino

    que vino por el valle del ro. El recinto

    ms saliente tena para este fin tres

    troneras o ventanitas de 0.3 metros

    cuadrados a 1 metro sobre el piso.

    Hacia la meseta est circundado porrecintos, de los cuales no quedan ms

    que los fundamentos y stos son, en

    parte, tan destruidos, que no se pueden

    distinguir las entradas, con excepcin

    de dos. Frente a estos recintos se

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    encuentran los fundamentos de otro

    recinto largo y angosto y de dos

    construcciones circulares de 2.2 m. de

    dimetro. El segundo grupo es el de los

    patios. Se entra primero a travs de unpequeo recinto de 4,35 por 3,5 m. La

    entrada de acceso tiene 0,7 m. de ancho

    y la que conduce al patio I tiene 1 m.

    El patio mide 17,9 por 17,45 y en su

    esquina suroriental se encuentran los

    fundamentos de un pequeo edificio.

    El patio II, de 22,4 por 15,7 m. tiene, a

    lo largo de su costado nororiental, losfundamentos de unas construcciones

    angostas, cuyo piso se encuentra a 0,2

    m. sobre el del patio. [] Afuera del

    patio II y adosado en su muro sur, se

    encuentra una serie de pequeos

    cuartos, dos de ellos accesibles desde

    el patio y uno accesible por el lado

    opuesto. Al oeste del patio II est elpatio III, de dimensiones reducidas en

    comparacin con los primeros dos.

    Posiblemente ha tenido una entrada en

    su muro norte, donde quedan los

    vestigios de una pequea construccin

    parecida a la que da acceso al patio I.

    [] Donde el patio IV tambin

    pequeo en relacin con los dosprimeros- ha tenido su entrada

    principal, es difcil de decir, debido al

    estado de destruccin de los muros.

    [] Este grupo de los patios ha sido el

    principal de Catarpe. [] El tercer

    grupo, que no aparece en el plano, se

    compone de pequeos recintos [en gran

    parte hoy destruidos] aglomerados y

    sueltos, que seguramente haban

    servido de viviendas. (Mostny 1949:161-162).

    Con respecto a las diferencias existentes

    entre Catarpe este y oeste, en los cuales

    existiran aproximadamente 200 recintos

    en total, divididos equitativamente entre

    ambos sitios (Lynch 1977), sera claro

    que las estructuras del lado oeste

    presentaran una menor regularidad,

    estando agrupadas una junto a otra y

    construidas con menor calidad a las de

    Catarpe-este (Lynch 1977). Adems:

    algunos morteros quebrados y manos

    de moler fueron frecuentementeincorporados a las murallas de Catarpe-

    oeste, indicando una ocupacin ms

    larga, como tambin la presencia de

    basurales ms profundos y ms ricos

    (Lynch 1977: 145).

    As tambin, con relacin a algunas de las

    caractersticas indicativas de la naturaleza

    incaica de Catarpe-este, a diferencia del

    yacimiento oeste: como hemos dicho, un

    sitio ms temprano y de carcter

    habitacional, destaca la utilizacin

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    intensiva de argamasa en las

    construcciones.

    La construccin de estos muros de

    Catarpe constituye una forma

    intermedia entre los muros de piedra

    atacameos y los muros de adobe

    incsicos, lo que habla en favor de su

    ereccin en un tiempo, cuando a los

    habitantes de la regin que los

    construyeron ya eran conocido ambos

    tipos, o sea llegamos otra vez a la

    misma conclusin- en la poca

    incsica (Mostny 1949: 164).

    Dentro de lo mismo, refirindose a los

    patrones arquitectnicos presentes en

    Catarpe-este y la posible existencia de

    una plaza doble (tpicamente cuzquea),

    Lynch y Nuez (1994) afirman que:

    [] los dos grandes recintos en

    Catarpe bien podran ser considerados

    una plaza doble, orientada en ngulos

    rectos a sus plazas; aqu ambas estn

    unidas por un acceso bien terminado y

    formal. Adems, la plaza principal del

    Cuzco tena dos partes Hauhaypata yKusipata. Hyslop (com.pers., 13-VI-

    1988) sugiere que muchas otras plazas

    inkas (particularmente aqullas fuera

    de la zona del Cuzco), presentan

    evidencia fsica como un camino o un

    eje arquitectnico que las divide,

    generalmente cerca del centro. Una

    idea que vale la pena considerar es que

    la divisin de la plaza separa hanan de

    hurin. (Lynch y Nuez: 1994: 154).

    Posteriormente, describiendo la posible

    funcionalidad de otras importantes

    estructuras arquitectnicas (sectores de

    almacenamiento, obras de infraestructura

    y de carcter defensivo), as como

    tambin dando cuenta de la existencia de

    espacios probablemente residenciales al

    interior del yacimiento, estos

    investigadores nos dicen lo siguiente:

    Las habitaciones de almacenamiento

    13 hasta 15, y las obras de defensa

    cerca del permetro del sitio, sugieren

    que Catarpe contuvo bienes de valiosaproteccin y suficiente personal

    estable. Aberturas o troneras en

    algunas murallas son tanto una posible

    seal de defensa como, para Raffino

    (1981: 76, 124) un atributo de primer

    orden de los patrones constructivos

    inkas. Catarpe tambin fue un rea

    habitacional para la poblacin local.Esto se ve claramente en el sector oeste

    del sitio [], el que tiene ms ncleos

    constructivos [] All, el plan de

    construccin fue menos regular y

    existen adems menor paredes o muros

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    masivos [] Se sospecha que algn

    asentamiento local pudo haber

    precedido as como tambin pudo

    coincidir o ser inducido por la

    ocupacin inka a servir en Catarpe []Las excavaciones realizadas en el

    sector Este expusieron dos restos de

    paredes o muros tempranos que yacan

    discordantemente bajo las estructuras

    planificadas por los inkas (Lynch y

    Nuez 1994: 154-155).

    Acerca del material cultural asociado alos conjuntos arquitectnicos, las

    excavaciones de Lynch (1977) constatan

    la existencia de cermica fragmentada,

    puntas de proyectil, raspadores, ncleos,

    guijarros, morteros, as como tambin un

    cincel de cobre. Segn este ltimo:

    Fragmentos de cermica de tinajas de

    almacenamiento predominaban en

    varias reas, mientras que en otras los

    fragmentos de vasijas abiertas fueron

    ms comunes. La mayor parte de los

    fragmentos cermicos se pueden

    identificar con los tipos ya conocidos

    en el rea de San Pedro, como son: el

    rojo violceo, caf pulido e inciso. Los

    tiestos locales del perodo Inca estn

    bien representados, pero tambin

    encontramos tiestos importados con la

    caracterstica de una pasta de grano

    fino de color naranja, que podra ser la

    verdadera Inca. Tiestos del tipo Dupont

    intrusitos fueron tambin identificados.

    Ningn tiesto encontrado podra ser

    anterior al siglo XI. Algunos jarrostoscos caracterizados por una base

    plana u ocasionalmente por anillo,

    podran ser de la poca postcolombina,

    pero prcticamente no encontramos

    vidrio, hierro u otros materiales

    europeos en el tambo de Catarpe

    (Lynch 1977: 145).

    De acuerdo a los resultados de la

    excavacin de dos trincheras, Lynch

    verifica tambin, en la trinchera 1, la

    existencia comn de chaar, maz,

    algarrobo, zapallo y huesos de auqunido

    (llamas o guanaco), al igual que la

    presencia de lana de llama, tejidos de

    diversa ndole, plumas de colores

    llamativos y textiles incsicos (Lynch

    1977).

    En cambio encontramos slo un

    fragmento de calabaza pirograbado, un

    artefacto de madera cuyo uso es

    desconocido y un cincel de cobre conlos mangos de madera. Los artefactos

    ms valiosos que encontramos fueron

    dos placas de cobre de 10 centmetros

    cuadrados y dos milmetros de espesor,

    con dos figuras muy bien ejecutadas en

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    forma de filigrana, que representan a

    dos caras humanas con roedores a

    ambos lados [una de las caras presenta

    los ojos abiertos, en cambio la otra los

    tiene cerrados]. Las dos placas tenanun prendedor de cobre, tal vez para

    mantenerlos juntos o prendidos a un

    vestido. (Lynch 1977: 145).

    En la trinchera 2, el material orgnico

    habra sido semejante al de la anterior,

    aunque en cantidades menores (Lynch

    1977). As tambin, de acuerdo a la

    existencia de basuras vegetales y de

    deposiciones posiblemente de cuy, se

    plantea que algunos de los recintos de

    esta rea (pieza 20) habran estado

    asociados a la crianza de dicho animal.

    Sin embargo:

    La parte de mayor espacio en el sector

    norte de la pieza 20 (1,9 por 1,35

    metros), tiene caractersticas que

    corresponden a una habitacin ocupada

    por el hombre; as lo demuestran los

    indicadores registrados: un mortero,

    huesos trabajados, madera y una base

    plana o mesa sobre la cual ponanartefactos caseros. [] La pieza

    nmero 25, ubicada a pocos metros al

    este de la pieza 27, se pens que era

    una bodega debido a su reducido

    tamao (1,95 por 1,20 metros).

    Investigaciones [] mostraron

    desechos abundantes de ocupacin

    humana, incluyendo un guijarro de

    corte tajante, una mano, pigmento rojo,

    cucharas quebradas, varias torteras demadera y espinas largas posiblemente

    de tejer. (Lynch 1977: 146).

    Por ltimo, dando cuenta de las

    caractersticas distintivas de Catarpe-este

    con relacin a otros sitios de la regin,

    debido a sus claros rasgos constructivos

    de tipo incaico, Uribe (2004a) afirma lo

    siguiente:

    Adems de otros sitios del Loa (Adn

    1999), Catarpe Este y los tambos de

    Licancabur y Peine, dan cuenta de la

    imposicin de la arquitectura del

    Tawantinsuyo en San Pedro de

    Atacama durante el perodo Tardo

    (Niemeyer y Shiappacasse 1988). De

    estos, sin embargo, Catarpe Este es

    paradigmtico en trminos de las

    manifestaciones de una incorporacin

    efectiva de la regin al funcionamiento

    imperial (Lynch y Nuez 1994). El

    asentamiento, si bien comparte

    caractersticas con el resto de los sitios

    habitacionales de la regin (e.g. Turi,

    Catarpe Oeste, Zpar o Peine),

    evidencia la presencia de una

    importante plaza doble en una

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    ubicacin central (hacia el este), una

    frecuencia similar de unidades

    domsticas y silos o collcas, una

    abundancia relativa de muros dobles,

    etc. La arquitectura de Catarpe Esteindica, por lo tanto, la existencia de

    abundantes almacenajes, la

    disponibilidad de espacios

    habitacionales sin sepulturas y sobre

    todo la existencia de grandes explazos

    para funciones administrativas y

    pblico-ceremoniales. Su construccin

    se remontara segn nuestros fechadosa 1.510 d.C (Uribe y Adn 2004), e

    indicara una lgica de ocupacin que

    se aleja de la modesta dinmica

    comunitaria que hemos observado en

    los poblados locales, aunque se articul

    con su estructura econmica y social

    (Uribe et al. 2002, 2004) (Uribe

    2004a).

    3. Interpretaciones

    Hasta las investigaciones de Uribe

    (2004a) en Catarpe, desde hace algunos

    aos, no se haba realizado an una

    evaluacin sistemtica de la naturaleza

    socio-poltica y cultural del yacimiento.

    En general, la reflexin que realiz

    Mostny (1949) acerca de este ltimo no

    pas de ser, aunque necesaria, una

    aproximacin arqueolgica inicial, de

    fuerte sesgo descriptivo y de un marcado

    nfasis econmico-funcional. Sin una

    mayor problematizacin con respecto a la

    naturaleza de la presencia del Inka en la

    regin2, esta arqueloga defini al sitio de

    Catarpe a partir de una nocin de

    naturaleza ms bien general: la definicin

    de Tambo.

    Segn la distribucin de los recintos,

    su forma y la falta de un muro

    defensivo no se trata de un pucar, sinoprobablemente de un Tambo, situado

    en el Camino del Inca (aunque no

    hemos podido ver sus huellas). []

    Toda la disposicin de los recintos

    indica que aqu nos encontramos frente

    a un tambo. Bernab Cobo (Aparicio,

    1937, p.38) dijo que estos tambos

    servan para alojar ejrcitos,gobernadores y dems funcionarios

    incsicos, que se encontraban de viaje;

    que estaban provistos de depsitos de

    vveres y que los habitantes de la

    regin o pueblos cercanos tenan a su

    cargo el mantenimiento de estos

    tambos. Consistan estos tambos en

    grandes casas o galpones y pequeosrecintos. En el caso de Catarpe [] no

    tenemos casas grandes, sino patios, los

    cuales probablemente no tenan techos

    2 aunque influida, ciertamente, por el enfoquede Latcham (1938) con respecto a la presenciamarginal del Tawantinsuyo en el norte grande.

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    plantearon as la necesidad, hacia

    mediados de los 90s, de ampliar el

    marco interpretativo con que se haba

    estudiado el registro arqueolgico

    presente en el yacimiento. Relacionando

    el carcter y la magnitud de las evidencias

    materiales asociadas a la presencia de

    minerales como la turquesa, el cobre y el

    oro, trasladados a la zona de San Pedro

    desde diversas zonas, Lynch y Nuez nos

    dicen lo siguiente:

    La presencia arqueolgica de oro, de

    artefactos de cobre, fragmentos de

    planchas y crisoles, cobre deformado e

    incluso escoria, en Catarpe y no en

    otros tambos de la zona, destaca ms

    nuestra propuesta de que Catarpe es

    mucho ms que un tambo, tal como se

    le denomina ahora ms por razones detradicin que por estudios detallados.

    En efecto, Niemeyer y Shiappacase

    (1988: 154-56) han decidido de manera

    similar que Catarpe es uno de los

    centros administrativos ms

    importantes descubiertos en el

    territorio chileno, desde el cual los

    inkas planearon y organizaron laconquista del valle de Copiap y las

    artificial y los propsitos polticos de estos centrosadministrativos no es raro que muchos centrosfueran abandonados poco despus de la invasineuropea acelerndose su destruccin (Lynch yNuez: 1994:151).

    regiones de ms al sur. Ellos clasifican

    a Catarpe como una pequea ciudad o

    pueblo y, siguiendo a Ruppert (1984),

    proponen que la turquesa de El

    Salvador y otras minas del sur fueronenviadas a travs de Catarpe a otros

    lugares de Bolivia y Argentina, aunque

    esto supera la evidencia que demuestra

    que slo pequeas cantidades de

    turquesa se han descubierto, an lejos

    de Catarpe mismo, y que no existen

    muchas razones para ver el oasis de

    San Pedro de Atacama como uncentro de fabricacin de adornos de

    turquesa; sin embargo [] tal vez la

    turquesa fue transbordada o tal vez no

    hemos descubierto sus talleres (Lynch

    y Nuez 1994: 148).

    Es ms, de acuerdo a estos

    investigadores, los patronesarquitectnicos presentes en Catarpe y la

    orientacin astronmica de los mismos,

    los cuales presentaran un gran nmero de

    semejanzas con los de otras instalaciones

    incaicas, as como tambin con algunos

    de los presentes en Cuzco y en el rea

    nuclear inka (Lynch y Nuez 1994),

    estaran dando cuenta del relevante papel

    poltico-administrativo del yacimiento.

    Lo ms destacable de esto ltimo es la

    orientacin de la kancha, 63 a 66

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    grados Este del Norte verdadero.

    Esencialmente es igual a las

    orientaciones del Coricancha en Cuzco

    y de la plaza trapezoidal y la anloga

    kancha Qori, un terreno rectangularlocalizado al sudeste en Inkawasi. Para

    Hyslop (1985: 60-66; 1990: 232-237)

    stas son alineaciones astronmicas

    significativas, aunque Dearborn (1986)

    ha hecho ms preguntas concernientes

    a su precisin y utilidad. Nuestra

    propuesta es que Catarpe responde a un

    patrn cuzqueo de plaza doblerodeada de mltiples recintos

    rectangulares y cuadrangulares []

    Estamos de acuerdo con la conclusin

    de Hyslop (1990: 234-243), aunque

    hicieran o no los inkas sus alineaciones

    y medidas extremadamente precisas

    para sus observaciones astronmicas,

    aquella que deca que posiblementeorientaban los edificios y las plazas

    hacia los azimuts para simbolizar y

    definir conceptos en cosmologa,

    estructura social y estaciones

    calendarias (Lynch y Nuez 1994:

    152-153).

    A nivel regional, la importancia deCatarpe como centro administrativo

    incaico se vera reflejada, adems, en su

    relacin con los dems yacimientos del

    Periodo Tardo en el rea, destacando sus

    semejanzas con Turi y con otros sitios

    ms lejanos como la Puerta, los cuales

    tambin habran cumplido funciones

    poltico administrativas, ubicados de

    norte a sur a lo largo del camino principal

    y al interior o en zonas aledaas de

    poblaciones locales (Lynch y Nuez

    1994). Impulsando la explotacin

    econmica de los recursos pastoriles,

    agrcolas y minero-metalurgicos5, dichos

    centros administrativos habra tenido

    como uno de sus objetivos principales, no

    solo el control de los recursosambientales y econmicos de la zona,

    sino que, adems, la manipulacin de los

    factores culturales y polticos asociados al

    fortalecimiento de la presencia imperial

    (Lynch y Nuez 1994). Con respecto a

    esto ltimo, comparando el carcter de los

    sitios Turi y Catarpe con el de Kollahuasi,

    en donde no se encontraran algunos

    rasgos arquitectnicos tpicamente

    incaicos como la presencia de la

    Kayanka, Lynch y Nuez afirman que en

    este ltimo yacimiento:

    [] no se cumpli un rol poltico-

    administrativo, tal como ocurri enTuri y Catarpe, al implantarse all el

    rgimen inka en un medio de poblacin

    5 Por ejemplo, en la vega de Turi, el ro SaladoSuperior, los oasis de San Pedro de Atacama o elValle de Copiap.

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    resignificacin ideolgica-poltica de los

    principios andinos tradicionales (Uribe

    2004a). En este sentido, Uribe le da una

    importancia de primer orden al papel que

    habran jugado las elites imperiales en el

    proceso de implantacin del poder central

    mediante la instrumentalizacin, y re-

    orientacin, de las relaciones sociales

    comunitarias (incas de privilegio),

    asociando esto ltimo a la realizacin de

    fiestas redistributivas9 como instancias de

    legitimacin asimtrica del poder real.

    Segn esto, el manejo de los lderes

    locales debi ser clave para la

    articulacin de la produccin

    comunitaria con la estructura poltica

    unitaria que logra el imperio. Al

    respecto, tabletas y calabazas

    pirograbadas procedentes del espaciofunerario remiten a elementos

    novedosos (Ayala et al. 1999, Uribe et

    al. 2002), especialmente compartidos

    con el Noroeste Argentino y el

    altiplano de Bolivia, volvindose

    predominantes los del noroeste. Por

    una parte, estos materiales de gran

    relevancia simblica demuestran unaamplia interaccin circumpunea que

    podra extenderse incluso hasta

    9 En dichas fiestas, la ingesta de bebidas como lachicha habra tenido un papel ritual de primerorden.

    Tarapac. Por otra, refieren a una

    importante complejidad social y

    poltica que debi desenvolverse por

    situaciones de complementariedad,

    involucrando diversas negociacionesentre las autoridades que dirigan

    empresas de intercambio y una ardua

    competencia por el mejor

    posicionamiento de sus comunidades

    (Uribe 2004a: 321).

    Refirindose a lo mismo, aunque ahora

    sobre el caso concreto de Catarpe, Uribe

    concluye lo siguiente:

    De este modo, tal cual apreciamos en

    Catarpe Este, con el Inka son ms

    claros los espacios pblicos como

    expresin del aparato administrativo,

    demostrando el control a travs del

    cual se dirige la fuerza de trabajo hacia

    la produccin estatal; distinguindose

    un grupo productor de bienes y

    alimentos, de otro especializado en las

    actividades polticas, ideolgicas y

    administrativas que se exponen en los

    contextos funerarios (e.g. Hostera de

    San Pedro), presentes en el salar

    (Ayala et al. 1999). El Tawantinsuyo,

    por lo tanto, se apropia de la fuerza de

    trabajo y la produccin de las unidades

    domsticas como un excedente que es

    manejado por los segmentos ya

    diferenciados de la poblacin local, que

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    ahora se convierten en administradores,

    incluso polticos e ideolgicos. Pero,

    para que esto tuviera un real sentido y

    una respuesta positiva por parte del

    resto de la poblacin y las elitespudieran actuar a favor del Estado, se

    debi generar un amplio control de la

    conciencia social a travs de la

    participacin ideolgica en la

    formacin econmica y social del

    imperio (Uribe 2004a: 322).

    Catarpe-este vendra de esta manera areflejar y materializar importantes

    transformaciones econmicas, sociales,

    poltico-ideolgicas y culturales en el

    rea, las cuales se inscribiran en un

    proceso ms amplio de cambio,

    caracterstico de la transicin entre el

    periodo Intermedio Tardo y el Tardi en

    la regin nortina. Dicho proceso, que

    estara afectando activamente a la zona de

    San Pedro, sera visible al nivel del

    registro arqueolgico en una gran

    cantidad de yacimientos, los cuales, en

    conjunto con Catarpe, estaran dando

    cuenta, como hemos dicho, de una

    transformacin estructural de grandes

    envergaduras.

    Al respecto, los asentamientos

    inferidos a partir del anlisis funcional

    de su alfarera y construcciones indican

    que todos los sitios inmediatamente

    preincaicos (e.g. Catarpe, Qutor, Zpar

    y Peine) tendran un carcter

    eminentemente domstico, con recintos

    habitacionales donde se preparan,sirven y almacenan alimentos.

    Tambin ocurren actividades

    ceremoniales, coherentes con la

    inclusin de prcticas religiosas y

    funerarias manifiestas en la

    arquitectura que se incorpora dentro,

    junto o cerca de ellos (e.g. chullpas),

    pero las cuales difieren tanto en escalacomo intensidad, realizndose de

    manera independiente en unos y otros.

    Tal situacin, sugiere una dinmica de

    comunidad o aillo para las

    sociedades que habitaron estos

    poblados que los convierte en unidades

    autnomas, sin distinguirse uno o unos

    pocos ncleos como antes (Uribe et al.2004). Con el Inka, en tanto, el

    desarrollo de una organizacin

    jerarquizada, la generacin de

    excedentes econmicos y el rol de los

    lderes en actividades redistributivas

    parecen tener un papel an ms

    protagnico al interior de los grupos de

    San Pedro de Atacama; muy ligado a lacompetencia preexistente sobre

    recursos de agua, tierra y los contactos

    a larga distancia por

    complementareidad de recursos (Uribe

    et al. 2002). (Uribe 2004a: 318).

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    22

    De igual manera, al nivel de la

    produccin ltica, la mayor versatilidad de

    esta ltima y su integracin en prcticas

    de tipo simblico: por ejemplo, challa de

    minerales y construccin de chullpas, as

    como tambin la construccin decaminos

    y otras obras de envergadura semejante,

    tendra relacin con una alteracin

    (estatal) de la orientacin de esta

    industria, la cual hasta este momento

    haba puesto un mayor nfasis en la

    molienda agrcola y las actividadesmineras locales, as como tambin en la

    realizacin de prcticas ceremoniales de

    un carcter ms propiamente comunitario

    (Uribe 2004a).

    Se configura, de este modo, una

    conducta comn para el rea, en

    conjunto con el ro Loa (Uribe y

    Carrasco 1999) dentro de la cual

    tambin resulta importante la

    produccin de cuentas de malaquita y

    de 10 cms. cuadrados y 2 mm. de grosor, condiseos afiligranados muy bien ejecutados ycuadrpedos distribuidos por ambos lados. []De acuerdo a Rex Gonzlez (com. pers., 19-V-

    1984), las placas de Catarpe son muy similares ocasi idnticas a otras descubiertas en Rinconada(Jujuy, Argentina). Pertenecen a una pervivenciadel estilo Aguada que se remonta a tiemposanteriores al de los inkas, pero el diseoantropomorfo (rostro con unku moteado)pertenece al estilo Santa Mara tambin del NWargentino, que efectivamente es sincrnico al finalcon la expansin inka. (Lynch y Nuez, 1994:148).

    calcedonia, aparte de las de concha.

    Esto es coherente con la concentracin

    de chullpas y sepulturas al interior de

    los poblados o en la presencia de

    canchas y collcas en las instalacionesincaicas, y tambin coincide con la

    funcionalidad cermica, el

    almacenamiento y la actividad

    ceremonial que van en aumento con el

    Inka (Uribe et al. 2002). El material

    ltico, en suma, confirma la necesidad

    de procesar y acopiar ciertos alimentos,

    los que seguramente se emplean en lasfestividades comunales, en conjunto

    con una minera de recursos pblicos

    simblicos destinados al intercambio

    (Nuez 1999). (Uribe 2004a: 318).

    Finalmente, el significativo aumento de la

    produccin agrcola; por ejemplo, en

    sitios como Catarpe, Qutor, Zpar y

    Peine, en relacin de un nivel de

    intensificacin ganadera que se mantiene

    aproximadamente en los mismos ndices

    que durante el periodo intermedio tardo,

    estara sugiriendo:

    una transformacin del ancestralsistema ganadero y caravanero de la

    regin (Nuez 1992), el cual ahora

    estara apoyado en una produccin

    agrcola mayor, ms estable y de gran

    escala, capaz de sustentar una cantidad

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    de poblacin ms grande y segmentada

    (Adn y Uribe 1995). (Uribe 2004a:

    319).

    4. Discusin

    Las diversas interpretaciones que hasta el

    momento hemos descrito con relacin a

    Catarpe dan cuenta, en no menor medida,

    de una parte importante del curso que ha

    tomado el desarrollo del pensamiento

    arqueolgico con respecto al tema de lapresencia incaica en el norte desrtico. En

    el caso concreto de este sitio, dicho

    desarrollo se ha expresado en el paso de

    una reflexin de un nivel eminentemente

    descriptivo11 hacia una compleja

    elaboracin en la cual la ideologa, la

    poltica y las prcticas sociales, al igual

    que el papel de los agentes culturales y la

    naturaleza del poder poltico, han

    adquirido un papel determinante. En

    definitiva, es a partir de la propuesta de

    Uribe12 que la discusin en torno a

    Catarpe ha adquirido un mayor contenido

    11 Cuyo problema central pareci radicar en la

    disyuntiva (de ndole histrico-cultural) de siCatarpe-este deba ser clasificado bajo ladesignacin depucar o la de tambo.12 La cual, como hemos dicho, tiene como uno desus antecedentes las reflexiones que realizaronLynch y Nuez a mediados de los 90s enCatarpe, as como tambin las investigaciones deotros arquelogos en la zona; por ejemplo, lostrabajos de Alfaro en Caspana o los de Gallardoen el caso del arte rupestre.

    antropolgico, tomando cuerpo una

    propuesta que, como dijimos, tendra en

    cuenta el rol de este sitio como un

    importante espacio articulador de las

    relaciones socio-culturales en la zona.

    Con relacin a esto, no podemos sino

    afirmar que las investigaciones de Uribe

    en este sitio constituyen una importante

    superacin del estado de la reflexin

    arqueolgica, no solo en torno al tema

    particular de Catarpe, sino que, ms an,

    con relacin al problema del carcter dela penetracin incaica en la zona

    atacamea y, posiblemente, en la regin

    desrtica en su conjunto.

    Ahora bien, trataremos a partir de este

    punto algunas discusiones que, segn

    pensamos, deberan tener una importancia

    clave al momento de la interpretacin de

    los procesos socio-poltico e histrico-

    culturales asociados al establecimiento

    del dominio incaico en Atacama, pero que

    (hasta ahora) han sido posiblemente

    silenciadas tericamente (y, por tanto,

    invisibilizadas en la prctica

    arqueolgica misma). En este sentido,

    planteamos, en primer lugar, que es

    necesario integrar en la discusin acerca

    de la naturaleza de la presencia del

    Tawantinsuyo en el norte rido una

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    perspectiva macro regional que tenga en

    cuenta, entre otras cuestiones, el curso de

    la evolucin histrica del sistema

    imperial y el estado de las estructuras

    socio-polticas y culturales en el rea

    nuclear andina. En otras palabras, una

    perspectiva que confiera un valor

    interpretativo de primer orden al anlisis

    de las tensionesestructurales que habran

    sido alimentadas, en gran parte del

    territorio bajo dominio incaico, gracias al

    avance del proceso de reorientacinestatal y asimtrica del marco socio-

    poltico andino tradicional, impulsado

    desde Cuzco (y reproducido a nivel

    comunitario).

    Segn nuestra opinin, esta tensin entre

    un tipo de poder poltico de carcter cada

    vez ms personal y centralizado13,

    basado en la intensificacin de la

    desigualdad social y un marco de

    relaciones socio-polticas andinas

    sostenidas en la redistribucin y la

    reciprocidad, ancladas en prcticas de un

    13 Materializado, entre otras cuestiones, en lacreciente influencia de los representantesimperiales y del Inka en las zonas de presencia delTawantinsuyo, pero que tambin se tendi areproducir al nivel de los dirigentes tnicoslocales, insertos en la dinmica de control estatalde vastas regiones. Un ejemplo claro de estoltimo lo encontramos en el caso de la expansin,alentada desde Cuzco, de las elites diaguitasincaizadas hacia el centro de Chile y el NOA.

    carcter ms comunitario e igualitario14,

    habra alcanzado, con la enorme

    expansin del incario, una magnitud sin

    precedentes en la historia cultural de la

    zona andina15. En otras palabras, an

    cuando el desarrollo de esta paradoja

    estructural (Bawden 1994) habra sido

    comn a varias de las ms tempranas

    sociedades estatales andinoamericanas16,

    14 Segn Bawden (1994), esta contradiccinestructural habra estado presente, con gran fuerza,

    en el seno del sistema de organizacin socio-poltica inka. Haciendo una analoga con elsistema poltico Chim, aquel plantea lo siguiente:Dentro de la gran tradicin andina, el inkaencubri el poder detrs de una ideologa imperialcimentada en los principios de genealoga y linaje,presentndose ellos mismos como un grupo deparentesco tradicional, aunque de carcter seorial(Urton 1990, Bauer 1992). Los chim, sucesoresde los moche, incluyeron un sistema segmentarioextendido, dentro del cual los linajes notoriosfueron divididos en segmentos de estatus social yeconmico desigual y ordenados jerrquicamentepor principios de organizacin dual asimtrica(Netherly 1984, 1990; Zuidema 1990). [] Enambos casos, los fundamentos estructurales de laintegracin incluyeron la paradoja entre loholstico y las fuerzas individuales que impidieronla formacin de entidades polticas fuertes y delarga duracin y aseguraron que los segmentoscomponentes revirtieran hacia una existenciaautnoma con la remocin de la superestructuragobernante (ver puntos de vista similares enConrad y Demarest 1984 y Patterson 1991).(Bawden 1994: 392).15 Esto ltimo, sobre todo en los Andes centralesy en el rea centro sur andina.16 Como afirma Bawden, refirindose a lascaractersticas de la estructura de poder en lasociedad Moche: Yo asumo que la estructurasocial del perodo Moche tambin estuvo basadaen los principios andinos tradicionales,diferencindose en gran medida de aquellos delestado genrico con la subordinacin delparentesco a la clase econmica y al poderadquirido. Creo que las lites Moche enfrentaronel mismo desafo que sus sucesores, los Chim, en

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    implicancias para la organizacin socio-

    poltica andina y que, en ltima instancia,

    se encuentra relacionado con el propio

    devenir histrico de la estructura imperial

    cuzquea, adquiri por estos momentos

    una importancia decisiva. Como afirma

    Murra:

    Con el correr del tiempo, aumentaron

    las necesidades redistributivas del

    estado, y es obvio que condujeron a

    ulteriores expansiones del territorioconquistado. Muchos estudiosos

    destacan el hecho de que hacia 1532 la

    expansin de los dominios del Cuzco

    haba llegado ya hasta donde poda

    llegar; solamente en el norte, en los

    Andes hoy colombianos, quedaba

    alguien a quien someter. Las

    referencias a los insectos pagados

    como tributo por tribus de esta zona

    reflejan la decepcin de los presuntos

    conquistadores. Si el estado inca

    hubiera sobrevivido, habra encarado la

    y Tacna, lo que significaba aproximadamente2.797 personas (H.Larran, 1975 y J.Van Kessel,1980), cifra bastante elevada (48,22% de lapoblacin), si consideramos que sta debi ser en

    esa poca alrededor de 6.800 personas. En 1540,Francisco Pizarro concede a Lucas Martnez unaencomienda que se encontraba en Arequipa, Ilo,Corumas, Arica y Tarapac con un total de 1.638indios tributarios, siendo Tarapac la que aportabala mayor cantidad de indios tributarios conaproximadamente 900 (E.Trelles, 1982), lo querepresentaba una poblacin estimativa de 4.050personas, distribuidas en las quebradas deCamia, Aroma y Tarapac (Nuez 1984: 60).

    necesidad de alimentar a una creciente

    capa de burcratas, miembros de los

    linajes reales, soldados, yana,

    sacerdotes y la muchedumbre

    efectuando sus prestaciones rotativas.Y esto sin contar con la necesidad

    redistributiva para asegurarse de la

    lealtad de virreyes cada vez ms

    lejanos e independientes. Todos juntos,

    estos factores hubieran impuesto una

    reconsideracin de la organizacin

    interna del reino. (Murra 1989: 261).

    Lmites de la poltica redistributiva

    tradicional que, trastocada en un freno

    para el desarrollo imperial, llevaban al

    incario, en forma creciente, en la senda de

    un nuevo curso histrico, caracterizado

    por el cuestionamiento de las estructuras

    sociales andinas ancestrales. Punto de

    inflexin de implicancias desconocidas,

    que a comienzos del siglo XVI se

    expres, segn Murra, en el nacimiento

    de nuevas instituciones econmicas y

    clases sociales, as como en una posicin

    ms desventajosa para el ayllu, el cual

    haba constituido, hasta este momento,

    uno de los puntos neurlgicos de la

    estructura de poder imperial del

    Tawantinsuyo19.

    19 Efectivamente, tal y como plantea Gramsci(1984) en el caso de su anlisis del Capitalismo enOccidente, cuando plantea que la hegemona

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    Entre todas las nuevas presiones sobre

    el estado que llevaron a una

    intervencin en la economa dual []

    la ms importante es la emergencia de

    concesiones de tierras a particulares,una nueva institucin socioeconmica,

    distinta del tradicional acceso andino,

    ya sea de los linajes o del estado. []

    Los datos son contradictorios e

    inadecuados, pero parece claro que en

    1532 el estado no poda enajenar de

    manera que no afectara seriamente la

    autosuficiencia de la etnia. Laestructura socioeconmica inca a

    principios del siglo XVI necesitaba los

    ingresos producidos por las

    prestaciones rotativos de los

    campesinos, pero no poda asumir la

    responsabilidad de proveer a la

    subsistencia de stos. La solucin

    ideada fue el empleo de lasprestaciones rotativas para ampliar la

    superficie cultivada y aumentar la

    productividad mediante obras de riego,

    la construccin de andenes en las

    laderas de la quishua, el uso del guano

    y el nfasis en el maz y los rebaos.

    [] Sabemos que iban surgiendo

    nuevas instituciones: las aclla, losyana, los colonos mitima, todos ms o

    menos sustrados a la etnia campesina

    nace desde la fbrica, una de las claves de laexpansin del poder incaico fue tomar al ayllucomo ncleo bsico, local, de la reproduccin desu influencia y poder poltico.

    y asignados a tareas estatales que

    ocupaban todo su tiempo. Su

    surgimiento fue una respuesta a las

    nuevas presiones que requeran mucho

    ms que la enajenacin original dealgunas tierras tnicas para crear

    chacras estatales o la ampliacin de los

    tradicionales y recprocos intercambios

    de trabajo hasta incluir las prestaciones

    rotativas en fundos estatales. (Murra

    1989: 261).

    As tambin, detallando la crecientetensin entre las formas econmicas

    comunales basadas en el ayllu y la nueva

    dinmica estatal, Murra afirma lo

    siguiente:

    Podemos concebir una situacin en la

    que el incremento en la proporcin

    total de las concesiones personales y de

    las chacras reales, y sobre todo la

    creciente absorcin de la energa

    disponible de los campesinos (cuya

    culminacin fue el traslado permanente

    a yana y aclla), hubiera puesto en

    peligro la economa de subsistencia de

    la etnia. El proceso hubiera sido ms

    rpido y profundo en la costa, donde el

    control se vio facilitado por la extrema

    dependencia del riego y la experiencia

    anterior con la centralizacin. Hubiera

    sido ms difcil imponerlo en la

    montaa, donde la agricultura de roza y

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    la selva ofrecen oportunidades de

    guardar la independencia, todava en la

    actualidad. En la sierra y el altiplano la

    intervencin estatal hubiera variado

    segn la medida en que la zona fueraaccesible desde el Cuzco;

    parecidamente a lo que ocurri en los

    Andes en poca colonial y hasta en la

    republicana, grupos campesinos

    aislados en bolsones remotos y en las

    punas altas hubieran podido evadir el

    control inca y la servidumbre durante

    siglos. (Murra 1989: 261).

    En sntesis, cuando tomamos el concepto

    de paradoja estructural que aplica

    Bawden (1994) para el caso Moche, nos

    estamos refiriendo a que la expansin de

    las formas de dominio econmico y social

    estatal del incario implicaron un aumento,

    sinprecedentes, de la tensin estructural

    entre el ordenamiento tradicional andino,

    por un lado, y los intereses, cada vez ms

    exclusivos, del dominio de las clases

    dirigentes del Tawantinsuyo, por otro.

    Los principios andinos bsicos de

    reciprocidad, redistribucin y

    parentesco, sobre los cualesel Inka haba

    sostenido su expansin mediante su

    reinterpretacin (manipulacin)

    ideolgica20, no solo fueron puestos

    (contradictoriamente) al servicio de la

    legitimatizacin de la desigualdad social

    y del poder de las elites, tal y como ya

    haba acontecido en el marco de otras

    sociedades estatales en la regin, sino que

    vieron amenazados, en la figura del ayllu,

    sus propios principios estructurales

    bsicos de existencia, afectando con esto

    la integridad del ordenamiento socio-

    poltico andino en su conjunto21. Punto de

    quiebre en el proceso de creciente

    20 La importancia de los factores ideolgicos en lalegitimizacin de las castas gobernantes, mediantela manipulacin simblica del acervo culturaltnico-comunitario andino por parte del Estado, hasido un fenmeno ampliamente aceptado por unagran cantidad de investigadores. En el dominiopoltico andino, al parecer no hay duda que laslites usaron la ideologa como un mecanismovital para la construccin del poder. Ladocumentacin histrica revela que losgobernantes incas transfirieron concientementeconceptos tradicionales a las ideologas deautoridad centralizada para superar los efectoslimitantes de los sistemas de creencias locales(Conrad y Demarest 1984; Urton 1990; Patterson1991). De manera similar, la arqueologa revela laimportancia de la manipulacin ideolgica de losconceptos de descendencia y parentesco por partede los gobernantes Chim (Conrad 1981, 1990).Estas ideologas emplearon la representacinritual de los eventos y procesos mticosatemporales, los cuales incluyeron la materiaprima estructural de la integracin grupal para

    constituir el orden social en la vida diaria. Laparticipacin de los individuos de la lite en estosrituales identific a ellos y a su orden poltico conla calidad trascendente del ritual y la permanenciasocial (Bawden 1994: 394).21 Insistimos, a modo preparatorio y en ritmosmuy posiblemente dispares, desiguales,condicionados por las particularidades especficasdel desarrollo de las nuevas formas de apropiacindel trabajo en cada regin considerada.

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    complejidad socio-poltica en los Andes,

    en el cual habra estado planteado, tal vez,

    el surgimiento de nuevas formas estatales,

    as como el inicio de un periodo de

    grandes convulsiones sociales y de

    transformacinhistrica22. Por lo menos,

    como ya hemos mencionado, el desarrollo

    de nuevas formas de apropiacin de la

    fuerza de trabajo de parte del Estado

    hacia las comunidades (yana y aclla),

    basadas en el desarraigo tnico de una

    parte de su poblacin, planteando en los

    22 Este es el caso de la sociedad Moche surea ensus ltimas fases de desarrollo, cuando se habraproducido; por ejemplo, en Galindo, un profundoproceso de cambio en todos los niveles. Es aqudonde la ideologa individualizante alcanz sucenit. Ante la falta de un sistema administrativocomplejo, los lderes manipularon mediante elritual los principios andinos estructurales de losantepasados, continuidad espiritual y shamanismo,para crear el poder personal. Sin embargo, ladebilidad estuvo latente en su mismo xito.Enfocando la integracin social en sus propiaspersonas, los gobernantes se autosegregaroncualitativamente del resto de la sociedad, creandouna paradoja estructural, y creando el peligro deque el fracaso se atribuyera slo a ellos y a suideologa. La crisis estructural resultante fue tangrande que a diferencia del norte, la totalidad de laestructura ideolgica tradicional fuedesacreditada. [] En Galindo, lasmanifestaciones del intento del Moche sureopara reconstruir el orden son dramticas. [] Msan, el grado extremado de la segregacinresidencial impuesta indica que estos cambios

    sucedieron en el contexto de estrs social ycambio estructural (Bawden 1990). Todo estosugiere el incremento de la complejidad social enel contexto de una disyuncin fundamental dentrodel campo ideolgico, poniendo en pie grandesdudas acerca de la estabilidad social de la unidadpoltica Moche V surea y sugiriendo que la brevehistoria de Galindo se caracteriz por unaparadoja estructural no resuelta. (Bawden 1994:409).

    hechos el nacimiento de un tipo particular

    de servidumbre econmica23, as como

    tambin el estallido de importantes

    tensiones poltico-militares hacia los

    ltimos aos de existencia del incario; por

    ejemplo, la guerra de sucesin dinstica

    en momentos del contacto con Espaa,

    son una muestra clara (aunque

    ciertamente no concluyente) de esto

    ltimo.

    A partir de todo lo anterior, es importantepreguntarnos si dicho proceso de

    intensificacin de las contradicciones

    sociales (estructurales) alrededor de la

    legitimacin del poder poltico del

    incario, podra haber llegado a

    expresarse, y en qu trminos, en la

    regin atacamea (especficamente, en la

    zona de San Pedro y el Loa). Aquello,

    sobre todo si tenemos en cuenta, como

    plantea Murra, que la extensin de este

    proceso habra debido darse de manera

    diferenciada en el altiplano segn la

    medida en que la zona fuera accesible

    desde el Cuzco; parecidamente a lo que

    23 Discusin no menor, ya que el desarrollo de unaformacin econmico-social caracterizada por elavance de formas de explotacin basadas en laapropiacin proto-esclavista de la fuerza detrabajo habra tenido, cuando menos, comosugiere Murra (1989), una importante repercusinen el seno del ordenamiento socio-poltico ycultural del Imperio Inca.

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    ocurri en los Andes en poca colonial y

    hasta en la republicana (Murra 1989:

    261). De esta manera, considerando la

    importancia que tuvo la regin

    atacamea, y en especial la zona de San

    Pedro, en el afianzamiento de la conexin

    Andes centro sur - Noroeste Argentino24,

    y considerando adems la gran relevancia

    que habran llegado a tener para el

    Tawantinsuyo la existencia de sitios como

    Catarpe-este (Lynch y Nuez 1994, Uribe

    2004a), es legtimo plantearnos lapregunta de si esto ltimo no podra

    haber facilitado la transmisin de las

    tensiones sociales desarrolladas en el rea

    central andina (paradoja estructural), al

    conjunto de la zona atacamea y del Loa?

    De ser lo anterior algo viable25, esto

    implicara, por tanto, un escenario en el

    cual no solo el poder poltico imperial en

    San Pedro podra haber estado

    experimentando, hacia mediados del siglo

    24 El floreciente desarrollo cultural del Noroesteargentino durante el periodo anterior a lapenetracin inka, puede ejemplificarse a partir delimportante grado de complejidad alcanzado, entreotros, por los complejos culturales de Santa Mara(1200-1470 D.C), el cual posee un importante

    grado de continuidad con la cultura La Aguada(600-900 DC), Beln (1000-1450 D.C) ySanagasta (1000-1450/1500 D.C). El acceso aestos territorios, va San Pedro, habra tenido aspara el Inka una gran importancia estratgica en supoltica expansiva.25 Que proponemos a modo de una hiptesis decarcter hipottico-deductivo, la cual debiera serdebidamente contrastada por los mtodos de laArqueologa y la Etnohistoria.

    XVI, importantes tensiones socio-

    polticas, sino que, ms relevante an,

    aquello habra puesto a la orden del da,

    aunque a ritmos difciles de precisar, la

    transmisin de dichas tensiones al

    corazn mismo de la organizacin

    comunitaria, el ayllu, motorizada por la

    reproduccin de un tipo de paradoja

    estructural en pequea escala,

    expresada localmente: esta vez, entre los

    lderes locales cooptados por el imperio y

    la masa productora. De ser factible unadinmica como la anterior, esto planteara

    entonces la necesidad de una ampliacin

    del modelo terico con el cual entender la

    relacin entre el Inka y las poblaciones

    locales en San Pedro, en el marco de una

    teora del conflicto que no excluya, sino

    que tome en cuenta los mecanismos de

    reproduccin ideolgica y simblica del

    poder estatal de naturaleza consensual

    (fiestas redistributivas) como los

    propuestos para Catarpe. Esto es, utilizar

    el concepto de hegemona desde una

    perspectiva como la planteada por

    Gramsci (1971, 1984), en el sentido de

    una integracin diferenciada del

    consenso y la coercin26. Desde este

    26 Segn Gramsci, la hegemona no se presentaracomo un fenmeno reducible al mbitoeconmico o poltico, sino que estara ligada a losms diversos mbitos de la realidad social; por

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    ngulo, junto a la gran relevancia que

    habran tenido los mtodos de consenso

    social en la reproduccin de las prcticas

    de poder imperial y en la generacin de

    un sentimiento de cohesin social atrs

    del Estado (Uribe 2004a), una propuesta

    como la anterior debera conferir una

    importancia central al estudio de aquellas

    formas de coercin, represin y violencia

    (simblica o bien de otro tipo) que el

    Tawantinsuyo habra debido implementar

    por estos momentos en la zona27, y queposiblemente hoy no sean visibles en el

    registro arqueolgico debido a una cierta

    invisibilizacin terica del conflicto de

    ejemplo, la cosmovisin y las formas depensamiento de un sistema social determinado,sus sistemas filosficos y religiosos, etc. Conrespecto a esto, cabe destacar el papel quetendran los factores ideolgicos y culturales en laconsolidacin de la hegemona de una clase osector social especfico. As tambin, de acuerdo aeste intelectual marxista, la supremaca de unaclase o sector social se constituira a partir de dosmomentos que, aunque diferenciados entre s, sepresentaran generalmente como una unidad: eldominio y la direccin. De esta manera, una claseo grupo social es dominante cuando tiene lacapacidad de someter o anular, mediante mtodosprincipalmente coercitivos, a sus clasesadversarias. A la vez, es dirigente cuando posee lafacultad de cooptar, mediante recursos polticos ysociales de tipo consensual, a las clases y grupos

    sociales que le sirven de aliados. Como hemosdicho, la supremaca poltica se expresaraentonces como una unidad diferenciada entredominio y direccin; o bien, entre dominio yhegemona.27 Esto es lo que sugiere, como ya hemosmencionado, la informacin etnohistrica en elcaso de la investigacin en el sitio arqueolgicode Tarapac Viejo (Tr-49), en la quebradahomnima (Nuez 1984).

    clases28. Esto ltimo, adems, desde un

    marco interpretativo que integre el

    anlisis macro regional del proceso

    histrico andino con el mbito de los

    desarrollos locales en el rea atacamea;

    es decir, que sea capaz de integrar la

    situacin de importantes tensiones

    estructurales a las que se estaba

    aproximando el incario29con el estado de

    las relaciones sociales y polticas en

    Atacama y el Loa. En otros trminos, si

    aceptamos, de acuerdo a la distincin querealiza Gramsci (1971, 1984) entre las

    nociones de dominio y direccin, que la

    supremaca del Tawantinsuyo en el rea

    28 Ms an, podemos afirmar que esto ltimo seexpresara al modo de una doble invisibilizacindel conflicto social. Por un lado, un tipo deinvisibilizacin que tendra una naturalezaeminentemente interpretativa, producto de laperspectiva de aquellas corrientes tericas que,como el Funcionalismo o el Estructuralismo,hacen nfasis en el equilibrio sistmico de lassociedades. Por otro, una invisibilizacin decarcter ideolgico, de contenido puramentearqueolgico, producto del inters de las castasgobernantes por silenciar las tensiones internasdel orden social que aquellas representaron. Unejemplo de lo anterior, entre otros, podraencontrarse en la clebre imagen La rebelin delos objetos, en el caso de la sociedad moche. Asmismo, aunque no necesariamente relacionado ala existencia de clases sociales, otro ejemplo

    (etnohistrico) del inters de ciertas sociedadesandinas por canalizarritualmente el conflicto y laviolencia intra-tnica lo encontramos en laprctica del tinku. En las reas meridional yextremo sur andina, un fenmeno similar podramencionarse con respecto alpaln mapuche.29 Acaso el estallido de la guerra civil, enmomentos de la invasin hispana, no es unamuestra explcita de la magnitud que estabanalcanzando dichas contradicciones?

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    de San Pedro se habra caracterizado (en

    un comienzo) por el afianzamiento de sus

    capacidades de direccin, mediante la

    utilizacin de mtodos de un marcado

    carcter consensual (Uribe 2004a), no es

    descartable que, en la medida en que las

    nuevas necesidades de la consolidacin

    imperial se expresaran en esta rea,

    haciendo ms palpable la contradiccin

    entre dichas necesidades y las formas

    socio-polticas andinas tradicionales

    (paradoja estructural), los dirigentesincaicos, y posiblemente las elites locales

    cooptadas por estos ltimos, se habran

    visto ante la necesidad de impulsar un

    modelo de poder poltico en el cual los

    factores de dominio (prcticas coercitivas)

    deberan haber alcanzado una relevancia

    mucho ms significativa30.Aumento de la

    coercin que, de haberse producido en la

    zona atacamea hacia mediados del siglo

    XVI31, habra tenido como origen, muy

    probablemente (aunque sin descartar

    30 En este caso, el desafo para la investigacinarqueolgica no radicara tan solo en laidentificacin material del conflicto de clases. Porel contrario, esto ltimo, que como hemos dicho

    se vera ante la dificultad de una dobleinvisibilizacin, debera ligarse, adems, alproblema del reconocimiento de los indicadoresarqueolgicos del papel especfico que habran jugado tanto los mtodos consensuales comocoercitivos, en los diversos momentos de lapresencia incaica en la zona de San Pedro.31 Como surgiere para la regin aledaa(Tarapac) la investigacin ya citada de PatricioNuez (1984).

    otros factores), la situacin de mayor

    fragilidadpor la que estaba atravesando

    el sistema imperial durante este periodo,

    expresando con ello un importante

    debilitamiento32 (comn a amplias reas

    del territorio inka) de la hegemona

    cuzquea en estas regiones33.

    32 Un ejemplo grfico de la mayor debilidadestructural del sistema de dominacin poltica,asociada a la perdida de poder hegemnico y alconsecuente aumento de los mtodos de controlcoercitivo, como producto de una agudizacin

    extrema de las tensiones sociales, lo encontramos,nuevamente, en el caso de la sociedad mochica:[] dentro del contexto de un profundo estrspoltico, los gobernantes de Galindo dejaron delado las formas histricas de poder en un gradomucho mayor que en otros lugares. Los focossimblicos tradicionales de la autoridad polticafueron descartados. En cambio, la imagenarqueolgica sugiere un estado de inestabilidad enel cual una lite en pie de guerra gobern a unapoblacin sumamente estratificada, mayormentemediante la coercin secularizada derivada de lasancin estructural andina. Aqu el poder pareceestar enmascarado por la ideologa y por unaparadoja estructural mayor. De ello se desprendeque, estando con los fundamentos estructurales dela sociedad erosionados, la unidad poltica deGalindo fue an ms vulnerable al colapsocompleto en la siguiente gran crisis. Irnicamente,con la remocin completa de la restriccinestructural sobre el poder y lo que puede serinterpretado de manera superficial como el triunfode la ideologa individualizante, la sociedad delvalle de Moche estuvo en su momento ms dbil ylista para su disolucin extrema, lo que ocurricasi un siglo despus (Bawden 1994: 409).33 Segn Gramsci (1971, 1984), uno de los rasgos

    distintivos de la crisis de supremaca de una clase(o sector social) tiene lugar cuando estapierde lascapacidades dirigentes (hegemnicas) con lascuales haba sido capaz de aglutinar, bajo sudireccin poltica, a una gran cantidad de sectoressociales, potenciando en cambio, unilateralmente,sus mtodos de dominio (factores de coercin).Acaso el hecho de que, como ya hemos dicho, lagran mayora de las poblaciones conquistadas porel Tawantinsuyo se aliaran prontamente con las

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    5. Conclusiones

    A lo largo de este artculo, hemos

    presentado los antecedentes de la

    investigacin arqueolgica en el sitio de

    Catarpe-este, desarrollando adems un

    sucinto catastro de la evidencia

    arqueolgica, sobre todo de tipo

    arquitectnico, presente en el mismo.

    Igualmente, hemos pasado revista a las

    principales interpretaciones que han

    efectuado los distintos investigadores que

    han trabajado en el yacimiento, a partir de

    una perspectiva crtica de las mismas.

    Segn nuestra opinin, la reflexin de

    Uribe tiene a su favor no solo representar

    una superacin de la interpretacin,

    marcadamente descriptivista y

    econmico-funcional, que hicieronalgunos investigadores como Mostny o

    Lynch en Catarpe34, sino que, adems,

    aquella ha sido capaz de avanzar en la

    generacin de un nuevo modelo terico a

    fuerzas hispanas, en su avance contra el inka, noes una expresin (tarda) de aquella importanteperdida de poder hegemnico por parte del

    incario?34 Sin embargo, es necesario reconocer, como yahemos constatado, los aportes de estas primerasaproximaciones arqueolgicas, as como tambinlos importantes avances de la reflexin de Lynchy Nuez durante los 90s en la zona. Esta ltimaconstituye, de hecho, una de las bases sobre lacual otros autores, como Uribe o Gallardo,realizaron ms tarde sus propias investigacionesen torno a la problemtica inka.

    partir del cual comprender la presencia

    inka en la zona atacamea, dejando atrs

    las viejas discusiones originadas a partir

    de la tesis de Llagostera acerca del

    dominio indirecto. Sin embargo, hemos

    propuesto la necesidad de integrar en

    dicho marco reflexivo, tomando el

    concepto de hegemona de Gramsci y la

    definicin de paradoja estructural de

    Bawden, una teora del conflicto social o

    de la lucha de clases (si correspondiera

    hablar, en este caso, propiamente declases), la que se opondra por el vrtice a

    un perspectiva, que denominaremos como

    de armona social, en la cual tanto el

    manejo ideolgico como poltico de las

    elites dominantes tendra la capacidad de

    dotar al poder estatal, sin mayores

    contradicciones, tensiones o resistencias,

    de la legitimidad necesaria para la

    reproduccin de su influencia, por la va

    del impulso de prcticas eminentemente

    consensuales. Refirindonos a la indita

    intensificacin de una importante

    paradoja estructural en la zona andina, en

    momentos previos a la llegada de los

    invasores europeos, hemos querido

    destacar el papel activo (agente) que los

    sectores sociales oprimidos y explotados

    por las elites estatales podran haber

    comenzado a jugar durante este periodo.

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    Segn pensamos, en un escenario tal

    como el que se estaba desarrollando en el

    rea centro y centro-sur andina hacia

    mediados del siglo XVI, si la hiptesis de

    una indita intensificacin de las

    contradicciones sociales es correcta, bien

    podran haberse planteado, quizs a

    niveles tambin inditos, una situacin en

    la cual la manipulacin ideolgica de las

    comunidades productoras, socavadas (en

    la figura del ayllu) las bases estructurales

    del consenso entre dominados ydominantes, habra experimentado

    importantes obstculos para su

    perpetuacin35. Desde un punto de vista

    35 Segn Bawden, refirindose a los lmites de laideologa dominante para reproducir sus propiascondiciones de existencia: [] Es importantedarse cuenta que la sociedad contiene siempre lassemillas de su propia transformacin. La tensinsocial interna, ya sea entre las fuerzas y relacionesde produccin, entre puntos de vista competitivosdel orden social, o entre el inters individualcontra el de instituciones ms vastas, incita a lanegociacin y el cambio. La ideologa, en tantocausa y producto del desbalance social, no puedeposeer en ltima instancia una estabilidadintrnseca mayor que las condiciones que stabusca ocultar. As, sta se va ajustandoconstantemente para manejar las situacionescambiantes, tanto para mantener la posicin de losprivilegiados, para confrontar las ideologasopuestas, o para mediatizar los desafos de

    aquellos a quienes la ideologa busca subordinar.Cuando sta no puede resolver ms lascontradicciones presentadas por estos desafossituacionales, ocurre una ruptura en el proceso ycambio social (Bawden 1994: 395). Igualmente,relacionando el concepto de paradoja estructuralcon el problema de las capacidades de la ideologaandina para preservar un orden social basado en ladesigualdad social, aquel afirma lo siguiente:[] el poder de la litede naturaleza exclusivo,

    de clases opuesto, esto habra significado

    la generacin de un marco ms propicio

    para la activacin de fenmenos sociales,

    polticos y culturales mediante los cuales

    la masa productora habran podido

    irrumpir en escena36, con el posible

    desarrollo de revueltas y estallidos

    campesinos y semi-urbanos, poniendo en

    jaque las pretensiones de las elites

    incaicas y andinas en sus necesidades de

    desarrollar nuevas formas de apropiacin

    del trabajo. Finalmente, se ha planteadoque una de las razones por la cual el

    conflicto social pareciera no expresarse

    en el registro arqueolgico en la zona de

    San Pedro, pudiera tener que ver, o bien

    con un sesgo de visibilidad arqueolgica,

    producto de una doble invisibilizacin del

    por definicin- debe ser desarrollado dentro de uncontexto que lo soporte de modo natural, creandouna paradoja bsica entre lo que acertadamente seha denominado holstico e ideologaindividualizante (Dumont 1986, Bloch 1992). Deah resulta que mientras ms grande sea laparadoja estructural bsica, mayor ser elpotencial para que la desunin extrema haga quela tensin social trascienda la habilidad de laslites para mantener su posicin (Bawden 1994:

    392).36 Al igual como habra acontecido, como yahemos visto, en algunas de las principalesciudades moche durante sus ltimas fases dedesarrollo. Con relacin a esto, en Galindo(Moche sureo) y Pampa Grande (Moche norteo)existen claras evidencias de un importante gradode stress social (con posibles estallidos populares)y de intensificacin extrema de los mtodos decoercin y represin poltica por parte del Estado.

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    de las formas de la lucha de clases en el

    marco de sociedades pre-capitalistas, la

    supuesta, tan bullada, y no menos

    artificial, neutralidad profesional

    propugnada por algunas de las ms

    recientes corriente tericas en

    Arqueologa.

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    6. Anexos

    Figura 1rea cultural de Atacama40.

    40Extrado deLynch Thomas, Nuez Lautaro. 1994. Nuevas evidencias Inkas entre Kollahuasi y Ro Fro (Iy II Regiones de Chile).Estudios Atacameos, 11: 145-164.

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    Figura 2Ubicacin de Catarpe41.

    41 Extrado deLynch Thomas, Nuez Lautaro. 1994. Nuevas evidencias Inkas entre Kollahuasi y Ro Fro (Iy II Regiones de Chile).Estudios Atacameos, 11: 145-164.

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    Imagen 1Vista area del sitio Catarpe Este. Parte superior la plaza o cancha doble (con flecha); parte inferior

    poblado local Catarpe Oeste42.

    42Extrado deUribe Mauricio. 2004a.El Inka y el poder como problemas de la arqueologa del norte grandede Chile (gentileza de Fernando Maldonado). Chungara, Revista de Antropologa Chilena, Volumen 36,Nmero 2. Arica.

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    Figura 3Catarpe Oeste43.

    43 Extrado de Lynch Thomas. 1977. Tambo incaico Catarpe-Este (Informe de avance). EstudiosAtacameos, 5:142-147. Antofagasta.

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    Figura 5Detalle Catarpe Este45.

    45Extrado deMostny G. 1949.Ciudades atacameas. EnBoletn del Museo Nacional de Historia Natural,24: 125-212.

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