(Cronicas De La Prehistoria 01) Hermano - Michelle Paver.pdf

7/14/2019 (Cronicas De La Prehistoria 01) Hermano - Michelle Paver.pdf

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Annotation

Hace miles de años, un nllamado Torak vive feliz en bosque, hasta el día en que un gigante ataca y hiere a su padMoribundo, éste le ordena quedirija al Norte para encontrar

Montaña del Espíritu del Munantes de que aparezca en el cieloLuna del Sauce Rojo. Pero To

sólo tiene doce años, desconoce camino tomar y no puede acudinadie en busca de ayuda.



embargo, perseguido por el enoroso, el niño emprende el vacompañado de un lobezno que encontrado a la orilla de un Pronto se unirá a ellos Renn, niña perteneciente al Clan de

Cuervos, y juntos vivirán excitantepeligrosas aventuras que pondráprueba su valor, su habilidad co

cazadores, su inteligencia y naciente amistad.



Michelle Paver

HERMANO LOBO

Crónicas de la Prehistoria



Sobre la autora

Michelle Paver nació Malawi, África. Sus padres trasladaron a Inglaterra cuando tenía tres años. Paver estuBioquímica en la Universidad Oxford y es abogada, profesión

ejerció durante trece años, antesdedicarse exclusivamente a literatura.

Hermano Lobo es el primlibro de las Crónicas de

r e h i s t o r i a , que relatan



aventuras de Torak y su lucha pvencer a los Devoradores de Alma

La serie Crónicas de

rehistoria surge de la pasión Michelle Paver por los animalesantropología y la historia. Sus via

a Noruega, Laponia, Islandia y Cárpatos han sido importanfuentes de inspiración, así como

encuentro con un gran oso en un vremoto del sur de California.



1

Torak se despertó sobresaltapues no había pretendido quedadormido.

El fuego estaba casi apagadochico se puso en cuclillas en el fráarco de luz y miró fijamente



negrura del Bosque que se cersobre él. No se veía nada. No se

nada. ¿Habría vuelto? ¿Estaría observándolo con ojos ardienteasesinos?

Notaba el estómago vacíoestaba helado. Se daba cuenta de necesitaba desesperadamente comalgo, de que le dolía el brazo y te

los ojos irritados de puro cansanpero en realidad no sentía nadaeso. Había montado guardia ante

restos del refugio de ramas de abrojo toda la noche, viendo sangrasu padre. ¿Cómo podía estar pasan



algo así?El día anterior — tan sólo el

anterior— habían acampado durael anochecer azulado del otoTorak había bromeado, y su padrehabía reído. Pero entonces el Bos

se estremeció. Los cuergraznaron. Los árboles crujieronde la oscuridad bajo los árbo

surgió una oscuridad más profuaún: una gigantesca y arrasadamenaza en forma de oso.

De pronto se les echó encimmuerte. Un frenesí de garras. estruendo tan espantoso que ha



sangrar los oídos. En un abrircerrar de ojos, aquella bestia hahecho añicos el refugio. En un abrcerrar de ojos, había desgarradocostado de su padre dejándole uherida en carne viva. Luego ha

desaparecido y se había fundido el Bosque tan silenciosamente cola niebla.

Pero ¿qué clase de acechaba a un hombre pdesvanecerse sin terminar

matanza? ¿Qué clase de oso jugcon su presa?¿Y dónde estaba ahora?



Torak no veía nada más allála luz del fuego, pero estaba segde que el claro era también un cde arbustos y helechos aplastadOlía a sangre de pino y a tiearañada, y oyó el dulce y tr

burbujear del arroyo a treinta pade él. El oso podía estar en cualquparte.

Su padre gimió junto a él. Ablentamente los ojos y miró a su hsin reconocerlo.

A Torak se le encogió corazón. — So… so… soy



tartamudeó— . ¿Cómo encuentras?

El dolor convulsionó el mory delgado rostro de su padre, cumejillas tenían un matiz grisáceo hacía resaltar el color morado de

tatuajes del clan. El sudor apelmazaba el largo cabello oscur

La herida era tan profunda q

cuando Torak se la restatorpemente con musgo de los árbovio brillar las entrañas de su pa

bajo la luz del fuego y tuvo apretar los dientes para no vomiConfió en que Pa no se hubiese d



cuenta, pero por supuesto lo hanotado. Pa era un cazador. Se dcuenta de todo.

— Torak… — jadeó. Tenuna mano y los ardientes dedosaferraron a los del muchacho con

ansiedad de una criatura. Torak trasaliva. Eran los hijos quieaferraban las manos de sus pad

no al revés.Trató de ser práctico, de ser

hombre en lugar de un chico.

— Aún me quedan alguhojas de milenrama — dijo tanteanen busca de la bolsa de los remed



curativos con la mano libre— . Queso detenga la…

— Quédatela. Tú también essangrando.

— No me duele — minTorak. El oso lo había arroja

contra un abedul, y tenía las costidoloridas y un tajo en el antebrizquierdo.

— Torak… vete. Ahora. Ande que vuelva. — Torak se qumirándolo. Abrió la boca, pero

emitió sonido alguno— . Tienes qirte — insistió su padre. — No. No, no puedo.



— Torak… Me estoy murienHabré muerto cuando salga el sol.

Torak aferró la bolsa de remedios. Sentía un estruendo en oídos.

— Pa…

— Dame… lo que necesito pel Viaje a la Muerte. Luego coge cosas.

El Viaje a la Muerte. No. NoPero el rostro de su padre

severo.

— Mi arco — pidió— . Tflechas. Tú… quédate con lo demDonde yo voy… la caza es fácil.



Había un desgarrón en calzas de ante de Torak a la alturala rodilla. Se clavó la uña del pulen el muslo. Le dolió. Y se esfoen concentrarse en su propio dolor

— La comida — jadeó su pa

. La carne seca. Quédatela tútoda.

La rodilla de Torak ha

empezado a sangrar, pero sigclavándose la uña. Trató de imaginar a su padre en el Viaje a

Muerte. Trató de no imaginarse sen el Bosque. Solamente tenía dveranos. No podría sobrevivir po



mismo. No sabía cómo lo lograría — ¡Torak! ¡Vamos!Parpadeando furiosame

Torak alcanzó las armas de su pay las colocó a su lado. Separó flechas y se pinchó los dedos con

afiladas puntas de sílex. Entoncesechó al hombro el arco y el carcaescarbó en los restos del refugio

busca de su pequeña hacha basalto. Como su fardo de maderaavellano había quedado destroz

en el ataque, tendría que embutsus cosas en el jubón o atárselascinto.



A continuación, agarró el spara dormir de piel de reno.

— Llévate el mío — dijopadre— . Nunca llegaste a… repael tuyo. Y cambiémonos cuchillos.

Torak se horrorizó. — ¡Tu cuchillo no!

necesitarás!

— Tú lo necesitarás más yo. Y… estará bien que me llalgo tuyo en el Viaje a la Muerte.

— Pa, por favor. No…En el Bosque, una ramita quebró.



Torak se volvió en redondo.La oscuridad era absoluta. A

donde miraba, las sombras tenforma de oso.

No soplaba el viento.Los pájaros no cantaban.

Tan sólo se oía el restallar fuego y el retumbar del corazónTorak. Hasta el Bosque contenía

aliento. — Aún no está aquí — dijo

padre después de lamerse el sudor

los labios— . Pronto. Pronto venpor mí… Rápido. Los cuchillos.Torak no quería intercamb



los cuchillos porque eso significque todo había acabado. Pero padre lo estaba mirando con intensidad que no permitía negativa.

Apretando las mandíbulas

tanta fuerza que le dolieron, Tosacó su propio cuchillo y se lo pen la mano a Pa. Luego desató

funda de ante del cinturón de padre. El cuchillo de Pa era hermy mortífero: tenía la hoja de piza

ribeteada de azul y en forma de hde sauce, y el mango de asta ciervo estaba forrado de tendón



alce para sujetarlo mejor. contemplarlo, Torak cayó en cuenta de la verdad: se estpreparando para una vida sin Pa.

— ¡No pienso dejaexclamó— . Lucharé…

— ¡No! ¡Nadie puede luccontra este oso! — Unos cuerlevantaron el vuelo desde

árboles. Torak contuvo el aliento—Escúchame — siseó el padre— .oso, cualquier oso, es el cazador m

fuerte en el Bosque. Ya lo sabPero este oso… es mucho más fueTorak sintió que se le eriza



los pelos de los brazos. Al dirigimirada hacia los ojos de su padvio en ellos unas minúsculas veescarlatas, y en las pupilas, oscuridad insondable.

— ¿Qué quieres dec

susurró— . ¿Qué…? — Está… poseído. — Su pa

tenía el rostro sombrío. Ya

parecía Pa— . Algún… demoniodel Otro Mundo… ha entrado en élo ha vuelto malvado.

Una brasa chisporroteó, y árboles se inclinaron un poco mpara escuchar.



— ¿Un demonio? — preguTorak.

Su padre cerró los ojos, enintento de reunir fuerzas.

— Vive sólo para matar — dal fin— . Cada vez que mata…

poder aumenta. Lo destrozartodo: las presas, los clanes. Tomorirá. El Bosque morirá… —

interrumpió— . Dentro de una lunserá demasiado tarde. El demoserá… demasiado fuerte.

— ¿Una luna? Pero ¿qué…? — ¡Piensa, Torak! Cuandoojo rojo está en lo más alto en



cielo nocturno es cuando demonios son más poderosos. Túlo sabes. Entonces el oso serinvencible. — Tuvo que esforzamucho en respirar. A la luz del fueTorak vio latir muy débil el pulso

el cuello de su padre, como si fuerdetenerse en cualquier momento.añadió— : Necesito… que me ju

algo. — Lo que sea.Pa tragó saliva.

— Dirígete al norte, a mucdías de camino. Encuentra… Montaña… del Espíritu del Mundo



— ¿Qué? — Torak se quemirándolo.

Su padre abrió los ojosobservó fijamente las elevaramas, como si viera cosas en eque nadie más fuera capaz de ver.

— Encuéntrala — repitió— la única esperanza.

— Pero… nadie la ha hall

amás. Nadie puede hacerlo. — Tú puedes. — ¿Cómo? Yo no…

— Tu guía… te encontrará.Torak estaba desconcertado.padre nunca le había hablado de



forma. Era un hombre práctico,cazador.

— ¡No entiendo naexclamó— . ¿Qué guía? ¿Por

debo encontrar la Montaña? ¿Esta salvo allí? ¿Es eso? ¿A salvo

oso?Muy despacio, la mirada de

se apartó del cielo para fijarse en

cara de su hijo. Parecía que preguntaba cuánto más podría asuTorak.

— ¡Ah, eres demasiado jovdijo— . Pensé que dispondríamás tiempo. Hay tantas cosas que



te he contado, pero no… no me odmás adelante por ello.

Torak lo miró horrorizaLuego se puso en pie de un salto.

— No puedo hacerlo yo soDebería tratar de encontrar a…

— ¡No! — repuso su padre una fuerza asombrosa— . Te mantenido apartado toda tu v

incluso… de nuestro propio Clan Lobo. ¡Permanece alejado de hombres! Si ellos descubren…

que puedes hacer… — ¿Qué quieres decir? Yo no — No queda tiempo —



interrumpió su padre— . Ahúralo sobre mi cuchillo. Jura

encontrarás la Montaña, o morirás en el intento.

Torak se mordió el labio fuerza. A través de los árbo

desde el este, empezaba a llegaruna luz grisácea.

«Todavía no — se dijo, pr

del pánico— . Por favor, todano.»

— Júralo — siseó el padre.

Torak se arrodilló y cogiócuchillo. Pesaba mucho; era cuchillo de hombre, demasi



grande para él. Con torpeza, tocó la hoja la herida de su antebraLuego se lo llevó al hombro, dotenía cosida al jubón una tira pelaje de lobo, el animal de su cy pronunció el juramento con

insegura. — Juro, por mi sangre en e

hoja y por cada una de mis t

almas, que encontraré la Montaña Espíritu del Mundo, o moriré enintento.

— Bien. Bien — suspiró Pa—Ahora, ponme las Marcas de Muerte. Date prisa. El oso… no e



lejos.Torak sintió el escozor sala

de las lágrimas. Se las enjufurioso.

— No me queda ocre — mus — Coge… el mío.

Sin apenas ver nada, Toencontró el pequeño cuerno para remedios curativos hecho con

púa de cornamenta, que había sidosu madre, arrancó el tapón de ronegro y se vertió un poco de o

rojizo en la palma de la mano. pronto se detuvo. — No puedo.



— Sí puedes. Hazlo por mí.Torak escupió en la palm

amasó una pasta pegajosa con el oy trazó pequeños círculos en la pde su padre que ayudarían a almas a reconocerse unas a otras

permanecer unidas después de muerte.

En primer lugar, con toda

suavidad que pudo, le quitó a padre las botas de piel de castodibujó un círculo en cada talón p

marcar el alma del nombre. Desptrazó otro círculo sobre el corapara marcar el alma del clan, aun



no le resultó fácil, pues su patenía en el pecho una vieja cicatde manera que Torak sólo consigdibujar un óvalo torcido. Confióque fuera suficiente.

Finalmente, hizo la marca m

importante de todas: un círculo enfrente para señalar el Nanuak,alma del mundo. Cuando aca

estaba tragándose las lágrimas. — Así está mejor — murm

su padre. Pero Torak sintió u

punzada de terror al ver que el pulatía más débil todavía en el cuede Pa.



— ¡No puedes morisoltó. Su padre le dirigió

mirada de dolor y de anhelo— . no pienso dejarte; yo…

— Torak, has hecho uramento. — Volvió a cerrar

ojos— . Vamos. Quédate tú… concuerno. Yo ya no lo necesito. Recotus cosas y tráeme agua del

Después… vete.«No voy a llorar», se d

Torak mientras enrollaba el s

para dormir de su padre y se lo ata la espalda, se enfundaba el haen el cinturón y se embutía la bo



de los remedios en el jubón.Se puso en pie y miró alrede

en busca del odre de agua. Esthecho jirones, así que tendría traer agua en una hoja de acedEstaba a punto de marcharse cuan

su padre lo llamó con un murmuTorak se dio la vuelta.

— ¿Qué, Pa?

— Acuérdate. Cuando escazando, mira detrás de Siempre… te lo digo. — Se esfo

en sonreír— . Tú siempre tolvidas. Mira detrás de ti, acuerdo?



Torak asintió con la cabezintentó devolverle la sonrEntonces se alejó hacia el arrodando traspiés por entre los húmehelechos.

Cada vez había más luz, y

olor del aire era fresco y dulce. Jua él los árboles sangraban: de tajos que les había infligido el

manaba la sangre dorada de pinos, al tiempo que alguespíritus de los árboles gemían m

suavemente en la brisa del amanecTorak llegó al riachuelo, donla niebla flotaba sobre los helech



y los sauces se mojaban los dedosla fría agua. Tras mirar rápidamealrededor, arrancó una hoja acedera y avanzó hacia el arromientras las botas se le hundían enblando barro rojizo.

Se quedó inmóvil.Junto a su bota derecha ha

una huella de oso: la de una za

delantera. Era el doble de grande la cabeza de Torak, y tan recieque se veía hasta dónde hab

penetrado las largas y feroces garr«Mira detrás de ti, Torak.»Se giró.



Sauces. Alisos. Abetos. Ni rastro del oso.Un cuervo se posó en una ra

cercana y Torak dio un brinco. pájaro plegó las tiesas alas negrale clavó un ojo redondo y brilla

como una gota de agua. Luego lala cabeza, emitió un único graznidlevantó el vuelo.

Torak miró fijamente en dirección que parecía que el había indicado.

Oscuros tejos. Abetos rojoslos que goteaba agua. DensImpenetrables.



Pero un poco más allá, a no mde diez pasos de donde él estaba,ramas se agitaron. Había algo Algo gigantesco.

Torak trató de impedir que horrorizados pensamientos se

escaparan, pero la mente se le haquedado en blanco.

«El problema con un

decía siempre su padre— es es capaz de moverse silenciosamente como el alien

Podría estar mirándote a diez pade distancia, y tú ni siquiera te dacuenta. No hay defensa posi



contra un oso. No puedes correr mrápido que él, ni trepar más altoluchar tú solo contra él. Lo único puedes hacer es aprender costumbres y procurar convencede que no eres ni una amenaza ni

presa.»Torak se esforzó

permanecer inmóvil.

«No corras — se dijo— . corras. A lo mejor no sabe que esaquí.»

Se oyó un siseo. De nuevo ramas se agitaron.A continuación oyó u



susurros furtivos cuando la criatse dirigió hacia el refugio, haciapadre. Esperó en absoluto silenhasta que hubo desaparecido.

«¡Cobarde! — chilló una vozsu cabeza— . ¡Dejas que se vaya

intentar siquiera salvar a Pa!» «P¿qué podías hacer? — le dijopequeña parte de la mente toda

capaz de pensar como era debido—Pa sabía que esto iba a ocurrir. Peso te ha enviado a buscar ag

Sabía que iría por él…» — ¡Torak! — le llegó el gdesesperado de su padre— . ¡Corr



Los cuervos graznaban entre árboles. Un rugido sacudió el Bosy se prolongó más y más hasta Torak sintió la cabeza a punto estallar.

— ¡Pa! — gritó.

— ¡Corre!De nuevo se estremeció

Bosque. De nuevo le llegó el grito

su padre. Entonces, de pronto,grito se interrumpió.

Torak se llevó un puño a

boca.A través de los árbovislumbró una gran sombra oscura



los restos del refugio.Torak se dio la vuelta y ech

correr.



2

Torak corría a trompicoentre las ramas de los alisos yhundía hasta la rodilla en

tremedales. Los abedules susurraa su paso, y él les rogó en silenque no delataran su presencia al o



Le ardía la herida del brazocon cada aliento las costi

magulladas le provocaban un doterrible, pero no se atrevía a paEl Bosque estaba lleno de ojos.imaginó al oso yendo en su busccontinuó corriendo.

Asustó a un jabalí joven escarbaba en busca de castañuela

murmuró entre dientes una rápdisculpa para prevenir un ataque.abalí soltó un bufido malhumora

lo dejó pasar y siguió buscantubérculos.Un glotón le gruñó que no



acercara, y Torak le devolvió gruñido con toda la ferocidad pudo, pues lo único que escuchanglotones son las amenazas. El animse convenció de que aquélla ibaserio y desapareció hacia lo alto

un árbol.Por el este, el cielo tenía

tono gris lobuno. En ese mome

bramó un trueno. Bajo la luz detormenta, los árboles lucían un veresplandeciente.

«Lluvia en las montapensó Torak, medio atontado—¡Cuidado con las riadas!» Se esfo



por pensar en esa posibilidadapartar de sí el terror, pero no resultado, y siguió corriendo.

Al final tuvo que detenerse precobrar el aliento, y se dejó ccontra el tronco de un roble. Cuan

levantó la cabeza para observar hojas verdes que se agitaban, árbol murmuró secretos para s

ignoró la presencia de Torak.Por primera vez en la v

estaba completamente solo y ya no

sentía parte del Bosque. Era comosu alma del mundo hubiese roto lazos con todos los demás se



vivos: árbol y pájaro, cazadorpresa, río y roca. Nada en el musabía cómo se sentía Torak. Nquería saberlo.

El dolor en el brazo lo arrande sus pensamientos. De la bolsa

los remedios curativos sacó la últitira de albura que le quedaba yvendó toscamente la herida con e

Luego se apartó del árbol y malrededor.

Torak había crecido en

parte del Bosque. Cada ladera, cclaro le resultaba familiar. En valle hacia el oeste se hallaba el R



Rojo, poco profundo para las canopero lleno de buena pesca primavera, cuando el salmremontaba el río desde el mar. Hael este, hasta llegar al límite Bosque Profundo, se extendían

amplios bosques soleados donde presas engordaban durante el otoñhabía gran cantidad de bayas y fru

secos. Hacia el sur se hallaban páramos donde los renos commusgo en invierno.

Pa decía que lo mejor de parte del Bosque era que apehabía gente. Muy de vez en cuando



grupo del Clan del Sauce llegaba oeste por el mar, o del Clan deVíbora desde el sur, pero nuncaquedaban mucho tiempo. Tan spasaban de camino a otro sitiocazaban libremente, como hacía t

el mundo en el Bosque, percatarse de que Torak y cazaban allí también.

Torak nunca se hacuestionado esa situación. Siemhabía vivido así: a solas con

apartado de los clanes. Ahora, embargo, ansiaba ver gente. Qugritar, chillar pidiendo ayuda.



Pero Pa le había advertido permaneciera alejado de la gente.

Además, si gritaba podía atral oso.

El oso…Sintió que el pánico le oprim

la garganta. Tragó saliva pcontrolarlo. Inspiró profundamentechó a correr de nuevo, a un rit

más constante en esta ocasión, ydirigió hacia el norte.

Mientras corría, iba detectan

indicios de presas: huellas de aexcrementos de uro, el sonido decaballo de bosque moviéndose en



los helechos… El oso no los haasustado. Al menos aún no.

Así pues, ¿se habría equivocsu padre? ¿Le habría fallado cabeza al final?

— ¡Tu padre está lo

habían dicho los niños burlándde Torak cinco años antes, cuandoy Pa habían viajado hasta la co

para la reunión anual del clan. Eraprimera vez que Torak asistía a reunión del clan, y había sido

desastre. Pa no lo había llevnunca más. — Dicen que se tragó el alie



de un fantasma — habían dicho desprecio los niños— . Por abandonó su clan y vive solo.

Torak, a sus siete años, se hapuesto furioso. Se habría enfrenta todos ellos de no haber aparec

su padre para sacarlo de allí. — Torak, no les hagas chabía dicho Pa riendo— .

saben lo que dicen.Había tenido razón,

supuesto.

Pero ¿tenía razón en lo del osCamino adelante, los árbodaban paso a un claro. Torak sali



tropezones al sol… y sintió el gode un espantoso olor a podrido.

Dio un traspié y se detuvo.Los caballos de bosque yac

donde el oso los había arrojcomo si fueran juguetes rotos. Nin

carroñero se había atrevido alimentarse de ellos, y ni siquieramoscas los tocaban.

No se parecían a ningvíctima de oso que Torak hubivisto hasta entonces. Cuando un

normal se alimenta, arranca la piesu presa y le devora las tripas y cuartos traseros, y se lleva el re



para comérselo más tarde. Cocualquier cazador, no desperdinada. Pero ese oso no haarrancado más que un único bocde cada animal muerto. No hamatado por hambre. Había mat

para divertirse.A los pies de Torak yacía

potrillo muerto, todavía con

costra de arcilla del río en pequeños cascos, de la última que había ido a beber. Torak sin

náuseas. ¿Qué clase de criatura ma una manada entera? ¿Qué clasecriatura mata por placer?



Se acordó de los ojos del ovislumbrados durante un atinstante. Jamás había visto unos oasí: en ellos no había más que rabodio hacia todo ser viviente. El cardiente y turbulento del O

Mundo.¡Pues claro que su padre te

razón! Ese animal no era un oso.

un demonio. Y mataría y matahasta que el Bosque estuvimuerto.

«Nadie puede luchar contra eoso», había dicho su pad¿Significaba eso que el Bos



estaba condenado? ¿Y por qué Torak, tenía que encontrar Montaña del Espíritu del MundoMontaña que nadie había vamás?

La voz de su padre le resonó

la mente:«Tu guía te encontrará.»¿Cómo? ¿Cuándo?

Torak salió del claro pvolver a hundirse en las sombbajo los árboles, y echó a correr

nuevo.Corrió durante una eternidCorrió hasta que ya no sintió



piernas. Pero al final llegó a larga pendiente boscosa y tuvo detenerse, doblado en dosrespirando agitadamente.

De pronto sintió un hamvoraz. Hurgó en la bolsa de comid

soltó un bufido de indignaciEstaba vacía. Demasiado tarrecordó los pulcros atados de ca

de ciervo seca, olvidados en refugio.

¡Qué tonto eres, Torak! ¡M

que echarlo todo a perder enprimer día solo!Solo.



No era posible. ¿Cómo pohaberse ido Pa, y para siempre?

Gradualmente captó un sonicomo un maullido débil, procededel otro lado de la colina.

El sonido se repitió. Alg

animal joven que llamaba a madre.

A Torak le dio un vuelco

corazón. ¡Oh, gracias al EspírUna presa fácil. El vientre se le ptenso al pensar en carne fresca. N

importaba lo que fuera, pues tetanta hambre que se comería murciélago.



Torak se echó al suelo y repttravés de los abedules hasta lo ade la colina.

Miró hacia abajo, hacia angosto barranco a través del cfluía una veloz corriente de agua.

reconoció: era el Río Rápido. Mhacia el oeste, él y Pa solían acamen verano para recoger corteza

tilo con que hacer cuerdas, pero parte no le resultaba familEntonces comprendió por qué.

Una riada procedente de ladera había dejado un caos maleza y arbolillos arrancad



También había destrozado uguarida de lobos al otro lado barranco. Allí, bajo una gran rroja y lisa con forma de uro dormiyacían dos lobos ahogados semejaban dos pieles empapad

mientras que tres lobeznos muerflotaban en un charco.

El cuarto estaba sentado junt

ellos, temblando.El lobezno parecía tener u

tres meses. Estaba flaco y mojado

se quejaba suavemente con lloriqueo continuo y apenas audibTorak parpadeó. Sin pre



aviso, el sonido le había heaparecer en la mente una visasombrosa: pelaje negro; una cálpenumbra; leche rica y grasa;madre que lo lamía para limpiaarañazos de minúsculas garras

leves empujones de unos hocicpequeños y fríos, de suavesesponjosos cachorros que le pasa

por encima a él, el lobezno mreciente de la carnada.

La visión fue tan vivida co

un relámpago. ¿Qué significaba?Apretó fuertemente con mano el mango del cuchillo de



padre.«No importa qué signifi

se dijo— . Las visiones no vamantenerte con vida. Si no te comeese lobezno, estarás demasiado dépara cazar. Y te está permitido ma

a la criatura de tu clan para morirte de hambre. Ya lo sabes.»

El lobezno levantó la cabez

profirió un aullido de desconciertoTorak lo escuchó… y enten

su significado.

De algún extraño modo, quepareció indescifrable, reconoció agudos y temblorosos sonidos por



la mente de Torak conocía formas. Las recordaba.

«No puede ser», se dijo.Escuchó los aullidos

lobezno y sintió que le penetrabanla mente.

«¿Por qué no jugáis conmipreguntaba el lobezno a

carnada muerta— . ¿Qué os

hecho?»Lo repetía una y otra v

Mientras Torak escuchaba, algo

despertó en él. Se le tensaron músculos del cuello, y en lo mhondo de la garganta notó



empezaba a formarse una respuePero luchó contra el urgente deseoechar la cabeza hacia atrás y aulla

¿Qué estaba ocurriendo? Ya se sentía Torak. No se sentía chico, ni hijo, ni miembro del C

del Lobo; o al menos no se sensólo esas cosas. Una parte de él lobo.

Se levantó una brisa que le hla piel.

En el mismo momento,

lobezno dejó de aullar y se diovuelta para mirar en dirección aTenía la mirada extraviada, p



había levantado las largas orejaolisqueaba el aire. Lo había olido

Torak miró al pequeño ansioso animal y se moinflexible.

Sacó el cuchillo del cinturó

empezó a descender la ladera.



3

El lobezno no entendía absoluto qué estaba pasando.

Se hallaba explorando la cue

que había sobre la Guarida cuanhabía llegado rugiendo el AgRápida, y ahora su madre, su padr



sus hermanos de carnada estatendidos en el barro, ¡y no le hac

caso!Mucho antes de que llegaraLuz había estado empujándolos el hocico y mordiéndoles la cpero seguían sin moverse. No hacruido y olían raro: olían a prePero no era el olor a la presa

huye, sino a la del No Aliento,presa que se come.

El lobezno tenía frío y est

mojado y muy hambriento. Halamido muchas veces el hocico demadre para pedirle que, por fav



vomitara un poco de comida parapero ella no se había movido. ¿Qhabría hecho mal esta vez?

Sabía que era el lobezno mtravieso de la carnada. Siempreestaban regañando, pero no po

evitarlo. Sencillamente, le encantprobar cosas nuevas. Así que parecía un poquito injusto que ah

que se había quedado en la Guarcomo un buen lobezno, nadie se dicuenta.

Se acercó sin hacer ruidoborde del charco donde estatumbados sus hermanos y lamió



poco del agua que quedaba. Temal sabor.

Comió un poco de hierba ypar de aranas.

Se preguntó qué iba a hacer.Empezó a sentirse asusta

Echó la cabeza hacia atrás y auAl hacerlo se animó un poco porle recordó los buenos aullidos

había compartido con la manada.Pero a medio aullido

interrumpió. Olía a lobo.

Se dio la vuelta, tambaleándun poco a causa del hambre, giróorejas y olisqueó. Sí. Lobo. Lo o



descender ruidosamente la pendiedel otro lado del Agua Rápida, y oque era macho, crecido a mediasque no era de la manada.

Pero había algo extraño en olía a lobo, pero también a no lo

Olía a reno, a ciervo y a castorsangre fresca… ya algo más: un onuevo que no conocía aún.

Le pareció muy raro. A menque… a menos que… significara el lobo no lobo fuera en realidad

lobo que había comido mucpresas distintas ¡y viniera ahortraerle un poco de comida!



Temblando de entusiasmo, lobezno meneó la cola y soltó uruidosos gañidos a modo bienvenida.

Por un momento el extraño lse detuvo. Luego empezó a avan

otra vez. El lobezno no lo veía mucha claridad porque no tenía ojos tan agudos como la nariz o

orejas, pero cuando lo vio chapotpara cruzar el Agua Rápida se cuenta de que, desde luego, aquél

un lobo muy raro.Caminaba sobre las patas atrás, y el pelaje de la cabeza



negro y tan largo que le llegaba a hombros, aunque lo más raro de toera que ¡no tenía cola!

Y aun así sonaba a lobo, pemitía un sonido bajo entre el gañy el aullido que parecía que dije

«Todo va bien, soy un amigo.» Eresultaba tranquilizador, aunque dla impresión de que todo el rato

saltaba los gañidos más agudos.Pero algo andaba mal. A pe

del tono amistoso captaba una n

tensa. Y aunque aquel lobo rsonreía, el lobezno no sabía deciera una sonrisa sincera.



La bienvenida del lobecambió y se convirtió en lloriqueo.

«¿Me estás cazando? ¿qué?»

«No, no», le llegó aquel son

entre gañido y aullido amistoso pno amistoso.

Entonces el lobo raro dejó

gañir y aullar y avanzó en medioun silencio aterrador.

Sin fuerzas para correr,

lobezno retrocedió.El lobo raro se abalanzó, coal lobezno por el pescuezo y



levantó en alto.Débilmente, el lobezno me

la cola para rechazar un ataque.El lobo raro levantó la otra p

delantera y oprimió con una gagigantesca la barriga del lobato.

Éste soltó un gañido y, con umueca de terror, metió la cola enlas patas.

Pero el lobo raro tambestaba asustado. Le temblaban patas delanteras y tragaba saliv

enseñaba los dientes. El lobecaptó soledad, incertidumbre y doDe pronto el lobo raro tr



saliva otra vez y apartó de un tirónenorme garra del vientre del lobezEntonces se sentó pesadamente enbarro y estrechó al cachorro contrpecho.

El terror del lobato

desvaneció, pues a través del extrpellejo sin pelo que olía más alobo que a lobo, oyó un consola

golpeteo, como el sonido percibía cuando se le subía encimsu padre para dormir un poco.

El lobezno se escabulló abrazo del lobo raro, le apoyó patas delanteras en el pecho y



sostuvo sobre las de atrás. Entonempezó a lamerle el hocico.

Molesto, el lobo raro lo apade un empujón, y el lobato cayó haatrás. Sin dejarse intimidar, incorporó para sentarse y alzar

mirada hacia el lobo raro.¡Vaya cara tan extraña, tan pl

y sin pelo tenía! Los labios no e

negros, como los de un auténtlobo, sino pálidos; y las oretambién eran pálidas, ¡y no

movían! Pero los ojos eran de un gplateado y estaban llenos de luz: elos ojos de un lobo.



El lobezno se encontraba mede lo que se había sentido desde había llegado el Agua Rápida. Hahallado a un hermano de carnada.

Torak estaba furioso cons

mismo. ¿Por qué no había matadolobezno? ¿Qué iba a comer ahora?

El cachorro le dio un golpe

el hocico en las costillas magullaque lo hizo gemir. — ¡Lárgate! — excla

apartándolo de una patada— . ¡Noquiero conmigo! ¿Me entiendes? me sirves para nada! ¡Lárgate ya!



Ni siquiera intentó decírselola lengua de los lobos porque había dado cuenta de que nohablaba muy bien. Tan sólo conolos gestos más simples y cómoformaban algunos sonidos. Pero

lobezno lo comprendió. De modo se alejó trotando unos cuantos pasy después se sentó y lo m

esperanzado mientras barría el sucon la cola.

Torak se puso en pie… y

mareó. Tenía que comer algo cuaantes.Paseó la vista por la ribera



río en busca de comida, pero svio a los lobos muertos, y odemasiado mal para pensar comérselos. Torak se dejó llevar la desesperación. El sol estdescendiendo en el cielo. ¿Qué de

hacer? ¿Acampar ahí? Pero ¿había pasado con el oso? ¿Habacabado con Pa e iría tras él?

Algo se le retordolorosamente en el pecho.

«No pienses en Pa. Piensa

qué vas a hacer. Si el oso te hubiseguido, ya te habría alcanzado. que a lo mejor estás a salvo aquí



menos por esta noche.»Los cuerpos de los lobos e

demasiado pesados para arrastrarde manera que decidió acamparpoco más río arriba. Antes, embargo, utilizaría uno de

cuerpos muertos como carnaza puna trampa, con la esperanza atrapar durante la noche algo

comer.Le costó mucho esfuerzo mon

la trampa: apoyó una roca pl

contra un palo, y luego apuntaló écon otro palo cruzado que actuaríadesencadenante. Si tenía sue



podía aparecer un zorro durantenoche que hiciera caer la piedra. supondría una delicia, pero semejor que nada.

Acababa de terminar cuandolobezno se acercó trotando y olfa

la trampa con gesto inquisitiTorak lo agarró del hocico y seaplastó contra el suelo.

— No — dijo con firmeza—¡No te acerques!

El lobezno se retorció p

liberarse y retrocedió con aofendido.«Más vale ofendido



muerto», pensó Torak.Sabía que había sido inju

porque debería haber gruñprimero para avisar al cachorro no se acercara, y sólo si no le hacaso agarrarlo del hocico. P

estaba demasiado cansado ppreocuparse por algo así.

Además, ¿por qué se ha

molestado siquiera en avisarlo? ¿Qmás le daba si el lobezno acercaba vacilante durante la noch

acababa aplastado? ¿Qué importaba si lo entendía o no, o qué? ¿De qué le serviría que



hiciera?Se levantó, y casi se le dobla

las rodillas.«Olvídate del lobez

Encuentra algo de comer.» Se obla trepar por la cuesta que había t

la gran roca roja en busca de moboreales. Cuando llegó arriba, acordó de que esas moras crecían

páramos y pantanos, pero no bosques de abedules, y que de toformas ya no era temporada.

Torak advirtió que en cierpuntos el terreno estaba alfombrde excrementos de urogallo, de for



que dispuso algunos cepos heccon hierbas retorcidas: dos cerca suelo, y dos más en las ramas bapor las que a veces correteaban eaves, teniendo buen cuidado ocultarlos con hojas para que no

vieran. Entonces regresó al río.Sabía que estaba demasi

mareado para pescar un

atravesándolo con una laimprovisada, así que dispuso uhilera de anzuelos que consistían

espinas de zarza con caracoles agua como cebo. A continuacechó a andar río arriba en busca



bayas y raíces.Durante un rato el lobezno

siguió; luego se sentó y empezómaullar pidiéndole que volviera. quería dejar a su manada.

«Estupendo — se dijo To

. Quédate ahí. No quiero que molestes.»

Mientras buscaba, el

descendió aún más y el aire volvió cortante. El jubón le refulcon el neblinoso aliento del Bosq

Pensó vagamente que debería econstruyéndose un refugio en lugarbuscar comida, pero desechó la id



Al final encontró un puñadocamarinas y las engulló, despunos pocos arándanos rojos, un de caracoles y unos cuantos honde la ciénaga, que tenían algugusanos, pero no sabían del todo m

Ya era casi oscuro cuando tuun golpe de suerte y encontró mata de castañuelas. Con un p

afilado cavó cuidadosamesiguiendo los retorcidos tallos hala pequeña y nudosa raíz. Masticó

primera; tenía un sabor dulce ynuez, pero apenas daba para bocado. Tras mucho cavar de for



agotadora, consiguió desentecuatro más; se comió dos y se gualas otras dos en el jubón para mtarde.

Con un poco de comida eninterior, volvió a recuperar algo

fuerza en los miembros, pcontinuaba teniendo la meextrañamente confusa.

«¿Qué hago ahora? — preguntó— . ¿Por qué me resulta difícil pensar?» El refugio. Eso

Luego un fuego. Luego dormir.El lobezno lo estaba esperanen el claro. Temblando y dan



gañidos de placer, se arrojó sobrecon una gran sonrisa de lobo. sólo arrugó el hocico y enseñó dientes, sino que le sonrió con toel cuerpo: estiró las orejas haatrás y ladeó la cabeza, meneó

cola y movió las patas delanteradio grandes saltos en el ahaciendo cabriolas.

Torak se sintió mareado observarlo, así que no le hizo caAdemás, tenía que construir

refugio.Miró alrededor en busca ramas secas, pero la riada se



había llevado casi todo. De moque tendría que cortar alguarbolillos, si es que aún tefuerzas.

Sacó el hacha del cinturón,dirigió a un grupo de abedule

apoyó una mano sobre el mpequeño. Musitó una rápadvertencia al espíritu del árbol p

que encontrara otro hogar enseguy empezó a talar.

El esfuerzo hizo que la cab

le diera vueltas, al tiempo que el ten el brazo le palpitaba ferozmenPero se esforzó en continuar taland



Se hallaba en una especie oscuro e interminable túnel en debía talar y arrancar ramas y vola talar aún más. Pero cuando brazos se le habían vuelto tan flocomo el agua y ya no pudo continu

comprobó con alarma que sólo haconseguido cortar dos enclenqabedules y un raquítico abeto rojo

Tendría que apañarse con esoJuntó los arbolillos y los ama

con una raíz de abeto rojo p

formar un burdo cobertizo bajo,cubrió por tres lados con ramasabeto y metió dentro unas cuan



para tenderse sobre ellas.El resultado fue basta

desastroso, pero le serviría. No tefuerzas para impermeabilizarlo limo y hojas, así que si llovía tendque confiar en que el saco p

dormir lo mantendría seco, y ropor que el espíritu del río no enviotra riada, puesto que ha

construido el refugio demasicerca del agua.

Mientras masticaba o

castañuela, paseó la vista porclaro en busca de leña. Pero cuanto se hubo tragado la castaña,



tripas le dieron un vuelco y vomitó.

El lobezno soltó un gañidoalegría y se zampó el vómito.

«¿Por qué he hecho eso? —preguntó Torak— . ¿Habré com

un hongo malo?»Pero no le pareció que se trat

de un hongo malo. Debía de ser o

cosa. Estaba sudando y temblandoaunque no le quedaba nada vomitar en la tripa, aún se sen

mareado.Una horrible sospecha apoderó de él. Se quitó el vend



del antebrazo, y el miedo lo invacomo una niebla helada. La herestaba hinchada y de un rojo furioy olía mal. Torak notaba el calor qemanaba de ella. Al tocarla, el dofue como una llamarada.

Del pecho del muchacho brun sollozo. Estaba agotahambriento y asustado, y necesit

desesperadamente a Pa. Y ahtenía un nuevo enemigo: la fiebre.



4

Torak tenía que hacer un fueEra una carrera entre él y la fiebrel premio era su propia vida.

Hurgó en el cinturón en bude la bolsita de la yesca. Las male temblaban al sacar unas tirillas



corteza de abedul, y todo el rato scaía el pedernal y no conseguía

solo golpe certero. Gruñía frustración cuando finalmeconsiguió que prendiera una chisp

Una vez que tuvo el fuencendido, continuaba temblandoforma incontrolada y apenas sentícalor de las llamas. Los rui

retumbaban con una intensidad fude lo corriente: el gorgoteo del el ulular de un búho y los faméli

gañidos del exasperante lobez¿Por qué el animal no lo dejabapaz?



Se acercó tambaleante al para beber agua. Justo a tiemrecordó que Pa le había dicho quese inclinara demasiado: «Cuanestés enfermo, nunca veas reflejtu alma del nombre en el agua. Ve

hará que te marees. Podrías caertahogarte.»

Con los ojos cerrados, be

hasta hartarse, y luego trastabillóvuelta al refugio. Necesitdescansar, pero sabía que prim

tenía que ocuparse de su brazo, ole quedaría ninguna oportunidad.Cogió un poco de corteza



sauce seca de la bolsa de remedios y la mordisqueó, psintió náuseas por su sabor amargarenoso. Se embadurnó el antebrcon la pasta obtenida y volvióvendarlo con la albura de abedul

dolor fue tan intenso que casi desmayó. Apenas pudo quitarse botas y reptar hasta meterse en

saco. El lobezno trató de metetambién, pero Torak lo apartó deempujón.

Con desánimo y castañeteándlos dientes, Torak observó quelobezno se acercaba al fuego y



estudiaba con curiosidad. El animextendió entonces una larga pata gy dio unos golpecitos con ella solas llamas, pero retrocedió de salto con un gañido de indignación

— Lo tienes bien emple

musitó Torak.El lobezno se sacudió

desapareció en la penumbra.

Torak se hizo un ovillo pacunarse el brazo palpitante y penamargamente en el tremendo apuro

que se había metido.Toda la vida había vivido enBosque con Pa; acampaban dura



un par de noches para después segcaminando. Conocía las reg«Nunca escatimes a la hora construir un refugio. Nunca emplmás esfuerzo del necesario enbúsqueda de comida. Nunca de

para muy tarde el momento acampar.»

Se llevó la mano sana a

tatuajes del clan para acariciar el de finas líneas punteadas que dibujaban cada pómulo. Cuando

tenía siete años, Pa se los hahecho frotándole jugo de gayubala piel perforada.



«No los mereces — se dTorak— . Si mueres, será cutuya.»

Una vez más sintió que el pese le encogía de pena. Jamás envida había dormido solo. Nunca

Pa. Por primera vez la mano depadre, áspera pero delicada, nodaba las buenas noches. Ni capt

el familiar olor a ante y sudor.Empezó a notar escozor en

ojos. Los cerró con esfuerzo y

sumió en un sueño diabólico.Camina hundido hasta la roden el musgo intentando escapar



oso. Los gritos de su padre resuenan en los oídos. El oso vipor él.

Trata de correr, pero sólo hunde todavía más en el musgo. Élo absorbe. Su padre grita.

Los ojos del oso arden confuego letal del Otro Mundo, el fudemoníaco. El animal se yer

sobre las patas de atrás: uimponente amenainconcebiblemente enorme.

grandes mandíbulas se abren de en par cuando ruge su odio hacialuna…



Torak despertó con un alaridLos últimos rugidos del

resonaban aún a través del BosqNo eran un sueño. Eran reales.

Torak contuvo el aliento. Violuz azul de la luna a través de

rendijas del refugio y observó qufuego casi se había extinguido. muchacho sintió los latidos de

propio corazón.Una vez más, el Bosque

estremeció. Los árboles se queda

inmóviles para escuchar. Pero en ocasión Torak se dio cuenta de qlos rugidos venían de lejos,



muchos días andando hacia el oeExhaló el aire muy despacio.

A la entrada del refugio, lobezno estaba sentcontemplándolo. Los ojos rasgadel cachorro eran de un extraño to

dorado oscuro. «Ámbar», se dTorak al acordarse del pequeamuleto que Pa había llevado en

tira de piel en torno al cuello.Esa coincidencia se le ant

extrañamente tranquilizadora.

menos no estaba solo.A medida que los latidos decorazón volvían a la normalidad



dolor producido por la fiebre invadía de nuevo; la piel le ardísentía el cráneo a punto de estalLuchó por sacar más corteza sauce de la bolsa de los remedpero la dejó caer y no consig

encontrarla en la penumbra. Cocon esfuerzo otra rama para echaal fuego y volvió a tende

adeando. No podía quitarse aquel

rugidos de la cabeza. Pero ¿dó

estaba ahora el oso? El claro de caballos muertos se hallaba másnorte del río donde el animal ha



atacado a Pa, pero el oso pareestar ahora hacia el oe¿Continuaría dirigiéndose hacia punto? ¿O habría captado el olorTorak y habría regresado? ¿Cuátiempo pasaría hasta que llegar

donde estaba y lo encontrindefenso y enfermo?

Una voz tranquila y fir

pareció susurrarle en la mente, ccomo si Pa estuviese con él: «Soso vuelve, el lobezno te avis

Recuerda, Torak: el olfato de un loes tan agudo que puede oler aliento de un pez, y su oído es



fino que puede oír pasar una nube.«Sí — se dijo Torak— ,

lobezno me avisará. Algo es alQuiero morir con los ojos abierenfrentándome al oso como hombre. Como Pa.» En algún lu

en la lejanía, ladró un perro. No un lobo, sino un perro.

Torak frunció el entrecejo. L

perros significaban gente, pero había gente en esa parte del Bosqu

¿O sí la había?

Se hundió de nuevo en oscuridad. De vuelta a las garras oso.



5

Casi había oscurecido cuanTorak se despertó. Había dormtodo el día.

Se sentía débil y muerto de spero la herida estaba más fría y



dolía mucho menos. La fiebre hadesaparecido.

Y el lobezno también.A Torak le extrañó que

preocupara la desaparición animal. Pero ¿por qué tenía

preocuparse? El lobezno significaba nada para él.

Se acercó a trompicones al rí

bebió, y luego reavivó el fuego cextinguido con más leña. El esfuelo dejó tembloroso. Descansó

poco y se comió la última castañuy unas cuantas hojas de acedera encontró en la ribera del río. Esta



duras y muy amargas, pero fortalecieron.

El lobezno seguía sin apareceConsideró la posibilidad

llamarlo con un aullido. Pero,acudía, no haría sino pedirle com

Además, si aullaba podía atraeroso. De manera que, en lugar llamar al cachorro, se puso las bo

y fue a echar un vistazo a trampas.

Los anzuelos estaban vacío

excepción de uno, que sujetabaraspa de un pequeño pez que habdejado limpia a mordiscos.



cambio tuvo más suerte con cepos, pues en uno de ellos haatrapado un urogallo que forcejedébilmente. ¡Carne!

Musitando un rápagradecimiento al espíritu del a

Torak le retorció el pescuezo,abrió de un tajo el vientre y engude un trago el hígado, crudo

caliente. Tenía un sabor amargoviscoso, pero tenía demasihambre para que le importara.

Sintiéndose ligeramente mejse ató el urogallo al cinturón ydirigió a comprobar la trampa de



piedra.Para su alivio, no contenía

lobezno muerto, sino que éste hallaba sentado junto a su mapropinando golpecitos con una pal apestoso cuerpo muerto.

acercarse Torak, empezó a dirigihacia él, pero se detuvo y volvimirar a la loba mientras em

gañidos de indignación. Quería Torak arreglara esa situación.

Torak suspiró. ¿Cómo po

explicarle lo que era la muerte sél mismo lo comprendía? — Vamos — dijo



molestarse en hablar lobo.Las grandes orejas del lobe

giraron para captar el sonido. — Aquí no hay nada — insis

Torak con impaciencia— . VámonDe vuelta en el refug

desplumó el urogallo, lo ensartó ydispuso sobre el fuego para asaEl lobezno se abalanzó hacia él, p

Torak lo agarró del hocico y seaplastó contra el suelo.

— ¡No! — refunfuñó— .

mío! El lobezno obedeció y se quinmóvil dando golpetazos con



cola. Cuando Torak le soltó hocico, el animal rodó hasta quecon la pálida y sedosa barriga haarriba y esbozó una silencisonrisa a modo de disculpa. Entonse alejó correteando para quedars

cierta distancia, con la cabcortésmente gacha.

Torak asintió, satisfecho.

lobezno tenía que aprender que él el jefe de la manada, o en el futtendrían interminables problemas.

«Pero ¿en qué futuro?», se dcon el entrecejo fruncido. Su futno incluía al lobezno.



El olor a carne asada le impipensar en cualquier otra cosa. grasa chisporroteaba sobre el fuey se le hizo la boca agRápidamente, arrancó una pata urogallo, la insertó en la horqueta

un abedul a modo de ofrenda paraguardián de su clan, y se dispuscomer.

Era lo mejor que había probamás. Succiono cada pedazo

carne y de grasa de los hueso

mascó cada bocado de piel, crujiey salada. Y se esforzó por ignoaquellos grandes ojos ambarinos



observaban cada mordisco que daCuando hubo acabado,

enjugó la boca con el dorso demano. El lobezno seguía con la vtodos sus movimientos.

Torak exhaló profundamente.

— Bueno, está bien — musArrancó la pata que quedaba cuerpo del urogallo y se la arrojó.

El lobezno se la zampó en uinstantes. Después miró a Toesperanzado.

— No tengo más — le dTorak.El lobezno soltó un gañ



impaciente y se quedó miranfijamente los restos que el muchatenía en las manos.

Torak había dejado los huelimpios, pero aún podría obtenerellos agujas, anzuelos de pesca

caldo; aunque, sin un pellejo pcocinar, no podría hacer ningcaldo.

Con la sensación de que bpodía estar buscándose problemasarrojó la mitad de los huesos

lobezno.El animal los trituró con poderosas mandíbulas, y



continuación se hizo un ovillo ydurmió de inmediato: era una bolacálido pelaje gris que respirsuavemente.

Torak también deseaba dormpero sabía que no podía hacerlo.

quedó sentado mirando el fuegomedida que caía la noche y llegabfrío. Ahora que se había librado

la fiebre y había comido algo carne, podía reflexionar por fin la mente despejada.

Pensó en el claro de caballos muertos y en los odemoníacos del oso.



«Está poseído — había diPa— . Algún demonio ha entradoél y lo ha vuelto malvado.»

«Pero ¿qué es en realidaddemonio?», se preguntó Torak. Nosabía. Sólo sabía que los demon

odian a todo ser vivo y que a veescapan del Otro Mundo para sude la tierra y provocar enfermeda

y destrucción.Mientras pensaba en eso se

cuenta de que, aunque tenía bastan

conocimientos sobre cazadorespresas, sobre linces y glotones, uy caballos y ciervos, ignor



muchas cosas sobre las demcriaturas del Bosque.

Lo único que sabía era que guardianes de los clanes vigilan campamentos, y que los fantasmgimen en los árboles sin hojas

noches de tormenta, en su etebúsqueda del clan que han perdiTambién sabía que la Gente Ocu

vive dentro de las rocas y los ríosigual que los clanes viven refugios, y que esos seres pare

hermosos hasta que te dan la espaque la tienen tan hueca como un árpodrido.



En cuanto al Espíritu Mundo, que envía la lluvia y la niy las presas… de eso era de lo menos sabía Torak. Hasta entoncesiquiera se había detenido a penen ese tema. Era algo demasi

remoto: un espíinconcebiblemente poderoso habitaba muy lejos, en su Monta

un espíritu al que nadie había vamás, pero del que se decía que

verano aparecía como un hombre

la cornamenta de un ciervo, y invierno como una mujer con ramas desnudas de un sauce rojo



cabello.Torak apoyó la cabeza en

rodillas. El peso de su juramentPa lo oprimía como una roca.

De pronto el lobezno dio respingo y emitió un gruñido tenso

Torak se puso en pie de salto.

Los ojos del lobezno esta

fijos en la oscuridad; tenía las oretiesas y el pelo del lomo erizaEntonces se alejó como un rayo d

luz del fuego y desapareció.Torak se quedó muy quieto, la mano en el cuchillo de Pa. Sin



que los árboles lo observaban y oyó susurrarse unos a otros.

En algún lugar no muy lejosallí, un petirrojo empezó a entonalastimero canto nocturno. El lobereapareció, con las orejas gacha

una leve sonrisa en el suave hocicTorak relajó los dedos q

aferraban el cuchillo. Fuera lo

fuese lo que había en el exterior, ohabía marchado o no representuna amenaza. De haber estado ce

el oso, el petirrojo no habcantado. Torak lo sabía muy bien.El muchacho volvió a sentars



«Tienes que encontrar Montaña del Espíritu del Munantes de la próxima luna», se dEso era lo que había dicho Pa.

«Cuando el ojo rojo está enmás alto… es cuando los demon

son más poderosos. Tú ya lo sabe«Sí, lo sé — pensó Torak— . Sédel ojo rojo. Lo he visto.» C

otoño, el Gran Uro, un tgigantesco y el demonio mpoderoso del Otro Mundo, h

hacia el cielo nocturno. Al princitiene la cabeza gacha porque epiafando, de manera que sólo se



el resplandor estrellado de su lomPero a medida que se acercainvierno, se yergue y se vuelve mfuerte. Y entonces se le ven relucientes cuernos y el ojo rinyectado en sangre, la estrella r

del invierno.Y durante la Luna del Sa

Rojo, cabalga en lo más alto, y

mal es más poderoso. Es entoncuando los demonios caminan. «entonces cuando el oso s

invencible.» Al alzar la miradatravés de las ramas, Torak vio el ftitilar de las estrellas. Y exactame



encima de la distante negrura de Montañas Altas, en el horizooriental, descubrió el estrelllomo del Gran Uro.

Se acercaba el final de la Lde los Venados Rugientes. En la lu

siguiente, la Luna del Endriaparecería el ojo rojo, y el poder oso aumentaría. Y cuando llegara

Luna del Sauce Rojo, sinvencible.

«Dirígete al norte — ha

dicho Pa— . A muchos días camino.» Torak no quería ir másnorte porque lo conduciría más



de la pequeña zona del Bosque conocía, y se internaría en desconocido. Sin embargo, Pa dede creer que tenía algposibilidad, o de lo contrario nohabría hecho jurar.

Tendió la mano para coger palo y removió las brasas.

Sabía que las Montañas A

quedaban lejos hacia el este, mallá del Bosque Profundo, y trazaban una curva de norte a su

arquearse en el confín del Bosqcomo el espinazo de una ballgigantesca. Y también sabía que



decía que el Espíritu del Munvivía en la montaña más al noPero nadie había llegado nuncaaproximarse a ella, pues el Espísiempre los hacía retroceder ventiscas huracanadas y traicione

desprendimientos de rocas.Torak había estado todo el

huyendo hacia el norte, pero aún

hallaba a la altura del extremeridional de las Montañas Altano tenía ni idea de cómo iba a lle

tan lejos por sí solo. Todavía sentía débil a causa de la fiebre yestaba en condiciones de iniciar



viaje.«Pues no lo hagas — se dijo—

No tropieces dos veces con la mispiedra: no te dejes llevar porpánico hasta casi matarte por pestupidez. Quédate aquí al me

otro día. Ponte más fuerte y despemprende el camino.» Tomar udecisión hizo que se sintiera un p

mejor.Añadió más ramas al fueg

comprobó, sorprendido, que

lobezno estaba observándolo. Lojos del animal lo miraban con fijy no parecían los de un lobezno; e



los ojos de un lobo.Una vez más, la voz de

resonó en sus recuerdos:«Los ojos de un lobo

distintos de los de cualquier ocriatura, a excepción de los

hombre. Los lobos son nuesthermanos más cercanos, Torak, yles nota en los ojos. La ún

diferencia es el color. Los suyos dorados, mientras que los nuestson grises. Pero eso el lobo no lo

porque su mundo no tiene coloSólo percibe los plateados y grises.»



Torak le había preguntado cósabía todo eso, pero Pa hasonreído, había negado con la caby le había dicho que se lo explicacuando fuera mayor. Había montode cosas que iba a explicarle cuan

fuera mayor.Frunció el entrecejo y se fr

la cara.

El lobezno continumirándolo.

El cachorro ya tenía algo de

belleza de un lobo adulto: el fhocico gris pálido, las grandes oreplateadas y ribeteadas de negro



unos ojos elegantes, perfilados oscuro.

Aquellos ojos… tan clacomo la luz del sol en el agua demanantial.

De pronto Torak tuvo

sensación de que el lobezno sabíaque él estaba pensando.

«Más que otros cazadores en

Bosque — le susurró Pa en la me, los lobos se parecen a nosotr

cazan en manada; disfrutan de

charla y del juego; sienten un amintenso por sus compañeros y por crías, y cada lobo se esfuerza po



bien de la manada.» Torak se semás derecho. ¿Sería eso lo que había tratado de decirle?

«Tu guía te encontrará.» ¿posible que el lobezno fuera su gu

Decidió ponerlo a prue

Aclarándose la garganta, se puscuatro patas, y como no sabía de«montaña» en la lengua de los lob

se lo inventó: haciendo gestos concabeza y emitiendo por lo bajo egañidos y aullidos que forman pa

del lenguaje lobuno, le preguntóconocía el camino.El lobezno hizo girar las ore



y lo miró, para luego apartar la vipues en el lenguaje de los lomirar demasiado fijo entraña amenaza. Entonces el lobezno incorporó, se estiró y meperezosamente la cola.

Nada en los movimientos animal le reveló a Torak que haentendido su pregunta. Volvía a

simplemente un lobezno.¿O no?¿Podía en realidad habe

imaginado la mirada del cachorro?



6

Habían pasado muchas LucePenumbras desde que Alto Sin Chabía llegado.

Al principio dormconstantemente, pero ahora ya comportaba más como un l



normal. Si estaba triste, permaneen silencio, y si estaba enfadagruñía. Le gustaba jugar al corre te pillo con un pedazo de piel liebre, y cuando el lobezno le saltencima, rodaba por la tie

profiriendo esos extraños gañique el lobezno sospechaba que ela forma que tenía de reírse.

A veces Alto Sin Cola se ual lobezno en un aullido, y los docantaban sus sentimientos al Bosq

El aullido de Alto Sin Cola era roy no muy afinado, pero estaba llde emoción.



El resto de su charla era igutosca pero expresiva. Por supueque no tenía cola, ni podía moverorejas o erizar el pelaje, ni llegalos gañidos más altos, pero porgeneral conseguía hacerse entende

Así pues, en muchos sentiera exactamente igual que cualquotro lobo, aunque no en todo.

El pobre Alto Sin Cola apepodía oler u oír siquiera, y durantPenumbra le gustaba mirar fijame

la Bestia Brillante que MueCaliente. Más de una vez, la hapisado sin querer con las pa



traseras, y en una terrible ocashabía tenido que apartar el pellLo más raro de todo era que pasaba la vida durmiendo. Porvisto no sabía que un lobo ddormir sólo a ratos y que ha

levantarse con frecuencia pestirarse y dar vueltas, de manque esté preparado para cualqu

cosa.El lobezno trató de enseñarl

Alto Sin Cola a despertarse má

menudo dándole empujones conhocico y mordiéndole las orePero en lugar de mostra



agradecido, Alto Sin Cola no hsino enfadarse mucho. Al finallobezno lo dejó dormir; y cuanllegó la Luz siguiente, Alto Sin Cse levantó tras un suridículamente largo, y de un m

humor horroroso. Bueno, y esperaba, si no había dejado quehermano de carnada lo despertara

Ese día, sin embargo, Alto Cola se había levantado antes deLuz y con un estado de ánimo m

distinto. El lobezno sentía nerviosismo.Con curiosidad, el lobe



observó que Alto Sin Cola echabandar por el sendero que discuagua arriba. ¿Iría de caza?

El lobezno lo siguió dansaltos, pero de repente soltó gañido para que se detuviera. Eso

era una cacería. Y Alto Sin Colaestaba equivocando de camino.

No era sólo que estuvi

siguiendo el Agua Rápida, que eraque el lobezno más odiaba y temsino que ése era el cam

equivocado porque… pues porqueera el correcto. El camino correse hallaba subiendo la colina y lu



se prolongaba durante muchas Luy Penumbras.

El lobezno no sabía cómo saeso, pero lo sentía en su interior: una fuerza débil y profunda queatraía, como la fuerza de la Guar

cuando se había alejado demaside ella; aunque era más débil porvenía de muy lejos.

Más adelante, Alto Sin Cseguía caminando sin darse cuenta

El lobezno profirió un «¡U

de advertencia en tono grave, cohacía su madre cuando quería quecarnada volviera a la Guarida



inmediato.Alto Sin Cola se giró y pregu

algo en su propio lenguaje. Socomo «¿Quépassa?» — ¡Uff! — soel lobezno. Trotó hasta el pie decolina y se quedó mirando el cam

correcto. Entonces dirigió la vhacia Alto Sin Cola, y de nuevocamino: «Es por aquí. No por ahí.

Impaciente, Alto Sin Crepitió la pregunta. El lobeesperó a que captara lo que le dec

Alto Sin Cola se rascó cabeza, dijo algo más en la lengualos sin cola, y entonces empezó



retroceder hacia el lobezno.

Torak observó que el cuerpoLobo se ponía en tensión.

Las orejas de Lobo se moviehacia delante y su negro hocico

estremeció. Torak siguió su miraSin embargo, no pudo ver nadtravés de la maraña de avellano

adelfillas, pero estaba seguro de el corzo estaba allí, porque Losabía que así era, y Torak ha

aprendido a confiar en él.Lobo alzó la vista hacia Toraunque apenas fijó sus ambari



ojos en los del chico, y despvolvió a concentrarse en el Bosqu

Silenciosamente, Torak arranun diente de león y lo deshizo conuña del pulgar para dejar que minúsculas semillas flotaran en

brisa. Estupendo. El viento segsoplando en contra, de modo quecorzo no captaría el olor de

cuerpos. Además, antes de parTorak había disimulado su ofrotándose la piel con ceniza de le

como hacía siempre.Sin hacer ruido, sacó una fledel carcaj y la colocó en el arco.



se trataba más que de un pequcorzo, pero si lograba abatsupondría la primera presa envergadura que conseguía pormismo. La necesitaba. Las preeran mucho más escasas de lo

deberían serlo en aquella época año.

El lobezno agachó la cabeza.

Torak se agazapó.Avanzaron con sigilo los

untos.

Llevaban todo el día rastreanal corzo; Torak le había seguidopista de ramitas arrancadas y hue



de pezuñas hendidas, tratando sentir lo que el animal sentía, yadivinar adónde se dirigía.

«Para seguirle el rastro a presa, primero debes aprenderconocerla como lo harías con

hermano. Has de saber qué comecuándo y cómo lo hace; dódescansa y cómo se mueve.» Pa

había enseñado bien. Torak sacómo seguir un rastro: uno ddetenerse con frecuencia a escucha

ha de abrir los sentidos a lo queBosque le dice…En ese momento, est



convencido de que el corzo se estcansando, pues en las primeras hodel día las huellas de cada pezuhabían sido profundas y estaseparadas unas de otras, lo csignificaba que iba al galope.

cambio, ahora las huellas eran msuperficiales y estaban más junhabía aminorado el paso.

Debía de estar hambrieporque no había tenido tiempo pastar, y también sediento porque

había mantenido al abrigo de matorrales más densos, donde había agua.



Torak miró alrededor en bude indicios de un arroyo. Haciaoeste a través de los avellanos, utreinta pasos más allá del sendevislumbró un grupo de alisos, sólo crecen cerca del agua. Era

adonde debía de dirigirse el corzoCon mucha suavidad, él y

lobezno avanzaron a través de

espesura. Al llevarse una maahuecada a la oreja, Torak captóleve murmullo del agua.

De pronto Lobo se quinmóvil con las orejas apuntanhacia delante y una pata delant



levantada.Sí. Ahí estaba, al otro lado

los alisos. El corzo se hainclinado para beber agua.

Cautelosamente, Torak apucon el arco.

El corzo levantó la cabemientras el agua le goteaba hocico.

Torak lo observó olisquearaire y vio que se le erizaba el pálpelaje de la grupa en señal

alarma. Un instante más, y el animhabría desaparecido. Disparó flecha.



Ésta se clavó con un rusordo entre las costillas del corpor detrás de la paletilla. Conelegante estremecimiento, el codobló las rodillas y cayó al suelo.

Torak soltó un grito y se ab

paso hacia él a través de la espesuLobo corrió con él y lo ganó facilidad, pero se detuvo para de

que Torak lo alcanzara. El lobezestaba aprendiendo a respetar al jde la manada.

Jadeando, Torak se detuvo jual corzo que aún respiraba, peromuerte estaba cercana. Las tres alm



del animal estaban a punto abandonarlo.

Torak tragó saliva. Ahora dellevar a cabo lo que había vhacer a Pa incontables veces. Ppara él sería la primera vez, y te

que hacerlo bien.Arrodillándose junto al cor

tendió una mano y le acar

suavemente el áspero y sudorcarrillo. El corzo yació tranqubajo la palma del chico.

— Lo has hecho bien — le dTorak. Su voz sonaba torpe— . Hsido valiente y listo, y has aguant



todo el día. Te prometo qmantendré el pacto con el Espídel Mundo y te trataré con respAhora, vete en paz.

Observó cómo la muvidriaba el ojo, grande y oscuro.

Se sintió agradecido para concorzo, pero también orgulloso demismo. Ésa era su primera pr

importante. Dondequiera estuviese Pa en su Viaje a la Muese sentiría complacido.

Torak se volvió hacia Lobladeó la cabeza, al tiempo arrugaba la nariz y enseñaba



dientes con una sonrisa lobuna.«Bien hecho, gracias.»Lobo le saltó encima y estuv

punto de derribarlo. Torak rió ydio un puñado de moras de su bode comida, que Lobo se zampó.

Habían pasado siete días deque partieran del Río Rápidoseguía sin haber rastro del oso,

huellas, ni pelo enredado en zarzas, ni más rugidos que sacudieel Bosque.

Algo andaba mal, sin embarEn esa época del año, deberresonar en el Bosque los brami



de los ciervos rojos en celo yentrechocar de las cornamentas sus luchas por las hembras. Ptodo estaba en silencio. Era comoel Bosque se estuviese vacianlentamente; como si las pre

huyeran de aquella ameninvisible.

En siete días las úni

criaturas que Torak había encontreran pájaros y ratones de campouna vez, de forma tan inesperada

le dio un vuelco el corazón, partida de caza: tres hombres, mujeres y un perro. Por suerte, se



apañó para escabullirse sin quevieran.

«Permanece alejado de hombres — le había advertido Pa—Si ellos descubren lo que puehacer…»

Torak no sabía qué significeso, pero sí sabía que Pa tenía razEl chico había crecido alejado de

hombres y no quería tener nada ver con ellos. Además, ahora teníLobo. Cada día que pasaba

comprendían mejor el uno al otro.Torak estaba logrando entenque el habla de los lobos consistía



una compleja mezcla de gesmiradas, olores y sonidos, y que gestos podían hacerse con el hoclas orejas, las patas, la cola, el lomel pelaje o con el cuerpo enteMuchos de esos gestos eran m

sutiles: una mera inclinación, levísimo movimiento. Y la mayode ellos no entrañaban son

alguno. Para entonces, Torak conocía muchos gestos, pero nodaba la sensación de haber ten

que aprenderlos. Era más bien cosi los estuviese recordando.Aun así, era consciente de



había una cosa que jamás sería cade dominar, porque él no era un loSe trataba del «sentido lobuno»era el asombroso don que teníalobezno de captarle los pensamieny los cambios de humor.

Lobo también tenía sus propcambios de humor. A veces eralobezno que adoraba las bayas y

moras, o se mostraba incapaz permanecer quieto, como aqueocasión en que se había meneado

cesar mientras Torak celebraba rito del nombre para él, y se halamido el jugo rojo de aliso con



el chico le había embadurnado patas. Al contrario que Torak, quehabía puesto nervioso al llevacabo un rito tan importante, parecía que Lobo se hubiimpresionado, sino que sólo se ha

impacientado por que terminara una vez.

En otras ocasiones,

embargo, Lobo era el gumisteriosamente seguro del camque debía seguir. Pero si To

trataba de hacerle preguntas respecto, nunca le daba una respuesatisfactoria. «Simplemente lo s



Eso era todo.En ese momento, Lobo

estaba siendo el guía, sino lobezno. Tenía el hocico moradougo de moras y emitía insisten

gañidos para que le diera más.

Torak rió y lo apartó con upalmada.

— ¡Ya está! Tengo trabajo q

hacer.Lobo se sacudió y sonrió, y

alejó para dormir un poco.

A Torak le llevó dos denteros descuartizar el cuerpo corzo. Le había hecho una promes



animal, y cumplirla significaba desperdiciar nada. Ése era antiquísimo pacto entre los cazadoy el Espíritu del Mundo. Lcazadores debían tratar a las precon respeto, y a cambio el Espí

les mandaría más.Era una ardua tarea, p

requería muchos veranos de prác

aprender a darles buen uso a presas. El de Torak no fue un trabexcelente, pero lo hizo lo mejor

pudo.En primer lugar, rajó el viendel corzo y cortó una tajada



hígado para el guardián del clan.resto del hígado lo cortó en tiralas puso a secar. Pero se apiadóLobo y separó un trozo para él, se lo zampó.

Luego Torak despellejó

cuerpo y quitó toda la carne depiel con su espátula de asta. Lavópellejo en una mezcla de agua

corteza de roble desmenuzada psoltar los pelos, y después extendió entre dos arbolillos, fu

del alcance de los saltos de Lobocontinuación se dedicó a rasparpelo de forma inexperta, pues h



varios agujeros, y suavizó la pfrotándola con los sesos del cotriturados. Tras una última rondaque volvió a empaparla y a secaobtuvo una aceptable piel sin cuque podía utilizar para hacer cuer

e hilos de pescar.Mientras la piel acababa

secarse, cortó la carne en finas t

y las colgó sobre un humeante fude madera de abedul. Cuanestuvieron secas, las golpeó en

dos rocas para hacerlas más finalas enrolló hasta formar pequepaquetes apretados. La carne



deliciosa. Cada paquetito le duramedio día.

Lavó entonces las tripas corzo, las empapó en agua de cortde roble y las dejó secar sobrearbusto de enebro. El estómago

serviría de odre, con la vejtendría una bolsa de yesca repuesto y los intestinos le ser

útiles para guardar nueces. Lpulmones le correspondían a Loaunque todavía no, pues Torak

mascaría en las comidas y en cenas, y luego los escupiría paralobezno. Pero como no tenía



pellejo para cocinar en el que hacola, dejó que Lobo disfrutara inmediato de los cascos del animEl lobezno jugó con einfatigablemente antes de hacerpedazos entre sus mandíbulas.

Después Torak lavó los lartendones de las patas de atrás había salvado del descuartizamien

los golpeó hasta aplanarlos y sestrechas fibras para utilizarlas cohilo, una vez secas y frotadas

grasa para hacerlas flexibles. Lhilos resultantes no le quedaron lisos ni regulares como los que so



hacer su padre, pero le serviríaneran tan resistentes que durarían mque cualquier prenda que cosiera ellos.

Finalmente, raspó los cuernolos huesos largos hasta dejar

limpios, e hizo un fardo con epara astillarlos más tardeconvertirlos en anzuelos de pesc

agujas y puntas de flecha.Ya caía la tarde del segundo

cuando hubo terminado. Se se

unto al fuego, que estaba gratamelleno de carne, para tallar un silbde un pedazo de hueso de urog



porque necesitaba llamar de algforma al lobezno cuando anduvipor ahí en uno de sus solitarpaseos, pero de una manera msilenciosa que con un aullido. Coaquella partida de caza aún po

seguir en los alrededores, no poarriesgarse a continuar aullando.

Acabó de tallar y probó si

silbato sonaba. Para consternación, no produjo sonalguno. Pa había elabor

incontables silbatos exactameiguales que ése, y siempre producun claro gorjeo parecido al de



pájaro. ¿Por qué no sonaba el había hecho él?

Frustrado, Torak volvió intentarlo y sopló tan fuerte copudo. Seguía sin sonar. Pero sorprendió cuando Lobo se leva

de un salto como si lo hubiese picun avispón.

La mirada de Torak iba

sobresaltado lobezno al silbSopló una vez más.

De nuevo no se produjo nin

sonido. En esa ocasión Lobo profun leve gruñido, y luego un gemipara demostrar que estaba mole



aunque no quería pasarse de la rayofender a Torak.

El chico le pidió perrascándole suavemente bajo hocico, y el lobezno agachó cabeza. La expresión de Lobo lo d

bien claro: Torak no debía llamarlmenos que pretendiese algo concral hacerlo.

El día siguiente amanedespejado y radiante, y cuan

partieron de nuevo, Torak se sinmuy animado.Hacía doce días que el



había matado a Pa. En ese tiemTorak había luchado contra hambre y había derrotado a la fiebhabía encontrado a Lobo y hacazado su primera presa importanTambién había cometido muc

errores, pero seguía vivo.Se imaginó a su padre en

viaje a la Tierra de los Muertos

tierra en que hay flechas de sobrcaza abundante.

«Por lo menos — se dijo—

lleva consigo sus armas, y cuchillo que lo acompaña.» pensamiento suavizó un poquito



dolor.Torak sabía que la tristeza

la pérdida de su padre nuncaabandonaría, que la llevaría enpecho toda su vida, como una piedPero esa mañana la piedra no se

antojaba tan pesada. Hasobrevivido por el momento, ypadre estaría orgulloso de él.

Se sintió casi feliz mientrasabría paso entre la maleza porsendero moteado por el sol. Un

de tordos reñían en lo alto. lobezno, gordo y contento, mantenía junto a él, con la pel



cola plateada bien alta.Gordo, contento y descuidadoTorak oyó que una ramita

quebraba tras él en el mismo instaen que una mano enorme le tiraba ubón y lo levantaba en el aire.



7

Tres cazadores.Tres armas de sílex, letales, q

lo apuntaban todas a la vez.

A Torak le daba vueltas cabeza. No podía moverse ni veLobo.



El hombre que lo sujetaba el jubón era enorme. La rojiza ba

era una maraña como el nido depájaro; tenía una mejilla desgarrpor una fea cicatriz, y fuera lo fuese lo que le había mordido,había arrancado una oreja. Enmano libre sostenía un cuchillo hoja de sílex, cuya punta presion

debajo de la mandíbula de Torak.Junto a él había un hom

oven y alto y una chica más o me

de la misma edad de Torak. Los tenían el pelo rojo oscuro, catersas y despiadadas, y le apunta



al corazón con flechas también sílex.

Torak trató de tragar salivconfió en no parecer tan asustcomo se sentía.

— Soltadme — jadeó. Inte

darle un golpe al hombre grandpero falló.

— Bueno, ¡así que aquí tenem

a nuestro ladrón! — gruñó el homgrandote, e izó a Torak más alto, alto que casi lo ahogó.

— Yo no soy… un ladrrepuso Torak entre toses tratande aferrarse el cuello.



— Miente — dijo el joven frialdad.

— Nos quitaste a nuestro cointervino la chica, que le d

entonces al grandullón— : Oscreo que lo estás ahogando.

Oslak dejó que los pies Torak se apoyasen en el suelo, pno lo soltó y su cuchillo siguió con

el cuello del muchacho.Con cuidado, la chica volvi

colocar la flecha en el carcaj y

echó el arco al hombro, pero el jono lo hizo. Por el brillo de sus ojera obvio que se estaba divirtien



No dudaría en disparar.Torak tosió y se frotó el cue

y deslizó una furtiva mano haciacuchillo.

— Eso me lo quedo yo — dOslak. Todavía sujetando a Torak

despojó de sus armas y se las arra la chica.

Ella estudió el cuchillo de

con curiosidad. — ¿También has robado esto — ¡No! — exclamó Torak—

Era de… mi padre. — Quedó clque no le creían. Torak miró achica— . Has dicho que yo os qu



vuestro corzo. ¿Cómo podía vuestro?

— Ésta es nuestra parte Bosque — repuso el joven.

— ¿Qué quieres decpreguntó Torak, perplejo— .

Bosque no le pertenece a nadie… — Ahora sí — soltó el jo

. Se acordó que así fuera en

reunión de los clanes. A causa dese interrumpió, y frunció

entrecejo— . Lo que importa es

te apropiaste de nuestra presa. Esignifica la muerte.Torak empezó a sudar. ¿



muerte? ¿Cómo podía significarmuerte apropiarse de un corTenía la boca tan seca que apepodía hablar.

— Si… si es el corzo lo queréis — dijo— , cogedlo

dejadme marchar. Está en mi farHe comido muy poco.

Oslak y la mucha

intercambiaron miradas, pero oven movió la cabeza en señal

desprecio.

— La cosa no es tan simpEres mi prisionero. Oslak, átale manos. Vamos a llevarlo a F



Kedinn. — ¿Dónde está eso? — qu

saber Torak. — No es un sitio — conte

Oslak— . Es un hombre. — ¿No sabes nada o qué? —

burló la chica. — Fin-Kedinn es mi

explicó el joven, que se puso m

tieso— . Es el jefe de nuestro cYo soy Hord, el hijo de su herman

— ¿De qué clan? ¿Adónde

lleváis? No le contestaron.Oslak le dio un empujón que



hizo caer de rodillas. Mientforcejeaba para ponerse en pie, mhacia atrás… y, horrorizado, vio qLobo había vuelto a buscaPermanecía con aire vacilante a uveinte pasos de ellos, olisqueando

aroma de los extraños. No lo habían visto. ¿Qué har

si lo descubrían? Era probable

incluso ellos respetaran la antiley que prohibía dar muerte a ocazador. Pero ¿y si perseguían

Lobo para espantarlo? Torak seimaginó perdido en el BosqHambriento. Aullando.



Para avisar a Lobo que nodejara ver, profirió por lo bajo urgente «uff».

«¡Peligro!» Oslak casi le cencima de pura sorpresa.

— ¿Qué has dicho?

— ¡Uff! — repitió TorConsternado, vio que Lobo retrocedía, sino que echaba ha

atrás las orejas y salía disparhacia Torak.

— ¿Qué es esto? — murm

Oslak. Tendió una mano y cogióLobo por el pellejo del lomo.Lobo se retorció y gru



mientras colgaba de aquella enormano roja.

— ¡Suéltalo! — gritó Toforcejeando— . ¡Suéltalo o mataré! — Oslak y la chica echaron a reír— . ¡Suéltalo! ¡No

está haciendo ningún daño! — Espántalo de una vez

vayámonos — dijo Hord

irritación. — ¡No! — exclamó Torak—

Es mi guí… ¡no!

— ¿Que es tu qué? — preguntó la chica dirigiéndole mirada de sospecha.



— Va conmigo — musTorak. Sabía que no debía revelarbúsqueda de la Montaña, o que pohablar con Lobo.

— Vamos, Renn — gruñó H. Estamos perdiendo el tiempo.

Pero Renn seguía miranfijamente a Torak. Entonces volvió hacia Oslak.

— Dámelo. — De su fardochica extrajo un saco de ante, mdentro al lobezno y cerró bien fue

la abertura. Mientras se echabahombro el saco, que no paraba retorcerse y de gimotear, le dijo



Torak— : Será mejor que vengas las buenas, o lo reventaré contraárbol.

Torak la miró echando chispor los ojos. Probablemente, no hauna cosa así, pero acababa

asegurarse la obediencia del chcon mucha más eficacia que OslaHord.

Oslak le propinó otro empujóTorak, y se pusieron en marcha un sendero de ciervos, en direcc

noroeste.Las ataduras de cuero sin cuestaban bien prietas, y a To



empezaron a dolerle las muñecas.«Bueno, pues que me duela

se dijo. Estaba furioso consmismo. «Mira detrás de ti», le hadicho su padre. No lo había hechoahora estaba pagando por ello

Lobo también. Ya no se oían gemiamortiguados procedentes del sa¿Estaría ahogándose? ¿O hab

muerto ya?Torak le rogó a Renn

abriera el saco y dejara entrar

poco de aire. — No es necesario — repella sin darse la vuelta— . N



cómo se retuerce.Torak apretó los dientes

continuó a trompicones. Tenía encontrar alguna forma de escapar

Oslak estaba detrás de él, pHord iba justo delante. Éste debía

tener unos diecinueve veranos y fornido y guapo, aunque demostrtanta arrogancia como insegurid

pues se le veía dispuesto a serprimero, pero temeroso de llegarsegundo lugar. Su ropa estaba b

hecha y era de colores vivos:ubón y las calzas estaban cosicon tendones trenzados y teñidos



rojo, y ribeteados con alguna clde piel de ave con tintura verSobre el pecho llevaba un magnífcollar de dientes de ciervo.

Torak estaba intrigado. ¿Por iba a querer un cazador lucir tan

colores? Además, el cotintineaba, que era lo último quuno le convenía.

Renn tenía unas faccioparecidas a las de Hord, y Torakpreguntó si serían hermanos, aun

ella era cuatro o cinco veranos moven. Los tatuajes de clan de Rtres finas franjas de un ne



azulado en los pómulos— se vecon claridad sobre la pálida piel ydaban una expresión de perspicacdesconfianza. Torak supuso que nopediría ayuda a ella.

El jubón y las calzas de ante

Renn estaban sucios, pero el arcel carcaj eran preciosos, y flechas estaban hábilme

empendoladas con plumas de búpara que su trayectoria fusilenciosa. En los dos prime

dedos de la mano izquierda, la chllevaba unas protecciones de cueren el antebrazo derecho



muñequera de pizarra verde pulatada con cintas. Torak sospechó la gente que vivía de lo que cazcon su arco llevaba esa clase adornos.

«Eso es lo que le importa a

se dijo— , y no la ropa elegancomo a Hord.»

Pero ¿de qué clan era Renn?

chica, al igual que Hord y Osllevaba cosida en el lado izquiedel jubón la piel de la criatura de

clan: una franja de plumas neg¿De cisne? ¿De águila? Como plumas estaban demasiado hec



irones, Torak no supo decir de qeran.

Anduvieron toda la mañana detenerse para comer ni bebcruzaron valles cenagoatiborrados de álamos temblones

no paraban de parlotear, ascendieron colinas ensombrecipor pinos siempre alertas. Cuan

Torak pasó por debajo de ellos, árboles suspiraron quejumbroscomo si ya lamentaran su muerte.

Unas nubes oscurecieron el y Torak se desorientó. Llegaron a cuesta en que el suelo del Bosque



desigual a causa de unos hormiguealtos hasta la cintura, y como hormigas rojas que los construsólo lo hacían en el lado sur de árboles, Torak dedujo que se dirigal oeste.

Por fin se detuvieron junto aarroyo para beber.

— Vamos muy despa

refunfuñó Hord— . Tenemos cruzar un valle entero antes de lleal Río del Viento.

Torak aguzó los oídos. A mejor se enteraba de algo queresultaba útil, pero Renn se



cuenta de que estaba escuchando. — El Río del Viento —

explicó ella despacio, como hablara con un bebé— está haciaoeste, en el próximo valle. Es doacampamos en otoño. Y a un par

días de camino hacia el norte estáRío Ancho, donde acampamos verano. Por los salmones. Son u

peces. A lo mejor has oído hablarellos.

Torak sintió que se ruboriza

Pero ahora sabía adónde se dirigíal campamento de otoño de captores. Sonaba mal.



campamento significaría más gentmenos oportunidades de escapar.

Mientras caminaban, el solhundía cada vez más y los captode Torak estaban también cada más nerviosos y se detenían

frecuencia a escuchar y a mirartorno a sí. El muchacho supuso conocían la existencia del oso. Qu

por eso habían adoptado esa medtan insólita de «poseer» preporque empezaban a escasear; el

las estaba ahuyentando.Descendieron a un gran vallerobles, fresnos y pinos, y no tarda



en llegar a un ancho río plateado. debía de ser el Río del Viento.

De pronto Torak olió a humoleña. Estaban acercándose campamento.



8

Mientras los cuatro cruzabanrío a través de un puente de madTorak se quedó mirando las ag

que se deslizaban y consideróposibilidad de saltar a ellas. Ptenía las manos atadas. Se ahoga



Además, no podía dejar a Lobo.A unos diez pasos río abajo,

árboles daban paso a un claro. Toolió a humo de pino y a sanfresca, y vio cuatro grandes refugde piel de reno, distintos de los

había visto hasta entonces, y número apabullante de persontodas ellas muy atareadas y que ha

entonces no se habían percatadola presencia del chico. Con uclaridad nacida del miedo, ca

cada detalle.En la ribera del río, hombres despellejaban un



colgado de un árbol. Como yahabían rajado el vientre, habenfundado los cuchillos y estaarrancándole el pellejo a mano, pevitar rasgarlo. Ambos llevabanpecho desnudo y delantales de p

de pescado sobre las calzas. Damiedo: eran muy fuertes y tenabultadas cicatrices que les recorr

los musculosos brazos. La sangoteaba lentamente del cuerpo animal y caía en un balde de cort

de abedul.En la parte menos profunda río, dos jovencitas con túnicas



ante soltaban risitas mientras lavalas tripas del oso, al tiempo que tniños pequeños hacían con gesolemne tortas de barro y clavaban ramitas de sicómoro. Hados bonitas canoas de cuero fuera

agua, y la tierra en torno a eestaba reluciente de escamas de pUn par de perros grandotes ronda

por ahí en busca de sobras.En medio del claro, cerca de

gran fuego de leña de pino, había

grupo de mujeres sentadas en estede rama de sauce, que hablasuavemente mientras pela



avellanas y picaban de una cestabayas de enebro. Ninguna se pareen nada a Hord ni a Renn; Torakpreguntó por un momento si, al igque él, ambos habrían perdido a padres.

Algo apartada de las mujeuna anciana ponía puntas de fleinsertando astillas de sílex fi

como agujas en los astiles, y lulas fijaba con una pasta hecha sangre de pino y cera de abejas.

la pechera del jubón, la ancillevaba cosido un amuleto redonde hueso en el que había grabada



espiral. Al ver el amuleto, Topensó que debía de ser la hechicdel clan. Pa le había hablado de magos: gente que puede curarenfermedad, soñar dónde se escouna presa o qué tiempo va a hac

Pero daba la sensación de aquella anciana podía hacer comucho más peligrosas que ésas.

Junto al fuego, una muchamuy guapa se inclinaba sobre pellejo de cocinar. El vapor

ondulaba el cabello mienutilizaba un palo ahorquillado pdejar caer en el interior del pell



piedras al rojo vivo. El sabroso ode lo que estaba cocinando provque a Torak se le hiciera la bagua.

Cerca de ella, un hombre amayor estaba arrodillado ensartan

un par de liebres en un palo. Al igque Hord, tenía el pelo castrojizo y una corta barba roja, p

ahí acababa el parecido. De su rosemanaban una calma y una presentan marcadas que Torak pensó en

piedra tallada. Olvidó el olorcomida, y supo, sin que se lo dijerque ese hombre era quien ejercía



poder.Oslak le soltó las atadura

Torak y lo empujó hacia el claro.Los perros se incorporaron

un salto ladrando con ferocidad. Pla anciana hizo un gesto con la pal

de la mano, como si cortara, y dos se calmaron y solameprofirieron gruñidos. Todo el mun

se quedo mirando a Torak. Todomundo excepto el hombre juntoluego, que siguió ensartan

tranquilamente las liebres. Cuanhubo acabado, se frotó las manosel polvo y se incorporó para espe



en silencio a que ellos se acercaraLa muchacha guapa miró a H

y esbozó una tímida sonrisa. — Te he guardado un poco

caldo — dijo.Torak sospechó que o era

compañera, o bien deseaba serlo.Renn se volvió hacia Hord

puso los ojos en blanco.

— Dyrati te ha guardado poco de caldo — se burló.

«Decididamente es

hermana», pensó Torak.Hord las ignoró a ambas yacercó a hablar con el hombre ju



al fuego. Le contó rápidamente lo había pasado. Torak advirtió qhacía ver que había sido él, en vezOslak, quien había pillado «ladrón». No pareció que a Oslakimportara, pero Renn le dirigió a

hermano una agria mirada.Entretanto, los perros hab

olido a Lobo. Con el pelo del lo

erizado, avanzaron hacia Renn. — ¡Atrás! — ordenó ella.

obedecieron. Renn se agachó p

entrar en el refugio más cercanvolvió a salir con un rollo de cuede corteza trenzada. Ató un extre



en torno al cuello del saco contenía a Lobo, arrojó el otro encima de la rama de un roble e el saco bien alto, fuera del alcade los perros.

«Y fuera de mi alcance»,

percató Torak.Ahora, ni siquiera pod

escapar aunque tuviera

oportunidad de hacerlo. No se sin Lobo.

Renn captó su mirada y

dirigió una irónica sonrisa.Él la miró con cara de poamigos, pero por dentro est



muerto de miedo.Hord había acabado de hab

El hombre que estaba junto al fuasintió una sola vez con la cabezesperó a que Oslak empujara a Tohacia él. Tenía los ojos de un co

azul intenso y casi no parpadeaunos ojos llenos de vida en aqrostro impenetrable. A Torak se

hizo difícil mirarlos, pero más difaún apartar la mirada.

— ¿Cómo te llam

preguntó el hombre en un sutono de voz que por el hecho de tan suave daba más miedo todavía



Torak se lamió los labios. — Torak… ¿Y tú? — Pero

se lo imaginaba.Fue Hord quien contestó.

— Es Fin-Kedinn, jefe del Cdel Cuervo. Y tú, miserable cana

deberías aprender a mostrar mrespeto.

Fin-Kedinn hizo callar a H

con una mirada, y se volvió haTorak.

— ¿De qué clan eres?

— Lobo — respondió alzanla barbilla. — Pues vaya sorpr



comentó Renn, y varios de presentes se rieron.

Fin-Kedinn no fue uno de elNi por un instante apartó los intenojos azules de la cara de Torak.

— ¿Qué estás haciendo en e

parte del Bosque? — Me dirijo hacia el no

contestó Torak.

— Ya le he dicho que esta panos pertenece ahora a nosot

intervino rápidamente Hord.

— ¿Cómo iba yo a saberpreguntó Torak— . No estuvela reunión de los clanes.



— ¿Por qué no? — quiso saFin-Kedinn.

Torak no respondió.Los ojos del jefe de los Cuer

taladraron los del muchacho. — ¿Dónde está el resto de

clan? — No lo sé — contestó To

con sinceridad— . Nunca he viv

con ellos. Vivo… vivía… con padre.

— ¿Dónde está?

— Muerto. Lo mató… un osoSe propagó un siseo entre que observaban. Algunos mira



temerosos hacia atrás, otros llevaron una mano a la piel decriatura del clan, o hicieron la secon la mano para conjurar el mal.anciana dejó sus flechas y se acea ellos.

El rostro de Fin-Kedinn traslució emoción alguna.

— ¿Quién era tu padre?

Torak tragó saliva. Sabía, cotambién debía de saberlo FKedinn, que está prohib

pronunciar el nombre de una persmuerta durante cinco veradespués de su muerte. Sólo se pu



hacer referencia a ella nombrandsus padres. Pa apenas le hahablado de su familia, pero Toconocía sus nombres y sabía dónde procedían. La madre de había sido del Clan de la Foca

padre, del Clan del Lobo. Toreveló los nombres de ambos.

La expresión

reconocimiento es una de las mdifíciles de ocultar. Ni siquiera FKedinn logró disimularla del todo

«Conocía a Pa», se dijo Toraterrado.Pero ¿cómo? Pa nunca le ha



mencionado a Fin-Kedinn ni al Cdel Cuervo. ¿Qué significaba eso?

Observó a Fin-Kedinn, quepasó lentamente el pulgar por labio inferior. Era imposible sabeel padre de Torak había sido

mejor amigo o su mayor enemigo.Por fin habló Fin-Kedinn:

— Repartid las cosas del ch

entre todos — le dijo a Oslak—Después, llevadlo río abajomatadlo.



9

A Torak se le doblaron rodillas.

— ¿Có… cómo? — jadeó—

¡Si ni siquiera sabía que el corzo vuestro! ¿Cómo puedo ser culpasi no lo sabía?



— Es la ley — repuso FKedinn.

— Pero ¿por qué? ¿Por q¿Por que tú lo digas?

— Porque los clanes dicen es así.

Oslak apoyó una pesada men el hombro de Torak.

— ¡No! — exclamó el chico—

¡Escuchadme! Decís que es la lpero… existe otra ley, ¿no es a

Cogió aliento— . El juicio

combate. Lu… luchemos pdecidirlo. — No estaba seguro dlo había entendido bien, pues Pa



había mencionado tan sólo una cuando le enseñaba las leyes de clanes, pero Fin-Kedinn aguzómirada— . Tengo razón, ¿verd

insistió Torak esforzándose aguantar la mirada del jefe de

Cuervos— . Tú no estás convencde que sea culpable porque no tiela seguridad de que yo supiera qu

corzo era vuestro. De manera vamos a luchar. Tú y yo. — Trasaliva— . Si gano, soy inocen

Viviré. Quiero decir, yo y el lobopierdo, los dos moriremos.Varios hombres solta



risillas, y una mujer se dgolpecitos con un dedo en la frentnegaba con la cabeza.

— Yo no lucho con crdijo Fin-Kedinn.

— Pero está en lo cierto, ¿

intervino Renn— . Es la ley mantigua de todas. Tiene derecholuchar.

— Yo pelearé con él — ofreció Hord dando un paso adela

. Mi edad es más cercana a

suya. Será más justo. — No mucho más — repsecamente Renn.



Estaba apoyada contra el árdel que se hallaba suspendido LoTorak vio que Renn había aflojaun poco el cuello del saco, de moque sobresalía la cabeza del animTenía aspecto desaliñado, p

miraba con curiosidad a los perros que estaban debajo babean

— ¿Qué dices entonces, F

Kedinn? — intervino la hechic. El chico tiene razón. Déja

luchar.

Fin-Kedinn miró a los ojos aanciana, y por un momento pareque se entablaba entre ellos



batalla de voluntades. Pero él dque sí con la cabeza, despacio.

Torak sintió una oleada alivio.

Todo el mundo pareexcitarse ante la perspectiva de

pelea. Se pusieron a hablar corrillos pateando el sueloexhalando vaho en el gélido aire

la tarde.Oslak le arrojó a Torak

cuchillo de Pa.

— Vas a necesitarlo. Y ulanza y un brazal. — ¿Un qué? — preguntó Tor



El hombretón se rascó cicatriz donde había estado la orej

— Sabes cómo se lucha, ¿no? — No — repuso Torak.Oslak puso los ojos en blan

Se dirigió al refugio más cercan

volvió con una lanza de maderafresno, que acababa en una dañpunta de basalto, y con algo simila

un pedazo de piel de reno de trigrosor.

Torak cogió la lanza con cie

vacilación y observó perplejo cóOslak le ataba la piel curtida torno al antebrazo derecho.



pareció tan pesada y rígida como pierna de venado, y se preguntó se suponía que debía hacer con ell

Oslak indicó con la cabezavendaje en el otro brazo de Toraesbozó una mueca.

— Al parecer tienes poposibilidades de ganar.

«Bien pocas», pensó Torak.

Cuando había sugerido combate, había pensado en una lucon asaltos, quizá utilizando

cuchillo, que era la clase de peque él y Pa habían practicado bastante frecuencia, pero sólo



diversión. Estaba claro que para Cuervos un combate significaba ocosa. Torak se preguntó si habreglas especiales y si daría impresión de flaqueza por su papreguntar cuáles eran.

Fin-Kedinn atizó el fuego, que volaron chispas. Torak observó a través de u

resplandeciente bruma de calor. — Sólo hay una regla — d

Fin-Kedinn, como si le hubi

adivinado el pensamiento a To. No puedes utilizar fue¿Entendido? — Su mirada se cl



en los ojos del chico, y se mantuvo.

Torak asintió firmemente. poder utilizar fuego era la últimasus preocupaciones. Torak vio cóle ponían el brazal a Hord,

estaba detrás de Fin-Kedinn. oven se había quitado el jubó

parecía gigantesco y terribleme

fuerte. Torak decidió no quitarseubón. No hacía falta poner

relieve el contraste.

Se desató todo lo que llevabael cinturón y lo dejó en un montónel suelo. Luego se ató un pedazo



hierba trenzada en la frente pimpedir que el cabello se le metien los ojos. Como tenía las maresbaladizas de sudor, se agachó ylas frotó en el polvo.

Alguien lo tocó en el hombro

eso le hizo dar un respingo.Era Renn. Sostenía un cuenco

corteza de abedul.

Torak lo cogió, agradecidobebió de él. Se sorprendió al ver contenía jugo de bayas de saú

ácido y fortalecedor.Renn advirtió su sorpresa yencogió de hombros.



— Hord ha bebido un trago.usto que tú lo hagas. — Señaló

balde junto al fuego— . Ahí tieagua si la necesitas.

— No creo que la cosa dtanto — dijo Torak devolviéndole

cuenco. — ¿Quién sabe? — titub

Renn.

Se hizo el silencio. Lespectadores formaron un anillotorno al borde del claro; Torak

Hord se hallaban en el centro, cedel fuego. No hubo formalidadescombate había dado comienzo.



Con recelo, describiecírculos uno frente al otro.

Pese a su gigantesco tamaHord se movía con la elegancia delince, flexionando las rodillascambiando la posición de los de

sobre el cuchillo y sobre la lanTenía el rostro tenso, pero asomaba a los labios una l

sonrisa. Le encantaba ser el centroatención.

A Torak no le gustaba serlo.

corazón le latía con fuerza contracostillas. Oía vagamente a espectadores animar a gritos a Ho



pero sus voces sonaamortiguadas, como si estuviera bel agua.

La lanza de Hord arremcontra el pecho de Torak, y élesquivó a tiempo. Sintió que el su

empezaba a perlarle la frente.Torak intentó hacer el mis

movimiento, confiando en que

pareciera que imitaba a Hord. — ¡No va a servirte de mu

que te limites a copiar! — excla

Renn.A Torak se le encendió rostro.



Él y Hord se movían más rápahora. En determinados puntos,terreno estaba resbaladizo por sangre del oso que había caíTorak resbaló y estuvo a punto caerse.

El chico no tenía esperanzasganar por la fuerza, así que tendque utilizar el ingenio. Pero s

conocía dos trucos de combate ylos había practicado más que ucuantas veces.

«Pues ahí va», se dtemerario. Arremetió con la lacontra el cuello de Hord. Como



de prever, el brazo protegido de ése alzó para detenerla. Torak trentonces de asestarle un rápido gobajo al vientre, pero Hord lo pcon alarmante facilidad, y la lanzaTorak se deslizó por el brazal de

contrincante sin causarle dalguno.

«Ése lo conocía», pensó Tor

Con cada movimiento resultaba mobvio que Hord era un luchaexperimentado.

— ¡Vamos, Hord! — exclaun hombre— . ¡Tíñele la piel rojo!



— Dadme tiempo — conteHord con una mueca de despreciolos labios.

Hubo una oleada de risas.Torak puso a prueba su segun

truco: fingiendo una to

incompetencia — lo cual no le muy difícil— se lanzó como un ly dejó que Hord le viera por

instante el pecho al descubierto ptentarlo. Hord mordió el anzupero cuando arremetió con la lan

Torak blandió el brazo protegpara interceptarla. La punta delanza de Hord se hundió en el gru



brazal de piel, y a punto estuvoderribar a Torak, pero éste se apañó para seguir con su plan torcer con rapidez el brazo protegy levantarlo bruscamente. De manera que el asta de la lanza

Hord se partió en dos. Lespectadores se lamentaron, y Hretrocedió tambaleante, sin lanza.

Torak estaba perplejo, pues había confiado en que diresultado.

Hord se recuperó con rapidAbalanzándose, atacó con su cuchcontra la mano armada de Tor



ste gritó cuando el sílex sedesgarró entre el índice y el pulgPerdió pie y dejó caer la lanza. Hvolvió a atacar. Torak tuvo el tiemusto de rodar sobre sí mismo

ponerse apresuradamente en pie.

Los dos se habían quedado lanza y ambos tenían que recurricuchillo.

Para descansar un poco, Tose puso detrás del fuego. Respiragitadamente, y la mano herida

palpitaba. El sudor le empapaba costados. Lamentó con amargurahaber imitado a Hord quitándose



ubón. — ¡Date prisa, Hord! — ch

una mujer— . ¡Acaba con él! — ¡Vamos, Hord! — gritó

hombre— . ¿Es eso lo que enseñaron en el Bosque Profundo?

En esos momentos, sin embarno todos los vítores eran para Hosino que había algún que otro g

de ánimo para Torak, aunque sospechaba que se trataba menosun sincero apoyo que de gr

sorpresa porque estaba resistienmás de lo que esperaban.Él sabía que no aguanta



mucho, pues se cansaba enseguidya no le quedaban más trucos. Hestaba haciéndose con el control.

«Lo siento, Lobo — se dpensando en el lobezno— . No cque consigamos salir de ésta.»

Por el rabillo del ovislumbró al animal que se retorcgimoteaba entre la bruma de

propio aliento en lo alto del árbol«¿Qué está pasan

preguntaba— . ¿Por qué no vie

a liberarme?» Torak dio un sapara esquivar una cuchillada diriga su cuello.



«Concéntrate — se dijo severidad— . Olvídate de Lobo.»

Y sin embargo… algo le dvueltas en la cabeza; algo respecto a Lobo. ¿Qué era?

Volvió a echarle un vistazo

lobezno, que aullaba en el árbol enla nubecilla de vapor producida su respiración.

«No puedes utilizar fueghabía dicho Fin-Kedinn.

De pronto la mente de Torak

despejó, y él supo lo que tenía hacer. Fingiendo arremetidas, se trasladando hacia un lado hasta



puso una vez más el fuego entrecontrincante y él.

— ¿Escondiéndote otra vse burló Hord.

Torak indicó con la cabezabalde de corteza de abedul con

agua. — Quiero echar un trago.

parece bien?

— Bueno, si tienes que haceniño.

Con la mirada fija en Ho

Torak se agachó y cogió agua conmano para bebería. Lo hizo despacpara hacer creer a Hord que tram



algo con el balde de agua, y pdistraer su atención del pellejo cocinar que burbujeaba en el fuego

Funcionó. Hord se acercó mal fuego y se inclinó sobre él pintimidar a Torak.

— ¿Quieres echar un tragotambién? — preguntó Torak todaagachado.

Hord soltó un bufido desprecio.

De repente Torak arreme

pero esta vez contra el pellejo cocinar. Hundiendo su cuchillo endura piel, lo volcó y vertió ca



hirviendo sobre las ardientes braSiseantes nubes de vapor se elevahacia la cara de Hord.

Los espectadores profiriegritos ahogados. Torak aprovechóoportunidad y se lanzó contra

muñeca de su adversario. CegaHord aulló de dolor y dejó caercuchillo. Torak lo apartó de

puntapié y luego se abalanzó soHord y lo hizo caer al suelo.

Mientras Hord yacía sin alien

Torak se montó a horcajadas sobrepecho de su adversario y inmovilizó los brazos con



rodillas. Durante un furioso instala mente de Torak se nubló de rojsintió el insistente deseo de maAgarró a Hord del cabello roscuro y le golpeó la cabeza conel suelo.

Entonces sintió unas fuemanos en los hombros que apartaban.

— Ya basta — dijo Fin-Keddetrás de él.

Torak se retorció bajo

manos del jefe. Hord se puso en de un salto y se precipitó haciacuchillo. Jadeantes y furiosos,



miraron el uno al otro. — He dicho que se ac

dijo con brusquedad Fin-KedinSe desató el caos entre

espectadores porque no creían absoluto que la lucha hubi

terminado. — ¡Ha hecho trampa! Ha us

fuego.

— ¡No, ha ganado limpiamen — ¿Quién sabe? Tendrán

volver a luchar.

Tanto Torak como Hparecieron horrorizarse ante posibilidad.



— El chico ha vencconcluyó Fin-Kedinn, y solt

Torak.Torak se sacudió y se enjugó

sudor de la frente mientras observa Hord envainar de nuevo

cuchillo. Hord estaba furioso, aunse hacía difícil decir si lo estconsigo mismo o con Torak. Dy

le puso una mano en el brazo, perola rechazó, enfadado, se abrió ppor entre la gente y se metió en

de los refugios.Ahora que la sed de sangrehabía abandonado, Torak se perc



de que estaba tembloroso y mareaEnfundó el cuchillo y miró alredeen busca de sus cosas. Entonces viFin-Kedinn que lo contemplaba.

— Has roto la regla — le dcon tranquilidad el jefe de

Cuervos— . Has utilizado fuego. — No, no es verdad — rep

Torak. Aparentaba mucha m

confianza en sí mismo de la sentía— . No he utilizado fuego;utilizado vapor.

— Habría preferido — dFin-Kedinn— que usaras agua lugar de caldo. Ha sido



desperdicio de un buen alimento.Torak no contestó.Fin-Kedinn lo escudriñó, y

un instante le relucieron los azuojos con un brillo de diversión.

Oslak se abrió paso para lle

hasta ellos llevando en los brazosaco que contenía a Lobo.

— ¡Toma, aquí tienes a e

lobezno tuyo! — exclamó, y le arrel saco a Torak con tal fuerza quehizo trastabillar.

Lobo se retorció y lamióbarbilla de Torak, y al mismo tiemle explicó lo espantosamente mal



lo había pasado. Torak quiso decalgo consolador, pero se contuSería una estupidez meter la pataesos momentos.

— La ley es la ley — declFin-Kedinn con energía— . H

ganado. Eres libre de marcharte. — ¡No! — exclamó una

femenina, y todas las cabezas

volvieron. Era Renn, que cohacia ellos— . ¡No puedes dejamarchar!

— Acaba de hacerlo — repTorak— . Ya lo has oído. Soy libr — No podemos dejarlo marc



dijo Renn a su tío— . Estodemasiado importante. Podtratarse de… — Se llevó a un ladFin-Kedinn para hablarle en urgensusurros.

Torak no consiguió captar

que decía, pero, horrorizado, vio otras personas se acercaron escuchar. La hechicera frunció

entrecejo y asintió. Hasta Hemergió de su refugio, y cuando olo que estaban diciendo, le dirigi

Torak una mirada extraña, cauteloFin-Kedinn estudió a Repensativo.



— ¿Estás segura de lo dices?

— No lo sé — respondió e. Quizá lo sea. Quizá

Necesitamos tiempo pdescubrirlo.

— ¿Qué te hace sospecque…? — preguntó Fin-Kedmesándose la barba.

— La forma en que ha vencidHord. Y he encontrado esto entre cosas. — Abrió la palma, y To

vio en ella su silbato de hueso urogallo; la chica le preguntó—¿Para qué lo usas?



— Para llamar al lobecontestó Torak.

Renn sopló en el silbato, y Lose retorció en los brazos de TorUn estremecimiento de inquierecorrió a la gente. Renn y F

Kedinn intercambiaron miradas. — No produce ningún sonle dijo Renn a Torak con to

acusador.Torak no respondió. Se perc

con un respingo de que ella no te

los ojos azul claro como su hermasino negros; negros como el carbY se preguntó si también sería u



hechicera. — No podemos dejarlo marc

hasta que lo sepamos segafirmó Renn volviéndose ha

Fin-Kedinn. — Tiene razón — dijo

hechicera— . Sabes lo que dice bien como yo. Todo el mundosabe.

— ¿Lo que dice qué? — qusaber Torak con tono suplicante—¡Fin-Kedinn, hemos hecho un pa

Hemos dicho que si ganaba combate, Lobo y yo seríamos libde marcharnos.



— No — repuso Fin-Kedinn—lo que hemos dicho ha sido viviríais. Y así será. Al menos pahora. Oslak, átalo otra vez.

— ¡No! — gritó Torak. — Has dicho que a tu padre

mató un oso — dijo Renn levantanla barbilla— . Conocemos existencia de ese oso, y algunos

nosotros incluso lo han viJunto a ella, Hord se estremeci

empezó a morderse la uña del pul

. Llegó hace una luna — prosigRenn en voz baja— . Igual que sombra, oscureció el Bosque y m



gratuitamente; mataba incluso a otcazadores: lobos, linces… Era cosi… como si anduviera en buscaalgo. — Hizo una pausa— . Phace trece días desapareció. corredor del Clan del Jabalí le sig

la pista hacia el sur. Creímos quehabía marchado, de modo quedimos las gracias al guardián

nuestro clan. — Tragó saliva—Pero ha vuelto. Ayer nuestexploradores volvieron del oe

Encontraron muchísimos animamuertos, que llegaban hasta la ormisma del mar. Los del Clan de



Ballena les contaron que hace días se llevó a un niño.

— ¿Qué tiene eso que conmigo? — comentó Topasándose la lengua por los labios

— Hay una Profecía en nues

clan — continuó Renn como si élhubiese hablado— : «Una somasola el Bosque. Nadie puede con

ella…» — Se interrumpió y frunel entrecejo.

— «Entonces llega El Q

Escucha — continuó la hechicerasu lugar— . Lucha con aire y hacon silencio.» — La mirada de



mujer se posó en el silbato reposaba en la mano de Renn.

Todo el mundo callaba mientmiraban a Torak.

— Yo no soy ese El QEscucha del que habláis — dijo

chico. — Creemos que podrías se

respondió la hechicera.

Torak recordó la Profecía: Que Escucha… lucha con aireEra lo que él acababa de hac

había utilizado vapor. — ¿Y qué le pasa? — preguen voz baja— . ¿Qué le pasa a



Que Escucha en la Profecía? — Ptenía la terrible sensación de quelo sabía.

El silencio en el claro se hmás intenso aún. La mirada de Tofue desde los rostros atemoriza

que lo rodeaban hasta el cuchillosílex que Oslak llevaba en cinturón. Miró también el relucie

cuerpo del oso que pendía del áry la oscura sangre que goteaba enbalde debajo del animal. Sin

clavada en él la mirada de FKedinn y se dio la vuelta penfrentarse a aquellos ardientes o



azules. — «El Que Escucha — c

Fin-Kedinn— le entrega la sangresu corazón a la Montaña. Y sombra es aplastada.» La sangresu corazón.

Bajo el árbol, la sangre gotesuavemente en el balde.

Una gota, y otra, y otra más…



10

— ¿Qué vais a hacermpreguntó Torak cuando Oslak

ató las muñecas a la espalda y lu

al poste que sostenía el techo—¿Qué vais a hacer?

— No tardarás en sabe



repuso Oslak— . Fin-Kedquiere que quede resuelto antes

amanecer.«El amanecer», pensó Torak.Miró hacia atrás y vio a Os

que ataba a un reacio Lobo al misposte con una corta correa de pellsin curtir. A Torak empezaroncastañetearle los dientes.

— ¿Quién decide qué ha pasarme? ¿Por qué no puedo epresente para defenderme? ¿Quién

toda esa gente alrededor del fuego — ¡Ay! — exclamó Oslak, ychupó el dedo mordido— . F



Kedinn envió corredores pconvocar una reunión de los claen la que hablar del oso. Ahora esdecidiendo también qué hacontigo.

Torak inspeccionó a las figu

encorvadas en tomo al fuego: eentre veinte y treinta hombresmujeres, cuyos rostros, ilumina

por las llamas, se mostraban severNo le pareció que tuviera mucposibilidades.

Al amanecer. De alguna formantes de que amaneciera, tenía salir de ahí.



Pero ¿cómo? Estaba dentroun refugio, atado a un poste, armas ni fardo; y aunque consiguiescapar, el campamento se hallfuertemente vigilado, pues comohabía oscurecido, alrededor de

había surgido un anillo de hoguey unos hombres con lanzas y cuerde corteza de abedul monta

guardia. Fin-Kedinn no quería coriesgos con el oso.

Oslak le quitó las botas a To

con sendos tirones y le ató tobillos; luego se marchó llevándconsigo las botas.



Torak no oía lo que se decíala reunión del clan, pero al mepodía ver a los asistentes, graciala extraña construcción del refude los Cuervos: el techo de pielreno descendía en picado por det

de él, pero por delante no haninguna pared, sino tan sólo una vtransversal que parecía desviar

humo de la pequeña hoguera restallaba justo delante de ella, pimpedía que saliera el calor

dentro.En un esfuerzo por enterarselo que pasaba, Torak vio que var



personas se levantaban de una en para hablar: un hombre de anchombros que sujetaba una enorhacha arrojadiza; una mujer de lacabello de color de nuez, con un ren la sien tiznado de ocre rojizo;

chica de ojos muy abiertos concabeza extrañamente cubierta arcilla amarilla para conferirle

dureza de la corteza de roble… No veía a Fin-Kedinn, pe

algo apartada de los demás,

hechicera se hallaba en cuclillasel polvoriento suelo observando acuervo grande y lustroso. El



batía las alas sin temor y proferíavez en cuando graznidos pamistosos.

A Torak le habría gustado sasi era el guardián del clan. ¿Quéestaría diciendo a la hechice

¿Cómo tenían que sacrificarlo a ¿Lo destriparían como a un salmólo descuartizarían como a una lieb

Nunca había oído hablar de claque sacrificaran a la gente, exceen el pasado muy remoto, en

malos tiempos que siguieron aGran Ola. Pero también era cieque nunca había oído hablar del C



del Cuervo.«Fin-Kedinn quiere que qu

resuelto antes del amanecer. .. Que Escucha le entrega la sangresu corazón a la Montaña…» ¿Habsabido Pa lo de la Profecía? No,

podía ser. No habría enviado amuerte a su propio hijo.

Y, sin embargo, había hec

urar a Torak que encontraría Montaña. Le había dicho: «No odies más adelante por ello.» M

adelante. Cuando descubras ciecosas.El hecho de sentir la ásp



lengua del lobezno en las muñecahizo volver al presente. A Lobogustaba el sabor del pellejo curtir. Torak experimentó una olede esperanza: si pudiera hacer Lobo mordiera en lugar de lamer…

Precisamente cuando se estpreguntando cómo expresar eso enlengua de los lobos, un hombre

levantó de su lugar junto al fuegcruzó el claro hacia él.

Era Hord.

Frenético, Torak le gruñóLobo que parase, pero éste estdemasiado hambriento para da



cuenta y siguió lamiendo.Sin embargo, Hord no est

interesado en Lobo, así permaneció en pie junto a la pequhoguera ante el umbral, mordiéndla uña del pulgar y miran

furibundo a Torak. — Tú no eres El Que Escu

le espetó— ; no puedes serlo.

— Pues díselo a los demcontestó Torak.

— No necesitamos que un ch

nos ayude a matar al oso. Podemhacerlo nosotros. Yo lo haré. Seréquien salve a los clanes.



— No tendrías ni una sposibilidad — repuso Torak. Nque Lobo empezaba a mordisqulas ataduras de pellejo con afilados incisivos y se quedó mquieto para no distraerlo. Rogó

que Hord no mirase detrás del poy viera lo que estaba haciendo Lob

Pero Hord parecía demasi

agitado para advertir algo Caminó de un lado para otro y luse volvió hacia Torak.

— Tú lo has visto, ¿verdHas visto al oso.Torak se sobresaltó.



— Por supuesto que lo he viMató a mi padre.

Hord lanzó una mirada furthacia atrás.

— Yo también lo he visto. — ¿Dónde? ¿Cuándo?

Hord retrocedió, como rechazara un golpe.

— Yo estaba en el sur, con

Clan del Ciervo Rojo. Estaprendiendo hechicería. — Indcon un gesto de la cabeza a

anciana que hablaba con el cue. Saeunn, nuestra hechicera, quque fuera. — Una vez más se mor



la uña del pulgar, que haempezado a sangrarle— . Estuve cuando atraparon al oso. Vi… cómo lo creaban.

Torak lo miró fijamente. — ¿Que viste cómo lo creab

¿Qué quieres decir?Pero Hord se había ido.

Pasó la medianoche, moribunda luna ascendió en el ciy la reunión de los clanes toda

proseguía. Lobo continuaba lamieny mordisqueando el pellejo. POslak había apretado bien los nu



y no parecía que Lobo consiguideshacerlos entre sus mandíbulas.

«No pares — rosilenciosamente Torak— . Por favno pares.»

Estaba demasiado asustado p

tener hambre, pero se senmagullado y agarrotado por la pecon Hord y le dolían los hombros

estar atado tanto tiempo. AunLobo lograra romper a mordiscosataduras de Torak, el chico no est

seguro de que fuera a tener fuerpara huir corriendo y escabullientre los guardias.



No paraba de pensar en lo había dicho Hord: «Vi cómo creaban…»

Y había algo más: Hord haestado con el Clan del Ciervo Roy la madre de Torak ha

pertenecido a ese clan. No la haconocido, pues había muerto sienél pequeño, pero si los Cuer

tenían amistad con el clan de madre, a lo mejor poconvencerlos de que lo deja

marchar…En el exterior unas borestregaron el polvo. Rápido.



debían pillar a Lobo afanándoselas muñecas del chico.

Torak tuvo el tiempo justo proferir un rápido «¡uff!» advertencia, que por suerte Loobedeció, antes de que R

apareciera en el umbmordisqueando una pata de lieasada.

La aguda mirada de la chcaptó a Lobo, sentado inocentemetras Torak, antes de que Renn

fijase en el muchacho, que la mirsu vez deseando que no se acercmás.



Torak indicó con la cabezareunión de los clanes y preguntó shallaba presente algún miembro Clan del Lobo.

— No quedan muchos miembdel Clan del Lobo últimame

respondió ella— . De manera no van a rescatarte, si es en eso enque estás pensando.

Torak no contestó. Acababadar un tirón de la cuerda que le atlas muñecas y la había sentido ce

un poco, pues empezaba a estiracomo le sucede al pellejo sin cucuando se moja. ¡Ojalá Renn



marchase!Pero ella se quedó exactame

donde estaba. — No hay nadie del Clan

Lobo — dijo con la boca llena—pero hay muchas personas de ot

clanes. Ése de ahí, Cabeza Arcilla, es del Clan del Uro. Sgente del Bosque Profundo, que re

muchísimo. Creen que es así codeberíamos lidiar con el orezándole al Espíritu del Mundo.

hombre del hacha es del Clan Oso, y quiere hacer un muro de fupara conducir al oso hacia el mar.



mujer con sangre de tierra encabello es del Ciervo Rojo. No essegura de lo que piensa. Con gente resulta difícil saberlo.

Torak se preguntó por estaría hablando tanto Renn. ¿Q

quería? Fuera lo que fuese, deciseguirle la corriente para desviaratención de Lobo.

— Mi madre era del CieRojo — dijo Torak— . A lo meesa mujer es pariente mía. A

mejor… — Ella dice que no. No vayudarte.



— Los de tu clan tienen amiscon los del Ciervo Rojo, ¿no es a

preguntó Torak después de penunos instantes— . Tu hermano medicho que aprendió hechicería ellos.

— ¿Y? — Me ha contado que vio có

«creaban» al oso. ¿Qué ha quer

decir?Renn lo miró con los o

entrecerrados y llenos

desconfianza. — Necesito saberlo — insiTorak— . El oso mató a mi padre.



Renn examinó detenidamentepata de liebre.

— Los del Ciervo Rtuvieron adoptado a Hord. Sabesque significa adoptar a alguien, ¿

En su voz había un dejo

desprecio— . Es cuando vives temporada con otro clan para haamigos, y quizá para encon

pareja. — He oído hablar de e

respondió Torak. Tras él, sin

que Lobo volvía a husmearle muñecas. Trató de ahuyentarlo los dedos, pero no dio resultado.



«Ahora no — se dijo— . favor, ahora no.» — Estuvo con eldurante nueve lunas — continuó Rdando otro mordisco— . Son mejores en hechicería en todoBosque. Por eso fue Hord. — Esb

una mueca exenta de humor— Hord le gusta ser el mejor. — pronto frunció el entrecejo— . ¿Q

está haciendo ese lobezno? — Nada — contestó To

demasiado rápido. Y forzó la v

para decirle a Lobo: «Vete, vetLobo, por supuesto, no le hizo cay Torak se volvió de nuevo ha



Renn— . ¿Qué pasó entonces?Renn le lanzó otra de aque

miradas suyas. — ¿Por qué lo preguntas? — ¿Por qué estás tú hablan

conmigo?

El rostro de Renn se volimpenetrable. Era tan hábil coFin-Kedinn en no dejar traslucir

emociones.Pensativa, se quitó un pedac

de carne de entre los dientes.

— Hord no llevaba mutiempo con los del Ciervo Rexplicó— cuando llegó



extraño a su campamento. vagabundo del Clan del Sautullido por un accidente de cazaeso dijo al menos. Los del CieRojo lo acogieron. Pero

titubeó, y de pronto pareció m

pequeña y mucho menos confiada—Él los traicionó, pues no era sólovagabundo, sino que sa

hechicería. Ese hombre buscó lugar secreto en los bosquesconjuró a un demonio. Y después

encerró en el cuerpo de un oHizo una pausa— . Hord descubrió, pero fue demasiado tar



Más allá del refugio, sombras parecían haberse tornmás profundas. En el Bosque se gañir a un zorro.

— ¿Por qué? — preguntó To. ¿Por qué hizo eso e

vagabundo? — Quién sabe — contesto R

moviendo negativamente la cab

. Quizá para tener una criatura hiciera lo que a él se le antojaPero le salió mal. — La luz del fu

hacía relucir los oscuros ojos Renn— . Una vez que el demoestuvo dentro del oso, se vol



demasiado poderoso. Se libeMató a tres personas antes de quedel Ciervo Rojo consiguiealejarlo. Pero cuando lo lograronvagabundo tullido hadesaparecido.

Torak guardó silencio. Lúnicos sonidos que se oían eransusurrar de los árboles en la br

nocturna y el raspar de la lenguaLobo al lamerle las ataduras pellejo.

El lobezno pellizcó sin quela piel de Torak con los dientes.muchacho giró la cabeza y le soltó



brusco gruñido de advertencia.Al instante Lobo retrocedió

un salto y esbozó una sonrisa disculpa.

Renn soltó un grito ahogado. — ¡Puedes hablar con él!

— ¡No! — exclamó Torak—No, te equivocas.

— ¡Te he visto! — La cara

Renn estaba más pálida que nu. De modo que es cierto.

Profecía es verdad. Tú eres El Q

Escucha. — ¡No! — ¿Qué le estabas dicien



¿Qué estáis tramando? — Ya te lo he dicho,

puedo… — No voy a darte

oportunidad de hacerlo — susuRenn— . No pienso dejar

conspiréis contra nosotros. tampoco lo permitirá Fin-Kedi

Sacó el cuchillo, cortó la cor

de Lobo, lo cogió en brazos y echcorrer hacia la reunión de los clan

— ¡Vuelve! — gritó Tor

Tironeó con fuerza de sus atadupero éstas no cedieron. Lobo había tenido tiempo de romperlas



todo.Sintió una oleada de ter

Había puesto todas sus esperanzasLobo, y ahora Lobo no estaba. faltaba mucho para que amanecipues los pájaros ya se agitaban en

árboles.Una vez más tironeó de

cuerdas que le ceñían las muñeca

una vez más éstas se mantuviefirmes.

Al otro lado del claro, F

Kedinn y la anciana llamada Saese pusieron en pie y echaron a anhacia él.



11

— ¿Cuánto sabes? — preguFin-Kedinn.

— Yo no sé nada — respon

Torak mirando de reojo el cuchde hueso dentado, que el líder de Cuervos llevaba en el cinturón—



¿Vais a sacrificarme?Fin-Kedinn no contestó. É

Saeunn se hallaban en cuclillaambos lados del umbobservándolo. Torak se sentía couna presa.

Tanteó detrás de sí en buscaalgo, lo que fuera, que pudiutilizar para cortar la cuerda

pellejo. Sus dedos encontraron sólo una estera de ramas de saublanda e inservible.

— ¿Cuánto sabes? — volvipreguntar Fin-Kedinn.Torak inspiró profundamente



— Yo no soy ese El QEscucha vuestro — repuso con tla firmeza de que fue capaz— . puedo serlo. Ni siquiera he ohablar nunca de la Profecía. — preguntó, sin embargo, por

estaría Renn tan segura. ¿Qué teque ver que hablara la lengua de lobos?

Fin-Kedinn, cuyo rostro era impenetrable como siempre, mhacia fuera, pero Torak vio cómo

mano del jefe de los Cueragarraba con fuerza el cuchillo.Saeunn se inclinó hacia Tora



lo miró fijamente a los ojos. A la de la hoguera, el chico la vio cerca. Nunca había conocidoalguien tan viejo. Por entre el esccabello blanco, el cuero cabellude la anciana brillaba como hu

pulido, y la cara era tan aguilcomo la de un pájaro. Los ahabían arrasado con todo sentimie

bondadoso para dejar tan sóloferoz esencia del cuervo.

— Según dice Renn — lo ac

con aspereza— , puedes hablar el lobo; eso es parte de la ProfeLa parte que no te hemos contado.



— Renn se equivoca — dmirándola— . Yo no puedo…

— No nos mientas — intervFin-Kedinn sin girar la cabeza.

Torak tragó saliva.De nuevo tanteó detrás de sí

esa vez… ¡sí! Halló un pedminúsculo de sílex, no mayor queuña de un pulgar; probablemente

había dejado caer alguien al afilarcuchillo. Cerró los dedos sobre ¡Ojalá Fin-Kedinn y Sae

regresaran a la reunión de los clanAsí a lo mejor conseguía cortarcuerda. Entonces podría averig



adónde se había llevado RennLobo, escurrirse agazapado entre guardias y…

Pero Torak fue presa desánimo porque iba a hacerle fmuchísima suerte para lograr to

eso. — ¿Quieres que te cue

dijo Saeunn— por qué eres ca

de hablar la lengua de los lobos? — Saeunn, ¿qué sentido ti

que lo hagas? — preguntó F

Kedinn— . Estamos perdiendotiempo… — Tenemos que contárs



repuso la anciana. Entonguardó silencio y se llevó amarillento dedo, que semejaba garra, al amuleto que le colgsobre el pecho y comenzó a acaricla espiral.

Torak observó la garra, qtrazaba una vuelta tras otra, y empa sentirse mareado.

— Hace muchos años — dijohechicera de los Cuervos— ,padre y tu madre abandonaron

clan. Se marcharon para ocultarsesus enemigos. Lejos, muy lejos, enBosque Profundo, entre las alm



verdes de los árboles que habLa garra de la hechicera seg

trazando la espiral y atraía a Tohacia el pasado— . Tres ludespués de que tú nacie

prosiguió Saeunn— , tu ma

murió.Fin-Kedinn se puso en p

cruzó los brazos sobre el pecho

miró fijamente hacia la oscuridad.Torak parpadeó, como

despertara de un sueño.

Saeunn ni siquiera miró dirección a Fin-Kedinn. Su atencestaba totalmente centrada en Tora



— Tú no eras más que criatura — explicó Saeunn— . padre no podía alimentaHabitualmente, cuando sucede aasí, el padre asfixia a su hijo pahorrarle una muerte lenta

inanición. Pero tu padre enconotro recurso: una loba con carnada. Te dejó en su guari

Torak se esforzó en asumir lo qle contaba— . Pasaste tres lunas la loba en la guarida. Tres lunas p

aprender la lengua de los lobos.Torak apretó con tanta fuerzapedazo de sílex que se le clavó en



palma. Tenía la convicción de Saeunn le estaba diciendo la verdÉse era el motivo de que pudihablar con Lobo. Ése era el motde la visión que había tenidoencontrar la guarida: los lobez

que se revolcaban, la leche ricgrasa…

¿Cómo era posible que Sae

lo supiera? — No — dijo— . Esto es

trampa. Tú no podías saber eso.

estabas allí. — Tu padre me lo corepuso Saeunn.



— No pudo haberlo hecNunca nos acercábamos a la gente

— ¡Oh, pero lo hicisteis vez! Hace cinco años. ¿No recuerdas? La reunión de los claunto al mar. — Torak notó que

corazón empezaba a latirle mrápido— . Tu padre acudió allí pencontrarme, para hablarme de

La garra de Saeunn se detuvoel centro de la espiral— . Tú no ecomo los demás — dijo entonces

su voz cascada de cuervo— . Tú eEl Que Escucha.Una vez más, Torak apretó



puño con fuerza sobre el sílex. — No… no puede ser. No

comprendo. — Por supuesto que no

entiende — dijo Fin-Kedinn miranhacia atrás, y se volvió hacia To

. Tu padre no te contó nada soquién eres. Tengo razón, ¿verdad?

Torak asintió con la cabeza.

El líder de los Cuervos guasilencio unos instantes. Su rotraslucía calma, pero Torak

percató de que detrás de la máscde sus facciones se estaba libranuna batalla.



— Sólo hay una cosa quepreciso que sepas — dijo entonFin-Kedinn— . Es la siguiente: fue una casualidad que el oso ataca tu padre, pues fue a causa depadre que el oso llegó a existir.

A Torak le dio un vuelcocorazón.

— ¿A causa de mi padre?

— Fin-Kedinn… — adviSaeunn.

El líder de los Cuervos

dirigió a la hechicera una sevmirada. — Has dicho que tenía



saberlo. Pues se lo estoy contando — Pero — intervino Torak

fue el vagabundo tullido quien… — El vagabundo tull

interrumpió Fin-Kedinn— erapeor enemigo de tu padre.

Torak volvió a hundirse conel poste.

— Mi padre no tenía enemigo

Al líder de los Cuervos relucieron peligrosamente los ojos

— Tu padre no era tan sólo

cazador más del Clan del Lobo. el hechicero de ese clan. — Torakquedó sin respiración— . Tampo



te contó eso, ¿no es así? — preguFin-Kedinn— . ¡Oh, sí, era hechicero de los Lobos! Y él tuvoculpa de que esa… criatura… easolando el Bosque.

— No — susurró Torak— . E

no es cierto. — Se ocupó de que tú

supieras nada de nada, ¿no es así?

— Fin-Kedinn — intervSaeunn— , sólo trataba protegerlo…

— ¡Sí, y mira el resultado! —espetó Fin-Kedinn— . ¡Un chicmedio crecer que no sabe nada!



sin embargo, me pides que crea es el único que puede… — interrumpió en seco, e hizo un genegativo.

Siguió un tenso silencio. FKedinn inspiró profundamente.

— El hombre que creó al le dijo a Torak en voz baja—

hizo con un único propósito. Creó

oso para matar a tu padre.

El cielo se estaba iluminado

el este cuando Torak consiguió fin cortar la cuerda que le ceñía muñecas con el trocito de sílex.



había tiempo que perder. Fin-Kedacababa de volver a la reunión declanes con Saeunn, donde se hasumido en una acalorada discuscon los demás. En cualqumomento podían llegar a

decisión y venir a por él.Le supuso un gran esfue

cortar las ataduras de los tobillos.

cabeza le daba vueltas.«Tu padre te dejó en la guar

de una loba… Era el hechicero

los Lobos… Fue asesinado…» astilla de sílex estaba resbaladizasudor. Se le cayó. Volvió a busca



a tientas. Al fin cortó la cuerFlexionó los tobillos y casi gritódolor. Las piernas le ardían haberlas tenido encogidas tanto ra

Peor aún era el dolor que senen el corazón. Pa había s

asesinado. Lo había asesinado vagabundo tullido, que había creal oso con el único objetivo de da

caza a él… No era posible. Tenía

tratarse de un error.

No obstante, en lo más honTorak sabía que era cieRecordaba la severidad en el ros



de Pa cuando yacía moribun«Pronto vendrá por mí», había dicSabía lo que su enemigo había hey por qué había sido creado el oso

Era demasiado duro pasimilarlo. Torak se sentía como

todo lo que él conocía hubiquedado arrasado, como si se hallen pie sobre un pedazo de hi

viendo cómo las grietas se extendigual que rayos bajo sus pies.

El dolor en las piernas lo h

volver bruscamente al presenTrató de frotarlas para recuperarpoco la sensibilidad. Al es



descalzo tenía los pies fríos, peropodía hacer nada porque no halogrado ver adónde se había llevOslak las botas.

De alguna forma, sin quevieran, tenía que salir del refugi

cruzar hasta los avellanos bordeaban el claro. De alguna fortenía que eludir a los guardias.

Pero no podría hacerlo. descubrirían. ¡Ojalá consiguiencontrar alguna manera

distraerlos…!En el otro extremo campamento, un aullido solitario



elevó hacia el neblinoso aire alba.

«¿Dónde estás? — se lameLobo— . ¿Por qué me abandonado esta vez?»

Torak se quedó paralizado. O

a los perros del campameresponder al aullido y vio quegente de la reunión se levantaba

pronto para correr a investigar. dio cuenta de que Lobo le había duna oportunidad.

Tenía que actuar deprisa. Saprecipitadamente del refugio y internó en las sombras de



avellanos. Sabía lo que tenía hacer, aunque lo detestara.

Debía dejar atrás a Lobo.



12

A causa del aire frío, a Torakescocía la garganta mientras se abpaso a través de unos espesos sau

en dirección al río, y las piedrashacían sangrar los pies desnudApenas se daba cuenta.



Gracias a Lobo había escapdel campamento sin ser visto, pno sería por mucho tiempo. Oyó él un profundo y resonante estruencuernos de corteza de abedul estadando la alarma. Oyó también

hombres que gritaban y perros aullaban. Los Cuervos iban en busca.

Se deslizó por la ribera del entre las zarzas, hasta aterrizar un chapoteo en un lecho de a

uncos. Hundido hasta la rodilla ennegro y gélido lodo, se cubrióboca para impedir que el vaho



aliento lo delatara.Por suerte, el viento soplab

su favor, pero estaba empapadosudor y todavía llevaba agarradacuerda de pellejo que le hasujetado los tobillos; los per

captarían fácilmente su aroma. supo si tirarla o quedársela por snecesitaba.

La confusión se arremolinabala mente de Torak como un embravecido. No tenía botas,

fardo, ni armas ni nada con fabricarlas; sólo contaba con conocimientos que poseía y con



destreza de sus manos. Si conseghuir, ¿qué haría?

De pronto, imponiéndose sonido de los cuernos, le llegóaullido. «¿Dónde estás?» Al oílas dudas de Torak se esfumaron.

podía dejar a Lobo. Tenía rescatarlo.

Deseó poder aullarle

respuesta: «Ya voy. No tenmiedo, no te he abandonado», ppor supuesto no podía hacerlo.

aullidos continuaron.Se le estaban congelando pies. Tenía que salir del río o esta



demasiado entumecido para corPensó con rapidez.

Los Cuervos supondrían iría al norte porque él había dique se dirigía allí cuando lo habcapturado; de manera que deci

hacer exactamente eso, al medurante un rato, y luego volvsobre sus pasos en dirección

campamento para encontrar algforma de llegar hasta Lobo, conesperanza de que los Cuer

cayeran en la trampa y continuahacia el norte.Río abajo, se quebró una ram



Torak se volvió en redondo.Un suave chapoteo. U

maldición entre dientes.Escudriñó a través de

uncos.Unos cincuenta pasos río ab

dos hombres descendían a hurtadipor la ribera hacia el lecho uncos. Se movían con caut

concentrados en darle caza. Ullevaba un arco que era más alto Torak, con una flecha ya colocada

la cuerda; el otro empuñaba un haarrojadiza de basalto.Había sido un error ocultarse



el lecho de juncos. Si permanedonde estaba, lo encontrarían, ytrataba de cruzar el río a nado,verían y lo atravesarían como alucio. Tenía que volver al ampdel Bosque.

Tan silenciosamente copudo, empezó a trepar por la ribeÉsta se hallaba cubierta de espe

sauces que le permitían quedacubierto, pero era muy escarpada.rojiza tierra se le desmoronaba b

los pies. Si caía en el río, lo oiríanUnos guijarros se deslizahacia el agua cuando arañó la tie



al trepar. Por fortuna el retumbarlos cuernos disimuló el ruido, y dos hombres no lo oyeron.

Respirando agitadamente, lla la parte superior de la ribera yinmediato se dirigió al norte. El ci

estaba cubierto, de modo que podía orientarse mediante el pero puesto que el río fluía

dirección al oeste, sabía que sidejaba exactamente detrás de estaría yendo más o menos hacia

norte.Echó a correr a través deespeso bosque de álamos y hay



teniendo cuidado de arrastrar cuerda de pellejo para dejar rastro bien intenso.

De repente sonó un aullfurioso detrás de Torterroríficamente cerca. Había dej

el rastro del pellejo demasipronto, y los perros habían captya el olor.

Presa del pánico, trepó al ármás cercano, un álamo altolarguirucho, y apenas ha

conseguido hacer una bola conpellejo y lanzarla tan lejos copudo hacia el río cuando un enor



perro rojo surgió de entre los juncMerodeó bajo el árbol

Torak, con hilillos de bcolgándole de las fauces. Entoncaptó el aroma del pellejo y sadisparado en su persecución.

— ¡Allí! — se oyó un grito abajo— . ¡Uno de los perros encontrado el rastro!

Tres hombres pasaron corrienbajo el árbol de Torak, jadeandcausa del esfuerzo por alcanzar

perro. Torak se aferró al tronco árbol. Si uno de ellos alzabamirada…



Siguieron corriendo hadesaparecer. Unos instantes despuTorak oyó unos débiles chapoteDebían de estar buscándolo entre uncos.

Esperó un poco por si aparec

más y luego saltó del árbol.Corrió hacia el norte entre

álamos para poner cierta distan

entre él y el río, y fue reduciendovelocidad hasta detenerse. Ya hora de girar hacia el este y dirig

de vuelta al campamento, siemprcuando encontrara alguna forma ocultar su rastro a los perros.



Desesperado, miró alrededorbusca de algo con que disimularolor. ¿Excrementos de ciervo? Nlos perros lo perseguirían de toformas. ¿Hojas de milenrama? vez. Su fuerte aroma a nuez debe

de ser lo bastante intenso pocultar el del sudor de Torak.

Al pie de un haya encontró

montón de excrementos de glotretorcidos, velludos y tan hedionque se le humedecieron los ojos. E

estaba mucho mejor. Dando arcapor el mal olor, se embadurnó ellos los pies, las espinillas y



manos. Los glotones eran másmenos del tamaño de los tejonpero se enfrentaban a todo lo quemoviera, y solían ganProbablemente, los perros no arriesgarían a un encuen

semejante.El bramido de los cuernos

detuvo de pronto.

El silencio le latió en los oídCon una punzada de terror, se cuenta de que los aullidos de Lo

también habían cesado. ¿Estabien? Los Cuervos no se habratrevido a hacerle daño, ¿verdad?



De vuelta al campamento, Tose abrió paso entre la maleza. terreno se elevó mientras que el fluía con rapidez entre rodesprendidas, resbaladizas por musgo que las cubría.

Más adelante se veía columna de humo que se elevaba el encapotado cielo. Torak debía

estar acercándose al campamento.agachó y aguzó los oídos porcaptaba sonidos de la persecució

pesar del rugir del agua. A camomento esperaba oír el cimbrearla cuerda de un arco o sentir que



flecha se le deslizaba entre omoplatos.

Nada. Quizá habían caído entrampa y estaban siguiéndole rastro hacia el norte.

A través de los árboles, a

grande y abombado se alzó antevista de Torak, que se paró en seSospechó de qué se trataba y de

equivocarse.Como un sapo inmenso,

túmulo se elevaba imponente ante

ojos de Torak. Le sacaba una cabde altura y estaba densamecubierto de musgo y de matorrales



arándanos. Detrás había dos túmumás pequeños y alrededor se alzuna densa espesura de tejos y aceahogados por la hiedra.

Torak se quedó donde estpreguntándose qué hacer. En cie

ocasión Pa y él se habían topado túmulos como ésos. Debía de tratadel osario del Clan del Cuervo

lugar en que yacían los huesos de muertos.

El camino hacia el campame

y hacia Lobo pasaba a través osario. Pero ¿se atrevería a cruzarÉl no pertenecía al Clan del Cuer



No podía aventurarse en el osariootro clan sin despertar la ira de ancestros…

La niebla flotaba en los hueentre los túmulos, donde los páliy fantasmales esqueletos de

plantas de cicuta se alzaban sobrecabeza de Torak, y los tallos color púrpura de unas adelfi

moribundas liberaban sus peluinquietantemente errantes. Por topartes lo rodeaban los oscu

árboles, escuchándolo; unos árboque permanecían verdes todo invierno y que nunca dormían. En



ramas del tejo más alto haposados tres cuervos que observaban. Se preguntó cuál ellos sería el guardián del clan.

Unos perros aullaron detrásél.

Estaba atrapado. Qué astuto Fin-Kedinn: había arrojado una gred para luego ceñirla en torno a

presa.Torak no tenía adónde ir. El

era demasiado rápido para nadar

él, y si trepaba a un árbol, cuervos les revelarían a cazadores dónde estaba, y lo har



caer como a una ardilla. Si internaba en la espesura, los perlo sacarían a rastras como a ucomadreja.

Se dio la vuelta para enfrentaa sus perseguidores. No tenía n

con qué defenderse; ni siquiera piedra.

Retrocedió unos pasos…

chocó contra el mayor de túmulos. Ahogó un grito. Estatrapado entre los vivos y

muertos.Algo lo agarró desde atrás yarrastró hacia la oscuridad.



13

— No te muevas — le susuuna voz al oído— , no hagas ruidono toques los huesos!

Torak ni siquiera podía ver huesos; no veía nada en absoluEstaba acurrucado en medio de



negrura apestosa con un cuchoprimiéndole la garganta.

Apretó los dientes para dejaran de castañetearle. En tornél sentía el gélido peso de la tierrde los huesos enmohecidos de

muertos de los Cuervos. Rogó que todas las almas se hallasen mlejos, en el Viaje a la Muerte. P

¿y si alguna se había quedado atráTenía que salir de allí. Tras

primera impresión al ser apresa

había oído que raspaban la piedcomo si su captor estuviese sellanel túmulo. Pero al adaptársele



ojos a la penumbra, vislumbró leve borde de luz. Fuera lo que fulo que habían arrastrado pbloquear la entrada, no encajaba aperfección.

Estaba pensando en echar

correr hacia ella cuando oyó voen el exterior. Débiles, pero cada más cerca.

Torak se puso tenso. Y captor también.

Los crujidos y susurros

oyeron más cerca y se detuvieronpronto a unos tres pasos de distanc — Nunca se habría atrevid



venir aquí — susurró una atemorizada de hombre.

— Quizá sí — musitó una mu. Ese chico es distinto. Ya viste

forma en que le ganó a Hord. Qusabe qué es capaz de hacer.

Torak oyó un chapoteo enmusgo. Movió un pie instintivamey, en la penumbra, algo tintin

Esbozó una mueca. — ¡Silencio! — exclamó

mujer— . He oído algo.

Torak contuvo el aliento. cuchillo de su carcelero lo oprimcon más fuerza.



El graznido de un cuervo resoentre los árboles.

— El guardián no nos quiaquí — musitó la mujer—Deberíamos irnos. Tienes razón.chico no se habrá atrevido.

Mareado de alivio, Torak oque se alejaban.

Al cabo de un rato trató

cambiar de postura, pero la punta cuchillo se lo impidió.

— ¡Quédate quieto! — siseó

captor.Torak reconoció la voz. Renn. ¿Renn?



— Apestas — susurró ella.Torak trató de girar la cabe

pero una vez más el cuchillo seimpidió.

— Es para mantener alejadolos perros — contestó.

— De todas formas nuvendrían aquí; no les está permitid

Torak reflexionó unos instant

— ¿Cómo sabías que yo pasapor aquí? ¿Y por qué…?

— No lo sabía. Ahora cáll

Podrían volver.Tras una fría y entumecespera que pareció eternizarse, R



le propinó un puntapié y le dijo se moviera. Torak consideró posibilidad de imponerse a la chpor la fuerza, pero decidió hacerlo. Si forcejeaban, podperturbar a los huesos. En lugar

ello, apartó con esfuerzo la losapizarra que cerraba la entrada y repara salir a la luz del día.

túmulos estaban desiertos. Hasta cuervos se habían marchado.

Renn salió tras él, de espalda

a gatas y arrastrando dos fardosmadera de avellano; uno de ellos el de Torak. Perplejo, se agac



entre las adelfillas y observó Renn volvía a entrar, y de nusalía con dos sacos de dorenrollados, dos juegos de arcocarcaj, ambos envueltos en pielsalmón para protegerlos de

humedad, y un saco de gamuza queretorcía con furia.

— ¡Lobo! — exclamó Torak.

— ¡Cállate! — Renn dirigió cautelosa mirada hacia campamento.

Torak abrió de un tirón el sy Lobo emergió de él, sudorosodesaliñado. Olisqueó el aire y hab



salido corriendo de no habecogido Torak para asegurarle ladridos en voz baja que, en efeera él y no un mortífero glotón. Loesbozó una gran sonrisa de lomeneó los cuartos traseros y salud

Torak con calurosos mordisquibajo la barbilla.

— Date prisa — dijo R

detrás de él. — Ya voy — repuso Tor

Cogió puñados de musgo empap

en rocío y se quitó la mayor parte excremento; luego se enfundó botas. Renn había tenido la previs



de llevárselas.Al volverse para coger su far

comprobó con asombro que Rhabía puesto una flecha en el arclo apuntaba hacia él. Además, había colgado al hombro el arco y

carcaj del propio Torak, así comohacha y el cuchillo del chico, y sehabía embutido en el cinturón.

— ¿Qué haces? — preguTorak— . Pensaba que me estaayudando.

Ella lo miró con desprecio. — ¿Por qué iba a ayudarte?único que hago es ayudar a mi clan



— Entonces ¿por qué no me delatado hace un momento?

— Porque pretendo asegurarde que llegues a la Montaña Espíritu del Mundo. Si yo noobligara, ni siquiera lo intentar

No harías más que huir con el rentre las piernas porque eres cobarde.

— ¿Un cobarde? — repTorak con voz entrecortada.

— Un cobarde, un mentiros

un ladrón. Robaste nuestro corutilizaste trucos para que Hperdiera la pelea y nos ment



sobre que tú no eras El Que EscucLuego huiste. Y ahora, por últivez, ¡muévete!

Mientras Renn lo apuntaba aespalda con la flecha, y los oído

ardían por la acusación de la chTorak se dirigió río abajo haciaoeste, manteniéndose al amparo

los sauces y llevando a Lobo brazos para impedir que almohadillas del lobezno dejaran

rastro de olor para los perros.Por asombroso que parecieno se oían ruidos de persecuci



Esa circunstancia le resultabaTorak más inquietante aún que cuernos de corteza de abedul.

Renn impuso un ritmo rápidoTorak tropezaba con frecuenEstaba cansado y hambrien

mientras que Renn había descansy había comido; eso haría más diflibrarse de ella. Pero era m

menuda que él, y Torak se dijo qprobablemente, podría reducantes de que causara demasiado d

con el arco.La cuestión era: ¿cuándo? Pomomento parecía estar sincerame



decidida a eludir a los Cuervos yguiaba por senderos de ciervestrechos y serpenteantes, siembien guarecidos. Torak deciesperar a que estuviesen más ledel campamento. Pero el insulto

Renn le seguía doliendo. — Yo no soy un coba

dijo girando la cabeza mien

seguían el río hacia un umbbosque de robles, al ver queamenaza de la persecución pare

haber disminuido. — Entonces ¿por qué has hudel campamento?



— ¡Iban a sacrificarme! — Aún no lo habían decidi

Por eso estaban discutiendo. — Así pues, ¿qué debería ha

hecho? ¿Esperar a averiguarlo? — La Profecía — repuso R

con frialdad— podía significar cosas distintas. De no haber huidohabrías enterado.

— Y supongo que vas contármelas — dijo Torak—porque tú lo sabes todo.

— La Profecía — suspiró Rpuede querer decir que sacrifiquemos y le entreguemos



sangre a la Montaña, y que al hacedestruyamos al oso. Eso es lo Hord cree que significa. Quimatarte porque así será él quien lltu sangre a la Montaña. — Hizo pausa— . Saeunn cree que signif

otra cosa: que sólo tú pueencontrar la Montaña y destruiroso.

Torak se dio la vuelta y quedó mirándola.

— ¿Yo? ¿Destruir al oso?

— Ya sé que no parece posirespondió ella observándolo arriba abajo— . Pero Saeunn e



segura de ello. Y yo también. El QEscucha debe encontrar la Montdel Espíritu del Mundo, y luego, ayuda del Espíritu, tiene que destal oso.

Torak parpadeó. No podía s

Habían cometido un error. — ¿Por qué sigues negándo

preguntó Renn, enfadada— .

eres El Que Escucha. Sabes queeres. Luchaste con aire, exactamecomo dice la Profecía. Hablaste

silencio, con el silbato. Y primeras palabras de la Profedicen que El Que Escucha pu



hablar con los demás cazadores Bosque, y tú puedes hablar con eporque tu padre te dejó en guarida de lobos cuando epequeño.

Torak aguzó la mirada.

— ¿Cómo sabes tú eso? — Porque estaba escuchan

respondió Renn.

Siguieron el río hacia el oeMientras caminaban, Torak oyósuave trinar de los pardillos

comerse las moras y a un trepaque picoteaba en una rama en bude larvas. Si había tantos pájaros



ahí, el oso no podía andar cerca…De pronto Lobo levantó

orejas y movió los bigotes. — ¡Agáchate! — siseó To

tirando de Renn.Unos instantes después vie

pasar dos piraguas. Torak distingcon claridad la que estaba más cede él. El hombre que remaba tenía

cabello castaño corto y con flequiy llevaba un tieso manto de pellsobre los anchos hombros y

colmillo de jabalí colgado de ucorrea sobre el pecho. Un haarrojadiza de pizarra negra repos



sobre las rodillas del hombre. igual que su compañero de la opiragua, escudriñaba las riberastiempo que se deslizaba por el acon potentes paladas. Estaba bclaro qué andaban buscando.

— Clan del Jabalí — susuRenn al oído de Torak— . FKedinn debe de haberles ped

ayuda para que nos encuentren.Torak abrigó sospechas

instante.

— ¿Cómo han sabido tomaríamos este camino? ¿Les dejado alguna clase de pista?



— ¿Por qué iba a hacer aasí? — repuso Renn poniendo ojos en blanco.

— Por lo que sospecho, estás guiando hacia algún otro cpara que me sacrifiquen.

— O a lo mejor — repuso econ cansancio— esos Jabalíes papor aquí porque resulta que

campamento está río abajo y… —interrumpió— . ¿Cómo has sabque venían?

— No lo sabía. Me lo ha diLobo.Renn pareció sorprendida



alarmada a la vez. — Es verdad que puedes hab

con él, ¿no es así?Torak no contestó.Renn se incorporó esforzánd

por sobreponerse a su inquietud.

— Ya se han ido. Va sienhora de que nos dirijamos al no

Volvió a poner la flecha en

carcaj y se echó el arco al hombropor un instante Torak creyó que hacambiado de opinión. Pero enton

sacó el cuchillo y pinchó suavemea Torak para que se pusiera marcha.



Llegaron a un riachuelo descendía de un desfiladero rocoscomenzaron a trepar. Torak empezsentirse mareado de cansancio. noche anterior no había dormidllevaba más de un día sin comer.

Al final no pudo dar ni un pmás e hincó las rodillas. Lobo sade los brazos del chico, trastabill

cayó en sus ansias por llegar al ag — ¿Qué haces? — excla

Renn— . ¡No podemos detener

aquí! — Pues acabamos de hacegruñó Torak. Cogió un puñado



hojas de jabonera, las apretujó agua y se limpió el resto excremento de glotón. Entoncesinclinó y bebió hasta saciarse.

Sintiéndose mucho mejor, huen el fardo en busca de uno de

rollos de carne seca de corzo había preparado; parecía que hamuchas lunas de ello. Tras arran

un pedazo de un mordiscoarrojárselo a Lobo, empezó a comSabía de maravilla y ya notaba

fuerza del corzo que recorría interior.Renn titubeó, pero desató



fardo y se arrodilló, aunque todaapuntaba a Torak con el cuchiHundiendo una mano en el farextrajo tres finas tortas de comarrón rojizo. Le tendió una a Tor

Él la cogió y mordió

pequeño trozo. Tenía un sabor ricsalado, con un regusto aromático.

— Salmón seco — expl

Renn con la boca llena— . machacamos con grasa de ciervbayas de enebro. Permanece en b

estado todo el invierno.Para sorpresa de Torak, Renntendió una torta de salmón a Lobo



Éste la ignoró deliberadamenRenn titubeó, pero se la di

Torak. Él la frotó entre las palmpara disimular el olor de Renn consuyo, y entonces se la ofreció a Loque se la zampó de un mordisco.

Renn trató de no mostrar estaba dolida.

— ¿Y qué? — d

encogiéndose de hombros— . Yaque no le gusto.

— Eso es porque no paras

meterlo en sacos — repuso Torak — Por su propio bien. — Pero él no sabe que es así



— ¿No puedes decírselo tú? — No hay forma de decir eso

la lengua de los lobos. — Dio omordisco a la torta de salmóndespués le preguntó a Renn algo le intrigaba.

— ¿Por qué lo has traído? — ¿A quién? — A Lobo. Lo has sacado

campamento. No debe de haber sfácil. ¿Por qué?

— Parece que lo neces

contestó al cabo de un mome. No sé por qué, pero pensé quizá fuera importante.



Torak se sintió tentado decirle que Lobo era su guía, perocontuvo. No confiaba en ella. había sido útil para eludir a Cuervos, pero eso no cambiabahecho de que se hubiese quedado

sus armas y lo hubiese llamcobarde. Y todavía lo estaapuntando con el cuchillo.

El desfiladero se volvió mempinado, pero Torak consideró q

no era peligroso dejar que Locaminara, de modo que el lobeascendió con dificultad ante él con



cola baja. A Lobo, trepar no gustaba más que a Torak.

Más o menos a media tarllegaron a una cresta desde la quedominaba un amplio valle boscoA través de los árboles, To

vislumbró el lejano destellar derío.

— Ése es el Río An

explicó Renn— . Es el río mayor caudal en esta parte Bosque. Fluye desde los ríos

hielo en las Montañas Altas y forel lago Cabeza de Hacha, y vparar a las cataratas del Trueno y



allí al mar. Acampamos en ese lua principios de verano por salmones. A veces, si el viento sodel este, se oyen las catarata

Se interrumpió.Torak supuso que la chica

estaba preguntando cómo castigaría su clan por ayudarescapar a su cautivo. Si no le hubi

llamado cobarde, bien podría hasentido lástima por ella.

— Cruzaremos el va

continuó Renn con tono menérgico— . Debería resultar fvadear el río por donde están e



prados. Después podemos dirigirhacia el norte.

— No — dijo de pronto Tory señaló a Lobo. El animal haencontrado un sendero de alces se internaba en un bosque de a

abetos rojos de los que colgmusgo de los árboles, y estesperando a que lo siguieran.

— Por ahí — indicó Torak—Ascenderemos desde el valle, pno lo cruzaremos.

— Pero eso está al este. vamos hacia allí, llegaremos a Montañas Altas demasiado pronto



nos será mucho más difícil dirigiral norte.

— ¿Hacia dónde irá FKedinn? — quiso saber Torak.

— Durante un tiempo, al oesiguiendo los senderos, y luego

norte. — Bueno, pues entonces lo

dirigirse hacia el este parece bu

idea. — ¿Se trata de alguna clase

truco? — preguntó Renn fruncien

el entrecejo. — Mira — insistió Torak—Vamos en dirección al este porq



Lobo dice que debemos hacerlo.conoce el camino.

— ¿Cómo? ¿Qué quieres dec — Quiero decir — respon

Torak en voz baja— que conocecamino hacia la Montaña.

Renn se quedó mirándolodespués soltó un bufido.

— ¿Ese pequeño lobez

Torak hizo un gesto afirmativo—No te creo.

— No me importa — rep

Torak.

Lobo odiaba a la hembra



cola.La había odiado desde el prim

momento en que la olió, cuanapuntaba con la Larga Garra Vuela a su hermano de carna¡Vaya cosa! ¡Como si Alto Sin C

fuera una presa!Después de eso, la hembra

cola había hecho cosas terribles.

había apartado a la fuerza de ASin Cola y lo había metido en extraña Guarida sin aire, donde

habían hecho dar tantos tumbos se había mareado.Peor incluso era la forma en



se comportaba con Alto Sin Co¿No sabía acaso que él era el jefela manada? Se mostraba muy rudirrespetuosa cuando le soltgañidos en la lengua de los sin c¿Por qué Alto Sin Cola no le peg

un rugido y la perseguía hasta hachuir?

En ese momento, mientras L

trotaba por el sendero, se sinaliviado al oír que ella se haquedado varios pasos at

Estupendo. Debería irse.Se detuvo a masticar ucuantos arándanos rojos al borde



sendero, escupió uno en mal estadcontinuó, sintiendo la tierra seca blas almohadillas y la calidez del OBrillante Caliente en el lomLevantó el hocico para captar aromas que le llegaban del va

unos arrendajos y unos cuanexcrementos rancios de alce, varabetos rojos abatidos por tormenta

gran cantidad de adelfillasarándanos mustios. Todos eolores buenos e interesantes; p

tras ellos captaba el aroma fríoterrorífico del Agua Rápida.El miedo se apoderó de Lo



De alguna manera, él y Alto Sin Ctenían que llegar al otro lado Agua Rápida. El sitio en que habde cruzarla estaba aún muchos paadelante, pero Lobo ya la senrugir. Y lo hacía con tal fuerza q

hasta su hermano de carnada, mesordo, no tardaría en oírla.

El peligro estaba ahí delante

Lobo ansiaba regresar, pero saque no podía hacerlo. La Llamera cada vez más fuerte: esa Llam

que era como la de la Guarida, pno lo era.De pronto Lobo captó otro o



Las fosas nasales del lobezno abrieron para asimilarlo, y ehacia atrás las orejas. Eso era maMalísimo.

Lobo giró en redondo y code vuelta hacia Alto Sin Cola.



14

— ¿Qué ocurre? — preguRenn mirando fijamente aterrorizado lobezno.

— No lo sé — musitó Torak.le empezó a poner la carne gallina. No se oía ningún pájaro.



Renn se sacó el cuchillo Torak del cinturón y se lo arrojó.

Torak lo cogió asintiendo concabeza.

— Deberíamos volver — dRenn.

— No podemos. Éste es camino hacia la Montaña.

Los ojos ambarinos de Lo

estaban oscuros de miedo. Avandespacio y con sigilo, con la cabgacha y el pelo del lomo erizado.

Torak y Renn lo siguieron silenciosamente como pudieron. Lenebros se les enredaban en las bo



y el musgo de los árboles les rozla cara con los dedos. Los árboestaban absolutamente inmóvilesla expectativa de lo que iba a ocur

— A lo mejor no esempezó Renn— . Quiero de

podría tratarse de un lince. O deglotón.

Ni Torak ni la propia R

creyeron que así fuera.Volvieron un recodo y llega

ante un abedul caído que sangr

por unas profundas huellas de garabiertas en la corteza. Ninguno de los dos dijo na



Ambos sabían que los osos a vearañan los árboles para marcarterritorio o para asustar a otcazadores.

Lobo se acercó al abedul polisquearlo mejor. Torak lo sigui

suspiró de alivio. — Un tejón. — ¿Estás seguro? — pregu

Renn. — Los arañazos son m

pequeños que los de un oso, y

barro en la corteza. — Rodeóárbol— . Se llenó las gardelanteras de tierra, escarbando



busca de gusanos, se detuvo apara limpiárselas y volvió a tejonera. Por ahí… — señaló hael este con un ademán.

— ¿Cómo lo sabes? — qusaber Renn— . ¿Te lo ha di

Lobo? — No. Me lo ha dicho

Bosque. — Advirtió la mirada

perplejidad de Renn— . Hace un rhe visto un petirrojo con pelos tejón en el pico. Venía del e

Se encogió de hombros. — Eres bueno siguienrastros, ¿no es así?



— Pa era mejor. — Bueno, pues eres mejor

yo — repuso ella. Su tono no fueenvidia; no hacía más que reconoun hecho— . Pero ¿por qué haasustado un tejón a Lobo?

— No creo que lo haya hecontestó Torak— . Supongo

lo ha asustado otra cosa.

Renn cogió el hacha, el arcel carcaj de Torak y se los tendió.

— Toma. Será mejor que

lleves.Continuaron sendero arrLobo iba primero, seguido de Tor



que exploraba en busca de señalela última era Renn, que estirabacuello para ver a través de árboles.

Habían recorrido otcincuenta pasos cuando Torak

detuvo de forma tan brusca que Rchocó contra él.

La joven haya todavía gem

pero no le quedaba mucho tiempovida. El oso se había empinado solas patas de atrás para dar rien

suelta a su furia, había arrancadocopa entera del árbol, hadesgarrado la corteza en lar



irones sangrantes y había heprofundos tajos en lo alto del tronTerroríficamente arriba. De habeencaramado Renn a los hombrosTorak, no habría podido llegar amás baja de las marcas de las gar

de la fiera. — Ningún oso puede ser

enorme — musitó Renn.

Torak no contestó. Haregresado a aquel anochecer azuldel otoño y estaba ayudando a P

acampar. Torak había bromeado, ypadre se había reído. Pero entonel Bosque se estremeció. L



cuervos graznaron. Los árbocrujieron. Y de la oscuridad bajo árboles surgió una oscuridad mprofunda aún…

— No es reciente — dijo Re — ¿Qué? — preguntó Torak.

Ella indicó el tronco con gesto.

— La sangre del árbol se

endurecido. Mira, está casi negra.Torak estudió el árbol. R

tenía razón. El oso había arañado

corteza al menos dos días antes.Pero no pudo compartir alivio de Renn. Ella no sabía lo pe



«Cada vez que mata — hadicho Pa— , su poder aumentaCuando el ojo rojo esté en lo malto en el cielo… el oso sinvencible.»

Ahí estaba la prueba: la no

en que el oso los había atacadotamaño del animal era enorme. Pno tanto como ahora.

— Cada vez es más gradijo Torak.

— ¿Cómo? — preguntó RennTorak le contó lo que le hadicho Pa.



— Pero… para eso no faltauna luna.

— Ya lo sé.A unos pasos del sende

Torak encontró tres largos penegros enredados en una rama a

altura de la cabeza. Retrocebruscamente.

— Se fue por ahí. — Señ

hacia el valle— . Mira cómo ramas han vuelto a crecer siguienuna dirección ligeramente distinta

Pero eso no lo tranquilizó.oso podía haber regresado por ocamino.



En ese momento, desde profundo de la espesura, les llegóagudo reclamo de un carrizo.

— No creo que ande ceTorak espiró— , o ese carrizo

estaría llamando.

Mientras caía la noche, hicieun refugio con jóvenes avellanomantillo junto a un arroyo lodo

Tenían la sensación de que acebos les ofrecían ampaEncendieron un pequeño fuego

comieron unas cuantas tiras de caseca, pero no se atrevieron a salas tortas de salmón porque el



las habría olido aunque estuvieruna distancia de muchos días camino.

La noche era fría y Topermanecía encogido en su saco pdormir escuchando el leve y dista

rugido que, según Renn, produclas cataratas del Trueno.

¿Por qué no le había habl

nunca Pa de la Profecía? ¿Por era él El Que Escucha? ¿Qsignificaba?

Junto a él, Lobo dormmoviendo las orejas y Robservaba a un escarabajo



descendía por un tronco del fuegoTorak estaba seguro de q

podía confiar en ella porque se haarriesgado mucho para ayudarlo. habría podido huir sin su auxiPero tener a alguien de su parte

una sensación nueva para él. — Necesito contarte a

dijo Torak. Renn tendió la m

para coger una ramita y ayudarescarabajo a bajarse del tronco—Antes de morir, mi padre me oblig

hacer un juramento: debo enconla Montaña o morir en el intenHizo una pausa— . No sé por



me obligó a jurar eso. Pero lo hY haré cuanto pueda por cumplirlo

Renn asintió con la cabezaTorak se dio cuenta de que primera vez lo creía de verdad.

— Yo también tengo algo q

decirte — afirmó ella— . Es sobrProfecía. — Frunciendo el entrecle dio vueltas a la ramita entre

dedos— . Cuando encuentres…encuentras la Montaña, no puesencillamente pedirle ayuda

Espíritu, sino que tienes que proque eres digno de ella. Saeunn mecontó anoche. Dijo que cuando



vagabundo tullido creó al orompió el pacto porque creó criatura que mata sin un propósHizo enfadar al Espíritu. Costmuchísimo conseguir su ayuda.

— ¿Qué hará falta? — pregu

Torak intentando tragar saliva. — Tienes que llevarle los t

fragmentos más poderosos

Nanuak — contestó Renn miránda los ojos. — Torak la miró a su sin comprender— . Saeunn dice

el Nanuak es como un gran río nunca se acaba. Todo ser vivo, cazadores, las presas, las rocas,



árboles, lleva una parte de él eninterior. Y a veces una parte especde él asume una forma, comoespuma en un río. Cuando lo haceincreíblemente poderosa. — Titub

. Eso es lo que tienes

encontrar. Si no lo haces, el Espídel Mundo no te ayudará. Y entonnunca destruirás al oso.

Torak contuvo el aliento. — Tres fragmentos del Nan

repitió con voz ronca— . ¿Q

son? ¿Cómo los encuentro? — Nadie lo sabe. Todo cuatenemos es un acertijo. — Cerró



ojos y recitó:

En lo más profundo, la vis

ahogada.

En lo más antiguo, el mordi

de piedra.

En lo más frío, la luz moscura.

Se levantó una brisa. Lacebos emitieron murmullos irritación.

— ¿Qué significa? — qusaber Torak.

Renn abrió los ojos.



— Nadie lo sabe. — Así pues — comentó To

apoyando la cabeza en las rodi, he de encontrar una montaña

nadie ha visto jamás. Y averiguarrespuesta a un acertijo que nadie

resuelto nunca. Y matar a un contra el que nadie puede luchar.

— Tienes que intenta

repuso Renn inspirando endientes.

Torak guardó silencio y desp

preguntó: — ¿Por qué te contó todo Saeunn? ¿Por qué a ti?



— Yo no quería que me contara, pero lo hizo. Cree quemayor debería ser hechicera.

— ¿Y tú quieres serlo? — ¡No! Pero supongo…

quizá todas esas cosas tienen

propósito. Si ella no me las hubicontado, yo no podría habértedicho.

Siguió otro silencio. EntonRenn reptó para salir del saco pdormir.

— Llevaré fuera nuestfardos. No queremos que el olocomida atraiga al oso.



Cuando hubo salido, Torakacurrucó sobre un costadocontempló ensimismado el ardiecorazón de las brasas. AlrededorBosque crujía en sueños, unos sueverdes y profundos. Pensó en

miles y miles de almas triples abarrotaban la oscuridad, a la espde que él, y sólo él, las liberase

oso.Pensó en el abedul dorado y

el serbal escarlata y en los rob

con su verde resplandeciente. Peen las abundantes presas; en lagos y ríos rebosantes de peces;



todas las diferentes clases de mady corteza y piedra que están adisposición si sabes dónbuscarlas. El Bosque tenía todoque uno podía desear. Hasta entonnunca se había dado cuenta de

mucho que lo apreciaba.Pero, si no conseguían aca

con el oso, todo eso se perdería.

Lobo se levantó de un saltsalió en una de sus cacenocturnas. Renn volvió, se metió

el saco sin decir una palabra yquedó dormida. Torak contincontemplando el fuego.



«Todas esas cosas tienen propósito», había dicho Renn. Demodo extraño, esa idea le dio fuera Torak. Él era El Que Escucha, duda, y había jurado encontrarMontaña. El Bosque lo necesita

Lo haría lo mejor que pudiera.El chico durmió de man

intermitente. Soñó que Pa volví

estar vivo, pero, en lugar de rostenía una piedra blanca.

«Yo no soy Pa. Soy el hechic

de los Lobos…»Torak despertó con un respinSintió el aliento de Lobo en



cara, el sedoso roce de los bigodel animal en los párpados, y pinchazos, como de finísimas agujde su pelaje en las mejillas y encuello.

Lamió el hocico del lobezno

Lobo le acarició la barbilla antesarrellanarse contra él con resoplido.

— Deberíamos haber cruzmás abajo — comentó Renn mien

estiraban el cuello para ver cataratas del Trueno.Torak se enjugó las finísim



gotitas que tenía en la cara ypreguntó cómo era posible que aen el Bosque pudiera mossemejante rabia.

Llevaban todo el remontando el verde y tranqu

curso del Río Ancho. Pero ahoraprecipitarse retumbando sobre pared vertical de piedra, la ira

agua resultaba espantosa. Asemejante furia, el Bosque entparecía haberse detenido p

contemplarla. — Deberíamos haber cruzmás abajo — repitió Renn.



— Nos habrían vcontestó Torak— . Aquel

prados quedaban demasiexpuestos. Además, Lobo quepermanecer a este lado.

— Si él es el guía, ¿dónde

supone que está? — preguntó Resbozando una mueca.

— Odia los rápidos de agua.

manada se ahogó en una riada. Pregresará cuando hayamencontrado una forma de pasar so

las cataratas. — Vaya — repuso Renn, poconvencida. Al igual que Tor



había dormido mal y llevaba todamañana de mal humor. Ninguno los dos había mencionado el acert

Por fin encontraron una sede ciervos que ascendía serpenteapor un lado de las cataratas.

escarpada y estaba llena de barrocuando llegaron a lo alto, estaagotados y empapados por el a

pulverizada. Lobo los estesperando, sentado bajo un abeduuna distancia prudencial del

Ancho, temblando de miedo. — Y ahora, ¿adónde? — jadRenn.



— Sigamos el río hasta quenos diga que crucemos — repTorak, que observaba a Lobo.

— ¿Sabes nadar? — preguRenn.

Torak asintió.

— ¿Y tú? — Sí. ¿Y Lobo? — No lo creo.

Emprendieron la marcha arriba abriéndose paso entre zarzaun laberinto de serbales y abedu

Hacía un día frío y nublado yviento desparramaba hojas de abeen el agua como pequeñas



ambarinas puntas de flecha. Lotrotaba con las orejas echadas haatrás. El río fluía liso y veloz encamino hacia las cataratas.

No habían llegado muy lecuando Lobo empezó a corretear

un lado para otro por la ribprofiriendo débiles gañidos. Topudo sentir el miedo del lobezno.

volvió hacia Renn. — Quiere cruzar, pero e

asustado.

— Las zarzas son demasidensas aquí — dijo Renn— . ¿Qtal ahí arriba, por esas roc



Torak asintió— . Yo pasprimero.

Renn se quitó las botas, las al fardo y se arremangó las calzBuscó un palo para ayudarsemantener el equilibrio y se colgó

fardo de un hombro para que noarrastrara al fondo si se caía. El ay el carcaj los llevaba en la o

mano, en alto.Parecía asustada al aproxima

al agua, pero cruzó al otro lado

titubear hasta la última roca, desdque tuvo que saltar a la riberaacabó agarrándose a una rama



sauce para izarse.Torak dejó el fardo y las arm

en la orilla y se quitó las boCruzaría a Lobo, y luego regresarbuscar sus cosas.

— ¡Vamos, Lobo! — dijo p

darle ánimos. Y lo repitió en lengua de los lobos agachándosprofiriendo graves gañi

tranquilizadores.Lobo salió disparado p

ocultarse bajo un matorral de eneb

y se negó a salir. — ¡Mételo en el farexclamó Renn desde el otro l



. ¡Sólo así conseguirás que cruc — ¡Si hago eso — gritó To

en respuesta— jamás volveráconfiar en mí!

Se sentó en el musgo al bode la ribera. Entonces bostezó y

estiró para mostrarle a Lobo relajado que estaba.

Al cabo de un rato, L

emergió del enebro y se sentó alado.

Torak volvió a bostezar.

Lobo lo miró de reojo e imitTorak con un bostezo enorme acabó en un gañido.



Muy despacio, Torak se pusopie y cogió a Lobo en brazmurmurando suavemente en la lende los lobos.

Torak sintió las rocas fríaresbaladizas bajo los pies desnud

En sus brazos, Lobo empezótemblar de terror.

En la otra orilla, Renn se aga

con una mano a un abedul joven yinclinó hacia ellos.

— Eso es — excla

sobrepasando el clamor de cataratas— , ¡ya casi estáis!Las garras de Lobo se hundie



en el jubón de Torak. — ¡La última piedra! — g

Renn— . Ya lo cojo yo…Una ola rompió contra la pie

y los salpicó de agua helada. valor de Lobo se vino ab

Retorciéndose frenéticamente pliberarse de los brazos de Torak, un salto hacia la ribera y aterrizó

las patas de atrás en el agua mientque las delanteras arañaban la tier

Renn se inclinó y lo agarró

el pescuezo. — ¡Ya lo tengo! — exclamó.Torak perdió el equilibrio



cayó al río.



15

Torak emergió resoplando frío y luchando con el agua.

Era buen nadador, de modo q

no estaba muy preocupado. agarraría a esa rama que sobresde la ribera…



Bueno, pues a la siguiente.Tras él, oyó a Renn, que grit

su nombre mientras se abría pentre las zarzas, y los urgenladridos de Lobo. Se le ocurrió las zarzas debían de ser muy espepues Renn y Lobo se estaquedando cada vez más atrás.

El río lo golpeó en la espald

lo dejó tan flojo como una hmojada contra una roca. Se hundió

Pataleó hasta emerger a

superficie y quedó horrorizado al lo lejos que lo había llevado el Ya no oía ni a Renn ni a Lobo, y



cascada se acercaba con asombrvelocidad ahogando todas las voa excepción de la suya propia.

El jubón y las calzas tironeade Torak hacia abajo. El frío le haentumecido los miembros ha

convertirlos en palos de huesocarne que se afanaban en mantenesobre la superficie, aunque no

sentía. Tampoco veía nada exceolas de espuma blanca y una mborrosa de sauces. Pero incluso

desapareció cuando el agua succionó una vez más.Fue claramente consciente



que sería arrastrado hasta cataratas, y la caída lo mataría.

No hubo tiempo para el mieSólo para una rabia distante porhecho de acabar de esa manPobre Lobo.

¿Quién iba a cuidar de él ahoY pobre Renn. Torak esperaba qella no encontrase el cuerpo por

estaría hecho un desastre.La muerte le habló con

atronadora. A través de la espum

del agua pulverizada vio destellararco iris… entonces las olas alisaron como un pellejo y de pro



ya no hubo más río delante de él, yle hizo difícil respirar cuando caLa muerte tendió las manos yatrajo a las profundidades. Fue instante brillante y dulce, cocuando uno se queda dormido…

Se hundió más y más, mienel agua le llenaba la boca, la nalas orejas. El río se lo tragó ente

estaba dentro de él y rugía concon aquella fuerza latente de agNo obstante, de alguna for

emergió para dar bocanadas de aPero el río volvió a atraerlo haciaremolino de sus ver



profundidades.El rugir del río

disminuyendo. En la mente de Toparpadeaban luces. Se hundió. agua pasó del azul al verde oscurluego al negro. Se notaba

lánguido y congelado que ya sentía nada. Ansiaba rendirsedormir.

Captó de pronto unas risas ley burbujeantes. Unos cabellos eran como algas verdes le hac

cosquillas en el cuello. Unos rostcrueles le lanzaban miradas lascicon unos implacables ojos blanco



«¡Ven con nosotros! — llamaba la Gente Oculta del río—¡Deja que tus almas floten y liberen de esa carne pesadaaburrida!»

Se sintió mareado, como si s

estuvieran soltando las entrañas.«¡Mirad, mirad! — rió la Ge

Oculta— . ¡Mirad con qué rapi

empiezan a liberarse sus almas! ¡Qansiosas están de venir a nosotroTorak dio vueltas y vueltas como

pez muerto. La Gente Oculta terazón. Qué fácil le resultaabandonar su cuerpo para dejar



que le dieran vueltas para siempresu frío abrazo…

De pronto el aulldesesperado de Lobo llegó hasta é

Torak abrió los ojos. Burbude plata fluyeron a borbotones de

oscuridad al huir la Gente Oculta.Lobo lo llamó una vez más.Lobo lo necesitaba. Había a

que tenían que hacer juntos.Agitando los miemb

entumecidos, empezó a luchar

salir a la superficie. El verde tornó más brillante. La luz atrajo…



Casi lo había logrado cuanalgo le hizo mirar hacia el fondo…los vio. En las profundidades, ojos blancos y ciegos lo mirafijamente.

¿Qué eran? ¿Perlas de río? ¿L

ojos de alguien de la Gente OcultaLa Profecía. El acertijo: lo m

profundo, la visión ahogada.

Tenía el pecho a punto estallar. Si no respiraba aire pronmoriría. Pero si no se hundía ah

para agarrar esos ojos, fueran lo fuesen, los perdería para siempre.Se dobló hasta quedar cab



abajo y pateó con todas sus fuerzimpulsándose hacia el fondo.

Los ojos le ardieron a causa frío, pero no se atrevía a cerrarCada vez estaba más cerca… tenuna mano hacia lo hondo y agarró

puñado de gélido lodo. ¡Los tenNo había forma de asegurarse, pel lodo se arremolinaba en torno

y no podía arriesgarse a abrirmano, por si se escapaban; psentía cómo los ojos tiraban de

hacia abajo. Se volvió en redondpataleó de nuevo hacia la luz.Sin embargo, las fuerzas



estaban fallando y ascendía angustiosa lentitud, con la dificulañadida de la ropa empapada. Enmente de Torak parpadearon mluces. Más risas acuosas.

«Demasiado tarde — susurró

Gente Oculta— . ¡Ya nunca volvea alcanzar la luz! Quédate aquí nosotros, chico de las almas a

deriva. Quédate aquí psiempre…» Algo le agarró depierna y tiró de él hacia abajo.

Pataleó otra vez. No loliberarse. Algo le sujetaba la capor encima del tobillo. Se retor



para soltarse, pero lo sujetaban firmeza. Trató de sacar el cuchillosu vaina, pero había ceñido biencorrea en torno a la empuñadantes de empezar a cruzar el ríofue incapaz de soltarla.

La rabia le hizo hervir sangre.

«¡Apártate de mí! — ch

mentalmente— . No pueposeerme, ¡ni puedes quedarte conNanuak!» La furia le prestó fuerza

dio patadas con ferocidad. Lo quesujetaba la pierna lo soltó. Aprofirió un aullido burbujeante y



hundió en la oscuridad. Torak sadisparado hacia arriba.

Emergió del agua en estallido boqueando para llenarsepulmones de aire. A través resplandor del sol, vislumbró u

capa de agua verde y una racolgante que se aproximaba mdeprisa. Tendió la mano libre ha

ella… pero no acertó a cogerla.dolor le hizo explosión en la cabez

Sabía que no había perdido

conocimiento. Aún podía sentirtirón del río y notar que respirapero tenía los ojos abiertos y



lograba ver nada.El pánico se apoderó de él.«No, ciego no — se dijo—

Por favor, que no me haya quedciego.»



16

La hembra sin cola estlloriqueando y agitando las padelanteras, de manera que Lobo

dejó y se precipitó sendero abajo.Cuando olió a Alto Sin C

entre los sauces, él también se pus



gimotear. Su hermano de carnadahallaba desplomado sobre un tron

con medio cuerpo en el agua. Ointensamente a sangre y no se movLobo le lamió la helada meji

pero Alto Sin Cola continuó moverse. ¿Se habría vuelto de Aliento? Lobo levantó el hocicoaulló.

Un torpe crujido anunció ahembra sin cola. Lobo dio un sapara defender a su hermano

carnada, pero ella lo apartó deempujón, metió las patas de delabajo los cuartos delanteros de A



Sin Cola y lo sacó del agua.Muy a su pesar, Lobo qu

impresionado.Observó cómo ponía las pa

delanteras sobre el pecho de Alto Cola y apretaba con fuerza. Alto

Cola empezó a toser. ¡Alto Sin Cvolvía a tener aliento!

Pero cuando Lobo saltó

nuevo sobre su hermano de carnpara lamerle el hocico, ¡la hemvolvió a apartarlo de un golpeta

Sin prestar atención a los gruñide advertencia de Lobo, ella levaa Alto Sin Cola para que



sostuviera sobre las patas y los subieron dando tumbos la ribAlto Sin Cola se tropezaba todorato con los avellanos, como si viera.

Atento, Lobo caminó junto

ellos y se relajó un poco cuanllegaron a una guarida a budistancia del Agua Rápida; era u

guarida como debía ser, y no de épequeñas y sin aire.

La hembra seguía sin dejar

Lobo se acercase a su hermanocarnada. Gruñendo, Lobo la golcon el cuerpo. En lugar de aparta



la hembra cogió un palo y lo arrfuera de la guarida; lo señaló y luseñaló a Lobo.

Lobo la ignoró y volvióconcentrarse en Alto Sin Cola, qtrataba de arrancarse el pell

Finalmente, Alto Sin Cola se qutan sólo con el largo pelo oscuro le cubría la cabeza. Ya

acurrucado de lado con los ocerrados, temblando de frío. Aqpobre segundo pellejo suyo, sin pe

no servía de nada.Lobo se apoyó contra él pdarle calor, mientras la hembra



cola daba vida rápidamente aBestia Brillante que MueCaliente, adonde Alto Sin Colaacercó para calentarse, pero Lobovigiló ansioso, no fuera que la Bele mordiera las patas.

Fue entonces cuando Lobo nque una de las patas delanterasAlto Sin Cola sujetaba algo

despedía un extraño brillo.Lobo lo olisqueó…

retrocedió. Olía a cazador, a presa

Agua Rápida y a árbol, tomasticado junto, y producía un levagudo murmullo, tan agudo que L



apenas lo captaba.Lobo estaba asustado por

sabía que se hallaba en presenciaalgo muy, muy poderoso.

Torak se acurrucó en el s

para dormir temblando de manincontrolable. Le ardía la cabeza ycuerpo entero se le antojaba una g

magulladura, pero lo peor de toera que no podía ver. «Cieciego», le decía palpitante

corazón.El chico oyó que Reimponiéndose al restallar del fue



murmuraba enfadada: — ¿Querías matarte a propó

o qué? — ¿Cómo? — preguntó Tor

pero sólo logró decirlo entre dienporque tenía la boca espesa

sabor agridulce de la sangre. — Casi habías llegado a

superficie — dijo Renn oprimiénd

la frente con lo que le parecietelarañas— , ¡y entonces has vueltzambullirte deliberadamente ha

abajo!Torak se dio cuenta de que eno sabía lo del Nanuak. Pero tenía



puño tan frío que no logró abrpara mostrárselo.

Sintió la lengua caliente Lobo en la cara. Apareció resquicio de luz y después una gnariz negra. Se le levantó el ánimo

— ¡Veo! — exclamó. — ¿Cómo? — le espetó R. ¡Pues vaya, por supuesto

ves! Te has hecho un corte enfrente al golpearte contra aqurama, y la sangre se te ha metido

los ojos. Las heridas del cucabelludo sangran mucho. ¿No sabías?



Torak se sintió tan aliviado qhabría reído de no ser porque dientes le castañeteaviolentamente.

Vio que se hallaban en upequeña cueva de paredes de tie

Un fuego de leña de abedul ardíasu ropa empapada, que colgaba unas raíces de árbol que sobresa

del techo, ya empezaba a sovapor. El sonido atronador de cataratas era muy audible, y por

volumen y por la vista de las code los árboles a través de la bocala cueva, calculó que debían



hallarse en algún punto elevado dpendiente del valle. No recordhaber llegado hasta allí, así que Rdebía de haberlo arrastrado. hubiera gustado saber cómo se había apañado para hacerlo.

La chica estaba arrodillunto a él y parecía afectada.

— Has tenido mucha, mu

suerte — le dijo— . Ahora quédquieto. — De su bolsa de remedios curativos sacó unas ho

secas de milenrama y las trituró enpalma de la mano. Entonces, una retirada la pelusilla, se las aplicó



la frente. Se le pegaron a la herpara formar una costra instantánea

Torak cerró los ojos y escucla furia interminable de la cascaLobo reptó para meterse en el scon él y se arrebujó hasta sent

cómodo. Torak lo encondeliciosamente peludo y calencuando le lamió un hombro. A su

él le lamió el hocico a modo respuesta.

Cuando despertó, ya

temblaba y todavía aferraba Nanuak, cuyo peso sentía en el puñLobo estaba olisqueando en



fondo de la cueva y Renn clasifichierbas en su regazo. El fardo, botas, el arco y el carcaj de Toestaban pulcramente apilados dede ella. Torak se percató de qpara recuperarlos, Renn tenía

haber vuelto a cruzar el río. Dveces.

— Renn — llamó.

— ¿Qué? — preguntó ella alzar la mirada. Por su tono, Tosupo que aún estaba enfadada.

— Me has sacado del río, has traído a rastras hasta aquí y recuperado mis cosas. No cons



imaginar… Quiero decir, has smuy valiente. — Ella no contestó—Renn — volvió a decir Torak.

— ¿Qué? — Tenía que volver al fon

Tenía que hacerlo.

— ¿Por qué?Con torpeza, Torak sacó

mano que contenía el Nanuak y ab

los dedos.En cuanto lo hizo, el fu

pareció encogerse y las somb

brincaron en las paredes de la cueDio la impresión de que el achisporroteaba, como suc



instantes después de que haya caun rayo.

Lobo dejó de olisquear y soun gruñido de advertencia. Rennquedó muy quieta.

Los ojos del río reposaban en

palma de Torak en un nido de loverde, y refulgían levemente, comluna en una noche de niebla.

Al mirarlos, Torak sintió un de la mareante sensación que había acometido en el fondo del rí

— Es la primera parte Nanuak, ¿verdad? — preguntó—«En lo más profundo, la vis



ahogada.»El rostro de Renn se ha

quedado pálido. — No… no te muevas — dij

salió precipitadamente de la cuepara volver poco después con

puñado de hojas de serbal de coescarlata— . Suerte que tienes loen la mano — afirmó— . No de

dejar que te toquen la piel porpodrían succionar tu propia parte alma del mundo.

— ¿Es eso lo que me estpasando? — musitó Torak— . Enrío empezaba a sentirme… confu



Le contó lo de la Gente Oculta.Parecía que Renn est

horrorizada. — ¿Cómo te has atrevido?

llegan a cogerte… — Hizo ademán para protegerse del mal—

No puedo creer que hayas estdurmiendo con eso en la mano. hay tiempo que perder.

Sacó una pequeña bolsa nedel interior de su jubón y la llenóhojas de serbal.

— Las hojas nos protegeexplicó— , y la bolsa tambdebería hacerlo; es de piel



cuervo.Aferrando la muñeca de Tor

dejó caer los ojos del río enbolsita y la cerró bien fuerte.

En cuanto el Nanuak estuvbuen recaudo, las llamas creciero

las sombras se encogieron. El airela cueva dejó de chisporrotear.

Torak se sintió como si

hubiesen quitado un peso de encimObservó que Lobo se acercaba sigilo y se tendía junto a Renn con

hocico entre las patas, miencontemplaba la bolsita en su regazgemía suavemente.



— ¿Crees que puede olerpreguntó Renn.

— O quizá lo oye — repTorak— . No lo sé.

— Siempre y cuando no halgo más que pueda hace

también… — dijo Renn con estremecimiento.



17

Torak despertó al asintiéndose agarrotado y doloriPero podía mover todos

miembros y no notaba nada roto,manera que llegó a la conclusiónque estaba mejor.



Renn estaba arrodillada aentrada de la cueva tratando de daa Lobo un puñado de camarinLobo se acercó poco a poco y cautela, y retrocedió de nuevo conmovimiento brusco. Al final deci

que podía confiar en ella y sorbiócamarinas. Renn rió cuando bigotes le hicieron cosquillas en

palma de la mano.Pilló a Torak mirándola y d

de reír, avergonzada por que la vi

haciéndose amiga del lobezno. — ¿Cómo te encuentras? —preguntó.



— Mejor. — Pues no lo pare

Necesitarías descansar al menosdía. — Se levantó— . Voy a cazDeberíamos guardar la comida spara cuando haga falta.

Torak se incorporó hasentarse, dolorido.

— Yo también voy.

— No, tú no vienes, tienes descansar…

— Pero mi ropa está sec

necesito moverme. — No le revel verdadero motivo, que era odiaba las cuevas. Él y Pa a veces



guarecían en ellas, pero Tosiempre acababa fuera. No le pareapropiado dormir entre sóliparedes, aislado del viento y Bosque, pues tenía la sensaciónque se lo hubiese tragado la tierra

— Prométeme que en cuaconsigamos una presa volverás aa descansar — le dijo R

suspirando.Torak se lo prometió.Vestirse le dolió más de lo q

esperaba, y cuando hubo acabadolloraban los ojos. Por fortuna, Rno se dio cuenta, pues se est



preparando para la caza. Se cepel pelo con un peine de maderafresno tallada en forma de garracuervo, se lo recogió en una colacaballo y se colocó una pluma búho para tener suerte en la caza

continuación se embadurnó la pcon ceniza para disimular su oloengrasó el arco con un par

avellanas machacadas, al tiempo canturreaba:

— Que el guardián del c

vuele conmigo y me haga tener éxen la caza. — Nos preparamos para la c



de la misma forma, sólo que nosotdecimos: «Que el guardián coconmigo» — explicó Torsorprendido— . Y no engrasamos arcos cada vez.

— Es algo que sólo hago

explicó Renn. Lo sostuvo en con el mayor cuidado para quemadera engrasada reluciera— . F

Kedinn lo hizo para mí cuando tenía siete años, precisamedespués de que mataran a mi pad

Es de madera de tejo, curada pque dure cuatro veranos, y se le palbura en la parte exterior para da



flexibilidad, y duramen en la intepara que fuera duro. Él también hel carcaj. Trenzó por sí mismomimbre y me dejó escoger decoración: una banda en zigzagsauce rojo y blanco. — Hizo

pausa y el rostro se le ensombrepor los recuerdos— . Nunca conomi madre; Pa lo era todo para

Cuando lo mataron, lldesesperadamente. Entonces vFin-Kedinn, y yo le golpeé con

puños. No se movió. Tan spermaneció allí, tieso como un robdejándome que le pegara. Más ta



me dijo: «Era mi hermano. cuidaré de ti.» Y estaba segura que lo haría. — Frunció el entrecy apretó los labios.

Torak se dio cuenta de que Rechaba de menos a su tío,

probablemente también estpreocupada por él, ya que FKedinn estaba siguiendo el rastro

su sobrina en el Bosque en rondaba el oso. Para darle tiemTorak hizo sus propios preparati

y cogió sus armas. Entonces le dij — ¡Vamos! Vayamos a cazarRenn asintió y se echó el car



al hombro.Hacía una mañana radiante

fría, y el Bosque nunca haparecido tan hermoso. Serbaescarlatas y abedules dorarefulgían como llamas contra

abetos de un verde oscumatorrales de arándanos relucían millares de minúsculas telara

tachonadas de escarcha, y el mucongelado crujía bajo los pies. par de inquisitivas urracas, que

estaban peleando, los seguían árbol en árbol. El oso debía de emuy lejos.



Por desgracia, Torak no dispde mucho tiempo para disfrutaAlrededor de media mañana, Loasustó a un grupo de perdiblancas, que levantaprecipitadamente el vuelo

indignados glugluteos. Las avolaban rápido y hacia el sol, manera que Torak ni siquiera

molestó en apuntar con su arco, psabía que no alcanzaría a ningunaellas. Asombrado, vio cómo R

tensaba su arco y disparaba, y perdiz blanca cayó sobre el mucon un golpe seco.



— ¿Cómo has hecho edijo, boquiabierto.

— Bueno, es que practmucho — contestó Rsonrojándose.

— Pero… jamás había vist

nadie disparar tan bien. ¿Eresmejor de tu clan? — Parecía quechica se sentía incómoda— . ¿H

alguien mejor que tú? — Bueno, en realidad Todavía avergonzada, Renn

internó en los matorrales arándanos para recuperar la per. Aquí tienes. — Y esbozó u



sonrisa que mostraba sus afiladientes— . ¿Recuerdas tu promeAhora tienes que volver y descans

Torak cogió la perdiz. De hasabido que era tan buena tiradoamás se lo habría prometido.

Cuando Renn regresó a cueva, celebraron un banquete. Poulular de un búho joven, sabían

el oso estaba lejos; y Renn calcque habían viajado lo suficiehacia el este para haber huido de

Cuervos. Además, necesitacomida caliente.La chica envolvió dos peque



pedazos de perdiz en hojas acedera y los dejó para guardianes del clan, mientras Torak trasladó el fuego a la entrde la cueva, pues estaba decididno pasar otra noche en su interior

continuación llenó hasta la mitad agua el pellejo de cocinar de Renlo colgó sobre el fuego. Entonc

utilizando una rama quebrada, dcaer en él piedras al rojo pcalentarla, y añadió la perdiz bla

desplumada y cortada en trozos. tardó en estar revolviendo fragante estofado aderezado



cebollas silvestres y acompañadograndes y carnosas setas.

Se comieron la mayor partela carne, dejando un poco parahora de comer, y rebañaron el jucon raíces de achicoria asadas en

brasas. Después tomaron delicioso puré que Renn hizo arándanos rojos tardíos y avellan

y por fin unos hayucos, reventaron sobre el fuego, y pudieron pelarlos y comerse

pequeño y rico fruto de su interiorCuando acabaron, Torak tuvosensación de que nunca m



necesitaría comer. Se instaló juntofuego para reparar el desgarrónlas calzas donde lo había agarradoGente Oculta. Renn se sentó un papartada y recortó las aletas de flechas, y Lobo se tumbó entre am

a lamerse las patas, pues había dcuenta rápidamente del pedazo perdiz que Torak había reserva

para él.Durante un rato reinó

silencio cordial, y Torak se sin

satisfecho, incluso esperanzaDespués de todo, había encontradoprimera parte del Nanuak. Y de a



serviría.De pronto Lobo se incorporó

un salto y salió disparado del hazluz que proyectaba el fuego. Regrinstantes después y comenzó a vueltas alrededor de la hogu

profiriendo leves gañidos. — ¿Qué ocurre? — mu

Renn.

Torak estaba de pie observana Lobo. Negó con la cabeza.

— No consigo descifra

«Olor a muerte. A muerte vie¡Vamos!» Dice algo así.Miraron fijamente hacia



oscuridad. — No deberíamos ha

encendido un fuego — dijo Renn. — Ahora ya es demasiado ta

repuso Torak.Lobo paró de soltar gañid

levantó el hocico y dirigió la vistcielo.

Torak alzó la mirada… y lo q

quedaba de su buen humor desvaneció.

Hacia el este, sobre la dista

negrura de las Montañas Altas, el rojo del Gran Uro los contemplimplacable.



Se hacía imposible confundipues se distinguía su furibundo cocarmesí y su malévolo titilar. Tono podía apartar los ojos de ésentía su poder, que le envifuerzas al oso y, en cambio, min

su propia voluntad de esperanza yresolución.

— ¿Qué posibilidades tenem

contra el oso? — preguntó— . que quiero decir es si de vetenemos alguna posibilidad.

— No lo sé — repuso Renn. — ¿Cómo vamos a encontrarotras dos partes del Nanuak? «



más antiguo, el mordisco de piedLo más frío, la luz más oscurAdemás, ¿qué significa eso?

Renn no contestó.Torak logró por fin apartar

mirada del cielo y se sentó junto

fuego. Parecía que el ojo rojofulminaba con la mirada desde brasas.

Renn, que estaba detrás Torak, dijo con emoción.

— ¡Mira, Torak, es el Ár

Primigenio!Torak levantó la cabeza.El ojo se había oscurecido, y



su lugar, un resplandor silenciossiempre cambiante ocupcompletamente el cielo. En emomentos una inmensa franja de se estremecía a merced de un vieque guardaba silencio, pero la fra

se desvaneció y unas relucienondas de un tono verde pálidomecieron a través de las estrellas

Árbol Primigenio se exteninterminablemente y arrojó su fumilagroso sobre el Bosque.

Cuando Torak lo miró, uchispa de esperanza volvió encenderse en su interior. Siempre



había encantado observar el rPrimigenio en las noches gélidmientras Pa le explicaba la histodel Inicio. El Árbol Primigesignificaba tener buena suerte encaza, de modo que quizá le traj

también suerte a él. — Creo que es una buena sedijo Renn como si le hubi

leído el pensamiento— . Me estado preguntando si fue realmela suerte la que te hizo encontrar

Nanuak. Quiero decir, ¿por tuviste que caer precisamente enparte del río en que se hallaba?



creo que se tratara de una casualidsino que… que estabas predestina encontrarlo. — Torak le dirigió mirada inquisitiva— . A lo me

continuó Renn despacio— ,pusieron el Nanuak en tu cami

pero dependía de ti la decisióncómo actuar. Cuando lo viste enfondo del río, podrías ha

determinado que era demasipeligroso tratar de cogerlo. Perolo hiciste. En cambio, arriesgaste

vida para conseguirlo. A lo mejoeso formaba parte de la prueba. una buena reflexión, y a Torak



reconfortó. Se quedó dormmientras observaba las silenramificaciones verdes del ÁrPrimigenio, al tiempo que Lobo sdisparado de la cueva en una de misteriosas misiones.

Lobo dejó la Guaridaascendió trotando hacia la cresta

la colina sobre el valle para captaaroma que había en el viento: poderoso olor a presa podrida, co

si llevara mucho tiempo mueaunque se movía.Mientras corría, Lobo sintió



alegría que las almohadillas seestaban endureciendo y que miembros del cuerpo se le volvmás fuertes con cada Oscuridad pasaba. Le encantaba correr deseaba que a Alto Sin Cola tamb

le gustara. Pero a veces su hermde carnada podía ser terriblemelento.

Cuando Lobo se aproximabla cresta, oyó el rugido del AgAtronadora y el ruido que hacía

liebre que se alimentaba en el vcontiguo. En lo alto, vio el OBlanco Brillante con sus muc



pequeños lobeznos. Todo estcomo debía estar, a excepción aquel olor.

En lo alto de la cresta levantóhocico para oler los vientos cargade aromas, y una vez más lo cap

estaba cerca y se acercaba aún mCorriendo para internarse de nuen el valle, no tardó en encontra

aquella cosa extraña que arrastraba y que olía tan mal.

Se aproximó lo suficiente p

verla con claridad en la oscuridaunque tuvo buen cuidado de dejar que se diera cuenta de



estaba cerca. Sorprendido, descubque en realidad no se trataba de presa vieja. Tenía aliento y garrase movía con unos extrañosdesgarbados andares, al tiempo gruñía para sus adentros mientra

baba le colgaba del hocico.Lo que dejó más perplejo

Lobo era que no podía captar lo

la criatura sentía, pues parecía cosi tuviera la mente rota, desperdigcomo huesos viejos. Lobo jam

había detectado nada semejante.Observó cómo se abría ppor la cuesta hacia la guarida do



estaban durmiendo los sin cMerodeó y se acercó un poco más

En el mismo momento en Lobo estaba a punto de atacar,criatura se agitó y se alarrastrándose. Pero, a través de

maraña de los deshilachapensamientos del ser, Lobo captó regresaría.



18

La niebla los sorprendió cladrón en plena noche.

Cuando Torak reptó con

cuerpo entumecido para salir saco para dormir, el valle que extendía debajo de ellos ha



desaparecido. El aliento del Espídel Mundo se lo había tragado completo.

El muchacho bostezó. Lobohabía despertado con frecuendurante la noche al corretear de a

para allá y al proferir por lo binsistentes ladridos: «Huelo a previgila.» Aquello no tenía senti

Cada vez que Torak iba a investigno notaba nada más que un hedocarroña y la sensación de

observado. — Quizá sencillamente detela niebla — sugirió Renn con to



gruñón mientras enrollaba el spara dormir— . Al menos yo la odporque en medio de la niebla nadalo que parece.

— No creo que se trate de repuso Torak mient

contemplaba a Lobo, que olisqueel aire.

— Bueno, ¿y qué es, entonces

— No lo sé. Es como si hubialgo ahí fuera. Pero ni el oso ni Cuervos. Otra cosa.

— ¿Qué quieres decir? — Ya te lo he dicho, no lo Pero deberíamos estar en guar



Con aire pensativo, echó más lal fuego para calentar el resto estofado para la hora de comer.

Con el ceño fruncido, Rcontó las flechas que tenían.

— Catorce entre los dos. No

suficiente. ¿Sabes cómo tallar síle — Mis manos no son lo basta

fuertes — respondió Torak hacien

un gesto negativo— . Pa ibaenseñarme el próximo verano. ¿Y

— Igual que tú. Vamos a te

que andarnos con cuidado. sabemos cuánto nos falta para llea la Montaña, y necesitaremos m



carne. — A lo mejor apresamos a

hoy. — ¿Con esta niebla?Renn tenía razón. La niebla

tan densa que no veían a Lobo

cinco pasos delante de ellos, y eraesa clase de bruma que los clallamaban «humo de escarcha»:

helado soplo que descendía delas Montañas Altas a principios invierno, ennegrecía las bayas

provocaba que las pequecriaturas se escabulleran hacia madrigueras.



Lobo los guiaba por una sede uros que serpenteaba hacianorte y ascendía por una ladera valle; fue una gélida escaladatravés de helechos heladosquebradizos. La niebla amortigu

los sonidos y hacía difícil juzgar distancias, y los árboles surgimponentes ante ellos con alarma

brusquedad. Una vez dispararon aciervo, pero descubrieron que habían dado a un tronco. Y

significó una lucha frustrante recuperar las puntas de flecha, ya no podían permitirse el lujo



perderlas. En otras dos ocasioneTorak le pareció ver una figura enla maleza, pero cuando corrió enbusca no encontró nada.

Tardaron toda la mañana ascender hasta la cresta, y toda

tarde en llevar a cabo el ddescenso hasta el valle siguiendonde un silencioso bosque de pi

custodiaba un apacible río. — ¿Te has dado cue

preguntó Renn cuando se hubie

guarecido en un refugio hecho a tprisa tras una cena muy triste— que no hemos visto ni un solo re



A estas alturas deberíamos hallarpor todas partes.

— Yo también he estapensándolo — repuso Torak. igual que Renn, sabía que la nique había en los montes debería e

conduciendo a las manadas haciaBosque para que engordacomiendo musgo y hongos. A ve

estos animales comían tantos honque hasta su carne sabía a ellos.

— ¿Qué van a hacer los cla

si los renos no aparecen? — qusaber Renn.Torak no contestó. Los re



significaban supervivencia: carlecho y ropas.

Se preguntó qué haría pconseguir prendas de invierno, pRenn había tenido la previsión ponerse las suyas antes de abando

el campamento de los Cuervos, pno había podido llevarse nada pél, de manera que sólo contaba

sus prendas de ante, ni mucho metan calientes como la pelliza y calzas de pelo que él y Pa se hac

cada otoño.Aunque encontraran presas,siquiera dispondrían de tiempo p



hacerse ropa. Más allá de la niebel ojo rojo del Gran Uro estascendiendo más y más.

Torak cerró los ojos para aleaquellos pensamientos, y por finsumió en un sueño intranquilo. P

siempre que se despertaba durantnoche le llegaba aquel extraño olocarroña.

La mañana siguiente amanemás fría y brumosa que nunca, y haLobo parecía abatido cuando

guiaba río arriba. Llegaron a un rocaído que formaba un puente sobrrío y pasaron sobre él a gatas. P



después el sendero se bifurcó. Hala izquierda, se internserpenteante en un valle neblinpoblado de hayas; hacia la derecascendía hasta desaparecer en un y húmedo desfiladero, cu

escarpados costados constituían mezcla muy poco atractiva peñascos cubiertos de musgo.

Tanto Torak como Renn desanimaron cuando Lobo eligiósenda de la derecha.

— ¡Ésa no puede ser la elecccorrecta! — exclamó Renn— . Montaña queda hacia el norte. ¿



qué no deja de dirigirse haciaeste?

— A mí también me da sensación de que se equivoca. Pparece estar seguro.

Renn soltó un bufido. Est

claro que volvía a abrigar dudas.Al ver a Lobo que esper

pacientemente, Torak sintió

punzada de culpabilidad. El lobeno tenía ni cuatro lunas. A esa eddebería estar jugando junto a

guarida, en vez de recorrer montañas. — Creo — dijo—



debemos confiar en él. — Vaya — murmuró Renn.Subiéndose más los far

sobre los doloridos hombros, internaron en el desfiladero.

No habían recorrido ni d

pasos cuando se percataron de quepresencia no era grata en ese lugExtendiendo los brazos, los a

abetos rojos les advirtieron retrocedieran, un peñasco se estredelante de ellos y otro cayó

sendero exactamente detrás de ReEl hedor a carroña se tornó mintenso. Pero, si procedía de



presa muerta, era de una bextraña, pues no se oía a cuealguno.

La niebla se cernió sobre ehasta que apenas vieron a dos padelante de sí. Todo cuanto oían er

incesante gotear de la niebla solos helechos y el borboteo de arroyo que fluía veloz entre ribe

ahogadas por esas plantas. Toempezó a ver formas de oso enniebla y observó a Lobo en busca

más mínimo signo de alarma, perolobezno trotaba tranquilamente, temor.



A mediodía, o lo que se antojó mediodía, se detuvierondescansar. Lobo se dejó caadeante, y Renn se despojó de

fardo. Tenía mala cara y el cabeempapado.

— He visto algunos juncos atrás — dijo— , así que voytrenzarme una capucha. — Desp

de colgar arcos y carcajes de urama, se alejó a través de helechos. Lobo se levantó

esfuerzo y salió trotando detrás ella.Torak se agachó al borde



arroyo para rellenar los odres agua, pero al cabo de muy poco royó regresar a Renn.

— Qué rapidez — comeTorak.

— ¡Fuera! — bramó una

detrás de él— . ¡Fuera del valle Caminante, o el Caminante cortpescuezos!

Torak se volvió en redonpara encontrarse ante un hombre m

alto e increíblemente mugriento sostenía un cuchillo.El chico captó al instante



ajado rostro, tan áspero como cortde árbol, una cabellera hasta cintura, enmarañada por la suciedy una capa de viscosos junamarillos. Por fin aquel hedorcarroña tenía explicación, pues

cuello del hombre colgaba el cuesemipodrido de una paloma.

De hecho, todo en él pare

estar podrido: desde la cuenca ojo, vacía y purulenta, hasta negras y desdentadas encías y

nariz rota de la que pendía un bude cieno amarillo verdoso. — ¡Fuera! — bramó de nu



blandiendo un cuchillo de pizaverde— . ¡Narik y el Caminadicen que se vayan!

Rápidamente, Torak se llambos puños al corazón para hala señal de la amistad.

— Por favor…, venimos coamigos. No pretendemos hacningún daño…

— ¡Pero ya han hecho darugió el hombre— . ¡Lo tr

consigo a este hermoso valle!

Caminante vigila toda la noc¡Toda la noche aguarda para vercausarán daño en este valle!



— ¿De qué daño hablpreguntó Torak, desesperado—

¡No pretendíamos causar ninguno!Algo se movió entre

helechos, y Lobo se precipitó haTorak, que lo atrajo hacia sí y sin

latir con fuerza el pequeño coradel animal.

El hombre no se percató de e

pues había oído a Renn acercacon sigilo por detrás.

— Con que atacando por

espalda, ¿eh? — gruñó el hommientras se volvía en redonblandiendo el cuchillo ante la cara



Renn.Renn retrocedió, pero eso

hizo sino enfadar más al hombre. — ¿Quiere ella que los tire

agua? — preguntó arrancando arcos y carcajes de la rama

sosteniéndolos sobre el arroyo—¿Es que quiere ella ver cómo naestas bonitas flechas y estos arcos

relucientes? — Muda por el horrRenn negó con la cabeza—Entonces ellos van a dejar caer

cuchillos y hachas bien rápido, ¡ovan al agua!Torak y Renn sabían que no



quedaba otra opción, de modo arrojaron las armas que les quedaa los pies del hombre, y él se guardó rápidamente bajo la capa.

— ¿Qué quieres que hagampreguntó Torak, con el cora

latiéndole tan rápido como el Lobo.

— ¡Que se larguen! — bramó

Hombre— . ¡El Caminante les dicho que se vayan! ¡Narik se lodicho! ¡Y la ira de Narik es terribl

Tanto Renn como Torak miraalrededor en busca de Naquienquiera que fuese, pero tan s



vieron árboles mojados y niebla. — Ya nos vamos — dijo R

mirando su arco atrapado en aqpuño enorme.

— ¡Pero no hacia lo alto valle! ¡Fuera! — El hombre ind

con un gesto la pared del desfilade — Pero… no podemos ir

por ahí — repuso Renn— ;

demasiado escarpada y… — ¡Nada de más truc

bramó el Caminante, y arrojó

carcaj de Renn al arroyo.Renn gritó y dio un brinco precuperarlo, pero Torak la agarró



brazo. — Demasiado tarde — le d

. Se ha perdido. — El arroyo más profundo y rápido de lo parecía. El adorado carcaj de Rhabía desaparecido.

Ella se volvió hacia Caminante.

— ¡Estábamos haciendo lo

nos decías! ¡No tenías por qué haeso!

— ¡Oh, sí, el Caminante sí te

por qué hacerlo! — repuso el homcon una sombría sonrisa desdent. Ahora ellos saben que habla



serio. — Vamos, Renn — interv

Torak— . Hagamos lo que nos dicFuriosa, la muchacha cogió

fardo.Si el trayecto había sido d

antes, ése fue peor. El Caminaavanzaba a grandes zancadas ellos, casi obligándolos a correr

una rocosa senda de alces que ocasiones los forzaba a trepargatas. Renn iba delante, con cara

pocos amigos, lamentándose porpérdida del carcaj. Lobo no tardóempezar a quedarse atrás.



Torak se dio la vuelta payudarlo, pero el cuchillo Caminante hendió el aire a menosun dedo de la cara del chico.

— ¡Él sigue! — exclamó. — Tan sólo quiero llevar a…

— ¡Él sigue! — Eres del Clan de la Nut

¿no es así? — intervino Renn—

Reconozco tus tatuajes.El Caminante la fulminó con

mirada.

Torak aprovechó la oportunidy cogió en brazos al desfalleclobezno.



— Era del Clan de la Numusitó el Caminante hundiénd

las uñas en el cuello donde la pllena de costras, llevaba tatuaunas ondas verde azuladas.

— ¿Por qué los abandonas

preguntó Renn, que parecía ehaciendo un esfuerzo supremo olvidarse de su carcaj y tra

amistad con el hombre, con objetivo de mantenerlos a todos vida.

— No los abandonó — repel Caminante— . Los Nutrias abandonaron a él. — Arrancó un



de la paloma y la succionó entre encías sin dientes, acompañada degeneroso montón de lodo. Toraktambaleó y Renn se puso de un vepálido— . El Caminante esthaciendo puntas de flecha — dijo

pleno y rancio bocado— y el sívuela hacia él y lo muerde encabeza. — Soltó una risa como

ladrido y los salpicó a ambos—Trozos de él que quedaron mal, hubo que remendar, que volviero

ponerse mal. Al final el ojo se le sde la cuenca, y va un cuervo y secome. ¡Ja! A los cuervos les gus



los ojos. — El rostro se le contrajse golpeó la cabeza con un puño—¡Ah, pero cómo duele, cómo du¡Todas las voces aúllan, las almpelean en la cabeza de él! ¡Por esoque los Nutrias lo obligan

marcharse! — Uno de mi clan perdió un

de la misma forma — explicó R

tragando saliva— . Mi clan es amdel de la Nutria. No… pretendemos hacerte ningún daño.

— Es posible — repuso Caminante sacándose un hueso deboca y guardándolo cuidadosame



bajo la capa— . Pero siguen trayenel daño consigo. — De prontodetuvo y recorrió con la vista laderas— . Pero el Caminanteolvidaba. ¡Narik le pide avellan¿Adónde se han ido los árboles

avellanas?Torak levantó un poco má

Lobo en los brazos.

— Ese daño que crees traemos… — le dijo al hombre—¿Te refieres a…?

— Ellos saben a lo que élrefiere — interrumpió el Camina. El demonio oso, el oso demon



¡Y el Caminante le dijo que nollamara!

Torak se detuvo. — ¿A quién se lo dijo? ¿

refieres a… al vagabundo tulli¿Al que creó al oso?

Un pinchazo del cuchillo recordó que siguiera avanzando.

— ¡El tullido, sí, por supue

El sabio, siempre detrás de demonios para que cumplieran deseos. — Otro ladrido de risa—

Pero el chico Lobo nada sabe demonios, ¿no es así? ¡Ni siquisabe qué son! ¡Ah, sí, el Camina



siempre se da cuenta de esas cosRenn parecía sorprendida y To

evitó su mirada— . El Caminantesabe cosas de ellos — continuóhombre, todavía observando laderas en busca de avellanos—

¡Oh, sí! Antes de que el sílexmordiera, él era un hombre sabHabía aprendido que si muere

pierdes tu alma del nombre, vuelves un fantasma y olvidas queres. Al Caminante siempre le

lástima los fantasmas. Pero si la pierdes es tu alma del clan, lo queda es un demon



Inclinándose hacia delaenvolvió a Torak en una nube aliento fétido— . Piensa en echico Lobo: te quedas sin alma clan, y eres un demonio. Todopoder del Nanuak, pero

conciencia de clan para dominatan sólo queda la ira que te provque te hayan quitado algo. Por

odian a los vivos.Torak sabía que el Camina

estaba diciendo la verdad. Él mis

había visto ese odio, que hamatado a su padre. — ¿Y qué me dices del tullid



preguntó con voz ronca— . El cogió al demonio y lo atrapó dendel oso. ¿Cómo se llamaba?

— ¡Ah! — repuso el Caminaindicándole con un ademán a Toque continuara— . Era tan sabio,

astuto… Para empezar, sólo quilos demonios pequeños, los quedeslizan y corretean. Pero no son

bastante poderosos para él, y quimás y más. Así que llama a los qmuerden y a los que cazan. Y sig

sin ser suficiente. — Esbozó amplia sonrisa, y le ofreció a Tootra nube de aliento carroñero



susurró— : Al final, convoca a unprimigenio.

Renn soltó un jadeo.Torak estaba desconcertado.

— ¿Qué es eso? — ¡Ah, ella lo sabe! — rió

Caminante— . ¡La joven Cuervosabe!

Renn clavó su mirada en la

Torak. Los ojos de la chica se vemuy oscuros.

— Cuanto más poderosas

las almas, más poderoso es demonio. — Renn se lamió labios— . Un primigenio adqui



vida cuando alguien tremendamepoderoso muere (algo parecido a cascada que cae sobre un río helay sus almas quedan desperdigadUn primigenio es el demonio mpoderoso de todos.

Lobo se retorció hasta liberade los brazos de Torak y desapareentre los helechos.

«Un primigenio», se dijo Toraturdido.

Pero aquella charla so

demonios estaba volviendo a alteal Caminante. — ¡Oh, cómo odian a los viv



gimió meciéndose de un ladotro— . ¡Brillan demasiademasiado… esas almas relucientes! ¡Duele! ¡Duele! ¡El chLobo y la joven Cuervo tienenculpa! ¡Lo traen consigo al herm

valle del Caminante! — Pero ya casi estamos fu

de tu valle — puntualizó Renn.

— Sí, mira — añadió Torak—ya casi hemos llegado a la cima…

El Caminante no quería que

calmaran. — ¿Por qué lo hacexclamó— . ¿Por qué?



Caminante nunca les ha hecho nindaño! — Blandiendo los arcos sola cabeza, los sujetó ambos por extremos, como si fuera a partiren dos.

Aquello fue demasiado p

Renn. — ¡No te atrevas a hacer e

chilló— . ¡No te atrevas a da

mi arco! — ¡Atrás — bramó el hom

, o el Caminante los parte en

como ramitas! — ¡Déjalos! — exclamó Rey se abalanzó sobre él tratando



vano de alcanzar su arco.Torak tuvo que actuar

rapidez. Abrió a toda prisa su bode comida y tendió la mano había metido en ella.

— ¡Avellanas! — exclamó—

¡Avellanas para Narik!El efecto fue inmediato.

— ¡Avellanas! — musitó

Caminante. Dejando caer los arsobre las piedras, le arrancó avellanas a Torak de la mano y

puso en cuclillas. Luego sacó piedra del interior de la capaempezó a cascarlas— . Humm,



buenas y dulces. Narik se sencomplacido.

Sin hacer ruido, Renn recuplos arcos y les pasó una mano pquitarles la humedad. Le ofreciTorak el suyo, pero él no lo co

porque estaba mirando fijamentepiedra que el Caminante utilizpara cascar las avellanas.

— ¿Quién es Narpreguntó, con la intención de

el Caminante siguiera hablando p

así poder verla más de cerca— . amigo tuyo? — El Caminante lo ve



claridad — murmuró el hombrerespuesta— . ¿Por qué no puverlo el chico Lobo? ¿Le pasa amalo en los ojos? — Hundió la men la capa para extraer un sarnratón de color marrón. Aferr

media avellana entre las patasparecía irritado por la interrupció

Torak parpadeó. El ra

estornudó y volvió a su comida.Con ternura, el Caminante

acarició el pequeño lomo encorv

con un dedo mugriento. — ¡Ah, el niño adoptivo Caminante!



La piedra yacía desechada ensuelo. Era más o menos del tamde la mano de Torak: una gaafilada y curva, de reluciente pienegra.

Y si había una garra de pied

¿no podía haber un diente de piedTorak miró a Renn. Ella tambiénhabía visto. Y, por su expresi

había pensado lo mismo: «En lo mantiguo, el mordisco de piedra.» segunda parte del Nanuak.

— ¿Me diría el Caminadónde consiguió esa piedpreguntó Torak con cautela.



El Caminante levantó la cabeaturdido por las caricias que le haal ratón, se le crispó el rostro y dij

— En la boca de piedra. Hmucho, en tiempos malos. Se eescondiendo. Los Nutrias lo

echado, pero aún no ha encontradohermoso valle.

Una vez más Torak y R

intercambiaron miradas. atreverían a arriesgarse a oestallido de ira?

— La criatura de piedra — dTorak— , ¿tiene dientes de piedentro de la boca de piedra?



— ¡Por supuesto! — gruñóCaminante— . Si no, ¿cómo ibcomer?

— ¿Dónde podemencontrarla? — quiso saber Renn.

— ¡El Caminante lo ha dic

¡En la boca de piedra! — ¿Y dónde está esa criat

con la boca de piedra?

De pronto el rostro Caminante se volvió flácido,parecía que el hombre estaba m

cansado. — Un sitio malo — dijo—Muy malo. La tierra asesina que



devora y te traga. Con vigías todas partes. Ellos te ven, pero túlos ves a ellos. No los ves hasta es demasiado tarde.

— Dinos cómo encontrapidió Torak.



19

— De todas formas, ¿cómo vexistir una criatura de pied

preguntó Renn, enfadada. Est

de mal humor desde que haperdido el carcaj.

— No lo sé — respondió To



por enésima vez. — ¿Y qué clase de criatura

¿Un oso? ¿Un lince? Deberíamhabérselo preguntado. — Probablemente no nos

habría dicho. — Hemos hecho todo lo que

dijo — protestó Renn poniendo brazos en jarras y haciendo un ge

negativo con la cabeza— . Hemcaminado dos días enteros, hemcruzado tres valles y hemos segu

el arroyo que él mencionó. Y todanada. Creo que sólo trataba librarse de nosotros.



A Torak le había pasado misma idea por la cabeza, pero estaba dispuesto a admitirlo. niebla no se había disipado alargo de los dos días. Tenía impresión de que eso no estaba b

Todo en aquel lugar parecía no esbien.

Siguiendo las instrucciones

Caminante, habían dejado «el arroal pie de la colina gris y pedregoy ascendían por la senda

serpenteaba hacia la cima, perolugar les producía una sensacinhóspita, amenazadora. Raquíti



abedules emergían de la niebla. Ay allá vieron el brillo de la rdesnuda, donde la montaña haquedado pelada por la erosimientras que el único sonido eramartilleo de un pájaro carpinte

que advertía a sus rivales quealejaran.

— No nos quiere aquí — d

Renn— . Quizá nos hemequivocado de camino.

— De ser así, Lobo nos hab

avisado. — ¿Todavía crees epreguntó Renn, dudosa.



— Sí — repuso Torak— . creo. Después de todo, si no hubiera guiado hasta el valle Caminante, no habríamos vistogarra de piedra y no habríamsabido nada de la existencia de

diente de piedra. — Es posible. Pero me si

pareciendo que nos hemos desvi

mucho hacia el este. Nos estamacercando demasiado a las MontaAltas.

— ¿Cómo puedes saberlo, sivemos a diez pasos de nuesnarices?



— Puedo sentirlo. ¿Notas aire helado? Viene del río de hielo

Torak se detuvo y la mfijamente.

— ¿Qué río de hielo? — El que hay al pie de

montañas.Torak apretó los dientes.

estaba cansando de ser el único

no sabía las cosas.Ascendieron en silencio,

pronto dejaron atrás hasta al páj

carpintero. Lleno de inquietud, Tose dio cuenta de los ruidos hacían: los crujidos del fardo,



golpeteo de los guijarros al abrpaso Renn con esfuerzo. Percibía las rocas los escuchaban y que retorcidos árboles les advertíansilencio que volvieran atrás.

De pronto Renn se volvió

descendió con estrépito hasta él. — ¡Lo entendimos mexclamó jadeante, con los o

muy abiertos y asustada. — ¿Qué quieres decir? — ¡El Caminante nunca dijo

se tratara de una criatura de piedFuimos nosotros quienes dijimoscosa. ¡Él sólo habló de una boca



piedra! — Agarrándolo del bratiró de Torak hasta lo alto decolina.

Allí el terreno se nivelaba ysenda se había acabado. Torak paró en seco en medio de la nie

que se arremolinaba, y al captarque había ante sus ojos, el miedoapoderó de él.

Una pared rocosa se erguía aellos, gris como una nube tormenta, a cuyos pies, custodi

por un tejo solitario, se hallaba caverna, oscura cual grito silenciouna boca de piedra abierta de par



par.

— No podemos entrar dijo Renn.

— Tenemos… tengo hacerlo — repuso Torak— . Esta

la boca de piedra de la que hablel Caminante. Es donde encontrógarra de piedra, y es donde quizá

halle el diente de piedra.Vista de cerca, la boca decueva era más pequeña de lo

habían creído: un semicírculo sombras que tan sólo le llegabTorak a la altura del hombro.



chico apoyó una mano sobre el lade piedra y se inclinó pescudriñar el interior.

— Ten cuidado — adviRenn.

El suelo de la cueva descri

una pronunciada pendiente haabajo, y de ella emanaba frío: acre bocanada de aire como

aliento de alguna antigua criatura amás hubiese visto el sol.

«Un sitio malo — había di

el Caminante— . Muy malo. La tieasesina que te devora y te traga. Cvigías por todas partes.» —



muevas la mano — dijo Rennespaldas de Torak.

Al alzar la vista, él vio consobresalto que casi estaba rozancon los dedos una gran mextendida que había sido tallada

la piedra, y apartó rápidamentemano.

— Es una adverten

susurró Renn— . ¿Ves esas tbarras sobre el dedo corazón? —acercó más— . Es antigua. M

antigua. No podemos entrar. Aabajo hay algo. — ¿Qué? — quiso saber To



. ¿Qué hay ahí abajo? — No lo sé. Quizá un umb

hacia el Otro Mundo. Ha de ser amalo para que alguien tallase mano.

— No creo que me qu

elección — concluyó Torak despde reflexionar— . Entraré. quédate aquí.

— ¡No! Si tú vas, yo también — Lobo no puede ve

conmigo; no soportaría el olor.

quédate aquí con él. Si neceayuda, te llamaré.Tardó un rato en persuadi



pero cuanto más lo discutía másconvencía él mismo también.

Como preparativo dejó el ay el carcaj bajo el tejo junto confardo, el saco para dormir y el ode agua; luego se quitó el hacha

cinturón. Sólo el cuchillo le seríaalguna utilidad en la oscuridFinalmente, cortó una tira de pell

sin curtir para atar al lobezno. Lose retorció y le habló con brusquehasta que Torak se las apañó p

explicarle que tenía que quedacon Renn, quien resolvió el asusacando un puñado de aránda



rojos de su bolsa de comida. PTorak no halló modo alguno decirle a Lobo que regresaría. Povisto, en la lengua de los lobosexistía el futuro.

Renn le dio a Torak un ram

de serbal como protección y unosus mitones de piel de salmón cogcon un cordón.

— Recuerda — le dijo— encuentras el diente de piedra, notoques con las manos desnudas.

será mejor que me des a mí la bocon los ojos del río.Tenía razón. No había forma



saber qué pasaría si se llevconsigo el Nanuak a la cueva.

Con la extraña sensación desembarazarse de una carga deseada, Torak le tendió la bolde piel de cuervo, y ella se la ató

cinturón. Lobo observó lo sucedía moviendo las orejas, y Tose dijo que era como si la bo

emitiese alguna clase de ruido. — Necesitarás luz — d

Renn, contenta de hacer a

práctico. De su fardo, sacó dos vede junco, hechas con médula carrizo que se empapaba en grasa



ciervo y se dejaba secar al sol. Cel pedernal encendió una yesca corteza de enebro, y una de las vede junco cobró vida con una llabrillante, clara y reconfortante. Tose sintió enormemente agradecido

— Si necesitas ayuda — dRenn arrodillándose y abrazandoLobo para impedir su propio temb

, grita. Acudiremos corriendo.Torak asintió. A continuación

agachó y entró en la boca de piedr

Buscó a tientas la pared. notó viscosa, como carne mue



Avanzó arrastrando los pies y tancon ellos el camino. La vela de juse estremeció y se redujo a trémulo brillo. El hedor que floten el aire, procedente de oscuridad, le provocaba escozor

las fosas nasales.Tras dar varios pa

vacilantes, topó con piedra. La b

de la cueva se había estrechado haformar una garganta, así que tendque volverse de lado para avanz

Cerrando los ojos, continuó paspaso. Le daba la sensación de quelo estuvieran tragando. No po



respirar ni dejaba de pensar enpeso de la pared rocosa que ejerpresión sobre él…

El aire se tornó más frío. Aúnhallaba en un túnel, pero era mancho y torcía bruscamente hacia

derecha. Al echar una mirada haatrás, vio que la luz del día se hadesvanecido y, con ella, Renn

Lobo.El hedor se volvió más inte

a medida que recorría el túnel,

oír otra cosa que su prorespiración, sin ver nada más destellos de reluciente piedra roja



Sintió una repentina frialdasu izquierda, y casi perdió equilibrio. Oyó un tamborileo guijarros que poco después sumieron en el silencio.

La pared a mano izquie

había desaparecido, y Torak hallaba de pie sobre una estrecornisa que sobresalía sobre

oscuridad. De muy abajo le llegóeco de un chapoteo de agua. resbalón… y caería.

Otra curva, esta vez a izquierda, y una roca bajo un pieTorak se ladeó. Dando un gr



tanteó con la mano para aferrarsrecuperó el equilibrio justo a tiem

A consecuencia de su grito, ase estremeció.

El chico se quedó inmóvil. — ¿Torak? — La voz de R

sonó muy lejos. No se atrevió a responde

Fuera lo que fuese lo que se ha

movido, volvía a estar quieto, aunera una quietud horrible, a la espy sabía que él estaba ahí. «Vigías

todas partes. Ellos te ven, pero túlos ves a ellos. No los ves hasta es demasiado tarde.» Hizo



esfuerzo por continuar. Hacia abasiempre hacia abajo. El hedorllegaba en oleadas. «Respira porboca», le dijo una voz en la meEso era lo que él y Pa solían hacuando llegaban al apest

emplazamiento de una presa o a cueva infestada de murciélagos. intentó, y el hedor se vol

soportable, aunque aún le irritaba ojos y la garganta.

De pronto el terreno se nivel

Torak sintió que en torno a él ampliaba el espacio. De alguna pallegaba una luz mortecina por



logró distinguir una enorme cavellena de sombras. Las emanacioeran casi sobrecogedoras. Se hallen las entrañas empapadasmalolientes de la tierra.

La cornisa sobre la que

encontraba se acabó y el terreno había a continuación estextrañamente abombado. En me

de la caverna una gran roca, cparte superior era plana, brillcomo hielo negro. Parecía llevar

intacta miles de inviernos, y estando a veinte pasos de distande ella, Torak sintió su poder.



Era ahí donde el Caminahabía encontrado la garra de piedY ésa era la razón de ser de la made advertencia en la entrada decueva. Eso era lo que los vigcustodiaban: una puerta hacia el O

Mundo.Torak no fue capaz de dar

paso más. Se sentía como esas ve

en que se despertaba tan soñolieque mover un solo dedo le pareimposible.

Para calmarse, apoyó la mlibre en la empuñadura del cuchiLa capa de tendón que la cub



estaba levemente caliente y le diovalor necesario para bajar al sude la caverna.

Al hacerlo, profirió un gritoasco. El suelo se hundía bajo pies; era una capa blanda

maloliente que lo succionaba. «tierra asesina que te devora ytraga…»

Su grito resonó en las paredemuy lejos, allá en lo alto, oyómovimiento furtivo. Algo oscuro

desprendió del techo y se abasobre él. No había dónde esconderse



hacia dónde correr. El blando sule succionaba las botas como arhúmeda. Captó una fétida oleadaquella cosa se colocó encima deun pelaje grasiento que le obstruínariz y la boca, unas garras afila

que se le hincaban en el pelo. Congruñido de horror, golpeó silencioso atacante.

Por fin éste se elevó papartarse de él con un chasqucorreoso. Pero Torak supo que no

había vencido. El vigía simplemehabía acudido a descubrir qué Torak. Una vez averiguado, se iba



Pero ¿qué era? ¿Un murciéla¿Un demonio? ¿Cuántos vigías mhabía?

Torak avanzó a trompiconesmedio camino de la piedra, tropezcayó. El hedor era insoportable.

revolcó en una negrura asfixiante;veía nada, no podía pensar. Hastavela de junco se oscureció: una lla

negra que ardía encima de él…Se puso en pie tambaleándos

movió todo el cuerpo para libera

como un nadador que da boqueaen busca de aire. La mente setranquilizó, y la llama negra



volvió amarilla otra vez.Llegó hasta la piedra. En

superficie lisa y antiquísima habían dispuesto en espiral sgarras de piedra, pero se veía agujero donde el Caminante ha

arrancado la séptima. En el centrohallaba un único diente de pienegra.

«En lo más antiguo, el mordide piedra.» La segunda parte Nanuak.

El sudor recorría la espaldaTorak. Se preguntó qué podedesataría si lo tocaba.



Tendió una mano, pero la rebruscamente porque recordó advertencia de Renn: «No toquesNanuak con las manos desnudas.»

¿Dónde estaba el mitón? Dede habérsele caído.

Con la vela de junco buscóderredor hundiendo la mano en apestosos montículos. Una vez m

aumentó su aturdimiento. Una más la llama se oscureció…

Al fin lo encontró atado a

cinturón. Se lo puso con brusquey extendió la mano hacia el dienteLa trémula luz del junco



proyectó sobre la pared de la cudetrás de la roca… e hizo brimillares de ojos.

Con la mano suspendida encidel diente, Torak movió lentamela llama de un lado a otro y apresó

líquido resplandor de los ojos. paredes rebosaban de vigDondequiera que la luz incidía,

retorcían y palpitaban como encadáver infestado de gusanos. cogía el diente, irían a por él.

De pronto todo sucesúbitamente.Desde muy lejos le llegó



agudo y urgente ladrido de Lobo. — ¡Torak! ¡Ya viene! — chi

Renn.Los vigías hicieron explosión

torno a él.La vela de junco se apagó.

Algo lo golpeó en la espaldlo hizo caer sobre la piedra.

— ¡Torak! ¡El oso! — volvi

gritar Renn.



20

Aferrando el carcaj de TorRenn echó a correr hacia el bodel sendero y tropezó con una raíz

árbol; al caer desparramó uflechas en el suelo. El pánicoburbujeó en la garganta. ¿Qué ib



hacer ahora? ¿Qué iba a hacer?Sólo unos instantes antes ha

estado caminando de un lado potro, mientras una bandada verderones picoteaba las jugobayas rosadas del tejo y Lo

tironeaba de la correa profiriengañidos que Torak habría entendipero que a ella le preocupaban.

En ese momento los verderohabían levantado el vuelo en nube de gorjeos, y Renn ha

mirado hacia el pie de la colina. Ubrecha en la niebla le había ofrecuna visión clara: había visto



arroyo, que fluía veloz ante un grude abetos rojos, y una gran roscura agazapada junto a elEntonces la roca se había movido.

Paralizada por el horror, Rhabía visto que el oso se empin

sobre los cuartos traseros palzarse imponente sobre los abeLa enorme cabeza giró al tiempo

olisqueaba el aire. El animal captóolor de Renn y se dejó caer de nusobre las cuatro patas.

Ella había corrido a la cupara advertir a gritos a Torak, pno había obtenido otra respuesta



el eco.Ahora, al cerrarse de nuevo

niebla y mientras buscaba a tienlas flechas, Renn imaginó al trepando por la colina hacia eSabía cuán rápidamente se mue

los osos; en unos instantes lo tendencima.

La pared rocosa era demasi

escarpada para escalarla; además,podía dejar a Lobo. Le quedabacueva, pero todo en su interior

gritaba que no entrara ahí porestarían atrapados como liebresuna trampa, y nunca saldrían de el



Los desesperados tirones Lobo lograron que se sobrepusierpánico. El lobezno tiraba dirección a la cueva, y Renn se cuenta de pronto de que Lobo terazón. Torak estaba dentro. A

lucharían todos juntos.Se zambulló dentro arrastran

fardos y sacos de dormir detrás de

La oscuridad la cegó. Chocó conla sólida roca y se golpeó la cabez

Tras una agotadora búsque

descubrió que la cueva se estrechbruscamente hasta convertirse en mera hendidura. Lobo ya se ha



internado en ella, y tiraba de Rpara que lo siguiera. Ella se pusolado y avanzó paso a paso, rápidoluego se dejó caer de rodillastendió una mano a través de hendidura para coger sus cosas.

Mientras recuperaba a tirolos fardos, los arcos y el carsintió una punzada de esperan

Quizá la hendidura fuera demasiangosta para el oso. Quizá pudieresistir allí…

Algo le arrancó el odre de ade la mano con una fuerza queaplastó contra la salida de



hendidura y notó oleadas de dolorel hombro. Aturdida, gateó de lahacia un hueco y arrastró a Loconsigo.

El oso no podía haberse movcon tanta rapidez, se dijo, atontada

Un profundo gruñido retumbtravés de la cueva. A Renn se le pula piel de gallina.

«No puede pasar a través dehendidura — pensó— . No muevas. Quédate muy, muy quiet

De las profundidades de la cuevallegó un grito. — ¡Renn!



¿Era Torak que llampidiendo ayuda, o volvía payudarla a ella? No lo sabía, ni capaz de responder. No podía haotra cosa que encogerse de miunto a Lobo en aquel hue

sabedora de que se halldemasiado cerca de la hendid

a tan sólo un par de pasos—

sin embargo era incapaz de moveAlguna fuerza la retenía allí. podía apartar los ojos de la estre

franja de claridad.Pero la claridad se volnegra.



Sabiendo que era lo peor podía hacer, Renn se inclinó pescudriñar a través de la hendiduLa sangre le atronaba en la cabeVislumbró una pesadilla de peloscuro, que bailaba al son de

viento que ella no sentía, y destello de unas largas y cruegarras relucientes de sangre negra

Un rugido hizo temblar la cueGimiendo, Renn se llevó los pucon fuerza a los oídos mientras

rugido la azotaba una y otra vez haque creyó que iba a estallarlecabeza.



Silencio; tan espeluznante coel rugido. Al quitarse los puñoslas orejas, oyó un polvoriesusurro. Lobo jadeaba. Nada más.

Despacio, horrorizada anteque estaba haciendo, reptó hacia

hendidura arrastrando consigo reacio lobezno.

Volvió a ver la luz del día.

pared rocosa gris y el tejo con badesparramadas debajo de él. Ninoso.

Oyó un rugido estremecedor, cerca que captó el húmentrechocar de mandíbulas y olió



hedor a carnicería. Entonces claridad se emborronó, y un ojoclavó en los suyos. Más negro qubasalto, pero con un fuego quearremolinaba en él, la atraía…deseaba.

Renn se inclinó hacia delanteLobo tiró de ella hacia atrá

rompió el hechizo, de forma

Renn se encogió para apartarse enpreciso momento en que unas garmortíferas rebanaban la tierra do

ella había estado arrodillada.Una vez más el oso rugió. Uvez más Renn se encogió de mi



en el hueco de la cueva. Entoncellegaron nuevos sonidos: entrechocar de rocas, los gemidosun árbol moribundo. En su furiaoso hincaba sus garras ante la bde la cueva para arrancar de raíz

tejo y hacerlo pedazos.Sollozando, Renn se enco

todavía más en el hueco.

La roca en que apoyaba hombro se movió, y con un grRenn dio un salto atrás.

Desde el exterior le llegósonido de piedras que se hacañicos y de tierra arrojada a un l



con letal resolución. Comprendió estaba ocurriendo: la roca constituía ese lado de la hendidno formaba parte, como había creíde la cueva misma, sino que era mera lengua de piedra que sobres

del suelo de tierra. El oso hinclas garras en sus raíces psocavarlas y sacarlos de allí com

hormigas rojas de un hormiguero.Renn estaba empapada en sud

Miró a Lobo.

Con un respingo, advirtió queno era un lobezno, pues teníacabeza gacha y los ojos fijos en



que había más allá de la hendidurhabía echado hacia atrás los neglabios en un gruñido que desnudunos formidables colmillos blanco

La firmeza se apoderó de Ren — No va a atraparnos com

hormigas — susurró. El sonido depropia voz le dio valor.

Soltó la correa para devolve

a Lobo la libertad; quizá pudiescapar, aunque ella y Torak noconsiguieran. Entonces tanteó

busca del arco. El tacto de la frílisa madera de tejo le dio fuerzas.puso en pie.



«Concéntrate en el objetse dijo, recordando las muc

lecciones que le había dado FKedinn— . Eso es lo más importanDebes concentrarte hasta tal puque hagas un agujero en

objetivo… Y mantén el brazo decuerda relajado, no te pongas tensLa fuerza procede de tu espalda,

de tu brazo…» — Catorce flechas — dijo—

Debería ser capaz de clavarle u

cuantas antes de que me atrape.Salió del agujero y se colocóposición.



Torak manoteaba para quitade encima el enjambre de vigías.

Las garras le arañaban la carel cabello. Alas apestosas le tapabla boca y la nariz, sofocándolo.

algún modo se las había apañpara ponerse el mitón de Renncoger el diente de piedra, p

pesaba más de lo que haesperado. Se arrancó el mitón condiente en su interior y se lo embu

en el cuello del jubón. — ¡Renn! — chilló dándimpulso para apartarse de la ro



Unas alas correosas ahogaron grito.

Emprendió la marcha a tradel hedor pero, sin la vela de junni siquiera se veía las manos delade la cara.

Muy débiles y lejanos llegaban desde lo alto los frenétiaullidos de Lobo:

«¿Dónde estás? ¡Pelig¡Peligro!» Vadeó hacia el sonmientras los vigías, formando

enjambre sobre él, lo empujahacia abajo, hacia el hedor.Imágenes terribles acudían



tropel a la mente de Torak: LobRenn yacían muertos, igual que ¿Por qué los había obligadoquedarse arriba, ya que era m«seguro», si siempre había sdonde acechaba el verdad

peligro?Furioso consigo mismo, sacó

cuchillo de la vaina y la emprendi

tajos con los vigías, que parecía se elevaban para evitar la hoja.

— Oh, así que le tenéis mie

¿no? — exclamó— . Bueno, ¡paquí tenéis más! — Blandió de nuel cuchillo, y una vez más los vig



se elevaron en una oscura nube fude su alcance. La empuñadura secalentó más y más en la maGruñendo, avanzó pesadamentetravés del mal olor.

Se golpeó las espinillas con

roca sólida. Había llegado a cornisa.

— ¡Ya voy! — exclamó; su

con esfuerzo a la cornisa y empezascender por ella.

Un rugido estremeció la cuev

lo hizo caer de rodillas. Los vigse elevaron en una nubedesaparecieron.



El silencio después de queúltimo eco se extinguiera fue peor. Torak adquirió conciencia que era roca lo que tenía bajo rodillas y de que el diente de piele latía en el jubón. Se esforzó

ponerse en pie y corrió ascendienpor la cornisa. Era muy escarpa¿Por qué no le llegaba ningún ru

de arriba? ¿Qué estaba pasando?Trepó y trepó hasta que

dolieron las rodillas, y el aliento

dejó seca la garganta. Entondobló el último recodo, y la luz día lo cegó.



La entrada de la cueva estabcinco pasos de distancia y era mancha de lo que recordaba. hendidura en la que se había meten el descenso estaba desgarradabierta, y ante ella se hallaba Re

una figura pequeña y erguincreíblemente valiente, apuntancon su última flecha a aquella c

que se alzaba imponente sobre ellaDurante un instante Torak se

unto a Pa en la noche del ataq

petrificado por la maldad aquellos ojos poseídos por demonio…



— ¡No! — exclamó.Renn disparó la flecha. El

la desvió con un golpe de garra. Pusto cuando estaba a punto de c

sobre su presa, Lobo saltó de enlas sombras, aunque no se precip

hacia el oso, sino hacia Renn. Conúnico chasquido de sus poderomandíbulas, Lobo le arrancó

bolsita de piel de cuervo cinturón, hizo caer a Renn fuera alcance del oso, y salió disparado

la cueva. El oso dio un zarpazhendió la tierra a un palmo distancia de donde había estado



lobezno. — ¡Lobo! — chilló To

abalanzándose hacia delante.Con la bolsita entre los dien

Lobo desapareció en la niebla. oso se volvió en redondo

terrorífica agilidad y se preciptras él.

— ¡Lobo! — volvió a gr

Torak.La niebla los engulló y dejó

ladera desierta que se burlaba

Torak. El oso había desaparecidoLobo también.



21

— ¿Dónde estás? — El aulldesolado de Torak resonó en pared rocosa.

— ¿Dónde estás? — contestaron las colinas.

Un viejo dolor le desgarraba



pecho. Primero Pa, ahora Lobo. NLobo no, por favor…

Renn parpadeaba en la entrde la cueva. — ¿Por qué le has soltado

correa? — exclamó Torak. — Tenía que hacerlo — d

tambaleándose— . Tenía que dejaen libertad.

Con un gemido, Torak empezrebuscar en el desorden.

— ¿Qué estás hacien

quiso saber Renn. — Quiero encontrar mi farVoy a buscar a Lobo.



— ¡Pero si pronto haoscurecido!

— ¿Nos sentamos simplemeaquí a esperar, entonces?

— ¡No! Recuperemos nuescosas, construyamos un refugio

hagamos un fuego. Y entonesperaremos. Esperaremos a Lobo nos encuentre.

Torak iba a contestar, peromordió la lengua. Por primera había advertido que Renn est

temblando. Tenía un arañsanguinolento en una mejilla, y moretón del tamaño de un huevo



paloma empezaba a salirle en el del otro lado de la cara.

Se sintió avergonzado. Rennhabía enfrentado al oso y hasta hatenido el valor de dispararle. debería haberle gritado.

— Lo siento — se disculpó—No pretendía… Tienes razón. puedo seguirle el rastro en

oscuridad.Renn se sentó pesadamente

un peñasco.

— No tenía ni idea de cósería — dijo— . Jamás pensé sería tan… — Se tapó la boca



las manos.Torak desenterró una flecha

los escombros. El asta estaba parten dos.

— ¿Le has dado? — preguntó — No lo sé. ¡Qué más da!

flechas no pueden acabar con Negó con la cabeza— . Por

momento fue por mí, pero al insta

fue en busca de Lobo. ¿Por qué? — ¿Acaso importa? — conte

Torak arrojando a un lado el a

rota. — Tal vez. — Renn lo miró—¿Has conseguido el diente de pied



Torak casi se había olvidadoél. En ese momento, al hurgar enubón y sacar el mitón, tan sólo de

librarse de él. A causa del NanuLobo podía estar muerto. No habmás mordisqueos por las mañanas

más divertidos juegos al esconditTorak se mordió un nudillo tratande controlar el miedo. No po

perder a Lobo.Renn cogió el mitón y le

vueltas entre los dedos.

— Tenemos la segunda padel Nanuak — dijo, pensativa— hemos perdido la primera. Pero ¿



qué se la ha llevado Lobo?Con un esfuerzo, Torak trató

centrarse en lo que ella decía haque algo le vino a la memoria coun destello.

— ¿Recuerdas que cuan

encontré los ojos del río era comoLobo pudiese oírlos o sentirlos algún modo?

— ¿Crees que… el oso tambpuede? — preguntó con el entrecfruncido.

— «Esas almas tan relucientmurmuró Torak— . Eso es lo qdijo el Caminante. Los demon



odian a los vivos y detestan que almas de éstos reluzcan tanto.

— Y si las almas de criaturas corrientes son demasibrillantes — prosiguió Rponiéndose en pie y empezando

caminar de un lado para otro—¡cuánto más brillante y mdeslumbrante ha de serlo el Nanua

— Por eso te atacó, portenías los ojos del río.

— Y por eso Lobo cogió

bolsa. Porque él lo sabía. PorqueDejó de pasearse y miró fijamea Torak— . Porque quería desvia



atención del oso de nosotros. ¡Torak! Nos ha salvado la vida.

Torak se acercó dando traspal borde del sendero. La nieblaestaba disipando al fin, y debajoél, la inmensidad del Bosque

extendía inexorable hacia el oe¿Qué posibilidades tenía Lobo abajo, solo contra el oso?

— Los lobos son más astuque los osos — dijo Renn.

— Es sólo un lobezno, Re

No tiene ni cuatro lunas. — Pero también es el guía.hay alguien capaz de encontrar



camino, ése es Lobo.

Lobo corría entre hayas, viento de cola, mientras sujetaba fuerza entre los dientes la bolsapiel de cuervo.

De muy lejos le llegó solitario aullido de Alto Sin Cola.

Lobo ansió aullar en respue

pero no podía hacerlo. El vientotraía ráfagas del olor de aqdemonio, y captaba la rabia y

hambre terribles del oso, y oíaincansable aliento. Pero, por encide todo, percibía el odio de la fie



el odio que abrigaba hacia él y halo que llevaba.

Pero a Lobo le producía feroz y radiante alegría saber nunca lo atraparía. El demonio rápido, pero él lo era más.

Ya no se sentía como lobezno que tenía que esperar a los pobres y lentos sin cola

alcanzaran. Ahora era un lobo, corría entre las hayas con esa vezancada lobuna que no se ac

nunca. Se deleitaba con la potende sus patas, con la flexibilidad delomo y con la agilidad que



permitía girar a toda velocidad souna pata. ¡Oh, no, el demonio noatraparía jamás!

Lobo se detuvo a beber en ruidosa y pequeña agua dejandobolsita por unos instantes. La co

otra vez y volvió a la carrera, ptrepar en dirección al Gran FBlanco que sólo había husmeado

sueños.Un aroma nuevo le quitó

idea de la cabeza porque est

entrando en el territorio de manada de lobos extraños. De vezcuando se encontraba con las mar



de olor que dejaban. Debía tecuidado. Si lo pillaban, podatacarlo. Cuando necesitó derramsu olor, esperó hasta llegar a opequeña Agua Rápida para haceahí en lugar de marcar un árbol.

agua se llevaría su olor, y ni lobos extraños ni el demonio olerían.

Llegó la Penumbra. A Loboencantaba la Penumbra. En ella, olores y los sonidos eran m

agudos, pero él veía casi igual quela Luz.Mucho más adelante, la extr



manada dio comienzo a sus aullinocturnos, Pero eso puso tristeLobo porque recordó lo alegremeque solía aullar su propia manacon cuánto entusiasmo se saludaunos a otros después del sueño;

lametones de hocicos y frotamientos para transmitirse olounos a otros, y las sonrisas y

uegos mientras se daban ánimpara ir de caza.

De pronto, mientras pensaba

su manada, empezó a cansaNotaba que sus almohadigolpeaban las rocas como no



había notado hasta entonces. patas se le estaban entumeciendempezaron a dolerle.

El miedo se apoderó de él, pno podría continuar corriensiempre. En realidad no llega

mucho más lejos. Se hallaba a mudistancia de Alto Sin Cola y estcruzando el territorio de una extr

manada. Y el demonio le estsiguiendo el rastro, incansabletravés de la Penumbra.

Torak trasladó lo que quedde sus cosas al refugio de ramas



tejo; luego pateó el fuego y enchispas hacia el cielo. Aqueespera era terrible. Llevaba aullandesde que había caído la nocaunque sabía que se arriesgabaatraer al oso, pero Lobo era m

importante. ¿Dónde estaría?Hacía una noche fría

estrellada, y sin alzar siquiera

vista al cielo sentía que el ojo rdel Gran Uro lo fulminaba conmirada, como si se complaciera d

confusión de Torak.Renn emergió de la oscuridcon los brazos llenos de hoja



corteza. — Has tardado mucho — d

secamente Torak. — Necesitaba ciertas cos

¿No hay rastro de Lobo? — Todijo que no con la cabeza y ella

arrodilló junto al fuego y dejócarga en el suelo— . Cuando buscesto he oído cuernos. Cuernos

corteza de abedul. — ¿Qué? ¿Dónde? — pregu

Torak, horrorizado.

— Lejos, muy lejos. — Rindicó hacia el oeste con la cabeza — ¿Era… Fin-Kedinn? — R



asintió una vez más— . Creía questas alturas ya se habrían rend

comentó Torak cerrando los oj — Él no se rinde — aseg

Renn. Hubo un dejo de orgullo envoz que irritó a Torak.

— ¿Has olvidado acaso quería matarme? — dijo— . «El QEscucha le entrega su sangre a

Montaña.» — ¡Por supuesto que no lo

olvidado! — le espetó R

volviéndose hacia él— . ¡Pero espreocupada por ellos! Si el osoestá aquí arriba, es que está



abajo, donde están ellos. ¿Por quno iba Fin-Kedinn a hacer sonarcuerno?

Torak se sintió mal. Renn estpreocupada, al igual que él. Peleano los ayudaba en nada.

Se desató del cinturón pequeño silbato de hueso urogallo, que había hecho cuan

había encontrado a Lobo. — Toma. — Se lo tendió

Renn— . Ahora tú también pue

llamar a Lobo. — Gracias — repuso Renn, ymiró sorprendida.



Se produjo un silencio,después Torak le preguntó para necesitaba las hierbas.

— Para el diente de piedTenemos que encontrar algumanera de ocultárselo al oso. Si

lo hacemos, nos seguirá el rastro.«Al igual que está siguiendo

de Lobo», se dijo Torak. El do

aumentó en su pecho. — Si las hojas de serbal y

bolsa no lograron ocultar los ojos

río, ¿por qué crees que van a serde algo la corteza y el ajenjo? — Porque voy a utilizarlos p



hacer algo más fuerte. — Rennmordió el labio— . He esttratando de recordar exactamente hace Saeunn. Siempre aintentando enseñarme hechiceríayo siempre me voy a cazar en lu

de hacerlo. Ojalá la hubiescuchado.

— Tienes suerte de saber

hacer — musitó Torak. — Pero ¿y si lo hago mal?Torak no respondió. Perci

que el ojo rojo se burlaba de Aunque Lobo encontrase una forde volver, traería consigo al o



atraído por los ojos del río. Yúnica manera que tenía Lobo quitarse al oso de encima perdiendo los ojos del río… Lo csignificaría que no habposibilidad de destruir al oso.

Tenía que existir algusolución, pero Torak no conseghallarla.

Lobo se estaba cansando rapidez. No había remedio.

El demonio ya se había queddemasiado rezagado para pocaptar la piel de cuervo, pero aún



llegaba el olor del propio Lobo,modo que continuaría siguiéndolerastro. Cuando por fin Lobo redujel ritmo, como le pedían doloridas patas, el oso lo alcanzar

Hacía mucho que la extr

manada había acabado de aullar yhabía ido de caza allá lejos por montañas. Lobo echaba de menos

voces. Se sentía verdaderamesolo.

El viento viró, y Lobo captó

nuevo olor: a reno. Él nunca hacazado renos, pero conocía bcómo olían, pues su madre so



traerle las ramas que les crecen encabeza a esos animales, de las colgaba el pellejo en delicioirones masticables. Ahora, al ole

la manada en el valle contiguo,ansia de sangre le confirió nu

fuerza a los miembros, y la esperadio un brinco en su interior. consiguiera alcanzarlos…

Cuando ascendió con esfuela ladera, el retumbar de muccascos se tornó muy cercano.

pronto las grandes preirrumpieron hacia él, miengalopaban con la ramada cabeza



alto y aplastaban contra el suelo grandes pezuñas en su fluir entre hayas como un Agua Rápimposible de detener.

Lobo giró sobre una pata yinternó de un salto entre ellos,

descollaron sobre él cuando hundió en medio del olor almizclde los renos. Un macho cargó con

Lobo, y éste esquivó las ramas decabeza del animal, y una hembraadvirtió con un bufido que

apartara de su cría cuando Loboagazapó debajo de ésta para huirlos cascos que aporreaban. Pero



manada no tardó en darse cuentaque Lobo no tenía intención de cazy olvidó su presencia. Lobo ascencorriendo por el valle, y el olor dmanada se tragó el suyo.

Los renos salieron de entre

hayas y trotaron por un bosque abetos rojos. Las rocas se volviemás grandes y los árboles m

pequeños; entonces dejacompletamente atrás los árbolefluyeron hacia una llanura de pied

distinta a todo cuanto Lobo conocíPor el olor que había enviento, Lobo supo que aqu



llanura se extendía muchas zancaen la Penumbra, y que a lo leestaba el Gran Frío Blanco. P¿qué era eso? No lo sabía. embargo, en algún lugar más alláél se hallaba aquello que lo ha

llamado cuando estaba en su primGuarida, y lo había atraído…

Muy lejos detrás de él,

demonio bramó. ¡Había perdidoolor de Lobo! Encantado, éste laal aire la piel de cuervo y volvi

cogerla con un chasquido.Al cabo de un rato le llegó oruido, muy débil, pero inconfundib



¡la aguda y monótona llamada producía Alto Sin Cola cuando llevaba al hocico el hueso de pája

Entonces oyó otro sonido más querido: ¡el del propio Alto Cola aullando por él! ¡El me

sonido del Bosque!Los renos continua

corriendo, pero Lobo fue conscie

de que tenía que dar la vueltadirigirse de nuevo al Bosque. Aúnhabía llegado el momento de lle

al Gran Frío Blanco y a lo que hamás allá; tenía que regresar a busa Alto Sin Cola.



22

Renn estaba acurrucada ensaco, pensando en levantarse, pcuando Torak apareció en la entr

del refugio, dio un respingo. — Ya es hora de ponernos

marcha — dijo Torak al tiempo q



se agachaba junto al fuego y le tenuna tira de carne de corzo seca.

las sombras que Torak tenía bajo ojos, Renn supuso que no hadormido mejor que ella.

Se incorporó hasta sentarsdio un desganado mordisco a comida de la jornada. Le ardíaarañazo de la mejilla y le dolía

moretón del ojo. Pero lo peor todo era el miedo que se estapoderando de ella y que no sólo

lo provocaba la cercanía de la cuo el terror ante el oso, sino que algo más: algo en lo que no que



pensar. — He encontrado el rasdijo Torak interrumpiendo

pensamientos. — ¿Por dónde se fuerpreguntó Renn, y se detuvo

medio bocado. — Hacia el oeste; han rode

el otro lado de la colina y luego

descendido hasta un bosque de hayTorak tendió una mano y remo

el fuego, mientras el delgado ro

se le agudizaba aún más de ansie. El oso iba detrás de Lobo.Renn imaginó a Lobo corrien



a través del Bosque con el oso cvez más cerca.

— Torak — dijo— , ¿te cuenta de que, si seguimos el rastrLobo, se lo estaremos siguientambién al oso?

— Sí. — Si llegamos a alcanzarlo… — Ya lo sé — la interrump

Torak— , pero estoy harto esperar. Hemos esperado toda noche, y todavía nada. Tenemos

ir a buscarlo. Al menos yo tengo qir. Tú puedes quedarte aquí si… — ¡No! ¡Por supuesto que



contigo! Sólo era un comentaMiró hacia el mitón de piel

salmón que colgaba del techo. — ¿Crees que dará resultapreguntó Torak al seguir

mirada de Renn.

— No lo sé.A Torak le había parecido

hechizo muy astuto cuando Renn s

había explicado el día anterior. — Cuando alguien cae enferhabía dicho Renn sintiénd

importante— , suele ser porquecomido algo malo. Pero a vecesporque los demonios han tentado



almas. En esos casos es necesarescatar a las almas enfermas. visto a Saeunn hacerlo numeroveces: ella se ata pequeños anzueen las yemas de los dedos patrapar a las almas enfermas, y to

una poción especial para liberar propias almas, de manera que éspuedan abandonar el cuerpo de

hechicera y encontrar a… — ¿Qué tiene eso que ver con

Nanuak?

— Estoy a punto de contárthabía dicho Renn para quecallara— . Para encontrarlas, Sae



tiene que ocultar sus propias almalos demonios.

— ¡Ah! Así pues, si repitesque ella hace, ¿conseguirás ocultael Nanuak al oso?

— Sí, eso creo. Para ocultar

Saeunn se embadurna la cara ajenjo y sangre de tierra; despuéspone una máscara de corteza

serbal atada con cabellos de cmiembro del clan. Eso es lo que a hacer yo. Bueno, más o menos.

Después de explicar procedimiento, Renn había hecho cajita de corteza de serbal doblad



la había embadurnado de ajenjoocre rojizo. A continuación hapuesto dentro el diente de piedrala había atado con rizos de su procabello y del de Torak.

Había supuesto un alivio e

haciendo algo en lugar preocuparse por Lobo, y Rennhabía sentido orgullosa de sí mism

Pero ahora, en el gélido amaneclos invadían las dudas. Al fin ycabo, ¿qué sabía ella de hechicerí

— ¡Vamos! — dijo Toponiéndose en pie de un salto— .un buen rastro. Y la luz es tenu



adecuada.Renn miró hacia el exterior

refugio. — ¿Y qué hacemos con el o

Puede haber perdido el rastro Lobo y volver por nosotros.

— No lo creo — repuso To. Creo que aún anda detrás

Lobo.

Por algún motivo, esas palabno la tranquilizaron.

— ¿Qué te pasa? — quiso sa

Torak.Renn suspiró. Lo que habquerido decir era: «Echo muchísi



de menos a mi clan; me aterrorque Fin-Kedinn nunca me perdpor haberte ayudado a escapar; cque estamos locos por segudeliberadamente el rastro al otengo la horrible sensación de que

y yo vamos a acabar en el único sal que no deseo ir jamás, y espreocupada porque yo no debe

estar aquí, pues, al contrario queyo no soy El Que Escucha aparezco en la Profecía, sino que

sólo soy Renn. Pero no tiene sentdecirte nada de esto porque tú spiensas en encontrar a Lobo.»



modo que, al final, sencillamedijo:

— Nada. No me pasa nada.Torak le dirigió una mirada

incredulidad y empezó a apagarfuego con los pies.

Durante toda la mañsiguieron el sendero a través

bosque de hayas, y luego, doblanhacia el nordeste y ascendiencontinuamente, se internaron en o

bosque de abetos rojos. Cosiempre, Renn estaba desconcertpor la destreza de Torak a la hora



seguir un rastro. Parecía que el chentraba en trance mieninspeccionaba el terreno con infinpaciencia, y con frecuenencontraba alguna minúscula seque la mayoría de los cazado

adultos habría pasado por alto.Era media tarde, y la luz ha

empezado a menguar cuando To

se detuvo. — ¿Qué ocurre? — quiso sa

Renn.

— ¡Chist! Creo haber oído alSe llevó una mano ahuecada aoreja— . ¡Ahí está! ¿Lo has oí



Renn negó con la cabeza— . Lobo! — exclamó Torak con uamplia sonrisa.

— ¿Estás seguro? — Reconocería su aullido

cualquier parte. ¡Vamos, es subien

por ahí! — Señaló hacia el este.A Renn se le encogió

corazón.

«Hacia el este no — se dijo—Por favor, hacia el este no.» medida que Torak seguía el soni

el terreno se volvió más rocoso y árboles se convirtieron en abedulesauces que no les llegaban más



de la cintura. — ¿Estás seguro de que e

aquí? — preguntó Renn— . continuamos, vamos a acabar en montes.

Torak no la había oído porq

había echado a correr. Desaparetras una roca, y unos instandespués Renn oyó que la llamab

gritos por su nombre con excitacióRenn se precipitó colina arr

y rodeó la roca para verse expue

al mordisco de un gélido viento norte. Retrocedió tambaleándoHabían llegado al mismísimo con



del Bosque, al límite de los monteAnte sus ojos se extendía

vasto terreno yermo y sin árbodonde el brezo y la mimbrabrazaban el suelo en un vano intepor evitar el viento, y do

pequeñas lagunas marrones de tuse estremecían entre hierbas de zarandeadas marismas. En

distancia, un traicionero pedregalalzaba imponente sobre los montemás allá se erigían las Monta

Altas. Pero entre éstas y el pedregvislumbrado tan sólo como un reflblanco, yacía lo que Renn ha



estado temiendo.Torak, por supuesto, no

consciente de nada de eso. — ¡Renn! — exclamó, y

viento le azotó la voz y se lleve»— . ¡Estoy aquí!

Con tremendo esfuerzo, Rdirigió la mirada hacia Torak y que estaba arrodillado en la rib

de un pequeño arroyo. Lobo yaunto a él, con los ojos cerrado

con la bolsita de piel de cuervo ju

a su cabeza. — ¡Está vivo! — exclaTorak, y enterró la cara en el moj



pelaje gris. Lobo abrió un ojogolpeó débilmente el suelo concola. Renn se abrió paso entrebrezo para llegar hasta ellos— . Eagotado y empapado — explTorak sin alzar la mirada— .

estado corriendo por el arroyo phacer perder el rastro al oso. Esosido astuto, ¿no crees?

— Pero ¿ha dado resultapreguntó Renn mientras lanz

temerosas miradas alrededor.

— ¡Oh, sí! — repuso Torak—Mira todas esas bisbitas ribereñNo estarían aquí si el oso anduvi



cerca.Deseando poder compartir

confianza de Torak, Renn arrodilló y rebuscó en el fardobusca de una torta de salmón darle a Lobo, y se vio recompens

con otro golpeteo de cligeramente más fuerte.

Era maravilloso volver a ve

Lobo, pero se sentía extrañameexcluida. Había demasiadas coque la agobiaban; demasiadas co

de las que Torak nada sabía.Renn cogió la bolsita de pielcuervo y le aflojó el cuello p



comprobar el interior. Los ojos río seguían en su nido de hojasserbal.

— Sí, cógelos — dijo Toraklevantando a Lobo en brazos, lo dsuavemente sobre unas hierbas—

Es preciso esconderlos del oso inmediato.

Renn desató la cajita de cort

de serbal que contenía el dientepiedra, y volcó en ella los ojos río; volvió a atar la cajita, la me

en la bolsa y se la sujetó al cinturó — Ahora Lobo estará bdijo Torak, y se inclinó para da



un afectuoso lametón en el hocico—Podemos construir un refugio ahíabrigo de esa ladera, haremos fuego y dejaremos que Lodescanse.

— Aquí no — conte

rápidamente Renn— . Deberíamvolver al Bosque. — En aquel mobarrido por el viento se se

expuesta, como una oruga colgande un hilo.

— Será mejor que

quedemos aquí — insistió Torakseñaló hacia el norte, hacia pedregal y el reflejo blanco— .



es el camino más rápido para ir aMontaña.

El vientre de Renn se ptenso.

— ¿Cómo? ¿De qué eshablando? — Renn notó que

vientre se le contraía. — Me lo ha dicho Lobo. Es

adonde debemos ir.

— Pero… no podemos suahí.

— ¿Por qué no?

— ¡Porque eso es el río hielo!Torak y Lobo la mira



sorprendidos, y Renn se enconante dos pares de ojos lobunos, uambarinos y los otros de un gclaro. Se sintió totalmente al marg

— Pero, Renn — dijo Tocon paciencia— , ése es el cam

más corto para llegar a la Montaña — ¡No me importa! — Trató

pensar en alguna razón que To

aceptara— . Todavía tenemos qencontrar la tercera parte Nanuak, ¿te acuerdas? «En lo m

frío, la luz más oscura.» No vamoencontrarla ahí arriba, ¿verdad?Hará frío, eso sí, ¡pero



arriba no hay nada! «Nadaexcepción de la muerte», pensó psí.

— Ya viste el ojo rojo anocrespondió Torak— . Se e

haciendo más grande. Sólo

quedan unos días. — ¿No me has escuchagritó Renn— . ¡No podem

cruzar el río de hielo! — Sí, sé que podemrepuso Torak con una cal

aterradora— . Encontraremos modo de hacerlo. — ¿Cómo? ¡Tenemos un o



de agua y cuatro flechas entre dos! ¡Cuatro flechas! Y está lleganel invierno, ¡y tú sólo tienes ropaverano!

— Ése no es el motivo porque no quieres subir ahí arr

contestó Torak mirándpensativo.

Renn se puso en pie de un sa

y se alejó a grandes zancadas; pdespués volvió, y dijo:

— Mi padre murió en un río

hielo igual que ése. — El viesiseó con tristeza sobre los monTorak bajó la mirada hacia Lob



luego volvió a posarla en Renn—Fue en una nevada — continuó

. Él estaba en el río de hielo hay más allá del lago Cabeza Hacha. Le cayó encima medio ride hielo, y no encontraron su cue

hasta la primavera. Saeunn tuvo llevar a cabo un rito especial preunir las almas de mi padre.

— Lo siento — dijo Torak—No sabía…

— No te lo estoy contando p

que me tengas lástima — interrumRenn— . Te lo cuento para quecomprendas. Era un cazador fuert



experimentado que conocía bien montañas, y aun así el río de hielomató. ¿Qué esperanzas, posibilidades crees tú tendríamos nosotros?



23

— Quédate callado, mcallado — musitó Renn— Cualquier sonido repentino, y pod

despertarse.Torak estiró el cuello para

los acantilados de hielo que



alzaban imponentes sobre elHabía visto hielo antes, pero ncomo eso. Nada como esos risafilados como cuchillos, ni eenormes barrancos, o ecarámbanos de hielo más altos

árboles. Era como si una gigantesca y arqueadísima hubiquedado congelada al tocarla

dedo del Espíritu del Mundo. Y, embargo, cuando Torak havislumbrado los acantilados desd

pedregal, no le habían parecido mque una mera arruga en el vasttumultuoso río de hielo.



Después de dejar descansaLobo durante un día junto al arrohabían emprendido la lenta y pesmarcha a través de las marismas yascenso del pedregal, donde habacampado en un recoveco que

había proporcionado escprotección contra el viento.

No habían encontrado ni ras

del oso. Quizá el hechizo encubrihabía funcionado, o quizá, coseñaló Renn, el oso se hallaba en

oeste causando estragos entre clanes.A la mañana siguiente hab



trepado por el flanco del río de hipara dirigirse hacia el norte.

Era una locura caminar bajo acantilados de hielo porque cualquier momento una nevada poprovocar un derrumbe, pero no

quedaba otra opción. El camhacia el oeste estaba interrumppor un torrente de agua de deshi

que había tallado un profundo cauPor otra parte, se ha

imposible avanzar en silencio, p

la nieve era recién caída y las boproducían sonoros crujidos. La nucapa de juncos de Torak susurr



como hojas secas, y hasta el aliedel chico hacía un ruensordecedor. De todas partes llegaban extraños chasquidosgemidos resonantes: el río de himurmuraba en sueños. Daba

impresión de que no hacía falta gcosa para despertarlo.

Curiosamente, esa situación

parecía preocupar a Lobo. encantaba la nieve; iba saltansobre ella y arrojaba al aire peda

de hielo, y luego se deslizaba hadetenerse para escuchar a lemmings y a los ratones de ni



que escarbaban bajo la superficie.En ese momento, Lobo se par

olisquear un pedazo de hielo y le golpecitos con una pata. Como hubo respuesta, Lobo se agasobre las patas de delante y pi

que jugaran con él emitiendo gañiinvitadores.

— ¡Chist! — siseó To

olvidando hablar en la lengua de lobos.

— ¡Chist! — siseó Renn m

adelante.Desesperado por hacer callaLobo, Torak fingió que había v



una presa distante y se quedó mquieto mirando fijamente.

Lobo lo imitó. Pero cuandole llegó olor ni sonido alguretorció los bigotes y miró a Torak

«¿Dónde está? ¿Dónde está

presa?» «No hay presa», conteTorak desperezándose y dando bostezo.

«¿Cómo? Entonces, ¿por estamos cazando?»

«¡Quédate callado y ya está!»

Lobo profirió un leve aullofendido. — ¡Vamos! — susurró Renn—



¡Tenemos que llegar al otro laantes de que caiga la noche!

Hacía muchísimo frío a sombra de los acantilados de hiHabían hecho cuanto habían podmientras estaban acampados junto

arroyo: se habían llenado las bode hierbas de las marismas, habían hecho mitones y gorros con

piel de salmón de Renn y con el redel pellejo sin curtir, y habelaborado una capa para Torak

manojos de juncos, atados con gaty cosidos con tendón. Pero no suficiente.



Sus provisiones empezatambién a escasear: sólo teníanodre de agua, y salmón seco y cade corzo para un par de días. Tose imaginaba qué habría dicho «Un viaje por la nieve no es nin

uego, Torak. Si crees que lo acabarás muerto.»

Era consciente de que

realidad no sabía gran cosa sobrenieve, del mismo modo que Rhabía dicho con su absoluta exacti

habitual: «Todo lo que sé es que la nieve se te hace más fácil segun rastro, que es estupenda p



hacer bolas con ella, y que si te atrapado en medio de una ventiscanieve se supone que has de cavar cueva y esperar a que pase. Pero es todo cuanto sé.» El espesor denieve aumentó, y no tardaron

avanzar hundiéndose hasta muslos. Lobo se rezagó, dejando astucia que Torak abriera el cam

para poder trotar por las pisadas chico.

— Confío en que sepa

camino — dijo Renn en voz muy b. Yo nunca había llegado tannorte.



— ¿Lo ha hecho alguiquiso saber Torak.

— Bueno, sí — contestó Rarqueando las cejas— . Los Cladel Hielo. Pero vivían en planicies, no en el río de hielo.

— ¿Los Clanes del Hielo? — Los Zorros Blancos,

Perdices de las Nieves y

Narvales. Pero seguro que ya los… — No — interrumpió Torak

cansancio— . No los conozco.

siquiera…Detrás de ellos, Lobo profun gruñido urgente.



Torak se dio la vuelta para cómo el lobezno saltaba pguarecerse bajo un arco de hisólido. Alzó la vista.

— ¡Cuidado! — exclamóagarró a Renn tirando de ella p

meterse bajo el arco.Se oyó un cruj

ensordecedor… y se vie

inundados por una rugiente blancuEl hielo caía con estruendo en toa ellos para estrellarse contra

nieve en explosiones de letafragmentos. Agazapado bajo el arTorak rogó por que no



derrumbase. Si lo hacía, quedardesparramados sobre la nieve cobayas machacadas…

El alud terminó con la misbrusquedad con que había empeza

Torak respiró hondo. Todo

que se oía en ese momento erasuave asentarse de la nieve.

— ¿Por qué se ha para

siseó Renn. — Quizá tan sólo estaba dan

una voltereta en sueños.

Renn miró fijamente el hique se amontonaba en torno a ello — De no haber sido por Lo



ahora estaríamos ahí debEstaba pálida, y sus tatuajes

clan destacaban con viveza. Tosupuso que estaba pensando enpadre.

Lobo se levantó y se sacud

salpicándolos. Trotó unos pashusmeó profundamente y los esper

— Vamos — dijo Torak—

Creo que el camino es seguro. — Y tan seguro — musitó ReA medida que el día avanzab

el sol viajaba hacia el oeste a trade un cielo sin nubes, iapareciendo en la nieve charcos



agua deshelada del azul más inteque Torak había visto jamás. Fhaciendo cada vez menos fríohacia media tarde el sol incidiólos acantilados y, en un abrir y cerde ojos, las gélidas sombras

convirtieron en puro fulgor blanTorak no tardó en estar sudando bla capa.

— Toma — le dijo Rtendiéndole una tira de albura—Córtale dos rendijas y átatela so

los ojos. Si no, la nieve te dejciego. — Creía que nunca hab



llegado tan al norte. — Yo no, pero Fin-Kedinn

Me explicó que había que hacerloA Torak le produjo inquie

tener que mirar a través de estrecha raja porque necesitaba e

en guardia para controlar los bloqde nieve o los gigantescarámbanos de hielo que caían

vez en cuando desde los acantiladA medida que avanzaban con grandificultades, se percató de que R

se estaba rezagando. Eso nunca hapasado antes; normalmente era mrápida que él.



Mientras esperaba a que llega su altura, se sorprendió al ver los labios de Renn estaban teñide azul y le preguntó si se encontrbien.

Renn negó con la cabeza y

inclinó para apoyar las manos en rodillas.

— Llevo todo el día notánd

comentó— . Me siento… agotaCreo… creo que es por el Nanuak

Torak se sintió culpable.

había concentrado hasta tal puntono despertar al río de hielo que haolvidado que todo ese tiempo



Renn quien llevaba la bolsita de pde cuervo.

— Dámela a mí — dijo— . Nturnaremos.

— De acuerdo, pero yo llevel odre de agua. Es justo que lo ha

Se los intercambiaron. Torakató la bolsita al cinturón, mienque Renn miró hacia atrás para

cuánta distancia habían cubierto. — Vamos muy despaafirmó— . Si no conseguim

llegar al otro lado antes de oscurezca… No tuvo necesidad de aña



nada más. Torak se los imagcavando una cueva de nieveencogiéndose de miedo en oscuridad, mientras el río de hisuspiraba y gemía en torno a ellos

— ¿Crees que tendrem

suficiente leña? — preguntó.Renn volvió a decir que no

la cabeza.

Antes de dirigirse hacia pedregal, cada uno había recogidohaz de leña y había preparado

pequeño fuego para llevársconsigo. Para ello habían cortadopedazo del hongo de herradura



crece en los abedules muertos yhabían prendido fuego, y luegohabían apagado a soplidos de forque siguiera ardiendo muy despaA continuación lo habían enrollen corteza de abedul, en la

habían hecho unos cuantos agujepara dejar que el fuego respirasehabían rellenado el rollo con mu

para mantenerlo adormecido. fuego podía transportarse todo el mientras dormitaba apacibleme

pero estaba a punto para despertacon yesca y soplidos cuando necesitaran.



Torak consideró que qutenían leña suficiente para que durara una noche. Pero si levantaba una tormenta, y tenían guarecerse durante días, congelarían.

Continuaron penosamente,Torak no tardó en comprender qué el Nanuak había cansado a Re

puesto que él ya sentía cómo abrumaba.

De pronto Renn se detuvo y

arrancó la albura de los ojos. — ¿Dónde está el río? — jad — ¿Cómo? — preguntó Tora



— ¡El agua del deshielo! Acade darme cuenta de que el cauceno está. ¿Crees que eso significa podemos salir de debajo de acantilados?

Quitándose su propia albu

Torak miró la nieve con los oentrecerrados. No veía nada a cadel resplandor.

— Aún lo oigo — dijo, yadelantó para investigar— . A mejor tan sólo se ha hundido m

bajo la… No recibió advertencia alguni oyó el crujir del hielo, ni el ru



sordo de la nieve al derrumbarse.un momento dado estcaminando… y al instante siguiecaía al vacío.



24

Torak se rasguñó la rodilla ypudo reprimir un grito.

— ¡Torak! — susurró R

desde lo alto— . ¿Estás bien? — Creo… que sí — respon

él. Pero no lo estaba. Había caído



un agujero de hielo, y tan sólo minúscula cornisa había impedque se precipitara hacia la muerte

En la penumbra vio que agujero era estrecho — con brazos extendidos podía tocar am

lados— pero insondable. Desde mabajo le llegó el potente fluir torrente del deshielo. Torak est

dentro del río de hielo, nada men¿Cómo iba a salir de allí?

Renn y Lobo lo esta

mirando. Debían de estar a unos pasos sobre él, pero lo mismo dque hubieran sido treinta.



— Ahora ya sabemos dóestá el agua del deshielo — desforzándose por permanetranquilo.

— No estás tan abajo — trde animarlo Renn— . Al menos

tienes el fardo. — Y el arco — contestó Tor

y confió en no parecer demasi

asustado— . Y el Nanuak. — Allevaba la bolsita bien atada cinturón.

«El Nanuak», penhorrorizado.¿Y si no conseguía salir?



quedaría ahí atrapado, y el Nanquedaría atrapado con él. Sin Nanuak, no se podría destruir al oY el Bosque entero estacondenado; condenado porque élhabía mirado dónde ponía los pies

— ¿Torak? — musitó Renn—¿Estás bien?

Trató de contestar que sí, p

sólo le salió un quejido ronco. — ¡No hables en voz a

jadeó Renn— . Podrías provo

otro alud… o… que el agujerocerrara contigo dentro. — Gracias — musitó Torak—



No lo había pensado. — Toma, trata de agarrar e

Inclinándose peligrosamesobre el borde, Renn balanceóhacha cabeza abajo, con la cinta mango sujeta a la muñeca.

— No podrías con mi peso.arrastraría y nos caeríamos los do

«Los dos, los dos», canturreó

eco en torno a Torak. — ¿Hay alguna forma de

puedas trepar? — preguntó Renn

voz empezaba a sonar temblorosa. — Es probable. Si fuera glotón y tuviera garras.



«Garras, garras», coreó hielo.

Esa palabra le dio una ideTorak.

Lentamente, aterrado ante posibilidad de resbalar de la corn

se quitó el fardo del hombrocomprobó que aún contuviera cuernos del corzo. Ahí estaban. E

cortos y sus raíces tenían bordentados. Si lograba sujetarse uncada muñeca y agarrarlos por

tronco, podría utilizar las raícomo punzones, que clavaría enhielo, y así escalaría.



— ¿Qué vas a hacer? — qusaber Renn.

— Ya lo verás — repuso. tenía tiempo para explicárselo. cornisa se estaba volvienresbaladiza bajo las botas de Tor

y le dolía la rodilla.Dejando los cuernos en el fa

hasta que los necesitara, se sacó

hacha del cinturón. — Tengo que hacer muescas

el hielo — le dijo a Renn— . T

sólo espero que el río de hielo nonote.Renn no contestó. Por supue



que lo notaría. Pero ¿qué otra opctenía?

El primer hachazo envió a tvelocidad esquirlas de hielo abismo. Aunque el río de hielo nosintiera, tendría que haberlo oído.

Apretando los dientes, Torakesforzó en dar otro hachazo. Mfragmentos salieron disparados, y

caer, resonaron una y otra vez.El hielo estaba duro, y Torak

se atrevía a balancear el hacha

temor a caer de la cornisa, perocabo de mucho y ansioso piconsiguió cuatro muescas



intervalos escalonados y tan acomo pudo llegar, habiendo dejamás o menos un antebrazo distancia entre cada una de elComprobó temeroso que eran pprofundas, pues no medían más

medio pulgar, y no sabía si aguantarían. Si apoyaba todo su pen una de las muescas, podía cede

lo arrastraría consigo.Se metió de nuevo el hacha

el cinturón, se quitó los mitone

revolvió en el fardo en busca de cuernos y de las últimas tiras pellejo. Tenía los dedos ateridos



frío, y atarse los cuernos a muñecas resultó difícil. Al finutilizando los dientes para aprelos nudos, lo consiguió.

Tendió la mano derecha hacimuesca que había justo encima de

cabeza y hundió en ella con fuerzborde dentado del cuerno. Émordió el hielo y quedó bien suj

Con el pie izquierdo, tanteó en budel primer punto de apoyo, un ppor encima de la cornisa.

encontró y apoyó el pie en él.El fardo tiraba de Torak haatrás, hacia el agujero de hi



Desesperado, se inclinó para apola cara contra el hielo y consigrecuperar el equilibrio.

Lobo le dijo con un gañido se diera prisa, y a Torak le llonieve en el cabello.

— ¡Apártate! — le siseó Ral lobezno.

Torak oyó los sonidos de u

refriega y le cayó más nieentonces le llegó un aullmalhumorado de Lobo.

— Sólo un poco más —animó Renn— . Y no mires abajo.Demasiado tarde. To



acababa de hacerlo y había captuna escalofriante visión del vadebajo de él.

Tendió una mano hacia siguiente muesca… pero fallóarrancó una costra de hielo que c

se lo llevó consigo. Luchó encontrar la muesca… y el cuernohincó a tiempo en el hielo.

Despacio, muy despacio, dola pierna derecha y encontró siguiente punto de apoyo para el p

más o menos a un antebrazo de altde donde había hincado el izquierPero, al izarse sobre él, la rod



empezó a temblarle.«¡Oh, muy listo! — se d

Torak— . Acabas de poner todopeso sobre la pierna equivocadaque te has lastimado al caer.» — rodilla no aguanta — jadeó— .

puedo… — Sí, sí puedes — lo in

Renn— . Busca el último asidero

la mano. Yo te cogeré…A Torak le ardían los hombr

le daba la sensación de que el fa

estaba lleno de piedras. Se dioenorme impulso, y la rodilla sedobló. Entonces una mano aferró



correa del fardo y, entre tironeempujones, lo sacó del agujero.

Torak y Renn yacieadeantes en el borde del agujero

hielo. Luego se pusieron en pie esfuerzo, se tambalearon ha

alejarse de los acantilados y derrumbaron al fin en un ventisqude nieve en polvo. Lobo creyó que

trataba de un juego y dio brinalrededor de ellos con una gsonrisa lobuna.

Renn dio rienda suelta a risa que era fruto del pánico. — ¡Te has salvado por m



poco! ¡La próxima vez a ver si mipor dónde vas!

— ¡Lo intentaré! — responTorak respirando con dificultEstaba tendido boca arriba, dejanque la brisa le echara bocanadas

nieve en las mejillas. En el cieunas finas nubecillas blancas estaban disponiendo como péta

Nunca había visto nada tan hermosDetrás de él, Lobo escarbaba

el hielo en busca de algo.

— ¿Qué tienes ahí? — preguTorak.Pero Lobo había liberado



trofeo y lo estaba arrojando en apara volver a cogerlo entre dientes; ése era uno de sus juefavoritos. Dio un salto para atrapaen el aire, lo mordisqueó un parveces y después se acercó brincan

y se lo escupió a Torak en plcara. Otro de sus juegos favoritos.

— ¡Ay! — exclamó Torak—

¡Cuidado con lo que hacEntonces vio de qué se trata

era más o menos del tamaño de

puño pequeño, marrón, peludoextrañamente aplanado, supuso qucausa de un alud. La expresión



indignación en la carita de la criatle pareció a Toindescriptiblemente divertida.

— ¿Qué es? — preguntó Rey bebió un sorbo del odre.

Torak sintió que la risa brot

en su interior. — Un lemming congelaRenn se echó a reír y escu

agua sobre el hielo— . Y es placomo una hoja — añadió Torak voz entrecortada rodando sobre

mismo en la nieve— . ¡Debeverle la cara! ¡Es de… sorpresa! — ¡No, no puede s



exclamó Renn sujetándose costados.

Rieron hasta no poder mmientras Lobo hacía cabrioalrededor con una alegdesbordante, tirando al aire

volviendo a coger el lemmcongelado. Por fin lo arrdesmesuradamente alto, dio un s

espectacular retorciendo el cuerpolo engulló de un solo trago. Entondecidió que tenía calor y se dejó c

en un charco de hielo derretido prefrescarse.Renn se sentó y se enjugó



ojos. — ¿Alguna vez te t

simplemente las cosas en lugar tirártelas a la cara?

— No. He intentado pedírsepero nunca lo hace.

Torak se puso en pie. Hacía mfrío, el viento soplaba con mafuerza y la nieve en polvo

arremolinaba sobre el suelo igque humo. Las nubes como pétahabían cubierto por completo el so

— Mira — dijo Renn a su laSeñalaba hacia el este.Torak se volvió para ver u



nubes que se estaban formando solos riscos de hielo.

— ¡Oh, no! — musitó. — ¡Oh, sí! — dijo Renn. Tu

que levantar la voz para hacerse sobre el viento— . Una tormenta

nieve.El río de hielo se ha

despertado. Y estaba furioso.



25

La furia del río de hielo desató sobre ellos con un ímpterrorífico.

Torak tenía que inclinarse halas ráfagas para mantenesimplemente en pie, y aferrarse



capa para impedir que el viento sarrancara. A través de la nietorrencial, veía a Renn que tratabaavanzar con todas sus fuerzas, yLobo que se tambaleaba de ladcuyos ojos eran meras ranuras con

el viento. El río de hielo los teentre sus garras y no los soltaAullaba tanto que a Torak le dol

los oídos, y le restregaba el roscon trozos de hielo que volabanhizo dar tumbos hasta que ya no pu

ver ni a Renn, ni a Lobo, ni siquisus propias botas. En cualqumomento podía arrojarlo en



agujero de hielo…A través de la blancura que

arremolinaba, vislumbró un oscpilar. ¿Una roca? ¿Un ventisque¿Podría ser que hubiesen llegado fin al borde del río de hielo?

— ¡No podemos continuchilló Renn cogiéndolo del br. ¡Tenemos que cavar y espe

hasta que haya pasado! — ¡Todavía no! — gritó To

. ¡Mira! ¡Ya casi hemos llegado

Siguió luchando por alcanzapilar. Pero éste se quebró desapareció, disipado por el vien



No era más que una nube de nievemalicioso truco del río de hiTorak se volvió hacia Renn.

— ¡Tienes razón! ¡Tenemos qcavar una cueva en la nieve! — PRenn había desaparecido— . ¡Re

¡Renn! — El río de hielo le arrande los labios el nombre y provque éste se arremolinase en

oscuridad que se avecinaba.Torak se dejó caer de rodilla

avanzó a gatas en busca de L

hasta que su mitón se topó con apeludo, y agarró al lobezno. Lotrataba de encontrar el rastro



Renn, pero ¿quién podía oler algomedio de aquella tormenta, por loque fuera?

Aunque pareciera asombroLobo levantó las orejas y mfijamente al frente. A Torak

pareció ver que una figura flotabtravés de la nieve.

— ¡Renn!

Lobo saltó tras ella y Toraksiguió, pero no había llegado mlejos cuando el viento lo arr

contra hielo sólido. Cayó hacia aty casi aplastó a Lobo. Hatropezado con lo que parecía



colina de hielo. A un lado tenía agujero lo bastante grande preptar a través de él. ¿Una cuevanieve? Renn no habría tenido tiempara cavar una tan rápido, ¿no?

De un salto, Lobo desapare

en el interior del agujero. Tras uinstantes de duda, Torak fue tras é

El clamor del río de hielo

disminuyendo al tiempo que Toreptaba hacia la oscuridad. Tanteóque lo rodeaba con los mito

cubiertos de hielo: un techo bajo, bajo que tenía que ir a gatas, ybloque de hielo junto al orificio



entrada. Alguien debía de habecortado para utilizarlo como puePero ¿quién?

— ¿Renn? — llamó. No hubo respuesta.Empujó el bloque para tapa

agujero, y la quietud se cernió soél. Oía cómo Lobo se lamía la nide las patas, mientras a él

resbalaba el hielo de sus prophombros.

Tendió una mano y Lo

profirió un gruñido de advertenciaTorak apartó la mano de tirón y se le erizaron los pelillos



la nuca. Renn no estaba ahí, phabía algo. Algo que esperaba enoscuridad.

— ¿Quién está ahí? — preguSe palpaba la tensión en

gélida negrura.

Arrancándose un mitón con dientes, Torak desenfundó cuchillo.

— ¿Quién anda ahí?Siguió sin obtener respue

Buscó a tientas una de las velas

unco de Renn. Tenía los dedos fríos que dejó caer la bolsa deyesca. Tardó una eternidad en vol



a encontrarla, en golpear el pedercontra la piedra de chispa y derramar chispas sobre el montoncde virutas de corteza de tejo tenía en la mano, pero por fin la vde junco ardió.

Torak soltó un grito. Se olvdel río de hielo y hasta se olvidóRenn.

Casi tocándole la rodilla haun hombre.

Estaba muerto.

Torak se pegó todo lo que pua la pared de hielo. Si Lobo no



hubiera avisado, habría tocadocadáver, y tocar a los muertos supcorrer un terrible riesgo. Cuando almas dejan el cuerpo, pueden eenojadas o confusas, o sencillameno desear embarcarse en el Viaje

Muerte. Si uno de los vivos se acedemasiado a ellas, las almdespojadas del cuerpo pueden tra

de poseerlo o de seguirlo.Todo eso le pasó por la cab

a Torak mientras contemplaba

hombre muerto.Los labios del individparecían cincelados en hielo y



piel tenía un tono amarillo cerúlLa nieve se le había amontonadolas fosas nasales en una crparodia de respiración, pero ojos, empañados por el hiestaban abiertos y miraban fijame

algo que Torak no podía ver, aque acunaba en la parte interior inerte brazo.

Daba la impresión de que Lono le tenía ningún miedo, sino qpor el contrario, era como si

cuerpo lo atrajera. El lobezno esttumbado con el hocico entre patas, sin apartar la vista de él.



El muerto tenía el pelo castay lo había llevado largo y sueltoexcepción de un único rizo en la sapelmazado con ocre rojizo. Topensó en la mujer del Clan Ciervo Rojo en la reunión de

clanes de Fin-Kedinn, pues ellapeinaba el cabello de la misforma. ¿Habría pertenecido

hombre al mismo clan? ¿Al misclan que la madre del propio Tora

Sintió una punzada de lásti

¿Cómo se llamaba aquel homb¿Qué estaría buscando allí, y cóhabría muerto?



Torak advirtió entonces quela morena frente tenía pintado círculo en ocre rojizo. La grupelliza de invierno se veía abiertaun tirón, y había otro círculo trazsobre el esternón. Torak supuso q

si hubiera sido lo suficientemeinsensato para quitarle las pesadapeludas botas, habría encontrado

marca similar en cada talón. Marcas de la Muerte. El homdebía de haber sentido que la mu

iba en su busca, y había trazado propias marcas para que las almpermanecieran juntas una vez mue



Debía de ser por eso que hadejado la puerta entreabierta: pliberar a sus almas.

— Fuiste valiente — dijo Toen voz alta— . No te resististe amuerte. — Recordó la figura

había vislumbrado en la nieve. habría tratado de una de las almdel muerto que partía en su últi

viaje? ¿Podía uno ver a las almTorak no lo sabía— . Descansapaz — le dijo al cuerpo— . Que

almas encuentren reposopermanezcan juntas. — Inclinócabeza ante su pariente muerto.



Lobo se sentó y levantó orejas ante el cadáver. Torak diorespingo, pues parecía que Loestaba escuchando.

Torak se acercó más.El hombre mir

tranquilamente lo que acunaba enbrazo. Pero cuando Torak vio de se trataba se sintió aún m

desconcertado. Era una lámpcorriente: un óvalo liso de areniroja de más o menos la mitad

tamaño de la palma de la mano, un cuenco poco profundo pcontener el aceite de pescado y



muesca para la mecha de musgolos árboles retorcido. La mehabía ardido hacía mucho, y cuaquedaba del aceite era una temancha grisácea.

Junto al muerto, Lobo, que te

el pelo del lomo erizado, profirióagudo y suave gañido, pero parecía asustado. Ese gañido ha

sido… un saludo.Torak frunció el entrecejo. Lo

había actuado antes de esa manera

la cueva bajo las cataratas Trueno.El chico volvió a contempla



muerto e imaginó sus últimmomentos: acurrucado en la niobservando la pequeña llabrillante al tiempo que su provida parpadeaba y se extinguía…

Torak se percató de pronto: «

lo más frío, la luz más oscura.» luz más oscura es la última luz ve un hombre antes de morir.

Había encontrado la tercparte del Nanuak.

Sujetando la vela de junco una mano, Torak desató la bolsapiel de cuervo con la otra y volcó



cajita sobre la nieve. — ¡Uff! — advirtió Lobo.Torak deshizo la cuerda he

de cabellos y levantó la tapa. Lojos del río, acurrucados sobreparte curva del diente de pie

negra, le dirigieron una mirada cieY a su lado había el espacio exapara la lámpara. Torak pensó que

como si Renn hubiese sabido de tamaño hacer la caja.

Con los dedos entumecidos

puso un mitón, se inclinó haciahombre muerto, teniendo bcuidado de no tocarlo, y cogió



lámpara. En el momento en quetuvo a buen recaudo dentro de la cy ésta de nuevo en la bolsa, percató de que había estconteniendo el aliento.

Ya era hora de ir en busca

Renn, así que se ató rápidamentebolsa al cinturón. Pero cuando daba la vuelta para apartar el blo

de hielo, algo hizo que se detuvierTenía las tres partes

Nanuak. Ahí, en esa cueva de ni

en la que estaba a salvo.«Si te ves atrapado en mediouna ventisca de nieve — había di



Renn— , se supone que has de cauna cueva y esperar a que pase.»Torak ignoraba ese consejo ahorale hacía frente a la ira del río hielo para ir en busca de Rennprobablemente no sobreviviría.

Nanuak acabaría enterrado con éel Bosque entero estaría condenad

Pero si no lo hacía, Renn po

morir.Torak se sentó sobre

talones. Lobo lo observ

intensamente, y sus ojos ambarino parecían los de un lobezno.La llama del junco tembló en



mano de Torak. No podía abandoa Renn. Era su amiga. Pero ¿podíadebía, arriesgar el Bosque psalvarla?

Echó de menos a Pa, más nunca. Pa habría sabido qué hacer

«Pero Pa no está aquí — se d. Eres tú quien tiene que deci

Tú, Torak. Por ti mismo.»

Lobo ladeó la cabeesperando a ver qué haría Torak.



26

— ¡Torak! — chilló Renn todas sus fuerzas— . ¡Torak! ¡Lo¿Dónde estáis?

Estaba sola en medio detormenta. Los demás podían estatres pasos de ella, y nunca los ve



O podían haberse caído en agujero de hielo, y jamás oiría gritos.

El viento la arrojó contra ventisquero y se atragantó connieve. Se le salió uno de los miton

y el río de hielo se lo llevó desoplido.

— ¡No! — gritó golpeando

nieve con los puños— . ¡No, no, nA cuatro patas, gateó contra

viento.

«Tranquila. Encuentra nisólida. Cava.»Tras un esfuerzo interminab



chocó contra una montaña de nieEl viento la había apretado bpero no lo suficiente para que fuhielo sólido. Arrancándose el hadel cinturón, Renn empezó a cavaragujero.

«Torak probablemente ehaciendo lo mismo — se dijo—¡Por el Espíritu que sea así!» C

sorprendente velocidad, abrió hueco lo bastante grande para quese encogía bien, cupieran ella y

fardo. Cavar la había hecho entrarcalor, pero ya no sentía la manoque no llevaba mitón.



Tras entrar reptando maratrás, apiló los montones que haexcavado en el agujero de entradse emparedó en la gélida oscuridSu aliento no tardó en fundir la code hielo que cubría sus ropas

empezó a tiritar. A medida que ojos se le adaptaban a la penumbvio que tenía los dedos de la m

sin mitón blancos y duros. Tratóflexionarlos, pero no se movieron

Sabía bien lo que era

congelación, pues por su causahijo del líder del Clan del JabAki, había perdido tres dedos del



el invierno anterior. Si no calentaba pronto los dedos, pondrían negros y se le morirentonces tendría que cortárselomoriría ella también. Desesperase los sopló, y luego se embutió

mano en el jubón, debajo de la axLa sintió pesada y fría, como si yaformara parte de su cuerpo.

La acometieron nuevos temo¿Moriría sola, como su pad¿Volvería a ver alguna vez a F

Kedinn? ¿Dónde estaban TorakLobo? Y aunque sobrevivier¿cómo se las apañaría p



encontrarlos?Quitándose el mitón que

quedaba, se palpó el cuello en budel silbato de urogallo que le diTorak. Sopló con fuerza, pero produjo sonido alguno. ¿Lo esta

haciendo bien? ¿Sería Lobo capazoírlo? Quizá sólo sonaba si lo usTorak. Quizá se tenía que ser El Q

Escucha.Sopló hasta sentirse aturdid

mareada. «No vendrán», se d

Haría mucho tiempo que se habrcavado una cueva. Si es que estaban vivos.



El silbato tenía un sabor sala¿Era el hueso de urogallo, o estllorando? No tenía sentido llopensó, y cerrando los ojos con fuecontinuó soplando.

Despertó para encontra

flotando en una hermosa calidez. nieve estaba tan caliente y sucomo piel de reno. Se acurrucó

ella, tan soñolienta que no era cade levantar los párpadosdemasiado soñolienta para mete

siquiera en el saco…Unas voces trataban arrancarla del sueño. Fin-Kedin



Saeunn habían venido a visitarla.«¡Ojalá me dejaran dormir!»

dijo, confusa.Su hermano se burlaba de e

como hacía siempre. — ¿Por qué la ha hecho

pequeña? ¿Por qué nunca puhacer las cosas como es debido?

— Hord, eso no es ver

contestó Fin-Kedinn— . La hecho lo mejor que ha podido.

— Aun así — intervino Sae

, podría haber hecho una pumejor. — Estaba demasiado cans



musitó Renn.En ese preciso momento,

puerta se abrió y le desparramó hipor encima.

— ¡Cerrad la pueprotestó.

Uno de los perros campamento le saltó encima yllenó de nieve, y le frotó el

hocico contra la barbilla. Rennapartó de un manotazo.

— ¡Perro malo! ¡Largo de aq

— ¡Despierta, Renn! — le gTorak al oído.



— Estoy dormida — muRenn enterrando la cara en la niev

— ¡No, no lo estás! — exclaTorak. El mismo ansiaba dormpero primero tenía que hacer spara él y para Lobo, y desperta

Renn. Si se dormía ahora, sería psiempre— . ¡Vamos, Renn! — agarró de los hombros y la sacu

. ¡Despierta! — Déjame en paz — respon

ella— . Estoy bien.

Pero no lo estaba. Tenía la cllena de manchones e inflamadcausa del hielo, los ojos c



cerrados por la hinchazón, y dedos de su mano derecha estatiesos y parecían de cera. Topensó, nervioso, que se parecíalos del cadáver del Clan del CieRojo.

Mientras daba hachazos ennieve, Torak se preguntó cuáhabría aguantado Renn de no hab

encontrado Lobo, y cuánto habraguantado él y Lobo de no hahallado la cueva de nieve de Re

Torak estaba casi agotado, y habría tenido fuerzas para cavarrefugio nuevo desde el principio.



De los tres, Lobo era el mejor estaba. Su pelaje era grueso que la nieve se le quedencima sin siquiera fundirse. Ubuena sacudida, y la nieve savolando y los rociaba a todos.

Tambaleándose de cansancTorak acabó de ampliar la cuevanieve, volvió a tapar la entrad

dejó una ranura en lo alto ppermitir que saliera el humo fuego que se había prometido hac

Entonces se arrodilló junto a Renntras varios intentos, consiguió sael saco para dormir que había deb



de ella. — Métete aquí dentro — gruRenn lo apartó de una patadaCogiendo nieve entre los pu

congelados, Torak se la frotó a Ren la cara y en las manos.

— ¡Ay! — chilló. — Despierta ya o te mato —

espetó Torak.

— Ya me estás matanrepuso Renn.

Sabedor de que tenía que ha

un fuego cuanto antes, Torak se frsus propias manos en la nieve y trde calentárselas bajo las axilas.



sensibilidad volvió, y con elladolor.

— ¡Ay! — gimió— . ¡Oh, códuele!

— ¿Qué has dicho? — preguRenn, y se incorporó hasta queda

sentada al tiempo que se daba golpe en la cabeza contra el techo

— Nada.

— Sí, sí has dicho algo; estahablando solo.

— ¿Que yo estaba hablan

solo? ¡Pero si eras tú la charlabas con todo tu clan! — No es verdad — conte



Renn, indignada. — Sí, sí lo es — repuso To

con una amplia sonrisa. Por fin Rse estaba despertando. Nunca había alegrado tanto de tener discusión.

De algún modo, entre los doslas apañaron para hacer un fuegofuego precisa calor además de a

así que utilizaron una parte de la lpara hacer una pequeña plataforcon que aislar el resto de la niev

en esa ocasión, en lugar de manetorpemente el pedernal, Torak acordó del rollo de fuego



llevaba en el fardo. Al principiofuego en el rollo de corteza abedul se negó a despertar, a pede que Torak sopló para animarlRenn lo alimentó con pedazos yesca calentada entre las manos.

fin ardió y recompensó los esfuerde ambos con una hoguera pequpero alentadora.

Con el cabello chorreando y dientes castañeteando, acurrucaron ante el fuego y gimie

cuando empezó a descongelarles manos y a sacarles ampollas encara. Pero las llamas les dieron m



consuelo que calor, puesto que, alargo de su vida, todas las nocheshabían ido a dormir al son de aqrestallante siseo y con aquel fuertpicante olor agridulce a madhumeante. El fuego era una pequ

parte del Bosque.Torak encontró su último ro

de carne seca de corzo, y

compartieron entre los tres. Rennpasó el odre de agua.

Torak no se había dado cue

de que tenía sed, pero cuando beun largo sorbo sintió que le volvlas fuerzas.



— ¿Cómo me has encontraquiso saber Renn.

— No he sido yo — contestó. Ha sido Lobo. No sé cómo lo

hecho. — Creo que yo sí lo sé — d

Renn después de meditarlo, ymostró el silbato de urogallo.

Torak se imaginó a R

soplando aquel silencioso silbatola oscuridad, y se preguntó cómohabría sentido allí sola. Al menos

tenía a Lobo.Le contó lo del cadáver Clan del Ciervo Rojo, y cómo ha



encontrado la tercera parte Nanuak, pero no mencionó espantoso momento en que haconsiderado no tratar de buscarla.sentía demasiado avergonzado.

— Una lámpara de pie

murmuró Renn— . Nunca se habría ocurrido.

— ¿Quieres verla?

Renn dijo que no con la cabey al cabo de un rato añadió:

— Yo en tu lugar me lo hab

pensado dos veces antes abandonar la cueva de nieve. Estaarriesgando el Nanuak.



Torak permaneció en silencioal fin dijo:

— Sí, lo he pensado dos vecHe estado tentado de quedarme ysalir en tu busca.

Renn se quedó callada.

— Bueno — dijo poco desp. Yo habría hecho lo mismo.

Torak no supo si se sentía me

o peor por habérselo dicho. — Pero ¿qué habrías hecho quiso saber— . ¿Te habr

quedado o habrías salido buscarme?Renn se limpió la nariz con



dorso de la mano y esbozó de prosu amplia sonrisa de dientes afilad

— ¿Quién sabe? Pero a mejor… se trataba de otra especieprueba. Quizá no era cuestión de si encontrabas la tercera parte

Nanuak, sino de saber si eras cade arriesgarla por una amiga.

Torak despertó en medio desilencioso resplandor azulaaunque no sabía dónde estaba.

— Se acabó la tormenta — dRenn— . Y tengo tortícolis.Torak también tenía tortíco



Acurrucado en el saco para dormse volvió para mirar a Renn.

Ella ya no tenía los ohinchados, pero la piel de la cestaba roja y despellejada. Cuansonrió, resultó obvio que le dolía.

— ¡Ay! — se lamentó—Hemos sobrevivido.

Torak le devolvió la sonrisa

deseó no haberlo hecho. Sentíarostro como si se lo hubieran frotcon arena. Probablemente, tenía

mismo aspecto que Renn. — Ahora lo único que tenemque hacer es salir del río de hi



dijo él.Lobo gemía para que lo deja

salir. Torak gateó en busca del hacy abrió un agujero. La luz entrraudales. Lobo salió disparadoTorak reptó detrás de él.

Emergió a un reluciente munde montañas nevadas y cornitalladas por el viento. El cielo est

de un azul intenso, como si hubiesen lavado. La quietud absoluta. El río de hielo había vue

a dormirse.Sin previo aviso, Lobo le saencima y lo derribó contra



ventisquero. Antes de que pudilevantarse, Lobo se le montó enpecho, sonriendo y meneando la coRiendo, Torak se abalanzó hacialobezno, pero éste lo esquivó haquedar fuera de su alcance, y lu

giró en el aire y volvió a caer concola doblada sobre el lomo. «¡Vama jugar!» A gatas, Torak agachó

torso doblando los brazos.«¡Vamos, adelante!» Lobo

arrojó contra Torak, y juntos roda

y rodaron. Lobo lo mordía en broy le daba tirones de pelo, y Torakagarraba del hocico y lo tirone



del pescuezo. Finalmente, Toarrojó hacia lo alto una bola de niy el lobezno dio uno de espectaculares saltos con torsiónatrapó y acabó aterrizando en ventisquero, del que salió con

montoncito de nieve encima denariz.

Cuando Torak se ponía en p

adeante, oyó a Renn que se abpaso para salir de la cueva.

— Espero — dijo con

bostezo— que el Bosque no qumuy lejos. ¿Qué ha sido de tu capaTorak estaba a punto de conta



que la tormenta se la haarrancado, pero en ese momentodio la vuelta y… se olvidó decapa.

En el este, más allá de la cude nieve, más allá del propio río

hielo, las Montañas Altas se veaterradoramente cercanas.

Durante muchos días la nie

las había ocultado; y el día antelos acantilados de hielo se habalzado tan cerca de ellos que no

habían permitido ver nada más aPero ahora, bajo aquella límpidfría luz, las Montañas A



devoraban el cielo.Torak se tambaleó. Por prim

vez en su vida no le parecían tan suna oscuridad distante en el horizooriental, sino que se hallaba juntsus mismísimas raíces mien

estiraba el cuello ante las vastaabruptas paredes rocosas, ante negros picos que perforaban

nubes. Sentía el poder y la amenque entrañaban. Eran la moradalos espíritus, pero no de los homb

«En algún lugar entre ese dijo— , se alza la Montaña Espíritu del Mundo. La Montaña



uré encontrar.»



27

El ojo rojo ascendía en el ciA Torak le quedaban sólo unos dpara encontrar la Montaña.

Y si la encontraba, ¿qué haentonces? ¿Qué tenía que haexactamente con el Nanuak? ¿Có



iba a lograr destruir al oso?Renn se acercó haciendo cr

la nieve. — Vamos — le dijo—

Tenemos que salir del río de hipara volver al Bosque.

En ese momento, Lobo diorespingo, corrió hacia lo alto de ucornisa de hielo y giró las ore

hacia el pie de las colinas. — ¿Qué ocurre? — pregu

Renn— . ¿Qué ha oído?

Entonces Torak lo oyó tambiunas voces en la lejanía de Montañas Altas, que se mezcla



entre sí en la cantinela salvajesiempre cambiante de las manadaslobos.

Lobo echó atrás la cabeza, el hocico apuntando al cielo, y aul

«¡Estoy aquí! ¡Estoy aqu

Torak estaba estupefacto. ¿Por quaullaba a una manada extraña? Llobos solitarios no hacen esas co

sino que tratan de evitar a los lodesconocidos.

Con un gañido, le pidió a Lo

que se acercara a él, pero Lopermaneció donde estaba, con ojos entrecerrados y los neg



labios curvados sobre los dienmientras entonaba su cántico. Tose percató de que ya casi no pareun cachorro. Tenía las patas mlargas, y en la parte anterior del lole estaba creciendo un manto

espeso pelaje negro. Hasta su aullestaba perdiendo el inseguro tonolobezno.

— ¿Qué les está dicienquiso saber Renn.

— Les está diciendo dónde e

respondió Torak tragando saliv — ¿Y qué le contestan ellos?Torak escuchó, sin apartar



ojos de Lobo. — Están hablando de

miembros de la manada, exploradores que han descendidlas colinas en busca de renos. Poque oigo… — Hizo una pausa— .

han encontrado un pequeño rebaLos exploradores les están diciena los demás dónde se halla éste

que aúllen con los hocicos ennieve.

— ¿Cómo? ¿Para qué?

— Es un truco que los loutilizan a veces, para que los recrean que están más lejos de do



están realmente. — ¿Puedes entender todo eParecía que Renn se sen

incómoda.Torak se encogió de hombrosRenn cavó en la nieve con

talón. — No me gusta cuando hab

la lengua de los lobos. Me resu

muy raro. — Y a mí no me gusta que Lo

hable con otros lobos — rep

Torak— . También me parece raroRenn le preguntó qué qudecir con eso, pero él no conte



Era demasiado doloroso pexpresarlo con palabras. Empezabdarse cuenta de que, por mucho hablara su lengua, no era un auténtlobo, y nunca lo sería. En ciesentido, siempre estaría apartado

lobezno.Lobo dejó de aullar y b

trotando de la cornisa; Torak

arrodilló y lo rodeó con los brazNotó los ligeros huesos del anibajo el denso pelaje invernal y

feroz latido de un corazón lCuando se inclinó para inhalarolor a hierba dulce del lobezno, é



le lamió la mejilla y aposuavemente la frente contra la Torak. «No me abandones nuncdeseó decirle a Lobo. Pero no sucómo pronunciar esas palabras.

Emprendieron el camino hael norte.

Era una marcha agotadora.

tormenta había amontonado la nien duras cornisas heladas, entre cuales había agujeros en los que

hundían hasta el muslo. Pendienteslos agujeros, pinchaban la nieve flechas, lo cual los obligaba a ir



más despacio. Constantemente tenla sensación de que las MontaAltas los observaban, como esperaran a ver si caían.

Cuando llegó el mediohabían progresado muy poco

todavía alcanzaban a ver la cuevanieve. Se toparon entonces con nuevo obstáculo: un muro de hi

Era demasiado escarpado para trepor él y demasiado duro patravesarlo. Otra de las salva

bromas del río de hielo.Renn dijo que iría a investimientras Torak esperaba con



lobezno. El chico se alegró de podescansar, pues la bolsa de pielcuervo le pesaba mucho.

— Cuidado con los agujerosel hielo — advirtió mienobservaba con inquietud a Renn,

inspeccionaba una hendidura endos de los colmillos de hielo mayor altura.

— Da la sensación de quepuede pasar — dijo Renn. Se quitófardo de los hombros, se introd

con esfuerzo en la hendiduradesapareció.Torak estaba a punto de ir t



ella cuando Renn asomó la cabeza — ¡Oh, Torak, ven a ver es

¡Lo hemos conseguido! ¡Lo hemconseguido!

Lobo se introdujo de un stras ella. Torak se quitó el fard

los siguió. Detestaba tener meterse por una hendidura, puesrecordaba a la cueva, pero cuan

llegó al otro lado se quedó aliento.

Estaba contemplando un torre

de hielo que descendía cual casccongelada. Debajo de él se extenuna ladera de peñascos nevados



más allá, apenas a la distancia aque podía lanzarse un guijarro,hallaba el Bosque.

— Creía que jamás volveríverlo — dijo Renn con fervor.

Lobo levantó el hocico p

captar los olores; luego miró a Toy meneó la cola.

Torak no podía hablar. No

había dado cuenta de hasta qué pule dolía, sí, dolía, estar lejos Bosque. Sólo habían pasado

noches fuera, pero tenía la impresde que habían sido tres lunas.A media tarde hab



descendido de la última cornisahielo y habían empezado a zigzaguladera abajo. Las sombras se estatornando de color violeta y los piles hacían señas con sus ramas llede nieve. Supuso un alivio tremen

internarse entre ellos, fuera devista de las Montañas Altas. embargo, el silencio absol

resultaba inquietante. — No puede ser a causa del

susurró Renn— . No había ra

de él en el río de hielo. Y si hubiido rodeando los valles habtardado muchos días.



Torak le echó un vistazoLobo: tenía las orejas hacia atpero el pelo del lomo no esterizado.

— No creo que ande cedijo— . Pero tampoco está lejo

— Mira esto — dijo Rseñalando la nieve bajo un ene

. Huellas de pájaro.

Torak se agachó pexaminarlas.

— Un cuervo. No iba saltan

sino que caminaba. Eso significa no estaba asustado. Y por atambién ha pasado una ardi



Señaló hacia la base de un pdonde había unas pidesparramadas, que estamordisqueadas hasta el corazón—Y hay huellas de liebre. Bastarecientes. Aún se ven algunos res

de pelo. — Si son recientes, buena se

comentó Renn.

— ¡Ajá! — Torak mdetenidamente hacia la penumbra—Pero eso no lo es.

El uro yacía sobre un costcomo un gran peñasco marrón. vida había sido más alto que el m



alto de los hombres, y la envergadde sus relucientes cuernos negcasi había alcanzado una anchsemejante a la altura del animal. Pel oso le había rajado el vienconvirtiéndolo en un amasijo

nieve carmesí.Torak contempló a la g

bestia destrozada y sintió una ole

de rabia. Pese a su tamaño, los uson criaturas dulces que sólo utilisus cuernos para las luchas

apareamiento o para defender a crías. Aquel toro de nariz chata había merecido una muerte tan bru



Su cuerpo ni siquiera haservido para alimentar a otcriaturas del Bosque. Ni zorrosmartas se le habían acercado; nincuervo se había dado un festín aNingún animal tocaba las presas

oso. — ¡Uff! — dijo Lo

correteando en círculos con el p

del lomo erizado.«No te acerques», le advi

Torak.

Estaba oscureciendo, pTorak aún podía advertir las huedel oso, y no quería que Lobo



tocara. — No parece una presa recie

dijo Renn— . Algo es algo, ¿noTorak estudió el cuerpo

animal teniendo buen cuidado derozar las huellas. Lo pinchó con

palo y asintió con la cabeza. — Está congelado. Tiene

día, por lo menos.

Tras él, Lobo gruñó.Torak se preguntó por

estaría tan agitado, si la presa no

reciente. — No sé por qué — dijo R, creía que estaríamos m



seguros ahora que hemos regresal Bosque. Creía que…

Pero Torak nunca llegó a saqué creía Renn porque, de prontonieve bajo los árboles hizo erupciy varias figuras altas, vestidas

blanco, los rodearon.Demasiado tarde, To

comprendió que Lobo no le ha

estado gruñendo al uro, sino a esilenciosos asaltantes.

«Mira detrás de ti, Torak.»

había olvidado. Una vez más.Con el cuchillo en una mano yhacha en la otra, Torak se acercó m



a Renn, que ya había puesto flecha en el arco. Lobo sadisparado hacia las sombEspalda contra espalda, él y Rennenfrentaron a un círculo erizadoflechas.

La más alta de las figuras blanco dio un paso adelante yechó atrás la capucha. En

penumbra, su cabello de color roscuro se vio casi negro.

— ¡Por fin os tenemos! — d

Hord.



28

— ¿Por qué haces esexclamó Renn— . ¡Está intentan

ayudarnos! ¡No puedes tratarlo co

a un proscrito! — Pues mira cómo lo h

repuso Hord, y arrastró a To



por la nieve.El chico luchó por mantene

en pie, pero no le fue fácil con manos atadas a la espalda. No haesperanzas de escapar: estrodeado por Oslak y cuatro robus

hombres de los Cuervos. — ¡Más rápido! — lo in

Hord— . ¡Tenemos que llegar

campamento antes de que anochez — ¡Pero él es El Que Escuc

gritó Renn— . ¡Puedo proba

Señaló la bolsita de piel cuervo en el cinturón de Torak—¡Encontró las tres partes del Nanu



— No me digas — musitó HoSin aminorar el paso, sacó cuchillo y cortó la bolsa del cintude Torak— . Bueno, pues ahora pertenece.

— ¿Qué haces? — chilló R

. ¡Devuélveselo! — ¡Cállate de una vez! —

espetó Hord.

— ¿Por qué he de callarmQuién ha dicho que puedes…

Hord le dio un bofetón. Fue

golpe fuerte en plena cara que ena Renn volando y cayó desplomadOslak gruñó una protesta, p



Hord le ladró una advertencia. respiración era jadeante mienobservaba cómo Renn se sentaba.

— Tú ya no eres mi hermle espetó— . Creímos que hab

muerto cuando encontramos tu car

en el arroyo.Fin-Kedinn pasó tres días

hablar, pero yo no lo lamenté.

alegré. Traicionaste a tu clan y deshonraste. Deseé que estuviemuerta.

Renn se llevó una mtemblorosa al labio. Sangraba. Yla mejilla le estaba saliendo



verdugón rojo. — No deberías haberla peg

dijo Torak. — ¡Tú no te metas en e

exclamó Hord volviéndose haél.

Torak miró fijamente a Horquedó impresionado por el camque se había producido en él.

hallaba ante una sombra demacren lugar del robusto joven contraque había luchado hacía menos

una luna. Hord tenía los odesorbitados por la falta de sueñola mano que sujetaba el Nanuak



tenía uñas, sino llasanguinolentas. Algo le estdevorando las entrañas.

— Deja ya de mirargruñó.

— Hord — dijo Oslak—

tenemos que continuar. El oso…Hord se volvió en redon

forzando la vista para horadar

oscuridad. — El oso, el oso — murmu

como si sólo pensar en él

produjera dolor. — Vamos, Renn. — Oslakinclinó y le ofreció la mano— .



tardaremos en ponerte un emplaahí. El campamento no está lejos.

Renn lo ignoró y se puso en sin ayuda.

Al mirar sendero arriba, Tovislumbró un destello de co

naranja en la penumbra cada vez mintensa. Y más cerca, en las sombbajo un joven abeto rojo, un par

ojos ambarinos.El corazón le dio un vuelco

Hord veía a Lobo, no había forma

saber de lo que sería capaz…Por suerte, la atención de toel mundo se concentraba en Renn.



— ¿Acaso es ahora mi hermel jefe del clan? — exigió saber—¿Le seguís a él en lugar de obedea Fin-Kedinn?

Los hombres agacharon cabezas.

— La cosa no es tan simexplicó Oslak— . El oso at

hace tres días. Mató a… — Se

quebró la voz— . Mató a dos nosotros.

El rostro de Renn palide

intensamente. Se acercó más a Osque llevaba la frente y las mejimarcadas con arcilla gris del río.



Torak no sabía qué significaesas marcas, pero cuando Renn vio, ahogó un grito.

— No — musitó, y le tocómano a Oslak.

El hombretón asintió con

cabeza y se apartó de ella. — ¿Y Fin-Kedinn? — pregu

Renn con tono estridente—

¿Está…? — Malherido — contestó H

. Si muere, yo seré el jefe, pue

estar bien segura de ello.Renn se llevó las manos aboca y salió corriendo hacia



campamento. — ¡Renn! — gritó Oslak—

¡Vuelve! — Déjala marchar — d

Hord.Cuando Renn hu

desaparecido, Torak se sinabsolutamente solo. Ni siquiera salos nombres de los otros Cuervos.

— Oslak — rogó— , ¡haz Hord me devuelva el Nanuak! nuestra única esperanza. Tú sa

que es así.Oslak abrió la boca para habpero Hord lo interrumpió.



— Tu papel en esta historiaterminado — le dijo a Torak—¡Soy yo quien llevará el Nanuak aMontaña! ¡Soy yo quien ofrecerásangre de El Que Escucha psalvar a mi gente!

Lobo estaba tan asustado sentía deseos de aullar. ¿Cómo po

ayudar a su hermano de carna¿Por qué se habían complicado talas cosas?

Mientras seguía a los adusin cola a través del Frío BlandBrillante, luchó contra el hambre



le roía el vientre y contra el olorunos lemmings, a sólo un brincodistancia, que le hacía el hocagua. Luchó contra la Llamada, era ahora tan fuerte que la perciconstantemente, y contra el temo

demonio que olía en el viento. Glas orejas para no oír los aullidistantes de la extraña manada, cu

miembros ya no le sonaban coextraños, sino como parienlejanos…

Tenía que prescindir de toeso porque su hermano de carnestaba en peligro. Lobo se d



cuenta del dolor y del miedo de ASin Cola, así como de la rabia y miedo de los adultos. Le tenmiedo a Alto Sin Cola.

El viento cambió, y Lobo cauna oleada de aromas de la g

Guarida de los sin cola. Los soniy los olores lo abrumaron. «¡Mmalo!» Su valor flaqu

Gimoteando, corrió a escondebajo un árbol caído.

La Guarida significaba

peligro terrible. Era enormecomplicada, y en ella había perfuriosos que no escuchaban y muc



Bestias Brillantes que MuerCaliente. Lo peor de todo eran propios sin cola que no podían oíoler gran cosa, pero lo compensahaciendo cosas astutas con las pade delante y enviando sus Gar

Largas que Vuelan Lejos para mordieran a las presas.

Lobo no sabía si salir corrien

o quedarse.Por si lo ayudaba a pen

mordisqueó una rama y después

trozo del Frío Blando y BrillanCorrió en círculos. Nada de eso resultado. Ansiaba aquella extr



seguridad que a veces sentía ydecía qué debía hacer. Pero nollegó. La seguridad había salvolando como un cuervo haciaalto.

¿Qué debía hacer?

Torak se sintió culpable. causa de su despreocupación ha

perdido el Nanuak. Todo era cusuya. En torno a él los árbocargados de nieve arrojaban azu

sombras de luna en el sendero.«Es culpa tuya», parecdecirle.



— Más rápido — exigió Hpinchándole la espalda.

Los Cuervos habían acampen un claro junto a un arroyo montaña. En el centro del claro,fuego alargado, hecho a base de

troncos de pino, refulgía con anaranjada. Apiñados a su alredese hallaban los inclinados refug

del clan, así como un anillo hogueras más pequeñas y de zande pinchos, custodiadas por homb

armados con lanzas. Daba sensación de que el clan entero haviajado hacia el norte.



Hord se adelantó corrienmientras Torak esperaba con Osunto a uno de los refugios. El ch

vio a Renn y se animó. Estarrodillada a la entrada de un refual otro lado del claro, hablan

apresuradamente. Pero ella no lo vLa gente se acurrucaba en to

al fuego alargado. El miedo se o

en el aire. Según Oslak, exploradores habían encontrseñales del oso a sólo dos valles

distancia. — Se está volviendo más fueexplicó— . Está despedazando



Bosque como si… como si anduvien busca de algo.

Torak se echó a temblar. marcha forzada impuesta por Hordhabía hecho entrar en calor, pahora se estaba congelando, por

sólo llevaba las ropas de ante verano. Confió en que no pensaque estaba asustado.

Oslak le desató las muñecas apoyó una mano en el hombro pguiarlo a través del claro. Torak

olvidó del frío cuando entambaleante en el resplandor degran hoguera y en el zumbar



muchas voces, que parecía un pade abejas airadas.

Vio a Saeunn, sentada con piernas cruzadas sobre un montónpieles de reno con la bolsa de pielcuervo en el regazo; a Hord junt

ella, mordiéndose el pulgar, yDyrati que observaba a Hord conrostro tenso.

Se hizo el silencio. La gedejó paso a cuatro hombres llevaban a Fin-Kedinn en una lit

de pellejo de uro. El jefe de Cuervos tenía el rostro demacradla pierna izquierda envuelta



vendajes de albura manchados sangre. La cara se le contrlevemente cuando los hombresdejaron junto al fuego. Fue el únsigno de que estuviera padecienalgún dolor.

Entonces apareció Rhaciendo rodar un pedazo de trode pino. Lo dejó detrás de F

Kedinn para que él se apoyara, yacurrucó a su lado encima de piel de reno. No miró a Torak, s

que mantuvo los ojos fijos enfuego.Oslak le dio a Torak



empujoncito en la espalda, y el chavanzó con paso vacilante hacialitera.

El jefe de los Cuervos clavómirada en la de Torak, sin apartay Torak experimentó una oleada

alivio, puesto que los ojos azulesFin-Kedinn eran tan intensosimpenetrables como siempre. H

iba a tener que esperar mucho mpara ser jefe de los Cuervos.

— Cuando encontramos

primera vez a este chico — dijo FKedinn con voz fuerte y clara— ,sabíamos quién era, o qué era. De



entonces, ha hallado las tres padel Nanuak y ha salvado la vidauna de los nuestros. — Hizo pausa— . Ya no abrigo más dudÉl es El Que Escucha. Pero cuestión es: ¿le permitimos que ll

el Nanuak a la Monta¿Permitimos que un chico tan jovaya solo? ¿O enviamos al m

fuerte de nuestros cazadores, a hombre adulto con posibilidamucho mayores que las suyas

vencer al oso? — Hord dejó morderse el pulgar y se cuadTorak fue presa del desaliento.



»Queda poco tiemprosiguió Fin-Kedinn mirando

cielo nocturno, donde refulgía Gran Uro— . Dentro de unos díasoso será demasiado fuerte pvencerlo. Y no podemos convo

una reunión de los clanes; no tiempo. He de tomar una decisión y ahora; en nombre de todos

clanes. — El único sonido erasisear y el restallar del fuego. LCuervos estaban pendientes de c

palabra— . Hay muchos ennosotros — continuó Fin-Kedinnque creen que sería una loc



confiarle nuestros destinos a chico.

— ¡Y tanto que sería locura! ¡Yo soy el más fue¡Dejadme ir a mí a la Montañsalvar a mi gente! — exclamó H

poniéndose en pie de un salto. — Tú no eres El Que Escu

dijo Torak.

— Pero ¿y el resto de Profecía? — preguntó Saeunn convoz de cuervo— . «El Que Escu

le entrega la sangre de su corazóla Montaña.» ¿Podrías tú hacer es — Si es eso lo que hace falta



contestó Torak inspiranprofundamente.

— ¡Pero hay otra maneexclamó Hord— . ¡Lo matam

ahora y yo llevo su sangre aMontaña! ¡Al menos así tendrem

una posibilidad!Se oyó un murmullo

aprobación entre los Cuervos.

Fin-Kedinn levantó una mpara pedir silencio y le hablóTorak.

— Antes negabas que fuerasQue Escucha. ¿Por qué estás seguro ahora?



— El oso mató a mi parepuso alzando la barbilla— . F

creado para que lo hiciera. — ¡Esto es más importante

la venganza! — exclamó Hord desdén.

— Y también es más importaque la vanidad — le espetó TorDespués se dirigió a Fin-Kedinn—

A mí no me importa ser «el salvade mi gente». Además, ¿qué gente?ni siquiera he conocido nunca a

propio clan. Sin embargo, le jurmi padre que encontraría la MontaHice un juramento.



— ¡Estamos perdiendo tiempo! — exclamó Hord—¡Dadme el Nanuak, y yo lo haré!

— ¿Cómo? — preguntó pausada voz. Era Renn— . ¿Cóvas a encontrar la Montaña? — qu

saber.Hord titubeó.Renn se puso en pie.

— Se dice que es el pico mlejano en el extremo norte de Montañas Altas. Bueno, pues a

estamos, en el extremo norte de Montañas Altas. Así que, ¿dónestá? — Extendió las manos— .



no lo sé. — Se volvió hacia Hord—¿Lo sabes tú?

Hord hizo rechinar los dienteRenn se dirigió entonces

Saeunn. — ¿Lo sabes tú? No. Y tú e

la hechicera. — Confrontó entonceFin-Kedinn— . ¿Lo sabes tú?

— No — respondió él.

— Ni siquiera él sabe dóestá — afirmó Renn señalandoTorak— , y él es El Que Escuc

Renn hizo una pausa— . Pero alguien que lo sabe. — Mdirectamente a Torak y lo taladró



los ojos.Torak entendió qué que

decir.«Astuta Renn — se dijo—

Siempre y cuando salga bien, claroTorak se llevó las ma

ahuecadas a los labios y aulló.Los Cuervos ahogaron un grit

los perros del campamento arma

gran revuelo.Torak aulló una vez más.De pronto un haz de color g

cruzó a toda velocidad el claro yestrelló contra él.La gente murmuró y señaló;



perros se volvieron locos, hasta unos hombres los ahuyentaron. niño pequeño rió.

Torak se arrodilló y enterrórostro en el pelaje de Lobo. Entonle dio al lobezno un lame

agradecido en el hocico. A Lobohabía hecho falta un valor enorpara responder a su llamada.

Cuando el revuelo se calmando, Torak levantó la cabeza

— Únicamente Lobo pu

encontrar la Montaña — le dijoFin-Kedinn— . Nos ha traído haaquí. Es sólo gracias a él que hem



encontrado el Nanuak. — El jefelos Cuervos se acarició la oscbarba roja— . Dadme el Nan

rogó Torak— . Dejad que selleve al Espíritu del Mundo. nuestra única posibilidad.

El fuego restalló y escupió. un abeto cercano cayó nieve conruido sordo. Los Cuervos espera

la decisión de su jefe.Fin-Kedinn habló al fin.

— Te daremos comida y ro

para el viaje. ¿Cuándo partirás?Torak espiró aliviado.Renn le dirigió una l



inclinación de cabeza.Hord profirió una protesta, p

Fin-Kedinn lo silenció con mirada. Una vez más le dijo a Tor

— ¿Cuándo partirás?Torak tragó saliva.

— Pues… ¿mañana?



29

Al día siguiente, Torak y Lopartirían hacia el Bosque dorondaba el oso, y Torak no tenía

idea de lo que iban a hacer.Aunque consiguieran llegar a

Montaña, ¿qué harían entonc



¿Debía dejar sencillamente Nanuak en el suelo? ¿Pedirle Espíritu del Mundo que destruyeroso? ¿Tratar de luchar con la fipor su cuenta?

— ¿Quieres unas botas nuev

o te arreglamos las tuypreguntó con irritación

compañera de Oslak, que le est

tomando medidas para darle ropainvierno.

— ¿Cómo? — preguntó Tora

— Botas — repitió la muTenía ojos de cansancio y marcasarcilla de río en las mejillas



estaba furiosa con él. Torak no sapor qué.

— Estoy acostumbrado a botas — dijo— . Quizá podrías…

— ¿Remendarlas? — La musoltó un bufido— . Creo que pu

apañármelas. — Gracias — respondió To

con humildad. Dio un vistazo a Lo

que estaba encogido en un rincón las orejas hacia atrás.

La compañera de Oslak co

un pedazo de tendón y le diovuelta a Torak para medirle hombros.



— ¡Oh, sí! Te irá bmurmuró— . Bueno, siént

¡Siéntate! — Torak se sentó yobservó hacer nudos para marcarmedidas. La mujer tenía los ohúmedos y parpadeaba rápidame

Lo pilló mirándola— . ¿Qué esmirando?

— Nada — contestó Torak—

¿Debo quitarme la ropa? — No, a menos que quie

congelarte. Tendrás las pren

nuevas cuando amanezca. Ahdame las botas. — Torak obedecióla mujer las miró como si fueran



par de salmones podridos— . Tiemás agujeros que una red de pes

dijo. Fue un alivio cuando saruidosamente del refugio.

No hacía mucho que se haido cuando entró Renn. Lobo

acercó y le lamió los dedos. Ellarascó detrás de las orejas.

Torak quería darle las grac

por haberlo defendido, pero estaba seguro de cómo empezar.silencio se prolongó.

— ¿Qué tal te ha ido Vedna? — preguntó de pronto Ren — ¿Vedna? ¡Ah! ¿La compañ



de Oslak? Me parece que no le gu — No es eso. Es por tu r

nueva. La estaba haciendo parahijo, y ahora tiene que acabarla pti.

— ¿Su hijo?

— Lo mató el oso. — Vaya.«Pobre Vedna — se dijo—

pobre Oslak.»Eso explicaba la arcilla de

Debía de ser la forma de llevar l

de los Cuervos.La magulladura en la mejillaRenn se había vuelto de un t



violeta. Torak le preguntó si le doy Renn negó con la cabeza. El supque la avergonzaba lo que hahecho su hermano.

— ¿Cómo se encuentra FKedinn? — preguntó— . ¿Está m

mal su pierna? — Está mal. Le ha llegado

hueso. Pero no hay indicios de

enfermedad que ennegrece. — Eso está bien. — To

titubeó— . ¿Estaba… muy enfad

contigo? — Sí. Pero no he venido eso.



— ¿Por qué has venentonces?

— Por lo de mañana. Voy acontigo.

— Me parece que tenemos ir tan sólo Lobo y yo — rep

Torak mordiéndose el labio. — ¿Por qué? — Renn

fulminó con la mirada.

— No lo sé. Simplemente, lo parece.

— Eso es una estupidez.

— Quizá. Pero así están cosas. — Hablas como Fin-Kedinn.



— Ésa es otra razón. Él nulo permitiría.

— ¿Desde cuándo he dejque eso me detenga?

Torak esbozó una ampsonrisa.

Ella no se la devolvAparentemente furiosa, Renn acercó al fuego que había en

entrada del refugio. — Vas a tomar la comida de

noche con él — dijo— . Es un hon

por si no lo sabías.Torak tragó saliva. Le temiedo a Fin-Kedinn, pero de



modo extraño también deseaba aprobación. Comer con él soninquietante.

— ¿Estarás tú tambiquiso saber.

— No.

— ¡Oh!Se hizo otro silencio. Lu

Renn se ablandó un poco.

— Si quieres, me quedaréLobo conmigo. Es mejor no dejasolo con los perros.

— Gracias.Renn asintió con la cabezaentonces advirtió los pies desnu



de Torak. — Veré si puedo encontrarte

par de botas.

Un rato después Torak dirigió al refugio de Fin-Ked

tropezando, con unas botas prestaque le iban grandes.

Encontró al jefe de los Cuer

charlando acaloradamente Saeunn, pero se interrumpiecuando él entró. Saeunn tenía

aspecto temible. En cambio, el rosde Fin-Kedinn no revelaba nada.Torak se sentó con las pier



cruzadas en una piel de reno. No nada de comida, pero había geafanándose con los pellejos cocinar junto a la hoguera. Torakpreguntó cuánto tardarían en comY qué pintaba él allí.

— Ya te he dicho lo que crdijo Saeunn.

— Ya me lo has dic

repuso Fin-Kedinn sin alterarse No hicieron ningún intento

incluir a Torak en la conversación

cual le dio la libertad de estudiarefugio de Fin-Kedinn. No era mostentoso que los otros, y del po



del techo colgaban las pertenenchabituales de un cazador, perocuerda del gran arco de tejo estrota y la pelliza de piel de rblanco estaba salpicada de sanseca: crudos recordatorios de que

efe de los Cuervos se haenfrentado al oso y hasobrevivido.

De pronto Torak advirtió quehombre lo observaba desde sombras. Tenía el cabello casta

corto y unas facciones tristesapergaminadas. — Éste es Krukoslik — d



Fin-Kedinn— , del Clan de la LieAlpina.

El hombre se llevó ampuños al corazón e inclinó la cabe

Torak hizo lo mismo. — Krukoslik conoce es

parajes mejor que nadie — explFin-Kedinn— . Habla con él antespartir. Si no puede ofrecerte o

cosa, al menos te dará un par indicaciones de cómo sobrevivirlas Montañas Altas. No

impresionó precisamente el estadoque te hallabas cuando te apresamsin ropa de invierno y con un s



odre de agua y sin comida. Tu pate enseñó algo más que eso.

Torak contuvo el aliento. — Así pues, ¿lo conociste?Saeunn se mostró irritada, p

Fin-Kedinn la silenció con

mirada. — Sí — contestó— . Lo cono

Hubo un tiempo en que fue mi me

amigo.Furiosa, Saeunn giró la cara.

— Si eras su mejor amigo, ¿

qué me condenaste a moinquirió Torak al tiempo quepercataba de que él también



enfadaba— . ¿Por qué me dejaluchar con Hord? ¿Por qué mantuviste atado mientras la reunde los clanes decidía si sacrificaro no?

— Para ver de qué mad

estabas hecho — reptranquilamente Fin-Kedinn— . Nosirves de nada a nadie si no e

capaz de utilizar tu ingenio. — Huna pausa— . Si te acuerdas, nomantuve bajo una guardia riguro

Hasta te dejé tener contigo lobezno. — ¿Quieres decir que… que



estabas sometiendo a una pruereflexionó Torak.

Fin-Kedinn no contestó.Llegaron dos hombres,

venían de la hoguera granllevando cuatro humeantes cuen

de madera de abedul. — Come — dijo Krukoslik, y

tendió uno de ellos a Torak.

Fin-Kedinn le arrojó cuchara de cuerno, y durante un rTorak se olvidó de todo mient

devoraba la comida. Era un caligero hecho con cascos de alcunas cuantas tajadas de corazón s



de ciervo, acompañados de serbade esos hongos duros e insípidos los clanes llaman orejas de uAdemás, tomaron una única toplana de bellota asada, que era mamarga, pero no estaba mal si

rompías y la mojabas en el caldo. — Siento no poder ofrece

nada mejor — se disculpó F

Kedinn— , pero las presas escaseFue la única referencia que h

al oso.

Torak tenía demasiada hampara preocuparse ahora por eso. obstante, cuando hubo lamido



cuenco, advirtió que Fin-KedinnSaeunn apenas habían tocado el suSaeunn devolvió el contenido pellejo de cocinar y regresó asitio. Krukoslik se colgó su cuchdel cinturón y se alejó p

arrodillarse junto a la pequhoguera a la entrada del refugdonde musitó una breve plegaria

agradecimiento.Torak nunca había visto a na

como él. Llevaba una gruesa tún

de pellejo de reno marrón quellegaba hasta las pantorrillas y ancho cinturón de gamuza roja.



piel distintiva de su clan era manto de pelaje de liebre, teñidoun rojo furibundo, que llevaba solos hombros, y su tatuaje de cconsistía en una banda roja en zigen la frente. Sobre el pecho

colgaba un fragmento de cristal roca ahumado de un dedo de largo

Vio que Torak lo est

mirando, y sonrió. — El humo es el aliento

Espíritu del Fuego. Los clanes de

montañas adoran el fuego por encide todo.Torak recordó el consuelo q



el fuego les había ofrecido a Rena él en la cueva de nieve.

— Comprendo que sea dijo.

La sonrisa de Krukoslik se tomás amplia.

Una vez concluida la comidala noche, Fin-Kedinn les pidió a demás que los dejaran para po

hablar a solas con Torak. Krukose levantó e inclinó la cabeSaeunn soltó un siseo airado y sa

furibunda del refugio.Torak se preguntó qué pasaentonces.



— Saeunn — explicó FKedinn— no cree que deba decnada más. Cree que podría distraemañana, si lo hago.

— ¿Nada más sobre q

preguntó Torak. — Sobre lo que quieres sabe — Quiero saberlo todo — d

Torak considerándolo. — Eso no es posible. Inténtde nuevo.

Torak hurgó en un desgarrónla rodilla de las calzas. — ¿Por qué yo? ¿Por qué soy



Que Escucha? — Es una larga historepuso Fin-Kedinn mientras

acariciaba la barba. — ¿Es a causa de mi pad

¿Porque era el hechicero de

Lobos? ¿El enemigo del vagabuntullido, el que creó al oso?

— Eso… forma parte de

historia. — Pero ¿quién era ese homb

¿Por qué eran enemigos? Pa nunca

mencionó siquiera.El jefe de los Cuervos remoel fuego con un palo, y To



observó que tenía más acusadorictus de dolor a ambos lados deboca. Sin girar la cabeza, Fin-Keddijo:

— ¿Mencionó alguna vezpadre a los Devoradores de Alma

— No. Nunca he oído hablarellos. — Torak estdesconcertado.

— Entonces debes de serúnico en el Bosque que no lo oído. — Fin-Kedinn guardó silen

mientras el fuego le arrojsombras sobre el rostro— . LDevoradores de Almas — prosig



eran siete hechiceros, cada ude un clan distinto. Al principio eran malos. Ayudaban a los clanCada uno contaba con una destrparticular: uno era tan sutil como serpiente, y siempre investig

sobre hierbas y pociotradicionales; otro era fuerte comoroble y deseaba conocer las men

de los árboles; había otra cupensamientos volaban más rápque un murciélago, y le encant

hechizar a pequeñas criaturas pque cumplieran los deseos que tey otro era orgulloso y poderoso



fascinaban los demonios y siemandaba tratando de controlarlos. decía que había otro que podía haacudir a los muertos. — Revolviófuego una vez más.

Como no prosiguió, Torak h

acopio de valor. — Ésos sólo son cinco. H

dicho que… había siete.

— Hace muchos años, hiciecausa común en secreto — prosigFin-Kedinn sin hacerle caso— .

principio se llamaban a sí mismlos Sanadores. Pero se engañacreyendo que deseaban tan s



hacer el bien curando la enfermeo protegiendo de los demon

Hizo una mueca de desprecio—No tardaron en decantarse haciamal, pervertidos por sus ansias poder.

Torak se clavó los dedos enrodilla.

— ¿Por qué se llama

Devoradores de Almas? — preguapenas moviendo los labios—¿Podían realmente devorar almas?

— ¿Quién sabe? La gente estasustada, y cuando la gente se asulos rumores se vuelven realid



El rostro de Fin-Kedinn ensimismó al recordar— . encima de todo, los DevoradoresAlmas deseaban poder. Es por lo qvivían: para gobernar el Bosqpara obligar a todo el mundo a ha

lo que se les antojara. Pero, htrece años, sucedió algo que epor tierra su poder.

— ¿Qué? — musitó Torak—¿Qué ocurrió?

Fin-Kedinn suspiró.

— Todo cuanto necesitas saes que hubo un gran fuego y que Devoradores de Almas



dispersaron. Algunos quedamalheridos, y todos procedieronesconderse. Creímos que la amenhabía desaparecido para siemppero nos equivocamos. — Partiódos el palo y lo arrojó al fuego—

El hombre al que tú llamas vagabundo tullido, el hombre creó al oso, era uno de ellos.

— ¿Un Devorador de Almas? — Lo supe en cuanto Hord

habló de él. Sólo un Devorador

Almas habría atrapado a un demotan grande. — Clavó su mirada ende Torak— . Tu padre era



enemigo. Era el peor enemigo todos los Devoradores de Almas.

Torak no conseguía apartarmirada de aquellos intensos oazules.

— Nunca me contó nada.

— Tenía sus razones. padre… — dijo Fin-Kedinn— . padre se equivocó en muchas co

en su vida. Pero hizo cuanto pudo detener a los Devoradores de AlmPor eso lo mataron. Y también

eso te crió aparte de los demás. Pque jamás supieran que existías.Torak se lo quedó mirando.



— ¿Yo? ¿Por qué?Fin-Kedinn no lo escucha

Una vez más, miraba fijamente llamas.

— No parecía posimurmuró— . Nadie sospe

amás que existiera un hijo. siquiera yo.

— Pero… Saeunn lo sabía.

se lo dijo hace cinco años enreunión de los clanes junto al m¿Ella no…?

— No — interrumpió FKedinn— . Nunca me lo dijo. — No lo comprendo —



quejó Torak— . ¿Por qué no podlos Devoradores de Almas sabermi existencia? ¿Qué tenía yo malo?

— Nada — repuso Fin-Kedmientras estudiaba el rostro del ch

. No debían saber de ti porquNegó con la cabeza, como

hubiera demasiado por decir—

Porque algún día quizá fueras cade detenerlos.

— ¿Yo? ¿Cómo? — Torak

sintió horrorizado. — No lo sé. Sólo sé quehubieran descubierto tu existen



habrían ido por ti. — Una vez mlos ojos del jefe de los Cuervosclavaron en los de Torak— . He alo que Saeunn no quería supieras. Y lo que yo creo quepreciso que sepas: si sobrevives

consigues destruir al oso, no seráfinal. Los Devoradores de Almdescubrirán quién lo h

Descubrirán tu existencia. Y tardtemprano irán a buscarte.

Restalló una brasa.

Torak dio un respingo. — Lo que quieres decir que… aunque mañana sobrev



estaré huyendo toda mi vida. — Yo no he dicho eso. Pued

salir corriendo o puedes luchSiempre hay una opción.

Torak alzó la mirada haciapelliza salpicada de sangre. H

tenía razón: ésa era una lucha phombres, no para jóvenes.

— ¿Por qué Pa nunca me co

nada? — preguntó. — Tu padre sabía lo que

traía entre manos — repuso F

Kedinn— , aunque hizo algucosas mal; ciertas cosas por las yo nunca lo perdonaré. Pero creo



actuó correctamente contiTorak era incapaz de hablar—

Hazte esta pregunta, Torak: ¿por la Profecía habla de «El QEscucha» y no de «El Que Habla«El Profeta?». — Torak hizo

gesto negativo— . Porque la cualimás importante de un cazador saber escuchar: escuchar lo que

están diciendo el viento y árboles, escuchar lo que otcazadores y las presas dicen ace

del Bosque. Ése es el don que te tu padre. No te enseñó hechiceríala historia de los clanes. Te enseñ



cazar, a utilizar tu ingenio. — Huna pausa— . Si mañana has de teéxito, es así como lo conseguirutilizando el ingenio.

Ya era pasada la medianoc

pero Torak seguía sentado juntofuego grande en el claro, conmirada fija en la impone

oscuridad de las Montañas Altas.Estaba solo. Lobo se había a una de sus expediciones nocturn

y los únicos indicios de vida encampamento eran los silencioCuervos, que custodiaban



defensas, y el ruido sordo de ronquidos procedentes del refugioOslak.

Torak deseó despertar a Rencontárselo todo. Pero no sabía dódormía. Además, no estaba seguro

que fuera capaz de hablarle de Palas cosas malas que Fin-Keddecía que había hecho.

«Si sobrevives… no seráfinal. Los Devoradores de Almairán a buscarte… Puedes s

corriendo o puedes luchar. Siemhay una opción…» Imágeterribles se arremolinaban en



mente de Torak como en utormenta de nieve: los ojos asesidel oso, los Devoradores de Almcomo sombras vislumbradas medias en una pesadilla, la caraPa cuando yacía moribundo…

Para quitárselas de la cabezalevantó y empezó a caminar de apara allá. Hizo un esfuerzo

pensar. No tenía ni idea de qué ib

hacer al día siguiente, pero sabía

Fin-Kedinn tenía razón. Si habíatener alguna posibilidad contraoso, sería utilizando el ingenio.



Espíritu del Mundo tan sólo ayudaría si trataba de ayudarse amismo.

Una vez más, repasó los verde la Profecía: «El Que Esculucha con aire y habla con silencio

El Que Escucha lucha con aire…»El germen de una idea empez

darle vueltas en la mente.



30

A Torak le temblaban tanto dedos que no conseguía quitarletapón al cuerno de los remed

curativos.¿Por qué había dejado eso p

el último momento? Lobo se pase



inquieto de un lado para otro anterefugio, y los Cuervos espera

para despedirlo, y él seguía poder quitar el tapón del… — ¿Necesitas ayu

preguntó Renn desde el umbTenía el rostro pálido y los otristes.

Torak le tendió el cuerno de

remedios, y Renn arrancó el tapónroble negro con los dientes.

— ¿Para qué sirve? — pregu

mientras se lo devolvía. — Para las Marcas de Muerte — respondió Torak



mirarla. — ¿Como el hombre del río

hielo? — preguntó Renn con entrecortada, y Torak asintió—Pero él sabía que iba a morir. puedes sobrevivir.

— Eso no lo sé. No quiarriesgarme a que mis almas queseparadas. No quiero correr el rie

de convertirme en un demonio.Renn se agachó para acaricia

las orejas a Lobo.

— Tienes razón.Torak miró más allá de donestaba Renn, hacia el claro, hacia



lugar en que despuntaba el amanede color azul oscuro. Durantenoche, las nubes habían descendsuavemente de las Montañas Apara cubrir el Bosque de un grumanto de nieve. Se preguntó si eso

ayudaría o sería un obstáculo.Se vertió un poco de ocre roj

en la palma y escupió sobre él. P

tenía la boca demasiado seca y consiguió hacer una pasta.

Renn se inclinó y le escupió

la palma a Torak. A continuaccogió un poco de nieve, la calentólas manos y se la añadió.



— Gracias — murmuró TorTembloroso, se trazó círculos en talones, en el pecho y en la frenCuando terminó el de la frente, celos ojos. La última vez que hahecho eso había sido para Pa.

Lobo se apretó contra él, ytransmitió su olor a las calnuevas. Después puso una pata en

antebrazo de Torak.«Estoy contigo.» Torak

inclinó y le frotó el hocico con

nariz.«Ya lo sé.» — Toma — dRenn tendiéndole la bolsita de p



de cuervo— . He añadido más ajey me he ocupado de que Saeunnechara un vistazo. El hechizo encubrimiento debería funcionar.oso no captará el Nanuak.

Torak se ató la bolsita

cinturón. Ya notaba cómo las Marde la Muerte se le endurecían sola piel.

— Será mejor que te lleves etambién. — Renn le tendía pequeño bulto envuelto en albura.

— ¿Qué es? — Lo que me pediste. — Rparecía sorprendida— . Lo que



he pasado la mayor parte de la nopreparando.

Torak estaba horrorizado. Clo había olvidado. Si se hubimarchado sin eso, ¿qué habría sde su plan?

— Te he puesto también ucuantas hierbas purificadoras — dRenn.

— ¿Por qué? — Bueno… es que si…

matas al oso, quedarás impuro.

que quiero decir es que no dejaser un oso, no deja de ser ocazador, aunque lleve un demo



dentro. Necesitarás purificadespués.

¡Qué propio de Renn preesas cosas y qué tranquilizadorresultaba a Torak que creyera quetenía alguna probabilidad!

Lobo soltó un gañimpaciente, y Torak inspprofundamente. Había llegado

hora de marcharse.Cuando empezaban a cruzar

claro, Torak recordó que ha

dejado el cuerno en el refugiocorrió a buscarlo. Cuando salióabrir la bolsa de los remedios



dedos temblorosos, el cuerno secayó de entre las manos.

Fue Fin-Kedinn quien recogió.

El jefe de los Cuervos camincon la ayuda de unos pa

ahorquillados. Al examinar el cuede los remedios que tenía en la mael rostro de Fin-Kedinn palide

intensamente. — Esto era de tu madre — di — ¿Cómo lo sabes? — pregu

Torak parpadeando.Fin-Kedinn guardó silencio ylo devolvió.



— No lo pierdas nunca.Torak se guardó el cuerno en

bolsa. Le pareció un comentario mraro, teniendo en cuenta adóndedirigía. Cuando se daba la vupara marcharse, Fin-Kedinn lo lla

otra vez. — Torak. — ¿Qué?

— Si sobrevives, hay un spara ti entre nosotros. Si lo quiere

Torak estaba demasi

sorprendido para hablar. Pcuando se hubo recuperado, el jde los Cuervos ya se alejaba con



rostro tan impenetrable cosiempre.

Las Montañas Altas estaribeteadas de oro cuando Toavanzó haciendo crujir la nieve halos Cuervos. Oslak le tendió el s

para dormir y el odre de agua; Rle dio el hacha, el arco y el carLe sorprendió que Hord lo ayudar

ponerse el fardo. Tenía aspedemacrado, pero parecía haaceptado que no era él quien iría

busca de la Montaña.Saeunn hizo la señal de la msobre Torak, y luego sobre Lobo.



— Que el guardián vuele los dos — dijo.

— Y que también corra cvosotros — añadió Renn tratandosonreír.

Torak le hizo una l

inclinación de cabeza. Sólo desemarcharse.

Los Cuervos lo observaron

silencio emprender el caminotravés de la nieve mientras Lotrotaba sobre las huellas del chico

Torak no miró atrás.

El Bosque estaba silencio



pero cuando Lobo se puso a cabeza, pareció entusiasmado y ntemeroso. Torak avanzaba lentamey con dificultad tras él, formannubecillas con el aliento. Hamucho frío, pero gracias a Vedna

no lo sentía. Mientras Torak dormella le había dejado las prennuevas en el refugio: un ju

interior de piel de pato, cuyos suaplumones le tocaban la piel; pelliza con capucha y calzas hec

con el cálido pellejo invernal reno; mitones de pelo de liesujetos con una cinta que pasaba



las mangas; y sus viejas bohábilmente remendadas con parcde resistente piel de pata de rerellenas de pelo de marta, y con utiras de piel de cazón cosidas a suelas para mejorar la adherencia

Vedna hasta había desprendla piel de clan del viejo jubón Torak y se la había cosido en

pelliza. La banda de pelaje de loestaba raída y sucia, pero era mpreciada para él. La había prepar

Pa. Lobo se desvió para investialgo, y Torak se p



instantáneamente en guardia. trataba de unas huellas de ardminúsculas, como si tuvieran forde manos. Torak siguió el sendmientras la ardilla brincaba enmatorrales de enebro cubiertos

nieve para acabar dando ucuantos saltos asustadosdesaparecer hacia lo alto de un pin

Torak se echó atrás la capuchmiró alrededor.

En el Bosque reinaba una cal

absoluta. Fuera lo que fuese lo había asustado a la ardilla, hadesaparecido. Pero Torak est



enfadado consigo mismo. l tambdebería haber advertido esas huel

«Permanece alerta.» arrendajo los siguió de árbol árbol al tiempo que avanzaban.sol se elevó en un cielo sin nub

Torak no tardó en empezar a jadeacausa de su trabajoso andar, pues hundido hasta la rodilla en

deslumbrante nieve. Había decidno llevar raquetas porque, auncon ellas se caminaba m

fácilmente, serían una molestiatenía que moverse con rapidez.Lobo se las apañaba mej



pues su estrecho pecho cortabanieve como una canoa que atraviel agua. A media mañana, embargo, incluso el lobezno estaba cansando. El terreno ascende manera regular, como Kruko

había dicho que sucedería. — Mi abuelo llegó una

cerca de la Montaña — ha

explicado cuando Torak lo hadespertado en plena noche— . Tcerca que pudo sentirla. Desde aq

sigue el arroyo hacia el norte y veque el terreno asciende, hasta quehallarás a la sombra de las Monta



Altas. Hacia el mediodía llegaráun abeto rojo, alcanzado por un raen la entrada de un barranco, quedemasiado escarpado para trepar él, pero hay un sendero que asciepor su flanco occidental…

— ¿Qué clase de sendehabía querido saber Torak—

¿Quién lo abrió?

— Nadie lo saSencillamente, síguelo. Ese árbol rayo… tiene el poder de proteg

Defiende el sendero de cualqumal. Quizá te proteja a ti también. — ¿Qué hago entonces? ¿Ha



dónde voy? — Sigue el sendeKrukoslik había extendido

manos— . En algún lugar, al final barranco, se alza la Montaña.

— ¿A qué distancia?

— Nadie lo sabe. Mi abuelollegó muy lejos antes de queEspíritu lo detuviera. El Espí

siempre detiene a la gente. Tal veztal vez tú seas distinto.

«Tal vez», se dijo To

avanzando penosamente por la nieSi su plan funcionaba, siEspíritu del Mundo atendía a



ruego, el oso quedaría destruido yBosque sobreviviría. Si no, no habuna segunda oportunidad. Ni parani para el Bosque.

Delante de Torak, Lobo levala cabeza, olisqueó y se le erizó

pelo del lomo. ¿Qué habría captadUnos pasos más allá, To

advirtió que algo había arrancado

nieve de las puntas de las ramas estaban más o menos a la altura hombro. Encontró entonces

arbolillo de enebro con varramitas mordisqueadas. — Un ciervo — murmuró.



Un revoltijo de huellas seconfirmó. Por el aspecto que tense trataba de un solo cierprobablemente un macho, porque machos no levantan las patas tan como las hembras, y Torak

indicios en la nieve de que las haarrastrado.

Pero si no era más que

ciervo, ¿por qué se le había erizel pelo del lomo a Lobo?

Torak miró alrededor. Perci

cómo el Bosque contenía el alientoLas huellas del oso atrajeronatención hacia la nieve.



No las había visto antes porespaciadas que estaban, pero en momento distinguió las huellas descenso del ciervo, presa pánico, por la ladera que quedmás abajo, mientras las huellas

oso se precipitaban tras él. distancia de las zancadas aterradora.

Haciendo un esfuerzo tranquilizarse, Torak se obligóexaminar el rastro. El oso ha

corrido al galope, pues las hueestaban dispuestas al revés, es delas de las patas de atrás, parecida



las humanas, iban por delante de de las patas delanteras, que eran manchas. Cada una de ellas era tveces el tamaño de su cabeza.

«Son recientes — se dijo—pero los bordes están un p

redondeados. Aunque con este solestarán así mucho tiempo…» Lsaltó por encima de las huel

ansioso de proseguir.Torak lo siguió más despac

Cada arbusto y cada peñasco ten

forma de oso.A medida que ascendían dificultad por la ladera, Lobo se



excitando más y más: se adelantdando brincos, para luego retrocede nuevo hasta Torak, y emitienpequeños sonidos que estabanmedio camino entre el gruñido ygañido, lo instaba a seguir. Quizá

fin se estaban aproximando a Montaña. Quizá por eso Lobo estmás impaciente que asustado. To

deseó poder compartir impaciencia suya, pero todo cuasentía era el peso del Nanuak en

cinturón y la amenaza del oso.Un rugido distante hendióBosque.



El arrendajo soltó un graznidlevantó el vuelo.

Torak aferró la empuñadura cuchillo con tanta fuerza que se hdaño. ¿Estaba muy cerca? ¿Dóndeencontraba? No supo decirlo.

Lobo estaba esperando a quealcanzara; tenía el pelo del loerizado, pero llevaba la cola alta

significado de esa actitud estclaro: «Todavía no.»

Al vadear a través de la nie

Torak se preguntó qué les habpasado a las almas del oso. Despde todo, como había dicho Re



seguía siendo un oso; antaño dede haber pescado salmones y habría alimentado de bayas, y habdormido profundamente duranteinvierno. ¿Estarían aún las almdentro de su cuerpo, con el demon

¿Atrapadas, aterrorizadas?Torak rodeó un peñasco, y

estaba el abeto alcanzado por

rayo.Le flaquearon los ánimos.Por encima de él, las Monta

Altas se erigían hacia el cicegadoramente blancas. El barralas cortaba cual tajo de cuchillo y



internaba más y más en las MontaAltas, cuyos extremos se perdíanuna nube impenetrable. Un angosendero, que arrancaba serpenteadesde donde se hallaba Torak, aferraba al lado occidental de

montañas. ¿Quién había abierto sendero? ¿Y con qué propósi¿Quién se atrevería a poner un pie

él y se aventuraría en ese parhechizado?

De pronto las nubes que ha

al final del barranco se desgarrary Torak vio qué había más alláMontaña del Espíritu del Mundo,



cuyas faldas se arremolinaban nude tormenta, y de cuya ciinimaginablemente alta y que erigía hasta perforar el ciemanaba un frío intenso pero viento.

Torak cerró los ojos, pero fue capaz de notar el poder Espíritu que lo obligaba

arrodillarse. Sintió su rabia. LDevoradores de Almas habconjurado un demonio del O

Mundo y habían liberado a monstruo en el Bosque. Habían rel pacto. ¿Por qué iba el Espírit



ayudar a los clanes, cuando alguentre ellos había sido tan malévolo

Torak agachó la cabeza. podía continuar. Estaba de más ese lugar. Ésa no era la moradalos hombres, sino la de los espírit

Cuando abrió los ojos, Montaña había desaparecido, una más envuelta en nubes.

Torak se sentó sobre talones.

«No puedo hacerlo — se d

. No puedo subir ahí arribLobo se sentó delante de él, con ojos en forma de lágrima tan cla



como el agua.«Sí puedes. Estoy contigo.»Torak negó con la cabeza.Lobo continuó miránd

fijamente.Torak pensó en Renn, en F

Kedinn y en los Cuervos, y en tolos demás clanes que ni siquiconocía. Pensó en las incontab

vidas en el Bosque. Pensó en Pa,cuando yacía moribundo en los resdel refugio, sino en Pa como ha

estado justo antes de que el oso atacara: riéndose de las bromasTorak.



Una profunda pena despertóel pecho del chico. Sacó el cuchde la vaina y se quitó el mitón pposar la mano sobre la fría pizaazul.

— No puedes detenerte ah

dijo en voz alta— . Hicisteuramento. Se lo juraste a Pa.

Se quitó el arco y el carcaj y

apoyó contra el árbol. Hizo lo miscon el fardo, el saco para dormirodre y el hacha. No los necesita

sólo el cuchillo, el Nanuak enbolsita de piel de cuervo, y pequeño bulto de albura de Renn



llevaba en la bolsa de los remedioCon una última mirada hacia

Bosque, siguió a Lobo sendarriba.



31

En cuanto Torak puso un pieel sendero, el frío se tornó intenEl aliento le crujía en las fo

nasales, y se le habían pegado pestañas. El Espíritu le advertía retrocediera.



A Torak se le resquebrajabahielo bajo las botas, y cada paso daba resonaba en el barranco. cambio, las mullidas patas de Lono producían sonido alguno. lobezno, que tenía el hocico relaj

y meneaba levemente la cola, se la vuelta y esperó a que Torakalcanzara. Era como si le alegr

hallarse allí.Jadeando, Torak llegó a

altura. El sendero era tan estre

que apenas disponían de espapara estar uno al lado del otro. Tomiró hacia abajo… y deseó



haberlo hecho. El fondo del barraestaba ya muy por debajo de ellos

Treparon todavía más. El iluminó el otro flanco del barrancel resplandor se tornó cegador. hielo se volvió traicionero. Cuan

Torak se acercó demasiado al bodel sendero, el hielo se desprendiel chico estuvo a punto de caer

vacío.Unos cuarenta pasos m

adelante, el sendero se vol

ligeramente más ancho bajo saliente rocoso. Éste era pprofundo para convertirlo en cue



pues no era más que una hondonen la que se veía el basalto negro flanco del barranco. Al verla, Tose animó porque había confiadoencontrar alguna clase de refugio.necesitaba si su plan iba a…

Junto a él, Lobo se puso tensoEl animal miraba hacia

profundidades del barranco, con

orejas hacia delante y todos los pedel lomo erizados.

Protegiéndose los ojos con

mano, Torak escudriñó desde borde. Nada. Troncos de árbonegros. Peñascos cubiertos de nie



Perplejo, estaba a punto de darsevuelta para marcharse cuando el apareció de repente, como lo halos osos. Primero se produjo movimiento en el fondo barranco… y luego apareció.

Incluso desde aquella distana unos cincuenta o sesenta padebajo de donde estaba Torak,

veía enorme. Mientras el chpermanecía paralizado en su sitiooso se meció de un lado a o

olfateando. No detectó ningún olor. Toestaba demasiado arriba. El oso



sabía que estaba allí. Torak obseque la fiera se daba la vueltadescendía por el barranco, dirección al Bosque.

Ahora Torak tenía que haalgo impensable. Tenía que log

que volviera.Pero sólo había una man

segura de conseguirlo. Se quitó

mitones y sopló para calentarse dedos; luego se soltó la bolsitapiel de cuervo del cinturón. T

desatar la cuerda de pelo quesujetaba, abrió la cajita de cortezaserbal, y el Nanuak lo contemp



Los ojos del río, el diente de piedla lámpara.

Lobo profirió un sonido graentre el gruñido y el gañido.

Torak se lamió los labcortados por el frío. De la bolsa

los remedios, sacó el pequeño bude albura de Renn. Se embutió hierbas purificadoras y el envolto

de albura en el cuello de la pellizcontempló lo que Renn había hepara él durante la noche. Era

saquito de hierba trenzada y anudade una malla tan fina que sostendhasta los ojos del río, pero permit



que la luz de la lámpara pasastravés; esa luz que Torak no pover, pero el oso sí.

Teniendo buen cuidado de tocar el Nanuak con las madesnudas, volcó la lámpara, el die

de piedra y los ojos del río ensaquito de hierba trenzada, lo cerrse pasó el cordón por la cabe

Llevaba el Nanuak colgando descubierto sobre el pecho.

Los ojos de Lobo reflejaron

levísima luz doradaresplandeciente: si Lobo la vtambién lo haría el demonio. To



contaba con que así fuera.Se dio la vuelta para enfrenta

al oso, que se hallaba a ciedistancia del barranco, moviéndsin esfuerzo a través de la nieve.

— Aquí lo tienes — dijo To

sin alzar la voz para no provocaira del Espíritu del Mundo— . Ees lo que andabas buscando: lo m

brillante de esas almas brillantelas que tanto odias, a las que ansapagar para siempre. Ven a cogerl

El oso se detuvo. estremecimiento recorrió la macmole que era su lomo. La g



cabezota giró. El oso se volvióempezó a dirigirse de nuevo haTorak.

Torak experimentó una feoleada de júbilo. Ese monstruo hamatado a Pa, y él había est

huyendo desde entonces. Ahora yaiba a huir más. Iba a luchar contra

El oso era más rápido de lo

Torak había esperado y no tardóestar debajo de él. A la manera los hombres, se alzó sobre las pa

traseras. Aunque Torak estcincuenta pasos más arriba, lo con la misma claridad que si pudi



tender la mano y tocarlo.El oso levantó la cabeza y cl

su mirada en la de Torak… y éolvidó al Espíritu, olvidó uramento a Pa. Ya no estaba de

en un gélido sendero de monta

sino en el Bosque. Del refudestrozado le llegó el gdesesperado de Pa: «¡Tor

¡Corre!» No pudo moverse. Quiso cor

quiso ascender a toda velocidad

sendero hasta el saliente, como saque debía hacer, pero no pudo. demonio estaba sorbiéndole



voluntad, atrayéndolo hacia abhacia abajo…

Lobo gruñó.Torak consiguió liberarse

ascendió tambaleante el sendeMirar fijamente esos ojos había s

como mirar el sol: su imabordeada de verde le había quedestampada en la mente. Oyó el cr

del hielo cuando el oso empeztrepar con las garras por la falda barranco. Torak imaginó que su

con letal facilidad. Tenía que lleal saliente, o no le quedaría la mmínima oportunidad.



Lobo ascendió a saltos sendero. Torak resbaló y cayó souna rodilla. Luchó por ponerse pie. Echó un vistazo por encima borde. El oso había trepado un terdel camino.

Torak siguió corriendo. Llegósaliente y se dejó caer en el hurocoso, doblado en dos y jadean

para recuperar el aliento. Ahdebía poner en marcha el resto plan: había que llamar al Espí

para pedirle ayuda.Esforzándose en ponederecho, se llenó el pecho de a



echó atrás la cabeza y aulló.Lobo se sumó al aullido, y

gritos desgarradores sacudieronbarranco para resonar una y otra por las Montañas Altas.

«Espíritu del Mundo — aull

Torak— . ¡Te traigo el Nanu¡Escúchame! ¡Envía tus poderes paplastar al demonio que asola

Bosque!Debajo de él, el oso se est

acercando… y el hielo caía

estrépito al barranco.Torak aulló una y otra vez haque le dolieron las costil



«Espíritu del Mundo, oye súplica…» No ocurrió nada.

Torak dejó de aullar. El horlo invadió. El Espíritu del Mundohabía respondido a su ruego. El venía por él…

Se dio cuenta de pronto de Lobo también había dejado de aul

«Mira detrás de ti, Torak.»

dio la vuelta y vio a Hord blandía el hacha hacia él.



32

Torak se agachó, y el hachapasó siseando junto a la oreja phacer añicos el hielo donde él ha

estado un momento antes.Hord la arrancó otra vez.



— ¡Dame el Nanuexclamó— . ¡Tengo que llevarl

la Montaña! — ¡Apártate de mí! — ch

Torak.Desde el borde del barranco

llegó el rechinar del hielo. El osoacercaba a la cima.

El demacrado rostro de Hord

retorció de dolor. Torak no puimaginar cómo se las había apañpara seguirles el rastro a través

Bosque en que rondaba el oso, y phacer frente a la ira del Espírituaventurarse sendero arriba.



— Dame el Nanuak — repHord.

Lobo avanzó hacia profiriendo un estremecedor gruñcon todo su cuerpo. Ya no era lobezno; era un lobo, joven y fer

que defendía a su hermano carnada.

Pero Hord lo ignoró.

— ¡Tengo que conseguirlo! que está pasando es culpa m¡Tengo que conseguir que termine

De repente Torak lo ententodo. — Fuiste tú — dijo— .



estabas allí cuando crearon al oEstabas con el clan del Ciervo RoAyudaste al Devorador de Almtullido a atrapar al demonio.

— ¡Yo no lo sabía! — proteHord— . Dijo que necesitaba un o

Yo cacé uno joven para él. ¡No saqué iba a hacer!

Entonces ocurrieron va

cosas a la vez: Hord blandió el hahacia el cuello de Torak. Torakagachó. Lobo saltó hacia Hord y

hincó los dientes en la muñeca. Hgritó a voz en cuello y soltó el hacpero con el puño libre empezó



descargar una lluvia de golpes sola cabeza desprotegida de Lobo.

— ¡No! — gritó Torak tiempo que sacaba el cuchillo yabalanzaba hacia Hord. Hord agaa Lobo del pescuezo y lo arrojó

basalto; después se dio la vurápidamente y arremetió contraNanuak que pendía del cuello

Torak.Torak se apartó de un ti

fuera de su alcance. Hord

abalanzó entonces hacia las pierdel chico y lo hizo caer de espalcontra el hielo. Pero al caer, To



se arrancó el saquito del cuello yarrojó sendero arriba, lejos alcance de Hord. Lobo se pusopie con una sacudida, y saltanhacia el saquito lo cogió en plvuelo, pero cayó peligrosame

cerca del borde del barranco. — ¡Lobo! — gritó To

forcejeando debajo de Hord, que

le había montado a horcajadas enpecho y le sujetaba los brazos las rodillas.

Las patas traseras de Loescarbaron desesperadamente enborde. Exactamente desde debajo



Lobo les llegó un rugido amenazady en ese momento las negras gardel oso hendieron el aire y crozaron las patas de Lobo…

El lobezno logró izarse conesfuerzo enorme y volver al sende

Pero, por primera vez, decidevolver lo que Torak le había tiry dio brincos hacia él con el Nan

entre los dientes.Hord se estiró para alcanzar

saquito. Torak liberó una mano

arrastró por el suelo el brazo papartarlo. Si no tuviera el brazo sostenía el cuchillo sujeto bajo



rodilla de Hord…Un rugido sobrenatural desga

el barranco. Horrorizado, Torak que el oso se alzaba por encima borde del sendero.

Y en ese momento final, en

el oso se elevaba imponente soellos, en que Lobo se detenía conNanuak entre los dientes, en

momento final, mientras Toforcejeaba con Hord, captó verdadero significado de la Profe

«El Que Escucha le entrega la sande su corazón a la Montaña.»La sangre de su corazón.



Lobo.«¡No!», gritó To

mentalmente.Pero sabía qué tenía que hac

De modo que le gritó en voz bien a Lobo:

— ¡Llévalo a la Montaña! ¡U¡Uff! ¡Uff! — La dorada miradaLobo se clavó en la suya— . ¡U

jadeó Torak. Le dolieron los ojLobo se dio la vuelta y sa

disparado sendero arriba hacia

Montaña.Hord gruñó de furia y tambaleó en su persecución… p



resbaló y cayó hacia atrás, chillanen brazos del oso.

Torak se puso en precipitadamente. Hord aún estgritando. Tenía que ayudarlo…

Desde lo alto les llegó

crujido ensordecedor.El sendero tembló. Torak c

de rodillas.

El crujido fue aumentando haconvertirse en un estruendo. Torakarrojó bajo el saliente… y u

instantes después llegó la avalancun mortífero alud de nieve que hdesaparecer a Hord, que h



desaparecer al oso, y se los llevambos aullando hacia su muerte.

El Espíritu del Mundo haescuchado el ruego de Torak.

Lo último que vio Torak fuLobo, con el Nanuak aún entre

dientes, corriendo bajo la niatronadora hacia la Montaña.

— ¡Lobo! — gritó. P

entonces el mundo entero se volblanco.

Torak nunca supo cuánto tiemhabía pasado agazapado contrapared rocosa, con los o



firmemente cerrados.Por fin adquirió conciencia

que el retumbar se hatransformado en ecos, y que los ese estaban tornando más débiles.Espíritu del Mundo se alejaba

grandes zancadas hacia las MontaAltas.

Y el sonido de sus pisa

disminuyó hasta convertirse en siseo de nieve que se asentaba…

Luego en un susurro…

Y por fin en silencio. Toabrió los ojos.Veía más allá del barranco.



había quedado enterrado en vida.Espíritu del Mundo había passobre el saliente y le había permitvivir.

Pero ¿dónde estaba Lobo?Se puso en pie y

tambaleándose hasta el borde sendero. El frío mortal hadisminuido. Vio las Montañas Al

a través de una bruma de nieve se asentaba. A sus pies, el barranhabía desaparecido bajo un caos

hielo y rocas, y enterrados enyacían Hord y el oso.Hord había pagado con su v



y el oso no era más que una carcvacía, pues el Espíritu hadesterrado al demonio al OMundo. Quizá las almas del estarían ahora en paz, después delargo encarcelamiento con

demonio.Torak había cumplido

uramento que le hiciera a Pa: ha

entregado el Nanuak al Espíritu Mundo, y el Espíritu había destrual oso.

Sabía que era así, pero lograba sentir todo eso. Lo único sentía era un dolor en el pec



¿Dónde estaba Lobo? ¿Habllegado a la Montaña antes deavalancha de nieve? ¿O yacíatambién enterrado bajo el hielo?

— Por favor, que esté vmusitó Torak— . Por fav

Nunca en mi vida volveré a penada más.

La brisa le movió el pelo, p

no trajo respuesta alguna.Un cuervo joven sobrevoló

Montañas Altas graznando

bailando, disfrutando del placer volar. Del este le llegó un retumde cascos. Torak supo q



significaba. Significaba que los reestaban descendiendo de los monEl Bosque volvía a la vida.

Al darse la vuelta, vio quesenda hacia el sur seguía despejasería capaz de encontrar el cam

de regreso hasta Renn y Fin-Kedinlos Cuervos.

En ese instante, desde el no

desde más allá del torrente de hique bloqueaba el sendero, dedetrás de las nubes que ocultaban

Montaña del Espíritu del Mundollegó el aullido de un lobo. No era el agudo y temblor



aullido de un lobezno, sino auténtica canción de un lobo joque le desgarraba a uno el corazY aun así seguía siendo inconfundible voz de Lobo.

El dolor en el pecho de To

se liberó para volar libremente.Mientras escuchaba la mús

del canto de Lobo, otras voces

lobo se unieron a él y se trenzaunas con otras, pero sin llegaahogar nunca aquella voz clara y

querida. Lobo no estaba solo.Las lágrimas nublaron los ode Torak porque comprendió de q



se trataba. Lobo estaba aullandodespedida. No iba a regresar.

Los aullidos cesaron, y Toinclinó la cabeza.

— Pero está vivo — dijo en alta— . Eso es lo que importa. E

vivo.Ansió aullar en respue

decirle a Lobo que no era p

siempre, que algún día encontraalguna forma de que pudieran euntos. Sin embargo, no se le ocu

cómo decirlo porque en la lengualos lobos no existe el futuro.En lugar de aullar, lo dijo en



propia lengua. Sabía que Lobo noentendería, pero también sabía queestaba haciendo la promesa tanto mismo como a Lobo.

— Algún día — exclamó, yvoz resonó en el aire radiante—

algún día estaremos junCazaremos juntos en el BosqJuntos… — Se le quebró la voz—

Te lo prometo, hermano lobo. No le llegó respuesta algu

Pero Torak no la esperaba. Ha

hecho su promesa.Se agachó para coger un puñde nieve con que refrescarse la c



que le ardía. Le sentó bien. Cogiópoco más y se la frotó en la frepara quitarse la Marca de la Muer

Entonces se dio la vuelta y ea andar de regreso al Bosque.



Nota de la autora

Si pudieras regresar al munde Torak, una parte de él te resultaasombrosamente familiar, y oabsolutamente extraña. Habretrocedido seis mil años, hastatiempo en que el Bosque cubría to

el noroeste de Europa. La EdadHielo habría concluido varios mde años antes, de forma que

mamuts y los tigres diente de sablehabrían extinguido; y aunque mayor parte de los árboles, planta



animales serían los mismos que en día, los caballos de bosque sermás fuertes, y te sorprendería ver primera vez un uro: un enorme tsalvaje con cuernos hacia el freque medía unos dos metros de

desde el lomo hasta el suelo.La gente del mundo de To

tendría el mismo aspecto que tú

que yo, pero su modo de vidasorprendería de lo distinto que Los cazadores vivían en peque

clanes y se trasladaconstantemente: unas vepermanecían en un campamento s



unos días, como Torak y Pa del Cdel Lobo, y otras se quedadurante una luna entera o estación, como los clanes del Cueo del Jabalí. Aún no habían ohablar de la agricultura ni hab

descubierto la escritura, los metao la rueda. No los necesitaban. Emagníficos supervivientes. Lo sab

todo sobre animales, árboles, plany piedras del Bosque. Cuanquerían algo, sabían dó

encontrarlo o cómo fabricarlo.Gran parte de lo que aquí cuehe podido aprenderlo de



arqueología, es decir, de los resde armas, alimentos, ropas y refugque los clanes dejaron tras de sí eBosque. Pero eso es sólo una pa¿Cómo pensaban? ¿Qué creenctenían sobre la vida y la muerte, y

dónde procedían éstas? Para elloestudiado las vidas de cazadores mcercanos en el tiempo, inclui

algunas tribus de indios americanlos inuit (esquimales), los san África meridional y los ainu

Japón.Y aun así queda todavía cuestión de qué se sentía en reali



al vivir en el Bosque. ¿A qué saberesina de abeto rojo? ¿O el corade reno, o el alce ahumado? ¿Cóera dormir en uno de los refugabiertos del Clan de los Cuervos?

Por suerte, es posi

averiguarlo, al menos hasta ciepunto, porque hay partes del Bosque aún se conservan. Yo he esta

en ellas. Y hay veces en que se tasólo unos tres segundos en retroceseis mil años. Si oyes bramar

ciervo rojo a medianoche encuentras huellas recientes de loque se cruzan con las tuyas; si



pronto tienes que convencer a un muy irritado de que no eres amenaza ni presa… entonces retrocedido hasta el tiempo de Tor

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