Estracto del Libreto de Boccacio - biblioteca.oj.gob.gt

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ESTRACTO DEL LIBRETO - DE- ·

OPERA COM !CA EN TRES ACTOS, DE LOS SEÑORES

J-L :PH1voT v cf. J?u'1u,

REPRESENT.ADJ-_ ro:r:_ P~IMER! VE/ EN GUATE!-lé.'.LA

EL 22 DE FEB:Ei_ERO D:r.' 1885.

G U .A. TEI.v.C.A.L.A. .

TIP. DE PEDRO ARENALES 9. ª CALLE PONIENTE NUMERO 20,

Colección Luis Luján Mulíoz Universidad Francisco Marroquín www.ufm.edu - Guatemala

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. -1-h~~:~,t--

J un.i1 Boccacio ............ Mdmc. El Principe Orlando. . . . . . Mr. Pandolfo, jardinero. . . . . . . )fr. Trom boli, tonelero. . . . . . . . )[r. Quiquibio, barbero ........ :Mr .. Lelio, amigo de Boccacio. . .Mr.

.Beppo, buhonero. . . . . . . . Mr.

Gcnin Genin Etiennc Gregoirc Bazin. ·cot Isaac Isaac Antaine Reinaucl

El desconocido. . . . . . . . . . 1\Ir. Ceceo, viejo mendigo. . . . . . Ur. El Capitan de los Guardias ~Ir.

XX. :\fdme. Wassilieff ~fdme. Orante

Un Burgués ........... . Beatriz . . . . . . . . . . . . .. Frisca,mnjer de Tromboli ... Peronelle, mujer de Pan-dolfo . . . . . . . . . . . . 1[dmc. Deruse Zanetta,mujer de Quiquibio Mdmc. Etienne Giotto Federica Tofana. Rafael Estudiantes, Burgueses, burguesas, Señores y da­

mas de la Corte, doncellas de honor, pajes enviados • etc. etc.

La escena pa1m en Florencia, luícia 1340.

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ACTO PRIMERO.

Tenemos á, la vista una plaza pública delante lle la. iglesia de Santa Maria N ovella en Florencia. Alzase á la izq nierda la portada de la Iglesia y á la derecha la casa del barbero Quiquibio. Esta y todos los rlemás edificios ostentan vistosas colgaduras, adornos y banderas en celebracion de la fiesta de San Juan.

ESCENA I.

Ceceo alecciona una multitud de mendigos de to­das edades y sexos á fin de que aproYechen la gran concurrencia qne pronto debe llenar la plaza. 1Iientras tanto, Lelio St' desliza misteriosarnen te hasta la puerta de Quiquibio y sacando una llave, no~ informa que ésta vá á abrirle el paraiso, pnes el mariclo de Ja be­lla Zanetta se halla ausente, y el aprovechará e:-:a mag­nífica ocasion de saborear tranquilamente la fruta del cercado ageno. Hecha esta confidencia penetra en la casa del barbero y un momento rlespues la plaza se ll1:ma de burguesas y burgueses que visten sus trages <lomingueros y se encaminan al templo, llernndo rami­lletes de flores y eantando himnos en honor de San .Juan. Los mendigos se dirigen á ellos exhalando pla­ftideras quejas; pero su voz es pronto ahogada por la alegre algazara de varios estudiantes q ne, mandando al diablo las clases, vienen á cortejar á las mnehncha~ y á regalarles ramos de flores.

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ESCE~A Ir.

Un buhonero que asoma em pujanuo una carretilla cargada de libros y folletos atrae pronto la atencion general. Alhagando todos los gustos, ofrece alegres canciones á, los estudiantes de buen humor y sátiras políticas á los escépticos burgneses. "lle aqui un li­ln·o que toclos me comprarán" dice en seg111da "como que es la obra de un poeta .... un nuevo cuento de Boccacio." Al oir este nombre las mugeres no pue­den contener un ~rito de entusiasmo ni los maridos uno de indignac10n,

De aq ní pasan á una animada clisputa en que las unas llenan de elogios al divertido poeta, mientras los otros le cubren ele improperios y PI buhonero, tl'mienclo una. borras('a, !-.C e:-icabulle ron :-;u mPrc·anda, persegui­do por los hnrg11esc$ que quieren t>char al fuego los dAliriosm; <'llPllto:-i.

E~CE~ .\ l I l.

Solo Ct•l'1:u s ~ t¡uetla en la abandonarla plaza :uloude Oega11 poeo de:-;p1tl'S el jardirwro Pandolfo ~· el tcrne­liwo Trnmholi. aclmir:uto:-i IIP :Hp1t•l hullicio cuya can­Ra ig-norn n. Gt•cco lt•s c11e11 ta lo q ne pasa y deseoso cfo f.abet· t>l pararlno, s1· alt•ja taruhie11 clt>jau1lo solo.-l á Panclolfo y TromLoli.

E-,itog, qne pertene~en á, la corporacion <le los mari ­dos, .tan maltratada por Boccacio en sus no,·ellas, se alegran infinito ele la suerte que amenaza á sus pro­t.lucciones; imaginan los mas ne~ros proyectos de ven­ganza contra ef-pobre poeta, y 1 andolfo cuenta á su éompadre que el enemigo comun está en Florencia, donde ya se cuenta de él mas de una nocturna y poco aificante aventura.Esto le llena de tal inclignacion que.

..,

alzando fnriosamente su garrote, lo descarga .... sobn• las espaldas de Quiquibio que en ese momento regre­sa de su largo vi:1ge, ansioso ,le abrazará su ac1orac1a Zannetn. Hechas las escusas y csp1icacion<'s del caso, Quiqnibio refiere Ít sus clientes que ha nielto de Sici­lia con la servidumbre del Príncipe de Palcrmo quien. asegnrn, viene :t J<'lorcncia á casarse c<,n la hija del Gran Duque. Pandolfo y Tromboli le objetan qne el Gran Dnque no tiene ning1111:1 hija; pero él les revela con toda reserva que se frata íle nna niíia, fruto de un amor ilejitimo, que hasta entúnces 110 se ha dado á co­nocer. Satisfecha ya la necesidncl de contar cuanto sabe, Quiqnibio piensa en sn querida mujercita, que acaso le agnarcta. con impal'iencia suspirando triste­mente por él; dispónese á calmar sus ansias penetran­do en su casa, pero entónces se le ocurre una idea mas poética. Imagina darle una serenata y para ello pide la colaboracion de sns dos dientes qne se prestan gus­tosos: á las apasionadas frase~ de aquel trio de mari­dos respoden dos enérjicof'; juramentos que salen ele dos Ycntanas de la casa del barbero, en tanto qne so­bre el terrado aparece Zanetta espresando todo menos C'l gusto que le cansa la vuelta de su espose. "Qué ha­ced" esclama; y luego, con 1111a sonrrisa cle triunfo. "Ah! ya encontré!'' En seguida desaparece y no tar­da en oirse un ruido confnso t.•n el intt:'rior de la casa. Pandolfo y 'l'romboli se r<:>tiran,creyendo qne Z:rnetta va ií. acudirá los reclamos del tierno Quiquibio y no queriendo tqrbar las espansiones de la enamorada pa­reja; mas apénas se han retirado. el barbero reconoce distintamente la \"OZ de su mujer que con acento des­garrador l_)ide socorro y un momento des pues Zanctta misma, pafü1a, clesgreí1ada y con totlas las scf1ales del mas Yiol<:>nto terror, se prn,Pnta en el nmhral gritando :rnxilio!''

Fácil t•s comprenuer á las primeras palabms de Za­netta.que ~u único ohjeto <'~ representar una comedia .

I la representa á las mil maravillas. Cuenta á su marido, temólando de rniedo. cúmo un

jóven pálido y con la vista estraviacla, el traje y los cabellos en desórden penetra corriendo en su <'asta morada y le dice con tono suplicante ''salvmlmr! sal­vadme;!'' cómo ella, obedeciendo (t un generoso i_ns­tin to, le oculta en su armario [ Aprobacion de Qniqui­bio] j como un momento despues, una fnl'ia en 11gura lrnrnana, otro jóven con la espada tlesnnda, f:'Btra 1·11-

gienclo estas palabras: "EntregadnH' al cobanle, eu­tregarrnc al seductor,de mi mujer, quiero matarlo!'' .. Ella huye despavorida y oh! agradable sorprrsa! u, para caer en brazos ele su adorado esposo, que la tran ­quililiza, asegur{rndole que se halla en efecto /;ajo sit ala tutelar.

Boccacio y Lelio (esconditlos ambos en casa tle Za­netta) aplauden el ingenio de esta y se dispo11P11 :í, ejecutar sus papeles: al efecto abandonan la vrntan:1. donde estaban en observacion, y nn momento despu ◄ >s aparecen enmascarados y con <>spacla en rna110, lan­zándose las mas atroces injurias. Qniqnibio qnic•1·e 1111'­rer paz y los contendientes aprovechan esta coyuntura para darle una paliza, t·on lo cual el pobre bnrLf•ro, Pll

quien se ha :mmplido el refran al pié ele la ldrn, :i­

bantlona la escena en compaüia ele Zanetta, y Pn nw­dio de la rechifla de todos a<1nellos á q11iellf•s el siwe;;o habia atrnido.

Tan pronto como la mnltitwl se retira y quellan so­los Lelio, Boccacio y los estudiantes, los pretendidos rivale_s se quitan las máscaras riendo á carcaj·ldas; ]_os estudiantes que saben, que aquellos son los mejores amigos del mundo, piden u na esplicacion ele la a ven­tura y es el poeta quien se encarga de darla. Hetié­reles qne está enamorado de nna adorable ('hica á quien creyó ver entrar en casa de Quiquibio: deseoso de hablarle y viendo una \-entana entreabierta se ar­ma de valor y entra á la casa por aquel camino: allí encuentra en efecto á una mnjer encantadora; pero ....

no era ella! \ra :í cl1,shacerse en p:,;c11:-;:1s, ,·11a1nlo vi• entrar (L Ldio, q11e ha pe11etra<lo pm la p1wrta: s1 i

reconocen: Lelio cree en efeC'to que Bn<'ea eiu 1•:,1 811 ri ­val y le lanza nna granizada de impl'uperios; pno to­do se es plica y el poeta nt á dejar á sn afortunado amigo solo con Zanetta, cnan<lo se escucha la voz dP l rnnrido; solo se ocupan entónces en lrnscar un med.io que los saqne del apuro, y ya sabemos como lo con­siguen gracias al talento de Zanett:1. Boccacio con­cluye sn relat0 dieiendo q ne hará de e:--a aventnm un cuento, qne no será m{'nos (liverticlo q11e los otros. Da en seguida nuevos detalles sobre sn amor: se con­fiesa seria y profundamente enamoratlo de una linda jóven que segun ha sabido fué confiada desde niíia á Pandolfo y su esposa Peronela, los que ignoran por completo quienes sean sus })adres aunque reciben mes á mes de un personaje misterioso, una conside­rable suma de dinero. 'l'ermina prometiéndose deslizar algunas palabras de amor al oído de su bella descono ­cida, cnando mas tarde llene la multitud la plaz~ de Santa Maria, á llonde no eluda qne ella a!--istirá tambien.

Describirse á lo lejos al Príncipe Odantlo, ~encilla mente vestido y como tratando de orientarse. a\l \'er

·el grupo formado por Boccacio y sns amigo.,, ;:;e a­proxima á, ellos y contesta amablemente al sal11do quP. le dirijen. Dáse en seguida á conocer como nu pobre estudiante siciliano y estrecha cordialmente la mano de sus compafieros; pero Bocoacio lo Ita reconocido ba­jo su disfraz y re\'f'la ii, sus amigos que liPnC'n <lelant-é al Príncipe de Palermo,

Este les recomienda la discrecion JHWS quien• guar­dar mas largo tiempo su ineúgnito. \~iPJW fL Florencia á casarsE', y antes ele perder la libPrtacl. qnier1• gozar de sus últimos dias de soltero: dt•sea lanzar:sL' en lo­cas aventuras y saborear bulliciosos ¡,laet"res .... Con­fiesa que ese deseo se ]e ha inspirado la lf'dura del

...._

-G--·que llama el primer poeta de Italia, el Gr:rn Boc<'ado. rey de los escritores á quien lee sin cesar, á qnien ad­mira, á quien envidia! .... Hace, en una palabra la mas entusiasta apologia de nuestro héroe y llega.J1asta de­cir que si no fuera Príncipe ele Palermo, qnerria ser Boccacio. Despues revela el deseo que le acosa de marchar sobre las huellas del gran escritor, de com­poner, él tambien, sabrosos cuentos y musicales ver­sos. "Ah! si Boccacio pudiera ser sn preceptor, si tu­viera la suerte de encontarlo!" .... Boccacio se dá en-, tónces á conocer y el Príncipe encantado le pide que le inicie en los secretos de su arte. El autor del Deca­meron responde entónces que su arte es la natnrnleza, que para hacer sus cuentos le ha bastado mirar en torno suyo y copiar lo que vé: maridos engafiados, a­mantes astutos, esposas infieles ~donde faltan? Poeta f1el amor. ha saho1·endo sus delicias antes ele cantarlas: ha sido el héroe á la paz que el cronista de todag las aventuras que 1:efien•; YÍ\'Ír y gozar primero, escribir despnes: he alh todos sus reglas.

El príncipe obstinado en ser 1111 ~wg1111tlo Bocenr·io en­!'nentra muy cómoda y agradable t•~ta rt'túrica y quie­re á tocla costa 11na aventura rn q1w lanzarse, una mu ­jer qne alllar. "No teneis mas que e~cojer, le dice :-;11

maestro: oid ¡,] sonitlo de las campanas; la iglesia Ya !Í llenarse . .Abrid los ojos y clad vuestra prefer(•Jl('ia á iaque nwjoros eundre."

ESCEX A Y I I 1.

La plaza, en efecto, no tarda en llenarse de gente que se dirije á. ]a iglesia. El príncipe se hace toJo o­.íos para encontrar á 1a heroína de su primer cuento y á. poco bnscar, fija su atencion en Frisca, la esposa de nuestro conocido 'l'romboli. Logra recojer el rami­llet~ qne ella ha dejado caer y se Jo entrega galante­mente, despnes de lo cual, satisfecho de la buena in­presion que ha hecho en ella, signe sus pasos y pe­netra en la Iglesia. Qniquibio y Zaneta pasan en se­guicln: Lelio murmura tiernas frases al oido dP. sn a-

... _,_ macla,sin obtener contestacion; pero cuando p) barbe­ro se dist,rae, ella le alarga la mano, que el hrsa apa­sionadamente. Por último aparece Beatriz. iwgni­da de Pandolfo y Peronela, sus celosos guardianes. El jardinero pretesta que su ho1·taliza reclama su pre­sencia y se retira dejando á. las dos m11jeres :í la puer­ta de la Iglesia y recomendando mucho á Peronela el cuidado de Beatriz. Bocacio crée entonces la Oénsion propicia y suplicando á sus amigos se retiren se ocul­ta detras de nna columna y queda solo, frente á. frente de la mujer que adora.

ESCENA IX.

Beatriz está pensativa y melancólica; las sevotas pa­labras de Peronela no hallan eco alguno en su cora­zon, lleno de una imajen adorncla y el recn(-n1o de Bo­cacio vá á perseguirla hasta ]a iglesia misma: sil nom­bre va á. mezclarse á sus plegarias. Peronela que .no­ta Sil tristeza y la atribuye :í, la noticia que han da­do :í. Beatriz últimamente de qlll' su padre desea ca­sarla, le habla ele la obeiliencia filial; le dice que nca­~o sea un rico y helio :$ei10r el qlle se le destina y Je augura por último, qne si entont'PS no lo ama. el amor vendrá despues del matrimonio. Beatriz responde á esto que el amor no puede mandarse y canta, para demostrarlo, 11na antigua c·aneion que la misma Pero­nela le ha enseflado. Bocacio oye lleno de a11siedad t'Sa conversacion y cnantlo ambas mujeres se dispo­nen á entrar en la iglesia sale de su escondite deseo­so de hablará Beatrz: el argos que la ,•ijila lo priva sin embargo de ese dulce placer y solo puede tenf•r la satisfaccion de- ofreeerle agua ben di ta.

ESCEXA X.

La noticia que acaba de saber preocupa nn momen­to á Bocacio; ,·er ::í. la mujer que ama en poder de o­tro es cosa á q ne no puede resignarse. Asi es que bus­ca los medios de impedirlo :í toda costa; pero para

\

-8-ello necesita hablar i Beatriz ¡y cómo consei:rnirlo! La llegada de Leliu le inspira· nna idPa magnifica. Si su amigo se resignara :í. hacPr l:1 f'Ortt> á Pf:'ronela, esta, que no desea otra rosa, n1od11 r:11fa g-randf:'mC'nte su vigilancia, encanta<la dt> poder spr infiel al desagra­dable Pandolfo r Bocacio apro,·ech:11fa la o<'asion pa­ra hablar cómodamPntf' ú sn a1lorn1la. EstP prnyer· to encuentra alg-111m oposirion por part,1 de LPlio. dP cuya abnegadon se Pxijt> 1111 saf'J'itfrio tau p:ramle: }lf:'­ro vencido al 1in por ]ns sítplkas dP sn a111ig-0, arcP<lü :í todo y la idea se pone inmPdi:itamPllte Pll prúcti<·a. Boceado redacta 1111 billete i11c·e1Hliario v se lo co11fi:t :í, Ceceo para que lo entn·gne á Peronela, {L quien 1-;u JH'P­tendido amante da una cita. El viejo-mencligo, que PS homhre prúctico en el asunto vuPla á emnplir sn <le licada misión v solo cuando hn desaparecido se aper­cibe Boccacio t1e qnP distraidamt>nte ha firmado con su nombre la tierna misirn.

ESCEXA XI.

El príncipe Orlando i-iale de fa iglt'sÍa radiante do júbilo: su aventura. marcha dento en popa. Colocado cerca de Frisen. le ha dicho al oiclo mil tt•rnezas 1in­giendo rezar devotamcntc•: t1 lla le ha respondido ha· blándole de su esposo. de la ficlelitlad conyugal t>(c.ctc. pero al salir en compaí1ia ele Tromboli hn. tenido buen cuidado de olvidar su den>cional'Ío eon la din·ec·ion en la primera p{tjina; aqnPllo qniere <krir 1'llevádme­lo: sereis bien recibido'' al menos nsí lo intnpreta PI príncipe, que se dispOIH' á acudir á tan ingeniosa cita.. Antes do partir adviPrte :í. sn maestro qne para hacerle 110nor, vít á toma1· s11 nombre, f'l que se pro­pone cubrir de gloria en t•t:a aventma . .A¡wnns SP ha mnrchado el PríneipP, C,•cco sale de la Iglesia anun­ciando haber cumplido su misio11. Ln<'ónka pero elo­cuente ha sido la respuesta de Peroni>la: ha rliclto "Voi" y esta palabra, que horroriza á Lelio, llena de júbilo á Boccacio, qne podrá hablar tranquilam~nte con Bea­triz mientras sn amigo rortf:'ja á la d ueíia. Lelio le pregunta dónde piensa hablará su amada y el respon-

de que allí mismo,en la plaza,puesto quo no tiene la e­leccion del sitio. "Pero si te reconocen, si os ven, vas á compromerer horriblemente ií. esa jóven" .-Es ver­dad!" .... responde Boccacio, pero su fecunda imaji ­nacion no tarda en inspirarle un medio ele salvar ese inconveniente. Da cinco ducados ií. Ceceo, se quita su sombrero y su capa, los d{t al mendigo, toma el sombrero y la capa de este, aleja. á Ceceo que se va muy satisfecho del cambio y queda en un momento conver~ido en un pobre men,digo ele quien nadie sos­pechara nada.

ESCENA XII.

Peronela aparece en las gmdns del templo, buscan­do ansiosamente al autor dei billete. Lelio se muestra poco dispuesto á nproximársele y Boccacio tiene que lan­zarlo sobre ella.El diálogo se emprende con gran ardor en las palabras de Peronela, que no es una Lucrecia, y con gran frialdad de parte de Lelio, que varias ve­ces quiere echar á correr:Boccacio lo retiene, sin em­bargo y logra por fin que su amigo se aleje con sn fa­cil conquista dejándole el campo libre.

ESCENA XIII.

Ya era tiempo. B€atriz sale en busca de la duefia y Boccacio aprovecha la oportunidad para hacer su de­claracion. Como ya era amado de antemano, sus tier­nas palabras no encuentran sino una dulce resistencia que pronto logra vencer: despnesde una corta vacila­cion Beatriz le confiesa que le ama y abandona su mano á las apasionadas caricias de Hocc:.wio. Des­graciadamente para éste, tan sabroso coloquio es brus­camente interrumpido por la llegada!cle Lelio, cuya presencia hace huirá Beatriz.

ESCENA x1r.

Boccacio, muy contrariado, interroga ii Lelio sobre el motivo de su importuna presencia y é~te responde

,,.

-10-que viene ,Í darle cuenta de lo que acnbade snceder al príncipe. Refíerele en seguida qnR Orlando ha sido sorprendido por Tromboli en el momento de penetrar por la Yentana á casa ele Fris<'a y qne la primPrn aventura de su discipnlo ha salido tan desgracia<l:1,q11e en ese momento los burgueses todos de Florencia per­signen al pobre príncipe,que corre eorno un desespera­do por lns calles de la ciudnd sin saber en donde me­terse, para escapar á la furia de sns perseguidores. Un confuso rumor que parece aproximarse con firma ese relato y los dos amigos, deseosos de saher en que para todo aqne11o, se ocultan. en el hueco de una puerta, disponiéndose ií. ver,sin ser vistos,cuanto va ri. suceder.

ESCENA XV.

Un momento despues ('l príncipe se lanza en GScenn mas muerto que vh·o, .jadeante y próximo :í caer de fatign. Creyendo que sns porsegnidore.:; han perdido la pista se sienta á descansar y :i tonrnr aliento; ¡iero el ruido que l'ada \'f'Z mas ll'nible y amenazador, ~P

aproxima rápidamente, lo h:iee lernntar~e y mirar an ­siosamente á todos la<los i>n b1,sea ,le salnlC'ion. Como evocado llOr isns dt·seos, CPe,·o apnrec1• Pntonct>s en la puerta ele la Iglesia, y al n·rle,el prínci¡>e tit>ne la mis­ma inspirncion que momentos antes ha tt>niclo Boren­cio. Ofrece al mendigo \'einte ducados por :-.n rnpa y su sombrero, se despoja de lm-1 suyos y cuhriéndos,. con las prendas de Ct-ceo (es decir In-; de Boceacio) Jau­za un suspiro de safü,faccion créyen<losc salvado.miPn -tras el viejo se retira satisfe<'l10 de los hnrnos negocios / que ha hecho ese día.

ESCEXA X\T

Apenas se ha verific:ulo la metamorfosis del príncipe, cuando sus perseguidores, acaudillados por Trombuli, el ofendido esposo. se presentan en la plaza:la estrata­gema de Orlando produce de pronto tan buenos resul­tados, que no solo no es reconocido, sino que el mismo

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Tromholi lo 1>regunta si no ha visto :t un hombre co11 tales y tales scíaas que corría IÍ todo correr. El respon­de que nada ha visto y 'fromboli manifie::ita enante,, siente haber perdido la pista del fugitho pues está casi seguro de qnc cm ase tuno de Boccacio.

ESCENA X\"11.

Al oír ese nombt·e, tan 0 1lbdo por los burguesc:;. Pandolfo, qne acaba de llegar, les manifiesta que esta vez el poeta. no escapará :í sus justas iras. Est:í, dice, muy bien informado y podtfa distinguirlo entre mil. He aqt~i sns señas: capa :íznl y sombrero gt·is con una. pluma roja: precisamente las misma·s prendas que por mano de Ceceo han pasa.do :í ponder del príncipe Or­lando .. Este tiembla bajo aqnel rnalrlito disfraz, vien­do que la tormenta no tardará en estallar. Y en efecto. apenas es reconocido, las injurias comienzan á llover sobre él,apesar de sus protestas y explicaciones: á. las injurias siguen los palos y el pobre príncipe los recibe en todas las partes de su cuerpo,de brazos tan vig-oroso!i como animados por el deseo de Yengamx'L qne iwpulsa á sus ,·erd ugos.

ESCENA XYIII.

Por fortuna para Orlando, Qniq nibio, q ne le conoce sale en ese momento de In Iglesia en compailia do Z:mc­tta. Revela á los burgueses el error en que est:ín.y la paliza, aunque tarde, se suspende; los lrnrguesces irn­plomn verdon y Orlando contesta alegremente que no es el primer ejemplo de nn príncipe apaleado.

ESCEX .A XIX.

El disgusto que cansa ÍL los burgne::.cs t•l referido qui dpro quo tiene pronto una compcnsacion.El buho­nero á. quien ya conocemos tiene la malhadada ocur­rencia. de rnlver á presentarse en la plaza y la furia

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:!penas satisfecha de los bnrgnt-ses se despierta de nue­rn. No pudiendo vengarse del hombre imajinan vengar­se de la obra~' entregar al fnego los cuentos <le Bocca-1:·io. La carretilla cae com·ertida en pedazos y sobre f'B­tos amontonan aquellos b:írbaros libros y folletos. La llama,aplicada á la hoguera por Boccacio mismo (<'o­rno sabemos dizfrasado de mencligo)de\·ora bien pronto lns detestadas obras é ilnmina 11n monH'nto la esrPna.en medio de los gritos clP júbilo de los estúpidos lrnrgíw­:;es y las protestas de los rstn<lianks r Jas mnj1•rp¡..; que invocan para las inmortall's ol ,ras clPl ¡,oeta el jui­f'io <lesapnsionado ele la postl'l'idad.

ACTO SEGUNDO.

El teatro est,i <liddi<lo en <lo:-. p:u·tPs. La de la iz­quierda, como lo indican los barriles ':!Sparc-idos por el suelo y el gran tonel qne se vé en c•l fondo,es (•l patio ue la casa de 'fromboli, el tonelero .• \ la dPrec}ia estó el jardín ele Pnndolfo con sn gran )Jel'al en medio y al

. . l)ió de éste un banco de piedra. Ambas rasas se comu­nican por una. peqneiia puerta practicada en Pl mnro ele separaci0n.

ESCEKA J.

V á, :t amanecer y la escena está sileneiosa. Denepente se vé una cabeza asomar detras de la pared que se­para las casas de la calle: es Boccacio que escala dies­tramente el muro, seguido á l)OCO de Orlando y Lelio. Vienen en busca de suc tres adoradas Beatriz, Frisca y Peronela una de las cuales (Frisca) vive en la cnsa lle la izquierda y las otras dos en la cíe la clerecha.Des­pnes de conversar un momento, acaballo sobre la pa-1·ed, los tres amantes descienden y entonan una sere­nata, invitando á las señoras de sus pc:msamientos á á­somarse á sus ventanas: sus deseos se ven pronto sa-

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tisiechos, pues no tanlan todas tres en salir, pero tie­nen q ne entrarse <le nue,·o precipitada mente al oír vo­ces en el interíor, las q llP ta111bie11 hacer huirá los tro­,·:1dores.

Pa rnlolfo ,. 'l'rom bul i. armados d(, :-:enclos trabucos salen tlc sus respecth·as casas profiriendo pabbras a­menazadoras. No r<:'conociénclosc <le pronto, dirijen el uno contra el otro las formidables hocas de sus morti­feras armas;pero luego que salen <lésu error se ponen á conYersar amigablemente y cada cual confia [~ su veci­no que lrn. cargado con sal su trabuco para que al mero­deador á quien sorprenda le arda por mucho tiempo sn osaclia. "Bueno es saberlo" murmura Orlando que en compañia ele sus amigos escuclm de tras del muro. Hab­lan despnes los rncinos de sus asuntos clomésticos:Pan­dolfo cuenta á 'l'romboli qne sn mnjPr se halla en un estado alarmante; que el clia anterior ha entrado muy ajitada y que ha pasado la noche rizándose los cabellos y haciendo visajes ante el espejo: "Vecl un médico" 1~ dice 'l'romboli y este consejo,que Panclolfo se propone segnir, inspira á Lelio la idea de adoptar momentanea­mente esa. profesion. Enseguida el tonelero recomienda á su amigo le busque un comp.rndor para el inmenso tonel que tiene alli y delque no halla como clesaserse y Orlando que oye sus palabras imagina ser ese deseado comprador. Por último Pandolfo manifiesta que tiene que salir en busca de varias muchachas que le ayuden en la cosecha de sus frutos,pues un jardinero que debía venir se ha enfermado y esto inspira á Boccacio la i­dea ele sustituir al jardinero: 1n conn-ersacion de los dos maridos ha provisto,pnes á cada uno de nuestros tres enamorados de un meclio ele acercarse ií la mujer q ne ama.

ESCENA III.

Cuando Pandolfo se larga, Troml>oli se clir(¡e ú. des­pertará sus obreros á quienes reprende por sn holga­zanería. Yan if ponerse á trabajar cuando Frisen SP

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presenta, inquieta. por la suerte que puedan haber cor­rido los trovadores. Su marido que nota en ella una. toilette mas cuidadosa que en dias anteriores se lo he­cha en cara llamándola coqueta y diciéndole qne todos aque1los adornos y joyas son para atraer íi. los gala­nes que vienen á cantar bajo sus ventanas. Prisca le responde con fingida. indignacion y acalor:indose cada vez más obsequia á su esposo con una granizada de inju­rias. Tromlwli arrepentido <le haber desenc:u1enado a­quella tormenta, tmta de calmar á sn esposa con pa­labras carii1osas y blandas; pero viendo que nada con­sigue con esto,acnde al _r¡ran medio, es decir, toma su martillo y lo descarga furiosamente .... sobre PI tonel que tiene cerca, animando ú sus oficiales á qnc hagan otro tanto. El mido que producen ahoga. vor comple­to los gritos de Frisca que no tiene mas remedio que tocár retirada, no sin J)Oner en'un enérjico bofeton que dá á'l'romboli toda la elocuencia. de qnc se prirn á sus palabras.

ESCE~A V Y VI.

.A.un9-ue due11os del campo, 'l'romboli y sus obreros continuan entregados á su ruidosa maniobra, temiendo que el enemigo intete un nuern ataque y deseosos ele tenerlo á raya. Las protestas de Peronela que sale de su casa. alarmada por aquel bullicio, moderan sin em­bargo el furor de los toneleros, que con su patron {¡_ la cabeza marchan á vender sus barriles y despues .... á echar un trago, que bien ganado lo tienen.

ESCENA VII. __,,,

Frisca sorprende á Peronela espresánrlose en térmi­nos poco amables para su marido á quien trata de vie­jo borrarho; pero en Yez de darse por ofendida acaba de desa.110ga.r su cólera y hace todo lo contrario de u­na apolojía de su esposo. Pasándo de este caso parti­cular á las generalidades, ambas amigas se quejan de todos los maridos y en especial de los propios y Fris­en manifiesta lanzando un suspiro cuanta nececidad

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tienen de consuelo las las pobres cas:idas.Como respon ­,liendo á sus votos una mano misteriosa lanza de de­tras del mnro un billete envuelto t>n un gijarro qt1f! viene á caer á sus pi6s; otro billete enviailo con igual tino cae cerca de Peronela, y ambas con gran disimu­lo, los recojen aprovechando la entrada de l3eatriz. Apenas ha aparecido esta, nueva mano misteriosa y nn­vo billete diestramente encaminado. Las tres mujeres leen furtivamente y sin pérdida ele tiempo las cstra ­ñas misivas y aunque s~ guardan. de rclvelarnos sn contenido, es tal la alegria que les cansan, que es fiícil adivinar que son los precursores del consuelo que tan­to deseaba Frisca.

ESCENA YII,

Beatriz entra á ~u habitaci,'.in, sin dnüa para leer sin testigos el tierno billete y Peroneln. y Frisen se quedan en los patios de sus respectivas casas cntre~adas á i­déntica ocupación. Casi en los mismos térmmos están redactados los billetes de amb:is: en ellos anuncian á la una Lelio y á la otra Orlando que merced á un dis­fraz vnn á pod~r acercarse á ellas dentro de pocos mo­mentos. En efecto, no tardan en llamar á la puerta de Peronela y Lelio disfrazado de médico entra saludán­dola en latín: dase pronto á conocer y como hace fria­mente su papel de enamorado (pn~s ya sabemos que solo por complacer á Boccacio corteja á Peronela) é~­ta, que atribuye su frialdad á timidez, trata de darle á­nimo, con mil buscadas coqueterías y casi trueca su papel de seducida en el seductor. Pretestando que un soldado borracho que acaba de penetrar en la. casa ,·e­cina le causa un miedo atróz se abraza llena de susto á sujóven amante y le arrastra á su pesar hacia un bos­quecillo discreto y solitario del jardin.

ESCENA VIII.

El soldado que, tan oportunamente para Peronela hizo su aparicion,no es otro que el príncipe Orlando, cuya embriaguez es tan postiza como su barba, la. que

se quita }J.tl'n tranquilizará Frisra. rerobrando sn na­tunil tono <lP YOZ r sus ma,wras elegantes. LPjos de mostrar h timhlez qnc su amigo Lelio, quiere mar­char á paso redohlnllo al asalto de la plaza y Frisca st• ,·e en graves npurns 1i:1ra rt>tanlar el momento de la capitulación; por fortuna se esc1H.:ha la Yoz de Trn111bu­li que vuelve Je la ta\'erna y Pl ej(•rcito sitia<lor,es dt-· cil· t--1 Prínci1w, q 11e no quiere mas palo, tiene qne s11-jetarse á la l111millación de acuartelarse pr,~ci¡Jitada mente en el i1ltPrior <le! tonc-1. maldiciendo la imp<,rtu­nidacl de los m:iriclos.

ESCESA IX.

Trornboli entrn li:1stanie aehispado y rt>gním ú Fri:-;­ca por la ta1·d:rnza q ne puso en abrirle: Frise a le reo; ponde reprendicmlole agriamente por su estado de en1 brigne:r.yél dice que si ha hedido es p:im cimentar el trato que acaba de hacer:ha Yendidó porlin el tonel y rn :í entregarlo inmegiatamente.::;orp1·e11dida un momento ante esa nueva, Frisca recobra pronto la serenid:itl ~­pregnnta á sn marido en cuanto vendió el tonel. ''En tres escnclos'' responde 'l'romboli. "Tres e:,;cudos'.'' es­dama. l◄'risca en tono burlon '·lindo negocio! .... yo que no soy sino una pobre mnje>r lo he vendido en ci11-co!'' y al decir esto alarga la mano á Orlando que com­prende y deposita alli la suma indicada qne pasa ii poder del tonelero. Este no puede contener el gusto que le causa tan brillante negocio y en el colmo ele su entusiasmo clá un punta-pie al tonel que se pone :í rodar descubriendo la presencia ele Orlando. 'l'romboli seenfnrece de ver un hombre en sn casa,pero l◄'risca le .esplica que es el comprador, que estaba examinando la mercancia y el príncipe volviendo á tomar sn a~­pecto insolente de soldado ebrio, confirma esas pala­brás y pone mil defectos al tonel. Tromboli dice que hará inmediatamente las reparaciones,y mientras tanto le invita atentamente á tomar un trago: Orlando acep­ta y,seguido de Frisca,penetra en la casa donde á poco se oye un rnidillo que al bueno del tonelero se le tlgn

- 17-ra el soni<lo de hotellas qne se destapan.

ESCENA X.

:MiPntras esto sncede en casa «le Tromholi, Pan «lolfo se9uido d,i varias muchachas penetra en la suya. Da sus órdc:nes para que se ,·crHiqne ]a cosecha de frutas y ellas se disponen :í obedecer menos en to­do lo que se refiera al peral que, segun clicen,est:í en­cantado. En vano trata el de convencerlas ele lo contra­rio; y la obstinacion de las jóven«-'s Je liare echar de menos ni mozo que debía liaber llegado á ayudarlo.

ESCENA XI.

No lo echa de menos mucho tiempo, pues Boccacio, disfrazado de jardinero llega en P.sa sazon y ofrece sos servicios, que son prontamente aceptados. Para mejor alejar sospechas se finje de un idiotismo y una estu­pidez tales, que deja convencidos á todos tle qne es un animal inofensivo, un pobre diahlo qnt' tiene hor­ror á las mujerPs y cree qne esas deliciosas criaturas hacen daño á los hombres y so llaman ocas! .... La~ muchachas indignadas de oir esas p:ilabras pn·linen irse á trabajar y Pandolfo vá á Pnsefrnrlc>s t'l camino ele la hnerta.

ESCENA XII.

Beatriz aparece entonces contrariacla de vn que Boc:· cacio a pesar de sus promi>sas no haya lle,!!::tclo nu n; pe· ro cuando el jardinerito se aproxima :í, ella y murmu ­ra algunas palabras á sn oído, re,·elando qnibn e!'!, su disgusto se cambia en tímido placer.

Pandolfo se acerca á ellos y ordena al mozo qne :-u ba al pretendido _peral encantado.-"Enc:1ntac1o!"' mur­mura Boccacio con cierto temor. '·Cómo le dice Pan­dolfo has oído tn hablar deesot' YaYa si he oído! res­pond~ el poeta, poniendo en ejecncioñ la ic1t"a de uno de sus mas graciosos cuentos. Y t0mando su aire f>stúpido

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y misterioso le dice qne subiendo á ese árbol se ven a ­bajo eosas .... extraordinarias; cosas .... que no se pue­den contar delnnte de seüoritas .... Pandolfo lleno, de impaciencia al oir esas palabras, le dice que se deje de fübnlas y que suba sin tardanza al árbol: lloccacio se resiste con bien finjido temor pero por último se de­cide á obedecer y apenas ha. subido lanza nn grito de sorpresa. Pretende que su pudor se alnrma al ver á Pandolfo abrazar y besará su pupih (que está en rea- , lidad muí.distante del viejo] y le suplica no haga esah cosas delante de él. Envano le dice Pandolfo que se e­quivoca: el persisteen asegurar que le está viendo y a-caba por descender escandalizado reprochando al jardi-nero el que á su edad no guarde el debido respeto á las buenas costumbres. Lleno de duda y de sorpresa Pandolfo se decide á subir al árbol para. convencerse de la vt>rdarl. y no tnrcla Pn VPr lo miflmo qne Boracio habin Yisto, solo qnP ¡;sta Vf>Z los amantes no están le-jos, ni tÍt'IWn nada de ilnsiorio bs caricias que se pro-digan nprovechanclo la candiilez del viPjo.

ESCE:\'A XIII.

J\fo~11 trns pste, desPoso <h~ Yel' h:1sta donde va á pa ­rar nquPllo, cunti:n''ta suhiclo en t>l árbol, r Bocca­cio y Ut·atriz sentados Pn f'l hnnro que hay al pi(, clPI mismo, Tl'Omboli, seguido d<:> 01'1:iwlo y Friscn, se prP­})H.ra lrn.eer, c:1111leln ('!I mano. la i nspercion d e> l tonPI para rep:1rnl'lo; al efreto se introcluc-e dPntrn fl p ~1qnel remedo dt• l:t ,·n::-:1 dP 1Jiú:~,,,w:.;_ y apenas ha (1¡, . saparecido, Orlarn1o se aprovecha de la ocusion para reanudar su interrnmpic1a escena de amor, con gran estnprefaccion de Pandolfo, qne desde su observato­rio se co1wence cada vez mas ele que el peral encanta­do hnce ,·er cosas muy estrañas.

Sns sorpresas no debían parar allí, sin embargo.

--10- .

L::i última, la nny0r ele todas e3 ver (i. Peronela, ii su pl'Opia mujer, que sale de su rasa lánguidamente asida al brazo de Lelio, tratando de retener con su~ caricias al pobre mancebo, q1w harto de> tanto amor, solo quiere largarse.

Pandolfo serie grandemente de cuanto vé porqnP ha lli~gado á convencerse de q11P todo ~e c1ehc ii la májica iflnencia del peral e11rantado.

. Oyense gritos en el esterior y la rnz de Qniquibio que llama á la puerta <le 'J'romboli. Este sale de su tonel en donde en vano ha bnsrado una grieta ú un a­gujero qne tapar, y Pandolfo desciende de su obser­vatorio, en donde estaba tan divertido; las tres pa­rejas de amantes adoptan un nire dísimnlndo y Qni­quibio penetra en casa ele Tromboli con todas las seria­les de un hombre qne trae algo muy importante quf' decir. Interrogado por los Yf'cinos les dice que viene á, delatarles la presencia, en casa de uno de ellos, el<> Bse tuno de Boccacio, que esta vez no se escapar:í. porque están bien guardadas las salidas, y snhf' posi- · tiv:unente que est:í adentro, ií, favor de un disfraz.

Entónces comienzan las conjeturas de Tromboli y Pandolfo, sobre si Boccncio snú el mé•dico, el Oficial ó el jardinero, y ambos á una vo;r,juran que su Ycngan­za será terrible: casi simnlt,íneamente, las tres mujt>­res piden, al oir esto, gracia para sus respecti ,·os a­mantes, pues todas creen ser amadas por BoccaciP. En tónces la perplejidad de los maridos se aumenta. resultando tres Boceado en ye;r, de uno ¡Qué hacer! Pando]fo propone entregar, á los tres, f.. los furores dP de la burgnesia qne rnjen'ngnnza :~ Ja puerta: pero el Yerdadero Boccacio se dá entúnres á conocer, y dice que ha venido porque ama seriamente á. Beatriz, en prueba de lo cual pide su mano, y que sns amigos so­lo están allí para ayudarlo en sns puros y bien inten­cionados amores.

'l'rornboli, PnndolfoyQ11iq11ihiocal111an sns iras nl ori

.--20-

este relato, y les halaga mucho que Boccacio entre en la grnn cofraclia de los maridos, pues así ya no se bur­lará de ellos; pero Pandolfo manifiesta que no pue­de disponer de la mano de Beatriz porque no es mas que su tutor, é i~nora si su padre, que {·l no C'OIIOC'e, aproharia esa nmon.

ESCE~A XVI.

La presencia de un dPsconocido, magníficamente ataviado, interrumpe ese diálogo y Pandolfo reconoc<> ,m el qne acaba de llegar, al hombre qne mes á mes le ha traído una suma de dinero para los gastos de Sll

pupila: hoy viene ii reclanwr á Beatriz en nombre de su ilustrn padre y ÍL llevarl:i, dicP, haC'ia un destino mejor. Beatriz oye esas ¡,:.i labras llena de intlt>S<'l'Í pti­hle angustia; pero ]3oceaeio, que siente redoblar su<'­ncrjía en presencia ele los obstáculos, se propone no ilejarse arrebatar :í. sn amada., contando cc,n el :ipoyo tle sus amigos imngina allí mismo 1111 plan para re­cobrarla. Infunde desplll'S 1111e,·o aliento en el alma de la jÓ\'C'Tl y se d<'spicl0 ele ella lleno clP confianza en PI ponenir.

ACTO TERCERO .. ----·· ◄· ..... ► •• -----

El teat1·O rt>presenta 1111 l'i1'0 ~:ilon del Palacio ducal, en Plorencia. ~\! fondo un ft'1rndo y en lontananza las copas de los árboles t1l'I p:irq11P. A cada lado de la escena. una jardinera y Pn la el" la den'cha 1111 f'o­berbio ramo de rosas.

ESCE~ _\ l.

Las doncellas de honor de Beati-iz, 'llle ha resultado

'-21 - -

ser la hija del Gran Duque, se entregan :í la alegria propia de su edad i celebran, en sns can tos, las delicias del amor y de la juventud. La llegada de Perouela Superintendenta de ]as doncellas, Jas hace enmudecer

- Ja esposa de Pandolfo se presenta, soberbiamente ves­tida,i recuerda á las jóvenes que en ese dia se ha de ve­rificar el matrimonio de Beatriz, para cnyo acto solem-

. ne deben estar preparadas. Dí celes, en seguida q ne aguarda la llegada de una nueva doncella, para que complete con ellas e] número de doce y laH clespic1e, viendo qne se acerca su marido.

ESCENA 11.

Entra Pando]fo, ricamente ataviado, y seguido dt> Qniquibio, Zanetta, 'fromboli y l•'risra, sus anti~uo:. amigos, á quienes ahora mirn por encima del hombro, pues se ha convertido nada· menos q ne en el Gran ..\ r ­boricultor de palacio, y en hombre que tif'ne nna alta con el Gran Duque. :No se ha olvidado por eso ele sus compadres, y en prneba de ello, ha <'mplPado sn ~ran influencia para consegnir :í Qniquihio y :í 'l'romboli los cargos de barbero al uno y de sumiller de palacio al otro. Ellos agradecen humildemente tan gran favor y solicitan para sus mujeres une rn1p,·a gracia: la de poder asistir al matrimonio da Beatriz, rosa lrnrto di ­fícil, pues el ¡wíncipe Orlando, tenH'roso ele <JllP Bol'ca­cio intente acercarse á. su noda, ha datlo órdenes muy severas sobre f'l particnlar. Panilolfo promt>IP hacn lo posible par:rcomplacer :í. Frisca y :í Z:H1etta y~" l'P tim con sns protejiclos, cuando an1111<·ia11 :í Pn(ln,.Ja que una jóven solicita el honor de hablarl.1.

ESCE~ .\ 11 l.

Calculanu.o que ser:í la dnotlécima do11<·.-lla 1le honor, Peronela llama á las otras jún•1ws y l1•s anunda la llegada de su nueva compaf1era. Esta (que 110 t:s o• traque Boccacio disfrazado c1c 11111jn) ••ntra tinl!it>1Hlo

-22-una gran timidez y ocult:rndo sn rostro con el pai111elo. La buena acojida dE' que es objeto, parece animarla, sin embargo, y besa tiernamente á todas las jó,·enes, absteniéndose de hacerla con Peronela, á quien ma­nifiesta tener el mas profundo respeto. La superin­tendenta encantada, propone á Angélica, (que así se llama la recienvenida) como un modelo que las otras deben imitar: refiere á Boccacio, qne manifiesta vivo deseos de verá Beatriz, que esta debe casarse dentro de una hora y como en ese momento aparece Orlando en el fondo, "he allí el futnro," le dice. "Orlando! murmura Boccacio lleno de sorpresa," y luc>go añade para sí ''he llegado á tiempo."

ESCENA IY.

Orlando repite sus órdenes terminantes para qne no se ¡,ermita la entrada á ninguna persona sospechosa y manda que si se descubre ú Boc('ario se le arreste in­mediatamentl': sn antiguo compai1ero de aYentnras se ha c01wertido en la ,·erdadera Jll'!-mdilla del prín­cipe, que teme,y con razon, g,1e el poeta 110 se resigne á aqnel matrimonio. Boccac10 para no ser cles<'nbiCl'­to, linge tE'nPr do!or de muelas y permanece ron la ca­ra tapa11a :í drspt>eho del príncipe qne qnierf' conoc1~r .í la 1111ern don<'ella de honor.

ESCEXA \'.

Beatriz. St'gnida <le toda la col'te aparece Yestida ele novia. Las doncellas nn á tomar su puesto en el cor­tPjo y Orlanclo sale á encontrará su prnmetida á quien ofrece galantemente la mano. La hermosa pareja a­Yanza entre los murmullos de admiracion de los corte­sanos; ni estos ni las tiernas palabras de Orlando,logran desvanecer Ja profunda tristeza que embarga el alma de Beatriz. En el seno de tanta opulencia y t>splendor echa de menos el humilde cnartito que habital,a en rasa de Pandolfo: la oscura ecsistencia que allí se lleslizó para ella tan feliz. y el amor <le Boccacio. cnya

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imágen en vano procura borrar de su meruoria. El príncipe disgustado por los recuerdos que ernca s11 fntura, compara la frialdad <le esta con el arclor apa­sionado de Frisca, y como si sn pensamiento tomase de inproviso una forma real y tanjible, su antig11a a ­dorada se le presenta pidiéndole inmediatamente un momento de conversacion y amenaz:tndo con hacer un escándalo si no se le concede.• Casi en el mismo ins­tante Lelio se acerca á Peronela, y le dú. nna cita con igual premura, y por último, Boccacio revela á Beatriz su presencia en el momento en que las doncellas se acercan á felicitarla y le dice al oído "Os aguardo a­qui dentro de un momento: si nlguna vez me habcis amado, venid!" Enseguida el cortejo continúa su mar­cha hacia la sala de honor y todo el mundo desapare­ce, menos Lelio y algunos estudiantes que permanecen en el mismo lngar.

ESCE~ .\. rI.

"I ahora que estamos solosi <lieen los esludi:111tes ií Lelio, esplícanos por que has dado 1111a e-ita :i P,•ront•­la" ·•Es muy sencillo, 1.:ontt•sta t-1 inter¡ielado; Bücr:1-cio ha podido penetrar :1q11í.i 01ws11·0. intento co1110 ~a­beis, es nyudarlo á arrt>hatar ú 13Patl'Íz d~ l'~le palado Pero el necesita antes obtener el <·onseut11111L•nio <ll' su amada y i,eómo cons(•gnirlo mil·11tr:1s esté á ~11 ln<lo esa maldita dnr~üa? Ern necesario alPjarla, y pum l'llo me he sacrificado nna n•z maií' .\penas el jenc1·0-.o arniiro de Boccaeio ha IH'cho esta t•splicacion, se oyt•n los pasos de PeronPla, y Jo:-; e:;tu<liantes se rdimn <lb­cretamente.

ESCE~A \'11

Lelio se et:1fnerza en ('Sta oc·asion por mostrar·wlo mas apasionado posible, y merced :\ est<J logrn qu,• Pe ronela consienta en acordarle una c·lta mas prolongada en su cuarto. Mientras llega esa hora, con\'ienen en qne Lelio ngnardará esconclicfo en la hahitaciun <1<·

I

'

-24--

Peronela, que abre una de las puertas laterales y ('Jll­

puja á su amante para que entre. Apenas ha desa­parecido asoma, por el fonuo el Príncipe, que :uloptn toda clase de precausiones para no ser visto, pnes a­cude á la cita de Frisca.

ESCEXA. YIII.

Orlando reprende severamente á PC'ron!-\la por estm· lejos del puesto que le corresparnle al lad0 de la p1-ince­sa y ella se aleja <leshaciéndose en escusas, y dt>jando completamente solo al príncipe á quién tiene <le 111uv muy mal humor la indiferencia de sn futura. Tarnbiei1 le tiene perplejo la cita q ne le ha uado Ji'risca, quien nn momento despues se presPnta en el salon.

ESCFNA IX.

El objeto de F'risc:i es pura y simple111ento impedir el matrimonio de Orlando: le echa en cara su inficleli­dad, le recuer<la que poco'> días antes)<' ha jurado a­mor eterno .... sobre 1111 to11el, y le 111anifü•:sta que no quiere que ese casamit-nto s<' Yt>ritiqn(•. En vano le ju­ra Orlando que no ha dejaclo ele amarla: que sn ma­trimonio tiene un ohjt>to político,y q11t- la con:sen·:wion uel equilibrio europeo lo re<'lama; Fri:sca se muestm inquebrantable, llora, patea y amenaza <'011 revelarlo tOllo á su marido, á quien d,•s('ubre á lo lejos en ese momento. El príncipe nlarmado ofrece hacer concesio­nes y para e,·itar un escándalo, oculta precipitada men­ta Prisca, en s11 propio enarto, que queda enfrentP, del qn~ ocupa Lelio.

ESCE~.\ X.

'l'romboli se presenta tabaleándose, con una bote­lla en la mano. Acaba de tornar püsesion de su em­pleo de sumiller y Yiene ue la bodega cuya im,percion

-25--

le ha dejado muy complacido. El rino de Chipre ha producido en él su efecto habitual: la sangre corre precípitadam1mte por sns venas, sn cabeza. arde; lo­cos deseos le persisuen .. "Hay muchachas honita.s aquí~ pregunta á Orlancto,colocado ante la puerta de sn cuar­to . El príncipe tiene entonces una feliz inspiracÍQn­piensa en que el enarto está completamente OSC'Uro y Tromboli completamente borracho, con lo que serií m uy facil que el tonelero lo sustituya. al lado de Fris­en, sin apercibi,rse de qne es sn mujer. Cuenta ¡rne'I á Tromboli que tiene una cita con una bellísima jí, ven q ne le aguarda en la hahitacion dt> la ilerccha. pero que le es imposible nsistir :i ella y que si el quiere hacerlo en su lugar, tiene mucho gusto en ce· derle su puesto. Tromboli acepta con entusiasmo~- el Príncipe, recomendándole que no hable, para no dar· se :í conocer, le indica la puerta cerca de la cual cst:i

- el ramo de rosas y se retira sat.isfecho de halwr sa­lido á tan poca costa del apuro. 'l'romboli no ~e ha ­lla en estado de apro\·echar tan pronto las jencrosa~ ofertas de Orlando y apena"! queda solo se duernw sobre una silla. Lelio, que todo lo ha escuchado des­de sn escondite, aprovecha ese momento de tregua pa­ra cambíar de lado al ramo de rosas, pasándolo á la izquierda: hecho esto, produce un fuerte ruido: Trom­boli sobresaltado y acordandosc de sn cita, se dirijt> guiado por el ramo de rosas. no al cuarto de Frisca sino al que ocupaba Lelio, es decir. al de Peronela.

ES E~A XI.

Lelio se dispone entonces á ir en husl'a de Horario que no tarda en prese~tarse, ya l!espoja<lo d(' ~u traje femenino y" que anuncrn á, su am1~0 que lleatr1z le ha prometido acudirá su e.ita. Leho respondo qi1e. to­do está listo para la partida y que trate de <lecJClu· á Beatriz á que lo sirra. Ambos_ se oc~ltan oy"ndo !}He alo-uien se acerca. Peronela, 1mpac1entc }Jor \'cr 11 su adorado LelíÓ atraviesa rápidamente el ~alon, y pene>· traen su cuarto; un momento despues el roce de un

-2G-vestido d(• SClla nmmeia ln proximh1ml Je otra. pt:>r­sona: esta Yez es Ueatriz qne acnde en hnsl'a de Buc­cacio. L.-lio se retira y lo:,; <los amantPs qn<'dan f-o­los.

ESCEX .. \. Xi l.

Bor.<':H io trata de clt-cidir á Beati-iz :í <}lll' huya con úl: le dic·e que todo est:í. preparado para la fuga, y qne si es cic•1·to que lo ama, no consentir{¡, Pn que :se lle­ve :í, cabo al odioso matrimonio que su proyecta. BPa­triz opone u 11a t1éhil resbtc>ncia, y el poeta viendo la victoi-ia l':tsi se911m, evoca los deliciosos recnenlos del pasado; habla tL la jóve11 ele la primera tar<lc en que :se vieron, de la. bella cancion que ella entonaba en s11 velltana ..... ; le pinta en fin s11 amor con tan elocuen­te!, frases, qno Beatriz acaba por celler :í. la mñjica intlnencia de su palabra. y cae en brazos del p,,eta, en el momento Pn que el Príncipe aparece por el forn1o inquieto ele la desaparicion de su novia.

ESCE~A XIII.

La inesperada presencia de Orlando turba de tal manera á. Beatriz que solo tiene fuerzas, J>ara <lesasirs8 de los brazos de su amante y parn decirle '·Huye" -Jamás'' contesta Bocacio con em~rjia -"En nom­bre de nuestro amor, te lo ordeno" esclama Beatriz. "Entonces os obedezco" dice el poeta desapareciendo por el fondo y lanzando una amenaza á su rival. Este se pone á dar voces lleno de indignacion mientras varias doncellas de honor se llevan á Beatriz meclio desmayada.

ESCEXA XIV, X\T y X\'I,

Pandolfo,Tromboli,Qniquibio, Zanetta y Yarios solda­dos acuden á los gritos de Orlando. Este les dice lle­no de rabia lo qne acaba de pasar: ordena que la trai­gan á Boccacio, Yirn ó muerto, y preganta por Perone­la á qnien echa la cnlpa de cuanto ha sucedido.

-2i-

La :,11¡,erinl1•11tl1•nt:1, Milo 1lc 1'll 1•11:1rro roela n1., rada con t>l :-;omlm•ro de Tromholi 1'11 la <',1hl'1-1: t 1 su }H'C'sipitacion lo ha tomado, rr,•y1•111lo lomar , I propio y parn :,;alir clcl npnro dfr" :í <111 1'-.po10 i¡11 • lt prc:stnclo sn somhre1·0 :í. 1'ro111holi p,1ra 111:inilarJ., h cer 11110 igual. E~ln ,·-.pli<'acion !-1,tli'\rarP 1í lnrlo'4 Y, J lo clenHis, la pr<':senl'ia ele Bol'l':11·io, ,i q II i,•11 t 1 .11:n l' 1 sionero, hace oldrlar f>.'-(' ri1lk11Jo Ílwir!c-111 ...

El poeta contesln ,·on tina ironía ;'i lo._ iu.,11ltc que todos le dirij,·n y ~1' 1l1•fi1•111l1• in,;1·nio .. :1mcrtl1• <l los cargos que le hacen. !--n:-4 l,11rlo1mci r/•pliea11 1•nf11 recen mas y mas (L Orlnndo, <¡lll' In manda Pfl<'Pl·tnr In una prision: pero enando lo~ gnardiaR v:in á a¡,01l1•­rarse de él, L>lio y los estndi:rnlcs se pr, .. wnlan. :rnun­ciando que el Gran Duque araha de firmar la (,rd .. n d e libertad de Boc<'ario :í. quien 1:'I rPy ele ~:ípolt"~ h:1. enviado una enbajada ofreci{•ndolc la ei111ladanfo na politana, obscqni:tn<lole una palma d,• oro romo ho­menaje d e admiracion al primer _poeta de llnlin {, in­vitándolo para que se lrn~lade a sn rorte. J-:n .. rec los embajadores se presentan, llcvanrloel ,·:tlio o oh quia sobre un cojin de terciopelo, y Lelio lo entrf'ga !l. su amigo que lo recibe lleno de emocion.

Mientras esto sucede, Frisca. se aproxima n Orl:rndo y lo amenaza de nuevo con hacer un ruidoso e cánda­lo si no renuncia á Beatriz; el príncipe asustndo <l clara que desiste del matrimonio y se n1eh·c :í. ... icili. Beatriz queda, pues libre; mas Boccacio no se consi­dera aun digno de ella: va á marchar dejando alH 1 mejor parte de su ser; pero la gloria y los honore lo aguardan en otra parte, y un dia vol ,·e1-á, con mejore títulos qne entónces, á reclamará la mujer que adora "Aguardaré" murmura Beatriz dulcemente en sns oi­dos, y esa sola palabra vale para. el poeta mucho ma que los entusiastas vítores de sus :ulmiradorcs.

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