Eden - Weebly · 2018-08-31 · —¿Hay un capítulo dedicado a los bebés angelicales que alteran...

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Página1 Eden P P r r o o v v i i d d e e n n c c e e # # 3 3 B B y y J J a a m m i i e e M M c c G G u u i i r r e e

Transcript of Eden - Weebly · 2018-08-31 · —¿Hay un capítulo dedicado a los bebés angelicales que alteran...

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Eden PPrroovviiddeennccee ##33

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Sinopsis

Ella había visto lo indecible.

Había descubierto lo incognoscible.

Ahora, lucharía contra lo invencible.

En la tercera y última entrega de la serie Providence, Nina Grey se

casará con el hombre equivocado, llevará al niño que nunca debía de

haber nacido y luchará en una guerra que no puede ganar.

Frente a la imposible tarea de proteger a su nueva esposa y su hijo no

nacido contra la agonía del Infierno, Jared Ryel no se puede permitir

ningún error. Presionado para devolver el Naissance de Demoniac a

Jerusalén, vuelve a St. Anne para descubrir las respuestas que

estuvieron delante de él todo el tiempo. Juntos, deben sobrevivir el

tiempo suficiente para que su hijo los salve… y al mundo entero.

Tercer libro de la Trilogía Providence

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Para Mimi.

Gracias por estar ahí para nosotros en todos los

sentidos que sabes cómo.

Por tu apoyo, amor y tus sonrisas.

Para Beth.

Tú dijiste que yo podía, y siempre lo haces.

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Índice Providence #3

By Jamie McGuire

Sinopsis

Índice

1: Mañana

2: Promesas

3: Juicio

4: Mi pequeño cielo

5: El fin

6: Respuesta

7: Promesas rotas

8: Descubrimiento

9: Oportuno

10: Combates

11: El perdón de última hora

12: Viaje por carretera

13: El camino a casa

14: La cosa más importante

15: Cuestionarse

16: Vuelo directo al infierno

17: Partida

18: Sepulcro

19: Atrapada

20: Legión

21: Madre

Epílogo

Una nota de la Autora

Sobre la Autora

Staff de Fallen Angels

Staff de Bookzinga

Traducido, corregido y diseñado en…

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1 Mañana

Traducido por LizC

Corregido por LadyPandora

elices Para Siempre. Ese era el Final, ¿cierto? La parte más

difícil había terminado. Ahora sería un recorrido tranquilo. Me

acosté en la cama al lado de mi apuesto y celestial Príncipe

Azul, la brisa tropical soplando a través de las pantallas de la

ventana de nuestra pequeña cabaña del Caribe, a la espera de que el sol

saliera para así poder empezar el día de mi boda.

Es curioso cómo el Felices Para Siempre no es el final después de todo…

al menos no cuando el Infierno está tratando de matarte.

Ese hecho poco trivial era fácil de ignorar con la lluvia golpeando el

techo de lámina y las hojas de las palmeras rozando contra nuestra

casita a medida que el viento empujaba suavemente su camino a través

de los árboles. Los primeros rayos de luz del sol bailaban por encima

del techo en forma de guiones translúcidos de calidez. Aquellos puntos

brillantes estremeciéndose por encima de mí fueron la primera cosa que

vi cuando abrí los ojos. Jared Ryel fue lo segundo. Él sonrió, esperando

a que mis ojos se enfocaran.

—Es de día —susurró.

Las salpicaduras rosas y púrpuras apenas habían logrado pasar en las

ventanas y la lluvia recubría todo menos a nosotros en la isla más

grande, reducida a gotas. Las manchas de color púrpura se derramaban

sobre la frente, mejillas y la barbilla de Jared iluminándolo bajo la

primera luz de la mañana y trayendo una avalancha de recuerdos de los

días anteriores.

F

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Él y yo ya habíamos sobrevivido a lo imposible, encontrándonos cara a

cara con uno de los seres más temibles en el Infierno y unos cuantos

cientos de sus secuaces, humanos y demonios por igual.

Simplemente celebrar otro día habría sido suficiente. Ese fue el

momento en que la comprensión me golpeó, y los ojos de Jared se

iluminaron con diversión cuando mi expresión somnolienta se animó.

—¿Es hoy? —dije en voz baja. Extendí la mano para tocar su piel y las

marcas residuales de su contienda con Shax.

Jared se empujó a sí mismo sobre sus codos y luego inclinó la cabeza

más cerca de mi estómago.

—Buenos días, pequeño Bean1.

—¿Bean? —dije, una ceja disparándose en alto.

—Sí, ella no es más grande que una habichuela. Eso es lo que dice el

libro, de todas formas.

—¿El libro?

Jared se estiró hacia el suelo, levantando un libro grueso, su cubierta

escurriendo en colores pastel horrible y una escritura infantil.

—Pensé que debía estar preparado para cualquier cosa que pueda

surgir. —Jared hojeó las páginas, y luego me miró, a la espera de mi

aprobación.

—¿Hay un capítulo dedicado a los bebés angelicales que alteran todo el

equilibrio? —le dije, sonriendo cuando las cejas de Jared se fruncieron.

Él arrojó el libro al suelo y luego juguetonamente se situó por encima de

mí, acariciando mi cuello.

—¡Jared! —chillé, haciendo un pobre intento de alejarlo—. ¡Alto!

—Voy a parar si lo dices —dijo, su voz amortiguada contra mi piel.

—¿Sí digo qué? —Me reí, removiéndome en vano.

Jared levantó la cabeza para mirarme a los ojos.

—Bean —dijo, sus ojos de un azul grisáceo suave.

1 Bean: en inglés es un calificativo apreciativo de un bebé en el vientre de su mamá,

haciendo referencia al tamaño. En Latinoamérica se puede utilizar o interpretar el

término Frijolit, Garbancito, Habichuela, entre otros.

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Yo apreté los labios, formando una línea dura, pero cuando él me hizo

cosquillas otra vez, cedí.

—¡Está bien! —le supliqué—. ¡Bean!

Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.

—Ojalá hubiera sabido lo bien que esta táctica de persuasión funciona

en ti hace tres años. La vida habría sido un poco más fácil.

Le di un manotazo, sabiendo que lo esquivaría.

—No es justo.

Jared besó mis labios, su calor sumergiéndose en mi piel. No parecía

tan cálido como de costumbre, pero lo atribuía al calor tropical elevando

mi propia temperatura.

—¿Sabes lo que no es justo? No voy a poder verte hasta esta tarde. —Él

me dejó sola en la cama, pasando una camiseta blanca sobre su cabeza.

—¿Qué quieres decir? —dije, empujándome sobre mis codos.

—Será mejor que te vistas, cariño. Estamos esperando compañía en

cinco minutos.

—¿Compañía?

Jared arrojó un vestido veraniego color canela a la cama y me arrastré

hasta él para ponérmelo, sabiendo muy bien que Jared no se

equivocaba acerca de cosas como el tiempo. Amarré mi cabello en una

cola de caballo desordenada y luego me puse de pie con torpeza

mientras Jared abría la puerta. Una fila de pobladores se dirigía a

nuestra casita, guiados por una Beth de aspecto cansado. Ella sostenía

una bolsa de ropa blanca y cuando sus ojos se encontraron con los

míos, su sonrisa se amplió a su límite.

—¡Beth! —dije, corriendo escaleras abajo. Aplastando el barro entre mis

dedos de los pies descalzos mientras corría hacia ella, la envolví en mis

brazos. Su cabello castaño estaba húmedo, pegado a su frente y

mejillas. Estaba sudorosa y con la cara roja, tratando de recuperar el

aliento mientras Chad sacaba la bolsa de la ropa de sus dedos.

—No permitió que nadie más llevara esto —dijo él, sacudiendo la

cabeza. Él le tendió la bolsa a Jared, pero Beth rápidamente la agarró

de nuevo, golpeando su mano.

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—¡Jared, no puede verlo! —dijo ella. Sostuvo la gran bolsa en alto, lejos

del barro, pero detrás de ella para protegerla de las manos de Jared.

A Jared le hizo gracia.

—No voy a mirar, Beth. Voy a llevar a Chad a la capilla ahora mismo.

Ustedes dos tienen todo el día.

No debería haberme sorprendido, Jared podía arreglar cualquier cosa,

pero me quedé sin palabras. Beth y Chad habían llegado tan sólo ocho

horas después de nosotros.

—¿Cómo es que…? —comencé.

La sonrisa de Jared se ensanchó.

—Nos hemos encargado de todo. No quiero que te estreses.

—¿Nos…? —Fruncí el ceño, más confundida.

—Mamá me está esperando en la capilla. Nos vemos allí. —Él sonrió de

oreja a oreja. Yo nunca lo había visto tan feliz. Se inclinó para darme un

beso en la mejilla y luego hizo un gesto a Chad para que lo siguiera—.

¿Has conducido una motocicleta antes?

Chad se detuvo.

—Sí. ¿Por qué?

—Es parecido a un auto. —Jared le dio unas palmaditas en el hombro a

Chad, animándole a lo largo del camino. El pobre Chad parecía

totalmente fuera de su elemento. A pesar de que los hombres no eran

tan cercanos, tenía plena confianza en que mi pronto a ser marido haría

que Chad se sintiera a gusto. Esa responsabilidad serviría como una

doble función para calmar los nervios de Jared.

—¡Espera a que veas este vestido! —chilló Beth, empujándome al

interior. Enganchó la bolsa sobre un pequeño gancho de madera por

encima del armario y luego se frotó su dolorido hombro—. Fue un paseo

largo y embarrado.

—Lo es. —Asentí con la cabeza—. ¿Te gustaría que consiguiera un poco

de hielo para tu hombro?

Los ojos de Beth se iluminaron de nuevo. Bajó la cremallera de la bolsa

de ropa, volviéndose hacia mí.

Yo parpadeé con incredulidad.

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—Ese es el… um…

Los ojos de Beth parecían muy nerviosos.

—¿El vestido de la revista que elegiste hace dos años? ¡Sí!

—Pero… ¿cómo es que está aquí? ¿Cómo lo hizo…?

Beth no pudo esperar a que yo escupiera las palabras.

—¡He estado esperando esta cosa por siempre! ¿Puedes creerlo? Lillian

lo llevó hasta el apartamento. Ella dijo que tú lo habías escogido y Jared

lo compró, ¡y me hicieron guardarme esto por dos años! ¡Fue horrible!

¿Por qué crees que te he acosado acerca de la fecha de la boda todo este

tiempo?

—Pero… ¿por qué?

Beth asintió.

—Lo sé, ¿verdad? Eso es lo que dije. Su madre dijo que él estaba

emocionado; quería sorprenderte, bla, bla, bla. Personalmente, creo que

él sólo quería torturarme, ya que ha sido un infierno.

Yo no podía dejar de mirar a la blancura fluyendo libremente sedosa en

frente de mí. Recordé haberme sentado en el sofá en el desván mientras

yo sanaba, hojeando revistas con Lillian y deteniéndome en una foto,

sin poder dar vuelta a la página. Era sólo días después de que me

dieran de alta del hospital, el día que Claire se fue para eliminar a todos

los seres humanos que nos amenazaban. Un vestido idéntico al que

mostré un interés imparcial hace casi dos años antes colgaba de una

percha a pocos metros de mí.

—¿Beth? —dije, sin dejar de mirar el vestido.

—¿Sí?

—Vas a tener que bajarle algunas muescas. Me siento un poco

abrumada.

La cabeza de Beth se balanceó rápidamente y entonces ella se sentó en

la esquina. Después de una respiración profunda, empezó otra vez:

—Es hermoso.

Casi le pregunté a Beth si sabía por qué Lillian no guardó el vestido en

su casa, pero era una pregunta tonta. Beth estaba a salvo. Nadie haría

estallar su apartamento, o llevársela a través de sus ventanas en el

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medio de la noche… y eso le daría a Jared un aliado extra en la disputa

por una fecha de boda.

—Él es brillante —dije, en temor.

—¿Qué?

—Nada.

Beth agarró sus rodillas y se mordió el labio, luchando con cada

segundo que pasaba.

—¿Todavía estás abrumada?

—Me siento mejor.

Se inclinó hacia adelante en su asiento, perdiendo rápidamente la lucha

por mantener la compostura.

—Traje dos bolsas rebosantes de maquillaje, laca para el cabello y

rizadores de hierro. Creo que tengo todos los tamaños conocidos por el

hombre. Puedo hacer grandes rizos curvos o pequeños rizos en espiral.

Si no quieres rizos traje una plancha…

—¿Beth?

—Lo siento.

—Tú toma un Valium. Yo voy a tomar una ducha… espera. ¿Es ridículo

que no sé a qué hora empieza mi boda?

—A la una. Tenemos un montón de tiempo.

Asentí, agarrando mi bata y una toalla. No me podía imaginar lo difícil

que la espera debe haber sido para ella. Era entrañable e inquietante al

mismo tiempo.

Bajo la cálida corriente de la humilde ducha de la casita, no fue difícil

dejar de lado cualquier tipo de ansiedad. Los pájaros cantaban entre sí

desde las ramas de las palmeras y los sonidos del océano delataban su

proximidad. Sentirse estresado en este paraíso era maravillosamente

imposible.

—¿Quieres un peinado alto? ¡Traje horquillas por si acaso! —gritó Beth.

—¡No te escucho! —le dije, masajeando el champú en mi cabello. Me

pregunté si ella tenía curiosidad acerca de los desvanecidos moretones

de Jared, o si siquiera los había notado. Seguramente Chad sí. Si ellos

pasaban la mañana juntos, al final los vería. Jared le explicaría, pero si

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Beth me preguntaba acerca de ellos y yo le contaba una historia

diferente, complicaría las cosas. Era fácil convencerla de que necesitaba

un guardaespaldas, ella fue testigo de mi encuentro con el Sr. Dawson,

después de todo. Pero a menos que se debiera al entrenamiento, las

contusiones de Jared eran una señal clara de que yo había estado en

peligro. Dos años de experiencia me decían que Beth estaba demasiado

preocupada con los detalles de la boda, así que puse esa preocupación

a la parte posterior de la fila.

Pensar en las contusiones de Jared hizo que el resto de su rostro se

formase en mi mente y de repente no pude salir de la ducha con la

suficiente rapidez. Me hizo sentir ansiosa por esperar tanto tiempo

antes de que se me permitiera verlo de nuevo.

Corrí a la casita en mi toalla, con mi cabello mojado y me deslicé en las

mangas de la bata.

—¿Qué estás haciendo?

—Sólo voy a dar un paseo —le dije, deslizándome en un par de

sandalias.

—Oh, no, no lo harás. ¡Tenemos todo un día de trabajo en arreglarte

para tan sólo unas horas! ¡Pon tu trasero en esta silla, jovencita! —dijo

Beth.

—Lo voy a hacer en un momento —le dije, despidiéndome desde lejos.

Abrí la puerta de la casita para encontrar a Bex de pie en mi camino.

—Buenos días —sonrió él—. ¿Vas a alguna parte?

—Sólo voy a dar un paseo. —Me encogí de hombros.

—¿No tienes algunas cosas de chicas por hacer? Te vas a casar en unas

pocas horas.

Fruncí el ceño.

—¿Estás aquí para mantenerme cautiva?

Bex reflejó mi expresión.

—No, psicópata paranoica. Tu guardián-barra-casi marido está al otro

lado de la isla, y tú y tu bebé no nacido son dos de los Más Buscados

del Infierno. Estoy aquí para mantenerte a salvo. Si quieres irte, vete.

Pero yo voy contigo de paseo.

—Oh —dije, sintiéndome tonta—. Está bien, entonces. Quiero irme.

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Beth me agarró la muñeca, con un secador de cabello en la otra mano.

—Me subí a un avión al momento de la noticia. Monté un barco a través

de un montón de aguas desconocidas… bajo la lluvia torrencial. Hay

barro apelmazado bajo mis uñas recién pintadas y estoy bastante

segura de que un pájaro se cagó en mi cabello en la caminata hasta

aquí. He soportado todo esto para venir aquí y ayudarte a prepararte

para una boda que he mantenido en secreto durante dos años. ¡Puedes

darme un par de horas!

—¡Está bien! Tienes razón, lo siento —le dije. Seguí a Beth de nuevo en

la casita, sentándome en la silla que había colocado delante de un

mostrador en un salón improvisado.

—Vaya —dijo Bex, sentándose en la cama—. Las chicas están locas.

El mostrador estaba cubierto de cables que conducían a diversas

planchas calientes, maquillaje, cepillos, rizadores, peines y productos

para el cabello.

Los cables negros estaban conectados a un cable de extensión naranja

que daba al generador de energía solar que Jared había instalado

afuera. El lío de cables era una monstruosidad, pero al menos teníamos

energía eléctrica sin el zumbido molesto de un generador a gas. Beth

trajo varias lámparas para maquillajes y así suplir la luz natural

limitada que se filtraba a través de las ventanas, y un kit de manicura y

pedicura. Una cámara grande también estaba puesta entre el desorden,

al lado de dos paquetes de tarjetas nuevas de memoria para su cámara.

—Gracias, Beth —dije. La planificación sola tenía que haberle llevado

mucho tiempo.

—Eso es lo que hacen las mejores amigas.

Después de horas de peinado, restregado, polvillos y pulimiento, estaba

finalmente lista para deslizarme en mi vestido de novia.

—Voy a esperar afuera —dijo Bex—. Necesito un poco de aire fresco, de

todos modos.

—Buena idea —sonreí—. No se sabe lo que mucha laca puede hacer a

los pulmones de un hombre joven.

Beth esperó a que Bex saliera y luego, suspiró.

—Tenemos que esperar para ponerte tu vestido —dijo ella, jugueteando.

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—Estás bromeando —le dije. Di un paso hacia mi vestido, pero Beth

corrió a mí alrededor, sosteniendo sus brazos en alto y hacia fuera,

protegiendo el vestido de mis manos.

—¡No! No estoy bromeando. Tenemos que esperar.

Fruncí el ceño.

—Estás perdiendo la cabeza, Beth —dije, sentándome en la silla en una

rabieta.

—Te ves hermosa —sonrió ella.

—Estoy acostumbrada a estar en la oscuridad la mayor parte del

tiempo, pero en el día de mi boda, me gustaría estar bajo el reflector.

—Entiendo —dijo Beth, su voz gruesa con pesar—. Es sólo que…

Un pequeño golpe en la puerta inmediatamente cambió el

comportamiento de Beth.

—¡Ya voy! —dijo ella, aliviada.

Cynthia estaba en la puerta. Como de costumbre, su rostro estaba

desprovisto de emoción.

—¿Y bien? —gritó a sus espaldas—. Pon mis cosas en el edificio

adyacente. Gracias. —Su tono era opuesto a sus palabras, también

como de costumbre.

—Madre —dije, sorprendida.

Llevaba un vestido tubo color champán. Incluso después de marchar a

través de una densa lluvia tropical y el barro en sus tacones de trece

centímetros, sus zapatos y vestidos coincidían impecables. Llevaba el

cabello recogido en su habitual moño francés apretado, haciendo que

sus ojos se vieran aún más severos cuando ella se quitó sus gafas de sol

y resopló.

—Pido disculpas por mi retraso, Nina querida. Tuve varias funciones

que reprogramar, ya que se exigió mi presencia en un plazo tan tarde.

—Lo siento —dijimos Beth y yo al mismo tiempo.

—Bueno —suspiró—. Eres mi única hija. Hacemos lo que debemos. —

Yo sonreí y Cynthia tomó los pocos pasos para ofrecerme un frío abrazo.

El gesto torpe era lo máximo que ella podía ofrecer; sabiendo que me

haría apreciarlo más que otros. Me soltó rápidamente y ofreció una

sonrisa cortés—. Te ves maravillosa, querida.

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—Gracias. Estaba a punto de entrar en mi vestido…

—Oh. Bueno, entonces, sólo voy a esperar afuera —dijo Cynthia.

Yo me removí.

—¿Te importaría ayudar?

Cynthia vaciló.

—Eh… ¿No es por eso que Beth está aquí?

—No. —Beth sonrió—. Hemos estado esperándote.

Los ojos de Cynthia estudiaron mi vestido y sus metros de seda blanca,

y se nublaron de lágrimas.

—Oh, cielos —susurró ella, sacando un pañuelo de su bolso.

Yo estaba sorprendida. Cynthia raramente lloraba. De hecho, sólo la

había visto hacerlo dos veces en mi vida, y ambas tuvieron que ver más

que nada con mi padre.

—Está bien, madre —le dije, dudando de encontrar un lugar apropiado

para consolarla. Me decidí por su hombro, acariciándolo torpemente un

par de veces.

Resopló una vez, levantando la barbilla para evitar la emoción no

deseada.

—Es sólo que la seda Charmeuse se arruga tan fácilmente.

Asentí con la cabeza.

—Lo sé.

Después de secar sus ojos con el pañuelo una última vez, se dio la

vuelta.

—Beth, es mejor que tú la ayudes, querida. Llámame cuando estés

vestida. —Cerró la puerta detrás de ella y yo me volví a Beth.

—Lo siento mucho —susurró Beth—. Pensé… la esperé porque pensé

que a ella le gustaría participar. Debería haberlo sabido mejor. Ahora

ambas simplemente se sienten incómodas.

—Valió la pena intentarlo. Uno nunca sabe con Cynthia. Podría haberse

sentido insultada si no se lo hubieras pedido, así que, hiciste lo

correcto.

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—¿Lo hice?

Sonreí.

—Lo hiciste. Ahora ayúdame con esta cosa y no vamos a dejar que se

arrugue. No quiero molestar a mi madre.

Beth asintió, y con cuidado sacó el vestido de su percha.

—Yo tampoco.

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2 Promesas

Traducido por LizC y Jo

Corregido por LadyPandora

lla estaba en lo cierto —dijo Beth, las

lágrimas en sus ojos—. Se arruga

fácilmente.

Asentí, mirando mi reflejo en el espejo de

cuerpo entero que Beth había traído para la ocasión. La mujer que

miraba fijamente hacia mí era suave y madura, envuelta en el brillo

apagado de la seda y gasa. Beth no era humana después de todo; sólo

la magia podría haberme transformado en la elegante criatura

agraciada en el espejo.

Suaves rizos rubios acariciaban mis hombros y sólo un toque de rubor

y brillo de labios de color rosa me recordaba que no tenía maquillaje en

absoluto. Beth había pasado horas asegurándose de que pareciera

atemporal y natural.

Beth juntó las manos y las mantuvo apretadas contra su pecho, tan

impresionada por su trabajo como yo.

—¡Jared se va a cagar!

Me eché a reír.

—¡Sabía que al final Oklahoma saldría a flote del rol de estilista

profesional de la Costa Este que has interpretado hoy!

Beth reunió las herramientas que utilizó para transformarme,

enrollando los cables y poniendo las diversas bolsas de maquillaje en

los diferentes cubos que los aldeanos habían llevado a la casita. Yo

permanecí de pie en el lugar, con miedo a moverme. La comprensión me

—E

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golpeó, la iglesia estaba a kilómetros de distancia, a través de una selva

fangosa y yo estaba llevando un vestido blanco. Palidecí.

—Oh, Dios. Cynthia se va a morir si este vestido se ensucia antes de la

boda.

—Si ella pudo llegar hasta aquí sin una mota de suciedad, estoy segura

de que podemos llevarte a la iglesia libre de barro.

—Probablemente tienes razón. —Asentí, tratando de relajarme.

—Desearía que Kim estuviera aquí —dijo Beth, sacudiendo la cabeza—.

La llamé, pero está fuera de la ciudad.

—Entiendo. Esto fue muy repentino. —Odiaba mentirle a Beth,

especialmente cuando ella estaba siendo la perfecta mejor amiga, pero

yo ya sabía que Kim no estaría en mi boda. Ella estaba a dos

habitaciones de hospital de la de Ryan, cuidando las heridas que había

sufrido cuando Isaac la había enviado volando a través de la catedral de

St. Anne. No era justo que ella me hubiera salvado la vida y en vez de

estar a su lado, yo estaba disfrutando en un paraíso tropical.

—Dijo que te dijera que no te preocupes por ella. Dijo que está bien y

quiere que tú disfrutes de tu día… ¿por qué te preocuparías? —dijo

Beth. Su pregunta era un segundo pensamiento, como si no se le

hubiera pasado por la cabeza hasta ese momento.

—¿Cuándo no me preocupo por ella? —dije, jugueteando con mi

vestido.

Beth lo pensó por un momento.

—Es cierto —concordó, continuando con poner en orden la habitación—

. Está bien, voy a traer a tu mamá y luego voy a prepararme. Si

necesitas algo, sólo estoy a una casita de distancia.

—¿Beth? —llamé.

—¿Sí? —dijo, dando la vuelta.

—Gracias. —Le sonreí—. Por todo.

Beth me devolvió la sonrisa.

—Por supuesto.

—¿Y, Beth?

—¿Sí? —dijo. Era evidente que estaba impaciente por llegar a su casita.

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—¿Crees que podría sentarme por un rato?

—¡Oh! —dijo Beth, corriendo a buscarme una silla—. Ten. Ésta tiene un

respaldo para que puedas relajarte. ¿Tienes sed?

—No por el momento. Eres la mejor dama de honor jamás vista.

—Lo sé. —Ella sonrió radiante. Salió de mi habitación, cerrando la

puerta con su sonrisa amplia y excesivamente orgullosa.

Con la ausencia de Beth la habitación se quedó en un incómodo

silencio, pero no me sentía sola. Miré hacia mi estómago.

Bean estaba ahí, invisible, ubicado debajo de la tela del vestido que

usaría para casarme con su padre. Puse mis dos manos por encima de

mi bulto y sonreí. ¿Bean sabría que él o ella era un invitado en nuestra

boda? El pensamiento de un pequeño cuerpo dentro de mí con un

vestido de lujo o esmoquin puesto me hizo reír.

—¿Qué es gracioso? —dijo Cynthia mientras entraba en la habitación—.

Por supuesto que no tú. Eres toda una visión. —Le sonreí y me alcé

para que ella pudiera tener un mejor vistazo de mí—. He dispuesto de

un auto. Bueno, no es tanto un auto como un camión destartalado,

pero nos va a llevar a la capilla.

—Me preguntaba cómo iba a llegar hasta allí y mantener mi vestido

blanco.

Cynthia frunció el ceño.

—Yo no he dicho que no sería difícil. He considerado envolverte en

plástico. Nos llevará a todas nosotras juntas en un esfuerzo

concentrado, pero se puede hacer.

—Gracias. —Le sonreí—. Estoy tan contenta de que estés aquí.

Una vez más, un diluvio de emociones atrapó a Cynthia con la guardia

baja y ella, furiosamente, buscó en su bolso un pañuelo de papel.

Antes que la primera lágrima pudiera verterse sobre sus pestañas, la

limpió.

—Nunca antes… —dijo, molesta—. Espero que esto no continúe

durante todo el día.

Descansé en la silla y Cynthia se sentó en la cama, parecía incómoda y

fuera de lugar, sin embargo, permaneció siendo cordial y aplomada.

Trajo a colación temas apropiados, tales como el clima, y se quedó muy

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lejos de cualquier cosa que pudiera inducir a otro ataque de llanto.

Compartimos unas risas corteses y yo oré en silencio a que Beth

regresara más pronto que tarde.

—¡Ding dong! —dijo Bex, abriendo la puerta—. El camión está a menos

de un kilómetro de distancia. ¿Están listas?

—Algo así —suspiré.

Beth apareció detrás de Bex. Su sonrisa iluminó la habitación. Ella

lucía impresionante en su vestido francés estilo cóctel azul y, por

primera vez desde que la conocía, se parecía en realidad a la ex reina de

belleza que había sido. Sus labios estaban teñidos de un color vino y su

corto cabello castaño estaba ondulado y suave en lugar de apegarse en

todas las direcciones.

—¡Oh, bien! —chilló Beth mientras el motor se hacía más fuerte a

medida que el camión se acercaba—. ¡Es como un caballo salvaje!

¡Tiene un asiento trasero!

—Eso está bien —le dije, pensando en la expresión de mi madre

mientras recogía mi falda.

El viaje desde la silla a la puerta fue sin incidentes, pero los

preparativos para que saliera al exterior en la turbia jungla fueron

firmemente coordinados por mi madre. Cynthia ladraba órdenes a Bex,

Beth y al conductor. Bex me levantó y me cargó apartada de su cuerpo,

ante la petición de Cynthia, para evitar seguir arrugando el vestido.

Beth y Cynthia sostuvieron todos los trozos que sobresalían hacia fuera

y lejos a medida que Bex nos llevaba a la camioneta y luego, ayudó a

separar la tela mientras él me dejaba en el asiento trasero. La táctica de

Cynthia funcionó. Estaba sentada encima de una manta limpia y mi

vestido no se vio afectado por la selva.

Bex nos guió hasta la capilla en una sucia motocicleta, mientras

Cynthia comandaba desde el asiento del pasajero. Beth se apretó contra

la puerta a mi derecha para dar al vestido un montón de espacio.

—Todos ustedes están siendo un poco ridículos por este vestido. Una

vez que salga de la camioneta, las arrugas caerán —dije.

—Es posible. ¿Qué vas a hacer si el lodo se salpica en él? ¿Has

encontrado una tintorería en la isla? —preguntó Cynthia.

—Buen punto.

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Al cabo de media hora, el camión estaba saltando sobre las familiares

calles empedradas. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho cuando

la torre de la capilla apareció por encima de las palmeras, y apenas

pude contenerme de salir corriendo de la camioneta y entrar cuando la

fuente y luego las puertas dobles de madera quedaron a la vista. Jared

estaba dentro y la espera ya había sido una prueba terrible de mi

paciencia.

Beth tocó ligeramente la parte superior de mi mano y sólo entonces me

di cuenta que estaba golpeando su rodilla.

—Estamos aquí —dijo ella, tirando de la manilla de la puerta.

Bex esperaba en la pasarela con una amplia sonrisa en su rostro.

—Te ves bien.

—Gracias —le dije, conmovida por su sentimiento.

—Muy bien, suficiente charla. Aún no estamos en la iglesia —dijo

Cynthia, orquestando otra transferencia. Ella levantó el dobladillo de un

lado de mi vestido mientras dirigía a Beth para levantar el otro y juntos

subimos los escalones.

En el interior, Lillian esperaba. Una vez que me vio, sus ojos se

iluminaron y ella juntó sus manos, llevándoselas rápidamente a la

boca.

—Oh. ¡Oh, Dios mío! —dijo, las lágrimas inundando sus ojos—. Te ves

aún más hermosa de lo que imaginaba. —Ella miró a Cynthia—. Es tan

bueno verte —le dijo, abrazando a su vieja amiga.

—Igualmente —dijo Cynthia con una sonrisa cálida pero recatada.

Lillian se secó los ojos con un pañuelo y sacudió la cabeza.

Ella me miró con amor puro y adoración. Siempre me había mirado con

una adulación que yo nunca entendía, pero esa mirada en sus ojos era

nueva para mí.

—¿Puedo llevarla a su asiento? —le dijo Bex a Cynthia, ofreciéndole el

brazo.

—Sí, gracias —dijo ella, caminando con Bex en la iglesia.

Lillian los vio desaparecer detrás de la puerta y luego se inclinó hacia

mi oído.

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—No sabes cuánto tiempo he esperado este momento. Siempre has sido

de la familia, Nina. No puedo explicarlo —susurró. Una risa dulce e

inocente escapó de su garganta—. Algunas noches, después de que

Jack y Cynthia te llevaran a casa después de que los invitara a cenar,

me ponía a llorar.

Mis cejas se elevaron. Lillian siempre era tan sincera acerca de sus

sentimientos por mí. Aun así, sus palabras me sorprendieron.

—Gabe solía negar con la cabeza. Siempre pensó que yo era irracional

cuando se trataba de ti. Pero cada vez que te ibas de mi casa, sentía

que estaba dejando que mi hija se fuera a vivir con otra persona. Debe

parecer una locura. Suena tonto decirlo en voz alta. Yo… yo sólo quería

decirte lo feliz que me hace que después de hoy… te puedo llamar mi

hija.

La abracé. La intensidad de la emoción en la habitación era

abrumadora. No parecía una locura. Las palabras de Lillian sonaban a

amor.

—No, no, no, no… —dijo Beth, sacando un pañuelo de su bolso—. No

llores. Tu rímel es resistente al agua, pero no es mágico. Podría

mancharte. —Ella limpió cuidadosamente debajo de mis ojos—. Sólo te

vas a casar con el hombre de tus sueños muy pronto. ¿Por qué vas a

llorar?

Sonreí.

—Touché.

La música sonó. Beth me entregó un exquisito ramo de tulipanes de

color rosa y blanco, me guiñó un ojo y luego se deslizó por la puerta

doble que la llevaría al interior. Permanecí sola en el vestíbulo, con mi

vestido, sosteniendo mis flores favoritas, las mismas que Jared me llevó

en nuestra primera cita. Me sorprendió entonces la coincidencia. Ahora

sólo me hacía sonreír. Por qué alguna vez estuvo nervioso acerca de si

me enamoraba de él, era un misterio. No sólo era la persona más

comprensiva, más generosa y amorosa que conocía, él también estaba

armado con el conocimiento de todos mis gustos y disgustos. Él estaba

armado para ganarme más que cualquier hombre podría con cualquier

mujer.

Los tulipanes eran perfectos. Jared me había enviado estas mismas

flores muchas veces en el transcurso de nuestra relación. Se me

acababa de ocurrir que también me habían enviado estas flores antes

de nuestra relación: en cumpleaños, mi graduación de la escuela

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secundaria, y recuerdo que me sentí reconfortada por una corona en el

funeral de mi padre que llevaba las mismas flores. Jared nunca lo había

mencionado antes, pero yo sabía que eran de él. Ese pensamiento me

hizo sonreír. Él me había amado durante mucho tiempo y ahora estaba

a punto de caminar hasta el altar de nuestra capilla, en nuestra isla,

para prometer mi amor eterno a él. La vida nunca se había sentido tan

bien.

Pensé en mi padre y deseé que estuviera a mi lado.

Me lo imaginé con un esmoquin elegante, con los ojos llenos de

lágrimas, adulando a mi vestido y lo hermosa y crecida que estaba.

Cuando era pequeña, me lo imaginaba entregándome en mi boda y

ahora tendría que hacerlo desde el Cielo.

—Sé que puedes verme, papi —susurré, cerrando mis ojos.

De pronto, ya no estaba sola. Alguien más estaba a mi lado, con un

brazo enganchado alrededor de mi codo.

—Espero que no te moleste un colado en la boda. Jack me envió. —Eli

guiñó y apretó su agarre.

—N-no —dije, sacudiendo mi cabeza—. Por supuesto que no.

—Siempre he querido hacer esto. —Estiró su cuello y hombros—. Se

veía divertido.

—Gracias —dije, mientras la marcha nupcial comenzaba a sonar en la

capilla.

—¿Lista, pequeña?

Sonreí, y respiré hondo.

—Lista.

Ambas puertas se abrieron, sostenidas por dos jóvenes locales y

nuestra pequeña audiencia se levantó.

Eli se inclinó hacia mi oído.

—Estás despampanante, por cierto. —Dio un paso y seguí su guía.

Juntos caminamos lentamente por el pasillo.

El santuario estaba un poco oscuro, con haces de luz atravesando las

ventanas e iluminando diferentes rostros de nuestros amigos y familia.

Las motas de polvo flotaban lentamente dentro y fuera de la luz,

delicadamente y con gracia. Vi al tío de Jared, Luke, primero. Estaba

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sorprendida de verlo, y debe haberse notado, porque él y su esposa

Mary se rieron suavemente por mi expresión. Estaba contenta de ver a

Chad sentado al lado de mi madre, a pesar de que no se le habría

ocurrido sentir… bueno, algo… no quería que ella estuviera sola. Lillian,

Luke y Mary estaban sentados juntos en el primero de los bancos de la

iglesia, paralelos a Cynthia y a Chad. Luke susurró algo en la oreja de

su hermana y Lillian asintió, dando un profundo y satisfecho suspiro.

Y entonces, lo vi. Jared estaba de pie junto a Bex a la cabeza de la

capilla, en la cima de unos pocos escalones que llevaban al púlpito y el

resto del escenario. Eli esperó antes de dar un paso, sintiendo que me

había detenido en mi camino. Jared estaba vestido en un traje kaki con

una camisa blanca abotonada. El botón superior estaba suelto y evitó la

corbata. Se veía perfecto, y sus claros ojos azul grisáceo estaban

pegados en mí, sobre una levemente nerviosa y radiante sonrisa.

Sin pensar, di un paso, ahora más ansiosa que nunca de estar junto a

él. Eli aceleró mientras mis pies insistían en poner el resto de mí junto

al hombre que amaba más que a la vida misma. Mi amor por Jared

sobrepasaba la necesidad normal, suficiente para conquistar el destino

y vencer a la muerte. En ese momento no pude entender por qué había

esperado tanto y no quería estar en otro lugar más que en la capilla,

haciendo la fácil promesa de amarlo para siempre.

El reverendo era bajo y parecía tragado por su traje de oficiante. Su piel

café era opaca y arrugada, pero su sonrisa amable iluminaba su rostro.

Habló con un grueso acento.

—Hola, Nina. Soy el Padre Julian.

Asentí, mi mirada volviendo a Jared.

—Nos reunimos aquí, en presencia de Dios y esta compañía, para que

Jared y Nina sean unidos en el santo matrimonio. Estamos aquí para

celebrar y compartir el glorioso acto que Dios está a punto de realizar, el

acto por el cual Él convierte su amor por el otro en un santo y sagrado

estado de matrimonio.

»Esta relación es honorable y sagrada, establecida por nuestro Creador

para el bienestar y felicidad de la humanidad, y aprobada por el Apóstol

Pablo como honorable entre los hombres. Está diseñada para unir dos

sentimientos y esperanzas en uno; y se apoya en la confianza mutua y

devoción de marido y mujer. Debe ser en extrema consciencia y

veneración, y dependencia en la guía divina, en lo que ahora entran en

esta sagrada relación.

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Jared no quitó sus ojos de los míos. A sólo unos metros de él, el Padre

Julian bajó a encontrarme. Miró a Eli y habló con un grueso acento:

—Asegurándome de que su amor y elección del uno por el otro como

compañeros de vida están en la voluntad de Dios y que tienen la

bendición de sus familias. Ahora pregunto. ¿Quién entrega a esta mujer

para ser casada con este hombre?

—Nosotros lo hacemos —dijo Eli con confianza. Mientras hablaba por

mi padre, por Cynthia. Él hasta pudo haber hablado por Gabe, pero

sentí que el Cielo estaba sonriendo en ese momento.

Eli levantó mi mano hasta sus labios y besó mis nudillos, y luego tomó

la mano de Jared, poniendo la suya suavemente bajo la mía. Con un

pequeño y cariñoso apretón, Eli nos dejó solos al final de las escaleras,

desapareciendo detrás de las puertas dobles por las que me acababa de

llevar.

Jared levantó una ceja, con una permanente sonrisa grabada en su

rostro.

—Eso fue inesperado.

—Jack lo envió —dije, sintiendo mis ojos aguarse.

Jared tocó mi rostro una vez y luego el reverendo habló de nuevo. Esta

vez su voz se disolvió en el fondo mientras miraba los ojos azules

grisáceos de Jared brillar en maneras que nunca había visto. Su

expresión era relajada y nerviosa; feliz y preocupada; cada emoción que

había sentido se juntaba dentro de él en una hermosa exposición de los

apenas perceptibles cambios en la piel alrededor de sus ojos y boca.

Nadie podía haberlo notado más que yo, y leí cada una mientras él

luchaba con una vida de deber, y el alivio de escucharme prometerme

hacia él.

—¿Jared Ryel? —dijo el Padre Julian—. ¿Estás listo para entrar en este

matrimonio con Nina Grey, creyendo que el amor que comparten y su fe

en el otro superarán todas las cosas?

—Lo estoy —dijo Jared simplemente.

—¿Nina Grey?

—¡Lo estoy!

Nuestra pequeña audiencia se rió por mi prisa. Jared también rió entre

dientes.

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El Padre Julian retomó y terminó su parte.

—¿Estás lista para entrar en este matrimonio con Nina Grey, creyendo

que el amor que comparten y su fe en el otro superarán todas las

cosas?

Esperé a que el ministro corrigiera su error, pero nunca lo hizo.

Asentí rápidamente.

—Con Jared Ryel. Sí. Estoy lista.

El Padre Julian no esperó un segundo.

—Nina, ¿tomas a Jared como legítimo esposo? ¿Prometes amarlo,

honrarlo y mantenerlo, en la felicidad y en la tristeza, en la enfermedad

y la salud, y ser para él en todas las cosas una buena y fiel esposa por

el tiempo en que ambos vivan?

—Sí.

El Padre Julian repitió los votos de Jared. Mientras más cerca llegaba al

final, con más fuerza se apretaban los dedos de Jared alrededor de los

míos. Finalmente, cuando llegó el momento en que Jared hablara, no

vaciló.

—Sí, y después de eso —dijo Jared—. Por mil años y luego unos mil

más… te amaré.

Una sonrisa se extendió a través de mi rostro. Sus manos estaban

acunando las mías un poco demasiado fuerte y su cuerpo se inclinó

hacia el mío con impaciencia. Este era el momento que él había estado

esperando y parecía querer tomarlo todo y apurarlo al mismo tiempo

para que nada pudiera alejarlo de él. Ese momento en el tiempo era el

cambio de la luz en una habitación oscura, la entrada en el final de un

aterrador corredor. Era cualquier cosa y todo que había salvado alguna

vez a alguien.

El Padre Julian cerró sus ojos.

—Padre del cielo, tú ordenaste el matrimonio para tus hijos, y tú nos

diste amor. Te presentamos a Jared y a Nina, que vinieron este día para

ser casados. Que la alianza de amor que hacen sea bendecida con

verdadera devoción y compromiso espiritual. Te pedimos que tú, Dios,

les des la habilidad de mantener la alianza que han hecho. Cuando el

egoísmo se muestre, concede generosidad; cuando la desconfianza sea

una tentación, entrega fortaleza moral; cuando haya malentendidos, da

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paciencia y gentileza; si el sufrimiento se convierte parte de sus vidas,

entrégales una fuerte fe y un amor perdurable. Amén.

Abrí mis ojos para ver a Jared mirándome con completo amor y

devoción, más de lo que había visto alguna vez en los orgullosos ojos de

mi padre.

—¿Qué símbolo entregan para realizar sus votos?

Bex abrió su mano y Jared sacó una alianza de oro blanco de la palma

de su hermano.

—Nina —dijo suavemente Jared. Cerró sus ojos, pensó por un momento

y luego miró mis ojos—. ¿Qué puedo decirte que no te haya dicho ya?

¿Qué puedo darte que no te haya dado ya? ¿Hay algo de mí que no sea

ya tuyo? Mi cuerpo, mi mente, mi corazón, hasta mi alma. Todo lo que

soy yo te pertenecía mucho antes de esto, y lo será mucho después de

esto. Te seguiré a cualquier y a todos los lugares donde vayas. Te

mantendré y a cualquiera creado con nuestro amor a salvo de todo

daño. Desde este día en adelante, te elijo a ti, mi amada, para ser mi

esposa. Para vivir y reír contigo; para levantarme a tu lado y dormir en

tus brazos; para sacar lo mejor de ti siempre y, por ti, ser el mejor que

pueda. Prometo reír contigo en los buenos momentos, luchar contigo en

los malos; secar tus lágrimas con mis manos; consolarte con mis

palabras; reflejarte con mi alma; y saborear cada momento, feliz o triste,

hasta el fin de nuestras vidas y más allá.

Una larga pausa siguió los votos de Jared. Nadie se movió; un silencio

inspirado por la sorpresa barrió la capilla mientras todos asimilaban su

promesa que quitaba el aliento. Él tomó mi mano y deslizó el anillo en

mi dedo. Éste pasó sobre mi piel y descansó junto a mi anillo de

diamante de compromiso, como si estuviera volviendo a casa.

—¿Y tú…? —tartamudeó el Padre Julian—, ¿Nina, tienes un símbolo

para realizar tus votos?

Me giré hacia Beth, cuyo rímel formaba líneas en sus mejillas.

Abrió su mano para mostrar la simple alianza de matrimonio de Jared.

La tomé de ella y me giré para enfrentarlo.

Él sonrió, esperando mi promesa. Había pensado mis votos muchas

veces después de que decidiéramos escribir los nuestros. Nuestra

relación nunca había sido tradicional, así que elegimos hacer nuestras

promesas del uno hacia el otro únicas para nosotros. Tomé un profundo

aliento. Nada de lo que diría estaría cerca de ser tan articulado y

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hermoso como lo que él había dicho, pero sabía lo suficiente hasta

ahora para saber que amaría cada sílaba.

—Jared —susurré. Sostuve su mano y luego puse el anillo alrededor de

la punta de su dedo—. Te elijo como mi mejor amigo y mi amor de por

vida. Te prometo mi más profundo amor, mi más completa devoción, mi

más cariñoso cuidado… a través de las presiones del presente y las

incertidumbres del futuro, prometo serte fiel. No fue hasta justo ahora

que reconocí que esta no era una coincidencia, o una batalla. Siempre

estuvimos destinados el uno para el otro. Nuestro amor fue enviado

desde el cielo, y prometo honrar eso para siempre y por siempre. Desde

este día en adelante, no caminarás solo. Mi corazón siempre será tu

refugio y mis brazos siempre serán tu hogar.

Las emociones mezcladas pasando por el rostro de Jared

desaparecieron; la única que quedaba era la felicidad. Empujé su anillo

hasta su nudillo y él apretó mi mano.

El Padre Julian puso su mano sobre las nuestras.

—Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Jared y Nina se

han unido en el santo matrimonio y presenciado el mismo ante Dios y

esta congregación, han declarado su amor y lealtad el uno hacia el otro

y han declarado lo mismo al unirse y entregarse los anillos. Por la

autoridad del estado, los declaro marido y mujer.

Un pequeño suspiro emanó a través de la capilla y Jared soltó el aliento

aliviado, seguido por una sonrisa.

—Besa a tu esposa —dijo el Padre Julian con una sonrisa.

Jared acunó mis mejillas, miró dentro de mis ojos y luego me atrajo

hacia él, tocando sus suaves labios con los míos. Me besó suavemente

al principio y luego envolvió sus brazos alrededor de mí, sus labios

olvidando a todos y todo alrededor de nosotros. Estábamos casados. Él

era mi marido y yo era su mujer.

Él se alejó. Sus ojos brillaban con lágrimas y se veía tan abrumado de

felicidad como yo me sentía. Lo acerqué por su camisa para besarlo una

última vez.

—Les presento ahora a todos ustedes, al Señor y a la Señora de Jared

Ryel —dijo el ministro en voz alta.

La sonrisa de Jared se desvaneció y apretó los dientes.

—No hoy —dijo, cerrando sus ojos.

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3 Juicio

Traducido por Vellorita y Helen1

Corregido por LizC

l interior de la capilla se ensombreció. La luz solar que

entraba por las ventanas se atenuó, pero apenas eran las

primeras horas de la tarde. El aire a nuestro alrededor se

puso frío y rancio. Los vellos en mi nuca se erizaron. Yo,

temiendo lo peor, estaba desesperada por una explicación mundana.

—¿Una tormenta?

Los ojos de Jared se oscurecieron.

—Lo siento.

El sonido de los vientos tropicales que regularmente soplaban contra el

edificio estaba notablemente ausente, y pronto la única luz disponible

era el tenue parpadeo de unos candelabros en la pared de la iglesia.

Lancé una mirada nerviosa por encima del hombro hacia nuestros

amigos y familiares que estaban más abajo. Estaban congelados en el

tiempo.

Bajé las escaleras rápidamente, con Jared siguiéndome de cerca. Mis

repentinos movimientos no perturbaron a la pequeña multitud, cayendo

de rodillas di un grito ahogado.

—¿Lillian? —dije, extendiendo la mano.

Sus manos estaban delicadamente dobladas sobre su regazo, con una

pequeña sonrisa suspendida en su rostro. Me puse de pie y di un paso

al siguiente banco, horrorizada caí en cuenta que los ojos de las

estatuas vivientes estaban fijos en el espacio que Jared y yo una vez

ocupamos.

E

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0

—¿Beth? —susurré mientras extendía la mano para tocar su mejilla. Su

piel aún estaba tibia—. No está respirando —puntualicé, mirando hacia

atrás, hacia mi nuevo esposo. Bex estaba de pie al lado de Jared. Él

frunció el ceño antes de mirar hacia su hermano. Sólo los seres

humanos se habían visto afectados.

—Debió haber presentado una demanda —dijo Bex.

—¿Shax? —pregunté.

Jared negó con la cabeza.

—Michael… por el asesinato de su hijo —musitó cerrando sus ojos,

para luego tomar mi mano y sostenerla contra su pecho—. Nina, sin

importar qué suceda, quédate con Bex.

—¿Qué quieres decir? ¿A dónde vas? —pregunté. Él dio un paso hacia

las puertas dobles de la capilla, con mi mano libre me aferré a la tela de

su chaqueta—. Jared —susurré. Su actitud me aterrorizaba.

Las puertas dobles se abrieron, y Eli apareció en la entrada con una

expresión en blanco.

—Lo siento, Jared. Esto no puede esperar.

Jared asintió, luego inclinó la cabeza hacia un lado, hablando en voz

baja.

—No hables, Nina. Deja que yo me ocupe de esto.

Asentí sin palabras. Jared me condujo a través de las puertas, hacia la

parte superior de las escaleras de la capilla. El cielo estaba negro, la

oscuridad se filtraba hacia abajo, rodeando nuestra capilla. Varias

formas oscuras se mantenían de pie en una formación al pie de las

escaleras. Jared continuó. Con cada paso hacia lo desconocido, mi

corazón latía como si estuviera perforando mi pecho. Finalmente, me

encontré cara a cara con los acusadores de Jared, pero sus rostros

continuaron siendo un misterio puesto que sus caras permanecían en

las sombras por las capuchas de sus capas negras. Si eran ángeles,

serían los ángeles más aterradores que me habría encontrado hasta

entonces.

Eli se mantuvo al otro lado de Jared, esperando pacientemente por algo,

pero sabía que era mejor no preguntar. Luego de unos pocos minutos

las figuras oscuras se dividieron, y dos formas, que se diferenciaban en

tamaño de una forma dramática, caminaron hacia adelante. Eli realizó

un sutil movimiento con su mano, y el aire alrededor de la asamblea

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creó su propia luz, dejando un resplandor apagado. Lo observé por el

rabillo del ojo y él me guiñó. Yo era la única que no podía ver

claramente a través de la oscuridad. Eli había iluminado los alrededores

exclusivamente para mi ojo humano.

Su consideración me hizo sentir un poco a gusto. Él no dejará que nada

nos suceda, pensé.

Pero cualquier sensación de consuelo que el gesto de Eli me hizo sentir

duró más bien poco. Las dos formas eran ahora reconocibles, un nudo

se formó en mi garganta al ver la expresión nerviosa de Claire mientras

avanzaba junto a Samuel.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está Ryan? —pregunté.

Jared apretó mi mano y yo recordé, demasiado tarde, su regla de hacer

silencio. Un hombre en la parte delantera del grupo contrario se

arrancó la capucha, revelando sus ojos enfurecidos y diciendo:

—¡No tienes permitido hablar aquí! —Su cuerpo tembló mientras

hablaba.

Samuel y Claire adoptaron una postura defensiva frente a Jared y yo.

Jared apretó mi mano nuevamente, pero esta vez lo hizo para

confortarme. Llevó mis dedos a sus labios y los besó. Una abrumadora

urgencia por llorar me venció y, aunque me rogué a mí misma para no

hacerlo, mis ojos se llenaron de lágrimas saladas que se deslizaron por

mis mejillas.

Eli empujó casualmente a Claire y Samuel hacia un lado para acercarse

a mí.

—Mira lo que has hecho —dijo Eli levantando mi barbilla y utilizando

sus pulgares para limpiar las líneas gemelas de lágrimas—. Has

disgustado a la novia en el día de su boda. —Se volvió hacia el

hombre—. Discúlpate, Michael, y cuida tus modales por el resto de

nuestra estancia aquí.

Michael se mantuvo erguido.

—Perdóname —dijo él, con el cuerpo rígido por la rabia contenida.

Yo asentí una vez, acurrucándome contra Jared.

Samuel tomó un lugar junto a Jared, y Claire, se puso de pie a mi lado.

Eli volvió a su posición, pero esta vez se irguió más centrado entre los

dos grupos, luego bajó la cabeza y cerró sus ojos. Los hermanos Ryel,

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Samuel y los hombres encapuchados hicieron lo mismo. Yo los seguí,

preguntándome si luciría ridícula, o si aquello era lo que debía hacer.

De cualquier manera, Jared no me ofreció ninguna sugerencia, por lo

que la opción más segura era imitar a los otros.

Después de un corto tiempo, Eli comenzó a hablar en su habitual tono

franco y suave.

—Todos alaben al Altísimo, pues ésta es Su corte, éste es Su reino.

Utilizaré la lengua común para nuestra Nina, para que así pueda

entendernos. Yo, Eliath, ángel del Plan Divino, actuaré en nombre del

Señor Todopoderoso. Mi decisión será definitiva —dijo y observó a

Michael y Jared—. No se tolerará la agresión.

Jared y Michael asintieron.

Eli me observó y sus ojos se suavizaron.

—Michael ha presentado una reivindicación contra Jared por la muerte

de su hijo terrenal, Isaac.

Mi primera inclinación fue abrir la boca, pero después de la reprimenda

pública por parte de Michael me sentí indecisa.

Eli sintió mi miedo y sonrió.

—No tengas miedo, Nina. Puedes hablar.

—Um… —Miré a Jared, quien justo unos minutos antes me había dicho

lo contrario, pero cualquier precaución estaba ausente de su rostro—.

Jared no asesinó a Isaac —pronuncié. Mi voz fue suave pero firme.

Incluso si era necesario incriminarme, no dejaría que Jared asumiera la

culpa de mis acciones.

Eli asintió a sabiendas y con paciencia.

—Las acciones que condujeron a la muerte de Isaac son la razón por la

que estamos aquí, Nina. Podrás introducir tu argumento en un

momento. Te aseguro que éste será un juicio justo.

—Entonces, ¿por qué Jared y Claire lucen tan nerviosos? —pregunté,

dejando el nombre de Bex deliberadamente a un lado—. Esto no se

siente como una investigación casual.

—Tienes razón, no lo es. Los cargos contra Jared son muy serios. Una

vida se perdió. A los Arcángeles no se les permite asesinar seres

humanos por proteger a su Taleh. Los mestizos están exentos de

nuestras reglas pues son mitad humanos y se les permite el libre

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albedrío. Sin embargo, debido a que los mestizos están al tanto de éstas

normas, es importante que no se aprovechen de la misma.

¿Comprendes?

—S-sí —respondí, temerosa de mis próximas palabras. Eli parecía tener

una paciencia interminable, pero yo no quería probarlo—. Pero… Jared

no mató a Isaac.

El cuerpo de Michael se estremeció, el ángel comenzó a hablar en una

lengua tan hermosa que yo sabía que era la de los Cielos. Eli lo

interrumpió.

—Español, Michael. Es de buena educación.

Michael lanzó un suspiro de frustración.

—¿Por qué pierdes tu tiempo? —dijo a Eli—. No nos explicamos a ellos.

—Paciencia —respondió Eli simplemente. Entonces me miró—. Todas

las acciones que condujeron a la muerte de Isaac están en revisión. En

este caso, que Jared se te revelara en su verdadera forma desempeña

un papel. Típicamente solemos rastrear el caso hasta su origen, y

detenemos al individuo responsable. En este caso, el individuo debería

ser el padre de Jared, Gabriel, por revelarse a sí mismo a Lillian Van

Buren. Esa acción en última instancia resultó en la muerte de Isaac.

Pero, debido a que Gabriel ya ha sido juzgado por esa acción, la

responsabilidad recae sobre Jared.

Fruncí el ceño, aún confundida. Eli sonrió con comprensión.

—Piensa en el Jardín del Edén. Nuestro Señor juzga los errores basado

en reacciones en cadena. Es la forma de las cosas.

—¿Te refieres a que guarda rencor? —dije.

—No —dijo Eli con una pequeña sonrisa—. No, eso no es a lo que me

refiero. Él considera la raíz de un problema cuando toma una decisión.

—¿Una cosa tipo los pecados del padre?

—Es difícil explicarlo en términos humanos, Nina. Pero la respuesta

corta es sí.

Jared había hecho sus elecciones, pero ser culpado tan sólo por ser el

producto del amor de sus padres, y por mí, por la muerte de Donovan

era algo inaceptable. Después de todo, él era mi esposo. Mi deber ahora

era protegerlo también. Me erguí.

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—¿Y qué hay de mí?

Jared se tensó.

—Nina —me reprendió.

Eché un vistazo a Jared e ignoré su advertencia.

—Basados en las elecciones que mi padre hizo y que pudieron ser la

causa de todo lo que ha sucedido, y en el hecho de que fui yo quien

asesinó al Taleh de Isaac… ¿no debería ser yo la enjuiciada?

—Sí —respondió Michael a través de sus dientes con un gruñido bajo y

aterrador.

Eli tocó mi hombro.

—Lo eres, Nina. Cada decisión que has hecho. Conocerás más tarde las

decisiones de Él hacia ti. Jared se atañe por un estándar de reglas que

son diferentes, apartadas del Cielo y la Tierra; reglas para los de su

clase y de las cuales él está consciente. Ahora —me sonrió con

amabilidad y quizás un poco de diversión—, si te sientes satisfecha,

continuaremos.

Sabiendo que aunque en algún momento entendiera por completo

nunca estaría de acuerdo, asentí. La expresión en el rostro de Eli me

dijo que él estaba consciente de mis sentimientos y que apreciaba que

yo estuviera dispuesta a dejarlo proseguir.

Un nuevo nivel de intensidad pesó sobre todos… todos menos Eli, quién

lucía impenetrable. El pecho de Michael se insufló mientras se disponía

a presentar su caso y vengar la muerte de Isaac. Cuando dio un paso

adelante, su pequeño ejército removió las capuchas de sus rostros. No

debería haberlo estado, pero estuve sorprendida. Estaba esperando que

todos lucieran como Michael: ojos y cabello oscuro. En cambio, se

parecían más a Claire. Algunos de ellos me observaban con curiosidad,

otros con desdén, pero la mayoría parecía estar allí movidos por el

deber más que por razones personales. Lo que hacía parecer que la

inquietud de Claire y Samuel estuviera un poco fuera de lugar.

—Michael… —habló Eli.

—¡Isaac no tuvo ninguna otra opción! —dijo él—. Él era importante. Se

le concedieron dones, a diferencia de cualquier otro Mestizo. ¡Las

elecciones de su Taleh no justifican su muerte!

Eli asintió.

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—Jared…

Jared no mostró ninguna emoción.

—Las elecciones de nuestros Talehs nunca justifican nuestras muertes,

pero es el deber y la maldición que debemos aceptar para ser

obedientes.

Michael cambió de posición.

—¿Y tú qué sabes del deber, Mestizo?

La sangre se precipitó a mis mejillas.

—¿Cómo te atreves? —espeté.

—Nina —advirtió Jared.

—Su hijo, ese al que le fueron concedidos tantos dones, era también

mitad humano. Así que ya que Jared no apoyó a su Taleh a vivir una

vida de crimen y servidumbre hacia un demonio, ¿eso lo convierte en

alguien que no sabe del deber? —exclamé, mi temperamento

removiendo cualquier pensamiento que me hiciera recordar mi propia

seguridad.

Una línea profunda se dibujó en la frente de Michael, sus ojos

fulguraban con furia.

—Mi hijo no fue tan afortunado como el de Gabe. Él aceptó su destino e

hizo lo mejor que pudo con él. No podemos interferir en el libre albedrío

de los humanos, es contra la voluntad del Señor.

—Así como servirle al lado contrario —refunfuñé.

—¡Nina! —gruñó Jared.

Michael se lanzó con violencia hacia adelante y varios brazos,

pertenecientes a los hombres con capa detrás de él, se escaparon de las

negras mangas largas para mantenerlo a raya. Simultáneamente,

Samuel ladeó su cuerpo hacia Jared en una postura protectora. No se

acuclilló como había visto hacerlo a Claire tantas veces antes cuando

me protegía. Samuel no pelearía contra sus hermanos, pero tampoco

permitiría que nos hicieran daño.

Claire se apoyó en mi brazo y me susurró:

—Cállate, estúpida. No estás ayudando.

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—¡Ella no debería hablar aquí! —gritó Michael, sacudiéndose lejos de

sus aliados.

—Basta —dijo Eli, su voz tranquila y regular—. El destino de Nina se ha

visto afectado, en consecuencia, se le permite argumentar —respondió,

observándome—. Tus opiniones serán consideradas. Eso es todo.

Por primera vez, no sentí la parcialidad de Eli. Asentí rápidamente,

mostrando mi obediencia dando un pequeño hacia atrás.

—Claire… —dijo Eli, haciendo avanzar el juicio.

—La verdad es que Isaac y Donovan estaban trabajando para Shax,

iban a matar a Nina y en consecuencia a Jared también —respondió

ella en su forma sin sentido—. Eli, iba a ser Donovan o Nina. Isaac o

Jared. Si me lo preguntas a mí, ganó el mejor hombre.

Michael lucía como si las palabras de Claire le escocieran, pero no

discutió. Los ojos de Eli escanearon los ángeles que se asomaban detrás

de Michael.

—¿Desea alguno de tus seguidores entrar a la discusión?

Michael negó con la cabeza.

—Es mi demanda.

—¿Y cuál es exactamente tu demanda? —preguntó Bex.

Los ojos de Michael se estrecharon, mirando directamente al hermano

menor de Jared.

—Que él asesinó a mi hijo.

Claire dio un paso adelante.

—Tu hijo asesinó al padre de Nina.

Cuando me di cuenta que Claire estaba hablando de mi padre, mis

rodillas se doblaron, y Jared me apretó con más fuerza para

mantenerme en pie.

—¿Q…Qué? —dije, mi voz apenas un susurro.

Jared se apoyó en mi mejilla, su nariz rozando mi oreja.

—Donovan le disparó a tu padre. Isaac estaba con él.

Mis ojos se abrieron, centrándose en Michael.

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—¿Quieres culpar a Gabe y Jared? Vienes aquí, interrumpes el día de

nuestra boda, me gritas, nos acusas de asesinato, ¿y tu hijo fue

cómplice de la causa de todo esto?

Los oscuros ojos de Michael se dirigieron de mí a Eli.

Eli se encogió de hombros.

—Ella tiene razón.

La mandíbula de Michael cayó abierta.

—Isaac no merecía morir. Él era un buen hijo. Él aceptó la maldición y

el honor de sus deberes.

—Michael —dijo Samuel con su voz grave y firme.

Michael se acercó a Eli.

—¡El hijo de Gabriel debe ser castigado! ¡Permitió que su Taleh matara a

mi hijo! ¡El hijo de Rebecca!

Eli miró al piso, pensando.

—Rebecca no estaba contenta con las decisiones de Isaac, ¿cierto?

Los ojos de Michael se posaron en cada uno de nosotros.

—Exijo que Jared sea castigado por tomar la vida de Isaac.

Samuel volvió a hablar.

—Michael…

—Jared debe ser ejecutado, y dejar a su Taleh a los salvajes —dijo

Michael, señalando a Jared.

—Michael… —repitió Samuel, esta vez con un gruñido.

—¡Ojo por ojo, Eli! ¡Lo exijo! —dijo Michael, sus puños cerrados a los

costados.

—¡MICHAEL! —tronó Samuel. La tierra tembló cuando él habló, y mis

manos volaron a mis oídos.

Eli observó la interacción entre Samuel y Michael por un momento, y

luego habló.

—Está bien. De acuerdo. Ya he oído bastante de cada lado. Sólo queda

un argumento.

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Nos miramos los unos a los otros, preguntándonos quién quedaba.

—Mis disculpas —habló una voz cálida. Era una voz que no había

escuchado en mucho tiempo. Una voz de mi infancia.

La mano de Jared se encontraba todavía en la mía, y al momento en

que la voz se escuchó, su mano se relajó.

—¿Papá? —dijo él.

Me volví, viendo a Gabe Ryel en la parte superior de los escalones de

piedra de la capilla. Se veía exactamente como lo recordaba: Alto, su

cabello rubio y sus penetrantes ojos azules hielo brillando incluso desde

varios metros de distancia. Un relámpago estalló entre la multitud y por

las escaleras, y en el momento siguiente, Claire estaba en brazos de su

padre, llorando incontrolablemente. Ella presionó su mejilla contra su

pecho, susurrando algo que no pude entender. Gabe inclinó la cabeza,

le dijo algo, y luego besó la frente de su hija. Bajaron juntos las

escaleras, y se acercaron a Bex.

Gabe ofreció una pequeña sonrisa a su hijo menor, quien cayó contra él

con una palmada.

Mi boca se abrió, y de inmediato busqué el rostro de Jared por una

reacción. No había ninguna.

La expresión de Gabe se volvió compungida.

—Lo siento por tu hijo, Michael. Tú y yo estamos en una posición

única… conocemos el amor por un hijo. Tú y yo estamos de acuerdo en

que si pudiéramos cambiar las consecuencias, así lo haríamos.

Eli se acercó a Gabe.

—Es importante recordar que es en la crisis del adversario que debemos

unirnos. Michael, has perdido a tu hijo. Tu viuda ahora ha perdido a su

marido y a su hijo. Es lamentable.

Michael bajó la cabeza.

Gabe se acercó a Michael, tirando de él en sus brazos.

—Te necesitamos de nuestro lado, hermano.

Michael se sacudió fuera de su alcance.

—¿Eli? —suplicó Michael.

Eli le ofreció una pequeña sonrisa reconfortante.

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—Ya sabes la respuesta.

Michael le lanzó una mirada acusadora a Jared.

Las cejas de Jared se alzaron.

—Yo no quería que Isaac muriera, Michael. Te lo juro, me gustaría que

no hubiera pasado.

—Muy bien, entonces. —Hizo un gesto a los ángeles invisibles y todos

ellos desaparecieron en la oscuridad.

Eli juntó las manos, entrelazando los dedos.

—Sincronización impecable, como siempre, Gabriel.

Gabe asintió. Sus ojos se detuvieron en mí por un momento antes de

fijarse en Jared.

—Esto no es tu culpa, Jared.

Jared no habló. Su rostro tenso, sus ojos oscuros encontrándose con

los de su padre, estaba paralizado. La escena me hizo recordar el

momento en que vi a mi padre por última vez, y eso me hizo sufrir por

Jared. Tendría que despedirse por segunda vez.

—Jared —comenzó Gabe—, no es tu culpa. Has hecho todo bien.

La cabeza de Jared bajó ligeramente en un intento de asentir en

acuerdo.

—Hijo… —Gabe posó sus dos manos sobre los hombros de Jared—.

Estoy orgulloso de ti.

Jared se atragantó, y su cuerpo cedió, lo que le permitió caer contra su

padre. Me tapé la boca, poco acostumbrada a ver a Jared renunciar al

control de sus emociones. Se abrazaron, y los nudillos de Jared se

tornaron blancos mientras sostenía a Gabe en sus brazos. Cuando

Gabe lo soltó, Jared usó su pulgar y dedo índice para hacer una rápida

limpieza de sus ojos húmedos.

—Es bueno verte de nuevo, papá —dijo Jared con una sonrisa débil.

Gabe sonrió.

—Lo has hecho bien, hijo. Lo has hecho bien.

—Lo he intentado —dijo Jared, aliviado al oír las palabras de su padre.

Entonces me tomó de la mano—. ¿Te acuerdas de Nina?

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Gabe se inclinó y me besó en la línea del cabello.

—Por supuesto.

Eli subió los escalones, observando con diversión mientras Claire y Bex

rodeaban a su padre.

—Gabriel…

—Lo sé —dijo, pareciendo un poco triste—. Una cosa más —dijo.

Envolvió sus brazos alrededor de Bex y Claire de nuevo, y luego siguió a

Eli a través de las puertas dobles de madera, hasta el altar de la capilla.

Lillian todavía estaba congelada. La misma dulce sonrisa en su rostro,

no se había movido un centímetro.

Gabriel se arrodilló ante ella. Notó sus manos cruzadas sobre el regazo,

y tiernamente cubrió las de ella con las suyas.

—Luce tan hermosa como el primer día que la vi. —Sonrió. Con dos

dedos, rozó su mejilla, y luego se inclinó para besar sus labios. Su boca

se quedó en la de ella por unos momentos, y cerró los ojos, disfrutando

de sus últimos momentos con su esposa.

Claire se secó una lágrima de su mejilla, pero brillaban con lágrimas

anteriores.

—Eli…

—Lo siento, no —dijo Eli.

—Ya estamos empujando las normas permitiendo a Nina estar presente,

por no hablar del permitirme estar aquí en absoluto —dijo Gabriel. Sus

ojos no se apartaban del delicado rostro de Lillian.

—No a diferencia de abordar los sueños para conseguir tu punto de

cruce… —dijo Eli, mirando a otro lado en forma dramática.

—Los sueños —dije. Al momento en que hablé, deseé no haberlo hecho.

Molestar a Gabe mientras él pasaba sus últimos momentos con su

esposa era ridículamente egoísta. A pesar de todo, Gabe tocó los labios

de Lillian con los suyos una vez más, y luego se levantó para mirarme a

la cara.

—Sí, los sueños —suspiró Gabe.

Dudé, y luego decidí preguntar, de todos modos.

—¿Por qué viniste a mí en el sueño si no había nada en el libro para

ayudarnos?

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Gabe miró al suelo, y luego a Jared.

—Primero que nada, estábamos esperando que no fueras directo con la

profecía y quedaras embarazada a la primera oportunidad que se

presentara.

Un rubor de color rojo iluminó mis mejillas, y Jared se aclaró la

garganta.

—Eso no es exactamente lo que pasó, papá.

Gabe asintió rápidamente.

—¿Tienes el libro?

—Sí —dijo Jared.

—Ahora que lo tienes, es seguro decir que te correspondería ayudar a

los Pollock a reemplazarlo. Una cosa menos de qué preocuparse, ¿no te

parece?

Jared frunció el ceño.

—Pero… si eso nos pone en peligro, ¿por qué lo tomaste de los Pollock,

para empezar?

—Respuestas. Jack sabía desde el momento en que ella nació, que

estaba en peligro de ser la mujer en la profecía. Cuando te enamoraste

de ella, Hijo, sabíamos que era una cuestión de cuándo, no de si fuera a

pasar. Estábamos luchando contra el tiempo y el destino… una tarea

imposible. Sin embargo, Jack amaba a su hija, y quería hacer todo en

su poder para tratar de impedirle ese camino. Sabíamos que había una

posibilidad de que el libro podría ayudarnos a encontrar una

escapatoria, así que lo tomamos.

Jared cambió su peso con frustración.

—Pero… en el momento en que viniste a Nina en sus sueños, sabías

que no había escapatoria. ¿Por qué la has hecho pasar por eso? ¿Por

qué el teatro? ¿Tienes alguna idea de lo que ha pasado? ¿Lo que yo he

pasado?

—Para llamar tu atención. Estábamos desesperados por encontrar una

manera que te impidiera iniciar la profecía.

—Para entonces ya era demasiado tarde —insertó Bex.

—Obviamente —refunfuñó Claire.

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Gabe sacudió la cabeza.

—No del todo. Todavía tenía tiempo.

Miré alrededor de la habitación.

—¿Dónde está Samuel?

Claire se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta. Usaba una

sudadera, sus pantalones grises recogidos justo por debajo de las

rodillas, y una chaqueta con capucha a juego sobre una camiseta

blanca raída. Ella había sido convocada inesperadamente.

—Cuidando a Ryan hasta que yo vuelva. Ahora que el juicio ha

terminado, es vulnerable.

—¿Está bien? —pregunté.

Ella asintió.

—Kim se va a casa mañana. El padre Francis se encuentra en condición

estable, pero él estará en tracción por un tiempo.

Bex frunció el ceño.

—Eso nunca debería haber ocurrido. El Clero debería tener más

protección que esa.

—El guardián del padre Francis es un arcángel, Bex. Tenía las manos

atadas cuando Donovan le atacó —explicó Claire.

—Entonces, ¿ahora qué? —le preguntó Jared a Gabe.

—Shax todavía quiere su libro. El Infierno no quiere que el niño nazca.

Las cosas se están acumulando en tu contra, Jared —dijo Gabe—. Cada

cosa a su tiempo.

—Cada cosa a su tiempo —repitió Jared, dejando calar el consejo de su

padre.

Gabe abrazó a sus hijos una vez más, y luego se dirigió hacia la puerta.

—Es mucho tiempo entre ahora y el momento en que ella entregue al

bebé, Jared. Vamos a estar atentos, pero estén preparados. El Cielo no

intervendrá hasta que les des una razón.

—Te refieres a iniciar una guerra —dijo Jared.

—Encuentra una razón, hijo. —En ese instante, Gabriel se había ido.

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—Huh —jadeó Bex—. Extraño.

Los hombros de Claire cayeron.

—Él nunca va a volver, ¿verdad?

—Probablemente no —dijo Jared con una pequeña sonrisa de disculpa

en su rostro.

Claire se sentó en el banco más cercano, junto a su madre. Se apoyó en

el hombro de Lillian y cerró los ojos, secando las restantes lágrimas de

su rostro.

—Siento mucho que no lo vieras —le susurró Claire.

—Ella sabrá —dijo Bex—. Ella siempre sabe.

Las ventanas comenzaron a brillar, y la luz danzó por las paredes como

si el sol se estuviera alzando.

Eli sonrió, besándome en la mejilla.

—Enhorabuena, pequeña. En ambos aspectos. Nos vemos pronto.

—¿Cuándo?

Sonrió.

—Es como dije antes. Cuando sólo quede una única pregunta por

hacer.

—Pero… ¿qué significa eso? ¿Cuál es la pregunta? —pregunté, pero

estaba hablando con el espacio vacío. Él se había ido.

Claire se puso de pie, tomando una respiración profunda.

—Tengo que volver —dijo, mirando a su espalda. Samuel estaba en la

puerta con una mano extendida en su dirección—. Te ves hermosa —me

dijo con una pequeña sonrisa.

Sin prisa, Claire deambuló por el pasillo. Una vez que su mano tocó la

de Samuel, se había ido también.

Bex rió una vez y sacudió la cabeza.

—Eso es tan genial.

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4 MMii ppeeqquueeññoo cciieelloo

Traducido por Carmen170796

Corregido por LizC

ared tomó mi mano y me condujo a nuestros antiguos lugares

al frente de la iglesia. Bex tomó posición a lado de su hermano.

Nos miramos los unos a otros mientras el sol se hacía más

brillante, lentamente iluminando los rostros de nuestra

audiencia. Desde el rabillo de mi ojo, atrapé movimiento, y el padre

Julian cambió de peso de un pie al otro, resaltando su sorpresa.

El ministro sonrió, señalándonos que volteáramos. Miramos a nuestros

amigos y familia, y el padre Julian colocó sus manos en cada uno de

nuestros hombros.

—Les presento, el señor y la señora Jared Ryel.

Cada rostro en la sala sonrió, y los aplausos llenaron la habitación.

Incluso con los aterradores eventos sólo momentos antes, la alegría me

consumió. La mano de Jared cubrió la mía, y bajamos los pocos

escalones hacia el pasillo, y después nos dirigimos al exterior. Era

surrealista volver a la escena del juicio de Jared, esta vez a la luz del sol

donde las aves cantaban, agarrándose felizmente a las bamboleantes

ramas que se mecían con la brisa. La plaza al pie de los escalones de la

capilla donde Michael y su pequeño ejército habían estado hace menos

de diez minutos ahora bañada en el calor del sol, esperaba a que

nuestros amigos ocuparan su lisa superficie de piedra. La fuente con el

agua saliendo a borbotones, la carretera atestada con la gente del

pueblo… me sentí un poco enferma ante la vista de ellos.

—¿Estás bien? —dijo Jared, deteniéndose para sonreír mientras Beth

nos tomaba una foto.

J

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—Sí… sí, sólo me siento… confundida.

—Cambiar de planos es poco natural y perturbador para los humanos,

es por eso que normalmente no lo permiten.

—Eso explica mucho —dije, deteniéndome a posar para más fotos

mientras Lillian, Cynthia, Chad y el tío de Jared, Luke, y tía Maryse

salían en fila de la capilla—. ¿Eso —sonreí de nuevo—, afecta al bebé?

—No —respondió Jared, besando mi frente.

—¿Cómo lo sabes? —dije, inclinándome hacia su beso.

Él bajó la mirada hacia mí y tocó mi mejilla.

—De otra manera, Eli no lo habría hecho.

—Oh —dije, mis ojos vagando hasta que encontraron a Lillian—. Por

supuesto.

Lillian abrazó a su hijo, y después a mí. Su dulce y enérgica sonrisa

iluminó la isla. Observé y esperé, preguntándome si ella se daría cuenta

que había estado en presencia de Gabriel sólo momentos antes.

—¿Qué pasa? —dijo, medio curiosa, medio divertida.

—Nada. —Sonreí—. Sólo me alegra que estés aquí.

—No tanto como yo. —Ella me guiñó un ojo.

Jared y yo intercambiamos miradas, preguntándonos si acababa de

darnos una pista.

—¡Cynthia! —llamó Beth—. Párate a lado de Nina y tomaré una foto de

la pareja con sus madres.

Cynthia movió nerviosamente su cabello, y después se desplazó a mi

lado, preparada y correcta. Enganché mi brazo alrededor de su cintura,

y se tensó cuando la empujé más cerca.

—¡Sonrían! —dijo Beth, tomando una foto.

Unas cuantas personas locales se habían reunido en la calle, sus

cálidos rostros sonrientes entrelazados con los rostros familiares de

nuestros amigos y familia. Ellos empezaron a aplaudir y cantar, y

después una de las abuelas nos hizo señas con sus manos,

animándonos a caminar. Jared tiró de mi mano, y caminamos hacia la

calle. Me reí de la sorpresa y emoción cuando me di cuenta que estaban

siguiéndonos, sus manos aplaudiendo al ritmo de la feliz canción. Las

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caras blancas de nuestros invitados se juntaron a la piel morena y

bronceada de la gente del pueblo. Ellos nos siguieron a un improvisado

centro, donde un pequeño grupo de hombres tocaba música.

—¿Tú hiciste esto? —le pregunté a Jared.

Él sonrío, sorprendido.

—No. Esto no lo hice yo.

Nos reímos juntos, sorprendidos por la fortuita celebración que crecía

alrededor de nosotros. Jared me llevó al centro de la calle, donde

bailamos al ritmo de las guitarras rasgueadas y percusión a base de

palmadas. Chad y Beth se nos unieron, así como Luke y Maryse. Bex

jaló a su madre a la sucia calle también. Si no lo supiera, me habría

sentido mal por Cynthia, pero sabía que ella prefería permanecer

alejada de las tonterías como estas. Permanecer perfectamente quieta.

El sol de la tarde era cálido, y mi vestido de novia no estaba hecho para

respirar en la humedad caribeña. Jared sintió mi dilema y asintió,

proporcionándome un asiento en la sombra. Una mujer mayor me trajo

un ventilador con una sonrisa de entendimiento. La banda continúo

tocando, y los pueblerinos así como nuestros invitados continuaron

bailando hasta la noche, tiempo después que las provisionales farolas y

luces colgantes se encendieran para titilar y centellar contra la noche.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Jared, pasándome otro vaso de agua.

—Bien. —Sonreí, tomando un trago—. Me siento bien.

—¿Quieres bailar? —dijo. Señaló a la banda, y ellos disminuyeron el

ritmo.

Ansiosamente dejé que mi esposo me tomara de la mano y me llevara

hacia el centro de la celebración. Envolví mis brazos alrededor de su

cuello y presioné mi mejilla contra su pecho. Su divino olor me llevó

lejos de los juicios y la guerra que crearíamos para permanecer con

vida. Fue entonces cuando me di cuenta que su piel no estaba tan

caliente como usualmente lo estaba.

—¿Qué pasa?

—No te siento tan caliente como siempre.

—Probablemente es porque estás recalentándote en ese vestido. Debí

haber preparado algo para que te pudieras cambiar.

—Estoy bien. —Sonreí—. Deja de fastidiar.

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Jared apoyó su quijada en mi cabello, y nos movimos lentamente con la

música. La ligera brisa se movía a través de los árboles que forraban la

calle adoquinada en el centro de la ciudad. Me hundí en el pecho de

Jared y dejé que sus brazos me envolvieran totalmente. Nunca había

estado en más peligro, y aun así nunca me había sentido tan segura.

Los problemas que enfrentaríamos en nuestro regreso a Providence

repentinamente parecían tan pequeños en comparación a este

momento.

Levanté la mirada hacia Jared, y noté su sonrisa satisfecha.

—¿Así era cómo esperabas que fuera esto exactamente?

—Algo como esto —murmuró de admiración—. Todo y más.

Mi cabeza se sentía pesada, y la apoyé contra el hombro de mi esposo.

Mis ojos recorrieron la vista, observando a Beth y Chad bailando. No

estaban hablando, sino sonriendo mientras compartían un dulce

momento. Eso me recordó el primer momento que Jared y yo habíamos

compartido en Little Corn, y fue reconfortante ver como la isla hacía que

Beth y Chad se sintieran de la misma manera.

A medida que el sol se ponía, los aldeanos encendieron lámparas

antiguas que bordeaban la acera. Jared y yo estábamos con Bex,

escuchando a Cynthia y Lillian discutir sobre cuán hermosa había sido

la ceremonia. Esperé escuchar alguna indicación de que Lillian supiera

de la presencia de Gabe, pero si lo sabía, no lo iba a revelar.

—Bueno, hija —dijo Cynthia, dando toquecitos a su frente con un

pañuelo—. Tengo una cita temprano a la cual Jared me prometió que

llegaría. Será mejor que me vaya.

—Gracias por venir, madre —dije, inclinándome para abrazarla. Su

abrazo fue más que el usual apretón incómodo. Me sostuvo contra ella,

y susurró en mi oído—: Cuídate, querida. Te amo.

Cynthia se dio la vuelta y caminó rápidamente a la camioneta

esperando. Ella no miró atrás mientras la camioneta lentamente se

desvanecía en la oscura jungla. Esperé hasta que no pude escuchar el

motor, y después me volteé hacia Jared.

Él me ofreció una media sonrisa.

—Ella te ama.

—Eso escuché —dije, estupefacta—. Quiero decir, por supuesto que lo

hace. Es sólo que nunca… ¿llegará a su cita?

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—Me he asegurado de ello —dijo Jared—. Bex está en el muelle, ahora.

La va a llevar a tierra firme y la acompañará hasta su avión a tiempo.

—Bien. Recuérdame agradecerla a Bex más tarde.

—Oh —Lillian puso un delgado brazo a mi alrededor y me jaló a su

lado—, está feliz de hacerlo. Voy a irme con Chad y Beth. Ella es una

dulce chica.

—Sí, lo es. —Sonreí.

—Te veo en casa. Ven a cenar pronto.

—Lo prometo —dijo Jared, besando su frente.

—¡Los amo a los dos! —Ella se despidió, siguiendo a Beth y Chad a otro

vehículo esperando.

—¿Dónde está nuestro auto? —pregunté.

—Tengo la moto en la que vine.

Bajé la mirada a mi vestido.

—Estás bromeando.

Jared se río una vez.

—No. Para nada. —Él se agachó y entonces levantó un montón de tela

de mi vestido en sus manos—. Es una bonita noche. Será divertido.

Sacudí mi cabeza y me encogí de hombros.

—¿Por qué no? Cynthia no está aquí para perder los estribos por ello. —

Tomé el montón de tul y seda bajo mi brazo y después tomé la mano de

Jared. Nos condujo más allá de la banda a una pequeña motocicleta

sucia. Tomamos varias calles que nos condujeron a través de una o dos

villas, estaba tan oscuro que no estaba segura si eran pequeños

edificios los que pasábamos o eran sólo las sombras de los árboles.

Pronto, los árboles disminuyeron, y Jared redujo la velocidad hasta

detenerse. Los sonidos de olas acariciando la costa no estaban muy

lejos.

Jared tomó mi mano, y caminamos por un sendero hasta que pude

sentir la arena húmeda traspasando los bordes de mis sandalias. La

medialuna brillaba obstinadamente detrás de una delgada y rota capa

de nubes. Paseamos por donde el océano se encontraba con la arena y

caminamos por la playa. No hablamos, sólo caminamos de la mano,

escuchando a Little Corn.

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La luna finalmente se libró de las nubes, y su luz plateada danzó sobre

el agua. Nos topamos con una gran roca, y Jared me señaló que me

sentara en ella.

—Debes estar cansada —dijo, sentándose a mi lado.

—Estoy cansada, pero sólo te casas una vez. Puedo sentir que estoy

recobrando mis energías.

Los ojos de Jared se volvieron suaves, y permanecieron en mis labios.

—Sólo quería estar a solas contigo y la isla por un momento.

Sus ojos parecieron brillar en la luz plateada, y de repente estaba

nerviosa. Era tonto sentirme así —estaba embarazada, después de

todo— pero la presión de nuestra noche de bodas lo hacía nuevo otra

vez. No teníamos restricciones; ni preocupaciones por un embarazo, ni

ser sorprendidos, ni pesadillas. Sólo éramos nosotros dos, y el saber

que estábamos a punto de consumar nuestro matrimonio. Por alguna

razón, eso me puso increíblemente nerviosa.

—¿Qué pasa? —preguntó Jared.

Sabiendo que no podía explicar cómodamente mis sentimientos sin algo

de vergüenza, lo empujé hacia mí y toqué mis labios con los suyos.

Él se alejó, riéndose.

—Estoy un poco nervioso por esta noche, ¿no es eso ridículo?

—No —dije, halando de su camisa—. Yo también me siento así.

—¿En serio? —dijo, aliviado.

Asentí, y después miré detrás de nosotros. Me volteé hacia él,

mordiendo mi labio.

—¿Qué tan lejos estamos de la casita?

—Está aquí cerca —dijo, señalando detrás de mí.

—Tal vez deberíamos… no lo sé, sacárnoslo de encima no es la palabra

correcta.

Jared aclaró su garganta, y después me ofreció una pícara sonrisa.

—¿Desnudarnos y hacer a un lado los nervios?

Mi boca cayó abierta y me reí en voz alta.

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—¡Jared!

Él se río y me levantó en sus brazos, caminando en dirección a la

casita.

—No dije que fuese una mala idea.

Él me cargó unas cuantas yardas, más allá de los árboles, a los

conocidos alrededores de nuestra casita. Abrió la puerta mosquitera y

después me llevó adentro, apoyándome suavemente contra el colchón.

La luz de la luna había desparecido, y el viento se levantó. Con una

mano a cada lado de mis hombros, Jared se cernió sobre mi cuerpo. Un

trueno distante retumbó en algún lado sobre el océano. Se inclinó y

llevó sus labios a los míos justo cuando las primeras gotas de lluvia

empezaron a golpear el techo de hojalata.

Los labios de Jared bajaron por mi cuello, y después se apoyó en una

rodilla mientras me levantaba con una mano, y bajaba el cierre de la

espalda de mi vestido de novia con la otra. Con ambas manos, tiré de

su chaqueta y deslicé las mangas fuera de sus brazos, y después

continué desabotonando los primeros dos botones de su camisa blanca.

Impaciente, agarré el dobladillo y tiré de ella sobre su cabeza.

Observar como sus músculos abultados se tensaban y movían bajo su

suave piel no hacía nada para calmar mis nervios. Determinada a gozar

de la comodidad que usualmente disfrutaba cuando hacíamos el amor,

me concentré en desvestirlo. Trabajé en el botón de sus pantalones, y

después bajé de un tirón el cierre.

—Dije que era una buena idea, no prometí no tomarme mi tiempo —dijo

Jared, sacándose sus pantalones a patadas. Se inclinó sobre sus codos,

dejando que su cuerpo se presionara contra el mío.

—Tómate tu tiempo —dije—. Tenemos toda la noche. Creo que si paso

esta parte podré relajarme —dije, presionando mis dedos en su espalda.

Él se estiró por debajo de la falda de mi vestido, y tiró de la fina tela de

encaje de mis bragas por mis muslos, sobre mis rodillas, y después más

allá de mis tobillos, dejándolas caer al piso.

Su mano subió de nuevo por mi pierna, desapareciendo bajo las capas

de seda. Mis piernas se tensaron, y tomé una bocanada de aire. Unos

momentos más tarde, no pude evitar cerrar mis ojos y dejarme hundir

en el colchón.

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—Me alegra que dijeras eso —dijo contra mis labios—. Pienso tomarme

toda la noche.

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5 El fin

Traducido por Itorres (SOS), Nelshia (SOS) y Katt090

Corregido por MaryJane♥

e senté en la playa, escuchando las olas. La última vez que

había venido a esta isla, pretendí ser la Sra. Ryel. Ahora

era real. Suspiré y puse mi mano sobre mi vientre. Deseaba

que las cosas pudieran ser diferentes; ser como cualquier

otra nueva novia, disfrutando de la belleza que me rodea en mi primer

día como esposa. Desearlo no ayudaría, y eso lo sabía.

Otra vida significaría la ausencia de Jared. Si nunca nos hubiéramos

conocido, la mayor parte del caos no habría sucedido, y el peor de los

casos habría sido descubrir a mi padre siendo una persona diferente de

lo que yo creía que era.

Aparte de esa decepción, la vida habría seguido, en lo mundano y

mediocre. Me habría casado con Ryan, y trabajado en Titan. Dado a luz

un niño o tres. Hubiéramos vivido el día a día con respeto y amor, frente

a retos diarios de la vida ordinaria.

Mi nariz se arrugó. Una vida sin Jared era inimaginable. A pesar de esta

estipulación, no la quería. El caos, un estado constante de estar en

alerta e incertidumbre era un respetable compromiso para un amor

como el suyo. Él no pidió esto, ninguno de los dos, después de todo. El

peligro era lo que pasamos para estar juntos, y valía la pena por él.

Nunca lo cuestionó, y yo de mala gana lo acepté. Puede que no tuviera

sentido para todos, pero entonces nuevamente, nunca podrían

entender. La mayoría no había experimentado lo mismo que yo. Había

estado esperando, anhelado durante años. La seguridad, el estar fuera

de peligro y la calma que sentía con Jared eran incomparables; nadie

más en la tierra me hacía sentir de esa manera. Nadie tenía un lugar

sagrado para su marido como yo lo tenía, por lo que no podían entender

M

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lo que podría soportar para protegerlo. Nuestro amor, en toda esta

imperfección, era perfecto.

Fue entonces que un momento de lucidez se apoderó de mí. Desde el

momento en que había descubierto la verdad, había peleado con el

sentimiento de pérdida de una vida normal, pero sin Jared, la vida no

tendría tanto sentido. Claro, yo era un individuo. Era una persona

fuerte. No necesitaba que nadie más me complementara, pero era más

feliz con Jared que sin él. Más que feliz. ¿Por qué habría de

conformarme para demostrar que era libre? Lo era, con y sin él. Estar

con él era una elección, una elección de amar y ser amada y existir en

un estado favorable con alguien. Incluso con el caos rodeándonos, era

más de lo que podía haber esperado. Más de lo que la mayoría

esperaba.

Su amor era el ejemplo más puro de todo lo que un ser humano podría

sentir por otro. Cuanto más sopesaba las opciones en mi cabeza, lo

Normal se volvía menos atractivo. Era francamente insultante

compararlos. De repente, no podía recordar por qué lo había pasado por

alto, en primer lugar, y me regañé por permitir que Jared alguna vez

sintiera que estaba más que agradecida por cada momento que él

estaba en mi vida.

—¿Cómo te sientes, amor? —dijo Jared desde atrás, con un gran vaso

de agua con hielo.

—Como si tuvieras que preguntar. Me siento muy bien. Parece que cada

día me siento mejor y mejor. ¿Eso es normal? ¿No se supone que me

sienta enferma o cansada, o las dos cosas?

—No necesariamente. ¿Qué es normal cuando estás llevando a nuestro

hijo? —dijo Jared, tomando asiento junto a mí.

Observamos el oleaje juntos. La tormenta de la noche anterior había

causado estragos hasta las primeras horas de la mañana… y había una

buena razón por la que sabía eso a ciencia cierta. Jared había cumplido

su promesa de tomarse su tiempo. Dormí durante una hora, tal vez dos,

después de que el sol traspasara el horizonte antes de aventurarse en la

playa. El océano era interminable, se extendía hacia afuera hasta que

se encontraba con el cielo. La única manera de distinguir uno del otro

era la ligera diferencia en su tono. Tomé una respiración profunda y me

apoyé en mi marido.

—¿Qué pasa? —dijo Jared, rozando sus labios a través de una pequeña

porción de piel en mi frente.

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—No importa —le dije cerrando los ojos. Quería centrarme en los

sonidos de las olas corriendo en la playa, y la forma en que la brisa

soplaba mi cabello hacia adelante. Si fuera posible bloquear los

pensamientos aterradores de mi cabeza, lo habría hecho. Quería fingir

que las verdades que había descubierto en los últimos años no eran

reales. Pero lo eran, e inconcebibles, cosas como de pesadillas nos

esperaban en casa. Esos pensamientos hacían difícil el relajarse y

disfrutar de mi luna de miel, incluso con la tranquilidad incansable de

Jared. Por fin había aceptado mi vida por lo que era, pero eso no la

hacía menos aterradora.

—Mira —dijo Jared, apuntando con la cabeza a un lugar en la playa.

Samuel estaba a menos de doscientos metros de distancia, demasiado

lejos para que mis ojos humanos descubrieran si nos miraba a nosotros

o al océano.

Jared me acarició el cabello justo por encima de la oreja.

—Se le ha concedido un nuevo puesto temporal.

—¿Cuidar de nosotros? —pregunté—. Debe estar muy emocionado.

Jared rió.

—Algo así. Los híbridos no tienen Arcángeles. ¿Alguna vez te dije eso?

—No, no lo hiciste.

—No los tenemos. Nuestro trabajo es proteger a los seres humanos, que

junto con nuestro conocimiento y habilidades nos hace nuestro propio

ángel de la guarda redundante. Por no hablar de la maldición…

—Pero aun así necesitas protección, ¿no? —pregunté.

Jared lo pensó por un momento.

—Hemos nacido para proteger. Creo que Él lo ve como una pérdida

infinita de recursos.

Asentí.

—Ya veo.

Las cejas de Jared se levantaron y ladeó un poco la cabeza.

—Te ves diferente el día de hoy.

—¿Lo hago? ¿Qué hay de malo en mí?

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Jared rió.

—No me refiero a tu salud en general, me refiero a ti. Tu

comportamiento. Pareces menos estresada. ¿Por qué es eso?

Mis cejas se levantaron, y me encogí de hombros.

—No es que no esté preocupada, eso te lo puedo prometer. Tengo un

año más de universidad, iré a Titan pronto… y estoy embarazada. La

mejor parte, mi favorita, es que tengo que estar en guardia los próximos

nueve meses para mantenerme con vida el tiempo suficiente para que

nazca nuestro bebé, y esperar que el Creador del Universo decida en

contra de sus propias reglas para ayudarnos a hacer eso.

—Diez.

—¿Qué?

—En realidad son diez meses. Cuarenta semanas son diez meses.

Fruncí el ceño.

—Eso no ayuda.

Jared reprimió una sonrisa.

—Estaba orgulloso de ti en la audiencia. —Cuando no respondí, Jared

se explicó más a fondo—. Con Michael. Expusiste un gran caso. Eso

podría haber sido lo que me mantuvo alejado de serios problemas.

—¿Qué podría haber pasado? ¿Si Eli hubiera decidido en contra tuya?

—El peor castigo sería la muerte.

—Pero… —comencé, pensando mientras hablaba—, no puedes morir a

menos que yo lo haga.

—O si me encuentran culpable de perturbar el Equilibrio. El Cielo tiene

cero tolerancia para ambas cosas.

—El bebé supuestamente altera el Equilibrio —le dije, tocando mi

vientre.

Jared puso su mano en la mía.

—Dios no creó el bebé, Nina, nosotros lo hicimos. El libre albedrío y la

Ley están en los extremos opuestos del universo. Podría explicarlo por el

resto de tu vida, y todavía no lo entenderías. Incluso yo no lo entiendo

todo completamente. Sólo sé que la Ley es una constante, y el Equilibrio

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es una variable. En nuestro caso, todo dependió del Libre Albedrío, y

eso hace del Equilibrio una completa bestia nueva.

—Me duele la cabeza —dije.

—Lo siento. ¿Más agua?

Miré hacia abajo a mi vaso. Estaba vacío.

—No me había dado cuenta que lo había tocado.

Jared movió su mano por mi brazo, sus dedos presionando diferentes

lugares.

—Tu temperatura está elevada, pero creo que es debido al embarazo.

Asentí, mirando hacia el océano.

—¿Alguna vez terminará, Jared? Una vez que nazca el bebé, ¿tendremos

que seguir luchando todos los días?

—No. El Cielo tendrá que decidir en algún momento que ya es

suficiente. Ellos o bien nos salvarán o nos dejarán morir. Una vez

tomada esa decisión, estaremos protegidos.

Alcé la vista al cielo.

—¿Por qué simplemente Él no lo hace ahora? —Jared no contestó, y fue

mejor. No esperaba que lo hiciera—. Jared… —dudé. No quería arruinar

nuestra mañana perfecta—. Creo que debo continuar mi entrenamiento.

Suspiró.

—Estás embarazada, Nina.

—Sí, lo sé. Pero, ¿podemos estar de acuerdo en que puede llegar un

momento en que voy a tener que defenderme… o al bebé? No estoy

pidiendo que me des una paliza; me gustaría simplemente pasar más

tiempo con armas de fuego, y que me enseñes algunos movimientos

más complejos.

—Está bien.

—¿Está bien?

Jared envolvió sus brazos a mí alrededor, apoyando su barbilla en mi

cabeza.

—Tienes razón. Tenemos que estar preparados para cualquier cosa.

Empezaremos cuando regresemos.

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Sonreí.

—Gracias.

Se echó hacia atrás, y bajó la barbilla para que me encontrara con su

mirada.

—Sin embargo, tienes que tomarlo con calma. Lo digo en serio.

—Lo haré. Lo prometo.

Satisfecho, Jared tomó mi vaso y regresó momentos después con una

nueva remesa de hielo flotando en el agua. Tomé un sorbo y suspiré,

haciendo mi mejor esfuerzo por relajarme.

Nos sentamos en el sol de la mañana, esperando, mientras el día se

arrastraba a través del cielo, ocultándose de vez en cuando detrás de

las nubes errantes. Jared y yo estábamos envueltos en los brazos del

otro, disfrutando de un pequeño momento de paz. Con el tiempo, mi

estómago empezó a protestar.

Miré hacia abajo, y luego a Jared.

—Supongo que mejor encontramos algo de comer.

—Me sorprende que no dijeras nada antes. No has comido nada desde

ayer.

—Estoy sorprendida de que el bebé no dijera algo antes —le dije,

extendiendo mi mano a Jared cuando se paró.

Tiró de mi mano.

—Puedo ver que voy a tener que cuidar mejor de ti.

Nos dirigimos a la tienda de comida, donde sólo unos pocos otros

clientes estaban sentados en una mesa al otro lado de la habitación.

Devoré el tazón de fruta fresca en la mesa, y luego esperé impaciente

que el camarero llegara.

Una hora más tarde, los platos vacíos o casi vacíos de mero, vegetales

caribeños, caracoles fritos y otras delicias del Caribe permanecían

colocados sobre nuestra mesa. Para alguien que no se sentía

hambrienta, al parecer no podía dejar de comer.

Trituré las migajas sobrantes de pan de plátano que solicitamos para el

postre con el dedo y luego los lamí.

—¡Vaya! —dijo Jared.

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—¿Qué? —dije.

—Siempre has tenido un apetito saludable, pero esto es impresionante.

—Él sonrió.

—Supongo que sí —le sonreí. Los dos sabíamos que terminar la ridícula

cantidad de comida que había pedido estaba por encima y más allá de

cualquier comida sensata que haya comido antes. Nuestra mesa se veía

como si hubiéramos tenido una cena con lobos voraces.

—¿Lista para una siesta? —dijo Jared, dejando un gran billete sobre la

mesa.

—Vamos a explorar. —Sonreí—. O hacer snorkel.

—¿Hacer snorkel? ¿Aún no estás cansada?

—No. Me siento increíble. —Sonreí. Jared frunció el ceño—. ¿Qué? ¿No

se supone que me sienta increíble?

—No. Para mí, te sientes cansada. Tenías hambre una hora antes que

tu estómago gruñera. No puedo decidir si estoy perdiendo mis sentidos

o que tu cuerpo no responde normalmente a causa del bebé. Si es esto

último, no quiero que te excedas.

—Está bien, entonces voy a tomar una siesta. O por lo menos descansar

un rato si no puedo quedarme dormida.

—¿En serio?

—En serio. ¿Por qué?

Jared se removió.

—Es sólo que… eres raramente así de complaciente. Empiezo a

preguntarme si estoy en una realidad alternativa.

—Vaya. Lamento haber sido un dolor en el trasero. ¿Pensé que las

parejas están supuestas a deber llevarse bien en su luna de miel?

La frente de Jared se arrugó.

—¿Así que eso es? ¿Sólo estás siendo amable?

—No, confío en ti. Conoces mi cuerpo mejor que yo, y no quiero hacer

nada que pueda lastimar al bebé.

Jared respiró hondo, y exhaló.

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—Me alegra oírte decir eso. —Cuando fruncí el ceño, sacudió la

cabeza—. No, lo digo en serio. Algunas veces me lo pregunto.

—¿Crees que haría algo para herir a nuestro bebé?

—¡No! —dijo Jared, abrazándome y riendo al mismo tiempo—. No, que

confías en mí.

—Por supuesto que sí —dije en su pecho—. Vamos a la casita y

acostarnos por un rato.

Jared asintió, y luego tomó mi mano. Se paseó por el camino de tierra, y

nos reímos y bromeamos mientras nos dirigíamos a nuestra choza de

estaño caprichosamente pintada. Sus ojos brillaban más de lo que

había visto alguna vez, libre de sombras. Cuando llegamos a la puerta,

Jared me levantó en sus brazos y me llevó a la cama, bajándome con

cuidado sobre mi espalda.

—Sabes —dijo, retirando el cabello de mi cara—. Siempre he pensado

en ti como una belleza extraordinaria, pero de esta forma. —Él tocó mi

vientre redondeado—. No puedo dejar de mirarte. Eres impresionante.

—Sus dedos regresaron al nacimiento de mi cabello para retirar mi

flequillo, y luego volvieron otra vez, sus dedos suaves y gentiles contra

mi piel. Se sentía tan bien, podría haberme derretido en la cama en la

que estaba tan relajada, pero no tenía sueño.

—No se supone que debas decir eso hasta que esté grande como una

casa y necesite un poco de ánimo para ser vista en público todos los

días.

—No puedo esperar a ver eso. He estado por todo el mundo, pero esa

será la cosa más maravillosa y hermosa que jamás veré.

—Hasta que veas a nuestro hijo —señalé.

Jared sonrió.

—Tengo mucho que esperar.

Ahuequé mis dedos detrás de sus orejas y tiré de él hacia mí,

saboreando sus labios.

—Yo también. —Tiré de la camisa de Jared, y la saqué por su cabeza.

Jared apretó su pecho caliente contra mí, y suspiré. Por lo menos esa

parte de nuestra vida podría volver a la normalidad.

—Deberías descansar —susurró Jared contra mi piel.

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—Lo haré —le prometí.

Tan pronto como había cerrado los ojos, estuvieron abiertos. El sol

todavía brillaba, y Jared se sentaba en el borde de la cama, tirando de

su camiseta sobre su cabeza. Se volvió hacia mí, desconcertado.

—Me prometiste tomar una siesta si nos…

—Lo hice. —Bostecé—. Dormí muy bien. ¿Qué hora es? Siento como si

hubiera dormido todo el día.

—Nina, no han pasado ni siquiera veinte minutos.

—¿Es una broma?

Jared frunció el ceño.

—Esto es desconcertante.

—¿Por qué? Nunca he sido una persona que toma la siesta.

—Sí, pero cuando lo haces, estás fuera durante tres horas. —Jared se

inclinó, presionando su oreja suavemente a mi estómago. Se quedó allí

por un momento, y luego suspiró—. Algo es diferente. No puedo

definirlo. Eres diferente.

—No lo soy. Te dije que no tenía sueño. Vamos a bucear. Estoy

aburrida. —Me levanté y recogí un traje de baño de la maleta, y

apresuré a Jared para hacer lo mismo. Lo empujé a la playa, con ganas

de pasar un buen rato.

Buceamos, nadamos, chapoteamos cada uno y recorrimos los rincones

más lejanos de la isla. Por la noche, pasamos tiempo juntos en la ducha

exterior, y luego nos acurrucamos en la cama. Si no hubiera estado ya

embarazada, para el final de nuestra luna de miel seguramente lo

hubiera estado. Jared era insaciable, y parecía que con cada momento

de tranquilidad, yo susurraría cosas sugerentes en su oído.

Al igual que nuestra última visita a Little Corn, la semana pasó

demasiado rápido. Jared notó la tristeza familiar en mis ojos mientras

empacaba.

—Podemos volver. Al graduarte, después de que nazca el bebé, podemos

volver y quedarnos el tiempo que desees.

—Tengo una compañía por dirigir, se te olvida.

—La compañía funcionará bien si decides tomar un permiso de

ausencia.

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Me encogí de hombros, repitiendo el ciclo tedioso de meter mi vestido de

novia en la bolsa de la ropa y luego alisarla.

—Tal vez.

Jared parecía estar de mal humor también. No hablamos mucho

mientras el personal contratado apilaba nuestras pertenencias en el

camión, y luego otra vez en el barco. Jared me sostuvo mientras el

barco rebotaba a través de las olas a la isla principal, y estableció una

pequeña charla mientras esperábamos el avión para salir de Nicaragua.

Era como decir adiós por última vez a un viejo amigo. Se sentía como

una pérdida. Esta vez, no habría ningún anillo para animarme, sólo los

pensamientos ominosos de lo que podría estar esperando por nosotros

en casa.

El cuento de hadas había terminado.

Una vez que estuvimos en el espacio aéreo de Estados Unidos, llamé

inmediatamente a Beth para ver cuál era la situación en Titan. Sasha

trabajó para hacerles la vida difícil a todos, y Grant estaba más que

listo para mi regreso de modo que pudiera partir hacia sus propias

vacaciones. A sólo unas semanas empezarían las clases, y luego las

horas de verano terminarían.

Ryan todavía se estaba recuperando en el hospital. Beth señaló que

Claire nunca lo dejó solo ni por un momento. Su comentario me hizo

pensar en las veces que yo había visitado a Ryan en el hospital después

de ser atacado, y me pregunté si él le había enseñado el Juego de

Lemas. No me podía imaginar a Claire sentada al lado de su cama

riéndose y haciéndose la tonta. Ella probablemente era más de hacer

pucheros en la esquina, tratando de ignorar sus compites por atención

e incesantes preguntas. Esperaba estar equivocada.

El piloto anunció por el altavoz que descenderíamos pronto. Jared

apretó el cinturón de seguridad y besó la piel sensible frente a mi oído,

susurrando que todo iría bien. No me sentía muy nerviosa por el

aterrizaje, pero asumí que él se refería a la vida en Providence.

Con todo lo que había sucedido en Little Corn, era fácil perderse en ese

otro mundo, y fingir que la vida real en Rhode Island era sólo un mal

sueño. Pero la pesadilla era real, y estábamos a punto de vivirla.

Bajar las escaleras del avión, y luego caminar por la pista al auto

esperando, era inquietantemente similar. El suelo estaba mojado por

una tormenta de finales de primavera; el aire era tan denso que parecía

palpable. Samuel estaba de pie a unos cien metros de distancia,

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permaneciendo en el fondo, pero permitiéndonos verlo. Jared ya sabía

que él estaría allí, así que sabía que su presencia era por mí. Esta vez,

sin embargo, Jared no fue hacia él. Me acompañó hasta el auto, y

asintió a nuestro conductor, Robert, mientras sostenía la puerta.

Mi celular sonó y contesté. Grant no perdió tiempo en actualizar mi

horario, dando a entender que debía acudir de forma inmediata. Una

importante reunión fue programada durante una de mis clases del día

siguiente, y él quería repasar algunos puntos clave conmigo para

compensar mi ausencia.

Colgué el teléfono y suspiré.

—Tal vez debería…

—Te esperan varios días de trabajos de recuperación y pruebas, y no

olvides que los Finales van a ser pronto. Grant puede manejarlo.

Asentí.

—Tienes razón. Me reuniré con él esta noche. Tiene una hora, y luego

tomaré los libros.

Jared negó con la cabeza.

—¿Qué? ¿Qué dije?

—Tú. Estando de acuerdo conmigo y sin un solo argumento. Es algo a

lo que tendré que acostumbrarme.

Apreté los labios en una línea dura, tratando de no sonreír. Debo de

haber sido una verdadera molestia. Le debía unas agradables y largas

vacaciones de mi terquedad.

—No puedo creer que haya sido tan terrible para ti. Lo siento.

Jared tomó mi mano entre las suyas, y se volvió hacia mí.

—No has sido horrible. Has tenido una cantidad increíble de cosas con

la que tratar, y hacer las cosas a tu manera era importante para ti.

Tomar decisiones fue el único atisbo de control que tuviste en toda esta

demente situación. Nunca te he renegado eso. De hecho, es una de las

cosas que me gusta de ti.

—En cualquier caso, considéralo significativamente atenuado.

Jared sonrió.

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—No tienes que pedir disculpas por afrontarlo. Ha sido duro para todos.

Ha pasado mucho. Sin embargo, no voy a mentir y decir que no voy a

disfrutar de la nueva actitud.

Me incliné y le besé la comisura de la boca.

—Vas a ver una gran cantidad de la nueva yo. No quiero ser una

víctima, nunca más. Ahora soy una participante activa en lo que me

suceda y a mi familia. Vamos a salir de esto juntos o no lo haremos en

absoluto.

Jared sonrió.

—Me sorprendes cada día.

—Bueno, si has terminado de estar muy asombrado, tengo que ir a

trabajar un poco. ¿Robert? Necesitaremos el Escalade.

Robert me miró por el espejo retrovisor con sus arrugados, ojos

amables.

—Sí, señora. —Él hizo un giro, llevándonos a nuestro hogar. Eso era

una cosa muy diferente de nuestro último viaje a Little Corn. Nuestro

hogar dejó de ser el desván.

Los neumáticos crujieron a través del camino de grava, y Robert

aminoró la marcha hasta detenerse junto al SUV de Jared. La puerta se

abrió, y Robert me echó una mano.

—Es bueno tenerla de vuelta, señorita… —Robert pareció aturdido por

un momento antes de hablar otra vez—. Me disculpo profundamente.

Señora Ryel.

Sonreí.

—Sólo por eso, obtienes un aumento de sueldo, Robert.

Él asintió hacia Jared, y luego abrió el maletero, tirando de las maletas

de la parte posterior.

—Tendré sus cosas lavadas y devueltas a su habitación.

—Gracias, Robert —dijo Jared. Me agarró de la mano y me llevó a la

Escalade, abriendo la puerta. Él me levantó en sus brazos y me colocó

suavemente en el asiento del pasajero—. Como no tengo tiempo para

llevarte a través del umbral, supongo que esto tendrá que funcionar.

Me eché a reír.

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—Lo hará —le dije, colocando cada una de mis manos en sus mejillas

para un rápido beso.

Providence parecía diferente. Una lluvia remanente goteaba de los

árboles, los hermosos edificios aún se cernían sobre las calles, y el

tráfico todavía cruzaba la calle post-tormenta desafiando a los peatones

que deseaban permanecer secos. Pero era extraño de alguna manera.

Providence sería siempre mi hogar, pero por ahora era un campo de

batalla, un punto muerto de quienes dañarían a mi hijo. Durante los

próximos meses, hasta que diera a luz, caminaría por las calles en

guardia, en sospecha constante de todos con los que me topara, y

cautelosa de todas las calles oscuras. Al no tener idea de cuándo

actuaría el Infierno, o lo que tenían en el almacén para nosotros, era

más importante ahora estar preparados y vigilantes.

A fin de cuentas, me alegraba de estar en mi propio terreno. Mis

antepasados no eran residentes de Rhode Island. Era una Nefilim.

Sobrevivimos al Rey David, el diluvio y la epidemia de fiebre amarilla de

1797. Mi marido era medio ángel. Podía hacer frente a lo que sea que

pudieran arrojarme. Eso era lo que seguía diciéndome a mí misma, de

todos modos. No tiene sentido preocuparse hasta morir en ello.

—¿Qué es eso? —dijo Jared, en referencia a cualquier emoción que

estuviera sintiendo.

Me encogí de hombros.

—Coraje, supongo —le dije—. Podemos hacer esto. Creo en ti. Creo en

nosotros.

Los ojos de Jared se oscurecieron un poco, y él se estiró sobre la

consola para tomar mi mano. Los músculos debajo de su mandíbula

temblaron, y sus dedos se tensaron mientras se entrelazaban con los

míos.

—Sin duda me gusta la nueva actitud.

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6 RReessppuueessttaa

Traducido por Jo, Carmen170796 y Little Pig

Corregido por Nanis

a enorme entrada de ladrillo y argamasa de Titan se erigía

sobre el Fleet Rink. El verano estaba a sólo unas pocas

semanas, y la pista de hielo se había transformado de la típica

entretención helada a un lugar popular para los patinadores

locales. Jared se estacionó en su lugar habitual, besando mis labios

antes de que saliera a la vereda y a la entrada principal del vestíbulo.

Me detuve, los primeros pasos sin Jared se sintieron extraños. Excepto

por las primeras pocas horas que pasé alistándome para la boda, Jared

y yo habíamos estado juntos todos los días por una semana. Un

sentimiento inquietante se apoderó de mí, como si hubiera olvidado mi

teléfono celular o dejado mis llaves dentro del auto.

Pasé por la puerta principal y caminé a través del vestíbulo, alejando mi

intranquilidad. Jared permaneciendo en el auto significaba que todo

estaba bien. Si sentía el más mínimo peligro, estaría junto a mí.

—Tranquilízate, Nina —me susurré. Dentro del ascensor, presioné el

botón, y tomé una profunda y aclaradora respiración mientras las

puertas se cerraban. Cuando se abrieron de nuevo, el aliento relajante

resultó ser inútil.

—Bueno. Mira lo que el gato trajo —dijo Sasha. Con una mano en su

cadera, y una mano sosteniendo un pequeño montón de papeles, sus

largos rizos rojos enmarcaban sus duras facciones. Una persona

madura admitiría que Sasha era hermosa, yo, sin embargo, había

aceptado hace tiempo que Sasha sacaba a la enojada y terca niña que

llevaba dentro.

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—Oh. Dios. ¿Te hiciste la permanente mientras yo no estaba? Supongo

que los ochenta están de vuelta. —La rocé al pasar por su lado,

decidiendo no empujar mi hombro contra su huesudo brazo.

—Ruleros calientes. Grant también se apuntó a mencionar los rizos

hoy.

—¿Dónde está Grant?

—En su oficina. Esperó media hora en la tuya. Llegas tarde.

—Vine directo desde el aeropuerto. ¿Por qué todavía estás aquí?

Sasha se encogió de hombros.

—Me quedo el tiempo que Grant se quede.

Puse mis ojos en blanco y estiré mi mano.

—¿Esos son para mí?

—Sí —dijo, pasándolos—. Estaba a punto de hacer copias.

—Eso no será necesario. Gracias por quedarte, pero deberías irte a

casa. —Tomé los papeles y caminé a la oficina de Grant. Sus pies

descalzos, con unas horribles calcetas gruesas verdes con rombos, se

apoyaban en su escritorio.

—Aquí está: La Señorita Cacahuate.

—No empieces —dije, dejando los documentos en su escritorio—. Te dije

que vendría directo. ¿Por qué mandaste a Sasha a hacer copias de

estos?

Grant cubrió su rostro con sus manos.

—Sasha es una chica dulce, conmigo, pero es multifunción. He estado

inventando cosas para que haga.

Solté una carcajada.

—Quiere el trabajo de asistente. Es por eso que ha estado respirando en

tu cuello.

—En mi cuello, en mi oficina, en mi escritorio, en mi rostro, en mi

camino. Es incorregible. Honestamente no tengo suficiente para que ella

haga. Se niega a ayudar en otros departamentos y no se irá hasta que

yo lo haga.

—Grant. Es una interna. No debería negarse a hacer nada.

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Grant pensó en mi comentario por un momento y luego asintió.

—Eso es cierto. Puedes darle una nueva asignación en la mañana.

—Oh, no. No vas a pasarme esto a mí. Sasha es tu problema.

Grant se recostó en su silla.

—No quiero molestarla, y a ti no parece importante. Pensé que estarías

feliz de hacerlo.

—¿Cómo ha durado tanto esta compañía con un debilucho a cargo? —

dije, revisando el documento—. ¿Son estas… viñetas?

—Hice que Sasha los escribiera. Le dije que no olvidara nada. —Hice

una mueca, y Grant se encogió de hombros—. No la vi en una hora.

Tuvo problemas perfeccionando los márgenes.

—Grant, conoces esta cuenta de adentro hacia afuera. No necesitabas

consultarlo conmigo. Sólo consigue que firmen el maldito acuerdo y

ponlos en camino. —Me puse de pie, irritada de que hubiera gastado mi

tiempo.

—Lo planeo. El problema es que este trato tiene el potencial de llevar a

Titan en una dirección completamente diferente de la que tu padre

había visionado.

—Jack visionaba hacer dinero. Cierra el trato.

Los hombros de Grant cayeron, y sus ojos bajaron al escritorio, abatido.

—Espera un minuto… —dije, apuntándolo con mi dedo. Grant se tensó

inmediatamente. Había sido atrapado—. ¡No querías hablar acerca de la

reunión para nada! ¡Querías que me encargara de Sasha por ti!

Grant se estiró para alcanzarme.

—¡No entiendes! ¡Ella reorganiza mi escritorio cada mañana! ¡Hace

listas de mis cosas por hacer!

—No estás casado con la mujer. No puedo creer que me alejaras de mi

primera noche de vuelta de mi luna de miel por esto.

Sus cejas se levantaron.

—¿Cómo estuvo, por cierto? Debió haber sido en algún lugar del

trópico. Obtuviste un bronceado decente. Nunca creí que escaparías y

te casarías. Jack no lo habría aprobado.

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—No puedes fugarte cuando has estado comprometido tanto como

nosotros. Fue más como un plan de último minuto. Te llamaré mañana

entre clases por actualizaciones.

—Sí, señora —dijo Grant, mirando los paquetes de información en su

escritorio. Sasha innegablemente había trabajado en ellos durante la

semana. Estaban organizados por color y alfabetizados—. Ella… eh…

pensó que personalizaría los paquetes al poner sus nombres en ellos.

Con caligrafía.

—¿Es una calígrafa?

Grant se hundió en su silla.

—Pensó que deberíamos contratar a uno para la tarea.

Mi rostro se sonrojó. Grant ahora estaba permitiendo que Sasha

malgastara los fondos de la compañía en uno de sus ridículos

caprichos.

—Hablaré con Sasha mañana. Beth ha mencionado que una de las

salas de presentación necesita atención.

—Díselo suavemente.

Puse mis ojos en blanco.

—Debilucho.

Mi oficina lucía exactamente como la había dejado. Beth la había

vaciado un poco durante la semana, pero aparte de eso, estaba

inmaculada. Me senté en la silla de mi padre y dejé salir un suspiro

aclarador. Hacerme cargo de la compañía no se suponía que pasara

hasta después de la graduación, y me pregunté cómo equilibraría mi

último año en Brown con mi embarazo y la presión de encargarme de

Titan. Sería una madre antes de graduarme de la universidad. Todo

estaba pasando tan rápido.

Un par de manos familiares tocaron suavemente la piel desnuda entre

mi camiseta y cuello. El pulgar de Jared masajeó mis tensos músculos.

Mi cabeza inmediatamente bajó, y suspiré. Sin una palabra, se arrodilló

detrás de mí y dejó que sus labios rozaran desde mi hombro a mi cuello.

Incliné mi cabeza, haciendo el camino más fácil para él.

—Nunca entras —dije, sonriendo—. Debo estar realmente tensa.

Su mano bajó por mi hombro, brazo, y luego viajó lentamente por mi

lado, descansando en mi estómago. Sus dedos presionaron en mi piel,

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tocando mi vientre como una pelota de básquet. Su firme agarre me

tomó fuera de guardia, y sentí mis cejas levantarse, curiosa de lo que

estaba a punto de hacer.

Sus labios no estaban tan suaves como siempre lo estaban; en lugar de

eso se sentían secos y rasposos.

—Un bálsamo labial funciona increíblemente, amor —susurré.

—¿Es esto poco placentero para ti? —dijo una voz ronca.

Bajé la mirada. La mano acunando mi estómago tenía pálidos y

anormalmente largos dedos. Las uñas estaban sucias, y terminaban en

puntas.

Cuando me giré, un pálido rostro y ojos negros estaban a sólo

centímetros de mi rostro. La criatura sonrió ampliamente, revelando

dos líneas de sobrenaturales dientes puntiagudos.

Me senté derecha y pestañeé. La oficina estaba oscura y silenciosa,

excepto por el sonido de mi corazón tronando en mis orejas. Mi

respiración era rápida y superficial. El hombre aterrador ya no estaba

detrás de mí, sino que una figura oscura estaba sentada en la silla

verde al otro lado de mi escritorio. Jadeé.

Jared se estiró hacia mí.

—Está bien. Está bien, sólo soy yo.

—Oh —dije, tocando mi pecho con mis dedos.

—Estás temblando.

—Pesadilla. Debo haberme quedado dormida.

—Ha sido una larga semana —dijo Jared, forzando una pequeña

sonrisa—. Mi papá no estuvo aquí, ¿cierto?

—No —dije, intentando calmarme—. No. No sé quién era. Alguien con

muchos dientes.

Jared asintió una vez.

—Pude sentirlos.

—O es sólo que estoy embarazada. He leído que las pesadillas

aumentan en mujeres embarazadas.

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Jared frunció el ceño. Siempre era el que imaginaba lo peor. Con buena

razón, claramente, pero sería agradable si admitiera una vez que algo

perfectamente normal podría ser la razón.

Me paré, agarré mi maletín del suelo, y luego metí mis pies en los

zapatos. No recuerdo habérmelos sacado. Debí haber estado exhausta.

—Claire llamó —dijo Jared.

—¿Hay algo mal?

—Ryan está bien. Se estaban preguntando si queríamos cenar con ellos.

—¿En el hospital?

—Están aburridos.

Pasé mis dedos por mi cabello y quité el rímel que probablemente había

manchado bajo mis ojos.

—Tengo hambre. Ese es el mejor momento para comer comida de

hospital, ¿cierto?

—Pensé que podríamos tomar algo para llevar.

—Mejor todavía —dije, abriendo la puerta—. Conozco el lugar perfecto.

—Jared puso su mano en la perilla sobre la mía, y se inclinó para besar

mis labios. Instantáneamente, me sentí mejor. Sus labios tenían la

usual suavidad y delicadez. Sin embargo, no tan cálidos como siempre.

Respiré profundo y sonreí. Sin lluvia de balas, sin explosiones, y sin

hombres entrando al edificio con rifles automáticos. Nuestro primer día

de vuelta sería sin eventualidades. Me atrevía a esperar que el Infierno

esperaría hasta que el bebé llegara para molestarse con amenazas. Su

típico orgullo y confianza de sobra nos daría un poco más de tiempo

para planear, y para ganar algunos aliados clave en el otro lado.

Mientras manejábamos por las calles de Providence, de pronto se

pareció como la casa que había conocido en mi niñez. En ese momento,

no albergaba amenazas en cada esquina; no parecía tan oscura y

siniestra. Era la pintoresca y animada ciudad con tráfico desbordante

que recordaba.

Donde nací. Donde mi bebé nacería, y donde había caminado por las

calles con mi padre. Providence era el fondo de mi historia de amor con

Jared. Todavía era mi hogar, y aquí es donde nos defenderíamos.

—Estás curiosamente relajada esta tarde —dijo Jared.

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—No lo sé —suspiré—. Simplemente todo se siente bien.

—Eso es alentador.

Recogimos la cena y luego nos dirigimos al hospital. Cuando las puertas

del ascensor se abrieron, Jared agarró mi mano y me guió a la

habitación de Ryan. La puerta estaba abierta, pero estaba silencioso

adentro.

Claire estaba sentada al lado de la cabecera de la cama de Ryan. Su

cabeza estaba apoyada en su puño, y le estaba sonriendo. Los dedos de

Ryan retorcían catatónicamente una sección de la manta al lado del

brazo de Claire. Parecían estar ocupados en una dulce conversación

sobre nada en particular. Recordé cuando yo estaba sentada en esa

silla, riéndome del sentido de humor absurdo de Ryan, y me alegraba

ver ese brillo de nuevo en sus ojos.

Las vías intravenosas y telemetría ya no estaban saliendo de diferentes

partes de su cuerpo. Parecía tan relajado con Claire a su lado. Me estiré

para tomar la mano de Jared. Nuestros nudillos se rozaron mientras

entrelazábamos nuestros dedos, y levanté la mirada hacia él. Le estaba

sonriendo a su hermana menor, complacido de verla finalmente

contenta.

Los ojos de Ryan vagaron hacia la entrada donde estábamos parados.

Claire lentamente se volteó en nuestra dirección y nos ofreció una

pequeña sonrisa.

—Knock, knock —dijo Jared, levantando la bolsa de comida para

llevar—. Hamburguesas de queso. Nina dijo que eran tus favoritas.

La sonrisa de Ryan se volvió una sonrisa de hiena, y lanzó su cabeza

hacia atrás.

—¡Oh, gracias a Dios! Pensé que moriría de inanición.

—Oh —dijo Ryan, masticando un pedazo demasiado grande de

hamburguesa—. Read Stripe tienes las mejores hamburguesas. En

serio. No deberías hacerme esto en el hospital. Podría pensar que he

muerto y he ido al cielo.

Claire puso sus ojos en blanco.

—¿Podrías ser más dramático por una hamburguesa?

Ryan dejó de masticar, y limpió un poco de kétchup de la comisura de

su boca con su muñeca.

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—No tienes que estar celosa de una hamburguesa, cariño.

—Oh, hermano —dijo Claire. Señaló a Ryan—. ¿Ves con qué tengo que

tratar? ¿Algunos de ustedes llamaría a la OSHA2?

—No lo sé —dijo Jared—. Parecías bastante contenta cuando entramos.

Ryan dio otro mordisco y después sonrió.

—Ella actúa ruda cada vez que alguien viene de visita. Sin embargo, no

me engaña.

—¿Quién más ha venido? —pregunté.

—Mamá. Kim. Beth. Chad. Josh… sí. Eso son todos. No, espera…

—¿Cómo estuvo eso? ¿Con tu mamá? —pregunté.

Claire frunció el ceño, y Ryan le guiñó.

—Estuvo bien. Ha desarrollado una teoría. Dado que la última vez que

estuve aquí tú apareciste, y ahora Claire está aquí, mamá cree que me

estoy lastimando por las chicas.

—¿No es verdad? —dijo Jared con una sonrisa irónica.

—Cállate, Jared —advirtió Claire.

Le pasé a Ryan su vaso de refresco.

—Sabes, esto se está volviendo un hábito.

Su barba estaba más allá de levemente crecida, y su cabello se había

tornado completamente greñudo. Parecía mucho mayor que la última

vez que lo había visto en ese hospital, y nada como el Marín en las fotos

que había enviado con sus cartas.

—Dímelo a mí. ¿Pensé que dije dos hospitalizaciones atrás que era tu

turno?

—Me tocó mi turno.

—Sí, así que casi te desangraste, gran cosa. Vamos tres contra uno.

—Bueno, estoy embarazada, estoy programada para una hospitalización

este año —dije, procesando las palabras mientras las hablaba.

2 La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (Occupational Safety and Health Administration, OSHA): Es una agencia del Departamento de Trabajo de

Estados Unidos. Tiene su sede en Washington DC. OSHA hace cumplir las leyes sobre

la seguridad y salud de trabajadores.

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Ryan se río.

—Espera… ¿qué? —dijo, su cara cambiando de diversión a

preocupación.

Miré a Claire.

—¿No le dijiste?

Ella se encogió de hombros, sus mechones de color platino rebotando

mientras lo hacía.

—Es de tu incumbencia decirlo. Qué manera de echárselo, tonta.

Fruncí el ceño. Ryan reflejó mi expresión.

—Felicitaciones —dijo. Miró a Jared, le lanzó una mirada de odio tan

rápido como un rayo, y después regresó su atención a mí. Se empujó

con sus codos hacia arriba en la cama, sentándose más erguido.

—Dilo —dijo Jared.

Claire observó el intercambio, claramente triste. No estaba segura si

sólo estaba sintiendo el cambio en el humor de Ryan, o si era su propia

reacción al repentino y desagradable giro en la conversación.

—No me corresponde decir algo —dijo Ryan.

—Tienes mi permiso —dijo Jared. Después de su última palabra, le

señaló a Ryan que continuara.

Ryan puso sus ojos en blanco y miró a Claire.

—¿No es exactamente esto lo que ninguno de ustedes quería que

pasara?

Claire pareció incomoda respondiendo por su hermano, pero

rápidamente le restó importancia.

—Sí y no. No seguir con la profecía en el libro de Shax habría sido una

ruta más segura, en teoría, pero era más que seguro que el Infierno aun

esperaría su ejecución. Ahora que ha pasado, hemos llegado a un final.

Tenemos una mejor oportunidad de poner al Cielo de nuestro lado.

Ryan estaba en lo correcto al preguntarle a Claire. Jared era bien

conocido por sus interminables explicaciones. Claire fue directo al

punto.

Los ojos de Ryan se alejaron de Claire hacia mí.

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—¿Estás bien?

Me encogí de hombros.

—Bien. Fantástica, en realidad. Siento que podría correr un maratón.

Ryan sonrió.

—Eso es bueno. —Se volteó hacia Claire—. Eso es bueno, ¿cierto?

Su nariz se arrugó.

—¿Por qué me lo preguntas a mí?

—No lo sé. —Ryan se encogió de hombros—. Pensé que podrías tener

más conocimiento sobre ello que nadie más.

Claire se paró, riéndose.

—Difícilmente soy una experta. Nunca ha sido una opción para mí, así

que no me molesté en pedirle a mi madre los detalles.

—¿Por qué no sería una opción?

Claire entornó sus ojos.

—Porque estoy ocupada.

—¿Con qué? —dijo él, escéptico.

Clare colocó ambas palmas bocabajo sobre la cama y miró a Ryan.

—Manteniéndote vivo.

La mano de Ryan se deslizó lentamente a través de la sábana. Sus

dedos sobre los ella.

—Bueno… ¿y qué pasa si estuviéramos juntos? Eso podría hacerlo una

opción.

Claire se enderezó rápidamente y se cruzó de brazos.

—Sigue soñando.

Las esquinas de su boca se levantaron. Él disfrutaba perturbar a Claire

demasiado para su propio bien.

—¿Me equivoco?

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—Primero que nada —dijo ella, removiéndose en su sitio—. Nunca va a

pasar. Segundo, sería difícil protegerte cuando estoy tan redonda como

una bola de boliche.

—Apuesto que podrías —dijo Ryan—. Puedo permanecer fuera de

problemas por nueve meses.

Claire levantó una ceja.

—No puedes permanecer fuera de problemas por un mes. Has estado

hospitalizado, tenido cirugías mayores, y necesitado rehabilitación

exhaustiva tres veces en igual número de años.

Los ojos de él se volvieron suaves.

—Lo haría si tuviera que hacerlo. Lo haría por ti.

Ella puso su mano sobre su boca.

—Cállate.

Jared se movió nerviosamente, sintiéndose fuera de lugar.

—Uh… deberíamos irnos.

—¡No! —dijo Claire. Sacó su mano y la limpió en sus leggings—. No,

deberían quedarse. Yo, uh… iré a conseguir más sillas.

—Te ayudaré —dijo Jared. Rápidamente besó mi mejilla antes de seguir

a Claire al corredor.

—Vaya —dije, tomando asiento al lado de la cama—. Puedes despejar

un cuarto mejor que yo. Y eso es decir bastante.

Ryan frunció el ceño.

—Ella es dura. Más dura que tú.

—Sin duda. —Asentí.

—No… quiero decir sí, pero no de manera física. Está aquí cada

segundo mientras sano. Sé que tiene que vigilarme, pero no tiene que

sentarse al lado de mi cama y tomar mi mano.

—¿Toma tu mano?

Ryan sonrió a medias.

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—La primera mañana, cuando desperté, estaba sosteniendo mi mano

con ambas suyas. La segunda vez que abrí los ojos, me soltó. Pero sí, lo

hizo.

—Está bien, pero no tienes que torturarla. Por sus acciones, ella debe

preocuparse por ti. Es Claire con quien estás tratando. No puedes

forzarlo.

Ryan se movió de costado, inclinándose sobre su hombro.

—Nina, estás embarazada. Alguna mierda dura va a suceder. Tal vez

mañana. Tal vez el día que des a luz a Lil’ Bitty Saint Ryel. —Señaló mi

estómago—. Pero creo que todos estamos de acuerdo en que dar por

supuesto el tiempo es precario.

—Precario —dije—. Estoy impresionada.

—Cállate. —Ryan sonrió—. La amo. Quiero estar con ella. Y no sólo a su

alrededor. Es incluso peor saber que no está aquí, sino que está en

algún otro lado.

—Conozco la sensación —dije. Mis ojos borrosos mientras recordaba un

pasado no tan distante donde luchaba por estudiar en mi dormitorio en

Andrews Hall, sabiendo que Jared estaba en algún lugar cercano.

Hablarle a un micrófono colgando en mi pared, pararme en la lluvia

helada. Sabiendo que vendría.

—Creo que también le gusto, sólo que no lo admitirá. Simplemente

tengo que romper ese caparazón.

La voz de Ryan me trajo de nuevo a la realidad.

—Buena suerte —dije.

Claire y Jared volvieron cargando sillas en sus brazos.

—Te amo —dijo Ryan, mirando directamente a Claire. Ella se quedó

parada, sin palabras.

—Sutil. —Asentí.

—Yo… uh… —dijo Claire, mirando alrededor. Colocó las sillas en el piso

y después miró a su hermano—. Alguien más podría venir a visitar…

será mejor que consiga más sillas.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Ryan bajó la mirada y se río

secamente.

—Tan necia.

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—Mejor que estúpida —dijo Jared.

La cabeza de Ryan se alzó de golpe.

—¿Perdón?

—Déjala hacer su trabajo —dijo Jared, su voz firme.

—¿Viniendo de ti? Eso es hilarante.

La tensión entre ellos espesó el aire en la habitación.

—Vamos, chicos —dije.

Los ojos de Jared estaban entrecerrados, y Ryan se inclinaba un poco

hacia adelante. Cualquier amabilidad entre ellos siempre había parecido

forzada. Era sólo cuestión de tiempo antes de que intercambiaran

palabras.

Jared se movió.

—¿Qué se supone que significa eso, exactamente, Ryan?

—Pareces olvidar por qué todos estamos en este desastre para empezar.

Si hubieras hecho tu trabajo según el libro, nada de esto habría pasado.

Entonces, ¿qué tal si nos dejas tomar nuestras propias decisiones sin

juzgar?

El cuerpo de Jared estaba tieso; apretaba los dientes. Esperé que le

diera su merecido a Ryan, que le respondiera con una de sus réplicas

indiscutibles y lógicas, pero no lo hizo. Sin decir una palabra, dejó la

habitación.

—Por fin… se ha quedado sin habla —dijo Ryan, apoyándose en el

respaldo de la cama.

—No tendrías que haber hecho eso —dije.

Ryan frunció el ceño.

—¿Por qué no? ¿Porque es Jared? Él no tiene problema en decirle a los

demás lo que hicieron mal, pero no es como si no hubiera cometido

errores. Insinuó que no estoy dejando que Claire haga su trabajo,

cuando él estuvo en la misma situación hace poco tiempo.

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué lo defiendes? ¿Por qué no puedes decir: “Ryan

tienes razón. Jared está equivocado”?

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—Porque él está haciendo todo lo posible. Porque todo lo que hace,

cuando va a hacer algo, intenta hacer lo que le parece que es mejor

para todos. Me ama, y que tú se lo eches en cara después de todo lo que

pasó es simplemente cruel.

—Debería callarse y no opinar —dijo Ryan, cruzándose de brazos.

—Para él, mantener el control en situaciones como esta es casi

imposible. Claire es su hermanita. La ha amado por mucho más tiempo

que tú, y sabe por experiencia lo complicado que es estar enamorado de

su Taleh. Sólo quiere que ella no pase por lo mismo que pasamos

nosotros. Tendrías que haber pensado en eso.

Ryan levantó una ceja.

—Entonces, ¿te arrepientes?

—¿Qué?

—¿Te arrepientes de haberte enamorado de él? ¿De descubrir todo?

—¡No, y no! Por supuesto que no. Sólo que es difícil.

—¿Qué cosa no lo es?

—¿Una relación normal?

—¿Y quién dice eso?

—La gente normal.

—¿Qué sabes tú de la gente normal?

—¡Conozco a algunas! —dije. Ryan estaba intentado contener la

sonrisa. Disfrutaba cuando me irritaba. Pobre Claire. Igual, no era una

de las personas más pacientes, y la persona más fastidiosa, discutidora,

y un trasero de pollo persistente (así lo había llamado Bex una vez)

estaba enamorado de ella.

—¿Por qué estás sonriendo? —dijo él.

—Oh, no es nada. Me siento mejor —le dije, despidiéndome mientras

abría la puerta.

—¡Espera! ¿Me vas a dejar aquí solo?

—Nunca estamos solos. —Sonreí.

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Jared estaba en el pasillo con Claire. Ella estaba mirándolo,

susurrándole palabras de consuelo. Parecía que él se estaba calmando,

mientras escuchaba con mucha atención todo lo que ella le decía.

—Es todo tuyo. —Le sonreí a Claire.

—¿Cómo? —preguntó Claire.

Tomé la mano de Jared.

—Él sabe exactamente qué decirte para hacerte enojar, y tú sólo lo

dejas.

—Con él es diferente. No hay mejor descripción que puro odio.

—Hace un tiempo, me estaba persiguiendo a mí, y ahora es igual de

molesto mientras persigue a tu hermana menor.

—Exactamente.

—¿Qué pasaría si no lo estuviera?

—¿Si no estuviera qué? —dijo, sin idea alguna a lo que quería llegar. La

euforia recorrió mi cuerpo. Era muy satisfactorio cuando Jared no sabía

algo.

—Enamorado de Claire. Cariño —dije, poniéndome en puntitas para

envolver mis brazos en su cuello—, esto es genial.

—Para ti tal vez —se quejó Claire.

—¿Te has olvidado qué significa el hecho de que él la ama? Ellos están

destinados a estar juntos; no él y yo. ¿Y sabes qué es lo mejor de todo?

Ibas a tener que aguantar a Ryan de cualquier forma, pero ahora

porque ama a Claire, no porque me esté irritando hasta más no poder,

sino porque va a estar molestando a Claire. —Dejé que una amplia

sonrisa llena de orgullo atravesara mi rostro, aunque parecía que Claire

quería hacer un agujero en la pared con su puño. Atravesando mi cara.

La expresión facial de Jared se relajó, y se rió suavemente.

—Todo eso es verdad —dijo, bajando la cabeza para besarme—. Podría

ser peor. Mucho peor. —Miró a Claire—. Lo siento. Buena suerte.

Nos miró con odio mientras nos alejábamos.

—Oye, ¿Nina? —me llamó Claire.

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Me di vuelta, notando nuevamente lo pequeña que era. Sus leggings,

que estaban pegados a su piel, y la enorme camiseta, que se caía de

uno de sus hombros, la hacían parecer todavía más pequeña. Sus

botas, que le llegaban al tobillo, se deslizaron a través del suelo del

hospital mientras se acercaba.

—¿Sí?

Cansada, enredo sus dedos en la parte de arriba de su cabeza.

—¿En serio crees que sólo estoy siendo terca? ¿Crees que por eso él es

mi Taleh? ¿Porque estamos destinados a estar juntos?

—Sí —dije—. Él te importa, ¿no?

—No lo sé. —Se encogió de hombros. Dejó que una de sus manos

cayera al lado de su costado; y llevó la otra a su boca—. Creo que sí.

Miré a Jared, y le señalé con mis ojos a Claire. Jared frunció el ceño,

pero cuando moví la cabeza en dirección a Claire persistentemente,

comenzó a hablar.

—Está bien, Claire. No puedo decir que me cae bien el chico, pero no

encuentro otra razón por la cual todo esto haya pasado como pasó. ¿Tú

sí? Porque si lo haces, me encantaría escucharlo, mphh —siseó,

estremeciéndose cuando lo había golpeado con mi codo, haciendo que

se quedara sin aliento. Obviamente no lo lastimé, pero aun así disfruté

su reacción.

—No —susurró Claire—. No encuentro otra razón.

Caminó lentamente hacia la habitación de Ryan, pensando. Dio vuelta

la manija de la puerta, y entonces sacudió la cabeza.

—Eso no significa que tenga que enturbiar las aguas.

La seguimos adentro, notando que había movido la silla lejos de al lado

de la cama de Ryan. Comió su hamburguesa en silencio, y Ryan la

observó por un momento, pero luego miró hacia abajo cuando no

obtuvo el resultado que quería.

Me daba pena. Sabía muy bien lo horrible que era amar a alguien que

insistía en mantener la distancia.

—Entonces, ¿te sientes mejor? ¿Cuándo vas a volver a trabajar?

—Me dieron una semana libre. Qué lástima que no estaba en servicio

cuando pasó. Me podría haber salvado de bastantes cambios.

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—No te preocupes por la cuenta, Ryan —dije—. Ya fue pagada. —Ryan

abrió la boca para discutir, pero sabía que no iba a ganar. No tenía el

dinero suficiente para pagar lo que su pequeño seguro no cubría.

Asintió humildemente.

—Esta es mi última vez. La próxima le toca a otro. No estoy bromeando.

Lo digo en serio.

El ceño fruncido de Claire se suavizó, y las puntas de su boca se

curvaron una extremadamente pequeña parte. Su expresión me hizo

recordar a cuando Jared intentaba controlar sus emociones cuando se

peleaba consigo mismo para mantenerse alejado de mí. La batalla de

Claire iba a ser más complicada definitivamente. Ryan era mucho más

persistente que yo.

Disfrutamos nuestra cena tardía, mientras nos burlábamos de nuestros

últimos días juntos antes de que Jared y yo nos hubiéramos ido a Little

Corn. Ryan nos contó sobre su recuperación, y Claire se quejó medio en

broma de ser su enfermera.

Mencionamos a algunos demonios, entre ellos a Shax y a Isaac, en

varias partes de nuestra conversación. Discutir sobre las parte

paranormales de mi vida fuera de los Ryel me hacía sentir rara, pero a

su vez me daba un gran alivio.

Pero, ahí estábamos: sentados en una habitación, hablando sobre el

olor asqueroso de cientos de criaturas deformes que estaban escalando

las paredes de St. Ann.

—¿Saben algo del padre Francis? —pregunté.

Claire asintió.

—Está en casa. La primera noche fue crítica, pero después volvió a la

normalidad. Sus doctores estuvieron asombrados.

Jared tomó mi mano mientras que los ojos de Ryan seguían el

movimiento.

—Entonces —dijo Ryan—. Escuché que ustedes se fueron de la ciudad

por un rato. Están… más bronceados.

—Sí —dije, asintiendo una vez—. Fuimos a Little Corn.

—¿Otra vez? —preguntó Ryan.

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Los ojos de Claire no se movieron de la cara de Ryan. Buscaba con

cautela una expresión que ella no quería ver.

Jared apretó mi mano.

—Decidimos casarnos en la capilla de ahí.

Ryan asintió. Era obvio que un monólogo interno estaba ocupando sus

pensamientos. Claire no se movió. Esperó en silencio, pero no sabía qué

estaba esperando.

—¿Cuál es el apuro? —dijo Ryan.

—¿No escuchaste cuando ella dijo que estaba embarazada? —dijo Claire

con disgusto.

Ryan giró su cabeza en la dirección de Claire.

—Sí, ¿y?

Me encogí de hombros.

—Igual, estábamos comprometidos. No había lógica en esperar.

—Estás casada. Con Jared. —Los ojos de Ryan se ampliaron con shock,

sus cejas lo más alto que las podía llevar.

El cuerpo de Claire estaba rígido, sus ojos centrados en Ryan. En el

segundo siguiente, una enorme sonrisa atravesó la cara de Ryan.

—¡Felicitaciones, Nigh! ¡Eso es completamente genial!

La mirada en blanco de Claire se fue lentamente, y respiró

profundamente. Dio una pequeña sonrisa, y se giró para verme. Si no

hubiera visto la misma expresión suplicante en la cara de Jared el año

anterior, no me hubiese dado cuenta. Ella tenía miedo de que Ryan

siguiera enamorado de mí.

—Gracias —dije, mirando hacia abajo.

Recordando el año pasado, las cosas no podrían haber cambiado más

para los cuatro. Sin embargo, parecía que cualquier palabra que

decíamos, cada decisión que tomábamos, nos traía a esta misma

situación. Ryan miró a Claire con algo que no podía ser descrito con

otra palabra excepto adoración, y Jared se estiró, llevando su mano a

mi estómago.

Un golpe en la puerta terminó nuestro pequeño momento

abruptamente.

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—¡Kim! —dijo Ryan.

Su ropa estaba sucia, y su cabello estaba hecho un desastre. Una

pequeña bolsa marrón colgaba de su brazo, asegurado debajo de este.

Asumí que era el libro. Estaba obligada a llevarlo a todos lados. Kim era

la única que podía mantener el Naissance de Demoniac a salvo de Shax

y sus demonios.

Parecía otra persona.

—¡Tú! —Señaló a Jared—. Tú me hiciste una promesa, Híbrido, y la vas

a cumplir.

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7 PPrroommeessaass rroottaass

Traducido por Nnancyc y Katt090

Corregido por MaryJane♥

im respiró sonoramente; su brazo estirado con un dedo

apuntando a escasa distancia de la nariz de Jared. El aire en

la habitación se tornó inmediatamente denso, los vellos en mi

cuello se elevaron. Ahora los Otros estaban siguiéndola más

de cerca, esperando para que ella cometiera un error. Shax estaba de

vuelta al Infierno a donde pertenecía, pero su fracaso sólo lo hizo más

determinado a recuperar su propiedad antes de que Kim y Jared la

pusieran a salvo en la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.

La presencia constante del enemigo había hecho estragos en Kim. La

piel bajo sus ojos era de una intensa sombra púrpura. La naturaleza

típicamente frívola e insensible de Kim se había alejado lentamente los

últimos dos años. Su posesión siendo una adolescente le había dejado

con la habilidad de tomar poder de los demonios, algo que el Infierno no

entendía, haciéndola la perfecta guardián del libro, hasta que pudiera

ser regresado al único lugar que Shax no podría llegar. Ella estaba tan

desesperada por liberar a su familia del Naissance de Demoniac como

Shax lo estaba de arrebatarlo de ellos.

Una enfermera entró, momentáneamente dándose cuenta del curioso

lenguaje corporal de Kim, pero rápidamente lo dejó pasar cuando

comenzó a tomar los signos vitales de Ryan.

Sacándose el estetoscopio de sus oídos, la enfermera pareció satisfecha.

—El médico dijo que puedes ser dado de alta, pero debido a que es

tarde, quiere mantenerte una noche más y dejarte ir a primera hora de

mañana.

K

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Kim bajó la mano, dejándola caer a su muslo.

—Agh… —resopló Ryan. Su expresión fastidiada de repugnancia.

Claire puso los ojos en blanco.

—Una noche más no es nada. Deja de quejarte.

Un lado de la boca de Ryan se elevó.

—Sabes, cuando esté en casa, puedes entrar al apartamento. No tienes

que sentarte afuera en el Lotus.

—No, gracias. No puedo hacer mi trabajo apropiadamente y escucharte

platicar toda la noche.

—No tenemos que hablar. —Sonrió Ryan.

Jared se puso de pie.

—Con ese comentario nos vamos —me miró—, preferiblemente antes de

que vomite mi hamburguesa con queso en el regazo de Ryan por

insinuar algo remotamente íntimo sobre mi hermanita.

Claire se quedó sin habla, y yo fruncí el ceño.

—Ryan. ¿En serio?

Ryan se rió histéricamente.

Jared me guió al elevador por la mano. No podía alejarse de Ryan lo

suficientemente rápido. Kim nos siguió al pasillo. Jared presionó el

botón, y luego esperó a que Kim hablara.

Ella se cruzó de brazos, ya diciendo lo que había venido a decir. Miró a

Jared expectante.

Él suspiró.

—Necesito más tiempo.

—Lo prometiste. ¿Qué estás esperando, de todas maneras? Nina está

embarazada. La profecía ha comenzado. Ahora sólo puede ser de una o

dos formas.

—Quiero llevarlo de vuelta a Woonsocket y pasar un par de días con el

padre Francis. Podríamos encontrar un punto débil. Podríamos

encontrar una forma de evitar una confrontación todos juntos.

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—Eso es imposible, incluso para ti —dijo Kim. Sus mejillas pálidas

estaban tornándose de una suave sombra de rojo. Kim estando

disgustada era tan extraño para mí que casi no podía procesarlo.

—Tú y Nina sólo tienen unas semanas antes de las vacaciones de

verano. Nina no puede perder más clases, y yo no puedo ir sin ella.

Kim estrechó los ojos.

—¿Crees que me importan las clases? Esto es serio, Jared. Prometiste

que si yo ayudaba a conseguir el libro, me ayudarías a devolverlo a

Jerusalén. Lo prometiste.

Jared se frotó la parte posterior del cuello, evidentemente frustrado. La

puerta del elevador se abrió, y él nos empujó a Kim y a mí adentro. Un

par de ancianos caminaban hacia la puerta. El caballero de avanzada

edad levantó la mano, señalando para que detengamos el elevador, pero

Jared rápidamente presionó el botón para que las puertas se cerraran.

—¡Jared! —dije, espantada—. ¿Recuérdame por qué no podemos dejar

que Shax tenga la maldita cosa?

Kim lanzó una mirada fulminante en mi dirección.

—Porque le proporciona un tremendo poder, el poder que alguien de los

días de Jesús temía demasiado que tuviera, por el cual se arriesgaron a

quitárselo. Ahora que sus padres lo han enojado, si entregáramos su

biblia, la primera persona que él inhabilitará con ese poder eres tú.

Jared cuadró los hombros y bajó la barbilla.

—Entiendo que quieres regresar el libro y el por qué. Confía en mí, lo

hago. Pero cuando nosotros… una vez que hagamos eso, Kim… no

puede ser deshecho. Nunca conseguiré esta oportunidad de vuelta.

Kim igualó su mirada.

—Entonces hazlo.

La puerta del elevador se deslizó hasta abrirse, y Kim caminó al

vestíbulo principal del hospital. No dijo otra palabra, y no me reconoció

en absoluto.

Jared y yo caminamos hasta el Escalade en silencio. Los argumentos de

ambos tenían sentido. ¿Quién estaría en desacuerdo con cualquiera de

los dos cuando ambos querían proteger a alguien que aman? Mi

primera inclinación fue insistirle a Jared que mantuviera hasta el final

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su pacto, pero protegerme significaba proteger a nuestro niño. Bean era

mi prioridad número uno.

Jared parecía incluso más en conflicto que yo. Era un buen hombre, e

ir en contra de su palabra claramente lo molestaba. Él tenía razón;

necesitábamos investigar cada pista, cada significado figurativo y literal

de cada párrafo de la profecía. Forzar al Cielo y al Infierno a una guerra

era un último recurso, y no podíamos estar seguros a menos que

exploráramos cada opción.

Dormí de a ratos esa noche, soñando sobre guerras, demonios y sobre

Bean. Mi cerebro corrió innecesariamente, estancado en un patrón de

despertarme a mí misma de un susto, y luego durmiendo de vuelta, sólo

para imaginar un nuevo escenario escalofriante. En el hospital, en St.

Anne, en el desván, luchábamos contra los demonios una y otra vez,

pero cada sueño terminaba de la misma forma: Bean estaría en mis

brazos en un momento, al siguiente desaparecía. El pánico se haría

cargo de cada uno de mis pensamientos, pero todos sabíamos que era

demasiado tarde, y nada más podría ser hecho. La desesperación me

plagaría mientras le insistía a Jared que descubriera una forma para

encontrar y salvar a nuestro bebé, y luego un miedo insoportable

cuando me daba cuenta que había terminado… y después mis ojos se

abrirían.

—Nina —susurró Jared, siguiendo mi nombre con frases suaves y

cortas en francés. Por alguna razón, el francés siempre parecía

calmarme, y Jared podía sentir eso. Sus dedos peinaron mi cabello, y

sus labios rozaron el borde de mi oreja.

El sol proyectaba sombras en cada pared de mi dormitorio. Parpadeé,

intentando aclarar mi visión y recordar qué día era, recordarme que lo

que parecía a una eternidad de pena era sólo un sueño.

Jared besó mi mejilla, y me volví para estar frente a frente.

—Esa fue una noche dura —dije. Una lágrima cayó de la esquina de mi

ojo, bajando por mi sien.

Jared usó su manga para secar la línea húmeda.

—Me di cuenta.

Miré por la ventana.

—¿Sabes qué me haría sentir mejor?

—¿Qué es eso, cariño?

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—Entrenar.

Jared asintió.

—Pensé que podías decir eso. ¿Cuándo quieres empezar?

—Esta noche, después de que pase algo de tiempo en Titan. ¿Bex está

ocupado?

—Creo que no. Le preguntaré, pero siempre está dispuesto para algo de

lucha contigo.

Forcé una sonrisa perezosa.

—Deberías participar de vez en cuando. Estoy segura que lo aburro de

muerte.

Jared sonrió.

—Ya veremos. Voy a prepararte algunos panqueques de arándanos.

—Voy a preparar un baño de espuma. ¿Tenemos salsa picante?

La cabeza de Jared retrocedió un poco.

—Creo que tenemos un poco, sí. ¿Por qué?

—Voy a bañar mis panqueques con eso.

Jared arrugó la nariz y sacó la lengua.

—Así que guardo el jarabe de arce, ¿entonces?

—No, quiero el jarabe, también —dije, caminando con tranquilidad al

baño. No miré atrás para ver la expresión de repugnancia en el rostro

de Jared, pero no se movió de la cama hasta que abrí el agua de la

ducha.

Él estaba probablemente más allá de asqueado, pero sonaba bien. ¿Qué

no sonaba tan apetitoso en tomates frescos y sazonados, cilantro,

cebollas, arándanos y panqueques bañados en jarabe de arce? Mi

estómago gruñó. Estaba de repente hambrienta.

Me apresuré con mi rutina matutina, y me puse de un tirón un suéter

con capucha de la Universidad de Brown y un par de vaqueros. El

botón estaba siendo obstinado, así que inhalé. Cuando todavía no podía

lograr abotonarlo, me acosté en la cama. Junto con una inhalación

profunda, al fin conseguí abrocharlo. Hice mi camino al piso de abajo,

incómoda y rígida.

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—Necesitamos hacer algunas compras esta noche en lugar de lucha —

dijo Jared, uniéndose a mí.

—Podemos hacer ambas —dije—. Simplemente no me lleves a la tienda

de maternidad. Aún no estoy preparada para eso.

Jared se encogió de hombros.

—Bastante justo. Sólo quiero asegurarme de que ambos estén cómodos.

Hice un espectáculo de mirar alrededor del lugar.

—¿Te comiste mi salsa picante de panqueques?

Jared se rió una vez.

—Absolutamente no. Cynthia me sacó de la estufa.

—¿Está haciendo panqueques?

—No, y servirá salsa picante, tampoco.

Fruncí el ceño.

—Tenía en cierto modo preparado mi corazón para eso.

Los tacones de Cynthia resonaron contra las baldosas mientras traía

una bandeja y la colocaba en la mesa. Puso un plato vacío en frente de

mí, y luego colocó un vaso alto de un selectivo cóctel frío en el plato.

Agregó un cuenco de frutas frescas, una magdalena de avena y una

rodaja de tomate.

—¿Qué hay en el vaso? —pregunté.

—Frutas frescas, yogurt y mantequilla de maní.

—Eso suena asqueroso —gruñí.

—¿Pero panqueques con salsa picante son apetitosos? —dijo Jared. Le

lancé una mirada enfadada.

Cynthia asintió hacia mi desayuno.

—Es totalmente bueno, te lo aseguro. No puedo hacer esto todas las

mañanas. Esta vez tuve una cancelación, pero espero que de ahora en

adelante comas bien.

Toda expresión dejó mi rostro.

—Ya lo sabes, ¿verdad?

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Cynthia ofreció una pequeña sonrisa.

—Sé todo, querida Nina. Ahora, alimenta a mi nieto. Te veré en la cena.

Desató las tiras de su delantal y lo colgó en una silla, resonando sus

tacones hacia el vestíbulo.

Miré fijamente al brebaje en el vaso.

—Oficialmente creo que nunca sabré qué esperar de mi madre.

—Eso nos hace dos.

Bebí el zumo de fruta con yogurt —el cual, en realidad, estaba

completamente delicioso— y reuní mis cosas para las clases. Jared me

acompañó al Escalade, pero puse mi mano en su brazo antes de que

dejara el camino de entrada.

—Casi lo olvidé. Tengo que detenerme en Titan y hablar con Sasha.

—Oh, sí. Para desterrarla al cuarto de archivos.

—Su ridículo capricho está costándome dinero —me quejé—. ¡Contrató

un calígrafo para escribir los nombres en los paquetes de los nuevos

clientes!

Jared hizo una mueca rara, inseguro de cómo reaccionar, y luego giró el

volante hacia Titan. Practiqué lo que podría decirle a Sasha durante el

paseo. Parte de mí quería hacer añicos todas sus esperanzas y sueños

como se lo merecía; la otra insistió en romperlas con gentileza. Para el

momento en que Jared estacionó en la acera, me había dado por

vencida en mi plan malvado de venganza, en su lugar, dispuse un

discurso más cuidadoso. Esa decisión me puso en un humor menos

que amable.

—Te veo pronto —dijo Jared, besando mi mejilla. Tomó algo de tiempo

encontrar a Sasha, pero después de buscar en todos los lugares, me

dirigí al cuarto de archivos en el sótano. La habitación había perdido

varias luces; la única que iluminaba completamente estaba

parpadeando.

Di un paso adentro, el concreto hizo eco bajo mis pies.

—¿Sasha?

Lentamente caminé por el pasillo, mirando a cada lado de mí. Un ruido

pequeño y sordo vino desde una esquina oscura del lugar. Los vellos en

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la parte posterior de mi cuello se elevaron. Estaba sola, pero algo estaba

dentro de esta habitación conmigo.

Tomé una respiración, y luego caminé tan tranquila como pude hasta el

final del pasillo, volviéndome hacia el ruido. Una forma oscura y

acurrucada estaba desplomada en el suelo con su espalda hacia mí. En

la luz que caía podía verla temblando.

—¿Ho… hola?

La forma se paralizó. La adrenalina quemó por mis venas. De inmediato

cada movimiento, cada acto de defensa que había aprendido se

reprodujo en mi mente. Mis manos se hicieron puños, y me preparé

para luchar.

—Vete —siseó Sasha. Jadeó y su cuerpo tembló de nuevo.

Cada músculo tenso en mi cuerpo se relajó, y la ira sirvió como una

válvula de escape para la adrenalina.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí abajo?

Sasha se volvió, secando sus ojos.

—Peter dijo que Grant no estaría en todo el día, y que yo tenía que

ordenar todo por aquí hasta que vinieras. ¿Piensa que soy estúpida? —

Se puso de pie—. ¿Por qué querría trabajar para alguien que no me

aprecia, de todos modos? No lo haré. Soy demasiado talentosa para

estar condenada al cuarto de archivos.

—Sasha. Usaste indebidamente recursos de la compañía.

—¡Fue aprobado!

—Eres una pasante. Los pasantes no contratan calígrafos u ordenan

una máquina de capuchino.

—¡A Grant le encantan los capuchinos!

—Entonces puede comprar una para su oficina.

—¡Él es el director de la compañía!

—No —suspiré—. No lo es. Repórtate a Peter cuando hayas terminado

con el cuarto de archivos para que así pueda darte una lista de nuevas

tareas. Ahora trabajarás en el departamento de Peter, así que él es tu

supervisor inmediato, y manejará tu evaluación. Si necesitas algo, Peter

estará feliz de atender tus preocupaciones.

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—¡Nina!

Salí del sótano y tomé una respiración profunda. Era la primera vez que

mis pulmones se sentían como si estuvieran consiguiendo aire. Me di

cuenta de otro interno, más nuevo, caminando por el pasillo, y lo llamé.

—¿Sí, Sra. Ryel?

—Las luces en el cuarto de archivos necesitan arreglarse. Llama a

mantenimiento y has que reemplacen las lámparas o las reparen de

inmediato, y por favor ayuda a Sasha con lo que sea que necesite. La

encontrarás en el final del tercer pasillo. Y bajo ninguna circunstancia

la dejes sola.

El interno frunció el ceño con confusión.

—Sí… sí, señora. —Se quedó allí por un momento, cada pensamiento

recorriendo su rostro.

—¿Y bueno? Ve.

Él asintió, haciendo a toda prisa su camino por el pasillo hacia la sala

de archivos, yo me detuve, molesta por el distintivo tono al estilo

Cynthia en mi voz en ese momento.

Corrí escaleras arriba, entrecerrando los ojos de la luz brillante del sol

estallando a través de las ventanas del vestíbulo. Cuando llegué a la

Escalade, Jared me miró con recelo.

—¿Hubo algún problema? —dijo.

Tomé su mano.

—Ellos estaban allí.

—¿Quiénes?

—Ellos, Jared. —Suspiré. Puse mi codo sobre la mesa y me cubrí los

ojos con los dedos—. Pude sentirlos. —Jared estaba en silencio, así que

lo miré a los ojos. Él parecía confundido—. ¿No pudiste sentirlos?

—¿Qué te hace pensar que estaban allí?

—Estaba descolocada, por ejemplo. He estado alrededor de ellos lo

suficiente como para saber lo que se siente cuando están cerca. Sasha

estaba allí llorando; la energía negativa en el aire; hacía frío.

La boca de Jared tiró a un lado.

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—Eso no significa necesariamente que…

—Sólo —suspiré, irritada—, esta única vez, confía en mí. No soy una

Híbrida, pero estaban ahí. No muchos, pero podía sentirlos.

—Pero… yo no pude sentirlos. No tiene sentido que tú pudieras y yo no.

Negué con la cabeza.

—No lo entiendo. —Pensé por un momento—. ¿Me pudiste sentir?

—Sí. Estabas muy bien.

—No estaba muy bien. Realmente creí que algo estaba a punto de

atacarme. ¿Tú no sentiste eso?

Jared se movió hacia mí, con el rostro oscurecido por la preocupación.

—Tenías miedo. —Su tono era más una afirmación que una pregunta.

—¡Mi adrenalina estaba a punto de dispararse a través de mis ojos!

¿Pensé que tus sentidos se habían agudizados?

Los ojos de Jared brincaban alrededor de la cabina del Escalade

mientras su mente trataba de resolver los detalles de este nuevo

desarrollo. Era evidente que no lo estaba tomando bien. Él miró hacia

delante, y empujó la palanca en manejo.

—Jared —le dije, mi voz baja y tranquilizadora. No funcionó.

Golpeó la palanca de nuevo en parada, y su mano voló hacia su cabeza.

Golpeó el volante.

—¡Justo cuando creo que estoy adelante… algo más se lanza a mí!

—Cariño, vamos a averiguarlo. —Me acerqué a tocar su brazo. Agarraba

el volante con fuerza.

—¿Cómo puedo mantenerte a salvo del Infierno sin ser tu sombra si no

puedo confiar en mis sentidos? ¿Si no tengo nada en qué confiar? —Sus

ojos lucían desesperados.

—Entonces se mi sombra.

Jared rió una vez, y luego negó con la cabeza.

—No puedo ir a clases contigo. No puedo seguirte alrededor de Titan,

Nina.

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—Puedes estar al alcance del oído. Tú mismo lo dijiste. Me puedes

escuchar a través de la multitud en el Superbowl.

Jared asintió, encendiendo la ignición una vez más, pero no escuchaba

razones. Manejó por las calles de sentido único del centro de Providence

sin esfuerzo, y luego se estacionó al lado de una acera detrás de

Andrews Hall. Él me abrió la puerta, e hizo un gesto para que cruzara la

calle.

—¿Qué estamos haciendo?

—Te estoy llevando a clase. Sólo tienes unas pocas semanas. Voy a

esperar por ti en el pasillo.

—¿De verdad crees que es necesario?

—Soy rápido, pero también lo son ellos. Son capaces de hacer mucho

daño en los pocos segundos que me llevaría llegar a ti desde aquí. Sin

ser capaz de percibir cuándo algo está mal, me sentiría mejor estando

más cerca.

Pensé un momento, y luego asentí. Cualquier cosa que fuera más

seguro para Bean tenía que ser la respuesta correcta.

* * *

Las últimas semanas de la escuela fueron y vinieron sin incidentes.

Jared se quedaba en el pasillo durante mis clases, y yo, Beth y Chad

nos juntamos para el almuerzo. Sin Ryan alrededor, Josh encontró otra

mesa, y Kim estaba demasiado enojada con Jared para tolerarlo.

El aire fresco era sólo un recuerdo para el momento en que mi primer

año en Brown terminó. The Main Green bullía de estudiantes quienes

hacían su camino hacia el Van Winkle Gates para ver a la clase que se

graduaba hacer su última marcha.

Antes de que los últimos rezagados se abrieran paso a través de la

puerta, Beth, Chad, Jared y yo caminamos hacia la Universidad Hill

para superar la prisa. Beth parloteaba acerca de su familia rogándole a

ella y Chad irlos a visitar durante el verano. Ella apenas se dio cuenta

del tráfico congestionado. Se había convertido en una verdadera mujer

de la Costa Este. Incluso su acento había disminuido. Sonaba más

como Ryan que como su familia.

—Entonces, ¿qué hay de comer? —pregunté, golpeando el brazo de

Beth.

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Jared apretó la mano.

—Pensé que podríamos volver al lugar de nuestra primera cita.

Beth me deslizó una caja, un poco más grande que su mano, y sin

previo aviso, la arrojé a Jared. Me encantaba tirar cosas hacia él,

porque él siempre los atrapaba. Se había convertido en nuestra pequeña

broma interna.

—¿Qué es esto?

—Tu regalo de cumpleaños.

—¿Es mi cumpleaños?

—Es el noveno, ¿no es así? —dije con una sonrisa maliciosa—. Quería

darte una sorpresa.

—Entonces creo que lo es —dijo. Me besó en la mejilla, y luego tiró de la

cinta—. ¿Un libro? —Él hojeó las páginas—. ¿Un libro en blanco?

—Un diario. Estabas casi sin páginas en el tuyo, y pensé que sería un

buen momento para empezar uno nuevo.

Los ojos de Jared se volvieron suaves, y él me tomó en sus brazos.

—Es el momento perfecto.

Chad puso los ojos en blanco, y Beth suspiró.

—Me acuerdo de eso —dijo ella, sus pensamientos perdidos en los

dulces misteriosos primeros días de mi relación con Jared.

—Vamos, Ryel. Me estás haciendo quedar mal.

Caminamos a través del campus, tomando nota de la atmósfera. La

electricidad parecía estar en el aire, junto con los olores de verano. La

charla era más fuerte de lo normal; los jóvenes rostros de los

estudiantes más animados. Todos ellos se embarcarían en unas

vacaciones, viajes a casa o pasar sus vacaciones de verano en la playa o

en la piscina. Lo más probable es que yo llenaría mi verano tratando de

conectar algunos golpes en mi cuñado, o viendo a Jared leer el

Naissance de Demoniac.

La playa sonaba mucho mejor.

Jared se detuvo en seco.

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—Oh, no —suspiró Beth, mirando hacia el edificio que fue una vez

Blaze.

La miré, y luego seguí su mirada.

—¿Shanghai? ¿Pensé que habías dicho que querías ir a Blaze?

Claramente perturbado, Jared soltó mi mano.

—¿Sabías acerca de esto? —le preguntó Jared a Chad.

—No —dijo Chad, sacudiendo la cabeza—. Pero nunca había comido en

Blaze, tampoco.

Miré a mi alrededor, y me di cuenta que estábamos parados en frente de

lo que solía ser Blaze. La ubicación de nuestra primera cita había

desaparecido, reemplazado por sushi para llevar. Me quedé

boquiabierta.

—¿En serio? —dije a nadie en particular.

La boca de Beth tiró a un lado.

—Tenía muchas ganas de sus patatas fritas.

Sentí mis ojos agrandarse.

—¡Jared!

Chad resopló.

—Ellos todavía tienen un puesto en el lado este. En Hope Street, creo.

—No puedo creer esto. Simplemente no puedo creer que… —Mi voz se

apagó, demasiado alterada para finalizar la frase.

Beth frotó mi hombro.

—Eso tiene que ser molesto. Lo siento, cariño.

Chad agarró la mano de Beth y pisoteó por las escaleras.

—Esto no es una tragedia. Estropea el sentimentalismo, sí, pero sigue

siendo el mismo edificio. Hagan nuevos recuerdos. Tengo hambre.

Jared me atrajo a su lado.

—Es molesto, pero Chad tiene razón. No podemos hacer nada al

respecto. Si estamos en el estado de ánimo de patatas fritas, podemos ir

a la zona este.

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Asentí.

—Los tienen en el centro de la Revolución Cubana, también. —Jared

asintió, y luego me llevó por las escaleras. Caminé detrás de él,

dispuesta a dejar ir mi decepción.

Nos paramos en línea con Beth y Chad. Jared me recordó que debido a

que estaba embarazada, me saltaría el sushi, así que a regañadientes

busqué algo más. Doble decepción para el día. En silencio, esperaba

que Bex no estuviera ocupado más tarde. Tenía un repentino deseo de

golpear a alguien.

Fuimos a Shanghai. Todavía pasando más allá de Thayer Street, justo

como lo recordaba, y todavía tenía un poco de iluminación sobrante de

Blaze. Beth se rió del apetito exagerado de Chad. Jared les sonrió, y

metió la mano bajo la mesa para tocar mi rodilla.

La vida parecía tan ridículamente tranquila que el único problema del

que parecía tener que quejarme era el cierre de nuestro restaurante

favorito. Ese pensamiento hizo que las comisuras de mi boca se alzaran,

y continué devorando mi pollo y camarones Pad Thai. Por mucho que

quería odiar su comida, por despecho, era buena. Tan buena, de hecho,

que mi plato estuvo vacío antes que el de Chad.

Beth se me quedó mirando.

—Deberías haber mencionado que morías de hambre, Night. No

habríamos esperado hasta que tuvieras hambre.

—No sabía que estaba muriendo de hambre —dije, reclinándome en la

silla. Miré hacia abajo, notando que mi estómago ya había comenzado a

sobresalir.

Beth puso los ojos en blanco.

—Oh, por favor. Si siquiera estás pensando en decir que estás gorda…

—Sus palabras se desvanecieron cuando también se dio cuenta de mi

prominente barriga—. ¿Barriguita de bebé?

Miré a Jared, y asentí.

—Bebé real.

—¿Qué? —gimió Beth.

—Esa fue una luna de miel productiva —dijo Chad.

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—¿Cuándo ibas a decirme? Soy tu mejor amiga, ¿y tenía que

descubrirlo porque empezó a mostrarse? ¿Cuánto tiempo hace que lo

sabes? —Beth estaba evidentemente molesta, pero sus gemidos de alta

frecuencia habían llamado la atención de todos en el restaurante.

Jared se inclinó y mantuvo su voz baja.

—Sólo un par de semanas, Beth. Tú eres una de los primeros en

saberlo, te lo aseguro.

Beth frunció el ceño.

—¿Ella ya lo está mostrando y sólo lo saben desde hace un par de

semanas? No lo creo. Simplemente van a tener un bebé vivo y real. ¿Por

qué necesitaría saber algo tan trivial? No es que tengo que prepararme

en el trabajo o algo así.

Sonreí. Beth estaba refunfuñando para sí misma en ese momento.

—Debería habértelo dicho antes, Beth. Tienes razón. Lo siento.

Una sonrisa estalló en su cara, y ella apoyó la barbilla en su puño.

—Estás perdonada. ¿Cuándo podemos ir de compras? ¿Saben si es un

niño o una niña? —No reflejé su fervor, en su lugar sentí la misma

náusea abrumadora que sentí cuando Lillian me bombardeó con

revistas de bodas dos años antes.

Jared tomó aliento.

—No lo sabemos. Es todavía nuevo y abrumador para Nina, así que tal

vez darle un descanso de la realidad la ayudaría más, por ahora.

—Oh. Correcto. Tienes razón. Podemos hablar de todo eso más tarde —

dijo ella, agitando su mano con desdén.

Terminamos de comer y nos fuimos. Un minuto más tarde, esperamos

bajo la luz de cruce, la misma luz de cruce en la que Jared me había

tocado el claxon casi asustándome hasta la muerte después de que nos

conocimos. Beth había recurrido a no hablar en absoluto, en lugar de

correr el riesgo de decir algo que no debía. Chad hizo todo lo posible

distrayéndola con otras preguntas, pero ella sólo ofrecía asentimientos o

negaba.

Justo cuando la luz se puso en verde, un brazo llego a través de mí,

agarrando el codo de Jared.

—Cuánto tiempo sin verte —dijo Kim.

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Beth sonrió, pero Kim, obviamente, no estaba de un humor amable.

—Dije que te llamaría —dijo Jared.

Kim levantó una ceja.

—Sé que lo hiciste. Hace tres días. No voy a esperar más tiempo, Jared.

Si no supiera de su lucha con el cansancio, habría pensado que se

había roto la nariz. La piel de color púrpura debajo de sus ojos parecían

moretones gemelos. La parte blanca de sus ojos inyectados en sangre, y

sus hombros hundidos. Conocía ese aspecto demasiado bien, y entendí

su desesperación.

—Lo siento. Sólo vas a tener que hacerlo.

Kim dio un paso hacia él.

—No creo que me hayas escuchado. No. Esperaré. Más.

Jared suspiró, pero él no se inmutó por su mirada.

—Hemos hablado de esto.

—Sí, lo hemos hecho. Mucho.

Una risita nerviosa emanó de la garganta de Beth, y ella se movió

incómoda.

—¿Esperando qué?

Jared y Kim miraron a Beth, y Kim lanzó una mirada divertida de vuelta

a Jared.

—Dile.

Jared frunció el ceño.

—Estás siendo irracional.

—¿Qué estamos esperando? ¿Otra vez? —dijo Beth, su voz aún

insegura.

Kim se cruzó de brazos.

—Mis antepasados son Caballeros de las Cruzadas, y heredé el deber de

velar por un libro que mi tatara-tatara-abuelo tomó de una iglesia en

Jerusalén.

—¿Vale un montón de dinero? —preguntó Chad.

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Beth clavó el codo en sus costillas.

—Kim —advertí.

—Así que Jerry aquí es mitad ángel, y él es el único lo suficientemente

fuerte como para ayudarme a llevarlo de vuelta sin conseguir que me

maten. Sólo que él está siendo egoísta, y aunque yo le ayudé a salvar la

vida de Nina, no va a ayudarme a regresarlo, todo porque consiguió lo

que quería y no va a sostener su parte del trato.

—¡Kim! —grité.

Beth empezó a reírse histéricamente.

—Oh, ¡vaya! ¡Eso es una locura! —Su acento de Oklahoma volvió con

venganza—. ¿De dónde sacas estas cosas, Kim?

Kim miró a Jared con desesperación en su voz y lágrimas en los ojos.

—Me necesitas a tu lado. No te olvides de eso.

Ella se alejó, dejando a Beth y el resto de nosotros en silencio y

nerviosos.

Jared la vio caminar penosamente de regreso al Sentra.

—Nos estamos quedando sin tiempo.

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8 DDeessccuubbrriimmiieennttoo

Traducido por MaryJane♥

Corregido por LizC

l roble se cernía sobre nosotros, proyectando una gran

sombra del sol de la tarde. La brisa de verano se colaba por la

hierba sin cortar, haciendo que los delicados pétalos del

cerezo floreciente dancen con las violetas. El cielo nunca se

sintió tan cerca como cuando me encontraba en una manta con Jared

bajo nuestro árbol de roble, con nuestros nombres garabateados con

elegancia en la corteza.

Bean había crecido durante semanas sin amenaza alguna, pero Jared y

yo no nos dejábamos engañar en pensar que viviríamos todo el verano

sin problemas. Disfrutábamos los momentos de paz, mientras todavía

los tuviéramos, y esa tarde no era diferente.

Jared estaba estudiando el libro de Shax. Encorvado sobre las feas

páginas, con las rodillas arriba. Con una mano sostenía el cuero

antiguo mientras que la otra se apoyaba en mi estómago. El libro

parecía fuera de lugar en nuestra tranquila y hermosa tarde.

El teléfono de Jared vibró. Apenas miró en su dirección y siguió

leyendo. Lo hacía a menudo cuando Kim llamaba, recurriendo a

ignorarla en vez de repetir sus razones para conservar el libro. Podía

entender la miseria de ella. Aun así, era más fácil mirar hacia otro lado

mientras Jared buscaba respuestas mientras podía. Admito que eso me

hacía sentir horrible, pero era un mal necesario. La decisión de ser una

mejor madre que una amiga no era realmente una opción en absoluto.

Un motor retumbó en la distancia.

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—Probablemente deberías ponerte tus zapatos —dijo Jared—. Bex está

aquí.

Bex traería armas de fuego hoy. Agregaríamos prácticas de tiro a

nuestra sesión de entrenamiento diaria. Su moto se detuvo en el borde

de la manta.

Levanté la vista hacia él.

—Esta manta vale más que tu motocicleta.

Bex se quitó el casco y resopló.

—Negativo.

—Valor sentimental —dijo Jared, con los ojos fijos en el libro.

Ahora de catorce, el cuerpo de Bex se había llenado. Él era unos

centímetros más alto que Jared, y podría haber sido confundido con un

hombre de unos veinte años. A excepción de la dulzura infantil que

permanecía en sus ojos y sus exhibiciones ocasionales de falta de

experiencia, nunca creería que era la misma persona de once años que

había conocido unos años antes.

Era inquietante.

Debía parecer ridícula en mis leggings negros y camiseta blanca con

Bean notablemente al frente, agazapada y lista al frente ante lo que

parecía ser un hombre de plena madurez. Bex podría arrugarme como

un trozo de papel en mi mejor día, y sabía que si alguien presenciaba a

una mujer embarazada intercambiando golpes con alguien de dos veces

su tamaño, habría llamado a la policía.

—Bex —advirtió Jared sin levantar la vista.

La nariz de Bex se arrugó, irritado por la instrucción de Jared.

—Lo sé. La distensión sutil de su sección central es un recordatorio

constante de que no me exceda. No voy a hacerle daño a tu engendro

mesiánico, Nina.

Empujé el talón de mi mano en el estómago de Bex. Apenas se detuvo,

pero aun así fue emocionante para mí haberlo logrado.

—Alguien ha estado leyendo la lista de Palabras Grandes, de nuevo.

Bex miró a Jared, y luego me agarró. Él me dio la vuelta, más fuerte de

lo normal, tirando de mí hacia su pecho. Mi cuello ajustándose

perfectamente en el hueco de su brazo.

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—Está bien. ¿Y ahora qué?

Pisé su pie, clavé mi codo en sus costillas, y luego tiré mi cabeza hacia

atrás. Bex me esquivó, pero si hubiera sido humano le habría roto la

nariz.

—Bueno —dijo, asintiendo.

Revisamos los mismos viejos movimientos decenas de veces, y luego Bex

me mostró un poco más. Eran más ofensivos que defensivos. Bex

parecía disfrutar enseñándolos más, y ciertamente yo disfrutaba

aprendiendo a atacar más de lo que me gustaba en varias ocasiones

intentar liberarme de un asaltante.

Después de una hora, Jared trajo la bolsa de armas de fuego otra vez, y

luego me dio las orejeras y anteojos de seguridad.

Caminamos hasta una pequeña colina, donde Bex estableció varios

objetivos. Estaba tan emocionado como yo, pero no se me ocurrió

preguntar por qué.

Practiqué con una pistola, un rifle y una escopeta. Cuando Jared y Bex

estuvieron satisfechos con mi puntería, Bex ató una cuerda a una rama

del árbol de roble y colgó un gran tronco de ella. Desenrolló un blanco

de papel y, a continuación, lo pegó con cinta adhesiva a la mitad del

tronco. Le dio un empujón, y se balanceó en un gran arco hacia atrás y

adelante.

Jared me entregó su arma.

—Menos del uno por ciento de tus objetivos se quedarán quietos. Tienes

que aprender a golpear un blanco en movimiento.

Levanté la Glock con ambas manos y apunté.

—La anticipación es la clave —dijo Jared.

Miré el tronco por un momento, y luego apreté el gatillo. Bex saltó hacia

atrás con un aullido.

Dejé caer el arma y me cubrí la boca.

—¡Oh, Dios mío! ¡Lo siento!

Jared levantó el arma y trató de no sonreír. Bex, sin embargo, estaba

rodando en el suelo, riendo histéricamente.

Lo miré fijamente.

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—¡No es gracioso, pequeño gusano! ¡Podría haber dado a luz aquí en la

hierba!

Bex se puso serio de inmediato, mirando a su hermano mayor para su

confirmación.

Jared rió.

—Está exagerando un poco.

—Otra vez —dije, sosteniendo el arma delante de mí una vez más.

Después de seis intentos, suspiré con irritación y me quité las orejeras,

dejándolas caer al suelo.

—Piensas demasiado —dijo Bex. Sacó la pistola de la cintura de sus

pantalones y apretó el gatillo, sin apartar su mirada de mí. El objetivo

tuvo un desgarrón en el centro donde la bala entró en contacto.

Soplé mi flequillo de la cara.

—No puedes anticipar algo sin pensar en ello.

Bex levantó su arma y apuntó hacia mí, yo reflejé su acción. Estuvimos

de inmediato distanciados.

Bex sonrió.

—Sí, puedes.

Jared palmeó mi brazo y lo bajó lentamente.

—Se llama instinto. Está en tu sangre, Nina. Sólo tienes que ceder a

ello.

Miré al objetivo.

—Golpéalo —repetí, alzando mi arma.

Bex golpeó el tronco de nuevo.

Me desconecté de todo: la brisa, los pájaros, los mechones de cabello

que seguían pegándose a mi brillo de labios. Todo estaba congelado,

incluso mis pensamientos internos. Mi mente se centró en el objetivo, y

estaba en sintonía con todo. Podía sentir el movimiento del tronco, la

resistencia de la cuerda, mientas se frotaba contra la rama del árbol, e

incluso la velocidad del viento y cómo afectaría a la trayectoria de la

bala. Tomé una respiración profunda y apreté el gatillo. Bex agarró el

tronco y se detuvo al instante.

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—¡Genial! —dijo Bex.

La bala había aterrizado apenas un par de centímetros por encima de la

de Bex. Sonreí, y Jared me atrajo a su lado, besando mi cabello.

Después de eso, Bex tomó el neumático de repuesto debajo de la parte

trasera de la Escalade y fijó un objetivo en el centro. Se acercó a la cima

de una pequeña colina, y yo me quedé hasta la mitad. Dejó ir el

neumático, y le di varios disparos mientras rodaba por la hierba hacia

el suelo, cayendo sobre su costado.

Bex corrió a la llanta y le dio la vuelta, ofreciendo un pulgar en alto y

una sonrisa.

—Hoy lo has hecho muy bien —dijo Jared.

Asentí.

—Lo sé.

Jared se inclinó y tocó cada lado de mi estómago con las manos.

—Mami lo hizo bien hoy, ¿no es así Bean? —Esperó un momento y, a

continuación, se puso de pie—. Todo parece estar bien. Tu pulso, el

pulso de Bean, la presión arterial y la respiración son normales. No creo

que Bean lo haya notado.

—Entonces, ¿podemos continuar?

Jared asintió.

Hice un gesto al libro bajo su brazo.

—¿Encontraste algo?

La pequeña sonrisa de Jared se desvaneció.

—¿Te gustaría un viaje a Woonsocket?

Bex nos ayudó a cargar el Escalade con nuestras pertenencias, y luego

hizo un gesto de despedida, se montó en su motocicleta para volver a

casa con Lillian.

Jared estuvo tranquilo durante los veinte minutos de viaje al norte. Sus

ojos estaban fijos hacia delante, pasando por alto el increíble follaje de

verano a cada lado de la carretera. Me permití distraerme mientras

Jared preparaba silenciosamente preguntas para el Padre Francis.

Estudiar minuciosamente las mismas palabras una y otra vez, sin saber

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qué buscar, tenía que ser frustrante. Acerqué mi mano a la consola, y

casi instintivamente, Jared cubrió mi mano con la suya.

Todavía hermoso, llevaba el estrés y la preocupación de los años desde

que nos habíamos conocido sólo en sus ojos. Parecía cansado y

desesperado, pero decidido.

Me apretó la mano, la llevó a sus labios, luego se inclinó para descansar

su mano sobre mi estómago. Pareció relajarse, entonces.

—Tal vez… quizás lo estás haciendo todo mal —le dije.

—Soy todo oídos.

—¿Qué pasa si estás leyendo el libro equivocado? Es demasiado tarde

para detener la profecía. Lo que estamos buscando es una manera de

tener al Cielo de nuestro lado, ¿verdad?

—Eso es correcto.

—No vas a encontrar respuestas sobre el Cielo en un libro sobre el

Infierno.

Los ojos de Jared revolotearon por un momento, teniendo en cuenta mi

idea. No contestó, pero reconoció mis palabras con un movimiento de

cabeza. Cubrí su mano con la mía, y lo dejé volver a sus pensamientos.

Pasamos la pared rocosa que nos daba la bienvenida a Woonsocket y, a

continuación, nos dirigimos a St. Ann. Cinta amarilla rodeaba la iglesia.

El vidrio de las ventanas una vez teñidas exquisitamente, había sido

retirado, y los agujeros que quedaban estaban cubiertos con tablas y

lona de plástico.

Jared estacionó, y subimos las escaleras. Tiró de una serie de puertas,

pero estaban cerradas. Trató otras dos, pero también estaban cerradas.

La lona se mecía con la brisa de verano, aleteando contra el edificio. La

ciudad parecía de otra manera tranquila.

Jared se volvió y notó a un transeúnte.

—Disculpe —dijo—. ¿La iglesia está cerrada?

El hombre se encogió de hombros.

—El Padre Francis la ha mantenido cerrada. No ha salido desde la

explosión. —Él se alejó.

Una explosión. Shax y sus secuaces casi volaron la iglesia en pedazos

durante nuestro más reciente enfrentamiento, y dejaron St. Ann

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pareciendo una zona de guerra. Alguna construcción había tenido

lugar, pero Woonsocket ya no era el centro industrial en auge que solía

ser. La comunidad que una vez se había reunido para financiar los

adornos extravagantes de su centro social con pinturas y vidrieras

ahora estaba preocupada por una recesión y prioridades modernas.

Caminamos hacia una puerta lateral, y Jared le dio un ligero tirón.

Cerrada de nuevo.

—No quiero irme sin hablar con él, y no quiero entrar a hurtadillas —

dijo.

—Llámalo.

Justo cuando nos alejábamos, escuchamos una voz familiar.

—¡Esperen! —llamó el Padre Francis, caminando a paso rápido desde la

parte posterior de la iglesia—. ¡Estoy aquí, muchacho! —Redujo la

velocidad hasta detenerse, tratando de controlar su respiración

dificultosa—. Lo siento. Estaba en el edificio trasero, rezando. Solía ser

la escuela, ya saben. —Su cara decayó—. Me avergüenza decir que me

siento más seguro allí, ahora.

Jared acarició el hombro del sacerdote.

—Lo entiendo, Padre. Algunas cosas no puedes dejar de verlas.

El Padre Francis asintió, y luego hizo un gesto para que lo siguiéramos

dentro. Caminamos detrás de él, esperando pacientemente a que

subiera los escalones hacia la puerta lateral de St. Ann.

Hacía frío y había corrientes de aire. Los bancos de madera y estatuas

de mármol estaban cubiertos con sábanas. Una extraña sensación

habitaba dentro de las paredes, y pude ver por qué el sacerdote no

quería estar solo allí.

Los rostros de los ángeles y los santos en las pinturas nos miraban. No

podía dejar de pensar que parecían tristes, esperando que alguien

restaurara su casa a su antigua gloria.

—Padre —empecé, sacando mi monedero de mi bolso—. Yo provoqué

este problema. Déjeme ayudarlo. —Garabateé seis cifras en un cheque.

Los ojos del Padre Francis se suavizaron cuando tomó el papel en sus

manos.

—Gracias, hija mía. Necesitamos esto más de lo que crees.

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—Padre —dijo Jared, sacando el libro de Shax de debajo de su brazo.

Los ojos del sacerdote se abrieron y de inmediato desvió la mirada,

sacudiendo la cabeza.

—¡Oh, no! No, no, no. ¡No debiste traer eso aquí!

Un sonido suave en mis oídos se volvió infinitamente más fuerte,

sonando más como susurros aterrados. Miré alrededor de la habitación,

pero estábamos solos. Sólo nosotros y cientos de personas en las

pinturas de las paredes y techos.

Miré hacia arriba. A una escena en la que Dios había expulsado a los

ángeles rebeldes, el artista los había dibujado de tal manera que los

ángeles parecían estar cayendo fuera de la pintura… fuera del techo.

Miré al otro mural en la parte posterior de la iglesia, con marineros de

la Armada a la deriva sin poder hacer nada en un mar tormentoso,

llegando a Santa María. En un momento de lo que debió ser confusión,

pude escuchar sus gritos de pánico. Pude escucharlos a todos, gritando

y gimiendo ante la vista del libro que trajimos a su casa.

Cerré los ojos con fuerza, y tapé mis oídos. Sus gritos llegaron a ser tan

altos que no podía oír voces individuales, sólo su frenético pánico

colectivo.

Los dedos de Jared tocaron mi brazo.

—¿Nina?

A la vez, todo se detuvo. Abrí los ojos y miré alrededor. Locura fue lo

primero que me vino a la mente.

Sin embargo, el Padre Francis asintió comprendiendo.

—También se pone muy ruidoso para mí a veces.

Miré en torno a los diferentes rostros en las pinturas, sin alterar.

El sacerdote miró al libro, y luego a Jared.

—No puedes tener eso aquí.

—Todavía necesito su ayuda, Padre.

—He dado todo lo que puedo dar.

Jared negó con la cabeza.

—No puedo aceptar eso, lo siento.

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El Padre Francis fue a la parte de atrás de la iglesia. Jared me llevó a

seguirlo. Mantuvimos un ritmo rápido hasta el final a sus aposentos,

donde de inmediato se sirvió una bebida. La tomó, y luego se sirvió otra.

Le temblaban las manos, haciendo que la boca de la jarra chocara

contra el borde de la copa.

El sacerdote cerró los ojos y levantó la barbilla, tomando otro trago del

líquido ámbar con un solo movimiento. El vaso cayó de sus manos, se

estrelló contra el suelo. Algunos de los fragmentos más grandes cayeron

cerca de mis pies, y lo miré fijamente por un momento.

—Padre —dije, mirando hacia él—. Casi ha terminado. Sé que tiene

miedo, pero devolveremos el libro pronto.

Sus cejas se fruncieron.

—¿Al sepulcro?

—Sí —dije, extendiendo la mano hacia él. Le toqué el brazo, y puso una

mano en la mía.

—No lo harán —dijo con tristeza.

Jared se movió con frustración.

—Vamos a lidiar con el tema en cuestión, ¿de acuerdo? Sólo pido que se

siente conmigo una vez más para tratar de encontrar otra manera.

Seguramente nuestra única opción no es sólo tener que esperar hasta

que nazca el bebé y esperar que el Cielo interfiera.

El sacerdote sacudió la cabeza con desdén.

—Buscamos en todas las líneas. No hay nada.

—Sólo una vez más. Por favor —dijo Jared—. Antes de que lleve a mi

esposa e hijo a Jerusalén, tengo que saber que no tengo otra opción.

El Padre Francis miró las páginas encuadernadas en cuero y suspiró.

—Muy bien. —Se ajustó las gafas redondas, y echó un vistazo sobre

ellas—. Entonces deberán irse, y nunca traer esa cosa a la casa del

Señor de nuevo.

Jared asintió.

—Le doy mi palabra.

El sacerdote trajo una silla extra, y él y Jared abrieron el libro.

Inmediatamente la habitación se volvió fría, y envolví mis brazos

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alrededor de mi cintura. Los otros sabían que estábamos aquí, y que

teníamos el libro. El elemento sorpresa quedó atrás, Jared no dudó en

hablar de los diferentes pasajes. Cuando el Padre Francis tenía una

idea, las páginas cambiaban a una profecía, lo que llevaba a Jared a

pensar en otra cosa. Las páginas cambiaban hacia otro lado.

Argumentaron y acordaron; sin embargo, cada idea les llevó solamente

a más frustración.

Los minutos se volvieron horas; todavía siguieron analizando cada

punto de la profecía hasta que sonaba más como una discusión. Un

extraño resplandor iluminó los bordes de las ventanas, y me di cuenta

que era el sol de la mañana. Habíamos pasado toda la noche en

Woonsocket, y mis ojos ni siquiera se sentían pesados.

Por primera vez, Jared levantó la vista del libro para verme inquieta en

la silla.

—¿Hambrienta? —Lo dijo como si acabara de recordar que yo estaba

allí.

—Casi —le dije, apoyando la barbilla sobre mi puño.

Tiró el libro a través de la habitación. Golpeó la pared con gran fuerza y

cayó al suelo con un ruido sordo. A pesar de su antigüedad, ni una

página se aflojó.

Me levanté y me acerqué a la pequeña cocina, encontré un vaso y abrí el

grifo. Mi cuerpo estaba empezando a sentir el comienzo de la fatiga, y la

tensión en la habitación me puso emocionalmente cansada también.

Una copia de la Biblia de King James se encontraba en el mostrador. La

columna era casi nula, y las páginas colgaban en un ángulo deplorable;

el libro tan desgastado que no podía sostenerse por sí solo. Abrí la tapa

y, a continuación, empujé varias páginas con mis dedos.

—Tenemos que conseguirte algo de comer —dijo Jared.

Me volví hacia el sacerdote.

—¿Qué dice la Biblia acerca de esto?

El Padre Francis pensó por un momento.

—Bueno, tiene su propia versión de los días finales. También habla de

la mujer encinta.

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—Le mencioné a Jared que estamos buscando en el lugar equivocado.

Si no puedes encontrar las respuestas en la Biblia del Infierno, ¿no

deberías mirar en la del Cielo?

El sacerdote se encogió de hombros.

—Supongo que sí. —Se acercó al mostrador y tomó el libro—. Vale la

pena intentarlo. Una tercera parte de la Biblia es profecía.

Le ofrecí a Jared mi vaso, y él tomó un sorbo. Cuando me lo devolvió,

me besó la mejilla. Los dos hombres volvieron a sus sillas, abriendo esta

vez la Biblia de los Cielos.

El Padre Francis pasó las páginas.

—Vamos a empezar con algo que trata sobre la mujer con el niño en los

días finales.

Jared asintió y esperó a que el sacerdote encontrara el primer pasaje.

Hablaron de trompetas, y algo acerca de los sellos —imaginé a los

ángeles abriendo sobres-carta cerrados de la manera en que lo hacían

las celebridades haciendo entregas de premios— y un dragón y una

mujer embarazada. Traté de silenciar esa parte, porque el sonido de eso

me aterrorizaba. Pero no tuve el lujo de enviar esa profecía aterradora a

la parte trasera de mi mente. Debido a lo que había visto en los últimos

dos años, sabía que las profecías tenían posibilidades muy reales. Mi

única defensa contra el instinto de correr a gritos era simplemente no

escuchar. El sacerdote discutió interpretaciones literales y simbólicas,

entre otras cosas que hicieron girar mi cabeza. No estaba segura de si

era el cansancio, el hecho de que estaba deliberadamente tratando de

no prestar atención, o que su discusión realmente estaba sobre mi

cabeza. De todos modos, estaba embarazada, cansada e irritable.

—Sería bueno si ustedes dos no hablaran de mí como si no estuviera

aquí —me quejé.

Los ojos de Jared se volvieron suaves, y se acercó a mí.

—Lo siento, cariño. Estamos tratando de apresurarnos, pero tenemos

que analizarlo a fondo. Esta es nuestra última oportunidad.

—¿Por qué? —pregunté.

—Kim tiene que devolver el libro a Jerusalén. La he hecho esperar el

tiempo suficiente.

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Asentí. Viajar a Jerusalén había pasado por mi cabeza muchas veces.

Shax y el resto de sus secuaces no nos harían más fácil devolver su

libro a un lugar al que no podían ir. El Sepulcro estaba sobre la tumba

de Jesús; las criaturas del Infierno estaban prohibidas. Incluso infinita

la paciencia divina se negaba a tolerar profanación del sepulcro.

La guerra podría comenzar en el momento en que el avión aterrizara, o

podrían tratar de mantenernos alejados incluso de subir al avión. No

teníamos ni idea de lo que iba a suceder. Esa era la peor parte.

El Padre Francis levantó la vista de las páginas. Sus ojos estaban

desenfocados mientras se volvía más pensativo.

—Hay un antiguo texto apócrifo judío llamado el Esdras IV. El arcángel

Uriel describe muchas cosas sobre el fin de los días.

Jared frunció el ceño.

—Sé lo que vas a decir, y conozco a Uriel. Gabriel es el adversario más

fuerte de los Híbridos. Uriel es el segundo.

—Sin embargo, su profecía tiene algún mérito. Él dice…

Jared lo interrumpió.

—Padre…

Mi curiosidad y el sentido de conservación propia superaron todo lo

demás.

—Dígame, padre. Quiero saber.

Jared suspiró, y el sacerdote continuó:

—Menciona específicamente a las mujeres embarazadas en Esdras IV.

Dice: “La mujeres embarazadas darán a luz monstruos.”

Jared entornó los ojos.

—Uriel piensa que yo soy un monstruo.

Dudé.

—¿Qué… qué clase de monstruos?

El sacerdote miró a Jared, y luego a mí.

—Hace muchas profecías similares a las Revelaciones. Se refiere a esto

como: “El Principio de los Lamentos”. Jesús también dice: “¡Ay de las

que están encintas o lactando en aquellos días!”

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—Eso no quiere decir nada —dijo Jared.

—Tienes que escuchar —dije—. Tal vez eres incapaz de resolver esto

porque te niegas a escuchar la verdad. Tal vez esto está fuera de

nuestras manos.

Las cejas de Jared se levantaron.

—Esas profecías indican una abundancia de nacimientos Híbridos. Si

algo así sucediera, oiríamos hablar de eso. Además, Bean no es un

Híbrido.

El Padre Francis se subió las gafas, claramente intrigado.

—¿Sabes esto con certeza?

—Sí. El único niño capaz de este tipo de reacción de parte del Infierno,

un niño capaz de perturbar el Equilibrio, será más que un Híbrido.

—¿El niño no es un ser humano?

Envolví mis brazos alrededor de mi estómago, acunando a Bean de

manera protectora.

—Hace que el bebé suene como una abominación.

—¿No es así? —dijo el Padre Francis.

Jared se puso de pie.

—No. Es un niño. Nuestro hijo. —Tomó mi mano y me levanté con él.

—Perdóname —dijo el Padre Francis. Se puso de pie delante de

nosotros—. No fue mi intención ofenderte. Estamos en tiempos

extraños… tiempos aterradores. Dejé que el pánico llenara mis

pensamientos. No veo cómo sea posible.

—Nina es un descendiente de los Nefilim —dijo Jared, con total

naturalidad.

El sacerdote estaba confundido.

—Pero, esto es lo que eres. Lo Nefilim son hijos de ángeles, nacidos de

mujeres humanas.

Jared negó con la cabeza.

—Soy el hijo de un Arcángel. El Nefilim fue criado a la talla de Goliat.

Gigantes destinados a no mezclarse. Estos ángeles vagaron por la tierra.

Pero se habían… rebelado.

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Los ojos del sacerdote se abrieron de par en par, y sentí los míos igualar

los suyos. Agarré la camisa de Jared.

—¿Qué estás diciendo? ¿Que soy un descendiente de los demonios?

—Eso no es lo que dije. Estamos hablando de hace miles de años, Nina.

Muchas cosas eran diferentes en aquel entonces.

—Ángeles rebeldes fueron expulsados, Jared.

Jared tomó mis brazos.

—Mi madre es descendiente de los Celtas. Eran salvajes, Nina. Bebían

la sangre de sus muertos. No lo personalizo. Eso no es lo que soy.

—Entonces, ¿por qué dejaste esa parte fuera? —Me cubrí la cara con

las manos, avergonzada de mirar incluso a Jared. Él era medio ángel, y

yo llevaba genes del Infierno. No era de extrañar que nuestro hijo fuera

tan raro—. ¿Lo sabías de antes? —pregunté, con los ojos llenos de

lágrimas.

—No.

Mis mejillas se sentían como si les hubieran prendido fuego. Era reacia

a hacer la pregunta que había venido a mi mente, pero lo haría de todos

modos. Siempre lo hacía, sin importar lo horrible que pensara que sería

la respuesta.

—¿Eso cambia la forma en que te sientes por mí?

Jared tomó mis mejillas suavemente en sus manos, y me miró fijamente

a los ojos.

—Nina, por supuesto que no. ¿Cómo puedes pensar eso?

—Porque no sé cómo sentirme conmigo misma, ahora.

Jared puso sus labios sobre los míos, y luego me atrajo hacia él.

Era el último secreto de mi padre, lo último que Jared había tratado de

evitar que me lastimara. Pero, ahora que había sido revelado, todo tenía

sentido. Nunca pude encajar las piezas hasta ahora.

Aún así, me sentía… la única manera de describirlo era que me sentía

sucia. Después de todo eso, seguíamos más lejos de una respuesta que

cuando habíamos llegado.

—¿Eso es lo que Uriel quiso decir cuando dijo “monstruos”? ¿Es lo que

será el bebé?

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—Nuestro bebé. Bean será nuestro bebé, nada más. ¿Sabes lo que

necesitas? —dijo con una pequeña sonrisa.

—¿Qué? —dije, limpiando la delicada piel debajo de mis ojos.

—El consuelo de la experiencia. —Jared tiró de mi mano—. Vamos a

invitar a Lillian a cenar.

El Padre Francis tendió las manos.

—No hemos terminado, ¿cierto?

Jared frunció el ceño.

—Las respuestas no están en los libros. No sé qué más hacer.

—La respuesta siempre está en este libro —dijo el Padre Francis,

sosteniendo su Biblia en sus manos. Sosteniéndola contra su pecho—.

Simplemente nos hemos pasado por alto algo.

—No hemos pasado por alto nada. Tenía la esperanza de que Él te

guiara a la respuesta, Padre, pero Él ni siquiera le ha susurrado al oído.

Las palabras de Jared hicieron que mi mente girara. ¿Y si hubiéramos

pasado por alto algo? ¿Y si la respuesta ha estado delante de nosotros

todo el tiempo? Repasé cada idea y pasaje de la escritura que les había

oído discutir como canales en mi mente. Seguía dirigiéndome al libro de

Shax, y regresando a Jerusalén.

—¿Tal vez no es en mi oído que está susurrando? —dijo el sacerdote.

Jared le despidió con un gesto.

—Nina está exhausta y hambrienta. Está nublando mis pensamientos.

Todo lo que puedo pensar es en ese maldito libro y devolverlo para que

así Shax no pueda tenerlo y nosotros podamos concentrarnos en

mantener a salvo a Nina.

—Espera, ¿qué? —dije, aturdida.

—Tengo el viaje a Jerusalén en mi mente. No puedo concentrarme en

nada más. Es desesperante.

—Él está susurrando —dije.

Jared levantó una ceja.

—¿Qué?

El Padre Francis asintió, y cojeó hacia donde estábamos.

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—Ella tiene razón.

Agarré la camisa de Jared.

—El Sepulcro. El único lugar que no pueden profanar. El único lugar

donde el libro está a salvo de las manos del Infierno.

Los ojos de Jared se iluminaron como incendios individuales.

—Podemos mantenerte a salvo allí.

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9 OOppoorrttuunnoo

Traducido por Little Pig, Helen1 y Brenda3390

Corregido por Nanis

l terminar de ordenar los asientos, Bex volvió a la cocina.

Lillian estaba contenta, sentada en un extremo de la larga

mesa importada de mi madre, mientras que en el otro extremo,

se encontraba Cynthia, pero ésta no se veía muy feliz. Esperé

ansiosa con ellas, retorciéndome en mi asiento. Cynthia me echaba

miradas llenas de desaprobación que tenían intervalos de un latido del

corazón. Ella odiaba cuando me retorcía, pero como ahora yo estaba

casada, creía que corregirme no era de buena educación. Bex y Jared

trabajaban afanosamente en la cocina, sus risas y conversación se

filtraba en el comedor lujoso, junto con el delicioso aroma herbal.

Bex volvió a aparecer con una canasta llena de panecillos, y un plato

con mantequilla. Su mirada se dirigió al marco de la puerta ahora vacío,

y luego regreso.

—Por fin.

Alguien abrió la puerta principal, y luego escuché a Claire quejándose

en voz baja. Ella y Ryan se acercaron a la mesa, tan diferentes como el

verano y el invierno: Ryan tenía una gran sonrisa, y Claire estaba

frunciendo el ceño como siempre.

Bex trajo en una mano un recipiente con vegetales calientes, y en la

otra mano, un recipiente de arroz. Ryan le acercó la silla a Claire y

chocó sus manos, frotándolas entre sí.

—Puedo ayudar —dijo.

Bex indicó con su cabeza hacia la cocina.

A

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—Sólo agarra algo y tráelo a la mesa. —Se sacó su delantal, y se sentó

al lado de su madre.

—Creo que te lo tendrías que dejar puesto —dijo Claire—. Las rayas

rosas te quedan lindas.

Bex le sacó la lengua a su hermana, y puso su servilleta en su regazo.

Lillian miró a Claire enojada, y le sonrió a Bex.

—Se ve maravilloso, como siempre, hijo.

Ryan volvió con una cacerola llena de papas horneadas, y Jared trajo

un jamón enorme. Se estaban riendo de algo, y no pude evitar mirar de

reojo a Claire para ver su reacción. Permitió que una media sonrisa

cruzara su rostro, pero ésta se desvaneció cuando Ryan se sentó al lado

de ella.

Jared se sentó a mi lado, y comenzamos a llenar nuestros platos y

pasar las diferentes comidas. Aunque la situación parecía estresante y

sombría, las bromas fueron divertidas, y Jared parecía estar casi de

buen humor. Haber encontrado una respuesta hizo que volviera a sentir

esperanza.

Cynthia apenas había terminado de comer cuando miró su reloj.

—Jared. Bex. Muchas gracias por la cena. Pido disculpas, pero tengo un

compromiso.

Jared asintió.

—No hay problema, Cynthia. Gracias por habernos acompañado.

Ella se detuvo por detrás de mi silla y me agarró los hombros, dándome

un beso en la mejilla.

—Fue un gusto haberte visto, Nina querida.

Asentí, escuchando el ruido de sus tacones mientras caminaba hacia la

puerta principal.

Las cejas de Ryan se alzaron.

—No disfruta mucho las reuniones familiares, ¿no?

—No mucho —dije.

—Cynthia demuestra su generosidad a través de caridades. Está muy

ocupada, pero ayuda a muchos —dijo Lillian.

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—Es así —dije—. ¿Hay tarta?

Jared se rió. Bex saltó diciendo:

—No, pero hay pastel.

—¿Pastel de ángel? —pregunté.

—Obviamente —dijo, yendo a la cocina.

Ryan sacó el tenedor de su boca, era claro que estaba listo para el

postre.

—Entonces, ¿cuál es la verdadera ocasión?

Bex volvió con el pastel, y lo puso justo en frente de mí.

—Tratar de mantener a la mujer embarazada sin hambre. Se necesita

casi un pueblo, ya sabes.

—Muy gracioso —dije, pero no pude evitar cortar un pedazo enorme

para mí. Estar embarazada era la mejor excusa para la gula.

—Ryan tiene un buen punto. —Lillian sonrió—. Estás de muy buen

humor para variar.

Jared sonrió.

—Le llevé el libro al Padre Francis.

—¿Otra vez? —dijo Claire sorprendida.

Tragué el delicioso pedazo de pastel esponjoso.

—Estuvimos ahí toda la noche.

Ryan se cortó su propio pedazo de pastel, pero se lo dio a Claire.

—Entonces, ¿encontraron algo?

—Ni una jodida cosa —dijo Jared, sonriendo.

Ryan cortó otro pedazo de pastel, haciendo que la sonrisa de Lillian se

ensanchara. Claire puso los ojos en blanco.

—No entiendo —dijo Claire.

Jared usó su tenedor para intentar robarme un pedazo de mi pastel,

pero le pegué un codazo para defender mi plato. Todos se rieron,

incluyendo a Jared.

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Él se rindió, y se cortó su propio pedazo.

—Nina y yo estábamos distraídos. Sólo podíamos pensar en llevar el

libro de Shax de vuelta a Jerusalén por Kim.

Ryan me señaló con su tenedor.

—Hoy me llamó. Ya superó la impaciencia. Estaba gritando. Nunca la

había escuchado gritar.

—Entonces es su día de suerte —dije.

—¿Ah, sí? ¿Por qué? —dijo Ryan, masticando.

Jared apoyó los codos en la mesa, y se cruzó de brazos.

—Porque nos vamos a Jerusalén la semana que viene.

Claire se encogió de hombros.

—Bueno, eso es inteligente. Ryan y yo vamos a empezar en Brown este

otoño, y es el último año de Nina. Es una buena forma de quitárselo de

encima.

Lillian intervino.

—¿Vas a ir a Brown?

Claire se encogió de hombros.

—Ryan quiere volver a empezar… yo sólo pensé…

—No, ¡estoy encantada! —dijo Lillian, casi brillando.

—No vamos a volver hasta que Bean nazca —dijo Jared. Todas las

personas en la mesa se quedaron calladas. Nadie se movió, todos los

ojos estaban en Jared—. La respuesta estuvo justo enfrente de nosotros

todo el tiempo. El Sepulcro es el único lugar del que sé en el que ella va

a estar segura hasta que pueda concebir.

Claire frunció el ceño.

—¿Quieres vivir en Jerusalén por nueve meses?

—No nueve meses exactos —dijo Lillian—. No estoy muy segura, pero

probablemente le quedan sólo un par de meses.

El rostro de Jared perdió el color.

—¿Qué?

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Lillian jugó con su servilleta.

—Tendría que haberte dicho algo, hijo, lo lamento tanto. La situación de

Nina es obviamente diferente, pero un embarazo completo de un

Híbrido dura entre seis y siete meses. Me imagino que es lo mismo,

quizás un poco menos, para Bean.

Bex sonrió.

—Ahora tú también lo estás diciendo. El pobre niño jamás va a tener un

nombre de verdad.

Miré hacia mi estómago. No habíamos aprendido del control prenatal

debido a nuestra situación, pero asumí que mi embarazo iba a durar lo

mismo que uno normal. Estaba un poco más grande que lo normal, eso

era seguro, pero nada fuera de lo común. Jared pensó que era porque

yo era pequeña.

—Entonces… ¿Julio? ¿Agosto? —pregunté.

—Posiblemente —respondió Lillian.

Jared asintió.

—Entonces está arreglado. Mientras más cerca esté, ella está más en

peligro. Nos tendríamos que ir ahora.

Sacudí mi cabeza.

—Tengo cosas en Titan que tengo que terminar.

Jared suspiró, pero lo aceptó.

—Está bien. Vamos a usar esta semana para prepararnos. Nos vamos el

domingo.

—¡Genial! —dijo Bex.

—No tú —dijo Claire—. Tú te tienes que quedar con mamá.

—¿Qué? —protestó Bex.

Jared lo miró ferozmente.

—No la podemos dejar sola.

—Pero tengo que ir. ¡Sabes que lo tengo que hacer!

Lillian frunció el ceño.

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—Jared, eso es ridículo. Necesitas que estén todos contigo para que ella

llegue a salvo. Apenas llegues, te van a bombardear. Van a hacer todo lo

posible para que ella no vaya a un lugar al que ellos no pueden ir.

Tragué. Estaba tan cerca. Siempre pensé que teníamos suficiente

tiempo antes de que el pandemonio empezara.

Claire suspiró.

—No te podemos dejar sin protección, mamá.

—¿Y qué hay de Grant? —dijo Bex.

—¡Bex! —gritó Jared. Su voz resonó por toda la casa. El rostro de Bex se

tornó rojo al instante, y bajó su mirada inmediatamente.

—¿Grant? —dije, confundida—. ¿Grant Bristol? —Nadie me contestó.

Todos los ojos estaban en la mesa, excepto los míos, los cuales vagaban

en todas direcciones—. ¿Grant de Titan? ¿Es un… Híbrido?

—No —dijo Lillian, agarrando el hombro de Bex—. Es un Arcángel.

Se me cayó el tenedor, resonando contra mi plato.

—No lo puedo creer.

Lillian trató de calmar a Jared con una de sus sonrisas más dulces.

—No es una mala idea.

Me giré hacia él, frustrando los esfuerzos de Lillian.

—¿Esto no es algo que pensaste que necesitaba saber? ¿Es una broma?

—protesté.

La expresión de Jared se tornó desesperada.

—No puedes esperar que te hable de todos los demonios y ángeles que

existen.

—¡Trabajo con él, Jared! Yo… ¡yo estoy desconcertada porque me lo

ocultaste! ¡Ya es la segunda vez en el día que me entero que me

ocultaste algo!

—¿Qué más no le dijiste? —preguntó Ryan, disfrutando del espectáculo.

Jared echó una mirada que prácticamente podía asesinar en la

dirección de Ryan.

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—Era su secreto para contar, Nina, y no era de suma importancia que

tú supieras. En el gran esquema de las cosas, esto es algo de mínima

importancia. Estás siendo irracional.

—De mínima importancia. —Me paré—. No creo que pedir que confíes

un poco en mí, o esperar que tu familia no te trate como una

desconocida, es ser irracional. No creo que estar molesta por ser la

última en enterarse que estoy embarazada, es ser irracional. ¡Estoy

cansada de que elijas qué es lo que está bien y lo que está mal que yo

sepa, sólo para enterarme después como una cachetada en mi cara!

La mirada de Jared cayó al piso. Tiré mi servilleta sobre la mesa, y subí

las escaleras hasta mi dormitorio a pisotones, de forma tan dramática

digna de un Oscar. Me senté en mi cama, todavía enojada. Un suave

golpe en mi puerta solo aumentó mi furia.

—Vete, Jared.

—Soy Claire.

—Tampoco quiero hablar contigo.

Claire, siendo Claire, entró como si nada. Se sentó en mi cama a mi

lado, cruzándose de brazos. Estuvo en silencio por un rato largo, y

finalmente respiró profundamente.

—Te entiendo, sabes. A mí tampoco me dicen las cosas que no son

esenciales. Es una mierda.

—Es degradante, eso es. —Fruncí el ceño en su dirección—. Soy su

esposa. Entiendo que soy la humana que no entiende las reglas del

universo, pero por todos los Dioses. Ya sé lo suficiente ahora. Tendría

que confiar en mí.

—No es que no confíe en ti. Él sólo trata de mantener tu vida lo más

normal posible. Sabe lo importante que eso es para ti.

—Es un punto discutible en estos días, ¿no te parece?

—Lo haría, pero no te amo como él.

Mi boca se alzó de un lado. Ella estaba peleando sucio. Jared me

amaba, y a veces, ese hecho nublaba su juicio. Era imposible estar

enfadada con él por ello. Jared ocultándome el secreto de Grant,

desafiaba mi lógica. Simplemente no tenía sentido.

—Él debería tener una buena razón para ocultarme las cosas, y no tiene

una.

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—Es una razón muy humana, en realidad.

—Ilumíname.

—Grant ha estado enamorado de ti durante mucho tiempo. ¿Por qué

crees que Jack estaba constantemente empujándolo en tu dirección?

—Eso no tiene sentido, tampoco. Jack no me quería con Jared debido a

la profecía. Definitivamente no me querría con un Arcángel.

Claire levantó una ceja, y el mismo lado de su boca se alzó.

—¿Qué hacen los adolescentes cuando sus padres les dicen que no

hagan algo? —dijo Claire—. Si Jack te hubiera dicho que te

mantuvieras alejada de Grant, habrías corrido directamente hacia él.

—Puaj —dije—. Nadie es tan obstinado.

—Tú lo eres.

Suspiré.

—¿Por qué Jack no usó la misma lógica con Jared?

—No tenía que hacerlo. Obligó a Jared a permanecer fuera de vista. Eso

resolvió el problema. Grant no recibía órdenes de Jack.

—Oh, sí lo hacía. Lo vi en muchas ocasiones.

—Viste lo que querían que vieras.

—Todavía no explica por qué me lo ocultó —resoplé.

—Jared podría parecer divinamente perfecto, pero es humano, también,

Nina. Él puede tomar decisiones basadas en el miedo de perder a

alguien como cualquier otro novio inseguro. No ha sido la primera vez.

—Él ya no es mi novio.

—Una vez que esperó para contarte, era algo que te había ocultado. Ya

era demasiado tarde, ¿no?

—Supongo que tienes razón.

—Por supuesto que sí —dijo Claire, levantándome. Golpeó mi trasero—.

Ahora ve a besarlo y hacer las paces con tu marido, que es más que

probable que esté pateándose a sí mismo en este momento.

Me acerqué a la puerta, vacilé, y luego finalmente la abrí. Jared estaba

de pie en el pasillo, con las manos en los bolsillos.

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Me crucé de brazos.

—Te ves como si hubieras perdido a tu mejor amigo.

—¿Lo hice? —preguntó, miserable.

Mis hombros cayeron.

—Lo siento —dijo—. Te juro que eso es todo. Sabes todo lo demás.

—Creo que he oído eso antes —dije, caminando hacía él, hasta que

estuve a sólo unos centímetros de distancia.

Jared tocó cada lado de mi estómago y miró hacia abajo, sus ojos

oscuros con preocupación y culpa. Envolví mis brazos alrededor de su

cuello y le toqué la mejilla con la mía. Nos quedamos en silencio por un

largo tiempo en ese abrazo. Sostenerlo se sentía tan bueno si no mejor

que la primera vez. La electricidad aún estaba allí, y yo tenía la misma

necesidad desesperada por estar más cerca de él. Olía tan increíble, y

su piel era todavía tan suave. Demasiados meses habían pasado desde

que nos tomamos un momento para nosotros, sólo para sostenernos el

uno al otro. Traté de estar presente en ese momento y estar al tanto de

todo lo que sea posible. Saldríamos en ocho días, a enfrentar la lucha

de nuestras vidas. No sabía cuándo volvería a suceder este momento.

Su mano se deslizó a mi espalda baja, y me atrajo hacia sí. Levanté mi

barbilla, y sus labios tocaron los míos. Enterré mis dedos en la piel de

sus brazos, y luego más profundamente en el músculo. Su lengua se

deslizó en mi boca, pero luego se apartó.

—Ejem —dijo Ryan.

Me volví para ver la fuente de la interrupción de pie junto a Claire en la

parte superior de las escaleras.

—Fisgones —gruñó Jared.

Volvimos abajo juntos, uniéndonos a Bex y Lillian en el vestíbulo.

Abracé a mi suegra despidiéndome, sonriendo cuando su abrazo

entusiasta se puso un poco demasiado apretado.

—Te amo —dijo ella, besando mi cabello. Miró a Jared—. Sean buenos

el uno con el otro. —Jared asintió y ella se despidió.

Entré en el comedor, Jared, Claire y Ryan me siguieron.

Ryan y Claire comenzaron a limpiar la mesa. Ryan sonrió y le dio un

codazo.

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—Tu mamá me ama.

—Ella ama a todos. —Se burló Claire—. No eres especial.

—Tú no amas a todos. Yo diría que eso me hace muy especial… ya que

tú lo haces.

Claire nos miró a Jared y a mí, claramente avergonzada.

—¡Ya quisieras!

—Sólo reconócelo —dijo Ryan.

—Deja de decirme lo que debo hacer —espetó Claire.

Él se cruzó de brazos.

—Es porque soy humano, ¿cierto?

Los ojos de Claire se estrecharon.

—¿En serio? Es posible que simplemente no me gustes.

—¿Yo? —dijo Ryan, apuntando a su pecho—. Nah —dijo, desestimando

su sugerencia—. Eres una mujer fuerte. Lo entiendo. No muchos

pueden manejar la situación de que su chica podría patearles el culo.

Incluso pocos soldados, y aún menos los chicos de las Fuerzas

Especiales. Pero lo entiendo, y puedo mantenerme al día contigo más

que lo que nadie más podría. He tenido la formación… y nos ha sido

dicho por el Creador del Universo que tenemos que pasar todo el tiempo

juntos. ¿Cuántas pruebas más se necesitan?

Claire se volvió y rodó su pierna debajo de los pies de Ryan, arrojándolo

al suelo de espaldas.

—En primer lugar, no puedes estar a mi altura. En segundo lugar…

Ryan dio una patada hacia adelante y, a continuación, se puso en pie.

Claire se agachó en una posición defensiva. Ryan sonrió ante su

reacción.

—Puedo estar a tu altura.

—Dudo eso.

—Ponme a prueba. Si no puedo, te dejo en paz.

Claire miró a Ryan con el ceño fruncido. Sus ojos azul claro se volvieron

asesinos, pero bajo ellos había una sonrisa pícara.

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Fruncí el ceño.

—Esta es una idea terrible.

—Ahora es demasiado tarde —dijo Claire.

Inclinó la rodilla y empujó su bota en el estómago de Ryan. Él voló por

la habitación y se estrelló contra la pared, cayendo al suelo. Se puso en

pie y aspiró un par de veces, respirando fuerte.

Me encogí.

—Por lo menos no llevaba tacones de aguja.

Ryan lanzó una molesta mirada hacia mí, y luego tosió un par de veces.

Se puso sobre las rodillas temblorosas y levantó las palmas de las

manos hacia Claire.

—Debes saber ahora que no me doy por vencido.

Claire sonrió con intención diabólica.

—Voy a disfrutar esto.

—No tanto como yo —dijo Jared. Lo miré, y él se encogió de hombros—.

¿Qué?

Claire atacó, y Ryan se volvió. Con un adversario diferente, se habría

vuelto en el momento preciso para evitar un golpe, pero Claire era más

rápida que lo sobrenaturalmente rápido… y ella prefería las patadas.

Claire se dio la vuelta, su talón haciendo contacto con el trasero de

Ryan. Él fue empujado hacia adelante unos pocos pasos, y luego se

volvió y dio un puñetazo. Su mano se encontró con los paneles de yeso,

y se quebró en varios pedazos alrededor de su puño.

—Será mejor que él sepa cómo arreglar eso —me quejé.

Claire se inclinó hacia delante y le dio un codazo a la parte posterior de

su cabeza.

Ryan se dio la vuelta, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura al

mismo tiempo. Cargó hacia adelante, y ambos se estrellaron en la mesa.

—¡Vamos! —grité, viendo la mesa de comedor importada inglesa de mi

madre en pedazos.

Inmediatamente poniéndose de pie, Claire agarró dos puñados de la

camisa de Ryan y lo lanzó hacia el vestíbulo.

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—¡Me encanta cuando juegas rudo! —gritó Ryan desde la otra

habitación.

Claire se limpió el labio ensangrentado y lamió el líquido carmesí de sus

dedos.

—No has visto lo rudo todavía. —Ella desapareció por la puerta e hice

una mueca cuando Ryan gritó.

—¡Eso es jugar sucio! —gritó, chillando de nuevo.

—Será mejor que entremos allí y supervisemos —dijo Jared, llevándome

a la habitación de al lado.

Claire sostenía a Ryan de revés por el tobillo, fingiendo simpatía

mientras él trataba de llegar a ella en vano. Echó un vistazo a la

habitación y luego arqueó la espalda, levantando una estatua de

madera sólida del suelo, golpeando la rodilla de Claire justo al momento

de haberla agarrado.

Ella golpeó el suelo, y Ryan cayó sobre su cabeza sonando fuerte.

Cuando se levantó, una fina línea de color rojo salía desde el nacimiento

de su cabello.

—Valió la pena —dijo, corriendo hacia Claire.

Ella se echó hacia atrás y luego sacó su arma lateral.

—No es gracioso —advirtió Jared.

El arma se disparó, y Ryan saltó, cubriéndose la cabeza con una mano,

su entrepierna con la otra. La bala se alojó en la pared justo a través del

centro del preciado Renoir original de Cynthia.

—Creo… creo que me voy a desmayar —dije, sintiéndome mareada.

Jared correspondió cuando enganché mi brazo alrededor de él.

—¿Debería detenerlos? —dijo Jared.

—¡No se detendrán hasta que hayan terminado de estar siendo

INFANTILES! —dije—. ¡Llévenlo afuera!

Ryan señaló Claire.

—Tú… ¡tú acabas de dispararme!

Claire puso los ojos en blanco.

—Eres como un bebé. Eso no estuvo ni siquiera cerca.

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—¡La bala sopló aire cerca de mi ojo! —dijo, señalando su ojo de manera

dramática.

—Bien —dijo en una rabieta—. Voy a alejarla para que no te orines los

pantalones, hombre grande de las Fuerzas Especiales.

Ryan se relajó y se puso de pie con la espalda recta, y luego volvió a la

carga contra ella. Claire puso los ojos en blanco, lo agarró por el cuello

y lo detuvo en seco.

—Todo lo que haces es correr hacia mí. Estoy aburrida.

Ryan lanzó un golpe hacia ella, haciendo extraños ruidos ahogados.

Me acerqué a ellos, mirando fijamente a Ryan, y luego a Claire.

—Se está poniendo azul.

Claire levantó su otro puño como si fuera a darle un puñetazo, pero

luego le dio la vuelta, revisándose casualmente las uñas.

—Claire —gruñó Jared.

Ella miró a Ryan y entrecerró los ojos.

—Ríndete.

Ryan se esforzó por hacer un sonido.

—No —se atragantó al decir. Sus ojos parpadearon mientras perdía la

conciencia.

Fruncí el ceño.

—Está bien, es suficiente. Jared, por favor, haz que se detenga.

Jared dio un paso, y Claire lo señaló.

—Jared Gabriel, no te atrevas.

—Claire… —empezó, pero ella sostuvo su mano con la palma frente a

su hermano.

Miré a Ryan y luego de vuelta a ella.

—Ya no es divertido.

—No lo sé —dijo ella—. Es bastante divertido.

Agarré la muñeca de Claire con una mano y envolví mi brazo alrededor

de Ryan con la otra. Era inútil, pero esperaba que Claire dejara a un

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lado su rabia y se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Y como si no

fuera nada, se separaron.

—Gracias —dije, ayudando a Ryan en el suelo—. Ry —dije,

acariciándole la mejilla—. Respira profundo. —Miré a Claire para

enviarle una mirada de desaprobación, pero su expresión me tomó por

sorpresa—. ¿Qué?

—No lo solté —dijo, impresionada.

Los ojos de Jared se movían entre los tres.

—¿Qué quieres decir con que no lo soltaste?

Los ojos de Claire se ampliaron.

—Ella me lo quitó de encima.

—Este no es el momento para bromas —dije—. Fuiste demasiado lejos.

Claire sacudió su cabeza.

—¿Cómo hiciste eso?

Ella hablaba en serio. Le había quitado a Ryan sin ningún esfuerzo de

su agarre. Apenas me había tensado, pensando que Claire simplemente

había decidido dejarlo ir.

—Yo… yo… no sé… —dije. Esperé a que Jared diera una respuesta,

pero sólo se quedó quieto sin habla.

Ryan se movió.

—¿Gané?

Claire frunció el ceño.

—Claro que no, estúpido. “Gané” —dijo, imitando la profunda voz de

Ryan. Puso sus ojos en blanco, y luego su rostro se iluminó—.

Levántate, Nina.

—¿Por qué?

—Sólo hazlo.

Me levanté, y Claire tomó una postura defensiva. En el siguiente

momento, Jared estaba entre nosotras.

—¡Has perdido la cabeza!

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—¡Sólo una vez! —suplicó Claire—. ¡Estoy segura de que ni siquiera le

haré daño!

—¿De qué estamos hablando, aquí? —dije, mis ojos vagando entre los

dos.

—Yo lo haré —dijo Jared.

—¿Hacer qué? —dije, Jared me guió hasta el centro de la habitación,

colocándose en frente de mí.

—¿Qué están haciendo? —le preguntó Ryan a Claire.

—Sssshh. Desmáyate de nuevo —dijo, esperando impaciente a que algo

pasara.

Levanté las cejas.

—¿Qué estás planeando hacer?

Jared se mantuvo firme y cuadró sus hombros. Sus ojos se

oscurecieron, y luego bajó su barbilla. Al momento siguiente, su

postura se relajó y arrojó su cabeza hacia atrás.

—No puedo. —Suspiró, mirando hacia el techo.

—¡Qué gallina! —Claire rió.

La puerta del frente se abrió y cerré mis ojos. Esperando por el doloroso

chillido de mi madre, pero nunca vino.

—Uh… ¿qué pasó aquí? —dijo Bex. Abrí mis ojos, viendo a Bex de pie

congelado en la entrada, una manzana medio comida en su mano.

—Nina me quitó a Ryan —dijo Claire, su voz temblando de emoción.

—Está bien, así que, ¿qué estás haciendo tú, Jared? —dijo Bex.

—Nada —le respondió Jared, claramente avergonzado.

—Él va a probar la teoría —dijo Claire.

Jared negó rápidamente.

—No, no lo voy a hacer.

Crucé los brazos.

—¿Y cómo vamos a hacer eso, exactamente?

Jared se frotó la parte posterior de su cuello.

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—Sólo iba a arrojarte al suelo. No iba a…

—¿Golpearla? —dijo Bex.

Jared le frunció el ceño a Bex. Y luego me miró disculpándose.

—¿Qué? —gemí.

Jared extendió las manos.

—¡No iba a dejar que te golpearas! Sólo quería ver si me atrapabas.

Claire resopló, nada impresionada.

—Yo iba a golpearla —masculló.

Mi boca cayó abierta.

Bex caminó casualmente a través de la habitación, deteniéndose a un

par de metros de mí. Jared reclamó mi atención cuando me alcanzó.

—Vamos, Nina. No vas a creer que iba a golpear a mi embarazada

espo…

Antes de que Jared pudiera terminar su oración, el puño de Bex se

lanzó hacia mí con una velocidad sorprendente. Mi cuerpo reaccionó, y

de pronto su puño estaba en mi mano.

—No me estoy refrenando —gruñó Bex, aún empujando su puño hacia

mi cara.

Los ojos se Jared se abrieron de par en par. Trató de hablar, pero el

único resultado fue su mandíbula aleteando.

Bex se relajó y bajó su mano y luego se inclinó para besar mi frente.

—Ella ha estado así por meses. ¿No te diste cuenta? —le preguntó a

Jared.

—Yo eh… podía ver que había algo diferente. Asumí que era el bebé.

—Es el bebé. —Bex sonrió—. Bean está compartiendo su jugo de ángel

con Nina. No me lo he tomado con calma combatiendo con ella por

semanas.

—¿Qué? —dije.

—¿Qué? —repitió Jared.

Bex puso los ojos en blanco.

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—¿Recuerdas esa vez que ella me tiró de espaldas?

Los ojos de Jared se clavaron en los míos.

—¿En serio hizo eso?

Bex frunció el ceño.

—Dolió también. No dije nada porque simplemente asumí que tú

sabías, y que esta era una de esas cosas de las que no quieres hablar.

—Él es siempre así —dijo Claire.

Jared se enojó instantáneamente.

—¿Estuviste combatiendo con ella a tu nivel? Está embarazada, Bex.

¿Estás loco? ¿Qué pasa si hieres al bebe?

Miré abajo a mi estómago protuberante cautelosamente frotándolo con

mis dedos.

—¿Bean me está dando habilidades?

Bex se encogió de hombros.

—Bean es prácticamente ángel, Nina. Apuesto a que tú tienes más

poder que nosotros. Es por eso que pudiste flotar durante tus sueños y

escalar las paredes, y esas cosas. Estabas embarazada en ese momento,

¿no es así?

Ryan rió una vez.

—¿Qué? ¿Ella es Spider-Man, ahora?

—Eso fue lo que dije —Bex sonrió—. Amo Spider-Man.

Jared frunció el ceño.

—Debiste haber dicho algo.

Bex rió una vez sin humor.

—Ella es tu Taleh… Sin mencionar tú esposa. ¡Pensé que sabías!

—¿No crees que lo habría mencionado si lo hubiera sabido?

—¡No! ¡Eso no suena a ti para nada! —espetó Bex.

—Él tiene razón —dijo Claire—. Ser comunicativo no es tu punto fuerte.

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Jared giró sobre sus talones, cruzando sus brazos. Sus bíceps

sobresalían por encima de sus manos.

—¿Supongo que tú sabías, también?

—¡Obviamente no! —dijo Claire—. Fue mi idea golpearla.

—Bueno, alardeemos de ello —dije rotundamente.

El silencio se sobrepuso en la habitación mientras el nuevo

conocimiento se establecía. Los ojos de Jared vagaron alrededor de

diferentes puntos del suelo mientras su cerebro procesaba un millón de

pensamientos por segundo.

Una fuerte explosión resonó en toda la habitación, seguido de una

vibración en el suelo. Claire estaba acostada sobre su espalda, mirando

a Ryan con una expresión de sorpresa.

Él sonrió.

—Te dije que no me iba a rendir.

Su rostro brilló de color rojo, y esperé a que ella enviara volando a Ryan

a través de la habitación. Pero el rubor de sus mejillas volvió a ser de

un color cálido, y sus ojos se suavizaron. Una lenta sonrisa pequeña

apareció en las comisuras de su boca. Ryan, sin precaución se arrodilló

junto a ella. Sus ojos dejaron los de ella, y luego se transfirieron a sus

labios. Se inclinó hacia adelante. Esperé a que Claire lo agarrara por la

garganta, o lo pateara en su región inferior, pero ella lentamente cerró

sus ojos.

—¿Qué rayos pasó aquí? —chilló Cynthia, golpeando la puerta tras de

ella.

La entrada sorpresa de mi madre tomó mi atención por solo un

momento, y cuando miré de nuevo, pude ver una frustración familiar en

los ojos de Ryan.

Sonreí.

—Será mejor que alguien me responda —dijo Cynthia.

La realización revoloteó en los ojos de Claire, y miró en mi dirección.

—Karma —dije con una sonrisa de complicidad. Ella había hecho un

pasatiempo el interrumpirnos a Jared y a mí cuando nos estábamos

enamorando. Fue refrescante ver su reacción cuando lo mismo le

sucedía a ella.

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—Oh, cállate —dijo mientras se ponía de pie. Agarró la mano de Ryan y

lo ayudó a levantarse—. Me disculpo, Sra. Grey.

—Tú hiciste esto —dijo Cynthia. Sus palabras eran más una acusación

que una pregunta—. Espero que todo esté en orden para mañana en la

mañana. —Con eso, se fue a su habitación.

Claire observó la destrucción.

—Va a ser una larga noche.

—Yo te ayudaré —dijo Ryan.

Claire se fue a la cocina, y regresó con un gran cubo de basura. Lo

cargó en una mano, recogiendo las astillas de madera con la otra.

—Diviértete con eso. —Sonrió Jared, tomando mi mano—. Estaremos

en el árbol de roble a primera hora.

—¿Ah, sí? —dije con una sonrisa.

Jared miró a su hermano pequeño.

—Tú vienes, también.

—¿Yo? —dijo Bex.

Un cauteloso ceño arrugó la frente de Bex mientras sus ojos se movían

entre Jared y yo. Me di cuenta de que él estaba dudando si sentirse

emocionado.

—¿Por qué? ¿No es ese como su lugar especial?

Jared entornó sus ojos.

—Quiero ver de lo que Nina es capaz.

—¡Genial! —dijo Bex, aplaudiendo una vez—. ¿Estás lista para

combatir, hermana? —Sus manos se frotaron juntas.

Una amplia sonrisa se ensanchó en mi rostro.

—Oh, seguro que sí.

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10 CCoommbbaatteess

Traducido por Vellorita y Nnancyc

Corregido por LizC

ared y yo subimos por las escaleras. Seguí rememorando mi

rutina nocturna en medio de un completo aturdimiento,

tratando de entender esta nueva realidad. Sabiendo que tenía

mucho que demostrar por la mañana, se me hizo difícil dormir.

Finalmente pude obligar a mi mente a ralentizarse, y así logré cerrar los

ojos durante unas pocas horas antes de que el sol se elevara en el

horizonte.

Una vez que mis ojos se abrieron, no pude volver a dormirme. Me sentía

completamente despierta, mi cuerpo gritaba para levantarse de la cama

e ir al árbol de roble. Ni siquiera me molesté en ducharme, pues sabía

que en menos de una hora ya estaría cubierta de polvo, sudor y

suciedad. Me coloqué una de las camisetas gigantes de Jared que

apenas lograba cubrir todo mi vientre, pero sería suficiente. Finalmente

sería mi momento de mostrarme, pero no podía dejar de pensar en lo

ridícula que me vería toda hinchada y torpe mientras Bex me atacara

por todos los ángulos con su hermosa precisión.

Jared y yo nos encontramos en la planta baja, donde aún los otros se

encontraban limpiando. La única persona que no se encontraba

sonriendo y bromeando sobre la noche anterior era Ryan.

—¿Qué? —dijo Jared con petulancia—. ¿No crees que Nina pueda con

Bex?

Ryan me señaló mientras aún miraba a Jared.

—Ella aún está embarazada.

Bex rió una vez y dijo:

J

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—No te preocupes. Bean es más fuerte que yo.

Sin embargo, Claire pensó que yo debería empezar con Ryan. Él al

escucharla elevó las manos en protesta.

—¿Qué demonios es esto? ¿La Semana de Patearle el Trasero a Ryan?

—No pensé que te importara, ya que continuamente insistes en ser

hospitalizado —dijo Claire.

El rostro de Ryan se contrajo en disgusto.

—Eso estuvo fuera de lugar.

—La verdad duele, bebé.

—Si me vas a hablar de esa manera, puedes insultarme todo el día —

respondió Ryan con una sonrisa.

Claire sacó de su bolsillo las llaves del auto y luego las empujó en las

manos de Ryan.

—Me refería a que eres un verdadero bebé. No fue una expresión de

cariño.

—Sí, claro.

Jared apretó mi mano.

—Entonces el roble será. ¿Estás segura de querer hacer esto?

—¿Acaso importa?

—Sí. Aunque me gustaría saber lo que eres capaz de hacer, ¿tú no?

Cavilé por un momento. Siempre había admirado las habilidades de los

Ryel, pero nunca pensé que yo podría tener algunas propias. Mis días

de damisela en peligro podrían estar cerca de su final, y eso me

gustaba.

—¿Podré tener una oportunidad de pelear contigo si logro vencer a

Claire?

Jared se encogió de hombros.

—Seguro, pero…

—Entonces sí.

Jared fingió estar ofendido.

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—Eso no es muy agradable, cariño. De hecho, no es agradable en lo

absoluto.

Yo envolví mi brazo alrededor de él y me acurruqué a su lado mientras

caminábamos hacia la Escalade.

—Un poco de violencia doméstica exploratoria no significa que te amo

menos.

La Escalade se zarandeó a través del suelo desigual del camino que

conducía hacia nuestro roble. Bex y Claire prometieron tener cuidado

de no golpear mi estómago de forma directa, pero mis instintos de

madre estaban activados, y con ellos, mis nervios. Continué diciéndome

a mí misma que ya yo había hecho esto: Bex y yo habíamos combatido

algunas otras veces, y en alguna de ellas yo había salido bien parada.

Con ese entonces pensé que Bex recibió cientos de mis golpes para

hacerme pensar que estaba mejorando, pero ahora sé que no era así.

Ryan, luciendo una camisa genérica de policía y una gorra de béisbol,

tomó posición frente a mí.

—Hasta que descubra de lo que soy capaz de hacer —le dije—, trata con

todas tus fuerzas, en no acercarte lo más mínimo a Bean.

Ryan frunció el ceño.

—Que conste que me siento como si estuviera teniendo una experiencia

extra-corpórea, y mi parte más racional me está gritando que te

secuestre lejos de esta locura antes de que salgas lastimada.

—Bueno, comenzaremos con lentitud, y luego veremos qué sucede.

Ryan hizo una mueca.

—Estoy a punto de luchar contra una mujer embarazada. Esto está

muy mal, en muchos niveles.

—¡Vamos cobardes! —gritó Claire—. No tenemos todo el día.

—No soy un cobarde —replicó Ryan en voz baja.

—¡Lo eres si le tienes miedo a una chica!

Ryan la observó con irritación, y yo sonreí.

—Aprenderás que susurrar no te será de mucha ayuda.

—Está bien. Hagamos esto antes de que mi novia piense lo peor de mí.

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—¡Aún no soy tu novia! —gritó Claire.

Mordí mi labio.

—Intentemos esto —le dije, empujando a Ryan. Usé la fuerza suficiente

como para empujarlo apenas unos pocos metros de distancia pero, en

lugar de eso, voló con fuerza, se retorció en el aire y luego cayó rodando

por el suelo.

Ryan me observó sorprendido.

—¡Eso es trampa!

—Apenas te toqué.

—¿En serio?

—En serio.

Ryan se puso de pie, y corrió hacia a mí, un poco agitado.

—No puedo permitir que dos chicas me pateen el trasero en un período

de doce horas.

—Venga —exclamé, agazapada y lista.

Ryan giró y saltó una docena de veces ates de que yo intentara

golpearlo. El primer golpe se lo asesté en el estómago, y lo hizo aterrizar

en el mismo lugar de antes. Logró ponerse de pie, pero luego se dobló,

intentando recuperar el aliento. Dio un paso más, y se inclinó de nuevo,

levantando un dedo.

—¡Lo siento! —grité.

—¡Mi turno! —dijo Bex. No perdió tiempo, y pude ver en sus ojos que los

juegos habían terminado.

Se abalanzó, y yo lo esquivé. Bloqueando cada uno de sus golpes,

realicé con mi pierna el movimiento de barrido de Claire, haciéndolo

caer sobre sus pies. Bex se levantó de un salto, falló el primer golpe,

pero el segundo me dio de lleno. Picó un poco, pero en realidad se

sentía como si me hubiese golpeado accidentalmente contra una puerta

en vez de haber recibido un puñetazo con toda la potencia de un

Híbrido en la quijada.

—¡Oh! —gritó Jared. Tenía las manos en la cabeza, con los dedos

entrelazados. Él odiaba esto. Había pasado toda su vida protegiéndome

y ahora, que nos habíamos casado y yo estaba embarazada con su hijo,

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él estaba permitiendo que me convirtiera en un conejillo-de-indias-

barra-saco-de-boxeo.

—¿Estás bien? —preguntó Bex, respirando con dificultad.

Yo fruncí el ceño.

—Oh, Dios, lo siento, ¿te hice daño? —preguntó él, levantando mi

barbilla para comprobar los daños.

—De nuevo —respondí, agazapándome a la defensiva.

—¡No! —gritó Jared—. No, ya hemos visto de qué eres capaz. Es

suficiente.

Yo negué con la cabeza.

—Estoy peleando con un chico de trece años, Jared —mascullé—. Ni

siquiera lo estaba intentando.

Bex se puso en cuclillas.

—Eso es insultante.

Se abalanzó de nuevo y, a pesar de que nuestros movimientos hubieran

sido borrosos para cualquier ojo humano, no tuve ningún problema

para mantener el ritmo. Cada movimiento que Bex intentaba, lo veía

casi en cámara lenta. En cuestión de segundos, Bex estuvo por los aires

y cayó de espalda.

—¡Mi turno! —dijo Claire, mientras se colocaba un par de guantes de

cuero con agujeros para los dedos.

Me estabilicé a mí misma. Claire siempre me había asustado. Bex,

había luchado con él antes; conocía sus movimientos. Pero habían

pasado meses desde que Claire y yo habíamos practicado juntas, y no

estaba familiarizada con su estrategia. Aún así, no quería hacer que

Jared se preocupara, así que planeé aumentar mi juego un nivel. No

podía dejar que Claire me golpeara. Jared se sentiría bastante culpable.

Sin mencionar que aunque ella me amaba ahora, Claire había estado

esperando por este momento un largo tiempo.

Me miró fijamente desde debajo de su ceja como siempre hacía para

intimidar a un enemigo. Con esa parte estaba familiarizada. No se

echaría atrás, y ella no tenía miedo de lastimarme.

Esto iba a apestar.

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Bex ayudó a Ryan a llegar al lado de Jared, y Ryan cayó en sus rodillas,

dolorido y desmoralizado.

—¡Derríbala, Nigh! —gritó Ryan.

—¡Oye! ¿Del lado de quién estás? —dijo Claire.

Me concentré. Claire Ryel era la mejor de los mejores. Los demonios le

temían. Era el arma más mortífera de la Tierra, invicta por cualquiera

que alguna vez se le opusiera, y yo estaba a punto de noquearla. Una

vez que Claire regresó su atención a mí, intenté golpearla. Claire recibió

el puñetazo y casi la derribo. Miró a Jared, se frotó la mejilla, y sonrió

con dientes sangrientos.

—¡Me lastimó!

No bajé mi guardia ni por un segundo, sabiendo que Claire era muy

competitiva para calmarse. Sus ojos azules hielo se oscurecieron y su

mirada feroz me apuntó directamente.

—Te amo, y lamento la paliza que está a punto de comenzar.

—No, no lo lamentas.

—Tienes razón. Sólo estaba siendo educada.

Sabiendo que me había visto esperar a ser atacada con mis dos últimos

oponentes, tomé el primer disparo. Se agachó, pero en el siguiente

momento, mi pie conectó con su pecho, y la envié volando doce metros

en una sección llena de barro del campo. Ella emergió, mojada, sucia y

enojada. Agitó las manos a los costados, dejando que el exceso de barro

salpicara en el suelo.

—En verdad lo hiciste, ¿no?

Sonreí.

—Lo hice.

Corrió a toda velocidad hacia mí y agarró mi camiseta. Estaba de pronto

en el aire, pero aterricé en mis pies, cerca del barro.

—Buen intento. —Sonreí.

Claire estaba infeliz. Intentó repetidamente moverme, empujarme,

arrojarme y golpearme en el barro, pero la bloqueaba o le pondría allí en

su lugar. Después de media hora, su cabello platinado estaba enredado

y embarrado, y estábamos mugrosas y jadeando. Ella más que yo, pero

ponerse en contacto con alguien cubierta en mugre hacía imposible

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surgir sin manchas, y Claire era definitivamente un adversario de

mucho contacto.

—Suficiente —dijo Jared, acercándose para encontrarnos. Limpió un

poco el barro del rostro de Claire—. Has hecho tu punto.

—Aún… no… he… terminado con… ella —dijo Claire jadeando.

Bex había estado riendo incontrolablemente desde la primera vez que

Claire se encontró a sí misma en el fango, pero con una sola mirada de

su hermana, las risas cesaron.

—Bien —dije, respirando duro—. ¿Ahora tú?

—No.

—¿No? —dije.

—¡Gallina! —dijo Ryan.

Jared frunció el ceño.

—Hemos visto lo que necesitábamos ver, y no quiero que te exijas de

más. Podrás tener sangre de ángel corriendo por tus venas, pero todavía

eres humana. Hasta que sepamos con certeza cómo tu cuerpo manejará

el estrés, no quiero empujarte más allá.

Asentí.

—Tienes razón. Puedo arrojarte puñetazos en cualquier momento.

Jared se rió, y luego puso un brazo alrededor de mí mientras

caminábamos al Escalade. Él estaba disfrutando por completo de mi

nueva actitud: Sí, querido. La verdad era que no podría vivir conmigo

misma si algo le sucedía a nuestro bebé.

Ryan sacó su abrigó y lo envolvió alrededor de los hombros de Claire, y

luego usó su mano para limpiar el resto del barro de su cara. Ella

nunca estaba feliz de perder una pelea, pero la emoción que todos

sentíamos por este nuevo cambio era evidente en sus ojos.

—¡Quiero una revancha después que Bean nazca! —gritó.

—¡De ninguna manera! —grité en respuesta. Miré a Jared—. ¿No habla

en serio?

Jared intentó controlar una sonrisa.

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—Por supuesto que no. —Su atención cambió del camino a la carretera.

El Sentra de Kim venía a toda prisa hacia nosotros.

El Sentra se detuvo abruptamente, y Kim salió, cerrando de golpe la

puerta.

Jared levantó las manos.

—Sé que estás impaciente, Kim. Nos vamos la próxima semana, ¿de

acuerdo?

Cuando ella estuvo lo suficiente cerca, jadeé. Su ropa estaba cubierta

en sangre.

—Bueno, eso es genial, Jared. Por desgracia para mi tío, es un poquito

demasiado tarde.

—¿Qué ocurrió? —dijo Jared, igualmente alarmado. Bex, Claire y Ryan

se reunieron alrededor.

Ryan agarró el brazo de Kim, pero ella lo alejó.

—Oh, Dios mío, Kim. ¿Estás bien? —dijo él.

Kim no apartó la mirada de Jared. Sus ojos brillaban.

—Te lo dije. Te dije que teníamos que devolverlo.

—Lo siento tanto, Kim —dijo Jared.

—Los lamentos no lo traerán de vuelta. Te ayudé, y cuando fue mi

turno, anduviste con rodeos hasta que alguien que amaba fue

asesinado. —Se dio la vuelta y camino a su auto.

—El domingo, Kim —dijo Jared, gritando tras ella—. Nos iremos el

domingo.

Los brazos de Kim salieron disparados en el aire y su dedo medio

apuntó hacia el cielo. Un momento después, se había ido.

—Pobre Kim —dijo Ryan—. ¿Qué creen que sucedió?

Claire cruzó los brazos, mirando el Sentra desaparecer a la distancia.

—Están enviando un mensaje. Si fueran demonios en su verdadera

forma no habrían sido capaces de llegar a él. Ellos deben estar

revistiéndose.

—¿Revistiéndose? —pregunté.

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—Están tomando formas humanas —dijo Jared.

Ryan asintió.

—Como posesión.

Claire frunció el ceño.

—No, como revestirse. Toman el control del cuerpo por un cantidad

corta de tiempo para lograr un propósito. No dejan el cuerpo debilitado,

y el humano no tiene recuerdos o réplicas.

Jared se frotó la parte posterior del cuello.

—Está comenzando.

—Seguro como el infierno que sí —dijo Claire, dirigiéndose rápidamente

hacia su Lotus.

—Es algo bueno que estuviera retirándome para volver a la escuela —

dijo Ryan, siguiendo a Claire—. Si hubiera pedido más tiempo libre para

ir a Jerusalén, me habrían despedido, de todas formas.

Claire puso una mano en el hombro de Ryan.

—Iban a despedirte de todas formas.

La cabeza de Ryan se sacudió en su dirección.

—¿Ah, sí?

—Porque apestas.

Ryan se encogió fuera de su agarre, y luego usó toda su fuerza para

empujarla. Ella no se movió, sólo se giró el tiempo suficiente para

ofrecerle una sonrisa pequeña y divertida.

—No apesto. Tú apestas —gruñó Ryan, subiendo al auto.

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11 EEll ppeerrddóónn ddee úúllttiimmaa hhoorraa

Traducido por Rihano

Corregido por LizC

ay tanto por hacer. Tanto, demasiado. El refunfuño sale

repetidamente de entre mis labios mientras me precipito

alrededor de la casa. Una semana no era lo suficientemente

larga para poner mi vida en orden. Me moví alrededor de la

casa, subiendo y bajando las escaleras, tratando de maniobrar

alrededor de mi creciente estómago. Se volvía más redondo y lleno cada

día. Mientras empacaba, Agatha trabajó horas extras tratando de

terminar la lavada, y Jared estaba constantemente subiendo y bajando

las escaleras, buscando ropa y suministros médicos.

No fue hasta que él llamó a un amigo pidiéndole como un favor que le

consiguiera bolsas de solución salina, tubos intravenosos, agujas y

anticoagulante que me di cuenta que no iba a tener a mi bebé en un

hospital… ni siquiera en casa. Bean nacería en una caverna oscura y

antigua, bajo la ciudad de Jerusalén, lejos de la medicina moderna,

pero más allá del alcance del Infierno.

Siete días no parecían tiempo suficiente, pero a sabiendas de que los

demonios estaban atacando, era a la vez demasiado tiempo. Cualquier

persona con quien nos topábamos podría tratar de matarnos. Cualquier

ser humano era una amenaza. Beth, Chad, incluso Ryan o mi madre. El

pensamiento de mi madre como un demonio hacía helar mi sangre. Ella

ya era lo suficientemente aterradora como ser humano.

Grant necesitaba estar informado de mi próxima ausencia, pero algo me

impedía marcar los números. Saber que él era un Arcángel, uno caído a

decir verdad, me hacía sentir incómoda. Yo había sido grosera con él,

incluso lo insultaba a veces. Ser mantenida en la oscuridad parecía ser

el tema de mi vida, y sin embargo, esta vez se sentía como una violación

H

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de mi confianza por todos. Por no hablar de la competencia tácita entre

nosotros que sentía que había terminado para siempre. Él había

ganado. Cada golpe a mi costa, cada coqueteo fue sólo él hostigándome,

y jugué su mano en todo momento. Conocimiento que hizo de mis

futuras conversaciones con él difíciles. La necesidad de admitir la

derrota podría llegar, y esa sería la última humillación.

No. Por supuesto que no. No iba a hacerlo. Jared era su Mejor Amigo

Por Siempre celestial. Él podía hablar con Grant.

—¿Cariño? —llamó Jared desde el pasillo.

Empujé más ropa en mi maleta y luego cerré la cremallera de la tapa.

—Estoy aquí.

Él se rió entre dientes.

—Lo sé. Bex llamó. Grant mantendrá vigilada a mamá. Dijo que

necesitaba hablar contigo.

—Habla tú con él. Tú sabes los detalles del viaje.

—No sé los detalles de Titan. Él quiere que vayas esta noche. Voy a

dejar que Bex te siga mientras corro a la clínica de un amigo para

conseguir el resto de los suministros, y luego me pasaré por allá.

—Jared…

Él me jaló a su costado, sus brazos rodeándome. Esto me hizo darme

cuenta de por qué la temperatura de su piel no se sentía tan cálida

como de costumbre. Yo estaba pasando la fiebre del híbrido también.

Eso era algo que yo estaría encantada de tener de nuevo una vez que

Bean naciera: la calidez de Jared siempre había sido tan reconfortante.

Ahora que se había ido, lamentaba un poco su pérdida.

Bex irrumpió por la puerta principal y subió corriendo por las escaleras,

deteniéndose justo ante nosotros.

Jared se puso tenso.

—¿Qué? ¿Es mamá?

—No. ¿Por qué?

—¿Por qué otra cosa podrías irrumpir y correr a toda velocidad por las

escaleras de esa manera?

Bex se encogió de hombros.

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—No lo sé. Me sentía con ganas de correr. ¿Cuál es el problema?

—El gran problema es que en cualquier momento alguien que nos

importa podría morir. No me hagas eso.

—Está bien —dijo Bex, desconcertado—. Lo siento.

Jared bajó pisoteando las escaleras y cerró la puerta de golpe tras de sí.

Bex me miró.

—No fue mi intención.

Puse mi mano en su hombro y apreté.

—Está bien, Bex. Creo que él se olvida que eres sólo un chico. Lo estás

haciendo bien.

La sonrisa de Bex medio herida, medio agradecida, mostró poco

convencimiento de que mi charla le hiciera algún bien. Él esperó hasta

que me vistiera para ir a la oficina, y luego le permití conducir el

Beemer hasta Kennedy Plaza.

—Eres tan parecido a tu hermano —le dije mientras abría la puerta de

mi auto.

—Me gustaría que él viera eso.

—Lo hace.

—Te acompañaré hasta la puerta. Con ellos atacando, no podemos ser

demasiado cuidadosos.

Asentí. Aunque me sentía mal de que Bex tuviera que hacer de mi

niñera una vez más, estaba contenta de que él estuviera tan cerca. La

acera era una carrera de obstáculos, y como de costumbre no escogí los

zapatos correctos. Mis tacones altos aterrizaron fuera de balance sobre

el cemento roto más de una vez, y mi cuerpo embarazado no estaba en

su más elegante estado, mejorado con sangre de ángel, o no. Si los

brazos recientemente gruesos y abultados de Bex no hubieran estado

allí para agarrarme, me habría lastimado ambos tobillos, por lo menos.

—Está bien. Lo lograste. Voy a esperar en tu auto por Jared.

Asentí.

—Suena como un plan, chico.

—¿Nina?

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—¿Sí?

—¿Crees que podrías dejar de llamarme así? Voy a cumplir catorce años

en un par de semanas, y es incómodo cuando la gente te escucha. Me

veo mayor que tú.

—Claro que no.

—Claro que sí.

—Bien —me quejé—. Mis disculpas, Sr. Ryel.

—Bex servirá.

Empujé la puerta de cristal, con el ceño fruncido. No estaba segura de

cuándo había crecido Bex, pero era inquietante. Los tacones de mis

botas resonaron a través de las baldosas del suelo, amortiguándose

cuando llegué al ascensor. El edificio estaba en silencio, poniéndome

aún más nerviosa de reunirme con Grant.

El ascensor se abrió, y salí a un pasillo oscuro.

—¿Grant? —llamé. Todo estaba tranquilo. Los sonidos de la

fotocopiadora, los teléfonos, el chasquido de los teclados y la

conversación eran los grandes ausentes. El nerviosismo que había

sentido por hablar con Grant fue eclipsado por algo más. Mi cuerpo

estaba en estado de alerta. Algo estaba mal.

Un brillo tenue de luz azul brotaba de debajo de la puerta de mi oficina.

Solté el aliento que había estado conteniendo. Contrólate, Nina. Venciste

a Claire hoy. Puedes encargarte de cualquier cosa que esté detrás de esa

puerta.

Agarré el pomo y le di vuelta, tratando de mantener el miedo a un nivel

manejable. Cuando me di cuenta de quién estaba en mi escritorio,

estuve enojada al instante.

Sasha se recostaba en mi silla con los tobillos cruzados y encima de mi

escritorio, sostenía el teléfono en su oreja con una mano, y enrollando

un mechón de su cabello rojo alrededor de un dedo de la otra.

—Oh detente —se rió, ligeramente balanceándose adelante y atrás en

mi silla Aero a la medida.

Abrí la puerta, esperando sorprender a Sasha tanto que cayera al suelo.

En cambio, ella me miró y luego continuó hablando sin pausa.

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—Uf, ¿y viste los zapatos que llevaba? ¡Pensé en darle un misericordioso

empujón hacia ese charco de barro sólo para cubrirlos!

—Sasha —dije, tratando de mantener la voz calmada—. Cuelga el

teléfono, por favor. Tenemos que hablar.

Sasha puso los ojos en blanco.

—Tengo que irme, mamá. Alguien necesita su oficina por primera vez

esta semana, por coincidencia, cuando estoy en el teléfono. Está bien.

Adiós —dijo ella, regresando el teléfono a su base—. Tienes el único

teléfono de cable en todo el edificio.

—Era de mi padre.

—¿Y?

Mi primera reacción fue correr a máxima velocidad hacia ella y empujar

su huesudo trasero al suelo. Entonces no estaría en mi silla quejándose

de que ésta no estaba a la altura de sus normas.

Cerré los ojos, respiré hondo y comencé de nuevo.

—No voy a cambiar nada en esta oficina. Me gusta la forma en que es…

ya que es, de hecho, mi oficina. Lo que plantea la pregunta: ¿Qué estás

haciendo aquí a las diez de la noche?

—¿Qué estás haciendo tú aquí?

—Responde la pregunta, Sasha —contesté, exasperada.

—Yo estaba trabajando —soltó. Ella sacó una carpeta del escritorio y la

sostuvo contra su pecho mientras se acercaba a mí—. Confía en mí, tú

oficina estaba feliz por el cambio.

Empecé a cruzar mis brazos, pero los obligué a permanecer a mis

costados.

—¿Exactamente qué esperas lograr aquí insultando al director general

de la empresa? ¿Qué tan lejos esperas llegar aquí, Sasha? —Odiaba lo

arrogante que sonaba, pero estaba realmente curiosa.

—Grant es el director general para lo que a todos nos concierne.

—Lo que debería estar preocupándote es la empresa en la que vas a

estar aplicando después de graduarte. ¿Quién crees que va a firmar tu

carta de recomendación? ¿Quién crees que va a tener la última palabra

en tu informe de referencia?

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—Tú no lo harías.

Mis cejas se levantaron.

—Tú has hecho un enemigo de mí desde el primer día. No puedes

esperar que yo lo sienta por…

—Grant tiene un montón de cosas positivas que decir acerca de mi

tiempo aquí.

—A Grant le gustan tus faldas cortas y que tienes el café esperando por

él cada mañana. Incluso si él se dio cuenta de algún modo de las tareas

insignificantes que completas, también vería cuántos errores cometes.

No eres el activo para esta empresa que crees que eres, y eres una pu…

—Me detuve, conteniéndome.

—¿Soy una qué? —agijoneó.

—Una pura habladuría, te faltan conomientos.

Ella entrecerró los ojos.

—Sé que eres la princesa de Titan. Eso no significa que consigas todo.

—¿De qué demonios estás hablando? —dije, arrugando la nariz.

Sasha puso las manos en sus caderas.

—Oh, ya es suficiente con la rutina del despiste. Puedes tener a algunas

personas engañadas, pero yo no soy una de ellas —dijo, sacando su

pecho con las últimas palabras.

Frustrada, cerré los ojos, sacudí la cabeza y suspiré.

—Si tú no deseas resolver esto, bien. Pero quédate fuera de mi oficina a

menos que tengas mi permiso hablado. —Abrí la puerta, haciendo un

gesto para que se fuera.

Los brazos de Sasha se cruzaron apretados, y levantó la barbilla en

desafío.

—¿La verdad duele?

—Sinceramente, no tengo tiempo para esto.

—Sólo amenazaste mi carrera. Tómate tu tiempo —dijo ella, empujando

la puerta para cerrarla.

—¿Qué carrera?

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—Mejor que una falsa.

—¿Hablas en serio? ¿Estás amargada porque estoy tomando el lugar de

mi padre en la empresa? ¡Como si tú no lo harías si tuvieras la

oportunidad! ¿Qué padre no quiere que su hijo se haga cargo del

negocio familiar?

—¡Incluso nunca estás aquí!

—¿Es eso lo que quieres, Sasha? ¿Mi trabajo?

—¡No! ¡Es absolutamente ridículo que tú tengas esta gran oficina justo

al lado de Grant, en la que nunca estás! ¡Qué desperdicio de recursos de

la empresa! Grant mantiene esta empresa funcionando mientras estás

fuera haciendo Dios sabe qué con tu esposo-barra-acosador… es

repugnante —dijo, su cara retorcida tan fuerte que la piel alrededor de

las arrugas de su rostro se tornaron blanca.

—¿Repugnante?

—¡Sí! Cuando te decides aparecer, estás tan ocupada coqueteando con

Grant que aún no haces nada. ¿Qué va a pasar con esta empresa si

Grant decide irse? ¡Está condenada!

Las palabras de Sasha encendieron una luz en el interior de mi cabeza,

y yo me quedé ahí en estado de conmoción.

—Estás enamorada de él —susurré.

—Oh, por favor —dijo Sasha—. Debes estar falta de sueño otra vez.

—Estás enamorada de Grant.

La boca de Sasha cayó abierta.

—¡No lo estoy!

La señalé.

—¡Estás enamorada de él, y has estado enojada conmigo todo este

tiempo porque él coquetea conmigo!

—¿Crees que estoy celosa de ti? Eso es lo más ridículo… —se

interrumpió, riendo para sus adentros. Su rostro se puso rojo, y dio un

paso hacia adelante—. No entiendo qué es lo que ven en ti. No eres

talentosa… en nada… no eres muy inteligente, definitivamente no eres

muy atractiva, no tienes sentido de la moda, y tienes la personalidad de

una roca.

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—Dime cómo te sientes en realidad —le dije, indignada—. No me

importa lo que Grant ve. Yo estoy casada con el hombre más increíble,

perfecto y guapo en el universo. —A pesar de que era verdad, me encogí

por dentro de lo inmadura que sonaba.

—¿No te importa? Entonces, ¿por qué me asignaste a las entrañas de la

sala de archivos? ¡Sé que me querías fuera del camino!

Quería decirle que Grant fue el que la alejó, pero eso era más cruel de lo

que era capaz.

—Puedes tener a Grant. Nunca lo quise —le dije. Incluso la idea de

Grant, de mí y de Grant… asco.

—¡Él no es tuyo para cederlo! —aulló Sasha—. ¿Quieres saber lo que no

puedo soportar de ti? ¡Eso! ¡Eso justo allí! ¡Ese presuntuoso, presumido

y confiado tono que tienes cuando no tienes ninguna cualidad que te

redima! Tu padre pensaba que colgabas la Luna, Grant piensa que no

puedes hacer nada equivocado, tu mejor amiga y asistente te trata

como a una reina, y tu marido nunca debió haberte dado la hora del

día. Ahora, estás embarazada y gloriosamente feliz. ¡No estoy celosa,

Nina, estoy indignada! ¡No te mereces nada de lo que tienes!

—Tal vez tienes razón.

—¿Qué? —dijo Sasha en voz baja, claramente atrapada con la guardia

baja.

—No tengo ninguna cualidad redentora de la que hablar. No sé por qué

Grant tiene ese enamoramiento ridículo conmigo, si eso es lo que es, y

yo soy la primera persona en admitir que no merezco a Jared.

Probablemente, sólo se enamoró de mí porque era su trabajo estar cerca

de mí veinticuatro-siete, y no tenía tiempo para salir. Él está en

desacuerdo, pero siempre he pensado…

—Bueno —se aclaró la garganta—, no eres… no eres tan mala. Quiero

decir, no eres graciosa, pero a veces haces reír a Grant. Y te he visto ser

de alguna forma amable con Beth. Una vez. No, tú no tienes ninguna

cualidad redentora, pero, ¿desde cuándo alguien tiene que ser

extraordinario para ser amado? La mayoría de las personas están en la

media. Yo no, por supuesto, pero está perfectamente bien que tú lo

seas.

Tomé una respiración profunda.

—Puedo ver por qué estás enojada conmigo. No he manejado nuestra

situación de la mejor manera. Debería haber hablado contigo. No me di

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cuenta… es decir, mirando en retrospectiva, sabía lo de Grant. Pero

pensé que era la posición lo que querías, no necesariamente a él. Ahora

que lo sé, lo entiendo. No pienso que él sea tan atractivo, pero veo por

qué otros lo creen.

—Él es muy lindo. —Sasha puso mala cara—. Él realmente se preocupa

por esta empresa y los empleados, y es tan inteligente… y dulce.

Cuando no está tratando de encontrar la manera de mantener a Titan

en alto, está hablando de ti. Es indignante. Nunca eres amable con él.

Fruncí el ceño.

—No lo soy. Voy a tratar de trabajar en eso.

—¡No! ¡No hagas eso! —dijo ella, sacudiendo la cabeza—. Yo sólo quise

decir que… no te salgas de tu camino por mi cuenta.

—Lo siento. Me gustaría que nos lleváramos mejor —le dije. Ahora que

sabía la causa de su desprecio, era más fácil entender los motivos

detrás de sus palabras de odio—. Aun así no puedes poner los pies

sobre mi escritorio.

—Tienes razón. Totalmente fuera de lugar. Pido disculpas.

No estaba segura de qué decir a continuación. Nunca habíamos sido

civilizadas la una con la otra, y ahora que habíamos llegado a un

entendimiento, todo lo que quedaba era un silencio incómodo.

—Yo estaba, eh… estaba a punto de conseguir un poco de café. Voy a

estar aquí toda la noche, reorganización la sala de archivos. Es atroz.

Así que… ¿quieres un poco?

—¿Café?

—Sí —dijo Sasha, intentando una sonrisa.

—Ven —le dije, sacando un billete de veinte dólares de mi bolsillo—. No

puedo tomar café, sobre todo, no los lodos en la sala de descanso. Voy a

buscar una sidra de manzana y tú un café en ese lugar en Spruce. Es

mi favorito.

Sasha arrebató el billete de mis dedos.

—Yo lo consigo. Necesito un descanso, de todos modos. Sólo necesito

una linterna.

—¿Por qué?

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—Tuve que estacionar cuatro cuadras más abajo en el estacionamiento

debido a la construcción, y la iluminación es nula.

—¿Por qué no te llevas mi…? —Tuve que detenerme y pensar.

Jared sin duda estaba por volver ahora, pero él no podía llevarla en el

Escalade, por muchas razones. Mi auto estaba estacionado en la acera

justo afuera. Las únicas personas a las que les había permitido

conducirlo eran Jared y Bex, y eso sólo porque tenían poderes

sobrenaturales de precisión y reflejos relámpagos. Era demasiado tarde,

ahora. Había abierto mi boca, y una retractación sacudiría nuestro ya

frágil alto el fuego. Tendría que dejar que Sasha condujera el auto que

mi padre me había dado.

—¿Por qué no tomas el Beemer? —dije, casi ahogándome con mis

palabras.

—¿Estás segura?

—Sí —le dije, tendiéndole las llaves—. Sólo se cuidadosa, por favor.

Sasha sonrió.

—¿Qué quieres?

—Pídeme una gran sidra de manzana caliente con caramelo. Ah, y una

rebanada de su pastel de limón.

—Sé que es verano, pero te puedo conseguir un café helado, si lo

prefieres. —Negué con la cabeza, y la expresión de Sasha cambió

rápidamente de confusión a comprensión—. Oh, cierto. El bebé. Bueno,

voy a estar de vuelta en veinte minutos.

Sonreí.

—Voy a estar aquí.

Mis llaves tintinearon en la mano de Sasha mientras ella desaparecía

detrás del ascensor. Me apoyé contra la pared, preguntándome si había

cometido el mayor error de mi vida. ¿Cómo podría confiar en Sasha con

mi posesión más preciada? Ella me odiaba.

Me mordí la uña del pulgar, y me paseé de un lado al otro varias veces.

Pensé en los diversos artículos en mi auto. ¿Los revisaría? ¿Había algo

incriminatorio dentro que podría insinuar la verdad acerca de Jared? Mi

celular sonó en el bolsillo. Rápidamente lo saqué.

—Estoy bien —le dije.

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—¿Entonces por qué tu presión arterial está por las nubes? —dijo

Jared. Sólo su voz desaceleró mi ritmo cardíaco—. Puedo detenerla si no

quieres que ella tome tu auto.

Caminé a través de mi oficina a la gran ventana, mirando hacia la calle

debajo.

—Sí, porque eso no va a parecer sospechoso en absoluto. —Las luces de

Fleet Rink eran lo suficientemente brillantes para iluminar toda la

manzana, y observé como Sasha siguió por la acera, con su cabello rojo

rebotando contra su blusa de seda color oliva. Los faros del Beemer

parpadearon, y un breve pitido sonó cuando la alarma fue desactivada.

—Su auto parece estar en buen estado —dijo Jared, tratando de

consolarme. Él estaba en el Escalade al otro lado de la calle,

presionando su teléfono móvil contra su oído mientras me sonría.

Tomé una respiración profunda.

—No sé por qué estoy preocupada. Está sólo a un kilómetro de distan…

—empecé, pero las palabras fueron cortadas por una fuerte explosión.

En el mismo momento, el espacio en donde mi auto estuvo una vez

había una gran bola de fuego ondulando. El cristal vibró, pero no se

rompió. A las ventanas del Escalade no les fue tan bien. Pude ver la

expresión sorprendida de Jared mientras se sentaba en el asiento del

conductor. Escombros llameantes se dispararon hacia el cielo y cayeron

en la calle.

—¡Oh, Dios mío! ¡Ayúdala, Jared! ¡Ayúdala! —grité.

—¡Quédate dentro! —gritó Jared por encima del ruido. Él saltó de la

Escalade y corrió hacia las llamas rugientes. Se cubrió el rostro con su

brazo, probando diferentes lados del auto. Pude ver desde el piso tres

que no podía evitar las llamas. Incluso si lo hubiera hecho, Sasha se

había ido.

Jared observó el fuego horrorizado, agarrando cada lado de su cabello

rubio con los puños. Él negó con la cabeza y, a continuación, agarró

sus rodillas, inclinándose. Después de unos momentos, volvió corriendo

a su Escalade y se fue a toda velocidad. Las ruedas chirriaron contra el

pavimento.

Corrí a mi escritorio y tomé el teléfono con manos temblorosas. Traté de

llamar al 911, pero mis dedos temblaban tanto que seguí golpeando las

teclas equivocadas. Después del tercer intento, Jared estaba a mi lado.

Colapsé contra él, las lágrimas finalmente brotando en mis ojos.

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—¿Qué pasó? —lloré—. ¿A dónde fuiste?

—Quería que ellos pensaran que entré en pánico y me fui. Fue una

bomba, Nina. Ellos conectaron tu auto con una bomba.

Hice una pausa, con los ojos muy abiertos.

—Yo la maté. ¡Le di las llaves de mi auto y la envié a la muerte! ¡Oh Dios

mío, Jared, ella está muerta! ¡Sólo tenía veintidós años! ¡Acababa de

hablar por teléfono con su madre hace menos de media hora!

Mi voz se hizo más aguda con cada hecho.

Jared me abrazó a él, incapaz de encontrar palabras de consuelo.

—Debí haberlo intuido. Debería haber olido… algo.

—¿Nada? —le dije, mirándolo con los ojos húmedos.

Él negó con la cabeza.

—Ni una maldita cosa. El bebé y cómo afecta a tu cuerpo satura mis

sentidos. Ellos deben haberlo cableado después de que llegaste al

trabajo. No entiendo. No estaba ni a media cuadra de distancia. Debería

haberlo visto.

—Tenemos que llamar a la policía —gemí.

—Deja que alguien más lo haga. Si el que colocó la bomba de alguna

manera la confundió contigo, esto nos puede comprar algo de tiempo.

Es por eso que hice un espectáculo en la calle. Probablemente están

observando.

—¿Quién?

—No lo sé. Debe haber sido una sombra, una persona revestida. No hay

forma de saber cuántos están alrededor.

Asentí, y Jared tomó mi mano, llevándome hacia la escalera. Él se llevó

el dedo a la boca, y luego abrió la puerta. Bajamos cuatro tramos de

escaleras hasta el sótano, y luego nos escabullimos por una puerta de

acceso al callejón.

Mis zapatos golpeaban contra el pavimento mojado y chapoteaban en

los charcos. La luz de la luna brillaba en el pavimento mojado sobre el

que caminábamos. Jared nos condujo a través de callejuelas

laberínticas llenas de contenedores de basura verdes y escombros hasta

que finalmente llegamos a la Escalade.

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—Esto no fue tu culpa —susurró él.

—Entonces, ¿de quién es la culpa? —lloré, golpeando la puerta con el

puño—. ¡Quiero saber! ¡Los quiero siendo retenidos por ser

responsables de tomar la vida de una persona inocente! ¡Ella era egoísta

y rencorosa, pero tenía toda su vida por delante! ¡No es justo!

—No, no lo es. Es descuidado. Ellos nunca han cometido un error como

este.

—¿Crees que fue un error? —sorbí.

—De una forma u otra.

Mi cara volvió a decaer.

—Ella estaba enamorada. De Grant, y nunca se lo dijo.

Jared frunció el ceño.

—Lo siento por Sasha. Lo siento por su familia cuando ellos se enteren

de su muerte, pero tenemos un problema más grande aquí. Nos vamos

en una semana, y no se te permitirá salir del país si estás involucrada

en una investigación. Tenemos que explicar por qué ella estaba en tu

auto, por qué tu auto estaba allí y tú no estabas. Eso es después de que

ellos declaren que no eras tú en el auto. Eso podría tardar un tiempo.

—Para.

Él pensó por un momento.

—Vamos a tener que irnos. Escríbele una nota a Beth explicándole que

nos fuimos en una escapada corta y que dejaste las llaves de tu auto

sobre el escritorio en caso de que ella lo necesite, y haré que Bex las

ponga en el suelo debajo de tu escritorio en tu oficina para que parezca

como que se cayeron.

—Para, Jared.

—Vamos a irnos por unos días. Planearemos nuestro próximo

movimiento.

Cerré los ojos con fuerza.

—¡Ya basta!

—¿Qué?

—No importa.

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Jared agarró cada lado de mi cara y me miró a los ojos.

—No hagas eso. Tú no te vas a rendir. —Una mano dejó mi mejilla y

tocó mi estómago—. Tenemos una razón para luchar ahora más que

nunca.

Su teléfono celular sonó en el bolsillo de su chaqueta.

—Ryel. Ella está bien, pero era su auto. No, su auto explotó. Ellos

colocaron explosivos en él. No estoy seguro, todavía. Ella dejó que

Sasha se lo llevara para buscar café. No —dijo Jared, su voz baja—.

Vamos a salir de la ciudad por unos días; gánanos algo de tiempo.

Envía a Bex. Lo necesito para dejar una nota en la oficina de Nina.

Adiós.

Las sirenas sonaban a lo lejos. Jared apartó su teléfono y colocó sus

manos sobre mis hombros.

—¿Estás conmigo?

Asentí.

—Necesito papel y una pluma.

Jared dio unas palmaditas en su chaqueta y sacó una pluma, y luego él

desapareció de vista. Unos momentos más tarde regresó con un bloc de

notas de color rosa. Escribí unas pocas líneas a Beth explicándole mis

vacaciones improvisadas y la ubicación de mis llaves en caso de que

necesitara mover mi auto, y luego la firmé. Cinco minutos más tarde,

una motocicleta entró en el callejón.

Bex plantó los pies en el suelo y levantó la visera de su casco.

—¿Qué tienes?

—Pon esto en la oficina de Nina, bajo su escritorio como si se cayaera.

Tenemos que explicar este alejamiento.

Bex se quitó el casco y tomó el papel.

—¿Van a quedarse aquí o…?

—No. Vamos a salir de la ciudad por unos días. Te llamaré cuando

lleguemos allí.

—¿Dónde?

—No lo sé, todavía —dijo Jared—. Mantente fuera de vista, y ve directo

a casa de mamá.

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Bex asintió una vez y, a continuación, corrió por el callejón hacia Titan.

Las sirenas se acercaban. Jared apretó mi mano y besó mi mejilla.

Abrió la puerta del copiloto, y sacudió los cristales rotos del asiento, y

luego repitió el proceso de su lado. Manejamos hacia el sur,

deteniéndonos justo a las afueras de la ciudad. Claire y Ryan estaban

esperando en la camioneta Tundra de Ryan.

—Supuse que necesitarían un vehículo con ventanas tintadas para su

viaje por carretera —sonrió Ryan, lanzándole las llaves a Jared.

—Gracias —dijo Jared.

Claire señaló a la parte de atrás de la camioneta.

—Hemos traído su equipaje. Lo bueno es que ustedes iban a salir de

viaje, de todos modos. —Asentí, sintiéndome un poco perdida. Claire

ofreció una expresión simpática y un abrazo—. Siento lo de Sasha.

Estarás tomando el sol en vacaciones, y yo voy a estar aquí averiguando

quién intentó matarte. Ya sean humanos o no, no te molestarán otra

vez.

Fruncí el ceño, y luego las lágrimas se empujaron sobre mis ojos y

cayeron por mis mejillas. La abracé con fuerza.

—No te preocupes —dijo ella, haciendo una pausa para mirar mis

ojos—. Todo esto va a terminar pronto.

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12 VViiaajjee ppoorr ccaarrrreetteerraa

Traducido por Ingrid

Corregido por Liraz

ur de la interestatal 95. Con mi cabeza apoyada contra la

ventana del lado del pasajero, mantuve el ritmo en mi cabeza

con las líneas blancas mientras pasaban a gran velocidad y se

perdían de vista. Mi cuerpo se sentía vacío y entumecido, no

sabía si estaba despierta o dormida. Los eventos traumáticos debería

ser una segunda naturaleza para mí. Tal vez por eso no eran un

desastre histérico, tembloroso. No lo estaba afrontando o tal vez lo

estaba. Tal vez estaba simplemente sintiendo la aceptación, pero era

difícil saber sin sentir nada.

Jared retiró un mechón de cabello de mi cara.

—¿Por qué no intentas dormir?

—No sé si puedo.

—Trata —dijo Jared, frotando mi brazo. Fue sólo un gesto

reconfortante; ambos sabíamos que no tenía frío. La llegada de Bean

más temprano que tarde repentinamente pareció un alivio. El verano

era insoportable para cualquier mujer embarazada, pero teniendo en

cuenta mi temperatura elevada, podría significar un problema. La mano

de Jared soltó mi brazo y descansó en mi estómago.

Mis ojos finalmente se cerraron en algún momento poco después de

entrar en el Bronx, y no se volvieron a abrir hasta que estábamos justo

al sur de los límites de la ciudad de Filadelfia. Todavía estaba oscuro

cuando me desperté, mi cabello pegado en mi mejilla, cálido y húmedo

entre mi cara y la consola. Jared había hecho la distancia en la mitad

del tiempo que debería haber tomado.

S

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No pasó mucho tiempo antes de que procesara en dónde estábamos y

por qué, y luego vino el llanto.

—Oh —dije, limpiando mi mejilla. Estar perturbada y molesta era un

alivio extraño. Yo era normal, después de todo.

—Todo estará bien, cariño —dijo Jared, inclinándose para besar mi

cabello.

—¿Has oído sobre alguien?

Asintió.

—Claire me envió un mensaje de texto. Apagaron el fuego y encontraron

el cuerpo. Piensan que eres tú. Probablemente todo el mundo se

enterará por la mañana.

—Mi madre…

—Claire ya le informó. Se hará la tonta y devastada ante la policía.

Conoce la rutina.

Dejé que un soplo de aire escapara de mis labios.

—Por lo menos no va a pensar que estoy muerta.

—Podría ser la mañana del lunes antes que nadie note que Sasha está

desaparecida.

—No lo sé —dije, mordiéndome las uñas—. Ella estaba hablando por

teléfono en mi oficina con su madre. Parecían cercanas. Su familia

podría presentar un reporte de personas desaparecidas hoy o mañana.

Jared asintió, absorto en sus pensamientos.

No se siente bien dejar la muerte de Sasha sin declarar. Si hablaba

normalmente con su madre todos los días, ella podría estar esperando

su llamada, su preocupación se convertiría en pánico. Mi mano se

desvió hacia mi cintura, descansando sobre el bulto que protegía a

nuestro hijo. Sasha era la hija de alguien. Su madre la había traído a

casa desde el hospital, le enseñó a gatear, a caminar, y la crió para ser

la joven que es, era. Esa mujer, que amaba a Sasha más que a

cualquier otra cosa en el mundo, estaba durmiendo pacíficamente por

última vez. En el momento en que Sasha le pasara por la cabeza, en el

momento en que a esa mujer se le ocurriera llamar a su hija, sería el

primer momento de miles en el que iba a sentir un malestar horrible en

la boca del estómago. Más culpa se apoderó de mí.

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—Basta, Nina. No es tu culpa —dijo Jared.

—¿Supongo que no podemos decirle a Beth? —pregunté, aunque ya

sabía la respuesta.

Jared sólo ofreció una expresión de disculpa.

Nos detuvimos en una gasolinera por segunda vez. Cualquier otra

persona habría pensado dos veces antes de detenerse en un lugar de

aspecto tan infame en las primeras horas de la mañana. Barras

protegían las ventanas, y varios tipejos sin escrúpulos merodeaban

junto a la puerta principal. Jared, sin embargo, salió y pasó a su lado,

como si estuviera en el centro comercial.

Esperé en la camioneta con la esperanza de que ninguno de los que me

miraran fijamente se volviera lo suficientemente curioso como para

merodear. Jared estuvo dentro solo por un momento, y luego salió con

una botella de agua y algo frito y relleno con queso y pollo.

Frunció el ceño mientras me los entregaba.

—No es lo más sano, pero pensé que te sacaría del apuro hasta que

podamos encontrar un restaurante decente.

Di una mordida. Estaba asquerosamente maravilloso.

En el momento que Jared regresó a la autopista, mi móvil sonó. La

pantalla se iluminó, y al instante me tensé.

—Es Beth —dije.

Jared suspiró.

—Tienes que dejar que suene.

—Probablemente está enferma de preocupación. No puedo dejar que

piense que estoy muerta.

Jared tomó el teléfono de mi mano.

—Lo comprendo, realmente lo hago. Beth no se merece eso, pero no

tenemos elección.

Sacudí la cabeza y miré por la ventana. Jared tenía razón: Beth no

merecía una amiga como yo. Sólo había sido paciente, honesta, amable,

leal, y protectora. No podía imaginar la desesperación que sentiría si yo

respondiera a una llamada cuando el auto de Beth había explotado con

un cuerpo carbonizado en el interior. Mi corazón sufría por ella, y si no

estaba acribillada de culpabilidad antes, ahora estaba tan avergonzada

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que apenas podía soportar estar en mi piel. Lágrimas brotaron de mis

ojos y cayeron por mis mejillas. Si Beth alguna vez se enteraba de que a

sabiendas permití que sufriera por mi muerte, nunca me lo perdonaría,

y nunca esperaría que lo hiciera.

El teléfono dejó de sonar, y el correo de voz repicó, haciéndome saber

que había dejado un mensaje. Le tendí la mano a Jared, pero él negó

con la cabeza.

—¿De verdad quieres oír la preocupación en su voz? Ya te sientes

bastante mal.

Me tapé la cara con la mano y negué con la cabeza.

—Esto es horrible, Jared. Esto está muy mal.

Jared se inclinó y me besó en la sien.

—Lo siento mucho, Nina. Estoy tan, tan apenado.

Lo miré y pude ver que estaba tan molesto como yo. Si pudiera

encontrar otra manera lo haría, pero una vez que alguien supiera de

nuestras vidas, no habría vuelta atrás. No quería eso para Beth,

tampoco.

Continuamos al sur, y al amanecer llegamos a Maryland. El sol de la

mañana se reflejó en un cartel que decía: Eden - Población 793. Los

árboles se alineaban en medio a un lado de la carretera; vías del

ferrocarril en el otro. Aparte de un par de vallas publicitarias y de un

pedazo de tierra utilizada para la venta de tractores, no podía ver

mucho de Eden.

—Ese es un nombre interesante —dije.

—Encaja, también —dijo Jared con el semblante serio—. La ciudad es

tan difícil de encontrar como el jardín.

—Ja, ja —bromeé, poco impresionada con su broma—. Así que,

¿tenemos un destino?

Jared sonrió.

—Lo tenemos ahora. Cuando vi que estábamos en Ocean Highway,

pensé en el lugar perfecto.

—¿Qué es…? —me callé.

—Virginia Beach.

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Sonreí.

—Nunca he estado allí.

Me miró a los ojos, coincidiendo mi expresión.

—Pensé que sería un lugar relajante para esperar mientras los

investigadores averiguan qué pasó, y luego, cuando se pongan en

contacto con nosotros, y lo harán, regresaremos en pocos días,

alterados y nerviosos.

Fruncí el ceño. El plan de Jared no funcionaría. En todo caso, una vez

que la policía de Providence siguiera las migas de pan que dejamos para

ellos, pareceríamos más que sospechosos. El desván de Jared ya había

sido declarado como un acto de incendio provocado, y habían asumido

que fue él. Incapaces de probar nada, ningún cargo fue presentado.

Pero ahora que mi auto también había sido el blanco, estaría bajo

investigación de nuevo. Si averiguaban que estábamos allí en el

momento de la explosión, podían acusarnos y retenernos por una serie

de cosas. Con cada pensamiento, mis inquietudes se agravaban.

—No es la primera vez que he tenido que dar explicaciones a la policía.

Te prometo que no hay necesidad de preocuparse. Explicaremos

nuestra versión e iremos a Jerusalén como estaba previsto. Si puedo

matar a una docena de sucios policías en una noche y mantener

nuestros nombres fuera de ello…

—Pero su familia. ¿No crees que la policía se detendrá a comprobar

entonces y seguir haciéndolo porque ellos cavaron lo suficientemente

profundo como para ver lo que estaba pasando? La familia de Sasha

querrá respuestas.

—Ryan y Claire se harán cargo de eso. La familia tendrá respuestas.

Sólo que tendrán las que no implican a ninguno de nosotros. Tienes un

guardaespaldas del que todo el mundo conoce, Nina. Ahora todo el

mundo va a saber por qué. Eres un objetivo, y Sasha sufrió un daño

colateral. No está lejos de la verdad, de hecho. La única diferencia es

que no vamos a tener que explicar por qué huimos de la escena.

Jared tomó mi mano y besó mis dedos, luego apretó los nudillos en su

pecho.

—Siento lo de Sasha. No se merecía morir, pero no puedes culparte por

su muerte. Si es culpa de alguien, es mía.

Me puse rígida.

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—¿Cómo puedes decir eso? No podías haber sabido…

—Debí saberlo. Fácilmente podrías haber sido tú. —Frunció el ceño

ante la idea—. Me alegro de que fuera ella y no tú. Sé que estás

revolcándote en la culpa de lo que su familia sentirá cuando reciban la

llamada, pero quiero que pienses en el momento en que el auto explotó.

¿Si no fuera ella? Cariño, habría visto la muerte de mi esposa y de mi

hijo en el mismo momento. No puedes desear eso para mí. —Soltó mi

mano y se limpió los ojos con el pulgar y el dedo índice, y luego

suspiró—. Me alegra que no fueras tú.

Quería decirle que eso no debió pasar en absoluto, pero temía que sólo

lo hiciera sentir peor.

—Primero el desván, ahora el auto —suspiré—. Dentro de poco no

tendremos nada.

—Tenemos que eliminar a quién demonios sepa algo de explosivos, eso

es seguro. —Se rió una vez, sonando agotado—. Estando así, en

consonancia contigo y Bean me estoy perdiendo cosas importantes

como una bomba en tu auto y eso también es un punto negativo. —

Negó con la cabeza—. Estaba en el encendido, por lo que no podría

haber estado allí antes que te fueras a Titan. Tuvo que ser instalada

entre el momento en que llegaste allí y cuando explotó. Bex lo habría

intuido. El único momento en que habrían tenido una ventana es

después de mi llegada.

—¿Cómo es eso posible? Estabas en el Escalade a unos metros de

distancia.

—Exactamente —dijo, con una expresión inquieta—. Era difícil

concentrarse antes…

—¿Antes de qué? —pregunté, conociéndolo. Jared se había convertido

en un experto dejándome fuera de todo. No era propio de él equivocarse.

Respondió con sólo un suspiro, pero estaba visiblemente molesto. Fue

entonces cuando tomé la decisión. Ya no quería estar en la oscuridad.

Ahora era una madre. Con tantas cosas importantes en juego, era el

momento de que tomara un papel activo en los esfuerzos para salvar

nuestras vidas.

—Dime —dije.

—Después de que nosotros… he estado más sintonizado contigo desde

hace un rato. Acababa de acostumbrarme a abrirme paso a través del

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lío para llegar a lo básico de lo que solía sentir cuando tú… cuando

nosotros…

—Es momento de que olvides tu explicación habitual de una hora y

simplemente dime la verdad.

—El bebé. También lo sentí. Es increíble, pero también es una

distracción. Una gran distracción.

—¿Sientes al bebé? —Sonreí—. ¿Así que Bean es tu Taleh, también?

Jared frunció el ceño.

—Toda esta situación no tiene precedentes. Eso significaría que el bebé

es humano, y eso no es obviamente el caso. Tal vez sea porque el bebé

es una parte de ti. Es sólo que no lo sé.

A partir de ese momento, Jared permaneció en silencio excepto por las

pocas veces que hicimos las paradas para gasolina. Cuando el sol

empezó a ponerse, acabábamos de pasar las afueras de Myrtle Beach.

No podía dejar de pensar en el hecho de que la madre de Sasha no

había sabido nada de ella durante todo un día, y en cualquier momento

irían a su casa, y el pánico se iniciaría. Sasha sería reportada como

desaparecida en cualquier momento. La culpa comenzó a cerrarse a mí

alrededor una vez más, a tal punto que era difícil disfrutar la belleza por

delante.

Mientras estábamos comiendo un almuerzo tardío, Jared había llamado

con antelación y reservado un apartamento en el punto más

septentrional de Myrtle Beach, el Dunes Grande Oceanfront. Cuando

llegábamos al complejo, me quedé sin aliento ante su extravagancia.

Agravó mi sentido de culpabilidad.

—¿Qué? —dijo Jared. Pude ver la esperanza en sus ojos. Quería que

esto fuera un escape, pero no podía soportar masajes de maternidad y

tratamientos faciales sabiendo que mis amigos y la familia de Sasha

estaban pasando por un infierno.

—Aprecio lo que estás tratando de hacer. En serio. Pero estas no son

unas vacaciones de verdad. Estamos escondidos mientras la mayoría de

la gente que conozco piensa que estoy muerta, y la familia de Sasha la

busca frenéticamente.

Jared asintió y me apretó la mano.

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—Esa es la idea, pero no voy a levantar una tienda de campaña en la

playa para mi esposa embarazada. Te mereces un poco de consuelo

mientras estás ocupada estresándote por todo el mundo.

—“Un poco de consuelo” sería el Super 8 que vimos por el camino,

Jared. Este es un spa.

—Está frente al mar, y el mar aclarará tu cabeza. Vamos.

Jared se registró mientras yo trataba de parecer completamente normal

por el hecho de que habíamos traído dos grandes maletas llenas para

una escapada rápida. El personal fue muy agradable, casi ansioso de

que hubiéramos llegado. Pensé que era extraño por dos razones: Una,

Jared llamó por reservas sólo unas horas antes; y dos, no éramos

famosos. Su comportamiento me convenció rápidamente de que eran

sombras, y nos atacarían en cualquier momento.

—¿Cariño? —llamó Jared por encima del hombro.

Miré a la chica detrás del mostrador. Sus rizos rubios en espiral

rebotaron contra sus plenas y rosadas mejillas. Sus cálidos ojos

castaños estaban vidriosos con la absoluta fascinación que sentía al

estar de pie ante Jared. Me acordé de ese sentimiento. Jared era

ridículamente hermoso, y su apariencia y confianza por sí solas

debieron haberle hecho pensar que era algún famoso. Bueno, tal vez no

fueran demonios con piel, pero esa chica todavía estaba mirando a mi

marido como si quisiera comérselo.

—Muy bien —dije con mi mejor sonrisa falsa. Aparte de ver a una

colega que había conocido durante tres años convertirse en pan tostado

delante de mis ojos, no estaba segura de por qué estaba de tan mal

humor. Las chicas como esa comportándose de una manera totalmente

comprensible no me habían afectado en años. No podía recordar la

última vez que puse los ojos en blanco ante camareras o alumnas casi

babeantes sobre Jared. Podrían ser varias cosas, pero estaba segura de

que mi forma redonda era la culpable.

Jared regresó a mí y al equipaje. Dentro de la habitación, puso nuestro

equipaje sobre el colchón, y miró alrededor. La habitación era amplia e

iluminada, a diferencia de cualquier otra habitación de hotel en la que

yo había pasado el tiempo.

—Esto es bonito —dijo Jared.

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—¿Alguna vez te he dicho que apestas en la charla trivial? —Sonreí.

Caminé los pocos pasos para llegar a él y, entonces, presioné mi frente

contra su pecho.

Jared rió y me besó en la mejilla.

—Sí.

Fui al baño y me eché agua en la cara. Las toallas esponjosas olían

estéril y florido, un claro indicativo de que no estábamos en casa. Gemí

y me estiré. Un vientre casi en pleno florecimiento y un largo viaje por

carretera no encajaban bien juntos. Me sentía rígida y atontada.

—¿Siesta o playa? —dijo Jared. Se quitó las botas y deslizó sus pies

descalzos en un par de sandalias de cuero.

—Ambos suenan igualmente atractivos, pero un paseo en la playa

después de estar atrapada en el auto es la mejor opción.

—De acuerdo —dijo, extendiendo su mano hacia mí.

Caminamos perezosamente a la playa casi privada de Grande Dunes,

dejando que el nuevo viento del verano nos rodeara. La escena parecía

una postal; todo lo que me imagino que es la playa perfecta. Jared

escogió un lugar y desplegó una manta. Se sentó con los codos

apoyados en las rodillas mientras miraba hacia el océano.

—Es casi como estar de regreso en Little Corn.

—Casi.

Jared miró hacia mí.

—Siéntate conmigo.

Me moví nerviosa, sabiendo que estaba a punto de caer en mis

inseguridades infantiles.

—Ellas eran atractivas.

—¿Quiénes?

—Las chicas de la recepción.

Jared rió una vez y, a continuación, se arrastró sobre sus rodillas. Se

inclinó hacia mí y puso sus manos a cada lado de mi vientre.

—Nina, siempre hubo algo en ti que no pude evitar. Aún cuando no

quería amarte, me sentía atraído por ti. No podía pensar en otra cosa.

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Ahora eres mi esposa y llevas a nuestro hijo. No hay nada más hermoso

que eso. Cuando estés sudorosa y agotada sosteniendo a Bean,

entonces esa será la cosa más hermosa que haya visto en mi vida.

Cuando vea las lágrimas caer de tus ojos, cuando enviemos a Bean al

primer día de jardín de niños… esa será la cosa más hermosa que haya

visto en mi vida. Cuando me consueles cada vez que enviemos a

nuestros hijos al entrenamiento; en cada uno de nuestros aniversarios;

y cuando tu cabello se vuelva gris. Cada uno de esos momentos será la

cosa más hermosa que haya visto en mi vida.

Acarició su nariz por mi vientre, y luego envolvió sus brazos alrededor

de mi cintura.

—Siempre dices lo correcto —susurré, tocando sus orejas.

Levantó la vista hacia mí.

—Si sucedió lo imposible, y algo más hermoso existió, no me daría

cuenta. Tienes mi constante e indivisible atención. Siempre la tienes.

Sonreí.

—Sólo porque te pago.

La blanca y amplia sonrisa de Jared fue un contraste con el tono

bronceado de su rostro.

—Ya no más. Cuando te casas con tu jefe, puedes pagarte a ti mismo.

Juguetona, le di un codazo en las costillas, todavía abrazada a él.

Descansando sobre la manta, vimos el sol derretirse lentamente en

naranjas y morados hasta que crepitó contra el océano. Me pregunté si

el cielo se veía igual en el otro lado del mundo. Si una vez que

llegáramos a Jerusalén, veríamos el sol de nuevo hasta que naciera el

bebé.

Me relajé contra la manta, mirando hacia el cielo. Las estrellas eran

visibles en la mitad oriental del cielo, pero todavía estaban apagadas

por el sol en el oeste. Jared me agarró del brazo y me congelé.

—¿Qué?

Jared sonrió y sacó su Glock.

—Casi te recostaste en mi arma.

—¿Trajiste tu arma? ¿Preocupado de que los granos de arena fueran

sombras? —Sonreí.

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—Cuando los otros comienzan a bombardear, es imposible saber quién

es una amenaza y quién no lo es. Es por eso que no podemos llegar al

Sepulcro con la suficiente rapidez en lo que a mí respecta. Casi me

pregunto si no volaron el Beemer a propósito. Si sabían nuestro plan, y

estoy seguro de que lo hacían, si no te mataban en el proceso, pensaron

que nos impediría salir. Bex lleva un tiempo de lo más difícil

detectándolos, así que sé que con mi… distracción, podría ser peligroso.

Asentí.

—No es justo que con todo lo demás que estamos tratando, tus sentidos

estén abrumados, también. —Fruncí el ceño—. Ahora que lo pienso,

nada de esto es muy justo.

—Considerando las circunstancias, creo que está claro que tenemos

algunos admiradores allá arriba. Tenemos a Eli y Samuel compitiendo

por nosotros. Eso es una gran ventaja por sí mismo.

—No se siente así —me quejé.

Mi móvil sonó. Era Beth de nuevo. Cerré los ojos con fuerza, mientras

Jared tomaba el teléfono y pulsaba el botón de silencio. Lo enterró en el

bolso que había llevado conmigo a la playa y luego tiró de mí contra su

pecho.

—Puedes decirle adiós antes de que nos vayamos. Sólo se va a sentir de

esta manera durante unos días y luego puedes consolarla.

Probablemente se lance contra ti y olvide todo el asunto.

—No, no lo hará.

Jared respiró profundo y apretó más su abrazo alrededor de mí.

—Sólo estoy tratando de ayudar.

—Lo sé. Sé que lo estás. Es sólo que siento que le estoy haciendo daño

de manera intencional. No es justo que sea la única amiga cercana que

no está al tanto.

—¿De verdad quieres exponerla a todo esto? Más importante aún,

¿crees que puede manejar la situación?

Negué con la cabeza.

—No. Sé que tienes razón. No quiero decirle, es sólo que me siento como

una idiota. “Idiota” ni siquiera lo cubre. Soy una mala amiga, una mala

persona.

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—Va a ser capaz de cerrar los ojos cada noche sin preguntarse qué está

con ella en la oscuridad, Nina. Yo diría que estás siendo amable.

—Quizás. ¿Puedes imaginar su reacción cuando se entere de que nos

vamos a Israel en un par de días? Se va a poner frenética. Ni siquiera sé

cómo explicárselo.

—Entonces no lo hagas. No es necesario decirle que vamos a Jerusalén.

Sólo di que iremos a la Costa Oeste o algo.

Apreté los labios en una línea dura.

—Estoy cansada de mentirle, Jared.

—Lo sé.

Las estrellas se habían desplazado a los últimos colores dejados por el

sol poniente, y el mar estaba tan negro como el cielo. Podría haber

estado fría en la noche por el agua un par de meses antes, pero estando

envuelta en los brazos de Jared, junto con mi propia temperatura

elevada, el sol bien podía haber estado bajo mi piel.

El viento rodando del agua voló mi cabello a la cara de Jared, y él volvió

la cabeza, soplando las hebras de su boca.

Sonreí, pero mi diversión se desvaneció rápidamente.

—Hablando de Jerusalén…

—¿Sí?

—Si saben que vamos, ¿no tratarán de detenernos? Si se pone peor que

un auto bomba vamos a estar ocupados. ¿Y si manipulan el avión? —

Reí una vez sin humor—. ¿Y si nos derriban?

—Es una posibilidad. Pero estamos preparados.

El pánico se apoderó de mí. Éramos vulnerables en el avión, y era un

vuelo de diez horas.

—Vamos a aterrizar, te llevaremos a ti y al libro al Sepulcro, y

esperaremos a que pase bajo tierra hasta que des a luz.

—Lo haces sonar simple, pero olvidas que los demonios van a hacer

todo lo posible para detenernos.

—Sólo tenemos que llevarte hasta allí. Será viento en popa después de

eso.

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—Eso esperas.

La piel alrededor de los ojos de Jared se tensó.

—Voy a pasar por el almacén antes de que nos vayamos. Habla con Eli.

—¿Pensé que dijo que fuéramos a él sólo cuando tuviéramos una

pregunta qué hacer?

Jared mantuvo sus ojos en el océano.

—No creo que la pregunta sea nuestra para hacerla.

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13 EEll ccaammiinnoo aa ccaassaa

Traducido por Puchurin

Corregido por Liraz

emos revisitado ese lugar en la playa muchas veces en los

próximos dos días. Jared se sentó conmigo y observamos las

olas rodar sobre la arena, y el agua llevar al barco

suavemente a través del horizonte. Hablamos de nuestro

próximo viaje a Jerusalén, pero Jared se reservó la mayoría de los

detalles para él. No quería preocuparme con lo que veía venir. Aunque

ahora era mucho más fuerte que antes, no cambiaba el hecho que yo

llevaba a nuestro hijo.

El único sonido era el viento y el crepitante intermitente de las olas

contra la arena pero mi mente estaba llena y ruidosa. Algunas veces

cerraba mis ojos fuertemente y trataba de expulsar los cientos de

temerosos pensamientos en mi mente pero luego veía a Sacha. Sin

importar cuánto Jared envolvía sus ojos sobre mí o cuánto tratara de

pretender que estábamos en Little Corn, me invaden pensamientos de

demonios, Sacha y bombas.

Mi móvil sonó varias veces. El número de teléfono de Beth dominaba el

registro de llamadas y de frenéticas suplicas en mi correo de voz. Sacha

no había ido a trabajar y era claro que también ella estaba

desaparecida. Luego otras personas comenzaron a llamar. Hasta

Cynthia, aunque asumo que era sólo para mantener los pretextos a la

policía. Hasta donde ellos saben, ella teme que yo esté desaparecida o

muerta.

En la tarde del segundo día, el teléfono de Jared sonó.

H

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—Ryel. —Jared escuchó por un momento, dio una breve afirmación y

luego colgó—. Los investigadores esperan los resultados de las placas

dentales en cualquier momento. No pasará mucho tiempo.

—Bueno, supongo que esa es una buena noticia.

Que la familia de Sacha se enterara que eran los restos de ella los que

la policía encontró dentro de mi vehículo no era buena noticia, pero era

el final. Era todo. La verdadera buena noticia era que finalmente podría

llamar a Beth.

Claire estaba en lo correcto, en una hora aproximadamente, envió un

mensaje de confirmación. Marqué el número de Beth cuando Jared me

dio el visto bueno para hacerlo.

—¿Dónde diablos has estado? —gimió ella—. ¡Pensé que estabas

muerta! —Su respiración se aceleró hasta que los sollozos rompieron

desde su garganta, seguida por una pausa en forma de ruidos

amortiguados antes que Chad tomara la línea.

—Uh… ¿hola?

—Lo siento —dije—. Dejé una nota. Pensé que todos sabían que me

había ido. Jared y yo necesitábamos tiempo fuera, así que apagué mi

teléfono. Me siento horrible.

La última parte era cierta. Podía escuchar a Beth sollozar en el fondo;

me sentí peor escuchando a Chad tratando de consolarla. Entre

consuelos, él me contó lo que había ocurrido. Me describió la escena en

Titan, la cinta de la policía, los empleados interrogados y el asfalto

ennegrecido donde mi BMW se quemó esa noche.

Después de un momento, Beth tomó el teléfono y se puso al habla.

—Mi vida ha sido miserable. Todos en Titan o difunden rumores o

estallan espontáneamente en llanto o están entre irritados o molestos.

¿Sabes que Sasha también está desaparecida? ¡Es una locura!

—¿Desaparecida? —dije tratando de mantener mi voz calmada. La

culpa pesaba sobre mí con cada mentira que decía.

—Oh Dios… oh Dios mío, Nina. La última persona que habló con Sasha

fue su madre. Ella dijo que Sasha estaba trabajando hasta tarde en

Titan la noche que desapareció. ¿Piensas que ella estaba en tu auto?

Quiero decir… si no eras tú, ¿entonces quién?

—Yo… no sé. Quizás deberías decírselo a los investigadores.

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Beth comenzó a llorar otra vez.

—Pobre chica. Deberías de llamar a su madre, y luego llamar a la

policía de Providence y decirle que estás bien. Deberías regresar de

inmediato. —Ella sollozó de nuevo—. Lo siento con antelación si te doy

una bofetada mental por asustarme horriblemente.

Me reí una vez.

—Estás perdonada.

—Simplemente estoy contenta de que estés bien. Así como odiaba a esa

mujer, espero que tampoco sea Sasha. Es una manera horrible de

morir… ¿Nina?

—¿Sí?

—Alguien colocó una bomba en tu auto.

—Así parece.

—Pero… es que… ¿es que no te preocupa?

Suspiré, dispuesta a decirle algo de la verdad.

—Estoy acostumbrada a esto, Beth. ¿Por qué piensas que mi padre

contrató a Jared?

Beth no habló por largo rato, y finalmente susurró.

—Supongo que no pensé en ello. Lo siento. Recuerdo al Sr. Dawson,

pero… no sabía que las cosas eran tan aterradoras para ti.

—Beth, estoy en la playa, y estoy casada con mi guardaespaldas. No te

preocupes por mí, ¿de acuerdo? Hablaremos cuando esté de regreso.

Beth soltó un suspiro de alivio en el teléfono.

—Por favor, date prisa. Necesito verte.

—Jared ya está empacando.

Estaba sentada en la camioneta, temiendo por el largo viaje a casa

mientras Jared estaba haciendo el check out en la recepción. Él corrió

hacia la Tundra y se deslizó en el asiento del conductor, inclinándose

para besarme.

—Sé que esto es estresante, pero amé estos tres días contigo. Cuando

dejamos todo atrás, es fácil olvidar el resto del mundo.

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Tomé sus manos, sujetándolas fuerte. Él sabía tan bien como yo que

nuestro regreso revolvería el avispero. Habíamos disfrutado estos

últimos días en paz, y ahora temíamos por nuestras vidas. Toqué mi

barriga, y Jared extendió su mano libre para tocar el mismo lugar que

yo.

Sus ojos azul-grisáceos se oscurecieron y sus cejas se unieron. Asentí,

conociendo exactamente lo que estaba en su mente. Él se inclinó para

besarme, lento y suave. Sus labios se unieron con los míos de la

manera que lo hicimos la primera vez que nos conocimos, como si esto

pudiese ser la última vez. Él se retiró y luego presionó su frente contra

la mía. Nos sentamos en silencio, en un abrazo emocional. Ninguno de

los dos tuvo el valor de hablar o llorar, sólo en caso de que fuera

abrumador.

Jared colocó una mano sobre el volante y puso el cambio de la

camioneta.

—Está bien —dijo—. De regreso a Providence.

El viaje a casa pareció más corto. Jared me hizo repetir la historia que

diríamos a la policía una y otra vez. Había recitado las palabras docenas

de veces cuando la punzada me golpeó.

Inmediatamente Jared miró a mi barriga y sus ojos se encontraron con

los míos.

—¿Estás bien?

Hice una mueca.

—Tal vez deberíamos detenernos un momento. Debería de caminar, eso

creo.

La Tundra hizo un suave viraje hacia la izquierda, deteniéndose en la

estación de gasolina en la que habíamos parado en el camino a Virgina

Beach. Un grupo de pasajeros se encontraban en el estacionamiento.

Jared me abrió la puerta y la cerró mientras caminábamos hacia la

tienda. Para escapar de los ojos del grupo que pasábamos, mantuve mis

ojos en el piso mirando las manchas de grasa y las viejas gomas de

mascar pegadas al suelo.

No estaba segura si era su presencia, pero algo se veía fuera de lugar, y

podía decir que Jared también lo sentía.

Jared mantuvo la puerta abierta para mí, y aunque dejé salir la

respiración que estaba aguantando, la pesadez empeoró. Aparte del

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cajero, nosotros éramos los únicos en la tienda pero no podía ir vagando

por los pasillos sin un objetivo. Estiré mi espalda y cuello a medida que

tomaba un paquete de algo y luego lo colocaba en el estante. Una

cucaracha corrió detrás de las bolsas de galletas y luego desapareció.

Sacudí mi mano y miré alrededor. No recordaba que la tienda estuviese

tan asquerosa la última vez que estuvimos aquí, pero mi recuerdo

consistía de un rápido viaje al baño.

Una de las luces fluorescentes parpadeó y zumbó sobre nuestras

cabezas. Desde mi visión periférica, podía ver que el hombre detrás del

mostrador me estaba mirando fijamente. Era de complexión pequeña y

tez oscura. Su falta de expresión me puso instantáneamente nerviosa.

Había visto antes esa mirada.

Escuche que las puertas de las neveras se cerraban, y entonces Jared

apareció con dos grandes botellas de agua y una sonrisa forzada. Él

extendió su mano haciéndome una señal de que fuera hacia él. El aire

alrededor de nosotros comenzó a sentirse rancio y mi corazón comenzó

a latir fuertemente contra mi pecho.

—No tienes mucho tiempo —dijo el hombre detrás del mostrador

mirando mi protuberante barriga.

Instintivamente toqué mi estómago con mi mano libre. Jared

cuidadosamente se acercó a la caja registradora, manteniéndome detrás

de él a una distancia segura. Dio otro paso y se detuvo.

—¿Está bien?

El hombre estaba jadeando, su cuerpo se balanceaba en un movimiento

rítmico. El sudor hacia brillar su rostro y cuello, y le había humedecido

su camiseta blanca. Los círculos oscuros debajo de sus ojos hacían de

sus ojos hundidos algo más alarmante.

Cuando no ofreció respuesta, Jared dio un paso hacia atrás y tiró un

billete de diez dólares sobre el mostrador.

—Esto debe cubrirlo.

El hombre miró hacia el billete frente a él, y luego cerró sus ojos.

Presionó sus dedos sobre el mostrador y su cuerpo vibró por unos

segundos antes de ponerse derecho. Él echó un vistazo hacia Jared.

Sus ojos habían cambiado; ahora sus ojos parecían salirse de sus

orbitas.

Jared puso su mano sobre mi pecho y me empujó hacia la puerta.

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—Es hora de irnos.

Tropecé, llegando a ciegas a la puerta de cristal. El pequeño hombre

saltó en el aire y cayó agachado sobre el mostrador.

—Voy a rebanarla como un pez. —El sonido de su voz era terrorífico;

una combinación de un niño pequeño y el siseo de una serpiente.

Abrí la puerta y corrí encontrándome con uno de los hombres grandes

que pertenecían al grupo de motociclistas del estacionamiento. Él tenía

una barba larga gris y vestía ropa de cuero. Olvidándome de mi nueva

fuerza, me abrí paso sobre él, tirándolo al suelo. El hombre me miró

confundido y sorprendido.Toda expresión abandonó su rostro en

segundos y la oscuridad de sus pupilas cubrió el iris y luego el blanco

de sus ojos.

Me desvié de él y Jared tomó mi brazo llevándome hacia la Tundra a

máxima velocidad. La puerta del pasajero se cerró en mi rostro y luego

Jared estuvo a mi lado.

—¡Cinturón! —ordenó.

Agarré la hebilla tratando de mantener la calma. El pequeño y oscuro

hombre brincaba hacia nosotros en cuatro.

Jared pisó el acelerador. La boquilla de la bomba de gasolina estaba en

el tanque de gasolina de la Tundra, y con un pequeño tirón, la línea

salió de la bomba, arrastrándose detrás de nosotros como la cola de un

pez en la carretera.

Bajé la ventanilla.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Jared.

—¡Tu arma! —dije con mi corazón golpeando mis costillas.

—¡Ten!

Él sacó su Glock de detrás de él, y la colocó en el asiento entre

nosotros. La tomé y me incliné sobre la ventanilla. Jared agarró un

puñado de mi vestido para evitar que me cayera sobre la carretera. El

hombre seguía en el estacionamiento, con la barbilla hacia abajo,

viéndonos ir con sus ojos antinaturales. Estiré mi mano apuntándole

con el arma, con su frente como objetivo.

—¿Qué estás haciendo? —Jared haló mi falda para ponerme dentro de

la camioneta—. ¡No puedes matarlo!

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—¿Por qué no? ¡Él iba a matarnos!

—Una vez que el demonio se va, la sombra volverá a ser humano. Nina,

él es inocente. —Jared presionó un botón de su puerta y mi ventanilla

subió, cortando el viento que había soplado sobre mi cabello rubio

dejándolo hecho un lío.

Me volteé para mantener los ojos en los hombres revestidos. No había

manera de decir cuántos habían cambiado. La línea de combustible

golpeaba contra el asfalto distrayendo mi atención. Finalmente la

boquilla se soltó de la Tundra y rodó hacia la zanja. Un fuerte estallido

hizo vibrar la camioneta y una bola de fuego y humo se dirigió hacia el

cielo. El pequeño hombre aún estaba de pie en la carretera,

mirándonos, justo frente a las crujientes llamas.

—¡Jared! —grité.

—Es demasiado para esto —dijo Jared frunciendo el ceño. Él miró por

el espejo retrovisor para evaluar los daños. Una columna salió de la

bomba de gasolina. Sería un milagro si alguna de esas personas que

dejamos atrás sobrevivía.

—Esas personas —gemí, llevando la palma de mi mano a mi frente. Mis

ojos estaban llenos de lágrimas, y preferí girar mi rostro hacia el frente.

Unos kilómetros más adelante, dos camiones de bomberos, un camión

auto bomba y una ambulancia pasaron por nuestro lado. Los cuatro

vehículos iban rápido, con las luces encendidas y las sirenas sonando,

desapareciendo mientras se alejaban. La ambulancia empezó a quedar

rezagada, pero en el segundo que estaba pasando su parachoques

trasero al mismo nivel del nuestro, la ambulancia volteó.

—¿Jared?

—Lo veo —dijo Jared, agarrando su arma desde el asiento. Extendió su

brazo, apretando mi cinturón y luego sin disminuir la velocidad, giró la

Tundra a la derecha, volteando 180 grados hasta que estuvimos frente

a frente con los conductores de ojos totalmente negros de la

ambulancia. Jared sostuvo su Glock fuera de la ventanilla y disparó a

los neumáticos. La ambulancia patinó hacia los lados; y nuevamente

Jared volteó la camioneta para dirigirnos al norte con la ambulancia

detrás de nosotros.

La ambulancia patinó, dio volteretas en la carretera y finalmente cayó al

lado opuesto del campo.

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Veía que todo pasaba en cámara lenta, pero en segundos de ver los

vehículos de emergencias, Jared había disparado a los neumáticos

delanteros de la ambulancia para que pudiéramos seguir nuestro viaje.

Mi mente todavía no había procesado bien los acontecimientos, pero mi

corazón estaba rasgando mi pecho.

—¡Pensé que habías dicho que no debíamos matarlos!

Jared colocó el arma en el asiento y miró por el espejo retrovisor.

—Espero que no estén muertos.

Él levantó su teléfono y se lo colocó en el oído.

—Claire. Están atacando. Necesito refuerzos. —Terminó la llamada y

colocó el teléfono debajo de su muslo.

—¿Ella viene?

Él asintió.

—Todos. Sólo necesitamos llegar a ellos. —La Tundra avanzó más

rápido cuando Jared pisó el acelerador a fondo. El velocímetro subió de

setenta y cinco a ochenta y cinco luego noventa y cinco. El motor hacia

un ruido ensordecedor mientras tratábamos de acercarnos a su

hermana.

—Quizás los perdimos —dije, tratando de consolarme en vez de

convencer a mi esposo.

Jared extendió su mano a través de la consola y agarró la mía. Éramos

vulnerables y él lo sabía. Cualquier humano que se cruzara con

nosotros era una amenaza. La mano de Jared me apretó más y el color

abandonó su rostro.

—No puedo decidir si deberíamos salir de la autopista hacia una

carretera menos transitada o continuar y reducir el tiempo de viaje.

—Este tramo en particular no se ve tan concurrido cuando entramos en

él. Quizás tengamos suerte. Es la ciudad la que me preocupa.

Pasamos sólo uno o dos autos en los siguientes diez minutos. Cada vez

que veía algo en la distancia me tensaba y esperaba. Cada vez que la

camioneta pasaba sin contratiempos, la adrenalina era absorbida por

mi sistema. Comencé a sentirme mareada y enferma pero sabía que no

podíamos detenernos.

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—Ellos están tramando algo —dijo Jared. Él estaba escudriñando,

intentando concentrarse en ver cualquier peligro.

—¿Cuánto falta para encontrarnos con Claire?

—No sé cuándo salieron. Asumo que de inmediato. Considerando el

tiempo en la llamada y lo rápido que conduce Claire, diría que menos de

una hora. Quizás la mitad.

Asentí rápidamente, tratando de hacerme sentir mejor.

—Media hora. Podemos aguantar por media hora. ¿Qué podrían

enviarnos que no podamos aguantar por tanto tiempo?

Jared no habló por un minuto mientras estudiaba la carretera por

delante. Cuando finalmente se enfocó en un pequeño punto distante, su

rostro se tensó, y su respiración se cortó.

—Oh Dios mío.

Sabía que mis ojos humanos no habrían sido capaces de ver el borrón a

kilómetros de distancia, pero Bean me dio el enfoque que podía no

haber tenido. Los puntos negros y largos en la carretera, bailando

contra el calor en el asfalto, venían a toda velocidad hacia nosotros.

No fue hasta que traté de decir una oración que me di cuenta que mi

boca estaba abierta.

—¿Qué vamos hacer?

Jared soltó mi mano y buscó debajo del asiento. Él me dio una pistola

adicional y entonces puso ambas manos en el volante.

Una caravana de vehículos del Ejército, un Humvee3, tres Jeeps y un

gran camión de suplementos se movían hacia nosotros a máxima

velocidad. La parte trasera del camión me recordaba a un vagón, sólo

que éste estaba cubierto con una lona de camuflaje.

—Tienes que estar bromeando —dije sin aliento.

—Probablemente van de camino al Fuerte Story —dijo Jared.

—No me importa a dónde van. Jared es por esto que las cosas han

estado tan tranquilas. Maldición, ellos sabían sobre la caravana y

planificaron usarlos en el segundo que se cruzaran en nuestro camino.

Tienes que abandonar la carretera.

3 Humvee: vehículo militar multipropósito que posee tracción en las cuatro ruedas.

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—Ellos simplemente nos seguirán.

Suspiré en frustración, y luego miré hacia mi reloj.

—Quizás no estén armados.

—Ese transporte FMTV4 tiene una cabina blindada. Podría borrar la

Tundra si lo dejo acercarse lo suficiente.

Me volteé hacia él y sonreí nerviosamente.

—Por favor, no.

Jared me devolvió la sonrisa, y entonces asintió, agarrando el volante

firmemente. Presionó el acelerador. No estaba segura de qué es lo que

había decidido hacer, pero sabía que tenía un plan. Era posible que los

conductores de esos camiones no fuesen personas revestidas.

Podríamos pasarles sin problema como habíamos pasado los vehículos

anteriores. Era, por supuesto, una esperanza vacía. Podía sentir el

extraño fuego dentro de mis huesos. Cada uno de esos soldados había

cambiado.

4 FMTV: (Family of Medium Tactical Vehicles) Camión militar blindado.

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14 LLaa ccoossaa mmááss iimmppoorrttaannttee

Traducido por MeliBee

Corregido por Lsgab38

l Jeep pasó primero, y luego los Humvees. Sólo estaba a punto

de permitirme algo de esperanza cuando el camión de transporte

se movió a nuestro carril. Jared no se movió; sólo condujo más

rápido. La aguja del velocímetro vibró en los ciento sesenta kilómetros

por hora. Me sujeté de la manilla de la puerta tan fuerte que mis

nudillos se volvieron blancos ante la presión. Confiaba en que Jared

tuviera un plan, pero al mismo tiempo, volar por la calle para

encontrarnos con un camión blindado dirigiéndonos a un choque

seguro no sonaba como una buena idea para mí.

—Aguanta, cariño —dijo Jared, su voz baja—. Cuando salga toma el

volante.

—¿Cuando salgas? —dije, instantáneamente en pánico.

En un movimiento que fue tan suave que pareció coreografiado, Jared

se desvió hacia la derecha y agarró de nuevo el volante en un semi

círculo casi perfecto alrededor del camión del ejército. A medida que la

Tundra salía de la carretera, Jared abrió la puerta y salió, disparando

directamente a los neumáticos del camión del ejército. Escuché varios

disparos, pero estaba concentrada en agarrar el volante y alcanzar el

freno con mi pie. Aunque estaba aterrorizada, el movimiento fue sin

esfuerzo, y antes de que tuviera tiempo de tener miedo, el Tundra había

llegado a parar a la cuneta.

Me asomé por encima del volante para ver el camión patinar hasta

detenerse, todos sus neumáticos estallaron. Jared agarró a uno de los

soldados en el hueco de su brazo. El soldado quedó inerte, y Jared lo

E

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bajó suavemente al suelo. Conté once hombres en el suelo, todos ellos

inconscientes.

Los ojos de Jared se encontraron con los míos, y luego miró detrás de

él, observando los otros vehículos dando vueltas alrededor. Corrió a

toda velocidad, señalando detrás de mí. Me giré para ver dos brillantes

puntos en la distancia. Entrecerré los ojos, enfocándome en los objetos,

y distinguí una moto y un deportivo negro. Era el Exige de Claire,

viajando a una velocidad manejable sólo para la mejor Híbrido en la

tierra.

Giré el volante y pisé fuerte el acelerador, recogiendo a Jared a un lado

del camino. Mi pie estaba alineadamente contra el suelo mientras

corríamos hacia nuestra familia.

Jared apenas había sudado.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Sí. Las sombras no tienen la fuerza de los demonios, ya que no tienen

el mismo poder que los que se toman el tiempo para poseer. No quería

matarlos, de modo que sólo los incapacité.

—¿Vendrán por nosotros después de que despierten?

—Es posible —dijo Jared, dándose vuelta—. Más rápido, cariño.

Los Jeeps y Humvees estaban ganando terreno, y con un cálculo

rápido, pensé que si teníamos suerte alcanzaríamos a Claire cuando los

vehículos del ejército nos hubieran alcanzado.

Jared se inclinó fuera de la ventana y apuntó hacia los neumáticos del

primer Jeep. Su arma dio un chasquido e hizo saltar el cargador. Se

inclinó hacia el asiento trasero y sacó una bolsa, dejándola caer en el

suelo del copiloto. Estaba llena de municiones y pistolas.

—¿De dónde diablos salió todo eso?

—Claire me ayudó a empacar. —Metió otro cargador a su pistola y sacó

su mitad superior por la ventana.

Sólo dio un par más de disparos antes de meterse de nuevo en el

interior. El Exige se desvió a un lado de la carretera, y la moto de Bex se

fue a otro, creando un camino despejado para nosotros. Miré a mi

derecha, y todo fue de hipersónico a paso de tortuga. Claire apareció a

la vista y la mitad de su boca se estaba levantando en una sonrisa. Ella

guiñó. Ryan estaba en el asiento del copiloto, mostrándome su puño.

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Su dedo índice y meñique estaban elevados, su boca estaba abierta, su

lengua colgando hacia fuera.

Cuando pasaron, me salí a un lado de la carretera e hice un giro

amplio. Uno de los soldados conducía el Tourette de unos de los Jeeps,

apuntando en la dirección de Bex.

—¿Qué debería hacer?

Jared se acercó y apagó el motor.

—Esperaremos.

Claire condujo hasta que estuvo detrás de la caravana, y luego giró

alrededor, junto a uno de los Jeeps. Su pequeño brazo apareció fuera de

su ventana, pistola en mano. Apretó el gatillo una vez, disparando al

neumático delantero. El Jeep se desvió fuera de control, y luego dio

vueltas hacia el Tundra.

—¿Jared?

Mi esposo tomó mi mano.

—Está bien.

El Jeep continuó rodando hacia nosotros, de punta a punta…

—¡Jared!

Saqué las llaves de su mano y las empujé en el encendido, luego hice

una pausa mientras miraba el Jeep patinar de costado y detenerse a

centímetros de nuestro parachoques. Mi corazón empezó a latir de

nuevo y una bocanada de aire escapó de mis pulmones.

Disparos llamaron mi atención hacia la carretera. El Exige cayó detrás

de lo que quedaba de la caravana, la conducción extrañamente recta y a

una velocidad decente por un momento antes de que Claire apareciera

en el asiento del copiloto, en el siguiente momento, Bex estaba al lado

de ella en su Ducati. Como si hubieran practicado el movimiento un

millón de veces, Claire saltó a la parte de atrás de la moto de Bex, de

espaldas, con dos armas.

Bex bombeó su muñeca, y la moto salió disparada como un cohete. El

platinado cabello de Claire azotó en su rostro mientras ella apuntaba a

otro neumático del Jeep, pero el soldado en el Jeep siguiente les empezó

a disparar.

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Bex maniobró cerca del Jeep y luego saltó de su moto dando una

voltereta, y aterrizó firme detrás del soldado. Después de una corta

pelea, el soldado voló fuera del Jeep y rodó hacia la cuneta. Claire giró

alrededor y condujo la moto al lado del Humvee, perforando la ventana

y tirando al conductor de su asiento hacia la calle. El Humvee derrapó y

luego rodó seis veces, finalmente estrellándose contra un árbol.

Claire deslizó la moto hasta que se detuvo, y luego saltó de ella, tirando

a los soldados restantes del Humvee. Revisó a cado uno el pulso, luego

tomó la Ducati del suelo y la empujó hacia el Tundra. Ryan redujo la

velocidad del Exige hasta pararlo completamente sólo a unos pocos

metros de distancia, y después salió.

—Estoy contenta de que esto sea divertido para ti —dije.

Los ojos de Ryan inmediatamente cayeron a mi estómago.

—Vaya, Nigh, ¿por cuánto tiempo te has ido? Pareces a punto de

explotar.

Puse mis ojos en blanco, y luego mis ojos se dirigieron detrás de Ryan,

al Jeep que se acercaba lentamente. El Jeep se estacionó, y luego Bex

salió, frunciendo el ceño a Claire.

—¿La rayaste?

Claire se encogió de hombros.

—Se pulirá.

La escena detrás de ellos lucía como la consecuencia de una guerra.

—¿Deberíamos llamar a una ambulancia? —pregunté.

—Ya lo hice —dijo Ryan, cruzando sus brazos sobre el pecho.

Claire jugueteó con su cabello, anudándolo en un moño.

—No recordarán nada, así que deberíamos movernos antes de que

alguien venga. —Le pasó a Jared un juego de llaves—. El Escalade es

bueno para ir. Puedes recogerlo donde mamá.

Jared envolvió su brazo alrededor de la cabeza de Claire, atrapándola

en el hueco de su brazo, y luego le dio un beso rápido en la cabeza.

—Gracias, pequeña.

Claire se apartó con una sonrisa, rechazándole despectivamente.

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—Estábamos aburridos, de todas maneras.

Jared golpeó a Bex en el brazo.

—Buenos movimientos, hermanito.

Bex alzó su barbilla y sonrió.

—Soy una bestia. Espera hasta que lleguemos a Jerusalén.

Jared y yo regresamos al Tundra, con él de nuevo en el asiento del

conductor. En nuestra propia caravana, regresamos a Providence. El

Exige detrás de nosotros, la Ducati al frente, nos encaminamos a casa.

Estando en medio de mi hermano y hermana, me sentí a gusto,

completamente diferente de una hora atrás. Me incliné hacia atrás y

tomé un profundo y relajante respiro. Jared sonrió y extendió su mano

a través de la consola. Entrelazamos nuestros dedos, y vi el terreno

pasando por mi ventana, impávida por lo que pudiera venir. Sabía que

estaba a salvo, y en ese momento, eso significaba todo.

Justo después de la puesta de sol, nos detuvimos en la calle de Lillian.

Bex se detuvo en el jardín, y mantuvo la puerta abierta para mí. Claire

estaba al lado, ella y Ryan caminaron juntos a la acera. Estaban

dándose codazos entre sí y sonriendo, aún felices y emocionados. Ryan

no parecía afectado en lo más mínimo, y fue en ese momento que supe

que ellos eran verdaderamente el uno para el otro.

Jared le dio una palmadita a Bex en el hombro mientras caminaba, y

luego tomó mi mano, guiándome hacia el comedor. Lillian estaba

esperándonos, y la mesa ya estaba lista. Ella sacó un gran plato de

pechuga, y lo puso en medio de la mesa. Claire desapareció en la

cocina, y Bex la siguió.

Lillian sacó los guantes de horno de sus manos, y luego envolvió sus

brazos alrededor de mi cuello.

—¡Mírate! ¡Querida, te ves maravillosa! ¿Cómo te sientes?

—Grande —respondí, medio en broma.

—No tardará demasiado —dijo. Su sonrisa era cálida y brillante como el

sol.

Lillian siempre me había hecho sentir tan amada y bienvenida. Era

triste que ella no pudiera estar para el nacimiento de Bean.

—Oh —dijo, tocando mi mejilla—. ¿Qué?

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—Nos vamos pronto.

Ella me ofreció una sonrisa reconfortante.

—Lo sé. Pero la próxima vez que te vea, no sólo serás mi nuera favorita.

Serás la madre de mi nieto.

Me apoyé en el hueco de su hombro, y ella me abrazó con más fuerza.

—Tú probablemente no has tenido comida casera en unos días. Vamos

a comer.

En la mesa, Claire y Bex estaban conversando emocionadamente sobre

el encuentro con los camiones del ejército, y Ryan estaba ocupado

metiendo comida en su boca. Lillian cortó su comida en pequeños

bocados, sonriendo mientras escuchaba a sus hijos hablar sobre su día.

Jared sonrió, divertido de cómo Claire y Bex tomaban turnos con cada

frase de la historia. Sostuvo un tenedor en una mano y tocó mi rodilla

con la otra. Noté que el final de la mesa tenía un lugar vacío.

Me incliné hacia la oreja de Jared.

—¿Lillian está esperando a alguien más?

Jared miró hacia el plato y se encogió de hombros.

—Eh… ¿mamá? ¿Alguien más viene a cenar?

Los ojos de Lillian brillaron.

—Sí. No tuve mucho tiempo, así que extendí la invitación un poco tarde.

El timbre sonó, y todos en la mesa intercambiaron miradas. Lillian le

dio unos golpecitos a su boca rápidamente con una servilleta y luego

empujó su silla de la mesa.

El sonido familiar de tacones hizo eco a través de la entrada, al final del

pasillo y dentro de comedor.

—¡Oh, Nina, querida! —dijo Cynthia, sus brazos extendidos.

Me puse de pie, un poco sorprendida cuando ella me tomó en sus

brazos.

—Hola, madre.

Cynthia relajó su agarre y me sujetó con el brazo extendido.

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—Escuché lo que pasó. ¿Confío en que estás bien? —Asentí y ella

continuó—. ¿Y el bebé? —Asentí otra vez, y me tiró contra ella una vez

más—. Esa es una muy buena noticia. Buenas noticias, ciertamente.

Se sentía un poco extraño tenerla en nuestra mesa, escuchando el caos

y daño que Claire y Bex describieron. No pareció afectada, de todas

maneras.

Después de que Bex sirviera el postre, me di cuenta que podría ser la

última vez en muchos meses en que viéramos a Lillian, y Cynthia, y que

todos estábamos tratando de simular que no era así. Los Ryel eran una

familia experimentada en este tipo de cosas, pero yo me esforzaba por

mantener la tristeza lejos. Pillé a Cynthia más de una vez mirando en

mi dirección. No estaba segura si era porque mi vientre retenía su

curiosidad o el hecho de que quería memorizar mi cara en caso de que

nunca más nos volviéramos a ver.

Después de una apropiada cantidad de conversación después de la

cena, Cynthia se excusó, citando un compromiso previo. La acompañé

fuera, y observé con una sonrisa mientras Robert salía del auto y abría

la puerta trasera para Cynthia.

Cynthia miró sus caros zapatos, y luego se echó a reír una vez.

—Podría haber sido una madre mejor, Nina, querida.

Sus palabras me pillaron con la guardia baja. No estaba segura de cómo

responder, pero incluso si lo hubiera sabido, ella no me dio la

oportunidad.

—Siempre ha sido difícil para mí. Nunca fui lo que podría llamarse una

madre nata. Esos instintos de los que las personas hablan… bueno,

nunca los tuve. Tu padre siempre fue tan bueno en los abrazos y besos.

Supongo que lo envidié por eso. —Se dio unos toquecitos en la nariz con

un pañuelo, y luego me miró—. Yo sí te amo. Si alguna vez dudaste de

eso, por favor acepta mis más sinceras disculpas.

Tomé su mano y le ofrecí una sonrisa. Podía sentir mis ojos

amenazados de lágrimas.

—También te amo. Te veré pronto.

Cynthia me tomó en sus brazos, y más allá de su delgado hombro y la

luz del porche, vi la expresión de sorpresa de Robert. Ella me dejó ir, y

sin mirar atrás, se fue, sus tacones resonando a través del pavimento

hasta que desapareció en el auto.

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No estaba lista para encontrarme con las miradas curiosas del resto. Di

la vuelta a la parte posterior de la casa, y me apoyé contra una viga del

porche trasero. Murmullos captaron mi atención, vi a Ryan y Claire

sentados en el columpio del porche, mirando hacia el cielo.

Ella estaba riendo, y él con aire despreocupado apoyó su brazo en la

parte trasera del columpio detrás de ella. Ella no se inclinó, y sonreí

ante la escena.

—Me divertí hoy —dijo Ryan, mirando la reacción de Claire.

—No sabría decirlo. —Ella puso los ojos en blanco, pero sin poder

esconder su sonrisa.

—Mi parte favorita fue cuando cambiamos lugares en el auto.

—Apuesto que lo fue.

Intercambiaron historias sobre la batalla con los proyectiles, y reían

mientras se molestaban el uno al otro. Cada vez que Claire estaba en la

línea visual de Ryan, sus ojos se iluminaban, su sonrisa era tan

inocente y animada, era contagiosa.

Ryan empujó el columpio, y de nuevo se sentaron en silencio, con sólo

unas risas residuales interrumpiendo la noche. Claire mantuvo sus pies

en alto, sus piernas bronceadas un accesorio perfecto para sus shorts

vaqueros y camiseta sin mangas color rosa. Las negras botas de

combate solo hacían su vestimenta más “Claire”.

Ryan se frotó la parte de atrás de su cabeza, tratando de parecer

casual.

—Tengo que decírtelo. Estoy un poco nervioso sobre el viaje. —Claire se

giró hacia él, cuadrando sus hombros.

—¿Estás asustado, niñita?

Ryan resopló, enfrentando su burla.

—Asustado. Uff. Puedo manejarlo. Estoy nervioso sobre cómo va a

resultar. ¿Y si algo malo sucede?

La sonrisa juguetona de Claire se derritió, y miró hacia delante.

—No pasará.

—Pero, ¿y si sucede?

—Entonces lo arreglaré. Siempre lo hago.

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—¿Y si algo pasa y no lo puedes arreglar?

—No lo sé —dijo ella—. Sólo ha pasado una vez.

Ryan cuadró sus hombros, encarándola completamente.

—¿Te refieres a tu padre?

Ella sólo asintió.

—¿Alguna vez has estado contra algo como esto?

Claire hizo una pausa por un largo tiempo. Desearía poder ver su

expresión. No estaba segura si ella estaba molesta por la línea de

preguntas, o estaba temerosa por responder.

—Oye —dijo Ryan. Cuando Claire le ignoró, le tocó el hombro—. Estaré

justo detrás de ti. Y no estoy diciendo que no puedas cuidarte a ti

misma, porque todos sabemos que puedes. Sólo me refiero que si algo

pasa, no me iré a ningún lado. Cualquier cosa que necesites.

Claire tomó una bocanada de aire.

—Sólo asumí que ya lo sabías, pero ahora me doy cuenta que no. Jared

es la última línea de defensa, si lo perdemos, no lo sabríamos.

¿Entiendes?

Después de una pausa, Ryan asintió.

Claire continuó.

—El bebé que ella está llevando es la cosa más importante. Tenemos

que protegerla hasta que no podamos.

—Él bebé es importante —concordó Ryan—. Pero tú eres lo más

importante para mí.

Claire le miró, y luego sus ojos cayeron hacia sus labios. Los ojos de

Ryan se suavizaron, y luego se inclinó.

Mirarlos de pronto se sintió mal. Me di la vuelta, tratando de encontrar

la mejor manera de escapar. El camino por el que vine parecía la mejor

salida, y di un paso hacia atrás.

Claire sonrió.

—Ya has visto todo este rato, podrías quedarte y mirar como se

desarrolla todo.

—Lo… lo siento —dijo. Mi cara enrojeciéndose instantáneamente.

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Jared apareció en la puerta trasera, manteniéndola completamente

abierta.

—¿Todo bien?

Ryan rió y negó con su cabeza.

—Lo estaba.

—Oh —dijo Jared con una mirada incómoda. Él y yo intercambiamos

miradas, y luego se retiró hacia la casa.

Claire se rió, después golpeó a Ryan en el muslo.

—¡Ow!

—¡Espera! —dijo ella, siguiéndome hacia el jardín principal. Estuvo a mi

lado en menos de un segundo, y enganchó su codo alrededor del mío—.

Quise decir lo que dije, sabes.

—¿Qué parte?

Claire se detuvo, su rostro se ensombreció, y bajó la barbilla para que

así pudiera ver directamente sus ojos.

—No sé cómo se desarrollará todo esto. Conociendo a Jared, él tiene un

plan B, C, y D, pero si algo malo pasa, simplemente lo resolveremos de

otra manera. La única otra opción no es una opción. —Negué con mi

cabeza y Claire me llevó hasta su pecho con un fuerte apretón—. Pan

comido.

Jared se situó en el Escalade con las llaves en su mano.

—Deberíamos irnos. Todavía tenemos que pasar por el almacén.

Asentí, y luego me despedí de Claire con la mano. Ryan caminó detrás

de ellas, poniendo sus manos en sus hombros. Era tan natural verlos

parados uno al lado del otro, no podía recordar cómo era cuando Ryan

no sabía del secreto de los Ryel, y él y Claire no pasaban cada minuto

juntos.

—Nos vemos en el avión —dijo Ryan con una sonrisa forzada.

Hice una pausa.

—Entenderé si no quieres ir.

Ryan negó con la cabeza.

—Soy un Marín, Nigh. Vivo por esta mierda.

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Jared tiró de mi mano. Cuando llegamos al Escalade, suspiró.

—Estás preocupado por ellos.

—No —dijo él, arrancando el motor—. Estoy preocupado por nosotros, y

lo que vamos a tener que aguantar cuando ellos no tengan una guerra

inminente para mantenerlos entretenidos.

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15 CCuueessttiioonnaarrssee

Traducido por Macaslomb

Corregido por Lsgab38

ared condujo por la ciudad y luego tomó la carretera que nos

llevaría hasta el almacén. Una vez que salió de ella y tomó un

camino de tierra, sabía que estábamos cerca. El cielo estaba

claro, y todas las estrellas en el universo parecían estar

cuidándonos. Ni el viento, ni siquiera el sonido de los grillos o las

cigarras sonó para nosotros mientras estacionábamos sobre el camino

de grava.

Jared desbloqueó la cerradura de la oxidada puerta principal y entonces

lo seguí hasta la puerta lateral. Presionó el botón y luego esperó.

Acostumbrados a esperar diez o veinte minutos, me conformé, pero la

puerta inmediatamente hizo clic y Jared me llevó adentro.

—Ahora, eso es servicial —le dije, sonriendo.

Jared me regresó la sonrisa.

—Nos está esperando.

—¿No lo hace siempre?

La luna llena nos iluminaba como única fuente de luz, mostrando

grandes sombras en el piso de cemento. Mis sandalias rasparon contra

la suciedad del suelo y se hizo eco en todo el edificio. Jared caminó a

través de la habitación, parando en el medio.

Esta vez fue diferente a las visitas que habíamos hecho antes. Esta vez,

podía sentir a Eli, casi podía olerle, parecía que se estaba acercando;

J

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que estaba en la habitación contigua y haciendo sonidos para indicar

que estaba allí, pero no había ningún rastro, sólo pude sentirlo.

Su energía se fortaleció, y entonces él estaba de pie frente a nosotros. El

mismo conjunto que de costumbre, sonreí por su atuendo casual,

aguantando las ganas de abrazarle. La última vez que nos vimos, salvó

nuestro pellejo. Sólo que esta vez no sabía en qué condiciones nos

encontrábamos ahora.

La sonrisa de Eli fue inmediata y sincera.

—Hola, Nina. ¡Luces absolutamente radiante! ¿No luce ella radiante,

Jared?

—Muy cierto —dijo Jared.

—El tiempo es tan inconsistente entre planos. Parece que he estado

esperando siglos por los dos. ¿Asumo que la familia está bien?

—Hasta ahora —le contesté.

Eli cruzó sus brazos en medio de su pecho y con una de sus manos se

tocó la boca y fingió estar perdido en sus pensamientos.

—¿Hmmm… se van de viaje, pronto? ¿Este fin de semana?

Jared asintió.

Los ojos de Eli se ensancharon.

—Eso escuché. Realmente no van a ponérselo fácil para el lado oscuro,

¿verdad?

Jared tomó un respiro.

—Tú no pareces preocupado.

Eli se rió una vez.

—Es difícil estar preocupado cuando nada resulta ser una sorpresa.

Solamente me gustaría decir alguna vez: “¡Oh Dios Mío!” ¿Sabes?

Me reí, y Eli asintió contento por mi reacción.

Jared soltó mi mano, y entonces se frotó la parte posterior de su cuello.

—Esto no es ningún viaje por carretera. Necesitamos protección en el

aire.

Eli tiró de su boca a un lado.

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—Él permanecerá neutral.

Jared frunció el ceño.

—¿Cómo puedo protegerla si el avión se cae? Esto nos expone a

cualquier cantidad de obstáculos. Fallas eléctricas, falla del motor… si

terminamos en el agua, podríamos terminar en una tormenta con olas

de 50 metros. Eso no es justo.

Eli asintió.

—Es verdad. Pondré a Samuel en ello. Me aseguraré que las cosas sean

justas. ¿Trato?

—Es suficiente —asintió Jared—. Una cosa más…

—Oh, estás listo, ¿verdad? —dijo Eli, arqueando las cejas.

No pude evitar sonreír.

—Eso es tan terriblemente cercano a sorprenderme. —Eli sonrió de

oreja a oreja—. También se siente así. Creo que debería decir: “Oh Dios

Mío” para hacerlo oficial, ¿verdad? ¡Oh Dios Mío! ¿Estás listo?

Jared sonrió, y luego miró hacia abajo, asintiendo.

—Estamos listos.

—¿Para qué? —le pregunté.

La expresión de Eli se había suavizado.

—La última pregunta. El niño es especial, Jared. El primer ángel nacido

en la tierra. Como ya sabes, este niño es capaz de mucho, y tiene

poderes más allá de tu comprensión, pero tu esposa es tu única

responsabilidad.

Jared frunció el ceño, intentando entender lo que Eli estaba tratando de

decirle.

Agarré el brazo de Jared.

—Pero pensé que una vez que el bebé nazca, estará protegido. ¿No es

cierto?

—Sí —dijo Eli—. Pero Jared no es su protector. Es el tuyo.

Jared puso su mano sobre la mía.

—Has tu pregunta, Eli. Has la única pregunta que queda.

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—¿Puedes confiar en ella?

—¿Nina? —dijo Jared. Me miró, confundido.

Podía ver a Eli observándonos fijamente. Sus palabras fueron suaves y

lentas.

—El amor de una madre es todo, Jared. Eso es lo que lleva a un niño en

este mundo. Eso es lo que moldea su ser entero. Cuando una madre ve

a su hijo en peligro, es literalmente capaz de cualquier cosa. Las

madres han levantado autos fuera de sus hijos, y destruido dinastías

completas. El amor de una madre es la energía más fuerte conocida por

el hombre. Debes confiar en ese amor, y su poder. ¿Puedes hacer eso?

Jared no quitó en ningún momento la mirada de mis ojos.

—Sí.

Eli asintió.

—Entonces puedes tener confianza para llevar a cabo tus planes.

Miré a Eli para decirle adiós, pero había desaparecido. Tomé una

respiración profunda y arrojé mis brazos alrededor de mi marido.

—¿Te sientes mejor?

—No es que no te creo capaz, pero no soy partidiario del arte de

observar sin hacer nada.

—¡Nos acaba de decir que podemos ir a Jerusalén y estar a salvo! ¡Nos

acaba de decir que todo va a estar bien! ¿No lo escuchaste?

Jared frunció el ceño.

—Le escuché decirme que te voy a entregar el control total.

Sonreí.

—Y te he oído decir que sí lo harás.

Jared asintió, claramente frustrado.

—Lo sé. Lo haré. —Tomó mi mano y me llevó al Escalade. Le disparé

una mirada de advertencia, y se estremeció—. Te lo juro.

—No creo que quisiera decir que yo debería conducir la operación. Mi

amor por nuestro hijo lo mantendrá a salvo. Lo tomo como algo bueno,

y parece bastante simple.

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—Demasiado simple. No quiero que pienses que vamos a aterrizar y

tomar un taxi hasta el Sepulcro y todo va a salir según como estaba

planeado. Va a ponerse feo, muy rápido.

Le apreté la mano.

—Podemos hacerlo. Tenemos que hacerlo.

Jared tomó mi rostro en sus manos y presionó sus labios contra los

míos. Agarré su camiseta azul en cada uno de mis puños y lo acerque

más. Mi estómago nos mantuvo lo suficientemente apartados de lo

habitual, pero estaba tan cerca como se podía por el momento.

—¡Oye! —dijo Jared, retrociendo.

Yo agarré mi estómago y reí.

—¿Sentiste eso?

—Claro que sí. ¿Creo que Bean está tratando de decirnos algo?

—¿Que le estamos dando asco al pobre niño?

Jared abrió mi puerta y me ayudó a subir.

—Oh, ¿ahora es un él?

—No sé —dije—. Aún estoy jugando con los dos géneros.

Jared cerró la puerta y en un instante, se deslizó en su asiento. Se puso

en movimiento aún con una sombra de sonrisa en su cara.

Me incliné y apreté su brazo, inclinando la cabeza sobre su hombro. Por

primera vez en mucho tiempo, el mañana no me pareció tan siniestro.

Eli nos dio a todos un poco de esperanza.

Mi teléfono sonó, y lo saqué de mi cartera, mire la pantalla y contesté:

—Hola, Beth —dije.

—¿Cuánto tiempo llevas en la ciudad?

—Unas pocas horas. Sé que dije que iría a verte. Pero teníamos que ver

a Lillian y Cynthia, primero.

—Está bien, lo entiendo, ¡pero al menos podrías haber llamado!

Fruncí el ceño. Le estaba fallando a diestra y siniestra a la amistad.

—De acuerdo. Déjame compensarte. Nos vemos en el pub en veinte

minutos.

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—¿El pub? ¿En serio?

—Sí. Estoy segura que necesitas un trago. Llamaré a Ryan y Claire.

Pueden reunirse con nosotros ahí.

—¡Como en los viejos tiempos! —chilló Beth—. ¡Oh, se lo diré a Chad!

Guardé el teléfono, y sonreí.

—Me colgó el teléfono.

Jared frunció el ceño.

—¿Crees que es prudente reunirnos en un lugar público después del

día tuvimos?

Miré por la ventana.

—Esta es mi ciudad. Los desafío.

Jared se rió entre dientes, y luego tomó mi mano, besando mis dedos.

—Eres muy atractiva cuando eres una luchadora.

Sonreí por su elogio, y observé a Providence pasar mientras haciamos

nuestro camino al pub. De vez en cuando le lanzaba miradas

disimuladas. Jared no había cambiado mucho desde que nos

conocimos. Seguía siendo el hombre alto, rubio, atractivo como estrella

de cine, que estaba sentado a mi lado en el banco casi tres años antes.

Su pecho y los músculos de sus brazos fuertes todavía me llaman la

atención cuando se mueven y se flexionan bajo su camisa; sus ojos azul

grisáceo todavía me dejan la mente en blanco.

Mi vida no pudo haberse disparado más fuera de control de lo que ya

estaba, pero no lo cambiaría por nada. Una vida diferente ni siquiera

me parece interesante en este momento. A pesar de que estábamos a

punto de correr por nuestras vidas, tenía todo lo que siempre había

querido, con un hombre que amaba desesperadamente. ¿Valió el

peligro, el estrés y el miedo? Maldición sí; eso no estaba en discusión.

El vencindario que rodea el pub se había deteriorado desde mi primer

año. Las calles parecían más oscuras, y en vez de estudiantes

universitarios congregados fuera de la puerta, eran esta vez mucho más

grandes, con historias tristes en sus rostros. Jared fue al

estacionamiento más cercano a la calle. Seguí a Jared al pub, casi

saltando alrededor de los charcos e ignorando las constantes miradas

que nos daban mientras llegábamos a ella. Tozzi ya no estaba detrás de

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la barra, en su lugar había una gran mujer con cabello largo y amarillo.

Ella no nos saludó cuando entramos.

—Nueva administración, supongo —dijo Jared cuando encontramos

una mesa—. Supongo que Beth tampoco ha estado aquí últimamente, o

ella hubiera dicho algo.

—Es una lástima. Algunos de mis recuerdos favoritos de Brown están

en este lugar.

Jared puso sus codos sobre la mesa, sonriendo.

—¿Te refieres a la primera noche que bailamos?

Descansé mi mejilla sobre la palma de mi mano, disparando una

coqueta sonrisa al otro lado de la mesa.

—Sí, eso es exactamente a lo que me refería.

La música estaba fuerte, así que recurrí a mensajes de texto para

decirle a Beth si quería reunirse en otro lugar. Me sentía segura en

cualquier lugar si estaba con Jared. Y aunque Chad no era ningún

debilucho, no podía imaginar que ella estuviera cómoda aquí.

Segundos después que envié el texto, Beth y Chad cruzaron la puerta.

Los ojos de Beth observaron alrededor sorprendida, y sólo sintiéndose

ligeramente aliviada cuando nos vio a Jared y a mí. Ella nos saludó, y

luego tiró a Chad apresuradamente a través de la habitación hasta

nuestra pequeña esquina.

—¿Qué demonios le pasó a este lugar? —dijo ella.

Inclinándome en la mesa, le dije:

—¿Quieres irte?

—¿Por qué? —dijo Chad, hinchando el pecho—. Estoy listo para una

cerveza.

Ordenamos, y luego apareció Claire con Ryan justo detrás de ella. Uno

de los hombres silbó y nalgueó a Claire. Ella se detuvo al instante, y con

sus botas stilleto5 golpeó la pata de la silla en la que el hombre estaba

sentado, astillándose, enviando al sujeto al suelo inmediatamente. Ni

Claire ni Ryan miraron detrás de ellos, simplemente siguieron hasta

nuestra mesa como si no hubiera pasado nada.

5 Stilleto: es un tipo de bota para mujer que se caracteriza por ser de caña o talle alto

y de tacón de aguja.

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El compañero del hombre que estaba en la mesa se levantó buscando

problemas, y entonces Jared también se puso de pie, todo su metro

ochenta y ocho, cuatro centímetros por encima de su rival. Incluso a

través de la habitación era intimidante. Cuando el amigo le vio,

rápidamente tomó asiento, y Jared hizo lo mismo.

—Tú siempre tienes que hacer una entrada —gruñó Jared a su

hermana.

—Nunca podré sacar sus huellas grasientas de esta tela —dijo Claire.

—Eso es lo que obtienes por usar cuero artificial —bromeó Ryan.

—Esto no es cuero artificial —gruñó Claire. Sacudió la cabeza, agitando

su flequillo fuera de sus ojos. Sus irises azul hielo resaltaban contra su

cabello casi blanco, y rogué de forma silenciosa que Bean se viera como

ella. Un poco más amable, por supuesto, pero físicamente, Claire era la

mujer perfecta.

Beth nos llenó de las grandes emociones que se cernían sobre Titan, los

rumores, y cómo Grant estaba manejando todo. A medida de la larga

conversación de Beth, el pub poniéndose cada vez más como el infierno,

más motorizados y sórdidos individuos llegaron a través de la puerta.

Escucharla por encima del ruido de aquel lugar llegó a ser más difícil

para Chad, pero para Jared y para mí sólo representaba un esfuerzo.

Para mí, parecía que Beth estuviera hablando directamente en mi oído.

Estalló una pelea, y Jared se levantó. Estaba en máxima alerta, a la

espera de que la gente que nos rodeaba fueran personas revestidas,

sombras. Vi la pelea hasta que fueron lanzados fuera, y entonces

respiré profundo. Jared tenía razón. Estaba muy confiada. Incluso con

la seguridad adicional de Claire y Ryan, Beth y Chad, podrían ser

heridos fácilmente si la multitud del lugar cambiara y tuviéramos que

pelear.

—Tal vez deberíamos encontrar otro lugar —dije.

—Estoy de acuerdo —afirmó Beth.

—Iré por la cuenta —dijo Jared.

Claire a su vez poniendo los ojos en blanco, nos dijo:

—Son unos bebés.

Beth y yo dejamos a Claire y Ryan sentados en la mesa, mientras

caminábamos juntas hacia la puerta. A pocos metros de distancia,

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esperamos por Chad y Jared mientras pagaban la cuenta. Chad se reía

de algo que había dicho Jared. Sonreí. Había algo tan gratificante al ver

a Jared socializando con alguien además de nuestro círculo interno. Él

parecía más… humano.

Pasar tiempo con personas que no conocen nuestros secretos era

relajante para mí, y parecía ser del mismo modo para Jared, también.

En ese momento, acepté mi elección de ocultar la verdad de Beth. No

sólo por su propia seguridad, sino que era por mi propia cordura

también.

—¡Parece que vas a reventar en cualquier momento! —dijo Beth,

gesticulando a mi estómago.

Instintivamente puse mi mano sobre mi vientre redondeado.

—Loco, ¿verdad? Parece como si hubiera pasado de la noche a la

mañana.

Justo en ese momento estalló otra pelea. Varias personas daban

puñetazos y empujones, sus cuerpos rebotando contra el otro como

pinballs. Intenté desesperadamente encontrar a Jared en el caos, pero

cuando finalmente se abrió una línea de visión, él ya no estaba al lado

de la barra.

Sabía que el lugar más seguro para nosotras estaba afuera, así que

apresuradamente abrí la puerta y empujé a Beth al aire nocturno. Los

combates se derramaban en la acera, obligándonos a Beth y a mí a ir

más lejos. Intentando mantenerla fuera de peligro, tiré de ella hasta que

nos encontramos en el callejón.

—Curiosamente, me siento más segura en la oscuridad —susurró Beth.

Gritos y sonidos de vidiros roto sonaron a la vuelta de la esquina, y

decidí quedarme quieta. Esperamos por Jared y Chad, pero los minutos

pasaron, y luché por dejar ir lejos la sensación de pánico. Los imaginé

abriéndose paso a golpes y empujones fuera del pub, y que en cualquier

segundo darían la vuelta a la esquina.

El pequeño espacio entre los dos edificios no permitía mucha luz. Sentí

un escalofrío por mi columna vertebral, y los vellos de la parte trasera

de mi cuello estaban de punta. De cada extremo del callejón, susurros

flotaban desde las sombras.

Apreté la mano de Beth.

—Deberíamos ver lo que les está tomando tanto tiempo.

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Beth asintió. Tomamos un paso, y luego nos congelamos. Un gran

hombre que reconocí del bar estaba parado en el camino, sus ojos

saltones eran esferas negras. Su boca se movió, pero habló en un

idioma diferente. Algo que nunca había oído antes.

Beth soltó un pequeño grito de asombro, y dio un paso atrás,

llevándome con ella. Se abrió una puerta de metal en la oscuridad y la

camarera emergió de ella. Su rostro inexpresivo y ojos oscuros

apuntaban que era también una sombra.

—Oooooooh mier… —comenzó Beth, pero la empujé contra la pared,

justo al lado de un contenedor de basura.

—Está bien. Jared y Chad llegarán pronto —dije. Me volví, levantando

las manos en una postura defensiva.

Las dos sombras se aproximaban, una de ellas era la mujer de la

sonrisa aterradora y un cuchillo en sus manos.

—¡Chad! —gritó Beth—. ¡Estamos en el callejón!

—¡Ayuda! —grité. Todavía podía escuchar gritos de lucha en la acera.

Sería difícil que alguien nos oyera, ni que alguno de ellos llegara a

nuestra ayuda. Deduje que Jared estaba lidiando con una de las

sombras por su cuenta, o ya habría llegado hasta nosotras. La mujer

estaba cada vez más cerca, así que yo me preparé.

—Mierda —dije.

La mujer se lanzó hacia mí, y la esquivé. Pateé su rodilla. Su cabeza

golpeó el muro de cemento a pocos metros de los pies de Beth. Ella se

cubrió la boca y soltó un aullido.

La camarera recuperó su equilibrio, la sangre goteaba desde su cabello,

y dio un paso hacia Beth. Recogí una vara de al lado del basurero y la

balanceé con ambas manos. La mujer cayó al suelo. El cuchillo estalló

contra el asfalto.

Beth se inclinó, recogió el cuchillo y lo sostuve frente a ella, temblando.

—¡No te vayas a acercar a ella! —dijo—. ¡Está embarazada!

El hombre sonrió, y habló algo inaudible nuevamente. Corrió hacia mí,

y salté sobre él, dejándole golpear a toda velocidad en la pared de

ladrillo. Se tambaleó y yo ataqué. Mis manos en puños pegándole a su

cara una y otra vez, y luego tomando su chaqueta de cuero con ambas

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manos lo arrojé al suelo. Él agarró mi tobillo haciéndome dar un

traspié, pero en cuestión de segundos, estaba parada, y lista.

Mis sentidos aumentaron una vez más, señalando que más peligro

adicional estaba en camino, pero ya era demasiado tarde. Alguien

irrumpió entre las sombras y enganchó un brazo alrededor de mi cuello.

—¡Déjala! —dijo Beth, corriendo hacia mí con el cuchillo.

Sostuve mi mano con la palma hacia fuera.

—¡Mantente contra la pared, Beth!

Se detuvo a medio paso, confundida, y entonces tiré mi cabeza hacia

atrás, golpeando a mi asaltante en la nariz con mi cráneo. Me di la

vuelta para ver a otro hombre, este uno más flaco y desgarbado, en el

suelo. Sangre salpicaba sus mejillas y frente.

El hombre más grande vino a mí con la vara. Usé mi antebrazo para

golpear su mano, y luego empujé la palma de mi mano en su garganta.

De manera similar a lo que hacía Claire, me giré, dándole una patada

en la cabeza. Cayó de rodillas. Impulsé mi mano y con un puñetazo en

la mandíbula, lo dejé inconsciente.

El hombre delgado pateó mi espalda, haciéndome caer, pero me sostuve

antes de caer en plano.

—¡No! ¡Nina! —gritó Beth.

Me di la vuelta, e impulsé cada una de mis extremidades y comencé a

forcejear y a dar patadas. Estábamos a mitad de camino por el callejón

antes de que finalmente él se girara y me diera un puñetazo en la cara.

Medio sorprendida de que me hubiera dado un puñetazo en mi rostro, y

medio sorprendida de que no me doliera, me detuve. Aprovechando el

momento, el hombre delgado arremetió contra mi abdomen. Mi instinto

maternal se activó, y la rabia brotó dentro de mí. Me moví a un lado, y

aterrizó su puño contra el ladrillo.

Viendo que había dejado su lado derecho abierto a un ataque,

reaccioné, metiendo mi codo en su garganta y luego con una mano, lo

levanté, y con toda mi fuerza, grité, simultáneamente, lanzándole contra

la pared opuesta.

Rodó en el suelo y no se levantó otra vez.

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Beth corrió a mi lado y lanzó sus brazos alrededor de mí. Podía

escuchar su corazón golpeando contra su pecho a toda marcha, y ella

apenas podía recobrar el aliento.

Jared y Chad rodearon la esquina, ambos desarreglados. La expresión

aterrorizada de Jared se fundió en alivio, y sus hombros cayeron.

Los ojos de Chad estaban bien abiertos, su respiración dificultosa.

—¡Beth! —gritó, saltando por encima de los cuerpos en su camino. Beth

me soltó y corrió a los brazos de Chad, inmediatamente dando fuertes

sollozos. Fue entonces que Chad notó los cuerpos en el suelo, y sus ojos

encontraron los míos—. ¿Qué demonios pasó?

Beth levantó su mano, palma hacia fuera.

—No lo digas —dijo ella, se limpió la nariz y dio un paso hacia mí—. Te

amo, pero por favor, no me digas cómo hiciste todo eso. Sinceramente

no quiero saberlo.

—Bueno, yo sí —dijo Chad.

—Es mejor que no —dijo Jared, mirando más allá de Chad. Llegó hasta

mí, y yo colapsé sobre él—. Todos y cada uno de ellos nos atacaron. Nos

llevó una eternidad salir por la puerta.

—Es una lástima, pero no volveremos a ese bar nunca más —dijo Chad,

sacudiendo la cabeza—. Ha sido tomado por inadaptados y criminales.

—¿Dónde están Claire y Ryan? —pregunté.

Chad puso los ojos en blanco.

—Limpiando el desorden. Creo que se están divirtiendo.

Caminamos alrededor de la esquina para encontrar a Claire parada

sola, los brazos cruzados. Ryan agarró a un hombre dos veces su

tamaño y le dio un cabezazo.

—La policía llegará enseguida —dijo Jared.

—Lo sé —dijo Claire—. Pero lo encuentro extrañamente atractivo ahora.

Jared puso los ojos en blanco y me llevó a la calle, junto con Beth y

Chad siguiéndonos. Cuando llegamos al estacionamiento, Chad tomó

una respiración profunda. Sus manos temblaban, como las de Beth.

Me dio mucha pena por ellos. No merecían ser arrastrados a nuestro

desastre.

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—Beth —dije lamiendo la sangre de mi labio inferior—. Nos vamos a ir.

Sus ojos se dispararon.

—¿Otra vez? Pero, acabas de volver.

—Necesito que me cubras en Titan. Trabaja para Grant. Estaremos de

regreso para el verano.

Beth salió del abrazo de Chad y envolvió sus brazos alrededor de mi

cuello, apretándome firmemente.

—Sólo necesito saber una cosa: ¿vas a estar bien?

Sonreí.

—Sí.

Ella asintió, tomando una respiración profunda, depuradora, y enderezó

sus hombros.

—Yo me encargaré.

—Sé que lo harás.

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16 VVuueelloo ddiirreeccttoo aall iinnffiieerrnnoo

Traducido por Ingrid

Corregido por Vickyra

e temblaban las manos. El cinturón de seguridad hizo un

ruido metálico mientras trataba de abrocharlo por cuarta

vez. Claire estaba a dos metros de distancia, metiendo su

equipaje de mano en el compartimento superior.

Jared estaba fuera, encargándose del equipaje y asegurándose que la

comprobación previa se hiciera al menos tres veces. La profunda voz de

Bex tarareaba desde la parte posterior mientras bromeaba con Ryan. Su

energía nerviosa era evidente en su tono, y a pesar de que estaba

tratando de esconderla, estaba allí.

El sol se había puesto, y debido a una ligera lluvia a principios de

verano, el asfalto brillaba. Jared estaba apuntando en todas

direcciones, respondiendo preguntas, su expresión severa. Me alegré de

que fuera capaz de quemar un poco de su ansiedad al encargarse de

nuestra partida.

—Oh, por amor de Dios, Nina. Déjame —dijo Claire, abrochando mi

cinturón de seguridad de un golpe.

Suspiré, y asentí en señal de agradecimiento, entonces se fue con Bex y

Ryan. Apoyé la cabeza en el asiento y respiré hondo. Mis nervios

parecieron ir a un segundo plano cuando vi a Jared trabajando fuera,

así que traté de mantener mi concentración en la ventana.

Una figura oscura se acercó a Jared. Kim. Ella no estaba feliz, y cuando

me di cuenta que iba a venir con nosotros durante el viaje a Jerusalén,

el nivel de mi ansiedad se duplicó. Todos la habíamos abandonado. Se

quedó a luchar sola, incluso después de que le habían prometido un

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poco de alivio. Nos había ayudado, y nosotros habíamos hecho de la

vista gorda mientras ella perdía el sueño y a su tío. Tenía miedo de lo

que me diría. Y tenía un montón de tiempo para dejar que me

retorciera, o me gritara.

Ella extendió la mano. Con las habilidades que Bean me había dado,

pude oír su voz seca.

—El libro.

Jared puso el Naissance de Demoniac a su alcance.

—Sé que no me crees, pero lo siento.

—Te creo. —Su voz estaba cansada. Cualquier señal de la Kim que una

vez conocimos era tan inexistente como nuestra vida anterior. Tomó el

libro y lo acercó a su pecho, y luego sacó un teléfono de su bolsillo.

Mientras caminaba a las escaleras del avión, la escuché suspirar.

—Papá. Lo tengo. Salimos en diez minutos. —Colgó el teléfono.

Me limpié la frente húmeda.

—¿Cuál es tu problema? —dijo Bex, tocando mi hombro—. ¿Estás

enferma? Pareces enferma.

—No me siento bien.

Sus cejas se juntaron, profundizando la misma línea que delataba a

Jared. Bex se sentó en el asiento de Jared, y me dio unas palmaditas en

la mano.

—Tienes a Kim, el repelente humano de los demonios, tres híbridos, y

un tipo policía/ex fuerzas especiales en este avión. Por no hablar que tú

misma eres una especie de tipo rudo en estos días.

—Bex —le advertí.

—Lo siento. No le digas a mamá.

Kim subió al avión. Sus ropas estaban manchadas y arrugadas,

colgando de su flaco cuerpo. Los círculos oscuros bajo sus una vez

suaves ojos marrones parecían como moretones púrpuras en su piel

pálida. Sólo llevaba el libro en su mano y el teléfono en el bolsillo. Sin

maletas, sin equipaje de mano. No tenía más que una única misión.

Nada más importaba.

Sus ojos se encontraron con los míos, y se congeló. Ryan pasó mi

asiento, y se acercó a ella. Intercambiaron miradas, pero no fueron

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pronunciadas palabras. Ryan le dio un beso en su huesuda mejilla, y

ella dejó que el peso de su cuerpo se apoyara contra él. Él soportó su

peso por un momento, y luego la apretó con fuerza antes de soltarla.

Ella usó los asientos para apoyar su peso mientras se acercaba a mí.

—Hola —dijo con voz áspera.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Nada de lo que dijera sería adecuado.

No merecía hablar con ella.

Bex se puso de pie, y luego ayudó a Kim a sentarse en el asiento que él

ocupaba. Ella se volvió hacia mí y bajó la barbilla.

—No te culpo.

Apreté los labios en una línea dura. Una disculpa parecía insultante;

apenas la podía mirar a los ojos.

—No lo hago. Sólo quería que supieras que, ya sabes… en caso de que

nos estrellemos y ardamos en pocos minutos.

La miré con incredulidad, y luego las comisuras de sus labios se

elevaron, me guiñó un ojo y se fue.

Recostándome en mi asiento, tomé una respiración profunda no muy

relajante. La pequeña multitud cargando el avión se había disipado, y

Jared hizo un último barrido del avión antes de abordar.

—Esto es todo —dijo Jared a todos nosotros—. Desde el momento en

que despeguemos hasta que aterricemos, está fuera de nuestras manos.

Me acerqué a él, y me agarró la mano, sentándose en el asiento a mi

lado. Me besó los dedos, y cerró los ojos. Esperé algunos momentos,

pero se quedó quieto y en silencio. Me volví para ver a Bex y Claire, sus

ojos estaban cerrados. Los labios de Bex se movían en una oración.

La culpa se apoderó de mí. No necesitaban estar en el avión. Bex no lo

necesitaba, tampoco. Si el Infierno lanzaba un rápido ataque y el avión

se estrellaba, estábamos indefensos para detenerlo. Sin embargo, sabía

que ellos no cuestionaban su presencia, pero eso sólo me hizo sentir

peor. Éramos todos nosotros, o ninguno y la demostración de lo que

nuestra dispareja familia haría el uno por el otro trajo lágrimas a mis

ojos.

Jared limpió la lágrima que corrió por mi mejilla.

—¿Lista?

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Asentí, con una sonrisa forzada.

—Nací para esto, ¿verdad?

—Todos lo hicimos.

Los motores se quejaron, y las ruedas del avión empezaron a rodar. Las

luces de las alas parpadearon contra el fuselaje, lanzando una

deslumbrante luz roja en la mitad del tiempo que un latido de mi

corazón.

—Trata de relajarte —susurró Jared. Su voz sin convicción. Él sabía

que eran sólo palabras.

Todos esperábamos por nuestra muerte inminente, a sabiendas que

nuestras posibilidades se desplomaban en el segundo que el avión

estuviera en el aire. El vuelo a Jerusalén era largo, demasiado largo

para hacer frente al constante temor de que cada sacudida o ruido sería

la señal de nuestra caída del cielo.

Me volví a mirar a mi familia. Claire y Ryan estaban en profunda,

tranquila conversación. Bex se sentó junto a Kim, mordiéndose la uña

de su meñique, y Kim con la mirada perdida hacia delante. Los motores

gimieron mientras las ruedas rodaban hacia adelante. El piloto rodó en

la pista, y después de una breve pausa, el avión se lanzó hacia delante.

La aceleración súbita de la aeronave me empujó hacia el respaldo del

asiento. Cerré los ojos, tratando de no sentir cada imperfección en la

pista, o la resistencia del viento contra las alas. Mis nuevas habilidades

estaban exaltadas, y a veces me habían salvado la vida, pero por

primera vez, deseé la capacidad de apagarlas.

A medida que corríamos más rápido y más lejos por la pista, imaginé

las pequeñas ruedas, y cómo en la tierra a esa velocidad el avión no se

desviara a la hierba, o a un edificio. En ese momento, todo lo que podría

ir mal antes incluso de que despegáramos pasó por mi mente, y mi

corazón golpeó tan duro contra la pared de mi pecho que pensé que iba

a morir de un ataque al corazón antes de irnos de Providence.

—Nina —dijo Jared en un tono suave. Se inclinó sobre mi oído, y sus

labios rozaron mi piel. Tiró de mi brazo, y me besó en el cuello. Me

agarré de su camisa, mis nudillos blancos. Me sentí aliviada de estar en

los brazos de mi marido, pero por todas las razones equivocadas.

—Tengo miedo —dije, tartamudeando.

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—Lo sé. —Sostuvo suavemente mi mandíbula con ambas manos, y bajó

la barbilla. Sus ojos azul oscuro encontraron los míos—. Vamos a

lograrlo. No voy a dejar que te pase nada.

—No empieces a hacer promesas que no puedas cumplir.

Me besó, con fuerza y determinación. Una vez, podría haberme perdido

en un beso así, pero las ruedas estaban dejando la tierra, y ahora

éramos un blanco grande y fácil.

—Nina, tienes que tener fe.

Mis cejas se juntaron.

—Alguien va a tener que darme una razón. Me he quedado sin fe. —El

avión bajó un poco antes de hacer un fuerte giro.

—Mira lo lejos que hemos llegado —dijo sonriendo. Tenía la intención de

reconfortar, pero pude ver el miedo detrás de sus ojos.

Enterré mi cara en el hueco de su cuello, y lo apreté contra mí. Mis ojos

cerrados con fuerza, tratando de alejar la abrumadora sensación de que

habíamos sido engañados, acorralados en esta trampa mortal, el único

lugar que Jared no podía controlar.

El avión se enderezó y, a continuación, se subió sin esfuerzo en el cielo

nocturno. Las luces de abajo parecieron encogerse, hasta que parecía

que brillaban como grupos de luciérnagas. Todo lo demás en el suelo

estaba negro y ominoso.

Jared estaba desdoblando un mapa de la ciudad antigua, extendiéndolo

en su regazo. Usó su dedo para trazar diferentes rutas al Sepulcro, y

luego suspiró.

—Ojalá hubiéramos tenido tiempo suficiente para enviar a alguien por

delante. Para dar forma al espacio de batalla.

Toqué su mano libre.

—No sé lo que eso significa, pero lo averiguaré.

Hizo una pausa.

—Me disculpo por la jerga militar. Estoy en ese modo en este momento.

—Entiendo —dije. El estrés que sufría era casi visible. La presión lo

estaba aplastando.

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Sus ojos se posaron lentamente en donde mis dedos tocaban su piel, y

después se cerraron. Tomó una profunda respiración entrecortada y

exhaló.

—Estoy aterrorizado de perderte. Las rutas, la posibilidad de cambio de

plan de último minuto, todo lo que pudiera salir mal ha corrido por mi

mente tantas veces, dudo que alguna vez lo olvidaré. Te amo tanto,

Nina. Amo a nuestro hijo. El temor de fallarte pesa tanto en mi mente,

siento que me estoy volviendo loco.

Me volví en mi asiento para mirarlo. Mis ojos se clavaron en los suyos,

llenos de lágrimas alimentadas por todas las emociones.

—Si alguna vez he creído en ti, Jared, es ahora. Pase lo que pase, lo que

se cruce en nuestro camino, sé que harás la elección correcta. —Llevé

su mano a mi vientre redondo—. Ambos creemos en ti.

—Claire ha pasado un poco de tiempo allí. —Se volvió e hizo un gesto

hacia ella para que se les uniera.

—Aterrizaremos en el aeropuerto de Ben-Gurion —dijo, señalando el

mapa.

Claire asintió.

—Está alrededor de cuarenta y un kilómetros del centro de Jerusalén.

Nos dirigimos al oeste aquí, hacia Nesher, y luego tomaremos a la

derecha, aquí, para la Ruta Cuarenta y Cinco-Cero-Tres.

Con su dedo, Jared siguió el camino, y sacudió la cabeza.

—Pero se trata de una carretera principal. ¿No deberíamos tratar con

algunas carreteras secundarias?

Claire se encogió de hombros.

—Digo que lleguemos allí, Jared. Nos van a patear el culo en cualquier

camino que tomemos.

Fruncí el ceño.

—Eso no me hace sentir mejor.

Claire levantó las cejas.

—Nina, debes prepararte para ello. Piensa en todas las películas de

guerra que alguna vez hayas visto en la televisión. Fuertes ruidos,

gritos, armas y cosas volando alrededor de nosotros. Nos van a

disparar, perseguir, y correremos por nuestras vidas al segundo que

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toquemos el asfalto. Vas a tener que escuchar, mantener la

concentración y seguir las órdenes, o no vamos a lograrlo. ¿Entiendes?

Mi cabeza dio vueltas, tratando de procesar la zona de guerra que

describió.

Sus ojos dejaron los míos para volver al mapa.

—Ese túnel podría ser un problema. Podríamos desviarnos aquí —

señaló— y pasar al otro lado para regresar a la carretera principal aquí,

saltándonos el peaje.

—Si podemos entrar en la Ciudad Antigua, vamos a estar fuera de

peligro. El Sepulcro está justo ahí —dijo Jared. Empujó sus labios hacia

atrás y adelante con los dedos, un millón de decisiones pasando con

rapidez a través de su mente.

Estudiaron minuciosamente el mapa, discutiendo diferentes caminos,

edificios y puntos ciegos. A pesar de que tuvieron la amabilidad de

hablar en español, la mitad de su discusión se perdió en mí con frases

como Cisne Negro, Aseguramiento, y Schwerpunkt.

Claire negó con la cabeza.

—Traje el nuevo rifle. Ryan y yo podríamos quedarnos atrás. Yo podría

cubrirlos.

Jared pensó por un momento, pero negó con la cabeza.

—Demasiado arriesgado. ¿Qué pasa si te atrapan?

Claire frunció el ceño.

—Eso es un insulto.

—No eres sólo tú, Claire. Tienes a dos a tener en cuenta.

—Ya lo sé, pero él…

—¿Claire?

Los hombros de Claire cayeron en resignación.

—No vamos a dejar a nadie atrás. Nos quedamos juntos.

—Comprendido.

Pasaron otra hora elaborando el Plan B, y C, y Z. Si algo salía mal en

esta esquina, tomaríamos ese callejón; nos meteríamos en ese edificio,

atravesaríamos ese techo. Las áreas de población concentrada se

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debían evitar a toda costa, pero el Sepulcro estaba en el centro de la

Ciudad Antigua, y una peregrinación popular. Nuestra lucha no se

acabaría hasta que estuviéramos a salvo dentro de la tumba.

Me estremecí. Cómo alguien puede sentirse seguro en una tumba me

sobrepasaba, pero era el único lugar al que el Infierno no iría. El libro

era una prueba. Me volví para ver a Kim mirando el libro en sus manos.

Sintió que la miraba, y su vista se levantó de repente. Me avergoncé de

inmediato, pero mostró un atisbo de mi amiga, dejando que las

comisuras de sus labios se elevaran. La acción parecía contraria a su

naturaleza, y sólo duró un momento antes de que estuviera inexpresiva

y mirando al libro otra vez.

Claire se puso de pie y cruzó los brazos.

—La llegada es en seis horas. Voy a alistar las armas.

No llegó a mitad de camino por el pasillo antes de que el avión se

estremeciera, y luego se sacudió. Jared me miró, y luego detrás de él.

Claire se aferró a la parte superior de los dos asientos a cada lado de

ella.

—Probablemente, sólo un poco de turbulencia —dijo Ryan.

En ese momento el avión rebotó violentamente, lanzando los objetos de

los compartimentos superiores al suelo. Las luces parpadearon, sostuve

mi vientre con una mano y aferré el brazo de Jared con la otra. La

silueta de Claire brilló mientras se dirigía a la cabina del piloto.

—¿Es turbulencia? —grité. Los motores gimieron de una manera que

nunca había oído antes, y pude sentir el avión descendiendo

rápidamente. El avión hizo otra inmersión, y luego se estabilizó

ligeramente—. ¿Jared? —lloré.

—Claire se encargará de ello —dijo él, cubriendo mi mano con la suya.

La cabina se oscureció, y las luces rojas de emergencia arrojaron

sombras aterradoras. Después de otra caída en picada, las máscaras de

oxígeno cayeron desde arriba.

—¿Eso no significa que hemos perdido presión? —dije con pánico.

Jared se inclinó para mirar por la ventana, y yo hice lo mismo. La

oscuridad cubría el suelo debajo. No habia luciérnagas brillando

intensamente, ni pequeñas líneas de tráfico.

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Estábamos sobre el océano, sin ninguna esperanza de hacer un

aterrizaje de emergencia.

El avión se inclinó hacia la izquierda, empujándome contra la ventana.

Fue entonces cuando lo vi: la luz de la luna parpadeando contra las

olas de abajo. Estábamos a unos pocos miles de metros de estrellarnos

contra el agua.

—¡Nina! —dijo Jared, desabrochando mi cinturón de seguridad—. Ven

conmigo. Voy a abrir la puerta de salida de emergencia, y cuando te

diga, vamos a saltar.

—¿Qué? —dije—. ¿Saltar del avión? ¿Estás loco? —Podía ver verdadero

miedo en sus ojos, y por primera vez, supe que Jared había tomado una

decisión por desesperación.

Claire salió de la cabina y miró a Jared, sacudiendo la cabeza.

Jared agarró mi mano y me puso de pie. Antes de que pudiera hablar,

estábamos en la salida de emergencia. Jared agarró la palanca con

ambas manos, pero lo detuve.

—¡Tenemos que hacer esto ahora! —gritó.

Negué con la cabeza.

—No puedo.

—¡Tú puedes!

Miré a mí alrededor a las caras asustadas de Bex, Kim, y Ryan, y luego

a Claire.

—¿Por qué están ahí sentados? —exclamó ella—. ¡Ayúdennos,

maldición!

Los brazos de Jared se tensaron contra mí con fuerza, pero me negué a

dejar que tirara de la palanca.

Cerré los ojos, tratando de bloquear el ruido.

—Ayúdanos —susurré—. Necesitamos tu ayuda.

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17 PPaarrttiiddaa

Traducido por Kristel98

Corregido por Vickyra

l avión temblaba como un terremoto. Los motores gemían, y

las máscaras de oxígeno de emergencia se inclinaron hacia

adelante cuando el avión cayó en picado hacia el agua

negra.

Claire gritó. Tenía miedo de abrir mis ojos, reacia a ver qué

inimaginable horror le había hecho gritar. Abrí un ojo, y luego el otro.

Incluso en la tenue luz roja, podía fácilmente distinguir los pequeños

brazos de Claire envueltos alrededor de una grande y oscura silueta.

Las luces volvieron a la normalidad, y el temblor se detuvo de

inmediato. El avión se estabilizó cuando el grito agudo de los motores

acalló a un leve, zumbido suave.

Jared dejó de tratar de abrir la puerta, y se puso de pie, moviéndose

ligeramente a medida que cada músculo de su cuerpo se relajaba a la

vez.

Bex saltó a sus pies.

—¡Ya era la maldita hora! —dijo, golpeando la parte superior del asiento

frente a él.

Después de recomponerse, se volvió hacia Kim.

—¿Estás bien?

La expresión de Kim se quedó en blanco.

—¿Por qué?

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Ella me guiñó un ojo, y una sonrisa incontrolable se extendió por mi

cara. Estaba empezando a ver las huellas de mi amiga de nuevo.

Samuel estaba de pie en la parte delantera del pasillo, una amplia y

radiante sonrisa en un contraste contra su sombrío rostro.

—Pido disculpas. La mejor manera de describirlo es que tuve que

vadear a través de la burocracia6.

Claire soltó a Samuel y juguetonamente golpeó su brazo.

Jared corrió por el pasillo y luego se detuvo. Samuel abrió sus brazos, y

Jared cayó en su pecho, abrazándolo también. Samuel se rió, su voz

bramando, llenando cada espacio en la cabina. No me di cuenta que

todavía estaba tensa hasta que Ryan habló en mi oído, haciéndome

saltar.

—Él no estaba en el avión antes, ¿verdad?

Negué con la cabeza, sonriendo.

—Pues no.

Un fuerte ruiedo resonó cuando Samuel le dio unas palmaditas en la

espalda de Jared.

—Sólo puedo ir tan lejos como las afueras de Jerusalén, pero voy a

unirme a ustedes, si no te importa.

Jared se rió una vez.

—No, en absoluto. —Me reuní con él en la parte delantera del pasillo,

envolviendo mis brazos con fuerza alrededor de él. Suspiré—. Lo

admito. Estaba absolutamernte asustada.

Jared negó con la cabeza.

—Yo estaba listo para saltar de un avión estrellándose con mi esposa

embarazada. Creo que gano esta partida.

Estuve de acuerdo y sin pausa.

—Touché.

Samuel iba y venía por el pasillo durante un tiempo. Todos le miramos

en silencio, pero el miedo y la aprensión se habían ido. Cuando Samuel

pasaba por nuestros asientos, Jared apretaba mi mano. Seguí tratando

6 Vadear a través de la burocracia: frase que indica que se eliminó o neutralizó algo

complicado, como las normas y los procedimientos burocráticos.

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de usar mis nuevas y crudas sensibilidades para reconocer una

presencia oscura, pero, o bien no lo estaba haciendo bien, o Samuel les

había dado una advertencia bastante severa.

En poco tiempo, la respiración de Jared se niveló, y luego sus dedos se

relajaron alrededor de los míos.

Me quedé dormida poco después. Un pequeño bebé en mis brazos,

envuelto en el más suave algodón azul, sonriente y contento en la

sombra debajo de nuestro árbol de roble, saturó mis sueños. Él sonrió,

sus brillantes ojos azules-grisáseos brillando en el sol de verano. Su

dedo meñique no era más largo que mi uña meñique, y yo seguía

besando sus manos una y otra vez, incapaz de sentir su piel contra mis

labios las suficientes veces.

Allí, el tiempo pasó rápidamente. Antes del final del día, él ya era un

niño, y luego tenía la edad para ir a la escuela primaria. Él no

aparentaba ser mayor de lo que era, como Bex siempre lo hacía. Era

perfectamente humano, y sin embargo perfectamente hermoso como su

padre. En el momento en que la presencia debajo del roble se había

desvanecido, mi hijo era un hombre, tan alto y distinguido como Jared.

Vi todo esto asombrada, pero un poco triste al mismo tiempo. Había

pasado demasiado rápido. Quería más tiempo con él. Quería empezar

de nuevo. Una extraña mezcla de orgullo y tristeza se apoderó de mí, y

me recordó cómo hace apenas unas horas yo estaba embarazada de él.

La sombra ahora era una presencia, mi hijo se acercó a mí y me tendió

su mano. Se parecía tanto a su padre.

—Ya es hora —dijo con una pequeña sonrisa. Mi sonrisa.

—¿Tiempo para qué?

—El final.

Mis ojos se abrieron de golpe. Jared había dejado su asiento, y lo

escuché conversar con Bex y Kim en algún lugar de la parte trasera del

avión. Me froté los ojos, y me volví a mi derecha. Samuel se sentó frente

a mí, su enorme cuerpo casi demasiado grande para el asiento.

—¿Has dormido bien? —preguntó.

—Sí, en realidad.

Sonrió.

—Lo sé. Sólo estaba siendo amable.

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—Oh. Cierto. —Maniobré mi cuerpo fuera de mi asiento, estirándome.

Los ojos de Jared se encontraron con los míos, y él se puso de pie,

moviéndose a un lado.

—¿Otra vez? —bromeó Bex.

—Sí, Bex. Estoy embarazada. Cuando tengas un bebé en pleno

crecimiento clavando las piernas en tu vejiga, realizaré un seguimiento

de cuántas veces vas al baño, ¿está bien? —Me tambaleé por el pasillo,

pasando a Ryan y Claire, quienes no parecieron darse cuenta de mi

presencia. Me di cuenta que el meñique de Ryan estaba sobreponiendo

el de Claire, y ella no lo estaba golpeando hasta dejarlo sangrando por

eso. Sonreí, y me dirigí al baño.

Abrí la puerta y fruncí el ceño. Me sentí como Winnie the Pooh tratando

de entrar en el árbol de miel. Miré por el pasillo, encontrándome con los

ojos curiosos de mi marido.

—Siempre siento que me voy a quedar atascada ahí.

Jared se rió.

—Si lo haces, yo te sacaré.

Bex levantó una botella blanca.

—Tengo loción. Eso debería ayudar.

Puse mis ojos en blanco e hice mi primer intento de pasar al pequeño

espacio.

Sin incidentes, o loción, volví a mi asiento, pero no sin las irritantes

risitas de Kim y Bex.

—Cállense —refunfuñé, evidentemente consciente de que mi caminata

pingüino sólo hacía sus risas más bulliciosas.

Volví mi atención a Jared.

—Supongo que no has pensado en las pequeñas cosas.

—¿Cómo qué?

—¿Baños? ¿Arreglos para dormir? ¿Privacidad?

—Todos los lujos no serán fácilmente accesibles.

—¿Perdón? —dije, mis cejas se elevaron dos centímetros—. ¿Estoy

embarazada, y no hay un baño?

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Jared se movió nerviosamente.

—Sí.

Suspiré con alivio, y miré al techo.

—Oh, gracias a Dios.

—Pero… no como las instalaciones a las que estás acostumbrada.

Miré por encima de él.

Él se movió de nuevo.

—Es más como un… un… agujero. En el suelo. Pero hay agua corriendo

de modo que no es tan malo como parece.

Mi cara se retorció en repugnancia.

—¿Esperas que yo equilibre esto —le dije, señalando mi vientre—, sobre

un agujero?

—Tienes a Claire y Kim para que te ayuden.

Me crucé de brazos y me enfrenté a la pared.

—No es gracioso.

—No se puede hacer nada.

Me relajé y me cubrí la cara.

—Lo siento mucho. Sueno como una mocosa. Es sólo que… —Las

lágrimas quemaban mis ojos—. No es la forma que me imaginaba mi

embarazo, ya sabes. No es que alguna vez realmente lo haya imaginado,

pero vivir las últimas semanas de mi embarazo en un húmedo, oscuro

agujero, con alojamientos medievales y el parto —le dije con una

respiración entrecortada—. Estoy totalmente asustada. Va a ser

doloroso, y confío en ti, pero… no tendré un hospital, o incluso un

obstetra allí. Me temo que no voy a ser capaz de hacerlo.

Jared envolvió sus brazos a mí alrededor apretándome.

—Lo es. Pero, Claire y yo hemos investigado a profundidad, hablamos

con todos los médicos profesionales que conocemos, y llevamos todos

los suministros que necesitaremos.

—Todavía tengo miedo —dije. Una lágrima cayendo por mi mejilla.

Jared apoyó su mejilla en mi cabello, y sus dedos presionaron mi piel.

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—Voy a amarte de todas formas.

Asentí, y presioné mi cara contra su pecho.

Claire dio un golpecito en el hombro de Jared.

—Tenemos que alistar las armas y comprobar los suministros.

Jared asintió y me soltó. Todo el mundo lo miró, e hizo un gesto a

todos.

—Tenemos una gran cantidad de equipo para ir de excursión por la

ciudad. Los paquetes más importantes son las armas, equipos de

medicamento, y raciones. Estos serán llevados por mí, Claire y Bex.

Ryan, pondrás ojos adicionales en el libro, pero quedándote cerca de

Claire.

Ryan asintió.

Jared continuó:

—Kim, permanece cerca de Bex. Si alguno llega a separarse, mantenga

su posición y volveremos. Bajo ninguna circunstancia nadie puede ir

solo. No me importa si están en una situación de pánico, o ven una

mejor manera de irse. Separar el grupo nos pone a todos en riesgo, así

que permanezcamos juntos. ¿Entendido?

Todo el mundo estuvo de acuerdo.

El piloto anunció el inicio de nuestro descenso. Claire y Bex ya habían

traído los suministros y paquetes de armas al frente, y estábamos listos

para subir al vehículo que nos esperaba.

Jared estaba claramente ansioso, pero Samuel no parecía perturbado.

Le di un codazo a mi marido.

—Samuel dijo que iba a venir con nosotros a la ciudad antigua. ¿Eso

quiere decir que las cosas estarán en calma hasta entonces?

—No lo sé. Debemos estar preparados para cualquier cosa.

Asentí, y me limpié las manos sudorosas en mis pantalones.

Claire y Ryan ambos tenían fusiles AK-47 colgando alrededor de sus

hombros, las pistolas en los bolsillos de sus pantalones de carga, y los

dispositivos de comunicación en sus oídos. Claire pasó dos más a Bex y

Jared, y hablaron en voz baja entre sí, poniendo a prueba el audio para

ver si funcionaba correctamente.

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Cuanto más se apresuraban alrededor para prepararse a desembarcar,

más nerviosa me ponía.

Claire me entregó un chaleco, y Jared me animó a ponérmelo. Observé

a Claire entregar el mismo chaleco a Kim, Bex, y Ryan, y me di cuenta

que eran a prueba de balas. El mío era sorprendentemente ligero.

Jared se agachó para asegurar que mis cordones estuvieran atados y

seguros.

—¿En serio? —le dije—. No soy una niña.

—Sólo estoy cubriendo todas las bases, cariño.

Kim y Samuel se pusieron cómodos, apenas notando la actividad a su

alrededor.

—Ryan —gritó Claire—. Pásame el calibre .507. El lanzador está en el

segundo paquete.

Ryan asintió, y rebuscó entre una de las más grandes bolsas. Él le

entregó lo que parecía ser una mochila pesada.

A medida que las ruedas tocaron la pista, Claire y Ryan se pusieron sus

propias gafas de sol oscuras y se pararon junto a la puerta, rifles de

asalto en la mano. Me desabroché el cinturón de seguridad, y Jared

tomó mi mano.

—Kim y Nina en el medio, Bex en la retaguardia. Claire y Ryan en los

extremos.

En la puerta, Samuel cerró sus ojos y susurró algo a la vez hermoso y

amenazante, y luego abrió la puerta. Salió y se puso de pie, con los

brazos cruzados, a un lado de la escalera.

—Es bastante seguro, se los aseguro —dijo, su voz profunda resonando.

El asfalto estaba vacío excepto por nuestro Humvee esperando. Era

prestado, de color canela claro, y a juzgar por los impactos de bala, ya

había visto acción en su vida.

Claire se quitó las gafas de sol y miró a Samuel con admiración.

—¿Va a ser así hasta que lleguemos a la Ciudad Antigua?

7 Calibre 50: La M2 o ametralladora Browning calibre .50 es una ametralladora

pesada diseñada a finales de la Primera Guerra Mundial por John Browning. Fue apodada Ma Deuce por las tropas estadounidenses o simplemente llamada fifty-cal en

alusión a su calibre..

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—Si no, yo me encargo de ello, pero sería un desperdicio que ataquen

tan temprano.

Claire le dio un codazo en el estómago, pero él no se inmutó.

—Dejaste que consiguiera todos los disfraces para nada.

Samuel sonrió.

—Pensé que estarías feliz. El Humvee coincide con nuestra ropa.

Claire miró su camiseta verde oliva y pantalones de carga de color

marrón claro, y luego fingió irritación.

—No es lo suficientemente bueno.

La mano de Samuel tragó el pequeño hombro de Claire.

—Al llegar a Jerusalén, te prometo que vas a usar tu elegante chaleco

más de lo que quisieras.

Claire y Jared intercambiaron miradas.

—Suena como una fiesta —dijo Ryan con una sonrisa.

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18 SSeeppuullccrroo

Traducido por Puchurin

Corregido por Vickyra

ólo tomó unos minutos cargar el Humvee, y luego salimos

corriendo hacia la autopista, cruzando entre el tráfico. Bex lideró

el camino, Claire estaba sentada en el asiento del pasajero y el

resto de nosotros apilados en la parte trasera. Jared le gritaba las

direcciones a Bex, asegurando los paquetes y cargando las armas al

mismo tiempo. Sabiendo que él estaba en el modo protector hasta que

estuviésemos a salvo debajo del Sepulcro, lo extrañaba pero tenía que

dejarlo trabajar. Mientras más kilómetros ponía Bex detrás de nosotros,

el miedo me amenazaba con hacerse cargo.

Kim se acercó a mí y me tomó la mano. La miré tímidamente.

—¿Tienes miedo?

—Estoy a punto de orinar mis pantalones.

Asentí rápidamente, me alegró saber que no era la única que no

ansiaba una batalla.

Ryan estaba tarareando una canción dentro de su mente, golpeando

sus dedos sobre el rifle mientras seguía el ritmo.

—¿No estabas bromeando? —dije.

Él levantó la mirada.

—¿Qué?

—Sobre la fiesta.

Él sonrió.

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—¿Qué puedo decir? Lo extraño.

Kim rió incrédula. Incluso yo no podría manejar una reacción.

—Oh, vamos —dijo. Y nos señaló—. Por primera vez podrán verme en

acción. ¿Quién puede decir que sus amigos han ido a la guerra y

podrán verlos trabajar? Ningún civil, te lo garantizo.

—Esto se va a poner peor —dije.

Él sacudió su cabeza y sonrió.

—Lo estoy esperando.

Como de costumbre, la conducta casual de Ryan hizo que me hirviera la

sangre.

—¿Y si algo te pasa? ¿Sabes lo que significa eso para Claire?

—Pequeña, no es mi primer rodeo.

Kim se inclinó hacia delante.

—Tampoco es el momento para impresionarla. Esto es serio. Deja de

jugar y concéntrate antes de que nos maten a todos.

Mientras Ryan y Kim discutían, me incliné a mirar por la ventanilla. La

vista no era tan diferente. Pequeños comercios, tráfico y peatones. Lo

único que se veía diferente era el sol y las palmeras. Podíamos estar en

California. Me apoyé contra mi asiento. Por alguna razón que no podía

explicar, el entorno familiar me hacía sentir mejor.

La Humvee tomó un giro brusco, empujándome contra Kim.

—¿Bex? —dijo Jared.

—Ellos están siguiéndonos pero manteniendo su distancia. Sólo estoy

tratando de no encerrarnos.

—Paciencia —dijo Samuel.

Jared asintió, y sujetó a su alrededor un cinturón adicional de

municiones. Me acerqué al espejo más cercano y vi como los autos

civiles y camionetas se juntaban a nuestros lados y detrás de nuestra

Humvee.

Bex giró hacia la derecha, sacando a uno de los autos de la carretera.

Claire preparó su arma.

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—Sólo espera —dijo Samuel. Su voz era tranquila, creando un extraño

efecto de calma.

Lo observé por un momento.

—¿Por qué no te quedas con nosotros hasta el Sepulcro?

—Para que puedas superar tú lucha —dijo—. Y porque ese fue el

acuerdo. Te mantuve a salvo durante el vuelo y viaje a Jerusalén. Luego

tú debes superar tu lucha. Solo entonces apreciarás tu situación. —Se

encogió de hombros—. Es la manera de los humanos; siempre ha sido

así.

No estaba segura a dónde quería llegar él, pero no quise preguntarle

más. Él no tenía práctica en relaciones humanas como Eli, y tenía la

sensación que mientras más él explicara, yo estaría más confundida.

Kim se inclinó hacia mi oído.

—Lo que quiere decir es que no puede darnos la tarjeta de Salir Libre de

la Cárcel porque nos corresponde a nosotros luchar antes del éxito.

Dios es todo sobre ser justos y no interferir.

—Y el Infierno es lo opuesto —me quejé.

Otro viraje me arrojó hacia Kim.

—Me alegro que estés aquí —dije, enderezándome.

Un lado de su boca se elevó.

—Yo no.

—Plan B —dijo Bex—. ¡Estoy tomando la próxima salida!

Samuel levantó su mano.

—Mantente en la ruta. Piensa en ellos como una escolta.

—No de una buena clase.

Mientras nos acercábamos a la ciudad, los autos y camiones alrededor

de nosotros se colocaron más uniformemente, y era evidente que todos

a nuestro alrededor estaban cambiados. Me asomé por la ventanilla

para ver un sedán corriendo justo a nuestro lado. Contenía a una mujer

a mediados de los veinte. Un asiento de bebé vacío iba en la parte de

atrás.

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Cerré mis ojos. Cuando Samuel nos dejara, ellos atacarían y nosotros

tendríamos que matarlos.

—¿Jared?

—¿Sí? —dijo él, distraído.

—La mujer de allí —dije moviendo mi cabeza en su dirección—. Ella

tiene un bebé.

Jared apenas miró hacia ella.

—¿Sí?

—No podemos matarla.

La mujer me miró, sus ojos eran negros y saltones. Jared retiró mi

atención de ella, volteando suavemente mi rostro hacia él.

—Ella tampoco puede matarte. Vamos a tomar un gran número de

decisiones difíciles de ahora en adelante. No nos obsesionemos con las

sombras. No podemos.

Asentí, pero Ryan miró a la mujer del auto y se puso visiblemente

inquieto. Jared tomó el cañón del arma de Ryan y lo sacudió.

—Cualquiera puede cambiar. Todo el mundo es una amenaza. Los

demonios están contando con que vean a los humanos y duden. Dudar

te matará. ¿Lo entiendes?

—Entiendo.

—¡Cinco minutos! —dijo Claire.

Todos nos tensamos. Bex voló a través del tráfico, tratando de dejar las

sombras detrás de nosotros pero cada vez que ganaba terreno, los

conductores de los autos en frente cambiaban. Las tiendas y las casas

se veían casi unas encima de otras, cubriendo las colinas.

Muchos de los edificios, especialmente los más viejos, estaban hechos

de piedras rectangulares y en forma de castillo. Los árboles adornaban

el paisaje a diferencia del vasto desierto que esperaba.

El sol estaba tan brillante que cegaba, deslumbrando la carretera y los

edificios. Kim apretó mi mano cuando pasamos dos estatuas de

caballeros a caballo, con banderas ondeando, proclamando la victoria

sobre la tierra. Era extraño pensar cuántos imperios habían intentado

obtener esta tierra y cuánta sangre se había derramado para

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reclamarla. Íbamos a ser una de las innumerables batallas en esta

ciudad santa. No para tenerla, sino para sobrevivir.

Jared me miró.

—Quédate cerca. Por ninguna razón, nunca, te alejes de mi lado.

Mantén tus ojos y oídos abiertos.

Asentí.

—Te amo.

Él me brindó una pequeña sonrisa y sacudió la cabeza.

—Te amo —me dijo, tirándome hacia él. Me dio un beso rápido en los

labios y entonces la Humvee se detuvo.

—¡La Puerta de Damasco está a menos de un kilómetro! —gritó Claire.

Jared miró a Samuel para una explicación, pero él se había ido.

Bex se volteó, su rostro era serio.

—¡Las sombras vienen cruzando la colina!

—¡Esto es! ¡Estamos solos! —grito Jared. Quitó el seguro de su pistola y

se apoderó con un puño de mi chaqueta.

Claire y Ryan salieron del Humvee primero, luego Jared y yo les

seguimos. Las balas ya estaban volando, aterrizando en la arena por

donde caminábamos. Nos agachamos en un pequeño callejón justo

dentro de un corredor de piedra hasta que Kim y Bex llegaron; entonces

Jared dio la orden silenciosa de movernos.

Claire señaló más adentro del corredor.

—La Puerta de Damasco. Mercados y peatones. No es bueno.

Jared asintió una vez y luego nos movimos. Claire salió a la calle

cubriéndola con disparos, corriendo rápidamente hacia el próximo

callejón. Las personas en la calle empezaron a correr, pero de repente se

detuvieron. Jared me haló para cruzar la calle y un hombre grande

vestido de ropa militar corrió hacia nosotros. Claire le puso una bala en

la cabeza en menos de un segundo. Jared no se inmutó, ni disminuyo

la velocidad. Brincamos sobre el cuerpo y seguimos.

Agacharse y cubrirse parecían ser el plan de acción para las próximas

dos calles. La Ciudad Antigua era una serie de calles estrechas de

piedra y callejones cubiertos con baratijas y alfombras en venta.

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Llegamos al final de una de las calles para encontrarnos con el

comienzo del mercado. Claire se congeló, y abruptamente nos

detuvimos detrás de ella. Un centenar o más de personas se detuvieron,

volteando lentamente. Los ojos de hombres, mujeres y niños estaban

negros como la noche y saliendo de sus órbitas.

—Muévanse —dijo Claire, haciéndonos retroceder.

Jared volteó sobre sus talones, dirigiéndonos hacia el próximo edificio

para subir las escaleras. Subimos hasta al techo, con la muchedumbre

detrás de Bex y Kim. Jared dio varios pasos anchos y brincamos de un

techo hacia el otro. Él quería continuar, pero yo no acepté, esperando a

Kim. Cuando ellos llegaron a la parte superior de las escaleras, vi

manos clamando sobre sus cuerpos, las personas revestidas trataban

de pasar unos sobre los otros para alcanzarnos. Bex estaba enfocado

pero los ojos de Kim estaban amplios.

—¡Sólo agárrate a él! —gritó Claire.

Todavía corriendo, Bex atrajo a Kim hacia él, y cuando sus pies dejaron

el techo, él la acunó a su lado como una pelota de fútbol. Su aterrizaje

fue suave, pero Kim necesitó un momento que no teníamos para

orientarse. La muchedumbre nos seguía, muchos de ellos cayeron hacia

el callejón cuando trataron de brincar.

Mis manos volaron hacia mi boca. Había niños entre los que caían

hacia su muerte.

Brincamos cuatro veces y luego descendimos por unas escaleras que

nos llevaron a otra serie de callejones.

Jared agachado dejó que Kim recobrara el aliento.

—Estamos en Christian Quarter. El Sepulcro está a dos kilómetros.

Vamos a tener que tomar el camino secundario al oeste, y hacernos una

ruta. Es un área de alto tráfico de turistas, con altas paredes de piedra

a ambos lados, por lo que tendremos que cortar camino.

—Entendido —dijo Ryan, preparando su arma.

Nuevamente Jared comenzó hablar pero un pequeño grupo de hombres

nos disparó desde arriba. Comenzamos a correr de nuevo, esquivando

personas revestidas y balas. Bex nos siguió desde la retaguardia,

girándose para disparar mientras corría. Ryan y Claire estaban en el

frente, con sus armas contra sus rostros, apuntando sus cañones en

todas las direcciones que miraran. Como tantas veces que había tratado

de imaginarlo, realmente estábamos en mitad de una guerra. El sonido

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de los disparos de las AK47, las balas rebotando contra las paredes y

calles, sólo me hizo correr más rápido.

Ya exhausta, Kim tuvo problemas para mantener el ritmo, y Bex la

alentó para que continuara moviéndose. Cada segundo nos cubríamos

con los contenedores de basura y los autos estacionados, y los sonidos

alrededor de nosotros pausaban cada vez que nos agachábamos, y

comenzaban a sonar como un ritmo familiar.

Claire y Ryan recargaban las armas cada cierto tiempo, y entonces

comenzábamos de nuevo. Jared dejó caer una racha de balas y lo

recargaba mientras corríamos y Bex hacia lo mismo. En un punto, él

sacó una segunda pistola, comenzado a disparar para cubrirnos hasta

que Jared gritó que se me moviera. Él estuvo al lado de Kim en menos

de un segundo.

Las sombras que estaban desarmadas trataban de agarrarnos, pero por

fuera los demonios todavía eran humanos, y Ryan aprendió rápido a

incapacitarlos. Él usaba su codo o la culata de su arma y les disparaba

a los que no tenía tiempo de incapacitar. Noté que la mayoría de sus

balas iban a sus rodillas u hombros, dándole la oportunidad que los

demonios los dejaran.

En el patio de la Iglesia del Santo Sepulcro, una gran multitud

obstaculizaba las dos puertas gigantes de madera que permitían la

entrada. Estaban de pie como estatuas, con sus brazos a los lados, sus

ojos negros y su piel ceniza que confirmaban el control demoníaco.

Muchos de ellos eran civiles pero la mayoría estaban con uniformes de

faena, sosteniendo AK47. El edificio era inmenso, mucho más grande de

lo que me había imaginado, hecho de piedra.

De repente me sentí mucho mejor de estar encerrada allí por sesenta

días o más, pero las altas paredes de piedra hacían imposible hacer

cualquier cosa excepto comenzar un ataque frontal.

—¿Deberíamos esperar hasta que oscurezca? —preguntó Bex.

Agarré su hombro ensangrentado, presionando la palma de mi mano

contra él.

—Estás herido.

Él me dio un guiño.

—No está tan mal. Entonces… ¿deberíamos esperar?

Jared negó con su cabeza.

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—Sólo tenemos que entrar allí.

Kim suspiró.

—¿Pero, cómo? Hay cientos de personas allí.

Claire sacó el seguro de una granada.

—Así. —Ella la tiró hacia la gente, y en segundos una gran explosión

voló personas y pedazos de cuerpos en diferentes direcciones. Una gran

nube de humo marrón llenó el área y Claire y Ryan corrieron a toda

velocidad hacia ella.

Jared agarró mi manga y los seguimos. No habíamos dado cinco pasos

cuando una lluvia de balas cayó sobre nosotros. Jared fue herido varias

veces y flaqueó. Una bala entró en mi brazo. Al principio no dolió pero

mientras más cerca estábamos del Sepulcro, más corría la sensación de

ardor por mis venas.

El recuerdo del dolor en mi pierna en el restaurante japonés en

Providence vino inmediatamente a mi mente. Jared se volteó, y vació su

pistola en la nube que se estaba disipando. Él me empujó hacia delante,

y Claire y Ryan me ayudaron a entrar a la iglesia.

—¡Le dieron! —dijo Ryan.

Ellos ya habían despejado el salón principal. Ryan ató un pedazo de tela

alrededor de mi brazo mientras Claire sacaba fuera las sombras de la

iglesia y aseguraba las entradas. Jared, Bex y Kim entraron por las

puertas como una sola unidad, con Kim deslizándose sobre sus rodillas.

Bex cerró la puerta detrás de ellos, e inmediatamente cubrió las

ventanas.

Después de unos minutos y disparos esporádicos, Claire regresó.

—Sólo tenemos unos minutos antes de que ellos se reorganicen. Las

barricadas no durarán mucho. Necesitamos llegar abajo.

Me estremecí mientras Jared apretaba el torniquete que Ryan había

hecho.

—Pensé que no podían entrar aquí.

Jared frunció el ceño al paño saturado de rojo oscuro.

—Es la tumba la que no pueden violar. La iglesia y la basílica son un

blanco de burlas.

Bex miró hacia la ventana.

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—Cualquier cosa que hagamos, que sea rápido.

La nube de la granada se estaba disipando, revelando docenas de

cuerpos mutilados en el suelo. Más personas revestidas se agrupaban

en el Sepulcro, y ahora estaban subiendo las paredes y golpeando las

puertas.

Jared levantó a Kim del suelo.

—¿Tienes el libro?

Ella asintió, respirando con dificultad.

—¿Estas lista para hacer lo que viniste hacer?

—Sí, y es ya es la jodida hora, Ryel —dijo ella, apretando su agarre a la

mochila.

Nos retiramos de la iglesia, pasando por extravagantes adornos de oro,

mármol y obras de arte. Velas alineadas en los altares y cuadros de la

crucifixión de Cristo. Pasamos por un grupo de escaleras que hicieron

detener a Claire antes entrar al Sepulcro de Jesús.

—¿A dónde llevan? —pregunté.

Jared miró brevemente las escaleras.

—Esas deben ser las escaleras hacia el Calvario. Cristo subió esos

escalones en su camino a ser crucificado.

Continuamos a través de un cuarto amplio hacia otro que llevaba a un

cuarto más pequeño en su interior. Se podía caminar alrededor de esta

habitación, pero Claire entró.

—¿Este es? —pregunté.

Jared apretó mi mano.

—El Santo Sepulcro.

Entramos, y todos dejaron caer sus mochilas. Yo estaba confundida.

Los adornos alrededor del cuarto señalaban que era un lugar santo pero

en este momento mi mente se imaginaba una caverna subterránea.

—Esto no puede ser. ¿Cómo podemos protegernos aquí?

Claire suspiró.

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—No es aquí. —Ella empujó el altar hacia un lado, revelando una

antigua escalera empinada—. La verdadera tumba está oculta debajo.

Está oculta del público.

—Voy a tener a mi bebé en un agujero —dije más como una declaración

que una pregunta.

Bex se rió una vez.

—Uh… ¿hay espacio en la posada?

Mi estómago se sacudió, y agarré el brazo de Jared.

—¿Nina? —dijo, preocupándose de inmediato.

Agarré mi barriga con ambas manos y gemí.

—Dame un minuto —dije jadeando.

Claire dio unos pasos hacia abajo.

—No tenemos un minuto.

—Llevémosla abajo —dijo Bex verificando el cuarto—. Ellos ya vienen.

Claire encendió una pequeña linterna atada a su rifle y se agachó por

las escaleras. Le siguió Ryan, luego Jared y yo, Kim bajó después con

Bex cerrando la apertura detrás de nosotros. La escalera se abría a un

corredor de piedra que llevaba a una inmensa caverna. Húmeda, oscura

y chorreante; justo como me la imaginaba.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Jared tocando mi protuberante

barriga.

Asentí, mirando alrededor del lugar. Las linternas iluminaban los

gigantescos arcos de piedra revistiendo el gran espacio que guiaban a

corredores laterales.

—¿A dónde se dirigen? —pregunté.

—Túneles. A doscientos metros, no están protegidos. Ellos no van a

venir aquí abajo, pero no vayas a deambular por aquí.

—No lo haré.

Kim sacó el Naissance de Demoniac de su bolso y recorrió el cuarto con

su linterna, deteniéndose en lo que parecía un adornado altar. Caminó

suavemente hacia él. Con la poca luz que había, podía ver su cuerpo

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temblando incontrolablemente. Ryan y yo caminamos detrás de ella,

viéndola sujetar el libro frente a sí.

—Lo hice —dijo, mirando al libro con temor—. Somos libres.

Ryan puso su mano en el hombro de Kim mientras ella colocaba el libro

en el altar. Se arrodilló y nosotros también lo hicimos. Inmediatamente

el suelo comenzó a temblar y pequeños pedazos de roca comenzaron a

caer al suelo. Un rugido penetrante se hizo eco a través de la tumba,

haciendo que todos nos cubriéramos los oídos. Era una voz pero

también habían muchos llorando, gritando, maldiciendo una absoluta

abominación… y luego todo terminó. Silencio.

Kim se volteó a mirar a Jared, y él le ofreció una sonrisa cómplice. Ella

había completado su misión y liberado a su familia de proteger el

Naissance de Demoniac de los constantes y poderosos enemigos.

—¿Creo que ahora puedo ir a casa? —dijo ella.

—Puedes —dijo Bex—. Pero estás por tu cuenta, y este lugar está lleno

de sombras.

—Podríamos necesitarte aquí —dijo Jared—, para ayudar con el

nacimiento.

Kim le sonrió. Era un alivio ver que finalmente estos dos habían llegado

a un acuerdo. Inmediatamente el aire se sintió más liviano entre ellos.

—¿Me pregunto si todavía tienes tus súper poderes? —dijo Ryan.

Kim lo golpeó en el estómago, y él se dobló.

—Parece que sí.

—Eso no era lo que quería decir —tosió él.

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19 AAttrraappaaddaa

Traducido por Luisa

Corregido por Francatemartu

s muy difícil saber si es de día o de noche cuando uno está bajo

tierra. Sí no hubiese sido por la familia de Híbridos, habría

estado sola mientras me encontraba en éstas extrañas horas. No

sé si era el bebé, el más que incómodo colchón inflado en donde

dormíamos o el constante goteo en el trasfondo, pero me era imposible

dormir. A pesar de ello, daba cabezaditas de una a tres horas a la vez.

Parece ser que Ryan y Kim no sufrían el mismo problema. A pesar de

estar su colchón cerca al de Claire, ella hizo hincapié en mantener las

distancias ahora que estábamos todos a salvo. Según iba

transcurriendo el día, Ryan se volvía más descontento sobre su frío

comportamiento, y el malhumor se convirtió en discusiones

descomunales.

Era difícil, después de haber empleado tanto tiempo en preparar y

esquivar, permanecer sentados y esperar. A pesar del tiempo que

empleamos en planificar nuestra fuga de esta tumba, nadie, parece ser,

planificó el asfixiante tiempo que permaneceríamos bajo tierra.

Jared y yo intentamos llevarlo lo mejor posible; hablando con mi

estómago, pasando el tiempo dedicado a nosotros, hablando sobre el

nacimiento. No tenía muy claro de cómo me sentía que fuese Jared que

trajese al mundo a nuestro bebé, pero de todas las personas atrapadas

con nosotros en la tumba, Jared era mi mejor apuesta.

Después de treinta días de oscuridad, raciones desabridas y la misma

estrecha compañía, la vida en la tumba empezaba a crisparnos. Incluso

el comportamiento alegre y positivo de Bex empezaba a mostrar signos

menguantes. El póker y el solitario sólo entretenían hasta cierto punto,

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y la cobertura de la radio era imposible en esta profunda roca de Israel.

Esperaba con ansias las historias nocturnas y me daba la oportunidad

de conocer a todos más profundamente.

—Bien, esa fue la primera vez que vencí a mi padre, aunque estoy

seguro que me dejó ganar —dijo Bex con una amplia sonrisa.

—Lo recuerdo —dijo Claire—. No te dejó ganar. Después de haberte ido

a la cama no dejó de hablar sobre ello.

—¿En serio? —dijo Bex, sus ojos brillantes.

—De verdad.

La sonrisa de Bex se desvaneció.

—A los cuatro días de aquello falleció.

Todos bajaron la cabeza, inseguros de cómo continuar la conversación.

Al final habló Jared.

—Bex, debe haber sido muy duro para ti. No creo que te haya

preguntado alguna vez si te encontrabas bien.

Bex se encogió de hombros.

—Supongo que lo estaba. ¿De qué otra manera iba a estar?

—Dolido —dijo Claire—. Estábamos todos tan inmersos en nosotros

mismos que ni siguiera intentamos ayudarte a sobrellevarlo.

—Le echaba de menos. Y después… los echaba de menos a ustedes,

chicos. Me alegré cuando Jared trajo a Nina. Entonces la familia de

alguna manera volvió a estar junta. Ahora tenemos a Ryan.

—No tenemos a Ryan —dijo Claire.

Ryan le otorgó una sucia mirada, y a continuación relajó el semblante

en beneficio de Bex.

—Sí que lo tienes, amigo. Estaré aquí cuando me necesites.

Claire puso los ojos en blanco.

—¿Para qué te iba a necesitar? ¿Para ayudarle con un acosador

escolar?

—Para hablar con alguien —respondió Ryan—. Sabes, eso era lo que

hacíamos, antes de convertirte en un ser tan odioso y ruin.

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Claire cruzó los brazos sobre las rodillas.

—No me diste otra opción —murmuró.

—¿Qué?

El tono acerbo de Ryan encendió los ojos de Claire.

—¡No me diste otra opción!

—Vamos, chicos —les dije. Ya era lo suficientemente claustrofóbico,

aún en esta inmensa cueva, como para empezar a pelearse.

Ryan se levantó.

—¿Qué tipo de opción te gustaría tener? ¿Aquella en que estás todo el

día detrás de mí sin dirigirme una palabra? ¿O aquella en que nos

soportamos?

—¡Nos podemos llevar bien, siempre y cuando, no intentes tirarte a la

inalcanzable rubia!

Ryan se quedó boquiabierto.

—¿Piensas que intento hacer eso?

Claire se levantó, encontrándose con su furiosa mirada.

—Sólo… ¡déjame en paz!

Ryan dio un paso al frente.

—Te quiero. Te quiero y tú actúas como si fuese un aleatorio chico de la

fraternidad intentando probar suerte.

Jared suspiró.

—Tendría que haber empacado tapones para los oídos. No tengo adónde

ir.

—Tú sólo… —la voz de Claire se fue apagando.

Sabía que ella sentía algo por él. Porque se mordió la lengua para no

herir sus sentimientos, lo cual Claire nunca haría.

Ryan dio otro paso. Se encontraba a sólo unos centímetros de su cara.

—Dilo.

—Ya te lo he dicho. ¡Un millón de veces! No va a suceder.

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Él movió la cabeza.

—No, dime que no me quieres. Dime que no me ves en ese sentido y que

para ti sólo soy un simple humano inútil. ¡Dime que me odias! ¡Di algo!

¡Estoy cansado de tus excusas vagas!

—¡No necesito excusas! —gritó ella—. ¡No quiero eso! —Ella nos

señaló—. ¡No quiero una familia como la que tuve o la que tienen ellos!

¡Tú quieres hijos! ¡Ryan tú quieres una vida normal! ¡No soy lo que

buscas!

—¡Sólo te quiero a ti! ¡Sea lo que ello implique, lo quiero!

Claire frunció el ceño. Su cuerpo temblaba de ira. Ella le agarró el

cuello con ambos puños. Ryan se reclinó un poco e hizo un gesto de

dolor, esperando que ella le lanzase un puñetazo a la cara. Los labios de

Claire se fruncieron, y entonces lo acercó a ella, presionando sus labios

contra los suyos, con fuerza.

—Agh —dijo Jared dándose la vuelta.

Ryan aturdido se quedó de piedra, y entonces su cuerpo se derritió

contra ella. Sus brazos la rodearon, acercándola más, y ella envolvió

sus dedos alrededor de su nuca. El beso era tan intenso que

aparentaba ser hasta doloroso.

Bex se rió con nerviosismo, pero ellos no le oyeron. Después de un

minuto o dos, era algo incómodo de ver, por lo tanto nos desplazamos a

la otra punta de la caverna. Me parecía que Jared estaba de mal humor,

lo cual me preocupaba. El por qué estuviese tan en contra de Claire y

Ryan me intrigaba. Eran perfectos el uno para el otro, y se veía

claramente que se querían.

—Me pregunto sí eso me pasará a mí —dijo Bex mirando hacia atrás.

—No mires. No podemos saber lo que pueda estar sucediendo ahí atrás

—dijo Jared levantando una roca y arrojándola.

—Posiblemente —dije sonriendo—. No le hagas caso a Jared. Sabe que

soy lo mejor que jamás le ha pasado en la vida.

Jared tomó mi mano y la apretó.

—Por supuesto que lo eres. ¿Por qué ibas a creer que pienso de

cualquier otra forma?

Me encogí de hombros.

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—Estás tan en contra de ellos. —Gesticulé hacía atrás—. Tal como mi

madre estaba en contra de nosotros. Hace las cosas aún más difíciles.

Jared me jaló más cerca y envolvió sus brazos alrededor de mis rodillas.

—Es sólo que no me gusta Ryan. No tiene nada que ver contigo, o con

nosotros.

Alcé una ceja.

—¿Por qué no te gusta?

Jared se movió con nerviosismo.

—Por culpa de Ryan estuve a punto de perder al amor de mi vida. No es

algo que se supera tan fácilmente.

Acaricié su rostro.

—Te quiero. Ryan ama a Claire. Supéralo.

Jared soltó una carcajada, y miró a Bex.

—Espero que te suceda. Lo digo de verdad.

Bex puso los ojos en blanco y se levantó, caminando hacia el fondo de

la tumba donde el altar guardaba el libro. Kim pasaba mucho tiempo en

esa área, incluso dormía ahí. Bex se sentó a su lado, y sus voces se

convirtieron en un raudal de silenciosa conversación.

Me balanceé sobre mis extremidades intentando poner mi ancho cuerpo

de pie. Justo cuando me empujaba desde el suelo rocoso, mi estómago

se contrajo, y me tambaleé. Jared me atrapó, pero no podía

enderezarme.

—¿Contracción? —dijo él, frunciendo el ceño.

—No lo… no lo sé —dije respirando a través del dolor.

Inmediatamente, Bex y Claire llegaron a nuestro lado con Kim y Ryan a

sus talones.

—¿El bebé? —dijo Bex—. ¿Lo preparo todo?

—No —respondió Jared—. Dejemos que descanse. Esperaremos a ver si

amaina.

Claire asintió, y ayudó a Jared a llevarme a la improvisada cama. Con

mis piernas levantadas y relajada, intenté pensar en cualquier otra cosa

y no en el dolor que regresaría. El parto iba a ser una pesadilla si tenía

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que enfrentarme a eso durante horas. Esperaba que mis nuevas

habilidades anestesiaran un poco el dolor, pero si la experiencia previa

con la contracción era un indicativo, estaba jodida.

El dolor se alzó de nuevo, como una ola engulléndome entera.

—Cariño respira.

Inhalé por la nariz y expiré por la boca, pero no ayudó con el dolor. Un

gran puño agarraba mi útero y le hincaba los dedos mientras sufría el

más nefasto envenenamiento alimenticio jamás registrado, era así como

me sentía.

—¿Debería prepararlo todo? —dijo Bex de nuevo.

—No —dijo Jared con firmeza—. De momento las cronometraremos.

Esperamos durante algunos minutos, y entonces sentí otra contracción,

pero no fue tan dolorosa. Antes de pararse del todo se volvieron menos

dolorosas. Todos en la estancia exhalaron un suspiro de alivio colectivo

cuando Jared proclamó el evento como una falsa alarma. Aunque

después de lo sucedido no me permitió sentarme o incluso levantarme

de la cama. Él o Claire me acompañaban al agujero en el suelo cuando

necesitaba aliviarme. Era medio humillante, medio aterrador. Mi cuerpo

llevaba tiempo sin sentirse como algo mío, pero ahora no controlaba la

situación.

No teníamos ni idea de lo que estaba sucediendo en el mundo por

encima del nivel del suelo. Me pregunté que estarían haciendo Beth y

Chad, si estarían preocupados por nosotros, y también Cynthia y

Lillian. Si se estaban apoyando mutuamente, a la espera de saber si ya

había nacido su nieto y si todos sus hijos seguían con vida. Aún a

sabiendas que en éstos últimos difíciles días debería ser positiva, pero

encontrándome tumbada en la cama sin nada que hacer excepto leer

una y otra vez las mismas revistas, o pensar, mi mente deambuló sin

ningún esfuerzo hacía cosas menos triviales.

Jugar a las damas y al ajedrez ya no me entretenía. Incluso mirar a los

demás jugar a las cartas me irritaba. Estábamos casi a finales de Julio

y estaba tan enorme que apenas me podía mover. Permitía viajar mi

mente para poder evadirme de la oscuridad de la tumba, del hecho que

estábamos viviendo en una tumba, y el goteo. Sólo ese sonido podía

volverme loca.

Cerraría los ojos y fingiría estar en Brown en los jardines principales,

tumbada con Jared mientras que el aire veraniego se deslizaba entre los

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árboles. Bloqueé el eco y los murmullos dentro de la tumba

reemplazándolo con risas y sonidos joviales del flag football8 en días

calurosos, y los maravillosos olores que vienen flotando desde el Gate.

Incluso mi habitación en Andrews era una vía de escape.

Mayoritariamente me concentraba en nuestro roble, y en el desván.

Seguía echando de menos nuestra primera casa pero en mi mente se

mantenía intacta. Evocar cada recuerdo de cada lugar en que estuve

con Jared era lo único que en esos instantes me mantenía cuerda. Eso

y ver a Claire y Ryan enamorarse. Su dulce conversación y la manera en

la que gozaban de cada momento juntos me mantenía alejada de la

oscuridad.

Cuando llegó Agosto y se fue, disfruté menos de mis recuerdos. Sólo se

burlaban de mí. De nosotros. Nuestras caras se volvieron pálidas,

pidiendo ver de nuevo el sol. Ni siguiera merecía la pena la promesa de

seguridad. Siempre he deseado pasar unos momentos tranquilos con

Jared, pero no en esta prisión. No en esta tumba, donde ya me sentía

muerta.

Un pequeño retortijón en el estómago me hizo contener la respiración.

Ese pasó, pero muy pronto vino otro y después otro. Eran más fuertes,

y a pesar de esperar que no volviesen, volvían cada vez en menos

tiempo y mucho más intensos.

Intenté respirar, pero el aire estaba muy viciado. Cuando intenté

concentrarme en mi respiración a través del dolor, todo lo que oía era el

goteo del agua. Siempre goteando. Era exasperante. Estaba de parto e

iba a dar a luz en un agujero chorreante y frío en la tierra.

—No —susurré.

Jared estaba leyendo un libro a unos pasos del colchón, claramente

esperando que le dijese que me encontraba incómoda. No quería decirlo.

Decir las palabras en voz alta lo convetiría en realidad. Habría

movimiento hacía las provisiones, y desempaquetarían toda la

parafernalia médica que no quería ver.

Antes que me sobreviniera otra contracción, me levanté de la cama.

—Tengo que salir de aquí.

8 Flag Football: este deporte se practica con unas tiras o banderitas (flags) a los lados

de la cadera (de ahí su nombre), las cuales al desprenderle al oponente se detiene la

jugada y así no es necesario tacklearle.

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Jared soltó la desgastada copia de El Guardián Entre el Centeno9, y se

volvió para mirarme. Cuando se percató que estaba de pie él también se

levantó.

—Nina tienes que permanecer tumbada.

—No puedo —negué con la cabeza—. Basta ya, Jared. Ya no puedo

permanecer aquí más tiempo. Tenemos que encontrar otro sitio.

—No hay otro sitio.

Doblé mis rodillas y me incliné torpemente para recoger algunas de mis

cosas esparcidas sobre la cama.

—Bien, no podemos quedarnos aquí. No puedo… no puedo tener a mi

bebé aquí.

Jared suspiró.

—Nina, detente. Estás siendo irracional.

—Muy bien, estoy siendo irracional. Pero voy a ser irracional afuera,

donde pueda espirar.

Jared intentó tocar mi mano pero la retiré.

—Sabes que no puedes —dijo él.

—Puedo y lo haré.

Ryan se cruzó de brazos.

—Entonces vete.

—¿Cómo? —dijo Jared furioso.

—Ella es más fuerte que todos nosotros. Si no se quiere quedar no la

podemos forzar.

—¿Ves? —le dije a Jared, señalando a Ryan—. Él me escucha. ¡Tú no

me escuchas!

—Cariño —dijo Jared extendiendo sus manos—. Sabes lo que nos

espera ahí arriba. En cuanto traspasemos las escaleras, nos atacarán.

—Sólo un momento —le dije intentando deslizarme por su lado con aire

despreocupado. Me sujeté el estómago y me encorvé un poco intentando

sortear otra contracción.

9 El Guardián en el Centeno o El Cazador Oculto es una novela de JD Salinger.

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Ryan tocó el brazo de Jared.

—Jared hemos atravesado una ciudad llena de personas revestidas. Si

necesita tomar un poco de aire fresco después de haber pasado sesenta

días en una cueva, entonces déjala.

—Tú no tienes aquí ninguna opinión, por lo tanto cierra la boca —siseó

Jared a través de los dientes.

—¿Yo tampoco? —le pregunté. Me tambaleé lentamente hacía la

entrada, pero Jared se acopló a cada paso.

—Desde luego que sí —dijo él—. Es sólo… deja que piense durante un

minuto.

Cerré con fuerza los ojos. Cada vez que las gotas de agua se deslizan

por la pared de la roca al suelo, mis ojos pestañeaban.

—Ese es el problema. No puedo pensar aquí. No puedo respirar. ¡Siento

como si me muriese!

—Jared… —comenzó Ryan.

—¡Maldita sea, cállate!

—Quizás todos necesitamos aire freso —dijo Bex.

Ambos, Jared y Claire con ojos de par en par, estiraron el cuello para

mirar a su pequeño hermano.

La mandíbula de Jared temblaba bajo su piel, luchando por relajarse lo

suficiente para poder hablarme con voz calmada.

—Nina, por lo que sabemos los demonios podrían estar ahí arriba. No se

frenarán ante nada.

Ryan se encogió de hombros.

—A veces tienes que bailar con el diablo para salir del Infierno.

Cuanto más nos acercábamos a la entrada, más se oscurecía. Bex

había colocado alrededor del perímetro farolas industriales de doble luz,

tan deslumbrantes que al estar todas encendidas parecía de día. Las

sombras que arrojaban ahora eran otro recordatorio a nuestra prisión.

Me moví rápidamente hacía la puerta de entrada, y Claire me agarró de

la muñeca.

—¿Quizás deberíamos sedarla?

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Tiré hacía atrás mi brazo, deslizándome con facilidad por su lado.

—¡No me van a retener aquí contra mi voluntad! ¡Sé que sueno

irracional! ¡Me siento irracional! ¡Éste sitio me está volviendo loca! No

quiero dejarlo para siempre. Sólo… sólo quiero disfrutar de unos

minutos de sol. Sólo un momento para sentirme de nuevo viva.

Ryan apareció delante de mí, levantado las manos.

—Oye, colega. Te estás alterando —dijo él. Su voz salió con una risa

nerviosa, intentando aligerar la tensión—. Necesitas tomarte un minuto

para pensar sobre este asunto. Nadie te está obligando a que te quedes,

pero quizás si cavilas sobre ello un poco más, lo reconsideres.

Jared me miró con esperanza reflejada en sus ojos.

—Pensé que estabas de mi lado —le dije.

—Lo estoy, Nigh. Siempre he estado de tu parte.

—Nadie está de mi parte. Nadie me escucha.

Ryan se relajó un poco.

—Intenta aclarar tu cabeza, y piensa sobre ello. No eres una prisionera

aquí. Estás aquí para salvaguardar al bebé hasta que nazca.

Asentí.

—Bien, ya lo he pensado. Ya no lo aguanto más. ¿Quién desea tener a

su bebé en una tumba? Yo no. Ha sido una mala idea. Necesito salir.

Tengo que salir.

Me encaminé hacía la entrada que llevaba a las escaleras, pero Jared se

interpuso en mi camino, hincando sus dedos en mis hombros.

—Cariño, no puedo dejarte marchar. Si subes, ellos te matarán.

—Pero, nosotros… tú… tienes que sacarme de aquí, ¿entiendes? Ya no

quiero permanecer más tiempo aquí.

Jared asintió, su voz fue suave y calmada.

—Lo entiendo. En cuanto nazca el bebé, nos iremos. Te lo prometo.

Negué con la cabeza, las lágrimas corriendo como cascadas por mis

mejillas. Di un paso atrás.

—No. No quiero tener al bebé aquí. No puedo quedarme una noche más.

Ni un segundo más.

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—Ahí tienen un ataque de nervios ganador de un premio —dijo Kim sin

inmutarse.

Jared hizo una mueca.

—Kim, no estás ayudando. Escucha —dijo volviendo su atención hacía

mí.

Mi cuerpo temblaba. No estaba en control de nada. Ni sobre mi cuerpo,

ni sobre el lugar en donde dormía. Ni siguiera podía ir sola al baño o

dar un paseo. Era demasiado. Demasiado.

—No puedes obligarme a que me quede. Puedo irme cuando quiera.

—Tienes razón. Puedes irte cuando quieras, pero… quiero que te

quedes. En el momento en que te encuentres sobre el nivel de la tierra,

te arrepentirás de tu decisión. Sólo… ¿confía en mí? ¿Por favor? Sólo

un poco más. ¿Puedes quedarte conmigo un poco más?

Dos idénticos riachuelos goteaban de mi mentón sobre la sucia camisa.

Cerré los ojos, pero aún así podía escuchar el goteo. El maldito goteo.

No paraba.

—No —susurré. Corrí hacía la puerta, Claire y Jared me sujetaron de

los brazos. Con todas mis fuerzas tomé un paso tras otro, despacio pero

con decisión abriendo el camino hacia la entrada.

Claire refunfuñaba contra mi fuerza.

—¡Nina, para!

Bex se unió a sus hermanos, agarrando mis tobillos y envolviendo sus

pies a su alrededor. Podría haberme liberado pero no quería lastimarlos.

No quería hacer daño a ninguno de ellos, sólo necesitaba estar arriba,

para respirar aire puro y sentir los rayos del sol sobre mi piel. Escuchar

mi voz, sólo una vez, sin tener un eco en el trasfondo.

—¡Nina, mírame! ¡Mírame! —dijo Jared poniendo su cara delante de la

mía—. Tienes que parar. Vas a provocar que te maten, y el bebé morirá.

¿Me estás escuchando? ¡Moriremos todos!

Dejé de forcejear y mi cuerpo se desplomó mientras lloraba sobre el

suelo a los pies de mi marido. Mi foco de supervivencia, irracional o no,

se convirtió en un monstruo.

Claire y Bex, con la respiración entrecortada, dieron un paso hacia

atrás. Les había hecho sudar a los tres.

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Jared se puso de pie y me levantó junto a él.

—¿Estás bien?

Asentí, viendo como se adentraba en la tumba.

—Lo siento.

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20 LLeeggiióónn

Traducido por Kristel98

Corregido por Francatemartu

alí corriendo por la parte superior de las escaleras, empujando el

altar fuera del camino. Me arrastré fuera del agujero,

entrecerrando los ojos contra el sol brillante filtrándose a través

de la rotonda.

Tomé una respiración profunda, dejando que el aire caliente y fresco

llenara mis pulmones. Me bañé en él, tomando cada pedacito antes de

que Jared me arrastrara de nuevo bajo tierra. Después de unos

segundos, el aire caliente se fue, y el frío, el oscuro sentimiento de la

tumba me rodeó. Jared apenas me habría dejado tomar una respiración

completa antes de que me hubiera obligado a regresar.

Abrí los ojos y me di cuenta que todavía estaba en el Sepulcro. La

habitación estaba llena de sombras, a punto de saltar. Podía oír a Jared

arrastrándose por las escaleras, gritando mi nombre, pero me atacaron

de inmediato. Repelí a uno, y luego a dos y tres a la vez. Para cuando

Jared llegó a la cima, ya había sacado la mitad de las sombras en una

furia de movimientos que ni siquiera tuve que pensar. Una pequeña

mujer se arrojó hacia mí, con los brazos agitándose. Jared la incapacitó

de un solo golpe. Claire y Ryan llegaron a la cima, seguidos

rápidamente por Bex, y la multitud en el interior del Sepulcro

disminuyó rápidamente. Sin embargo, más entraron, y nos estábamos

quedando sin espacio.

—¡Retrocedan! —demandó Jared—. ¡Regresen abajo!

Las paredes temblaron, y dos formas grandes y oscuras apretujaron sus

cuerpos deformes en la entrada del Sepulcro. No eran sombras, sino

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demonios, grandes demonios con la piel gris y una boca llena de dientes

bajo hocicos húmedos.

El de la derecha agarró a Jared mientras que el otro tomaba mi camisa

con una mano, y golpeó mi espalda contra la pared opuesta.

—¡Oye! —gritó Kim desde la boca de la escalera—. ¡Fuera de aquí! —

Aunque los monstruos eran dos cabezas más altos que ella, ella no

pareció nerviosa en lo más mínimo. Los demonios gimieron ante ella,

protegiéndose con sus hombros, pero no se retiraron.

El demonio con el que Jared luchaba, gritaba a los esbirros de ojos

negros que entraran en la sala, y antes de que nadie pudiera

reaccionar, una media docena de sombras se zambulleron hacia Kim,

empujándola hacia abajo por la escalera. Su grito se desvaneció cuando

rodó bajo tierra.

Bex saltó tras ella, y Claire y Ryan fueron a trabajar con el demonio de

Jared.

Traté de rasgar mi camisa para escapar de las garras de la bestia, pero

sus manos eran gigantescas, y no podía liberarme. Una sombra con

uniforme militar entró en la habitación, se acercó a mí sin dudarlo, y

sostuvo una pistola en mi sien.

El demonio que me sostenía señaló a su compañero, capturando la

atención de Jared, Claire y Ryan también. En un movimiento tan rápido

que apenas pude seguir, Jared sacó su pistola de su cinturón y la

sujetó sobre la sombra. Toda la sala se quedó congelada.

—No. Te. Muevas —dijo Jared.

Asentí. Estaba segura de que estaba furioso conmigo. Sus ojos me

pasaron por alto, y sus dientes estaban apretados.

El resvetimiento habló.

—La sacaremos de este lugar. No nos sigan, o descuartizaremos al niño

en la calle.

Jared mantuvo su arma en el hombre revestido, todo su cuerpo

temblaba de rabia. Finalmente bajó el arma un poco.

—Te amo —dijo, sus brazos inmediatamente tensados de nuevo.

Sonreí.

—Está bien. Simplemente me salvarás como siempre lo haces, ¿verdad?

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—Cierto. Sólo tienes que esperar por mí.

—Voy a esperar por ti —le dije.

Vacilante, y claramente en conflicto, Jared bajó su arma. En el

momento siguiente, me arrastraron hacia atrás con tal fuerza que sentí

que estaba volando. Las habitaciones del Sepulcro volaron al pasar, y

luego yo estaba en la luz del sol. Las calles eran borrones a medida que

el demonio me hizo correr por la Ciudad Antigua. Escasos minutos más

tarde, fui arrastrada a un edificio antiguo.

El demonio me lanzó, y me deslicé hasta el centro de una habitación. A

primera vista, la habitación era un desastre sucio, y entonces me di

cuenta de la pila de hojas que era una cama provisional. No había

suministros médicos o mantas para bebés.

—¿Qué harás con él? —le pregunté, reacia a hacer contacto visual con

el montón de carne podrida de pie en la puerta.

—Él espera para devorarlo.

Gemí. El dolor quemó a través de mi cuerpo, y supe que tendría que

calmarme si quería frenar las contracciones. Cuanto más tiempo le

daba a Jared para llegar hasta nosotros, más probabilidades

tendríamos. Me subí a los montones de hojas, y me recosté en los

talones de las manos.

Se le permitió la entrada a una sombra, una mujer grande. Me preparé

para ser atacada, pero ella agarró un puñado de mi cabello empapado

en sudor, me levantó, y luego arrancó mi ropa con su mano libre. Me

puso un camisón de gran tamaño por encima de mi cabeza,

empujándome hacia el suelo. Levanté mis manos para defenderme, pero

ella sólo me agarró de las muñecas y las ató con jirones de tela unida a

cables. Esos cables gruesos estaban fijos en el suelo de cemento con

tornillos. Una vez que terminó su tarea, la mujer me dejó a solas con el

demonio.

Ventanas sucias se alineaban en la pared a mi izquierda. Los contornos

de decenas de personas revestidas proyectaban sombras sobre el cristal

embarrado. Me pregunté si podría dominar al gigante guardia de pie en

la puerta, pero sabía que Jared y Claire tendrían problemas con él, y yo

no me había preparado exactamente para ignorar los dolores del parto

mientras nos defendía. Probé sutilmente los pernos. Parecían bastante

seguros, pero estaba segura de que podría liberarlos cuando llegara el

momento. La única salida sería un problema; no sabía qué otra cosa me

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esperaba en el otro lado. Probablemente podría derrumbar la ventana,

pero una vez más, las contracciones….

Me tensé, tratando de respirar por encima del dolor.

—¡Oh… Dios mío! —gruñí. Las respiraciones profundas se convirtieron

en jadeos. El sudor goteaba de la línea del cabello a mis ojos. Justo

cuando pensé que podría romperme por la mitad, la contracción

disminuyó. Dejé mi cuerpo relajarse contra un viejo colchón apoyado

contra la pared.

—¿Puedes darme un poco de agua? —pregunté.

Los pequeños y brillantes ojos del demonio se desplazaron hacia mí.

Gruñó, y luego miró hacia adelante.

Los calambres se hicieron más intensos con las siguientes

contracciones, y luego sentí un chorro caliente entre mis piernas.

Cuando miré hacia abajo un líquido transparente había empapado las

sábanas y me di cuenta de que mi fuente se había roto. Tuve un breve

alivio de la tensión, seguido rápidamente por un espasmo tan intenso

que casi me desmayé.

Gemí, y me moví hacia atrás contra la pared. Nada de lo que hice me

salvó de la agonía.

—Por favor —gemí entre las respiraciones—, ayúdame. —Otra ola se

apoderó de mí, y mis gritos desgarradores resonaron en todo el edificio.

El jadeo no ayudó, nada ayudó. Mis manos se apretaron en puños,

temblando y con los nudillos blancos.

Cuando la agonía se detuvo por un minuto o dos, dejé caer mi cuerpo

inerte en el colchón. Ya agotada, sabía que si Jared no me salvaba, mis

habilidades serían inútiles.

La intensidad de la contracción siguiente me tomó por sorpresa, y me

senté con la espalda recta, mis rodillas dobladas y muy extendidas,

esforzándome en contra de mis limitaciones. Insegura de lo que estaba

diciendo, mi boca formó cada obscenidad que jamás había oído en mi

vida. Cuando todo terminó, me desplomé en el colchón, gritando,

lloriqueando por mi marido. La presión entre mis muslos hizo que me

inclinara. Algo suave y húmedo, cubierto de cabello estaba apenas

asomándose desde mi interior. El bebé empezaba a coronar. Miré al

demonio. Ni siquiera parecía estar en estado de alerta. Jared no estaba

ni siquiera cerca.

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Cerré mis ojos, haciendo un esfuerzo concentrado para relajar todos

mis músculos. Aún cuando el dolor volvió, me negué a ceder a él. Me

negué a empujar. Cuando la agonía se volvió demasiado, contuve mis

gritos. Cualquier tensión por mi parte podría empujar al bebé hacia

fuera, y eso era algo que me negaba a hacer hasta ver a mi marido. La

oleada se estrelló contra mí, y bajé mi barbilla a mi pecho, mordí mi

labio, y me quedé mirando fijamente la pared de la habitación. Yo. No.

Empujaría.

Mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Justo cuando el dolor se

sosegaba, el movimiento fuera de las ventanas me llamó la atención. El

guardia de la puerta hizo un ruido y se movió. Él estaba nervioso. Jared

estaba aquí.

Las sombras de los revestidos zigzagueaban de ida y vuelta. Hubo una

gran explosión, y luego una mancha de carmesí roció el barro sobre el

cristal, resaltado por una bola de fuego. El vidrio se rompió, y mi

marido se abrió paso, sus ojos desorbitados, pero centrados. De

inmediato atacó al guardia de la puerta, llenando la cabeza de la

criatura con un clip completo de balas. Una vez que él cayó al suelo,

Kim entró por la apertura de cristal. Ella se dirigió a la puerta y la

cerró, sosteniendo sus palmas extendidas contra el metal.

—¡Lo tengo! —dijo. Estaba cubierta de sangre, y notablemente

lesionada.

—¿Estás bien? —le grité.

Ella sonrió.

—Nunca he estado mejor. Tú sólo preocúpate por que ese be…

Antes de que pudiera terminar la frase, una sombra apareció por los

cristales rotos y apuntó su arma a Kim. Ella se dio la vuelta, sus ojos

muy abiertos.

—¡No! —grité.

Jared atacó a la sombra, pero era demasiado tarde. La bala entró por el

pecho de Kim, golpeando su espalda contra la puerta.

—¡Kim! —grité, mirando su flojo cuerpo deslizarse de la puerta al suelo.

Tenía los ojos abiertos, pero estaba muerta antes de que cayera al

suelo—. ¡Kim!

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—¡Nina! —gritó Jared corriendo hacia mí. Se deslizó sobre sus rodillas y

me liberó de las ataduras, y luego deslizó su mochila de sus hombros,

abriéndola y sacando los suministros.

Antes de que pudiera hablar, los espasmos abrumadores me

envolvieron. Gemí, pero no empujé.

Jared verificó entre mis piernas, y sus ojos se abrieron como platos.

—Está coronando, cariño. Empuja.

Negué con la cabeza.

—Ella está muerta.

—Lo sé, pero tienes que empujar.

—No puedo.

Jared sonrió.

—Sí puedes. Lo has hecho muy bien.

Me asomé hacia Kim.

—Están ahí fuera. A la espera de él.

Jared tocó mi mejilla.

—Estoy aquí. No dejaré que le pase nada.

—Nos abandonaron —lloré.

—¿Quiénes? —dijo Jared extendiendo telas estériles.

—¡El Cielo! ¿Dónde están? ¿Dónde está Samuel? —El dolor volvió.

—¡Nina, empuja! —dijo Jared.

—¡Lo van a matar!

Jared agarró mi mano y la apretó.

—Mírame —dijo mirándome mientras yo jadeaba—. No voy a dejar que

eso suceda. Lo vamos a proteger. Juntos.

Las lágrimas brotaron de mis ojos.

—No sé si puedo.

—Puedes, y lo harás. ¡Ahora, empuja!

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Asentí y me flexioné sobre los talones de mis manos. Cuando llegó la

contracción, empujé a través de ella. Mi voz fue baja y ronca, gruñí con

toda la fuerza que me quedaba.

Claire y Bex saltaron por la abertura de vidrio, y se detuvieron, al ver el

cuerpo de Kim asentado aún contra la puerta. Se acercaron a ella.

Claire cerró suavemente sus ojos, y luego corrió hacia mí. Se puso de

rodillas detrás de mí, y enganchó sus codos debajo de mis brazos.

Me quedé mirando a Kim, pero Claire usó su mejilla para cerrar mi

línea de visión.

—No mires, cariño.

Gemí, llorando la muerte de mi amiga. Claire me abrazó fuerte.

—Lo siento mucho. Lo siento mucho —repitió una y otra vez.

Ryan se apoyó contra la pared de enfrente, con el rifle en la mano, las

lágrimas trazando líneas limpias en su cara sucia.

—¿Podrías tomar un paño y limpiar su frente? —dijo Claire. Ryan no

dudó, buscando a través de la mochila y luego apisonando con la mano

mi frente. Él peinó hacia atrás mi cabello mojado con sus dedos y luego

me besó en la mejilla—. Hazlo bien, Nigh. Aguanta ahí.

Comencé a hablar, pero la necesidad de pujar vino otra vez, así que

empujé con fuerza. Empujé tan duro que mi cuerpo tembló. Gritar

parecía ayudar, así que lo hice. Grité, lloré y sollocé. Lloré por Kim, y

por el dolor, y por el temor a lo que sucedería una vez que Bean

estuviera vulnerable.

Jared mantuvo abiertas mis rodillas temblorosas.

—Ya casi ha terminado, Nina.

Justo cuando él dijo las palabras, el bebé pareció arrastrarse de mí y a

los brazos de Jared.

Él se rió en voz alta, en estado de shock, sosteniendo a su hijo cubierto

de sangre en sus brazos.

Claire me ayudó a relajar mi espalda contra el colchón, y luego ayudó a

Jared a limpiar al bebé y cortar el cordón.

Bex empujó su espalda contra la puerta.

—¡Tenemos algunos indeseados en camino! ¡Están calientes,

directamente desde el Infierno!

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Ryan agarró su rifle, y Claire se puso de pie.

—Oh Dios mío —susurró—. Han enviado a toda una legión.

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21 MMaaddrree

Traducido por Rihano

Corregido por Leluli

ay una clara diferencia entre la capacidad de crear vida y la

necesidad innata de protegerla, valorarla. Apreciar esa vida

que es la del único ser que más amas en el universo se

vuelve en deber, y como consecuencia directa, debes

descuidar todo lo demás para preservarla.

La madre que se lanza frente a un auto que se aproxima, la madre que

come una lata de melocotones genéricos cuando el último pedazo de

comida no es suficiente para compartir, la madre que lleva un vestido

raído para trabajar de modo que puede mantener los zapatos tan

necesarios en esos diminutos y preciosos pies… esa es la distinción del

amor de una madre: el sacrificio propio.

En el momento en que escuché los gritos del pequeño y pegajoso bebé

en los brazos de Jared, nada más importó. Ni siquiera yo.

—¿Está bien? —le pregunté.

—Eh… sí. Ella está bien.

—¿Ella? —le dije, aturdida. Me había preparado para casi todo lo que

pudiera suceder cuando diera a luz. Una niña no era una de ellas.

—¿Es una niña? —chilló Claire.

—¿Es una niña? —gimió Bex.

Jared la envolvió en una manta limpia, y con cuidado levantó el

pequeño bulto para mirarla a los ojos. Él no tenía expresión a excepción

del más pequeño indicio de una sonrisa. Sus ojos se clavaron en mí, y

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luego la puso en mis brazos como si estuviera pasando el más

inestimable, precioso y frágil tesoro en la existencia.

La acuné en el hueco de mi brazo, y hasta ese momento las veces en

que pensé que me había sacrificado parecieron triviales. Todo y todos

en mi vida eran menos importantes, menos urgentes. Mi vida

simplemente era una extensión de la pequeña, suave e inocente

maravilla delante de mí. Entendí cómo millones de otras mujeres antes

que yo pudieron haberse comportado erráticamente, ser indulgentes y

valientes. Mi corazón ya no estaba en el interior de mi cuerpo. Estaba

en mis brazos.

—¿Jared? —dijo Bex. Con una mano sostenía la puerta cerrada, con la

otra, apartó suavemente el cuerpo sin vida de Kim de la puerta y la

apoyó contra la pared.

Una fuerte explosión hizo vibrar la pared, y Bex voló hacia atrás,

arrastrándose por el suelo. La puerta se abrió de golpe, y las criaturas

indundaron la habitación, atacando inmediatamente. Un olor fétido

llenó la habitación, y sostuve a mi bebé cerca de mí. Jared se quedó

cerca, rechazando violentamente cualquier demonio que se atreviera a

acercarse lo suficiente a su familia.

Cada ventana en la pared opuesta de la puerta explotó. Jared nos

cubrió con su cuerpo, protegiéndonos de los cristales rotos. Cuando el

polvo se disipó, Samuel entró en el cuarto, de pie al lado de una cara

familiar dentro de una armadura completa.

—Michael —soltó Jared, aturdido. Este era el padre de Isaac; todo su

ejército de ángeles guerreros detrás de él.

Los demonios gruñieron y chillaron.

—No deben tocar a este niño —dijo Michael, sacando una larga espada.

—¡Vengan! —desafió Samuel, levantando los brazos—. ¡Demos la

bienvenida a la más terrible ira del Infierno!

El demonio que me había llevado del Sepulcro levantó su cabeza y

gimió, y luego dirigió toda una embestida hacia la calle.

Bex y Claire se pararon a un lado, observando a cientos de demonios

surgir más allá de ellos, soltando viento como un tren de carga

disparándose a través de la habitación. El choque afuera entre el Cielo y

el Infierno era audible, como nada que jamás hubiera escuchado antes,

y luego, todo de una vez, se quedó en silencio, cruzando planos.

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Jared agarró cada lado de mi cara con una amplia sonrisa.

—¡Lo hicimos, Nina! ¡El Cielo la protegerá!

Suspiré con alivio y abracé a mi hija a mi pecho. El silencio que

compartimos fue congelado en el tiempo. El final de la guerra a nuestro

alrededor fue instantáneo. Bex, Ryan, Claire y Jared todos miramos con

asombro a mi pequeña. Ella se quedó inmóvil, mirando alrededor con

sus grandes, redondos y nublados ojos, parpadeando ante la brillante

luz.

Jared se arrodilló delante de mí, todavía respirando con dificultad, su

rostro rojo, marcado con rastros de sangre y sucio de su lucha para

llegar hasta nosotros. Ryan y Claire estaban hacinados alrededor

nuestro, sus preocupadas expresiones suavizadas por la visión del niño

envuelto en mis brazos.

—Eres increíble —dijo Jared. Su voz se quebró una cantidad

infinitesimal mientras hablaba, pero no podía apartar la mirada para

ver su expresión. La niña en mis brazos era impresionante.

Claire dio unos pocos pasos en silencio hasta que estuvo a mi lado.

Frotó la palma de su mano en sus pantalones vaqueros y luego extendió

su pequeña mano, extendiendo su dedo índice para tocar el meñique

del bebé.

—Ella está… aquí —susurró, con sospresa.

—Lo hiciste —dijo Ryan con una media sonrisa.

Jared se arrastró hasta el lado opuesto de Claire, poniendo tiernamente

un brazo detrás de mi cuello, el otro tocando la mejilla de su hija con el

pulgar. Besó mi cabello y se inclinó para susurrar en mi oído.

—No pensé que podría amarte más de lo que ya lo hacía.

Le miré a los ojos y sonreí.

—Lo hiciste, Jared. Nos has salvado.

Los ojos azul grisáceos de él brillaron, y me atrajo más cerca, los tres en

un tierno abrazo.

Después de unos momentos de tranquilidad, los brazos de Jared se

tensaron, y miró hacia la puerta. Claire volteó, sus manos se apretaron

en puños a su costado. Bex se paró frente a mi improvisada cama,

agachado en una postura defensiva.

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Ryan amartilló rápidamente su arma y apuntó a la puerta, listo para lo

que fuera que los Híbridos estuvieran preparando.

—¿Y ahora qué? —dijo él, con los ojos fijos en el mismo punto que los

demás.

Claire empujó a Ryan contra la pared y luego lo señaló.

—Quédate ahí —dijo ella con firmeza—. No. Te. Muevas.

Ryan bajó su arma, y esperó.

La puerta se abrió lentamente, y un hombre con un traje blanco

caminó, lento y ligero, a través del umbral. Su cabello era negro y

brillante, con los ojos hundidos y en calma. Era hermoso y grotesco, al

mismo tiempo; un supermodelo, con cara de niño, con eones de odio y

amargura fluyendo por sus venas.

Bex dio un paso, pero Claire extendió la mano y la aplastó contra su

pecho, sujetándolo.

—Párate junto a Ryan.

—Pero… —protestó Bex.

—¡Hazlo! —gruñó ella. Nunca la había oído hablar en ese tono a su

hermano menor.

Los ojos del hombre se clavaron en el Ryel más joven, con la cabeza

inmóvil. Era antinatural, aterrador. Bex caminó lentamente hacia la

pared, cauteloso del par de ojos que estudiaban cada movimiento suyo.

Jalé a mi pequeña hija más cerca, girando ligeramente para que mi

hombro estuviera en condiciones de protegerla. No noté el movimiento

hasta que me di cuenta de que había llamado la atención del hombre

hacia nosotros.

—Profanación —soltó el hombre. El suyo fue más un silbido que una

voz—. Incluso más que tu padre.

—No hables con ella —dijo Jared, su tono de voz bajo y aterrador.

Ryan miró a Claire. Él estaba confundido y preocupado, pero no se

movió.

El hombre dio otro paso.

Jared se puso de pie y levantó la mano, señalando al hombre de cabello

negro.

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—Ella le pertenece a Él. No puedes tocarla. Puedes matarnos a todos

nosotros, pero Él ha ordenado que viva.

El hombre tomó una respiración profunda por la nariz, poniendo los

ojos en blanco. Sus párpados se cerraron, y luego se abrieron de golpe,

centrándose en el bebé. Cuando habló, su voz fue ambas: distante y

fuerte al mismo tiempo.

—Si no te has dado cuenta, me gusta mucho hacer cosas que Él

prohíbe.

—¿Debo disparar? —susurró Ryan por la esquina de su boca.

—No —dijo Claire, su voz tensa—. No te muevas.

Ryan frunció el ceño, claramente perturbado.

—¿Quién es?

—El Diablo —dijo Bex.

Las pupilas del hombre sangraban desde la parte blanca de sus ojos, la

oscuridad dentro de ellos reluciendo a la luz del fuego en el exterior. Dio

otro paso.

Una gran vena sobresalía de su frente pálida mientras sus ojos

calculadores se dirigían a mi hija.

Jared no esperó a que él tomara un paso más. Cargó, deteniéndose

abruptamente cuando el Diablo lo agarró por el cuello. Claire reaccionó

de inmediato, atacándolo con una velocidad asombrosa. Su pequeño

cuerpo voló contra la pared, y Ryan reaccionó.

Ella levantó la mano.

—No —dijo parándose.

Jared logró zafarse, y luego lo atacó de nuevo con una serie de

puñetazos. Ellos intercambiaron golpes, y de repente Jared fue

empujado hacia el suelo. Claire se apresuró hacia Satanás de nuevo,

pero fue lanzada hacia atrás, esta vez sostenida en alto por una fuerza

invisible contra la pared. Gritó en agonía mientras docenas de cortadas

profundas y sangrientas se formaban en su cara, cuello y cuerpo. La

sangre manó de sus heridas y hacia abajo en la parte delantera de su

ropa, goteando de sus zapatos hacia el suelo debajo de ella.

—¡No! —gritó Ryan, levantando su arma.

Bex lo detuvo de mala gana.

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Ryan agarró el cuello de Bex.

—¡Ayúdala!

Jared se arrastró en cuatro patas, y luego atacó al Rey del Infierno de

nuevo. Él gimió y gruñó con cada duro golpe que Satanás le asestó, y

pronto fue dominado, y arrojado al suelo. El hombre vestido de blanco

hizo un gesto con su mano, mandando el cuerpo de Jared contra la

pared bajo Claire. Su sangre fluyó de sus heridas y goteó en una

corriente constante hacia el hombro de su hermano.

Claire cerró los ojos, sus párpados revoloteando.

—Ayúdanos —susurró ella—. ¿No lo ves? Ayúdanos —suplicó ella.

El Diablo dio otro paso. Él estaba a unos pocos metros de mi cama

improvisada. Sostuve la diminuta cabeza de mi hija en el hueco de mi

cuello y toqué con mis labios su blanco y ralo cabello. Ella olía como su

padre, pero más suave; más puro. Miré a su asesino desde debajo de mi

frente, aterrada y sin esperanza; encogida ante su presencia.

Jared se soltó una vez más, su forma oscurecida por la velocidad. Se

estrellaron juntos, y con los movimientos apenas visibles, ellos

difuminaban la habitación yendo de un espacio a otro, deteniéndose

momentáneamente, y luego de nuevo moviéndose. Pronto estuvieron

donde empezaron, y Jared estaba en el suelo, su sangre derramándose

de sus heridas.

Satanás se inclinó lentamente, saboreando mi terror.

—Ayúdala —rogó Claire en un pequeño susurro.

Ryan se acercó a mí con desesperación en su rostro, pero Bex agarró su

hombro.

—¡Déjame ir! —dijo él, luchando. Bex envolvió ambos brazos alrededor

de mi amigo, prohibiéndole acercarse.

Bex y Ryan iban a vernos a todos morir. Si Bex podía de alguna manera

escapar con Ryan, Claire podría ser salvada, pero eso dejaría a mi niña

vulnerable. Un millón de pensamientos pasaron por mi cabeza, con la

esperanza de que incluso si era asesinada, Jared sobreviviría el tiempo

suficiente para conseguirle a nuestro bebé la seguridad.

En ese momento, la ira sustituyó a mi miedo. Recordé las palabras de

Eli, y el coraje que nunca supe que tenía se hinchó dentro de mí.

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—No puedes tenerla —dije furiosa, levantando mi barbilla en desafío—.

No te tengo miedo. —Mis ojos se llenaron de lágrimas de rabia.

Él sonrió.

—¿Y qué vas a hacer? —dijo, mirando el cuerpo sin vida de Kim. En un

rápido momento ella estaba en sus brazos. La acunó, viéndose casi

paternal mientras le rozaba la mejilla con sus dedos ennegrecidos. Echó

un vistazo a su rostro con una expresión sombría, y luego se inclinó

para oler su cabello—. Ella tenía un latido no hace menos de una hora.

Sueños. Aspiraciones. Y ahora —dijo, tirando su cuerpo inerte a través

del cuarto con una mano—, nada.

Cerré los ojos, sin estar dispuesta a dejar que el miedo me robara el

pensamiento racional. Antes de que yo fuera madre, podría haber huido

de la habitación, pero la había llevado en mi interior durante la mayor

parte del año, y había sobrevivido al Infierno antes. Algo dentro de mí

susurró que mi hija estaba a salvo en mis brazos. Tendría fe en lo que

Eli me había dicho, y me mantendría en mi posición. Nada era más

fuerte que el amor de una madre por su hijo… ni siquiera Satanás.

Claire cayó al suelo, y Ryan corrió hacia ella. Jared intentó ponerse en

pie, pero en su lugar recurrió a gatear hacia mí. Jared hizo su camino a

su familia, y luego se puso lentamente de rodillas, tambaleándose por el

agotamiento. Una vez más, él era lo único que se interponía entre

nosotros y la muerte.

Satanás tomó el cuello de Jared en su mano y lo levantó del suelo.

Jared agarró el brazo del hombre con ambas manos mientras sus pies

colgaban sobre el piso. Moviendo su brazo a un lado, Satanás sostuvo a

Jared en la mejor posición para ver el final.

Dedos largos y ennegrecidos se estiraron hacia la niña. Sin pensarlo, la

jalé hacia el otro lado de mi cuerpo, y con mi mano libre, agarré la

muñeca del Diablo. Era fría y delgada. Mi piel ardía en su contra.

—No. La. Toques —dije en voz baja.

Él frunció el ceño, visiblemente confundido. Trató de avanzar su mano

hacia mi hija, pero era incapaz de moverse.

—Ya es suficiente, Lucifer —dijo Samuel. Como de costumbre, se había

presentado en nuestro plano sin ser detectado, pero esta vez Eli estaba

con él.

—¿Qué es esto? —dijo Lucifer, luchando por llegar a la niña. Él

claramente se estaba esforzando, pero estaba indefenso en mis manos.

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Eli sonrió.

—Papá dice que no.

Lucifer quitó su mano, sus ojos desorbitados por la ira.

—¿Él está permitiendo que esta… esta humana me desafíe? —aulló,

dejando caer a Jared al suelo—. ¿Sabes lo que esto significa?

—¿Guerra? —Samuel sonrió—. Demasiado tarde.

Satanás empezó a hablar, pero Eli levantó la mano.

—Basta, Lucifer. Se ha acabado. Él ha decidido prescindir de la niña.

Lucifer cargó hacia nosotros, extendió los brazos, sus dedos

curvándose, preparándose para matar al ángel bebé en mis brazos.

Justo antes de que nos alcanzara, fue lanzado hacia atrás y quedo

sostenido contra la pared. Grandes y largos dedos se cerraron alrededor

de su cuello. Los ojos de Lucifer se agrandaron. El Príncipe de las

Tinieblas tenía miedo.

—¿Gabriel? —dijo Lucifer, sorprendido.

—Él dijo lo suficiente —gruñó Gabriel—. Regresa a tu fosa, Satanás. Él

no va a pedírtelo de nuevo.

—¡Papá! —dijo Bex, con una expresión esperanzada y emocionada a

juego con la de Claire.

Una figura entró en la habitación desde el exterior, a través de los

restos rotos de las ventanas. Era Michael, desgastado por la batalla

pero victorioso.

—Basta.

Samuel se detuvo junto a Michael, cruzando los brazos; Eli se puso

delante de los guerreros. Su camisa blanca inmaculada era un marcado

contraste con sus pesadas armaduras. Otra forma pasó por encima de

los cristales rotos y entró en el cuarto, y luego otra. Pronto, veinte

miembros del ejército de Michael estaban en la habitación.

—Ha llegado el tiempo del gran sufrimiento —dijo Lucifer furioso. Se

hizo a un lado, lejos del agarre de Gabriel.

Eli bajó la barbilla.

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—Vas a dejar en paz a esta familia. El Infierno dejará a los niños de

Gabriel, y a los hijos de sus hijos, en paz. Él lo ha ordenado —dijo con

firmeza—. La niña ha encontrado gracia delante de Dios.

—¡No es humana! —dijo Lucifer entre dientes.

Gabriel dio un paso, con las manos apretadas en puños a los costados.

—Ella es mi nieta. —Su voz retumbó, pero no gritó—. Juro por el

Altísimo, que tu castigo te hará desear los pozos del Infierno si la

amenazas de nuevo.

—¡Infame! —gritó el diablo—. ¡Vulgar! ¡Inicuo! ¡Despreciable! —después

de su rabieta, sonrió—. Bueno. Él finalmente ha caído a mi nivel. Qué

delicia.

—¡Blasfemia! —dijo Samuel, dando un paso. Eli lo detuvo.

Antes de que Eli pudiera pronunciar una orden, Satanás desapareció.

Tomé una respiración profunda, dejando escapar un sollozo. Jared se

arrastró de nuevo hacia nosotros, envolviendo sus brazos

ensangrentados y sudorosos alrededor de nuestra hija y yo. Me sacudí

mientras lloraba, besando la delicada y suave frente de mi bebé,

mientras Jared besaba la mía.

—¿Claire? —dijo Ryan, sosteniéndola en sus brazos.

Eli caminó tranquilamente por la habitación, arrodillándose al lado de

ellos.

—Te ves de muerte.

Claire consiguió soltar una risa débil.

—¿En serio? Pensé que para un roce con el diablo me veo bastante

bien.

Gabe se unió a ellos, evaluando sus heridas.

—Bastante mal, pequeña. —Él miró a Eli.

Eli le hizo un gesto a Samuel, y Samuel de repente estaba de rodillas

junto a Eli, liberando a Claire del agarre de Ryan.

—Espera —dijo Ryan.

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Samuel lo ignoró, colocando a Claire sobre sus pies. Sus ropas aún

estaban rotas, pero las heridas de su cara y cuerpo habían

desaparecido.

Gabe ayudó a Ryan a ponerse de pie con una mano, y enganchó su

brazo alrededor del cuello de Bex con la otra.

—Gracias —dijo Gabe, aparentemente para sí mismo. Yo sabía que era

a Dios al que le hablaba.

Ryan atrajo a Claire a sus brazos y aplastó sus labios sobre los de ella,

besándola una y otra vez.

—¿Estás bien? —dijo, visiblemente molesto.

Ella sonrió.

—Sólo otro día en el trabajo.

Él la abrazó con fuerza, una sola lágrima corriendo por su mejilla sucia.

Respiró rápidamente, y luego exhaló una respiración entrecortada.

—En caso de que me olvide de decírtelo más tarde —dijo ella,

echándose atrás—. En cierto modo te amo.

Ryan se rió una vez.

—Sólo recuerda quién lo dijo, en primer lugar.

Ella le dio un codazo, y ellos se volvieron para ver a Bex regresar

lentamente hacia el cuerpo de Kim. Él frunció el ceño, tratando de

contener la tristeza abrumadora que todos sentíamos.

Ryan fue a buscar una sábana en la esquina de la habitación, y Claire

lo ayudó a extenderla sobre el suelo. Bex levantó el cuerpo de Kim

desde el piso, poniéndola con suavidad en la sábana. Enderezó sus

piernas dobladas, y cruzó las manos sobre su pecho.

Eli se paró junto a Ryan.

—Padre, te ofrecemos el alma de Kim. Por favor, dale la bienvenida en

tu reino, y tus brazos. Extiende el consuelo a su padre y a sus amigos, y

recuérdales todos los días que el sacrificio que ella hizo, fue hecho por

amor.

—Lo siento —dijo Bex, tapando su cara con la sábana.

Ryan se atragantó, y él y Claire envolvieron sus brazos alrededor el uno

del otro.

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Mis emociones estaban tan golpeadas que no pude encontrar las

lágrimas para llorar. Sólo me quedé mirando su silueta bajo la sábana

con incredulidad. Ella se había ido, realmente. Me imaginaba la horrible

tarea de informarles a su padre, y a Beth. ¿Cómo podríamos explicar

cómo murió?

—Nosotros nos ocuparemos de esto —dijo Jared—. Ella va a recibir el

entierro y el respeto que se merece.

—Sólo la quiero de vuelta —dije en voz baja—. Esto es mi culpa. No

debería haberme ido. Habríamos estado todos seguros si tan sólo me

hubiera quedado en el Sepulcro.

Jared tocó mi mejilla.

—La ansiedad es una gran lucha para cualquiera. Hiciste lo que creías

que tenías que hacer en el momento, y el instinto de supervivencia es

casi imposible de ignorar para un híbrido. Tú no querías esto. Kim

sabía eso.

Asentí, pero sabía que la culpa me perseguiría durante toda la vida. La

amenaza que sentí en la tumba fue muy real en el momento, pero

mirando en retrospectiva, dejé que mi miedo consiguiera lo mejor de mí,

y esto le costó su vida a Kim. Llevaría eso por el resto de mi vida.

Gabe se arrodilló a mi lado para ver mejor a su nieta.

—Ella es absolutamente hermosa —dijo, tocando su pequeña mano.

—Gracias —le dije, mis ojos finalmente llenándose de lágrimas.

—No entiendes lo que has hecho aquí —dijo él, limpiando la delicada

piel debajo de mi ojo—. Tú la salvaste, y ella nos salvará a todos.

—Ese es un gran trabajo para una niña —dijo Jared, mirando hacia

abajo al precioso paquete en mis brazos—. Lo bueno es que ella es

fuerte como su mamá.

Levanté mi barbilla y toqué con mis labios los de Jared. Sus labios

estaban más calientes que los míos por primera vez en meses. Su olor

se mezcló con el de nuestro bebé, y sentí la ligeresa del alivio que me

era vagamente familiar.

Sentirme segura era como un recuerdo lejano, y de alguna manera

surealista, como si no pudiera confiar en esto. Pero, nuestra familia

estaba a salvo. Habíamos ganado un nuevo comienzo para nosotros,

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para todos nosotros, que el Cielo había creado. Con ese pensamiento,

miré la preciosa belleza en mis brazos.

—Eden —susurré.

—¿Qué fue eso? —dijo Jared, casi eufórico.

—Su nombre es Eden.

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Epílogo

Traducido por Kmi25

Corregido por Leluli

is manos estaban empapadas. Las limpié en mi vestido, pero

inmediatamente se humedecieron de nuevo. Puedes hacerlo,

pensé. Esto no es nada. Definitivamente he pasado por cosas

peores. Lo hice, pero en ese momento habían cientos de personas

mirando. Esperando.

Me giré para buscar a mi esposo. Mis ojos no eran lo que fueron cuando

estaba embarazada, y era muy frustrante volver a ser un humano

normal despues de experimentar una vida con habilidades. Un brazo

agitándose por encima del público atrapó mi atención, y vi a Lillian

sonriendo de oreja a oreja. Junto a ella estaba Cynthia. Bex, Claire,

Ryan se sentaron en una fila al otro lado de mi madre, con Jared en el

extremo, tratando de sostener a una entusiasmada e inquieta Eden.

Ella tenía diez meses, su contextura gruesa, y su cabello rubio y

ondulado. Sus mejillas eran tan regordetas que colgaban hacia abajo

como un Basset Hound. Podía ver sus grandes ojos azules todo el

camino desde mi asiento. Estaba de pie en el regazo de Jared rebotando

y agitándose, mostrando el hueco de sus dos dientes delanteros. Jared

parecía tratar de hacer todo lo que por ver a su alrededor, pero había

un gran lazo marrón que obstruía su vista. No pude evitar reír verlo

tratar de observar alrededor.

Habíamos pasado los últimos diez meses en total felicidad. Terminé mi

último año en Brown como cualquier otro estudiante, con esposo y

bebé. No más miradas por encima de mi hombro. No más miedo. La

vida era normal. Mejor que normal. Estábamos viviendo nuestro felices

para siempre, y nuestra hija había visto nuestra absoluta alegría en

nuestra nueva libertad.

—Nina Grey Ryel —llamó el anunciador.

M

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Me dirigí hacia las escaleras y crucé el escenario, tomando mi diploma

de la presidenta. Me saludó e hice mi camino al otro lado, estrechando

las manos de personas que nunca conocí, pero obviamente eran

importantes en la Universidad de Brown.

Beth y Jared, Tucker, Josh y Lisa estaban entre mis compañeros y

todos estábamos tristes y entusiasmados de llegar por fin a la

graduación.

Después de la ceremonia, hicimos nuestro camino hacia la entrada y

marchamos a través de las reconocidas puertas de Van Winkle con la

banda y Bruno, la mascota de Brown. Beth y yo reímos y andamos

hasta llegar calle abajo, encontrando a mi familia al final.

Fui rodeada con abrazos y besos de mi familia política y mi madre.

Eden trató de agarrarme, y Jared me la pasó, intercambiándola por un

beso. Eden envolvió sus regordetes brazos alrededor de mi cuello,

enredando sus dedos en mi cabello y abriendo su boca para darme un

gran y húmedo beso de bebé en la mejilla.

—¡Oh, gracias! —dije con una sonrisa.

—Pensé que podríamos reunirnos para la cena —chirrió Lillian.

—Sí —asentí—. ¿Necesitamos llevar algo?

—Nop —guiñó—. He estado en eso toda la mañana. —Me besó otra vez

y después acarició la mejilla de Eden antes de besar su infantil

despedida—. ¡Los veo a las seis!

Jared metió sus manos en sus bolsillos.

—Tal vez lleguemos un poco tarde, mamá. Tenemos que hacer una

parada.

—¿Ah, sí? —dije.

—Es tu regalo de graduación.

—¿Qué es? —pregunté, iluminándome.

Jared rió.

—Sabes que no voy a decírtelo.

Fingí decepción.

—¡Detesto las sorpresas!

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—No, no lo haces —dijo, apretándome a su lado.

Claire le guiñó a Jared.

—Los veremos en la cena, chicos. ¡Felicitaciones! ¡Adiós, Edie! —Besó

los gordos dedos de Eden, y luego ella y Ryan caminaron a su Exige,

envueltos cada uno en los brazos del otro. Bex puso sus ojos en blanco

y de mala gana los siguió.

—Necesito cambiarme —dije.

—Bien, podemos hacer eso también.

Jared condujo a las afueras de la ciudad. Estábamos en el mismo

camino al almacén, así que me retorcí en mi asiento con nerviosismo,

creyendo que Jared me estaba llevando a ver a Eli. Pero paramos a

varios cientos de metros del almacén. Apenas podía verlo.

Jared se estacionó en la entrada para autos de una casa de dos pisos.

—¿Dónde estamos?

—En casa —sonrió.

—¿Qué? —dije, atónita. Miré hacia la casa de nuevo. Era blanca con

contraventanas verdes y un porche con un columpio. Muy Norman

Rockwell10.

—Vamos —dijo Jared. Tan pronto como su puerta se cerró, la mía se

abrió y luego abrió la puerta de atrás para desabrochar a Eden de su

asiento de auto—. ¡Ven! —dijo, apenas siendo capaz de contener su

entusiasmo.

Tomé su mano y caminamos a la entrada principal. Jared usó la llave, y

después empujó la puerta para abrirla. No podía creerle a mis ojos. El

interior era idéntico al desván. Las mismas pinturas en las paredes, la

misma decoración, incluso el mismo fondo. La única diferencia era que

las escaleras no eran visibles.

—¿Es nuestra? —dije, abrumada.

—Lo es. Nuestra habitación está arriba, al final del pasillo está la de

Eden, y aquí hay una habitación para visitantes, también.

Lo abracé fuerte, enterrando mi cara en su pecho.

10 Norman Percevel Rockwell: (3 de febrero de 1894, Nueva York – 8 de noviembre de

1978, Stockbridge) fue un ilustrador, fotógrafo y pintor estadounidense célebre por

sus imágenes llenas de ironía y humor.

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—¡Jared te amo! No puedo creer que hayas hecho esto.

Él reprimió una sonrisa.

—Cynthia no está feliz.

—¡Lo superará! —dije, mirando alrededor con asombro.

Fuimos escaleras arriba, y jadeé al ver nuestra habitación. Era como si

nunca le hubiese pasado nada a nuestro departamento. Era el mismo.

Entusiasmada por ver las nuevas adiciones, corrí a la habitación de

Eden. Jared se había asegurado de decorarla exactamente como había

sido en la de Cynthia. Sentó a Eden en la cuna con algunos juguetes y

luego me guió de la mano a la habitación de huéspedes. Estaba vacía y

las paredes eran blancas y simples.

—Dejaste esta para mí, ¿verdad? —dije, apretando su mano.

—No sabía cómo la querías, así que pensé en simplemente no tocarla.

Un lienzo en blanco.

—La amo. Lo amo todo. Voy a dormir mejor esta noche que desde que

perdimos todo. —Lo miré—. Me devolviste nuestro hogar. No puedo

decirte cuánto significa eso para mí.

Sus cejas se juntaron.

—Ni siquiera una fracción de lo que significas para mí.

Me incliné sobre las puntillas de mis pies y envolví mis brazos alrededor

de su cuello. Mis labios se presionaron contra los suyos y sonreí ante el

calor que emanaba. Había extrañado cuán caliente se sentía contra mi

piel humana. Sus fuertes manos se presionaron contra mi espalda y me

llevó más cerca. Cada emoción que alguna vez había sentido viniendo a

través de ese beso.

—Estoy feliz —susurré—. Estoy tan feliz… —dije contra su boca—. Y

todo es por ti.

Fin.

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Una nota de la Autora

¡Muchas gracias por leer la Trilogía Providence! Espero que hayan

disfrutado siguiendo el viaje de Jared y Nina, y pasaran el tiempo con

los personajes tanto como yo lo hice.

Al acabar mi primera serie, me siento dividida. Tengo muchas ganas de

escribir algo nuevo, pero soy terrible con las despedidas.

Nina y Jared tienen un lugar especial en mi corazón, como mi

primogénito. He pasado tanto tiempo con ellos que se sienten como

parte de la familia.

No les puedo decir lo mucho que significa para mí que ustedes los

hayan seguido hasta el final.

Gracias.

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Sobre la Autora

Jamie MacGuire nació en Tulsa, OK. Fue criada por su madre Brenda

en Blackwell, OK, donde se graduó del instituto en 1977. Jamie asistió

al Northem Oklahoma College, la Universidad Central de Oklahoma y al

Autry Technology Center donde se graduó con una licenciatura en

radiografía.

Jamie vive ahora en Enid, OK con sus tres hijos y su esposo Jeff, que es

un vaquero de verdad. Comparten sus 30 acres con cuatro caballos,

cuatro perros y su gallo-gato.

Sus cuatro libros publicados incluyen el Bestseller del New York Times

Beautiful Disaster, una novela contemporánea de alto auge;

sumándose a sus éxitos de la trilogía Providence.

Trilogía Providence

1.- Providence

2.- Requiem

3.- Eden

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Staff de Fallen Angels

Moderadora de traducción:

Dara

Traductoras:

Ingrid

Kmi25

Kristel98

Luisa

Macaslomb

MeliBee

Puchurin

Rihano

Moderadora de corrección:

Leluli

Correctoras:

Francatemartu

Leluli

Liraz

Lsgab38

Vickyra

Revisión Final

Ivi04

Diseño:

PaulaMayfair

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Staff de Bookzinga

Moderadora de traducción:

LizC

Traductoras:

Brenda3390

Carmen170796

Helen1

Itorres

Jo

Katt090

Little pig

LizC

MaryJane♥

Nelshia

Nnancyc

Rihano

Vellorita

Moderadora de corrección:

LizC

Correctoras:

LadyPandora

LizC

MaryJane♥

Nanis

Revisión Final

LizC

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TTrraadduucciiddoo,, ccoorrrreeggiiddoo yy ddiisseeññaaddoo eenn……