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    Jorge Rafael Videla se confiesaLA HISTORIA JAMS CONTADA DE UN PERODO TURBULENTO

    RICARDO ANGOSOPrlogo de Horacio Palma - Eplogo de Roberto Rosales

    LECTURAS PARA EL DEBATE - PACIFICACION NACIONAL DEFINITIVA

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    El AutorRicardo Angoso (1966, Salamanca) es socilogo, analista internacional

    y periodista. Ha escrito, trabajado y colaborado, en los ltimos aos, para ElIndependiente, Diario 16, El Mundo, Fax Press, Colpisa, La Aventura de laHistoria, Safe Democracy, Infomedio, Atenea Digital, Cambio 16, Cuadernospara el Dilogo, Historia 16, Radio Francia Internacional, Radio Exterior deEspaa, Ideas y Debate, NTN 24 HORAS, Races e Historia y Vida.

    Durante mucho tiempo ha residido en el extranjero, siendo un buenconocedor de los Balcanes y habiendo pasado largas temporadas en Albania,Bosnia y Herzegovina, Hungra, Rumania, Macedonia, Montenegro, Serbia y

    Turqua. Como observador electoral de la Organizacin para la Seguridad enEuropa (OSCE) ha participado en numerosos procesos electorales en unadecena de pases. A su vez, ha sido profesor en la Universidad Nacional deHonduras y becario del Ministerio de Asuntos Exteriores espaol en Hungra,Rumania y Turqua. Tambin ha ganado varios premios literarios, entre los quedestacan el Joven y Brillante, el Ciudad de Periana y el Ateneo de Jan. En laactualidad, colabora en varios medios de comunicacin y es Corresponsal deCambio 16 en Bogot, Colombia.

    Libros publicados: Chvez perdi: Honduras se salv, Europa aDebate, Kosovo: la herida abierta de los Balcanes, Las prximas guerraseuropeas, Kosovo. Las semillas del odio y Rapsodia hngara sobre fondo rojo.

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    EDITAN:ASOCIACIN LECTURAS PARA EL DEBATEPACIFICACIN NACIONAL DEFINITIVA

    Se autoriza la reproduccin citando la fuente, el autor y editores del libro.Autorizacin e informacin en: [email protected]

    Blogs:De Lecturas para el Debate y del autor: www.iniciativaradical.orgDe Pacificacin Nacional Definitiva: http://pacificacionacionaldefinitiva.blogspot.com/

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    http://pacificacionacionaldefinitiva.blogspot.com/http://pacificacionacionaldefinitiva.blogspot.com/http://www.iniciativaradical.org/http://www.iniciativaradical.org/mailto:[email protected]:[email protected]
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    A la memoria de las vctimas del terrorismo en Argentina.

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    La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.

    Marco Tulio Cicern

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    SUMARIO

    Prlogo (por Horacio Palma)1. Situando A Jorge Rafael Videla En La Historia2. Videla Habla Tras Aos De Silencio3. Declaracin De Videla Ante Los Tribunales4. Citas Citables Acerca De Videla5. Cronologa Del Perodo6. Los Personajes De La poca: Biografas Breves7. Anexos

    A) Discurso De Videla El 24 De Marzo De 1976B) Estatuto Del Proceso De Reorganizacin NacionalC) Comunicado De Los MontonerosD) Primer Comunicado Del ERP

    E) Peridicos De La poca: El 24 De Marzo En La PrensaF) Discurso De Videla Al Asumir La PresidenciaG) Veredicto De La Sentencia Contra Videla Y Otros Militares

    8. Pginas Web Recomendadas9. Eplogo Para Un Futuro No Escrito (por Roberto Rosales)10. Galera Fotogrfica De La poca

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    Prlogo

    Argentina: Todava los 70

    Ser breve. No caer en la tentacin de tanto prologuista con ansias de protagonismoque se aprovecha de laureles ajenos.

    El trabajo de tantas horas con las que ha amanecido este libro, es mrito exclusivo delPeriodista (las maysculas adrede) Ricardo Angoso, quin quiso y pudo y supo

    entrevistar al General Jorge Rafael Videla, ex Presidente de facto de la RepblicaArgentina.

    En un pas donde los militares presos por haber combatido al terrorismo en laArgentina en los aos 70 han sido perseguidos abiertamente, acalladosdeliberadamente y estigmatizados sin pudor, Ricardo Angoso quiso y supo y pudo lo

    que muchos periodistas argentinos (me consta) no.

    Son tiempos de informacin digital en tiempo real. Mucho podrn ustedes encontrarsobre los distintos integrantes de los grupos terroristas que asolaron a la Repblica

    Argentina durante casi dos dcadas. Y vern que la versin de un terrorismo idealistay romntico se ha extendido de manera oficial como una forma perversa de maquillar

    los violentos aos escarnecidos de un pas que se desangr, dolorosamente, enintestinos egocentrismos. Sin embargo, y no es casual, poco y nada podrn encontrarsobre la visin de los protagonistas militares.

    En los aos 70 yo iba a la escuela primaria. Quiero decir que toda mi vida de adulto laviv en una democracia que, por alguna razn que nunca alcanc a comprender,intent ocultar la historia y la palabra de los militares que tuvieron que combatir a unterrorismo impiadoso y especialmente cruel, que no dudaba en atentar con bombas,

    acribillar por la espalda o secuestrar a sus vctimas para luego fusilarlas en algnstano revolucionario.

    Incluso hoy, habiendo recorrido la democracia argentina tres dcadas ininterrumpidas,el tema de los violentos aos setenta ha sido colocado nuevamente en el tapete porun gobierno que se ha autodenominado heredero ideolgico de aquella generacinde guerrilleros y terroristas que intentaron asaltar el poder a sangre y fuego.

    Se vuelve a juzgar a los militares que combatieron a los terroristas, y todo el esfuerzoestatal est abocado a mantener vivo el relato oficial de aquella tragedia argentina.

    Para que se entienda bien: En los ltimos 30 aos, la democracia Argentina juzg a

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    los principales responsables militares y guerrilleros de los aos 70. Luego losencarcel. Ms tarde los indult. Salieron en libertad. Despus la democraciaargentina declar inconstitucional los indultos, pero solo los indultos de los militares. Yentonces volvi a encarcelarlos, para juzgarlos con tribunales especiales luego ycondenarlos con condenas casi calcadas.

    De un plumazo el relato oficial escondi a los terroristas de la historia violenta queArgentina sufri en los aos 70.

    Es casi imposible conseguir una entrevista con algn militar detenido por el rgimenkirchnerista en Argentina. Todo periodista que se aboca a la misin de hacer lostrmites para acceder con cmaras o grabadoras a las crceles donde los militaresargentinos (la mayora mayores de 70 aos y con serias afecciones crnicas de

    salud), choca con una pared infranqueable levantada con duros ladrillos deintolerancia. Los jueces no permiten entrevistas, y los organismos de derechoshumanos que monitorean los juicios polticos y a los militares detenidos, han levantado

    un pesado cerco imposible de sortear.En el mientras tanto suceden actos y sucesos que se asemejan y mucho a cruelesamenazas contra quienes intentan saltar el cerco. Para muestra basta un botn. A

    fines del ao 2012, el jefe del Servicio Penitenciario Federal de Argentina, el Dr. VctorHortel, se aperson cmara de fotos en mano en las habitaciones de varios militares

    argentinos presos. Alguno de ellos invlidos. El Dr. Hortel sac fotos de lashabitaciones y unas semanas ms tarde esas fotos aparecieron publicadas en unaconocida Revista de relato oficial. Miedo.

    Cada vez que alguien sortea el cerco y logra hablar con los militares detenidos, suscondiciones carcelarias se vuelven ms duras y arbitrarias.

    As las cosas, muchos de los familiares y amigos de los presos polticos (as sesienten y se autoproclaman los militares argentinos presos) han elegido el silencio. Unsilencio que yo mismo he intentado sondear. Al principio cre que el silencio de losfamiliares de los militares presos de Argentina era un silencio que susurrabavergenza. Aos de estigmatizacin en el relato podran haber dejado esa huella. Conel tiempo entend que el silencio de muchos presos polticos de Argentina y susfamiliares, grita una sola palabra: Miedo.

    Y con casi treinta aos de democracia ininterrumpida en Argentina, el miedo es unestado peor que la vergenza. Despus de todo, la vergenza es un sentimientopersonal, es de uno pero el miedo es, en este caso, un sentimiento ocasionado porlas actitudes y las represalias de los que desde hace aos detentan el poder enArgentina.

    Represalias, quita de beneficios como las prisiones domiciliarias, endurecimiento enlos regmenes de visitas, problemas laborales etc. son una constante en los familiaresde los militares presos de los mismos militares que estn detenidos por haber

    combatido al terrorismo en Argentina.

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    Un gran pensador, compatriota del autor de este libro, dijo alguna vez: Uno es uno, ysus circunstancias. Una gran verdad que parecen haber olvidado los arquitectos delrelato oficial de Argentina sobre la violencia vivida en los aos 70.

    Los hacedores oficialistas del relato setentista en Argentina, han obviado conpremeditacin y alevosa las circunstancias. Se han salteado especialmente laperspectiva histrica.

    Aos de arquitectura construyendo un relato obtuso de la historia, han parido unageneracin de demcratas que creen correcto cercenarle el decir a una persona.

    Por eso, en las actuales circunstancias de Argentina, que un periodista se haya

    atrevido a entrevistar en su lugar de detencin al General Jorge Rafael Videla, expresidente de facto de Argentina, ha sido visto en el seno del Poder de Argentina,

    como un acto de extrema osada.

    Haber entrevistado a un personaje central de los aos setenta de nuestro pas, ha sido

    una afrenta imperdonable hacia todos aquellos que desde hace aos militan enesconder la otra parte de la verdad. Y a fuerza de ser sinceros, tambin ha sido unacto de valenta la decisin del General Videla de consentir la entrevista.

    La valenta de Ricardo Angoso periodista, ha sido para ese espacio de Poder de la

    Argentina un sapo difcil de digerir. De ah la desmesurada repercusin en el senodel Poder, y esa impostura sobreactuada alegando una preocupacin que no es tal.Hasta la presidenta de Argentina, Sra. Cristina Fernndez viuda de Kirchner, hizovarias veces alusin a la entrevista que Ricardo Angoso le realizara al General Videla.

    Luego de publicado el reportaje, Ricardo Angoso vivi en carne propia el escarnio delos demcratas argentinos, que rpidamente le enrostraron haberle dado voz a unpersonaje tan siniestro.

    Angoso, Periodista de raza, contest con una obviedad olvidada en estas latitudes:Que alguien entreviste a alguien, o escriba sobre alguien o hable sobre alguien nosignifica directamente que est tomando partido. Yo creo que un periodista tiene queescuchar a todas las fuentes, y desde luego un flaco favor le haramos al periodismo sisolamente escuchramos a una de las fuentes o a una de las partes implicadas en unconflicto.

    Este libro es un libro esencial para entender mejor los aos setenta de Argentina y deAmrica. Nobleza obliga, agradezco al periodista Ricardo Angoso, pues nos hafacilitado lo que otros nos han querido ocultar el revs de la historia oficial, contadadirectamente por uno de sus principales protagonistas: El General Jorge Rafael Videla.

    Les propongo otra obviedad olvidada en estas latitudes: Lemoslo y luegosaquemos nuestras propias conclusiones.

    Horacio R. Palma, periodista y escritor

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    1. SITUANDO A JORGE VIDELA ANTE LA HISTORIA:LOS ORGENES DE LA INTERVENCIN MILITAR DE MARZO DE 1976

    A finales del ao 1975, como un barco a punto de naufragar, la situacin de Argentinaera dramtica. El irreversible proceso de deterioro en todos los rdenes haba

    comenzado el 1 de julio de 1974, cuando muere el general Juan Domingo Pern yaccede a la presidencia del pas su compaera de frmula, Mara Estela MartnezPern.

    El terrorismo, que golpeaba con fuerza desde la extrema derecha y la extremaizquierda, sobre todo a travs de la Triple A y los Montoneros, respectivamente, era yaun problema de dimensiones nacionales y desbordaba a los cuerpos de seguridad.Atacaba con fuerza a todos los sectores sociales, pero especialmente a las FuerzasArmadas y a los cuerpos de seguridad. El Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP),

    de extrema izquierda, era otro de los grupos terroristas que estaba en la batallapoltica a travs de las armas y era el responsable de numerosos atentados,rivalizando en crueldad y desproporcin en sus actos -causando numerosas vctimasciviles- con los fanatizados montoneros. El objetivo del ERP era lograr una zonaliberada en la provincia de Tucumn y solicitar la intervencin internacional,posibilitando de esa manera el apoyo logstico y militar de la Cuba castrista.

    La situacin econmica no era menos dramtica y el clima de contestacin, ante laprdida de poder adquisitivo por parte de los trabajadores, era muy alto, el pas estabaal borde de un estallido social, mientras la clase poltica padeca una suerte de afasiacolectiva ante la manifiesta incapacidad e inutilidad de la presidenta en ejercicio. Nadiesaba a ciencia cierta hacia dnde iba el pas, el viaje hacia ninguna parte comenzadohace dcadas por los peronistas no pareca tener fin. La corrupcin sindical noconoca lmites, era una cua enclavada en el poder y los gordos de la CGT

    aprovechaban al mximo la situacin.

    Argentina se encaminaba, si alguien no lo remediaba, hacia una guerra civil o haciauna catica situacin de anarqua y desgobierno que podra tener fatalesconsecuencias, sin descartar que el ala ms izquierdista del peronismo, losMontoneros que haba echado de la Plaza de Mayo apenas hacia unos meses elgeneral Pern, a los que denomin sin ambages como "estpidos e imberbes", sehiciera con el poder en un momento de crisis y abierta descomposicin.

    Todos los sectores sociales, desde la patronal hasta la Iglesia catlica, pasando por

    las Fuerzas Armadas, los partidos polticos, los sindicatos y casi todas las confesiones

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    religiosas, estaban sumamente preocupados por la deriva que haba tomado elrgimen peronista. Aparte de la desaparicin del elemento carismtico, que era Pern,estaba la nefasta sucesin que haba dejado como legado el difunto caudillo.

    Los atentados se sucedan sin parar e incluso el ERP ya contaba con un frente abiertoen Tucumn, es decir, un territorio "liberado" por los comunistas para construir su"paraso" socialista al estilo de la isla-prisin de Cuba. En estas circunstancias tandifciles, un nuevo factor vino a unirse a la zozobra y desespero que surcaba por todoel pas: la presidenta tuvo que apartarse del poder, en septiembre de 1975, porenfermedad y estuvo de licencia por razones de salud durante una larga temporada(13 de septiembre hasta el 16 de octubre de 1975).

    Haba que hacer frente a una situacin caracterizada por el vaco de poder, la parlisis

    institucional, la creciente anarqua y el accionar cada vez ms osado de los gruposterroristas. En resumen, haba que tomar medidas urgentes y efectivas para gestionarun colapso no ya de la maquinara del Estado, sino del pas en general.

    Y los hechos se precipitaron rpidamente: el 13 de septiembre de 1975 la presidentaMartnez solicit licencia por motivos de salud, asumiendo interinamente la presidenciade la Nacin Italo Argentino Luder, en su carcter de presidente provisional de la

    cmara alta argentina, hasta el 16 de octubre, en que regresara de nuevo lamandataria tras su descanso por razones de salud, visto casi con alivio por los

    argentinos dada su supina ignorancia y escasas dotes para el manejo de la Nacin enuna situacin tan compleja.

    LOS DECRETOS DEL PRESIDENTE LUDER

    Fue entonces y no despus, durante su ejercicio de la presidencia interina porenfermedad de la presidenta, cuando Luder firm los controvertidos decretos 2770,2771 y 2772, por los cuales se creaba un Consejo de Seguridad Interior integrado porel presidente de la Nacin y los jefes de las Fuerzas Armadas, extendiendo a todo elpas la poltica de "aniquilar" la perniciosa accin de los grupos subversivos que sehaba iniciado unos aos antes sin que nadie les hubiese puesto coto.

    As se puso en marcha el Operativo Independencia contra las guerrillas de orientacincomunista que operaban en Tucumn. Como vemos, estos hechos se producenmucho antes de la intervencin militar de marzo de 1976, y los decretos firmados por

    Luder constituyeron la columna vertebral legal que sirvi a las Fuerzas Armadas parainiciar la guerra contra la subversin y justificar muchos de los acontecimientos quedespus ocurrieron.

    Unos aos antes de estas "catarata" de decretos aprobado por Luder, el mismo Pern,hastiado de los despropsitos causados por los Montoneros y el terrorismo deizquierdas, haba dicho: "El objetivo perseguido por estos grupos minoritarios es elpueblo argentino, y para ello llevan a cabo una agresin integral". Aadiendoclaramente: "Por ello, sepan ustedes que en esta lucha no estn solos, sino que estodo el pueblo que est empeado en exterminar este mal, y ser el accionar de todos

    el que impedir que ocurran ms agresiones y secuestros. La estrategia integral que

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    conducimos desde el gobierno, nos lleva a actuar profundamente sobre las causas dela violencia y la subversin, quedando la lucha contra los efectos a cargo de toda lapoblacin, fuerzas policiales y de seguridad, y si es necesario de las FuerzasArmadas". Lo dice bien el claro el viejo general: "exterminar" como a un cuerpoextrao incrustado en la sociedad argentina al terrorismo.

    Pero, lamentablemente, Mara Estela, Isabelita, regres de nuevo al poder a finalesde octubre, como ya hemos dicho, y la situacin sigui deteriorndose de una formaimparable. En las Navidades de 1975, como parte de una agona que no se detena, elpas se hunda entre la desesperanza y la resignacin, la apata y el hasto ante lo quesuceda.

    Fruto de este estado de cosas y del mal gobierno ejercido por los peronistas, el 23 de

    diciembre ocurrieron los incidentes de Monte Chingolo, cuando un comandofuertemente armado y pertrechado del ERP formado por varios cientos de hombresintent tomar unas instalaciones militares y hacerse con un importante y estratgico

    arsenal de armas. El ejrcito argentino, en una accin ejemplar y eficaz, respondi alos insurgentes y les caus unas cien bajas, segn fuentes oficiales de la poca.

    La revista catlica criterio escriba en su editorial: " Es posible decir que el saldo

    impresionante () del episodio de Monte Chingolo, produjo en muchos un sentimientode alivio: cien muertos son cien enemigos menos, y si fueron ms mejor, cualquiera

    haya sido la manera de su muerte".

    LA SUBLEVACIN DEL BRIGADIER CAPELLINILa sublevacin del brigadier Orlando Jess Capellini, tuvo lugar luego de que talo

    Argentino Luder se negara a sustituir a la presidente que se encontraba con uso delicencia por enfermedad, tal como se lo haban sugerido los titulares del EjrcitoArgentino, la Fuerza Area Argentina y la Armada de la Repblica Argentina; JorgeRafael Videla, Hctor Luis Fautario y Emilio Eduardo Massera respectivamente.

    Esta noticia enfureci a Capellini como a sus seguidores, que comenzaron a planearuna sublevacin.

    Mara Estela Martnez de Pern volvi a ocupar su cargo el 16 de octubre de 1975. Unda despus, el almirante Emilio Eduardo Massera y el teniente general Jorge Rafael

    Videla decidieron que para marzo de 1976 destituiran a la presidente, sin embargo elbrigadier general Hctor Luis Fautario no apoy bajo ningn punto de vista la idea deinterrumpir nuevamente el orden constitucional.

    En una reunin que tuvo lugar en Campo de Mayo entre Jorge Videla, Emilio Massera,Roberto Viola y Armando Lambruschini, Massera afirm que haba que sacar aFautario del medio, y se le comunic dicha determinacin al entonces brigadierOrlando Ramn Agosti.

    En definitiva, se estaban planeando dos golpes al mismo tiempo. El grupo liderado por

    el brigadier Orlando J. Capellini se reuni el 17 de diciembre y decidieron iniciar el

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    golpe el 18, cuando se anunciara quines seran los militares de la aeronutica quepasaran a retiro, y uno de ellos era el mismo Capellini.

    A las siete y media de la maana del 18 de diciembre un grupo de comodorosdetuvieron al titular de la Fuerza Area, brigadier general Hctor Luis Fautario junto alos brigadieres Francisco Cabrera, Roberto Donato Bortot y Rubn Bonoris cuando seencontraban por realizar un viaje a Crdoba. Fautario fue encerrado en una habitacinsin custodia en el Taller Regional de Quilmes y sus subordinados tambin detenidosfueron llevados a Morn.

    Ante esta situacin, el ministro de Defensa Toms Vottero se reuni con Videla yMassera, quienes le propusieron nombrar a Agosti como jefe de la Fuerza. Luego delencuentro, el ministro redact el decreto de designacin 3971, que nombraba a

    Orlando Ramn Agosti como titular de la Aeronutica, y se fue a Olivos para que lofirmara la presidente. Fautario logra salir de su lugar de encierro y se dirige a la CasaRosada, donde pide hablar con la presidente, ante la negativa que recibi, le manda a

    decir por medio del edecn aeronutico que le daran un golpe de Estado en marzo de1976.

    La sublevacin fue aplastada cuatro das despus de su inicio cuando la VII Brigada

    Area fue bombardeada y luego de que los tres comandantes dieran su apoyo algobierno. Esta revuelta sac del medio al brigadier general Hctor Fautario y al

    Subjefe del Comando de la Fuerza Area, brigadier mayor Jos Mara Klix y al restode los brigadieres mayores, quienes no adheran a ningn golpe de Estado.

    As, lentamente, el pas se encaminaba por el camino de la violencia terrorista. Pero lo

    peor era la ineficiencia poltica hacia una certera guerra en la que, seguramente, lossubversivos podran llegar al poder por la va armada. Eran los tiempos de la guerrasubversiva contra el poder establecido, democrtico o no, y en los que la izquierdadefenda la estrategia de ese aventurero y pistolero llamado Ernesto Che Guevara quellamaba a incendiar todo el continente, creando "uno, dos, tres Vietnam". Loscomunistas, en aquellos tiempos aciagos, no ocultaban su estrategia final de llegar alpoder por las armas aprovechando la "inocencia" de los "tontos tiles" que decaLenin, que en la Argentina estaba claro quienes eran: los peronistas.

    El nuevo ao, 1976, tampoco trajo mejores presagios y cada vez quedaba ms

    evidente la tirantez entre unas Fuerzas Armadas obligadas a luchar en desigualdad decondiciones frente a un enemigo despiadado y un poder oficial que no haca todo loposible para ganar la guerra, para frenar a la subversin, en definitiva.

    As las cosas, en enero de 1976 haba suficientes seales de que el perodo peronistainiciado tras las elecciones de 1973 estaba agotado y consumido, sobre todo debido ala ausencia de un poder poltico real y un sentido de autoridad del que careca, desdeluego, la viuda de Pern.

    El comienzo del ao 1976 fue especialmente violento y los atentados del ERP, los

    Montoneros y del grupo ultraderechista Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) se

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    sucedan por doquier. Argentina se enfrentaba a una verdadera guerra y la gravedadde la situacin era reconocida en casi todos los cables diplomticos y medios decomunicacin. No se poda ocultar ya el drama.

    Como muestra de la gravedad de la situacin, el 15 de marzo de 1976 fracasa unatentado contra el Comandante General del Ejrcito, el teniente general Jorge RafaelVidela, mediante un coche bomba accionado a distancia, colocado en la zona deestacionamiento cerca de una entrada lateral al Edifico Libertador, en el centro deBuenos Aires. Videla salva su vida por un instante, ya que su auto acababa deingresar al edificio; el resultado fue la muerte de un civil inocente y otros 23 heridos,entre los que destacaban varios coroneles, suboficiales, soldados y tambin civiles. Elatentado se produca apenas 9 das antes de la intervencin militar que puso fin al

    desgobierno de la fallida presidenta Mara Estela Martnez de Pern.

    Paradjicamente, desde el poder ms que hacer frente a la amenaza terrorista se"promocionaba" a la Triple A, que comandaba un ministro de la viuda y presidenta, el

    conocido ultraderechista Jos Lpez Rea, apodado como "el brujo", y que fuesecretario privado y ministro de Bienestar Social del mismo Pern y despus de Mara

    Estela.

    Esta alianza tcita entre el poder oficial y las organizaciones terroristas revelabafielmente el carcter anrquico y poco sujeto al orden del movimiento peronista. Lpez

    Rega, amigo ntimo de Pern, era el representante ms genuino de la derechaperonista y fue procesado por asociacin ilcita, decenas de homicidios ydesapariciones y secuestros. Lpez Rega era el emblema de toda una poca

    caracterizada por el despropsito y el manifiesto desgobierno. Sus relaciones con el

    matrimonio Pern fueron comparadas en su tiempo con las de Rasputn con el zar deRusia.

    Lpez Rega, el 11 de julio de 1975, fue obligado a renunciar a su cargo tras lasviolentas reacciones al plan econmico promovido por su protegido Celestino Rodrigo(quien tambin debi renunciar a su cargo), y fue nominado embajador itinerante.Finalmente, tras el 24 de marzo de 1976, se refugi en Espaa. Lpez Regaabandon Espaa ms tarde y se refugi en Suiza, donde vivira cerca de Ginebrahasta 1982, cuando fue descubierto por un fotgrafo. Escapando de la notoriedad,huy a Bahamas, donde vivi hasta 1986, alternando su residencia con Miami.

    LA INTERVENCIN MILITAR DEL 24 DE MARZO DE 1976 Y LA AMENAZATERRORISTAFinalmente, y como parte de un guin ya previamente conocido por todos losargentinos, las Fuerzas Armadas de Argentina ponen el punto y final al desgobierno dela presidenta Pern el 24 de marzo de 1976.

    La sucesora es arrestada y confinada en una instalacin militar. La normalidad en elpas, tras la asonada militar, es total; apenas hay protestas y la comunidadinternacional recibe el hecho como fruto poltico tras los aos de absoluto descontrol

    del agnico peronismo. No hay ni crticas ni oposicin a la asonada militar.

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    Los radicales, con Ricardo Balbn al frente, haban estado animando a las FuerzasArmadas a dar el golpe de Estado y acabar con el estado de cosas reinante. De lamisma forma, las organizaciones empresariales se adhieren al movimiento militar eincluso algunos de sus lderes, como Jos Alfredo Martnez de la Hoz, acabaranformando parte del primer ejecutivo liderado por los militares.

    Tampoco hubo protestas de los sindicatos o de los partidos de izquierda, tal comoreflejan todos los medios de la poca e incluso el Partido Comunista de Argentinamostr su tibio apoyo al autodenominado Proceso de Reorganizacin Nacional (PRN)que auspiciaban las Fuerzas Armadas en su conjunto, tal como se recoge en uncomunicado emitido al da despus de la accin militar:

    "Ayer, 24 de Marzo, las F.F.A.A. depusieron a la presidenta Mara E. Martnez,

    reemplazndola por una Junta Militar integrada por Los comandantes de las tresarmas. No fue un suceso inesperado, entonces. La situacin haba llegado a un lmiteextremo "que agravia a la Nacin y compromete su futuro", como dice en uno de los

    comunicados de las F.F.A.A. Y sigue el comunicado de los comunistas: Cargan poresta situacin, inmensa responsabilidad el lopezrreguismo reaccionario y su protectora

    Mara Estela Martnez, que haban pisoteado el programa por el cual haba votado elpueblo en 1973, y que en la etapa anterior haba empezado, aunque con timidez einconsecuencias, a realizarse. Comparten la responsabilidad los jerarcas sindicales

    que sofocaron al movimiento obrero.

    El general Videla, en su primera alocucin pblica tras el golpe del 24 de marzo,explicaba: "El pas transita por una de las etapas ms difciles de su historia. Colocado

    al borde de la disgregacin, la intervencin de las Fuerzas Armadas ha constituido la

    nica alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, lacorrupcin y la complacencia. (...) El uso indiscriminado de la violencia de uno y otrosigno, sumi a los habitantes de la Nacin en una atmsfera de inseguridad y detemor agobiante. Finalmente, la falta de capacidad de las instituciones (...) condujo a

    una total parlisis del Estado, frente a un vaco de poder incapaz de dinamizarlo.Profundamente respetuosas de los poderes constitucionales (...) las Fuerzas Armadashicieron llegar, en repetidas oportunidades, serenas advertencias sobre los peligrosque importaban tanto las omisiones como las medidas sin sentido. Su voz no fueescuchada".

    La Iglesia catlica, salvo raras excepciones, apoy sin fisuras un movimientodestinado a llevar el orden pblico a las calles argentinas. En general, y sin temor aequivocarnos, el consenso sobre la idoneidad del proceso en aquellos momentos eratotal en la sociedad civil argentina, que viva sobresaltada y atemorizada desde lamuerte de Pern y el auge de la violencia terrorista, cada vez ms despiadada y audazen sus acciones.

    Como fruto de esa colaboracin y apoyo de la sociedad civil hacia el proceso iniciadopor los militares el 24 de marzo de 1976, conviene recordar cmo tras lareorganizacin del pas por parte de la primera Junta Militar, que renov a los cargos

    provinciales de todo el pas, 794 civiles procedentes de todas las fuerzas polticas,

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    pero casi la mitad de los radicales, fueron elegidos como intendentes, un puesto demenor rango que el de gobernador -casi todos militares- y con amplias competenciasen las ciudades.

    La primera Junta Militar quedo conformada por Jorge Rafael Videla, como comandanteen Jefe del Ejrcito, el almirante Emilio Massera, por al mando naval, y Orlando Agosti,por las fuerza area. Unos das ms tarde, el 29 de marzo, Videla era nombradopresidente de facto de Argentina quedando su jefatura sujeta a las competenciasconstitucionales que fijaba la Constitucin argentina.

    Y quin era Videla? El general Videla era el jefe del ejrcito cuando se produce elgolpe de Estado de 1976, cargo que ocupaba desde el ao 1975 despus de unalarga carrera militar que se haba iniciado en el ao 1942, cuando ingres en el

    Colegio Militar a los 17 aos, y jalonada por una hoja de servicios impecable y coninnumerables mritos. En sus treinta y cuatro aos de servicios anteriores a laocupacin de su puesto en Junta y en la presidencia del pas no estuvo implicado en

    ningn caso de corrupcin ni en ningn escndalo; tampoco tuvo veleidades polticasni se le conoca simpata alguna ni por los peronistas ni por los radicales.

    A diferencia del almirante Massera, un tipo maquiavlico, manipulador y calculador en

    sus pretensiones polticas, Videla siempre se consider apoltico y se presentaba a smismo como un hombre que cumpla con sus obligaciones en un momento en que la

    Nacin le requera. Videla, formado en un ambiente tradicional y conservador de laprovincia argentina, pues haba nacido en las Mercedes, era un hombre de principios,rgido catlico y fiel a su familia y a sus amigos. Ahora, incluso, cuando todos le han

    abandonado, Videla no quiere abandonar a sus antiguos subordinados y se considera

    responsable por todo lo ocurrido en aquel perodo, exculpando a sus antiguoscompaeros de armas ahora tambin procesados.

    Videla fue la mxima autoridad de Argentina durante cinco aos (1976-1981), quefueron los aos de esplendor y xito del Proceso de Reorganizacin Nacional, talcomo reconocen hasta algunos de sus enemigos polticos. Luego llegaran losdesastrosos aos de Roberto Viola y Leopoldo Galtieri, sus sucesores, y la derrotaprevisible de las Malvinas, pero esa es otra historia.

    Videla, desde un primer momento, puso en marcha el proyecto que pretenda llevar el

    orden pblico al pas, devolviendo la seguridad perdida y derrotando de una formasistemtica a la subversin y al terrorismo, tal como le haban conferido los decretospresidenciales ya citados del presidente interino Luder. Las Fuerzas Armadas, juntocon los cuerpos de seguridad, estaban desmoralizados y casi a punto de asumir unaderrota sin apenas haber luchado. La nueva Junta Militar tena, entonces, comoprincipal misin la lucha rotunda, contundente y denodada contra la subversincomunista y el terrorismo extremista.

    En apenas unos meses, los que van desde marzo de 1976 hasta el mundial de ftbolde junio de 1978, el pas se transforma totalmente. El gobierno liderado por Videla ha

    conseguido notables xitos en la lucha contra el terrorismo y haba encarcelado a

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    numerosos miembros, informantes y simpatizantes de las organizaciones terroristas.Los xitos eran reconocidos por casi todos los gobiernos del mundo, aunque lascrticas a las violaciones de los derechos humanos comenzaban a aparecer sin quelas mismas tuvieran una dimensin interna ms all algunas declaraciones ydisensiones en torno a la naturaleza del proceso llevado a cabo por las FuerzasArmadas.

    Una muestra de hasta que punto el terrorismo haba cobrado una dimensin queasomaba hasta con desbordar al Estado y destruir as sus instituciones laencontramos en el atentado del 24 de marzo de 1977, primer aniversario del golpe,cuando miembros del ERP colocaron varias cargas explosivas en una pista areadesde la que sala el avin del presidente Videla con otros altos cargos de ese

    perodo. La denominada "Operacin Gaviota" tena como finalidad, si no hubierafallado una de las cargas explosivas, asesinar a todos los miembros de la comitivahaciendo estallar el avin en que se diriga Videla hacia Baha Blanca. Fallaron, perono cejaran en sus intentos desestabilizadores y criminales.

    Unas semanas antes de este atentado, el vicealmirante Csar Augusto Guzzetti fue

    interceptado por un comando terrorista en una clnica y "ejecutado" por los terroristasque, tras golpearle, le dispararon a bocajarro en la cabeza, dejndole gravementeherido y en estado de coma. Despus fue operado en los Estados Unidos y qued

    mudo y cuadripljico a consecuencia de las heridas causadas por los "jvenesidealistas" montoneros. As se las gastaban los terroristas, y ese era el enemigo con elque tenan que enfrentarse las Fuerzas Armadas argentinas en aquellos das terribles.

    Entre 1976 y 1981, se suceden decenas de atentados, secuestros, asesinatos,

    extorsiones y robos a manos de las organizaciones terroristas, pero principalmente laresponsabilidad fundamental en aquellos aos de plomo recae en los Montoneros y enel siempre activo ERP.

    Se atacaban objetivos civiles, como autobuses, aviones, cines, ferrocarriles yempresas privadas; se asesinaban a policas, militares, lderes sindicales y simplesciviles que trabajaban para el Estado, como los 14 muertos y ms de veinte heridosdel micro cine de la Subsecretara de Planeamiento del Ministerio de Defensa; seentraba en las casas y los "revolucionarios" asesinaban a sangre fra a sus oponenteso a los que ellos consideraban como tales y, finalmente, las extorsiones estaban al

    orden del da, para financiar a la revolucin, tanto a empresas como a ciudadanosindefensos.

    Una muestra de ese triunfo de la barbarie que reinaba en Argentina en aquellos dasfue el atentado contra el departamento donde resida el almirante ArmandoLambruschini, en el edificio lindero los Montoneros colocaron una carga explosiva deunos cuarenta kilos y causaron la muerte de la hija del militar, Paula, de apenas 15aos, y de tres vecinos ajenos al caso e inocentes.

    Ni que decir tiene que casi todos estos hechos criminales nunca fueron juzgados y

    quedaron impunes. Incluso algunos de los lderes montoneros de entonces, como

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    Mario Firmenich, fue indultado por el presidente Carlos Menem, una vez que cay ladictadura, y reside en la actualidad en Barcelona, donde ejerce como economista ygoza de absoluta libertad de movimientos, incluso para viajar a Argentinta.

    Firmenich declaraba hace unos aos, en un asalto de sinceridad que "en un pas queha vivido una guerra civil, todos tienen las manos manchadas de sangre". Como unade las tantas paradojas que se daba en la Argentina de entonces, Firmenich procedade la extrema derecha catlica del movimiento peronista. El movimiento montoneroera, ideolgicamente hablando, un verdadero cocktail conformado por ideascomunistas, guevaristas, peronistas e incluso haba cierta influencia de losmovimientos fascistas del perodo de entreguerras, como esa tendencia a launiformidad, a la frrea y ciega disciplina y a cierta suerte de cultura militarista. Incluso

    el mismo Mario Firmenich simpatizaba con la causa sandinista y con la Cuba de FidelCastro, donde estuvo asilado en la isla-prisin algn tiempo. Pern, antes de morir, sedistanci, junto con otros lderes peronistas, incluso Mara Estela Martnez Pern, delmovimiento montonero y sus estrategias radicales.

    La nefasta influencia de Cuba en toda la izquierda latinoamericana de los aos 60, 70,

    80 y 90 del siglo pasado, e incluso hoy, tiene mucho ver con este culto a la violencia."El voluntarismo castrista destil de esta manera una ideologa aberrante queprescinda de lo externo, de lo dado, en una suerte de inmanentismo revolucionario

    que haca de la revolucin un producto de la propia y voluntariosa subjetividad. Entrela guerrilla y sus metas, slo mediaba la portentosa voluntad guerrillera de alcanzarlas,sin abrir crdito a la existencia de mediaciones externas, objetivas, histricas", como

    sealaba muy acertadamente el periodista Pablo Giussani.

    Pero si algo caracterizaba a los montoneros era su brutalidad, manifiesta y puesta enevidencia en mltiples ocasiones, como en el atentado contra el secretario deCoordinacin del Ministerio de Economa de entonces, Guillermo Walter Klein. Losterroristas asaltaron su domicilio particular e inmediatamente asesinaron a los dos

    policas que le custodiaban. Luego, Klein, su esposa y sus cuatros hijos, alguno deapenas unos meses y la mayor de doce aos, son conminados a entrar en una de lashabitaciones de la casa. En un gesto de verdadero sadismo, los terroristas colocaronpotentes explosivos en diferentes lugares de la planta baja y accionados por un controlcentralizado desde la calle. Los terroristas huyeron y, acorde a lo planeado, la casa de

    dos plantas se derrumba totalmente, pero en un verdadero milagro se salva toda lafamilia con heridas menores; al derrumbarse el primer piso la losa queda intacta,cayendo integra como el piso de un ascensor. Klein y una hija quedan bajo losescombros, siendo rescatados luego de horas de trabajo de los bomberos, lo cual fuevisto por directo en la televisin por todo el pas horrorizado.

    Para los montoneros, el fin justifica los medios, aunque fueran absolutamenteperversos y abominables, una cadena de dolor, sufrimiento, odio y terror. Aparte, en elcamino hacia la consecucin de sus fines, todos eran culpables y nadie era inocente;si para acabar con un objetivo sealado caan varios civiles inocentes, no pasaba

    nada y era parte un proceso que deba llevar a la consecucin del fin ms sagrado de

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    todos: el ascenso al poder. Luego estaba al culto a la muerte, muy en la rbita de losfascismos europeos, el orgullo por el asesinato y el crimen, la apologa de la sangrepara bautizar el juego revolucionario, en una ceremonia interminable de odio hacia eldiferente, hacia el adversario que consideraban, en definitiva, su enemigo. El discursomontonero tena mucho que ver con ese grito de guerra del general espaol MillnAstray, quien pronunciara en su da ese "viva la muerte!" que hel el alma del filsofo

    Miguel Unamuno en una fra maana salmantina de noviembre de 1936.EL MUNDIAL DE FTBOL DE 1978As llegamos a junio de 1978, en que el gobierno de las Fuerzas Armadas consigueorganizar con xito un evento como el mundial de ftbol, que haba sido otorgado algobierno peronista de antes de los sucesos de marzo de 1976, y que no haba

    realizado ningn trabajo tendente al desarrollo de la contienda deportiva.

    Las autoridades del momento hicieron un gran esfuerzo para el desarrollo de lasinfraestructuras, renovaron el sistema televisivo y se pas del blanco y negro al color,

    invitaron a numerosas delegaciones internacionales y todo el pas, por obra del buenhacer del gobierno, se convirti en un enorme escaparate, demostrando la Argentina

    que era capaz de realizar un trabajo de esa magnitud y organizar un evento a la alturade otros mundiales de ftbol. Adems, para legitimar ms al nuevo gobierno, Argentinagan el mundial y fue el propio Videla el que entreg la copa del mundo a la seleccin

    de su pas, en un ambiente de alegra y satisfaccin generalizada.

    Corra junio del ao 1978 y la situacin del orden pblico, pese a algunos atentadospuntuales, haba mejorado notablemente. El pas se encontraba en uno de sus

    mejores momentos, como reconocera ms tarde Videla en algunas entrevistas, pero

    quiz el Proceso de Reorganizacin Nacional debera haber comenzado a trabajar ensu reconduccin por la va poltica, algo que no se hizo y que incluso el mximoresponsable consider ms tarde como un error.

    Sin embargo, pese a la derrota del terrorismo, que todava daba sus ltimos estertorespero estaba herido de muerte, Argentina tendra que dar una nueva batalla: la externa.La comunidad internacional, pero especialmente los demcratas en los EstadosUnidos y los pases europeos, comenzaban a criticar ciertos excesos cometidos en labatalla contra la subversin en el campo de los derechos humanos. Por cierto, quedichos excesos han sido reconocidos por Videla en innumerables ocasiones y

    reconocidos por las autoridades de entonces. El mismo Videla asegura que "en unaguerra se producen muertos, heridos y desaparecidos", tal como ocurri en Argentina.

    La presin se hizo especialmente intensa despus del mundial y las autoridadesargentinas comenzaron a ver con preocupacin este cambio en una comunidadinternacional que hasta ahora haba apoyado, salvo raras excepciones, a los militaresargentinos en su lucha contra la subversin. No olvidemos que, adems, en losEstados Unidos haban ganado los demcratas de la mano del presidente JimmyCarter y que, a diferencia de los republicanos, se mostraban mucho ms remisos aseguir apoyando a las regmenes que haban nacido en el Cono Sur al amparo de la

    Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), cuya esencia fundamental era que el enemigo

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    comunista no estaba ya en el exterior, sino que actuaba dentro de "casa" y contabacon la complicidad de un sector de la sociedad, que aunque minoritario era muy activoy utilizaba todos los medios, incluso las armas, para llevar a cabo sus planes, perosobre todo para conquistar el poder.

    Patricia Murphy Derian (1929, Nueva York) es una poltica y activista de derechoshumanos estadounidense que se desempe como Secretaria para DerechosHumanos y Asuntos Humanitarios durante la administracin del presidente JamesCarter. Fue la dirigente poltica de entonces que ms presion al gobierno militar deBuenos Aires en esa materia.

    "De alguna manera", como escribe Pablo Giussani en su libro Los Monteneros. Lasoberbia armada, "se trataba de una proxy war sui generis: los soviticos delegaban

    su agresividad en las fuerzas subversivas del Tercer Mundo- particularmente enAmrica Latina- y los Estados Unidos delegaban su autodefensa en loscorrespondientes ejrcitos nacionales. Tales ejrcitos fueron remodelados desde el

    Pentgono en funcin de esta guerra indita. Su ptica defensiva fue invertida paraser concentrada, no ya sobre un enemigo externo frente al cual hubiera que plantear

    una defensa de fronteras territoriales, sino sobre un enemigo interno frente debaencararse la defensa de fronteras ideolgicas, polticas y culturales. Un enemigosinuoso, mimetizado, infiltrado en partidos, sindicatos, universidades, dependencias de

    la administracin pblica, diarios, radioemisoras y canales de televisin".

    Los antecedentes de la DSN ya haban sido desarrollados por el general y presidentede Argentina Juan Carlos Ongana, cuand explic, en un famoso discurso en la

    Academia Militar de West Point, en 1964, los condicionantes que justificaban la

    respuesta militar en caso de grave crisis del Estado. Segn Ongana, un gobiernoamparado en la legitimidad constitucional "habr dejado de tener vigencia absoluta, sise produce, al amparo de ideologas exticas, un desborde de autoridad"; agregando acontinuacin: "En una emergencia de esa ndole, las instituciones armadas, al servicio

    de la Constitucin, no podran ciertamente, mantenerse impasibles, so color de unaciega sumisin al poder establecido".

    Para Mara Seoane y Vicente Muleiro, autores de la parcial obra El Dictador, "eldesidertum golpista se reactualizaba con el fantasma de la "ideologa extica"amparado en las pautas de la Guerra Fra, que en Latinoamrica se reforzaba con la

    influencia de la Revolucin Cubana, ms demonizada an por los Estados Unidos apartir del acercamiento de Fidel Castro a la Unin Sovitica. Con un fuerte respaldoestadounidense, las Fuerzas Armadas, y sobre todo el ejrcito, se otorgaban a smismas la facultad de diagnosticar cuando un gobierno constitucional dejaba de serlo".As ocurran las cosas en Amrica Latina, aunque con matices, hasta la llegada deJimmy Carter a la presidencia de los Estados Unidos, en 1976.

    Carter, que quiz fue uno de los peores presidentes de la historia de los EstadosUnidos, haba dejado caer al rgimen de Anastasio Somoza, en 1979, haba hechopoco o nada para evitar la ocupacin sovitica de Afganistn y estaba dispuesto a

    sacrificar a algunos de sus aliados con aras de contentar a la prensa liberal

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    norteamericana y a los demcratas de Washington. Muy pronto, como pudieronobservar las autoridades militares argentinas, comenzaron a cambiar las relacionescon los Estados Unidos. La salida de Henry Kissinger de la secretara de Estado hacapresagiar que la gran potencia del mundo libre y democrtico iba a tomar el peor delos caminos, como as fue.

    El gobierno militar argentino comenz a sufrir las embestidas de los gobiernossocialistas europeos, de las organizaciones de derechos humanos de carcterinternacional -casi todas en manos de la izquierda- y de los tontos tiles deWashington, que de haber repetido mandato Carter la Unin Sovitica habra ganadola Guerra Fra y el mundo hoy en da sera otro.

    El 1980, pese a que Videla y sus ministros haban conseguido notables xitos en el

    manejo de la seguridad pblica, no fue un buen ao para el gobierno militar. A losdesaguisados del ministro de Economa, Jos Alfredo Martnez de la Hoz, en elmanejo de la poltica econmica, se le vino a unir la concesin del Premio Nobel al

    activista de izquierdas Adolfo Prez Esquivel, cuyo trabajo en contra del rgimenargentino era notorio. El galardn tuvo un fuerte impacto meditico y contribuy, an

    ms, a aislamiento internacional del pas.

    Videla, ya en esos aos, afrontaba la batalla por la imagen del rgimen, ya que eranmuchos los que desde fuera luchaban por un cambio poltico en Argentina y

    denunciaban ciertos "excesos" del gobierno militar. Tambin el pas haba vivido unagrave crisis con Chile, por las islas del Canal de Beagle que ambos pases disputabandesde hacia aos, y padeca el enfriamiento de sus relaciones polticas y diplomticas

    con los Estados Unidos desde la llegada de Carter.

    Fue una mediacin papal la que evit que el conflicto con Chile fuera a ms ydiscurriera por la va militar en lugar de la poltica, aparte de que Videla se mostrabsolutamente disconforme con la posibilidad de llegar a un conflicto con los chilenosy que adopt una posicin muy diplomtica en todo el contencioso, del que finalmentesali fortalecido Chile a merced de un tratado firmado entre los dos pases tras eladvenimiento de la democracia. Si bien durante el mandato de Videla se puso enmarcha la Operacin Soberana, tendente a la recuperacin de las islas por la fuerza,finalmente Videla, en 1978, desactiv la operacin y busc el acuerdo con susvecinos. Tampoco a los Estados Unidos les hubiera satisfecho un conflicto entre dos

    de sus aliados en el Cono Sur, pues no olvidemos que en Chile gobernaba AugustoPinochet, que haba sido apoyado por Washington desde el principio, y que los dospases eran el "ncleo" central en Amrica Latina de su diseo estratgico basado enla ya citada Doctrina de Seguridad Nacional.

    VIDELA ABANDONA LA ESCENA POLTICAEn 1981, y tal como ha reconocido el mismo general Videla, el Proceso estabaagotado, no daba ms de s. Tambin demostraba que se poda morir de xito,parafraseando al ex presidente de gobierno Felipe Gonzlez, y que si el mismo no seencaminaba hacia un direccin poltica que fuera viable estaba condenado a una larga

    agona de consecuencias impredecibles. Finalmente, si no fue as, es debido a la

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    inesperada guerra de las Malvinas, que acab de una forma abrupta con el Proceso ytambin con el gobierno militar, cuyo fracas salpic a las Fuerzas Armadas y todoslos integrantes de las Juntas desde el ao 1976.

    Corra el ao 1980, ya con la presin internacional sobre el rgimen muy intensa y unaoposicin en el interior ms activa; se va viendo con claridad que el apoyo social y civilque hasta ahora haba tenido el rgimen se est resquebrajando y que incluso puedecomenzar a volverse en contra.

    Los radicales, por ejemplo, comenzaron a romper la lnea tradicional adoptada hastaentonces, que haba sido impuesta por Balbn, y se comenzaba a perfilar el liderazgode Ral Alfonsn, un abogado que haba defendido a varios miembros del ERP y quehaba sido un activo militante en pro de los derechos humanos.

    Tambin por esas fechas comenzara su actividad el grupo de mujeres conocido comolas Madres de la Plaza de Mayo, que reivindicaban conocer con precisin dndeestaban los desaparecidos en la guerra contra la subversin, y que eran familiares de

    algunas de las vctimas en el conflicto, "guerra" en palabras de Videla.

    As llegamos al ao 1981, cuando Jorge Rafael Videla abandona la presidencia delpas -la jefatura del ejrcito ya la haba dejado unos meses antes- y pasa a un

    segundo plano en la vida poltica de Argentina, dejando para sus sucesores laresponsabilidad de abordar la reconversin poltica del Proceso y una necesariatransicin a la democracia, lo que despus se hizo de una forma forzada y tras eldescalabro en la guerra de las Malvinas.

    El ao 1981 signific un periodo de mantenida y sostenida agona, sobre todo debidoal escaso liderazgo poltico y poco carisma del nuevo lder del ejrcito Argentino, elgeneral Roberto Viola. No obstante, los civiles seguan al margen del rgimen y sabanque no haba alternativa clara al oficialismo militar. "Se arm una liga de exgobernadores que supuestamente presida Carlos Sal Menem.

    El peronismo era un aquejare y el resto de los partidos lo mismo. No haba alternativaal Proceso Militar que, a pesar del desorden, todava tena oxigeno para retener elpoder. Sin embargo, todos conservaban en privado con los representantes del podercastrense. Bastaba que los invitara un general en actividad para salir corriendo",

    sealaba un conocido analista en aquellos aos.

    El apoyo de la sociedad civil a la institucionalidad militar era absoluto en ese momento.

    Como fruto de la grave crisis a la que haba llevado el pas Viola, el 16 de diciembrelos dirigentes ms importantes de la opositora Multipartidaria se reunieron en la CasaRadical para firmar la declaracin "Antes de que sea tarde", en que se sostenaliteralmente: "La etapa de la subversin deshumanizada y violenta ha concluidoporque junto a la accin de las Fuerzas Armadas existi un firme rechazo de laconciencia moral del pueblo que supo ver en el terrorismo la expresin de la

    desmesura del elitismo de la insensatez y el crimen".

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    Esta declaracin era un reconocimiento implcito del importante papel jugado por lasFuerzas Armadas en la derrota del terrorismo y la subversin en Argentina, cuyoproyecto pasaba por la construccin de una sociedad socialista siguiendo la estela deesa gran ergstula llamada la Cuba socialista. Luego, una vez que abandona el poderdefinitivamente, llegaran dos aos de silencio y cierto ostracismo para Videla, en quetodo el protagonismo recaera en las dos siguientes Juntas Militares que le sucedieron

    y asumieron el control poltico. La guerra de las Malvinas, sin embargo, provoc, comoya hemos dicho antes, la inesperada cada del gobierno militar y el llamado aelecciones para el 1983.

    COMIENZA EL CALVARIO JUDICIALVidela, que se haba mantenido al margen de los acontecimientos polticos y que

    incluso reconoce que supo de la ocupacin de las Malvinas la noche antes por unallamada, haba gozado dos aos de tranquilidad, ajeno a los sobresaltos del poder ydedicado a su familia. En total, el general haba sufrido seis atentados terroristas quecasi acaban con su vida, las intrigas y maledicencias del almirante Massera y toda la

    tensin de uno los periodos ms duros e inestables de la historia reciente deArgentina.

    Cuando la guerra de las Malvinas, Videla ya ocupaba un perfil poltico muy bajo,aunque visit las islas ocupadas momentneamente en compaa de una amplia

    delegacin de Estado por invitacin del gobierno de turno, tal como relata JuanBautista Yofre en su conocido libro 1982, que cito textualmente: "Videla habl poco ycon pocos. Cuando un periodista le pregunt qu pensaba sobre la posible reaccin

    de la flota britnica, le extendi la mano dicindole: "Mucho gusto". Cuando elperiodista reiter la pregunta volvi a repetir sus palabras:"Mucho gusto, mucho

    gusto". Unos das antes, al ser informado de la ocupacin de las Malvinas ypreguntado acerca de si tena que darle algn consejo a Leopoldo Leonardo Galtiericomo presidente, lacnico haba dicho: "Que Dios le ayude". Por cierto, que a dicho

    viaje a las Malvinas recin recuperadas para la Argentina asistieron representantes devarias fuerzas polticas, entre ellos el presidente de la Unin Cvica Radical (UCR),

    Carlos Contn, sindicalistas, banqueros, empresarios e incluso gente de izquierdas,como el socialista Rufino Inda.

    Las elecciones de 1983 fueron ganadas por los radicales de la Unin Cvica Radical

    (UCR) y Ral Alfonsn se convertira en el primer presidente de la nueva etapademocrtica. Muy pronto, y haciendo honor a su origen, que no era ni ms ni menosque haber sido abogado de los terroristas que haban puesto de rodillas a Argentina,se vio que el espritu de revancha iba a prevalecer sobre el de la verdadera concordiay reencuentro entre todos los argentinos.

    En abril de 1985, tras haber pasado Videla unos meses en la crcel, comenz el juicioa los integrantes de las Juntas Militares que haban derrotado al terrorismo y puestopunto y final a una de las mayores lacras de la historia de este pas, pero los pueblosolvidan y la memoria histrica es corta. La historia siempre la escriben los vencedores,

    y la batalla poltica la haban ganado los herederos de aquellos grupos polticos (pero

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    tambin militares) que haban desafiado con las armas y las bombas a la toda lasociedad argentina.

    Como era de prever, y guiados por una justicia plegada al poder poltico y simpatizantede aquellos a los que deba haber combatido, los militares fueron condenados, en unasuerte de catarsis cvica o de mala conciencia por no haber sido lo suficientementeduros con el rgimen golpista en su momento.

    El 9 de diciembre de 1985, y como estaba previsto, se dict la sentencia condenandoal general Jorge Rafael Videla y al almirante Eduardo Massera a reclusin perpetua, aRoberto Eduardo Viola a 17 aos de prisin, a Armando Lambruschini a ocho aos deprisin y a Orlando Ramn Agosti a 4 aos de prisin. Los otros acusados, entre losque se encontraban los tambin militares Leopoldo Galtieri, Basilio Lami Dozo, Omar

    Graffigna y Jos Isacc Anaya, no fueron condenados por no haberse podido probar losdelitos que se les imputaban.

    Ms tarde, Alfonsn sufrira varias asonadas militares de fuerzas descontentas por el

    trato del gobierno a las Fuerzas Armadas y por el sistemtico enjuiciamiento de losmandos que tan slo haban cumplido con su deber; eran los "carapintadas", a cuyofrente estaban Aldo Rico y Mohamed Saneldn, y que pusieron en jaque al ejecutivo de

    Buenos Aires en numerosas ocasiones. Pero tambin el terrorismo izquierdista hizo suaparicin en el violento asalto cuartel de La Tablada, en l que resultaron muertas

    cuarenta personas y decenas de heridas.

    Desde su apresamiento el 1 de agosto de 1984 hasta el 29 de diciembre de 1989 enque surti efecto el perdn del presidente Carlos Menem, que haba anunciado nada

    ms llegar a la Casa Rosa que iba a solucionar lo que denomin como el "problemamilitar", el general Videla haba pasado en prisin 2.341das, toda una afrenta para unmilitar que lo nico que haba hecho era cumplir con su deber y derrotar al terrorismo.Mal tenan que estar las cosas en Argentina para que los militares pagaran por susservicios al Estado y los terroristas, como el caso de Firmenich, de los beneficios de lainocencia y el dorado exilio.

    Pero el "calvario" judicial no haba hecho ms que comenzar, pues unos aos mstarde, en una decisin sin precedentes en el mundo judicial, el perdn presidencial fuerevocado y, tras la llegada de Nstor Kirchner al poder, los militares seran juzgados

    por segunda vez, en un gesto que tiene ms que ver con una vendetta que con el afnde impartir una justicia ejemplar.

    No olvidemos que Cristina Kirchner, al dar uno de sus primeros discursos en el balcnde la Casa Rosada desde donde hablaba Pern, lleg a decir: "quiero decirles quehemos vuelto a recuperar la Plaza de Mayo", en una clara alusin a cuando losMontoneros fueron expulsados de este emblemtico recinto por el viejo generalfundador del peronismo que estaba cansado de sus excesos ideolgicos y militares.Los Kirchner nada ms llegar al gobierno mostraron el "hacha" de guerra y mostrarona las claras que la venganza es un plato que siempre se toma fro. Pero antes de la

    llegada de los Kirchner, Videla ya haba pasado por la crcel pese al perdn

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    presidencial: en 1998 regres a prisin, aunque brevemente, tras que un juezdictaminara que las causas por sustraccin de menores durante el periodo militarconstituan un crimen de lesa humanidad, y por lo tanto imprescriptible. Pas 38 dasen la crcel de Caseros hasta que se le concedi el derecho al arresto domiciliario enatencin a su edad. Esta causa sigue pendiente. Diez aos ms tarde, y ya bajo elmandato del vengativo matrimonio Kirchner, que iban a sellar su pacto con los

    Montoneros, quiz por sus complejos por no haber hecho nada en los tiempos de ladictadura militar, en el 2008, a Videla se le retira el arresto domiciliario y se le enva denuevo a la prisin, esta vez al recinto militar conocido como Campo de Mayo. Ya novolvera a salir a la calle. El juez encargado del caso, que lo sac de su "retiro" casiespiritual de su residencia en el barrio bonarense de Belgrano, argument para tomaresta decisin que la gravedad de los hechos que se le atribuyen a Videla resultan unescollo insalvable para el otorgamiento de tal beneficio.

    El siguiente proceso que se le abri al general Videla fue en la provincia de Crdoba,en el ao 2010, por unos supuestos delitos de torturas y asesinatos. "Este tribunal, a

    mi juicio, carece de competencia y jurisdiccin para juzgarme por los hechosprotagonizados por el ejrcito mientras yo fui su comandante en el marco de la guerrainterna librada contra el terrorismo subversivo", asegur Videla ante un tribunalllamado a ejecutar la venganza de los Kirchner en un pas donde las instituciones hansido vaciadas de sus autnticas competencias.

    Tambin reivindic su dictadura y se reconoci responsable por todos los excesoscometidos diciendo que asuma "en plenitud mis responsabilidades castrenses en todo

    lo actuado por el ejrcito argentino en esa guerra interna a la que he hecho referencia.Y esa responsabilidad la asumo con total "prescindencia" de quienes fueron mis

    subordinados y se limitaron a cumplir mis rdenes".

    Luego el silencio. Y despus, el mazazo definitivo: el 31 de agosto de 2010, siguiendoinstrucciones polticas, la Corte Suprema de Justicia confirm las sentencias de

    tribunales inferiores, dictando que el indulto que recibi del entonces presidenteMenem no fue constitucional y la condena que anul deba ser cumplidaefectivamente. La suerte del anciano general estaba sellada y quedaba muy claro quelo que pretendan los Kirchner es que Videla muriera en la crcel, ya que se trataba delltimo emblema de un periodo para ambos considerado ominoso y que signific la

    derrota del proyecto peronista ms radical. Los viejos Montoneros podan estarsatisfechos y esbozar una sonrisa de victoria final. El general haba perdido la ltimabatalla, su suerte estaba echada.

    En efecto, el 22 de diciembre de 2010 el Tribunal Oral Federal nmero 1 sentenci conprisin perpetua a los militares Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamn Menndez, enel marco del juicio que se desarroll en la ciudad de Crdoba por delitos de lesahumanidad, y dictamin que ambos iran a una crcel comn. Videla se defendivalientemente en una declaracin que retumb en las calles y casas de Argentina,diciendo que la guerra que se libr no fue una guerra sucia, sino una guerra justa que

    an no ha terminado. Y concluy:los enemigos derrotados de ayer cumplieron su

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    propsito y hoy gobiernan el pas e intentan un rgimen marxista a la manera deGramsci.

    No quiero terminar este texto, pues quedara incompleto, sin referirme al asunto de lasviolaciones de los derechos humanos durante los aos de gobierno del general Videla(1976-1981), periodo en el que, supuestamente, ocurren la mayor parte de lassupuestas desapariciones.

    Videla siempre ha reconocido que hubo desapariciones, ya que en una guerra haymuertos, heridos y desaparecidos, como consecuencia lgica del conflicto.

    Hubo muertos y desaparecidos, eso es innegable, pero las cifras fueron infladas con

    intencionalidad poltica. Tambin algunos excesos propios de un periodo en el queurga hacer frente a una amenaza terrorista de unas dimensiones brutales y

    desproporcionadas. Era un periodo turbulento y violento, donde las normas mnimasde funcionamiento no eran cumplidas al pie de la letra por todos los funcionarios.

    En las situaciones de conflicto, como por ejemplo en el caso de Francia a la hora deencarar la guerra de Argelia, las violaciones de derechos humanos estn al orden delda. No son justificables, evidentemente, pero no olvidemos que en Francia nadie fuejuzgado por esos hechos. Ni tampoco nadie en Estados Unidos ha sido juzgado ni

    procesado por el rudo tratamiento, incluso al margen de la Ley, que inflige a susdetenidos en Guantnamo tras los ataques del 11 de septiembre.

    Cuando han pasado casi 36 aos desde que se produjera la intervencin militar quepuso fin al gobierno civil de Mara Estela Martnez Pern, presidenta electa tras lamuerte por enfermedad del general Pern, las heridas y cicatrices que dej eseperodo siguen abiertas en la Argentina de hoy. Videla se considera un preso poltico y,seguramente, lo es. Hay ms de 1.000 militares encausados y condenados poraquellos hechos y de este colectivo se han registrado 153 muertes en prisin. Muchasvoces dentro del ejrcito y fuera consideran que estos juicios han sido una afrenta alas Fuerzas Armadas, pues los terroristas, pero especialmente los Montoneros -alaizquierda del peronismo-, nunca fueron juzgados ni respondieron por sus crmenes. Secalcula que entre 1972 y 1976 hubo ms de mil asesinados por el terrorismo,principalmente policas y militares, y miles de damnificados y heridos por los atentadosterroristas. Pero, segn el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus

    Vctimas (CELTYV), el nmero de vctimas a manos de las organizaciones terroristasse elevara hasta las 13.074 entre los aos 1969 a 1979, segn listado que aseguraposeer dicha institucin.

    Luego estn las otras vctimas, las que murieron durante la dictadura, que segn elCentro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Buenos Aires alcanzaran a las 3585personas, de acuerdo a una lista de desaparecidos publicada por esa entidad para elperiodo que va desde el ao 1976 al 1983, en que el pas estuvo gobernado por losmilitares. Por el contrario, y abundando en la disparidad de las cifras, la CONADEP(Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas), creada tras la cada de la

    dictadura, en 1983, estim en 7380 el nmero total de desaparecidos, aunque por

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    esas mismas fechas la Secretara de Derechos Humanos de la Nacin elev esta cifrahasta los 8961 desaparecidos. Por el contrario, las Madres de la Plaza de Mayo y elServicio Paz y Justicia consideran que entre 1976 y 1983 hubo un total de 30.000desaparecidos, una cifra a todas luces demasiado alta y no sustentada en un listadofidedigno. Parece que la cifra ms o menos objetiva, contando a desaparecidos yvctimas propiamente dichas, se situara entre los 7.000 que efectuaron reclamaciones

    por sus familiares desaparecidos durante la era del presidente Carlos Menem y unalista ms reciente de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nacin que situaba eltotal en algo menos de 10.000 vctimas, incluyendo desaparecidos.

    Luego estn los "desaparecidos" que resucitan, como el caso de Carmen Argibay,actual miembro de la Corte Suprema de la Repblica que en su da estaba en la

    nmina oficial de los supuestamente torturados y despus arrojados al mar, es decir,"desaparecidos" oficiales. Pero resucit inesperadamente, como seguramente otros loharn en el futuro. En cualquier caso, esas muertes constatadas durante el periodomilitar, pese al dolor de sus familiares y amigos, fueron el precio pagado por la

    sociedad argentina para conjurar la amenaza terrorista y poner fin a esa aventuraguerrillera que beba de los mitos de la Sierra Maestra y de las supuesta "hazaas"militares del comandante Guevara. No s si fue un precio alto o bajo, la historia pondra ese periodo en su sitio y esa es la labor de los historiadores, no de los periodistas.

    Termino estas reflexiones sobre Videla con unas palabras del ya citado periodistaGiussani, al referirse a la lucha contra los Montoneros que libr la sociedad argentina,que creo son oportunas: "La promocin de la revolucin cubana como modelo

    universal tuvo que sujetarse entonces a la necesidad de preservar su imagen contratodas estas impurezas -iconogrficamente irreproducibles- de la vida real. Y esta tarea

    de autopreservacin mitolgica, el modelo que se lanz sobre el continente fue el de laviolencia omnipotente, el de los "diez, cien, mil Vietnam", el de una guerra mesinica eimposible, en la que fueron asumidos como enemigos aquellos a quienes el casticismo

    de la Sierra haba tenido a su lado como condescendientes aliados y proveedores demuniciones(). Millares, digo millares de jvenes latinoamericanos fueron arrojados a

    la muerte durante los ltimos veinte aos al servicio de esta monumental distorsin,como un tributo pagado con sangre al narcisismo revolucionario de La Habana".

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    2. VIDELA HABLA TRAS AOS DE SILENCIO

    Tras pasar los controles de la crcel donde se encuentra detenido desde hace aos,situada en la base militar del Campo de Mayo, me encuentro con Jorge Rafael Videla,antao todopoderoso hombre fuerte de Argentina y presidente de esta nacin durante

    cinco aos (1976-1981). Ahora, nuevamente condenado por unos hechos por los quefue juzgado por segunda vez e indultado por el presidente Carlos Menem, en 1990, seconsidera vctima de una venganza poltica y responde, con firmeza y convencimiento,

    sobre lo sucedido en su pas durante aquel periodo turbulento. Videla, considerado por

    algunos como un dictador, mientras que para otros tan solo fue el instrumento de lospolticos de entonces para acabar con el terrorismo, describe con exactitud y profusinde datos su versin de aquellos aos terribles de la historia argentina. A sus 86 aos,despus de haber sido el chivo expiatorio de la sociedad argentina en la derrota del

    terrorismo, se muestra lcido, inteligente y muy poltico, a pesar de que l,paradjicamente, se declara "apoltico". Estamos en enero del ao 2012, treinta y seisaos despus de que la historia de Argentina cambiara para siempre, y el generalVidela responde a todas nuestras preguntas.

    LA CRISIS ARGENTINA DE LA DCADA DE LOS SETENTA

    Ricardo Angoso: Cmo estaba viviendo Argentina en el ao 1976, qu estabapasando en ese momento?

    Jorge Rafael Videla: Mi impresin sobre ese perodo es fcil de definir. Ubiqumonosen el ao 1973, para comenzar. Se cerr un ciclo militar, tras un gobierno de esascaractersticas, y lleg el doctor Hctor Cmpora, que era un hombre de poco carcter,manejable e incluso peligroso, en un momento en que el peronismo se estabaredifiniendo y tambin radicalizando. Cmpora representaba, siguiendo la moda delmomento, una tendencia de izquierdas, progresista podemos decir dentro delmovimiento, frente al conservadurismo. Sin ser una persona de izquierdas era msafn a esa tendencia, plegndose a los intereses y deseos de los ms jvenes dentrodel peronismo. Cmpora se hace con el gobierno, tras haber ganado las elecciones, el25 de mayo de 1973, y una de las primeras medidas que toma, sino la primera, es eldecreto por el que se pone en libertad a todos los terroristas detenidos y condenadospor un tribunal que haba sido creado por el general Alejandro Danusse. Este tribunalera una Cmara Federal en lo Penal (Cafepena) creada especficamente parainvestigar y condenar actos de terrorismo cometidos en todo el mbito nacional y eraespecfica para dichos actos. Como consecuencia del trabajo llevado a cabo por las

    autoridades anteriores a Cmpora haba ms de un millar de terroristas detenidos por

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    delitos probados. Cmpora firma el decreto de indulto por el cual se liberan a todosestos presos que provienen de los sectores jvenes y radicales del peronismo; salenvictoriosos de las crceles y cuando salen, a la media noche, les esperan susseguidores y compaeros. Comienza el caos y el terror se aduea, de nuevo, de lascalles de Argentina.

    "En Argentina se libr una guerra amuerte, un combate, el terrorismo y lasubversin".

    Los jvenes peronistas ms radicales le llaman al presidente el "to Cmpora", lo cualrevela la afinidad entre este sector del movimiento con el presidente. Esta gente,desde luego, no salen arrepentidos ni con deseos de integrarse en el sistemademocrtico, sino directamente con la idea de continuar con la revolucin y seguir por

    la va violenta, incluso matando. Simultneamente a estos hechos, el Congresorefrenda ese indulto y queda, digamos, legalizado de facto.

    Ni que decir tiene que estos jvenes estaban armados e iban a continuar por la vaviolenta su objetivo de hacer la revolucin. Amnista y olvido quedaban asrefrendados. Ese fue el comienzo de los hechos que vinieron despus; Pern no

    estaba en el pas y, cuando tuvo conocimiento de los hechos, parece que no leagradaron. Estos jvenes no actuaban de acuerdo con los principios que tena Pern,que pasaban ms por un reencuentro, un acuerdo entre todos los argentinos para

    solucionar los problemas, y tampoco estaban en la lnea de su pensamiento.

    Este desacuerdo se confirma cuando llega Pern a Argentina y no puede aterrizardonde estaba previsto, debido a que se haba desatado una batalla campal donde

    estaba programado aterrizar y porque los propios peronistas se haban enfrentadoentre ellos por el liderazgo del movimiento; se habla de que hubo entre un centenar y

    dos centenares de muertos. La recepcin a Pern degener en un enfrentamientoentre la derecha y la izquierda del peronismo por monopolizar la figura del lder ycontrolarlo durante su llegada. Y el liderazgo, siguiendo sus patrones, tena que

    dirimirse por la fuerza de las armas.

    El avin de Pern tiene que aterrizar en un aeropuerto militar por razones deseguridad y le recibe el vicepresidente que estaba en Buenos Aires. Pern tomaconciencia de que las cosas no le van a resultar tan fciles como l pensaba y queest juventud maravillosa de antes le iba a traer problemas; tendra que tomarmedidas para evitar que la situacin se desbordase y ya toma posiciones,considerando que estos jvenes no eran tan idealistas sino revolucionarios,claramente.

    Tiempo despus, consciente de la situacin tan adversa que asume, provoca la

    renuncia de Cmpora y se hace un llamado a elecciones, en donde Pern sale elegido

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    mayoritariamente con su esposa como vicepresidente. Pern, en esas elecciones, saleelegido con un alto porcentaje de votos, ms del 62% del censo, y decide poner ordenen un estado de cosas y en un movimiento que ya no comparta sus ideas.

    Hay un episodio que lo conmueve a Pern, que es el atentado contra el dirigentegremial Jos Ignacio Rucci, que es asesinado y ah, el presidente dice: "Me cortaronlas piernas". Fue un acto doloroso y mostraba que Pern no dominaba todava lasituacin, mostrando a las claras que el oponente ya no tena miramientos y estabadispuesto a llegar hasta el final. Pern, entonces, en una reunin secreta con losdirigentes peronistas, en Los Olivos, da a entender a travs de una directiva que seacabaron los miramientos hacia estos actos y que haba acabar de una vez, inclusopor la violencia, respondiendo a este tipo de acciones violentas y terroristas. Esta

    decisin dio lugar a que se produjeran una serie de acciones encubiertas. Ylamentablemente la mano ejecutora de este grupo que operaba bajo las rdenes y elconsentimiento de Pern era el ministro de Bienestar Social, Jos Lpez Rega, queorganiza la Triple A, las famosas tres A -Alianza Anticomunista Argentina-, un hombre

    de confianza del presidente que se dedica a ejecutar las rdenes que le da el viejogeneral y que no siempre se atienen a la legalidad. De esta manera, se van dando losprimeros pasos y pone orden en el pas, pero, sin embargo, el lder ya no es el deantes y tiene la salud muy desgastada. Hasta el ltimo aliento da todos sus esfuerzospor normalizar y por trabajar en su proyecto, que desde luego no era el de los jvenes"idealistas", sino el de normalizar el pas de una vez por todas tras los excesos

    cometidos.

    MARA ESTELA MARTNEZ DE PERN, PRESIDENTA DE ARGENTINA

    Pern muere y le sucede automticamente su mujer, Mara Estela Martnez de Pern,tal como se prevea legalmente. La mujer de Pern, desde luego, no estaba preparadapara ser presidente y mucho menos en las circunstancias en las que estaba viviendoel pas.

    Para afrontar la situacin que vivamos, se necesitaba carcter, conocimiento,capacidad para tomar decisiones y prestigio, rasgos de los que careca totalmenteesta seora. El gobierno de Mara Estela va perdiendo fuerza. Era una buena alumnade Pern, eso s, ya que desde el punto de vista ideolgico se situaba en la extremaderecha del peronismo y el marxismo le provoca un rechazo total.

    En un almuerzo con varios generales, una treintena si mal no recuerdo, lleg a sermuy dura con el marxismo, en ese sentido no quedaban dudas de que la direccinideolgica estaba encaminada, pero le faltaban fuerzas y conocimientos para llevar acabo el combate, la lucha, y poner orden. Incluso para poner coto a las actividades deLpez Rega, que mataba por razones ideolgicas pero que tambin lo haca por otrasrazones para cobrarse algunas cuentas pendientes.

    La situacin, como ya he dicho antes, era muy difcil, reinaba un gran desorden. AIsabel se le hizo saber este estado de cosas y destituye finalmente a Lpez Rega, que

    lo enva de embajador itinerante al exterior. As se cumpla el deseo de muchos, entre

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    los que me encontraba, que no queramos que este hombre siguiera al frente de susresponsabilidades.

    La accin del terrorismo sigue por su cuenta. Aquel calificativo de que eran "jvenesidealistas" por pensar distinto hasta el extremo de masacrarlos quedo en evidencia,era una vulgar patraa. Esta gente estaba entrenada en el exterior, principalmente enCuba, Siria, Libia y otros pases, y luego dentro del pas con instructores forneos;adems tenan armamentos y equipos de alto nivel ofensivo, incluso de tecnologasavanzadas. Todo ello reforzado con fbricas de armas y explosivos que llegaron aoperar y tener dentro del territorio argentino. Tenan capacidad para matar y hacerdao a la sociedad argentina.

    Como remate a toda esta estructura, estaba la crueldad que les distingua, no eran

    ngeles sino terroristas. Incluso la revista Time, en un artculo de la poca, establecaque si comparbamos a terroristas argentinos, alemanes e italianos, en trminos decrueldad, los europeos eran infinitamente ms humanos que los de nuestro pas.

    Huelgan ms comentarios. Con esos "jvenes idealistas" y sus crueles mtodos nostenamos que enfrentar entonces.

    As llegamos a finales de agosto de 1975, en que soy nombrado Comandante en Jefe

    del ejrcito argentino, y en los primeros das del mes de octubre, a principios, somosinvitados los comandantes de los tres ejrcitos a una reunin de gobierno presidida

    por Italo Luder, que ejerca como presidente por enfermedad de Mara Estela, en lasque se nos pide nuestra opinin y qu hacer frente a la desmesura que haba tomadoel curso del pas frente a estas acciones terroristas.

    "A partir de 1975, de acuerdo con losdecretos firmados por el presidenteprovisional del Senado, en ejercicio delpoder ejecutivo, Italo Luder, las Fuerzas

    Armadas entran a combatir elterrorismo; tenamos casi licencia para

    matar".Vivamos unos tiempos turbulentos y haba que dar una respuesta. Muestra de la

    debilidad del momento era la enfermedad de la presidenta, que ni siquiera podaejercer su mandato en esa difcil situacin. Y con el acuerdo de las otras dos fuerzasmilitares, la armada y la area, yo expuse algunos lineamientos para hacer frente a laamenaza terrorista que padecamos.

    De acuerdo con el gobierno de entonces se realzaban algunas medidas acordadas

    entre las partes para hacer frente al terrorismo y que un periodo de ao y medio

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    estaba amenaza fuera conjurada de una forma eficiente. Italo Luder lleg a firmar losdecretos para que las Fuerzas Armadas del pas pudieran actuar efectivamente en lalucha contra los "subversivos" y el terrorismo. Tambin se decidi que las fuerzas deseguridad del Estado, conjuramente con las Fuerzas Armadas, se coordinasen enestas acciones antiterroristas. Se haba logrado un acuerdo entre el poder poltico ylos militares para luchar conjuntamente contra el terrorismo.

    Con acuerdo de las otras dos fuerzas, yo hube de exponer cuatro cursos de accin,que no viene al caso detallar ahora, que culmin con la seleccin de parte del doctorLuder del cuarto curso de accin, que era el ms riesgoso, en cuanto que conferams libertad de accin, pero que garantizaba en no ms de un ao y medio que elterrorismo sera derrotado. Los cursos de accin del 1 al 3 eran ms contemplativos,

    pautados con el fin de evitar errores, pero de ser seguidos iran a dilatar sintrmino el caos en el que se viva.

    El acuerdo se firmaba, bajo estos decretos, para combatir el terrorismo en todas sus

    formas y hasta el aniquilamiento definitivo; por otras razones, ms tarde, cuandofuimos juzgados, se le pregunt a Luder por el trmino aniquilar e hizo un excelente

    exposicin en trminos semnticos sobre la cuestin, que se resume en reducir a lanada; no tiene otra interpretacin. A partir de ese momento, de hecho y de derecho, elpas entra en una guerra, pues no salimos como Fuerzas Armadas a cazar pajaritos,

    sino a combatir al terrorismo y a los subversivos. Estamos preparados, como militares,para matar o morir, estbamos en una guerra ante un enemigo implacable, aunque nomediara una agresin formal, estbamos en una lucha.

    As, a principios de octubre de ese ao, entramos en una guerra de una forma clara.

    Desde el punto de vista del planeamiento no fue sorpresa porque el ejrcito ya jugabacon hiptesis de conflicto, una de las cuales era un desborde sorpresivo terrorista quesobrepasara a las fuerzas de seguridad y que se tuvieran que emplear a las FuerzasArmadas para detener la amenaza. Tenamos esa contingencia prevista y, ante tal

    eventualidad, lo nico que tenamos que hacer era salir a luchar con los planesprevistos.

    LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO

    Llegamos as, ya en plena lucha contra el terrorismo, al mes de marzo de 1976, en

    donde padecemos una situacin alarmante desde el punto de vista social, poltico yeconmico. Yo dira que en ineficacia la presidenta haba llegado al lmite. Sumando aesto la ineficiencia general se haba llegado a un claro vaco de poder, una autnticaparlisis institucional, estbamos en un claro riesgo de entrar en una anarquainmediata.

    El mximo lder del radicalismo, Ricardo Balbn, que era un hombre de bien, 42 dasantes del pronunciamiento militar del 24 de marzo, se me acerc a m parapreguntarme si estbamos dispuestos a dar el golpe, ya que consideraba que lasituacin no daba para ms y el momento era de un deterioro total en todos los

    mbitos de la vida. "Van a dar el golpe o no?", me preguntaba Balbn, lo cual para un

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    jefe del ejrcito resultaba toda una invitacin a llevar a cabo la accin que supona unquiebre en el orden institucional.

    Se trataba de una reunin privada y donde se poda dar tal licencia; una vez utiliceeste argumento en un juicio y me vali la dura crtica de algunos por haber incluido aBalbn como golpista. Los radicales apoyaron el golpe, estaban con nosotros, comocasi todo el pas. Luego algunos dirigentes radicales, como Alfonsn, lo han negado.

    El hecho efectivo es que el 24 de marzo se produce el levantamiento militar. Yconforme a los estatutos fijados para reorganizar el Estado, el nuevo ordenconduccin jefatura iba a ser la Junta de Comandantes en Jefe de las FuerzasArmadas, de la cual dependa el presidente con las facultades propias que le otorgabala Constitucin y con algunas limitaciones, entre otras que el Comando Supremo de

    las Fuerzas Armadas que yo retena otorgaba autonoma a cada uno de loscomponentes del ejrcito en su zona operacional. Los tres cuerpos de las FuerzasArmadas se integraban en el cuerpo institucional, comenzaba una nueva era.

    "La sociedad civil argentina apoymayoritariamente el golpe de Estado de1976".

    LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA INTERVENCIN MILITAR

    R.A.: Cmo reaccion la sociedad civil ante la intervencin militar del 24 de marzo de

    1976 y despus de la misma?

    J.R.V.: Padecamos vaco de poder, parlisis institucional y riesgo de una anarqua, yfrente a este estado de cosas el clamor ciudadano, con sus dirigentes a la cabeza,pidiendo la intervencin de las Fuerzas Armadas.

    Haba un sentir general, que representaba Ricardo Balbn y otros dirigentes, en favordel cambio, de la intervencin. La gente nos demandaba que interviniramos e inclusoBalbn lleg a decir en esos momentos que tena las manos vacas de soluciones, quela clase poltica no poda hacer ms.

    R.A.:Sin esa intervencin militar qu habra pasado en el pas?

    J.R.V.: En general, el consenso era que haba que hacerlo, quiz porque en Argentinade una forma natural siempre se ha credo que las soluciones polticas cuando losgobiernos fracasaban se arreglaban con golpes de Estado. Y esta ocasin, adems,se vea la intervencin de una forma justificada ante los extremos a los que habamosllegado. Haca falta una medida de fuerza y la gente comparta esa visin. Si nosotrosno lo hacamos, el vaco de poder iba a ser aprovechado por la subversin para llegaral poder y ocupar todo el espacio dejado por otros. As de sencillo. O tombamos el

    poder o la subversin se haca por la va de las armas con las instituciones. Tenamos

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    planes, mtodos para el combate al terrorismo, podamos hacerles frente y as lohicimos. Pero, adems, el gobierno que tenamos, que actuaba de una formapusilnime y anarquizante, no estaba en condiciones de hacer frente a la amenazaque vivamos en esos momentos, en que cada da el deterioro era mayor.

    R.A.:Haba unidad en las Fuerzas Armadas con respecto a esta accin?

    J.R.V.: Haba unidad total, sin ningn gnero de dudas. As como la hubo en lo que fuela lucha contra la subversin, tambin la hubo en lo que fue la necesidad de llevar acabo la intervencin militar para poner orden en el pas. Despus hubo divisiones, porotras razones, porque la poltica obra siempre con matices, hubo algunas diferencias,pero en ese momento hubo total unanimidad en lo que respecta a llevar a cabo laintervencin militar.

    R.A.:Qu relacin mantuvieron con los partidos polticos argentinos de entonces?

    J.R.V.: El Proceso de Reorganizacin Nacional mantuvo la existencia de todos los

    partidos inclusive el comunista- pero suspendi la poltica partidaria. Esta situacinse daba por primera vez en la Argentina donde, por norma, los gobiernos de factodisolvan a los partidos polticos, al momento de hacerse cargo del poder. I

    ncluso se permiti que los integrantes de los distintos partidos polticos desempearan

    cargos de embajadores, gobernadores, intendentes, integrantes del poder judicial, etc.El partido peronista no goz de esa ventaja, dado el desprestigio que habanacumulado sus dirigentes en el ejercicio del gobierno que result depuesto (el deMara Estela Martnez de Pern). No obstante, muchos de sus integrantes colaboraronlealmente con nuestro gobierno, en relacin con la guerra interna librada contra elterrorismo.

    "Los lderes radicales de entonces, conRicardo Balbn a la cabeza, nosinvitaban a cambiar el rumbo del pas".

    EL PROCESO DE REORGANIZACIN NACIONAL

    R.A.:Cmo podra definir lo que se denomin entonces como el Proceso deReorganizacin Nacional (1976-1982)?

    J.R.V.: El 24 de marzo se produce el pronunciamiento militar, que no fue una sorpresapara la mayora de los argentinos porque era evidente que tarde o temprano se iba aproducir y ocurrir. Estaba previsto en el guin y todos los sectores polticos y socialeshaban sido consultados para confluir en ese resultado esperado.

    Nosotros ramos conscientes de la situacin que se viva, no podamos dejar que el

    pas siguiera inmerso en esa crisis y tenamos que actuar. Nuestra intencin era

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    ayudar a enderezar el rumbo y tenamos previsto que es lo que haba que hacer conurgencia. Salimos a hacer lo que creamos que haba que hacer y estaba en nuestrosplanes.

    El Proceso de Reorganizacin Nacional prevea que Junta era el mximo rgano delEstado y que debajo de esta entidad poltica estaba un presidente con las mismasfunciones que le daba la Constitucin, salvo algunas como los poderes que le daba acada comandante de la Junta en el manejo de sus fuerzas. Luego, por acuerdo dentrode la Junta, se me nombr presidente de la misma reteniendo la jefatura del ejrcito.Vivamos en una situacin de excepcin que implicaba medidas excepcionales, valgala redundancia. Despus, cuando llegamos al ao 1978, en que la situacin hamejorado notablemente en trminos de seguridad pblica, yo abandon ese esquema

    y dej uno de los dos cargos; pas a retiro de jefe del ejrcito y asumo la presidenciacon las