Strauss Claude - Elogio de La Antropologia

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    CLAUDE LVI-STRAUSS

    ELOGIO DE LA ANTROPOLOGA

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    Claude Lvi-Strauss

    Elogio de la

    Antropologa

    (Los nmeros entre corchetes corresponden ala edicin impresa. Se eliminaron las pginasen blanco.)

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    Coleccin El Hombre y su mundodirigida por Oscar Del Barco

    Traduccin directa del francsa cargo de Carlos Rafael Giordano

    by Ediciones Caldn, 1976Buenos AiresQueda hecho el depsito que marca la ley 11723Printed in Argentina - Impreso en Argentina

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    ADVERTENCIA

    Publicamos aqu el texto completo de la (leccin inaugural dictada por Claude Lvi-Strauss en el Collge de France el 5 de enero de 1960 alhacerse cargo de la ctedra de Antropologa Social. Hasta hace un tiempoconstitua una rareza bibliogrfica ya que fue publicada originalmente en el

    Annuaire del Collge, en un tiraje muy limitado y sin circulacincomercial. En 1965 la reprodujo en su versin original la revista italiana defilosofa Aut Aut, en un nmero especial dedicado al antroplogo francs(n 88, julio de 1965, pp. 7-41), de donde la hemos traducido.

    Estas pginas, como lo seala Paolo Caruso al presentarlas en Aut Aut,"constituyen una excelente introduccin, densa de lomas y clara en la formaexpositiva, al pensamiento de Lvi-Strauss y al mtodo estructural enantropologa. Dira ms. Por su profundidad y riqueza, deben ser consideradas quizs entre las ms importantes del pensamientocontemporneo; y entre las ms bellas, animadas como estn por una participacin emotiva autntica, que slo el 'estilo' literario del autor logracontener sin sofocar".

    En Elogio de la antropologa, ttulo con el que publicamos la leccininaugural adoptando el criterio de Caruso, se podr encontrar las razones defondo que explican el renacimiento actual de la antropologa. Lasrelaciones entre estructuralismo e historicismo; la crtica de la explicacinen el campo de las ciencias fsicas como distinta de la explicacin en elcampo de las ciencias humanas; el estudio de los signos y de los smbolosrealizado sin abandonar la realidad; la naturaleza, el significado y lafuncin de los modelos; la relacin entre subjetivo y objetivo; el problemade la invariancia, que en antropologa aparece como problema "de launiversalidad de la naturaleza humana"; el drama de la oposicin entresociedad primitiva eirrupcin de la historia; la funcin de este drama en elque para Lvi-Strauss[7] se revela la posibilidad de la permanencia, elgermen de una visin no alienada de la sociedad y que obliga a la

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    antropologa "a ampliar progresivamente su objeto de estudio, hasta incluir la totalidad de las ciencias humanas": he aqu el conjunto de problemasanalizados en estas breves pero deslumbrantes pginas del autor de El

    pensamiento salvaje. [8]

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    CLAUDE LVI-STRAUSSELOGIO DE LA ANTROPOLOGA

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    Seor Rector Estimados colegasSeoras, seores:

    Hace poco ms de un ao, en 1958, el Collge de France quiso crear en suseno una ctedra de antropologa social. Esta ciencia est demasiado atentaa las formas de pensamiento que llamamos supersticiosas, cuando lasencontramos entre nosotros, como para que no se nos permita rendir unhomenaje liminar a la supersticin. Lo propio de los mitos, que ocupan unlugar muy importante en nuestra investigacin, no es acaso evocar un pasado abolido y aplicarlo como una trama sobre las dimensiones del presente, para descifrar all un sentido donde coincidan las dos fases lahistrica y la estructural que oponga al hombre su propia realidad?Same permitido tambin, en esta ocasin donde todos los caracteres delmito se encuentran para m reunidos, proceder a su examen, buscandodiscernir en algunos acontecimientos pasados, el sentido y la leccin del honor que se me concede. La fecha misma de vuestra deliberacinatestigua, estimados colegas por el caprichoso retorno de la cifra 8, yailustrada por la aritmtica de Pitgoras, el cuadro peridico de los cuerpos qumicos y la ley de simetra de las medusas, que la creacin de unactedra de antropologa social, propuesta en 1958 renueva una tradicin a lacual quien les habla, aunque lo deseara, no habra podido escapar.

    Cincuenta aos antes de vuestra decisin inicial, Sir James Frazer pronunci en la Universidad de Liverpool la leccin inaugural de la primera ctedra en el mundo que fue llamada de antropologa social.Cincuenta aos atrs de esa fecha acaba de cumplirse un siglo nacanen 1858 dos hombres, Franz Boas y Emile Durkheim, de quienes dir quefueron si no los fundadores[11] al menos los maestros que edificaron, unoen Amrica y otro en Francia, la antropologa tal como la conocemos en laactualidad.

    Es necesario que estos tres aniversarios, que estos tres nombres, seanevocados aqu. Los de Frazer y Boas me ofrecen la ocasin de testimoniar,

    aunque sea brevemente, todo lo que la antropologa social debe al pensamiento anglo-americano y de lo que les debo personalmente, ya quemis primeros trabajos fueron concebidos y elaborados en estrechavinculacin con dicho pensamiento. Pero no debe sorprender que Durkheimocupe un lugar preferencial en esta leccin: l encarna lo esencial de lo que

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    fue la contribucin de Francia a la antropologa social, aunque sucentenario, celebrado con brillo en numerosos pases extranjeros, haya pasado entre nosotros casi inadvertido, y no haya sido an sealado por ninguna ceremonia oficial. Cmo explicar esta injusticia hacia l, que es

    tambin una injusticia hacia nosotros mismos, sino como una consecuenciamenor de este encarnizamiento que nos empuja a olvidar nuestra propiahistoria, a tenerla"en horreur" segn las palabras de Charles deRmusat sentimiento que expone hoy a la antropologa social a perder aDurkheim, como ya perdi a Gobineau y a Demeunier?

    Sin embargo, estimados colegas, algunos de entre ustedes, a quienesme unen recuerdos lejanos, no me desmentirn si recuerdo que alrededor de1935, cuando nuestros amigos brasileos queran explicarnos las razonesque los haban conducido a elegir misiones francesas para formar sus primeras universidades, citaban siempre dos nombres: primeramente el dePasteur y despus el de Durkheim.

    Pero al dedicar a Durkheim, estas reflexiones lo hacemos tambin por otro motivo. Nadie ms que Marcel Mauss hubiese sido sensible a unhomenaje que se dirige a l al mismo tiempo que al maestro del cual fuealumno y ms tarde continuador. De 1931 a 1932, Marcel Mauss ocup enel Collge de France una ctedra consagrada al estudio de la sociedad, y tan breve fue el pasaje por esta casa del malogrado Maurice Halbwachs, que se

    puede, sin faltar a la verdad, considerar que creando una ctedra deantropologa social es la de Marcel Mauss la que habis querido restaurar.Al menos quien les habla debe demasiado al pensamiento de Mauss para nosentirse complacido con esta idea.

    La ctedra de Mauss fue llamada "Sociologa" porque Mauss,[12] quien tanto trabaj con Paul Rivet para hacer de la etnologa una cienciacon pleno derecho, no lo haba logrado an en la dcada del 30. Pero paraatestiguar el lazo existente entre nuestras disciplinas bastar recordar que enMauss la etnologa conquist un lugar cada vez ms importante. Desde1924, proclam que "el lugar de la sociologa" estaba "en la antropologa"y, salvo error, tambin fue Mauss quien en 1938 introdujo por primera vezlas palabras "antropologa social" en la terminologa francesa. Hoy no lashabra desautorizado.

    Aun en las ms audaces de sus investigaciones, Mauss no crey nuncaapartarse de la lnea durkheimiana. En la actualidad nosotros percibimosmejor que l cmo, sin traicionar una fidelidad frecuentemente afirmada,supo simplificar y adecuar la doctrina de su antecesor. Esto no deja de

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    asombrarnos por sus proporciones imponentes, su poderosa armazn lgicay por las perspectivas que abre sobre horizontes donde tanto queda an por explorar. La misin de Mauss fue la de concluir y acomodar el prodigiosoedificio surgido de la tierra al paso del demiurgo. Fue preciso exorcizar

    algunos fantasmas metafsicos que arrastraban todava sus cadenas, ponerlos definitivamente al abrigo de los vientos helados de la dialctica,del trueno del silogismo, de los relmpagos de las antinomias. Pero Maussinmuniz a la escuela durkheimiana contra otros peligros.

    Durkheim fue probablemente el primero en introducir en las cienciasdel hombre esa exigencia de especificidad que deba permitir unarenovacin con la que la mayor parte de ellas en especial la lingstica,se benefici desde principios del siglo.

    A toda forma de pensamiento o de actividad humanas no se le puedehacer preguntas acerca de su naturaleza u origen antes de haber identificadoy analizado los fenmenos, y de haber descubierto en qu medida lasrelaciones que los unen bastan para explicarlos. Es imposible discutir sobreun objeto, reconstruir la historia que le dio nacimiento, sin saber primeramentelo que l es; dicho de otra manera, sin haber agotado elinventario de sus determinaciones internas. Sin embargo, cuando hoy sereleen Las reglas del mtodo sociolgico, no se puede dejar de pensar queDurkheim aplic esos principios con cierta[13] parcialidad: se le exigi

    constituir lo social como categora independiente, pero sin tener en cuentaque esta nueva categora comportaba, a su vez, toda suerte deespecialidades, correspondientes a los diversos aspectos bajo los cuales laaprehendemos. Antes de afirmar que la lgica, el lenguaje, el derecho, elarte, la religin, son proyecciones de lo social, no convena esperar que lasciencias particulares hubiesen profundizado para cada uno de esos cdigos,su modo de organizacin y su funcin diferencial, permitiendo ascomprender la naturaleza de las relaciones que mantienen unas con otras?

    A riesgo de ser acusado de paradjico, nos parece que en la teora del"hecho social total" (tan a menudo celebrada despus y tan malcomprendida), la nocin de totalidad es menos importante que la maneramuy particular en que Mauss la concibe: laminada, podramos decir, yformada por multitud de planos distintos y entrelazados. En lugar deaparecer como un postulado, la totalidad de lo social se manifiesta en laexperiencia: instancia privilegiada que se puede aprehender a nivel de laobservacin, en ocasiones bien determinadas, cuando "se pone enmovimiento... la totalidad de la sociedad y de sus instituciones". Pero esta

    totalidad no suprime el carcter especfico de los fenmenos, que siguensiendo "a la vez jurdicos, econmicos, religiosos y tambin estticos,morfolgicos", dice Mauss en Essai sur le don, si bien esa totalidadconsiste finalmente en la red de interrelaciones funcionales entre todos esos planos.

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    Esta actitud emprica de Mauss explica que haya superado tan pronto laaversin que Durkheim haba comenzado a sentir respecto de las encuestasetnogrficas. "Lo que cuenta deca Mauss es el melanesio de tal o cualisla..." Contra el terico, el observador debe tener siempre la ltima palabra,

    y contra el observador, el indgena es lo que cuenta. Finalmente, detrs delas interpretaciones racionalizadas del indgena que se vuelve a menudoobservador y hasta terico de su propia sociedad se buscarn "lascategoras inconscientes" que, escriba Mauss en una de sus primeras obras,son determinantes "en magia como en religin o en lingstica". Ahora bien, este anlisis en profundidad iba a permitir a Mauss, sin contradecir aDurkheim (ya que deba ser sobre un nuevo plano), restablecer con las otrasciencias del hombre puentes a veces imprudentemente cortados: con lahistoria, ya que el etngrafo se instala en lo particular,[14] y tambin con la biologa y la psicologa, desde que se reconoca que los fenmenos socialesson "primero sociales, pero tambin al mismo tiempo y a la vez fisiolgicosy psicolgicos". Ser necesario llevar bastante lejos el anlisis para alcanzar un nivel donde, como lo dice Mauss, "cuerpo, alma, sociedad, todo semezcla".

    Esta sociologa considera muy en vivo a los hombres, tal como losdescriben los viajeros y los etngrafos que compartieron su existencia demanera fugaz o permanente. Los muestra comprometidos en su propio

    devenir histrico y alojados en un espacio geogrfico concreto. Tiene, dijoMauss, "por principio y por fin... percibir a todo el grupo entero y sucomportamiento total".

    Si el descarnamiento fue uno de los peligros que acechaban a lasociologa durkheimiana, Mauss la protegi con igual xito contra otro peligro: el automatismo. Muy a menudo, despus de Durkheim y hasta enalgunos que se crean exentos de su influencia doctrinal la sociologaapareci como el producto de una "razzia " apresuradamente hecha aexpensas de la historia, de la psicologa, de la lingstica, de la economa,del derecho, y de la etnografa. A los frutos de este "pillaje" la sociologa seconform con agregarle sus recetas: ante cualquier problema que se presentara se tena la seguridad de dar una solucin "sociolgica" prefabricada.

    Si no participamos ya de este criterio se lo debemos en gran parte aMauss, nombre al que hay que asociar el de Malinowski. Al mismo tiempo y sin duda ayudado el uno por el otro mostraron, (Mauss como terico,Malinowski como experimentador, lo que poda ser el control de la prueba

    en las ciencias etnolgicas. Fueron los primeros en comprender claramenteque no bastaba con descomponer y disecar. Los hechos sociales no sereducen a fragmentos dispersos, son vividos por hombres y esta concienciasubjetiva, al igual que sus caracteres objetivos, es una forma de su realidad.

    Mientras que Malinowski institua la participacin intransigente del

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    etngrafo en la vida y en el pensamiento indgenas, Mauss afirmaba que lo"esencial es el movimiento del todo, el aspecto viviente, el instante fugitivoen el que los hombres al igual que la sociedad toman concienciasentimental de ellos mismos y de su situacin frente a los otros". Esta

    sntesis emprica y subjetiva ofrece la nica garanta de que el anlisis previo, [15] llevado hasta las categoras inconscientes, no han dejadoescapar nada. Y, sin duda, la prueba seguir siendo ilusoria: no sabremos jams si el otro, con quien no podemos ni siquiera confundirnos, opera a partir de los elementos de su existencia social una sntesis exactamentesuperponible a la que nosotros elaboramos. Pero no es necesario ir tan lejos,hace falta solamente y para eso basta la conviccin interna que lasntesis, aun aproximativa, surja de la experiencia humana. Debemosasegurarnos eso, ya que estudiamos hombres; y puesto que nosotrosmismos somos hombres, tenemos la posibilidad de hacerlo. La forma enque Mauss formula y resuelve el problema, en Essai sur le don, conduce aver en la interseccin de dos subjetividades el orden de verdad msaproximado al que las ciencias del hombre pueden acceder cuando afrontanla integridad de su objeto. No nos engaemos: todo eso que parece tannuevo estaba implcitamente presente en Durkheim. A menudo se lereproch haber formulado en la segunda parte de Las formas elementalesuna teora de la religin tan vasta y tan general que parecera tornar

    superfluo el minucioso anlisis de religiones australianas que la haba precedido y es dable pensar preparado. La cuestin es saber si elhombre Durkheim habra podido llegar a esta teora sin estar previamenteforzado a anteponer, a las representaciones religiosas recibidas de su propiasociedad, la de los hombres en los cuales la evidencia histrica y geogrficagarantizaba que fueran ntegramente "otros", no cmplices o aclitosinsospechables. As avanza el etnlogo cuando est sobre el terreno, pues por escrupuloso y objetivo que quiera ser no es jams ni a l ni al otrolo que encuentra al final de su investigacin. Cuanto ms puede pretender,mediante la aplicacin de l sobre el otro, deslindar lo que Maussdenominaba hechos de funcionamiento general, mostrando que eran msuniversales y tenan ms realidad.

    Completando as la intencin durkheimiana, Mauss liber a laantropologa de la falsa oposicin, introducida por pensadores comoDilthey y Spengler, entre la explicacin en las ciencias fsicas y laexplicacin en las ciencias humanas. La indagacin de las causas concluyeen la asimilacin de una experiencia, pero sta es a la vez externa e interna.

    La famosa regla de "considerar a los hechos sociales como cosas"corresponde a la primera etapa de la investigacin, a la segunda lecorresponde probar. Discernimos ya la originalidad de la antropologasocial: [16] consiste en lugar de oponer la explicacin causal a lacomprensin en descubrir un objeto que sea a la vez objetivamente muy

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    lejano y subjetivamente muy concreto y cuya explicacin causal puedafundarse sobre esta comprensin, que no es, para nosotros, ms que unaforma suplementaria de prueba. Una nocin como la de empata nos inspirauna gran desconfianza, por lo que implica de irracionalismo y de

    misticismo adosados. Formulando una exigencia de prueba adicionalimaginamos al antroplogo ms bien segn el modelo del ingeniero, queconcibe y construye una mquina por medio de una serie de operacionesracionales: hace falta sin embargo que funcione, la certidumbre lgica no basta. La posibilidad de ensayar sobre s la experiencia ntima del otro no esms que uno de los medios disponibles para obtener esta ltima satisfaccinemprica, de la que las ciencias fsicas y las ciencias humanas sienten paralelamente la necesidad: menos una prueba, quizs, que una garanta.

    Qu es pues la antropologa social? En mi opinin, nadie estuvo ms cercade definirla aunque haya sido por omisin que Ferdinand de Saussure,cuando presentando a la lingstica como parte de una ciencia todava por nacer, le reserva el nombre desemiologa, y le atribuye como objeto deestudio la vida de los signos en el seno de la vida social. Saussure, por otra parte, no se anticip a lo aqu afirmado al comparar el lenguaje con la"escritura, con el alfabeto de los sordomudos, con los ritos simblicos, conlas formas de cortesa, con las seales militares, etc."? Nadie discutir quela antropologa cuenta en su propio campo al menos con algunos de estossistemas de signos, a los cuales se agregan muchos otros: lenguaje mtico,signos orales y gesticulares de los que se compone el ritual, reglas dematrimonio, sistema de parentesco, leyes consuetudinarias, ciertas

    modalidades de cambio econmico. Concebimos pues la antropologa comoocupndose de buena fe de ese dominio de la semiologa que la lingsticano reivindica ya para s; esperando que, al menos para ciertos sectores deese dominio, las ciencias especiales se constituyan en el seno de laantropologa.Es necesario, sin embargo, precisar esta definicin de dos maneras. Primeramente nos apresuramos a reconocer que ciertos he-[17] chos queacaban de ser citados, pertenecen a las ciencias particulares: economa,derecho, ciencias polticas. No obstante, esas disciplinas encaran sobre todolos hechos que estn ms prximos a nosotros, que nos ofrecen pues uninters especial. Digamos que la antropologa social los aprehende, sea ensus manifestaciones ms lejanas, sea desde el ngulo de su expresin msgeneral. Desde este ltimo punto de vista, la antropologa social no puedehacer nada til sin colaborar estrechamente con las ciencias sociales

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    particulares; pero stas por su lado, no podran pretender acceder a lageneralidad sino gracias al aporte del antroplogo, el nico capaz deallegarles descripciones e inventarios los ms completos posibles.

    La segunda dificultad es ms seria, ya que puede preguntarse si todos

    los fenmenos por los que se interesa la antropologa social ofrecen elcarcter de signos. Esta dificultad se hace ms clara para los problemas queestudiamos ms frecuentemente. Cuando consideramos un sistema decreencias digamos el totemismo, una forma de organizacin social clanes unilineales o matrimonio bilateral, la pregunta que nos hacemoses: "qu significa todo eso?". Para responder, nos esforzamos por traducir a nuestro lenguaje reglas primitivamente dadas en un lenguaje distinto.

    Pero, ocurre lo mismo en otros aspectos de la realidad social, talescomo el instrumental, las tcnicas, los modos de produccin y de consumo?Parecera que nos ocupsemos aqu de objetos, no de signos. Segn laclebre definicin de Pierce, el signo es "lo que reemplaza algo paraalguien". Qu reemplaza entonces a un hacha de piedra, y para quin?

    La objecin vale hasta cierto punto, y explica la aversin que sientenalgunos en admitir, en el campo de la antropologa social, fenmenosreferidos a otras ciencias como la geografa y la tecnologa. El trmino deantropologa cultural sirve, pues, para distinguir esta parte de nuestrosestudios y subrayar su originalidad. Sin embargo, se sabe bien y fue uno

    de los ttulos de gloria de Mauss el haberlo establecido de acuerdo conMalinowski que, sobre todo en las sociedades de las que nos ocupamos,y tambin en las otras, esos dominios estn como impregnados designificacin. En este aspecto, ya nos conciernen.

    Finalmente, la intencin exhaustiva que inspira nuestrasinvestigaciones transforma ampliamente su objeto. Tcnicas consideradasaisladamente pueden aparecer como un dato bruto,[18] herencia histrica, oresultado de un compromiso entre las necesidades del hombre y lasexigencias del medio. Pero cuando se las sita en ese inventario general delas sociedades que la antropologa se esfuerza por constituir, aparecen bajouna nueva luz, ya que las imaginamos como el equivalente a otras tantaselecciones que cada sociedad parece hacer (lenguaje cmodo, que esnecesario despojar de su antropomorfismo) entre aquellas de las queemerger el cuadro. En ese sentido, se concibe que un cierto tipo de hachade piedra pueda ser un signo: en un contexto determinado hace las veces, para el observador capaz de comprender su uso, de la herramienta diferenteque otra sociedad empleara para los mismos fines.

    Entonces, hasta las tcnicas ms simples de cualquier sociedad primitiva revisten el carcter de un sistema analizable en los trminos de unsistema ms general. La manera en que ciertos elementos de ese sistemafueron conservados y otros excluidos, permite concebir el sistema localcomo un conjunto de elecciones significativas, compatibles o incompatibles

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    con las otras elecciones, y que cada sociedad, o cada perodo de sudesarrollo, se vio obligado a realizar.

    Estableciendo la naturaleza simblica de su objeto, la antropologa socialno pretende pues desentenderse de lasrealia. Cmo har ya que el arte,donde todo es signo, utiliza intrpretes materiales? No se puede estudiar alos dioses ignorando sus imgenes, los ritos sin analizar los objetos y lassustancias que fabrica o maneja el oficiante, las reglas sociales

    independientemente de las cosas que les corresponden. La antropologasocial no se atrinchera en una parte del dominio de la etnologa, no separacultura material y cultura espiritual. En la perspectiva que le es propia yque nos ser preciso situar les concede el mismo inters. Los hombres secomunican por medio de smbolos y de signos; para la antropologa, que esuna conversacin del hombre con el hombre, todo es smbolo y signo que seubica como intermediario entre dos sujetos.

    Por esta diferencia respecto a los objetos y a las tcnicas, comotambin por la certidumbre de obrar sobre significaciones, nuestraconcepcin de la antropologa social nos aleja sensiblemente de Radcliffe-Brown, quien hasta su muerte, ocurrida en 1955, hizo mucho por dar autonoma a nuestras investigaciones.[19]

    Segn el punto de vista siempre maravillosamente lmpido del maestroingls, la antropologa social sera una ciencia inductiva que como lasotras ciencias de este tipo observa hechos, formula hiptesis y las someteal control de la experiencia, para descubrir las leyes generales de lanaturaleza y de la sociedad. Se separa pues de la etnologa, que se esfuerza

    por reconstruir el pasado de las sociedades primitivas, pero con medios ycon mtodos tan precarios que no puede aportar ninguna enseanza a laantropologa social. En la poca en que fue formulada, hacia 1920, estaconcepcin inspirada en la distincin durkheimiana entrecircumfusa y

    praeterita marc una reaccin provechosa a los abusos de la escueladifusionista. Pero despus, "la historia conjetural" como deca Radcliffe-Brown un poco peyorativamente perfeccion y afin sus mtodosgracias especialmente a los registros estratigrficos, a la introduccin de laestadstica en arqueologa, al anlisis del polen, al empleo del carbono 14y, sobre todo, gracias a la colaboracin cada vez ms estrecha que seinstaura entre los socilogos y los etnlogos por una parte, los arquelogosy los prehistoriadores por otra. Podemos preguntarnos si la desconfianza deRadcliffe-Brown hacia las reconstrucciones histricas no corresponde auna etapa del desarrollo cientfico que ser bien pronto superada.

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    Por el contrario, muchos entre nosotros mantienen acerca del porvenir de la antropologa social puntos de vista ms modestos que los alentados por las grandes ambiciones de Radcliffe-Brown. Ellos conciben a laantropologa social no segn el modelo de las ciencias inductivas, tal como

    se las conceba en el siglo XIX, sino ms bien a la manera de unasistemtica, cuyo objeto es identificar y hacer inventarios de tipos, analizar sus partes constitutivas y establecer correlaciones entre ellos. Sin esetrabajo preliminar del que no podemos silenciar que fue apenasabordado el mtodo comparativo preconizado por Radcliffe-Brown correel riesgo de tambalear: o bien los datos que se proponen comparar son tancercanos, por la geografa o por la historia, que no se est nunca seguro dehaberse ocupado de fenmenos distintos; o son demasiado heterogneos yla confrontacin resulta ilegtima, porque se renen cosas que no se puedencomparar.

    Hasta estos ltimos aos se admita que las instituciones aristocrticasde la Polinesia eran hechos de reciente introduccin, que databan apenas dealgunos siglos y debidos a pequeos grupos de conquistadores venidos deotras partes. Pero he aqu[20] que la medida de la radioactividad residualde vestigios orgnicos provenientes de la Melanesia y de la Polinesia,revela que la distancia entre las fechas de ocupacin de las dos regiones esmenor de lo que se supona. Al mismo tiempo, las concepciones sobre la

    naturaleza y la unidad del sistema feudal deben modificarse ya que, almenos en esta parte del mundo, despus de las investigaciones de Guiart nose excluye que el sistema feudal sea anterior a la llegada de losconquistadores y que ciertas formas de feudalismo puedan nacer en lashumildes sociedades de horticultores.

    El descubrimiento en frica del arte de If, tan refinado como el delRenacimiento europeo pero quizs anterior en tres o cuatro siglos, y precedido en frica misma, mucho tiempo antes, por el arte de la llamadacivilizacin Nok, influye sobre la idea que podamos hacernos del artereciente del frica Negra y de las culturas correspondientes, en las queestamos ahora tentados de ver rplicas empobrecidas y rsticas de formasde arte y de civilizacin avanzadas.

    El acortamiento de la prehistoria del Viejo Mundo y el alargamiento dela del Nuevo Mundo que el carbono 14 permite examinar llevarnquiz a considerar que las civilizaciones que se desarrollaron a los doscostados del Pacfico estuvieron ms emparentadas aun de lo que parece y consideradas cada una en particular a interpretarlas de otra manera.

    Es preciso inclinarse sobre los hechos de este gnero antes de abordar toda clasificacin o comparacin. Si nos apresuramos a postular lahomogeneidad del campo social, y alimentamos la ilusin de que esinmediatamente comparable en todos sus aspectos y en todos sus niveles,dejaremos escapar lo esencial. Se desconocer que las coordenadas

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    requeridas para definir dos fenmenos aparentemente muy semejantes, nosiempre son las mismas ni en la misma cantidad; y creeremos formular leyes de la naturaleza social cuando en realidad nos limitamos a describir propiedades superficiales, o a enunciar tautologas.

    Desdear la dimensin histrica, con el pretexto de que los medios soninsuficientes para evaluarla salvo de modo aproximativo, conduce asatisfacerse con una sociologa enrarecida, donde los fenmenos estncomo despegados de su soporte. Reglas e instituciones, estados y procesos, parecen flotar en un vaco, en el que se trata de tender una sutil red derelaciones funcionales. Uno se enfrasca enteramente en esa tarea y seolvida [21] de los hombres, en cuyo pensamiento se establecen esasrelaciones; se descuida su cultura concreta, no se sabe ms de dnde vieneny lo que son.

    No basta que los fenmenos puedan ser llamados sociales para que laantropologa se apresure a reivindicarlos como suyos. Espinas, que es otrode esos maestros a quienes nos damos el lujo de olvidar, tena ciertamenterazn desde el punto de vista de la antropologa social cuando discuta quelas formaciones desprovistas de races biolgicas tuviesen el mismocoeficiente de realidad que las otras: "la administracin de una grancompaa de ferrocarril, escriba en 1901, no es una realidad social..., nitampoco un ejrcito".

    La frmula es excesiva, pues las administraciones son objeto de profundos estudios en sociologa, en psicologa social y en otras ciencias particulares, pero nos ayuda a precisar la diferencia que separa a laantropologa de las disciplinas precedentes: los hechos sociales quenosotros estudiamos se manifiestan en sociedades, cada una de las cualeses un ser total, concreto y unido. No perdemos nunca de vista que lassociedades existentes son el resultado de grandes transformacionesacaecidas en la especie humana, en ciertos momentos de la prehistoria y enciertos puntos de la tierra, y que una cadena ininterrumpida deacontecimientos reales une esos hechos a los que nosotros podemosobservar.

    Esta continuidad cronolgica y espacial entre el orden de la naturalezay el orden de la cultura, sobre la que Espinas insisti en un lenguaje que noes el nuestro (y que, por esta razn, hemos a veces comprendido mal),fundamenta tambin el historicismo de Boas. Ella explica por qu laantropologa, aun la social, se proclama solidaria de la antropologa fsica,de la que acecha los descubrimientos con una especie de avidez. Aunquelos fenmenos sociales deban ser provisoriamente aislados del resto, ytratados como si surgieran de un nivel especfico, sabemos bien que dehecho, y tambin de derecho, la emergencia de la cultura quedar para elhombre como un misterio, mientras no consiga determinar a nivel biolgicolas modificaciones de estructura y de funcionamiento del cerebro. De esas

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    modificaciones la cultura ha sido simultneamente el resultado natural y elmodo social de aprehensin, creando el medio intersubjetivo indispensable para que se confirmen las transformaciones anatmicas y[22] fisiolgicas, pero que no pueden ser definidas ni estudiadas refirindose solamente al

    individuo.

    Esta profesin de fe histrica podr sorprender, pues se nos ha reprochadoalgunas veces estar cerrados a la historia, y de darle un lugar secundario en

    nuestros trabajos. Nosotros no la practicamos, pero le reconocemos susderechos. Creemos solamente que en este perodo de formacin en que seencuentra la antropologa social nada sera ms peligroso que un confusoeclecticismo que buscara dar la ilusin de una ciencia estructurada,confundiendo las tareas y mezclando los programas.

    Ahora bien, nos encontramos que en antropologa la experimentacin precede a la vez a la observacin y a la hiptesis. Una de las originalidadesde las pequeas sociedades que estudiamos es que cada una constituye unaexperiencia completa en razn de su simplicidad relativa y del nmerorestringido de las variables requeridas para explicar su funcionamiento.Pero por otra parte, esas sociedades son vivientes y no tenemos ni tiemponi medios para actuar sobre ellas. Con relacin a las ciencias naturalestenemos una ventaja y un inconveniente: encontramos nuestrasexperiencias ya preparadas, pero ellas son ingobernables. Es pues normalque nos esforcemos por sustituirles los modelos, es decir, los sistemas desmbolos que salvaguardan las propiedades caractersticas de laexperiencia, pero que a diferencia de ella tenemos el poder de manipular.

    La audacia de tal procedimiento es, sin embargo, compensada por lahumildad, casi se podra decir el servilismo, de la observacin tal como la practica el antroplogo. Dejando su pas y su hogar durante perodos prolongados, exponindose al hambre, a la enfermedad, algunas veces al peligro; entregando sus costumbres, sus creencias y sus convicciones a una profanacin de la que se hace cmplice cuando asume sin reservas mentalesni segundas intenciones las formas de vida de una sociedad extraa, elantroplogo practica una observacin integral, aquella detrs de la cual noqueda nada, sino la absorcin definitiva y esto es un riesgo delobservador por el objeto de su observacin.

    Esta alternancia de ritmo entre dos mtodos el deductivo y elemprico y la intransigencia que ponemos al practicar uno u otro bajouna forma extrema y como purificada, dan a la[23] antropologa social sucarcter distintivo entre las otras ramas del conocimiento: de todas las

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    ciencias, la antropologa es, sin duda, la nica que hace de la subjetividadms ntima un medio de demostracin objetivo. Es un hecho claramenteobjetivo que el mismo espritu que se abandona a la experiencia y que sedeja modelar por ella, se convierte en el teatro de operaciones mentales que

    no suprimen las precedentes y que transforman, sin embargo, laexperiencia en modelo, haciendo posibles otras operaciones mentales. A finde cuentas, la coherencia lgica de estas ltimas se funda sobre lasinceridad y la honestidad de aqul que puede decir, como el pjaroexplorador de la fbula: "Yo estaba all, tal cosa me ocurri - Usted creerser usted mismo", y que logra en efecto comunicar esta conviccin.

    Pero esta oscilacin constante entre la teora y la observacindetermina que los dos planos sean siempre distinguidos. Volviendo a lahistoria, me parece que esta oscilacin se repite segn se pretendaconsagrar a la esttica o a la dinmica, al orden de la estructura o al ordende los acontecimientos. A la historia de los historiadores no es necesariodefenderla, pero de ninguna manera es atacarla decir (tal como lo admiteBraudel) que al lado de un tiempo corto existe un tiempo largo; que ciertoshechos se originan en un tiempo esttico e irreversible, otros, en un tiempomecnico y reversible; y que la idea de una historia estructural no tienenada que pueda chocar a los historiadores. La una y la otra van a la par, yno es contradictorio que una historia de smbolos y de signos engendre

    desarrollos imprevisibles, aunque ponga en funcionamiento combinacionesestructurales cuyo nmero es limitado. En un caleidoscopio la combinacinde elementos idnticos da siempre nuevos resultados. Pero ocurre que lahistoria de los historiadores est presente aun cuando fuese en lasucesin de papirotazos que provocan las reorganizaciones de estructura y que las oportunidades son prcticamente nulas para que reaparezca dosveces la misma combinacin.

    No pensamos retomar en su forma primera la distincin introducida por elCurso de lingstica general entre el orden sincrnico y el ordendiacrnico, es decir el aspecto mismo de la doctrina saussureana del que,con Trubetzkoy y Jakobson, el estructuralismo moderno se separresueltamente. Recordemos que documentos recientes muestran cmo losredactores del[24] Curso... algunas veces forzaron y esquematizaron el pensamiento del maestro.

    Para los redactores delCurso de lingstica general existe unaoposicin absoluta entre dos categoras de hechos: por una parte, la de lagramtica, lo sincrnico, lo consciente; por otra parte, la de la fontica, lodiacrnico, lo inconsciente. Slo el sistema consciente es coherente; elinfrasistema inconsciente es dinmico y desequilibrado, hecho a la vez delegados del pasado y de tendencias de futuro, no realizadas an.

    Lo que Saussure no haba an descubierto era la presencia deelementos diferenciales detrs del fonema. En otro plano, su posicin

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    prefigura indirectamente la de Radcliffe-Brown, convencido de que laestructura es del orden de la observacin emprica, en tanto que ella se sitams all. Esta ignorancia de realidades escondidas lleva, a uno y a otro, aconclusiones opuestas. Saussure parece negar la existencia de una

    estructura all donde no est inmediatamente dada; Radcliffe-Brown laafirma, pero vindola donde no est, quita a la nocin de estructura sufuerza y su alcance.

    En antropologa como en lingstica sabemos actualmente que losincrnico puede ser tan inconsciente como lo diacrnico. En ese sentido,la separacin entre ambos se acorta.

    Por otra parte, elCurso... plantea relaciones de equivalencia entre lafontica, lo diacrnico, lo individual, que forman el dominio del habla yentre la gramtica, lo sincrnico, lo colectivo, que son del dominio de lalengua. Pero hemos aprendido con Marx que lo diacrnico puede estar tambin en lo colectivo, y con Freud que lo gramatical puede cumplirse enel seno mismo de lo individual.

    Ni los redactores delCurso ..., ni Radcliffe-Brown, se dieron suficientecuenta de que la historia de los sistemas de signos engloba evolucioneslgicas, relacionndose a niveles de estructuracin diferentes y que esnecesario primero aislar. Si existe un sistema consciente, ste no puederesultar ms que una suerte de "promedio dialctico" entre una

    multiplicidad de sistemas inconscientes, a cada uno de los cuales concierneun aspecto o un nivel de la realidad social. Ahora bien, esos sistemas nocoinciden ni en su estructura lgica, ni en sus adherencias histricasrespectivas. Estn como difractados sobre una dimensin temporal, cuyoespesor da consistencia a la sincrona, faltndole la cual se disolvera enuna esencia tenue e impalpable, un fantasma de realidad.[25]

    No se avanzara mucho sugiriendo que en su expresin oral lasenseanzas de Saussure no deban estar muy alejadas de las profundasobservaciones de Durkheim. Publicadas en 1900, parecen escritas hoy: "Sinduda los fenmenos que conciernen a la estructura tienen ms estabilidadque los fenmenos funcionales; pero entre los dos rdenes de hechos nohay ms que diferencias de grado. La estructura misma se encuentra en eldevenir... Se forma y se descompone sin cesar. Es la vida llevada a uncierto grado de consolidacin. Y distinguirla de la vida de la que deriva ode la vida que determina, equivale a disociar cosas inseparables".

    En verdad, es la naturaleza de los hechos que estudiamos la que nos incita adistinguir en ellos lo que deriva de la estructura y lo que pertenece al hecho.

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    Por importante que sea la perspectiva histrica, slo podemos alcanzarla alfinal: despus de largas bsquedas que la medida de la radioactividad y la palinologa lo prueban no son siempre de nuestra jurisdiccin. Por elcontrario, la diversidad de sociedades humanas y su nmero todava

    varios millares hacia fines del siglo XIX hacen que aparezcan comoinstaladas en el presente. No debe sorprendernos entonces si respondiendo aesta solicitud del objeto adoptamos un mtodo que es ms bien detransformaciones que de fluxiones.

    Existe, en efecto, una relacin muy estrecha entre la nocin detransformacin y esta de estructura que tiene un lugar tan importante ennuestros trabajos. Radcliffe-Brown la introdujo en antropologa socialinspirndose en ideas de Montesquieu y de Spencer. Se sirvi de ella paradesignar la forma durable en que los individuos y los grupos estn ligadosen el interior del cuerpo social. Para l, por consiguiente, la estructura esdel orden del hecho; est dada en la observacin de cada sociedad particular. Este punto de vista procede, sin duda, de una determinadaconcepcin de las ciencias naturales que no hubiese sido aceptada por unCuvier.

    Ninguna ciencia puede hoy considerar las estructuras que surgen de sudominio como reducindose a un arreglo cualquiera de no importa qu partes. Slo est estructurado el arreglo que responda a dos condiciones:

    que sea un sistema regido por una[26] cohesin interna; y que estacohesin, inaccesible a la observacin de un sistema aislado, se revele en elestudio de transformaciones gracias a las cuales se encuentran propiedadessimilares en sistemas en apariencia diferentes. Como lo escribi Goethe:

    "Todas las formas son semejantes, y ninguna es igual a las otras,Si bien su coro gua hacia una ley oculta".

    Esta convergencia de perspectivas cientficas es muy reconfortante para las ciencias semiolgicas de las que forma parte la antropologa social, puesto que los smbolos y los signos no pueden desempear su papel si no pertenecen a sistemas regidos por leyes internas de implicacin y exclusin.Recordemos que lo propio de un sistema de signos es ser transformable,dicho de otra manera,traducible al lenguaje de otro sistema con la ayudade permutaciones. El hecho de que tal concepcin haya podido nacer en la paleontologa incita a la antropologa social a nutrirse de un sueo secreto:

    pertenece a las ciencias humanas, como su nombre lo proclama; pero si seresigna a hacer su purgatorio cerca de las ciencias sociales es porque nodesespera de despertar entre las ciencias naturales en la hora del juiciofinal.

    Tratemos de mostrar con dos ejemplos cmo la antropologa social

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    trabaja para justificar su programa. Se sabe qu funcin cumple la prohibicin del incesto en las

    sociedades primitivas. Proyectando las hermanas y las hijas fuera del grupoconsanguneo y asignndoles esposos provenientes de otros grupos, esa

    prohibicin produce entre esos grupos naturales lazos de alianza, los primeros que pueden ser calificados como sociales. La prohibicin delincesto funda as la sociedad humana y es, en un sentido, la sociedad.

    Para justificar esta interpretacin no se procedi de manera inductiva.Cmo pudo hacerse tratndose de fenmenos cuya correlacin esuniversal, pero entre los cuales las diversas sociedades inventan toda suertede conexiones heterclitas? Adems, no se trata aqu de hechos sino designificaciones. La pregunta que nos hacamos era la delsentido de la prohibicin del incesto (lo que en el siglo XVIII se hubiese llamada su"espritu"), y no[27] de susresultados, reales o imaginarios. Sera necesarioentonces, para cada nomenclatura de parentesco y para las reglas dematrimonio correspondientes, establecer su carcter de sistema. Y eso noera posible sino al precio de un esfuerzo suplementario, consistente enelaborar el sistema de esos sistemas y ponindolos en una relacin detransformacin. Entonces, lo que no era todava ms que un inmensodesorden se organizaba en forma de gramtica: enunciado embarazoso detodas las maneras concebibles de instaurar y de mantener un sistema de

    reciprocidad. Nosotros estamos en esto. Y ahora cmo procederemos pararesponder a la pregunta siguiente, que es la de la universalidad de las reglasen el conjunto de sociedades humanas, incluyendo las sociedadescontemporneas? Aunque no definisemos la prohibicin del incesto a lamanera de los indgenas australianos o americanos, existe tambin entrenosotros, pero con la misma funcin? Pudiera ser que la aceptsemos por razones muy diferentes, tales como el descubrimiento tardo de lasconsecuencias nocivas de las uniones consanguneas. Pudiera ser tambin,como lo pensaba Durkheim, que la institucin no desempease ms entrenosotros un papel positivo y que ella subsistiese slo como un vestigio decreencias desusadas, ancladas en el pensamiento colectivo. O no es ms bien que nuestra sociedad, caso particular en un gnero ms vasto, depende,como todas las otras, para su coherencia y para su existencia misma, de unared en nuestro caso infinitamente inestable y complicada de lazos entre lasfamilias consanguneas? En la afirmativa se debe admitir que la red eshomognea en todas sus partes o reconocer en ella tipos de estructuras

    diferentes segn los medios y las regiones, y variables en funcin detradiciones histricas locales? Esos problemas son esenciales para la antropologa ya que la respuesta

    ofrecida decidir acerca de la naturaleza ntima del hecho social y de sugrado de plasticidad. Pero es imposible resolverlos con la ayuda de

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    mtodos pedidos a la lgica de Stuart Mill. No podemos hacer variar lasrelaciones complejas que supone una sociedad contempornea en los planos tcnico, econmico, profesional, poltico, religioso ybiolgico , interrumpirlas y restablecerlas a voluntad, con la esperanza de descubrir

    aquellas que son indispensables para la existencia de la sociedad como tal yaquellas de las que, en rigor, podra prescindir. Entre los sistemas matrimoniales, en tos que la funcin de[28]

    reciprocidad es la mejor establecida, podramos elegir los ms complejos ylos menos estables. Podramos construir modelos en el laboratorio paradeterminar cmo funcionaran y si ellos implicaran un nmero creciente deindividuos. Podramos tambin deformar nuestros modelos con laesperanza de obtener modelos del mismo tipo pero ms complejos y msinestables todava... Y compararamos los ciclos de reciprocidad asobtenidos con los ms simples que fuera posible observar sobre el terreno,en las sociedades contemporneas; por ejemplo, en las regionescaracterizadas por grupos aislados de pequea dimensin. Por medio desucesivos pasajes del laboratorio al terreno, trataramos de llenar progresivamente los vacos entre dos series, una conocida, la otradesconocida, intercalando una serie de formas intermediarias. Finalmente,no habramos hecho nada ms que elaborar un lenguaje cuyos nicosmritos seran el de ser coherente como todo lenguaje y el de dar cuenta,

    mediante un pequeo nmero de reglas, de fenmenos considerados hastaahora como muy diferentes. A falta de una inaccesible verdad de hecho,habramos logrado una verdad de razn.

    El segundo ejemplo se refiere a problemas del mismo tipo, abordados a otronivel: se tratar siempre de la prohibicin del incesto, pero no ya bajo suforma reglamentaria, sino como tema de reflexin mtica.

    Los indios iroqueses y algonquinos cuentan la historia de una joven,expuesta a las acometidas amorosas de un visitante nocturno, que ella creesu hermano. Todo parece denunciar al culpable: la apariencia fsica, lavestimenta, la mejilla araada, testimonio de la virtud de la herona.Acusado seriamente por sta, el hermano revela que tiene un sosas, o msexactamente un doble, pues el lazo que une a ambos es tan fuerte, que todoaccidente ocurrido a uno se trasmite automticamente al otro: la vestimentadesgarrada, la herida en el rostro... Para convencer a su incrdula hermana,el joven asesina a su doble en su presencia, pero al mismo tiempo pronuncia su propia sentencia de muerte, ya que sus destinos estn ligados.

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    En efecto, la madre de la vctima, una poderosa hechicera, reina de los bhos, querr vengar a su hijo. Existe un solo medio de engaarla: que lahermana se una al hermano, hacindose[29] pasar ste por el doble a quienha matado. El incesto es tan inconcebible que la anciana no podr

    sospechar la superchera; pero los bhos no sern engaados y denunciarna los culpables, que sin embargo conseguirn escapar. En este mito, el oyente occidental descubre sin esfuerzo un tema que la

    leyenda de Edipo ha definido: las precauciones tomadas para evitar elincesto, lo hacen, de hecho, ineluctable; en los dos casos el teatral golpe deefecto resulta de la identificacin de personajes presentados al comienzocomo distintos. Se trata de una simple coincidencia causas diferentesque expresan que aqu y all los mismos motivos se encuentranarbitrariamente reunidos, o la analoga obedece a razones ms profundas? Al efectuar la comparacin no nos habremos puesto encontacto con un fragmento de conjunto significante?

    Si hubiera que responder afirmativamente, el incesto del mito iroqusentre hermano y hermana, constituira una permutacin del incesto deEdipo entre madre e hijo. La coyuntura, volviendo inevitable el primero doble personalidad del hroe masculino sera una permutacin de ladoble identidad de Edipo, considerado muerto y sin embargo vivo, niocondenado y hroe triunfante. Para completar la demostracin sera

    necesario descubrir, en los mitos americanos, una transformacin delepisodio de la Esfinge que constituye el nico elemento de la leyenda deEdipo que todava falta.

    Ahora bien, en este caso particular (tambin nosotros lo hemos preferido a otros), la prueba sera verdaderamente crucial: como Boas lo ha destacado antes que nadie, las adivinanzas o los enigmas son, con los proverbios, un gnero casi completamente ausente entre los indios de laAmrica del Norte. Si se hallaran enigmas en el mbito semntico del mitoamericano no sera obra del azar sino la prueba de una necesidad.

    En toda Amrica del Norte, no se encuentran ms que dos casos deenigmas de origen indiscutiblemente indgena: entre los indios Pueblo delsudoeste de los Estados Unidos, existe una familia de bufonesceremoniales que plantean enigmas a los espectadores, y que los mitosdescriben como nacidos de una unin incestuosa; por otra parte,recordamos que la hechicera del mito relatado y que amenaza la vida delhroe, es una reina de los bhos; y precisamente entre los algonquinos seconocen mitos donde los bhos, o a veces su antepasado, proponen

    enigmas a los hroes, bajo pena de muerte. En consecuencia, en[30]

    Amrica tambin los enigmas presentan el doble carcter del mito deEdipo: de una parte, por va del incesto, y de otra, por la del bho, en elque debemos reconocer una esfinge americana, bajo forma traspuesta.

    Parece entonces existir la misma correlacin entre el enigma y el

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    incesto en pueblos separados por la historia, la geografa, el idioma y lacultura. Para poder establecer la comparacin, elaboremos un modelo delenigma, expresando de la mejor manera sus propiedades constantes en lasdiversas mitologas y definmoslo desde este punto de vista comouna

    pregunta que no admite respuesta. Sin encarar aqu todas lastransformaciones posibles de este enunciado, contentmonos, a ttulo deexperiencia, con invertir los trminos, lo que nos dauna respuesta para lacual no hay pregunta.

    He aqu en apariencia una frmula completamente sin sentido. Y sinembargo, salta a la vista que existen mitos y fragmentos de mitos, cuyaestructura simtrica e inversa de la otra, constituye el resorte dramtico. Nos faltara tiempo para referir los ejemplos americanos, por lo que melimitar a evocar la muerte de Buda, que se hace inevitable porque undiscpulo omite efectuar la pregunta esperada, y, ya en tiempos ms prximos a los nuestros, los viejos mitos, retocados en el ciclo del Graal,donde la accin queda en suspenso por la timidez del hroe en presenciadel navo mgico, pues no osa preguntar "para qu sirve".

    Tienen estos mitos una existencia independiente, o es necesario, a suvez, considerarlos como una especie de un gnero ms vasto, del cual losmitos de tipo edpico constituyen simplemente una especie distinta?Repitiendo el procedimiento anterior, se investigar si los elementos

    caractersticos de un grupo pueden ser llevados a permutaciones (que sernaqu inversiones) de los elementos caractersticos del otro grupo, y en qumedida. Y he aqu lo que ocurre: de un hroe que abusa del comerciosexual, al punto que llega al incesto, se pasa a un casto que se abstiene; un personaje sutil que conoce todas las respuestas, cede el lugar a un inocenteque no sabe siquiera formular preguntas. En las variantes americanas deeste segundo tipo, y en el ciclo del Graal, el problema por resolver es aqueldel "gaste pays", es decir, del verano suprimido, pues todos los mitosamericanos del primer tipo, es decir del de Edipo, se refieren a un inviernoeterno, que el hroe suprime cuando resuelve los enig-[31] mas,determinando as la llegada del verano. Para simplificar, Perceval apareceentonces como un Edipo a la inversa, hiptesis que nosotros no habramososado enfrentar si hubiera sido necesario cotejar una fuente originariagriega con otra cltica, pero que se impone en un contexto norteamericano,donde ambos tipos estn presentes en las mismas poblaciones.

    No obstante no hemos llegado al trmino de la demostracin. Desdeque se verifica que en el seno de un sistema semntico, la castidad

    mantiene con "la respuesta sin pregunta", una relacin homloga a la quemantiene el comercio incestuoso con "la pregunta sin respuesta", se debeadmitir que ambos enunciados de forma sociolgica se hallan en unarelacin de homologa con los dos enunciados de forma gramatical. Entre lasolucin del enigma y el incesto existe una relacin, no externa y de hecho,

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    sino interna y de razn, y por este motivo civilizaciones tan diferentescomo la antigedad clsica y la Amrica indgena, pueden,independientemente, asociarlas. Lo mismo que el enigma resuelto, elincesto aproxima trminos destinados a estar separados: el hijo se une a la

    madre, el hermano a la hermana, as como, contra todo lo esperado, larespuesta consigue unirse a la pregunta. En la leyenda de Edipo, el matrimonio con Yocasta no sigue, pues,

    arbitrariamente a la victoria sobre la Esfinge. Adems los mitos de tipoedpico (que definimos as con precisin) siempre asimilan eldescubrimiento del incesto a la solucin de un enigma vivo, personificado por el hroe; en planos y lenguajes diferentes, sus diversos episodios serepiten y nos suministran la misma demostracin que se encuentra, en losmitos del Graal, bajo una forma invertida: la audaz unin de palabrasdisfrazadas, o de consanguneos disimulados a s mismos, engendra la podredumbre y la fermentacin, desencadenamiento de fuerzas naturales recurdese la peste tebana, como la impotencia, tanto en materia sexual oen reanudar un dilogo propuesto extingue la fecundidad animal o vegetal.

    A las dos perspectivas que podran seducir su imaginacin, como la deun verano o un invierno igualmente eternos, pero que seran, unodesvergonzado hasta la corrupcin y el otro puro hasta la esterilidad, elhombre debe preferir el equilibrio y la periodicidad del ritmo de las

    estaciones. En el orden natural, ste responde a la misma funcin quecumplen, en el plano social, el intercambio de mujeres en el matrimonio, elcambio[32] de palabras en la conversacin, con la condicin de que uno yotro se practiquen con la franca intencin de comunicar, es decir, sinengao ni perversidad, y sobre todo, sin segunda intencin.

    Nos hemos contentado aqu con esbozar a grandes trazos una demostracin para ilustrar este problema de la invariancia que la antropologa social tratade resolver, juntamente con otras ciencias, pero que en ella aparece como laforma moderna de una pregunta que siempre se ha formulado: la de launiversalidad de la naturaleza humana.

    No volvemos la espalda a esta naturaleza humana, cuando, paradespejar nuestras invariantes, reemplazamos los datos de la experiencia por modelos sobre los cuales realizamos operaciones abstractas, como elmatemtico con sus ecuaciones? Algunas veces nos lo han reprochado.Pero, aparte de que la objecin tiene poco peso para el prctico que sabecon qu minuciosa fidelidad a la realidad concreta paga esa libertad que seconcede de sobrevolarla por unos breves instantes quisiera recordar que

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    procediendo de este modo, la antropologa social tan slo retoma por sucuenta una parte olvidada del programa que Durkheim y Mauss le habantrazado.

    En el prefacio de la segunda edicin de las Reglas del mtodosociolgico, Durkheim se defiende de la acusacin de haber separado enforma abusiva lo colectivo de lo individual. Esta separacin, dice, esnecesaria, pero no excluye que en el porvenir cito textualmente "sellegue a concebir la posibilidad de una psicologa totalmente formal, quesera una especie de terreno comn a la psicologa individual y a lasociologa... Sera necesario contina Durkheim buscar por lacomparacin de los temas mticos, las leyendas y tradiciones populares, ylas lenguas, en qu forma las representaciones sociales se atraen y seexcluyen, se fusionan unas con otras o se separan". Esta bsqueda destaca para finalizar depende ms bien de la lgica abstracta. Es curiosonotar cun cerca hubiera estado Lvy-Bruhl de este programa, si no hubiera preferido en un principio relegar las representaciones mticas a la antesalade la lgica, y si no hubiera hecho irremediable la separacin, cuando mstarde renunci a la nocin del pensamiento prel-[33] gico, tan slo paraarrojar, como dicen los ingleses, el beb con el agua del bao: negando a la"mentalidad primitiva" el carcter cognoscitivo que le conceda en uncomienzo y reducindola por completo al seno de la afectividad.

    Ms fiel al concepto durkheimiano de una "psicologa oscura",subyacente en la realidad social, Mauss orienta la antropologa "hacia la bsqueda de lo que es comn a los hombres... Los hombres se comunican por smbolos ... pero no pueden tener estas smbolos y comunicarse por ellos, sino porque tienen los mismos instintos".

    Esta concepcin, que es tambin la nuestra, no se presta a otra crtica?Si vuestro fin ltimo, se dir, es obtener ciertas formas universales de pensamiento y moralidad (puesto que el Essai sur le don termina enconclusiones morales), por qu dar a las sociedades, que llamis primitivas, un valor privilegiado? No se debera, por hiptesis, llegar a losmismos resultados partiendo de cualquier clase de sociedad? Es este ltimo problema el que quisiera considerar, antes de concluir esta ya extensaleccin.

    Y ello es tanto ms necesario cuanto que algunos etnlogos ysocilogos que estudian las sociedades en rpida transformacin, negarnquiz el concepto que implcitamente parece que yo me formara de lassociedades primitivas. Tal vez creen que sus presuntos caracteres

    distintivos se limitan a una ilusin, efecto de la ignorancia en que nosencontramos de lo que realmente pasa en ellas, pues objetivamente dichoscaracteres no corresponden a la realidad.

    Sin duda, el carcter de las encuestas etnogrficas se modifica amedida que las pequeas tribus salvajes que estudibamos van

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    desapareciendo, fundindose en conjuntos ms vastos donde los problemastienden a parecerse a los nuestros. Pero si es verdad, como nos lo haenseado Mauss, que la etnologa es un modo original de conocimientoms bien que una fuente de conocimientos particulares, sacaremos de ello

    la conclusin de que hoy la etnologa se administra en dos formas: enestado puro y en estado diluido. Tratar de profundizarla donde su mtodose mezcla con otros mtodos o donde su objeto se confunde con otrosobjetos, no constituye una sana actitud cientfica. Esta ctedra ser entoncesconsagrada a la etnologa pura, lo que no significa que su enseanza no pueda ser aplicada a otros fines, ni que se desinteresar de las sociedadescontem-[34] porneas; sociedades que, a ciertos niveles y desde ciertosaspectos, remiten directamente al mtodo etnolgico.

    Cules son, entonces, las razones de nuestra predileccin por estassociedades que, a falta de un trmino ms preciso, llamamos primitivas, auncuando realmente no lo sean?

    La primera, confesmoslo francamente, es de orden filosfico. Comoha escrito Merleau-Ponty, "cada vez que el socilogo [ pero se refiere alantroplogo ] vuelve a las fuentes vivas de su conocimiento, a lo que obraen l como medio de comprender las formaciones culturales que le son msajenas, hace espontneamente filosofa". En efecto, la indagacin sobre elterreno, por la que comienza toda carrera etnolgica, es madre y nodriza de

    la duda, actitud filosfica por excelencia. Esta "duda antropolgica" noconsiste solamente en saber que no se sabe nada, sino en exponer resueltamente lo que se cree saber e incluso su misma ignorancia, a losinsultos y a los desmentidos con que son condenadas las ideas y costumbresmuy queridas, por las que pueden contradecirlas en el mayor grado.Contrariamente a lo que la apariencia sugiere, nosotros pensamos que es por su mtodo ms estrictamente filosfico por lo que la etnologa sedistingue de la sociologa. El socilogo objetiva de miedo a ser engaado.El etnlogo no abriga este temor porque la lejana sociedad que estudia no leatae y no se condena por adelantado a extirpar de ella todos los matices ytodos los detalles, y hasta los valores; en una palabra, todo aquello en que elobservador de su propia sociedad puede verse implicado.

    Sin embargo, al elegir un sujeto y un objeto radicalmente distantes unodel otro, la antropologa corre un riesgo: que el conocimiento, tomado delobjeto, no alcance sus propiedades intrnsecas, sino que se limite a expresar la posicin relativa, y siempre cambiante, del sujeto con relacin a l. Esmuy posible, en efecto, que el presunto conocimiento etnolgico est

    condenado a seguir siendo tan extrao e inadecuado como el que unvisitante extico tendra de nuestra propia sociedad. El indio kwakiutl queBoas invitaba algunas veces a Nueva York para obtener informacin, permaneca indiferente frente al espectculo de los rascacielos y de lascalles surcadas de automviles. Reservaba toda su curiosidad intelectual

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    para los enanos, los gigantes y las mujeres con barba, que se exhibanentonces en Time Square; para los distribuidores automticos de comidas; para los pomos de latn que adornaban los pasamanos de las[35] escaleras.Por razones que no puedo dar aqu, todo aquello pona en tela de juicio su

    propia cultura, y era sta lo nico que trataba de reconocer en ciertosaspectos de la nuestra. A su manera, no ceden los etnlogos a la misma tentacin cuando se

    permiten, como con frecuencia lo hacen, interpretar bajo los nuevosaspectos las costumbres y las instituciones indgenas, con el objetoinconfesado de hacerlas encuadrar en las teoras de moda? El problema deltotemismo, que muchos de nosotros consideramos difano e insustancial, ha pesado durante aos sobre la reflexin etnolgica, y nosotroscomprendemos ahora que esta importancia provena de un cierto gusto por lo obsceno y lo grotesco, que es como una enfermedad infantil de la cienciareligiosa, proyeccin negativa de un temor incontrolable de lo sagrado, delque el observador mismo no ha logrado desembarazarse. As, la teora deltotemismo se form ''para nosotros" y no "en s", y nada garantiza que, bajosus formas actuales, no provenga todava de una ilusin similar.

    Confunde a los etnlogos de mi generacin la repulsin que inspirabana Frazer las investigaciones a las cuales haba dedicado su vida: "crnicatrgica escriba de los errores del hombre; locuras, esfuerzos vanos,

    tiempo perdido, esperanzas frustradas". Poco menos nos sorprende saber, por losCarnets, cmo un Lvy-Bruhl consideraba los mitos, que, segn l,"no ejercen ya sobre nosotros ninguna accin... relatos... extraos, por nodecir absurdos e incomprensibles... necesitamos hacer un esfuerzo parainteresarnos por ellos...". Ciertamente, hemos adquirido un conocimientodirecto de las formas exticas de vida y de pensamiento, que falt anuestros antecesores: pero, no es verdad tambin que el surrealismo esdecir, un desarrollo interior de nuestra sociedad ha transformado nuestrasensibilidad, y que le debemos el haber descubierto o redescubierto en elmeollo de nuestros estudios cierto lirismo y probidad?

    Resistamos entonces a las seducciones de un objetivismo ingenuo, perosin desconocer que, por su misma precariedad, nuestra posicin deobservadores nos aporta testimonios inesperados de objetividad. En lamedida en que las sociedades llamadas primitivas estn muy alejadas de lanuestra, podemos esperar de ellas esos "hechos de funcionamiento general"a que se refera Mauss, que tienen la posibilidad de ser "ms universales" yde poseer "ms realidad". En estas sociedades y sigo citando a Mauss

    "se toman hombres, grupos y conductas...,[36] se los ve moverse comoautmatas, se ven masas y sistemas". Esta observacin privilegiada, por ser

    distante, implica sin duda ciertas diferencias de naturaleza entre esassociedades y las nuestras: la astronoma no exige solamente que los cuerposcelestes se hallen a distancia, es necesario tambin que el tiempo no

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    transcurra con el mismo ritmo, ya que de otro modo la Tierra habra dejadode existir mucho antes de que la astronoma hubiera nacido.

    Desde luego, las sociedades llamadas primitivas pertenecen a la historia; su pasado es tan antiguo como el nuestro, ya que se remonta a los orgenes dela especie. A lo largo de milenios han soportado toda clase detransformaciones; atravesando perodos de crisis y prosperidad; hanconocido las guerras, las migraciones, la aventura. Pero se han

    especializado en caminos diferentes de aquellos que nosotros hemoselegido. Quiz, desde cierto punto de vista, han permanecido prximas acondiciones de vida muy antiguas; lo que no excluye que, en otros aspectos,se hallen ms distantes de ellas que nosotros.

    Aunque dentro de la historia, estas sociedades parecen haber elaboradoo conservado una sabidura particular, que las incita a resistir desesperadamente toda modificacin de su estructura, que permitira a lahistoria irrumpir en su seno. Aquellas que, todava hasta hace poco, haban protegido mejor sus caracteres distintivos, se nos aparecen como sociedadesinspiradas por la preocupacin predominante de perseverar en su ser. Laforma como explotan el medio garantiza a la vez un nivel de vida modestoy la proteccin de fuentes naturales. A despecho de su diversidad, las reglasdel matrimonio que aplican, presentan a los ojos de los demgrafos uncarcter comn, que es el de limitar al extremo y mantener constante el porcentaje de fecundidad. Finalmente, una vida poltica fundada sobre elconsentimiento y que no admite otras decisiones que las tomadas por unanimidad, parece concebida para excluir el empleo de ese motor de la

    vida colectiva que utiliza la separacin distintiva entre poder y oposicin,mayora y minora, explotadores y explotados. En una palabra, estas sociedades que se podran llamar "fras" porque

    su medio interno est prximo al cero de tempe-[37] ratura histrica, sedistinguen por su efectiva limitacin y su forma mecnica defuncionamiento, de las sociedades "clidas" surgidas en diversos sitios delmundo despus de la revolucin neoltica, y donde se exigen sin tregua lasdiferencias entre castas y clases con el objeto de extraer de ellas el devenir y la energa.

    El alcance de esta distincin es sobre todo terico, pues no existe probablemente ninguna sociedad concreta que en su conjunto y en cada unade sus partes corresponda exactamente a uno u otro tipo. Y tambin en otrosentido la distincin es relativa, si es verdad, como nosotros creemos, que laantropologa social obedece a una doble motivacin: retrospectiva, porque

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    los gneros primitivos de vida estn a punto de desaparecer, y es necesarioque nos apresuremos a recoger sus lecciones; y prospectiva en la medida enque, tomando conciencia de una evolucin cuyo ritmo se precipita, nossentimos ya como los "primitivos" de nuestros bisnietos, y buscamos

    valorarnos a nosotros mismos, acercndonos a aqullos que fueron y queson todava, por poco tiempo como una parte de nosotros que se esfuerzaen seguir siendo.

    Por otra parte, las sociedades que yo llamo "clidas" no poseentampoco ese carcter en modo absoluto. Cuando, al da siguiente de larevolucin neoltica, los grandes estados-ciudades de la cuencamediterrnea y del Extremo Oriente impusieron la esclavitud, erigieron untipo de sociedad donde la separacin diferencial entre los hombres algunos dominantes, otros dominados podra ser utilizada para producir cultura, con un ritmo hasta entonces inconcebible e insospechado. Por analoga con esta frmula, la revolucin maquinista del siglo XIXrepresenta no tanto una evolucin orientada en el mismo sentido, como unimpuro bosquejo de solucin diferente, fundada durante mucho tiempotodava sobre los mismos abusos y las mismas injusticias, haciendo posibleel traspaso a lacultura, de esta funcin dinmica que la revolucin protohistrica haba asignado a lasociedad.

    Si se esperara del antroplogo Dios no lo quiera que presagiara el

    porvenir de la humanidad, no lo concebira sin duda como una prolongacin o una superacin de las formas actuales, sino, ms bien, sobreel modelo de una integracin que reuniese progresivamente los caracteres propios de las sociedades "fras" y "clidas". Su reflexin anudaranuevamente el hilo con el viejo sueo cartesiano de poner las mquinas alservicio de los[38] hombres, como si fueran autmatas, y seguira su huellaen la filosofa social del siglo XVIII hasta Saint Simon; pues al anunciar el pasaje "del gobierno de los hombres a la administracin de las cosas", steanticipaba a la vez la distincin antropolgica entre la cultura y la sociedad,y esta conversin cuya posibilidad nos hacen posible entrever al menos,los progresos de la teora de la informacin y la electrnica, de un tipo decivilizacin que inaugur hace tiempo el devenir histrico, pero al precio deuna transformacin de los hombres en mquinas, en una civilizacin ideal,que lograra transformar las mquinas en hombres. Entonces, con la culturaencargada de la misin de construir el progreso, la sociedad se liberara deuna maldicin milenaria, que la obligaba a esclavizar a los hombres paraque hubiera progreso. En lo sucesivo, la historia se hara sola, y la sociedad,

    colocada fuera y por encima de ella podra adoptar una vez ms estaestructura regular y como cristalina, respecto de la cual las sociedades primitivas mejor preservadas nos ensean que no se contradice con lahumanidad. Desde esta perspectiva, aunque utpica, la antropologa socialencontrara su ms alta justificacin, ya que las formas de vida y de

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    pensamiento que ella estudia no revestiran solamente un inters histrico ycomparativo, sino que corresponderan a una oportunidad permanente delhombre, sobre la cual la antropologa social tendra la misin de velar, particularmente en las horas ms sombras.

    Nuestra ciencia no podra montar esta guardia vigilante ni siquierahubiera llegado a comprender su importancia y su necesidad si en lasregiones atrasadas de la Tierra no hubiera hombres que resistieronobstinadamente la historia, y que permanecieron como una vvida pruebade lo que deseamos salvar.

    Para concluir esta leccin querra, en efecto, seor Rector, estimadoscolegas, evocar con algunas palabras la emocin tan excepcional que sienteel antroplogo cuando entra en una casa cuya tradicin, ininterrumpidadurante cuatro siglos, remonta al reinado de Francisco I. Sobre todo si esamericanista, ya que muchos vnculos lo unen a esa poca en la que Europarecibi la revelacin del Nuevo Mundo y se abri al conocimientoetnogrfico.[39] l habra querido vivir en ella; qu digo, vivi en ella cadada de su imaginacin. Y porque muy singularmente los indios del Brasil,donde hice mis primeras armas, podran haber adoptado como divisa: jemaintiendrai, ocurre que su estudio afecta una doble cualidad: la de unviaje a tierras lejanas y ms misteriosa aun la de una exploracin del pasado.

    Pero tambin por esta razn (y recordando que la misin del Collge deFrance fue siempre ensear la ciencia mientras se est haciendo), nos aflorala tentacin de un reproche: por qu esta ctedra fue creada tan tarde?Cmo puede ser que la etnografa no haya tenido su lugar cuando an era joven y los hechos guardaban su riqueza y su frescura? Pues es en 1588 queuno hubiese gustado imaginar esta ctedra establecida, cuando Jean deLry, volviendo del Brasil, redactaba su primera obra y aparecan LesSingularits de la France antarctique de Andr Thevet.

    Ciertamente, la antropologa social sera ms respetable y estara mssegura si le hubiese llegado el reconocimiento oficial en el momento en quecomenzaba a afinar sus proyectos. Sin embargo, suponiendo que todohubiese ocurrido as, no sera lo que es actualmente: una bsqueda inquietay ferviente que hostiga al investigador con interrogantes morales tantocomo cientficos. Estaba quizs en la naturaleza de nuestra ciencia elaparecer simultneamente como un esfuerzo para colmar un retraso y comouna meditacin sobre un desplazamiento, al cual deben ser atribuidos

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    algunos de sus rasgos fundamentales. Si la sociedad est en la antropologa, la antropologa misma est en la

    sociedad, pues la antropologa ha podido ampliar progresivamente su objetode estudio hasta incluir en l la totalidad de las sociedades humanas; surgi

    sin embargo en un perodo tardo de su historia y en un pequeo sector de laTierra habitada. Empero, las circunstancias de su aparicin tienen unsentido, comprensible slo cuando se las sita en el marco de un desarrollosocial y econmico particular: se adivina entonces que se acompaan deuna toma de conciencia casi un remordimiento de que la humanidadhubiese podido, durante tan largo tiempo, permanecer alienada a s misma;y sobre todo, de que esa fraccin de la humanidad que produjo laantropologa sea la misma que hizo de tantos otros hombres objeto deexecracin y de desprecio. Secuela del colonialismo, llaman a veces anuestras indagaciones. Las dos cosas estn por cierto[40] ligadas pero nadasera ms falso que considerar a la antropologa como el ltimo avatar delespritu colonial: una ideologa vergonzante que le ofrecera unaoportunidad de supervivencia.

    Lo que llamamos Renacimiento fue para el colonialismo y para laantropologa un nacimiento verdadero. Entre uno y otra, enfrentados desdesu comn origen, se constituye un dilogo equvoco durante cuatro siglos.Si el colonialismo no hubiese existido, el desarrollo de la antropologa

    hubiese sido menos tardo; pero quizs tambin la antropologa no hubiesesido incitada a poner al hombre entero en cuestin, en cada uno de susejemplos particulares, como ha llegado a ser su tarea. Nuestra ciencia llega la madurez el da en que el hombre occidental comenz a comprender que no se entendera jams a s mismo en tanto que en la superficie de laTierra una sola raza, o un solo pueblo, fuese tratado por l como un objeto.Slo entonces la antropologa pudo afirmarse para lo que ella es: unaempresa que renueva y expa el Renacimiento para extender el humanismoa la medida de la humanidad.

    Permitiris entonces, estimados colegas, que despus de haber rendidohomenaje a los maestros de la antropologa social al comienzo de estaclase, mis ltimas palabras sean para esos salvajes cuya oscura tenacidadnos ofrece an el medio de asignar a los hechos humanos sus verdaderasdimensiones. Hombres y mujeres que, en el instante en que hablo, amillares de kilmetros de aqu, en alguna sabana roda por el fuego de lamaleza o en una selva chorreante de lluvia, retornan al campamento paracompartir una magra pitanza y evocar juntos a sus dioses; esos indios de

    los trpicos y sus semejantes de todo el mundo que me han enseado su pobre sabidura, que sin embargo contiene lo esencial de los conocimientosque me habis encargado trasmitir a otros; muy pronto, ay! condenadostodos a la extincin, bajo el impacto de las enfermedades y de los modosde vida para ellos ms horrible aun que les hemos aportado; y

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    respecto a quienes he contrado una deuda de la que no me librara aun sien el lugar donde me habis puesto, pudiese justificar la ternura que meinspiran y el reconocimiento que les hago al continuar mostrndome talcomo fui entre ellos y tal como, entre vosotros, quisiera no dejar de serlo:

    su alumno y su testigo.[41]

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    CLAUDE LVI-STRAUSSRESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS

    Publicado en la Revista Esprit N 77 bajo el ttulo original de "Rponses quelques questions".

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    Paul Ricoeur: Las cuestiones de mtodo que yo le quiero plantear sonde tres especies; las tres conciernen a la posibilidad de coordinar su mtodocientfico, el estructuralismo como ciencia, con otros modos decomprensin que no seran tomados prestados a un modelo lingsticogeneralizado, sino que consistiran en una nueva aprehensin del sentido por medio de un pensamiento reflexivo o especulativo, en resumen, lo quehe llamado una hermenutica.

    El primer problema concierne a la intransigencia del mtodo, a sucompatibilidad o incompatibilidad con otros modos de comprensin. Este problema de mtodo me fue inspirado directamente por la meditacin desus propios ejemplos: me he preguntado hasta qu punto el xito de sumtodo no estaba facilitado por el rea geogrfica y cultural sobre el cual seapoya, la del viejo totemismo, la de la "ilusin totmica" que estcaracterizada, precisamente, por la extraordinaria exhuberancia de losordenamientos sintcticos y tal vez, en revancha, por la gran pobreza de loscontenidos; no es este contraste el que explica que el estructuralismotriunfe fcilmente, en el sentido de que triunfa sin dejar residuos?

    Mi segundo problema es el de saber si hay una unidad del pensamientomtico, si no hay otras frmulas del pensamiento mtico que se prestaranmenos fcilmente al estructuralismo.

    Esta duda me conduce al tercer problema: En qu se convierte, enfuncin de otros modelos, la relacin estructura-acontecimiento, la relacinsincrona-diacrona? En un sistema donde la sincrona es ms inteligible, ladiacrona aparece como una perturbacin, como fragilidad; pienso en la

    frmula de Boas, que a usted le gusta citar, sobre el desmantelamiento delos universos mticos que se hunden tan pronto como son constituidos, porque su solidez es instantnea, y que de esta manera slo existen en lasincrona. Ocurre todo lo contrario si reflexionamos[45] sobre lasorganizaciones de pensamiento que muestran, no una relacin diacrona-sincrona, sino tradicin-acontecimiento. Este tercer problema se une con elde la historicidad, que constituye el objeto de la discusin con Jean PaulSartre al final de su libro.

    En nuestro crculo de estudios abordamos tambin la discusin de lafilosofa implcita en su mtodo, pero sin detenernos mucho pues nos pareci que no era equitativo, frente a su obra, arrojarnos de golpe sobreella; pienso que no es necesario pasar rpidamente a la discusin de la

    filosofa estructuralista, con el fin de permanecer largo tiempo en el mtodo

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    estructural; propongo, entonces, que reservemos para el final la discusinde las diferentes posibilidades filosficas, que usted combina de unamanera a mi parecer incierta: ya se trate de la renovacin de la filosofadialctica o, por el contrario, de una especie de combinatoria generalizada,

    o, por ltimo, como usted mismo lo dice, de un materialismo puro y simpledonde todas las estructuras son de la naturaleza. Este es el campo de los problemas que me permito plantearle,

    deparndole la facilidad de tomarlos como usted los entienda.

    Claude Lvi-Strauss: Me parece que un libro es siempre un nionacido antes de trmino y que me hace el efecto de una criatura demasiadorepugnante en comparacin con la que habra deseado traer al mundo, yque no me siento muy orgulloso de presentar a las miradas de los otros; esas como no vengo aqu en una actitud beligerante a defender conencarnizamiento posiciones de las cuales yo soy el primero en percibir sulado precario, tal como el trabajo de Ricoeur lo ha sealado con justeza.

    Permitidme una observacin inicial. Hay una especie demalentendido, cuyo nico responsable soy yo, respecto al lugar de eselibro en el conjunto de mis trabajos. En efecto, no se trata y retomo aqulas expresiones de Ricoeur de "la ltima etapa de un proceso gradual degeneralizacin", de "una sistematizacin terminal", de "un estado

    terminal". Puede ciertamente crerselo, pero de hecho se trata de otracosa. De la misma manera en que Eltotemismo en la actualidad es un prefacio a El pensamiento salvaje, como ya lo he explicado, ste es un prefacio a un libro ms importante; pero como en el momento en que yoescriba aqul no estaba seguro de[46] comenzar alguna vez el otro, prefer no decirlo para no correr el riesgo de tener que retractarme. En mi pensamiento se trata ms bien de una especie de pausa, de etapa, de unmomento en que tomo aliento y en que me permito contemplar e1 paisajeque me rodea, pero precisamente un paisaje al que no ir, al que no puedo,al que no quiero ir: ese paisaje filosfico que percibo en la lejana, peroque dejo en lo vago porque no est sobre mi itinerario.

    Actualmente una pausa pero entre qu y qu? Entre dos etapas de unamisma empresa, a la que se podra definir como una especie de inventariode las constricciones mentales, una tentativa para reducir lo arbitrario a unorden, para descubrir una necesidad inmanente a la ilusin de la libertad.En Les structures lmentaires de la parent eleg un dominio que poda,de entrada, sealarse por su carcter incoherente y trat de demostrar que

    era posible reducirlo a un nmero muy pequeo de proposicionessignificantes. Sin embargo, esta primera experiencia era insuficiente puesen el dominio del parentesco las constricciones no son de orden puramenteinterno. Quiero decir que no es cierto que ellas tengan su origenexclusivamente en la estructura del espritu: pueden ser el resultado de las

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    exigencias de la vida social y de la manera en que sta imponga susconstricciones propias al ejercicio del pensamiento.

    La segunda etapa, que ser totalmente consagrada a la mitologa,tratar de contornear este obstculo, pues me parece que es en el dominio

    de la mitologa, en el que el espritu es ms libre de abandonarse a suespontaneidad creadora, donde ser interesante verificar si obedece a leyes.En lo concerniente al parentesco y a las reglas del matrimonio podatodava plantearse el problema de saber si las constricciones venan defuera o de dentro; la duda no ser posible en lo que concierne a lamitologa: si en este dominio el espritu est encadenado y determinado entodas sus operaciones,a fortiori , debe estarlo en todas partes.

    Tambin le estoy particularmente agradecido a Ricoeur de haber sealado el parentesco que puede existir entre mi empresa y la delkantismo. Se trata, en suma, de una trasposicin de la investigacinkantiana al dominio etnolgico, pero con esta diferencia, que en lugar deutilizar la introspeccin o de reflexionar sobre el estado de la ciencia en lasociedad [47] particular donde el filsofo se encuentra ubicado, setransporta a los lmites: por medio de la investigacin de aquello que puedehaber de comn entre la humanidad que nos aparece como ms alejada, y lamanera en que trabaja nuestro propio espritu; tratando de extraer las propiedades fundamentales y constrictivas para todo espritu, sea cual

    fuere. Esto es lo que quera decir en primer lugar. Ahora paso a la primeracuestin, planteada por Ricoeur y que, me parece, domina su estudio: la desi la mitologa tiene una nica explicacin.

    Hay algo que me ha turbado un poco en su argumentacin. Me pareceque hubiera tenido que hacerla no alguien que tiene la posicin de Ricoeur sino ms bien de un "ultra", si puedo decirlo as, de El pensamiento salvaje,que habra podido reprocharme por no haber comprendido bajo su jurisdiccin a la Biblia, a la tradicin helnica y tambin un cierto nmerode otras tradiciones. Pues, de dos cosas una: o bien esas obras muestran el pensamiento mtico, y si se est de acuerdo con que el mtodo vale para elanlisis de este pensamiento se debe concluir que tambin vale para ellas; o bien se considera que en dicho caso el mtodo es inaplicable, y por esacausa se las excluye del reino del pensamiento mtico. Se tendra queaprobarme, entonces, por haberlas dejado fuera.

    De hecho mi posicin es extremadamente prudente y matizada. Deninguna manera postulo que, en todo aquello que podemos sumariamente

    englobar bajo el trmino de pensamiento mtico aun la expresin me parece muy limitada, todo dependa de un nico tipo de explicacin. Hetratado de sealar un cierto nmero de cosas sobre las cuales tena laimpresin de que el anlisis estructural haba prendido, he estudiado esascosas y me he abstenido de ir ms lejos. Mi eminente colega ingls

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    Edmund Leach, de la Universidad de Cambridge, se ha entretenido enrealizar una aplicacin del anlisis estructural a la Biblia, en un estudiocuyo ttulo es significativo: Lvi-Strauss in the Garden of Eden. Es untrabajo muy brillante y solamente en parte es un juego. En lo que a m

    concierne vacilara mucho antes de emprender una empresa del mismognero, y esto a causa de escrpulos similares a los de Ricoeur. En primer lugar porque el Antiguo Testamento, que evidentemente utiliza materialesmticos, los retoma con miras a un fin distinto al que tuvieronoriginalmente. Los redactores, sin ninguna duda,[48] los han deformado alinterpretarlos; esos mitos han sido sometidos, como lo dice muy bienRicoeur, a una operacin intelectual. Sera necesario comenzar por untrabajo preliminar, con la intencin de reencontrar el residuo mitolgico yarcaico subyacente en la literatura bblica, lo cual evidentemente slo puedeser obra de un especialista. En segundo lugar, me parece que una tarea deeste orden implica una especie de crculo vicioso que deriva del hecho deque a mi entender y este puede ser un punto de desacuerdo conRicoeur los smbolos para retomar un trmino al cual le tiene cario nunca ofrecen una significacin intrnseca. Su sentido slo puede ser de"posicin", y, por consiguiente, nunca nos es accesible en los mitosmismos, sino con referencia al contexto etnogrfico, es decir a lo que podemos conocer de su gnero de vida, de las tcnicas, de los ritos y de la

    organizacin social de las sociedades cuyos mitos queremos analizar. En elcaso del antiguo judasmo chocaramos con una situacin paradojal, pues elcontexto etnogrfico falta casi totalmente, salvo, precisamente, el que se puede extraer de los textos bblicos. Todas nuestras hiptesis descansarande esta manera sobre una peticin de principios. Lo que acabo de decir parala Biblia puede extenderse a otras fuentes mitolgicas: los grandes textos dela antigua India, los clsicos de la proto-historia japonesa, Kojiki y Nihongi, y muchas otras cosas. Hay, por consiguiente, una considerablemasa de materiales a los que me he abstenido de abordar: por una parte enrazn de la ausencia de contexto etnogrfico, y por otra parte debido a queellos exigen una exgesis previa que el etnlogo no est calificado pararealizar.

    Hasta en la mitologa de la cual tratar casi ntegramente mi prximolibro, vale decir, la de Amrica tropical, percibo niveles heterogneos. Detal manera prefiero dejar de lado ciertos textos, por lo menos en forma provisional, debido a que su organizacin interna parece depender de otros principios; en Amrica del Sur existe una literatura casi novelesca

    mezclada a los mitos, la cual, tal vez, sea pasible del anlisis estructural, pero en este caso de un anlisis estructural transformado y afinado que yono me atrevo a abordar por el momento.

    En consecuencia y desde este punto de vista, se impone una actitud de prudencia; se aborda aquello que parece posible abordar para obtener un

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    buen rendimiento; al resto se lo deja en reserva hasta tiempos mejores,hasta que el mtodo haya[49] hecho sus pruebas. Esta reserva me pareceque es propia de toda empresa que se quiera cien