REVISTA DE LA UNAM

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO $40.00 • ISSN 0185-1330 Fernando del Paso Sobre Albert Camus Juan Ramón de la Fuente El Estado laico del siglo XXI Emmanuel Carballo Éste era (creo) mi padre Adolfo Gilly Amalia Solórzano de Cárdenas Christopher Domínguez Michael Brandes, el danés errante Guillermo Sheridan Construir dulcineas Sara Sefchovich Pacheco el sabio Hernán Lara Zavala Cuba y Yucatán Gloria Villegas Aquiles Serdán, héroe tutelar Adolfo Castañón Saludo a José Luis Rivas José Woldenberg Voces y ecos del 68 Arnoldo Kraus Bioética: filosofía del siglo XXI Fabienne Bradu Sobre Graciela Iturbide Reportaje gráfico Graciela Iturbide NUEVA EPOCA NUM. 72 FEBRERO 2010 Fernando del Paso Sobre Albert Camus Juan Ramón de la Fuente El Estado laico del siglo XXI Emmanuel Carballo Éste era (creo) mi padre Adolfo Gilly Amalia Solórzano de Cárdenas Christopher Domínguez Michael Brandes, el danés errante Guillermo Sheridan Construir dulcineas Sara Sefchovich Pacheco el sabio Hernán Lara Zavala Cuba y Yucatán Gloria Villegas Aquiles Serdán, héroe tutelar Adolfo Castañón Saludo a José Luis Rivas José Woldenberg Voces y ecos del 68 Arnoldo Kraus Bioética: filosofía del siglo XXI Fabienne Bradu Sobre Graciela Iturbide Reportaje gráfico Graciela Iturbide NUEVA ÉPOCA NÚM. 72 FEBRERO 2010

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO $40.00 • ISSN 0185-1330

NÚM.72

REVISTA

DELAUNIVERSIDADDEMÉXICO

FEBRERO2010

Fernando del PasoSobre Albert Camus

Juan Ramón de la FuenteEl Estado laico del siglo XXI

Emmanuel CarballoÉste era (creo) mi padre

Adolfo GillyAmalia Solórzano de Cárdenas

Christopher Domínguez MichaelBrandes, el danés errante

Guillermo SheridanConstruir dulcineas

Sara SefchovichPacheco el sabio

Hernán Lara ZavalaCuba y Yucatán

Gloria VillegasAquiles Serdán, héroe tutelar

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José Narro RoblesRector

Ignacio SolaresDirector

Mauricio MolinaEditor

Geney BeltránJefe de redacción

CONSEJO EDITORIALSealtiel AlatristeRoger BartraRosa BeltránCarlos FuentesHernán Lara ZavalaÁlvaro MatuteRuy Pérez Tamayo

NUEVA ÉPOCA NÚM. 72 FEBRERO 2010

EDICIÓN Y PRODUCCIÓNCoordinación general: Carmen Uriarte y Francisco NoriegaRelaciones públicas: Silvia MoraRedacción: Sandra Heiras y Edgar EsquivelEdición gráfica: Rafael Olvera AlbaveraCorrección: Helena Díaz Page y Guillermo Vega

Edición y producción: Anturios Ediciones, S.A. de C.V.Impresión: Grupo Gráfico Editorial, S.A. de C.V.

Portada: Graciela Iturbide

Teléfonos: 5550 5792 y 5550 5794Fax: 5550 5800 ext. 119Suscripciones: 5550 5801 ext. 216Correo electrónico: [email protected]

La responsabilidad de los artículos publicados en laREVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO recae, de ma-nera exclusiva, en sus autores, y su contenido no re-fleja necesariamente el criterio de la institución; no sedevolverán originales no solicitados ni se entablarácorrespondencia al respecto.

Certificado de licitud de título núm. 2801 y certifica-do de licitud de contenido núm. 1797. La REVISTA DELA UNIVERSIDAD DE MÉXICO es nombre registrado en laDirección General de Derechos de Autor con el númerode reserva 112-86.

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CONTENIDO

EDITORIAL

ALBERT CAMUS. LOS INMENSOS PECADOS DE FRANCIAFernando del Paso

EL ESTADO LAICO DEL SIGLO XXIJuan Ramón de la Fuente

CONSTRUIR DULCINEASGuillermo Sheridan

LA DISCRETA SEÑORA DE LA CALLE ANDESAdolfo Gilly

PACHECO EL SABIOSara Sefchovich

SALUDO A JOSÉ LUIS RIVASAdolfo Castañón

ÉSTE ERA (CREO) MI PADREEmmanuel Carballo

CUBA Y YUCATÁNHernán Lara Zavala

AQUILES SERDÁN, HÉROE TUTELARGloria Villegas

BIOÉTICA: FILOSOFÍA DEL SIGLO XXIArnoldo Kraus

OJOS PARA SOÑARFabienne Bradu

REPORTAJE GRÁFICOGraciela Iturbide

BRANDES, EL DANÉS ERRANTEChristopher Domínguez Michael

RESEÑAS Y NOTAS

VOCES Y ECOS DEL 68José Woldenberg

TODAS LAS VIDAS POSIBLESClaudia Guillén

PAUL AUSTER: INVISIBLELeda Rendón

JAIME SALINAS Y LA CENSURAVicente Leñero

RUTINAS GASTRONÓMICASHugo Hiriart

EN LA SELVA DE ESPEJOSDavid Huerta

LA JETÉEMauricio Molina

UN HOMBRE POR EL CAMINOJosé de la Colina

¿QUÉ ES HISTORIAR LA MÚSICA?Pablo Espinosa

MANDALAS DIGITALESJosé Gordon

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EDITORIAL

La figura de Albert Camus, fallecido prematuramente en unaccidente automovilístico a los cuarenta y siete años hace ya medio siglo, ha convocado a múltiples personali-

dades a reflexionar acerca de las luces y sombras de su obra. Fernando del Paso comenta críticamente la acti-

tud del escritor francés acerca de la independencia de Argelia. En este año del Bicentenario conviene citar las

palabras del autor de Noticias del Imperio: “Los pueblos se independizan cuando ya han comenzado a existir”.

El laicismo conforma nuestra identidad histórica y nacional. Juan Ramón de la Fuente establece una defensa

del Estado laico en nuestro país a partir de la figura fundacional de Benito Juárez. Adolfo Gilly nos ofrece una

estampa de doña Amalia Solórzano, la esposa del presidente Lázaro Cárdenas. Guillermo Sheridan, en el ámbito

de la literatura, explora las raíces simbólicas, mitológicas y religiosas de la Dulcinea del Quijote a partir del resur-

gimiento del paganismo en el Renacimiento y del culto mariano, al tiempo que Sara Sefchovich hace un recorri-

do por la obra múltiple y diversa de José Emilio Pacheco.

Adolfo Castañón explora la obra del poeta veracruzano José Luis Rivas quien recibiera, junto con Carlos Mon-

temayor y Hugo Hiriart, el Premio Nacional de Ciencias y Artes y, al mismo tiempo, Ana María Jaramillo recoge

algunos apuntes autobiográficos del poeta. Emmanuel Carballo recuerda la figura de su padre en un texto entra-

ñable, pleno de melancolía ante su ausencia.

Las estrechas relaciones y complicidades entre Cuba y Yucatán sirven a Hernán Lara Zavala para recordarnos

la profunda hermandad entre los pueblos mexicano y cubano, y retoma las figuras emblemáticas de José Martí,

Felipe Carrillo Puerto y Fidel Castro.

La bioética es la ética del futuro. La defensa del medio ambiente, la necesidad de ahondar aún más en el cono-

cimiento científico de la naturaleza son algunos de sus temas fundamentales. Arnoldo Kraus nos recuerda, con ra-

zón, que la ética en el siglo XXI sólo puede ir de la mano de la ciencia.

Graciela Iturbide es una de las fotógrafas más importantes de nuestro país. Fabienne Bradu comenta su obra

para abrir paso al reportaje gráfico de la presente entrega de nuestra revista.

Christopher Domínguez Michael recorre la obra del escritor danés Georg Brandes, gran difusor del pen-

samiento de Nietzsche y considerado uno de los críticos literarios más aclamados de su tiempo.

Gloria Villegas, directora de la Facultad de Filosofía y Letras, se adentra en una de las figuras claves de la his-

toria contemporánea de México, Aquiles Serdán, a través de sendos discursos reivindicativos. Por su parte, José

Woldenberg, en un pequeño ensayo con formato de reseña, comenta los textos del libro Voces y ecos del 68 com-

pilado por Salvador Martínez Della Rocca.

Vicente Leñero recuerda los estragos de la censura a su obra Los albañiles durante la dictadura franquista.

Completan la presente entrega los textos de Hugo Hiriart, David Huerta, Claudia Guillén, Leda Rendón, Mau-

ricio Molina, José de la Colina, Pablo Espinosa y José Gordon.

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En la época de mi educación sentimental y literaria,Camus fue uno de mis ídolos y El Extranjero y La Peste,libros de cabecera. Gocé también mucho sus obras tea-trales como las inolvidables Calígula y Los Justos. Nun-ca he dejado de admirarlo y de considerarlo como unode mis primeros maestros. Sin embargo, muchos añosmás tarde, descubrí un aspecto de su personalidad queno era, por decirlo de alguna manera, digno de elogio:su postura ante la independencia de Argelia. Quierocreer que su gran calidad humana, su genio y su sabi-duría hubieran contribuido, con el tiempo, a matizar oincluso a cambiar sus convicciones a ese respecto, deno haber muerto a una edad tan temprana.

La guerra por la independencia de Argelia llegó alterritorio francés durante la noche del 25 de agosto de1958, al ocurrir en Marsella y París una ola de atenta-dos espectaculares. No existía ya para entonces la aso-ciación ENA, “Estrella Norafricana”. Nacida en 1926, ydisuelta en 1929, había vuelto a la vida en 1933, bajoel liderazgo del carismático Messali Hadj y nuevamen-

te desapareció en vísperas de la Segunda Guerra Mun-dial por decreto del gobierno de Édouard Daladier.Messali Hadj se rehusó a colaborar con el régimen deVichy, y en los años cincuenta sirvió como factor deunidad para los argelinos de Francia, cuyo número secalculaba entonces en doscientos mil.

Fue la década en que la policía francesa comenzó areprimir con brutalidad toda manifestación a favor delos movimientos nacionalistas argelinos. Se multiplica-ron en Francia los campos de internamiento o concen-tración para los argelinos revoltosos y el prefecto de lapolicía, que era entonces Maurice Papon, otorgó a lasfuerzas policiales a su cargo “permiso para matar”.

La tragedia culminó con la matanza, por parte de lapolicía, de más de cien manifestantes que marcharonpor las calles de París. A esta acción siguió, pocos mesesmás tarde, otra carga de la policía contra una nuevamanifestación. En la estación del Metro Charonne deParís, hubo ocho muertos, entre los que se contaba unmuchacho de quince años.

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Albert Camus

Los inmensospecados deFrancia

Fernando del Paso

A cincuenta años de sumuerte Albert Camus sigue dando de quéhablar. Fernandodel Paso se aproxima en este breve texto aunazona oscura del gran escritor francés: su actitud políticamenteambigua hacia la independencia de Argelia.

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Los argelinos de Francia no estuvieron solos: losacompañaron numerosos franceses, y entre ellos ungrupo de los más distinguidos personajes del mundode la cultura: un año antes de la matanza de lo que al-guien calificó como el “pogrom oficial”, el 6 de sep-tiembre de 1960, ciento veintiún académicos, escrito-res, intelectuales y artistas habían publicado en la revistaLes Temps Modernes unmanifiesto titulado “Declaraciónsobre el derecho a la insumisión en la guerra de Arge-lia”. A esta declaración respondió otro manifiesto, fir-mado por ciento ochenta y cinco franceses, entre ellosvarios militares, que dejaba en claro que todo acto deapoyo al Frente de Liberación Nacional argelino “eraun acto de traición”. Entre los signatarios de la primeradeclaración se encontraban personajes de la talla de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Alain Resnais, PierreVidal-Naquet, François Maspero y André Breton.

Pero no toda la élite de la intelectualidad compartióesa posición. En enero del mismo año, 1960, de la des-pués llamada “Manifestación de los Ciento Veintiuno”falleció en un accidente automovilístico uno de los hom-bres de letras francesas más grande del siglo: Albert Ca-mus. No tuvo, así, oportunidad de negarse a firmar el“Manifiesto de los Ciento Veintiuno”. ¿Y por qué ha-bría de negarse?

La antología de los artículos de Albert Camus pu-blicada por la editorial Gallimard bajo el título deChro-niques algériennes, 1939, 1958 —Crónicas argelinas,

1939, 1958—, lo muestra como un hombre ilustradoy sensible, que percibe en toda su plenitud la miseria yla explotación que sufrían en su época los indígenas deesa posesión francesa del norte de África, y los calificacomo “los inmensos pecados de la Francia colonizado-ra”. Es a Kabylia a la que está dedicada la primera partede sus escritos. La segunda, a Argelia.

Argelia cayó en poder de Francia en 1830. Comosímbolo de la amenaza cristiana en la región, la GranMezquita de Argel fue transformada en Catedral deSan Felipe, y en su minarete fueron colocadas una cruzy la bandera francesa. Kabylia, una región entoncesadyacente, fue dominada cuarenta añosmás tarde. Am-bas conquistas se distinguieron por su inmisericordia ysu ferocidad. Para darnos una idea de la crueldad des-plegada por las tropas invasoras basta una pequeñadégustation: el historiador M. Baudricour, en La guerreet le gouvernement de l’Algérie —La guerra y el gobiernode Argelia, París, 1853— cuenta que era costumbreponerle a las niñas argelinas desdemuy pequeñas, pul-seras y ajorcas. Al crecer los huesos en la adolescencia,estas joyas no podían ya ser removidas, pero eso no fueobstáculo para algunos soldados quienes, para quitár-selas, les cortaban las manos o los pies, dejándolas mo-rir desangradas. La relación de esos y otros horroresrebasa los propósitos de ese breve artículo, y lo mismola historia de la célebre Legión Extranjera, la cual de-sempeñó un papel de primera importancia en las infa-

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Albert Camus en una fotografía de Henri Cartier-Bresson, París, 1945

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mias cometidas, y cuyo primer cuartel general se ins-taló precisamente en ese país, Argelia, en Sidi bel Abbés.Pero vale la pena, al menos, mencionar algo excepcio-nal: en 1961, un regimiento de la Legión Extranjeracombatió al lado de los insurgentes argelinos contra elgobierno de Francia.

Camus, quien vivió en los años en los cuales el lla-mado “Code de l’Indigénat”—“Código del Indigenis-mo”— les negaba toda ciudadanía a los argelinos, de-nuncia lo que llama la explotación intolerable de ladesdicha humana, califica como insultantes los salariosde los indígenas, aboga por “una política visionaria ygenerosa” y se refiere a Kabylia como un pueblo de“profunda grandeza”. Sin embargo, es en la segundaparte del libro, titulada L’Algérie déchirée —Argelia des-garrada—, donde nos damos cuenta de que Camuscontempla la tragedia de los aborígenes como sólo lapudo contemplar un francés “de Argelia”, que jamásfue, ni se sintió, ni nunca tuvo la intención de ser arge-lino. Deseoso, como otros franceses, y así nos lo dice,de la creación de “una estructura francesa que realizarael verdaderoCommonwealth francés”, declara: “soy fran-cés de nacimiento y, desde 1940, por elección, lo segui-ré siendo”. Camus era un pied-noir, un pie negro, porhaber sido hijo de franceses nacido en África. Pero esevidente, no obstante, que desde los pies hasta la puntade los cabellos fue un blanco, blanco francés y blancoeuropeo de mentalidad colonialista.

Camus escribe estos artículos entre 1956 —a dosaños de distancia del nacimiento del FLN— y 1958. Enel 56, Nasser había asumido la presidencia de Egipto ynacionalizado el Canal de Suez. En el 58, Egipto, Siriay Yemen se habían unido para establecer la efímeraRepública ÁrabeUnida. Camus le atribuyó al naciona-lismo nasseriano el nacimiento del ímpetu indepen-dentista argelino, reclamó “el derecho a la existencia, yla existencia dentro de su patria”, del millón doscientosmil franceses autóctonos—es decir, de los franceses na-cidos en Argelia— y exigió que Francia se rehusara a“servir al imperio árabe a sus propias expensas, a expen-sas de la población europea de Argelia y, finalmente, aexpensas de la paz mundial…”. “La independencianacional [de Argelia] —dijo también— es una fórmu-la totalmente pasional, nunca ha existido una naciónargelina—Il n’y a jamais eu encore de nation algérienne”(Camus 202, 205, 206).

El ilustre escritor pensaba que los pueblos comien-zan a existir cuando se independizan, y no se dio cuen-ta de que los pueblos se independizan cuando ya hancomenzado a existir.

Los tintes imperialistas de su actitud no pasarondesapercibidos para los historiadores franceses. En laHistoria del Islam y de los musulmanes en Francia, SalahStétié dice: “[A] Camus, que era una gran conciencia yun hombre lúcido, nunca le fue posible ver que enArgelia había argelinos”.

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LOS INMENSOS PECADOS DE FRANCIA

En París en 1957

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Me enaltece la distinción que representa recibir este re-conocimiento; la oportunidad que me da compartirlocon quienes lo hanmerecido en el pasado, con aquellosque habrán de recibirlo en el futuro y con quienes mehan acompañado en mis funciones públicas y en mivida privada. Lo entiendo asimismo como una expre-sión solidaria y comprometida con la institución queme formó y a la cual me debo: la UniversidadNacionalAutónoma de México.

El nombre del reconocimiento que seme concede—yque mucho aprecio— hace propicia la ocasión para re-cordar a quien, como ningún otro, supo promover y de-fender los principios quehan animado lomejor de la vidapública de la naciónmexicana. Porque no haymexicanogenuinamente preocupado por la dignidad de las perso-nas, por el respeto al suelo donde vive y por lo que signi-fica el servicio público, que no retorne, con fecunda pe-riodicidad, al legado del presidente Benito JuárezGarcía.

A quienes hoy se empeñan en sepultar nuestra his-toria, y muchas veces lo mejor de nuestra historia, con-vendría recordarles, como dijera el gran AndrésHenes-trosa, que los verdaderos héroes no reposan hasta queestá satisfecha su obra; que a los grandes estadistas nose les mide solamente por lo que realizan en su tiempo,sino por lo que vislumbran del futuro, por lo que sue-ñan para sus pueblos.

Juárez conformó un Estado civil moderno, inspira-do en un liberalismo auténticamente mexicano: laico,

racional, dinámico y progresista. De ahí que su convo-catoria siga vigente. Su único dogma fue la Constitu-ción y la legalidad que de ella emana.

Juárez conocía bien el poder de las ideas que defen-día y por ello acertó al considerar a la libertad como unanhelo indestructible, y a la ley como la única garantíade una paz duradera.

Juárez, demócrata, asimiló sin regateos que el podertiene el límite que le imponen las leyes, pero tambiénque éstas no deben perseguir otro fin que el de la justicia.

Juárez, educador, postuló que la instrucción es labase de la prosperidad de un pueblo y, en consecuen-cia, estableció el Ministerio de Justicia e InstrucciónPública que le encargó a Ignacio Ramírez y, más ade-lante, expidió la Ley Orgánica de Instrucción Públicaen la que se destaca el carácter laico y gratuitode la educa-ción pública y la obligatoriedad del Estado de proveerla.

El interés de Juárez por la educación surge de supropia biografía y se expresa a plenitud en esa fraseprodigiosa, de enorme dimensión dialéctica, llena devoluntad y energía, dedicada a sus hijos: “se despertóen mí—les dice en sus Apuntes—un deseo vehemen-te de aprender”.

Él mismo experimentó los beneficios de la lectura yde la cultura en la formación libre y responsable de losindividuos. Cuando el joven Juárez entró en contactocon autores como Rousseau y Voltaire, se percató de laposibilidadde construir nuevas realidades y de que la for-

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El Estado laicodel siglo XXI

Juan Ramón de la Fuente

El laicismo forma parte de la identidad nacional a partir delos preceptos constitucionales de 1857 y 1917. En este tex-to, Juan Ramón de la Fuente recorre algunos de los puntosnodales del Estado laico, una de las grandes conquistas delMéxico moderno.

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taleza de un país depende, en gran medida, del conoci-miento que éste tenga sobre sí mismo.

La República restaurada habría sido inconcebible sinla creación de dos grandes proyectos que fueron los ejesde su Reforma Educativa: la Biblioteca Nacional, diri-gida por José María Lafragua, y la Escuela Nacional Pre-paratoria, encomendada a Gabino Barreda. En buenahora ambas se incorporaron a nuestra Universidad, queha sabido custodiarlas, crecerlas y enriquecerlas.

Juárez dedicó los mejores años de su vida a crear ytransformar instituciones públicas, a incrementar la con-ciencia ciudadana y a fortalecer el ejercicio de los dere-chos cívicos. Al restablecer la República sentó las bases,con una visión de largo aliento, para consolidar al Esta-do Mexicano y, junto con ello, proponer una ética ri-gurosa en la función pública.

Recordar a Juárez es, pues, recordarnos que no existecambio perdurable si no es a través de la ley, que no sepuede gobernar desde la intolerancia y que la verdad enla política es fundamental para tener y mantener credi-bilidad ante la sociedad.

Juárez fue también un hombre pragmático que, sinla cultura de Ocampo, ni la inspiración de Ramírez, ni lamemoria de Zarco, tuvo la visión y la capacidad para unirlos talentos de sus contemporáneos en una sola y pode-rosa voluntad, para construir el edificio social donde laimaginación y la realidad se fundieron en una nueva for-ma de concebir a México.

De los múltiples legados juaristas que hoy convienerecordar destaca, sin duda, el derecho que él considera-ba el más sagrado: el derecho a pensar con libertad.

Por ello es que sostengo que mucho bien nos hacerecordar las enseñanzas de Juárez y actualizarlas con-forme a las circunstancias de los tiempos que corren.

Me preocupa, al igual que a muchos mexicanos ymexicanas, la vulnerabilidad en la que ha caído unade las mejores herencias del dramático recorrido deMéxico en busca de la libertad y el derecho. Me re-fiero al laicismo. La convivencia mexicana, despuésde aquel airado grito reaccionario de “fueros y reli-gión” se volvió indisociable del laicismo. La laicidadposee, en el patrimonio cultural y político de nuestropaís, una dimensión fundamental que debemos de-fender y fortalecer.

No es posible aspirar a vivir en un Estado de Dere-cho sin convivencia; y no puede haberla sin libertad deconciencia, sin libertad de creencias. De ahí que la lai-cidad sea inseparable de la convivencia, de la toleran-cia, de la coexistencia armoniosa y respetuosa.

Es sencillo decirlo, pero el reconocimiento públicode la laicidad y, por tanto de la tolerancia, ha sido resul-tado de la lucha de muchas generaciones para estable-cer esa forma superior de convivencia. Vivir en una so-ciedad laica significa, entre otras, que a nadie se le puede

impedir practicar una religión, pero también que a na-die se le puede imponer alguna.

Las recientes iniciativas que, desde diversas entida-des federativas han dado forma de ley a dogmas religio-sos, constituyen un serio embate al Estado laico. Se trata,a mi juicio, de reformas apresuradas, por decir lo menos.El Estado laico no puede asumir una interpretaciónúnica del mundo. Por ello, resulta imposible aceptar elmandato de parto o cárcel para las mujeres embaraza-das, como si ésa fuera la única disyuntiva. Imposible re-sulta también aceptar la conversión automática de unacreencia religiosa en regla de Derecho. El Estado de De-recho no puede imponer a todos las creencias de unos.

Lo que hay que entender es que el Estado laico repre-senta, precisamente, la mejor garantía jurídica de la quedisponemos para garantizar la libertad de cultos, la li-bertad de creencias, la libertad de conciencia. Lo que hayque comprender, a mi juicio, es que la evolución del li-beralismo mexicano permitió, con el paso de los años, laconstrucción de un proyecto esencial para la vida na-cional, para su ordenamiento jurídico y político, al igualque ha ocurrido en otras democracias occidentales.

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EL ESTADO LAICO DEL SIGLO XXI

José Escudero y Espronceda, Benito Juárez

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El laicismo no es, pues, una lucha contra la Iglesia,es una lucha por la tolerancia, por la libertad, por losderechos civiles. Es un mecanismo de inclusión, por-que todos somos ciudadanos pero no todos somos feli-greses de algún culto. El laicismo es la mejor forma derespetar las creencias de los otros.

No fue casual que tres días antes de la proclamaciónde la Declaración de los Derechos del Hombre y delCiudadano, la Asamblea Francesa, en 1789, proclama-ra la libertad de todas las opiniones religiosas y, simul-táneamente, la plena libertad de prensa. Entre ambashay, a todas luces, una inobjetable analogía.

El laicismo es un centro de gravedad de la convi-vencia racional, y es natural que sea objeto de debate.Es un asunto que tiene que ver con las libertades tradi-cionales, pero también con nuevos derechos que las so-ciedades democráticas han ido reconociendo. El libreejercicio de culto y la libertad de prensa son, en ese con-texto, dos expresiones del mismo principio democrático,como lo son el derecho a la educación, al sufragio, altrabajo; el derecho de la pareja a decidir el número dehijos que quieran procrear o el derecho a morir con dig-nidad; el derecho a la salud y el derecho a proteger el me-dio ambiente en el que vivimos, por mencionar algunos.

Un Estado democrático debe garantizar los dere-chos de todos, incluidos por supuesto, los de las mino-rías. Igualdad de derechos sin importar el género, la raza,la ideología o la preferencia sexual.

Imponer políticas públicas a partir de creenciaspersonales genera polaridades, revive confrontaciones—muchas de ellas ya superadas—, caldea los ánimos,propicia el fundamentalismo y enciende pasiones enun contexto social de suyo sensible y complejo, comoel que hoy predomina.

Laicidad y tolerancia son, pues, dos de los grandestemas de ese liberalismo mexicano que hoy exige, a lasfuerzas progresistas del país, una nueva articulacióncapaz de retomar el camino de la convivencia, que es elmejor camino para la República en el siglo XXI.

En una sociedad plural como la nuestra es conve-niente que la Iglesia se mantenga separada del Estado, yque la sociedad tenga más autonomía de ambos. Al Cé-sar lo que es del César, a Dios lo que es de Dios, y a lasociedad civil lo que no es de Dios ni del César, dice conironía, pero con sobrada razón, Giovanni Sartori.

Este nuevo tiempo mexicano debe ser el tiempo dela sociedad; y para que la sociedad mexicana, multiét-nica, culturalmente diversa, pueda seguir madurandoy expresarse con libertad, se requiere de un Estado laicomoderno, capaz de garantizar el interés público, es de-cir, el interés de todos, expresado sin ambivalencia a tra-vés del respeto a sus derechos.

10 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Fragmentos del discurso pronunciado al recibir el premio al Mérito Ciuda-dano Benito Juárez, otorgado por el partido Convergencia, en México, D.F.,el 26 de noviembre de 2009.

Juan de la Mata y Pacheco, Triunfo de la ciencia y el trabajo sobre la envidia y la ignorancia, 1874 V. Jiménez, Alegoría del escudo nacional, 1878

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