Parábola del gran banquete cairbar schutel
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PARÁBOLA DEL GRAN BANQUETE LIBRO: Parábolas y enseñanzas de Jesús
Cairbar Schutel
“Un hombre daba un gran banquete e invitó a muchos. A la hora
del banquete mandó a sus criados a decir a sus invitados: Venid,
que ya está preparado el banquete. Y todos a una comenzaron a
excusarse. El primero dijo: He comprado un campo y necesito ir a
verlo; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco
pares de bueyes y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Un
tercero dijo: Me he casado y no puedo ir. El criado regresó y se lo
contó a su amo. El amo, irritado, dijo a su criado: Sal de prisa a las
plazas y a las calles de la ciudad y trae a los pobres y a los
inválidos, a los ciegos y a los cojos. El criado dijo: Señor, he hecho
lo que me mandaste y todavía hay sitio. El amo le dijo: Sal por los
caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar para que se llene
la casa. Pues os digo que ninguno de los invitados probará mi
banquete.”
(Lucas, XIV, 16-24).
El apego al mundo y a las cosas del mundo priva al hombre de las
bendiciones de Dios.
Cierta vez, encontrando Jesús a un joven de carácter y rico, que
observaba todos los mandamientos, pero no observaba el principal
que se refiere al desapego a las cosas del mundo, dijo: “Es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico se salve.”
El hombre superior, el Espíritu evolucionado, jamás prefiere los
bienes de la Tierra en perjuicio de los bienes del Cielo, porque sabe
que aquellos se extinguen y estos permanecerán para siempre. No
hay campo, no hay bueyes, no hay casamiento, capaces de desviar
al hombre de bien de sus deberes espirituales.
Él sabe atender con solicitud a todas las llamadas de lo Alto,
aunque se arruinen los campos, los bueyes sin probar y se demore
el casamiento. Lo contrario sucede con el hombre del mundo: preso
a los negocios, a las diversiones, a la ganancia loca, se olvida de sus
deberes para con Dios, de sus deberes para con su prójimo, de sus
deberes para consigo mismo, es decir, de los deberes espirituales
que tiene que realizar en el mundo.
En esta parábola Jesús hace alusión a sus propias prédicas, que son
el banquete espiritual; la diversidad de enseñanzas sistematizando
la bella y excelente Doctrina Cristiana, son los “platos” variados de
la gran mesa en la que todos pueden hartarse, para no sentir más
el hambre de saber.
Los convidados fueron los grandes, los potentados, los hacendados,
que se negaron a oír la Palabra del Reino de Dios, que no quisieron
comparecer a ese banquete celestial. Estos son los excluidos de las
bendiciones del Cielo, porque las rechazaron, prefiriendo los goces
del mundo. Los pobres, los cojos, los estropeados y los ciegos son los
que no tienen campos, no tienen bueyes para probarlos, ni
casamiento para privarlo de comparecer al banquete.
Son los desheredados de las mundanas glorias, de las mundanas
pompas, de los bienes mundanos y los que consideran a los
llamados del Cielo superiores a los llamados de la Tierra. De hecho,
la Palabra de Jesús, excluye todas las honras, etiquetas y
preconceptos terrenos. Para que lleguemos a Él necesitamos
compararnos a un niño que no tiene ideas preconcebidas, que no
tiene campos, bueyes, casamientos, porque la Palabra de Jesús es
superior a todo y requiere de nosotros el máximo respeto, la
máxima consideración y el mayor acatamiento.
Y esa palabra no pasó. La mesa continua llena de manjares
variados, capaces de satisfacer los más exigentes paladares, así
como los grandes del mundo, los propietarios de campos y de
bueyes continúan negándose a comparecer a tan atento convite.
La Parábola es la figura de lo que sucede en la época del
nacimiento del Cristianismo, y es la figura de lo que ocurre en
nuestros tiempos: los “importantes” de este mundo no quieren
responder a la llamada que se les hace, por eso los pequeños y
desheredados llenan la mesa, aunque, como dice el criado
encargado del convite: “aún hay sitio para los que quisieran
comparecer”.
El Cristianismo, en su complemento espírita, realiza nuevamente
ese llamado, y estamos seguros de que todas las ovejas que
formaron el único rebaño del supremo Pastor oirán las incesantes
llamadas que les están siendo hechas, y corresponderán, con
solicitud y buena voluntad, a los divinos convites que parten de
todos los rincones del mundo.