Murallas de cuenca obidos

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F ORTIFICAÇÕES E T ERRITÓRIO NA P ENÍNSULA I BÉRICA E NO MAGREB ( SÉCULOS VI A XVI ) Coordenação de Isabel Cristina F. Fernandes Vol. II

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PUBLICACIÓN SOBRE LAS MURALLAS DE CUENCA, de Carlos Villar Díaz, Santiago David Domínguez Solera y Michel Muñoz García, en Fortificações e território na Península Ibérica e no Magreb (séculos VI a XVI) / coord. Isabel Cristina Ferreira Fernandes. Puede que sean las murallas de Cuenca los atributos artificiales de la ciudad que más y mejor la definan como tal. Pues estas marcaron sus límites y, además, fueron la base sobre las que se elevaron las no menos famosas Casas Colgadas (o Colgantes para el foráneo) de Cuenca. Ello ha hecho hasta hace poco tiempo pasasen desapercibidas. Por ello, su recuperación y puesta en valor no puede ser sólo física o material, sino también debe ir acompañada de una rigurosa restauración de su historia, atendiendo a su evolución y significado.

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FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIONA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB(SÉCULOS VI A XVI)Coordenação de

Isabel Cristina F. Fernandes

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Fundação para a Ciência e a TecnologiaMINISTÉRIO DA CIÊNCIA, TECNOLOGIA E ENSINO SUPERIOR

UNIÃO EUROPEIAFundo Europeu

de Desenvolvimento RegionalPROGRAMA OPERACIONAL FACTORES DE COMPETITIVIDADE

APOIOS

Vol. II

Direcção Regional de Cultura do Alentejo

II

ISBN 978-989-689-374-3

A obra colectiva Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb (séculos VI a XVI) oferece aos investigadores e ao leitor comum inte-ressado nestas maté rias, distintas leitu-ras do castelo, algumas com claro cariz monográfico, algumas tocando as trans-formações dos períodos de transição, a montante e a jusante, outras preferindo trabalhá-lo na dimensão do território, valorizando os contribu tos das fontes escritas ou os da arqueologia, outras ainda conduzindo o enfoque para ques-tões de restauro, gestão e valorização patrimoniais.

Isabel Cristina F. FernandesCoordenadora científica da edição

FORTIFICACOES VOL.2(6-10-2014).indd 1 23-10-2014 15:54:56

Biblioteca Nacional de Portugal

– Catalogação na Publicação

FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIO NA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB

(SÉCULOS VI A XVI)

Fortificações e território na Península Ibérica e no Magreb

(séculos VI a XVI) / coord.

Isabel Cristina Ferreira Fernandes. – (Extra-colecção)

2º v. – 380 p. – ISBN 978-989-689-374-3

I – FERNANDES, Isabel Cristina F., 1957-

CDU 904

Título: Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb

(Séculos VI a XVI) – Volume II

Coordenação: Isabel Cristina Ferreira Fernandes

Edição: Edições Colibri/Campo Arqueológico de Mértola

Capa e separadores: DCCT – Câmara Municipal de Palmela

Revisão dos textos: I. C. Fernandes; J. F. Duarte Silva; Patrice Cressier

Depósito legal: 368 239/13

Lisboa, Dezembro de 2013

Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb (Séculos VI a XVI), Lisboa, Edições Colibri & Campo Arqueológicode Mértola, 2013, p. 693-704.

La muralla de Cuenca: restauración material y restauración histórica

CARLOS VILLAR Delegación de Educación, Cultura y Deportes en Cuenca,

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

MÍCHEL MUÑOZ

SANTIAGO DAVID DOMÍNGUEZ-SOLERA ARES Arqueología y Patrimonio Cultural

Introducción: las murallas de Cuenca

UEDE que sean las murallas de Cuenca los atributos artificiales de la ciudad que más y

mejor la definan como tal. No existiendo prueba arqueológica de una fase anterior, el origen de Cuen-ca, su fundación, se produciría entre los S. IX-X, momento correspondiente al Periodo Califal en Alándalus. La ausencia de pruebas radiocarbónicas, documentación u otros indicios al respecto, impide precisar más la fecha. Dentro de la Cora de Santaver, territorio de la familia de los Banu Zennun, pertenece al contexto sociopolítico de los llamados Emires de Frontera (ORTEGA, 2007), caudillos con bastante independencia en su relación con el poder central cordobés. Pronto se convierte en uno de los enclaves principales de Santaver.

La confluencia de las hoces del Júcar y del Huécar significaba un punto de paso crucial para las comuni-caciones entre el interior y la zona de Valencia, al tiempo que comunicaba La Mancha con el corazón de la Serranía de Cuenca y la Sierra de Albarracín. Las propias gargantas, profundas en extremo, conforma-ban al unirse un puntal de piedra muy fácil de fortifi-car, puesto que sólo había que preocuparse de hacerlo en los sectores en los que la roca natural dejaba huecos libres. Los ingenieros islámicos observaron que en el Norte había un istmo de apenas unos cin-cuenta metros de separación entre las dos hoces, el cual taponaron gracias a la construcción de una estructura acastillada de mayor entidad a los cubos y torres localizados en otras zonas del perímetro. En el Sur, en la desembocadura del Huécar en el cauce del Júcar, crearon un sistema de presas y dieron lugar así a una albufera artificial que inundaba el llano para evitar aproximaciones enemigas por esta parte.

Los estudios arqueológicos llevados a cabo en el Castillo, en la muralla que da a la Plaza del Carmen y en el Parque del Huécar han constatado la existencia de dos fases generales de construcción de la cerca conquense en tiempos islámicos: La primera pertene-cería propiamente a momentos califales (del siglo IX o X al XI). En la parte más alta un gran torreón cerraría el istmo, conectado con otros tramos de muralla, conformándose así el germen de una alcaza-ba o fortaleza de entidad. Las murallas correrían por

el borde de las hoces hasta confluir en la parte de la actual Plaza de Mangana y, de algún modo, conec-tarían con los vados de acceso de la Puerta de Valen-cia y la Trinidad, puentes que evolucionarían en la siguiente fase. La segunda fase parte de tiempos de los Reinos de Taifas: La entidad de las defensas antiguas crece. Además se amplía el perímetro defendido con la creación de una albacara o recinto polivalente entre el Carmen y la línea del Huécar. Conocemos los accesos de la Alcazaba, de la Puerta de Valencia y de la Puerta de Huete, posterior Puente de la Trinidad. Ésta es la morfología que describe Ibn Sahib en su crónica, un escrito que narra las gestas –que conoció personalmente– del califa almohade Abu Yakub, quien marchó para reivindicar su señorío sobre Cuenca en el 1172.

De la Cuenca Califal no existe más fuente que los datos obtenidos mediante la Arqueología. Existe una constante en todas las murallas construidas por los “emires de frontera” de esta parte de la Marca Media: se trata del paramento construido mediante grandes piezas de piedra colocadas verticalmente (ORTEGA, 2007 y MUÑOZ Y DOMÍNGUEZ-SOLERA, 2011). Además del testimonio de una organización y una inversión de entidad, financiada por una institución potente –dado que mover los grandes pedruscos no era tarea asumible por una comunidad humilde– sería una alusión simbólica al poder califal sobre el área, dado que los caudillos, deslumbrados por la magnifi-cencia de la corte cordobesa, querrían emularla para formar parte de esa gran maquinaria estatal. Gusta-mos de analizar esto mismo a través de la óptica de la Arqueología del Paisaje (CRIADO, 1999), dado que hay que comprender que en los muros de Cuenca y las otras fortalezas de la Marca Media los contempo-ráneos leerían gracias a la presencia de los tizones que esas tierras, aunque controladas directamente por las castas de los emires, pertenecían por derecho al dominio del Califato. Un mensaje complejo, una idea muy trascendente que ninguna fuente de las que conservamos comenta, pero que se ha recuperado gracias al estudio de la cultura material como conte-nedor de un significado simbólico con el que se estructura y construye el espacio físico. El paramento

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de grandes tizones lo hemos detectado en las partes más bajas del Puente de la Trinidad, pieza clave para alcanzar la ciudad desde Huete –otra de las capitali-dades del área de Santaver–, al tiempo que en el sistema de presas de la albufera (Puente de la Trini-dad).

En contra de lo publicado hace unos años (ÁL-VAREZ Y LÓPEZ, 2002; MILLÁN, MUÑOZ, MUÑOZ Y VALERO, 2004; TROITIÑO, 1996), los firmantes defendemos en la actualidad que la Alcaza-ba de la ciudad no estaría en Mangana, sino más bien en el istmo entre las hoces de Júcar y Huécar, en lo que se conoce hoy como El Castillo (MUÑOZ Y DOMÍNGUEZ-SOLERA, 2011). Es allí donde hacía falta una fortaleza y no en el centro de la ciudad. También negamos la existencia de dos alcazabas, como se ha dicho en algunos escritos.

A Cuenca habían llegado los poderes de los reyes cristianos antes del 1177. Desde tiempos de la toma de Toledo por Alfonso VI, la urbe había sido propie-dad de Castilla en ocasiones puntuales, volviendo a manos musulmanas (CANOREA, 2006). La fecha del 1177 es trascendente porque, tras un largo asedio de nueve meses, Alfonso VIII la toma. La conquista significó un hito en la historia personal del rey, puesto que demostró su valía al frente de un reino que hasta el momento había gobernado bajo la supervi-sión de sus preceptores. Para ello usaría maquinaria poliorcética puntera y derribaría amplios sectores de las defensas. De ello nos informa la crónica del Arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, contemporáneo y protagonista del reinado de Alfonso VIII, líneas que luego fundamentan el relato de la crónica mandada por Alfonso X.

La gran victoria del monarca castellano supone la transformación de Cuenca en una ciudad nueva, siguiendo los modelos cristianos, aunque utilizando la estructura musulmana fundacional como base. El recinto interno se dividirá en barrios (San Nicolás, Santa Cruz, San Esteban, San Martín, etc.), constitui-dos alrededor de cada una de las iglesias parroquiales que se levantan. El perímetro amurallado, el de la segunda fase que hemos comentado, se reconstruye y refuerza con nuevas torres y muros más altos. Muy interesante es la ampliación de la ciudad en una de las pendientes que se extendía en la margen derecha del Huécar, el barrio de San Martín. Tal zona habría de ser protegida con un nuevo tramo de muralla, obra que se emprendería en el reinado mismo de Alfonso VIII.

El rey dotaría a la ciudad de un fuero propio y pa- trocinaría la erección de una catedral sobre la antigua mezquita principal, además de fomentar la génesis de una sede episcopal conquense. Invirtió grandes sumas de dinero y medios en sus defensas. Trascendente, además de la inclusión de la zona de San Martín y el reforzamiento de los lienzos preexistentes, sería la creación de una barbacana o antemural en la línea del Huécar. La erección de nuevos accesos es otra de las claves de este momento, existiendo una “Puerta de San Martín”, por ejemplo. La Alcazaba iniciaría un proceso lógico de conversión en Alcázar real.

De cualquier modo, una obra de tal entidad reque-ría bastante tiempo, habiéndose de completar en los reinados subsiguientes. Sería Alfonso X el principal gobernante que ordenó un impulso vigoroso para las labores de construcción de las murallas conquenses. En muchas de las zonas del perímetro se aprecia un cambio en las técnicas constructivas, interpretándose así las respectivas iniciativas de los dos monarcas. Es el caso de la muralla que se conserva junto al Colegio de Arquitectos de Cuenca y que sirve como tapia de su jardín, también el del lienzo que se conserva tras la Catedral. Alfonso X también encarga una ampliación de perímetro hacia la Hoz del Júcar, recinto que no se completó (MUÑOZ Y DOMÍNGUEZ-SOLERA, 2011) y que sirvió desde entonces para acoger fincas y huertas.

Durante la baja Edad Media es ahora la ciudada-nía la que, constreñida por el perímetro defensivo antiguo, empieza a comerle terreno, solapándose las casas al espacio de las rondas y llegando a saltar los adarves y perforar los muros. Las murallas no sirven tanto para defender como para acotar la ciudad, delimitarla administrativamente y como instrumento para el pago de pontazgos y portazgos (SÁNCHEZ, 1997). Esto ocurre en el caso de las hoces, quedando explicado de este modo el fenómeno de las “casas colgadas” y los “rascacielos” típicos de la ciudad. Es el aspecto que, ya en la Modernidad, se plasmó en las archiconocidas vistas de Wyngaerde (1565) (IBÁÑEZ, 2003 y 2006), quien ya no percibe la muralla como uno de los elementos constituyentes del paisaje conquense.

Al final del periodo medieval sólo podemos des-tacar las reformas del Castillo, que se producen con la disputa armada entre los Hurtado de Mendoza y el Obispo Lope de Barrientos. De cualquier modo, el resto de las defensas siguen siendo remozadas y mantenidas. Cuenca vive un episodio traumático durante la Guerra de Sucesión (ALIOD, 1997), momento en el que gran parte del trazado –además de los principales monumentos–, es destruido por las fuerzas del Archiduque Carlos. Sirve de escarmiento tal suceso y sendas campañas de reedificación tienen lugar entonces, labores cuyos resultados quedan atestiguados en las vistas de Llanes y Massa de 1773 (un análisis de la ciudad en tales vistas en JIMÉNEZ, 1983): se les resta a las murallas supervivientes altura y se les proporciona un sistema de almenas y parape-tos útiles para disparo de artillería y fusiles. Este es el aspecto que tendría la plaza durante la Guerra de Independencia, aunque no fueran utilizadas nunca las defensas dado que, pese a que Cuenca fue invadida y saqueada por los napoleónicos en una decena de ocasiones (MUÑOZ, 2007), en ningún momento fue defendida. El gobierno francés/afrancesado sí ordenó la recuperación de algunos puntos, fortificados para servirles durante su ocupación. Sólo El Empecinado protagonizó una refriega contra los franceses, centra-da en el Hospital de Santiago. Al marcharse éstos, sí afectarían con intensidad notable al perímetro defen-sivo: nos referimos a la voladura que perpetraron para inutilizar El Castillo.

La muralla de Cuenca: restauración material y restauración histórica 695

Tras décadas de tranquilidad bélica, las guerras carlistas vuelven a dar motivos al mantenimiento de las fortificaciones de Cuenca. A mediados de siglo habría varias obras en las que el gobierno liberal decide reformar algunos sectores, dotándolos de aspilleras para fusil y modificando la planta del Castillo (entonces cuartel militar). A este momento se corresponderían las fusileras detectadas tanto en el Parque del Huécar como en la zona de San Martín, perceptibles en las fotos y en los grabados del XIX. En concreto, hay una aspillera sobre el muro del Colegio de Arquitectos. Tal, como el resto, es de yeso y muy importante porque es la única estructura de este tipo superviviente hoy en día. Cuenca es ocupada en el 1873 por Santés durante la Tercera Guerra Carlista tras un ataque sorpresa y una leve batalla; un año después, en julio, un contingente comandado por el hermano del Pretendiente y por su esposa María de las Nieves asedia Cuenca, la toma y saquea sin piedad (ROMERO, 1993). El horror que los carlistas provo-caron entonces conmocionó a la opinión pública, desacreditando en gran mediada la causa de sus responsables. La muralla sería “rechapada”, así como posteriormente para que no volviera a producirse una derrota similar.

En tiempos de la Guerra Civil del 36 al 39, al margen de la construcción de refugios por toda la ciudad, las fortificaciones se colocan mucho más alejadas del perímetro murario antiguo. Además de puestos de control y atrincheramientos, nos referimos al conjunto del Cerro del Socorro (PEINADO, DO-MÍNGUEZ-SOLERA Y MUÑOZ, 2012), un blocao y un reducto ejecutado en 1936 pero concebido con una mentalidad colonial de hacer la guerra, no adecu-ado para resistir ataques de aviación. En cualquier caso, la última vez que las defensas medievales fueron útiles para un conflicto bélico, coincide con las invasiones carlistas (1873 y 1874) ya que en la Guerra Civil del 1936 al 39 y en la posguerra inme-diata, sólo se empleó el Castillo como cárcel.

Es importante restaurar rigurosamente y de forma independiente cada uno de los elementos constituti-vos de las fortificaciones conquenses, dado que significan y conforman –como habrá quedado paten-te- un valiosísimo libro en el que leer todos los capítulos de la historia de la ciudad.

Evolución del marco normativo

Sin pretender realizar un análisis detallado de la reciente cobertura jurídica que permite la protección, conservación y disfrute de la fortificación de Cuenca, no obstante conviene en este punto recordar, al menos de forma indicativa, cómo se alcanza la situación actual que posibilita las actuaciones que describire-mos seguidamente y reconsiderar, por ello, si es la adecuada.

El ordenamiento jurídico de protección del bien en su naturaleza inmueble, tanto en su carácter genérico como específico, dispone de un centenario recorrido: ya sea en las ordenanzas reales como concejiles –precisamente, es el Fuero de Cuenca una

de las primeras reseñas a la obligatoriedad de conser-vación de edificios por sus propietarios y titulares–, que alcanza la teórica aplicación en su naturaleza patrimonial a todo el territorio nacional y destina la responsabilidad de su conservación los propios ayuntamientos en el año 1949, mediante el conocido Decreto de 22 de abril (BOE nº 125, de 5 de mayo), encargando la realización de un inventario documen-tal y gráfico a la Dirección General de Bellas Artes.

Ahora bien y en puridad, hasta que la elaboración del citado inventario no recogiera e incluyera adecua-damente otros elementos de la fortificación tales como las murallas, que hoy consideramos propios o inseparables conceptualmente del sistema defensivo edilicio, éstas quedaban desprotegidas patrimonial y urbanísticamente.

Ello se mitigó, por una parte, con motivo de la realización por parte de dicho órgano, por entonces Dirección General del Patrimonio Artístico, Archi-vos y Museos, del Inventario del Patrimonio Arqui-tectónico de Interés Histórico Artístico de la Pro- vincia de Cuenca, a partir del año 1979, en concreto en el mes de abril, con la redacción de la ficha nº CU0780100E0001, que entre otros datos conteni-dos identifica y describe textual y gráficamente al Castillo de Cuenca, con otras tres unidades parciales separadas –el propio castillo donde se aloja el Tribu-nal de la Santa Inquisición, el Alcázar-Torre de Mangana y las Murallas.

No obstante, años antes y con un objetivo diferen-te, pero ante la preocupación generalizada respecto a la conservación de la “Parte Alta”, el Ayuntamiento refiriendo la misma solicitó a la Dirección General de Turismo la declaración de interés turístico para el casco urbano formado por esa parte alta, que resulta-ba delimitado por el río Huécar y por el río Júcar. Y por ello dicho órgano no promovió la declaración de Conjunto de Interés Turístico sino que trasladó el expediente a la adecuada competencia del Ministerio de Educación Nacional, alcanzándose la declaración de la ciudad y las hoces como Paraje Pintoresco, mediante el Decreto 1071/1963, de 25 de abril (BOE nº 120, de 20 de mayo de 1963).

De este modo y por la otra parte, aunque sí resul-taba activada la protección, esto es, mediante la concurrencia con el ordenamiento urbanístico, pues ante cualquier actividad sujeta a licencia municipal la Dirección General de Patrimonio debía emitir un informe, sin embargo, ésta sólo afectaba a los Monu-mentos Histórico Artísticos, pues debían quedar protegidos por el propio Ayuntamiento en base al art. 101.2.j de la Ley de Régimen Local, de 24 de junio de 19551.

Así continuó tratándose en el Plan General del año 1963 y en sus sucesivas revisiones, modificacio-nes y aprobaciones definitivas de los años 1976, 1988 y 1996, pero en estas dos últimas ya aparecen ciertas referencias específicas de protección. La Ordenanza 1ª Residencial en Casco Antiguo del PGOU/88, a la que se remite la última aprobación, aún vigente2, fue completada con un listado de edificios de protección especial (art. 1º.2.2.a), donde las murallas quedaron

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incluidas (nº 45) y afectadas por la consideración de estructurantes3, pero no identificadas adecuadamente. Y en lo que respecta al suelo no urbanizable de especial protección (título III, sección 6ª), en relación a sus valores históricos o culturales localizados en las hoces, precisamente donde se desarrollan una buena parte de los lienzos, se asigna una máxima protección a los escarpes pero no permite uso alguno hasta la redacción del Plan Especial de Protección del Casco Antiguo y de las Hoces. Ésta, sin embargo, que debía recoger la catalogación individualizada de los elemen-tos singulares y dotarles de una protección integral, no se inició hasta el comienzo de los años 90.

Mientras y de nuevo en el ámbito patrimonial –sin olvidar la propia norma constitucional en su art. 46– se había alcanzado la Resolución de 4 de noviembre de 1981, de la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, que daba por incoado el expediente de declaración de Conjunto Histórico Artístico a la ciudad de Cuenca (BOE nº 307, de 24 de diciembre de 1981), resultando de pleno efecto gracias a la Disposición Transitoria Octava de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español (BOE nº155, de 29 de junio) pues refería que: “Los Parajes Pintorescos a que se refiere la disposi-ción transitoria de la Ley 15/1975, de 2 de mayo, de Espacios Naturales Protegidos, mientras no sean reclasificados conforme a su disposición final, conser-varán la condición de Bienes de Interés Cultural.”

Así pues, en menor medida por la Disposición Adicional Segunda de esta misma norma pero sobre todo, ante la cobertura que ofrecían los artículos 20 al 25, pero también el 16.1, 37.1 y 2 y 39, aparentemen-te las murallas conocidas ya quedaban protegidas, teniendo en cuenta el reciente traspaso de competen-cias en materia de Patrimonio Histórico realizadas mediante Real Decreto 3296/83, de 5 de octubre, en virtud del art. 31.1.m) del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha y poco después, ante la entrada en vigor de la Ley 4/1990, del 30 de mayo, del Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha, su artículo 14 y sobre todo el 21, que permitía requerir un estudio sobre el presunto valor arqueológico de parcelas, solares o edificaciones donde fuera a desar-rollarse cualquier actividad urbanística, así como la autorización expresa que debía recabarse por el órgano urbanístico de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico respecto de esas actuaciones en el ámbito del conjunto histórico4.

Precisamente el Conjunto Fortificado de la Ciu-dad Histórica fue incluido por la UNESCO en la Lista de Patrimonio de la Humanidad, junto a sus Hoces, en virtud de los criterios II y V en el informe de la 20.ª Sesión del Comité, en Mérida, México, el 7 de diciembre de 19965, lo que sin duda debió incentivar la redacción del planeamiento especial, sin embargo éste no alcanzó su publicación corregida definitiva hasta el año 20016. Y así, numerosas actuaciones desarrolladas en este decenio, tanto de promoción privada como pública, ya fueran previstas en dicho plan a efectos residenciales o encaminadas a la incorporación de la ciudad a un sistema turístico

cultural, adolecieron del mínimo respeto, que no fuera circunstancial, por este bien inmueble7.

Llegados a la cercana actualidad, de nuevo com-probamos que siguiendo el criterio establecido por las Ordenanzas del referido plan especial, en concreto los arts. 1.17.4, 4.21 y 22, y 5.2.1 y 2, no resultaron definitivamente protegidas todas las murallas, puesto que las fichas del Catálogo de la Edificación corres-pondientes a Murallas y Restos del Castillo (nº 106), Restos arqueológicos de etapa medieval (nº 110), Puerta y Puente de Bezudo (nº111) y Muralla (nº 115), aun vinculando aquéllas al Nivel de protec-ción I, se presentan por completo deficitarias de la adecuada información y sin reflejar la correspondien-te definición parcelaria y catastral, lo que limita las verdaderas posibilidades y acciones permitidas en función de las propias ordenanzas, y resulta aún más grave en el caso de la ficha nº 111, la cual viene únicamente a mostrar de forma gráfica –en exceso básica– un trazado murario que en nada complemen-ta, mejora o amplía aquélla otra ficha redactada en el año 1979, ya citada anteriormente –aunque en las correspondientes planimetrías de detalle aparezca una doble línea de carácter meramente intuitivo y que, solo en algunos puntos, refleja la realidad, esto es, numerosos lienzos ocultos entre edificaciones con niveles menores de protección.

Debemos señalar, no obstante, que con la reciente creación del Consorcio de la Ciudad de Cuenca en septiembre de 2005, como consecuencia de la consti-tución y organización del Real Patronato de la Ciudad de Cuenca, mediante Real Decreto 112/2004, de 23 de enero (BOE nº21, de 24 de enero) y su posterior modificación, mediante Real Decreto 238/2005, de 4 de marzo (BOE nº 55, de 5 de marzo), las propias murallas conocidas quedaron inscritas en los progra-mas de rehabilitación y conservación de este órgano, ya de una forma conceptual y exclusivamente patri-monial; y posteriormente, mediante la gestión en el Área de Rehabilitación Global del Centro Histórico tanto de actuaciones directas de rehabilitación de edificios, viviendas y locales como de las subvencio-nes complementarias8, afectadas de forma continua por el control arqueológico que en procesos y pro-gramas públicos anteriores no se alcanzó9.

De este modo y únicamente resultando de aplica-ción de forma coherente el art. 21 de la Ley 4/1990, de 30 de mayo, del Patrimonio Histórico de Castilla La Mancha, en su redacción modificada por la Ley 9/2007, de 29 de marzo (DOCM nº 82, de 17 de abril), mediante la concertación administrativa establecida en el ordenamiento urbanístico10, pode-mos considerar conseguida muy recientemente no solo la protección de las murallas de Cuenca, sino afectada por el criterio preventivo que subyace en la norma regional, gracias a la agilidad y estrecha colaboración entre todos los servicios técnicos que intervienen en los procesos de gestión y las actuacio-nes de las obras, facilitada por la delegación de competencias en resoluciones de proyectos de inter-vención arqueológica en ámbito urbano ligados a las obras de edificación y urbanización en los que se presume la existencia de restos arqueológicos1.

La muralla de Cuenca: restauración material y restauración histórica 697

A partir de este momento procede la consecuente revisión y actualización de las citadas fichas de cata- logación y de las correspondientes planimetrías para facilitar además tanto la gestión urbanística y patri-monial del bien, como la necesaria y obligada infor-mación de los usuarios afectados y beneficiarios.

Restauraciones de las últimas décadas del S. XX

La historia de las restauraciones contemporáneas de las Murallas de Cuenca comenzó con el proyecto de la habilitación de un Parador de Turismo sobre las ruinas del Castillo o Alcázar Real, que se planteó a finales de la década de los 70 del S. XX. En el debate ya son ineludibles las intervenciones arqueológicas que, en principio, se promovieron por el antiguo director del Museo Arqueológico de Cuenca Manuel Osuna. Según el testimonio oral de Juan Zozaya, correspondió a este testigo iniciar las labores de asesoramiento, aunque la intervención final dependió de Antonio Almagro y Martín Almagro (ALMA-GRO, 1982). Como resultado se decidió que no era el lugar para construir el establecimiento hotelero, mientras se destinaba el antiguo Tribunal de la Inquisición para sede del futuro Archivo Provincial. La intervención fue modélica para la estado embrio-nario en que se encontraban los estudios de Arqueo-logía medieval en España, y la consolidación fue discreta y respetuosa, con la extensión de un mortero de color crema que imitaba la patina resultante del paso del tiempo. No obstante, se respetaron escrupu-losamente aquellas partes del paramento en que se conservaba el rejuntado con escorias del S. XIII. Del mismo modo, fueron muy satisfactorios los trabajos realizados en el edificio Palafox para su conversión en Conservatorio de Música. Los derribos descubrie-ron paños de muralla incompletos y una torre ultra-semicircular con matacanes, que fueron integrados en el interior del edificio sin merma alguna de sus volúmenes.

Durante los años siguientes, las intervenciones dependientes de las administraciones locales fueron más descuidadas. En la Hoz del río Huécar, las escuelas taller municipales hicieron un uso abusivo del cemento para consolidar los tramos que parten del antiguo Convento de las Bernardas. Muchos de sus paramentos resultan hoy difíciles de estudiar por estas circunstancias. Sin embargo, el desconocimiento histórico no fue mal que afectara sólo a los poderes públicos. También la iniciativa privada fue culpable de resultados desafortunados y destrucciones inten-cionadas, siendo esto mucho más grave. Citaremos el falso cubo cuadrangular que se reconstruyó en la misma Hoz del río Huécar, un cuerpo de fábrica que sostuvo una casa colgada se confundió con un ele-mento poliorcético turriforme y, en consecuencia, tras elevarlo se remato con unas almenas puntiagudas que nunca existieron. La construcción de una piscina en la Calle de los Tintes también atentó seriamente contra la integridad de las defensas de esta parte, donde las palas excavadoras arrancaron los restos de dos bastiones semicirculares con una total consciencia por

parte de la empresa constructora, según los testimo-nios fiables que hemos sondeado.

Un poco más adelante, sobre la Plaza del Huécar, la recuperación de cubos, muralla y su antemural, comenzó adecuadamente con excavaciones arqueoló-gicas sobre una zona urbanísticamente degradada, en la cual, no se diferenciaban derrumbes históricos y residuos urbanos. Los trabajos a cargo de Rodrigo de Luz confirmaron que desde el S. XVIII se habían sucedido rebajes de los cuerpos de fábrica, mientras se mantenían las alturas de los elementos turriformes. Por ello, a pesar de que la opinión pública no se mostró de acuerdo con el criterio elegido, éste se mantuvo dentro de los límites al recrecer la muralla hasta la altura que con certeza alcanzara en algún momento de su existencia histórica. Se usaron mam-puestos con composición geológica similar a la original, cortándolos en arista recta. De este modo se acogían a la doctrina moderna de la analogía formal, pues con el empleo de una talla propia del S. XX, se consigue el efecto de distinguir las fábricas históricas de las añadidas en el proceso de restauración sin impacto visual extremo.

Sin embargo, otras decisiones durante estos traba-jos no fueron tan afortunadas: se nos ha comentado que se convirtieron cubos rectangulares en semicircu-lares, porque se quiso ver una secuencia ideal con un orden que combinaba torre cuadrangular y torre redondeada sobre el frente de la propia muralla. Lo único que podemos constatar científicamente, es que a pesar de los sondeos arqueológicos, la restauración hizo un alarde de desconocimiento de los aparejos y formas medievales y modernas allí conservados, así como de su periodización. Prueba de ello, es que se montaron matacanes que pretendían recuperar el aspecto medieval, sobre recrecimientos de la Edad Moderna. La contradicción cronológica recuerda a cuando Viollet Le Duc montó tejados de tipología tardorromana sobre almenas de los S. XII y XIII en la ciudadela de Carcasonne.

Las restauraciones del Consorcio de la Ciudad de Cuenca en el S. XXI: la consolidación de criterios y procedimientos arqueológicos al servicio de la restauración arquitectónica

El Consorcio de la Ciudad de Cuenca, desde sus primeros momentos de existencia, desplegó un notable interés por recuperar los restos abundantes pero dispersos de la arquitectura fortificada conquen-se. Y lo destacado es que sus técnicos han venido buscando siempre la colaboración con los arqueólo-gos para llevar a cabo labores de recuperación. De este modo, el primer episodio corresponde a la restauración de los paños y torres de la Plaza y la Cuesta del Carmen, donde la colaboración con el arqueólogo Miguel Ángel Valero Tévar, llevó a reproducir los comportamientos de obra más positi-vos empleados en los lienzos del Parque de Huécar. Se repusieron las pérdidas de paramento con piezas irregulares que no alteraban la visión del conjunto y permitían en el detalle distinguir lo viejo de lo nuevo.

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En este caso se partía del estudio anterior realizado por este mismo técnico y promovido por el Ayunta-miento de Cuenca. A tal obra seguirían las tres campañas de restauración del Castillo (Michel Muñoz y Miguel Ángel Valero Tévar), el cubo de la Calle de los Tintes, el lienzo de la subida a Santa Catalina y el adyacente al actual Colegio del Arquitectos (ARES Arqueología y Patrimonio Cultural C. B). Después vendrían las reformas de viviendas de la Calle Zapa-terías y la calle Alfonso VIII que afectaban a la muralla de Judería. Todas ellas fueron promovidas por particulares, estando las intervenciones arqueoló-gicas a cargo de ARES Arqueología y Patrimonio Cultural C. B., excepto una dirigida por Adela Muñoz Marquina.

Las restauraciones desafortunadas partían de un desconocimiento profundo del monumento a interve-nir. Sin embargo, no se trataba de direcciones faculta-tivas indolentes que no se molestaban en documentar-se, el problema era más profundo y grave: sencillamente, no había nada en qué documentarse. La producción historiográfica de las murallas era escasa y científicamente desfasada. Por otro lado, la arquitectura fortificada conquense no era uniforme. Levantada en fases constructivas que se prolongan mucho en el tiempo, las fábricas y elementos eran de una importantísima variabilidad y potencialmente cada zona de intervención podía requerir un criterio de intervención diferente. El Consorcio de la Ciudad de Cuenca tomó conciencia de ello en los complejos cuerpos de fábrica y torres del Castillo y, en conse-cuencia, encargó a ARES Arqueología y Patrimonio Cultural la realización de un estudio de las murallas y demás elementos de fortificación (MUÑOZ Y DO-MÍNGUEZ-SOLERA, 2011). Dicho de otro modo: antes de acometer la restauración material de las murallas, había que acometer la restauración históri-ca, había que conocer en términos generales toda la vida del paciente sobre el que se intervenía para completar con éxito el tratamiento de sus patologías. Las líneas maestras de la evolución de muros, puen-tes, cubos, recintos, Alcazaba y Alcázar, junto a la judería fortificada ya han sido expuestas en el primer apartado de este escrito.

El término de Restauración Histórica está estre-chamente unido a la divulgación del monumento con su conocimiento renovado. Es mucho el coste de la restauración monumental y éste sale de los impuestos del ciudadano. Es de justicia que también las nuevas interpretaciones científicas reviertan en los que las pagan. Por ello, el estudio encargado se convirtió en un libro de divulgación científica editado en el año 2011 con el título: “Tras las Murallas de Cuenca” y firmado por dos de los autores de este artículo (SDDS y MMG).

El método usado para conseguir la restauración histórica no es otro que el de la Arqueología de la Arquitectura. Implica estructurar y estudiar la arqui-tectura como si fuera un yacimiento arqueológico más. Y hoy por hoy, es el medio más eficaz para conseguir el conocimiento más completo posible de cualquier construcción histórica. La individualización

de una edificación en unidades estratigráficas murari-as significa contemplar todos los elementos de la misma, incluyendo las partes residuales que apartaba la “doctrina” arquitectónica de los años 70 y 80 del S. XX y los elementos no simbólicos y estéticos que deja de lado la Historia del Arte. El vaciado docu-mental tiene una utilidad precisa e insustituible muchas veces, pero rara vez éste puede responder a la totalidad de los periodos constructivos. ¿Qué edificio fundado antes de 1945 conserva información escrita cada dos o tres años desde la colocación de su prime-ra piedra? Además, la también llamada Lectura del Paramentos tiene la ventaja de interrogar directamen-te al edificio: un historiador que lee una compra de materiales de construcción, está preguntado al docu-mento y obteniendo información indirecta sobre el hecho edificado que puede ser falsa o verdadera. Una lectura estratigráfica siempre tendrá la certeza de las unidades murarias conservadas fueron incontestable-mente construidas.

Ahora bien: el uso de la Arqueología de la Arqui-tectura no garantiza una satisfactoria restauración sí el método no se aplica desde la fase de proyecto. Una vez emprendida la obra puede resultar difícil poner los datos históricos al servicio del arquitecto y el contratista, ya que éstos se han decidido por un determinado criterio que tiene un determinado precio. Lógicamente, si la lectura estratigráfica se realiza durante la redacción del proyecto, el conocimiento derivado conseguirá unos criterios de restauración más exactos y precisos. Es más: permite que las mismas unidades estratigráficas sirvan como indicati-vo de las patologías del edificio y, por lo tanto, un mejor planeamiento del proceso de restauración, puesto que éstas pueden convertirse directamente en partidas de obras (MILETO y VEGAS, 2010).

Todavía no es habitual disponer de la financiación que sería deseable para incluir estudios estratigráficos en la totalidad de los proyectos de restauración que se realizan hoy en día. Sin embargo, el arqueólogo de la arquitectura tiene a su disposición un instrumento administrativo, en el cual puede encajar la lectura estratigráfica previa: La elaboración de proyectos arqueológicos para obtener la aprobación de la intervención es algo común en todas las legislaciones autonómicas sobre Patrimonio Cultural. En el docu-mento se puede incluir dentro de la reseña histórica una lectura estratigráfica inicial del edificio, ya sea al completo o tan sólo de las partes a intervenir. Incluirá un plano con la individualización de las unidades estratigráficas y su matriz, otro distinguiendo las fases constructivas en colores y un listado de las unidades con su descripción y ordenadas cronológi-camente. Esto no tiene que repercutir económicamen-te sobre la partida arqueológica, pues el trabajo que se adelanta en esta fase no habrá que realizarlo durante la fase de ejecución (MUÑOZ GARCÍA, 2010), sólo corregirlo ante nuevos datos.

Durante la obra, la Arqueología de la Arquitectura tampoco se debe reducir a un método pasivo de intervención, que documente aquello que el estudio previo ha pasado por alto o que sencillamente se

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encontraba oculto. También tiene una parte activa pues, basándose en lo ya estudiado, arqueólogo, arquitecto, aparejador y jefe de obra pueden tomar una decisión rápida con mayores dosis de seguridad empírica ante descubrimientos o aspectos imprevistos que afloran durante la ejecución restaurativa. Pero lo que aquí queremos reflexionar por primera vez, es sobre la posibilidad de usar la “Matriz de Harris” como método de evaluación del propio proceso res- taurativo. Esto ha sido ensayado satisfactoriamente durante las obras de los lienzos de muralla sitos en el Colegio de Arquitectos y en la Subida de Santa Catalina.

Aquí se realizaron dos diagramas: uno durante la fase de proyecto y otro al finalizar los trabajos. Los últimos diferían de los primeros en que no sólo se añadieron las unidades que depositaba el proceso de obra (morteros, restituciones de piezas etc…), sino también en que se corrigieron las posiciones que ocupaban algunas unidades mal datadas durante el estudio previo (por ejemplo, la UEM 114 en el cuerpo de fábrica de la Subida de Santa Catalina). Estas diferencias apenas varían el organigrama lineal del diagrama previo, pues mantiene las fases constructi-vas previamente formuladas con el 99% de las unida-des sin cambiar de posición. Así pues, la matriz final es testigo del criterio principal que era la congelación estructural de los cuerpos de fábrica restaurados,

criterios que se establecieron en el proyecto arquitec-tónico.

Como conclusión, podemos añadir que esto que

ha sucedido con los paños aludidos de las murallas de Cuenca es aplicable a la práctica totalidad de las restauraciones de edificación histórica. Incluso en aquellas en las que se desarrolla la analogía formal, pues Antón Capitel basó su teoría restaurativa asu-miendo que los edificios sufren el paso del tiempo y, como producto, el propio paso del tiempo había que “congelarlo” en la medida de lo posible; después son los materiales modernos los que tienen que completar edificios inacabados o adaptarlos a las necesidades modernas (CAPITEL, 1992). Pues bien, una matriz de Harris podría perfectamente ser la garantía de un buen trabajo de restauración en una analogía formal, si se comprueba que las unidades estratigráficas del estudio previo siguen en la misma posición y con las mismas relaciones de anterioridad o posterioridad, independientemente de la cantidad de elementos nuevos que la fase de restauración tenga que añadir. Por el contrario, algunas prácticas de “falsa puesta en valor”, que implican el derribo de las estructuras históricas para después reconstruirlas con materiales nuevos, quedarían muy en entredicho al desparecer buena parte de las unidades estratigráficas originales sobre el diagrama final.

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NOTAS

1 Ley de Régimen Local, Texto Refundido del decreto de 24 junio de 1955 por el que se aprueba el texto articulado y refundido de las leyes de bases de régimen local, de 17 de julio de 1945 y 3 de diciembre de 1953. Boletín Oficial del Estado, 1962. 2 B.O.P. nº 102, de 4 de septiembre de 1996. Ordenanzas correspondientes a la Aprobación definitiva del la Revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Cuenca. 3 Solo pueden recibir actuaciones de consolidación, conserva-ción y mantenimiento, y deben acompañarse del estudio de la edificación original, análisis de su valor intrínseco, estructural y constructivo, y planimetrías. 4 Art. 2.b del Decreto 165/92 de 1 de diciembre, por el que se regula la composición y funcionamiento de las Comisiones Provinciales del Patrimonio Histórico de Castilla La Mancha (DOCM nº 94, de 9 de diciembre). 5 http://whc.unesco.org/archive/1996/whc-96-conf201-9e.pdf. 6 Plan Especial de Ordenación, Mejora y Protección del Casco Antiguo y sus Hoces de Cuenca aprobado el 12 de febrero de 2001 (BOP, nº 19, de 14 de febrero de 2001). 7 El Proyecto Integral de Mejora Urbanística Dirigida al Turismo 1994-1999, incluido en los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER), que financiaba numerosas y actuaba en propuestas del Plan Especial (mejora de la accesibi-lidad y movilidad peatonal; construcción de aparcamientos; supresión de barreras físicas; recuperación de zonas urbanas degradadas, renovación de las infraestructuras y pavimentos; acondicionamiento medioambiental en las riberas del Júcar y Huécar, etc.) evidenció el profundo desconocimiento del planeamiento sobre el valor arqueológico de la ciudad, que otros proyectos posteriores han mantenido (desde el Plan de Dinamización Turística al reciente Plan E). 8 Decreto 38/2006 de 11 de abril de 2006, por el que se regula en el ámbito de Castilla-La Mancha el Plan Estatal de Vivienda 2005-2008 (DOCM nº 79, de 14-04-2006); el Acuerdo entre el Ministerio de Vivienda, la Consejería de Vivienda y Urbanis-mo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento de Cuenca, firmado con fecha 26 de abril de 2007, para la financiación de las obras de rehabilitación de

edificios y viviendas, urbanización y demás aspectos específi-cos del Área de Rehabilitación del Centro Histórico de Cuenca; la Orden de 29-02-2008, de la Consejería de Ordenación del Territorio y Vivienda, por la que se regula el procedimiento de concesión de ayudas para las actuaciones protegidas en áreas de rehabilitación integral y áreas de rehabilitación global en conjuntos históricos declarados por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (DOCM nº 52 de 10-03- 2008); y Bases reguladoras de las ayudas complementarias a conceder por el Consorcio de la Ciudad de Cuenca para la rehabilitación de edificios y viviendas, en el ámbito del Plan Especial de Ordenación, Mejora y Protección del Casco Antiguo de Cuenca (BOP de 17-09-2008), y para locales (Bases reguladoras de las ayudas a conceder por el Consorcio de la Ciudad de Cuenca para la rehabilitación de locales en el ámbito del Plan Especial de Ordenación, Mejora y Protección del Casco Antiguo de Cuenca (BOP de 20 de febrero de 2009). 9 Hablamos de los conocidos Programas como Mejora de Paisaje Urbano y A Plena Luz, ya tratados con profundidad para otras cuestiones, tanto de rehabilitación como de protec-ción arqueológica inmueble. 10 El órgano que emite la autorización o licencia administrativa de obra, los ayuntamientos y/o gerencia de urbanismo, deben informar al promotor o interesado que solicita –esto es, quien inicia el procedimiento- la obligación de recabar otras autoriza-ciones concurrentes, en este caso, el referido estudio previo arqueológico de los ámbitos protegidos, tal como establece el art. 161.2c) del DL 1/2010 del Texto Refundido de la Ley de Ordenación Territorial y la Actividad Urbanística de Castilla La Mancha. Obtenida dicha autorización pertinente de la legislación sectorial, en este caso relativa a la legislación de patrimonio, el propio ayuntamiento procederá a informar y otorgar la autorización por ser el órgano quien concede la licencia (art. 160.2 del DL 1/2010 TRLOTAU). 11 Resolución de 24-06-2008, de la Dirección General de Patrimonio y Museos, por la que se delegan competencias en las Delegaciones Provinciales de la Consejería de Cultura (DOCM nº137, de 2 de julio).

La muralla de Cuenca: restauración material y restauración histórica 701

Fig. 1 – Trazado de los recintos y elementos de la arquitectura fortificada de Cuenca en las fases musulmanas (plano de los autores a partir de capturas del visor interactivo de Microsoft).

Fig. 2 – Trazado de los recintos y elementos medievales de la arquitectura fortificada de Cuenca en época cristiana (plano de los autores a partir de capturas del visor interactivo de Microsoft).

702 Carlos Villar, Míchel Muñoz e Santiago David Domínguez-Solera

Fig. 3 – Individualización estratigráfica de los Cuerpos de Fábrica de la Muralla de Cuenca en la Subida de Santa Catalina (plano de los autores).

Fig. 4 – Interpretación estratigráfica de los Cuerpos de Fábrica de la Muralla de Cuenca en la Subida de Santa Catalina (plano de los autores).

La muralla de Cuenca: restauración material y restauración histórica 703

Fig. 5 – Diagrama matriz del estudio previo del proyecto arqueológico y diagrama matriz del resultado final de obra. El último únicamente ha variado al añadirse las unidades de la fase de restauración inmediata del Consorcio de la Ciudad de Cuenca y el cambio de posición de la UEM 114 (señalada en azul), ya que sobre los andamios se comprobó que ésta pertenecía a un periodo constructivo anterior. El hecho de que se mantengan todas las unidades estratigráficas murarias en la matriz final es la prueba de que el criterio de congelar y preservar todos los elementos iniciales se ha mantenido.

Fig. 6 – Antes y después de la restauración de los cuerpos de fábrica de muralla en la Subida a Santa Catalina (fotos de los autores).

Fig. 7 – Antes y después de la restauración de los cuerpos de fábrica de muralla junto al Colegio de Arquitectos (fotos de los autores).

704 Carlos Villar, Míchel Muñoz e Santiago David Domínguez-Solera

Fig. 8 – El Castillo (foto de los autores).

Fig. 9 – La Puerta de Valencia (foto de los autores).

Fig. 10 – Segmentos de las fortificaciones conquenses que se ven en los dibujos de Wyngaerde (1565). A: Trasera de la Catedral. B: Ruinas del Castillo. C: Muralla en la parte baja de la ciudad.