Manejo del incidentaloma hepático
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Manejo del incidentaloma hepático
Autor: Dr. Lucas McCormack, MAAC, FACS
Unidad de Cirugía Hepato- Bilio- Pancreatica y Transplante Hepatico.
Hospital Alemán de Buenos Aires. Argentina.
Correspondencia:
Lucas McCormack, MD
Jefe Seccion Cirugia Hepatica y Transplante. Servicio de Cirugía General. Hospital Alemán de
Buenos Aires. Argentina
Av. Pueyrredón 1640, CP: 1118. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina
Teléfono: +54 11 4727 7000, Fax: +54 11 4727 7014
Email: [email protected]
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Resumen:
El diagnostico de incidentaloma hepático se ha incrementado en el nuevo milenio debido
principalmente al gran desarrollo de los métodos de diagnostico por imagen. Un adecuado
conocimiento de las estrategias de diagnostico y tratamiento permitirá un correcto empleo de los
estudios complementarios invasivos y no invasivos. La elevada información aportada por los
estudios no invasivos juntos con la discusión multidisciplinaria en grupos entrenados motiva que
el empleo de los métodos invasivos de diagnostico y la biopsia percutánea del tumor hepático sea
de indicación excepcional. En aquellos casos en que la decisión quirúrgica sea la elegida, la
hepatectomía laparoscópica o convencional debe ser realizada en centros de alto volumen que
puedan ofrecer bajos índices de complicaciones peroperatorias.
Summary
The development of new imagining diagnostic modalities has led to an increment in the
diagnosis of liver incidentaloma. And adequate knowledge of the diagnostic and therapeutic
approach will impact in the correct use of the invasive and non-invasive complementary
diagnostic tools. The high quality information provided by the use of non-invasive imaging and
the multidisciplinary discussion in highly trained groups makes exceptional the use of invasive
diagnostic methods and the percutaneous biopsy of a liver mass for diagnosis. In the subgroup of
patients who are surgical candidates, the conventional or laparoscopic approach must be
performed in high volume centers with low operative morbidity.
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Introducción
Se consideran incidentalomas hepáticos (IH) a aquellas lesiones que se descubre en sujetos
asintomáticos o que no presentan sintomatología específica atribuible a la presencia de la lesión
hepática. Es por ello que quedan excluidos de esta denominación a todos aquellos tumores que se
originan en un hígado con hepatopatía previa conocida (por ejemplo, cirrosis o hepatitis por virus
B o C) o a aquellos tumores que se presentan en pacientes portadores de una patología
oncológica extra-hepática conocida (por ejemplo, metástasis de tumores digestivos).
Desarrollaremos cuales son los elementos actuales que permitirán definir una adecuada estrategia
diagnostica y terapéutica en el manejo de esta situación clínica cada vez más frecuente.
Estrategia diagnóstica en el incidentaloma hepático
Las neoplasias del hígado son lesiones pocos frecuentes que aparecen en cualquier edad y
sexo aunque predominan en ciertas etapas de la vida. Hay ciertos tumores benignos como el
Adenoma Hepatocelular (AHC) o la Hiperplasia Nodular Focal (HNF) que muestran marcada
predilección por el sexo femenino. La evolución natural de esta patología ha sido poco estudiada
y por períodos breves por lo cual no se conoce con certeza la incidencia de complicaciones. Por
otro lado, la mayoría de las masas ocupantes hepáticas (MOH) son asintomáticas y pequeñas
siendo solo detectadas en el pasado durante laparotomías o en estudios de autopsias. Hoy en día
su diagnóstico incidental es más frecuente debido al gran avance en los métodos de diagnóstico
por imagen y al uso de la laparoscopía. La elevada disponibilidad de la ecografía abdominal para
la evaluación de cuadros clínicos acompañados de sintomatología abdominal inespecífica y por
otro lado, el gran avance tecnológico que permite mayor resolución de los estudios por imágenes
permiten detectar lesiones que en el pasado hubiesen pasado totalmente desapercibidas.
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A pesar de que la mayoría de los pacientes con MOH no se presenta con manifestaciones
clínicas, algunos pocos crecen lo suficiente como para inducir síntomas por efecto de masa. De
todos ellos, el más común es el dolor en hipocondrio derecho por distención de la capsula de
Glisson. Otros causan cuadros clínicos de dolor abdominal inespecífico que culminan en una
ecografía donde se confirma la presencia de una MOH. Excepcionalmente desarrollan
hipertensión portal, manifestándose con un cuadro de hemorragia digestiva por várices
esofágicas. En otros casos, la transformación maligna de una lesión ya conocida, puede alterar la
evolución natural de una presunta patología asintomática e inocua. Algunos tumores debutan con
la presentación de abrupta de síntomas severos secundarios a la trombosis y necrosis tumoral con
asociación de ruptura y hemorragia.
Para una adecuada resolución de la preocupante situación clínica que representa la detección
de un IH en un paciente sano es necesario contar en primer término con una prolija y minuciosa
anamnesis que conduzca a una correcta interpretación de los datos imagenológicos y en
consecuencia, a una juiciosa utilización de los numerosos instrumentos diagnósticos disponibles.
Básicamente, el algoritmo de estudio de un paciente que se presenta con un IH debe estar
dirigido a confirmar y categorizar la MOH, y en segundo paso a realizar una correcta
estadificación sistémica del enfermo (1). De manera didáctica, podemos intentar resumir una
metodología de estudio “paso a paso” que se dirija a responder a las siguientes preguntas básicas:
1. ¿Es un incidentaloma hepático verdadero?
2. ¿Es una MOH verdadera?
3. ¿Es una lesión quística o solida?
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4. ¿Es una MOH única o multicéntrica?
5. ¿La enfermedad está limitada al hígado o existe enfermedad extrahepática?
6. ¿Es necesario realizar una biopsia diagnostica de una MOH?
Estas preguntas básicas se irán respondiendo paulatinamente a lo largo de una correcta
historia clínica, una prudente selección de estudios complementarios (imagenologicos,
endoscópicos y de laboratorio) y finalmente la valoración de la necesidad de realizar de una
biopsia de la MOH tendente a certificar el diagnostico presuntivo.
¿Es un incidentaloma hepático verdadero? Probablemente esta pregunta la tendríamos
resuelta una vez que hayamos contestado estas otras dos preguntas. En primer lugar, ¿es el
paciente portador de una enfermedad abdominal, sistémica u oncológica? En segundo lugar, ¿es
un paciente portador de un hígado sano o enfermo? Una perfecto conocimiento de la situación
del paciente en el momento del diagnostico nos va a permitir distinguir la patología más probable
dentro de cada uno de los diagnósticos diferenciales de IH. Obviamente, si el paciente presenta el
antecedente de una colectomia por un cáncer de colon y luego de 2 años surgen imágenes
focales hepáticas “nuevas”, el diagnostico más probable es que se trate de lesiones metastásicas y
no deberíamos rotularlo como IH. Lo mismo, si se trata de un paciente de 50 años que ha
cursado recientemente una diverticulitis aguda y que se presenta con un síndrome febril con
leucocitosis. En este caso la presencia de una imagen focal hepática puede ser consecuencia de
un absceso hepático secundario a diseminación hematógena por vía portal del cuadro séptico
abdominal. Tampoco podemos calificar de IH a una lesión focal que surge en un paciente con
una cirrosis relacionada a una infección por el virus de la hepatitis C, ya que la sospecha más
acertada es la de carcinoma hepatocelular (CHC).
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En cambio, si se trata de un paciente joven previamente sano bajo hormonoterapia (por
ejemplo, anticonceptivos orales o anabólicos esteroides) o que presenta alguna enfermedad
congénita del metabolismo (por ejemplo, glucogenosis o tirosinemia) la detección de una o
varias MOH sugiere la posibilidad de AHC como diagnóstico más probable (Figura 1), pero sin
descartar la posibilidad eventual de CHC fibrolamelar. Es importante resaltar que la ausencia de
enfermedad previa conocida no es sinónimo de benignidad. Si bien, el hallazgo incidental de una
MOH en pacientes sanos y asintomáticos nos orienta a pensar en hemangiomas, HNF, AHC o
quistes simples, nunca se debe subestimar una MOH ya que la posibilidad de que se trate de un
CHC en hígado sano o de una lesión metastásica de algún tumor oculto del aparato digestivo
siempre está latente y solo una correcta selección de los estudios complementarios nos ayudara a
definir mejor frente a qué patología nos encontramos. En este sentido, es importante conocer que
un 10% de los pacientes con CHC presentan un síndrome paraneoplásico incluyendo entre las
manifestaciones más frecuentes: la poliglobulia, la hipercalcemia y la hipoglucemia.
¿Es una MOH verdadera? La ecografía y la tomografía computada helicoidal trifásica
(fase arterial, portal y parenquimatosa) son las dos técnicas que combinadas, aportarán una
elevada certeza diagnóstica en la mayoría de los casos (2, 3). En las situaciones en que los
hallazgos radiológicos sean atípicos o incongruentes, la técnica más utilizada para definir la
situación es la resonancia magnética nuclear con gadolinio, la cual es especialmente útil en la
diferenciación de las lesiones benignas (4, 5). Esta metodología de estudio se irá modificando
adaptándose a la realidad de cada centro en cuanto a la disponibilidad de nueva tecnología.
Actualmente los métodos isotópicos y los métodos invasivos como la angiografía digital hepática
han pasado a un segundo plano en el arsenal diagnóstico de las MOH y su utilización es
excepcional.
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Es muy importante contar con una metodología por imágenes certera que nos confirme
no solo la presencia sino que además la localización de la lesión en el hígado. No es infrecuente,
que una lesión quística de la cabeza de páncreas sea interpretada como una lesión exofítica
ubicada en el segmento lateral izquierdo del hígado. Por otro lado, siempre existe la posibilidad
de que se trate de un “pseudo-tumor” como por ejemplo una degeneración grasa localizada en
un paciente portador de un hígado graso o un nódulo de regeneración en un hígado cirrótico (6).
¿Es una lesión quística o sólida? ¿Es una MOH única o multicéntrica? Las
características morfológicas de la lesión nos permitirán rápidamente ubicarla dentro de los
tumores quísticos o sólidos (Tabla 1-3). Esto nos permitirá ir definiendo en función de las
características de cada tumor cual es el diagnostico más probable. El hemangioma cavernoso es
el tumor hepático primario más frecuente, presentándose con una incidencia cercana al 20% en
estudios de autopsias. Las características ecográficas y la tomografía computada dinámica son
muy características y suelen confirmar el diagnostico (Figura 2). En casos dudosos, la resonancia
magnética permite confirmar el diagnostico de hemangioma con elevado nivel de certeza. Los
otros tumores sólidos que se presentan frecuentemente como IH son la HNF y el AHC (Tabla 4).
Sus diferentes características clínicas e imagenológicas permitirán en la mayoría de los casos
orientar el diagnostico hacia una patología benigna y diferenciar estas lesiones de el CHC (Tabla
5) (Figura 3) (7, 8). Finalmente, las características quísticas de una lesión única nos orientaran a
pensar en primer lugar en la presencia de un quiste hepático simple siendo las otras variedades de
tumores quísticos mucho menos frecuentes (Tabla 3) (9).
¿La enfermedad está limitada al hígado o existe enfermedad extrahepática? En la
mayoría de los casos la moderna imagenología utilizada en la actualidad nos alertara sobre la
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presencia de enfermedad fuera del hígado. Ello nos permitirá realizar tratamientos racionales
evitando efectuar tratamientos locales de una enfermedad que presenta un comportamiento
sistémico. En general, el empleo de las imágenes en conjunto con los marcadores tumorales
facilitara arribar al diagnóstico rápidamente sin la necesidad de recurrir a una biopsia hepática
diagnostica (10).
Los marcadores tumorales pueden hallarse elevados en pacientes portadores de MOH
malignas. La elevación del CEA (antígeno carcinoembrionario) y del Ca 19.9 orientara a pensar
en la presencia de un tumor localizado en el tubo digestivo o el páncreas. Este ultimo además
suele elevarse en casos de patología en la via biliar intra o extrahepática. La alfafetoproteína
(AFP) es el único marcador que ha demostrado utilidad para el diagnostico de CHC (11). Sin
embargo, hay que tener en cuenta que en nuestro medio sólo son productores de AFP un 30-40 %
de los CHC. En las áreas de alta incidencia, la positividad se eleva al 70-80 % de los casos,
siendo además los valores alcanzados muy superiores a los de las áreas de baja incidencia. Por
otra parte, se ha demostrado que los niveles de AFP aumentan en forma paralela al desarrollo del
tumor, de modo que en fases iníciales de la evolución las cifras de AFP pueden estar poco
elevadas. Este hecho resta valor a las determinaciones aisladas de AFP y disminuye su
rentabilidad en los programas de detección precoz del CHC, siendo más importante la
observación de un incremento progresivo de su nivel en determinaciones sucesivas, aunque los
valores se mantengan poco elevados (11, 12).
En casos de sospecha clínica o imagenológica de que esta lesión se trate de un
secundarismo hepático, la realización de estudios endoscópicos diagnósticos buscando un tumor
primitivo digestivo (esófago-gastroscopia y colonoscopia total) nos permitirá detectar un tumor
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clínicamente oculto. Recién en este caso, es donde la realización de una PET integrado con TAC
nos ofrecerá información estadificatoria de alto valor para definir el estatus oncológico de un
paciente portador de un cáncer colorrectal con metástasis hepáticas (13).
Finalmente, es importante descartar en la evaluación inicial de los pacientes portadores
de tumores hepáticos benignos la coexistencia de patologías asociadas con el fin de evitar
complicaciones previsibles. Por ejemplo, los hemangiomas y las HNF han sido asociados a
malformaciones vasculares de varios órganos y neoplasias cerebrales. Es por ello que un
profundo examen neurológico complementado en casos seleccionados con imágenes sería
recomendable para un completo estudio del paciente
¿Es necesario realizar una biopsia percutánea diagnostica de una MOH? El principal
desafío para el cirujano es distinguir los tumores hepáticos benignos de aquellos malignos
primarios o secundarios. A tal efecto, la biopsia hepática percutánea solo debe ser realizada en
aquellas circunstancias en que su resultado generará una actitud terapéutica diferente. Existen
dos riesgos claramente definidos en relación directa al procedimiento: la hemorragia y la
diseminación tumoral o infecciosa. La biopsia con aguja está contraindicada para los pacientes
con hemangiomas, hemangioendoteliomas o tumores quísticos de presunto origen hidatídico y
puede ser muy peligrosa en pacientes con tumores benignos sólidos hipervascularizados.
Además, en los casos que se trate de una lesión maligna, se han descripto implantes parietales en
el sitio de la punción a partir de la siembra de células malignas (14, 15). Por otro lado, la biopsia
percutánea preoperatoria y la biopsia intraoperatoria por congelación son métodos no confiables
para discriminar entre un AHC, un CHC bien diferenciado, un CHC fibrolamenlar o una HNF
aún en manos de patólogos muy entrenados. Para el patólogo, es muy difícil distinguir con el
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estudio de un pequeño fragmento cual es la correcta estirpe tumoral con alto grado de precisión
(7). Además, una biopsia parcial de AHC puede dejar oculto en el tumor remanente la presencia
de un foco de malignización de un CHC. Finalmente, si bien la biopsia intraoperatoria por
congelación puede ser utilizada en casos seleccionados, el cirujano actuante deber estar
entrenado para la resección en caso de dudas diagnosticas (16, 17).
Dos décadas atrás la elevada mortalidad asociada a resecciones hepáticas motivaba que
muchas lesiones dudosas sean controladas clínicamente con el riesgo implícito de estar
observando la historia natural de una lesión maligna o benigna con alta posibilidad de
complicaciones hemorrágicas, como es el AHC. La situación actual es diferente ya que la
mortalidad postoperatoria en manos de equipos entrenados a descendido en forma exponencial
transformando la opción resectiva laparoscópica o convencional en una alternativa válida y
racional frente a casos de dudas diagnosticas (18-20). Es por ello que mucha veces frente a casos
que generen dudas, cuando uno debe optar entre expectar una lesión dudosa o resecarla, la
balanza se inclina para el lado de la resección si esta puede ser realizada con baja morbilidad en
centros con experiencia adecuada (21).
Estrategia terapéutica frente a un incidentaloma hepático
Uno de los problemas más importantes referidos al manejo de pacientes con tumores
benignos de hígado es no conocer con certeza cuál será su evolución natural en los pacientes no
resecados. Hay muchas evidencias que comprueban la influencia que tendrían las drogas
anticonceptivas orales sobre algunos de ellos. Por consiguiente está claro que aquellos pacientes
que presenten un tumor hepático resecado o no resecado asociado a la ingesta de anticonceptivos
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orales (por ejemplo, HNF o AHC) deben suspender definitivamente su tratamiento utilizando
otro método anticonceptivo. Si bien el embarazo ha sido proscripto en pacientes con AHC no
resecados, el embarazo en pacientes resecados no ofrecería mayores riesgos de generar nuevos
AHC.
A pesar del gran avance en los procedimientos de diagnóstico por imágenes no siempre
se logra el diagnóstico de certeza (2). En el paciente asintomático, con riesgo quirúrgico habitual
y con tumores potencialmente resecables, la laparotomía con resección tumoral completa es
recomendada en aquellos tumores que generan dudas diagnosticas. En caso de lesiones de gran
tamaño en el momento de la cirugía, una adecuada biopsia incisional de los márgenes del tumor
acompañado de tejido sano, o una excéresis tumoral en los casos de lesiones periféricas permite
al patólogo realizar, en la mayoría de los casos, el diagnóstico de certeza a través de un estudio
intra-operatorio. El objetivo más importante en este momento es identificar una eventual
patología maligna potencialmente resecable. Si se descarta la malignidad de la lesión, el próximo
paso será determinar la naturaleza de la misma y actuar en consecuencia con ello.
Como regla general, aquellos pacientes portadores de tumores benignos sintomáticos
tienen indicación quirúrgica si la cirugía puede ser realizada con un adecuado margen de
seguridad. Cuando la forma de presentación clínica es con shock hipovolémico o alteración
hemodinámica debido a ruptura tumoral con hemorragia, el paciente debe ser compensado
preferentemente antes de iniciar los procedimientos de diagnóstico y tratamiento. El riesgo
quirúrgico es elevado y la prioridad es controlar el sangrado. La angiografía digital es de gran
utilidad ya que permite embolizar selectivamente la rama arterial que origina la hemorragia. El
tumor puede ser resecado en forma electiva una vez superado el episodio agudo. Aquellos que
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presenten lesiones multifocales diseminadas por toda la glándula podrán ser sometidos a la
biopsia de una de ellas con criterio diagnóstico y no curativo. En algunas circunstancias extremas
el trasplante hepático puede ser una indicación de necesidad, ya sea porque el tumor produce un
trastorno funcional grave que dificulta su extirpación quirúrgica (hipertensión portal, síndrome
de Budd Chiari), o bien porque la lesión se encuentra asociada a una patología metabólica
hepática que induce la transformación maligna de la lesión (por ejemplo, adenomatosis hepática).
A continuación, se describirán algunos conceptos prácticos referidos puntualmente a cada
uno de los tumores incidentales que más frecuentemente se encuentran en la práctica clínica.
Hemangiomas. El tratamiento de los pacientes con hemangiomas cavernosos del hígado
permanence controversial, con conductas que oscilan entre la expectante y la resección
quirúrgica. El consenso está bien establecido frente a los hemangiomas sintomáticos o aquellos
asociados al Síndrome de Kasabach Merrit donde la resección quirúrgica tiene una indicación
precisa (22). Frente a los asintomáticos y no complicados la decisión terapéutica depende del
balance entre el riesgo operatorio y la historia natural de los hemangiomas no tratados. Mientras
que el primer factor depende de la experiencia del equipo quirúrgico o de factores inherentes al
estado del paciente, el segundo no está del todo claro. Es por ello que algunos grupos
especializados, dada la baja morbi-mortalidad asociada con resecciones hepáticas en condiciones
electivas, indican la cirugía en hemangiomas gigantes asintomáticos que se encuentren dentro de
una población de riesgo de ruptura. Este grupo de pacientes estaría definido por: lesiones de gran
tamaño (mayor de 10 cm.), lesiones de localización superficial, pacientes con necesidad de
tratamiento antitrombótico u hormonoterapia prolongada, profesión del paciente y factores
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sociales. El patrón de crecimiento es otro factor a considerar: hemangiomas que crecen un 25 %
del diámetro máximo en seis meses deben ser operados ya que se asocian con mayor riesgo de
ruptura o error diagnóstico. Por lo tanto, la cirugía sólo se indicará a los pacientes que presenten
algunos de los factores de riesgo mencionados (23). La técnica de resección quirúrgica más
recomendada es la hemangiectomía o enucleación tumoral respetando el parénquima sano
circundante (24). La ligadura de la arteria hepática como único tratamiento o la radioterapia no
deben ser utilizadas en este tipo de patología.
Quiste hepático simple. En los casos asintomáticos, la observación es la conducta
correcta a seguir. Raramente estos tumores producen síntomas compresivos o un abdomen agudo
por sangrado intraquístico, sobreinfección o ruptura (25). Los pacientes sintomáticos han sido
tratados utilizando varias técnicas que incluyeron aspiración percutánea, inyección de alcohol o
escleroterapia, resección quirúrgica, fenestración a cielo abierto o por vía laparoscopica. La
aspiración percutánea de estos quistes ha sido abandonada por varios motivos. Primero, muchos
quistes rápidamente recuperan su volumen motivando un elevado índice de recurrencias.
Segundo, si el quiste contiene bilis la posibilidad de bilirragia intraperitoneal existe. Tercero, si
se trata de un quiste neoplasico la potencial siembra del trayecto de punción o a cavidad
peritoneal es probable. La conducta adoptada frente a un quiste sintomático es la quirúrgica.
Algunos grupos recomiendan un abordaje laparoscópico ya que la fenestración se puede realizar
eficientemente con las ventajas de los procedimientos minimamente invasivos.
Independientemente del abordaje, abierto o laparoscópico, la conducta consiste en la aspiración
inicial del contenido y evaluación del mismo. Si el líquido es claro o no bilioso, se procede a la
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fenestración con resección de la pared superficial y cualquier formación nodular en la pared
remanente del quiste es biopsiada y remitida al patólogo para su estudio intraoperatorio para
descartar toda posibilidad de atipia (9). Si se comprueba su benignidad, el epitelio del quiste es
electrofulgurado y dejado abierto en la cavidad peritoneal la cual absorberá el líquido que
segrega el epitelio complementado con la utilización de drogas de acción diurética. Si el quiste
contiene líquido bilioso, lo cual es raro, se debe considerar la posibilidad de un drenaje interno
por medio de una quistoyeyunoanastomosis en Y de Roux o incluso la resección hepática.
Hiperplasia Nodular Focal. No hay evidencias que asocian la HNF como una lesión
premaligna pero si se han publicado casos en los cuales el diagnóstico inicial de HNF se
modificó por el de CHC fibrolamelar (8). Por lo tanto, ante la presencia de un tumor cuyo
diagnóstico ofrece duda la conducta terapéutica debe ser la resección quirúrgica (7). A pesar de
ello si el diagnóstico es realizado con certeza en el preoperatorio, las lesiones asintomáticas
deben ser manejadas en forma expectante debido a los bajos índices de complicación tumoral.
En lesiones de localización central y de difícil resección, la biopsia intraoperatoria que confirme
el diagnóstico es de gran utilidad ya que permite optar por una conducta conservadora en
pacientes asintomáticos. En caso de tumores periféricos la mejor biopsia es la resección tumoral
con margen adecuado de hígado sano, ya que en ausencia de una biopsia adecuada la
diferenciación entre una HNF, un AHC y un CHC fibrolamelar es difícil de realizar. Por lo tanto
cuando en pacientes asintomáticos la HNF está correctamente diagnosticada puede ser manejada
en forma conservadora y monitorizada por medio de ecografías. En casos de diagnóstico
indeterminado o dudoso nosotros resecamos todas las lesiones de acceso fácil y optamos por una
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conducta observadora en las HNF de difícil acceso o en las que el riesgo quirúrgico es elevado.
En estas lesiones, cualquier cambio de tamaño o de las características de la imagen lleva a
adoptar conductas más agresivas.
Adenoma Hepatocelular. Si bien algunos autores proponen la observacion y la
suspensión de todo posible estímulo hormonal como estrategia terapéutica, la mayoría de los
centros de referencia recomienda la resección quirúrgica cuando un AHC es sospechado (26).
Los argumentos a favor de la resección serian que la resección habitualmente cura al paciente de
sus síntomas, elimina las posibilidades de hemorragia, de transformación maligna y evita no
tratar una lesión maligna que haya sido incorrectamente diagnosticada como benigna (27). Por
otro lado la elevada incidencia de resecabilidad, los reducidos índices de complicaciones
quirúrgicas en equipos entrenados y el excelente pronóstico en el seguimiento alejado de estos
pacientes avalan la conducta resectiva (28). Muchas veces es necesario realizar resecciones
hepáticas extensas conllevando un elevado riesgo de sangrado intra-operatorio, lo cual sería
debido a varios factores. Primero, la mayoría de los AHC tienen un diámetro máximo mayor de
10 cm. Segundo, en la mayoría de los casos son de topografía central o con extensión central.
Tercero, el parénquima sano remanente frecuentemente es escaso y el margen de sección debe
pasar muy cerca del tumor el que es muy vascularizado con múltiples pedículos arteriales.
Cuarto, los AHC en su mayoría comprimen los vasos portales y las venas supra-hepáticas
mayores alterando los planos anatómicos de segmentación hepática que permiten resecciones
mas seguras. Por ello, la conducta adoptada en los centro de referencia en cirugía hepática es la
de resecar todas las lesiones clasificadas preoperatoriamente como AHC independientemente de
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su localización y tamaño debido a la elevada incidencia de complicaciones relacionadas con este
tipo de lesión (29, 30).
BIBLIOGRAFIA
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Tabla 1. Clasificación de los tumores hepáticos sólidos benignos
ORIGEN EPITELIAL ORIGEN MESENQUIMATICO
-Hepatocelulares:-Hiperplasia Nodular Focal.
-Adenoma Hepatocelular.
-Adenomatosis múltiple.
-Vascular: -Hemangioma capilar
-Hemangioma cavernoso
-Hemangioendotelioma infantil
-Colangiocelular: -Hamatoma de los conductos biliares
-Adenoma de los conductos biliares
-Cistoadenoma biliar
-Quiste solitario
-Enfermedad hepática poliquística
-Quistes hiliares múltiples
-Fibroma
-Lipoma
-Leiomioma
ORIGEN MIXTO
Hamartoma mesenquimático
Teratoma benigno
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Tabla 2. Clasificación de los tumores sólidos malignos del hígado.
ORIGEN EPITELIAL ORIGEN MESENQUIMATICO
Carcinoma hepatocelular
Carcinoma hepatocelular fibrolamelar
Angiosarcoma
Hepatocolangiocarcinoma Hemangioendotelioma epiteloide
Hepatoblastoma Otros: fibrosarcomas, leiomiosarcomas,
sarcomas indiferenciados
Colangiocarcinoma
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Tabla 3. Clasificación de los tumores hepáticos quísticos benignos.
-INFECCIOSOS -Abscesos hepáticos
-Quiste hidatídico
-Quiste amebiano
-NO NEOPLÁSICOS -Quiste solitario
-Enfermedad poliquística del hígado
No comunicante: -Enfermedad poliquística del adulto
Comunicantes: -Enfermedad poliquística infantil
-Fibrosis hepática congénita
-Enfermedad de Carolí
-Quistes hiliares múltiples
-NEOPLÁSICOS: -Hamartoma quistico
-Cistoadenoma mucinoso
-Cistoadenoma seroso
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Tabla 4. Diferencias en los estudios por imágenes entre Hiperplasia Nodular Focal y Adenoma Hepatocelular.
Hiperplasia Nodular Focal Adenoma Hepatocelular
Ecografía Hipoecoica con zonas heterogéneas Hipoecoico homogéneo
TAC Isodenso con cicatriz fibrosa hiperdensa
Hipodenso luego isodenso por captación del contraste EV.
RMN Isointenso en T1-T2 con cicatriz estrellada central hiperintensa en
T2
Isointenso con hemorragia y necrosis tumoral
Angiografía Lesión hipervascular con arteria nutricia central y vena
suprahepática accesoria propia. Desplazamiento de vasos.
Lesión hipervascular con patrón de irrigación desde la periferia al
centro. Múltiples pedículos arteriales.
Centellograma con Tc99 Captación normal o aumentada Ausencia de captación
Biopsia Hepatocitos normales separados por septos fibrosos, vasos de
neoformación, ductos biliares e infiltrado inflamatorio
Hileras de hepatocitos normales con ausencia de espacios porta,
ductos biliares y células de Kupffer.
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Tabla 5. Características diferenciales entre tres tumores sólidos de hígado: Hiperplasia Nodular Focal, Adenoma Hepatocelular y Carcinoma Hepatocelular.
Hiperplasia Nodular Focal
Adenoma Hepatocelular
Carcinoma Hepatocelular
Edad 3º - 4º década 3º - 4º década 6º - 7º década
Relación F: M 8:1 15:1 4:3
Forma de presentación
Asintomático Dolor abdominal Dolor abdominal o masa palpable
Condiciones asociadas
Anticonceptivos orales
Lesiones cerebrales (Hemangiomas,
malfomaciones vasculares o tumores)
Anticonceptivos orales
Enfermedades metabólicas
Cirrosis o hepatitis
Alfa-fetoproteína Negativa Negativa Positiva (60 - 80%)
Número 80% únicos 70-80% únicos Unicos o múltiples
Tamaño tumoral 75-80% menor a 5 cm. 75% mayor a 10 cm. Variable
Superficie de corte Nodular.
Cicatriz fibrosa central. Raramente hemorragia
Hemorragia frecuente. Escasa fibrosis
Necrótico. Fibrosis ausente (excepto fibrolamelares)
Tejido hepático adyacente
Normal Normal Normal, enfermo o cirrótico
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Figura 1. Paciente femenino de 31 años con una glucongenosis tipo 1 que presenta lesiones hepáticas múltiples de adenomas hepáticos. (Corte coronal abdominal de resonancia magnética nuclear con gadolinio)
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Figura 2. A: Hemangioma localizado en hígado izquierdo con patrón de tensión de la periférica al centro en la tomografía dinámica de hígado con contraste EV.
B: Aspecto intra-operatorio de un hemangioma gigante en hígado derecho
A
B.
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Figura 3. A: Aspecto típico de una hiperplasia nodular focal hepática en una resonancia magnetica con gadolinio. Se observa la típica imagen de cicatriz fibrosa central.
B: Imagen macroscópica de una lesión hepática resecada y que tiene aspecto característico de hiperplasia nodular focal.
A.
B.