La problemática del riesgo y la relación hombre …...Joseph Conrad y Juan Carlos Dávalos...

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1 UNIVERSIDADE FEDERAL DE SANTA CATARINA CENTRO DE COMUNICAÇÃO E EXPRESÃO DEPARTAMENTO DE LINGUA E LITERATURA EXTRANGEIRAS La problemática del riesgo y la relación hombre-naturaleza: Un análisis de los relatos Tifón y El viento Blanco. Alumno: Mauro Enrico Caponi Orientadora: Liliana Reales Florianópolis, Janeiro de 2012 ***

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UNIVERSIDADE FEDERAL DE SANTA CATARINA

CENTRO DE COMUNICAÇÃO E EXPRESÃO

DEPARTAMENTO DE LINGUA E LITERATURA EXTRANGEIRAS

La problemática del riesgo y la relación hombre-naturaleza:

Un análisis de los relatos Tifón y El viento Blanco.

Alumno: Mauro Enrico Caponi

Orientadora: Liliana Reales

Florianópolis, Janeiro de 2012

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UNIVERSIDADE FEDERAL DE SANTA CATARINA

CENTRO DE COMUNICAÇÃO E EXPRESÃO

DEPARTAMENTO DE LINGUA E LITERATURA EXTRANGEIRA

La problemática del riesgo y la relación hombre-naturaleza:

Un análisis de los relatos Tifón y El viento Blanco.

Monografia submetida ao departamento de Língua e Literatura Estrangeira para obtenção de

carga horária na disciplina TCC –

Aluno: Mauro Enrico Caponi

Orientadora: Professora Doutora Liliana Reales

Área de Pesquisa: Literatura

Palavras-Chave: Risco, Hierarquia,Literatura Inglesa, Literatura

Argentina, Joseph Conrad, Juan Carlos Dávalos, natureza ,realismo,

verossimilhança

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Este trabajo está dedicado a mis ídolos máximos:

Sandra Caponi y Gustavo Caponi

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UNIVERSIDADE FEDERAL DE SANTA CATARINA

CENTRO DE COMUNICAÇÃO E EXPRESÃO

DEPARTAMENTO DE LINGUA E LITERATURA EXTRANGEIRA

A banca examinadora resolveu atribuir a nota ...09...

ao Aluno Mauro Enrico Caponi na Disciplina TCC NroXX – , pela

apresentação deste trabalho.

Banca examinadora:

________________________________________

Profa. Dra Liliana Reales - UFSC

Orientadora

________________________________________

Doutorando Bairon Véllez Escallón – Pós-graduação em Literatura - UFSC

Florianópolis, 2012

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RESUMO

Este trabajo constituye una investigación comparativa-literaria. Dos relatos de

autores distintos serán analizados y sus semejanzas y divergencias serán apuntadas en

un momento final. Los dos relatos son: Typhoon (1900), una novela corta escrita por

Joseph Conrad y El Viento Blanco (1920), cuento del autor argentino Juan Carlos

Dávalos. Los personajes en ambas narraciones son trabajadores que necesitan entregar a

tiempo diferentes tipos de encomiendas. Las dos narrativas fueron elegidas por la

semejanza entre ellas, aunque fueron escritas en lugares diferentes y traten de realidades

diferentes, los dos relatos presentan travesías peligrosas por rutas imprevisibles, donde

la naturaleza demuestra su fuerza implacable por sobre la fragilidad de los hombres. En

ambos relatos se buscará discutir y apuntar el concepto de riesgo, utilizando la

concepción del sociólogo contemporáneo Zygmunt Bauman. Esta tesis también plantea

y analiza, mediante los textos, la relación hombre-naturaleza, en situaciones donde la

imposibilidad de actuar frente a fuerzas como tempestades impetuosas, revelan el lado

más animal e instintivo del ser humano.

Palabras Claves: Risco, Hierarquia, Literatura Inglesa, Literatura Argentina,

Joseph Conrad, Juan Carlos Dávalos, natureza realismo, verossimilhança

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Índice

1. Introducción……………………………………………………………….................7

1.1.Objeto de Estudio……………………………………..………………..……….…...7

1.2: El Problema de Investigación………………………………………...………..…....8

1.3.Justificación del estudio……………………………………………..…………….....8

2. Objetivos y Método…………………………………..……………………………. 10

2.1.Método……………………………………………………………………………...10

2.2.Objetivo general…………………………………………………………………....10

2.3.Objetivos específicos…………………………………………………………….....10

3. La imprevisibilidad del mar en Typhoon de Joseph Conrad ………….....................11

3.1.El Capitán Mac Whirr…………………………………………………………...… 13

3.2.El mar como zona de riesgo…………………………………………………….….16

3.3. “Es así la soledad del mando” …………………………………………….…........23

4. La fuerza del huracán en El Viento Blanco de Dávalos. ……….…………………...26

4.1.El patrón Antenor…………………………………………………..……………....29

4.2.La naturaleza imprevisible . ……………………………………………..………...32

4.3.La necesidad instintiva de vivir……………..……………………………….……..35

5. Convergencias y divergencias en El Viento Blanco y Tiphoon. …………………….38

6. Conclusión…………………………………………………………………...............42

7. Referencias Bibliográficas……………………………………………..………….....44

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1.Introducción

1.1. Objeto de Estudio:

Este estudio es un trabajo de literatura comparada. La investigación se propone a

analizar semejanzas y puntos de confluencia entre dos textos que, aun habiendo sido

escritos en épocas diferentes, y en locales diferentes, comparten imágenes de la vida

social y conceptos sobre las relaciones de trabajo entre compañeros que ejercen sus

labores en locales de riesgo. Por un lado, es analizado el relato de Juan Carlos Dávalos,

titulado El Viento Blanco (1922). Por otro lado utilizo la novela corta de Joseph Conrad

titulada Typhoon (1900), leída en la versión traducida al español, y cotejada con su

versión original en algunos momentos del texto en que la comparación sea necesaria.

Conrad nos presenta, en Typhoon, a un grupo de marineros que se ven obligados a

someterse al mando del capitán McWhirr, quien enfrentará los peligros, las sorpresas, y

los riesgos que esconde el mar, llevando a la tripulación hacia una terrible tempestad en

alta mar. Juan Carlos Dávalos, por su parte, presenta un grupo de cuatro personajes que

deben cumplir con una obligación laboral: llevar ganado desde Argentina hasta Chile,

pasando por la cordillera de los Andes donde una fuerte tempestad de nieve

obstaculizará la conquista de sus objetivos. En ambos textos, se forman grupos de

trabajadores guiados por un único comandante que, por su jerarquía, debe decidir por el

resto. Desde este punto ya se puede iniciar un fuerte análisis comparativo apuntando

muchas semejanzas que estos dos mundos tan diferentes presentan. Además, las dos

narraciones relatan viajes de personajes que están ejerciendo sus labores por rutas

peligrosas que generan miedo y ponen a los personajes ante el misterio que esas

situaciones de riesgo conllevan. Por ese motivo, en estos textos existen diversas

cuestiones problemáticas que deberán ser analizadas, no solamente la problemática del

riesgo y su vinculación con el miedo y el peligro, sino también los vínculos que los

hombres establecen entre sí, las relaciones jerárquicas de trabajo, y con las fuerzas de la

naturaleza.

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1.2: El Problema de Investigación

En su ensayo “La poesía gauchesca”, Borges (1980[1932], p.17) aproxima el

lugar que en la literatura argentina ocupan el campo y las actividades camperas, con el

lugar que en la literatura inglesa ocupan el mar y la vida marinera. Él aproxima, en este

sentido, a Hernández con Joseph Conrad (1857-1924); yo me propongo mostrar que, en

el caso de Juan Carlos Dávalos(1887-1959), esa analogía tiene mucho que decirnos.

Los hombres en ambas culturas tienen una relación de respeto e identificación

con la naturaleza. Aún siendo culturas tan distintas y alejadas, parece que esa

familiaridad con la vida en el campo, en el caso de los pampeanos, y con el mar, en el

caso de los británicos, se asemejan asustadoramente. En este trabajo se utilizarán

ejemplos claros pertenecientes a las dos culturas, donde aún tratándose de ficciones, se

presentan relaciones de trabajadores con el clima y el entorno social que son muy

semejantes. En la ejecución de sus labores, los personajes de los relatos aquí analizados

van a compartir tanto acciones y relaciones jerárquicas, como miedos y perturbaciones

de personalidad. Se tratará, inicialmente, de hacer un análisis detallado de las dos obras,

para posteriormente contrastarlas y aproximarlas.

Se percibirá al final de este trabajo hasta que punto en algunos casos el estudio

de textos literarios realistas, escritos por autores conocedores del medio en que se

encontraban, como Conrad o Dávalos pueden trazar perfiles humanos muy reveladores.

Las semejanzas que aquí se percibirán entre las dos historias, por un lado parecen ser

apenas coincidencias, por otro lado muestran que los hombres, aún estando en lugares

diferentes del mundo tienen una mentalidad muy parecida a otros de su misma especie.

Lo que parece es que, que cuando se trata de momentos de riesgo, los individuos

tienden a reaccionar de formas parecidas, hasta podremos llegar a afirmar, que en estos

relatos, lo “humano” se atenúa para dejar que una parte más animal e instintiva del

hombre pueda rebelarse.

1.3. Justificación del estudio:

Este trabajo pretende ser una modesta contribución para los estudios de dos obras de

grandes escritores que representaron épocas. Joseph Conrad y Juan Carlos Dávalos

supieron transformar en arte sus conocimientos acerca del mundo y del hombre,

usándolos como herramientas para crear narrativas capaces de hacer el lector sentirse un

espectador de mundos misteriosos minuciosamente creados y verosímiles.

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Es impresionante como la relación del hombre con la naturaleza traspasa las

fronteras culturales y hace con que una persona en cualquier lugar del mundo sienta, por

ejemplo, algo de libertad al mirar la inmensidad del mar. Esta relación es uno de los

elementos que hacen este estudio posible. Partiendo de dos situaciones diferentes, una

que transcurre en un barco en el océano que es sacudido por vientos que soplan de todos

lados, y otra que transcurre en las montañas de los Andes, donde un huracán de nieve

transforma el paisaje en una blanca prisión. Deseamos demostrar la fuerza narrativa que

estos dos relatos poseen, e intentaremos apuntar lo que ellos pueden enseñarnos acerca

de la esencia humana y de los comportamientos que pueden surgir como respuestas ante

situaciones de riesgo.

Desde una perspectiva más sociológica, este trabajo pretende traer para una

discusión académica ciertos problemas planteados por las relaciones humanas,

discutiendo temas como el riesgo y la jerarquía. En las dos narrativas un único hombre

se ve obligado a decidir por todos. En ambos casos, lo más importante será entregar el

cargamento de forma eficaz sin detenerse a pensar o a prever los riesgos que podrían

surgir en el camino. Esta relación entre patrones y peones es de suma importancia en las

dos obras, porque es una relación que va mucho más allá de los clichés donde los

peones podrían no tener voz y ser apenas herramientas de trabajo. Y no lo es así porque

Dávalos y Conrad saben que los vínculos legítimos entre los hombre suponen siempre

algo que implica relacionarse, vincularse, establecer lazos de amistad y comprender al

otro. Por eso, ni los marineros ni los arrieros son tratados como esclavos. Por el

contrario, ellos son escuchados y sus sugerencias son bienvenidas tanto por el Capitán

McWhirr como por el patrón Antenor Sánchez.

Se justifica ese trabajo porque un análisis profundo de dos métodos o estilos

narrativos tan diferentes, como los que encontramos en Dávalos y Conrad, pueden

contribuir a la identificación de un género de relato que, visto superficialmente, puede

ser confundido con el relato de aventuras. Conrad y Dávalos no son Jack London; y

quiero entender qué los distingue de este último.

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2.Objetivos y Método:

2.1. Método:

Se analizan los dos textos ya mencionados intentando comprender la peculiaridad de las

narrativas que allí entran en juego. Para realizar este estudio son utilizados análisis

provenientes de la teoría literaria, así como también estudios sobre los autores aquí

escogidos: Conrad y Dávalos. Fue necesario hacer referencia también a estudios

sociales que abordan las problemáticas del riesgo, del miedo, y de los vínculos

jerárquicos que se establecen en las relaciones laborales y de la relación hombre-

naturaleza. Algunas de esas cuestiones son analizadas a partir del concepto de riesgo,

particularmente a partir de los estudios de Zygmunt Bauman.

2.2.Objetivo general:

Analizar las aproximaciones y diferencias existentes entre dos relatos clásicos, Tifón de

Conrad y El viento Blanco de Juan Carlos Dávalos, a partir del estudio de los

principales elementos que caracterizan a esas narrativas.

2.3.Objetivos específicos:

1-Analizar de qué modo aparecen en esos textos abordadas las problemáticas del riesgo,

miedo y peligro.

2-Identificar referencias a cuestiones éticas tales como la fuerza moral de los personajes

3-Explicitar de qué modo los vínculos de trabajo y las relaciones jerárquicas aparecen

en esos relatos.

4-Explicitar las estrategias narrativas utilizadas en ambos casos para referirse a los

vínculos entre el hombre y la naturaleza.

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3. La imprevisibilidad del mar en Typhoon de Joseph Conrad

La novela corta intitulada Typhoon (1900), del famoso autor polaco radicado en

Inglaterra , Jozéf Teodor Konrad Korzeniowski (1857-1924) , más conocido por Joseph

Conrad, es de una calidad tan excepcional que puede transportarnos hacia otros mundos,

otras épocas, y otras formas de vivir. En esta novela corta se presenta una historia donde

el riesgo y el peligro son una constante. Apareció la primera vez por entregas en 1902,

en los primero números de la revista británica Pall Mall. La historia que relata es la de

una tripulación de marineros ingleses que marcha hacia una misión náutica laboral con

el objetivo de cruzar los peligrosos mares de la China Meridional, pasando por el

imprevisible y temido Estrecho de Formosa, que queda entre China y Taiwán. Esa

región es conocida por los mares turbulentos y el peligro de los amenazadores Tifones.

Inicialmente, en una gran introducción, se presenta al Capitán Mac Whirr,

hombre de pocas características físicas acentuadas pero que tiene una vida de extrema

dedicación al mar. El es llamado un día antes para encontrar su tripulación en el barco a

vapor Nan-Shan que será su vehículo de navegación en los próximos meses. MacWhirr,

viene desde Londres en tren para llegar al puerto donde está la embarcación, el capitán

es un hombre de elegancia que carga su paraguas para todos lados. Por lo que nos

cuenta el narrador de la novela de Conrad, el Capitán MacWhirr era un hombre que

había nacido en una familia de comerciantes en Belfest, y como acto de rebeldía a los

quince años huyó de su hogar para hacerse al mar. En un pasaje de la novela el narrador

hace una reflexión metafísica y casi fantástica acerca del destino de los marineros: “una

mano inmensa, poderosa e invisible que introduciéndose en el hormiguero de la tierra,

se apoderara de los hombres aforrándolos, haciendo entrechocar sus cabezas,

empujándolos hacia caminos imprevistos, orientando los rostros inconscientes de la

multitud hacia objetivos inconcebibles.”(Conrad,1993:61)

No solo este pasaje nos muestra la fuerza narrativa de las novelas de Conrad

como también hace trasparecer toda una reflexión sobre la dura vida que era elegida por

los marineros en el momento de rendir-se al mundo del mar y de dejarse llevar por las

incertidumbres y los riesgos que pueden tener travesías tan peligrosas, donde el miedo

se transforma en una constante y donde el riesgo está siempre presente. Cabe aquí citar

la nota preliminar del Libro de Tifón escrita por Daniel Freidenberg, donde afirma sobre

la narrativa de Conrad:

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Una aventura espiritual y quizá metafísica, no menos riesgosa y enmarañada, no menos asediada por la incertidumbre. Hasta donde resiste un hombre, hasta donde puede llegar: esto parece preguntarse siempre y sobre todo. Joseph Conrad, y en pos de ese interrogante mueve a sus personajes entre el exotismo de los mares de la China a Malasia… (Freidenberg in: Conrad, 1993: 8)

Lo que el sociólogo polaco contemporáneo Zygmunt Bauman describe como

riesgo, es exactamente esa falta de saber lo que está por venir, ese margen de lo

imprevisible en ese cálculo de posibilidades. Por eso sus reflexiones acerca del concepto

de riesgo en la contemporaneidad servirán como comparación con la época en que está

ambientada la novela corta de Conrad. Durante el siglo XIX los hombres evidenciaron

un mundo en permanente transformación, donde el enfrentamiento con los riesgos era

condición tanto para subsistir económicamente como simplemente para poder moverse

de un lado al otro del mapa, a diferencia del hombre del siglo XXI que se ve rodeado

por riesgos aparentemente controlables y paralizado por sus miedos.

La narrativa de Conrad en TYPHOON nos hace volver en el tiempo, hacia una

época donde los viajes marítimos eran la forma más rápida de conectar los continentes

Una época donde diferentes civilizaciones y etnias se intercambiaban y

comercializaban, tanto objetos y alimentos, como la mano de obra de hombres que

salían de sus países para trabajar en condiciones más dignas en otros lugares del mundo.

En el barco Nan-Shan, Conrad describe distintas culturas conviviendo juntas durante la

travesía de los mares de la China. El objetivo del viaje era llevar a más de 200

trabajadores chinos de vuelta a sus casas, viajando desde el sur hacia la puerto chino de

Fu-Chau, después de haber trabajado durante 7 años lejos de sus casas con la esperanza

de retornar a sus vidas. Cada uno de aquellos Hijos del Celeste Imperio, como los llama

el narrador, transportaba consigo todo lo que poseían en el mundo, dentro de cofres

cargados de dinero, vestimentas, inciensos de opio, y otros bienes que eran vigilados

con celo y defendidos ferozmente.

La vida dentro del barco no era fácil, y los trabajadores chinos estaban todos

dentro de un lugar llamado entrepuente, donde convivían escondidos del resto de la

tripulación. La única forma que tenían de comunicarse con el capitán MacWhirr era por

medio de la intermediación de un intérprete, llamado John.

Existen muchos elementos para la discusión de este riquísimo relato. Entre ellos,

está la problemática de la Jerarquía. Por un lado está el más poderoso dentro de la

pirámide de autoridad del barco, el capitán MacWhirr, quien aún siendo

jerárquicamente el más importante y el que da la ordenes, nunca aparece como un

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hombre arrogante y convencido. Por el contrario, el texto de Conrad, nos presenta

personajes que están lejos de ser estereotipados, y que tienen una destreza interior y

opiniones propias, creando una dimensión más profunda en el relato, familiarizando el

lector con los personajes.

Y quizá esta creación majestuosa, con personajes tan bien estructurados se deba

a que Joseph Conrad siempre haya sido un hombre del mar, que viajó por el mundo

conociendo personas, y que con sensibilidad artística fue capaz de retratar esa mirada

sobre el mundo en sus historias, como se puede percibir en el prólogo de El Negro del

Narciso escrito por el mismo en 1897 donde, mediante una comparación entre el arte y

la vida afirma:

El arte es largo, la vida es corta, y la verdad muy lejana. Así, inseguro de las propias fuerzas para

tan largo viaje, se pone uno a hablar del fin perseguido, del fin del arte, que como la propia vida

es atrayente, difícil de alcanzar, y está oscurecido por la bruma. No es la conclusión de una lógica

triunfante, no se encuentra en la revelación de esos secretos que llamamos leyes de la naturaleza.

No es menos grande que ellos, solo que es más difícilmente accesible. (Conrad, 2004:77)

3.1. El Capitán Mac Whirr

Sobre el personaje del capitán MacWhirr, se puede decir que es un hombre

correcto y que no se deja influenciar por preceptos racistas o prejuicios. Contrariamente

a eso, el capitán muestra su buena índole, cuando, por ejemplo, llama a John, para que

haga el trabajo de intérprete durante su estadía a bordo de Nan-Shann, él no seguiría

hasta el puerto de Fu-chau, pero viajaría con ellos durante buena parte de la travesía.

Por otro lado, no todo es amabilidad y hay un personaje de rasgos fuertes y

racista, que es el segundo oficial, Jukes. El es presentado como un arrogante y xenófobo

marinero que no está satisfecho con nada y que trata mal al intérprete chino John,

hablando con él como si fuera un animal o un ser menor. Hay un fragmento muy bien

descrito por Conrad, que ocurre cuando el segundo oficial Jukes debe mostrar a John los

compartimientos del barco, y lo hace, sin embargo de una forma realmente provocativa,

hablando un inglés diferente de lo normal, como si estuviera hablando con un mono,

usando mímicas y movimientos burlones para que John lo entienda.

Hay elementos, que le dan un carácter de realidad y una credibilidad más fuerte

al relato, y de estos elementos se pueden destacar las cartas que son constantemente

presentadas en la primera parte de la novela. Hombres como el capitán Mc Whirr, el

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jefe de máquinas Rout y el primer oficial Jukes, son despiadados en su intimidad. Las

cartas con las que se comunican con el exterior del barco son presentadas al lector del

relato. Lo que ayuda a demostrar que atrás de esas mentes entregadas a su suerte y a la

peligrosa vida del mar, existen personajes con sentimientos, que se corresponden con

sus familias y amigos contando sus confidencias y las situaciones que pasan en el barco.

Inicialmente nos parece que hay un cierto conflicto entre el capitán Mc Whirr y

el primer oficial Jukes. Pero en el momento en que una carta escrita por Jukes nos es

mostrada, Conrad demuestra una vez más su fuerza creativa al componer personajes tan

densos que pueden hacer el lector comprender equivocadamente sus intenciones. Jukes

en una carta confidente para otro amigo, segundo oficial en los mares del occidente

afirma acerca del capitán Mc Whirr: “En cuanto a nuestro patrón, no encontrarías un

capitán más tranquilo. Uno pensaría que le falta sensatez para darse cuenta de que algo

anda mal; pero no es así, no puede ser. Hace muchísimos años que comanda barcos. No

hace tonterías, dirige el barco muy bien, no molesta a nadie” (Conrad,1993:75).

Por otro lado en la misma carta el segundo oficial Jukes afirma:“El viejo Sal dice

que el capitán no tiene conversación. ¿Conversación? Si jamás habla… es tan inocente

que si te llevas el pulgar a la nariz y agitas los dedos en son de burla, él solo se

preguntaría qué te pasa” (Conrad,1993:76).

Después de esta parte, hay una colación del narrador que nos muestra un lado

importantísimo del relato. En este momento el narrador afirma:

Y no solo él pensaba así, hasta el mar, como contagiado por la benévola tolerancia del

señor Jukes, jamás había molestado aquel hombre silencioso, que casi nunca levantaba la

mirada y que viajaba inocente sobre las aguas, con el único propósito aparente de ganar el

sustento y la vivienda para tres personas que vivían en tierra. (Conrad,1996:77)

En este fragmento hay que atenerse con una mirada más profunda y sociológica.

A partir de ese momento el riesgo comienza a aparecer como problemática en el relato,

de cierto modo el capitán Mc Whirr estuvo toda su vida trabajando en alta mar

corriendo riesgos, y ya había pasado por temporales, como esclarece el narrador. Sin

embargo, lo único que le importaba era ganar su sustento y llevar dinero a su familia en

la tierra. Minimizando la importancia del riesgo de una tempestad o de un tifón.

Aún siendo el Estrecho de Formosa uno de los trayectos marítimos más

peligrosos del oriente por su inestabilidad climática, lo que le importaba al Capitán era

el tiempo en que terminaría su trabajo, para entregar a plazo el cargamento:

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Se mojó sufrió molestias y fatigas como todo el mundo, lo sintió en el momento y lo olvidó

casi inmediatamente.(…) Sin embargo, nunca había llegado a atisbar siquiera la fuerza y la

cólera desatada, y la furia, en fin, del mar apasionado. Sabia que aquello existía como todos

sabemos que existen los delitos y las desgracias; había oído hablar de esas cosas del mismo

modo que un pacífico ciudadano oye hablar de guerras, inundaciones y hambre, sin saber

que significan, aunque alguna vez se haya trenzado en una riña callejera, se haya quedado

sin cenar o una lluvia lo haya calado hasta los huesos. (Conrad,1993:77)

Esta parte del relato nos remite a lo que se puede llamar “la imprevisibilidad de

los riesgos”. Y este riesgo o peligro es lo que describe el narrador omnisciente como

algo que no se sabe qué significa, algo que se sabe que existe, pero que no tiene nombre

específico. Y ahora me arriesgo a darle un nombre y significado a esto que el narrador

dice ser tan misterioso. Es del riesgo que él está hablando, pero aquí el modo de tratar a

la probabilidad no es algo matemático sino más bien fantástico: el mar nunca le dio ni

un susto al capitán Mc Whirr, sin embargo, éste tendría que estar menos convencido de

que todo saldría bien. Así, se crea un personaje protagónico que es el mar, que, como la

propia vida, puede ser tranquilizador y pacífico, o fuente de inesperados peligros. De él

depende, en cierto modo, todo lo que va a ocurrir. Esta representación del mar se hace

explícita en el último párrafo del primer capítulo, cuando surge la comparación entre la

vida de los hombres corrientes y la vida de los hombres de mar:

El capitán McWhirr había recorrido la superficie del mar como algunos hombres recorren

los años de su existencia, para terminar hundiéndose suavemente en una tumba tranquila:

sin conocer la vida, sin haberse visto obligados a ver todo lo que en ella puede haber de

perfidia, violencia y horror. En la tierra y en el mar existen hombres así, afortunados: o

quizá desdeñados por el destino o por el mar. (Conrad, 1993:77)

Esta perfidia, este horror y esta violencia que cita el narrador de Typhoon puede

ser vinculado al concepto de riesgo, tema estudiado por Zygmunt Baumann en su libro

el Miedo Líquido donde afirma que los riesgos en la contemporaneidad se

transformaron en peligros calculables, sin embargo:

Los que convierten a nuestro mundo en vulnerable son, principalmente, los peligros de la

probabilidad no calculable, un fenómeno radicalmente distinto de aquellos a los que el

concepto de riesgo hace habitualmente referencia. Los peligros que son no calculables por

principio surgen en un escenario que es irregular por principio y en el que las secuencias

interrumpidas y la no repetición de secuencias son la regla y la falta de normas, la norma.

Son la incertidumbre de siempre, pero con otro nombre. (Bauman,2008:128)

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3.2. El mar como zona de riesgo

El mar no puede ser mejor ejemplo para demonstrar ese riesgo que funciona de

manera aleatoria, sin normas precisas. No se sabe cuándo puede venir una tempestad, y

cuál es la probabilidad de que pase, mucho menos en aquellas épocas, donde no había

tecnologías de satélite y previsiones climáticas. Y estoy hablando de un modo diferente

de lidiar con la probabilidad del riesgo, la predicción del mismo, y la vulnerabilidad que

este riesgo signifique. Conocer los riesgos te puede dar más coraje pero no te da más

seguridad. Como afirma en esta importante frase de su libro donde Bauman resume de

forma clara lo que deseo discutir: “Ningún peligro es tan siniestro y ninguna catástrofe

es tan fuerte como las que se consideran de una probabilidad ínfima”

(Bauman,2008:129).

Queda clara la genialidad de Joseph Conrad en transformar un relato no

solamente en un recorrido de episodios y acontecimientos sino también en una tela de

conceptos e ideas que pueden abrir una discusión más profunda sobre la existencia del

hombre frente a un mundo lleno de peligros. Parece que Conrad quería con este relato,

hacer una fiel representación de lo que ocurría en aquellos tiempos con los marineros y

con eso consigue representar todo un mundo en transformación. Uno de los objetivos de

la narrativa, parece ser, la descripción fidedigna de una asustadora realidad donde el

hombre se ve contornado por amenazas externas y riesgos, que deben ser enfrentados

aunque sean imprevisibles.

En un dado momento del relato las cosas empiezan a quedar claras, no solamente

para ese narrador omnisciente, sino también para el capitán McWhirr y la tripulación. El

capitán que parecía totalmente despreocupado con las condiciones climáticas y los

riesgos del viaje, empieza a observar con atención el barómetro del barco, pues se le

hace extraño el descenso repentino de la presión: “Parece que el mal tiempo está cerca”

piensa McWhirr en la segunda parte del relato.

Un terrible calor se hace presente en el barco y el viento cesa totalmente. Lo que

crea un tremendo problema pues el motor del Nan Shann funciona a carbón y para que

el carbón se transformara en vapor tendría que ser quemado, lo que requería una

corriente de aire que debería pasar por entre los ventiladores de la sala de máquinas.

Dentro de la sala de máquinas los fuegueros, marineros responsables por el

fornecimiento de carbón para la combustión del motor, desmayaban por la temperatura

elevada que hacía. El carbón no quemaba pues los ventiladores que deberían fornecer

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aire para la combustión no estaban girando. Los gritos se escuchaban desde el puente

donde el primer oficial Jukes y el segundo oficial buscaban sin éxito hacer girar los

ventiladores de la sala de máquinas.

Durante este momento el primer oficial Jukes se hace más presente en la

narrativa pues él estaba percibiendo lo que podría venir a ocurrir. Las condiciones

climáticas se demostraban muy favorables para la formación de un Tifón, el calor era

insoportable y algunas pocas nubes bajas flotaban sobre el mar. El capitán McWhirr

parecía medio atontado sin saber qué hacer. Lo único que lo preocupaba era ese bendito

instrumento, el Barómetro, que bajaba a cada momento.

El clima se hace tenso en el barco, no solo en relación a la temperatura

atmosférica sino también en relación a las discusiones entre los marineros que se hacen

cada vez más constantes. Por un lado el primer oficial Jukes que se ve perdido e irritado,

no sabe qué hacer, hasta el punto de decir que podría mismo blasfemar contra un santo.

Algo que para un hombre conservador como capitán McWhirr es de total falta de

respeto y lo hace irritarse profundamente al punto de decirle a Jukes que si continuara

con esa actitud tendría que mandarlo para fuera del barco.

Este momento es interesante pues el segundo oficial Jukes no se irrita con la

amenaza de Mc Whirr, por lo contrario siente que es algo interesante ver como el

capitán Mc Whirr finalmente había cambiado su carácter y su falta de expresión para

convertirse en alguien enojado y con un poco más de actitud. Jukes piensa consigo

mismo: “En buena hora! Alguien hizo cambiar al viejo, está malhumorado, por así

decir. Por supuesto, la culpa es del tiempo; ¿de quién si no? Este calor puede volver

pendenciero a un ángel, para hablar de los santos.” (Conrad,1993:85)

Nuevamente la personificación de la naturaleza aparece. Es como un monstruo

que se aproxima cada vez más y que da pistas para advertir su ataque. El capitán

McWhirr que siempre había sido un hombre de pocas particularidades se veía cambiado

por el clima, y también por el miedo. El primer oficial Jukes aun con un cierto tono de

cómico e irónico también preanuncia lo que puede ocurrir. Cuando se hace de noche

Jukes va hasta la cabina para hacer las anotaciones referentes al día. Las estrellas

ayudan a guiarlo por un tiempo, pero de a poco el cielo se empieza a llenar de nubes.

Conrad describe con ingeniosidad las características del segundo oficial,

presentado al lector en el medio del relato como siendo un hombre que parecía siempre

furioso, que no le escribía cartas a nadie y sin esperanzas de recibir noticias de ninguna

parte:

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Era uno de esos hombres que los capitanes de barcos reclutan por necesidad en los puertos

del mundo. Son bastante capaces en su oficio, parecen estar siempre acosados por las

penumbras económicas, no manifiestan tener vicios y exhiben en su persona todos los

signos del fracaso […]. Se van sin despedirse, descienden en algún puerto dejado de la

mano de Dios, en el que cualquier otro hombre temería tener que quedarse, solo llevan a

tierra un ruinoso baúl marinero, y parecen contentos de poder sacudirse de los zapatos el

polvo del barco”. (Conrad,1993:89)

Los personajes son detalladamente presentados y tal vez esto se dé por la

familiaridad que tuvo Conrad con la vida en el mar. Personajes como el primer oficial

Jukes, se hacen tan reales que sus actitudes nos impresionan dando al relato ese toque de

misterio e imprevisibilidad. En dado momento el oficial Jukes percibe que el barco se

está moviendo demasiado y extrañamente va hacia la cabina del capitán McWhirr para

advertir que los trabajadores chinos estarían en condiciones precarias para pasar por

fuertes oleajes adentro del entrepuente, donde estaban todos juntos. Es raro este

episodio, pues, nos hace percibir otro perfil del primer oficial Jukes. Éste, que en otro

episodio actuó de forma irrespetuosa con el intérprete chino John, con quien habló en un

tono prejuicioso, estaba pidiendo ahora a McWhirr que cambiara de ruta pues los

trabajadores chinos estaban viajando en condiciones precarias. ¿Qué pensar de esto?

Podría decirse que la actitud de Jukes es una acción de empatía para con los

trabajadores chinos, sin embargo, por otro lado la genialidad de Conrad no puede ser

discutida, y algo mucho más profundo se le puede haber ocurrido para mostrar la

personalidad de Jukes. Quizás Conrad esté representando, como un realista modernista,

la pura realidad en que los marineros vivían. Realidad donde seguramente existían

muchos preconceptos y racismos. En ese caso podríamos pensar que Jukes no había

hecho esa solicitud de cambio de rota por el confort de los trabajadores chinos, sino que

estaba tremendamente asustado y profetizando la catástrofe que podría venir a ocurrir,

como las condiciones climáticas conocidas bien lo demostraban. Quizás el personaje

esté tan bien estructurado que su intención mascarada no era ayudar a los trabajadores

chinos sino salvar su propia vida.

Sin embargo, es preciso hacer un breve comentario acerca del papel que estos

hechos sociales pueden cumplir en el relato. En ese sentido existen discusiones en el

universo de la crítica literaria donde se condena, por parte de algunos estudiosos, a

Joseph Conrad como siendo un representante de un imperialismo racista. Abdullatif Al-

Khaiat (2010) en un texto recientemente publicado, analiza hasta qué punto los textos de

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Conrad están comprometidos con el Imperialismo Inglés del siglo XIX y sus

ambigüedades en relación al tema del racismo. Para ese autor existen dos posiciones de

los críticos de Conrad sobre ese asunto, algunos argumentan que él sería un crítico del

racismo y otros destacan su postura Imperialista. Deberemos aquí, poner entre

paréntesis ese debate, su posición política y los elementos más o menos racistas que

aparecen en la obra, inevitables en el contexto de las ideas imperialistas predominantes

en la Inglaterra de la época, para detenernos en la riqueza narrativa del texto. Pues,

como afirma Juan José Saer refiriéndose a los condicionamientos histórico-sociales de

la narrativa:

[...] si bien no puede existir sin ellos, la validez de una obra de arte no depende de esos

fenómenos. [...] Que dos hechos sean contemporáneos no significa que se determinen

mutuamente [...]. La relación entre la novela y sus condicionamientos sociales no es

determinista, producto de esos condicionamientos, la narración posee, sin embargo, la

cualidad dialéctica de negarlo y producir, con los datos triturados y rehechos del

condicionamiento un sentido nuevo. (Saer, 2009:237)

Sin querer reducir el relato a un mero reflejo de condicionamientos sociales,

sabemos que no es posible dejar de observar la fuerza de esos elementos que sitúan a la

narrativa en un momento histórico y en un contexto social preciso. Así, en un momento

del relato, Jukes propone al capitán cambiar la posición del barco y posicionarlo de proa

al este para desviarse da la tempestad, que se estaba aproximando cada vez más, como

un camino corto hacia la muerte.

Por su parte el capitán Mc Whirr desprecia inicialmente la propuesta de Jukes y

hace quedar clara su opinión acerca de que los chinos, como los llaman, no necesitaban

viajar confortablemente, y no iría a cambiar su ruta para que ellos viajen mejor. Toda su

confianza se debe a un tipo de escepticismo muy bien presentado por Conrad en el

momento en que se crea este diálogo entre Jukes y McWhirr. Ese escepticismo de

McWhirr se debía quizá a la falta de experiencia y a un egocentrismo exacerbado que

no lo podía hacer pensar en el fracaso. Así demuestra en el dialogo con Jukes:

Un ventarrón es un ventarrón, señor Jukes – Continuó el capitán --, y un vapor de gran

potencia tiene que hacerle frente. Siempre hay mal tiempo en alguna parte y lo correcto es

atravesar la zona sin nada de eso que el capitán Wilson, del Melita, llama “estrategias de

tormenta”. Hace unos días, en tierra, lo oí hablar de eso con un grupo de capitanes que

entraron y se sentaron en una mesa próxima a la mía. Me pareció la mayor tontería. Les

contó que había vencido por medio de maniobras, creo que así lo dijo, una tempestad

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terrible, y que en ningún momento estuvo a menos de cincuenta millas de ella. (Conrad,

1993:95)

Esta maniobra de la cual habla, es exactamente lo que Jukes le estaba

proponiendo, y en la circunstancia sería una muy buena idea efectuar esa estrategia para

pasar por afuera de la tormenta y huir sin daños de la catástrofe. Pero el personaje del

capitán tiene una personalidad tan dura e inmutable que su capricho lo hace creer que

todas esas ideas no tienen importancia. No hay riesgo para el capitán, su objetivo estaba

trazado y no saldría de su trayectoria por un ventarrón.

La tormenta llega de sorpresa en un momento en que el capitán estaba tratando

de dormir. Los vientos fuertes invaden el barco y el cielo cerrado crea una atmosfera

aterradora. Jukes y otros hombres corren por la cubierta del barco tratando de mover el

timón y hacer algo para detener el movimiento violento de la embarcación. El capitán

sale de su cuarto y encuentra a Jukes asustado como un chico, no conseguía ni formular

las frases correctamente. El miedo toma parte de la situación. Los vidrios se empiezan a

romper y las lámparas se caen. El barco se hunde y sube nuevamente como un animal

descontrolado, densos chorros de espuma cubren el Nan-Shann de proa a popa.

Aún asustado con la situación, Jukes, trata de hacer con que los marineros

trabajen y tapen todas las entradas de agua que pudieran estar abiertas, como los

ventiladores de la sala de máquinas y otras. Pero, por otro lado una parte muy

significativa del relato nos da un mensaje que parece resumir bien las características del

mando y la diferenciación entre los trabajadores. Esto ocurre cuando el capitán Mc

Whirr aparece en la cubierta y lo encuentra a Jukes asustado. En este momento Jukes

demuestra un cierto alivio por la presencia del capitán, explicada por la transferencia de

buena parte de la responsabilidad que le cabía frente a la tempestad. Por su lado Mc

Whirr no podía sentir lo mismo, ni nadie podría darle ese tipo de alivio, “porque es así

la soledad del mando”.

En medio a momentos siniestros de sacudidas, de relámpagos y un viento

fuertísimo el barco no resistía a la fuerza de la tempestad y las piezas se comenzaban a

romper. Los hombres perdieron el contacto entre ellos y en este instante el narrador

hace una comparación interesante con otros tipos de catástrofes:

Así es el poder desintegrador de un huracán: nos aísla de los otros seres de nuestra especie.

Un terremoto, un alud, una avalancha atropellan al hombre como de paso, sin pasión. Una

tempestad furiosa en cambio, lo ataca como a un enemigo personal, trata de aferrar sus

miembros, se apodera de su mente, intenta arrancarle el alma.(Conrad,1993:102)

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Espantosas olas se apoderaban del Nan-Shan, el agua cubría todo el puente del

barco, y los hombres incomunicados trataban de salvarse: “El mar alisado por las

ráfagas más fuertes se elevaba después e inundaba totalmente el Nan-Shan con nevados

chorros de espuma extendiéndose entre ambas barandillas, para luego desaparecer en la

noche. En esa lámina enceguecedora, que se extendía bajo las negras nubes” (Conrad,

1993:106).

Durante este fragmento los dos protagonistas (Jukes e Mc Whirr) que hasta el

momento no estaban muy bien familiarizados entre ellos se encuentran en medio a la

tormenta y quedan juntos. Ellos consiguen, aunque precariamente, mantener una

comunicación acerca de los botes que habían sido llevados por el mar, y sobre las pocas

esperanzas que había de que la embarcación saliera de esa situación. No había más que

hacer. Solo se podía esperar que los motores no dejaran de funcionar y esa sería la única

chance de salir de esa situación.

Esa sensación de fragilidad e impotencia frente a la situación es demostrada de

una forma que deja al lector sufriendo junto a los marineros del barco. En un momento

Jukes y McWhirr están abrazados tratando de agarrarse de algo para no salir volando

por los aires y el barco se ve completamente destrozado moviendo sus restos de un lado

al otro. La embarcación se transformaba, en este momento, en un personaje, que

sufriendo y luchando contra su destino fatal se entregaba como herido de muerte. Y los

hombres no podían hacer nada a no ser esperar que el barco resistiera.

Esta parte del relato trasmite la sensación de exhaustividad, la noche se aferraba

ya de la embarcación, Jukes y el capitán mal habían dormido y estaban participando de

un momento de alta tensión luchando por la vida sin poder hacer nada a no ser agarrarse

bien y esconderse. Toda esa sensación la pasa un párrafo interesantísimo del relato: “El

simple hecho de aferrarse a la vida en medio del excesivo tumulto provoca fatiga

corporal, una insidiosa fatiga penetra muy hondo en el pecho de un hombre y termina

por abatir y entristecer su corazón, que es incorregible y que, de entre todos los dones de

la tierra aspira - aun antes que la vida misma - la paz” (Conrad,1993:116).

Este fragmento hermoso y casi poético abre un mar de reflexiones. Según el

Narrador-Conrad, el hombre busca la paz antes mismo que la vida. Y es tan bien

colocada esta frase que no podría haberse escrito nada mejor para la ocasión. En el

momento están Mc Whirr e Jukes aferrándose a la vida. Con un tremendo

embotamiento del espíritu usando sus energías para resistir al miedo y al misterio de la

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sorpresa. Lo que querrían en realidad era estar en paz, más allá de estar vivos o muertos,

como dice la frase recién citada, de entre todos los dones de la tierra que aspira el

hombre, aun antes que la vida misma está la paz. Estaban tan cansados que mal

conseguían abrir los ojos.

En medio a la tempestad el personaje del contramaestre aparece como de

sorpresa. Y junto con él toda una carga narrativa que cuenta su pasaje aterrorizador. El

contramaestre estaba en un pasillo oscuro donde los marineros se habían escondido

todos juntos. Y dentro de ese lugar el pánico estaba azotando la mente de todos, estaban

trancados sin luz, todos juntos moviéndose de un lado a otro, quejándose y peleándose.

El contramaestre recuerda entonces que en el entrepuente habían seis lámparas, y

resuelve ir a buscar-las, presionado por los otros marineros. Fue por medio de la

carbonera hacia donde estaban los chinos. Cuando llega al lugar encuentra una situación

muy rara. Los baúles de los chinos se habían abierto. Los bienes, objetos y dólares que

cargaban con ellos estaban volando de un lado al otro del entrepuente. Los chinos se

peleaban y se empujaban para conseguir agarrar el dinero que había caído. El

contramaestre resuelve que tiene de ir al encuentro del Capitán Mc Whirr para advertir

lo que ocurría en el entrepuente.

Había venido arrastrándose como un niño por el puente desviando los fuertes

soplos del viento y llegó hasta donde estaban refugiados Mc Whirr y Jukes. Traía la

información sobre las peleas entre los trabajadores chinos. Pero el capitán como

contornado por una benevolencia hacia cualquier tipo de mando y trabajo pensó que por

la ocasión de la tormenta sus responsabilidades no existían más.

El capitán McWhirr decide finalmente mandar Jukes a averiguar lo que estaba

ocurriendo. Cuando Jukes llega a la puerta del entrepuente encuentra esa situación de

euforia y de locura. Los chinos se peleaban por los dólares, que se habían caído por

todas partes después que sus baúles fueron tirados al piso. Se movían de un lado hacia el

otro como una masa única de gente. Jukes cierra la puerta con miedo de ser atropellado

por el grupo de personas. Y corre hacia la sala de máquinas.

En este lugar ocurre un momento muy interesante del relato. La embarcación

Nan-Shann, tenía una línea de tubos de comunicación que conectaban las diferentes

partes del barco. Mc Whirr, que seguía en la timonera, consigue por medio de los tubos

comunicarse con la sala de máquinas donde está Jukes, este último le advierte la

situación que estaban pasando los chinos. Aun comunicando con detalles todo lo que

estaba ocurriendo, Jukes no desea que el capitán lo obligue a enfrentar aquel

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inconveniente en medio a tal difícil situación en el barco. Las voces se escuchan con

una claridad impresionante y en este momento queda clara nuevamente la sumisión del

primer oficial Jukes hacia la autoridad del capitán. Surge una original e rara analogía

con un pulpo y sus tentáculos representando los brazos de la jerarquía absoluta del jefe:

“El brazo del jefe, largo como un tentáculo, estiró como un resorte y desvió su rumbo,

lanzándolo hacia los tubos de comunicación” (Conrad,1993:139).

El capitán ordena a Jukes que vuelva hacia donde estaban los chinos para que

recogiera todo el dinero que tenían. La intención era asegurar la calma en el barco.

Jukes no entra solo al compartimiento donde están los chinos, entra junto con los

marineros que estaban en el pasillo. No los mataron ni hubo ninguna pelea. Los

trabajadores fueron posicionados en filas y esperarían ahí el mando del capitán. Esta

parte del relato es impresionante, pues parece que cuando entran los marineros al lugar

donde estaban los “Hijos del Celeste Imperio”, estos se quedan con miedo y pasan a

comportarse: “Para los chinos, la llegada de los demonios blancos fue una escena de

terror. ¿Llegaban para matarlos ?”(Conrad,1993:147).

3.3. “Es así la soledad del mando”

El viento para de repente, y parece que la tempestad empieza a alejarse. La paz

retorna al navío, pero en el puente los destrozos son incontables. Todavía bajo el cielo

nocturno con algunas estrellas que surgían, la embarcación volvía a mover los motores

y seguía en medio a un mar con grandes olas, pero que no amenazaban más que el

huracán. El peligro no existía más, los marineros habían conseguido enfrentar el

poderoso Tifón sin ninguna pérdida humana. Se crea un clima de reflexión, donde

principalmente el capitán empieza a dialogar sobre lo ocurrido. Afirmando

insistentemente la frase que parecía concretizar su proeza: “Hay cosas sobre las cuales

los libros no dicen nada” (Conrad, 1993:148).

El capitán estaba realmente preocupado con el bien de los trabajadores chinos y

pretendía hacer algo para que estos no perdieran sus dólares. Toda esta resolución del

relato se da en la forma de cartas. Por un lado leemos la carta que envía el proprio

Capitán para su mujer, contando los males que pasó. Sin embargo por su parte, la mujer

del capitán también nos es presentada por ese narrador omnisciente y omnipresente,

mientras esta leía la carta de su marido. Parece que muy poco le importaba la vida de su

esposo, y sospechaba que nada de nuevo había ocurrido en aquel viaje como en tantos

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otros en que nada ocurría. La esposa del capitán para de leer la carta en el medio y ni se

entera de la tempestad. Por su parte sale de compras con la hija y se encuentra con su

amiga para hablar y consumir.

Ya en la carta enviada por Jukes para un amigo marinero se puede saber con

detalles como termino esta historia. Contando de forma irónica y casi jadeándose de su

proprio capitán, Jukes cuenta que la forma con que habían resuelto el problema fue un

tanto particular. Los trabajadores chinos habían estado todos durante el mismo tiempo

trabajando en el mismo lugar, entonces lo que se resolvió hacer fue posicionar a todos

ellos unos al lado de los otros y los dólares serían distribuidos de forma equitativa para

cada uno en la misma cantidad. El acontecimiento es retratado con una sinuosidad

narrativa que nos da más una vez esa dimensión que tanto consigue crear la narrativa de

Conrad: “Fue todo un espectáculo: elevadas olas, el barco destrozado, los chinos

maltrechos en el puente, avanzando a los tumbos uno por uno, para recibir su parte; y el

viejo todavía en mangas de camisa y con las botas alta, pagando en la puerta del cuarto

de mapas y transpirando como un demonio” (Conrad,1993:173).

El Capitán McWhirr se demuestra un hombre de carácter y de solidaridad, hace

un buen trabajo de capitán y hasta el último momento del episodio sigue trabajando para

que el barco continúe funcionando. Parece que aún siendo un hombre que nunca había

pasado por una catástrofe climática de esa magnitud, tenía ideales, y sabia hacer frente a

diversas situaciones a bordo del barco. Al final del cuento Jukes recuerda la frase que el

capitán le repitió más una vez: “Hay cosas sobre las cuales los libros no dicen

nada”(Conrad,1993:174).

Sin duda alguna el capitán había actuado por su propia cuenta y encontró una

solución para la distribución del dinero entre los chinos que realmente no aparecería

escrita en ningún libro de navegación ni en ningún manual de bordo. Se demuestra

finalmente un hombre de mucho carácter. Pero no pensaba lo mismo Jukes, quien

contaminado por su inclinación discriminadora hacia los orientales, continuara con una

imagen pesimista del capitán, como afirma en la última frase de la novela corta: “Creo

que salió bien parado de aquel asunto por ser un hombre tan estúpido”

(Conrad,1993:174).

Es interesante como son relatadas situaciones que simultáneamente van

ocurriendo en diferentes lugares, el relato consigue traspasar una imagen del todo

narrativo, haciendo el lector imaginar con nitidez la estructura total del barco, y sus

movimientos de ida y venida en medio a un mar revuelto de olas enormes, donde los

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hombres están totalmente perdidos en una imposibilidad de actuar frente a la fuerza

majestuosa de la naturaleza que no tiene ni remedio ni prevención, es algo que

simplemente no se controla. Las condiciones climáticas y las condiciones humanas son

presentadas en medio a un amontonado de relaciones que se mezclan para dar una

intersección de componentes que se juntan para formar el todo narrativo. Los

sentimientos que hacen al lector compartir esa angustia parecen ser de una mutualidad

frente a lo que sienten los pobres marineros de la embarcación. Es como si Conrad nos

hiciera viajar adentro del Nan Shann pasando las mismas dificultades y corriendo los

mismos riesgos de los tripulantes del barco.

Los detalles que son presentados constantemente hacen de Tifón una historia

casi visual, donde la naturaleza tiene un papel casi protagónico. La forma como Conrad

consigue al mismo tiempo mostrar los conflictos entre los tripulantes del barco y por

otro lado la brutalidad e impetuosidad de la naturaleza, hacen con que el hombre y el

mar se aproximen cada vez más. Parece que la influencia que tiene la naturaleza en los

pensamientos y acciones de estos hombres los hace volver hacia un mundo casi

primitivo y animal. Durante la tempestad se crea esa sensación de incapacidad frente a

la magnitud del océano y la naturaleza se hace respetar. Esa personificación constante

del mar crea una aproximación entre el hombre y sus orígenes, lo único que los

mantiene lucidos hasta el momento en que se detiene la tempestad es la instintiva gana

de sobrevivir, es lo animal, es el origen, es el mar.

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4.La fuerza del huracán en El Viento Blanco de Dávalos.

Aún siendo un escritor un poco olvidado por la crítica literaria especializada,

Juan Carlos Dávalos (1887-1959), formó parte de una generación de escritores

argentinos que conformaron un regionalismo literario que inició en la segunda mitad del

siglo XIX, a la que pertenecieron escritores como Fausto Burgos, Pablo Rojas Paz,

Daniel Ovejero entre otros. Predecesores de escritores como Joaquín V. González y

Ricardo Rojas que inauguran una tradición nacionalista y a la vez provinciana con

tendencias al realismo y a la objetividad.

La concepción de realismo puede caracterizarse, como bien explicita Noé Jitrik

en Panorama Historico de la Literatura argentina, por ser: “representación apegada al

referente “real, descripción directa y cruda de personajes y situaciones, renuncia a

cualquier embellecimiento del dato, pretensión de objetividad, narrador omnisciente”

(Jitrik, 2009:143).

Que inició su trayectoria como estilo literario en Europa durante el final del

siglo XIX, oriunda de una vertiente costumbrista – descriptiva y objetivista - del

naturalismo. Y que se formó en Argentina en un orden diferente como específica Noé

Jitrik:

El naturalismo entró después del romanticismo, tal vez para anularlo, y su vigencia plena y

ortodoxa fue muy breve, no más de dos décadas; el realismo lo sustituyó como posibilidad

de narrar, en un momento en el que las explicaciones de pretensión científica eran

insuficientes para entender fuertes contrastes, múltiples e invasores aspectos de una

sociedad que empezaba a salir del sueño del progreso indefinido para observarse en su

dramática imperfección. (Jitrik,2009: 145)

Uno de los cuentos más famosos de Juan Carlos Dávalos se titula El Viento

Blanco (Buenos Aires,1922) con el cual gana un premio nacional, haciéndose conocido

en todo el país. Como afirma Alicia Podereti en Tinta y celuloide: Proyecto

cinematográfico sobre “El viento blanco de Juan Carlos Dávalos (1941): “Es

importante recuperar el rol hegemónico de Dávalos en la literatura del Noroeste

Argentino, así como también los contactos de su escritura con la producción de una

pléyade de autores del interior del país, coetáneos de Dávalos y semiolvidados hoy por

la crítica y las editoriales” (Podereti,1999:7).

El relato se caracteriza por un realismo excepcional. Describe la travesía de la

peligrosa ruta de los Andes, hecha por un grupo de arrieros con la misión de transportar

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una tropa de ganados. Entre ellos se caracteriza un fuerte compañerismo y una unión

tanto laboral como ética, los trabajadores se dividen jerárquicamente, bajo el mando

mayor del Patrón Antenor. Los toros que constituyen la tropa son casi personajes aparte

y tienen una importancia fundamental para la creación de imágenes casi documentales

del paisaje.

Su obra vasta se divide entre narrativas de ficción, ensayos, obras de teatro, y

hasta historias infantiles. Tuvo un rol significativo para la tradición literaria argentina.

En el relato El Viento Blanco, estas características del realismo se encuentran

fácilmente, pues somos presentados al mundo de los arrieros por un narrador

omnisciente que trata la realidad con un objetivismo obsesivo. Mismo siendo una

ficción, la caracterización de los personajes y sus acciones pueden servir como

documentos fieles de una época y una realidad. Tema que será más discutido en la

conjunción de este análisis con el de Typhoon de Joseph Conrad.

El relato inicia en una planicie próxima de la cordillera de los Andes, el grupo de

trabajadores hace una breve pausa para que la remesa, como es llamado el conjunto de

100 toros que constituían la tropa, pare a tomar agua y descansar. En detalles

minuciosos acerca de los animales, el narrador del cuento relata: “Lentamente,

ahorrando fuerzas, hundiendo las pezuñas en el médano ardiente, las fauces resecas, los

ojos llorosos, las ancas enjutas, la testuz vencida, paso ante paso, los toros van

apartándose del camino para acercarse al agua” (Dávalos,1966:13).

Aquí percibimos la familiaridad de Dávalos con su región y con el lenguaje que

se utiliza en los campos, el relato está lleno de palabras del criollo, y los hombres,

cuando dialogan, tienen una característica forma de expresarse y esta forma de hablar

también es apuntada por el narrador: “Aquellos hombres hablaban cachaza, meditando

las preguntas, reflexionando las respuestas, como si el esfuerzo que exige tal género de

vida hiciera necesario reservar todas las energías de que dispone el organismo; y así,

eran parcos en el ademán como sobrios de imaginación y de la palabra.” (Dávalos,1966:

14)

Como característica de su narrativa, Dávalos tiene la originalidad de describir

con maestría la naturaleza y las condiciones climáticas. Se percibirá a lo largo del relato

como su minuciosa forma de describir los paisajes, el cielo, la luminosidad y otras

características de la naturaleza transforman su obra en una compilación de magnificas

imágenes y fotografías:

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La atmosfera estaba serena, diáfana, como en los mejores días de enero. Sólo se conocía

que era invierno por el tono amarillento, del “iro” en los cerros próximos y por la nieve que

cubría, hacia occidente, los picos más altos de la cordillera. Una brisa tenue y helada bajaba

de la cumbres rasando los médanos caldeados momentáneamente por el sol. (Dávalos,

1966:14)

Con estas descripciones tan detalladas, el lector consigue imaginar claramente lo

que está presentando Dávalos. Se puede sentir toda la atmosfera del viaje en este

pequeño descanso que no dura más de una hora. Después de eso, se relata la

reorganización de la tropa, que vuelve a su formación inicial donde cada arriero tenía su

posición. “A intervalos regulares, el grito de “huella” estimulaba aquella lenta masa de

carne pasiva y melancólica”. Son frases que realmente tienen una consistencia narrativa

muy poderosa, con algunas únicas palabras el autor consigue traspasar esa imagen del

cansancio y del trabajo arduo, tanto para los arrieros como para la tropa de ganados:

“Andar, andar siempre, caminar noche y día, es el afán constante del arriero, pues a

cada legua la novillada merma de peso y es necesario llegar a Chile en las condiciones

exigidas por los contratos” (Dávalos,1966:15).

El narrador del relato es como un simple espectador de los acontecimientos, de

vez en cuando describe algunos pensamientos de cada personaje, pero parece seguir la

línea del relato, sin detenerse a presentar específicamente las características de los

personajes que se hacen más definidos a través de sus acciones y diálogos.

Quizás sea por culpa de esta característica que tiene el relato – que transforma el

lector en un ojo presente en el momento, mirando lo que ocurre, mediante un narrador

omnisciente -, que Juan Carlos Dávalos y Ernesto Diaz Villalba hayan tenido la idea de

llevar a la séptima arte el cuento El Viento Blanco. Proyecto que ya está presente en las

cartas enviadas por Dávalos a Homero Manzi y Petit Murat, en 1941. Como afirma

Alicia Podereti (1999) en Tinta y celuloide:Proyecto cinematográfico sobre “El viento

blanco de Juan Carlos Dávalos (1941):

Dávalos sugiere allí que Manzi y Petit de Murat podrían hallar en su relato “El viento

blanco” temas para realizar una adaptación cinematográfica (Cfr. carta Nº 2). (…) Dávalos

pensó en Díaz Villalba como intermediario entre su texto y los productores, esbozando un

detallado Contrato en el mes de febrero de 1941. Allí también se planifica la venta de una

comedia construida sobre la base de “Águila Renga” y que habría de titularse, en su versión

adaptada: “Intervención Federal en Micrópolis (Cfr. Carta Nº 3).(Podereti,1999:14)

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Una parte del relato que, sin duda, podría haber dado lugar a una excelente

escena cinematográfica es la descripción que Dávalos realiza del momento en que, por

la noche, los hombres paran a descansar y el frio de los Andes se empieza a sentirse

cada vez más. Mientras Fabían Marinez cuidaba el ganado, Anastasio Cruz hacia la

sopa de charqui, Antenor Sanchez preparaba el fuego, Loreto Peñaloza permanecía

paralizado y golpeando diente con diente como estremecido por el frío andino. Aquí se

percibe una primer señal de compañerismo entre los hombre, Sanchez en ese momento

le dice a Loreto: “Echá de pie a tierra, Vení acóstate un rato. Allegate al fuego”

(Dávalos,1966:15).

Como buen patrón, Antenor Sanchez está constantemente tratando de organizar

las cosas y de hacer con que todos se sientan bien. Es como la figura de un capitán de

una embarcación que siente la responsabilidad de mantener las cosas en

funcionamiento. En ese momento, se prepara un tipo de medicamento para la fiebre de

Loreto, que queda dormitando e inmóvil sobre su mula.

Esta parte es realmente muy pintoresca y Dávalos hace una hermosa descripción

del ritual nocturno de descanso: “Recostados en la arenas, tomaron sopa, galleta, unos

tragos de vino y un jarro de café. Comieron en silencio, mirando absortos el encanto del

fuego” […]“ Después de comer se pusieron a fumar concienzudamente, imbuidos de la

honda laxitud nocturna” (Dávalos,1966:16).

3.3. El patrón Antenor

Luego, algunos se acuestan a dormir y el patrón Antenor se queda rondando un

poco para velar por la tropa. Antenor encuentra a Loreto todavía en mal estado y

pregunta qué puede hacer por él. Loreto agradece la preocupación de Antenor pero dice

que se va a mejorar. En este momento del cuento se hace una descripción

importantísima de Antenor, que nos hace pensar en la dedicación absoluta con su

trabajo como también en su respeto y lealtad hacia los hombres con quienes trabaja:

Antenor Sanchez se hacía querer por sus peones porque, siendo superior a ellos, los trataba

de igual a igual, con afecto de amigo. Lo respetaban porque era más hombre que ellos, y lo

admiraban porque era capaz de acciones bellas y generosas. Toda su persona respiraba

franqueza; sus grandes ojos negros expresaban perspicacia y lealtad. Era hidalgo de raza y

gaucho por educación y temperamento. (…) Sin perder las cualidades de su casta, había

asimilado todas las aptitudes físicas y espirituales del nativo. Y era sobrio como un indio,

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aguerrido como un indio, conocedor como un indio de las cosas del campo.

(Dávalos,1966:16)

Este párrafo final de la primera parte del relato, evidencia la ideología de

Dávalos. El énfasis dado al carácter de Antenor y la forma como describe la agilidad e

inteligencia de los indios demuestra lo que algunos textos sobre Dávalos afirman acerca

de su familiaridad con el pueblo indígena. Como en el texto de carácter etimológico

acerca de la palabra Garúa, escrito por Eduardo Giorlandini (2012), donde señala la

utilización del vocablo indígena en el texto Airampo de Juan Carlos Dávalos. La

objetivación de las características tanto lingüísticas como de comportamiento no dejan

duda acerca del realismo del relato, como afirma acerca de otro libro de Juan Carlos

Dávalos Alicia E. Podereti en Historia de la Literatura del noroeste argentino :

El plano dramático en el que se instala la historia del despojo y el sometimiento de la raza

vencida y la “raza sufrida”, se traduce en el enfrentamiento de dos vertientes culturales

antinómicas. Uno de los polos de esa oposición se personifica en los indios calchaquíes del

valle de Tinogasta, en la narrativa de Quiroga, y en los aborígenes quebraderos de “La

muerte de Sarapura”, de Juan Carlos Dávalos. (Podereti,2000:108)

Ya en un segundo momento del relato. Los arrieros llegan a la localidad de Catua.

Donde un viejo amigo de Antenor, Eriberto, vivía aislado en una hospitalera y rústica

casa. La descripción de la casa es minuciosa, y es interesante imaginar la vida de aquel

hombre que vivía en las proximidades de los Andes, donde cazaba todo tipo de animal:

En las paredes terrosas se veía, pendiendo en unas estacas de palo, correones, cinchas, una

guitarra, y algunas pieles de “choschoiris”, y de chichila ordinaria, Y todo aquel cúmulo de

trastos limpios y sucios, nuevos y viejos, emanaba con la sequedad, un olor mixto capaz de

hacer cejar a cualquiera que no siendo arriero asomarse las narices por el boliche.

(Dávalos,1966: 17)

Esa forma de referirse al trabajador de hacienda como un ser diferente de los otros,

especifica la forma dura de trabajo llevada por aquellos hombres, que convivían con los

animales noche y día, sin ascos ni impactos.

Eriberto Calloja estaba acostumbrado a recibir arrieros en su casa, y era de

costumbre que le dejaran algún animal de regalo por la hospitalidad que recibían

aquellos hombres cansados y muertos de frio. El personaje de Eriberto señala un punto

crucial de la narrativa: era un hombre que vivía en aquella ciudad de cazadores y

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mineros, que conocía las cordilleras como sus manos y que predecía con certeza los

cambios de tiempo. Durante una charla, mientras comían un asado suculento antes de

partir, ocurre una discusión acerca del tiempo. Antenor quiere irse de una vez por todas,

pues tenía que llegar a San Pedro de Atacama el lunes, por su lado no había más que

esperar, había visto la cordillera y el cielo parecía límpido. Pero Calloja le advierte que

no es una buena idea, pues aquel mes todavía no había nevado y eso pasaría pronto.

La confianza que traspasa Antenor demuestra el coraje de los arrieros y la forma

como estos se posicionaban frente a los riesgos de la naturaleza. Ese rapto de coraje era

lo que caracterizaba aquellos hombres, y el enfrentamiento con esa dificultad era lo que

podría identificarlos como buenos o malos arrieros. Retomo una frase del inicio del

relato para caracterizar ese impulso de los arrieros hacia sus objetivos: “ Andar, andar

siempre, caminar noche y día, es el afán constante del arriero, pues a cada legua la

novillada merma de peso” (Dávalos,1966:15) .

Los diálogos, no muy extensos, enriquecen la narrativa de El Viento Blanco, y

el lenguaje con que se comunican los arrieros está impregnado de criollismos, en este

momento Antenor demuestra su coraje frente a las advertencias de Eriberto y lo dice de

una forma muy diferente de cómo lo diría cualquier otro miembro de la comunidad

hispánica, a excepción de los gauchos y arrieros pampeanos. Como puede observarse en

este breve diálogo entre Antenor y Eriberto:

-Pasando pro al otro lao de Lari, aunque nevara, no importa. No es la primera vez que voy a

traspasar la cordillera.

-Ta güeno, entonces. Pero con “esa” no hay que jugarse.

(Dávalos.1966:18)

Aquí, además del lenguaje característico, también percibimos algo interesante, el

hombre de Catua se refiere a la cordillera como una persona, como una mujer, y

mediante el pronombre “esa” trasforma y personifica a la naturaleza. Parece que el

respeto hacia la montaña es tan grande que esta se personifica y se la eleva hacia el

nivel de un ser viviente con intenciones. Parece que se crea de ese modo, cierta

familiaridad con la naturaleza. El conocimiento de un nativo acerca de su lugar es

mayor que el de los forasteros, pero aún así, el patrón Antenor no le dio importancia a la

advertencia y decidió que tendrían que seguir camino. Los riesgos fueron enfrentados

pues, lo que importaba era llegar a tiempo para la entrega.

Me atendré un poco a la concepción de riesgo y abriré un paréntesis para

referirme al libro de Bauman, Miedo Liquido. La idea de :

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riesgo reafirma de forma indirecta y tácita la presunción de la existencia de una regularidad

esencial en el mundo. Solo sobre ese supuesto es posible, en principio y por su propia

definición, calcular los riesgos, y solo si se sostiene ese supuesto, puede intentarse – con

cierto éxito – minimizarlos tanto actuando como absteniendo-se de actuar (según

convenga). (Bauman,2008: 128)

Bauman se refiera en ese momento al mundo globalizado del siglo XXI. Esto es, a la

“sociedad del riesgo” propia de la modernidad tardía, donde se imagina que todos los

peligros pueden y deben ser anticipados. Es posible, a partir de los relatos aquí

analizados, El Viento Blanco y Tiphoon, hacer una oposición entre los habitantes de la

sociedad del miedo, propia del siglo XXI, y el hombre del siglo XIX, representado por

Antenor y por el capitán Mc Whirr. Ellos podían optar por enfrentar o no los riesgos,

pero no podían permitirse que las situaciones de peligro que podían surgir en sus

caminos, los transformaran en seres débiles y vulnerables. No había otra forma de

subsistir, para un arriero o para un Capitán de barco, que no fuera aceptar los desafíos

que la naturaleza imprevisible les presentaba.

El patrón Antenor, aún advertido de esa “regularidad del mundo”, esto es de los

posibles peligros y riesgos que encontraría en su camino, actuó a favor de lo que su

forma de vivir le dictaba y le exigía. Aunque tuvo la opción de abstenerse, resolvió

seguir adelante y andar, y andar aún más. Como afirma el narrador: “Y se adentraron de

nuevo lentamente en el sombrío desierto, mientras en la altura infinita las estrellas

temblaban como flores de nieve irisadas de luz” (Dávalos,1966:19) .

3.4. La naturaleza imprevisible.

Esa forma de describir la naturaleza con detalles casi poéticos trasforma el relato

en ese acúmulo de imágenes tan bien representadas que juegan con la imaginación del

lector. Se crea un sentimiento de desolación y de pequeñez que hacen del hombre un ser

insignificante frente a un mundo de cordilleras, montañas y cumbres majestuosas: “Ya

no volverían a encontrar, en seis días de camino por tierras de Chile, ni una brizna de

hierba, ni una gota de agua, ni un lugar de refugio. Les esperaba la desolación inerte de

los yermos de piedra, el desamparo glacial de las cordilleras, en cuyas agrias cimas ni

los cóndores se asientan” (Dávalos,1966:20) .

Ya estaban en el punto más alto de la ruta, llamado “el Losal de Lari”, cuando

sintieron una ráfaga de viento tibio que los tomó de flanco, luego después un viento frio

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del lado de Chile. Eriberto tenía razón, los hombres avistaban a lo lejos un acúmulo de

nubes que flotaban en el cielo, “ sintieron de golpe que sus rudos corazones se

achichaban” (Dávalos,1966:20)

En este instante las cosas empiezan a cambiar. Las ráfagas de viento se hacen

cada vez más intensas, las nubes surgen oscuras como “conos vulcanizados” de a

montones. Más una vez aparece en el relato la personificación y la intencionalidad casi

humana que se le da a la naturaleza.“Y era como si todos aquellos cráteres helados para

siempre hubieran puesto a rememorar, en mudo simulacro, el horror nunca visto de sus

antiguas convulsiones”(Dávalos,1966:20) .

Por lo visto, aquel tiempo calmo sin ningún peligro aparente empezó a cambiar,

los hombres gritaban para los animales que se escapaban del camino, y al grito de;

Huella!! Trataban sin mucho éxito de juntar la tropa desestructurada por el clima

asustador.

El indio Anastasio Cruz la noche anterior había visto un zorro cruzar de derecha

a izquierda, lo que representaba una superstición amenazadora. Asustado le pregunta a

Antenor en cierto momento: “¿No le parece mejor que volvamos? ¡Hay tiempo¡ Catua

está cerca.” Antenor contesta: “Yo tengo contrato y no me vuelvo (…) Cuando uno se

mete en el baile. ¡Hay que bailar!” Anastasio piensa: “Yo también tengo trato de palabra

con don Antenor, no hay más remedio que seguirlo” (Dávalos,1966: 20) .

Aquí la autoridad de Antenor se demuestra una vez más. Como por una

resignación, Anastasio Cruz no piensa en cuestionar la decisión de su patrón y se

entrega al destino, aún asustado. Como atrapados por una fuerza mayor e inundados por

el coraje, los hombres siguen camino después de colocaren sus abrigos de reserva:

“sustituyeron las botas medias y rodilleras de punto, caláronse los guantes y chulos de

vicuña, envolvieronse el cuello con sus bufandas y se pusieron las antiparras de vidrio

oscuro” (Dávalos,1966:21) .

Lo peor empieza a ocurrir en este momento del relato. Llega la nieve y los

hombres como imbuidos en un silencio aterrador avanzaban a toda costa, sin tregua por

el camino. Este momento es aterrador, se crea una atmosfera totalmente tétrica en el

cuento. Mientras los hombres trataban de seguir andando, la nieve empezaba a cubrir el

camino. Y lo único que hacía que los hombres no perdieran la ruta eran unos restos de

osadas que allí estaban y que dejaban trasparecer, por arriba de la camada de nieve,

algunas costillas, vertebras y grandes huesos: “carnudas calaveras que aún guardaban en

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el cuero momificado del hocico la mueca torturada de una agonía solitaria y brutal.”

(Dávalos,1966:21)

Siguieron caminando así, guiados por ese asustador paisaje hasta que por la

noche se detuvieron y quedaron encerrados en lo que el narrador llama de un “corral

fantástico”. Allí tenían que velar para que los animales no se murieran de frio y al

mismo tiempo descasaban alternándose en la guardia de la tropa.

Antenor Sanchez seguía con su labor incansable y observaba la novillada absorto

por un frio brutal, a ratos movía los pies congelados para sentirlos nuevamente en el

estribo. Un toro no resistió al frio y cayo inmóvil. Esta parte del cuento nos da una

imagen de miedo y de desesperanza.

La novillada, olfateando la muerte comenzó a balar. Fueron al principio desgarradores

alaridos: luego un claror quejumbroso, apagado, constante.(…) Hombres y bestias lloraban.

Éstas con un mugido lúgubre; los hombres con una que otra lagrima silenciosa, al recuerdo

del hogar, allá muy lejos en la tierra hermosa y benigna” (Dávalos,1966:22)

Es aquí que el relato se hace cada vez más dramático y trágico. Los hombres

estaban con miedo y no podían hacer más nada. La elección de estar ahí en ese lugar

inhóspito y aislado del resto de la humanidad no era por el afán de aventura o por

conocer nueva tierras. Estos hombres estaban trabajando en las condiciones precarias

con que se viajaba en aquellas épocas. El enfrentamiento con los riesgos de la

naturaleza eran el único modo de viajar y de realizar el tipo de trabajo propio de los

arrieros. Aún sospechando no poder rever a sus familias y viajando con esa constante

nostalgia de la paz de sus hogares, los hombres se rendían a lo inesperado y a lo

desconocido.

Dávalos presenta con maestría esa falta de energías y ese cansancio mezclado

con tristeza y miedo. Por un lado nos presenta los animales sufriendo por el frio y

gruñendo desgarradores alaridos de quejas. Y por otro lado muestra a los hombres

tristes y silenciosos que buscaban dentro de sí una forma de escapar de esa asustadora

situación. Aquí están, lado a lado, animal y hombre. Por un lado los toros, brutos

rumiantes incapaces de reflexión y por otro el hombre que, encerrado en su interior,

reflexiona sobre su destino. Los dos están juntos y de cierto modo sienten lo mismo,

comparten la incapacidad de actuar y el miedo de lo que puede venir a pasar. Se

establece un proceso de aproximación entre los hombres y los animales: el relato

presenta, al mismo tiempo, las sensaciones del hombre y el sufrimiento de esa “gran

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masa negra que se quejaba y resoplaba”. La naturaleza en este momento parece ser una

sola, los hombres estaban tan incapacitados de actuar frente a la situación como lo

estaban los toros asustados.

4.3. La necesidad instintiva de vivir

En la última parte del relato una consciencia de responsabilidad toma los

pensamientos de Antenor. Siente arrepentimiento de no haber escuchado al cazador

Eriberto que lo había advertido de que podría ocurrir. “veíase arruinado por su propia

culpa”. Este momento es interesante pues el mismo Antenor afirmando conocer quizá

mejor que un indio la cordillera, reconoce que su optimismo de hombre blanco había

jugado contra él. “Ahora reconocía, aunque tarde, la implacable hostilidad de aquella

naturaleza con quien él habíase familiarizado hasta perder todo recelo.” (Dávalos,1966:

21)

Percibimos como el personaje del patrón Antenor está lejos de ser una autoridad

estereotipada del tipo que no se interesa por sus peones. Por el contrario Dávalos crea

este hombre de pensamientos diversos que tiene compasión por sus hombres y que se

culpa a sí mismo por el fracaso de la misión:

Consideró la triste situación de los peones, estos seres pasivos y leales en cuyas rudas almas

el sufrimiento era un hábito heroico. Ellos no le dijeron ni una palabra de queja, pero

Sanchez les había visto en diversos momentos ocultar su aflicción y sacudirse sollozando

en silencio. Loreto le inspiraba, más que los otros, una profunda lastima. Como el pobre

muchacho venía enfermo, había tenido que prestarle un poncho, y en dos ocasiones

racionarle la mula para que no pisara el suelo mojado. (Dávalos,1966:22)

Los animales empiezan caer, y ya habían muerto cinco. La descripción que hace el

narrador del cuento sobre la forma como agonizan los animales antes de morir es

verdaderamente impresionante:

Le vio los ijares hundidos, las ancas estragadas, el espinazo en arco. El cogote filoso,

enclenque, habíase curvado en una contracción tan violenta que los cuernos tocaban casi el

lomo. Mostraba los dientes con la boca abierta, con las narices arremangadas, la lengua

rígida, los ojos vueltos al cielo. El pobre animal se tambaleó sobre las patas y cayendo de

rodillas se volcó a un costado con un quejido desfalleciente, profundo. (Dávalos,1966:23)

Para crear esta imagen Dávalos demuestra ser no solamente un conocedor de su tierra y

de su gente, como también un gran observador de los animales, de sus movimientos y

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de sus características físicas que tan bien son presentadas a punto de hacer al lector

visualizar con nitidez la impresionante imagen que observaban aquellos hombres. Toda

esa morbidez y ese sufrimiento crea una situación aterradora y le da al relato un carácter

de realismo indiscutible.

Como ante la serenidad que precede una catástrofe, se empezó a sentir una leve

calma en el clima. La nieve cesó, las nubes se empezaron a disolver. A lo largo

avistaron la “Laguna Lejia”, un local en el medio de la cordillera por donde pasaba el

camino y llevaría la tropa hacia el otro lado de los Andes.“Aquella es la cuesta –

exclamó Antenor, acabando por orientarse- Allá está la “apacheta”. Por aquel filo hay

salida.” (Dávalos,1966:24)

El problema era que la nieve ya tenía más de un metro de altura y ocultaba todo

el camino por donde debería pasar la tropa. Antenor tiene la idea de hacer un tipo de

pasillo, por el medio de la nieve, y ahí pasaría la tropa. Pero antes de efectuar esa ardua

tarea, el patrón como inundado por un sentimiento compasión con sus empleados, se

siente en la obligación de exponer su sentimiento de culpa. Pregunta a sus compañeros

si ellos concuerdan con la actividad. Aquí ocurre un momento de entendimiento mutuo

entre patrón y empleados. Anastasio Cruz dice: “Patrón Antenor, usted también ha

padecido a la par de nosotros… ¿Cómo cree que vamos a dejarle la tropa botada aquí?

Hagamos otro esfuerzo. Por mi parte yo estoy a lo que usted ordene. […] A lo que usted

ordene patrón – afirmaron los otros.” (Dávalos,1966:24)

Entonces empezaron a cavar el camino en la nieve, y trabajaron

desesperadamente toda la tarde hasta llegar al pie de la cuesta. Retornaron hacia el otro

lado del camino donde habían dejado los animales y empezaron arrear. “Los toros más

hulladores puntearon por la zanja; los demás a fuerza de azotes los siguieron”. La

remesa se salvaba.

Eso era lo que creían. De repente escuchan a distancia un tremendo fragor que

venía en dirección a ellos. Era el viento blanco. Todos gritaron el nombre de aquel

temido viento y vieron como se les venía encima aquel blanco huracán. La imagen que

crea Dávalos para ese momento es realmente impactante: “Vieron que el huracán

desnudaba las rocas y que la inmensa sábana blanca se revolvía ondulante, proyectando

al espacio raudos jirones de nieve pulverizada que corrían por las laderas, en la

penumbra, como legiones de fantasmas enloquecidos.” (Dávalos,1966:24).

El viento levanta una gran masa de nieve y la zanja por donde estaban pasando

los toros fue totalmente tapada, se veían únicamente negros puntos que sobresalían de la

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nieve, eran los hocicos de los animales. Cuando la tempestad cesó, los hombres

quedaron mudos y quietos totalmente asustados. Loreto se empezó a quejar del frio ,

Antenor fue hasta él para ayudarlo pero era demasiado tarde, no resistió: “Ya esta

pasado .. ¡Esta muerto!” (Dávalos,1966:25)

El final del cuento es terriblemente trágico y los tres hombres restantes siguen el viaje

“luchando mano a mano con la muerte, aturdidos por el azote que les helaba la sangre,

compelidos por la necesidad instintiva de vivir”. (Dávalos,1966:25)

Esta última frase del cuento hace que se entienda mejor la totalidad de la

narrativa. El cuento empieza con hombres totalmente despreocupados con los riesgos de

un viaje tan peligroso. El coraje y el conocimiento de la cordillera por parte del patrón

Antenor son demostrados al inicio del relato como armas infalibles. El patrón no parece

sospechar, en ningún momento, que las cosas puedan salir equivocadamente. La

racionalidad imperaba sobre lo instintivo, y lo único que interesaba era completar la

misión laboral para concluir el trabajo como estaba escrito en el contrato.

Ya al final del relato cuando toda la catástrofe ocurrió, el hombre se encuentra

delante de la fuerza de la naturaleza totalmente indefenso y desamparado, lo único que

le sobra es su instinto, se transforma prácticamente en un animal, no hay más planes que

hacer ni soluciones para buscar, lo único que sobró después del ataque impetuoso del

Viento Blanco fue la necesidad instintiva de vivir. El hombre pierde para la naturaleza y

al mismo tiempo se trasforma en ese animal guiado por instintos creado irónicamente

por la misma fuerza natural.

***

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4. Convergencias y divergencias en El Viento Blanco y Tiphoon.

Hay una gran semejanza entre la novela corta de Joseph Conrad, Typhoon, y el

relato o cuento de Juan Carlos Dávalos, El Viento Blanco. No solo porque fueron

escritos en momentos históricos muy próximos cronológicamente, sino también por

una aproximación ideológica y artística. A lo que me refiero es a que los dos relatos

pueden mostrar la realidad cotidiana de trabajadores que deben enfrentarse con el

peligro y con los riesgos de la naturaleza para realizar sus tareas.

Aún cuando la ficción no tiene como encargo representar las cosas como

“realmente lo son”, podemos decir que esas historias se refieren a situaciones que

podrían haber sido reales y verdaderas. Y para explicar esto, cito un ensayo escrito por

James Joyce titulado The Study of lenguage en el curso de primer año de la universidad

(Joyce, 1898- 1899): “Los grados más altos de la lengua, el estilo, la sintaxis, la poesía,

la oratoria son, no importa como los consideremos, los paladinos y los representantes de

la verdad” (Joyce apud Eco, 2003:85) .

Los dos escritores que elegí para realizar este trabajo fueron hombres que

conocieron con familiaridad las temáticas sobre las cuales trataban. Y supieron utilizar

sus conocimientos para crear dimensiones ficcionales capaces de hacer al lector conocer

esos mundos distantes y peligrosos.

Joseph Conrad vivió durante gran parte de su vida en el mar, inició su trayectoria

en el barco “Mavis” en 1878. Siguió como oficial de varios otros navíos que

despertaron su interés por otros mundos y por historias relacionadas al mar, y por

aventuras que ocurrían en territorios coloniales, como el Congo en “Heart of Darkness”,

adaptada al cine por Francis Ford Coppolla.

Por su parte, Juan Carlos Dávalos, tal como él mismo afirma en el prólogo del

libro Cuentos y Relatos de Nordeste Argentino:

[...] nada explica mejor mi pasión por expresar el contenido espiritual de mi provincia, que

mis antecedentes genealógicos y el arraigo secular en ella de las familias de que desciendo.

Por línea materna, desciendo de una hermana del general don Martín Miguel de Guemes,

que luchó por la independencia; de modo que desde mis primeros años, a principios de este

siglo, me hallé, por fuerza, rodeado de recuerdos históricos y antagonismos y emulaciones

de familia. (Dávalos, 1946:10)

Mientras por un lado como afirmé anteriormente, “Heart of Darkness” de

Conrad fue adaptado al cine por Francis Ford Coppolla, coincidentemente el cuento de

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Dávalos, en el otro lado del océano, también, como ya afirmamos, fue parte de un

proyecto cinematográfico que finalmente no se concretizó. Esto seguramente se debió,

en los dos casos, a que las historias que cuentan sus narrativas tienen un carácter muy

fuerte de misterio, acción, verosimilitud, y a que ambas se refieren a personajes fuertes

e interesantes.

Las dos narrativas elegidas para el trabajo nos presentan grupos de trabajadores

que hacen una travesía peligrosa y arriesgada. En la novela de Conrad, por el mar, bajo

el mando del Capitán Mc Whirr, y en el cuento de Dávalos, por las montañas, bajo la

autoridad del Patrón Antenor Sánchez. En los dos relatos los comandantes de las tropas

no temen lo que puede llegar a ocurrir, aún avisados por otros personajes sobre la

posibilidad de la formación de huracanes, ambos deciden enfrentar el peligro.

Como se pudo observar a lo largo del trabajo, los dos textos fueron analizados

bajo algunos conceptos matrices que centralizaron el estudio de estos relatos. El

concepto de riesgo que discute la sociología contemporánea, más específicamente en

este trabajo, la concepción de riesgo de Zygmunt Bauman en el libro Miedo Liquido,

fue de gran utilidad al momento de comparar la realidad que vive el hombre

contemporáneo del siglo XXI, rodeado de riesgos y atrapado por un miedo y una

vulnerabilidad incontrolables, con el hombre del siglo XIX que muchas veces buscaba

los riesgos y los enfrentaba, olvidando miedos y pensando solamente en la necesidad de

concluir satisfactoriamente la tarea iniciada y en su propia dignidad.

Los dos relatos se presentan en paisajes exóticos y casi fantásticos donde los

trabajadores viven momentos de angustia y desesperación donde sus palabras y

acciones resumen con claridad lo que sienten o lo que sentirían si se tratara de

situaciones reales. Como afirma Daniel Freidemberg en la nota preliminar de la

compilación donde aparece Tifón:

[...] el mar no sólo es el escenario de la mayoría de las narraciones de Joseph Conrad sino

también un símbolo, un modo de poner en escena fuerzas ciegas de lo real, entre las que los

personajes de estos cuentos y novelas tratan de mantenerse en pie, casi siempre acosados,

casi siempre situados en un momento crucial, no importa si por la fuerza de los hechos o

por su propio sentido de dignidad. Violento como en Tifón o desesperadamente calmo,

como en la Línea de Sombra, el mar implica para los hombres, en la literatura de Conrad, el

contacto con lo absoluto, lo ajeno, lo definitivo e inconquistable, lo que pone a prueba los

más templados corazones, y las intenciones más puras, tan imposibles de conocer, en cierto

modo como esa oscura zona interior de cada hombre donde a fin de cuentas se decide su

destino. (Freidemberg,1993:7)

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Las historias tienen mucha credibilidad, y quizás fue esa característica la que

tanto llamo la atención, en el momento de pensar en llevar a la séptima arte otros libros

y cuentos de estos ingeniosos escritores. Lamentablemente, las dos narrativas aquí

analizadas, aunque ambas posean estructuras propicias para la adaptación

cinematográfica, no fueron llevadas al cine.

La relación directa que hay entre la naturaleza y los trabajadores de estos dos

relatos es como dice Daniel Freidemberg en el texto antes citado: “lo definitivo, lo

incontestable, lo que pone a prueba los más templados corazones”. En ambos relatos la

naturaleza demuestra su fuerza y omnipotencia. Transforma los hombres en seres que

atados a lo único que les sobra, el destino, se dejan llevar por la imposibilidad de

enfrentar esas potencias de la naturaleza: el mar en Tifón y el viento en El Viento

Blanco. En ambos relatos los hombres quedan sin tener qué hacer, y el huracán es

quien decide si van a sobrevivir o no.

Los trabajadores, en ambas narrativas, frente a la fuerza trituradora de la

naturaleza, se transforman de nuevo en parte de ella, haciendo lo que ella permite que

ellos hagan y sobreviviendo en el límite entre la vida y la muerte. Lo que está en que

cuestión en estas historias es toda una temática acerca de la realidad laboral que

vivieron muchos de nuestros antepasados que viajaron por un mundo todavía inhóspito

y lleno de misterios, en condiciones precarias y arriesgadas, para poder alimentar a sus

familias y subsistir en ese mundo capitalista que empezaba a formarse.

Hasta qué punto podemos decir que los hombres son iguales, y hasta qué punto

son diferentes. en el caso de mis dos objetos de estudio eso posiblemente se deba a que

cuando la naturaleza pone en peligro al hombre, este responde con una mezcla de

instintos de conservación e interdicciones culturales. Una fuerza que asemeja las

reacciones de individuos que se encuentran en lugares distantes del mundo y que son

personas absolutamente diferentes. Es sobre algo parecido que quizás hable Juan José

Saer en el libro El Concepto de Ficción donde afirma que:

[...] toda obra artística supone una paradoja en cuanto a su pertenencia. Es inevitable que el

arte pertenezca a un momento histórico, a un lugar, pero en lo que tiene de

irreductiblemente artístico, es condición necesaria que esa pertenencia se borre, pase a

segundo plano. Lo esencial de Joyce no es que hable de Dublín, es que habla de mí. Esta

afirmación la puede hacer cualquiera, en Dublín, en Buenos Aires, en Djibuti. (Saer,1997:

93)

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Y si, entonces, debemos dejar de lado la pertenencia, creo que los dos ejemplos

usados en este trabajo son útiles para reflexionar sobre cómo funciona esta dimensión

donde se pueden pensar ciertas reacciones, acciones, pensamientos y miedos que de

formas muy similares son vividas por personajes. En el caso de estas historias, lo

intrigante es que, aún los personajes estando en lugares totalmente diferentes reaccionan

casi de la misma forma.

Más adelante en el mismo libro Saer afirma “podemos hablar de una

determinación externa, de orden planetario, cuya ausencia misma en el interior de una

literatura concreta puede ser considerada como un síntoma” (Saer,1997:99)

Existe así un punto en el que la literatura puede superar los límites y las fronteras

geográficas, de modo que aunque no se hayan leído uno al otro, dos escritores tienen

gran chance de escribir al mismo tiempo cosas muy parecidas en lugares diferentes.

Aunque cada uno de ellos presente características especificas del contexto en el que

escriben, condiciones de vida, relaciones de trabajo, especificaciones de lenguaje,

características técnicas, ambas remiten a ese orden planteario donde los humanos se

asemejan unos a los otros.

Como dice Saer. “No hay casi narración que no incluya en su contexto

elementos que pueden interesar a la sociología. La inclusividad de la novela permite que

datos de orden psicológico, ético, histórico, económico, se reúnan e integren en su

interior dando la impresión superficial de una miscelánea intelectual” (Saer,1997:233).

Sin embargo el mismo autor afirmará que: Los núcleos poéticos de la narración no están

en el saber expuesto sino en los momentos en que la conciencia del personaje se hace

autoconciencia y conciencia del mundo. (Saer,1997:234)

Y por eso quizás, que la literatura, en este caso los textos de Conrad y Dávalos,

puedan funcionar como una herramienta para discutir modos de comportamiento y

reacciones del ser humano.

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5. Conclusión

En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, en el marco de

la consolidación del capitalismo imperialista, comienza a emerger, lenta y casi

imperceptiblemente, un nuevo modo de percibir el peligro en general y las amenazas de

la naturaleza en particular, que sólo se tornará evidente en las últimas décadas del

segundo milenio. En esas décadas comienza a desvanecerse la imagen de un hombre al

cual se le exige coraje para encarar el mundo, y comienza a surgir ese hombre miedoso,

minimizador de riesgos, que es característico del siglo XXI. Pero, entre esas dos figuras,

la del hombre heroico y la del hombre miedoso, se intercala otra: la de aquél que, por

exigencia de las propias actividades económicas que realiza, y no para dignificarse por

su valentía, debe vérselas con el peligro; sin poder evitarlo, pero asumiendo las

responsabilidades que eso implica. Ese es el caso del capitán McWhirr y de Antenor.

Distintos, ambos, del aventurero heroico que encara el peligro sin que se le sea exigida

otra cosa que coraje, y del hombre actual, del que sólo se espera que sepa anticipar los

riesgos evitables.

Ellos, Antenor y el Capitan McWhirr son ejemplos de hombres que tienen que

enfrentar peligros, sin poder minimizarlos; pero no para ejercer la virtud del coraje, sino

para simplemente cumplir con sus trabajos. Ellos, en suma, son ejemplares de un tipo de

hombre que hoy parece en extinción; y los relatos aquí analizados nos permitieron

recuperar parcialmente su modo de sentir y plantarse ante el mundo. “Tifón”, del polaco

devenido inglés Joseph Conrad, y “El viento blanco” del salteño Dávalos, nos sirvieron

como documentos antropológicos e históricos para recuperar un modo de ser hombre

que hoy parece muy lejano y casi incompresible. Pero, el hecho de que esa

aproximación haya sido posible nos habla de que, no obstante los cambios culturales

radicales y profundos, existe un substrato de humanidad común que nos permite

entender modos de sentir y pensar muy distintos de los nuestros.

Como se evidencia en este trabajo, cosa que nunca antes había pensado, la

literatura puede tener un papel primordial al momento de estudiar construcciones

culturales. Aunque durante la historia de la humanidad hayan cambiado las

concepciones de mundo y la forma como nos relacionamos con él, hay en los seres

humanos cosas que son muy semejantes en diferentes lugares y momentos. Dávalos se

planteó problemas semejantes a los de Conrad, y sus relatos nos mostraron que gauchos

salteños y marineros ingleses pueden pensar y sentir de forma semejante. Pero al

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hacerlo también nos permitieron ver que nosotros, en el siglo XXI, somos capaces de

entender cómo era que ellos se enfrentaban a las circunstancias de su existencia. Y es

muy posible que lo que facilita esa comprensión sea el hecho de que tantos esos

gauchos como esos marineros estaban viéndoselas con las poderosas e incontrolables

fuerzas de la naturaleza: por eso no nos sorprende que sus reacciones y sentimientos

sean semejantes entre sí; y por eso sus actitudes nos parecen tan compresibles.

En algún punto profundo, relativamente inmune a los avatares de la cultura, el

modo de ver la relación hombre-naturaleza parece no haber cambiado; y no estoy

hablando aquí de ecología o algo del género. Me refiero a la sensación de fragilidad y

de debilidad que siempre genera la majestuosa, desesperadora, e incontrolable fuerza de

la naturaleza. Ella, en realidad, parece tocarnos en esas fibras de nuestra intimidad que

compartimos con todos los hombres y que tienen sus raíces en nuestra propia

animalidad. La comparación, y la aproximación, entre lo que pueden pensar y hacer

hombres de diferentes culturas, pone en evidencia, no menos que la Anatomía

Comparada o los análisis de ADN, que todos somos parte de una misma especie. Por

eso reaccionamos de formas semejantes a los factores externos. Tal vez habría que

recordar algo que muchos quieren ignorar: somos todos animales, la animalidad hace

parte de nosotros y nosotros de ella. Todos tenemos un lado instintivo que nos hace

reaccionar de formas muy semejantes. Aun diferenciados por ideologías, condiciones

socio-económicas, o por pertenecer a épocas diferentes de la historia, salimos todos de

un mismo mono que alguna vez se paró en dos patas; y es eso lo que nos permite

comprendernos: incluso cuando se trata de literatura.

***

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