J Arostegui, Teoria y Metodologia de La Historia

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    PRLOGO

    Este libro representa un intento de hacer llegar a los estudiantes de his-

    toria, fundamentalmente, y en especial a los de nuestros nuevos, y msque problemticos, planes de estudio, un texto que pueda aportarlesideas bsicas sobre la formacin suficiente y deseable que comportara

    su futura dedicacin profesional. Pero un libro de este tipo, estoy encondiciones de asegurarlo, puede ser cualquier cosa menos fcil de ela-borar. Lo que aquhay, pues, es el resultado de una laboriosa, y a ve-ces dolorosa tambin, transaccin entre la aspiracin a construir un en-sayo de tesis para colegas y otros estudiosos y la necesidad que te-

    nemos, a pesar de las interesantes publicaciones aparecidas reciente-

    mente, de libros bsicos de trabajo en nuestras universidades. Ello noexcluye, en modo alguno, sino ms bien presupone, la posibilidad ynuestro deseo de que el libro interese en todo caso a esos colegas y es-

    tudiosos.

    El texto presente cumplira plenamente su objetivo si fuera capaz de serasimilado por lectores del tipo de nuestros estudiantes de los ltimoscursos de la licenciatura y del doctorado, al tiempo que pudiera ser valo-

    rado en sus propuestas ms personalizadas por aquellos profesionalesy colegas de quienes, sin duda, va a recibir un juicio ms aquilatado yseguramente, ms severo. En todo caso, y por ahora, yo preferira quecumpliera el primero de esos cometidos sealados, aunque sque paracumplirlo ha de satisfacer tambin el otro. Un libro de este gnero nopuede ser plenamentetil a los estudiantes si no es aceptado primera-mente por los profesores.

    Soy enteramente consciente, claro est, de que la formacin bsica y

    seria de un historiador, sobre todo en los confusos tiempos intelectualesque corren, necesita bastante ms que un libro para ser aceptable. Sbien que una disciplina constituida no puede encerrarse en unos pocos

    centenares de pginas en las que se pretenda dilucidar de un plumazonada menos que la teora y el mtodo de una actividad intelectual viejade siglos como es la de historiar. Sin embargo, la teora y el mtodo detal disciplina distan mucho de estar sobrados de tratados bsicos situa-

    dos prudentemente entre la vulgaridad del artesano - vulgaridad de la

    que acusaba Ortega a los historiadores- y la disquisicin ms o menosabstrusa delfilsofo de la historia. Si este libropretende asumir algo es que la teora y el mtodo de la historiografahan de ser elucidados por los historiadores mismos.

    Pretendiendo hacer un texto lo ms comprehensivo posible y lo ms sin-

    ttico, se ha articuladoste en tres secciones claramente diferenciadas.Una introductoria-La naturaleza de la disciplina historiogrfica-, una se-gunda dedicada a la teora historiogrfica -La construccin del conoci-miento historiogrfico- y por fin, una tercera dedicada al mtodo y lastcnicas que el historiador puede emplear -Elmtodo de la historiogra-fa-. Se ha procurado que dichas partes tengan un desarrollo equilibra-do.

    He compartido las numerosas dudas que han acompaado a este traba-jo desde que comenzsu elaboracin con muchos amigos, incluidos en-tre ellos mis alumnos, y colegas que han ledo y sufrido varias versio-nes de estas pginas correspondiendo generosamente a mi peticin deque intentaran ver en ellas ms debilidades, para corregirlas, que lasque yo mismo pudiese ver. A todos quiero expresar un reconocimiento

    que, en cualquier caso, es poca correspondencia con esa generosidad.

    Agradezco, pues, a mis alumnos de licenciatura y doctorado en la Uni-

    versidad Complutense haber soportado textos de prueba, haberlos le-

    do pacientemente y haberme dado sus impresiones y sealado muchasdificultades de comprensin. De todo ello se ha desprendido una impre-sin en algn sentido reconfortante: la de que lo que menos han com-prendido ellos era siempre aquello mismo sobre lo que yo dudaba

    ms... Un parejo agradecimiento he de hacerlo extensivo a los alumnos

    de doctorado que he tenido en las universidades del Pas Vasco y deValencia, que me ofrecieron en este sentido una ayuda tambin inesti-mable.

    Entre aquellos colegas que han invertido una parte de su tiempo en el

    intento de que este texto mejorara debo sealar, muy en primer lugar,las ayudas que me prestaron Elena Hernndez Sandoica, que soportel ms antiguo y deslavazado, supongo, manuscrito del texto; de Juan

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    Andrs Blanco, que ha juzgado con particular detencin otros algo msavanzados, y de Glicerio Snchez Recio, que enjuicitambin estas p-ginas desde sus primeras elaboraciones. Ellos tres han contribuido, en

    fin, a evitar muchos errores en la versin final del libro. Antonio Nio,Gonzalo Bravo, Encarna Lemus y Jordi Canal leyeron y comentaron

    tambin todo o parte del original. De otros muchos he recibido estmulos

    directos o indirectos en un proceso que se ha alargado bastante ms delo que yo prevea. Beatriz y Elena Arstegui me ayudaron a preparar lalista bibliogrfica final. Resulta casi ocioso aadir que estas ayudas hanvalido siempre para mejorar lo que aquse incluye. De todo lo que restamejorable no hay ms responsable que yo.Pero, deforma especial, la materializacin del texto en un libro tieneotras dos deudas fciles de sealar y difciles de evaluar. Una empezaperfilarse en una ya lejana carta de Josep Fontana, con comentarios

    cientficos y editoriales acerca de la primera versin de una de las par-tes de este libro, que constituypara m, adems de una particular sa-tisfaccin por las coincidencias, mayores que las discrepancias, segnme deca, un estmulo excepcional por venir de alguien que ha hechoentre nosotros un enorme esfuerzo intelectual en los extremos de los

    que el texto precisamente se ocupa. Otra, muy importante, la tengo con

    la paciencia y la comprensin de un viejo amigo como Gonzalo Pontn,que rige los destinos de la editorial Crtica.

    Madrid y Pars, diciembre de 1994

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    SECCI

    N PRIMERATEORA, HISTORIA E HISTORIOGRAFA

    (La naturaleza de la disciplina historiogrfica)

    La Seccin primera de este libro pretende abordar la problemtica gene-ral del conocimiento de la historia hoy. Para ello se parte de la distincincuidadosa entre lo que es la entidad historiay lo que puede ser una dis-

    ciplina del conocimiento de la historia. Apostamos decididamente por

    adoptar el nombre de historiografapara tal disciplina, por razones quese exponen suficientemente, creemos, ms adelante en el cuerpo del

    texto.Como toda disciplina que intenta crear y aumentar un cuerpo de conoci-

    mientos sobre determinada materia, que representen algo ms que unmero ejercicio de sentido comn, la historiografanecesita dotarse de al-gn contenido terico. Pero ese contenido tiene, tal como se explicarms detalladamente despus en esta obra, un doble sentido.Por una parte, toda disciplina normalizada construye un cuerpo de expli-

    caciones articuladas -teora- sobre la materia a la que dedica su estudio.O, dicho de mejor forma: en el seno de esa disciplina los especialistas

    proponen teoras alternativas. Esa es la teora que genricamente llama-mos cientfico-constitutiva. Sustancialmente, se tratara aqu de respon-

    der a la pregunta acerca de qu es la historia y las distintas especifica-ciones que en ese concepto pueden hacerse. Esta teora cientfico-cons-titutiva es sustantivay emprica, su funcin es explicar los fenmenos.Pero, de otra parte, hay un segundo objeto de teora necesario: el queintenta establecer cmo se conoce la historia y cmo los conocimientospueden agruparse de forma articulada en una disciplina de conocimien-

    to. Es lo que llamamos teora disciplinar, o teora formal, y sta es epis-temolgica, es decir, investiga cmo pueden conocerse los fenmenos.Quesy cmo se conoce la historia son dos planos que en el sentidocognoscitivo no pueden ser separados. Tienen una implicacin recpro-ca. La separacin slo es lcita a efectos analticos y didcticos, para pe-netrar operativamente mejor en cada uno de ellos. Los motivos expositi-vos, pues, nos han llevado a la conclusin de que es preciso empezarhablando de la forma en que se constituye la disciplina de la historiogra-

    fa, para detenernos ms adelante, en la Seccin segunda de la obra, enel anlisis de la naturaleza misma de lo histrico.En esta Seccin primera, en consecuencia, vamos a intentar analizarcules son los fundamentos para elaborar una teora del conocimiento

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    de la historia, pero sin entrar en profundidad en su elaboracin. Luegoanalizaremos la situacin de la historiografa en el lugar propio que cree-mos que le corresponde entre los conocimientos del mundo del hombre.

    La conclusin la podemos adelantar ya: el conocimiento historiogrficoes una especie ms de los llamados cientfico-sociales. Pero esa con-clusin tiene que ser argumentada suficientemente.

    En resumen, en el captulo 1 se establecen las lneas generales en tornoa las cuales puede construirse, a nuestro juicio, una teora de la historio-grafa. En el captulo 2 se pretende exponer de forma lo ms sencilla po-sible, pero suficiente, qu es el conocimiento a la manera cientfica dela sociedad, porque ese es el entorno justo, el nivel epistemolgico ade-cuado, en el que se ubica el conocimiento histrico y, acto seguido, ar-gumentamos la calificacin de la historiografa como ciencia social. Elcaptulo 3 se ocupa de la renovacin de la moderna disciplina historio-grfica.

    1 HISTORIA E HISTORIOGRAFA: LOS FUNDAMENTOS

    La crisis de la historia... estado inorgnico de losestudios histricos... proviene de que un excesivonmero de historiadores jams reflexionaron so-

    bre la naturaleza de su ciencia.HENRI BERR, La sntesis en historia

    Parece difcil encontrar palabras ms apropiadas que las del historiadorfrancs Henri Berr, que figuran en el frontispicio de este captulo1, paracomenzar un libro en el que se aborda el problema de la adecuada for-

    macin cientfica del historiador. En este juicio, cuya autoridad descansaen haber sido pronunciado por uno de los primeros renovadores de la

    historiografa en nuestro siglo, resulta ms sintomtica la causaatribuidapor Berr a la crisis que la crisis misma. Los historiadores no reflexionan

    lo suficiente sobre los fundamentos profundos de su trabajo. A cualquie-

    ra le resultara sorprendente que ms de ochenta aos despus de ha-berse escrito estas palabras no parezca que haya razones para cambiar

    un pice de su contenido. A nuestro modo de ver, el problema de la re-flexin de los historiadores sobre la naturaleza de su ciencia sigue enpie.

    Es impensable un progreso sostenido de la disciplina de la historiografasin que esa reflexin que Henri Berr demandaba se lleve a efecto. Pordesgracia, en los propios crculos de los historiadores se ha consideradodurante demasiado tiempo que el historiador no es un terico, que suocupacin no es filosofar, que historiares narrar las cosas como efecti-vamente sucedieron, y otrascosas semejantes. Estas posiciones las he-

    mos visto florecientes hasta hace no mucho tiempo, y tal vez no quepadecir que han dejado de florecer... No es preciso insistir en que una po-

    sicin de ese tipo no puede sino dificultar de forma determinante todoimpulso de progreso disciplinar y cientfico de la historiografa.

    1 H. Berr, La sntesis en historia, UTEHA (coleccin La Evolucin de la Humanidad),Mxico, 1961. Primera edicin en espaol, traducida de la segunda edicin francesa de1952, con un nuevo Prlogo y Apndice del autor, p. XIV.

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    El historiador escribe la historia, en efecto, pero debe tambin teori-zar sobre ella. Sin teora no hay avance del conocimiento. Sin una cier-ta preparacin terica y sin una prctica metodolgica que no se limite arutinas no es posible la aparicin de buenos historiadores. Pero ququiere decir exactamente teorizar sobre la historia y sobre la historiogra-

    fa? En este primer captulo se pretende, justamente, presentar de forma

    introductoria tal asunto, mostrndolo en lo que sea posible en el contex-to de lo que hacen otras ciencias sociales y empezando desde el proble-ma mismo del nombre adecuado para la disciplina historiogrfica.

    1. LA HISTORIA, LA HISTORIOGRAFA Y EL HISTORIADOR

    En el intento de fundamentar una nueva prctica de las formas de inves-tigar la historia hay dos cuestiones que conviene dilucidar previamente,

    aunque no sea ms que para exponer los problemas sin la pretensinde encontrar una solucin definitiva. Uno es el del nombre convenientepara la disciplina que investiga la historia, cuestin que se ha discuti-

    do ms de una vez. La otra es el perfil universitario que debera con-tener la formacin y preparacin cultural, profesional, tcnica, del histo-riador. Vemoslas sucesivamente.

    Historiografa: el trmino y el concepto

    Observemos primero que el nombre mismo que se da al conocimiento

    de la historia ha planteado desde antiguo problemas y necesita hoy, cre-

    emos, de algunas puntualizaciones. La palabra historia es objeto de

    usos anfibolgicos de los cuales el ms comn es su aplicacin a dosentidades distintas: una, la realidad de lo histrico, otra, la disciplinaqueestudia la historia. Veamos la importancia que para una prctica como lainvestigacin de la historia tiene la precisin del vocabulario.

    El lenguaje especfico de las cienciasPor regla general, las ciencias al irse constituyendo van creando unos

    lenguajes particulares, llenos de trminos especializados, que pueden

    llegar a convertirse en complejos sistemas de lenguajes formales2. La

    ciencia, se ha afirmado a veces, es, en ltimo extremo, un lenguaje3. Laterminologa filosfica puede ser un buen ejemplo de lo que significa esajerga especializada en el caso de los lenguajes verbales. Las ciencias

    duras recurren todas hoy a la formalizacin en lenguaje matemticode sus proposiciones para la elaboracin y el desarrollo de sus opera-

    ciones cognoscitivas.En un nivel bastante ms modesto, las llamadas ciencias sociales pose-en en mayor o menor grado ese instrumento del lenguaje propio, cierta-

    mente con importantes diferencias en su desarrollo segn las discipli-nas. Pero todas ellas poseen un corpusms o menos extenso y precisode trminos, de conceptos, de proposiciones precisas que son distintasde las del lenguaje ordinario. A un nivel bsico existe, sin duda, una cier-ta homogeneidad en el lenguaje de estas ciencias sociales que se ha

    impuesto partiendo de lo conseguido por las disciplinas ms desarrolla-das. Hay un lenguaje especfico de la economa o de la lingstica, porejemplo, que son muy caractersticos y estn absolutamente aceptados.

    Pero el lenguaje especializado es hoy una de las cuestiones ms proble-mticas en el campo de las ciencias sociales.El problema terminolgico en la ciencia se manifiesta antes que nada apropsito del propio nombre que una disciplina constituida debe adoptar.Y por lo que concierne a la nuestra ese es el que primero vamos a abor-

    dar. Se ha dicho a menudo que el empleo de una misma palabra para

    designar tanto una realidad especfica como el conocimiento que se tie-ne de ella constituira una dificultad apreciable para el logro de concep-tuaciones claras, sin las que no son posibles adelantos fundamentales

    en el mtodo y en los descubrimientos de la ciencia. Por lo tanto, siem-pre que un cierto tipo de estudio de la realidad acaba definiendo con la

    debida claridad su campo, su mbito, su objeto, es decir, el tipo de fen-

    2 Hablamos de lenguaje formal, de lenguaje construido por el hombre de formaplanificada con arreglo a unas reglas estrictas, por contraste con el lenguaje natural,el habla del hombre que va inserta en el proceso mismo de hominizacin. Losproblemas referentes a la ciencia son tratados con mayor detenimiento en el captulo 2de esta obra.3 Cf. el interesante estudio de G. G. Granger, Formalismo y ciencias humanas, Ariel,Barcelona, 1965.

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    menos a estudiar y se va perfilando su forma de penetrar en ellos, o

    sea, su mtodo, surge la necesidad de establecer una distincin, relativaal menos, entre ese campo mismo que se pretende conocer -ya sea la

    sociedad, la composicin de la materia, la vida, los nmeros, la mentehumana, etc.- y el conjunto acumulado de conocimientos y de doctrinas

    sobre tal campo.

    El problema de la creacin de un vocabulario especfico para un rea deconocimiento dada empieza precisamente ah: en cmo diferenciar en ellenguaje un cierto objeto de conocimiento y la disciplina cognoscitiva

    que se ocupa de l. Se trata, sencillamente, de dotar a cada disciplinade un apelativo genrico que describa bien su objeto y el carcter de suconocimiento. Los nombres de las ciencias se inventan; eso es lo que

    ocurri a partir del siglo XVIII. Es frecuente as que el nombre de mu-chas ciencias nacidas de la expansin de los conocimientos desde en-tonces se haya compuesto de una partcula descriptiva de la materia, ala que se ha aadido un sufijo que es un neologismo calificativo comn:loga, tomado del griego logos. Sociologa, psicologa, geologa, etc. O,

    a veces, grafa, descripcin. Pero hay parcelas del conocimiento muchoms clsicas con nombres particulares: la fsica es un buen ejemplo deantigua denominacin griega, aplicada ya por Aristteles.Y hay an otro fenmeno no inusual tampoco: el de que el nombre deuna disciplina haya acabado creando un adjetivo nuevo para designar la

    realidad que estudia: la implantacin de la psicologa ha acabado crean-do el trmino psicolgico, la geologa el trmino geolgico, la geo-grafa, geogrfico. El nombre de una ciencia determinada, constituidopor un neologismo, ha dado lugar, a veces, a un nombre distintivo para

    el tipo de realidad de la que se ocupa.

    Anfibologa del trmino historiaLas someras consideraciones que hemos hecho son tiles para analizarun problema anlogo y real de nuestra disciplina, a saber: el de la msadecuada denominacin posible para la investigacin de la historiay pa-ra el discurso histrico normalizado que aqulla produce. La historio-grafa es una disciplina afectada en diversos sentidos por el problema

    del lenguaje en que se plasma su investigacin y su discurso Por elloes preciso tratarlo ahora.

    La cuestin comienza con el hecho, comn a otras disciplinas, desdeluego, de que una sola palabra, historia, ha designado tradicionalmente

    dos cosas distintas: la historia como realidad en la que el hombre estinserto y, por otra parte, el conocimiento y registro de las situaciones y

    los sucesos que sealan y manifiestan esa insercin. Es verdad que eltrmino istorie que emple el griego Herdoto como ttulo de la mticaobra que todos conocemos significaba justamente investigacin. Portanto, etimolgicamente, una historia es una investigacin. Peroluego la palabra historia ha pasado a tener un significado mucho msamplio y a identificarse con el transcurso temporal de las cosas.

    La erudicin tradicional ha aludido siempre a esta incmoda anfibologaestableciendo la conocida distincin entre historia como res gestae -co-sas sucedidas- e historia como historia rerum gestarum -relacin de lascosas sucedidas-, distincin sobre la que llam la atencin por vez pri-mera Hegel4. En la actualidad, Hayden White ha sealado que el trmino

    historiase aplica a los acontecimientos del pasado, al registro de esosacontecimientos, a la cadena de acontecimientos que constituye un pro-

    ceso temporal que comprende los acontecimientos del pasado y del pre-

    sente, as como los del futuro, a los relatos sistemticamente ordenadosde los acontecimientos atestiguados por la investigacin, a las explica-ciones de esos relatos sistemticamente ordenados, etc.5. No es estauna confusin pequea.Fue el pensamiento positivista el que estableci la necesidad de que lasciencias tuviesen un nombre propio distinto del de su campo de estudio.

    Tal necesidad parece obedecer a la idea tpica del positivismo clsico deque primero se descubren los hechosy luegose construye la ciencia, o,

    lo que es lo mismo, que la ciencia busca, encuentra y relaciona entre s,

    4 G. W. F. Hegel, Lecciones sobre la filosofa de la historia universal, Alianza Editorial,Madrid, 1989.5 H. White, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representacin histrica,Paids, Barcelona, 1992, p. 159. El ttulo espaol de esta publicacin confunde el quetiene en su versin original, que es The Content of the Form. Narrative Discourse andHistorical Representation. Escamotea la expresin Discurso narrativo que es de granimportancia.

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    hechos. Existe una ciencia de algo si hay un hecho especfico que lajustifique, identifique y distinga. Toda ciencia debe tener un nombre in-

    confundible y de ah que no se dudara en acudir a todo tipo de neologis-mos para drselo.El positivismo busc la definicin de la historia en el descubrimiento, cla-ro est, de un supuesto hecho histrico. Elproblema terminolgico vie-

    ne, pues, de antiguo: la palabra historiadesigna, por decirlo de algunaforma, un conjunto ordenado de hechos histricos, pero designa tam-bin el proceso de las operaciones cientficas que revelan y estudiantales hechos. Que la misma palabra designe objeto y ciencia puede

    parecer una cuestin menor, pero en la realidad resulta engorrosa y ori-gina dificultades reales de orden epistemolgico. De ah que tambinprontamente se ensayase la adopcin de un trmino especfico que de-signe la investigacin de la historia.Ahora bien, resulta que el hecho de que el vocablo historiadesigne al

    mismo tiempo una realidad y su conocimiento no es el nico ejemploque puede mostrarse de una situacin de tal tipo. En realidad, una difi-

    cultad anloga afecta a otras disciplinas de la ciencia social y de la natu-ral. En efecto, eso mismo ocurre con la economa, por ejemplo, y el len-guaje comn ha hecho que ocurra tambin en el caso de la psicologa,la geologa o la geografa: los nombres de las disciplinas, al contrario delo ocurrido con la historia, han pasado a designar realidades, como he-

    mos dicho. Es frecuente el uso de ciertas palabras con significados ml-tiples en las ciencias sociales, como ocurre con economao poltica, en-tre otras. Por nuestra parte, y de momento, basta con insistir en el ca-

    rcter no especfico para la historiografa de este problema terminolgi-co. Pero cabe sealar, igualmente, que en la situacin referente a la his-toria no hay razn para que esta polisemia se mantenga, de la mismamanera que ha tendido a ser eliminada en el caso de otros vocablos quedesignan ciencias, como en el caso de la poltica o politologa. Aunquela cuestin no es privativa, ni, tal vez, crucial para la disciplina de la his-toria, s es de suma importancia.Cuando hablamos de historia es evidente que no hablamos de una reali-

    dad material, tangible. La historia no tiene el mismo carcter corp-reo que, por ejemplo, la luz y las lentes, las plantas, los animales o la

    salud. La historia no es una cosa sino una cualidad que tienen las

    cosas6. Por lo tanto, es ms urgente dotar de un nombre inequvoco a laescritura de la historia que heno con las disciplinas que estudian esas

    otras realidades, que, por lo dems, tienen nombres bastante precisos:ptica, botnica, zoologa o medicina. Es primordial dejar enteramenteclaro, desde la palabra misma que lo designa, qu quiere decir investi-

    gar la historia. No puede negarse que en el caso del estudio de la his-toria existen razones suficientes para estimar que de una primera diluci-

    dacin eficaz de esta cuestin terminolgica -y despus, naturalmente,de todas las dems- pueden esperarse grandes clarificaciones. La ndo-le no trivial de la cuestin terminolgica la manifestaron ya hace tiempocorrientes historiogrficas como la de Annales, o la marxista, y ambashan hablado de una ciencia de la historia.

    La palabra historiatiene, pues, como se ha dicho, un doble significado al

    menos. Pero, a veces, se han introducido palabras o giros especiales

    para expresar sus diversos contenidos semnticos. As ocurre con laclara distincin que hace el alemn entre Historiecomo realidad y Ges-

    chichtecomo conocimiento de ella, a las que se aade luego la palabraHistorik como tratamiento de los problemas metodolgicos. Jerzy To-polsky ha sealado que la palabra historia, aunque sea slo usada paradesignar la actividad cognoscitiva de lo histrico, encierra ya un doblesignificado: designa el proceso investigador, pero tambin el resultadode esa investigacin como reconstruccin en forma de una serie deafirmaciones de los historiadores sobre los hechos pasados7. Si bien

    es esta una sutileza innecesaria, pues no hay investigacin lgicamenteseparada de una construccin de sus resultados, la observacin ayudaa comprender las consecuencias no triviales de esa continua anfibolo-

    ga. En definitiva, Topolsky acaba distinguiendo tres significados de lapalabra historia: los hechos pasados, las operaciones de investiga-cin realizadas por un investigador y el resultado de dichas operacio-nes de investigacin.. En algunas lenguas, aade Topolsky, el conoci-miento de los hechos del pasado ha sido designado con otra palabra, la

    6 Slo en el captulo 4, en la Seccin segunda de esta obra, volveremos a tratarcuestiones referentes a la entidad misma de la historia.7 J. Topolsky, Metodologa de la historia, Ctedra, Madrid, 19852, pp. 54-55.

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    de historiografa. Yes justamente en tal palabra en la que queremos de-tenernos aqu con mayor nfasis.Afirma tambin Topolsky que la palabra en cuestin tiene un uso esen-cialmente auxiliar, en expresiones como historia de la historiografa, ala que podramos aadir otras como historiografa del tomate o histo-riografa canaria, por ejemplo. Ese sentido auxiliar, que seala To-

    polsky, no empaa, a nuestro juicio, la ventaja de que la palabra histo-riografa tiene una significacin unvoca: slo se refiere al resultado dela investigacin. Y ello respeta su etimologa. Sin embargo, continaeste autor, al no indicar ningn procedimiento de investigacin, el trmi-no no ha encontrado una aceptacin general, ni siquiera en su sentidoms estricto. Por ello la tendencia a emplear el trmino historia, msuniforme, es obvia, a pesar de que supone una cierta falta de claridad 8.

    Historiografa: investigacin y escritura de la historiaTopolsky ha sealado de forma precisa, sin duda, el problema, pero noha propuesto una solucin. Nos parece hoy plausible que una palabra

    ya bien extendida como historiografasea la aceptada. La palabra histo-riografa sera, como ya sugiere tambin Topolsky, la que mejor resolvie-ra la necesidad de un trmino para designar la tarea de la investigaciny escritura de la historia, frente al trmino historia que designara la rea-lidad histrica. Historiografa es, en su acepcin ms simple, escriturade la historia. E histricamente puede recoger la alusin a las diversasformas de escritura de la historia que se han sucedido desde la Antige-dad clsica. Se puede hablar de historiografa griega, china o po-sitivista, por ejemplo, para sealar ciertas prcticas bien identificadasde escribir la historia en determinadas pocas, mbitos culturales o tra-diciones cientficas. Historiografa sera la actividad y el producto de laactividad de los historiadores y tambin la disciplina intelectual y acad-mica constituida por ellos. Es la solucin propuesta, dice Ferrater Mora,para despejar la ambigedad entre los dos sentidos principales de la pa-

    8Ibdem, p. 55.

    labra historia. Ello tendra que ser suficiente, aade, pero no ocurreas9.Tal es la significacin que le dio a la palabra uno de los primeros teri-cos de nuestra disciplina en sentido moderno, Benedetto Croce, en su

    Teora e historia de la historiografa; en italiano Storiografiatiene el sen-tido preciso de escritura de la historia. Ese es el uso que le atribuye tam-

    bin Pierre Vilar en sus ms conocidos textos tericos y metodolgicos.Por su parte, J. Fontana ha utilizado la palabra en su acepcin entera-mente correcta, al hablar en un texto conocido de la historiografa (estoes, la produccin escrita acerca de temas histricos)10. En el mundoanglosajn, esta palabra fue introducida con la misma acepcin que ledamos nosotros por el filsofo W H. Walsh, autor de una obra bsica enla filosofa analtica de la historia11, y es de uso comn en lengua in-glesa.

    A veces se ha propuesto otro vocablo para cumplir esta funcin: histo-riologa. Es innegable que desde el punto de vista filolgico, tal palabradesempeara a la perfeccin la tarea de designar a la ciencia de la

    historia. Pero posee, sin embargo, un matiz demasiado pretencioso: elde suponer que la investigacin de la historia puede considerarse, sinms, una ciencia. Fue Ortega y Gasset quien propuso el empleo deese trmino de historiologa como designacin de una actividad que lcrea imprescindible: no se puede hacer historia si no se posee la tcni-ca superior, que es una teora general de las realidades humanas, loque llamo una historiologa12. Historiologa es empleada tambin, enel sentido que aqu sealamos, como investigacin de la historia, por al-

    9 J. Ferrater Mora, Diccionario de filosofa de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1987, 1,p. 373.10

    J. Fontana, Historia: anlisis del pasado y proyecto social, Crtica, Barcelona, 1982, p.9.11 . H. Walsh, Introduccin a la filosofa de la historia, Siglo XXI, Mxico, 1968 (la edicinoriginal es de 1951). Pueden verse los comentarios que hace a este propsito W. H.Dray, Perspectives sur l'Histoire, Les Presses de L'Universit d'Ottawa, Ottawa, 1988,pp. 153 y ss.12 J. Ortega y Gasset, Una interpretacin de la historia universal. En torno a Toynbee. EnObras completas, t. IX, Madrid, 1983, pp. 147-148. En esta y otras obras de reflexinsobre la historia, Ortega explcita su mala opinin de los historiadores -justificada?-, su

    juicio sobre el pedestrismo intelectual de stos (la cursiva es deOrtega).

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    gunos filsofos ms, mientras que, por el contrario, ciertos historiadoresla han empleado en el sentido de reflexin metahistrica que le da Orte-ga, as Claudio Snchez Albornoz o Manuel Tun de Lara13. Pero la pa-labra historiologa no es vlida para nuestro propsito. Introduce ms di-ficultades semnticas que las que resuelve.Jean Walch ha hecho unas precisiones sumamente interesantes a pro-

    psito del uso de las expresiones historia e historiografa14

    . Para Walch,el recurso a los diccionarios antiguos o modernos en cualquier lengua

    no nos resuelve el problema de la distincin entre estas dos palabras.Seala como muy sutil la ayuda que busc Hegel en el latn -res gestae,historia rerum gestarum- para distinguir entre las dos facetas. Pero la

    epistemologa debe proceder con principios ms estrictos que el lengua-je ordinario. Por lo tanto, propone Walch que, en todos los casos en que

    pueda existir ambigedad, se acepte el trmino historia para desig-nar los hechos y los eventos a los cuales se refieren los historiadores y

    el de historiografa cuando se trata de escritos -celui d'historiographielorsque il s'agit d'crits-. Esto ilumina con gran claridad el modo en que

    dos palabras distintas pueden servir, efectivamente, para designar dosrealidades distintas: historia la entidad ontolgica de lo histrico, histo-riografa el hecho de escribir la historia.Ahora bien, los malos usos de la palabra historiografa son tambinfrecuentes. Ciertos autores, especialmente de lengua francesa, han atri-

    buido a la palabra historiografa significaciones que su sencilla etimo-loga no autoriza y que complican de forma enteramente innecesaria yhacen equvoca su originaria significacin. Naturalmente, tales erroresde los franceses han sido de inmediato aceptados por sus imitadores

    espaoles. Existen al menos dos usos impropios de la palabra historio-grafa y algunas otras imprecisiones menores no dif ciles de desterrar,

    en todo caso. El primero es el uso de historiograf a en ocasiones comosinnimo de reflexin sobre la historia, al estilo de lo que haca Ortega yGasset con la palabra historiologa. El segundo es la aplicacin, como

    13 C. Snchez Albornoz, Historia y libertad. Ensayos de historiologa, Madrid, 1974. M.Tun de Lara, Qu historia? Algunas cuestiones de historiologa, Sistema, 9 (abrilde 1975), pp. 5 y ss.14 J. Walch, Historiographie structurale, Masson, Pars, 1990, p. 13.

    sinnimo y apelativo breve y coloquial, para designar la historia de lahistoriografa, cuando no, como se dice en alguna ocasin tambin enmedios franceses, la historia de la historia15. El hecho de que estos

    usos, cuya misma falta de univocidad denuncia ya una notable falta tam-

    bin de precisin conceptual en quienes los practican, hayan sido propi-ciados por algunos historigrafos de cierto renombre hace que hayan si-

    do repetidos de forma bastante acrtica. Tan celebrado autor como Law-rence Stone llama historiografa, por ejemplo, a un conjunto variopintode reflexiones sobre historia de la historiografa, el oficio de historiador,la prosopografa y otras instructivas cuestiones16.Si el primero de los usos puede patentizar el escaso aprecio y frecuenta-

    cin que los historiadores hacen de tal reflexin terica, de forma quedeben emplear una palabra especfica para designarla (algo as como sia la teora sociolgica se la llamara de forma especfica sociografa o,tal vez, sociomana, o a la teora poltica politografa), el segundoprocede, entre otras cosas, de la difusin de algunos libros malos, comoel de C. O. Carbonell17, que ha tenido en su versin espaola mucha

    ms difusin de la merecida. En ciertos textos se confunde el uso senci-llo y etimolgicamente correcto de historiografa como escritura de lahistoria con el uso de tal palabra para designar la historia de la escri-

    tura de la historia, es decir con la historia de la historiografa. El voca-blo historiografa sustituye entonces a la expresin historia de la histo-

    15 Esa confusa y retrica expresin ha tenido cierto xito en Francia. La emplea, entreotros, un libro tan pretencioso y hueco, y de tan espantosa traduccin al espaol, comoel de J. Le Goff, Pensar la historia, Paids, Barcelona, 1991, pp. 13 y passim. Historiade la historia es empleado tambin, por ejemplo, en G. Thuillier y J. Tulard, Cmo

    preparar un trabajo de historia (mtodos y tcnicas), Oikos-Tau, Barcelona, 1989(versin francesa de 1988), pp. 13 y ss. Es en los medios franceses una manera comnde aludir a la historia de la historiografa. Es sabido, por lo dems, que nuestros

    alumnos de la materia historia de la historiografa, y no pocos profesores, desdeluego, aluden a ella como historiografa.16 L. Stone, Elpasado y el presente, FCE, Mxico, 1986. Se trata del ttulo que recibe laprimera parte de esta obra, cuyo contenido es el que decimos.17 C. O. Carbonell, La historiografa, FCE, Mxico, 1986 (ed. francesa de 1981). Se tratade un breve tratadito de historia de la historiografa que constituye uno de los textosms confusos, pedestres y, afortunadamente, breves, escritos sobre el asunto, que, noobstante, puede ocuparse desde Herdoto hasta la matematizacin (sic) de ladisciplina, con la reseable particularidad de que la historia de la historiografa esllamada sistemticamente por el autor historiografa.

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    riografa. Un caso algo llamativo tambin es el presentado por HelgeKragh que para diferenciar los dos usos de la palabra historia acude a

    frmulas como H1, el curso de los acontecimientos, y H 2, el conocimientode ellos. En cuanto a la palabra historiografa reconoce que se empleaen el sentido de H2, pero que tambin puede querer decir teora o filo-sofa de la historia, es decir, reflexiones tericas acerca de la naturaleza

    de la historia, en lo que lleva razn y nos facilita una muestra ms de laconfusin de la que hablarnos18. Estos usos tergiversadores son y hansido bastantes frecuentes tambin en la historiografa espaola, aunqueno sean universales. Dos ejemplos caractersticos por su procedenciabastarn para dar una idea. Un autor muy conocido en su tiempo, el pa-dre jesuita Zacaras Garca Villada, deca en un libro metodolgico muyrecomendado que historiografa significaba arte o modo de escribirla historia, es decir, designara una especie de preceptiva de los estilosde escribir la historia, lo que no deja de ser una curiosa y rebuscada de-

    finicin19. Otro autor espaol ms reciente incluye sin ningn empacho lahistoriografa entre las llamadas ciencias auxiliares de la historia

    junto a geografa, epigrafa y bibliografa (sic) entre otras20

    .En definitiva, la confusin de historiografa con reflexin terico-meto-dolgica sobre la investigacin de la historia (teora de la historiografa,hablando con rigor) o con historia de los modos de investigar y escribir

    la historia (historia de la historiografa), aunque no sea, como decimos,una cuestin crucial en la disciplina, s representa, a nuestro parecer, unsntoma de las imprecisiones corrientes en los profesionales y los estu-diantes de la materia. De hecho, la palabra historiograf a ha sido aplica-da a cosas aparecidas modernamente -teora de la historia e historia dela historiografa- para las que faltaba una designacin adecuada, violen-tando absolutamente su etimologa. La palabra, por lo dems, no pre-

    18 H. Kragh, Introduccin a la historia de la ciencia, Crtica, Barcelona, 1989, pp. 33-34.19 Z. Garca Villada, Metodologa y crtica histricas, El Albir, Barcelona, 1977, p. 31. Eloriginal de este libro es de 1921! y todava se editaba en offseten la fecha indicada, loque es una magnfica prueba de muchas de las carencias que destacamos en el texto.20 B. Escandell, Teora del discurso historiogrfico. Hacia una prctica cientficaconsciente de su mtodo, Universidad de Oviedo, Oviedo, 1992, p. 147. Parece claroque el propio ttulo concede al adjetivo historiogrfico un sentido distinto del queluego se le concede al sustantivo historiografa.

    senta concomitancia ni confusin alguna con la filosofa de la historia,actividad que, ocioso resulta sealarlo, los historiadores no cultivan. Pe-se a lo dicho, la palabra historiografa no es en modo alguno universal-mente mal empleada. Importantes historiadores, de reconocida influen-

    cia y de dedicacin persistente, adems, a los temas de ndole teri-co-metodolgica, la han utilizado siempre en su sentido correcto -Geor-

    ges Lefebvre, Vilar, Kuhn, Samuel, Fontana, Topolsky, etc.-. Es ese ma-gisterio el que debe imponerse.

    El lenguaje de la historiografaLa cuestin del nombre no es el nico problema terminolgico en el es-tudio de la historia. La investigacin histrica prcticamente no ha crea-do un lenguaje especializado, lo que es tambin un sntoma del nivel demero conocimiento comn que la historiografa ha tenido desde antiguocomo disciplina de la investigacin de la historia. Apenas existen trmi-nos construidos historiogrficamentepara designar fenmenos especfi-cos. Algunas connotaciones cronolgicas -expresiones como Edad Me-

    dia-, algunos calificativos y categoras para determinadas coyunturashistricas -como Renacimiento-, formas de sociedad -como feudalis-mo-, y otras escasas conceptuaciones como larga duracin, coyun-tura, y poco ms, son trminos que no proceden del lenguaje comn yque han surgido y se han consolidado como producto de la actividad in-

    vestigadora de la historiografa.Pero es preciso advertir de inmediato algo importante para evitar confu-

    siones: la creacin de un lenguaje especializado, incluso si es un len-guaje formalo matemtico de bajo nivel, no es en absoluto inexcusablepara construir una disciplina. Puede existir una disciplina social basada

    en el empleo del lenguaje comn siempre que sea capaz de concep-

    tualizar adecuadamente su objeto de estudio. Hay que reconocer, sinembargo, que lo habitual es que el desarrollo de las ciencias lleve a la

    construccin de lenguajes particulares, con un alto contenido de trmi-nos propios.

    En realidad, la cuestin del vocabulario especfico de los historiadoresno preocup de manera directa a nadie hasta que se lleg a un ciertogrado de madurez disciplinar, que no aparece antes de la reaccin anti-

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    positivista representada arquetpicamente por la escuela de Annales.Fuera de ello, slo el lenguaje del marxismo tuvo siempre peculiaridadespropias. Pero sobre la necesidad de un lenguaje especializado nunca ha

    habido unanimidad. Los propios componentes de la escuela de los An-

    nalesestaban divididos sobre el asunto. Lucien Febvre llamaba la aten-

    cin sobre la posicin adoptada al respecto por Henri Berr que propug-

    naba la permanencia del privilegio de la historia de emplear el len-guaje comn.Por tanto, es pertinente hacerse una pregunta como esta: qu lenguajeemplea la historiografa? Ahora bien, acompaada de esta otra: peroes importante la existencia de un lenguaje propio y peculiar para la in-

    vestigacin de la historia? Respecto a lo primero, la respuesta no es dif -cil: los historiadores han empleado siempre el lenguaje comn y cuandohan querido perfeccionarlo han recurrido al lenguaje literario. Por ello no

    debe extraarnos que una parte importante de la actual cr tica lingsticay literaria postmodernista haya entendido que la historia es una forma

    ms de la representacin literaria21. Cuando la historiografa ha sido pro-

    puesta como actividad cientfica, el perfeccionamiento de su expre-sin ha venido propiciado por el recurso cada vez mayor al lenguaje deotras ciencias sociales. El nombre de los fenmenos y las categorasque estudia la historiografa han sido acuados muy frecuentemente enotras ciencias. El acervo comn de las ciencias sociales posee hoy con-ceptos descriptivos de uso general: revolucin, estructura, cultura, clase,transicin, estancamiento, capitalismo, etc., y algunos otros conceptosheursticos: modo de produccin, accin social, cambio, sistema, que lahistoriografa emplea de la misma forma que otras disciplinas sociales.As, pues, el lenguaje que emplea la historiografa no es en manera al-guna especfico de ella, pero es esto un problema? Creemos que no.

    Acerca de si la investigacin de la historia debera crear su propio len-guaje la respuesta tiene que ser matizada. Por s mismo, el objetivo sis-temtico de crear un vocabulario carece enteramente de sentido y nadiepodra proponerlo de manera sensata. La cuestin es otra: la aparicin

    21 El ms conocido mantenedor de esta posicin es, sin duda, Hayden White, pero estacompaado por otros muchos. Digamos esto en espera de que en los captulos 3 y 5tratemos ms detenidamente del asunto.

    de nuevas formas de teorizacin del conocimiento de la historia, la apa-ricin de progresos metodolgicos generales o parciales o, lo que resul-ta ms inmediato, la exploracin de nuevos campos o sectores o, en lti-mo caso, la aplicacin de nuevas tcnicas, es lo que habr de dar lugara un cambio en el vocabulario aceptado. Hay ejemplos evidentes de

    ello: la aparicin o uso frecuente de sustantivos y adjetivos de significa-

    cin ms o menos precisa como microhistoria, ecohistoria, prosopogra-fa, mentalidad, sociohistoria, etc.La vitalidad de una disciplina se muestra, entre otras cosas, en su capa-

    cidad para crear un lenguaje, como hemos dicho. Hay que hacer, por

    tanto, la propuesta terico-metodolgica de que los esfuerzos por la for-malizacin real de una disciplina historiogrfica no olviden nunca la rela-cin estrecha entre las conceptualizaciones claras y operativas y los tr-minos especficos en que se expresan. Pero es una cuestin que nopuede sino quedar abierta. Nadie puede pretender tener una solucin ala mano.

    Las insuficiencias terico-metodolgicas en la historiografa

    A poco que se observe el panorama, aparece clero que la fundamenta-

    cin terica y metodolgica de la historiografa parece estar hoy muchomenos establecida y desarrollada comparativamente que en la prcticatotalidad de las dems ciencias sociales. Sin embargo, el intento de fun-damentar tericamente la especificidad y la irreductibilidad del conoci-miento de la historia y de definir las reglas fundamentales de su mtodo-lo que puede compararse con el intento que emprendimile Durkheimpara el caso de la sociologa22- tiene unos orgenes notablemente anti-guos. Y ello por no referimos a la antigedad que tiene tambin la activi-

    dad misma de historiar que cuenta en la cultura occidental, como es desobra conocido, con un hito y mito fundacional en la figura y la obra de

    22 Aludo, claro est, al clebre texto de . Durkheim, Las reglas del mtodo sociolgico,cuya edicin original francesa es de 1895, de la misma poca en que aparecan algunosmanuales de fundamentacin historiogrfica, los de Langlois-Seignobos o Bernheim, porejemplo. De la obra de Durkheim existen mltiples versiones espaolas, muchas msque de la de Seignobos, de la que slo existe una, lo que es ya sintomtico.

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    Herdoto de Halicarnaso23. Es bien distinta la situacin en otras cienciassociales, donde mitos como los de Adam Smith en la econom a o deAuguste Comte en la sociologa tienen poco de comparable con el deHerdoto.Pero, tal vez, la misma antigedad de las manifestaciones de la escritu-ra de la historia y de las formas histricas que tal escritura ha adquirido,

    desde la cronstica a la historia filosfica, es lo que ha propiciado quela fundamentacin cientfica y disciplinar de la historiografa haya tenido,como decimos, un derrotero tan poco concluyente. Es cierto, sin embar-

    go, que, desde el siglo XVIII para ac, no han faltado los esfuerzos, y loslogros, por parte de historiadores, escuelas historiogrficas, investigado-res sociales y filsofos, para la construccin de una disciplina de la in-vestigacin histrica ms fundamentada. Por qu entonces el grado deformalizacin, coherencia y articulacin de esa disciplina del conoci-miento de la historia, es decir, de la historiografa, es menor que enotras ramas paralelas de la ciencia social?

    Esperamos que a lo largo de esta obra puedan aportarse ciertos esbo-

    zos de respuesta a esa pregunta, en la que no es posible detenernosahora con ms profundidad. Quizs deba sealarse que en el mundo delos propios historiadores ha tardado mucho en manifestarse un verdade-

    ro espritu cientfico, ms o menos fundamentado24. La verdad es que lahistoriografa no ha desterrado nunca enteramente, hasta hoy, la viejatradicin de la cronstica, de la descripcin narrativa y de la despreocu-pacin metodolgica. As ocurre que no pocas veces la produccin teri-co-metodolgica, o pretendidamente tal, sobre historia e historiografa,la publicacin de anlisis sobre la situacin, significacin y papel de lahistoriografa en el conjunto de las ciencias sociales, la filosofa de lahistoria y de su conocimiento, no es obra de historiadores sino de otro ti-

    23 Los Libros de la historia de Herdoto tienen una traduccin espaola asequible de laEditorial Gredos. Sin embargo, las buenas historias de la historiografa en modo algunoabundan en espaol. Es muy til, para ver este asunto en perspectiva, el conocido y yacitado texto de J. Fontana, Historia, que es esencialmente un anlisis crtico de lahistoria de la historiografa.24 Cf. a este efecto J. Arstegui, Por una nueva historiografa. Un manifiestocientifi(ci)sta, Idearium, I(Mlaga, 1992), pp. 23-74.

    po de estudiosos: filsofos y filsofos de la ciencia, metodlogos, teri-cos de otras disciplinas sociales, etc.

    El historiador britnico Raphael Samuel se ha referido a esta situacindiciendo que los historiadores no son dados, al menos en pblico, a laintrospeccin sobre su trabajo y, exceptuando los momentos solemnes,

    como las conferencias inaugurales, por ejemplo, evitan la exposicin ge-neral de sus objetivos. Tampoco intentan teorizar sus investigaciones25.Carlo M. Cipolla lo dijo de manera parecida: El aspecto metodolgicoen el que los historiadores han quedado cojos es el de la teora... Loshistoriadores se han preocupado muy pocas veces de explicar, no slofrente a los dems, sino tambin para s mismos, la teora a partir de lacual recomponan los datos bsicos recogidos26. Hay filsofos, en su-ma, que insisten en que los historiadores actuales no suelen plantearse

    problemas de mtodo27. La verdad es que hemos atravesado tres de-cenios casi, desde 1945 a 1975, de continuo adelanto de la historiogra-

    fa en el contexto siempre de un progreso espectacular de las ciencias

    sociales en su conjunto. Pero ello, en nuestra opinin, no ha sido sufi-ciente.El progreso de la historiografa como disciplina y, lo que no es menosimportante, el progreso de la enseanza de los fundamentos de esa dis-ciplina en las aulas universitarias, distan de ser evidentes. Todo lo cual,

    en definitiva, justifica la impresin global de que en la historiograf a noacaba de desterrarse definitivamente toda una larga tradicin de inge-nuismo metodolgico, que constituye una de las peores lacras del ofi-cio. El metodlogo es entre los historiadores un personaje sospecho-so de superfluidad o, cuando menos, un espcimen atpico. En tiempos,como los posteriores a la segunda guerra mundial, de espectacular auge

    de lo que llamamos ciencia social en su conjunto, no ha sido excesi-vamente habitual tratar sobre los fundamentos de la historiografa, aun-que ello parezca paradjico.

    25 R. Samuel, ed., Historia popular y teora socialista, Crtica, Barcelona, 1984, p. 48.26 C. M. Cipolla, Entre la historia y la economa. Introduccin a la historia econmica,Crtica, Barcelona, 1991, p. 51.27 E. Lled, Lenguaje e historia, Ariel, Barcelona, 1977, p. 9.

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    Un texto como este, de introduccin terico-metodolgica al conocimien-to de la historia, o manual introductorio a la prctica de la investigacinhistoriogrfica, debe partir, en consecuencia, de dos supuestos bsicoscomo los que siguen:

    Primero:toda formacin terica mnima del historiador tiene que basarseen un anlisis suficiente de lo que es la naturalezade la historia, de lo

    histrico. El tratamiento de ese tema tiene que yuxtaponerse inexcusa-blemente con el de quconocimiento es posible de la historia. Loshisto-riadores rara vez reflexionan sobre la entidad de la historia. Sin embar-

    go, puede aducirse el ejemplo de otras ciencias sociales, como la socio-

    loga, en la que la ontologa del ser social constituye siempre un tematerico recurrente28. Adems de reflexionar sobre la prctica historiogr-fica y producir estados de la cuestin, que es a lo que los historiado-res acostumbran, es ineludible repensar la idea misma de historia; es

    decir, hacer una reflexin sobre la teora y no slo sobre la prctica, pormuy importante que sta sea. Y no debe temerse que esas reflexiones,que el historiador no puede en absoluto dejar de hacer, se confundan

    con la filosofa de la historia. El peligro de ello es pequeo.Segundo: la articulacin de una buena formacin historiogrfica tieneque estar siempre preocupada tambin de la reflexin sobre el mtodo.El mtodo es considerado muchas veces como poco ms que un con-

    junto de recetas; en otras ocasiones el historiador es incapaz de poco

    ms que describir los pasos que sigue en su trabajo o los que siguen losdems. El mtodo, advirtmoslo desde ahora, debe ser entendido comoun procedimiento de adquisicin de conocimientos que no se confundecon las tcnicas-cuyo aprendizaje es tambin ineludible-, pero que lasemplea sistemticamente.En suma, la reflexin sobre la disciplina historiogrfica es clave en la

    preparacin del historiador, aunque no sea, por desgracia, frecuente. Y

    28 Son muchas las publicaciones que pueden citarse, demostrativas de esta afirmacin.Vase el siempre sugerente texto de C. Moya, Socilogos y sociologa, Siglo XXI,Madrid, 1970. O el de J. C. Alexander, Las teoras sociolgicas desde la segunda guerramundial. Anlisis multidimensional, Gedisa, Barcelona, 1989.

    es preciso eliminar radicalmente de ese tipo de reflexiones toda tenta-

    cin retrica y todo convencionalismo trivializador29.

    La formacin cientfica del historiador

    Entre los aos treinta y ochenta de este siglo la historiografa ha realiza-

    do espectaculares y decisivos avances en su perfeccionamiento comodisciplina30. Esos progresos aportaron sus ms relevantes contribucio-nes entre 1945 y 1970, cuando surgieron y se desarrollaron algunas

    nuevas ideas expansivas, orientaciones ms variadas de la investiga-cin y realizaciones personales de algunos investigadores, todo ello debrillantez insuperada. Se produjo en estos aos el florecimiento mltiplede la herencia de la escuela de los Annales, la expansin general de ac-tivas e innovadoras corrientes del marxismo31, o la renovacin introduci-da en los mtodos y los temas por la historia cuantitativa y cuantificada,mucho ms importante de lo que han dicho bastantes de sus cr ticos tar-dos32. Junto a todo ello, una de las dimensiones determinantes de ese

    progreso fue el acercamiento a otras disciplinas sociales.Todos estos avances han creado, sin duda, una tradicin historiogrficaque, por encima de modas o de crisis coyunturales, parece difcilmentereversible. Ahora bien, a pesar de tales considerables progresos, sobre

    cuya base se ha apoyado hasta el momento una buena parte de la acti-

    vidad directa de produccin y de investigacin acadmica, es cierto quela historiografa no ha culminado an el proceso de su conversin enuna disciplina de estudio de lo social con un desarrollo equiparable al de

    29 Cuntas veces no hemos observado que el objeto y mtodo de la disciplina no sonsino una mera retrica o liturgia en el curso de la oposicin a una plaza de funcionario oen la propia progresin en la carrera funcionarial, sin mayores consecuencias!30 En el captulo 3 diremos algo ms acerca de estos progresos, pero sin detenernos enello porque este libro no es de historia de la historiografa.31 No cabe duda de que ese apelativo parece pertinente mantenerlo habida cuenta deque la aportacin a las ciencias sociales del marxismo de la Unin Sovitica en esosaos fue casi irrelevante, aunque no pueda decirse enteramente lo mismo de ciertospases de aquel bloque como es el caso de la antigua Alemania del Este. Una buenagua de las aportaciones soviticas puede encontrarse en la edicin castellana de ladesaparecida revista sovitica Ciencias Sociales, Progreso, Mosc.32 Hablamos de ello tambin en el captulo 3.

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    sus vecinas ms cercanas. No ha acabado de completar la creacin o laadopcin de un mnimo corpus de prcticas o de certezas cannicas,cuando menos, o, como paso previo a ello, no ha culminado la adop-

    cin, por encima de escuelas, posiciones, ideologas y prcticas concre-tas, de un acuerdo mnimo tambin sobre el tipo de actividades teri-co-prcticas que conformaran bsicamente la disciplina de la historio-

    grafa. Echamos de menos, sin duda, una unidad bsicade la disciplinahistoriogrfica, pero en modo alguno debe ello confundirse con una pro-posicin de monolitismo doctrinal, terico o metodolgico. No se trata,en efecto, de propugnar para la historiografa lo que podramos llamar elparadigmanico.Hoy, despus de unos aos de transformacin y de progreso indudablede las prcticas y las doctrinas del historiar, estamos en una situacinen la que no se producen hallazgos de suficiente generalidad como para

    que representen vas plausibles para ulterior avance. Lo que el panora-ma muestra es una cierta detencin de las innovaciones, un cierto esco-lasticismo temtico y formalista, volcado a veces hacia la historia de tri-

    vialidades -la historia light-, un neonarrativismo, aun cuando con ciertainclinacin etnolgica, que tiene mucho ms de revival, efectivamente,que de innovacin, el interminable epigonismo de la historiografa fran-cesa de los Annales, cuando no esa especie de huida hacia adelante

    que parecen significar algunas posiciones recientes ms dilettantesqueefectivas.

    Son palpables, por lo dems, las tendencias que apuntan hacia una dis-gregacin de los elementos tenidos hasta ahora por bsicos en la con-formacin disciplinar de la historiografa. Las historias sectoriales del ti-po de la econmica e, incluso, la social, y las historias temticas, comolas de la ciencia, la educacin, la filosofa, tienden a escapar del tronco

    comn de la disciplina historiogrfica para convertirse en ramas especfi-cas de las disciplinas a las que se refiere su tema, lo que no hace si-

    no reforzar an ms una penosa propensin al gremialismo. Otras vecesse ha denunciado recientemente la invasin de su campo por prcticas

    que en ciertos momentos han mostrado una gran vitalidad expansiva 33.

    Sobre ello volveremos ms adelante.Por tanto, en un ambiente que parece de crisis real, nada ms urgenteque abordar en profundidad el problema de la adecuada preparacin delos historiadores.

    Insuficiencias actuales en la profesionalizacin del historiado rEl primer esfuerzo para una eficaz renovacin en los presupuestos y lasprcticas historiogrficas debera tender a la consecucin de un objetivopragmtico y absolutamente bsico: la revisin del bagaje formativo delque se dota hoy al historiador. La preparacin universitaria del historia-dor tiene que experimentar un profundo cambio de orientacin si sequiere alcanzar un salto realmente cualitativo en el oficio de historiar.

    Todo progreso efectivo en la disciplina historiogrfica, en cualquiera desus mltiples ramas, pasa por un perfeccionamiento continuo de la for-macin cientfica del historiador. Lo inadecuado de la formacin que dehecho reciben hoy los estudiantes de historia en las instituciones univer-

    sitarias es evidente.Los argumentos principales en que se fundamenta la sensacin de indi-gencia intelectual que ofrece esa preparacin universitaria no son difci-les de enumerar. Una exposicin, sin pretensiones de exhaustividaddesde luego, tendra que sealar, por lo pronto, dos aspectos claros delproblema. Primero, la nula preparacin terica y cientficaque recibe elaspirante a investigador de la historia, a historiador 34. Segundo, la nula

    enseanza de un oficio que se procura en los centros universitarios.Es palpable que esta doble carencia se inserta en un contexto que se

    extiende a otras muchas carencias de la universidad actual y que puede

    concretarse tambin, por otra parte, en lo que se refiere a la enseanza

    33 Sobre la invasin de la historiografa por disciplinas ms expansivas, vase la notapublicada por el ltimamente muy activo Lawrence Stone con el ttulo History andPost-Modernism, Past and Present, 131 (mayo, 1991), y el artculo all citado de G. M.Spiegel; Stone piensa que las amenazas directas de desvirtuacin de lo historiogrficoproceden esencialmente de la lingstica y de la antropologa.34 Pero esto no vale slo para quien se va a dedicar a investigar la historia: vale paratodo sujeto que es licenciado en historia y del que se supone que tiene una mnimaformacin especializada.

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    y preparacin en las ciencias sociales y en las llamadashumanidades. Pero limitmonos en este momento a hablar por sepa-rado de cada uno de esos dos componentes formativos.

    Cuando hablamos de la formacin tericaque se procura hoy en la uni-versidad a un historiador nos estamos refiriendo, en realidad, a algo que

    puede decirse sencillamente que no existe. No ya no existe una prepa-

    racin terica planificada y regulada, sino que ni siquiera hay, al me-nos de forma clara, una idea dominante acerca del campo cientfi-co-social o humanstico dentro del cual debe procurarse la formacin delhistoriador. Conviene no perder de vista que el estudiante de historia

    hoy recibe una formacin que en nada se parece en los aspectos teri-cos bsicos y en los tcnicos a la que recibe el estudiante de sociologa,antropologa o psicologa, por ejemplo, por no hablar del de economa.Por desgracia, no existe una conciencia general entre los profesionales

    de la historiografa acerca de la importancia crucial que encierra el esta-blecimiento de un objetivo planificado para dotar al historiador de una

    formacin cientfico-social amplia y slida, completa, que haga de l un

    autntico experto en la investigacin social, antes de adentrarle en unaespecfica formacin historiogrfica. Es evidente, desde luego, que pro-blemas de ese mismo tipo afectan, y de manera grave, a otras profesio-

    nalizaciones en determinadas ciencias sociales. No es ocioso advertir,

    sin embargo, que el asunto de la inadecuacin de la formacin historio-grfica es un caso, tal vez el ms extremo, de las deficiencias estructu-rales y operativas de la enseanza y prctica de las ciencias sociales enEspaa, campo este en el que abundan mucho ms los mitos beatficos,los dolos de los medios de comunicacin, que los cientficos serios.El segundo aspecto de los sealados es tan claro como el precedente yno menos relevante que l. Nuestra situacin actual es de ausencia

    prcticamente total en la formacin del historiador de una mnima ense-anza de un oficio, oficio cuyas destrezas tendran que atender tantoa una formacin en principios y presupuestos como en mtodos; tanto alas tcnicas como a la capacidad discursiva. La enseanza de la his-toriografa en la universidad tiende muchas veces a reducirse casi a unmero verbalismo -no siempre, naturalmente-, a una exgesis de la pro-

    duccin escrita existente, a una lectura de libros de historia, de infor-macin eventual, y no a la transmisin de tradicin cientfica alguna.Es verdad que suelen existir asignaturas que versan, con uno u otro

    nombre, sobre la teora, los mtodos de la historia y la historia dela historiografa, a veces en el seno de notables confusiones en el len-guaje, los medios y los objetivos de trabajo. Los nuevos planes de estu-

    dios establecen, tras no pocas dudas, que asignaturas de ese tipo siganimpartindose. Puede temerse que la teora de la historiografa y los m-todos historiogrficos, lejos de constituirse, como sera imprescindible,en materias absolutamente estructurales en la formacin del historiador,sigan siendo, por el contrario, materias perifricas, meramente comple-mentarias y por lo general muy mal impartidas35.

    La conclusin, en definitiva, no puede ser muy optimista: los historiado-res salidos de nuestras universidades carecen, por lo comn, de teorayde mtodo. La formacin recibida es puramente memorstica y ms quemediocre. Seguramente nos queda an un largo camino por recorrerhasta que haya un convencimiento comn de que el oficio de historiar

    no es el de contar historias, obviamente, por ms de moda que esthoy semejante visin. Ni aun cuando esas historias reflejaran de verdad,lo que es muy improbable, las cosas como realmente sucedieron.

    Un asunto es la narracin de eventos, aun cuando sea una narracindocumentada -y documentar la narracin es el primer requerimiento deloficio del que hablamos-, y otra es el anlisis social desde la dimensinde la historia, que es lo que constituye, creemos, el verdadero objetivo

    de la historiografa. Por tanto, la formacin del historiador habr deorientarse, en primer lugar, hacia su preparacin terica e instrumentalpara el anlisis social, haciendo de l un cientfico social de formacinamplia, abundante en contenidos bsicos genricos referentes al cono-

    cimiento de la sociedad. Y en modo alguno ello debe ir en detrimento dela formacin humanstica, como hemos sealado, puesto que slo as la

    35 Los nuevos planes de estudio establecen como asignatura troncal y, por tanto,obligatoria, la Iniciacin a los mtodos de la investigacin histrica, pero al no existirun rea especfica de conocimiento y, por tanto, un profesorado especfico de ella, elencargo de su imparticin es bastante aleatorio. Esto puede tener como resultado msprobable la continuacin de la irrelevancia de la materia en los planes de estudio.

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    formacin en la disciplina historiogrfica tendr un cimiento adecuado ypodr ser transmitida con todo su valor.

    Humanidades, ciencia y tcnicasDe manera prctica y concreta, puede decirse que en la formacin delcientfico social hoy, comprendiendo entre ellos sin ninguna duda al his-

    toriador, habran de estar incluidas en una sntesis correcta tres dimen-siones bsicas: la de la formacin humanstica, la cientfica y la tcnica.En primer lugar, la formacin humanstica, la verdadera formacin hu-manstica y no el tpico de las humanidades, que es un mero revoltijode materias de letras, debera consistir en el currculum del historia-dor, como el de cualquier otro cient fico social, en un conocimiento sufi-ciente de la cultura clsica, donde tenemos nuestras races. Las len-guas, aunque fuera de forma somera, la historia y el pensamiento clsi-cos, es decir, una formacin filolgica adecuada. Pero ms importantean que ello sera la formacin filosfica. Cmo puede accederse allenguaje cientfico sin una mnima formacin filosfica? Especialmente

    la lgica y la teora del conocimiento son imprescindibles para todo cien-tfico social y, por tanto, para el historiador. Un cientfico social no podrnunca prescindir del humanismo clsico, y de la disciplina intelectualque representa el hbito filosfico, pero stos por s solos tampoco ex-plican lo social y lo histrico. Por ello hablamos tambin de una forma-cin cientfica.Una formacin en los principios bsicos de la ciencia social parece irre-nunciable. Y ello empezara por una familiaridad suficiente con los prin-cipios del conocimiento cientfico y con los consiguientes fundamentosdel mtodo. Tal formacin cientfico-social genrica y amplia debe aten-der a que, en nuestro caso, el historiador no ignore la situacin de aque-

    llas ciencias sociales ms cercanas a la historiografa, cuando menos, y,si es posible, incluso se mueva en ellas con soltura, dado que del cono-

    cimiento algo ms que rudimentario de ciertas ciencias sociales podrdepender en parte la especializacin concreta que el historiador preten-da. Pero aquello que debe presidir esta sistemtica puesta a punto de laformacin cientfica del historiador es precisamente el aspecto ms ge-neralizante, ms global, de lo que constituye la ciencia de la sociedad,

    es decir, la teora aplicada del conocimiento de lo social, o la teora de laciencia aplicada a la ciencia social.

    La formacin en los fundamentos lgicos y epistemolgicos de la cienciadebe ir acompaada de una formacin eficaz en mtodos de investiga-cin social de orientacin diversa, y en tcnicas que iran desde la archi-vstica a la encuesta de campo. En lo dicho nadie podra ver una minus-

    valoracin del hecho de que es, naturalmente, la propia formacin histo-riogrfica especfica el objetivo ltimo y central de cualquier reforma delsistema de preparacin de los jvenes historiadores. En todo caso, unaformacin humanstica, terica, metodolgica y tcnica adecuadas es loque cabe reclamar desde ahora para establecer un nuevo perfil del his-

    toriador, sin perjuicio de las especializaciones que la prctica, sin duda,exigir.No es ningn despropsito extraer de todo esto como recapitulacin laidea de que es preciso hacer de la teora historiogrficael centro de laformacin disciplinar y de la metodologa de la investigacin histricaunhbito de reflexin que acompae a toda la preparacin emprica y tc-

    nica. En este sentido, seran aqu pertinentes un par de proposicionesms que remachen lo que llevamos expuesto.La primera es la de que, como ocurre en el aprendizaje de la mayor par-

    te de las otras ciencias sociales, la formacin terica ha de ocupar unlugar central y ha de armonizarse con la informacin y con las tcni-cas del oficio. La segunda propuesta se refiere a la lectura que es

    preciso hacer de las relaciones entre el historiador y las disciplinas de su

    entorno. Tenemos ah un problema real de soluciones cambiantes don-de la opinin de cada cual debe presentarse sin complejo alguno. La re-lacin entre la historiografa y las dems ciencias sociales ha dado lugara situaciones bien diversas. Una paradigmtica es, sin duda, la de la

    Francia de los aos cincuenta y sesenta donde la hegemona de la es-cuela de Annalesimpuso la hegemona de la historiografa. Pero la con-traria es la de los Estados Unidos casi por esas mismas fechas, donde

    difcilmente la investigacin histrica convencional pudo ser tenida comouna prctica cientfica. Los gremialismos de los profesionales de unas yotras materias no han hecho normalmente sino dificultar las relaciones.

    La historiografa est, a nuestro modo de ver, en condiciones de apare-

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    cer en el conjunto de las ciencias sociales sin ningn elemento de distin-cin peyorativa o de situacin subsidiaria. La definicin cientfica de lainvestigacin social se presenta problemtica para todaslas ciencias so-ciales.

    La efectiva prctica de las dos recomendaciones contenidas en las pro-posiciones anteriores significara un importante cambio de perspectiva.

    Obligara a aceptar definitivamente que la funcin bsica de la formacinde un historiador es la de inculcar en ste no, en modo alguno, el cono-cimiento de lo que sucedien la historia; eso est en los libros..., sinocmo se construye el discurso historiogrfico desde la investigacin deaqulla. Todo esto es plausible aunque, de la misma manera, debaaceptarse que la funcin de las facultades universitarias no sea nica-mente la de formar investigadores. La enseanza de las prcticas de ti-po cientfico se basa en eso: conocer la qu mica es saber cmo son losprocesos qumicos, no qu productos qumicos existen. Es en el cursodel aprendizaje de las tcnicas de construccin del discurso histrico co-mo se aprende ese mismo discurso, y no al revs; se aprenden, cierta-

    mente, los hechos, pero sobre todo cmo se establecen los hechos...Y es que los jvenes historiadores que hoy salen de nuestras facultadesuniversitarias son, por lo general, vctimas del ingenuismo terico ymetodolgico del que hemos hablado y que all se les inculca. Ello ha si-do denunciado por no pocos grandes maestros de nuestra profesin, pe-ro nunca puede considerarse suficiente. An siguen siendo de uso co-mn aserciones como la de que no se puede responder exhaustiva-mente a la pregunta sobre qu es la historia, por lcita que sta sea, sino se pasa por el plano estrictamente filosfico36. El remitir a los filso-fos las respuestas que el historiador mismo tiene que buscar, sin filoso-

    far, es el ms persistente ejemplo de ingenuismo.

    Nuestros licenciados, por lo dems, apenas tienen nocin, como hemosdicho, de lo que es el lenguaje de las ciencias de la sociedad, siendo asque la historiografa no tiene otro sentido que el de ciencia de la socie-dad. Pero no deben ser acusados por ello: se les ha educado as. Comodijo con agudeza y con extremo acierto Philip Bagby: A fin de cuentas,

    36 A. Saita, Gua crtica de la historia y la historiografa, FCE, Mxico, 1989, p. 11.

    toda su preparacin ha consistido en concentrarse en los hechos singu-lares y obtener descripciones coherentes que sean agradables y suges-

    tivas tanto como fcticamente cuidadosas, aadiendo despus que laeducacin de muchos historiadores ha sido por desgracia y exclusiva-mente, humanstica y que, ejemplificndolo en el caso de Arnold Toyn-bee, el historiador se ha visto privado de los intrumentos que necesita-

    ba para la tarea elegida por l mismo37

    . Es hora de pasar con toda de-cisin y entre todos a construir otro estado de cosas.

    2. EL CONTENIDO DE LA TEORA Y LA METODOLOGA HISTORIO-GRFICAS

    Las diversas ciencias sociales que se cultivan hoy, desde la econom a,como ms desarrollada, hasta aquellas menos formalizadas y de objetoms restringido, acostumbran a exponer las diversas cuestiones funda-mentales de su contenido, de su mtodo y del estado de los conocimien-tos adquiridos en un tipo de publicaciones que se llaman tratados.

    Siempre he soado con un "tratado de historia" -dice Pierre Vilar, en elprimer rengln de un conocido texto sobre cuestiones de vocabulario ymtodo histricos. Y aade-: Pues encuentro irritante ver en las estante-ras de nuestras bibliotecas tantos "tratados" de "sociologa", de "econo-ma", de "politologa", de "antropologa", pero ninguno de historia, comosi el conocimiento histrico, que es condicin de todos los dems, yaque toda sociedad estsituada en el tiempo, fuera incapaz de constituir-se en ciencia.38 Toda la argumentacin subsiguiente de Vilar en esamisma obra, sobre cuestiones relacionadas con esta temtica, no esmenos sugerente.

    En efecto, el ncleo central de los contenidos de cada una de las cien-

    cias sociales -y nos limitamos a las sociales porque ese es nuestro cam-po concreto aqu- se vierte en los tratados. En los tratados de bastan-tes disciplinas -tratados de economa, de sociologa, de ciencia poltica,etc.- aparece el doble tipo de teora que corresponde a las dos dimen-

    37 P. Bagby, Historia y cultura,Taurus, Madrid, 1959, pp. 15 y 219.38 P. Vilar, Iniciacin al vocabulario del anlisis histrico, Critica, Barcelona, 1980, p. 7.La cursiva es del autor.

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    siones que una ciencia abarca: su objeto de estudio, por una parte, y la

    forma de organizar su investigacin, por otra.Un tratado de economa o sociologa o politologa, por ejemplo39, se ela-bora articulando de forma distinta y con distinto orden cuestiones cient-ficas y cuestiones referentes a la estructura de la propia disciplina, con

    mayor nfasis en una u otra cosa segn los autores, pero casi todos los

    tratadistas coinciden en desarrollar siempre dos aspectos:a) Una exposicin de las principales doctrinas de la sociedad, o de laeconoma o de la poltica, o de los grandes aspectos de ellas, aportadaspor los principales tratadistas de la disciplina, los clsicos y los con-temporneos. A este tipo de cuestiones podemos llamarlo teora consti-tutiva o cientfico-constitutiva.b) Una definicin de la disciplina, una descripcin de sus partes, un in-tento de mostrar que esta es efectivamente una ciencia y la forma en

    que trabaja. A ello podramos llamarle ya teora disciplinar o formal-dis-ciplinarde una determinada ciencia.

    Los tratados, por tanto, se ocupan de cosas diversas tales como qu es

    la disciplina, cules son su campo, su objeto y cmo se articulan sus co-nocimientos; cul es su mtodo, cul es su historia y sus problemas osus logros fundamentales. Estos tratados contienen, en mayor o menor

    grado teora sociolgica, econmica o politolgica y establecenun panorama que pretende ser completo de la ciencia en cuestin. Untratado desarrolla una doctrina sistemtica, abordando cuestiones co-mo la socializacin, el mercado, la estratificacin social, la sociabilidad,la familia, la cultura poltica y otras instituciones sociales diversas, elcambio social, etc. En tal sentido los tratados desarrollan un gran pano-

    rama -no exhaustivo, en general- de la investigacin y el estado de los

    39 Sealemos ejemplos de carcter variado. Existen tratados de economa tanampliamente empleados como el de de P. Samuelson, Curso de economa moderna,Aguilar, Madrid, eds. desde 1950. No menos conocida en la ciencia poltica es la obra deM. Duverger, Introduccin a la poltica, Ariel, Barcelona, eds. desde 1972. Un manualuniversitario de sociologa puede ser el de A. Giddens, Sociologa, Alianza Editorial,Madrid, 1991 (ed. original de 1989), 486 pp. Y un manual tpico americano paraenseanza a menor nivel, D. Light, S. Keller, C. Calhoun, Sociologa, McGraw-HillInteramericana, Bogot, 1991 (original ingls de ese mismo ao), 705 pp. Enantropologa se puede sealar el tambin conocido de M. Harns, Introduccin a laantropologa general, Alianza Editorial, Madrid, 1987.

    conocimientos de su campo. Penetran, a veces, en subcampos especia-

    les -sociologa de las organizaciones, economa de la empresa, controlpoltico, etc.- y presentan, en definitiva, una determinada teora, quepuede limitarse, sin embargo -como ocurre propiamente en los llamados

    Manuales- a dar cuenta del panorama de las posiciones en competen-

    cia, sin pronunciarse por ninguna de ellas40.

    Ahora bien, por qu no se escriben tratados de historia (historiografa)?La respuesta a esta pregunta nos adentra en la discusin de este otroasunto: el de qu se quiere dar a entender cuando hablamos de unfundamento terico para la prctica historiogrfica. Veamos esto algoms de cerca.

    Los dos componentes de la teora historiogrfica

    Es posible, siguiendo con este orden de suposiciones, elaborar un tra-

    tado de historiografa?La respuesta no es sencilla y para intentarlo espreciso entrar en argumentaciones que fijen correctamente el asunto.

    Debe tenerse en cuenta que tambin en el caso de la historia la refle-xin sobre su realidad misma y sobre su conocimiento han sido practica-das, de forma intensa incluso, desde tiempos antiguos. Sealemos queestamos hablando de una reflexin terica que en manera alguna debeser confundida con la filosofa de la historia. No obstante, teora yfilosofa de la historia han estado histricamente muy relacionadas yhasta amalgamadas en el pensamiento occidental, de la misma manera

    que tampoco se ha solido distinguir con nitidez entre una teora de lahistoriay una teora de la historiografa. Es cierto, de todos modos, quereflexionar tericamente sobre la historia equivale ya a una primera in-vestigacin de ella, equivale a decir quesy cmo se manifiesta lohis-

    trico ante nuestra experiencia.En consecuencia, qu es y cmo se construye una teora de la historio-grafa? Pero, en primer lugar, hora es ya de plantearlo, qu se entien-de por teora?En trminos sencillos, se llaman teoras a aquellos con-

    40 Puede ejemplificarse ese caso de presentar una teora propia en la exposicin quehace Neil J. Smelser de un modelo sencillo de comportamiento poltico en N. J.Smelser y R. S. Warner, Teora sociolgica, Espasa-Calpe, Madrid, 1991, pp. 172 y ss.

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    juntos de proposiciones, referidas a la realidad emprica, que intentandar cuenta del comportamiento global de una entidad, explicar un fen-meno o grupo de ellos entrelazados. El conjunto de proposiciones debe

    tener una explcita consistencia interna y estar formulada alguna de ellasen forma de ley Sobre esta idea habremos de volver ms adelante41.Sin embargo, con respecto a lo que ahora estamos tratando, hay que

    advertir que no hablamos ahora de teoras sobre fenmenos natura-les o sociales, sino que hablamos de fundamentar la teor a de un cono-cimiento, es decir, hablamos del comportamiento de una entidad como

    es el conocimiento, en este caso, de la posibilidad y realidad del co-

    nocimiento de la historia. A esto llamamos en trminos generales teorade la historiografa.La teora de la historiografa, en el mismo sentido que la teora de cual-quier otra disciplina que se expone, como hemos visto, en un tratado,

    consta de dos componentes, el cientfico-constitutivo y el formal-discipli-nar, cuyos respectivos objetivos conviene tener siempre muy presentes.

    Hablaremos sucesivamente de cada uno de ellos.

    L a teora constitutivaEn primer lugar, la que llamamos la teora constitutivade la historiogra-fa es la que trata de diversos aspectos de un problema nico: la natura-leza de lo histrico. Esto quiere decir que tiene que establecer qu es lahistoria en la experiencia humana, cmo se manifiesta lo histrico, qurepresenta el tiempode la historia y cuestiones de ese mismo orden, a

    las que despus nos referiremos con algn mayor detalle. La teora dela historia, pues de eso es de lo que se habla, es, y ha sido siempre, una

    cuestin difcil, porque, por lo comn, ha estado confundida con el filo-sofar sobre la historia. Desde Voltaire al menos, pasando por Kant, He-

    gel, Marx, Dilthey, Windelband, para llegar luego a los primeros tratadis-tas, o preceptistas, de la teora y el mtodo historiogrficos -Droysen,Fustel de Coulanges, Charles Seignobos, Meyer, Bernheim o Lam-

    precht-, filsofos e historiadores han tratado de encontrar los fundamen-tos de lo histrico, la manera de manifestarse la historia y tambin su

    41 En el captulo siguiente al hablar de la ciencia, cf. J. Mostern, Conceptos y teoras enla ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1968.

    significado. Despus, cuando ya en nuestro siglo estaba plenamenteconstituida una disciplina de la historiografa, pensadores sociales, fi-lsofos o historiadores de profesin como Rickert y Weber, para pasarluego a Berr, Simiand, Croce, Ortega, Collingwood, Marc Bloch y otros

    muchos, han prolongado esa reflexin amalgamndola, muchas veces,con las observaciones sobre los tipos de historia existentes, sobre su

    mtodo y sobre el oficio de historiar.En cualquier caso, la dedicacin a especular sobre el sentido ltimode la historia, pero tambin sobre el contenido de la historiografa, se tu-vo -la tuvieron los propios historiadores, adems- durante bastante tiem-po como propia de filsofos, lo que llevara, en consecuencia, a la identi-ficacin de esa teora historiogrfica con una forma de filosofa de lahistoria. Hegel pensaba realmente en sustituir a los historiadores en esa

    elaboracin. La filosofa analtica tambin42. El caso de Ortega y Gas-set no es menos explcito. l dir, como ya vimos, que no se puede ha-cer historia si no se posee la tcnica superior, que es una teora generalde las realidades humanas, lo que yo llamo una historiologa43. La gra-

    tuidad de parte de este aserto orteguiano no disminuye el inters de sullamada de atencin sobre la necesidad que la prctica historiogrficatiene de esa especie de teora general de las ciencias humanas que lllama historiologa. No se puede hacer una prctica de la ciencia sinuna teora sobre la propia ciencia.

    La teora disciplinarAhora bien, la teora disciplinarde la historiografa es otra cosa. Una re-flexin disciplinar es el tratamiento de aquel conjunto de caractersticaspropias en su estructura interna que hacen que una parcela determinada

    del conocimiento se distinga de otras. La teora disciplinar ser la que in-

    tente caracterizar a la economa, ecologa o psicologa como materiasque no se confunden con ninguna otra. El meollo de la teor a disciplinarest en mostrar la forma en que una disciplina articula y ordena sus co-

    42 Cf. W. H. Walsh, op. cit.. Walsh, que es un representante de la filosofa analtica dela historia toma bien en serio la labor de mostrar a los historiadores cul es elfundamento terico de la prctica que realizan.43 J. Ortega y Gasset, Una interpretacin de la historia universal. En torno a Toynbee.

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    nocimientos y la forma en que organiza su investigacin, as como losmedios escogidos para mostrar sus conclusiones. En el caso de la histo-

    riografa, es un anlisis de la construccin de la disciplina que estudia lahistoria. Una teora disciplinar de la historiografa tratar del objeto histo-riogrfico, de la explicacin de la historia y de su escritura, de los cam-pos de investigacin, o sectores, y del alcance espacial de esas investi-gaciones.

    En el caso de la teora disciplinar de la historiografa es evidente que hasido mucho menos cultivada que la constitutiva, puesto que sobre ella

    prcticamente no se han pronunciado los filsofos. Fueron los preceptis-tas de fines del siglo XIX de los que ya hemos hablado los que ms sepreocuparon de la articulacin interna, el mtodo y los objetivos del es-tudio de la historia y de las peculiaridades de la historiografa. Ciertasescuelas, como la de los Annales, lo que hicieron en realidad fue teoradisciplinar, mucho ms que teora constitutiva. Bastante atencin se hadedicado tambin a este tipo de teora disciplinar en sectores especfi-cos de la historiografa tales como la historia econmica, la historia so-

    cial o la historia de la ciencia.En funcin de lo expuesto, podemos ya perfilar con mayor precisin cu-les son los contenidos obligados en una teora general de la historiogra-fa o, si se quiere hablar en trminos ms rigurosos, cules son los as-pectos generales de la disciplina, los cientficos y los disciplinares, sobrelos que debe proyectarse una reflexin para construir, en definitiva, unaepistemologa44 del conocimiento de la historia. En el cuadro siguientese sintetizan los contenidos generales de esa doble vertiente de que ha-

    blamos:

    44 El contenido de la epistemologa, que debemos entender como una parte de la teoradel conocimiento, recibir atencin tambin en el captulo 2.

    CUADRO 1Contenido de la teora historiogrfica

    La teora constitutiva

    El intento de fundamentar lo que es el conocimiento de la historia tiene

    que partir, como parece natural, del esclarecimiento del concepto mismo

    de lo histrico. La reflexin sobre la naturaleza de lo histrico, que ha si-do abandonada tradicionalmente por los historiadores en manos de los

    filsofos, ha de ser recuperada. Ella constituye el primer e inexcusablepaso de una teora de la historiografa que sea verdaderamente tal.

    Dado que las teoras explican algunos aspectos del mundo -eso es loque significa teorizar-, deberan existir teoras histricas, o teorasdentro de la ciencia historiogrfica que, con el grado de formalizacinque fuese, explicaran la existencia histrica. En realidad, ello es as:la teorizacin marxista, por ejemplo, se compone de cierto nmero deproposiciones para explicar los aspectos fundamentales del proceso his-

    trico. Muchas de las teoras sociales ms completas contienen tambin

    Teorahistoriogrfi-ca

    Cientficoconstitutiva

    o cons titutiva

    Teora (natura leza) de la histor ia

    Historia generalSistemtica

    Historia sectorial

    Secuencial

    mbitos historiogrficos(Historia territorial)

    Historia total?

    Disciplinar

    ObjetohistoriogrficoExplicacinhistricaDiscursohistoriogrfico

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    sus propios pronunciamientos sobre la historia. En ese sentido, una te-

    ora de la historia sera no la que intentara explicar algn proceso oconjunto de procesos en particular sino todala historia, o la significacinmisma de lo histrico. Una adecuada teora de la historia es, convienerepetirlo, un elemento esencial e insustituible para construir una teorade la historiografa, en sus aspectos constitutivo y disciplinar.

    Nunca ser excesiva tampoco la insistencia en que una teora no esuna metafsica de lo histrico, sino una operacin de anlisis de lahistoria con los instrumentos no del conocimiento filosfico sino del cien-tfico, por ms que sea oportuna y necesariamente asumible la afirma-cin de H. I. Marrou de que el historiador tiene que ser en algn modo fi-lsofo45, en la misma medida, aadiramos nosotros, en que ha de serlocualquier otro investigador de lo social. En definitiva, una teora de lahistoria sera una definicin de lo que significa lo histrico que pueda serdemostrada de forma emprica46. Ello en manera alguna excluye la on-tologa de lo histrico, pero se encuentra lejos de cosas como la capta-cin del sentido de la historia, cuestin fuera del mbito de lo que

    aqu tratamos. La teora de la historia, repitmoslo, no equivale a filoso-fa de la historia.Para quedar plenamente formulada, la teora historiogrfica constitutivao cientfica tendra que ocuparse, cuando menos, de los cuatro grandescampos de cuestiones que hemos visto reflejadas en la primera divisindel cuadro 1, cuyo contenido concreto podra explicarse as:1. La teora de la historia. Los historiadores han de pronunciarse sobrela naturaleza de lo histrico y no limitarse a la investigacin de lo que hasucedido en el pasado. Pronunciarse sobre la naturaleza de lo histricoes lo mismo que elaborar un conceptode la historia. El primer contenido

    de la teora de la historiografa ser, justamente, el referente a la entidad

    real historia. Lo histrico no es, en modo alguno, la sucesin de acon-tecimientos, cosa en la que insistiremos ampliamente en estas pgi-

    45 H.I. Marrou, El conocimiento histrico, Labor, Barcelona, 1968, pp. 12 y ss.46 No estara de ms recordar aqu aquella observacin de K. R. Popper de que unaproposicin como la agustiniana que dice que la historia es dirigida por la Providencia