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INTERNACIONAL UNA POLÍTICA EXTERIOR SIN UNA IDEA DE ESPAÑA Zapatero ha sustituido la defensa de los intereses de España por la diplomacia de la sonrisa Alberto Carnero, director del Área de Internacional de FAES José Luis Rodríguez Zapatero y Hugo Chávez en 2005 Está a punto de terminar una legislatura muy negativa para España. También para su Política Exterior. El Gobierno ha puesto irresponsablemente en riesgo los acuerdos básicos que han fundamentado los mejores 30 años de nuestra Historia reciente y ha quebrado el rumbo de la Política Exterior de España. Hay una razón de fondo: Zapatero no tiene una idea clara de España. Cuando afirmó en el Senado que “la Nación es un concepto discutido y discutible” descubrió esa rotunda carencia. Si no se tiene clara la idea de la Nación a la que se sirve es imposible desarrollar una Política Exterior coherente. El núcleo de cualquier Política Exterior es la defensa de los intereses nacionales. Cuando no se cree en la Nación es imposible definir sus intereses y, por tanto, defenderlos. Las relaciones exteriores deben ser tan sólo un instrumento al servicio de la Política Exterior. El dúo Zapatero-Moratinos ha sustituido la defensa de los intereses de España por la diplomacia de la sonrisa. FOTO: EFE 21/12/07 Nº60

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INTERNACIONAL

UNA POLÍTICA EXTERIOR SIN UNA IDEA DE ESPAÑA

Zapatero ha sustituido la defensa de los intereses de España por la diplomacia de la sonrisa

Alberto Carnero, director del Área de Internacional de FAES

José Luis Rodríguez Zapatero y Hugo Chávez en 2005

Está a punto de terminar una legislatura muy negativa para España. También para su Política Exterior. El Gobierno ha puesto irresponsablemente en riesgo los acuerdos básicos que han fundamentado los mejores 30 años de nuestra Historia reciente

y ha quebrado el rumbo de la Política Exterior de España. Hay una razón de fondo: Zapatero no tiene una idea clara de España. Cuando afirmó en el Senado que “la

Nación es un concepto discutido y discutible” descubrió esa rotunda carencia. Si no se tiene clara la idea de la Nación a la que se sirve es imposible desarrollar una

Política Exterior coherente. El núcleo de cualquier Política Exterior es la defensa de los intereses nacionales. Cuando no se cree en la Nación es imposible definir sus intereses y, por tanto, defenderlos. Las relaciones exteriores deben ser tan sólo un

instrumento al servicio de la Política Exterior. El dúo Zapatero-Moratinos ha sustituido la defensa de los intereses de España por la diplomacia de la sonrisa.

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Uno de los últimos episodios que demuestran, por parte del Gobierno de Zapatero, la falta de una idea de España se vivió el 21 de noviembre en el Congreso de los Diputados. “¿Cuándo Sus Majestades los Reyes han ido a Marruecos, a Ceuta y Melilla?”, preguntó Moratinos esa tarde en el Pleno. Que el ministro de Exteriores de España deje entender que Ceuta y Melilla son Marruecos en el Parlamento de la Nación es mucho peor que una supuesta equivocación, que además nunca ha corregido explícitamente.

Si hubiera sido un lapsus linguae mostraría torpeza e impericia, poco ade-cuadas en un ministro. Pero podrían haber quedado excusadas pidiendo per-dón, cosa que no ha ocurrido. Por eso, debe de ser algo más.

“La Política Exterior debe defender los intereses de la Nación, y el primero de esos intereses es preservar

su integridad territorial”

Ceuta y Melilla son dos ciudades españolas desde hace cinco siglos. Su única particularidad es que están situadas en el Norte de África. Hace pocas semanas, los ceutíes y los melillenses recibieron a los Reyes como lo que son: el símbolo de la Nación española a la que están orgullosos de pertene-cer.

Desde el punto de vista del Derecho Internacional no hay duda de que Ceu-ta y Melilla forman parte de España. El hecho de que Marruecos reivindique estas dos ciudades españolas no tiene ni justificación histórica ni respaldo en la legalidad internacional. La Política Exterior debe defender los intereses de la Nación, y el primero de esos intereses es preservar su integridad territorial. Al no rectificar su supuesto lapsus, Moratinos siembra dudas sobre su dispo-sición a defender la integridad territorial de España.

Las irresponsables palabras –no retiradas– de Moratinos en el Congreso pueden ser utilizadas por Marruecos para avanzar su reivindicación –insisti-mos, sin ninguna base jurídica en el Derecho Internacional– porque las decla-raciones de un ministro de Asuntos Exteriores pueden ser oponibles frente al Estado que representa. Este principio cobra más relevancia si esas declaracio-nes son realizadas en un marco tan solemne y formal como es el Parlamento de la Nación.

Esta irresponsabilidad no es de generación espontánea. Hay serios indicios de que el Gobierno de Zapatero y sus miembros no tienen clara cuál es su obligación. El mismo Zapatero que empezó diciendo, también en sede parla-mentaria, que “la Nación es un concepto discutido y discutible” ha encargado la evanescente Alianza de Civilizaciones a Máximo Cajal. Este diplomático, que ha ocupado cargos de alta responsabilidad en el Ministerio de Exteriores, es autor de un libro titulado Ceuta, Melilla, Olivenza y Gibraltar: Dónde acaba Espa-ña, en el que aboga claramente por la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos. Para ello, utiliza el circunloquio de que hay que trabajar por la “definitiva ma-rroquinidad” de ambas ciudades españolas.

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Durante el lanzamiento de su libro, el responsable español de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero dio un buen ejemplo de esa irresponsabilidad. Cajal afirmó: “Hay que remediar una situación que me parece básicamente injus-ta. Una situación colonial que es una afrenta a Marruecos y un elemento de desasosiego y mala conciencia nacional para España, que se agita en cuanto se menciona el tema. Hay que reintegrar la integridad territorial a Marruecos”. El presunto lapsus de Moratinos respecto a Ceuta y Melilla demuestra que la tesis de Cajal ha cuajado en quien debería tener como primera obligación de-fender los intereses de España, empezando por su integridad territorial.

Quizás Moratinos defendió esta tesis sin querer. Pero ya es casualidad que el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, cometiera idéntico lapsus la víspera de la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla. Blanco también proclamó que Sus Majestades iban a “viajar a Marruecos”.

“Si un Gobierno se marca como objetivo de su acción exterior el lema: ‘Vamos a llevarnos bien con todos’, el

resultado lógico es que relega los intereses de la Nación”

“Vamos a llevarnos bien con todos”Todo esto es síntoma de un grave problema de fondo. En la misma sesión del 21 de noviembre en el Congreso, Moratinos dijo literalmente: “El ministro de Asuntos Exteriores tiene la responsabilidad de tener buenas relaciones con todos los países”. Si un Gobierno se marca como objetivo de su acción exte-rior el lema: “Vamos a llevarnos bien con todos”, el resultado lógico es que relega –o incluso puede olvidar– los intereses de la Nación. Esto ha quedado lamentablemente demostrado en demasiadas actuaciones del Gobierno de Zapatero.

Quizá habría que poner un límite a la estrategia de llevarse bien con todos al tratar con países que reclaman parte del territorio nacional; o con países que expropian a las empresas españolas e insultan al Rey; o con países que ejecutan a homosexuales por el mero hecho de serlo. Aunque quizá la sutileza del Gobierno de Zapatero permite eludir esos límites que reclamaría cualquier persona normal. Otros, no tan sutiles, pensamos que, a veces, defender los intereses de la Nación puede obligar a hacerlo frente a quienes defienden los contrarios.

La diplomacia de la sonrisa tiene costes. Cuando no se cree en la Nación es imposible creer que hay intereses nacionales que defender, y que la defensa de esos intereses exigirá muchas veces una postura firme, que puede no ser cómoda e incluso llegar a ser conflictiva.

Deserción y derrumbe de la credibilidad exteriorEl fiasco de la Política Exterior de este Gobierno comenzó antes incluso de la primera reunión del Consejo de Ministros. El domingo 18 de abril de 2004 Za-patero anunció inesperadamente la retirada unilateral de las tropas españolas de Irak. Lo hizo en contra de los compromisos internacionales asumidos por

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España. Lo hizo en contra de sus propias promesas electorales, pues durante la campaña electoral él había ligado una eventual retirada de Irak a que no prosperase una Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas antes de junio de ese año. Quedará para los anales de la incoherencia cómo España (entonces en el Consejo de Seguridad de la ONU) votó a favor de la Resolución 1547 que respaldaba la presencia de soldados de todos los paí-ses y, además, pedía ayuda y tropas a todos los países para contribuir a la estabilización y democratización de Irak. Zapatero votó en junio de 2004 esa Resolución 1547 después de haber forzado en mayo la huida de las tropas españolas de allí.

Esta deslealtad a nuestros aliados, y a la voluntad de democracia y de se-guridad del pueblo iraquí, hizo desaparecer de un golpe la imagen de España como socio y aliado fiable. Además, envió una señal de apaciguamiento que los terroristas en Irak –y no sólo en Irak– entendieron a la perfección.

Al abandonar a nuestros aliados de esa forma, Zapatero regaló una victoria gratuita al terrorismo yihadista. Poco después, desde Túnez, Zapatero hizo un llamamiento global a la deserción que ninguno de nuestros aliados, y ninguno de los enemigos de la democracia liberal, olvidará en mucho tiempo.

“Quedará para los anales de la incoherencia cómo Zapatero votó en junio de 2004 en la ONU la Resolución 1547, que pedía ayuda y tropas a todos los países para contribuir a la estabilización y democratización de Irak,

después de haber forzado en mayo la huida de las tropas españolas de allí”

¿Vuelta al corazón de Europa?La propaganda electoral de Zapatero prometía “la vuelta al corazón de Euro-pa”. En realidad, la tan publicitada vuelta al corazón de Europa se ha converti-do, en la práctica, en una abrumadora pérdida de prestigio, influencia y dinero en la Unión Europea.

Incluso antes de tomar posesión como ministro, Moratinos anunció que re-nunciaba a defender la posición que España había conseguido en el Tratado de Niza en el reparto de votos en el Consejo. Lo prioritario, ¡cómo no!, era llevarse bien con todos. En este caso, sobre todo, con Francia y Alemania. Nuestros socios europeos tomaron buena nota. Ellos sí saben que, en Europa, si uno no defiende sus posiciones con firmeza no es respetado. El Gobierno, quizá con sofisticado europeísmo, estaba renunciando, a cambio de nada, a cuotas de poder para España tan sólo porque quien las había conseguido fue Aznar.

¿En qué consistió, pues, el cacareado regreso al corazón de Europa? Sig-nificó, en realidad, que Zapatero y Moratinos actuaron como eco de Chirac y Schröder. Ninguno de los dos está ya en activo. Ahora ese corazón de Europa lo representan Angela Merkel –a quien Zapatero tildó de “fracasada” – y Nico-las Sarkozy –quien ya chocó con Zapatero siendo ministro del Interior por la

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política del “papeles para todos” y quien acaba de darle una lección de lo que debe ser la lucha antiterrorista–.

El corazón de Europa late ahora con la fuerza de políticos con convicciones como Merkel y Sarkozy. Por eso se ve con más crudeza la falta de principios y de ideas –también de una idea de Europa– de Zapatero.

“La tan publicitada vuelta al corazón de Europa se ha convertido, en la práctica, en una abrumadora pérdida de

prestigio, influencia y dinero en la Unión Europea”

Con el único afán de sonreír, de quedar bien con todos y de hacer lo contra-rio que había hecho su predecesor, Zapatero renunció a defender los fondos comunitarios para España en el Consejo Europeo de diciembre de 2005. Su negociación supuso una pérdida para España de 40.000 millones de euros. Es decir, Zapatero dilapidó de un plumazo el 90% de los fondos que había logrado Aznar el año 1999 en Berlín. Con este logro, nuestro país perdió el equivalente a toda la inversión en infraestructuras del Estado en toda España durante cuatro años. Eso sí, todos nuestros socios estuvieron encantados de responder a la sonrisa de Zapatero dándole una palmadita en la espalda.

Esta diplomacia de la sonrisa también se ha traducido en una enorme pér-dida para el prestigio de España en Europa. En Polonia saben que Zapatero anula las cumbres bilaterales alegando que está cansado. En Alemania, na-da más y nada menos que en Alemania, consideran que no ha habido nada interesante de qué hablar con Zapatero en todo el año 2007 que justifique la celebración de una cumbre bilateral. Y en el Parlamento Europeo la gran mayoría de sus diputados encontraron algo mucho mejor que hacer antes que escuchar un discurso de Zapatero: su visión sobre el futuro de Europa interesó a menos de 200 de los casi 800 eurodiputados: un cuarto de entrada.

“Con el afán de quedar bien con todos y de hacer lo contrario que había hecho su predecesor, Zapatero

renunció a defender los fondos comunitarios para España en el Consejo Europeo de diciembre de 2005. España

perdió 40.000 millones de euros”

Ni en el corazón de Europa ni más allá del Atlántico España ha pasado de tener un trato privilegiado con la principal democracia del mundo a ver, con cierto sonrojo, cómo su ministro de Exteriores persigue a Condoleezza Rice para lograr una foto que muestre alguna interlocución con Washington. Zapatero barrió de un plumazo toda la relación de confianza con Estados Unidos que los distintos Gobiernos democráticos fueron labrando a lo largo de 30 años de democracia.

Hemos regresado a la relación patológica que Franco tenía con los Estados Unidos. Zapatero es el único dirigente de un país importante que no ha sido

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recibido durante todo su mandato en la Casa Blanca. Se ha institucionalizado el ridículo de convertir en “cumbres” que se cronometran por segundos el in-tercambio de saludos protocolarios.

La desafección con Estados Unidos obedece al antiamericanismo de Zapa-tero. Meses antes de su llegada al poder, Zapatero ofendió conscientemente a todos los estadounidenses al no levantarse en el desfile de la Fiesta Nacional española al paso de la bandera de las barras y estrellas. Fue un insulto sin precedentes del que aún estamos pagando las consecuencias.

“Zapatero ha barrido toda la relación de confianza con Estados Unidos que los distintos Gobiernos democráticos

fueron labrando a lo largo de 30 años de democracia”

Las relaciones de Zapatero con los Estados Unidos, muy dañadas por esa ofensa gratuita a su bandera, empeoraron con la retirada de Irak y la llamada a la deserción en Túnez. Además, Zapatero apostó descaradamente por el candidato John Kerry en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 2004 y pronosticó, en un nuevo alarde de visión, el fracaso de Bush. Las relaciones con Washington han estado bajo mínimos desde entonces.

Los “buenos revolucionarios”, aliados de ZapateroTampoco la defensa de los intereses de España en Iberoamérica ha pasado por sus mejores momentos. Zapatero se ha aliado con los más radicales de la región, con “buenos revolucionarios” de acrisolada trayectoria democrática como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Fidel Castro. Con aquellos que pretenden implantar en la región el socialismo del siglo XXI, aunque para ello haya que pisotear las libertades y hundir un poco más en la miseria a los pobres de sus países.

Muchos empresarios españoles recuerdan con estupor y vergüenza cómo Zapatero les reprendió en un acto por no plegarse a las exigencias del ex pre-sidente Néstor Kirchner. Un ejemplo de cómo las buenas relaciones sustituyen a la defensa de los intereses de España. Esta decisión de no defender a las empresas españolas cuando lo necesitan ha perjudicado gravemente a quie-nes apostaron por invertir en Iberoamérica.

Algo parecido han sufrido los españoles que viven allí, ahora bajo la amena-za de regímenes con vocación autoritaria. Zapatero ha dejado en la estacada a los españoles que viven en Venezuela y han sido expropiados por el régimen de Chávez sin que el Gobierno español les amparase.

Llevarse bien con todos, cuando esos todos se llaman Chávez, Castro, Mo-rales u Ortega, significa avalar el retroceso de las libertades que impone el populismo caudillista. Aunque es curioso que, en su afán por llevarse bien con todos, Zapatero y Moratinos olviden sistemáticamente a los disidentes cuba-nos que luchan por recuperar para su país la libertad y el respeto a los dere-chos humanos. Pero Zapatero, en vez de apoyar a los demócratas cubanos,

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ha apuntalado la dictadura castrista al relajar las exigencias europeas sobre derechos humanos hacia el Gobierno cubano.

Con el caudillo Chávez hemos alcanzado cotas difícilmente superables. Los insultos que el aliado preferente de Zapatero en la región dedicó en la última Cumbre Iberoamericana de Santiago al anterior presidente del Gobierno de Es-paña nos resultaban extrañamente familiares. ¿No habíamos oído antes algo parecido a José Blanco, a Fernández Bermejo o a la mismísima Fernández de la Vega? ¿No le bastó a Moratinos menos de un minuto en un programa de la televisión pública para acusar a Aznar de haber apoyado el golpe de abril de 2002? Nunca oímos algo parecido a una disculpa.

“En Iberoamérica, Zapatero se ha aliado con ‘buenos revolucionarios’ de acrisolada trayectoria democrática como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Fidel

Castro, pero olvida a los disidentes cubanos que luchan por recuperar la libertad y el respeto a los derechos humanos”

Chávez no hizo más que repetir esas infamias para desviar la atención de sus problemas internos. Resulta que los venezolanos no quieren la tiranía. La torpeza de nuestro Gobierno puso al Rey en una situación difícil. Su reacción de dignidad demostró que con el honor de España no se juega. Y, de paso, Don Juan Carlos creó el lema más poderoso para unir a quienes creen que Vene-zuela no se merece sufrir las tropelías de un aprendiz de tirano. Eso sí: Mora-tinos sigue empeñado en recuperar su relación de normalidad con Chávez. Lo primero es llevarse bien… con Chávez.

Magreb: peor imposibleAl comienzo de la legislatura, el Gobierno se jactó de que resolvería el conflicto del Sahara en seis meses. Nada es imposible para la diplomacia voluntariosa y eficaz de la sonrisa. Tres años después, la ruptura de Zapatero con la postu-ra de neutralidad activa sobre el conflicto del Sahara de todos los Gobiernos españoles de la democracia, sustituida por un entreguismo incondicional a las tesis marroquíes, ha tenido consecuencias. La factura de esta fiesta ha ido a cuenta de las relaciones económicas con Argelia, país del que depende buena parte del suministro energético de España. Al final, la subida del gas y la rescisión de importantes contratos en ese país terminará repercutiendo en los bolsillos de muchos españoles. Pero, ¿habrá mejorado la estabilidad de la zona? De momento, el Frente Polisario no quiere ni oír hablar del Gobierno de Zapatero y se plantea volver a las armas.

Alguien podrá pensar que las cosas estaban muy mal cuando Zapatero y Moratinos se hicieron cargo del timón de la nave del Estado. El ministro lo ha dicho con claridad en el Congreso de los Diputados: “Cuando llegamos al Gobierno las relaciones entre España y Marruecos eran absolutamente inexis-tentes, […] hubo quince meses, casi dos años, sin embajadores marroquí y español defendiendo los intereses durante el período del Partido Popular”. El esfuerzo por sonreír y agradar debe de tener efectos sobre la memoria. Quizá

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por eso olvida Moratinos la Cumbre de Marraquech de diciembre de 2003, que logró llevar las relaciones bilaterales a un marco de respeto mutuo y de defen-sa de los intereses nacionales, o que el embajador de España en Marruecos sólo estuvo ausente de Rabat durante la crisis de Perejil.

Pero todo va bien con la diplomacia de la sonrisa. Esa diplomacia tan grata hace posible que se alardee de mantener excelentes relaciones con Marrue-cos mientras Rabat retira a su embajador en Madrid. Por cierto, ¿alguien sabe cuándo volverá? Quizá no haga falta, porque la cooperación en materia de lu-cha contra la inmigración ilegal es ejemplar, como atestiguan las pateras que llegan cada día a las costas españolas.

“Necesitamos un Gobierno que crea en España, que defina con claridad sus intereses y esté dispuesto a

defenderlos con firmeza. Ése será el Gobierno que presidirá Mariano Rajoy”

¿Hasta cuándo?Estamos cerca de la Navidad. Por eso no hablaremos de la falta de equipa-miento de nuestras Fuerzas Armadas en el Líbano y en Afganistán, del fracaso de la política migratoria con Guinea y Mauritania, de la claudicación con Gibral-tar o de lo que ha supuesto, y supondrá, la internacionalización del “proceso de paz”, dejando que los terroristas (¿o eran hombres de paz?) expusieran sus tesis en el Parlamento Europeo.

No hay mal que cien años dure. España puede recuperar un sitio preferente en la escena internacional. El retroceso de los intereses estratégicos de Espa-ña, la negligencia a la hora de afrontar los riesgos y la dejadez para aprovechar las oportunidades tienen remedio. Pero para ello se necesita un Gobierno que crea en España, que defina con claridad sus intereses y esté dispuesto a de-fenderlos con firmeza. Ése será el Gobierno que presidirá Mariano Rajoy.

La credibilidad de España tardará tiempo en recuperarse. Se necesitará per-severancia y coherencia. Y también el consenso y la lealtad de un partido de la oposición que vuelva a creer en España y que no esté dirigido por la sonrisa de Zapatero.