GIL VICENTE
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1
R
GIL VICENTE. – Auto chamado da Feyra. – Editado por Marques
Braga. – Lisboa, Impresa Nacional, 1936, 8.º, [4]-56-[4] págs. (Junta de
Educação Nacional. Centro de Estudos Filológicos. Textos de Literatura
Portuguesa, IV.)
Es el segundo de los cuadernos de la colección dedicado a Gil
Vicente, con noticias, vocabulario y variantes textuales del erudito
Marques Braga, bien conocido entre nosotros por su laureada edición de
los autos y poesías castellanas de Gil Vicente.
La producción dramática peninsular del siglo XVI, desde Juan del
Encina hasta Lope de Vega, está falta de la formación de un catálogo
bibliográfico puesto al día (ya que el de La Barrera puede superarse con
mucho), y de una serie de ediciones textuales que ponga en manos de los
estudiosos las hoy casi inaccesibles piezas dramáticas que constituyen su
acervo. Por ello nuestro júbilo cuando aparece alguna reimpresión
facsimilar, como las recientes de la Academia Española (Juan del
Encina, 1929; Lucas Fernández, 1930; Diego Sánchez de Badajoz, 1929
[1936]; Torres Naharro, 1936, y Timoneda, del mismo año), o las que
tan doctamente estudia el Dr. J. Gillet; v. gr.: la magnífica Trajedia
Josefina, publicada en 1933.
El Sr. M. B., comprendiendo también esta necesidad, dirige sus
investigaciones en torno a Gil Vicente, y con excelente presentación
tipográfica, reproduce hoy el texto de la primera edición (1562) del Auto
chamado da Feyra, uno de los más interesantes de entre la copiosa
producción vicentina. Al pie de cada página, y correspondiéndose con la
numeración de los versos, coloca copiosas notas explicativas o
aclaratorias tomadas, en su mayor parte, de la literatura peninsular.
Nosotros no estamos muy conformes con el método seguido por el
profesor M. B. entendemos que un texto literario del siglo XVI no debe
reproducirse exactamente, con todos sus errores y con la arbitraria
disposición tipográfica que lleve en el original: eso sólo engendra hastío
y cansancio en el investigador, que tiene que realizar labores
complementarias fuera, en realidad, de su radio de acción.
La superstición de la escrupulosidad al reproducir, muy propia de
los primeros años del siglo, pero, afortunadamente, ya superada, va en
perjuicio de la difusión del texto, aun entre los eruditos y especialistas.
Nada resta en valor a cualquiera de ellos regular el uso de las
mayúsculas, emplear los signos ortográficos actuales; en las piezas
dramáticas, uniformar la mención de los personajes, y suprimir las
erratas evidentes y notorias, aunque dicha supresión se indique en la nota
oportuna.
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Indudablemente el SR. M. B. no participa de este criterio nuestro,
y ello le conduce a estampar pasajes tan incorrectos como éstos (vv. 519-
527):
Compadre vas tu aa feyra.
DENIS. Aa feyra cõpadre. AMÃ, assi.
Ora vamos eu τ ti
oo longo desta rebeyra.
DENIS. Bofa vamos. AMÃ, folgo bē
de te vir aqui achar.
DENIS. Vas tu laa buscar algem
ou esperas de comprar.
AMANCIO VAZ.
Isso te quero contar
τ yremos patorneando…
O estos otros, en que una deliciosa escena pierde en absoluto todo
su encanto entre el fárrago y arbitraria disposición tipográfica:
GILBER. …………………….. quando partistes dos ceos
que ficaba elle fazendo.
SERA. Ficava vendo o seu gado.
GILBER. Santa Maria, gado ha la,
ho Jesu como o tera
o Senhor gordo τ guardado.
¶ E ha la boas ladeyras
como na serra destrela.
SERA. Si. Gil. Τ a virgē q fazia ella
SERA. A Virgem, olha as cordeyras
τ as cordeyras a ella.
GILBER. E os sanctos de saude
todos, a Deos louvores
SERA. Si. Gil. τ que legaos averaa
daqui aa porta do parayso
omde Sam Pedro estaa…
Las anotaciones van al pie de las páginas, como ya hemos dicho. El
Sr. M. B., en su deseo de comentar con profusión el texto vicentino,
apenas deja escapar verso sin su correspondiente anotación. Esto, que
merecería profundas alabanzas si fueran los escolios y apostillas
ajustados con escrupulosidad, no les alcanza totalmente cuando –como
sucede muchas veces– se anotan pasajes de claridad meridiana o se traen
por los cabellos citas extemporáneas.
Sin salir de la página segunda, encontramos, para comentar unos
versos –que no necesitan aclaración alguna– que dicen:
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todos quantos aqui estaes
afinay bem os sentidos,
mais que nunca, muyto mais…
se expresa lo siguiente: “Cf. “arrige aures”. Terencio = “que vos
converná de aguzar el entendimiento”. Don Juan Manuel. = “mandem
anoar os engenhos”. Camões, Seleno, linha 126.” Y más abajo, cuando
dice Gil Vicente:
Muytos presumem saber
as operações do ceos,
τ que moste hasa de morrer…
se trae a colación la frase de Propercio “A quae morte periturus sit”.
Considérese el extraordinario volumen que requeriría anotar así
cualquier pieza dramática de mediana extensión; v. gr.: las de Torres
Naharro.
Hay que reconocer que este reparo puesto a la excelente edición de
M. B. no entraña desconsideración alguna hacia su magnífica labor. Si
puede señalársele algún defecto, es por sobra de noticias y citas, que no
por falta. Testimonia con ellas el autor su profundísimo conocimiento de
la literatura española y portuguesa de los siglos XV y XVI, que es hora
ya de que se vayan estudiando conjuntamente y no como cuerpos
aislados. Sousa Viterbo dió hace muchos años, juntamente con García
Peres, las normas para una aproximación erudita, pero todavía, para la
generalidad de los historiadores de nuestras letras, España y Portugal son
considerados tan independientes intelectualmente entre sí como
Filadelfia y Costa Rica.
El vocabulario, copioso y excelente. – A. R. Rodríguez Moñino.