Evangelizacion en El Py y en Brasil

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    Hechos de los Apstoles en Amrica,

    Jos Mara Iraburu

    Las reducciones misionales del ParaguayI Centenario de la evangelizacin de Amrica

    La reduccin de indios a pueblos

    Entradas misioneras con escolta o sin ella

    Realizacin de las entradas

    Nuevo impulso a las reducciones

    Fray Luis de Bolaos (1539-1629)

    Los jesuitas en el Ro de la Plata

    Los jesuitas en la Asuncin

    Las reducciones jesuticas del Paraguay

    Incursiones de los cazadores de esclavosUrbanismo de las reducciones

    Gobierno interior

    Economa

    Industrias

    Msica

    Orden y justicia

    Los nios, ante todo

    Un nuevo pueblo cristiano

    El Cura en las reducciones

    Los santos mrtires de las reducciones

    La expulsin de los jesuitasLlanto sobre las reducciones arruinadas

    Adversarios de las reducciones

    Algunas verdades sobre las reducciones

    Elogios de las reducciones guaranes

    I Centenario de la evangelizacin de Amrica

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    Cuando los jesuitas, a partir de 1610, inician las reducciones del Paraguay hacaunos cien aos que se haba iniciado la evangelizacin de las Indias. Convendr,

    pues, que recordemos algunos datos sobre la situacin de Espaa y de la Amricahispana por aquellos aos.

    Aunque es difcil precisar la poblacin espaola -escribe Manuel LucenaSalmoral-, parece que ascendi a unos 8 millones de habitantes a comienzos delsiglo XVI, que aumentaron hasta unos 9,5 a fines de la misma centuria, ydescendieron a unos 8,5 al trmino de la siguiente. El descenso tiene races muycomplejas, como la depresin econmica, las pestes y epidemias, las guerras, laexpulsin de los infieles (unos 150.000 judos y unos 500.000 moriscos) y laemigracin a Indias (unos 200.000 pobladores). Ms concretamente, en 1600 la

    poblacin total de la pennsula ibrica era de 11.347.000 habitantes, asdistribudos: Corona de Castilla, 8.304.000 (732 %); Corona de Aragn,1.358.000 (12); Reino de Navarra, 185.000 (16); Reino de Portugal, 1.500.000

    (132) (AV,Iberoamrica... 432-433).

    Por lo que a la autoridad de la Corona se refiere, el Consejo de Indias, y msconcretamente la Casa de Contratacin ubicada en Sevilla, haban regido yregan todo el empeo misionero de Espaa hacia las Indias. Con todo lo cualSevilla, a mediados del XVI, con unos 150.000 habitantes -de los cuales, unos6.000 eran esclavos, en su mayora negros-, era una de las ms importantesciudades de Europa, ya que slamente Pars, con unos 200.000, era mayor.

    Segn el Patronato Real, los Reyes espaoles provean a todos los misioneros de

    un equipo completo -vestidos, mantas, cliz, ornamentos, etc.-, pagaban el costode la navegacin desde Sevilla, y les asignaban una pensin continua, de modoque no tuvieran necesidad de pedir nada a los indios que se fueran haciendocristianos. Todas las parroquias y doctrinas que se iban estableciendo en lasIndias tenan sealada una renta.

    Pues bien, en 1623, cien aos despus, ms o menos, de que se iniciaraorganizadamente la evangelizacin de la Amrica hispana, ya estaban edificadasunas 70.000 iglesias, lo que indica que venan a construirse unas 700 por ao.Cada ao partan de Espaa, como promedio, unos 130 o 150 misioneros, y habaen las Indias, adems del clero secular, unos 11.000 religiosos en 500 conventos.

    La reduccin de indios a pueblos

    Los espaoles comprendieron desde el principio en Amrica que si los indiosseguan dispersos en bosques, sabanas y montaas, no haba modo de civilizarlosni de evangelizarlos, y que la tarea de reducirlos a vida social comunitaria en

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    poblados, doctrinas o reducciones, era la ms urgente y primera. La Corona dictnumerosas ordenanzas a lo largo de todo el siglo XVI (+ Borges,Misin ycivilizacin en Amrica, 80-88), y puede decirse que el proceso reduccionsticofue general en Amrica, tanto desde el punto de vista geogrfico comocronolgico (105). Aunque no faltaron quienes al principio tuvieron ciertos

    escrpulos a la hora de reducira los indios, alegando posibles dificultadeseventuales, como poda ser el desarraigarlos de sus tierras antiguas, apenas hubocontroversia en este tema, pues casi siempre se consider que las ventajas eranmucho mayores que los inconvenientes (107-111).

    Ya hicimos crnica de los pueblos-hospitales que Vasco de Quiroga comenz aorganizar en 1532 (201-211). Y en 1537 deca Francisco Marroqun, obispo deGuatemala, que los indios, pues son hombres, justo es que vivan juntos y encompaa. Ese mismo ao los dominicos, bajo la direccin del padre Las Casas,desarrollaron en la difcil provincia guatemalteca de Tuzulutln un notable

    esfuerzo de reduccin de indios en pueblos (+Mendiguren, Un ejemplo depenetracin pacfica, La Verapaz).

    A lo largo del siglo XVI y comienzos del XVII se aprecia un doble esfuerzosimultneo: restringir ms y ms el sistema de encomiendas, hasta lograr suextincin, como ya vimos (48-51), y fomentar cada vez con mayor apremio elsistema de las reducciones de los indios en poblados especiales. Por ejemplo,respecto de Mxico, la reduccin fue ordenada a las autoridades civiles porreales cdulas de 1538, 1549, 1550, 1560, 1595 y 1589, y a los obispos ymisioneros por laJunta Eclesistica de Mxico de 1546 y por los tres Concilios

    provinciales de esa misma ciudad de 1555, 1565 y 1585.

    En el Per hallamos numerosas cdulas reales por esos mismos aos, y losConcilios de Lima II y III (1567-1568, 1582-1583) ordenan igualmente lareduccin (Borges 115-117).Como tericos ms notables del proceso reduccional

    podemos sealar al jesuita Jos de Acosta, de fines del XVI, o al jurista Juan deSolrzano Pereira, de mediados del XVII. Y ya en 1681 laRecopilacin de leyesde los reinos de Indias, reiterando muchas ordenanzas anteriores, disponaescuetamente: para que los indios aprovechen ms en cristiandad y polica sedebe ordenar que vivan juntos y concertadamente.

    Entradas misioneras con escolta o sin ella

    Casi siempre hubieron de ser los misioneros quienes hicieran entradas, a vecessumamente arriesgadas, para congregar a los indios todava no sujetos al dominiode la Corona espaola. Como ya hemos visto a lo largo de nuestra crnica, aveces se pudo prescindir de la escolta armada; as Vasco de Quiroga entre los

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    tarascos (204-205), los dominicos en La Verapaz, o franciscanos y jesuitas entrelos guaranes del Paraguay.

    Otras veces los hechos obligaban a estimar necesaria la escolta, aunque fueramnima, y as hubieron de entrar los jesuitas, despus de no pocos mrtires, en las

    regiones del este y norte de Mxico (249ss) o los franciscanos en zonas deTalamanca, Texas o California (290ss). Ya deca en 1701 el gobernador deCuman, en Venezuela, que un mosquetero entre los indios, sin disparar suarma (sino tal vez al aire) suele vencer mil dificultades y hacer ms fruto quemuchos misioneros (+Borges 118-119).

    Como es lgico, siempre que era posible, los misioneros procuraron evitar elacompaamiento de la escolta o reducir sta al mnimo. En numerosasocasiones se prescindi de ella, y cuando estuvo presente solo persegua elobjetivo de defender al misionero ante posibles ataques de los nativos, y el

    misionero era el primer interesado en que los indios se avinieran voluntariamentea reducirse, porque de lo contrario resultara imposible mantenerlosconcentrados (Borges 134).

    Realizacin de las entradas

    Una vez obtenidos los permisos de las autoridades civiles y las licenciaseclesisticas, los misioneros, despus de encomendarse a Dios y a todos lossantos -a veces en un prolongado retiro espiritual, como hicieron los dominicosantes de entrar en la tierra de guerra de Tuzulutln (+Mendiguren 503)-, entraban

    entre los pueblos indios an no integrados en el dominio de la Corona.Acostumbraban llevar consigo un buen cargamento de alfileres, cintas yabalorios, agujas y bolitas de cristal, cuchillos y hachas, cascabeles, espejos,anzuelos y otros objetos que para los indios pudieran ser tan tiles comofascinantes.

    No solan llevar en cambio los misioneros mucha comida, pues, como deca unode ellos, a los cuatro das se la han comido los indios que la cargan, para aliviarla carga y por su natural voracidad (+Borges 130). A veces los misioneros ibansolos, pero siempre que podan lo hacan acompaados, o incluso precedidos, de

    indios ya conversos. Y una vez establecido el contacto con los indios paganos, seintentaba persuadirles de las ventajas materiales y espirituales que hallaran envivir reunidos en un poblado bajo la gua de los misioneros.

    Las reacciones de los indios eran muy variadas. En un primer momento solanacercarse llenos de curiosidad, pero pronto, aunque no hubiera escolta, sentantemor ante lo nuevo, y desaparecan. Si se esperaba con paciencia, era normal

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    verles regresar al tiempo, ganados por la atraccin de la curiosidad. Poco a pocose iban familiarizando con los visitantes, y se entablaba el dilogo, con todas lasdificultades del caso. La msica fue en no pocos casos un argumento decisivo,como en la Verapaz o entre los guaranes. Y cualquier incidente podaespantarlos definitivamente o suscitar un ataque que hiciera correr la sangre...

    Persuadira los indios a congregarse en reducciones era asunto sumamentedelicado y complejo. Y mantenerlos luego reunidos, como hace notar AlbertoArmani, tambin era muy difcil:

    Las reducciones, lejos de ser idlicos parasos terrestres poblados por el buensalvaje que soara J. J. Rousseau, fueron verdaderos puestos de frontera,particularmente en sus primeros tiempos, donde todo poda ocurrir. La vidacotidiana registraba casos de canibalismo, asesinatos, rias y embriaguezagresiva. Slo con mucho tacto, paciencia y distintas estratagemas, pudieron los

    misioneros hacerse respetar. Con frecuencia, por motivos ftiles o porreprimendas de los religiosos, clanes enteros se rebelaban y retomaban el caminode la selva. La hostilidad de los hechiceros y ancianos atacados en sus antiguastradiciones, poda poner en peligro la vida de los misioneros (140-141), lo quedio lugar a muchos mrtires.

    MaximeHaubert describe en su obra muchas situaciones de stas, unas vecescmicas, otras dramticas. En general, los misioneros se vean obligados atolerarmucho a los indios mayores, y concentraban sus esfuerzos, con granxito, en la educacin de nios y jvenes.

    Para nios y jvenes las reducciones slo presentaban ventajas y atractivos, perolos mayores hallaban en ellas ventajas e inconvenientes.

    De entre las ventajas expuestas por los misioneros mismos tenemos abundantestestimonios de que en la reduccin de las diversas tribus de guaranes influyeronhechos como el de huir del hambre, la comprobacin del progreso que en lasreducciones hacan los hijos de los ya concentrados, los donativos de losreductores, la observacin de cmo los ya reducidos disponan de aperos delabranza, y el miedo a las tribus vecinas, e incluso a los mamelucos o paulistas

    brasileos.

    Frente a estas ventajas se presentaban una serie de inconvenientes, como elcambio de terreno, la prdida de la libertad gozada hasta entonces, el abandonode lugares que eran familiares, la perspectiva de tener que convivir con otrastribus que les resultaban extraas, el sometimiento a una vida a la que no estabanacostumbrados, el temor a la sujecin poltica y tributaria, y el recelo de los

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    caciques y hechiceros a perder sus privilegios, infundado en el caso de losprimeros, pero plenamente justificado en el de los segundos (Borges 134).

    Nuevo impulso a las reducciones

    Como ya sabemos, el impulso de civilizacin y evangelizacin llega a la zona delRo de la Plata ms tarde que a otras regiones de Amrica. Y as en la segundamitad del siglo XVI, cuando en el conjunto de la Amrica hispana lasencomiendas van a menos, en el Ro de la Plata van a ms. A partir sobre todo de1555, con el gobernador Martnez de Irala, se desarrolla en la zona el rgimen dela encomienda, de modo que a principios del XVII casi todas las 1.200 familiasespaolas de pobladores son encomenderas.

    Esta situacin no era ciertamente la ms favorable para la evangelizacin, puesaunque algunos encomenderos cumplan con su responsabilidad, moral y legal,

    de procurar el adoctrinamiento de los indios, otros descuidaban este deber.

    Por otra parte, todava a fines del XVI, tanto en Ro de la Plata como en otraszonas perifricas entonces integradas en el virreinato del Per, muchos indiosvivan dispersos, haciendo prcticamente imposible entre ellos toda tarea decivilizacin y evangelizacin. En esas circunstancias el empeo por la reduccinde los indios recibi un impulso decisivo tanto de don Francisco de Toledo,virrey del Per desde 1569, como de Santo Toribio de Mogrovejo, que asumi elarzobispado de Lima en 1581.

    Se lee en una Crnica Annima de 1609: Viendo el virrey don Francisco deToledo la universal perdicin de todo el reino por vivir los indios sin pueblosformados, de suerte que en el doctrinarlos se les faltaba nueve partes de las dieznecesarias, puso grande eficacia en reducirlos todos a pueblos ordenados, demanera que de quince o veinte de aquellas parcialidades o pueblezuelos se hizouno, lo cual, aunque tuvo grandes dificultades y repugnancia de los indios, contodo eso sali el virrey con ello, que fue la obra ms heroica y de mayor serviciode Dios que se ha hecho en aquellos indios (+MH 12,1955, 1111).

    Fray Luis de Bolaos (1539-1629)

    El historiador jesuita Antonio de Egaa afirma que en el continentehispanosudamericano ha de considerarse como fundador del mtodo reduccionalal franciscano Luis de Bolaos (Historia 190). De l nos da cumplida referenciaRal A. Molina en su estudio sobreLa obra franciscana en el Paraguay y Ro dela Plata (329-400; 485-522).

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    Sin ser an sacerdote, lleg Bolaos en 1575 a las misiones del Paraguay con lospadres Villalba, San Buenaventura, de la Torre, y Vivaldo, y con el hermanoAndrs. Partiendo de Asuncin, hacia el norte, lograron en 1580 fundar LosAltos, una misin que reuna unos 300 indios. A veces no fundaban, sino quecristianizaban un poblado indio ya existente. Con Los Altos, las primeras

    reducciones fueron San Francisco de Atir, San Pedro de Ipan, San Blas de It,San Buenaventura de Yaguarn.

    El padre Bolaos, ya sacerdote, en 1597, tras un tiempo de ministerios enAscensin, vuelve a misionar en la zona del Paran. Nace entonces la reduccinde San Jos de Cazaap, con ms de 600 familias, la de San Francisco Yut, conotros 600 indios, la de Santiago del Baradero. En fin, fueron catorce lasreducciones que se formaron entre 1580 y 1615, y otros diez pueblos fueroncristianizados. Muchos de estos ncleos de poblacin hoy subsisten (Molina 485-486).

    Esta red de fundaciones, las primeras -hace notar el padre Egaa-, acusan ya lamente de su creador: circundar la capital de reductos cristianos fcilmenteevangelizables desde el centro y evitar simultneamente el incluirlos en la ciudadespaola, donde perderan su autonoma. Ideas-base para todo el ulteriordesenvolvimiento de la obra. Es, pues, mrito del benemrito franciscano haberestablecido ya el mximo axioma que presidira toda la obra, y fuente capital delxito (190).

    El gran misionero fray Luis de Bolaos, nacido en 1539, a los 79 aos, agotado y

    casi ciego, se retir a Buenos Aires, en donde muri en 1629. A l y a suscolaboradores se debi la composicin de un catecismo, una gramtica y undiccionario en guaran, lengua que hoy felizmente sigue viva, en buena partegracias a ellos. La presencia misionera franciscana en el Paraguay sigui siendoimportante en los aos siguientes: en 1680 haba 150 religiosos en 11 conventos,y en 1700, 153 en 19.

    Tambin los dominicos desempearon una importante labor misionera en estazona, como puede verse en la obra de Alfonso Esponera Cerdn,Los dominicos yla evangelizacin del Uruguay (San Esteban, Salamanca 1992). Especialmenteimportante fue la reduccin de Santo Domingo Soriano, que hacia 1661 iniciaron

    junto al ro Uruguay, y que por esas fechas reuna quiz ms poblacin queBuenos Aires, ciudad que le quedaba cerca.

    Los jesuitas en el Ro de la Plata

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    Las Constituciones de San Ignacio prohiben terminantemente a la Compaahacerse cargo de parroquias (IV,2; VI,4). Y eso en Amrica ataba las manos delos misioneros jesuitas para trabajar con los indios. As se lo escriba a SanFrancisco de Borja, entonces General, el provincial Ruiz Portillo: me avise V. P.cmo nos habremos, pues en todas estas Indias es ste el modo que se tiene para

    convertirlos. A todo esto, el virrey don Francisco de Toledo apremiaba cada vezcon mayor fuerza el proceso reduccionstico.

    Alfonso Echnove, al estudiar el Origen y evolucin de la idea jesutica deReducciones en las Misiones del Virreinato del Per , destaca la gran obraorganizadora del virrey Toledo, y el mrito de su actividad en favor de losindios, y concretamente sus eficaces esfuerzos porreducirlos al estado yorganizacin civil que tenan en el perodo incaico, aadiendo las modificacionesnecesarias para que espiritualmente el edificio descansara sobre bases cristianas(108-109). Precisamente fue bajo su iniciativa como los jesuitas, autorizados para

    ello, comenzaron a trabajar en doctrinas.

    Y as en 1570 se hicieron cargo finalmente de dos doctrinas, la de Santiago delCercado, en Lima, que vena a ser una reduccin urbana, y la de Huarachor, acincuenta kilmetros de la capital, que reuna ms de setenta ayllos o clanesfamiliares, y que era una reduccin ms completa, ms semejante a las que seharan despus.

    En 1576 recibieron la doctrina de Juli, junto al lago Titicaca, y en sta se ve laprimera reduccin de los jesuitas, la que haba de ser modelo decisivo para las

    reducciones paraguayas que treinta y cinco aos ms tarde comenzaran aestablecerse. El provincial Jos de Acosta, el ms cualificado colaborador deMogrovejo, el santo Arzobispo de Lima, apoy de todo corazn esta entrega dela Compaa al servicio misionero de doctrinas y reducciones.

    Los jesuitas en la Asuncin

    En 1586, procedentes del Brasil, llegan a Salta seis jesuitas -los padres Nbrega,Nunes, Saloni, Ortega y Filds, y el hermano Jcome-, llamados por el primerobispo de Tucumn, el dominico portugus Francisco de Vitoria, aquel que tanto

    revolvi en el III Concilio de Lima, como ya vimos (345-347). Ortega, Saloni yFilds se quedan en la Asuncin, y los otros dos padres parten hacia los indios deGuayr, donde en un ao bautizaron unos 6.500 indios.

    Los jesuitas desarrollaron en la Asuncin una gran labor religiosa, dondeabrieron un colegio en 1585, y edificaron una hermosa iglesia diez aos mstarde; pero pronto, sin embargo, tuvieron graves dificultades con espaoles y

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    criollos. El Padre Romero, nuevo superior (1593), renuncia a un terreno porqueslo podra mantenerse con el servicio personal de los indios, que l no quieretener para no dar mal ejemplo.

    En 1604 una predicacin dursima del padre Lorenzana amenaza con la clera

    divina a los pobladores de la Asuncin que no dejen libres a unos indioscapturados en una razzia. Con stas y otras cosas, el apoyo de la ciudad a los

    jesuitas disminuye notoriamente y surgen hostilidades y calumnias. No obstanteestas dificultades, el padre general Aqua-viva erige en 1607 la provincia jesuticadel Paraguay con 8 Padres, que siete aos despus sern ya 113.

    Por otra parte, Ramrez de Velasco, gobernador de Tucumn, escribe por estosaos al Rey pidindole que acabe con los innumerables abusos a que da lugar laencomienda. Felipe III ordena en 1601 la supresin del servicio personal de losindios en todas sus posesiones, y mediante nuevas cdulas reales, de 1606 y

    1609, sigue exigiendo el desarrollo del sistema reduccional en las misiones, queya haba sido probado con xito por fray Luis de Bolaos y sus hermanosfranciscanos. Finalmente, el visitador real de la regin, don Francisco de Alfaro,sugiere al padre Torres, primer provincial de los jesuitas, que vinculedirectamente a la Corona las comunidades misionales que se van formando,como as se hizo.

    En estas acciones combinadas de funcionarios reales y de religiosos misioneroscomprobamos una vez ms que la obra misional de Espaa en las Indias naci deuna accin conjunta, protagonizada por los misioneros y apoyada por las

    autoridades civiles de la Corona, atentos con frecuencia a las responsabilidadesreligiosas implicadas en el Patronato Real.

    Recordemos al paso que, junto a Ascensin, hacia 1600 un cristiano guaran,llamado Jos, vindose perseguido por un grupo de indios mbyaes, se escondidetrs de un rbol, y prometi a Dios hacer con aquel tronco una imagen de laVirgen si salvaba la vida. Sus enemigos pasaron de largo, y el indio Jos tall laimagen preciosa que hoy se venera en el grandioso Santuario de Nuestra Seorade los Milagros de Caacup.

    Las reducciones jesuticas del Paraguay

    Las reducciones de la Compaa en el territorio que hoy ocupa en su mayor parteParaguay han merecido un lugar muy especial en la historia de las misionescatlicas.

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    Hay una abundante bibliografa sobre las reducciones, y de ella destacaremosslo algunas obras, como la del padre alavs Jos Cardiel (1704-1781), muchosaos misionero enLas misiones del Paraguay; Pablo Hernndez, Organizacin

    social de las doctrinas guaranes , obra importante que no he podido consultar;Raimundo Fernndez Ramos,Apuntes histricos sobre Misiones;

    MaximeHaubert,La vida cotidiana de los indios y jesuitas en las misiones delParaguay; Clovis Lugon,La rpublique des Guaranis; les jesuitesaupouvoir;Alberto Armani, Ciudad de Dios y Ciudad del Sol; el estado jesuita de los

    guaranes (1609-1768) . Es tambin muy interesante la obra, ms arriba citada,Tentacin de la utopa, pues recoge muy variados documentos de los mismosmisionerosjesuitas de las reducciones.

    Desde un comienzo, las instrucciones delpadre provincial Diego de Torres,dadas a los misioneros expedicionarios, expresan ya el planteamientofundamental que va a regir en las reducciones durante siglo y medio. Los

    misioneros, al hacer las reducciones, deben elegir bien el pueblo, el cacique, lastierras y lugares ms convenientes. Han de asegurar en seguida el desarrollo delos trabajos agrcolas y ganaderos que aseguren el sustento de la poblacin, quetendr unos 800 o 1.000 indios.

    Cuanto ms presto se pudiere hacer, con suavidad, y gusto de los indios, serecojan cada maana sus hijos a deprender la doctrina y de ellos se escojanalgunos, para que deprendan a cantar, y leer.... Y en fin, con todo el valor,

    prudencia y cuidado posible, se procure que los espaoles no entren en el pueblo,y si entraren, que no hagan agravio a los indios... y en todo los defiendan [losmisioneros], como verdaderos padres y protectores. Tres expediciones de

    jesuitas partieron inmediatamente con un mpetu misional formidable. San RoqueGonzlez, misionero jesuita, criollo de la Asuncin, escribira ms tarde en unacarta: Creo que en ninguna parte de la Compaa hubo mayor entusiasmo, mejorvoluntad y ms empeo (Tentacin 70).

    La misin entre los guaycurs, cerca de Asuncin, al otro lado del Paran, fueencomendada, la primera, en mayo de 1610, a los padres Griffi y RoqueGonzlez. Fue un fracaso, y los dos intentos posteriores, en 1613 y 1626, tambinlo fueron. An habra otros intentos en el XVII, pero finalmente hubo quedesistir, porque los guaycurs en modo alguno aceptaban sujetarse a vivir en

    pueblos, acostumbrados a su vida en la selva.

    La misin entre los guarans, en el Paran, encomendada a los padres Lorenzanay San Martn, a los que pronto se uni Roque Gonzlez, tuvo buen xito, y nacien 1610 la primera reduccin, la de San Ignacio Guaz (grande), y en seguidaItapa, Santa Ana, Yaguap y Yuti. Los jesuitas visitaron al venerable

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    franciscano Bolaos, que se hallaba entonces por aquella zona, y se ayudaron consu experiencia.

    La misin entre los guayrs, en la regin de Guayr, en la parte del Brasil quetoca con el nordeste del Paraguay actual, arraig tambin felizmente. Los padres

    italianos Cataldino y Masseta iniciaron en julio de 1610 las dos primerasreducciones, San Ignacio y Loreto; en sta ltima haba ya un cierto nmero deindios bautizados por los padres Ortega y Filds.

    El padre Roque Gonzlez, por su parte, fund nuevas reducciones entre los rosParan y Uruguay, como la de Concepcin, en 1619, con unas 500 familias, quefue el primer centro misional de la regin uruguaya. Posteriormente nacieron lasde San Nicols de Piratin, Nuestra Seora de la Candelaria de Ibicuy, SanFrancisco Javier de Cspedes, Nuestra Seora de los reyes de Ypec, NuestraSeora de la Candelaria de Ivahi, Asuncin, santos mrtires del Japn de Caar.

    En sta precisamente fueron martirizados los tres santos jesuitas de los que enseguida hablaremos.

    Las poblaciones misionales se multiplicaron con suma rapidez, sobre tododespus de la llegada del padre Antonio Ruiz de Montoya, que de 1620 a 1637di gran impulso a las reducciones, como superior general. l mismo compusoun lxico Tesoro de la lengua guaran, perfeccionando el vocabulario deBolaos, y escribi la crnica de la Conquista espiritual hecha por los religiososde la Compaa de Jess en las provincias de Paraguay, Paran, Uruguay y

    Tape.

    Hacia el 1700 la provincia jesutica del Paraguay tena 250 religiosos, de loscuales 73 trabajaban en las 30 reducciones ya fundadas: 17 en torno al roUruguay, que dependan del obispado de Buenos Aires, y 13 cerca del Paran,

    pertenecientes a la dicesis de Asuncin. En ellas vivan 90.000 indios, queformaban 23.000 familias. Las visitas episcopales fueron muy raras, slo siete en158 aos.

    Incursiones de los cazadores de esclavos

    En los primeros decenios las reducciones hubieron de sufrir graves ataques debandeirantes o mamelucos, es decir, de paulistas procedentes del Brasil -

    precisamente fue un misionero jesuita, el padre Nbrega, quien fund Sao Paulo-,que entraban en los territorios misonales a la caza de esclavos. Particularmenteterribles fueron las incursiones sufridas en las reducciones de Guayr, que dieronlugar a la gran migracin de 1631 decidida por el padre Ruiz de Montoya, y losataques de 1636, 1638 y 1639.

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    Todos estos ataques ponan en peligro la existencia misma de las reducciones, yel padre Montoya viaj a Madrid donde consigui autorizacin de armar a losindios. En 1640, en efecto, la Corona concedi permiso de usar armas de fuego atodos los indios de las reducciones, con gran escndalo y protesta de los hispano-criollos. Pronto se organiz y adiestr un fuerte ejrcito, que no hubo de esperar

    mucho para mostrar su fuerza.

    En 1541 se libr una fuerte batalla en Mboror, sobre el ro Uruguay. En unas900 canoas, se aproximaban 800 bandeirantes, armados hasta los dientes,acompaados por 6.000 tupes aliados suyos, stos sin armas de fuego. El ejrcitoguaran, conducido por el cacique Abiaru, era de 4.000 hombres, 300 de ellos conarmas de fuego, que llevaban disimuladas. El padre Rodero hizo la crnica oficialde la pelea. Abiaru, con unos pocos, se adelant en unas piraguas, y a gritos echen cara al Comandante paulista la vergenza de que gente que se deca cristianaviniera a quitar la libertad a otros hombres que profesaban la misma religin. El

    Comandante no respondi nada y su flota sigui avanzando. Estall por fin lalucha, y en el ro los paulistas y tupes sufrieron tal descalabro que hubieron derefugiarse en tierra, donde al da siguiente continu la batalla, con clara victoriaguaran.

    Con eso se terminaron para siempre las grandes razzias procedentes del Brasilpara la captura de esclavos. La fuerza armada guaran fue tan potente que elVirrey del Per, conde de Salvatierra, la nombr defensora de la fronterahispanolusa, y de hecho pudo impedir en adelante todos los intentos portugueses

    por entrar en el Ro de la Plata. Pero antes de 1641 las reducciones sufrieron elhorror de unos 300.000 indios cautivos. Se calcula que slamente entre 1628 y1630 los paulistas hicieron en las reducciones unos 60.000 esclavos. Cristianosviejos encadenaban a cristianos nefitos para venderlos como esclavos...

    Urbanismo de las reducciones

    El orden de las diversas reducciones era prcticamente idntico en todas elmismo, tambin en lo que se refiere al urbanismo. La iglesia, el corazn del

    poblado, con media docena de campanas al menos, sola ser de piedra, al menosla parte inferior, y sumamente grandiosa, como puede comprobarse hoy alobservar sus imponentes ruinas. Su fachada se abra a una granplaza, de unos100 por 130 metros, rectangular, rodeada de rboles, con una gran cruz en suscuatro ngulos, una fuente y la estatua de la Virgen o del patrn alzada sobrecolumna. Cerraban la plaza los edificios pblicos, ayuntamiento, escuela,vivienda de los padres, talleres artesanos, graneros y almacenes, asilo y hospital,casa de viudas, y tras la residencia de los padres una huerta y un gran jardn

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    botnico, de mucha importancia para la seleccin de semillas y aclimatacin deespecies.

    De la plaza, trazadas a cordel, salan las calles, y en filas paralelas se ordenabanlas casas de los guaranes, cosa comn a las ciudades hispanas de Amrica.

    Manzanas de seis o siete casas quedaban unidas por prticos, que protegan delsol y de la lluvia; por estas galeras poda recorrerse a cubierto toda la ciudad.

    Los jesuitas, no pocos de ellos procedentes de ilustres familias europeas ocriollas, hicieron con los indios de albailes, carpinteros, tejeros y arquitectos. Enfin, los visitantes que llegaban a las reducciones, despus de das de camino porlugares agrestes y selvticos, quedaban realmente asombrados al ver, sobre todo,aquellas iglesias, algunas, como la de Santa Rosa o la de Corpus, verdaderascatedrales, los edificios sin duda ms hermosos de toda la regin del Plata.

    Gobierno interior

    En la comunidad reduccional los caciques, que en cada poblado eran 20 o 30,tuvieron al comienzo bastantes atribuciones, pero poco a poco fueron relegados ala condicin decorativa de nobles, en tanto que se desarroll una organizacinelectiva de todos los cargos y ministerios. Los cargos en general solan seranuales, de modo que se vean frecuentemente renovados. El Corregidor, encambio, era autoridad constituda por cinco aos, y slo el Superior general de lafederacin de reducciones, jesuita, poda deponerle. Con l, vena en importanciael Cabildo o consejo elegido, compuesto de alcaldes, fiscales y otros ministros.

    El Cura, jesuita, asista, haca observaciones, que normalmente eran acogidas, ytena en ciertas cuestiones un poder que podramos llamar de veto, pero engeneral su mayor trabajo era asistir a los indios para que asumieran susresponsabilidades y las ejercitaran.

    Piensa Lugon que es por las elecciones y por el ejercicio de las funcionespblicas por lo que los guaranes adquieren un sentimiento tan vivo de suautonoma nacional y de su responsabilidad frente al bien comn (62). Enrealidad, aquella gran autonoma que, respecto de las autoridades civiles yeclesisticas locales, haban conseguido de la Corona las reducciones, ocasion

    en stas muchas ventajas, pero di lugar tambin a no pocas sospechas yodiosidades. En todo caso, es evidente que en el rgimen comunitario de lasreducciones una de las claves ms decisivas fue precisamente el aislamiento delmundo hispano americano. Los indios, por este aislamiento autnomo, noslamente se vieron libres de muchos vicios y tentaciones, escndalos y abusos,sino que tambin tuvieron ocasin de cobrar conciencia nacional, identidad

    propia de pueblo guaran, directamente vinculado a la Corona espaola.

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    En todo caso, como deca el padre Cardiel, todo este concierto es institudo porlos Padres: que el indio de su cosecha no pone orden, economa ni conciertoalguno. El Padre es el alma de todo: y hace en el pueblo lo que el alma en elcuerpo. Si descuida algo en velar, todo va de capa cada. Dios nuestro Seor, porsu altsima providencia, dio a estos pobrecitos indios un respeto y obediencia

    muy especial para con los Padres; de otra manera era imposible gobernarlos(70-71).

    Por lo dems, ya entonces, como ahora, haba intelectuales progresistas que, amil o diez mil kilmetros de distancia, sin haber pisado jams la selva, ni conocersiquiera sea de vista a los indios guaranes, decan que todo este gobierno eraerrado, que aquellos indios para hacerse realmente adultos necesitaban tener sus

    propiedades privadas, su trato con los espaoles y su capacidad libre decomerciar; y los Padres slo ensear la Doctrina cristiana.

    A lo que responde Cardiel: Qu ms quisiramos nosotros, que poder conseguiresto, por estar libres de tanto cuidado temporal. Muchas pruebas se han hecho

    para conseguir algo de esto en diversos tiempos: mas nada se ha podido alcanzar.Si estos indios fueran como los espaoles, o como los indios del Per y Mjico,que antes de la conquista vivan con gobierno de Reyes y leyes, con economa yconcierto, con abundancia de vveres, adquiridos labrando sus tierras, en pueblosy ciudades: si fueran de esta raza, casta y calidad, se poda decir eso. Pero sonmuy diversos. Eran en su gentilismo fieras del campo como se ha dicho. Laexperiencia ha mostrado que el cultivo de 150 aos, que ha que empezaron sus

    primeras conversiones, slo ha podido conseguir el amansarlos y reducirlos aconcierto, como se ha dicho, de que se admiran mucho los Obispos y otros,considerando lo que eran, teniendo por mucho lo que se ha hecho y conseguido(92).

    Tngase, por lo dems, en cuenta que los mismos jesuitas usaban por esos aosde una pedagoga pastoral muy diversa en otras regiones de Amrica, lo quedemuestra que la poltica seguida en las reducciones guaranes no proceda tantode principios ideolgicos de la Compaa de Jess, como de la necesidadimpuesta por la misma realidad de aquellos indios.

    Economa

    Siguiendo las instrucciones primeras del padre Torres, las reducciones secentraron econmicamente en la agricultura y la ganadera. Los indios hastaentonces conocan slo un cultivo itinerante: quemaban parte del bosque, seestablecan unos aos en esas tierras, hasta que las abandonaban al perder lafertilidad. En cambio en las reducciones pudieron perfeccionar mucho la

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    agricultura, no slo el uso de arados y animales de traccin, sino con ladiversificacin de cultivos, entre los cuales sobresali la yerba mate. Tambin laganadera alcanz tambin un desarrollo muy notable en cantidad y calidad,marcando la fisonoma del pas hasta nuestros das.

    Yapey, por ejemplo, lleg a tener ms de 200.000 cabezas de ganado. De estemodo, el autoabastecimiento era prcticamente completo, y la dieta media de losindios bastante superior a la del mundo circundante. El jesuita Jos Cardiel dacuenta de las estancias inmensas de ganado, y prev que para quien no hayaconocido directamente las reducciones todos esos datos le parecern increbles:se le har imposible estancia de cincuenta leguas [unos 280 kilmetros]: gastode diez mil vacas al ao en un pueblo de mil setecientos vecinos: precio de ellasde solo tres reales de plata, etc. Pero es otro mundo aqul. La misma admiracinnos causaba a nosotros a los principios. O pensar que las vacas son chicas comocarneros: y otras cosas a este modo. Son tan grandes como las de Espaa, o ms.

    Ni las leguas son chicas. Las estancias de Yapey [50 leguas por 30] y SanMiguel [40 por 20] son las mayores [y a ellas llevaban ganado de variasreducciones]; las dems son de ocho, diez, o a lo ms veinte leguas de largo(79).

    Con todo esto, en opinin del francs Clovis Lugon, ninguna regin de Amricaconoci en la poca una prosperidad tan general ni un desarrollo econmico tansano y equilibrado (92), y eso que lajornada laboralcon horas limitadas -msreducida en el caso de labores ms penosas-, ya se haba establecido en lasreducciones, con una anticipacin de dos o tres siglos respecto de los pases msadelantados del Occidente.

    Por lo dems, el rgimen econmico era mixto, privado y comunal, tanto en lapropiedad como en el trabajo, tanto en la agricultura como en la ganadera.Muchos europeos y criollos vean mal este excesivo comunismo establecido porlos jesuitas, y a veces stos pretendieron modificarlo en algo, como en la

    posesin de ganado, pero sin xito. El padre Jos Cardiel, escribe: Hemos hechoen todos tiempos muchas pruebas para ver si les podemos hacer tener y guardaralgo de ganado mayor y menor y alguna cabalgadura, y no lo hemos podidoconseguir (71).

    Industrias

    Pronto se instalaron en las reducciones molinos de viento o de agua, fbricas deazcar y de aceite, de ladrillos y de tejidos, as como naves para el secado y

    preparacin de la yerba mate. En las herreras y fundiciones, modestas, pues laregin era pobre en metales, se produjeron en seguida campanas, con mineral

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    importado de Conquimbo o de Chile, y en cuanto hubo autorizacin para armar alos indios, tambin se fabricaron armas y municiones.

    Los funcionarios o misioneros que llegaban a las reducciones quedabanasombrados al ver relojes, rganos y toda suerte de instrumentos musicales o

    esferas astronmicas, fabricados completamente por los indios. En la reduccinde San Juan tenan un reloj en el que iban saliendo los doce apstoles al dar lascampanadas del medioda. En el ro Uruguay y en el Paran tuvieron tambinastilleros donde construan naves, bien adaptadas y extremadamente resistentes,

    para el transporte de sus productos.

    Roa Bastos recuerda que ochenta aos antes que en Buenos Aires, capital de lagobernacin y luego del virreinato del Ro de la Plata, se establecieron en lasMisiones las primeras imprentas (Tentacin 34). En ellas se publicaron muchostextos, gramticas, catecismos y libros espirituales, en lengua guaran, como la

    obra Temporal y eterno, publicada en 1705 en las prensas de Loreto, con 67vietas y 43 lminas grabadas por artesanos guaranes. Tambin tenan imprentasSanta Mara Mayor, San Javier y Candelaria. Este cultivo del lenguaje guaran,ya iniciado por el franciscano Bolaos, fue decisivo para que la lengua haya

    podido conservarse viva hasta nuestros das. El provincial Ruiz de Montoya decaque los guaranes tanto estiman su lengua, y con razn, porque es digna dealabanza y de celebrarse entre las de fama (Tentaciones 70). Tambin en lasreducciones se imprimieron los mapas geogrficos de Amrica ms exactos de lapoca.

    Por otra parte, laorientacin profesionalse practicaba en aquellos pobladosmisionales dos o tres siglos antes que en el Occidente culto. Y as en los relatosdel jesuita Charlevoix, publicados en Pars en 1747, se dice que en lasreducciones desde que los nios estn en edad de poder iniciarse en el trabajo,se les lleva a los talleres y se les coloca en aquellos para los que parecen mostrarms inclinacin, ya que se estima que el arte debe estar guiado por la naturaleza(Lugon 98).

    Y lo mismo que sucedi a los misioneros de Nueva Espaa ocurri tambin aqua los jesuitas, que quedaban impresionados al ver la habilidad manual de losindios, y sobre todo su prodigiosa capacidad de imitacin.

    El jesuita tirols AntonSepp, en 1696, observaba: No pueden inventar ni idearabsolutamente nada por su propio entendimiento, aunque sea la ms simple labormanual, sino siempre debe estar presente el padre y guiarlos; debe darles sobretodo un modelo y ejemplo. Si tienen uno, l puede estar seguro de que imitarn lalabor exactamente. Son indescriptiblemente talentosos para la imitacin. Por

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    ejemplo: queramos tener hermosas puntillas grandes para un altar. Qu hace laindia? Toma una puntilla de un palmo de ancha trada de Europa, coge los hiloscon la aguja, deshace un poco la puntilla, ve cmo est tejida o tramada y deinmediato hace otra. La nueva es tan parecida a la vieja que no puedes reconocercul es la puntilla holandesa o espaola, y cul la indgena. Y as es con todas las

    cosas. Tenemos dos rganos, de los cuales uno fue trado de Europa, mientras elotro ha sido hecho por los indios tan idnticamente, que al principio yo mismome confund, tomando el indgena por el europeo. Aqu hay un misal, unaimpresin de Amberes, de la mejor calidad; all hay un misal copiado por unindio: no se puede reconocer cul es el misal impreso y cul el copiado. Lastrompetas son idnticas a las de Nremberg, los relojes no ceden en nada a los deAugsburgo, famosos en el mundo entero. Hay pinturas que parecen haber sido

    pintadas por Rubens. En una palabra, los indios imitan todo, mientran tenga unmodelo o ejemplo (Tentacin 122).

    El talento natural de los indios, en el orden de una vida estable y pacfica, y laorganizacin del trabajo, daba lugar a estas industrias sorprendentes. As lascosas, bien puede afirmarse que la federacin de reducciones guaranes form ensu tiempo la nica nacin industrializada de Amrica del Sur (Lugon 98).

    Msica

    Los indios de Amrica, en general, con sus pobres instrumentos ancestrales, noconocan apenas las maravillas del mundo de la msica, y quedabanabsolutamente fascinados cuando entraban en l. El sonido de las campanas, del

    violn o del rgano creaban para ellos un mundo mgico, apenas creble. Estafuerza misionera de la msica fue conocida desde un principio, como ya lo vimosen los franciscanos de Mxico.

    Cuando los dominicos del padre Las Casas entraron en la Verapaz, habanenseado a cuatro indios cristianos unas coplas, que cantaron ante los paganosacompandose de un teneplaste (madero hueco), sonajas y cascabeles. stosquedaron tan encantados que tuvieron que cantarlas durante ocho das (MH6,1949, 503). Y en las reducciones guaranes, quiz de un modo especial, lamsica tuvo una extraordinaria importancia, gracias en buena parte a los jesuitaseuropeos no espaoles.

    En efecto, el hermano jesuita Louis Berger, originario de la Picarda, ense a losguaranes la msica vocal e instrumental. El padre belga Jean Vassaux, deTournai, de ser maestro de msica en la corte de Carlos V pas a ensear solfeo yla notacin musical ms moderna a los indios de las reducciones, y muri en1623, en Loreto, al servicio de los apestados. De todos modos fue quiz

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    AntonSepp el mejor maestro de msica que hubo en las reducciones. Escuelas dedanza, de canto y de msica instrumental existan en todas ellas, aplicando estasartes fundamentalmente a la vida religiosa. Los cronistas hablan de que los indiosformaban verdaderas orquestas, a un nivel europeo.

    AntonSepp cuenta en una relacin de 1696: En este ao ya logr que dominaransus instrumentos: seis trompetistas de distintas reducciones -cada pueblo tienecuatro trompetistas-, tres buenos tiorbistas, cuatro organistas... Este ao helogrado que treinta ejecutantes de chirima, dieciocho de trompa, diez fagotistashicieran tan grandes progresos que todos pueden tocar y cantar miscomposiciones. En mi reduccin he anotado para ocho niitos indios el famoso

    LaudatePueri. Lo cantan con tal garbo, tal gracia y estilo que en Europa apenasse creera de estos pobres, desnudos, inocentes niitos indios. Todos losmisioneros estn llenos de alegra y agradecen al Seor Supremo que, despus detantos aos, les haya enviado un hombre que tambin ponga a la msica en

    buenas condiciones... Cunto me honran y aman los indios, la modestia y elpudor no permiten describirlo. Yo soy indigno de todo esto, y el mayor pecador yms intil de todos los siervos en Cristo (Tentacin 118-119). Y aade: Todoslos das de fiesta, despus de vsperas y antes de la misa mayor, engalanamos aalgunos chicuelos indios en forma hermosa; tan hermosa como los pobres indiosno han visto en su vida. Luego representan sus bailes en la iglesia, donde todosestn reunidos. Tambin organizamos espectculos de baile en las procesiones

    pblicas, especialmente en la fiesta del Corpus Christi (126).

    La excelencia de la msica en las reducciones, ya desde sus comienzos, fueopinin comn. El padre Ripario escribe en 1637 al provincial de Miln que losindios acompaan la misa con buonissimamusica. En 1729, el padreMathiasStrobel dice en una carta dirigida a un jesuita de Viena: Se creera queesos msicos han venido a la India de alguna de las mejores ciudades de Europa(146). Y el padre Cardiel, ya anciano y exiliado en Italia, no puede contener laslgrimas cuando evoca el devotsimo estruendo de voces e instrumentos quesolemnizaba la liturgia en las reducciones: Todos los das cantan y tocan en laMisa. Al empezar la Misa tocan instrumentos de boca y a veces de cuerdas...causando notable devocin. En el laudate comienzan los tenores y los demsmsicos grandes con los clarinetes y chirimas, instando a los nios tiples:laudatepueri, puerilaudate, laudatenomenDomini... (No se maravillen si vamojado de lgrimas este papel). Cantan con tal armona, majestad y devocin,que enternecer el corazn ms duro. Y como ellos nunca cantan con vanidad yarrogancia, sino con toda modestia, y los nios son inocentes, y muchos de vocesque pudieran lucir en las mejores Catedrales de Europa, es mucha la devocinque causan. Y bajando de sus recuerdos extasiados, contina el padre Cardiel:Como los misioneros primitivos vieron que estos indios eran tan materiales,

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    pusieron especial cuidado en la msica, para traerlos a Dios; y como vieron queesto les traa y gustaba, introdujeron tambin regocijos y danzas modestas (117-118).

    En las reducciones los padres tenan formado un verdaderoMinisterio de ocios y

    juegos, de modo que con los indios ms artistas y dotados organizaban danzas,paradas militares y evoluciones de jinetes en la plaza mayor, que a un tiempoeran entrenamiento blico, juego y fiesta, sesiones de teatro, procesiones concantos para ir, regidos por los toques de campana, al trabajo en los campos.

    Con todos estos recursos obtenan los misioneros lo que en un principio a ellosmismos haba parecido imposible, integrar a aquellos indios en una vida asociaday armoniosa, y estimularles a un trabajo sostenido, aunque slo fuera unas pocashoras cada da, siendo ellos tan reacios a todo ordenamiento laboral.

    Orden y justicia

    El derecho penal era en las reducciones extremadamente benigno para los usos dela poca, y la pena de muerte estaba excluda dos o tres siglos antes que en los

    pases de Occidente.Aunque este gento es de genio humilde, pacfico y quieto,especialmente despus de cristianos, no puede menos de haber en tanta multitudalgunos delitos dignos de castigo. En toda la Amrica, los Curas, clrigos yregulares, castigan a sus feligreses indios. Para todos los delitos hay castigosealado en elLibro de Ordenes: todos muy proporcionados a su genio pueril, ya lo que puede el estado sacerdotal. No hay ms castigo que crcel, zepo y azotes.

    Los azotes nunca pasan de veinticinco. Todos los encarcelados de ambos sexosvienen cada da a Misa y a Rosario con sus grillos, acompaados de su Alguacil ySuperiora.

    El Cura [de la reduccin] es su padre y su madre, juez eclesistico y todas lascosas. Cay uno en un descuido o delito: luego le traen los Alcaldes ante el Curaa la puerta de su aposento: y no atado y agarrado, por grande que sea su delito.

    No hacen sino decirle: Vamos al Padre: y sin ms apremio viene como unaoveja: y ordinariamente no le traen delante de s, ni en medio, sino detrs,siguindoles: y no se huye. El Cura hace sus preguntas y averiguaciones, y

    quiz concluya: Yahora, hijo, que te den tantos azotes. Siempre se les trata dehijos. El delincuente se va con mucha humildad a que le den los azotes, sinmostrar jams resistencia: y luego viene a besar la mano del Padre, diciendo:

    Aguyebete, cheruba, chemboaracherahaguerarehe: Dios te lo pague, Padre,porque me has dado entendimiento. Nunca conciben el castigo del Padre comocosa nacida de la clera u otra pasin, sino como medicina para su bien, y en

    persuadirles esto inculcan los Cabildantes cuando los domingos repiten la pltica

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    del Padre. Es tanta la humildad que muestran en estos casos, que a veces noshacen saltar las lgrimas de confusin (146-147).

    Los nios, ante todo

    Pero vengamos a lo principal de las reducciones, a laformacin cristianaintegralde un pueblo nuevo. El padre Cardiel deca: en la crianza de losmuchachos de uno y otro sexo,se pone mucho cuidado. Hay escuelas de leer yescribir, de msica y de danzas, y a ellas asisten los hijos de los caciques,mayordomos, cabildantes y principales del pueblo, en su modo de concebir, ytambin vienen otros si lo piden sus padres. Tienen sus maestros indios; aprendenalgunos a leer con notable destreza, y leen la lengua extraa mejor que nosotros.Debe de consistir en la vista, que la tienen muy perspicaz, y la memoria, que latienen muy buena: ojal fuera as el entendimiento. Tambin hacen la letra harto

    buena (115).

    Especial cuidado se pona en la educacin cristiana de los nios. El Catecismoempleado era el dispuesto por el III Concilio Limense (1582-1583), y segn lasdisposiciones conciliares que ya conocemos (342-344, 348) era enseado enguaran. Por cierto que las orientaciones de este sagrado Concilio influyeron enlas reducciones ms de lo que suele recordarse. En efecto, ya en este Concilio -como en el anterior de 1567- los Padres conciliares dieron a la evangelizacin delos indios una versin acentuadamente civilizadora: que se ensee a los indiosvivir con orden y polica y tener limpieza y honestidad y buena crianza (347),etc.

    Un capuchino francs que visit las reducciones, Florentin de Bourges, escribaen 1716: La manera en que educan a esta nueva cristiandad me impresion tan

    profundamente que la tengo siempre presente en el espritu. ste es el orden quese observa en la reduccin donde me hallaba, la cual cuenta con alrededor detreinta mil almas. Al alba se hace sonar la campana para llamar a la gente a laiglesia, donde un misionero reza la oracin de la maana, luego de lo cual se dicela misa; posteriormente las gentes se retiran y cada cual se dirige a susocupaciones. Los nios, desde los siete u ocho hasta los doce aos, tienen laobligacin de ir a la escuela, donde los maestros les ensean a leer y escribir, lestransmiten el catecismo y las oraciones de la Iglesia, y los instruyen sobre losdeberes del cristianismo. Las nias estn sometidas a similares obligaciones yhasta la edad de doce aos van a otras escuelas, donde maestras -de virtudcomprobada- les hacen aprender las oraciones y el catecismo, les ensean a leer,a tejer, a coser y todas las otras tareas propias de su sexo. A las ocho, todosacuden a la iglesia donde, tras haber rezado la plegaria de la maana, recitan dememoria y en voz alta el catecismo; los varones se ubican en el santuario,

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    ordenados en varias filas y son quienes comienzan; las nias, en la nave, repitenlo que los varones han dicho. A continuacin oyen misa y despus de ellafinalizan el recitado del catecismo y regresan de dos a dos a las escuelas.

    Me conmovi el corazn presenciar la modestia y la piedad de esos nios. Al

    ponerse el sol se tae la campana para la oracin del atardecer y luego de lla serecita el rosario a dos coros; casi nadie se exime de este ejercicio y quienes

    poseen motivos que les impiden acudir a la iglesia se aseguran de recitarlo en suscasas... La unin y la caridad que reinan entre los fieles es perfecta; puesto quelos bienes son comunes, la ambicin y la avaricia son vicios desconocidos y nose observan entre ellos ni divisiones ni pleitos... Que yo sepa, no hay misin ms

    santa en el mundo cristiano (Tentacin 130-136).

    Ya en los primeros aos se recogieron en las reducciones estos frutosimpresionantes de cristiandad, sobre todo entre los nios, cuya transformacin

    dejaba asombrados a sus propios padres. As lo testimonia en 1636 el jesuitaNicolaoMistrilli: cuando estas buenas gentes ven a sus hijos tan bien instruidosen la lectura, en la escritura, el canto, el manejo de los instrumentos, el baile alritmo, que dan delante de ellos en pblico y en privado diversas pruebas de susatisfaccin, quin puede expresar la alegra que hay en sus corazones!... Veraisa unos prorrumpir en lgrimas de alegra; escucharais a los otros dar a Dios milgracias y agradecer a los padres con palabras llenas de afecto; a algunosregocijarse con sus hijos de haber venido al mundo en poca tan venturosa(Tentacin 101).

    Un nuevo pueblo cristiano

    Las celebraciones religiosas eran frecuentes, y tan variadas y coloristas queapenas intentaremos describirlas, pues, al toque de las campanas, constituan unmarco de vida permanente, lo mismo al levantarse que al finalizar el da, al ir altrabajo o al regresar de l,en los cantos y danzas: todo en las reducciones eravida explcitamente religiosa y cristiana.

    Estos nuevos cristianos, dice el padre Mistrilli, confesaban con frecuencia suspecados, y con abundantes lgrimas. Salvo los muy jvenes, todos son

    admitidos a la santa comunin, y es excepcional su devocin por la Madre deDios, lo cual manifiestan rezando todos los das en su honor el rosario. Esadmirable el fervor con que abrazan la Cruz y participan en las penas de la SantaPasin, con castigos diversos y duros en Su honor (102).

    De pocos aos despus de 1700 proceden los siguientes testimonios.MathiasStrobel: apenas se puede describirla honestidad y piedad edificante

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    sobremanera con que se presentan los indios cristianos (146). AntonBetschon,jesuita tirols: Nuestros indios imitan en la vida comn a los cristianosprimitivos del tiempo de los apstoles (129; +MaximeHaubert titula el cp. VIIde su libro Una imagen de la primitiva Iglesia). El Obispo de Buenos Aires, enuna carta a Felipe V: Seor, en esas populosas comunidades compuestas de

    indios, naturalmente inclinados a toda suerte de vicios, reina tan grandeinocencia, que no creo que se cometa en ellas un solo pecado mortal

    Chateaubriand cita esta carta en su Gnie du christianisme, de 1802, dondededica unos captulos a lasMissions du Paraguay (IV p., IV l., cpts. 4-5). Unverdadero milagro.

    El Cura en las reducciones

    El milagro primero de Cristo en las reducciones fue, sin duda, la vida y

    ministerio de los propios misioneros jesuitas. La vida asctica de aquellosreligiosos, cuidadosamente ordenada al modo ignaciano, implicaba unadistribucin cuotidiana, igual en todas las reducciones. Tal como Cardiel ladescribe en el captulo VI de su crnica resulta realmente impresionante, y ensiglo y medio no conoci relajacin, y apenas cambio alguno. Este nuestro

    particular mtodo y concierto, que alternaba armoniosamente oracin y trabajo,silencio y conversacin, era permanentemente guardado: aunque haya muchoshuspedes, nunca se deja esta distribucin.

    El orden normal diario del misionero, tal como lo describe el padre AntonSepp,

    era as: Levantarse una hora antes del amanecer. Ya lavado y vestido, voy a laiglesia, saludo el Santsimo Sacramento, me arrodillo y tengo mi meditacin deuna hora. Luego me confieso, caso que seamos dos los padres. Despus se toca el

    Ave Mara con la gran campana; cuando sali el sol, se toca a misa. Despus dela misa rezo durante un cuarto de hora miRecessus [parte del Breviario]. Mstarde voy diariamente al confesionario. Luego enseo la doctrina cristiana a loschicos. Viene despus la visita a los enfermos, con los sacramentoscorrespondientes, pues entre tanta gente casi siempre hay alguien que va amorir, por lo cual tambin debo enterrar casi diariamente a algunos muertos.Luego inspecciono nuestras oficinas, a ver qu hacen los escolares, msicos ydanzantes, los herreros, ebanistas y molineros, los pintores y escultores, lostejedores y carniceros. Si me sobra tiempo voy al jardn, y examino si los

    jardineros trabajan bien.

    A las nueve y media se entregan las vasijas, en las que los enfermeros llevanleche tibia, un buen trozo de carne y pan blanco a los enfermos en sus chozas. Alas diez y media el chicuelo toca la campana para el examen de conciencia. Me

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    encierro un cuarto de hora en mi habitacin, examino mis pecados y luego mevoy a comer. Durante la comida del padre, un nio hace la lectura espiritual, y sihay dos padres, tienen una hora de descanso y conversacin. A la una rezamoscon los nios la letana de todos los santos en la iglesia. Luego tengo tiempohasta las dos de trabajar en algo para m: de barro hago diversas imgenes de la

    Virgen, medallas y relicarios de seda. Un da compongo algo de msica, ydiariamente aprendo algo ms de la lengua indgena. A las dos toca la grancampana la seal de trabajo. Otra vez inspeccin de talleres y visita a enfermos.

    A las cuatro enseo el catecismo, rezo el rosario con la gente, luego la letana, yhago con ella el acto de contricin. Despus debo enterrar casi diariamente a losmuertos. A continuacin rezo mis horas sacerdotales. A las siete ceno. Luegosigue un descanso de una hora. Despus lectura religiosa, examen interior,

    preparacin de la meditacin del da siguiente y finalmente el reposo nocturno.Este es interrumpido a menudo por los enfermos, a quienes debo administrar por

    la noche los santos Sacramentos. Esta es la orden del da habitual (Tentacin126-127). El bendito padre Sepp gozaba especialsimamente en la visita a losindios enfermos, viendo la bondad y paciencia con que moran sin una queja ni

    preocupacin, bendiciendo a Dios: aqu mi corazn es llenado de consueloindescriptible, cada vez que entro en semejante pesebre de mi Seor Jess, aqumi alma se derrite (116).

    Verdaderamente es admirable el martirio diario de aquellos hombres encerradosen las reducciones con los indios, a veces durante muchos aos, gastndose ydesgastndose por sus vidas(+2Cor 12,15). Los padres tenan que emplearseenteros, las veinticuatro horas del da, para fomentar el bien de lo temporal-staera su mayor cruz-, y el bien de lo espiritual-aqu hallaban su mayor gozo ydescanso-. As vivieron en las reducciones entre 1608 y 1768, con pocoscambios, unos 1.500 jesuitas, sacerdotes o hermanos, de los cuales hubo 550espaoles, 309 argentinos, 159 italianos, 112 alemanes y austracos, 83

    paraguayos, 52 portugueses, 41 franceses, 22 bolivianos, 20 peruanos y 93chilenos y de otras nacionalidades. Y lo ms importante, hubo entre ellos treintay dos mrtires...

    Los santos mrtires de las reducciones

    Los jesuitas, como tantos otros misioneros de Amrica, entraban muchas vecesen regiones que la Corona espaola no haba podido dominar. As,concretamente, iniciaron sus misiones en Guayr y la regin baja del Paran,entrando a los indios, como dice el padre Cardiel, sin ms escolta ni ms armas,entre gente tan feroz, que una cruz en la mano, que serva de bculo (51).

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    Ya vimos en el captulo dedicado aLa regin del Ro de la Plata en qu situacinse hallaban aquellos indios... Se comprende, pues, que el intento de hacerles

    pasar de aquella vida tan salvaje a una vida civilizada y cristiana no poda iradelante sin gravsimos riesgos para los misioneros, por parte sobre todo de loscaciques, y ms an de los brujos y hechiceros.

    Lo raro es que en las reducciones slamente se produjeran treinta y dos mrtires.Juan Pablo II ha canonizado de ellos al padre Roque Gonzlez de Santa Cruz(1576-1628), que fue prroco de la catedral de la Asuncin, antes de ser jesuita, yque es el primer santo de Paraguay, y a los padres Alonso Rodrguez y JuanCastillo, nacidos en tierras de Espaa, en Zamora el primero (1598-1628) y enBelmonte (Cuenca) el segundo (1596-1628). Estos dos fueron connovicios del

    padre Nieremberg, que hizo la crnica de su vida y martirio (en Varones ilustresde la Compaa de Jess, 4, Bilbao 1889, 358-375). Con fingimientos primero, ycon el ensaamiento habitual despus, los tres fueron muertos por caciques que

    antes fueron amigos, y despus se revolvieron contra las reducciones.

    Los tres haban sido beatificados en 1934 por Po XI. Y Juan Pablo II, en lahomila de canonizacin, hizo un gran elogio de la accin misionera en lasreducciones, subrayando tambin que la labor inmensa de estos hombres, todaesa labor evangelizadora de las reducciones guaranticas, fue posible gracias a suunin con Dios. San Roque y sus compaeros siguieron el ejemplo de SanIgnacio, plasmado en sus Constituciones: "Los medios que unen al instrumentocon Dios y lo disponen a dejarse guiar por su mano divina son ms eficaces queaquellos que lo disponen hacia los hombres" (n.813). Fundamentaron as, da ada, su trabajo en la oracin, sin dejarla por ningn motivo. "Por msocupaciones que hayamos tenido -escriba el padre Roque en 1613-, jams hemosfaltado a nuestros ejercicios espirituales y modo de proceder" (16-5-1988).

    Fueron, s, muchos los misioneros mrtires. El padre Cipriano de Barace (1641-1702), navarro roncals de Isaba, fund misiones entre los indios mojos (moxos),al norte de Bolivia, durante 27 aos, evangelizando tambin entre los vecinos

    bares, guarayes y tapacuras. Autor de varios escritos -Doctrina cristiana enlengua moja, Costumbres y vida de los indios chiriguanos, con algunasaportaciones sobre su lengua, Cnticos en honra de la Virgen Nuestra Seora enlengua castellana y moja-, muri flechado y a golpes de macana en una entradamisionera a los bares. Era el 16 de setiembre de 1702, fiesta de San Cipriano,

    patrn de Isaba. Muri aferrado a una cruz, y diciendo Jess, Mara, padre SanFrancisco Javier.

    Fueron muchos los misioneros mrtires. En 1711, por ejemplo, se da otromartirio, el del padre Lucas Caballero, fundador de la reduccin de Nuestra

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    Seora de la Concepcin. Fue atacado por indios infieles puyzocas, y segnrefiere el jesuita Juan Patricio Fernndez, muri de rodillas ante una cruz quellevaba consigo, ofreciendo la sangre que derramaba por sus mismos matadorese invocando los dulcsimos nombres de Jess y de Mara (Tentacin 109).

    La expulsin de los jesuitas

    En general, el mundo hispano-criollo, encomenderos, comerciantes, clero

    secular, desde el principio, vi con hostilidad las reducciones, en las que nisiquiera se poda entrar sin autorizacin. Hubo, sin duda, autoridadesrepresentantes de la Corona y algunos obispos que las apreciaron y apoyaronmucho. Pero, en todo caso, abundaron sobre ellas las calumnias y falsedades, quellegaron hasta Europa, y alimentaron tambin la Leyenda negra.

    Algunas de las persecuciones sufridas por las reducciones guaranes merecen ser

    recordadas. Entre 1640 y 1661 las reducciones fueron duramente hostilizadas porBernardino de Crdenas, obispo de la Asuncin, y luego de Popayn. Y entre losgobernadores, conviene recordar como enemigo acrrimo de los jesuitas y de lasreducciones a don Jos de Antequera, que finalmente muri ajusticiado (1731).Pocos aos despus, cuando se alz una Comuna revolucionaria en Asuncin, elejrcito guaran colabor decisivamente con las fuerzas reales en el sometimientode la ciudad (1735), cosa que no aument, ciertamente, la simpata de los criolloshacia las reducciones. Tantas fueron, en fin, las acusaciones contra los jesuitas ylas reducciones, que en Madrid se orden una investigacin a fondo. Y elresultado, completamente elogioso, fue la Cdula grande de Felipe V (1743).

    Pero se avecinaban tormentas an ms graves. En 1750, el Tratado de Lmitesentre Espaa y Portugal implicaba la cesin a los portugueses de sietereducciones. 30.000 guaranes rechazaron en absoluto el dominio lusitano, entreotras razones porque en Portugal estaba legalizada la esclavitud. Se levantaron enarmas en 1753 y fueron diezmados. Con esa ocasin, los jesuitas quedarontachados de instigadores. El Tratado, sin embargo, fue revocado en 1759.

    El golpe definitivo vino en 1767, cuando Carlos III expuls a los jesuitas deEspaa y de todos sus dominios. La operacin policaca fue encomendada por el

    conde de Aranda al marqus de Bucareli, nombrado para ello gobernador deBuenos Aires. Como ya vimos al referir esta expulsin en Mxico (278), lasterminantes instrucciones disponan la muerte del gobernador si despus de ciertafecha quedase en su circunscripcin algn jesuita, incluso enfermo o moribundo.Escuadrones de caballera, el 22 de julio, dieron cumplimiento a la orden -Yo, elRey- (Decreto, +Tentacin 185).

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    En esos aos, polticamente ignominiosos,Espaa mereci perder Amrica, queera ya una inmensa parte de s misma. Qu lejos quedaba la poca en que Reyescatlicos, asistidos por Consejos honrados de juristas y telogos, se afanaban porservir a la verdad en la justicia. Por lo que a las reducciones se refiere, ha dedecirse que mientras la poltica espaola inspir sus decisiones en el Evangelio,

    ellas siempre encontraron en la Corona ayuda y defensa. Pero en la mismaCorona encontraron su ruina cuando sta tuvo por consejera a la Ilustracin,representada en las enciclopdicas personas del conde de Aranda y de don JosMoino. ste fue recompensado con el ttulo de conde de Floridablanca porhaber conseguido el gran triunfo poltico de arrancar en 1773 al papa ClementeXIV no ya la expulsin de los jesuitas del Reino de Espaa, sino su completaextincin (BreveDominusacRedemptor).

    A causa de ese decreto, 68 misioneros hubieron de abandonar para siempre a los93.181 indios que vivan en 32 reducciones: 13 en el Paran, 17 en el Uruguay y

    2 en el Taruma. La expulsin de los jesuitas suprimi bruscamente de la Amricahispana la preciosa accin misionera de 2.700 religiosos, ocasionando daosgravsimos en la Iglesia. Todos los padres deban ser desembarcados en Cdiz,

    pero 420 murieron en la travesa, a causa de los malos tratos sufridos en laprisin y de las privaciones que soportaron en el barco. Reposan en el Atlntico,en el corazn de Dios y en la memoria agradecida de la Santa Iglesia Catlica.

    Los jesuitas sobrevivientes sufrieron en Europa el grave sndrome de abstinenciade Amrica, que muchos padecemos.

    Llanto sobre las reducciones arruinadas

    Los mayores sufrimientos, sin embargo, fueron los de los indios, que por esacausa quedaron abandonados sin pastor. De momento, continuaron lasreducciones una vida precaria bajo diversas frmulas sustitutivas: con clerosecular o con otros religiosos, menos numerosos y preparados. Pero sudecadencia fue inevitable, hasta que desaparecieron en las guerras de laindependencia.

    Evocaremos el dolor de los indios transcribiendo algunas partes de una Carta delCabildo de la Misin San Luis Gonzaga dirigida al gobernador de Buenos Aires,marqus de Bucareli (Tentacin 186-188; Lugon 207). Lleva fecha del 28 defebrero de 1768, poco despus de que los jesuitas de aquella reduccin,anticipndose a la expulsin, la abandonaran.

    Dios te guarde a ti que eres nuestro padre... Nos han escrito pidindonos ciertospjaros que desean enviemos al Rey. Sentimos mucho no podrselos enviar,

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    porque dichos pjaros viven en las selvas donde Dios lo cri y huyen volando denosotros, de modo que no podemos darles alcance... Pedimos ahora que Diosenve la ms hermosa de las aves, que es el Espritu Santo, a ti y a nuestro Rey

    para iluminaros y que os proteja el santo Angel.

    Llenos de confianza en ti, te decimos: Ah, seor Gobernador, con las lgrimasen los ojos te pedimos humildemente dejes a los santos padres de la Compaa,hijos de san Ignacio, que continen viviendo siempre entre nosotros, y querepresentes t esto mismo a nuestro buen Rey en el nombre y por el amor deDios. Esto pedimos con lgrimas todo el pueblo, indios, nios y muchachas, ycon ms especialidad los pobres.

    No nos gusta tener cura fraile o cura clrigo... no han tenido inters pornosotros. Los padres de la Compaa de Jess s, que cuidaron desde el principiode nuestros antepasados, los instruyeron, los bautizaron y los conservaron para

    Dios y para el rey de Espaa. As que de ningn modo gustamos de prrocosfrailes o de prrocos clrigos. Los padres de la Compaa de Jess sabenconllevarnos, y con ellos somos felices sirviendo a Dios y al Rey, y estamosdispuestos a pagar, si as lo quisiere, mayor tributo en yerba caamir...

    Esto es la pura verdad, te decimos, y si se hace lo contrario, se perder prontoeste pueblo y otros pueblos tambin, para s, para el Rey y para Dios, y nosotroscaeremos en poder del demonio. Y entonces, a la hora de nuestra muerte, aquin tendremos que nos auxilie? A nadie absolutamente...

    Por tanto, seor Gobernador bondadoso, haz como te suplicamos. Y que nuestroSeor te asista y te d su gracia continuamente. [Siguen las firmas] (Tentacin186-188).

    Esta hermosa carta puede servir de epitafio para las reducciones guaranes de losjesuitas.

    El marqus de Bucareli, pensando quiz que el influjo de la Ilustracin era paralos indios ms benfico que el del Evangelio, puso gran empeo en procurar el

    bien de las reducciones, evitando abusos, y envindoles administradores de

    Asuncin, Corrientes, Villarica y de otras ciudades vecinas. Con ellos entraron entromba hacendados y comerciantes, ansiosos por las riquezas de las reducciones,no tan inmensas como las forjadas en la leyenda, pero en todo caso sumamenteapetecibles.

    Como dice Jean-Paul Duviols, raros eran los administradores de los pueblos quese abstenan de malversaciones y cohechos. La riqueza econmica fue mucho

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    peor administrada por los funcionarios reales de lo que haba sido por losjesuitas. Aqullos, considerando su gestin esencialmente como una fuente debeneficios inmediatos, practicaron un pillaje econmico que empobreciprogresivamente a los pueblos (Tentacin 56).

    Las poblaciones misionales se fueron despoblando, se abandonaron las mejorestierras, cayeron en la ociosidad talleres y fbricas, y a los diez aos de laexpulsin de los jesuitas, slamente en nueve reducciones haba an escuela. A

    principios del XIX, lo poco que quedaba de las reducciones fue arrasado en lasguerras de la independencia. Es demasiado triste para ser contado... Quedanahora, invadidas por la selva en muchos casos, las ruinas ciclpeas de las iglesiasmisionales, algunas galeras derrumbadas, restos de graneros y talleres... Estasruinas son el testimonio pattico de la victoria de la Ilustracin sobre elEvangelio.

    Adversarios de las reducciones

    La hostilidad de no pocos de los espaoles y criollos del Plata contra lasreducciones, a la que ya hemos aludido, est bien expresada por un tal M. Has,administrador del asiento de negros en Buenos Aires, que, sin avergonzarse de sucargo, en unaMmoire publicada en Amsterdam en 1717, vuelca contra los

    jesuitas un cmulo de denuncias.

    Acusa a los jesuitas de que podan levantar en las reducciones, en pocos das, unejrcito de sesenta mil hombres: el pretexto para mantener siempre alerta a tan

    grande cantidad de tropas son lospaulistas, que hacen incursiones en lasmisiones para raptar a indios. Pero los espaoles de mayor entendimiento juzgande otra manera y afirman que es con el solo fin de impedir que todo el mundo -sin excepcin- tenga acceso a las Misiones. La precaucin adoptada de noensear la lengua espaola a los indgenas y de hacerles un caso de conciencia sifrecuentan a los espaoles basta para descubrir cules son los verdaderos

    propsitos de los padres jesuitas...

    Es necesario dar a conocer que la ambicin de gobernar como soberanos y eldeseo insaciable de amasar riquezas inmensas es su nico propsito... Esas gentes

    deberan hallarse en condicin de libres y poseer tierras y deberan gozar de lalibre disposicin de sus cosechas y del producto del trabajo; as sera una coloniacomo Dios manda: y gracias a todo ello se tendra la circulacin de los bienes, osea, el comercio, tal como se practica en el resto de las colonias. Se reconocerala autoridad del Rey y se conservaran sus dominios (Tentacin 167-169).

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    Por lo dems, los hombres de la Ilustracin, antes de que se enfriara en su tumbael cadver de las reducciones, se dieron el gusto de escupir sobre ellas. As, en1769, Matas Angls y Gortari, corregidor de Potos, hizo sobre las reduccionesun informe al virrey del Per, en el que -al parecer, para justificar su extincin-asegura que de estos indios se apoderan los vicios, obscenidades y dems

    delitos de tal suerte que causa gran lstima y desconsuelo; y slo los dichospadres se esfuerzan en alabarlos y atribuirles unas virtudes y perfecciones quejams las han conocido, ni practicado; y me parece que puedo decir con todarealidad que tanto distan sus indios de profesar el cristianismo, como distan estasMisiones de ser verdaderas y apostlicas misiones (Tentacin 164).

    En esos mismos aos Louis Antoine de Bougainville, navegante francs quecumple en las Malvinas una misin al servicio de Espaa, publicaelJournal duvoyageautour du monde(1766-1769), en el que se permite escribir cosas comostas:

    Creo que no deja de ser interesante saber de qu modo viven aquellos curassultanes. En cada parroquia no hay ms que dos jesuitas... El cura vive en unacasa grande cerca de la iglesia, la cual tiene dos partes... En la otra parte hay uncrecido nmero de mujeres, jvenes o casadas o viudas, segn la eleccin delcura, que hacen trabajar en tareas diversas bajo la custodia e inspeccin deancianas -lo que en Asia llamanserrallo se llama aquseminario-. El alojamientodel padre cura comunica interiormente con estas dos partes...

    Estos indios son tristes, tiemblan sin cesar bajo la frula de un maestro pedante

    y severo, no disfrutan de ninguna propiedad y estn sometidos a una vidatrabajosa cuya uniformidad es suficiente para morirse de aburrimiento(Tentacin 188-189).

    Algunas verdades sobre las reducciones

    La destruccin de las reducciones hoy prosigue en los historiadores liberales, queo bien las ignoran o desprecian, presentndolas como el fruto ambiguo deldespotismo ilustrado de los jesuitas, vidos de riquezas y de poder, o bien lasconsideran como un curioso empeo humanitario, de inspiracin utpica

    renacentista, y sin especfico impulso cristiano. Por eso, si ya que en el Siglo delas Luces la realidadhistrica de las reducciones fue arruinada por las fuerzas

    polticas ilustradas y progresistas, hoy es necesario que al menos defendamossuverdad histrica de estas mismas fuerzas.

    Muchos hay, por otra parte, cristianos includos, que, al margen de prejuiciosideolgicos, simplemente desconocen la historia de las reducciones, y piensan de

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    ellas ms o menos que fueron un experimento curioso, muy reducido, por lodems, que no pudo resistir la prueba del tiempo, y que, por tanto, se puedeignorar perfectamente. Como dice Lugon, nuestra cultura de jvenes cristianosignora la existencia de esta repblica cristiana, "triunfo de la humanidad", enmuchos aspectos, al decir de Voltaire (15). As las cosas, convendr dejar

    asentadas algunas afirmaciones ciertas:

    -1. Las reducciones guaranes produjeron una verdadera nacin, lo que algunoshistoriadores han llamado la Repblica Guaran, un cuasiestado, con grandesautonomas, ligado en muchas cosas de modo directo a la Corona de Espaa.Cuestin difcil de precisar es la cifra de poblacin, ya que los informes dan aveces cifras dispares, quiz porque el impuesto de la Corona se fijaba en funcindel censo, y tambin porque los jesuitas, temiendo provocar al mundo criollo conla grandeza de las reducciones, procuraron siempre empequeecerlas en laapariencia. Algunos autores opinan que llegaron a tener unos 150.000 habitantes,

    y AntonSepp hablaba de 200.000.

    Lo que estas cifras significan no puede apreciarse debidamente si no se tiene unaidea, ni siquiera aproximada, de la demografa americana de la poca. Sirva,

    pues, como un dato orientador sealar que en 1725 Buenos Aires tena unos5.000 habitantes, y que hacia 1800 las provincias de Buenos Aires y de Paraguay,

    juntas, incluyendo indios, negros y mestizos, apenas llegaban a los 270.000habitantes. Otro dato: el obispo de Buenos Aires, tras una visita pastoral realizadaen 1681, escriba al Rey acerca de los indios de las reducciones, y afirmaba quesobrepasaban con mucho en poblacin y en armas a todo el resto de las

    provincias, y que vivan muy independientes, pues penden solo de su arbitrio.As pues, lo que destruy el rey Carlos III no fue un insignificante conjunto de

    pintorescas reservas de indios norteamericanos, sino una nacin fuerte yperfectamente organizada.

    -2. Las reducciones del Paraguay tuvieron una vida prspera y durable.Y es denotar en esto que, en general, las comunidades utpicas cristianas, estimuladas

    por ideales religiosos, han mostrado una perfeccin y perduracin mucho mayorque las comunidades utpicas socialistas o romnticas, impulsadas puramente porideales humanitarios. Diversos estudios sociolgicos, como el deHenriCharlesDesroches, as lo muestran (Sociologie des sectes).

    Las comunidades utpicas creadas por el socialismo de Owen, Cabet o Fourier,aunque a veces mostraron una cierta prosperidad econmica, nunca pudierondurar. Ninguno de los treintafalansterios de Fourier, que fueron uno de losintentos utpicos de mayor duracin, dur ms de doce aos. Eran cuerpossociales ideolgicos, voluntaristas, sin alma, y que por tanto estaban destinados a

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    ser muy pronto cadveres. Tampoco el utopismo de los kibutzim israelitas pudo,tras varios decenios, mantener los hericos planteamientos de su origen, y sefueron aburguesando ms y ms, configurndose progresivamente al mundotpico.

    Es un dato cierto, reconocido por muchos autores, que las reducciones guaraneshan sido las comunidades utpicas ms perfectas y durables de la historia. Ellas,en este sentido, y en general muchas de las poblaciones misionales de Amrica,aparecen como un milagro moral obrado por Cristo Salvador a travs de loshechos de los apstolesde Amrica.La instantaneidaden la curacin de los indiosy laperduracin de sus efectos sanantes son las notas que caracterizan unmilagro genuino. A los cinco o diez aos, los guaranes, que antes eranaquello,han venido ahora en las reducciones a seresto, lo que no es posible sinun milagro de la gracia de Dios.

    -3. Las reducciones guaranes terminaron por la violencia de factores exteriores.En efecto, despus de siglo y medio de feliz existencia, si no hubieran sidodestrudas por factores externos y violentos, las reducciones hubieran podidocontinuar su vida indefinidamente, con las evoluciones histricas normales, hastavenir a dar quiz en una nacin india soberana y autnoma.

    De hecho, en el momento de su extincin, las reducciones se hallaban en plenaprosperidad econmica, como puede apreciarse en los datos proporcionados porFernndez Ramos. Al ser expulsados los jesuitas, se hizo un censo del ganadoexistente en las estancias misionales, y en l no se incluyeron las dos mayores,

    San Miguel y Yapey, de las que se seala que las cabezas eran innumerables.En el resumen sobre el conjunto de las Misiones se dan estas cifras: cabezas deganado bovino, 769.869; ovino, 38.141; caballos, mulas y burros, 139.634.

    En la no continuidadde las reducciones, expulsados ya los jesuitas, pudo influirprecisamente su extraordinariapeculiaridad formal, tan diversa de lospoblaciones hispanas o indias del entorno. Comparndolas, por ejemplo, con lascomunidades misionales de indios regidas por los franciscanos, seala RubnBareiroSaguier:

    A diferencia de los jesuitas, aqullos lo intentaron enpueblos de indios,relativamente abiertos, sin que se estableciera el sistema de control estricto ni deorganizacin minuciosa vigente en las Misiones. Los pueblos de indiosgobernados por los franciscanos conservaban, posiblemente para bien y para mal,ciertas caractersticas propias de la cultura indgena en su modo antiguo de vida.Pero en otros aspectos los franciscanos permitieron la hispanizacin mucho ms

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    que los jesuitas; as los pueblos de indios estaban ms occidentalizados que losde las Misiones (Tentacin 47-48).

    -4. El sistema misionero de las reducciones y poblaciones de indios fue el msfrecuente en Amrica hispana. Cuando hoy se habla de las reducciones en

    Amrica suele pensarse en las reducciones de los jesuitas en el Paraguay. Pero laverdad es que, como ya hemos dicho, desde el comienzo mismo de la conquista yevangelizacin de Amrica la norma de concentrar a los indios fue clara ygeneral.

    En Guatemala, para 1550, la mayora de los indios viva en pueblos nuevos. EnMxico, la poltica reduccional fue intensamente procurada por el virrey Velasco(1550-1564), y el virrey Montesclaro se esforz en completarla (1603-1605),afectando as a gran parte de la poblacin indgena. En el Per, como ya vimos, a

    partir de 1573 el virrey Toledo impuls con gran empeo y eficacia la reduccin

    de los indios. Y en 1602 intent lo mismo en Nueva Granada el visitadorHenrquez, aunque con escaso xito.

    Ciertamente no siempre es fcil, por otra parte, distinguir en cada caso si unapoblacin indgena es un poblado misional, una doctrina o una reduccin. Entodo caso, s ha de afirmarse que en el mundo misional de la Amrica hispanahubo muchsimas doctrinas, reducciones y poblaciones misionales de indios.Citaremos algunos ejemplos.

    La misin entre los indios mojos, en el actual departamento de Beni, al norte de

    Bolivia, fue realizada por un pequeo grupo de jesuitas, entre los que sedistingui, como hemos dicho, el padre Cipriano Barace. Ya hacia 1700, a losquince aos de apostolado, haba en ella 20.000 indios en 8 reducciones. Variasdcadas ms tarde, en 1734, las reducciones en esta zona eran ya 20, con unos35.000 indios. Y si se consulta el mapa actual, podr verse que la mayora de lasciudades de esa zona, Trinidad, San Borja, Santa Ana, San Joaqun, etc., nacieroncomo poblados misionales.

    Lamisin entre los indios chiquitos y otras tribus del Alto Per ofrece unafisonoma semejante. Llevada tambin en esos aos por los jesuitas, lleg a

    formar10 reducciones. La expulsin de los jesuitas, realizada tan bruscamente en1768, produjo gravsimos daos en stas y en muchas otras reducciones que hastaentonces vivan con indudable prosperidad material y espiritual.

    Las 7 reducciones dependientes del obispado de Santa Cruz de la Sierra, en elChaco merecen ser igualmente recordadas: San Francisco Javier, de 1692; SanRafael, 1696; San Jos, 1697; San Juan Bautista, 1699; la Concepcin, 1699; San

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    Miguel, 1718, y San Ignacio, 1724. No siempre estospoblados misionales erantan perfectos como las reducciones guaranes, pero en todo caso constituan muynotables realizaciones comunitarias de civilizacin y religiosidad.

    En el siglo XVIII la Corona espaola no insisti ya en la congregacin de los

    indios en poblados, salvo en las fronteras. La fundacin entonces de pobladosindgenas, en lugares que hasta entonces se haban mantenido en un aislamientorebelde, sola ser hecha casi siempre por misioneros, y casi siempre encondiciones extremadamente duras y peligrosas. Pedro Borges, sin la pretensinde ofrecer una lista completa, enumera para esa poca las siguientespoblacionesmisionales (AV,Iberoamrica 365):

    En California se fundaron 24 poblados entre 1768 y 1827, entre ellos losactuales San Francisco y Los Angeles; en Guayana se establecieron 52 entre1682 y 1820, con 6.946 habitantes en 1774; en la cuenca delAmazonas se

    erigieron 119 entre 1638 y 1767, con 160.000 habitantes en 1724; en elPer secongregaron en 1572 un total de 226 caseros de la regin de Arequipa en 22

    poblados, mientras que en la selva se establecieron 90 entre 1631 y 1815...

    A finales del siglo XVIII, concretamente en 1789, la evangelizacin sedesarrollaba en un total de cincuenta circunscripciones o territorios misionales,destribuidos de la siguiente manera:Estados Unidos: tres (Alta California, Texasy Nuevo Mxico) con 110 poblados y 58 misioneros;Mxico: doce (BajaCalifornia, Sonora-Pimeras, Tarahumaras, Nayarit, Coahuila, Nuevo Len,

    Nueva Vizcaya, Nuevo Santander, Ro Verde, Huasteca, Sierra Gorda y

    Yucatn), con 328 poblados y 202 misioneros; Honduras: dos (Ro Tinto yComayagua), con 2 poblados y 5 misioneros; Costa Rica: uno (Talamanca), con4 poblados;Panam: uno (Veragua), con 5 poblados y 12 misioneros; Colombia:ocho (Popayn Nieva, Putumayo-Caquet, Llanos de San Juan, Meta, Llanos deSantiago, Casanare, Barinas-Pedraza, Santa Marta-Ro Hacha), con 45 poblados;Venezuela: seis (Nueva Barcelona, Nueva Guayana, Orinoco-Ro Negro,Guayana, Cuman, Maracaibo), con 117poblados;Ecuador: uno (Mainas), con32 poblados y 12 misioneros;Per: tres (Hunuco, Cajamarquilla, LamasTrujillo), con 9 poblados y 30 misioneros;Bolivia: cinco (Chiriguanos, Salinas,Chen, Chiquitos y Mojos);Paraguay: uno, con 19 poblados;Argentina: cuatro(Gran Chaco, Corriente, Paran y Ro Cuarto), con 20 poblados; Chile: tres(Chilo, Valdivia y Arauco), con 96poblados y 48 misioneros.

    De esta manera,sigue diciendo Borges, las fronteras de la evangelizacinterminaron coincidiendo con las fronteras de Hispanoamrica, ms los EstadosUnidos desde San Francisco hasta Carolina del Norte (365).Por eso, los

    patticos intentos, hoy tan frecuentes, de escribir la historia de Amrica

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    silenciando la funcin de la Iglesia o relegndola a un captulo aparte, nos hacenpensar en una biografa sobre Mozart en la que se olvidara decir que fue unmsico clebre o en la que se consignara este detalle en un apndice.

    Elogios de las reducciones guaranes

    Cuando el mundohace alabanzas delReino, suele tratarse de elogios ambiguos ya veces sospechosos. No citamos, pues, aqu los puntos de elogio que sobre lasreducciones pueden hallarse en Montesquieu, Voltaire, Rousseau, o en otrosenciclopedistas e ilustrados. Estos autores no entendan nada de la inspiracinfundamental de las misiones, y hablando desde sus ideologas, citaban en seguidaa Platn, Esparta y los lacedemonios, ignorando casi todo de la realidad concretade las reducciones. Limitaremos, pues, aqu nuestra memoria a unos pocoselogios ms significativos.

    Guillaume Thomas Raynal, exjesuita que abandon el sacerdocio, y que sum supluma a la de los enemigos de la Iglesia, tan numerosos en el XVIII, escribapoco despus de la expulsin de los jesuitas: Cuando en 1768 salieron de manosde los jesuitas las Misiones del Paraguay haban alcanzado stas un grado decivilizacin que es, quizs, el mximo a donde pueden ser conducidas las nuevasnaciones y que era, seguramente, muy superior a todo lo que exista en el restodel nuevo hemisferio (Tentacin 200).

    A fines del XIX, un socialista ingls, Cunningham Graham, estudi in situ lasreducciones del Paraguay, y pudo interrogar a ancianos guaranes, cuyos padres

    haban vivido en las reducciones. En su obraA vanished Arcadia, publicada en1901, atestigua la veneracin que todos guardaban hacia la memoria de aquellosmisioneros: No hay un viejo que no se incline a su solo nombre; que norecuerde con una viva emocin aquel tiempo feliz. Si el gobierno de lascomunidades, dejndose de ideologas, es para procurar eficazmente la felicidadde los hombres, hay que afirmar que los jesuitas hicieron a los indios felices; elhecho es cierto.

    Po XII (12-8-1949) declaraba al ministro del Paraguay: Estas realizacionessociales han quedado all para la admiracin del mundo, el honor de vuestro pas

    y la gloria de la Orden ilustre que las realiz, no menos que para la de la Iglesiacatlica, pues ellas surgieron de su seno maternal.

    Las reducciones guaranes han sido las comunidades utpicas ms perfectas y

    durables de la historia. Esta afirmacin aparece como indudable en el libro mo,Evangelio y utopa, donde estudio en la historia el impulso utpico, tanto en suexpresin literaria, como en sus realizaciones experimentales.*

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    Evangelizacin del Brasil

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