Elegias Del Duino y Los Poemas a Orfeo

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  • 7/29/2019 Elegias Del Duino y Los Poemas a Orfeo

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    Rainer Maria Rilke

    Elegas de Duino ySonetos a Orfeo

    Nota de presentacin

    En la obra de Rainer Mara Rilke (1875-1926), escritor checo de lengua alemana yque inequvocamente pertenece a esta ltima literatura, se condensa la herencia delneorromanticismo y del simbolismo hasta plasmar una forma de poesa exigente consigomisma hasta el misticismo y plena de alusiones a su propia configuracin. Este esfuerzoen busca de la poesa pura, con seguridad uno de los ltimos cronolgicamente dentrode la lrica occidental, le cost a Rilke un largo proceso evolutivo, desde la atmsferaromntica de sus primeros poemas y el ingenuo costumbrismo de sus narraciones

    praguesas hasta la creciente objetividad del Libro de las imgenes y de las Nuevascanciones, desde la experiencia esttica y vital de su contacto con Rodin hasta laescasamente velada autobiografa de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge.

    Las dos ltimas obras de Rilke, ambas concluidas en 1922, en un breve perodo deinspiracin, son las Elegas de Duino y los Sonetos a Orfeo. Las primeras haban sidocomenzadas en 1912, en Duino, despus abandonadas por largo tiempo, y finalmenteterminadas en Muzot (Suiza). Los Sonetos, en cambio, fueron compuestos en suintegridad en el lapso de fiebre creadora de Muzot. En estas dos colecciones Rilke

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    alcanza la mxima felicidad expresiva y la mayor riqueza en significaciones de su obrapotica. Ambas colecciones son de difcil comprensin, y obligan al lector a unaobstinada bsqueda de sus claves, que al fin es recompensada con una claridad que aprimera vista parece vedada. Las Elegas oscilan permanentemente entre el tema de lavida y el de la muerte, oponen a la creacin esttica a la fugacidad temporal, mezclan

    recuerdos y smbolos personales del poeta y, al final, optan por una aceptacin confiada yresignada de la vida. Los Sonetos fueron compuestos como homenaje fnebre a VeraOuckama-Knoop; sta haba sido destinada a la danza, pero una enfermedad la fuedoblegando; cuando le fue imposible bailar, se consagr a la msica y despus al dibujo,segn las posibilidades que le dejaba el mal, finalmente fatal. Pese a esto, los Sonetosposeen un tono celebratorio: la figura de Orfeo, capaz de las mayores metamorfosis,representa a la poesa misma, aqu triunfante frente a la naturaleza y la muerte.

    ELEGAS DE DUINO...SONETOS A ORFEO

    PRIMERA PARTE1Y un rbol se elev!.Oh, ascenso puro!.Orfeo canta!.Oh, rbol en mi odo!.Se hizo silencio. Y hasta en l, no obstante,hubo un nuevo comienzo: signo y cambio.

    Del claro bosque, bestias de silenciosalieron de sus nidos y guaridas;y entonces ocurri que no por miedoni por ardid se estaban tan calladas,

    sino por escuchar. Gritos, rugidos,parecan mezquinos a sus pechos.Y donde haba apenas una choza

    para acogerlo, cueva del deseocon entrada de estacas tambaleantes,ah, les creaste un templo en el odo.

    2Y era casi una nia. Y levantndosede esta dicha sin par de canto y lira,brillo clara en sus velos matinalesmientras se hacia tlamo en mi odo.

    Y en m durmise. Y todo era un sueo:

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    el soto que admiraba, la sentidapradera, esta sensible lontananzay tambin cada asombro que me hera.

    Dorma el mundo. Dios cantor, di, cmo

    la has hecho tan perfecta que enseguidano pidi despertar?. Naci y durmise.

    Dnde su muerte est?. Oh!. Antes que calletu voz descubrirs ese motivo?Dnde, al caer de m?. Casi una nia...

    3Un dios lo puede. Pero, dime, cmoha de seguirlo un hombre con su lira?Un desacuerdo es l. Donde se cruzandos corazones no hay un templo de Apolo.

    El canto, como enseas, no es deseo,ni afn tras una cosa al fin tenida.El canto es existir. Para el dios, fcil.Mas, cundo somos?. Y cundo l nos vuelve

    a nuestro ser la tierra y las estrellas?No basta, joven con amar, an cuandopugne la voz contra tu boca...aprende

    a olvidar que has cantado. El grito pasa.A la verdad, cantar es otro soplo:en torno a nada. Un vuelo en Dios. Un viento.

    4Oh, vosotros, tiernos!. Una que otra vezentrad en el hlito que no os tiene en cuenta:que un vuestras mejillas se divida y tiemble,reunido de nuevo, detrs de vosotros.

    Oh, los venturosos!.Oh, los salvos, quesois como el preludio de los corazones!Arcos de las flechas y blancos de las flechas,vuestra risa en lagrimas brilla ms eterna.

    No temis las penas sufrir; a la tierradevolvedle el peso de la gravedad.Graves son los montes, graves son los mares.

    An los que de nios plantasteis, los rboles,

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    se han vuelto asaz graves para soportarlos.Ah!...Pero los aires...Pero los espacios...

    5No le erijis estelas!. Que la rosa

    no ms florezca en su loor cada ao.Porque es Orfeo. Su metamorfosisse ve en esto y aquello. A qu empearnos

    por otros hombres?. De una vez por todas,es Orfeo quien canta. Viene y vse.No basta ya que el cliz de la rosasobreviva unos das muchas veces?.

    Cmo habis de entender que l se disipe!Aunque lo arredre a l mismo disiparse.Mientras aqu su canto an se prolonga,

    llega a un lugar que no alcanzis. Las cuerdasde la lira no estorban sus manos.Y en tanto llega ms all, obedece.

    6No es l uno de aqu?. No, los dos reinossu vasto ser nutrieron. Con ms arte,doblara los gajos de los saucesquien tambin sus races conociera.

    No dejis en la mesa, al acostaros,ni pan ni leche; atraen a los muertos.Pero l, en cambio, hechizador, que mezclebajo la dulce calma de sus prpados

    a toda cosa vista su presencia;y que la magia de fumaria y rudale sea real como el ms claro vnculo.

    Nada ajar puede su valiosa imagen...Y ya sea en las tumbas o aposentoscelebre la sortija, el broche, el cntaro...

    7La cosa es celebrar!. Uno, elegido,surge como la mena de la roca.Su corazn...lagar perecederode un vino inacabable para el hombre!

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    Nunca la voz le falla junto al polvocuando el divino ejemplo lo transporta.Todo se cambia en vida, la vid en uvamadura en su sensible medioda.

    A su celebracin no la desmientenni las regias carroas de las tumbas,ni la sombra que cae de los dioses.

    l es un mensajero que perdura.Y ms all, en el reino de los muertos,alza las copas de gloriosas frutas.

    8Tan slo en ese espacio1 puede, ninfade la llorada fuente, andar la Queja,para velar que el sedimento nuestrose clarifique ante la misma roca

    que sostiene los prticos y altares.Cmo en redor de sus callados hombrosflorece el sentimiento, que es, de todaslas hermanas en alma, la ms joven!.

    Sabe el Placer, confiesa la Nostalgia.La Queja aprende an. Su mal antiguocon manos mozas en las noches cuenta.

    Pero de pronto, sesga y desmaada,de nuestra voz una constelacinlevanta al cielo, que no empaa su hlito.

    9Slo quien ya alz la lirahasta en medio de las sombras,puede el elogio infinitopresentir y proclamar.

    Slo quien cont amapolascon los muerto, de las suyas,ni el acorde ms ligerose ha de perder otra vez.

    Si en el estanque a menudose nos diluye el reflejo:

    1 En el de la celebracin.

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    ten la imagen.

    Recin en la doble esferase harn las vocesdulces y eternas.

    10Os saludo a vosotros, viejos sarcfagosque no dejasteis nunca de conmoverme,a los que el agua alegre de eras romanascomo una peregrina cancin recorre.

    O a esos tan abiertos como los ojosde un pastor que despierta contento y mira-dentro lleno de lamios y de silencio-,de los que huyen, extticas, las mariposas.

    A todos los que de la duda la ciencia arranca;a todos os saludo, bocas reabiertasque ya supieron cunto vale el silencio.

    Lo sabemos, amigos?.No lo sabemos?.Una cosa y otra crean la horavacilante en el rostro de los humanos.

    11Mira al cielo. Ni una constelacin llmase del Caballero?Pues est este orgullo de ser tierra, a fondograbado en nosotros. Y un segundo orgullo,al que aqul conduce, lo excita y refrena.

    No es as, hostigada y al punto domada,la naturaleza nervuda del ser?Camino y recodo. Pero una presin los aviene.Nueva lejana. Y los dos son uno.

    Mas, lo son?. O slo de consuno piensanel camino que hacen? Ya los diferenciade modo indecible mesa y pradera.

    Y tambin la alianza de estrellas engaa.Sin embargo, ahora gocemos un ratoEn creer de veras la figura. Basta.

    12Salve al espritu que unirnos pueda!Porque en verdad vivimos en figuras.

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    Y junto a nuestro da verdaderocon breve paso los relojes marchan.

    Sin conocer nuestro lugar exacto,se funda nuestra accin en lazos reales.

    A las antenas las antenas sienteny se carg la hueca lejana...

    Pura tensin! Oh, ritmo de las fuerzas!No se alejara de ti cualquier trastornosi de tareas fciles te ocupas?.

    Por ms que el labrador cuide y laboredonde en verano se transforma el germenno lo alcanza jams. Lo da la tierra.

    13Manzana llena, pera y pltano...Grosella...Todo ello en la bocate habla de vida y muerte cada vez...Lo presiento...Leedlo en el semblante y en los ojos del nio

    cuando las paladea. Y esto viene de lejos. No se os vuelve en la boca lentamente indecible?Donde haba palabras fluyen ahora hallazgosque suelta, sorprendida, la carne de las frutas.

    A decir atreveos lo que llamis manzanas.Esta dulzura suya que silenciosamentese erige al paladearla, tan slo se condensa

    para volverse clara, despierta y transparente,de dos significados, solar, terrena, aquende.Oh, experiencia, contacto, deleite!...Formidable!.

    14Traficamos con flor, pmpano y fruta.No hablan slo el lenguaje de los tiempos.Se eleva una policroma aparienciaque en su esplendor la envidia de los muertos

    lleva quizs, los que a la tierra nutren.Sabemos cunto en ella participan?Desde hace mucho es su manera al barrocon su mdula suelta fecundar.

    Pero hay que preguntar lo hacen con gusto?

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    Cerrada en puo irrumpe hasta nosotros,sus amos, esta fruta, obra de esclavos?.

    O los que duermen junto a las raceslos amos son y de sus sobras dannos

    esta entrecosa de vigor y besos?.15Esperad. Esto sabe...Ya se escapa...Msica apenas, pasos, tarareos...Danzad, muchachas mudas y ardorosas,de las probadas frutas del sabor.

    La naranja, danzad. Quin no recuerdacmo anegndose defindese ellade su propio dulzor!. La habis tenido.Se convirti a vosotras exquisita.

    La naranja, danzad. Echaos fuerala luz de este pas para que irradielos aires de la patria. Enardecidas,

    sacad todo su aroma. Emparentaoscon la cscara pura que se niega,con el jugo que llena a esta dichosa.

    16T, amigo mo, ests a solas porque, porque...Nos apropiamos de este mundo con palabrasy con seales de los dedos,quiz la parte ms mezquina y peligrosa.

    Quin con los dedos un olor sealara?Mas, de las fuerzas que nos han amenazadosientes a muchas...y conoces a los muertosy ante la mgica sentencia te amedrentas.

    Mira, se trata de soportar juntos ahorapiezas y partes como un todo. Socorrerte,ser difcil. Ante todo: no me plantes

    dentro de ti, que crecera asaz de prisa. Slo quieroguiar la mano de mi seor para decirle:Aqu seor. Es Esa con su pelleja.

    17En lo ms profundo, confuso, el abuelo,

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    la raz de todoslos seres formados, manantial secretoque nunca miraron.

    Casco de rebato, corneta de caza,

    sentencia de ancianos,hombres con la furia hermanos, mujeresque fingen lades.

    Gajos que se empujan con los otros gajos;ni un ramo ms libre.Uno!. Sube...Oh, sube!.

    Pero al fin se quiebra.Este, sin embargo, se eleva entre todosy se curva en lira.

    18No oyes, Seor, a lo nuevocrujir, temblar?.Llegan los anunciadoresque lo exaltan.

    Verdad que ningn odoest a salvo del estruendo;t no obstante, lo mecnicoquiere alabanzas ahora.

    Mira la mquina: Cmose revuelca y venga!.Cmonos desfigura y agobia!.

    Aunque nos debe a nosotrostoda su fuerza, impasible,funciona y sirve.

    19Cambia el mundo prestamentecomo figuras de nubes,todo lo acabado caeal seno de lo vetusto.

    Por sobre el cambio y el mpetu,ms vasto y libreresuena an tu preludio,dios de la lira.

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    Las penas no son conscientes,ni el amor es aprendido,ni se sabe qu en la muerte

    nos separa.

    Tan slo el canto celebray santifica.

    20Dime, Seor, qu he de ofrendarte?A ti,que enseaste el or a las criaturas?Mi recuerdo de un da de primavera:atardeca en Rusia... Y un caballo...

    Vena solo de la aldea, el blancocon la estaca en la traba de las manosa estar solo, de noche, en las praderas.Cmo las ondas de su crin golpeaban

    en su pescuezo al ritmo de su bro,en su galope a saltos, estorbado!Su sangre de corcel, cmo lata!

    Senta, s, la inmensidad...Y Cmo!Cantaba, oa...el ciclo de tus fbulasse cerr en l.

    Su estampa: Te la ofrendo.

    21La primavera ha vuelto. Como niaque sabe poesas es la tierra.Sabe una infinidad...Por el esfuerzode este largo aprender recibe un premio.

    Duro fue su maestro. Desearamosel blanco de la barba de este anciano.Podemos preguntarle por el nombredel verde, del azul: Ella lo sabe!.

    Tierra feliz, de vacaciones, juegacon los nios. Queremos atrapartey lo har el ms alegre. Oh, tierra alegre!.

    Cuando el maestro le enseo, lo mltiple,cuanto en races y torcidos troncos,est como grabado: Ella lo canta!.

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    22Somos los impulsivos.Pero el correr del tiempono lo tengis en cuentafrente a lo que perdura.

    Todo lo que es de prisaya habr pasado;tan slo lo durablepodr iniciarnos.

    No os arriesguis, muchachos,tras la premura,ni tras el vuelo!.

    Todo est en calma; sombrasy claridades,la flor y el libro.

    23Oh, slo entonces, cuando el vueloya no se eleve por caprichoa los silencios de los cielos,para jugar, dentro de s,

    con los perfiles luminososal favorito de los vientos,como instrumento bien logradoflotando esbelto y decidido,

    slo recin cuando un fin purode los crecientes aparatosvenza el orgullo de muchacho,

    ser, abrumado de ganancia,aqul que rasa lejanaslo que en el vuelo alcance solo!

    24Debemos repudiarlos a los viejos amigoslos grandes dioses nunca majaderos, porque hoyel acero que graves moldeamos, los ignora?O quizs de improviso buscarlos en un mapa?

    Estos fuertes amigos que a los muertos nos quitan,no tocan nuestras ruedas. Distantes mantenemoslos convites...los baos. Desde hace mucho tiempo

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    nos son sus mensajeros en demasa tardos;

    siempre los superamos. Y cada vez ms solosy ms necesitados unos de otros y extraos,no hacemos ya las sendas cual meandros, sino rectas.

    Y slo en las calderas arden los viejos fuegosy levantan martillos cada vez ms pesados.Pero perdemos fuerzas como los nadadores.

    25Quiero evocarte una vez ms ahora! A ti, que conocacomo una flor temprana cuyo nombre no tengo en la memoria!Y mostrarte una vez ante los otros, a ti la arrebatada!Hermosa compaera de infancia, del grito insuperable.

    Danzarina primero, de improviso su cuerpo vacilantese contuvo y par, como vaciada su juventud en bronce;toda de duelo y el odo atento...Fue pues cuando la msica

    cay en su corazn transfigurado desde los altos cielos.La enfermedad rondbala de cerca. Ya presa de las sombras,la asfixiaba su sangre oscurecida. Y sin embargo, no erams que un vano temor: su primavera de nuevo renaca.

    Y por la sombra y la cada a ratos interrumpido, un brilloterrestre le volva. Hasta que horribles latidos la crisparony franque la puerta inconsolable, terriblemente abierta.

    26Pero T, Divino, cuya voz al cabo sigui resonandocuando de las Mnades, que T desdearas, te asalt el enjambre;con tu meloda la enconada grita venciste, oh, Hermoso!tu juego fecundo se elev por sobre las demoledoras.

    Pues ninguna pudo romperte la lira ni herir tu cabeza,por ms que pugnaran y se enfurecieran y contra tu pechote arrojaran todas las piedras filosas, que al rozar contigose volvan toda dulzura y al punto dotadas de odo.

    Pero te aplastaron al fin, furibundas, locas de venganza;mientras en peascos an y en leones tu voz perduraba,y en pjaros y en rboles. Ah es donde ahora cantas todava.Oh, T, Dios perdido!.T, huella infinita!. Slo porque el odiodesgarr tu cuerpo divino y al cabo lo esparci en pedazos,somos los oyentes ahora y la boca de todas las cosas.

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    SEGUNDA PARTE

    1

    Respirar!.Oh, invisible poema!Cambio puro y continuo de nuestropropio ser y el espacio del mundo. Equilibriodonde rtmicamente acaezco.

    nica ola cuyomar progresivo soy;el ms parco de todos los mares posibles...ganancia de espacio.

    Cuntos de estos espacios ya dentro estuvieronde m!.Cuntos vientosson como mis hijos!

    Me conoces, Aire, lleno an de sitios que antes fueron mos?T, que fuiste alguna vez de mis palabrasla corteza lisa, la curva y la hoja?.

    2Cual la hoja, presto ms cerca, al maestroarrebata a veces el trazo genuino:as los espejos a menudo tomanla santa sonrisa sin par de las jvenes

    cuando solitarias prueban la maanao se hallan al rayo de la luz solcita.Tan slo un reflejo, ms tarde, en el hlitode los verdaderos semblantes caer.

    Cuntos ojos, antes, vieron las cenizasdel lento apagarse de las chimeneas;miradas de vida, ciegas para siempre!

    Ah!.Quin de la tierra conoce las prdidas?Slo quien con acento de alabanzacantara al corazn, nacido al Todo.

    3Espejos: jams a sabiendasse ha dicho qu sois en esencia. Vosotrosque fings intervalos del tiempollenos de agujeros sonoros de cribas.

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    Segus derrochando la sala vacacuando ha oscurecido, vastos como selvas.Y en vuestra inviolable superficie, el lustrecomo cornamenta de ciervo atraviesa.

    Estis muchas veces llenos de pinturas.Algunas parecen que os han entrado;pero a otras, huraos, las dejis que pasen.

    Pero la ms bella quedar hasta cuandoms all, en sus puras y tersas mejillas,claro y liberado penetre Narciso.

    4Este es el animal inexistente.Sin saber, lo han amado en cada gesto-en su marcha, en su porte, en su pescuezo-,hasta en la luz de su mirar callado.

    No era, en verdad. Pero al amarlo, se hizopuro animal. Espacio le dejaban.Y en este espacio, puro y reservado,tenda, esbelto, su cabeza. Apenas

    necesitaba ser. No lo nutrieron.Con la ilusin de ser slo vivay sta le dio tal fuerza que en la frente

    le creci al animal un cuerno. Un cuerno.Se alleg, blanco, al lado de una virgeny en el plateado espejo fue y en ella.

    5Oh, msculo de flor, que abre despaciolas albas de los prados a la anmona,mientras la luz polfona en su senode los sonoros cielos se derrama!

    Msculo de la callada flor-estrellatendido en infinito acogimiento!Tan agobiado a veces de abundanciaque del ocaso al signo de reposo

    apenas puede replegar los bordes,sobremanera abiertos, de sus ptalos!T, fuerza y decisin de tanto mundos!

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    Ms duramos nosotros los violentos.Pero cundo, en cul vida nos abrimosy somos finalmente acogedores?:

    6Oh, rosa, la flor reinante!. Para los antiguos fuisteun cliz de bordes simples.En cambio, para nosotros eres la flor plena, mltiple,de inagotable presencia.

    En tu riqueza pareces como un vestido sobre otrovestido, en torno de un cuerpo de nada ms que esplendor.Mas, cada una de tus hojas al mismo tiempo que evita,niega toda vestidura.

    Desde siglos tu perfumenos transmite el llamamiento de tus dulcsimos nombres.Sbitamente descansa como una gloria en el aire.

    Sin embargo, no sabemos darle un nombre; adivinamos...Y sobre l salta el recuerdo,el recuerdo que imploramos a las horas evocables.

    7Flores, al fin parientes de las suaves manso ordenadoras,-manos de las muchachas de otros tiempos y de hoy-que sobre los arriates a menudo, de una orilla a otra brilla,reposis, extenuadas y tiernamente heridas,

    esperando que el agua, todava, una vez ms os salvede la muerte que haba comenzado. Y ahora,de nuevo recobradas y sujetas en los flgidos polosde sensitivos dedos que, para hacer el bien,

    son mucho ms capaces -oh, livianas!- de lo que presentais;cuando os hallis de nuevo puestas en los jarrones,tomando fresco y dando de vosotras el calor que las mozas

    dan en las confesiones, como turbios pecados agobiantesque cometi al cortaros la podadera, nuevarelacin con las manos que se os unen en el florecimiento...!

    8A la muerte de Egon von Rilke

    Pocos entre vosotros, compaeros de infancia,en los diseminados jardines de la urbe;

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    cmo nos encontrbamos y, tardos, congeniando,como el cordero y la hoja parlante, conversbamos

    como en silencio!. A nadie perteneca el jbilosi alguna vez podamos gozarlo. De quin era?.

    Y cmo se nos iba por entre los viandantesy tambin en la angustia del ao interminable!.

    Alrededor y extraos, carruajes que pasaban...y casas imponentes pero irreales...nuncanos conoci ninguna. Qu haba all de cierto?

    Nada. Slo las balas. Sus magnificas curvas.Ni los nios...No obstante, vena alguno a vecesy atravesaba -ay!- bajo la bala que caa.

    9No os alabis, oh, juzgadores! De prescindir de las torturasy no apretar ya las gargantas en la argolla del suplicio.No se enaltece un corazn...porque un arranqueintencionado de clemencia os dulcifique las maneras.

    Cuanto en los siglos recibiera es un regalo que el patbulo devuelve,como los nios el juguete del cumpleaos precedente.Al corazn abierto a ciegas, noble y puro,de otra manera llegara el ser divino de la clemencia verdadera.

    l llegara con violencia y cundira en torno suyo esplendoroso,como los dioses acostumbran.Ms que un vientopara los recios, grandes barcos;

    y nadamenos que la muda contemplacin honda y secretaque en su silencio, ntimamente, nos conquista como el nioque juega plcido, nacido de un infinito apareamiento.

    10La mquina toda conquista amenazaen tanto pretende regir el espritu en vez de acatarlo.Para que no luzca la duda sublime de la mano esplndidapara el edificio ms audaz le corta, rgida, las piedras.

    Jams retrocede, para que una sola vez nos escapemosy en la enaceitada silenciosa fbrica sea de s misma.Es la vida...cree que ella la comprende mejor que ninguno,ella que con ciega decisin ordena, produce y destruye.

    Mas para nosotros la existencia tiene todava encantos.

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    Es en cien lugares una fuente...un juego de energas purasal que nadie toca si antes de rodilla no cae y lo admira.

    An las palabras rondan suavemente junto a lo Indecible.Y desde las piedras que ms tiemblan, siempre nueva, en el intil

    espacio, la msica es divinizada en mansin edfica.11Oh!. Ms de un rgano de muerte naci de un clculo tranquilo-hombre imperioso!- desde el da que te empecinas en la caza;ya te conozco sin embargo ms que a la trampa y al garlito,franja de tela suspendida dentro del Carso cavernoso.

    Te introdujeron a hurtadillas, como si fueras un emblema,nuncio de paz. Pero enseguida: te sacudieron por el borde;y de las cuevas, un puado de blancas zuras tambaleanteslanz la noche hacia la luz...

    Y tambin esto es de derecho.

    Lejos est de los que miran toda afliccin y no tan slodel cazador que vigilante y activamente lleva a cabolo que a su tiempo ocurrira.

    Porque matar es una forma de nuestro duelo vagabundo.En el espritu sereno, puro es todolo que en nosotros acontece.

    12Quiere la transformacin. S extasiado por la llamade donde algo se te escapa que ostenta metamorfosis;ese espritu que rige la tierra, rico en proyectos,prefiere a todo en el vuelo de la figura la vuelta.

    Lo que acaba detenindose ya est petrificado.Se cree a salvo al amparo de su gris imperceptible?.Espera: advierte de lejos su dureza lo ms duro.Ay de ti!...el martillo ausente se levanta para el golpe.

    Al que se derrama en fuente conoce el conocimientoy a travs del orbe plcido lo conduce, que a menudotermina por el principio y comienza por el fin.

    Todo espacio es hijo o nieto, feliz, del separamientoal que atraviesan atnitos. Y la transformada Dafne,desde que laurel se siente, desea que seas viento.

    13

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    Precede a toda despedida, cual si estuviera tras de ti,como este invierno que se marcha por momentos.Pues entre todos los inviernos, hay un invierno tan inmensoque, si lo pasa, ntegramente, vivir tu corazn.

    S siempre muerto como Eurdice...Sube cantando ms, remontacon ms acopio de alabanzas hacia la pura relacin.En el tropel de los que pasan, ac en el reino del descenso,s t la copa sonorosa, la que se rompe cuando suena.

    S, conociendo al mismo tiempo la condicin de lo que no es,el infinito fundamento de tu recndito aleteopara que al fin cumplas tu vuelo, una vez sola, plenamente.

    Tanto a los bienes que ya se usan, como a los mudos y escondidos,a esas reservas indecibles de la total naturaleza,adete con alborozo y mata el nmero.

    14Contempla las flores, stas a las cosas de la tierra fieles,a las que un destino de la periferia del destino damos...No obstante, quin sabe!. Cuando el marchitarse las apesadumbranos toca a nosotros ser su pesadumbre.

    Porque todo quiere flotar. Y nosotros rondamos, pesados,y aplastamos todo contentos del peso.Oh!. Para las cosas, qu maestros somos que las devoramosporque ellas disfrutan de una eterna infancia?.

    Aqul que penetre su ntimo reposo y profundamentese duerma con ellas, qu ligero entonces saldra y distintopara el da vuelto distinto, del hondo dormir en comn!.

    O acaso se quede. Lo festejaran y floreceranpara el convertido, a cualquiera de ellas parecido ahora,a todas las quietas hermanas al viento de las praderas.

    15Boca de fuente!.Oh, dadivosa!.Oh, bocaque habla un idioma puro inagotable!.T, mscara de mrmol ante el rostrofluyente de las aguas!.

    Y en el fondo,

    venida de acueductos. Junto a tumbasdesde lejos, flanqueando el Apenino,te conducen la voz que luego, sobre

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    la negra ancianidad de tu barbilla

    saltando, cae en el tazn de enfrente.Este es la oreja que tendida duerme.Es la oreja de mrmol en la que hablas.

    Oreja de la tierra que consigoplatica as. Si un cntaro le pones,le parece, en verdad, que la interrumpes.

    16Dios, al que el hombre de continuo hierees el lugar que cura. Saber quierenuestro sutil ingenio, pero l vivesereno y compartido.

    Hasta la pura y consagrada ofrendano la acoge en su seno de otro modoque contra el libre trmino a que aspiraoponindose, inmvil.

    Tan slo el muerto bebe de la fuenteque desde aqu sentimos, cuando al muertoDios lo llama en silencio.

    No ms que estruendo se nos brinda. Mientras,pide el cordero su cencerro a impulsosde un instinto ms calmo.

    17Dnde, pues, en qu jardines de riego perenne, en qu rboles,en qu clices de flores tiernamente deshojadasmaduran esas extraas, raras frutas del consuelo?.Esas frutas deliciosas que quizs has de encontrarlas

    en las pisoteadas vegas de la pobreza?. Cien veceslleno de gozo te asombras del tamao de la fruta,de su lozana y de la ternura de su hollejo,de que el ave casquivana no te haya arrebatado ni la envidia del gusano

    en las races. No hay rboles que los ngeles revuelany tan misteriosamente cultivan tardos y ocultosjardineros, que sus frutas nos dan, sin pertenecernos?.

    No hemos podido jams, nosotros sombras y esquemas,con nuestros actos maduros de antemano y luego mustios,turbar la serenidad de ese tranquilo verano?.

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    18Danzarina. Oh, transferenciade todo extinguirse en trnsito!.Cmo te diste en ofrenda!.Y el torbellino del fin, este rbol de movimiento

    no se tom en posesin todo el ao acumulado?.No floreci de repente su follaje de silenciopara que tu vuelo al punto lo enjambrara?. Encima de l,no fue sol, no fue verano y calor, ese calorque emanas, innumerable?.

    Pero tambin se cargaba, se hencha tu rbol de xtasis.No son frutas serenas: el cntaro que maduraen crculos y la copa ms madura todava?.

    Y acaso no ha perdurado el dibujo en las imgenes-por el trazo renegrido de tus cejas al instanteen el emparedamiento de tu propio giro inscripto?.

    19En cualquier parte del banco que lo halaga vive el oroy de miles se granjea la confianza. Sin embargo,ese ciego, ese mendigo, hasta para el real cobrees como un sitio perdido, como un rincn polvoriento.

    El dinero en los negocios se encuentra como en su casay disfrazndose finge: seda, claveles, pelliza.El mendigo, silencioso, est en la pausa del hlitodel dinero, que despierto o ya dormido respira.

    Oh, cmo esa mano abierta puede cerrarse en la noche!Maana vendr el destino en su busca y cada dala tender: clara, msera, infinitamente frgil.

    Que alguien al fin, un vidente, su larga estancia admirando,la entienda y celebre!. Slo decible para el cantante.Slo para un dios audible.

    20Qu grandes distancias entre las estrellas!. Y, no obstante, muchoms grandes distancias se ve en lo de aqu.Entre un ser humano, por ejemplo un nio...y otro, el ms cercanooh, qu inconcebible, qu enorme distancia!.

    Quizs el destino nos aplica el mtodo de lo que es y entoncesnos parece extrao.

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    Piensa cuntos metros separan al hombre ya de las doncellascuando lo rehuyen y suean con l.

    Todo est distante...y en ninguna parte se completa el crculo.Observa en el plato qu rara la cara del pez, en la mesa

    puesta alegremente.Los peces son mudos...se crea en tiempos pasados. Quin sabe?Pero, no hay al cabo sitio alguno dondesin ellos se hablelo que de los peces sera el lenguaje?.

    21Corazn: canta a los jardines que no conoces, los jardinescomo vaciados en cristal, claros, remotos.Aguas y rosas de Ispahn y de Chiraz,canta su gloria y su ventura, incomparables...

    Corazn: muestra que jams te los vedarony que los higos que maduran te recuerdan;que entre los gajos florecientes te entretienescon sus favonios, como a rostros ascendidos.

    Evita el yerro de creer que hay privacionespara el propsito de ser, cuando acaece.Hilo de seda, penetraste en su tejido.

    Ests unido a una cualquiera, en lo interior, de sus imgenes(an cuando sea en un momento de congoja),siente que mienta todo el tapiz digno de gloria.

    22Oh, a pesar del destino: el magnifico excesode nuestra vida en parques se desborda espumante;o se alza como estatuas de piedra sosteniendosendas claves de bveda en las altas fachadas!.

    Oh, campana de bronce que levanta su mazatodos los das contra la vulgar estulticia!.Oh, columna de Karnak, la nica, columnaque sobrevive a templos poco menos que eternos!.

    Hoy, los mismos sobrantes no son ms que una prisadesde el da amarillo y horizontal tumbadasobre la noche grvida de luces deslumbrantes.

    Pero la furia pasa sin dejar huella. Curvasde vuelos en el aire, quienes trazan las curvas...

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    Nada quizs es vano. Pero en cuanto es idea.

    23Llmame a sa de tus horas, saque te resiste sin cesar, como una

    cara de perro suplicante y prxima,pero evasiva cada vez y ausente

    cuando supones que por fin la atrapas.Es lo ms tuyo lo que as se escurre.Somos libres. Llegnos el despidocuando el primer saludo imaginbamos.

    Buscamos un sostn con ansia. A vecespara lo viejo demasiado jvenesy viejos ya para lo nunca sido.

    Somos justos recin cuando elogiamos;porque somos la rama y el aceroy la miel del peligro que madura.

    24Oh, el deleite siempre nuevo de ser de barro mullido!.Casi nadie a los primeros intrpidos ha ayudado...Y en los golfos venturosos nacieron urbes, no obstante,y no obstante se llenaron de agua y aceite las nforas.

    Primero en trazos audaces concebimos a los diosesque el destino nos destruye de nuevo, malhumorado.Pero son los inmortales. Mirad: nosotros podemosescucharle las palabras a Aqul que al fin nos atienda.

    Una raza de milenios, nosotros: madres y padres,a los que el nio futuro nos llena ms cada da,el que habr de conmovernos, superndonos ms tarde.

    Y cunto tiempo tenemos, nosotros los temerarios!Pues la taciturna muerte slo sabe lo que somosy lo que ella siempre gana cuando nos otorga un prstamo.

    25Escucha: ya se oyen andar los rastrillos;la tarea humana de nuevo, en la tierraque guarda silencio, cunde a los auguriosde la primavera. Se te ofrece, pleno

    de sabor, lo que ha de venir. Lo que tanto

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    te vino, parece que otra vez te llegacomo cosa nueva. Tan deseada y nunca,jams la prendiste. Y ella te ha prendido!.

    Hasta los marchitos follajes de encina

    de tarde parecen mosto que fermenta.A veces los aires se hacen una sea.

    Negra est la hierba. Pero hay en las vegas,negro ms compacto, montones de estircol.Cada hora que pasa se torna ms joven.

    26Cmo el grito del pjaro nos pasma!.Donde quiera que el grito se produzca.Jugando al raso los chiquillos gritany junto al grito verdadero pasan.

    Le gritan al azar. Y de este espacio(donde el grito del pjaro entrasalvocomo un hombre en el sueo), en sus resquicios,ellos meten la cua de su grita.

    Ay!.Dnde estamos?. Cada vez ms libresrevoloteamos cual cometas sueltascuyas orlas de risa tunde el viento.

    Oh, dios cantor!. Ordena a los que gritanque se despierten susurrando y llevencabeza y lira a ras, como un torrente.

    27Hay realmente un tiempo que destruye?.Cundodestruir el alczar sobre la dormida montaa?. El demiurgo,cundo har violencia de este coraznque infinitamente se debe a los dioses?.

    Somos tan terriblemente deleznablescomo quiere hacernos creer el destino?Se hallar ms tarde la niez, la honda,la todo promesas, muda en las races?

    Dios mo!. El fantasma de la brevedadatraviesa como si fuera de humoal que es candorosamente susceptible.

    Tal cual somos, como los efmeros,

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    en tanto que de uso divino valemos,sin embargo, cabe las fuerzas que duran.

    28Oh, ven y ve!. Casi una nia: sea

    por un instante el giro de tu danzapura constelacin en la que, un da,a la Natura, ordenadora sorda,

    aventajemos. Al cantar Orfeorecin movise atenta. Desde entoncesfuiste la danzarina y con ligerasorpresa, cuando un rbol, caviloso,

    march contigo al ritmo del odo.Sabais el lugar donde la lirasonando estaba...el inaudito centro.

    Ensayaste por l hermosos giros:para la Fiesta Santa atraeraslos pasos y los ojos de tu amigo.

    29Siente, amigo de tantas lejanas,cmo el espacio con tu aliento crece.Hazte taer de bronce en la armadurade la sombra torre. Se har fuerte

    con su alimento lo que en ti se nutre.En la metamorfosis entra y sale.Cul es la ms penosa de tus pruebas?.Si amargo te es beber cmbiate en vino!.

    S, en esta noche de desmn, conjurocuando entre s se crucen tus sentidos;s de este raro encuentro su sentido.

    Y si lo que es terrestre te olvidara,a la tranquila tierra dile: Fluyo;al agua presurosa dile: Soy.