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292 El cenit babilonico TOMO 2 - Capítulo 5: Mesopotamia y el reino de Babilonia EL CENIT BABILÓNICO Con la desaparición del Imperio asirio, que había sojuzgado a Babilonia du- rante la primera mitad del primer milenio, se inició el período en que gober- nó la décima y última dinastía babilónica. Durante ese tiempo, su capital fue embellecida como nunca antes y se convirtió en el principal centro comercial e intelectual de Oriente Próximo. Con el reinado de Nabucodonosor II el progra- ma figurativo de exaltación del soberano se inserta en un ambicioso programa arquitectónico y urbanístico, que presenta al rey como mediador entre la esfera divina y el mundo humano, y sobre todo como artífice del orden cósmico frente a la amenaza del caos. La dinastía caldea Tras la muerte de Nabopolassar, Nabucodonosor II lanza continuas campañas con el fin de someter a todos los pequeños reinos sioriopalestinos, algunos de los cuales habían sido siempre independientes, e incluso habían tratado de aprovechar la caída del imperio asirio para recuperar territorio y aumentar su independencia de Egipto y Babilonia. Es el caso, probablemente, de Tiro, y sobre todo del reino de Judá, cuyo intento será abortado por los egipcios. No obstante, la balanza de fuerzas es favorable a los caldeos, y Nabucodonosor logra afianzar la posesión de todos los territorios palestinos, hasta la frontera egipcia. Palacio Sur de Nabucodonosor, Babilonia.

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El cenit babilonico

TOMO 2 - Capítulo 5: Mesopotamia y el reino de Babilonia

EL CENIT BABILÓNICO

Con la desaparición del Imperio asirio, que había sojuzgado a Babilonia du-rante la primera mitad del primer milenio, se inició el período en que gober-nó la décima y última dinastía babilónica. Durante ese tiempo, su capital fue

embellecida como nunca antes y se convirtió en el principal centro comercial e intelectual de Oriente Próximo. Con el reinado de Nabucodonosor II el progra-ma figurativo de exaltación del soberano se inserta en un ambicioso programa arquitectónico y urbanístico, que presenta al rey como mediador entre la esfera divina y el mundo humano, y sobre todo como artífice del orden cósmico frente

a la amenaza del caos.

La dinastía caldeaTras la muerte de Nabopolassar, Nabucodonosor II lanza continuas campañas con el fin de someter a todos los pequeños reinos sioriopalestinos, algunos de los cuales habían sido siempre independientes, e incluso habían tratado de aprovechar la caída del imperio asirio para recuperar territorio y aumentar su independencia de Egipto y Babilonia. Es el caso, probablemente, de Tiro, y sobre todo del reino de Judá, cuyo intento será abortado por los egipcios. No obstante, la balanza de fuerzas es favorable a los caldeos, y Nabucodonosor logra afianzar la posesión de todos los territorios palestinos, hasta la frontera egipcia.

Palacio Sur de Nabucodonosor, Babilonia.

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De esta manera, Nabucodonosor llevó a cabo varias campañas y debe proseguir con una actividad militar casi ininterrumpida en la franja siriopalestina. Por ejemplo, sabemos que existió un intento de invasión egipcia en 601 a. C., con algunos contratiempos causados por diversas rebeliones en el área del Levante, incluyendo Judá. Aunque Nabucodonosor terminó con las rebeliones, capturando Jerusalén el 597 a. C. y llevando al rey Joaquín a Babilonia, un nuevo intento de invasión a Palestina, en el 589 a. C., hizo que Judá y otros estados de la región se rebelaran. Un segundo asedio de Jerusalén ocurrió en el 586 a. C., finalizando con la destrucción del templo y la ciudad, y la deportación de muchos ciuda-danos a Babilonia. Después de la destrucción de Jerusalén, también tenemos noticias del largo asedio de Tiro, desde el 585 al 572 a. C., que no es expugnado, pero que tiene que pactar con los babilonios, que instalan un gobernador junto al rey local.

Durante el período de gobierno de la dinastía caldea, el poder del rey fue absoluto, aunque algunas funciones del ejecutivo fueron delegadas. Un texto de Nabucodo-nosor proporciona el organigrama del reino. En primer lugar están los funcionarios centrales de la corte, luego los gobernadores de las provincias y, por último, los reyes vasallos. Las provincias son las interiores de la Baja Mesopotamia, que por lo general

corresponden a las principales tribus caldeas. Sigue la lista de los oficiales meno-res que gobiernan ciudades menores, y la lista de los probables gobernadores de las ciudades periféricas, o adjuntos a los reyes locales. Se tiene la impresión de que entre el núcleo de Babilonia en sentido estricto y las ciudades costeras autónomas, prácticamente hay un desierto, nada comparable a la estructura provincial asiria.

Por su parte, el clero babilónico ejerció dos tipos de funciones, algunas relaciona-das con el culto y otras relacionadas con el sistema económico del imperio. De esta

manera, los administradores de los templos dirigieron y controlaron el sistema productivo babilónico. Como gran parte de las tierras eran propiedad del templo, la mayoría esta-ban arrendadas a terceros, aunque el clero también se ocupaba de la recaudación de los

impuestos sobre la tierra y sobre la producción de algunos bienes. De esta manera, el templo controló una gran parte de las operaciones comerciales, por más que durante los períodos de prosperidad debió

de existir en Babilonia una notable actividad comercial privada.

Con el producto del pillaje de las ciudades asirias y los beneficios de los últimos recursos occidentales, Nabuco-

donosor emprende una intensa actividad urbanística. En Babilonia construye un gran palacio real, refuerza fortifica-

ciones y, sobre todo, amplía y completa los dos polos de la vida religiosa, ambos situados en el centro de la ciudad, en un gran temenos: la zigurat, Etemenanki, y el templo de Marduk, Esagila.

Además, introduce importantes reformas, construye cami-nos y abre canales no sólo en Babilonia sino también fuera de ella, intensificando enormemente la actividad comercial y el desarrollo de la economía.

Ilustración del Dios Marduk de Babilonia.

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Babilonia termina siendo una metrópoli rica y espléndida, ya que se ha convertido en un lugar de encuentro de pueblos, tradiciones y experiencias distintas, una especie de “par-que” en el que se pueden encontrar, en conjunto, elementos de todo el mundo.

Los jardines congaltes

Considerados una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, los Jardines Colgantes de Babi-lonia fueron construidos durante el reinado de Nabucodonosor II. Se supone que, hacia el 600 a. C., el rey de los caldeos quiso hacer a su esposa Amytis, hija del rey de los medos, un regalo que demostrara su amor por ella y le recordara las montañas de su florida tierra, tan diferentes de las grandes llanuras de Babilonia.

De esta manera, ordenó construir espectaculares jardines en su palacio, precisamente al lado del Éufrates, para que los viajeros los pudieran contemplar, puesto que el acceso estaba prohibido al pueblo. Desde la más alta de las terrazas se situaba un depósito de agua desde el cual corrían varios arroyos. Sin embargo, con la decadencia de Babilonia y el fin del Im-perio neobabilónico, los jardines fueron abandonados progresivamente. Cuando Alejandro Magno llegó a la ciudad en el siglo IV a.C., los jardines ya estaban parcialmente en ruinas y totalmente abandonados.

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El declive del imperioA la muerte de Nabucodonosor II, tras un largo reinado de 43 años, empieza un período de inestabilidad que se abrió con un período de luchas sucesorias. Su hijo Awil-Marduk reina durante un par de años, celebra su entronización indultando a Joaquín de Judá y probablemente a otros reyes capturados por su padre, pero, al parecer, es asesinado. Le sucede un usurpador de origen militar, Nergal-shar-usur, que se mantiene durante cuatro

años. Este celebra algunas destrucciones y emprende una expedición a Cilicia contra el reino de Pirindu, relatada al detalle en la única crónica que ha llega-do hasta nosotros. A Nergal-shar-usur le sucede su hijo Labashi-Marduk, que al cabo de unos meses es víctima de una conjuración, y el trono pasa a otro usurpador, Nabónido, ajeno a la familia real, hijo de un gobernador y una sacerdotisa.

Debiendo el poder a un golpe de mano, Na-bónido tiene que legitimar su coronación superando el doble inconveniente de ser un usurpador y ser ajeno al entorno babilonio, lo cual condicionó fuertemente su reinado. Al principio defendió la tradición religiosa ba-bilónica y protegió el culto a Marduk, Nabu y Jergal. Más adelante, en cambio, procuró dar más realce y competencias a otros dioses como Shamash, Sin e Isthar, vinculados tradi-cionalmente a las ciudades de Larsa, Sippar, Ur, Kharran, Uruk y Accad. Con este proceder, el enfrentamiento con el poderoso clero local se hizo inevitable, reflejando que la lucha por el control religioso sea una de las característi-cas básicas de su reinado y una de las causas de la desaparición del Imperio neobabilónico.

En política exterior, Nabónido siguió los pasos de Nabopolassar y de Nabucodonosor II. Llevó a cabo algunas campañas, poco importantes, contra Hama y el reino de Elam, pero no tardó en volver a Babilo-nia para hallar el modo de asegurar la paz en su país. Para evitar el peligro, firmó con el rey persa Ciro II, un pacto contra los medos, logrando su expulsión de Kharran. Con ello, la situación parecía consolidada en el exterior, en tanto que interinamente empeora-ba, como consecuencia del litigio religioso y de la es-

casez de víveres, resultado de una pésima administración económica, debido a las enormes sumas que Nabucodonosor había destinado a su política de monumentales construcciones.

Deidad babilónica con cabeza y plu-maje de ave, cogiendo fruta del árbol sagrado. Bajo relieve en piedra en el Museo Británico, Londres.

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En tales circunstancias, Nabónido decidió trasladarse a Arabia durante varios años, a fin de controlar el tránsito de mercancías de la zona, dejando el gobierno de Babilonia a su hijo Bel-shar-usur. Dado que su traslado a Babilonia es un año posterior a la victoria de Ciro sobre la totalidad de Asia Menor, es posible que la decisión de Nabónido guarde re-lación con el escenario internacional. Se ha pensado en un intento de movilizar la mitad occidental del reino, añadiendo el componente árabe, ya que la mitad oriental no era de confiar por la oposición religiosa antes mencionada. Además, se considera que el traslado al oasis de Teima sirvió para formar una especie de línea de protección, al estar más alejada que Babilonia de la frontera irania. No obstante, si estas eran sus intenciones, fracasaron completamente: Nabónido volvió a Babilonia la víspera del ataque de Ciro, y la resistencia, aunque ineficaz, se organizó con las fuerzas babilonias, y no con las fuerzas arameas y árabes del oeste.

La jugada de Nabónido, en vez de enmarcarse en una estrategia defensiva contra los per-sas, lo hace en una estrategia activa en dirección contraria, e implica una incomprensión básica de la gravedad de lo que estaba ocurriendo en el norte. Entonces los hechos se precipitan, y los persas, que en los años anteriores habían hecho algunos amagos, intervie-nen militarmente. Sin encontrar resistencia, los generales de Ciro ocupan primero Sippar y después Babilonia. Cuando el trabajo está hecho, Ciro es aclamado como “libertador” y triunfador.

Nabucodonosor atacando Jerusalen.

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Entonces, Nabónido es apresado, mientras que Ciro se proclama eje-cutor de la voluntad de Marduk, y restaurador de la normalidad del culto que Nabónido había subver-tido. Babilonia no es destruida ni saqueada, sino que simplemente queda incluida en el nuevo impe-rio, convirtiéndose en una de sus capitales. De esta manera, con la toma de la más famosa ciudad mesopotámica por las tropas de Ciro II de Persia, la desaparición del efímero Imperio neobabilóni-co no sólo supuso la desaparición de uno más de los muchos impe-rios que dominaron Mesopotamia a lo largo de su larga historia, sino que con él se cerraba un proceso

milenario por el que los estados que consiguieron imponerse en la región siempre habían intentado mantener su independencia. Para ello, o se subordinaban como estado depen-diente sometido a tributo por el imperio dominante de turno, o luchaban contra todos los pueblos vecinos para sojuzgarlos, someterlos a tributo y convertirse en imperio dominante.

Con el avance y consolidación del nuevo Imperio aqueménida, esta dinámica quedó in-terrumpida para siempre en Oriente Próximo. De hecho, el Imperio persa, el primer gran estado asiático que nació con vocación de dominio universal, ocupó una Mesopotamia agotada y desangrada por los distintos enfrentamientos.

Babilonia, Mesopotamia.

El Imperio persa, el primer gran estado

asiático que nació con vocación de domi-

nio universal, ocupó una Mesopotamia

agotada y desangra-da por los distintos enfrentamientos.