Devenir, crear, destruir

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[Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011] ISSN: 2007-2716 Cómo citar: Esquivel Marín, S. (2011), “Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado)”, Ide@s CONCYTEG, 6 (67), pp. 119-143. 120 ISBN: 978-607-8164-02-8 Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marín 1 Resumen Se pretende dilucidar algunas de las expresiones de violencia y agresión de la condición humana en la sociedad contemporánea. Se parte de que la violencia forma parte de la condición humana, y que el arte y la literatura, no evitan la violencia ni la agresión pero si le dan un sentido ético y estético de autocreación de sentido. La sociedad contemporánea tiene formas específicas de expresión, producción y canalización muy sofisticadas, y casi invisibles, de la violencia, pero no por ello menos crueles, efectivas y eficaces. Palabras claves: violencia, cultura, guerra, mercado, Caillois. Summary This article pretends to explain some expressions about violence and aggression from the human condition in modern society. Violence in fact is part of the human condition such as art and literature. Thus both don’t avoid the subject of violence; instead they relate it in an ethical and aesthetic way of auto creation sense. Modern society has specific and sophisticated ways of expressing, producing and conducting violence; almost imperceptible but not less cruel and effective. Keywords: violence, culture, war, street market, Caillois 1 Filósofo. Profesor-Investigador en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2005. [email protected]

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  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011] ISSN: 2007-2716

    Cmo citar: Esquivel Marn, S. (2011), Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado), Ide@s CONCYTEG, 6 (67), pp. 119-143.

    120 ISBN: 978-607-8164-02-8

    Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn1

    Resumen Se pretende dilucidar algunas de las expresiones de violencia y agresin de la condicin humana en la sociedad contempornea. Se parte de que la violencia forma parte de la condicin humana, y que el arte y la literatura, no evitan la violencia ni la agresin pero si le dan un sentido tico y esttico de autocreacin de sentido. La sociedad contempornea tiene formas especficas de expresin, produccin y canalizacin muy sofisticadas, y casi invisibles, de la violencia, pero no por ello menos crueles, efectivas y eficaces. Palabras claves: violencia, cultura, guerra, mercado, Caillois.

    Summary This article pretends to explain some expressions about violence and aggression from the human condition in modern society. Violence in fact is part of the human condition such as art and literature. Thus both dont avoid the subject of violence; instead they relate it in an ethical and aesthetic way of auto creation sense. Modern society has specific and sophisticated ways of expressing, producing and conducting violence; almost imperceptible but not less cruel and effective. Keywords: violence, culture, war, street market, Caillois

    1 Filsofo. Profesor-Investigador en la Universidad Autnoma de Zacatecas. Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohrquez 2005. [email protected]

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    121 ISBN: 978-607-8164-02-8

    En este ao bisiesto, del siglo ms bisiesto, si se puede escuchar una voz distinta a la de la locura y si no la ahogan los altavoces, y si no se la tragan los monstruos que dominan toda vida, y si puede llegar, que se escuche slo esto que salv; ya que nada ms pude, no fue posible salvar; ni un nio enfermo ni una ciudad lastimada ni una alma aturdida. Dira: flor, si ellas tambin no se hubieran vuelto ya carnvoras, o espectculo pblico para olvidar el horror. Dira: regalo de Dios, si no las hubieran disuelto en un vaso de agua como analgsicos.

    Lydia Stefnou

    La violencia y la condicin humana

    l presente ensayo busca dilucidar

    algunas de las expresiones de

    violencia y agresin de la condicin

    humana en la sociedad contempornea. Se

    parte de que la violencia forma parte de la

    condicin humana, y que el arte y la

    literatura, no evitan la violencia ni la agresin

    pero si le dan un sentido tico y esttico de

    autocreacin de sentido. La sociedad

    contempornea tiene formas especficas de

    expresin, produccin y canalizacin muy

    sofisticadas, y casi invisibles, de la violencia,

    pero no por ello menos crueles, efectivas y

    eficaces.

    Herclito, tambin conocido como el Oscuro

    de feso, quiz por el color de piel, quiz por

    sus sentencias enigmticas, haba afirmado en

    los albores del siglo V a. C., el cambio

    incesante como divisa de todas las cosas,

    como proceso continuo de nacimiento y

    destruccin. Si bien Herclito no ensea

    ninguna doctrina, como pensador, incita a

    pensar el principio del cosmos como fuego

    viviente, metfora que designa movimiento y

    cambio, oposicin generativa de contrarios y

    devenir animado por el conflicto. Este

    cosmos deca es y ser siempre fuego

    viviente y eterno. El fuego es el logos que

    gobierna todas las cosas. Armona invisible

    que avanza y todo lo ocupa. Aristteles, en

    sus Lecciones sobre Fsica, nos recuerda que

    para Herclito todo lo que es siendo deviene

    para s fuego en cierto tiempo. Tiempo

    mltiple compuesto por un era, es y un ser.

    Tiempo proporcionado por un fuego que

    permite su erupcin. Y cuando el fuego se

    apaga, aparece su contrario, pues hay una co-

    existencia de fuego y agua, siendo el agua el

    trasfondo material de todas las cosas, o sea, la

    naturaleza (Horst-Mattahi, 1997: 52).

    E

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    Empero, esta naturaleza es armona invisible

    u oculta. El fuego heraclteo sugiere una

    conflagracin total y cclica.

    Fuego encendindose al cumplir una de sus

    infinitas medidas. En su constante

    transformacin y proceso interminable, el

    fuego permuta todas las cosas.

    Como el arco y la lira, el fuego y la guerra

    nos remiten a un acoplamiento de tensiones;

    lucha de contrarios. Siendo lo contrario lo

    conveniente, y el bien y el mal una sola cosa.

    Apareamiento de lo entero y lo no entero, lo

    convergente y lo divergente, lo concordante y

    lo discordante; de todo uno y del uno todo.

    Para Herclito, eso es la vida, eterno retorno

    de una pugna donde se con-funden principio

    y fin: El camino hacia arriba es el mismo

    hacia abajo. Una misma cosa es en nosotros

    lo vivo y lo muerto, lo despierto y lo

    dormido, lo joven y lo viejo: lo otro devuelto

    a lo uno y viceversa. El nombre del arco es

    vida, su obra muerte. Viviendo se muere y

    muriendo se vive. Violenta sacudida y

    principio positivo de fecundidad, la contienda

    es elevada a categora universal, pues todas

    las cosas devienen segn la discordia. Hemos

    de saber que la guerra es comn a todos, y

    que la lucha es justicia, y que todo nace y

    muere por obra de la lucha: Plemos como

    rey tambin es individuo, es el nio jugando,

    arreglando y des-arreglando las cosas al azar,

    igualmente creando un mundo de mltiples

    cosas2(Horst Mattahi, 1997: 120). La

    multiplicidad del cosmos es unidad y fuego,

    pero este es un saber divino mas nunca

    humano.

    Origen de las cosas, la guerra es la ley comn

    que justifica los contrastes tanto en la

    naturaleza como en la sociedad, entre amos y

    esclavos, dioses y hombres. Diels traduce el

    pensamiento heraclteo acerca del Plemos en

    los siguientes trminos La Guerra es padre

    de todas las cosas, de todas las cosas rey. A

    unos los muestra dioses, a otros hombres, a

    unos los hace esclavos, a otros libres3.

    2 La originalidad de otro pensador presocrtico como lo fue Empdocles de Agrigento consisti en conciliar la necesidad con el devenir de todo. Nos habla de cuatro races eternas, cuatro elementos naturales: fuego, agua, aire y tierra. Lo que provoca el cambio son las fuerzas csmicas del Amor y del Odio: El Amor genera unidad armnica y perfecta, mientras que el Odio deshace toda armona y conduce al caos. Segn l los elementos del Sol, tierra, cielo y mar, estn adaptados en sus diferentes partes para todo lo que anda por el mundo mortal. Y si todo lo que se muestra se atrae recprocamente, por la accin de la semejanza y del Amor, por el contrario lo que es enemigo de ella se mantiene a gran distancia; naturaleza, composicin, formas que revisten, todo contribuye absolutamente a oponerse a la reunin, bajo el imperio del Odio que le ha dado nacimiento. Los elementos predominan alternativamente en el curso de un ciclo y desaparecen los unos en los otros o aumentan, segn el signo fatal que les es asignado. En la medida en que ese cambio perpetuo no se detiene subsiste siempre un ciclo inmutable. Tambin se puede ver en la dialctica del amo y el esclavo hegeliana una relectura directa de la universalidad de la contienda heracltea (Hegel, 1966: 117). 3 Mondolfo, en cambio, traduce: Plemos [la guerra] es el padre de todas las cosas y el rey de todas, y a unos los revela dioses, a los otros hombres, a unos los hace libres, a los otros esclavos. Por su parte Gaos reescribe: La guerra

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    La guerra es comn y el derecho es discordia

    y todo sucede segn su mandato y se

    engendra por discordia. Armona y ajuste de

    fuerzas contrapuestas, la metamorfosis del

    fuego designa el devenir perpetuo que

    constantemente transforma la materia.

    Conviene saber sentencia que la guerra es

    comn a todas las cosas y que la justicia es

    discordia. Reprocha al poeta que dijo: Ojal

    se extinguiera la discordia entre dioses y

    hombres! Pues no habra armona si no

    hubiese agudo y grave, ni animales si no

    hubiera hembra y macho, que estn en

    oposicin mutua. Concluye el ermitao que:

    Guerra y Discordia son necesarias para la

    vida.

    A mediados del siglo XX, a partir de premisas

    diferentes, pero con conclusiones similares,

    los bilogos chilenos Humberto Maturana y

    su discpulo Francisco Varela han

    considerado la vida a partir de un patrn de

    auto-organizacin donde la violencia, la

    destruccin y el devenir forman parte de un

    flujo incesante de materia y energa a travs

    de un organismo que se concibe como

    sistema holstico. Ah crecimiento, desarrollo

    y evolucin, no se oponen a las muertes

    parciales y la destruccin permanente de un

    proceso vital de corporeizacin del patrn de

    es la madre de todo, la reina de todo, a unos los ha revelado dioses, a otros hombres; a unos los ha hecho esclavos, a los otros libres (Hegel, 1966: 107-108).

    organizacin del sistema, siendo la creacin

    tanto como la destruccin respuestas del

    sistema a las perturbaciones del medio.

    Cognicin autopotica, el proceso vital

    constituye un sistema vivo de autocreacin.

    Por tanto, ser, hacer, nacer, morir, crecer,

    rehacerse, reproducirse y, tantas otras

    actividades ms, son inseparables de los

    sistemas vivos y de su modo especfico de

    (auto) organizacin.

    La autopoisis (el hacerse a s mismo) es un

    patrn de red en el que la funcin de cada

    componente participa en la produccin o

    transformacin de otros componentes de la

    red, de tal modo que sta nunca deja de

    regenerarse. Empero, el sistema completo es

    organizativamente cerrado, a pesar de ser

    abierto en relacin con los flujos de materia y

    energa. La autonoma del ser viviente no lo

    asla del exterior, sino que permite que

    interacte con el medio a travs de una

    constante e inteligente intercambio de materia

    y energa, dicha interaccin lo mantiene y lo

    renueva de manera continua, lo auto-organiza

    y lo re-ajusta en el des-equilibrio. Desde la

    perspectiva autopotica, vida y muerte,

    nacimiento y defuncin, violencia y armona

    dejan de oponerse y designan formas de un

    proceso holstico de homeostasis que

    posibilita al sistema mantener su identidad

    gracias a procesos internos en que se auto-

    reproducen sus propios componentes a partir

    del intercambio de materia y energa

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    consigo y el entorno. La disrupcin (muerte)

    y la irrupcin (vida y crecimiento) no se

    oponen al sistema vital en su conjunto.

    Muerte, violencia y agresin han dejado de

    ser enemigos de la vida y son hermanos

    gemelos de su voluntad de creacin.

    La muerte forma parte de la vida, la vida, y

    en particular la vida humana, no sera tal y

    como es sin la muerte.

    El socilogo alemn Niklas Luhmann,

    despus de haber sido discpulo de Talcott

    Parsons, en la dcada de los setentas, influido

    por los chilenos Maturana y Varela, utiliza la

    autopoiesis desde una perspectiva

    interdisciplinaria sobre los sistemas sociales.

    Donde los sistemas sociales tienen un

    carcter auto-referencial que no se restringe

    al plano de sus estructuras sino que incluyen

    sus componentes. Considera que la sociedad

    corresponde a un nivel emergente y est

    compuesta por comunicaciones que van ms

    all del lenguaje y abarcan todas las posibles

    selecciones informativas de un sistema. Los

    sistemas sociales son sistemas poticos de

    comunicacin. Considera que no es el ser

    humano sino la comunicacin quien puede

    comunicar (se), la comunicacin constituye

    una realidad emergente sui generis que debe

    entenderse como un procedimiento que

    efecta cierta estrategia de comunicacin a

    partir de tramas y ejercicios de un poder

    mediante el cual se encarna la interaccin. El

    proceso mismo de comunicacin adquiere

    realidad travs del ejercicio fctico del poder.

    El poder es comprendido como la manera en

    que se distribuyen y organizan las

    preferencias (selecciones) con respecto a

    determinadas alternativas de accin. La

    seleccin de las preferencias modela y

    moldea a un poder que se funda en relaciones

    de dependencia muy flexibles, pero

    estructuralmente condicionadas y

    diferenciadas. El ejercicio del poder de los

    sistemas sociales es necesario para la

    canalizacin y redistribucin de la violencia

    de los sujetos o grupos como energa y

    creacin colectiva; siendo el poder un campo

    relacional (juego de relaciones) constituyente

    de la autodefinicin y auto-organizacin del

    propio sistema social. De ah que la violencia

    cultural y la entropa social sean formas y

    estructuras fundamentales, y por tanto, las

    nociones de poder y libertad seran

    complementarias, as como el orden y cambio

    sociales son inherentes a los procesos de

    negociacin y conflicto. Entre ms libertad

    tenga un sujeto para realizar una determinada

    accin condicionada, ms efectivo se har el

    ejercicio del poder mediante el proceso de

    transferencia de selectividad.4 La complejidad

    4 Individualizacin significa seala Niklas Luhmann siguiendo a Helmut Berking aprender a tratar con pretensiones de conducta paradjicas. Porque individualizacin significa al mismo tiempo aumento del margen de libertad subjetiva y total dependencia del mercado, subjetivacin y estandarizacin de la conducta expresiva, aumento de la autorreflexividad y abrumador control exterior. Hay formas culturales para problemas y motivos que tienen que ser apropiados individualmente (Luhmann, 1992: 186).

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

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    actual del mundo social impide que el

    ejercicio de la violencia consista en la

    culminacin de un conflicto.

    Asimismo, entre lo legal y lo ilegal, entre la

    transgresin y la afirmacin de los cdigos

    del poder se abre un espectro ms amplio que

    la simple eleccin de alternativas negativas o

    positivas. Ms all de la legalidad, el

    ejercicio del poder se constituye como un

    lmite flexible y autocreativo que en cada

    jugada hace que el juego social sea posible.

    Los sistemas sociales actualizan distinciones

    necesarias para la existencia del poder. Ms

    an, la dinmica social acta, en gran medida,

    de forma autodestructiva. Poco de lo que crea

    se conserva. Esto vale para la mayora de

    seres y culturas que han determinado la vida.

    La evolucin estructural depende de la

    autopoesis y como alternativa slo hay

    disolucin y destruccin. De ah que

    cualquier lectura de la sociedad tendra que

    partir segn Luhmann de una ecologa

    radical de la ignorancia, debido a la

    existencia de una simultaneidad vertiginosa e

    inasible en el universo social que implica que

    no se puedan controlar lo social como un todo

    ordenado y armnico.

    Para Niklas Luhmann no existe una razn

    humana o una racionalidad que pueda abarcar

    el mundo en un todo. Al ser toda observacin

    autorreferencial (auto-observacin), no

    existen criterios de racionalidad objetivos

    fuera de sistema social especfico. No habra

    una sola representacin del orden de las

    formas esenciales del mundo.5 En este

    sentido, una de las mayores formas de

    violencia ha sido la imposicin de la

    racionalidad europea como racionalidad

    universal: Los europeos estn

    acostumbrados a transformar culturas ajenas

    de lo incomprensible en comprensible.

    Tienen especialistas para hacerlo: etnlogos,

    orientalistas, cientficos de las religiones,

    psicoanalistas (Luhmann, 1992: 72-73 y 85).

    Ningn sistema social puede vindicar hoy que

    aquello que hace sea en ltima instancia

    bueno y/o verdadero si no es dentro de una

    comunicacin interna y contingente. Las

    sociedades se vuelven precarias, sociedades

    de riesgo y catstrofe, inauguran el presente

    desde lo indeterminado, exceden cualquier

    clculo y pronstico imaginable, siempre

    estn al borde del caos. En todo caso, es muy

    probable que los humanos desaparezcan en

    beneficio de seres vivos humanoides

    genticamente superiores: Quiz extingan su

    5 Quiz nunca ha habido un orden unitario salvo en la ciencia y metafsica logocntricas con pretensiones universalistas. Afirma Luhmann que: La operacin de distinguir siempre se mantiene sin marcar. Ella misma no puede darse en una de sus partes. As que forma parte del mbito no marcado. El observador es lo inobservable, porque l mismo no puede reencontrarse como momento de su propia distincin, como una de sus partes (Luhmann, 1992: 145). Su etnocentrismo larvado le impide sacar todas las consecuencias ticas y polticas que tienen las narrativas totales y totalizantes.

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    especie mediante catstrofes autoproducidas

    o destruyan sus prtesis tcnicas que slo

    sigan siendo posibles formas muy

    elementales de supervivencia. En todo caso

    las futuras sociedades, si es que las hay sobre

    la base de la comunicacin con sentido,

    vivirn en otro mundo, basado en otras

    perspectivas y preferencias, se asombrarn

    ante nuestras preocupaciones como rarezas

    con un limitado valor de entretenimiento

    (Luhmann, 1992: 139-140). Lo ms

    paradjico es que muchas de las empresas

    humanas ms atroces se han hecho en nombre

    del Bien, la Verdad y el Progreso (universales

    vacos trgicos). En contra del principio del

    Bien, se afirma una duplicidad fundamental

    entre orden y desorden, legalidad y caos.

    De la violencia a la guerra de Estado. Biopoltica y biopoder

    Experiencia de lo neutro, la violencia no es

    negativa ni positiva en s misma. La violencia

    irrumpe como un movimiento de ruptura.

    Instaura un corte. De la violencia como

    realidad natural, hemos transitado histrica y

    culturalmente, a la creacin de comunidades

    humanas donde la violencia, en tanto

    movilidad, fuerza y autocreacin, nunca deja

    de estar presente bajo la investidura de

    violencia legal. Gracias a ello ha habido

    civilizacin humana e individuacin del

    sujeto. La violencia de la cultura instituye un

    corte simblico y fsico entre los procesos de

    individuacin/socializacin del sujeto. No

    hay comunidad sin violencia, lo comn, el

    sentido de lo comunitario, exige la identidad

    frente a la alteridad, la continuidad frente al

    cambio. La administracin de la violencia es

    la puesta en escena de la cultura. Aunque

    haya un poderoso e incuestionable inters por

    que la violencia permanezca por fuera de lo

    pensable, en tanto determinacin normal de

    las relaciones sociales, causa de efectos

    polticos, sociales e histricos, la violencia

    est ah, aqu, afuera, en mi entorno y dentro

    de m. Quiz por eso mismo una suerte de

    polica del pensamiento correcto y del juicio

    sano acude entonces a reforzar la censura y la

    legalidad del yo interno, as como acuden las

    patrullas las calles despus de un crimen:

    Circulen, caballeros, circulen. Aqu no ha

    pasado nada. Eso implica mantener la

    seguridad y el orden en ciudades y almas

    (Balibar, 2005: 105).

    El Estado administra la violencia, la gestiona,

    la racionaliza, la delega y la legitima como

    orden cuasi natural. La domesticacin de la

    violencia est en la emergencia de la

    hominizacin/humanizacin del entorno:

    domesticacin que no elimina los instintos ni

    las pulsiones, sino que las dispone bajo un

    trabajo de reconduccin de los flujos, esto es

    la guerra. (Cammate) La guerra no slo es un

    acto poltico, sino que implica un programa

    social y econmico. Es el instrumento

    poltico por excelencia del Estado. Es la

    forma de hacer poltica por medio de la

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    127ISBN: 978-607-8164-02-8

    violencia. Si la poltica implica la distincin

    entre amigo y enemigo, la guerra y la paz son

    las manifestaciones dialcticas entre la

    enemistad y la enemistad.

    El Estado moderno no se puede separar de la

    guerra (el estado de derecho estado de paz

    se complementa con el militarismo del

    estado). La guerra es inherente al Estado; no

    slo es violencia global sino una empresa

    organizada, racional y estratgica de

    destruccin. Slo desde un punto de vista

    moral se puede oponer la guerra a la

    civilizacin, La guerra expresa la

    civilizacin, es su sombra incmoda e

    indeleble. Excedente de la guerra y de la paz

    impuesta, el Estado emerge de la

    permanencia de la dominacin, de su

    territorializacin y re-territorializacin.

    Segn Hegel, la guerra es saludable e incluso

    indispensable para la consolidacin del

    Estado moderno; a travs de ella, el Estado

    alcanza su unidad ideal. Es ms que un medio

    para gobernar, la oportunidad para que el

    Espritu se realice en el Pueblo Nacional. La

    guerra muestra la contingencia humana y la

    necesidad de trascender la vida individual

    (Hegel, 1966: 267-268).

    Con motivo de la guerra, aade Roger

    Caillois, el Estado hace valer sus derechos

    sobre la vida y los bienes de los ciudadanos.

    Constituye el momento de socializacin

    extrema de la existencia colectiva. Por este

    sesgo y para exigir de cada uno el sacrificio

    supremo, la guerra se ha hecho un poder

    sagrado (Caillois, 1972: 176). No faltan los

    tericos que exalten la guerra moderna como

    carnicera permanente y armona universal.

    Joseph de Maistre considera que nada puede

    impedir la guerra: La ley que lleva al

    hombre al combate es inexorable: la tierra no

    es sino un inmenso altar donde se efecta

    incesantemente el holocausto de los seres

    vivientes hasta la consumacin de las cosas,

    hasta la muerte de la muerte. La guerra es una

    expiacin. La guerra es divina por su

    generalidad, por sus consecuencias, por la

    gloria misteriosa que la rodea, por el atractivo

    no menos inexplicable que sentimos por ella

    (Caillois, 1972:187). La modernidad

    cientfico-tcnica favorece una metafsica de

    la guerra. El anarquista Proudhon considera

    que la guerra revela el espritu verdadero de

    un pueblo, es su impulso civilizatorio y el

    camino del progreso. Por su parte el crtico de

    arte John Ruskin considera que la historia del

    arte no florece sino en pueblos blicos: la

    guerra est en el origen del gran arte. De

    suerte que, cuando os digo que la guerra es el

    fundamento de todas las artes, quiero al

    mismo tiempo decir que es el fundamento de

    todas las altas virtudes y facultades del

    hombre (Caillois, 1972: 193-194). Cree que

    la alianza de la paz y la civilizacin es un

    lugar comn falaz. Segn l, la paz slo

    engendra egosmo e inmoralidad, corrupcin

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    128ISBN: 978-607-8164-02-8

    y muerte. Dostoievski va ms lejos, espera de

    la guerra moderna una renovacin espiritual y

    un renacimiento de la vitalidad general. Y

    quiz, en el mismo tenor, pero bajo otras

    premisas, es que el camarada Engels enfatiza

    que el ejrcito se ha convertido en la finalidad

    principal del Estado; los pueblos no existen

    ms que para suministrar soldados.

    La guerra moderna es un combate

    inmisericorde sin consideraciones con el

    enemigo ni siquiera con la poblacin civil.

    Las recientes invasiones norteamericanas en

    Medio Oriente dan cuenta de que la guerra

    moderna ha perdido cualquier modalidad

    tica o esttica. Destruccin brutal ciega,

    Exenta de cualquier escrpulo moral,

    preocupada slo por el xito y la aniquilacin

    del adversario, la guerra moderna hace del

    soldado un maquinista que utiliza de manera

    racional sus recursos y fuerzas. No existe

    nada comenta Caillois que no justifique la

    eficacia. La virtud es la de la economa de

    medios y eficiencia de fines. Ahora se trata

    de obtener el mximo exponiendo lo mnimo

    (Caillois, 1972: 211).

    Los profetas de la guerra no la alaban por

    algn efecto o aspecto, la aprueban por ella

    misma de manera incondicional. El francs

    Ren Quinton y el alemn Ernst Jnger

    celebran la guerra como estado natural de la

    virilidad masculina y consumacin total de la

    existencia humana.

    Quinton en sus Mximas sobre la guerra,

    publicadas en 1930, escribe: Ella les da la belleza moral que la maternidad da a las mujeres. El instinto de conservacin sirve nicamente para que llegue vivo hasta el sitio de combate: haber nacido para luchar y morir. La guerra es para los hombres lo que el agua tranquila para los cisnes: el lugar de su belleza. La dureza de la guerra hace su santidad, todo lo ennoblece. La guerra es la edad de oro. Da a los hombres el sentimiento religioso, hace que todo aparezca pequeo y lejano, sana el alma, rechaza las consideraciones mezquinas de la justicia distributiva, ya que es por las mismas razones que la maternidad, escuela de altruismo. Fuera de ella, el hombre no es sino basura. Lo libera de los deberes artificiales de la vida comn (Caillois, 1972: 212-213).

    Cabe destacar la perspectiva falocntrica que

    est presente en los profetas de la guerra, no

    slo porque parten de una separacin radical

    entre la guerra como actividad masculina del

    espacio pblico y las labores domsticas y de

    maternidad femeninas como propias del

    espacio privado, sino porque presentan a la

    guerra como liberacin de los roles sociales

    y afirmacin de una existencia plena.6

    6 El mismo Roger Caillois no escapa a la mistificacin de la guerra como fiesta sacra. Al igual que sus ms conspicuos idelogos, Dostoievski y Jnger, considera que la guerra revela la epifana de lo sagrado y la realizacin del hombre como adulto. La mayora de edad se adquiere a travs de la destruccin del otro y no como autonoma vital e intelectual como dice Kant: En el curso de la fiesta es cuando el nio se vuelve un ser completo: la circuncisin completa del falo; la iniciacin, el llevar la mscara, consagran al adolescente. Lo sacan de la clase de aquellos a los que se espanta para introducirlo en el bando de los que espantan. De la misma manera, el servicio militar hace del joven un ciudadano consumado y el bautismo de fuego confiere al adulto un prestigio irremplazable. Entretanto, la guerra y la fiesta, por la amplitud,

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    129ISBN: 978-607-8164-02-8

    Desde tal visin, tal pareciera que la guerra

    retrotrae al hombre y no al ser humano,

    puesto que lo que siempre est en juego es el

    varn a un supuesto orden sagrado y

    primigenio. La glosa que hace Caillois de

    Quinton sucumbe a la fascinacin del hechizo

    blico: Los filsofos se equivocan al buscar

    causas polticas o econmicas para las

    guerras; sera reducir el amor a los

    matrimonios de conveniencia. El hombre no

    hace la guerra por lgica. La hace porque tal

    es la ley y la guerra lo transfigura. La poltica

    es el arte de extender plizas de seguros. La

    grandeza de la guerra es romper los contratos

    y poner al hombre frente al destino (Caillois,

    1972: 214-215). En cambio para Jnger, La

    guerra, nuestra madre, por medio de la

    tcnica, libera al hombre del humanismo

    antropocntrico moderno y sus ideales

    democrticos mediocres. Revelacin decisiva

    y forma total de la existencia, la guerra

    representa para Jnger un juego divino

    sangriento y sublime. Frente a Ella, el

    hombre es nicamente el instrumento de una

    voluntad superior. Las grandes batallas

    de los sacrificios, por la mezcla agotadora cuya causa son, fundan un orden nuevo, revigorizan a la sociedad, la desembarazan de las instituciones que han caducado y que le estorban. Entronizan a los jefes jvenes y da comienzo una nueva era (Caillois, 1972: 261-262). Asimismo, habra que hacer un recuento preciso de las analogas y figuras literarias que muestran el militarismo como falocentrismo; por ejemplo, el uso de verbos es ms que elocuente: destruir, penetrar, violar, coger, cazar, hacerse hombre, tener virilidad, morir como hombre antes que ser cogido como marica o mujer.

    apostilla urden el sentido de la historia,

    traman su sentido secreto y ltimo: La guerra no tiene otro fin que ella misma. Es en conjunto el sacramento y el xtasis, el smbolo y el secreto. La conquista y hasta la victoria, a estas alturas, se han perdido de vista. Se espera de la guerra una especie de transformacin del ser en la que cada uno descubre la esencia de la vida y de su personalidad. La guerra no es solamente nuestra madre, tambin es nuestra hija. Si ella nos ha creado, nosotros la hemos engendrado. Somos piezas forjadas, esculpidas, pero tambin somos aquellos que blanden el martillo y dirigen el cincel. El advenimiento de la guerra, es la epifana de la verdad. Aniquila toda mentira, toda apariencia, toda impostura, termina por un tiempo con la pantomima humana. La erupcin de las fuerzas elementales rompe sin dificultad el dbil barniz de la civilizacin. El hombre se encuentra de nuevo en su patria ms antigua: la bestialidad sbitamente despierta que lo arrastra a los lmites de su ser y que le exige una enorme prodigalidad de fuerza y voluntad (Caillois, 1972: 219-221).

    Quiz Jnger no era del todo consciente de

    sus palabras cuando escribi La guerra,

    nuestra madre, libro que despus repudiara.

    En todo caso, los jefes de Estado y ministros

    de pases totalitarios adoptan su filosofa

    como mandato. Hitler y sus compinches del

    Partido Nacional Socialista coinciden en que

    la guerra es la forma ms elevada de la

    existencia humana. Tanto en los regmenes

    totalitarios de Occidente como en Oriente, ya

    sean indistintamente de derecha o de

    izquierda, la guerra aparece como la finalidad

    del Estado: Cada guerra aumenta el poder

    del Estado. Algunos de los rganos creados

    para subvenir sus necesidades subsisten

    despus de concluida la paz. Los mecanismos

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    130ISBN: 978-607-8164-02-8

    administrativos surgen ms rgidos, ms

    completos, ms amplios. La guerra es el gran

    factor de socializacin de los estados

    modernos (Caillois, 1972: 232). Estimula la

    economa y la produccin a gran escala.

    Muestra el verdadero rostro del Estado

    moderno, as como la fragilidad y

    contingencia del orden legal impuesto. Puesto

    que la poltica se reduce segn advierte

    Valry a hacer la suma o la resta del poder:

    la guerra liquida finalmente esas posiciones,

    exige la presencia y la entrega de verdaderas

    fuerzas, pone a prueba los corazones, abre los

    cofres, opone el hecho a la idea, los

    resultados a las frases. Tiende hacer depender

    la suerte ulterior de las cosas de la realidad

    brutal del instante (Caillois, 1972: 240).

    Las insistentes comparaciones en diversas

    culturas de Oriente y Occidente de la guerra

    con el parto, no solamente se deben a su

    carcter sangriento, doloroso y fecundo, sino

    tambin porque expresa los bajos fondos

    primigenios de la sociedad en su retorno a lo

    natural. No obstante, resulta ingenuo pensar

    que el antdoto contra la violencia es la

    idealizacin de sus contrarios: derecho,

    justicia, respeto y amor.

    Roger Caillois se equivoca cuando afirma que

    las guerras modernas son empresas de

    destruccin estril, que engullen ms riquezas

    e industria que la que generan (Caillois, 1972:

    253). No es posible sucumbir bajo el

    sortilegio de la guerra sin ver su dimensin

    cientfico-tcnica y las enormes ganancias

    que genera para la industria militar en el

    capitalismo tardo. Detrs de la religin de la

    muerte y los aspectos mrbidos del vrtigo de

    la guerra, los crmenes y las atrocidades

    actuales, estara la lgica delirante de un

    capitalismo que ha liberado el consumo.

    Tampoco es del todo exacto como arguye

    Caillois que los actuales ciclos de guerra y

    paz reproduzcan la sucesin de tiempos de

    fiesta y vida cotidiana, con sus periodos

    alternos de concentracin y dispersin,

    turbulencia y trabajo, dilapidacin y

    economa. El smil que compara la guerra con

    la fiesta, por su carcter de excepcin y

    trasgresin de la ley, impide reconocer que la

    guerra contempornea, lejos de romper con el

    orden establecido del capital, lo lleva hasta

    sus ltimas y radicales consecuencias

    (Caillois, 1972: 259).

    Si bien la guerra contempornea es ciega,

    absurda, mortfera, annima y devastadora no

    por ello se debe sacralizar. Y aunque resulte

    muy sugerente considerar que la guerra es la

    manifestacin de lo sagrado por su naturaleza

    incomprensible, aplastante e irrecusable hoy

    no deja de ser sino una lectura mistificadora

    de los procesos sociales. El bao de sangre

    moderno no es tan azaroso ni impredecible

    como a simple vista e ingenuamente se podra

    ver. Tiene una lgica. El propio Caillois

    comenta que: El Estado se afirma y se justifica, se exalta y refuerza enfrentando otra totalidad. En la guerra se es objeto de aplicacin mecanizada

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    131ISBN: 978-607-8164-02-8

    y objetivo deliberado de un encarnizamiento hostil. Si el Estado naci de la guerra, ste le corresponde, engendrndola a su vez. Cada agravacin de la guerra se acompaa de un reforzamiento y una extensin de los poderes del Estado. Y a la inversa, toda nueva carga asumida por el Estado, conduce a un aumento del volumen y de la severidad de la guerra. Ms controla ste, ms consume ella; y el Estado controla siempre ms para que ella pueda consumir todava ms an. Cuando se constituye el Estado y se afirma, el espritu de competencia prevalece sobre el espritu de fraternidad. El camino que conduce de la fiesta a la guerra, se confunde con la va del progreso tcnico y de la organizacin poltica. Todo se paga: las formas actuales de la guerra estaban implcitas en el desarrollo mismo de la civilizacin7 (Caillois, 1972: 274-275).

    7 En el marco de un amplio y continuado proceso de reingeniera militar y social que abarca a varios pases del subcontinente latinoamericano, la administracin Obama-Clinton consolida su escalada guerrerista en la regin, enviando ahora 13 mil 329 soldados y civiles a la pacfica Costa Rica. Consolida el corredor militarista conformado por la dupla contrainsurgente Colombia-Mxico y la instalacin de siete bases en territorio colombiano, la ocupacin humanitaria de Hait y el emplazamiento de cuatro nuevas posiciones castrenses en Panam. La virtual anexin de Mxico y la reconquista de Centro y Sudamrica forma parte de un vasto y larvado proceso de control de poblaciones, que se combina con la ocupacin, cuadriculacin y ordenamiento integral de territorios, y una refuncionalizacin de espacios geoestratgicos altamente rentables desde la ptica del gran capital (va megaproyectos que abarcan cuencas de grandes ros, acuferos, corredores biolgicos, hidrovas, carreteras, ferrocarriles, materias primas, cables de fibra ptica, etctera), que arranc de manera temprana con el Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte (1994), sigui a comienzos del siglo XXI con el lanzamiento del Plan Colombia, el Plan Puebla Panam y el rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA), y que en su fase ms cercana abarca a la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de Amrica del Norte (ASPAN o TLC militarizado, 2005) y la Iniciativa Mrida (2007). Despus de la guerra fra y la autodisolucin de la Unin Sovitica en 1989, la nueva estrategia de

    A partir de Hegel la guerra se convierte en el

    principal motor de la Historia: es su principio

    y fin. La guerra conforma al Estado-Nacin

    en la poca moderna. Entre guerra y poltica

    se teje una densa urdimbre socio-tcnica que

    configura la trama de la vida cotidiana. En la

    modernidad, cada quien cumple una tarea

    fraccional, microscpica, pero indispensable

    en la buena marcha del conjunto. Hay que

    confesarlo: la exterminacin indistinta a la

    cual recurre de buen grado la estrategia del

    dominacin pos-Panam est basada en la guerra asimtrica, una forma de conflicto irregular contra no-Estados (enemigos ubicados como Estados fallidos), sin restricciones de fronteras y donde se hacen difusas las reglas y los cdigos internacionales que regulan los conflictos blicos y los derechos humanos. La nueva estrategia se implementa bajo la forma encubierta de cuerpos de seguridad privados subcontratados por la Defensa estadunidense para realizar tareas propias de la guerra sucia (mercenarios, grupos paramilitares, escuadrones de la muerte y de limpieza social), en el marco de una militarizacin exacerbada de sociedades enteras, merced a una dramatizacin propagandstica de nuevas amenazas. En ese contexto, bajo la excusa de fortalecer la capacidad militar para combatir al narcotrfico y establecer una relacin duradera para cooperar en futuros aspectos de seguridad mutua, miembros del Ejrcito y la Marina de Guerra de Mxico estn siendo entrenados en el Comando Norte de Estados Unidos en programas de contrainsurgencia aplicados en Irak y Afganistn, experimentados antes en Colombia. Organismos estadunidenses, como la Oficina en Washington para Amrica Latina (WOLA) y el Centro para Poltica Internacional (CIP), han sealado que este ao 47 por ciento de los 3 mil millones de dlares de ayuda estadunidense a Amrica Latina se destinan a fuerzas militares o policiales. Si a ello se le suma el relanzamiento de la IV Flota del Pentgono en las aguas azules y marrones del Hemisferio Occidental, la dominacin de espectro completo se consolida en el eje conservador dependiente Mxico-Colombia (Fazio).

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    132ISBN: 978-607-8164-02-8

    da, corresponde a una solidaridad real. La

    moral de los civiles es un objetivo militar:

    hizo saber Churchill durante la segunda

    guerra mundial. La moral, y todava ms la

    capacidad de trabajo, por no decir la

    existencia fsica (Caillois, 1972: 282).

    Hoy la ciencia y la industria tecnolgica

    deciden la eficacia militar. La fabricacin de

    armas exige un trabajo en serie, masivo,

    racional y planificado. Ahora la razn de

    Estado, ley suprema del orden, ha sido

    sustituida, o mejor dicho, puesta al servicio

    de la razn del Mercado. El Estado se

    transforma en un agente de ventas del

    Capital. Estado que se exhibe como fuerza de

    una violencia contenida, preventiva y

    canalizada hacia la gestacin del poder

    hegemnico. El Estado no slo tiene el

    monopolio de la violencia, sino que tiene la

    facultad de definirla, pues constituye un

    agenciamiento institucional de factores

    heterogneos que apropian y expropian la

    violencia. Contra la violencia soberana y

    libre, permite las formas ms variadas y

    diversas de violencia codificada. El Estado

    funda su poder en la violencia punitiva

    corporal. El propio contrato social implica

    violencia y represin: aceptacin de ciertos

    lmites: ir la izquierda y no a la derecha

    Por tanto, son las pequeas violencias

    infinitesimales sin derramamiento de sangre,

    se la puede llamar una violencia seca. El

    Estado aplica una pequea violencia, la ejerce

    sobre un individuo con vistas a observar

    ciertas reglas necesarias de coexistencia

    social (Jankelevitch, 2004: 120-121).

    El Estado moderno ha monopolizado la

    violencia de manera radical, racional,

    sistemtica. A travs del capitalismo, el

    Estado moderno pone a trabajar a la violencia

    soberana, no en balde el sujeto del

    racionalismo filosfico cartesiano coincide

    con el sujeto burgus del protestantismo

    liberal. La re-creacin de un orden legal que

    administra y regula (tambin reglamenta) la

    violencia resulta ser uno de los dispositivos

    maestros de la modernidad cientfico-tcnica.

    La nocin de biopoltica de Foucault alude a

    dicha mutacin cultural en el seno de la

    modernidad dieciochesca. Desde entonces, es

    la vida humana cuerpo individual y cuerpo

    social lo que va a estar en juego en las

    contiendas polticas, jurdicas econmicas y

    militares. La poltica se convierte en

    medicina social, en teraputica preventiva. El

    nazismo lleva el control de la biopoltica al

    extremo ms radical, la tanatopoltica.

    Paradjicamente la creciente demanda de

    proteccin, seguridad y prevencin genera

    ms destruccin, muerte, terrorismo y

    violencia administrada. Y tambin,

    paradjicamente la globalizacin,

    extenuacin y finalizacin finiquitacin del

    capitalismo tardo y la modernidad tecno-

    cientfica, retrotrae la violencia de la

    comunidad originaria al romper las fronteras

    entre lo interno y lo externo, la inmanencia y

    la trascendencia. Y es en este contexto donde

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    133ISBN: 978-607-8164-02-8

    se puede ver una nueva escalada de violencia,

    la violencia global y el nuevo militarismo

    (Espsito).

    La globalizacin ha extendido y radicalizado

    el desequilibrio del Estado-Nacin moderno,

    ha mundializado la crisis y la brecha entre

    ricos y pobres. Del Estado-Nacin hemos

    pasado al Estado-Industria-Militar. Estado en

    el cual la poltica est directamente

    relacionada con la guerra y el control

    geopoltico global. Como bien ha dicho

    Santiago Lpez Petit, para el Estado-Guerra

    slo hay un monstruo con dos caras: de

    terrorista y/o de inmigrante; que por cierto,

    ambas, son generadas por su propia lgica

    depredadora y genocida: El Estado-Guerra reduce la complejidad del mundo a partir de una poltica que es directamente guerra. Al final, lgicamente, se debera llegar a la indiferenciacin del Estado-Guerra en tanto que hecho uno con el mundo. El final debera ser este Estado que ha puesto la guerra en su corazn en y frente a un mundo uno pacificado. Habramos entrado en una nueva etapa de la globalizacin cuyo nombre ms adecuado es el de globalizacin armada. El Estado-Guerra es un dispositivo capitalista de produccin de orden. Ante el Estado-Guerra como dispositivo capitalista de produccin de orden no vale la pregunta qu es? sino la pregunta cmo funciona? (Lpez Petit).

    El Estado-Guerra es un dispositivo de

    sobredeterminacin de todas las relaciones

    que va mucho ms all del Estado-polica,

    pues ms que reprimir y contener, propicia un

    clima de inseguridad y fragmentacin, donde

    los ciudadanos se ven reducidos a clientes

    que buscan cada vez con ms

    desesperacin comprar bienes y servicios

    como paliativos ante su inseguridad y

    ausencia de sentido. El Estado-Guerra

    produce una narrativa apocalptica y terrorista

    donde Occidente enfrenta al Mal; siendo ste

    todo lo que no se deja asimilar por una

    macro-narrativa de valores comunes:

    mercado libre, individualismo, apologa del

    consumismo, miedo a la diferencia. El

    Estado-Guerra radicaliza el fascismo

    posmoderno individualista. Por eso, propone

    Santiago Lpez Petit, contra el Estado-guerra

    y su fascismo postmoderno desplegar una

    guerra de guerrillas que combine formas de

    luchas diferentes, desde la defensa de la

    libertad hasta la interrupcin provocadora

    basada en modelos de la crtica artstica. A la

    heterogeneidad constitutiva del Estado-guerra

    hay que oponerle la heterogeneidad de unas

    formas de lucha diversas cuya nica

    vinculacin es el querer vivir (Lpez Petit).

    La violencia del mercado global (terrorismo del consumo)

    Totalizacin de cualquier significado y

    normalizacin del sentido, el todopoderoso

    Mercado tiende a disolver las antiguas

    hegemonas polticas, culturales e identitarias.

    Genera una nueva lgica de significacin

    impuesta por el capital y su cultura de

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    134ISBN: 978-607-8164-02-8

    consumo generalizado. Todo se vuelve

    mercanca. Y sin embargo, la economa no lo

    es todo, ni siquiera desde la lgica neoliberal

    ms frrea. Macro-proceso de nivelacin

    cultural, la globalizacin exige estrategias de

    la ms diversa ndole, desde estticas hasta

    polticas e incluso religiosas. En este sentido,

    la normalidad, en tanto identificacin con lo

    universal, imprime una violencia extrema a

    los cuerpos, pues significa que el sujeto

    individual interioriza, incorpora, las

    representaciones de un sujeto humano

    abstracto, un prototipo que marca y se

    desmarca de los estero-tipos en tanto modelos

    de inclusin/exclusin. La normalidad como

    criterio de subjetivacin no excluye las

    desviaciones y las anormalidades, sino

    ms bien las implica como lmite interior de

    un sistema jurdico-poltico y cultural. La

    alteridad y la diferencia, independiente de su

    extensin y fuerza social, son incorporadas al

    cuerpo social como excepciones, que claro

    est, confirman el reglamento social.

    Hoy la comunidad reordena su realidad desde

    el Capital. Y en concomitancia con los

    procesos econmicos y financieros, emergen

    procesos de igualacin, homogenizacin,

    indiferenciacin y domesticacin a partir de

    fuerzas centrfugas que diseminan por

    doquiera formas de violencia y agresividad

    que los sistemas sociales y legales ya no

    pueden incorporar bajo su maquinaria y sus

    dispositivos de reterritorializacin. Violencia

    extrema en estado puro, el Capital financiero

    reconduce la totalidad del ser a una

    determinacin abstracta vaca, inerte,

    intercambiable, mero flujo virtual. Rito del

    Holocausto, la vida del capital demanda el

    sacrificio de la vida humana, la reconversin

    del tiempo en dinero; es el grado Xerox del

    valor, donde triunfa el pensamiento nico

    sobre el pensamiento universal. Lo que se

    mundializa es el mercado, sus flujos

    monetarios.

    Y sin embargo, la sociedad actual, saturada

    de violencia latente, potencial y actuante,

    muestra la impotencia de canalizar la

    violencia en la bsqueda de un estilo de vida

    autnoma. La violencia se ha vuelto ms

    sofisticada, se perfecciona, se expande, casi

    adquiere una racionalidad propia. A la

    violencia implosiva del capital, no se le puede

    oponer la violencia explosiva del terrorismo,

    pues ste no es sino la coartada perfecta de su

    legitimacin, y en la prctica, acta como un

    sutil aceite que fortalece los engranajes de su

    maquinaria global post-estatal. Ms an, el

    terrorismo se difumina y globaliza tambin,

    terrorismo mundial o globalizacin

    terrorista? Y si el Estado ataca el terrorismo,

    lo hace generalizando el terror a todos los

    niveles, espacios y experiencias. Con su

    acostumbrado estilo crptico escribe Jean

    Baudrillard: La violencia es anmica, el

    terror es anmalo. El terrorismo no hace sino

    llevar a su extremo el humanismo liberal y

    cristiano: todos los hombres son solidarios,

    t, aqu, eres solidario y responsable de la

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    135ISBN: 978-607-8164-02-8

    miseria del paria de Calcuta. A fuerza de

    interrogarse acerca de la monstruosidad del

    terrorismo, habra tal vez que preguntarse si

    no se desprende de una proposicin de

    responsabilidad universal a su vez

    monstruosa y terrorista en esencia

    (Baudrillard, 1984: 35-37). La obsesin por la

    seguridad y el confort ha llevado a nuestras

    sociedades modernas a una paranoia extrema

    donde la libertad pasa a un segundo plano o

    ya no importa. Forma exttica de la violencia

    y de la mano de la cultura meditica, el

    terrorismo generalizado nos lleva a un estado

    de indiferencia donde se festeja el crimen, la

    sangre y la muerte en una orga pornogrfica

    adictiva; que como toda adiccin, exige cada

    vez mayores dosis para estmulos cada vez

    ms precarios. Luces, cmara, accin: sin

    exhibicin no hay terrorista. La pornografa

    es justamente un arte de exhibicin de lo

    neutro, de radiacin forzada de lo

    neutro8(Baudrillard, 1984: 57).

    Violencia exacerbada, exterminio y auto-

    destruccin, el terrorismo termina por

    8 Todos nosotros somos unos actores, todos unos espectadores, ya no hay escena, la escena est en todas partes, ya no hay regla, cada cual interpreta su propio drama, improvisa a partir de sus propias fantasas (Baudrilard: 65). Y sin embargo, el propio Baudrillard, lneas adelante seala que si estamos anestesiados y ya no existe la esttica (en el sentido literal) de la escena poltica es porque la homogeneidad y neutralizacin tienen efectos devastadores. La transparencia inexorable no se traduce en libertad, el xtasis de la comunicacin no supera (ms bien lo contrario) el drama de la alienacin y la cosificacin (Baudrillard: 68).

    glorificar la represin, pero esto no hace falta

    ahora, las sociedades avanzadas han

    desarrollado con tanta maestra el arte de la

    pasividad que interiorizan un terrorismo letal,

    anorxico y conformista sumido en la apata,

    miedo y desencanto. Carentes de imaginacin

    crtica, los ciudadanos se reducen a ser

    consumidores autmatas; pasividad y

    obediencia los engullen. Ellos con

    beneplcito aceptan todo en nombre del

    confort y la seguridad. Y aunque, no se puede

    evitar la violencia, si la domesticacin. Para

    ello se necesita activar un devenir creativo y

    solidario, reflexivo de la vida y en simbiosis

    con otros seres no humanos.

    El hecho de que cada vez ms seres humanos

    sean completamente desechables,

    absolutamente insignificantes, desprovistos

    de cualquier utilidad y dignidad humana

    dentro de una sociedad absolutamente

    mercantilizada, no es un asunto banal, sino

    que es algo que muestra la extrema violencia

    del mercado. Las estrategias de eliminacin y

    exterminio del capitalismo tardo son

    implacablemente crueles y parece que hoy

    regulan el frgil equilibrio de un capitalismo

    al borde del colapso, donde el mercado

    mundial es un absoluto sin exterior ni

    alteridad real.

    Acabar con todo tipo de manifestacin de la

    violencia extinguira la voluntad creadora que

    afirma la vida humana. El devenir humano es

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    136ISBN: 978-607-8164-02-8

    concomitante de la violencia. No hay un

    grado cero del violencia, y oponerle la no-

    violencia, en nombre de algn ideal (Dios,

    Verdad, Bien, Justicia, Sabidura), puede

    resultar, y de hecho as ha sido, mucho ms

    violento que el fenmeno que se pretende

    combatir. En la lucha contra la violencia no

    se tiene ninguna garanta, esto no implica que

    tengamos que inmovilizarnos sino que

    cobremos conciencia y distancia crtica

    respecto a nuestras propias expectativas de

    libertad, paz y justicia. En tal contexto,

    repensar la vida soberana ms all de la

    violencia del capital y de sus formas de

    domesticacin es una tarea social que nos

    implica a todos. Sobre todo ahora que la

    estimulacin indiscriminada del consumo

    forma parte de nuestra lgica cultural en un

    capitalismo minimalista y postindustrial,

    donde la evasin, las drogas, las vacaciones y

    el ocio constituyen una frmula de represin

    y cooptacin que permite que la violencia

    resurja con virulencia escurridiza, multiforme

    e incontrolable. Violencia que se expande con

    la complicidad de los poderes hegemnicos

    (Estado, mercado y empresas) de un

    capitalismo minimalista (Quintana).

    Minimalismo que maximiza ganancias y

    reduccin de costos sin importar el precio

    tico y poltico de la destruccin y la miseria

    de dos terceras partes de la poblacin

    mundial.

    A la violencia inherente al ser humano hay

    que aadirle la violencia del mercado

    capitalista: violencia del consumo y de la

    mercanca. En la sociedad post-industrial la

    mercanca inventa necesidades y objetos;

    multiplica e intensifica el consumo. En

    nuestra sociedad laica y postmetafsica, el

    mercado funge como un integrador social,

    efecta la tarea de las caducas instituciones

    disciplinarias, donde comprar una mercanca

    no es adquirir un producto sino un modo de

    vida. Tener telfono celular, tarjeta de crdito

    o automvil representa una serie de

    relaciones de control del discurso, la

    experiencia y el movimiento. El marketing

    modela las subjetividades a partir de vaciar

    cualquier significacin singular en el objeto

    de consumo. Empero la alternativa reside en

    problematizar en y desde los intersticios de

    una produccin creativa de subjetividades

    nmadas y anmalas una cultura meditica

    que replantea la violencia como violencia

    performativa, quirrgica y simblica. Ms

    que definir a priori la violencia como algo

    irracional y sin sentido, debemos considerarla

    como una forma polimorfa de interaccin

    cultural situada histricamente y con

    dispositivos que modifican la vida cotidiana.

    La violencia social hoy forja identidades

    polticas y establece fronteras tribales, tnicas

    y lingsticas, as como estilos y prcticas de

    resistencia. La violencia se torna difusa, por

    ejemplo, la cultura meditica produce y

    difunde imgenes de violencia para captar

    ms audiencia, al mismo tiempo, que

    previene en contra del terrorismo y la

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    137ISBN: 978-607-8164-02-8

    delincuencia. Incluso el activismo poltico

    radical no escapa a la iconografa de la

    violencia de los media, desgraciadamente

    cuando se impone la espectacularidad de la

    violencia el sensacionalismo transforma

    cualquier movimiento social en noticia

    televisiva o espectculo comercial. Los

    medios producen activamente la realidad

    social, actan hoy como sistemas ontolgicos

    cardinales que nombran el mundo

    significativo y verdaderamente real, certifican

    la realidad como experiencia compartida.

    Mediante la seleccin, la presentacin, la

    estructuracin y el modelado, producen

    significados culturales que logran convertirse

    en el sentido comn. Los marcos mediticos

    hegemnicos tienden a (re)construir la

    protesta social militante como peligrosa y

    criminal. Por una parte, la violencia es una

    forma importante de diversin meditica de

    imgenes espectaculares, los medios

    demandan formas de accin cada vez ms

    espectaculares y violentas. De ah que los

    discursos mediticos dominantes

    desautoricen la protesta violenta como un

    atentado contra el orden social y legal, y al

    mismo tiempo, coopten su rating y

    popularidad, pues las imgenes de jvenes

    rebeldes crean conos de transgresin,

    sexualidad y erotismo. Construccin cultural

    meditica, la representacin de la violencia

    afecta a una sociedad donde la insignificancia

    y vacuidad se multiplican cotidianamente:

    El panorama de irrealidad y rutinizacin del

    imperio se hace cada vez ms firmemente

    patolgico. El sujeto se convierte en

    engranaje de un sistema que gira en el vaco,

    donde la realidad coincide con el

    capitalismo(Lpez Petit). Espacio de control

    absoluto y de transgresin limitada, el mundo

    global deviene un supermercado donde se

    puede escoger libremente la marca que est al

    alcance del capital cultural y econmico. Se

    impone como pauta de socializacin una

    individuacin normalizada que asla y

    enajena.

    Arte, literatura y violencia

    El arte y la literatura, en tanto formas

    especiales y muy singulares de comunicacin,

    no han sido sino modos y medios de ocuparse

    del problema de la violencia, el terror y la

    finitud. El conflicto humano funge como

    escena inaugural de las literaturas primitivas.

    Parecera que la violencia est al inicio de la

    historia y de la fundacin de la comunidad.

    Psiclogos y antroplogos describen cmo es

    que la violencia homicida funda la

    comunidad humana, cosa que la literatura ya

    haba hecho con bastante antelacin. Segn

    Roberto Esposito, la comunidad se yergue

    sobre una tumba a cielo abierto, que nunca

    deja de amenazar con engullirla.

    En la representacin mtica del origen, la

    violencia no es exterior a la comunidad,

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    138ISBN: 978-607-8164-02-8

    emerge desde el corazn mismo de aquello

    que resulta comn, comunitario: la com-

    unin homicida es fratricida, est

    mancomunada por el vientre materno. La

    comunidad nos protege de la violencia,

    comunicando e injertando su orden

    simblico. Lo que se comunica en la

    comunidad es la violencia mimetizada,

    sublimada, reterritorializada. La literatura

    mimetiza ese flujo contagioso, enigmtico,

    impersonal y expansivo de la violencia.

    Extrae de ah su fuerza, furia, estilo y

    vitalidad, quiz por eso la literatura pacifista

    tiene algo de inerte, impostado y apocado. Y

    sin embargo, esa comunidad originaria, fruto

    de la violencia mtica, resulta irrepresentable

    tanto para la literatura como para el arte y la

    filosofa. Frente a la comunidad se erige la

    inmunidad de la violencia soberana, pero

    como dicha violencia no slo es

    irrepresentable sino que tambin es

    ininteligible, se busca crear anticuerpos y

    vacunas contra ese veneno fasto y nefasto

    aunque a veces resulta ms nocivo el remedio

    que la enfermedad. La literatura y el arte, de

    igual forma que otrora la religin y los mitos,

    crean y recrean las fronteras del orden y de la

    experiencia.

    Desde el reino de la imaginacin y la

    mimesis, la literatura desdobla el orden de la

    violencia como transgresin del orden

    establecido. Se despliega justo en el umbral

    donde las prcticas discursivas jurdicas y

    polticas se cierran. Ah, la literatura se abre y

    desafa cualquier legalidad. La literatura

    recrea los fines y confines impuestos. Explora

    los lmites y potencias de la subjetividad, de

    la sujecin heternoma a la subjetivacin

    autnoma. En cambio, el derecho excluye

    toda forma de violencia externa que no

    provenga de su ejercicio. Empero, lo hace de

    manera paradjica: utilizando la violencia

    que condena. Por su parte, la literatura no

    prescribe ningn orden trascendente, sino que

    efecta una exploracin radical de la

    inmanencia.

    Entre la disyuntiva de la identificacin y el

    distanciamiento, la obra pone en juego se

    instaura como juego de una interrogacin

    sobre uno mismo, sobre los lmites de las

    creencias y de la experiencia. El arte crea un

    acontecimiento, irrumpe como el mismo

    acontecer de la creacin (Balibar, 2005: 133).

    Pero, a pesar de todo, sigue siendo un

    acontecimiento fortuito que transgrede el

    consumo y la mercanca, al potenciar su

    extraeza, inutilidad, irrealidad e inquietud.

    El objeto artstico hoy deconstruye, por un

    mismo golpe de fuerza, la objetivacin y el

    fetichismo del canon, y al mismo tiempo, la

    obra artstica tiende a canonizarse.

    Paradjicamente, al convertirse en mercanca

    absoluta, en forma esttica sin finalidad, la

    obra de arte, misma que hoy se evapora en

    experiencias conectivas fugaces, posibilita la

    liberacin ms radical de la mercanca ello

    sin dejar nunca la ambigedad esencial del

    arte, entre el ludismo y la seriedad, la crtica

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    139ISBN: 978-607-8164-02-8

    y la burla, la genialidad y la estafa, el lujo

    aristocrtico y el consumo cultural.

    No obstante, ninguna obra ha finiquitado una

    guerra. No ha habido un poema que detenga

    una bala, no hay una novela que haya

    conjurado el fascismo. La literatura tiene que

    admitir su impotencia radical para prevenir,

    subvertir y contener la violencia, la guerra y

    la destruccin. Dejmonos de retricas

    vacas. En el mejor de los casos, la creacin

    humana otorga un sentido al caos. El arte, la

    ciencia y la religin conjuran los efectos

    destructivos de una fuerza creadora que

    emerge en el corazn ciego y secreto de la

    violencia como forma contenida. Como el

    bho de Minerva, el arte y la literatura

    anticipan a la filosofa, de tal suerte que el

    arte y la literatura de fines del siglo XIX y

    principios del XX pondrn en escena las

    principales inquietudes y problemticas que

    ahora estamos viviendo.

    El arte y la poesa y ciertas experiencias

    msticas, chamnicas y mistricas recrean el

    mundo desde un sentido inmanente a las

    cosas mismas que no se opone a la violencia,

    muerte y destruccin, que no elimina la

    violencia natural o social, sino que la

    cristaliza y la reconfigura bajo una

    experiencia que replantea la violencia ciega,

    domstica, micropoltica, annima y

    anmala. Igual o ms temible que la

    violencia, es la domesticacin,

    (auto)aniquilacin pasiva, la que inhibe las

    pulsiones, autoflagela, castra y anula al

    individuo contemporneo.. En la creacin

    artstica, el ser humano asume la vida desde

    la finitud y la tragedia, pero tambin desde la

    creacin activa de un ser que se afirma de

    manera soberana.

    Si la cultura sus procesos pedaggicos y

    educativos amaestran, modifican, cultivan y

    educan al nio como futuro ciudadano, el arte

    y la literatura (sin dejar de ser creaciones

    culturales y polticas) dan la posibilidad de

    establecer cierta distancia crtica, de

    extraamiento y ruptura frente a un mundo de

    vida que se impone cada vez con mayor

    fuerza como presupuesto monoltico

    inobjetable. Entre las muchas cosas que el

    arte y la literatura podran aportar a la

    comprensin de la violencia, la agresividad y

    la guerra, estara una memoria histrica de la

    condicin humana, de su barbarie y su

    capacidad de tica de construccin de

    sentido, pues el juego de la creacin se revela

    como don y generosidad de dar y dar-se un

    mundo. La creacin aporta elementos

    cognitivos y existenciales para reconfigurar la

    urdimbre polifnica de procesos sociales de

    cara a la tradicin y la historia. Creacin que

    se mantiene en la frontera epocal, es un

    espejo que nos sumerge en la experiencia

    mltiple del presente y potencia otras

    conformaciones enunciativas, otros recursos

    semiticos y devenires intensivos. Rupturas

    del orden y vocacin por lo desconocido,

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    140ISBN: 978-607-8164-02-8

    desde la errancia y contra la errancia,9 como

    Paul Celan lo atisbara con implacable lucidez

    en Amapola y Memoria:

    Estoy solo, coloco la flor de la ceniza en el vaso lleno de negrura en sazn. Hermana boca, t dices una palabra que sobrevive ante las ventanas y silente trepa por m lo que so. Estoy en flor de la hora marchita y reservo una recina para una ave tarda: lleva el copo de nieve en su pluma rojo vida; con el grano de hielo en el pico atraviesa el verano (Celan, 2002: 69).

    Como en una diminuta hoja est el bosque

    entero, en estas breves lneas estn algunas

    directrices de la poesa de Celan. Sus temas

    recurrentes: la barbarie, el lenguaje del

    nihilismo, la ausencia de Dios, la

    comunicacin como utopa de los

    desesperanzados. Y tambin est la indeleble

    splica: aunque el yo est disuelto, se invoca,

    se implora a un t. El poeta conoce su

    soledad y reconoce que la muerte se

    aproxima, hay seas y contraseas: la ceniza

    9 La autocreacin de subjetividad se despliega en espacios sociales as como en juegos de lenguaje individuales, y para captar hoy los resortes ntimos de sentido auto-fundadoras de la existencia considera Flix Guattari que tal vez la poesa tenga mucho ms que ensearnos que la ciencia y la filosofa juntas. La creacin de subjetividad implica repensar la ontologa y su relacin con las realidades sociales y existenciales. Y efectuar una crtica de los grandes sistemas tericos que impiden la emergencia de nuevas invenciones. Una ontologa pluralista del acaecer contemporneo requiere una enunciacin discursiva mltiple. Los contenidos, verdades y valores de una teora cobran relevancia por su funcin existencializante, por su capacidad de reinvencin de la subjetividad. Y es en este sentido que el autor plantea un nuevo paradigma esttico y ecosfico que integre arte y educacin ambiental como antdoto contra la estupidez generalizada (Guattari, 1996: 36).

    y la negrura que llega a su fin: la negrura

    madura. Invoca a su prjimo inmediato: a su

    hermana, siendo que nunca tuvo hermanos,

    esta referencia aumenta la soledad y la

    nostalgia por el encuentro con el otro

    prximo y prjimo. Ese otro que dice una

    palabra, quiz la ltima palabra, la del

    sobreviviente que se proyecta en silencio y

    cuya vitalidad est diezmada: Estoy en flor

    de la hora marchita. El poeta dice estar en

    flor, la flor es signo de vitalidad y plenitud,

    pero tambin de fugacidad: por eso se trata de

    la hora marchita: una vez ms se encuentra en

    el trmino. Agonizante, el poeta tiene fuerzas

    an, para seguir escribiendo: y ahorro una

    resina para una ave tarda. Ya consumido o a

    punto de consumirse, hace un derroche extra,

    un gasto, pero como yace en el ltimo

    estertor slo puede ahorrar para una resina, ya

    no un madero, no se diga un rbol. El poeta

    ahorra fuerzas, no para prolongar la vida, sino

    para un ltimo envo, una ave tarda. La

    resina bien podra significar la poesa o su

    combustin, el calor humano negado al poeta

    y a su prjimo, a su hermana. Lleva el copo

    de nieve en pluma rojo vida: en este

    hermoso verso se hace presente el rigor

    potico de Celan, su economa discursiva,

    como en los pictogramas chinos la escritura

    es un cuadro que habla, pero aqu la

    economa verbal no es de orden esttico, es

    de orden vital y tico. La barbarie del

    genocidio nazi deja al poeta sin palabras, y

    las palabras que quedan no dicen nada, se

    vacan de sentido. El ave tarda termina por

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    141ISBN: 978-607-8164-02-8

    llevar un copo de nieve, cualquier calor

    posible se ha vuelto glido, las grafas negras

    de escritura son un copo blanco, pero como

    se trata de una palabra sobreviviente an hay

    fuerzas para que sea en pluma rojo vida.

    Frente a la lgida adversidad esa ave tarda

    surca el esto. La palabra sobreviviente es una

    especie de misiva lanzada al mar en pleno

    naufragio: con el grano de hielo en el pico

    atraviesa el verano. Despus de la barbarie,

    la poesa tiene sentido como un testamento

    infestado e intestado, pero tambin como

    acicate de bsqueda de sentido. En el sendero

    de la expulsin de la palabra, Paul Celan

    recoge los pedazos que an quedan como

    huellas de una humanidad tan imposible de

    reconstruir como de olvidar.

    La literatura ha transformado la experiencia

    humana. Mosaico de heterogeneidades que

    ampla no slo el campo de visin sino la

    misma experiencia del percibir, la literatura

    es un espejo de la creacin que se desdobla

    en la recreacin infinita donde el original crea

    figuraciones que muestran los lmites y

    posibilidades del ser humano. Trabajo

    despiadado y sin fin de y sobre las fronteras

    ltimas de la expresividad, el lenguaje y los

    horizontes de la experiencia, que hace que

    segn Elas Canetti lo primero y ms

    importante de la profesin de escritor sea su

    condicin de custodio de la metamorfosis.

    Por un lado habr de asimilar y transmitir las

    herencias literarias abundantes en

    metamorfosis. Tiene que resguardar el

    espritu de metamorfosis. Por el otro, habr

    de generar otras derivas, otras metamorfosis.

    Agrega Canetti, en un mundo consagrado al

    rendimiento y la especializacin, que cada

    vez prohbe ms la metamorfosis por

    considerarla contraria al objetivo nico y

    universal de la produccin, es justamente un

    hecho de capital importancia el que haya

    gente dispuesta, a contra corriente de ideas

    dominantes, a seguir practicando el preciado

    don de la metamorfosis.10 (Canetti, 1981:

    355-357). La experiencia literaria alimenta la

    cartografa antropolgica de la subjetividad.

    La literatura est ah, entre otras mil cosas

    ms, para recordarnos qu significa devenir

    (in)humano. En la literatura se cincelan con

    laborioso y artesanal cuidado las fronteras

    antropolgicas, ontolgicas y lingsticas de

    la realidad. En una poca sin alma,

    literalmente: desalmada, una de las funciones

    elementales de la literatura es mantener el

    fuego vivo del quehacer humano, de sus

    sentidos, fines y bsquedas plurales. La

    complejidad de la literatura muestra la

    complejidad del mundo. En ella se afirma la

    vida y se funden Logos y Eros sin

    10 Desde otra perspectiva, ms melanclica, irnica y desencantada, Jean Baudrillard considera que el arte contemporneo tendra un chance de sobrevivencia como apertura a la metamorfosis, mutacin que va mucho ms all del arte, la esttica y la alta cultura, y estara avocada al juego y simulacro (Baudrillard, 1998).

  • [Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011]

    142ISBN: 978-607-8164-02-8

    confundirse. Manantial de luz y lucidez, la

    creacin del arte y literaria atisba nuevas

    posibilidades de ser y hacer mundo desde una

    micro-revolucin cotidiana.

    Walter Benjamin, en Para una crtica de la

    violencia, opone la violencia mtica a la

    violencia divina, la primera sera la que se

    funda en la ley, la norma y la normalidad

    como sistemas de exclusin y opresin, la

    segunda sera la violencia revolucionaria que

    se expresa en la revuelta popular, el arte y la

    literatura. La tarea de la creacin del arte y de

    la literatura ha sido rememorar y recrear la

    fuerza y poder de esa violencia divina que

    nos muestra el potencial del erotismo y la

    imaginacin. La violencia divina constituye

    en todos los puntos la anttesis de la violencia

    mtica. Si la violencia mtica funda el

    derecho, la divina lo destruye; si aqulla

    establece lmites, leyes fines y confines, esta

    destruye sin lmites, nos exculpa y libera. La

    pura violencia divina es violencia sobre toda

    vida en nombre del viviente, no exige

    sacrificios, es la tragedia en acto. Ausencia de

    toda creacin de derecho, es destructiva

    respecto a los bienes, el derecho y el orden de

    la cultura, pero su creacin es concomitante

    del espritu de lo viviente.11

    11 Bajo la amenaza del nazismo nazi y sus colaboradores, a mediados del siglo XX, ya Walter Benjamin haba considerado en su ensayo Para una crtica de la violencia, dilucidar la relacin compleja y problemtica entre violencia, derecho y justicia. La violencia humana no se define slo por sus relaciones fsicas sino que implica

    Benjamin apela a una violencia creadora que

    se halla representada en las narrativas de los

    oprimidos, vencidos, masacrados,

    silenciados. Por algunos instantes, en el aura

    del arte se atisba una violencia revolucionaria

    redentora que transgrede toda imposicin. La

    violencia en estado puro no es ajena al

    momento creador del arte y la religin, por

    relaciones morales de derecho y justicia. Dichas relaciones segn l son incapaces de comprenderse dentro del derecho natural, ya que su concepcin jusnaturalista es incapaz de cuestionarse la violencia ms all del orden legal. De tal suerte que la violencia dentro de la legalidad existente queda jurdicamente legitimada. Si la justicia es el criterio de los fines, la legalidad es el criterio de los medios. Los fines justos pueden ser alcanzados por medios legtimos, los medios legtimos pueden ser empleados al servicio de fines justos. La antinomia resultara insoluble si se demostrase que el comn supuesto dogmtico es falso y que los medios legtimos, por una parte, y los fines justos, por la otra, se hallan entre s en trminos de contradiccin irreductibles. Una crtica de la violencia requiere juzgarla en su conjunto y sus consecuencias, ms all de la legitimidad de sus medios. Nos invita a apelar a la filosofa de la historia, pero no a la visin hegemnica de la Historia Universal, sino a sus antpodas y mrgenes, una historia desde abajo, desde sus vctimas; esa memoria casi borrada por la barbarie y la ignominia. Hay que cuestionar la intencin del derecho por monopolizar la violencia bajo la nica explicacin de salvaguardar fines jurdicos o preservar el derecho mismo. Desde que hay cultura y civilizacin, en toda violencia humana hay un elemento no pensado an que est ligado a una creacin jurdica (Benjamin). Vladimir Janklvitch ha dicho que: La violencia revolucionaria tiene completamente un lugar en la lucha contra la peor de las violencias. La violencia revolucionaria, desde el punto de vista filosfico, no compete a una deontologa o a una moral diferente de la violencia de los resistentes contra el nazismo. Emplear la violencia contra una violencia mucho peor para al menos salvar lo esencial, y no capitular ante ella. Contra la violencia fascista, la violencia popular (Jankelevitch, 2004:121).

  • Devenir, crear, destruir (del mercado de la violencia a la violencia del mercado) Sigifredo Esquivel Marn

    143ISBN: 978-607-8164-02-8

    desgracia aade el mito ha bastardeado con

    el derecho su fuerza generadora. Tenemos

    que mimetizar y expresar la violencia

    soberana como un espacio de autocreacin de

    sentido y no como su clausura.

    Lamentablemente, la violencia mtica que

    funda el derecho y sirve hoy al capital, en

    algunos casos se enmascara como alta cultura

    y cultura artstica.

    Del mercado de la violencia a la violencia del

    mercado, la sociedad actual encuentra en la

    creacin del arte, cada vez ms

    espordicamente, pero todava con esa

    potencia benjaminiana, formas y experiencias

    del devenir.

    Bibliografa Balibar, E. (2005), Violencias, identidades y

    civilidad. Para una poltica global, Barcelona: Gedisa.

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