Del patio al siguing
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Del patio al “siguing”
------------------------------- Luis Alberto Rey Lama
Estudiantescambiomesarodaballopickandrollboscopresiónentodoel
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s625mbreogánzonapressoarcincoinicialjardínparkobradoiro¡ocho!s.
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¿NO TE GUSTA EL BASKET?
¡NI LO ABRAS!
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6
© Luis Alberto Rey Lama, agosto 2008
Diseño de Portada:
Luis Filipe Amaral – iLFoto ®
Edición Fotográfica:
Luis Filipe Amaral – iLFoto ®
Corrector:
Rubén Rey Martínez
Primera Edición:
Febrero, 2009
Editorial PICA Galicia
7
Mi agradecimiento
a todos aquellos amigos
que me desvelaron
sus intimidades deportivas
---------------------------------
8
A mis compañeros de hoy,
de ayer,
y sobre todo,
a los que faltan.
---------------------------------
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I. ¡Vaya sentencia!
Empecé con este veneno antes de los diez años -en 1948,
más o menos-, y cuando ya había pasado de los cincuenta, a punto
de retirarme del Rodaballo como jugador, sentencié plenamente
convencido: “En el baloncesto ya lo he visto todo. No hay nada
nuevo que se me pueda ofrecer.”
Debo aclararte, amigo mío, que no me pude retirar antes
porque no tenía sustituto en el equipo. Un buen día, Elena Sar-
miento me preguntó si podría jugar con nosotros su hijo Marcos.
“Tiene derechos adquiridos, Elena -le contesté-. Ya sabes que
los descendientes del Estudiantes, si lo desean, cuentan con ca-
miseta asegurada en el Rodaballo.” Tanto ella como su difunto
esposo, Jaime Gómez, habían sido directivos de aquel histórico
club. Y por si no lo sabes, el Club Rodaballo es como un hijo ile-
gitimo del Club Estudiantes de Vigo. De manera que...
Llegó Marcos Gómez con 18 años. Lo hacía todo bastante
bien: pasaba, botaba, tiraba, defensa intensa, buen rebote, corría
rápido, era fuerte, rebasaba el 1,80... pero no sabía jugar al balon-
cesto. Su misión en el pasado había sido sacar de banda, pasarle al
compañero más cercano... y animar desde el banquillo.
Tardé tres años en enseñarle a jugar de base -una hora de
entrenamiento a la semana, más el partido del “finde”, y a descon-
tar el verano, las Navidades y las Semanas Santas... y los puentes-.
Tras esta ardua tarea, y una vez encontrado el pertinente relevo, ya
me pude retirar tranquilo.
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- Por cierto, querido amigo, Marcos terminó por ser
el mejor base del Campeonato Provincial Sénior durante varias
temporadas.
Pues bien, llegado a este punto, he de confesarte que en mi
retirada también influyó alguna circunstancia más. Yo había pro-
metido en repetidas ocasiones, que hasta que metiera un triple no
colgaría las botas. Se trataba de un reto personal, ya que en mis
tiempos de “jugador de verdad” -lo dejé con veintiocho años-,
anotaba “triples” en casi todos los partidos, pero de aquella no
existía la línea de 6,25. Cuando se implantó, ya superaba los cua-
renta abriles, y mis fuerzas, en ese momento, no estaban para tan-
tas alegrías: mi suspensión no alcanzaba el aro con control. Como
jugador cerebral que siempre fui -también descerebrado muchas
veces- dejé de intentarlo, y simplemente, no tiraba de tres. Y así,
llevaba camino de no poder retirarme jamás del baloncesto activo,
o bien, de no cumplir la palabra, algo impensable para mí.
En realidad, nunca tuve claro qué sucedió: si no me podía
retirar porque era incapaz de anotar un triple, o bien no lo intenta-
ba, para de esta manera, no estar obligado a retirarme...
Hasta 1994, que en una mañana de domingo, debí levan-
tarme de cama un poco ofuscado -sucede en los madrugones-, con
el paso cambiado, con el cuerpo y la cabeza caminando en sentido
contrario... y ocurrió... y yo creo que por casualidad...
Partido a las diez en punto en el Pabellón Municipal de
Teis, Campeonato Provincial Sénior, Rodaballo-Xuventude. Du-
rante el encuentro, el jugador nº 13 -yo mismo- anotó tres triples,
animado por Julio Cesar Bernárdez como rival encarnizado, y en
su intenso trabajo defensivo -“Tira Luis.”, me achuchaba-. Por su-
puesto que mi contrario, a pesar de ser un buen amigo, me dejaba
completamente solo para que la fallara -sabía que Luis, de triples,
nada-, y no sospechó ni por un instante que ya encestaría en el pri-
mer intento. Con dedo en alto, por tres veces se lo brindé a lo lar-
go del encuentro: “¡Va por ti, Julio!”. Los veteranos en el campo,
a veces... ¡muchas veces!... ¡casi siempre!... ¡siempre!... hablába-
mos bastante más de lo que jugábamos. Ahora, en el 2008, supon-
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go que continuará la misma tónica. No me imagino para nada a
Julio, ni a sus compañeros del Xuventude, Pepe Conde, Suso Co-
bián, Moncho, Genaro... ni a los “rodaballos”, Alberto, Ángel... ni
a los Quico, Pulgui, Juanjo, Quino... de otra guisa que no sea esa.
Total, Julio Cesar, que de niño me había visto jugar en el
Estudiantes de la mano de su padre, en el Campo de Granada -y
doy por hecho que muy bien-, propició mi retirada con sus iró-
nicos “ánimos”. Había transcurrido casi medio siglo...
Julio Cesar Bernárdez, gerente del Gestibé-rica en la actualidad, 2008. En la foto, durante una rueda de prensa.
¡Y ojo! Triples anotados, además, a la antigua usanza: tiro
a dos manos desde la barbilla, como hacía en mis mejores años de
juvenil, antes de que me enseñaran por teléfono a tirar en suspen-
sión.
- ¿Por teléfono?
- ¡Sí, sí!, por teléfono. De esto, ya hablaremos.
De todas formas, lo de Julio Cesar no cayó en el olvido.
Ya de entrenador, le gritaba a mis muchachos del Rodaballo: “¡A
ese, dejadlo tirar!”... y Julio fallaba, aunque debo reconocer que
en algunas ocasiones acertó... También admito que nunca lo vi ha-
ciéndome un mal gesto cuando esto ocurría... ¡pero estoy seguro
de que era porque se olvidaba!... que pensar, sí que se lo iría pen-
sando mientras bajaba a defender.
En resumen, entre Marcos, la motivación extra de Julio y
los tres triples, me retiraron a los 53 años, después de 43 en activo.
¡Te juro que ni lloré! Se ve que tenía cierta necesidad de abando-
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nar las canchas de juego... No me apené demasiado... Eso sí, me
echaron con malos modos: “¡Al banco, de entrenador!”.
Marcos Gómez sigue en la actualidad en el Rodaballo.
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Después de la absurda ocurrencia que te contaba al princi-
pio, “... que lo había visto todo...”, pude contemplar como mi co-
lega Carlos Cerdeira se retiraba del baloncesto a los 60 años. En
su último partido, debido a la lesión de un compañero y a la ex-
pulsión por personales de otro, ambas contrariedades a poco del
comienzo, se vio obligado a jugar 35 minutos completos... más
otros 5 de prórroga.
Por la calle, cuando nos cruzábamos, su hijo Alejandro -
había abandonado el Rodaballo hacía algunos años- me gritaba:
“¡Luis, no fichéis a mi padre, que un día se queda en el campo!”
Yo no hice ni caso. Si no lo fichamos fue exclusivamente por mo-
tivos técnicos: había demasiados pívots. Yo, como entrenador,
nunca miré la edad en el DNI.
Pues bien, siguiendo con lo de mi “sentencia”, he de admi-
tir, a mi pesar y sin sonrojos, que una y otra vez, partido tras parti-
do, año tras año, temporada tras temporada... algo nuevo acababa
sucediendo a mi alrededor. Lo más inesperado, lo más curioso, pa-
ra bien o para mal, importante o intrascendente, para reír o para
llorar, para venerar o para maldecir... Permanentemente, sin des-
canso, el basket no cesa de sorprenderme con novedades.
- Y ahora que lo pienso... ¿Sabes de algún entrenador que
haya entrenado al presidente de su Club?... ¡No, no! En un parti-
do de viejas glorias, de solteros contra casados, de directivos con-
tra periodistas... ya sé que los hay... y a menudo. Pero, ¿durante
varias temporadas completas?
Pues bien, yo entrené a mi presidente cerca de diez tempo-
radas... ¡y ojo!, haciéndolo bien, que de otra forma podría desti-
tuirme al día siguiente. Esa misión tan delicada la llevé a cabo di-
rigiendo al Club Rodaballo, y a su presidente Carlos Cerdeira.
- Dime colega, ¿sabes de alguien que lo haya hecho? ...
Y ¿que lo haya repetido en dos ocasiones?
Cuando Carlos Cerdeira se retiró de jugador y abandonó
el cargo de presidente, entrené varios años a su sucesor, Alberto
Gómez, el actual presidente, jugador y capitán del Rodaballo.
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Campo de tierra de la Escuela de Peritos Industriales. Año 1956. Car-los Cerdeira, en su segunda temporada como jugador del Club Es-tudiantes de Vigo.
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Hoy en día, año 2008, ya pasada mi edad reglamentaria de
jubilación laboral, y formando parte del cuadro técnico del Clube
Baloncesto Baiona, el entrenador de nuestro equipo júnior femeni-
no, Xose Leyenda, me sorprende de nuevo, una vez más: “Gana-
mos en Porriño. Marta metió 13 triples.” En mis largos años de
baloncesto, nunca supe de nadie que hubiera anotado 13 triples en
un sólo partido... ¡y sin prórroga! ¿Tú sabes de alguien? ¿Tendre-
mos récord en Baiona?
Temporada 2007/08. Marta Mandado y su hermana Helena, en un partido de entrenamiento con el C. B. Baiona Júnior.
No deja de ser curioso que una baionesa, en edad júnior,
que hasta ahora no ha brillado en exceso, sea poseedora de un ré-
cord que ya muchos jugadores acreditados quisieran para ellos. Se
espera de Marta, que aunque no se le exija que repita de nuevo ese
día tan talentoso, se aproxime al menos a medio camino de la ha-
zaña. Seis triples de media por partido constituirían de nuevo otro
récord, sería demasiado… pero estarían bien dos o tres.
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Un día, ya en el 2008, me cuenta un jugador del Club Ro-
daballo:
<<Hoy Seijas se superó a sí mismo. Le señala una perso-
nal a Fernando, pero indica a la mesa de anotadores el número
de Pablo. Le reclamamos inmediatamente, y reconoció su error al
momento, pidiendo disculpas con humildad, y como es su costum-
bre, con las manos juntas implorando: “La próxima personal que
le pite a Pablo, se la marco a Fernando.”, resolvió en un susurro,
para salvar la delicada situación. Siguió el juego, Fernando co-
metió la segunda, la tercera, la cuarta, lo sentaron en el banquillo
para evitar su expulsión, y aún así, estuvo en un tris de ser expul-
sado por personales a pesar de no estar en el campo. “¡No hagas
personal, Pablo!”, le gritaba al compañero. Y es que una falta de
Pablo, sería la quinta de Fernando. ¡Surrealista!>>
Nuestro buen amigo Seijas, árbitro de pecho amplio, pero
bajo -como tú bien sabes-, estuvo a punto de realizar un auténtico
prodigio arbitral, y desde luego, es evidente que dio una lección
magistral de cómo se debe impartir justicia.
El largo historial del Club Rodaballo se enriquece cada
año con nuevas y curiosas anécdotas. Cuando parece que ya no
hay cabida para más, siempre surge algo... Debe ser la fantasía sin
límite del basket...
- Oye colega, ¿tú has jugado alguna vez una prórroga
“dos contra dos”?
- Luis, a ti te ha pasado de todo… ¿Y la ganaste?
- Pues no. Fue en Ponteareas, años ochenta, y afortuna-
damente en el minuto tres de la prórroga -estaba reventado-, a mi
compañero Jorge, que no era precisamente muy lúcido en esto del
basket, se le ocurre cometer su quinta personal, y ya entonces,
con su expulsión, se acabó el partido. Con un solo en el campo no
se puede continuar, como ya debes saber. Así que nos ganaron
con el reglamento en la mano, no con canastas. No recuerdo
haber perdido más de cuatro prórrogas en mi vida…y jugué mu-
chas. Una contra el Canon, otra la de Carlos Cerdeira -que ya
expliqué-, una más contra el Xuventude, y ésta.
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Rubén Rey Martínez, jugador del Club Rodaballo desde hace varios años, en su época en el Basket Medievo de Salamanca, temporada 1997/98.
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Y hablando de arbitrajes, debo confesar que no me llevo
precisamente bien con la familia arbitral. En mis funciones de en-
trenador, me han expulsado del campo en repetidas ocasiones.
Siempre por protestar sus múltiples errores con demasiada con-
tundencia. Ya sé que entre ellos tengo fama de “broncas”.
Mi opinión sobre los árbitros me la reservo, no vaya a per-
judicar a gente de mi entorno... Pero a ti, colega de tertulia, te la
contaré al oído, en secreto... Bueno, mucho secreto no hay. Los
que andamos en esto sabemos de sobra... La diferencia que existe
conmigo es que yo llevo muchos más años en esta tortura.
Ayer, en Baiona, mi presidente actual, Manuel Bouzas -
conocedor de mi mala relación con el clan arbitral-, se asomó con
asombro a la ventana de la oficina del Pabellón Municipal al ver
bajar de mi coche a tres colegiados. Venían caminando por Santa
Marta, y me había brindado a llevarlos hasta el campo para evitar
la correspondiente caminata. Me gritó: “¡Imposible, Luis! ¡Si no
lo veo no lo creo!”. “No hay problema, Manuel. De paisano son
buenos chavales”, le contesté delante de ellos. Lo que no supo
Manuel, es que, ejerciendo de “broncas”, les vine sermoneando
por el camino a base de bien. El famoso Seijas era uno de ellos.
Pero ya lo último que me podía suceder con la desespe-
rante clase arbitral -con reconocidas, pero escasas excepciones-,
ocurrió hace bien poco... Que te arbitren en tu cancha de pueblo,
lo haga un allegado a tu propio club, y ¡que “barra” para el equi-
po de Vigo!... Eso jamás llegué a sospechar que pudiera suceder...
Y yo, de infeliz, asegurando a mis chicas en la charla previa -que
habían soportado en Santiago y Ourense “barridas de manual”-,
que al menos tendríamos un arbitraje neutral...
- ¡Dices qué exagero! Tal como te lo cuento, colega.
Con éstos, las historias no tienen fin y lo demuestran cada
día -de nuevo disculpas para las excepciones-. Hace un mes, al
mismo tiempo que arbitraba, uno de ellos tentaba a una jugadora
de las mías para llevársela a su futuro equipo. “¡Qué pena! Des-
pués, los del gremio me llaman “broncas.”
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Temporada 2007/08. Las jugadoras del Clube Baloncesto Baiona Sénior, Patricia Fernández, “Pit”, y Belén Alfaya, víctimas de las actuaciones arbitrales relatadas anteriormente.
Por cierto, nunca oí un piropo tan ingenioso, ni tan feste-
jado, como el que le dedicaron a un árbitro en Santiago de Com-
postela en una maravillosa noche de verano. Década de los sesen-
ta. Era la época en que americanos y rusos iniciaban los primeros
lanzamientos espaciales.
Fiestas del Apóstol, mes de agosto, partido nocturno al ai-
re libre, diez de la noche, en la Plaza de la Quintana, con el campo
habilitado delante de la escalinata que sube a la Casa de la Parra, y
que hacía las veces de grada para el público. Abarrote de especta-
dores. Partido de lujo -aún no había TV, de forma que para ver a
los grandes equipos, en directo, o nada-, Club Estudiantes de Ma-
drid, repleto de internacionales y reciente campeón de la Copa del
Generalísimo -antes era de Franco, ahora es de don Juan Carlos-,
se enfrentaba al Estudiantes de Vigo, segunda división -equipo
donde yo jugaba-, que hacía de comparsa para el lucimiento de los
Codina, Martínez Arroyo, hermanos Sagi-Vela, Fuentes, Mon-
tilla... Árbitro, el santiagués Sr. Mañá, habitualmente axeitado pa-
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ra “amañarle” los partidos a los compostelanos cuando fuese me-
nester -yo lo sufrí-, pero precisamente por ello, con escaso presti-
gio. La noche era espléndida, de un cielo estrellado, buena
temperatura, y el escenario enmarcado en la solemnidad y belleza
de las torres de la Catedral y su monumental entorno. Nuestros
pocos años, y la afición al baloncesto que lo absorbía todo, no se
percataron para nada del privilegiado lugar en el que estábamos
jugando. Con el paso del tiempo, y alcanzada una discreta madu-
rez, al visitar la Catedral y sus plazas adyacentes, en medio del au-
ge actual de las peregrinaciones a Santiago, lo recuerdo con retar-
dada veneración, y no puedo dejar de comentarlo con cierta pre-
sunción a mis incrédulos acompañantes de turno. Y al pasar por
delante de la artística fuente de la Plaza de las Platerías, confieso:
“Como no había duchas, aquí me bañé después del partido.” No
se lo cree nadie.
¡A lo que íbamos! Empieza el encuentro. La escalinata y
las sillas que rodeaban el campo de juego completamente abarro-
tadas de gente. Ambiente festivo, y aficionados dispuestos a dis-
frutar de la noche deportiva. Aplausos y gritos de entusiasmo a la
exhibición del brillante equipo madrileño. Tímidos y corteses
ánimos a nuestros pocos aciertos.
Se para el juego, se produce un tiempo muerto, y se hace
de repente un silencio sepulcral... En esto, una voz potente emerge
impetuosa del público, invadiendo la noche:
“Mañáááááá! ¡Tu porvenir está en América, que es en
donde mandan a los monos en los satélites!”
No sé si ahora, en los inicios del siglo XXI, hará mucha
gracia el “cumplido”, pero aquella noche, a mediados del XX, con
la solemnidad de aquel escenario, con la luna y las estrellas en el
cielo, en plena carrera espacial… no hubo asistente que no se riese
a carcajada limpia de la ocurrencia... No sé si las campanas de la
catedral se pondrían a repicar para festejar el chiste...
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Praza da Quintana (Santiago). Delante de esta escalinata, que hacía de grada, jugó el Club Estudiantes un par de veces en las Fiestas del Apóstol. Por detrás A Torre do Reloxo.
Escalinata de A Praza da Quintana. A Casa da Parra al fondo.
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En esta artística fuente, A Fonte dos Cabalos, situada en A Praza das Platerías, me tuve que bañar a las doce de la noche, después del partido Estudiantes de Madrid-Estudiantes de Vigo, celebrado en A Praza da Quintana.
23
Campo de Granada, año 1962. Una formación clásica del desapare-cido Club Estudiantes de Vigo en la década de los sesenta.
De pie: Paco Picos, Jorge Domínguez, Carlos Cerdeira, Isidro Galle-go, Benito Lorenzo, Rafa Tapias y Emilio Fernández “Fachusco” (de-legado). Agachados: Julio Castro (entrenador), Emilio Abelenda, Rey Lama, Ángel Varela, Severo Iglesias y Ángel Román.
Este equipo, o alguno muy parecido, jugó en dos ocasiones
en la Plaza de la Quintana con motivo de las Fiestas del Apóstol.
Mi compañero Severo Iglesias y yo, lo hicimos en otra
oportunidad formando parte de una Selección Gallega. Nuestro ri-
val, esa vez, había sido el Club Hesperia, una especie de selección
nacional de promesas, que llegaba a Santiago reforzada por Emi-
liano Rodríguez -alcanzaría los 175 entorchados de internacional
al final de su carrera-, considerado uno de los mejores jugadores
de Europa en aquella época.
El Hesperia venía dirigido por Antonio Díaz Miguel, que
pocos años después, ocuparía el cargo de Seleccionador Nacional
(1965 a 1992). Como tal, participó, entre otras grandes competi-
ciones, en seis Juegos Olímpicos: México-68, Munich-72, Moscú-
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80, Los Ángeles-84, Seul-88 y Barcelona-92. En Los Ángeles fue
Medalla de Plata, jugando la final contra Estados Unidos.
Díaz Miguel era un gran amigo de la familia estudiantil,
siempre dispuesto a brindarnos su valiosa colaboración técnica.
Tristemente, falleció hace unos años sin excesiva edad. Mi home-
naje con este recuerdo, y mi eterna admiración.
Selección Española, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-84. En el centro, Antonio Díaz Miguel -de blanco-, ro-deado por la derecha de Corbalán, Epi, Solozábal, Jiménez y Ro-may; por la izquierda, De la Cruz, Fernando Martín, Margall, Llo-rente y Arcega.
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II. El Club Estudiantes
A todas estas, me estoy olvidando de presentarte al históri-
co Club Estudiantes de Baloncesto de Vigo, desaparecido en fatí-
dico combate a “vida ó muerte” contra la perversa peseta. En la
lucha implacable de la ilusión, del amor al basket, del esfuerzo de
años, de una fiel afición, de unos equipos talentosos, de una his-
toria para el recuerdo... contra la despiadada moneda -con la cara
de Franco-, el Estudiantes salió mal parado... y sin descendencia.
Cuando los ex-jugadores hicieron un equipo de provincial, y qui-
sieron llamarle Estudiantes para mantener la llama viva... no les
dejaron. Al Estudiantes le requisaron toda la herencia que pudiera
dejar, incluso el nombre.
Fundado en Vigo en la década de los cincuenta, surge de la
Escuela de Peritos Industriales, ubicada en Peniche, en el mismo
lugar donde se encuentra hoy en día impartiendo enseñanzas simi-
lares. Varios estudiantes, algún profesor, administrativos del cen-
tro, amigos allegados... se desvincularon del S.E.U. -Sindicato Es-
pañol Universitario, organización franquista-, y decidieron fundar
un club independiente del régimen.
Joaquín García Picher, Carlos Davila y Pichicho Giráldez
fueron sus tres principales impulsores. El escudo del Estudiantes
lo ideó Federico Rodríguez de Robles -años más tarde director-
propietario de Almacenes El Pilar-: el ajedrezado del S.E.U. -por
su procedencia-, el olivo y la torre almenada del escudo de Vigo, y
un rodaballo. Lo del peixe, se debía a la popular canción gallega,
que se había convertido en himno del club. A modo de grito de
guerra, se entonaba constantemente en el vestuario, antes de los
partidos para concentrarse, y después para festejar la victoria.
26
Carlos Davila -primer presidente-, Daniel Bello -director
del desaparecido Colegio Mezquita y sucesor en el cargo del ante-
rior- , Javier Gonzalo -el tercer “presi”-, Cofán -el respetado pro-
fesor de los fundadores, y padre del que fue alcalde de Vigo Car-
los González Príncipe-, Rafael Pérez -el primer entrenador-, Julio
Castro -el técnico más longevo en el banquillo-, Totó y Pepín Cas-
tro, Alberto Alonso -jugador y primer entrenador del equipo fe-
menino-, los presidentes Cortizo y Vilariño, los hermanos Vilas -
eternos delegados-, el señor Nistal -el presidente más querido-,
Curty, “Fachusco” -maestro de ceremonias-, el señor Patiño -
“relaciones públicas” con las monjitas-, las hermanas Sarmiento...
todos ellos personajes importantes en la historia del Club Estu-
diantes de Baloncesto, sin mencionar por el momento a jugadoras
y jugadores... y a su hinchada, que también la hubo.
Su gran rival era otro histórico vigués, el Club Deportivo
Bosco, con sede en el Colegio Salesiano de la Ronda. Cuando se
enfrentaban entre ellos, llenaban el campo con dos aficiones apa-
sionadas, entregadas y preparadas para todo en defensa de sus co-
lores. Algún altercado siempre acababa produciéndose. Un día se
peleaba García Hermida, el carismático presidente bosquista, con
el jugador estudiantil Benito Lorenzo -no les dejaron llegar a las
manos-; otro, me insultaban y me querían pegar por no dejarme
ganar en un partido decisivo para el Bosco, que evitaba con la vic-
toria su descenso de categoría; a Julio Castro, de jugador, algo
amanerado en su estilo de juego, los hinchas bosquistas le llama-
ban de todo... y como respuesta, Julio anotaba una canasta desde
lejos, y bajaba a defender contoneándose... No faltaban tampoco
aficionados famosos en uno y otro lado que capitaneaban los gri-
tos de aliento.... ¡Qué salsa había! ¡Baloncesto en estado puro!
Una mañana, en el Campo de Granada, el padre de un ju-
gador bosquista andaba “espiando” al Estudiantes en los tiempos
muertos. Se acercaba a nuestro banquillo, se colocaba detrás, y
luego iba raudo a pasar la información precisa de nuestras “tácti-
cas” al entrenador del Bosco. En una de esas, no le debió parecer
bien algún comentario mío durante el minuto de pausa... con lo
que al final del partido -ganó el Estudiantes- vino a por mí a in-
27
creparme... le pedí disculpas... seguía... y seguía... y al final, me
brindé para una pelea si era eso lo que quería... pelea que no hubo,
claro está.
Temporada 1957/58. Partido Bosco-Estudiantes de alta tensión. Fa-se de Sector en juego. Altercado entre jugadores.
La hinchada enfervorizada, protestando al árbitro, o increpando a un jugador, o chillando a los contrarios... Todo pudo suceder.
En la escena siguiente, final del partido. Victoria del Club
Estudiantes por un apretado 59-63 y aficiones mezcladas. No se
puede discernir con claridad qué ocurre: si lo hacen para felicitar-
se… o para algo peor.
28
En 1956, el Club Estudiantes se proclama Campeón de Es-
paña de 2ª División, y asciende a Primera.
- ¿Ascendisteis a Primera? No te lo creo. ¿A la Liga del
Real Madrid, del Barcelona, del Joventut…?
- La categoría que dices del Real Madrid se llamaba en-
tonces División de Honor. El Estudiantes había subido a Primera,
el paso anterior a la máxima categoría.
Total, que Estudiantes y Bosco se debatían en la Primera
en busca del ansiado ascenso a la División de Honor, que, por
unas razones u otras, nunca se conseguiría, a pesar de estar cerca
en varias ocasiones.
El equipo femenino del Estudiantes, en cambio, de menos
enjundia en el Club, y creado en su inicio con más miras sociales
que deportivas -sus componentes también quisieron desentenderse
de la Sección Femenina-, lo conseguiría en la temporada 1964-65,
al proclamarse en Madrid, Campeón de España de 2ª División, y
ascender a Primera. El año anterior lo había sido de 3ª División.
Se empezaban a dar los primeros pasos del actual Real Club Celta
29
Femenino, el primero en Galicia, junto a su odiado rival, la Taba-
calera de La Coruña, en participar en una competición europea.
Años después, las penurias económicas que asolaban per-
manentemente al Club Estudiantes, incapaz de financiar los gastos
de la competición de uno y otro equipo -a pesar de que jugadores
y técnicos eran absolutamente amateurs-, lo llevaron a convertirse
en Real Club Celta, y a su amparo, con previas y fuertes discre-
pancias internas en ambos clubs, alcanzaría una estabilidad ya
difícil de mantener en la anterior situación.
A propósito... meditando en ello... y ahora que lo pienso...
algo de “gafe” debía de existir en las gentes del Club Estudiantes
de Baloncesto. Además del equipo, desaparecido y convertido en
Real Club Celta para el eterno olvido de su historia, hubo otras
circunstancias “extrañas” en su entorno.
Me explico. Algunos directivos, jugadores y amigos del
Estudiantes solían echar la partida después de comer en algún bar
céntrico de la ciudad. Julio Castro, el Sr. Nistal, Carlos Cerdeira,
Benito Lorenzo, Joaquín García Picher, Mito, Besada, Cortizo,
Marcial, Ángel Román, Rafa Tapias, Guillermo, Isidro Gallego...
se reunían puntualmente a las tres de la tarde para jugarse al
“chin-chon”, o a cualquier otro juego, los cafés y las copas. Se
levantaba la mesa sobre las seis: unos ya lo habían hecho antes
para acudir a sus trabajos, y el resto al llegar esa hora.
Pues bien, bar tras bar, tasca tras tasca, cafetería tras cafe-
tería... como poseídos por un diabólico meigallo... todos acababan
cerrando al cabo de un cierto tiempo de albergar la acostumbrada
partida del Estudiantes. Cito a modo de ejemplo, al “Bar Ribada-
via” -al final de la Ronda de Don Bosco-, a la “Cafetería Mimosa”
-en una bocacalle de Carral-, a la “Boite” del Hotel Moderno -en
el bajo que daba a la Calle Carral-... Me quedan muchos más luga-
res por mencionar, de los que, o no me acuerdo, o no tengo noti-
cia. ¡Pero atentos!, que hoy en día aún se mantiene viva la tertulia
del Estudiantes. Lugar: la sala de juegos del R.C. Náutico…
¡Tiemblen el presidente Franco Cobas, demás directivos, socios,
nadadores, regatistas, empleados…! El peligro es evidente…
30
Campo de Granada, temporada 1964/65 Club Estudiantes Masculino y Femenino
De pie: Paco Picos, Jorge Domínguez, Quique Bangueses, Rey La-ma, José Ferro, José Luis Ferro, Miguel Entrerríos, Pololo Cobián -pri-mer jugador vigués en jugar en División de Honor-, Rafa Tapias y Ra-món Villamarín. Agachadas: Picuca Martínez, Olga Curty, Esther G. Bermello, Ampa-ro Dios, Cristina Acosta, Rosa Sarmiento, Maribel Lorenzo, Margarita Aldazábal y Hortensia Neira.
El “Basket Bar”, en cambio, fue una excepción. Claro que en
el “Basket” no había partida, sino punto de encuentro para una
animada reunión a las horas de los vinos del mediodía y de la tar-
de-noche... y al parecer, estos actos no despertaron al peligroso
“gafe”. Fundado en la calle Doctor Cadaval en 1965 por el popu-
lar Miguel -ex-camarero del Café Derby y propietario anterior del
“Miami”-, a la sombra del ambiente baloncestístico del Club Es-
tudiantes, aún permanece abierto hoy en día, conservando en sus
paredes las históricas fotografías del equipo masculino y femeni-
no.
En ambas, aparece el que te cuenta esto con pelo negro.
En una como jugador, y en la de las chicas, Campeonas de España
de 2ª División, como entrenador. ¡Estaba joven de aquella!
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Fue la segunda y última vez en mi historial de entrenador
que me proclamé Campeón de España. Ya sé que fue un título me-
nor, de 2ª División -el anterior fue de Tercera-, pero para mí, ¡me
lo puedes creer!, tuvo el mismo valor que un Campeonato del
Mundo... igualito al de Gasol y todos esos. No hay nada más her-
moso en el deporte que el triunfo de la ilusión... después de un tra-
bajo intenso.
- Te lo voy a contar... pero si no te apetece, pasa página.
- Tú te lo pierdes.
Fase Final en Madrid, con cuatro equipos en liza. Ascendían
a 1ª División los dos primeros. Y aunque a “Escamilla”, el célebre
comentarista de baloncesto del diario “Marca”, no le pareció pre-
viamente que nuestro equipo fuese merecedor de nada, después de
la final del domingo, reconocía abiertamente nuestros méritos y
categoría, pedía disculpas por su vaticinio, y nos llenaba de lison-
jas y flores en la crónica del encuentro. El Estudiantes Femenino -
más tarde Real Club Celta-, durante algunos años, conquistaba
más por su corazón que por su técnica, y esto, para algunos puris-
tas, no es muy lucido.
Rival: el Club Argentona de Barcelona, que había ganado
los dos partidos anteriores con una facilidad absoluta. Según el pe-
riodista, indiscutible favorito en la final del domingo. Consideraba
que casi no era necesario ni jugar, que sería un partido de trámite,
y continuaba loando, como en los días anteriores, las virtudes del
equipo catalán.
Alcanzado el ascenso, y ya tranquilos, soñé despierto que
al día siguiente teníamos que ser campeones. En Vigo, consegui-
mos despertar cierta expectación con los trabajados triunfos del
viernes y sábado, sobre el Medina de Alicante y el de Granada,
pero al leer las noticias, y sobre todo las de “Marca”, nuestros se-
guidores ya se daban por conformes con el ascenso... aunque algu-
na esperanza...
Me acosté tarde, bastante tarde, maquinando qué se podría
inventar para contrarrestar la calidad del equipo catalán. Tardé un
par de horas en conseguirlo -lo de conseguirlo lo digo ahora, a
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posteriori-, aunque entre sueños, continué jugando la final antici-
pada.
Dicho y hecho. A la mañana siguiente, antes de salir del
hotel, expliqué a mis jugadoras la defensa a realizar. La ejecutaron
a la perfección: dos en individual y tres en zona. A las catalanas,
muy técnicas y metódicas, se les nublaron las ideas con algo que
no estaba en los libros.
Yo, en cambio, me encontraba en mi salsa; ya sabes cole-
ga, que adoro los inventos y la improvisación. Lo fomento y lo en-
seño, para bien y para mal, porque considero que el talento indivi-
dual y ¡colectivo! -se acostumbra a mencionar sólo el individual-,
la inspiración en defensa, la ejecución de una táctica inesperada,
un ataque nuevo, la finalización con riesgo de una transición... es
lo más valioso en una cancha de baloncesto. Se ve que mi equipo,
al menos aquel domingo, aprendió la lección... ¡Ah!, sin olvidar
que antes, mucho antes del talento, del entreno, de la táctica, de
los sistemas... de bastantes cosas más... hay que poner en marcha
el corazón, el amor a lo que juegas y a la camiseta que vistes.
Estuvimos ganando a lo largo de todo el partido, pero a
cinco minutos del final, nos expulsaron por personales a la base,
Cristina Acosta (11 puntos), y a nuestra mejor anotadora, María
del Carmen Veiga (13 puntos), y como consecuencia, nos queda-
mos algo descolocados en ataque. Poco a poco, las catalanas con-
siguieron empatarnos el encuentro. Prórroga de cinco minutos, y
otra vez empate al término de la misma. Nueva prórroga, nuevo
empate, 50-50. Prórroga definitiva, y ahora al primer cesto.
”Palmea en el salto hacia adelante sobre Picuca”, le dije
a Maribel Lorenzo, 1,85 y techo de España por entonces. “Y tu
Picuca, para adentro sin pensarlo más.” Salió tal cual. Picuca re-
cogió el salto, arrancó botando con fuerza, y cuando se levantaba
para tirar, le hicieron una flagrante personal. Dos tiros. Lanza el
primero, el balón bota en la punta del aro, sale hacia atrás, toca en
el tablero, se pasea por el aro, y regresa a la red en marcha triun-
fal. De lo que pasó después, ni me acuerdo, ni creo que lo supiese
nunca... a pesar del video que el Sr. Nistal, nuestro presidente,
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grabó en esos momentos. Al verlo, yo le decía todo convencido
que el video estaba trucado para darle emoción... que la personal
de Picuca fue directa a la red… Siempre creí que había sido así.
Campo de Granada, temporada 1964/65
Club Estudiantes Femenino. Campeón de España de 2ª División Ascenso a Primera De pie: Rey Lama (entrenador), Margarita Aldazábal, Picuca Martí-nez, Cristina Acosta, Mª del Carmen Veiga, Rosa Sarmiento y Maribel Lorenzo. Agachadas: Olga Curty, Hortensia Neira, Esther G. Bermello, Purina Villanueva y Amparo Dios.
Antes de empezar el encuentro me echaron del banquillo
por no tener la correspondiente licencia federativa de entrenador
del equipo. Esta vez no fueron culpables los árbitros, sino que lo
solicitó el entrenador catalán. Por lo tanto, llevé al equipo desde la
grada, justo detrás de nuestro banco. Ni me puse nervioso -no
había tiempo para tonterías-, tan sólo tuve que levantar un poco
más la voz.
Y no sería la primera vez. Por unas cosas u otras me volvió
a suceder en varias ocasiones. Pero nunca perdí un partido diri-
giendo desde la grada.
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Valladolid, temporada 1963/64 Club Estudiantes Femenino. Campeón de España de 3ª División De pie: Rey Lama (entrenador), Cristina Acosta, María del Carmen Veiga, Picuca Martínez, Pitusa Llopis y Margarita Aldazábal. Agachadas: Esther González Bermello, Hortensia Neira, Purina Vi-llanueva y Olga Curty.
Esta foto está tomada en Valladolid, donde jugamos la Fase
de Sector y nos clasificamos para la Fase Final de Madrid. A pesar
del partidario arbitraje que sufrimos ante el equipo local, no pu-
dieron contrarrestar nuestra evidente superioridad.
Una de mis jugadoras, con la tensión y los nervios del mo-
mento, estuvo a punto de darle un botellazo al árbitro. La sujeta-
ron con el brazo en alto cuando se disponía a ello.
Esta misma jugadora -de cuyo nombre no me acuerdo-, en
un partido universitario celebrado en Santiago, representando a la
Escuela de Comercio de Vigo, rompió el acta en pedazos al finali-
zar el encuentro. Ya podéis imaginar el por qué.
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Temporada 1955/56 Club Estudiantes de Baloncesto.
Campeón de España de 2ª División y Ascenso a Primera. De pie: Pepín Castro, Mito Martínez, Gorito, Carlos Cerdeira, Camilo Nogueira, “Pichicho” Giráldez y José María García Picher (directivo). Agachados: Julio Castro, Joaquín García Picher, Severo Iglesias y Alberto Alonso.
¡Tiempos históricos del Estudiantes! Dos de sus fundado-
res principales aparecen en la imagen del triunfo: Joaquín García
Picher y “Pichicho” Giráldez. Sólo falta en la foto el entrenador
del equipo campeón, Rafael Pérez, y su tercer fundador, Carlos
Davila, emigrado a Ecuador a pocos años de la fundación. Se fue
junto a López de Alda, otro destacado jugador estudiantil, a poner
en marcha una nueva empresa en dicho país.
La canasta de madera al fondo testifica la época, y la oscu-
ridad de la noche que rodea la escena, certifica el campo descu-
bierto por donde se andaba. El balón, en manos de Severo, de los
de antes: de cuero cosido con costuras.
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Año 1956
Foto de Familia del Club Estudiantes De pie: Pepe Vilas (directivo), Rafael Pérez (el entrenador del co-mienzo), Carlos Cerdeira, Julio Castro, Bello, Javier Gonzalo (el pri-mer presidente), Camilo Nogueira, Benito Lorenzo y Cofán (profesor de Colegio Mezquita). Agachados: Mito Rodrígez, Gorito, Joaquín García Picher, Gonzalo y Alberto Alonso.
“¡Se les ve a todos disfrutando! Delante, posada en el
suelo, la Copa de Campeón de España.”
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III. Del baile al scouting
No sé qué pensaréis de mí, jóvenes y no tan jóvenes, cuan-
do escucháis estas historias vividas en lo más profundo de las ca-
vernas del baloncesto durante la década de los cincuenta -no ha-
bíais nacido, claro está-. Os quedáis mirándome, con gesto inte-
rrogante, intercambiáis miradas entre unos y otros, con una son-
risita de guasa... “¿De qué habla este chalado?”, “¿Qué dice este
viejo?”, “¡Chochea!”, “¡Llevarlo al loquero!”... Pues sí, rapaces,
como os lo cuento, de loquerías, nada de nada:
Canchas al aire libre y de tierra; tableros de madera, a ve-
ces bien conservados, otras torcidos; aros levantados o caídos, o
bien uno de cada; para el entrenamiento de doce jugadores, dos
balones viejos y deformados, también pesados si llovía -eran de
cuero, del de antes, con costuras-; una bombilla encima de cada
canasta, y otra en el medio del campo -prohibido dar pases muy
altos, peligraba la instalación-; con lluvia, pista deslizante y char-
cos; marcador manual en una pizarra, y cuando no lo había -casi
siempre-, a preguntarle a la mesa, “Tiempo y tanteo”; vestuario
3x3 con un par de duchas de agua fría... No os cuento más. No
obstante, las condiciones mejorarían pronto.
No existían instalaciones deportivas municipales, y los co-
legios, tan sólo cedían sus campos a antiguos alumnos, y para eso,
sin demasiadas alegrías. El Ademar jugaba en los Maristas, el
Bosco en los Salesianos, el Independiente en Lábor, el Juventus de
Acción Católica en algún colegio de curas...
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Total, que se empezó a jugar en las pistas de baile de vera-
no, que solían tener todas las Salas de Fiestas de la época. No
existía el aire acondicionado, y por lo tanto, cuando apretaba el
calor con el buen tiempo, los frecuentados bailes del jueves y do-
mingo se trasladaban al aire libre. No podía ser de otra forma.
El Estudiantes jugaba en la pista de verano del Jardín Park,
afamado baile situado en lo alto de la calle José Antonio -nombre
franquista, hoy Urzáiz-. Aquello era un auténtico lujazo: piso de
cemento liso, canastas de cristal cedidas por el Ayuntamiento -las
primeras que hubo en Vigo, fabricadas en un astillero, e instaladas
en el Estadio de Balaídos para recibir la primera visita de los le-
gendarios Globetrotters-, buena iluminación, ya instalada para el
baile, campo cerrado para poder cobrar la entrada, fila de sillas pa-
ra los espectadores, hileras de árboles alrededor, dando sombra y
haciendo más acogedor el escenario, almacenes de la Sala de Fies-
tas reconvertidos en vestuarios, dos duchas en el servicio de caba-
lleros...
Algunos entrenamientos estaban amenizados por la or-
questa de turno, que ensayaba para la sesión del jueves o del do-
mingo. La música siempre era en riguroso directo, no como ahora.
Los jueves no solíamos entrenar para no coincidir con el baile.
Pero una tarde-noche de aquellas, no sé por qué razón, entrena-
mos. En medio de los tiros, los pases, los ataques, las defensas...
oímos al cantante de la orquesta dedicándonos la canción de mo-
da. “Para los chicos del Estudiantes de baloncesto, nuestra
próxima canción: “¡Mala, mala, mala!”
“... Cada vez que te cruces en mi camino,
te voy a atormentar con la mirada,
y te voy a llamar,
cada vez que te cruces,
será un tormento.
¡Mala, mala, mala!
eres una mala,
siempre fuiste mala,
¡Mala!... ¡Mala, mala, mala!...”
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Soy tan negado recordando canciones que ni sé las letras
de los temas más populares. Además de poca memoria, voy corto
de oído musical. Pero esta canción, año 1960, me quedó grabada
con música y todo. Era muy emotiva. Quise acompañar un CD
para vosotros, pero no conseguí encontrarlo... ¡y eso que lo bus-
qué por todos los lados! Así que cuando me veáis, si queréis os la
canto.
Año 1956. Campo del Jardín Park, acondicionado con graderío muni-cipal, en una Fase de Sector. Club Estudiantes-Real Valladolid. Salta Pepín Castro en la lucha, con un atento Picher al fondo, y Car-los Cerdeira (9) de espaldas.
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Al cabo de pocos años -la especulación del suelo vigués
daba sus primeros pasos-, la sala de fiestas y la pista de baile se
fueron al garete, víctimas del imponente bloque de viviendas que
aún existe hoy en día. El Estudiantes se quedó sin cancha, y des-
pués de deambular por una pista de la Escuela de Peritos, por Ta-
boada Leal -el campo del Bosco-, y seguro que por alguna más,
encontró acomodo en La Gota de Leche, con las monjitas y los
niños.
No sé con qué influencias, el Estudiantes consiguió permi-
so para construir en el patio del centro benéfico -desde luego con
sus propios medios- la famosa cancha del Campo de Granada: pis-
ta de cemento picado para no resbalar con la lluvia, vestuarios con
duchas de agua ¡templada!, discreta iluminación para la mayoría
de los jugadores, pero escasa para los cinco miopes -no había len-
tillas- que tenía el primer equipo por entonces, vallas de tubo se-
paradoras del campo de juego, con tablones de asientos incorpora-
dos, canastas nuevas de cristal... ¡Vaya lujo! Los balones de entre-
namiento aumentaron a tres, y ya eran de goma. El recinto estaba
cerrado, pero en los partidos grandes, para impedir la visión desde
la calle y fomentar así el paso por taquilla, se colocaban unas sá-
banas a lo largo de toda la verja lateral. Las cosas mejoraban pau-
latinamente, aunque la lluvia seguía cayendo...
Ahora mismo, cuando lo recuerdo, aún siento la humedad
en el cuerpo. Yo creo que desde aquella, todavía no me sequé del
todo. Fue uno de esos partidos que no se olvidan.
Eliminatoria de Copa del Generalísimo, 8 de Enero de
1964, domingo, doce de la mañana, hora estelar, partido único,
clasificatorio para la Fase Final de la Copa -ocho equipos-, a cele-
brar en Salamanca. Se instalaron gradas supletorias cedidas por el
Ayuntamiento. Rival de lujo: el Canoe de Madrid, de Primera Di-
visión, compuesto por las mejores promesas del baloncesto madri-
leño, y con varios internacionales en categorías inferiores. Evento
de máximo interés en la ciudad, ampliamente ambientado a lo lar-
go de la semana por los medios de comunicación: “Faro de Vigo”,
“El Pueblo Gallego”, “La Hoja del Lunes”, “Radio Vigo”, “La
Voz de Vigo”... Expectación al límite.
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<<Hago un inciso para vosotros, los jóvenes, y menos jó-
venes: este tipo de acontecimientos, por entonces, sólo se podían
ver “in situ”. No había TV, de forma que si querías ver a “un
primera división” no te quedaba otra que asistir al campo. En el
fútbol, a Balaídos cada quince días. Pero en los otros deportes,
en Vigo, sólo de vez en cuando. >>
El encuentro, como ya te dije estimado colega, a las doce
de la mañana. ¡Llovía!... a cazos y sin parar. Los partidos en aque-
lla época no se suspendían, se jugaban igual, lloviese poco, mucho
o nada. Máxime, cuando un equipo era de fuera, y como en este
caso, llegado desde Madrid. Las gradas, a pesar del continuo
aguacero, estaban a rebosar de aficionados... y también de para-
guas. Por cierto, nos debieron animar a gritos, porque aplaudir...
con el paraguas en la mano...no creo que fuese posible.
La crónica de Enceste del día siguiente, en “Faro de Vi-
go”, empezaría más o menos así: “Los héroes blanquirojos del
Estudiantes, en duro combate de baloncesto naval, se impusieron
a los amarillos del Canoe, por 38-35...”
No cesó de diluviar ni un sólo instante. Las monjitas del
centro, siempre discretas y distantes con el espectáculo, emociona-
das con aquel singular partido, nos mandaron entrar en la cocina
en el descanso para darnos toallas y café caliente. Recuerdo que,
de paso y con perdón, devolví el desayuno en dicho recinto.
En el Campo de Granada, aquella mañana, resbalaba todo,
hasta las ideas, y aunque los madrileños pertenecían a un club de
natación, parece que con agua de lluvia el Estudiantes nadaba me-
jor. Los del Canoe semejaban algo “asustadillos”, tal vez, más por
la lluvia que por el rival.
“¡No botéis!, ¡Coged el balón con las dos manos!, “¡No
tiréis al tablero que desliza”, “Luis, prueba con dos manos”...
Las instrucciones del coach, Julio Castro, nos llegaban sin
descanso, y no tenían demasiado que ver con el auténtico balon-
cesto. Y así… Carlos Cerdeira, a pocos segundos del final, roba
un balón en medio campo, se lanza a tumba abierta, encara la ca-
nasta, y entre los gritos de nuestro entrenador para que retuviera el
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balón, anota los dos últimos puntos del partido, justo antes del
pitido final. Tremenda algarabía… y billete para Salamanca.
El recién estrenado Campo de Granada (también conocido por “La Gota de Leche”, nombre popular de la institución benéfica donde estaba ubicado), con gradas metálicas municipales, y las sábanas de cierre para impedir la visión desde el exterior.
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Partido glorioso, de los que quedan grabados para la histo-
ria, y el número 13, más que un héroe, fue un súper-héroe. Anoté
21 puntos, muchos en tiro con dos manos... y otros, en entradas a
tumba abierta en medio de la lluvia, el piso resbaladizo, el balón
mojado y el tablero deslizante.” ¡Me daba igual! ¡Qué emoción!”
Temporada 1960/61 Club Estudiantes de Baloncesto
De pie: Julio Castro (entrenador), Carlos Cerdeira, Romero Bello, Be-nito Lorenzo, José Antonio Rodríguez, Ángel Román, y Emilio Fer-nández “Fachusco” (delegado).
Agachados: Rey Lama, Emilio Abelenda, Severo Iglesias y Camilo Nogueira.
Para completar la información, tengo que manifestar que la
citada Copa del Generalísimo fue ganada por el Real Madrid, con
los Sevillano, Emiliano, Monsalve, Lolo Sainz -no se permitía ali-
near a los extranjeros en esta competición-... y con el inolvidable
Pedro Ferrándiz como entrenador.
El Estudiantes de Vigo quedó el último de los ocho equipos
participantes. Echamos en falta la lluvia...
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En el baloncesto como en cualquier otro ámbito de la vida,
se dan a veces jugadas desgraciadas. En el Campo de Granada, en
una mañana de invierno, Carlos Cerdeira, jugando con el Club Es-
tudiantes, y disputando un rebote ofensivo, hizo volar un diente de
su compañero Isidro Gallego desde la mitad de la zona hasta la
puerta del vestuario, más de treinta metros.
Yo siempre deduje que, si Isidro llega a ser del equipo con-
trario, le envía por los aires la dentadura entera.
Una tarde, en el Jardín Park, el Bosco anota la canasta que
le daba el triunfo a escasos segundos del final -no había reloj elec-
trónico-. Freijeiro, García Migón, Rolán, Boliche... se abrazaban
en el campo, y la afición bosquista festejaba la victoria ante el en-
carnecido rival con saltos de alegría... Pero Román, así como baja-
ba el balón de la red, lo cogió, y le envió un pase a una mano, a
modo de lanzador de disco, de canasta a canasta, a su compañero
Benito, que se había quedado de “palomero”, y... victoria del Es-
tudiantes... Cuentan que hubo muchos “cortes de manga”, duelos
de insultos, algunos empujones, y que faltó bien poco para una
tangana masiva.
Año 1956. Campo de Taboada Leal en un Bosco-Estudiantes.
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Entrenamiento de infantiles en el Colegio de Covaterreña
de Baiona, marzo del 2008. Pampi Conde, el entrenador, detiene
el partidillo, y les explica por enésima vez a sus muchachos lo que
tienen que hacer. Se lo repite otras tres o cuatro veces más a voz
en grito. “¿Entendéis?... ¿Alguno no lo entiende?...” Silencio se-
pulcral. No se oía ni un susurro. Los chicos soportaban atemoriza-
dos la tremenda bronca del entrenador. Con la tensión latiendo en
el ambiente y la concentración de los jugadores al máximo, se rei-
nicia el partido.
Sacan de banda, recibe Hugo, se ve solo, sin marcaje... y
con decisión, arranca con tres rápidos botes, dos zancadas largas,
un poderoso salto, y encesta... en propia canasta. Las carcajadas
de sus compañeros eran incontenibles, se tiraban al suelo de la
risa... ni Pampi se pudo contener.
C.B. Baiona Alevín. T. 2006/07. De pie: Pampi Conde (entrenador), Daniel, Omar, Miguel y David Castiñeiras (ayudante). Agachados: Hugo, Brais, Carlos, Enrique y Crístofer
Alguien me apunta que eso pasó este año en ACB. ¡Consué-
late Hugo! ¡Tú solo hiciste imitar a los “grandes”!
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Faltaban diez segundos, un punto de diferencia, y Juan,
del Club Ureca, recupera el balón y sale embalado al contraataque
en un claro tres contra uno. Al pasar el medio campo, ¡se detiene
de repente!, esconde el balón en el estómago, lo abraza protegién-
dolo, sus compañeros gritan desesperados, espera un instante que
se hace eterno, más gritos, suena la bocina, suelta el balón, levanta
los puños en señal de victoria... Ureca había perdido por un punto.
Temporada 1984/85 Primer equipo del Club Ureca de Baloncesto
De pie: Roberto Canella, Gómez, Quicler, Nacho y Jaime Iglesias. Agachados:Silvio, Arjones, Caballero y Pavón.
También hay jugadas divertidas en medio de la pulsión
competitiva. Año 1968, Colegio Apóstol Santiago de Vigo, pista
exterior, partido de escolares, Apóstol-Salesianos, gran rivalidad.
Mitad de la segunda parte, tensión en el juego y marcador
igualado. Se escapa el pívot “Chispas” con la pelota, y el base
Quique, al no ver clara la jugada, le recomienda prudencia: “¡No
te precipites!”, le grita. “Chispas”, sin hacer caso a la recomen-
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dación del compañero, entra a canasta a “tumba abierta” contra
tres contrarios, y en medio de brazos y piernas... anota una canasta
inverosímil.
Sigue el partido, y al cabo de un momento, se vuelve a re-
petir la misma situación. “Chispas” corta un balón en defensa, se
lanza al ataque... pero ahora el base le ordena tajante: “¡Precipíta-
te! ¡Precipítate!”... Su compañero volvió a encestar.
Año 1986. Camilo Rey Martínez en su temporada en el Real Club Celta Junior. Campo descubierto del Colegio Apóstol Santiago.
Aún hoy en día, mi hijo Camilo, que jugaba en escolares
en dicho equipo, cuando oye la “frase” en cualquier conversación,
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le sigue dando la risa. Menos mal que trabaja detrás de las cáma-
ras, es realizador de TV, que si fuera delante de ellas, con “micro”
en mano todavía se le podría escapar la risotada en pleno informa-
tivo, o entrevista, o narración... al oír de nuevo la mágica “frase”...
que por otro lado es bastante usual.
De niño, con siete años, se ponía tan nervioso viendo ju-
gar a su madre en el R.C. Celta, que suplicaba a su abuelo en la
grada del Pabellón: “¡Qué no le pasen a mamá!”... Entendía que
así, no podría hacerlo mal. Tenía razón.
El equipo nacional femenino de Yugoslavia se había clasifi-
cado para el Campeonato Europeo en torneo celebrado en La Co-
ruña entre cinco países participantes. En el último partido, dispu-
tado en domingo, derrotaban a España por amplio margen de pun-
tos. En aquella época, año l974, las españolas le ganaban a Por-
tugal, Marruecos, Inglaterra... y poco más. En este preeuropeo,
nuestra selección le ganó también a Bélgica y a Suecia, y por pri-
mera vez en su corto historial internacional, acudiría a Italia a un
Campeonato de Europa.
Aprovechando la estancia cercana de la selección yugos-
lava, el Real Club Celta concertó un amistoso para el martes si-
guiente, a las ocho de la tarde, en el Pabellón Municipal de las
Traviesas. Hasta ahí todo bien, lo malo vendría después, con la
“chosca” que nos endosarían las balcánicas. Además, se trataba de
un partido-homenaje al equipo, reciente subcampeón de Liga,
igualado a puntos con el campeón, C.D. Mataró, que nos había su-
perado por el basket-average particular.
El mismo día del encuentro, después de comer, los directi-
vos Elena Sarmiento, Jaime Gómez y yo, entrenador, fuimos a
saludar en visita de cortesía al técnico y al delegado de Yugos-
lavia. Nos encontramos en la recepción del Hotel Niza, en María
Berdiales, y nos sentamos en la cafetería. La conversación no iba
muy fluida, pero los yugoslavos, atendiendo nuestra invitación,
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Vigo, Pabellón de las Traviesas, 1974 Picuca Martínez finalizando un contraataque en el partido amistoso R.C. Celta-Yugoslavia.
50
se bebieron en escasa media hora, dos botellas de buen vino de
Rioja… Allí acordamos, por señas… medio en broma medio en
serio… anotando resultados ideales en una servilleta de papel…
risa va risa viene... que debían “portarse bien” en la tarde-noche
con nuestro equipo.
Lleno a rebosar en el Pabellón, con una afición que recibía
al Celta con una entusiasta acogida, y con generosos aplausos a
cada una de las jugadoras en el acto de presentación. Parecía que
Yugoslavia, de estampa espectacular ya en la rueda de calenta-
miento, por su estatura, su estilo baloncestístico, su condición atlé-
tica... y la belleza de algunas de sus jugadoras, nos iba a aplastar.
El delirio del Pabellón alcanzó el sumun cuando a mitad
de la segunda parte, el Celta se colocó en un esperanzador 39-41.
Nuestro juego rápido cuando dominábamos el rebote, propiciando
el contraataque, les hizo daño por momentos. Pero acelerón balcá-
nico inmediato, y victoria final para Yugoslavia por veinte puntos
más o menos.
Ovación cerrada a los dos equipos al final del partido,
mientras saludaban en el centro de la cancha. El público se mar-
chó feliz, satisfecho y aceptando la obvia superioridad yugoslava.
La oposición céltica, tan digna como meritoria, dejó a la “parro-
quia” contenta. Las “niñas”, como tantas veces, se habían portado
bien.
Los directivos y yo quedamos agotados después del largo
partido, iniciado en realidad a las tres de la tarde. Pero valió la pe-
na, porque con la ayuda de los dirigentes yugoslavos, habíamos
conseguido brindar a la afición un hermoso espectáculo de balon-
cesto, sin daños colaterales... Al menos, no supimos que el Rioja
les hubiese sentado mal.
Jaime Gómez, presidente de la sección de baloncesto del Celta.
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¿Y las escenas sueltas? Tengo algunas grabadas en la
mente, a pesar del tiempo transcurrido, que tal cual parecen trozos
de celuloide cinematográfico incrustados en mi cerebro. Se en-
cuentran ahí, tan precisas, tan claras, que si las pudiese escenificar
en una pantalla, a buen seguro que los protagonistas ni se acorda-
rían... incluso ni se reconocerían... y desde luego, se llevarían una
gran sorpresa viéndose en semejantes hazañas deportivas...
Una de esas pistas de baile de verano que se aprovechaba
para el baloncesto era la de Las Cabañas, en Peniche, justo en la
esquina, frente a la Escuela de Ingeniería Industrial. Hoy en día,
convertida en bloque de viviendas, igual que el Jardín Park.
En medio de un bonito parque, lleno de árboles y plantas,
se encontraba la pista, con un pequeño palco de madera cubierto,
donde se situaba la orquesta de turno. Ahí también se colocaba la
mesa de anotadores.
Año 1951, yo tenía nueve años, y junto a mi hermano ma-
yor, Gonzalo, como fieles hinchas, seguimos al C.D. Bosco a su
partido en Las Cabañas. Su rival era el Club América. A mitad del
encuentro, se arma una tangana tremenda: los jugadores de uno y
otro equipo rodean al árbitro, Sr. Cancelas, en medio de empujo-
nes generalizados; los espectadores de ambos bandos invaden el
campo, y participan en la disputa -no había vallas de separación-;
al final, y sin llegar a las manos de milagro, se van calmando los
ánimos, y se restablece el orden. Cuando ya el árbitro, en el centro
del campo, con el balón bajo el brazo, se dispone a reiniciar el jue-
go, aparece Mito Martínez, jugador bosquista, camiseta blanca y
pantalón azul, provisto de una escoba -de las de antes, con palo de
madera-, y se la entrega impulsivo al árbitro, en medio del abu-
cheo general. “Para que barras mejor”, le dice. La “instantánea”
de esta singular entrega quedó grabada en mi cerebro infantil, y
creció conmigo hasta hoy. El resto de lo que cuento no es más que
su explicación. A Mito lo habían expulsado del campo minutos
antes, a raíz de la citada tangana. Escena entrañable, con violencia
de la buena, de gestos y palabras, de la que no mata y se puede
contar con una sonrisa.
52
El Gimnasio de la Bazán, en El Ferrol del Caudillo -así se
le llamaba entonces-, uno de los dos campos cubiertos que tenía
Galicia en la década de los sesenta -el otro, el Gimnasio Universi-
tario de Santiago-, era un recinto inexpugnable, donde se hacía to-
talmente imposible ganar. El director del astillero militar, un gran
aficionado al baloncesto, había propiciado, a mediados de los años
cincuenta, la llegada al club de Míster Rutgis, entrenador america-
no que condujo a la Bazán al título en el Campeonato Nacional de
1ª División. Los ferrolanos renunciaron al ascenso, y tal vez por
esto, o por el cambio de director, el americano regresó a su país
después de varios años de estancia en la capital departamental. Pu-
so los mimbres para que el baloncesto siguiese vivo por mucho
tiempo, y más tarde, la Bazán volvía a ascender y a renunciar a la
División de Honor. Cuando sus legendarios jugadores, Pardo -in-
ternacional-, Quintanilla, Casal, Lobón, Miranda, Polo, los herma-
nos Bermúdez... se fueron retirando, y el apoyo de la dirección se
debilitó, la Bazán fue decayendo, hasta desaparecer.
Club Bazán del Ferrol en una visita a Vigo a finales de la década de los cincuenta. Campo del Jardín Park. No faltan los Casal, Lobón, Quintanilla, Polo, Pardo, Picos, Miranda...
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La primera vez que jugué con el Estudiantes en la Bazán
tenía diecinueve años. Me marcó el pequeño de los hermanos
Bermúdez, no demasiado alto, pero muy fuerte, y sobre todo, co-
mo supe más adelante, bastante alocado. Me saludó amablemente
en el salto inicial: “Chaval, te voy a pegar hostias hasta en el car-
net de identidad.” Mis pocos años, y mi condición de debutante
en el histórico campo, debieron acusar estas tiernas palabras, y re-
cuerdo que no estuve demasiado fino en el juego. La frase es de
esas que quedan acuñadas para siempre en la memoria, dejando
testimonio fiel de los virulentos combates baloncestísticos que se
libraban en aquella cancha.
En sus últimos años de decadencia, ¡al fin!, conseguimos
vencer a la Bazán varias veces en su temible gimnasio, que conta-
ba, por cierto, con el único marcador electrónico de Galicia, aun-
que tan solo de tanteo.
En una de esas victorias, después de un triunfo claro del
Estudiantes, los jugadores nos retiramos al vestuario en medio de
un discreto abucheo y algún insulto que otro. El pasillo de acceso
se encontraba justo debajo de la grada de fondo. Cuando nos dis-
poníamos a entrar, veo que mi compañero Carlos Cerdeira se echa
la mano a la cara, retrocede, sube por la grada con paso rápido, se
acerca a un muchacho, provoca un pequeño revuelo a su alrede-
dor, y baja de nuevo tan tranquilo hacia el vestuario. Se encuentra
al árbitro -de aquella, sólo uno-, que al percibir cierto desorden, le
pregunta: “¿Qué pasa?”. “Nada, no pasa nada. Fui a saludar a
un amigo.”, le responde Carlos con una sonrisa. Sigue hacia el
vestuario, y ya dentro, le preguntamos: “¿Qué pasó?“. “Nada. Un
chaval que me echó un salibazo en plena cara. Le di dos cachetes
y nada más.” “¡Pero Carlos...!, le recriminamos por su audacia.
Siempre ha sido un valiente, dentro y fuera de la cancha.
Una tarde, en un desplazamiento en autobús, nos acompa-
ñaba el amigo Pepote -años más tarde, colaborador de baloncesto
de la “Hoja del Lunes”-, que se manifestaría como viajero inocen-
te, ignorante y audaz. Sentado en el asiento posterior al que ocu-
paba Carlos Cerdeira, no se le ocurrió idea mejor que pellizcarle,
golpecito por aquí, más pellizcos, golpecito por allá... Carlos co-
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gió el periódico que iba leyendo, sacó un mechero, le prendió fue-
go, y sin más, se lo tiró por encima de su asiento al chistoso de
atrás. Poco faltó para que se incendiara el autobús entero.
Vigo,1959. Partido Estudiantes-Bazán en el Jardín Park. Cerdeira anota a aro pasado a pesar de la oposición de los ferrolanos Picos y Polo (7).
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En la Fase de Sector, a la que siempre accedía el equipo
femenino, había viajado Carlos Cerdeira como entrenador acci-
dental, ante la imposibilidad del titular, Julio Castro, de desplazar-
se. Las inocentes y cándidas jugadoras del Estudiantes, ya el pri-
mer día, le dejaron preparada en su cama la clásica “petaca”. No
fue una buena idea. A la noche siguiente, a pesar del extremo cui-
dado de las chicas para evitar la ineludible vendetta, encontraron
sus correspondientes camas completamente empapadas de agua.
“¡Bromitas a mí!”, debió pensar Carlos.
Era la época de Pilarín Pérez, Mely Badía, Araceli -futura
esposa de García Picher-, Tucha Prieto -futura de Félix Calles-,
Esther González Bermello, Lolín... y Mª Rita Cuiñas -futura espo-
sa, también, de Carlos Cerdeira.
Temporada 1959/60. El Club Estudiantes de Baloncesto a punto de salir a un desplazamiento. De izquierda a derecha: Carlos Cerdeira, Ángel Román, Romero Bello, Rafa Tapias, Casal, Emilio Abelenda, Rey Lama, Julio Castro (entrenador) y Benito Lorenzo.
Durante algunos años, y hasta que se casó y adquirió un
poco de sosiego, el club pagaba a Carlos la gasolina para que fue-
se por su cuenta en coche y no viajara en el autobús del equipo.
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Una tarde de abril de este año, 2008, se acercó Susana
García a Baiona a dar una conferencia sobre el scouting. Yo no
sabía ni qué significaba semejante palabreja.
Cuando mi querida ex-jugadora, segunda entrenadora del
Real Club Celta Femenino, y responsable de esta misión en el
equipo celeste, explicó lo que era y cómo se hacía, me quedé ab-
solutamente asombrado. Sólo se me ocurrió decir; “Ahora, con
estas facilidades, es entrenador cualquiera.”
En mi época de técnico del Celta, sobre el año setenta, lo
más que sabíamos del contrario eran los colores de su indumen-
taria, de qué ciudad venía si no lo clarificaba su nombre, y ya co-
mo mucho, hacíamos el “siguing” -¿se llama así, no?- a través del
diario “Marca”, que nos informaba del resultado, de las anotado-
ras de los partidos, y a veces del marcador en el descanso.
Susana, testigo como yo de la antigüedad baloncestística,
me confesó al oído que en ocasiones le daba algo de vergüenza
formar parte de un banquillo con más técnicos que jugadoras.
“¿Cómo es eso?”, le pregunto, aunque ya lo sabía. “Miguel Mén-
dez, primer entrenador, yo de segundo, el anotador de las plani-
llas, el preparador físico, el “fisio”, la delegada, y a veces, el
médico. Las jugadoras de cambio, en muchos partidos, no llegan
a cinco -y acaba, sonriendo-. Ahora, esto es así, Luis.”
Me quedé pensando toda la noche en aquello del “si-
guing”, dándole vueltas y más vueltas, y al final, después de
tanto meditar, hallé con claridad diáfana el motivo de mis últi-
mas derrotas con el Rodaballo y con las chicas de Baiona. “Estás
en el siglo pasado, Luis. Hay que modernizarse.”, me dije, con
ánimo de un cambio urgente.
Entonces, decidí pedir audiencia a nuestro presidente, Ma-
nuel Bouzas. Yo sabía que era un intento casi inviable el poder en-
contrarlo disponible unos minutos. Es decir: sin entrenar, o sin el
ordenador delante, o sin el móvil a su alcance, o sin estar en el re-
parto de equipajes con los jugadores, o cubriendo solicitudes de
subvenciones, o distribuyendo los carteles con los partidos del
“finde”, o sin la urgencia del próximo Torneo de Mini-Basket, o
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reunido con el sponsor de turno, o en la habitual pelea con Javi -el
director del Pabellón-, o en la preparación de la cena fin de tempo-
rada, o en la redacción de una nota de prensa, o con el Campus de
Verano en su mente, o con la merienda campera de fin de curso...
¡Al fin lo conseguí! Logré “arrancarle” unos minutos de
su laborioso y agitado quehacer.
Le expuse con calma lo del “siguing”, la necesidad de su
implantación en nuestros doce equipos, y me contestó que la idea
no caía en saco roto.
Año 1977. Selección Nacional Española.
Agachada, tercera por la derecha, Susana García. Es de destacar la presencia de cuatro jugadoras célticas: Mari-
bel Lorenzo (14), Marisol Paíno (a la derecha de Susana), Ángeles Liboreiro (8) y la citada Susana.
En el centro, el seleccionador José María Solá, y a su izquierda, Rosa Castillo (6) y Katy Martínez (4). Agachadas, Rosa Monsalve (la primera por la izquierda) y Neus Bartrán (11).
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Temporada 2006/07 Foto de familia del Clube Baloncesto Mario Puentes Baiona
En el centro, el alcalde Jesús Vázquez Almuiña. A su izquier-da, Susana Puentes (de “Mario Puentes”) y Ezequiel Simons (presi-dente de ACEBA). A su derecha, Manuel Zúñiga (de “Mario Puen-tes”) y José Miguel Vázquez (Concejal de Deportes). Alrededor de los patrocinadores, un ciento largo de jugadores, además de los en-trenadores del club.
El C.B. Baiona nace en la temporada 1999/ 2000, fruto de la
iniciativa de un grupo de jóvenes jugadores locales y de los técni-
cos, que por entonces, entrenaban en las escuelas municipales.
Hace su debut con un equipo sénior masculino, que participa en la
Liga Local de la Delegación Viguesa.
Poco a poco se va ampliando el número de equipos, prime-
ro el cadete masculino, más adelante el junior, y ya en el 2002, el
C.B. Baiona aumenta su participación con las categorías de Ben-
jamín Mixto, Alevín Mixto, Infantil Masculino y Senior Femeni-
no.
Del avance espectacular que se ha producido en el club du-
rante estos años, dan testimonio los doce equipos federados que
han intervenido en las competiciones de la Delegación Viguesa y
de la Federación Gallega en la última temporada 2007/08. Cerca
de ciento cincuenta jugadores federados, a los que hay que añadir
a más de cincuenta alumnos de las Escuelas Municipales, dan un
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total de doscientos chicos y chicas, a los que atiende, entrena y
controla el C.B. Baiona. El Concello, desde 1999, sigue confian-
do al club la enseñanza del baloncesto en los colegios.
C. B. Baiona Alevín B. Temporada 2006/07
De pie: Juan Raposeiras (entrenador), María Ortega, Rita Quintela, Gabriela Legaspi, Andrea Pérez y María Suárez Agachadas: Rosalía Baqueiro, Uxía Álvarez, Paula Balboa, María Pereira y María Rodríguez.
En la temporada pasada, 2006/07, el Alevín Femenino ha
sido el más destacado de todos los equipos del Clube Baloncesto
Baiona. Se proclama Campeón Gallego de su categoría, gana el
“II Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, y algunas
de sus jugadoras son llamadas a la Selección de Vigo y de Galicia.
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Clube Baloncesto Baiona Alevín Femenino Campeón Gallego 2006/07 Santiago de Compostela De pie: Alicia Santos, Paula Patiño, Mercedes González-Concheiro, Beatriz Álvarez, Marta Canella, Paloma Rodríguez y Manuel Bouzas (entrenador) De rodillas: Elena Pazo, Laura Pereira, Nuria Palamidessi, Lara de Villalobos y Cristina Álvarez.
En esa misma temporada, 2006/07, comienza a sobresalir
el equipo cadete masculino. Dirigido por Seve Castiñeiras, con
Pampi Conde como ayudante, forman un grupo prometedor que
ya ha comenzado a dar satisfacciones a la afición baionesa.
Su jugador Yago Estévez es llamado para formar parte de
la Selección de Vigo de su categoría.
La confirmación de la calidad de estos muchachos que-
dará patente en la temporada siguiente, en la que conseguirán
grandes logros.
61
Temporada 2006/07 Clube Baloncesto Baiona Anfaco Cadete.
De izquierda a derecha: Pablo Varela, Pablo Rodríguez, Dani, Alber-to Goce, Álvaro Vázquez, Keltoi Conde, Fabián Estévez, Rodri Alon-so, Yago Estévez, Jesús Pilarte, Germán y Esteban Costas. Al fondo: Pampi Conde (ayudante) y Seve Castiñeiras (entrenador).
Este mismo equipo, con escasas variaciones, remata la
temporada 2007/08 de forma sensacional, abjudicándose la Copa
de Galicia, después de ganar la Liga Local y la Copa Vigo, y de
permanecer imbatido a lo largo de todo el año.
62
Componen el equipo campeón: Pablo de Villalobos, Pablo
Varela, Adrián Hernández, Ismael Rodríguez, Rubén Castrillón,
Rodrigo Alonso, Brais Alonso, Sergio Chamorro, Fabián Estévez,
Alberto Goce, Pablo Rodríguez y Damián Gesteira.
Siguen al frente Seve Castiñeiras como entrenador, y
Pampi Conde como ayudante.
Manuel Bouzas, uno de sus fundadores, es el presidente
desde entonces, alma mater del club, y cabeza responsable de sus
múltiples actividades. Al frente de un esforzado grupo de dirigen-
tes y entrenadores, ha hecho realidad algo verdaderamente impen-
sable años atrás. Gracias a él y a sus colaboradores, el baloncesto
en la villa de Baiona se ha consolidado con fuerza, y presenta un
futuro prometedor. Los títulos empiezan a llegar… ¡y los que
están en camino!
Entre la enorme actividad del C.B. Baiona hay que desta-
car el “Campus de Verano”, que viene organizando con mucho
éxito desde 2003, y siempre con una gran asistencia de chicos.
63
Y mención especial para el ya prestigioso “Torneo Inter-
nacional de Mini-Basket Caixanova”, que reúne en la villa a vein-
ticuatro equipos y a cerca de trescientos niños y niñas, en una
competición tan intensa como entrañable.
Clube Baloncesto Baiona Alevín 2007/08 De pie: Carla da Cunha (entrenadora), Nuria, María Suárez, María Ortega, Paula Balboa, Gabriela Legaspi, Rita Quintela, Laura y Rufino Leyenda (ayudante). Agachadas: María Pereira, Sara Costas, Uxía Álvarez, María Rodríguez y Marta.
Los elegidos en 2006/07 para las Selecciones de Vigo y de Galicia: Yago Estévez, Lara de Villalobos, Beatriz Álvarez y Marta Canella.
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Recepción en el Concello de Baiona a las jugadoras del Clube Ba-loncesto Baiona Categoría Alevín -campeonas gallegas 2006/07- y Categoría Cadete -campeonas de la Copa Vigo 2007-. El alcalde Jesús Vázquez Almuiña, acompañado de sus concejales, Manuel Vilar, José Miguel Vázquez y Alfonso Mandado, felicitaron a las deportistas y a sus entrenadores, Manuel Bouzas y David Martínez, animándoles a continuar en el camino del éxito.
65
IV. “EL PROFESIONAL”
Nota del Autor.- Este capítulo extra, presentado en formato dis-
tinto, y relatado por separado del resto de los acontecimientos su-
cedidos en mi epopeya baloncestística, está esponsorizado por su
protagonista, y debido a sus exigencias, hubo de ser contado en
páginas exclusivas.
Es una historia del pasado siglo, pero no por ello resulta
antigua, ni obsoleta, ni imposible de repetir... aunque su prota-
gonista insista en que esas hazañas sólo las puede realizar él.
“¡Soy un profesional!”, nos decía a todos cuando él mismo exal-
taba sus valores baloncestísticos.
Un par de años antes de finalizar el siglo XX, ocurrió
algo nunca visto en mí largo caminar por las sendas del balon-
cesto. Yo, que aseveraba haberlo visto todo en mi amado depor-
te, que ya no podía esperar ninguna novedad en mi recorrido,
que resultaba imposible encontrar algo distinto… me tropecé de
nuevo con lo insólito, lo inesperado, lo increíble… “LO INCON-
MENSURABLE”, proclamaba orgulloso su protagonista.
Escenario, el Pabellón del Carmen, en Las Traviesas.
Partido de ida, Copa de Vigo Categoría Sénior Masculina, Ro-
daballo-Ureca.
Ese día, el mítico jugador de mi equipo, afamado triplis-
ta y anotador nato, con menos de 1,70 de estatura, y más de cien
kilos de músculo, realizó lo nunca visto:
¡ANOTAR DOS PUNTOS EN EL PARTIDO, SIN JUGAR NI
UN SÓLO SEGUNDO!
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La curiosa e increíble historia pronto trascendió a los
medios, sobre todo, al considerar la relevancia que conllevaba el
hecho de que el Rodaballo -el equipo más antiguo del lugar-, y
el “glamouroso” triplista, fuesen participantes en ella como per-
sonajes principales. El jugador, inmensamente feliz con estas
extravagancias deportivas, todavía fortaleció más el pecho bajo
que tenía.
“¿Cómo es posible meter dos puntos en un partido sin ju-
gar ni un sólo segundo?” Lleno de orgullo, respondía a las in-
crédulas preguntas: “Es un secreto profesional. Eso sólo lo hace
Alvarellos”
La noticia voló de boca en boca por todos los lugares de
la región. En la capital, ya se encargó él mismo de informar a
los madrileños, acompañándose de la correspondiente nota de
prensa, “EL ESPECIALISTA”, le llamaban en titulares. La
misteriosa hazaña quedó ahí durante años, y que yo sepa a cien-
cia cierta, nadie resolvió con claridad cómo pudo suceder seme-
jante hecho... Pero si alguien lo ha descubierto, y quiere repetir
la hazaña... es cómo lo del “famoso huevo de Colón”... ahora
cualquiera podría hacerlo... pero Alvarellos fue el primero y el
descubridor de la gran jugada. Guillermo Alvarellos, el único,
“EL PROFESIONAL”.
La Editorial Albatros anuncia para finales de año la publicación
del libro “La Cocina de Alvarellos”, del famoso cocinero aficio-
nado vigués, Guillermo Alvarellos. Su próxima salida al público
está causando una enorme expectación entre sus muchos “feligre-
ses”. Éxito asegurado. Felicitaciones anticipadas al querido autor. (Publicidad Bovento)
67
Temporada 2001/02 Guillermo Alvarellos alzando el trofeo de Subcampeón Provincial conseguido por el Club Rodaballo.
68
Club Rodaballo de Baloncesto Subcampeón Liga Local Sénior 2001/02 De pie: Guillermo Alvarellos, Ángel Lizarralde, Alberto Gómez, Ricar-do, Xero y Rey Lama (entrenador) Agachados: Javichu, Manuel Soto, Fernando, Rubén Rey, Javi Díaz, Alexandre Lizarralde y Sinso.
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V. El Club Rodaballo.
A estas alturas de tertulia, después de mencionar al Club
Rodaballo en tantas ocasiones, aún no cumplimos con la cortesía
obligada de presentarlo... al menos, para quien no lo conoce.
Hay cosas que nacen sin demasiada rigurosidad -por ejem-
plo, esta historia informal que escribo-, y como mi memoria del
baloncesto se ha hecho tan copiosa, ha almacenado tantas secuen-
cias, tiene grabadas tantas frases, impresas tantas fotos... ya hace
bastante tiempo que mis páginas cerebrales se encuentran satu-
radas por completo, con lo que ahora, al verme obligado a anotar
en los márgenes, se me ha desvirtuado el orden cronológico.
Tras la sentida desaparición del histórico Club Estudiantes,
de “muerte súbita” como ya contamos, nace inmediatamente su
hijo no reconocido, el Club Rodaballo de Baloncesto, que precisa-
mente por no serlo, ni pudo recibir en herencia su glorioso nom-
bre. Ya mencioné con anterioridad, que ex-jugadores, con ex-
traordinario arraigo en la leyenda estudiantil, trataron de mantener
el fuego sagrado de su querido club, y crearon un equipo modesto
de categoría provincial. Se pretendía hacer algo de baloncesto,
conservar vivo el prestigioso nombre, y permanecer en la historia,
a la espera, tal vez, de otros tiempos más favorables. Cuando qui-
sieron retomar el desaparecido nombre para el nuevo proyecto, las
normas federativas se lo prohibieron con contundencia. El nombre
estaba requisado federativamente por el Real Club Celta desde el
año 1967.
70
Así que, en la temporada 1969-70, surge el Club Rodaba-
llo de Baloncesto, desheredado por la legalidad, y privado de la
historia de sus antepasados. Pero han sido los fundadores, con su
valioso bagaje y su presencia en la competición, quienes refresca-
ron la memoria perdida. El Estudiantes había sido protagonista
importante del baloncesto vigués durante dos brillantes décadas, y
también decisivo para el futuro -llámese Celta Femenino- que es-
taba por llegar.
A día de hoy, año 2008, el Club Rodaballo continúa lu-
ciendo por las canchas, con mucho orgullo y señorío, su condición
de equipo más antiguo del basket masculino vigués.
Su primer, y único presidente hasta hace poco, no podía
ser otro que Carlos Cerdeira. De la misma manera que el banquillo
de entrenador tenía que estar ocupado en su debut por Julio Cas-
tro. Y en su plantilla inicial, no faltaban los Benito Lorenzo, Seve-
ro Iglesias, Rafa Tapias, Isidro Gallego, Ángel Román, Emilio
Abelenda... y allegados del Estudiantes, unidos al nuevo equipo,
como Costa Fraga, Luis Noya, Fábregas... Todos ellos, reencon-
trados de nuevo en la cancha para vestir la que sería gloriosa ca-
miseta rojiblanca, listado vertical, que sigue caracterizando al
club.
Su andadura se inició a la par que el Campeonato Provin-
cial Senior Masculino de la era moderna -en la prehistoria existió
otro donde jugaban el Juventus, el Español, el Consti, el Mezquita,
el Areosa, el América, el Independiente...-, y claro está, con aque-
lla plantilla de lujo, el Rodaballo se proclamó campeón durante
bastantes temporadas.
Yo empecé en el Rodaballo cuatro o cinco años después de
su fundación. Mientras tanto, había estado entrenando a los equi-
pos masculino y femenino del Real Club Celta.
Nuestra cancha era la Pista Roja, llamada así por el color
de su piso granulado -tennisquick-, y por entonces, descubierta.
En ella, exhibíamos bajo la lluvia las viejas artes en el baloncesto
acuático. Doy fe de que con el agua arreciando -antes llovía bas-
tante más que ahora-, algo de viento, charcos por doquier y balón
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mojado, no hubo nunca quien nos ganara. Y es que además, hay
que reconocerlo, jugábamos con ventaja, ya que los nuevos juga-
dores empezaban a “enviciarse” con los campos cubiertos.
Después, en los partidos a domicilio, viajábamos a Tuy -
cancha de tierra, llena de altibajos, aros imposibles para los lanza-
mientos alejados más de tres metros, y situada en un lateral del
campo de futbol-; a Porriño -pista exterior de cemento de la Socie-
dad Recreativa y Cultural-; a Salceda -en medio de un bosque de
eucaliptos, y helado en invierno- , a Caldas de Reyes...
Más adelante, pudimos comprobar con satisfacción, cómo
en estas villas, y en muchas más, se estrenaban unos flamantes pa-
bellones cubiertos que, haciendo memoria de antiguas aspiracio-
nes estudiantiles, nos llenaban de una sana envidia: “¡Si tuviéra-
mos estos pabellones en nuestros tiempos!... ¡Habríamos conse-
guido la luna...!” La ilusión y el verbo fácil, ¡que no falten nunca!
Con el paso inevitable del tiempo, llegaron el Tarteiras, el
Xuventude, el Efeco, el Ademar Provincial... y también los mu-
chos años de los “rodaballos”... y en esta situación, los títulos em-
pezaron a dispersarse entre unos y otros.
La filosofía del club aconsejaba fichar ex jugadores del Es-
tudiantes, y en su defecto, descendientes. Carlos Cerdeira llegó a
jugar con su hijo Alejandro, y con sus sobrinos, Alberto y Octa-
vio... Benito Lorenzo con su hijo Jorge... Yo con Camilo, mi hijo
mayor...
Pasados unos años, se incorporó Domínguez, Manolo So-
to, Alvarellos, y de forma excepcional, un jugador clásico del
Bosco, Chacabuco. A partir de aquí, la cantera estudiantil quedó
agotada. Los años, y también las lamentables pérdidas de algunos
queridos compañeros, dejaron al Rodaballo en la disyuntiva de
renovarse o morir.
A mediados de los noventa, con el proceso en marcha del
obligado cambio, tuve a mi cargo como entrenador hasta a ocho
sucesores de mis compañeros del Club Estudiantes, contándome
yo mismo entre ellos: Diego, hijo de Eugenia Sánchez -también
ex-jugadora- y Paco Picos; Rubén, hijo de Bangueses; Marcos -
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que aún sigue- hijo de los directivos Elena Sarmiento y Jaime
Gómez; Octavio y Alberto -éste en activo, y actual “alma mater”
del Rodaballo-, sobrinos de Cerdeira; Rafa y Yago Presa, hijos de
nuestro seguidor Chito Presa, y sobrinos de mi compañero de
equipo, Rafa Tapias; y Rubén, el pequeño de mis hijos, que a día
de hoy, todavía sigue jugando.
Y en los albores de este siglo, el Rodaballo volvía a ser
campeón provincial. De los veteranos, tan sólo quedaba yo como
entrenador. También Manolo Soto como jugador, aunque de gene-
ración bastante más joven que la mía. De los menos veteranos,
permanecía Alberto como tercer pívot, continuaba Marcos
Gómez, el base que me retiró, y luego, Ángel -el vasco-, Fernando
-excepcional defensor-, Marcos -el baionés-, Xero -el triplista-,
Javi Díaz -otro triplista-, Sinso -el vértigo-, Javichu -el cerebro-,
Ricardo -el lánguido-... y lamentamos en momento tan glorioso,
que Guillermo Alvarellos, a causa de una lesión, no pudiera apor-
tar su profesionalidad a la consecución del título.
La final, cinco puntos arriba, se la habíamos ganado al
C.B. Mos, dirigido por la ex céltica Susana García, que a los quin-
ce años, conmigo de coach, había debutado en la División de Ho-
nor, y alcanzaba la internacionalidad junior al final de la tem-
porada.
A continuación de esta gran final, disputamos otras dos
consecutivamente. En ambas, el equipo de Panxón nos derrotó con
autoridad, aunque con evidente esfuerzo. Los Quino, Juan Rapo-
seiras, Suso, Maky, Nando... nos arrebataron el título con toda jus-
ticia.
Años después, una incompetente medida federativa, a to-
das luces ilegal -los cambios y descensos deben ser anunciados
con una temporada, al menos, de antelación- nos bajó a Segunda
Categoría sin previo aviso. Por primera vez el Club Rodaballo
descendía... mejor dicho, lo descendían desde la oficina de la Fe-
deración.
A la temporada siguiente, ya estábamos en Primera.
73
Temporada 2000/01 Club Rodaballo de Baloncesto
Campeón Local Sénior
De pie: Fran (hijo de Alberto), Rey Lama (entrenador), Octavio Gó-mez, Ricardo, Xero, Manolo Soto, Alberto Gómez, Ángel Lizarralde y Javi Díaz. De rodillas: Sinso, Marcos Gómez, Marcos “Baiona”, Fernando, Javi-chu y Alexandre (hijo de Ángel).
Pero alcanzado este punto de la presentación, percibo que
aún no expliqué, ni levemente, el porqué del nombre de nuestro
equipo.
Como las circunstancias no lo permitieron en su día, y Es-
tudiantes no pudo ser, pensaron sus fundadores que, al menos su
“himno oficial”, podría dar nombre al nuevo club. De hecho, el
rodaballo ya figuraba en el escudo de la entidad estudiantil.
En la década de los sesenta aquella canción se dejó de
cantar en el vestuario. Pero era costumbre arraigada en el Estu-
diantes, que después de algunas comidas señaladas, en los festejos
de victorias importantes, en los actos conmemorativos del club, en
las cenas fin de temporada... se cantase como remate de la reunión
la canción de “O Rodaballo”.
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“Fachusco”, delegado del equipo y maestro de ceremonias,
pedía silencio tintineando su cubierto en un vaso, ordenaba poner-
se en pie a todo el mundo, copa en mano, y con el mayor respeto y
solemnidad, arrancaba la interpretación de “O Rodaballo”.
“Nunha lancha de Marín
feita de pau de carballo.
Nunha lancha de Marín
feita de pau de carballo,
catro rapaces da Puebla,
¡ui! ¡ai! ¡ai!,
¡ui! ¡ai! ¡ai!,
roubaron un rodaballo.
Catro rapaces da Puebla
roubaron un rodaballo…
… … …
... Forono vender á lonxa
e con moito disimulo.
Forono vender á lonxa
e con moito disimulo.
¿E quén lle lo foi mercare?
¡ui! ¡ai! ¡ai!,
¡ui! ¡ai! „ai!,
o fillo do Cachirulo.
¿E quén lle lo foi mercare?
o fillo do Cachirulo.”
E aquí se acaba a historia
de este peixe desgraciado,
que por non haber aceite,
¡ui! ¡ai! ¡ai!,
¡ui! ¡ai! ¡ai!,
hubo que comelo asado...
que por non haber aceite
hubo que comelo asado...
75
Fervorosos aplausos al final, y un emocionante:
¡ESTUDIANTES!...
¡BIEN!
¡ESTUDIANTES!...
¡BIEN!
¡ESTUDIANTES!...
¡BIEN, COÑO, BIEN!
Aclarado lo de nuestro nombre, lo de un rodaballo
en nuestro escudo, lo del rojo y blanco en nuestros colores... sólo
me resta decir que el escudo lo ideó y lo realizó, Severo Iglesias.
El Club Rodaballo de Baloncesto Posando delante del olivo de la ciudad, para un reportaje en el su-plemento deportivo “Campeones” de “Faro de Vigo”. Año 2001.
De pie: Guillermo Alvarellos, Javichu, Xero, Alberto Gómez, Javi Díaz y Manuel Soto.
Sentados: Sinso, Marcos Gómez, Rey Lama (entrenador), Ángel Lizarralde y Ricardo.
76
Los jóvenes, y los menos jóvenes, ya no cantan en los via-
jes deportivos. Ponen la película, o se incrustan los auriculares en
las orejas... y tira millas... Ellos se lo pierden, pero si quieren ima-
ginarse lo del “Rodaballo”, no tienen más que compararlo con “A
Rianxeira” del Celta en el Balaídos de hace años, o con el himno
del Real Madrid en el Bernabéu, o el del Barça en el Nou Camp...
o el “Arroz con chícharos...” de la cancha del OAR ferrolano en
sus años de ACB.
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VI. ... Y esto sigue... sin parar...
Ya insinuamos algo sobre las canchas “peligrosas” de
nuestro baloncesto: algunas, prehistóricas; otras, sólo históricas;
bastantes, se normalizaron con el tiempo; muchas aún existen co-
mo tales... y ¡sabe Dios las que pueden estar por llegar!... porque
estoy seguro de que las hay de reciente estreno.
A esas canchas que llamo “peligrosas”, de ningún modo se
les puede separar del entorno en que funcionaban... o que aún fun-
cionan. No cabe duda de que si un equipo cambia de campo, y si-
gue resultando “peligroso” su nuevo recinto, será más a causa de
su usuario que a las canastas difíciles, al tamaño reducido de la
cancha, a un piso resbaladizo, a su helado clima invernal, a la
fuerte intimidación sobre los árbitros... En ocasiones puntuales,
hubo de todo esto en abundancia...
Si se le pregunta a un jugador súper-veterano, o a un vete-
rano... y hasta no sé con certeza, si a uno actual, sobre campos
“peligrosos”... casi todos hablarán del famoso Barco de Valdeo-
rras.
¡Pero vayamos por partes! Yo respeto la opinión de todo el
mundo, pero en mi caso, he de confesar que siempre quedé muy
satisfecho de mis múltiples visitas deportivas a El Barco de Val-
deorras -por ser tiempos franquistas, nombre castellanizado-. Ten-
go que reconocer, que a esta sensación agradable debe contribuir
el hecho de que el Estudiantes nunca saliera derrotado de aquel
campo.
Mi primer viaje de jugador con el equipo estudiantil fue
precisamente al Barco de Valdeorras. No lo puedo olvidar, porque
allí me hice hombre -baloncestísticamente hablando-, y ya quedé
bautizado como jugador experto para toda la vida. En aquella épo-
ca, década de los sesenta, para coger tablas había que jugar en El
78
Barco -al igual que en la Bazán... y en el Gimnasio Universitario
de Santiago... y en el campo del Couto... y en Villagarcía, en Lu-
go...-, y yo tuve la suerte de hacerlo ya en mi primer partido como
visitante.
Se hablaba de los aros, del piso, del tamaño del campo,
del clima helado, de la intimidación arbitral... En El Barco no fal-
taba de nada, aclarando de antemano, por si a alguien le pasó des-
apercibido, que se trataba de una cancha al aire libre.
El tiro al tablero en sus canastas se hacía a veces imposi-
ble, porque la madera estaba mojada con la escarcha de la mañana
y deslizaba el balón en el lanzamiento, incluso debajo del aro, que
parecería sencillo.
En cambio, en la pista, si no había helada, no se resbalaba
en absoluto: era de cemento picado. Ahora bien, cuidado con caer-
te al suelo... o que “te cayeran” -en su casa, eran rivales “aguerri-
dos”-, porque te levantarías “castigado”.
En ocasiones, cuando el calendario de competición te lle-
vaba a El Barco en pleno invierno, había que jugar con temperatu-
ras bajo cero. Muchos jugadores lo hacían con guantes.
Por otro lado, el equipo local contaba con el aliento fiel y
entregado de sus seguidores, y tan cercano, que no era extraño que
en un contraataque sujetaran de la camiseta al jugador contrario...
o chocaran con su pierna... o no te dejaran sacar de banda -por en-
tonces no tenía el árbitro que tocar el balón.
Tampoco es necesario imaginarse los piropos que le rega-
laban al árbitro -sólo uno-, y claro está, sus “equivocaciones pro-
vocadas” se repetían con más o menos cadencia, dependiendo de
los “corajes” del colegiado, que, por lo general, no hallaba moti-
vos para mostrarlos.
Después de estos alicientes tan motivadores, la emoción
estaba servida, sobre todo, cuando te estabas jugando la Liga.
Pues con todo ello, el Estudiantes siempre ganaba en El Barco. ¿Y
cómo? Con “arrojo”, que de esa virtud parece que estaba bien do-
tado.
En una ocasión, Romero Bello se desplazó desde Madrid-
donde estudiaba- para jugar el difícil partido de El Barco de Val-
deorras. Su llegada estaba prevista para las once y media. El en-
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cuentro empezaba a las doce, pero el tren se retrasó más de una
hora. Aún así, tuvo tiempo de llegar al campo, vestirse, y jugar el
segundo tiempo casi completo.
¿Qué pasó para que se alargara tanto el partido? Pues sim-
plemente, que la mesa de anotadores, por supuesto local, acos-
tumbraba a finalizar los partidos cuando fuese conveniente para el
C.B. Barco, antes o después -no había reloj electrónico-, depen-
diendo del resultado. El nuestro, lo alargaron porque iban per-
diendo, hasta que percibieron que cuanto más duraba el encuentro,
mayor era la ventaja que tomaba el Estudiantes. El partido acabó
cerca de las dos y media.
En El Barco sentían cierto afecto y admiración por el Es-
tudiantes; incluso un año, nos invitaron a un amistoso con motivo
de las Fiestas Patronales. Ganamos con autoridad el trofeo en jue-
go, pero al acabar el partido, no sé bien que había sucedido, que
no nos llevaron detenidos a Camilo Nogueira y a mí de puro mi-
lagro.
Parece que por alterar el orden, es decir, ganarles. Creo
que nos salvó el alcalde en última instancia, porque el municipal
ya estaba sujetándonos del brazo para llevarnos a comisaría. Si
hubiese ocurrido unos años más tarde -en su inicio político en Ci-
troën-, dirían, en el caso concreto de Nogueira, que por motivos de
Estado.
Treinta años después, mi hijo Rubén jugó con el Colegio
Apóstol Santiago en O Barco de Valdeorras -fallecido el General,
se regularizaron los nombres gallegos- una eliminatoria de una
competición regional. Ya no era al aire libre, había un flamante
Pabellón de Deportes, pero la “peligrosidad” de la cancha seguía
con la misma vigencia que cuando jugaba su padre.
Categoría juvenil. En el partido de ida, jugado en Vigo, el
Apóstol había ganado con claridad por 18 puntos.
“Nos pitaron campo atrás en un impecable contraataque.
El árbitro pidió disculpas por el error, pero el balón fue para O
Barco. Las protestas fueron inútiles.”
La eliminatoria, por supuesto, se quedó en O Barco de
Valdeorras sin más paliativos que los expuestos.
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Me imagino a Mani, el entrenador del Colegio Apóstol,
arbitrando, al cabo de unos días, un partido de entrenamiento de
su equipo: corte de balón, contraataque rápido... ¡PITIDOS ES-
TRIDENTES!... “CAMPO ATRÁS”, diría todo serio y compungi-
do... y también pediría disculpas... Mani siempre ha tenido mucho
sentido del humor.
Temporada 1991/92
Colegio Apóstol Santiago Juvenil De pie: Mani (entrenador), Fernando López Mera, “Scooby”, Rubén Velado, Rubén Marín y Alberto Loureiro. De rodillas: Diego Picos, Rafa García Muruais, Pedro Pablo Alonso, Rubén Rey y Sinso.
Como no podía ser menos, la fuerte rivalidad Vigo-A Co-
ruña existente en todos los ámbitos de la realidad gallega, se refle-
jaba en el baloncesto femenino.
El Estudiantes -R.C. Celta después- y la Tabacalera -antes
Medina de La Coruña- mantenían un formidable duelo deportivo,
que algunas veces se vio ensombrecido por las “marrullerías” que
las coruñesas empleaban.
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Pero así como en A Coruña, no sé con qué artes, ya tienen
un imponente Multiusos circular, varios Auditorios, un Palacio de
Congresos, un Palacio de la Ópera, un Riazor reformado, un
Acuarium, un espectacular Ayuntamiento... en Vigo, mientras tan-
to, seguimos suplicando desde 1969 -lo puedo documentar-, por
nuestro primer Palacio de Congresos, sobrevivimos con un Balaí-
dos casi ruinoso, contamos con el Ayuntamiento más feo de todo
el país... y ya no sigo... Es decir, que los coruñeses van por delan-
te… y mucho...
En el baloncesto femenino también partieron con ventaja,
pero una vez alcanzadas, las arrasamos sin piedad, y desde nuestra
primera victoria en su temible feudo, ya no levantaron cabeza
nunca más. Hasta desaparecieron.
Las coruñesas llegaron a la élite nacional mucho antes que
las nuestras -les pegaba el snobismo del deporte femenino de en-
tonces-, y a finales de los sesenta ya habían sido Campeonas de
España con el Medina de La Coruña. Tenían un equipo for-
midable, en el que destacaban las tres hermanas Gómez de Frutos.
Su entrenador, Fernández Trigo, era el alma mater del club, y
además, como comentarista deportivo de profesión, conseguía to-
do el apoyo de la prensa coruñesa, alguna de ella con bastante re-
percusión regional. (Pasados unos años, sería gerente del Real
Madrid durante una larga etapa.)
Muchas derrotas hubo de sufrir el Club Estudiantes hasta
conseguir ganarles por primera vez. Fue en A Estrada, en un amis-
toso de menor importancia.
Más tarde, ya como R.C. Celta, se le empezó a ganar en
Vigo, primero con dificultad, luego con autoridad, y hasta en cam-
po neutral, en dos Copas de España, en Alcoy y Ávila, con la me-
dalla de bronce en juego.
Pero en A Coruña no se logró el triunfo hasta la temporada
1975/76, en un partido heroico, de esos que no se olvidan. La vic-
toria llegó tras una década de pelea encarnizada.
Jugaban en la Fábrica de Tabacos, en una pequeña nave
habilitada como cancha de juego, con piso de baldosa, reducidas
medidas, paredes pegadas a las líneas laterales, y con unas gradas
minúsculas en ambos fondos. El público también se ubicaba en
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una balconada situada en un lateral del campo. La Tabacalera era
un feudo casi inexpugnable, de los “peligrosos” que yo llamo, en
el que el arbitraje local les consentía además un baloncesto que
rozaba la violencia.
Y cuando la victoria local peligraba no sé de qué artificio
se valían para provocar la condensación del agua, y convertir la
baldosa del piso en una auténtica pista de patinaje.
- Eso pasaba en las pistas de Balaídos hace años, cuando
hacía mucha humedad. Rezumaba del suelo, y no se podía jugar.
- Exactamente, amigo. Ni más ni menos, pero en A Coruña
parece que lo provocaban, y de aquella, no había más remedio
que jugar el partido. Las suspensiones de los encuentros no se
hacían por estas “menudencias”.
- Pero el campo era igual para los dos equipos.
- Pues no, querido amigo. Las coruñesas salían calzadas
con zapatillas de esparto -habían descubierto el sistema-, habi-
tuadas y entrenadas en aquellas condiciones, y no sufrían ni un
sólo resbalón en todo el partido.
Las visitantes ya empezaban a caerse en la rueda de calen-
tamiento, y desde el comienzo del encuentro, se verían obligadas a
jugar andando. En nuestro caso concreto, nos anulaban el contra-
ataque, el arma ofensiva más importante del equipo.
El Celta -yo era su entrenador- se jugaba en aquel partido
el título de Liga. Pedimos árbitro neutral -“no local”, aclaran en el
Colegio de Árbitros muy ofendidos- para prevenir la posible “en-
cerrona”. Pero por primera vez nos encontramos con la desagrada-
ble sorpresa de la citada pista resbaladiza -otros equipos nos lo
habían advertido-. Hasta ese día, parece que no consideraron ne-
cesario emplearlo con el Celta.
Al poco del comienzo, le dieron tal empujón a Carmen
Fraile que fue deslizándose, de espaldas por el suelo, desde el me-
dio campo hasta las sillas situadas detrás de la canasta.
Ante mi airada protesta, y el gesto de Fernández Trigo de
que no había pasado nada, se me acercó el árbitro y me susurró al
oído: “Tranquilo. Usted no se preocupe. Esto es cosa mía.” Fir-
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mó un arbitraje fenomenal, abortando la habitual presión que
ejercía el equipo rival.
A pesar de hacerse imposible el contraataque, lo demás vi-
no rodado. Buena defensa, excelente control, y aunque con bajo
tanteo, ganamos en Tabacos por primera vez. Ahí empezó la deca-
dencia del equipo coruñés, que al cabo de unos años desaparecía.
Al árbitro, no sé su nombre, lo vimos meses después arbi-
trando en División de Honor, en un Estudiantes de Madrid - Jo-
ventut de Badalona, disputado en el famoso pabellón “Antonio
Magariños”, así llamado en homenaje al fundador del club madri-
leño en 1948
- Luis, todo esto de la pista de patinaje, la “barrida”de
los árbitros, la “leña” que daban, la mini-cancha... te los has in-
ventado.
- Todo inventado, menos lo del Ayuntamiento de Vigo.
- Es el más feo de España con creces. Si encuentras uno
tan sólo igual de horroroso, me avisas. Hasta sería un alivio.
Vigo, 1975. Partido Celta-Tabacalera. La afición fiel y el banquillo celeste: Elena Sarmiento (Delegada), Virginia Barros, Susana García, Anun, Aurora y Vázquez (“fisio”). Sentada Carmen Fraile En la primera fila de la grada:
Pepote -“La Hoja del Lunes”-, “Enceste” -“Faro de Vigo”-, “Madelca” -“El
Pueblo Gallego”- el Sr. Nistal y el Sr. Patiño -directivos del club-.
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Pabellón de las Traviesas, 1975 Liga Nacional de 1ª División, R.C. Celta-Tabacalera de La Coruña. Picuca Martínez culminando un contraataque. Detrás Nani y Merche Gómez de Frutos (internacional). El entrenador coruñés, Fernández Trigo, aparece por la parte izquierda, sentado en el extremo de su banquillo.
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A lo largo de mi trayectoria baloncestística siempre he te-
nido una gran vocación por enseñar. Mi experiencia como juga-
dor, y los conocimientos adquiridos con el bosquista Manolo Mar-
tínez, con mi eterno entrenador Julio Castro, y los apuntes en vivo
de muchos, como Díaz Miguel, Añúa, Rivera, Monsalve... y aho-
ra, en 2008, de Moncho López, me han valido y me valen para se-
guir trasmitiendo baloncesto a chicas y chicos.
Haciendo balance de casi medio siglo, me siento satisfecho
de haber enseñado -al menos, un poco- a tantos alumnos como
tuve. Ellos saben que lo intenté cada día con el máximo empeño, y
confío plenamente en sus buenas sensaciones cuando la memoria
los traslade a nuestro baloncesto compartido.
Pero si en algo he puesto una especial dedicación, ha sido
en fomentar en mis alumnos el amor al basket y al deporte, sin
confundirlo con cualquier objetivo máximo, que tantas veces, por
no alcanzarlo, ocasiona la decepción y el abandono. El triunfo,
perfecto... pero en la vida también existen otras escalas.
La pasión por el baloncesto se puede sentir desde lo más
alto: desde el éxito, desde la aspiración máxima, desde el primer
equipo, desde una selección... Pero también desde la modestia más
absoluta, como he tenido la formidable ocasión de experimentar
recientemente.
Temporada 2007-08, el C.B. Baiona me ofrece la opor-
tunidad de entrenar a uno de sus equipos, el Sénior Femenino.
Después de un molesto 0-7, cero victorias y siete derrotas, con la
depresión en el cuerpo durante unos meses, y a punto de quedar de
último en el campeonato, me hago la correspondiente reflexión:
ante esta situación desagradable y sin precedentes en mi historial,
me declaro, en cambio, totalmente orgulloso y feliz con el rendi-
miento de mi equipo, y con el comportamiento exquisito de mis
pocas jugadoras ante las dificultades de todo tipo que soportamos.
Es fácil asistir a la victoria permanente, o alternarla con partidos
perdidos de vez en cuando. Pero para llevar a cuestas una derrota
tras otra, durante meses, después de poner todos los medios a
nuestro alcance para evitarlo, y haciendo sufrir al contrario en ca-
da ocasión, hay que contar con un grupo excepcional de deportis-
tas, capaces de “llevarlo” con la dignidad y el carácter con que lo
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han hecho estas jugadoras del C.B. Baiona... incluso algo olvida-
das en su propio club.
Al final, ganamos el partido decisivo y evitamos la última
plaza de la liga... ¡y tan felices! Desde ese día no hemos vuelto a
perder, pero esas jugadoras que ahora ganan, han sabido estar en
la derrota, y aguantar, y entrenar, y luchar...y sobreponerse. Son la
raza de jugadores que venero, los del tesón, los de la entrega, los
del corazón abierto... A veces pienso que éstos valen mucho más
la pena que las figuras... aunque he tenido bastantes figuras que
han valido la pena... Puestos a tener que elegir entre ambas condi-
ciones por separado, me quedo con el corazón y desdeño el es-
trellato.
Club Baloncesto Baiona Sénior. Temporada 2007/08 De pie: Alberto Alonso (ayudante), Susana, María Docampo, Marta Gilabert, Patricia Fernández “Pit” y Rey Lama (entrenador). Agachadas: Belén Alfaya, Eva Salas, Micaela Sinde “Miky” y Ana Ruth Cerdeira.
Les doy mil gracias a María, Pit, Bea, Marta, Miky, Be-
lén... a las “invitadas” Esther, Eva, Ana Ruth... que nos han ayu-
dado mucho... A mi edad -bastante avanzada, pero de moda gra-
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cias a Aíto García Reneses y a Luis Aragonés- me han dado una
lección inesperada de cómo hay que enfrentarse a la derrota: con
ejemplar pundonor, con destacada elegancia, con responsable
amor a los colores, con el valorado honor en juego... Nunca lo ha-
bía vivido hasta ahora... y me sentí feliz ante un reto tan deli-
cado...
Y así, una vez más, el baloncesto me regalaba nuevas y
reconfortantes vivencias.
Temporada 2007/08. Partido de entrenamiento entre las Seniors y Juniors del Clube Baloncesto Baiona. Luchan en el rebote María (7) y Eire, y permanecen atentas, Belén, Esther, Marta (16), Olalla (9) y al fondo, “Pit”.
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Si algo me fascina en mi trabajo de entrenador, es encon-
trarme de repente con los hijos de compañeros de equipo, o de
amigos de juventud, o de jugadores míos, que también los hay... y
desde hace bien poco, hasta con nietos.
El poder revertir mis conocimientos a los hijos de aquellos
que me acompañaron en el aprendizaje, en la andadura deportiva,
en la refriega diaria del entrenamiento intenso... me produce siem-
pre una emoción contenida, un hervor en la sangre, un éxtasis...
una sensación que asumo con deleite y urgencia... y que me lleva,
sin darme cuenta, a darle vida al pasado... y como de rebote, veo a
su padre correr con el balón, y encestar, y sonreír...
Hace unos días, en Baiona, donde resido en la actualidad,
cubriendo la ausencia del titular, me encuentro entre los alevines
que debía entrenar a María y a Jorge, nietos de Carlos Cerdeira e
hijos de Ana Ruth -a la que entrené en alguna ocasión, y aún en-
treno-. Y vuelve a suceder. La veo correr... y veo al abuelo ences-
tando la última canasta en aquella eliminatoria de Copa... Y busco
a Jorge, que ya lo perdí en los ejercicios... y recuerdo al revoltoso
de su abuelo haciendo las mil y una...
Y en el mismo grupo aparece Raquel, de nueve años, dul-
ce, seria, concentrada, muy femenina... que se escapa de los niños
con habilidad, botando el balón con elegancia, y encestando con
primoroso estilo... y recuerdo a su padre, Miguel González, ex-
jugador de los Salesianos, del Skol, del Celta, del Aguas Cabrei-
roá de Verín -el alumno preferido de mi amigo Larry-... el mejor
estilista que ha dado nuestro baloncesto... y lo veo de nuevo dibu-
jando sus muchas canastas con verdadero arte...
Antes tuve en el Rodaballo a Marcos Gómez, a Diego Pi-
cos, a Rubén Bangueses, a Rafa y Yago Presa; después en el Mer-
cantil, a Techy Rial, Rosa Prieto, Rita Tourón y las hermanas Pre-
sa, hijas de mis amigos Andrés, Fernando, Manolo y Chito, res-
pectivamente; más tarde en el Celta Juvenil, a Edita, hija de un ex-
compañero del futbol, Carlos Pereira.
Y ahora veo jugar por el Pabellón de Baiona a Hugo, a Pa-
blo, a Lara, a Daniel, a Marta, a María, a Alberto, a Keltoi, a
Brais, a Marta y Helena Mandado, a Cris... y siento un hormigui-
llo por dentro, pensando que alguna vez podría entrenar a estos hi-
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jos de mis jugadoras “invitadas”, de jugador rival en la cancha, de
entrenador colega, de amigos...
Temporada 1989/90. Miguel González (4) con su compañero Felix Muñoz (15) en su época en el C.B. Porriño.
Ayer mismo, 27 de junio de 2008, me informaron de que
David Castiñeiras y yo, vamos a compartir grupo de trabajo en el
“Campus” del C.B. Baiona. Hasta ahora, he entrenado en repeti-
das ocasiones a hijos de compañeros de equipo, o de ex-alumnos,
o de amigos... Pero nunca impartí enseñanzas de baloncesto acom-
pañado en la tarea con el nieto de unos amigos, hijo de una amiga
-a la que vi crecer- y de un entrenador, compañero de Club. ¡Qué
suerte!
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FOTO DE FAMILIA
“LOS VILLALOBOS”
Desde su llegada en 2001, “LOS VILLALOBOS” han tenido una destacada presencia en el C.B. Baiona. EL HIJO MAYOR, Pablo de Villalobos Herrero, forma parte del equi-po cadete de Baiona. En 2007/08, se proclamaron Campeones de la Copa Galicia, después de permanecer imbatidos toda la temporada. Lo entrené en el grupo que me asignaron en el “Campus” del C.B. Baiona-2008. EL PADRE, Javier de Villalobos Brassart, desempeño las funciones de entrenador de infantiles en el año de su llegada a Baiona. Ganó la Copa Vigo.
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LA HIJA, Lara de Villalobos Herrero, ha sido Campeona de Galicia con el equipo Alevín de Baiona en la temporada 2006/07, y lleva dos años en la Selección de Vigo de Infantiles. La entrené en el grupo que me asignaron en el “Campus” del C.B. Baiona-08 LA MADRE, Esther Herrero Larrumbide, entrenó a los Benjamines, y jugó una temporada con el Sénior del C.B. Baiona. Desde 2007, con-migo de entrenador, entrena y juega partidos amistosos –con eviden-te clase- en dicho equipo. EL HIJO PEQUEÑO, Daniel de Villalobos Herrero, alterna el equipo Alevín con el Infantil, y ya es una firme promesa del baloncesto de Baiona. Lleva dos temporadas en la Selección de Vigo de alevines. Lo entrené ocasionalmente alguna vez.
Y EL HERMANO, CUÑADO Y TÍO, Quique de Villalobos, ex-jugador del Caja Madrid, Real Madrid, TAU de Vitoria, C.B. Murcia... e inter-nacional en repetidas ocasiones. Aparece en la foto con Marta Ca-nella recogiendo un trofeo en el II Torneo de Mini-Basket Caixanova que organiza con gran éxito el C.B. Baiona. Año 2007.
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FOTO DE FAMILIA “LOS CERDEIRA”
El YERNO, Ángel Núñez Torrón, el primero por la izquierda. Ex-árbitro de 1ª División -del grupo de las excepciones-. Nos arbitró mu-chas veces a su futuro suegro y a mí; a él no le pitaba personales... cuando estaba en el banquillo. De no retirarse, hubiera llegado a ACB. EL HIJO MAYOR, Alejandro Cerdeira Cuiñas, en el centro. Compa-ñero de juego de su padre y mío en el Club Rodaballo. También lo dirigí como entrenador. LA HIJA MAYOR, Ana Ruth Cerdeira Cuiñas, en el centro por la de-recha, ex jugadora del Real Club Celta y Círculo Mercantil: La entrené ocasionalmente en el Mercantil, y ahora, en el 2008, en el Club Ba-loncesto Baiona. EL NIETO, Jorge Suarez Cerdeira, abajo por la izquierda. Jugador benjamín del C.B. Baiona. Lo entrené en alguna sustitución este mismo año 2008. La gran esperanza familiar de que cambie el basket fuerza de sus antecesores por un estilo técnico más depurado.
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LA NIETA, María Suarez Cerdeira, abajo por el centro. Jugadora in-
fantil del Club Baloncesto Baiona. La entrené en alguna sustitución en el 2008. Corriendo por el campo es la viva estampa de su abuelo y de su madre. Estaríamos satisfechos con que llegase a ser la mitad de buena que han sido ambos EL PADRE, El SUEGRO y EL ABUELO, Carlos Cerdeira Cobas, a la derecha por arriba. Jugador del Juventus, del Club Estudiantes. del Alcalá de Madrid, del Club Rodaballo, e internacional militar. Fuimos compañeros de equipo durante muchas temporadas. Antes de su reti-rada, a los 60 años, lo dirigí en el Rodaballo.
Cuando se entere Maria Rita Cuiñas, LA MADRE, LA SUE-GRA Y LA ABUELA, que no la han incluido en la Foto de Familia, se enfurecerá... ¡y con razón! Ella fue también jugadora del SEU y del Club Estudiantes, y merecedora por lo tanto de aparecer en el grupo. Además, es la única de la familia a la que no he entrenado, y aunque sólo sea por eso, digna de mención. Y EL PADRE, EL SUEGRO, EL ABUELO y EL BISABUELO, Hum-berto Cuiñas Aymerich (d.e.p.), también podría estar incluido en la foto. Desde su puesto en el Banco de Bilbao, fue un colaborador im-portante en la prestigiosa Fiesta del Deporte que por los años sesenta y setenta organizaba la Asociación de la Prensa de Vigo, presidida por Gonzalo Rey Alar. El baloncesto había sido premiado en numero-sas ocasiones
Ana Ruth, jugadora del Celta Citroën, 1978.
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En 2002 me proponen dirigir a un combinado de ex juga-
doras del Real Club Celta, para enfrentarse a una Selección Espa-
ñola de ex internacionales, como preámbulo al partido oficial que
España y Alemania disputarían en Vigo el 20 de noviembre.
Aunque tuve mis dudas al principio, tal vez por lo inespe-
rado, una vez asimilada la propuesta, debo reconocer que me ilu-
sioné tanto como lo hacía en mis años jóvenes ante una situación
semejante. Ya sé que prevaleció mi edad para la elección, el más
viejo de los posibles, por delante de mis méritos técnicos, pero
desde ese instante me entregué a la tarea con la misma pasión de
hacía treinta años con el Real Club Celta europeo, mi techo depor-
tivo.
Al retomar el parquet del Pabellón de As Travesas, no ne-
cesité imponer el ritmo de trabajo a mis jugadoras. Durante un
mes, aquel plantel, capitaneado por Ángeles Liboreiro y Pepa Cal-
vet, me exigió entrenar con dureza para doblegar en su día a la
Selección Nacional que dirigía María Planas. Eran tantas sus an-
sias, que hube de frenarlas con mano izquierda para evitar posi-
bles lesiones... y aún así, más de una se resintió.
As Travesas, 2002. Selección de Veteranas del R.C. Celta. De pie: Marisol Paíno, Kelly García, Carmen Patiño, Picuca Martínez, Mari-sol Polo, Dori Barciela y Rey Lama (entrenador) Agachadas: Susana García, Virginia Barros, Noa Villamor, Belisa Gonzá-lez, Pepa Calvet y Ángeles Liboreiro.
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De nuevo entrenaba a Virginia Barros, a Picuca Martínez,
a Ángeles Liboreiro, a Carmen Patiño, a Dori Barciela, a Susana
García... y conocía en la propia cancha a Pepa Calvet, a Kelly
García, a Marisol Paíno, a Belisa González, a Noa Villamor y a
Marisol Polo... ¡Una experiencia fantástica!
El día señalado estaban más nerviosas que en una final del
Celta contra el Evax-Picadero de los años setenta. Es que además,
no podían defraudar a los viejos seguidores de entonces, que a
buen seguro, querrían volver a verlas... y si fuese posible, ganando
como antaño… Y además -valga la redundancia-, enfrentándose a
antiguas rivales, como Rosa Castillo, Concha Luque, Boni Geur,
Cecilia García, Mónica Mesa, Tete Ruiz, Loli Sánchez... y las ex-
célticas Carmen Fraile y Rocío Jiménez... Y además, derrotar a
María Planas, al frente en aquel partido de la Selección de ex in-
ternacionales, y hace años ex seleccionadora nacional, y también
rival de banquillo durante tantas temporadas…
En la arenga preliminar de vestuario, les hablé del fervor y
el entusiasmo de los hinchas de entonces, y que hoy volverían a
animarlas como treinta años atrás. Las tranquilicé; el público las
aclamó una a una en su salida al campo, y la Selección del Celta
se anotó el triunfo con autoridad por 34-25, y si el partido no lo
hiciesen tan corto debido a un fallo organizativo -25 minutos más
o menos-, hubiéramos ganado por una diferencia bastante más
abultada.
Esa tarde, en medio de mis jugadoras, al lado de mi dele-
gada Elena Sarmiento, con el aliento de nuestra fiel afición, y en-
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frentándome a tan emblemáticas rivales, me sentí como con treinta
años. Tenía otros tantos, pero desde aquel día, dicen que se me ve
más joven.
Segura de Luna, presidente de la Federación Española de Balonces-to durante muchos años -estuvo en dos etapas-, fallecido en los pri-meros días de septiembre del 2008. En la foto, entrega un recuerdo del partido entre veteranas a Picuca Martínez. Desde estas páginas, nuestro homenaje cariñoso al recordado presi-dente, que tantas horas de su vida dedicó al baloncesto.
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El otro día me contaba Xose Leyenda una curiosa anécdota
que le había pasado hace algunos años. Siendo juvenil, lo llama-
ron a él y a David, otro compañero, para jugar con el equipo se-
nior un encuentro del provincial, pues al parecer se encontraba fal-
to de gente. Llegaron a Balaídos ilusionados, aunque también ner-
viosos y algo asustados por el cambio de categoría. Efectivamen-
te, a escasos minutos del comienzo sólo contaban con cuatro juga-
dores, incluídos ellos dos, y ya pensaban que no podrían disputar
el encuentro. Además del partido perdido, con la correspondiente
sanción, le darían el plantón al equipo contrario, circunstancia
muy desagradable y mal vista en cualquier competición.
Cuando ya daban la situación como irremediable, aparece
corriendo por la puerta el quinto hombre, “el canario”, eufórico, y
animando a gritos a los compañeros por el camino hacia el ban-
quillo: “¡Vamos equipo, vamos!”, repetía con fuerza.
Empieza el partido, y en cada parón, “el canario” se lanza-
ba sediento a por la botella. Así continuó durante todo el encuen-
tro, ante las risas de algunos espectadores, y la desesperación de
sus compañeros y del árbitro, que no sabía cómo reaccionar en
aquella tesitura... La botella era de JB.
Juan Raposeira, compañero actual en el C.B. Baiona, me
contaba hace poco que cuando era más joven, había tenido un en-
trenador que ponía semáforos en la cancha. Me quedé mirando pa-
ra él con gesto perplejo... Yo no había oído en toda mi vida seme-
jante cosa... Por eso, que mi sentencia del comienzo, “... que lo
había visto todo...”, no podía ser otra cosa más que una mamarra-
chada absoluta. El baloncesto seguía siendo una fuente inagotable
de sorpresas. En mis 56 años de actividad no me había enterado
aún de que se podían poner semáforos en la pista. “¿Semáforos,
Juan?”. “¡Sí, sí! Entendiste bien. Yo tenía un semáforo en rojo,
no podía tirar a cesto... En verde lo tenían otros compañeros...”
Si lo hubiese sabido, le habría puesto un semáforo en rojo
en mitad de la cancha a todos mis equipos rivales... ”¡Qué pena
no enterarme antes!”
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Hace un par de años, llamaron a la puerta de la oficina del
C.B. Baiona. Manuel Bouzas, el presidente, contestó: “Adelante”.
Se presenta un muchachote de raza negra, con buen aspecto, son-
riente, y le dice que quiere jugar al baloncesto. Manuel se apresta
a registrar sus datos en el ordenador.
Mayo, 2008. Jordan con sus compañeros del C.B. Baiona Junior en el calentamiento previo a la final de la Copa Galicia celebrada en Carballo (A Coruña) A su izquierda Favi, y a su derecha, Germán, Jesús y Keltoi.
- ¿Nombre?
- Jordan...
- Sí, sí, muy bien... y yo, Magic Jhonson -le interrumpe
- el presidente.
- ... Jordan Matos Reyes.
… Y yo, que cuando lo veía en la cancha con el JORDAN
en la camiseta, siempre pensé que era un apodo de sus compañe-
ros… ¡¡y ese es su verdadero nombre!!
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Mi sobrino Miguel era un auténtico “crack” del mini-
basket... pero aquella mañana de sábado me falló estrepitosamen-
te.
En el Colegio de la Enseñanza se batía su equipo, el Sale-
sianos, contra el Compañía de María. Al principio, el partido mar-
chaba igualado, después un poco a favor del Compañía, y al co-
mienzo del último cuarto, el Salesianos perdía por 18 puntos. Una
diferencia que parecía insalvable, considerando además, que ya
habían expulsado por personales a sus mejores jugadores, y tan
sólo quedaba Miguel de entre los titulares... Por añadidura, sus
compañeros de cuarto apenas sabían sacar de banda.
Hizo un último cuarto épico, prodigioso, de esos para con-
servar en el recuerdo toda la vida -yo al menos lo tengo muy claro
en mi memoria... y no digamos sus padres-. Se echó el equipo a
sus espaldas, animó, defendió, cogió rebotes, recuperó balones, y
anotó l7 puntos, casi todos en rápidos contraataques. Acabaron
ganando 33-34.
Pero me falló en algo puntual. La jugada la tengo en la ca-
beza con claridad… ¡Qué pena!
Miguel coge un rebote debajo del aro, y sale raudo al con-
traataque salvando la presión de cuanto enemigo se le pone por
delante. Atraviesa el medio campo, se acerca a la canasta, se dis-
pone a dar los dos pasos de rigor… y ¡de pronto!... se para, y tira
furioso el balón contra la pared del fondo… Había perdido la bota
de su pie izquierdo, mejor dicho, se la quitaron de un pisotón en el
forcejeo, y se quedó atrás en su campo, bajo el aro. Se fue a bus-
carla enfurecido, y con ello, perdí la ocasión de contemplar a un
jugador metiendo descalzo una canasta de aro a aro.
“Oportunidad perdida. ¿Llegaré a verlo algún día? Segu-
ro que no…”
100
Temporada 2007/08 Miguel Rey Mallén, jugador infantil del Club Vigo.
101
Hace unos años jugaba en el Rodaballo un muchachote
vasco, Joseba, que haciendo honor a los de su tierra, era gran afi-
cionado al buen comer y mejor beber. Aquel sábado había recibi-
do la visita de su familia, comieron juntos en un conocido res-
taurante, lo celebraron a satisfacción, y a las seis, teníamos partido
en Redondela.
Como era su costumbre, llegó un poco justo de tiempo, y
se fue a mudar apresurado al vestuario, situado en el fondo del
Pabellón del Instituto donde jugábamos.
El campo tenía una red protectora por detrás de las porte-
rías de balonmano, algo habitual en muchos pabellones. Suelen
estar ancladas en el suelo, pero en este caso, colgaban simplemen-
te hasta abajo sin ninguna sujeción.
“El vasco” se mudó con rapidez, salió apurado del vestua-
rio, y al toparse con la red, en lugar de bordearla, pretendió atra-
vesarla por el centro. No se sabe bien si la comida le había dejado
algo de neblina en la visión, o fue un vulgar despiste. El caso es
que “el vasco”, al intentar separarla, lo único que consiguió fue
que la red lo rodeara, se enganchara a ella con la bolsa que llevaba
en la mano, y por más aspavientos que hacía para liberarse, cada
vez estaba más enredado, y nunca mejor dicho. La situación se
agravaba por momentos, y las maldiciones de Joseba, que empe-
zaron a multiplicarse y a subir de tono, alertaron a los jugadores
contrarios y a los “rodaballos”, que hubieron de prestarle asisten-
cia urgente para sacarlo del enredo. Faltó poco para llamar a los
Bomberos y a Protección Civil.
Salvada la peligrosa situación, el partido se detuvo. No se
podía continuar a causa de las incontenibles risas de todos los pre-
sentes. Al cabo de un buen rato se reinició, y aún así, entre canasta
y canasta, a más de uno le volvía el ataque de risa, sobre todo, al
ver a Joseba en el banquillo, o sólo con oírle en alguno de sus co-
mentarios. Ya no digamos cuando hubo cambio, y entró en el
campo de juego... “Como te muevas demasiado, te llevo a la red
de nuevo...”, le decía su marcador provocando todavía más risas...
En este inusual estado anímico, el tanteo resultó más bien
bajo. El contagio de las carcajadas anuló la precisión de los lan-
zamientos. No sería una mala táctica para emplear por sorpresa en
102
algún partido decisivo... un CD con chistes de “Martes y Trece”...
las empanadillas de Engracia...
Y es que Joseba, “el vasco”, había quedado más engan-
chado en la red que un vulgar peixe-sapo.
Club Rodaballo. Subcampeón Liga Local 2002/03.
Es muy habitual en los aficionados hacer comparaciones
entre el deporte femenino y masculino. Pero esto sólo ocurre
cuando la parte femenina goza de un nivel extraordinario, ya que
se da por hecho que el hombre es muy superior a la mujer en el
campo deportivo por cuestiones físicas, y de ahí, su separación en
las competiciones.
En la temporada 1973-74, el Real Club Celta Femenino al-
canzó el subcampeonato de Liga, empatado a puntos con el cam-
peón, el C.D. Mataró. Se firmó una brillante campaña. La hincha-
da, cada vez más numerosa, vibró con el equipo. Vigo contó con
sus primeras internacionales, y se respiraba en la ciudad un clima
de inmenso entusiasmo con las célticas. Estaban de moda...
Entrando en las comparaciones de rigor que mencionaba,
me decían algunos hinchas apasionados que el Celta Femenino le
ganaría a cualquier equipo masculino de la ciudad. Yo les respon-
día que no, que sería imposible, pero los aficionados se lo toma-
ban como una falsa modestia por mi parte.
En ese momento, un mes después de finalizada la Liga Na-
cional de 1ª División, se celebraba en Vigo el Campeonato de Eu-
ropa Junior Femenino. La selección, entrenada por Solá, coach del
Mataró, llegó varias semanas antes a la ciudad para prepararse
103
concienzudamente. Teníamos dos célticas en el equipo español,
Ángeles Liboreiro y Susana García.
España realizó un magnífico papel, y se clasificó a mitad
de tabla entre las doce selecciones participantes. En aquel momen-
to, éramos de los países de cola en el baloncesto femenino euro-
peo, y por lo tanto, se consideró como resultado excelente. Éxito
total, y destacada actuación de las célticas.
Pues bien, una semana después de la llegada a Vigo de la
selección, el entrenador nacional, José María Solá, me dice: “Luis,
reúne un equipo masculino para jugar un partido de entrenamien-
to. El próximo jueves, a las siete.”
Aclaro, para quién no lo sepa, que los equipos y deportis-
tas femeninos de alto nivel se ven obligados, a menudo, a entrenar
con los masculinos, ya que en la propia zona no suelen existir ri-
vales que den la talla necesaria. Con el Celta, también lo hacía-
mos.
Cuando llegamos al Pabellón el día del partido, los directi-
vos del Celta, algunos aficionados, gente que seguía los entrena-
mientos de la selección... nos miraron con la sonrisa en la boca, y
nos comentaron con ironía: “¿Vais a jugar contra las chavalas?
¡Os van a meter una “pana”...!” En esto aparece Solá, y me acla-
ra: “Luis, vamos a jugar cuatro tiempos de quince minutos.” Al
oírlo, los aficionados le dicen al seleccionador: “¿Cuatro tiem-
pos? Éstos no pasan del tercero.” Yo me reía por dentro, sabía de
sobra lo que había. “Bueno, eso ya se verá”, respondí amenazan-
te. Más recochineo ante mi respuesta.
Nuestro equipo lo formábamos los entrenadores del club,
Vicente Rodríguez, Paco Martínez y yo -retirados los tres del ba-
loncesto activo-, Antonio Nieto, marido de la jugadora céltica Ma-
ribel Lorenzo, un jugador del Ademar, Armando, y tres o cuatro
amigos de poca relevancia en el baloncesto local.
Silenciamos de inmediato el choteo inicial de los presen-
tes, y ganamos por amplia diferencia, más o menos 85-45. Yo es-
peraba algo parecido, pero aún guardaba ciertas dudas debido a
nuestra nula preparación, y a la excelente puesta a punto de las
chicas.
104
En los días siguientes, el seleccionador y toda su camarilla
de seguidores justificaron la derrota comentando que había sido el
primer partido que jugaban juntas, que aún no se compenetraban
bien, que no conocían los sistemas... “Luis, mañana repetimos el
partido. A la misma hora.”, me emplaza Solá el miércoles anterior
al segundo partido.
Les ganamos por más diferencia todavía, como 95-50. An-
tes de finalizar el tercer tiempo, me dice el seleccionador, com-
pungido: “Al acabar este tiempo, lo dejamos.” Como ya faltaban
pocos minutos, hicimos el cambio de los tres del banco por tres
del campo, y a éstos, los mandamos a duchar. Termina el tiempo y
el partido... y en estas se acerca Solá, más animado, y me dice:
“Luis, con este equipo que tenéis ahora, jugamos el cuarto tiem-
po.” “¡Ah! Muy bien.”, respondí. Se habían ido al vestuario los
jugadores altos, y en el campo sólo quedábamos los bajos.
Les metimos más “chosca” que en todos los tiempos ante-
riores, algo así como un parcial de 30-10.
No nos volvieron a llamar, pero después, seguramente gra-
cias a nosotros, rindieron a un gran nivel en el torneo.
En definitiva, que en el deporte, aunque sea sólo por la di-
ferencia física, un hombre es un hombre. Pero de vez en cuando
hay que ponerlo en claro.
Susana García, en el centro, con la Selección Nacional. A su izquierda, Marisol Paíno y Neus Bartrán. A su derecha, Conchita Jiménez y Ánge-les Liboreiro.
105
En la fotografía que inspira estas líneas -página siguiente-
se puede ver el legendario Campo de Granada en un partido Estu-
diantes-Álvarez de máxima rivalidad local. Década de los sesenta.
La aparición repentina en el baloncesto vigués del Club
Manuel Álvarez desestabilizó por completo la situación. La impo-
nente fuerza de la empresa de Cabral -cerrada por quiebra hace
años-, dotó a su flamante equipo de unas posibilidades económi-
cas contra las que no podían luchar de ninguna forma las modestas
arcas del C.D. Bosco y del Club Estudiantes, que bastante hacían
con subsistir.
Por primera vez en nuestra ciudad, se empezaría a pagar a
los jugadores, y como los tres patacos que les ofrecían en aquel
comienzo eran mucho comparados con nada, el Álvarez se llevó
de ambos clubs a la mayoría de los que pretendió. De entrada, ya
empezaba por ganarse todas las antipatías de los clubes rivales,
incluidas, por supuesto, las de sus respectivas aficiones.
Además de los jugadores locales “robados” -ese era el sen-
tir- a golpe de talonario, el Álvarez conseguiría traer a dos formi-
dables promesas procedentes del Club Estudiantes de Madrid, Pe-
dro Montilla y Chiky Fuentes. Fueron los dos primeros jugadores
foráneos llegados a Vigo para jugar al basket.
Formada la revolución en Vigo con el nacimiento de un
tercero en discordia, que debutaba con “malos modales”, se rom-
pía la armonía del baloncesto puro que hasta ese momento exis-
tía en la ciudad. Los ideales, el orgullo de defender unos colores,
la sana lucha deportiva, el honor del club, el esfuerzo a partir de
los propios medios, el fervor de sus aficiones, el trabajo sin pausa
con la cantera... eran valores y sentimientos que, tristemente, se
empezarían a diluir...
En la foto, se puede comprobar el formidable aspecto que
rodeaba estos partidos de rivalidad. La madura afición estudiantil
se encontraba ahora en el otro frente con la reciente hinchada del
Álvarez, salida de los más de mil trabajadores de la empresa. Las
citas de aquellos eventos solían ser a las doce de la mañana del
domingo, en horario estelar.
En la cancha se aprecia la presencia de jugadores impor-
tantes de la época. El Club Estudiantes jugaba con camiseta blan-
106
ca y pantalón rojo -los colores de Vigo-; con equipaje enteramente
azul, el Club Manuel Álvarez.
En la secuencia del juego, se ve con el balón, tratando de
finalizar un contraataque, al madrileño Montilla, al que estoy mar-
cando yo -Rey Lama para la afición-; a la derecha, Jorge Domín-
guez e Isidro Gallego -“robado” a nuestro equipo-; más atrás a la
izquierda, Romero Bello y José Luis -“robado” al Bosco-; al fon-
do por la izquierda, Gustavo –ex Ademar- y Rafa Tapias; y al fon-
do por la derecha, Mimoun -marroquí procedente del Estudiantes
de Madrid-, y Severo Iglesias. El árbitro único, el Sr. Ramos.
Las aficiones, situadas a pie de campo y alrededor. Como
se puede observar, los espectadores de primera fila, cómodamente
sentados en el banco que rodeaba la pista. Las sábanas de las que
hablé en páginas anteriores, aparecen por detrás del público, invi-
tando al personal a pasar por taquilla.
¿El resultado? Ni lo sé. En partidos de aquel calibre podía
ganar cualquiera de los dos. El que sí ganaba, seguro, era el ba-
loncesto.
107
El escenario, la escena, la imagen de todos sus personajes
concentrados en el juego, las ilusiones que trasmite la foto, la
emoción contenida de la gente... me producen, desde la larga dis-
tancia de cuarenta años, un profundo respeto. Me siento orgulloso
y afortunado de haberlo vivido como protagonista.
Los Maristas, años sesenta. José Carlos Freijeiro recogiendo un rebote en un Ademar-Bosco en lucha con Carlos Pomar.
José Carlos Freijeiro, un par de años después, sería el im-
pulsor principal, junto a José Luis Rodríguez, del Club Manuel
Álvarez. Había jugado en el Areosa, Estudiantes y Bosco, y en ese
papel de co-fundador, jugador y entrenador, Freijeiro acabó acapa-
rando las antipatías del baloncesto vigués. El carácter desestabili-
zador del nuevo equipo, fichándole jugadores a todos los clubs de
la ciudad con las primeras ofertas dinerarias, motivó ese sentir ge-
neralizado.
108
Joaquín García Picher resultó ser el hombre más de-
terminante en el devenir de la historia estudiantil. Fundador, juga-
dor destacado, entrenador, cerebro del Club Estudiantes de Balon-
cesto dentro y fuera de la cancha, técnico accidental del equipo
masculino y femenino en ausencia de los titulares, dirigente co-
rajudo y decidido...
Lo fue todo en el Club Estudiantes, aunque sus períodos de
dedicación nunca fueran demasiado largos por causas diversas.
Sus estudios, sus relevantes puestos en las empresas donde traba-
jó, su profesorado en la Escuela de Comercio... y más tarde, la
Alcaldía de la ciudad, le impidieron estar a pie de pista en tantas
ocasiones como a buen seguro le hubiese gustado... Pero en la
sombra, nunca dejó de vigilar, de dirigir con su sabio consejo, la
marcha del Club Estudiantes, y más tarde, después del cambio, la
del Real Club Celta de Baloncesto.
En su etapa como directivo céltico -de fútbol-, había con-
seguido con su influencia la conversión del Club Estudiantes de
Baloncesto en Real Club Celta, y de esta manera, bajo la protec-
ción económica celeste, se logró superar las penurias permanentes
que asolaban a los estudiantiles. La resolución a estos problemas,
al parecer, agradó a la directiva estudiantil, incapaz de resolver un
futuro cada vez más exigente.
Y es que, con el equipo femenino en División de Honor
viajando por toda España, y el masculino en Segunda Nacional
por una cuarta parte del país y con aspiraciones al ascenso, la si-
tuación se hacía insostenible, a pesar del absoluto amateurismo de
sus componentes.
La aventura del cambio propiciada por García Picher, no
resultó positiva a corto plazo en lo que se refiere al equipo mascu-
lino. Cinco temporadas más tarde, desaparecería. El club no quiso
-ni pudo- entrar en el juego de pagar altas fichas a jugadores.
El Real Club Celta Femenino, en cambio, entró con firme-
za en una dinámica de éxitos, que ya lo colocaría en primer plano
del baloncesto nacional hasta hoy en día, 2008.
A sus clasificaciones destacadas en Liga y Copa, se suma-
ban los debuts internacionales de muchas de sus jugadoras: María
109
del Carmen Martínez, Maribel Lorenzo, Carmen Fraile, Ángeles
Liboreiro, Susana García...
Joaquín García Picher, alcalde de Vigo en esa época, con-
tinuó como vigilante permanente de las féminas célticas, ayudan-
do cuanto pudo, y dando siempre su ánimo entusiasta y su consejo
valioso a dirigentes, técnicos y jugadoras.
Las fotografías que vemos en páginas sucesivas, año 1974,
corresponden a una recepción en el antiguo Ayuntamiento de Vi-
go de la Plaza de la Constitución. Como Alcalde de la ciudad,
ofrecía un vino español a los equipos del Basket Düsseldorf y del
Real Club Celta, con motivo de la eliminatoria de la Recopa de
Europa “Liliana Ronchetti”, que se celebraba en nuestra ciudad.
Siempre atento y cariñoso con las célticas, las recibía en-
cantado cuando lo aconsejaba el rigor del protocolo… o si no,
buscándose algún pretexto para ello.
110
Ayuntamiento de Vigo, 1974. Vino español servido en la recepción ofrecida por el alcalde. Jugadoras alemanas, su entrenador, Picuca y el directivo céltico, Ismael Pérez Izaguirre.
El alcalde Joaquín García Picher, conversando con Rey Lama.
111
¡Vaya documento histórico! La excelente foto que vemos a
continuación, resume el baloncesto de la década de los cincuenta.
Yo, por entonces, tendría unos doce años, más o menos, y era se-
guidor del Bosco, de los que iban por todo Vigo detrás de su equi-
po, jugara dónde jugara.
Escenario, el mítico Campo de Taboada Leal del Club De-
portivo Bosco. El decorado, a punto para la puesta en escena: sus
canastas artesanales de madera, su piso de tierra bien cuidado, la
valla blanca limitando el terreno de juego, las casas de fondo, que
aún hoy existen, sus vecinos dispuestos para presenciar el partido
desde ventanas y balcones, una bandera de España colgada de un
árbol para resaltar el evento, la fiel afición conversando en grupos
a la espera del comienzo... y entre ella, mi hermano Gonzalo y yo.
¿El equipo? Un lujazo de la época. Buena presencia, ele-
gante chándal -color marino-, botines de lona negra -marca Eya-,
nombre y números bordados en blanco, dos balones de cuero -co-
sidos a mano-... y posado perfecto de sus componentes para las cá-
maras fotográficas... Se nota que allí había muchas tablas.
¿Por qué un lujazo?... ¿Por su indumentaria?... También,
pues hay que aceptar que la foto del C.D. Bosco de los años cin-
112
cuenta podría ser publicada hoy en día en la prensa como la de
cualquier equipo actual. Su discreta clase salta a la vista, a pesar
del medio siglo que ha pasado, hasta incluso con mucha mejor
imagen que la que ofrecen bastantes equipos de hoy en día... ¡Y
no exagero!
Lo del lujazo lo decía por sus jugadores. En el grupo están
los mejores, las máximas figuras del baloncesto vigués de los años
cincuenta, los divinos... No creo que falte ninguno... Tomaban el
relevo a la generación de los cuarenta, la de los Cardeñoso, La-
mas, Lopo, Ferrón, Valentín, Mallén, “Salvito”... los divos de en-
tonces.
Por eso pienso que el C.D. Bosco de la foto, año 1951, de-
be estar reforzado por jugadores del Club Estudiantes, y tal vez,
por alguno del Club Areosa –ex alumnos maristas-.
De píe: Cándido Gil, “Pichicho” Giráldez -fundador y ju-
gador del Club Estudiantes-, Boliche -mi ídolo bosquista en la ni-
ñez-, Mito, Álvarez y Benito Lorenzo -del Club Estudiantes.
Agachados: Julio Castro -jugador y futuro entrenador del
Estudiantes-, Alonso -también del Estudiantes-, Cabaleiro, Rolán -
mi otro icono del Bosco-, y Barros.
Después de posar para la foto, partido de emoción, brillan-
tez, entrega… y con esta plantilla, seguro que victoria. Se iba a
jugar...
Poca variación se ve en la Selección de Vigo de la ins-
tantánea siguiente. Era un año más tarde, l952, y el mismo escena-
rio, el campo de Taboada Leal. Hay ausencias y novedades en el
grupo, pero igual que en el seleccionado anterior, están presentes
las estrellas de la época. Los recuerdo a todos con claridad, aun-
que a unos más que a otros, porque “Pichicho” Giráldez y los
hermanos Castro, por mencionar a algunos, se ausentaron pronto
de nuestra ciudad.
113
Agosto de 1952. Selección de Vigo.
De pie: Mito Martínez, Boliche, Pepín Castro, “Pichicho” Giráldez y Rolán. Agachados: García Pîcher, Julio Castro, Totó Castro y Chércoles.
En la página siguiente observamos una bonita escena de un
clásico Bosco-Estudiantes disputado en el Campo de Taboada
Leal. En la lucha por el rebote, los estudiantiles Ángel Román (4)
y Carlos Cerdeira -camiseta blanca- se pelean con fuerza por el
balón con el bosquista Álvarez (8). Por un lateral asoma la figura
atenta del Sr. Cancelas, el controvertido árbitro vigués, que parece
controlar la situación.
Estamos a finales de los años cincuenta, y las vallas que
rodean al campo ya no son tan rudimentarias como las que apare-
cen en las imágenes anteriores. Sobre los estéticos barrotes de
madera blanca se ven los primeros anuncios publicitarios.
El campo, como en todos los derbys, registra un lleno
completo. En esa mañana de domingo -por entonces el momento
estelar de los partidos- lucía un sol esplendoroso, circunstancia
que no siempre se daba.
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VII. La Recopa “Liliana Ronchetti”
Después del ascenso meteórico del Club Estudiantes Fe-
menino a 1ª División, y su consolidación en esta categoría, mis
deberes como jugador me obligaron -muy a mi pesar- a dejar el
banquillo de las chicas. Concluí esta primera etapa a mediados de
la temporada 1965-66, y retomé el equipo, ya con el nombre del
Real Club Celta, a mitad de la Liga 1972-73. De la plantilla del
ascenso continuaban María del Carmen Veiga, Maribel Lorenzo,
Picuca Martínez y Amparo Dios.
Ahora, el reto no era otro que salir de la mediocridad, y as-
cender a los primeros puestos de la máxima categoría nacional.
Pronto se conseguiría, de hecho, al primer intento. Finalizamos
terceros esa temporada, y subcampeones a la siguiente, 73-74. A
partir de ese despunte de calidad, el Real Club Celta quedó en-
cuadrado -hasta hoy- entre los mejores equipos femeninos del
país, ganando títulos de Liga y Copa, Campeonatos Juniors, y
aportando a la Selección Nacional un gran número de jugadoras.
En 1971, Mª del Carmen Martínez sería la primera interna-
cional viguesa de una Selección Nacional, que al mando efímero
de Lluis -legendario base del Joventut y Real Madrid-, daba los
primeros pasos en su incipiente andadura internacional.
Afianzado el equipo en la Liga, el sueño europeo empezó a
rondar en mi cabeza con insistencia. En aquel tiempo, mi mente
calenturienta de entrenador ambicioso no cesaba de plantearse
nuevos objetivos.
En este mismo instante, al recordarlo, me digo pesaroso:
“Luis, se nota que vas a menos. Ahora, en 2008, sólo aspiras a
tener cinco jugadoras para poder celebrar el encuentro...” Reca-
pacito ante tamaña acusación, y me justifico lleno de argumentos:
116
“Pues es un mérito como otro cualquiera. La calidad hay que
demostrarla en las situaciones más adversas. No todo en el ba-
loncesto es ganar medallas y trofeos, también hay que saber asu-
mir otros “roles” menores, y se puede, de la misma forma que
para grandes objetivos, crear la ilusión de salir de la miseria...”
Al final de la temporada, el subcampeonato nos otorgó el
derecho a participar en la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”,
de reciente creación, junto al Creff de Madrid y a la Tabacalera de
La Coruña, tercero y cuarto respectivamente. Por primera vez, un
equipo gallego, junto al club coruñés, disputaba un torneo euro-
peo.
La eliminatoria inicial se disputaba por proximidad geo-
gráfica, tratando así de evitar gastos a un baloncesto femenino,
que, en esa época, no andaba precisamente muy boyante de recur-
sos económicos. Parece ser que ahora, cerca de cuarenta años des-
pués, 2008, las cosas han cambiado de forma espectacular, aun-
que haya equipos, como el Real Club Celta hace cinco años, que
se vean obligados a renunciar a Europa por su elevado presupues-
to. Pero es que actualmente, también deben asumir el alto costo de
la plantilla, siempre con varias extranjeras en sus filas. En la déca-
da de los setenta, nadie cobraba una sola peseta por jugar, ni la
mayoría de los entrenadores percibían cantidad alguna por su la-
bor, yo al menos nunca lo hice.
En la ronda del debut nos enfrentamos al representante
portugués, el Club Philips de Lisboa. En la siguiente página, la
foto deja para la historia el documento de la primera expedición
céltica a una competición europea.
De píe: Virginia Barros, Elena Sarmiento -delegada-, Ma-
ría del Carmen Veiga, Picuca Martínez, Jaime Gómez -presidente
de la sección-, Antonio Vázquez -presidente del R.C. Celta-, Alvi-
te -directivo del R.C. Celta-, Ismael Pérez Izaguirre -directivo de
la sección-, Agustín García Maldonado -delegado-, y Rey Lama -
el entrenador.
Agachadas: Susana García, Ángeles Liboreiro, Maribel
Lorenzo, Carmen Fraile, Amparo Dios y Aurora.
117
El punto de encuentro para la salida fue el “Basket Bar”,
en la Calle Doctor Cadaval. Como las carreteras no eran lo que
son en la actualidad, el viaje se programó en dos tramos: Vigo-
Oporto, en coche, y Oporto-Lisboa, en avión.
El partido con el Club Philips lo resolvimos desde el pri-
mer momento con total autoridad, sin que hubiera nada reseñable
que destacar. El bautismo europeo -también para las lusas-, había
resultado satisfactorio, y la diferencia sustancial obtenida en Lis-
boa otorgaba absoluta tranquilidad para el encuentro de vuelta.
Después de la confrontación, los portugueses -siguiendo el
ceremonial acostumbrado en estos lances- nos invitaron a cenar en
un típico restaurante de fados. La velada resultó entrañable, y al
son de la melancólica música portuguesa, concluía la histórica,
inolvidable y exitosa jornada del bautizo europeo del Real Club
Celta.
El partido de vuelta, celebrado en el Frontón Municipal
con lleno absoluto, no tuvo demasiada historia. Victoria clara y
superioridad manifiesta de las célticas desde el primer minuto de
juego.
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En una de las fotografías de la contienda, Maribel Lorenzo
disputa un rebote a las portuguesas. En la otra, en un tiempo muer-
to, me dirijo a Susana García, María del Carmen Veiga, Maribel
Lorenzo, Ángeles Liboreiro -de espaldas- y Picuca Martínez.
Detrás, en la mesa de anotadores, un personaje muy querido del
baloncesto vigués de entonces, Jacinto Cruz, amigo y admirador
entrañable de nuestro equipo.
Luego, nos tocaron en suerte las alemanas del Düsseldorf,
B.C., que de acuerdo con nuestra directiva -para ahorrar gastos-,
solicitaron celebrar los dos partidos de la eliminatoria en nuestra
ciudad. Triunfos trabajados del R.C. Celta en ambos encuentros,
con diferencias cortas, y jugados a mitad de semana, el miércoles
y el jueves.
Pabellón de las Traviesas, 1974. R.C. Calta- Düsseldorf B.C. Elimina-toria de la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”. Se puede compro-bar el excelente ambiente que hubo en las gradas del pabellón. En la jugada, Picuca culmina un contraataque, seguida de su com-pañera Ángeles Liboreiro, y de dos alemanas.
120
Real Club Celta y Basket Düsseldorf al finalizar la eliminatoria.
En tercera ronda nos correspondieron las yugoslavas del
Estrella Roja de Belgrado. Resultó una experiencia imborrable,
que puso fin a nuestra primera participación en competición euro-
pea
Partido de ida en Yugoslavia. A la mañana siguiente de
nuestra llegada a Belgrado, solicitamos campo para hacer una
suave sesión de física y tiro. El entrenador contrario nos recogió
en el hotel, y nos llevó a un imponente Centro Deportivo, con va-
rias canchas de entrenamiento -sin gradas-, una formidable piscina
cubierta, y un enorme gimnasio, lleno de máquinas, espalderas,
bicicletas estáticas, aparatos de remo, pesas... Nunca habíamos
visto un gimnasio así.
El entrenador balcánico me explicó que su equipo no salía
de allí en el primer mes de pretemporada, si acaso un par de veces
a la semana para acudir a la piscina. Entrenaban todos los días y
descansaban el domingo.
121
Nos quedamos asombrados. En el año 1974, yo no sabía de
ningún club en España de cualquier deporte de equipo que tuviese
una preparación de ese nivel e intensidad. Es más, en aquel mo-
mento parecía impensable que los deportistas españoles estuviesen
dispuestos a someterse a semejante preparación. Los yugoslavos,
por lo que vimos, ya la hacían... y así les iba.
El Sverna Zerna -Estrella Roja en su idioma- nos ganó con
absoluta claridad, y dejó resuelta la eliminatoria. El partido no tu-
vo historia.
Temporada 1974/75
Presentación de los equipos en el partido de Recopa de Europa en-tre el Real Club Celta y el Estrella Roja de Belgrado. Maribel Lo-renzo, Carmen Fraile, Ángeles Liboreiro, María del Carmen Veiga, Aurora, Anun, Susana García, Virginia Barros, Picuca Martínez y Am-paro Dios.
122
Quienes sí tuvieron historia fueron Antonio Vázquez, el
presidente del Real Club Celta, Jaime Gómez, el delegado de la
sección, y el resto de la comitiva de acompañantes. Mientras en-
trenábamos, quisieron tomar unos vinos de aperitivo, y por más
que buscaron por las calles de Belgrado, no consiguieron encon-
trar un sólo bar. Hasta fueron detrás de un borracho, por ver si los
guiaba... y nada. ¿Dónde se habría emborrachado aquel hombre?
En el partido de vuelta, la mencionada superioridad yugos-
lava ya no fue apabullante, entre otros motivos, por la ausencia de
su mejor anotadora y jugadora estrella. Según los rumores, no le
permitieron viajar con su equipo por temor a que pidiera asilo
político en España. En aquellos tiempos, los deportistas destaca-
dos de los países “tras el telón” eran muy vigilados para evitar la
citada circunstancia.
Resumiendo: después de un encuentro vibrante y disputa-
do, se impuso el Estrella Roja por una corta ventaja, 71-74.
“Cinco inicial” del Estrella Roja de Belgrado y del R.C. Celta. Por las viguesas, Carmen Fraile y Maribel Lorenzo, de pie, y Amparo Dios, Picuca Martínez y Mª del Carmen Veiga, agachadas.
123
El entrenador yugoslavo tuvo una terrible bronca con sus
jugadoras al término del partido. Después de la cena de ritual en
el Hotel Samil, se les invitó al Nova Olimpia, y recuerdo que
al poco de llegar a la Sala de Fiestas, les ordenó retirarse a su
hotel, me temo, que como castigo.
Por cierto, las balcánicas arrasaron con las neveras de sus
habitaciones. Las dejaron completamente vacías, no dejaron ni
una sola botella. Hasta aquí no habría problema, pero el caso es
que la estancia en el hotel del Estrella Roja era a cargo del equipo
vigués, aunque no el consumo de las bebidas de los frigoríficos.
Se fueron sin pagarlas, y el costo, para el Celta, suponía un gasto
adicional demasiado elevado… Parece ser que la Embajada de
Yugoslavia en Madrid se hizo cargo de los “extras”…
También recuerdo la preocupación excesiva de los di-
rectivos del fútbol por nuestras jugadoras en el Nova Olimpia.
“Ya es muy tarde, Luis. Las chicas tienen que irse.”, me achu-
chaban. “El domingo viene el Mataró.”, me recordaba Luis
Fernández Castro y alguno más. “Aún es jueves -les dije-. Tienen
tiempo de sobra para descansar.” Yo sabía que ya lo estaban
haciendo en la Sala de Fiestas, porque la tensión competitiva tam-
bién hay que saber echarla fuera.
El domingo, a las doce, el Real Club Celta vencía por pri-
mera vez, y con claridad, al Ignis-Mataró, vigente Campeón de
Liga y repleto de internacionales. Su entrenador José María Solá
ejercía también como seleccionador nacional, y a partir de este
encuentro, empezaría a convocar a jugadoras célticas para el com-
binado español.
Luis Fernández Castro, directivo del Celta.
124
Pabellón de las Traviesas, temporada 1973/74 Picuca Martínez en el partido de Liga, Celta-Ignis Mataró, finalizan-do una entrada a canasta. A su lado las internacionales catalanas Carmen Famadas (4) y Nuria Rosell (7). Venció el Celta por 52-45.
125
VIII. Los maestros del amor
El baloncesto es como una diosa del amor, que va enamo-
rando insaciable a todo aquel que se cruza en su camino. Niños,
jóvenes, adultos, mayores, ancianos... rubios y morenos, gordos y
flacos, altos y bajos... “¡Perdón! A los muy bajos, salvo contadas
excepciones, no los quiere demasiado”... padres y madres que van
con sus hijos, hermanos, primos, tíos, abuelos... aficionados ani-
mosos, exigentes, alegres, apasionados, “arma-bullas”... enten-
didos, pretensiosos...
Conocí a unos padres que, en los primeros días, leían la
prensa en la grada mientras su hijo se iniciaba en el baloncesto:
“¡Vaya rollo!”, comentaban con sus allegados. Al poco tiempo,
hacían un par de agujeros en el periódico para espiar los progresos
del chaval; más tarde, posaban el diario en el regazo para no per-
derse un detalle... Un día el entrenador les dijo que el niño tenía
condiciones... Hoy van con corneta a los partidos... hasta con pan-
carta en las jornadas estelares... e incluso llegan a aconsejar al
coach en los cambios... ¡Es el misterioso embrujo del basket!
Pero de entre tantos enamorados como seduce, los amantes
preferidos de la “Diosa Canasta” somos los entrenadores. Ella per-
cibe, y por eso nos adora, que al mismo tiempo que la amamos
con pasión en cada instante, iniciamos también a los neófitos en el
arte de entenderla y amarla. Les enseñamos a botar, a pasar, a de-
fender, a atacar, ¡a encestar!... Les inculcamos el arte amatorio del
basket. Somos los maestros del amor.
Nuestras relaciones amorosas con la “Divina Musa” son
tan prolíferas, tan impredecibles, tan irregulares... que se pueden
manifestar de cuantas formas y maneras logre la fantasía imagi-
nar: apasionadas o lánguidas, programadas o espontáneas, tan dul-
ces ahora como violentas más tarde, para reír o para llorar, esplén-
126
didas a veces y nefastas otras, ruidosas o discretas, cariñosas o
agresivas, anónimas en muchas ocasiones y en primera plana en
unas pocas, para olvidar algunas y para recordar eternamente
otras, las hay que envejecen por el desastre, y también las que te
hacen más joven con el triunfo... ¡Qué locura! ¡El gran teatro del
basket!... Es el hechizo seductor de la canasta y el balón...
Yo sé de un entrenador que decía que cada cana de su ca-
bellera -totalmente blanca-, era producto de un contraataque falli-
do de su equipo. Y yo deducía para mis adentros: “A tenor de la
cantidad de pelo blanco que luce, sus jugadores no debieron me-
ter ni un sólo contraataque a lo largo y ancho de su vida en los
banquillos.”
Me contaba una amiga, que siendo novios ella y su actual
marido, él entrenaba a un equipo de chicas, y que a ella, “aquello
de la palmadita en el culo para animarlas, no le convencía dema-
siado.” Dejó la palmadita, y ahora entrena sólo a hombres... sin
palmadita, por supuesto... hasta podría parecer sospechoso.
Conocí a un entrenador de Lugo -a mitad del siglo pasado-
que además, hacía la crónica de su partido en el diario “El Pro-
greso”. “La Lucense empezó dominando el encuentro, y se ade-
lantó en el marcador por 0-2, 2-4, 2-6... Después tuvo mala
suerte, el balón no quiso entrar, y la Bazán acabó venciendo por
83-20, tras un partido muy igualado...”
Sé de un entrenador en Vigo que le reza a Dios cada ma-
ñana para que aumente las horas del día, y disponer así de más
tiempo para entrenar. No me gusta decir su nombre...
Hay otro en Baiona al que le gustaría tener mayor potencia
de voz para poder gritarle aún más alto a sus jugadores. No re-
cuerdo ahora cómo se llama...
¡Por cierto! A ninguno de estos dos entrenadores les en-
tiendo absolutamente nada cuando se dirigen a sus jugadores en
127
los entrenamientos. Yo pienso: “Y ellos, ¿le entenderán algo?... ”
Pues parece que sí, porque sus equipos juegan de maravilla... ¿Pe-
ro quién sabe?... a lo mejor es precisamente por eso, por no enten-
derles nada.
Me contaban los hermanos Vilas, memorables directivos
del Club Estudiantes, que Joaquín García Picher, en su etapa de
entrenador del equipo, le pegaba un par de bofetadas a su jugador
Severo Iglesias en los tiempos muertos... tan sólo para espabilarlo
un poco.
Campo del Jardín Park, temporada 1957/58 Carlos Cerdeira y Severo Iglesias reciben instrucciones en un tiem-po muerto de su entrenador, Joaquín García Picher.
¡Qué cantidad y variedad de métodos de entrenamiento
existen! Picuca Martínez, mi querida compañera, tuvo un entrena-
dor en el Real Club Celta -debutaba con féminas-, que cuando se
cansaban un poco, las mandaba con mimo a descansar a la grada.
Faltó muy poco para que un día se reunieran todas en “la grada del
descanso”... y ya de paso, tomar un té con pastas... y ya luego, se-
guir con el entrenamiento… o no.
128
¡Y cómo se expresan algunos! El otro día en Baiona, ex-
pulsaron al entrenador visitante por protestarle a los árbitros -yo
creo que con razón-, y le hicieron abandonar el banquillo. Se fue
al pasillo de los vestuarios, e hizo de Ronaldinho: las tremendas
patadas a puertas y armarios se oían en las gradas más lejanas...
Mi eterno entrenador, Julio Castro, nos decía cuando le
teníamos miedo al rival... y sobre todo, a su “peligrosa” cancha:
“¡Tranquilos, que aquí no se comen a nadie! Los leones aún están
en la selva.” Es que los jugadores se asustan mucho... y nosotros
los entrenadores, aún más.
A veces, tus chicos llegan nerviosos y asustados a los par-
tidos, y alguno, para justificarse, te comenta: “Míster, es que tie-
nen a Julio Bernárdez, a Pepe Conde, a Suso Cobián, a Moncho,
Jesús, Alberto Abalde, Jenaro Vázquez, Barbará, Julio Teixei-
ra...” “¡Paaaara! ¡Para! ¡Para! ¡Para!... En el campo sólo jue-
gan cinco... que yo sepa.”, le contesto. Hay que engañarlos de
alguna manera: psicología de banquillo.
Club Xuventude, Campeón Liga Local 2006/07. De pie: Moncho Lago, Genaro Vázquez Jesús Núñez, Julio Bernárdez, Rober y Manuel Villar. De rodillas: Boby, Suso Cobián, Pepe Conde, Ángel Barbará y Julio Teixeira.
129
Por la década de los sesenta destacaba en nuestro mundillo
del baloncesto un cronista, Víctor Posada, que firmaba con el
pseudónimo de Enceste sus colaboraciones en el diario “Faro de
Vigo”. En una ocasión, con motivo de un partido amistoso entre el
Club Estudiantes y una selección de marinos de un portaaviones
americano, anclado en el puerto vigués, comentó entre otras cosas
al anunciarlo: “… Como los americanos son muy altos, los estu-
diantiles tendrán que jugar por lo bajo para contrarrestar la altu-
ra de sus rivales...” Sabio consejo.
Enceste tenía unas miras del baloncesto muy avanzadas.
Nunca lo supimos entender bien. “El estudiantil Pololo Cobián
jugó de “pívot ambulante” ante los departamentales...”, comen-
taba en una ocasión. Y ahora, al verlo en la tele, ya pasados mu-
chos años, me vino la luz: “¡Joder!-con perdón-. Esto es lo que
decía Enceste, el “pívot ambulante”. Es la posición de Gasol o
Garbajosa cuando salen de la zona, buscan la línea de 6,25, y
anotan un triple.” ¡Qué lección nos daba ya entonces Enceste! ¡Y
la desaprovechamos!
Gozaba de una visión sui generis del juego. Severo Igle-
sias le decía a Camilo Nogueira, compañero de equipo, después
del encuentro: “Vamos a facilitarle a la prensa los mejores del
partido.” “¿Queréis salir destacados en el “Faro” de mañana?”,
les preguntaba a los debutantes. Se arrimaban a donde estaba En-
ceste viendo el encuentro siguiente, y Severo comentaba en voz
alta: “Oye Camilo, ¡qué bien jugó hoy Abelenda!.“Pero el mejor
fue Ferrito.”, le contestaba Nogueira. Ni uno ni otro habían estado
demasiado acertados, pero... “Por el Estudiantes, los mejores fue-
ron sus defensas Abelenda y Ferro...”
Los que hemos vivido su época, lo echamos mucho de
menos. Todos los días “Faro de Vigo” publicaba sus crónicas cer-
teras y originales... Los resultados, las clasificaciones, los anota-
dores de los partidos, la Liga de juveniles -la única categoría exis-
tente, además de la sénior-, las próximas jornadas... El entrañable
Enceste era genial... un enamorado más.
130
Año 1962. Severo Iglesias, en una de sus características entradas a canasta. Partido entre el Club Estudiantes y el S.E.U. de Santiago de Compostela.
Severo, mi querido compañero de equipo, era persona de
mucha guasa y socarronería. Le sacaba “punta” a todo. Un día nos
contaba, riéndose, que durante su permanencia en el Atlético de
San Sebastián -vivió dos años en la capital donostiarra por moti-
vos laborales-, su técnico les ponía en los entrenamientos la mega-
fonía a todo volumen con el ruido del público a lo largo de un par-
tido. “Para que os acostumbréis al sonido ambiental.”, nos expli-
131
caba a los jugadores. “Una de las tantas locuras que hacía.”, re-
sumía Severo.
Amigo inseparable de juventud con Camilo Nogueira,
formaban una pareja temible por sus bromas y comentarios.
Madrid, 1964. Camilo Nogueira y Esther González Bermello en una terraza de la Gran Vía, durante un desplazamiento del Estudiantes Femenino al Campeonato de España.
Cuando yo era jugador del Club Estudiantes, el entrenador
de nuestro equipo rival, el Club Manuel Álvarez, escribió durante
una temporada en el diario vigués “El Pueblo Gallego”.
En su día, José Carlos Freijeiro, el mencionado técnico, me
había querido fichar para su equipo por una miseria -como a todos
los que se llevó de los equipos vigueses-, y ante mi negativa -reco-
mendada por los sabios consejos de mis padres-, parece que le
quedó mal el cuerpo en mi contra, y aprovechaba todas las oca-
siones que se le brindaban para hacer una tendenciosa crítica de
mis actuaciones.
132
Ante un próximo partido de rivalidad, ya empezaba a cal-
dear el ambiente el lunes anterior, e iniciaba la guerra de nervios
con malsanos comentarios, y el juicio feroz de que Rey Lama se
encontraba en muy baja forma. Nunca le dio buena suerte el mal
de ojo que nos lanzaba desde la prensa. Durante aquella tempora-
da en la que escribió en el periódico -sospecho que después pres-
cindieron de él-, el Álvarez nunca logró derrotar al Estudiantes, y
precisamente Rey Lama, anduvo siempre entre los destacados de
aquellos partidos de máxima rivalidad.
José Carlos Freijeiro.
José Luis Rodríguez, compañero y rival.
133
Entre los muchos defectos que tenemos los entrenadores,
hay uno muy común: ir de sobrados. Cuando vamos ganando los
partidos, y los jugadores nos siguen sin pestañear -si no es así, se
van al banquillo-, los padres nos echan lisonjas -para que ponga-
mos a jugar a sus hijos-, los aficionados nos aplauden -para prote-
ger a alguien o a algo-, los directivos babean con tus triunfos -has-
ta que se ponga en debate de quién es el mérito-, tu mujer te em-
pieza a odiar -porque vives en otro mundo-, los hijos no te ven
más que en el banquillo... y al final de todo, eres campeón... te
crees el más listo.
Luego llega la segunda parte, el Sector Regional... y al poco
tiempo también eres campeón gallego... Más alabanzas, más cari-
ños, más palmaditas en la espalda, se hacen las cuentas de la le-
chera, se elige marca para el champán de la próxima celebración...
Ahora ya te crees un Súper-Dios... y conviertes a tus jugadores en
ángeles del Cielo.
Sigues en el camino hacia la divinidad, y llega el Sector
Zonal... ¡y entonces!... un equipo castellano te zapatea a la prime-
ra, un vasco a la segunda, y como consuelo, le ganas al andaluz en
la tercera. “Cuando empezábamos a cogerle el aire a la competi-
ción, se acabó el sector. Si volviese a empezar, te digo yo que...”,
manifestaba el ex-San Dios. “Santi llegó mareado del viaje; Na-
cho no pudo entrenar en toda la semana -lunes y martes, ya que el
miércoles se viajó, y el jueves hubo el primer partido-; Pablo se
puso nervioso; Tomy jugó sin recuperarse de su esguince... ¡Qué
mala suerte! Nos pudo la presión.”
Yo lo oigo -que también lo habré dicho mil veces en mi vi-
da-, y medito... “Ya estamos en la letanía de siempre. Dicen que
se pusieron nerviosos porque aún son muy niños... Si son cade-
tes, supongo que los contrarios también lo serían... Estaban muy
presionados... Los rivales habrán disputado el mismo partido, no
creo que pensasen que estaban en la Playa de Samil jugando
una “pachanguita”... Nuestros mejores jugadores no llegaron a
diez puntos en ningún partido... Será porque los habrán marcado
adecuadamente... o no son tan buenos como nos creíamos...”
134
¡Vaya vatacazo se dio la divinidad! La caída del pedestal es
tan brutal en esas ocasiones, que muchos entrenadores tardan años
en salir del infierno... y “los ángeles”, aún no sé si andarán por
allí. Vivir una decepción así supone a veces un suicidio deportivo.
De pronto, de un día para otro, la realidad te hace el mejor de los
“reversos”: los jugadores están desganados, los padres dudan en
voz alta, los aficionados aconsejan otra cosa, los directivos -que
antes se atribuían la mayoría del mérito- se muestran ajenos al fra-
caso, la esposa ya te quiere, tus hijos juegan contigo... ¡Es el
vértigo del basket! Esta vez, la relación amorosa resultó fatal para
el amante fiel... De seguir así, este protagonista puede abandonar
de un momento a otro la emblemática pizarra…
Un entrenador del Real Club Celta femenino se consolaba
conmigo hace años, comentándome que estaba “jo... robado” por-
que algunos aficionados situados detrás del banquillo le censura-
ban a gritos en todos los partidos el que no sacase a jugar a las úl-
timas jugadoras del banco. “No hagas caso, Julio. Si las pones, el
resto del público censurará que tu equipo no juegue bien. Esta-
mos en las mismas… o peor.” Parece que se fue más tranquilo.
Otra manía que compartimos algunos entrenadores, yo
mismo hace años, es convertirnos en intelectuales del baloncesto.
Para algunos de nuestro gremio, nadie tiene idea de nada, sólo no-
sotros, y enseguida pretendemos dar clases magistrales. Nos atre-
vemos a dar conferencias, cursillos de entrenadores -muchos
alumnos saben más que el profesor, pero sin título-, clinics para
entrenadores principiantes, e incluso actuar de comentaristas espe-
cializados en TV y radio. Por cierto, y aunque sea una contradic-
ción, algunos espléndidos en esta última faceta.
En mi época de estrella -esto me lo debí creer yo en 1974-
escribí en prensa, “Hoja del Lunes”, y la verdad es que los artícu-
los estaban bastante bien, pero dudo que le interesasen a alguien.
- ¿Y aún no te hablé de la “FIBA”? -le pregunto a mi
colega de charla.
135
La zona situada detrás de la mesa de anotadores y debajo
del palco de autoridades -de acceso al campo de juego- acostum-
braba a estar ocupada por destacados seguidores del equipo célti-
co. Todos de pie, como era natural en aquella “grada”. Entre ellos,
Jaime Gómez, el presidente de la sección, que no solía aguantar
un partido entero -cuestión de nervios- y que entraba y salía con-
136
tinuamente, sin parar un instante. También eran asiduos a esa zona
los directivos Pepe Vilas, Ismael Pérez Izaguirre y Agustín García
Maldonado, el doctor Moncho Hortas, el jefe de personal del
137
Centro Deportivo Municipal, Jaime Cancelas, el ex-árbitro Paco
Nistal, el administrador del C.D.M., Pepe Fernández, y el gerente,
“Salvito”... El Sr. Nistal, eterno directivo del equipo femenino
desde el tiempo del Estudiantes, se sentaba en la primera fila de la
138
grada, en el asiento pegado a dicha zona, para no perderse detalle
de la reunión. Sus kilos no le permitían permanecer de pie tanto
tiempo.
Total, que había gente muy entendida en ese espacio, que
alguien bautizó con acierto con el nombre de “FIBA”.
- ¿Dónde nos vemos?
- En la FIBA.
Las actuales medidas de seguridad de los campos, acaba-
ron con la mítica “FIBA”. Cuando voy al Pabellón, y veo la zona
completamente vacía, pienso que algo importante se perdió en
aquella cancha. Siento nostalgia... ¡Vamos, que la echo de menos!
As Travesas, temporada 1990/91. Partido Xerox Vigo-Autopistas de Primera B., El ascenso, y con ello la recuperación de la máxima ca-tegoría nacional para el baloncesto femenino vigués, estaba en buen camino. La excepcional base Nieves Lobón sería pieza fundamental en el logro.
En la foto anterior, detrás de las jugadoras, se puede ver el
escudo de la ciudad en lo alto, unas puertas de acceso al campo, y
un espacio vacío acotado por las barandillas de la grada y de la
139
cancha de juego. Delante, la mesa de anotadores -en la actualidad
situada en el otro lado.
Ese espacio vacío -en la instantánea ya se vivían los nue-
vos tiempos, año 1990- era la famosa “FIBA”, la zona de los en-
tendidos.
Por cierto, hablando de medios informativos, mi hijo Ru-
bén, periodista de radio, opina que Vicente Rodríguez “Cholas”,
resulta un formidable comentarista de baloncesto, por su sabi-
duría, por su claridad expositiva y porque dice lo que piensa sin
importarle si alguien se pueda molestar. Es una pena que no dedi-
que a ello parte de su tiempo.
La verdad es que cuando hablo con “Cholas”, me apabulla
con sus conocimientos, y con sus opiniones tan contundentes y
enteradas.
Vicente Rodríguez “Cholas”, a mi juicio y sin discusión alguna, el mejor entrenador vigués de todos los tiempos.
140
Me comentaron que habían visto a Pepe Laso -padre- por
el Paco Paz ourensano. Asistía al espectacular Torneo Diputación
que disputaba nuestra Selección Nacional como preparación para
los Juegos de Pekín-2008.
Al nombrarlo, me viene al recuerdo el partido en el que
nos marcamos mutuamente en una Fase de Sector de 2ª División,
celebrada en Valladolid en el año 1969. Sería la última oportuni-
dad de ascenso del Club Estudiantes antes de convertirse en Real
Club Celta.
Laso jugaba en el Águilas de Bilbao, y en nuestro duelo
particular salimos en unas discretas “tablas”, aunque el partido nos
lo ganaron los vascos por escaso margen de puntos. Luego en la
Fase Final disputada en Zaragoza, ascenderían a División de Ho-
nor, entre otros, junto al Breogán de Lugo, que lo hacía por pri-
mera vez.
Y me acuerdo también de la anécdota que cuentan de Pepe
Laso. En su época en el Real Madrid, el famoso entrenador me-
rengue Pedro Ferrándiz era a la vez seleccionador nacional. Lo
había llevado varias veces al combinado español, aunque sin apa-
rente explicación, nunca lo ponía a jugar ni un minuto.
En una ocasión, antes de disputar un partido de trámite y
muy fácil para nuestra selección -tal vez contra Marruecos-, sus
compañeros de habitación le animaron con énfasis, asegurándole
que ese día, ¡por fin!, iba a jugar. Laso les contestó que no, que el
“míster” no lo iba a poner. En medio de la discusión, y en vista de
que salían ya mudados desde el hotel, les apostó que era capaz de
ir al partido con el pijama por debajo del chándal. Y así fue al Pa-
bellón... y ganó la apuesta.
Pedro Ferrándiz, dentro del ambiente baloncestístico, tenía
fama de antipático, algo pedante, exigente, implacable en los en-
trenamientos y con una despiadada “mano de hierro” con sus ju-
gadores. Cuando alguna vez perdían con el Estudiantes de Madrid,
su eterno rival -partido en la mañana del domingo-, los citaba por
la tarde, a las cinco, en el Frontón Vista Alegre para entrenar. Él
ni se inmutaba, y por supuesto, todo el mundo acudía sin rechis-
tar… y puntuales.
141
Año 1956. Entrevista de Enceste a Pedro Ferrándiz en el diario “Fa-ro de Vigo”, con motivo de una visita del Real Madrid a nuestra ciu-dad. Venía sustituyendo a Ignacio Pinedo, el entrenador titular, que no se había podido desplazar. Años después, lo reemplazaría en di-cho cargo.
Cuentan testigos de entonces, que en sus visitas al Palau
Blaugrana, acostumbraba a pasearse tranquilamente por la mitad
de la cancha con “cierta actitud provocadora” antes de la salida de
su equipo al campo. Acaparaba, como es natural -esa era su inten-
ción-, toda la ira inicial de la hinchada del Barça, y aliviaba de es-
te modo, el habitual recibimiento hostil a sus jugadores. Estrategia
pura. Ferrándiz no perdía detalle en la dirección de su equipo.
En una eliminatoria de Copa de Europa, contra el Ignis Va-
rese -partido de ida-, faltando segundos para el final y con el tan-
teo igualado, pidió tiempo muerto, y ordenó a sus muchachos que
encestasen en la propia canasta para evitar la prórroga. La derrota
por dos puntos -diferencia superada en Madrid- resultó más que
suficiente para pasar a la ronda siguiente. La jugada del “maestro”
fue muy comentada en toda Europa, incluso tildada de poco de-
portiva, y como consecuencia, la FIBA se vio obligada a modifi-
car el reglamento.
142
¡Anda, que la que me lió un día Ignacio Pinedo en Ávila!...
también fue buena. Han pasado más treinta años, y no se lo he
contado ni a mi mujer. Pero ahora, de viejo, se va perdiendo todo:
el pelo, la entrada rápida, el robo de balón, el tiro de tres... y la
vergüenza.
Ignacio Pinedo, el que fuera jugador del Real Madrid, mu-
chas veces internacional, y entrenador del Real Madrid, del Estu-
diantes de Madrid, de la Selección Española Juvenil y, de nuevo,
del Real Madrid, en una segunda etapa de triste recuerdo -falleció
de un infarto en el banquillo-, era para la familia estudiantil vigue-
sa como un gran referente.
Antes de mi llegada al Estudiantes, Pinedo nos había re-
forzado como jugador en varios partidos de verano. Se entabló
cierta amistad, y al año siguiente lo invitaron unos días a Vigo pa-
ra impartir sus enseñanzas a los jugadores, al entrenador, y marcar
así las pautas de trabajo, sistemas de juego, de entrenamientos...
Era persona de carácter afable, abierto, simpático... y por lo que
comprobé más tarde, bastante bromista.
En el año 1974 coincidimos en Ávila en una Fase Final de
la Copa. Él iba con el Creff de Madrid, y yo con el R.C. Celta
Femenino. Me di a conocer cuando lo vi. Me trató amablemente,
me preguntó por todos, por Julio Castro, por Picher, por los Vilas,
Cerdeira, Nogueira, Severo, Benito, Román... si seguíamos de vi-
nos en el “Eligio”... con la partida en el “Ribadavia”... y charla-
mos en la grada, entre partido y partido, de baloncesto. Por enton-
ces, debía andar por los cincuenta años -yo tenía treinta y dos-, y
a pesar de su personalidad afable y abierta, me infundía un gran
respeto. Con su eterno cigarrillo en la boca, lo comentamos todo.
Yo, como era mi costumbre a la menor oportunidad, aprovechaba
para plantearle preguntas técnicas a las que me iba contestando sin
demasiadas explicaciones, como un poco aburrido. No quise dar-
me cuenta en aquel momento, de que éramos rivales.
- Yo sigo ahora con las chicas una preparación psicoló-
gica antes de los partidos, que nos está dando unos resultados
formidables.
Yo, atento a la voz del maestro, pregunto raudo como un
resorte:
143
- ¿Y en qué consiste?
- Pues mira, es simple, pero muy efectiva. Antes de salir
a la cancha, con el equipo ya preparado, nos encerramos durante
media hora en el vestuario, con la luz apagada, en completo si-
lencio, todos quietos, sentados en los bancos y unidos de las ma-
nos. A lo largo de la sesión, más o menos cada cinco minutos, en
voz muy baja, les voy lanzando una serie de mensajes breves, de
tipo emocional, buscando su concentración. Las jugadoras, uni-
das en el pensamiento, y con las manos entrelazadas, se van in-
troduciendo lentamente, espiritualmente, todas juntas en la misma
idea. La fuerza mental del grupo se va trasmitiendo de unas a
otras a través de las manos unidas -yo escuchaba, alucinado-. La
sesión psicológica alcanza su climax, y termina con la repetición
por parte de todos con voz fuerte de las consignas recibidas. Yo
las voy recordando en voz baja, una a una, y ellas las repiten con
decisión.
“En el último europeo se lo vi hacer a los rusos y a los
yugoslavos. Nosotros lo venimos experimentando desde hace un
par de meses, y nos va fenomenal. Sale el equipo tranquilo, con
confianza, liberado de responsabilidades, y con tanta fuerza men-
tal, que arrasamos en los diez primeros minutos, y ya dejamos
resuelto el partido.”
Le consulté si podría asistir a una de aquellas sesiones, y
me contestó que era imposible, que con la presencia de gente ex-
traña se dispersaban los efectos mentales.
Anduve de espía, detrás de la sesión psicológica, durante
los tres días siguientes. Imposible descubrir al Creff de Madrid en
una de sus preparaciones mentales. Regresamos a Vigo sin que
pudiera conocer la última novedad técnica.
Pasados los días, sin la fiebre de la competición, y ya sere-
na la inteligencia con las vacaciones, me di cuenta del farol que
me había “colado”. Pinedo y sus chicas aún estarían riéndose de
la sesión mental, de la unión espiritual... y sobre todo, del entrena-
dor del Celta.
144
Pero es mejor reír de último, porque en la temporada si-
guiente me vengué de la broma con absoluto placer. En un en-
cuentro muy disputado, rompimos la imbatibilidad con que el
Creff de Pinedo llegaba a Vigo. Se ve que ese día no le funcionó
la sesión psicológica.
Pabellón de las Traviesas, 27 de enero de 1974, con lleno a rebosar. Partido de Liga de Primera División, Real Club Celta-Creff de Madrid. Victoria trabajada de las célticas por 46-42, y primera de-rrota de las madrileñas en la competición. Foto fin de partido. A la izquierda, Maribel Lorenzo y Ángeles Liboreiro se acercan al abrazo final. El entrenador Rey Lama ya lo hace con una de sus jugadoras, mientras Severino Vilas -intocable delegado local- y Celestino Martínez -el “fisio” vigués, que también lo sería de la Selección Nacional en el Pre-europeo de La Coruña de ese mismo año- se suman a la celebración del complicado triunfo lo-cal. La fiel afición aplaude entusiasmada a sus “niñas”. Las madrileñas, reaccionarias al cambio de la moda deportiva, aún lucían su clásico polo negro y falda plisada. Fue uno de los últi-mos conjuntos del país en abandonar la falda.
145
Julio Castro, el entrenador del Club Estudiantes en la déca-
da de los sesenta, siempre presumió, con razón, de sus amplios
conocimientos baloncestísticos. Destacó como un excelente juga-
dor, y de técnico, había disfrutado de acreditados profesores.
En esos años, no se contaba con televisión, ni con vídeos,
ni con clinics, ni con apuntes, ni con películas... algo impensable
para un coach de hoy en día. Las enseñanzas debían recibirse en
vivo, sin más apoyo que unas pobres anotaciones y una memoria
ágil, unidas a una inteligencia sutil, que supiese quedarse entre
tantos consejos técnicos, con aquellos convenientes para tu equi-
po, aquello que pudieran aprovechar tus jugadores.
El primer curso de entrenadores que hubo en Vigo lo im-
partió el ecuatoriano Juan Fierro Romo, en 1954, invitado a venir
a nuestra ciudad por su amigo personal, Joaquín García Picher.
En 1957, el norteamericano Mr. Spaulding permanece en
nuestra ciudad una semana, enseñando a jugadores y entrenadores
las técnicas más avanzadas del baloncesto americano.
El primer profesor que llegó al Club Estudiantes, fue, pre-
cisamente, Ignacio Pinedo. Durante diez días, Julio Castro apren-
dió los métodos más novedosos de la época en dirección de equi-
po y planificación de entrenamientos.
Más tarde, en el verano de 1961, el club, atento a su actua-
lización técnica, se trajo por unos días a Joaquín Hernández, ex-
jugador del Real Madrid, internacional, y en aquel momento, en-
trenador del equipo merengue -años después, Seleccionador Na-
cional-. Permaneció más de una semana en Vigo, entrenó todas las
tardes a los jugadores estudiantiles -algo excepcional por aquel
entonces-, con Julio Castro a su lado tomando nota de sus ense-
ñanzas.
Después fue Antonio Díaz Miguel, también refuerzo del
Estudiantes veraniego en sus años de jugador, igual que Pinedo, el
que, en sus visitas periódicas a Vigo -trabajaba como representan-
te de Tervilor, una firma textil, antes de asumir el cargo de selec-
cionador nacional-, nos mostraba en el Campo de Granada la van-
guardia del baloncesto. Siguió viniendo a Vigo con notable fre-
cuencia. Julio Castro aprovechaba cada una de sus visitas para ro-
barle el tiempo preciso, y empaparse de los conocimientos de tan
146
destacado entrenador, sin el que no se entendería la edad de oro
que vive el basket español hoy en día.
Más tarde, ya con el Club Estudiantes reconvertido en R.C.
Celta, el vasco Javier Añúa, entrenador de C. Náutico de Victoria
-donde había jugado Rafa Tapias en su estancia en dicha ciudad-,
del Kas, y del Barcelona F.C.B., nos enseñaba en la Pista Roja y
en el Campo de Granada, entre otras cosas, la defensa de moda, el
“match-up”. Mis jugadores del Celta, para su sorpresa, la eje-
cutaban a la perfección sin necesidad de grandes consejos. Venían
practicándola toda la temporada, sin saber, ni ellos ni yo, que se
llamaba así.
Antonio Díaz Miguel, Seleccionador Nacional (1965 a 1992), acom-pañado del legendario Juan Antonio Corbalán, base del Real Ma-drid, y considerado de los mejores de Europa en su puesto.
147
Mister Spaulding, el primer entrenador americano que trajo la Fede-ración Española a impartir sus enseñanzas por todo el país. Llegó en octubre de 1956, y se casó con una española -que conoció en la Ca-sa Americana de Madrid- en el enero siguiente. Bonita historia de amor.
Recorrió media España enseñando baloncesto. Estuvo en
Barcelona, Vitoria, Bilbao, Santa Cruz de Tenerife, Granada, Va-
lladolid, Vigo, El Ferrol, Lugo, Gijón, Huesca, Zaragoza, Ma-
llorca y Alicante.
Dayton M. Spaulding, de regreso a Estados Unidos, se
despide de la afición española a través de un emotivo artículo -
¡Adiós, España!- en la prensa de Madrid. En él, agradece el trato
cordial recibido en el país, habla de su encendido amor por Espa-
148
ña, de sus excelentes relaciones con la juventud española... y es-
cribe: “... No puedo resistir la tentación de narrar un
episodio que descuella entre los demás en mi memoria y que es característico de la hospitalidad y de la bondad con las que siempre fui tratado durante mi viaje por Es-
paña. Un jugador de un equipo de Vigo trataba de ex-presarme su agradecimiento por lo poco que yo pudiera haber hecho por él, pero no le salían las palabras.”
“Superando las dificultades, avanzó resueltamen-te hacia mí y me dio un abrazo que jamás olvidaré. Yo,
como él, tampoco supe encontrar palabras, pero estoy se-guro de que nos entendimos como amigos de toda la vida. Gracias, Carlos, por tu inapreciable amistad...”
El jugador en cuestión era Carlos Cerdeira Cobas, y su
equipo, el Club Estudiantes de Baloncesto.
- Y ahora, ¿a qué vienen a cuento estas historias de en-
trenadores antiguos?
- Me explico, querido amigo.
Ya te conté antes que yo había aprendido a tirar en suspen-
sión por teléfono. ¿Suena raro? Pues es verdad. Cuando lo men-
ciono, la gente se queda mirando para mí, incrédula. No saben si
entienden mal lo que estoy diciendo, o si ya chocheo. Pues no, ni
una cosa ni la otra. Tal como os lo cuento.
En la década de los cincuenta, los tiros a media distancia
se hacían al estilo de la “bomba Navarro”, con una mano, en ca-
rrera y levantando la rodilla. Los tiros a larga distancia podían ser
ejecutados con dos manos, en lanzamiento desde la barbilla o des-
de encima de la cabeza, o a modo de personal con una mano y un
pequeño salto siguiendo la trayectoria del tiro.
A principio de los sesenta, llegó a España el tiro en sus-
pensión procedente de la NBA. Julio Castro llamaba por teléfono -
no con la facilidad del móvil actual- a sus “consejeros” particula-
res, y éstos, le iban explicando paso a paso cómo ejecutar el nove-
doso lanzamiento. Me imagino que nuestro entrenador tuvo que
hacer un ciento de llamadas. Al fin, Julio Castro consiguió vi-
sionar mentalmente el tiro, y nos lo trasladó a los jugadores.
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Piernas separadas levemente, a la misma altura, algo fle-
xionadas, salto en vertical con el cuerpo estirado, al mismo tiempo
colocación del balón sobre la frente, y por último, antebrazo reco-
gido hacia atrás, codo como continuación del hombro, balón apo-
yado sobre la palma de la mano y los dedos, la otra mano sujetán-
dolo por el exterior, muñeca, dedos, y lanzamiento final... ¡Cesto!
¡Qué fácil!
Tardé cerca de cuatro años en perfeccionar el tiro en sus-
pensión, pero después, cuando me dejaban, anotaba con facili-
dad... incluso desde más de seis metros. ¡Pena entonces de la línea
de 6,25…!
Campo del Jardín Park, 1957. Julio Castro -con equipaje oscuro-, capitán del Club Estudiantes, recibiendo un banderín del equipo ri-val. Carlos Cerdeira a la izquierda. .
Cuando Moncho Monsalve llegaba a un club como nuevo
entrenador, revolucionaba al momento el ambiente de la entidad, y
embelesaba de baloncesto puro a todo el personal, desde el “señor
presidente” hasta el chico del pabellón que recogía los balones,
150
pasando por las señoras de la limpieza y el vendedor de la ONCE
de la esquina... Su labia fácil, su voz potente, su presencia autori-
taria -por su estatura-, su personalidad arrolladora, su doctrina
apasionada... se llevaba por delante el “estatus” anterior, e inunda-
ba de ilusión todo cuanto rodeaba la cancha, las cafeterías de la
zona, las oficinas del club, la mente de sus jugadores... con sus co-
mentarios, sus historias del basket estadounidense, sus mensajes
en las paredes, sus posters de la NBA, su enciclopedia mental con
el recuerdo de las mejores jugadas de la historia, sus relatos de
partidos legendarios, su catálogo de los mejores americanos... Era
como la plaga de la langosta, lo invadía todo... Los cerebros de su
entorno, sin excepción, se veían de pronto absortos por la canasta
y el balón…
Pero pasado un mes, el embebecimiento general se conver-
tía en borrachera total, y la larga resaca provocada a continuación,
iba volviendo todo a su cauce, a la normalidad.
Contaba hace unos años Quino Salvo -con mi compañero
del Estudiantes, Pololo Cobián, los primeros vigueses en jugar en
División de Honor-, que, en su época de jugador del CAI de Zara-
goza, habían tenido como entrenador a Moncho Monsalve durante
una temporada. Después de obnubilarlos a todos con su impactan-
te primera impresión, los chicos empezaron a sentirse agobiados
con tanta comedura de coco, y para evadirse, comenzaron a bro-
mear con las manías de su entrenador. Entre ellas, la de sentenciar
que lo más importante de este mundo para él, eran el baloncesto,
la música y las mujeres... no recuerdo en qué orden.
“Moncho -le preguntan sus jugadores una tarde, mientras
leía una revista americana de basket-, ¿qué es de Jerry Foster,
aquel pívot de color tan bueno? Hace tiempo que no se oye hablar
de él.” Levanta la vista de la revista, y contesta rápido: “¡Ah sí!
¡Buenísimo! Un reboteador extraordinario y un grandísimo ano-
tador. Estuvo en Ohio, luego pasó a Denver, y el año pasado jugó
con Cleveland. Trece rebotes por partido, dos tapones y 21 puntos
de media...” Jerry Foster no existía, no era más que un invento de
los muchachos de Monsalve.
151
Año 1975. Qino Salvo, con Julio Cesar Bernárdez a su izquierda, y Juan Ayres a derecha, uno de los entrenadores en su época de ju-venil en el Colegio Salesiano de Vigo.
Claro que hablando de técnicos apasionados, me viene a la
memoria la historia de una conocida entrenadora, especialmente
entrañable para mí. Vivió con tanta pasión un partido, que al final
acabó participando ella misma en la presión de su equipo.
- ¿Que no lo crees?
Partido de cadetes femenino en Balaídos, R.C. Celta-Com-
pañía de María, año 2008. A menos de un minuto del final ganan
las célticas por seis puntos, balón en su poder, y presión de las
contrarias en todo el campo. La entrenadora en cuestión, dirige a
gritos el pressing de sus jugadoras. La base céltica, intentando pa-
sar el medio campo, y cerrada por la defensora de Compañía, llega
hasta la línea de banda, justo delante de la entrenadora contraria.
Bota casi de espaldas, protegiendo el balón ante el acoso rival, y la
coach, agachada en posición defensiva en su labor de ánimo a las
jugadoras, y con la desesperación en su alma, no puede evitar ha-
cer el dos contra uno, y le manda un zarpazo al balón, que hábil-
mente la base esquiva...
Protesta airada desde el otro banquillo, también de la hin-
chada céltica desde la grada... e inmediato gesto de arrepentimien-
to de la invasora de campo, implorando el perdón con las manos
juntas... Ante situación tan asombrosa, los árbitros no pitaron na-
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da, se les paralizó el poco cerebro que suelen tener... Sonó la boci-
na, el partido se acabó... y mi estimada amiga aún debe estar colo-
rada.
La máxima felicidad para un entrenador radica en crear un
sistema nuevo y eficaz que resulte útil a tu equipo, o alguna clave
que haga mejorar el rendimiento de tus jugadores. Cuando esto
ocurre, acaricias el cielo.
Tuve hace tiempo una jugadora, de las destacadas en su
categoría, con la que trabajaba con verdadero ahínco para perfec-
cionar sus fundamentos de juego: movimientos de pívot, tiro de
tres, tiro interior, personales, entradas, reversos... Entrenábamos
fuerte para consolidar sus conocimientos, y para conseguir una
mayor regularidad en sus actuaciones. Era nuestra mejor encesta-
dora, pero se mostraba irregular: un día anotaba 15 puntos, otro
bajaba a 7, al siguiente 21, 9, 12...
Hasta que descubrí la fórmula mágica: en un partido de
fuerte rivalidad, le llamaron “zorra” desde el banquillo contrario,
y a continuación, enfurecida, anotó sin piedad 34 puntos. Sus
compañeras me comentaron al finalizar el encuentro que cada vez
que metía una canasta, miraba hacía el entrenador rival y se la de-
dicaba: “¡Toma “zorra!”.
Cuando quise aplicar el gran descubrimiento a futuros par-
tidos, la jugadora no me lo permitió. ¡Lástima!
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No creo que exista un entrenador en todo Vigo y alrededo-
res que haya tenido tantos alumnos como “el gran Mani”. A lo
largo de su dilatado historial, han pasado por él cientos de chicos,
a los que enseñó el mejor baloncesto posible, todos los trucos
existentes para sobrevivir en cancha, y cuanta picaresca se haya
inventado en el mundo de la canasta. También doy fe de que les
ha brindado a cada uno de ellos su afecto, su amistad y su perma-
nente humor, además de toda suerte de celebraciones: santos,
cumpleaños, victorias del Barça, derrotas del Real Madrid, apues-
tas varias, aniversarios...
Las Escuelas Deportivas Municipales, el Club Deportivo
Bosco, el Colegio Apóstol Santiago de los Jesuitas, el Real Club
Celta Masculino, el Club Ademar, el Club Vigo, el Colegio Sale-
siano... han sido escenarios de su incansable trabajo con los niños
del baloncesto, y de la excelente labor que siempre ha desarrolla-
do entre los jóvenes.
Pero de Fernando Pérez, que así le llaman con solemnidad
y en plan jocoso, algunos de sus irrespetuosos alumnos, también
cuentan anécdotas, y no pocas…
“Mani la tenía siempre tomada conmigo. Se ve que no
era un jugador de su agrado, que no le convencía demasiado mi
estilo de juego, y no sé exactamente el por qué. Lo cierto es que
toda cuanta bronca “caía” en el equipo, me tocaba a mí.”, cuenta
Rafa, aún hoy en día ofendido, después de quince años. “¡Pre-
párate!”, ya se guaseaban mis compañeros, viendo venir la bron-
ca...” Por las explicaciones que hoy en día me daba, Rafa debía
tener algo de razón.
“¡¡¡RAFAAA!!! ¡¡¡Baja a defender!!!”, gritaba como un
loco en un partido en el Colegio, puesto en pie y agitando los bra-
zos en el aire. “Yo -explicaba “el perseguido” Rafa-, sentado en el
banquillo en ese momento...”
- Entonces, ¿os llevabais fatal?
- No, no. Fuera de la cancha éramos muy buenos amigos
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Club Deportivo Bosco. Año 1976 De pie: Martínez (entrenador), Pachi Reigosa, Celso, Puga, Berto Carrera y Carro. Agachados: Dani, Tante, Mani, Curty, Tomás y Jose Fandiño.
Si no hubiéramos descubierto su presencia en esta foto, se-
guro que sus cientos de alumnos no reconocerían a un Mani tan
joven y delgado. De todas formas, su aspecto, ya entonces parece
irradiar su personal simpatía.
En el grupo también vemos a Jose Fandiño, que fuera en-
trenador del Apóstol, Celta Juvenil, Porriño... y muy apreciado por
sus jugadores, entre ellos mi hijo Camilo, al que entrenó dos
temporadas.
Mani con dieciocho años.
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Hay acontecimientos en el baloncesto, como en la vida
misma, ante los que uno no sabe si reír o llorar. Me explico… y tú
mismo ya me dirás si no es así.
Perder dos, tres, seis, ocho finales en más o menos doce
años, puede ser normal. Le puede ocurrir a cualquiera, dando por
hecho que estas derrotas estarían también intercaladas con alguna
que otra victoria.
Pues bien. Yo sé de un equipo en Vigo que perdió ¡diecio-
cho finales seguidas!... y aunque su alma mater trata de mantener-
lo en secreto... de vez en cuando, en medio de su inevitable deses-
peración, lo confiesa... ¡Vamos, que lo sé de buena tinta! Desde su
fundación, hace ahora trece temporadas, hasta el verano de 2007
en un torneo de Ferias y Fiestas, no había conseguido vencer en
ninguna de ellas. Es decir, necesitó de diecinueve finales para ser
campeón de algo.
Yo no quiero, de ninguna manera, restarle mérito a los ga-
nadores de finales, pero, por otra parte, tampoco conozco a nadie
que haya ganado dieciocho seguidas.
¡Pero perderlas todas…! Una tras otra, año tras año, parti-
do tras partido, canasta tras canasta, minuto a minuto... segundo a
segundo... ¡Dios mío!... ¡Eso sí que tiene mérito!... ¡Ya hay que
tener aguante! Yo propondría a los supervivientes -creo que sólo
dos, los demás se debieron retirar-, para la medalla de oro al Méri-
to Deportivo.
Y es que además, después de medio siglo largo de balon-
cesto, confieso: he llegado a la conclusión de que es mucho más
meritorio perder todos los partidos, y seguir adelante... que ga-
narlos. Con la euforia de la victoria siempre tendrás gas para con-
tinuar... pero con las resacas amargas de tantas finales con derrota,
seguir adelante es la mejor de las victorias sobre tantas finales
perdidas.
- ¡Dime amigo! ¡Sinceramente! ¿Quién tiene más méri-
to?
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Club Oh! Vigo de Baloncesto Campeón de la Copa Vigo 2007/2008 De pie: Albert Grauges, Juan Castro, José Manuel Vázquez, Charly Castro (entrenador), Juanjo Comesaña, Quino Iglesias y Tachenko. Agachados: Guillermo Aboy, Pulgui Iglesias, Kiko Valverde, Tomy Alonso y Lino Blanco. Se echa en falta en la plantilla a Israel Álvarez, un clásico del equipo desde hace bastantes temporadas. Una pequeña indisposi-ción lo ha tenido apartado un tiempo del baloncesto, pero su incorpo-ración parece inmediata. ¡Suerte!
Kiko Valverde, el cerebro del equipo, y Tomy Alonso, la nueva in-corporación.
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Camilo Veiga, el legendario presidente del Círculo Mer-
cantil de Vigo, no era persona demasiado enterada en asuntos de
deportes. A pocas fechas de la inauguración del Pabellón de la
Ciudad Deportiva, pasaba revista a la nueva instalación, y se inte-
resaba por todo el material que había sobre la cancha de juego.
- Son canastas de baloncesto, don Camilo -le aclaraba
Enrique Blanco, gerente de la sociedad.
- ¿De baloncesto? ¿Y qué es eso del baloncesto?
Alguien del séquito de directivos y empleados le trajo un
balón, y le indicó a grandes rasgos en qué consistía.
Don Camilo se colocó en la línea de la personal con el
balón en las manos, lanzó a canasta en tiro de palangana, y en-
cestó al primer lanzamiento. Como es natural, sus acompañantes
le dedicaron espontáneos y generosos aplausos.
- ¡Pero esto es muy fácil! -comentó el presidente, lleno
de razón, y abriendo los brazos como pidiendo una explicación.
Don Camilo era un excelente administrador de la sociedad,
dinámico, emprendedor, hombre de empresa, persona culta, aman-
te de la ópera, afable, con don de gentes... ¡¡¡Y es que el que va-
le…!!!
Presentación en el Mercantil en 1976, del libro de Octavio Cabezas “Manuel Fraga: semblanza de un hombre de Estado”. A la izquier-da el alcalde García Picher y Manuel Fraga. Camilo Veiga, en pie, y Álvaro Cunqueiro.
158
Don Camilo Veiga, el carismático e inolvidable presidente
del Círculo Mercantil de Vigo, siempre se manifestó como un pro-
motor entusiasta de cuanta actividad cultural se le propusiese.
Artífice principal de la Ciudad Deportiva, supo compren-
der, como salida inteligente hacia la modernidad, la expansión de
la sociedad hacia el mundo del ocio y del deporte.
Nunca el Círculo Mercantil disfrutó de tan buena represen-
tación deportiva como durante su largo mandato, a pesar de que él
apenas entendía nada de dicha materia.
Todavía hoy, después de bastantes años de su fallecimien-
to, se le sigue echando de menos. Muchos dirigentes de su cate-
goría se necesitarían en el Vigo de estos últimos tiempos.
Entre la espléndida representación deportiva del Círculo Mercantil de Vigo de la década de los ochenta, el baloncesto contó con una destacada presencia. En la foto, el Círculo Mercantil de Segunda Nacional, temporada 1977/78, ascendido a Primera B, categoría a la que posteriormente renunció la Directiva de la Sociedad. Ya no estaba don Camilo Veiga. De pie: Andrés Rial (delegado), Anabel Nieto, Marta Méndez, Cris-tina, Suso Cobián (entrenador), Ana Ruth Cerdeira y Clavel. De rodillas: xxxx, Isa, Techy Rial, Genmma Domínguez y Jimy Fernández.
159
IX. Las destituciones.
Ayer anunciaron en Onda Cero la destitución de Pepu
Hernández, el entrenador de nuestra selección campeona del mun-
do. Nadie tiene muy claro qué ha pasado, pero lo cierto es que
más de media España lamenta esta decisión federativa. Pepu, ade-
más de admirado y respetado debido a su meritoria gesta depor-
tiva, se hizo querer por el gran público gracias a su personalidad
cercana, entrañable, sencilla, sin divismos, con la que se comportó
en medio de la gloria.
Yo sospecho, como tú y tal vez como muchos más, que en
el trasfondo hay algo que no conocemos. Lo he vivido alguna vez
en mi banquillo de entrenador, bastantes veces observando en el
de enfrente, y en otros cientos de casos desde la distancia. La ex-
periencia me lo dice, hay algo celosamente guardado por ambas
partes. Y es que a un entrenador, por muchas victorias que acumu-
le a lo largo de la temporada, el poder del que manda lo puede
terminar echando con la misma facilidad que a un perdedor.
A lo largo del año, los entrenadores solemos tener alguna
que otra refriega con nuestra directiva. Sea en el nivel deportivo
que sea, desde el más alto rango profesional hasta el más modesto
de un equipo aficionado. Y en ocasiones, esas desavenencias se
transforman en verdaderas batallas. Las razones, como puedes su-
poner, querido colega, son tan variadas como se pueda uno imagi-
nar.
“No tengo balones para entrenar.”… “¿Cómo voy a en-
trenar nada más que en medio campo?”… “Sólo a ti se te ocurre
salir con una hora de antelación. Éramos cinco al salto ini-
cial.”… “Los juniors no aparecieron. Menos mal que al final jun-
tamos cinco.”...
160
A estas quejas al presidente o a algún directivo responsa-
ble, se responde...
“¿Pero no os llega con un balón? Sólo se juega con
uno.”… “En los partidos se ataca o defiende en medio campo.
¿Para qué necesitas el campo entero?”… “Es que nos perdimos.
No encontrábamos el pabellón.”… “No sé lo que pasa. La próxi-
ma vez habla conmigo.”...
Ante estas contestaciones, el entrenador ya no se puede
contener, y empieza a lanzar sapos por la boca... mientras el direc-
tivo anota en cuenta…
“Pero, ¿cómo pones el partido a las ocho, si sabes de so-
bra que Nacho y Miguel no llegan hasta las ocho y media.”… “Te
he dicho mil veces que quiero llegar al campo con una hora de
antelación.”...
A las nuevas quejas, nuevas réplicas.
“Ya tienes diez jugadores. Aunque te falten dos durante un
rato, no pasa nada.”… “Pero si el calentamiento permitido es de
veinte minutos. ¿Para qué quieres llegar tan pronto?”...
El entrenador, entonces, enloquece, su “lengua” se desbo-
ca, y hasta acaba con algún pequeño insulto... El directivo anota
de nuevo…
“No me gustó nada la información que facilitasteis a la
prensa del partido de Lugo.”… “Quiero que venga Agustín como
delegado de equipo.”...
Las respuestas...
“Fue para darle más valor a nuestra victoria.”… “Eso lo
decide la directiva.”...
El entrenador ya no dice nada. Da un portazo, y se larga...
El directivo anota en cuenta.
Luego llega el título de campeón, y las alabanzas de la
prensa, de los aficionados, de los técnicos rivales, de la gente alle-
gada... sólo van dedicadas a los jugadores y a su entrenador. “El
equipo de Suso Iglesias culminó la temporada con un gran éxi-
161
to...” Y Suso, el entrenador, después de tres o cuatro comentarios
de este tipo, todavía se crece más que antes, y se cree a pies junti-
llas que el equipo campeón es suyo, propiedad privada.
Y la cruda realidad es que en las victorias, el equipo es
“del entrenador”, y en las derrotas es “del presidente”. “¿Qué pin-
to yo aquí?, piensa frustrado el dirigente. “Nada”, se pavonea,
altivo, el entrenador.
Y comienza la planificación de la siguiente temporada, y
en la reunión de la directiva, alguien apunta con timidez que Suso
Iglesias “ha tenido mucha suerte”... otro, que ”con esos jugado-
res es campeón cualquiera”... el siguiente comenta que “a Suso
no hay quien lo aguante”... el tesorero se manifiesta “que no sue-
ñe en gastarse en caprichos lo que se gastó este año”... y remata
el presidente con la sentencia definitiva: “Aún encima, se cree que
el equipo es de su propiedad.”
Al cabo de media hora, las anotaciones en cuenta de todo
el año salen a relucir... y el cuchillo en la boca que traían prepara-
do los directivos desde meses atrás, hace el resto: “A Suso Iglesias
no se le renueva.”... y para más ajuste de cuentas, ni se le llama
por teléfono para comunicárselo. Cuando el entrenador ya está
pensando en la campaña próxima, se mantiene el silencio, se espe-
ra a que pasen las vacaciones veraniegas, y un irrelevante emisario
le informa: “No contamos contigo... Yo no tengo nada que ver.
Fue un acuerdo de la directiva.”
Siempre que a un entrenador le llaman para dirigir a un
equipo, se entiende que el cargo le compromete a manejar y con-
ducir tácticamente el grupo a fin de alcanzar los objetivos marca-
dos. Nunca sus obligaciones van a exceder más allá de la cancha.
Ni tendrá que barrer la oficina, ni buscar patrocinadores por la
ciudad, ni hacerle la pelota al político de turno, ni reverencias al
director del banco...
Ejemplo: el contrato Pepu-Federación obligaba al entrena-
dor a determinados compromisos fuera del parquet que no parecía
dispuesto a cumplir, tal vez porque cuando firmó aquel documento
con la Federación Española no imaginaba tanto éxito y tantas po-
162
sibilidades abiertas ante él. El pulso entre seleccionador y presi-
dente rompió por donde siempre. “¡¡Qué quede claro quién man-
da aquí!!, habrá pensado Sáez.
En un plazo breve, y después de varios temibles rumores -
a mi juicio-, se encontró un adecuado sucesor, Aito García Rene-
ses. Ya nos quedamos tranquilos, y mientras Pepu Hernández pasó
de inmediato a un despiadado olvido, el veterano entrenador acce-
día, por primera vez en su largo historial, a la selección española
absoluta, a la sazón campeona del mundo, y seria aspirante a me-
dalla olímpica.
Más casos: al día siguiente de proclamarse campeón de
Liga, además de alcanzar la Final Four de la Euroliga, el TAU de-
cide no renovar el contrato a su entrenador, el croata Neven Spahi-
ja, que tenía opción a otra temporada más. De este modo, los vito-
rianos se verán obligados a indemnizar al técnico. Dicen que el
entrenador era blando a la hora de controlar la vida “extradeporti-
va” de sus jugadores. Vamos, que Spahija quería ser su entrena-
dor, pero nunca su niñera ni su detective.
No sé cómo se habrá comportado Spahija en anteriores
temporadas en otros clubs. Pero es evidente que a sus dos ligas
croatas, una lituana y una israelí, ya podrá añadir también una es-
pañola. ¡Ahí queda eso!... Claro que el croata debe cuidar mejor a
sus chicos.
Después de tantos y tantos años de baloncesto, observo
que se repiten las mismas situaciones de siempre. Hay razones de
todos los tipos: por bajo rendimiento, por incumplimiento de con-
trato, por no alcanzar los objetivos previstos, por no saber con-
trolar el vestuario, porque los jugadores lo rechazan, por in-
dolencia en el trabajo... Yo sólo creo a medias estos motivos para
justificar una destitución…
Me inclino a pensar, sin dudar un instante, que hay algunas
causas que nadie confiesa, y que no son otras que las menciona-
dos: las anotaciones en cuenta, el cuchillo en la boca, los desdenes
a la ignorancia, los celos del éxito... y la demostración de poder.
A Tito Díaz, entrenador del ascenso del Gestibérica, no le
renovaron. ¿Por qué?
163
Dicen que hace años, a mi amigo Vicente Rodríguez “Cho-
las”, no le renovaron en el Celta Femenino tras proclamarse cam-
peón de Liga, porque un par de jugadoras amenazaban con irse si
él seguía. Supongo que habría algo más… También dicen que las
mismas jugadoras “echaron” a un entrenador anterior, Paco Marti-
nez… ¡Vete tú a saber! Alguien me aclaró que Vicente quería
cambiar casi toda la plantilla -con el mismo costo-, y la directiva
se opuso. Después, debido a los malos fichajes, se gastó el doble
de lo presupuestado -el doble de lo que pedía Vicente-, y la tem-
porada se cerró con un completo fracaso deportivo.
Al cabo de un mes, “Cholas” fue nombrado seleccionador
nacional. ¡Qué cosas! El que no sirvió para el Real Club Celta,
valía para el primer equipo del país.
Y lo que es la vida, después de conseguir la mejor clasifi-
cación de España en un Mundial femenino, acudir a la Olimpiada
de Atenas, y meter a nuestra selección en la élite, se prescinde de
“Cholas”, al parecer, por un fuerte encontronazo con su mejor ju-
gadora, que además de serlo, también quería hacer lo que le daba
la gana.
Ya le había pasado en el Real Club Celta con la conflictiva
Marisol Paíno. El mejor entrenador vigués de todos los tiempos,
no concede el menor capricho a sus jugadores... pese a quien pese.
Es su sello.
Cuando los padres de jugadores me preguntan por Vicente,
les digo: “Es el que mejor le va a enseñar a tu hijo… pero ¡ojo!,
si es capaz de aguantarlo.” Impone un nivel de exigencia máxi-
mo. Con un único año que sufras su intensidad, su rigidez, su te-
mible seriedad… te aporta más baloncesto que una década con la
mayoría de otros entrenadores. Mis respetos para “Cholas”… y
mis ánimos a sus alumnos. “¡Vale la pena!” .
164
Real Club Celta Junior Campeón de España 1973/74 De pie: Toya García, Paqui, Amparo Izquierdo, Virginia Barros, Ángeles Liboreiro, Vicente Rodríguez “Cholas” (entrenador) y María Bandeira. Agachadas: Gloria Martínez, Susana García, Cristina Alonso, Marta Civida-nes y María Antonia.
Con este título nacional, iniciaba Vicente Rodríguez su
exitosa andadura en el baloncesto de élite con el Real Club Celta.
Después llegaría a la Selección, y al frente de ella, se consigue la
primera clasificación olímpica del basket femenino español, el
mejor puesto jamás alcanzado en un Europeo, un quinto lugar es-
pectacular en un Mundial… y deja las bases sentadas para un ba-
loncesto femenino que crece a gran velocidad, superando el déficit
histórico que arrastraba hasta hace poco. En la evolución de nues-
tro basket femenino, seguro que Vicente tiene algo que ver…
165
Selección Española, 5º puesto en el Mundial de China-2002.
Cinco temporadas ha estado Vicente Rodríguez al frente de la Se-lección Nacional Femenina (1998/2004), y ahí queda su palmarés:
1998: acude con la Selección Sub-20 al Campeonato de Europa. 1999: Medalla de Oro en la Universiada, venciendo en la Final a Es- tados Unidos, acaparador de todos los títulos hasta ese año. 2001: Medalla de Bronce en el Campeonato de Europa (Francia). 2002: 5º puesto en Campeonato del Mundo (China) 2003: Medalla de Bronce en el Campeonato de Europa (Grecia). 2004: España se clasifica para los Juegos Olímpicos. 2004: 6º puesto en los Juegos Olímpicos de Atenas.
166
Hasta entonces, nunca se había hablado de la selección fe-
menina a nivel popular. Desde el Mundial de China, nuestras chi-
cas empiezan a ser conocidas por los españoles.
Selección Española, Medalla de Bronce en el Europeo de Grecia.
Amaya Valdemoro, la mejor jugadora española de todos los tiempos.
167
X. Los orígenes
¡Qué coincidencia! Me cuentan que el baloncesto se inició
en Vigo en el año 1941, el mismo en el que yo nací.
Por lo tanto, yo podría pregonar exultante, con petulancia,
orgulloso, con aires de grandeza, en voz bien alta, hinchando el
pecho, poniéndome de puntillas... “Conmigo nació el balonces-
to.”, y me quedaría tan ancho.
Dicen que ese año, un equipo de Tranvías Eléctricos de
Vigo se proclamó campeón de España de Productores, competi-
ción que Educación y Descanso -institución franquista al cuidado
de los trabajadores- comenzaba a organizar.
Los catalanes -eso cuenta la historia- trajeron a la ciudad
viguesa las conservas, los astilleros, las fábricas de salazón, indus-
trias diversas... casi todo lo que aquí hay. Menos la pesca de la
sardina, parece que lo demás tuvo la iniciativa catalana.
Los reclutas catalanes, en su obligado Servicio Militar, re-
galaron a Vigo, a través del Ejército, el mágico juego del balon-
cesto. Ellos fueron los primeros en anotar canastas en nuestra tie-
rra, y los que nos enseñaron cómo se hacía.
A partir del equipo de Tranvías, nació después el Juventus.
Más tarde vendría el Español, el Remeros del Berbés, el “Consti”,
la Atlética y el América. Se jugaba en el patio de Correos, en la
Alameda, espacio que aún hoy existe para uso del servicio estatal.
En esa época llegó a Vigo la novedad del uso de ceniza
para las canchas. Víctor Posada, Enceste, directivo del Juventus, y
trabajador de Renfe, se hizo con el polvo residual de las máquinas
de vapor, y muy ufano, alfombró otro de los campos en uso, La
Barxa -en donde hoy se ubica el Club Financiero-. Hasta ahí todo
perfecto... sólo había una pega, los jugadores salían negros como
fogoneros.
168
También se jugaba en la Cancha Central -más o menos en
la actual calle Canceleiro-, en el Castro -en una pista de patinaje-,
y en alguna ocasión se utilizó la cancha central de tenis del anti-
guo Club de Campo -aproximadamente donde se encuentra el edi-
ficio de Mapfre-, para la disputa de algún torneo de mayor rele-
vancia, que yo recuerde, una Copa de España.
Eran los tiempos de Valentín Franco -padre del periodista
Fernando Franco-, de los hermanos Bravo, de Cardeñoso... Fran-
cisco Rey Rivero -ex-director de la Coral Casablanca- pitaba co-
mo árbitro, igual que Paco Nistal, Flórez y el mencionado Posada.
Fontenla y Ferrón jugaban en el América; Salvito -gerente
muchos años del Centro Deportivo Municipal- lo hacía en el Es-
pañol; Carlos Pérez -el famoso atleta olímpico- en el Remeros del
Berbés; Pousa, Bendaña, Gómez, Borrajo y Fandiño componían el
“cinco” del Juventus; los Lopo, Lamas, Mallén... también prota-
gonizaron aquella época gloriosa.
Luego llegaría el Colegio Mezquita -anterior al S.E.U.-, el
Independiente -que se asentaba en el Colegio Labor-, el Areosa -
del Colegio de los Maristas-...
Época de Pepín y Totó Castro -Mezquita-, de Lloves, Co-
qui, Ribo -Independiente-, de Cosío, Román, los hermanos Freijei-
ro -Areosa-...
Año 1952. Club S.E.U. de la Escuela Industrial. De pie: Julio Castro, González, Alda, Pichicho Giráldez y Totó Castro. Agachados: Severo Iglesias, Jaime Davila y Alberto Alonso.
169
Año 1952. Club Baloncesto Independiente. De pie: Enrique Lloves, Abal, Borrajo, Benito Lorenzo, Alonso, Coqui y Bendaña. Agachados: Gonzalo, De la Peña II, Ribo y De la Peña I. Año 1952. Club Deportivo Areosa. De pie: Carlos Núñez, Cosío, Pirulo, “Yeyo” Oubiña, Gasca y Salvito (entrenador). Agachados: xxxxx, Riveiro, Freijeiro II y Freijeiro I
.
170
1952. Club Juventus. De pie: xxxx, Pousa, De Dios, xxxxx y Floren-tino Pérez (entrenador).Agachados: xxxx, Enrique Gómez y Salgado.
1952. Club Constitución del R.C. Celta. De pie: Ferrón, Álvarez, Gayoso, Cerdeira y xxx. Agachados: Ocenda, Fernando, xxxx y Lino.
171
Año 1952. Club Baloncesto Marín.
Con un ligerísimo cambio en el nombre, el Club Baloncesto
Arcade es en la actualidad el equipo más antiguo de la provincia. El mérito de más de medio siglo de trabajo hay que dárselo al que fue jugador, y ahora presidente y entrenador, Alfonso Pazos. Su equipo Senior Masculino acaba de proclamarse Campeón Provincial 2007/08, lo que demuestra que su pujanza continúa.
172
El 30 de abril de 1956, en Madrid, el Club Estudiantes de
Baloncesto se proclamaba campeón de España de Segunda Di-
visión, al vencer al Huesca en una dramática final por 54-50 (26-
21 al descanso). Jugaron por nuestro equipo: García Picher (7),
Julio Castro (16), Camilo Nogueira (4), Alonso, Benito Lorenzo
(13), Jovito (2), Mito Martínez (6), Carlos Cerdeira (4) y Severo
Iglesias (2). Con el título se lograba también el ascenso a Primera.
Se ponía a un solo peldaño de la División de Honor.
Sería en la temporada siguiente, 56/57, cuando el Estudian-
tes se proclamaba subcampeón de España de Primera División,
que daba derecho al ascenso a la máxima categoría. Pero una exi-
gencia insalvable, cancha cubierta, impidió que se consumara el
ansiado logro.
A partir de esta inmejorable oportunidad, el calvario del as-
censo comenzaba en el baloncesto vigués, y todavía dura. Se vol-
vería a intentar con ahínco en múltiples ocasiones, y hasta hoy en
día, 2008, aún no hemos sido capaces de alcanzar la máxima cate-
goría nacional. Ni el C.D. Bosco, ni el Manuel Álvarez, ni el Real
Club Celta, ni el Porcelanas Santa Clara, ni el Skol, ni el Ade-
mar… Ahora lo persigue el Gestibérica. Ojalá a la enésima vaya la
vencida…
¿Qué pasa en Vigo con el basket masculino? Llegaron a la
élite la Bazán del Ferrol, el Breogán de Lugo, el Bosco de la Co-
ruña, el OAR ferrolano, el Club Obradoiro de Santiago, el COB
ourensano… En féminas, en cambio, Vigo sí tiene élite.
“¿Cuándo vamos a sacarnos de encima este MEIGALLO
que nos asola?”
En la foto de la siguiente página, el general Querejeta, pre-
sidente de la Federación Española, entrega la Copa de Campeón
de Sector de la Liga 1953/54 al capitán del Estudiantes de Vigo,
Joaquín García Picher.
Campo del Jardín Park. En los partidos importantes, el es-
trado de la orquesta se convertía en palco de autoridades. A la de-
recha del general, se ve al Doctor Soneira, presidente de la Fede-
173
ración Gallega-Sur en esa época. Al fondo, aparece Vicente Fló-
rez, que le sucedería en el cargo años después.
Jardín Park, 1954. El General Querejeta, presidente de la Federa-ción Española, entrega a Joaquín García Picher, capitán del Club Estudiantes, el trofeo de Campeón de una Fase de Sector.
En la siguiente imagen vemos al Club Estudiantes, campeón
de la Fase de Sector de la que venimos hablando. Este equipo es el
que posteriormente se proclamaría Subcampeón de España de Pri-
mera División y ascendería a División de Honor.
174
Jardín Park, 1955/56. Club Estudiantes de Baloncesto, Campeón de España de 2ª División y Ascenso a Primera. De izqda. a dere-cha: Gonzalo, Alonso, Benito Lorenzo, Carlos Cerdeira, Mito Rodrí-guez, Camilo Nogueira, Severo Iglesias y Joaquín García Picher.
Año 1957. Recepción en el Ayuntamiento de Vigo. El alcalde, Tomás Pérez Lorente, recibe al Club Estudiantes, que se acaba de procla-mar Subcampeón de España de Primera, y consigue el ascenso a División de Honor. Joaquín García Picher, el capitán, le muestra el trofeo al alcalde. Los primeros por la izquierda son Benito Lorenzo, Camilo Nogueira y Rafael Pérez. Asoma la cabeza de Julio Castro por detrás de García Picher, y a su izquierda, Gonzalo y Carlos Cer-deira. A la derecha, el Dtr. Soneira, presidente de la Federación Ga-llega Sur de Baloncesto. Más atrás, el directivo Pepe Vilas.
175
XI. ¿Qué pasa con Marta?
- Te confieso, querido colega de conversación, que me
- encuentro agobiado.
- ¿Qué te pasa?
- A mi nada. Pero... ¿qué pasa con Marta?
- ¿Qué Marta...?
<< ¿Y yo qué sé?... Ese nombre que me persigue sin des-
canso desde hace meses: la de los trece triples, la infantil de
Baiona, la que me ignora al pasar, la catalana de mi equipo, la
que no quiere jugar conmigo, la que anotó 34 puntos en Porri-
ño, la que se quiere llevar el Celta, la hija de un amigo, la que se
fue a Francia, la discípula de Suso, la que me endosó más de
veinte puntos hace unos días, la hija de Javi, la base del equipo,
la que no pudo hablar con sus colegas de autobús, la pívot juve-
nil que tuve hace años, la defensora indolente, la mejor pasa-
dora, la hija de la bibliotecaria, la seleccionada gallega, las ex-
alumnas de mi hijo Rubén que me ganaron con autoridad, la
que no quiso ser céltica, la preferida de Manuel, la promesa del
Celta en sus años de juvenil, la directora de juego, la aspirante a
estrella, la que va en camino, la que no lo será, la sucesora de su
padre baloncestista, la natural de Reus, la anotadora impla-
cable, la cerebral, la enigmática, la experta, la nieta de un ami-
go, la benjamina de las escuelas, la hija del presidente del rugby
español, la preseleccionada para la sub-13, la sobrina que debe
darme las fotos de su hermano, la que iba a fichar y ya no ficha,
la testigo de mi última canasta oficial... y hoy, con enorme triste-
za, la hermana de Andrés, el joven amigo que se nos fue...>>
- Luis, no entiendo nada.
176
<<Ni yo tampoco, colega. No sé si es una Marta con mil
cabezas, o todas se llaman Marta, o para estar en esto del balon-
cesto sólo te puedes llamar Marta... Estoy hecho un lío... Sabes
lo que te digo: por si acaso, tengo que buscar una Marta para mi
equipo. >>
- Pues, ¡qué haya suerte!
<<... y mi sobrina Marta, la de A Coruña, que acaba de
llegar...>>
Al cabo de unos días…
- Amigo, ya tengo dos Martas en el equipo... A ver qué
pasa...
- Pues repito, ¡qué haya suerte!
Baiona, Pabellón Municipal, temporada 2007/08. Marta Mandado, sentada en el suelo, anotadora de 13 triples en un partido. A su lado, las compañeras del C.B. Baiona Junior, Blanca, Andy y Sara (11), y en medio, Xose Leyenda, el entrenador.
177
Baiona, Pabellón Municipal, temporada 2007/08 La excelente base catalana Marta Gilabert,
jugadora del C.B. Baiona Senior, y su entrenador Rey Lama.
178
Temporada 2007/08. Marta Canella, la firme promesa de nuestro ba-loncesto gallego, formada en el C.B. Baiona a las órdenes de Ma-nuel Bouzas. Jugadora fija en la Selección Gallega Infantil. Prese-leccionada en el verano último para la Selección Española Sub-13.
179
Temporada 2007/08. Marta García, la excelente base del Colegio Andersen Junior.
180
Marta Fernández, el fichaje del Club Baloncesto Baiona Senior para la temporada 2008/09. Escolta procedente del equipo junior del Real Club Celta.
181
Marta Méndez, pívot a la que entrené en el Real Club Celta Juvenil en las temporadas 88/89 y 89/90.
Temporada 2006/07. Marta García, Marta Couso y Marta Goenaga, destacadas jugadoras del Colegio Andersen.
182
Este “montón” de guapas del Andersen fue campeón gallego de cadetes en 2006/07, y entre ellas hay un” montón” de Martas, y hace poco, mayo del 2008, le ganaron a mi equipo de Baiona por un “montón” de puntos. A casi todas las entrenaron en categorías inferiores mi hijo Rubén y mi amigo Manu Martín, y ahora, a las órdenes de Suso Co-bián, esperan conseguir un “montón” de triunfos, un “montón” de co-pas, un “montón” de aplausos, un “montón” de títulos… pero ¡ojo!, no son, ni mucho menos, chicas del “montón”.
¡UN “MONTÓN” DE SUERTE!
183
XII. Ferias y Fiestas.
En los veranos de aquellos años, décadas de los cincuenta
y sesenta, resultaba habitual que el baloncesto formase parte de
los programas de Fiestas Patronales de ciudades y villas de Gali-
cia.
Se trataba de un deporte novedoso, poco conocido en la
mayoría de los pueblos, y que aportaba originalidad a los festejos.
Y no nos engañemos… más aún si a su protagonismo contribuían
las féminas.
A pesar de que en los pueblos no solía haber canchas, re-
sultaba sencillo habilitar un campo de juego en cualquier plaza o
en una calle. Se localizaban las canastas, un camión las trasladaba,
se pintaban las líneas en el suelo... y con pagarles el autobús y la
cena a un par de equipos de la ciudad más cercana, ya tenían mon-
tado el espectáculo.
El Club Estudiantes de Vigo, en su variante masculina y
femenina, solía estar muy solicitado para estos eventos. Muchas
veces, los dos equipos acudían juntos a estas celebraciones festi-
vas, recorriendo toda la comunidad.
Durante un verano de los sesenta, en las famosas Fiestas
de la Peregrina de Pontevedra, jugamos en la Alameda, en plena
calle, justo delante de la actual Diputación Provincial. En aquel
partido, contra el C.D. Bosco, Antonio Díaz Miguel -gran amigo
del Estudiantes como ya he mencionado, y que nos acompañó en
esta ocasión-, me corrigió un defecto muy común en los princi-
piantes: recibir el balón, echarlo al suelo en un bote sin ningún ob-
jetivo, y volver a cogerlo, con lo que se pierde la opción de entrar
a canasta, de conducir el balón a otra zona, de driblar... “¡Lama! -
me llamaba-. ¡No botes!...” Con el genio que tenía en la cancha, el
concepto me quedó claro para siempre.
184
En las Fiestas del Apóstol de Santiago de Compostela, ju-
gamos una noche en la Plaza de la Quintana. Nuestras chicas fren-
te a la Tabacalera de La Coruña, y los chicos contra el Club Estu-
diantes de Madrid. Allí debutaron en el equipo Cristina Acosta y
Picuca Martínez -jugadoras que acabarían por ser importantes en
el futuro ascenso a primera-, pero poco pudimos hacer ante las
coruñesas, que contaban en ese momento con uno de los mejores
conjuntos del país. Nada que decir de los chicos, enfrentados con
el reciente campeón de la Copa de España, y actuando poco más
que como comparsas.
También jugamos ambos equipos en Cangas, en sus Fies-
tas Patronales. Y lo hicimos en una calle céntrica, más o menos
por donde está hoy en día el mercado. La mayor dificultad que se
planteaba en estas confrontaciones eran los vestuarios, que como
se puede deducir, no existían. Nos dejaban algún bajo de una casa
próxima para mudarnos... pero, ¿y las duchas? Los organizadores
de la Comisión de Fiestas ni sabían que se sudaba en esto del ba-
loncesto. Total, que cada unos se las apañaba... Merienda al aca-
bar, y a coger el barco de vuelta.
Nos sentíamos importantes llamados a estas citas estelares,
encargados de divertir al personal como si del Ballet Ruso, o del
Teatro Nacional de Luis Tamayo, o de los Títeres de Varsovia se
tratase. Además, resultaban jornadas muy agradables, propicias
para confraternizar chicos, chicas, directivos y seguidores del
Club. Aquellos divertidos partidos veraniegos, que siempre gene-
raban alguna anécdota para el recuerdo, cumplían su misión per-
fectamente: servían como preámbulo al inicio de los entrenamien-
tos, aunaban intenciones cara al futuro, y se presentaban en ellos a
los nuevos fichajes de la temporada... Y en alguna ocasión, pusie-
ron el escenario perfecto para historias de amor que durarían toda
la vida.
Un verano acudimos con el equipo femenino a las Fiestas
de La Estrada. Habilitaron una cancha de tierra al lado el campo
de fútbol, y por primera vez, conseguimos ganarle a la Tabacalera
de La Coruña, nuestro gran rival, inaccesible hasta ese día.
185
En medio de un calor asfixiante, y de unas polvaredas que
nublaban la visión y dificultaban la respiración, las nuestras con-
siguieron la primera victoria ante su bestia negra.
En otra ocasión, acudimos con los dos equipos a las Fies-
tas de Ponferrada para enfrentarnos a los representantes locales.
Allí nos esperaba una estupenda cancha de cemento, situada en
medio de unas excelentes instalaciones deportivas. “Educación y
Descanso” -la organización franquista de los trabajadores- se ha-
bía preocupado muy mucho de dotar al pueblo minero de algo ex-
cepcional en aquellos tiempos: un campo de fútbol de hierba, con
sus correspondientes pistas de atletismo, varias canchas polidepor-
tivas, piscina recreativa y abundantes vestuarios. Algo nunca visto
entonces.
En los años sesenta, a raíz de proclamarse campeón de Es-
paña de Tercera División, el Club Estudiantes Femenino se puso
de moda en la zona. Nos llamaron de Puenteareas para las Fiestas
del Corpus, y como no había rival cercano, nos brindamos noso-
tros mismos para formar los dos equipos. En medio de un frondo-
so parque, tal vez en una pista de patinaje, montaron el campo, y
al llegar, observamos enseguida que carecía de las medidas regla-
mentarias. ¿Y qué? Ningún problema. Mayores y pequeñas brin-
daron un disputado partido a un gran número de aficionados.
Más tarde, la experiencia me demostraría que estos parti-
dos entre jugadores de un mismo club acostumbran a levantar am-
pollas. Todos quieren ganar -producto de la buena formación reci-
bida-, y a menudo, las ansias de victoria derriban la barrera de la
fraternal convivencia deportiva. Pronto se olvida...
Pero poco a poco, con la llegada de la televisión, la intro-
ducción del baloncesto en la mayoría de los pueblos de Galicia, la
tecnificación del deporte, los cambios profundos de la sociedad -
sobre todo con el coche-... en definitiva, con la modernidad, fue-
ron desapareciendo aquellas entrañables celebraciones de verano...
aunque alguna aún queda, y si no, que se lo pregunten al amigo de
las dieciocho finales perdidas, que al parecer ganó la primera en
Mondariz en el verano del 2007…
186
La crónica de Sobrino desde Orense para “Faro de Vigo”, da a entender que hubo más que palabras en la disputa del Trofeo Cor-pus de 1957. El bajo tanteo ya indica la igualdad existente a lo largo del partido, y sobre todo, la fuerte lucha defensiva desplegada por ambos contendientes. Quedó bien claro el interés de vigueses y astu-rianos en hacerse con el preciado galardón. La afición orensana se puso del lado de los asturianos, que protestaron airadamente la actuación de los árbitros. Pero el Club Estudiantes, siempre por delante en el marcador, acabó imponién-dose con merecimiento. Cerdeira y Picher fueron sus mejores juga-dores.
También en Vigo se disputaban partidos con motivo de las
Fiestas del Cristo. Durante un verano de los sesenta nos visitaron
los Harlem Globetrotters -de aquella, en su momento más esplen-
doroso-, y para su exhibición, el Ayuntamiento preparó una pista
de cemento en Balaídos, delante de la grada de Marcador.
187
En agosto de 1956 se celebra el Torneo Internacional de
Baloncesto de Vigo, que gana el Real Madrid con claridad, impo-
niéndose al Estudiantes vigués -segundo-, al Benfica y a la Se-
lección Francesa del Atlántico.
188
Pero además de los partidos veraniegos, era costumbre
entonces disputar amistosos a lo largo del año, bien contra marine-
ros de algún barco americano fondeado en puerto, o bien ante
equipos sudamericanos desembarcados en Vigo para una gira por
Europa.
189
Nuestra hospitalidad con estos equipos la cobrábamos con
un par de balones americanos de cuero -imposibles de conseguir
en España-, y que estos poderosos visitantes se dejaban lamenta-
blemente “olvidados”. La picaresca: los pobres hurtando a los ri-
cos. Una gamberrada más de los estudiantiles, que si esta materia
fuese deporte, jugarían Copa de Europa.
En resumen, ahora en el 2008, los veranos del baloncesto
son otra cosa. Baiona, Mondariz, Porriño, Salceda, Tuy… un
sinfín de localidades organizan sus torneos, en los que ya no jue-
gan los grandes equipos de élite, sino los aficionados que aman el
basket, y quieren competir, mejor o peor.
Pero en los veranos de 2007 y 2008, también llegó a Ou-
rense la mejor selección española de todos los tiempos, y el balon-
cesto gallego se sintió orgulloso en recibirla.
Y en los últimos años es la flota, pero la española, la que
conquista la NBA con los hermanos Gasol, Rudy Fernández, Cal-
derón, Sergio Rodríguez, Garbajosa, Navarro…
Quizás sin aquellos veranos de los sesenta, la actual edad
de oro del basket español sería imposible…
El árbitro Paco Nistal, en un partido amistoso de una Selección de Vigo y un combinado del portaviones americano New Jersey.
190
El año 1954, en el desaparecido campo de Las Cabañas, se
celebra un encuentro amistoso entre una Selección de Vigo y un
equipo representativo del portaaviones norteamericano New Jer-
sey. Lo arbitra Paco Nistal, seguramente el mejor colegiado vi-
gués de todos los tiempos. Llegó a pitar con éxito en la máxima
categoría nacional.
Como anécdota, tengo que manifestar que el Club Estu-
diantes no quería que le arbitrase. Sobrino de nuestro presidente,
don José Nistal, y compañero de pandilleo con directivos y juga-
dores estudiantiles, nos perjudicaba notablemente -por su exage-
rado afán de neutralidad- cuando nos pitaba. En un acuerdo tácito
entre ambas partes, evitaba arbitrarnos.
191
XIII. Los inicios... y el disgusto.
- Compañero de viaje, tengo que contarte algo. Ya es el
momento, no puedo aguardar más... Espero no aburrirte…
Es evidente que antes las cosas no eran como ahora. No sé
si mejores o peores, pero desde luego, bastante distintas. Para que
entiendas mejor la “batallita” de hoy, te voy a hacer una propuesta
simple. Yo te cuento, y tu fantaseas poniéndote en mi lugar.
Imagínate de actor en Hollywood... y que te dan el papel. ¿Sabrás?
Imagina:
- ¡Siéntete niño! ¡Te conviertes en un rapaz de diez
años! El mismo que fuiste tú, pero nacido en 1941. No había
móvil, ni televisión, ni ordenadores… gobernaba un tal Franco,
apenas circulaban coches, nada de mensajes telefónicos, te mo-
vías en tranvía, no había botas Nike, se usaban pantalones cor-
tos, el balón era de cuero -como los de fútbol-, de Coca-Cola
tampoco nada, sin NBA, ¡no había nacido Gasol!... ¡Estás per-
dido, colega! ¡No te veo de niño del 41!... ¿Qué, qué te parece?
- ¡Pero, Luis! Es que cuando eras niño, ¡no había na-
da!...
- ¿Qué no había nada? ¡Había baloncesto!... ¡Y qué ba
loncesto! ¡FANTÁSTICO!
Yo empecé jugando en el patio de tierra de los Salesianos.
Era cuesta arriba si atacabas contra la canasta empotrada en la pa-
red del colegio, y cuesta abajo si lo hacías contra la pinchada en el
suelo sobre dos maderos, a pocos metros de la puerta de la Iglesia
de María Auxiliadora. Los aros, sin red. El bote de aquello que
usabas como balón: pelota de goma rizada tamaño balonmano, o
maciza tamaño golf, o de goma lisa tamaño tenis... constituía un
192
misterio. Las líneas del campo, imaginarias, tan sólo la del fondo
de arriba estaba clara: fuera, cuando la pelota tocaba la pared. El
tiro de personal se marcaba en tierra con el zapato en la canasta de
abajo, y en la de arriba, había una piedra en el suelo que hacía de
señal. Si llovía, charcos por el medio, sobre todo, en la canasta de
abajo, con uno enorme debajo del aro. A veces se paraban en me-
dio del campo don Luis, el cura párroco, a charlar con alguna feli-
gresa, y entonces debíamos sortearlos.
Éramos “la generación del patio”. Necesitábamos entender
el baloncesto con claridad para sobrevivir a tantos desmanes. Y
así se forjó en nosotros una mentalidad fuerte, imaginación para
un juego entre líneas que no existían, una defensa dura –no había
personales-, defensa que también debíamos soportar… Tratába-
mos de imitar con acierto a nuestros ídolos del Bosco, a los
magníficos, a Boliche, a Rolán…
Era un baloncesto libre, auténtico, sin complejos, sin ba-
rreras, sin tres segundos, sin campo atrás... nunca pisabas fuera...
no te sancionaban por tocar la red... podías discutir con el contra-
rio, no había técnicas... sin árbitros... Todo se reducía a encestar, y
a que no encestase el contrario. ¡Qué táctica! La entendimos ense-
guida. Era baloncesto. ¡¡No!! Era ¡¡¡BALONCESTO!!!
- ¡Pero colega...! No te veo vestido para el papel. Fuera
ese equipaje de los Lakers... esas botas Adidas... esas muñeque-
ras... las medias Nike...” - Entonces... ¿qué me pongo?”
Salíamos de casa vestidos de domingo. Íbamos como un
pincel. Pantalón corto por la rodilla de color gris; camisa blanca
con corbata listada y tirantes elásticos; chaqueta de punto con bo-
tones -yo de color amarillo-; zapatos de goma marrones y calceti-
nes altos. Así se llegaba a la “cancha”. ¿Cómo se volvía…?...
A esa edad, ocho años más o menos, si no estaba jugando
en el patio de los Salesianos, es que había ido a ver jugar al Bosco.
Mi hermano Gonzalo y yo éramos hinchas apasionados y fieles.
Recorríamos todo Vigo detrás de nuestro equipo. Las Cabañas, los
193
Maristas, el Jardín Park, el Colegio Labor, la Escuela de Peritos...
y naturalmente, el familiar “coliseum” de Taboada Leal.
Las Fases de Sector en las que llegaban equipos de otros
lugares se convertían en grandes acontecimientos. No pensábamos
en otra cosa durante la semana previa. Venían el campeón de Sala-
manca, el Grupo Covadonga de Gijón, el Sniace de Santander, la
Bazán del Ferrol, el Standard de Madrid, el Lasalle de Vallado-
lid... De aquella me parecían los mejores equipos del mundo... y a
pesar de todo, tras unos heroicos partidos, el Bosco se proclamaba
siempre campeón del correspondiente sector. ¡Qué emoción! Boli-
che y Rolán, ¡los mejores del torneo!
En estas Fases de Sector estelares, el C.D. Bosco cambiaba
su habitual vestuario, próximo al campo, por el camerino del tea-
tro del colegio, bastante más alejado. Yo entraba por el patio, y de
camino hacia la cancha los oía. Después de tantos años, más de
medio siglo, mi memoria no conserva la imagen, sino las voces -
de Boliche, de Rolán, de Mito Martínez, de Josechu Curiel, de
Cándido Gil...- entonando su canción:
“Ya estamos llegando a Pénjamo,
ya brillan allá sus cúpulas,
si una muchacha te mira y se agacha,
es que es de Pénjamo.
Y si te mira y luego suspira,
también es de allá.
¡Qué me sirvan las copas por Pénjamo!
soy de Pénjamo, soy de Pénjamo.
¡Qué me sirvan las copas por Pénjamo!
por mi Pénjamo voy a brindar...”
Una vez interpretada la hermosa canción -a mí así me lo
parecía-, ya estaba ganado medio partido. Nunca vi perder al Bos-
co después de su “cántico de guerra”.
194
- Ahora que lo pienso, querido colega, me parece ésta
del Bosco, mucho mejor preparación psicológica que la que ha-
cía Ignacio Pinedo con el Creff de Madrid. ¿Tú qué dices?
Comprobarás que ya de aquella el baloncesto era muy técnico,
se cuidaba todo con detalle...
- Pero Luis, si ahora nadie canta en los vestuarios.
- Porque sóis gili.... Ahora, juntáis las manos: un, dos,
tres... ¡BA-IO-NA!... y os dáis palmaditas continuamente... An-
dáis siempre con chorraditas... Aquello de la canción sí que era
poético... divino... te alfombraba el camino a la gloria... eras un
héroe en potencia.
Un día, el señor García Hermida se acercó al patio y nos
propuso jugar un partido contra los chicos del colegio. Sería en el
descanso de un encuentro del Bosco, que se iba a celebrar una se-
mana más tarde. Llegué a casa emocionado, nervioso, sin acou-
go... y ya surgió el primer problema: no teníamos equipaje... ni
dónde conseguirlo con tanta apremio.
En casa me debieron ver con una cara de tanta desepera-
ción, que al día siguiente, sin pérdida de tiempo, mi madre, mi tía,
y la costurera que venía los martes, se pusieron a confeccionar el
equipaje más bonito que tuve en mi larga vida deportiva, y el úni-
co hecho a la medida: camiseta de tela de sarga de color blanco,
con cuello polo en azulina, manga corta con ribetes a juego, y
números a la espalda, también en azulina. Pantalón cortito total-
mente liso, en azulina. Eran los colores del Bosco. ¡Qué maravi-
lla! Yo me dije con decisión y pleno convencimiento al mirarme
al espejo: “Con este equipaje, no nos gana nadie.”
El día señalado iba tan concentrado en mi estreno, que no
supe ni contra quién estaba jugando el Bosco. Nos dieron para
nuestro debut un balón de futbol -más pequeño y más ligero que el
de basket-. Los de mi pandilla -yo con once años-, les ganamos
por 11-7 al equipo del colegio, y anoté tres canastas, una de ellas -
lo recuerdo aún hoy-, de aro a aro. ¡La felicidad!
195
- ¡Pero colega! ¡No sientes nada! ¡No te veo emociona-
do! Habéis tenido tanto en vuestra niñez, que no eres capaz ni
de imaginártelo.
- Luis, yo jugué una liga entera con ocho años... y tenía
dos equipajes... y una balón de cuero para cada uno... y entrena-
dor... y campo cu...
- ¡No sigas! ¡Si ya lo decía yo...! ¡Chaval! En el arte de
la fantasía no tenéis nada que hacer. ¡Cómo se os atasque un
partido...! Si hubieses sido de la “generación del patio”, sabrías
inventar, crear basket... ponerte en el papel... podrías incluso
jugar de pívot con 1,50.
- Luis, todo esto que me cuentas es una “chorrada”. Lo
soñaste, nunca pudo ocurrir.
- ¡Sabes lo que te digo! No te cuento más.
Después de aquel “mini partido”, Manolo Martínez, entre-
nador del Bosco, comenzó a enseñarnos la ciencia del baloncesto.
Martes y viernes, en el campo de Taboada Leal, aprendimos a pa-
sar, a botar, a tirar... y a amar aquel deporte mágico. Fue mi pri-
mer entrenador, mi maestro, el que me inició en los primeros pa-
sos. Yo era uno de sus favoritos... y en cambio, más tarde... Nunca
supe bien lo que pasó.
En la temporada siguiente, el C.D Bosco hizo un equipo
infantil con una mezcla de niños de nuestra pandilla y del colegio,
y participamos en el primer campeonato infantil que se celebró en
Vigo. Año 1953.
Al cabo de un par de temporadas pasamos a categoría ju-
venil, ya con más equipos participantes y de mayor entidad. El
Colegio Labor, el Areosa, el Colegio Apóstol, el Domingo Sa-
vio… y el Estudiantes, el gran rival del Bosco.
En nuestro equipo jugaban José Luis Rodríguez, Chacabu-
co, Madera, Cousillas, Sidrach, Lolo Sánchez, Mingos, Carlos Ca-
sales… Por el Estudiantes, lleno de figuras… y de “seguidoras”,
lo hacían Isidro Gallego, Rafa Tapias, Romero Bello, Moreno,
Abelenda, Miramontes, Cándido Hernández, Torrado… Aún hoy
en día, me da la impresión de que debían ser bastante más guapos
que nosotros. Tenían gran éxito entre las chicas…
196
Exquisita reunión: Rolán (Bosco), Carlos Cerdeira (Estudiantes), Carlos Cosío (Areosa), Bahillo (directivo del Bosco), Manolo Martí-nez (entrenador del Bosco y mi primer maestro) y Roberto Besada (fundador del Independiente).
En un partido histórico, celebrado en la Escuela de Peritos
Industriales, con lleno a rebosar, les ganamos el campeonato y la
clasificación para el Sector Gallego Juvenil, que se disputaría un
mes después en Lugo.
Los dejamos hundidos, con la moral por los suelos, pues
no en vano eran los claros favoritos y las estrellas del baloncesto
juvenil vigués. Dimos la gran sorpresa. Fue el primer partido de
máxima rivalidad que jugaba contra el Estudiantes.
Todavía recuerdo la canasta que metí en un contraataque,
entrando por el centro de la zona en medio de tres rivales, y tiran-
do en doble-salto con lanzamiento de palangana. Estaba de moda
por entonces...
- ¡Pero qué dices! ¿Eso qué es? ¿Doble-salto...? ¿Palan-
gana...?
- Eso es talento, colega. ¡Talento puro! ¿Te lo explico?
No sé si lo entenderás.
197
Yo era un jugador pequeño, pero muy rápido, no puede ser
de otra forma en el baloncesto. En aquella jugada, venía botando
desde mi campo a toda velocidad, y al llegar a la línea de tiros li-
bres, me encontré con tres gigantes esperándome con los brazos
en alto dispuestos a aplastarme. Me metí entre los dos primeros
con el primer paso, protegiendo el balón por lo “bajinis”, y al le-
vantarlo para tirar en el segundo paso de la entrada, aparecieron
los dos enormes brazos del tercero, Romero Bello, tapándome el
tiro. No tuve problemas, me encogí en el aire, pasé por debajo de
sus brazos, y en tiro con dos manos desde abajo, anoté una bande-
ja inversa, es decir, desde casi el suelo.
¡Fue el delirio! No la olvidaré nunca, ¡la mejor de mi vi-
da!, y eso que en mis cuarenta años de jugador, debí meter varios
cientos de canastas, tal vez más de mil. Ese tiro se lo había copia-
do a Julio Castro, del Club Estudiantes, que precisamente en ese
partido dirigía al equipo juvenil desde el banquillo contrario.
Antigua cancha de la Escuela de Peritos Industriales. Piso de tierra, tableros de madera, al aire libre, sin vallas divisorias… ¡Y gracias! Era la década de los cincuenta
198
- Pero Luis, estoy hecho un lío. Tú, ¿no eras del Estu-
diantes?
- Eso vendrá más tarde. Ya te lo contaré.
A mitad de la temporada 57/58, nos subieron al primer
equipo a José Luis, a Chacabuco y a mí. Teníamos diecisiete años.
Nuestro estreno con el Bosco “mayor” fue en Salamanca, donde
perdimos. Jugué un par de minutos al final.
Después, otro partido en Vigo, en nuestro campo de Ta-
boada Leal, en el que anoté, en los tres escasos minutos que me
dieron, mi primera canasta con el Bosco. Esta vez ganamos con
facilidad.
Luego nos desplazamos a Lugo, y allí comenzó todo. Co-
metí el gran “error” de jugar casi todo el partido, sustituyendo a
uno de mis ídolos, Boliche... y ser el mejor del equipo... y el
máximo encestador con 19 puntos... No valió de nada, perdimos...
y yo, paradójicamente, perdí mucho más que el resto.
A partir de este encuentro, se inició mi calvario en el Bos-
co. Boliche se ausentó de la ciudad por una larga temporada, y
parece que su puesto, sobre todo a raíz de mi destacada actuación
en Lugo, debía ocuparlo yo.
Poco tiempo después, tuve un pequeño roce en un entre-
namiento con mi otro ídolo, Rolán, que me abroncó por una ac-
ción del juego.
Pues bien, mi entrenador del alma, Manolo Martínez, mi
admirado maestro, dejó de ponerme a jugar. Sin más. Y acabé en
el banquillo para el resto de la temporada, con escasos minutos de
juego. Mi disgusto aumentaba con el paso de los días. Lo llevé
con el alma rota.
El último partido con el Bosco, de puro trámite, lo jugué
en el Jardín Park contra el Estudiantes. Se cerraba la temporada, y
a continuación, como despedida, había cena del club. Antes del
partido, ya anuncié que yo no asistiría.
Salí a jugar los últimos tres minutos del encuentro, anoté
una canasta y di dos asistencias. Así concluía mi andadura con el
equipo de mis amores.
199
Aquello constituyó el disgusto deportivo más grande de mi
vida. Lloré mucho, y muchas veces. Mi padre, que había sido co-
fundador del C.D. Bosco, me dio entera libertad para decidir.
Manolo Martínez, al que siempre agradecí mucho sus pri-
meras enseñanzas, me vino a dar explicaciones y a pedir disculpas
un par de meses después. Ya no había remedio
Me fui al equipo rival, el Club Estudiantes, que me recibió
con los brazos abiertos.
Temporada 1952/53 Club Deportivo Bosco
Campeón Provincial de 1ª División De pie: Boliche, Barreiro, Rolán, Abalo y Mito Martínez. Agachados: Fandiño, B. Fernández, Cándido Gil, Cabaleiro y Jose-chu Curiel.
200
Algunos de mis compañeros en el C.D. Bosco, y después, grandes rivales cuando me pasé al Club Estudiantes: Serafín Ocaña, José Luis Rodríguez -mi marcador en los “derbys”-, Alfonso García Migón y Rolán -mi ídolo de niño-. Años más tarde, José Luis me vol-vería a marcar ferreamente en el Manuel Álvarez.
201
XIV. Notas de Prensa
Cuando accedo a ese montón de valiosos recuerdos de
amigos, guardados celosamente desde hace tantos años, y confia-
dos a mi cuidado eventualmente para elaborar este libro, no deja
de sorprenderme la gran atención que la prensa escrita local le de-
dicaba al baloncesto. Y hablamos de hace ya varias décadas
En 1952, “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego” y “Meta”,
se hacían eco del comienzo del Campeonato Provincial de 1ª Ca-
tegoría. Detallaban los equipos participantes -siete-, los horarios
de la primera jornada -todos en domingo-, y el pronóstico. Desde
septiembre hasta diciembre ofrecían cumplida información de re-
sultados, crónicas de los partidos y clasificaciones.
En “Faro de Vigo” se inicia Enceste como comentarista de
baloncesto, e informa -1953- de la suspensión del Bosco-S.E.U.
por incidentes, cuando empataban a 29 puntos en la prórroga. La
Federación acordó disputar una nueva prórroga de cinco minutos.
En 1954, “Faro de Vigo” anuncia el primer cursillo para
entrenadores celebrado en Vigo. Sería impartido por el ecuatoria-
no Fierro Romo.
Flecha en “El Pueblo Gallego” -1955-, da cuenta de la
suspensión de un Areosa-Estudiantes a 55 segundos del final, de-
bido a un fuerte altercado entre seguidores, jugadores y árbitros.
En ese momento, el Areosa vencía por 56-55, y tenía en cancha
tan sólo a cuatro jugadores.
Unos días más tarde se jugarían los 55 segundos pendien-
tes a puerta cerrada, con la única presencia de la prensa. El Estu-
diantes se trajo a su jugador Pepín Castro, estudiando en Vallado-
lid, para el “resto” del partido.
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“Pichicho” Giráldez pondría, con dos personales anotadas,
el marcador en un 56-57 favorable al Estudiantes. El Areosa, mer-
ced a otras dos, se adelantaría de nuevo por 58-57. Fallos de per-
sonal por uno y otro bando, y expulsión de Benito por cinco faltas,
con lo que el Areosa se quedaba con tres jugadores. Dos nuevas
personales ejecutadas por Giráldez, y triunfo final para el Estu-
diantes por 58-59.
Los árbitros, Nistal y Posada, sufrieron en la salida del
campo el acoso de los jóvenes seguidores del Areosa, que los per-
siguieron por las calles viguesas. Los colegiados hubieron de ser
escoltados por la Policía Municipal.
Los recortes de prensa permiten comprobar que los equi-
pos contaban en aquella época con unas hinchadas sólidas, apa-
sionadas y numerosas. La del Bosco reunía a medio vecindario
de las calles de la Ronda, de Taboada Leal, de Ecuador, de Mª Au-
xiliadora... además de los alumnos del Colegio Salesiano; la del
Areosa, formada por vecinos del Pilar, del Castro, y sobre todo,
por los alumnos del Colegio Marista; el Estudiantes arrastraba a la
gente de Peniche, y cantidad de estudiantes de las Escuelas de Co-
mercio y de Peritos Industriales; el Independiente, ubicado en el
Colegio Labor, contaba con sus alumnos y el vecindario de la ca-
lle del Romil y alrededores; el Juventus de Acción Católica, con
todos sus afiliados... En resumen, que el baloncesto vigués disfru-
taba de un gran ambiente, aderezado con sanas rivalidades que
aportaban un aliciente especial a nuestro deporte.
En el “Pueblo Gallego”, abril de 1955, se anuncia en titula-
res el partido del Club Estudiantes contra el Gimnasio y Esgrima
de Buenos Aires, que llegaba a nuestro puerto para iniciar una gira
por Europa.
Casi todos los años se celebraba en Vigo alguna fase de
sector, y entonces la prensa se volcaba en el torneo, dando cum-
plida información de los equipos participantes, de las fechas, los
horarios...
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Después serían las crónicas de los partidos las que ocupa-
sen páginas enteras, y de clasificarse el representante vigués para
la correspondiente Fase Final del Campeonato de España, harían,
llegado el momento, un seguimiento puntual de todo lo que acon-
teciese en la definitiva competición.
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En mayo de 1955, el Club Estudiantes se adjudica la Fase
de Sector celebrada en Vigo, al derrotar en el partido decisivo al
Grupo Covadonga de Gijón por 39-18.
La crónica de la página siguiente de Manuel Tourón en “El
Pueblo Gallego”, mayo de 1955, es una muestra de la enorme
atención prestada por la prensa al baloncesto.
El Club Estudiantes vence en la citada Fase de Sector. Su
jugador “Pichicho” Giráldez es paseado en hombros, y el Sr. Ga-
varrón, Secretario de la Federación Española, le entrega el trofeo
de campeón como capitán del equipo vigués.
En el comentario del partido se destaca el decisivo marcaje
de Julio Castro sobre la figura asturiana, César Méndez. En esa
fuerte defensa se cimentó la victoria del Club Estudiantes, que el
descanso ganaba por un apretado 18-15.
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El Club Estudiantes y el Real Valladolid alineados en el cen-tro del campo antes de iniciarse el partido correspondiente a la Fase de Sector de la temporada 1956/57, celebrada en el Jardín Park. Por los vigueses jugaron Pepín Castro, Alberto Alonso, Mito Martínez, Julio Castro, Gorito, Camilo Nogueira, García Picher y Car-los Cerdeira. Al fondo se puede observar la grada supletoria instalada por el Ayuntamiento, repleta de aficionados. A falta de un Pabellón de De-portes, los regidores locales colaboraban con la colocación del gra-derío. El baloncesto se asentaba como un deporte de gran implan-tación entre los vigueses, y las ayudas, aunque sin muchas alegrías, empezaban a llegar a los equipos de la ciudad.
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211
La instantánea del popular fotógrafo “Siorty” nos muestra la forma-ción del campeón, antes de comenzar un partido de la Fase de Sector celebrada en Vigo. También se informa de la preparación de un gran recibimiento a los jugadores aquella misma tarde.
En la temporada siguiente al ascenso a Primera, el Club
Estudiantes roza el título de campeón de la nueva categoría.
El 15 de mayo de l957, “El Pueblo Gallego” informa de la
victoria del Club Estudiantes sobre el Grupo Covadonga de Gijón,
en la Fase Final del Campeonato de España de Primera División.
La reseña comienza así:
212
“MADRID, 15 (1,30 de la madrugada. Crónica es-
pecial para EL PUEBLO GALLEGO de nuestro enviado
Francisco Nistal)...”
- Por si no te das cuenta, amigo fiel, te aclaro una vez
más que por aquellos años no había fax, ni correo electrónico, ni
móvil... Las crónicas de los partidos se recibían en la redacción
del periódico por teléfono fijo, los redactores anotaban los datos
como podían, y luego reconstruían la información. “El Pueblo
Gallego”, lo sé de buena tinta -mi padre era Redactor Jefe-, ce-
rraba los talleres más o menos a las cuatro de la madrugada, de
tal forma que cualquier noticia de última hora podría ser incluída
en el periódico del día siguiente. En algo, al menos, llevaban ven-
taja sobre los diarios de ahora, que suelen cerrar sobre las once,
y ya no informan de lo que acontezca más tarde de esa hora. La
crónica que mencioné con anterioridad se recibió de madrugada,
como puedes observar.
Francisco Nistal, el enviado especial, escribió de balonces-
to en “El Pueblo Gallego” durante muchos años. Además, como
ya comentamos con anterioridad, era un excelente árbitro, tal vez
el único de nuestra ciudad que llegó a arbitrar en División de
Honor.
En crónica en el diario “Marca”, 16 de mayo de 1957, se
da cuenta de la final de dicho campeonato, en el que el C.D. Espa-
ñol de Barcelona derrotaba al Club Estudiantes de Vigo por un
contundente 68-41. La información la firma Carlos Piernavieja, el
comentarista de baloncesto de más fama en aquellos tiempos.
Este Subcampeonato de España le otorgaba al equipo vi-
gués el ascenso a la División de Honor, formada en ese momento
por ocho clubs, y ampliada hasta diez a partir de aquel año.
El Club Estudiantes se vio obligado a renunciar al ascenso
por falta de cancha cubierta, requisito indispensable para partici-
par en la máxima categoría del baloncesto nacional.
213
El Estudiantes Femenino entra en escena en ese mismo
año, 1957. Desde entonces, se proclamaría campeón provincial sin
interrupción hasta l965, momento en que logra el ascenso a Divi-
sión de Honor.
En la temporada 1960/61 gana la Fase de Sector en Valla-
dolid, y se clasifica para la Fase Final a celebrar en Alicante, don-
de consigue un meritorio tercer puesto.
En la campaña siguiente, 1961/62, ya es subcampeón de
España de Tercera. En la temporada 1963/64 se hace en Madrid
con el título de Campeón de España y asciende a Segunda Divi-
sión.
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215
Durante estos años, María del Carmen Veiga se convierte
en su jugadora más destacada. Excepcional anotadora, era galar-
donada a menudo como mejor encestadora de los torneos que dis-
putaba. La casi nula actividad de nuestra selección española en es-
ta época, le privó de haber sido la primera internacional del balon-
cesto vigués.
Campo de Granada, 1963. El concejal vigués Salvador García, “Sal-vito” -años después sería gerente del Centro Deportivo Municipal.-, hace entrega a María del Carmen Veiga del trofeo a la máxima en-cestadora de la fase de sector celebrada en Vigo, con el público aba-rrotando las gradas.
En la temporada 1955/56, el alcalde de Vigo, José Ramón
Fontán, hace entrega de unas medallas de la ciudad a las jugadoras
del Club Estudiantes por la consecución del título de Campeonas
de España de Segunda División, y por su ascenso a Primera.
216
Campo de Granada, 1956. A la derecha del alcalde, José Ramón Fontán, se ve al conce-jal Salvador García “Salvito”, y a su izquierda, a Vicente Flórez, presidente de la Federación Gallega Sur de Baloncesto. Recibe la medalla Olga Curty, con Maribel Lorenzo, Rosa Sarmiento y el resto de sus compañeras a ambos lados.
En los primeros años de la década de los setenta, el Real
Club Celta Femenino se pone de moda en la ciudad. Al afianzarse
en los primeros lugares del baloncesto nacional, la prensa local
comienza a prestarle cada día más atención.
El presidente de la sección, Jaime Gómez, consigue en
principio del “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego” y “Hoja del
Lunes”, que dediquen algún espacio de sus páginas deportivas a
informar del club. Pronto las crónicas ocuparían páginas enteras.
El equipo responde con brillantez en la cancha, la afición
se agranda cada día, y el interés informativo va en aumento. Las
célticas, con una entrega total en cada partido, y la virtud añadida
de un limpio amateurismo, se erigen en figuras ejemplares del de-
porte vigués. Se hacen populares y son reconocidas por las calles
217
de la ciudad. Todas ellas son, además, jugadoras de casa, forma-
das con el esfuerzo y dedicación de los Julio Castro, Jorge Do-
mínguez, Isidro Gallego, Paco Picos, Juan Ayres, Vicente Rodrí-
guez “Cholas” –mi sucesor en el Celta-, Paco Martínez -sucesor
de “Cholas”-... y yo mismo, Rey Lama.
Enceste en “Faro de Vigo”, Madelca en “El Pueblo Galle-
go”, y Berrocal en “Hoja del Lunes”, daban cuenta con generosas
informaciones de la actividad céltica.
Berrocal publica en la “Hoja del Lunes” una nota de las
jugadoras célticas, agradeciendo el comportamiento del público
durante el partido.
“Faro de Vigo” también destaca esta circunstancia con un
elocuente titular: “¡HALA CELTA! en el Pabellón.”
218
Por primera vez se ganaba al Ignis Mataró, vigente cam-
peón de Liga en ese momento. Las catalanas estaban entrenadas
por José Mª Solá, que también ocupaba el cargo de seleccionador
nacional. La gran actuación de Maribel Lorenzo (29 puntos) le
valió para ser convocada nuevamente con el equipo español.
El Creff de Madrid, equipo de la Sección Femenina -
organización franquista al cuidado de la formación de las mujeres
españolas-, tenía fama de verse favorecido por los arbitrajes. Algo
219
parecido al trato, que se decía, recibían los equipos del Real Ma-
drid de fútbol y baloncesto, considerados afines al régimen.
El Celta también lograba imponerse por primera vez al
Creff, varias veces campeón de España, y plagado de excelentes
jugadoras, la mayoría de ellas internacionales: Pérez Villota, Con-
chi Navío, Ana Herrero, Pérez Cochoud, Coro Domínguez... diri-
gidas por Ita Pozo -que sería años después seleccionadora nacio-
nal- y por Ignacio Pinedo.
220
En el recorte de prensa se informa de los resultados de la jornada y se acompaña la clasificación. En la foto se ve a la céltica Mª del Car-men Veiga en una perfecta suspensión, “punteada” por Rosa Casti-llo, la mejor jugadora española de las décadas setenta y ochenta. Partido R.C. Celta-Pem Aerpons. El equipo barcelonés debutaba en Primera División, y estaba dirigido por María Planas, que años después sería seleccionadora nacional.
221
En el “Marca Gráfico” se empiezan a destacar las actuaciones del R.C. Celta a partir de la décima jornada de la Liga. Hasta ese momento no contaban con nuestro equipo para nada. Era la tempo-rada 73/74, en la que se alcanzaría el subcampeonato, empatando a puntos con el Club Deportivo Mataró, primero por basketaverage. En la imagen, Picuca Martínez, en un lanzamiento en bandeja.
222
Calleja, el comentarista de baloncesto de “Marca Gráfico”, hace un encendido elogio del Real Club Celta. Destaca su labor silenciosa, humilde, y alimentado por sus propios recursos. “No vuela muy alto, pero vuela bien.”, remata la crónica.
223
Dos meses después, “Marca Gráfico”, vuelve a dedicar su portada al Real Club Celta Femenino. En la imagen, Ángeles Liboreiro se dispone a anotar una canasta.
224
El semanario “Marca Gráfico” ratifica su criterio, y le dedica de nue-vo al Celta la portada de su semanario. Calleja destaca el mérito y el rendimiento del equipo vigués.
225
Con el Real Club Celta como subcampeón de Liga y terce-
ro en la Copa, llegarían los homenajes de la ciudad. El primero de
ellos en el Estadio de Balaídos, antes del comienzo del partido
Celta-Sporting de Gijón de Primera División
226
Después del caluroso homenaje en el estadio de Balaídos,
el Real Club Celta disputaría un partido-homenaje con la selec-
ción de Yugoslavia, y de nuevo recibiría el aplauso fervoroso de
su afición en el Pabellón de las Traviesas.
Arranca entonces la época dorada del basket femenino vi-
gués. En esta misma temporada, el Celta se proclamaba campeón
de España junior, de la mano de Vicente Rodríguez “Cholas”, y
con Ángeles Liboreiro, Susana García y Virginia Barros como
máximas figuras.
Al mismo tiempo se confirma la participación del equipo
en la Recopa “Liliana Ronchetti”.
Maribel Lorenzo inicia su andadura como internacional en
la selección española. Más tarde lo haría Carmen Fraile. En la se-
lección española junior debutaban Ángeles Liboreiro y Susana
García.
Llegarían más tarde los títulos de Liga y Copa, nuevos
campeonatos en juniors, y más internacionales pertenecientes a
nuestro club, la mayoría formada en la propia cantera. A las men-
cionadas con anterioridad, habría que añadir a Carmen Martínez,
227
Ángeles Araujo, Pepa Calvet, Marisol Paíno, Nieves Lobón, Pilu-
ca Alonso, Rocío Jiménez, Sole Granados... y ahora mismo, las
olímpicas, Tamara Abalde, Laura Nichols y Alba Torrens.
Tamara Abalde, la formidable internacional y olímpica en Pekín 2008, es el mejor exponente actual del baloncesto vigués. Marta Ca-nella, del C.B. Baiona -alevín en la foto- y actualmente en la prese-lección nacional sub-13… ¿el mejor futuro?
Sin olvidar, por supuesto, la presencia destacada de Vicen-
te Rodriguez “Cholas”, en la selección española absoluta; de Mi-
guel Méndez en la selección española sub-21; de Carlos Colinas
en la selección española sub-18; de Telmo Silva y Domingo Sali-
nas como preparadores físicos de la absoluta... y de Susana Gar-
cía, que será ayudante del entrenador de nuestra selección olímpi-
ca... ¡Y lo que aún está por llegar!
El formidable historial que va dejando con los años el Real
Club Celta Femenino, lo acredita como uno de los equipos más
laureado del deporte gallego.
E insisto, ¡lo que aún está por llegar!
228
Temporada 1977/78 Real Club Celta
Campeón de Liga de Primera División De pie: Carmen Martínez, Marisol Paíno, Elena Sarmiento (delegada), Vicente Rodríguez “Cholas” (entrenador), Maribel Lorenzo, Mª José Presa y Ángeles Liboreiro. Agachadas: Virginia Barros, Amparo Dios, Gloria Martínez, Ángeles Todo, Pepa Calvet y Susana García.
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XV. La vestimenta femenina
La entrañable e histórica foto del S.E.U. femenino -página
siguiente- sirve como fiel documento de los equipajes que se “lle-
vaban” en los años cincuenta. Y eso que el equipo no era de nin-
gún colegio religioso. Si lo fuera, tal vez los “pololos” llegasen
hasta los tobillos.
No hay duda de que vestían con estilo y gracia femenina, y
sin embargo, no dejaban por ello de ofrecer una imagen de con-
junto aguerrido, inteligente, simpático, disciplinado, y bien dis-
puesto para el triunfo deportivo. Además, eso no se les puede ne-
gar, el grupo estaba compuesto por bellas jovencitas, que arrastra-
ban a no pocos admiradores.
Aún hoy se recuerda a la bella Lolín. Cuentan los testigos
de aquella época, que presenciando uno de los primeros partidos
del S.E.U., preguntaba el maestro Cofán a un discípulo.
- Dime una cosa con curvas.
- El castillo de Bellver -contesta raudo Carlos Davila, en
respuesta a la “pregunta emboscada”.
- ¡Vaya! -con mirada aviesa y un suspiro- Di otra.
- El castillo de Chinchilla.
- ¡Gilipollas! ¿No viste más?
- Los castillos de Bellver y de Chinchilla con Lolín den-
tro.
- ¡Ah! -exclama Cofán, aliviado.
Pues aunque no te lo creas, querido colega de tertulia, este
equipo sería el precursor del actual Real Club Celta. Con sus “po-
lolos” -o falda pantalón- color blanco, sus blusas blancas con cue-
llo y manga corta, petos en azulina con nombre del club y núme-
ros, y zapatillas de lona a juego en azulina.
230
Con los años, los “pololos” se convirtieron en faldas, y en
todo caso, aún se mantenían por debajo, cubriendo las piernas has-
ta casi la rodilla.
De pie: Ana Salgado, Pinky García Piñeiro, Mely Badía, Baley y Pilarín Pérez. Agachadas: “Nena” García Piñeiro, Mª Isaura Madriñán, Mer-che “la francesa” -que no lo era, tenía familia en Francia-, y la cubana Lolín. Ellas posan para la posteridad en el campo de tierra del Institu-to Santa Irene, mientras su entrenador, Alberto Alonso, se rompe la cabeza en la banda para hacer jugar al baloncesto a sus discípulas.
Más tarde, los “pololos” pasaron a shorts, y las faldas se
acortaron. Los petos desaparecieron, y en vez de blusas, se empe-
zaron a usar camisetas de manga corta.
Con el Club Estudiantes finalizan las faldas en las repre-
sentantes viguesas -aún jugarían en Primera División con ellas-, y
el R. C. Celta es de los primeros equipos del país que empiezan a
jugar con pantalón muy corto, y camiseta sin mangas.
231
El short de tela pasa a ser de espuma, pegado y más corto,
y al cabo de un par de años, será de licra, aún mas ceñido y más
corto. Las camisetas, por lo general, sin mangas y más ajustadas.
Y de la NBA llega la moda de las medias hasta las rodillas. Las
del Celta, en color marino con listas blancas.
El equipaje femenino, como tal, desaparecería en pocos
años. Las féminas pierden sus peculiares vestimentas, supongo
que con la generalizada filosofía de la igualdad, y pasan a utilizar,
sin más, el vestuario masculino. Los “pololos” de los años cin-
cuenta recuperan su vigencia, con formato diferente, pero con la
misma amplitud de entonces, y largo de pierna, hasta la rodilla.
Año 1958. Equipo de la Sección Femenina de Vigo.
- Colega, y tú, ¿qué opinas de todo esto?
- Pues viendo las fotos que me enseñas, no sé qué te diga.
- ¿Cuáles “lucían” más guapas? ¿Las de ahora, las de
los años setenta, o las de antes?
- Las de los setenta lucían mejor el tipo, pero el balón-
cesto no es para eso.
- Yo opino que pueden jugar perfectamente al baloncesto,
y lucir al mismo tiempo su feminidad. ¡Tanta igualdad!... La
igualdad para otras cosas más importantes.
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1960. Club Estudiantes. De izquierda a derecha: María del Carmen Veiga, Tucha Prieto, Pinky, Mely Badía, Mely Canda y Pitusa Llopis.
1962. Club Estudiantes. De pie; Margarita, Mª del Carmen, Pitusa y Esther. Agachadas: Tucha, Pinky, Hortensia y Olga. Las faldas empiezan a acortarse.
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Campo de Granada, 1964 Estudiantes-Liceo Marítimo de Villagarcía. María del Carmen Veiga en una entrada a canasta. Se comienzan a utilizar camisetas de algodón más ceñidas, y al observar el banquillo vigués, se puede comprobar que aún no se dispone de chándal.
234
Campo de Granada, temporada 1965/66. Debut del Estudiantes en Primera División. Su rival, el Creff de Ma-drid, campeón de España. Luchan María del Carmen Veiga y Mila-gros, con la base internacional Pepa Senante, a la derecha.
235
Temporada 1972/73. Real Club Celta-Creff de Madrid. María del Carmen Veiga, en una de sus características entradas a canasta. Detrás de la mesa de anotadores se ve la zona “FIBA”, de la que ya hablé, y muy concurrida, como siempre.
236
Pabellón de las Traviesas, 1976. Real Club Celta-Creff de Madrid. Tiro de Picuca ante la oposición de la internacional Conchi Navío (10) y otra compañera. En ayuda llega otra internacional, Ana Herre-ro. Las madrileñas ya habían abandonado sus faldas plisadas, pero aún continuaban con sus polos.
237
Pabellón de las Traviesas, 1975. Real Club Celta-Selección de Yugoslavia. Picuca Martínez recibe un “tapón” de una gigante balcánica.
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As Travesas, 1991/92. Xerox Vigo-Autopistas de A Coruña. Kelly García en una entrada a canasta. Se empiezan a utilizar pantalones de atletismo -las coruñesas-, o equipaje completo de baloncesto masculino -las viguesas-.
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1992. Kelly García, en el partido Xerox Vigo-Estudiantes C. Postal.
240
Temporada 2007/08. Tamara Abalde, en un partido con la Universi-dad de Lamar en la NCAA norteamericana.
Vestuario del equipo femenino de baloncesto de la Universidad de Lamar. Piso con moqueta, y departamentos individuales. ¡Asombro-so! ¡Vaya lujo!
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Temporada 2007/08. Tamara Abalde. en un partido de la liga univer-sitaria norteamericana.
- ¿Sabes lo que te digo, amigo Luis? Contemplando las
fotos de Tamara, pienso que a ella le quedaría bien cualquier
equipaje, el de ahora, el de los setenta, o el de los años cincuenta.
Su formidable estampa atlética, vistiese como vistiese, iría de
igual manera acompañada de su belleza y feminidad, y por su
enorme talento para esto del baloncesto.
- ¡Vaya! Por una vez estamos de acuerdo.
242
Tamara Abalde, con la Selección Española en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
243
XVI. El banquillo traicionero
El entrenador veterano no deja nada a la improvisación. Lo
tiene todo, absolutamente todo, controlado hasta el mínimo deta-
lle: la condición física de sus jugadores -cuenta con un prepara-
dor-, el manejo de balón -trabaja fundamentos a diario-, el tiro -
largas y repetitivas sesiones-, la defensa zonal -“2-1-2”, o“1-3-1”,
o “3-2”, o “zona-press”-, la intensidad del juego, la defensa indi-
vidual -más o menos presión-, cinco o seis sistemas contra indi-
vidual, otros tantos contra zona, el balance defensivo, el contra-
ataque, la transición defensiva, también la ofensiva, dos jugadas
de banda, otras cuatro de fondo, los cambios previstos, los minu-
tos para cada uno de sus jugadores... el scouting... hasta las faltas
técnicas al entrenador como táctica estudiada... la colocación en
las fotografías para la prensa... incluso el grito de guerra previo al
partido. Todo, todo…
Pero amigo mío, a pesar de tanto control, el banquillo se
vuelve traicionero muy a menudo…
Contaba un jugador del Club Obradoiro de Santiago que su
entrenador, Alfonso Rivera, cuando se encontraba apurado a me-
nos de cinco minutos del final, aplicaba con su equipo la táctica
más rudimentaria y antigua: “¡Tonecho! ¡Fuerza la entrada!
¡Hasta abajo!”, le ordenaba enérgicamente.
Es decir, que en esos momentos culminantes, en que te la
juegas a la lotería, tiraba del hábil, valiente y efectivo alero, para
tratar de resolver el partido... Más allá del sistema “pantalón”, o
“camiseta”, o “puño cerrado”, o “brazo en alto”, o “mano en la
cabeza”... que el Obradoiro había entrenado cientos de horas.
Ese alarde técnico ya lo empleaba el presidente del Bosco,
García Hermida, en los años cincuenta: “Hasta abajo, Josechu.
244
Fuerza la entrada”... Y Josechu Curiel, como un vendaval, se lle-
vaba por delante toda la defensa contraria y anotaba la canasta.
Josechu Curiel, el popular jugador vigués del C.D. Bosco, ha permanecido en activo en 2º División desde 1952 hasta 1975. Se re-tiró a los cuarenta y dos años siendo titular del equipo bosquista. Su excepcional trayectoria deportiva dejó profunda huella en la ciudad viguesa. Fue internacional universitario en baloncesto y atletismo, y des-tacado jugador de rugby, deporte en el que llegó a internacional abso-luto, y desempeñó el cargo de capitán de la selección española du-rante varios años.
245
Es frecuente que el banquillo “se burle” con cierta cruel-
dad del técnico más metódico y laborioso. Claro que de los vagos
y de los torpes, el banco se ríe con mayor frecuencia.
Cuando Alfonso Rivera llegó a Vigo en 1974, nos explica-
ba en su cursillo de entrenadores -el setenta y ocho de su cuenta
particular, ¡y ojo!, financiados por la Federación Española- de for-
ma exhaustiva el comportamiento, las pautas a seguir -empezando
por la elección de la plantilla-, las formas de entrenamiento, los
sistemas ofensivos y defensivos, el trabajo de fundamentos... No
dejaba nada sin cuidar, sin control, sin estudio minucioso...
Pero el banquillo, querido colega de tertulia, te traiciona a
veces... muchas veces... Si son demasiadas, es que eres un mal
entrenador de banco. Y esa es una ciencia difícil de aprender, no
existe un manual.
Por la década de los setenta, entrené una temporada al
Club Ademar Masculino de 2ª División Nacional. Comienzo in-
mejorable, todo iba perfecto, victoria tras victoria, y con contun-
dencia. Algunos rivales nos suplicaban en los partidos que no les
metiéramos más, que parásemos de correr. Todo marchaba sobre
ruedas.
¡Pero!... En el mes de noviembre se muere Franco, el Ge-
neralísimo.
- ¿Y eso qué tiene que ver?
- Ya sabía, colega, que me lo ibas a preguntar.
Como consecuencia inmediata, varios días de luto, y sus-
pensión de todas las competiciones deportivas. Inicialmente el
parón no pareció influirnos. Seguimos ganando con autoridad, nos
manteníamos imbatidos, y con tres partidos de diferencia con
nuestro rival más cercano, el Santa María del Mar de La Coruña.
Pero… vacaciones de Navidad y relajo en los entre-
namientos, fruto de mi ausencia por motivos laborales -de aquella
el segundo entrenador ni existía, y ya se sabe, cuando falta el ga-
to, los ratones hacen fiesta-. Y llegó lo que me temía: la jornada
246
pendiente, por orden federativa, se tuvo que disputar el día 8 de
enero.
Total, que entre las miles de culpas que le fueron echando
encima al Caudillo -después de morir, claro está-, hubo que añadir
a la lista, la pérdida de nuestro campeonato. ¡Hasta de muerto nos
hizo daño!
¡Y Rivera sin avisarnos!...
- Pero entonces, ¿qué pasó?
- Te lo cuento ahora.
A falta de 9 segundos para finalizar el dichoso partido
aplazado contra los coruñeses, empate a 57 puntos y personal so-
bre nuestro base, Carro.
Las reglas. en aquel momento, daban tiro en todas las per-
sonales cometidas en los últimos tres minutos, pero con la posibi-
lidad de renunciar a los tiros y quedarse con posesión de balón.
- Querido amigo. Tú, ¿qué harías? ¿Tiras o sacas de
banda?
- Déjame pensar.
- ¡No puedes! ¡Decide!
- Sacar de banda.
Yo decidí tirar las personales. Quería ganar, no me con-
formaba con la posible prórroga, y tampoco me fiaba del aplomo
de mi equipo para jugar con cabeza esos pocos segundos. Nuestro
base, Carro, era un buen lanzador, y preparado para afrontar esa
delicada situación. También hay que añadir que en aquella época
no se manejaban los segundos con la precisión de ahora, y meter
una canasta en 9 segundos parecía casi impensable. Y para el con-
trario todavía más, que tendría que atravesar todo el campo si se
hacía con la posesión de la pelota.
- Bueno, y ¿qué pasó?
- Que la “cagamos”, con perdón.
247
Carro falla el primer lanzamiento, pero anota el segundo, y
nos ponemos por delante por un punto. Lo previsto. Los contrarios
sacan de fondo... y mis jugadores, que ya no estuvieron muy lúci-
dos durante todo el partido, remataron la faena de forma magis-
tral... Le hacen un pasillo triunfal al jugador rival, y le permiten
amablemente avanzar por el centro del campo y en línea recta,
para que no hubiera pérdida de tiempo. El coruñés, midiendo los
segundos a la desesperada, y bastante antes de llegar al círculo de
la personal, envía una “pedrada” imponente, suena la bocina en el
aire...
¡Adiós al partido! ¡Adiós al campeonato! Mis jugadores
habían hecho “el paseíllo al campeón” antes de tiempo. Nuestro
consuelo fue que Franco se llevó todas las culpas. En noviembre
les hubiésemos ganado con facilidad.
Los muchachos, no sé si para descargar un poco sus cul-
pas, me recriminaron la elección, por supuesto con buenas mane-
ras, y desde luego, después de haberse producido el descalabro.
Quedamos tocados para el resto del campeonato... y subcam-
peones.
1972. Carro, excelente base, en su etapa de jugador del R.C. Celta.
248
Seis meses más tarde, mediados de junio, llega a Vigo la
selección española junior masculina, entrenada en ese momento
por Antonio Díaz Miguel. Venían en fase de preparación para el
Campeonato de Europa de la categoría, que se celebraría un mes
más tarde en Italia.
Con tal motivo, se organizó un partido de preparación
frente a la Selección de Yugoslavia. Encuentro tenso, disputado,
igualado de principio a fin... y faltando 12 segundos, con el mar-
cador en empate a 62, castigan a los yugoslavos con una personal.
- Y te vuelvo a repetir, querido colega. Tú, ¿qué harías?
- Por supuesto, sacar de banda.
Efectivamente, Díaz Miguel decidió sacar de banda. Me-
dio campo, tensión al límite, presión discreta de los yugoslavos,
saca el escolta español... corte rápido de balón de un balcánico, se
va sólo a la canasta como una flecha, encesta, y victoria para Yu-
goslavia por dos puntos.
Me acerqué a mis jugadores del Ademar, que andaban por
allí, y les pregunté: “¿Tiro o banda?
El maestro había elegido tan mal como su discípulo. La
ciencia no es exacta; esa es la grandeza del deporte
Una amiga de Barcelona, ex-jugadora del Picadero, no so-
portaba a Aito García Reneses en su época de entrenador del Bar-
ça. Decía que cambiaba siempre a los jugadores que mejor estaban
jugando, y que por ello ya habían perdido más de un partido. Sin
embargo, años más tarde se confiesa como una gran admiradora
del estilo de juego de sus equipos, de su facilidad para descubrir
nuevos valores... de su labor en la Penya y en la selección… ¡pero
sus manías en el banquillo!...
A Manel Comas, en sus comienzos como entrenador del
primer equipo del Joventut de Badalona, le censuraban con dureza
el que pusiera a jugar de titulares a los jóvenes debutantes, Monte-
ro y Villacampa.
249
Neus Bartrán, ex-jugadora del Picadero de Barcelona y
numerosas veces internacional, no aguantaba a Ivanovic en el
banquillo del Barça. Decía que no dejaba un instante de gesticular
y de gritar a sus chicos. “No lo ves. Si parece que va a caballo de
los jugadores para ordenarles cómo dar cada paso... Si no los
deja jugar.” Dicen que por su culpa se fue Navarro a la NBA, y
Marc Gasol a Girona. También aseguran que vació el Palau Blau
Grana, uno de los más flojos en asistencia de la ACB, debido al
rechazo que generó en la afición por su comportamiento con los
jugadores.
Neus Bartrán, jugadora del Picadero de Barcelona, e internacional en los años setenta. Mantenía una sana rivalidad con las célticas.
250
En cambio, a mi me impresiona Aito García Reneses en el
banquillo -por supuesto que fuera también-. Es como una esfinge,
no se mueve, ¡dirige a su equipo con la mirada!... y en los tiempos
muertos, da la sensación de que no levanta la voz más de lo nece-
sario para que sus jugadores le entiendan.
José Luis Sáez, presidente de la Federación Española, en el acto de presentación de Aito García Reneses como Seleccionador Nacional para los Juegos Olimpicos de Pekín 2008.
251
Después de tantos años en la refriega, creo que el reto pen-
diente de los entrenadores, y lo deben descubrir con urgencia, es
tener previsto con exactitud cuándo te va a fallar el equipo... y de-
jar -como tantas cosas- planteado de antemano el contra-fallo.
Partido de Copa del Rey, Joventut de Badalona-Estudiantes de Madrid, jugado en el Pabellón de las Traviesas de Vigo. José Anto-
nio Montero con el balón, marcado por García Coll.
252
Y si no es acertado este criterio, que se lo pregunten a Iva-
novic, al TAU, a los vitorianos, a los técnicos más prestigiosos...
que aún hoy en día no se explican los tres minutos finales y el fa-
moso triple de Herreros en el último segundo, que le regalaron el
Campeonato de Liga al Real Madrid hace unos años.
En realidad, debo confesar que disfruto con esas desfei-
tas... y siempre pienso lo mismo: “Eso también lo hacen mis ju-
gadores del Rodaballo... o mis niñas de Baiona... y no cobran ni
un pataco, ni hacen tanto ruido… y además, entrenan tan sólo
un par de horas a la semana”. Me refiero, claro está, a las barba-
ridades de los súper-profesionales que se ven a menudo... como
las del TAU contra el Real Madrid ese famoso día, que sólo ano-
tando en canasta propia se podrían superar para peor.
Lo llevo meditando desde hace tiempo... y digo yo: “Con
todo estudiado al milímetro, el coach ya debe saber que el alero
Fernández va a cometer el error en el minuto 8 del tercer cuar-
to... luego no lo tengas en el campo en ese momento... Y si el ba-
se titular pierde el balón en el minuto 9 del último cuarto, que
no lleve el balón en esta fase del juego. ¡Qué lo lleve el pívot!...”
Hay que tener todo previsto, no se puede improvisar. Des-
pués llegan las consecuencias… y como el ingenio, la inventiva, la
fantasía, la inspiración momentánea del jugador está poco promo-
cionada en el deporte actual… a veces se echan en falta figuras a
“lo Tonecho”, a “lo Josechu Curiel”… “Hasta abajo, Josechu.”…
“Fuerza la entrada, Tonecho.”…
253
XVII. El internacional militar
<<Antes del comienzo del partido en Santiago entre el
Club Estudiantes de Madrid y el Estudiantes de Vigo -del que ya
te hablé-, nos alineamos en medio del campo para proceder a la
presentación de los jugadores. >>
<<Los altavoces de la Plaza de la Quintana empiezan con
el ceremonial. “A la derecha, el Club Estudiantes de Madrid, re-
ciente Campeón de la Copa del Generalísimo: con el nº 4, Jesús
Codina -paso al frente y aplauso-, 40 veces internacional; con el
nº 5, José Luis Sagi-Vela -paso al frente y aplauso-, 25 veces in-
ternacional; con el nº 7, Chiky Fuentes, internacional juvenil; con
el nº 9, Martínez Arroyo, 30 veces internacional; con el nº 10, Pe-
dro Montilla, internacional juvenil....”
Concluída la presentación del equipo madrileño, llega la
del Club Estudiantes de Vigo. “Con el nº 4, José Ángel Román -
paso al frente y silencio-; con el nº 5, Isidro Gallego -paso al fren-
te y silencio-; con el nº 7, Emilio Abelenda -paso al frente y silen-
cio-; con el nº 8, Severo Iglesias; con el nº 9, Carlos Cerdeira,
internacional militar -paso al frente y explosión de aplausos...”
Menos mal que Cerdeira salvaba el honor vigués, porque
nuestra presentación estaba resultando más bien penosa.
Severo Iglesias e Isidro Gallego, que tenían mucha “gua-
sa”, acostumbraban a bautizar con un mote a todos sus compañe-
ros. Lo justificaban diciendo que era para mantener en secreto las
órdenes tácticas recibidas en el campo, y que así, los contrarios no
pudieran identificarnos. A Benito Lorenzo le llamaban “Pavero”;
a Julio Castro le pusieron “Gavarrón” -por una copa de campeón
que le entregó el secretario general de la Federación Española-; a
Rafa Tapias, “el sonrisas”; le apodaron también “cuñado” -Isidro
254
y él tenían dos novias hermanas, que serían sus futuras esposas-; a
mí me llamaba “chollo” -perdía siempre al chin-chón-; a Carlos
Cerdeira lo citaban por el segundo apellido, “Cobas”; Isidro le
llamaba a Severo, “tigre”; Severino Vilas, directivo, era “el zur-
do”; a Romero Bello le pusieron “penacho”; Emilio Fernández,
directivo, era “Fachusco”... Allí no se salvaba nadie.
Total, que al regreso del partido, Severo Iglesias, le dice a
su compañero: “Oye Cobas... eso de internacional militar... me
huele mal. Te lo inventaste para quedar bien.”
Recibió tal empujón como respuesta, que quedó completa-
mente tumbado en un asiento del autobús.
Selección Española Militar formada para la foto en la Escuela Central Militar de Educación Física de Toledo. El vigués Carlos Cerdeira, el primero por la izquierda de la fila superior. Antonio Díaz Miguel (Estudiantes de Madrid), el segundo por la derecha de la fila delantera. Completan la formación: José Luis Martínez (Real Madrid), Es-teban Crespo (Hesperia de Madrid), Jonani y Nanano (Aismalibar de Barcelona), Jordá (Español de Barcelona), Soto, Soro y Gumbau (Ori-llo Verde de Sabadell), Masferrer y Ballester (Juventud de Badalona), Del Baño (F.C. Barcelona), Diego Román y Tomás (Layetano). Estos tres últimos quedarían descartados para la selección definitiva.
255
A las órdenes del capitán Villalpando y del brigada Gonzá-
lez, los quince soldados pre-seleccionados permanecieron concen-
trados en Toledo durante un mes, entrenándose con extrema dure-
za para su participación en el Campeonato del Mundo Militar a
celebrar en Niza (mayo, 1958).
Todos ellos eran jugadores de División de Honor, y perte-
necientes a los Clubs más importantes del país. Algunos, como el
Orillo Verde, el Aismalibar, el Español y el Hesperia, ya despare-
cidos y relegados a la historia.
Una fase de la dura preparación física, al más puro estilo militar. Ade-más del gimnasio, las pistas de atletismo y la piscina del centro serían escenarios habituales de las casi ocho horas de entrenamiento diario. Los chicos habían topado con el Ejército, y seguro que con una pre-paración bien distinta a la que conocían en sus clubs.
256
Antonio Díaz Miguel sería nombrado capitán -sin galones, por su-puesto- de la selección española militar. En la fotografía, recibe ins-trucciones -en la más estricta posición de firmes- del General Quere-jeta, presidente de la Federación Española, y del brigada Gonzá-lez.
El General Querejeta en la tribuna de autoridades, revisando la se-sión de trabajo.
257
El General Querejeta pasa revista a su equipo, perfectamente ali-neado para la ceremonia militar.
- Colega, ¿tú ya no haces el Servicio Militar?... ¡Qué
suerte!
258
“Enceste”, en “Faro de Vigo”, ofrece detallada información acerca de la inclusión de Carlos Cerdeira en la selección militar.
259
“El Pueblo Gallego”, en editorial de Manuel Tourón, dedica cálidos elogios a Carlos Cerdeira por su internacionalidad, y finaliza el artí-culo considerándolo el mejor jugador vigués del año.
260
261
Selección Española Militar Campeonato del Mundo Niza, 1958
Carlos Cerdeira, internacional militar.
262
Antonio Díaz Miguel, “capitán” de la Selección Militar
263
XVIII. La Fiesta del Deporte
El Real Club Celta Femenino, con sus brillantes actuacio-
nes en Liga y Copa, y su ascenso fulgurante a la élite del balon-
cesto nacional, alcanzó cotas de popularidad y seguimiento en la
ciudad como nunca se había sospechado que pudiera conseguir un
equipo femenino.
Estaba tan de moda en aquel momento, principios de la
década de los setenta, y su mérito deportivo era tan unánimemente
reconocido, que por tres años consecutivos sus jugadoras se lleva-
ron el galardón de “Mejor Deportista Vigués” en la Fiesta del De-
porte que anualmente organizaba con gran esplendor la Asocia-
ción de la Prensa de Vigo.
Ya en años anteriores se había premiado al Club Estudian-
tes de Baloncesto, en el apartado de entidades y clubs, por su des-
tacado historial en ambos frentes, el masculino y el femenino.
Nuestro presidente, don José Nistal, recogería el premio con enor-
me orgullo.
Yo mismo había sido galardonado años antes como el
“Mejor en Baloncesto”, por mi doble faceta de jugador y entrena-
dor del equipo femenino, Campeón de España de Segunda y as-
cendido a Primera División.
La jugadora María del Carmen Veiga, todavía vistiendo la
camiseta del Club Estudiantes, fue nombrada “Mejor en Balonces-
to” en el 1966.
Marisa García, en su doble condición de atleta internacio-
nal del R.C. Celta, y baloncestista del Club Estudiantes, recibía un
“Premio de Honor” en ese mismo año.
264
El periodista Manuel Tourón entrega el trofeo de “Mejor en Balon-cesto-1966” a María del Carmen Veiga, la gran estrella del balon-cesto vigués en las décadas de los cincuenta y sesenta. Detrás, Gonzalo Rey Alar, presidente de la Asociación de la Prensa de Vigo.
En la página siguiente, los galardonados de la VII Edición
de la Fiesta del Deporte de 1966. En la foto, aparecen destacados
deportistas de la época, muchos de los cuales alcanzaron las más
altas cotas del deporte nacional: Juan Luis, el entrenador de ba-
lonmano de los ascensos a Primera División del Vulcano y del
Academia Octavio (de pie, el segundo por la izquierda); Fernando
de Haz, presidente de la Federación Gallega de Tenis durante mu-
chos años (el más alto); Manolo Martínez, el técnico de balonces-
to del C.D. Bosco (sentado, tercero por la izquierda); Lolo
Sánchez, campeón de España de Billar -compañero de baloncesto
en los juveniles del Bosco- (de pie, primero por la derecha); Fran-
co Cobas, remero olímpico en Roma -futuro presidente del R.C.
Náutico- (de pie, en el centro); Javier Álvarez Salgado, “Mejor
Deportista Vigués” de 1966, atleta olímpico, Campeón del Mundo
Militar de 3.000 m. obstáculos y con varios records de España en
su haber (sentado, segundo por la izquierda); Carlos Pérez, atleta
265
olímpico, y ese año, Campeón de España de Maratón (sentado,
primero por la derecha); Cholo Armada, Campeón de España de
“snipes”; Fernando Massó, Campeón de Copa del Generalísimo
de “snipes”; los hermanos Veiga, destacados montañeros...
Los galardonados en la “VII Edición de la Fiesta del Deporte”.
Marisa García, jugadora del Club Estudiantes y atleta internacional del Real Club Celta, “Premio de Honor” en la “Fiesta del Deporte Vigués 1966”
266
En 1974, en la VIII Edición de la Fiesta del Deporte, Picu-
ca Martínez se convierte en la primera mujer que recibe el premio
de “Mejor Deportista del Año”.
Picuca Martínez, micrófono en mano, agradeciendo el premio conce- dido de “Mejor Deportista Vigués 1973”, en la “VIII Fiesta del De-porte Vigués”, celebrada en el Salón Regio del Real Club Náutico de Vigo.
267
Picuca Martínez con la Carabela de Plata de “Mejor Deportista Vi-gués 1973”, y otros trofeos recibidos.
Este hecho encontró amplia repercusión en la prensa na-
cional. El diario “Marca” dedicó sus páginas centrales a una ex-
tensa entrevista con Picuca Martínez, con un importante desplie-
gue fotográfico -del vigués Arjones-, de escenas de la jugadora
junto a sus dos hijos, en su trabajo, y entrenando con sus compa-
ñeras. El deporte femenino daba sus primeros pasos, tratando de
derribar complejos… y el ejemplo de Picuca -deporte, familia y
trabajo- resultaba inmejorable.
Mª de Carmen Krukenberg, el matrimonio García Picher, Rosa Sar-miento, Rey Lama y Picuca Martínez en la “VIII Fiesta del Deporte”.
268
A la izquierda de este recorte de prensa de la “Hoja del Lunes”, Alonso Amat, recordado presidente del Real Club Náutico, hace en-trega a la flamante internacional céltica Maribel Lorenzo del trofeo como “Mejor en Baloncesto 1973”.
269
El legendario periodista radiofónico Matías Prats -por supuesto, el padre- sería el pregonero de la “VIII Edición de la Fiesta del Depor-te Vigués”, en 1974.
270
La internacional céltica Maribel Lorenzo se llevaría el ga-
lardón de “Mejor Deportista del Año” en 1975
Como tantos otros compañeros entrañables de la familia estudiantil y céltica, Maribel Lorenzo, nos dejaría en plena juventud. A todos ellos, y a ella en especial, mi emocionado recuerdo. Compartimos muchas horas de entrenamientos, partidos y viajes deportivos. Mi homenaje a la gran jugadora y mejor amiga.
271
En la X Edición, la formidable promesa del R.C. Celta,
Ángeles Liboreiro, con tan sólo dieciocho años, pero ya interna-
cional junior y absoluta en el reciente Campeonato de Europa, se
convertía en el “Mejor Deportista Vigués” de 1975, y el más joven
de todo el historial de ganadores.
Se trataba de una jugadora muy querida por la afición
céltica, que la vio debutar en Primera División a los quince años.
Por su juventud, por su entrega y por la brillantez de su juego, los
aficionados la adoraban.
Ángeles Liboreiro recibe de manos del alcalde de Vigo, Joaquín García Picher, el galardón de “Mejor Deportista Vigués 1975”. Como anteriormente a sus compañeras Picuca Martínez y Mari-bel Lorenzo, el deporte de la ciudad le brindaría un cálido homenaje en la “X Fiesta del Deporte Vigués”, que como era costumbre, se celebraba en el Real Club Náutico de Vigo. Los medios -prensa y radio, aún no había TV regional- darían amplia cobertura del acto.
272
Ángeles Liboreiro agradece el premio concedido en la “X Fiesta del Deporte Vigués”. Pepe Vázquez, el emblemático periodista de Ra-dio Vigo, le sostiene el “micro”. Delante, el alcalde García Picher y Gonzalo Rey Alar, presidente de la Asociación de la Prensa, sonríen al escuchar sus palabras.
273
Eran los albores de una década excepcional, que consagra-
ría definitivamente al Real Club Celta para la historia. En la tem-
porada 1977/78 llegaría el primer título de Campeón de Liga de la
mano de Vicente Rodríguez “Cholas”.
Año 1978. Llenazo en el Pabellón de las Traviesas, en el decisivo Celta-Íntima de Barcelona, que daría el primer título a las viguesas.
Marisol Paíno, llevada en hombros por aficionados tras proclamarse el Real Club Celta campeón de Liga.
274
Temporada 1978/79. Real Club Celta Citroën. Subcampeón de Liga y Campeón de la Copa de la Reina.
De pie: Ángeles Araujo, Marisol Paíno, Luis Fernández Castro -presi-dente de la sección-, José Riego -presidente del R.C. Celta-, Luis Za-patero -director de Citroën Hispania-, Paco Martínez -entrenador-, Elena Sarmiento -delegada-, Juana Ingelmo y Ángeles González.
Agachadas: Sole Granados, Pepa Calvet, Ana Ruth Cerdeira, Paula Cres-po, Gemma Domínguez y Susana García.
Se acababa de firmar el patrocinio de Citroën Hispania con
el Real Club Celta de Baloncesto. Luis Fernández Castro, el presi-
dente de la sección en ese momento, había realizado una gran la-
bor para conseguirlo. Los directivos de la firma automovilística,
Luis Zapatero y Pedro Rivas, apoyaron con fuerza la propuesta.
Años después, siendo Rivadulla presidente de la entidad, y
Quinocho, gerente, se “usurparía” al baloncesto este patrocinio. El
Real Club Celta Femenino, víctima del fútbol, acabó desapare-
ciendo.
Más tarde, se recuperaría el nombre, pero con una total
independencia en su gestión.
275
XIX. ¡Qué envidia!
Buscando en el recuerdo y mirando hacia atrás con nostal-
gia, observo con claridad la cantidad de cosas que me han queda-
do por hacer en mi baloncesto. Muchas ni las he intentado, otras
las dejé a medias, y tan sólo una, la más importante para mí, se me
resistió a pesar de los múltiples intentos.
Cuando aparecen delante de mí las imágenes del compañe-
ro que llegó a la cima, las crónicas de algunos de sus partidos, las
canchas sagradas de nuestro basket que ha pisado, las figuras que
hicieron historia con las que compartió vivencias, los equipos glo-
riosos del baloncesto nacional a los que se enfrentó... ¡QUÉ EN-
VIDIA!... y qué profundo respeto me merecen aquellos pocos pai-
sanos míos que lo consiguieron. Era la División de Honor de en-
tonces, la Primera División más tarde, y desde los años noventa, la
ACB de ahora, que ningún conjunto vigués sería capaz de alcan-
zar.
Yo hice lo fácil, intentarlo desde casa, al menos el ascenso.
Ellos hicieron lo difícil, lograrlo, aunque para ello tuvieran que
emigrar a otras tierras y jugarse los valiosos años de la juventud,
con el riesgo y el valor que conllevaba la decisión.
El primero de ellos fue Pololo Cobián, compañero mío en
el Estudiantes vigués, que con dieciocho años se fue a Barcelona
para fichar por el C.D. Español, equipo de la élite del baloncesto
nacional, desaparecido hace años víctima de la avidez sin límites
del fútbol.
En nuestro equipo era un ala-pívot espigado, 1,90 de esta-
tura, extraordinariamente hábil y formidable anotador. Al llegar a
Barcelona, y más tarde al C.D. Mataró, una vez completada su
formación atlética, se convertiría en un alero fuerte, buen rebotea-
276
dor. Durante varias temporadas ocuparía lugar entre los diez mejo-
res anotadores de la Primera División.
Me acuerdo de que en los días previos a su partida, ante
sus muchas dudas, entre ellas la baja del club, le animé a marchar-
se cuanto antes a Barcelona. Era un chico muy querido por mí, al
que había visto crecer desde niño, desde el mini-basket, y al que
desde mi puesto de base veterano, dirigí en el campo con conse-
jos... y con muchos pases... Pololo tenía hambre de balón, siempre
lo encontrabas colocado y preparado para anotar.
Equipo del desaparecido Colegio Muro -finales de los setenta-, tercero en el Campeonato de España Escolar, celebrado en las insta-laciones de Vallehermoso en Madrid. De pie: Pololo Cobián, xxxxx, Francisco Villar y Caballero. Agachados: Gustavo Tapias, Pacheco, Manolo Meijide y xxxxx. Francisco Villar llegaría a Secretarío de Deporte en el Gobier-no de Aznar.
277
Pololo Cobián se marchó de Vigo en 1968, y jugó al máxi-
mo nivel nacional durante más de quince temporadas. Jugador de
club, seguro, eficaz, con regularidad en su rendimiento, llegó en
repetidas ocasiones a formar parte de la selección de promesas, y a
participar en los Juegos del Mediterráneo con la selección españo-
la B.
En 1975, siendo yo entrenador del Celta Femenino, la Fe-
deración Gallega Sur, presidida por Vicente Flórez -el mejor man-
datario que hemos tenido-, me llamó para dirigir a la selección
masculina de Vigo, con motivo del partido-homenaje que se le iba
a tributar a Josechu Curiel, histórico jugador vigués, que se retira-
ba de la competición con más de cuarenta años de edad. Había
empezado con el C.D. Bosco a mediados de los cincuenta, y lo
dejaba dos décadas después vistiendo los mismos colores de en-
tonces.
Nos íbamos a enfrentar al Club Obradoiro de Santiago,
serio aspirante en aquella época al ascenso a Primera División. Lo
entrenaba el salmantino Alfonso Rivera, que asentó una buena
base de equipo, para que al cabo de un par de años se alcanzase el
objetivo tan perseguido por los compostelanos.
Convoqué para la selección viguesa a dos juveniles del
Real Club Celta -los entrenaba José Luis Fernández Brea, un des-
tacado preparador de base-, hecho que provocó las críticas de
buena parte del baloncesto de la ciudad. Uno era Reigosa y el otro
Quino Salvo, ambos, pívots en su equipo. La polémica aumentó
cuando se supo que Salvo jugaría de alero -de tres, que se dice
hoy-. El caso es que aquel partido que disputamos con toda digni-
dad ante el Obradoiro, sirvió a Quino para impulsar su carrera. Al
día siguiente, Alfonso Rivera se lo llevaba para su equipo.
Después jugaría varias temporadas en Primera División
con el CAI Zaragoza, y sus últimos años de profesional, en el
Fórum de Valladolid. Era considerado como uno de los mejores
defensores de la Liga y preciso pasador. Alcanzó la titularidad en
ambos clubs como escolta.
Al igual que Pololo Cobían, llegó a jugar en la Selección
Nacional B.
278
Tras su retirada, ha entrenado con éxito equipos en ACB,
en la Liga Oro y en la Liga Plata. En la campaña 2006/07 dirigió
en el último tramo de la competición al Gestibérica vigués.
Zamora, 1975. Intersector Junior. Quino Salvo, en sus inicios con el Colegio Salesiano de Vigo.
De pie: Augusto de la Concepción, Pachi Reigosa, Alberto Carrera, Ju-lio Cesar Bernárdez, Quino Salvo y Juan Ayres (entrenador).
Agachados: Gilino, Pazó, Jaime Molares y Pousa.
279
Alberto Abalde seguiría la estela de Cobián y Salvo. Des-
pués de un tardío comienzo en el C.D. Bosco, pasa al Porcelanas
Santa Clara, primero a las órdenes de Alfonso Rivera, y luego, de
Vicente Rodríguez “Cholas”. Acarician el ascenso a Primera Di-
visión, pero se les escapa en los últimos compases de la Liga.
280
Pabellón de las Traviesas, temporada 1978/79. Alberto Abalde (13) y Soriano (14) pelean por un rebote, en un partido contra el Grupo Covadonga de Gijón, eterno rival del baloncesto vigués.
281
El Porcelanas Santa Clara -anteriormente Club Manuel Ál-
varez- contaba con una extraordinaria plantilla en aquel momen-
to. Nunca un equipo vigués había estado tan cerca de la Primera
División. Al final, la brillante expectativa del ascenso, tras liderar
la competición a lo largo de toda la temporada, se quedó en una
enorme decepción.
Con Abalde jugaban, entre otros, el pívot madrileño Soria-
no -que pasaría al Club Estudiantes de Madrid-, el alero Ortega -se
iría al Basconia-, el lucense Manel Sánchez -a un equipo catalán
de ACB-, el también madrileño Nacho Polo -que se afincaría en
Vigo y sería años después entrenador del R.C. Celta Femenino-, el
vigués Augusto de la Concepción -acabaría en el C.A.I. de Zara-
goza de 2ª División...
A raíz de este fatídico fin de temporada, el patrocinio del
Grupo Álvarez se dio por finalizado. Luego vendrían el Skol, de
nuevo el R.C.Celta, el C.D. Bosco y el Ademar... Y ahora, desde
2006, el Gestibérica vuelve a intentarlo...
Temporada 81/82. Peleando por el ascenso a División de Honor. Má-xima rivalidad, Obradoiro-Bosco de La Coruña, Pabellón del Sar. Alberto Abalde, en el bloqueo y continuación, con Alfredo Pérez (Bosco), en la ayuda.
282
Alberto Abalde llegaría al Club Obradoiro de Santiago, y
después de alcanzar el ansiado ascenso, juega en Primera División
por primera vez en la temporada 1982/83.
El Club Obradoiro del ascenso, con los vigueses Pepe Casal y Julio César Bernárdez, como entrenador y ayudante respectivamente. A su lado en la foto, Alberto Abalde (13). Lo que no pudieron conseguir en Vigo, lo hicieron en las filas compostelanas. Agachados, entre otros, Javier Lomas (7), Pirulo (4), Popocho Mo-drego (con medias blancas), Mario Iglesias (6)... El Pabellón del Sar, como era costumbre en aquellos años, con un llenazo. Santiago vivía los momentos más felices de su baloncesto.
En la foto siguiente vemos el primer “cinco inicial” del
Club Obradoiro en Primera División. Pabellón del Sar, temporada
1982/83. Estrenaba categoría con triunfo claro sobre el Caja de
Ronda -hoy Unicaja de Málaga-.
283
De pie: Chuck Verderber, Alberto Abalde y Jon Pajés. Agachados: Javier Lomas y Popocho Modrego.
284
Tras dejar Obradoiro, Alberto Abalde jugaría una tempora-
da en Canarias, para regresar a Galicia al año siguiente, y fichar
por el OAR ferrolano, donde militaría hasta su retirada.
En la temporada 1987/88, el OAR Clesa Ferrol retornaba a la Prime-ra División de la mano de Javier Casero.
Alberto Abalde se había convertido en una pieza clave pa-
ra el equipo departamental, sobre todo en tareas defensivas. Se le
asignaba el pívot más peligroso, y solía salir airoso de la compro-
metida misión.
En la imagen siguiente le vemos en un marcaje implacable
sobre el americano Abdul Jeelani, espectacular pívot del Aska-
tuak, que llegaba a la cancha de A Malata precedido de enorme
fama de anotador.
Partido Clesa Ferrol-Askatuak de San Sebastián, saldado
con una victoria decisiva para los ferrolanos por un espectacular
104-93. El ascenso estaba cada vez más cerca.
Alberto Abalde había resultado fundamental con su marca-
je a Jeelani.
285
En la siguiente instantánea aparece el Clesa Ferrol del se-
gundo ascenso, un conjunto extraordinario que regalaría numero-
sos éxitos a su fiel afición. Ya se había abandonado el entrañable
Pabellón de la Feria de Muestras, y se estrenaba el nuevo Pabellón
de A Malata. Temporada 1987/88.
De pie, entre otros, el entrenador Javier Casero, Juane, el
nigeriano Anicet Lavodrama, Alberto Abalde (en el centro), el
americano Schlegel… y el popular presidente Juan Fernández.
Agachados, el masajista Rogelio Bermúdez -mi rival de la
Bazán-, Loureiro, Saldaña, Manolito Aller, Aldrey, Piñeiro…
286
Anicet Lavodrama y Alberto Abalde, con el entrenador americano
Tim Shea y su ayudante.
287
Clesa Ferrol-Basconia de Vitoria, en el pabellón de A Malata. Lleno absoluto, y una afición entregada al equipo desde antes del comienzo del partido. El “Arroz con chícharos...”, entonado durante la rueda de calentamiento, era célebre en todo el ambiente balon-cestístico del país.
Alberto Abalde, anotando en medio-gancho ante la oposición de los alaveses.
288
Clesa Ferrol-Xerox Manresa. De nuevo, Alberto Abalde, encestan-do una media-bandeja con su clásico estilo.
289
Fecha para el recuerdo, 29 de mayo de 1989. Documento para la historia del basket gallego. El OAR vence a la URSS -campeona olímpica- en un partido inolvidable. En el Polideportivo de A Malata, el OAR presentaba, tal vez, el mejor equipo de su historia. Partido memorable, con triunfo especta-cular de los ferrolanos sobre los rusos. En la formación de la URSS estaban nombres ilustres del ba-loncesto mundial: Tikonenko, Kurtinaitis, Homicius, Volkov -en la foto marcando a Lavodrama-, Marchulenis, Goborov... Sólo faltaba Sa-bonis, que no pudo jugar por lesión.
290
El 29 de septiembre de 1991, otra gesta para la historia. El OAR Leche Celta vencía al Montigalat Joventut de Badalona a domicilio por 77-89. La campanada de la jornada. Alberto Abalde destacó en su marcaje a Corney Thompson. El asturiano Ricardo Hevia era el entrenador que, como sus antecesores, confió plenamente en el vigués Abalde para desempe-ñar las tareas defensivas más comprometidas.
291
Alberto Abalde, en su férreo marcaje al formidable y rocoso pívot americano, Corney Thompson.
Alberto Abalde se retiró a los 35 años, pero el apellido
Abalde seguirá por muchos años en la élite del basket gracias a su
hija Tamara, olímpica con España en Pekín 2008, y jugadora del
Ros Casares, uno de los grandes clubs de Europa y el mejor de
nuestro país.
292
En los años noventa, por motivos profesionales, coincidí
en un almuerzo con Clifford Luyk. Venía a Vigo en labor de pro-
moción de los balones de baloncesto que llevaban su nombre. Yo
los vendía al público en “El Sport”, la desaparecida tienda de de-
portes que regenté durante muchos años, y lo acompañé al Cole-
gio Salesiano para dar una charla.
A la hora de la comida, sabiendo que era el responsable del
equipo juvenil del Real Madrid, me interesé por el vigués Marcos
Carbonell, que llevaba varios años en la cantera del club meren-
gue, y que en aquella temporada se encontraba a las órdenes de
Luyk. No me respondió con claridad, y ante mi insistencia, me dio
a entender veladamente que Carbonell necesitaba trabajar con más
atención e intensidad.
A pesar de la opinión escéptica de Luyk, el menor de los
hermanos Carbonell fue otro de los pocos que alcanzaron la máxi-
ma categoría nacional. Aprovechando la oportunidad que le brin-
daron las lesiones de los bases del primer equipo, debutó en Copa
de Europa con el Real Madrid... y lo hizo bien. Continuó hasta
final de temporada, y completó la siguiente en el conjunto madri-
leño.
Sin embargo, pronto regresaría a Galicia, y tras unos es-
carceos con el Breogán de Lugo y algún equipo más, abandonó
pronto el baloncesto.
Hubo algunos vigueses más que tocaron de refilón la cate-
goría grande de nuestro baloncesto. Mi compañero de equipo,
Emilio Romero Bello, llegó a entrenar con el Club Estudiantes de
Madrid, e incluso se sentó en el banquillo en algún partido de pre-
temporada. Década de los sesenta.
Suso García, el pívot vigués, formado en el excelente equi-
po del C.D.M. Juvenil de las Escuelas Municipales, entrenado por
Fernando Pérez “Mani” , jugó en el OAR, donde fue compañero
de Alberto Abalde. Disfrutó de escasos minutos... pero consiguió
un puesto en la ACB, que no es poco…
293
El Clesa Ferrol, con su entrenador americano Tim Shea (en el centro), rodeado por arriba, entre otros, por Suso García (primero por la izquierda), Alberto Abalde (a su lado), el americano Glen Puddy y Anicet Lavodrama (de paisano)... Abajo, el base Saldaña, Miguel Loureiro, Manolito Aller, Al-drey, Piñeiro, Bermúdez (masajista)... Con jugadores tan formidables a su lado, Suso no lo tenía de-masiado fácil para jugar.
Carlos de Miguel, discípulo de Vicente Rodríguez “Cho-
las”, conseguiría formar parte del Breogán en ACB. En la catego-
ría cadete había sido Campeón de España con el Ademar-Maristas
-aquel fantástico equipo entrenado por “Cholas”-, junto a Paco
Martín, Pablo, Jesús Núñez, Omar Fares, Iván Almeida...
No sé si habrá más jugadores vigueses en la historia del
baloncesto masculino de élite. ¡Ojalá hubiesen sido más! Si los
hubo, les pido disculpas inmediatamente, y de recibir la informa-
ción, rectificaré encantado en la próxima tertulia -que será pronto-
y los añadiré a este meritorio cuadro de honor. Lo haré con toda la
admiración que merecen para mí deportistas tan destacados.
294
Club Ademar Maristas Campeón de España Cadete El Ejido (Almería), 1991 Arriba: Andrés, Carlos de Miguel, Eduardo, Jesús Núñez, Marcos y Quique (delegado). Abajo: Vicente Rodríguez (entrenador), Rafa (delegado), Paco Martín, Omar Fares, Jorge, Pablo e Iván.
295
XX. Galería de imágenes
Hay fotografías que por sí mismas lo expresan todo: el éxi-
to, el fracaso, la angustia, la intensidad del juego, el esfuerzo, la
alegría desbordante, el agotamiento, el momento histórico, la
emoción...
También hay otras que te permiten leer, deducir, interpre-
tar, traducir... hasta inventar lo que pudo haber sucedido.
La voz puede contar la historia y la letra reafirmarla con el
documento, pero una foto es capaz de explicar la verdad desde el
silencio, con exactitud, con la imagen que habla sin decir palabra.
Y hay fotografías denuncia, que deshacen la mentira o
combaten el olvido, y recuperan el recuerdo vivo de lo que suce-
dió.
No me gustaba recordarlos, y no lo hice hasta ahora, pero
los documentos que me llegan indican implacables algunos malos
tiempos pasados. En el vaivén de la vida llegan las horas bajas,
para perderte y desaparecer como a tantos le ocurrió, o para levan-
tarte con casta y recuperar tú sitio.
Nuestras deportistas, que habían alcanzado la gloria desde
la nada, se vieron maltratadas por la ineptitud de unos directivos
futboleros que propiciaron su desaparición.
Pero ahí están de nuevo, fuertes, convencidas, decididas,
con el carácter luchador de los grandes… y como testigos del cal-
vario recorrido, las fotos que hablan. ¿Cómo es posible que con-
seguida la victoria y alcanzada la meta tan ansiada, no se adivine
en sus rostros ni una sonrisa? No festejan el triunfo, no hay saltos
de entusiasmo, no gritan de alegría, no hacen gestos victoriosos…
únicamente restablecen la justicia… y esto, en buena lógica, no da
296
para muchas risas. Vuelven al lugar que es suyo, se imponen a la
ceguera y a la incompetencia de algunos.
Si hay algo que no perdona un deportista, es que le jue-
guen los partidos en los despachos… ni para ganarlos, ni para per-
derlos. Y una vez recuperado el orden, los gestos acostumbrados
de la V de la victoria, el dedo pulgar arriba, los brazos al cielo…
ya van en el alma.
Temporada 1990/91. El Club Xerox Vigo recupera la Primera División perdida en 1988 por la lamentable desaparición del Real Club Celta. La repentina usurpación del tradicional patrocinio de Ci-troën -desde 1978-, puso fin a la trayectoria ininterrumpida en la máxima categoría del representante vigués, iniciada en el año 1965 con el Club Estudiantes. El fútbol “robaba” la factoría automóvilista al baloncesto… El abrazo emocionado al final del partido decisivo expresa con claridad la tensión vivida a lo largo de toda una Liga que duró tres años. Un único objetivo: el ascenso. Lidia Gesteira, Ángeles Araujo y Carmen Victoria son las protagonistas de la primera escena…
297
De nuevo Ángeles Araujo, con Nieves Lobón, de espaldas, y Floriano, el preparador físico… Las “niñas” lloran, sobre todo, por lo que le han hecho en el pasado, y se unen para el punto final: ¡ya está!... …Pero el gesto de Floriano, apretando los dientes, cerrando los ojos, abrazando fuerte… es la rabia contenida que explota… des-pués de tres años largos y sufridos que hacen justicia.
298
Temporada 1990/91 Club Xerox Vigo
Ascenso a Primera División De pie: Mercedes, Consuelo García, Susana Pomar, Anabel Rojo, Ángeles Araujo y Nieves Lobón. De rodillas: Kelly García, Belisa González, Carmen Victoria, Mónica Núñez, Carmen Patiño y Rosa Costas.
La gesta se había conseguido con jugadoras de la casa,
igual que el ascenso de 1964, y que el primer asalto a la cima del
baloncesto nacional diez años después, en 1974.
Entre el grupo del éxito, descubro con agrado a tres jóve-
nes a las que había entrenado hacía unos años en el equipo juvenil
del Real Club Celta (1988/89): Carmen Victoria, Mónica Núñez y
Carmen Patiño.
Luego, regresarían los triunfos y se alcanzarían las cotas
de antaño. Con las espectaculares hermanas Jordan -norteamerica-
nas-, el equipo volvería a la competición europea, la Recopa “Li-
liana Ronchetti”, y el nombre de Vigo viajaría de nuevo por Italia,
Rusia, Israel, Alemania... codeándose con el mejor basket del con-
tinente.
299
Temporada 1991/92. Partido de Primera División, Club Xerox Vigo-Salamanca. Kelly García concentrada en el marcaje de su par. Por detrás, se ven a las hermanas Jordan. Nieves Lobón aparece por la izquierda.
300
Las jugadoras célticas se vieron obligadas a denunciar al R.
C. Celta ante Magistratura, por el flagrante incumplimiento de
contrato. El prestigioso abogado Carlos Borrás defendió a las chi-
cas, y consiguió para ellas un acuerdo beneficioso que les com-
pensase, aunque sólo en parte, del fuerte disgusto. Con la pre-tem-
porada en marcha, y disputando un torneo amistoso en las Islas
Canarias, habían recibido la noticia de la disolución de su equipo.
El 10 de enero de 1989, en este Acto de Conciliación en
Magistratura, se concretó la cifra definitiva que el Real Club Celta
hubo de satisfacer a sus ex jugadoras para deshacerse del balon-
cesto femenino: siete millones de pesetas. Antes ya habían tenido
que abonar un millón de pesetas a la americana Sheila Collins, y
un millón seiscientas mil a la entrenadora catalana Carme Lluve-
ras.
Aún hoy en día, no se puede entender lo sucedido.
301
Juana Ingelmo, la ex céltica, se haría cargo del nuevo equi-po, el Club Xerox Vigo, para ascenderlo, y regresar así a la máxima categoría nacional en apenas un par de temporadas. Ya en noviem-bre de la Liga 89/90 -fecha de la fotografía-, el Xerox avanzaba direc-to al ascenso sin nadie que las parase. En la instantánea se ve a Juana, salmantina afincada en Vigo, dirigiendo a sus muchachas en un “tiempo muerto”. Carmen Victoria, Carmen Patiño y Ángeles Araujo escuchan atentas las indicacio-nes.
302
As Travesas,1992. Real Madrid-Unicaja de Málaga. Copa del Rey.
Lleno a rebosar. El público de Vigo siempre respondió a los grandes encuentros de baloncesto. En la ciudad se mantiene el “hambre” de basket de élite desde los años cincuenta hasta hoy. La imagen lo dice todo: las cosas no van bien para el Real Madrid. Los míticos Fernando Martín -primer español en la NBA-, el yugoslavo Drazen Petrovic -el mejor jugador europeo de su tiempo-, el ruso Chechu Biriukov -nacionalizado español e internacional-, y el americano Jhonny Rogers, salen del “tiempo muerto” con rostros serios y mirada baja.
Como ya repetí en exceso, el baloncesto vigués mantiene
una deuda pendiente con su afición: la Primera División Masculi-
na, la ACB de la actualidad.
Pero los reiterados fracasos de los proyectos del basket
masculino en Vigo han generado un contexto de duda y desánimo.
Ojalá el Gestibérica-Ciudad de Vigo rompa con el maleficio y
consolide el baloncesto en nuestra capital. Tarea complicada y
difícil.
303
As Travesas, 1992. Real Madrid-Unicaja de Málaga. Copa del Rey.
Drazen Petrovic, el talento puro, anota una canasta. El Real Madrid, ya cansado de perder partidos por culpa del base balcánico, decidió ficharlo. Jugó un par de temporadas en España, antes de irse a la NBA. Extraordinario triplista, dicen de él, que no abandonaba los en-trenamientos sin tirar antes doscientos triples. Anotaba cincuenta tiros desde cada uno de los puntos en los que fallaba en el partido ante-rior. Tenía las llaves del pabellón, e iba a entrenar a cualquier hora. Un desgraciado accidente de coche en su país -lo mismo que a Fernando Martín-, le privó de la vida a edad muy temprana -menos de los treinta-, en plena madurez deportiva.
304
Antonio García Hermida, fundador y presidente del Club De-portivo Bosco durante más de cincuenta años. En la fotografía del gran Magar, recibe el homenaje del baloncesto vigués con motivo de las ya rebasadas Bodas de Plata del Club. Era el año 1983, y el acto se celebró en la cancha del Colegio Salesiano, centro en donde la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, de la que formaba parte como directivo el paladín más emblemático de nuestro basket, había fundado el Bosco en 1950. Julio Castro, en representación de los ex jugadores del Club Estudiantes y del Club Rodaballo, le entrega una placa de reconoci-miento. A la izquierda, el alcalde de la ciudad, Manuel Soto, y al fon-do, el concejal José Antonio Sánchez, persona también vinculada al baloncesto.
En 1990, con motivo de las Bodas de Oro, se vuelve a ren-
dir homenaje a Antonio García Hermida. Los actos comenzaron
con un partido en el Pabellón de As Travesas, entre las viejas glo-
rias del Bosco y las del Estudiantes. Vencieron los de la Ronda
por un claro 86-62, tomándose la revancha del partido-homenaje
anterior, resuelto con victoria estudiantil. La rivalidad se mantenía
incluso pasados los años.
305
Rafa Presa recoge un rebote, con Guillermo Alvarellos a su lado, y Caballero al fondo, prestándose a salir en contraataque. A la izquier-da, el bosquista Moreno, a la derecha, Tonecho Lorenzo (14), y por encima del hombro de este último, asoma el rostro del estudiantil José Ferro. Las viejas glorias del Estudiantes visten el equipaje del Club Rodaballo.
Por el Bosco jugaron: Moreno (12), Moncho Lago (22),
Pérez (18), López (2), Tonecho Lorenzo(32), José Curty y Carro.
Por el Estudiantes: Guillermo Alvarellos (16), Alberto
(8), Jorge (2), Rafa Presa (24), Caballero (6), Jorge Lorenzo (1),
Gustavo Tapias (6) y José Ferro.
Después de este partido de veteranos, una potente Selec-
ción Gallega vencía al Club Deportivo Bosco -segunda nacional-
por un contundente 78-97, en un partido brillante y muy vistoso
por la elevada anotación.
Con una concurrida y animada cena en el Nova Olimpia se
cerraban los actos del homenaje.
306
Cancha de Balaídos, finales de los años ochenta. Pepe Conde, téc-nico del C.D. Bosco, se dirige a sus jugadores en un “tiempo muerto”. Entre ellos, Ángel Barbará, José Novás...
El Club Deportivo Bosco venía persiguiendo el ascenso
desde los años cincuenta. Tras la desaparición del Club Estudian-
tes, del Manuel Álvarez, del Porcelanas Santa Clara, del Club Ga-
leones-Skol, del Real Club Celta Masculino… lo sigue buscando
en la década de los ochenta, con Pepe Conde al frente del equipo.
Una vez más, no fue posible. Y así, años más tarde, el histórico
Club Deportivo Bosco también desaparecía del baloncesto mascu-
lino vigués.
En la Liga de Segunda División de la temporada 1988/89,
su gran rival es el Club Aguas Cabreiroá de Verín, entrenado por
el vigués Juan Rodríguez Larrán, “Larry”, y con varios jugadores
de nuestra ciudad en sus filas.
En la fotografía de la página siguiente, se ve una escena de
un partido decisivo entre ambos equipos celebrado en el Pabellón
de As Travesas. Victoria del Aguas de Cabreiroá por un especta-
cular 90-100.
307
Pabellón de As Travesas, 1989. C.D. Bosco-Aguas de Cabreiroá de Verín. Lucha de pívots entre Jiménez y el bosquista Miguel Polo. A su lado, Augusto, al fondo, José Novás y a la izquierda, Ángel Bar-bará y Rodolfo.
Por el Bosco anotaron: Ángel Barbará (20), Ayuso (4), Jo-
serra Lete (20), Augusto (21), Miguel Polo (8) -cinco inicial-, Pi-
ñeiro (2), Juanjo Comesaña (2), José Novás (13) y Sánchez.
Por el Aguas de Cabreiroá lo hicieron: Miguel González
(11), Tomás Alonso (2), Luis Llorens (6), Félix Barros (10), Jimé-
nez (23) -cinco inicial- Gussy Prieto (14), Boby Corbal (6) y Ro-
dolfo (28).
Una vez más, después del fracaso deportivo del Celta, lle-
ga el desconcierto al baloncesto vigués. Los jugadores más desta-
cados se dispersan por toda la geografía gallega. Unos en Verín,
otros en Porriño, alguno en Santiago… y la calidad de nuestro ba-
loncesto se debilita de nuevo.
308
Campo de Granada, octubre de 1967. Debut del Club Estudiantes en Primera División ante el Creff de Madrid, tricampeón de España. Por el Estudiantes: Amparo Dios, Hortensia Neira, Rosa Sarmiento, Maribel Lorenzo, Picuca Martínez, Esther G. Bermello, Chuky, Cristi-na Acosta y María del Carmen Veiga. En el Creff de Madrid, plagado de internacionales, destacaban la base Pepa Senantes (15), la escolta Coro Domínguez (14), la alero Tere Pérez Villota (12), las hermanas Couchoud…
Por cierto, se aprecia en la imagen un piso algo húmedo,
bien por la lluvia reciente, o simplemente por el rocío de la maña-
na. La cancha del Club Estudiantes era la única descubierta de to-
da la competición. Parecía imposible que Vigo no contara con nin-
guna instalación cubierta.
En el año 1968, el alcalde Portanet -de grato recuerdo para
la mayoría de vigueses- inauguraba el Centro Deportivo Munici-
pal, con un Pabellón y un Frontón cubiertos, además de canchas
al aire libre, y un excelente campo de fútbol provisto de pistas de
atletismo a su alrededor. En aquellos tiempos, significaba para el
deporte de la ciudad un adelanto fantástico.
309
Campo de Granada, temporada 1967/68 Club Estudiantes-Joventut Kalso de Badalona.
Primera División
Campo de Granada, temporada 1967/68 Club Estudiantes-Real Zaragoza.
Primera División
310
Les atacó el hambre a nuestras chicas del Club Xerox-Vigo. No se sabe con certeza si es que le daban mal de comer en Siracusa (Sicilia) y reponen fuerzas con este “sándwich”, o querían significar con “su voraz apetito”, que se iban a merendar a las italianas en el partido de la noche (Recopa “Liliana Ronchetti”). Mar Xantal, Belisa González, Lidia Gesteira, Kelly García y Candy, dan fe de sus propósitos y ansias de victoria... y de su exce-lente humor. En el baloncesto, supongo que igual que en otros deportes, se necesita ese momento de risa, cuanta más mejor, que rompa con la tensión del partido próximo.
Se volvía de nuevo a Europa, a la Recopa “Liliana Ron-
chetti”, en la que había debutado el Real Club Celta en 1975. Aho-
ra, 1992, las “niñas” lo hacían defendiendo los colores rojos y
blancos del Club Xerox Vigo. El nombre de la ciudad viajaba otra
vez con orgullo por Francia, Alemania, Israel, Italia, Rusia…
Un prestigio recuperado a pulso por las jugadoras, por el
cuerpo técnico y por la emprendedora directiva de David Hortas.
El presidente había sido pieza fundamental en el proyecto del as-
censo, reagrupando a la gente tras el desánimo, y aportando, con
sus influencias, soluciones decisivas para que nuestras mejores
jugadoras no emigrasen a equipos más solventes después de la
desaparición del Real Club Celta.
311
Parece que todas a una adorasen al aro, como suplicándole que fuese generoso con ellas, tragando sus lanzamientos y recha-zando los del contrario. Se confabulan unidas, en piña bajo la canas-ta, rezando, implorando, sonriendo, esperanzadas en el futuro… Están a sus pies, a los pies de la “Diosa Canasta” -de la que ya hablamos-, que manda, que puede, que otorga, que premia… que también saca, rechaza, descuenta, castiga… Las “niñas” del Xerox Vigo debieron entenderlo bien, y se muestran a sus pies confiadas, tranquilas, con su mejor cara, seduc-toras con la “Diosa”… que desde su altura las contempla autoritaria, pero también coqueta, mimosa, atractiva, prometiendo esa música virtuosa del balón rozando la red al entrar limpio… Belisa se cuelga del aro, Ángeles toca la red en lo alto, otras estiran sus brazos sin llegar, algunas parecen cerrar la red para que no entren los tiros contrarios… Las miradas de las hermanas Jordan, de Nieves, de Mar Xantal, de Anabel… de todas… aguardan la ben-dición…
312
- ¿Te has fijado alguna vez lo que puede cambiar el rostro
de un jugador antes de un entrenamiento y antes de un partido?
Te voy a mostrar un ejemplo.
Kelly García, la promesa del baloncesto vigués de la década de los noventa, se muestra en esta imagen, tranquila, con una discreta son-risa, relajada, con la frescura de los pocos años, la mirada noble, dul-ce… y en ese instante, dispuesta a comenzar un entrenamiento en el Pabellón de As Travesas.
313
Ahora, Kelly García, va a jugar un partido importante. Ya viste el chándal de juego. No parece la misma. Su mirada angustiada lo dice todo, los labios fruncidos, las ojeras marcadas en un rostro temeroso, la tensión en el gesto…
314
El mítico Emiliano Rodríguez, jugador del Real Madrid y de la Selección Española -175 veces internacional-, fue considerado entre los mejores jugadores de Europa -algún año, el mejor- en la décadas de los sesenta y setenta. Junto al catalán Nino Buscató, del Joven-tut de Badalona -222 veces internacional-, fueron los baloncestistas españoles más emblemáticos de su época. En la instantánea aparece en el patio del Colegio de los Sa-lesianos rodeado de niños del mini-basket. Había venido a Vigo en-viado por la Federación Española en campaña de promoción del ba-loncesto. Más de uno se reconocerá en esta histórica fotografía, y le servirá también para recordar los felices años de la niñez.
En la siguiente fotografía, Emiliano y Buscató, posan en
un cartel recordatorio de los partidos-homenaje que les ofrecieron
en Barcelona y en Madrid, con un enorme éxito de público y de
plena asistencia de autoridades políticas y deportivas.
Ese “poster” nos lo dedicó a Picuca y a mí. Tanto el “ma-
drileño” como el catalán, eran personas especialmente carismáti-
cas y entrañables. Por donde fueran, resultaban siempre unos in-
mejorables embajadores del basket.
315
En mis tiempos de jugador, coincidentes con los suyos, tuve la in-mensa fortuna de enfrentarme a ellos en sendos partidos amistosos. Contra Emiliano, en A Praza da Quintana de Santiago, y contra Bus-cató, en el Pabellón de As Travesas de Vigo. ¡Todo un honor para mí!
316
Manifestación popular del “Seis do Nadal” en Vigo, año 1979, reivin-dicando la autonomía para Galicia. Encabezando la marcha, entre otros, se pueden ver a García Picher, Jaime Isla, Víctor Moro, Va-lentín Paz Andrade, Manuel Soto, González Amadios… Esta gi-gantesca demostración ciudadana -cerca de doscientas mil personas-, sería recordada para la posteridad con la fecha de su celebración.
Un instituto del barrio de Coia lleva ese nombre, “Seis do
Nadal”, y en su entorno se ha fundado en 1983 la Agrupación De-
portiva “Seis do Nadal”, que en la actualidad, temporada 2007/08,
junto con el Club Canteiras de Porriño, cuenta con el mayor nú-
mero de licencias federativas de la Delegación Viguesa.
Con esta memorable escena recogida por Magar, quiero
dar luz a esas gentes -sobre todo a los jóvenes- que a buen seguro
se habrán preguntando más de una vez de dónde viene ese nombre
deportivo tan inusual.
Son las imágenes que hablan sin decir palabra, y expresan
por sí solas la verdad de los hechos. La autonomía de Galicia fue
un paso decisivo que se logró gracias al esfuerzo permanente de
los ciudadanos gallegos, que ya desde los años treinta, reclamaban
para nuestra región la actual situación política. De hecho, la auto-
nomía de Galicia ya había sido aprobada en Las Cortes, pero la
Guerra Civil y el posterior régimen de Franco, echaron por tierra
lo conseguido por ley.
317
Club “Seis do Nadal” Senior Autonómico, 2007/08 De pie: Rafael (Ayudante), Ana, Natalia, María, Sofía y Paula (entre-nadora) De rodillas: Lorena, Rosalía, Paula, Laura y Olalla.
El Club “Seis do Nadal” está celebrando este año, 2008,
sus Bodas de Plata. Fundado en 1983, sigue pujante hoy en día
con una destacada actividad en varios deportes. En el baloncesto
gestiona las Escuelas Deportivas Municipales, y participa con
equipos masculinos y femeninos en todas las categorías federadas
que tiene a su cargo la Delegación Viguesa. Es una cantera inago-
table de jugadores -con un meritorio trabajo de sus entrenadores
en la base-, y una de las más importantes de la zona.
Que sirvan estas líneas como reconocimiento a su excelen-
te labor, y transmitan en este aniversario mi recuerdo, mi admira-
ción y mis felicitaciones a dirigentes, técnicos, jugadores, colabo-
radores y seguidores del Club “Seis do Nadal”.
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Kelly García poseía un perfecto tiro en suspensión. Por aquel enton-ces, primeros años de los noventa, no era fácil encontrar una chica que lo utilizara, y con tan exquisita técnica. Lo mostraré a mis alum-nas como modelo, y también para que se convenzan que ellas pue-den hacerlo.
No hay nada más difícil para un entrenador que corregir el
tiro a un jugador ya viciado por una formación deficiente, o por
sus propias manías para mejorar sus porcentajes, o por copiar errá-
ticamente las posturas de las estrella de la NBA, o por los miles de
consejos recibidos que se mezclan y tal vez se contradicen... ¡Qué
difícil!
Pero el entrenamiento siempre da sus frutos, y poco a po-
co, el jugador comienza a anotar algunos lanzamientos. “Ese tiro
es un desastre”, le dices. En realidad ellos ya lo saben mejor que
nadie. Se conforman con anotar una canasta que otra en los parti-
dos, y cuando les explicas la técnica que deben aprender y practi-
car mil veces, prueban una -no encestan, claro está-, otra vez,
otra, otra... otra... pero si son pacientes, trabajan y se dejan orien-
tar… seguro que lo consiguen.
El tiro hay que reconstruirlo palmo a palmo, casi centíme-
tro a centímetro. El jugador debe aislarse de todo, atendiendo tan
319
sólo las indicaciones del “profe”… hasta poder escuchar el roce
del balón entre los dedos y su vuelo en el aire dando vueltas… De
la misma forma que un cirujano plástico mejora un rostro dañado
por un accidente, milímetro a milímetro, en el silencio de la anes-
tesia…
Tuve un jugador, disciplinado e inteligente, al que tardé en
enseñarle el tiro en suspensión cuatro o cinco temporadas.
- ¿Tanto?
- En este caso sí, porque el equipo entrenaba solamente
una hora a la semana.
Y a veces menos, por la vacaciones de Navidad, de Sema-
na Santa, los puentes... y porque el jugador -cercano a los treinta
años- concebía en ese momento el baloncesto como mero ocio. En
realidad, los cinco años se pueden convertir en tres o cuatro meses
de trabajo serio y paciente. Si hay suerte y aptitud, un par de me-
ses son suficientes.
Pero yo sé que ahora, cuando Fernando, del Club Rodaba-
llo, anota una suspensión desde cuatro metros, se queda comple-
tamente feliz. Fue capaz de conseguirlo… y yo que le enseñé, me
siento tan feliz como él.
As Travesas, 2001. Fernando, el segundo por la derecha, con sus compañeros del Club Rodaballo. Sinso, Marcos Gómez y Marcos “Baiona” a su izquierda, y Javichu a su derecha.
Y metidos en esta tarea ardua y peleona, el entrenador
busca imágenes para mostrarle al aprendiz, e intenta que el gesto
de tiro que se elige como modelo sea el de un campeón reconoci-
do, para que no ofrezca dudas.
320
Temporada 1986/87. El equipo de la esperanza, el Club Galeones-Skol. Dirigido por el jo-ven entrenador Juan Rodríguez Larrán “Larry”, reunía a una gene-ración de jugadores que parecía poder alcanzar las metas más ambi-ciosas. De pie: Valentín Baeza, el vasco Chus Vadillo, Bernardo (ayudante), “Larry” (entrenador), Julio (preparador físico), Javier Dana, José Ma-nuel Díaz y Andrés Cadahía. Agachados: Augusto de la Concepción, Félix Muñoz, Fernando Car-bonell, Miguel González, Boby Corbal, Triqui y Javi Portas.
A mitad de esta temporada, los dirigentes del Galeones-Skol
perdieron la confianza en ”Larry”, y lo sustituyeron por el vallise-
lotano Gustavo Aranzana. A pesar de clasificarse para la Fase Fi-
nal de 2ª División, no se consiguió el objetivo previsto, el ascenso
a Primera B.
Los jugadores eran demasiado jóvenes, y los que no, care-
cían de experiencias importantes. Faltó, como tantas veces en el
baloncesto vigués, la paciencia necesaria para esperar a que el
prometedor grupo madurase lo suficiente.
En la siguiente campaña, el Club Galeones-Skol se encontró
a última hora con una plaza en Primera B, y debutó en ella con el
nombre del R. C. Celta y un patrocinio distinto. La falta de tiempo
para fichar, no permitió elaborar la composición de la plantilla con
acierto. Después, este hecho, se pagó con creces.
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La foto del fracaso, de la decepción. Otro intento fallido
del basket masculino vigués. Como en ocasiones anteriores, se ini-
ciaba el proyecto con una enorme ilusión, y con la confianza firme
de afianzar el equipo en la categoría de plata, y a la espera de po-
der dar el salto. No fue posible. Al final, descalabro deportivo y
económico, que llevó al retiro a dos de los más valiosos dirigentes
de nuestro baloncesto, Luis Fernández Castro y Julián Prado.
El Real Club Celta -continuación del Galeones-Skol-, tem-
porada 1987/88, tuvo un comienzo alentador, con una aceptable
respuesta de los aficionados, ansiosos de encontrar un equipo con
entidad y ambición. El americano Voice Winters -que vimos en el
2005, pese a su edad, en el TAU- empezaba a hacer las delicias de
los aficionados con sus “mates” y entradas espectaculares. Pero no
fue suficiente. Pronto llegarían las derrotas a pesar de los intentos
desesperados de los directivos. Los jugadores nacionales no die-
ron el nivel exigido, y el otro americano -sólo dos extranjeros-
tuvo que ser cambiado, y su repuesto resultó aún peor.
¡Qué pena! Había gente valiosa en la plantilla. A los diri-
gentes mencionados, se añadía la aportación de Ferro -segundo
entrenador-, de Telmo Silva -preparador físico-, de Alfonso Penas
-el “fisio”- de los jugadores “vigueses” Miguel González, Félix
Muñoz, José Manuel Díaz, Jorge Pena, Valentín Baeza...
La ilusión rota. Tanto, que el equipo desapareció sin más,
y con unas deudas pendientes que no se pagaron, o que hubieron
de afrontar los dirigentes. ¡Qué decepción!
322
En las décadas de los cincuenta y sesenta, lo intentaron el
Club Estudiantes y el Club Deportivo Bosco. En los setenta, el
Club Manuel Álvarez, más tarde reconvertido en Porcelanas Santa
Clara. En los ochenta, fue el proyecto Galeones-Skol, después
Real Club Celta, el que fracasó. En los noventa, primero el Club
Deportivo Bosco, y más tarde el Ademar, no lograron el objetivo.
Ahora, en el nuevo siglo, nace el Gestibérica en la “Misión Impo-
sible”, que como en el cine, se puede alcanzar. ¡Ojalá!
De pie: Martínez Terzado (entrenador), Alfredo Pérez, Suso Cobián, Nacho Arroyo, Juan Carlos, Colón, Pachi Reigosa y Juan José Cam-ba (delegado). Agachados: Solleiro, Curty, Tomás, Pepe Conde y Chiqui Moreno.
Un excelente equipo, dirigido por un entrenador experi-
mentado como era Martínez Terzado, y con jugadores de contras-
tada calidad.
Pero tampoco esta vez los muchachos de García Hermida
pudieron alcanzar el objetivo. La plantilla parecía reunir todas las
garantías, pero ese “mal fario” del baloncesto vigués, parece aso-
lar a todo cuanto proyecto nace, y se vuelve a repetir el fracaso
histórico.
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De pie: Delegado, Suso Cobián, Manuel, Jacobo Caruncho, Armando Vázquez, Carlos Santamaría y Carlos Núñez (entrenador). Agachados: José Antonio López, Lito Marzoa, Pastoriza y Crespo.
No se podría elaborar un relato del baloncesto vigués sin
mencionar a Carlos Núñez Gayoso, el gran paladín del Club
Ademar de los Hermanos Maristas. Comenzó como jugador a me-
diados de los años cuarenta, se retiró de las canchas en 1968, des-
pués fue entrenador hasta hace bien poco, y desde casi siempre, ha
sido el presidente del club de sus amores. Es testigo activo, tal vez
el más importante, de medio siglo del basket de Vigo.
Núñez podría contar mucho mejor que yo todo lo aconte-
cido en ese tiempo, y seguro que con más precisión y memoria.
“¡Carlos, tenemos que charlar en la próxima tertulia!”
El Colegio Marista, junto al Colegio Salesiano, ha sido y
sigue siendo en la actualidad, una de las canteras más importantes
del basket vigués. En ello, Carlos Núñez Gayoso y el Club Ade-
mar tienen bastante que decir.
324
Temporada 2007/08 Club Gestibérica Ciudad de Vigo Campeón de LEB Bronce. Ascenso a LEB Plata Zamora, Nando, Bavosi, Jackson, Coll, Vila, Vidal, Jaime Silva, Mesa y Dousa conforman la plantilla del ascenso, dirigida con acierto por
Tito Díaz, y con Iago Casal como segundo entrenador.
La joven hinchada parece simbolizar la ilusión del nuevo proyecto. Con sus camisetas forman parte de la ya famosa “marea roja” del “Gesti”. Que la suerte y una acertada gestión puedan culminar en la consecución del viejo anhelo. Repito, ¡ojalá!
325
El Club Gestibérica Ciudad de Vigo está desarrollando una
importante y meritoria labor de promoción del baloncesto por toda
la zona. Visita colegios, escuelas deportivas, centros benéficos,
asociaciones, sociedades, el “campus” universitario… y atiende a
cualquier solicitud que se le plantee. Siempre está disponible para
enviar una representación de jugadores, incluso la plantilla com-
pleta, para ambientar y dar colorido a competiciones escolares,
fiestas colegiales, torneos infantiles… En todas estas citas deja
una abundante cantidad de invitaciones para su próximo partido.
Y se está notando. La afición infantil crece día a día, el Pabellón
de As Travesas registra una afluencia de dos a tres mil espectado-
res por encuentro, el ambiente resulta fantástico… y sólo se nece-
sita que los resultados deportivos acompañen para consolidar al
fin un equipo fuerte y sólido para Vigo. La afición ha demostrado
que lo quiere…
Una representación destacada de jugadores del “Gesti”, acompañada de Paco Martínez, Relaciones Públicas del Club, asiste al acto de presentación del “III Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, que viene organizando el Clube Baloncesto Baiona con enorme éxito. Con la presencia del alcalde de la villa, Vázquez Almuiña, de la concejala de deportes, Mª Jesús Martíns, y de asesor de deportes, José Miguel Pérez Vázquez, no podía faltar la foto de familia que apiña a políticos, jugadores profesionales, técnicos, directivos… y lo más importante, un centenar de jóvenes jugadores del club.
326
As Travesas, 1992/93. El Club Xerox Vigo, clasificado entre los me-jores de España, y también con amplia participación en competicio-nes europeas. De pie: Jorge (ayudante), Candy, Erika Burianova, Ana Álvarez (en-trenadora), Renata Jiriakova, Mar Xantal y Susi Pérez. Sentadas: Kelly García, Nieves Lobón, Carmen Victoria, Belisa González, Lidia Gesteira y Mayte.
Es el debut de Ana Álvarez como entrenadora del primer
equipo, y por los resultados obtenidos, se deduce que lo ha hecho
bien.
Me confieso partidario de fichar siempre entrenadores de casa.
Pienso, sin dudarlo, que en nuestra tierra los hay con sobrados
méritos y conocimientos. Además, la historia da testimonio de que
cuando han llegado de “fuera”, poca siembra dejaron al marchar-
se. El caso se ha dado tanto en hombres como en mujeres, a pesar
de haber tenido entre nosotros entrenadores de la categoría de
Gustavo Aranzana, Carme Lluveras, Alfonso Rivera, Anna Junyer
…También reconozco que ahora, en el 2008, la profesionalidad de
técnicos y jugadores cambia bastante los planteamientos de antes.
De todas formas, para hacer justicia, debo excluir de ese
grupo al madrileño Nacho Polo, que ha dejado huella de su paso
por los Salesianos y por el Real Club Celta.
327
1991. La base Nieves Lobón, concentrada en un lanzamiento de personal. Nacida en Valladolid, pero afincada en Vigo desde los die-ciséis años, era el cerebro del Club Xerox-Vigo. Tuvo bastante que ver con la recuperación del baloncesto vigués en ese momento, des-pués del desahucio de las celestes protagonizado por el Real Club Celta de fútbol, con el insigne Rivadulla de presidente.
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Temporada 1991/92. Club Xerox Vigo. De pie: Lisa Ingrand, Kelly García, Anabel Rojo, Mar Xantal, Ana Álvarez (ayudante), Oranda Rodríguez, Esther, Carol Lewis y Floriano (preparador físico) Agachadas: Gemma, Belisa González, Susi Pérez, Carme Lluveras (entrenadora), Lidia Gesteira y Nieves Lobón. Belisa González, destacada jugadora de la cantera viguesa. Titular indiscutible del Real Club Celta y del Club Xerox-Vigo en la década de los noventa.
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Nieves Lobón sale del bloqueo de Pauline Jordan, con una depura-da técnica: cabeza levantada, arranque fuerte a pesar de ser agarra-da de un brazo por la marcadora, y perfecto bote de protección con la izquierda.
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Juan Rodríguez Larrán, “Larry”, destacado técnico vigués de las décadas de los ochenta y noventa. Fue un trabajador incansable en la productiva cantera del Colegio Salesiano. Por sus manos pa-saron cantidad de jugadores sobresalientes, que tras el fracaso del R.C. Celta -en el que ya no participó-, tuvieron que emigrar a Verín, a Porriño, a Santiago... a donde el baloncesto tuviera más calor que el vigués. Vivió en el banquillo del Aguas de Cabreiroá de Verín unas campañas muy exitosas de su historial deportivo. Había reunido un excelente equipo, y puso de moda el baloncesto en el pueblo ouren-sano. Los vigueses Miguel González -su discípulo preferido- Tomás Alonso, Boby Corbal, Crexáns… formaban parte del conjunto “ex-portado” a Verín, que además contaba también con varios ex jugado-res de los equipos olívicos, como Félix Barros, Llorens, Rodolfo… Desde entonces, Larry continúa en Verín, aunque alejado por completo del basket. Este verano, agosto del 2008, nos encontramos de nuevo en el Pabellón Municipal de Baiona después de muchos años. Me confesó al oído que en el pueblo lo tiene todo: un coche nuevo, un excelente piso, un puesto de trabajo seguro, una vida có-moda… pero que no era feliz. “Me falta el baloncesto, Luis.”, me dijo. “Tengo que volver.”
331
A la izquierda, Tomás Alonso, destacado base de la cantera del Colegio Salesiano de Vigo, que Larry se llevó al Aguas de Ca-breiroá de Verín. Años más tarde, y hasta hace poco, sería presen-tador de deportes de la Televisión de Galicia.
A la derecha, Miguel González, alero anotador de depurada técnica, que como Tomás, jugó en el Aguas de Cabreiroá de finales de los ochenta. También procedía de la cantera de los Salesianos. Antes estuvo en el Club Galeones-Skol y en el Real Club Celta, y después de permanecer un tiempo en Verín, pasó al Baloncesto Po-rriño. Ambos jugadores eran discípulos muy allegados y queridos por Larry, que los había formado desde edad temprana en los equipos de los Salesianos.
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Javi Portas, el excelente escolta de la cantera salesiana, per-tenecía a una formidable generación de jugadores, iniciados en su niñez por el madrileño Nacho Polo, a quien sucedió en su labor, en-tre otros, Juan Rodríguez Larrán, “Larry”. Tras el fracaso del Proyecto Galeones-Skol, fichó por el Ba-loncesto Porriño. Buen tirador, aparece en la foto en un perfecto tiro en suspensión, marcado por Fernando Carbonell, en un partido con-tra el Club Ademar.
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Frontón Municipal, temporada 1971/72 Real Club Celta Campeón del Grupo Gallego de Tercera División y Ascenso a Segunda. De pie: Carro, José Torres, José Pérez, Carlos Cobián, Manuel Soto y Antonio Nieto. Agachados: Casal, José Ferro, Guillermo Alvarellos, Lito Marzoa y Luis.
De los varios equipos masculinos que he entrenado a lo
largo de mi vida, este es para mí el más querido de todos. El Celta
había descendido a Tercera División, y el club estaba sumido en
aquel momento en una profunda desmoralización.
Dirigía por primera vez a un equipo masculino. Tempora-
da 1971/72. Ascendimos de nuevo a Segunda División después de
una brillante Liga, y una complicada Fase de Sector disputada en
Santander. La mayoría de los jugadores aún eran de categoría ju-
nior, tanto es así, que yo mismo tuve que diligenciar licencia de
jugador para cubrir el cupo obligatorio de seniors.
334
Real Club Celta Juvenil. Medalla de Bronce en el Campeonato de España. Cuenca, 1989. De pie: Rey Lama (entrenador), Cristina, Marta Méndez, Nuria Figue-roa, Carmen Patiño, Begoña y María Herrero. Agachadas: Cristina Rey, Edita Pereira, Raquel, Montse, Yolanda Comesaña y Mª José.
Por primera vez entrenaba a un equipo juvenil -y a mi hija
Cristina-, y guardo un recuerdo inolvidable de este grupo de pro-
mesas del baloncesto céltico. Después de ganar el título gallego en
Betanzos (A Coruña) y el Intersector en Vigo, acudimos a la Fase
Final del Campeonato de España celebrada en Cuenca.
El Real Club Celta se clasificó tercero, después de perder
en semifinales por cinco puntos contra el que sería campeón, el
Club Natación Canoe de Madrid, y por cierto, en la única derrota
de toda la temporada. Incluso en el partido para el tercer puesto, se
ganó con claridad.
De todas ellas, Nuria Figueroa y Carmen Patiño llegarían
al primer equipo.
El Celta ya había conseguido varios títulos nacionales en
categoría junior, pero en juveniles nunca logró clasificarse para
una Fase Final hasta ese año. Por eso, el tercer puesto alcanzado
en Cuenca fue considerado como todo un éxito.
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Temporada 1988/89. Montse, Yolanda Comesaña “Rizos”, Cristi-na Rey y Edita Pereira, en su temporada de jugadoras juveniles del Real Club Celta.
Begoña, Marta Méndez, María Herrero, Cristina y Carmen Patiño, las prometedoras pívots del equipo celeste.
Raquel y Nuria Figueroa
336
El vigués Pepe Casal, atleta del R.C. Celta en su juventud, pre-parador físico y entrenador del Club Obradoiro de Santiago, prepa-rador físico con Aito García Reneses en la Selección Española Ju-nior y en el F.C. Barcelona, y desde su marcha a Estados Unidos, preparador personal de Pau Gasol cuando regresa de la NBA. Acude a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, rescatado para la Selección por la confianza plena de Aito y de Pau en su excelente trabajo.
2008. Pepe Casal en una de las muchas conferencias que viene
dando últimamente.
337
Otro vigués, Domingo Salinas, será el preparador físico de la Selec-ción Española Femenina en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Ocupa desde hace unos años ese puesto en sustitución del también vigués, Telmo Silva. Con anterioridad, Salinas había desempeñado ese cargo en el R. C. Celta Femenino.
Pepe Casal, Domingo Salinas y Susana García -entrenadora ayu-dante-, junto a Tamara Abalde -la viguesa de adopción-, serán la aportación de Vigo al baloncesto nacional en Pekín. ¡Enhorabuena a todos ellos! Sabemos de sobra lo difícil que es llegar a unos Juegos Olímpicos. ¡Qué envidia!
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Selección Nacional Femenina, días antes de acudir a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Además de los mencionados anteriormen-te, el R.C.Celta aporta dos jugadoras, la santanderina, Laura Ni-cholls, y la mallorquina, Alba Torréns. También están presentes las ex célticas Cindy Lima y María Revuelto.
El ministro Moratinos con Cindy Lima, Tamara Abalde y Alba To-rrens en los Juegos de Pekín-08.
339
Moscú, 2008. Alba Torréns con la Selección Española en el Torneo de Moscú preparatorio para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Partido contra Israel, que superó a España, 58-69.
Tamara Abalde, Alba Torréns y Laura Nicholls son la
nueva generación de jugadoras españolas llamadas a sustituir a las
veteranas Isabel Sánchez, Laia Palau, Elisa Aguilar y Amaya Val-
demoro, que posiblemente, ya no lleguen a los próximos Juegos
Olímpicos de Londres 2012.
340
La jugadora céltica Laura Nicholls, con la Selección Española en los Juegos de Pekín 2008.
341
Temporada 2007/08. La imagen da muestra de los marcajes que hu-bo de soportar Tamara Abalde en la NCAA. Su defensora intenta fre-narla con brazos y piernas, y sin embargo el pase interior de la “vi-guesa” entra con claridad. Sería nombrada la mejor debutante de la temporada en la Liga Universitaria: “SCL FRESHMAN OF THE YEAR”
La experiencia americana de Tamara Abalde habrá servido
para completar su madurez, que aunque ya avanzada, siempre es
susceptible de mejoras en edad tan joven. La temporada próxima
volverá a España, pero para desgracia del Real Club Celta, no para
reintegrarse a su equipo. Tal vez en el pasado reciente no haya
encontrado en el club vigués el reconocimiento técnico que le han
otorgado en Estados Unidos. Una vez más se hace difícil triunfar
en la propia casa, y puede que hasta no sea mala idea cara al futu-
342
ro, el emigrar a otros lares, donde le sobrarán ofertas, y posible-
mente, mejores que las que le ofrezca el Celta.
Año 2008. Pau Gasol y Tamara Abalde, se encuentran en el “Toyo-ta Center” de Estados Unidos. Ella en la NCAA y él en la NBA.
343
Temporada 2007/08. Tamara Abalde, en un partido de la NCAA americana.
Las tres jugadoras, Alba, Tamara y Laura, serán olímpicas
con tan solo diecinueve años. Ya han logrado Oro en los Europeos
Sub-16 de Italia 2004 y de Polonia 2005, Oro en el Europeo Sub-
18 de Tenerife 2006 y Plata en el Europeo Sub-18 de Servia 2007.
Internacionales absolutas en 10 ocasiones antes de ir a Pekín.
¡Vaya presente y vaya futuro!
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Campo de Taboada Leal, 1958. El estudiantil Benito Lorenzo palmea un balón ante la oposición del bosquista Álvarez. Su compañero, Carlos Cerdeira, atento al posible rechace.
Ésta no es precisamente una instantánea olímpica. ¿Se nota?
Pero debemos reconocer que los “antiguos” de hace cincuenta
345
años también podían ofrecer a la cámara imágenes tan plásticas
como la que vemos.
Si se retocase con pantalones más largos, balón olímpico y
fondo de un pabellón, podría figurar en cualquier resumen del me-
jor de los partidos actuales.
Campo del Jardín Park, 1958. Club Deportivo Bosco y Club Estudiantes son los protagonistas. El partido de máxima rivalidad viguesa está a punto de comenzar. Antes, la presentación de jugado-res. Por los bosquistas juegan: Barros, Rolán, Boliche, Mingos, Gonzalo Sanmartín, Manuel Benito, Alfonso García Migón, Josechu Curiel... En el Estudiantes: Joaquín García Picher, Julio Castro, Severo Iglesias, Alberto Gayoso, Camilo Nogueira, Mito Rodríguez, Carlos Cerdeira, Bares, Aquiles, Benito Lorenzo y José Ángel Román.
Año 1958. Jugadores del C.D. Bosco: Barros, Rolán, Boliche, Min-gos, Gonzalo Sanmartín, Manuel Benito, Alfonso Garcia Migón y Jo-sechu Curiel.
346
Me llega una noticia de última hora que, de ser cierta, modifica la información vertida en páginas anteriores. Aseguran fuentes desco-nocidas para mí, que el peculiar conjunto de esta fotografía, el Club Constitución, es el primer equipo de baloncesto de Vigo. Fundado en 1934, el “Consti” -así se le conocía popularmente- jugaba en la legendaria Cancha Central -cerca de la actual calle Canceleiro-, con piso de tierra negra, líneas de cal marcando el campo, canastas de madera algo torcidas, aros casi de alambre, balón de los antiguos, de cuero y con costuras… y una afición sin límite de sus componentes. La Guerra Civil española, que comenzó en 1936, interrumpió el progreso deportivo de estos jóvenes, que hasta 1941 no consiguieron reanudar su actividad. A buen seguro que más de uno, tristemente, se pudo quedar en el camino. Imposible citar el nombre de sus jugadores y técnicos, pero lo que se observa con claridad es su indiscutible buena imagen. Se les ve decididos, con disciplina -el orden para posar lo atestigua-, bien uniformados -al estilo de entonces-, y se adivina en ellos un carácter luchador, con fuerza en el rebote y la defensa, buena preparación física, y en general, un conjunto muy equilibrado. El entrenador -de camisa blanca-, y el ayudante -también pre-parador físico-, han hecho un buen trabajo… y eso, a pesar de no contar con planillas, estadística, porcentajes… y lo que es peor, sin “scouting”. El base titular -con el balón- es el cerebro del equipo; a su iz-quierda, Vara -el único reconocible-, un escolta de calidad; el más bajo -agachado- resulta mortal en el contraataque; los tres pívots in-timidan hasta en la foto; y del resto… ¿qué podemos decir?... ¡Un equipazo!
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Foto de familia del Club Estudiantes de los años cincuenta. Los Pepote, Rafael, los hermanos Vilas, Javier Gonzalo, Mito y su hermano Quiño… los jugadores… No falta nadie. Escenario: el cam-po de Taboada Leal. Y abajo, el Jardín Park, el palco de la orquesta, los árboles… el piso mojado por la lluvia reciente… muchos aficionados… y Carlos Cerdeira…
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Estados Unidos, Liga NCAA, 2007/08. Perfecta suspensión de Ta-mara Abalde, bajo la mirada expectante de una rival. Sólo falta que anote el lanzamiento… Parece que así será.
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- Querido colega, con esta impecable suspensión quie-
ro cerrar la “Galería de imágenes” que te estaba mostrando.
Una “viguesa” de adopción, una camiseta nacional, un porvenir
de ensueño, una “top-ten” de guapas olímpicas... Son éstas, con-
diciones que han de servir para concluir tan bellas escenas, tan
sugestivas, tan nostálgicas... y la mayoría de ellas con amplio
contenido histórico… algo que no se debe olvidar.
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XXI. La “última”
- Antes de irme al “campus”, fiel compañero de con-
versación, te voy a contar la “última”.
- ¿Vas a un “campus”? Pero, ¿no lo sabes ya todo del
baloncesto?
- ¡No! ¡Qué va! Eso es lo que yo creía a los cincuenta
años. Pero ahora, con la edad, se gana en madurez y en sabidu-
ría, y uno descubre sus carencias. Siempre falta algo. No sé hacer
el cambio de mano por detrás, ni por debajo de las piernas...
- Pero Luis, si eso lo saben los niños del mini-basket. Al
menos, ¡sabrás hacer un alley-oop!
- Eso lo hago perfecto en las canastas de “mini”, y al
primer intento, aunque echo en falta buenos pasadores para “ma-
chacarla” bien... Cuando necesites un pasador de lujo, querido
amigo, habla conmigo. Especialidad de la casa.
- ¿Dónde es el “campus”?
- En Baiona. Pero esta vez no voy de alumno; debuto co-
mo profesor de cantera. Estoy nervioso, ¿sabré cumplir la tarea?
No lo he hecho nunca. ¡Mucho me queda por hacer en esto del
basket!
Como te decía, te voy a contar la “última”, y que va tam-
bién de última canasta, de última asistencia... y de un original
equipaje de juego.
En mis primeros años de entrenador del Club Rodaballo
tenía ficha de jugador, para prevenir las posibles ausencias que
suelen darse en el Senior Provincial.
Aquella tarde de sábado jugábamos contra el Club Ademar
en Balaídos. Era la hora del comienzo, y sólo contábamos con
cuatro jugadores. El árbitro me pidió el “cinco inicial”, y ante su
351
apremio, no me quedó más remedio que incluirme como quinto
hombre. Nada más firmar el acta, llegan otros dos jugadores. Pero
el colegiado me obligó a salir en el equipo inicial.
Me visto la camiseta por encima de la camisa a cuadros
que llevaba, y con pantalones vaqueros y zapatos de goma, me
dispongo a cubrir el expediente. Con la “vista gorda” de los ár-
bitros, confiados en mi rápida sustitución, solicito de la mesa
“cambio a la primera” ya antes del salto inicial.
Se preparan para la “lucha” los dos equipos, y yo me colo-
co cerca del tablero contrario. Antes, avisé a los rivales de que me
marcasen, y los amenazé con meterles una canasta si no lo hacían.
Me contestaron con risas.
Alberto gana el salto, palmea hacia delante, recoge Marcos
-mí bien entrenado discípulo-, pase largo... y canasta anunciada
del nº 13, Rey Lama, el que esto escribe. Fue mi última canasta en
un partido oficial. No necesité de pantalones Nike, ni de botas
Adidas, ni de muñequeras, ni de cinta del pelo, ni calentamiento,
ni tiempo para estirar... Para meter canastas sólo se necesita clase.
Pero no escarmentaron, porque aún me dieron tiempo tam-
bién para mi última asistencia como jugador: el Rodaballo corta el
balón en el primer ataque del Ademar, y vuelvo a recibir el balón
cerca de la canasta... Y ahora sí que me marcaron. Se echaron co-
mo locos encima de mí para aplastarme. Me rodearon tres contra-
rios agresivos, amenazantes, con los brazos en alto, para no permi-
tirme una nueva y humillante canasta... Y claro, esto a un jugador
con clase no se le puede hacer. Lectura inmediata, si tú tienes a
tres, dos compañeros estarán solos. Así que un pase de pique bajo
sus brazos alzados, y Marcos, lanzado en su carrera, remata con
una bandeja fácil.
De esta manera curiosa e inesperada, acabó mi andadura
en las canchas de baloncesto.
- ¿Qué te parece, colega?
- Estuvo bien la despedida.
352
Campo de Granada, 1967. Partido de ida de la eliminatoria de Copa del Generalísimo, Club Estudiantes-Atlético de San Sebas-tián. Rey Lama, o sea yo mismo, entrando a canasta. Ganamos por escasa diferencia de puntos. Me parece recordar que por dos o tres. En el partido de vuelta, celebrado en el Frontón Anoeta, nos eliminaron por un amplio margen. En San Sebastián coincidimos con el regreso de la Real Socie-dad a la Primera División de Fútbol. Por la calle, los donostiarras lo festejaban cantando: “A Primera súbio la Real, súbio la Real, súbio la Real…”, con la música de “El submarino amarillo” de los Beatles, de moda en aquel momento. ¡Qué recuerdos!
353
- Querido amigo, se me está haciendo tarde. A la vuelta
de las vacaciones podemos tener otra tertulia. Me quedan muchas
cosas por contarte.
- Pero, ¿aún tienes más...?
- ¿Te conté lo de “la catalana”? ...¿Lo de “cofy” arri-
ba, “milk” abajo?... “¿Lo de “Tira, coño, tira”?... “¿El chiste del
“tic nervioso” que contaba Jaime Gómez?... ¿Lo del americano
negro que estaba en todos los lados?... ¿El saludo de “los Galle-
go” en O Couto?... ¿El concurso de tapones recibidos?... ¿Lo de
Rosalía, que sale dos veces en las fotos de sus equipos?... ¿El
Manual Arbitral de cómo “barrer”?... ¿La agresión del campo de
los Maris... ¡No! ¡No! Esta no te la cuento.
… ¿Y fotos? ¡Tengo en casa otras tantas! De Marisol, de
Julio Bernárdez, de Quino Salvo, de “Cholas”, de Julio Castro,
de “Mani”, de Pololo, de Susana García, de Augusto, de Ayres...
Por cierto, y ¿qué me dices de estas fotos recientes que te
voy a enseñar?
Juegos de Pekín-08. Victoria en la final para Estados Unidos sobre España por 118-107. Pude parecer que no se defendió, pero los do-cumentos gráficos dicen todo lo contrario. Hubo agresividad y dureza. Howard comete personal sobre Carlos Jiménez. Más que una falta, semeja una escena de artes marciales. Así transcurrió todo el partido, al límite del reglamento, pero de forma noble y deportiva.
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Juegos Olímpicos de Pekín-08. Rudy Fernández trata de frenar la penetración de LeBron James.
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Juegos Olímpicos de Pekín-08. Se luchó en todos los espacios de la cancha. Hasta arrastrado por el suelo, Mumbrú salva un balón en-tre las piernas de Kobe Bryant.
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Compañeros y amigos en Los Ángeles Lakers. Kobe Bryant parece intentar marcarse un pasodoble “muy agarrao” con Pau Gasol.
- ¿Qué me dices, amigo?
- No tengo palabras.
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- ¡Oye! Y… ¿qué hubiera pasado si juega Calderón en
plenas condiciones físicas… y si a los americanos les pitan los ya
famosos “pasos de salida”?...
- ¿Quién sabe…?
- Y yo que estaba empeñado en que “EN EL BALON-
CESTO YA LO HABÍA VISTO TODO…” Tuvieron que pasar
más de sesenta años, contemplar más de tres mil partidos en vi-
vo, otros tantos en TV... para llegar a esto. ¡SUBLIME! ¡CE-
LESTIAL! Eran los dioses de la canasta que bajaron a la can-
cha...
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XXII. Crónica de urgencia
Faro de Vigo ------------ Deportes ------------- 10, mayo, 2010
EL GESTIBÉRICA ASCIENDE A ---------- LIGA ACB -----------
Venció en la final al Cajasur de Almería ------------ por 77-76 ---------------
Madrid. (De nuestro enviado espec...
Ya no quise leer más…
Ayer me había acostado nervioso, sin atreverme a llamar a
algún conocido para que me informara. Hice varios amagos con la
radio para enterarme, pero no conseguí nada. ¿Llamaré a Rubén a
Onda Cero?… Al final decidí esperar. Tardé en conciliar el sueño.
Y hoy, 10 de mayo de 2010, me levanté más temprano
que de costumbre, muy inquieto, pero con un presagio... Me lancé
a la puerta de casa a recoger del suelo el “Faro de Vigo”, lo abrí
precipitadamente, no se veía, encendí la luz, pasé las páginas con
ansiedad, rompí varias... Sucesos... Val Miñor... Economía... In-
ternacional... Deportes... El fútbol… el Celta... ¡Sí!... ¡SÍ!...
¡SÍÍÍ!... ¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!... ¡POR FIN!... ¡POR FIN!... Llevábamos
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esperándolo medio siglo largo... ¡POR FIN!... ¡POR FIN!...
¡POR FIIIIIIIIN!
Yo que siempre decía: “En el baloncesto ya lo he visto
todo. No hay nada nuevo que se me pueda ofrecer.” Y ya ves,
querido amigo, esto sí que es una novedad...
“VIGO, AL FIN EN ACB.”
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ÍNDICE
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Página
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I - ¡Vaya sentencia! 9
II - El Club Estudiantes 25
III - Del baile al scouting 37
IV - “EL PROFESIONAL” 65
V - El Club Rodaballo 69
VI - ... Y esto sigue... sin parar… 77
VII - La Recopa “Liliana Ronchetti” 115
VIII - Los maestros del amor 125
IX - Las destituciones 159
X - Los orígenes 167
XI - ¿Qué pasa con Marta? 175
XII - Ferias y Fiestas 183
XIII - Los inicios... y el disgusto 191
XIV - Notas de prensa 201
XV - La vestimenta femenina 229
XVI - El banquillo traicionero 243
XVII - El internacional militar 253
XVIII - La Fiesta del Deporte 263
XIX - ¡Qué envidia! 275
XX - Galería de imágenes 295
XXI - La “última” 350
XXII - Crónica de urgencia 358
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A finales de la década de los setenta, el
Centro Deportivo Municipal -hoy en día I.M.D. -contó con las me-
jores escuelas deportivas de toda la historia del deporte vigués.
José Fernández “Pepe”, el administrador, y Jaime Cancelas, el jefe
de personal, fueron sus principales impulsores. Eran tiempos de
Leri como concejal de deportes. Manolo, el conserje, cuidaba de los
niños. A ellos, y a su extraordinario equipo de monitores, nuestra
admiración y homenaje.
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Mucho nos gustaría tu intervención en nues-
tras charlas, a través de tus comentarios, de
tus fotografías, de tus recuerdos, de tus anéc-
dotas… y ¡¡también de tus críticas!!
¡Mil gracias!