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Historiografía colombiana

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  • De la nueva historia a la historia fragmentada: la produccin histrica colombiana en la ltima dcada del siglo

    JORGE ORLANDO MELO Trabajo fotogrfico: lan Flrez de Annas

    l. ENTRE LA NUEVA HISTORIA Y EL POSMODERNISMO?

    ASTA MEDIADOS DE LA DCADA DE LOS OCHENTA, incluso hasta 1988, cuan-

    H do se public el artculo "La historia en la ltima dcada" en el Boletn Cultural y Bibliogrfico1 , la produccin histrica dominante, la de mayor prestigio acadmico y cientfico, estaba inscrita dentro de las corrientes

    disciplinarias derivadas de lo que se llam la 'nueva historia', trmino ms o menos arbitrario en el que se unific todo lo que sonaba a investigacin profesional y a rechazo de la historiografa tradicional colombiana, heroica, anecdtica o localista, usualmente agrupada.bajo el nombre, no siempre apropiado, de historia acadmica. Como se seal en ese artculo, las reas de mayor inters, a pesar de que durante los aos setenta la importancia de la historia econmica y de los grandes conflictos sociales se haba convertido casi en una consigna, no se limitaban a esta estrecha definicin e incluan ciertos desarrollos en historia poltica, cultural y social antes marginales: historia de la educacin, de la ciencia, de la vida cotidiana, de las ciuda-des, de las formas de violencia.

    Estos intereses acadmicos tenan cierta coherencia con la visin de la historia como ciencia y con las perspectivas polticas dominantes en el mundo universitario, donde se concentraban los investigadores de la historia. La visin de la historia como herra-mienta de anlisis que poda contribuir, directa o indirectamente, a la bsqueda de una sociedad ms justa, era inseparable de la prioridad que se daba al anlisis de las estructuras socioeconrnicas y al estudio de los conflictos en este terreno.

    Esta situacin se ha venido transformando de manera clara en el ltimo decenio. La crisis de los proyectos polticos de orientacin izquierdista, que afect tambin el aparato editorial y organizativo de sus seguidores ms radicales, y que se agudiz con la crisis del socialismo sovitico, representada simblicamente con la destruc-cin del muro de Berln, aceler un proceso que haba ido restando radicalismo a los textos de los historiadores formados en los aos sesenta y setenta, muchos de los cuales retomaron a una visin poltica menos comprometida. La historia, que ya haca bastante haba dejado de ser una gua para la accin, fue perdiendo incluso el matiz de herramienta de lucha cultural, que en mi opinin haba sido el dominante en Colombia, donde la influencia generalizada del marxismo no gener muchas muestras de historia marxista propiamente dicha, y se expres siempre de manera bastante flexible. El hecho de que las versiones deterministas y economicistas del marxismo no hubieran tenido mucha acogida en el medio acadmico colombiano,

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    Pgina anterior: Daro Acevedo Carmona. Guardo Molino, Tercer Mundo Eclitores. 1992.

    1 Jorge Orlando Melo. "'La historia en la ltima dcada", Boletfn Cul-tural y Bibliogrlico. nm. 15. Bo-got, 1988.

  • PRLOCO DE ALfONSO LPEZ IIICIIELSEN

    Malcolm Deas, Del poder y la gramtica y otros ensayos sobre historia poltica .y literatura colombia-nas, Santaf de Bogot, Tercer Mundo Editores, 1993. Mara Teresa Uribe de Hincapi, Jess Mara lvarez, Poderes y regiones, Medelln, Universidad de Antioquia, 1987.

    donde Gramsci sirvi para refutar a Lenin y Raymond Williams o Edward Thompson para eludir a la historiografa socialista es, sin embargo, clave para poder medir la porosidad y capilaridad, la fal ta de rigidez de todo el conjunto de historiadores co-lombianos, difciles de agrupar en escuelas y con orientaciones no siempre fciles de identificar.

    La crisis de los proyectos polticos de izquierda, el abandono de los grandes paradigmas y la casi total desaparicin del marxismo como escuela viva, no produ-jeron, en parte por las razones sealadas en el prrafo anterior, cambios muy drsti-cos en la prctica histrica de los investigadores ya formados, que ocupan o han ocupado los cargos directivos y de mayor rango en las escuelas de historia o ciencias sociales del pas. Pero mientras la mayora de ellos sigue haciendo trabajos que no se alejan de los modelos derivados de la historiografa de Annales o de la historiografa marxista occidental (Eric Hobsbawm, Edward Thompson, Pierre Vilar), aunque ya sin sus aristas ms combativas y extendiendo el abanico de intereses a temas deriva-dos de proyectos culturales muy distintos, las nuevas generaciones parecen bastante alejadas de una perspectiva poltica pertinente para la actividad como historiadores y los elementos conceptuales y tericos en los que se apoyan provienen cada da ms de matrices diferentes a las del marxismo y la historia social o econmica.

    En trminos muy generales, esta situacin ha puesto en cuestin la validez y solidez de ideas como la de 'historia total ', ha llevado a que la literatura y en menor medida la antropologa desplacen a la economa y la sociologa como las ciencias con mayo-res afinidades con el trabajo histrico, y ha debilitado la visin de que el historiador reconstruye, en sus textos, una realidad independiente de la estructura del discurso que elabora. La historia de orientacin posmoderna, bajo sus diferentes y a veces contradictorias encarnaciones --estudios culturales, nueva historia social, estudios de gnero, etc.- ha empezado a influir el trabajo de investigacin que se realiza en el pas, lo que se manifiesta al mismo tiempo en una relativa explosin temtica y en

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  • -.

    la adopcin de un sistema de conceptos que slo algunos de los usuarios parecen dominar realmente, y que en muchos parece ser todava una simple moda que se expresa en la utilizacin retrica y a manera de jerga de una sintaxis peculiar y de un vocabulario de identidad. Palabras como 'imaginarios ', 'espacios', 'constitucin del sujeto' , 'dispositivos', el uso de la preposicin 'desde' y del adverbio 'donde' en construcciones orientadas implcitamente a espacializar todas las relaciones, la in-vencin de trminos en los que el prefijo negativo 'des' se reemplaza por el francs 'de' (deconstruir, develar), son algunas de las marcas lingsticas de esta orienta-cin. Foucault, Derrida, Lacan han contribuido sustancialmente al desarrollo mim-tico de este lenguaje, y a veces, en los mejores practicantes, a la definicin de nue-vos problemas y al surgimiento de nuevas e interesantes perspectivas.

    Las seales de este proceso eran ya advertibles a comienzos del decenio y algunos comentarios al respecto pueden encontrarse en un artculo de 1990, en el que seal los peligros de una frivolizacin de la historia2 . Este texto, sin embargo, sealaba apenas la aparicin de algunos sntomas, de algunas tendencias, de algunos intentos por transferir las modas posmodem as a la prctica histrica nacional, que parecan apoyarse en la prdida de inters de los ms jvenes por la vida poltica, el desencan-to de los revolucionarios de los aos sesenta y la ruptura de sus sueos socialistas, la crisis del marxismo y de la teora de la dependencia. Algo preocupado me mostr en ese artculo por el dbil inters por teoras y visiones generales, que en mi opinin poda convertir la historia de las mentalidades, de la vida cotidiana, del matrimonio y la sexualidad, en un relato pintoresco y anecdtico, como haba sido en muchos casos hace aos la historia de estos temas: "el anlisis de los rituales o la vida coti-diana puede ampliar nuestra visin del pasado de la sociedad, pero slo si est ligado a preguntas que relacionen el sentido de estas conductas con una vida o una socie-dad". Sin embargo, mi evaluacin de 1992 era en general optimista: mal que bien, pese a estas tendencias, a las perturbaciones posmodemas, el trabajo histrico co-lombiano se segua c_onsolidando, con una diversidad. temtica ms saludable que peligrosa, mientras prosegua la profesionalizacin de la prctica histrica y se afir-maba un dominio aceptable de las prcticas metodolgicas y los fundamentos con-ceptuales por parte de los estudiantes, las escuelas de historia consolidaban sus es-trategias de formacin, las tesis de grado y posgrado hacan generalmente aportes interesantes al conocimiento histrico y se lograba, en revistas y editoriales, un im-pacto claro sobre la cultura del pas.

    Un artculo de Jess Antonio Bejarano presentado en el X Congreso de historia de Colombia en Medellin en 1997, sugiere que la tendencia, apenas naciente en 1990, haba ya desplazado del escenario a sus antecesores ms convencionales. En "Gua de perplejos: una mirada a la historiografa colombiana"3 Bejarano expresa su in-quietud ante la sustitucin de la historia econmica y social por el anlisis de las mentalidades, una evolucin que los historiadores locales habran analizado en for-ma muy limitada y en tono de encomio, como una simple revolucin local en los temas historiogrficos, y no como una inmersin en las nuevas corrientes intelectua-les (posmodemas) del mundo occidental. Las transformaciones que se estn dando en la orientacin de la investigacin histrica son para Bejarano evidentes y muy negativas: una serie de mtodos que surgieron como herramientas que deban forta-lecer los mtodos totalizantes de la historia social - la microhistoria, la historia intelectual, la historia sociocultural- se independizaron y configuraron campos se-parados, que generaron un nuevo paradigma, distinguido por el rechazo a la historia total, el aislamiento de las ciencias sociales, la renuncia a la explicacin y su reem-plazo por la interpretacin (hermenutica o retrica), un relativismo radical, que es en cierto modo un "nihilismo cognoscitivo postmodem o", la trivializacin, la frivo-lidad del conocimiento, la vacuidad, la extravagancia y, en general, la conformacin de una historia light. De paso, Bejarano critica con cierta aspereza a los estudiosos

    de la historiografa colombiana, pues en su opinin no advirtieron lo que estaba

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    2 Jorge Orlando Melo, "La historia, las perplej idades de una discipli na consolidada". en Carlos B. Gu-tirrez. ed., La investigacin en Colombia en las artes, las huma nidades y las ciencias sociales, Santaf de Bogot, Universidad de los Andes. 1991 . Algunas de las consideraciones crticas las retomo en "Medio siglo de historia colom-biana". en Francisco Leal, ed., Razn y discurso. Santaf de Bo-got. Universidad de los Andes. 2000. pg. 169. donde me refiero a que el "estudio de las mentali-dades' y los 'imaginarios (prefe-ribles a las ideas y las representa-ciones). las maneras de la mesa o el vestido, de los riruales. las im-genes y las formas del discurso, invita en cierto modo a la fragmen tacin y atomiz.acin de los textos histricos y a la substirucin de unas estrategias expositivas por otras: la descripcin impresionista, ms o menos espesa. la frase pa radjica, resultan ms aptas que la interpretacin causal o las narrati-vas lineales. Es posible, es cierto, inscribir el anlisis de estos obje tos. que en buena parte son cons truidos y carecen de un referente externo dctenninable, en procesos de construccin de identidad. o en estrategias de ufim1acin de gru pos sociales o tnicos. pero esta tentacin. que titme mucho de con-vencional. cada da parece resul-tar menos efectiva".

    .1 Jess An10nio Bejarano. "Gua de perplejos: una mirada a la histo riografa colombiana". La ponen-cia fue posterionnente publicada en el Anuario Colombiano de His-toria Social y de la Cultura. nm. 24. Santaf de Bogot, 1998.

  • (rmnalidad, Ley Penal y Esfru.:fura Sotal

    en la Provin.:a de AnHoqua 1750 - 1820

    Beatriz Amalia Patio Milln, Criminalidad, ley penal y estructu-ra social en la provincia de Antioquia, 1750-1820, Medelln, Imprenta Departamental de Antioquia, 1994.

    David Bushnell, Colombia una nacin a pesar de s misma. De los tiempos precolombinos a nuestros das, Santaf de Bogot, Planeta Editores, 1996.

    4 La historia al final del milenio, Santaf de Bogot, Universidad Nacional, 1994, 2 vols.

    s Bejarano, Op. cit., pg. 290. Una crtica similar la dirige al trabajo de Bernardo Tovar, "Consideraciones sobre el estado actual de la inves tigacin y de los estudios histricos en Colombia", infonne presentado a Colciencias, 1977. pues segn l no advirti los cambios que ya se estaban dando en la primera mitad de los noventa, pese a haber sido elaborado en 1997.

    6 Los ncokantianos (Dilthey, Tro-el tsch, Windel band. R ick.ert, Cassirer) argumentaron que la historia no poda fonnular leyes cientficas, pues era una ciencia de la interpretacin. Su discusin sobre los problemas de la objeti-vidad del discurso histrico, la posibilidad de hacer explicaciones causales, la existencia simultnea de distintas explicaciones igual-mente vlidas, reaparece, aunque normalmente sin referencia a sus antecedentes, en buena parte de los

    comina

    ocurriendo. Las crticas se dirigen ante todo a los autores del volumen preparado por la Universidad Nacional, Introduccin a la historia al final del milenio, cuyos textos son de 19934 , en el cual segn Bejarano lo que hay "no es historiografa", sino algo que "se reduce, las ms de las veces, a una casi interminable resea de cada una de las obras que han venido apareciendo, sin que stas se conecten en un orden general, sin que se relacionen con el estado de los problemas, sin que se organicen de forma que puedan identificarse realmente lneas o programas de investigacin [ ... ] sin que sea posible, a partir de all, reconocer la existencia y caractersticas de matrices disciplinarias [ . .. ]"5 . Al considerar que el fenmeno es resultado ante todo del im-pacto de un proceso externo ("en ese estado de la historiografa occidental y no en las razones locales, es donde debemos buscar las razones del extravo"). Bejarano dedica la mayor parte del artculo a un informado anlisis del proceso de transforma-cin de la disciplina histrica en Europa y los Estados U nidos en los ltimos treinta aos, pero, curiosamente, no hace ninguna alusin a textos o investigaciones locales en las cuales sea evidente la ' infeccin' que critica. De este modo, Bejarano omita dar una demostracin real de la penetracin de estas tendencias en la prctica efecti-va de los historiadores colombianos, y ms que una prueba positiva del hecho esgri-ma cierto estancamiento de la investigacin en historia econmica, cierta ausencia de estudios ambiciosos e integrales, corno los sntomas que deban haber alertado a los estudiosos6.

    Esta anotacin tambin puede hacerse a mi artculo de 1990, que se limit a sealar en abstracto las debilidades que podran afectar la investigacin histrica si se aban-donaban algunas de sus prcticas y criterios ms tradicionales. Hoy, cuando sabe-mos que las tendencias internacionales han llevado a un amplio debate sobre la orien-tacin de la historia y sobre las condiciones tericas de su ejercicio (que por lo dems reabre las viejas polmicas del neokantismo de un siglo antes), no se ha he-168 Boletn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51, 1999

  • LOS -ANOS DEL

    OLVIDO Boyac y los orgenes

    de la Violencia JAVIER GUERRERO

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    Javier Guerrero Barn. Los a1os del olvido. Boyac y los orgenes de la Violencia, Tercer Mundo Editores, 1991.

    Una historia de desarrollo empresarial. 1922-1992. Mede lln. Cadenalco. 1992.

    cho un anl isis que muestre hasta qu punto estas orientaciones han adquirido im-portancia en Colombia.

    11. LA HISTORIA SIGUE SU MARCHA

    Un hecho evidente del decenio es que los mbitos sociales de l trabajo de los historia-dores continuaron desarrollndose y consolidndose, de manera que desde e l punto de vista de su presencia en e l pas la historia sigui siendo una disciplina bastante activa y vigorosa.

    Las escuelas y programas de historia, por ejemplo, se siguieron fortaleciendo. Las carreras de historia de pregrado se mantuvieron, y poco a poco aparecieron progra-mas de posgrado. En 1988 existan carreras de historia en Cali , Bucaramanga, Medelln (Universidades Nacional y de Antioquia), Tunja y Bogot (Universidades Nacional y Javeriana). En 1989 se cre la maestra de historia en la Universidad Nacional en su sede de Bogot, y en 1990 en la sede de Medelln. Posteriormente se ofrecieron maes-tras en Bucaramanga y en Tunja, en el rea de historia de la educacin. Despus, en la Universidad Nacional, se empez a dictar un doctorado, que se ofrece actualmente en Bogot y pronto se abrir en Medelln. Estos programas han sido capaces de atraer grupos de estudiantes de buen nivel y en cantidades razonables. Su impacto sobre la produccin histrica ha sido muy fuerte. Muchos profesores, agobiados por obliga-ciones docentes o de otro orden, encontraron en la maesua una oportunidad de con-cluir viejos proyectos de investigacin y presentarlos como tesis. Gran nmero de los mejores trabajos de este decenio forman parte de este grupo, al que puede sumarse tambin el conjunto de tesis hechas en el exterior, algunas de las cuales han sido publicadas en el pas, aunque la mayora permanecen inditas.

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  • Csar Augusto Ayala Diago, Nacionalismo y populismo. Anapo y el discurso poUtico de la oposicin en Colombia, Santaf de Bogot, 1995. Renn Vega Cantor, Colombia entre La democracia y el imperio, Bogot, Editorial El Bho y Editorial Cdice, 1989.

    Este proceso lo reforz la aparicin de nuevas revistas acadmicas, que se nutren tambin en buena parte de los trabajos de grado, que incluyen tambin las monografas para lograr el ttulo de historiador, y que en algunas escuelas son de una calidad bastante alta: la Universidad Nacional, sede de Medelln, me parece en este sentido ejemplar. Las revistas ms antiguas, adems del Boletn de Historia y Antigedades, fundado en 1902 y que combina algunos buenos artculos con mucho texto de oca-sin y conveniencia, son el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, fundado en 1962 y que ha logrado sacar unos 20 nmeros en 35 aos, y el Boletn Cultural y Bibliogrfico, del Banco de la Repblica, fundado en 1958, que aunque no es muy especializado, ha publicado muchos artculos de investigacin histrica, sobre todo a partir de 1983, cuando fue reorganizado. Algunas revistas ya consolida-das parecen haber desaparecido: el Boletn de Historia de la Universidad Javeriana, que sac unos diez ejemplares entre 1984 y 1993 (pero por curiosidades en la nume-racin lleg al nmero 20), fue reemplazado por Memoria y Sociedad (1994-2000, siete nmeros). A ellos se han sumado algunas revistas de vocacin histrica: Estu-dios Sociales creada en 1986 por la Fundacin Antioquea de Estudios Sociales y que parece haber muerto definitivamente despus de nueve nmeros; Historia y Es-pacio, de la Universidad del Valle, tambin suspendida y reemplazada en su inten-cin por Regin (1993, con seis nmeros hasta 1997). Entre estas revistas de incierta continuidad estn el Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, que public dos nmeros en 1995 y 1997 y la revista Fronteras, del Instituto Colombiano de Cultura Hispnica, del que salieron tres nmeros entre 1997 y 1998.

    Siguen activas Historia Crtica, establecida en 1989 por la Universidad de los Andes y que lleva 20 ediciones; Historia y Cultura, creada en Cartagena en 1993, de la que han salido cinco nmeros, e Historia y Sociedad (1994), de la Universidad Nacional, sede de Medell n, que lleva ya seis nmeros; Historia Caribe, publicada en Barran quilla desde 1996; la revista Memoria, del Archivo Nacional (1996), y la Revista Historia de la Educacin Colombiana (1998). Fuera de estas revistas, espe-cializadas, profesionales y universitarias, otras publicaciones ms generales han ser-vido como medios de expresin de los historiadores universitarios: Huellas, de la

    170 .

    Bolelfn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51, 1999

  • 1 N ri~~I\( ~ \;'\II~IOS \ I )l I ~~rC)S

    Guido Borona B.

    la maldicin de midas en una regin del mundo colonial

    Popayn 1730 1830

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    . ~ .......

    lmercambios violemos. Reflexiones sobre la violencia poltica en Colombia, de Malcolm Deas. Santaf _ de Bogot, Taurus, 1999. Guido Barona Becerra, La maldicin de Midas en una regi6n del mundo

    colonial, Popaycin 1730-1830, Cali, Universidad del Valle, Facultad de Humanidades, 1995.

    Universidad del Norte, donde se ha recogido mucho material sobre la historia regio-nal de la costa; la Revista de Extensin Cultural de la Universidad Nacional, sede de Medelln; Ciencias Humanas de la misma universidad. y la Revista de Ciencias Hu-manas, de la Universidad de Pereira (1994, 20 nmeros hasta 2000); Nmadas, de la Universidad Central ( 1994, 12 nmeros hasta 2000), Universitas Humanstica, de la Universidad Javeriana y la Revista de Estudios Sociales, una nueva publicacin de la Universidad de los Andes (1998, 5 nmeros hasta 2000).

    Los congresos de historia se han reunido aproximadamente cada tres aos (!bagu, VII, 1987; Bucaramanga, VIII, 1991; Tunja, IX, 1994; Medelln, X, 1997; Bogot, XI, 2000). Cada ao son ms masivos, con centenares de ponencias, con un buen grupo de investigadores extranjeros invitados. En general, a pesar de que cada vez son ms tolerantes con trabajos muy flojos, el ncleo de las contribuciones est formado por un buen nmero de ponencias de alta calidad.

    El mundo editorial sigue tomando en serio a la historia. La editorial Ariel ha mante-nido una coleccin muy activa, mientras Planeta publica materiales seleccionados con cierto ojo al mercado. Las universidades siguen siendo descuidadas editoras, con mltiples centros internos de publicacin, sin continuidad, coordinacin ni bue-na distribucin. La Universidad Nacional es el mejor ejemplo de un sistema editorial disperso y sin continuidad. Una evidente excepcin es la Universidad de Antioquia, que as como parece haberse convertido en la primera universidad del pas en trmi-nos de proyectos y de recursos de investigacin, ha construido una editorial relativa-mente coherente y con estrategias de largo plazo. La serie Clo ha publicado ya casi diez libros. El Banco de la Repblica redise su proyecto editorial y, en compaa de El ncora, public unos 20 libros de historia, entre los que estuvieron algunas de las obras fundamentales publicadas en la dcada. En el campo de la divulgacin sigue activa Credencial Historia, con sus 60.000 ejemplares mensuales, y que ha mantenido un diseo consistente y una orientacin muy clara a lo largo de sus 130 nmeros: una publicacin que no tiene paralelo en los pases iberoamericanos. Alonso

    '

    Boletn Cultural y Bibliogrfico. Vol. 36, nm. 5051. 1999 171

  • Daro Villamizar, Aque/19 ser. Una historia del M-19 . .. , Santaf de Bogot. Planeta, 1995.

    El bello sexo. La mujer y La f amilia durante el Olimpo Ra-dical, de Suzy Bermdez Q. , Santaf de Bog.ot, Ediciones Uniandes, Ecoe Ediciones, l993.

    Valencia Llano coordin, por su parte, un proyecto colectivo de divulgacin de his-toria regional, la Historia del Gran Cauca, que fue publicada en 1994-1995 por el diario Occidente de Cali, en 17 separatas semanales.

    Los manuales para enseanza elemental y secundaria, que parecan estar mejorando en la dcada del ochenta --cuando empezaron a incorporar una visin ms integral del pasado nacional, aunque al mismo tiempo a promover el reemplazo de una orto-doxia por otra- se estancaron en una rutina poco atractiva, sin esfuerzos reales por promover una visin activa y creadora del conocimiento histrico. Tal vez lo ms destacado fue el proyecto colectivo, coordinado por Rosario Jaramillo Holgun, Un mundo jams imaginado, 1492-1992 (Santaf de Bogot, Ministe1io de Educacin Nacional y Editorial Santillana, 1992), que reuni artculos de un amplio nmero de colaboradores colombianos y extranjeros, orientado ms como una lectura comple-mentaria infantil y no como un texto propiamente dicho.

    Una de las mejores noticias recientes fue la construccin, apertura y funcionamiento del Archivo General de la Nacin. Un bello edificio, una impecable organizacin, una administracin eficiente, la recepcin de fondos documentales del gobierno nacional inabordables o en peligro, buenos ndices electrnicos, digitalizacin de documentos: todo lo que hace amable el trabajo en archivos. Un milagro en la burocracia colombia-na, que ojal no comience a deteriorarse, como es probable, al pasar al Ministerio de Cultura. El aporte del Archivo, por otra parte, se ha extendido a proyectos de ordena-miento, cuidado y microfilmacin de archivos regionales, pblicos y privados. Mu-chos archivos regionales --en Medelln, Cartagena, Barranquilla y otras partes- se han modernizado y cambiado de mentalidad: estn para apoyar a los investigadores. Frente a esto, hay que lamentar la agona larga de la Fundacin Antioquea de Estu-dios Sociales, que en los aos setenta y ochenta estimul tanto la investigacin, con

    172 Boletn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51, 1999

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    a epoca. ~ la Nueva Granada Descubrimiento . . .

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  • Historia y el grabada

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    Santiago Lo11doo V elez

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    PARA RECONSTRUIR LOS SUEOS

    (UNA HISTORIA DEL EPL)

    Historia de la pintura y el grabado en Antioquia, de San-tiago Londoo Vlez, Editorial Universidad deAntioquia, 1996.

    Para reconstruir los sueios. Una historia del EPL, de lvaro Villarraga Sarmiento y Nlson R. Pla~as N., Funda-cin Progresar, Fundacin Cultura Democrtica, 1994.

    10 Una bibliografa de ms de 2.000 ttulos. que acompaa eMe traba-jo. puede consultarse en la Biblio-teca Vinual del Banco de la Rep-blica: www.banrep.gov.colblaa

    11 Jme M. Rausch. Colo111bic1 : Terri-wri(/ Rule and rhe Llmw.f Fmn tier. Gainesville. Univers ity of Flo rida Press. 1999.

    dades-, y muchos que no he ledo, que pueden perderse por razones ajenas a su calidad, por razones ms o menos arbitrarias. Y por supuesto, las breves notas que los acompaan constituyen una respuesta espontnea de lectura, ms que un anlisis de fondo, imposible para muchas reas en las que mi conocimiento es apenas bsico10.

    Los investigadores extranjeros, como haocurrido de manera constante desde la d-cada de 1940, han hecho notables contribuciones al conocimiento del pasado nacio-naL El decano de ellos, David Bushnell , public una sntesis de la historia nacional, equilibrada, lo menos polmica posible: Colombia, una nacin a pesar de s misma. El ms conocido de los colombianistas, Malcolm Deas, termin una cuidadosa y precisa biografa de Williarn Wills, qu ien vino como representante de los tenedores de deuda inglesa y termin vinculado a la poltica y la economa locales (Vida y opiniones de Mr. William Wills, Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1996). Public tambin Del poder y la gramtica, un magnfico trabajo, en el que aparecen las mejores virtudes del autor: la agudeza, la capacidad de ver lo inesperado, el ingenio, el amplio conocimiento de las fuentes, el rechazo a las explicaciones sim-plistas. Por su parte, William Lofstrom public La vida ntima de Toms Cipriano de Mosquera (1798-1830) (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1996) que pre-senta su agitada vida familiar con base en la correspondencia personal. Jane Rausch continu desarrollando su ambiciosa historia de los Llanos Orientales, en dos volme-nes que se tradujeron rpidamente, Una frontera de la sabana tropical. Los Llanos de Colombia, 1531-1831 (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1994) y La frontera de los Llanos en la historia de Colombia, 1830-1930 (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1999). Un tercer volumen, an no traducido al espaol, lo public en 199911

    La obra de Anthony McFarlane, Colombia antes de la independencia. Economa, sociedad y poltica bajo el dominio de Borbn (Santaf de Bogot, Banco de la

    174 Boletfn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51. 1999 '

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    n de BOGOTJ\ N VIII

    a Soto Ar.ango

    La provincia de Mares, de Armand0 Martnez Gamica y Juan Alberto Rueda Cardozo, Bucaramanga. Ediciones UIS, 1996. Polmicas universitarias en Santa Fe de Bogot, siglo XVIII, de Diana Soto

    Arango, Santaf de Bogot, Universidad Pedaggica Nacional, 1993.

    Repblica, 1997) es, con mucho, el mejor tratamiento de conjunto de la sociedad neogranadina de la segunda mitad del siglo XVIII. El libro de Hans Konig se enfren-t al difcil problema de la formacin de la nacin, En el camino hacia la nacin. Nacionalismo en el proceso de formacin del Estado y de la nacin de la Nueva Granada, 1750 a 1856 (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1994 ).

    Libros ya antiguos y conocidos lograron al fin su traduccin: el ms sorprendente, por lo tardo, es el amplio estudio de Robert Gilmore sobre la polmica entre federalismo y centralismo en la primera mitad del siglo XIX: El federalismo en Colombia, 1810-1858, publicado casi 50 aos despus de haber sido escrito. Otras traducciones fueron las de Kuethe, Young, Lafitte, Randall y dos extranjeros resi-dentes en Colombia - quiz ya deberamos llamarlos colombianos- hicieron im-portantes contribuciones: de los trabajos de Giorgio Antei se destaca Gua de foras-teros. Viajes ilustrados por Colombia, 1817 -1857; trabajo en el que, como en sus estudios de Codazzi, logr descubrir una documentacin importante olvidada en oscuros archivos y museos de Europa, y Jacques Apri le publ ic tres libros sobre historia urbana --de las pequeas localidades urbanas para ser ms precisos- (La ciudad colombiana, siglo XIX y siglo XX [Santaf de Bogot, Banco Popular, 1992], La ciudad colombiana. Prehispnica, de conquista e indiana [Santaf de Bogot, Banco Popular, 1991] y La ciudad colombiana [Cali, Universidad del Valle, 1997]). Una nueva recopilacin de ensayos de historiadores norteamericanos complementa la conocida antologa de Jess Antonio Bejarano: Germn Meja Pavony, Colombia en el siglo XIX (Santaf de Bogot, Planeta, 1999).

    La obra de los investigadores espaoles es menos conocida, aunque hay una produc-cin amplia, casi siempre apoyada en la documentacin del Archivo de Indias, y por lo tanto dedicada al estudio de la poca colonial: los estudios sobre encomiendas, tributos y poblaciones indgenas forman ya un corpus notable. En esta dcada 1 ulin Ruiz Rivera complement su estudio previo sobre los indios del interior de Colom-bia con Los indios de Cartagena bajo la administracin espaola en el siglo XVII

    Boletfn Cultural y Bibliogrfico. Vol. 36, nm. 50-51. 1999 175

  • 12 Algunos libros cuya traduccin debera hacerse rpidamente son los de Vctor Manuel Uribe Urn. Honorable U ves: Lawyers, Sa-cie/y and Polilics in Colombia, 1780-1850. University of Pitts-burgh, 2000; Rebeca A. Earle, Spain and tite lndependence of Colombia. 1808-1825, University of Ex e ter Press, Exeter. 2000; Ann Famsworth Alvear. Dulcinea in the Factory: My1hs. Morals. Men and Women in Colombia 's lndus-lrial Experiment. 1905-/960. Duke University Press, 2000. y David Lee Sowell , The Early Co-lombian Labor Moveme/11: Arli-sans and Poli les in Bogot, 1832-19/9, Philadelphia, Temple Uni-versity Press. 1992. Algo similar ocurre con el libro de Karen Ordahl Kupperman, Providence lsiOJul, /630-1641 : rlre Orher Pu-ritan Colony, Cambridge Univer-sity Press. 1995. que ha recibido una acogida muy elogiosa. Otro libro sobre Providencia, que no he ledo, es el de Joy Cordell Ro-binson. The Genealogical Hislory of Providencia lslmul. California, The Borgo Press, 1996.

    13 Los embera y los ctmas: impacto y reacci6n a/1/e la ocupaci6n es-paola. siglos XVI y XVII, Bogo-t, Cerec e Instituto Colombiano de Antropologa. Como ocurre con frecuencia entre nuestros historia-dores. este excelente trabajo igno-ra dos o tres estudios fundamenta-les sobre la regin, entre otros los muy conocidos de Charles Verlin-den, Carl Sauer y Le Roy Gordon.

    14 Mauricio Archila, Cultura e iden-tidad obrera. Colombia 1910-1945, Santaf de Bogot, Cinep. 1991, es probablemente su ms slido trabajo.

    (Santaf de Bogot, Archivo General de la Nacin, 1996); Carmen Pumar Martnez elabor una biografa de Don Antonio Amar y Borbn, ltimo virrey del Nuevo Rei-no de Granada (Borja, Centro de Estudios Borjanos, 1991), mientras que Lola G. Luna analiz los Resguardos coloniales de Santa Marta y Cartagena y resistencia indgena (Santaf de Bogot, Fondo de Promocin de la Cultura del Banco Popular, 1993); esta ltima autora ha sido excepcional por su atencin a la historia contempo-rnea, public varios artculos sobre las mujeres en Colombia en el siglo XX12.

    Los historiadores locales ofrecieron algunas contribuciones de primer nivel. Un verda-dero tour de force, imaginativo, creador y muy bien razonado es el esfuerzo por utilizar simultneamente los relatos mitolgicos y la documentacin colonial en el estudio de las relaciones entre espaoles e indios en el Darin y el Choc hecho por Patricia Vargas B. Igualmente sorprendente es el libro de Vrrginia Gutirrez de Pineda y Rober-to Pineda Giraldo, Miscegenacin y cultura en la Colombia colonial, 1750-181 O (Santaf de Bogot, Colciencias, Universidad de los Andes, 1999), que desborda su tema y se convierte en un enciclopdico tratamiento de la sociedad colonial tarda. Tambin hay que destacar, por su madurez y claridad conceptual, y por un amplio trabajo de archivo, Frontera fluida entre Andes, piedemonte y selva: el caso del valle de Sibundoy, siglos XVI-XVIII (Santaf de Bogot, Instituto Colombiano de Cultura Hispnica, 1996), de Maria Clemencia Ramrez de Jara, y Poder local, poblacin y ordenamiento territorial en la Nueva Granada, siglo XVII! (Santaf de Bogot, Archivo General de la Nacin, 1996) de Marta Herrera ngel. Podran mencionarse con justicia cuatro o cinco traba-jos ms, muchos de los cuales reflejan la orientacin de Hermes Tovar Pinzn, quien public una interesante obra: La estacin del miedo o la desolacin dispersa. El Cari-be colombiano en el siglo XVI (Santaf de Bogot, Ariel, 1997). Un texto que abre perspectivas sobre la vida cotidiana pero tambin sobre la econona y la fiscalidad de la poca es el libro de Gilma Mora, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva Granada durante el siglo XVIII (Santaf de Bogot, Universidad Nacional de Colom-bia, 1988). Tambin vecino a la historia de la vida cotidiana y con elementos de historia econmica y religiosa es el estudio de las Cofradas, capellanas, epidemias y funera-les de Ana Luz Rodrguez (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1999).

    El mundo poltico de finales del siglo XVIII (vinculable en buena parte con los trabajos de Renn Silva y Konig que se citan ms adelante) es el estudio de Marga-rita Garrido, Reclamos y representaciones. Variaciones sobre la polftica en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1815 (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1993).

    En historia social, fuera de los slidos trabajos de Mauricio Archila Neira 14, se die-ron a conocer algunos esfuerzos por elaborar la visin ideolgica de grupos subordi-nados, como los de Mario Aguilera, del que merecen destacarse Insurgencia urbana en Bogot (Santaf de Bogot, Colcultura, 1997) e Ideal democrtico y revuelta popular. Bosquejo histrico de la mentalidad poltica popular en Colombia, 1781-1948 (Bogot, Instituto Mara Cano, 1991); Francisco Gutirrez efectu un anlisis algo gramsciano de los conflictos neogranadinos en Curso y discurso del movimien-to plebeyo, 1849-1854 (Santaf de Bogot, Instituto de Estudios Polticos y Relacio-nes Internacionales, 1995).

    La historia urbana est en un indudable perodo de auge: fuera de un proyecto colec-tivo sobre Medelln, interesante por la contribucin de mucho joven historiador (Jor-ge Orlando Melo, editor, Historia de Medelln, 1996), Julin Vargas public un estu-dio sobre diversos aspectos de la vida diaria en Bogot, innovador y bien documen-tado, La sociedad de Santaf colonial (Bogot, Cinep, 1990) y Germn Meja P. , Los aos del cambio. Historia urbana de Bogot, 1820-1910, que se centra en el de-sarrollo demogrfico y los cambios urbansticos de la ciudad (Santaf de Bogot, Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Colombiano de Cultura Hispnica, 1999). Pablo Rodrguez contribuy al conocimiento de la vida urbana de la poca con Ca-

    176 Boletn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51, 1999

  • JulinVargasLesmes

    Hernando Cabarcas Antequera, Bestiario del Nuevo Reino de Granada, Santaf de Bogot, Instituto ~ Caro y Cuervo, Colcultura, 1994. La sociedad de Santa Fe colonial, de Julin Vargas Lesmes, Bogot,

    CINEP, 1990.

    bildo y vida urbana en el Medelln colonial, 1675-1730 (Medelln, Universidad de Antioquia, 1992) y Catalina Reyes, en Aspectos de la vida social y cotidiana de Medelln, 1890-1930 (Santaf de Bogot, Tercer Mundo, 1996), presenta una visin compleja y un poco menos positiva que la usual de los problemas de la ciudad a comienzos de siglo. Fernando Botero Herrera, en Medelln, 1890-1950. Historia urbana y juego de intereses (Medelln, Universidad de Antioquia, 1996), subraya ante todo la utilizacin del proceso de planeacin y desarrollo por urbanizadores y empresarios privados. Cien aos de la vida de Medelln (Medelln, Concejo de Medelln, 1994; hay una segunda edicin revisada de 1998), de Fabio Botero Gmez, me parece un libro divertido, con una capacidad de ver los fenmenos ideolgicos de la urbanizacin, la bohemia, el impacto sobre la poesa y las canciones que raras veces capturan otros autores; sus virtudes compensan cierto desorden. Un libro sli-do, excelentemente escrito, que presenta un equilibrado entramado de los procesos sociales y constructivos es La ciudad en la colonizacin antioquea. Manizales, de Jorge Enrique Robledo Castillo (Sat)taf de Bogot, Universidad Nacional, 1996).

    Otros campos de la historia social se han venido consolidando. Magdala Velsquez coordin tres volmenes de sntesis y nuevas contribuciones sobre la historia feme-nina, Las mujeres en la historia de Colombia (Santaf de Bogot, Norma, 1995), en el que, en mi opinin, frente a artculos excelentes hay muchos en los que se perdi toda perspectiva propiamente histrica. En Extravos: el mundo de los criollos ilus-trados (Santaf de Bogot, Tercer Mundo, 1996), Ada Martnez muestra con gran eficacia, con base en un caso, las tensiones y opciones de las mujeres a fines de la colonia, mientras que Suzy Berrndez contribuye, en trabajos menos satisfactorios, al conocimiento de la historia de la mujer en el siglo XIX: Hijas, esposas y amantes. Gnero, clase, etnia y edad en la historia de Amrica Latina (Santaf de Bogot, Universidad de los Andes, 1992) y El bello sexo. La mujer y la familia durante el Olimpo Radical (Santaf de Bogot, Universidad de los Andes, 1993). La historia

    , ms reciente, del siglo XX, la tratan Lola G. Luna, Historia, gnero y poltica (Bar-celona, Universidad de Barcelona, Comisin Interrninisterial de Ciencia y Tecnolo-

    , 1

    Boletn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 5051. 1999 1 177

  • Prcif"'Jo Je Co~nrl Goma 1/r'/U~
  • finales del siglo XVIII: contribucin a un anlisis de la formac in de la ideologa de independencia nacional (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1988), como todos sus trabajos, es un ejemplo de lectura cuidadosa de los documentos, de atencin a los matices y de dominio de los elementos contextuales que afectan su tema.

    La historia de la ciencia pareci consolidarse en estos aos, pero se advierte cie1to freno. Lo ms ambicioso fueron los diez volmenes de la Historia social de La cien-cia en Colombia (Santaf de Bogot, Colciencias, 1993), muy desigual, como era inevitable: los estudios sobre medicina ofrecen una perspectiva ms integral y una metodologa ms slida. El libro de Renn Silva, Las epidemias de la viruela de 1782 y 1802 en la Nueva Granada. Contribucin a un anlisis histrico de los proce-sos de apropiacin de modelos culturales (Cali , Universidad del Valle, 1992) es otra muestra de la seguridad metodolgica y de la finura de lector y analista de su autor. Una buena entrada a aspectos sociales del proceso cientfico es Sociedades cientfi-cas en Colombia. La invencin de una tradicin, 1859-1936 (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1992), de Diana Obregn. Un trabajo inteligente es el de Alberto Castrilln Aldana Alejandro de Humboldt: del catlogo al paisaje. Expedi-cin naturalista e invencin de paisajes (Medelln, Editorial Universidad deAntioquia, 2000), bastante influido por las nuevas corrientes histricas, sobre todo en una curio-sa tendencia a convertir afirmac iones obvias en frmulas muy elaboradas.

    No alcanza la religin a competir con el sexo, pero hay algunos trabajos ambiciosos y bien hechos en esta rea, como: La mentalidad religiosa en Antioquia. Prcticas y discursos, 1828-1885 (Medelln, Universidad Nacional de Colombia, sede de Medelln, 1993) de Gloria Mercedes Arango; un poco ms institucional de lo que sugiere su ttulo, tenemos Entre el gorro frigio y la mitra. La mentalidad poltico-religiosa del hombre

    ,.

    neogranadilw, 1850-1887, de Rubby Alvarez de Huertas (Tunja, Academia Boyacense de Historia, 1998) y el libro de Jos David Corts Guerrero, Curas y poUticos. Mentali-dad religiosa e intransigencia en la Dicesis de Tunja, 1881-1918 (Santaf de Bogot, Ministerio de Cultura, 1998). Bmjas e inquisidores comienzan a ser objeto de investiga-cin local, aos despus de los estudios de Jos Toribio Medina y Manuel Tejado Femndez. Los documentos de la inquisicin fueron base para la tesis de Diana Luz Ceballos Gmez, Hechicera, brujera e inquisicin en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios (Santaf de Bogot, Universidad Nacional de Colombia, 1994), que me parece la ms slida de las contribuciones al tema, aunque algo parcial e ini-cial 15. El libro de Jaime Humberto Bmja Gmez y Anna Mara Splendiani, eds., Inqui-sicin, muerte y sexualidad en el Nuevo Reino de Granada (Santaf de Bogot, Ariel y Ceja, 1996) recoge varios trabajos sobre el tema y el de Borja, Rostros y rastros del demonio en la Nueva Granada. Indios, negros, judos, mujeres y otras huestes deSata-ns (Santaf de Bogot, Ariel, 1998) es un esfuerzo ambicioso y emdito, que intenta establecer la evolucin de las ideas del demonio en la colonia y su relacin con la mentalidad de los diversos grupos sociales. Anna Mara Splendiani y sus colaboradores editaron una amplia documentacin, precedida de un volumen introductorio, que con-forma una sntesis histrica integral de la inquisicin en Nueva Granada, muy til en sus aspectos descriptivos, pero discutible en sus conclusiones, a veces algo apologticas 16.

    Afines a estos trabajos, y ms cerca de los escritores posmodemos, al ver el documen-,

    to ms corno un texto que como un testimonio, son los brillantes trabajos de Alvaro Flix Bolaos Crdenas, Barbarie y canibalismo en La retrica colonial. Los indios pijaos de fray Pedro Simn (Santaf de Bogot, Cerec, 1994 ), un excelente ejercicio de lectura crtica, y Hemando Cabarcas Antequera, Bestiario del Nuevo Reino de Granada. La imaginacin animalfstica medieval y la descripcin literaria de la natu-raleza americana (Santaf de Bogot, Instituto Caro y Cuervo, Co\cultura, 1994).

    La historia de la vida cotidiana, en el que puede mencionarse la monografa de Ada Martnez Carreo, La prisin del vestido. Aspectos sociales del traje en Amrica

    Boletn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36. nm. 50-5 1. 1999 179

    1 ~ No he ledo (y esperar su tra-duccin al espaiiol para hacerlo) w nuevo libro. Zauberei wul He.rerie. eim.' U/1/ersuclwng Ma-gischer Prtu en in Neuen Kihli~ reich Grmwdn, Fruncfort. Peter Lang. 2000. 1 ~ Anna Mara Splendiani. Jos En-

    rique Snchez Bohrquct y Ernma Ceci lia Luque de Salazar. Cin-cuenta (llios di' inquisicin e11 el tribunal de Cnrtagelllt de Indias. 1610 1660. Sanwf de Bogot. Centro Editorial Jav.:riano. 1997. .. vols.

  • 17 Historia de la vida cotidiana en Colombia, Santaf de Bogot, Norma, 1996.

    18 En cuerpo y alma. Visiones de progreso y de la f elicidad. Berln, Ferien Universitat Berln. Deu-tschen Akademischen Austausch-dienstes, 1996.

    19 Imaginacin y poder. El encuen-tro del im erior con la costa en Urab. 1900- / 960, Medelln, Uni-vers idad de Antioquia. 2000. La debilidad del libro est, en mi opi-nin. en el tratamiento muy rpi-do de ciertos perodos. en especial lo que va de 1930 a 1950.

    ,

    ---

    Banco de la Repblica/El ncora Editores.

    (Santaf de Bogot, Planeta, 1995) fue objeto de un intento de sntesis dirigido por Beatriz Castro CarvajaJ 17. Zandra Pedraza Gmez ofrece18 una historia muy revela-dora de los cambios que se presentaron en Bogot en los primeros aos del siglo XX en la percepcin del cuerpo, la higiene, la gimnasia, con todas sus implicaciones para la moral, la salud y las buenas maneras. El libro hace aportes fundamentales, a pesar de que la forma de la exposicin, con su apego a ciertos conceptos de moda, no me convence del todo.

    Ha continuado el auge de la historia regional: en Santander, bajo la orientacin de Armando Martnez, Jairo Gutirrez y Amado Guerrero se hizo una exploracin sis-temtica de las provincias. Cartagena ha sido tambin muy estudiada, y en general la costa Atlntica: el libro de Eduardo Posada Carb, El Caribe colombiano. Una his-toria regional ( 1870-1950) (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1998) es una obra del ms alto nivel, uno de los libros fundamentales publicados en el decenio, aunque me parece que minimiza los conflictos sociales y tnicos de la regin y los impactos de la ganadera en la debilidad de la economa de la zona. La investigacin de Alfonso Mnera Cavadia, El f racaso de la nacin, clase y raza en el Caribe colombiano, 1717-1821 (Santaf de Bogot, Banco de la Repblica, 1998), hace un anlisis simultneo de los aspectos tnicos y regionales. Resulta imposible citar la multitud de trabajos de Adolfo Meisel, Gustavo Bell y Sergio Paolo Solano sobre otros aspectos de la historia costea, o de Alonso Valencia o Albeiro Valencia Llano sobre historia del Cauca y de la regin cafetera. Un excelente trabajo, en el que la influencia de los tericos posmodemos se traduce en nuevas preguntas y perspecti-vas, pero escrito con claridad y sin jergas, es el libro de Claudia Steiner sobre Urab 19 La historia de varios procesos de colonizacin de Hermes Tovar Pinzn, Que nos tengan en cuenta. Colonos, empresarios y aldeas, Colombia, 1800-1900 (Santaf de Bogot, Colcultura, 1995), es un sofisticado ejercicio de historia social regional. Y dos historias regionales colectivas lograron editarse: Historia general del Huila, dirigida por Bernardo Tovar y Carlos Eduardo Amzquita (Neiva, Academia Huilense de Historia, 1995, 5 vols.) y la Historia del Gran Cauca, dirigida por Alonso Valen-cia (Cali , Universidad del Valle, Instituto de Estudios del Pacfico, 1996). En el Tolima el mayor aporte fue el de Hemn Clavijo Ocampo con los dos volmenes de la Formacin histrica de las elites locales en el Tolima (Santaf de Bogot, Edito-rial Presencia, 1993 ), un libro apoyado en una bsqueda muy amplia de documenta-cin original que traza la historia regional desde la colonia hasta fmes del siglo XIX.

    180 Boletfn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51 , 1999

  • ..

    La violencia es el tema por excelencia de las ciencias sociales en Colombia. No son muchos, sin embargo, los trabajos histricos que se centran en su estudio. Daro Acevedo Carrnona en La mentalidad de las elites sobre la violencia en Colombia, 1936-1949 (Santaf de Bogot, Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Interna-cionales, El ncora, 1995) abre una interesante perspectiva, al analizar los lenguajes y discursos que estimularon la violencia. Nadie ha intentado, en la misma direccin, analizar la forma como los grupos de oposicin, revolucionarios o populistas, con-virtieron la violencia en parte normal de su discurso poltico y de su identidad. Las organizacio_nes armadas y sus ideologas apenas comienzan a estudiarse. Pueden mencionarse los libros de Eduardo Pizarro Len Gmez, Las Farc ( 1949-1966), de la autodefensa a la combinacin de todas las formas de lucha (Bogot, Tercer Mundo Editores, 1991) e Insurgencia sin revolucin. La guerrilla en Colombia en una pers-pectiva comparada (Santaf de Bogot, Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacionales, Tercer Mundo Editores, 1996) y el trabajo, muy cercano a una des-cripcin de denuncia, de Carlos Medina Gallego, Autodefensas, paramilitares y narcotrfico en Colombia. Origen, desarrollo y consolidacin. El caso "Puerto Boyac" (Bogot, Editorial Documentos Periodsticos, 1990); De las armas a la poltica (Santaf de Bogot, Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacionales, Tercer Mundo Editores, 1999) recoge las ponencias presentadas al simposio que se realiz en el X Congreso de historia de Colombia en Medelln, en 1997 y ws aos del olvido. Boyac y los orgenes de la violencia (Santaf de Bogot, Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacionales, 1991) de Javier Guerrero Barn, estudia el conflicto pol-tico durante los aos treinta. De Csar Augusto Ayala Diago: Nacionalismo y populismo. Anapo y el discurso poltico de la oposicin en Colombia, 1960-1966.

    Tampoco son muchas las biografas, aunque hubo al menos tres o cuatro de primera lnea, Juegos de rebelda. La trayectoria poltica de Sal Charris de la Hoz (Santaf de Bogot, Comit de Investigaciones para el Desarrollo Cientfico, Universidad Nacional de Colomb]a, 1997) de Medfilo Medina, interesante por narrar la vida de

    ;

    un poltico secundario; la de Vctor Alvarez, Gonzalo Restrepo Jaramillo. Familia, empresa y poltica en Antioquia (Medelln, Fundacin Antioquea para los Estudios Sociales, 1999), muy bien documentada pero algo hagiogrfica y Retrato de un pa-triarca antioqueo. Pedro Antonio Restrepo Escovar, 1815-1899, abogado, poltico, educador y fundador de Andes, de Jorge Restrepo. Las biografas de estos dos lti-mos personajes (abuelo y nieto) las hizo posible una excepcional documentacin familiar, que normalmente las mismas familias destruyen, sobre todo cuando el po-ltico o empresario no alcanz los ms altos niveles de la vida nacional: la piedad filial , que esconde archivos o recorta prensa en las bibliotecas, se ha encargado de borrar de la historia colombiana buena parte de nuestros personajes.

    En general, los estudios de historia poltica, y en particular los relativos a las pocas ms recientes, muestran un nivel metodolgico incipiente. La crtica de las fuentes es casi inexistente, y la informacin de prensa o algunos testimonios unilaterales, que usualmente son la fuente dominante, se toman con una ingenuidad que a veces resulta asombrosa. Las perspectivas interpretativas raras veces van ms all de una ordenacin narrativa guiada por maniquesmos elementales: la bondad del pueblo y la maldad y el maquiavelismo de los grupos dominantes generan una narrativa que parece contrastar un pueblo valiente pero siempre engaado con una inverosmil inteligencia de los malos. En estos trabajos, sobre todo en los que hablan de los ltimos aos, la exposicin se reduce con frecuencia a la parfrasis polmica y poco convincente de unos pocos textos que revelaran las conductas opresivas o represi-vas del establecimiento. La falta de complej idad de la argumentacin, la reiteracin de arquetipos argumentativos y de j uicios valorativos y moralistas, la ausencia de atencin a la complejidad, las incertidumbres, los niveles de ignorancia y las contra-dicciones en las motivaciones de los actores sociales hacen de esta literatura un ejercicio ideolgico transparente20.

    Boletn Cultural y Bibliogrfico, Vol. 36, nm. 50-51 , 1999 181

    20 Carlos Arango Zuluaga. Tres d cadas de luchas unitarias colom bianas. Los obreros del cememo. la construccin y la madera. Santaf de Bogot. Fenal tra-concem, l992; Alfonso Torres. La ciudad en la sombra. Barrios y luchas populares en Bogot. 1950-1977. Santaf de Bogot, Cinep. 1993; Marta Garcfa. "Las luchas cvicas en Bogot por el derecho a la ciudad ... en VI// Congreso na-cional de historia de Colombia. Cultura polftica. movimientos so-ciales y violencia en la historia de Colombia (Bucaramanga. 1992) son ejemplos de esto. Seguramen-te en la produccin ideolgica-mente opue~ta ~a cuya lectura me siento todava ms reacio-- la es trucrura metodolgica es igual. un simple espejo de sta.

  • 21 Jorge Orlando Me lo. Histotiogmjia colombiana. Realidades y perspec-tivas, Medelln, Sed u ca, 1 966. El artculo omitido: "'Los estudios his-tricos en Colombia, 1969-1979"' se encuentra disponible en http:// www.banrep.gov.colblaavirtuaV letra-rn/melo/estuhisto.htm. El li-bro completo puede consultarse en http ://www.banrep.gov.co:SO/ blaavirtuallletra-gfgrafialindi.htm

    22 Germn Colmenares, "'Estado del desarrollo e insercin social de la historia en Colombia'', en Misi611 de Cie11cia y Tect~ologfa, La COII-jormacill de la comu11icaci6n cient(fica en Colombia , n, vol. 3, Bogot, Colciencias, 1990 y "Pros-pectiva y perspectiva de la histo-ria en Colombia'". en Cie11cias So-ciales e11 Colombia, Bogot, Colciencias, 1991 ; Darlo Acevedo, "Consideraciones crticas sobre la historiografa de los artesanos del siglo XIX", ACHSC, nm. 18-19, 1991 ; Carlos Ramiro Bravo Me-lina. "Historiografa del rgimen coloniaJ esclavista en Colombia" Revista de Ciencias-Humanas, vol. 7, nm. 3, 1966; Adolfo Meisel Roca, "'La historiograffa econmi-ca sobre la costa Caribe de Colom-bia Hacia dnde vamos?" Hue-llas, nms. 49 y 50, 1 997; Jos David Corts, "BaJance bibliogr-fico sobre la historia de la Iglesia catlica en Colombia, 1945-1 955", en Historia Crtica, nm. 12, 1995, y tres o cuatro textos ms. Se han escrito varios anlisis de la obra de historiadores, vivos o difuntos: pueden mencionarse el slido y documentado estudio de Gonzalo Catao, "Un clsico de la hist01iografa nacional: econo!Ta y cultura de Luis Eduardo Nieto Arte ta", Historia Crtica, nm. 15, 1997, y el prematuro trabajo so-bre Jorge Orlando Melo, en Crri-ca sociol6gica y orros ensayos (Bogot, Universidad Externado de Colombia, 2000). Germn Col-menares fue objeto de varios estu-dios, por Jaramillo Uribe, Garri-do, Me lo, Safford y otros, y Jarami llo Uribe fue analizado por Melo y Bernardo Tovar.

    La histoiia econmica como lo seal Jess Antonio Bejarano, no ha producido , .

    obras de tanto impacto como las de Jos Antonio Ocampo o el mismo BeJarano publicadas en los ochenta. Sin embargo, ha h~bido traba~os de int~~s, COIT_tO el ~e Eduardo Senz Rovner, La ofensiva empresanal. lndustrzales, polztzcos y vzolencza en los aos 40 en Colombia (Santaf de Bogot, Ediciones Uniandes, Tercer Mun-do, 1992), que presenta una visin crtica sobre el papel de los empresarios, que a veces se desliza hacia una presuncin de coherencia maquiavlica poco verosmil, y el libro de Juan Jos Echavarra, Crisis e industrializacin. Las lecciones de los treinta (Santaf de Bogot, Tercer Mundo, Banco de la Repblica, Fedesarrollo, 1999). Se ha esciito bastante en histoiia bancaria, algo en historia empresarial y ha habido una interesante reflexin sobre los problemas econmicos de la costa Atln-tica hecha por Gustavo Bell, Eduardo Posada y Adolfo Meisel. Sobre la costa Atln-tica, para tomar el mejor ejemplo, el volumen de Historia econmica y social del Caribe colombiano (1994) editado por Adolfo Meisel muestra avances slidos, te-mas importantes como la histoiia de la ganadera han tenido sus tratamientos inicia-les, y los trabajos de Alfonso Mnera sobre comerciantes a fi~ del perodo colonial, los de Gustavo Bell, y los de Paolo Solano y Alfonso Conde sobre empresarios indican cierto dinamismo. Del mismo modo se mantiene activa la historia empresa-rial, referida tambin a otras regiones del pas, aunque a veces en una orientacin ideolgica poco crtica, que recuerda a los historiadores empresariales norteameri-canos de los sesenta, pagados y contratados por las mismas empresas.

    Y la reflexin sobre la rustoria, la serpiente que se muerde por la cola, ha producido al menos un libro, no muy exitoso: La historia al final del milenio. Ensayos de historiografa colombiana y latinoamericana (Santaf de Bogot, Universidad Na-cional de Colombia, 1994). Mis peridicos inventarios historiogrficos (hechos en 1969, 1980 y 1988), se reunieron, con otros ensayos sobre el tema, en un libro que omiti, por limitaciones en el presupuesto del departamento de Antioquia, el texto de 1980 que analizaba la produccin del decenio anterior2 1 Alud a otros textos al comienzo de este ensayo, y podran mencionarse diez o quince artculos de inventa-rio y anlisis historiogrfico referidos a algn tema especfico22.

    UNA CONCLUSIN PROVISIONAL

    La discusin detallada de los contenidos de esta abundante produccin supera las posibilidades de este ensayo, ms de inventario que de anlisis. La discusin de los problemas metodolgicos de la historia cultural, que alcanza ya niveles sofisticados en Colombia, o de la historia poltica, todava incipiente, deber hacerse en otro texto. A modo de conclusin provisional, los prrafos siguientes, que sigu~n muy de cerca, a veces literalmente, el texto del artculo ya citado publicado en Discurso y Razn, presentan algunas desciipciones generalizadoras, acompaadas de varias consideraciones crticas iniciales.

    La histotia escrita en aos recientes cubre un abanico temtico cada vez ms amplio, sobre todo en los historiadores jvenes. De algn modo, los estudios de historia econmica, social y poltica estaban referidos a objetos histricos relativamente uni-ficados: los recursos productivos, los conflictos entre grupos sociales, el poder. Los modelos tericos, marxistas o no, ofrecan algunas hiptesis integradoras, que per-mitan relacionar los distintos niveles del proceso social y establecer lo que podran llamarse ciertos grados de primaca ontolgica o temporal entre ellos: la economa era determinante, o condicionante, o al menos tena un ritmo de cambio, una dura-cin, que le daba una funcin explicativa y sugera, como estrategia razonable de investigacin y exposicin, la bsqueda de interrelaciones entre lo econmico, lo social y lo poltico. La historia cultural y la historia social reciente, orientada en buena parte a la vida cotidiana, al anlisis de las costumbres, definen a cada momen-

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    to sus objetos, y crean, al mismo tiempo que una termino loga nueva, ncleos de anlisis cuyas relaciones con N ros elemento del proceso histrico no pueden definir e fc ilmente. El es tudio de las ' mentalidades' y los ' imaginarios' (preferi bles a las ideas o representaciones), las maneras de la me a o el vestido, de los rituales, las imgenes y las formas del discurso, invita en cien o modo a la fragmentacin y ato-mizaci n de los textos histricos y a la sustitucin de unas estrategias expositi vas por otras: la descripcin impresionista, m o menos espe a, la frase paradoja), re-sultan ms aptas que la interpretac in causal o las narrati vas lineales. Es posible, e cierto, inscribir el anlisis de estos objetos, que en buena parte son construidos y carecen de un referente externo determinable, en proceso de construcc in de iden-tidad, o en estrategias de afinnacin de grupos sociales o tnicos, pero esta tenta-cin, que tiene mucho de convencional, cada d a parece resultar menos efectiva.

    Algunos ejemplos pueden ilustrar esta tendencia: en 1991 el Congreso de histori a tuvo sie te ponencias sobre 'cultu ra y mentalidades', y en us ttulos apareca una vez la palabra ' imaginario' . En J 997, el X Congreso escuch ms de 20 ponencias sobre este tema. De manera similar, crecieron los estudios de histori a de la familia, mien-tra se mantenan constantes los de historia regional y aunque aumentaban levemen-te l.os estudios de his tori a econmica, ya muy dbiles en 1990, se concentraban en estudios empresari ales. Otras reas en auge son la historia de las ciencias (pas de tres a nueve ponencias) y la historia de la educacin.

    Los trabajos histricos ms sig nificativos de los aos recientes - y q ue reflejan a veces las orientaciones en boga hace un decenio, pues representan usualmente es-fuerzos de varios aos- ocupan tambin un amplio abanico temtico. Los libros ms ambiciosos son probablemente los de Marco Palac io sobre el iglo XX. Eduar-do Posada Carb sobre la historia econmica de la costa Atlntica, Virginia GutirreL de Pineda y Roberto Pineda Giraldo sobre familia y sociedad al fi nal ele la colonia y Ef'ran Snchez sobre Codazzi y la geografa en la Nueva Granada23 . Pero son tam-

    ,

    bin muy valiosos estudios como el de Martha He1Tera Angel ya menc ionado, e l de Catalina Reyes sobre vida cotidiana en Medell n o e l de Beatriz Patio obre violen-cia en Antioquia en el sig lo XVIIJ24 y Jos li bros de Mario Aguilcra. Vctor Manuel Uribe, Pablo Rodrg uez, Ada Martnez Carreo, Anthony McFarlane, Margarita Garrido, Alfonso Mnera o Mauricio Archila. Estos libros, y muchos otro quepo-dran citarse con iguales valores, son el resultado maduro de proyecto~ de largo

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  • plazo, muchos de ellos bajo la forma de tesis de doctorado o maestra. Ya no esgri-men las armas de cruzados de una lucha cultural contra una visin tradicional que en gran parte se ha deshecho, ni estn al servicio de proyectos de cambio social: ofre-cen una visin tranquila de sus objetos de estudio (quiz con excepcin del libro, en algunos aspectos brillantemente polmico, de Palacios). Entre ellos hay estudios de historia econmica, social, poltica y cultural, pero an quienes hablan de costum-bres o imaginarios polticos siguen fieles a una historia que se centra en la lucha por el poder, la riqueza o la dominacin social. Son una muestra de la vitalidad del trabajo histrico que se hace en el pas. El trabajo de los historiadores graduados en los aos ochenta, sin embargo, muestra en conjunto un aumento de los trabajos sli-dos y con buenas fuentes, pero menos audaces y ambiciosos que antes. Se ha eleva-do el nivel de conjunto, pero quiz hay menos grandes cimas? Y pese a todas las exhortaciones, la historia colombiana sigue siendo parroquial: son excepcionales las comparaciones con procesos similares de otros pases latinoamericanos.

    Por otro lado, la lectura de los artculos y ponencias de algunos historiadores ms jvenes revela una fascinacin a veces poco crtica por nuevas modas, por nuevos lenguajes. La jerga se impone en muchos textos, y con frecuencia el manejo de los conceptos es de una imprecisin abrumadora. Se dice imaginario, para tomar un solo ejemplo, para referirse a idea, a representacin, a imagen, a mentalidad, a forma de pensamiento, o a sus formas plurales: las palabras se estiran para abarcar cual-quier cosa. Aunque la importacin de los modos de argumentar de las corrientes posmodemas ms radicales es an limitada, no estn del todo ausentes las alusiones al fin de los grandes relatos, a la crisis de la racionalidad, al rehitivismo radical del discurso histrico, ni las insinuaciones, usualmente elaboradas en un discurso meta-frico que se defiende circul~ente contra toda posible verificacin, de que el dis-curso racional convencional esconde visiones etnocentristas, imperialistas o machistas.

    Al mismo tiempo, los dos o tres libros de historia, de historia cultural o de la vida cotidiana importantes se inscriben, pese a sus bsquedas temticas, en la tradicin histrica racionalista y explicativa ms convencional, y son adems buenos ejem-plos de investigacin erudita. Coexisten, muchas veces como capas generacionales, corrientes y orientaciones diversas; los temas investigados son cada da ms varia-dos, hasta el punto de que es difcil hoy ~ecir qu define la historia como disciplina o corno prctica acadmica -formar parte de un departamento de historia en la universidad, estudiar el pasado, parecen ser los nicos rasgos de identidad-. La tradicional relacin de la investigacin histrica con unos procedimientos de valida-cin documental parece haberse debilitado radicalmente y los historiadores escriben cada vez ms para un pblico conformado por ellos mismos, en la medida en que las ambiciones de influir el proceso social se han debilitado, para quedar en. manos de politlogos y violentlogos.

    Por lo anterior, es preciso concluir en un tono ambiguo. Aunque se siguen escribien-do muy buenos libros de historia, son obra de autores con una larga carrera acadn-ca. Los historiadores ms jvenes, con pocas excepciones, parecen estarse dejando llevar por las voces atractivas de teoras que haran cada vez ms irrelevante a la historia, y alejaran el anlisis de la bsqueda de interpretaciones amplias sobre pro-blemas centrales de la formacin del pas. Donde este inters parece subsistir - la historia poltica reciente-, la calidad de las herramientas de investigacin es muy yrecaria. Si las seales son contradictorias, por lo menos es posible expresar la espe-ranza de que, frente a la magnitud de los problemas de la sociedad colombiana, la investigacin histrica no abandone sus ambiciones explicativas.

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