Congar - El Misterio Del Templo
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EL MISTERIO DEL TEMPLO
Econom ía de la presencia de Dios en su criatura del Génesis al
Apocalipsis
11i'I-
231C4
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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OLE ION
ECCLESI
VI
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Título original: LE MYSTERE DU TEMPLE
Editor: LES EDITIONS DU CERF. - PARIS
Traductor: ANDRES RODRIGUEZ RESINA
© EDITORIAL ESTELA, S. A.
rimera edición: febrero de 1964-
Reservados todos los derechos para
los países de lengua castellana.
NIHIL OBSTAT: El Censor, Dr. Pablo Termes Ros, canónigo
MPRIMATUR: Juan Serra Puig, vicario general
arcelona, 59 de noviembre de 1963
1)ep. Leg. B. 4.509. 1964
. °
Rgtro. 175 - 64
B IELOOR AF
S . A.
Paseo de Carlos
1 1 3 6 .
Barcelona
- 1 3
VERSIÓN SOLO PARA
ESTUDIO Y LECTURA
PERSONAL, NO PARA USO
COMERCIAL.
diciembre 2014
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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INDICE
I NTRODUCCI ÓN
.. .. .. .. .. ... ... ... ...
..
..
.. .. ..
PRIME RA PART E
LA PRESENCIA DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
CAPÍTULO I.
a presencia de Dios en tiempos de los Patriarcas ... ...
5
CAPÍTULO II. La presencia de Dios en tiempos del éxodo y de Moisés ...
CAPÍTULO III.
La presencia de Dios en tiempos de David y de Salomón.
La profesía de Natán y la construcción del Templo ... ... ... ...
5
Explicación del texto; destino del anuncio hecho a David según las
dos directrices: Mesianismo real y Presencia de Dios en su pue-
blo, pp.
41-48.
Destino ulterior de la Profecía de Natán, pp. 48-65.
Sentido de la construcción del Templo por Salomón, pp.
65-70.
CAPÍTULO IV.
La presencia de Dios y los Profetas ... ... ... ... ...
3
A) Actitud de los profetas con respecto al Tem plo y a su culto, p.
71.
B Misión y situación histórica de los Profetas. Etapa profética de
la Revelación del misterio de la presencia de Dios, p.
78.
CAPÍTULO V.
Templo y presencia de Dios en la piedad y el pe
nsa
miento judíos
.. .. .. .. .. .. .. ..
..
..
9
El Templo después del exilio. Restauración de Zorobabel. Restaura-
ción de Herodes, p.
99.
La piedad judía hacia el Templo, p. 103.
Ideología referentes al Templo, p. 110.
N O T A sobre el problema del emplazamiento exacto del Santuario en los
Templos de Salomón, de Zorobabel y de Herodes, p. 121.
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S E G U N D A P A R T E
L TEMPLO O LA PRESENCIA DE DIOS EN
LOS TIEMPOS MESIÁNICOS
Nociones preliminares ....................................
C A P Í T U L O 1
Jesús y el Templo
A)
La piedad de Jesús hacia el Templo
B) Jesús declara finalizado el régimen religioso del Templo
y
anun-
cia su reemplazamiento por su propia persona:
1.
El Templo en cuanto
hieron o lugar de encuentro con
Dios,
p.
139. - La purificación de María y la presentación de
Jesús en el Templo,
p.
140. - La purificación del Templo
por Jesús, p. 142.
2.
El Templo en cuanto naos o
habitación de Dios, p. 151.
En la palabra sobre el Templo
naos), Jesús da a conocer que:
1.0
el verdadero santuario es el Cuerpo de Cristo, p. 154;
2 0
no
será el verdadero santuario sino pasando por la muerte y la
resurrección, p. 160 .
CAPÍTUL O II.
El Cristianismo
y
la Iglesia, templo espiritual
San Pablo:
.a)
El cuerpo del cristiano, templo del Espíritu Santo,
p. 175. -
b
La comunidad o Iglesia, templo de Dios, p. 180.
La epístola a los Hebreos, p. 195.
San Pedro: Cristo; los fieles; el plan de Dios; lugar de la Euca-
ristía y del sacerdocio jerárquico,
p.
198.
Las dimensiones del Templo espiritual.El templo espiritual es cor-
poral y concreto: es la Iglesia, p. 212. - El templo espiritual tiene
una historia, p. 215. - Las dimensiones del templo espiritual en
extensión y profundidad, p. 221.
El Apocalipsis. El Templo escatológico,
p.
228.
A) Presencia o Templo de Dios durante la historia terrena (1. Lo
que ocurre sobre la tierra; 2. Templo y liturgia en el cielo;
3 Relaciones entre el templo celeste y la historia terrena de la
Iglesia y del Mundo), p. 229.
B)
Presencia
y
Templo en la eternidad de Dios (1. Asunción de
temas y su cumplimiento; 2. Novedad y superación:
a]
la
nueva Jerusalén desciende de lo alto, del lado de Dios;
b]
En
la eternidad ya no hay otro templo que Dios),
p.
245.
ffiq
3 3
1 3 4
1 7 3
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C O N C L U S I Ó N La economía providencial de la Presencia de Dios en
elmundo 263
APÉNDICES
APND10E 1.
ronología de hechos y textos concernientes al Templo.
279
APfNDICE II.
a Virgen María y el Templo .................. 287
APfNDICE III. Presencia e InhabitaciÓn de Dios en la antigua
y
en la
nueva y definitiva disposición
297
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INTROD UCCION
A lo largo de nuestra obra
Jalones para una teología del laicado
nos salió al paso constantemente la siguiente idea: lo esencial
del plan de Dios y el lugar que en él ocupan los fieles podría formu-
larse excelentemente en términos de un templo construido con pie-
dras vivas . En efecto, todo el designio de Dios está en hacer de la
humanidad, creada a su imagen, un templo espiritual y viviente,
donde Él no sólo habita, sino que se comunica también y en donde
recibe el culto de una filial obediencia.
Ha sido nuestra intención exponer este grandioso tema del tem-
plo, admirablemente comprensivo y sintético, siguiendo las etapas de
su revelación y realización, que coinciden asimismo con las etapas
de la economía de la salvación. Todo ello, desde luego, por un estu-
dio de la Escritura, que es el testimonio, inspirado y garantizado
por Dios, de Su libre designio de gracia. Este designio se ha ido
desarrollando dentro de una trayectoria que abarca toda la Historia
- y todo el Cosmos -, desde el inicio hasta su término, desde lo
que era un germen hasta la plenitud, dominada toda ella por la Per-
sona de Jesucristo. De suerte, que la historia de las relaciones de
Dios con su creación - y muy especialmente, con el hombre -
no
es otra cosa que la de una realización cada vez más generosa y pro-
funda de Su Presencia en su criatura.
Tal historia es, pues, en cierta manera, coextensiva a la historia
misma de la humanidad, del mundo,
incluso.
Porque la Sagrada Es-
critura
no
sólo
nos
habla de la presencia de Dios en todas las cosas,
1. En particular, en las
pp.
86, 90, 95, 138, 147, 160, 164 u. 21, 168, 171, 211 n. 157
269 454 n. 1 597.
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8
L MISTERIO DEL TEMPLO
sino que nos muestra a Dios regalando a nuestros primeros padres
casi con la familiaridad de su Presencia
Sin embargo, no nos pro-
Ponemos exponer este capítulo de la historia de la Presencia divina,
sino que comenzaremos con el inicio de la economía positiva
colec-
tiva de la salvación, con la vocación de Abraham: Génesis 12, 1
Los Padres, antiguos gustaban subrayar que Dios quiso proveer por
Sí mismo la ordenación del culto con el que los hombres habrían de
honrarle
Sí Dios mismo tomó la iniciativa de indicar a los pa-
triarcas
la los jefes del pueblo que había elegido para que fueran sus
servidores
sus testigos, bajo que nombre
de qué manera quería
ser
adorado, dónde
en qué condiciones vendría a habitar en medio de
su pueblo. Movido por el presentimiento de que la historia del mun-
do debía coincidir en sus líneas esenciales con la de la Presencia de
Dios,
consciente del carácter
ecisivo de sus niciativas, Israel
veía en aquellos lugares en que Dios se había manifestado hitos de-
cisivos a partir de los cuales existía
se ordenaba la creación entera:
2
Adán gozó de una familiaridad con Dios que apenas podemos representarnos a
través del relato bíblico, que sólo nos l
la sugiere en forma maravillosamente expresiva.
Después, se nos habla de dos patriarcas, anteriores al Diluvio, que ((anduvieron siempre
con Dios» Enoc (Gén. 5, 21-24)
y
Noé (Gén. 6, 9), en un texto que pertenece a la
tradición sacerdotal (cfr. Gén. 17, 1 = Abraham; 48, 15 = Abraham e Isaac; Mal.
2, 6 = Leví). Anticipándose al relato elohísta de la revelación del nombre de Yavé, la
tradición yavista atribuye a Enoe el privilegio de haber sido el primero en invocar el
nombre de Yavé (Gén. 4, 26). Este patriarca, de quien no se sabía ninguna otra cosa más,
es presentado en la tradición bíblica de modo singular, algo así como el prototipo de
hombre agradable a Dios y que vive más en los cielos que en la tierra: véase además
Ecle. 49, 14
y
Heb. 11, 5-6. Por eso, después de haber vivido sobre la tierra menos
tiempo que los demás .- simplemente un año de años - se lo llevó Dios a su mo-
rada (celeste).
3
Los once primeros capítulos del Génesis
dan cuenta del mundo según se origina de
la creación que podríamos llamar natural; en el cap. 12 Comienza la historia de la
economía positiva de elección, de Palabra y de fe, que es la del pueblo de Dios,
y
cuyo
desarrollo ocupa todo el resto de la Escritura hasta el último capítulo del
Apocalipsis:
cfr.
Jalones,
p.
601.
4
He aquí un fragmento de la oración en la consagración de un obispo: S. HipóLiTo,
Traditio Apostolica,
e. 3 (trad. francesa de D. Botte,
Sources chrétiennes,
p. 28):
«(O Pare).. qui habitez dans les cieux et regardez ce qui est humble, qui connasssez les
ehoses avant qu'elles nc soient; vous qui avez fjxé les limites de votre Eglise par la
parole de votre gráee, qui avez prédestiné de toute éternité la race des justes, descendants
d'Abraham, qui avez établi des chefs et des pr res et n'avez pas laissé votre sanctuaire
sans service; vous á qui il a plu, ds la fondation du monde, d'étre glorifié par cccix
que vous avez ehoisis, répandez maintenant la puissance qui vient de vous, l'Esprit
souverain que vous avez donné á votre
Pus
bien-aimé Jesus-Christ et qu'il a donné mx
saints aptares qui bátireot votre Eglise á la place de votre sanetuaire pour la gloire ct
la louange incessante 'de votre nora ... s Cfr.
Sacrament. Serapionis,
o. 14. Parece que el
discurso de S. Pablo a los Atenienses apunta hacia la misma dirección: Act. 17, 22-31.
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INTRODUCCIÓN
así, Por ejemplo, en la piedra de Bethel o en el Templo de Jerusalén.
A esta historia Positiva de las iniciativas gratuitas de Dios para ins-
taurar su Presencia en medio de los hombres, se ceñirá nuestro es-
tudio
Esta historia se escalona a través de unas determinadas etapas,
cuyo encadenamiento transcurre sin solución de continuidad, etapas
que constituirán el objeto de sendos capítulos. Como en todo des-
arrollo, también en el que nos ocupa se dan anticipaciones y reitera-
ciones. Así, David anticipa la etapa de los profetas, y la Profecía de
Natán, a él dirigida, no Puede ser comprendida en su sentido pro-
fético sino por la anticipación de etapas Posteriores, incluso del
Nuevo Testamento; pero por otra parte, David impulsa la construc-
ción del Templo y con ello prepara la base del culto ritualista, contra
cuyos Peligros habían de reaccionar los profetas, y que, a pesar de
todo, Predominó durante muchos siglos, más allá de la etapa pro-
fética.
La realización de la Presencia en los tiempos mesiánicos, es decir,
en la etapa iniciada Por la Encarnación del Hijo de Dios
en quien
y
Por quien se efectúan todas las promesas, se logra con la Iglesia.
Hablaremos, por tanto, de la Iglesia, siguiendo los textos del Nuevo
Testamento que nos la presenta como el Templo espiritual de Dios.
Que nadie espere encontrar en las páginas que le dediquemos un es
tudio sobre la naturaleza de la Iglesia, menos aún, un tratado com-
pleto; tampoco una cristología completa cuando hablemos de Cristo,
quien es, antes que la Iglesia, el templo mesiánico. Habría que ha-
blar de muchas otras cosas - estructura jerárquica, vida sacramen-
tal, etc. - que el lector podrá encontrar en otros estudios. La abs
tracción, como decían los escolásticos, no falsea las cosas; es lícito,
Pues, no agotar todo lo que se Puede decir de un objeto, hablar de
él sólo desde una cierta perspectiva.
Como todo el designio de Dios - que manifiesta bajo uno de sus
aspectos más profundos y más comprensivos - esta historia de la
inhabitación de Dios entre los hombres avanza hacia una meta de-
finida, caracterizada por la máxima interioridad . Sus etapas coin-
ciden con las mismas etapas de la interiorización. En su progreso
van de las cosas a las personas, de los encuentros pasajeros a una pre-
sencia estable, de la simple presencia de acción, al don viviente, a la
5
Cfr. Vraie ci fausse réfornse davs l Église,
pp. 136 s.
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10
L MISTERIO DEL TEMPLO
comunicación íntima
al gozo apacible de una comunión. La última
palabra es: «Dios todo en todos» (1 Coy.
15,
28), «El Señor, Dios
Todopoderoso, es su
templo» (Apoc. 21, 22). ¡Qué divina historia,
hecha para henchir al alma religiosa de amor
de fuerza
No quisiéramos defraudar la expectación de tales almas. Sin em-
bargo, las circunstancias
el tono en que hemos redactado el
esen-
te estudio, cuyos Primeros esbozos se remontan a las conferencias
pronunciadas dentro de los Cursos Saint-Jacques de 1947, nos han
conducido a acentuar un cierto carácter de tecnicismo en la expo-
sición. No, por cierto, en el sentido de un estudio de la Escritura,
elaborado con todos los recursos de una exégesis científica; dista mu-
cho de ello. Hemos intentado, no obstante, proceder según un mé-
todo exegéticamente válido y, por ende, históricamente correcto; en
Primer lugar, según un orden cronológico. Por ello,
previendo que
no todos los lectores a quienes nos dirigimos estuvieran familiari-
zados con la cronología de los hechos
los escritos bíblicos, hemos
redactado,
en
apéndice, un sucinto cuadro cronológico, bastante in-
completo, que se limita a todo aquello que es necesario para seguir
la historia que vamos a delinear. No pretende señalar datos de
ex-
trema precisión ni dirimir los debates, abiertos todavía en muchos
Puntos, entre los especialistas. Intenta, simplemente, proporcionar
un encuadre para la lectura histórica de los textos.
Hemos añadido, además, una breve explicación acerca de la fecha
de
redacción de los seis primeros libros del Antiguo Testamento
del uso que hemos hecho de los textos. En el apéndice
se
encontrará
también la explicación
justificación de
o
; términos
mpleados
-
radición sacerdotal,
radición yavista
tradición elohísta,
e-
signadas a menudo por las letras P, J
y
E, respectivamente
-ami-
liares a los informados, aunque incomprensibles, sin duda, para la
mayor parte de nuestros lectores.
A medida que hemos ido escribiendo estas páginas nos hemos ale-
jado de la forma sintética
más breve en que habíamos concebido
la redacción del trabajo para incluirlo en el volumen
udes con-
jointes,
que anunciábamos en
Jalones
(p 14). Redactado en Jerusalén,
el presente trabajo sobre el tema del templo ha adquirido unas pro-
porciones
un tono que nos han determinado a publicarlo aparte,
como obra independiente
dentro del marco de los estudios bíblicos.
Jerusalén, abril-septiembre, 1954.
Fr. Y.
ongar
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INTRODUCCIÓN
1
Salvo indicación en
contra,
hemos utilizado Siempre el texto de
a Bi-
blia de Jerusalén (B» 6
En principio, hemos escrito Templo al referirnos al templo de Jerusalén
lgo así como se escribe ((el Apóstol)), para designar a San Pablo—
y
he-
mos empleado la minúscula en los restantes casos.
La bibliografía, que evidentemente, está muy lejos de ser exhaustiva
7
será
citada a medida que hagamos de ella referencia. No obstante, indicaremos aquí
algunos estudios, cuya materia coincide sensiblemente con la del nuestro,
y
el
título completo de algunas obras que citamos frecuentemente:
J.
DAN1áL0u,
Le Signe da Temple oa de la Présence de Diem
Coil. catholique),
París, Gailimard, 1942.
H.-M.
FáRET,
Le Temple da Diea viva nt,
en
Prétre et Aptre
París, Bonne
Presse),
947,
p.
03-105,
35-137,
66-169,
81-184.
M.
F R A E Y M A N ,
pirituaiisation de l'ide'e da temple dans les épitres pauli-
niennes,
en
Ephemerides theologicae Lovanienses, t.
3 3 1947 ) , pp. 3 7 8 -412 .
Publicado también en
Analecta Lovaniensja Biblica et Orientalia,
Ser. 2,
fase.
.
J.
P E D E R S E N ,
Israel. Its Lite and Caitare, 4
vols. en
2
tomos, Londres Oxford
Univ. Press)
y
Copenhague, 1926; reimpresión en 1946.
W . J. PHYTHIAN-ADAM S,
The People and the Frcsence. A stady of Me At-one-
ment,
Londres, Oxford Univ. Press., 1942.
M.
S C H M I D T ,
Prophet and Tempel. Eme Stadie zum Problem der Gottesnd/ze
im Alten Testament,
Zollikon-Zurich, Evangelischer Verlag, 1948.
H.
S T R A C K
y
P. BILLE R BECK ,
Kom mentar zam Neaen Testament aus Talmud
and Midrasch,
5 vols. en 6 tomos, Munich, Beck, 1922-1928.
H. WE NSCHK EW ITZ,
Die Spiritaalisierang der Kultarsbegri/fe Tempel, Priester
und Opfer im Neaen Testament,
en AFFELO,4 (1932), PP. 70-230 (pu-
blicado también com o
Beihe/t
de la revista; citamos siempre según la re-
vista).
6. No hemos podido consultar, por ejemplo, los siguientes estudios:
W. H. DUMPHY,
T z e
living Temple,
Milwaukee, 1933;
E. C. DEWICK,
The Indwelling God. Historical
Shu ly
of Me Chr5stian Conception of Divine lmmanence and Incarnation,
Londres, 1938;
A. COLE,
The New Temple,
Londres, 1950; T.
HANNAY
The Temple
en
Scottish
lownal of Theology,
3 (1950), pp. 278-87;
H. FREY,
Das Buch der Gegenwart Gottes
*ter
temer Gemeinde. Kapitel 25-40 des zweiten Buches Mote.
Stuttgart, 1953. A veces,
aunque raramente a decir verdad, hemos citado de segunda mano.
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Primera parte
LA PRESENCIA DE DIOS EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO
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CAPITULO PRIMERO
La presencia de Dios en tiempo de los Patriarcas
La historia de los Patriarcas, contenida prácticamente en la de
Abraham y en la de Jacob-Israel - pues apenas se habla de Isaac
más que en la historia de su padre y en la de su hijo - presenta
como una suerte de ritmo constante Dios
se aparece
a los Patriarcas,
interviene
en su vida. lstos, que son unos nómadas o seminóma-
das,
encuentran
a Dios en tal o cual lugar en que han plantado sus
tiendas ; erigen allí una estela o un altar, invocan a Dios y le ofrecen
un sacrificio. Tanto de parte de Dios como de parte de Abraham o
de Jacob, hay una especie de fidelidad hacia los más señalados de
estos lugares : Siquem, Bethel, Bersabé...
Todo ha comenzado con la palabra de Dios que oye Abraham
cuando habitaba en Harán, al Norte de la Mesopotamia ((Salte de
tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que
yo te indicaré» (Gén. 12, 1). Abraham se pone en camino hacia esa
tierra prometida, en la que penetra por el Norte, según se viene de
Damasco
j.
La primera «aparición» o encuentro con Dios está loca-
1. Quizá a través del valle del Jordán
y
ci Uadi-Far'ah. Seminómada y
pastor de
ganado menor, Abraham se movía por regiones con un mínimo de vegetación
y
de agua
(algo más de 250 mm. de lluvia anual). Es muy interesante observar que tanto Harán,
como la ruta de Harán a Damasco y la región de la Tierra prometida en donde están los
lugares en que acamparon los patriarcas (Siquem, Betel, Bersabé, Hebrón), se encuentran
en una zona cuyas precipitaciones anuales son del orden de 250 a 500 mm. Cfr. R. os
VAux,
Les Patriarches hébreux et les découvertes modertse. VII. Le milieu social, en Rey.
biblique,
56 1949),
pp.
5 s. (mapa pluviométrico,
p.
13).
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1 6
L MISTERIO DEL TEMPLO
lizada en Siquem, junto al encinar de Moreh: «A tu descendencia
daré yo esta tierra», dijo Yavé. «Alzó allí (Abraham) un altar a
Vavé que se le había aparecido» (Gén. 12, 6-7).
Hace otro tanto entre Betel y Haí (12, 8),
y
probablemente en
cada campamento en su camino hacia el Sur. Más tarde, cuando
Abraham retorna desde el Negueb hacia el Norte, vuelve a aquel
mismo lugar, cerca de Betel, «al lugar del altar que allí alzara al
principio, e invocó allí el nombre de Yavé» (13, 4). Desciende des-
pués cerca de Hebrón y acampa junto al encinar de Mambre; «y
alzó allí un altar a Yavé» (13, 18). Más al Sur, en Bersabé, plantará
Abraham un tamarisco e invocará a Vavé, «Dios de eternidad»
(21, 32).
Con toda seguridad Abraham no conocía todavía el nombre
de Yavé; su Dios es El, El Shaddai
2
En realidad es «el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob», el Dios viviente y activo, que inter
viene de modo decisivo en la historia de Abraham para comenzar
por medio de éste la revelación a la vez que la realización de su de-
signio de gracia, allí desde donde nosotros queremos iniciar nuestra
historia, desde el punto de vista de la Presencia o inhabitación. En
el estadio en que nos encontramos, no hay todavía inhabitación, ni
tampoco un anuncio de la misma. Dios no ha establecido aún su
morada sobre la Tierra; está en los cielos, es el «Dios Altísimo»
que invoca Melquisedec (14, 18-20) ; en la Tierra sólo se manifiesta,
aparece . Hay en la vida de Abraham una intervención de Yavé,
en una división, en la que se pronuncia la doble promesa de una
herencia y de un heredero (15), promesa acompañada de una alianza,
sellada en un sacrificio por una teofanía en la que Yavé se mani-
fiesta en medio del fuego '. En el encinar de Mambré, Yavé se ma-
nifiesta bajo forma humana es uno de los tres hombres a quienes
Abraham ofrece hospitalidad. Dios es un «huésped)) que va de paso.
Sin embargo, permanece cuando menos dos días, mientras que los
otros dos hombres se van a Sodoma, y Abraham se dirige a él con
aquella familiaridad, llena a la vez de confianza y de respeto, que
2.
Gén. 17, 1; comparar con 28, 3; 35, II; 43, 14; 48, 3; 49, 25; sentido discutido
¿ «Dios de la Montaña»?).
3.
Si se nos permite la comparación, algo así como cuando Jesucristo, después de su
resurrección, se «aparecía» a sus discípulos.
4.
Segundo relato de la promesa
y
de la alianza en el cap. 17, con matices de menor
familiaridad por parte de Dios (tradición sacerdotal).
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EN TIEMPO DE LOS PATRIARCAS
7
nos muestra la admirable escena de su intercesión en favor de Sodo-
ma (Gén. 18: tradición yavista).
La historia de Jacob se desarrolla dentro de un régimen análogo
en las relaciones con Dios. Volvemos a encontrar los mismos luga-
res, en que los Patriarcas gustaban ((consultar a Vavé» (Gén. 25,
22) :
cuando el viejo Jacob vaya a Egipto para reunirse con su hijo
José, hará un alto en Berseba para ofrecer sacrificios al Dios de su
padre Isaac (46, 1). En Berseba, en efecto, se había aparecido Vavé
a Isaac para renovarle la promesa; Isaac había levantado allí un
altar
y
había invocado el nombre de Vavé (26, 23-25).
Jacob hace lo mismo en Siquem, cuando vuelve de Padán-Aram
con Lía, Raquel
y
sus rebaños
;
compra la parcela del campo en que
había asentado sus tiendas
y
alza allí un altar que llama «El, Dios
de Israel»
33, 18-20).
ero es en Betel, sobre todo, donde Jacob
encuentra a Dios. Allí es donde ve en sueños (28, 10-22) una escala
que unía el cielo
y
la tierra
y
por la que los ángeles subían
y
baja-
han: anuncio de relaciones familiares
y
estables entre el Dios Altísi-
mo
y los hombres. Así Jesús, para significar a Natanael que en Il
se realizaba el paso de la profecía a la realidad de la presencia de
Dios, se refiere a la visión de Jacob (Jo. 1, 51). Después de su visión,
Jacob alzó la piedra que le había servido de cabecera
y
la consagró
con óleo: aquella será la morada o casa de Dios-Tal,
beit-Él. Y
la
Biblia (tradiciones J
y
E) enlaza con la acción de Jacob el nombre de
Betel, aplicado a aquel lugar que primitivamente se había llamado
Luz (28, 19). Más tarde, Dios habría de dirigirse a Jacob manifes-
tándose como el Dios de Betel (31, 13)
;
le invitará a encaminarse de
nuevo allí (35, 1)
y
se le aparecerá de nuevo con el nombre de El
Saddai (35,
1:
radición sacerdotal)
esulta claro,
ues,
y
el
relato transparenta sensiblemente tal impresión, que Jacob tuvo allí
una vivísima experiencia de la presencia de Dios,
y
la liturgia no
se engaña al servirse de las palabras del Génesis (28, 16) en la dedi-
cación de una iglesia
: « ¡
Qué terrible es este lugar No es sino la
casa de Dios
y
la puerta de los cielos.» La experiencia vivida por
Jacob en Betel tiene como un valor típico en la realización de la Pre-
sencia de Dios.
5 .
os versículos a,
- 1 3
5
ertenecen a la
radición acerdotal (P)
y
constituyen
un duplicado
el
recedente episodio del
ueño.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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1 8
L MISTERIO DEL TEMPLO
Ahora bien, tal experiencia viene marcada por dos trazos cuya
unión es característica de la economía religiosa judeo-cristiana
trascendencia y proximidad, o mejor, trascendencia y comunicación.
El Dios de Abraham y de Jacob es el Dios Altísimo, mas al mismo
tiempo es el Dios que se abaja hasta nosotros y entra en nuestra
historia. El Dios Altísimo es «mi Dios», «el Dios de mi salvación»,
el que dirige hacia mí su mirada y se ocupa de mí como si yo fuera
algo infinitamente precioso para Él. Los salmos están henchidos de
este doble sentimiento y no hay mejor educador que ellos en esta
doble dimensión de infinito respeto y de tierna confianza en que
consiste el movimiento del alma religiosa y el «sentido de Dios».
Desde la época de los Patriarcas, Dios, en el mismo momento en que
interviene en su historia o sigue sus caminos humanos, muy huma-
nos, se les revela como el Dios Altísimo; les inspira a la vez temor
religioso y un sentimiento de proximidad. El Evangelio revelará
en su día toda la hondura y toda la verdad de estos dos valores in-
separables que Jesús unirá, en su oración, con una simplicidad su-
blime. Él nos enseñará a decir: «Padre nuestro», pero enseñándonos
a añadir de seguido «que estás en los cielos». Nos revelará al mismo
tiempo que Dios es Padre en el misterio de su vida trascendente y que
en virtud de esa misma paternidad se comunica a los hombres de
una tal manera que nadie habría jamás osado imaginar. Se han
franqueado las distancias, la comunicación entre el cielo y la tierra
se realiza en Jesús, Verbo hecho carne; pero el punto de reunión de
ambos, Jesucristo, al mismo tiempo que deviene el principio inte-
rior de nuestra propia vida, es también para nosotros objeto de fe
y de adoración: Tu solus
Altissirne, Jesu Christe.
Entre las dos idas de Jacob a Betel se intercala el largo episodio
de sus veinte años de fuga frente a Esaú y al servicio de Labán. Al
retorno de Padán-Aram es cuando acontece la extraña manifesta-
ción de Dios, junto al vado de Jacob (32, 23-31) ; en el momento de
entrar en la tierra de promisión, Jacob es asaltado, durante la no-
che, por un hombre en quien reconoce una manifestación de Dios
después de luchar con él toda la noche, le fuerza a que le bendiga.
Para que comprendamos mejor que no hay presencia de Dios sin
intención de Dios, sin exigencia de Dios, más aún, sin prueba por
parte de Dios. Muchas de las apariciones o encuentros con Dios que
jalonan la historia de los Patriarcas no son puramente ((religiosos»,
con fines de comunión personal o de adoración, sino «económicos», es
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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EN TIEMPO DE LOS PATRIARCAS
9
decir, persiguen la realización de un designio y de una voluntad de
Dios. Una voluntad que ha sido de prueba para esos hombres de fe:
el tema de Dios que prueba a quienes están cerca de 1l es una de las
constantes de la Escritura
6•
6. Expresado formalmente en Jdt. 8, 25-27.
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CAPITULO II
La presencia de Dios en tiempos del
éxodo y de Moisés
No se trata aquí de redactar una mera historia de los hechos, es
ir, de reconstruirla a partir de documentos debidamente someti-
ca en cuanto a su valor testifical sobre tales hechos; la
cumentación escrita de que disponemos ha fijado más o menos tar-
mente las tradiciones mosaicas. Los textos que nos hablan de la
orada o tienda de reunión, de su construcción, de la permanencia
ube por encima de ella, del servicio exclusivo de los levitas,
piciatorio del arca como lugar de la presencia y de la mani-
estación permanente de Vavé, provienen de la tradición sacerdotal
to de vista histórico, la teología sacerdotal del tem-
restaurado por Zorobabel. Pero esta teología, tal como ha sido
pósito de Dios en la etapa mosaica de su revelación y
su realización. Esto es, en efecto, lo que nos hace conocer la Es-
omo un todo en el que se hallan integradas también
nes fijadas con anterioridad. Nuestro esfuerzo, pues,
sistirá : 1) en analizar los datos y los términos escriturísticos
que determinan el régimen de la presencia de Dios en la etapa mo-
saica del éxodo, y 2) en deducir sus caracteres y su sentido.
El primer dato es la personalidad religiosa de Moisés, con la
elación y la experiencia del Sinaí. Esto determina y contiene todo
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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22 L MISTERIO DEL TEMPLO
lo demás. Moisés tuvo, primeramente en la escena solitaria de la
zarza ardiente (1x. 3),
y
después, constituido jefe del pueblo, como
guía y legislador, una experiencia excepcionalmente profunda de la
presencia de Dios como Dios viviente y activo, que revelaba su vo-
luntad sobre Israel. Esta voluntad, revelada por medio de Moisés,
en los términos que está expresada de alianza y ley, es propiamen-
te la que constituye a Israel como pueblo y como pueblo de Dios. Esta
experiencia de la Presencia de Dios está vinculada para Moisés a
dos momentos o lugares: al Sinaí y al desierto. El Sinaí, «la mon-
taña de Dios», ha sido el lugar de las teofanías en medio del fuego,
de los truenos y temblores de tierra, en una palabra, de las primeras
manifestaciones de la «gloria de Dios» (Zarza ardiente y don de la
Ley) '. El desierto, el de las visitas de Moisés a la «tienda de re-
unión», de sus conversaciones con Dios, de las manifestaciones de
Dios en medio de la «Nube» o de la «columna de nube»
La «tienda
de reunión», es, pues, el lugar en donde se podía encontrar a Yavé.
Se da, pues, vinculada a la persona y a la mediación de Moisés,
una Presencia de Dios que intima a su pueblo los designios de su
voluntad, que le guía y marcha con él: «Yo estaré contigo» (x. 3,
12: JE), «Iré Yo mismo en persona» (33, 14; cfr. 34, 9: J). De tal
suerte que Moisés, tras el paso del mar Rojo, canta: «En tu miseri-
cordia, tú acaudillas al pueblo que redimiste; y por tu poderío lo
condujiste a tu santa morada... Tú le introdujiste y le plantaste en
el monte de tu heredad ¡ oh Yavé , en el santuario ¡ oh Señor , que
fundaron tus manos. Yavé reinará por siempre jamás» (15, 13 y 17-
18: J E retocado) . Se anuncia aquí una residencia estable de Dios
en medio de su pueblo; la expresión: «el lugar de tu residencia»,
mákhón lesivtekkd.,
no se encuentra, en todo el Antiguo Testamen-
1.
Ciertos autores (von Gail, Eichrodt, von Rad) insisten sobre el hecho de que,
en los textos preexílicos, la ((Gloria de Dios» aparece siempre vinculada a un fenómeno
externo meteorológico (tempestad, etc.). Ver en Éx. 19, 16; Deut. 33, 2; Jue. 5, 4-5;
Sal. 18; 29, 3-5; 68; 77, 17-21; 97, 3-5,
y
Hab. 3, 3 lo que hay de hecho. Cfr. también
S.
GRILL,
Die Gewitter-Theophanie im A. T, Exegctschc Studie,
2. cd., 1943,
y
M . R M I saY ,
TJie Giory oJ God...,
Londres, 1949, pp. 10 s., en donde hay una reexposeión de
tal interpretación.
2.
Cfr. Éx. 33, 7-11; Núm. 11, 16-30; 12, 1-10, textos pertenecientes a la tradi-
ción yavista-elohista. Ver también, de la misma tradición, Éx. 13, 21. Los textos de la
tradición sacerdotal son numerosos: Éx. 16, lO
5.;
29, 43; Núm. 14, 10; 17, 7 a., etc.
3.
Véase también Lev. 26, 11-12 (P): «Estableceré mi morada entre vosotros y no
os abominará mi alma. Marcharé en medio de vosotros y seré vuestro Dios y
vosotros
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EL
É X OD O Y M O IS ÉS
3
to, más que en este lugar
y
en la oración de Salomón cuando la de-
dicación del templo
.
Se da, ciertamente, en el cántico de Moisés,
una
nticipación literaria,
ero
ambién se da
na anticipación
de pensamiento, porque ha habido en la experiencia tan profunda de
Moisés
y en la historia del éxodo una primera realización de la Pre-
sencia e incluso, de la inhabitación de Dios en medio de su pueblo.
Si abandonamos el terreno de la exégesis para internarnos en el de
la teología, podríamos decir que ha habido para Moisés
y
el Israel
del éxodo como una primera venida eclesial del Espíritu Santo, pues
existe un sobrecogedor paralelismo entre los efectos atribuidos por
el Nuevo Testamento al Espíritu Santo
y
los efectos de la Presencia
de Dios a lo largo del éxodo
.
La actuación personal de Moisés
y
su prodigiosa mediación ha-
bían de pasar, mientras que el pueblo, constituido gracias a él, debía
continuar. Debía haber, por lo tanto, una cierta desindividualiza-
cion de su experiencia
y
una cierta institucionalización, valga la ex-
presión, de la Presencia de Dios
y
de la intimación de su voluntad.
Este hecho, que habrá de adquirir todavía en Israel nuevos aspee-
tos (cfr. Deut. 18, por ejemplo), será análogo al que, en los orígenes
de la Iglesia, constituirá el tránsito de los apóstoles a la Iglesia post-
apostólica. La vinculación de la institución judía a Moisés se hará
mediante un desarrollo de los términos o realidades por las que se
había expresado la Presencia o la cuasihabitación de Dios. Esencial-
mente son las siguientes:
La
ube
.
Hemos visto (pág. ant.) que Moisés tenía sus encuen-
4.
1 R e .
,
3 30, 9,
3 ,
9)
aralelo I Par.
,
21,
0 ,
3 , 9).
l erbo
¡asar'
sgnificaba originariamente asentarse,
star
entado,
orar,
n efinitiva.
5. Se odría
acer
odo n
rabajo
obre
ste
ema.
ayan
ólo
lgunas
nota-
ciones: uiar,
misión de la Nube en el éxodo (Núm. 9, 15, s., etc.)
y
del Espíritu Santo
en Act.;
abitar
apropiado al Espíritu Santo:
er templo del Espíritu Santo);
er bauti-
zado «jo nube et in aria
1 C or. 0 , ),
in aqua et Spiritu» Jn.
,
, etc.).
rans-
formación de la faz
e Moisés por
u contacto con la Gloria de Dios (Éx. 34, 29:
);
transformación del
ristiano por el eñor,
ue es Espíritu
II Cor. ,
4,
).
inal-
mente,
gual
ue
a
loria
e ios riunfa,
o sólo obre
srael,
ino
ambién
obre
Moisés en el proceso con que se justifica
unto a las aguas de Meriba (Núm.
0 ,
- 1 3 ;
dr. nota de a Biblia e
erusalén al y.
3), así también el Espíritu Santo triunfa obre
el
undo
y
ence la
acilación
e os póstoles
ara
ustificar esús
Jo.
6 ,
-11
M. F.
B E R R O U A R D ,
Le Paraclet défenseur dr' Christ devant la conscie-nce du cro yant
[Jn. 16,
8.ifl, n
Rey. Se.
hil. théol.,
33 1949],
pp.
61-389 ) .
fr. iguiente nota 27.
6.
Sobre la Nube, fr.
.
EPK», rt.
sepék,
n el
heol.
drterb.
.
.
.,
t.
,
p.
07-912;
.
T F . S E N F E L D ,
ésus transfiguré
Acta Semin. eotest.
psal., 6),
Copenhague, 947,
pp.
33-145 es tudio ipotecado a la búsqueda un tanto intemperante
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24
L MISTERIO DEL TEMPLO
tros con Dios en la tienda de reunión y que entonces se paraba ante
la tienda la columna de nube. Otros textos de la tradición yavista-
elohísta
ex.
13, 21; cfr. Núm. 12, 5; 14, 34; comparar con Deut.
31, 15) o de la tradición sacerdotal, que vincula la Nube a la tienda
o Morada de Dios (Núm. 9, 15 s. ; 10, 11-12; llx. 40, 36-38, últimas
palabras del libro) muestran a la Nube como una presencia y una
manifestación permanente de Dios que guía a Israel de día y de
noche. El final sacerdotal del lllxodo (40, 34-35) muestra a la Nube
cubriendo la tienda de reunión, primer esbozo del Templo y llenán-
dola de tal manera que el mismo Moisés no pudo penetrar en ella:
el Templo no sólo sucede a Moisés sino que le sobrepasa.
La Nube está siempre unida a una manifestación
de
Dios
. Tiene
una significación, a la vez, de presencia y de trascendencia. Ella in-
dica que Dios
viene
a la tierra, pero que
está
en el cielo ; indica pre-
cisamente un descenso del cielo sobre la tierra. Por tal motivo, en
la escatología judía y después en la cristiana, la nube es signo de
una venida del cielo sobre la tierra o de una ascensión al cielo
8
doble movimiento que se realiza en Jesucristo y esto desde su venida
según la carne (Jo. 1, 51 refiriéndose a Gen. 28, 10-17). Por tal moti-
vo, también, la Nube vela la presencia de Dios al mismo tiempo
que la manifiesta.
Los críticos están de acuerdo en reconocer la autenticidad de las
palabras pronunciadas por Salomón, en forma de poema rimado, al
tomar Yavé posesión del Templo : «Vavé ha decidido habitar en la
nube obscura...» (1 Re. 8, 12) : la nube expresa la idea de la tras-
cendencia de Dios, quien en el mismo momento en que se hace pre-
sente e inhabita, permanece en su rango, por encima de todo. La
palabra empleada en este texto,
d rahiil,
significa casi siempre
«nube obscura» «: la nube por la que Dios se acerca a los suyos y
se manifiesta, es también el velo de su trascendencia. En un pasaje,
7.
Cfr. A.
FEUILLET,
Le Fils de l'homnse de Daniel ci la tradition biblique,
en
Rey.
bíbl.,
60 (1953), pp. 170-202; cfr. pp. 187-188.
S. Cfr. Dan. 7, 13 (comp. con IV Esd. 13, 3); Mt. 21, 27; 24, 30 con la nota
de B J; 26, 64; Mc. 13, 26. Para la subida al cielo, Mt. 17, 5; Mc. 9, 6; Act. 1, 9;
cfr. Apoc. 10,
1; 14. 14.
9. Cfr. Deut. 4, 11;
, 19; Ter,
3, 16; Is. 60, 2; Ez. 34, 12; JI. 2, 2;
Sof. 1, 15; Sal. 97, 2; Job, 22, 13 s.; 38, 9 (cfr. M.
ScHSIIDT,
Prop/iet und Tempel...,
p. 231, o. 11). - Mas la palabra utilizada habitualmente para decir (<nube)) es
'ánan:
así 1 Re. 8, 10, etc.
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E L
É X OD O Y M O IS ÉS
5
mo un himno a esta trascendencia, escribe igualmente San
La Gloria
es una realidad muy próxima a la de la Nube; en
rto sentido es la misma cosa: tal es la frecuencia con que se en-
ezclan los textos que hablan de la Gloria con los que se refieren
be es más bien aquello en
y
por lo cual se manifiesta la gloria
(cfr. Éx. 16, 10; 40, 34 s.
:
P). La Gloria aparece como más próxi-
ás destacada la identidad entre Vavé y su Gloria
y
la Nube (cfr. Lev. 9, 4
y
6). Por otra parte, cuan-
la Gloria no es Dios mismo o su atributo íntimo, sino su mani-
estación sensible, entonces puede incluir en sí a la Nube, pero so-
pasándola: es siempre una manifestación más rica (cfr. Deut. 5,
cterizada a menudo por el fuego, que brota súbitamente,
ra anunciar la soberana presencia de Dios (Tlx.
9, 16 s.
Lev. 9, 23-24), bien para pronunciar
y
ejecutar un castigo (Lev. 10,
1-3; Núm.
4, 0;
6 , 9 s.
;
7, 7 s.).
En su gloria, en su
kabod,
Yavé manifiesta sensiblemente a los
hombres su Majestad trascendente
y
su Presencia por un fenómeno
minoso vinculado a
lguna realidad sagrada :
l onte Sinaí
e x .
24, 15-17: P), el tabernáculo (x. 29, 42;
Núm.
4, 10;
6 ,
1 9
y
42
eb. 17, 7 -; 20, 6; todos textos de la tradición sacer
dotal), más tarde el Templo (1 Re. 8, 10-11
I Par. 5, 13-14
II Par. 7, 13). Tal manifestación de Dios, reservada en tiempo del
éxodo
y
del Templo al pueblo escogido, será presentada más ade-
lante por los profetas como debiendo «llenar toda la tierra», cosa
que estaba ya anunciada, en la etapa que estudiamos, en el libro de
Números (14, 21)
La vinculación de la gloria de Dios con su presencia-inhabitación,
netamente destacada por la Biblia ya en esta etapa del éxodo, ha sido
acentuada por el hecho de que la misma palabra griega Uja corres-
lO.
Así, por ejemplo,
FEUILLET,
art. cit.,pp. 200-201. Sobre la g]ora
(Kabod:
G. KITTEL,
art. ' , en Theol. T1"5rterb. z. N. T.,
t. 2,
pp.
237-241; E. STEIN,
Begriff Kebod Jahweh und seine Bedeutung für de alttestamentl. Gotteserkenntnis,
H. RIESENFELD,
Jésus transfiguré, pp.
97-114 (bibliografía
a misma
supra); EICHRODT,
T/zeologie des A. T.,
p.
9 5.; G. R. BLRRY, The
f Jahweh and the Temple,
en
Journal of Biblical Literature,
56 (1937), pp. 115-117.
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26
L MISTERIO DEL TEMPLO
ponde tanto al término bíblico
habod,
gloria, como a la palabra
aramea - o del hebreo míschnico -,
sekinah,
presencia-inhabita-
ción
1 2 ,
palabra que no se encuentra en la Biblia, pero que ha jugado
un importante papel en la teología rabínica. Por otra parte, los LXX
han traducido por
xaTaaxnvo5v
el verbo hebro
sakan,
habitar
1 3 ,
mientras que el substantivo corespondiente tienda, morada,
significaba tanto la palabra hebrea que designaba la tienda de re-
unión (véase más adelante), como a la palabra aramea
sekinah
1 4 ,
tanto más, cuanto había una cierta semejanza y asonancia entre
ambas palabras
skne y sekinak
5 .
Algún autor ha hecho notar
cómo estas nociones de gloria y de habitación vuelven a encontrarse
en el prólogo del Evangelio de San Juan referidas al Verbo encar-
nado: (texto griego) (Jo. 1, 14). Jesús es el verdadero templo (2,
19 s.)... Volveremos sobre ello más adelante.
La tienda de reunión, ohel mo cd.
No hay cuestión sobre el
particular en la tradición yavista. Según las tradiciones elohísta y
deuteronomista Moisés tiene por costumbre llegarse hasta la tienda
de reunión y conversar allí con Dios; tal como hemos visto, la pre-
sencia de Dios se manifiesta entonces por la Nube (cfr. 1x. 33, 7 s.).
De esta manera se pone aquí el acento sobre Moisés y sus relaciones
con Dios. Por el contrario, en la tradición sacerdotal el acento se
pone sobre la misma tienda, que es llamada también
Morada (cfr. más
adelante). Aunque la tienda fuera designada como tienda de reunión,
como si el pueblo debiera reunirse en ella nunca entraba allí el
pueblo; era el lugar donde se consultaba a Vavé y donde 1 pro-
nunciaba sus oráculos
8
Era también, o más bien, llegó a ser, según
la tradición sacerdotal, el lugar donde se conservaba el arca del tes-
timonio. Sin duda, por estas dos razones (oráculos, arca del testi-
12. Cfr. A. M. RAMSEY,
The Giory of God and the transfiguration of Christ,
Londres,
1949,
pp.
20
y
s. e
infra,
pp.
27, 33-34, 117.
13.
Empleado, por ejemplo, en Éx. 25, 8; 29, 45; Lev. 26, 11, 12.
1 4.
RAMSEY,
o. cit.,
p.
25.
1 5 .
Cfr.
BLACK,
An Aramaic Approach to Me Gospeis and Acts.
Otros ejemplos de
tale asonancias, que han influido, sin duda, en la elección de las palabras: Qhl =
ixx)ite (cfr. K. L.
SCHMIDT,
Th. W5rterb. z. N. T., t.
3 ,
pp.
520), amar y memra
c z
16.
L.
BOUYER, La Bible et l'Évangile. Le sens de l'Écríture: du Dieu qui parle au
Dieu fais homnse (Lectio divina, 8), París, 1951 ;
F. M. BRAUN,
In Spiritu et veritate,
en
Revue t/iomiste,
1952,
pp.
246 s. (otras referencias al respecto).
17. Cfr. Éx. 25, 22; 29, 42 (P): la expresión
'ohel mo'ed
es característica de la
tradición sacerdotal. Mo'ed significa: tiempo prefijado, época, reunión (de donde: cita,
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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L
ÉXOD O Y M OISÉS
7
monio) tradujeron los LXX
'ohel mo'ed,
tienda de reunión,
or
axvi
ois
aptupiot, tienda del testimonio (hasta
1 5 6
veces)
: xpre-
esconcertante en griego, pero que, a un espíritu habituado a
la teología bíblica, le sugería la idea de revelación, de lugar donde
Dios hacía conocer su voluntad
1 9
La tienda de reunión medía apro-
ximadamente, según Éx.
25, 7-9,
unos 1 5
metros por 20 .
La Morada: mis kan,
palabra procedente del radical sakan,
habi-
tar, que ha dado en arameo
sekinah.
Expresión de la tradición sacer-
dotal (P), que describe la Morada (Éx.
26; 36, 8 s.) haciendo con-
vergir evidentemente sobre la tienda del éxodo la disposición del
templo. Por esta razón, la Morada es a la vez idéntica a la tienda
de reunión (Éx. 40,
2, 3, 6)
y, sin embargo, posee un distintivo pro-
pi0:
en el fondo, la tienda de reunión corresponde al futuro templo
(miqdas, palabra empleada frecuentemente en Éx.
y
Núm. erca
de 90 veces
-
éase, por ejemplo, Éx. 25, 8,
si bien la palabra en-
traña aquí la idea de edificio), mientras que la Morada sugiere pre-
ferentemente la idea del lugar de la habitación de Dios, es decir,
del arca; en una palabra, lo que será en el templo el santo de los
santos (cfr.
:
Éx. 40,
16-35;
compárese con Lev.
16, 20).
El Arca (Tienda, Morada) del Testimonio.
Testimoniar (el verbo
'ud)
significa en hebreo, expresar una voluntad. Testigo es aquel
que expresa una voluntad, una afirmación dinámica, de acuerdo (o
en desacuerdo,
y
entonces es un falso testigo) con la voluntad o la
afirmación positiva de aquello sobre lo que atesta. Al haberse expre-
sado la voluntad de Dios sobre su pueblo en el Decálogo, base jurídi-
ca de la Alianza, se llamó Testimonio primeramente a los Manda-
mientos
y
después a toda la
Ley de Dios. La ley escrita, transmitida
por Moisés
y
fijada en los textos del Éxodo, de los Números, del
Levítico
y
del Deutorenomio; después, la ley de Dios en toda su
generalidad, es decir, la revelación de su designio
y
de su voluntad
hecha por los profetas (cfr. p. ej. Jer. 44,
23)
Desde luego, al Arca se le llamaba igualmente el Testimonio;
sea, en primer lugar, porque Vavé revelaba allí su voluntad
y
pro-
nunciaba sus oráculos
", sea porque fueron conservadas allí las ta-
19.
Cfr.
. ASTING,
Die Verkündigung des W5rtes im
rchristentum, argestellt un
den Begriffeo
«
Wort Gottes», «Evangelium» und «Zeugnis>), Stuttgart, 939,
p.
566.
20.
Sobre todo ello, cfr. R. ASTING, op. Cit.,
p.
96 s.;
omp.
C . B. F. WESTCOTT,
Thc Epistie to Me Hebrews,
p
237.
21. Cfr. STING, op.
it.,
.
97 (referente trabajos).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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28
L MISTERIO DEL TEMPLO
las de la ley, entregadas al pueblo por la mediación de Moisés
(Deut. 10, 5). El Arca contenía, pues, el Testimonio por excelencia
ypemnene YseconsdeabaqueDosseeveaba hacaconoce
dido entre los dos querubines situados sobre el arca del Testimonio»
Éx. 25, 22)
Allí es donde Él tenía su morada: tenía su asiento
s u v o l u n t a d « d e l o a l t o d e l p r o p i c i a t o r i o , d e s d e e l e s p a c i o c o m p r e n -
(verbo sakav: cfr. nota 4) por encima de los dos querubines del arca.
Por ello, el arca será llamada más tarde el escabel puesto a los pies
de Dios (1 Sam. 4,21; 1 Par. 28,2; Sal. 99,5;
32, 7.
e aquí la razón de las expresiones: Tablas del Testimonio
Arca del Testimonio 24, Morada del Testimonio n, Tienda del Tes-
timonio 26
Después de este análisis de los datos y de los términos que defi-
nenla Presencia de Dios en tiempos del éxodo, podemos intentar
educir los principales caracteres y el sentido de esta Presencia.
n los prodigios del éxodo y en el modo prodigioso de la Presen-
ia de Dios en la Nube, ha habido un elemento transitorio: la Nube,
igual que el maná, cesa con la llegada a las fronteras de la tierra
prometida 2? La Presencia continuará en el Arca y, más tarde, en
l Templo, heredero indirecto del «tabernáculo» (tienda) del desierto.
El tabernáculo había sido construido según un modelo celeste »
era, y el Templo lo será después de él, una especie de sacramento
del templo celestial, el único perfecto, en donde Dios reside plena-
mente. Dios, en efecto, es trascendente, habita en los cielos; aquí
22.
Cfr. N úm. 7, 89; Lev. 16, 2; 1 Sam. 4, 4; II Sam. 6, 2; II Re.
9 , 5; 1 P ar. 3 ,
6 ;
s. 37,
6 ;
a l . 8 , I;
0 ,
; 9 , ; Ec l. 49,
;
ab. , 2 (LX X ); Dan.
, 55 (LXX );
Heb.
, .
l erbo Sakav significa extenderse,
star acostado;
lgunas eces es ac tivo,
o n c u s a t i v o ,
o m o
i
i o s abitara
o s
uerub:nes. o b r e
s t o s ,
f r . én.
,
4;
E x . 5 ,
8 (ver flotas d e la B J) . Comparar con A poc.
,
los q u erub ines son E(Ba).
23.
E x .
1 , 8 a ;
4 , 9 ; t c .
tradición acerdotal);
f r . x .
5 , 6
1 ;
2 , 5 ;
3 4 ,
9 ;
0 , 0 ;
e v .
6 , 3 .
24.
É x .
5 ,
2 ; 6 ,
3 s.;
7 ,
1 ;
0 ,
6 ; 9 , 5 ; 0 ,
,
y
1 ;
úm.
,
;
7 ,
9 ; o s .
, 6
tradición
a c e r d o t a l ) .
25.
E x .
8 ,
1 ; úm. 0 3 ;
, 5 ;
O ,
1 ;
7 ,
2 - 2 3 ; 8 ,
t r a d i c i ó n
a c e r -
dotal); I Par.
4 ,
.
6.
Expresión on la q u e los LX X , según h emos visto, tradu jeron
ohel mo ed, i e n -
da d e reu nió n.
27.
Podría establecerse u n provech oso parangó n con los
nicios de la g l e s i a . n
l l a ,
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 29/335
EL ÉX ODO Y MOISÉS
9
abajo, en su templo terrestre, no reside sino por su Nombre, su
Poder
2 9
Es importante puntualizar en qué sentido había
localización
de
Dios en la tienda o en el arca,
y
después en el arca
y
en el Templo,
y
en qué sentido no la había. Hay una cierta localización: Dios está
allí, puesto que actúa
y
manifiesta su voluntad; Dios tiene realmen-
te su trono sobre los querubines,
y
ya veremos con qué realismo nos
muestra Ezequiel a Yavé abandonando su morada del Templo (Ez. 9,
3; 10, 18 s.). Sin embargo, Vavé no aparece como absolutamente
localizado tal como lo estaban los dioses paganos representados en
sus ídolos. En primer lugar, no hay, ni puede ni debe haberla, nin-
guna representación de Dios: lx. 20, 4 s.
32; Deut. 5, 8-10
Y
sobre todo, Vavé es el Dios poderoso, el Dios vivo, que interviene
y
actúa aquí abajo, pero que no está atado a ningún lugar determina-
do. Los dioses del paganismo estaban ligados a determinados lugares
a los que se limitaba generalmente su eficacia: había el dios de
tal
fuente, de
tal
árbol, aquel que curaba de
tal
enfermedad
y
en
tal
lugar precisamente, etc.
avé es el Dios único, omnipresente
y
universalmente soberano. Es posible que durante la época del éxodo
no se encuentren expresamente más que afirmaciones monolátricas
y
que el monoteísmo doctrinal, como doctrina teológica explícita no
aparezca hasta más tarde. Con todo, el
hecho
mismo de la liberación
de Egipto «in mann forti» (las plagas, el paso del mar Rojo),
y
el
del éxodo muestran claramente que Yavé se revela
y
obra en todas
partes. No fue por azar que el otro gran orante del Sinaí, el profeta
Elías, campeón heroico de la unicidad
y
de la soberanía de Yavé,
ejerciera su ministerio fuera de las fronteras de Israel
: así, el Dios
de Israel había ido a buscar a su pueblo a lo lejos
y
se le había reve-
lado fuera de la Tierra prometida. Lo propio de Yavé es ser tras-
cendente, espiritual, soberana
y
universalmente poderoso
y
no estar
atado a ningún lugar en particular.
29. Teología expresa del libro de los Reyes; 1 Re. 8, 27, 30
S .
(Oración de Sa-
kinóti ;
cfr. 8, 16 y la nota de B J; comp. 11, 36.
30.
Cómo después de que la Gloria de Dios se ha hecho corporalmente visible y de
que
Dios mismo se ha revestido de nuestra carne, tal régimen, si no ha sido abolido,
u ha sido transformado, es cosa que esperamos poder mostrar en otro lugar, ya sea
hablando de la transfiguración de Cristo, ya de la cuestión de las imágenes.
31. Ver, por ejemplo. Fr. HEILER,
La prire
trad. francesa, París, 1931,
pp .
118 s.,
147-148.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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30
L MISTERIO DEL TEMPLO
Y sin embargo, en cierto sentido, su Presencia está localizada
encima de los querubines y en la tienda (el templo). En realidad,
Yave está allí donde está su pueblo.
Avanza co-a él. Ya lo hemos visto:
los textos que contienen la tradición sacerdotal son relativamente
tardíos y hacen confluir sobre la tienda del desierto toda una teolo-
gía levítica del templo
3 2 •
Las tradiciones yavista o elohísta hablan
menos de una Presencia estable y como institucional que de una Ma-
nifestación de la voluntad de Dios a su servidor Moisés en la tienda
de reunión. Esta versión, más pura y más antigua, es la que encon-
tramos igualmente en el admirable texto de la profecía de Natán
II Sam. 7, 5-7 (véase texto más adelante). Su sentido, recogido de
manera genial y profética en el anuncio de Natán, es que
Dios
habi-
ta, no en un lugar particular -
aunque éste fuera el «templo» -
sino en medio de su pueblo
n
Volveremos a encontrar esta verdad,
reasumida y desplegada por el Nuevo Testamento : el templo de
Dios es su pueblo. Pero todavía no hemos llegado a ello.
Dios está en medio de Israel porque es
su
pueblo y para hacer
de él su pueblo. Su presencia es activa e imperativa, de conformidad
con la naturaleza de Dios y con la revelación que ha hecho Él de
sí mismo a Moisés, cuando se le apareció en la zarza, en la Montaña
de Dios : «Yo estaré contigo...» (Éx. 3, 12) ; y después, a Moisés,
que preguntaba por Su nombre: «Yo soy el que soy» (y. 14) o tam-
bién, ya que la palabra es exactamente la misma que aparece en
el y. 12, «Yo seré el que seré», se comprobará en mi acción y en la
manifestación de mi voluntad. Dios está allí para actuar y para dar
a conocer su querer ; está en medio de su pueblo y con él, para darle
fortaleza y victoria, para cumplir a favor de él el compromiso tomado
de conducirle hasta el País de la promesa .
Esta Presencia de Dios es santa y santificadora, aunque valdría
32. Pero incluso entonces, se encuentra expresada la idea esencial.
Así
en Éx. 25, 8:
Que me hagan un santuario
y
habitaré en medio de ellos)), texto de tradición sacerdotal,
n el que la palabra empleada,
inigdas,
sugiere la idea de un edificio.
33 .
Comp. W.
J.
PI-IYTHIAN-ADAMS,
The People and the Presence. A Study of the
t-one-ment,
Londres, 1942,
pp.
12-17.
34.
Estos rasgos activos, militantes, de la Presencia de Dios están acentuados en el
Deuteronomio (1, 30, 42; 7, 21; 31, 3)
y
en Jos. (3, 10; 6; 23, 3, textos todos de la
radición yavista o elohsta). El libro de Josue desconoce prácticamente el punto de
ista cultual
y
sólo sabe de la Presencia militante (por la fuerza de Yavé, que reside en el
arca, Israel atraviesa el Jordán y conquista Jericó. La única mención de la «casa de Dios))
ue aparece (9, 23 : J E) se refiere al servicio de los Gabaonitas. El pasaje sobre el altar
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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El,
ÉXOD O Y MOISÉS
1
más decir ((consagrante» para evitar la ambigüedad de una palabra
que nos evoca una idea de santidad interior, moral, que califica a
las personas propiamente y como a tales. Ahora bien, los israelitas
continúan llenos de impurezas (cfr. Lev. 16, 16). En realidad, Dios
habita en su pueblo como tal pueblo, considerado en la totalidad que
constituye el objeto de elección, más que en el alma de tal miembro
del pueblo, de tal persona determinada. San Cirilo de Alejandría ha
escrito : «Israel no fue la morada espiritual, pneumática de Dios, Dios
no habitó en ellos... Quienes vivieron antes de la Encarnación no
participaron en el Espíritu Santo» . Esta es una fórmula de teolo-
gía muy elaborada, que supone discutida y resuelta la difícil cues-
tión de la gracia antes de Cristo, o mejor de la medida y el modo
en que el Espíritu Santo había sido dado antes de Cristo . El mismo
San Cirilo, hablando en términos relativos al templo, escribe que los
profetas han recibido únicamente una iluminación del Espíritu Santo
que les permite comprender el futuro de la economía de la salva-
ción, mientras que los fieles poseen al Espíritu Santo como huésped
que habita en ellos ; ((así también somos nosotros llamados (por la
Escritura) templos de Dios, mientras que nunca se ha visto que nin-
guno de los santos profetas haya sido llam.ido jamás templo de
Dios» .
No abordaremos aquí la cuestión de la gracia de los justos del
Antiguo Testamento. Nos contentaremos con interpretar sintética-
mente los resultados de nuestra encuesta. En ningún momento ha
habido cuestión acerca del Espíritu Santo, ni tampoco sobre una
inhabitación de Dios en las almas, que serían personalmente su tem-
plo. La presencia es colectiva; ha sido entregada al pueblo como
tal
3 1 1
. No es tanto una inhabitación en las almas cuanto una pre-
sencia para guiar, para fortalecer, para hacef alcanzar un obejtivo
que es el designio de Dios.
Ciertamente, uno de los caracteres afirmados desde el éxodo es
que Yavé es un Dios accesible. Las mismas palabras de «tienda de
35.
Glaphyr. in Genes.,
1, 5: P. G. 69, 233 A.
36. Véase ja/ra,
Apéndice III.
37. In loannis Ev.
Lib, 5: P. G. 73, 757 B. Comp.
COfl TERTULIANO,
De Pua ic. 6,
17.
38.
Esto no impide, evidentemente, que un hombre como Moisés fuera amigo de
Dios en grado tal como pocas almas, sin duda, han alcanzado. La Escritura lo elogia
Io
((hombre de Dios,, (Deut. 33, 1), que conocía a Dios cara a cara (33, 10)
y
le
SaUaba de boca a boca (Núm. 12, 1-8), «bienamado de Dios y de los hombres» (Edo. 45, 1;
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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32
l. MISTERIO DEL TEMPLO
reunión» o ((tienda del encuentro» (Deut. 31, 14), expresan este matiz
de accesibilidad. El Deuteronomio, tan próximo a los acentos reli-
giosos de Jeremías, insiste de buena gana sobre este aspecto: ((Por-
que, ¿cuál es en verdad la gran nación que tenga dioses tan cerca-
nos a ella, como Yavé, nuestro Dios, siempre que le invocamos?»
(4, 7; compárese con 4, 29; 33, 34)
in embargo, de un extremo
al otro, la mediación de Moisés aparece como necesaria
: él es quien
recibe la ley, quien intercede, obtiene el perdón, recibe en la tienda
de reunión la comunicación del querer de Dios, quien juzga, quien
procura el agua, el maná
y
los demás alimentos... Todas las relacio-
nes de Israel para con su Dios pasan por la mediación de Moisés
40•
La tradición sacerdotal tiene el mérito de afirmar, desde un prin-
cipio, la promesa de una
inhabitación
de Dios: ((Habitaré en medio
de los hijos de Israel
y
seré su Dios. Conocerán que yo, Yavé, soy
su Dios, que los he sacado de la tierra de Egipto para habitar entre
ellos, yo, Yavé, su Dios»
(ex.
29, 45-46);
y
este texto del Levítico
(26, 11-12), que, junto con Ez. 37, 27, será invocado con predilec-
ción en el judaísmo como anuncio del templo mesiánico
41:
«Esta-
bleceré mi morada entre vosotros... Marcharé en medio de vosotros
y
seré vuestro Dios
y
vosotros seréis mi pueblo. »
El tema será rea-
sumido por los profetas de la restauración de después del exilio
Es evidente que ha habido un progreso entre el régimen de apa-
riciones, característico de la época de los Patriarcas,
y
eJ régimen
mosaico del Dios que vive en medio de su pueblo, que marcha «en
persona» con él, que se constituye en su fortaleza
y
su guía por una
presencia, que es ya una cierta inhabitación. No obstante, estamos
lejos todavía de una inhabitación tal como la realizarán los hechos
y
los dones de los tiempos mesiánicos. Newman habla de una pre-
sencia de Dios, que viene
y
se retira, como ocurre en los milagros
y
en la profecía
:
esto caracterizaría bien la época de los patriarcas,
o la situación de un Balaam, hasta la época del éxodo
El régimen
39.
Comparar con Ex. 33,
6; 4,
0 (tradición yavista);
I Sam.
, 23;
al. 47,
0.
40.
Ver n articular x . 9,
b-8; 0, 8-22 comp.
. ál.
,
9).
e s p u é s
e
Moisés, continúa la necesidad
e una mediación en el A. T.:
fr.
eut.
8.
41 .
Cfr. L.
ERFAUX,
La théologie de l Église suivant S.
aul
Unam Sanctam, o ,
París ,
942, p. 25;
.
RALYMAN, en
Ephem. /seol.
ovan.,
3 (1947) ,
.
9 1
cit. e
¡ubilés, ,
7).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 33/335
EL É X O D O Y M O I SÉ S
3
de la época mosaica es ya otra cosa. Sin embargo, Newman añade
que, incluso en la teología de la
sekinah, Dios no está en unión real
con su templo: se trata de una especie de régimen al estilo nestoria-
no, que implica una presencia sin unión ontológica «.
De hecho, si interrogamos a los historiadores del judaísmo, com-
probaremos cómo la
sekinah añade a la idea de presencia la vincu-
lación a un lugar: por este lado, se aproxima a la inhabitación .
Por nuestra parte, diríamos que se trata de una inhabitación sin una
verdadera y completa inmanencia, puesto que se trata de una presen-
cia de Dios para manifestar su querer, para sostener y fortalecer,
para guiar, para exigir, no de una comunicación personal o un don
íntimo . En el fondo, todo estriba en lo mismo: Dios no tiene ha-
bitación perfecta porque todavía no se ha dado o comunicado per-
fectamente.
Pero cada vez mejor se va conociendo que su designio es el de
hacerlo. En vistas de este designio, la etapa mosaica del éxodo es
de una importancia decisiva. Ha llegado a ser algo banal decir que
los acontecimientos del éxodo tienen un valor
típico,
es decir, que
constituyen una primera realización o un esbozo de lo que Dios ha
de hacer posteriormente y de lo que, en el fondo, hará siempre por
nosotros. Al decir esto se suele pensar, sobre todo, en el mismo éxo-
do, en la liberación pascual de la esclavitud, en la larga travesía del
desierto, en el maná y en el agua que brotó de la roca, en la entra-
da en la Tierra prometida. Es menester también pensar en la inha-
bitación de Dios, en la tienda de reunión, en la Nube. En el análisis
uno trasladado a la ¿poca de los Patriarcas, o si se prefiere, es que Balaam ha permanecido
en la religión de los Semitas del Oeste, anterior a la revelación mosaica.
44. Card.
NEWMAN,
Le Christ (Sermons),
trad. franc.
P. LEYRI5,
París, 1943,
pp.
32 s.
45. ((Ce mot hbreu
(Chekinah)
dot se traduire
habitation
plut que
présence. 11
designe de fait que Dieu habite quelque part: il y a son habitation. Tandis que la
présence n'indique aucun lieu, aucun attachement, aucune préférence, l'habitation supposc
qu'on a fait le choix d'un lieu pour
y
demeurer.»
M.-J. LAGRANGE, Le judasmc avant
Jésus-Christ,
París, 1931, p. 446.
46.
(((La
Chekinah)
marque certainement l'approche de Dieu, Sa présence, mais rien
n'autorise á dire que c'est une manire d'indiquer l'immanence: bien au contraire, cettc
personification de la présence, si elle n'est pas un intermédiaire, tendrait plut6t á marquer
des distances et á atténuer ce qu'il y a de dangereux ou de peu décent dans l'appréhension
directe: on peut voir la face de la
Chekinah,
on nc saurait voir Dicu. Le proselyte n'est
pas rattaché á Dieu: il est placé sous les ailes de la
Chekinah.»
LAGRANGE,
o. cit., p. 450.
«II nc faut pas oublier que l'expression ordinaire est: la face de la
Chekinah,
c'est--dirc
que la
CheJ inah
est une lumi e qui éclaire, non une grace intérieure qui sanctifie.»
Ibid., p. 451.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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34
L MISTERIO DEL TEMPLO
precedente hemos procurado no ocultar lo que las indicaciones que
se nos dan al respecto, deben a la teología del templo, tal cual ha
sido elaborada en la tradición levítica y sacerdotal. Pero mucho antes
de cualquier tradición sacerdotal o ideología de después del exilio
han ocurrido los hechos del éxodo, ha existido la personalidad reli-
giosa de Moisés y su decisiva mediación, ha habido la experiencia
del desierto, ligada a la tienda de reunión, a la Presencia de Dios
sobre la tienda o sobre el arca. Son estos hechos los que determinan
una nueva etapa en la historia de la Presencia de Dios en su pueblo,
los que tendrán para todas las etapas venideras un valor típico, que,
precisamente, habrá de ser reasumido y desarrollado por ellas.
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CAPITULO III
La presencia de Dios en tiempos de David y de
Salomón
LA PROFECÍA DE NATÁN Y LA CONSTRUCCIÓN DEI, TEMPLO
Durante los 160 6 180 años que dura el período de los Jueces
(de 1220 a 1040 antes de Cristo, aproximadamente), el arca se halla-
ba en Betel (Jue. 20, 27) ; no hay indicios de que ni los israelitas
ni los Jueces se preocuparan demasiado por ello. No existe todavía
el ideal del santuario único ni existirá tampoco durante mucho tiem-
po . Se consulta a Yavé
2.
Yavé (su ángel) interviene , l es
quien combate por Israel y le da la victoria . Priman los valores
guerreros más que los religioso-cultuales. La nueva noción del «es-
píritu de Yavé» que comienza a aparecer es del mismo orden: se
trata de una fuerza que se apodera súbitamente de un hombre para
hacerle instrumento válido de algún designio bélico, pero que le deja
en su mismo plano moral y no habita en él de manera estable en
orden a una intimidad o una comunión . Por lo demás, los Jueces
1. Cfr. Jue. 6, 24; 11, 11; 17 (historia de Mica); 18, 30 s. (los Danitas). Comp. e.
Jos. 24, 26.
2. Jue. 1, 1; 4, 8 (nota E J); 18, 5; 20, 18
y
23.
3. Jue. 2, 1; 6, II; 9, 22; 13, 3.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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36
L MISTERIO DEL TEMPLO
son una especie de guerreros o de libertadores carismáticos que Dios
suscita y de los que se sirve. Jamás la lógica del «acontecimiento»,
en el sentido de K. Barth y de J. L. Leuba, se ha verificado más
apropiadamente.
Esta situación continuará, en muchos de sus aspectos, bajo Saúl,
que es el último de los Jueces así como el primero de los reyes
de Saúl también se apodera el espíritu de Vavé
6
pero ya no tanto
en relación con la guerra cuanto con el fenómeno profético, cuya
aparición es menester notar; se consulta a Vavé ', sin que surja la
cuestión de la unicidad de santuario, pues se ofrecen sacrificios aquí
o allá
8
Lo que admira más es que el arca no juega ningún papel
bajo el reinado de Saúl (ver 1 Par. 13, 3). En un principio, el arca
se encuentra en Silo, no bajo uña tienda sino en una construcción ».
Allí es donde, al recordar sin duda cómo el arca les había dado la
victoria cuando el paso del Jordán y ante Jericó, los israelitas derro-
tados acuden a buscar en ella su defensa (1 Sam. 4, 3). Pero Dios no
ve en esta actitud interesada la pureza y la fe de Josué y el arca es
arrebatada por los filisteos y llevada como trofeo al templo de
Dagón (4 y 5). «Ha pasado la gloria de Israel» (4, 21-22). En el
templo de Dagón y en tierras de los filisteos el arca se manifiesta
como fuente de calamidades : al cabo de siete meses es devuelta a
los isralitas con una ofrenda de reparación. El arca llega a Bet
Semes y es enviada después a Quiriat Jearim, donde permanecerá
largo tiempo sin que aparentemente nadie se preocupe de ella. Inclu-
so Samuel, cuya vocación nació junto al arca - a lo que parece,
Dios le había llamado desde ella - no parece inquietarse en absolu-
to; el despertar religioso que él habrá de suscitar y animar unos
veinte años después del retorno del arca no está centrado en ella
(II Sam. 7, 2 s.). Con mayor razón, Saúl no habrá de mostrar en
ningún momento preocupación alguna por el arca: guerrero y liber-
6.
ISam. 10, 10; 11, 6; comp. e. 19, 20, 21, 23. El espíritu de Yavé se retira de
Saúl y es reemplazado por un mal espíritu, procedente de Yavé: 16, 14; 18, 10-19; 9.
PEDER5EN
(1sra1, 111417,
pp.
43-46), observa acertadamente que Saúl está más bien en la
línea de los Jueces que en la de la realeza instituida.
7.
1 Sam. lO, 22; 14, 18 y 36; 23, 2 y 9 5.;
28, 6; la consulta a Yavé continúa con
David: 30, 8; lISam. 2, 1; 5, 19
y
23; 21, 4; IPar. 14, 10
y
14.
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PROFECÍA DE NAT.íN . 7
tador. a la manera de los Jueces, es, en el fondo, hombre poco religio-
so en el sentido de que la religión es verdaderamente una cuestión
de fe, poco preocupado por Dios mismo.
Las cosas cambian con David (hacia el 1010 antes de Cristo),
quien, llevado a la vez por su sentido político y por su espíritu reli-
gioso, profundo y delicado, no tarda en preocuparse por el arca.
Por sentido político : un sentido político, no mezquinamente
calculador sino providencialmente concorde con las intenciones de
Dios sobre su pueblo y con la nueva etapa que Israel debía fran-
quear. Para comprenderlo mejor conviene recordar cuál era entonces
la situación de Israel. Los relatos sobre la marcha y los campamen-
tos durante el éxodo y, sobre todo, los que nos narran la instalación
y las conquistas bajo el mando de Josué y después las incesantes lu-
chas del tiempo de los Jueces, nos muestran que Israel se hallaba
lejos de constituir un pueblo unificado. Cada tribu llevaba vida inde-
pendiente en su territorio ; una relativa unidad abrazaba a aquellos
grupos autónomos y a veces rivales. No tomaba cuerpo de manera
eficaz sino en presencia de un inmedito peligro común, en el plano
de las armas, y para dar culto a Yavé. En realidad, la común acep-
tación de Dios había sido, junto con el común origen de sangre, el
verdadero principio de unidad de las tribus. M. Noth ha analizado
certeramente tal situación y la ha comparado al régimen de las anfic-
tionías griegas
lo
Entre las once tribus — Leví no tenía ni territorio ni vida pro-
pias — Judá, a la que se había mezclado prácticamente Simeón dentro
de un territorio poco diferenciado, había llevado desde un principio
una vida propia de forma muy acusada
1 1
. David había sido procla-
mado rey en Hebrón primeramente, donde reinó durante siete años,
prácticamente sobre sólo Judá. Las tribus del Norte permanecieron
durante largo tiempo fieles a la descendencia de Saúl (cfr. II Sam. 2,
12-32 ; 3, 1) y sólo después de la extinción casi completa de la mis-
ma y de haber sido matado Abner, el Norte reconoció a David como
rey (II Sam. 5, 1-3). A pesar de la unidad, centrada en la persona
real de David y poco después en la capital y en la residencia de Yavé,
continuaron las diferencias entre el Norte (Israel) y el Sur (Judá) ;
10.
M. NOTH,
Das System der zwiilf Stümme Israéls,
Stuttgart, 1930.
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38
L MISTERIO DEL TEMPLO
la ruptura, siempre latente y amenazadora, se producirá a la muerte
de Salomón '.
Reconocido rey por el Norte, David no podía prolongar la capi-
talidad de Hebrón. La conquista de Jerusalén le proporcionó, en la
misma frontera de Judá y de Benjamín, una capital de unidad, algo
semejante a la Menfis de Pepi 1, que podía ser a la vez capital del
Egipto del Sur y del Egipto del Norte. Habiendo hecho de Jerusa-
lén la «ciudad de David», el rey de todo Israel debió pensar en tras-
ladar al nuevo centro de unidad aquello que era, o cuando menos
podía y debía serlo, el símbolo concreto del principio mismo de tal
unidad, que, como hemos visto, era religioso: el culto a Yavé. El
traslado del arca a Jerusalén era un acto de evidente importancia po-
lítica
y es difícil imaginar que este aspecto de la realidad haya
pasado inadvertido para David.
No obstante, en un hombre como David, la motivación religiosa
era la primera, entera y totalmente pura; la lectura de los relatos
de su vida nos da una evidencia directa. David aparece, desde el
principio al final, como un alma que ama a Yavé, que se le entrega
con una delicadeza y pureza incomparables. Su manera de danzar
ante el arca cuando era traída de Quiriat Jearim a Jerusalén, su res-
puesta a Micol, la poco religiosa hija de Saúl, la herida que en su
corazón abren la reflexiones excesivamente carnales de ésta, nos
muestran en forma evidente con qué sentimientos religiosos ha rea-
lizado David el gesto de instalar el arca, tanto tiempo abandonada,
en el centro de su pueblo, en esa Jerusalén predestinada
1 4
que había
12.
Cfr. J.-L. LEUB A,
Le dualisme Israel-Jada. Exposé d'histoire et de Méologie bi-
buques,
en
Verbum caro,
1947,
PP.
172-189. Nótese cómo II Sam. 2, 5 (comp. c. 11, II;
24, 9) habla de David, rey de Judá
y
de Israel: «monarchie dualiste),, dice el P. DE VAUX
(art.
Israel,
en
Suppl. Dict. Bible,
t.
4, col. 745). Cfr. 1 Par. 21, 5.
13.
M. NOTa, o. cit.,
pp.
116-117; H. L.
VINCENT,
art.
Jérusalem, en Suppl.
CU
Dict. de la Bible,
t. 4, col. 915; J.
P EDER S EN,
Israel,
Londres, 1940, t. 111-1V, p. 524.
Pedersen
(pp.
524 s., 654 s.) ha captado admirablemente los dos aspectos decisivos de
la figura de David: por una parte, la vinculación de la función real y de la presencia
de Dios a Jerusalén, capital política
y
mística de Israel; por otra, un alma religiosa,
penetrada por entero de una afectuosa obediencia al Dios vivo
y
actuante, al que somete
la determinación de su vida, tanto en su orientación general como en los pequeños detalles.
14 .
Fue probablemente muy cerca de allí donde Melquisedec, ((rey de Salem», encon-
tró
y
bendijo a Abraham (Gén. 14, 17-20). Una tradición judía, que adoptan algunos
textos bíblicos (II Par. 3, 1), pero que es sólo verosímil, localizaba la montaña del
país de Moriah, sobre la que Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac (Gén. 22), en ci
lugar de emplazamiento del Templo: cfr. L. H.
VINC ENT ,
Abraham 1 Jérusalem,
en
Ret'. biblique, 58 (19 51),
pp.
366-371.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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PROFECÍA DE NATÁN 9
de merecer desde entonces el nombre de Trono de Yavé (Jer. 3, 17),
Yavé-está-allí (Ez. 48, 35), Ciudad de Yavé, Sión del Santo de Is-
rael (Is. 60, 14).
Es este el momento en que tiene lugar la profecía de Natán, uno
de los textos más importantes de la Escritura, punto de partida del
mesianismo vinculado a la persona de David. Notemos inmediata-
mente una circunstancia, importantísima para precisar el sentido
del episodio, y sobre la que insistiremos más adelante: la promesa
de perpetuidad hecha a la línea de descendencia davídica es insepa-
rable del traslado del arca a Jerusalén, que se constituye de este
modo en el lugar de la Morada de Dios. Es indispensable transcribir
aquí todo el texto y muy conveniente presentarlo en las dos recensio-
nes en que nos ha llegado, la del libro II de Samuel y la del libro 1 de
Paralipómenos
15:
11 Sam uel 7.
1 Cuando el rey se hubo establecido
en su casa y
le hubo dado Yavé el
descanso, librándole de todos sus ene-
migos en derredor, 2 dijo a Natán,
profeta: ((Ya ves; yo habito en casa
de cedro, y el arca de Yavé está en
una tienda.)) 3 Natán respondió al
rey: ((Anda, haz lo que tienes en tu
corazón, pue s que Yavé está contigo.»
4 Pero aquella misma noche tuvo Na-
tán palabra de Yavé: «Anda 5
y
ve
a decir a David, mi siervo: Así habla
Yavé: ¿Vas a edificar tú una casa
1 Par. 17.
1 Una vez que David se hubo es-
tablecido en su casa,
dijo a Natán, profeta: «Yo estoy habi-
tando una casa de cedro, mientras que
el arca de la alianza de Yavé está bajo
una tienda.)) 2 Natán respondió a
David: «Haz lo que tienes en tu co-
razón, pues D ios está contigo.)) 3 Pero
aquella noche fue dirigida a Natán
la palabra de Dios: 4 «Ve y dile a Da-
vid, mi siervo: Así habla Yavé: No
serás tú quien a mí me edifique casa
15. Ver también, además de las distintas alusiones que pondremos de relieve, el
Sal. 89 (Vg. 88), que dataría, según KESSLER
(Die Psalmen) y
BRIGGS (Thc Psalms),
in loe.,
de los últimos años de la monarquía de Judá. Ver
infra
nota 41.
Estudios: Además de los citados en las siguientes notas 20
y
43, cfr.
DIECKMAN,
Die
erste Weissagung vom Davidsohn,
Leipzig, 1903 (catól.); L.
ROST, Die Ueberlieferung von
de? Thronnachfolge Davids (Beitr. z. Wiss. e'. A. u. N. T., 3. Folge, H. 6), Stuttgart,
1926, pp. 47-74 (protest.: histórico
y
crítico); H. M. FRET,
L'économie providentielle dans
¡a Tradition biblique,
en
Forma gregis,
dic. 1950 (Le ciclye de David. Grandeur pro-
phc':ique et messionique de David) y
dic. 1952 - ener. 1953
(Le messianisme davidique):
estudio histórico de gran profundidad religiosa y teológica que subraya particularmente el
lugar
y
la función del
pecado
en el misterio de la descendencia de David, tal como
se apunta en la profecía de Natán.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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4 0
L MISTERIO DEL TEMPLO
para que yo habite en ella? 6 Mira,
yo no he habitado en casa desde el
día en que saqué de Egipto a los hijos
de Israel hasta hoy, sino que he an-
dado en una tienda, en un tabernácu-
lo . 7 Y en todo e l tiem po en que andu -
ve con los hijos de Israel ¿he dicho yo
palabra a ninguno de los jefes de Is-
rael, a quienes mandé que apacenta-
ran mi pueblo de Israel, de hacerme
una casa de cedro? 8 D i, pues a D avid,
mi siervo: Así habla Yavé Sebaot: Yo
te tomé de la majada de detrás de las
ovejas, para que fueses príncipe de mi
pueblo de Israel. 9 He estado contigo
por dondequiera que has ido; he ex-
terminado delante de ti a todos tus
enemigos,
y
te es toy haciendo u n nom -
bre grande, como el de los grandes de
la tierra, 10 estableciendo a mi pueblo
Israel
y
plantándolo en su lugar, para
que habite en él
y
no sea ya pertur-
bado, y los hijos de la iniquidad no le
aflijan como antes, 11 desde el día en
que constituí jueces sobre mi pueblo,
Israel,
y
dándote descanso de todos
tus enemigos. Hácete, pues, saber Yavé
que él te edificará casa a ti; 12 y que
cuando se cumplieren tus días
y
te
duermas con tus padres suscitaré a tu
linaje, después de ti, el que saldrá de
tus entrañas,
y
afirmaré su reino.
13 Él edificará casa a mi nombre, yo
estableceré su trono p or siemp re. 14 Yo
le seré a él padre,
y
él me será a mí
hijo. Si obrare el mal, yo le castigaré
con varas de hombres y con azotes de
hijos de hombres; 15 pero no aparta-
ré de él m i m isericordia, com o la apar-
té de Saúl, arrojándole de delante de
ti. 16 Permanente será tu casa para
siempre ante mi rostro, y tu trono es-
table por la eternidad.))
para que more en ella. 5 Nunca, des-
de que saqué a Israel hasta hoy, he
habitado en casa, sino que anduve de
una parte a otra en una tienda. 6 ¿Di-
je yo nunca a ninguno de los jueces
de Israel, a quienes mandé apacentar
mi pueblo: por qué no me hacéis una
casa de cedro? 7 Di, pues, ahora a mi
siervo David: Así habla Yavé Sebaot:
Yo te cogí de la majada de detrás del
ganado, para que fueras jefe de mi
pu eblo, Israel; 8 he estado con tigo po r
dondequiera que tú has andado; he
exterminado ante ti a todos tus ene-
migos
y
he hecho tu nombre seme-
jante al de los grandes que hay en
la tierra;
he dado un lugar de habitación a mi
pue blo, Israel,
y
le he plantado para
que se fije y no sea ya conmovido, ni
los hijos de la iniquidad le destruyan,
10 como antes en el tiempo en que
establecí los jueces sobre mi pueblo,
Israel.
He humillado a todos tus enemigos
y te anuncio que Yavé te edificará a
ti casa. 11 Cuando se cumplan tus
días
y
vayas a reunirte con tus padres,
yo alzaré a tu descendencia, después
de ti, a uno de entre tus hijos,
y
yo
afirmaré su trono. 12 Él será quien
me edifique casa, y yo afirmaré para
siempre su trono. 13 Seré padre para
él, y él será para mí un hijo,
y
no
apartaré de él mi gracia, como la
aparté del que te precedió.
14 Le estableceré para siempre en mi
casa y en mi reino,
y
su trono será
firme por toda la eternidad.))
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PROFECÍA DE NAFN
1
De por sí mismo, el texto demanda algunas acotaciones. Después
de una lectura atenta, se advierten diferencias no despreciables en-
tre ambos relatos. El libro de Samuel indica como motivo de que
David no haya construido el templo por sí mismo y sin tardanza, a
las guerras en que se ha visto complicado (y. 1)
16;
además, hace alu-
sión a los castigos (y 14) que le sobrevendrán al linaje de David
(y. 12), es decir, a la realeza de Judá, si ésta declinara hacia el mal,
aunque estos castigos se anuncian proporcionados a
a medida hu-
mana, o lo que es lo mismo, no serán exterminadores Dios tratará
a la descendencia de David como un padre trata a su hijo. Eviden-
temente, el texto ha sido redactado antes de la pérdida de Jerusalén .
El libro de Paralipómenos omite este anuncio de castigos; sin duda,
porque el texto ha sido redactado después de la restauración, en pleno
período de judaísmo (hacia el año 300). La razón principal, sin em-
bargo - y esta es la diferencia más notable entre ambos textos, di-
ferencia que atañe al mismo sentido de la profecía y de la que, por
tal motivo, no podemos dejar de hablar - es que el libro orienta
hacia la persona de Salomón, constructor del templo, un anuncio
que Sam. aplica a todo el linaje de David, a toda su descendencia,
tomada colectivamente. Por el contrario, en el texto del libro de
Samuel, sólo el versículo 13 alude a Salomón. Como este versículo
rompe la línea de conjunto del texto, ya que, como puede compro-
barse, el versículo 14 se enlaza con el versículo 12 - ambos se re-
fieren al linaje - por encima del ver. 13, que se refiere solamente
a Salomón, consideramos, al igual que otros muchos exegetas des-
pués de Wellhausen
1 8 ,
que el citado vers. 13 es una glosa prosalo-
mónica.
16.
Cfr. 1 Re. 5, 17: tesis dcuteronómica (Deut. 12, 10); igualmente, según el
Deuteronom;o, Dios eligió a Sión para que allí habitara su nombre porque Israel había en-
contrado en ella su
reposo;
cfr . M. SC HMID T,
Phophet und Tem peZ
p. 94. En cambio,
las Crónicas (1 Par. 22, 8; 28, 3) dan como motivo la mucha sangre derramada por David.
17.
El Carácter arcaico y primitivo de II Sam. 7, sean cuales sean las menudas correc-
ciones que hayan podido bacérsele posteriormente al texto, se pone de manifiesto también
en que no supone la división de las tribus, ni el exilio
y
por la forma tan ruda con que
aparece Natán; una redacción más tardía le hubiera presentado de Otra forma. Observe-
mos también cómo los Sal. 89 y 132 evocan claramente la versión de II Sam. y no la
de Par. Los autores están de acuerdo en que, a pesar de los retoques posteriores, el núcleo
del relato de II Sam. 7 se remonta a la época de David: cfr. L. ROST, o. cit.,
pp.
47 s.;
M . NO T H , Histoire d'Israél,
trad. franc., París, 1954,
pp.
233-234.
18.
Así Budde, Lóhr, Smith, R. Kittel, Nowack, Gressmann; E. DRORME,
Les lieres
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42
L MISTERIO DEL TEMPLO
Teniendo esto en cuenta, creemos que es el texto de Samuel el
más puro, el más conforme a los términos de la profecía, tal como
Natán la pronunció realmente ante David. Por lo demás, esto es lo
más comunmente admitido. Recientemente, un crítico católico ha
intentado sostener la posición inversa y demostrar que el texto de
Samuel aparecía sobrecargado y adornado, mientras que el de Par.,
sobre todo en su redacción griega, estaba más cerca del original
1 9
El autor ha aportado sobre ambos textos numerosas observaciones
de detalle que no carecen de valor ni de interés. No obstante, nos
parece afectan únicamente al plano redaccional o estilístico. Vistas
las cosas a este nivel, es cierto que el texto de Sam. presenta un as-
pecto sobrecargado que denuncia haber sufrido retoques así
como vestigios del vocabulario o de los temas deuteronómicos
2 1 ,
que
delatan una refundición del texto bajo Ezequías o quizá más tarde.
Con todo, por debajo del nivel redaccional está el nivel de pensamien-
to, su movimiento e intención. El movimiento y la intención de la
profecía, según Sam., vienen polarizados por esta idea: Tú quieres
construirme una casa; no serás
tú quien me la construya,
soy Yo
quien te construirá una casa, a saber, una descendencia perpetua.
and Ausbau der israelitisc/i-jüdischen Heilandserwartung. Ein Beitrag zur Theol. des A. T.,
Berlín, 1925,
p.
69; W. J.
PHYTHIAN-ADAMS,
The People and Me Presence...,
Londres,
1942,
p.
158 s.; R.
DE VAUX,
en Bible de Jérusalem, in loco;
M. SIMON, La prophétie de
Nathan et le temple,
en
Reo. d'Hist. et Philo. relig.,
32 (1952),
pp.
41-48;
A. MDEBIELLE,
en
La Sainte Bible
(PIEOT-CLAMER),
t. 3, París, 1949,
p.
492 defiende la originalidad
del versículo, pero lo coloca, sin embargo, entre paréntesIs.
VAN DEN BUSSCHE
(ver nota
sig.), p. 34, rechaza tal crítica del vers. 13.
19. H.
VAN DEN BUSSCHE,
Le texte de la prophétic de Nathan sur la dynastie davidique,
en
Eph. Theol. Loo.,
24 (1948),
pp.
354-394
y
en
Anal. Lovaniensia bibi. et orient.,
ser. 2, fasc. 7, Lovaina, 1948: criticado por M.
SIMON,
art. cit. nota precedente. Nótese
tamb ién que
A.
M. BRUNET, Le Chroniste et ¡es sources (Reo. bibl.,
60 [195 3],
pp.
481-508:
cfr.
pp.
504-505) es de un parecer bien distinto al de
VAN DEN BUSSCHE
sobre las mutuas
relaciones en tre II Sam .
y
1 Par. - J. L. Mc
KENZIE, S.
J.,
The Dynastic Oracle: 11 Sa-
muel 7,
en
Theological Studies,
8 (194 1),
pp.
187-218, discute el problema literario de
II Sam. 7, 1 Par. 17
y
Sal. 89
y
sitúa su composición en el siglo iv antes de Cristo;
demuestra que las tres recensiones han utilizado, cada una a su manera y libremente,
un relato original que data del reinado de David; el Sal. 89 es el que lo sigue con más
fidelidad en las partes que cita, aunque omite toda referencia al Templo.
20.
Van den Bussche señala en Sam., la tendencia a precisar y explicar
a adornar
también
el texto primitivo.
21.
Budde
y
Dhorme destacan al respecto, en el vera. 1, el modo de hablar de la
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PROFECÍA DE NATÁN
3
Y así entiende David las palabras de Natán (vers. 19)
En cambio,
el movimiento
y
la intención del texto en Par, están polarizados por
la siguiente idea
:
Tú quieres construirme una casa
no
serás
tú quien
la construirá,
sino tu hijo
(Salomón). La diferencia es total.
Ahora bien, la redacción de Samuel es, ciertamente, en cuanto
a lo esencial, anterior al exilio, puesto que su versión de la profecía
es la fuente de todo el mesianismo real
y
ha sido asumida por los
profetas
y
los salmos que han precedido o acompañado al exilio
La de Par., por el contrario, es largamente posterior al exilio
y
re-
Lieja la ideología teocrática consecutiva a la restauración, bajo la
influencia de Esdras: el libro está infinitamente más «construido»
ideológicamente que el de Sam.
;
desarrolla un ideal de teocracia
cuyo tipo es David
Según Par., David preparó todo lo concerniente
al templo salomónico
y
dio mandato a Salomón de realizar su plan
no sin haber determinado antes, hasta el menor detalle, toda la or-
ganización del culto
y del personal a él dedicado, desde los cantores
hasta los porteros (1 Par. 22, 2-26; 22, 28; 28, 1-20). Por todo ello,
debemos atenernos al texto de Sam. a pesar de sus retoques litera-
nos, ya que, en el fondo, traduce de manera más auténtica el gran
anuncio del profeta Natán.
Con referencia a los términos empleados, notemos que
casa co-
responde al hebreo
bet
(griego obto
, que significa la casa, el lugar
estable que uno habita;
tienda
corresponde a yen 'ah,
palabra rara-
mente empleada en tal sentido
25;
habitar
corresponde al verbo iasav
(véase nota 4 del cap. II)
;
residencia
corresponde a lesivti:
infinitivo
construido con sufijo pronominal de primera persona (literalmente:
el residir de
mí)
del mismo verbo
iasav.
Palabras muy simples, por
lo tanto, que no ofrecen ninguna dificultad.
Hemos visto ya que el movimiento de la profecía de Natán dibuja
esta línea: quieres construirme una casa; pero soy Yo, Yavé, quien
te construirá una. El paso del sentido de casa-habitación al sentido
22.
Igualmente el Sal.
9 ,
0-33.
23.
Is. I, 1
5.;
Jer. 23, 5; 33, 15; Ez. 34, 23;
7, 24; Sal. 89 (Vg. 88);
32 (Vg. 131),
que es tardío. Comp.
.
II Sam. 23, 5
Re. 2, 4; ,
5-26; I, 38.
24.
Cfr. A.
N O O R D T z K I ,
Les intentions du Chroniste,
en
Res'. bibl.,
49
(1940),
pp.
161-168.
25.
Su sentido normal es: tienda peluda, hecha con pelos de cabra, como las de los
beduinos.
L expression
yerz ah
our le tabernacle
ppartient á :
fr.
x.
6, .;
36, 8 s.; Núm. 4, 25», dice Dhorme, o. cit., p. 326. Pero aquí se trata del
habitat pro-
visional del arca conducida a Jerusalén, no de la tienda del éxodo. Los LXX han traducido
bien:
v 1tíow rç axvç, en
edio de la tienda.
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44
l, MISTERIO DEI. TEMPLO
de casa-linaje, en el que nosotros decimos todavía, por ejemplo, «la
Casa de Austria», es muy frecuente en la Biblia
» ,
y
está en la raíz
de la profecía de Natán. No porque éste diga expresamente que la
casa-linaje que Dios construya a David habrá de ser la casa-templo
de Dios
:
a esto se llegará, pero todavía no es el momento
De
momento Dios dice a David lo siguiente
:
no eres tú quien me dará
abrigo
y
me tratará magníficamente. No lo necesito ni tampoco he
pedido nunca una casa a Moisés o a los Jueces. Yo soy quien te tra-
tará magníficamente en tu descendencia
y
en tu (mi) pueblo, como
ya he comenzado a hacerlo en ti mismo, pues que te elegí cuando
guardabas ovejas para hacer de ti el jefe (el pastor) de mi pueblo
y
he estado junto a ti en todas tus empresas. Esta magnificencia que
mostraré contigo consistirá en la estabilidad (duración) para el pue-
blo y
para tu descendencia (vers. 10
y
s.).
Tal es el sentido inmediato del anuncio profético, el que David
entendió claramente, como se desprende de su extensa
y
bellísima
oración en acción de gracias (II Sam. 7, 18-29). El texto, empero,
expresa una ulterior intención, un segundo pensamiento. En efecto:
cuando Dios descarta la idea de David de edificarle un templo, mo-
tiva este casi rechazo en el hecho de no haber habitado en casa algu-
na desde el día en que hizo salir de Egipto a los israelitas, sino en
un campamento volante (literalmente
: iba
y
venía; forma reflexiva
del verbo
halaq,
ir) bajo una tienda
(ohel:
cfr. supra pág. 26 origi-
na) y bajo un cobertizo
(miskan »:
cfr. supra pág. 27 orig. . El
sentido de todo ello ya lo hemos visto más arriba
:
poco importaba
que Dios estuviera aquí o allá, lo que Él quería era
est r con su
pueblo.
Y puesto que este pueblo caminaba errante como los nóma-
26. or ejemp lo,
y al azar: Gén. 7, 1; Éx.
, 21 (con la nota B J);
9, 3; Núm. 18, 1;
Jue. (en donde las familias son llamada
bait
casa); I Sam 3, 12-14; II Sam. 2, 10; 3, 1
y
6 ;
12,
0
y l ;
Re.
,
4; 1 ,
8;
2, 9-20
; 4,
0 ;
er.
2, 5; ut 4,
1 ,
n donde el
paso de un sentido al otro se da en el mismo versículo.En el hebreo extrabíblico, cfr. p. ej.,
Docum ento de Dam asco, III, 1 9 . Com párese la expresión «casa de Israel» (jeremías, Ezequiel,
y passim) y,
en el N. T., Mt. 10, 6, 12-13, 25. Israel constituye la «casa» (=familia admi-
nistrada
y
dirigida por) de Dios:
úm. 12, 7; Os. 8,
; Jer. 12, 7; Heb. 3, 5-6.
27.
n este sentido interpreto la crítica
ue me hizo A. Gelin
a Ficha espiritual
de la A.C.J.F. n.o 18 (1949), en la que había explicado la profecía de Natán aproximando
los dos sentidos de la palabra «casa». Esta aproximación es obvia
y
fundada
y
está en la
raíz misma de toda la
profecía
pero no se sigue de ahí
inmediatamente
la afirmación de
Jo.
, 1. . .
28.
fr.
upr
.
7.
horme
eñala, p.
37, que
miskan
aparece asociado a
ohel
en Sal. 78, 60 (podría añadirse I Par. 6,
7),
y
que, en Ez. 25, 4, la palabra designa la
tienda del nómada.
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PROFECÍA DE NATÁN
5
das, ll habitaba con ellos bajo una tienda
2 9
Todavía no se habla
de que Dios esté
n los hombres: quiere estar con
ellos. Pero el
versículo 7 de nuestro texto
3 0 está muy próximo a algún pasaje de
los profetas en que se anuncia que no hay en verdad otro sacrificio
que el hombre mismo, próximo a textos como los siguientes:
«
Me
ofrecisteis sacrificios
y
presentes en el desierto en cuarenta años,
casa de Israel?» (Amós 5, 25); «Cuando yo saqué de Egipto a vues-
tros padres, no fue de holocaustos de lo que les hablé, ni lo que les
mandé» (Jer. 7, 22).
Que David, además de la promesa de un trato magnifico, por
la que da gracias, comprendió también profundamente que Dios que-
ría estar con su pueblo, creemos poder entreverlo a través de uno de
los episodios de su huida ante Absalón, episodio lleno de profundo
sentido religioso. Cuando el rey se hallaba junto al torrente Cedrón,
antes de iniciar la subida al monte de los Olivos, llegaron Sadoc
y
los levitas, llevando el arca de la alianza, dispuestos a acompañar a
David en su huida. Pero éste, en un gesto de delicadeza, de fe
y
de
amor, como si quisiera dejar a Dios que discerniera por sí en quién
se complace, manda volver el arca a Jerusalén
j.
Puede medirse la
profundidad a que ha llegado el espíritu de David a través de la fi-
delidad, la oración
y
las tribulaciones si se compara con una escena
de su juventud, cuando huyendo de Saúl vino éste a quedar a mer
cer de su mano
y
le respetó la vida por ser el ungido de Dios
y
signo
de su voluntad
¡
qué continuidad en las actitudes religiosas del
David joven que huye de Saúl,
y
del David viejo, que huye de Ab-
salón
-
avid había reprochado al rey, obsesionado
y
celoso, el
forzarle al destierro, de suerte ecía
que no pueda participar
en la heredad de Vavé, como si se me dijera: Vete a servir a dioses
ajenos» (1 Sam. 26, 19). David parecía compartir entonces la creen-
cia común, de la que tanto le costará a Israel desprenderse
erá
29 . l P. LAGRANCE
escribe felizmente (a continuación del texto ctado
supra, nota 45,
p.
3): Sebo 'histoire e l'A. .,
e
hoix
e
ieu est
rai
ire
econdaire. ieu
voulait
re
yee
es enfants
'Israf 1
orsqui'il st devenu
eur Dieu u
inai.
I
vait
done son habitation
armi ux. omme ils étaient nomades,
l habitait une tente sans
aucune attache á n lieu (Éx.
5, 8).
uand ls sont devenus sédentaires, Dieu a fait
choix d'un lieu pour
y
habiter»
(Le judairmc avant ¡.-C.,
p.
446). Veremos de qué ma-
tización es susceptible la última rase.
30.
Y en todo el tiempo en que anduve con los hijos de Israel, ¿he dicho yo palabra
a ninguno de los jefes de Israel, a quienes mandé que apacentaran mi pueblo de Israel,
de hacerme una casa de cedro?))
31.
1 Sam. 5 , 4
. ,
ue onviene
eer
hora.
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46
L MISTERIO DEL TEMPLO
menester para ello el destierro en tierra extraña
egún la cual
la divinidad estaba vinculada a un lugar determinado
n•
Ahora bien,
como ya hemos visto, el sentido profundo de la tienda del desierto
y
de la presencia de Dios (verbo hebreo
sakan,
que los LXX tradu-
cen por el griego
kataskenoun
[ver texto], habitar bajo la tienda)
es que Yavé es el Dios único
y
soberano
y
que, en consecuencia, no
está ligado, como los falsos dioses
y
los ídolos, a un lugar de-
terminado. Siempre es Yavé-que-ha-hecho-salir-a-Israel-del-país-de-
Egipto
n;
el Dios viviente, que está junto a su pueblo
i éste
es
verdaderamente
su
pueblo -, como Dios fuerte
y
salvador. Es
y
será
siempre el mismo que en la jornada decisiva del Sinaí, origen de la
constitución de Israel en pueblo de Dios, se reveló como «Yo soy el
que soy», expresión en la que el verbo, en modo
pihel,
tiene un matiz
causativo que evoca
al que «hace ser».
No serán pues los hombres los que construyan un templo a Dios;
Vavé se ha construido
mismo su templo al habitar, con una pre-
sencia que no puede por menos de ser soberanamente activa, en
medio de su pueblo. Desde luego, cuando Yavé responde a David:
no serás tú quien me construya una casa, seré Yo quien te la cons-
truya, anuncia implícitamente, al designar a la descendencia de Da-
vid como el lugar supremo en que se ejercerá su soberana genero-
sidad, que el templo que
se construya será esta misma casa de
David en la que su generosidad se manifestará en tan gran medida.
El sentido mesiánico del texto se halla naturalmente al término de
su explicación más obvia: prenuncia el reino de Dios mismo tal como
se realizará en Jesucristo. Mas este sentido no podía desvelarse cla-
ramente, al no estar todavía presente, sino
proféticamente.
Ahora bien, si David era profeta, lo mismo que Natán, Salomón
no era sino un «sabio»
y
su reinado, como se ha observado atinada-
3 4
mente, se distingue por la ausencia de actividad profética
La
32. Encontramos manifestaciones de esta creencia en la Biblia: cfr. en boca de David,
1 Sam. 26, 19; 1 Re. 20, 23 (en boca de los arameos); II Re. 5, 17 (en Naamán de Siria);
7 , 26
y
29 s. (en boca de los asirios a propósito de los colonos establecidos en Samaria);
Rut 1, 15 a 2, 12; Ez. 11, 51 (comp. quizá con 33, 24), por parte de los judíos que per-
manecieron en Sión después de la pérdida de la ciudad
y
de la deportación de sus élites.
Cfr. también la redacción del Edicto de Ciro, tal como la transmite Esdrás 1, 3
(comp.
e, 7, 15), y ver J.
PEDERSEN, i s r a C i
t. 111-1V,
pp.
632 s., 650.
- 33. Textos innumerables; la fórmula merecería un estudio. Cfr.
infra,
nota 27 del
iguiente capítulo.
34. Cfr. H.-M.
FhET,
Salomon ou k Mcssianisnse inconscient; la signification messia-
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PROFECÍA DE NATÁN
7
promesa de habitar entre los hijos de Israel, que Yavé le renueva
(1
Re.
6, 12-13: verbo
sakan),
Salomón la entiende como realizada
por la edificación del templo, que emprende hacia el 900 antes de
Cristo. Cree así realizar enteramente el anuncio hecho por Natán
a David. En la escena de la dedicación del templo, cuyo relato del
libro de los Reyes contiene muchos trazos originales y del que, cier-
tamente, no está ausente una auténtica grandeza religiosa, declara
Salomón:
((Bendito Yavé, Dios de Israel, que con su misma boca habló a David, mi
padre,
y
ha cumplido con su mano lo que había prometido, diciendo: "Desde
el día en yo saqué de Egipto a mi pueblo Israel, no he elegido ciudad de entre
todas las tribus de Israel para que en ella se me edificase una casa consagrada
a mi nombre, aunque elegí a David para que reinase sobre mi pueblo, Israel."
David mi padre, tuvo en su corazón edificar una casa al nombre de Yavé, Dios
de Israel; pero Yavé dijo a David, mi padre: "Tú tenias en tu corazón el deseo
de edificar una casa a mi nombre; has hecho bien en tener esa voluntad,
pero no edificarás tú la casa, tu hijo, salido de tus entrafías, edificará casa a
mi nombre." Yavé ha cumplido la palabra que dio. Yo me he levantado en el
lugar de David, mi padre,
y
m e siento sobre el trono de Israel, com o se lo había
anunciado Yavé, y he edificado la casa al nombre de Yavé, Dios de Israel. He
dispuesto u n lugar para el arca de la alianza de Yavé, de la alianza que hizo con
nu estros padres al sacarlos de la tierra de E gipto (1 R e. 8, 15-21; com párese con
II Par. 6, 4-11 y on referencia a la convicción que tenía Salomón de que
en él se cumplía la promesa hecha a su padre David —1 Re. 2, 24, 33).
Toda la profecía de Natán está citada en esta bella plegaria, pero
está como achatada, reducida a un hecho histórico susceptible de ser
medido por el hombre que se halla implicado en él. Resuena en ella
un acento semejante al que encontramos en las afirmaciones de teolo-
gía política de un Eusebio, teólogo, amigo y cortesano de Constanti-
no, en quien cree y proclama se ha realizado el reino de Dios . Siem-
pre será una tentación para los hombres el detenerse ante lo que
ven y tocan, el sentirse satisfechos pensando que la realización in-
mediata ha colmado ya la promesa de Dios: Abraham pensó por un
momento que la promesa que había recibido se había realizado en
Ismael (cfr. Gén. 17, 18); Josué da alabanza 'a Dios - era su deber
p. 127) señala que Salomón no tuvo profeta titular como lo tuvieron los
-otros reyes.
nique de Salomon:
cuadernos de
«Forma gregis»,
feb. y mar. 1951.
PEDERSEN
(Israil, 11 1-1V,
35. Para Salomón, cfr.
FñET,
loc. cit.; para Eusebio, que veía realizadas las profecs'as
en el Imperio romano, cfr.
E.
PETERSON, Dar Monotheismus als politirches P'roblesn, ú
n
Theologische Traktatc,
Munich, 1951, pp. 86 s.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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4 8
L MISTERIO DEL TEMPLO
hacerlo - por haber cumplido todas las promesas que había hecho
en favor de Israel
3 6
pero estas promesas permanecían abiertas a la
perspectiva de realizaciones más completas, que no habrían de lo-
grarse sino a través de una prolongada expectativa y de ineludibles
purificaciones
n,
únicamente los profetas - ésta es precisamente su
misión - apuntan hacia las perspectivas de desarrollo de lo que ha
sido dado sólo en germen y hacia las que se encaminan las promesas
para ser cumplidas en realizaciones sucesivas y sucesivamente reba-
sadas.
Hemos comprobado la existencia de dos sentidos y como de
un doble plano en la profecía de Natán: En primer lugar, y de ma-
nera más expresa, constituye el anuncio de un trato magnífico en
favor de David, con Dios hace alianza perpetua; pero también im-
plica una referencia al régimen de inhabitación de Dios, que está
siempre junto a su pueblo por una presencia soberanamente activa
y salvadora. Réstanos completar la explicación del texto viendo su-
cintamente qué suerte han corrido estos dos temas a lo largo de la
vida de Israel hasta el nacimiento de Jesús y el de la misma Iglesia.
En su primer sentido, el anuncio de Natán constituía una pro-
mesa de socorro, de prosperidad, de perennidad. Entre Yavé y David
se había pactado una alianza
3 8
que era para Israel la seguridad de
la intervención salvadora y de la bendición de parte de Dios. Parece,
incluso, que esta alianza ejerciera en los espíritus una presencia más
activa que las alianzas pactadas anteriormente con Moisés y con
Abraham Así, por ejemplo, hay en la historia de Israel, y muy
36.
Jos. 21, 43-45; 23,
14. Tal es, según
W. VI5CHER, el sentido del libro de Josué
(Les premiers prophétes,
Neuchte1
y
París, 1951,
p.
11).
37.
Atinada observación del P.
DE VAVX:
«Le Pentateuque n est pas complet en
lui-mme: il dit la promesse, mais pas la réalisation puisqu il s achve avant l entréc en
Terre promise. Ce n est point un hasard de eomposition littéraire, qui l aurait privé d unc
conclusion que certains cherchent dans le livre de Josué, c est paree que le Pentateuque
devait rester ouvert comme une espérance et une contrainte.. .» (Introd. al Génesis en la
Biblia de Jerusalén,
p.
23).
8. Cfr. II Sam. 23, 5; Sal. IB, 51 (II Sam. 22, 51); Sal. 89, 4, 29
y
35; Jer. 33, 21;
3, 26; Is. 55, 3 (Act. 13, 34); II Par. 6, 12
5.; 13, 5; 21, 7 s.
39.
Algunos historiadores de Israel, dando muestras de una excesiva desconfianza con
respecto a las tradiciones que transmiten la historia de Abraham y los hechos del éxodo
o del Sinaí, consideran la alianza pactada con David por el ministerio de Natán como el
punto de partida
histórico
más seguro para
la
reconstrucción de la historia nacional-religiosa
de Israel; según ellos, las anteriores alianzas pactadas con Moisés Abraham serían, en
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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PROFECÍA DE NATÁN 9
particularmente en la de Judá, toda una serie de referencias a la pro-
mesa de Natán: II Sam. 23, 5
y
Sal. 18, 51 (II Sam. 22, 51), que
dependen todavía de la historia de David; después, los salmos que
celebran de modo lírico los hechos consignados en II Sam. 6
y
7:
el salmo 132,
Memento Domine David,
cantado, a lo que parece,
para celebrar el aniversario del traslado del arca y, quizá, en el curso
de la fiesta real de Sión a la que nos referiremos un poco más ade-
lante °: «Ciertamente eligió Yavé a Si6n.
. . »
Otro tanto se puede
decir del salmo 89,
Misericordias Domini,
cuya redacción parece re-
montarse a los últimos años de la monarquía de Judá, al menos la
de la parte histórica del salmo
4 1 ,
a la que se han añadido, sin duda
después del exilio4 ,
una especie de introducción «sapiencial»
que
considera a Vavé no tanto como Dios activo en la historia cuanto
como presidente soberano del orden del mundo)
y
unas reflexiones
casi de desengaño, en las que, con un tono que roza el reproche,
el salmista recuerda a Dios la promesa que en tiempos hizo a David:
¿qué se ha hecho de ella? Como respuesta no hay sino una angus-
tiada llamada a Vavé, sin excesiva inspiración mesiánica, que concluye
en la plena certidumbre de la esperanza (vers. 39-52). En medio de
las tribulaciones de Jerusalén, los profetas reiteran a menudo la pro-
mesa de asistencia que Dios hizo a la dinastía davídica (Is.
16, 15;
37, 35); la alianza pactada por el ministerio de Natán constituye,
incluso, la base de un renovamiento de alianza que concluye con el
anuncio de una alianza nueva (Is. 55, 3, con la nota de B J). El
hecho histórico de David
y
de la promesa de Natán es asumido en
una perspectiva enteramente mesiánica. Se sitúa, en efecto, en el
origen del llamado mesianismo real, aquel en que la esperanza de
salvación, que anima toda la historia de Israel, se expresa con la
es-
peranza de un rey salvador, que procurará la restauración, la paz
y
la felicidad ».
40.
El P. J.
CALáS referiría dicho salmo más bien a la
edicación del
emplo por
Salomón:
e liare des Psaumes traduit et comsnenté, París, 936, t. 2,
. 511. Algunos
atribuyen al Sal. 132 una fecha más reciente (así, J. STEINMANN,
Les Psaumes,
París, 1951,
p.
57,
n. 1). Esta solución no se impone. Es posible, sin embargo, que la forma en que
está redactado el
Y.
12 suponga que los hijos de David no ocupan ya el trono de su padre.
41. Versículos 4-5
y
0-38.
fr.
supra anterior nota
5.
l
.
ALS
t.
,
p.
39)
piensa en el momento en que Joaquín,
ieto de Josías, arte
acia
a autividad:
a
realeza ha desaparecido, Jerusalén ha sido tomada
y
saqueada. Pero véase la anterior nota 19.
42. Cfr. TEINMANN,
.
it.,
p.
4 s.
43.
H.-J.
KRAUS, Die Konigsherrschaft... (cit.
infra),
pp.
0 s. Acerca del mesianismo,
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50
L MISTERIO DEL TEMPLO
El rey era el ungido por excelencia, el
rncisiah,
Mesías: el sal-
mo 2, que el libro de los Hechos atribuye a David emplea la pa-
labra, quizá por vez primera, en un contexto de mesianismo real e
incluso en una perspectiva escatológica de triunfo total y universal.
Es posible que en Amós, 9, 11-12, la perspectiva de restauración
sea más histórica y política que verdaderamente mesiánica Y en
el momento histórico en que va a desaparecer la realeza de Judá, es
cuando los profetas anteriores al exilio, Isaías, Miqueas, Jeremías,
proponen los grandes temas del mesianismo real.
Su primera gran enunciación puede datarse en el 735 por circuns-
tancias históricas precisas. Los reyes de Israel y de Damasco quie-
ren destruir el reino de Ajaz en Judá, porque éste rehúsa compartir
sus planes; avanzan amenazadores hacia Jerusalén. Es entonces
cuando Isaías se presenta a Ajaz, con la misión de darle seguridades
(Is. 7, 1-9). Y vuelve en seguida con el anuncio famoso de la señal
de Emmanuel (7, 10 ss.). Una vez más, el Dios que se dirigió en
otro tiempo a David por medio de Natán, responde a los senti-
mientos del rey con una generosidad divina. A Ajaz, mediocre here-
dero de David (cfr. II Re. 16, 3) cuya realeza amenazan hacer
desaparecer los dos reyes del Norte, y que no quiere pedir una señal,
Dios mismo le da esta señal : un niño nacerá de la virgen grávida.
Para que el hecho tenga valor de señal a los ojos de Ajaz y de los
habitantes de Sión es menester, a lo que parece, que el nacimiento
se produzca ante su vista. Por otra parte, puesto que Isaías da una
respuesta al temor de Ajaz de ver su linaje reemplazado por algún
príncipe sirio (7, 6), la señal anunciada debe expresar la certeza de
la continuidad para la estirpe de Ajaz, que es también la de David
(cfr. 38, 5); en una palabra, debe referirse, a título inmediato, a
y discusión de cada texto); M.-J.
LAGRANGE,
Le messianisme diez les Juifs,
Par ís , 19 09 ;
Le judasme avant Jésus-Christ,
1931;
L. DENNEPLLD,
art. Messianisme,
en D.T.C., t. 10
(1929), col. 1404-1568; L.
DURE,
Ursprung and Ausbau des israelitischen-jüdischen Heil-
serwartung,
Berlín, 1925; L.
CERFAUX, J. COPPENS, A. DESCAMPS, J. GIELET, B. RIGAUX,
L'attente du Mestie (Rech. bibi.),
París, 1954 (bibliografías); H.-M.
FÉRET,
L'économiç
providentielle dans la Révelation biblique,
en
Forma gregis, oct. 1952, nov. 1952, dic.
1952-ener. 1953.
4 4 .
Act. 4, 25. De ahí el decreto de la Comisión bíblica de 1 de mayo de 1910
(D enz. 2133).
4 5. El P.
CEUPPENS,
a pesar de citar dicho texto alguna que otra vez (p. ej., en
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PROFECÍA DE NATÁN
1
un niño de sangre real. Uno estaría tentado de pensar en Ezequías,
quien será, en efecto, el sucesor de Ajaz y, por su espíritu, un
verdadero hijo de David (cfr. II Re. 17, 3). Pero como ya lo observó
San Jerónimo, Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a
reinar (II Re. 18, 2), por lo que había nacido ocho o nueve años antes
de que Ajaz, su padre, comenzara a su vez a reinar, pues reinó die-
ciséis años (II Re. 16, 2). Resulta claro, no obstante, que más aún
que del niño anunciado, quienquiera que sea, se trata, por parte de
Dios, de mantener la promesa por medio de Natán y, por encima de
todos los desastres de Israel, de dar a la estirpe real de David esa
realización suprema que el profeta denomina «Emmanuel». Que este
anuncio rebasa toda realización histórica inmediata, puede verse por
sus mismos términos, que hacen presentir un nacimiento extraordi-
nario, así como por los oráculos subsiguientes, cuyo sentido mesiá-
nico y cuya ligazón con la profecía del Emmanuel son evidentes:
9, 5-6
y
11, 1-5. No se sabrá sino más adelante,
quién será verdade-
ramente el Emmanuel anunciado proféticamente
4 6
Los peligros se ciernen amenazadores sobre Judá, liberado de la
hostilidad efraimita por la conquista de Samaria, pero enfrentada
a los ejércitos asirios Entonces es cuando Miqueas anuncia, para
después de la tribulación, una restauración de todo Israel vinculada
a la función de pastor, que se ejercerá desde Sión: Miq. 4, 7-8. De
este texto es la expresión contenida en el anuncio del ángel Gabriel
a María : «reinará sobre ellos para siempre» (Luc. 1, 32-33). El
anuncio de Miqueas viene precisado aún más por un texto, cuyo me-
sianismo davídico es célebre y esplendoroso (5, 1-4) : ((Pero tú, Belén
de Efrata, pequeño para ser contado entre las familias de Judá, de
ti me saldrá quien señoreará en Israel...». Este anuncio profético
tiene lugar bajo el reinado de Ezequías, en un momento en el que
el rey de Judá había sido humillado por Senaquerib (II Re. 18, 14-
16); es, según hemos visto, el contexto del salmo 132.
Jeremías multiplica las proclamaciones de mesianismo real con
referencia a la estirpe de David. Anuncia, por una parte, la destruc-
46. Cfr. W.
VI5cHER, La prophétie d'Emmaauel et la féte royale de Sion,
en
Etudes
the'ol. et relig., 29 (195413),
pp.
55-97.
El autor relaciona, por una parte, II Sam.
7, 9'
(también 1 Re. 1,
37; II, 38;
Sal.
89, 21-22, 25)
con la misma palabra de Enmanuel (estar
con),
y
por otra, II Sam.
7,
1 4 (ser hijo) e Is. 9, 5-6; Sal.
2, 7
(ser engendrado). Sobre la
profecía del Enmanuel, además de
CEUPPENS,
o. cit., ver J. COPPENS, La prophétie de la
'Almah,
en
EpA. Theol. Lovan., 28 (1952),
pp.
648-78
y
en
L'auentc du Messie
p á g i -
nas
39-50
(bibliogr.).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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52
L MISTERIO DEL TEMPLO
ción de la casa de David (21, 11 s. ; 22), pero, por otra, anuncia tam-
bién que, aún debiendo ser Dios mismo el Pastor de Israel (teocra-
cia), Él suscitará a David un vástago auténtico, pastor perfecto para
su pueblo: 23, 1-8. La palabra
semah, vástago, germen, es desde
entonces un término técnico para designar al Mesías, mediador de
salvación . Véanse también 17, 25
y
30, 9, de perspectiva escatoló-
gica. La restauración anunciada se refiere, por tanto, al oráculo de
Natán. Mas, salvo en un pasaje (33, 14 s.) que no es de Jeremías, sino
posterior al exilio , el tema procedente de II Sam. 7 es separado
por Jeremías del procedente de II Sam. 6; cuando el profeta de la
derrota y de la destrucción evoca el arca y la Presencia que a ella
estaba vinculada, es sólo para decir (3, 15 s.) que, después de la
restauración nadie se preocupará más del arca perdida y que tam-
poco se construirá ninguna otra. Y sin embargo, «Jerusalén será
llamada: el trono de Vavé». Tendremos ocasión de ver, en el siguien-
te capítulo, a qué idea, esencialmente profética, responde tal enun-
ciado.
Ezequiel habla de manera análoga, pese a haber aparecido, por
sus capítulos 40 a 48, como inspirador e, incluso, como ordenador
de una restauración cultual centrada en el Templo. Igual que Jere-
mías, anuncia una restauración en la que Dios mismo será el Pastor
de su pueblo: 34, 11-31. Parecería que ha de ser la Presencia amante
y activa de Yavé la que ha de asumir en adelante la función real
(«Conocerán entonces que yo, Yavé, estoy con ellas [las ovejas].. .»);
sin embargo, Ezequiel añade una expresa referencia a la promesa
davídica : «Suscitaré para ellas un pastor único, que las apacentará.
Mi siervo David, él las apacentará». (34, 23; cfr. 27, 24-25).
De esta manera, el tema del mesianismo real permanecía vigente,
incluso después de la desaparición de la realeza davídica (i véanse los
libros de Paralipómenos ). Volvería, además, a encontrar una ilus-
tración concreta y como una realización histórica en la restauración
posterior al exilio, en la persona de Zorobabel, descendiente de David
(Esd. 1, 8): «Te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, mi siervo,
47.
((Germen de David»: Jer. 23, 5; 33, 15; Apoc. 5, 5. «Germen» simplemente:
Zac. 3, 8; 6, 12. Cfr. ya Is. 4, 2
y,
con otra palabra, II, 1, 10.
48. Perspectiva cultual
y
prolevítica, con asociación del poder principesco
y
del sacerdocio,
que nos traslada al ambiente de Zacarías. El punto de vista pro-levítico es posterior al
exilio: Ezequiel no lo comparte todavía (Ez. 44, 10-14), mientras que el Cronista está
imbuido de él: cfr. G.
VON RAU, Das Geschichtsbild des Chronstischen Werkes,
Stuttgart,
1930,
pp.
81 s., 88 s.
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PROFECÍA DE NATÁN
3
dice Yavé, y te haré como anillo de sello, porque yo te he elegido,
dice Yavé Sebaot» (Ag. 2, 23).
Lo que de esta forma anunciaba Ageo, lo dice su contemporáneo
Zacarías de forma más explícita en su capítulo 6, vers. 11 a 14, en
donde se trata ciertamente de Zorobabel, nombre que algunos exege-
tas introducen en lugar del que escribe el texto con constante fir-
meza, el de «Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacerdote» (6, 11). Zaca-
rías se ha referido anteriormente a dicho Josué (Jesús) : 3, 6-10
5 ° .
Vavé le confiará el cuidado del Templo, por cuya reconstrucción
velará RI mismo. Y así como Samuel había consagrado e ((introdu-
cido» a David, como Juan Bautista bautizará e «introducirá» a Jesús,
Yavé introducirá ante Josué, ante los sacerdotes y el pueblo, a su
servidor Germen.
Tal nombre, como hemos visto, era una expresión técnica para
designar al Mesías. Lo volvemos a encontrar en Zac. 6, 12, en un
texto de contenido manifiestamente mesiánico, que reproduce, ex-
presamente aunados, los temas de los capítulos 6
y
7 de II Sam.
descendencia y templo. El texto, tal como ha llegado hasta nosotros,
lleva todavía el nombre de Josué, sumo sacerdote, pero se refiere
ciertamente a Zorobabel, e incluso los exegetas que no efectúan la
substitución del nombre llegan al mismo resultado corrigiendo, en
el vers. 11, la expresión «en la cabeza de Josué» por la de «ante
Josué» He aquí la continuación del texto:
49.
A sí K . M A RT S ,
Dodckapropheten erkldrt, 1904,
p.
420; L. DENNEFELO, art.
Messia-
nisme, D.T.C.,
t. lO (1929), col. 1486; A. GELIN, en
Bible de férus.
50.
«6 El ángel de Yavé conjuró a Josué, diciendo: Así habla Yavé Sebaot. 7 Si
andas por mis caminos y eres fiel a mi ministerio, administrarás también mi casa
y
guar-
darás mis atrios, y yo te daré puesto entre éstos que están aquí. 8 Escucha, pues, Josué,
sumos sacerdotes, tú y tus compañeros que se sientan delante de ti. Sois varones de pre-
sagio. He aquí que yo hago venir a mi siervo "Germen". 9 La piedra que yo he puesto
ante Josué, una sola piedra con siete caras, la labraré yo mismo, yo mismo haré en ella
su escultura, dice Yavé Sebaot, y aquel mismo día quitaré de la tierra la iniquidad.»
Algunos exegetas colocan el vers. 9a entre el vers. 7
y
el 8; así, las promesas del vers. 7
se refieren al Templo,
y
la piedra colocada ante Josué es el Templo. Así H. SCHMIDT,
Das vierte Nachtgesicht des Propheten Zacharia,
en
Zeitsch. f. alttl. Wiss.,
1936,
pp.
48-60;
H. J0NXE R,
Die Zwolf Kleinc Propheten, 2, Hálfte. Bonn, 1938,
pp.
133-34; así también
A. GELSN, en B J. Quizá la leyenda judía ulterior de que en el templo post-exílico ya no
se encontraba el arca en el Santo de los santos, sino que había sido reemplazada por una
piedra en la que el mismo Yavé había grabado su nombre santísimo, proviene de este
versículo 9.
51.
Así A. VAN HOONA CKER,
Les douze petits prophétes, París , 19 08,
p.
632; A. RáGNIER,
L e re'alisme dans les symboles des prophétes, en
Rey. BibI.,
32 (1923), p. 402: citados por
CEUPPENS, o. cit., p. 457, que adopta la misma actitud. - Así traduce también NÁcAR-
C O L U N G A .
N. del T.)
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54
L MISTERIO DEL TEMPLO
«Y dile: Así habla Yavé Sebaot, diciendo: He aquí que el varón, cuyo
nombre es Germen,
y
del cual se producirá germinación, edificará el templo
de Yavé, se revestirá de su majestad, se sentará
y
dominará en su trono,
y
el
sacerdote se sentará
n su
olio,
y
habrá
ntre ambos consejo de paz»
(vv.
2
y
3) «.
Se da a Zorobabel el nombre de Germen porque es descendiente
de David, representante del linaje (casa»), elegido especialmente
por Dios (Ag. 2, 23)
y,
con estos títulos, depositario de la promesa
hecha a David por el ministerio de Natán: «Él es quien (re)construirá
el templo de Yavé»
:
a título inmediato e histórico, es de Zorobabel
de quien se trata, de igual modo que Salomón, en la inmediata pers-
pectiva histórica, era hacia quien apuntaba el anuncio del profeta
Natán. Proféticamente, sin embargo, el texto apunta evidentemente
hacia el Mesías: es él quien cumplirá el anuncio profético, cuyos
términos están manifiestamente abiertos a un futuro indeterminado
(allí donde él está, germinará algo» : B J); es él, quien en realidad
de verdad construirá el templo de Dios, misteriosamente vinculado a
la descendencia de David.
Este texto de Zacarías, que es el primero en la tradición proféti-
ca desde Natán que vincula de forma tan expresa el Templo
y
el
mesianismo real, es también el último anuncio profético del mesia-
nismo real, al igual que Zorobabel, protagonista del mismo, es el
último descendiente de David que tiene un lugar importante en la
historia de Israel. «La realeza davídica ha llegado a su fin, mas
hela aquí exaltada en el mismo momento en que el linaje real torna a
entrar en el pueblo para purificarse entre esos «anawim» (los «po-
bres» de Israel) entre los que un día nacerá Cristo» tra represen-
tación del Mesías se había dado ya a la luz en el tema del Siervo de
Vavé de la segunda parte de Isaías (y quizá también en algunos sal-
mos). Una tercera figura, la del hijo del hombre, será propuesta en
el cap. 7 de Daniel. Las tres imágenes
ey davídico, Siervo do-
liente, hijo del hombre
e encontrarán reunidas en Jesucristo.
Pero será sobre todo bajo estas dos últimas imágenes, reunidas en el
misterio de su Pascua, que Jesús (re)construirá el templo mesiánico
y
realizará el anuncio hecho a David por Natán, tal como tendremos
52.
E l
utor
e aparta
e la
iblia
e
erusalén,
ue
igue l exto
riego,
ara
aproxim arse m ás al texto hebreo. No sotros nos hem os atenido a la versión de
NÁCAR-COLUNGA,
que coincide sensiblemente con la propuesta por el autor.
(N. del T.)
53.
A .
GEuN
atr. 1 Aggéc, Zacharic, MaLZChiC,
p. 8, en B J.
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PROFECÍA DE NATÁN
5
ocasión de ver más adelante. Cuando en el Apocalipsis, uno de los
Ancianos muestra a Juan quién ha conseguido la victoria, «el León
de la tribu de Judá, el Vástago de David», es un Cordero lo que ve
Juan, «un Cordero que estaba en pie, como degollado» (5, 5-6).
La tradición católica reconoce un sentido mesiánico cuando me-
nos al versículo 24 de la profecía de las Semanas de Daniel (9, 23-
27)
in que hayamos de entrar aquí en la discusión e interpreta-
ción de este difícil pasaje, recojamos al menos, al término de nuestra
investigación sobre la suerte que ha cabido al mesianismo davídico
en la tradición profética, el anuncio hecho a Daniel por el ángel de
la Anunciación: «Setenta semanas están prefijadas sobre tu pueblo
y
sobre tu ciudad santa para acabar con la prevaricación, para dar fin
a los pecados
y
para expiar la iniquidad
y
traer la justicia eterna,
para sellar la visión
y
la profecía
y
para ungir un santo de los san-
tos.»
o es que estas últimas palabras hayan de designar la per-
sona del Mesías (el Cristo)
;
en la Escritura designan habitualmente
una realidad, una cosa, no una persona
5 6 •
Se trata, en todo el conjun-
to del versículo, de la obra
y
del orden mesiánico: obra
y
orden que
seran coronados
y
como recapitulados en la unción de un santo de
los santos, es decir, de un santuario. Se trata de un anuncio profé-
tico, mezcla de precisión
y
vaguedad, unido a otras afirmaciones
que son también, en su conjunto, excesivamente precisas
y
suficien-
temente obscuras para dar lugar a discusiones. No obstante, como
ocurre en otros anuncios proféticos, su misma vaguedad, unida a una
suerte de ensanchamiento, a la vez impreciso e inmenso, de las
perspectivas, conduce, más allá del hecho histórico anunciado
in
duda la purificación
y
dedicación del templo después de las abomina-
me-
lones de Antíoco Epifanio
una perspectiva propiamente me-
sianica, que otros pasajes iluminan de manera decisiva (cap. 7).
Daniel, empero, no hace alusión en ninguna parte a la realeza
y
a
las promesas davídicas, a pesar de su devoción por la casa de Dios
54 . Cfr.
EUPPENS,
.
it.,
.
07.
55. Trad. francesa (seguida por el autor), de
CRAMPON,
alvo que
ste escribe:
el
santo de los santos». Igual hace el P. DE MENASCE (B J, aparecida después de la redacción
del
texto).
56.
CEUPPENS,
. 493, con cita de Éx. 9, 36 s.; 30, 26 s.; 40, s. odría añadirse
Ez.
43,
2, etc. Salvo excepción, quizá, de 1 Par.
3,
3, en donde el santo de los santos
designa, ndudablemente, a Aarón
sus
ijos, ino a las cosas santísim as)), omo
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56
L MISTERIO DEL TEMPLO
y por Jerusalén. Aporta al pueblo de Dios, sin embargo, un mensa-
je formulado en términos de reino. Por una parte, Dios juzga, hace
y deshace los reinos de la tierra; por otra, su obra de salvación es
en sí misma un reino, cuyo origen es celeste y que el misterioso
((Hijo del hombre» comparte con los «santos del Altísimo» : cfr. 7,
9-27; comp. con 2, 44 y 8, 24 Es sabido cómo tales temas han
sido reasumidos por el ángel Gabriel en la Anunciación a María
(Luc. 1, 32-33), por Cristo y por la Iglesia apostólica. Tampoco esta
vez se hace ninguna alusión al mesianismo davídico: el Hijo del
hombre de Daniel viene de lo alto. Si Cristo es hijo de David, ver
i-
ficándose así la promesa hecha a Natán, lo es según la carne (Rom. 1,
3; Mt. 1, 1), pero es también Hijo de Dios y su verdadera realeza,
como potencia salvífica, le viene de lo alto, así como su sacerdocio,
el cual es según el orden celestial, tipificado en Melquisedec. Si el
mensaje mesiánico de Daniel se expresa en términos de reino, se
trata de un reino que viene de lo alto, el de «los Santos del Altísimo»
su Mesías ya no es el rey davídico, sino el Hijo del hombre tras-
cendente, que viene también de lo alto. Esta idea del Mesías, junto
a la del Siervo doliente, es la que Jesús asumirá, procurando eludir
la de «hijo de David» en la medida en que podía suscitar en los es-
píritus judíos la esperanza de una restauración política
Muchos
episodios del evangelio (el «secreto mesiánico», cfr. Mt. 9, 27-30, etc.
la
discusión con los fariseos: Mt. 22, 41-16; comp. con Mc. 12, 35-37;
Luc. 20, 41-44) se explican por la citada preocupación.
Las invocaciones dirigidas a Jesús bajo el título de «hijo de
David», los testimonios rabínicos del siglo
II, que reproducen pro-
bablemente una tradición más antigua, en fin, un famoso texto de
los Salmos de Salomón que nos acerca hasta el año 48 antes de
Cristo
,
demuestran que la esperanza mesiánica se manifestaba,
aún en tiempos del Evangelio, bajo la forma del mesianismo real
davídico. Así pues, no nos admira que el ángel Gabriel formule su
anuncio a María en términos llenos de alusiones a la profecía de
Natán
60:
57.
Con respecto a los «Santos», cfr. Is. 4, 2-3.
58. Ver A.
DESCAMPS,
Le mesnanisme royal,
en
L'attcnte da Messie,
Pp.
57-84.
59.
Sal. 17, 4
y
2 1-45; dr. M.-J.
LAGRANG»,
Messianis ne
pp. 230
5.; Judaisme ev.
J.-C.
pp.
1 5 3
s. Para los testimonios rabínicos, cfr. STRACK-BILLERBECK, t.
1
p.
525; LA -
ORANGE,
Messianisme
p.
263.
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P R O F E C ÍA D E N A T Á N
7
II Sam . 7 .
uc. 1, 32-33.
v. 12 Suscitaré a tu linaje, después de
ti, el que saldrá de tus entrañas, y
afirmaré su reino. (y. 14) Yo le seré
a él padre,
y
él me será a mi hijo.
y. 16 b. Tu
trono
será estable por la
eternidad.
y. 16 a. Permanente será tu casa y
tu reino
para siempre ante mi rostro.
y. 13 Yo estableceré el trono de su
reino para siempre.
Cuanto más se leen los relatos de la infancia de Jesús del Evan-
gelio de San Lucas - la Anunciación, el nacimiento de Juan Bau-
tista, el cántico de Zacarías, la visitación y el cántico de María, la
presentación en el Templo y el cántico de Simeón - más crece
la admiración ante la asombrosa continuidad de estos textos con res-
pecto a los relatos y temas del Antiguo Testamento. Las palabras
del ángel reanudan la línea del mesianismo real, a la que añaden,
sin embargo, una nota procedente de Daniel (cap. 7: tema del Hijo
del Hombre). Será menester que esta línea del mesianismo real se
entrecruce con la del mesianismo del Siervo doliente para que con-
duzca al término previsto. Pues no será formalmente el hijo de María
ni el hijo de David quien constituya el templo mesiánico; será el
Hijo del hombre, muerto y resucitado, el Siervo inmolado como cor-
dero pascual y surgiendo victorioso de la muerte, como tendremos
ocasión de ver muy pronto.
Mas antes de que el doble tema de II Sam. 6 y 7 halle su reali-
zación en el Cristo y en la Iglesia, era necesario que el segundo sen-
tido contenido en la intervención de Natán y que, según vimos, co-
lumbró ya David, alcanzara su desarrollo en la historia y en el alma
de Israel. Dios, ciertamente, había elegido a Sión para habitar en
ella, y esta elección era definitiva. Pero Él quería estar y estaría allí
donde se encontrara
su
pueblo. Su Presencia era, pues, fundamental-
mente idéntica al ejercicio de su realeza, por la que configuraba y
salvaba a un pueblo que era el suyo. Así, la unión entre ambos te-
mas, Presencia de Yavé y realeza, que estaba inscrita desde el prin-
cipio en la conjunción de los capítulos 6
y
7 de II Sam., que se volvía
Él será
grande
y l lam ado
Hijo del Altísimo, y
le dará
el Señor el
trono
de David, su padre,
y reinará
en la casa de Jacob
por los
siglos
y
su
reino
no tendrá fin.
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58
L MISTERIO DEL TEMPLO
a encontrar en el Salmo 132 y en numerosos pasajes proféticos
61
abocaba en una identidad. En definitiva,
Dios mismo,
por una inha-
bitación como reinado, realizaría la promesa hecha a David. Esto es,
efectivamente, lo que acontece en Jesucristo, por la Encarnación del
Hijo de Dios. ¿ Cuáles han sido las etapas seguidas por la Revelación,
cuyo carácter progresivo es tan notorio?
Hemos advertido cómo la Inhabitación de Dios y el hecho de la
dinastía real davídica estaban estrechamente ligadas. Lo estaban en
la intención de David, quien quería hacer de Jerusalén el lugar don-
de todas -las tribus se congregaran ante Vavé y, a la vez, la residen-
cia del rey; lo estaban en el fluir de los acontecimientos y en la
lógica profunda que conducía desde el traslado del arca al propósito
de edificar un templo, a la intervención de Natán después y a la
promesa de una dinastía perpetua ; lo estaban en la realización in-
mediata en Jerusalén, por obra de Salomón, tanto de un reinado glo-
rioso sobre todo Israel como de un templo magnífico; lo estaban,
finalmente, con toda probabilidad, en una celebración cultual, po-
siblemente anual o al menos ocasional, de la doble presencia en Sión
de Yavé y de la dinastía real.
Esta idea de una fiesta real de Sión, cuyo punto de partida ha-
brían sido los dos hechos consignados conjuntamente en II Sam. 6
y 7, ha sido propuesta por H. J. Kraus con apoyo de una serie de
razones que la hacen, cuando menos, verosímil. Kraus rechaza la
suposición hecha por S. Mowinckel y seguida por algunos exegetas,
sobre todo no católicos , segun la cual habría existido en Israel,
ya antes del exilio y especialmente después de él, una fiesta anual
de entronización de Yavé, a la que se referirían los salmos reales
postexílicos, 96 a 99. La hipótesis no cuenta con ningún apoyo bí-
blico positivo, salvo la existencia de salmos que cantan el reino de
Vavé, e invoca a su favor la existencia de una fiesta de igual géne-
61.
Cfr. Os. 3, 5; Jer. 30, 9; Ez. 34, 23-24.
62.
H.-J. KR A U S, Die K3nigsherrsc/saft Gottes im A. T. Untersuchungen z. den Liedera
von Jabees Thronbeistcigung (Beitr. z. Hist. Theol.,
13), Tubinga, 1951;
Gottesdienst ja
Israel. Zur Geschichte des I.aubhüttenfestes (Beitr. z. evang. Theol.,
19), Munich, 1954.
e sigue,
p.
ej., VISCHEE (citado supra
n. 46).
63. S.
M O W I N C I C E L Das
hronbcsteigung
Jahwa's und der Urs prung der Eschatologie,
Christiana, 1922. Cfr. H. SCHMIDT,
Die Thronfahrt Jabees am Fest der Jahrcswcnde im
alten Israel,
1927; H.
RIESENFELD,
Jésus transfiguré, 1947. Críticas de la tcsa: H.
SNAITH,
The Jewes New Ycar Festival: its Origins and Developmcnt, Londres, 1947; J. DE FRAINE,
L'aspcct religieux de la royaute' israélite,
Roma, 1954; ver también
Rey. bibi.,
1950,
p.
298;
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PROFECIA DE NATAN
9
ro, que se celebraba a la llegada del nuevo año en el ritual babilónico.
Kraus, por el contrario, infiere de algunos textos históricos (1
Re.
8;
12, 32-33; II Re. 23, 1-3)
y
de ciertos salmos (132; 78, 65-72; 24,
7-10; 2; 72; 89) la existencia de una fiesta celebrada el primer
día de las fiestas de los Tabernáculos, es decir, a la entrada del
otoño, que conmemoraba
y
renovaba la alianza concluida entre Yavé
y
David al elegir Yavé a Sión como lugar de residencia
y
al vincular
a tal elección la elección definitiva de la dinastía real surgida de
David. Era, pues, verdaderamente una fiesta real de Sión, de la
elección de Sión como ciudad real a la vez que como Habitación
de Dios.
Después del exilio ya no había dinastía davídica
y
tampoco había
lugar a una fiesta de la realeza de Sión. Por el contrario, los descen-
dientes de la nobleza judía, antaño conducida a la cautividad, se
veían liberados por una intervención divina en la que se había m a-
nifestado, de manera esplendorosa, el carácter universal del sobe-
rano poder de Yavé, que reinaba sobre toda la tierra. Es entonces
cuando fueron compuestos
y cantados los salmos que celebran el
reino trascendente de Yavé (Sal. 47; 93; 96-99), que respiran el
ambiente espiritual
y teológico de los capítulos 40
y
ss. de Isaías.
Basándose en los textos de Neh. 8
y
Sal. 50, 51
y
95, Kraus admite,
para el período posterior al exilio, la existencia de una fiesta, no
ya de la realeza de Sión,
5flO
únicamente de la realeza de Yavé en
Sión, fiesta celebrada el día primero del mes Tisrj, es decir, el pri-
mer día del año judío. Su contenido era siempre la doble realidad
de la realeza
y
la inhabitación de Dios en Sión, objeto de la alianza
concertada con David, a la que siempre se hacía referencia (Is. 55,
3): era el mismo contenido que el del misterio de Sión. Pero la rea-
leza celebrada era ya la de Yavé, el verdadero salvador de su pueblo:
Jerusalén era «la ciudad del Gran Rey»
64,
y
este rey era Yavé que,
a la vez, habitaba
y reinaba en ella. De hecho, muchos de los salmos
del reino de Yavé celebran también su Habitación en su santuario
(Sal. 93, 5
;
96, 6, 9
;
99, 5).
La construcción de Kraus incluye, ciertamente, una parte de
conjetura; supone, en particular, la referencia
cultual,
en primer
64.
t.
, 35.
STRACK-BILLERBECK (1,
333-34) no da ningún paralelo judaico o rabí-
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60
L MISTERIO DEL TEMPLO
lugar, de los relatos históricos de II Sam. 6
y
7
y
de 1 Re. 8
y
luego,
principalmente, de los salmos del reino de Yavé, textos que pueden
leerse perfectamente al margen de tal hipótesis . Es menester re-
conocer, sin embargo, que la hipótesis da perfecta cuenta de los
textos, que no los violenta
y
que escapa a la comparación artificiosa
a que recurría Mowinckel. Nos parece que armoniza bastante bien
con lo que la serie cronológica de los textos nos da a conocer sobre
el destino que han tenido en Israel las ideas surgidas del hecho
conjunto del traslado del arca
y
de la profecía de Natán. Aunque el
mesianismo real permaneció en los espíritus hasta la misma época
del Evangelio, se vio ampliamente desbordado por la idea del reina-
do de Dios Por Sí mismo.
La política divina va de los anuncios pro-
féticos
y
las promesas a un cumplimiento pleno, rebasando, si ello
es necesario, las realizaciones provisionales
y
precarias. La doble
realidad de la Inhabitación de Dios
y
de la realeza tutelar había en-
contrado su realización en Sión en el Templo
y
la monarquía davídi-
ca, hasta el punto de que el rey ocupaba, en cierto sentido, el trono
real de Yavé (cfr. 1 Par. 28, 5). Mas he aquí que una misma catás-
trofe, la del año 587, había destruido el Templo
y
el trono. Como
ocurre con tanta frecuencia en la Biblia, ello había sido, a la vez,
un castigo de Dios
y
una gracia: un castigo por la infidelidad pasa-
da
y
la condición para una más alta realización. Después del exilio
habrá una restauración del Templo, pero sin el arca sobre la que se
asentaba Vavé,
y
no habrá, sin embargo, una restauración real.
Por el contrario; se producirá la transferencia a la realeza sal-
vadora de Dios mismo de la fe que se tenía en el Mesías davídico,
y esto, hasta tal punto, que la persona del Mesías juega un escaso
papel en el tema postexílico del reino de Dios
y
en sus desarrollos
escatológicos
6 6
En realidad, también, el tema real
y
el tema de la
Inhabitación podían reunirse e identificarse, sobre todo si se llegaba
expresamente a la idea de que Yavé está allí donde reina, idea que,
como veremos en el capítulo siguiente, está en el fondo del pensa-
miento profético sobre la Presencia de Dios.
65. Cfr.
A. FEUILLET,
Les psaumes eschatologiques do Rgne de Yahvé,
en
Nouv. Rey.
théol.,
7 3 (19 51),
pp.
244-260, 352-363. F. discute en la p.
247
esta referencia cultual.
66.
Cíe.
BOUSSET,
Die Religion des Judcntums,
Tubinga, 1926, p. 222;
LAGRANGE,
o. Cit.;
para el judaísmo, cfr. J. BONSIRVEN,
art.
Judasme,
en Dict. de la Bible. Supp.,
t. 4,
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PROFECÍA DE NATÁN
Conforme al plan general de Dios, sin embargo, no sólo ha habi-
do una transferencia
y
un desbordamiento, sino también cumpli-
miento. Para ver hasta qué punto
y
con qué precisión lo ha habido,
es necesario avanzar más allá del Antiguo Testamento hasta la re-
alización efectiva en Jesucristo
y
en la Iglesia, su cuerpo, de la
profecía de Natán. El Cristo es, evidentemente, más que David
(cfr. Mt. 12, 3-6)
:
desde el Antiguo Testamento, un mesianismo
trascendente
y
celeste, vinculado al misterioso personaje del Hijo
del hombre, se había situado junto al mesianismo davídico. Mas,
aun viniendo de lo alto, el Cristo será verdaderamente hijo de David
Y realizará de forma asombrosamente precisa la promesa hecha a
éste. Así lo mostrará la catequesis apostólica
y
la apologética pri-
mitiva, relacionando de múltiples maneras la historia de Cristo a
la historia de
avid
, especialmente,
l
pisodio contenido en
II Sam. 7.
El salmo 2, atribuido a David, decía de la consagración real:
«Yavé me ha dicho: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado yo.»
Con toda justicia observan algunos al respecto, que en el antiguo
Oriente el rey poseía el rango de «hijo de Dios», por lo que no creen
necesario aducir textos paralelos. Otros autores
y
lgunos de los
anteriores
-
e refieren a II Sam. 7, 14, a Is. 9, 5
y 6
ncluso,
a los que se podría añadir el Sal. 89, 27. Las palabras «padre», «hi-
jo»,
engendrado»,
o tienen
a misma
ensidad
n os extos
citados
y
los pasajes de la epístola a los Hebreos que hacen referen-
cia a los mismos (1, 5; 5, 5), les dan, a su vez, una plenitud de
sentido que, evidentemente, no conocía el Antiguo Testamento. Nos
autorizan, no obstante, a establecer entre II Sam. 7, 14
y
la Encar-
nación del Hijo de Dios una continuidad real que sólo nuevas
revela-
ciones
nos podían esclarecer, pero que, conociendo ya el término,
podemos reconocer desde el primer anuncio. Del uno al otro ha
habido, ciertamente, un rebasamiento, pero también es cierto que
se ha llegado al cumplimiento del primero: Cristo es el verdadero
David, es, pues, verdaderamente David,
y
San Pedro puede argu-
mentar, partiendo de un salmo atribuido a David, para mostrar que
éste hablaba de un otro yo, el Mesías,
y
que anunciaba misteriosa-
mente la resurrección de Jesús
6 8
La perspectiva de Pedro es muy
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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62
L MISTERIO DEL TEMPLO
interesante para nuestro estudio: el cuerpo de la pascua de Cristo
es el cuerpo de David y en él se cumple, finalmente, la profecía de
Natán. Convendrá recordarlo cuando comprobemos cómo el mismo
Jesús ha hecho consistir precisamente en su cuerpo sacrificado y
resucitado después a una vida celeste, el misterio del nuevo y ver-
dadero templo. En una palabra: en la Encarnación y en la Pascua
del Hijo de Dios-Hijo del hombre es en donde se realiza, más allá de
su alcance histórico inmediato, el sentido pleno de II Sam. 7.
Esto es lo que nos parece que percibió y sugirió San Esteban,
aunque no se refiera expresamente a la profecía de Natán como tal,
en el admirable discurso que precipitó su condenación. Por esta
razón, anticipándonos al desarrollo cronológico y a la exposición
que haremos de la teología de la Iglesia apostólica, nos detendremos
en ello por un momento.
Luego de unas discusiones vivísimas con los judíos de habla
griega, Esteban fue arrebatado por sus adversarios y conducido ante
el Sanedrín. «Presentaron testigos falsos que decían: Este hombre
no cesa de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley;
y nosotros le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este
lugar y mudará las costumbres que nos dio Moisés» (Act. 6, 12-14).
La acusación formulada contra Esteban se centra exactamente sobre
la cuestión del templo y sobre el régimen de la religión mosaica. Con
una acusación semejante y con análogos testigos dio comienzo el pro-
ceso en que Jesús fue condenado
69,
y, como se ha observado frecuen-
temente, el paralelismo prosigue hasta el final : Esteban, el primer
discípulo mártir, es condenado a muerte y muere como su maestro °.
Ahora bien, en el gran discurso que pronuncia ante el Sanedrín,
Esteban desarrolla muy claramente su pensamiento con respecto al
templo. Convendrá releer el texto del discurso (Act. 7, 2-53) '.
69.
Mt. 26, 59-61 Me. 14 55-59.
70. Comparar Act.
7, 56-57 con Mt.
26, 62-66;
Me. 14, 60-64; Le.
22, 67-71. 0
Act.
7,
59-60
con Le.
23, 46
(Sal.
31, 6),
Le.
23, 34.
71.
Sobre el discurso de Esteban ver, además de los comentarios al libro de Actos,
F. J.
F O A C K E S , J A C K S O N ,
Stephan's speec/s jo Acto, en
Journal of Bibi. Literature, 49 (1930),
pp. 283-86;
PHYTHIA N -AD A MS, o. cit., pp. 145-168;
M. SIMON,
Saint Stephan and Me
Jerusalem Temple,
en
Journ. of Eccles. History, 2 (1951),
pp.
127-142
y
el art. cit.
supra
u. 18; C.
CHARLIER,
Le manifeste d'Étienne,
en
Bible et Vie chrét., n.°
(nov. 1953),
pá-
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PROFECÍA DE NATÁN
3
La
factura del mismo parece, a primera vista, algo extraña. Este-
ban recorre ampliamente la historia de los
magnalia
Dei
de todo lo
que ha hecho Yavé por Israel: la historia de Abraham (con mención
cuidadosa de la circuncisión), la de José, la de Moisés especialmente,
contra quien le habían acusado de blasfemar (Act. 6, 1); mas,
reiterando un tema suficientemente atestiguado por la Escritura, Es-
teban muestra también que los israelitas no han cesado de manifes-
tarse llenos de incomprensión
y
reticencia, de infidelidad incluso,
hacia Moisés
y
hacia Dios. El Dios de que habla Esteban es, cierta-
mente, el mismo del que venimos hablando, el Dios-que-ha-hecho-
salir-a-Israel-de-Egipto. Cuando Esteban llega a este punto, declara
su pensamiento sobre el templo (vv. 44-50)
y
después, bruscamente,
corta el relato y, encarándose directamente con sus jueces
y
acusado-
res, les dice: «Duros de cerviz e incircuncisos de corazón
y
de oídos,
vosotros habéis resistido siempre al Espíritu Santo. Como vuestros
padres, así también vosotros.
¿
A qué profeta no persiguieron vuestros
padres? Dieron muerte a los que anunciaban la venida del Justo, a
quien vosotros habéis ahora traicionado
y
crucificado, vosotros, que
recibisteis por ministerio de los ángeles la Ley
y
no la guardasteis»
(7, 51-53). Y así acaba. Se tiene la impresión, al leer en nuestros
días este texto, que al discurso de Esteban le falta equilibrio, si
no es que está truncado. Pero no ocurre nada de eso: Esteban ha
dicho precisamente lo que quería decir. Con una lucidez perfecta,
que nos permite contemplar en este mártir inspirado a un verdadero
genio teológico, ha puesto en claro aquello de que se le acusaba
y
ha
formulado netamente el pensamiento de la Iglesia cristiana acerca
del templo
y
la Presencia de Dios. Para mejor entenderlo, conven-
drá transcribir los versículos 44 a 50 en que se tratan ambos temas:
((Nuestros padres tuvieron en
l desierto la tienda del testimonio, según
la habla dispuesto el que ordenó a Moisés
que la hiciesen conforme al modelo
que había visto. Esta tienda la recibieron nuestros padres,
y
la introdujeron
cuando con Josu6 ocuparon la tierra de las- gentes, que Dios arrojó delante de
nuestros padres;
y
así hasta los días de David, que halló gracia en la presencia
de Dios
y
pidió hallar habitación para el Dios de Jacob. Pero fue Salomón quien
le
edificó una casa. Sin embargo, no habita el Altísimo en casas hechas por
mano de hombre, según dice el profeta
Is.
66, 1-2)
S an A gustín m uestra el a lcance m esiánico de la profería de N atán
(De Civ. Dei, XVII, 8:
P. L. 41, 540-42)
y
del Sal. 88 (Vg. 89:
bid. c.
9 a 3, col . 54 2-547 ) , pero no d esarrolla
allí el tema del Templo.
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64
L MISTERIO DEL TEMPLO
Mi trono es el cielo
y la tierra el escabel de mis pies;
¿qué casa me edificaréis a mí, dice el Señor,
o cuál será el lugar de mi descanso?
¿No es mi mano la que ha hecho todas las cosas?»
Si bien no ha mencionado expresamente la profecía de Natán,
Esteban considera que este episodio,
marcado Por
el rechazo de Dios,
tal como lo han interpretado los profetas,
constituye el punto deci-
sivo de toda la historia de la Inhabitación de Dios o del Templo.
Entre este rechazo, según interpretan los profetas, y la realidad de
Jesucristo, que representa la abolición del régimen antiguo y la ins-
tauración de un nuevo régimen de Presencia, no se da para Esteban
ninguna otra etapa decisiva : ¿No se ha dicho, acaso, que los profe-
tas han sido los primeros cristianos? En todo caso, éstos así lo han
entendido, como lo prueba toda su argumentación frente a los judíos.
Sobre la nueva realidad positiva de la Presencia de Dios en los
tiempos mesiánicos, el discurso de Esteban, tal cual se nos ha trans-
mitido, no es demasiado explícito. Con todo, contiene una afirmación
verdaderamente decisiva : el Altísimo no habita en casas hechas por
mano de hombre (Texto griego pág. 66 orig.). Se suelen citar, a
propósito de dicha expresión, textos paralelos del Antiguo Testa-
mento en los que el calificativo «hecho por mano de hombre» se apli-
ca siempre a los ídolos y siempre con matiz peyorativo
7 2
Pero los
textos verdaderamente paralelos se hallan en el Nuevo Testamento,
y lo es en particular la afirmación por la que acusan a Cristo y por
la que, al igual que Esteban, será condenado : «Yo destruiré este
templo, hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro
que no será hecho por manos humanas.» (Mc. 14, 58) . Entre el
«hecho por mano de hombre» de Esteban y el del Antiguo Testamen-
to está toda la realidad del Cristo y el hecho de la Pascua, que estu-
diaremos detenidamente en su lugar ; entonces se nos revelará clara-
mente todo el aspecto positivo del pensamiento de Esteban. Nos ha
72. Así Dom. J.
DUPONT,
Biblia de Jerusalén,
ja loco,
con referencia a Lev. 26, 1,30;
Ls. 2,11; lO, 11; 16, 12; 19, 1; 21, 9; 3, 7; 46, 6, etc. Podría añadirse Is. 17,
s.---
A .
PINCHEILE,
Ste/ano e ji Tempio «non manufatto)), en Ricerche Religiose, 2 (1926),
pp. 326-336, intenta establecer la equivalencia:
xtpoit =
ídolos = vano, inútil. Su
sentido sería que no hay diferencia sustancial entre el Templo de Jerusalén
y
los templos
paganos.
73.
Cfr. también, Act. 17, 24; Heb. 9, 11, 24; infra
p.
152.
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PROFECÍA DE NATÁN
5
parecido, no obstante, que era de sumo interés completar con el tes-
timonio de la naciente Iglesia la explicación de la profecía de Natán,
que se nos manifiesta como representando una etapa decisiva en la
revelación
y
la realización
—
ambas cosas están ligadas entre sí
—
del designio adoptado desde un principio por Dios de habitar entre
los
hombres.
Después de todo lo dicho, la profecía de Natán ¿equivale a una
repudiación del Templo? ¿Manifiesta una hostilidad hacia el mismo
principio de una inhabitación de Dios en un lugar determinado, en
donde se le podría encontrar de manera cierta
y
casi exclusiva?
Si, responde la mayor parte de los exegetas, siguiendo a Wellhau-
sen. No, respondía recientemente S. Mowinckel, qu
en denunciaba
en la interpretación de Wellhausen la consecuencia de la hostilidad
protestante
y
racionalista contra el culto externo
or nuestra
parte, no quisiéramos hablar de hostilidad hacia el Templo si por
ello se ha de entender una tendencia psicológica
y
moral puramente
humana, de modo parecido a como, en un país democrático, puede
existir hostilidad contra la democracia, o como, en un país monárqui-
co, puede haber hostilidad contra la monarquía. Las cosas están si-
i-
tuadas en nuestro caso en un nivel
y
en un orden profético. Dios
dice por medio de Natán: No quiero yo templo, un poco como María
diría al ángel: Yo no conozco varón. Veremos en el capítulo siguien-
te qué es lo que significa esta negación profética, que encierra un
si
en el mismo momento de ser pronunciada
y
que representa, en
realidad, no tanto un rechazo cuanto una dialéctica de exceso
y
re-
basamiento.
*
Llegamos ahora, después de haber presentado la explicación pro-
fética del gran anuncio de Natán hasta el mismo San Esteban, a la
consideración del sentido positivo
y
bendito de la obra de Salomón,
del templo construido por él
y
de la ideología sacerdotal del Templo
V
de la Presencia de Dios, que posteriormente se desarrolló en Israel.
Tres puntos, principalmente, merecen nuestra atención:
1.0
la forma
en
que se presenta el mismo hecho de la construcción del Templo;
2.° el sentido de la construcción de un templo material; 3.° la reli-
74 .
atanforjet:elsen, II, 5am. kap. 7,
en
Suensk Exegetisk larsbok,
12 (194 7),
pp.
220-
229:
it. por M.
SIM0N,
rt. cit. de
a
Rci'. Hist. Phil. clig.
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1, MISTERIO DEI, TEMPLO
g i ó n d e l T e m p l o
d e l a P r e s e n c i a d e D i o s e n S i ó n , s u r g i d a d e l a
e a l i z a c i ó n s a l o m ó n i c a . R e s e r v a r e m o s e s t e ú l t i m o p u n t o p a r a u nr e v e e s t u d i o d e l t e m a d e l T e m p l o e n e l j u d a í s m o c a p . V ) ,
p r o -
u r a r e m o s a q u í d e c i r a l g u n a s p a l a b r a s s o b r e l o s d o s p r i m e r o s .
.
odo de presentar el hecho mismo de la construcción del
Templo.
—
M u c h o s h i s t o r i a d o r e s d e I s r a e l c u l t i v a d o r e s d e l a e x é -
e s i s c o m p a r a d a e s t a b l e c e n u n p a r a n g ó n e n t r e e l r e l a t o d e l a c o n s -
r u c c i ó n d e l T e m p l o p o r S a l o m ó n
l o s c o r r e s p o n d i e n t e s r e l a t o s q u e
r e s e n t a n l a s d i s t i n t a s r e l i g i o n e s o r i e n t a l e s
:
e n é s t o s c o m o e n a q u é l
b s e r v a n u , s e d a
l m i s m o e n c a d e n a m i e n t o
e e p i s o d i o s e n -
e n t e a a s e g u r a r a l a i n i c i a t i v a d e c o n s t r u i r u n t e m p l o l a c o n s a g r a -
i ó n d e l m i s m o C i e l o l a a u r e o l a d e l m á s p r e s t i g i o s o o r i g e n : s u e ñ ov i s i ó n e x p l i c a c i ó n d e l s u e ñ o o d e l a v i s i ó n p o r a l g ú n s a b i o u h o m -
r e i n s p i r a d o , r e v e l a c i ó n , a v e c e s , d e l p l a n o m o d e l o , i n s t r u c c i o n e s
e t a l l a d a s d i m a n a n t e s d e l g r a n i n i c i a d o r d e l a c o n s t r u c c i ó n , a y u d a
p o r t a d a p o r a l g ú n p o d e r o s o g l o r i o s o p e r s o n a j e .
l p a r a l e l i s m o e s , e n b a s t a n t e s a s p e c t o s , j u s t i f i c a d o , y a q u e n o
s c l a r e c e d o r : e s c i e r t o q u e s e p u e d e n o b s e r v a r t o d a s e s a s c o n s t a n t e sn l o s r e l a t o s b í b l i c o s t a n t o l o s c o n c e r n i e n t e s a l t a b e r n á c u l o d e l é x o -
o , c o m o a l t e m p l o d e S a l o m ó n
s
;
t e m e m o s , n o o b s t a n t e , q u e l a se m e j a n z a s i m p i d a n r e c o n o c e r l a s d i f e r e n c i a s , m u c h o m á s p r o f u n -
a s
d i v e r s a m e n t e s i g n i f i c a t i v a s , q u e d e b e n s e r t e n i d a s e n c u e n t a
n e l c a s o d e l o s t e m p l o s s u m e r i o s o b a b i l ó n i c o s , p o r u n a p a r t e ,
e n e l d e l t e m p l o d e J e r u s a l é n , p o r o t r a .s e x t r a o r d i n a r i a m e n t e n o t a b l e q u e l a B i b l i a n o d é a l t e m p l o
e J e r u s a l é n u n o r i g e n c e l e s t e d e t i p o l e g e n d a r i o ; t a m p o c o a l a r e a -
e z a , c o n l a q u e e l t e m p l o e s t á t a n e s t r e c h a m e n t e v i n c u l a d o e n l a
o l í t i c a p r o v i d e n c i a l m e n t e c o n d u c i d a d e D a v i d S a l o m ó n . N a d a
75.
Ver, p. ej., A. JEREMIAS,
Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients, 2.•
ed.,
Berlín,
1906, p. 53; Das Orientalische Heiligtum,
en
Angelos, 4 (1932), pp. 56-69
(cfr.
pp.
61 s.);
LAMBERT,
Les traditions littéraires chez les Sumériens et les Accadiens, Congreso
Francés de Arqueología B íblica, abril
1954;
cfr.
Reo. de Théol. et de Philos., 1954, pp. 141
parangón con la historia de Gudea, que erige un santuario en Lagash). — Puede aceptarse
como lo hace L Art sacré, jul.-ag.
1955, pp. 22-23),
de todos estos relatos de construc-
ciones de templos según indicaciones celestes, la idea de que toda obra requiere una inspi-
ración y procede del Espíritu, sobre todo la que es sagrada. Pero esto es una interpretación
moralizante, al estilo de Filón...
76.
Sobre el tabernáculo del éxodo, cfr.
supra
cap. II, n. 28. —
Sobre el templo
salomón ico, cf r. I Par.
28, 11 s.
(modelo dado por David); I Re.
7, 13 s.; II
Par.
2 s. (cola-
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EL TEMPLO DE SALOMÓN
7
hay en ello de mito religioso, con resonancias cosmogónicas, al esti-
lo
de las leyendas religiosas sumerias o babilónicas. En este aspee-
to, las múltiples aproximaciones expuestas por A. Jeremias cfr. su-
pra, nota
74
reiteradas por su hijo J. Jeremias en una media
docena de estudios
carecen en buena parte de base en lo que se
refiere a la Biblia, de la que, por lo demás, apenas se pueden citar
textos se recurre sobre todo a textos rabínicos, si no talmúdicos). Ya
se trate de la institución del Templo como de la realeza, todo procede
de una iniciativa humana: es David quien concibe la idea de cons-
truir un templo, es él quien escoge el lugar
no Dios, por algún
signo milagroso cfr. 1 Re. 8,
16
que prenuncia incluso el discurso
de Esteban en Act.
7 ,
49), es Salomón o David, según el Cronista
de Par.) quien traza los planos... Pero, al mismo tiempo, Yavé in-
terviene: de la misma manera que ratificó
consagró la institución
real, rechazada en un principio por el ministerio del profeta Samuel,
así también consagra
ratifica la construcción del templo, desechada,
en cierta manera, por boca del profeta Natán, como en las ocasiones
grandes
solemnes, el fuego desciende del cielo
consume los sacri-
ficios en la dedicación del templo de Salomón
Es la señal del be-
neplácito de Dios. Este beneplácito se manifestará también sobre
todas las bendiciones, de las que el Templo será como la fuente
por las que suspirarán todos los espíritus piadosos de Israel. El Tem-
plo será como la santidad de Dios establecida en medio de su pueblo:
como aquella era la referencia decisiva de todo el destino de este
pueblo, así lo será también el mismo templo. Por su relación a él
se situara
toda la vida de Israel desde el aspecto de su relación a
Dios, de su fidelidad o infidelidad: esto es lo que encontraremos
en el fondo de la predicación profética en lo que concierne al Templo;
este es, en particular, el sentido de la gran visión inaugural del
ministerio de Isaías cap. 6), que se desarrolla en el Templo. Desde
su Templo, Yavé juzga
conduce a su pueblo
e modo igual a
como lo había hecho, en tiempos de Moisés, desde la tienda del tes-
77.
En particular, olgotha,
926.
78. II Par. 7, 1.
fr., durante el éxodo, Lev. 9, 24 comp. c. 10, 2), para la con-
sagración de Aarón
y
do sus hijos; después, el sacrificio del padre de Sansón Jue. 13, 20),
l
de David sobre la era de Ornan (1 Par. 21, 26), el de Elías sobre el Carmelo (1 Re. 18, 38),
a renovación del
uego sagrado en el templo
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68
L MISTERIO DEL TEMPLO
timonio. El Templo sucede al tabernáculo del éxodo, y no en vano
los redactores de los distintos relatos tradicionales que forman la
trama del Pentateuco han proyectado sobre la tienda del éxodo di-
versos datos procedentes del Templo salomónico. El templo, lo mis-
mo que el tabernáculo del desierto, cobijaba el arca, que era' como
el trono de Yavé y desde la que Vavé manifestaba su voluntad. Así,
David había podido decidir la construcción del Templo y Salomón
la ejecución de su plan, en realidad de verdad todo venía de Dios.
La iniciativa más decisiva, la de conceder su Presencia, procedía
toda de l, no de un hombre.
El Templo era un don de Dios
8
Ni David ni Salomón, ni ningún rito sacerdotal, ni ninguna inquie-
tud profética habían «apresado» su santa Presencia o provocado su
venida
8
Dios permanecía en su soberanía y toda comunicación suya
a su criatura continuaba siendo una gracia.
De este modo se conjugan en la construcción del Templo dos tra-
zos aparentemente antinómicos, pero que cualifican toda la historia
de Israel como historia santa : una plena trascendencia de Dios que
se afirma sobre una historia plenamente humana. Una vez más, nos
hallamos en este punto bien lejos de las cosmogonías y relatos de
fundaciones «religiosas» del Oriente no bíblico : tales cosmogonías
no saben explicar el mundo si no es introduciendo en él la presencia
y la vida de los dioses, no logran ser nunca sino capítulos de una
mitología sagrada
8
Ni se deja al mundo en su verdadera naturale-
za profana de mundo, ni los dioses son verdaderamente trascendentes
mezclados éstos con los diversos elementos del mundo, pueden ser
captados por diversos ritos «religiosos». Bien distinto es el Dios de
Israel, Yavé el Dios viviente. RI no está
inmerso
en un mundo, va-
gamente sagrado; le es totalmente trascendente, lo ha creado me-
diante su Palabra; además, ese mundo es, en sí, un mundo natural,
profano. Mas, en ese mundo natural y profano, en la historia plena-
mente humana de los hombres, el Dios vivo y trascendente intervie-
ne, soberana y libremente. El pueblo que t.1 ha escogido vive una
80.
Punto felizmente destacado por
M. SCHMIDT,
cit. nota precedente. Cfr. A. SCHLAT-
TER, cit. por M. RAMSEY, T/ic Giory of God,
Londres, 194 9 ,
p.
60.
81.
El episodio del Carmelo en la historia de Elías es extraordinariamente significativo al
respecto: 1 Re. 18
16 s. Oposición entre los esfuerzos vanos de los profetas de Baal, que
multiplican sus gritos, gesticulaciones, incisiones sangrientas, y la oración simplicísima de
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EL TEMPLO DE SALOMÓN
9
historia plenamente humana, en la que los hombres viven, deciden
y
actúan según su naturaleza
y
voluntad de hombres. Pero ese mun-
do, ese pueblo
y
esos hombres son todo lo que son bajo la dependen-
cia del Dios vivo, de su voluntad libre
y graciosa. Así se aúnan una
palabra trascendente de Dios
y
una plena inmanencia de ese mismo
Dios en una historia plenamente humana. Estos dos trazos, que cua-
lifican toda la historia de Israel
y
están vinculados a su especificidad
más profunda, se encuentran enlazados de modo significativo en la
historia misma de la construcción del Templo, que es, a la vez, una
historia plenamente humana, no un mito «religioso»,
y
un don,
una graciosa iniciativa del Dios trascendente de Israel.
2.°
l
sentido de la construcción de un templo material.
le-
mente de Alejandría ha escrito, a propósito de Salomón, una página
que atribuye al rey Sabio una inteligencia del misterio del templo
que quizá éste no tuvo, pero que ilumina, como lo hicieran los pro-
fetas, la realidad misma de Salomón
y
del templo que construyó:
«Salomon, hijo de David, segun el libro de los Reyes, comprendió que la
construcción del verdadero templo no era solamente celeste
y
espiritual (pneu-
matiken:
t.
g. orig. p. 71), sino que concernía ya al cuerpo carnal (sarka: íd.
71) que el hijo
y
Señor de David (cfr. Mt. 22, 41 ss.) debía construir (oiko-
domein: íd. p. 71), sea por su presencia personal aquí abajo, en donde había
decidido e rigir com o u na estatua anim ada, sea por la Iglesia, nacida de la reunión
obrada por la fe. Salomón se pregunta, pues, expresamente,
((Si
es cierto que
Dios habitará con los hombres sobre la tierra)) (1 Re. 8, 27
=
II Par. 6, 18).
Ahora bien, habita sobre la tierra cuando se reviste de carne,
y
su morada con
los hom bres se da cuand o se realiza la unión
y
el acuerdo en tre todos los justos,
pues que de ellos se sirve para elevar un templo santo. Pues tierra son los justos
por mientras permanecen en el mundo terrestre
y
si se les compara a la gran-
deza del Señor. Coincide todo esto con lo que el bienaventurado Pedro afirma
sin vacilación: "Vosotros, como piedra vivas, sois edificados en casa espiritual
y
sacerdo cio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, acepto s a D ios por Jesu -
cristo" (1 Pe. 2, 5). Y de su cuerpo, que en toda su dimensión material le está
consagrado como un lugar henchido de la divinidad en la tierra (enzeon:
t.
g.
p. 71), el Señor ha dicho: "Destruid este templo,
y
en tres días lo levan-
taré. Replicaron los judíos:
uarenta
y
seis años se han empleado en edificar
este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? Pero Él hablaba del templo
de
su cuerpo" (Jn. 2,
9 - 2 1 >
83
83.
ragmento del
Contra :uda:zantes:
P. G. 9, 768-69; cd.
STAEHLIN,
en G.
5.,
t. 3,
pp.
218-19. Trad. Ci.
MONDSERT,
A propos do Signe do temple. Un texte de Clément
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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70
L MISTERIO DEL TEMPLO
Una vez más, nos hemos adentrado en la interpretación profética-
cristiana de las cosas. No obstante, se nos ha propuesto una nueva
idea, asaz destacable. El anuncio hecho a David, interpretado por
la tradición profética, estaba todo él proyectado hacia el futuro: el
futuro histórico de la monarquía en Israel y ci futuro mesiánico. El
alma profunda de la tradición profética lo constituía la idea, con
la que nos familiarizaremos en el siguiente capítulo, de que la in-
habitación de Dios es esencialmente estar con su pueblo, en su pue-
blo. Muy pronto diremos nosotros: en los hombres, en el hombre
mismo. Esta es la trayectoria de vida de todo el designio de Dios. Su
realización se llamará Jesucristo, el Hijo del hombre. Mas también
podemos integrar en la misma trayectoria la realización salomóni-
ca del templo, inmediata secuencia histórica a la palabra de Natán.
Esta realización aporta un valor propio.
Significa, en efecto, que la
Presencia y habitación de Dios en el hombre no será puramente
«espiritual» ; poseerá no sólo signos sensibles, sino también y pro-
piamente, un cuerpo. Y del mismo modo que el sentido profético
de una inhabitación de Dios en el hombre apuntaba hacia Jesucristo
y los fieles, así la realización histórica del anuncio en Salomón, como
sucesor de David, y por Salomón, como constructor del templo,
apunta hacia Jesucristo y los fieles, es decir, hacia la Iglesia. Todo
anuncia la Encarnación, por la cual «habita en Cristo toda la pleni-
tud de la divinidad corporalmente» (Col. 2, 9) - la Iglesia no es
sino el Cuerpo de Cristo (Col. 1, 18; 2, 19; Ef. 1, 23; 4, 12)—. La
palabra definitiva de la economía de la Presencia divina sobre la
tierra es una presencia corporal ». La referencia salomónica de
nuestra profecía significa claramente la exclusión de una Presencia
o de una Inhabitación simplemente subjetivas. Antes bien, el plan
de Dios es de realizarlas de una forma histórica, colectiva e insti-
tucional.
84. Cfr. la expresión de OETINGER (citada por M. SCHMIDr,
Prophet and Tempel, p. 167):
«Das Ende der Wege Gottes ist Leiblichkeit.s
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CAPITULO IV
La presencia de Dios
y
los profetas'
A)
CTITUD DE LOS PROFET S CON RESPECTO L TEMPLO Y SU CULTO
Los autores protestantes han abusado ciertamente del tema, erigido
sistemáticamente en principio de interpretación, de la oposición en-
tre el sacerdocio
y el profetismo: los profetas, según tal interpreta-
ción, habrían sido enemigos del Templo, del sacerdocio, del culto
externo
. Hoy día se vuelve a una apreciación más exacta de las
cosas
3 .
Numerosos estudios han subrayado la relación positiva
y
1.
Se trata de los profetas escritores, a partir de Amós (después del 750).
2.
Prejuicio protestante banal: ver, p. e., el cap. de W. MoNon
Dii
protesiantisme,
París,
928,
pp.
7 s.) titulado Le
protestantismes hébreu.
bras científicas en que
puede
ncontrarse la tesis de una oposición por parte de los profetas al culto
a los
sacrficios:
. O.
E. OSTERLEY
y
Th.
.
OBIN5ON,
Hebreuj Religion,
is Origin and
Development,
Londres, 930;
.
ELLIN, sraelitisch-jüdische Religionsgeschichte,
eipzig,
1933;
.
OLZ,
ie radi1ale Ablehnung der
ultreligion
urch
ie alttestamentlichen
Propheten,
en
Zeitschr. f. Syst.
heol.,
937,
pp.
63-85,
Prophetengestalten des 4lten
Testaments,
Stuttgart, 938; . Loas,
es prop/létes d'lsrael et les débuts dii judaisme,
París, 1935; N. H. SNATTH,
The Prophets and Sacrifice and Salvation,
en
The Expository
Times
(1946-1947),
p.
52-153;
.
h.
YATT,
Phophetic Religion,
Nueva York,
947,
cap. VII; L.
K5HLER,
Theologie des Alten Testaments,
2.
d., Tubinga, 1949,
pp.
170 s.;
183 s .;
tc.
3 . sí W.
IcnRoDr,
heologie des Alten
est.,
Leipzig
933 ; .
d., Berlín,
1949, pp. 182 s.;
. C.
WELCH,
Prophét and Priest in OId Israel,
Oxford, 1936, reimpr.
1953;
H. H. ROWLBY,
The Religious value of Sacrifice,
y
The Prophets and Sacrifice, en
The Expository Times
(1946-47),
pp.
69 - 7 1
y
3 0 5 - 3 0 7 ;
H. WHEELER
OBINSON
Hebrew Sa-
crifice and Prophetic Symbolism,
en
Joum. of Theol. Stud.,
43 (1942) ,
pp.
129-39 ;
J.
E.
Co-
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 72/335
72
L MISTERIO DEL TEMPLO
frecuentemente muy explícita de los profetas con el Templo: en el
fondo,
ninguno
de ellos está en contra del Templo
y
todos lo consi-
deran, lo mismo que a Sión, como el lugar de Ja morada de Dios
.
Hay quien llega más lejos todavía: a partir de los estudios de S. Mo-
winckel sobre los salmos (1923), muchos exegetas consideran que los
profetas pertenecían a una especie de asociaciones vinculadas al cul-
to, en particular al culto del Templo; se ha especificado así una
nueva idea o categoría, la de los profetas cultuales, a la que se busca
un apoyo en usos paralelos de los cultos orientales,
y
en la cual al-
gunos autores quisieran ahora hacer entrar a todos los profetas
Sin duda, esto es excesivo, es como una moda frente a cuya influen-
cia es conveniente mantenerse en guardia
6 •
Sin necesidad de hacer a todos los profetas miembros de asocia-
ciones vinculadas a un lugar de culto, sería fácil destacar numerosos.
testimonios suyos de una actitud positiva con respecto al Templo,
como lugar de la Presencia de Dios. Para todos ellos, el Templo o
la montaña de Sión es el lugar que Yavé h' escogido para estable-
cer su morada (para que more su Nombre, su Gloria) '. Si algunos
L E I t A N ,
T, ic
Prophets and Sacrifice,
en
Theoi. Studies,
5 (1944 ) ,
pp.
411-43 8 ; S. JELs.IcoE,
The
Prophets and the Cultas,
en The Expository Times,
60 (jun.
949) ,
pp.
256 s. (estos dos
últimos autores ofrecen una interpretación de los célebres texto, de Amós 5, 25
y
Jeremías 7
21
s.); H. W. HERTZBERG,
Die prophetische Kritik am Kult,
en
Theol. Literaturzeit., 7 5
(1950), col.
19-26 (reproduce también
os textos); . PLdGER, riester und Pro phet,
en
Zeitschr. J.
ittesti.
iss.,
63 (1951) ,
pp.
57-192;
. C. CA RPENTER,
Priest and Prophet,
Londres
953; etc.
emos leído asimismo una tesis, entonces inédita, del P. Th. CHARY,
O. F. M.
Le culte dans la Litiérature prophe'tique exilien nc et
ostexilienne),
defendida
en la Universidad Católica de Lyon en
952.
ste trabajo ha aparecido,
espués de la
redacción del nuestro,
e:
Les
e e
i'Exil
on el título
rophtes et
ulte artir
Bibi.
théol.),
arís
y
Tournai, 955.
4. Esta es
a
onclusión,
.
j.,
e J.
E D E R S E N ,
srael,
.
11-1V, assim
p.
j.:
p. 559; ver también
pp.
15-117 (sobre los sacrificios).
5.
Ver documentación en O. EISSFELDT
Tice
Prophetic Literature,
en
Tice
Oid
Testa-
mees: and Moderes Study. A Generation of Discovery and Research,
cd. por H. H. ROWLEY,
Oxford 951,
p.
15-161: fr.
p.
19-126
y
46-147.
6. E I S S F E L D T ,
st.
it., .
59.
7. Amós,
ue pronuncia requisitorias contra os
antuarios
e Efraim
de Jud,
nada dice contra el Templo e Jerusalén
y
ye a Yavé rugir desde Sión (1,
) ;
ara
Oseas,
l Templo es la casa de Dios (9, 8); Isaías no nombra explícitamente al Templo
de Salomón sino en
u cap. 6; para él, empero, Dios reside de tal manera en Sión (2,
3; ,
8)
ue es
(Yavé-Sebaot-que-reside-en-el-Monte-Sión»:
,
8, en donde la expre-
sión es un participio:
gualmente Joel, 4,
7 ;
ara
iqueas, cfr. 3,
1; 4, 7; ara Jere-
mías, que ra de familia acerdotal, cfr.
,
9 ;
4,
9 ;
7 ,
2;
1,
2;
tc.,
y
cfr.
Bar. 2, 26
y
también las Lamentaciones. Para Ezequiel (que era sacerdote), los profetas del
exilio (Is. 4 , 0 ; an.
, ; , I)
y
los de
a restauración (Ageo,
acarías), es inútil
indicar referencias. -
er aún Hab. 1, 20; Abd.
7; JI. 4,
7 ;
8 , 21.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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LOS PROFETAS
3
profetas (Amós, Sofonías, Nahum
y
quizá Habacuc
y
Abdías) no
hablan expresamente del Templo, ello es un hecho que hay que en-
juiciar tomando en consideración la brevedad de
sus
textos y, sobre
todo, el carácter peculiar de
su
experiencia
y
su
misión profética s.
Isaías no menciona apenas expresamente el templo salomónico
si no
es en la célebre Visión consignada en el capítulo 6, en el curso de la
cual recibe
su
consagración profética. Mas
qué perspectivas abre
ante nosotros este admirable texto sobre la mística de la Presencia
de Yavé en
su
Templo Vavé aparece como rey (6, 1
y
5) ,
y
como
revestido de una santidad trascendente:
los
serafines, es decir,
los
«ardientes», no pueden soportar
su
vista
y
se cubren el rostro. El
Dios Santo exige un pueblo santo, e Isaías, sintiendo profundamente
su
impureza, que es la de todo Israel, experimenta la necesidad de
ser purificado. Es purificado, en efecto, mediante una brasa tomada
de sobre el altar: la santidad viene de Vavé, asi como el juicio, pero
una
y
otro proceden del Templo, en donde reside una Gloria que,
sin embargo, llena toda la tierra. Retengamos, de paso, esta pun-
zante expresión de la necesidad de una purificación, de la que repe-
tiran
los
profetas que no puede venir sino de Dios
8,
y
que, enlazada
con el tema del Templo aparecerá sublimada
lo
mismo oue éste, en
el Nuevo Testamento (cfr. más adelante
pp.
199 s., 258 original).
No falta tampoco en
los
profetas la mención de la liturgia del
Templo
o
de las grandes prácticas religiosas
.
En Jeremías, con-
temporáneo de la reforma de Josías (Deuteronomio), se encuentran
muestras de un comienzo de la ideología sacerdotal del Templo, de
los
sacrificios
y
del sábado, que adquirirá un extraordinario desarro-
llo
después del exilio
Jeremías es también, con la característica
de con tradicción dolorosa que pertenece a
su persona
y
a su
misión,
un ejemplo privilegiado de adhesión al Templo. En cierto modo pre-
India a Jesús, a Esteban
o
a Pablo, que anuncian el fin del culto
mo-
saico, pero llenos de respe to por
lo
que todavía se mantiene en vigor
y
procuran enseñar en el Templo
o
en las sinagogas. Jeremías ejer-
8 .
Exigencias de pureza: Ez. todo entero;
Is.
52, ;
JI. 4,
7. La purificación, obra
de Yavé en persona:
la. 25; 4, 4-5;
0
17 ; 48 ,
O ;
Jer. 6, 27-30;
z.
36, 25;
7, 23;
cfr. Mal. 3,
4.
9 .
Ofrenda de primicias
y
iesta de los tabernáculos:
s. 9,
4-5. Liturgia de
acción
de gracias en el Templo: Jer. 33,
II; ayuno
y
reunión de imploracón: JI. 1 14; 2, 15 a.
E l
sábado:
m. 8, 5; lcr. 17, 19 s.
(de autenticidad dudosa;
Ez.
20, 12;
46.
10 . Ver, además de 17, 1 9
(dr. nota precedente),
l os cap. 7
y
11.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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74
L MISTERIO DEL TEMPLO
ce buena parte de su actividad en el Templo o en la puerta de éste
y cuando le es prohibida la entrada en el Templo envía a su secreta-
rio Baruc con su mensaje escrito (36, 5). Muchos profetas, y de
los más importantes, oyen la voz de Yavé dentro del Templo o desde
el Templo: Am. 1, 2; Is. 6; 21, 2-5; 66, 6; Ez. 43, 6...
Finalmente -- y esto nos interesa especialmente para el come-
tido de nuestra investigación los anuncios proféticos, bien se
refieran a una reunión de los hijos dispersos de Israel
, bien a
una restauración, cuya perspectiva es frecuentemente mesiánica, bien
a una llamada universal al conocimiento y a la comunión del verda-
dero Dios, entrañan muy frecuentemente una orientación hacia el
Templo, o al menos hacia Sión Volveremos más adelante sobre
este punto, al ocuparnos del anuncio de una restauración de la Pre-
sencia y del Templo, que habrá de ser fuente de bendición y fe-
cundidad.
Los profetas adoptan, pues, una actitud positiva con respecto al
templo y a su culto. No obstante, es incontestable que han manifes-
tado hacia él una cierta desconfianza
14;
y que han criticado el sis-
tema sacrificial y a los sacerdotes. No es que se dé entre ellos una
oposición de principio al sacerdocio y a los sacrificios en cuanto ta-
les. Cierto que Amos (7, 10 s.), Oseas (9, 7-8), Jeremías (20, 1-3;
26; 29, 24 s.) han encontrado una viva oposición entre los sacerdotes;
pero la crítica profética contra éstos es una crítica de su infidelidad
Ii. Discurso a la puerta del Templo (7, 2); visión de los dos cestos de higos ante el
Templo (24, 1-10); encuentro con el profeta Ananías en la casa de Yavé (28); acuerdo
sobre la liberación de los esclavos, concluido en la casa de Yavé (34, 15 s.).
12.
Miq. 4, 6-13; is. 27, 13; Ez. 20, 40.
13 . V er M iq . 4 1
5.; Is. 2, 2-5; 19, 7; 56, 6-7; 60, 7; 66, 18 s.; Sof. 3, 5; Jer. 3, 14-17;
14, 21; Ag. 2, 6-9; Ji. 4, 17, 21.
4
DESNOYERS
la resume muy bien
(Hist. ¿u Peuple d'lsral,
t. 3,
p.
146, n. 1):
«On sait que le Temple nc tint pas, dans les penses religieuses de la plupart des
propbetes antérieurs á l'exil, la place de premier plan qu'il occupa dans l'esprit des pretres
de la restauration juive. Élie, Élisée, Amos, Osée n'en parlent point; Michée traite Jéru-
salem de "haut lieu" (1, 5); Jéremie mcc en garde contre la confiance "mcnsongre" de
ceux qui vont criant: "Le Temple de Yahwé Le Temple de Yahwé 1 Le Temple de
Yahwél" comme si la réforme de la conduite n'était pas une meilleure garantie de salut
(Jer. 7, 4, 5); ce m6me proph&e envisage un avenir oü les Hebreux convertis nc penseront
mame plus á l'arche d'alliance de Yahwé, qui était la raison d'6tre du Temple (¡bid., 3, 16).
Ces simples détails entre beaucop d'autres pourraient suffire á montrer que la religion
ardente des anciens proph&es nc les portait vers le Temple ayee l'enthousiasme qu'on leur
suppose quelquefois. Leur demi-froideur s son egard se trouve malheureusement trop
encouragée par l'idoltrie dont le Temple fut parfois le thetre; cfr.
II
Reyes 23 4-12.»
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LOS PROFETAS
5
de hecho, no de su función en cuanto tal: es una crítica que va uni-
da a la dirigida contra la infidelidad de los profetas, de los que se
constituían a sí mismos en profetas No hace falta negar, por otra
parte, que una dualidad y, más aún, una cierta oposición entre sacer-
dotes y profetas es algo inevitable : los profetas son hombres de lo
absoluto y de oposiciones radicales ; traen un mensaje de contradic-
ción para todas las situaciones adquiridas. Los sacerdotes, en cambio,
son hombres de habituamiento y de tradición, que transigen de buen
grado y se apegan a las situaciones adquiridas
16•
Los profetas echan en cara el fraude de un culto formalista y
engañoso, para que el deseo de una auténtica relación con Dios, de
la rectitud y la justicia
(mispat y sedhíkd)
no sea sacrificado a un
ritualismo por el que uno se justificaría fácilmente de una conducta
insincera
j.
Por ello también, los profetas sienten y manifiestan una
profunda desconfianza con respecto a la falsa seguridad que puede
proporcionar el aparato cultual y la regularidad formal de la obser-
vancia. Judá confía así, no sólo en sus medios humanos
1 8
sino tam-
bién en la posesión de la alianza (Miq. 2, 6 s.) del templo (Miq. 3,
11; Jer. 7, 2 s. : cfr. el discurso de Abías, rey de Judá, II Par. 13,
10
s. : Nos temjilum habernus ),
de la ley (Jer. 8, 8), de la condición
de hijos de Abraham (Ez. 33, 24) : todo ello es como nada sin la con-
versión personal (Amós) y sin el verdadero conocimiento de Yavé
(Oseas). Estos dos primeros profetas-escritores hacen resonar su lla-
mada reformista sobre la base de una auténtica conversión interior.
No se trata de acudir a tal o cual lugar de culto
19
y allí ofrecer sa-
crificios.
¡Es a Yave' a quien hay que buscar
(Am. 5, 4). He aquí
la radical pregunta que formula Amós : « Me ofrecisteis sacrificios
y presentes en el desierto en cuarenta años, casa de Israel ?» (5, 25;
15. Ver: Jer. 2, 8, 26; 4, 9; 5, 31; 6, 13; 8, 1, lO; 13, 13; 14, 18; 23, 11
y
33 s.;
26, 7
y
8; 27, 14 s.; 32, 32; cfr. Lam. 4, 13
y
16. Contra ci falso profetismo, cfr. Miq.
2,6-11; 3,5-7; 3, II; Is. 9, 14; 28,7; Sof. 3,4; Jer. 23, 9-40; Ez. 13, 1-4; Zac. 13,2; etc.
16. Cfr. Vroie et fauste ré/orme dans l'Églisc, pp. 200 s. Cfr. S.
KIERKEGAARD,
Le
droit de mourir pour la vérité, trad. fran. de P.-H. Tisssu,
Bazoges-en-Pareds,
1935
p .
32.
Tipos sacerdotales de tales características: Aarón (Éx. 32, 5 s.); el levita que se acoge a
Mica (Jue. 17, 7 s.) y después a los Danitas (18, 14-20); los sacerdotes del partido saduceo,
adictos al ocupante romano...
17.
Textos principales: Amós (cfr. infra);
Os. 4, 4-10; Miq. 3, 11-12; Isaías (Cfr.
infra)
Jer. 7, 1-15, 21-28; 31, 29-39; Bar. 2, 26; un siglo después del retorno del exilio,
Mal. 1, 6 a 2, 9.
18. Cfr. Is. 8, 9 5.;
22 8b 5.;
28, 7-15; etc.
19 . Betel (Am. 3, 14; 4, 4; 4, 4), Gálata 4, 4;
5, 5), Bersabé (5, 5); dr. Os. 4, 15.
Es notable que no se cite a Jerusalén.
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76
L MISTERIO DEL TEMPLO
cfr. :
Is. 43, 23; Jer. 7, 22; Sal. 40, 7). Como ha observado acerta-
damente Eichrodt, un profeta es un hombre arrebatado por la Real¡-
dad activa de Dios
y
por sus exigencias: Esta perspectiva es la
que da sentido a sus declaraciones, pronunciadas en una lengua en
la que el uso de fórmulas negativas absolutas no tiene, a menudo,
sino un relativo valor de comparación
2
La crítica de los profetas contra la práctica de sacrificios sin
deseo de conversión interior
y
de verdad en sus tratos comienza con
Amós (5, 21-27)
y
Oseas (8, 13; 6, 6), continúa con Isaías (1, 10 s.
;
2, 9, 19; 7, 9; 29, 13, citado por Jesús en Mt. 15, 7-8; 30, 15, 43,
22 s.), Miqueas (6, 6-8), Jeremías (4, 20; 7, 21 s.)
y
será reanudada
todavía después del exilio por Zacarías (7, 5 s.).
Es
una constante de
la función profética
n•
Una vez más, no se trata de que los profetas
tengan una versión de principios hacia los sacrificios en cuanto tales
sino que afirman la primacía absoluta de la relación personal, viva
y
auténtica, con el Dios vivo sobre una relación totalmente externa,
sin exigencia de justicia: Amós, 5, 24
mis pat
y
sedhtiká),
Oseas, 6,
6 (hesed,
el amor verdadero), Miqueas, 6, 6-8
(hesed
también,
«ca-
minar humildemente con Dios»), Salmo 51, 19 (un corazón contrito
y
humillado), Salmo 40, 7-11 (obediencia a la Ley de Dios, a su yo-
luntad
y
a su palabra; compárese con 1 Sam. 15, 22; Jer. 7, 22, 23).
Israel aprenderá de sus Profetas durante el exilio que esta relación
interior auténtica con Dios exige una transformación del corazón
que sólo Dios puede otorgar por gracia, un renovamiento total que
sea como una nueva creación: Jer. 24, 7; 31, 31; Ez. 18, 31; 36,
26; Is. 51,7; cfr. Is
5,
7; 66, 22.
Hemos llegado al corazón de la religión de los profetas, de la
que responde a su idea de Dios. Toda ella se encuentra resumida en
la exclamación de Amós:
« ¡
Buscad a Yavé
y
viviréis
» 23
l libro
de Amós es, efectivamente, la expresión de un drama que tiene
lugar no en un marco cultual, ni siquiera el del Templo, sino dentro
20 .
Sobre este punto, cfr. C. J.
CADOUX, The Use of Hyperbole in Holy Scripture, en
The Expository Times, 52 (194 1),
PP.
37 8-3 8 1. Apl icación a nues tro problema
y
a los mismos
textos
ue acabamos de
itar,
n un artículo de P.
.
ATTY,
ndependiente del
e
CADoux:
he Prophets and Sacrifice (Journal of Theol. Stud., 42 [194 11,
pp.
55-165).
21.
Véase ya en Samuel: 1 Sam. 15, 22; ver también Sal. 40, 7 s.; 50, 8-21;
1
8-19.
22. Textos en que los profetas más
spiritualistas
firman que
ontinuará abiendo
sacrificos: fr. Sal. 0 , ;
1, 0-21, con la nota de
} ;
er. ,
1; 3 , I; s. 6,
;
66, 20;
sobre todo Mal.
,
1 .
23 . Am. , 4, 6, 4; cfr. Os.
0 ,
2; Is. 55,
; Sal.
05 , 4 ;
Par.
6, 1
texto anto-
lógico, extraído de los salmos).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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LOS PROFETAS
7
de los corazones. Todo está determinado por la actitud profunda que
se adopte frente a Dios : llámese a esta actitud justicia verdadera,
rectitud, amor y conocimiento de Yavé, como lo hacen Amós y
Osea s, o ((fe», como lo hac e Isaías
2 4
se trata siempre de una actitud
personal profunda ante las exigencias de un Dios vivo y actuante.
Se afirma a menudo que los profetas han realizado el paso de una
religión o de una santidad cultual a una religión o santidad moral.
En realidad, lo que han hecho esencialmente es afirmar que la san-
tidad o la religión cultual, cuyo centro era el Templo, exigía una
santidad y una religión moral : en una palabra, yendo más allá de
una mera presencia cultual de Yavé, afirman las exigencias de una
presencia que reina, ¡ Vavé es un Dios vivo
El Dios de los profetas es, en toda pureza y plenitud, el Dios
vivo
2 5 .
no sólo en el sentido, presente a través de toda la Biblia,
en que se opone a los ídolos inertes y muertos
2 6
sino en el sentido
decisivo de que interviene en la historia de que actúa exige «arran-
ca
y p
anta» (cfr. Jer. 1, 10). El Dios de los profetas es con una
verdad, una densidad y una actual idad enteramente peculiares, Yavé-
que-ha-hecho-salir-a-Israel-de-Egipto . Ciertamente, Yavé es tam-
bién el Dios que, por medio de David, ha hec ho elección de Sión para
establecer en ella su morada: ya hemos visto que esto es, para todos
los profetas, un dato fuera de discusión. Pero la Presencia de la
que los profetas poseen una más viva experiencia y a la que dan la
24 .
Ver 7, 9b; 8, 13-15; 28, 16; 30, 15.
25 .
Jeremías particularmente gusta usar esta expresión: 4, 2; 5, 2; 10, 1-16; 13, 16;
16, 14-15; 23, 7-8; 32, 27.
26 . Sobre los ídolos muertos, cfr. : Hab. 2, 18-19; Jer. 2, 27-28; lO, 3-5; Bar. 6;
Sal. 115, 4-8; 135, 15-18; Is. 44, 19-20. etc. Sobre Yavé, Dios vvo; Ex. 3, 14; Núm.
14, 21
y
28; Deut. 32, 40; los. 3, lO; Is. 37, 4 y 17; 49, 18; Jet. cit. nota precedente; etc.
27 .
Cfr.
supra
n. 33 cap. anterior. Esta fórmula constituye un verdadero nombre
propio del Dios de Israel : es el nombre que se atr.buye Dios, al encabezar el Decálogo,
para significar su autoridad real (Ex. 20, 2; Deut. 5, 6), base de su futura actuación
regia (Núm. 23, 22-23: Balaam). Es el nombre de Yavé como Dios que ha amedo a
Israel con un amor singular (Am. 3 1; Ez. 20, 5 5.; 1 Par. 17, 21). nombre con el
que se le designa particularmente cuando se habla de los castgos a que se ha hecho
merecedor Israel con sus infidelidades (Jue. 2, 12; 1 Re. 9, 9; 17, 7; Miq. 6, 4; Jer. 2,
6; 34, 13; Ez. 20, 5 s.) y cuando se quiere reavivar la fe en el Dios vivo, que inter-
viene soberanamente para salvar a su puebo: Os. 12, 10; 13, 4; Jer. 16, 14; 23, 7 8. Ha-
bría que evocar aquí aún la fórmula de Ezequel, ((Y sabréis que yo soy Yavé» (cfr.
M.
SCETMIDT.
Prophet und Tempel...,
p.
112); o esta otra, 1 recuen -
e especialmcn:e en ci
haías del exilio: «Yo soy Yavé
y
no hay otro»; los salmos 105, 106, 107, 114, 135, 136;
finalmente, los numerosos pa'ajes en que o profetas comparan la liberación y el reto: no
del exiio a un nuevo éxodo: Isaías, así como Miqueas, Jeremías (p. ej., 16, 14), Baruc
y Zacarías.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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EL MISTERIO DEL TEMPLO
primacía no es la Presencia cultual, localizada en Sión, sino la Pre-
sencia activa del querer soberano por el que Dios exige obediencia
e interviene en la historia"
'.
Con esta idea, que convendrá desarrollar, nos hallamos en dispo-
sición de intentar la comprensión del lugar y función propios de
los profetas en el desenvolvimiento, admirablemente continuo y as-
cendente de la revelación del misterio de la Presencia.
B) MISIÓN Y SITUACIÓN HISTÓRICA DE LOS PROFETAS. ETAPA PRO-
FÉTICA DE LA REVELACIÓN DEL MISTERIO DE LA PRESENCIA DE Dios
No sin razón se ha dado a David, tradicionalmente, l título de
rey-profeta: lo merece, y no sólo por los salmos que haya compues-
to o en razón del carácter típico de su persona - el Mesías no sólo
será «hijo de David», sino que será, como David, un rey salvador
sino también porque la religión de los profetas ha comenzado verda-
deramente en su religión, en el alma religiosa de David. Este es un
punto que J. Pedersen ha percibido acertadamente y ha puesto de re-
lieve
2 9
Sin desdeñar la admirable figura de Samuel, puede decirse
que con David comienza la unión, que caracterizará a los profetas, es-
pecialmente a Elías, Amós, Oseas,
Isaías y
Jeremías,
entre la afirma-
ción religiosa y la experiencia personal de Dios No ha sido un azar el
que tantos textos admirables del Salterio, con su lirismo y su tono
de oración personal, hayan sido atribuidos a David. Esta experien-
cia personal es, a la vez, la de una comunión, - uno diría ya: de
una amistad —, y la de una presencia activa y soberana, que inter-
viene para exigir, guiar, trasladar de muerte a vida. Es la experien-
cia del «conocimiento de Dios» y del hesed,
un amor verdadero del
hombre en respuesta al amor de Dios, enteramente gratuito y pre-
veniente, que desembocará en la
agape (t. g. orig. p. 81) cristiana
Es también esa presencia, esa asistencia salvadora con que Dios ha
28 .
Este es el punto de vista seguido por
M.
SCHMIDT,
Prophet und Tempel. Eme
Studic zum Problem der Gotiesnühe im Alten Testament,
Zollikon-Zurich, 1948. Estamos
de acuerdo respecto a tal punto de vista, pero a veces
SCHMIDT lo explota
y
lo «cons-
truye» de tal modo, que transparenta un ambiente de filosofía religiosa existencialista o
barthiana (la misma crítica hemos leído después, con la firma de MowINcK»L,
en
Iternat.
Zeitschr. /. Bibelwiss., 1, 1951-52) .
29.
Israül,
t. 111-1V,
pp.
524 s., 654 s.
3 0 .
Algunos textos proféticos sobre el
hesed: Os. 4, 2; 6, 6; lO, 12; 12, 7; Jer. 2, 2.
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LOS PROFETAS
9
intervenido sin cesar en la vida de David,
ues 111
estaba con
David - y,
al mismo tiempo, en la historia de Israel, pues ésta
estaba en juego en aquélla. Así se afirmaba la idea de una presencia
reinante, es decir, soberanamente activa y salvífica, de Dios.
Es esta idea la que asumen los profetas para extenderla a la his-
toria, no sólo de los individuos o del mismo Israel, sino del vasto
mundo de los pueblos. Ciertamente, el hecho de que Yavé es único
y soberano se había grabado en Israel desde los inicios de su histo-
ria: estaba grabado en la gesta de Abraham
3 2
también lo estaba
en el hecho del éxodo y del juicio pronunciado por Dios sobre Egipto
y en el hecho de que Dios se había revelado y había pactado la
alianza con su pueblo en el Sinaí, fuera de la Tierra prometida, mos-
trando así que sus designios y su poder no estaban vinculados a ella
(cfr. supra nota 30 del cap. II y pág. correspondiente). Pero hay
algo nuevo que aparece en los grandes profetas : la revelación explí-
cita, deslumbrante, de una realeza universal de Yavé, a la que obe-
decen todos los pueblos. Se puede notar, con B. Duhm que esta
revelación es contemporánea de la creación y expansión de los gran-
des imperios, con los que Israel entró en lo que los historiadores
alemanes llaman la «Weltgeschichte», una historia de dimensión
mundial. No es éste el único caso en que una revelación sobrenatural
se manifiesta en sincronía con acontecimientos históricos en los que
puede hallar su marco o su preparación. La visión profética de
las cosas vividas ya por Elías en el segundo tercio del siglo ix
caracteriza el mensaje de los profetas. Para ellos, Yavé reina, no
sólo sobre Israel, sino sobre todos los pueblos; su voluntad se ejerce
por doquier y regula el destino de los pueblos, de los que se sirve
3 1.
Cfr., p. ej., 1 Sam. 16; II Sam. 5, 22-25; 7, 3 (=1 Par. 17, 2); 1 Par. 11, 9;
12, 18; etc.
3 2.
Bien al ser llamado por Dios de Ur y Harán, bien en las promesas (Gén. 12, 2-3;
15, 5; 17, 4 s.), bien en la intercesión de Abraham en favor de Sodoma (18, 16 s.).
33.
isracis Propheten,
Tubinga, 1916,
pp.
1-3. -
F.
J.
A.
HORT
(The Christian
Ecciesia,
Londres , 190 8 ,
pp.
143 s.) hace análoga observac ón con respecto a S. Pablo,
quien, en las epístolas de la cautividad, ha pensado el misterio de la Iglesia en un
horizonte universal, puesto que él mismo, en Roma, comprendió mejor la unidad del
Imperio.
3 4 .
Este es el sentido, en particular, de la misión de ungir al rey de Damasco, que
recibió Elías en su apartado retiro del Horeb (1 Re. 19, 15). Sobre este universalismo de
Elías
y
la inacabada escatología de su misión, ver las vbrantes páginas del P. H.-M. FáRET,
L'économie providentielle dans la Tradition biblique: De la mort de Salomon á l'cxil de
Babylone,
en
Forma gregis,
abril-mayo 195 1,
pp.
8 8 -100 .
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 80/335
80
l, MISTERIO DEL TEMPLO
alternativamente como azote para castigar o como de instrumentos
de liberación
David no sólo había abierto o ensanchado en la religión de Israel
la corriente de una relación personal
y
viva, de una religión de
hesed;
había vinculado, además, la Presencia de Dios a Sión
y
al colocar
uno junto a otro, la Morada de Dios
y
el palacio real, había estable-
cido una especie de alianza entre la realeza
y
Vavé. Las dos cosas
estaban como ensambladas, realeza
y
Presencia de Dios,
y
el gran
anuncio de Natán había, en suma, consagrado tal unión. Los profe-
tas, tal como hemos visto, no negaban ni desdeñaban reconocer la
elección que Dios había hecho de Sión, sino que, en vista de la si-
tuación surgida después de David, tuvieron por misión: 1.
'
procla-
mar que aquélla no representaba una seguridad, garantizada de modo
automático, para el ejercicio de la realeza por la dinastía davídica ni
para la estabilidad del Templo. En razón de la inveterada infidelidad
36
•
de Israel, ambos debían ser humillados, triturados por sus enemigos
2. 0 impulsar hacia más amplios horizontes la revelación de la Pre-
sencia de Dios. Se trataba verdaderamente de una Presencia vincu-
lada a una realeza, sí, pero a la realeza
de
Dios.
No quiere decir
esto que excluya una regencia o un principado humanos
:
es extraor-
dinariamente notable
y
de grandes consecuencias para la eclesiología
el que los textos, que afirman más decididamente que, de entonces
en adelante
Dios mismo reinaría sobre Sión, prevean la presencia
de una realeza o de un principado visible
l reino de Yavé irá a
la par con la guía de pastores según el corazón de Dios, es decir,
según el tipo ideal de David. Sin embargo, después de haber hecho
la experiencia de la realeza como potencia de salvación, Israel cono-
ció la decadencia nacional del exilio: los acontecimientos le ayuda-
ban a exaltar la realeza salvadora de Dios por encima de toda
ms-
titución terrestre. Privado simultáneamente del templo
y
del rey,
aprendió de sus profetas (Ezequiel) a conocer mejor que Yavé mismo
era su verdadero templo (11, 16)
y
su verdadero rey (20, 33). Las dos
3 5 . S ólo a lgu n as r e fe re n c ia s ,
más
bien a título de ejemplo- Am. 1, 3-2, 16; 9, 7;
Is. lO, 5 5.; Jer. 1, lO; 18, 1-12; Is. 48, 14 s.; Sal. 67; 113, 3 s.; 138, 4. Cfr. S. na
D I E T R I C H , Le dcssein de
Dicu,
Neuchtel
y
París, 1945,
PP.
108 s.
3 6 .
Referente a la dinastía: cfr. Am.
2 , 5; Os. 1, 4; 7, 7; 8, lO; lO, 15; 13, 10,
en los que se trata de Israel, pero también a Judá le llegará su hora, 12, 3. Referente al
Templo, cfr. Miq. 3, 12; Jer. 7, 2 s.; 26; Ez. (cfr.
injro\
7 .
Cfr. Miq. 2, 12 s.; 4, 7
y
8; Jer. 3, 14-17; Ez. 17, 16; 11 s.; 23 a.;
7, 22
y
24 a.
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LOS PROFETAS
1
cosas que David había reunido en Sión, permanecían vinculadas,
pero lo estaban en Dios, que sería para su pueblo Presencia y Rei-
nado: Presencia unida al Reinado realizada en y por el Reinado.
Reléanse los numerosos textos que anuncian para después del
castigo una restauración, marcada por un reinado de Dios y por una
nueva Presencia :
A
la coja le daré descendencia
y a la descarriada la haré un pueblo poderoso;
Y Ywé reinará sobre ellos en el monte de Sión
desde ahora para siempre»
(Miq. 4, 7).
((Volved, hijos apóstatas, palabra de Yavé. Yo soy vuestro dueño y yo os
tomaré, uno de una ciudad, dos de una familia, y os traeré de nuevo a Sión.
Yo os daré pastos según mi corazón que os apacentarán sabiamente. Y cuando
yo os haré crecer
y
multiplicaros en la tierra, en aquellos días palabra de
Yavé, no dirán ya: ¡ Ah El arca de la alianza de Yavé. No se acordarán ya
de ella, se les irá de la memoria, la olvidarán, y no harán otra. Entonces será
l lamada Jerusalén trono de Y avé ... » (Jer. 3 , 14-17 ).
Jeremías anuncia un tiempo en el que, definitivamente privada
del arca sobre la que se creía tenía Dios su asiento, Jerusalén cono-
cerá, sin embargo, y más que nunca, una Presencia de Vavé, porque
Yavé reinará sobre ella. El Isaías que desde Babilonia anuncia la
buena nueva del retorno a Sión, lo hace en estos significativos tér-
minos:
«¡Qué
hermosos son sobre los montes
los pies
del mensajero
que anuncia la paz, que te trae hi buena nueva,
que pregona la salvación,
diciendo a Sión:
¡Reina tu Dios
¡Voces Tus atalayadores alzan la voz
y todos a una cantan jubilosos
porque ven con sus ojos
cómo se ha vuelto Yaué hacia Sión» (Is. 52, 7-8).
38. Temas de múltiples textos proféticos, que desembocan a veces en una perspectiva
mesiánica: ver, p. ej., Sof. 3, 15; Ez. 20, 33 s.; 37, 22 s.; Is. 27, 33-35; a veces, de
alcance es catolúgico; Zac .
14;
Abd. vv. 15-21 (compárense los
Vv. 1 7
y
21).
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82
L MISTERIO DEL TEMPLO
Así, la Santa Presencia, aquella que Ezequiel mostraba bajo el
nombre de la Gloria de Yavé
y
que Isaías conocía también por este
nombre
»
se anuncia como retornando a Sión bajo el título de un
Reinado victorioso
y
salvador. Mas el profeta más instructivo a este
respecto es, sin duda, el que acabamos de nombrar: Ezequiel.
Es cosa conocida hasta qué punto este sacerdote vivía su solicitud
por el Templo
y
con qué detalle trazó, después del exilio, los planos
del templo ideal de la restauración futura. Antes de esto, había
sido el profeta anunciador de la destrucción
y
del destierro,
y
ello
en términos realmente extraordinarios. Contempla una teofanía de
fuego
y
de relámpagos: es la Gloria de Vavé que se anuncia. Mas la
visión se concreta en la forma de un carro uncido a cuatro animales,
sobre los que parece Yavé tener su trono (Ez. 1
3, 12-13; com-
parar cap. 10). La gloria de Yavé es móvil °. Desde la primera vi-
sión, se le aparece al profeta exilado sobre las riberas del río Quebar,
lejos de Jerusalén,
y
le viene desde el Septentrión. Así muestra Yavé
que no está supeditado al Templo, que lo puede abandonar
y
de hecho
lo abandona (cfr. infra). Puede acompañar a los suyos o reunirse con
ellos donde quiera que estén, aunque se hallen deportados en Babi-
lonia... En realidad, Dios está allí donde reina. Por eso, después de
la restauración, reinando conjuntamente con un pastor según su co-
razón
— «mi sirevo David»
obre corazones renovados, «pondré
—
dice Yavé
i santuario en medio de ellos por los siglos. Pon-
dré en medio de ellos mi morada,
y
yo seré su Dios
y
ellos serán mi
pueblo» (37, 26-27). La inhabitación de Dios está ligada a su reinado.
Este punto de vista nos permitirá comprender lo que denominare-
mos dialéctica profética, es decir, la posición simultánea, pero no
contradictoria, de un sí
y
de un
no
concernientes a un mismo objeto:
en nuestro caso, la Presencia de Dios, vinculada al inicio de la acti-
vidad de los profetas al Templo de Jerusalén. Nos encontramos, en
efecto, en presencia de dos series de afirmaciones antinómicas, la
primera proclamando la precariedad del Templo
y
su destrucción
y
la segunda anunciando que, pasada la destrucción, Dios estará de
nuevo, para siempre
y
más que nunca con su pueblo.
3 9 . Cfr. 40 5
y
52 12. Isaías sobre todo en la traducción griega de los LXX gusta
emplear el término Gloria,
doxo, en el que encierra todo el contenido de las manifesta-
ones de (epifanías) de Dios y de su acción salvadora: cfr. L.
H. BROCKINGTON T/e
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LOS PROFETAS
3
1. '
La
primera afirmación, arraigada en la conciencia de Israel
anteriormente a los profetas, es una afirmación de trascendencia
la verdadera morada de Yavé es el cielo
4 1
desde donde muestra su
poder en el trueno y los relámpagos. «Edificó en los cielos su mora-
da», dice Amos (9, 6),
y
Miqueas muestra a Vavé descendiendo de
su palacio celeste, de su lugar santo, para hollar las cumbres de la
tierra (1, 2 ss. ; cfr. Is. 63, 19), y Oseas, amenazando retirar su
presencia a los hombres para volverse a su morada celeste (5, 15).
También el Deuteronomio ponía en los labios del fiel israelita, en
el momento de pagar su diezmo, esta hermosa oración: «Mira desde
tu santa morada, desde los cielos, y bendice a tu pueblo, Israel... »
(26, 19). Afirmaciones del mismo tenor abundan en los profetas an-
teriores al exilio y en los del exilio
4 2 ,
en los salmos
y
cuando, al
redactar el libro de los Reyes, se inserta, sin duda durante el exilio,
un documento que contiene la gran plegaria de Salomón en el momen-
to del traslado del arca y de la dedicación del templo, se añade la
siguiente observación, que evidentemente no había sido hecha antes:
«Pero, en verdad, ¿morará Dios sobre la tierra? Los cielos y los
cielos de los cielos no son capaces de contenerte. ¡ Cuánto menos esta
casa que yo he edificado » (1 Re. 8, 27). No es éste el lugar de in-
vestigar con qué interpretación teológica se armonizaba esta afirma-
ción de trascendencia con la de una inhabitación peculiar de Dios
en el templo, ya que Yavé, que tronaba en los cielos y ante quien la
tierra se extendía como su escabel «, se sentaba también entre los
querubines del Santo de los santos y tenía también en cierto modo
al arca (el templo, Sión) como su escabel '.
Los profetas van más lejos: en su anuncio de castigos y tribu-
laciones proclaman que Yavé va a retirar su Presencia para volver al
cielo (Os. 5, 15; cfr. Miq. 1, 15 con las notas de B J) ; profetizan la
destrucción del templo, la ruina de Sión: «Por eso, por vosotros,
será Sión arada como un campo y Jerusalén será un montón de rui-
nas, y el monte del templo será un breñal» (Miq. 3, 12) ; «Mirad
(dice Yavé), voy a profanar mi santuario, gloria de vuestra fuerza,
41. Cfr. supra, p.
29,
e
infra (piedad judía),
p.
115.
42. Cfr. Is. 18,
4;
33 , 5; Jer., 25, 30; Is. 40, 22; 55, 8, 9; 57, 15 58, 4); 63, 15,
19; 66, 1.
43.
Sal. 2 4; 11 4 6; 18 7; 29 9; 33 13; 89 3; 102, 20; 104, 3, 13.
4 4 .
Is. 66 1; Sal. II 4; cfr. Mt. 5 351 23 22.
45.
Is. 37, 16; Sal. 80, 1; 99, 5; 132, 7; Ez. 43, 7; 1Par. 28, 2. Y cfr.
supra
p.
28.
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8 4
L MISTERIO DEL TEMPLO
delicia de vuestros ojos y regalo de vuestra alma..
.D
(Ez. 24, 21).
Especialmente Jeremías es el profeta de este trágico anuncio, que
le valdrá,
lo
mismo que más tarde a Jesús y a Esteban, la condena
de
los
sacerdotes (cap. 26)
4 . Palabra de Yavé que l legó a Jeremías dic iéndole: Pon te a la puer ta del
templo de Yavé y pronuncia allí estas palabras; di: oíd la palabra de Yavé,
gentes todas de Ju dá, que entráis por estas puertas para ado rar a Yavé. A sí dice
Yavé Sebaot, Dios de Israel; enderezad vu estros caminos y en mend ad vuestras
obras y y o permanec eré con vosotros en este lugar.
»N o pon gáis vuestra con fianza en vanas palabras diciendo: ¡Oh, el templo
de Yavé i Oh, el templo de Yavé ¡ Este es el templo de Yavé Pues si de
verdad end erezáis vuestros caminos
y
enmendáis vuestras obras; si de verdad
hacéis justicia a los litigantes; si no oprimís al peregrino, al huérfano y a la
viuda; si no vertéis en este lugar sangre inocente; si no vais tras dioses ex-
traños para vuestro mal, entonces y o perma neceré con vosotros en este lugar ,
en la t ierra que di a vue stros pad res por los s iglos.
»Mirad que os engañáis a vosotros mismos confiando en palabras vanas
que de nad a os servirán. ¡ Pu es qué ¡ Robar, matar, adulterar, perjurar, quemar
incienso a Baal, e irse tras dioses ajenos que no conocíais, y venir luego a
poneros en mi presencia en este lugar, en que se invoca mi nombre, diciendo:
Ya
estamos salvos, para luego volver a cometer todas esas iniquidades ¿V eis,
pues, en esta casa, en que se invoca mi nombre, una cue va de bandidos? Pu es
mirad, y o también la veo así, palabra de Yavé.
»Id, id a Silo, que fue al principio lugar de mi morada,
y
ved lo que
hice con él, por las iniquidades de mi pueblo Israel. Pues ahora, palabra de
Yavé, y porque os am onesté a tiempo repetidas veces y no me es cuch asteis, os
l lamé y no me respondisteis: haré de esta ca sa, a mí ded icada, en que c onfiáis
vosotros, y de esta tierra que di a vuestros padres, lo que hice de Silo;
y
os
arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, a toda la progenie
de Efraim» (7 , 1-15) .
Unos quince años más tarde (en 592), Ezequiel, a quien ya hemos
oído decir que Yavé no está supeditado al Templo, nos muestra a
Dios como ansioso de abandonar
su
santuario, en vista de las prácti-
cas abominables a las que se entrega la casa de Israel (8, 6); nos
muestra a la Gloria de Vavé
(su
Presencia) elevándose por encima
de los querubines, entre
los
que tenía
su
asiento, para traspasar des-
pués el umbral del Templo y alejarse de él, en dirección a Oriente:
((La gloria de Ya vé se alzó sobre los querubines al umbral de la casa , y ésta
se llenó de la nube, y el atrio se llenó del esplendor de la gloria de Yavé...
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LOS PROFETAS
5
querubines;
y
los querub ines, saliend o fuera, tend ieron las alm as, se alzaron de
tierra a vista m ía,
y
con ellos se alzaron las ruedas.. .
»Los queru bine s desplegaron su s alas , y les s iguieron las ruedas;
y
la
gloria del Dios de Israel estaba so bre ellos; y la gloria de Yav é se alzó de en
m edio de la ciudad ...»
(lO, 4;
10 10
18-19; II, 2223)
6.
Ezequiel, lo mismo que Jeremías, anuncia la profanación de la
ciudad y del templo (24, 21). De hecho, Jerusalén fue conquistada,
saqueda, desmantelada, el Templo mancillado o arruinado, la flor
y nata de la población, deportada por dos veces a Babilonia.
Los desterrados recuerdan intensamente, con nostalgia, a Jeru-
salén: el salmo 137,
Super flumina Babylonis,
nos ha conservado
el eco doloroso de tales sentimientos, mientras que las
Lamentacio-
nes
nos aportan el de la honda tristeza de los que han quedado en
Judea. El libro de los Reyes, redactado por aquel entonces, introdu-
ce en la oración de Salomón cuando la dedicación del Templo, una
alusión a la costumbre, vigente entre los exilados, de rezar vueltos
hacia Jerusalén . En el Israel del exilio se realiza una intensa labor
de profundización y purificación, de la que resultan beneficiadas, en
particular, las ideas de Presencia de Dios y de sacrificio.
2. En efecto, en los momentos en que Israel se hallaba sin tem-
plo, lejos de Sión, la que Dios había elegido para su morada, es cuan-
do los profetas proclaman repetidamente : ¡ ahora más que nunca
está y estará Dios con su pueblo
Dios estará (nuevamente) con su pueblo, proclaman al anunciar
el fin de la prueba y la restauración, tanto desde una perspectiva
puramente histórica
4 8
como desde una perspectiva mesiánica, inclu-
so escatológica, con la que se enlaza muy frecuentemente un tema uni-
versalista '. Ezequiel, que habia visto de modo tan sobrecogedor có-
46.
¡Cuán inadecuado es, a la vista de su sentido profético, todo tratamiento «reli-
gionsgeschichtlich» de este gran texto H. G. Mv, p. ej., pone en relac ón dicho epi-
sodio con una fiesta del solsticio de veano...:
The Departure of Me Giory of Yahweh
(bara, of Biblical Lites-ature,
5 6
I
1937,
pp. 309-321).
47 . 1 Re. 8, 44 s., 48; cfr. 11 Par. 6, 38
y
ver Dan. 6, II. Los exilados rezaban vuel-
tos hz'cia el Sudoeste. Los crist anos, estén donde estén, rezan vueltos hacia el Orene
de donde ha de venir, por la resurrección, Aquel que es el sol de sus almas.
48 .
Jer. 3, 14.17 (cfr. texto en p. 83); Abd. 17; Ez. 37, 26-28; Ma:. 3, 1 s.; cfr.
Ls. 12, 1 6: 52, 7
5.; y también los profetas de la restauaión: Ag. 2, 3-9; Zac. 1, 16-17:
2, 10-17; 6, 12-13.
49 .
Miq. 4, 1-3; Ls. 2, 14; 4, 2-6; 18,. 7; 25, 6-10a; 60, 1 s. (cfr. 13); Zae. 8, 1-8;
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86
L MISTERIO DEL TEMPLO
mo la santa Presencia abandonaba el Templo, muestra ahora a Yavé
volviendo a Sión:
«Llevóme luego de nuevo a la puerta que da al Oriente
y
vi la gloria del
Dios de Israel venir del Oriente. Se oía un estrépito como el estrépito de cau-
dalosas aguas y la tierra resplandecía del resplandor de la gloria... Caí rostro a
tierra, mientras la gloria de Yavé penetró en la casa por la puerta de la fachada
que da al Oriente. El espíritu me levantó
y
me llevó al atrio interior, y vi la
gloria de Yavé llenar la casa, y oí que alguno me hablaba desde dentro de
la casa, mientras el varón aquel estaba en pie junto a mí;
y
me decía: Hijo
de hombre, este es el lugar de mi trono, el escabel de las plantas de mis pies,
donde habitaré siempre en medio de los hijos de Israel» (Ez. 43, 1-7; compárese
con Is. 52, 7 s.).
Se trataba, por tanto, de la restauración de un templo y de una
Presencia análogos a los que Israel había gozado antes del exilio,
y el propio profeta Ezequiel, por misión divina (43, 10), describía
de forma detallada, incluso meticulosa, el templo de la renovación
(caps. 40-48). Estos capítulos de Ezequiel provocaron en el judaísmo
postexílico un cierto movimiento de alza del legalismo cultual. Cier-
tamente, Ezequiel había reforzado la separación de lo sagrado y de
lo profano, para asegurar al Templo y al altar una santidad tras-
cendente. Pero el Templo que había descrito tan minuciosamente
no estaba destinado a ser realizado en piedra. Ezequiel sabía dema-
siado bien que Dios habita allí donde está su pueblo, para patroci-
nar la idea de una nueva santidad mecánicamente dependiente de
un lugar o de unas cosas. El Templo que él ha descrito dibuja los
trazos de una realidad religiosa terrestre: traduce en cosas de orden
visible y corporal las exigencias espirituales de una nueva presen-
cia de la Gloria de Vavé. Mas esta nueva presencia es inseparable
de cuanto el mismo profeta ha dicho de la movilidad de esta Gloria,
del anuncio que ha hecho del don de un corazón nuevo (18, 31 ; 36,
26) y, finalmente, del texto decisivo y célebre en el que anuncia la
reunión y restauración de un Israel purificado y purificado
por
el mismo Dios - en términos que sitúan dicho anuncio dentro de una
perspectiva evidentemente mesiánica:
«Mi siervo David será su rey,
y
tendrán todos un solo pastor,
y
caminarán
por las sendas de mis mandamientos
y
guardarán mis preceptos... Estableceré
con ellos un pacto de paz que será pacto eterno; los asentaré, los acrecentaré
y pondré mi santuario en medio de ellos por los siglos. Pondré en medio de ellos
mi morada, yo seré su Dios
ellos serán mi pueblo. Y sabrán las gentes que
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88
I, MISTERIO DEI, TEMPLO
verdadera morada. Ezequiel usa una fórmula todavía más atrevida,
n la que, más aún que en las precedentes, se anticipa la última reve-
lación del Nuevo Testamento : «Los he alejado entre las gentes, los
he dispersado en tierras extranjeras, pero yo seré Para ellos san-
tuario
por el poco tiempo que estarán en la tierra a que han emi-
grado»
(11, 16).
El mismo Ezequiel anunciaba que en el retorno, Yavé en perso-
na sería el rey o el pastor de un Israel privado de rey : «Yo mismo
iré a buscar a mis ovejas y las reuniré» (34, 11). En el fondo, ambos
temas deben ser aproximados y aunados. Se trata fundamentalmen-
te, desde una perspectiva profética, de la misma cosa. Yavé está con
el corazón contrito y humillado porque reina en él. Será Él mismo el
templo de su pueblo porque será también su rey: en los textos
que hemos citado de Jeremías 7, 3 s.), Isaías 57, 15), en los de
Isaías
5
o de Zacarías
5 3
que se refieren a la restauració
y Reinado aparecen enlazados. De tal suerte que se preludia ya la
dea evangélica de que el lugar de la Presencia y el templo no son
otra cosa sino el mismo pueblo, cuando, sometiéndose a la Volun-
tad divina, es verdaderamente el pueblo de Dios.
La dialéctica que acabamos de analizar es la que se encuentra
perante, en los escritos proféticos, a propósito de los temas, estre-
hamente solidarios, del sábado, del sacrificio e incluso de la ley o
de la alianza : son estos los temas que conjuga la epístola a los He-
breos, que demuestra que su régimen ha cambiado totalmente al
pasar del orden de los siervos — el régimen mosaico — al orden
filial, cuyo principio es Jesucristo. Los Padres antiguos (epístola de
Todo eso mis manos lo hicieron,
todo es mío, dice Yavé.
Mis miradas se posan
obre los humildes.
y sobre
os de contrito corazón,
que temen mis palabras» (Is. 66, 1-2).
5 2.
«I Qué hermosos son sobre los
ontes
los pies del
ensajero que anuncia
a paz,
trae la buena nueva,
ue pregona la salvación,
diciendo
ión :
Reina tu Dios
¡Voces u s
talayadores alzan la
oz,
y todos a una cantan jubilosos,
porque ven con sus ojos
cómo se ha vuelto Yavé hacia Sión»
Is. 52, 7-8).
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LOS PROFETAS
9
Bernabé, Justino, Ireneo, Orígenes) gustaban de repetir dicha com-
paración, muy ilustratativa en efecto, entre ambos regímenes del tem-
plo, del sacrificio, del sacerdocio, del sábado, de la ley y de la
alianza .
La misión de los profetas era iluminar y promover la realización
del plan de Dios, que, mediante etapas sucesivas, progresaba hacia
su consumación y realización decisiva en Jesucristo. Debían impe-
dir que ese movimiento se detuviera en una de las etapas o en uno de
los términos intermedios y, particularmente después de la construc-
ción del Templo por Salomón, que no se pensara, como hemos visto
se inclinaba a hacerlo el mismo Salomón, que se había realizado ya
el designio de Dios, que se había cumplido la promesa hecha a David
y que el Templo, con su sacerdocio y su culto, representaba la autén-
tica verdad de la Presencia. El peligro era real y el judaísmo no
sabrá evitarlo cuando, después de la restauración de Esdras y de
Zorobabel, a la vuelta del exilio, haya enmudecido la voz de los pro-
fetas. Por esta razón, los profetas reiteran con fuerza esa especie de
dualismo característico de la teología israelita de la Presencia , la
tensión entre la afirmación de una Presencia vinculada al lugar
santo y al tabernáculo, y la afirmación de la trascendencia de Yavé,
que habita en el cielo y actúa por doquier: en los textos de los pro-
fetas afloran sin cesar testimonios de una tensión entre Sión o el
Templo, lugar de la Presencia, y la realidad de Yavé mismo, el Dios
trascendente, vivo y actuante, como única verdadera Presencia
5 6
Esta es la razón, sobre todo, por la que los profetas pronuncian
simultáneamente, con respecto al Templo, un sí y un no antinómi-
cos, igual que lo hacen con respecto a los sacrificios, al sábado o a
las fiestas. En uno de los textos más grandes de toda la literatura
cristiana, San Agustín ha mostrado admirablemente el juego de tal
dialéctica por lo que atañe al sacrificio: «Véase que allí mismo don-
de Dios dice que no quiere sacrificios, demuestra que quiere uno.
Dios no quiere el sacrificio de los animales conducidos a la muerte,
5 4.
Recordemos únicamente dos textos: uno de IRENzo,
que dice: Ahora que el
templo es el corazón del hombre ya no hay sábado como día de reposo obligatorio y de
ociosidad
(Demonstrat o, 96);
y
el texto grandioso de ORÍGENES sobre la muerte de Moisés,
n
lib. ¡esa Nave,
hom.
2,
n. 1 (P. G.
12, 833-34)
o la hom. 1, n. 3,
ed.
BAEHRENS
(G.C.S. Orig. 7, p. 296 .
5 5 . Cfr. W. J.
PHYTIHAN-ADAMS 2'he People and the Presence, e. 3:
pp.
40-58.
5 6.
Cfr.
supra
y, p. ej., en Isaías: Sión, exaltada como centro de reunión universal
(2, 2-5); sólo Yavé exaltado
(2, 11,
17).
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L MISTERIO DEL TEMPLO
sino que quiere el sacrificio de un corazón contrito...
a . Los profetas
proclaman: ¡Dios no quiere sacrificios ¡Vuestras celebraciones le
disgustan Pero por otra parte proclaman: ¡ Dios los quiere más
que nunca Los quiere y no los quiere; quiere sacrificios, pero no
como aquellos que se le ofrecen. Y el motivo de este rechazo es mucho
más profundo que los fraudes de orden moral que de ordinario acom-
pañan a la oblación de sacrificios. Ciertamente, los profetas conde-
nan a menudo tales fraudes y en términos sobre los cuales nunca se
reflexionará bastante; pero ellos son otra cosa, y bastante más, que
unos reformadores morales - lo mismo que, cuando Jesús expulsa
a los vendedores del Templo, se trata de otra cosa, y mucho más
importante, que de dar satisfacción a la moralidad del lugar sagra-
do: se trata de un gesto profético, que inaugura, como tendremos
ocasión de ver, una nueva etapa en la realización del misterio del
templo, etapa que precisamente los profetas tenían como misión anun-
ciar -. Esto es lo que su dialéctica va afirmando simultáneamente:
¡ Nada de presencia (tal como vosotros la conocéis y a la que os aco-
géis) y ¡ Más que nunca una presencia de Dios ¡ Habrá un nuevo
templo y, para siempre, Dios estará con los suyos
* * *
El nuevo orden de la Presencia no había de ser agotado por las
realizaciones de Zorobabel ni por la religión postexílica, lo mismo
que la profecía de Natán no podía ser realizada por Salomón. Tam-
bién hemos visto ya que un gran número de anuncios de la restaura-
ción son mesiánicos, incluso escatológicos. Tales anuncios proféti-
cos delinean una serie de trazos que hemos de recordar rápidamente
antes de cerrar el presente capítulo
1 .
Los profetas anuncian una renovación interior. El Israel
de la restauración será un pueblo de hombres piadosos, justos, un
57.
De cir.'itate De¡,
lib. X, cap. 5 (P. L. 41, 261). Cfr. la traducción del pasaje en
el Apéndice B del
Mystre pascal del
P. BOUYER
(pp. 456 s.). Sobre esta dialéctica profé-
tica del sacrificio, cfr.
G. HEBERT,
Tile T/zrone of David, cap. 4;
L.
BOUYER,
Le Myst*re
pascal,
pp.
273 s.;
Y.
M.-J. CON GAR,
Vraie et fausse réforme,
pp.
136 s.; Jalones para
una teología del laicado,
pp.
164 s., y cfr.
infra,
p.
214.
5 8 .
Cfr. el cap. de PHYTHIAN-ADAMS sobre Ezequiel (o. cit., cap. 5). Sobre esta dialéc-
tica profética, cfr. nuestra
Vraie et fausse réforme, loc.
cit., y los capítulos 2
y
3 de
la 1. parte. Sería fácil (e interesante) demostrar cómo el mismo genio de la lengua
y
del
pensamiento hebraico era propicio a una tal expresión dialéctica.
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LOS PROFETAS
1
pueblo obediente a
Yavé,
en una palabra, un pueblo que practicará
la religión profética del conocimiento de Dios y del
hesed. «Yo los
traeré y habitarán en Jerusalén y ellos serán mi pueblo y yo seré
su Dios en verdad y en justicia» (Zac. 8, 7-8). Ezequiel, que es el
visionario del nuevo templo es también el anunciador de un corazón
y un espíritu nuevos:
«Yo os tomaré de entre las gentes y os reuniré de todas las tierras y os
conduciré a vuestra tierra; y os aspergeré con aguas puras
y
os purificaré de
todas vuestras impurezas, de todas vuestras idolatrías. Os daré un corazón nuevo
y pondré en vosotros un espíritu nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y os haré
ir por mis mandamientos y observar mis preceptos
y
ponerlos por obra» (Ez. 36,
24-27;
comparar con
11, 17-20; 18,
3 1
y
Salmo
51, 12 s.).
Desde antes del exilio, Jeremías había comprendido que ningún
esfuerzo, por más generoso que fuera, procedente de los hombres,
que ninguna reforma, ni siquiera la de Josías, en la que había parti-
cipado, podrían procurar a Israel esta justicia del corazón que impli-
caba una transformación interior y que no podría obtenerse sino a
partir de una nueva iniciativa divina y de un perdón enteramente
gracioso del pasivo insaldable de Israel. Jeremías había hablado,
en términos insuperables, de una
nueva alianza
Y he aquí que en el exilio, adelantándose un poco al autor de
la segunda y tercera parte de Isaías
6 0
Ezequiel recoge el tema de la
nueva alianza, que él califica de «eterna», en el doble contexto del
mesianismo davídico y de la inhabitación de Yavé en su pueblo:
((Mirad, yo tomaré a los hijos de Israel de entre las gentes a que han ido,
juntándolos de todas partes,
y
los traeré a su tierra. Y yo haré de ellos.., un
5 9 .
«Vienen días, palabra de Yavé, en que yo haré una alianza nueva con la casa
de Israel
y
la casa de Judá; no como la alianza que hice con sus padres, cuando tomán-
dolos de la mano los saqué de la tierra de Egipto... Esta será la alianza que yo haré
con la casa de Israel en aquellos días, palabra de Yavé: Yo pondré mi ley en ellos y
la escribiré en su corazón, y seré su Dios
y
ellos serán mi pueblo. No tendrán ya que
enseñarse unos a otros ni exhortarse unos a otros, diciendo: Conoced a Yavé, sino que
todos me conocerán, desde los pequeños a los grandes, palabra de Yavé; porque les per-
donaré sus maldades
y
no me acordaré más de sus pecados»
(Jcr.
31, 31-34). Ver todavía,
sobre el pueblo de hombres piadosos de después del exilio: Is. 1, 26; 4, 2-6; 28, 16-17;
Sof. 3, 11-13; Jer. 7, 3-7; 33, 14-16; Ez. 20, 38; Is. 56, 3-8; 65, 8
s.;
Sal. 25, 12-13;
36, 9, II; 97, 10-12; Zac. 5, 3; 8, 7-8. La nueva Jerusalén estará fundada sobre la jus-
ticia: Is. 1, 26; 54, 14; Jer. 33, 15; Bar. 5, 4.
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9 2
L MISTERIO DEL TEMPLO
solo pueblo,
y
todos tendrán un solo rey... los libraré de todas las rebeliones
con que pecaron,
y
los purificaré, y serán m i pueb lo
y
y o seré su Dios. Mi siervo
Dav id será su rey . ..
y
por los siglos será su príncipe David, mi siervo. Esta-
bleceré con el los un pacto de paz q ue se rá pacto eterno; los asentaré, los acre-
centaré
y
pondré mi santuar io en m edio de el los por los siglos. Pondré en m edio
de el los m i morada, y o seré su Dios
y
ellos serán m i pueblo. Y sabrán las gentes
que yo, Y.avé, santifico a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos
por los siglos)) (Ez. 37 , 21 -28)
61
2.
El mismo profeta Ezequiel, en su descripción del templo
ideal del futuro, introduce una idea que ha sido asumida, de mane-
ra solemne, por el Nuevo Testamento y por nuestra liturgia pas-
cual (Vid¡ aquam ... ): «Llevóme luego otra vez a la entrada de la
casa, y vi que debajo del umbral de la casa, al Oriente, brotaban
aguas, pues la fachada de la casa estaba al Oriente, y las aguas des-
cendían debajo del lado derecho de la casa, del mediodía del altar»
(Ez. 47, 1). Esta agua forma un gran río, que sanea las aguas salo-
bres del Mar Muerto y produce, en sus orillas, vegetación y fecun-
didad (47,
8-12).
Nos parece muy verosímil que Ezequiel se ha ba-
sado en el hecho concreto de la fuente de Guijón, en el lado sureste
de Sión, fuente cuyas aguas había conducido Ezequías, cuando la
invasión de Senaquerib, al interior de la ciudad, hasta la piscina
de Siloé, hecho evocado frecuentemente por la Biblia . De la reali-
dad de tales aguas, que constituían una seguridad para Sión, si ha-
bía de resistir un asedio riguroso, Isaías pasaba a la idea de Yavé,
única seguridad de fortaleza. Ezequiel traslada la fuente de Sión al
Templo, y la erige en principio de fecundidad para las regiones des-
heredadas de la Tierra santa.
El tema es recogido por Zacarías, o por su continuador, dentro
de una perspectiva de renovación mesiánica , por no decir escato-
lógica
6 4
Igualmente, también, por Joel, hacia la misma época 4,
18),
y
por el salmo 46, y. S. Los profetas han descrito siempre los
tiempos mesiánicos como una era de fecundidad y de restauración
61 . Cfr. Jer. 33, 14-26.
62. El relato se encuentra en II Re. 20, 20. Cfr. Is. 22, 9
y
11 (también 7, 1 s. y
8, 6-8); Sal. 46, 5 (el contexto se refiere a la amenaza de Senaquerib); Eco. 48, 17.
63 .
«Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David,
y
para los habitantes
de Jerusalén, para la purificación del pecado
y
de la inmundicia» (13, 1).
64.
«En ese día manarán en Jerusalén agua vivas, la mitad hacia el mar de occidente,
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94
L MISTERIO DEL TEMPLO
que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán
de su seno» 7, 38). «Esto dijo - añade San Juan - del Espíritu
que habían de recibir los que creyeran en Él.» Jesús se presenta así
como la verdadera Roca, de la que había brotado el agua en el de-
sierto (cfr. nota 69), mas también, de manera más velada, como el
verdadero templo, del que habría de manar el agua vivificante, esa
agua que es, de manera tan constante en la Escritura, la imagen
del Espíritu (cfr. Braun, citado en la nota 68). Cuando el soldado
traspase el costado de Jesús, dormido en la cruz con el sueño de la
muerte, y brote sangre y agua (Jn. 19, 34), sabremos que se ha cum-
plido el anuncio del Señor, ahora que ha sido ya «glorificado» : del
costado del cuerpo de Jesús, como del costado del verdadero templo,
anantial vivificante de los sacramentos y del Espíritu.
Es sabido, que el tema de la Iglesia nacida, bajo el símbolo de la
sangre y del agua, del costado de Jesús, dormido sobre la cruz, como
Eva había nacido del costado del dormido Adán, es uno de los datos
más constantes de la tradición
71 ;
es también, equivalentemente, un
dato bíblico.
Todos estos temas son recogidos por San Juan en el Apocalipsis, a
propósito de la Jerusalén celeste o escatológica:
21
5 Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas
todas las cosas ... 6.. .Yo soy el Alfa y la Omega, el principio
y
el fin. Al que
tenga sed le daré gratis de la fuente de agua viva (a) 7. El que venciere here-
dará estas cosas
y
seré su Dios
y
él será m i hijo. . .(b).
22
1 Y me mostró (el ángel) un río de agua de vida, clara como el cristal,
que salía del trono de Dios
y
del Cordero. 2 En medio de la calle y a un
lado y otro del río había un árbol de vida que daba doce frutos, cada fruto en
su m es ,
y
las hojas del árbol eran saludables para las naciones (e).
(a) Cfr. Is. 55, 1. - (b) cfr. II Sam. 7, 14, la profecía de Natán.
c) Cfr. Ez. 47, 12, texto citado por nosotros, supra.
7 1 .
Ver lo esencial de la documentación en
S. TROMP, De natvitate Ecclesiae ex Corde
lesu in cruce,
en
Gregorianum,
13 (19 32) ,
pp.
489- 527 ,
y
la encíclica Mystici Corporis
de
9 de junio de 1943: AAS, 1943, p. 205.
7 2 . Nos hemos servido aquí del art.
Isate
de A.
FEUILLET,
en el
Suppl.
du Dict. de
la Bible, t. 4 (1949), col. 689-90, 706, 727. Cfr. id.,
Reo. bibi., 1949, p. 75; 1953,
p.
199
la notable
Introduction au livre de lonas,
en la
Bible de Jérusalem, pp.
23 - 24. N o hemo s
pretendido en modo alguno, por lo demás,
tratar
aquí la cuestión del universalismo, sino
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96 L MISTERIO DEL TEMPLO
mi pacto: Yo os daré en mi casa, dentro de mis muros, poder y nombre,
mejor que hijos e hijas. Yo les daré un nombre eterno, que nunca perecerá.
Y a los extranjeros allegados a Yavé para servirle
y
amar su nombre, para ser
sus servidores..., yo les llevaré al monte de mi santidad,
y
les recrearé en mi
casa de oración. Sus holocaustos
y
sacrificios serán gratos en mi altar, porque
mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos)) (Is. 56, 3-7).
Este texto establece de la manera más vigorosa una conexión en-
tre el tema universalista y el Templo; lo volveremos a encontrar en
labios del propio Jesús, al expulsar a los mercaderes del Templo
(Me. 11, 17). Tal conexión es característica de los textos del exilio:
tercera parte de Isaías cap. 60 entero ; 66, 18 s., con una fuerte
acentuación escatológica), glosa añadida en la redacción del libro
de los Reyes a la oración de Salomón para la dedicación del Templo
(1 Re. 8, 41-43) ; y también de los oráculos pronunciados dentro del
contexto de restauración postexílica : cfr.
Zac. 2, 14-17; 8, 20-23;
14, especialmente los vv. 16
y
ss. - texto más reciente, escatológi-
co, con cierta coloración apocalíptica -, y después de Zacarías en
Tobías, 13, 11-23 y 14, 6-9. Esta conexión entre el tema universa-
lista y el del Templo es tan profunda que la volveremos a encontrar
todavía al término de la Revelación, en la descripción de la Jerusalén
nueva: Apoc. 20, 10-26. Señalemos, sin embargo, que, paralela-
mente a este universalismo, centrado en Jerusalén y el Templo, y
como para advertirnos que no se trata de un lugar geográfico sino
más bien de un lugar espiritual, hallamos, después del exilio, tex-
tos que manifiestan un universalismo de la pura conversión espiri-
tual : Jonás, Mal. 1, 11, Prov. 1, 9 .
Es menester comprender bien la naturaleza de tal conexión en-
tre el universalismo y la llegada de los Gentiles al Templo, cargados
de presentes. Resulta evidente que no hay que interpretarla en un
sentido estrictamente material, como el anuncio de una venida física
de los pueblos a la colina geográfica de Sión y al lugar real del Tem-
plo ; el fondo de la afirmación es de que las naciones llegarán al co-
nocimiento de Vavé, Dios de Israel. Hay, no obstante, entretejida
con el anuncio universalista, una referencia a Israel, a su Templo y
a su culto. Parece ser que no se concibe el acceso al verdadero Dios
sino dentro del marco del culto de Israel.
Es lo que, más adelante,
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LOS PROFETAS
7
de la doble experiencia, pascual y pentecostal; concebirán un uni-
versalismo centrado sobre Jerusalén, y un acceso a la fe en Jesucris-
to condicionado al paso por las diversas observancias mosaicas.
Pero el universalismo cristiano, tal como Jesús lo anuncia y lo
funda, tal como lo inaugura la realidad de Pentecostés, tal como lo ha
comprendido genialmente Esteban, y después su perseguidor, por
el que había rogado, Pablo, viene caracterizado por el hecho, no de
una venida de los Gentiles a Jerusalén, sino por una expansión, en
cierto sentido, de Jerusalén sobre el mundo entero. Cierto, que es
desde Jerusalén, la Jerusalén histórica, desde donde el Espíritu de
Pentecostés ha dispersado a los Apóstoles por todo el mundo Cierto
también, que los fieles forman un pueblo, una Iglesia, un «cuerpo»,
que poseen su estructura, sus exigencias, su jerarquía, su culto co-
lectivo y visible de Iglesia, de pueblo, de «cuerpo». Desde entonces,
empero, por el Espíritu, la obra de Dios se ha interiorizado en cada
uno; la elección y la vocación no son ya asuntos de un pueblo, con-
siderado étnicamente, sino de cada una de las personas que respon-
de, por la fe, a la palabra de la salud. Ha llegado la hora, en verdad,
en que el Padre encontrará verdaderos adoradores en espíritu y ver-
dad, en la que no será necesario ir ni a Garizim ni a Jerusalén para
adorar. Toda alma se ha convertido en Jerusalén, toda alma se ha
convertido en templo de Dios, piedra viviente de un santuario que
es espiritual. De este modo se ha visto escuchada, a la vez que reba-
sada - «cumplida», en una palabra .- la vocación universalista de
la Disposición Antigua, junto con el profundo vínculo que la une,
en tan gran número de textos, con el tema dl Templo.
75. La liturgia de Pentecostés, tan devota del salmo 68 (Vg. 67), nos hace cantar
en dos momentos de la misa los siguientes versículos (según texto de la Vg.): ((Confirma
hoc Deus quod operatus es in nobis a templo sancto tuo quod est in Jerusalem. Tibi
offerent reges munera.»
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CAPITULO y
Templo y presencia de Dios en la piedad y el
pensamiento judíos
(SIMPLES NOTAS)
El Templo después del exilio. Restauración de Zorobabel
j.
Res-
tauración de Herodes.
Israel había sido liberado de Egipto puramente para ser el pueblo
de Dios, consagrado a su culto. El edicto promulgado por Ciro el
año 538 concedía la libertad a los deportados de Babilonia para que
reconstruyeran «la casa de Vavé, el Dios de Israel, el Dios que está
en Jerusalén» y para que ofrecieran a ese Dios sacrificios y oracio-
nes
2
Así pues, Dios no libera a su pueblo sino para permitirle que
le rinda el culto que espera de él.
Los trabajos, iniciados en el 536, encontraron un serio obstáculo
en la falta de celo y en el individualismo de tantos repatriados, cuyo
interés primordial era el de impulsar sus propios negocios (cfr. Ag. 1,
4-9), así como por la oposición de los samaritanos. Fueron reanuda-
dos en el 520 gracias al estímulo de los profetas Ageo y Zacarías y
1.
Documentación bíblica: libros de Esdrás, Nehemías, Agro, Zacarías 1, 8. Cfr.
G.
RICcI0TTI,
Historia de Israel, trad. esp., Barcelona, 1947, t. II, no. 80-102 (pp. 89-107).
2. Esd. 1, 2-4 (indudablemente, texto destinado a ser leído a los judíos); 6, 3-12
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100
L MISTERIO DEL TEMPLO
bajo la dirección de Zorobabel, príncipe de Judá y de Josué, sumo
sacerdote . La reconstrucción del Templo se vio concluida entre
febrero y marzo del 515 ; se celebró su dedicación así como la primera
pascua (Eds. 6, 15-22).
En los relatos de los libros de Esdras y Nehemías, como tam-
bién en los profetas del exilio y de la restauración, el Templo es
designado habitualmente con la expresión «casa (de Dios)»,
bet;
aparece frecuentemente la siguiente fórmula : la casa de
Yavé,
que
está en Jerusalén.
El templo reconstruido por Zorobabel, levantado precipitada-
mente y en medio de dificultades, no alcanzaba el esplendor del de
Salomón (cfr. Ag. 2, 3; Esd. 3, 12). A pesar de todo, dicho templo
fue el centro, el marco y, en cierto modo, el objeto del fervor de
Israel durante la época del judaísmo que comienza con la restaura-
ción de Esdras y Nehemías : restauración cultual y legalista, es-
trictamente judaica, cuyos actos decisivos fueron la lectura de la
Ley de Esdras, seguida del compromiso solemne empeñado por los
judíos de ponerla en práctica (Neh. 7, 72b a 10, 40c) y la prohibición
de los matrimonios mixtos (13, 23-29; Esd. 9, 1-10, 44). El judaísmo
perdura hasta la época del Evangelio, del que constituye, en buena
parte, su marco externo.
Desde el punto de vista del Templo, que es el único que aquí
nos interesa, dos grandes hechos se destacan en estos cinco siglos de
historia: la violación del Templo durante la tentativa de heleniza-
ción forzada y la subsiguiente persecución, bajo Antíoco Epifanes,
y las obras de hermoseamiento de Heredes el Grande.
El 8 de diciembre del 167 a. C. «el rey hizo edificar sobre el altar
la abominación de la desolación» (1 Mac. 1, 57). La expresión ha
sido tomada de Daniel, que apuntaba al mismo acontecimiento
5;
significa que los hombres de Antíoco levantaron sobre el altar de
3.
Ver
supra,
p.
53 s.
y
en Ag. 2, 23
y Zac. 6, 12 s. cómo califican estos profetas
a Zorobabel. Comparando estos textos con el relato
-
or otra parte admirable - de
Esdraa, se advierte la distancia que separa la visión
profética de las cosas de la de un
sacerdote
y
escriba como era Esdras (Esd. 7, 6, II; Neh. 8, 1, 9; cfr. 12, 36).
4.
Bet
(Esd. 1, 3, 4, 5; 2, 68; 3, 8, 9, II; 4, 24; 5, 2, 13, 16, 17; 6, 3 s., 16,
18, 22; 7, 15, 16, 27; 8, 26, 30; 9, 9; lO, 9; Neh. 6, 10; lO, 33, 35, 36, 39, 40).
1-lekal
(3, 40; 4, 1; Neh. 6, lO). Sólo en los cap. 40 a 48 de Ezequiel,
bet aparece más de
cincuenta veces mientras
hekal
aparece sólo seis; en Is. 56-66,
bet
sale seis veces,
hekal
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PIEDAD JUDÍA 01
los holocaustos una estatua de Zeus Olímpico
y
después celebraron
la fiesta del sol (25 de diciembre), ofreciéndole abominables sacri-
ficios. Es sabido cómo Matías dio, valientemente, la señal de la re-
sistencia espiritual
y
llevó a cabo una audaz campaña, las más de las
veces con éxito sorprendente. El 25 de diciembre del 154, tres años,
día por día, después de los sacrílegos sacrificios del culto pagano,
el Templo era purificado
y
dedicado de nuevo: 1 Mac. 4, 36-59;
comp. con II Mac. 1, 8-10; 2, 16-19; 10, 1-8. Se decidió que esta
renovación de la dedicación sería celebrada cada año durante ocho
días: las «Encenias» mencionadas por el Evangelio de San Juan,
10, 22 (Jesús iba
y
venía bajo el Pórtico de Salomón).
No será este templo de Zorobabel, liberado, purificado
y
dedica-
do de nuevo por Judas Macabeo, el que encontramos en la época
evangélica. Es sabido cómo Herodes, constituido rey por gracia de
Roma, después de unos primeros años de reinado llenos de toda suer-
te de vicisitudes políticas
y
guerreras de intrigas, de tragedias fa-
miliares
y
de asesinatos, emprendió toda una serie de magníficas
construcciones. Mientras levantaba en Sebaste (Samaria) un templo
en honor de Augusto, se dedicó a reconstruir ej templo de Jerusalén,
sus locales
y
sus atrios, de manera verdaderamente grandiosa
6
Los
restos que quedan de las subestructuras de la explanada, ampliada
por Herodes, junto con las descripciones de Josefo o de la Mishna
,
nos permiten hacernos una idea del Templo que conoció Jesús. Co-
menzados el año 20-19 antes de nuestra era, año decimoctavo del
reinado de Herodes, los trabajos en el santuario propiamente dicho
fueron concluidos en un año
y
medio. Después, los de los atrios
y
los
pórticos llevaron unos ocho años. En tiempos del ministerio público
de Jesús, se trabajaba todavía (cfr. Jn. 2, 20). Las últimas obras de
embellecimiento no estuvieron concluidas hasta unos pocos años antes
de la catástrofe
y
de la destrucción total del año 70: sucede a menu-
do que cuando todo está dispuesto, preparado, afiligranado, es cuando
se nos arrebata (ver Le. 12, 20).
La destrucción del año 70 fue tan total que hoy día no nos queda
absolutamente nada
del Templo que conoció Jesús. únicamente per
6.
Cfr. sccsoTTi,
.
it.,
.
46 s.
pp.
41 .);
. ARROT
cit.
nfra en la nota
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102
L MISTERIO DEL TEMPLO
manece la explanada con sus subestructuras y algún vestigio de la
Puerta triple y de la Puerta doble .
Las interesantes excavaciones efectuadas por el capitán Ch. War-
ren de 1867 a 1870 , aunque descubrieron algunos detalles precio-
sos sobre las estructuras adyacentes al Templo, no han aportado
ningún dato decisivo acerca del emplazamiento exacto del santuario
mismo. No se ha realizado posteriormente ninguna otra excavación
ni resulta posible hacerla actualmente en el presente estado de cosas.
Al ser la roca, que actualmente recubre y rodea como un joyel la
llamada mezquita de Omar, el punto más elevado del recinto sagra-
do y representando, sin duda alguna, un punto decisivo en el templo
de Salomón y, posteriormente, en los de Zorobabel y Herodes, los es-
pecialistas se afanan en saber si se asentaba sobre ella el altar de los
holocaustos o el Santo de los santos. En el estado actual de nuestra
documentación histórica y arqueológica, resulta imposible resolver
la cuestión con una certeza rigurosa
O
En cuanto a las reconstruc-
ciones del Templo, todas son hipotéticas y más o menos fantasiosas
La que lo es menos, es todavía la de M. de Vogüe, que reproducen
la mayor parte de las publicaciones francesas ".
Volveremos a ocuparnos de la disposición del Templo y de los
nombres con que se designaban sus distintas partes, al principio del
siguiente capítulo cuando tratemos de la actitud de Jesús ante el
Templo restaurado por Herodes, actitud llena de piedad que no im-
pidió al Señor profetizar su ruina total.
S. Si la columna monolítica dejada en su lugar de la cantera, que hoy día se con-
serva delante de la catedral rusa, en la parte judía de Jerusalén, procede de los preparativos
para la reconstrucción herodiana, como opina el
P. L. H. VINCENT,
podría darnos una
idea de lo que era el Pórtico real, con sus 162 columnas, y el llamado de Salomón.
9. Plans, Elevation, Section:, etc., shewing the Results of the Excavations at Jerusalem,
1867-1870, executed br the Committee of Me Palestine Exploration Fund,
by Captain
Ch.
WARREN,
publ. 1884.
lo.
er la nota especial que hay al final del presente capítulo.
II. Así, p. ej., la de Schick (maqueta conservada en la iglesia luterana del Redentor,
en Jerusalén; reproducida, p. ej., en RIcCI0TTI, o. cit., t. 2,
p.
345); o el ensayo de
P. WATERHOUSE
(en
W. SANDAY,
Sacred Sites of the Gospels,
Oxford, 1903), que abunda
en detalles discutibles; o el desgraciado clisé reproducido en el precioso
Atlas de la
Bible
del
P. GROLLENBERG
(Edit. Elsevier, 1955).
12. M.
DE V0GÜE,
Le Temple de Jérusalem, París, 1864. Reproducida en
Dict. de la
Bible,
t. 5, fig. 464 (perspectiva caballera)
y
465 (plano), en el
Manuel d'archéologie
biblique,
de A. G.
BARROIS,
t. 2, París, 1953, en
RICCIOTTI
(cd. franc.), t. 2, p.
431,
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PIEDAD JUDÍA
03
La piedad judía hacia el Templo
3
Es común decir que había dos dogmas, estrechamente asociados,
que determinaban fundamentalmente la religión de Israel : el de
la unicidad y absoluteidad de Dios y el de la elección de Israel por
Dios como su pueblo propio. Jerusalén, y en Jerusalén, el Templo,
constituían el lugar donde esas dos realidades asociadas se encontra-
ban de manera privilegiada y como en su máxima densidad. Al
mismo tiempo, en efecto, que David había fijado en Jerusalén su ca-
pital y el centro de un Israel unificado, Yavé había elegido a Sión
para habitar en ella, o, como se prefería decir, para hacer habitar
su Nombre. La misma palabra Sión estaba, sobre todo desde Isaías
1 4 ,
cargada de una significación religiosa: expresaba otra cosa, algo
más que «Jerusalén», la designaba en cuanto Dios habitaba en ella
1 5
Por esta inhabitación de Dios en ella, Jerusalén había sido constitui-
da en la «ciudad santa)) por excelencia '. Desde ella hablaba Vavé
(rugía, según Amos, 1, 2); desde su santuario de Sión Yavé escu-
chaba las oraciones, daba seguridades, desplegaba su potencia
1 7
13.
Ver la historia de la religión judía:
G.
HdLSCRER,
Geschichte der israelitisc/len
and yü&schen Religion,
Giessen, 1922; W. BOUSSET y H. GRESSMANN,
Die Religion del ¡uden-
tums im spiithellenitischen Zeitalter: Handb. z. N. T.
de Lietzmann, 21, 3.a ed., 1926;
G. F. MooR»,
Judaism in t/ie First Centuries of Me Christian era.
2 vols. Cambridge, 1927,
etcétera. Ver también, J.
BONSIRVEN,
Le judaisme palestinien au temps de J.-C.,
París, 1935,
t. 2,
pp.
107 s.; el P. LACRANGE,
en su
Judaisme avant J.-C.,
París, 1931, no trata ni de
la cuestión del Templo ni de las fiestas
y
peregrinaciones; apenas se ocupa más que de
los actos interiores y personales de la piedad. J. M. NIILEN
Gebet und Gottes&enst im
N. T.,
Friburgo de Brisg., 1937; A. CAussE,
Les dispersés d'lsral (et. d'Hist. ci de Kilos.
reiig.
19), París, 1929;
Le mythe de la nouvelle Je'rusalem dii Deutero-Esaie á la HP Sybille,
en
Rey. d'Hist. et de Kilos. reí.,
18 (1938), pp. 377-414;
La ¿'ilion de la nouvelle ¡énusalem
(Esaie LX) ci la signification sociologique des assemblées de fétes et des pHegrinages dans
l'Orient se'mitque,
en
Melanges syriens
o f
ferts M. R. Dussaud,
París, 1939,
pp.
739-750;
De la Jénusalem terrestre ¿ la ¡énusalem céleste,
en Reo. Hist. Philos. relig.,
27 (1947),
pp. 12-36; N. A.
DAFIL,
Das
Volk
Gottes. Eme Untersuchung zum Kirchenbewusstseins
des Urchristentums, Oslo,
1941,
pp.
61 s.; A.
GELIN,
Jénusalem dans le dessein de Dicu,
en
Vie Spirit.,
86 (1952), pp. 353-366: todo el fascículo de abril' de 1952 de la
Vie Epirit.
está consagrado al tema de la Jerusalén celestial; Th.
MARRTENS,
¡e'nusalem, Cité de Dieu
(Ps. 120-128), Col. Lumiáre et Vie, 3, Brujas, 1954, es un comentario de los nueve
primeros salmos graduales, recitados en las escalinatas del Templo.
14. Cfr. M. SCHMIDT,
Prophet und Tempel, pp.
37 s.
15.
Yavé habita en Sión: Sal. 68, 17; 74, 2; 76, 3; 78, 69; 122, 9; 132, 13-14;
135, 21; Jet. 31, 6; etc.
16.
Is. 48, 2; 52, 1; Sal. 2, 6; Neh. 11, 1, 18; Dan. 9, 24; Tob. 13, 9. Y Cfr.
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104
L MISTERIO DEL TEMPLO
Toda esta mística de Jerusalén comenzó con David al fijar éste
la Presencia de Dios al lugar que no era aún más que la «ciudad de
David» ». Se reforzó con el ideal deuteronómico de la unidad del
Santuario, ideal del que la tribu de Efraín y el ambiente de los es-
cribas del Norte participó ampliamente
j.
Se reafirmó todavía más
después de la conquista de Jerusalén y de la deportación a Babilonia
de la élite de la sociedad judía. Y no sólo en el plano sentimental
- cfr. el salmo 137 - sino también en el plano de las ideas, bien
sea por todo el trabajo de fijación de las tradiciones históricas y re-
ligiosas de Israel, que culminó en la
golah,
bien por el desarrollo
de los temas mesiánicos vinculados a la Ciudad Santa, que llegó a
ser como el centro ideal de las esperanzas mesiánicas y escatológicas.
De esta Jerusalén futura daba Ezequiel como la cifra o el secreto,
cuando, al final de su descripción del nuevo templo, escribía: «El
nombre de la ciudad será desde aquel día, Yavé está allí» (48, 35).
El programa ideal y claramente mesiánico - escatológico, in-
cluso - de santidad diseñado por Ezequiel fue traducido por los
judíos repatriados en términos de disposiciones legales, practicadas
con aquel ardor y, cabe decirlo, con aquella estrechez, que caracte-
rizan al judaísmo. El hecho del carácter tan estrechamente judío de
la restauración de Esdras y Nehemías
2 0
es aquí importante y sig-
nificativo. La comunidad judía postexílica quiere conservarse sepa-
rada y pura, centrada alrededor de su Templo, poniendo toda ella
por obra, desde el judío de las aldeas de Judá y de Benjamín hasta
la Ciudad santa, Los Atrios de su Templo, el santuario y, en fin,
el Santo de los santos, donde sólo el sumo sacerdote penetraba una
vez al año, un orden de «santidad» cada vez más riguroso y cada vez
más estrecho
2 1
Jn. 2, 8. Dios socorre desde su santurario: Sal. 20, 2; 68, 29-30; 68, 36 (cfr. B J);
134, 3. - Cfr. Ls. 2, 3 s. (= Miq. 4, 2 s.).
18. Ver
supra
p.
38,
y
¡os relatos del traslado del arca: liSam. 6, 12-19;
15,
25;
IPar. 15; Sal. 132, 13-14; Sab. 9, 8.
19.
¡Cuán significativo es el texto de Jer. 41, 5 ; ver
H CAZELLES,
Jéremie
eS le
Deutéronome, en
Rcch. Ssc. Relig.,
38 (1951) ,
PP.
5-36; cfr. esp.
pp.
15-34.
20.
Cfr. Esd. 1, 2, 5; 4, 1-5 (exclusión de las gentes de Samaria); 5, 1; 7,
14;
lO, 7, 9; Neh. 4, 4, 10; 6, 7; II, 4 s. Cfr.
LAGRANGE, Judatsmc,
p.
31; Ricciorri,
o. cit., p. 115. - Esta es la perspectiva dentro de la cual se inscribe el ideal teocrá-
tico del libro de Paralipómenos.
21.
Acerca de esta estructura de santidad (legal) y de separación cada vez más
estrictas, como característica del judaísmo, cfr.
DAHL, o. cit., p. 64. Los israelitas son
santos, los levitas lo son más; más aún los sacerdotes; supremamente santo es d sumo
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PIEDAD JUDÍA 05
Se trataba de una santidad, por así decir, ontológica, que, reali-
zada en grado supremo por la Presencia divina en el Santo de los
santos, se comunicaba casi físicamente desde él al santuario, al
atrio de los sacerdotes, al de las mujeres y a todo el recinto sagrado,
a Jerusalén después, y a todo Israel . Mas tanto en el Antiguo
Testamento y el judaísmo, como en el Evangelio y San Pablo, un
indicativo de santidad entrañaba un imperativo: esta santidad onto-
lógica que dimanaba del santuario y de su culto se traducía en obli-
gaciones, cuyo carácter un tanto externo, excesivamente meticuloso,
no debe hacernos olvidar su aspecto moral. (Cfr. Lev. 11, 44, 20, 7-8).
No es conveniente, en nombre de un espiritualismo que también
tiene sus peligros, desdeñar la grandeza religiosa del ritualismo y
de su preocupación por la pureza legal, de la que el Evangelio nos ha
familiarizado únicamente con las exageraciones farisaicas. Hemos
visto ya, con Isaías y Ezequiel, y veremos a lo largo del Nuevo
Testamento, desde Jesús al Apocalipsis, pasando por San Pablo,
que la exigencia de pureza acompaña constantemente al tema del
templo. En el judaísmo ha adquirido un alcance excesivamente ri-
tualista, pero poseía también una dimensión religiosa, que la histo-
ria de los Macabeos ilustra vigorosamente. Toda la vida nacional
estaba marcada por ella. En la obra del Cronista, redactada en su
forma actual entre el 350
y
el 300, poseemos una historia nacional es-
crita a la luz del ideal teocrático, cultual y, podríamos decir, hiero-
crático, silos levitas y los escribas no ocuparan un lugar importante
junto a los sacerdotes El Israel de después del exilio ya no tiene
rey, y acabará, muy conscientemente, por no querer tenerlo siquie-
ra
24
; tiene únicamente un clero y un sumo sacerdote, una jerarquía
que le enseña la Ley y celebra el culto.
Atrio accesible a los Gentiles hasta el Santo de los santos: cfr. BONSIRVEN, o. cit., t. 2,
pp. 112-113; PHYTHIAN -ADA MS,
The ¡'copie and the Presence,
pp.
108-120 (en el judaísmo
post-exulico, ideal de pureza
y
de purificación, no sólo de los hombres pecadores, sino
hasta del santo de los santos). G. DALMAN
(Les itinéraires de Je'sus,
París, 1930,
pp.
370 s.),
describe las crecientes exigencias de pureza y
separación que afectaban a cada una de
las partes del Templo: texto muy evocador de la vida sacra de Israel.
22.
Ver Ez. 44, 19; 46, 20; cfr. x. 29, 37,
y
Mt. 23, 16-22; 0. PROSKSCH, art.
en
T/leoi. Wórterb. a. N. T., t. 1,
pp.
88-97.
23.
Ver al respecto las excelentes introducciones de H.
CAZELLES (Par.) y A. GELIN
(Esd.-Neh.,
p.
25) en B J.
24.
Cfr. la petición hecha a Pompeyo: JosEFo,
Ant.
XIV,
2 , ci tado por LAG RA N GE ,
Judaisme, p.
158, n. 1. Se puede observar que ya en la visión del Templo restaurado,
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106
L MISTERIO DEL TEMPLO
La
Ley y el culto constituían los dos polos de la vida, a la vez
religiosa y nacional, de este Israel particularista. No es menester,
como intentaba hacerlo Bousset, ver únicamente el aspecto legal y
minimizar el del culto ». Las relaciones del alma judía con Dios no
se acantonaron nunca en el orden de las ideas y de las intenciones
ha surgido siempre del orden de la acción y se ha querido traducir
siempre en una práctica, no sólo ética, sino también cultual . Y en
la realización judaica del retorno del exilio, la práctica cultual esta-
ba estrictamente orientada hacia el Templo y vinculada a él.
Se había adquirido la costumbre, durante el exilio, de rezar con
el rostro vuelto hacia el Templo
27,
y si tal práctica ha podido debili-
tarse hasta el punto de que apenas aparecen testimonios de ella en la
época de Jesús
2 8 ,
no hay que olvidar que las sinagogas, en las que
veremos desarrollarse una creciente vida religiosa, estaban, por lo
general, orientadas hacia Jerusalén
2 9
Pero, sobre todo, existía la costumbre de acudir - «subir» -
a Jerusalén, y los hechos más señalados de la vida de Nuestro Señor
muestran que tal costumbre era observada todavía en su época por
los judíos piadosos. Las grandes festividades - la de los Tabernácu-
los, la de Pascua y la de Pentecostés - reunían en Jerusalén unos
cien mil peregrinos Los cánticos graduales - salmos 120 a 134 -
traducen los sentimientos de aquéllos a medida que iban aproximán-
dose a la ciudad del Templo. Muchos salmos son también cantos de
peregrinación (Sal. 84 : Quarn dilecta tabernacula tua ), o
han sido
adaptados a tal o cual fiesta
n•
Bastantes otros, expresan de forma
diversa la misma devoción hacia Sión: Sal. 48; 84; 87; 102, 14 s.
122; 133; 137, 5-6, etc. Muchos cantan la alegría de la fidelidad al
servicio de Yavé, las más de las veces con mención explícita de su
Casa, a la que conviene la santidad por siempre jamás (93, 5)
32•
25.
Muchas obras recientes Critican a Bousset en este punto: así
DAHL,
pp. 5I62;
H. RIESENFELD,
Jésus transfiguré,
Copenhague, 1947,
p.
14.
26.
Puesto de relieve acertadamente por
A. C. WELCH,
Pro phet and Priest jo Oid
Israel, Oxford, 1936. - Ver, p. ej., Miq. 6, 8.
27. Cfr.
supra
p.
88, n. 48. También Sal. 5, 8; 28, 2; 138, 2; III Esd. 4, 58; otras
referencias sobre el judaísmo en DAIiL,
o. Cit., p. 72.
28.
BONSIRVEN,
o. cit., t. 2,
p.
154.
29 .
BON5IRVEN,
o. cit., t. 2,
p.
138;
DAHL,
o. cit., p. 293, n. 178 (refer.). Caso de
la sinagoga de Cafarnaum.
3 0.
BONSIRVEN,
o. cit., t. 2, 121.
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PIEDAD JUDÍA
07
El israelita piadoso, después de la visión de Jerusalén y dé una
larga oración en el Templo, suspira: « Quién se cobijarábQtu - -
tienda, Yavé, quién habitará en tu montaña santa ?»
«¡Cuán amables son tus moradas, Yavé Sebaot
Anhela mi alma y ardientemente desea los atrios de Yavé.
Mi corazón
y
mi carne saltan de júbilo por el Dios vivo (Sal. 84, 2-3).
Los salmos y otros escritos canónicos o extracanónicos del ju-
daísmo nos proporcionan una idea bastante precisa de lo que eran
para los fieles tales fiestas de Jerusalén y del Templo. En todos
la nota dominante es la alegría, mezclada a una arrogancia exultan-
te La religión de Israel era muy humana, unida muy de cerca
a la vida familiar y nacional; sus fiestas, especialmente la de los
Tabernáculos, que era la fiesta por excelencia, eran unas fiestas ale-
gres, casi de jolgorio, y como tales estaban consideradas por los mis-
mos textos legislativos Alegría de los ojos: ¡Jerusalén era o
es todavía - de tan buen ver Las fiestas la llenaban de vida
(cfr. Jer. 31, 4; Lam. 1, 4; 2, 6). ¡ Qué esplendor cuando oficiaba
el sumo sacerdote en el Templo
3 6
Alegría para los oídos que escu-
chaban los cánticos y oían aquellos instrumentos musicales que eran
uno de los mayores atractivos de los cultos paganos, de los que,
según parece, no se logró desviar la atención de Israel sino conce-
diéndole un equivalente de las trompetas, arpas, flautas y tambores
de aquéllos
n
Este gozo de ojos y oídos era también, ostensiblemente,
el gozo de estar todos juntos y de reconocerse, en el servicio de Yavé
27 (sobre todo vv. 4 y 5); 47, 16-17; 84; 96; 134; 133. Ver también los cantos aue
celebran la fidelidad en ofrecer sacrificios al Templo: Sal. 66, 13; 96, 8-9.
33.
Cfr. Sal. 24, 3 e Is. 33, 15; Miq. 6, 6-8.
34.
Todos los estudios lo señalan: BONSIRVEN, o. cit., t. 2,
PP.
122 s.; DÁtIL, o. cit.,
p. 64; J. COMBLIN,
La liturgie de la Nouvelle Jérusalem (Apoc.
XXI, 1-XXII, 5),
en
Eph. Theol. Lovan.,
29 (1953 ) ,
pp.
5-40; cfr. p. 24, en donde cita a E. G. GULIN,
Die
Prende im Neuen Testament (Ann. Acad. Scient. Fen.,
ser. B. XXVI, 2), Helsinki,
t. 1, 1932,
pp.
17 s., 50 s.
35.
Cfr. Lev. 23, 40; Deut. 16, 15. También Is. 30, 29; Zac. 8, 19; Sof. 3, 18.
Sobre la fiesta de los tabernáculos en cuanto fiesta por excelencia, cfr. B J sobre ci
Deut., p. 74; 1 Re. 8, 65; Os. 9, 5; Is. 30, 29; Sal. 81 (nota B J); Neh. 8, 13 s.;
Esd. 3, 4; RIESENEELD, o. cit.; BON5IRVEN, o. cit., t. 2,
pp.
123 s.
36.
Cfr. Eco. 50, 1-21.
37.
Cfr.
J. QU ASTEN,
The con flict of Early Christianity with the Jewish Temple
Worship, en
Theol. Studies,
2 (1941),
pp.
481-487. Esta breve nota podría arrojar un
poco de luz sobre la naturaleza propia del culto
cristiano y
sobre textos como Col. 3, 16
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108
L MISTERIO DEL TEMPLO
en el Templo, como el único pueblo escogido.
«Las
fiestas reúnen,
al menos simbólicamente, a toda la comunidad judía. Se envían car-
tas de convocación a las comunidades de la Diáspora»
3 8 •
En lugar
de «simbólicamente», preferiríamos decir «representativamente», aco-
giéndonos al genio lingüístico de la Biblia, que se desinteresa del
aspecto puramente cuantitativo-numérico y que considera que un
pueblo está presente como totalidad en una parte representativa de
sí mismo:
pars pro toto.
En estas fiestas, Israel (eventualmente reducido a Judá y Benja-
mín) tomaba conciencia de su realidad como pueblo. El análisis de
los usos de la palabra
qahal,
que ha hecho Dahi », es extraordina-
riamente significativo al respecto; J. Comblin (cfr. anterior nota 34)
ha puesto igualmente de relieve dicho aspecto, reuniendo los testi-
monios que manifiestan la feliz experiencia que hacían los peregri-
nos en Jerusalén con ocasión de las fiestas, singularmente en la de
los Tabernáculos, tipo de lo más sublime que el Apocalipsis nos dirá
de la liturgia de la Jerusalén celeste.
«Alegréme de lo que me decía:
Vam os a la casa de Y avé.
E stuvieron n uestros pies
en tus puertas ¡ oh Jerusalén
Jerusalén, edificada como ciudad
bien unida
y
compacta.
Adonde suben las tribus,
las tribus de Yavé»
(Sal. 122,
14;
comp. 133 , 1.)
Esta realización comunitaria, representativa del Israel ideal, del
Israel de Dios, no impedía, como no lo impide en la liturgia católi-
ca, la intimidad personal de la oración y, en ocasiones, una expe-
riencia de la Presencia de Dios, un contacto místico con
Es, por lo demás, cierto que en Israel - y fuera de él - el des-
arrollo de las ideas y de los sentimientos se ha ido realizando dentro
de una cierta espiritualización. Un hecho ha favorecido decisiva-
38.
COMBLIN,
art. cit., p. 24, n. 47, con referencia a II Mac. 1-2 y a diversos tra-
bajos.
39.
0. cit., pp. 64 s.
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PIEDAD JUDÍA
09
mente tal trayectoria: el nacimiento, o cuando menos, el crecimiento
de un culto sinagogal a partir del exilio
y
de la realidad de la Diás-
pora
j.
A la idea cultual del Templo, cuya nota dominante era el
sacerdocio
y
la práctica de los sacrificios de animales, vino a yuxta-
ponerse entonces, a superponerse después, y, en cierta manera, a
substituirla, la idea
y
la práctica sinagogal, más espiritual. El es-
criba creció en importancia con respecto al sacerdote. Después de
la destrucción definitiva del Templo en el año 70, las sinagogas
vinieron a ser como unos templos en pequeño
e adscribió en su
beneficio,
y
también en beneficio de todo hombre piadoso que se
diera al estudio de la Ley, la presencia de la
sekinah, que había
sido el privilegio de la Tienda del desierto
y
del Templo
El proceso de espiritualización de las ideas relativas al culto, a
los sacrificios
y
al Templo, ha sido estudiado por H. Wenschke-
witz
4 3
pero desde el punto de vista del Nuevo Testamento
y
utili-
zando una noción de «espiritualización» que no nos parece entera-
mente satisfactoria (cfr. infra pág. 179 orig.)
depende demasiado
de corrientes filosóficas
y
de una asimilación de «espíritual» a «mo-
ral», o incluso, a «metafórico». Es bien cierto que las ideas circun-
dantes han ejercicido alguna influencia sobre los espíritus judíos, a
pesar de que el yavismo ha sido, de entre todas las religiones del
Oriente, la que más se ha resistido a las influencias exteriores. La
religión persa, reformada por Zoroastro en el siglo vi antes de Cristo,
ha ejercido probablemente
lguna nfluencia
obre los espíritus
judíos
después que el mismo Zoroastro, a su vez, hubiera recibi-
do la influencia de la corriente profética
y
de la espiritualidad de los
Salmos de Israel
(anawim)
odas estas fuerzas combinadas
ro-
fetismo, corriente de los
anawim,
eventual influencia del reformismo
zoroástrico y, en fin, el desarrollo del culto sinagogal durante
e l
41. A.
CAL'SSF, Les dispersés d7sra2'I (Ét. d'Hist. et de Pililos. relig., 19),
París,
1929;
LAGRANCE, Judasme, pp. 285 s.;
B0NsIRvEN,
o. cit., t.
2,
pp.
136 s.;
DAHL,
o. cit.,
pp.
65 s.
42.
B0NsIRvEN, o. cit., P. 138.
43. Die Spiritualisicrung der Kultusbegriffc Tempel, Priester und Opfer ¡ni N. T.,
en AFFEAO, 4
(1932), pp. 70-230; cfr.
también O.
SCHMITZ,
Die Opferanschauung des
spüteren ¡udentums und die Opferaussagen des N. T.,
Tubinga,
1910.
4 4 .
Esto es lo que admiten algunos exegetas católicos como Mons. J.
WEBER (Comm.
de la Sagesse,
en
La SajaSe Bible,
de
PIROT-CLAMER, p. 395) o A. GELIN(B
J, Introd.
a Malaquías,
p.
65).
4 5 .
Sobre esta corriente espiritual,
cfr. A. CAUSSE, Les paut'rcs d'lsrail (Prophtes,
Psa/mistes, Messianistes),
Estrasburgo,
1922; A.
GELIN, Les pauvrcs de Ya/Icé (Te'moias
de Dieu,
14 ,
París,
1953.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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110
L MISTERIO DEL TEMPLO
exilio y en la diáspora - extendieron ampliamente la idea de que
el verdadero sacrificio es la oración de acción de gracias, el sacrifi-
cio de alabanza, junto con la limosna y la observancia de la
Ley :
tales sacrificios tenían más valor que la ofrenda de animales . Evi-
dentemente, esta tendencia a exaltar el sacrificio puramente espiri-
tual se acentuó después de la destrucción del Templo, ya que no
eran posibles entonces otros sacrificios que la oración, el estudio de
la Ley, la penitencia y las obras de caridad . Pero ya antes de la
catástrofe, aquellos que por la lejanía o bien por posición espiritual
no contaban prácticamente con el Templo, habían llegado a una si-
tuación semejante. Hoy día se conoce bastante bien la emocionante
historia de los Esenios y de su monasterio de Qumrán. Para ellos,
para ellos sobre todo, el sacrificio puramente espiritual de la ala-
banza y el de la penitencia personal eran superiores a la carne de
los holocaustos y a la grasa de los sacrificios . Los escritos apoca-
lípticos que pululan por el mundo judío a partir de los Macabeos
¿ proceden, quizá, de tales ambientes disidentes, que el documento
sadoquita y los textos de Qumrán no han acabado todavía de reve-
larnos? La cuestión está planteada más bien que resuelta. En todo
caso, sus afirmaciones mesiánicas o apocalípticas sobre un Templo
nuevo, difíciles de reducir a una línea definida
o,
no tienen gran
cosa que decirnos aquí.
Ideologías referentes al Templo.
Con las
ideas desarrolladas a propósito del Templo salimos,
con mucho, del ámbito del testimonio propiamente bíblico, a pesar
46. Cfr. Os. 14, 2; Is. 57, 19; Sal. 4, 14, 23; 40, 7; 50, 7 s.; 51, 18 s.; 69, 31 s.;
141, 2; Prov. 15, 8; 21, 27; Eco. 35, 1 s. (nota B J); Dan. 3, 40. Cfr. los consejos
del viejo Tobías (Tob. 4).
47.
Cfr. Sal. 40, 9; 50, 14; 51, 18; 69, 31-32; 116, 13
y
17.
48. Referencias en DAHL,
o. cit., p. 70; cfr.
BONSIRVEN,
o. cit., p. 194. Jos»so pone
en labios de los Judíos, durante ci asedio del año 70, la afirmación de que «el universo
es para Dios un templo mejor que aquél»
(Beil. ¡ud. y, II,
2, § 458). Después de la
destrucción del Templo se expandió por entre la Diáspora, predispuesta ya para reci-
birla, la idea de que Dios no tiene templo alguno material y de que el verdadero culto
es totalmente espiritual: cfr. WENSCHKEWITZ,
est. Cit., pp. 93
s.;
SCHRENK, en
Theol.
Wórterb. a. N. 7'.,
t. 3,
p.
240; M. SIM0N
Verus Israel,
París, 1948,
pp.
56 s., 78.
49.
Cfr. el Manual de Disciplina, IX,
4-5 (penitencin) y X, 6 (oblación de los
labios); cfr.
G.
VERMS
Les manuscrits de la Mer Morte
París, 1953,
pp. 43, 59
y
154.
50.
Ver un resumen de tales afirmaciones en el art. - ispév de
SCHRENK,
en
Theol.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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PIEDAD JUDÍA 11
de que entre éste
y
aquéllas hay una continuidad acerca de los dos
puntos principales que debemos considerar, a saber, la representa-
ción a que se intentaba llegar de la divina Presencia
y
el sentido
cosmico que se atribuía al Templo.
a) epresentación de la divina Providencia
a idea de
que Yavé tiene por morada o palacio a los cielos es muy antigua en
Israel, sin que ello conceda derecho a tomar las imágenes poéticas
pormaciones materiales (Vavé cabalgando sobre las
nubes
5 2 ,
enviando a los vientos como sus mensajeros
haciendo
de la tierra el escabel de sus pies etc.) ni a buscarle paralelos ni,
sobre todo, fuentes «religionsgeschitchlich» fenicias, asirias o per-
sas
Israel estaba demasiado vinculado a la realidad de Yavé, de-
masiado penetrado de su trascendencia, para no haber llegado por
sí mismo a esta simplicísima representación. Desde la época del Deu-
en-
teronomio, en todo caso, o incluso, desde Amós
y
Oseas, que es ya
la de la redacción de las tradiciones yavista
y
elohísta, había quedado
56
fijada esta representación: el verdadero templo de Yavé es el cielo
Vavé es un Dios escondido, infinitamente elevado por encima de los
hombres
y
del mundo que ha creado, infinitamente santo
y
separa-
do: nadie puede verle, oírle siquiera,
y
continuar viviendo
Cuan-
to son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos por
encima de los vuestros,
y
por encima de los vuestros, mis pensa-
mientos» (Is. 55, 9).
Pero
al es el sentido trastornador de la gran visión de Isaías
y
también de las anticipaciones de un Oseas (11, 9) se Dios tres
51.
Además de las obras
itadas
supra
(nota
3), fr.
.
EBER, ¡üdisc/se theologic
auf rund des
almuds u.
erwandter Schrif ten,
. d.,
eipzig,
897;
.
BELSON,
The Immcsnencc of God in Rabbinical Literature,
Londres, 913; L.
GRY,
Séjours et habi-
tatt divins d'aprbs les apocryphes de
l A. T.,
en
Reo. Sc. phil. théol.,
4 (1910),
pp.
694-722.
52.
Sal.
8,
1; 8,
, 4 ;
eut.
3,
6 ; s.
9,
7, 4;
6 ,
5.
53.
Jer.
0,
3; 1,
6 ; al.
04, ;
35,
; on. ,
.
54. Is.
6 ,
Act.
, 9).
Nota del traductor.
Adjetivo relativo a la historia religiosa como contrapuesta a una
historia
la
ientífica o crítica.
55.
Ver
PEDERSEN,
Israel,
11-1V,
p.
5 1 la nota de
p.
24.
56.
Cfr. lo
icho
supra,
p.
29
y
85.
er Os. 5,
5;
s.
8, 4;
3, 5;
iq. ,
2 s.;
, 6;
cut.
6 ,
5;
er.
5 , 0; ab.
, 20;
s. 40,
2;
3,
5,
9 ;
6 ,
; al. ,
4;
,
;
1
, ;
8,
, 0
9 ,
,
,
O;
6 ,
; 9 , ; 3, 02; 0;
03,
9
104, -3;
04,
3; 23, ;
44,
;
fr.
6 ,
;
0, 5; Re. ,
7,
0
.;
I Par.
18,
1
.;
0, 27;
dt. 9,
1. especto al
udaísmo, cfr.
ONSIRVEN, . it., t.
,
.
57.
Yavé llena el cielo la
ierra:
er.
3, 23 s.;
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112
L MISTERIO DEL TEMPLO
veces santo, elevado por encima de todo, es el Santo
de Israel y su
Presencia llena el Templo (Is. 6, 1-7). Yavé, como sabemos, tenía su
asiento sobre los querubines en el santo de los santos, obscuro y
58
misterioso, al que, por tal razón, se llamaba
debir
sí pues, exis-
tía una tensión, que las almas más religiosas experimentaban con
angustia, entre la trascendencia celeste de Dios y su presencia casi
familiar en medio de Israel, entre su santidad y las comunicaciones
que hacía a su pueblo, entre su separación y su proximidad. La bella
oración que el libro de los Reyes (1 Re. 8, 16)
y
las Crónicas ponen
en labios de Salomón en el momento de la dedicación del Templo,
reflejo de una teología precavida, expresa muy bien tal tensión:
((Pero en verdad habitará Dios con el hombre en la tierra? Los cielos
y los cielos de los cielos no pueden contenerte; ¡cuánto menos esta casa que
yo he edificado l... Oye el ruego de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando
oren en este lugar; oye tu desde lo alto de los cielos, desde el lugar de tu
morada; oye
y
perdona» (II Par. 6, 19
y
21).
Para destacar la trascendencia de Yavé y la tensión que entrañaba
en el seno mismo de su Presencia y también porque desde la mitad
del siglo ir antes de Cristo se evitó, cada vez más, pronunciar el
mismo nombre de Yavé se decía que Dios estaba unido al Templo
por su Nombre, que en el Nombre de Dios habitaba en él y en él
era invocado. Particularmente desde el Deuteronomio, se decía que
Dios había escogido a Sión para hacer habitar en ella su Nombre
60•
Las realidades de las que se decía que sobre ellas era invocado el
58. Dios tiene su trono sobre los querubines: 1 Sam. 4, 4; 6, 6,2 s.; 22, 11; 1 Re. 8,
6 (((bajo))) los querubines); 19, 15; Hab. 3, 2 (LXX); Is. 37, 14 s.; Sal. 18, II; 80, 2;
99, 1 ¡Par. 13, 6; Dan. 3, 55
(LXX). - Cfr.
supra,
pp.
28
y
86 (nota 46).
ag.
9. Sobre los sustitutivos del Nombre sagrado en el judaísmo, Cfr.
B0N5IRVEN,
o. cit.,
t. 1,
pp. 128 s.; sobre la teología del Nombre, cfr. W.
EICHRODT,
Theologie des A. T.,
t. 2,
PP.
15-18.
60. Deut. 12, 5, 11, 14, 18, 21, 26; 14, 23; 15, 20; 16, 2, 6, 7, Ii, 15; 17, 8, 10;
24, 25; 26, 2; 31, II. Cfr.
M. SCHMIDT,
Prophet und Tempel,
pp.
93 s. - Después
del Deut., Is. 18, 7; Jer. 7, 12; Ez. 7, 10, II, 12, 14; Sal. 74, 7; liSam. 7, 13;
¡Re. 3, 2; 8, 17, 18, 19 (cfr. II Par. 6, 7, 8, 9), 20, 29, 43, 44, 48; S. 16; 9, 3;
II, 36; 14, 21; II Re. 21, 7; 23, 27
y
lugares paralelos en Par.
Cfr., en Jeremías, la invocación al Nombre de Yavé: 14, 7, 9, 21,
y ,
en el Salterio
(Sal. 9, II; 36, 11; 87, 4), la equivalencia existente entre conocer el Nombre de Yavé
y ser fiel suyo; por el contrario, un pueblo sobre el cual no es invocado el Nombre de
Yavé tampoco es gobernado por Él (Is. 63, 19, etc.) Sobre la atribución de la Presencia
al
Nombre,
como expresión de trascendencia y como manifestación de una tensión entre
la Presencia en el cielo
y
la Presencia sobre la tierra, cfr.
PHYTHIAN-ADAMS, The People
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PIEDAD JUDÍA
13
Nombre de Yavé o que llevaban en sí ese bendito Nombre, eran reali-
dades santas, que estaban en estrecha relación con Dios
6 1
Al mismo
tiempo que del Nombre, se hablaba también,
y
en el mismo sen-
tido, de la Gloria
«,
y
a veces se pronunciaban unidos ambos títu-
los:
Qué felicidad si quedara alguno de mi estirpe para ver tu
Gloria... En ti se bendecirá el Santo Nombre por los siglos de los
siglos»
13.
Así se iba esbozando una representación que aunaba Presencia
y
trascendencia. En el judaísmo extrabíblico
y
postbíblico este esfuer-
zo desembocó, si no en una verdadera teoría, al menos en una ideo-
logía, la de la
s e k i n a h Esta palabra aramea (o del hebreo misch-
nico) deriva, como hemos visto (cap. II,
pp.
26-27
y
33-34 orig.), del
verbo hebreo s k n
y
significa «habitación» más propiamente que
«presencia»; connota una relación peculiar de Dios con un lugar o
una realidad sensible. Más, ciertamente, esta inhabitación o locali-
zación implicaba siempre, tratándose de Dios, una presencia activa:
estaba l l í
donde a c t u a b a
En los targums, es decir, en las traducciones arameas de la Es-
critura,
s e k i n a h aparece simplemente en lugar de «Dios», como si
Yavé hiciera todo cuanto hace por su «Presencia»
6 5
Podría pensar-
se que la
s e k i n a h
no es sino una denominación de Dios, un modo
de evitar nombrarle directamente
y
de sugerir su trascendencia. Dios
actúa y, por lo tanto, se encuentra allí, Dios reside en el Templo
pero permanece separado en su misma implicación. En lugar de decir
que Dios habita en el Templo, se hablaba de la residencia de su Glo-
ria o de su
s e k i n a h
6 6
Así pues, su
s e k i n a h
habitaba en el Templo,
61.
Así l rca
II
am. , ), l
emplo
1 Re.
,
3 ;
er.
,
0
.),
erusalén
(Jer. 25,
9), Israel (Deut. 28,
0;
er.
4. ), el profeta Jeremías (Jer.
5, 6).
62.
Cfr. s. 4, 6 ; 0,
4; ev. , 3 ; tc.
63.
Tob.
3,
6-17. Respecto a los apócrifos, cfr.
0NSIRVEN,
o. cit. t.
,
p.
28, n. 2.
64. Acerca e
a oción e
ekinab,
er BEL50N,
.
it.,
p.
7-149;
TRACK-
BILLERBECK,
t. 2,
pp.
14
5.; G. F. MOORE,
Intermediaries in
ewish Theology. Memra,
Shekinab, Metatron, en
Harvard heol.
ey.,
5 (1922) ,
pp.
41-85; ENSCHKEWITZ,
eSt.
cit.,
p.
O O
.;
AGI,ANGE,
adaisme,
p.
46-452;
ONSIRVEN,
.
it.
Cfr.
ablas);
L.
BOUYER,
Lo
ible et l'Évangile. Le sens de l'Éciiturc:
a Dieu qai parle au
icu
bit
omme Lectio
ivina,
),
arís, 951,
p.
07 .
65. Por
jemplo, onde el Éx. dice:
Que me hagan un santuario,
y
yo habitaré
en medio de llos,'
25,
), l argum dice:
Haré
ue
i Presencia
sekinti)
abite
en medios de ellos;
gualmente x. 4, :
pasando
Yavé) delante de él»,
e
on-
vierte en:
hizo pasar su
sekinah
delante
e él,,;
l
lamado targum de Onkelos intro-
duce así «su Presencia» en Deut.
2, 5;
1, 24; 32, 19; Os. 5, 6, etc.; cfr.
MOORE, art. Cit.
66.
fr.
0N55RvEN,
.
, ii.
s
abido que la
resencia de
ios
e manfiesta
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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114
L MISTERIO DEL TEMPLO
mas también en las sinagogas (cfr. p. 113 orig. nota 42),
y
en todo
Israel, puesto que todo Israel era santo: en Jerusalén, en Palestina ,
en todo judío, cuando menos en las almas justas
68;
habitaba, en par-
ticular, donde hubiera diez, cinco, tres, incluso dos israelitas ocu-
pados en la palabra de la Ley
6 9
No se hallaba en las naciones paga-
nas
70
: ¿ sería que, además de la Presencia creadora, connotaba un
valor de interés afectuoso y de elección de parte de Dios?
Es cosa sabida que toda metáfora tiende a vivir con vida propia.
En este caso jugaba también un cierto gusto por la especulación,
sutil a la vez que poco precisa, del que el rabinismo nos ofrece otros
ejemplos. A veces, la
sekinah
parece personalizarse y distinguirse
de Dios. ¿ Se estará, quizá, sobre la pista de una distinción de hipós-
tasis? El paralelismo y parentesco que guarda con la noción de sa-
biduría ' podrían inducir a pensarlo. Nos parece, no obstante, como
también parece a nuestros mejores autores - el P. Lagrange, G.
F. Moore, en quien los judíos han visto al autor cristiano más «sim-
páticamente» exacto en materia de judaísmo - que la
sekinah
no
es una hipótesis que ocupara el lugar de Dios, sino que es Dios
mismo bajo un nombre peculiar. Se decía «la
sekinak»,
observa
Moore (art. cit. p. 58), poco más o menos como los cristianos hablan
del «Espíritu Santo» cuando se refieren, sin precisión teológica, a
la acción y a la inhabitación de Dios.
b)
Sentido cósmico del Templo
La idea será desarrollada
dentro del cristianismo, a veces en explícita relación con el tema del
Templo . En los libros canónicos del Antiguo Testamento, el sen-
frecuentemente mediante la luz
y
que existe una estrecha vinculación entre la
sekinab y
glora-luz: cfr. MOORE,
art. cit.;
LAGRANGE,
p. 451;
BOUYER, P. 108.
6 7 .
BoNslRv»N,
t. 1,
PP.
98-99, 157.
68. Todo judío: BONSIRVEN, t. 1, P. 86; en los justos,
p.
179.
69.
Rabí Chalafta, y. 135, en
Psrke Aboth, III,
6; R. Isaac, en
Berakoth,
6.; cfr.
Sanhedrin,
39. Otras referencias en DAHL,
p. 68. ¿Es quizá
-
e pregunta
LAGRANGE
(o. cit.,
p.
448, n. 4)— una respuesta a Mt. 18, 20?
70. Cfr.
BONSIRVEN,
o. cit., t. 1, P. 101.
71.
Cfr. Eco. 24, 7-11; Prov. 8, 30-31;
LAGRANGE,
o. ct.,
p.
447.
72.
Salvo en los estudios de A. y J.
JEREMIA5,
ya citados, la cuestión no ha sido
objeto,
por lo que conocemos,
de ninguna investigac6n expresa. A notar, únicamente al-
gunas páginas del P.
J.
DANILOU,
Le symbolisme cosmique du Temple de Jérusalem,
en
Symbolisme cosmique et Monuments religieux,
Ed. de los Museos Nacionales, 1953,
Pp.
61-64.
73. Ver
infra, Conclusión; el P.
DAN LOU (Le signe du temple)
ha demostrado cómo
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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PIEDAD JUDÍA
15
tido cósmico del Templo está netamente sugerido, pero apenas nada
más que sugerido.
No se trata aquí del templo de la creación : es bien cierto que,
según la Escritura, Dios llena todo el universo
7 4
y
que ya el Antiguo
,
Testamento, como lo hará tan frecuentemente San Pablo, pasa del
dominio de la soberanía cósmica de Dios al orden propio de la sal-
vación y a la alabanza de su pueblo
n•
Mas todo ello parece - den-
tro de las perspectivas explícitas de la Biblia - menos el templo de
Dios que invitaciones para alabarle
76•
Se trata aquí del templo sa-
lomónico, del que los de Zorobabel y Herodes no han sido sino res-
tauraciones.
El templo adquiere un primer valor cósmico del hecho que toda
la riqueza y sabiduría de Salomón han sido puestas al servicio de la
construcción del Templo, en él han encontrado empleo y han toma-
do cuerpo, por así decirlo . Las riquezas de Salomón son como una
representación de las riquezas del mundo; su sabiduría es hija de
aquella que ha presidido la ordenación del mundo y que, después de
haber asistido, en cierto modo, a Dios en su trabajo creador, ha ele-
gido domicilio en Sión y ha perfilado hasta 1u liturgia del Templo
(Eco. 24, 2-16). No es sorprendente, sino que está muy en consonan-
cia, incluso, con todo lo que hay de ambiguo en una sabiduría como
la que la tradición ha atribuido a Salomón, que un movimiento
como la Masonería, con su culto al Gran Arquitecto, haya querido
vincularse al Templo de Salomón...
La forma en que ha sido realizada la construcción del Templo
tiene también su significación cósmica : viene al pensamiento aque-
lla cooperación del mundo pagano en la persona del rey Hiram y
sus tirios y sidonios, que simboliza y presagia la venida de los gen-
tiles del mundo entero a la Jerusalén espiritual y mesiánica, cuya
vinculación con el Templo hemos visto más arriba Viene al pen-
samiento esa aportación de los recursos del mundo, de los que los
74.
Cfr. Am.
9, 1-6; Is. 6, 3;
Jet.
23, 23-24; Sal. 24, 1; 50, 12; 72, 19; 139, 7-12;
Prov. 15, 3; Sab. 1,
7; 8, 1; Eco. 43, 27.
75. Ver, p. ej., Sal.
19; 24
y
93.
76.
Cfr., p. ej., Sal.
8; 19, 2-7; 103, 22; 104; 148;
Dan.
3, 52-90.
77.
Punto bien ilustrado, con el don de poesía que le caracteriza, por W. VI5cHER
en su comentario sobre e1 reinado de Salomón: Les premiers pro ph?tes,
Neuchátel y Pa-
rís, 1951,
esp.
pp.
348
y 5.; 360 s.
78. Cfr. 1 Re.
5, 15 s.; II
Par.
2, 3 s. El
templo de la restauración postexílica será
edificado por fieles procedentes del extranjero, y el de Herodes por un Idumeo... Is. 60, lO
ve la Jerusalén mesiánica edificada por extranjeros.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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116
L MISTERIO DEL TEMPLO
cedros del Líbano y el oro de Saba son figura y anuncio en los
extos del ciclo de Salomón . Es menester ver el Templo salomó-
ico dentro de una perspectiva, coextensivo al plan de Dios mismo,
egún el cual todas las cosas deben concurrir, finalmente, en la edi-
icación de un templo santo en dependencia de Jesucristo.
l plan mismo del Templo, su construcción sobre el monte Sión
y más de un detalle de su disposición y mobiliario poseen una signi-
ficación cósmica, que no es menester exagerar, estableciendo compa-
raciones y paralelos con las ideas reinantes en el mundo babilónico,
i tampoco conviene desconocer, negando toda aproximación de este
ipo. Alguna expresión del salmista, concerniente al Templo
8 0
ebe ser entendida como una alusión a la cosmología religiosa asiro-
babilónica y siro-fenicia
8
Tal aproximación legitima, a condición
e observar una sana sobriedad y de no franquear - sin decirlo o
in saberlo - las fronteras de los testimonios propiamente bíblicos,
una aplicación a la montaña de Sión y al Templo de los temas cós-
icos vinculados a las citadas cosmologías y a los templos babilóni-
os o siro-fenicios
8 2 •
No sólo la montaña sagrada, sino también el
emplo era una representación simbólica del universo: así ocurría
en los santuarios semíticos paganos en forma de torres escalonadas
zigurat),
en los que estaba inspirado, según se ha demostrado, el
ltar de Ezequiel (43, 13-17) . El templo (la montaña sagrada) era
9 .
1 Re. 5, 4 s.; II Par. 2, 8 s.;
, 9-28;
al. 72, 8-15, salmo dedicado a Salomón.
El templo de Zorobabel
ue edificado merced a los recursos procedentes de Babilonia. El
templo mesiánico de los profetas
el templo
scatológico
el Apocalipsis ven afluir los
tesoros de las Naciones:
fr. Is. 60,
-16;
poc. 21, 24.
80. Sal.
8,
-3
cfr.
s. 4, 3):
«Grande es Y avé
y
muy glorioso
en la ciudad de Yavé, en su monte santo.
El monte de Sión, delicia de toda la
ierra,
se yergue bello al lado del aquilón
de la ciudad del Gran Rey.))
81.
Cfr. L. .
INCENT, De la toar de
abel n temple,
en Reo.
ibl.,
3 (1946),
pp.
03-440:
fr.
.
434.
82. Las aproximaciones
aplicaciones
an
ido
echas particularmente
or 1.
EN-
ZINGER,
ebriiische Archüologie,
.
d., Leipzig,
927,
Pp.
6 3
., 317 s.;
.
JEREMIAS,
Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients,
2.
d.,
906 ; 4 . d., Leipzig,
930;
Fr.
EREMIAS,
as orientalische Heiligtum,
n AI'FEAO, 4
1932),
p.
56-69;
.
nta-
M I A S Golgotha und der 111. FeIs. eme Untersuclsung zar Symboisprache des N.
T.,
en la
misma revista, 2 (19 26 ),
pp.
74-128.
y
muchos artículos del mismo autor en
Theol. Worterb.
a.
. . cfr.
infra
p.
95).
83 .
L. H.
VINCENT,
L'autel des holocaustes et le caractre da temple d'Ezéquiel. en
Melanges
.
eeters Anal.
ollandiana,
7),
949,
p.
-20.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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PIEDAD JUDÍA
17
el ceiitro del mundo, el ombligo del universo . Era también el lugar
más elevado, el punto de contacto de las tres partes de todo el uni-
verso: el cielo, la tierra y el mundo subterráneo. También el pensa-
miento judío transfería al Templo de Jerusalén y a su piedra sagra-
da de fundación lo que se había dicho (Gén. 28, 12 s.) de la visión
de Jacob en Betel y de la piedra que había servido de cabecera al
patriarca. Por lo mismo, tal centro y cima del universo era también
el punto desde el cual se distribuía toda la creación y, en particular,
desde donde se repartían las aguas, pues la tierra estaba establecida
sobre las aguas subterráneas. Así también nació la idea de que Sión
había sido el lugar del Paraíso terrestre; de donde, ulteriormente,
la idea de la calavera de Adán que los cristianos orientales transfi-
rieron, a su vez, al Calvario.
Además de estas ideas referentes a la montaña sagrada del Tem-
pio, la distribución y mobiliario de éste podían tener una significa-
ción cósmica. Algunos autores ven en sus tres partes una represen-
tación del mundo celeste, del terrestre y del subterráneo
s a
Mas,
como en materia de simbolismo, es compatible una significación con
otra diferente, tal división del Templo en tres partes ha recibido,
por parte de los Padres y los autores espirituales, muchos otros va-
lores simbólicos
8 6
Las dos columnas erigidas por Salomón a la en-
trada del Templo, y sobre cuyo sentido exacto se discute todavía,
tenían, según afirma I. Benzinger
8,
un sentido cósmico, simboli-
84.
Cfr. .
EREMIAS,
.
s.,
p.
2-63; r.
EREMIA5,
rt.
it.,
.
6 ;
.
ERE-
MIAS,
art. cit.. pp. 80-85,
94;
DAHL,
o. cit.,
p. 23, 25; M.
LIADE,
Traité d'Histoire des
reigiont, arís, 94 9, Cap. 9,
p.
43, 2 1 .
a idea no aparece explícitamente en
a
Biblia
ólo
n
irtud
e
u chato literalismo
a
ncontraba
a
xégesis
edieval
n
Sal. 74, 12. Aparece frecuentemente, en cambio, en los apócrifos judíos (Enoch ét. 26,
-2;
Jubil. ,
2, 9
y
en el almud (Talm. bab. Yoma 54b; an. 37.; etc.).
85. Así
BENZINGER,
.
it.,
p.
63 .;
r. EREMIAS, st.
it.,
.
8.
86.
E l ismo
an Agustín propone varios:
l Santo es el Antiguo Testamento
y
ci
Santo de los santos, el Nuevo
(9. in
Heptat.
I,
12;
. L.
4, 35). 0 ien el Santo
de los santos,
absconditurrí
abernaculi»,
ignifica el cielo, en el que entró Cristo, nuestro
sumo
acerdote;
a glesia,
ue o
stá odavía
l lí,
stá
igurada
or
l
abernáculo
exterior
Enarr.
n
sal.
6 ,
I.
O;
n
sal.
4 ,
:
. .
6 ,
04-205, 77 ;
dea fre-
cuentemente repetida en la Edad Media. Un antiguo himno medieval para la dedicación
de una iglesia veía co at tres partes del Templo las tres categoría de miembros de que
se compone la
glesia:
ivos, difuntos
y
resucitados (citado por H. nc
LUBAC
en
Corpus
mysticum. L'eucharistie et I'Église au Moyen .Jge,
París, 944,
p.
337, n. 67). Un «espi-
ritual»
omo Ruysbroeck aplica
l alma las tres
artes del Templo
Le tabernacle spi-
rituel).
mientras que Concren, más
eólogo
y
más escriturista,
eía en el Santo
e los
santos el seno del Padre, en el
ue entró nuestro
umo sacerdote
(L'idér do sacerdoce
et do sacrifice
e ésus-Christ,
art.
,
ap.
) .
87. 0.
it.,
.
22.
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118
L MISTERIO DEL TEMPLO
zando todo aquello que tiene una división binaria: estío e invierno,
luz y tinieblas, sol y luna, etc. Esto parece a la vez verosímil y du-
doso, pero puede admitirse que el mar de bronce, además de su evi-
dente utilidad, poseía una connotación cósmica y representaba a las
aguas en el Templo
88
En cuanto a la orientación del Templo, cuya
entrada miraba al Oriente, es muy posible que haya tenido alguna
significación cósmica, pero nos parece muy aventurado especular,
como se ha hecho
8 9 ,
sobre una referencia a un rito celebrado en los
equinoccios, cuando el sol, levantándose desde detrás del Monte de
los Olivos, brillaba sobre el altar de los holocaustos y, a través de
las puertas del santuario, iluminaba la entrada del Santo de los san-
tos. Mencionemos, finalmente, la ornamentación interior del
hekal,
o Santo: querubines, palmas y flores entrelazadas. Parece que se
hubiera querido el jardín paradisíaco y, por ende, una creación
ideal °
La liturgia del Templo y los ornamentos litúrgicos del sumo
sacerdote presentan una incontestable significación cósmica. No sa-
bemos que la liturgia judía del Templo haya sido seriamente estudia-
da desde este punto de vista : apenas se ha hablado al respecto más
que de la fiesta del Año Nuevo, en cuya reconstrucción entra en
parte la conjetura
j.
Las fiestas judías eran las fiestas de las esta-
ciones del año y de los actos principales de la vida agrícola; englo-
baban en su ciclo litúrgico, con los tiempos naturales de las estacio-
nes, de las lunas, de los días y las noches, la vida misma del cosmos,
igual que lo hace todavía la liturgia de la Iglesia, heredera, en tan-
tos aspectos, de la liturgia de la sinagoga. El sumo sacerdote, que
representaba a toda la nación, representaba también a todo el univer-
so. Su pectoral, así como los doce panes de proposición del santua-
rio, era una representación de las doce tribus", y sus vestidos litúr-
88 .
BENZINGER,
¡bid.; A.
G. BARROIS,
Manuel d'Arc/l. bibi.,
t. 2, p. 444.
89.
Así,
J.
MORGENSTERN,
The Gates of Righteousness,
en Hebreu' Un ion College
Annual, 6
(1929),
pp.
1 s.;
The
Book
oí the Cotienent, ibid. 5 (1928),
pp.
45 s.;
F.
J.
H0LLI5,
The Sun Cult and Me Temple at Jerusalem,
en
Myth and Ritual,
cd. by
S. HOOKE,
Londres, 1933,
pp.
87-110 (hay en este sutil estudio más «mito» que «ritual»);
id., The Archeology of Herod's Temple, Londres, 1934, pp. 125, 132 s.;
H. RTESENI'ELO,
Jésus transfiguré,
p.
101
(en relación con la tesis tan controvertida de Mowinckel sobre la
fiesta del día de Año Nuevo).
90. Cfr.
W. VISCHER,
o. cit.,
pp.
365-366.
91.
Fr.
JEREMIAS,
est.
ca
.,
pp.
60-61.
92. A .
G. BAREnTs,
o. cit., t. 2,
p.
468.
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PIEDAD JUDÍA
19
gicos, con sus variados colores y sus piedras preciosas
enían cier-
tamente una significación de representación universal y de consagra-
ción de las riquezas y bellezas del cosmos. Los escritos sapienciales
esbozan un desarrollo del tema, bien a propósito del sumo sacerdote
Simón (Eco. 50, 5 s.), bien asimismo y especialmente a propósito
de Aarón, en un texto judío, aunque redactado en griego y en con-
tacto con las preocupaciones helenísticas, como es el libro de la Sa-
biduría: ((Pues sobre sus vestiduras llevaba grabado a todo el uni-
verso...» (Sáb. 18, 24).
De hecho, los judíos helenizados de la época del Evangelio gusta-
ban subrayar la significación cósmica de las vestiduras del sumo
sacerdote. Así Filón, a cuyos ojos las vestiduras del sumo sacerdote
eran el símbolo del mundo que en él el Verbo revestía como un velo.
Filón pensaba, además, que los sacrificios se ofrecían en el Templo
por todo el género humano, para agradecer a Dios sus dones
»
y
que el sumo sacerdote «pronunciaba oraciones de súplica y de ac-
ción de gracias, no sólo por la humanidad entera, sino también por
los elementos de la naturaleza, tierra, agua, aire y fuego, pues con-
sidera al universo entero como a su patria»
in remontarse a tan
alto en el ideal filosófico, Josefo ve en la portada del santuario, total-
mente abierta y sin puerta, la figura del cielo inmenso y sin lími-
tes
97;
el velo, a su entrada, llevaba el símbolo de los elementos
98;
las siete lámparas del candelabro significaban los siete planetas
99;
los
doce panes de proposición, el círculo del zodíaco y del año
1CO;
93. Véase la descripción de las vestiduras de Aarón: Éx.
28, 4-43; Eco. 45, 7-13;
cfr.
50, 5 s. y
Apoc. 1, 13.
Lectura interesante la de
H. RIESENFELD,
¡ésos transfiguré,
pp.
115 s.
y
sobre todo la dq J.
JEREMIAS,
lesos als Weltr'ollender,
Gutersloh,
1930,
pp.
25 s.
- Notemos de paso el paralelo que el Apoc. de San Juan podría proporcionar respecto al
valor cósmico de las piedras preciosas.
94.
Vita Mosis, II (III), § 117-135
(cd.
COHN-WENDLAND, IV,
227 s.); § 133 (IV, 231);
Spec. Leg., 1 82-97 (y, 21-24); Fug., 110 s. (III, 133).
95.
Spcc. leg., 1, § 168 (y, 41)
y
nota siguiente.
96.
Spec. leg., 1, § 97 (y,
24 .
La teología medieval se complacía todavía en desta-
car el simbolismo cósmico de las vestiduras de Aarón y del Sumo sacerdote: así
INocEN-
CiO III (De Sacro altaris myst., 1, 11: P. L. 217, 782 C,
D) y STO ToMÁs (P II,
q.
102,
a. 5,
ad lOm).
97.
BelI. ¡ud., y,
5,
4, 9 208.
98 . Ant. ¡ud., III, 7, 7, § 183-184; Beli. ¡ud., y,
5,
4, § 213: «ji
parai»sait symboliser
par l'écarlate le feu, par le un la terre, par le violct l'air, par la pourpro la mer
... » ( trad.
R. HARMAND: (Enores coinpl.,
bajo la dirección de S. REINACH,
t.
6,
p.
110).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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120
L MISTERIO DEL TEMPLO
los trece perfumes del incensario proclamaban que todo pertenece
a Dios y existe para El
° .
No conviene desdeñar toda esa búsqueda de simbolismo, a pesar
de su sutileza: es muy verosímil que la piedad judía no esperara a
Josefo o a Filón para avanzar en tal sentido
b 0 2 •
El mundo antiguo
llevaba hasta muy lejos su rebusca de correspondencias simbólicas
entre aquello que el hombre construía emplos, palacios, ciuda-
des
las realidades cósmicas
1 O 3
Pero sí conviene precisar el
sentido y los límites del testimonio bíblico a tal respecto. La biblia
contiene afirmaciones muy importantes sobre el valor cósmico del
designio salvador de Dios, pero está muy lejos de enlazar la realidad
del Templo a una cosmogonha de tipo asiro-babilónico o siro-fenicio;
ya hemos indicado más arriba cuál era nuestro pensamiento sobre
el particular. Las fiestas litúrgicas judías, instituidas por Dios, asu-
mían, como lo hacen las nuestras, el ciclo natural de los días y las
estaciones, pero eran algo muy distinto de una recapitulación del
mundo natural. El P. Daniélou ha observado felizmente
1 0 4
que las
celebraciones de orden natural o cósmico eran asumidas, primera-
mente en Israel, y después
-
más netamente-
n la Iglesia,
como memorial activo de uno de los
Magnalia Dei,
de los grandes
hechos de la historia de la salvación : la primavera, en memoria del
tránsito y resurrección del Cristo, la recolección en Pentecostés, etc.
Así, por una parte, esta religión, de valor profundamente cósmico,
es la religión histórica de los actos y las iniciativas gratuitas de
Dios
;
por otra parte, todo el sentido cósmico, asumido por ella,
no existe ni es valorizado por ella sino dentro del designio positivo
y gracioso de Dios, cuya cima de realización suprema y, en dicho
sentido, única, es Jesucristo, muy especialmente en el misterio de
su Pascua, muerte y resurrección. Esto es lo que veremos, con mayor
amplitud, en el siguiente capítulo.
101. Beil. id., y, 5, 5, § 218;
Ant. iud.,
III, § 180.
102. A .
PARROT (Le Temple de Jérusalen,
pp.
38 s.) admite la hipótesis de diversos
simbolismos cósmicos.
103.
Ver, p. ej., E.
TOI ISCH,
Kosmos ¿oid J-lerrschaft, en Wort und Wahrhezt,
lO
(1955),
pp.
19-30 (p. 26: Mesopotamia, cuna de tales ideas); C.
VON KORVIN-KRA5INSKI,
Dic
Schipfung ale « Tempel» und «Rcjch,, des Gottmenschen,
en
Enkainia,
Ges. Arbeiten
z. 800 jühr. Weihegediichtnis d. Abtei,irche Maria
Laac/,,
hrsg.
y.
H.
EDMONDS,
Dussd-
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PIEDA D JU DÍA
21
Dentro de ese designio positivo de salvación, sin embargo, los va-
lores cósmicos han sido asumidos realmente, y en medida conside-
rable: ha habido quien ha observado acertadamente cómo la misma
regularidad y el carácter benéfico del ciclo natural de las estaciones,
de las lluvias, etc., entra dentro de lo que la Biblia denomina ((la
justicia
de Dios», es decir, dentro del orden de la alianza
1 O 5
Así,
la alianza pactada con Abraham y después en el Sinaí, reasumía e
incluía la anterior alianza con Noé y su descendencia. Por tal razón,
el culto del Templo tenía también como cometido obtener esos bene-
ficios cósmicos de la alianza, como hemos visto, a mayor abunda-
miento, a propósito de las fiestas de los Tabernáculos, vinculada a
la expectación de las lluvias otoñales. Y finalmente, si el cuerpo de
Jesucristo es el único templo verdadero, se deberá decir de él, que
asume y valoriza todo lo que en el Templo mosaico e incluso,
positis
onendis,
en el culto de las religiones naturales, caminaba como a
tientas hacia su encuentro (cfr. Act. 17, 27). San Juan, que nos ha
transmitido el
logion
sobre el Templo (2, 19), nos muestra a todas
las criaturas participando, en cierto grado, del Logos (1, 3 s.). El
sentido cósmico implicado en toda representación sagrada, y particu-
larmente el vinculado al Templo de Jerusalén, alcanza su verdad y
su consumación en Jesucristo, en quien habita corporalmente la ple-
nitud de la Divinidad (Col. 2, 9)
y
que es la plenitud del que lo acaba
todo en todos (Ef. 1, 23).
NOTA
SOBRE EL PROBLEMA DEL EMPLAZ AMIENTO DEL SANTUA RIO E N LOS
TIEMPOS DE SALOMÓN , DE Z OROBA BEL Y DE HERODES
Hay dos opiniones contrapuestas. Según la primera y más exten-
dida, la roca actualmente cubierta por la cúpula de la «mezquita
de Omar» representa la era de Areuna, sobre la cual David ofreció
su sacrificio propiciatorio (II Sam. 24, 18-25)
y
sobre la que fue
edificado, por consiguiente, el altar de los holocaustos (cfr. 1 Par. 22,
1) de los templos de Salomón, Zorobabel y Herodes. No es dudoso,
105. G. Pinoux, La juslice dans I'Ancíen Testament. Son aspect cosn2ique, en Reo.
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122
L MISTERIO DEL TEMPLO
en efecto, que los sucesivos templos hayan guardado idéntica dispo-
sición por lo que se refiere al santuario propiamente dicho y al em-
plazamiento del altar de los holocaustos. Pero ¿ dónde estaba la era
de Areuna? ¿ Es evidente su identificación con la roca todavía hoy
visible?
Esta primera opinión es, en particular, la de G. Dalman, J. Jere-
mias, del P. L. H. Vicent
(Je'rusalem de l'Ancien Testanient, II,
París, 1956,
pp.
587 ss.).
A. Parrot
(Le Temple de Jérusalein. Cahiers d'Archéol. bibi., S.
Neuchtel y París, 1954, p. 70: obra aparecida después de la redac-
ción de nuestro texto) parece inclinarse en favor del altar de los
holocaustos, pero sin afirmar nada claramente. Según la segunda
opinión, la roca de la ((mezquita de Omar» habría sustentado el San-
to de los santos. Tal es la posición defendida, por ejemplo, por
H. Schmidt
(Der hl. Fels in Jerusalem. Eme archiologische u. re-
ligionsgeschichtliche Studie.
Tubinga, 1933. Severa recensión del
P. Vincent en
Rey. bibl.,
1934,
pp.
313 s.) y sostenida por el pa-
dre R. de Vaux (conferencias y cursos inéditos).
Ciertos arqueólogos estiman que la cuestión debatida es actual-
mente insoluble : así A. G. Barrois,
Manuel d'Arche'oiogie biblique,
t. II, París, 1953, pp. 452-456. Por nuestra parte, aduciremos aquí
los argumentos que pueden avalar la segunda opinión, pero señalando
las razones que militan a favor de la primera. No es cosa nuestra
desigualar el equilibrio entre tan eminentes autoridades.
1.0
La roca recubierta por la ((mezquita de Omar» es el punto
más alto del espacio sagrado sobre el que fue edificado el Templo.
De acuerdo con lo que sabemos acerca de las concepciones corrientes
entre los Semitas, le correspondía sustentar la parte más santa.
Además, esta posición naturalmente sobreelevada convenía al Santo
de los santos,
debir,
en razón de su altura bajo techado (20 codos,
alrededor de 10 metros), inferior a la del Santo,
hekal
(30 codos, al-
rededor de 15 metros). Puede pensarse que esta diferencia de unos
5 metros, aproximadamente, correspondía más bien a una elevación
del suelo que a un rebajamiento del techo, y esto, por una razón
de técnica de la cobertura. Según esta hipótesis, se explica particu-
larmente bien la visión de Is. 6, 1.
2.
0
Si se sitúa el altar de los holocaustos sobre la citada roca,
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LOCALIZACIÓN DEL SANTO DE LOS SANTOS
23
apenas queda el espacio necesario, a menos de imaginar al
debir
edi-
ficado sobre un terraplén, del que no queda ningún rastro, mientras
que, hacia el este, el terreno ofrecía una amplia superficie rocosa.
En efecto, hay que calcular al oeste del altar la docena de metros
que le separaban del Templo, la longitud del santuario propiamente
dicho (50 metros), los 5 6 6 metros de las cámaras, un espacio de
una treintena de metros, necesario para albergar el edificio occiden-
tal que figura en la descripción de Ezequiel (41, 12)
y
en el que
Ajaz había instalado el culto a los caballos del sol: en total, pues,
un centenar de metros. Ahora bien, apenas hay noventa. Los parti-
darios del altar de los holocaustos, sin embargo, creen que si sólo
se calculan unos diez metros entre el altar y el santuario y si no se
atribuyen más que 25 metros al edificio previsto por Ezequiel, se
puede situar todo al oeste de la roca sin necesidad de suponer un
terraplén.
3.
0
n el actual Haram al-Sharif, del que todos están concordes
en afirmar que representa la explanada del Templo tal cual era en
la época de Jesús, hay unas considerables diferencias de nivel
:
a
roca (la
sakhra)
está a 740 metros de altura
y
el ángulo sureste de
la explanada a 720 m. Estos veinte metros de diferencia se ganan,
desde el borde este de la explanada hasta la roca sagrada, por medio
de pendientes suaves, aunque hay también desniveles bruscos que
no han podido cambiar substancialmente de lugar ni de magnitud
desde el tiempo del Evangelio, sean cuales sean las devastaciones
sufridas. Todo ello no sólo induce, sino que autoriza a situar en el
lugar donde existen hoy día los mayores desniveles sobre el eje
Este-Oeste de la explanada, entre el muro que domina el valle del
Cedrón
y
la roca sagrada, los cambios de nivel existentes en el Tem-
pio de Herodes entre el Atrio de los Gentiles
y
el de las mujeres,
y
entre éste
y
el Atrio de Israel. Recorramos de Oeste a Este el
espacio que va de la roca al muro que cae verticalmente sobre la
hondonada del Cedrón; según la Mishna, había cerca de 15 metros
entre el altar de los holocaustos
y
la puerta de Nicanor, que comu-
nicaba el Atrio de Israel con el de las mujeres por medio de una
escalinata semicircular de quince gradas. Si se sitúa el altar de los
holocaustos sobre la roca sagrada, el lugar correspondiente a la puer-
ta de Nicanor se encuentra en terreno llano; por el contrario, si se
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124 L MISTERIO DEL TEMPLO
21 6 22 escalones bajos y una arcada podría corresponder al desni-
vel de ios 15 escalones de medio codo cada uno, de que nos hablan
los textos antiguos, pero la distancia entre el desnivel actual y la
roca (poco más de 50 metros) es demasiado pequeña para dar cabida
a los 40 metros del
hekal
y del
ulam,
la docena de metros que sepa-
raban a éste del altar de ios holocaustos, el volumen del mismo altar
y los 15 metros que separaban al altar de la puerta... ¿Cómo salir
del atolladero? Por otra parte, si uno sigue la segunda opinión
podría contar, entre el actual desnivel (de 21 ó 22 gradas) del que
acabamos de hablar, y donde se situaría la puerta de Nicanor, y el
muro este de la explanada, un buen centenar de metros, donde cabe
perfectamente el Atrio de las mujeres (unos 70 metros, según la
Mishna), un Atrio de los Gentiles - estrecho delante de la fachada
misma del santuario, pero que se extendía ampliamente por ambos
lados, norte y sur, de la explanada - y, finalmente, el Pórtico de
Salomón, al que se pueden atribuir unos quince metros, si se sigue
a Josefo. Sobre la línea que va de la puerta de Nicanor al muro este
de la explanada se encuentra un desnivel de dos o tres metros que
correspondería a los doce escalones que se debían franquear para
pasar del Atrio de los Gentiles al de las mujeres.
4•0
Los partidarios del altar de los holocaustos sobre la roca
sagrada arguyen de una canalización que partiría de debajo de la
roca y correspondería a la canalización de que habla la Mishna *• Pero
sin excavaciones sistemáticas es difícil forzar tal argumento. ¿ Es
satisfactoria la orientación de tal canalización, cuyo origen se ha
descubierto? Carecemos personalmente de datos sobre el particular.
Es muy difícil, por lo tanto, llegar a una conclusión. Bástenos haber
expuesto los principales elementos de la discusión.
* Nota de la edición castellana.
- Esta hipótesis no ha sido confirmada por los hechos.
En efecto, en 1960, durante las obras de restauración de la ((mezquita de Ornar», fue posible
examinar, puesta al desnudo, no sólo la roca cubierta por la cúpula de la mezquita - de
donde viene que se llame asimismo «cúpula de la roca» -, sino también la gruta que hay
debajo de la misma. No se encontró ningún resto de conducción o canalización para recoger
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Segunda parte
EL TEMPLO O LA PRESENCIA DE DIOS EN
LOS TIEMPOS M ESIÁN ICOS
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Nociones preliminares
Para mejor comprender cuanto sigue, creemos será provechoso
recordar, en líneas generales, la disposición del Templo en la época
de Jesús y precisar también los términos que utilizan nuestros evan-
gelios para referirse a él.
Disposición del Templo .
— La explanada del Templo, amplia-
da por Herodes al Norte y al Sureste, tenía en tiempos de Jesús
- y también hoy día - la forma de un rectángulo irregular de unos
500 metros por 300. Vastos espacios de esta explanada eran accesi-
bles a los Gentiles, sobre todo al Norte y al Sur, es decir, a ambos
lados del Templo, que se elevaba sensiblemente en el centro y al
Oeste de la explanada. Sea cualquiera la hipótesis que se adopte
con respecto al emplazamiento exacto del Santo de los santos y del
altar de los holocaustos, el Atrio de los Gentiles era más estrecho
en el lado Este de la explanada, a lo largo del cual se levantaba el
Pórtico de Salomón.
1 .
Bibliografía técnica
en
SCHRENIc,
art.
tis
EpV,
en el Theol. Worterb. z. N. T.
de G. KITTEL,
t. 3,
p.
230, en nota.
Exposición de conjunto en
A. BARROIS,
Manuel d'archéologie biblique,
t. 2, París, 1953,
PP. 436-456, o, más breve, en
Précis d'archéologie biblique,
París, 1935,
PP.
176
5.,
Pero
especialmente en A.
PARROT,
Le Temple de Jérusalem (Cahiers d'Archéologie bibi.,
5),
Neuchtel
y
París, 1954: esta obra, de fácil lectura, aparecida después de la redacción
de nuestro estudio, es excelente desde el punto de vista histórico y por el detalle con
que estudia las construcciones
y
establece parangones arqueológicos. El art. de
H. LESETRE
en el
Dict. de la Bible,
t. 5, col. 2024-2078 (1912) está lleno de datos detallados e in-
teresantes.
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128
L MISTERIO DEL TEMPLO
Un muro bajo
como una barrera de piedra, horadada por trece
puertas, delimita la frontera que los Gentiles no debían franquear.
Inscripciones en griego
y
en latín, de las que se han hallado dos
ejemplares, advertían a los Gentiles en estos términos: «Prohibido
a todo extranjero el acceso al interior de lo cercado al recinto del
hieron.
Todo el que sea sorprendido deberá considerarse responsable
de que se le inflija la muerte»
Sobre el espacio así delimitado se
elevaban los muros del recinto sagrado, únicamente accesible a los
miembros del pueblo de Dios
;
se penetraba en este recinto
-leva-
do (14 escalones) con respecto al resto de la explanada-
or nueve
puertas. De entre ellas, la que se encontraba al Este, en el eje del
Templo, era la más frecuentada: era la llamada puerta Hermosa,
junto a la que Pedro curará milagrosamente al tullido (Act. 3, 2).
Una vez franqueada, se encontraba uno en el Atrio o Patio de las
mujeres, vasto espacio rodeado de diversos locales
y
que comunicaba
con el Atrio de Israel (o de los judíos) por una puerta de bronce, cuyo
esplendor ensalza Josefo, la llamada Puerta de Nicanor (en Josefo,
«la Corintia»). Los judíos en estado de pureza ritual podían ascen-
der sus quince gradas
y
penetrar en el Atrio de Israel, reservado a
los hombres, en medio del cual, algo más elevado, se encontraba el
lugar reservado a los sacerdotes, con la enorme masa del altar
y
de
su estrado (de unos 25 metros de ancho por 10 de alto). Detrás del
altar se levantaba el templo propiamente dicho o santuario.
Estaba constituido, ya desde Salomón, por tres cuerpos, uno a
continuación del otro: un vestíbulo poco profundo o
elam,
especie
de gran pórtico, más ancho
y
más alto que el resto del edificio; el
santo o hekal,
espaciosa cámara de 20 metros de largo, por 10 de
ancho
y
15 de alto, en la que se encontraban, a la derecha, la mesa
de los panes de proposición, a la izquierda, el candelabro de siete
brazos,
y
en el centro, más cerca del santo de los santos, el altar de
los perfumes, donde los sacerdotes de turno quemaban el incienso por
la mañana
y
por la tarde (cfr. el servicio de Zacarías en Lc. 1, 9).
Sólo los sacerdotes tenían acceso al santo; únicamente el sumo sacer-
dote,
y
aún una sola vez al año, en la fiesta de la Expiación (Yom
kippur), penetraba en el tercer recinto del templo, el santo de los
santos
(debir),
separado del santo por un tabique
y
un velo. El debir
2.
Josefo
e atribuye una altura de cerca de
. 50
m.;
a Mischna 85 cm. s<>-
lamente.
3.
Cfr. ARROIS,
.
it.,
.
52;
CURRNK, rt. it.,
.
33, n. 9-46.
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VOCABULARIO EN EL NUEVO TESTAMENTO
29
del templo de Salomón contenía el arca de la alianza; el del templo
de Zorobabel, restaurado
y
hermoseado por Herodes el Grande, es-
taba vacío. Una tradición rabínica tardía afirma que había allí una
piedra sobre la cual la mano misma de Dios había trazado las cua-
tro letras del Nombre sagrado; tal
adición, por supuesto, carece
de todo valor histórico. El santo de los santos tenía un volumen
cúbico de 10 metros de lado.
Términos con que se designa al Templo en' el Nuevo Testamento
¶
Tres términos son los utilizados generalmente en el griego del Nue-
yo Testamento: t
pdv, oixor
y
vd;
é.tvoç, que designa al lugar
sagrado (terreno reservado), en general, en el griego profano, no
aparece nunca utilizado por el Nuevo Testamento
.
To'
póv muy raramente empleado por los Setenta para referir-
se al templo de Jerusalén (salvo Esd.
y
Mac.)
y
reservado general-
mente para hablar de los templos paganos, designa casi siempre
6
en
el Nuevo Testamento, el conjunto de recintos
y
de edificaciones si-
tuados dentro del perímetro sagrado de la explanada, mientras que
el templo propiamente dicho (vestíbulo, santo
y
santo de los santos)
es denominado habitualmente wxç. Al referirse a todo el conjunto
de edificios sagrados, tó ipdv designa a menudo los atrios exterio-
res, a los que tenían acceso los paganos, con sus pórticos (Pórtico
Real, que ocupaba el extremo Sur, con sus trescientas sesenta colum--
nas
y
tres naves; Pórtico de Salomón, a lo largo del lado oriental,
que dominaba el valle del Cedrón). Bajo estas galerías enseñaba
Jesús muy a menudo; en ellas es donde hay que situar, sin duda,
el episodio de la mujer adúltera; de ellas,
y
lo más probable en su
parte meridional, es de donde Jesús expulsó a los vendedores
y
cam-
bistas. Otros episodios del Evangelio tienen por escenario el Atrio
de las mujeres, compiendido en el ispóv, comenzando por la puri-
4. P.
oflos. ,
Les mots employe's pour designer ((le temple»
ans ¡'A'.
.,
e N.
.
et Josi-phe,
en
Rech. Sc. Rclig.,
25 (1935) ,
pp.
29-343;
C H R E N X . ,
rt. cit.;
. MICHEL,
art. n
Tijeol.
órterb. z. N. T.,
t.
4,
pp. 884-895,
y
'íxoç, ¡bid., t. 5,
pp.
122-136.
5. Tampoco se emplea nunca en el N.
. a palabra
-cLnta,
e uso frecuente
en los LXX para traducir
miqdas, templo (santuario):
fr. la
oncordancia
e HA TcI-r
REDPATH,
. y., con mención de todos los usos (2).
En cambio, el N. T. emplea a veces
-efiriéndose siempre al A. T. a la usanza
judía-a expresión
-
to
simplemente l (santo) lugar:
t. 24,
15;
n.
I,
8;
ct. , 3.
4;
, ; 1, 8.
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130
L MISTERIO DEL TEMPLO
ficación ritual de María; en este atrio fue donde Jesús vio a la viuda
que depositaba sus moneditas en uno de los trece cepillos allí colo-
cados (Me. 12, 41;
Le.
21, 1); desde él proclamó : «Yo soy la luz
del mundo» (Jn. 8, 20)... En cuanto al Atrio de Israel, comprendido
también en el póv, fue allí adonde Jesús, antes que lo hicieran los
apóstoles , y, sin duda, muchas veces con ellos, vino a rezar, aun-
que los evangelios no nos hayan dejado testimonio explícito de ello
fue allí, probablemente, donde proclamó el anuncio del agua viva
(Jn. 7, 37).
'O vctcç significa, en el griego profano, la habitación del dios, el
santuario. En los Setenta, esta palabra corresponde, bien a
ulam
(o
elam),
la entrada del templo, bien a hekal,
el santo. En el Nuevo
Testamento designa igualmente al templo propiamente dicho : ves-
tíbulo, santo y santo de los santos. Esta es la palabra que aparece
empleada en las expresiones : ((jurar por el templo», «(matar) entre
el templo y el altar (de los holocaustos)»
»
«el velo del templo)), y
sobre todo en el pasaje decisivo, que estudiaremos más adelante,
«destruid este templo... » (Jn. 2, 19). Se utiliza, pues, constantemen-
te en un sentido muy preciso, salvo, quizá, allí donde el evangelio
nos muestra a Judas arrojando las treinta monedas en el templo
(votó : Mt. 27, 5), a menos que las arrojara realmente dentro del
vestíbulo, después de franquear el espacio reservado a los sacerdotes .
En los textos apostólicos, como veremos más tarde, la palabra
vadç es empleada para hablar del templo santo que forman los fieles.
O xoç, casa, poseía ya en el griego clásico el sentido de templo,
casa de la divinidad ; su uso en este sentido es extraordinariamente
frecuente en los Setenta, lo mismo que era muy frecuente, en el
texto hebreo del Antiguo Testamento el empleo de la palabra casa,
bet,
para designar la morada de Dios: bet ha elohirn,
la morada de
Dios, o simplemente hab bet,
la morada. Algunos textos del Nuevo
Testamento en que aparece dicha palabra son como un eco de este
uso anterior tan frecuente : Act. 7, 47, 49 (cita de Is. 66, 1). El tem-
7. Le. 24, 53; Act. 2, 46; 3, 1; 22, 17 (San Pablo).
S. Mt. 23, 35; pero en Le. 11, 51 se lee orxo.
9. Sucede a veces que una expresión, que designa ordinariamente un lugar determi-
nado del Templo, se emplea, por extensión, para significar los lugares circundantes: así
((Santo de los santos» puede abarcar el altar de los perfumes (Ez. lO, 2; Heb., 9, 3-4), o
thusiasterion,
que designa normalmente el altar, puede significar también todo el espacio
del atrio (cfr. Apoc. II, 1; 14, 18). También en los textos cristianos «altar» designa a
veces el espacio sagrado, el santuario (cfr. J.
BRAUN, Der c/sristliche Altar...,
t. 1, p. 28).
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VOCABULARIO EN EL NUEVO TESTAMENTO
31
pio es llamado
xoç (Ktpou)
n el pasaje en que se muestra como
fuente de agua viva :
Ez. 47, 1 s.
;
Joel 4, 18. En los evangelios,
ixoç
'°,
puede designar el santo de los santos (Le.
1, 51)
ero posee
comúnmente un valor más general, que abraza tanto al va6(; o san-
tuario, como al ipóv
conjunto de lugares
y
edificios sagrados:
la casa de Dios que debe ser casa de oración (Mt. 21,
13;
Me. 11,
17; Le. 19, 46; Jn. 2, 16). Un uso muy interesante es el que hace
San Pedro en el importante texto 1 Pe. 2, 4-10. La expresión «casa
de Dios» es empleada en los textos apostólicos más frecuentemente
para designar la familia de Dios, la pequeña o la grande Iglesia
como familia de Dios, que debe ser administrada con una «economía»
correcta
: eb.
3
;
0, 21;
Tim.
15
;
in duda,
ambién
1 Pe. 4, 17.
El vocabulario, muy coherente, en suma, del Nuevo Testamento,
cuya utilización estudiaremos de manera detallada, no es un simple
calco del vocabulario de los Setenta; a menudo emplea, refiriéndose
al templo de Jerusalén, la palabra rnc?.
ip6v,que los Setenta apenas
utilizan en dicho sentido
y
que suelen emplear para referirse a los
templos paganos. Por otra parte, el Nuevo Testamento no emplea
nunca la palabra áltaclia. Se intuye en los textos del Nuevo Testa-
mento que son de un tiempo en que la Iglesia cristiana había «reali-
zado» el que el Templo de Jerusalén no fuera ya una vía de acceso
válida hacia Dios. Así pues, sus días estaban contados. Y cosa
asombrosa
:
los escritos apostólicos redactados después de la catas-
trofe del año 70, profetizada por Jesús, no hacen ninguna alusión a
ella. Antes de que sucediera, la Iglesia cristiana había comprendido
plenamente que el sistema religioso de la Disposición antigua había
terminado, que había sido reemplazado por el culto en Espíritu
y
verdad,
y
adaptó su vocabulario para dar expresión a la conciencia
perfectamente lúcida que había adquirido, con suma presteza, del
nuevo estado de cosas surgido de la muerte
y
de la resurrección
de su Señor.
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134 L MISTERIO DEL TEMPLO
Evidentemente, es necesario estudiar en detalle, elemento por
elemento, episodio por episodio, la serie de hechos y de afirmaciones
de los que, a modo de introducción, hemos dado un resumen sintético
sumamente condensado.
A ) La piedad de Jesús hacia el Templo.
Ciertos hechos de nuestra infancia son significativos de lo que
después debemos ser o hacer. A veces, ni nos acordamos de ellos,
pero nuestra madre, que es como nuestra conciencia profunda, los
ha conservado cuidadosamente en su recuerdo. Desde un principio,
cuando hablábamos o nos movíamos sin darnos cuenta de nada,
nuestra madre ha percibido en nuestra réplica, en nuestra reflexión
o en nuestra actitud, una resonancia que venía de lo hondo de nos-
otros y que, a sus ojos, presagiaba algo. Un día, cuando ya la vida
nos ha impreso su marca, o quizá nos ha zarandeado, cuando ya se
han definido nuestras reacciones y se ha afirmado la conciencia que
tenemos de nosotros mismos y de nuestra tarea, nuestra madre nos
dice dulcemente, como si un largo tiempo de silencio y de secreta fi-
delidad no pesara sobre su paciencia: «Te acuerdas? Cuando hi-
ciste aquella reflexión, cuando querías aquéllo, o hacías ésto o lo
otro, ya eras tú mismo. Y yo me dije entonces : Mira como será... »
Uno de los raros episodios, quizá el único, en el fondo, que se nos
ha transmitido de la infancia de Jesús, y del que se nos dice, a mayor
abundamiento, que su madre conserva fielmente el recuerdo en su
corazón, es aquel, tan conocido de todos, del encuentro en el Templo,
que será grato releer en el umbral de nuestro estudio
Le.
2, 41-
50 y 51 b):
((Sus padres iban cada año a J erusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando era
y a de doce años, al subir
sus
padres, según el rito festivo,
y
volverse ellos,
acabados los días, el niño Jesús se quedó en J erusalén, sin que sus padres lo
echasen de ver. Pensando que estaba en la caravana, anduvieron camino de un
día. Buscá ronle entre parientes
y
conocidos,
y
al no hallarle, se volvieron a
Jerusalén en busca suya. A l cabo de tres días le hallaron en el Tem plo sentado
en m edio de los doctores, oy éndolos
y
preguntándoles. Cuantos le oían que-
daban estupefactos de su inteligencia
y
de Sus respuestas. Cuando sus padres
le vieron se m aravillaron, y le dijo su m adre: H ijo, ¿porqué no s has hecho
así? M ira que tu padre
y
y o, apenados, andábamos buscándote. Y É l les dipo:
¿Por qué m e buscabais? ¿No
sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas
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136
L MISTERIO DEL TEMPLO
ha tenido ni una palabra contra el Templo. Para tl, el Templo es
la «casa de su
Padre» , «la casa de Dios»
6,
«casa de oración» y
Jerusalén es «la ciudad del gran Rey»
8
Como veremos muy pronto,
Jesus purificará el Templo, entre otros motivos, por su celo por la
casa de Dios (cfr. Jn. 2, 17).
Fundamentalmente, su actitud con respecto al Templo es idén-
tica a la que adopta con respecto a la Ley, junto a la cual, en efecto,
el Templo se mantenía en vigor o perecía. Jesús no ha venido a
destruir
la Ley, sino a consumarla
(Mt. 5, 17), de hecho, la observa
y hace observarla . De igual modo, respeta y quiere sea respetado el
Templo según las exigencias propias de cada una de sus zonas de
santidad, a las que ya antes nos referimos (cap. V, nota 21); San
Marcos nos ha transmitido incluso el siguiente detalle: «No per-
mitía que nadie transportase fardo alguno por el Templo»
(Templo = : se trata, pues, de los Atrios). El respeto de
Jesús por el carácter sagrado del Templo se pone de manifiesto en
una de las maldiciones dirigidas contra los fariseos, que transcribe
San Mateo (23, 16-22) :
¡Ay
de vosotros, guías ciegos,
ue decís:
i uno jura por el templo
naos = santuario), eso no es nada; pero si jura por el oro del templo queda
obligado ¿Qué vale más, el oro o el templo que santifica el oro? Y si alguno
jura por el altar, eso no es nada; pero si jura por la ofrenda, que está sobre
él, ése queda obligado. Ciegos, ¿qué es más, la ofrenda o el altar que santifica
la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él
y
por lo que está encima
de él. Y el que jura por el templo, jura por él
y
por quien lo habita. Y el que
jura por el cielo, jura por el trono de Dios
y
por e1 que en él se sienta.))
No insistiremos sobre los detalles de la casuística
vocada
1
Es evidente que Jesús adopta aquí, como en otros momentos también,
5.
Jn.2,16.
6.
Mt.
2, 4;
e.
,
(Se trata del dificio
ue
obijaba el
rca en Nob,
uando
la huida de David, pero cfr. también Mt. 23, 21).
7.
Mat. 1, 3; c.
1,
7;
c. 9, 46.
8.
Mt.
,
5 (Sal. 8,
).
9.
Ordena a los diez leprosos que se presenten a
os sacerdotes
Le.
7,
4); otro
leproso sanado le ordena presentar la ofrenda prescrita (Mt. 8, 4
ar.); reconoce la auto-
ridad
e los doctores legítimos, al menos para su tiempo (Mi.
3, 3).
10.
Cfr.
TRA CK -BILLERBECK, t.
,
pp.
931
.;
A G R A N C E ,
in
loco.
Añdase
l intere-
sante texto del documento sadoquita (o de Damasco), col.
I, 1.
5-16 (cfr.
. VER MES,
Les manascrits du désert de Jada,
París,
953, P.
66 ) . A cerca
e la
antidad del
ltar
en el judaísmo,
fr.
.
ON5IRvEN,
Le udaisme alestinien
u temps e
f-C.,
arís,
1935, .
,
p.
5
., 12,
17,
.
,
94.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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JESÚS Y EL TEMPLO
37
una actitud semejante a la de los profetas, a la de un Jeremías, por
ejemplo: respeto por el Templo, exigencia de verdad en las actitu-
des religiosas. Cuando dice en el Sermón de la montaña: «Si vas,
pues, a presentar una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de
que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar,
ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presen-
tar tu ofrendas (Mt. 5, 23-24), Jesús respeta el sistema cultual
mosaico, todavía en vigor, y a la vez afirma, dentro del espíritu de
los profetas, con qué orden, agradable a Dios, se deben cumplir
tales actos. Mejor aún: «consumas la ley, es decir, de una sola vez
nos libera de sus prescripciones materiales, de aquellas que traducían
meticulosamente las crecientes exigencias de pureza ritual, a que
nos hemos referido ya, e insiste en lo que es su resumen y su fin
- los mandamientos se resumen todos en el amor -, a saber, la au-
tenticidad de la caridad fraternal. Tal será su mandamiento, y la
principal y en cierto sentido, la única - exigencia de pureza en
la ley nueva.
Es necesario, sin embargo, precisar los límites de la piedad de
Jesús hacia el Templo. Acudió a él durante su ministerio público;
según San Juan, en la mayor parte de las fiestas, sino en todas; se-
gún los sinópticos, en la última Pascua (véase más adelante). Le
vemos enseñar en el Templo y, con toda evidencia,
querer
enseñar
allí, teniendo así ocasión de dar a sus enseñanzas una amplia publi-
cidad y de poner a los jefes de su pueblo, sacerdotes y doctores, en
presencia de su mensaje Le vemos obrar curaciones en el Tem-
plo
12,
y
proclamar juicios y declaraciones de una importancia de-
cisiva
3
Los evangelios no nos muestran explícitamente a Jesús
rezando en el Templo, mientras mencionan muchas veces su oración
en otros lugares, sobre todo en la soledad
14
: Jesús gustaba, a lo
que parece, rezar «en lo secreto»
1 5 ,
donde no había otro templo que
11.
Jesús enseñando en el Templo: Mt. 21, 14, 23 par.; Mc. 12, 35; Lc. 19, 47;
21, 37; Jn. 2, 14 s.; 5, 14;
7,
28; 8, 2-20, 59; 10, 23; 18, 20. - Motivo de publicidad
para tal enseñanza: Mt. 26, 55
y
par.; Jn. 18, 19 s.
12.
Mt. 21, 14.
13.
Jn. 8, 2 s. (la mujer adúltera); 7, 14 s., 37 s. (el agua viva); 8, 12-20 (luz
del mundo); 31, 59
y
10, 22
S .
(su preex istencia divina);
y
el
verbum Domini
sobre el
templo (cfr.
infra).
14 .
Mc. 1, 35; 6,46; Le. 3, 21; 5, 16; 6, 12; 9, 18, 28, 29; II, 1; 22, 31; Jn. 17;
Getsemaní
infra,
nota 16); y la oración de acción de gracias: Mt. 11, 25; Le. 10, 21;
Jn. 11, 41; 12, 28.
15 . Mt. 6, 5-6 (con referencias a 11 Re. 4, 33 e Is. 26
20).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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138 L MISTERIO DEL TEMPLO
la creación del Padre que está en los cielos, su Presencia
y
el tem-
plo de Su voluntad que es
-ara los profetas, como ya vimos,
y
para nosotros, como veremos aún
el verdadero lugar donde en-
contrarle
1 6
os evangelios no nos hablan de sacrificio alguno ofre-
cido por Jesús, ni nos dicen que hiciera inmolar el cordero pascual
en el Templo
.
Cuál ha sido, pues, la práctica religiosa de Jesús
durante los años de su ministerio, en cuanto esta práctica estaba
vinculada al Templo?
Un último episodio es bien significativo a este respecto
:
aquél
de las dos dracmas que todo israelita debía pagar cada año
con
desti-
no al Templo
Los recaudadores de este impuesto le preguntan
a Pedro si su Maestro lo paga. Es algo así como si le preguntaran
si Jesús observaba el sábado. Pedro responde sin vacilar que sí,
pues sabe que Jesús lo ha pagado hasta entonces sin discusión. Pero
esta vez, el Señor descubre el fondo de su pensamiento:
«
Qué te
parece, Simón? Los reyes de la tierra ¿de quiénes cobran censos
y
tributos?
¿
De sus hijos o de los extraños? Contestó él :
De los ex-
traños. Y le dijo Jesús: Luego los hijos son libres. Mas para no es-
candalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que
pique, ábrele la boca,
y
en ella hallarás una estatera; tómala
y
dala
17, 25-27).
or mí
y
por ti» (Mt.
esús afirma aquí claramente que
es extraño al Templo
y
a su régimen cultual, Él
y
la Iglesia, que
ya ha anunciado edificará sobre Pedro
y
sobre la confesión que éste
ha hecho de su divinidad (Mt. 16, 16-18). De suerte que, en el seno
de un respeto, en cierto modo provisional, hacia el Templo, el Maes-
tro ha colocado el germen de una superación, que representa, hasta
cierto punto, una negación;
y
no sólo reza para Sí mismo, sino tam-
bién para la comunidad mesiánica cuyo punto de partida ha sido la
confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Cuando la Iglesia haya
sido totalmente fundada por su Pascua, Jesús no reconocerá ya al
Templo,
y
será fuera deJerusalén, en su Galilea muy amada, donde
dará audiencia a sus apóstoles.
16 . Mt.
, 0; 6, 39;
c.
4, 36; c.
2, 42; tc. Toda
a oración de Jesús brota
de su
lma
ilial
y
es referencia filial al Padre.
17 .
Pero sto
udo
uizá star
omprendido
ntre
os
reparativos
ue izo
n-
cargar a n amigo desconocido para celebrar la
ascua del
rupo apostólico: at. 6,
1 7 .; c.
4,
2
.;
e. 2,
.
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JESÚS Y EL TEMPLO
39
B) Jesús declara finalizado el régimen religioso del Templo y anun-
cia su
reemplazamiento por su Propia persona.
La exposición que sigue es un todo continuo; está centrada par-
ticularmente alrededor del episodio decisivo de la purificación del
Templo, episodio que, según creemos, es único aunque los sinópti-
cos de un lado y San Juan del otro, lo sitúan en momentos diferentes
y lo transcriben en términos igualmente diferentes : por ejemplo, los
sinópticos escriben tó ispóv, mientras San Juan emplea la palabra
ciç. Por esta razón - y como podía esperarse del evangelio de
Juan - el relato de éste nos aportará una importante profundización
con relación al relato de los tres primeros evangelios ; después de
estudiar el episodio, sinópticos en mano, convendrá examinar aparte
el texto del cuarto evangelio
: su contenido nos aparecerá entonces
corroborado y comentado por otras perícopas, que no siempre ha-
brán de ser tomadas de San Juan. En definitiva, dentro de una ex-
posición continuada podremos distinguir como dos momentos sucesi-
vos, que indicaremos, para facilitar la lectura, con los números 1 y
2: Jesús concluido el régimen religioso del templo
1.0
en cuanto al
Templo como
hieron o
lugar de encuentro con Dios, y 2.° en cuan-
to al Templo como
naos o
habitación de Dios. En adelante, el ver-
dadero Templo, la verdadera Morada de Dios entre los hombres no
es sino su propia Persona.
1.0
El profeta Malaquías, el último de los profetas de la época
de la restauración postexílica, anunciaba «el día de Yavé» en los
términos siguientes
((Pues he aquí que voy a enviar a mi mensajero, que preparará el camino
delante de mi, y luego en seguida vendrá a su templo el Señor, a quien
buscáis y el ángel de la alianza que deseáis. Ved que viene, dice Yzvé Sebaot
y ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse firme
cuando aparezca? Porque será como fuego fundido
y
como lejía de batanero,
y se pondrá a fundir
y
depurar la plata, y a purgar a los hijos de Leví, y
los depurará como se depura el oro y la plata, para que ofrezcan a Yavé el
sacrificio de justicia. Entonces agradará a Yavé el sacrificio de Judá y de
Jerusalén, como en los días pasados,
y
como en los años antiguos. Y vendré
con vosotros a juicio...)) (Mal. 3, 1-5 a).
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140
L MISTERIO DEL TEMPLO
Esta profecía escatológica y mesiánica se ha realizado en Juan
Bautista ' y en Jesuscristo. Juan es el Precursor, Jesús es el Ángel
de la alianza. Los evangelios de San Mateo (11, 10)
y
de San Lucas
(7, 27) hacen expresamente tal aplicación, no sin identificar a Jesús
con el mismo Yavé o con su Faz.
Jesús «viene», pues, al Templo para purificarlo y para «consu-
mar» su destino, el cual es el de ser, según cuanto habían anunciado
los profetas para los tiempos mesiánicos, una casa de oración para
todos los pueblos. Jesús «viene» dos veces: la primera vez en el
misterio y en la humildad de su advenimiento de Navidad, la segun-
da, en la afirmación y en el ejercicio de su poder mesiánico, que
presagia y proclama ya el juicio, definitivo y sin apelación, con
que juzgará en su segundo advenimiento . La primera vez, cuando
la purificación de María y la presentación de Jesús en el Templo;
la segunda, cuando la purificación del hieron por Jesús.
La purificación de María y la presentación de Jesús en el Templo.
Ambas tienen lugar en el Atrio de las mujeres, sobre las gradas
de la puerta llamada de Nicanor, es decir, según el vocabulario
evangélico, en el hieron.
El episodio - valdría más decir: el mis-
terio , tal como San Lucas nos lo ha transmitido partiendo de los
recuerdos de María (2, 22-39) es extraordinariamente rico en signi-
ficación.
María es purificada, siendo así que Ella es la flor y la gloria
purísima de Israel; se somete humildemente a la ley del Templo,
vacío del arca del testimonio, cuando Ella misma es el templo del
Espíritu Santo, el arca de la nueva alianza
. Jesús es rescatado,
de acuerdo con la ley de Moisés , pero es
El
quien es el redentor,
el go'el,
no sólo de Israel, sino de todo el mundo. Es presentado al
Templo, pero El es más grande que el Templo (Mt. 12, 6); es El
19.
Este mensajero es, en Mal. 3, 25, identificado con Elías; ahora bien, Juan es
«Elías,> (Mt. II, 14; 17, 12; Mc. 9, 12), pues vino "con el poder de Elías» (Le. 1, 17).
El P. CETJ PPEN S (o. cit.
supra,
cap. III, nota 43) no cita nuestro texto entre las profecías
mesiánicas. - Referente al sentido escatológico del texto de Mal., cfr. infra,
p.
262.
20.
Sobre esta idea de los dos advenimientos, cfr. David et Saloman, types do Christ
en set deux avMements,
en
Vie Spirit.,
91 (nov. 1954),
pp.
323-340.
21. Ver infra,
p.
307.
22.
Núm. 18, 15 5.; cfr. Lev. 12, 2-5; 27, 6; Px. 11, 4 a.
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JESTIS Y EL TEMPLO
41
quien santifica al templo
y
a toda ofrenda que se pueda hacer a Dios
Jesús es acogido en el Templo por dos representantes del pueblo
de los Pobres
2 4 ,
que esperaban al Consolador de Israel: dos ancia-
nos, porque la Disposición antigua está como envejecida
y
al borde
de la vida, Simeón
y
Ana la profetisa. Simeón es profeta también.
De manera misteriosa, ve en Jesús al que constituirá un signo de
contradicción, presintiendo así, de lejos, el drama pascual por el que
el nuevo templo reemplazará al antiguo ». En Simeón
y
en Ana se
resume toda la expectación de Israel que acepta proféticamente
ceder su puto a la realidad
y
ser sobrepasado por ella:
((Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo
en paz, según tu palabra;
porque han visto
mis ojos tu salud,
la que has preparado ante la faz de todos los pueblos,
luz para iluminación de las gentes
y
gloria de
tu
pueblo, Israel» (Lc. 2, 29-32).
El tema profético de esta primera «venida» al Templo es ya el
de la segunda venida, para la purificación del Templo: el primer
trazo de la novedad aportada por Cristo es el universalismo de la
salud; la casa de Dios estará abierta a todos los pueblos
2 7
Este
universalismo de la Presentación completa al que ha distinguido ya
al advenimiento escondido de Navidad, en el que los ángeles y los
hombres de toda condición han aclamado y confesado al Señor
2 8
23.
Cfr.
Pe.
,
(comp.
.
x .
9,
7;
t.
3,
9):
.
.
ELWYN
The
irst
Epistie of St. eter,
Londres,
947,
.
63) cita a este
ropósito a Bengel, quien evoca
el exto e s.
6,
:
L e
hrist
st
a ois
récieux
n
ui-mme,
t
elui ui
nous fait agrécr;
ar il est l'Autel.s fr. el «Per Dominum N. J.
.» de la liturgia
y
la explicación de San Agustín sobre Mt. 23, 19:
Intelligendum templum et aliare ipsum
aurum et donum laudes et sacrificia precum, quae in co per eum offerimus.
Non enim ille per hace,
ed ista per illum sanctificantur»
(Qaaest.
vang.,
lib.
,
4:
P.
., 5, 329).
24. Cfr. A. GELIN, Les parieres de Ya/Icé (Témoins de Dicu, 14), París, 1954.
25 . Le.
,
4 puede ser puesto en relación con 20,
8
(Sondergut
de Le.),
obre lo
cual,
fr.
nfra,
.
6 5 .
26 .
Cfr. el Invitatorio de la fiesta el 2 de febrero en el Breviario Romano:
Ecce
venit ad templum sanetum suum Dominator Dominus. aude et lactare
ien occurrens
Deo tuo.»
27 .
Cfr.
l Introito e
a Misa del 2 de febrero el rito latino: Suscepimus D eus
misericordiam tuam in medio templi tu¡; secundum nomen tuum ita et laus tua in fines
terrae;
ustitia plena est dextera tua.s
28. ((Non olum
b
ngelis
t
rophetis, t
astoribus,
ed
tiam
enioribus
t
iustis generatio Domini
ccipit testimonium. Omnis actas et uterque sexus, eventorumqae
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42
L MISTERIO DEL TEMPLO
El advenimiento de Jesús
y
su primera venida al Templo adquiere
así un carácter cósmico,
y
recogiendo, para darle cumplimiento, el
anhelo en tal sentido del mismo Templo , presagian el momento
en que la creación entera vendrá a ser el templo de Dios °.
La purificación del Templo
por la expulsión de los mercaderes
de los cambistas nos ha sido transmitida en forma algo diversa
por San Juan, de una parte,
y
por los tres primeros evangelios, de
otra; entre éstos, además, se dan pequeñas diferencias, en las que
se reflejan, como de costumbre, las preocupaciones
y
el trabajo re-
daccional de cada uno de ellos
j.
Para facilitar un estudio de estos
importantes textos, los reproducimos en sinopsis en encarte es-
pecial
3 2
La diferencia más notable ntre los
vangelios
oncierne l
momento en que ocurre la escena. Los sinópticos, que no relatan
más que una venida de Jesús a Jerusalén, por la Pascua, sitúan la
escena al final de la vida del Salvador, en el día siguiente a su
entrada mesiánica en Jerusalén (Domingo de Ramos). La acción de
Jesús desata, tanto según ellos, como según San Juan, una viva
oposición contra Jesús de parte de las autoridades del Templo, que,
desde aquel momento, deciden su muerte: los principales de entre
los sacerdotes, los escribas
y
los ancianos. Se ataca a Jesús acerca
de su misión: ¿con qué autoridad ha hecho aquéllo? Pero esta dis-
cusión, que en San Juan versa sobre un signo
y
está estrechamente
ligada a la purificación del Templo, en los sinópticos versa de mane-
ra más general sobre la actividad
y
la enseñanza de Jesús,
y
no
ocurre sino al día siguiente (martes) u otro de los días siguientes.
Cada evangelista ha construido la escena según su plan, obser-
vando una concatenación lógica más bien que cronológica. San Lu-
n
iiraculi fidem
struunt. Virgo generat, sterilis parit, mutus loquitur, Elisabeth prophetar,
magus dorat, n tero lausus oannes
xultat,
idua
onfitetur,
ustus xpectar.»
A
AMBROSIO, Lib. 2 in Lucam, n.
58 (P. L.
5, 573).
29.
Ver supra,
.
19.
30.
Ver
infra,
p.
289.
31.
Estudios articulares además e
os
omentarios): .
.
RAUN,
'expulsion
des vendears da Temple,
n
Rey. bibl.,
38 (1929) ,
pp.
78-200; R. H. LIGMTFOOT,
The
Gospel Message of St.
Mark,
Oxford, 1950, cap. 5,
pp.
60-69 (S. Marcos) ycap. 6,
pp.
70-79
(S. Juan); T. .
MAN50?t,
he Cleaning of Me Temple,
1951 (sólo conocemos el título).
Cfr. también
infra
notas 40
54 del pres. cap.
32. Para la confección
e
icho
uadro hemos seguido el texto de Nácar-Colunga.
De conformidad con nuestro autor, escribimos «santuario)) en donde el griego trae «naos)).
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JEST3S Y EL TEMPLO
43
cas, que es, quizá, el más favorable al Templo
n,
se interesa poco
en el episodio, que implica un universalismo que, para él, comienza
en Pentecostés; su relato es pálido y casi atenuado. El de San Mar-
cos es el más vivaz, el más coloreado; por eso lo hemos puesto en
primer término : acentúa el alcance profético-universalista de la in-
tervención de Cristo, conservando en el texto de Isaías que cita
Jesús (56, 7), las palabras «para todos los pueblos». En los tres
sinópticos, la reducción a una sola venida a Jerusalén en la última
Pascua es evidentemente sistemática : Jesús fue, sin duda alguna,
varias veces a Jerusalén con sus discípulos '. Así pues, el orden
que adoptan no debe ser considerado como orden propiamente histó-
rico y cronológico. De modo que seguiremos gustosamente el orden
en que el P. Braun razona los textos y reconstruye la concatenación
verosímil de los hechos ».
También San Juan sigue un orden ideológico, en el cual, no obs-
tante, se explicita, sin duda, únicamente el sentido de la historia
real, según la inspiración de todo su evangelio. En particular, quiere
mostrar cómo «los judíos» han rehusado recibir a Jesucristo, pese a
que W se hubiera declarado suficientemente ante ellos en su doctri-
33.
Observación de E.
LOHMEYER
(Kultus und Evangelium,
Güttingen, 1942), quien
no ve en Mt. y Me. apenas otra cosi que oposición al culto del Templo.
WENSCHXEWnZ (Die
Spiritualisierung..., AITEAO).,
4 [19321,
pp.
170 s.) nota también la simpatía hacia
el Templo que caracteriza a los relatos de la infancia.
34.
Los mismos Sinópticos lo suponen: cfr. Mt. 23, 77; Le. 13, 34.
35.
He aquí como resume sus conclusiones (art. cit.,
pp.
199-200): sI. Expulsion
des vendeurs et discussion ayee les Juifs nc seraient vraiment unies par un lien étroit
et nécessaire que dans le IV Évangile. La connexion des dcux épisodes nc serait, izó»
probablement, dan» les évangiles synoptiques, que d'ordre littéraire. Elle exprimeralt,
non pa» la suite réclle des événements mais leur conséquenee logique. - 2. Malgré la
dualités des discussions, l'expulsion des vendeurs dont
II
es question de part et d'autre
nc serait qu'un scul et mame fait. Pacée au bon moment par S. Jean,, elle aurait été
transposée par les trois premiers ¿vangélistes, aprs le triomphe des Rameaux, parmi
les événcments qui introduiscnt les conflits ayee les sanhédrites, peu avant la Passion. —
3. Par contre, nonobstant l'unité de l'expulsion, l'altercation ayee les Juifs de J. 2, 18-222
serait différente de celle de Mt. 21, 23-27 et par. La premióre étant réellement rattachée
la purification du Temple, l'autre faisant simplement partie des controverses de la
dernióre semaine. »
Otros autores prefieren el orden de los Sinópticos:
p.
ej., J. JEREMIAS,
¡esas ala
Weltvollendcr,
Gütersloh, 1930,
p.
41. Según este autor, Juan ha yuxtapuesto la puri-
ficación del Templo a las bodas de Caná porque el sentido de ambos episodios es el
mismo: la substitución de la Disposición antigua por la nueva. Pero el orden de los
Sinópticos es más exacto históricamente, pues la purificación o el renovamiento del Tem-
plo debía seguir a la entronización mesiánica esbozada el día de Ramos.
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144
l. MISTERIO DEL TEMPLO
na y por sus «signos»
36:
estos «signos», sobre los que Juan propone,
precisamente, una teología muy nítida, y que responden, de parte
del Evangelio y, ulteriormente, de la Iglesia, a las posibilidades de
acceso a la fe de aquellos a quienes se ofrece el signo para que crean.
Juan ha querido incluso subrayar que los signos habían sido propues-
tos en medio de la mayor publicidad, en Jerusalén, en el marco de
las grandes fiestas que reunían a tantas gentes, ante los jefes oficia-
les del pueblo y las autoridades del Templo: Jesús no era sólo «el
Galileo», según podían hacer pensar los tres primeros evangelios
se había dado a conocer suficientemente en Judea, en Jerusalén, en
el mismo Templo. Juan ha querido mostrar, con mayor detalle y
precisión que los sinópticos, cómo el Bautista, a quien todos tenían
por profeta y que había sido su primer maestro , había dado explí-
cito testimonio de Jesús y lo había hecho ante una especie de misión
oficial investigadora, enviada desde Jerusalén
(Jn.
1, 19-34). De
suerte que cuando pocos días después, no habiendo hecho entre tanto
más que una breve aparición por Galilea, Jesús llega a Jerusalén por
la Pascua, sube al Templo y expulsa a los mercaderes y cambistas,
su gesto debe aparecer ante los «judíos» que intervienen entonces
para pedirle un signo, como el gesto de aquel a quien el Bautista
ha señalado tan explícitamente como el «elegido de Dios». En tales
circunstancias, el lugar en que Juan sitúa el episodio de la purifica-
ción del Templo está lleno de significación: este episodio abre la
vida pública de Jesús con una declaración profética, y también me-
siánica, que alcanza, de un solo golpe, el más alto grado de acuidad
y el corazón de aquello mismo que estaba en cuestión. ¿ Quiere esto
decir que el lugar en que ha situado Juan el episodio es efectivamente
su lugar histórico exacto? El género redaccional de los evangelios
no nos obliga a pensarlo, pero estamos muy inclinados a creerlo por
las razones siguientes :
1.0
la preocupación por la precisión históri-
ca y geográfica de San Juan y el valor, en tal sentido, de su evange-
lio, reconocido hoy día, si no generalmente, sí en muy amplios sec-
36.
Cfr. para todo este párrafo las interesantes sugerencias de Dom. J. Oi.ivsr»i,
Rey.
bibi.,
35 (1926),
pp.
382-395.
37.
Jo. 1, 35 s.; Juan, que se designa como «el discípulo que Jesús amaba», es
anónimamente, en su propio evangelio, el discípulo tipo, del mismo modo que Judas es
el tipo de los ((judíos)) que rechazan a Cristo (de ahí el detalle de 13, 30). Notemos con
R. H. LICIITIOOT (o. cit., p. 70) que la expresión «lo» judíos)) sólo aparece cuatro veces
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JESTíS Y EL TEMPLO
45
tores; 2.
el acuerdo fundamental entre los cuatro evangelios, pese
a las apariencias superficiales en contra.
Un hecho destaca en efecto,
y
tiene su interés: los evangelios
están de acuerdo en situar la purificación del Templo en la primera
«venida» que Jesús efectúa dentro de su ministerio público, es decir,
después de su reconocimiento
y
bautismo por Juan Bautista
Están
de acuerdo, igualmente, en enlazar, de una manera o de otra, el
ejercicio
y
la manifestación que Jesús hace de su misión
y
poder
(mesiánicos) con la misión de Juan
y
la declaración que éste había
hecho a propósito de Jesús ». Están de acuerdo, en fin, en presentar
el episodio de esta primera «venida» al Templo
y
la purificación de
éste como un momento decisivo, mejor aún, como el momento deci-
sivo de la vida pública de Jesús; su Rubicón, ha podido escribir
E. F. Scott odo ello demuestra bien la identidad fundamental
de los hechos relatados; no obstante, como San Juan añade datos
propios que nos ayudan a penetrar más profundamente en el misterio
de Jesús
y
del Templo, explicaremos primero la escena dentro del
marco de los sinópticos,
y
después acudiremos al decisivo
verbum
Domini
que San Juan agrega.
Volvamos, pues, a nuestros textos (cfr. cuadro sinóptico), toman-
do por base el de San Marcos.
El gesto de Jesús es primordialmente un acto de celo religioso
y
reformador: se alza contra un abuso
4 1 •
Según testimonio de San
Juan, los discípulos recordaron entonces las palabras del salmo (69,
10)
:
«El celo de tu casa me devora.» En un plano semejante, podría-
mos recordar como paralelo significativo, el gesto de Nehemías arro-
jando al funcionario ammonita Tobías de una sala que la complacen-
cia del sacerdote Eliasib le había destinado para su alojmiento en el
38.
Este es, como
s
abido, l punto de
artida de la actividad expresamente mc-
siánica de Jesús:
fr. ct. ,
1-22;
0,37 (Mt.
,
7;
e. ,
; e.
,
;
, 3).
39.
Respecto a Juan, cfr. lo que se ha dicho
supra,
en la línea de Dom OLIvIERI,
c-
tado en ant. n. 36; respecto a los Sinópticos, cfr. a respuesta que da Jesús en la discusión
sobre su misión
y
su
utoridad,
iscusión que
i no sigue inmediatamente al gesto
e
expulsar a los mercaderes, está no obstante vinculada a él
ver cuadro sinóptico).
40. The Crisis n
/ze ije
f Jesus,
ondres, 953: sta
risis de la vida
e
esús
es la purificación del Templo.
41.
Dada la orma rofética - ambién mesiánica-con ue Jesús realiza
ste
acto reformador, inspirado por el celo religioso, no hay por qué creer (con el P. JoiJoN, art.
cit.,
.
40)
ue Jesús
e
imitara char a os endedores el trio de Israel
el
de las mujeres, dejándoles en os pórticos
y
atrio de los Gentiles. Los arrojó
el
hieron,
pura simplemente.
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JESÚS Y EL TEMPLO
47
hollando mis atrios?
No me traigáis más esas vanas ofrendas.
El incienso me es abominable...))
.
Y los salmos, que expresan la admirable piedad de los «pobres de
Yavé», precisaban, en forma más positiva:
((No te reprendo por tus sacrificios
ni por tus holocaustos, que están siempre ante mí.
No quiero yo tomar becerros de tu casa
ni de tus apriscos machos cabríos:
Porque mías son todas las bestias de los bosques
y
los miles de animales de los montes.
Y
en mi mano están todas las aves de lo alto
y
todos los animales del campo.
Si tuviera hambre no te lo diría a ti,
porque mío es el mundo
y
cuanto lo llena.
¿Cómo yo acaso la carne de los toros?
¿Bebo acaso la sangre de los carneros?
Ofrece a Dios sacrificios de alabanza.. a
((No deseas
ni el sacrificio
y
la ofrenda,
pero me has dado oído abierto;
no buscas el holocausto
y
el sacrificio expiatorio.
Y me dije ((Heme aquí
...
En hacer tu voluntad,
ios mío , tengo mi complacencia))
46
Veremos más adelante, al volver sobre la aplicación que la epís-
tola a los Hebreos hace de este importante texto a Jesucristo (1O
5, 9), cuán literalmente debía realizar Jesús todo ello y cuán estre-
chamente esta teología de los sacrificios, consistente en la ofrenda
del hombre mismo,
es decir, de
su
obediencia amorosa a Ja voluntad
de Dios, está vinculada al episodio de la purificación del Templo.
44. Is. 1, 11-13. Cfr. Am. 5, 25-27; Jer. 7, 21, 23; Sal. 50, 10-13; etc.,
y supra,
PP. 91 S .
45.
Sal. 50, 8-14. A.
CAUSSE
observa justamente que en el culto sinagogal de la Diás-
pora
y
entre loa «pobres))
(andwím:
cfr.
pp.
114
y
147), la oración de acción de gracias.
y el homenaje de los labios constituían el acto religioso por excelencia: cfr. Sal. 69,
31; 141, 2 (Le miMe de la nouvelle Jérusalem da Deutéro-Ésaie
a ¡II Sybille,
en
Re,'.
Hist. Phil. relig.,
18 (1938),
pp.
377-414: cfr.
p.
392, n. 32). Agregar Sal.
51
18 s.;
Prov.
15
8 etc.
46.
Sal. 40, 7-9. Cfr. el tema profético de la obediencia preferible al sacrificio:
1 Sam. 15, 22; Os. 6, 6 (citado por Jesús: Mt. 9, 13; 12, 7); Jer. 7, 22; Sal. 50, 7 s.
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148
l, MISTERIO DEL TEMPLO
Jesús expulsa a los animales, materia de las ofrendas legales, por-
que es venida la hora de la adoración en Espíritu y en verdad; es
llegada la hora del verdadero sacrificio, fundamentalmente idéntico
a la oración - ((mi casa será llamada casa de oración» -, pues la
oración es, en sí misma, en su verdad, comunión con la voluntad de
D ios. V erem os tam bién cóm o ese verdadero sacrificio de los hom bres
no existe ni se consuma sino en la participación del sacrificio euca-
rístico: la hostia y el cáliz de la obediencia del Señor.
San Marcos cita íntegramente el texto de Isaías que invoca
Jesús: Is. 56, 7 (reléase el pasaje entero, citado supra p. 9 9 o rig.),
«mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos». Es
el hecho del cum plim iento por Jesús de lo que Isaías anunciaba com o
futuro, lo que da al gesto de Jesús un valor mesiánico, pues la venida
de las naciones a Yavé había sido asociada por los profetas a un
futuro mesiánico En los evangelios sinópticos, esta perspectiva
universalista se explicita en el episodio de la higuera maldita, que
encuadra exactamente al de la purificación del Templo
48,
y en la
parábola de los v iñadores hom icidas ; en esta ocasión aparece asocia-
da, al menos históricamente, al hecho de la infidelidad de Israel.
Ya en diversas ocasiones se había proclamado Jesús como muy
dueño de pasar por encima de las exclusiones que la Ley mosaica
hacía contra ciertas categorías de judíos. Había sanado a leprosos,
lo que conducía a reintegrarlos a la comunidad cultual de la que su
tara les había excluido; había dejado que se acercaran a El, para
curarles en el Templo, cuando su entrada en el domingo de Ramos,
tullidos y ciegos (Mt. 21, 14-15) que estaban excluidos de allí por
la ley (Lev. 21, 18 ; II Sam. 5, 8),
y
tantos otros gestos mesiánicos
(cfr. Mt. 11, 3-5). Pero al proclamar que el hieron
ha de ser, según
voluntad del Padre, casa de oración para todos los pueblos, Jesús
declara abolida la separación que existía entre un atrio, accesible a
los gentiles, y los atrios a los que únicamente los judíos tenían ac-
ceso. El muro de separación, cuyo franqueamiento estaba prohibido
47.
Tal es el punto de vista de R. H.
LIGHTFOOT,
o. y lug. cit.; cfr.
supra,
p.
98 s.
48. Cfr. LIGHTFOOT, lug. Cit.;
HOSKYNS,
The Fourth Gospel,
pp.
197-198. En la
primera ((venida)) de Jesús al Templo, le recibió el pueblo judío en la figura de Simeón
y Ana, ancianos y ya marchitos, pero no muertos: ahora, la higuera está seca y
muerta. Es notable que S. Lucas, que relata la acogida de Simeón
y
Ana, omite en
cambio el episodio de la higuera seca, si ben recoge la parábola de los viñadores homi-
cidas.
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JESÚS Y EL TEMPLO 49
a los no judíos bajo pena de muerte, según rezaban las inscripcio-
nes, lo declara como inexistente desde entonces. Había llegado la
hora en que no sería ni en el Garizim ni en Jerusalén donde habría
que adorar al Padre, sino en Espíritu
y
en verdad (Jn. 4, 21-24).
Pero para que sonara efectivamente esta hora era menester que los
judíos, creyendo defender
y
salvar el Templo al condenar a muerte
a Jesús, hicieran brotar el manantial de agua viva del costado del
templo espiritual. Al decretar que uno solo muriera por todo el pue-
blo daban cumplimiento, en realidad, a la intención del Señor: morir
«no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de
Dios que están dispersos» (Jn. 11, 52).
«Pues es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derri-
bando el muro de separación, la enemistad, anulando en su carne la
Ley de los mandamientos formulada en decretos, para hacer en sí
mismo de los dos un solo hombre nuevo,
y
estableciendo la paz,
y
reconciliándolos a ambos en un solo cuerpo con Dios, por la cruz,
dando muerte en sí mismo a la enemistad. Y viniendo nos anunció
la paz a los de lejos
y
la paz a los de cerca, pues por tl tenemos los
unos
y
los otros el poder de acercarnos al Padre en un mismo Espí-
ritu» (Ef. 2, 14-18).
La discusión subsiguiente
-
ncorporada al mismo relato en
San Juan, posterior al episodio, según los sinópticos
-cerca de la
misión o de la autoridad en virtud de las cuales pudo obrar Jesús de
aquella manera, aparece claramente situada. Aunque Jesús dé enton-
ces una respuesta dilatoria o un tanto obscura, se le ha comprendido
igualmente bien; ello le impide declarar sin ambages su
upe-
rioridad sobre David
y
sobre Abraham, su título mesiánico, su con-
dición divina, incluso. Mas, lo que nos falta notar aquí es que Jesús
proclama, en el templo del mosaísmo, un nuevo derecho, un nuevo
orden de cosas, que será fundado sobre su muerte
y
su resurrección.
En nombre de ese nuevo derecho
-
scatológico, mesiánico-ur-
gido de la Pascua, ha obrado así Jesús. No lo dice claramente en el
texto de los sinópticos
;
lo dice expresamente, aunque en forma un
tanto oscura, en el relato joánico; lo ha dicho ya abundantemente
en muchos otros episodios, que deberemos estudiar, o al menos evocar.
Una vez más, repitamos que todo ello tendrá su fundamento
-
omo toda la nueva economía; como los sacramentos, como la
49. fr. Mt. 0, -16;
fr. obre el tema, A. FEUILLET, Les ouvriers
e la 'igne es
la
l2éologie
e 'alliance, n
ech.
c.
el.,
4
1947),
p.
03-327.
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150
l, MISTERIO DEL TEMPLO
Iglesia - en la muerte y la resurrección del Señor. Se comprende.
pues, que, siguiendo un simbolismo que la epístola a los Hebreos
(13, 12) supo ya utilizar, Jesús haya querido ofrecer su sacrificio,
(es decir, morir y resucitar), fuera de la ciudad y de su Templo.
Ello fue, dice San León, para que, habiendo caducado los antiguos
sacrificios, la nueva hostia fuera ofrecida sobre un nuevo altar
y
para que la Cruz de Cristo viniera a ser el altar, no ya del Templo,
sino de todo el Mundo San Juan Crisóstomo ha entendido del
mismo modo el misterio: «No fue sin razón, dice, el que el sacri-
ficio de Cristo no se consumara en un lugar cerrado y cubierto, ni
en el Templo: fue para que los judíos no pudieran reivindicarlo
como exclusivamente suyo y para destacar que había sido ofrecido
por el mundo entero. Dios había ordenado a los judíos que ofrecie-
ran sus sacrificios y rezaran en un lugar único y peculiar, porque la
tierra estaba llena de los sacrificios y la suciedad de la idolatría.
Pero al venir Cristo, al padecer la muerte fuera de la ciudad, purificó
toda la tierra y ha hecho de toda ella lugar propicio para la oración.
¿No es así como lo entiende San Pablo, cuando recomienda orar en
todo lugar, levantando las manos puras, sin ira ni turbación de es-
píritu? (1 Tim. 2, 8)
5 1
Así Jesús fundaba, en vistas a la Iglesia, la verdadera teología
del templo, la que ya hemos visto propuesta por San Esteban con
una lucidez genial ; fundaba también el verdadero universalismo,
pues ambas cosas, universalismo y templo, estaban íntimamente li-
gadas, según hemos visto por los profetas. Y no se trata, en lo que
se refiere a las naciones, de que éstas hayan de acudir a Jerusalén
para encontrar a Dios ; en adelante, Jerusalén estará dondequiera
que, por la fe en Jesucristo y la obediencia a la voluntad del Padre,
se establezca alguien, al mismo tiempo que en la Iglesia, cuerpo de
Cristo, en el Espíritu y la verdad.
Es evidente que tales explicaciones rebasan el marco literario
estricto del relato de la purificación del Templo; pensamos,
no
obstante, que la acción de Jesucristo entrañaba realmente todo ello
50.
«Ut veterum victimarum cessante mysterio, nova hostia novo imponeretur altari.
et
crux Christi non templi esset ara, sed mundi.»
Sermo 59 (de Passione,
8), 5 (P. L
54, 340).
51 .
De cruce et latrone hom.
2, 1 (P. G. 49, 409); un texto ligeramente abreviado
y distinto se encuentra reproducido en las obras de S. Agustín; cfr. App.
sermo 155. 3
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JESÚS Y EL TEMPLO
51
y que 1l tenía perfecta conciencia de ello. Es evidente también, que
se ha superado no sólo todo celo reformador, sino también la simple
perspectiva profética, para penetrar en el dominio propiamente me-
siánico
5 2
. Lo que es más notable es que cada uno de estos tres pla-
nos exige al siguiente: cuando el profético rebasa al religioso, el
mesiánico a su vez rebasa al profético y cada rebasamiento surge de
la misma verdad del grado precedente y de la intensidad del respeto
sentido por esa misma verdad. Porque le devoraba el celo por la
casa de Dios, Jesús actúa proféticamente, y porque realizaba los
anuncios proféticos es por lo que actúa mesiánicamente. Soberana
ilustración de la verdad que ha expresado tan bien M. St. Fumet
13 :
«No tenemos derecho a negar los límites que no hemos superado...
Mientras no se ha elevado uno por encima de un mandamiento, de
una regla incluso, mientras no se ha enseñoreado sobre él
cómo?
haciendo más de lo que impone -, . . .Se está lejos de alcanzar el
límite que el mandamiento, la regla, representa.»
2.
0 Nuestra explicación amplificada de la purificación del
hieron
nos ha hecho penetrar ya en el dominio de las declaraciones de Jesús
sobre el
naos
o santuario. Estas declaraciones, sin embargo, incluyen
datos que les son propios, que podremos examinar ahora tomando
preferentemente el evangelio de San Juan como guía .
El cuarto evangelio, en efecto, nos ha transmitido el episodio de
la purificación del Templo en forma peculiar. No sólo, según él, in-
terrogan los judíos con qué «signo» demuestra Jesús la autenticidad
de su misión; el Maestro responde a su pregunta con estas palabras:
«Destruid este santuario
(naos),
y en tres días lo levantaré.» Las
palabras son ciertamente auténticas, pues Según Mateo y Marcos
los «falsos testigos» basaron en ellas su acusación contra jesús, y
los transeúntes del mediodía del viernes santo se sirven de ellas
52. E incluso escatológico. Sobre el alcance profético-escatológico del episodio de la
purificación del Templo, cfr.
infra, p. 160 s.,
177.
53. L'Impatience des limites. Petit traité do Firmament,
Lyon, 1942,
pp.
29-30;
cfr. p. 37.
54. Además de los comentarios sobre S. Juan (LAGRANGE; Ed. HosIYNs (ya en
Theology,
sept. 1920); C.
H.
DODD, 1953), cf r. A . M. D UBA R LE,
Le signe du Temple (Jo. 11, 19),
en
Rey. bibi.,
48 (1939), pp. 21-44; R. H. LIGHTFOOT,
The Cleansing of Ihe Temple in
St. Jonh's Gospel, en
The Expository Times, 60
(1948-49) (reproducido en la obra citada
supra,
nota 31) ; X. L1ON-D UFOUR ,
Le signe do Temple selom saint Jean,
en
Rcch. Sc.
relig.,
39 (1951
= Mélanges J. Lebreton, 1),
pp.
155-175.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 152/335
152
L MISTERIO DEL TEMPLO
para mofarse del Señor crucificado ». Es notable que en ambos casos
la palabra utilizada es
naos,
siendo así que los sinópticos (como tam-
bién Jn. 2, 14-15) han relatado la escena de la purificación del Tem-
plo utilizando el término
hieron. Naos
designa el santuario que habi-
taba Yavé, particularmente el Santo de los santos, y no sólo el
lugar sagrado o la casa en donde se encontraba a Yavé por medio
de la oración.
San Marcos añade, en su relato de los falsos testigos que atribu-
yen a Jesús la intención de destruir el Templo «Yo destruiré este
templo,
hecho por mano de hombre, y
en tres días levantaré otro
que no será hecho por manos humanas.»
La expresión «hecho por
mano de hombre», Xnpo,toi,to, se utiliza en el Antiguo Testamen-
to para referirse a los ídolos, dioses falsos hechos por mano de hom-
bre ; pero no es esta significación la evocada aquí, ni tampoco en el
discurso de Esteban (Act. 7, 48; cfr. supra p. 66 orig.). No hay
lugar, tampoco, a pensar en una influencia helenística, estoica por
ejemplo, que hubiera actuado sobre la redacción de Marcos a través
del vocabulario de la comunidad . La expresión es muy probable-
mente original y los falsos testigos la han pronunciado para repetir
las palabras de Jesús, que oponía un
don celeste
a una
construcción
terrestre.
Ahora bien, esta es una idea que se encuentra en el Anti-
guo Testamento y muy frecuentemente en el Evangelio
5 8
La
55. Cfr., por una parte, Mc. 14, 57 s. y Mt. 26, 60-61; y por otra, Mc. 15, 29-30 y
Mt. 27, 39-40. Véase el cuadro sinóptico. Si bien Lc. no lo trae, se hace eco, no obs-
tante, en un pasaje representativo de una tradición independiente: Act. 6, 14. Ver
también el añadido del llamado texto occidental en Mc. 13, 2: «y en tres días se volverá
a elevar sin mano (de hombres)). Cfr. A.
HOFFMANN,
Das Wort leso von der Zerstorung
and dem Wiederauf bao des Tempeis,
en Neutestamentlic/se Studien für G. Heinrici,
Leip-
zig, 1914,
pp.
130-139: cfr.
pp.
135 s. Al igual que Hoffmann, M. Goguel admite la
autenticidad del relato
y
de la palabra de Jesús, que cree haber sido: «Yo destruiré este
Templo, y en tres días edificaré otros (La parole de ¡ésos sur la destruction et la recons-
truction do temple,
en
Congrs d'Hist. do Christian (Jubilé A. Loysi), París, 1928, t. 1,
pp. 117-136).
56. La antítesis y
{-uioz - aystpootiroc proviene, en los textos apostólicos, de la
respuesta cristiana a aquellos
-
udíos o paganos
-
que reprochaban a los Cristianos el no
tener templos: cfr. Act. 7, 48; 17, 34; Heb. 9, II, 24; también Col. 2, II; Ef. 2, II;
C. F. D.
MOULE,
Sanctuary and
Sacrifice
in the Clsurch of tlse N. T.,
en
Journal
of
Theol.
Stud., 1950,
pp.
29-41.
57.
Por ejemplo, en Isaías, oposición entre la ayuda que viene del hombre y la que
procede de Dios; en Miqueas, 5, 6, la idea del Resto, que viene de Dios
y
no debe nada
a la potencia humana; en los Salmos y
passim,
la idea de la ((diestra de Dios)) y de
cuanto ella opera; el anuncio de la nueva alianza y de un corazón nuevo dado por Dios,
etc. Se podría evocar Dan. 2, 34
y
la literatura apocalíptica judía; cfr.
infra,
nota 59
y
s.
58.
Oposición de la novedad evangélica al sistema antiguo: ((Se dijo a los antiguos...
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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JESÚS Y EI, TEMPLO
53
esperanza de los judíos se orientaba, desde la destrucción de Jeru-
salén y la dispersión - bien por el exilio, bien en la diáspora -,
hacia una reconstrucción del Templo que había sido profetizada en
términos que sobrepasaban el normal orden histórico y que apare-
cía vinculada a la afluencia de los Gentiles, convertidos al verdadero
Dios 5 9 .
La realidad histórica era tan precaria, estaba tan llena
de humillaciones Esta esperanza la negaba, desbordándola : soste-
nía que el Templo, profanado por Antíoco Epifanes, sería destruido
y reemplazado por un templo más perfecto antes de la instauración
de los tiempos mesiánicos
60;
o bien reservaba al Mesías, con mani-
fiesta complacencia, la tarea de la reconstrucción de una Jerusalén
y un Templo magnífico sl ; y como mesianismo y escatología están
estrechamente entrelazados, pensaba a veces en un nuevo templo,
pero celeste
Algunos se han admirado a veces de que Jesús no
haya sido condenado expresamente por sus palabras sobre el Tem-
plo ; creemos nosotros como más verosímil, dado el contexto que
acabamos de evocar, que la interrogación del sumo sacerdote « Eres
tú el Mesías, el hijo del Bendito?» no hay que considerarla inde-
pendientemente de la acusación basada en sus palabras sobre el
Templo. Mas volvamos al texto de San Juan, que, por haber sido
pero yo os digo»; estido nuevo, vino nuevo (Mc.
, 8-22; t. 9,
4-17; e.
, 33-39.
Cfr. . E R E M L A 5 , esos ls
eltvollender, ütersloh, 930,
p. 1 .),
ueva
lianza
(Mt.
6, 28; Le. 22, 20); Reino
de los cielos;
verdadero pan del cielo (Jn.
, 31
.);
iña
dada a
tros (Mc.
2, 9);
tc..
59.
Además de los profetas
(supra, p.
8 .),
n particular Ez. 40, 44, cfr., entre
os
escritos canón icos, ob. 3,
5-23;
4,
-9; n la
iteratura apocalíptica, en.
tiop.
0 ,
28 s.; cfr. 91, 3 (E. KAU TZS CH,
pocr. u. seudepigr. des A. ., t. , pp.
297 y
300);
mucho más vago,
poc. Bar., 4
y 5 (pp. 413-414).
60. Textos nteriores l ño 0:
eferencias
n
C H R E N K , rt. it.,
.
58,
.
0 ;
Cfr. M. SIM ON, Retour du Christ et reconstruction du Temple dans la pende chrétienne
primitive
(en
Aux Sources de la trad.'tion chrétienne. él.
.
oguel,
euchátel-París,
1950, p. 47-257), .
48.
61.
Cfr.
. EBER,
üdische
heologie uf
rund
es
almud und verwandter
2.' d.,
eipzig,
897, p.
74-376.
espués el
0 ,
a
econstrucción
el
Templo ha sido reservada preferentemente a Dios,
ara vez
al Mesías: STRACK-BILLERBECK,
emplo
t. , pp.
003-1004
;
CHRENK, art. cit., pp. 239, 1. 24 s.;
. BONSIRVEN,
Le judaisme a-
testinien au Temps
e J.-C., arís,
930, p.
00-401.
62. Ver G.
CHR ENK , art.
aodv,
n
heol.
6rterb.
.
. .,
. , p.
39-240.
Sobre la
erusalén preparada en el cielo
ara los ltimos tiempos, cfr.
. E R F A U X ,
La
Théol. de l'Rglise suivant S. Paul (Unam Sanctam,
0), París,
942, pp. 277-78.
63.
Mc.
4,
1 ; Mt. 26, 63 (de Dios); Le.
2, 67. - En el estudio citado
supra,
nota
55, M. Goguel tiene el mérito de haber demostrado cómo la pregunta del suma sacerdote
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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154
L MISTERIO DEL TEMPLO
escrito mucho tiempo después del suceso
y
a la luz de la experiencia
pascual
y
pentecostal, nos da el sentido de las palabras de Jesús
al mismo tiempo que su tenor literal
;
éste es
:
((Destruid este san-
tuario,
y
en tres días lo levantaré»,
y
su sentido es: «hablaba del
santuario de su cuerpo».
Este texto ha sido estudiado muy seriamente (A. M. Dubarle,
L. X.-Dufour, citados en n. 54 de este mismo cap.): no emprende-
remos, pues, su exégesis con detalle, así como tampoco explicare-
mos cómo podían los judíos comprender
y
encontrar allí un «signo.
Estamos situados de lleno, por nuestra parte, «en el tiempo de los
lectores de San Juan»
y
no tenemos sino que seguir la teología que
nos proporcione, implicada en la misma historia de los hechos.
Su
relato añade al de los sinópticos dos precisiones decisivas
:
1.0
El verdadero santuario es el cuerpo de Cristo (vers. 21)
;
2.° para
serlo ha de pasar por una destrucción
y
una reedificación (vers. 19)
Estudiaremos sucesivamente
mbos puntos,
elacionándolos
on
otros textos o episodios que poseen idéntico sentido.
1. ' l verdadero santuario es el cuerpo de Cristo
6 5
Al intentar traducir el sentido profundo de la realidad de Jesu-
cristo, San Juan creyó que el mejor modo de hacerlo era referirse a
las ideas judías de Palabra, Inhabitación
y
Gloria : (El Verbo
se
hizo carne
ice
y
habitó entre nosotros
y
hemos visto su glo-
ria»
El acontecimiento nuevo
y
decisivo realizado en Jesucristo
ha reemplazado onvertido en caducos, por lo tanto
y
consu-
mado, a la vez, todos los modos de la Presencia de Dios en su pueblo,
por su Palabra, por su Gloria (cfr. supra p. 25 orig.), en la Morada
64. S.
uan, ue
usta
mplear alabras e
oble
ignificación, a
scrito
palabra que significa
resucitar
y
también
levantar
(un edificio, por ejemplo).
a adici
occidental de Me. 3,
(cfr. nota 55) escribe dvat
4asat.
65. Para todo Jo que sigue, ver L.
Bouyva,
La Bibie et ¡'Evangile. Le sant de l'Écritwr.
Du Dieu qui parle au Dien fait homme. (Lectio divina,
8), París, 1951
passim)
F. M_
B R A U N , in Spiriet Veritate,
en
Rae
thomiste,
52 (1952),
pp.
245-274, 485-507;
. JERE MI&S,
¡csut alt eltvollender
Beítr. . 6rderung hristi.
heoi., 3-4), Gütersloh,
930.
ar
E, LOHM EYE R , c it.
supra,
nota
3.
66. Jn. ,
4.
demás e los estudios e BOUYER
y
BRAUN, citados en la flota p r e -
cedente, señalemos el de W. MANSON, Thc Incarnate Giory,
del que no conocemos m á s
que el título,
y
especialmente el excelente cap. VI
(pp.
57-68) de A . M. R AMS EY ,
The
Gkr
of God and Me transfiguration of CheLe,
Londres, 1949.
En su hermoso comentar»
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JESÚS Y EL TEMPLO 55
de la Tienda o del Templo. Se ha observado a menudo, que para
significar la presencia del Verbo entre nosotros San Juan ha utili-
zado el verbo
axnvo5v,
habitar bajo una tienda, verbo que evocaba
no sólo la Presencia del Éxodo, sino que, por sus letras
y
su misma
sonoridad, evocaba también la
sekinah o
Presencia de la teología
judía.
Esta Presencia de la Palabra substancial de Dios bajo forma
humana
y
corporal (cfr. Col. 2, 9) ha comenzado en el seno de la
Virgen María, desde que Ella pronunció su aquiescencia a la volun-
tad de Dios. El Espíritu Santo la había cubierto bajo su sombra «,
y
la Presencia
de Dios
mismo en nuestra humanidad había tenido su
comienzo en la tierra. No es, pues, sorprendente que los Padres
y
la liturgia hayan comparado el misterio de Navidad al del Templo
« » .
Mas estas consideraciones son las que se desprenden de la síntesis
teológica con la que concluiremos nuestro estudio bíblico. De mo-
mento, es menester destacar, de entre los gestos
y
palabras de Jesús,
aquellos por los que se ofrecía a sí mismo como la verdadera Presen-
cia
y
el verdadero Templo.
Los encontraremos principalmente en el cuarto evangelio, ya que
nos propone la revelación del misterio personal de Jesús hecha por
Él mismo. Los tres primeros evangelios contienen, principalmente,
el anuncio
y
la revelación del Reino, aunque también nos refieren
tal o cual episodio en que Jesús se presenta a sí mismo como la Pre-
sencia. Por ejemplo, cuando dice: «Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18,
20), se atribuye la función que el pensamiento judío otorgaba a la
sekinah
6 9 •
En el relato de la transfiguración, que Juan omite pero
67. El verbo
xtsv (Le. 1, 35) es empleado una vez (Éx. lO, 35) para hablar
e la nube, posada sobre la tienda de reunión. Cfr.
infra,
p.
304.
68. Respecto a los Padres, ver J. DANILOU,
Bible el Liturgia... (Lex orandi, 11),
París, 1951,
pp.
467-68: parangón entre Navidad
y
(fiesta de) los tabernáculos, por medio
del Sal. 118 (Vg. 117). Respecto a la liturgia, se habría de hacer un estudio. Ver
infra,
onclusión, y cfr. la
antífona del Magnificar en las segundas Vísperas de la Circuncisión
n
el Breviario Romano:
Templum Dei factus est uterus nesciens virum... Omnes
gentes venjent dicentes: Gloria tibi Domine.»
69. Se decía que allí donde diez hombres (el quorum requerido para una sinagoga)
se reunieron para orar, allí estaba la
sekmnah (Sanhedrin
39.). Son muchas las sentencias
abínicas como ésta de Rabí Chalafta (hacia el 135): (<(diez, cinco, tres) dos hombres
que se asientan juntos y se ocupan en las palabras de la Ley, tienen a la
sckinah
entre
ellos)> (Pirke Aboth, III, 6); cfr. también Rabí Isaac, discípulo de Johanán y autor de
estimables homilías del s. III (Berakot 6.'). Otros textos en STRACK-BILLERBECK, t. 1, pá-
ginas 79 4-79 5.
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156
L MISTERIO DEL TEMPLO
es consignado por los tres primeros evangelios, una nube luminos2
cubre a Jesús, designándole así como el verdadero Tabernáculo
Pedro quiere erigir tres tiendas
(tpaiç
cxvá), una para Jesús, otra
para Moisés y otra para Elías, pero no hay más que un tabernáculo
válido, aquel que señala la voz que viene de la nube, el Hijo bien
amado
j.
Cuando los discípulos alzan sus ojos, no ven sino a Jesús
sólo... En el significativo episodio de las espigas arrancadas, tal
como nos lo ha transmitido Mateo (12, 1-8), con la frase «lo que
aquí hay es más grande que el Templo (tapdv)», Jesús, que se de-
clara dueño del sábado, se presenta como quien ha de reemplazar
todo el sistema religioso mosaico: sábado, panes de proposición,
sacrificios y Templo. Finalmente, cuando dice a sus apóstoles :
«Yo
estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt. 28,
20), se compromete a realizar, en el nuevo pueblo de Dios que sur-
girá de los Doce como Israel había surgido de los hijos de Jacob, la
Presencia que Yavé, de un extremo al otro del Antiguo Testamento,
había prometido a su pueblo.
Cuando la vocación de Natanael, al sorprenderse éste de que
Jesús le haya conocido desde lejos, el Señor le declara: «Cosas ma-
yores has de ver. En verdad, en verdad os digo que veréis abrirse el
cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del
hombre» (Jn. 1, 50-51). No puede entenderse el sentido ni el alcance
de tales palabras sin la evocación del relato del sueño de Jacob en
Betel, al que Jesús se refiere (Gén. 28, 10-17; cfr. supra p. 17 orig.).
Jacob, al despertarse de aquel sueño en el que había visto una escala
que unía el cielo y la tierra, y a los ángeles que subían y bajaban
por ella, había dicho:
«
¡Qué terrible es este lugar No es sino la
casa de Dios y la puerta de los cielos». En adelante, «el puente que
une el cielo a la tierra no se apoya, como entonces, en un lugar deter-
minado de la tierra..., en una piedra, sino en un hombre en quien
70. Mt. 17, 1-8; Me. 8, 2-8; Le. 9, 28-34. Cfr. H.
RIESENFELD, Jésus transfiguré.
L'arri
~
rc plan du récit évangéliquc de la transfiguration de Notre-Seigneur (Acta Se..
Neotest. Upsal.,
cd.
J.
FRIDRICHSEN,
16), Copenhague, 1947, esp.
p.
130
y
s.; M. RAMs.
cit. nota sig.
(71. Cfr. S. Jerónimo y S. Agustín, citados por M.
RAMSEY,
The Glory of God ar4
Me
Transfiguration of Christ,
Londres, 1949, p. 131.
l Verbo, a quien hay qu
e
escuchar,
el Hijo bienamado, es entregado así a la Pasión: Le. 9, 31
y
la
observac.
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JESÚS Y EL TEMPLO 57
la gloria de Dios se hace visible»
l cielo está abierto, pero el
único punto - la piedra, la «casa» - por donde pasa la comunica-
ción, ascendente y descendente, de oración y de gracia, de ofrenda y
de revelación, es la persona viva del Verbo hecho carne, tal como
habita entre nosotros (Jn. 1, 14; Col. 2, 9)
y
como ha prometido
permanecer hasta la consumación del mundo (Mt. 28, 20).
En otro episodio, que nos conduce de nuevo a los sinópticos,
Jesús se nos muestra como la piedra angular - o la piedra de rema-
te - de un nuevo orden de cosas que habrá de substituir al del
judaísmo. En el curso de la discusión en que Jesús se enfrenta con
los doctores judíos y tras la cual éstos maduran su resolución de
darle muerte, el Maestro les propone la parábola de los viñadores
homicidas '. Y como sus adversarios se encandalizan de la conclu-
sión - la viña será entregada a otros... - Jesús, «fijando en ellos
su mirada»
(Lc.),
les apostrofa : « No habéis leído esta escritura
La piedra que desecharon los edificadores, ésa vino a ser cabeza de
esquina; del Señor viene esto y es admirable a nuestros ojos?» (Me.).
Jesús cita un texto del salmo 118 (22-23) para anunciar antici-
padamente el acontecimiento pascual, su rechazo por parte de los
judíos y su exaltación por Dios. Esta exaltación, que es, evidente-
mente, su resurrección, será obra de Dios, idea que corresponde a
la del templo «no hecho por mano de hombre», con que Jesús desig-
na a su cuerpo sacrificado y resucitado, que deberá ser el verdadero
templo mesiánico. En Lucas y en algunos manuscritos de Mateo,
Jesús añade al texto del salmo 118 una referencia a Is. 8, 14-15,
y sin duda también a Dan. 2, 34 s., 44 s. : «Todo el que cayere
contra esa piedra se quebrantará y aquel sobre quien ella cayere
quedará aplastado» ».
Se explica, por lo tanto, que el mismo texto del salmo 118, junto
con el de Is. 28, 16, haya constituido uno de los argumentos de la
72.
0. CULLMANN,
Les sacrements dans l'éuangile johannique. La eje de ¡ésos et le
culte de l'Église primitive,
París, 1951, p. 43. Cfr. J. JERaMIAS, o. cit., P. 51,
y
Dc
Berujung des Nathanaél,
en AFFEAO,
Archie. f. Ntl. Zeitgesch. u Kultuskunde,
3 (1928), pp. 2-5.
73.
Trad. de J. Huby (Me.)
y
P. Benoit (Mt.) en B J, mientras que Osty (Le.) traduce
piedra angular». La traducción ((piedra de remate», »clave de bóveda», ha sido defendida
por J. Jeremias en una serie de estudios cada vez más documentados: cfr.
infra,
nota
26 del sig. cap. Ha sido aceptada por L. CERFAUX, La théol. de l'Église suivant S. Paul,
París, 1951, p. 264.
74. Mt. 21, 33-44; Me. 12, 1-12; Le. 20, 9-19 (Sinopsis LAGRANGE-LAVERCNE, § 238).
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158
L MISTERIO DEL TEMPLO
apologética y de la catequesis apostólica para explicar la substitu-
ción por el Cristo Pascual de toda la economía religiosa antigua Y.
en especial, del Templo: cfr. Act. 4
3
11; Ro. 9, 33; 1 Pe. 2, 4
y 6-8
7 6
Los intérpretes disienten cuando se trata de precisar qué
es lo que designa en concreto la ((piedra probada, piedra angular.
de precio, sólidamente asentada» que Yavé - dice Isaías (28, 16) -
va a colocar en Sión, y en la que «el que en ella se apoye, no titu-
beará». Algunos buenos exegetas creen que se trata del Mesías
y que, al haber de ser colocada dicha piedra en «Sión», Isaías evoca
un edificio que no puede ser sino un templo: esbozaría, pues, por
vez primera, la idea de que la comunidad mesiánica será un edificio-
templo fundado sobre la fe en la piedra mesiánica. Y ciertamente,
tal será la interpretación apostólica, a la luz de la realidad de la
Pascua y del hecho de la Iglesia. Jesús mismo, tanto en las discusio-
nes que sostuviera con los judíos antes de ser prendido y condena-
do, como ya antes, en su respuesta a la confesión de Pedro
7 8
tenía
en su espíritu la idea de una construcción espiritual, fundada sobre
sí mismo, piedra angular, por la fe en su Persona, después de que
fuera rechazada por los judíos y restituida por Dios ; construcción
espiritual que reemplazaría al edificio religioso del judaísmo y del
Templo mosaico El sentido inmediato y formal, empero, del texto
76.
Es probable que el Sal. 118, 22, e Is. 28, 16, formaran parte de la antología de
textos o
Testimonia de que se servían los discípulos para demostrar ante los judíos la
tesis de la Iglesia como verdadero templo de los tiempos mesiánicos. E. G. SEL\VYN
(The
First Epistie of St. Peter,
Londres, 1947,
pp.
163
y
278) cree que 1 Pe. 2, 6-8 está tomado
de un himno. Con los autores que él mismo cita,
p.
273, a los que hay que afíadir
L.
C E R F A U X
(Res.'. Sc. p/sil. théol.,
1939,
pp.
23 5.;
T/zéol. de l'Église suivant S. Paul,
Pp. 37 s.) y J. DUPONT (L'utilisation apologe'tique de l'A. T. pour la prédication et l'apolo-
ge'tique chrétienne,
en
Ephem. Theol. Lovan.,
26 [19531,
pp.
289-327), preferimos la
hipótesis de las listas de
Testimonia.
77.
0. Pssocxscsi, Jesaia, t. 1 (Leipzig. 1930),
pp.
356 s.;
Theologie des A. T.,
Gütersloh, 1950, p. 193; A. FEUILLET,
Le discour.ç de Jésus sur la ruine du temple,
en
Rey. bibl., 1949,
p.
74,
y
art.
¡saje,
en
Suppl. do Dict. de la Bible, col.
668. - FI5CHPR
(Isaias,
t. 1,
pp.
188-89) cree también que se oude al Mesías. Cfr. H. GRE5SMANN,
Der
Messias, Gotinga, 1929,
p.
174. J . LJNOB LOM ,
Der
Eckstein
jo ¡es. 28, 16, ¡nterpretationes
S. Mowinclel missae, 1955,
pp.
123-132, concluye simplemente que se trata de un edi-
ficio espiritual que Yavé cnntruirá en Jerusalén: el edificio de la verdadera religión.
basado en el derecho, la justicia y la fe. La interpretación del Sal. 118, 22 y de Is. 8, 14-15
en sentido mesiánico ha sido rara en el rabinismo: STRACK-BLLLERBECK, t. 1,
p.
876;
t. 3.
página 276.
78.
Mt. 16, 18. Cfr. O. CULLMAN,
Saint Pierre...,
Neuchátel
y
París, 1952,
p.
173,
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JESÚS Y EL TEMPLO
59
de Isaías no era tan expresamente mesiánico
8 •
En cuanto al versícu-
lo del salmo 118, lo veremos muy pronto.
Jesús debía afirmar en otras ocasiones, todavía, que Él mismo
sería, en adelante, el verdadero Templo.
Israel había sido la viña de los amores de Dios: el símbolo era
bien conocido de los profetas y los salmos
81;
en el templo restaura-
do por Herodes pendía una vifia de oro de las vigas del vestíbulo
»
como representación de Israel en el lugar donde éste se presentaba
ante Dios. Mas Jesús diría también: Yo soy la vid; vosotros los
sarmientos (Jn. 15, 1-5).
El P. Braun ha demostrado cómo, según San Juan, Jesús acude
al Templo en las grandes solemnidades religiosas
-
ascua, Pen-
tecostés, Tabernáculos, Dedicación
-
cómo se presenta pública-
mente como realizando en su Persona la realidad religiosa que se
celebraba. Todo el relato joánico de la Pascua demuestra que Jesús
es el verdadero cordero de la verdadera Pascua. Dentro del marco
de la fiesta de la Dedicación (Jn. 10, 22) es cuando Jesús afirma
solemnemente que el Padre le
ha consagrado y
le ha enviado al mun-
do (10, 36). En fin, ya hemos visto
8 3
cómo en el día más solemne
de la fiesta de los Tabernáculos, caracterizado por las oraciones con
que se impetraban las lluvias de otoño, por la lectura y el canto de
los pasajes de la Escritura acerca del agua que brotó de la roca y por
una procesión a la piscina de Siloé, mientras se cantaba el texto de
Isaías «Beberéis gozosos de las fuentes de la salud», Jesús, de pie,
había exclamado en alta voz: «Si alguno tiene sed, venga a mí y
nuca, la afirmación de una exaltación consecutiva a una humillación,
os parece tener
n
muy poco a todo el contexto; purificación del Templo, higuera
aldita,
iñadores homi-
cidas. Ese contexto está proclamando de un extremo al otro de la substitución de un régi-
men religioso por otro nuevo. Cfr. i fra,
p.
68 s.
80.
Tenía más bien ante su vista
os parece
el grupo de los verdaderos
ieles,
de aquellos que esperaban la salvación sólo de Yavé y que
ebían ser el fundamento de
una
erusalén renovada, inspirada or la fe. l hecho de que Yavé está n
rance
de
poner el fundamento en cuestión nos parece elocuente en tal sentido. Cfr. K.
MARTI,
¡esaias,
p. 208;
Biblc du Centenaire,
t.
2,
.
357;
RIVER,
saiah. His Life and
imes,
p.
2;
SELwYN, O. Cit., P.
58. .
DVHM (Jesaiah,
p.
75) piensa en en la alianza como pie-
dra
ngular reciosa.
81. Cfr. s. 0,
; s.
,
-7; 7,
-5
.;
er.
,
1
.;
z. 5,
.; 9,
0
.;
Sal.
0, 9 s.;
tc.
y nota
J
a
n.
5,
) .
82.
Referencias en H. LSTRE
rt. it. ol. 065.
83.
Supra,
p.
97. A las indicaciones bibliográficas dadas allí añádase: F. X.
DURW ELL,
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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160
L MISTERIO DEL TEMPLO
beba. El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva
correrán de su seno» (Jn. 7, 37-38). Jesús se identificaba así con la
Roca de la que Moisés había hecho brotar el agua
M
y también con
el Templo de Ezequiel, de Zacarías y de Joel, de cuyo costado debía
brotar un manantial (cfr. supra p. 95
y
ss. orig.). ((Aquel día habrá
una fuente abierta para la casa de David, y para los habitantes de
Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia)
(Zac.
13, 1).
En verdad, Jesús ha transferido a su Persona el privilegio, largo
tiempo detentado por el Templo, de ser el lugar en que se podrá
encontrar la Presencia y la salvación de Dios, el punto desde el cual
se comunica toda santidad.
2.» El cuerpo de Cristo no será el verdadero santuario sino pasan-
do por la muerte y la resurrección.
Esto es lo que San Juan añade, en forma análoga a como lo hacen
los sinópticos, al relato de la purificación del hieron: «Destruid este
santuario
(naos),
y en tres días lo levantaré», dice Jesús
8 5
Tene-
mos aquí, indisolublemente unidos, el anuncio de la destrucción del
Templo y el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús. La des-
trucción del Templo fue anunciada por Jesús, en el Monte de los
84.
Se esperaba del Mesías que renovara los milagros del éxodo (J. JEREMIAs,
¡csut
alt Welteollcndcr,
p.
49). Jesús da el verdadero maná (Jn. 6)
y
la verdadera agua viva
(Jn. 4
y
7); el evangelio de Juan gusta de presentarle como el Nuevo Moisés (cfr.
M.-E. BOISMAED ,
L'Éuangilc aux quatre di,nensions,
en
Lumii're et Vie,
n.o 1, dic. 1951,
pp. 93-114: cfr.
pp.
105 s.).
Nótese que el envío del ciego a la piscina de Siloé (((palabra que significa "enviado"»,
observa S. Juan, 9, 7) tiene el mismo sentido que la proclamación de la fiesta de los
tabernáculos: las bendiciones
y
la salvación proceden desde ahora de Jesús.
Hay finalmente una vis:ón de Jesús al Templo de la que no hemos dicho nada: la de
la tercera tentación, Le. 4, 9. Ciertamente, ni el relato bíblico ni su carácter de inspirado
exigen necesariamente que se trate de una traslación
física
de Jesús al pináculo del
Templo; la sugerencia que aquí hacemos conserva todo su sentido en la hipótesis de
una tentación enteramente interior. Al responder a Satanás: ((No tentarás al Señor tu
Dios», Jesús citaba un pasaje del Deut. 6, 16, que se refiere al episodio de Masaa-
Meriba; ahora bien, dicho episodio es aquel en que ci agua brota de la roca a los
golpes de la vara de Moisés: Ex. 17, 13; Núm. 20, 2-13. A este pasaje se refiere San
Juan cuando nos presenta a Jesús como la verdadera roca: 7, 38; 19, 34 y
cfr.
1 Cor. 10, 4.
Hay una tal rigurosa coherencia en todos estos pasajes que es lícito suponer que dicho
contexto no estaba ausente de la mente del Señor, cuando, llevado (den espíritu?) por
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JES1S Y EL TEMPLO
61
Olivos al
equeño grupo formado por Pedro, Santiago, Juan
Andrés; los mismos, a excepción de Andrés, que, casi en el mismo
lugar, tomaría consigo dos días después para que le acompañaran
hasta Getsemaní
ambién fue sugerida rápidamente, sin duda,
en el momento de la llegada a Jerusalén para la última Pascua
Pero en Juan, el anuncio de un resurgimiento aparece unido al de
la destrucción. Además, el misterioso enunciado es explicado como
el tránsito del santuario de piedra al cuerpo de Cristo:
es el
verdadero santuario, mas no llega a serlo sino pasando por un «bau-
tismo» (= inmersión
y
resurgimiento:
t..
0, 38; Le.
2, 50),
por una muerte
y
una resurrección, ideas en cuya comprensión no
entraron los apóstoles sino después de la experiencia pascual, pese a
que Jesús había aludido con frecuencia a ellas
8 8
San Lucas (18, 31; 24, 25, 27, 44 s.)
y
quizá San Juan (2, 22)
ponen en labios de Jesús a este propósito una referencia a las Escri-
turas, pero no dan explicación alguna sobre los pasajes invocados
8 9
Nuestra convicción es que se trata de un gran número de pasajes,
de hechos
y
de temas, casi diríamos que del conjunto de las Escri-
turas ». Se trata, en particular, según creemos, de los innumerables
oráculos
y
casos efectivos en que Israel, en virtud de un juicio de
Dios, ha sido llevado casi a la destrucción
y
después llamado a la
vida
y
restaurado. Ahora bien, en uno de esos casos, el Templo ha-
86.
Mc. 13, 1-37; Le. 21, 5-36; Mt. 24, 1-44. Cfr. el hermoso estudio de A.
FEUILLET,
Le discours de Jésus sur la ruine du Temple d'aprs Mc. Xlii es Lc. XXV,
en
Rey. bibi.,
55 (194 8) ,
PP.
481-502; 56 (1949), pp. 61-92.
87.
Apóstrofe a Jerusalén: Le. 13, 34-35; Mt. 23, 37-39 (añade al texto de Le. «Vues-
tra casa quedará
desierta»).
Decimos únicamente
sugerida,
porque generalmente se admite
que «vuestra casa» no designa directamente al Templo sino a Jerusalén: cfr.
STRACK-
BILLERBECK,
t.
1, p.
944;
G. DALMAN,
Les itinéraires de Jésus,
p.
448.
88. Cfr. Mt. 16, 21 (Me. 8, 31; Le. 9, 22); Mt. 17, 22-23 (Me. 9, 30-32;
Le. 9, 44-45); Mt. 20, 17-19 (=Mc. 10, 32-34; Le. 18, 31-33); Le. 24, 25-27; 44-46.
Cfr. todavía Me. 9, 12.
89. Salvo S. Juan, si, con el P. X. L.
DUFOUR
(art. cit., supra, nota 55),
y
el
P. D.
MOLLAT (B
J,
in loco),
se ve en la redacción del vers. 22 el salmo 69, citado en
el vers. 17: el celo de Jesús por la casa de Dios entrañaría su muerte. Es cierto que
el salmo 69 es citado frecuentemente en el N. T. en relación con la Pasión: Mt. 27, 34;
In. 15, 25; 19 28; Act. 1, 20; Rom. Ii, 9-10; 15, 3. Es cierto también que los
profetas han vivido y expresado el tema del siervo de Yavé, perseguido a causa de su
celo (Is. 53; Jer. 15. 10 s.; cfr. Sal. 22). Es menester, pues, a buen seguro, contar
al Sal. 69 entre las referencias escriturarias implicadas en el anuncio de la Pasión «con-
forme a las Escrturass, pero evidentemente no es la única.
Se han propuesto otras referencias escriturísticas para In. 2, 22: Sal. 16, lO
(WES-
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162
L MISTERIO DEL TEMPLO
Ma sido arrastrado por la ruina del pueblo y había resurgido cot
él : los acontecimientos del 587
y
del 538 tenían un valor típico, así
como los de la gran crisis de los años 168 a 165: persecución y pro-
fanaciones de Antíoco Epifanes, insurrección macabea, purificaciót
del Templo y restauración judía. ¿A cuál de estas dos grandes tra-
gedias se refiere al salmo 118? ¿Ha sido compuesto y cantado en la
restauración postexílica, con ocasión de la lectura de la Ley por Es-
dras y Nehemías y de la solemne fiesta de los Tabernáculos del 427
o del 426?
91
¿ O más bien después de los peligros corridos bajo An-
tíoco Epifanes y de la victoria concedida por Dios a Judas Macabeo?
Es cierto, en cualquier hipótesis, que se trata de una reconstrucción
de Sión y del Templo después de una prueba equivalente a la muerte
y de la que Vavé les ha salvado. Así pues, cuando Jesús cita el
salmo 118, ya sea en su anuncio de la ruina de Jerusalén , ya sea
en el de su Pasión y Resurrección bajo la imagen de la piedra recha-
zada y menospreciada y después exaltada y constituida piedra angu-
lar o de remate
»,
habla, refiriéndose a la reconstrucción del Tem-
plo humillado o destruido, de su cuerpo, destinado a la muerte y
a la resurrección y constituido así en el verdadero santuario de los
tiempos mesiánicos.
Anunciar que su cuerpo no llegaría a ser ese santuario sino pasan-
do por una condena a muerte y una exaltación, equivale, asimismo,
a hacernos saber que el único santuario verdadero es el cuerpo
inmo-
lado del Cristo. Cuando San Juan añade: «l hablaba del santuario
de su cuerpo», emplea, como veremos, una palabra cuyo uso para
designar la Iglesia estaba plenamente establecido en la época y en
la región en que fue redactado el cuarto evangelio. También la pa-
labraij>ia era utilizada para designar el cuerpo carnal de Cristo, muy
91.
O cuando la reconstrucción de las murallas, en 444, como propone Fr. BAETHGEN
(Die Psalmen,
1892,
p.
358), a quien sigue el P. CALiS (o. Cit., t. 2,
pp.
406-407).
92.
B . D U H M
(Die Psalmcn,
Tubinga, 2.a cd., 1922,
p.
263), que sigue al P. L.%-
O R A N G E
(Ev. selon S. Marc,
en Mc. 12, 10, París, 2.a cd., 1920, p. 289), opina que el
Sal. 118, 22, hace alusión a un proverbio cuyo origen sería los humildes inicios de los
Macabeos, a quienes había querido perder el sumo sacerdote Alcimo con la connivencia
de los escribas, y que habían venido a ser la piedra angular de la restauración religiosa
y nacional. Esto situaría a dicho salmo hacia el 150 antes de J. C.
93.
Mt. 23, 39; Le. 13, 35; cfr. la
entrada del domingo de Ramos: Mt. 21, 9
(Mc. II, 9; Le. 19, 38); Jn. 12, 13.
94. Cita completa: Mt. 21, 42; Le. 20, 17 (parábola de los viñadores homicidas);
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164
I MISTERIO DEL TEMPLO
el orden filial del culto, incluso en cuanto implica el uso de realida-
des externas - las de toda nuestra liturgia -, consiste principal-
mente en el movimiento de amor y de obediencia por el que los hijos
se ordenan según la voluntad amorosa de su Padre: esto acontece,
en suprema manera, en la eucaristía, puesto que contiene el sacri-
ficio de Jesucristo, el único perfectamente filial, celebrado por el
ministerio de los sacerdotes de modo que, hasta la consumación de
los tiempos, los fieles puedan comulgar en él corporal y espiritual-
mente. Cuando San Juan nos indicaba cómo el verdadero santuario
es el cuerpo de Cristo (cfr.
su p ra
párr.
1.0
p. 161 orig.), al decir-
nos «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto
su gloria», incluía ya implícitamente toda esta teología del cuerpo
de Cristo, nuestro verdadero templo, en tanto que inmolado en virtud
de una adhesión totalmente filial a la voluntad del Padre. En efecto,
cuando se investiga qué es lo que San Juan subsume bajo esta gloria
se descubre toda esta teología, como acertadamente lo ha demostrado
A. M. Ramsey . En el fondo, San Juan mismo nos la descubre en
el versículo siguiente al que hemos citado y que lo resume todo:
«Gloria como de Unigénito del Padre». La gloria de Cristo, la que
habita entre nosotros, consiste en obrar filialmente y en no hacer
nada sino en dependencia y en amorosa referencia al Padre. Reléanse
bajo este enfoque textos como Jn. 8, 54; 7, 18; 5, 44
y
todo se ilu-
minará. Prosígase con 8, 28
y
10, 17-18
',
y se comprenderá por
qué Jesús, paradójicamente, según nuestro modo de entender, hace
consistir su gloria en su Pasión
He aquí quién ha habitado - y continúa habitando (sacramental-
mente» entre nosotros. Tal es nuestro Templo: la Pascua
de
99. The Giory of God and Me Transfiguration of Christ,
Londres, 1949, cap. 6;
cfr. en particular las
pp.
64
y
65.
lOO. 8, 28: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que
soy yo (de lo alto; enviado del Padre; su Hijo),
y
no hago nada de mí mismo,
sino
que, según me enseñó el Padre, así hablo.>, - 10, 17-18: «Por esto el Padre me ama.
porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, soy yo quien la doy
de mí mismo. Tengo poder para darla
y
poder para volver a tomarla. Tal es el man-
dato que del Padre he recibido.»
101. Cfr. Jo. 7, 7, 39; 11, 12, 16,
y
sobre todo 23, 28; 13, 3)-32; 17, 1, 5. Res-
pecto a los apóstoles: Jn. 17, 19; Gál. 6, 14. Ver sobre este tema, tan profundo, ademas
de la obra ya citada de
A. M. RAMSEY, R. BRfCHET,
Do Christ a l'Église. Le dynamisnw
de l'íncarnation dans l'Évangile sebo S. Jean,
en
Dius Thomas
(Piacenza), 56 1953-
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166
L MISTERIO DEL TEMPLO
El régimen cultual mosaico, según vimos (p. 21 orig.) se carac-
terizaba por ser un sistema de mediación. Desde la vida ordinaria,
en la que abundaban las ocasiones de incurrir en alguna impureza
legal, hasta la Presencia de Dios, puede decirse que imperaba una
ley de selección de severidad progresiva. La misma distinción de di-
versas partes en el Templo respondía a esta economía de un acceso
cada vez más restringido y reservado a una minoría : Patio accesi-
ble a los Gentiles ; Atrio de las mujeres, accesible únicamente a los
israelitas ; Atrio de Israel, al que únicamente entraban los judíos
en estado de pureza ritual ; plataforma reservada a los sacerdotes y
levitas; Santo, en el que desempeñaban su servicio los sacerdotes
designados, no sin antes someterse a unas más severas reglas de pu-
reza ritual ; finalmente, el Santo de los santos, en el que únicamente
penetraba el sumo sacerdote y sólo una vez al año, después de haber
ofrecido un sacrificio en expiación de sus propias impurezas y de
las de todo el pueblo. Tales disposiciones tenían su razón y sentido:
significaban la contención de todo el pueblo en la persona de su ver-
dadero sumo sacerdote, el Cristo que nos contiene y representa a
todos ante su Padre. Eran, no obstante, transitorias: «Quería mos-
trar con esto el Espíritu Santo que aún no estaba expedito el ca-
mino del santuario» (Heb. 9, 8). Con Cristo, y cuando todo fue
consumado en ll (Jn. 19, 30), tal sistema de mediación de la legis-
lación mosaica desaparece : en efecto, desde entonces tenemos ((en
virtud de la sangre de Cristo, firme confianza de entrar en el san-
tuario (id
¿í'íia)
que l nos abrió, como camino nuevo y vivo a través
del velo, esto es, de su carne» (Heb. 10, 19-20).
Hay una afirmación que aflora constantemente a las páginas del
Nuevo Testamento, y muy especialmente en la epístola a los He-
breos : todos los cristianos - sin perjuicio del sacerdocio jerárquico
de los Apóstoles son sacerdotes, todos ofrecen sacrificios espiri-
tuales,
todos tienen pleno acceso a Dios,
ya sean judíos de origen o
paganos convertidos en la víspera
Si existe todavía
efecti-
en que
E. PETERSON
explica la adaptación del Sal. 6 en el Sanctus de la liturgia eucarística
cristiana: la gloria de Dios que Isaías vio en el Templo habita en el Cuerpo de Cristo, y
por ende, en el cielo. Por la Eucaristía, los cristianos comulgan con este Templo nuevo y
está liturgia celeste:
Le liere des Auges,
trad. franc. de CI.
CHAMPOLLION,
París, 1954, pá-
ginas 45-54.
106. Cfr. en particular 1 Pe. 2, 4-5, 9-10; Heb. 4, 14-16; 7, 19; 10, 19-22;
y
final-
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JESÚS Y EL TEMPLO
67
vamente subsiste
na cierta mediación en el régimen cristiano,
será toda ella entera
y
sacramentalmente relativa a la mediación,
absolutamente suficiente
y
única,
de Jesucristo.
Por Él
tienen todos
acceso al verdadero Santo de los santos, que no es de esta creación
(Heb. 9, 11).
La
novedad del régimen cultual del que Jesús es la fuente y
toda su substancia, es todavía más profunda
y
más radical. No se
trata simplemente de un cambio por el paso de un régimen de media-
ciones a un régimen de contacto personal con la Realidad más pro-
funda; o, cuando menos, si de ello se trata, ocurre que la Realidad
suprema se ha revelado
y
comunicado de una forma nueva, tal que
no puede darse, más allá de ella, una comunicación substancial más
alta
y
más profunda. Es llegada la hora, por fin, de una adoración
((en espíritu
y
verdad». Es todavía la epístola a los Hebreos la que
nos lo explica con la mayor claridad:
«9 11 Pero Cristo, constituido Pontífice de los bienes futuros
1 0 1
entró una
vez para siempre en un tabernáculo mejor
y
más perfecto, no hecho por
manos de hombres, esto es, no de esta creación;
2 ni por la sangre de los
machos cabríos
y
de los becerros, sino por su propia sangre entró una vez en
el santuario
(eis ta hagia), realizada la reden ción eterna.))
42
18 Q ue no os habéis allegado
i 0 8
al monte tangible, al
fuego encendido,
al
torbellino,
a la
oscuridad,
a la
tormenta,
lO al sonido de la trompeta
y
a la
voz de las palabras,
que quienes las oyeron rogaron que no se les hablase más;
20 porque no podía oírla sin temor. Si un animal tocaba al monte, había de
ser apedreado. 21
an terrible era la aparición, que Moisés dijo:
Estoy
aterrado
y
tembloroso." 22 Pero vosotros os habéis allegado al monte de Sión,
a la
ciudad de Dios vivo, a la Jerusalén celestial
y
a las miradas de ángeles,
a
la
asamblea, 23 a la congregación de los primogénitos, que están escritos en
los cielos...))
«1
M uchas veces
y
en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nues-
tros padres por ministerio de los profetas, 2 últimamente, en estos días, nos
vese cómo la glosa cristiana introducida en el Test. de Benjamín, 9
(citado en
STRACK-
BILLSRBECK, 1, 1045 ,
vincula la efusión del Esp ír i tu sobre los pag anos a la desgarr adur a
del velo del Templo, inmediatamente después de la muerte de Cristo.
107 .
Los mejores manuscritos se dividen en número sensiblemente igual, unos, en
favor del texto
js).jVtwV
(futuros), otros, a favor de
TssoILíw'
(presentes). Tales bienes,
de hecho, son a la vez futuros
y
ya presentes
y
dados.
108 . Expresión cultual (cfr. :
tener acceso, entrar en presencia de).
Cfr. art.
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168
L MISTERIO DEL TEMPLO
habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo por quien también hizo
mundo; 3 y que siendo el esplendor de su gloria y la imagen de su substan-
cia este Hijo...))
Estos textos expresan la novedad absoluta del régimen introdu
cido por Jesucristo, reemplazando la Presencia y el culto surgidos
del Sinaí, en los que la distancia exitente entre Dios y su pueblo
no podía ser franqueada sino por la mediación de Moisés, por la
Presencia y culto de su cuerpo inmolado y resucitado, la nueva alian-
za establecida por la sangre de Pascua, gracias a la cual todos los
fieles tienen acceso al Santo de los santos: al Padre. Esto es lo
que aún nos falta explicar, demostrando que esta novedad, que es
el profundo sentido de la Pascua, consiste en que el nuevo Templo
(o el nuevo culto) es celeste y espiritual.
Cuando Jesús hablaba de un templo no hecho por mano de hom-
bre, designaba por ello a su cuerpo resucitado
1 0 9
viviendo puramen-
te una vida de lo alto. Muy a menudo, Jesús había afirmado que
era el verdadero don del Padre, venido del cielo; tales afirma-
ciones toman en el evangelio de San Juan el aspecto de tesis dogmá-
ticas mientras que los evangelios sinópticos ofrecen su equiva-
lencia, aunque no sea más que en la noción misteriosa y sin duda
polivalente del Hijo del hombre Es un hecho que el uso más ca-
racterizado de tal apelación está vinculado, bien al contexto de los
sufrimientos de la Pasión, bien al contexto del retorno glorioso, en
el que dictará su juicio, ya en la historia, ya al fin de los tiempos.
El Hijo del hombre, que procede del cielo (Jn. 3, 13), es idéntico a
te rechazada ydespués exaltada es decir al nuevo
Templo no construido por mano de hombre. Hemos visto ya cómo
Jesús realiza el mesianismo real, cuya fuente es la profecía de
Natán (cfr. p. 55 s. orig.), encuadrado dentro de otros dos tipos
mesiánicos, el del Siervo de Yavé y el del Hijo del hombre, que ll
unifica. El templo mesiánico anunciado a David se construirá por
109.
No hecho por mano de hombre = resucitado: II Cor. 5, 1.
110. In. 3, 3 s., 13, 31; 6, 32 s.;
,
23. Y 1, 13: <(que
riO
de la sangre ni de la
voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios son nacidos».
III. Este apelativo, con el que tan frecuentemente se designa a sí mismo Jesús, parece
encerrar cuando menos estos tres valores: L o
De lo alto, celeste; el Hijo del hombre
de Daniel, 7, es una manifestación humana de la gloria de Yavé (cfr. A.
FOUILLET,
Le
File de l'hom,ne de Daniel et la tradition biblique, en
Rey. bibl.,
60 [1953],
pp.
170-202,
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JES1S Y EL TEMPLO
6 9
la muerte redentora del Siervo
y
por su resurrección como Hombre
Nuevo procedente del cielo.
El acontecimiento de Pascua es aquí totalmente central
y
deci-
sivo. Dilucidar su sentido será lo mismo que precisar el del nuevo
Templo que de él ha surgido. Como decíamos anteriormente, la muer-
te
y
la resurrección del Señor estaba anunciada a lo largo de todas
las Escrituras, en la historia misma de Israel, que continuamente
había sido destinado a la muerte por el juicio de Dios
y
salvado o
restablecido por gracia. Esta especie de ritmo de muerte
y
resurrec-
ción interviene sin cesar
y
muy especialmente en la predicación de
los profetas. La humillación o la semidestrucción es un castigo, una
visita de Dios (el ((día de YavéD); la restauración cuyo anuncio
sigue a continuación, es presentado muy frecuentemente como un
remozamiento. Es conocido, en particular, el tema del «resto», que
aparece primeramente en Amós, después en Isaías
y
en todos los
profetas siguientes
y
en los textos históricos redactados durante el
exilio o después de él. Estos textos proféticos son de tal plenitud,
que muchos de ellos desembocan en perspectivas escatológicas o me-
siánicas.
Ya en muchos oráculos proféticos de restauración aparecía la idea
de que Israel, Jerusalén o el Templo no habían de ser reedificados
como antes
m n •
Israel sería un pueblo de hombres piadosos, de justos,
sobre el que Yavé reinaría; su restauración, según Ezequiel, sería
una resurrección, por la que el pueblo de Dios recibiría un espíritu
nuevo (36, 25 s.; 37, 1-14), de igual modo que el Templo sería una
construcción ideal sobre un espacio consagrado para siempre
40
s.
43,12).
En tales perspectivas de restauración se llegaba incluso hasta
la idea de que la restauración se realizaría conforme a un ejemplar
celeste
`
Ahora bien, lo que iba siendo restaurado, siglo tras siglo,
continuaba siendo
la misma cosa que antes,
simplemente mejorada
en forma más o menos precaria. Israel no había comprendido la pro-
del juicio de Dios del 587, que representaba realmente po-
ner en cuestión toda su institución cultual, pese a la luz que proyec-
taba la palabra de los profetas sobre todo ello
1 1 4 •
Los anuncios de
112.
Ez.
7, 3-28;
g.
,
-9;
n la
it.
pocalíptica, en.
0 , 8-29; 1,
3 .
113.
Cfr.
TRACK-BILLERBDCR. .
,
p.
0 0 3 .;
CI-IRDNK,
itado
n
nt,
ota
2;
M.
IMON,
lerus Isral,
París,
948,
.
6.
114 . S ob re e l
entido del hecho
antes e recibir las promesas de
as
nuevas eali-
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170 L MISTERIO DEL TEMPLO
un Templo nuevo, de sacrificios de un Templo nuevo, de sacrificios
nuevos, de un espíritu nuevo, no habían conducido a nada que fuera
verdaderamente distinto, sino que habían llevado, finalmente, al
judaísmo postexílico en el que, junto a un incontestable fervor y
a aspiraciones muy puras (cfr. ciertos salmos de esta época), la re-
ligión se encerraba en un legalismo asfixiante.
Jesús había anunciado una novedad radical: Sermón de la mon-
taña, parábolas del paño y del vino nuevo
1 1 5 ,
milagro de Caná, etc.
Debía fundar, en la víspera de su muerte, el sacramento de la nueva
alianza en su sangre
h 1 6 •
Pero es su Pascua, sobre todo, la que posee
ese profundo sentido. En efecto, Jesús muere según la carne, en
tanto que «nacido de mujer, nacido bajo la Ley» (Gál. 4, 4), es decir,
según todo lo que tenía de aquí abajo, de su condicionamiento te-
rrestre de hombre y de hijo de Israel. Y resucita por una operación
absolutamente nueva del Espíritu de Dios : «El primer hombre fue
de la tierra, terreno; el segundo hombre fue del cielo» (1 Cor. 15,
47) ; ((Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere, la muer-
te no tiene ya dominio sobre W. Porque muriendo, murió al pecado
una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios» (Rom. 6, 9-10).
Ciertamente, el que había nacido de María era santo: había sido
concebido por obra del Espíritu Santo (Lc. 1, 35). Pero, nacido en
una carne semejante a la nuestra, era necesario, para que fuera
efectivamente para nosotros el principio de una vida nueva, celeste,
que muriera a esta vida carnal y resucitara por la virtud de lo alto,
de sólo Dios, en la novedad de una vida celeste, sin operación de
hombre y por pura gracia
`
Así el nuevo Templo, que es el cuerpo de Cristo, inmolado y re-
sucitado, es algo enteramente distinto del antiguo Templo restaura-
do y purificado. Una vez más, lo añadido por San Juan al relato de
los sinópticos nos descubre toda la profundidad del Evangelio. No
se trataba, pues, únicamente de una purifación del Templo, de una
dadess, aceptar el juicio de Dios) cfr. M.
NOTH
La catastrophe de Jérusalem en Van
587
avan J.-C. et sa signification pour lsral,
en
Reo. Hist. et Kilos. relig., 33 (1953),
pp.
81-102.
115. Me.
2, 18-22
y
paral.
J. JEREMIAS
(Jesus ala Weltvollender, pp. 21 s.)
las com enta
de forma muy sugestiva, pese a que fuerza un tanto su sentido cósmico.
116.
Mt. 26, 28; Le.
22, 20; cfr. 1 Cor. 11,
25.
117. Cfr.
S. AGUSTÍN,
De praedest. Sanctorum, 15 (P. L. 44, 982-93)
y
todo el tema
de la vinculación de la efusión del Espíritu a la muerte y la resurrección de Jesús:
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172
L MISTERIO DEL TEMPLO
todas esas cosas están vinculadas al Espíritu Santo, don propio de los
tiempos mesiánicos, después del cual no habrá, ni es concebible
cómo podría haberlo, un don más profundo y mejor. Por esto, el
pensamiento apostólico enlaza las tres cualidades de «no hecho por
mano de hombre» (celeste), «espiritual» ( Xo-çtx, tvstattxç ) y
((agradable a Dios» ( £,rpoaxtoç)
Esta teología bíblica del culto y del templo
espirituales de la
nueva y eterna alianza nos llevará de la mano a demostrar en qué y
cómo el régimen del Verbo encarnado y del don del Espíritu difiere
del régimen legal o profético de la Disposición antigua. Volveremos
a encontrar bastantes datos de la cuestión en las siguientes páginas
de nuestro estudio; posteriormente, dedicaremos al tema, en apén-
dice, un estudio especial, ya que es difícil por más de un concepto
y sumamente interesante
1 2 1 V
Notemos ya desde ahora, por contraste
con lo que antes dijimos sobre el carácter plenamente humano y, en
tal sentido, profano, de la historia de Israel (cfr. p. 68 orig.), que
con el cuerpo de Cristo, verdadero templo de los tiempos mesiánicos,
se ha dado al mundo una realidad sagrada,
tanto se trate de su
cuerpo histórico como de su cuerpo sacramental. La historia de la
Presencia de Dios no sólo ha hecho un importante progreso, sino
que se desarrolla según un plan y un régimen nuevo en virtud del
hecho de la Encarnación. Por merecer plenamente el nombre de
Cuerpo de Cristo, la Iglesia es algo muy distinto de una sinagoga
que, finalmente, hubiera reconocido a su Mesías: su Dios habita
en Ella de una manera absolutamente nueva.
120.
Cfr. MULE,
art. cit. supra.
121. Ya lo abordamos en nuestra Vraie et fausse réforme dans I'Eglise,
París. 1950,
pp. 467
s.
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CAPÍTULO II
El Cristiano
y
la Iglesia, Templo Espiritual
Al pasar del evangelio a las epístolas apostólicas se experimenta,
de entrada, un cierto asombro: no se vuelve a encontrar más, por
así decir, la afirmación esencial de los Evangelios sobre Cristo como
templo de los tiempos mesiánicos. Ese templo es la Iglesia. Los
emplo
raros vestigios del tema, sobre el que hemos recogido tantas decla-
raciones del Señor, están representados por tres textos que consi-
deraremos a su tiempo: Col. 2, 9; Ef. 2, 20-22
y
1 Pe. 2,
4-8.
Es
de justicia añadir, sin embargo, que toda la teología paulina está
dominada por la aplicación
al Cristo
de cuantos textos del Antiguo
Testamento enumeraban los efectos purificadores, vivificantes, sal-
vadores de la Presencia de Dios
.
Por el contrario, desde el momento en que encontramos una afir-
mación cristiana postpentecostal sobre la cuestión del Templo, nos
hallamos en presencia de un enunciado firme, perfecto desde sus pri-
meras formulaciones: el Templo es la misma Iglesia, la comunidad
de los fieles. La trasposición a la comunidad
y
a los fieles de los
atributos del Templo
asa de Dios, del Dios vivo, santidad
e
realiza con toda naturalidad en la pluma de San Pablo, que supone
este punto como adquirido
y
como evidente por sí mismo: 1 Cor. 3,
16; 6, 19. Se considera también, generalmente, que éste era un ar-
tículo común de la catequesis primitiva,
y
quizá incluso, de la pre-
1 .
uesto e
elieve
or .
.
HYTHrx-AIsMs,
ize eo'le
nd hc
resence,
pp.
69-202.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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174
L MISTERIO DEL TEMPLI,
dicación o «kerygma» apostólico
2
La idea vuelve a encontrarse sin
cesar en los Padres. Los apóstoles, dice San Hipólito en su liturgia
de la consagración de un obispo, haciendo alusión al hecho de Pen-
tecostés, han construido la Iglesia en el lugar en que Dios tenía
su Templo.
Si los apóstoles hablan poco de Cristo como templo, no es porque
ignoren que lo sea
éanse los textos antes citados
y
Apoc. 21, 22 -,
sino porque han captado con una profundidad incomparable esta ver-
dad fundamental: Cristo nada ha sido ni nada ha hecho para Sí
solo; su ministerio no se limita a su Persona, sino que se realiza en
nosotros. El P. Mersch ha puesto bien en claro
3
que en los evange-
lios sinópticos todo esta orientado hacia la muerte de- 'Jesús, pero de
tal manera, que nada concluye con esa muerte, sino que por el con-
trario, debe comenzar a existir todo aquello que Jesús ha querido,
por lo que ha venido, ha hablado
y
ha padecido: su cuerpo (místico),
la Iglesia. San Pablo presupone o muestra también, sin descanso,
que Cristo muerto
y
resucitado es el principio de una nueva crea-
ción, cuyos beneficios deben extenderse a la creación entera, pero
que alcanzan su plenitud en aquellos que han recibido el Espíritu
de Cristo
y
que forman por tanto Su cuerpo. Finalmente, para San
Juan el Verbo se ha hecho carne para permitirnos llegar a ser una
sola carne, vivificada por su vida filial en el amor
y
por la comu-
nión en el pan vivo de su carne, ofrecida en sacrificio
.
Esta visión que anima el testimonio apostólico es también, como
ha puesto de relieve el P. Mersch en la hermosa obra que hemos ci-
tado, la que inspira todo el pensamiento patrístico. Para los Padres,
todo tiende hacia esto: la Iglesia es impensable sin Cristo, pero
también Cristo es impensable sin la Iglesia; el misterio de Cristo
engendra inmediatamente el misterio de la Iglesia, su cuerpo. Desde
el momento en que el Verbo asume nuestra carne, muere
y
resucita
cosas todas que realizó P
or nosotros
a humanidad ha sido sal-
c
2 . 0.
MICHEL,
art. vaó:. en
Theol. Wiirterb. z. N. 7'.,
t. 4, pp. 890, 25 s.
y
n.;
rt. - 6ci , ibíd., t. 5, Pp. 124, 21-22;
FRAEYMAN,
art. cit.,
p.
387, citando a G. Heinrici.
3.
E.
MERSCH,
Le Corps mystique da Christ. Études de théologie historique,
2 v ols.
Museum Lessianum.
Sect. theol., 28
y
29), 3. cd., París, 1951 : l.* parte,
cap. 2.
4.
Cfr.
PHYTHIAN-ADAMS,
The
People and the Presence,
cap. lO
(pp.
228 s.).
W. GRos-
ouw, Poar mieax cm prende S. Jean (Bib. mechliniensis, 10),
Desclée de Bri.
<
sin
fecha, 1946, demuestra cómo el evangelio de S. Juan es una continuada afirmación de la
unidad
y
continuidad que existe entre el plan de Dios, el de Cristo
y
el del cristiano
(de la Iglesia).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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SAN PABLO 75
vada, transformada, asumida a una nueva vida, de la que Cristo es,
por ella y en ella, su principio. En una palabra, la realidad de Cristo
entraña la de la Iglesia, que es su verdadera razón de ser.
He aquí por qué, al paso que Jesús se presenta como el que debe
reemplazar al Templo, los apóstoles identifican, sin vacilación, el
nuevo Templo con la Iglesia. Es de notar que los textos que presen-
tan a Cristo como templo, pasan, sin transición, a decir a los cristia-
nos que ellos son, a partir de Cristo y por tl, un mismo y único tem-
plo: reléanse Col. 2, 9-10; Ef. 2, 20-22
y
1 Pe. 2, 4 s.
SAN PABLO
Encontramos en él, simultáneamente, una doble aplicación de
la idea del templo: al cuerpo del cristiano, tomado individualmente,
y a la Iglesia, considerada como un todo. Sin pretender decidir con
ello la precedencia de cualquiera de ambas, examinaremos primera-
mente la aplicación que hace San Pablo al fiel como individuo, que
no ha tenido un desarrollo tan amplio como el que ha alcanzado su
aplicación eclesiológica.
a)
El cuerpo del cristiano, templo del Espíritu Santo.
En la primavera del año 55, escribe San Pablo su primera carta
a los fieles de Corinto
«3 16 ¿No sabéis que sois templo
(naos)
de Dios
y
que el Espíritu de
Dios habita en vosoros? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le des-
truirá. 17 Porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros.»
((6 19 ¿0 no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que
está en vosotros y habéis recibido d e Dios,
y
que, por tanto, no os pertenecéis?
2 0 Habéis sido comp rados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.»
El primero de estos textos muestra cuán vano sería pretender
oponer en San Pablo el punto de vista individual y el punto de vista
5 Cfr. H.
WE»scnKawITz,
est. Cit., pp. 174 s.; L.
CERFAUX,
La théologie de l'Église
.çuivant S Paul (Unam Sanctarn, JO), París, 1942,
PP.
120 s.; M.
FRAEYMAN,
art. Cit.,
pp. 386-405; O.
MICHEL,
arts. veóc y o xo, en el Theol. Werterb. z. N. T.; E. G.
SELWYN,
T/le First Epistle of St. Peter, Londres, 1947, pp. 287 s.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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176
L MISTERIO DEL TEMPLO
colectivo, orgánico, de la Iglesia. El texto, en efecto, tiende clara-
mente a una aplicación personal, pero pertenece a un pasaje, sobre
el que volveremos más adelante, en el que se trata de la edificación
de la Iglesia.
Uno estaría tentado de concluir que, para San Pablo,
la consideración de la Iglesia es lo primero y que determina, como
un principio a su consecuencia o a su aplicación, la idea del fiel-
templo del Espíritu Santo. No sería inexacto decir que, a diferencia
de un Filón o del proceso alejandrino de «Espiritualización», que in-
dividualizan los temas, el primitivo pensamiento cristiano en gene-
ral, y San Pablo en particular, ve primordialmente la comunidad y
considera al individuo dentro de la Iglesia
6
No hay, empero, en el
pensamiento de San Pablo ninguna oposición, ninguna prioridad sis-
temática y exclusiva entre la Iglesia y el fiel: ambos se necesitan
mutuamente y para uno y otro su principio es el Espíritu Santo.
Desde sus inicios, el cristianismo ha logrado lo que es todavía una
de sus glorias - y una de sus posibilidades —: unir lo colectivo y
lo personalista. La Iglesia es colectivamente un edificio, digamos
incluso que es el templo de Dios, pero el principio que hace de ella
un templo existe también en cada uno de los fieles y hace de él,
igualmente, un templo.
En consideración de este hecho, los Padres, los teólogos antiguos
y los autores espirituales han repetido que «toda alma es la Iglesia».
Pero esta fórmula, que tiende a cierta individualización, no es
paulina.
San Pablo vincula la cualidad de templo
naos,
santuario) al
hecho de que el Espíritu Santo, que procede de Dios (padre), está
en
nosotros,
habita
en nosotros. Si, como hemos visto al comienzo
del presente capítulo, la realidad de Cristo entraña la del cuerpo
de los suyos, que es la Iglesia, puede decirse que, para San Pablo,
la comunicación del Espíritu Santo corresponde al ejercicio efectivo
de lo que Cristo debe ser y hacer en nosotros . Hay el aspecto «(nos-
otros) en Cristo», que traduce la cualidad que posee Cristo de ser
el principio de la nueva creación, aquél a partir y en dependencia
6. Cfr.
WENSCHKEWJTZ, P. 176; CERFACX,
o. cit.,
pp.
121-122; MICHEL,
en Thcol.
Wó>i.,
t. 5,
pp.
129, 10 s.;
P. BONNARD,
Jésu.-Christ édzfiant son Église...
7.
Al «¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?,, de 1 Cor.
3, 16
y 6,
19, corresponde exactamente el ,,no sabéis que vuestros cuerpos son miembros de
Cristo?,> de 1 Cor.
6, 15. Cotejar con Ef. 2, 21-22, citado
infra
p.
181 «Cc
qui fait que
les chrétiens sont le temple, s'est tant6t l'union au Christ (y. 21), tant6t la présence de
l'Esprit (y. 22),,
(FRAEY1ÁN,
art. cit.,
p.
395).
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SAN PABLO
77
del cual podemos existir en la segunda creación de salud y de gracia
surgida de la Pascua. Hay también el aspecto «Cristo en nosotros»,
que responde al ejercicio efectivo por Cristo de esta cualidad. Se
efectúa por el don del Espíritu Santo.
La obra del Espíritu Santo viene caracterizada por dos trazos prin-
cipales:
1 .0
El Espíritu anima, produce la vida, el movimiento. Por
esta razón concluye la obra de recreación de Cristo. Algo así como
Adán, después de haber sido constituido morfológicamente, recibió
de Dios el soplo de vida, o como los huesos de la visión de Ezequiel
se acercaron unos a otros, se organizaron en esqueletos y después
«entró en ellos el espíritu, y revivieron» (37, 10) : así también el
cristiano es constituido primeramente hijo en Cristo, y después es
animado por el Espíritu que grita :
¡Abba, Padre en quienes han
recibido de Cristo la adopción (cfr. Gál. 4, 5-6). 2.° El Espíritu
interioriza. Su función propia es la de estar
en nosotros
y de obrar
una animación según Cristo, tal que sea propiamente nuestra siendo
a la vez toda de Él. San Pablo sitúa su acción siempre «en nuestros
corazones» (Gál. 4, 6; Rom. 5, 5). La vida filial que opera es de tal
manera suya que es Él quien grita en nosotro: «Abba, Padre »
(Gál. 4, 6) pero es de tal manera nuestra también que somos nos-
otros quienes lanzamos ese grito (Rom. 8, 15).
El Espíritu Santo no es simplemente una energía que actúa en
nosotros. Así se manifestaba, sin duda, en el Antiguo Testamento,
en los Jueces, en los profetas, a quienes impulsaba a hacer esto o
aquello y en quienes era una fuerza impulsora de acciones peculiares.
Ahora nos dice San Pablo que el Espíritu
habita
(cfr. los dos tex-
tos anteriores y Rom. 8, 9, 11). El uso que hace San Pablo del verbo
obtev
a propósito del pecado (Rom. 7, 18, 20) muestra que con él en-
tiende expresar una presencia estable, en el corazón de nuestra
acción, de un principio que gobierna en nosotros
8
Aquél que habita en la casa es dueño de ella y la gobierna;
también en la idea antigua de templo se daban estos dos valores de
habitación y propiedad. Pablo insiste sobre esta consecuencia: del
hecho de la inhabitación del Espíritu en nosotros como en su tem-
plo, se sigue que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, que
estamos consagrados, que somos de Dios, a imagen de Cristo resu-
8. Cfr.
O. MICHLL, art. oxw, en
T/leol. Wiirterb. z. N. T.,
t. 5,
p.
136. El A. flota
(n. 3) la correspondencia con ci itvsv de S. Juan (1. 33). Evidentemente, hay que evocar
también aquí Jn. 14, 23 (tovs) y 1 Jn. 4, 16.
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178
L MISTERIO DEL TEMPLO
citado, muerto al pecado
y
vivo para Dios (Rom. 6, 10-11). Dios
destruirá a quien no haya respetado en sí la sagrada propiedad de
Dios.
Pablo agrega una precisión muy importante: el sujeto de esta
inhabitación, con todas las consecuencias que entraña,
es nuestro
cuerpo.
Va cuando se trataba del pecado, era en nuestro cuerpo don-
de tenía su sede
y
donde reinaba, haciendo de él un cuerpo de pe-
cado (Rom. 6, 6, 12), un cuerpo de muerte (Rom.
7 ,
24). Ahora,
por la
vita in Christo,
que es una vida del Espíritu, es nuevamente
nuestro cuerpo el que deviene templo de Dios e instrumento de
justicia. Aquí puede verse cuán poco «espiritualiza» San Pablo se-
gún la manera filosófica, cuán poco piensa según los esquemas grie-
gos. Los comentarios, en efecto, citan aquí ideas paralelas contem-
poráneas, bien de Filón, bien de los estoicos (incluso de los que
tienen
bsérvese
a idea
¡
bien poco original
el cuerpo
como casa). Pero la diferencia es evidente
y
los comentarios la notan
igualmente
° .
Para Filón
y
los estoicos, la divinidad habita en el
espíritu
y
esta inhabitación es un hecho natural que proviene, bien
de la estructura del mundo (estoicos), bien de algunos dones
y
del
esfuerzo voluntario de espiritualización Filón).
ara an Pablo,
toda ella es obra del Espíritu Santo
y
afecta nuestros mismos cuer-
pos. El Apóstol no piensa nunca sobre la base de una filosofía, sino
a partir del dato cristiano
y
en la línea de la tradición bíblica.
Los corintios estaban, ciertamente, más influidos por la filosofía
ambiente
y
sin duda se debía a consideraciones inspiradas en el es-
toicismo, o más próximamente, de los cínicos, el que justificaran
un cierto naturalismo según el cual el cuerpo no tenía ningún valor
moral, ni tampoco lo que se pudiera hacer con él
11 :
nuestras glán-
dulas funcionan naturalmente, igual que nuestro estómago,
y
el
comportamiento sexual no tiene por qué ser más «ético» que nuestra
alimentación (cfr. 1 Cor. 6, 13). San Pablo responde a este natura-
lismo enunciando en primer lugar un principio general:
uestro
cuerpo no es una de tantas cosas de la naturaleza; tiene una finan-
9 .
SCHLIER,
citado por
MICHEL
en
Theol. Wiirt. z. N. T.,
t. 5, p. 130, n. 31.
1 0 .
Cfr.
H. LIETZMANN,
An die Korinthcr 1-II,
4. cd., Tubinga, 1949, p. 17, con
cita de Filón
(de virt.,
118), Porfiro
(ad Marc.,
1 9 ), Séneca
ep.
41, 2);
0. MICHEL,
art.
z'z en
Theol. W?$rt. z. N. T.,
t. 4, p. 891, con cita de Filón (Som. 1,
149;
Sobr.
62 s.;
Clier.,
98; 106), de Epicteto
Diss. 1, 14 s.; II, 8, 11 s.).
II. El P. ALLO (Prem. ép. aux Cor.,
p.
143) cita la máxima: «Naturalia non, sunt
urpia.»
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SAN PABLO
79
dad, que es espiritual, pertenece al Señor y está destinado a resuci-
tar como V. A continuación, San Pablo desglosa en tres puntos ese
principio general, ilustrando así, bajo diferentes aspectos, la emi-
nente dignidad que le compete al cuerpo por su finalidad espiritual
1 . 0
Nuestros cuerpos son miembros de Cristo. Poseen con Él, en el
orden espiritual, una unidad análoga a la que se realiza, en el orden
carnal, en la unión entre el hombre y la mujer. 2.° Por la impureza,
uno peca contra sí mismo, se deshonra a sí mismo. 3. 0 Nuestros
cuerpos son templos del Espíritu Santo; no nos pertenecen. Como
consagrados, son para Dios y deben glorificarle guardándole dentro
de sí.
San Pablo dice «nuestros cuerpos», de igual manera que en
Rom. 12, 1, nos invita a ofrecer nuestros cuerpos en hostia viva,
santa, agradable a Dios. La Biblia de Jerusalén traduce ((nuestras
personas». Ciertamente, ése es el sentido. Para un judío formado en
la Biblia como San Pablo, el
cuerpo
designa la persona viviente
cuya actividad se manifiesta al exterior
1 2
Por tanto, cuando San
Pablo habla de nuestros cuerpos como templo de Dios o como mate-
ria de nuestro culto espiritual, entiende por ello la persona entera
en su situación concreta. Pero insiste sobre el cuerpo, ya sea en
virtud de ese realismo apostólico y pastoral que reconoce la decisiva
importancia del cuerpo en nuestra vida moral y en nuestra misma
vida espiritual, ya sea en razón del hecho de que nuestros cuerpos
están destinados a resucitar a imagen de Cristo y por la virtud de
su Pascua:
II Cor.
«5
1 Pues sabemos que si la tienda de nuestra mansión (oixi)
terrena se deshace, tenemos de Dios una sólida (oxroi ) casa, no hecha por
mano de hombre, eterna en los cielos. 2 Gemimos en esta nuestra tienda,
anhelando sobrevestimos de aquella nuestra habitación celestial, 3 supuesto que
seamos hallados vestidos, no desnudos. 4 Pues realmente, mientras moramos
en esta tienda (x7v), gemimos oprimidos, por cuanto no queremos ser
desnudados, sino sobrevestidos, para que nuestra mortalidad sea absorbida por
la vida. 5 Y es Dios quien así nos ha hecho, dándonos las arras de su Espíritu.»
Rom.
8
11 Y
si
el Espíritu de aquel que resucitó de entre los muertos
habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará
12. Cfr. Jalones paro una teología del laicado,
pp.
251
5.; R. GROBEL,
(iJ1a
al «Scif,
Person» in Me Scptuagnt, en
Neutestl. Studien f. R. Bultmann (Beihefte z. Z. f. Ntl.
Wiss., 21),
Berlín,
1954, pp. 52-59.
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1 8 0
L MISTERIO DEL TEMPLO
también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu, que
habita en vosotros.»
El fundamento de la ética crisitana es, por lo tanto,
a dignidad
ontológica del cristiano, alma y cuerpo, que es el tabernáculo del
Espíritu Santo, destinado a la resurrección. Cada fiel, y todos los
fieles colectivamente - ambos aspectos están estrechamente entre-
lazados -, ha venido a ser ese santuario
(naos)
del que Jesús habla-
ba refiriéndose a su propio cuerpo, inmolado y resucitado, que
constituye el verdadero templo y en el que se ofrece el culto verda-
dero, espiritual y agradable a Dios. Las palabras empleadas en
1 Cor.
5 evocan irresistiblemente las palabras del Señor sobre el
Templo, según nos las ha transmitido San Marcos a través de las
acusaciones de los falsos testigos (14,
58 ;
cfr. Jn. 2, 19 ; Mt. 26, 61) j.
b)
La comunidad o Iglesia, templo de Dios.
He aquí los principales textos: pertenecen a la primera epísto-
la a los Corintios (primavera del año
55),
a la segunda (año 57) y
a la epístola a los Efesios (sin duda, del año 62):
1 Cor.
«3
10 Según la gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio
arquitecto, puse los cimientos, otro edifica encima. Cada uno mire como
edifica, II que cuanto al fundamento, nadie puede poner otro sino el que
está puesto, que es Jesucristo. 12 Si sobre este fundamento uno edifica oro,
plata, piedras preciosas o maderas, heno, paja, 13 su obra quedará de mani-
fiesto, pues en su día el fuego lo revelará
y
probará cuál fue la obra de cada
uno. 14 Aquel cuya obra subsista recibirá el premio, 15
y
aquel cuya obra
sea consumida sufrirá el daño; él, sin embargo, se salvará, pero como quien
pasa por el fuego.
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios
y
que el Espíritu de Dios habita en
vosotros? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruirá. 17 Porque
el templo de Dios es santo,
y
ese templo sois vosotros.»
II Cor. ((6 16 ¿Qué concierto (puede haber) entre el templo de Dios y los
ídolos? Pues vosotros sois templo de Dios vivo, según Dios dijo:
"Yo habitaré
y andar¿ en medio de ellos,
y
seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
1 7
Por
lo cual salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor; y no toquéis cosa
13. Cfr.
SELWYN,
o. cit., p. 290, quien destaca las palabras
XOO1JíS
Y
«'ja
(çcov. Ver también
MOULE, art.
Cit.
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SAN PABLO
8 1
inmunda, y yo os acogeré 18
y
seré vuestro padre,
y
vosotros seréis mis hijos
y mis hijas, dice el Señor Todopoderoso.">)
Ef.
2
14 Pues Él es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derri
bando el muro de separación, la enemistad, 15 anulando en su carne la Ley
de los mandamientos formulada en decretos, para hacer en sí mismo de los
dos un solo hombre nuevo,
y
estableciendo la paz, 16
y
reconciliándolos a
ambos en un solo cuerpo con Dios, por la cruz, dando muerte en mí mismo
a la enemistad. 17 Y viniendo nos anunció la paz a los de lejos y la paz a los
de cerca, 1 8
pues por Él tenemos los unos
y
los otros el poder de acercarnos
al Padre en un Espíritu.
19 Por tanto, ya no sois extranjeros, y
huéspedes, sino conciudadanos de
los santos
y
familiares de Dios ( oxsiot tou
600
), 20 edificados ( &otxoot
O'rts ) sobre el fundamento de los apóstoles
y
de los profetas, siendo piedra
angular el mismo Cristo Jesús, 21 en quien bien trabada se alza toda la edi-
ficación ( oxoop.) para templo santo en el Señor ( rç va&v óçtov ), 22 en
quien vosotros también sois edificados para morada de Dios (sç totxrptov
Osot ) en el Espíritu.))
Notemos en primer lugar la decidida trasposición de la idea del
templo a la comunidad de los fieles (II Cor. 6). Es esta una idea
que el Antiguo Testamento no ofrece sino lejanas an-
ticipaciones. Incluso si se ve en la piedra angular de Is.
28, 16
(cfr. supra p.
165
orig.) al Mesías, la idea de que la comunidad for-
mada por la fe en él será el templo mesiánico, permanece muy
implícita. Igualmente en Daniel, aunque es innegable que con él
se llega a una aproximación de lo que serán las perspectivas cris-
tianas
ñadamos también que Israel era llamado a veces en
el
Antiguo Testamento «casa de Dios», en razón de la doble significa-
ción de la palabra
casa,
edificio y familia '. Además, los profetas
habían anunciado una Jerusalén renovada, tan santa y consagrada,
que sería toda ella como un santuario '. Pero fuera del Nuevo Tes-
14.
Nota de B J : Esta Cita reúne diversos textos, citados libremente: Versículo 16:
Lev. 26, 12v Jer. 51, 45. Versículo 17: Is. 52, II y lcr. 51, 45. Versículo 18: II Sam. 7, 14;
Jer.
31, 9; Ls. 43, 6. - Añádase, en el vers. 16, Éx. 29, 45.
15.
Si se sigue la exégesis propuesta por A. FEUILLET
(Le Fils de l'hon,me de Daniel
et la tradition biblique,
en
Ret'. bibl., 60 [1953],
pp.
170-202, 321-346; cfr.
pp.
196-198),
Daniel oponía ya al Templo profanado
y
casi destruido (8, 13; 9, 26-27), un santuario
espir.tual formado por los creyentes sobre los cuales reina el Hijo del hombre (cfr. cap. 7,
cotejado con la visión de la piedra que derriba la estatua de pies de arcilla
y
que viene
a ser una montaña que lleva toda la tierra: 2, 35, 44, pasaje que se relaciona con Is. 28, 16).
16.
Cfr. Núm. 12, 7 (Heb. 3. 5); Os. 8, 1; 9, 8, 15; Jer. 12, 7, y
supra, pági-
nas 44, 130 y 214, n. 100.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 182/335
182
L MISTERIO DEL TEMPLO
tamento
y
antes de él, únicamente en el movimiento esenio, al mar-
gen del judaísmo oficial, es donde la comunidad misma es presenta-
da como el verdadero «santuario para Israel»
y
como la «fundación
del Santo de los santos para Aarón»
18•
¿Debe acaso San Pablo a los esenios su idea de la comunidad-
templo? Lo ha sugerido alguno, pero sin aportar pruebas
as
citas que utiliza de textos concernientes al éxodo
y
al retorno de
Babilonia, demuestran que sigue más bien la línea del pensamiento
de Esteban. Yavé, en el desierto o en el momento del exilio, no
tenía templo, lo que no le impedía estar con su pueblo. Este hecho
entrañaba, para Israel, grandes exigencias de pureza. Las que se
imponen a los cristianos, pese a ser de naturaleza menos material,
no por eso son menos rigurosas.
«
Qué comunidad hay entre la luz
y
las tinieblas? ¿Qué concordia entre Cristo
y
Belial
?..
(II Cor. 6,
14-15). Veremos en seguida sobre qué dominio se ejercen las princi-
pales exigencias de pureza.
Los pasajes del Cor. 3
y
Ef. 2 (4, 11-16) son los principales tex-
tos que expresan la idea paulina de la edificación
La Iglesia es
comparada por el Apóstol, bien a un edificio que se está construyen-
do, bien a un cuerpo que crece, con frecuente tránsito de una ima-
gen a otra
Notemos en seguida tres trazos esenciales de estas
imágenes, que aparecen también en las otras imágenes clásicas de la
purificada
y
renovada, de
uerte que hay barruntos
e la idea de un templo mesiánico
que sería
l mismo pueblo. Cfr. M. SCHMIDT,
Prop/<et und empel...,
p.
61. Después
de Ezequiel
cfr.
odavía 43,
2)
y
n
u misma
ínea,
er Joel,
,
7, el
eutero-
Zacarías, 9, 8; 4, 21
obre un Israel enteramente consagrado.
18.
Ver el
anual de disciplina,
o
egla de la omunidad de Qumrán, VIII,
-6
y
IX, 5-6 (G. VERMS,
Les maauscrits du désert de Juda,
París,
953,
pp.
49
151
;
cfr.
. 43). Notemos aquí, para completar
l cotejo,
ue el movimiento esenio presenta
también un notabilísimo paralelo del «logion» de Mt.
18,
15-17, <(Si pecare tu hermano...»:
dr.
Manuel de disciplina,
V, 24- VI, 1,
y
Documento sadoquita, o de Damasco (VERM5,
o. cje., p. 174). En el judaísmo clásico había ciertamente la idea de un deber de encaminar
al prójimo por el
amino recto,
ero sin la precisión
y
urgencia con que
e encuentra
en el Evangelio (cfr.
TI<ACK-BILLEREECK, t.
,
pp.
787 s.). En el cristianismo
(y ya entre
los Esenios)
todos
y
cada uno son responsables de la pureza del templo
que es la comu-
nidad.
19. K. G. KUHN,
Les rouleaux de cujes-e de Qumrdn,
en
Res'. bibl.,
61 (19 54) ,
pp.
193-
2 0 5 ;
p.
203, o. 2, quien vería la utlización de un tema
y
textos esenios en la sección de
II
cc.
,
4-7,
.
20. Además de los ares.
rxoc,oxoosfw, etc., en el
Theol. Wórt. z. N. T. (O.
MIcHEL),
Cfr. Ph.
VIELHAUER,
Oiodom. Das Bild vom Bau in des- christlichcn Literatur vom N. T.
bis
lemens Alexandrinus,
Heidelberg,
930;
. M.
OyER, In
edificationem corporis
Christi». Eph. 4,
12,
en
Estudios bíblicos.
3 (19 44) , pp . 311 -342 ; P . B ONNARD,
O. cit.
21.
Así se dice del edificio que ((crece)) (Ef. 2, 21; ,
6)
y
del cuerpo que
e «eons-
truyes (4, 12, 16).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 183/335
SAN PABLO
83
eclesiología neotestamentaria
n:
se trata siempre de una realidad
colectiva, cuya realización es progresiva hasta el rematamiento del
22. Reproducimos aquí una nota de
Jalones (pp.
556
y
557, nota 3): «Puede observarse
aquí que todas las comparaciones en las que la Escritura revela alguna cosa del misterio
de la Iglesia, y que los Padres recogen, tienen de común cuatro rasgos decisivos de una
realidad:
1.0
relativo a alguno y a una persona; 2.0 colectivo, hecho de muchos;
3.o a la vista del cual
algunos tienen una función, una autoridad, un ministerio; 4.
0
que
es
dinámico e implica crecimiento, complementación. Resumimos en un cuadro:
Imagen
1
0
relativo a
alguno
2.
olectivo:
muchos ue or-
man uno solo
3.0
algunos tienen
una función
4.
dinámico
CUERPO
Cristo-cabeza,
muchos iembros
músculos
e
er-
crecimiento:
vicio: Col.
2 , 1 9 ;
Ef.
,
.
Ef. 4;
cfr. Rom,
12;
Cor.
2 .
ESPOSA
Cristo
Ef. ,
5-
la glesia omo
paraninfos: Efes.
,
6-27.
32; t.
2,
;
persona pero no
JI
or.,
I, 2.
25,
;
1 Cor.
I,
formando ás
3-4.
que
na arne
con C risto.
TEMPLO
Dios
abitante:
hecho
e piedras
arquitectos:
en construcción.
Cristo, iedra
vivas: etr.
Cor.,
3, 9 -1 7.
angular: c.
2,
.
fundamentos:
1 2 0 '
0-22. Efes. 2, 20 .
íd.
CIUDAD ciudad
e ios,
muchos iudada-
puertas:
su verdadero rey.
nos, nidad he-
Apoc.
21 ;
cha de muchos,
jueces.
V I Ñ A
viña
el
eñor,
Israel es la viña,
obreros,
en crecimiento
el ropietario, y vida.
Cristo es la
id
Nosotros
os
ar-
(Jn.
5).
mientos
In.
5 ) .
REBAÑO
Cristo
s
l as-
pastores:
tor:
n. O,
I-
1
etr.
, ;
16,
y
extos
el
In. 1 ,
5-17.
A. T.
REINO
Dios, su Rey.
Jueces: i.
9 ,
en crecimiento;
28;
c.
2,
0 .
cfr. parábolas.
CASA
Cristo,
abeza
e
familia de Dios, administradores:
la
asa:
Lc.
2, 42;
or-
Mi.
O, 25
teros:
t.
6 ,
1 9 .
Rasgo común que se desprende de todos estos, es también la belleza. Muchas de estas
comparaciones (esposa, templo, ciudad, reino) implican a la vez la idea de cosa presente
y de realidad futura.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 184/335
184
L MISTERIO DEI. TEMPLO
plan propuesto de antemano, realización en la que están todos inte-
resados y en la que algunos tienen una responsabilidad o función
peculiar.
Realidad colectiva: todos los cristianos son, personalmente, tem-
plo de Dios. Allí donde haya un fiel, hay un templo de Dios; y, sin
embargo, de mucho fieles no se sigue que haya muchos templos, pues
Aquel que habita en todos y santifica a todos es único. Esto es lo
que dice expresamente San Pablo en 1 Cor. 3: «el templo de Dios
es santo, y ese templo sois vosotros» (y. 17) ; « No sabéis que sois
templo de Dios y que (xat explicativo: ya que) el Espíritu de Dios
habita en vosotros ?» (y. 16). Todos los fieles conjuntamente, seme-
jantemente como cada uno de ellos, constituyen un único templo
santo en el Señor (Ef. 2, 21). Al término de la construcción del cuer-
po de Cristo «debemos llegar, todos juntos, a encontrarnos en la
unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, y a
constituir ese Hombre perfecto, en el vigor de la edad, que realiza
la plenitud de Cristo» (Ef. 4, 12-13).
Realización progresiva, que San Pablo expresa por las siguientes
palabras:
&otxoo6á'.t, estando construidos sobre (el fundamento),
Ef. 2, 20 ; votxooLEOI estáis integrados en la construc-
ción (21 22);
xoot, construcción (2, 21), etq
n vistas a la cons-
trucción (4, 12)
cst
rç
(vaóv -çov), crece, se desarrolla en (un templo san-
to), 2, 21; zoIIEv
ç,
crecer hacia (4, 15).
Etc en vistas a, hacia, para llegar a. San Pablo emplea conti-
nuamente esta preposición : crecer en (hacia) un templo santo
(2, 21); estar integrado en la edificación para venir a ser
morada de Dios (2, 22); para la edificación (4, 12); llegar a
ser uno en la fe (4, 13) ; crecer hacia aquél que es la Cabeza
(4, 15) ; realizando el crecimiento del cuerpo para edificarlo
en la caridad.
Todas estas expresiones encierran la idea de un crecimiento or-
gánico a
partir
de un determinado dato y hasta la realización de
un plan, de un modelo propuesto de antemano. El edificio tiene sus
fundamentos; no puede ser construido sino sobre ellos y en conti-
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 185/335
SAN PABLO
85
nuidad con ellos. En cierto sentido, no es sino el crecimiento de esos
fundamentos. En este caso, el fundamento es Cristo y la fe en Cristo
la única fuente de gracia. Esto es lo que resalta ya en el episodio
capital de la confesión de Pedro. Pues si el Señor promete construir
su Iglesia ( to9 -cv xxXaíav : Mt. 16, 18) sobre la
persona de Pedro, es porque Pedro, en virtud de una gracia particu-
lar, ha pronunciado el primer acto de fe en Jesús, Mesías e Hijo de
Dios, y ha sido así, como la primera emergencia de una sólida roca
sobre la cual podrá ser edificada la comunidad mesiánica . San
Pablo recoge el tema de Cristo y de la fe en Cristo como fundamento,
dentro de la perspectiva de sus conflictos y preocupaciones persona-
les. Cuando dice que no se puede poner otro fundamento que Jesu-
cristo (1 Cor. 3, 11), piensa, no sólo en la realidad objetiva de Cristo,
sino muy precisamente en el Cristo de «su evangelio» , es decir,
en el Cristo de la justificación por la fe (contra la tendencia judai-
zante, en el de la soberanía única del Señor ic-sucitado (contra cual-
quier gnosis o culto de las potencias celestes), en el Cristo, en fin, de
la predicación apostólica enteramente pura (contra cualquier sin-
cretismo o mezcolanza de ideas filosóficas o gnósticas). El funda-
mento es el Cristo de la fe apostólica y ningún otro.
Si Cristo es el fundamento a partir del cual y según el cual debe
ser construido todo, es también el plan y el modelo que hay que
llevar a cabo; en sus dimensiones de plenitud, es l el término y
como la elevación o volumen total que debe alcanzar la construc-
ción. San Pablo no ha utilizado la expresión de Cristo, Alfa y Ome-
ga, de la que tanto gusta el Apocalipsis , pero nos ofrece muchas
expresiones equivalentes, comenzando por nuestro tema de la Iglesia,
edificio y templo, de la que Cristo es, a la vez, el fundamento,
punto de partida de la construcción, y su término, la plenitud hacia
la que ella asciende y que debe realizar. El modo en que San Pablo
expresa esta función de Cristo en la epístola a los Efesios vale la
pena de que nos detengamos por un momento; estos textos ilumi-
narán todo cuanto hemos de decir después:
2 20 (Estáis) edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los pro-
fetas, siendo piedra angular (
¿xsi:
) el mismo Cristo Jesús, 21 en
23. Kefa = roca.
24.
Cfr. II Cor. II, 4; Gál. 1, 6-9.
25.
Apoc. 1, 8; 21, 6; 22, 13.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 186/335
1 8 6
L MISTERIO DEL TEMPLO
quien bien trabada se alza toda la edificación para templo santo en el Señor,
22 en quien vosotros también sois edificados para morada de Dios en el
Espíritu.»
« 4
10 El mismo que bajó es el que subió sobre todos los cielos para lle-
narlo todo; II
y
1l constituyó a unos apóstoles, a los otros profetas, a éstos
evangelistas, a aquéllos pastores
y
doctores, 12 para la perfección consumada
de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, 13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe
y
del conocimiento
del Hijo de Dios, cual varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo,
14 para que ya no seamos niños, que fluctúan y se dejan llevar de todo
viento de doctrina por el engaño de los hombres, que para engañar emplean
astutamente los artificios del error, 15 sino que, al contrario, abrazados a la
verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a aquel que es nuestra
Cabeza, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, trabado y unido por todos los
ligamentos que lo unen
y
nutren para la operación propia de cada miembro,
crece
y
se perfecciona en la caridad.))
En un texto de esta amplitud y de tal aliento no hay lugar para
andarse con exigencias de una coherencia rigurosa en las imágenes,
como harían unos gramáticos; lo que nos interesa es el movimiento
y el sentido del pensamiento, cosa que no podremos lograr, sin em-
bargo, sino atendiendo a las palabras empleadas por el Apóstol.
Cristo - dice - es la «piedra angular»,
dxpo
wctoç ; la palabra
ha sido tomada, quizá, de Is. 28, 16 (cfr. supra p. 164 orig.), único
pasaje en que aparece en el Antiguo Testamento, pero no es seguro
que se trate aquí de una referencia literaria de San Pablo al texto
de Isías. El sentido de d>tpowvtuioç se discute : para J. Jeremias
es el equivalente de xapaX
? o; , y el sentido de ambas expre-
siones es ((piedra de remate» (del templo celeste). Esto nos daría
en Ef. 2, 20 una imagen que responde, sin duda alguna, a una idea
no sólo auténtica y profunda (ver Tertuliano,
Adv. Marc. III, 7;
cfr. infra p. 262, n. 1), sino también muy paulina: la imagen de
Cristo resucitado y glorioso, clave de bóveda del nuevo templo y
a la que el templo que se edifica sobre la tierra se esfuerza en al-
26. Un «apax legómenon» también: Sal. 118, 22, citado por Mc. 12, 10 (Mt. 21,
42; Le. 20, 17); Act. 4, 11; 1 Pe. 2, 1.
Cfr.
J. JEREMIAs,
Der
Eckstein,
en AITEAO, 1 (1925),
pp.
55-70; art, en el
Thcol. W5rt. z. N. T., t. 1, pp. 792-93 y t. 4, pp. 275 s. (X(Ooç);
»paX-t
wvíaç - 'Axpo1wvatoç
en Zeitschr.
f.
Ntl. Wiss., 29 (1930), pp. 264-280; Eckstein - Schlusstein, ¡bid., 36 (1937),
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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SAN PABLO
87
canzar.
Esta podría ser, si se quiere, la idea de Ef. 4, 15, pero no
e,cactamepte la de Ef. 2, 20; aquí,
xpoTw't&o; se refiere a
y por ende a Otc, fundamento
n
Los interesantes textos adu-
cidos por J. jeremías están tomados de otros contextos, pero aquí
el contexto señala expresamente para Cristo la función de funda-
mento, no obstante el hecho, que arguye equivocadamente jeremías,
de que los apóstoles y los profetas son designados también como fun-
damerto. Más precisamente todavía, el contexto indica que se trata
de una piedra de ángulo que reúne dos vertientes del edificio al nivel
de los fundamentos. En el fondo, no anduvieron errados los teólo-
gos medievales al desarrollar en tal sentido este tema ». San Pablo,
en este pasaje, piensa sobre todo en la fusión de los gentiles y los
judíos,
ex aequo,
en una única comunidad, en un mismo culto, un
mismo acceso al Padre (vv. 14 s.). Cristo, no sólo ha derribado la
barrera que prohibía a los gentiles su acceso o los atrios de oración,
reservados a los judíos (cfr. p. 155 orig.), sino que el templo.
nuevo que se eleva sobre Él y que es el de su cuerpo «celestial»,
está constituido tanto por los judíos como por los paganos. A partir
de Él y según Él; tal es el sentido de la fórmula «en Él» que se
repite en los versículos 21
y
22 de Ef. 2 ».
Podría sentir alguien la tentación - como nosotros, hace un
momento - de dar a esta célebre fórmula paulina un más fuerte
sentido dentro de la imagen especial que sugiere. Según esto, San
Pablo vería a Cristo como piedra angular fundamental y los fieles,
venidos del judaísmo o la gentilidad, se edificarían y se integrarían
en la construcción del templo santo,
en
Él.
Mientras que en el y. 20
y en otros lugares
3 0 ,
la imagen es de piedras colocadas
encima
de la
piedra fundamental, aquí se trataría de una construcción hecha como
en el interior de la única piedra básica, una especie de dilatación de
ésta hasta las dimensiones de un edificio. No ya «edificados
sobre»,
sino «edificados
en»...,
algo semejante a como un árbol, una
viña,
2 7.
Cfr.
FaAEysaN,
art. cit.,
pp.
394-395 .
28.
Cfr. G. B.
LADNER,
The symbolism
o f
Me biblical Corner-Sione in Me A'Iediaeval
en
Mediaeval Stadies, 4, (1942), pp. 43-60. Ref. a
S. AGUSTÍN,
cfr.
Enarr. in peal.
47, 3) (P. L. 37, 534);
De dv. Dei. XVIII,
28 (41 , 584) .
2 9 . A.
SCHLATTER,
seguido por
W»NSCHKEWJTZ
(est. Cit., P. 178), refiere el
iv 5
del vers. 22 a va5. Esto no parece atentar contra el ritmo, tan frecuente en Ef. y Col.,
que distribuye las riquezas del misterio de Cristo por la concatenación de pronombres
(IQ,
iv i, acníç, iv coro) que designan todos al mismo sujeto.
30 .
1 Cor. 3 1 Pe. 2, 5. Cfr. Col. 2, 7
y
Mt. 7, 24 s.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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1 8 8
L MISTERIO DEL TEMPLO
no es sino el crecimiento, la expansión de su raíz (Col. 2, 7, une las
dos imágenes...). Así, las expresiones ((en Él.., en el Señor ; en Él»
tendrían un sentido extremadamente enfático; sería una de las ex-
presiones más vigorosas de la teología de la Iglesia-cuerpo de Cristo,
al mismo tiempo que un lazo de unión con las aserciones del Evan-
gelio sobre el cuerpo de Jesús, único templo de los tiempos mesiáni-
cos. Ciertamente, la idea no debe ser excluida como tal idea; pueden
encontrársele además muchas equivalencias en la tradición cristiana,
tan inspirada por el realismo de la doctrina del cuerpo místico
3 1
Exegéticamente, sin embargo, no hay que endurecer el sentido de
la partícula iv, ni formar el carácter especial de la imagen. «En
Él», «en Cristo» significa esencialmente a partir de Cristo, en de-
pendencia de Él y según Él. La fórmula expresa esta cualidad de
principio de la nueva creación que es la gran idea de San Pablo. En
cierto modo, todo conduce a lo mismo: todo el templo procede de
Cristo, toda la edificación se hace a partir de Él, en dependencia
de Él y según W. únicamente se abandona ana expresión excesiva-
mente espacial del misterio. Se trata de la realización del Cristo
total ; Ef. 4, 12-13, 15-16 contienen, sobre este punto, aserciones
inolvidables. En definitiva, pues, hay un solo templo, el cuerpo de
Cristo, y todos los fieles son - místicamente - ese cuerpo.
Si Cristo es el principio y fin de la Iglesia-templo, los cristianos
son, a la vez, materia de la construcción y constructores. Uno de los
rasgos comunes a las grandes imágenes bíblicas de la Iglesia es que
todos están activamente interesados e integrados, y que algunos tie-
nen una responsabilidad o una función peculiar. Estos dos puntos
se encuentran inseparablemente en el tema apostólico de la Iglesia–
templo.
Algunos tienen una función o una responsabilidad peculiar. En
primer lugar los Apóstoles. Si se entiende por Apóstoles al grupo
de los Doce, aumentado por San Pablo y extendido a un pequeño
número de personas estrechamente asociadas con ellos, Pablo prevé
para ellos una función determinada: echar los cimientos (1 Cor. 3,
10; Rom. 15, 20). Esto significa colocar como base de todo el único
31. Anotemos aquí este texto de Hermas: «(la torre) estaba formada por una sola
piedra, en la que no se veía juntura. Se dijo que la piedra había sido extraída de la
misma roca: (el conjunto) me hacía el efecto de un monolito,. Pastor Smi. IX, 9:
pasaje citado por Orígenes,
In Oseam (P. G. 13, 828). Compárese con la imagen de la
túnica sin costura.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 189/335
SAN PABLO
89
fundamento válido, el testimonio apostólico sobre el hecho y el mis-
terio de Cristo. No obstante, además del testimonio ocular, que es
el privilegio de los Apóstoles propiamente dichos (Act. 1, 21-22),
era necesario que el hecho y el misterio de Cristo fuera interpretado
según su sentido profundo dentro de la economía salvadora, cuyo
descubrimiento es el contenido mismo de la Revelación. Por esto, el
carisma de «profeta» ha desempeñado un papel tan considerable en
los orígenes de la Iglesia
3
La función de los profetas es la de dar
a conocer el sentido de los hechos en relación con la realización del
plan salvífico de Dios. Así San Pablo los agrega a los apóstoles (Ef. 2,
20; 3, 5)
y
hace de ellos, juntamente con los apóstoles, los funda-
mentos de la Iglesia-templo. Utilizando otra imagen que, siguiendo
el ejemplo de la Biblia, entremezcla fácilmente con la de la construc-
ción (ver 1 Cor. 3, 6), podría haber hablado San Pablo también de
raíces. No hay por qué sorprenderse de que San Pablo llame a Cris-
to
fundamento ( Otié?o; , 1
Cor. 3, 10) y designe después con el
mismo nombre a los apóstoles y profetas. Los grandes atributos
de Cristo en relación con su Iglesia - pastor, puerta, jefe, funda-
mento, etc. - se otorgan también a los apóstoles y, mediante ellos,
a los demás ministros a excepción, claro está, de aquellos atribu-
tos que son místicas fuentes del ser espiritual, como ser salvador,
principio de gracia, etc. Pero los apóstoles y los profetas no son fun-
damento sino por referencia a Cristo, a saber, poniendo, mediante
su predicación, a Cristo como fundamento. Todo es aquí relativo a
la fe, que es como la substancia de que se hace y con que se constru-
ye la Iglesia, desde los cimientos hasta su remate
;
se trata, por su-
puesto, de la fe de que habla San Pablo, que implica igualmente al
amor. Así, el mismo San Pablo, después de haber afirmado que el
cuerpo se construía por obra de ministerios, que son ministerios de
fe (Ef. 4, 11 s.), puede concluir diciendo que este cuerpo obra su
crecimiento y se construye a sí mismo ((en la caridad» (y. 16).
Los ministros prosiguen, efectivamente, la obra de construcción
emprendida por los apóstoles y los profetas al nivel de los cimien-
32.
Cfr. Rom. 12, 6; ICor. 12, 28 s.; 14; Ef. 3, 5, 20; 4, II; Act. 13, 1; 15, 32;
Apoc. 11, lO. Ver también
Vraie et fauste réforme dans I'Église,
pp.
196 s., en donde
se explica la verdadera naturaleza de la función profética.
33. Ver. K. L.
SCHMIDT,
art. 9qtAtoQ en
Th. Wórt. a. N. T.,
t. 3.
pp.
63 s.;
Jalone pour une théologie du lafcat,
pp.
219-22;
H. RIESLNFELD,
The Ministry in the
N. T.,
en
The Root of the Vine. Essay la Biblical Theology,
ed. by A.
FRIDRICHSzN,
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1 9 0
L MISTERIO DEL TEMPLO
tos. Edifican sobre los fundamentos, colocados una vez para siem-
pre
y
lo que edifican así por su predicación es, nada menos que el
templo de Dios. Así pues, la primera exigencia que destaca San
Pablo es una exigencia de pureza. Ha renunciado, ciertamente, a la
pureza judaica del Templo, detallada por la
Ley
de Moisés, «Ley
de los mandamientos, formulada en decreto» ; sabe que ha sido de-
definitivamente la barrera otrora existente entre los genti-
les
y
los israelitas (Ef. 2, 14),
y
no será él quien vuelva a erigirla
(Gál. 2, 18). Al igual que Pedro (Act. 10, 15), sabe que la distinción
ntre lo puro
y
lo impuro no se debe ya a la circuncisión de la carne,
ni a la calidad de los alimentos, ni a las abluciones rituales
es
la fe, únicamente la fe, la que purifica el corazón (Act. 15, 9). Las
exigencias de pureza para con el templo mesiánico no serán menores
que las del templo de Salomón; incluso serán más severas, pues lo
que aquí hay es más grande que el Templo (Mt. 1 2 , 6), y más que
alomón (Mt. 12, 42; Le. 11, 31). Para convencerse, basta recordar
la Carta Magna del nuevo Templo, que es también la del Reino o la
e la fe: «Se dijo a los antiguos..., pero yo os digo... Si vas, pues,
presentar tu ofrenda ante el altar,
y
allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti... » (Mt. 5, P
assim
y
5, 23; cfr. nota 18
del presente cap., p. 00 0 ). Hemos visto cómo San Pablo, que cuando
abla de la Iglesia-templo tiene en su mente la imagen del Templo
de Jerusalén, asocia espontáneamente a la idea de templo la idea de
pureza (Cfr. II Cor.
,
7) :
sto es de buena tradición bíblica,
a que ininterrumpidamente aparece vinculada a la realidad del
Templo o de la Presencia una exigencia de pureza. Veamos pues en
qué consiste esta pureza, que como hemos dicho, es la pureza de la
fe y la pureza del amor, que acompaña a la fe, y cuya ley es la unidad.
El primer artículo - pureza de la fe - aparece en todos nues-
tros textos. Está notablemente desarrollado en 1 Cor. 3, 10 s. Los
ministro de a fe
difican sobre
os fundamentos
olocados por
los apóstoles, que no son sino Jesucristo Salvador (cfr. Act. 1, 1 -
12), ¡pero que cada uno ((mire cómo edifica»
1 Cor. 3, 10). Se
puede construir con oro, es decir, con el puro Evangelio ; se puede
construir con plata: alguna espiritualidad válida, pero más o menos
mezclada con datos humanos (cfr. Col. 2, 8). Se puede edificar con
adera, con heno o con paja: ciertas devociones sensibles, o alguna
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SAN PABLO
9 1
ideología a la moda, de acuerdo con los detritus de paganismo e ido-
latría que quedan todavía en todos nosotros
y
que sólo serán exorci-
zados totalmente por la Manifestación plena de Jesucristo. Ahora
bien, dice San Pablo, en ese Día, que será el del Juicio
y
de la pu-
rificación por el fuego del juicio, «se probará cuál fue la obra de
cada uno». Ciertas construcciones, que uno hubiera podido tomar
por construcciones del templo de Dios, serán arrasadas. Y si algún
ministro o fiel de ese templo hubiera falseado la pureza de la fe
hasta el punto de destruir el templo en vez de edificarlo sobre su
único fundamento, Dios le destruirá
(y.
17 a).
¡
Ah
Cuánto debe-
riamos meditar nosotros, sacerdotes, apóstoles, predicadores
y
doc-
tores, pastores del pueblo de Dios, estas advertencias de San Pablo,
e interrogarnos, a la luz del Evangelio
y
de los escritos apostólicos,
plano de los fundamentos sobre los que debemos edificar, si somos
fieles a esta ley de pureza que rige, en el orden de la fe, la cons-
trucción de nuestro templo con mucho más rigor que el empleado por
todas las leyes de pureza ritual alrededor del templo salomónico
La epístola a los Efesios reitera la misma exigencia. Después de
haber presentado la construcción
y
la unidad del cuerpo como reali-
zadas por la fe
y
procuradas por ministerios que son ministerios de
la fe (4, 11 s.), anuncia San Pablo cuál será el resultado: «para
que ya no seamos niños, que fluctúan
y
se dejan llevar de todo viento
de doctrina por el engaño de los hombres, que para engañar emplean
astutamente los artificios del error... (y. 14). Notemos bien que no
se trataba, en el ambiente de llfeso o de Colosas, de doctrinas anti-
rreligiosas, sino, por el contrario, de doctrinas «religiosas». única-
mente que añadían
y
entremezclaban con la fe apostólica sus especu-
laciones, una gnosis
y
un culto tributado a las potencias celestiales.
En una palabra, heno
y
paja. Hay en ello, a los ojos de San Pablo,
una especie de profanación del templo, una introducción de ídolos
en la casa de Dios.
En el capítulo 4 de la epístola a los Efesios, sin embargo, San
Pablo atiende preferentemente a la exigencias de unidad, correlativa
a la exigencia de pureza. Enumera sucesivamente los tres mayores
adversarios posibles
l espíritu de oposición, que hace muy di-
fícil soportar los defectos
y
también, a veces, las cualidades
-
35. Aprovecho (bastante mal, por cierto) en estas pocas líneas, ideas de un curso pro-
fesado por el
P. P. BENOIT
en la Escuela Bíblica en 1954.
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192
L MISTERIO DEL TEMPLO
de los demás (vv. 1-3); la diversidad de dones, de vocaciones, que
puede derivar, también, en oposición (vv. 7-11) ; las diferencias o,
quizá, las divergencias de doctrina, las desviaciones o los errores,
más o menos seductores, que se presentan (vv. 14-15). Ante cada
uno de tales peligros, San Pablo acude a un principio o razón de
unidad, que busca, como lo hace siempre, en lo más profundo y su-
blime de la verdad cristiana. Frente al primer peligro, sitúa las
grandes realidades de la unidad: un solo cuerpo, una sola fe, un
solo espíritu (vv. 4-6) ; frente al peligro proveniente de la diversidad
de Cristo (vv. 12-13); ante las diferencias doctrinales y los errores,
enuncia nuevamente el principio teológico del crecimiento del cuerpo
en la unión y en el amor (y. 16). La continua transición entre el verbo
crecer
y el verbo
edificar
muestra que el Apóstol piensa siempre en
el templo y que, para él, las leyes de existencia del cuerpo son las
mismas que las del nuevo templo, que es la Iglesia.
Estas leyes - como toda la
Ley - podrían resumirse en el amor
y en el espíritu de unidad que él inspira. En San Pablo no hay las
declaraciones dogmáticas de un San Juan sobre el amor - aquella,
por ejemplo, del 1 Jn. 4, 8, 16: «Dios es amor», o la de Jn. 14, 23: «Si
alguno me ama... vendremos a él y en él haremos morada» - pero
hay exhortaciones sobre la unidad, asentada sobre un amor humilde
y servicial, en las que se refleja la doble experiencia de una apacible
comunión y de las tristes maniobras del espíritu de división ». La
ley del tiempo de la Iglesia es la unidad del Espíritu, principio de
unidad del cuerpo: 1 Cor. 12, 13; Ef. 4, 3-4. Y siendo ese cuerpo
precisamente el Cuerpo de Cristo, que ha sido humillado y sacrifi-
cado y después exaltado y glorificado, no puede ser realizado sino en
la misma línea pascual de una muerte a la carne y de una resurrec-
ción a una vida nueva, más allá de toda limitación egoísta. Habría
que citar aquí íntegramente los textos decisivos de Flp. 2, 1-11
Gál. 3, 27-28; 5, 16-25; Ef. 5, 25-32. Fuera de este amor efectivo
que pone en nosotros el Espíritu de Cristo, con todo cuanto exige
de respeto a los demás, de servicio mutuo, de perdón y de paciencia,
no hay construcción posible del templo de la Iglesia; no hay, por
36. ué penosa experiencia se transparenta en textos como 1 Cor. 3, 3; 11, 18 s.;
Gál. 5, 20-21 ; Rom. 13, 13; FIp. 2, 3-4, a los que habría que añadir los textos sobre la
envidia (cfr.
O. CULLMANN, Saint Pierre,
pp.
92 s.) y sobre los errores y las nacientes
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SAN PABLO
9 3
tanto, ni Presencia ni encuentro con el Dios de Jesucristo. No se le
encuentra, en efecto, sino en la comunión del cuerpo.
La Iglesia no se ha engañado al elegir como epístola de la misa
votiva por la Unidad el texto de Ef. 4, 1-21. Debemos detenernos es-
pecialmente en algunas expresiones de este texto excepcionalmente
denso. Pablo escribe:
«iIl
constituyó a los unos apóstoles, a los otros
profetas, a éstos evangelistas, a aquéllos pastores
y
doctores, para
la perfección consumada de los santos, para la obra del ministerio
(diaconía),
para la edificación del cuerpo de Cristo...
» 4,
1-12).
¿
Qué entiende exactamente el Apóstol por esta «perfección» (B J:
«organización») de los «santos», encaminada a un trabajo que es
una diaconía o servicio sagrado,
y
cuyo término es la edificación del
Cuerpo, es decir, del templo? ¿Se trata en el y. 12 de una amplia-
ción, de una explicación del y. 11, en el que San Pablo ha enumera-
do los ministerios a que el Señor llama
a algunos?
O bien ¿es que,
después de haber enumerado tales ministerios, quiere San Pablo
agregar una nueva idea, a saber, que suscitan en todos los fieles
una disposición para entrar, ellos también, activamente en la obra
del ministerio, ejerciendo cada uno según su rango el sagrado ser-
vicio del apostolado
y
cooperando asimismo a la construcción a la
que tienden todos los dones?
La respuesta a esta cuestión depende del sentido dado a la pala-
bra «los santos»
y
de lo que las epístolas nos dicen, en general, de
la situación de los fieles con respecto a la «diaconía» del Evangelio.
Ahora bien, si los «santos» designaban probablemente en un princi-
pio a los apóstoles
y
después a todos los miembros de la comunidad
de Jerusalén, agrupados orgánicamente en torno a aquéllos
la
ex-
presion desborda aquí ciertamente tal sentido. Lo desborda ya en
Ef. 3, 5, en donde corresponde a los testigos o reveladores privile-
giados del misterio de salvación, a los «apóstoles
y
profetas» (com-
párese con Apoc. 11, 18; 16, 6; 18, 20);
y
sin duda,
y
mucho más
todavía, aquí, en donde tal expresión podría abrazar a todos los fie-
les, como sucede en más de un pasaje de San Pablo
y
de los Hechos ».
Este sentido amplio sería particularmente adecuado para aquellos
37.
Cfr.
. E R F A U X ,
Les
saints» e Jérusalem,
n
Epli.
heol. ovan., 1925) ,
pp.
1 0 - 5 2 9 ;
a héol.
e
'Églisc...,
p.
11-113.
rincipales
extos n
poyo e
ste
sentido:
ct.
, 3, 2, 41;
6 ,
O; om. 5 , 5 ,
6 ,
1 ;
or.
6,
,
5 .
38. Act.
0 . 2 ; 6, 8; or.
, ;
,
-2;
I
or.
,
; om. ,
;
, 7;
12, 3;
6. . 5;
Ip.
,
;
,
1 -22 ;
ol.
,
;
eb.
,
;
3, 4.
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194
L MISTERIO DEL TEMPLO
lugares en que San Pablo habla de «diaconía», pues si hay en él una
idea frecuentemente reiterada, es precisamente la de la vocación de
odos los fieles a esta diaconía del Evangelio
y
de la unidad de todo
el cuerpo ». Igualmente, si hay en los evangelios
y
en todo el Nuevo
Testamento una idea sobre la condición cristiana que se repita sin
cesar, es la de una especie de equivalencia entre la cualidad de dis-
cípulo
y
la de servidor de todos
e suerte que la obra del minis-
terio, cuyo fin es la construcción del templo que es el Cuerpo de
Cristo, se nos aparece como interesando en ella a todos los fieles que
participan realmente en esta construcción.
¿
No es acaso esto, asimismo, lo que dice San Pablo tan a menudo,
cuando exhorta a los cristianos a edificarse mutuamente?
4
Lo cual
no quiere decir: ofrecerse mutuamente ejemplos virtuosos, aunque
inofensivos, en el sentido en que se decía de la estampa de los
seminaristas (de otro tiempo...), cabeza inclinada
y
ojos bajos, que
era «muy edificante»
;
sino que quiere decir: construir a Cristo en
los hombres, hacer progresar el conocimiento de su evangelio, robus-
tecer, profundizar, ayudar a progresar en la fidelidad a Dios, en su
anto servicio, en la obediencia a su voluntad, en el amor filial
y
fuerte hacia el Absoluto de todo cuanto es. Que todos pueden construir
así,
y
muy eficazmente, la Iglesia, ya lo hemos explicado en otro
lugar
Esta construcción es asunto de todos. Una verdad tan fun-
damental, tan importante desde el punto de vista pastoral, no ha
podido permanecer obscurecida sino en razón de una idea totalmente
insuficiente de lo que es la Iglesia. Para muchos, la «Iglesia» es un
sistema ideológico
y
un mecanismo de ritos que detenta en posición
privilegiada un personal sagrado especializado. Veinticinco años de
trabajo teológico
y
de experiencia apostólica nos han habituado a
preguntarnos cada vez que tropezamos con la palabra «Iglesia», qué
es lo que hay debajo de ella. En lenguaje escolástico,
Pro quo sup-
onit «Ecciesia»?
Es una experiencia que hay que hacer. Es muy
39.
Cfr.
Cor.
6, 5 ; iCor. ,4;
,
;
om.
2,
3;
ál.
, 3
(y
6); ol. ,4;
Heb. 6, 10. También Apoc. 2, 19. A los que habría que añadir los numerosos textos en
que S. Pablo nos muestra a simples fieles cooperando a la obra del ministerio: cfr.
Jalone:
para una Teología del laicado,
pp. 426 s.
40.
1 Cor. ,
9-23;
I Cor. 4, 5;
ál. ,
3.
ue ser discípulo es lo ismo ue
ser servidor,
e deduce de los arts. líaxovíco,
axovia,
xoo,
e H. .
aYaR, n
Throl.
6rterb.
.
. .
.
,
p.
1-93.
41.
Ver 1 Tes. 5,
I; ICor.
,
;
4,
2 ; om.
4,
9 ;
5 ,
;
Pe.
,
;
ds.
0 .
Cfr. textos citados en
Jalones,
pp.
08 s.
42.
Jalones, obre odo,
p.
9 3
.
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LA EPÍSTOLA A LOS HEBREOS
9 7
los santos (lugares)
ste santuario verdadero se caracteriza por
no haber sido hecho por mano de hombre
5 2 ,
esto es, que no perte-
nece a esta creación, sino al orden celeste (cfr. 8, 1-2 citado más arri-
ba), ¿Qué es exactamente este santuario celeste? Evidentemente, el
lugar espiritual de la comunión perfecta con el Padre y, por tanto,
el lugar de su Presencia.
Es
en él
s decir, en esa situación espi-
ritual onde el pueblo de Dios-cuerpo de Cristo
a Iglesia
se realiza verdaderamente en su ser, a saber, como pueblo de Dios
y
cuerpo de Cristo inmolado
y
resucitado
a Iglesia misma apare-
ce aquí menos como santuario que como la familia que goza de la
intimidad del Padre ». Cuando la epístola a los Hebreos la compara
a la casa de Dios no piensa tanto en un templo cuanto en una fami-
ha (3, 2 s.
;
0, 21).
3.°
n el Santo de los santos, que es el lugar de los ((bienes fu-
turos» celestes o de la comunión con Dios, Cristo, nuestro sumo
sacerdote para siempre, entró como
precursor (6, 20), en cabeza de
la larga teoría del pueblo que se encamina hacia su patria (11, 13-16).
Con el mismo acento de alegría con que decía «tenemos un gran Pon-
tífice...
»
», el autor de la epístola no cesa de repetir: tenemos por
tl acceso al Padre; podemos allegarnos a Dios en su santuario:
ver 10, 19-21
y
el frecuente empleo, en sentido cultual, de los verbos
«penetrar»
5 6 ,
«acercarse»
Ciertamente, este acceso hasta Dios debe efectuarse por Jesucris-
to
y
no puede hacerse sino por Él. Pero en Él, por Él, por esta vía
que ha inaugurado para nosotros a través del velo de su carne (10,
20), tenemos todos nosotros pleno acceso a lo más secreto del Santo
de los santos. La idea que predomina aquí, en oposición al régimen
mosaico en el que el pueblo era mantenido alejado de la Presencia
51. 8, ;
,
2,
4;
0, 9.
a
isma
xpresión
esigna
l
antuario el
emplo
mosaico n
,
5 ;
3,
1 .
52. 9, I
xn);
, 4
t 2T(a)
53.
Cfr. C.
SPICQ,
Építre aux Hébeux. I. latroduction,
arís,
952,
p.
98, n. 3.
54.
En l ondo, l erdadero
antuario eleste s
sta
isma ntimidad. fr.
a
hermosa meditación de CONDREN,
comentando Heb. 9, 24, que dice: el verdadero Santo
de los
antos es el seno
el Padre
(L idéc da sacerdoce et da sacrifice de
ésu.ç-Chr:st,
part.
.,
ap.
).
55. 4, 4, 5 ;
,
;
0 ,
1 .
56.
sia-isO:
.
obre su sentido cultual penetrar en el Templo),
fr.
SPICQ,
o. cit.,
p.
81,
.
.
mpleado por Heb.
eferido a Cristo:
,
9,
0 ;
,
2, 4, referido
a
os
ieles,
n a
xpresión entrar
n
u
escanso))
3).
57.
popys0a:(SP1cQ,
.
81): ,
6;
,
5 ;
O, ,
2 ; I,
; 2, 8,
2 .
7,
9.
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1 9 8
L MISTERIO DEL TEMPLO
divina (12, 18 s.), es la de un libre y fácil acceso de todos hasta el
mismo Dios : 4, 16; 10, 19
S.
; comp. con Ef. 2, 18; 3, 12; Col.
3, 22. Todos son miembros de un cuerpo sacerdotal cuya estructura
jerárquica nos la da a conocer el Nuevo Testamento. Unidos al único
Sacerdote, Jesucristo, tienen acceso en tl, hasta lo más íntimo del
santuario celeste
5 8
SAN PEDRO
La primera de las epístolas que ostenta el nombre de Pedro (ha-
cia el año 63 o poco después), nos ofrece, en un texto de una gran
densidad, una síntesis de la predicación apostólica acerca de la comu-
nidad como templo:
«A P,1 habéis de allegaros, como a piedra viva rechazada por los
hombres, pero por Dios escogida, preciosa. Vosotros como piedras
vivas sois edificados en casa espiritual y sacerdocio, santo para ofre-
cer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo. Por lo cual
en la Escritura se lee :
He aquí que yo pongo en Sión una piedra
angular, escogida, preciosa, y el que creyere en ella no será confun-
dido (Is.
28, 16). Para vosotros, pues, los creyentes, es honor, mas
para los incrédulos, esa piedra, desechada por los constructores y con-
vertida en cabeza de esquina, es «piedra de tropiezo y roca de es-
cándalo»
(Sal. 118, 21; Is. 8, 14). Rehusando creer, vienen a trope-
zar en la palabra, pues también a eso fueron destinados.
Pero vosotros sois
«linaje escogido, sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido (Is.
43, 20-21 ; Mal. 3, 17; Ex. 19, 5-6) para pre-
gonar el poder del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable».
Vosotros, que en un tiempo
no c'rais pueblo,
ahora sois pueblo de
Dios ; no habíais alcanzado misericordia,
pero ahora
habéis consegui-
do misericordia» (2, 4-10) ».
58.
Este sacerdocio de todos es afirmado, en la ep. a los Hebreos, por la utilización
del verbo cultual «acercarse» (nota prec.): cfr.
E. F. WESTCOTT,
Thc Epistie to the
Hebrews,
3.a cd., Londres, 1903,
pp.
189, 215, 325;
Christus Consummator, pp.
70 s.;
O. MOE,
Der
Gedanke
des allgemeincn Priestcrtums
m m
Hebriierbrief,
en
Theol. Zeitschr.,
5 (1949),
Pp.
161-169.
59.
En el último versículo, citas de Os. 1, 6-9; 2, 23-24. - Comentarios de este
texto o estudios sobre el mismo:
F. J. A. HoRr,
7')le First Epistle of st. Peter 1, ¡-Ii, 17,
Londres, 1898,
pp.
104-131;
A. SCHLATTER,
Petras und Paulas aach dem ersten Petrusbrief,
Stuttgart, 1937,
pp.
92-102; L. CERFAUX,
Regale sacerdotium, en
Rey. Sc. phil. théol.,
28 (1939), pp. 5-39;
F. W BEARE,
The First Epistie of Peter,
Oxford, 1947,
pp.
92-107;
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EPÍSTOLA DE PEDRO
01
sucristo; el templo es hogéneo a su piedra de base. Y esta natura-
leza consiste en ser «espiritual» ; veremos bien pronto lo que esto
quiere decir.
Igual que en San Pablo, con quien tanta proximidad guarda esta
epístola de San Pedro, el aspecto personal y el aspecto colectivo están
estrechamente entretejidos. Por la maduración de una vida espiri-
tual personal, comenzada en el bautismo, maduración y crecimiento
que procura la Palabra de Dios deseada y recibida (1, 23; 2, 2), los
fieles están en disposición de ser edificados como piedras vivas,
hasta formar el edificio espiritual de la Iglesia. Toda la edificación,
pues, se basa en la vida espiritual personal. Pero ésta es la de la
Iglesia,
es esencialmente corporativa. San Pedro la califica con
las palabras ispátuia cqtov. Se ha observado acertadamente
que el pasaje de
ix.
19, 6, tal como lo traducen los Setenta y tal
como San Pedro alude a él (y. 5) o lo cita (y. 9), emplea nombres
colectivos o corporativos «un sacerdocio (real)»
6 4
los fieles no son
sacerdotes cada uno de por sí, sino que son colectivamente un sacer-
docio real en la unidad orgánica de la Iglesia. La casa que forman
es un templo porque está hecha de seres consagrados, que ofrecen
durante toda su vida sacrificios espirituales. Y han sido consagra-
dos porque han sido llamados, de todas las naciones, para constituir
el nuevo pueblo de Dios, una raza escogida,. una nación santa, un
pueblo que Dios ha adquirido para sí, y ser así, todos juntos, en la
Iglesia, un sacerdocio real.
Los Setenta hablan de un reino sacerdotal : un reino, es decir,
una nación entera, y, en este caso, una nación bajo el reinado de
Dios. San Pedro habla de un sacerdocio real. ¿ Qué quiere decir con
ello exactamente? Las palabras, aquí como en todas partes, toman
su sentido del conjunto del pensamiento. Ahora bien, San Pedro nos
presenta una visión de la Iglesia como cuerpo sacerdotal
6 5
Esta
Iglesia enteramente (aunque orgánicamente) sacerdotal realiza aquí
abajo el Reino de Dios en ella misma, por la ofrenda de esos sacrifi-
cios espirituales, coextensivos a la vida de los fieles, en los que se
muestra precisamente como sacerdotal, y de los que hablaremos
63.
H0RT,
pp.
109-110 y 124-126; CERFAUX,
art. cit.;
B»ARE,
pp.
102
y
104.
64. El texto hebreo de Éx.
19, 6
es «Un reino de sacerdotes». Los LXX traducen como
si hubiera «un reino: de los sacerdotes» (cfr. Apoc.
1, 6),
con el sentido de una comu-
nidad sacerdotal.
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202
L MISTERIO DEL TEMPLO
pronto ; en el mundo entero, al dar testimonio ante él de la gran-
deza de Dios (2, 9) y ser, en el seno de la sociedad humana, fermen-
to de paz y de luz (2, 11-20) s
s
• Al ejercer esta doble actividad sacer-
dotal, de sacrificio o alabanza por una parte, de mediación y puri-
ficación para con el mundo, el cuerpo de los cristianos — o la Igle-
sia : no aparece la palabra, pero no se trata sino de ella — realiza
el reino de Dios y, mostrándose esencialmente sacerdotal, es también
enteramente real. «Servir a Dios es reinar», dice la liturgia. Estar
consagrado a Dios y realizar así su reinado, es ser rey. El sacerdo-
c i o d e l a I g l e s i a e s r e a l
~
Templo y sacrificios son «espirituales» (5) : un calificativo que
ya conocemos y al que deberemos dedicar nuestra atención para en-
tenderlo bien ". Jesús nos abre el camino cuando dice a la samarita-
n a : « Y a l l e g a l a h o r a y e s é s t a c u a n d o l o s v e r d a d e r o s a d o r a d o r e s
adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adora-
dores que el Padre busca.
Dios es espíritu,
y los que le adoran han
de adorarle en espíritu y en verdad» (Jn. 4, 23-24). Es espiritual lo
que corresponde a la naturaleza de Dios.
Nuestro culto o nuestro
templo podrán ser «espirituales», según un primer título, si consiste
fundamentalmente en el hombre mismo, pues el hombre ha sido
hecho a imagen de Dios. Así, situándose en la línea profética evoca-
da en páginas anteriores, San Pablo habla de circuncisión espiritual,
de servicio en espíritu, de hostias espirituales 6 9
. La idea de hostias
v i v a s d e p i e d r a s v i v a s d e t e m p l o v i v i e n t e e s t á m u y c e r c a d e e s t e
primer sentido 7 0 . El templo es espiritual y los sacrificios son espi-
rituales, en primer lugar, porque no consisten en ninguna otra cosa
66 .
S E L W Y N
(pp. 293 s.) comenta 2, 11-20 en forma muy interesante: Pone bien
en claro el vínculo que une este pasaje (en el que Pedro expone su visión de las relaciones
ntre la Iglesia y la sociedad profana), con el precedente (eclesiología enteramente sacerdotal).
Ya Israel debía ejercer una mediación sacerdotal ante el mundo y una función de
testimonio: Is. 61, 6; Tob. 13, 3 s.; cfr. Eclo. 36, 19.
67.
Nuestra interpretación está muy cerca de la de HORT (p. 126); solamente apli-
camos e interiorizamos algo más que él la condición real de los fieles. SELWYN (p. 166)
insiste en la línea de HORT: un sacerdocio al servicio de un rey. Cfr.
infra, pp.
265-267,
propósito del Apocalipsis.
68.
Ver
HORT,
o. cit., pp. 110 s., a quien debemos y del que utilizamos muchas
consideraciones esclarecedoras. La clasificación de los sentidos de la palabra
u}iaTt o
que da SELWYN (pp. 281-285) no es muy acertada y nos parece incluso discutible.
Ver igualmente los arts. de C. F. D. MouLE y de F. M. BRAUN, citados
supra.
9.
Rom. 2, 29; FIp. 3, 3; Rom. 1, 9; 12, 1 (Xortxrl)•
70.
Rom. 12, 1; I Pe. 2, 4-5 (cfr. Heb. 10, 20). Pero la idea implica además otros
aspectos: la acción del Espíritu (agua viva), el hecho de que Dios es el Dios vivo
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EPÍSTOLA DE PEDRO
03
que en el hombre mismo. Admitimos, y explicaremos más adelante,
que bajo las afirmaciones del Nuevo Testamento referentes al sacer-
docio y a los sacrificios espirituales de los fieles se encuentra, sub-
yacente, una referencia a la eucaristía y al culto sacramental de la
Iglesia . Pero los apóstoles han insistido, sobre todo, en la novedad
del cristianismo
con respecto al judai'srno;
han destacado especial-
mente que en estos sacrificios y en este sacerdocio no había única-
mente una substitución de los ritos mosaicos por otro rito más puro,
nuevo, pero del mismo tipo. La Pascua - lo hemos dicho ya - no
es una restauración, un mejoramiento de lo que ya existía antes
en el culto que ha surgido de ella, la misma celebración exterior está
refiriéndose a la ofrenda de la persona viva en su obediencia filial
a Dios (Heb. 10, 5-10).
De este sacrificio dice la misma epístola también (9, 14), que ha
sido ofrecido ((en el Espíritu eterno». Entiende por esto que el sa-
crificio de Jesucristo, tanto en su inspiración como en su resultado
- a saber, la aceptación divina, que se traduce en la resurrección
y que funda la eficacia de tal sacrificio para nuestra justificación:
Rom. 4, 24-25 - es un sacrificio divino, tal como sólo un Dios podía
realizarlo Es, por tanto, un sacrificio que responde perfectamente
a la naturaleza divina, y por ende, ((espiritual», mucho más decisi-
vo y rico que el precedente: es lo que corresponde a la naturaleza
de Dios porque es el fruto, en nosotros, de la virtud de Dios, y más
precisamente, de su Espíritu. Sólo el Espíritu de Dios escruta la
naturaleza de Dios (1 Cor. 3, 10 s.) y puede, elevándonos, asimi-
lándonos, hacernos ((espirituales». La utilización más frecuente y
más importante de las palabras «Espíritu, espiritual» lo es en este
segundo sentido. Es «espiritual» lo que en nosotros es fruto del
Espíritu, y por consiguiente también, lo que es «verdadero» y ya
no figurativo o provisional, pues el Espíritu es el don propio de los
últimos tiempos Todo el orden del culto posee así su verdad en
7 1.
Cfr.
Jalones, p. 155, n. 48.
SELWYN (o. cit.,
pp.
294-98), siguiendo a E.
LOHMEYER
(Theol. Rundschau, 1937,
p.
296), opina que nuestro texto de 1 Pe. encierra una refe-
rencia implícita a la Eucaristía. Así lo creemos nosotros
y
por las mismas razones que él:
ver
infra, pp.
207 s.
7 2.
Cfr. Rom. 1, 4;
1 Tiro. 3, 16
y
el comentario del P. SPICQ,
Ep. aux Hébr.,
r .
2,
pp.
258-259. En la ep. a los Hebreos, al orden celeste y divino del sacerdocio corres-
ponde el orden celeste y divino del sacrificio, explicado en los cap. 7, 8 y 9.
7 3.
«Morada de Dios en el Espíritu» (Ef. 2, 22); <(servimos (ofrecemos el eulto'B J)
en el espíritu de Dios» (FIp. 3, 3). Dentro de esta acepción entra todo el orden de la
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EPÍSTOLA DE PEDRO
05
bien espirituales
l anuncio
y
testimonio del
vangelio ",
a
mutua ayuda moral (Heb. 10, 20) -. Todo esto podrá parecernos
bien a ras de tierra; tal es, sin embargo, la doctrina apostólica, sin
que haya otras afirmaciones más sublimes, puesto que nuestra enu-
meración de los textos es exhaustiva. No hay motivo para extrañar-
se sino más bien para admirar la profundidad de esta doctrina
acerca de los sacrificios «espirituales», si, con Hort
y
reteniendo
cuanto Nygren ha dicho de válido sobre la
agape ,
se considera que
el dominio de tales sacrificios es coextensivo a la vida cristiana mis-
ma
y
que su cualidad de «espiritual» consiste en imitar, por la gra-
cia, la naturaleza
y
el comportamiento del mismo Dios.
c)
l
plan de Dios
se nos muestra, en toda su grandiosidad,
desde las precedentes afirmaciones sobre Cristo
y
sobre los fieles;
se anuda sobre la relación existente entre ambos términos. Como de-
cíamos al comenzar nuestro estudio sobre el testimonio apostólico,
los Apóstoles,
y
tras ellos los Padres, percibieron profundamente la
mutua implicación
y
referencia de Cristo
y
la humanidad. Citare-
mos únicamente dos testimonios de la tradición patrística: el pri-
mero procede de San Hilario,
y
el segundo, henchido de alusiones
bíblicas, es de San Cirilo de Alejandría
y
traduce admirablemente
la visión teológica de los Griegos
((Llama ciudad a la carne que Él ha asumido, porque de igual modo que
la multiplicidad
y
variedad de los habitantes forma una ciudad, el género
humano está de algún modo aunado a Él, gracias a la naturaleza del cuerpo
que tomó. Resulta, pues, que por nuestra reunión en Él, viene a ser Él una
ciudad, y que por nuestra participación en su carne, venimos a ser nosotros
sus habitantes)) .
(S
an
Juan) afirma que el Verbo ha habitado entre nosotros
y
nos ha
revelado con esto un sublime misterio. Pues todos nosotros estamos en Cristo
y la persona común de la humanidad revive al orientarse hacia Él. Pues ha
sido llamado Segundo Adán porque, por la comunidad de naturaleza ha col-
mado todo de bienaventuranza y de gloria en tanto que el primer Adán lo
por medio de uno solo, a fin de que constituido Hijo de Dios, poderoso se-
gún el Espíritu de Santidad (Rom. 1, 4), derivara a toda la humanidad esta
los
profetas, Sant. 1, 27. Si
la d onación generosa d e nuestros bienes es un sacrificio espi-
ritua l y forma pa rte del culto d el templo m esiánico, el apego al dinero es presentado por
S.
Pablo como una
idolatría:
Col. 3, 5; Ef. 5, 5.
Cfr. M at.
6, 24.
78. 1
Pe.
2, 9; FIp. 2, 17;
Rom.
1, 9; 16; II Tim. 4, 6.
79. Cornos, in Mat.,
c. 4. o. 12 (P. L. 9. 935),
a propóiito de Mt.
5, 14.
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206
L MISTERIO DEL TEMPLO
dignidad. De suerte que, por uno solo de entre nosotros, se cumpliera para
nosotros esta palabra "Yo dije: Sois dioses, todos vosotros sois hijos del Al-
tísimo")) (Sal. 82, 6; Jn. 10, 34). Así, en Cristo, el que es esclavo ha sido hecho
verdaderamente libre, al haber sido elevado a la unidad mística con Aquél que
tomó la forma de siervo (Flp. 2, 7)
y
con nosotros, por una imitación que se
esfuerza en asemejarse únicamente a Él, gracias al parentesco según la carne.
¿Por qué, si no, quiso asumir, en vez de la causa de los ángeles la de la des-
cendencia de Abraham, teniendo, por consiguiente, que hacerse en todo seme-
jante a sus hermanos (Heb. 2, 16 s.), hacerse verdadero hombre?... Ha habi-
tado entre nosotros el que es por naturalze Hijo de Dios
y
por eso exclamamos
nosotros en Él: « Abba, Padre (Rom. 8, 15). El Verbo habita entre nosotros
en este templo (único) que ha tomado por nosotros y de nosotros, a fin de
que, teniendo a todos los hombres en él, los reconcilie a todos en un solo
cuerpo con el Padre (Ef. 2, 16)
80.
Se habrán podido reconocer en ambos textos, especialmente en el
segundo, las categorías propias de la teología griega y el papel que
juega la idea de naturaleza para explicar la relación de
muchos
a
uno,
de la humanidad a Cristo. Al henchir Dios la humanidad de
Cristo como templo suyo
8 1
habita en todos los hombres como en
su santuario. Esta era ya la fórmula de San Juan en su prólogo
(1, 14 y 16). Y destacaba también San Juan la naturaleza peculiar
de esta inhabitación. Se trata de algo muy distinto a que el Verbo
estuviera simplemente
en
la humanidad, pues, desde siempre, esta-
ba en el mundo, pero el mundo no le reconoció (y. 10) ; la luz luce
en las tinieblas, pero las tinieblas no la abrazaron (y. 5). No es sufi-
ciente para que Dios habite verdaderamente que esté en nosotros;
es menester que esté con nosotros y nosotros con Ial. Esto es lo que
había sido anunciado desde el principio en la fórmula reiterada sin
cesar en toda la historia de Israel : Yo seré su Dios y él será mi
pueblo; Yo seré un Dios para él y él será ur pueblo para Mí. La
habitación importa una pertenencia mutua, una especie de unión.
Se nos pide acogerla
8 3
pero la iniciativa primera y decisiva procede
80.
S. CIRILO de Alejandría,
Comm. in Joan., 1,
4
(P. G. 73, 161
y
164).
81.
Aunque, evidentemente (¡y para S. Cirilo más que para ningún otro ) la unión
hipostática del Verbo con la naturaleza humana sea algo distinto
y
mucho más que la
inhabitación en ella como en su templo. Esta comparación, empleada a veces por Nes-
tono, se queda a medio camino, pero es notable que haya vuelto a ser empleada,
y
por
el mismo Cirilo.
82.
Literalmente, dados los recursos expresivos propios del hebreo: Yo seré Dios
de él,
y
él
será pueblo
de mí.
83. Cfr. Jn. 1, 11
y
toda la profundísima teología de las relaciones entre los signos
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EPÍSTOLA DE PEDRO
07
ciertamente de Dios. Por su parte, no se trata solamente de venir
al mundo o al hombre; ya está Él allí. Se trata de hacerse presente
de un modo nuevo, comunicándose de manera personal
y
viva. Su
inhabitación no es otra cosa que una comunión, una comunicación
de la condición de hijos: «mas a cuantos le rec ibieron dióles poder
de venir a ser hijos de Dios»
y.
12). Juan precisa en seguida de qué
fuente procede esta condición de hijo de Dios: «que no de la sangre,
ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios
son nacidos» (y.
13). La única fuente de nuestro ser filial es el ser
filial del Hijo único, lleno de gracia
y
de verdad, de cuya plenitud
todos hemos recibido (vv. 14
y
16). Así la inhabitación de Dios en
todos por medio de uno solo realiza un único templo de vida filial
-. de vida «con» Dios: Jn. 1, 1
-uyo único principio de edifica-
cion
y
de existencia es Aquél que ha venido a constituirse en su pie-
dra de ángulo.
De esta piedra viva
ue es el Hijo de Dios hecho carne, de San
Juan, el sumo sacerdote de la epístola a los Hebreos
y
de todas
las otras piedras vivas que se han agregado a la primera por la fe, se
construye un templo único, se constituye una celebración única de
obediencia
y
alabanza filiales, un único ejercicio de la
agape ,
cuyo
principio fundamental es Jesucristo, substancialmente uno con Dios.
La afirmación evangélica sobre Jesús reemplazando al Templo
y
la
afirmación apostólica sobre la comunidad de los fieles como verdade-
ro templo mesiánico están en perfecta continuidad una de la otrii.
Mejor aún: son, en el fondo, la misma afirmación, pues no pueden
separarse la una de la otra. El texto de San Pedro las sintetiza ad-
mirablemente. En estos términos de único templo filial, única alaban-
za
y
única vida filiales es con los que se expresaría mejor
y
más
sintéticamente lo que podría llamarse la causa final de la Iglesia
como tal
M
n una palabra, el fin de todo el designio de gracia
de Dios.
I
e la fe, según S. Juan:
n paso adelante
e la verdad hacia nosotros, correlativo a un
avance nuestro hacia la verdad.
84.
or emejanza
on el problema
nálogo que e plantea
cerca
e a ociedad
en sociología o en filosofía política,
abe preguntarse, en efecto, por el fin propio
e la
Iglesia en cuanto tal. Este fin no puede consistir sino en una operación, ya que la esencia
está
rdenada
na
peración.
l
roblema
e
l antea ntonces obre i
xiste
na
operación que no pueda ser llevada a cabo por un individuo, ni por una colectividad (mo-
nasterio,
arroquia,
iócesis),
ino u e
aya
e
er
eal izada
or a glesia
n
u
o-
ta l idad.
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208
L MISTERIO DEL TEMPLO
Es aquí igualmente -- es decir, en el corazón mismo de la nueva
economía donde se sitúa la eucaristía, cuyo lugar decisivo en el
templo mesiánico debemos destacar antes de concluir.
Jesús es el templo porque es El la perfecta inhabitación de Dios
en la humanidad; lo es, con más precisión, en el cuerpo de su Pas-
cua, muerto a cuanto es carnal - comprendido el orden mosaico de
culto y de la Presencia - y resucitado a una vida celeste y espiri-
tual. El culto de este templo nuevo es la misma Pascua, que es el
culto de una vida filial y en oblación, en el sentido de Heb. 10, 6-10
(= Sal. 40, 7-9).
Pero Cristo, con el cuerpo de su Pascua, está ya en el cielo, y
con él toda la substancia del nuevo culto. Sin embargo, en los mo-
mentos en que su cuerpo iba a ser entregado para ser conducido a la
muerte, Jesús lo entregó también, no a los enemigos, sino a los suyos.
Se lo entregó, precisamente, en su realidad pascual de vida filial en
oblación, pero bajo la forma de alimento, para ser comido y bebido.
Oh misterio de fe Este alimento, porque es vivo y espiritual,
transforma en su semejanza a todos aquellos que lo comen. Al comul-
gar en el pan partido, los fieles se convierten ellos mismos en
Cuerpo del Señor (1 Cor. 10, 16-17), forman con Jesús, su cabeza
celeste, un solo cuerpo en filial oblación de su vida, un solo cuerpo
pascual de muerte y resurrección. La eucaristía, cuerpo sacramen-
tal de Cristo, es así el medio por el que la Iglesia viene a ser, en
forma suprema, cuerpo de Cristo y templo de Dios según la nueva
Disposición.
Esta referencia eucarística del culto espiritual y de la construc-
ción del templo de la Iglesia no está explicitada en los textos de la
epístola a los Hebreos ni en los de la 1 epístola de San Pedro, pero está
Esta operación será la de conseguir a Dios (de entrar en comunión con El) de la única
manera con que puede ser alcanzado (con que se puede entrar en comunión con Él), a
saber, por y en su Hijo: sólo uno sube a los cielos... (Jo. 3, 13). El fin consistirá en ser
el cuerpo de Cristo al nivel de la operación: de amar a Dios en
y
con la caridad de
Cristo («caritas Dei
diffusa est
...
... Rom. 5, 5), de obedecer filialmente y de decir Amén
en y con la obediencia y el
Amén
de Cristo (II Cor. 1, 19-20; Ef.
5,
2; Heb. lO, 10).
En una palabra, de decir, en plenitud de verdad: ¡Padre
nuestro
Comp. con la idea agustiniana del verdadero sacrificio: la unidad de la stota redempta
civitas, hoc est congregatio societasque sanctorums, que es el «universale sacrificium (quod)
offeratur Deo per sacerdotem magnum qui etiam seipsum obtulit in passione pro nobis,
ut tanti capitis corpus essemus». «Hoc est sacrificium christianorum: multi unum corpus
in Christo.» De dv. Dei, X, 6
(cfr.
¡alones, p.
147).
Cfr.
infra (Apoc.), p.
254.
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EPÍSTOLA DE PEDRO
09
evocada de tal modo por todo el contenido del pensamiento, si no de
las palabras empleadas, que puede afirmarse, de acuerdo con exce-
lentes exegetas, que aflora en ellos «»• Si la existencia cristiana, en
su realidad a la vez teologal
y
moral, posee el valor de sacrificio es-
piritual
y
constituye el culto del verdadero templo, es porque está
enteramente fundada sobre el sacrificio filial consumado por Jesu-
cristo en su Pascua. El cristiano
y
toda la Iglesia no son sino un solo
sacrificio
y
un solo sacerdocio con Jesucristo, de igual modo que
con
nl
son un solo templo. El altar del que los cristianos se alimen-
tan (Heb. 13, 10; 1 Cor. 10, 16-21) es Jesucristo
y
precisamente
en
su Pascua; se alimentan bebiendo de un cáliz
y
compartiendo una
mesa (1 Cor. 10, 21) que no es sino la eucaristía, celebrada en la
Iglesia según la tradición apostólica (1 Cor.
1, 23-27). Sería un
error imperdonable imaginar el nuevo culto, el que se ofrece en el
templo espiritual (1 Pe. 2, 5), como puramente «moral». Repitámos-
lo: «espiritual», en el Nuevo Testamento, no se opone a visible o
corporal, sino a carnal, a lo puramente natural o humano. Una vez
más, el fin de la obra de Dios sobre la tierra es la corporeidad
:
Cristo
se «plenifica» en su Cuerpo, que es la Iglesia (Ef. 1, 23); el sacri-
ficio espiritual de los fieles, que es
ambién
l
e us
uerpos
(Rom. 12, 1), se consuma en la unión con la Pascua de Cristo por el
sacramento de su cuerpo.
Y
este mismo sacramento no puede cele-
brarse sino corporativamente, en «iglesia» (1 Cor.
1,
8), bajo la
presidencia activa de un ministro cualificado. Todas las asambleas
cristianas son asambleas
structuradas,
rgánicas :
odos
sisten
activamente, pero no en igual medida,
y
algunos tienen una función
en beneficio de los demás, bien en virtud de un don espiritual ocasio-
bien en virtud de una misión que implica indisolublemente una
carga
y
una gracia correspondiente a ella.
El cristianismo es, ciertamente, la realidad de lo que habían
anunciado los profetas de Israel, pero en condiciones cuyo alcance
es necesario precisar. La predicación profética es de una inspiración
profundamente personalista
y
moral. Aún recusando la oposición
radical establecida recientemente por los exegetas protestantes entre
profetas
y
sacerdocio, la línea profética se prestaría, en suma, a ser
interpretada en el sentido de Filón, para quien lo «espiritual»
se
85. Sobre la 1 Pe., cfr.
ant, nota 71. Sobre Heb., cfr.
WESTCOOT, Hebrews, 3.a cd.,
1903, pp. 440-44; C. Spic,
L'ép. aux Hébr., 1,
París, 1952, pp. 316-18.
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EPÍSTOLA DE PEDRO
11
lugares
8 8 •
Es muy cierto que desde los tres puntos de vista de la
fe, de los sacramentos (culto)
y
de la mutua ayuda fraterna, que
representan los tres grandes pilares de la vida «eclesial», la Iglesia
ha sido, desde sus orígenes (cfr. Act. 2, 42) toda ella activa a la vez
que ha estado jerárquicamente ordenada. ((Dios no es un Dios de
confusión, sino de paz» (1 Cor. 14, 33). De lo que podemos entrever
en el Nuevo Testamento acerca de la forma en que se celebraba la
eucaristía, puede suponerse que los pastores que predicaban la pa-
labra de Dios (Heb. 13, 7) eran también quienes partían el pan
8 9
De suerte que la Iglesia-casa de Dios» (Betel)
y
templo espiritual se
nos aparece como orgánicamente estructurada
y
servida por hom-
bres investidos de una autoridad
y
que son sacerdotes según un título
peculiar, funcional
y
jerárquico.
Es bien evidente que todas estas cosas han adquirido un des-
arrollo cada vez más preciso en la tradición de la Iglesia. Viendo
este desarrollo en su conjunto, puede decirse que la atención, atraída
en un principio por la novedad celeste
y
el aspecto escatológico de
las realidades espirituales cristianas, se han centrado después más
y
más sobre el organismo eclesiástico en sí mismo, sobre ese gran
sacramento de salud que es la Iglesia, cuyos aspectos esenciales ha
precisado cada vez mejor. La enseñanza de la teología
y
del Magis-
teno extraordinario
y
ordinario sobre la organización jerárquica de
la Iglesia
y
del sacerdocio, sobre la eucaristía
y
la parte que en ella
tienen los fieles, ha sido cada vez más nítida
o pertenece al pre-
sente estudio exponer
ex profeso
tales artículos de doctrina, pero
era necesario señalar su punto de inserción en el corazón de este tema
del templo espiritual, cuya revelación hemos ido siguiendo en los
textos del Nuevo Testamento. Si este templo es la Iglesia, esta Igle-
88.
Véanse las obras de P. BATIFFOL; los tratados de apologética De Ecciesia
(DIECKMANN,
D'HERBIGNY, etc.); J. LEBRETON, en el t. 1 de la Hist.
de l'Église,
de Flich-Martin; A. M-
DEB I EL L E, a r t .
Église,
en el
Suppl. au
Dict. de la Bible;
.
PICQ,
Les Építres pastorales,
París, 947 ,
p.
LIII
.; a bra
nglicana
postolic Ministry,
ondres, 946;
tc.
89. Cfr., p. ej., Act. 20, 7
y
II. Sobre estos presidentes, cfr. 1 Tes. 5, 2; 1 Tim. 5, 17.
90.
De ahí las expresiones de S. Pablo:
om.
5 ,
6;
lp. 2,
7 (cfr.
I Tim. 4, 6).
Y comp. e. II or.
,
8-20;
,
5 cotejado con Ef.
, .
91.
Los documentos
imanantes de
os
ltimos papas han
ido reunidos por Mons.
P.
EUILLOT en la
ermosa antología
Notre Sacerdoce, arís,
vols.,
954:
e a e
completar con la importante alocución de SS. Pío XII de 2 de noviembre de 1954
(Document.
cath., 1
14
0v.
95 41 , ol.
427-38).
Ver; además del cap. 4 de nuestros
Jalones,
nuestras
Remarques critiquies
sobre la tesis
del Rdo.
ong-Hasselmans, n Rey,
es Sciences relig.,
951 ,
p.
88-304.
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212
L MISTERIO DEL TEMPLO
sia es ciertamente lo que nuestra fe católica afirma que es ; si los
fieles ofrecen el sacrificio espiritual de toda su existencia cristiana,
esta oblación debe consumarse en la comunión de la de Jesucristo,
que es celebrada sacramentalmente en la Iglesia por un ministerio
sacerdotal jerárquico.
Finalmente, se comprenderá también por qué nuestras iglesias
materiales merecen ser llamadas templos. Ellas son, a la vez, el
lugar de reunión de la comunidad, que es el cuerpo «comunional»
de Cristo, y el lugar de celebración de la eucaristía, sacramento del
cuerpo de Cristo «hasta que 1l vuelva». Estas dos razones, en el
fondo, no son sino una: verdaderamente, no hay otro ((templo» en
los tiempos mesiánicos que el cuerpo de Jesucristo.
LAS DIMENSIONES DEL TEMPLO ESPIRITUAL
El estudio textual que acabamos de hacer ha podido dejar una
impresión de sublimidad, toda «espiritualidad», es decir, situada en las
regiones etéreas de la pura vida interior personal, una vida de la
que pocas almas hacen la experiencia. Esta impresión, no obstante,
sería engañosa.
El templo espiritual es corporal 3 7
concreto: es la Iglesia.
«Espiritual», en el sentido bíblico y cristiano de la palabra, no
se opone a corporal. Nada es más espiritual que el cuerpo de Jesu-
cristo, formado, precisamente, por el Espíritu Santo y María Virgen.
El Nuevo Testamento da el nombre de
cuerpo de Cristo,
ata, a
tres realidades que están mutuamente enlazadas : el cuerpo carnal,
nacido de María, que padeció, murió, resucitó y subió a los cielos »;
el cuerpo eucarístico y sacramental ; el cuerpo «comunional » o
«eclesial» del que los fieles son miembros ». No sin razón estas tres
92.
Jn. 2, 21; Col. 1. 22; 1 Pe. 2. 24; Heb. lO, 5, 10. Sin duda, también Col. 2, 17.
93.
Cfr. los relatos de la institución eucarística: Mt. 26, 26; Mc. 14, 22; Lc. 22, 19;
1 Cor. II, 24.
espués, 1 Cor. 10, 16; II, 29.
94.
1 Cor. 12, 13 s.; Rom. 12, 4 5.;
Col. 1, 18; 2, 19; 3, 15; El. 2, 16;
4, 4,
16;
5, 23.
El encadenamiento de estas tres realidades a las que la Escritura da igualmente (y en
mutua relación) el nombre de
cuerpo, es todo el secreto de la idea sacramental católica,
restituida en forma tan destacable por el P. H.
DE LUBAC,
en su
Corpus mysticum. L'eucha-
ristie et I'Église au Moven Age "Théo1ogie,
3), París, 1944: 2. cd., 1951.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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LAS DIMENSIONES DEL TEMPLO ESPIRITUAL 13
realidades reciben el mismo nombre de cuerpo de Cristo : están
vinculadas, en efecto, la una a la otra; la primera toma la forma
de la segunda para poder existir en la tercera. No hay más que un
templo espiritual, el cuerpo de Cristo, pero este cuerpo, ya glorifi-
cado, existe sobre la tierra en la Iglesia, que es el templo espiritual
y la casa de Dios.
No ha habido, quizá, confusión más perniciosa que la existente
en el pensamiento protestante y en la filosofía desde Descartes,
entre espiritual e invisible,
confusión cuyos primeros indicios se
encuentran ya en gran número en Lutero. El cuerpo de Cristo que
es la Iglesia es a la vez espiritual y visible, sublime y concreto.
Se le puede señalar con el dedo y seguir su marcha a través de la
historia. Y cuanto más afirma la Iglesia su visibilidad, es decir, su
existencia histórica como cuerpo original, libre con respecto a las rea-
lidades de este mundo, tanto mejor realiza su espiritualidad, es de-
cir, su vida propia según la gracia del Espíritu Santo . El templo
de Dios está plenamente henchido de los dones del Espíritu Santo,
bien prometido de los tiempos mesiánicos mas este templo es un
cuerpo, el cuerpo de Cristo, «en quien habita corporalmente ( xatotxi
otó ) toda la plenitud de la divinidad» (Col. 2, 9). La pleni-
tud divina del templo mesiánico es corporal al mismo tiempo que
espiritual. Su régimen de existencia es un régimen de presencia
real, no sólo en el plano de lo espiritual-invisible, sino también en
el de las expresiones y medios corporales.
Por ello, el culto que se celebra en ese templo es, a la vez, espi-
ritual y corporal. Los sacrificios espirituales que San Pablo quiere
que se ofrezcan son los de nuestros cuerpos (Rom. 12, 1) ; los salmos,
himnos y
cánticos, que se cantan con la boca, son «espirituales»
(Col. 3, 16; Ef. 5, 19). Por ello también, en el templo espiritual de
los tiempos mesiánicos se encuentra una liturgia, que es a la vez
plenitud, presencia, realidad plenamente sensible y plenamente es-
piritual. E. Peterson, O. Cullmann, F. M. Braun y algún otro
95.
Este punto ha sido puesto de relieve muy acertadamente por Ch.
JOURNET,
L'ÉgIise
da Verbe incarné. II Sa Structure interne ct son unité cathot. que,
París, 1952.
pp.
44
s.,
47, 303, 961 s.
96.
La vinculación entre el don del Espíritu
y
el cuerpo de Cristo, inmolado s'
resucitado, como nuevo templo espiritual, está subyacente en los grandes textos de S. Juan
(7, 37-39: 19, 30, 34: 2, 19-22). estudiados por el P. F. M. BRAUN en los excelentes
artículos ctados
supra.
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216
L MISTERIO DEL TEMPLO
otro objetivo que la edificación de esta mansión espiritual en la que
todas las almas miembros de la familia real y sacerdotal, puedan
ofrecer hostias espirituales agradables al Altísimo por Jesucristo»
°.
No hay por qué sorprenderse de que se dé como sentido profundo
o fin último del mundo la realización del templo espiritual (sobre-
natural, por lo tanto), cuyo medio supremo es la Encarnación, pues
no se trata aquí de un fin propio
y
especificador sino del fin último.
Y fin último no hay otro que el que hemos dicho. «Igual que la vo-
luntad de Dios es un acto
y
se llama el mundo, así su intención es
la salvación de los hombres
y
se llama la Iglesia», escribe Clemente
de Alejandría
b04
A este nivel de las finalidades últimas preordenadas por Dios, la
historia del mundo es la historia misma de la realización de ese de-
signio divino de habitar en la criatura de una manera perfecta.
Véase la conclusión de nuestro estudio.
Estamos, desde la Pascua del Señor, en la última etapa de esta
realización, después de la cual sólo resta esperar una consumación.
Estamos bajo el régimen de la nueva
y
definitiva alianza, de la que
el mismo Hijo de Dios es el Mediador; no puede haber un don supe-
rior al que así se nos ha hecho (cfr. Heb. 1, 1-4). Pero sí que puede
haber un florecimiento más total de tales dones; la causa o el medio
de la Inhabitación perfecta está en Jesucristo, pero los efectos o fru-
tos de esta causa no han alcanzado todavía todo su desarrollo. Vere-
mos en el siguiente capítulo cuáles son los que aún se nos anuncian
y
que esperamos.
Por lo demás, en el interior de cada etapa específica tiene lugar
todo un proceso de desarrollo. En esta etapa última, en particular,
que denominamos tiempos mesiánicos, corresponde una duración de
tiempo que el Padre ha dispuesto (Act. 1, 7),
y
que tiene, además,
sentido de duración determinada. No es ningún espacio vacío, una
especie de paréntesis en el que nada ocurre. Es el tiempo que ha sido
dispuesto para que crezca misteriosamente la obra de Dios
y
para
que, mediante una edificación, cuyo trazado exacto
y
verdaderas
103.
D. VANDEUR,
La sainte Messe et les écrits de lo Servante de Dieu Mére Marie
de Jésus,
p.
33 (citado por P.
D A B I N ,
Le sacerdoce royo ,
p.
487).
Compárese con el
siguiente texto del cardenal
M E R C J E R : (ELe but de la Rédemption c'est de faire descendre
la vie divine sur la terre, de former ici á Dieu une demeure ois ji se trouve chez lui,
un peuple qui soit 5 lui et dans l'intimité duquel II puisse vivre.
a
(Lettre sur l'Unité
atholique, mayo
1922:
en
lrénikon-coll.,
1927,
p.
29).
104.
Pedagogo, 1, 6
(citado por
H. DE LuBAc,
Catolicismo, p.
41 .
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218
L MISTERIO DEL TEMPLO
fesar: Jesús es el Señor (1 Cor. 12, 3) - la pureza del Evangelio
1O»•
¡ Ah ¡Cómo un Esteban, un Pablo, un Atanasio, un Domingo
de Guzmán o un Tomás de Aquino han glorificado así a Dios y han
edificado el templo espiritual con oro puro De manera unánime,
los Padres hacen consistir la virginidad de la Iglesia en la pureza
inviolada de su fe
1 9 V
Esta idea responde a la gran preocupación de
los Apóstoles y del mismo Señor por el templo mesiánico, que es la
comunidad de los fieles. Jesús había añadido además, en forma que
no tenía precedente en el Antiguo Testamento: «Cuidad que nadie
os engañe... porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas»
Y, dentro del mismo contexto escatológico, tipificado y anticipado
en la ruina de Jerusalén, San Pedro enseña a los Tesalonicenses
((Que nadie en modo alguno os engañe porque antes ha de venir la apos-
tasía
y
ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición,
que se opone y se alza contra
todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta
sentarse
en el templo (naos) de Dios
y
proclamarse dios a sí mismo)) (Tes. 2,
3-4; año 51).
El
naos
de que aquí se trata puede designar tres cosas diferentes
a )
el Templo de Jerusalén que iba a durar todavía una veintena de
años. En este caso, San Pablo, que parecía compartir en ese mo-
mento el sentimiento de una próxima consumación escatológica, ha-
bría recogido, dentro de un encuadramiento cristiano, un tema es-
catológico judío. Esta interpretación es la de algunos Padres del
siglo n y ni y la de muchos autores modernos
b)
Un templo
pagano en el que aquél que se había de atribuir el nombre (la con-
dición) de Dios (sin artículo) haría erigir su estatua y ser adorado
como dios. Podría pensarse en el culto imperial. Dobschütz (p. 275)
108.
Cfr. el introito de la Misa de doctores (,
,
In medio Ecclesiae aperuit os eius et
implevit eum Dominus
... ) o su
epístola (II Tim. 4, 1-8), etc.
09.
Idea bíblica, ya sea en el A. T., en donde la infidelidad con respecto a Yavé
es llamada prostitución (Ex. 16; 23; etc.), ya sea en el N. T. (II Cor. 11, 2-4; Apoc. 2,
14; 14, 4; 17). - Idea patrística
y
tradicional: textos innumerables, que se encon-
trarán,
p.
ej., en W. BAUER,
Rechtgliiubigkeit und Ketztrei im ¿iltesten Christentum, Tu-
inga, 1934,
pp.
3, 4; C. PLUMPE,
Mater Ecciesia...,
Washington, 1943 (cfr.
pp.
25,
7, 60, n. 50); Al. MOLLEE,
Ecciesia Maria...,
Friburgo, 1951,
passim; ver resumen en
p. 207). Para S. Agustín en particular, cfr. R. HESBERT, S. Augustin et la virginité de
a /oi,
en
Augustinus Magister,
París, 1954, t. 2,
pp.
645-55.
10. Mt. 7, 15;
24, 4
s., 11, 24; Me. 13, 22.
Iii. E.
y. DO BSC HiJTZ
(Die Tllessalonischer-Briefe, en el Krit-exeg. Komm. de Meyer,
otinga, 1909,
p.
276), cita a S. Ireneo, S. Hipólito, Orígenes,
y
después a Grotius,
Clericus, de Wette, Wieseler, Baur, Dóllinger, Luthardt, Lünemann, Bornemann, Schmiedel.
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LAS DIMENSIONES DEL TEMPLO ESPIRITUAL
19
cita a Schrader en favor de una interpretación de este tipo, pero se-
ñala que tal interpretación está excluida por el origen tan marca-
damente judío del tema.
c )
El
n a o s
es la Iglesia cristiana, como en
tantos otros pasajes
h12•
En tal caso, pensaría San Pablo en las here-
jías, como lo entendieron generalmente los Padres a partir del si-
glo
iv
y la mayor parte de los autores modernos
`
La polémica
protestante del siglo xvi inauguró una variante dentro de esta inter-
pretación : en el Anticristo no ve a las herejías sino al Papa de Roma,
que se asienta en el templo de Dios y quiere, en la práctica, ser teni-
do por Dios
114•
Con el nombre de Hombre de iniquidad
1 1 5
de hijo de perdición
(hebraísmo), de adversario ( 6 ávtsti'.<oç ), San Pablo designa, a lo
que parece, a un ser individual
1 1 6
que usurpará el lugar de Dios y se
alzará contra toda religión. Es evidente que tal ser escatológico
constituirá una amenaza general, incluso para la Iglesia
y dentro de
la Iglesia.
Jesús (Mt. 24, 12; Mc. 13, 22; Lc. 18, 8), San Juan
(1 Jn. 4, 1 s. ; Apoc. 13, 11, 17; cfr. 16, 13; 19, 20; 20, 10 y la
112. 1 Cor. 3, 16; II Cor. 6, 16; o bien
oikos:
Heb. 3, 6; 1 Tim, 3, 15; 1 Pe. 2,
5; 4, 17.
11. Von DOBSCHiJTZ (p. 276) cita en tal sentido a S. Jerónimo, Teodoreto, Oikumenos,
Teofilacto, Calvino
y
la mayor parte de los modernos hasta Thiersch, Hügenfeld, Bahnsen.
114.
El tema del papa-anticristo es bastante anterior a Lutero: ¿No está acaso esbo-
zado ya - con evocación de II Tes. 2, 3-4 - por Tendulfo de Orleans en el concilio de Saint-
Basles del 991? (cfr. P. L., 139, 314;
MAN5I,
19, 132 C). Benzo de Alba aplicaba el califi-
cativo de anticristo a Gregorio VII (Mon. Germ. Hist. Script, t, II, p. 659) y S. Pedro
Damián al antipapa Cadalo
(Ep. III, 6: P. L. 144, 293 s.); todas las herejías antieclesiás-
ticas de los siglos xii y xiii hicieron uso de tal apelativo. Cfr. H.
PREUSS,
Die Vorstellun gen
vom Antcchrist im spdteren Miltelalter, be¡ Luther und inder konfesionelle Polemik,
Leipzig,
1906. En Lutero, la idea del papa anticristo tiene un valor teológico técnico: siendo
Cristo el de la justificación por la sola fe (contenido del Evangelio), aquél que sostiene
y concentra con todo su poder una teología de las obras, es, por esencia, el anti-Cristo.
Se encontrará la aplicación de II Tes. 2, 3 s. al papa en Lutero, en
Ad libr. Catherini...
Responsio, 1521 «Weimar, 7, 742);
Comm. in Gal.
1, 2 (1531
y
1535) ( W.
40/1,
69);
Wider
Hect Worst
(1541); etc. En Calvino,
Építre á Sadolet,
Ed. Je sers, p.
7 ; lnst. christ.
(1559-60): IV, 2, 12; etc. Todavía, en épocas modernas,
p.
ej., en Chr. WORD5WORTH,
obispo anglicano de Lincoln
(Miscellanies Literary and Religious, Londres, t. 1, 1879,
pp. 405 s.) o en la reciente exposición doctrinal del Sínodo (luterano) de Missouri, citada
por G. T.
TAVARD,
A la rencontre du Protestantisme, París, 1954,
p.
48.
115.
Ya sea 6 cZvOpoto Ts,r dvoiía; (el hombre que se opone a la ley y a la volun-
tad de Dios), lectura seguida generalmente (Biblia de Jerusalén), ya sea 6 M.
t
átapt(aç
(el hombre de pecado), lectura también muy atestiguada, que sigue
MERCK,
por ejem-
plo. - Es sabido que S. Pablo mismo no habla del anticristo, palabra del vocabulario
joánico: 1 In. 2, 18, 22; 4, 3; II In. 7.
116.
Interpretación sostenida en la Introducción de B J y fundada en B.
RIGAUX,
L'Ante'christ et l'opposition au Royaume messianique dans PA. et le N. T., Gembloux y
París, 1932,
pp.
270 s. El texto de II Tes. 2, 3 s. es estudiada en detalle en
pp.
250 a 317.
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220 L MISTERIO DEL TEMPLO
nota 106 del presente capítulo), y el mismo San Pablo
¡bid. y
cfr. 1 Tim. 4, 1; II Tim. 3, 1-5), dan a entender suficientemente
que la seducción de los falsos profetas y del Hombre adversario
afectará a los fieles. Sin duda, es menester aceptar que las hazañas
del Adversario, su seducción, sus eventuales éxitos se habrán de
producir en la misma Iglesia.
Hemos mostrado ya cómo en el seno
de ésta y por su parte, prevé San Pablo una lucha por la pureza de
la fe, que es también una lucha por la pureza del Templo de Dios
(naos).
San Juan, para quien la función del falso profeta es la de
servir y establecer el reinado de la Bestia y cuyo Apocalipsis escribió
para sostener a las Iglesias en su lucha por conservar la Palabra de
Dios sin renegar de Su Nombre (3, 8), proclama estas palabras del
Señor: «Al vencedor yo le haré columna en el templo de mi Dios,
y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de
Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén,
la que desciende del cielo de mi Dios, y
mi nombre nuevo»
No creemos, sin embargo, que la intención de San Pablo sea la
de sugerir que el mal estaría dentro de la Iglesia, que existiría
dentro del templo mismo, y que su suprema victoria hubiere de
consistir en introducirse dentro del
«naos»,
es decir, dentro de la
Iglesia de Dios. Ciertamente, la palabra naos
que aquí aparece,
corresponde generalmente en San Pablo a la Iglesia. Pero, tal como
aparece aquí evoca el vocabulario y los temas clásicos de la escato-
logía o del estilo apocalíptico
118;
no evoca, en cambio, el conjunto
ideológico del templo-Iglesia. Se trata, como en el caso de la «abo-
minación de la desolación» en el discurso escatológico de Nuestro
117.
Apoc. 3, 12. Ver
infra, p.
231, el sentido de este magnífico texto. Ser columna es
ser una piedra escogida, una piedra de especial resistencia, en el templo espiritual que
es la Iglesia: cfr. Gál. 2, 9. La Iglesia misma, en su totalidad, en tanto guarda la pureza
de la fe, que es su virginidad de Esposa (supra, p. 218) es «columna
y
sostén de la ver-
d a d »
1
Tim. 3, 15).
118. Dan. 9, 27 (cfr. nota B J); II, 31; 12, II, textos relativos a Antíoco Epifanes,
que había consagrado el Templo de Jerusalén a Zeus Olímpico (1 Mac. 1, 54; II Mac. 6, 2):
el hecho había pasado a ser ((típico)) de toda actividad hostil al verdadero culto, dimanante
de un poder político. De ahí los términos utilizados por Jesús (ver nota sig.). Véase
B. RIGAUX,
o. cit.,
y
Thcol. W,irt. z. N. T.,
t. 1,
p.
599, 5;
p.
600, 28 s.; t. 2, p. 655,
II a.; t. 3,
p.
245, 10-18.
El valor «típicos del papel y el destino de Antioco Epifanes se repite en el fin de
Herodes Agripa: Act. 12, 8 (cotejar con II Mac. 9, 5, 28). - Recuérdese también que
Manasés había introducido el ídolo de Astarté en el Templo (II Re. 21, 7) y que, en el
año 38 de nuestra era, Calígula había pretendido hacer adorar su imagen (RIGAVX,
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•
AS DIMENSIONES DEL TEMPLO ESPIRITUAL
21
Señor
1 1 9
de un término ya utilizado precedentemente, de un motivo
cuyo origen se remonta a los profetas, o quizá más lejos aún .
No es necesario, pues, siguiendo materialmente el empleo paulino
habitual de la
palabra «naos», atribuirle aquí el sentido propiamente
eclesiológico que suele tener: no tiene otro sentido que el que le
proviene del tema apocalíptico y escatológico a que pertenece. Se
trata de un poder (probablemente personal) hostil a Dios, que in-
tenta destronarle de la fe y de la adoración de los hombres. Se trata
siempre, por lo tanto, de la pureza del templo espiritual, consagrado
al único Señor verdadero, al Dios vivo.
Las dimensiones del templo espiritual en extensión y profundidad.
Una de las paradojas del templo, así como de la Iglesia, es que
ambos son a la vez visibles e invisibles. San Agustín ha expresado
este hecho, atestiguado por numerosos pasajes bíblicos
1 2 1
cuando
escribe con palabra sugestiva: «Muchos parecen estar dentro, cuan-
do en realidad están fuera, mientras que otros parecen estar fuera,
pero en realidad están dentro» . Nuestro pensamiento corre el
riesgo de equivocarse al querer determinar las dimensiones reales,
conocidas únicamente por Dios, del templo, cuya cantera es toda
la humanidad, desde sus ignotos principios hasta sus confines, y
según su profundidad, que es la del hombre, hecho a imagen de
Dios, que nos es igualmente desconocida. Sólo el Señor conoce a
los suyos y hasta qué grado lo son (II Tim. 2, 19). Así pues, muchos
son invisiblemente el templo.
119. Mt. 24, 15 «Cuando viereis, pues, la abominac.ón de la desolación predicha por
el profeta Daniel en el lugar santo (el que leyere entienda)» (Me. 13, 14). Le. (21, 20)
habla claramente de los ejércitos (romanos) que asediarán la ciudad.
120. Oráculo de Isaías contra el rey de Babilonia (Is. 14, 13 s.), de Ezequkl contra
el rey de Tiro (28, 2). Más lejos aún, el antiguo tema mitológico del enemigo de Dios que
pp.
275-292; 0.
MICHEL,
art. •w3c en el
Theol. Wórt. z. N. T.,
t. 4, p. 891. El
P. RIGAUX
no es partidario de esta influencia
mítica
(p.
262).
121 Cfr., p. ej., Mt. 8, II (Lc. 13, 29); 11, 22-24; 21, 43; Act. 17, 27; II Tim. 2, 19;
obsérvese la insistencia de Jesús en mostrar cómo el «bueno» no es siempre el sacerdote
o el hombre de reconocida piedad, sino que a veces (a menudo) lo es el samaritano, e1
hospedero, etc.: Le. lO, 33; 17, 16; Mt. 7, 21-23; 8, lO (Le. 7, 9); 15, 28; 1 Jn. 2, 19; etc.
122. Fórmulas semejantes aparecen frecuentemente en la obra del gran doctor:
Sermo
354, 2, 2 (P. L. 39, 1564);
De Cii'. Dei 1,
35 (41-46);
Enarr. in Ps.
25, 2 (36, 189);
106, 1 4 (37, 1428);
De Bapt.
4, 2-4 (43, 155-56);
In Ev. Joan. tr. 27. II (35. 1621);
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224
L MISTERIO DEL TEMPLO
arrolla la idea de una extensión cósmica de la salvación adquirida
por la cruz, el descenso a los infiernos, la resurrección y la ascen-
sión a los cielos de Jesucristo. Y esto, porque, de una parte, el uni-
verso entero ha sido afectado por la falta del hombre, que lo ha
hecho discordante, hostil y poco fecundo, y lo ha sido también por
el retorno del hombre a la gracia, que es el presupuesto y principio
de su propio retorno a la armonía y a la fecundidad
129;
de otra parte,
porque Cristo muerto y resucitado ha ido apareciendo cada vez más
ante los ojos de Pablo como el principio de una nueva creación, como
un nuevo punto de partida del mundo, primeramente del mundo
moral humano (Rom. 4, 25; etc.), y seguidamente del universo en-
tero (8, 19-22). En las epístolas de la cautividad, enfrentado ante las
especulaciones sobre las potestades celestes y los elementos del
mundo, San Pablo desarrolla su convicción, que ya tenía anterior
mente, de que el Señor Jesucristo, que transformará nuestro cuerpo
de miseria para conformarlo a su cuerpo de gloria, tiene también
el poder de someter a todo el universo
(tó dvtx):
FIp. 3, 21. El
poder y la primacía de Cristo se extienden idénticamente sobre la
creación cósmica y sobre la nueva creación, sobre el Universo y sobre
la Iglesia : tal es, antes de la teología de la epístola a los hebreos
(1, 1, 4)
y
de la de San Juan (Jn. 1, 1-14), la teología de Col. 1, 15-
20; 2,9 vEf. 1, 10-23; 4, 10 (comp. con FIp. 2, 10 y ya en ICor. 3,
22; 8, 6; Rom. 11, 36). No podemos estudiar y comentar aquí todos
estos textos ; nos remitimos al texto y notas de la Biblia de Jeru-
salén (P. Benolt) para cada uno de tales pasajes. Hay alguno que
no se refiere de manera expresa o inmediata al tema del templo
mesiánico, pero todos lo hacen implícitamente, porque ese templo es
la Iglesia, cuerpo de Cristo. De ellos aprendemos que la soberanía
de Cristo como principio de la nueva creación espiritual, se aplica
igualmente al Universo, al que debe incluir en su obra de salvación y
transfiguración. En cierto modo, lo transformará también en templo
de Dios : no por cierto, en un templo puramente c6smico, sino en
una pertenencia - y por tanto, una dimensión - del templo espi-
ritual. San Gregorio de Nisa y, con él, la tradición griega, ha gusta-
129. Para el A. T., cfr. A. HULSBOSCH,
L'attente du salut d'aprs PA. T.,
en
Irénikon,
27
1954) ,
Pp.
4-20. Para
el
N. T.. cfr.
Rom.
8, 19-22; Apoc. 5, 13; 21, 1
y
M . G O G U E L ,
Le caractre et le r e de l'élément cosmologique dans la soteriologie paulinienne, en Ret'.
Hist. et Kilos. relig.,
15 (1935),
pp.
335-359.
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LAS DIMENSIONES DEL TEMPLO ESPIRITUAL
25
do disertar sobre este misterio '°, pero también la liturgia latina lo
conoce
y
lo celebra, particularmente en el anuncio de la Navidad:
«Dios, queriendo consagrar el mundo por su misericordioso adve-
nimiento ... )).
Así es como ha sido escuchado el anhelo de liberación con que
gime toda la creación. Pero es una liberación a la manera como las
obra Dios
y
las entiende la Biblia, a la manera como Israel fue
u -
berado de Egipto: liberado
para
servir a Dios, no a los ídolos ni
tampoco a los hombres. Israel no fue liberado de Egipto sino
para
venir a ser una nación sacerdotal, un pueblo de la Presencia
y
del
servicio de Dios en su santa morada
131
Así pues, el fuerte acento cósmico de San Pablo no constituye
una especie de evolucionismo optimista universal: es un sentido
cósmico
histórico,
relativo a una visión histórica de la economía del
pecado
y
de la gracia,
y
espiritual, vinculado a la obra del Espíritu
Santo, que es la de asemejamos a Dios
y
que se ejerce en las almas,
hechas a imagen de Dios. Por todo ello, después de haber subrayado
las dimensiones misteriosas, infinitamente amplias, del templo es-
piritual,
y
después la realidad de sus dimensiones cósmicas, nos falta
ahora señalar sus dimensiones en profundidad
y
afirmar que única-
mente se realiza en plenitud de verdad en los santos. El templo de
Dios es santo
y
ese templo sois vosotros, dice San Pablo a los co-
rintios (1 Cor. 3, 17).
Ciertamente,
Ttor
ignifica aquí «sagrado, consagrado»,
y
si
lo traducimos por «santo», caemos bajo la crítica formulada in foco
por la Biblia de Jerusalén. Podemos hacerlo, no obstante, si, por
encima de este versículo, que aplica al templo espiritual la mística
de pureza
y
de consagración vigente en el antiguo Templo '°, pen-
samos sobre todo
en
la realidad del nuevo templo, que es «santo en
el Señor» (Ef. 2, 21). «La santidad, que para el antiguo santuario
130.
Cfr.,
p.
ej., S.
GREGORIO
ot
NISA, Oratio in diem nata/em Xii. (P. G. 46, 1128-29);
trad.
n .
OUYER,
e ens de la
ie monastique, urnhout-París, 950,
p.
3-64;
H. URS VOfl BALTHASAR, Liturgie cosmique. axime le Confesseur Théologie.
I),
a -
1947;
nfra,
s,
cfr. onclusión.
131.
Los textos en dicho sentido abundan:
er,
p.
ej., Lev. 26, 1-13,
el tema ((del
pueblo
ue Dios ha adquirido»
(ex.
5,
6;
s.
3,
1
11,
IJ;
al .
4 , ; f. , 4 ;
Tit. 2, 14; 1 Pe. 2, 9). Citamos sólo este pasaje del cántico de Moisés:
(En tu msenicordia,
tú acaudillas al pueblo que redimiste;
por tu poderío lo condujiste a u santa morada)>
(Éx. 5, 3).
132.
Cfr. e. , sacerdocio anto),
nación anta),
a labras
el
ocabular io
cu l tu a l
udío.
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LAS DIMENSIONES DEL TEMPLO ESPIRITUAL
27
designios de Dios. Estos designios han llegado a su término, que es
la comunicación de su vida íntima
y
de su santidad por parte de Dios.
La razón de todo ello es la que da San Juan
y
explica su exegeta:
la venida de Jesucristo, el hecho de que el Verbo se haya hecho carne
y haya habitado entre nosotros. En Jesucristo se nos ha dado la más
perfecta comunión, la comunicación más profunda
y
más santa que
se nos podía haber dado. Por su Encarnación
y
su Pascua en medio
de lo que O. Cullmann llama la línea del tiempo, la realidad del fin
se ha insertado en la historia de los hombres como el mejor medio
para conseguirla. Cristo, que es la Omega de todo, se ha constituido
en nuestra Alfa, instituyendo sus Apóstoles, su Iglesia
y
los sa-
cramentos, precisamente para unir el Alfa
y
la Omega, su venida
y
su Pascua solitaria a nuestra Pascua con Él
1 3 6
e este modo, la
Iglesia es profundamente santa, interiormente santa. Sus sacramen-
proporcionan una realidad de santidad; en ella, los medios son
homogéneos al fin, porque Jesucristo es el principio de lo uno
y
de
lo otro. El Espíritu Santo no está presente
y
no es dado únicamente
como fuerza, sino como Realidad santa. Está presente
y
se da Él
mismo, Él habita en las almas santas
y
en la Iglesia. La santidad
no es mera consagración a una obra de Dios, sino íntima comunión
y
conformidad con ÉL
Así pues, el templo espiritual se realiza sobre todo en los santos.
Todo cristiano merece el nombre de «santo»
y
el título de templo.
Pero las almas puras
las que aman verdaderamente según
Dios
1 3 8
son más especialmente ese templo. Tanto en Oriente como
en Occidente, la idea de que los santos son más particularmente el
templo de Dios ha hallado su expresión en la costumbre, elevada
después a regla canónica, de no dedicar un altar al culto eucarístico,
de no consagrar, por tanto, una iglesia, sin haber introducido antes
reliquias de los santos
`
norma cuyo sentido comenta Nicolás Ca-
basilas como sigue:
136. Ver Jalones para una teología del laicado,
PP.
88 s., 124 s., 185 s., 399-402.
137. Ver, por ejemplo, los textos de la liturgia romana en la fiesta de Sta. Cecilia,
del 22 de noviembre.
138. Cfr. In. 14,
23; 1 In. 4, 16.
139. El texto que lo prescribe es común, en efecto, a Oriente y a Occidente: can. 7
del VII concilio ecuménico
(MAN5I,
13, 751). Para Occidente, cfr. C.I.C., can. 1198, § 4,
y S. GREGORIO,
Epist., VI,
49 (P. L. 77, 834
y
la n.). Ver los arts.
Autel,
en DTC, t. 1,
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228
L M I STE R IO D E L T E M P L O
((El obispo sirve de modelo al altar, no sólo porque es su artesa-
o, sino también porque es el templo de Dios. únicamente la natu-
raleza humana entre todos los seres visibles puede ser verdaderamen-
te un altar y todo lo que está hecho por mano de hombre no hace
sino reproducir esta imagen y este tipo...
»Después de haberse interrogado qué es lo que podría recibir
más dignamente los santos óleos, el obispo ha estimado que nada
era más indicado que los huesos de los mártires: los unge, los de-
posita en el cuerpo de la mesa y así perfecciona el altar. En efecto,
nada está en correlación más estrecha con el Cristo eucarístico que
los mártires... Por lo demás, el verdadero templo, el altar auténtico
o son estas reliquias : el edificio no es más que una imitación. Con-
enía, por tanto, agregar esos huesos al edificio, perfeccionar a éste
on ellos, como la Antigua Ley ha sido perfeccionada por la
uevaD
4O
E L A P O C A L IP S IS . E r, T E M P L O E S C A T O L Ó G IC O
141
El Apocalipsis, para hablar del templo, emplea las palabras
axnYn
y vao, con exclusión de otras denominaciones utilizadas en
el Nuevo Testamento Y lo describe con términos e imágenes que
se refieren al Templo de Jerusalén. Si se acepta la seductora hipó-
tesis propuesta por el P. Boismard, aquél estaba todavía en pie en
el momento en que Juan se expresaba de tal manera, pues esas des-
cripciones se encuentran todas en los pasajes que pertenecen al ((Tex-
to II», redactado bajo el imperio de Nerón
140.
La
je en Jésus-Christ,
rad.
.
ROUSSALEUX,
A m a y , in fecha,
pp.
4 2
y
47.
(Hay trad. esp., Patmos.)
141. Además de los comentarios (en particular el de E. B.
ALLO,
4.'
cd., arís, 933),
cfr. H.
WENSCHKSWITZ,
Die Spiritaalisicrung...,
rey. cit.,
pp.
213
s.; O. MICHEL, art.
a
en
th. W5rt. z. N. T., t. 4,
Pp.
892
s.; F. M.
BRAUN,
In Spiritu et veritate,
en
Reo. thom.,
52
1952),
pp.
91
.;
.
OMBLIN,
La liturgie de la ouvdlle Jérusalem Apoc. XI,
¡
XXII,
),
en
Ephem. heol.
ovan., 29 (1953),
p.
5-40.
142.
N u n c a
»pív
II, 2 ofrece una equivalencia), nunca oxo
E s mpleado
6oç,
pero no en
l sentido e «lugar santo>,. n cambio
varíaparece
uince veces:
,
2;
7,
5;
I,
,
,
9;
4, 5,
7; 5
,
, dos
eces);
6,
,
7;
1 , 2 dos eces).
La palabra
s
parece res
eces
13,
; 5,
; 1 , )
,
n
orma erbal ,
uatro
veces
(7,
5,
en donde el sentido es ((extender una
ienda»;
2, 2; 3,
;
1 ,
).
143.
De los textos citados en la nota precedente, únicamente pertenecerían al ((texto 1»,
redactado
ás tarde, bajo Vespasiano o Domieiano,
,
5
y
21, 22.
Ver E. M.
BOISMARD, sL'Apocalypse»
00:
((les Apocalypses» de St. lean, en
Reo. b,bl.,
56 (1949), 07-546, e Introd. a la edición en fascículos de la Biblia
e Jerusalén.
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EL APOCALIPSIS
29
Pero el Apocalipsis habla de dos templos, uno celeste y
otro
terrestre. Durante toda una serie de visiones, hay un templo en el
cielo en el que algo ocurre, mientras dura todavía la historia terrena
y
existe incluso un templo sobre la tierra, en el que también ocu-
rren' otras cosas. En un momento dado, se nos anuncia el fin de
la historia; Juan ve producirse el juicio de las Naciones (20, 11-15)
y
la aparición después de un nuevo cielo
y de una nueva tierra
(21, 1); la Jerusalén nueva desciende del cielo (21, 2)
y
queda
m s -
taurada entonces una situación nueva por lo que respecta al templo
o a la inhabitación de Dios: hay ciertamente una ciudad, Jerusalén,
«pero templo no vi en ella, pues el Señor, Dios Todopoderoso, con
el Cordero, era su templo» (21, 22).
Así pues, a través de una distribución
literaria
en dos textos
yuxtapuestos, más bien que refundidos, algo así como un texto ga-
licano
y
otro romano fueron yuxtapuestos en e1 ritual de las ordena-
ciones, encontramos en el texto, tal
y
como se ofrece a la meditación
de los fieles, una división
real,
que corresponde a dos momentos de
la historia de la inhabitación de Dios en medio de los hombres. Nues-
tro estudio se distribuirá también según esos dos momentos.
A)
resencia o Templo de Dios durante la historia terrena.
1.0
o que ocurre sobre la tierra.
-
l Apocalipsis nos presenta
una visión de la historia terrena enteramente dominada por la rea-
lidad celeste,
y
también la imagen de una Iglesia, instalada todavía
sobre la tierra, enteramente determinada por la virtud de Aquél
que está en el cielo
y
a quien se designa finalmente como su esposo.
Y puesto que Cristo, por su victoria, ha ido a ocupar su lugar en
el trono junto a su Padre, los fieles son a la vez reyes que reinan
con Cristo
y
sacerdotes que se allegan con Él hasta la Presencia
de Dios
a Iglesia del Apocalipsis es una comunidad de reyes
y
de sacerdotes, es decir, de fieles que participan en la dignidad
y
actividad de Cristo como rey
y
como sacerdote
1 4 5 •
En tanto reyes,
están asociados al Reino de Dios
y
a sus luchas en la historia,
y
lo
estarán en su Reino escatológico (cfr. infra). En tanto sacerdotes,
participan en el culto de acción de gracias
y
en la alabanza que los
144. Ch.
WESTCOTT, Ep. to the Hebrcws,
p.
215; Heb. 8,
fundamenta Apoc. 3, 21.
145.
Apoc.
, 6;
,
0 (cfr. e. 2, 9);
0, 6 (reinado de
os mil años).
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EL APOCALIPSIS
31
y dos meses. Pero lo que aquí nos interesa es la representación de
la Iglesia bajo la imagen de Jerusalén, mejor dicho, de ese espacio
sagrado que los Evangelios denominan
hieron
y que comprende la
explanada del Templo con sus atrios. Dentro de este espacio, Juan
discierne dos zonas, una exterior y otra interior. La exterior (
aX
iwO ), es como abandonada a los gentiles, que la hollarán, así
como a la ciudad santa, durante esos tres años y medio que son el
tiempo típico de la persecución
1 4 8 •
En esta Jerusalén, «donde su
Señor fue crucificado» (11, 8), es donde la Bestia quitará la vida a
los dos testigos fieles, es decir, en ese espacio sagrado abandonado
a los paganos para que lo pisoteen
`
La otra zona es una zona pre-
servada : está representada por el Templo de Dios, el altar y los ado-
radores que en él se encuentran, es decir, los verdaderos fieles, los
que hubieren vencido a las seducciones, amenazas y violencias del
Dragón y de sus ministros. De estos vencedores habla muy a menu-
do el Apocalipsis, y en términos tales que producen un gran deseo
de serlo En particular, formula la siguiente promesa, que ya
hemos citado anteriormente : ((Al vencedor yo le haré columna en
el templo de mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él
escribiré el nombre de Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, de
la nueva Jerusalén, de la que desciende del cielo de mi Dios, y mi
nombre nuevo» (3, 12). La promesa alude a la retribución final y
a la pertenencia a esta Jerusalén de lo alto, de la que hablaremos
más adelante. Pero hay una continuidad entre la de la tierra, la
Iglesia y la de lo alto; además, si el vencedor ha de ser una colum-
na en el Templo de Dios, ha de serlo en la Iglesia, pues en la Jerusa-
lén celeste no hay templo alguno.
Retengamos, pues, de nuestro texto (11, 1), estas dos cosas:
148.
La naturaleza del «hollar con sus pies» no es exactamente la misma que en
Le. 21, 24, en donde aparece como algo providencial y beneficioso: los Gentiles adoran,
ocupando ci lugar de los Judíos que h.
.n rechazado a Cristo. En Apoc., bollan los atrios,
no para venir a ado:ar, sino para pisotear
y
destruir el culto del verdadero Dios.
149.
Nos parece que, dadas las circunstancias, «allí también donde el Señor fue cruci-
ficado» no designa el lugar
geográfico
de Jerusalén, sino el lugar espiritual abandonado
a la oposición perseguidora que ve en los dos testigos a Pedro
y
Pablo, martirizados en
Roma bajo Nerón (sus cadáveres.., en la plaza de la Gran Ciudad, que espiritualmente
se llama Sodoma y Egipto,,: 8a. Juan entrevera con la designación directa de Jerusalén
(y. 8b), que significa la parte de la Iglesia (del Templo) que se ha permitido pisotear a
los paganos (y. 2), una designación simbólica de la Roma geográfica.
150.
Cfr. 2, 7, 11, 17 y esp. 26; 3, 5
y
esp. 12 y 21; 21, II; y especialmente 15, 2;
21, 7. Hemos subrayado los pasajes más interesantes desde el punto de vista de nuestro tema.
Cfr. 14, 1-5, desde el punto de la Sabiduría, Sab. 10, 12-14.
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232
l. MISTERIO DEL TEMPLO
primeramente, que el templo de Dios es la Iglesia, como en los
demás escritos apostólicos,
y
que está constituido por los fieles mis-
mos, en su fidelidad
y
unidad
»'.
Seguidamente, que en medio de
un espacio, de suyo sagrado, pero profanado
y
pisoteado por los
paganos, es preservado un templo de Dios, hecho de verdaderos
fieles
os puros, a los que más adelante verá Juan (14, 1-5) acom-
pañar al cordero por dondequiera que va. Por haber guardado «los
preceptos de Dios
y
la fe de Jesús» (14, 12), por haber rehusado
adorar a la Bestia, es decir, servir al Anti-Reino (20, 4), no sólo han
sido asociados a la realeza de Cristo, sino que han recibido el privi-
legiode acompañarle por donde quiera que va
(14,
4). Igual que en
los profetas, la Presencia de Dios está vinculada a su Reinado,
y
la intimidad con W en su templo, a la fidelidad a sus mandamientos
(comparar con Jn.
14,
23).
2.°
emplo
y
liturgia del cielo.
ientras se desarrolla en
la tierra la lucha entre el Reino
y
el Anti-Reino, existe entre tanto
un templo en el cielo. Juan lo designa tan pronto con la expresión
de
52
on la precisión a veces de «el
naos
del cielo
omo
con la palabra
as dos palabras significan la misma reali-
dad
y
podrían traducirse por la expresión empleada en 15, 5: «el
templo de la tienda del testimonio»
'».
Juan ve el templo del cielo conforme al tipo del Templo de Jeru-
salén: distingue en él, incluso, el arca de la alianza que aparecerá
uando el Reino de Dios esté próximo a ser restablecido
155;
ve tam-
bién un altar, que es a la vez el altar de los holocaustos
y
el de los
perfumes, pero principalmente este útlimo
1 5 6 •
Bajo el altar divisa
1 ; 5 1 .
sto
parece
uy
laro en 3, 2; stá
mplícito
n
I,
fr.
nfra
.
43,
nota 189,
y
249-52.
52. 7 ,
5 ;
I,
9
en
l
ielo);
4 ,
7 (el ue está
n el
ielo);
5 ,
(en l
ielo),
6 ,
;
6, ,
7 .
153. 13, ; 5 , (el
emplo de la
ienda del
estimonio); fr. 1,
.
154. Así lo hace J. OMBLIN,
art. cit.,
p.
1, nota 41, quien señala también
(pp.
20-21)
el equivalente de ambos en 21, 3.
155.
II,
9, quizá
n dependencia de la leyenda,
ecogida en II Mac.
,
-8 ,
egún
la cual Jeremías había ocultado el tabernáculo, el arca
y
el altar de los perfumes en una
gruta del Monte Nebo, cuando la captura de Jerusalén en 586; Dios pondría nuevamente
al descubierto tales objetos sagrados cuando reuniera a su pueblo
y
le hiciera misericordia.
156. La mayor parte de los exegetas distinguen en el altar de que habla el Apocal?psis.
un
ltar de los holocaustos
un altar
e los perfumes (del
ncienso), ero no siempre
están de acuerdo
n la atribución,
omo lo muestra el adjunto cuadro sinóptico, confec-
cionado sobre los comentarios de BoussEr (1896), SWFTE
(1909) , CHARLES
(1920).
ALLO
(1921)
y
el est. cit. de WENscnKEwiTz.
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234
L MISTERIO DEI. TEMPLO
muy pronto veremos qué papel desempeñan esos mártires, y con ellos
el altar por encima del éual asciende su oración como un perfume
(8, 3)'
5 7
.
Si Juan ve el templo celeste como el de Jerusalén, no es tanto
porque imagine el santuario a imagen de lo que había visto en la
tierra en Jerusalén, sino precisamente porque el Templo, sucesor
del tabernáculo mosaico, había sido construido según el prototipo
celeste que le fue mostrado a Moisés en la montaña
1 5 8
Ysi el
Apocalipsis habla a menudo de ((tienda del testimonio», al mismo
tiempo y con el mismo sentido que habla de templo, es, según cree-
mos, para recordar el éxodo y expresar así la continuidad del de-
signio divino de Dios y del misterio de su inhabitación, desde el
éxodo y la Jerusalén terrena, pasando por la Iglesia, hasta el cielo
159;
es también, porque los oráculos de Dios habían sido dados en la
tienda de reunión, y ahora, los juicios de Dios son pronunciados des-
de su templo celeste. Una vez más, éste asume la Presencia reali-
zada por Dios en la vida histórica de su pueblo y su condición itine-
rante. Por esta razón, volveremos a encontrar en la consumación
final los motivos que hemos ido encontrando a lo largo de nuestro
estudio, siguiendo el hilo de la Historia santa : ((Ellos serán su
pueblo y el mismo Dios será con ellos» (21, 3), ((Seré su Dios, y él
será mi hijo» (21, 7, con referencia a la profecía de Natán,
II Sam. 7, 14).
de animales según el ritual mosaico, sino mlamente la oblación de ese sacrificio espiritual
que es el hombre mismo, es normal que sólo haya un altar de los perfumes, desde el que
la alabanza, la acción de gracias y la oración de los santos suba como humareda de incienso
O
z
viene de
f ió ü
, que significa humear, elevarse el humo): 8, 3; 5, 8; 6, 9; cfr.
Sal. 141, 2. Es notable que ya la apocalíptica judía no viera en el cielo más que un solo
ltar. Algunos rabinos sostenían, incluso, que después de la restauración mesiánica cesa-
rían los sacrificios expiatorios y que sólo permanecería el sacrificio de alabanza (cfr. BoN
s I R V E N J.c yodaisrne palestinien ata tem,ss de 1.-C..
París. 1935, t. 1. p. 456). Desde el
punto de vista cristiano, esto era una necesidad. Cfr.
Jalones,
p.
97.
157.
En cuanto a la posición bajo el altar (de los holocaustos, se precisa), algunos
la explican por la razón de que el alma está en la sangre y que la sangre se derrama bajo
el altar (SWETE, etc. : cfr. ALLO, p. 103). Más vale, con CHARLES (p. 229) y ALLO, pensas
en la creencia judía de que las almas justas se hallan bajo el trono de Dios. Así es
posible también (con J. JEREMIA5,
Golgotha. -
rey. cit., pp. 97 s.) compaginar la imagen
con aquella otra creencia de que la roca del Templo constituía el punto más elevado
del mundo, en el que se entraba en contacto, no sólo con el mundo celeste, sino también
con el mundo subterráneo de las almas.
158.
Ex. 25, 40. Cfr. ALL0, o. cit.,
p.
74 ; STRA CE-BILLERBECK, t . 3 ,
pp.
702 s. y
SCHLIER, art.
t
f l L a
, en
Theol. Wart. z. N. T.,
t. 2,
p.
33.
159.
Cfr. 15, 3: los que han triunfado sobre la Bestia cantan el cántico de Moisés y
el del Cordero.
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EL APOCALIPSIS
35
¿Quién es el oficiante en el templo celeste? En ningún lugar
llama el Apocalipsis a Cristo sacerdote o sumo sacerdote, como lo
hacía la epístola a los Hebreos. Aparece, sin embargo, como sacerdote,
revestido con una larga vestidura ceñida por cinturón de oro: así,
el que nos ha hecho reyes y sacerdotes, es también ill sacerdote y
rey '. Pero la imagen bajo la que aparece Cristo preferentemente
en el Apocalipsis es la del Cordero (se le llama así veintinueve veces).
Este término le designa bajo el aspecto de víctima, más de víctima
viviente de nuevo (5, 6 ; cfr. 1, 18) : es, pues, el Cristo Pascual, el
que decía : ((Destruid este templo, y en tres días lo levantaré», y
el que se presentaba a sí mismo como la piedra rechazada por los
constructores, pero preciosa ante Dios y que había venido a ser la
piedra angular... El Cordero del Apocalipsis no es, pues, únicamen-
te el cordero pascual en tanto cordero
inmolado
1 6 1
. Ya tanto como
cordero pascual inmolado, aparece como vencedor, pues por su san-
gre son discernidos los fieles de los infieles y son salvos de las
plagas que Dios envía sobre la tierra. Pero puede admitirse que,
bien debido al doble sentido de la palabra aramea que corresponde
a dp'ito'., bien incluso por referencia a algunas aplicaciones gloriosas
de la palabra Cordero en los textos apocalípticos judíos, la expre-
sión se prestaba por sí misma para significar la soberanía de Cristo,
que domina a la Historia y al Mundo
`
Es un hecho, que en el
Apocalipsis el Cordero es el nombre de Cristo como asociado a Dios
en el ejercicio de su soberanía y en la glorificación de los elegidos.
El cielo, o trono del Cordero, es un palacio al mismo tiempo que
un templo
1 6 3
Se celebra en él una liturgia en la que desempeñan
su papel los ángeles
1 6 4
al mismo tiempo que los elegidos y los mis-
160. Cfr.
BiAUN,
art, cit.,
p. 494, y Reo. thom. 52 (1952),
p.
258.
La larga vestidura
era el indumento del sumo sacerdote: Éx. 28, 4;
29, 5; Zac.
3,
4 ,
y
cfr. H.
RIESENFEL»,
Jésus transfiguré,
pp.
115 s.
El ceñidor de oro, una insignia real: cfr. la
fíbula de oro
de 1 Mac. lO, 89; 11, 58. -
Cristo nos ha hecho reyes y sacerdotes: Apoc. 5, lO; 1, 6.
161.
Nótese cómo, una vez más el hecho típico del éxodo se encuentra «recapitulado».
162. Ver
WENSCHKEWITZ,
est. cit.,
pp.
214-15,
con referencia a
SP1TTA
para la apo-
calíptica judía y a C. F.
BURNAY
para los dos sentidos de la palabra arameo correspon-
diente a cipvtov : cordero e hijo o siervo (de
Dios),
n el Apoc. «Cordero» designa,
en efecto, al Siervo doliente, en cuanto que, resucitado
y
victorioso, reina para siempre
con Dios.
163. Cfr. 4; 7, 9 ».
I, 16 s.; etc.
164.
Cfr.
PETER5ON,
citado en ant, flota
97;
cotejar con J.
DANIfLOU, Les Anges et
leur mission,
Chévetogne,
1952,
y,
sobre la idea de la vida monástica como vida angélica,
con
J.
LECLERCQ,
La eje parfaite. Points de vue sur l'essence de l'état religicux,
Turnhout-
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236
L MISTERIO DEL TEMPLO
teriosos veinticuatro ancianos. De esta liturgia celeste se nos dan
frecuentes atisbos
1 6 5
Es una liturgia de alabanza
y
de oración, sin
otro sacrificio que el sacrificio de los labios
166
J
omblin ha demos-
trado de manera bastante convincente, no sólo que la liturgia que
se celebra en el cielo mientras se desarolla todavía la historia terre-
na (7, 9 s.) es la misma que la de la eternidad (cap. 21
y
22), sino
también que esta liturgia está concebida según el modelo de la li-
turgia de las grandes peregrinaciones a Jerusalén
y
de la fiesta de
los Tabernáculos. Así pues la imagen que se nos da de la Iglesia
celeste es la de una gran concentración de peregrinos ante el Templo
de Jerusalén, en la presencia de Dios, quienes, palmas en mano,
aclamarían con voz vibrante el poder real
y
salvador de Dios: «Sa-
lud a nuestro Dios, al que está sentado en el trono,
y
al Cordero))
(7, 9-12).
3.°
elaciones entre el templo celeste
y
la historia terrena de
la Iglesia
y
del Mundo.
no de los puntos más notables del
Apocalipsis es la relación que establece entre lo que ocurre en la
tierra
y
lo que ocurre en el cielo. En la epístola a los Hebreos, igual-
mente, la liturgia cristiana, a la vez terrena
y
celeste, es la de una
gran asamblea
7 r a v n
Tupir), en la que somos asociados a los ángeles,
de una gozosa fiesta en torno al Dios vivo (cfr. 12, 22
y
C. Spicq,
in loco).
Por una parte, cuanto ocurre en el cielo determina los grandes
acontecimientos de la historia terrena del pueblo de Dios: del tem-
plo celeste es de donde parten los decretos que ordenan la ejecución
de los juicios de Dios
1 6 T •
Juan ve salir a los siete ángeles con las
siete plagas
del templo
celeste, en donde han recibido las copas de
oro, llenas de la cólera del Dios que vive por los siglos de los siglos
París, 1948; L. BOUYER,
Le sens de la eje monastique,
¡bid. 1951
;
A. LAMY,
Bios Angelitos,
en
Dieu vit'ant,
u.° 7,
p. 61-77 (1946).
165.
Cfr. os ap.
;
, .;
4 , .;
9 ,
.
166. Cfr. RNSCHKEWITZ,
est. cit.,
.
217. Sobre el
acrificio de alabanza, cfr.
al. 4,
14.23;
s. 4 , ;
s.
7 ,
9 ; eb. 3, 5, tc.,
supra,
.
10.
l
emplo
esiánico-
escatológico de los profetas era un lugar de acción de gracias, no de expiación: cfr. Jer. 33,
11; Ez. 20, 40
5.;
37, 27 s. Comp. con Is. 51, 3, citada por Sto. Tomás (ver sig. nota 232).
Que n el cielo no pueda
aber más que sacrificio de alabanza, puede explicarse dentro
de la grandiosa perspectiva del texto de S. Agustín que citamos más adelante
(p.
259),
diciendo con
FLORO
de Lyon que se da precisamente el «sacrificio de alabanza» cuando
«nulla nostra merita agnoscimus, sed solum Dei
ratiam cnllaudamus»
(Oposc. de actione
inissae.
. 3: .
.
19,
8 C).
167.
fr.
s.
6 ,
.
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EI
APOCALIPSIS
39
«21
1 Vi
un
cielo nuevo
y
una tierra nueva
(Is. 65, 17), porque el primer
cielo
y
la primera tierra habían desaparecido;
y
el mar no existía ya. 2 Y vi
la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios,
ataviada como una esposa que se engalana para su esposo. 3 Oí una voz grande,
que del trono decía: He aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres,
y
erigirá su tabernáculo entre ellos,
y
ellos serán su pueblo,
y
el mismo Dios
será con ellos,
4
y
enjugará las lágrimas de sus ojos
(Is. 25, 8),
y
la muerte
no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya
pasado.
9
Vino uno de los siete ángeles,
ue tenían las siete copas,
lenas
e las
siete últimas p lagas,
y
habló conmigo
y
me dijo: Ven
y
te mostraré la novia,
la esposa del Cordero. 10
Me llevó en espíritu a un monte grande
y
alto
(Ez. 40,
2),
y
me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo,
de parte de Dios, que tenía la
gloria de Dios.
11 Su brillo era semejante a la
piedra más preciosa... (sigue la descripción de la ciudad, con sus doce puertas,
cada una de las cuales tiene inscrito el nombre de una de las doce tribus de
Israel [y.
12], del muro, con sus doce hiladas, cada una de las cuales lleva
el nombre de uno de los Apóstoles del Cordero
[y.
13]; la altura, la longitud
y
la anchura de la ciudad son iguales
[y.
16]).
22 PERO TEMPLO NO VI EN ELLA, PUES EL SEÑOR, DIOS TODO-
PODEROSO, CON EL CORDERO, ERA SU TEMPLO. 23 La ciudad no
había menester de sol ni de luna que la iluminasen, por la gloria de Dios la
iluminaba
y
su lumbrera era el Cordero. 24
A su luz caminarán las naciones
(Is. 0,
3),
y
los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria... 27 En ella no
entrará cosa impura ni quien corneta abom inación
y
mentira, sino los que están
escritos en el libro de la vida del Cordero.
22
1 Y me mostró un río de agua de vida, clara corno el cristal, que salía
del trono de Dios
y
del Cordero...))
21, - 4
ás
2,
-5 ás
1, -8 .
osotros
ceptaríamos
e uen rado
sta istribu-
csón, pero no estamos de acuerdo con el P.
B0I5SIARD
en
u
interpretación,
que hace de
la sección 21,
-22,
5 una descripción
de la Jerusalén mesiánica,
de la Iglesia, por tanto,
en su estadio terrestre
tinerante, con exclusión de la Jerusalén celeste,
escrita en 22,
-8
(cfr. art.
it.,
pp.
524 s.
y
J. Comp. con la interpretación de R. H.
CHARLES).
No ne-
gamos el hecho de que algunos rasgos de la sección 21, 9-22,
5 no se refieren sino a la
Iglesia terrestre, pero: .0 Los destacados por
l P. B. o son todos tan claros
y
pueden
recibir una explicación distinta
(i2I
0
xige que la tierra exista
odavía?
1, 4-26 pue-
de ser entendido escatológicamente). 2.
0
Con
SwF.TE,
y
obre todo con el P.
ALLO,
puede
notarse que la Iglesia en su fase terrestre
y
la Iglesia en la eternidad son fundamentalmente
idénticas (cfr.
a
dea joánica de
a vida eterna): l conjunto de los
ap.
1
2
es-
la nueva creac.ón, «le nouvel ñon dans le temps
r dans l'érernité» (A .Lo,
p.
39),
pero muy particularmente
l régimen escatológico,
ncluyendo,
o obstante, algunos carac-
teres de la condición presente, o quizá del Reinado de los mil años (pero no queremos en-
trar
quí en
a nterpretación
e
ste
isterioso
ato).
.°
lgunos rasgos cuando
e -
nos, n
a ección
1. -22,
5 ,
ertenecen
a
erusalén
eleste:
1,
O, 2 cfr.
nfra,
nota 223); 2,
a, a,
.
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EL APOCALIPSIS
4 1
Por un lado, la ciudad-esposa, por el otro, la ciuda-prostituta. La
ciudad prostituta, que es también la ciudad perseguidora, Babilo-
a
ia, está constituida por los adoradores de la Bestia, que blasfema
del nombre de Dios, de su tabernáculo
y
de los que moran en el
cielo (13, 6).
a ciudad-esposa está constituida por aquellos que
el Cordero ha reunido sobre el Monte Sión
uan reitera aquí un
tema tradicional de la esperanza mesiánica
-, las almas de fe
inmaculada (14, 4-5), que están siempre con el Cordero
y
con Dios,
y
le sirven noche
y
día (siempre) en su templo
sí se encuentran
reunidos, al término de la Revelación, los temas que habían animado
la predicación profética, los de la Esposa, de la Ciudad, del Reina-
do
y
del Perseguidor, del Templo, finalmente...
Juan ve a la ciudad-esposa descender del cielo. Reitera también,
una vez más, un tema, si no del Antiguo Testamento, sí de la li-
teratura apocalíptica judía, pero de manera tan nueva
os per-
cataremos bien pronto de ello ue apenas hay paralelismo o apro-
piación. No impide esto citar «lugares paralelos» sacados de la lite-
ratura apocalíptica judía
h 1 8 •
Pero la intención de éstos es muy dife-
rente, específicamente paleotestamentaria
y
judía: se trata en ellos
de una ciudad material
y
de un templo de piedra, aunque hayan de
ser piedras preciosas
1 1 9 •
En el Apocalipsis, el juego de imágenes
exteriores no es sino la expresión de una realidad espiritual:
la
ciudad se identifica con la Iglesia, es decir, con la comunidad de
los fieles, cuyos fundamentos son los Apóstoles '. Además, la
c m -
dad-esposa está constituida por los hombres fieles, con exclusión de
los impuros (cfr. 21, 8, 27; 22, 15)
;
el tema de la pureza de la
ciudad-templo-Iglesia es asumido igualmente en el Apocalipsis-,
y
en
el mismo sentido enteramente que hemos visto tenía para San
Pablo
Además de estas reiteraciones de datos más o menos tradiciona-
les, notemos en esta Jerusalén nueva del Apocalipsis el cumplimiento
de los temas mayores del Antiguo
y
Nuevo Testamento. Todo
176. Cfr. I
Re. 9 , 0-31; of. ,
2-13;
bd.
7 ; I.
,
.
177.
14, 4;
,
5
que alude a
s. 4, -6).
178.
Ver los comentarios sobre Gál. 4, 26; Heb.
2,
22;
Apoc. 3,
2; 21, 2 s., lO 5.;
p.
j.,
LLO,
p.
35-36;
TRACK-BILLERBECK, .
,
p.
73.
179.
Cfr.
STRACK-BILLERBECK,
.
, p. 573 y, respecto al templo, p. 852. A menudo,
con itación del Sal.
22, 3.
180.
Como en Ef. 2, 20:
ueva aproximación entre ambos escritos.
181.
Cotéjense también Apoc.
1,
-8
y
Cor.
, ;
5 , 0;
ál.
, 1.
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EL APOCALIPSIS
43
de Abraham, según San Pablo (Gál. 3, 16): se realiza en uno solo
y en muchos a la vez. Hay un solo heredero, un solo realizador de
la promesa hecha a David, como un solo heredero, un solo realizador
de la promesa hecha a Abraham, pero los fieles están comprendidos
dentro de
El,
tanto en una como en otra. El templo de Dios es esta
única Persona filial y real que es Jesucristo, y nosotros en
El y
con
El
188
En realidad, es todo el sentido evangélico y apostólico del tem-
plo el que ha sido asumido en el Apocalipsia. Su sentido evangé-
lico se manifiesta en esto : Cristo (inmolado y resucitado) es el ver-
dadero templo ; su sentido apostólico, en esto : la comunidad de
los fieles es el verdadero templo. Ya hemos visto cómo el texto sin-
tetizador de
1 Petri
aunaba ambas afirmaciones. El Apocalipsis, con
su modulación y armónicos propios, repite el mismo canto. Cristo
es, en San Juan, el Cordero inmolado y victorioso, de cuyo costado
mana, como del nuevo Templo, el agua de la vida, es decir, el Espí-
ritu, don propio de la nueva y definitiva alianza: cfr. 21, 6; 22,
1-2
y
17 (2, 7; 7, 17), comparados con Jn. 4, 10 s. ; 7, 37-39; 19, 34
(cfr. supra
pp.
95 s.
y 167 orig.). La comunidad de los fieles, repre
sentada en la tierra como militante y en el cielo como una asamblea
litúrgica en el término gozoso de su peregrinación, es la inhabita-
ción de Dios; hemos encontrado muchas veces esta idea
`
cuya
expresión más deslumbrante es la que nos ofrece este capítulo 21,
en sus versículos del 2 al S. Juan ve descender del cielo la ciudad-
esposa, la nueva Jerusalén, y la voz (¿de un ángel?) que le explica
lo que ocurre, lo hace en estos significativos términos : «He aquí la
morada de Dios entre los hombres.» Sin embargo, igual que en la
1 Pe. y Ef.
la Iglesia no es templo sino por Jesucristo; los fieles
no son vencedores, reyes y sacerdotes sino por Aquél, que, antes que
ellos, se ha entregado, ha vencido
y
reina
190;
no son puros y fuertes
sino por su sangre
1 9 1 V
Como veremos en seguida, la Iglesia entera
188.
Es notable que el texto de II Sam. 7, 14, que aquí se aplica al fiel, sirve en
Heb. 1, 5 para mostrar la filiación divina de Crsto, y es citado en II Cor. 6, 18 como
prueba de que «somos el templo del Dios vivo».
189.
Cfr.
supra,
PP. 232, 233, 236. En 19, 8, el lino de resplandeciente blancura con
que se atavía la Esposa del Cordero son «las buenas acciones de los fieles; cfr. 7, 9, 14:
la vestdura de la Esposa está hecha con las de los mártires y fieles.
190.
Cfr. 1, 6; 5, 10 (reyes y sacerdotes); 2, 27-28; 3, 31; 17, 14; 22, 5.
191.
Cfr. 12, 11 y 7, 14-15: «lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre
del Cordero. Por eso están delante del trono do Dios, y le sirven día
y
noche en su
templo.
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244 L MISTERIO DEL TEMPLO
vive una Pascua (muerte
y
resurrección, rechazo
y
gloria) en con-
tinuidad
y
mediante la Pascua del Cordero degollado
y
vencedor
(1, 18; 2, 8; 5, 6). Se trata, bajo otro aspecto, de lo mismo exacta-
mente que hemos oído de los labios de Nuestro Señor o hemos leído
en Pedro, expresado por la imagen de la piedra rechazada, converti-
da después en la piedra central, la primera célula del nuevo templo
de Dios.
Finalmente, el Apocalipsis asume
y
expresa el cumplimiento del
aspecto cósmico del misterio del templo. Cristo, al igual que en las
epístolas de la cautividad, aparece como el principio de una nueva
creación
1 9 2 •
La perspectiva final es la de una nueva creación (21,
1, 5; 22, 1-2), cuyo principio es la realeza de Dios (cfr. 21, 5), de
la que participa el Cordero, que está sentado en el mismo trono (22,
1; 3, 21). Mientras que la Iglesia ha vivido en condiciones de lucha
y
dolor, introducidas por la Antigua Serpiente
y
por el pecado
193,
ahora, Dios va a enjugar toda lágrima hará resplandecer en la
nueva Jerusalén el fulgor de su propia gloria`
El hecho de que
el término
loria, esté íntimamente vinculado al tema de la
Presencia o de la Inhabitación de Dios ', nos permite ya sospechar
que la restauración cósmica escatológica, que corresponde a la
palin-
genesia
de M. 19, 28, o a la apocatástasis
de Act. 3, 21, es fruto,
no sólo del perfecto Reino de Dios, sino también de su Presencia per-
fecta, si es que la distinción entre ambas cosas tiene algún sentido.
Pero no hay lugar a suponer o a deducir: en 21, 3-5b, se establece
expresamente un vínculo entre la realización perfecta de su Mora-
da
5 7
o de la Presencia
y
la creación de un universo nuevo, reconci-
liado
y
glorioso. Bajo todo ello, aparece manifiestamente la teología
del prólogo del evangelio de San Juan (reléase 1,
4), cuya pala-
bra-clave se da en 19, 13. Como ya dijimos (p. 176 s. orig.), el anhe-
lo de redención cósmica no se realiza sino en la economía concreta
del Verbo encarnado, de la cruz
y
de Pascua
192.
porrtoxo; TÉ',
'sxpÉ'
.
;
fr.
ol. 8.
193.
Cfr.
2, 2 (con la nota
d) de B J); 2, 6, 9, 3 s.
194. Cfr. ,
7 (con la nota);
1, .
195.
21, II, 23; 22, 5.
SWETE
recuerda también II Cor. 3, 8,
vocación que concuerda
con el sentido de lo que decíamos
supra,
en la ant, nota
56. Comparar igualmente 21, 1
y
on
I
Cor.
,
7.
196. Cfr.
supra,
n l
xodo
(p.
5), en Ezequiel (p. 7 )
y
en la teología judía (pá-
ginas
17,
72-173).
197.
xsv
lusión, uizá,
la
sekinab
SWETE,
.
78) .
198. Así, or ejemplo,
a iudad eleste
iene doce
uertas, o or lguna azón
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EL TEMPLO ESCATOLÓGICO 47
nes» de los fieles y de los mismos santos, 1e las que
egún nos
mostraba San Juan - está tejida la vestidura de resplandeciente
blancura con que se engalana la Esposa para las nupcias? (19, 8).
Escuchemos al profeta Isaías : ((Todos nosotros somos impuros, toda
nuestra justicia es como vestido inmundo» °'. No podemos purifi-
carnos nosotros sino por la fuente que mana de lo alto, por la recep-
ción de algo proveniente de Dios, quien, sólo ill, es santo. Tal es
la idea bíblica de la santidad : algo que es de Dios y para Dios.
Bajo el régimen mosaico, una cosa era de Dios y para Dios por
consagración (segregación) ; bajo el régimen del Verbo encarnado
y del Espíritu
Santo
entregado como don, el hombre es de Dios y
para Dios por comunicación de un don verdaderamente ((espiritual»
y procedente de lo alto: ver esta oposición en Jn. 1, 17; 6, 31-33, y
compárese con Gál. 3, 1-4, 7, y Heb. 3, 1 s. Jesús bautiza en el
Espíritu Santo porque ha venido de lo alto (Jn. 3, 13, 31)
y
porque
el Espíritu Santo ha descendido sobre RI (1, 32-33). El Nuevo Tes-
tamento puede establecer un vínculo entre los términos «espiritual»,
«agradable a Dios» y «no hecho por mano de hombre» : el régimen
de la nueva y
eterna
alianza es el de un don de gracia verdaderamente
celeste y propiamente divino, de una circuncisión no hecha por mano
de hombre (Col. 2, 11; cfr. Ef. 2, 11). Nada que no sea celeste entra-
rá en el cielo, asegura San Juan en el Apocalipsis ; pero la Iglesia,
la nueva Jerusalén, está toda ella tejida de gracia celeste, de dones
procedentes verdaderamente de lo alto
2 o 6 •
Nuestro sumo sacerdote
nos purifica en su interior, desde el santo de los santos en el que
entró y que es el santuario del mismo Dios, no hecho por mano de
hombre °".
203.
64, 5: LXX:
¿Dç 3dxoc
xnfi.ávs; r.óa ,
xeioá'n
omo la ropa
manchada de una mujer (Lev. 12, 2; 15, 19 s.). En Apoc. 19, 8, la expresión empleada es
1xatd)1JvJ.ta t>iv ¿(T(wv.
SWETE
(p.
247) recuerda oportunamente la vestidura nupcial de
Mt. 22, 11. Cfr. S.
GREGORIO (Moralia in Job, XVII,
15, 21: P. L. 75, 21): ((Humana
quippe iustitia auctori cnmparata iniustitia est.»
204.
Cfr.
O. PROCKSCH, art.
pr>c, en
YIieol. Wdrt. z. N. T.,
t. 1,
pp.
88-97.
205.
Cfr. el artículo de C. F. D.
MOULE,
citado
supra, p.
152, n. 56.
206.
((De codo descendere dicitur ista civitas, quoniam coelestis est gratia qua Deus
eam feeit, propter quod ci dicit etiam per Isaiarn: Ego sum Dominus faeiens te (45, 11)...»,
PRIMASen,
obispo de Hadrumeto, hacia el 540, Comen. in
Apoc., lib. 5 (P. L. 68, 921):
pasaje repetido literalmente por
BEDA, In
Apoc. (P. L. 93, 194). - SWETE (p. 277) cita
acertadamente Sant. 1, 17: «Todo buen don
y
toda dádiva perfecta viene de arriba, des-
ciende del Padre de las luces...)>
207.
Cfr. Heb. 9, 11-28, en donde la expresión ((no hecho por mano de hombre»
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EL TEMPLO ESCATOLÓGICO
49
Iglesia y del Mundo que debe imitar, dentro de sus límites propios,
la Pascua de Jesús.
Aquél que por su Pascua es el principio de una nueva creación
es ciertamente Jesús, hijo de María, pero antes ha debido pasar por
la muerte de aquello que en
El
era del mundo de antes, ((nacido de
mujer, nacido bajo la
Ley» (Gál. 4, 4), «en carne semejante a la
del pecado» (Rom. 8, 3). De igual modo, es menester que lo que en
la Iglesia-templo de Dios es carne de pecado muera, pues «la carne
ni la sangre pueden poseer el Reino de Dios»
213
es menester que
la Iglesia tenga su Pascua, que pase por la muerte, como Cristo, y
que le sea dado un cuerpo de íntegra pureza para que ella pueda
unirse a Dios y recibirle como esa Esposa-templo de que habla el
Apocalipsis. No puede ser perfecta esposa si no es virgen perfecta,
es decir - según la idea más profunda de virginidad que se encuen-
tra en el Nuevo Testamento, los Padres
y
la tradición monástica -,
si no viene enteramente de lo alto, y no de aquí abajo, si no es ente-
ramente del cielo,
y
no de la tierra «El espíritu es el que da vida,
la carne no aprovecha para nada» (Jn. 6, 63). Solamente después del
paso por la muerte de la carne puede Cristo presentar a su Esposa
«gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e inta-
chable» (Ef. 5, 27). Ahora bien, si esto tiene lugar inicialmente ya
en el bautismo, que es el principio y la substancia misma de nuestra
Pascua, no llegará a su perfecto cumplimiento, como nuestro bautis-
mo
y
nuestra Pascua, sino por el paso efectivo a través de la muerte,
por una purificación efectiva de lo carnal y por una resurrección
efectiva total, según el Espíritu : en resumen, escatológicamente.
Hace ya algún tiempo que propusimos, en espíritu de real fidelidad
a los Padres, según creemos, ver la realidad del Purgatorio a través
de esta perspectiva pascual.
En relación con el Templo, diremos que la purificación anuncia-
Le Puy y París, 1950 (hay trad. esp.), y más de una página de
Jalones.
Cfr. también nues-
tro estudio sobre el Purgatorio, en
La lnort et sa célebration (Lex orandi, 12), París , 195 1,
PP. 279 -336.
213. Cfr. Bossu»T (Asunción de 1660:
LEBARQ t. 3 [1891],
p.
492): ((Une telle chair
(caro peccati: Rom. 8, 3) doit &re détruite, je dis mame dans les ¿lus; parce qu'en cet
état de chair de péché elle nc mérite pas d'&re réunie 5 une áme bienheureuse ni d'cntrer
dans le royaume de Dieu:
Caro et sanguis regnum Dei possidere non possunt (1
Cor. 15, 50) .
Ii faut donc qu'eJle change sa premiare forme, afin d'tre renouvelée, et qu'elle perde
tout son premier btre, pour en recevoir un second de la main de Dieu.» - Pero mejor
aún que 8ossuet sería S. IRENEO el que habría que citar aquí:
Adv. Haer., y,
9 ,
4
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252
L MISTERIO DEL TEMPLO
te el ideal del éxodo, el de una tierna fidelidad en la pobreza
2•
Resulta claro, por tanto, que la nueva vida dada de lo alto no es
una creación sin continuidad alguna con la que ya existía. Por lo
demás, en ninguna parte del Nuevo Testamento la novedad concedi-
da graciosamente dispensa del esfuerzo por conservarla y hacerla
fructificar
220
La visión que hemos propuesto (u. 171 p. 250 orig.) y que com-
partimos con Swete y Alio, se presenta particularmente bien a acoger
todos estos datos. La nueva Jerusalén es también la Iglesia del
tiempo. Todavía en el tiempo, desciende del cielo, nueva, procede
e Dios ; es una realidad de gracia en todo aquello que realiza : su
acción
es toda ella don.
Pero escatológicamente, cuanto haya mez-
clado en ella de impuro será eliminado o lavado y transfigurado.
No quedará en el templo sino lo que haya sido construido con oro u
otra substancia consistente (1 Cor. 3, 10-15) : la Ciudad-templo-
sposa es toda ella de piedras preciosas (Apoc. 21, 11, 18-21).
b)
En la eternidad ya no hay otro templo que Dios. Al contem-
plar la visión de la nueva Jerusalén en su estado glorioso (21, 10-11),
uan se asombra, pues la ha recorrido toda: «Pero templo no vi en
lla» (21, 22). Para un judío, la cosa era algo inconcebible: ¡ Jeru-
salén sin templo . Se presiente en esto hasta qué punto llega la
novedad de una «Revelación» que asume tantos elementos paleotes-
tamentarios o judíos y que los sobrepasa de esta manera. Condren
222
propone un feliz parangón: evoca el asombro de Isaac al no ver
ninguna víctima para el sacrificio que su padre iba a ofrecer en la
montaña. Dios debía proveer para el sacrificio y habría de ser des-
ués
El mismo la víctima. La respuesta aquí es semejante: «PUES
EL SEÑOR, DIOS TODOPODEROSO, CON EL CORDERO,
ERA SU TEMPLO.» Tal es la última palabra de la Revelación
echa a la Iglesia sobre el misterio del templo y de la Presencia de
Dios. Esforcémonos por entenderla
223
219. Cfr. flota B J al 21, 2.
220.
BEHM,
art. cit., p. 452, señala: uFür den einzelnen ist der neue Mensch Gabe
nd Aufgabe zugleleb: Eph. 4, 24..» Cfr. Gál. 6, 15; II Cor. 5, 17.
221.
STRACK-BILLERBECK,
t. 3,
p.
852; t. 4, p. 884 y o. 1; cfr. \VrNscnstw1Tz, est.
c:t., p. 210; 0.
MICIJEL,
art. ',a: , p. 894, con la n. 36.
222.
L'ide do sacerdoce et do sacrifice de JésusChrist,
3. part., cap. 3 (ed. París,
1901,
p.
127).
223.
Los comentaristas que hemos consultado no ofrecen resultados demasiado satis-
factorios. El admirable SWETE es breve
(p.
295). El
P. ALLO
(p. 348) se Contenta con
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EL TEMPLO ESCATOLÓGICO
53
El primer punto que hay que estudiar es que aquí se trata del
Señor ( Kóptoç), el Dios Todopoderoso (6 Oaóç o llavtoxpctcop ) y
del Cordero. El título de Pantocrator
aparece nueve veces en el Apo-
calipsis, en tanto que sólo aparece una vez en todo el resto del Nuevo
Testamento, y aún, como simple cláusula que acompaña a una cita
224•
Esta utilización demuestra que en el Apocalipsis no se trata tanto
de enunciar un atributo en sí de Dios, como en teodicea, cuanto de
expresar su soberanía regia. Muy netamente, en efecto, el título
de Pantocrátor aparece vinculado, bien a la propiedad de una Exis-
tencia absoluta, que domina la totalidad del tiempo, sin comienzo ni
fin (1, 8; 4, 8), bien a la afirmación del poder que Dios ha desple-
gado para establecer su reinado (11, 17; comp. con 15, 3; 19, 6) y
ejecutar sus juicios (16, 7, 14; 19, 15). En dos lugares aparece im-
plicada una alabanza de la santidad trascendente de Dios (4, 8; 15,
3). Podemos concluir, pues, que el templo eterno de los fieles es
Dios
en su reinado soberano.
Que el nombre del Cordero se agregue a
continuación no altera en nada esta conclusión, pues designa a Cris-
to precisamente como asociado al reinado soberano y
salvador
de Dios.
Vimos que, para los profetas, Dios estaba allí donde reinaba. El
primer sentido de nuestro texto es que no habrá en la eternidad otro
templo que Dios mismo y su santa Voluntad. Dios está en su tem-
plo porque habita en Sí mismo y en su santa Voluntad. Está tam-
bién como en su templo en el fiel y en el pueblo que se adhiere a
su Voluntad con amor (cfr. Jn. 14, 21, 23) : ésta, en realidad, está
en Dios como Dios está en él . En el templo de la Presencia y de
la santa Voluntad de Dios, este fiel o este pueblo - no puede ha-
pero le hace decir: toda la ciudad es templo. Pero Juan no ha dicho tal, sino: Dios es
el templo -
WSNSCHXEWJTZ
(pp. 148-49) presiente la novedad de la afirmación, pero
ve en ella un rasgo de «espiritualización». - En fin, el
P. B0I5MAIW
(B J), al limitar
Apoc. 21, 9 s. a la descripción de la Jerusalén mesiánica
(ante-parusíaca), lleva nuestro
texto a este sentido banal: ya no hay más templo, porque la Iglesia es el templo. Una vez
más,
no es esto lo
que Juan dice aquí.
224.
II Cor. 6, 18. El art. avtoxprwp de
MICHALLIS,
en el
Theol. Wórt. z. N. T.,
t. 3, p. 914, es una pura nomenclatura. El estudio de H.
HOMMEL
(Panto/rator,
en Theolo-
gia viatorum. Jahrb. d. Kirchl. Hochschule,
Berlín, 5 [1953-54], resumido en Theol.
Literaturzeit.,
1954, col. 283-84) se interesa más bien por los componentes, tanto filosó-
ficos como bíblicos, del epíteto atribuido a Dios en el primer artículo del Símbolo (dos
valores:
omni-potens, omni-tenens). Pantocrátor
traduce generalmente, en los LXX, el «Yavé
Sebaots del texto hebreo (de donde Apoc. 4, 8, comparado con Is. 6,
3).
225.
«Cum vero habitationem eius cogitas, unitatem cogita, congregationemque sancto-
rum: maxime in coelis, ubi propterea praecipue dicitur habitare, quia ibi fit voluntas rius
perfecta eorum, in quibus habitat oboedientia.»
S. AGUSTÍN,
Ep.
187 (ad. Dardanum, o
Lber de Praesentia Dei, P.
L. 33, 848).
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254
L MISTERIO DEL TEMPLO
cerse diferencia, porque el Apocalipsis habla tan pronto del vence-
dor individualmente, como también, y con más querencia, refirién-
dose al pueblo, a la ((tota reclempta civitas», que dice San Agustín
(su
p
ra,
nota 84 del pres. cap.) — este pueblo, decimos, es como un ce-
lebrante : «están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en
su templo» , «el trono de Dios y del Cordero estará en ella (la ciu-
dad), y sus siervos le servirán» . La liturgia del Apocalipsis es
esencialmente una liturgia de adhesión amorosa y entusiasta a la
Voluntad real de salud de Dios
228;
podría resumirse en Amen, A le-
luya (cfr. 19, 4),
y
su comentario son estas palabras de San Agustín:
((Dirán ¡ Aleluya porque dirán ¡ Amén
» 229
No hay, por lo tanto, por qué detenerse en la observación, por
más justificada que esté, de J. Comblin, acerca de que, en la nueva
Jerusalén, los elegidos no son llamados ya «sacerdotes», sino que
sólo se dice de ellos que reinan
(22,
5 )
2 3 0
Hay que concluir simple-
mente que todo lo que había aún de exterioridad, de preparación, de
mediación, en el culto y el sacerdocio del templo mesiánico ha des-
aparecido ; no resta sino la realidad final del culto, del sacrificio y
del sacerdocio que les corresponde : la ordenación perfectamente su-
misa y filial a Dios
2 3 1
• Y esta es la esencia más profunda del sacri-
226.
7, 15: /.acpsóoot' aánp.
227. 22, 3
: exactamente la misma expresión que
supra
. Aa sás:v expresa el servicio
cultual tributado al Dios vivo por is ae, su pueblo (pues, según lo que se ha dicho en
21, 3: «erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo,
y
el mismo Dios será
con ellos»): cfr. Act. 26, 7; Flp. 3, 3; Rom. 12,
1 (CHARLES, O.
cit, t. 1,
pp.
214-15).
Adviértase en todos estos textos, que el culto es tributado ante el trono de Dios y
del
Cordero: el templo es un palacio; Dios, esencialmente,
reina en él;
el culto es el de la
soberana Voluntad de gracia.
228.
Cfr. 4, 8-II; 5, 8-14; 7, 9-12; 14, 1-5; 19, 1-5a.
229.
«Tota actio nostra Amen et Alleluia cnt... Quid ese enim Amen? quid Alleluia?
Amen ese verum; Alleluia, laudate Deum. Quia ergo Deus ventas est incommutabilis...
(...) Quam ergo insatlabiliter satiaberis veritate, tam insatlabili venitate dices: Amen ( ... )
.amore ipsius verstatis accensi et inhaerentes ci dulci et casto amplexo, eodemque incor-
poreo, tali etiam voce laudabimus eum et dicemus: Alleluia. Exsultantes enim se ad
parilem laudem flagrantissima charitate invieem ce ad Deum, omnes cives illius civitatis
dicent Alleluia, quia dicent Amen »
Sermo
162, 29 (P. L. 39, 1633). — Sobre el Aleluya
como cántico de la vida celeste, cfr. los maravillosos textos de S. AGUSTÍN :
Enarr. in Psal.
148, 1 (37, 1938); Sermo
243, 8 (38, 1147); 252, 9 (1176-77); 255, 1 y 5 (1186, 1188);
256 (1190 s.).
230. Art. cit.,
p.
25
y o. 53: sToute l'idée d'offrande et de sacrifice a disparu de
mame l'idée de sacerdoce s'est effacée de la formule traditionelle
tXs'av iapsç trans-
formée en a
/,sSas'J21')
231. Cfr. 21, 7
y
supra,
p.
242. Cfr. lo que hemos dicho sobre el bien común final
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256
L MISTERIO DEL TEMPLO
remos aquí la realidad de esta comunión en el Nuevo Testamento,
en San Juan (da vida...»)
y el Apocalipsis: necesitaríamos escribir
todo un libro. Un breve texto lo resume todo:
Esta comunión
nuestra es con el Padre
y
con su Hijo Jesucristo» 1 (Jn. 1, 3). 'Única-
mente nos corresponde ahora considerar la realidad
y
la profundidad
de esta comunión desde el ángulo de que Dios mismo es el templo
de la eternidad.
Esta comunión es en primer lugar un comercio mutuo, compren-
dido ya en la misma noción de alianza
y en el tema constantemente
reiterado: Yo seré su Dios,
y
ellos serán mi pueblo. Nosotros habi-
tamosen Dios
y
Él es nuestra morada, pero también somos nosotros
su morada
y
Él habita en nosotros
«Templum hominis Deus,
templum Dei fit horno»
Hay entre ambos, nos atreveríamos a
decir, una reciprocidad de hospitalidad
y
de habitación, porque hay
un comercio, una comunión
xotwo). No sin razón nos ha descri-
to Jesús la bienaventuranza definitiva con la imagen de un convite
236 ,
y
el Apocalipsis recoge la imagen, no sólo según el aspecto de sa-
tisfacción de toda hambre
y
de toda sed (7, 16-17), sino sobre todo
en el de intimidad
y
reciprocidad:
«Mira que estoy a la puerta
y
llamo; si alguno escucha mi voz
y
abre la
puerta, yo entraré a él
y
cenaré con él
y
él conmigo. Al que venciere le haré
sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí,
y
me senté con
mi Padre en su trono»
3,
2021).
La presencia es recíproca; los amigos gozan uno del otro
y
se
reciben mutuamente, el uno en su chamizo
y
el otro en su palacio.
Y esto ocurre a imitación de lo que el Padre
y
el Hijo son el uno para
el otro, pues el Padre está en el Hijo
y
el Hijo en el Padre (Jn. 10,
234.
Esto es
o que resulta del
mpleo en el N. T. del
erbo uávscv morar,
y
del
substantivo iov, morada.
especto a este último, cfr. los dos (únicos) lugares
n que se
emplea: In. 14, 2,
En la casa de mi Padre hay muchas moradas)),
y
14,
23, «Si alguno
me ama.., en ¿1 haremos morada)). Respecto al verbo, cfr. por una parte,
Dios
(1 In. 4, 16)
y
Cristo (In.
5, 4-7; 1 In. 3.
4) morando en los
ieles,
y
por otra, los fieles morando
en
Dios (1 In. 2, 24; 4,
6)
y
en Cristo (In.
, 56; 5, 4-7;
In. 2, 6, 27 .;
, 6, 24):
cfr.
HAUCK,
en heol. rt. z. N.
.,
. 2,
pp.
584 580.
235.
S.
PEDRO DAMIÁN, Epist.
lib.
,
ap. 5 (P. L.
4 4 , 2 6 5 ) .
236.
Lc.
4 ,
5 .
Mt. 2,
.);
2, 9-30 idéntica sociación el
anquete a
realeza).
a en Is. 5 ,
.
especto a
a idea del festín
esiánico en el rabinismo, cfr.
J. BLOCH,
n Me Apocalyptic in ¡udaism,
en Jewish Quart. Ret'.,
Monograph. Series, II,
Filadelfia,
952 ,
p.
6-100 citado por
.
ERMES,
Les manuscrits du
ésert
e Juda,
p.
19,
. 2).
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EL TEMPLO ESCATOLÓGICO
38)
y,
allí donde está el Hijo, quiere éste que estén con
11
aW<rRo
~
k
que el Padre le ha dado(Jn. 17, 24). Pero es evidente
n este
/.A
comercio somos nosotros los que recibimos y los que somos
os.
4
Si Dios nos posee, no por eso es más rico ni recibe nada qu
viera ya. No obstante, su felicidad es dar, pues es bueno, y comu -
carse, pues nos ama. Mas, para nosotros, poseer a Dios es estar
henchidos y colmados. Que Dios mismo sea nuestro templo quiere
decir - entre
El
y nosotros - una inhabitación mutua, una comu-
nión, un comercio, en el que encontramos nosotros saciedad y pleni-
tud de bienaventuranza . Lo que es verdadero en la eternidad de
las relaciones del Padre y del Hijo, «todo lo mío es tuyo y lo tuyo
mío» (Jn. 17, 10), en adelante se realiza eternamente entre el Padre
y sus hijos de adopción. Vueltos a casa del Padre, son ellos los col-
mados : conocen la verdad de esa relación familiar que Jesús expre-
só en la parábola del hijo pródigo con las siguientes palabras: «Hijo,
tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes tuyos son» (Lc. 15, 31).
Así es como será por fin satisfecho el deseo de interioridad total
que habita en nosotros y que responde, precisamente, al designio de
gracia de Dios. Si la gran historia de la Presencia de Dios a su cria-
tura, tal como la Revelación nos la ha dado a conocer, tiene un sen-
tido, si describe una trayectoria sistemática, será necesario decir
que va de toques o visitas pasajeras, a través de mediaciones exte-
riores cada vez más cercanas al hombre, hasta una comunión per-
fectamente estable e íntima. Ya se trate del templo, del sacrificio
o del sacerdocio, el designio de Dios se orienta a una comunión en
la que sea sobrepasada, tanto cuanto sea posible sin absurda con-
fusión en el ser y sin panteísmo, la dualidad - y por tanto, la ex-
terioridad - del hombre y Dios.
De acuerdo con este designio, el alma religiosa ha deseado siem-
pre que Dios mismo sea para ella
su luz
2 3 8
que sea
El
mismo su guía
2 3 »
que pronuncie en ella,
más allá de todas las ideas de nuestro espíritu, una de esas palabras
creadoras que son sabor y fuerza tanto como certeza y luz °...
237. «Ipse Deus cnt electis aeternae beatitudinis praemium, quod ab co possessi possi-
o acternum.»
BEDA,
In Apoc.,
21, 3 (P. L. 93, 194). - Cosa ya significada en
la imagen de los esponsales, tan próxima al tema de Sión
y
de su templo.
238. II Sam. 22, 29; Is. 60, 20; Apoc. 21, 23.
239. Ez. 34, II, 15; 37, 22.
240. Imitación de
Criste
1 3; S.
JUAN D E LA
CRUZ,
Subida al Monte Carmelo, II, 31.
9
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258
L MISTERIO DEL TEMPLO
« ¡ Que hable en nosotros el Señor Jesús y el Espíritu Santo y que
Él te cante himnos por nosotros » (Anáfora de Serapión, 2, 4);
- que sea su paz ; que sea su justicia y su santidad
2 4 2 ;
que
sea su fuerza y su refugio
`
..
- que sea su oración: « ¡ Reza Tú mismo en el fondo de mí mis-
mo »
1244.
¡ Que el
opus Dei
que yo pongo por obra sea sobre todo
Operans in me Deus
245
- ¡ que sea Él quien ama en nosotros ¡ Que en lugar de nuestro
corazón egoísta y duro coloque en nosotros su amor ...
246
¡ Ah si
pudiéramos amar nosotros con Su voluntad .. Tal es el sentido
del acto tan profundo de consagración de Santa Teresa de Lisieux
al Amor misericordioso ;
- que toda nuestra ciudad interior, como la Jerusalén de Eze-
quiel, no tenga otro nombre que «Vavé-en-ella» (48, 35). i
Y
que no
sólo nos habite e hinche, sino que sea Él mismo nuestro templo y
nuestro lugar de oración, como lo fue para los desterrados en Babi-
lonia (Ez. 11, 16)
1
Que, fuera de su inhabitación en nosotros por
la fe
y
el amor, no tengamos otra morada que la que habita Él mismo
y que es Él
249
No se puede ignorar - por temor a una «mística» que sería un
esfuerzo del hombre para poseer a Dios que todo el movimiento
de la economía sobrenatural, de que la Biblia nos da testimonio, se
241.
Ef. 2, 4.
242.
Jer. 23, 6; 1 Cor. 1, 30; Cfr. Ls. 43, 25: Que Dios mismo borre nuestros pe-
cados
y
que sea Él su rescate Tal es el alma religiosa de Lutero : por ej.,
Rómerbrief
(ed.
FICKER,
II, 59).
243.
II Sam. 22. 2 s.; Is. 28, 6 y todo el tema de «Yavé mi roca», tan frecuente en la
Biblia, sobre todo en los Salmos. Refugio: Ez. 17, 17.
2 4 4 .
TERSTEEGEN.
Cfr. Rom. 8, 26-27; otros textos en
F. HEILER,
La prire, trad.
E.
KRUGER
y
J.
MARTY, París, 1931,
p.
251-54.
245, El P. 1.
HAVSHERR
en
Operans in me Deus
como el sentido fuerte de Opus Dei
en S. Benito: Opus Dei,
en
MéL G. de Jerp/lanion. Orientalia christ. period., 13
(1947),
pp. 195-218; cfr. p. 210.
246.
Rom. 5, 5. En la vida de Sta. Caalina de Siena, el cambio de corazones.
2 4 7 .
S. JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual,
estr. 37.
248.
Ver el análisis que hace A.
COMBES, latroduction la spiritualite' de Sic. Thér?se
de l'En/avt Jésus, París, 1948, cap. 5,
pp.
146-154; cap. 7,
pp.
228 s., sobre la oración
de la santa.
249.
Sto.
ToMs,
Comm. in Ev. Joann., cap. 14, lect. 1: «Deus habitat in sanctis...
per fidem... Duplex est ergo domus Dei. Una est militans Ecelesia, scilicet congregatio
fidelium..., et hanc inhabitat Deus per fidem... Alia est triumphans, scilicet collectio
sanctorum in gloria Patris:
Ps. 64, 6:
Replebimur in bonis domus tuae. Sanctum cii
temp2um tuum, mirabile in aequitate.
Sed Domus Patris dicitur non solum illa quam
ipse inhabitat, sed etiam psemet, quia ipsc in se.pso est. Et in bac domo nos colligit.»
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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EL TEMPLO ESCATOLÓGICO
59
encamina hacia ese momento, en que cesarán nuestros balbuceos y
hablará Él mismo, en que cesarán nuestras miserables obras y ac-
tuará Él mismo. ¡ Esto es lo que San Agustín ha expresado de ma-
nera inigualable en la última página de su
Ciudad de Dios
Mues-
tra allí la conclusión de la semana creadora y laboriosa en un sábado
definitivamente verdadero, ese reposo
de Dios
del que estamos lla-
mados a participar y del que habla la epístola a los hebreos (4,
1-11):
«El séptimo día lo constituiremos nosotros mismos cuando seamos henchi-
dos, saciados de su bendición
y
su santidad. Entonces, en ci gozoso descanso,
veremos que Él es Dios, ese Dios que habíamos querido nosotros ser cuando
nos precipitamos lejos de Él al escuchar al seductor que nos aseguraba que
seríamos como dioses (Gén. 3, 5). Recreados por Él, colmados de una mayor
gracia, descansaremos gozosamente en la eternidad, viendo que Él es Dios,
el Dios del que seremos henchidos cuando Él sea todo en todos. Pues nuestras
mismas buenas obras, cuando comprendemos que son más suyas que nuestras,
se contabilizan entonces a nuestro favor a fin de ganarnos el sábado eterno.
Pues si nosotros nos las atribuimos, continúan siendo todavía serviles;
y
sa-
bemos que se ha dicho de ese sábado:
No harás en él trabajo (servil) alguno
(Deut. 5, 14). También se nos ha dicho por el profeta Ezequiel:
Les di
también mis sábados, para que fuesen señal entre Mí y ellos, para que supiesen
que yo soy Yace', que los santifico (20, 12).
Mas todo esto, no lo podemos
reconocer perfectamente sino cuando descansemos perfectamente en el gozo y
cuando veamos perfectamente que Él es Dios...>)
250
Que cesen nuestras obras mezcladas de impurezas, que todo sea
concebido por gracia, que brote una alabanza de acción de gracias
¿ No es esta exactamente la realidad significada por la visión de la
Jerusalén nueva que desciende del lado de Dios? Y si lo «espiritual»
es lo que opera en nosotros el Espíritu Santo, ¿no es esto, en defi-
nitiva, el verdadero templo espiritual? Orígenes habla en el mismo
sentido : Muestra cómo el verdadero sábado será realizado cuando
Dios introduzca junto a Sí a su esposa perfecta, es decir, que será
unida a Él la totalidad de la criatura espiritual ; cuando hayan cesa-
do tantas tentativas inquietas al haber recibido su respuesta perfecta,
porque
Dios será
(y hará)
todo en todos
2 5 1
Estas palabras con las
250.
De Civ. Dei, XXII, 30,
fi. 4-5 (P. L.
41, 803-04); cfr. De Genesi ad lit., VI,
25-29 (34. 306-07); Scrm. a Frangipane cd.,
en MORIN,
S. Augustini Sermones post 1>'fau-
rinos rep., Misceil. Agos., 1,
Roma, 1930,
p.
184. Y cfr. supra,
p.
247, u. 166.
251 .
Comm. in Cant., pról.
(ed.
B A5H9E NS,
Origenes
Werke,
VIII,
p.
84 ; la Num.
hom. XXIII, n. 4 (VII,
p.
216). Cfr. S.
AGUST ÍN, Sermo 255, e. 8 (P. L. 38, 1190).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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260
L MISTERIO DEL TEMPLO
que San Pablo expresa la condición final de toda la obra de Dios
(1 Cor. 15, 28), son, en efecto, la última palabra de todo. En el
cielo no hay ya más templo porque el Señor, el Dios
Pantocrator,
es
Él mismo el templo de todo gozo y de toda alabanza. Y como el Se-
ñor, el Dios
Pantocrator
es Aquel que está en todas partes y en todos,
en el mismo momento en que es
El mismo nuestro templo, se con-
vierte todo en el templo de su Presencia. Podemos así completar
cuanto antes dijimos sobre la diferencia entre el régimen de dones
y de la presencia de Dios en la antigua Disposición y en la nueva.
Bajo la antigua Disposición, había dones, preciosos ciertamente,
mas en ellos no estaba dado Dios mismo. La nueva Disposición, la
de los tiempos mesiánicos, se caracteriza por el don del Espíritu Santo
y de su gracia: ésta nos permite esperar y poseer a Dios mismo en
el conocimiento y el amor ; ella es, pues, de una eficacia infinita y
puede serlo porque Dios mismo se da con sus dones. No obstante,
no se le llega a poseer plenamente aquí abajo, en donde no tenemos
más que las arras de nuestra herencia (Ef. 1, 13-14)
y
donde queda
todavía una exterioridad del medio con respecto a su fin : poseemos
el medio, que es homogéneo con su fin ; no poseemos todavía el fin
mismo en pleno disfrute. Por el contrario, el cielo es aquel estado de
cosas en que Dios mismo se da, en que la fuente de todos los dones
no sólo está vinculada a éstos para conferirles una eficacia infinita
(cfr. Jn. 4, 14), sino que se da ella misma plenamente. Así, reempla-
za a todos los dones que antes procedían de ella únicamente.
Dios
mismo
se da y es Él todos sus dones.
Que sea
El
mismo todos sus
dones, hace que todos ellos sean absolutamente saturantes y defini-
tivos; que
El lo sea en
todos,
ello realiza la unidad más completa
en la saciedad más completa. ¡También San Agustín exulta ante
una paz finalmente realizada
2 5 2
No se cansa de celebrar el mo-
mento en que
Aeterna vita tibi crit Deus...
Ipse (erit) pastor noster Deus noster; ipse potus noster, Deus noster; honor
noster, Deus noster; divitiae nostrae, Deus noster... Ipse tibi unus cnt
omnia
253
252.
Enarr. ji, Ps. 84, lO (P. L. 37, 1076-77).
253.
Sermo 334, 3 (P. L. 39, 1469); 55. 4 (38, 376); y cfr. 158, 9 (38, 867).
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EL TEMPLO ESCATOLÓGICO
6 1
Dios será, igualmente, el templo de cada uno
y
de todos. La Di-
vinidad será, para sus criaturas, la casa de alabanza que es para
ella misma.
¿Habrá pues un rebasamiento escatológico de la economía me-
siánica del templo? Parece, después de leer a San Pablo, que haya
de ser así,
y
que el cuerpo de Cristo, verdadero templo mesiánico,
representa como una etapa de mediación, de sacramentalidad, que
habría de ser rebasada en la Verdad final: «Cuando le queden so-
metidas todas las cosas, entonces el mismo Hijo se sujetará a quien
a P,1 todo se lo sometió, para que sea Dios todo en todas las cosas»
(1 Cor. 15, 28,
y
cfr. vers. 24). «Dios», en San Pablo y, en general,
en el Nuevo Testamento, es el Padre... La explicación del citado
versículo por diferentes Padres de la Iglesia
el modo en que el
mismo Evangelio habla del Reino terrestre del Hijo del hombre
y
del Reino celeste
y
definitivo del Padre
2 5 5
parecerían apoyar tal
interpretación.
Sin embargo, no es posible admitirla, al menos en tales términos,
con respecto al tiempo escatológico, del que dice expresamente el
Apocalipsis que ((el Señor, Dios todopoderoso,
c o n
el Cordero,
es
su templo»
2 5 6
No se subrayará jamás demasiado la fuerza con que
el Nuevo Testamento aplica a Cristo, sin desdecirse nunca, las afir-
maciones monoteístas: «Yo
y
el Padre somos una sola cosa» (Jn. 10,
30); ((Yo estoy en el Padre
y
el Padre en mí... En aquel día conoce-
réis que yo estoy en mi Padre,
y
vosotros en mí
y
yo en vosotros...
»
(14, 10-11, 20; cfr. 10, 38). Después de haber sido, en tanto dura la
condición itinerante
y
de combate del pueblo de Dios, el medio por el
que todos los suyos han de acercarse al Padre (Jn. 14, 6; Heb. 10,
20), Jesús está, en su misma santa humanidad, perfectamente aso-
ciado a la gloria
y
al poder de Aquel al que se iguala perfectamente
en su divinidad. Su humanidad, gloriosa
y
transfigurada, será tam-
bién
y
para siempre nuestro templo, tampoco el «hecho por mano
254. S .
HILARIO, S. BERNARDO.
255.
Cfr.
LAGRANGE, Év. elon S.
arc,
.a
d.,
.
07;
fr.
ota B
P.
enoit)
a Mt.
3, 43; 25, 43.
256.
21, 22. No se puede aceptar la sugerencia de
CHARLES (o.
it., t. 2, pp.
70-71)
quien añade a continuación de xai
vov las siguiente palabras:
twt Ox;
arç.
n el
poc. ,
i bien es verdad que el Cordero
iene una
osición,
n algunos
aspectos, subordinada
y
particular antes de la consumación final (p. ej., 5, 6;
4,
1, etc.),
después de ésta es equiparado totalmente a Dios (Padre):
fr. 2,
7 s.; , 1;
,
213;
6 ,
6 ;
,
-10;
4, 4; 1,
3;
2,
. omp.
.
n. 7 , ;
eb . 0, 2 .;
tc.
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ONCLUSÓN
La economía providencial de la Presencia de Dios
mn o
Presencia de Dios o Templo constituyen un «misterio» según los
tres sentidos, nada heterogéneos por cierto, que pueden darse a la
palabra : sentido teológico de verdad y contenido no puede ser agota-
do por la inteligencia creada ; sentido paulino y patrístico de desig-
nio de Dios que se revela y se realiza progresivamente ; sentido li-
túrgico, en fin, de una celebración real o de un memorial eficaz
de los grandes actos salvíficos realizados por Dios, en orden a su
consumación escatológica.
Nuestra investigación ha ido siguiendo las etapas de la progre-
siva revelación de este misterio. No será difícil al lector irlas re-
construyendo en su encadenamiento admirablemente simple y con-
tinuo, a través de un análisis textual a veces, un tanto embarazoso.
La Biblia no habla excesivamente o, en todo caso, no habla nunca
corno de cosa aparte,
de la Presencia de Dios en su creación en
cuanto tal, o del templo de la naturaleza. No obstante, hace de ello
frecuentes alusiones y queda como el presupuesto de todas las libres
iniciativas mediante las cuales realiza Dios una presencia verdade-
ramente personal entre los hombres. De tales iniciativas nos habla
la Biblia y nos va descubriendo sus etapas hasta un final que aguar-
damos todavía en la esperanza.
En un principio, Dios únicamente sobreviene de improviso, inter-
viene en la vida de los Patriarcas mediante unos como toques o encuen
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264
L MISTERIO DEL TEMPLO
tros pasajeros. Después, desde que se constituye un pueblo para
que sea su pueblo,
existe para éste como siendo peculiarmente su
Dios
;
establece su Presencia en medio de él como la de Aquel que
revelaue guía, que escucha uzga, que socorre o que castiga.
J
Desde los Patriarcas
y
hasta la construcción del Templo, el carácter
precario y
movible de la Presencia significa no sólo que no ha sido
realizada verdaderamente todavía, sino también que
no es,
como pa-
rece ser, local y
material. De ahí surge la tensión que nos da el
sentido, en primer lugar, de la intervención profética d° Natán en
el mismo momento en que la santa Presencia va a ser fijada en un
lugar
y
como a corporeizarse,
y
después, de la actividad de los pro-
fetas. estos no cesan de predicar, más allá incluso de las exigencias
morales
y
espirituales del culto del Templo, la verdad de la Pre-
sencia vinculada al reinado efectivo de Dios en el corazón de los
hombres. Dios no habita materialmente en un lugar, sino que habita
espiritualmente en un pueblo de fieles.
La Encarnación del Verbo de Dios en el seno de la Virgen María
inaugura una etapa absolutamente nueva en la historia de la Presen-
cia de Dios
:
etapa nueva,
y
también definitiva, pues ¿
qué mayor
don podrá ser dado al mundo? El régimen religioso y, sobre todo,
sacrificial del culto mosaico desaparece ante el sacrificio perfecto
de Cristo, como la luz de un candelabro se desvanece ante la del
sol cuando éste aparece. No hay ya sino un templo en el que podamos
válidamente adorar, rezar y ofrecer y en el que encontremos verda-
deramente a Dios
:
el cuerpo de Cristo. En éi, el sacrificio deviene
enteramente espiritual al mismo tiempo que real
:
o sólo en el
sentido de que no es otra cosa que el mismo hombre adhiriéndose
filialmente a la voluntad de Dios, sino también en el sentido de que
procede en nosotros del Espíritu de Dios que nos ha sido dado. Por
esta razón, mientras en el judaísmo tendían a perpetuarse irreme-
diablemente la dualidad entre un culto espiritual, aunque puramente
moral, celebrado en las sinagogas o en el desierto,
y
la liturgia sacri-
ficial del Templo, consistente en ofrendas de cosas
materiales, en el
templo mesiánico el mismo sacrificio exterior es espiritual, el sacer-
docio es profético, e incluso el culto exterior de los sacramentos es
un culto en espíritu
y
en verdad, pues es el
de Jesucristo
1. De donde la profunda observación de Sto.
TOMÁS: «Quantum ad spiritualem cultum
Dei, qui consistit in doctrina legis et prophetarum, erant etiam in veten
i lege diversa loca
deputata, in quibus conveniebant ad laudem Dei, quae dicebantur synagogae, sicut et
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PRESENCIA DE DIOS EN EL MUNDO
65
A partir de Jesús, ha sido dado el Espíritu Santo verdaderamen-
te; es, en los fieles, un agua que brota en vida eterna (Jn. 4, 14), los
constituye en hijos de Dios, capaces de alcanzarle verdaderamente
por el conocimiento y el amor. Ya no se trata sólo de una presencia,
sino de una
inhabitación
de Dios en los fieles
2 •
Cada uno personal-
mente y todos en conjunto, en su misma unidad, son el templo de
Dios, porque son el cuerpo de Cristo, animado y unido por su Es-
píritu.
Tal es el templo de Dios en los tiempos mesiánicos.
Pero en este templo espiritual, tal como existe en la trama de
la Historia del Mundo, lo carnal continúa todavía, no sólo pre-
sente, sino dominador y obsesionante. Cuando todo haya sido pu-
rificado, cuando todo sea gracia, cuando la parte de Dios aparezca
de tal modo victoriosa que «Dios sea todo en todos», cuando todo
proceda de su Espíritu, entonces el Cuerpo de Cristo será estableci-
do para siempre, con su Cabeza, en la casa
de Dios.
* * *
No habremos de abandonar las líneas generales de la historia que
acabamos de resumir para intentar ahora, situados en el campo de
la teología especulativa, representarnos sintéticamente el misterio
de la Presencia de Dios: hasta tal punto es verdad que las sucesivas
etapas de su realización representan un encadenamiento maravillo-
samente ordenado de ahondamientos esenciales.
¿ Cómo intentar la estructuración intelectual de este misterio
si no es a partir de la suprema revelación de San Juan, «Dios es
Amor» (1 Jn'. 4, 8, 16)? Por
ser
Dios amor, su designio es el de
comunicarse y estar con su criatura del modo más íntimo posible.
Se dirá que le repugna estar solo. Y no es porque su aislamiento sea
una soledad de pobreza y de abandono. Dios está solitario porque
sólo W es santo, sólo ll Altísimo, sólo Cl se basta a sí mismo. Con-
sigo mismo es l infinitamente dichoso. En sí mismo realiza un
nunc dicantur ecclesiac, in quibus populus christianus ad laudcm Dei congregatur. Et sic
ecciesia nostra succedit in locum et templi et synagogae, quia ipsum sacrificium Ecclesiae
spirituale est: unde non distinguatur apud nos locus sacrificii a loco doctrinae.» Sum.
Theol., 1 II,
q. 102, a. 4 ad 3. Sobre la idea - correlativa - de «sacerdocio pro-
fético», ver Misión. Sacerdocio y Laicado
de próxima aparición, Dios mediante.
2. 1 Cor. 3, 16; Rom. 8, 9-11; cfr. Ef. 3, 17
y
el empleo de ItíVatv en S. Juan.
Cfr.
infra,
p.
268, o. 5.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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266
L MISTERIO DEL TEMPLO
misterio de comunicación
y
de comunión. Dios es, por una doble
procesión en la que la relación de origen no impide en absoluto la
perfecta comunidad de perfección, de vida
y
de gloria, Padre, Hijo
y
Espíritu Santo. Pero no encierra en sí mismo su amor. Pone fuera
de sí mismo a otros seres,
y
estas palabras «fuera de sí» no tienen
aquí otro sentido sino el de que tales seres no existen con la misma
existencia de Dios sino con una existencia propia, aunque evidente-
mente limitada
y
dependiente por completo. Dios, por amor, da la
existencia a otros seres, distintos de Él, que no «son» sino en virtud
de la relación con que se fundan en Él
as cosas visibles
y
las in-
visibles, cuyo conjunto constituye el mundo del que formamos parte.
Nosotros nos encontramos, precisamente, en Ja línea fronteriza de
lo visible
y
de lo invisible, de lo corporal
y
lo espiritual. A partir
de este punto, la historia profunda de la creación será la de las co-
municaciones por las que Dios realizará en ella una presencia de
Sí cada vez más íntima.
Los teólogos
Santo Tomás en particular-istinguen tres
formas, de profundidad en intimidad creciente, de estar Dios con su
creación
Cada uno de estos grados o modos de presencia constituye,
para el mundo, una forma peculiar de ser templo de Dios. Estos
tres títulos de comunicación
y
de presencia se encadenan de tal for-
ma que el primero conduce hacia el segundo
y
encuentra en él un
coronamiento inesperado; después, conducen ambos hacia el tercero,
que los coima
y
los completa más allá de su propio alcance.
La primera presencia de Dios es aquella por la que está Cl con
las cosas a fin de que, simplemente, sean. Por ser ellas tales o
cuales, representan un reflejo lejano de una u otra perfección de
Dios, quien las realiza todas en forma supereminente
y
con una
absoluta simplicidad. Para que existan ellas es necesaria la poten-
cia creadora. De suerte que Dios está presente en todas las cosas
por su potencia
y
según una semejanza, un parentesco, lejanos aun-
3 .
to.
TOMÁS,
lis
Sent.
d. 37,
q.
, a. 2;
Comm.
in Coloss.
e. 2 eet.
2;
Sum.
Theol.,
III
. 1, a. 1, con el comentario de Cayetano, n.° VII. Cfr. también
5am.
/zeol.,
I,
q.
43, a. 1, ad 1. Sin duda que no sería exagerado ni ajeno a la intención de Sto. To-
másver en las tres partes de la Summa
el estudio de los tres modos o grados de unión
a Dios
y
de presencia: 1, presencia por la potencia creadora, según la semejanza;
I, pre-
sencia
or la gracia,
egún la unión
Dios como
bjeto conocido, amado
y
poseído;
111, presencia
or la unión hipostática, según el
er. de otro modo:
nmanencia ene-
ral de Dios a su creación, inmanencia a su creatura
acional
y
libre, inmanencia singular
y
uprema en Jesucris to .
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PRESENCIA DE DIOS EN EL MUNDO
67
que reales. Presencia distante, si puede esto decirse. Y si embargo,
la causalidad de Dios, que hace existir todas las cosas, al ser Dios
mismo, entraña la presencia de la Esencia divina que no puede dejar
de henchir con su Presencia, desde que existe su creación, ese mun-
do al que continúa siendo trascendente. Todo el cosmos, a este res-
pecto, es un templo de Dios, pero lo ignora. Dios le está presente
por su potencia y su Esencia sin habitarlo personalmente, valga la
expresión algo así como un artista está en su obra, y sin embargo
no habita en ella ni está en ella como puede habitar en su hogar y
estar en él con su esposa y sus hijos.
Esta segunda manera de
estar-con
es la que realiza la gracia.
Es aquella por la que Dios nos da el estar con Él, teniéndole a Él
mismo como contenido del conocimiento y del amor, en los que se
realiza la vida de un ser espiritual. Lo que un hombre puede vivir,
la plenitud de gozo que puede llegar a poseer por el pensamiento,
por la presencia, por la unión .total de espíritu y de corazón con la
persona que ama, no es más que una imagen - pero imagen, en de-
finitiva - de esta presencia de Dios en el alma que llega a alcanzar-
le por la vida de fe y de amor que la gracia infunde en nosotros.
La gracia, en efecto, nos convierte eficazmente hacia Dios, de suerte
que podemos asirle y poseerle por el conocimiento y el amor : sí,
asirle y poseerle
a Él.
No a una semejanza suya, sino a su Substan-
cia viva. Por ello, puede darse, por este camino, una verdadera di-
vinización del hombre; pero esta divinización no alcanzará su per-
fección sino en el conocimiento inmediato de Dios y mediante la ca-
ridad tal como se desplegará en el cielo'. Hemos visto ya, en el
estudio del Apocalipsis, cuáles serán las propiedades escatológicas
del templo espiritual. Desde aquí abajo, sobre el fundamento de la
fe, en la obscuridad y precariedad de nuestro estado itinerante, las
almas santas son ya el templo espiritual de Dios. Está Él con ellas
no sólo como el artista está en su obra, sino como un amigo está
con su amigo, un esposo con su esposa, un padre con sus hijos. Dios
habita verdaderamente en ellas, no ya únicamente según su seme-
janza, por potencia y causalidad, sino según su substancia y, cabe
decir, personalmente. Los Padres y los teólogos cuidan de precisar,
4. Ver sobre este punto Ch. JOURNET,
L Église do Verbe jacaré, t.
2, París, 1951,
pp.
264, 271, 369
s.,
492, 510
s.,
542, 544.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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268
L MISTERIO DEL TEMPLO
apoyándose en la Escritura (n. 2 p. 281 orig.), que no se trata ya
de
Presencia,
sino de
Inhabitación ».
Parecería que Dios no podía ir más lejos, estar más íntimamente
con
su criatura. Es lo que ha hecho, sin embargo, al unirse perso-
nalmente
y
según el mismo ser a la humanidad en el misterio de
la Encarnación. En la presencia
y
en la inhabitación de gracia, Dios
está con los justos según su substancia, pero no se une a ellos según
el ser mismo. Por efecto de la gracia, el hombre puede poseer a
Dios
y
tenerle presente en su alma como el objetivo viviente
y
real
de su conocimiento
y
de su amor. En Jesucristo, en cambio, Dios se
une según la misma existencia a una humanidad que viene a ser la
humanidad del Verbo. La inmanencia, la inhabitación es total, on-
tológica. La humanidad, visible
y
sensible como la nuestra, del
Verbo encarnado es, pues, templo de Dios de una manera tan perfec-
ta, que no se concibe cómo una criatura podría ser con mayor pro-
piedad templo de Dios
La unión por la gracia es totalmente espiritual. Los justos alcan-
zan a Dios por las operaciones espirituales de conocimiento
y
de
amor. La unión
-
ipostática y
según el ser
-
e Dios con la hu-
manidad en Jesucristo, realiza una inhabitación corporal de Dios en
medio de nuestro mundo. «En él habita corporalmente toda la ple-
nitud de la divinidad» (Col. 2, 9). Sin duda introduce San Pablo,
bajo estas sencillas palabras, una riqueza de sentido que abarca múl-
tiples aspectos :
«corporalmente» significa «realmente», en oposición
a lo que es sólo sombra proyectada o reflejo
6;
significa también «en
un cuerpo» y, puesto que el cuerpo, para un israelita, es lo mismo
que el hombre, insistiendo así en su realidad
y
presencia visibles,
«corporalmente» significa la humanización o Encarnación de Dios,
5.
fr.
EPIFANIO,
Adv.
aer. III, haer. 74, n.
3 (P. G. 42, 500 C:
oi'xSIç ); S. BA-
SILIO,
E / Y .
2, 4 (32, 229
:
oíxi>
; S.
AGUSTÍN,
Ep.
87 ad Dardanum (o Liber de
Praesentia Dei:
P. L. 3 , 32-45;
.
ej., e.
3,
.
8, col. 847: Deus ubique praesens
est , t ubique totus praesens;
ec bique habitans, ed in templo suo cui per gratiam
benignus ea et propitius); Sto.
OMÁS,
Ja 1 Sent.,
d.
4, q. 2, a. , ad 2;
omm.
a
JI Cor.,
e. 6,
ect.
;
um.
heol.,
5,
q.
8,
y
q. 43,
.
3.
Estos Doctores no emplean la
alabra
praesentia
exactamente igual que el vocabulario
moderno, que le da un sentido más amplio. er, no obstante, Sto.
TOMÁS,
Sum.
heol.,
III,
q.
7, a. 13; .
AGUSTÍN,
De Civ. Dei,
XV, 2: P. L. 41, 438-39, en donde praesentia
s ignif ica cas i «exis tencia>) ,
y
cfr. St. J.
GRABOVSKI,
St. Augustine and the Presence of God,
en
Theol.
tudies,
3 1952),
p.
36-358.
6.
fr. Y. 7. Este es uno de los
ent idos ue destacan S. Agustín
y
Sto.
omás ,
in
loc.,
S.
gustín,
De Genesi ad Litt., XII,
, n.
7 (P. L. 4, 59).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 269/335
PRESENCIA DE DIOS EN EL MUNDO
69
su entrada en nuestro mundo . Verdaderamente, en Cristo una carne
humana deviene templo de Dios, según un modo de inhabitación y
una tal intimidad, que nada mayor puede ya concebirse, puesto que
el vínculo entre el hombre y Dios es aquí el de la existencia perso-
nal y que, cuando Jesús piensa y pronuncia: «Yo soy el templo de
Dios», el templo es su cuerpo, pero el
Yo no es otro que el de la
Persona divina del Verbo.
Todo esto es de la mayor importancia. El régimen de realización
del designio de gracia, y por ende, además de la Encarnación, el
régimen de existencia de la Iglesia, que fluye de esta misma Encar-
nación, encuentra aquí su ley profunda. En nuestro universo, la
acción que se orienta a la salvación, los movimientos espirituales, por
ejemplo, de conversión o de amor, deben «tomar cuerpo» para po-
seer plena realidad. Una presencia o una unión puramente espiritual,
únicamente mediante los actos del espíritu, tiene, aquí abajo, algo
de imperfecto, de intencional, de tendencial, algo, por tanto, de no-
presencia. Dios, después de habernos hablado por medio de los pro-
fetas, nos ha hablado en su Hijo (Heb. 1, 2); el «Ego qui loquebar,
ecce adsum», que Dios pronunció por Isaías
8
y que la liturgia repite
como anuncio de la Navidad, el ((Yo, el que habla (a lo lejos), aquí
estoy», encuentra su cumplimiento en el «Verbum caro factum est»,
la Palabra se hizo carne, de San Juan (1, 14), quien continúa
Y habitó entre nosotros. Todo el régimen de la Iglesia es igual-
mente un régimen de presencia y de acción mediante un cuerpo. Tal
es nuestra «situación». Un filósofo existencialista la ha definido fe-
lizmente como : «Estar en el mundo a través de un cuerpo» ». Nues-
tra «situación» cristiana también, la de la Iglesia, que fluye de la
Encarnación, implica ser para Dios y para los hombres, y que Dios
esté con nosotros en un cueerpo y a través de un cuerpo.
Hemos enlazado estas consideraciones, que requerirían ulterio-
res desarrollos, con el versículo de la Epístola a los Colosenses (2, 9)
y con el tema de la presencia perfecta de Dios en Jesucristo, tal como
la realiza la unión hipostática. Pero esta presencia ¿ no se limita úni-
camente a la santa individualidad de Jesucristo? El templo consti-
tuido por la presencia
corporal
de Dios en esta humanidad cuya exis-
7.
Así Prat, Huby, etc.
8.
Is. 52, 6 La traducción exacta del texto hebreo es: ((Mi pueblo conocerá mi nom-
bre porque comprenderá ese día que soy yo quien digo: Heme aquí.))
9.
M . M ERLEAU-PONTY,
Phénoménologie de la perception,
París, 1945,
p.
357, en n.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 270/335
270
L MISTERIO DEL TEMPLO
tencia personal es la misma del Verbo ¿ha sido realizado una sola
vez, en un punto preciso del espacio
y
del tiempo, entre el
Fiat
de
María en Nazaret
y
el
onsunnnatum est
de Jesús en el Gólgota?
Ciertamente, el cuerpo que Dios ha unido a sí vive para siempre,
pero está en el cielo hasta el día del restablecimiento de todas las
cosas (Act. 3, 21). Nuestra tierra, templo cósmico por la acción de
la Potencia creadora, templo espiritual por la vida de gracia en las
almas de los santos,
¿
es todavía templo teándrico por la presencia
corporal del Verbo encarnado?
Hay que responder que no, sin duda, puesto que Jesús está ya
para siempre en el cielo; sólo el templo escatológico, con su nuevo
cielo
y
su nueva tierra, volverá a ser plenamente para nosotros el
templo teándrico. Y sin embargo, hay que responder también que sí.
Pues, según la Escritura, el cuerpo nacido de María
y
que pendió
del madero no es el único que merece el nombre de cuerpo de Cristo.
Este título pertenece también, con toda verdad, al pan ofrecido en
eucaristía en memoria suya
y
a la comunidad de los fieles, a la
Iglesia.
a exégesis, interpretando la Escritura o,
y
la historia,
restituyéndonos el sentido de la Tradición, en que se explicita la
Escritura
1 1 ,
están totalmente de acuerdo en la afirmación del orden
en que se vinculan mutuamente estas tres realidades, que, en cierto
sentido, no constituyen sino una sola. Son una en el sentido de que
en ellas se realiza un único e idéntico misterio, el misterio de Pascua,
del Tránsito al Padre
1 2
Este misterio, realizado en uno solo, aunque
para todos, debe venir a ser el de todos en uno solo. Y el medio por
el que cuanto tuvo cumplimiento en el cuerpo nacido de María pasa
al cuerpo llamado «místico» (nosotros preferimos denominarlo «co-
munional») que estamos llamados a ser, es precisamente el sacramen-
to del cuerpo de Cristo, el memorial de su Pascua celebrado con el
lO. er el comentario de J.
MOFFATT
a 1 Cor. 112
(p.
184); A. E. J. RAWLINSON,
The
New Testament Doctrine of Me Christ,
p.
157, n. 5; Corpus Christi, en Mysterium Christi,
by G. K. A.
BELL d . DEISSMANN,
Londres ,
930, 25-244; L. THORNTON, The
d .
p.
Common Lile in Me Body of Christ, Westminster,
2.a
cd., 1944,
p.
330.
II.
sí S.
CIRILo
de Alejandría,
In Joan.,
lib. XI, c.
I (P. G. 74, 559-60;
.
ALBERTO
MAGNO,
De Eucharistia,
d.
, e. 6;
. III,
ract. 1, e. 5,
.
(Borgnet, 38,
14
y
257),
etc. Ver especialmente el hermoso libro del P. H.
DE LUBAC, Corpus mysticnm (T/séologie,
3), París, 944
(2.5 ed.
949),
ue
os
est i tuye ,
on
rudición agnífica, ste
en t ido
profundo e la Tradición.
12.
l libro cuya lectura es indispensable sobre este tema de la identidad del isterio
parusíaco
y
del misterio pascual, es el de F.
X.
URRWELL, a Résurrection e
ésos,
mysti re de salut,
Le Puy
París ,
950.
Hay trad. sp.,
arcelona, Herder.)
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 271/335
PRESENCIA DE DIOS EN EL MUNDO 71
pan y el vino. El cuerpo físico del Señor, tomado como alimento en
el sacramento, nos constituye plenamente en sus miembros y confor-
ma su cuerpo comunional. Tal es el encadenamiento dinámico de
las tres formas de un mismo misterio. Así pues, el cuerpo sagrado
que ha sido, entre la Anunciación y la Cruz, el perfecto templo de
Dios en la tierra, la realización perfecta de la verdadera Religión
del Padre, forma para sí, por la acción acordada de su Espíritu y del
sacramento que contiene su misterio esencial, un cuerpo total en el
que Él es como la cabeza y nosotros los miembros. La piedra única
se dilata, en cierto modo, para venir a ser un templo con las dimen-
siones de la humanidad (cfr. Ef. 2, 21
y
todo el pasaje:
Vv.
19, 22).
Así pues, el cuerpo de Cristo es el templo ; pero el cuerpo de
Cristo no es únicamente Jesucristo, bien en los días de su carne,
bien en su condición gloriosa : es también el pan eucarístico y la
comunidad de los fieles. De ahí que nuestras iglesias sean también
templos : son el lugar que cobija al cuerpo sacramental y al cuerpo
comunional de Jesucristo, el altar (el tabernáculo) y la asamblea de
los fieles
n•
Ciertamente que no hay otro templo perfecto más que el
cuerpo de Cristo, pero el cuerpo de Cristo es también sacramental
y comunional.
Falta ver ahora cómo la perfección de la Presencia de Dios en el
Cuerpo de Cristo asume las precedentes realizaciones de esta misma
Presencia, cómo el templo teándrico engloba y da total cumplimien-
to al templo espiritual y al templo cósmico.
Observa Santo Tomás que el segundo modo de presencia de
Dios, la presencia por la gracia, como objeto conocido, amado y po-
seído, presupone al primero, presencia por potencia, a título de se-
mejanza o reflejo, y que el tercero, por la unión en el mismo ser,
presupone a los dos primeros
1 4 •
El templo teándrico presupone el
templo espiritual de la gracia confiriéndole una inesperada plenitud
de dignidad. La gracia, en Jesucristo, no es una gracia cualquiera
(si es que existe una gracia cualquiera). San Juan nos dice de ella
que es la que corresponde al Hijo unigénito del Padre (1, 14)
es una gracia de Hijo de Dios, una gracia filial ; es una gracia del
Verbo encarnado, la gracia de una humanidad santa, cuyo principio
de existencia es la misma Persona del Verbo. Y esta dignidad se
13.
Ver
La maison da peuple de Dieu,
en
L Art sacré,
n. 8-9 (ag.-sept. 1947), pági-
nas 205-220.
14 1 Sent.,
d. 37,
q.
1, a. 2, ad 3.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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272
L MISTERIO DEL TEMPLO
comunica, en cierto modo, de Jesucristo a nosotros. Pues, sin llegar
a ser miembros del Verbo, somos miembros de Jesucristo, cuyo prin-
cipio personal de existencia es la Persona misma del Verbo. Así
pues, la gracia que hace de nosotros templos espirituales de Dios
es, así mismo, crística, filial, sobre todo cuando se nos da en la
recepción del cuerpo sacramental del Señor: «Así como me envió
mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me come
vivirá por mí» (Jn. 6, 57). La religión perfecta, el culto filial, que
existía únicamente en Jesucristo en los días de su carne (y también
ya en su Madre, por causa de Él), existe igualmente en adelante
en nosotros, miembros suyos y cuerpo suyo
s
Esta es la razón por
la que afirma la Iglesia que, mediante la Encarnación, que ha reali-
zado el templo teándrico, Dios ha restaurado la humanidad eleván-
dola a una condición admirable, «mirabilius reformasti»
1 6
Esta dignidad se comunica incluso al templo cósmico, pues toda
la creación está vinculada a la santa humanidad de Jesucristo. In-
sistiendo en el viejo tema, importante y profundo, del hombre-mi-
crocosmos, los teólogos más rigurosos se complacen en subrayar que
Dios, al asumir y elevar la naturaleza humana, elevaba a toda cria-
tura en cuanto tal, pues el hombre es a la vez espíritu y materia
en él, como dice Cayetano, todos los grados de la creación, y por
tanto, el universo entero, han sido elevados hasta una Persona divi-
na Tanto desde el punto de vista bíblico como desde el punto
de vista teórico y propiamente teológico, lo que podríamos llamar
valor cósmico de la Encarnación tiene muchos otros apoyos aparte
de la idea de microcosmos. Es cierto que el mundo entero está im-
plicado en el destino espiritual del hombre y que su condición ha
cambiado de resultas del hecho de la Encarnación, en primer lugar,
y de la resurrección de Jesús después. De aquélla dice magníficamen-
te el Martirologio romano al anunciar la fiesta de Navidad: «Dios,
queriendo consagrar el mundo mediante su misericordiosísimo ad-
venimiento...
» 18
En cuanto a la resurrección de Jesús, constituye
15.
Consideración expuesta en el estudio, tan religioso, por cierto, de A.
SMALLWOOD,
Essai sur la nature de l unité religieuse,
publicado en la Nouvelle Revue théologique, 1939,
pp. 936-65, 1047-74.
16.
Bendición del agua en el ofertorio de la Misa romana.
17. CAYETANO,
loc. cit.; referencias de otros escolásticos en E. MERSCH,
Le Corps
mystique du Christ. Ét. de Méol. histor.,
2.a
ed., Bruselas
y
París,
1936, t. 2, p. 246, o. 2.
18. El can.
TIIILs ha traducido justamente este importante texto en
Théologie des
réaiites terrestres, t. 1, París, 1947,
p.
102.
Compárese con el prefacio de la consagración
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274
L MISTERIO DEL TEMPLO
existencia. Dios habita ya en medio de él
y
tiene su templo en la
ciudad santa, Jerusalén. Después viene Jesús, el que ha de reempla-
zar al templo y, por el envío de su Espíritu, hacer que Jerusalén
esté dondequiera que los hombres se conviertan por la fe en pueblo
de Dios.
Él
es, dice San Pablo, nuestra paz; de ambos pueblos, el
profano
y
el sagrado, ha hecho uno, derribando el muro de separación
a fin de fundir a los dos en sí mismo en un solo cuerpo (Ef. 2, 14 s.).
Jesús anuncia
y
realiza ya
-
n el plano de las causas decisivas
-
la reconciliación del mundo, su vuelta a la esfera sagrada de la gra-
cia.
Él
mismo es la (re)consagración de todas las cosas. Sí, lo es ver-
daderamente. Pero el plan de Dios es tal, que si la causa de la
salvación vino ya a nosotros no surte, sin embargo, todos sus efectos
en
tanto no haya transcurrido esta duración histórica en que debe
desplegarse el anuncio de salvación por la palabra apostólica
y
la
libre acogida de ella a que se invita a los hombres. Por esta razón,
hasta su manifestación definitiva
y
radiante, la realeza sacerdotal de
Jesucristo se ejerce aquí abajo en condiciones de esfuerzo, de inevi-
dencia, entre los límites que imponen la lentitud
y
la libertad de los
hombres. Aquí abajo continúa todavía la dualidad de una Iglesia
y
de un Mundo, es decir, de una esfera en la que Jesucristo es reco-
nocido, en la que los hombres se unen a Él por la fe
y
la alabanza,
como los miembros a su Cabeza mística,
y
una esfera más amplia
que es todavía el Mundo, aquel que no le recibió (Jn. 1, 5-11). No
ha sido todo restituido a la dignidad de templo de Dios porque aún
no ha recibido la irradiación del cuerpo de Cristo, fuente de toda
reconciliación.
Desde ahora, realizada ya la Encarnación, existe un templo per-
fecto que es el cuerpo de Jesucristo. Es el templo teándrico, que
asume, para infundirle una verdad
y
una dignidad superior, al tem-
plo espiritual de las almas, al que une a Sí en un cuerpo místico o
comunional,
y
al templo cósmico de un mundo del que es rey, sacer-
dote
y
Salvador,
y
al que hará participar de la gloria de los hijos
de Dios.
Todo ello va realizándose ya, pero aguarda su consumación. En
el presente régimen, que es a la vez de realidad
y
de espera, esta
unión del mundo
y
de las almas al templo santo del cuerpo de Cristo
se opera «in mysterio», mediante los sacramentos: el sacramento
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PRESENCIA DE DIOS EN EL MUNDO
75
de la eucaristía y el sacramento de las iglesias . La eucaristía,
cuerpo sacramental de Cristo, alimenta en nuestras almas la gracia,
por la cual somos el templo espiritual de Dios; es el sacramento de
la unidad, el signo del amor por el que formamos un sólo cuerpo, el
cuerpo comunional de Cristo. Es, finalmente, para nuestros mismos
cuerpos, una promesa de resurrección (Jn. 6, 54). Es también, para
de Cristo. Tiene, por lo tanto, un valor cósmico, y no sólo como
promesa de restauración, sino también como signo, por cuanto se
elabora con elementos del mundo y mediante el trabajo del hombre .
También la liturgia destaca el valor de la eucaristía como alabanza
y acción de gracias por parte de la creación
También las iglesias sirven a la vida de nuestras almas en cuanto
templos espirituales, por cuanto son lugares de oración; sirven
asimismo a nuestra unión en un cuerpo comunional, puesto que son
el lugar de la asamblea cristiana. Y como la eucaristía, aún en mayor
medida, asumen los elementos del mundo y el trabajo del hombre.
Son ellas también las primicias de la creación, ofrecidas a Dios y
atraídas hacia la sociedad del cuerpo de Cristo, que las reunirá
y consagrará a todas. Por tal motivo, las ricas catedrales y, más
modestamente, las iglesias y capillas diseminadas sobre la superfi-
cie de la tierra, convocan a los elementos del mundo y recogen todo
vestigio de belleza para la alabanza del Señor, al tiempo que repre-
sentan el glorioso cortejo de los santos. Son signo y promesa de que
todo será reunido, lo visible y lo invisible, lo corporal y lo espiritual,
en el único templo de Dios y del Cordero.
En lugar de considerar las cosas desde lo alto, a partir de Cristo
que las asume, se las podría contemplar desde abajo, esperando
recibir del orden superior el pleno sentido de lo que aspiran ser.
Entonces, lo cósmico dama por lo espiritual, y lo espiritual por lo
teándrico. La alabanza del mundo ha menester de la del hombre,
quien ha de ser su intérprete y mediador por su trabajo y, sobre todo,
23 .
La intuición de tales Conexiones era, sin duda, lo que llevaba a un
SI C AR D O
nr
C R L M O N A
a designar, tanto a la consagración de las iglesias como a la Eucaristía, como
los dos «uni ta t i s sacramen tas :
Comm. sur le Décret,
citado por
A. TEETAERT,
La con fession
aux laiques....
Wetteren, Brujas, París, 1926,
p.
218.
24 . Aspecto puesto de relieve por el
P. H.-M. FhET a lo largo de su estudio:
La
mease, rassemblement de la communauté,
en
La Messe et sa catéch?se (Lex orandi, 7),
P arís , 1947,
pp.
205-283 .
25. Ver referencias en
Jalones para una teología del laicado,
Pp.
255, 256-259
y
529.
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276
L MISTERIO EL TEMPLO
por el canto de sus labios (Heb. 13, 15) . Mas el culto espiritual
del hombre, y la gracia que hace de él un templo de Dios, no son
perfectos sino en cuanto representan aquella religión filial, única
relación auténtica de la criatura a su Dios, que no puede venir sino
de Jesucristo. Es Cristo quien es, en definitiva, el único templo
verdadero de Dios. «Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo,
el Hijo del hombre, que está en el cielo» (Jn. 3, 13).
26. Cómo no citar aquí, una vez más, este gran texto de
B O S S I J E T
«La créature in-
sensible nc pcut voir, elle se montre; elle nc peut aimer, elle nous y presse, et ce Dieu
qu'elle n'entend pas, elle nc nous permet pas de l'ignorer. C'est ainsi qu'imparfatfment
cf á sa manire, elle glorifie le Pere céleste. Mais afin qu'elle consomme son adoration,
l'homme doit &re son médiateur. C'est á lui á pr&er une voix, une intelligence, un
cocur tout bróiant d'amour á toute la nature visible afin que'elle aime, en lui et par iui,
la beauté invisible de son Créateur. C'est pourquoi ji est mis au milieu du monde, in-
dustrieux abrégé du monde..., grand monde dans le petit monde, paree qu'encore que
«don le corps ji Soit enfermé dans le monde, ji a un esprit cf un coeur qui est plus
grand que le monde; afin que contemplant l'univers entier et le ramassant en lui-mme,
I I
l'offfre, ji le sanctifie,
I I
le consacre au Dieu vivant: si bien qu'il n'est le contem-
piateur et le mystérieux abrégé de la nature visible, qu'afin d'étre pour elle, par un
saint amour, le prétre ct l adorateur de la nature invisible cf intellectuelle.» Sermón en la
fiesta de la Asunción, 1662, tercer punto.
(Ocueres orat., Lebarcq, t. IV,
pp.
194-95;
cfr.
Sermon sur le culte dú Dicu, 2 de abril de 1666; t. V,
pp.
103 s. Citado por Dom
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APENDICES
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8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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Textos
Fijación de la tradición yavista (J) en Judá,
y un poco más tarde, de la tradición
elohísta en el reino del Norte.
Después del 750, Amós.
Hacia 750-730 , O seas .
En 740, visión de Isaías (c. 6) en el Tem-
plo; entre 740 y 700, Isaías.
Hacia el 720, Miqueas.
Hacia el 700 , pr imera redacción del Deut .
? )
y Prov.
APÉNDICE
1
Cronología de Hechos y Textos concernientes al Templo
Cronología
Hechos
hacia 1900 a. J. C.
Abraham-Isaac, Jacob.
hacia 1250
Moisé s
y
el éxodo; después, conquis-
ta de Canaán.
Íacia 1030
Samuel
inicia
u
ctividad acia
1050);
aúl.
hacia 1000
Re ina avid; rimero en
ebrón,
después
n
erusalén. rofecía
e
Natán .
9 7 0 - 9 3 1
Salomón.
hacia 960
Const rucc ión de l Tem plo .
9 3 1
Cisma entre las diez tribus del Norte
I srae l o E f ra ím)
y
el reino del Sur
Jud, con Jerusalén, más Benjamín).
en tre 900
y
8 0 0
Elías
y
Eliseo.
7 2 1
Conquista de Samaria por los asirios.
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7rxtos
627
a
586, Jeremías. (Primera redacción de
Josué, Jueces, Samuel y Reyes.)
Hacia el 610, Nahum.
Hacia el
605,
Habacuc.
Hacia
592-571,
Ezequiel .
Hacia el
573,
visión del Nuevo Israel:
Ez.
40-80.
Durante el exilio, «Libro de la Consolación
de Israel)). 2 y
3.
parte de Is .
?),
redac-
ción de Núm. y Re.
?),
Abdías
).
Alrededor de
520,
Ageo y Zacarías,
1 8 .
Hacia el 440
y
sigs., Malaquías; después
Joel
?),
Jonís
?).
Hacia el
398,
f ijación de la tradición sa cer-
dotal (P), sobre todo Levítica.
En t re
350
y
300,
la obra del Cronista: Par.;
redacción de los libros de Esdras
y
Nehe-
mias.
Cronología
echos
622
escubrimiento del Deut. (D); refor-
ma de Josías.
598
rimera deportación udíos.
587
ae Jerusa lén en masios de los as i r ios ;
des trucción del Templo.
Des t ier ro en Babi lon ia la
golah).
538
dicto de Ciro el Persa, liberando a
los depo rtados judíos.
537
y
sigs
nicio de la restauración bajo Zoroba-
bel; la del Templo entre
520
y
515,
después la de las murallas.
Dedicación en e l
515.
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Hechos
Conquistas de Alejandro en Oriente.
Tentativa de helenización violenta de
los judíos. Persecución de Antíoco
Epifanes; profanación del Templo.
Alzamien to de lo s M acabeos .
P urif icac ión del Temp lo y De dicac ión
f ies ta de las E ncer i ias ).
Jerusalén es ocupada por Pompeyo.
Herodes e l Grande, quien comien za el
hermoseam ien to de l Templo y e l en -
grandecimiento de su explanada el
año 18.° de su reinado (23 a. J. C.).
Anunciación a la Virgen María.
Pérdida y hallazgo de Jesús en el
Templo.
Ministerio público de Jesús; purifica-
ción del Templo.
P as ión , Res urrecc ión de Jesús . Ascen-
sión.
Pentecostés (nacimiento público de la
Iglesia).
Cronología
336
y
s igs.
1 6 8
1 6 5
63
40
hacia el 4 antes de la
era Cristiana, bajo
Augusto (del 30 a.
J. C. al 14 d. J. C.)
hacia el 8 o 9 d. J. C.
hacia e l 26 o 27
hacia el 29 o 30
Textos
A partir del 300, en Alejandría, traducción
de los LXX.
Entre el 300 y 200, Ester (?).
Hacia 190-180, Ecl. y Eco.
Daniel (?)
Hacia el 70 Judit (?).
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Cronología
Textos
hacia el 34-36
64
67
68
julio del 70
lO de agosto del 70
Martirio de Esteban y conversión de
Saulo.
Persecución de Nerón
(martirio
de
Pedro?).
Martirio de Pablo (¿de Pedro?).
Muerte de Nerón.
Toma de Jerusalén por Tito.
Destrucción to ta l de i Templo.
Poco antes del 55: 1
y
II Tes.
Primavera del 55: 1 Cor.
5637: II Cor.
57: Gal.; poco después, Rom.
Probablemente, ep. de Santiago.
61-62: Fip.; Flm.; Col, y Ef.
A partir dei 60, Me., Lc. y Mt., griego.
62-63: Hechos .
63: 1 Pe.
67: Pastorales (?).
Apoc. II, según el P. Boismard.
Poco antes o, quizá, después del 70, ep. de
Judas.
Hacia el 80: II Pe.
?.
Hacia el 81: Apoc. 1, según el P. Boismard.
Hacia el 90: Ev. de San Juan y 1 Jn.
?.
Hacia el 95: fusión de ambos Apee. más las
siete Cartas.
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C R O N O L , O G Í A 83
Una cuestión muy delicada es la que se plantea a propósito de los
textos que nos transmiten los hechos más antiguos de la Revelación,
los correspondientes a la época de los Patriarcas o incluso a la de
Moisés o Josué, es decir, a propósito de los libros del Pentateuco, o
del Hexateuco, si se quiere (Génesis, exodo, Levítico, Números,
Deutorenomio; Josué). La redacción de estos textos, tal como ha
llegado hasta nosotros, no se remonta al tiempo de los acontecimien-
tos que relatan, sino que les es posterior en muchos siglos. Los
críticos, desde el siglo xviii, y sobre todo en el siglo xix, han elaborado
al respecto una hipótesis, llamada ((documental», porque distribuye
los textos del Pentateuco (Hexateuco) en cuatro documentos, y a
veces más, que denomina yavista (J), elohísta (E), deuteronómico (D)
y sacerdotal (P, de
Priesterkodex).
La fecha que atribuye a tales
documentos es : siglo ix, en Judá, para J ; un poco más tarde y en
Israel, E; fusión de ambos documentos después de la conquista de
Samaria (722) ; reinado de Josías, algo antes del 622, D (en
el que se utilizó una redacción parcial anterior) ; finalmente, retor-
no del exilio (siglo y), para P, que fija una tradición sacerdotal de
la que ciertos elementos, muy probablemente, se remontan a tiem-
pos más antiguos.
La hipótesis ((documental)) está siendo hoy día batida en brecha,
no tanto, quizá, por las fechas que atribuía a la
redacción
defini-
tiva de los textos, cuanto por las conclusiones que algunos preten-
dían deducir acerca del carácter tardío, más bien legendario y des-
provisto de valor histórico, de los relatos concernientes a los hechos
más antiguos. Es cierto que el conocimiento de los «realia» orienta-
les y bíblicos, gracias a la arqueología principalmente, ha devuelto
en muchísimos casos su verosimilitud e incluso, formalmente, su
crédito científico a los relatos de la Biblia. Esta es una de las razones
por las cuales, transformando considerablemente los datos de una
solución aceptable, son hoy muchos los que prefieren hablar de «tra-
diciones» en lugar de ((documentos». El P. de Vaux, en particular,
propone ver en los antiguos «documentos» la redacción de tradiciones
mucho más antiguas, conservadas en diversos santuarios por grupos
de sacerdotes o de profetas '. Esta idea es la que hemos adoptado
nosotros, aunque sin entrar en la cuestión de la fecha de redacción
1. Ver R. ni
VAUX, en la Introducción al Génesis en B J y en Rey. bibi., 1954,
pp. 425-26.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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284
L MISTERIO DEL TEMPLO
de las diferentes tradiciones; a pesar de todo, y aunque sólo fuera
brevitatis causa,
no nos hemos prohibido el uso de las clásicas si-
glas, J, E, D y P, para precisar a qué tradición se debía tal o cual
texto.
No podemos eludir, sin embargo, una mayor precisión y, even-
tualmente, una justificación del uso que hemos hecho de tales textos
en los capítulos referentes a los Patriarcas y al Éxodo.
Se plantea, en efecto, una cuestión. Si la redacción de esos tex-
tos es tan tardía, incluso admitiendo que no haya hecho más que
fijar tradiciones más antiguas, ¿ es posible,
históricamente,
tomarla
por otra cosa que la expresión de la representación que se tenía de
las cosas en una época X, más o menos posterior a los hechos que
pretenden narrarnos tales textos y de los cuales son, en suma, nues-
tro único testimonio? La cuestión no afecta tanto, quizá, a la historia
de los Patriarcas, manifiestamente primitiva y auténtica, a excep-
ción de algunos detalles de vocabulario, cuanto a los hechos del éxo-
do: la tienda de reunión, la nube, el arca...
No podemos, por nuestra parte, responder a tal cuestión al mar-
gen de nuestra hipótesis fundamental de trabajo, que es el carácter
divinamente inspirado y auténtico de la Escritura. Cualquiera que
sea la relación que la crítica histórica pueda reconocer entre los
textos - admitámoslo hipotéticamente - del siglo ix y los hechos
de la Revelación, del siglo xiii, es cierto que, en la trama del desig-
nio divino de gracia, del que Israel era portador, los escritores sa-
grados han sido divinamente inspirados para comunicarnos la signi-
ficación religiosa de tales hechos. Más allá del testimonio estricta-
mente histórico que transmiten nuestros textos - y que vale cuanto
vale la fidelidad de la tradición que enlaza los hechos a los textos
nia s
la garantía providencial concedida a dicha transmisión -, los
autores de los libros reconocidos como inspirados por la Sinagoga
y desde la Iglesia han tenido la gracia de percibir, para decírselo
al pueblo de Dios, la significación de los hechos cuyo coronamiento
es Jesucristo. De siglo en siglo, de libro en libro, esta significación
ha ganado en profundidad en la fidelidad del pueblo de Dios. De
suerte que, cuando leemos los textos con la ayuda de los recursos
de la exégesis, tratando de comprender lo que nos han querido
decir, tenemos la seguridad de conocer la etapa de la economía de
la salvación de la que son testimonio, cada uno en su lugar, de su
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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CRONOLOGÍA
85
aportación propia y de su sentido. Esto es lo que nos interesa esen-
cialmente, desde el punto de vista de un conocimiento cristiano del
plan de Dios y de sus etapas características, cuya misma sucesión
implica un valor de revelación del Misterio.
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APÉNDICE
II
La Virgen María y el Templo
Los únicos momentos en que los Evangelios ponen expresamente
a la Virgen María en relación con el Templo son el relato de su
Purificación y de la Presentación de Jesús en el Templo Lc. 2,
22-38) y el de la subida anual de los padres de Jesús a Jerusalén en
la fiesta de Pascua 2, 41), con el hallazgo del niño Jesús en el
Templo después de cuatro días de ausencia por su parte y de tres
días de angustiosa búsqueda por parte de sus padres 2, 42-50).
A
estas tres discretas indicaciones, la piedad cristiana añadió muy
pronto la idea de una presentación de María en el Templo a la edad
de tres años, para ser consagrada al servicio de Dios '. El episodio
se celebra en la fiesta de la Presentación, del 21 de noviembre, de la
que se encuentran testimonios en Oriente a fines del siglo vu y cuya
introducción en Occidente se remonta a la Edad Media Z
. Es sabido
1.
La idea se encuentra en el apócrifo «Libro de Santiago», c. 7: ed. y trad. franc.
Ch. MICHEL, en Évangiles apocryphes (col.
HEMMER y LEJAY), París, 1911. El texto data,
en lo esencial, de la primera mitad del siglo u (E. PAMMAN, art.
Apocryphes,
en
Suppl. au
Dict. de la Bible, t.
I, col. 482-83). Sobre el desarrollo de la idea, ver R. LAURENTIN,
Marie,
l Église et le sacerdote,
París, 1952, pp. 80-83, 106, 108, 377. La delirante imaginación
de los mariólogos antiguos les llevó a describir cómo María penetraba en el Santo de los
santos y abrazaba el arca (que faltaba de allí hacía cerca de siete siglos), etc...
2. S. VILIIÉ,
La féte de la Présentation de Marie au Temple,
en
Échos d Orient, 5
(1902), pp. 221 s.; H. LECLERQ, art.
Présentation de Marie,
en
Dict. Archéol. chrét. et
Lit., t. 14 (2), col. 1729-31 (no muy exacto). La fiesta fue introducida en Occidente en el
siglo xi y fue celebrada por primera vez en la Capilla papal, en Aviñón, en 1372, bajo
Gregorio XI.
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288
L MISTERIO DEL TEMPLO
que las probabilidades históricas de una infancia de María en el
Templo son nulas, pues nada semejante tiene el menor apoyo en la
documentación histórica asaz abundante que poseemos sobre la vida
del Templo
y
las costumbres judías en la época en que María podía
tener tres años. No se trata, pues, aquí más que de la traducción
simbólica de una realidad espiritual profunda, sobre la cual la tra-
dición
y
la doctrina de la Iglesia nos instruyen válidamente: María,
predestinada a ser la digna Madre de Jesús, verdadero Dios
y
ver-
dadero hombre, fue prevenida también con gracias excepcionales
y
vivió, con fidelidad sin tacha, la vida más pura de consagración
interior al Dios de Abraham, de David, de los Profetas. Tipo de
todas las almas fieles
y
de la misma Iglesia, vivió espiritualmente,
de manera eminente, esta presentación que, para cada uno de nos-
otros debe comenzar en el servicio de la fe
y
consumarse en el cielo,
Es evidente que la tradición
y
la doctrina de la Iglesia, sin caer
por ello en las creaciones imaginativas de los
pócrifos, pueden
hacer, acerca de la situación de la
Madre de Dios, bien con respec-
to al Templo judío, bien al templo mesiánico, afirmaciones que so-
brepasan con mucho cuanto nos dicen explícitamente los tres breves
pasajes del Evangelio antes citados. Si María es Madre de Dios,
tiene, en efecto, con respecto al cuerpo de Cristo
u cuerpo físico
y
sin duda también, en cierto modo, su cuerpo eclesial
ue es el
verdadero templo, una relación singular; Ella misma es templo
de Dios según un título totalmente peculiar
y
sublime, bien sea
porque llevó dentro de sí a Cristo desde su concepción hasta su naci-
miento, bien en razón de los excepcionales dones espirituales que su
maternidad divina
y
el pleno consentimiento con que la aceptó libre-
mente Le. 1, 38) le valieron, no sólo desde la Anunciación, sino
también durante toda su existencia. Así, con una profunda penetra-
ción del misterio de María, la liturgia
- y
en primer lugar, la litur-
gia oriental
tiliza, sin cesar para expresarlo, los textos rela-
tivos al Templo
y
al tabernáculo.
La atención de los fieles
y
de los doctores se dirigió en un princi-
piohacia
Dios,
que operaba tales maravillas en María, o hacia Cristo,
((encarnado por el Espíritu Santo de María Virgen» (símbolo niceno-
constantinopolitano). Los primeros textos que atestiguan una apli-
3.
fr. el hermoso art.
e A.
KNIAZEFF,
Marologie biblique et Liturgie byzantine,
e n
Irénikon,
28 (1955),
pp.
268-89.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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.
A VIRGEN MARÍA Y EL TEMPLO
89
cación del tema del arca de la alianza a la Encarnación, se expresan
según el tenor siguiente:
El Señor
or era impecable pues, en tanto que hombre, estaba hecho, por den-
tro y por fuera, de madera incorruptible (cfr. Éx. 25, 11), siendo obra del
E spíritu San to
y
de la Virgen», dice San Hipólito de Roma, a principios del
siglo
4
« Y la misma idea se encuentra repetida, casi en idénticos términos,
en Severo de Antioquía, a principios del siglo vi'. Esta vez, la Virgen pro-
porciona a Cristo la madera incorruptible de su naturaleza humana, pero es
Cristo el arca.
Muy pronto, la atención hubo de dirigirse, necesariamente, hacia
la Virgen misma, tanto por devoción cuanto por defender el verda-
dero sentido de la doctrina cristológica; en toda hipótesis, a causa
de Cristo, su Hijo. Se desarrolló el ciclo de las fiestas marianas,
aunque permaneció limitado durante mucho tiempo a las cuatro
fiestas mayores: las del 8 de septiembre, del 25 de marzo, del 15 de
agosto
y
del 2 de febrero. Más tarde fueron añadiéndose otras, en
particular la del 21 de noviembre, como acabamos de ver. Los pia-
dosos monjes
y
los doctores compusieron homilías para estas fiestas,
después oraciones
y
loores, en los que se encuentran ensalzamien-
tos
y
listas de exclamaciones admirativas, que constituyen el origen
de las letanías de la Santísima Virgen
6
A Ella es a quien hay que
alabar como templo
y
arca de la alianza.
Esta consideración, que del Hijo divino pasaba a la Madre, tenía
el inquebrantable apoyo dogmático, que hemos señalado, de la ma-
ternidad divina. Pero podía remitirse también a la Escritura, di-
rectamente, pues ésta designaba ya a María como lugar de la Pre-
sencia de Dios. Nos referimos particularmente al relato de la Anun-
.
ciacion en San Lucas. El evangelista, que reproduce evidentemente
los recuerdos de la Madre de Jesús, transcribe así las palabras de
l Espíritu Santo vendrá sobre ti,
y
la virtud del Altí-
simo te cubrirá con su sombra» (1, 35). La palabra aquí empleada
4.
Fragmento de su comentario al Sal. 22, citado por Teodoreto, ed.
ACHELIS,
p.
47
(citado por D. B.
CHAPELLE, Typologie mariale chez les P?rcs et dans la liturgie,
e n
Les
Questions
iturg.
t
aroiss..
954,
p.
09-121: fr.
.
II).
5.
Homilía 67,
n
Patr. rient., .
, p.
5 7 :
i pasaje no tiene nada de mono-
fisita.
6.
Cfr.
G.
. EERSSEMAN,
Virgo a
octoribus praetitulata».
ie marianischen u
tancien alt dogmcngeschichtliche Quellen,
e n
Freiburger
eitsch. f. hilos. .
heol.,
1954) ,
pp.
29-178. Somos deudores de más
e una cita a este documentadísimo estudio.
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290
L MISTERIO DEL TEMPLO
- más de un comentarista lo subraya -
cxtn, es la misma
que, al menos una vez, es utilizada por los LXX para expresar el
hecho de que la nube se posara sobre la tienda de reunión (lx. 40,
35: tradición sacerdotal). Es la misma, también, que repite San
Lucas en su relato de la Transfiguración : ((Mientras esto decía (Pe-
dro), apareció una nube que los cubrió... » 9, 34 ; cfr. Me. 9, 7).
Más profundamente que tal o cual imagen o valor particular - alas,
árbol, protección, benevolencia, etc.
8
lo importante, aquí, es el
contexto general, muy preciso, de la Presencia activa de Dios, clá-
sicamente simbolizada por la nube. Es designado un nuevo taber
náculo: el cuerpo de Jesús, que se formó en María y de María. Si
Ill es el arca de la Presencia, Ella es el tabernáculo que la cobija.
La misma idea, si no expresada tan nítidamente, está al menos
sugerida o insinuada por los términos que emplea San Lucas tam-
bién en su relato de la Visitación (1, 39-56). Hay quien se ha com-
placido en poner de manifiesto el paralelismo de esos términos con
los empleados en el relato de la traslación del arca II Sam. 6, 1-
14) ». No conviene insistir demasiado en ello, pero el parangón nos
parece fundado: la nueva arca, la de la nueva y definitiva alianza,
es ciertamente María durante el tiempo que llevó a Jesús y consti-
tuye el santuario en que fue depositada esta arca.
Así pues, es lícito, con el apoyo de una doble justificación, dog-
mática y bíblica, contemplar a la persona de María como templo. La
tradición católica, tanto oriental como occidental, lo ha hecho bajo
tres aspectos : el de templo, el de arca y el de escala de Jacob. Nos-
7.
Protestante: H. SAHL1N,
Jtmn giran Maria-Dotter Zion,
citado por F. M.
BRAUN,
La Mire des fid?les. Essai de théol. johannique,
Tournai-París, 1953, p. 43, n. 1. - An-
glicanos: H. B. SWETE,
The Holy Spirit ¡u the N. T.,
Londres, 1909,
p.
26; L. S.
THORN-
TON,
The Mother of God in Ho/y Scripture, e n
Thc Mother of God, cd. by E. L.
MASCALL,
Londres, 1950,
pp.
11-12; G.
HEBERT,
La Vierge Marie, filie de Sion,
e n
Vie Spirit., 85
(ago.-sept. 1951), pp.
127-39:
p.
131. - Católicos: no el P.
LAGRANGE, que se limita a
decir que «Pombre désigne la présence de Dieu aglssant ayee complaissance dans une
nuée (référ.)»
(Ev. S. Luç. 1921, p. 34), sino el
P. P. TLRNANT,
La signification spirituelle
de la Basilique du Saint-Sépulcrc, e n
Proche-Orient chrétien,
2 (1952),
pp.
319-32: cfr.
p. 332, n. 37; R.
LAURENTIN,
Court traité de the ologie maria/e,
París, 1953,
p.
26. Cfr.
A.
VALENSIN
y J. Hu»y,
Ev. selon S. Luc (Verbum Salutis,
3), París, 1941,
p.
19 (Con
referencia a Éx. 40, 38).
8.
Sobre los cuales cfr. H.
RIESENFELD,
Jésus transfiguré,
pp.
139 s., quien no cita
a Éx. 40, 35.
9.
R .
LAURENTIN,
o. cit., p. 27, n. 8: Subida del arca = subida de María; gritos
gozosos del pueblo = exclamaciones de Isabel; exultación de David = exultación de
Juan; II Sam. 6, 9 y II comparado a Le. 1,
43
y
56. Cfr. R.
POTTER, Our Lady in the
Scriptures,
e n
The Lije of the Spirit,
9 1 9 5 4 ) ,
pp.
246-52.
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LA VIRGEN MARÍA Y EL TEMPLO
9 1
otros quisiéramos aportar sobre estos tres temas unas breves con-
sideraciones, ilustradas con algunas citas, cuyo número, si se qui-
siera, podría alargarse indefinidamente
y
que representan algo así
como un muestrario, más bien que un
dossier completo '.
a)
aría, templo.
e pueden distinguir a
priori
dos aspec-
tos: el de María-templo porque contiene en sí a Cristo, Dios encar-
nado,
y
el de María-templo del Espíritu Santo, como nosotros mis-
mos lo somos 1 Cor. 3, 16-17; II Cor. 6, 14-17), aunque de una
manera mucho más pura, más auténtica
y
más profunda, en razón
de la santidad que conviene a la Madre de Dios. Nos parece, salvo
mejor información, que se encuentran pocos textos antiguos que
expresen este segundo aspecto separado del primero. María es lla-
mada templo santo de Dios, más hermosa que el templo de Salomón,
templo o santuario del Espíritu Santo
más adelante, a partir del
siglo
XII,
será considerada sobre todo como Esposa suya)
2
ero
por lo general, su cualidad de templo santo aparece vinculada, más
o menos explícitamente, a que cobija en sí a Cristo. María es el ta-
bernáculo del Altísimo
13;
es templo porque es Madre lla es
el templo que contiene el altar, es decir, Cristo
15;
el santuario en
que Dios se ha constituido sacerdote
y
en el que ejerce su oficio
sacerdotal en pro de todos '.
1 0 .
Debemos la mayor parte de las referencias al libro ya
itado de R. LAURENTIN, al
art. de
P.
MEERSSEMAN,
ambién citado,
y
a H. DE LUBAC,
Méditation sur l Eglise
Théo-
logie,
7),
arís,
953,
ap.
.
1 1 .
«Casa de Dios)):
N DRÉS C RETENS E,
Serm. 4 sobre la Nativ. de María
P.
G.
7 ,
868 C);
(Tabernáculo)):
fr. R. LAURENTIN, o. cit.,
p. 77, n.
8 ;
Templo, Templo santo,
verdadero Templo»,
(Santuario))...: d.
.
0 ,
on la observación de que se
mplea
más la palabra
naos
que
hieron;
cfr.
in embargo, ¡bid.,
pp.
30,
88, .
85 .
«Super Jeru-
salem
peciosa,
uper Salomonis templum magnificata... templum Dei sanctum»:
. JU A N
D A M A S C E N O
Serm. sobre la Anunciación (P. G.
95, 655
y
6 7 8 ) ; «Gratissimum Dei templum,
SpirituS Sancti sacrarium)) :
ración
53
de
.
N S E L M O
P. .
58,
59);
Sacrarium Pa-
racleti), Ritmo
edieval:
. .
58, 65) ;
Ipsa
abernaculum ei, pSa omus,
psa
atrium, psa cubiculum,
psa talamuss:
.
E R N A R D O
(?),
erm.
n
alve Rcg., .
(P. L.
184, 1069),
Cfr. las llamadas Letanías de Venecia: MEERSSRMAN, art. cit.,
pp.
41,
52.
12 B
.
ERKELBACH,
Mariologia,
arís,
939,
p.
2,
87 .
1 3 .
Cfr. H. DE LUBAC, o . cit.,
p .
244, n. 8;
AURENTIN, o . cit.,
p.
65.
1 4 .
«Templum Dei simul et Matrem»:
eud.
P I F ANI O,
De laudibus
S M
Deiparas
P . .
3,
88); Templum
el factus est uterus
esciens virum»
:
ntífona
ara l
Magnificat de
a s
I
Vísperas de la Fiesta de la Circuncisión (de origen oriental). Cfr.
l
himno de Navidad:
Versatur in templo Deus».
15. S .
E RM Á N d e
onstantinopla
f
733),
In Prae.,
9
P. G.
98, 301 :
n un
d i s -
curso a
l o s
padres de Jesús que pone en
oca de Zacarías).
1 6 .
PROCLO de Constantinopla,
Serm. sobre la Theotokos P. G.
65, 684
B); S.
M Á x I M O
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292
L MISTERIO DEL TEMPLO
Es evidente que se encuentra una referencia cristológica en esta
atribución a María de la cualidad de Templo. Pero no se trata mera-
mente de una contención física, como cuando el Señor se encontraba
en Jerusalén o en cualquier otro lugar. La Virgen María es algo
muy distinto de un
lugar que contiene a Cristo; ella es - dicen
numerosos textos antiguos j - un templo vivo y
animado,
y
Anti-
pater de Bostra la opone incluso, a este respecto, al templo material
de Jerusalén (cfr. anterior n. 16). María, en quien y por quien llegan
a su cumplimiento las profecías, es templo verdaderamente en la
línea trazada por los profetas, según los cuales el verdadero templo
es el Israel viviente y fiel, obediente a la voluntad soberana de Dios,
un Israel puro y consagrado. Por esta razón, repetimos, no se puede
separar en María la gracia
gratis data de la Maternidad divina, por
la que Dios habita corport1mente en Ella, y la gracia santificante,
por la que es personalmente templo espiritual de Dios. Ella lo es
como lo es toda la Iglesia y, en la Iglesia, cada una de nuestras
almas; pero lo es de la manera más perfecta, más pura, siendo tipo
eminente de la Iglesia, su realización personal perfecta
8
También
María es la mística Ciudad de Dios, la Jerusalén espiritual el
Templo santo, de una manera más perfecta que todo el resto de la
Iglesia: es la Reina de todo el orden de las realidades espirituales.
Nunca una pura criatura ha sido templo de Dios más perfecta y
puramente que Ella.
Por todo ello, se puede decir con verdad de Ella, en cierta medi-
da, como de Cristo, que es más grande que el Templo. Y anuncia la
caducidad de éste, no sólo cuando acude a él con su Hijo en los bra-
zos (cfr. supra p. 147 orig.), sino ya en su propia venida como sim-
ple Virgen-hija de Sión, esa venida que la piedad cristiana ha resu-
mido simbólicamente en su ((Presentación en el Templo» : pues al-
berga ya en Ella la gracia espiritual de la Nueva Alianza y de los
tiempos mesiánicos. Si sólo la muerte de Cristo había de producir
de Turín,
Hom. 5 (P. L. 57, 236 C);
B A S I L I O
de Seleucia
(?), Serm. 39 (P.
G
85, 444 B ) ;
cfr. en R. LAURENTIN,
o. cit.,
pp.
65-66,
otros textos de M O D E S T O
de Jerusalén,
G E R M Á N d e
Constantinopla,
ANDRÉS
de Creta,
y
en
p.
87,
d e
ANTIPATER
de Bostra.
17.
Referencias en
LAURENTIN, O.
Cit., p.
78,
n. 10.
18.
Cfr. A.
MÜLLER,
Ecciesia-Maria. Die Einheit Martas uad der Kirche (Paradosis,
5), Friburgo, 1951;
H. RAI-INER, Marie et l Eglise (Unam sanctam),
París, 1955; Ch. Jou.-
NET,
L Église du Verbe incarné,
t.
2,
París, 1951,
pp.
393-436;
H. DE LUEAC,
o. Cit.,
¡bid.;
Y. M.-J. CONGAR,
Marie et l Église dans la pensée patristique,
e n Reo. Sc. phil.
the ol., 38 (1954), pp. 3-38 bibliografía).
19. H.
DE LUBAC,
o. cit., p.
224,
n.
19.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 293/335
LA VIRGEN MARÍA Y EL TEMPLO
93
la caducación del Templo
y
de su culto, María estaba ya santificada,
«morte eius praevisa», por la prevista Pasión de su Hijo, como se
expresa la liturgia de su Inmaculada Concepción.
b)
aría-Arca santa.
e todos los títulos atribuidos a María
en las letanías clásicas, uno de los más bellos es, sin duda, el de
Foederis arca.
Es también uno de los más fundados bíblicamente,
como ya hemos visto. Aparece muy frecuentemente en los Padres
y
en los autores espirituales
o .
Al igual que la cualificación de Tem-
pio, aparece a menudo sin explicación ni precisión en las laudes
marianas
2
Del mismo modo que María es Templo espiritual
y
vivo,
así también es Arca espiritual
y
viviente
n•
Mas nuestros autores
gustan precisar cómo la Virgen es esta arca santa.
Lo es, sobre todo, al igual que Templo, por referencia a Cristo.
Ella le dio su carne humana incorruptible (San Hipólito de Roma
y
Severo de Antioquía, citados supra).
Es arca porque albergó al Sal-
vador, a quien entregó al mundo como nuestro maná verdadero, nues-
tro oráculo
y
nuestro legislador
2 3
2 0 .
Cfr. PASSAGLIA,
De irnmaculato Deiparae semper Virginia
onceptu Commeatarius,
Nápoles,
8 55 ,
p.
42;
.
AURENTIN,
.
it.,
.
8 , . 8 ;
.
APELLE,
rt.
it., ági-
nas
11-113, quien cita textos de SEVERO de Antioquía (Patr. Or., 8, 355 s.),
ES IQU IO d e
Jerusalén (P. G. 93,
464 D), etc. Cfr. también el Seudo AMBROSIO (=MÁxIM0 de Turín),
Sermo
104 (P. L. 57,
39) .
2 1 .
Cfr.
ESIQUIO de Jerusalén,
errn.
(P.
. 3 , 464
);
.
U A N D A M A S CE N O ,
1-/orn. 2. ja Dormitione B. M.
., n. 2
y
12 (P. G. 96, 724
y
737-39); S.
N D R É S C R E -
TENSe,
n
ormt.
ermo P. .
7 ,
1 0 1 ) ;
.
EoDoRo
STUDITA,
om.
a ativ.
B. M. V.,
n. 7 (entre las obras de S. Juan Damasceno: P. G.
6, 689 B).
fr. también
la oración de Ekbert de Schiinau, publicada
or el P.
. B A R R É ,
Une prire d Ekbert de
Sch6nau au St. Cocar de Marie,
en
Ephem. Mariologicae,
n. 4 (1951)
pp.
409-423:
Salve
sanctuarium
ingulare, uod
anctificavit
ibi
eus n
piritu
ancto.
alve
anctum
sanctorum, uod edicavt
ummus pontifex
ineffabili) ntroitu
uo. alve rcha
anctifi-
catonis continens
n
e Scripturam
igiti Dei...»
2 2 .
S. JU A N D A M A S CE N O , Hom.
. de Dormitione B. M.
.,
n. 2 (paralelismo con
el traslado del arca a Sión); MODESTO de Jerusalén, GERMÁN de Constantinopla, citados por
LAURENTIN, o.
it.,
.
8 , .
8 . -María es
ambién Civitas Dei
nimata»:
.
U A N
Or. . ).
A M A S C E N O
r.
. in Dormit.,
n.
(P. G. 96. 756);
fr.
7 2 8
2 3 .
CRISIPo de Jerusalén,
Oratio ja S. M.
eiparem
(Patr. Or., t. 9,
p.
38: cit. por
B .
APELLE,
rt.
it.,
.
12);
O M A N O
ELODIO c it ad o p or LA U R E N T S N ,
.
it.,
.
8);
S.
E O D O R O E S T U D IT A ¡ bid . ,
p.
0 ) ;
e u d o P R O C L O , A N D R É S C R E T E N S E ,
ROCLO de Cons-
tantinopla,
tc., citados ¡bid,
.
8 .
.
8.
itemos,
n Occidente, l
exto de M B R O S I O
A U TPE R T:
Propter quod uterus eiusdern Virgins per arcam figuratur, quae cuneta sacra-
mentorum arcana in Se habuit:
abuit enim panem vivum illum qui de caelo deScendit,
habuit t legem Testamenti novi,
uia legislatorem genuit in quo sunt omnes
hesauri
sapientae atque scientiae ... ,)
erm.
ja Assampt. (P.
.
8, 248). El uevo Oficio de la
Asunción canta igualmente en uno de sus himnos:
Arce
on putri fabricata ligno
Manna tu servas.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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294
i MISTERIO DEL TEMPLO
Exactamente a como es Templo, además, María es Arca santa
por razón de su belleza espiritual personal
;
está, como aquélla, cu-
bierta enteramente de oro
y
henchida del Espíritu Santo
2 4 •
Así se
comprende que los Padres,
y
muy recientemente S. S. Pío XII, en
la Constitución Apocalíptica
Munificentissimus
hayan aplicado a
María el versículo del Salmo 132: ((Surge Domine in requiem tuam,
tu et arca sanctificationis tuae».
Finalmente, muchos autores piadosos han aplicado a María el
misterioso texto del Apocalipsis (11,
9 )
: (Se abrió el templo de
Dios, que está en el cielo,
y
dejóse ver el arca del Testamento en su
templo.»
¿
No es el Templo la Iglesia? Entonces, al aplicar este texto
a María, podía expresarse, cualquiera que sea el valor exegético de
la interpretación, una idea muy tradicional: María ocupa un lugar
en la Iglesia, de la que es, como decía San Agustín
2 6
miembro exce-
lente, sobreeminente.
In templo Dei visa est, scilicet in Ecciesia
Dei»
n
Ista enim arca in templo Domini, id est in honore Ecclesiae
Dei posita est»
.
c) scala de Jacob.
imos cómo Jesús se manifestó a Nata-
nael como siendo e1 lugar en que se cumplía verdaderamente esta
conjunción del cielo
y
la tierra y, por ende, el misterio de la Presen-
cia activa de Dios, simbolizada en otro tiempo por la visión del Pa-
triarca Jacob en Betel (Jn. 1, 51; cfr. Gén. 28, 12). Está claro que
María, por haber concebido
y
llevado en sus entrañas al Verbo hecho
carne, puede ser llamada también escala de Jacob. También es Ella
ese lugar de nuestro mundo en que se realizó la conjunción del cielo
y
de la tierra, la Presencia del verdadero Templo.
24.
ROMANOS MELODIO escribe, por ejemplo, en el célebre Himno acatista (entre el
5 1 0
y
el 525: cfr. P. G. 92, 1345 D):
Ave tabernaculnm Dei et Verbi
ve arca Spiritu deaurata.
5.
AAS, 32 (1950),
p.
763.
6.
«Maria portio est Ecclesiae, sanctum membrum, excellens membrum, supereminens
embrum, sed (amen totius corporis membrum», Serna. Denis,
25, 7, en G. MORIN,
.Serm.
ost Maurinos..., Miscel. Agost., 1, p.
163. El P. H. COATHALEM (Le parallélisme entre
a Sainte Vierge el l Église dans la tradition latine ,usqu a la fin da XII sikle (Anal.
regor., 74), Roma, 1954, p. 126, n. 7), cita otros textos en idéntico sentido, pero que
requieren ser verificados,
y
de los cuales, muchos de Ruperto, especialmente, hablan de
aría como miembro de la Iglesia (judía) anterior a Cristo.
7. A M B R o SIo A U T PE R T , Sermo 1 in Assumpt., P. L. 96, 250 A.
28. G A R N I E R D E R O C H E F O R T ,
Sermo 32
(P. L. 205, 776 C; citado por H. DE LUBAC,
. cit., p. 266, n. 148.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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LA VIRGEN MARfA Y EL TEMPLO
95
Por esta razón, los doctores de la Iglesia y la misma liturgia,
tanto en Oriente
2 9
como en Occidente
3 0
se han complacido en apli-
car a María, igual que lo hacían a la Iglesia
3 1
esta imagen tan
hermosa y que se encuentra en el corazón de la economía divina. El
mismo sentido tienen las invocaciones de las letanías católicas,
Scala coeli
3 2
Ianua coeli .
Pero tanto la Iglesia, en cuanto minis-
tro de la salvación adquirida por Jesús en su Pascua, como María,
por haberlo dado al mundo, son Escala de Jacob a causa de Jesucris-
to y por referencia a tl. TTnicamente l es por Sí mismo el Templo
mesiánico. Como escribía San Ambrosio, «María es el templo de
Dios, no es el Dios del templo» . Y así, en el Magnificat, que es
a la vez su cántico y el de la Iglesia, María refiere todo a Dios y sólo
habla de sí en términos de humildad.
2 9 .
Doctores: S. ANDRÉS CRETENSE,
la Dormitione S. M. serm. 3 (P. G. 97, 1105);
S .
JU A N D A M A S CE N O ,
Serm. ja Annuntiat.
(96, 650);
la dormit. M. V. hom.
1(96, 714-A).
Liturgia: Himno acatista de ROMANOS MELODIO: P. G., 92, 1337 C. La perícopa de
Gén. 28, 10-17 es una de las lecciones clásicas de las Vísperas de la Ssma. Virgen en el
rito oriental.
3 0 .
A M B R O S IO A U TPE R T,
la Apoc.,
en
Bibi. maxjma Patrum
d e M A R G A R I N D E LA B IG N E ) ,
t. X III, 4 36 G ; P A 5 C A 5 IO R A D B E R T O ,
Expos. in Ps.
44, 1. 1 (P. L. 120, 1009 A); RUPERTO DE
DEUTZ,
De diviajs 0ff.,
lib. 3, e. 18 (170, 75-77); S. LORENZO DE BRINDIS,
Sermo ¡ ja
Assumpt.,
e. lO
(Opera omaha, t. 1, 1928,
p.
583: cfr. DE LUBAC, o. cit.,
p.
244, n. 15).
3 1 .
Oficio romano en la Dedicación de una Iglesia.
3 2 .
S . JU A N D A M A S CE N O , Orat.
3
ja Dormit., 2 P. G 96, 753 D
y
756 A): «Scala
spiritualis»; Letanías llamadas de Venecia: MEERSSEMAN, art. cit.,
p.
152.
3 3 .
Letanías lauretanas. Cfr. RUPERTO DE DEUTZ, loe. cit.
34.
De Spiritu Sancto,
lib. 3, n. 80 (P. L. 16, 795-A).
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APÉNDICE III
Presencia e Inhabitación de Dios en la antigua
y en la nueva y definitiva disposición
Nuestro estudio ha puesto de manifiesto una profunda diferencia
entre el régimen de la Presencia y de los dones de Dios en la Dispo-
sición antigua y el de la Disposición propia de los tiempos mesiáni-
cos, es decir, la originada por la Encarnación del Hijo de Dios.
Queda una cuestión importante, acerca de la cual quisiéramos apor-
tar algunas precisiones. Es una cuestión que ha sido tratada a me-
nudo dentro del marco de la teología de la gracia; recientemente,
lo ha sido por el can. G. Philips, a cuya excelente documentación
será necesario referirse, como lo haremos nosotros'. Puede ser for-
mulada también en función del templo, como lo hicieron los Padres
en múltiples ocasiones, y en particular San Cirilo de Alejandría,
cuyo siguiente texto nos servirá de introducción:
Cuando R aquel que representa a la Iglesia nacida entre los Ge ntiles , mien-
tras Lía representa a la Sinagoga) hubo dado a luz a José, manifestó su deseo
de tener una casa: ¿Cuándo, dijo, me haré yo una casa?» (Gén. 30, 30). Pues
la Sinagoga de los judíos dio al mundo hijos para la esclavitud, la de la su-
jeción a la Ley. Pero Cristo confiesa abiertamente que no posee todavía casa
propia, pues no veía favorablemente el Templo de piedra que Salomón había
1.
G.
PHILIPS, La grdce des justes de ¡ Anden Testament,
e n
Ephem. Tñeol. Lovan.,
23(1947), pp. 521-56; 24 (1948),
pp.
23-58 (y, en tirada aparte,
Bibi. Eph. Theol. Lovan,
4, Brujas
y
Lovaina, 1948). Citaremos según la Revista.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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298
L MISTERIO DEL TEMPLO
construido. Así pues, no se recata de echárselo en cara a los judíos, que tan
orgullosos estaban de aquél, diciéndoles:
El cielo es mi trono, y la tierra el
escabel de mis pies. ¿Qué casa podríais edificarme, dice el Señor, o en qué
lugar moraría yo?» (Is. 66, 1). Mas Israel no fue la casa espiritual de Dios,
pues Dios no habitó entre ellos. Por el contrario,
uando la Iglesia, surgida
en medio de los gentiles, hubo dado a luz un nuevo pueblo de Dios, sobreaña-
dido (al antiguo), el Salvador se construyó su propia casa. ¿Cuál? Nosotros,
los fieles, a propósito de los cuales dijo también, por la voz de un profeta:
((Yo pondré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón,
y
seré su Dios
y
ellos
serán mi pueblo>) (Jer. 31, 33; Heb. 10, 6). Él habita en nosotros, en efecto,
por el Espíritu, como he dicho, de forma como no lo hizo en Israel. Que
quienes precedieron al Advenimiento,
y
que eran, en relación a nosotros, como
nuestro ((tipo>), no participaron del Espíritu, es lo que el sapientísimo Juan
nos dice de la manera más clara: «Aun no había sido dado e1 Espíritu, porque
Jesús no había sido
lorificado)> Jn.
, 39).
ero, resucitado de entre
os
muertos,
y
re-formando la naturaleza humana a imagen de la divina, sopló
sobre los santos apóstoles, diciendo:
ecibid n Espíritu santo» (In. 20, 22).
Y el divino Pablo dice en alguna parte:
(No habéis recibido el espíritu de
siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido un Espíritu de adopción,
por el que clamamos:
Abb a Padre )> (Rom.
,
5). Así
ues, en Israel
había un Espíritu de esclavitud; por el contrario, en nosotros, hijos de Raquel,
es decir, de la Iglesia surgida de entre los gentiles, hay un Espíritu de Dios,
que es de adopción
y
hace de nosotros la casa espiritual de Dios))
2
Nosotros quisiéramos exponer, sucesivamente, las principales po-
siciones sostenidas en la Iglesia y después los datos fundamentales
de la Sagrada Escritura; finalmente, propondremos nuestra mane-
ra de ver y formular las consecuencias más importantes que se siguen
de la diferencia entre ambos regímenes de dones y de Presencia.
a)
as posiciones sostenidas dentro de la Iglesia católica
se dis-
tribuyen en dos grandes grupos, entre los cuales ha intentado situar-
se el can. Philips, adhiriéndose claramente al primero, pero dando
cabida a la más sólida afirmación del segundo.
La primera posición es la de muchos Padres de la mayor auto-
ridad, especialmente griegos
San Ireneo, T'rtuliano, San Juan Cri-
2.
laphye.
,
(P.
.
9,
33 A-C); fr.
in Joan.,
. (73, 57)
TERTULIANO,
explicando or
ué
n
a
isposición
ntigua,
staba
ermitida
a
ornicación:
Non
corpus Christi, non membra Christi, non templum Dei vocabatur, cum veniam
oechiae
consequebatur»,
e Pudic.,
6 P. L.
,
043. Con lusión a 1 Cor.
2, 27;
, 5;
, 9;
II or.
,
6.
3.
Cfr.
J .
AH,
La sanctífication 'aprri S.
yrille d'Alexandrie,
en
eu.
'Hist.
ecclés.,
O (1909),
pp.
30-40, 469-92; P.
GALTIER,
L'habitation en nous des Trois Personnes,
París, 926;
e Saint-Esprit en nous d'apr~
s les Pares grecs (Anal.
reg.,
ser.
eol.,
5),
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
99
sóstomo, San Cirilo de Alejandría, cada uno con matices propios,
siguen la Escritura con el mismo realismo con que ella habla de las
misiones del Hijo y del Espíritu Santo como de hechos acaecidos en
un momento preciso de la historia de la salvación y determinantes,
des-
de entonces, de un nuevo régimen de don y de Presencia. Cierto que
en la antigua Disposición había dones divinos (nosotros diríamos
sobrenaturales), y esto es suficiente para evitar toda sospecha de
marcionismo, pero no eran sino preparación para el don de Cristo,
o bien dones de operación (fuerza, profecía, milagros), y no una in-
habitación personal y substancial del Espíritu Santo. Por el con-
trario, después de la Encarnación, y más precisamente, después
de la efusión del Espíritu Santo que siguió a la muerte y a la resurrec-
ción de Cristo
-
las cuales nos une el bautismo
-
l Señor no
sólo concede sus dones sino que se da tl mismo
.
La Persona del
Espíritu Santo ha sido, no sólo revelada, sino dada y habita substan-
cialmente en los fieles que forman la Iglesia. Petavio había de for-
mular el pensamiento de estos Padres mediante una distinción entre
Presencia xccr' ivá
pTFa,
.
y Presencia zcz' oav
» .
En San Ireneo
6
y San Cirilo de Alejandría
,
entre otros, esta
tesis de ((economía» salvífica implica expresamente una aplicación
antropológica.
Por su participación en el Espíritu, que pertenece a
Cristo en virtud de su constitución de Hombre-Dios (el famoso
uaty,óq
de S. Cirilo), la naturaleza humana deviene alma, cuerpo
Roma, 1946;
J .
GROSS, La divinisation da chrétien d'aprs les Péres greca,
París, 1938;
i.
CHEVALIER, La présence de la Trinité par la sanctification d'aprés les P
res Greca,
en
Tít
Spirit.,
Suppl. jun. 1938,
PP.
153-186; A.-M. DUBARBLE, Les conditions da salut avant
la venue da Sanveur chez S. Cyrille d'Alexandrie,
en
Rey. Sc. phil. théol.,
32 (1948),
PP. 359-62 (=complemento del art. de
PHILIPs). Entre
los Occidentales que han sostendo,
en
el fondo, una posición análoga a la de los griegos se podría citar al
AMBROSIASTER
(Quaest, ex utr. Test., 123: P. L. 35, 2370-72)
y
en ci siglo
XII a RUPERTO DE DEUTZ
(múltiples referencias en S.
TROMP, Corpus Christi quod est Ecclesia,
Roma, 1946, Pá-
g inas 126-27).
4.
S. IRENE o, Adv. Haer., V, 34, 1 (P. G. 7, 1083-84); 36, 4 (1093); S.
CIRILO
de
Alejandría,
Comm. in loan.,
VII, 39 (P. G. 73, 757 AB); cfr. S.
JUAN CRIsÓsToMo,
In
It Cor., Hom. 7, (P. G. 61, 443)
y
cfr.
J .
LEBRETON,
H,st. da dogme de la Trinité,
e . 2,
pp.
598 s.
5. S.
GREGORIO NACIANCENO,
Orat., 41, 11 (P. G. 36, 444 C); cfr. S.
CIRILO de Al.,
Comm. in loan.,
lib. 5 (73, 757). La fórmula es quizá más de Petavio que de los pro-
pio Padres. Pero mientras
FRANZELIN
(De Deo Trino,
th. 48) impone al texto de S. Cirilo
una interpretación minimizante, MAHh (art.
cit.,
pp. 485-91) reconoce que dicha fórmula,
bien entendida, puede resumir la opinión del Doctor alejandrino.
6.
Adv. Haer.,
V, 6, 1 (1136-38); 12, 1-2 (1152-53).
7. Comm. in loan.,
VII, 39 (P. G. 73, 752 C
- 57
A); cfr.
Dial.
J/JJ
de Trin.
(75, 1088 B
5.;
cfr. MAHII, art. cit.,
p.
484)
y
cfr.
PHILIPS, est. cit., pp. 543-47.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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300 L MISTERIO DEL TEMPLO
y espíritu;
recobra la plena cualidad de imagen, que el pecado ha-
bía desfigurado en ella. Antropológicamente, y no sólo moralmente,
se da en verdad, desde Cristo, un hombre nuevo. Esta antropología
se sistematizará, en los autores orientales, en toda una teoría de la
vida espiritual, como la que se encuentra, en nuestros días, en los
escritos de Mme. Lot-Borodine o de VI Lossky, por ejemplo . Rea-
lizado en Cristo, desde la Encarnación, al nivel de la
naturaleza
humana
en cuanto tal, el hombre nuevo debe realizarse personal-
mente (hipostasiarse) en cada uno mediante la acción de los divinos
sacramentos y todo el esfuerzo de la ascesis.
Esta antropología ha permanecido extraña al pensamiento occi-
dental, que ha estructurado los problemas de la gracia y de la divi-
nización con otras categorías (sobre la base de una neta distinción
entre naturaleza y sobrenaturaleza). Pero como teoría de la irihabi-
tación de Dios (del Espíritu Santo) en los justos del Nuevo Testa-
mento, esta posición ha sido adoptada, con cierto endurecimiento y
también dentro de una sistematización rígida, por muchos teólogos
occidentales modernos: Petavio, en el siglo xvii, Schrader, Patrizi,
Beelen, A. Scholz, Passaglia, Denzinger y quizá Scheeben, cuya
opinión no queda del todo clara , en el siglo
XIX.
Mons. Waffelaert,
obispo de Brujas, ha intentado renovarla, no tanto por una reelabo-
ración histórica de la Escritura y los Padres, cuanto por nuevas dis-
tinciones dentro de la sistematización clásica del tratado
de Gratia.
Da un nuevo contenido a la distinción entre la gracia creada y la
increada : la primera es aquella cualidad interior sobrenatural que
nos permite actuar sobrenaturalmente y efectuar acciones meritorias
los justos del A. T. la poseían. La segunda es la Persona del Espí-
ritu Santo, que es causa formal de nuestra cualidad de hijos y here-
deros del Padre, cosa que la gracia creada no es de suyo necesaria-
mente
La segunda posición es, con algunas variantes, la de los Padres
latinos que han determinado la tradición occidental, San Agustín,
8.
M. LOT-BORODINE,
La doctrine de la «déification» ¿ant l'Église grecque Jusqu'au
XI sicle,
en
Rey, de l'Hist. des relig., 105 (1932),
pp.
5-43; 106 (1932),
pp.
525-74;
107 (1933),
pp.
8-55; Vi.
LOSSKY,
Essai sur la théol. myst. de l'Église d'Orient,
París, 1944.
Cfr. también A. STOLZ,
Anthropologia (Theol. dogm.,
4), Friburgo de Brisgovia, 1940.
9. Cfr. H.
SCHAUF,
Die Einwohnung des Hl. Geistes. De Lehre von der nichtappro-
piierten Einwohnung des Hl. Geistes als Beitrag zur Theologiegesch. des XIX Jahrh. unter
besond. Berücsichtigung der beiden Theologcn Carl Parsaglia und Clemens Schrader
(Freib. Theol. St.,
59), Friburgo de Br., 1941. Y cfr. PHILIPS, pp. 529 s.
10.
Cfr. PHILIPS, pp. 531 s.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
01
San León,
y
también la de los grandes escolásticos
y
en particular
la de Santo Tomás 1 1 .
Siguen esta línea León XIII, en su encíclica
Divinum illud munus,
y
Pío XII en la Mystici
Corporis
(29 de junio
de 1943: AAS, 1943,
pp.
206-207, en donde insiste sobre la univer-
salidad
y
sobreabundancia de los dones conseguidos por la Pasión),
y
la mayoría de los teólogos occidentales modernos, como, por ejem-
pb, Franzelin (De Deo Trino,
th. 48), el P. Pesch, el P. Galtier
1 2 ,
y, en general, todos los tomistas. He aquí, en pocas palabras, los
puntos principales de esta posición: la ley antigua no era, por sí
misma, justificadora, para todos aquellos que vivieron antes de Cristo
por la fe (hasta cierto punto implícita) en el Salvador que había
de venir. A este respecto, poco importa que uno creyera en el Cristo
que había de venir, como Abraham, o en Cristo ya venido, como
nosotros: la fe es la misma,
y
la gracia otorgada también. Por la
fe
y
la gracia, dicen San Agustín
y
Santo Tomás
1 3 ,
los justos del
Antiguo Testamento pertenecían al Evangelio; personalmente que-
daban exentos del régimen colectivo de una ley que no justificaba
ni a los mismos que la observaban; recibían las mismas Misiones
invisibles que nosotros
y
venían a ser templos del Espíritu Santo
como lo somos nosotros. Entre ellos
y
nosotros había, sin embargo,
alguna diferencia: la efusión de la gracia era más rara, menos abun-
dante
y
menos universal; pero esto no deja de ser una diferencia
accidental. No obstante, ciertos autores, como Mons. Journet
1 4 ,
sin
apartarse por ello de los cauces de la posición tomista clásica, acen-
II
fr.
A. LANDGRAF ,
Die Gnadenakonomie
es Alten Bundes nach
er Lehre dcc
Frühschoiastik,
n
Zeitsch.
.
ath. hcol.,
7
1933),
p.
15-53; HILIPS,
p.
48
.;
Y. M.-J. CONGAR,
Ecciesia ab Abel,
en
Abhandlg. z. Theol. u. Kirche. Festsch. K. Adam,
Dusseldorf, 953,
pp.
9-108. Respecto a Sto. Tomás en particular, cfr.
A. M. OI'I.MANN,
Die Gnadc dcc Gerechten des Alten Bundes nach Thomas von Aquin,
en
Divus Thomas
(Frib.),
9
1951),
p.
67-87, l
esumen
el .
h.
EMAN
n
uil. homistc,
(1947-53),
p.
21-22.
Los
scolásticos postrdentinos,
ensibilizados por la renovación de los estudios
atrísti-
cos, especialmente sobre los Padres
riegos, intentaron frecuentemente sobrepasar las
osi-
ciones
atinas
el
edievo. al
s
l aso, n
articular,
e
essio,
uyo
ensamiento
merecería una atenta consideración. Ver G.
KOKSA, Die Lehre der Scholasriker des 16. und
17. o/zrhtínderts
on
er
nade
nd ¿cm
erdienst der Alttestamentlichen
crcchfrjl,
Roma, 955.
12.
especto al P.
GALTIER,
cfr.
supra,
p.
298,
y
De S. S.
rinitate in se et in nobis,
París,
933,
pp.
05
.
13. esp. a
S. AGUSTÍN,
cfr. uestro estudio
Ecciesia ab Abel;
para
to.
ToMs,
ver
Summ. Theoi.,
I I", q.
06, a. , ad 3;
q.
07,
a. d 2 et
3;
n Hebr., e. 9,
lect.
2.
14.
'Église
u
erbe
ncarné. I. a
tructure nterne....
arís,
951,
p.
58-306,
454 ., 72-565.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 302/335
302
L MISTERIO DEL TEMPLO
túan tanto la novedad introducida por la Encarnación y Pentecostés,
que, desde un punto de vista real, sus afirmaciones están muy cerca
de satisfacernos. Insistiremos sobre ello más adelante.
Por lo demás, no hay que considerar como de poca monta la di-
ferencia que mantiene Santo Tomás entre el
régimen legal de la Dis-
posición antigua y el
régimen
de gracia que caracteriza al Evangelio.
El caso de los justos del A. T. continúa siendo un caso
personal:
escapan personalmente a su situación, que es, de suyo, la de Israel,
para anticiparse, por el don de justicia y de gracia que les vale la
orientación de su fe hacia Cristo, hasta el régimen propio de los
tiempos mesiánicos. Los «sacramentos» de la ley antigua no tenían
otro valor que el de signos de la fe en Cristo y, por ende, por los
actos del sujeto religioso. Sin embargo, esta orientación significati-
va hacia Cristo y su Pasión le parecía a Santo Tomás tan dura, que
llega a admitir, en el caso de los niños, que la circuncisión confería
la facultad de conseguir la vida eterna
También es lícito pensar que la teología de Santo Tomás ofrece
otros recursos todavía, que podrían ser valorizados debidamente
para destacar, no sólo la diferencia entre ambos regímenes como
tales, sino la existente entre la gracia personal de los justos del An-
tiguo Testamento y la de los cristianos. Aquéllos se orientaban hacia
Cristo por la fe, pero no lo alcanzaban sino de un modo que se sitúa
en el orden de la intención. Desde la Encarnación, Cristo actúa y
comunica la gracia por un contacto corporal inmediato o mediato
(a través de los sacramentos), ejerciendo una causalidad eficiente en
virtud de la cual la gracia cristiana contiene toda la eficacia de la
Pasión de Cristo para hacernos esperar el término glorioso a que
toda la humanidad está destinada. Para Santo Tomás, este beneficio
de la acción por contacto y de la eficacia de su Pasión lo confirió
Cristo a los justos muertos antes de su Pascua en su descenso a los
infiernos, sobre el que volveremos por nuestra cuenta más adelante
1 6
La gracia de los justos del A. T. no tenía, pues, a sus ojos una
eficacia de liberación total, puesto que no absolvía a la naturaleza
humana en cuanto tal, del doble castigo en que había incurrido des-
pués de Adán: el de la muerte corporal y el de la exclusión de la
15.
III, q. 62, a. 6, ad 3. Cfr. q. 70, a. 4: la fe, de la cual la circuncisión era signo,
confería una gracia «quantura ad omnes gratiae effectus».
16.
III, q. 52, a. 1 ad 2. Sto. Tomás repite que Cristo, en su descenso a los infiernos,
actuó por la virtud de su Pasión:
q.
52. a. 4 ad 2; a. 5 y 6.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
03
vida gloriosa
j.
En el fondo, Santo Tomás iiiterpreta aquí, con las
categorías que eran familiares a la escolástica latina, del
reatus poe-
nae
propio del pecado de naturaleza, los datos que los orientales ex-
presan en términos de ontología antropológica, como vimos más
arriba. Para Santo Tomás, la gracia de los justos del A. T. era
la gracia de Cristo, con su fruto de filiación divina e inhabitación
de Dios. Pero debido a que la Pasión no había tenido lugar todavía,
esta gracia estaba desprovista entonces de su último fruto de gloria
espiritual y corporal. Retengamos este punto, que procuraremos va-
lorizar de manera más completa.
Resta decir, que en la perspectiva agustiniana-escolástica no pa-
rece darse entera satisfacción al realismo de muchas afirmaciones
bíblicas. La diferencia cualitativa de las etapas de la economía de la
salvación queda casi abolida en cuanto se trata del destino y de
la vida religiosa personales. En este mismo orden de cosas, se con-
sidera demasiado aprisa como accidentales diferencias que, según
nos parece, provienen precisamente de esas misiones históricas del
Hijo y del Espíritu Santo, a las que los Padres más antiguos, más
literalmente bíblicos también, atribuían un papel mucho más decisivo.
Por esta razón, el can. Philips, sin dejar de admitir abiertamen-
te, con la segunda posición, que la gracia de los justos del Antiguo
Testamento era la única gracia de Cristo, con su efecto de justifi-
cación, ha intentado conservar lo esencial de las ideas de San Ire-
neo y de San Cirilo concernientes a las diferencias cualitativas intrín-
secas que hay que establecer entre la gracia de los justos del Antiguo
Testamento y la de después de la Encarnación, Pascua y Pentecos-
tés. Recogiendo la idea, lanzada por el P. de La Taille
1 8
de la gracia
como actuación creada por el Acto increado, G. Philips concibe la
gracia de los justos del A. T. como una justicia interior sobrena-
tural, correspondiente al tiempo de preparaci.n, que
habría menos-
ter de una nueva actuación,
vinculada a las misiones históricas del
Hijo y del Espíritu Santo, para producir los plenos efectos de la
gracia nada de simples gradaciones individuales, como las que se
dan entre una y otra alma en el seno del Cuerpo místico, sino grados
«económicos» y, por ende, ((clases)), como prefiere decir el can. Phi-
lips. Tales diferencias cualitativas son reconocidas por lo que res-
17. Cfr. II,
q.
52, a. 5; a. 7, ad 1; 1. 8, ad 3. Cfr.
In III Sent.,
d. 16,
q.
1,
a. 2, ad 1; III, d. 13,
q.
2, ad 2,
q.
2, ad 4.
18.
Actuation créée par Acte incréé,
en
Rech. Sc. Relig.,
18 (1928),
pp.
253-68.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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pecta a la gracia de Cristo, de su Madre y a la nuestra, a
ser todas de la misma especie. ¿ Por qué no reconocerla
entre la gracia de los justos de antes de la Encarnación y
fieles en la Iglesia?
b) Los datos de la Escritura. - Los
agruparemos en
)s y los propondremos en forma muy esquemática, s
estudio a cada uno de los textos.
1.0
Evilentemente, hubo justos en la Disposición antigua:
Abraham (Gén. 15,6; Rom. 4, 3), Noé (Heb. 11, 7), Moisés, David,
Elías y los profetas, etc. En cierto sentido, cuantos acabamos de
nombrar sobrepasan en grandeza, delante de Dios, a los santos más
auténticos de la Iglesia. Algunos de ellos son llamados, incluso,
amigos de Dios
1 9 ,
anticipándose al trato que Jesús concederá a sus
Apóstoles, y se nos muestran como gozando de una honda familia-
ridad con Dios
2 0 •
Es cierto que el contenido de la idea de santidad
se ha modificado al pasar del A. T. al N. T. : en aquél implicaba,
sobre todo, la idea de consagración, mientras que en éste incluye
preferentemente un valor moral e interior personal ; pero, evidente-
mente, no es cosa de rehusar a los fieles israelitas la santidad sobre-
natural que procura la gracia de Dios. Y, por otra parte, esta
gracia no puede ser sino la gracia de Cristo (cfr. Rom. 8, 23-30;
1 Cor. 10, 3-4).
Pero, si se habla por tanto de santificación, ¿ puede hablarse
también de filiación? Es cosa sabida que Dios es llamado muchas
veces en el A. T. «Padre», de la misma manera que Israel es lla-
mado su «hijo»
2 1
Mas este título de «Padre», atribuido a Yavé,
estaba primordialmente relacionado con Israel en cuanto pueblo,
comprendido dentro del marco de la elección peculiar de ese pue-
blo, con el cuidado vigilante, las intervenciones salvadoras por
las que Dios había suscitado para Sí y como creado a ese pueblo, al
19. Abraham, amigo de Dios: Is. 41, 8; Dan. 3, 35; colecta «Deus cui omnia vivunt»
en la liturgia de la sepultura, al menos en el rito dominicano. - Todavía hoy día Hebrón
es llamado por los árabes
A1-Khalil,
el Amigo, como si dicha denominación le hubiera
quedado a Abraham por nombre propio.
20.
Sobre la familiaridad de Dios con Moisés, cfr. supra,
p. 31,
u.
38
y
cfr. Pró-
logo, p. 8, n. 2.
21. Ver Éx. 4, 22 (tradición yavista); Os. 11, 1; Deut. 14, 1; 32, 5-6; Jer. 3, 4, 14,
19, 22; 31, 9, 22; Is. 45, 11; 63, 16; Mal. 2, lO. También Sab. 2, 16-18; Eco. 23
A;
51, 10. No tan claramente en Os. 1, 10; Is. 43, 6. Cfr. JI Sam. 7, 14
(supra,
pp. 61 y 242).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
05
que no cesaba de socorrer ; más tarde, en conexión con la predicación
de los profetas, y, quizá, con el desarrollo de la idea de «Resto», el
tema «hijo-Padre» se aplicó al comportamiento moral y religioso de
los israelitas fieles . Es este contenido de elección, que incluye en
sí todas las atenciones de una providencia paternal, el que hay que
entender cuando nos dice San Pablo (Rom. 9, 4) que a los israelitas
«pertenece la adopción y la gloria, etc.», y por «gloria», el
Kabod,
manifestación de la Presencia de Dios, que encontramos en la etapa
del Éxodo y después en Isaías y Ezequiel, y del que nos dice San
Juan (1, 14), que habita entre nosotros por la Encarnación del Verbo.
2.° Si se siguen, a través del A. T., los textos concernientes al
Espíritu de Dios , aparece una trayectoria y unos temas harto sig-
nificativos. El Espíritu apenas interviene en la historia de los Pa-
triarcas (José : cfr. Gén. 41, 38 : JE) ; en la de Moisés y de Josué,
aparece como el don necesario para conducir al pueblo de Dios, don
que se transmite por una especie de ordenación (Núm. 11, 17: JE
27, 18: P). Por el contrario, irrumpe repetidas veces en la historia
de aquellos libertadores carismáticos que fueron los jueces (Jue. 3,
10; 6, 34; 11, 29; 13, 25; 14, 6, 19; 15, 14). Aparece como una
fuerza, más o menos milagrosa, ordenada a que los hombres de su
elección ejecuten las grandes empresas que Yavé quiere realizar en
favor del pueblo con que pactó libremente su alianza. Con Saúl,
que se encuentra en la línea carismática de los Jueces, asistimos al
hecho de que el Espíritu de Dios se apodera del rey (1 Sam. 10, 10
11, 6; 19, 23), al que deja bien pronto, para ser reemplazado por
un mal espíritu, procedente de Vavé (16, 14; 18, 10; 19, 9), y
trasladarse definitivamente a David (16, 13; cfr. II Sam. 23, 2).
El Espíritu de Dios es también la fuerza que transporta a los pro-
fetas (1 Re. 18, 12; II Re. 2, 16; Ez. 8, 3; 11, 1; 43, 5), se apo-
dera de ellos y les hace hablar (II Re. 2, 9; Ez. 2, 2), aunque, en
este caso, se alude más generalmente a la «Palabra de Vavé». No-
tamos ya anteriormente (p. 58 orig.), cómo los relatos de la infan-
cia en San Lucas guardan una continuidad con el ambiente del Anti-
22.
Ver Deut. 32, 6; lcr. 3, 14; Is. 45, II; Mal. 2, lO (padre = creador); Is. 63, 16
( redentor). Cfr. M.-J.
LAGRANGL,
La paternité de Dieu dans I A. T.,
en
Rey. bibi.,
núm. ext., 5 (1908),
pp.
481-99;
Judaisnse avant Jésus-Christ,
pp.
459 s.
23.
Ver J.
DANILLOU,
Esprit-Saint et Hist. ¿u salut,
en
Vie s/sr.,
83 (1950),
pp.
127-
140; C. Sric,
Le Saint-Esprt, vie et force de l'Église primitive,
en Lumibre ej Vie,
n.o 10 (jun. 1953),
Pp.
9-28;
y sobre todo los arts. de
P. VAN
IMscH00T, citados
y
reprodu-
cidos en Théologie de l'Ancien Testainent. 1 Dicu,
París, 1954, pp. 183 s.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 306/335
306
L MISTERIO DEL TEMPLO
guo Testamento: la misma observación se impone al considerar el
papel atribuido al Espíritu Santo en Juan Bautista, Isabel
y
Simeón.
En todo ello, no se trata más que de una fuerza que actúa, ya
en la naturaleza
ya en la historia principalmente, para ejecutar
las obras de Dios conforme a sus designios. Mas he aquí que, pri-
meramente con David,
y
después con los grandes profetas, sobre todo
a partir de Oseas, se desarrolla en Israel la idea de una religión
que establece con Yavé una relación de hesed
(amor, gracia), de
conocimiento de Dios
y
de justicia. En consonancia con esto, se afir-
ma también en la predicación profética
y
en los salmos, especialmen-
te durante
y
después del exilio, un nuevo valor: Dios ha de dar a
sus fieles un espíritu bueno, un espíritu de buena voluntad
y
de fi-
delidad en su servicio (cfr. Sal. 51, 12, 14
;
143, 10)
;
la restauración
de un Israel de hombres piadosos, justos, no se realizará
nuncian
los profetas del exilio
ino gracias al don de un corazón
y
un espí-
ritu nuevos
: z.
1, 9;
6,
6
.
;
er. 4, 7;
1, 1-34;
2,
38-40. No hay que minimizar tales afirmaciones, pero tampoco con-
viene, a pesar de su admirable alcance profético, atribuirles un con-
tenido post-pentecostal explícito. En Jeremías, por ejemplo, se trata
de escribir la Ley
en el corazón,
y
el importante texto de Ezequiel
es mesiánico.
En el momento en que entramos en los anuncios mesiánicos, apa-
recen numerosos textos
: el Mesías será henchido del Espíritu Santo
(Is. 11, 1-2; 42, 1 s.
;
61, 1); los tiempos de su advenimiento cono-
cerán una abundancia de dones de Dios,
y
en particular, una efusión
desbordante
y
universal del Espíritu: Is. 32, 15-17; 44, 3 (59, 21)
;
Ez. 39, 39; Jl. 2, 28-29 (Vg. = 3, 1-2 heb.
;
cfr. Act. 2, 16 s.).
Resta decir, que en el Antiguo Testamento,
y
también en el ju-
daísmo, al menos antes de cierta evolución bastante tardía de la
piedad judía el Espíritu Santo (literalmente:
spíritu de santi-
dad), 1) no fue conocido como una hipótesis divina; 2) es concebido
como la fuerza por la que Dios provee a la realización de la alianza.
Incluso cuando su noción deviene más interiorizada
y
más moral,
el Espíritu no aparece todavía como aquella realidad íntima, princi-
24.
Mencionemos
quí la
dea de
oplo (espíritu),
ado or
ios
os
eres
ara
conferirles la vida:
én.
,
;
, 7; al. 04, 0; z. 7,
5.;
tc.
25. Cfr.
AGRANGE,
udaisme,
p.
36
., 41
citando
TRACK-BILLLRBECK,
.
,
p.
27), 43;
J.
BONSIRVEN, Le judcüsme palestinien au emps de ¡ésus-Christ, París,
935,
t.
,
p.
10-12.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 307/335
ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN 07
pio de santidad personal
y
de intimidad con Dios, más aún, de ver
dadera comunión de vida, que Jesús revelará, precisamente, porque
será IM quien la dé `. Por todo ello, el buen exegeta que fue E. Tobac,
si bien confiesa que ((la doctrina corriente entre los teólogos» le im-
pide seguir a Petavio, escribe: ((Se comprende que San Juan haya
podido decir: Aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no
había sido glorificado» (Jn. 7 ,
39)
n•
3.° uando el Nuevo Testamento se refiere a la respectiva si-
tuación de los fieles de antes
y
después de la venida de Cristo (o
mejor, de antes
y
después del acontecimiento pascual), establece una
diferencia que, 1) no es meramente accidental (de grado, de ampli-
tud)
; 2) no sólo concierne al régimen colectivo, sino también a la
situación íntima de las personas. Recordemos únicamente algunas
afirmaciones, cuidadosamente destacadas
y
puestas de relieve por
los Padres que sostienen la primera opinión:
obre Juan Bautista, el más grande de entre los nacidos de
mujer, pero al que supera el más pequeño de los fieles del Reino:
Mt. 11, 11; Le. 7 , 28. Aquí se ve bien claro que no se trata de
grado
(Juan es el más grande), sino de diferencia cualitativa de la
economía a que se pertenece. Además, los Padres (San Cirilo: P.
G. 73, 757), al comentar el pasaje en que Juan declara que tiene ne-
cesidad de ser bautizado con el bautismo de Jesús, observan: para
entrar en posesión de los bienes que confiere tal bautismo
y
que
no eran proporcionados por el régimen pre-pascual (cfr. Mt. 3, 14)
-
Sobre la diferencia entre el bautismo de Juan, ordenado a la
penitencia,
y
el bautismo en el Espíritu Santo, que aporta Jesús
Mt. 3, 11; Me.
, 8; Le. 3,
6; Jn. , 26, 33; Act.
, 5;
1,
6;
19, 1-6. Ver al respecto
San Juan Crisóstomo, lit loan.,
hom. 29
(y Philips, art. cit.,
pp.
542-543).
26. Cfr. upra,
p.
71-172, 77.
27. Art.
ráce
en
i:t.
polog.,
.
, ol.
29. s algo notable el
ue cuando
los xegetas hablan como exegetas, es decir, siguiendo
e cerca las indicaciones de la Pa-
labra
e ios,
e
cercan
anto a rimera osición,
ue
legan xpresarse
n
os
mismos
érminos que un S. irilo,
i no
e Petavio:
fr.
HILIPS, rt.
it.,
p.
26-27,
quien cita, además de Tobac, l P. agrange (cit. en p. 319, n.
y
al . Prat. Podrían
añadirse otras referencias a trabajos más recientes:
.
j. , F . X. DU RRW ELL,
La résurrection
de Jésus, mysti're de salut,
Le
uy
y
París,
950,
p.
62-63.
28..
a exégesis de
os textos que conciernen a an Juan Bautista entre los Padres
y
teólogos latinos merecería todo un estudio.
. AGU STÍN, P. ej., se siente un poco incómodo
ante Mt. 1, 1 «el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él»)
y
lega a
decir que esto podría referirse a los ángeles...
:
em.
uelf.,
XXII,
(cd.
0RIN,
p.
12).
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 308/335
308
L MISTERIO DEL TEMPLO
-
obre el don real
y
efectivo de la filiación como don propio
del Evangelio, infundido en nosotros por el Espíritu Santo. A los
judíos, ciertamente, pertenecía la adopción (Rom. 9, 4; cfr.
supra),
pero sólo como título jurídico o derecho, que suponía, para resultar
efectivo, que Dios mismo se hiciera hombre semejante a nosotros
y
nos enviara su Espíritu; llste infunde ya en los fieles o miembros
de Jesucristo
la realidad
de la vida filial (Gal. 4, 5-7
29;
Rom. 8,
14-17; 1 Jn. 3, 1), aunque todavía sólo «en arras» (Rom. 8, 23; Ef. 1,
13-14; 1 Jn. 3, 2). A este don del Espíritu hay que atribuir la impre-
sión, la experiencia de novedad que conocieron los primeros cristia-
nos,
y
de la que han llegado hasta nosotros tantos testimonios tur-
badores
o en vano atribuye San Pablo al Cristo Pascual la
creación de un hombre «nuevo»
:
Gal. 6, 15; II Cor. 5, 17; Ef. 2,
10, 15; 4, 22-24.
-
obre el hecho de que «la Ley no llevó nada a la perfección»,
ya que no fue «sino sólo introducción a una esperanza mejor, me-
diante la cual nos acercamos a Dios» (Heb. 7, 9; cfr. 9, 9 s.). Sólo
fue ((la sombra de los bienes futuros, no la verdadera realidad de
las cosas», (10, 1; cfr. 11, 9-10, 13). Toda la epístola a los hebreos
va estableciendo una comparación entre la situación bajo la antigua
Disposición
y
bajo la nueva. Muestra cómo, por la Pascua de Jesu-
cristo
y
sólo por ella, tenemos acceso
nosotros
al verdadero santo
de los santos (4, 14-16; 6, 9, 19-20; 10, 19-22;
2, 22-24,
y
supra
p. 207 orig.); obtenemos el perdón de los pecados, cosa que el culto
antiguo era impotente para conseguir (10, 2-8)
;
tenemos cuanto
había sido prometido, porque Cristo puede llevar todo a su perfec-
29.
El .
AGRANGE scribe
ste especto
Ep.
ur
al.,
arís, 918,
.
03):
.Maintenant l'horizon s'ouvrc vers le but suprme de l'action du Christ, conférer l'adop-
tion.jísOsia, par l'union des fidles au Fils naturei de Dicu (Rom. 8,
0-I5),AtQXcío1j5'd...
c'est, omme
ont: ompris es recs
Chrys. héoph.,
tc.),
ecevoir
e ui
vait té
promi Le. 6, 34; 3, 41;
om.
, 27; Col. 3, 24). Les hommes
'étaient point fils de
Dieu
vant
'incarnation,
ifférnt en ela de 'héritier,
ils légitime u
estateur,
ais
la promessc, au moma depuis Abraham,
eur assurait la bénédiction et l'héritage, héritage
de Dieu, et non d'Abraham; l'adoption leur était done aussi promse, leur conférant des
droits dont l'exercice était suspendu. On
c saurait objecter que les Juifs possédaient déj
réellement 'adoption. aul eur
ccorde
e
rivilége Rom. , ) ,
yee es extes e
l'A. T. (Ex. 4, 22; t.
4,
; cfr. R. B.,
908,
pp.
481
.),
ais comme nation, et par
conséquent dans n ens xtéricur,
andis que ésormais l'adoption
st
ndividuelle t
intime,
en
méme temps que reeonnue au grand jour
... »
Cfr. Tobac, art. cit., col. 329-30.
30.
Ver H.
SCHTJMACHER,
Kraft der
Urkirche.
as «Neuen Leben» nach den ¡Joku-
menten ¿lcr eraren zwei Jahrhunderte,
Friburgo de Br., 1934; K.
RUMM,
Christentam als
Neuheitserlebnis, Friburgo de Br., 1939. Las
Odas de Salomón
son uno de los textos extra-
canónicos en donde se expresa de un modo especial la alegría ante esta novedad.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 309/335
ANTIGUA V NUEVA DISPOSICIÓN
09
cióri (a la consumación, la
oç
e que tanto habla la epístola).
No se trata aquí, pues, únicamente del régimen objetivo
y
colectivo
en cuanto tal, sino también de la condición personal de los fieles
en sus relaciones con Dios, su fin
y
bienaventuranza
:
los Patriarcas,
incluso aquellos que, por su fe, tendían hacia Cristo, se detuvieron
ante los umbrales del Reino: ((En la fe murieron todos sin recibir
las
romesas;
ero viéndolas de lejos
y
saludándolas»
11,
3;
cfr. 3, 7-4, 11, sobre el descanso de Dios), «todos ellos, con ser re-
comendables por su fe, no alcanzaron la promesa, porque Dios tenía
previsto algo mejor sobre nosotros, para que sin nosotros no llegasen
ellos a la perfección» (11, 39-40)
Ahora bien, ¿qué es lo que hay que entender por objeto de las
promesas? Todo aquello que es fruto de la Pascua de Jesucristo:
el perdón efectivo de los pecados, el acceso al Padre, la entrada al
reposo de Dios, la comunión de la Jerusalén celeste, la «consuma-
C1011))
-
ara cada uno de estos puntos podría citarse una multitud
de textos —; «finalmente, el Espíritu Santo, que es el Prometido
por excelencia» (Le. 24, 49; Act. 1, 4; Ef.
, 13).
4,0
l Espíritu es, en efecto, el don propio de los tiempos me-
sihincos. Cuando en la Escritura se estudia el empleo del adjetivo
se aprecia que entraña un contenido propio de la nueva
Disposición, es decir, del orden surgido de la Pascua, de la Iglesia
32•
31.
También
e dice n 1,
3:
por la fe
ubyugaron reinos,
jercieron la usticia,
alcanzaron las promesas),. Este texto es uno de los apoyos de la posición agustiniano-tomista,
tanto más cuanto que se interpretaba
l
operati
unt iustitiam omo
e la
usticia que
equivale
a justficación a
antidad
Sto.
OMÁS,
II,
.
9,
. d
.
ero
l
P.
»ic
losa certadamente
(4.
ux
ébreux,
.
,
arís, 953,
p.
63-64):
C'est
encore gráce a cette vertu (la fol) que des chefs tels que Barac (Jug. 4,
4), Gédéon (6,
4;
7, 7), David (II Sam. 7,
1) et les prophtes ont pu bénéficier des promesses particuliéres
que Dieu leur avait faites (los.
1, 41-43).)> Del mismo modo, a propósito de eb.
I, 40
(o.
it.,
p.
67-68), scribe:
xssjz zs, :
c eut tre
ue
a
éalisation
e
a
ro.
messe (y.
39). donc la possession du
aint ¿ternel (8, 6),
lus préeisément
e la
Les
isciples de Jésus-Christ,
l'inverse de eur maítre dans la
e¡,
btiennent
e suite
aprés Icor mort leur achévement dernier, la eonsommation définitive de leur vie, e'est--dire
l'accs u
anctuaire
élrste
8-10;
O,
2-24)...
a
oi st
oujours ne onviction e
l'invi>ible et une expérience,
ais pour les uns
lle en est surtout au
tade des lointaines
promesses (zoopwlsv. II,
3),
our les autres elle st toute proche
e la réalisation (lO, 37,
cf.
lO,
5).s
32.
Sobre el Espíritu Santo como don mesiánico-escatológico, cfr.
. K.
ARRET,
he
I-Ioly pirit
nd thc ospel
radition, ondres,
947. obre
swxrtx
omo atributo
de la obra de Dios en los tiempos mesiánicos, a falta del art. del
Theol.
órt. Z.
ropio
N. T.,
no aparecido todavía, cfr. E.
NIEBECKER,
Das aligemeine Priestertum der Gliiubigcn,
Padeborn,
936,
p.
0 s., con estudio
e los usos
e
icha palabra
y
referencia de los
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 310/335
310
L MISTERIO DEL TEMPLO
El estudio de los términos utilizados para expresar la situación o
la actividad del Espíritu Santo antes de Cristo y después de Pas-
cua, muestra igualmente diferencias significativas las compa-
raciones empleadas en la nueva Disposición no pertenecen tanto al
orden de una inspiración más o menos pasajera cuanto al de la in-
habitación y henchimiento. Al lado de la vieja imagen del soplo
aparece la del agua para designar, no ya, como en los profetas y en
algunos salmos, una efusión venidera - de valor mesiánico, por otra
parte -, sino un don otorgado al creyente por Cristo. Del nuevo
templo pascual fluye verdaderamente un torrente de agua viva. Ha
sido dado el Espíritu, que habita tanto en el individuo fiel como en
la Iglesia.
5.° Si se considera en conjunto la aportación y la afirmación
de novedad que representa el Evangelio, se las encuentra a la vez
muy simples y muy radicales. Se trata ciertamente de la consuma-
ción de lo que ya estaba anunciado y comenzado, pero según una
profunda innovación, por la cual, precisamente, ya no hay sólo pue-
blo de Dios y Sinagoga, sino Iglesia y Cuerpo de Cristo. Ya se bus-
que en los Sinópticos, en particular en el episodio-clave de Cesarea
de Filipos (Mt. 16, 16), en San Pablo, con sus dos tesis conjuntas de
la justificación por la fe y del Cuerpo de Cristo, o en fin, en la
afirmación central de San Juan (20, 31)
creer
en Jesucristo,
Hijo
de Dios, y tener así la
vida
- siempre se encuentra lo mismo por
una parte, paso de las
obras
a la
fe,
por otra, paso del simple
Mesías
al Hijo de Dios.
Ambas cosas se corresponden y su conjunción hace
que se dé también el paso de un orden de
religión santa
al de la
vida:
la «vida en Cristo», la «vida eterna», es decir, la vida
del mismo
Dios comunicada a sus hijos. En Jesucristo y por
W,
se comunica
a los hombres la realidad propiamente celeste y divina de la vida,
y esto es nuevo.
Era algo únicamente posible si Dios mismo descen-
día hasta nuestra carne : esta venida se realizó personalmente en
Jesús, por la encarnación del Hijo, y colectivamente en nosotros,
por el don del Espíritu como secuencia de la Pascua de Jesús.
trabajos dedicados a la cuestión. Sobre
spirtualis como
atributo de la Iglesia, cfr. S.
TROMP,
Corpus Christi quod est Ecciesia,
t. 1, 2. cd., Roma, 1946, pp. 98 s., y sobre todo
P .
NAUTIN,
le crois ó l'Espnt-Saint daus la sainte Église pour la résurrection de la chair
(Unani sanclain,
17), París, 1947.
33. Cfr. H. B. SWETE,
The Holy Spirit in Me N. T.,
Londres, 1909,
Pp.
328-29.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
11
6.°
sta serie de afirmaciones, cuya concordancia es impresio-
nante
y
cuyo conjunto no tolera una explicación meramente de paños
calientes, se cierra, en efecto, con una afirmación absolutamente de-
cisiva
y
que constituye, de hecho, el motivo principal de la posición
sostenida por San Juan Crisóstomo o San Cirilo de Alejandría: el
texto de Jn. 7, 39: «Aún no había sido dado el Espíritu, porque
Jesús no había sido glorificado.))
En la línea de las investigaciones que se multiplican hoy día,
afortunadamente, en torno a la historia de la exégesis, sería muy
interesante dedicar un estudio a la interpretación del citado versícu-
en los Padres
y
en la Edad Media. Santo Tomás, fiel a su posición
sistemática, lo entiende, bien como referido a la misión
visible del
Espíritu Santo en Pentecostés, bien a la abundancia
y
plenitud que
la Pasión
y
Resurrección de Cristo habían de conferir al don de la
gracia
Interpretación facilitada por la traducción de la Vulgata,
que corresponde al texto de algunos manuscritos que han edulcorado
la expresión original
:
Nondum erat Spiritus
datus.
..», es decir,
hay una venida
y
una presencia del Espíritu Santo que no se habrá
de producir hasta después de la ((glorificación» de Jesús, es decir, de
su Pascua.
¿
Es suficiente decir, como lo hacen el P. Lagrange
y
el P. Durant (Verbt4rn salutis),
que se trata del Espíritu Santo
tal
como debía de ser dado después de Pentecostés, sobre todo en el bau-
tismo
y
por los sacramentos? Sea, ¿pero cuál es la novedad de ese
modo propio del tiempo posterior a Pentecostés? Es este un punto
que no hay que esperar ver dirimido por los exégetas
:
están exce-
sivamente preocupados por mantenerse muy cerca del texto
y
no
rebasar sus afirmaciones. Así, por ejemplo, F. Tillmann
(Das Jo han-
nesevangelium.
erlín, 914: atólico)
ernard
en
nternat.
Cnt. Comm).
reproducen sin más el texto de Jn. 7, 39. Otros en
cambio, permaneciendo precisamente en la literalidad del versículo,
subrayan fuertemente el hecho de que, para San Juan, el Espíritu
34.
Quod dicítur
nondum rat
atus Spiritus
intelligitur de illa
atione um
igno
visibili, quae facta est in die Pentecostes.,,
Sun>.
/ieol., ,
.
3, .
,
d
Lex
ova
principaliter ea gratia piritus Sancti, quae abundanter dan on debuit antequam impedi-
mentum peccati ab humano genere tolleretur, consummata redemprione pm
hristum. tinde
dicitur Jo. ,
9...s
,
.
06,
.
c.;
Et ideo, uia in hoc sacramento (se
rata
de a
onfirmacón,
nstituida
or risto
romistendo)
atur lenitudo
piritus
ancti,
quae non erat danda ante Christi resurrectionem et ascensionem, secundum illud Jo. 7. 39:
Nonduin III,
q.
1, a.
,
d ;
Intelligendum
st de abundanti datione
t
isibiibus
signis
el
ilagro de Pentecostés).» on,.
n ca.
v.,
. ,
ect.
.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
http://slidepdf.com/reader/full/congar-el-misterio-del-templo 312/335
312
L MISTERIO DEL TEMPLO
aparece confinado a sólo Jesús en tanto la obra de la salud no ha
llegado a su cumplimiento; Jesús afirma constantemente que el don
debe ser diferido hasta después de su muerte (14, 26; 16, 7;
cfr.
Le.
24, 49; Act. 1, 5, 8) Y no se trata únicamente de tal
modalidad o medida de don, sino del don del Espíritu en sí mismo.
a) En busca de una solución.
- No se trata aquí más que de
un inicio de investigación. La solución que proponemos es sólo un
ensayo, una hipótesis. No se nos oculta que deja planteadas dificul-
tades a las que no se da todavía una respuesta enteramente satisfac-
toria.
1) Principio de la solución.
Debe consistir, según creemos, en
sostener simultáneamente
1.0)
que los justos del Antiguo Testamento
lo fueron por una gracia concedida en previsión de Cristo y en vir-
tud de sus méritos, y, por lo tanto, de la misma esencia, fundamen-
talmente que la nuestra, pero que 2. 0
), entonces los dones sobrena-
turales de Dios se veían afectados de una cierta ineficacia en rela-
ción a su término o fruto normal. Eran dados, en efecto, a hombres
que se encaminaban desde lejos hacia las realidades prometidas.
Ahora bien, no hay que olvidar que la gracia, antes de ser un «ha-
bitus» (un ((haber») creado en nosotros, es una complacencia de
Dios : el haber creado traduce la complacencia y a él siguen la cuali-
dad, el grado, el modo. Así, si Dios derrama hoy día su complacen-
cia sobre nosotros como sobre miembros efectivos del cuerpo de su
Hijo bienamado, entonces la ponía en los justos del Antiguo Testa-
mento en tanto que ordenaba a Cristo y a su cuerpo: vinculados por
tanto a Cristo, pero alejados todavía de esta fuente de vida filial y
de acceso efectivo a Dios.
35. Cfr. en particular E. C.
HoszyNs,
The Fourth Gospel,
2. ed, 1947, p. 323.
G.
H.
C. MAC GREGOR
(The Gospel of John.
Com
. de
MOFFATT,
Londres, 1928,
p.
208)
subraya que se trata de un principio general y que, sin ninguna duda, no hay en ci
texto alusión a un hecho particular como es el de Pentecostés. A. Loisy
(Quatrime Evang.,
París, 1903, p. 524) escribía: «On nc doit pas se demander si les prophtes n'ont en
aucune façon reçu le Saint-Esprit et s'il n'est pas déjá venu sur le Christ. Les com-
munications de l'Esprit prophétique nc sont pas de méme ordre que le don fait aux
chrétiens; et si Jésus possde la plénitude de l'Esprit, son flanc n'a pas encore été ouvert;
jI n'est pas tenips que la source d'eau vive se répande sur les croyants.» - Pero el
comentario que avanza más lejos en la línea de los Padres griegos, a los que cita, es el
del católico P.
SCHANZ, Commentar über das Evang. des Hl. Johannes, Tubinga, 1885,
pp. 323-24.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
13
Los justos del Antiguo Testamento recibían mociones
y
dones
sobrenaturales gracias a los cuales poseían en ellos un principio de
justicia
y
de vida santa. Textos como el del Sal. 51, 12 s. ponen de
manifiesto la realidad de una forma de vida justa
y
santa, proce-
dente de un don sobrenatural del mismo tipo que nuestra gracia san-
tificante. Este principio de vida santa, al ser substancialmente la
gracia que debía merecer Cristo, era también
de suyo
un principio
de vida filial
y
un título merecedor de la gloria celestial. No obs-
tante, algo falta para que esta vida filial tuviera acceso eficaz hasta
el Padre. Esta gracia, principio interior de vida santa, estaba como
privada de sus frutos normales de filiación adoptiva
36,
de eficacia
meritoria
y
de inhabitación substancial
y
objetiva de la Santísima
Trinidad en el alma, puesto que esta inhabitación tiene como prin-
cipio formal la eficacia de la gracia para alcanzar a Dios, Padre,
Hijo
y
Espíritu Santo, como objeto de conocimiento
y
de amor.
En esta distinción entre la gracia como forma de vida santa,
orientada hacia Dios,
y
su eficacia en alcanzar efectivamente su
término, es en donde vemos nosotros, de momento, el principio de
solución a nuestra cuestión. Decimos de momento, porque será ne-
cesario proseguir adelante
y
buscar la razón de esta ineficacia;
y
decimos :
ficacia
n lcanzar
fectivamente
u término, porque,
según creemos, la cualidad de vida filial, el título meritorio, la dis-
posición a la inhabitación-posesión de la Santísima Trinidad eran
reales en los justos del Antiguo Testamento, pero estaban como en
estado de espera, privados del fruto al que remitían. Así pues, sin
admitir la tesis de Petavio, para quien el Espíritu Santo mismo
y
no la gracia creada es la causa formal de nuestra adopción divina,
aceptaríamos, para los justos del Antiguo Testamento, la idea de
un don sobrenatural que, efectivo ya en cuanto forma de vida santa,
no era sin embargo, antes de la glorificación de Cristo, en cuanto a
sus efectos normales de filiación, de inhabitación, de «divinización»
y
de méritos, sino un título (jurídico): título
real, pero cuyo valor
estaba supeditado a que sucediera algo que le permitiera obtener,
efectivamente por fin, los frutos divinos a los que estaba ya real-
36.
el hecho de que Cristo no podía ser hijo adoptivo, puesto que lo es por natu-
raleza (Sto.
TOMÁS,
III, q.
2, a. 3),
JUAN DE
STO. ToSfÁs
concluye que la adopción no es
una
ropiedad metafísica e
nseparable de la gracia habitual
(Cursus Theol. in III,
q.
0,
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314
L MISTERIO DEL TEMPLO
mente ordenado. Los textos citados
supra
en los números 3.°,
4,0,
5•
del párrafo b), parecen imponernos esta distinción. En la antigua
Disposición había una ordenación real hacia Dios
y
hacia la pose-
Sión de Dios, pero privada de su término
:
«no estaba expedito aún
el camino del santuario mientras el primer tabernáculo subsistiese»
(Heb. 9, 8).
¿
Qué es lo que faltaba para que la preparación alcanzara su ob-
jetivo
y
para que la ordenación consiguiera efectivamente su tér-
mino? Faltaba precisamente que fuera destruido el santuario hecho
por mano de hombre
y
que fuera reedificado otro, no hecho por mano
de hombre, según palabras de Jesús en Jn. 2, 19 (Me. 14, 58) cuya
relación vimos con la afirmación de Jn. 7, 37-39, texto clave en
la cuestión. En una palabra, faltaba que se realizaran ciertos hechos
de la economía de la salvación, de los cuales el más decisivo, centro de
toda esta economía, es la Pascua de Jesús
uerte, resurrección
y
ascensión, inseparablemente,
Los grandes hechos de la historia de la salvación, como lo ha subra-
vado bien el P. Daniélou
n,
son hechos que sucedidos una sola vez,
ambian para siempre el curso de la historia espiritual, introdu-
ciendo en ella un nuevo elemento en la relación del hombre a Dios,
La alianza con Abraham, el Sinaí, la elección de David, son de estos
hechos. Con mayor razón, la encarnación del Hijo de Dios
y
el con-
junto de acontecimientos que constituyen el misterio pascual, cen-
tro de la nueva economía:
a muerte de Cristo según la carne (1 Pe. 3, 18), semejante
a nuestra carne de pecado (Rom. 6, 5)
;
su descenso a los infiernos,
punto decisivo para nuestro propósito, sobre el que volveremos pron-
to; su declaración como «Hijo de Dios, poderoso según el Espíritu
de Santidad
artir de la
esurrección
e ntre
os muertos»
(Rom. 1, 4);
i
su glorificación, su entrada en el Santo de los santos, la
-
vestidura de su sacerdocio salvador con el poder real
y
soberano;
•
a efusión del Espíritu prometido.
A partir de cada uno de estos hechos contecidos una sola vez
ero decisivos en sus consecuencias, algo ha cambiado en las rela-
ciones de la humanidad con Dios. De entre todos ellos, el descenso
de Cristo a los infiernos merece, desde el punto de vista del presente
7. ssai sur le ystre
e l'Histoire,
arís, 953.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
15
estudio, una consideración particular
3 8 •
Antes de plantear cuestio-
nes en la doctrina cristológica (siglo iv), este punto pertenecía
simplemente a la consideración de la economía centrada sobre el
misterio pascual, que constituía el contenido esencial de la cate-
quesis y de la celebración litúrgica, como puede verse en Melitón,
Tertuliano, San Hipólito, San Ireneo, y ya en el Nuevo Testamen-
to ». De hecho, su importancia «económica» es grande, bien en lo
que concierne a la victoria de Jesucristo sobre la muerte y el demo-
0 ,
bien en lo que concierne a la condición de los justos del Anti-
guo Testamento. Si bien es cierto que, con B. Reicke, puede verse
en los espíritus rebeldes de 1 Pe. 3, 19, a los ángeles inspiradores
del mundo pagano
`
no es menos cierto que en 1 Pe. 4, 6, se habla
de los muertos, y que una tradición, que con San Ireneo parece
remontarse a los discípulos inmediatos de los Apóstoles, ha visto
en el descenso de Cristo a los infiernos una iluminación
y
liberación
de los justos que habían vivido antes del advenimiento del Señor
y
que lo esperaban para entrar efectivamente en la herencia a la que
tenían derecho, a la que tendían, y que eran impotentes todavía
de alcanzar efectivamente. San Ireneo insiste en la remisión de los
pecados, conseguida únicamente por la Pasión de Cristo
`
¿pero
38.
Ver sobre el tema:
.
GSCHWIND,
Die N,ederfahrt Christi in
ie Unterwelt.
ta
Beitrag zar Exegese des N. T. u. z. Gcsch. des Taufsymbols, Munster, 911; D.
LOOG,
De descensa in
Pe.
, 9 in , , 913;
.
UILLIET,
n
TC, .
,
ol.
65-610;
J.
CHAINE,
en
Dict.
e la Bible, Suppl..
t.
, col. 95-431 ; .
E CKE,
he Disobedient
Spirits and Christian Baptism. A Stady f 1 Pet. III, 9 and ¡lis contents,
Copenhague,
1946; .
RILLMEIER,
er
ottessohn m
otenreich..., n
eitsch.
.
ath.
heol., 1
(1949),
pp.
-53,
84-203, con bibliografía.
cfr.
Rey. Hisi. Eccl.,
947,
p.
31;
. Rous-
SEAU,
La descente aax entere dans la cadre des Liturgies chrétiennes, en
La Maison-Dieu,
n.° 43
1955/3),
p.
04-123.
39.
Cfr. el estudio del
P. GRILLMEIER. De la Escritura, cfr. Rom. 10, 6-7;
ct. 2,
4-31
(Col. ,
8);
f . ,
-9:
Pe.
,
8-20;
,
-6; poc. ,
8.
s
osible que
f .
,
4
constituya una alusión a este
isterio:
sí,
rm.
0BIN50N, phesians,
d.
reve,
ági-
nas
64-165,
.
.
40.
Por
na arte, a resurrección
e
risto es
lgo bien
istinto de a
cción
ísica
de salir
e la tumba, del hecho ísico de
etornar a la vida.
s el elemento decisivo de
toda na economía. omienza en los
nfiernos,
orque es una resurrección
de entre los
muertos.
or
sta azón,
n a
conografía riental
a
nástasis
e
epresenta
omo l
descenso a los infiernos
y
a salida de ellos. Por
tra parte,
o hay
victoria
i antes no
hay lucha
y
enfrentamiento. Dios podía
suprimir
la muerte con su potencia creadora, pero
no podía
vencerla
sino sometiéndose a
u contacto.
41.
Señalemos aquí, sin embargo,
na observación
ue hace
H. . SWETE a propó-
sito de Apee.
, 4
(The Apoc. of St. John,
Londres,
906, p. 6):
tveó1jata.
es escasamente
utilizado en
l N. . nara designar a los
ngeles.
4 2 .
dv. aer., ,
7, P.
.
,
058-59);
l
rincipio
e ste
apítulo n. ,
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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316 L MISTERIO DEL TEMPLO
no podría extenderse esta consideración a todos los efectos que acom-
pañan normalmente a la gracia - filiación, inhabitación y posesión
de Dios, divinización - y que estaban reservados, en cuanto a su
ejercicio activo, a la venida y la Pascua del Señor? Para que los dones
sobrenaturales concedidos a estos justos les permitieran alcanzar
efectivamente a Dios mismo, faltaba que fueran conseguidos median-
te nuevos hechos de la economía la Encarnación del Hijo, la muerte
y resurrección de Cristo, la misión del Espíritu Santo, consecuencia
de los anteriores.
El descenso de Cristo a los infiernos es un
hecho
que nos parece
suficientemente atestiguado. Sobre este hecho, la teología no puede
hacer sino intentar penetrar sus razones y su armonía : tal es, en
efecto, su papel. El punto esencial aquí es que, hasta Jesucristo,
había ciertamente dones de Dios, pero Dios mismo no se había
dado. Había habido un pan del cielo (Sal. 78, 24), pero no era
el verdadero
pan del cielo, Dios mismo dado como pan (Jn. 6, 32 s.).
Hubo enviados de Dios, Juan fue enviado por Dios (Jn. 1, 6), pero
no venía substancialmente de lo alto (cfr. Jn. 1, 30-34; 3, 31;
comp. con 3, 13). Hubo también oráculos de Dios (Heb. 12, 25), pero
su Palabra substancial no había venido todavía al mundo; vino en
Jesucristo, el Hijo, que es también el Heredero (cfr. Jn. 1, 1-18;
Heb. 1, 1-3). Había también una ley de Dios, santa y santificante,
pero Dios mismo no se había dado aún y constituido, tal como lo hace
ahora, en ley interior y viviente de aquellos a quien anima su Espí-
ritu, bien se trate de la Iglesia en cuanto tal, en ese mismo día de
Pentecostés en que la Sinagoga conmemoraba el don de la Ley en
el Sinaí, bien se trate de cada fiel en particular, por el don interior
del Espíritu (Rom. 8, 14).
Los primeros fieles, como hemos visto (p 319 orig... nota 30),
experimentaron en el cristianismo una novedad absoluta. En particu-
lar, sabían que en adelante la fuerza interior para practicar la ley
acompañaba al precepto exterior, que podían hacer lo que ni los
judíos ni, con mayor razón, los paganos podían hacer . «Porque
col. 1056), Ireneo habla de tradición apostólica para todo cuanto dice acerca de la justicia
bajo la Disposi:ión antigua.
43. Cfr.
J. DANIgLOU ,
La pensée clirétienne,
en
Nouv. Rey. théol., nov.
1947, p. 930
5.;
S.
LYONNET,
Liberté chrétienne er lo¡ de l'Esprit selon S. Paul,
en
Christus. Cahiers api-
rituels,
n.° 4 (1954), pp. 6-27. Cfr. Sto.
TOMAS, Com. in Rom., e. 8,
lect. 1,
y
in Heb.,
e. 8,
lect. 2.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
17
la Ley fue dada por Moisés, (pero) la gracia
y
la verdad vino por
Jesucristo» (Jn.
, 17)
Lo nuevo consistía en que, en lugar de
enviar solamente sus dones, Dios mismo había venido personalmen
te: sí, hay que decirlo así
y
puede decirse, en el sentido en que la
teología habla de las Misiones divinas, es decir, que, en forma que
recisar, la Persona del Padre, la del Hjo
y
la del Es-
píritu Santo comenzaron a existir de una nueva manera para los
hombres. Desde entonces, el principio de nuestro movimiento hacia
la salvaci6n no es ya sólo un don sobrenatural que nos disponga real-
mente para poseer a Dios, acompañado de un título real para ello,
pero que se mantiene a distancia de Dios mismo; es un principio
substancialmente celeste
y
divino, vinculado efectivamente a su fuen-
te divina
y
de una ficacia absoluta,
or tanto, para onseguir
efectivamente
a Dios mismo.
Vimos cómo el sentido de la Pascua era el de sobrepasar todas
las innovaciones anteriores para aportar un principio de vida
celeste,
«no hecho por mano de hombre»,
y
por ello mismo, capaz de alcan-
zar el Santo de los santos. Por esta razón, Cristo en su misterio pas-
cual, al descender a los infiernos de la muerte, aporta a los justos
del Antiguo Testamento (y quizá del paganismo: los Padres han
avanzado explícitamente hasta esta explicación)
a eficacia que
le faltaba a su gracia para conducirles hasta Dios. Santo Tomás ve
la liberación de estos justos por el descenso de Cristo a los infier-
nos, como una liberación del castigo
(reatus poenae)
debido al peca-
do original
y
como una curación del
defecius communis
que afectaba
a la naturaleza humana en cuanto tal después de Adán
y
que consis-
tía en la muerte corporal
y
en la exclusión de la vida gloriosa
4 6
La Pasión de Cristo ha eliminado tales obstáculos. Santo Tomás
insiste en que, mediante su descenso a los infiernos, Cristo ha con-
ferido a los justos del Antiguo Testamento el beneficio de esa acción
por contacto
y
de verdadera eficacia que aplica a los fieles, en la
Iglesia, mediante los sacramentos
Visión extraordinariamente in-
teresante para nuestro propósito, pero expresada dentro de un marco
44.
Citamos ya la profunda glosa de E.
HOSKYNS
(The Fourth Gospel,
2. d.,
on-
dres, 1947,
p.
152): «The law was a gift separable from the agent-by whom in was given . . . »
45. Ver DTC, t.
4,
col. 597 s.,
y
cfr. la
nota del P.
DUBARLE citada supra
(ant. n.
).
46. um. hcol..
III, q.
2, a.
;
.
, ad
;
.
, ad 3.
47. II,
q.
2, a.
, ad 2;
.
, ad 2; a. 5
y
6. Sobre la Pasión
ctuando con causa-
lidad eficiente, cfr. III, q. 48,
.
n corp.
y
ad 3;
.
56, a.
, ad 4; q.
2,
.
, ad 1.
Cfr.
upra,
.
7.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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318
L MISTERIO DEL TEMPLO
sistemático un tanto estrecho, quizá. Se podría, a partir de los mis-
mos elementos del dato cristiano, interpretar la Redención pascual
de una manera más ontológica, más positiva, menos dominada por la
idea de satisfacción y más orientada hacia su valor antropológico.
La antropología tomista está muy elaborada, tanto en el aspecto
filosófico de la estructura esencial del hombre, como en el análisis
de las estructuras de la acción moral ; pero es poco cristológica y
poco histórica : son consecuencias del plan de la
Sumrna. ¿ No
podría
darse a los hechos ((económicos» de la Pasión y del descenso a los
infiernos todo su valor
positivo? Únicamente por el contacto con
el cuerpo inmolado del Hijo de Dios hecho carne, hecho a la vez
sacerdote y víctima, altar y templo, los dones de justicia personal
conferidos a los Patriarcas reciben el poder de llegar efectivamente
hasta donde la gracia debe llegar normalmente.
Observemos aquí, que Santo Tomás admite, como la Escritura
(Rom. 6, 5; Jn. 6, 54)
y
los Padres (Tertuliano, San Ireneo, San
Atanasio) le invitan a hacerlo
4 8 ,
que nosotros poseemos, ya desde
ahora, en el bautismo y en el sacramento del cuerpo y la sangre, el
principio de nuestra resurrección gloriosa de igual modo que
la gracia es, para él, la semilla de la gloria, y la fe, la de la visión.
Mas, para que tales principios de vida divinizada obtengan efectiva-
mente su pleno efecto, será necesario un nuevo y definitivo aconte-
cimiento de la economía, a saber, el retorno de Cristo en su poder y
su gloria. Hay un aspecto en nuestra gracia, la gracia misma de
los sacramentos, que representa
un título de valoración escatológica.
El aspecto escatológico de la moral de San Pablo es cosa de todos
conocida ; no sólo aquél, según el cual es necesario conservarse puros
en la expectativa del día de Cristo, sino también el de que nuestra
redención no será completa hasta entonces. Importa mucho poner
este aspecto en relación, no sólo con el carácter de intervalo, de
espera y de prueba de la vida presente, sino también con el orden,
todavía inacabado, de los hechos decisivos de la historia de la salud.
Únicamente cuando el último de estos hechos - que acontecen una
sola vez, pero cambian definitivamente nuestra relación a Dios se
48.
Cfr. entre otros, S.
IRENEo,
Adv. Haer.,
IV, 18, 5 (P. G. 7, 1029); Sto.
TOMAS,
III,
q.
79, a. 2.
49.
1 ,
q. 79, a.
2;
In loan.,
e. 6, lect. 7, n. 3-4. Sobre la eucaristía pdp1taxov
- c r i c ;
dOavat'a
, cfr.
M. SCHMAUS,
Kathol. Dogmatik,
t. 111-2,
p.
270 s.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
19
haya producido, la gracia filial
y
«crítica» poseída ya por los santos
alcanzará su pleno efecto de resurrección
y
de gloria.
Se ve así cómo explicaríamos nosotros el hecho, que la Revelación
bíblica parece imponer, de la desproporción entre la forma interior
de justicia sobrenatural otorgada a los Patriarcas
y
la eficacia de
dicha gracia con respecto a sus plenos efectos normales
:
filiación,
inhabitación substancial-objetiva de las tres divinas Personas, divi-
nización, eficacia final de los méritos. En todo ello, la gracia debe
alcanzar efectivamente al mismo Dios. Pero no podía hacerlo hasta
que Dios mismo, habiendo «venido» a nuestro mundo, es decir, ha-
biéndose dado a los hombres, se hubiera vinculado a sus dones como
su fuente
y
como su término, cosas ambas estrictamente correlativas.
Santo Tomás, al tratar del mérito con respecto a la vida eterna,
señala que nuestras acciones, en cuanto son nuestras, no pueden
merecerla sino por cierta conveniencia,
ero están perfectamente
proporcionadas a la vida eterna
-
s decir, a la posesión
y
el goce
bienaventurado del mismo Dios, constituido directamente
y
por su
esencia en forma intencional de nuestra visión gloriosa
-
n la
me-
dida en que proceden de la gracia del Espíritu Santo:
«SiC
enim valor
meriti attenditur secundum virtutem Spiritus Sancti moventis nos
in vitam aeternam, secundum illud
:
Fiet in co Jons aquae solientis
in vitain aeternam». Esta cita del texto de San Juan (4, 14) es ex-
traordinaríamente interesante. Una vez más, Jesús habla aquí, en
futuro, del Espíritu Santo que dará como consecuencia de su Pascua
(comp. con Jn. 7,
39; 16,
7). La gracia mesiánica no será solamente
agua que sacia la sed
y
da fecundidad
- ¡
es menester haber visto
cómo el agua, en Oriente, es la vida, para comprender el valor de la
comparación
-or venir verdaderamente de lo alto, lo mismo que
el Pan de vida, principio de resurrección, conseguirá efectivamente
su término celeste, la vida eterna, la posesión de Dios mismo. Fue
menester la misión personal del Hijo para que el mundo tuviera
vida;
altaba asimismo una misión personal del
spíritu Santo
para que la gracia fuera, sin contar la forma de vida santa en el
hombre, el principio de un movimiento que alcanzara efectivamente
a Dios, al estar vinculado Dios a ella desde entonces, como don in-
creado, inseparable del don creado.
50.
II",
.
14,
. ;
om.
n
oan.,
. ,
ect.
,
. ; n
om.,
e.
, lect.
;
Comp.
heol. 1
4 7 .
to. omás atribuye siempre,
anto la
comunión
e los santos»,
como la comunicación e
os bienes espirituales, a la
irtus Spiritus Sancti.
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320
L MISTERIO DEL TEMPLO
En suma, sin suscribir la construcción de Mons. Waffelaert, la
solución que proponemos se acerca notablemente a la suya. No es
que le debamos la idea que acabamos de exponer, ya que hemos lle-
gado a ella intentando seguir las indicaciones de la Escritura y
mucho antes de conocer la tesis de monseñor \Vaffelaert, de la que,
por lo demás, hemos sabido a través del resumen que ofrece el ar-
tículo del can. Philips (art. cit., 1947,
pp.
531 s.). Nuestras catego-
rías, sin embargo, difieren un tanto de las de monseñor Waffelaert, y
la explicación propuesta por nosotros no es fruto tanto de una elabora-
ción de los conceptos clásicos, cuanto de una reconsideración teoló-
gica del carácter histórico y real de la economía. Una posición cerca-
na a la nuestra la encontraríamos más bien en tal o cual texto de
Newman
5 1 ,
tan familiarizado con los Padres griegos.
Al hablar del culto interior, Santo Tomás distingue tres grandes
etapas la de la Sinagoga, en la que el hombre entraba en relación,
mediante la fe, tanto con los bienes (celestes) prometidos como con
los medios para obtenerlos, en cuanto realidades futuras ; la del
Reino, en el que los santos están en relación con esos mismos bienes
y con los medios que los hacen accesibles, en cuanto realidades pre-
sentes, de las que se goza ; entre ambas, la etapa de la Iglesia, en
la que el pleno goce de los bienes celestiales es esperado todavía
como algo futuro, mientras que el medio de obtenerlos está ya pre-
sente y es poseído : Jesucristo (en su misterio pascual). Allí donde
Santo Tomás dice que las Personas divinas son poseídas, bien «ad
fructum perfectum» (donum gloriae), o bien «secundum fructum
imperfectum» (dorsum gratiae)
5 2 ,
quisiéramos introducir, paralela-
mente al esquema precedente, un tercer miembro : el de la posesión
«secundum promissionem, ut habendas...
2) ¿Qué don y qué presencia del Espíritu Santo son propias
de la Iglesia surgida de la Pascua?
Por lo que respecta a Cristo no hay ninguna dificultad : no sólo
el hecho de la Encarnación y los de la Pasión se han producido own
un momento determinado del tiempo, sino que además la unión hi-
51.
Por ej., en
Parochial and Plain Sermons, II, 19 (pp. 230-31): El Espíritu Santo,
observa Newman, conforme a lo que se dice en Jn. 16, 7, viene en lugar de Cristo y de
la misma manera que Él, es decir, no bajo la forma de don - como en el A. T. - sino
como Persona, como sujeto responsable en definitiva, que asume nuestro movimiento de
retorno hacia Dios convirtiéndolo en plenamente eficaz.
52.
1 Sent.,
d. 14,
q.
2,
a. 2 ,
ad 2.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
21
postática representa una relación de la naturaleza humana individual
de Jesús con la Persona del Hijo de Dios, estrictamente personal a
asta. Es cosa admitida por todos, también, que cuanto procede de
Cristo y de su Pasión por vía de causalidad eficiente ha comenzado
en el tiempo, en dependencia de los hechos históricos correspondien-
tes. Puede concedérseles, así, pleno valor, en teología clásica, a los
hechos de la economía concerniente a Cristo: en la medida que sus
misterios ejercen una causalidad, no sólo ejemplai final, sino
también eficiente-
anto Tomás la admite no sólo para el de la
Resurrección sino también para todos los demás misterios de su
vida »
-,
s evidente que nuestra situación espiritual depende de
la realización histórica de los hechos de la economía vinculados
a la Encarnación.
Por el contrario, cuando se trata del Espíritu Santo no se puede
hablar de Encarnación, es decir, de una realidad creada que comien-
en un momento dado, a subsistir por la Subsistencia increada
de una Persona divina. Así pues, ¿bajo qué título podrá hablarse de
una venida de la Persona del Espíritu Santo en un momento dado
de la economía: Pentecostés (San Juan Crisóstomo) o atardecer de
Pascua (San Cirilo Alejandrino)?
»
En qué sentido puede decirse
que el Espíritu Santo ha sido «enviado» personalmente y, por tan-
to, que ((ha venido» y ha sido dado para ser, a partir de un momento
determinado de la economía salvadora, un principio que dé a la
gracia su eficacia efectiva de merecer la vida eterna, la filiación
adoptiva, la presencia substancial-objetiva de las Personas divinas,
la ((divinización», en definitiva? Se recordará que la Encíclica
Mys-
tic¡ Corporis de 29 de junio de 1943 señalaba expresamente la cues-
tión del papel del Espíritu Santo en el misterio de nuestra unión
a Cristo como una cuestión muy difícil, que continuaba todavía
abierta en la teología católica, y sobre la cual estaban invitados los
teólogos a proponer sus ensayos de interpretación
».
53. Cfr. III,
.
56, a.
, ad 3; comp. c. Com
.
in
1 Thes., e. 4, lect. 2, y
J .
LCUYER,
La
ausalité ejfici ente des myst
~ res du
hrist selon S.
homas,
n
Doctor communis,
1953,
pp.
1-120; . HOLTZ,
La valeur sotériologique de la résurrection
u Christ selon
S.
Thomas,
en
Ephem. Theol. Lovan.,
29 (1953),
PP.
609-645.
54.
Si fuera
enester escoger,
aríamos in duda
uestra preferencia
a
osición
de S. Cirilo,
ues Pentecostés tiene como función principal la de ser la declaración exterior
de la creación de la glesia. Esta preferencia esta vinculada
ambién
una comprensión
de la Ascensión de Cristo en el sentido el P.
EsOIT,
L'Ascension, en ey.
ibl.,
6
(1949),
pp.
61-203.
55.
AAS, 943,
.
31.
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322
L MISTERIO DEL TEMPLO
Es sabido también, que, incluso si se entiende por ((apropia-
ción» algo distinto de un mero modo de hablar, es imposible atribuir
a una Persona divina, con exclusión de las otras, cualquier efecto
creado. No sólo la razón teológica, la tradición latina y el Magisterio
lo prohiben ; también los Padres griegos, a quienes se atribuyen
a veces ideas que nunca sostuvieron, se oponen al igual que los lati-
nos y por las mismas razones '. El Padre y el Hijo realizan las
obras
ad extra
que se atribuyen (apropian) al Espíritu Santo, pues
todo es común a las tres divinas Personas, excepto aquello en que
la primera es el Padre, la segunda el Hijo y la tercera el Espíritu
Santo, y por ende también el orden según el cual existen las tres
divinas Personas, pues este orden se desprende de las relaciones que
les hacen ser lo que son como Personas.
La teología reconoce, en cambio, como procedimiento válido y
fructífero, la apropiación de algún atributo esencial o de algún acto
ad extra
a una Persona, cuando se hace, no para excluir a las otras,
sino por razón de una semejanza con la propiedad personal y por
su aptitud para sugerirnos lo propio de cada Persona. Autorizados
por el modo de expresarse de la Escritura y de la Tradición, podemos
así vislumbrar alguna cosa de la vida íntima de Dios en tanto que,
única en su naturaleza, se realiza en tres Personalidades distintas y
según el orden de las Procesiones. Esta es la forma clásica de en-
tender y de practicar el procedimiento de la apropiación. Nos parece
que, dentro de este cauce probado, hay lugar para desarrollar el
orden de aplicaciones más especialmente atestiguadas por la Escri-
tura, la liturgia y los Padres, que responde a los grandes hechos de
la economía. No ya únicamente la apropiación de los atributos esen-
ciales de Potencia, Sabiduría, Bondad, Amor, etc , sino también de
los actos
ad extra cuya sucesión constituye la historia de la salud.
Tanto más, cuanto que el orden de las Misiones de la economía se
funda en el orden de las Procesiones y lo revela. La revelación del
misterio de la Trinidad se ha realizado por la vía de la economía en
igual medida, por lo menos, que por enunciados teóricos. En la pro-
56. Cfr. A. CHOLLET, art.
Appropriation,
en DTC, t. 1, col. 1708-17; encíclica
Mystici
Corporis, ioc.
cit. Respecto a Sto.
ToMÁs,
cfr.
De verit,
q. 10, a. 13; Sum.
Theol., 1,
q. 37, a. 2, ad 3;
q.
38, a. 1, ad 4;
q.
39, a. 7; III, q. 7; a. 13, y H.
DONDAINE,
La Trinité (cd. R. des Jeunes), t. 2,
pp.
409 s.
57.
Ver textos de S. Cirilo en
MAFIA, art. cit., p.
476;
referencias de otros Padres grie-
gos en 1.
CHEVALIER, art. cit.,
pp.
170 s. (sobre la santificación, como apropiación del
Espíritu Santo, ¡bid.,
Pp.
158
s.).
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
23
funda teología tomista de las ((Misiones divinas», las Misiones tem-
porales, visibles o invisibles, representan el término creado
y
libre
de las Procesiones, que la fe nos da a conocer en el misterio eterno
y
necesario de Dios
» » .
El que se manifestó en la carne es Aquél que procede eterna-
mente del Padre como Hijo; quien se manifestó impetuosamente el
'
día de Pentecostés, el don que hizo de Sí a la Iglesia
y
a los miem-
bros del Cuerpo de Cristo, es Aquél que, desde toda la eternidad,
procede juntamente del Padre
y
del Hijo
y
constituye el término de
las operaciones intradivinas.
ue el don manifiesto del
spíritu
Santo
siga a la venida del Verbo encarnado, que proceda de ella, es
algo que está en consonancia con el orden eterno de la Vida divina.
La apropiación que hace la Escritura al Espíritu Santo de ser la
comunicación
xovor
I Cor. 13, 13) es algo muy distinto,
y
mu-
cho más, que una mera manera de hablar. Significa que el hecho de
darse, que compete a las tres Personas, responde misteriosamente
a aquello que es lo propio de la del Espíritu Santo
y a su orden en
las Procesiones eternas.
El Espíritu Santo, que no transmite la vida
divina a una cuarta persona, es, en la bienaventurada Sociedad de
los Tres, Aquél de quien procede más propiamente la comunicación,
aunque ésta pertenezca por igual al Padre
y
al Hijo. Le corresponde,
con mayor propiedad, establecer en la criatura que el Padre ama
(San Pablo apropia el agape'
al Padre) la relación de filiación, de
retorno eficaz al Padre,
e inhabitación
y
de
(divinización».
a
sido enviado por el Padre
y
el Hijo
y
continúa así, en su Misión
temporal, visible o invisible, el misterio de su origen eterno, para
ser más propiamente Dios activo en nosotros en cuanto a sus dones
de gracia, por los cuales podemos convertirnos eficazmente hacia
58.
to.
OMÁS,
Sent.,
.
4, , .
,
.
,
ol. ad
, respecto a las isiones vi-
s bIes en sí mismas, d.
5,
.
, a.
;
. ONDAINE, o. it.,
pp.
423 s.
fr.
l hermoso
texto de Mons.
OURNET:
L'Esprit procde dans l'éternité en tant qu'il est Dieu;
ais
il rocde aussi dans le emps, puisqu'il est envoyé á
a
ois visiblement et invisiblement
pour
re,
on tour, parmi les hommes et ayee l'Église. Ainsi la naissance dans le temps,
soit du Christ qui cst
e chef, oit de l'Église qui est son
orps,
a l'aboutissement
e
Pacte éternel du Pére
n¡ u Fils
our
mettre, our produire 'Esprit.
'est ourquoi
S.
ean aperçoit
a vlle sainte,
a Jérusalem
ouvelte,
ui
escend du
cid,
'auprés
e
Dieu (Apoc. 1, . >
Église do
erbe jacaré,
t.
,
p.
55;
fr.
p.
472-565, en las que
el
utor explica
ómo la Iglesia
iene a Dios
por apropiación,
l Espíritu
anto) como
última persona responsable de sus actos
y
de
uanto ella es;
ómo, por este motivo, tiene
como una personalidad compuesta:
l Espíritu Santo subsiste irectamente en el seno de
Dios y extensivamente en la Iglesia, en virtud de la impulsión de vida que le comunica
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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324
L MISTERIO DEL TEMPLO
el Padre. Y todavía, al expresarnos así, debemos procurar evitar
toda tentación de modalismo. Es menester, al tiempo que afirma-
mos el carácter común a toda la Trinidad de la obra de nuestra
santificación, exorcizar la falsa imagen de una naturaleza común
que precediera a las Personas como el tronco de un árbol preexiste
a sus ramas. La naturaleza divina existe en tres Personas
y
según
el orden de sus Procesiones. Esto es lo que significa, desde el punto
de vista de la economía de la salvación, la fórmula paulina según
la cual tenemos acceso al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo
(Ef. 2, 18). Esta idea invade también toda la liturgia, sobre todo
en sus estratos más profundos,
y
las obras de los Padres, que se
complacen en señalar, igualmente, que el Espíritu Santo nos condu-
ce al Hijo, al que revela,
y
el Hijo al Padre Resulta, pues, que
nuestra unión a Dios mismo, por la que los dones sobrenaturales de
filiación, merecimiento de la vida eterna, inhabitación
y
«diviniza-
ción» adquieren su eficacia, pertenece con mayor propiedad al Espí-
ritu Santo
y
a su Misión temporal, consecutiva a la del Verbo o,
para decirlo con mayor precisión, a la Pascua de Cristo.
¿Qué se produjo entonces? Un envío (una «venida»), a la vez
visible e invisible del Espíritu Santo al cuerpo «eclesial» de Cristo,
más especialmente al cuerpo apostólico, en virtud del cual
a)
l Espíritu Santo está vinculado a la Iglesia
más es-
pecialmente, al cuerpo apostólico
—
con una unión de alianza, como
ya hemos explicado en otro lugar °. Unión, en virtud de la cual las
operaciones
undamentales (estructurantes)
el
uerpo
postólico
—
celebración de los sacramentos, definición solemne de la fe
— son
59. extos
nnumerables. er,
.
j., .
AsILIO,
e Spirita to,
.
8 (P.
. 2,
135 BC).
. CIRILo de
lejandría
eitera constantemente la
dea de que «todo se realiza
Padre,
or el
asando por el Hijo, en el
spíritu Santo))
ver referencias en MAH,
rt.
cit., p. 37, p. 476, 478); fr.
l mismo Sto.
ToMÁs,
¡
Sent.,
d.
4, q. 2, a. 2 sol,
y
am-
bién S.
UAN F
LA Csuz (cfr. H.
AN5ON,
L'esprit
umain selon St. Jean de la Croix,
París, 953,
p.
4 1
.).
. IRENEO da como
rocedente de los presbíteros, iscípulos de
los Apóstoles, la idea de que el Espíritu Santo nos conduce al Hijo, quien, a
u vez, nos
lleva al Padre:
Adv. Haer.,
V, 36, 2 (P. G. 7, 1225. Es sabido, según confirman muchos
historiadores
e a
octrina e
a iturgia,
ue
a
ontroversia
rriana
a
efinición
de Nicea trajeron consigo algún descrédito para la
órmula:
l Padre, por el Hijo, en el
Espíritu Santo,
n beneficio de la doxologia,
ás explícitamente igualitaria,
e: loria al
Padre, al Hijo
y
al Espíritu Santo. Cfr. J.
JUNGMANN,
Die Stellung Christi im ¡iturgischcn
Gebet, Munster,
925.
60. squises du inyst?re de l'Église,
2.
d., París,
953,
pp.
58
.;
Dogme christo-
logique t
cclésiologie....
n
as onzil on
halkedon.
eschichte
ind
egenwa''.
Wurzburgo, . , 954,
p.
239-68:
fr.
.
59.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
25
producidas por la misma virtud de Dios (por apropiación, del Espí-
ritu Santo), de manera eficaz con respecto al Reino de los cielos,
según la promesa hecha por Jesús a Pedro (Mt. 16, 19)
6 1 ,
y
después
al grupo de los Doce (Mt. 18, 18). La «Tradición» de la Iglesia posee
el valor que le atribuimos porque la conservación, el desarrollo
y
la
declaración del depósito de la fe tienen por principio al Espíritu
y
fue dado a los Após-
A partir de aquel momento, como fruto de la Pascua (de donde
30
y
34; también 20, 22), el Espíritu fue dado
a la Iglesia
como su alma, para que inhabitara en ella
y
la animara. Fue entonces,
en efecto, cuando se selló la nueva
y
definitiva alianza, la que había
de dar eficaz acceso a los bienes patrimoniales de Dios. Fue enton-
ces, cuando la sociedad formada por Cristo en los días de su carne
recibió su alma
a Persona del Espíritu Santo -, es decir, un
principio divino de acción,
on eficacia para conducirla hasta la
perfecta comunión con las tres divinas Personas. Por esta razón, los
grandes autores escolásticos explicaban el artículo «credo... in unam,
sanctam,
atholicam et apostolicam Ecclesiam» como déntico al
artículo precedente, «credo in Spiritum Sanctum»,
y
como signifi-
cando realmente: Creo en el Espíritu Santo, no sólo en Si mismo, en
su Procesión eterna, sino también en la Iglesia, según su Procesión
temporal; creo en el Espíritu Santo que une, santifica
y
hace cató-
lica
y
apostólica a la Iglesia «. En cuanto a Santo Tomás, el prin-
cipio más profundo
y
decisivo de existencia de la Iglesia lo veía en
el hecho de que el mismo
y
único Espíritu Santo, que, según la Pro-
cesión eterna, es el Espíritu del Hijo, habita en Jesús, la Cabeza,
y
en la Iglesia, su Cuerpo
6 3
b n virtud del envío del Espíritu Santo, los dones espiritua-
les concedidos a todas las almas en previsión de Cristo
y
según ial,
es decir, incorporándolas u ordenándolas al menos a su Cuerpo,
61. Mr. 6, 8 debe ser puesto en relación con la victoria
ascual e Cristo tal como
la expresa Apoc. 1, 18,
y
tal como nos hemos referido a ella más arriba, a propósito del
descenso
e Cristo a los infiernos.
62. Cfr. . ej., Sto.
OMÁS,
III Sent., d. 5, q.
, a.
,
d 5;
um.
heol., 1 1
q.
, a. , ad ; .
LBERTO M.,
De Sacrif.
nissae,
I, e.
,
a. (Borgnet, 8, 4-65)
y
er P.
NAUTIN,
itado
supra,
o.
2.
63.
Ver E.
AUTHIER,
Le Saint-Esprit principe d'unité de I'Église d'aprs S.
homas
d'Aquin,
n
Mélanges de Sc.
elig
948,
p.
75-196, 949,
pp.
7-80.
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326
L MISTERIO DEL TEMPLO
reciben el principio que les permitirá alcanzar finalmente al mismo
Dios,
según
acabamos de decir. Así pues, es normal que la Iglesia
recoja, en el momento de la Pascua de Cristo, todo cuanto había sido
preparado para ella - primordialmente, para
El...
- durante el
tiempo que le precedió. Los Patriarcas y todos los hombres de buena
voluntad se reúnen con el primero a quien se dijo : «Hoy serás con-
migo en el ParaísoD (Le. 23, 43),
y
que fue como las primicias de
la Iglesia.
Y todo ello porque desde la Misión personal del Verbo, después
de Pascua y de Pentecostés (que no es sino el quincuagésimo día),
el Espíritu Santo existe para los hombres de una nueva manera,
a saber - entendiendo la apropiación según su máximo posible de
verdad -, como principio de eficacia divina vinculado a la gracia
personal y a las operaciones de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, que
recibió, además de su cuerpo, su alma. En este sentido entendería-
mos las afirmaciones de los Padres griegos, especialmente de San
Ireneo, San Juan Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría, que Pe-
tavio resume en su distinción entre una simple presencia del Espíri-
tu Santo por su acción en la Disposición antigua, y una presencia
por su substancia a partir de (la) Pascua. El Templo del orden
mosaico era la morada de Dios porque 1
. o ,
Dios actuaba en él, co-
municando sus órdenes, sus juicios, su gracia ; 2.
0 ,
porque recibía
en él el homenaje de un culto imperfecto, más cuyos signos había
instituido El mismo en vistas del verdadero culto futuro. Pero ni
el Templo de Jerusalén, ni Israel, a pesar de ser verdaderamente el
pueblo de Dios, eran la morada espiritual del Dios vivo. La Igle-
sia, en cambio, lo es verdaderamente porque 1 .°, Dios recibe en
ella el homenaje de un culto espiritual, en el que, verdaderamente,
el hombre mismo, nada más y nada menos, está unido a Dios, nada
más y nada menos que a Dios, por el Espíritu, que configura la
imagen a su modelo; 2.°, las Personas divinas se dan y habitan según
la presencia substancial-objetiva propia de la gracia ; 3.°, la Iglesia,
Cuerpo de Cristo, está constituida misteriosamente por la eucaristía
que ella celebra y en la que guarda, representada sacramental mente,
la realidad de Jesucristo y de su Pascua, templo verdadero de los
tiempos mesiánicos.
Israel era ciertamente Pueblo de Dios, pero no era el Cuerpo
de Cristo. El Espíritu Santo obraba en él diversas actividades, pero
no habitaba, como alma, sino en el Cuerpo de Cristo.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
27
3) Esta explicación ¿ tiene acaso un valor de transacción entre
la posición agustiniana-tomista y la de los Padres griegos, más pró-
ximos a la letra de la Escritura? San Agustín, San León, Santo
Tomás de Aquino, los escolásticos en general, León XIII y Pío XII
enseñan:
1.0,
que el beneficio de la causalidad eficiente de la santa
humanidad de Cristo no fue otorgado sino después de la Encarna-
ción; 2.
0
, que en Pentecostés y desde entonces ha tenido lugar una
mayor efusión de la gracia, una misión más completa de las Perso-
nas divinas -_ en amplitud y en intensidad - una mayor inhabita-
ción de Dios, que se ha dado más perfectamente. En las Misiones o
((venidas» por las que Dios no cesa de unir a Sí la humanidad, rea-
lizando en ella el
ad Patrem, per Filium in unitate Spiritus Sancti,
se ha franqueado un umbral en la Encarnación y en Pentecostés.
Incluso si se interpreta este último acontecimiento como signo y mi-
sión visible, no hay que olvidar que Santo Tomás no establece una
disociación mecánica entre los milagros y la gracia santificante, y
que tales signos externos sirven de acompañamiento y notificación
de una mayor efusión de gracia, de alcance colectivo (eclesial»).
No obstante, a pesar del esbozo original y vigoroso trazado en
dicho sentido por el Doctor Angélico (véase la precedente nota 63),
el aspecto eclesiológico de tales consideraciones no había sido des-
arrollado por la teología clásica. Si monseñor Journet ha logrado
fórmulas que dan entera satisfacción a la letra de la Escritura, tal
como la comprendieron San Juan Crisóstomo y San Cirilo, ha sido,
sin duda, porque ha planteado el problema de la gracia dentro del
marco de la eclesiología. En el fondo, nuestra cuestión no debe
plantearse únicamente dentro del tratado de las misiones divinas
- que le proporciona, sin embargo, toda su profundidad - o del
tratado sobre la gracia, sobre todo tal como está situado en la
Summa
Theologica,
sino también dentro de la cristología, de una cristología
que incluyera, como ocurre en Santo Tomás, las cuestiones «econó-
micas)) de los diferentes misterios de la vida de Cristo. También,
finalmente, dentro del ámbito de la eclesiología.
Antes de Cristo, dice monseñor Journet, la Iglesia no existía sino
en preparación; no se halla acabada, en cuanto a su principio más
profundo, sino consecuentemente a la venida de Cristo y mediante
el don del Espíritu Santo. Monseñor Journet gusta subrayar lo que
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EL MISTERIO DEL TEMPLO
llama ((la correlatividad entre la presencia de eficiencia, la gracia
crítica y la presencia de inhabitación» .
((La Iglesia no se halla acabada
sino allí donde el Espíritu Santo,
por su presencia de
eficiencia,
infunde en ella a través de Cristo, la
gracia plenamente crística y plenamente cristoconformante, la gracia
sacramental y orientada... Únicamente allí es donde la morada colec-
tiva de Dios en el tiempo histórico, prevista desde la eternidad e
inaugurada el día siguiente a la caída, comienza a constituirse per-
fectamente, es allí donde la presencia de
inhabitacio'n
de la Trinidad
alcanza su plenitud...
La interdependencia del Espíritu Santo y de la gracia crística,
o en otras palabras, del Alma increada de la Iglesia y de su alma
creada, está inscrita en el corazón de la nueva Alianza (t. II, p. 562).
«Según la Escritura (se acaba de citar a Jn. 7, 39,
y
Gál. 4,
4-5
y
6), la venida de Cristo aporta consigo la plenitud del Espíritu
Santo (alma increada de la Iglesia) y la plenitud de la gracia y de
la adopción (para el alma creada de la Iglesia) (pág. 563).
Digamos para concluir, que la Iglesia, en su acto acabado y bajo
la nueva alianza, se encuentra allí donde la plenitud de
eficiencia
del Espíritu hace aparecer la plenitud de la gracia crística, que
condiciona la plenitud de inhabitacio'n
del Espíritu (p. 565).
Monseñor Journet había mostrado en los capítulos anteriores que
la Iglesia es la comunidad, o persona colectiva, que tiene a Dios
mismo - por apropiación, al Espíritu Santo - como última persona
responsable de sus operaciones y de todo cuanto es
6 5
Y
continúa
«Las misiones invisibles del Antiguo Testamento, sin duda, po-
dían infundir en los corazones una gracia ardiente y profunda ; pero
esta gracia no podía desplegar todos sus efectos santificadores.
(p. 461).
La unidad fundamental de la Iglesia le fue dada juntamente con
su naturaleza el día de Pentecostés» (p. 549).
Ciertamente, monseñor Journet permanece fiel a las fórmulas de
Santo Tomás y de León XIII; para él, la presencia de inhabitación
de la Trinidad alcanza, mediante la Encarnación y Pentecostés,
simplemente su plenitud. Nos parece, sin embargo, que esta misma
fidelidad podría constituir un eslabón que estableciera una continui-
64.
Ch.
JOURNET,
o. cit., pp. 561 s.
65.
0. cit., pp. 472-565, con citación de Jo. 17, 20-21.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
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dad entre dichas fórmulas
y
las de un San Cirilo, por ejemplo. Para
pasar del texto de monseñor Journet al nuestro, bastaría admitir,
sobre todo a la luz del misterio pascual que incluye al del descenso
a los infiernos, que el don pascual (pentecostal), la nueva
y
plena
misión del Espíritu Santo, por el que la Iglesia existe en su forma
perfecta de ser
y
en plena eficacia en el orden de la gracia, se ex-
tiende hasta el punto de conferir eficacia a la forma sobrenatural de
vida otorgada en los tiempos de preparación. Fue entonces, en efec-
to,
y
solamente entonces, cuando Dios mismo
- y
por apropiación,
el Espíritu Santo
e dio a la Iglesia como su propio principio de
existencia
y
de acción, el mismo idénticamente, no sólo entre todos
sus miembros, sino también entre los miembros
y
su Cabeza:
El Es-
Píritu del Hijo. A partir de aquel momento, los actos de la Iglesia
y
los de sus miembros han podido proceder, como de su primer prin-
cipio, de Dios mismo (del Espíritu Santo),
y
ser por ende eficaces
para conseguir a Dios,
¡
nada más
y
nada menos que a Dios
Y todo ello, en el fondo, porque la Pascua de Cristo consiste en
su muerte según la carne
y
su resurrección según el Espíritu, para
no tener en adelante otra vida que la de lo alto. No hay duda alguna
de que, para San Pablo, comienza allí, históricamente, un orden
nuevo en cuanto a las relaciones de la humanidad con Dios. Reléanse,
dentro de esta perspectiva, los textos de Rom. 6, 3-11
;
4, 25-26;
8, 1-30
;
Gál. 3, 23-4, 7.
Destaquemos aún una última precisión eclesiológica.
na de
las ventajas de la posición agustiniano-tomista es la de establecer
una solidísima unidad de la Iglesia a través de todos los tiempos de
la historia de la salvación: no ya por la unidad de la fe solamente,
sino por la unidad de la gracia. Ecclesia ab Abel...
cfr. nuestro
estudio citado en n. 11 de pres. Ap.). El que esta posición venga
acompañada, especialmente en San Agustín, de una cierta minus-
valoración del carácter propiamente histórico de la obra de Dios, es
un hecho ya reconocido por los historiadores (ver, por ejemplo,
H. 1. Marrou), sobre el que no nos detendremos aquí. Lo importante
es mostrar cómo la solución propuesta respeta profundamente la tra-
dicional afirmación de unidad. Sólo que, en lugar de tratarse de la
unidad de una realidad dada substancialmente desde el principio
y
que únicamente experimentaría una más amplia manifestación
y
expansión después de la venida de Cristo, se trata, según nuestra
perspectiva, de la unidad de una realidad, primeramente prometida
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330
l, MISTERIO DEL TEMPLO
y
concedida únicamente bajo una forma imperfecta
y
preparatoria,
y
dada después efectivamente en su forma perfecta
y
en su mismo prin-
cipio. Reléase Gál. 3, 8-4, 7:
a historia de la adopción filial co-
mienza ciertamente en Abraham, pero bajo la forma de una promesa
cuyo cumplimiento debía realizarse en Cristo
y
por Cristo, verdadera
descendencia de Abraham. Desde el principio, ha habido un solo
cuerpo de hijos de Dios, mas aquellos que vivieron antes de Cristo
no recibieron, de su condición de hijos, sino la promesa
y
un cierto
anticipo de la realidad. Tales dones, ordenados a un cumplimiento
efectivo en el futuro, son suficientes para que pueda hablarse de
una sola Iglesia, primero en preparación
y
en espera
y
después en
acto perfecto
y
efectivo. Cristo es verdaderamente Cabeza de Abra-
ham
y
de todos los que, después de él, creyeron. Abraham forma
parte del cuerpo de los fieles; es santo por los dones sobrenaturales
que le fueron otorgados en previsión de Jesucristo, los cuales cons-
tituían en él un principio formal de vida santa
y
debían adquirir
toda su eficacia al contacto efectivo del Hijo de Dios encarnado.
Al devenir hijos de Dios en Cristo, somos nosotros a la vez miembros
de su cuerpo e hijos de Abraham
66;
el plan de Dios se realiza según
su rigurosa unicidad, pero esta unidad implica dos momentos
:
el
primero, de promesa
y
de disposición (real) al cuerpo de Cristo;
el segundo, de realización efectiva, de despliegue eficaz, con la veni-
da
y
la Pascua de Jesucristo, en quien
y
por quien poseemos la
adopción definitiva,
d)
onsecuencias en lo que concierne a la situación de la Iglesia.
Según creemos, la diferencia de régimen en los dones de Dios es de
capital importancia en eclesiología. En ella se funda la infalibilidad
fundamental de la Iglesia, el carácter indefectible de su fidelidad,
la seguridad de que Dios obra en sus sacramentos
y
garantiza los
actos en que está empeñado ese poder apostólico al que fue dado el
Espíritu Santo. Por esta razón, señalábamos no ha mucho este
punto como decisivo entre los Reformadores protestantes
y
os-
6 ? ' . .
tros El critico protestante mas agudo,
y
por 10
demás practi-
66. De donde la siguiente colecta (Sábado santo, «post prophetiam III»): «Deus fidelium
Pater
umme, qui in toto orbe terrarum promissionis tuae filios iffusa adoptionis gratia
multiplicas, et per paschale saeramentum Abraham puerum tuum universarum, sicut iurasti,
gentium fficis atrem: a opulis uis igne d
ratiam
uae
oeationis ntroire,
er
Dominum...
67.
Vraie el fausse réforme dans I'Église (Una,n Sanctam,
20), París, 950,
pp.
467-482.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN 31
camente el único en Francia, que nos contestó entonces, el pastor
A. Dumas, no se equivocó al respecto
6 8
Sólo que, después de asentir
con nosotros al hecho de que, para la Reforma, la Iglesia continúa,
en el fondo, en la misma situación de Israel, se limita a repetir tal
afirmación, contraria a la nuestra.
Para nosotros, la posición eclesiástica
y
reformadora protestante
es falsa porque el régimen de la Iglesia ya no es el de Israel; para
el pastor Dumas, la posición eclesiológica católica
y
su rechazo de
la Reforma están en lo falso porque el régimen de la Iglesia es ho-
mogélleo al de la Disposición antigua, por la continuidad de la Re-
velación
y
de la economía. De hecho, para Calvino no había diferen-
cia alguna de fondo entre los sacramentos de la Sinagoga
y
los de
la Iglesia
6 9 •
Según ttn esquema que aparece frecuentemente en los
autores protestantes de nuestros días
y
a cuyas insinuaciones no se
presta a veces la atención debida, el Evangelio es cumplimiento de
las promesas en el sentido de que nos da a conocer
quién
debe reali-
zarlas
y
dónde, en adelante, actúa Dios. Pero Dios sigue actuando
como lo hacía otrora en Israel. La relación de sombra a realidad no
es una relación de promesa a don, de anuncio profético a posesión
(al menos en arras)
a sombra delinea el contorno exacto de la rea-
lidad
y
nos la da a conocer
7 0 •
El Evangelio sólo nos dice que la
realidad así notificada está toda en Jesucristo...
Nosotros seguimos pensando que en todo ello late un grave des-
conocimiento del movimiento de la Revelación
y
de la economía de
los dones de Dios; un grave desconocimiento de la novedad radical
que representan el hecho de la Encarnación
y
el don del Espíritu
Santo, que es su consecuencia.
La novedad que los primeros cristianos, especialmente los de las
comunidades paulinas
y
jónicas, experimentaron tan vivamente, es-
tribaba en que tenían conciencia de haber pasado, por la venida
y
la
Recientemente el P.
DANIgLOU, frente a la crítica de la Tradición hecha por O.
CULLMAN,
ha echo
incapié en los inconvenientes que se derivarían de admitir
ara la Iglesia
n
régimen e erteza octrinal ue la ituaría en
ondiciones
e
nferioridad con
especto
a la Sinagoga: cfr.
Re'ponse 3 Oscar Cullinann,
en
Dieu vivant,
n.° 24 (1953/2), pp. 107-116.
68. A.
D UM A S ,
Le «Testament» fait á l'Église est-il ¿u
éme ordre que «1'All,ance»
condije aiec Isr&l?,
en
Rey. d'Hist. et de Philos. relig.,
32 (1952),
pp.
30-240.
69.
Ver
eferencias en
raie et fausse ré7'ornle,
. 406,
. 9;
fr.
.
33,
.
50,
y
H. H.
WOLF,
Die Einheit des Bundes. Das Verhiiltnis von A. und N. T. be¡ Calvin, 1942;
G .
CHREYK,
ottesreich und Bund ¡ni ülteren
rotestan tism us,
orne/l,nlic/l
e¡
ohannes
Cocceiiís,
Gütersloh, 923.
70. A. uIAs,
.
35,
on ita e
eb.
O, .
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332
L MISTERIO DEL TEMPLO
Pascua de Cristo, a un orden de vida celeste. Eran verdaderamente
conciudadanos de los santos '. Tal era la «nueva y eterna alianza».
Nosotros, cristianos del siglo
XX,
estamos ya acostumbrados a estas
ideas, al menos dentro de la Iglesia católica, en la que la Presencia
de Dios, la de Cristo en su eucaristía, la de la Madre de Dios y de
los santos, la realidad de la vida mística, finalmente, constituyen
la atmósfera cotidiana de las almas verdaderamente fieles. Fácil-
mente incluso, proyectamos sobre la historia de Israel tales perspec-
tivas. Pero cuando uno lee de un tirón el Antiguo Testamento en su
propia perspectiva y pasa después a las epístolas de San Pablo expe-
rimenta el impacto que produce un tal cambio de registro. Algo
semejante se experimenta cuando se tiene el privilegio de leer co-
mentarios judíos o de conversar sobre la Biblia con amigos israeli-
tas. Se percata uno entonces de cómo, con Jesucristo, hemos pasado
de una historia demasiado humana, aunque Dios interviniera en
ella constantemente, a un orden de vida propiamente celeste. Lo que
era simplemente esperado -- y muchas veces aún, a modo de trans-
posición de una esperanza terrena decepcionada - en un mesianismo
fácilmente escatológico, está ahora dado en Jesucristo y es vivido
en la Iglesia por la gracia del Espíritu Santo. Únicamente la resu-
rrección de nuestros cuerpos, y con ella la plena libertad y la reden-
ción cósmica, es todavía objeto de pura esperanza. Por ello, la con-
vicción viva de los fieles se expresa perfectamente en esta antigua
confesión bautismal : ((Creo en el Espíritu Santo dentro de la Santa
Iglesia, para la resurrección de la carne»
7 2 •
Los tres miembros de
esta confesión están rigurosamente enlazados. K. Barth ha escrito
en algún lugar El catolicismo es verdadero
escatológicamente.
Pero
la orientación del Nuevo Testamento y de la experiencia católica
indica más bien que la escatología ha sido ya dada en la Iglesia.
La Iglesia es, en efecto, el pueblo de Dios, cuyos comienzos nos
da a conocer el Antiguo Testamento, pero lo es en condiciones abso-
lutamente nuevas. Concretamente, sería insuficiente decir que el
Antiguo Testamento nos da a conocer qué
es el pueblo de Dios, y
el Evangelio en
quién
y en dónde se encuentra, simplemente. Ya
resulta bastante expuesto, si no falso, decir que el Antiguo Testa-
mento nos da a conocer
qué
es el Cristo, y el Nuevo
quién
es
;
pues
71.
Los textos son innumerables. Ver E. PETERSON,
Le livre des anges, trad. franc.
C. CH AM J'OLL ION, París, 1954.
72.
Ver la obra de P. NAUTIN, citada
supra, nota 32.
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
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Jesús es mucho más de lo que los judíos esperaban: no sólo es el
Mesías, es el Hijo de Dios vivo. Por eso, la primera emergencia de
la fe en su divinidad, confesada por el apóstol Pedro, aparece a sus
ojos como el fundamento rocoso sobre el que puede edificar la Iglesia.
Igualmente, la revelación de lo
que
es el pueblo de Dios comienza
ciertamente en el Antiguo Testamento
y
San Pablo destaca la con-
tinuidad de la Iglesia con respecto a Israel; pero sólo en el Nuevo
Testamento halla su acabamiento. Sabemos por él que Israel no
puede ser el pueblo de Dios ni obtener la realización de las promesas
sino en cuanto deviene cuerpo de Cristo an Pablo nos enseña,
particularmente en el cap. 3 de la epístola a los Gálatas, que la ver-
dadera filiación de Abraham pasa por Jesucristo, es decir, que es
celeste. Porque la herencia prometida a nuestro padre en la fe era
de los bienes patrimoniales
de Dios
lux sancta», como dice la
misa de difuntos
y
o la tierra o la fecundidad de este mundo;
el heredero no puede ser otro que el Hijo de Dios. Y nosotros no
podemos heredar sino como coherederos suyos
y
miembros de su
cuerpo, ni podemos ser verdaderamente pueblo de Dios sino consti-
tuyendo, por la fe
y
el bautismo, un mismo ser con Cristo
y
en Cris-
to en unidad de vida filial.
Por esto mismo, el pueblo de Dios se realiza en la Iglesia según
condiciones nuevas, que sobrepasan infinitamente, si no el alcance
de la Disposición antigua, sí todo cuanto ella podía procurar. Quizá
no todo su alcance, decimos; de un extremo a otro, en efecto, la
historia de Israel nos muestra al hombre experimentando su impo-
tencia para procurarse aquello a que tendía su esperanza
y
los
esfuerzos que
debía hacer; Dios da finalmente
de lo alto
aquello a
que tendía el hombre e infinitamente más. Esto es lo que ocurre en
73. Este punto nos parce tan decisivo, que queremos desde hace tiempo incluirlo en
el título mismo de un tratado sobre la Iglesia, en preparación ( ). Notemos con alegría
[as siguientes concordancias:
N. A.
DAHL (exegeta protestante), al hablar de la noción paulina, escribe: (<De Un-
terschied ist, dass der "Kirchenbegriff" des Alteo Testaments durch den Begriff "Volk
JHWH's" vollst5nding umschrieben war, wiihrend die Kirche des N. T. nur dadurch
das "Volk Gottes", ist, dass sic zugleich der "Leib Christi" un der "Tempel des heiligen
Geistes ists (Das
Volk
Goltes. Eme Untersuchung zum Kirchenbewusstsein des Urchristea-
tums, Oslo, 1941,
p.
278).
J. RATZINGER:
«Dic Kirche ist eben das als Leib Christi bestehende Volk Gottess
Volk
und Baus Gottes in Augustins Lehre von der Kirche, Munich, 1954, p. 327), con envío
dieser
historischen
Untersuchung zusammenfassen sucht, treffe ich zusammen mit dem
Kirchenbegriff, den
Schmaus
vom Systematischen her gefunden bat.»
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lo que se refiere al Templo. Tal es el sentido de la profecía de Natán.
No será David - ¡ni tampoco Salomón quien edificará a Dios
una casa en la que habite, sino que será Dios quien se la edifique a
David, y no habrá finalmente otro templo que el Cuerpo de Cristo,
muerto según la carne y resucitado por Dios, en quien habita la
plenitud de la divinidad (Col. 1, 19; 2, 9). La novedad es total.
Mientras que Israel caminaba hacia la verdadera Jerusalén, a la que
no estaba unido sino por la intención, por la fe (cfr. Heb. 11), la
realidad celeste ha descendido y ha sido dada en Jesucristo. El mo-
vimiento del hombre hacia Dios no sólo es sostenido por los dones
venidos del cielo, sino que ha sido asumido por el mismo Dios,
quien le ha concedido perfecta eficacia para que llegue hasta el
Padre .
Esta es la causa por la que la Iglesia es verdaderamente
santa
en su culto, especialmente en el de los sacramentos. Lo es en el mis-
mo sentido en que el Espíritu es santo. Cierto que hay en ella toda-
vía una parte considerable de exterioridad : Dios no es todavía «todo
en todos» ; la Iglesia no es aún pura comunión, pura realidad de
gracia. No lo será hasta que no haya vivido su pascua escatológica
y hasta que todo en ella sea «de lo alto». Pero ya desde ahora, sus
sacramentos son mucho más que simples signos de su fe, como lo
eran los de Israel : en ellos, el efecto espiritual de la gracia acom-
paña al signo, con una eficacia que viene del Espíritu Santo, alma
del Cuerpo de Cristo. Igualmente, la jerarquía de la Iglesia, perpe-
tuación de la sucesión apostólica, no es una mera forma exterior y
jurídica, vacía de gracia: el Espíritu Santo está asociado y «conce-
lebra» con ella. Lo propio de la nueva alianza, aquello por lo que
es definitiva, es que la realidad de la gracia y de la vida eterna está
dada con los signos, bien que, en su fase terrestre, no posea dicha
realidad más que «in mysterio», en «arras».
Subrayamos ya (pp. 67-71 orig.) un rasgo importante del antiguo
régimen: la historia de Israel es una historia plenamente humana
- y en este sentido, podría calificarse de profana -,
en la que inter
viene el Dios trascendente.
El régimen consecutivo a la Encarna-
74. Tal es, sin duda, la razón por la que el mismo Jesús ha hablado tan poco de
‹da Iglesias, prefiriendo hablar del «Reino de los cielos»: destacaba así la novedad abso-
luta de lo que procedía del cielo
y
la necesidad de una transformación espiritual. Si nues-
tra sugerencia es acertada, podría explicarse por ella el hecho de que los exegetas protes-
tantes hayan tropezado ante este problema de vocabulario y, de manera general, ante la
cuestión de la relación existente entre Iglesia
y
Reino.
8/9/2019 Congar - El Misterio Del Templo
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ANTIGUA Y NUEVA DISPOSICIÓN
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ción es profundamente distinto. El Dios trascendente
ha venido
a
este mundo (Jn. 1, 11),
se ha dado
a
la naturaleza humana. En virtud
de la Encarnación, habrá en adelante en el mundo una realidad sa-
grada : el cuerpo de Cristo . Cierto que Israel estaba consagrado
a Dios (Éx.
1 9, 5-6)
y ,
por lo mismo, era santo, pero no intrínse-
camente como lo es, desde la «venida» personal de Dios al mundo,
el Cuerpo de Cristo, en el que Dios habita. Este cuerpo es la única
realidad sagrada del mundo, la única de entre las cosas de este mun-
do que ha sido transformada en su condición ontológica, si bien, en
espera de la manifestación de los hijos de Dios (Rom. 8,
19; 1
Jn. 1,
1-3),
conserva las apariencias externas de lo que pertenece a este
mundo.
Esta realidad sagrada existe bajo tres formas. La primera es
la del cuerpo nacido de María : es tan semejante a todo otro cuerpo
de hombre que, como observa F. Mauriac, necesitó Judas la señal de
un beso para que los judíos lo distinguieran de entre los Apósto-
les ; y sin embargo, está unido en el mismo ser a la Persona del Hijo
de Dios y ha sido elevado a una dignidad que sobrepasa
a
todo ser
creado. La segunda es el cuerpo de Cristo sacramentalmente presen-
te por el cambio de la substancia de pan en su substancia ; perma-
necen, empero, todas las apariencias exteriores del pan. Finalmen-
te, la tercera es el cuerpo eclesial o comunional de Cristo : está
constituido por hombres, fieles y pastores, que han sido tomados de
entre los demás hombres, con quienes comparten exteriormente sus
condiciones históricas y terrenas ; pero estos hombres son, mística-
mente, miembros de Jesucristo, poseen dentro de sí al Espíritu de
Cristo como principio de sus vidas. Bajo la superficie de la historia
75. A. DuMss
(p.
235, n. 1) me objeta: «Pourquoi Jean 1, 14 parle-t-i1 justement de
l'habitation du Logos incarné comme d'un d'une habitation sous une tente,
parallle immédiat avec le tabernacle vétéro-testamentaire? Se abusa un poco, a nuestro
parecer, de este s- 'esv, incluso en publicaciones católicas. Es muy probable que la
palabra haya sido escogida por S. Juan en virtud de su asonancia con el verbo hebreo
sakan,
de cuya raíz deriva, en hebreo
rníschnico,
la palabra
sekinah.
El verbo
z7mr,0 75v
había perdido la connotación de
habitar bajo una tienda
y
significaba simplemente habitar:
cfr.
p.
ej.,
BAUER. Grieschisch-deutsches Wr3rterb.
z. N. T. Una idea de habitación ines-
table y la evocación del tabernáculo del desierto es poco probable que se encuentren en
Jn. 1, 14, aunque el
P. LAGRANGE,
in loc., lo
conceda algún tanto. El P. E.
BOISMARD,
al
paso que retiene, a través de la palabra, una referencia al Éxodo, rechaza la connotación
de un carácter transitorio de la venida de Cristo en medio de los hombres y no tiene que
esforzarse demasiado en demostrar que la expresión ha sido utilizada, a lo largo de toda
la Escritura, para desgnar la inhabitación de Dios:
Le Prologue de Saint Jean (Lectio
divina. 11), París. 1953.
pp.
68 s.