Comunicación y lenguaje (Prólogo)
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w w w . m e d i a c i o n e s . n e t
Comunicación y lenguaje
Jesús Martín-Barbero
Prólogo
(Comunicaçao e linguagem, M. Aparecida Baccega,
Editora Moderna, Sao Paulo, 1998)
« Baccega elabora una heterodoxa y original propuesta de construir la especificidad del discurso de la
comunicación a partir de los discursos de la Historia y la Literatura. Frente a la dependencia teórica que el campo de la comunicación ha sufrido por relación a los modelos propuestos desde el Norte, bienvenida la osadía de romper la rutinaria hegemonía de los paradigmas teóricos consagrados para replantear las coordenadas que delimitan el campo. Y ello no en un gesto voluntarista sino en un serio ejercicio de desplazamiento conceptual.»
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Comunicación y lenguaje – Prólogo
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I.
Lo que dota de una actualísima pertinencia a este libro de la
profesora Baccega, es que se ubica de frente al debate sobre la constitución científica y académica del campo de la comunica-
ción; y, poniendo desde el primer momento las cartas bo-
carriba, se da como objetivo central reinsertar el estudio de
la comunicación en el ámbito de las ciencias del lenguaje en cuanto parte de las ciencias sociales. Ello le plantea de en-
trada una relectura de los avatares sufridos por la relación
entre el marxismo y los estudios del lenguaje. Del limbo de
la superestructura la lengua “desciende” al territorio de la vida y la experiencia, pasando a ubicarse en el proceso mismo
de producción de sentido, pues la lengua trabaja y es trabajada
por la historia, a la vez que es fuente de “competencia so-cial”, lingüística e ideológica. Lo que implica asumir el
“retorno del sujeto”, impensable en aquella reductora con-cepción del lenguaje como mero instrumento ideológico de clase. Del lenguaje instrumento pasamos así a un lenguaje constitutivo de la experiencia humana y, por tanto, de la
riqueza y complejidad de las relaciones sociales. A partir de esas líneas de fuerza que, aunque con una
cierta anacronía de lenguaje, organizan el mapa de la re-
flexión, la profesora Baccega elabora una heterodoxa y ori-
ginal propuesta de construir la especificidad del discurso de la
comunicación a partir de los discursos de la Historia y la Lite-
ratura. Frente a la dependencia teórica que el campo de la
comunicación ha sufrido por relación a los modelos pro-
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puestos desde el Norte, bienvenida la osadía de romper la rutinaria hegemonía de los paradigmas teóricos consagra-dos para replantear las coordenadas que delimitan el cam-
po. Y ello no en un gesto voluntarista sino en un serio ejer-
cicio de desplazamiento conceptual.
II.
Del discurso de la historia el estudio de la comunicación
asumiría tres ingredientes básicos: la superación de la con-
cepción determinista, cuya base se halla en la creencia de la
accesibilidad directa al “hecho en sí” ahorrándose tanto la mediación del documento –de la crónica, del archivo, que
es lo que tienen por fuente los historiadores– como la media-
ción que introduce la enunciación de que esta hecho el dis-
curso narrativo/interpretativo. Lo cual sigue siendo cru-cial para un discurso de la comunicación aún atrapado frecuen-
temente en el idealismo de una objetividad de la infor-
mación, que no es sino pretensión de un discurso sin sujeto. Y
ésta es la clave del segundo ingrediente: no es que entre los
hechos históricos no haya relaciones, sino que su construc-
ción supone opciones que corren a cargo de los sujetos de la
enunciación, lo que plantea la imposibilidad de una verdad de la historia y la necesidad de aceptar la multiplicidad de verdades parciales de que está hecha. Multiplicidad que
tiene no poco que ver con la multidisciplinariedad de que esta hecho el propio discurso histórico –¿desde qué intertex-
tualidad disciplinar se leen los hechos: economía con antro-pología?, ¿sociología con semiótica y psicoanálisis?–. Tam-poco el discurso de la comunicación puede es-capar a esas intertextualidades disciplinarias; intentar ahorrárselas iden-
tificando la comunicación con una disciplina es reducir el
campo a una parcela, que por más rica que sea no podrá
nunca dejar de implicar un empobrecimiento deformante y una usurpación... de las que en cierta forma se alimentan y
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Comunicación y lenguaje – Prólogo
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viven los prestigios del mundillo académico, y de las que muere justamente la investigación.
A través del discurso de la literatura se hacen explícitos los
dispositivos estéticos del discurso de la comunicación. Se dirá que esa relación hace tiempo que forma parte del cam-
po comunicativo, pero casi siempre sólo en sus dimensiones
prácticas, es decir, homologando el periodismo a un género literario o, bajo la etiqueta del “nuevo periodismo” que de
T. Capote y S. Sontag a N. Mailer o Ton Wolf, llevando a
cabo el proceso de secularización de una literatura vuelta
periodismo o viceversa: la “consagración” del periodismo que se quiere y se hace literatura. Lo que propone la profe-
sora Baccega es de otro orden. Primero rescatando el esta-
tuto del arte como modo de conocimiento, no homologable al que producen las ciencias ya que el conocimiento que
posibilita el arte es de la subjetividad en cuanto campo de
posibilidades humanas, esto es, de creación de otro tipo de
verdad al que busca y construye la historia. Mirado desde el discurso de la literatura, el de comunicación revela su impo-
sibilidad de ser reducido a puro código hecho de canales,
señales y ruido. Por el discurso de la comunicación, inclui-da la de los grandes medios, pasa la constitución del sentido del mundo; proceso que ese mismo discurso enmascara al
negarse como construcción –selección, combinación, tem-poralización, etc– o al confundir la objetividad con la mera pluralidad de voces, soslayando la presencia inevitable de la hegemonía de alguna o algunas voces en su estratégica
relación al poder.
Y es a partir de esa imbricación profunda entre estética y
comunicación que emergen sus dimensiones prácticas: el
comunicador como mediador entre el trabajo del historiador y del escritor; nutriéndose de la puesta en perspectiva de un presente al que la aceleración de la obsolescencia de los
productos mediáticos tiende a volver autista, y enriquecien-
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do su lenguaje con la expresividad de las diferentes narra-tivas; pasando de burócrata de la redacción a investigador del espesor histórico que yace en la cotidianidad del presen-
te, y de una información plana y funcional a un “perio-
dismo de autor”. Aunque sea de “vida breve”, la escritura del comunicador puede –debe– experimentar con el lengua-
je, del mismo modo que el mayor o menor valor social de la
noticia no puede ahorrarse la búsqueda del rigor.
III.
En una segunda parte, el libro que presentamos se plantea
el alcance y el sentido científico del estudio de la comunica-ción. Pueden rastrearse ahí ciertas trazas de voluntarismo
cientificista, que es la paradójica huella que el positivismo
dejó en su más fiero contrincante, el marxismo, y en su
coyuntural aliado, el estructuralismo. Pero justamente el trayecto que diseña la profesora Baccega es el que partiendo
del paradigma estructuralista conduce a su superación en el
análisis del discurso. Ese nuevo paradigma se configura para la autora básicamente a partir de los trabajos de M.
Bakhtin que replantea tanto la concepción del signo como
del lenguaje. Puesto en historia, el signo aparece menos ligado a la idea de sistema que a la de enunciación o interac-
ción verbal con las que Bakhtin designa la naturaleza dialogal
de los discursos que tejen la sociedad. Se produce así un fuerte desplazamiento de la obsesión estructuralista sobre el texto hacia la praxis cotidiana como “lugar” en que el len-
guaje se hace y deshace, se gasta y se recrea. Rescate de la
vida cotidiana del lenguaje que encuentra un eco cada día más largo y ancho en el discurso de la historia desde la Escuela de Anales a la “nueva historia” con J. Le Goff y M.
de Certeau.
Es el proceso de comunicación social en su más hondo y
ancho sentido el que aparece elucidado ahí, en cuanto in-
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Comunicación y lenguaje – Prólogo
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teracción de discursos y praxis cotidiana. Y también en cuanto “formación discursiva”; concepto mediante el cual M. Pecheux religa el poder del lenguaje al lenguaje del po-
der, esto es, al poder que entraña el derecho a decir, ese
tejido ideológico que designa en la cotidianidad social aque-llo de lo que cada cual puede hablar. Así, el nuevo para-
digma viene a iluminar no sólo el objeto de estudio sino las
condiciones mismas de producción de conocimiento en el ámbito académico, las luchas por la hegemonía en la consti-
tución del campo. Bourdieu nos ha ayudado a entender las
tensiones y la lucha de posiciones en que se decide cuáles
son las disciplinas “propias” al campo. En el de la comuni-cación nos encontramos aún dominados por una jerga que
encubre frecuentemente la ausencia de una verdadera com-
petencia investigativa, y ello se halla ligado al hecho de que las ciencias sociales no han podido pasar de una presencia
mayoritariamente exterior al campo de comunicación –
introducción a la sociología, fundamentos de economía,
elementos de antropología, etc, etc.– a otra en la que la antropología o la economía hagan parte constitutiva del
campo. Un campo que se ha convertido en estratégico en
esta tardomodernidad que atraviesan nuestras sociedades: tanto por lo que sucede en el plano de las prácticas –frag-mentación de la información, hegemonía de la imagen,
espectacularización y estetización aún de las realidades más
dolorosas y estremecedoras–, como en el plano de la inves-tigación: necesaria reubicación de la cuestión del poder en un escenario de discontinuidad histórica, de destiempos
entre política y tecnología, entre economía y cultura. Situa-ciones nuevas que han encontrado su expresión teórica más
avanzada en una comprensión de la cultura como configura-
ción histórica de los procesos y las prácticas comunicativas. Esas
que necesitan más que nunca articular los saberes cuantita-tivos a un conocimiento cualitativo capaz de descifrar la producción comunicativa del sentido, toda la trama de discursos que ella moviliza, de subjetividades y de contex-
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tos, en un mundo de tecnologías mediáticas cada día más densamente incorporadas a la cotidianidad de los sujetos, y cada día más descaradamente excluyentes del derecho de
las mayorías a la voz y al grito, a la palabra y la canción.