Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos 2008

38

Transcript of Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos 2008

CHARLAS FOGONERAS del SEI para Jovenes

y Adultos 2008

1

INDICE

LAS VERDADES SENCILLAS DEL CIELO:

LA NORMA DEL SEÑOR Élder Earl C. Tingey

De la Presidencia de los Setenta

Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos

• 13 de enero de 2008 Universidad Brigham Young

CÓMO ABRIR LA PUERTA A LAS

BENDICIONES DE ABRAHAM Hermana Julie B. Beck

Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos

• 2 de marzo de 2008 Universidad Brigham Young

EL PODER Y LA PROTECCIÓN QUE BRINDA

LA MÚSICA INSPIRADORA Élder Russell M. Nelson

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos

• 4 de mayo de 2008 Universidad Brigham Young

LAS ENSEÑANZAS DE LA CÁRCEL DE LIBERTY Élder Jeffrey R. Holland

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Charla Fogonera de SEI para jóvenes adultos

• 7 de septiembre de 2008 Universidad Brigham Young

¿QUÉ CLASE DE HOMBRES Y MUJERESHABÉIS DE SER? Obispo H. David Burton

Obispo Presidente

Charla fogonera para adultos solteros •

2 de noviembre de 2008 • Universidad Brigham Young

2

LAS VERDADES SENCILLAS DEL CIELO:

LA NORMA DEL SEÑOR

Élder Earl C. Tingey

De la Presidencia de los Setenta

Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos

• 13 de enero de 2008 Universidad Brigham Young

is queridos y jóvenes amigos, a mi esposa y a

mí nos encanta y nos honra pasar esta tarde

con ustedes. Les imagino en muchos lugares del mundo,

pues esta charla fogonera se transmite por el sistema

satelital de la Iglesia en 32 idiomas. Confío en que se me

pueda entender y que, allí donde ustedes se encuentren,

sientan el Espíritu y comprendan mi mensaje; y ruego

para que así sea.

Si entiendo bien, los presentes son principalmente

jóvenes adultos solteros que se hallan en circunstancias

diferentes. Muchos de ustedes acaban de concluir sus

estudios de secundaria; otros con algo más de edad han

disfrutado de varios años de estudios superiores. Muchos

de ustedes tienen empleo o asisten a centros educativos

que los forman y equipan con destrezas que les permitirán

cuidar de sí mismos y de sus familias. Y, por supuesto,

muchos de los presentes son ex misioneros que aguardan

con anhelo la siguiente fase de la vida y de la cual vamos

a hablarles hoy. Cuán agradecido me siento de que cada

uno de ustedes, en sus diferentes circunstancias, decidiera

acudir hoy aquí para pasar unos momentos juntos y sentir

ese espíritu que reina en toda esta Iglesia.

Diez verdades sencillas del cielo

He titulado mi discurso ―Las verdades sencillas del

cielo: la norma del Señor‖. La primera frase del título

procede de un magnífico discurso que el profeta José

Smith pronunció en Nauvoo en 1844, el mismo año de su

martirio. El Profeta habló en el funeral de un miembro de

la Iglesia llamado King Follett, y comenzó su discurso

con estas palabras: ―No es mi intención halagar sus oídos

con superfluidad de palabras, ni oratoria, ni con mucha

sabiduría, sino que deseo edificarles con las verdades

sencillas del cielo‖1.

La segunda frase del título procede de un pasaje de

Doctrina y Convenios en el que se alude a la norma del

Señor: ―Y además, os daré una norma en todas las cosas,

para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la

tierra engañando a las naciones‖ (D. y C. 52:14).

Deseo enseñarles las verdades sencillas de una norma

que el Señor estableció antes de la fundación del mundo y

sobre la que comenzamos a aprender al leer que Adán y

Eva fueron puestos en el Jardín de Edén. Es una norma en

la que deben desear participar. Lo más sobresaliente de

esta norma y plan es que ustedes pueden experimentar un

gozo eterno. Recuerden las palabras de Lehi en 2 Nefi:

―Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los

hombres para que tengan gozo‖(2 Nefi 2:25). Participar

de esta norma será la decisión más importante que puedan

tomar.

Cuídense de no descartar esta norma pensando que es

demasiado severa. Muchos profetas la han impartido.

Recuerden que los profetas dicen la verdad y la aman, y

no la suavizan ni la modifican para adecuarla a las cosas

fáciles que la gente desea oír (véase Isaías 30:20; 2 Nefi

9:40). Cuídense de rechazar a los profetas por el mero

hecho de que las circunstancias y las intenciones de

ustedes no se acomoden actualmente al consejo de ellos.

Ruego que durante el transcurso de mis palabras, sus

corazones y mentes se abran para recibir del Espíritu

impresiones e inspiración que les guíen en la toma de las

importantes decisiones que tendrán un impacto en su

vida. Les testifico que mis palabras son la voluntad del

Señor para Sus hijos, en especial para ustedes, los jóvenes

adultos solteros de esta Iglesia.

Cuando nuestro amoroso Padre Celestial, por

conducto de Su Hijo Amado, Jesucristo, creó y organizó

esta tierra, estableció una norma relativa a la organización

de la familia que aún sigue vigente. Ahora vamos a leer el

libro de Moisés, en la Perla de Gran Precio, para repasar

diez verdades sencillas del cielo y analizar cómo estas

verdades forman la norma para ustedes hoy en día.

1. Dios creó esta tierra para que la habitemos y

hagamos uso de ella

―Y yo, Dios el Señor, tomé al hombre y lo puse en el

Jardín de Edén para que lo cultivara y lo guardara‖

(Moisés 3:15).

Como ustedes saben, Dios creó los cielos y la tierra,

así como todas las formas de vida, y dio a Sus hijos

dominio sobre todas ellas. Dios creó el bello Jardín de

Edén y puso al hombre en él para cultivarlo y cuidarlo.

Nosotros no vivimos en el Jardín de Edén como Adán,

pero se nos concede la oportunidad de cultivar y cuidar

esa parte de la tierra en la que vivimos. Existimos para

tener gozo.

M

3

Así pues, mi primera verdad sencilla del cielo es que

Dios creó esta tierra para que la habitemos y hagamos uso

de ella. Debemos trabajar y mejorar nuestras

circunstancias y las de quienes nos rodean. Tenemos la

responsabilidad de ocuparnos y de estar plenamente

inmersos en vivir con un propósito y cumplir con las

responsabilidades que nos ha dado nuestro Padre

Celestial.

El plan eterno de salvación, que el Padre elaboró y

Jesucristo llevó a cabo como principal defensor, incluía el

que se nos concediera la oportunidad de venir a esta tierra

para recibir un cuerpo físico y demostrar nuestra

disposición para guardar los mandamientos de Dios.

Bueno, aquí estamos. Vivimos en una tierra preciosa,

tenemos el conocimiento del Evangelio restaurado y

gozamos de toda oportunidad que ha tenido el género

humano. ¿Y qué vamos a hacer ahora con todos esos

privilegios?

2. No es bueno que el hombre esté solo

Pasemos a la segunda verdad sencilla del cielo. De

nuevo leo en el libro de Moisés: ―Y yo, Dios el Señor,

dije a mi Unigénito que no era bueno que el hombre

estuviese solo; por consiguiente, le haré una ayuda idónea

para él‖ (Moisés 3:18).

Aquí se aprecia que una de las verdades sencillas del

cielo es que no es bueno que el hombre ni la mujer estén

solos; deben tener una ayuda idónea. Escasas verdades

sencillas del cielo son más importantes para nosotros que

el conocimiento de que conviene que tengamos una ayuda

idónea: para el hombre, una esposa; para la mujer, un

esposo.

Tal vez debamos definir ayuda idónea. No

malinterpreten las palabras del Señor cuando le dijo a

Adán que debía tener una ayuda idónea. La ayuda idónea

es el compañero adecuado para nosotros o igual a

nosotros. Caminamos al lado de nuestra ayuda idónea;

ninguno va delante ni detrás del otro. La ayuda idónea

constituye una relación de igualdad entre un esposo y una

esposa. Eva era igual que Adán, así como un esposo y una

esposa deben ser iguales entre sí.

Adán se hallaba todavía en el Jardín de Edén cuando

el Señor declaró que debía tener una ayuda idónea. Aún

no había participado del fruto del árbol, hecho que

derivaría en la expulsión del Edén y después en la muerte

física. Es por eso que Adán recibió una ayuda idónea para

toda la eternidad. No se trataba de una relación informal,

sino de una relación regida por convenio.

Cuando contemplen su ayuda idónea, hagan planes

para la eternidad. Planifiquen entrar en un santo templo y

ser dignos de ello. El templo es el lugar en el que ustedes

y su ayuda idónea formarán una familia eterna. Siempre

que sea posible, todos ustedes, hombres jóvenes, deben

servir una misión honorable antes de concluir su

selección de una ayuda idónea. El servicio misional les

preparará para su futuro papel como esposo y padre recto,

y les bendecirá durante toda la vida tanto a ustedes como

a su futura posteridad.

En ocasiones conocemos a miembros, incluso jóvenes

adultos solteros, que han oído, visto o han formado parte

de familias en las que el matrimonio en el templo no

condujo a la felicidad y fue cancelado. No deseando vivir

ellos ese mismo resultado o temiendo cometer un error,

algunos eluden las responsabilidades del matrimonio y,

en particular, del matrimonio en el templo.

Aprovecho para rogarles que no permitan que las

acciones de otras personas les disuadan de tomar

decisiones correctas y seguir normas eternas. Satanás no

desea su felicidad ni su progreso eterno y va a poner

dudas y temores en sus mentes para convencerlos de que

no intenten buscar una ayuda idónea que les brinde una

relación y dicha eternas. Hermanos y hermanas, tengan

fe, no temor, y sean dignos de entrar en los santos

templos.

Insto a todos los presentes a fijar en su mente la

necesidad de buscar y hallar un compañero tal y como ha

recomendado el Señor. Para ello deben procurar

ocasiones de relacionarse con miembros del sexo opuesto

que compartan sus mismos valores del Evangelio. Para tal

fin, les alentamos no sólo a permanecer activos en la

Iglesia, sino a participar en todas las oportunidades que

ésta les brinda para relacionarse y progresar. Nuestros

institutos son edificios magníficos para reunirse,

conocerse y poner en práctica las cualidades y los talentos

del liderazgo, y así ver entre quienes les rodean a aquellos

que pudieran complementarles como una ayuda idónea.

Sé que muchos de ustedes desean casarse pero no se

les presenta la oportunidad. Sentimos una gran pena por

muchos de ustedes, fieles jóvenes adultos solteros, que se

hallan en esa situación. Conozco a una familia fiel de la

Iglesia que en cierta ocasión tuvo varios hijos en esa

misma circunstancia. Los padres y los hijos varones

decidieron incrementar considerablemente sus visitas de

adoración en el templo y seguir ―importunando‖ al Señor

respecto a esto. Recibieron ricas bendiciones, encontraron

compañeras y se casaron en el templo. Hagan todo lo que

puedan para merecer la ayuda del Señor en ese sentido.

Sean pacientes, confíen en el Señor y las bendiciones

llegarán con el tiempo.

Recuerden: es una verdad sencilla del cielo que no

deben estar solos en su jornada eterna. Deben buscar un

compañero recto y avanzar con gran fe para que, en el

tiempo del Señor, cumplan con el destino eterno que

nuestro Padre Celestial tiene planeado para ustedes.

4

3. El plan contempla que un hombre y una mujer

se alleguen el uno al otro como esposo y esposa

Más adelante en ese mismo capítulo de Moisés, el

Señor forma a Eva y entonces dice: ―Por tanto, dejará el

hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer;

y serán una sola carne‖ (Moisés 3:24).

Ésta es mi tercera sencilla verdad del cielo: que un

hombre dejará a su padre y a su madre y se allegará a su

esposa y serán una sola carne. Creo que igualmente

podría decirse que una mujer dejará a su padre y a su

madre y se allegará a su esposo.

El allegarse o acercarse como esposo produce, en la

mayoría de los casos, la partida física de la seguridad y la

dependencia que se tiene con los padres. Sin embargo, al

encarar este cambio, esta nueva relación de adherirse

firme, estrecha e invariablemente a su esposo o esposa no

hará que disminuya el amor eterno y el respeto que tienen

por sus padres.

No existe un sustituto para esta verdad sencilla del

cielo. Las revelaciones hablan de una relación entre un

hombre y una mujer. El comprender esta sencilla verdad

erradicará toda confusión con respecto a cuestiones que

en ocasiones se denominan inadecuadamente ―estilos de

vida alternativos‖ y que no son sino maquinaciones de

Satanás.

Observen la importancia de esta sencilla verdad del

cielo. Un hombre y una mujer deben allegarse o acercarse

el uno al otro; en otras palabras, deben aferrarse fiel,

espiritual, emocional y físicamente el uno al otro.

Como acabo de decir, esta relación es apropiada

gracias a la hermosa ordenanza del matrimonio celestial

que se efectúa en nuestros templos. Si ustedes han nacido

en el convenio o han sido sellados a sus padres en un

templo, los lazos que les unen a éstos se reordenan justo

lo necesario para permitir que ustedes y su ayuda idónea,

un hombre y una mujer, puedan sellarse entre sí. Esta

ordenanza fortalece el sellamiento a sus padres, pues al

sellarse a su ayuda idónea extienden el sellamiento de sus

padres, por medio de ustedes, a sus propios hijos y a las

generaciones futuras.

Para ninguno de ustedes existe decisión mayor que la

de seleccionar un compañero, una mujer en el caso del

hombre, y un hombre en el caso de la mujer, para llegar a

ser una sola carne a los ojos del Señor gracias al

sellamiento del templo. El Señor tiene por norma que el

hombre y la mujer se casen y se alleguen el uno al otro.

Cualquier otra norma no es del Señor.

4. El albedrío es esencial

Nuestro Padre Celestial nos ha dado un maravilloso

principio al que me referiré como la cuarta verdad

sencilla del cielo. Se trata del principio del albedrío.

Seguimos leyendo en el libro de Moisés: ―No obstante,

podrás escoger según tu voluntad, porque te es

concedido‖ (Moisés 3:17).

Cada uno de nosotros tiene albedrío. El Señor no nos

va a obligar a tomar decisiones que violen nuestro

albedrío personal. Sin embargo, debemos estar dispuestos

a aceptar la responsabilidad inherente al ejercicio del

albedrío que se nos ha concedido. Recuerden que Satanás

trató de obligarnos a seguirle y que nuestro Padre

Celestial rechazó esa norma. Entonces, Satanás se rebeló

―y pretendió destruir el albedrío del hombre‖ (Moisés

4:3). Sin embargo, gracias al plan de nuestro Padre

Celestial tenemos albedrío, y uno de los usos que

podemos darle es buscar y seleccionar a una compañera o

un compañero.

Sabemos que por lo general, en nuestra sociedad, el

hombre es el que debe iniciar las oportunidades que

lleven a la interacción social. Quisiera recordar a todos

los jóvenes varones, sí, a todos los varones que escuchen

mis palabras, que son ustedes los responsables de iniciar

estas ocasiones. No demoren este asunto. Existe una

diferencia entre una ―oportunidad perdida‖ y una

―oportunidad malgastada‖. No malgasten el tiempo, no

demoren las oportunidades de buscar y seleccionar a una

compañera. Los profetas actuales han dicho mucho que

les exhorta a ustedes a a buscar un compañero o

compañera. Este consejo se aplica particularmente a los

ex misioneros y a quienes prosiguen con su formación

académica y son lo bastante maduros como para aceptar

las responsabilidades de un adulto, entre las que se

encuentra la de contraer matrimonio.

Mientras pronuncio estas palabras, soy consciente de

que algunos de ustedes pueden haber sufrido desengaños

en relaciones pasadas. Lo que parecía ir bien no funcionó

y han tenido que empezar nuevamente de cero. Podríamos

decir que fue una ―salida en falso‖. La mayoría de los

jóvenes adultos pasan por esto y los motivos son muy

diversos: metas diferentes, relaciones desequilibradas,

inmadurez y falta de preparación para el matrimonio, o

simplemente que no parecía ser lo correcto. No se

desanimen. Se están aproximando a decisiones de

consecuencias eternas. No tomen las cosas a la ligera,

apóyense en la oración y tomen la determinación de

emplear el albedrío para buscar y seleccionar a su ayuda

idónea.

Permítanme analizar por un instante un asunto muy

delicado que suele afectar al albedrío. Es un tema que

puede ser de suma importancia para sus padres y líderes

aunque que tal vez no sepan cómo tratarlo con ustedes.

Me estoy refiriendo a la apariencia personal.

A veces la apariencia personal, propia o ajena,

repercute en el uso del albedrío, ya que las primeras

5

impresiones podrían dificultar nuestra relación con el

verdadero yo de una persona.

Estén dispuestos a sentarse con un buen amigo y

hacerle esta pregunta: ¿Qué me recomendarías para

mejorar mi apariencia física? Escuchen sus palabras sin

ofenderse y tomen a pecho su consejo. Si es necesario,

mejoren con gozo y felicidad su aspecto, ya sea que ello

implique sonreír más, perder peso, o modificar el

peinado, el modo de vestir, lo que expresamos con

nuestro rostro y nuestro cuerpo, la higiene personal o

cualquier otra cosa.

Por fin lo dije. ¿Les he ofendido? Recuerden que su

cuerpo es el templo de su espíritu. Asegúrense de que esté

limpio, aseado, arreglado, en forma y puro, a fin de que

su espíritu brille a través de él y todos puedan verlo.

Claro que, como todos, soy consciente de que no todo

el mundo tendrá la oportunidad de casarse en esta vida.

No obstante, me estoy refiriendo a la regla y no a la

excepción. La regla es que debemos buscar un compañero

aun cuando pueda haber muchas excepciones debidas a la

salud, a oportunidades inadecuadas u otros factores.

Afortunadamente, el plan completo del Evangelio, tal y

como lo entendemos, consiste en que todo el que sea fiel

en esta vida y se le prive de la oportunidad de casarse,

recibirá más adelante las bendiciones que no disfrutó

aquí. Cuán agradecido me siento por esta doctrina.

5. Vivimos del trabajo todos los días de nuestra

vida

Cuando Adán y Eva partieron del Jardín de Edén, el

Señor les dio la siguiente instrucción, que es mi quinta

verdad sencilla del cielo. Vuelvo a citar el libro de

Moisés: ―Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta

que vuelvas a la tierra —pues de cierto morirás— porque

de ella fuiste tomado: pues polvo eras, y al polvo has de

volver‖ (Moisés 4:25).

Debemos trabajar mientras vivimos en esta tierra.

Debemos prepararnos para ser autosuficientes, y debemos

estar dispuestos a cuidar de una familia y ser capaces de

hacerlo.

Por fortuna, muchos de ustedes tienen la oportunidad

de obtener una formación académica en universidades y

en otros centros de estudios superiores. Otros disfrutan de

una ocasión maravillosa y excepcional para adquirir

aptitudes y recibir una preparación que les permitirá tener

un buen empleo y proveer económicamente para su

familia. Esto último es una alusión al Fondo Perpetuo

para la Educación. Yo sirvo como miembro de la mesa

directiva de este fondo y sé la gran bendición que supone

para aquellos que se esfuerzan de todo corazón por

mejorar y prepararse para contraer matrimonio y criar una

familia en la Iglesia. A todos ustedes les digo:

dispónganse a trabajar y a trabajar arduamente para

proveer para su familia mientras vivan en esta tierra.

El presidente Hinckley les ha alentado repetidas veces

a obtener toda la educación posible para que así puedan

atender a su familia y servir en la Iglesia.

6. Los esposos y las esposas deben tener hijos y

formar una familia

A mi entender, la sexta verdad sencilla del cielo, y la

más importante después de la de allegarse el uno al otro

como esposo y esposa, es la que se halla en el siguiente

pasaje del libro de Moisés: ―Y Adán conoció a su esposa,

y de ella le nacieron hijos e hijas, y empezaron a

multiplicarse y a henchir la tierra‖ (Moisés 5:2).

Esta sencilla verdad del cielo expresa el deber de tener

hijos, y es una verdad que está ante ustedes… ¡pero no

antes del matrimonio! Por favor, tomen la firme decisión

en la mente y el corazón de ser padres a su debido tiempo.

Desarrollen ahora los atributos necesarios que les

permitan ser unos padres amorosos para los hijos que

vayan a bendecir su hogar. Esfuércense por desarrollar la

paciencia y la capacidad necesarias para criar y educar a

sus hijos en el conocimiento del Señor.

Los líderes de la Iglesia están siendo más directos para

aconsejar a los matrimonios jóvenes que se armen de

valor y formen una familia. El mundo les sugiere que tal

vez no sea adecuado tener hijos mientras no se ponen en

orden todos los asuntos temporales. El mundo les dice

que aguarden hasta haber terminado sus estudios, hasta

tener la casa adecuada con sus muebles y

electrodomésticos, hasta tener un empleo seguro y con

unos buenos ingresos, hasta comprar los artículos propios

del entretenimiento y la comodidad. Toda esta demora

procede del mundo y no es sino la influencia de Satanás

en sus intentos por destruir a la familia.

Los profetas enseñan que, una vez sopesados los

medios, las circunstancias (incluso la salud física) y otros

factores de los que cada pareja tenga conocimiento, no

debemos demorar el tener una familia. Tengan fe para

comenzar esta etapa de la vida y sepan que su Padre

Celestial les apoyará y sostendrá en los retos únicos y

especiales inherentes a ser padres.

No es preciso posponer la formación de una familia

hasta haber adquirido todas las comodidades que tenían

sus padres cuando ustedes salieron de casa. Recuerden

que sus padres tardaron muchos años, incluso décadas, en

tener ese encantador hogar amueblado. Deben estar

dispuestos a tener fe y empezar desde donde estén a

construir, crecer y desarrollarse mientras tienen una

familia. Dispónganse a trabajar juntos como esposo y

esposa, y a sacrificarse para cumplir con este objetivo.

6

Cuídense de demorar la formación de una familia para

así comprar comodidades y entretenimientos que, a la

larga, no les bendecirán por la eternidad.

Si en sus barrios o ramas, o entre sus amistades, les

preguntan a los matrimonios de más edad, descubrirán

que casi en cada caso comenzaron su vida de casados y su

familia con muy pocas pertenencias, especialmente si lo

comparan con las que tienen ahora.

La hermana Tingey y yo nos casamos y tuvimos

nuestro primer hijo mientras yo estaba en la facultad de

derecho. Nuestro primer apartamento, en un sótano, fue

un gran paso atrás en relación con lo que había sido la

experiencia de vivir en casa de nuestros padres. Por el

techo que había entre el marco de las puertas pasaban los

conductos de la calefacción que me llegaban a la mitad de

la frente. No recuerdo cuántas veces me golpeé la cabeza

al pasar de un cuarto a otro. La hermana Tingey todavía

recuerda el ―espantoso papel tapiz‖, como ella le decía,

que tenía impresos unos enormes gallos rojos. No

teníamos con qué lavar la ropa y pasamos 18 meses

yendo a una lavandería de pago.

Nuestro segundo apartamento, durante mi etapa en el

ejército, fue un dúplex cuyo único baño se encontraba

entre los dos apartamentos. El baño tenía dos puertas, una

para cada apartamento, y ya pueden hacerse una idea de

lo que mi esposa opinaba al respecto. Dormíamos en una

cama plegable fácil de accionar pero tremendamente

incómoda. Nuestra primera mesa de cocina era una mesa

de juego con patas plegables. Muchas veces durante el

año que la utilizamos golpeé sin querer una de las patas y

tanto la mesa como todo lo que había sobre ella cayó al

suelo con gran estruendo.

Cuando ya teníamos cuatro hijos, vivimos varios años

en un apartamento de sólo dos dormitorios. ¿Vivíamos

apretados? ¡Por supuesto! Pero aun así, algunos de los

mejores recuerdos de nuestra familia son de aquella

época.

Como pueden ver, apenas teníamos comodidades y

nada de lujos en nuestros primeros hogares, y al volver la

vista atrás nos damos cuenta de que no importaba.

Estábamos enamorados; queríamos tener una familia, así

que sencillamente confiamos en el Señor y tuvimos fe en

que todo saldría bien.

Hoy día, 48 años después, tenemos un hogar

encantador con todas las comodidades que podamos

necesitar, y puede que incluso más. Pero cuando

empezamos teníamos muy poco. Somos más felices en la

actualidad porque nuestro amor ha crecido en las a veces

difíciles experiencias que hemos vivido juntos y no

porque hayamos adquirido muchas posesiones mundanas.

También ustedes deben tener esa fe y estar dispuestos

a seguir adelante en la vida. Prepárense para comenzar

desde donde están y entonces tener y criar una familia

que ame y aprecie las bendiciones que recibe.

7. La familia prosigue hasta convertirse en una

familia de muchas generaciones

La siguiente verdad sencilla del cielo es la norma que

establecieron Adán y Eva en cuanto a que no sólo

tendrían hijos, sino posteridad: ―Y de allí en adelante los

hijos e hijas de Adán empezaron a separarse de dos en

dos en la tierra, y a cultivarla y a cuidar rebaños; y

también ellos engendraron hijos e hijas‖ (Moisés 5:3).

Estamos tratando de desarrollar una Iglesia de muchas

generaciones. Tener posteridad, es decir, no contentarse

con ser padre sino también abuelo y bisabuelo, es una de

las bendiciones enriquecedoras que reciben los miembros

fieles de la Iglesia.

Las Autoridades Generales observan el crecimiento y

desarrollo de la Iglesia en muchos países del mundo y una

de las experiencias más gratificantes es ver a familias

fieles de muchas generaciones allí donde la Iglesia apenas

lleva unas cuantas décadas establecida. Ya vemos hijos,

nietos, abuelos, etcétera. Esto es lo ideal. Siempre que sea

posible, ése debe ser el objeto de nuestra labor: una

familia grande y maravillosa que contribuya al

crecimiento y desarrollo de la Iglesia en cualquier país o

lugar donde resida.

En Salmos se encuentra un maravilloso y muy

descriptivo pasaje:

―He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de

estima el fruto del vientre.

―Como saetas en mano del valiente, así son los hijos

habidos en la juventud.

―Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de

ellos‖ (Salmos 127:3–5).

¿Están dispuestos a ejercitar su mente y visualizar

dónde estarán o dónde desearían estar digamos dentro de

20 ó 25 años? Si ahora tienen 20, ¿cómo será su vida

cuando tengan 40 ó 45?

Casi en cada ocasión en la que he formulado esta

pregunta a jóvenes adultos solteros, éstos han dicho que

la ―familia‖ es su prioridad más inmediata. Las

posesiones temporales y los entretenimientos no suelen

ser una prioridad. Estar rodeados de una familia amorosa

—sus hijos y nietos— es lo que la mayoría de ustedes

describe como lo que esperan para ese tiempo.

Comiencen hoy mismo a hacer que esa visión personal

se convierta en una profecía hecha realidad.

7

8. Reconocemos a Dios, lo adoramos y le ofrecemos

nuestros sacrificios

En los albores de su vida fuera del Jardín de Edén,

Adán comenzó a ofrecer sacrificios. Leemos lo siguiente:

―Y después de muchos días, un ángel del Señor se

apareció a Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al

Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me

lo mandó.

―Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una

semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual

es lleno de gracia y de verdad.

―Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el

nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el

nombre del Hijo para siempre jamás‖ (Moisés 5:6–8).

Esta verdad sencilla del cielo recalca que, una vez

casados y con familia, nos conviene recordar quiénes

somos en relación con nuestro Padre Celestial. Recuerden

que Él es su Dios y su Padre, y que ustedes son hijos e

hijas de Él. Ofrézcanle el sacrificio de su tiempo y sus

talentos. Sean fieles en la Iglesia; sirvan a su prójimo;

procuren establecer la rectitud. Reconozcan sus muchas

bendiciones ofreciéndole y devolviéndole la décima parte

de todo su aumento para humildemente reconocer que

dependen de su Padre Celestial.

9. De estos sacrificios proceden las bendiciones

prometidas

Esta verdad sencilla del cielo es un reconocimiento de

las bendiciones que son fruto del sacrificio. El pasaje de

las Escrituras dice así:

―Y en ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo,

que da testimonio del Padre y del Hijo, diciendo: Soy el

Unigénito del Padre desde el principio, desde ahora y

para siempre, para que así como has caído puedas ser

redimido; y también todo el género humano, sí, cuantos

quieran.

―Y Adán bendijo a Dios en ese día y fue lleno, y

empezó a profetizar concerniente a todas las familias de

la tierra, diciendo: Bendito sea el nombre de Dios, pues a

causa de mi transgresión se han abierto mis ojos, y tendré

gozo en esta vida, y en la carne de nuevo veré a Dios.

―Y Eva, su esposa, oyó todas estas cosas y se regocijó,

diciendo: De no haber sido por nuestra transgresión,

nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos

conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra

redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los

que son obedientes.

―Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios, e

hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas‖ (Moisés

5:9–12).

¿Se fijaron en algunas de las bendiciones que

recibieron Adán y Eva gracias a su sacrificio? Disfrutaron

de la compañía del Espíritu Santo, quien les dio

testimonio del Padre y del Hijo, y los guió y dirigió en

todas sus decisiones. Recibieron la bendición de tener el

espíritu de profecía en cuanto a su familia a fin de que

fueran guiados en las decisiones que tomaran y en cuanto

a cómo atender a sus hijos. Sus ojos fueron abiertos para

poder ver y discernir entre el bien y el mal, y de este

modo tomar decisiones adecuadas para su familia.

Las Escrituras declaran que Adán y Eva gozaron y se

regocijaron en las bendiciones que recibió su familia.

Además, obtuvieron la promesa de que todas estas

bendiciones y cosas se darían a conocer a sus hijos e

hijas: su posteridad.

¿Creen ustedes que estas bendiciones pueden ser suyas

como resultado de su disposición para aceptar las

responsabilidades del matrimonio y la familia? Les

testifico que así será y que recibirán las mismas

bendiciones que recibió la familia de Adán y Eva aunque

sus circunstancias sean otras.

10. Tenemos a nuestra disposición la plenitud del

Evangelio, incluso todas las ordenanzas del templo

La última verdad sencilla del cielo que compartiré hoy

con ustedes tiene que ver con las bendiciones derivadas

de las sagradas ordenanzas. Leemos lo siguiente en los

versículos finales del quinto capítulo de Moisés:

―Y así se empezó a predicar el evangelio desde el

principio, siendo declarado por santos ángeles enviados

de la presencia de Dios, y por su propia voz, y por el don

del Espíritu Santo.

―Y así se le confirmaron todas las cosas a Adán

mediante una santa ordenanza; y se predicó el evangelio,

y se proclamó un decreto de que estaría en el mundo hasta

su fin; y así fue. Amén‖ (Moisés 5:58–59).

Este pasaje, que es la décima verdad sencilla del cielo,

promete que todas las cosas serán suyas si se ciñen a esta

norma de la que estamos hablando. Esto significa, desde

luego, que todas las bendiciones de la Iglesia restaurada

son suyas. Concretamente, la expresión ―una santa

ordenanza‖ se refiere a los templos y a las hermosas

ceremonias y ordenanzas que en ellos se efectúan. Qué

gran bendición es anticipar que podrán disfrutar de las

bendiciones plenas del evangelio de Jesucristo, incluso

las bendiciones del templo, cuando estén dispuestos a

tomar parte en las hermosas y sencillas verdades del cielo

que hoy he compartido con ustedes.

Seguir el consejo inspirado

Resumiendo, éstas son las diez verdades sencillas del

cielo de las que hemos hablado:

8

1. Dios creó esta tierra para que la habitemos y hagamos

uso de ella.

2. No es bueno que el hombre esté solo.

3. El plan contempla que un hombre y una mujer se

alleguen el uno al otro como esposo y esposa.

4. El albedrío es esencial.

5. Vivimos del trabajo todos los días de nuestra vida.

6. Los esposos y las esposas deben tener hijos y formar

una familia.

7. La familia prosigue hasta convertirse en una familia

de muchas generaciones.

8. Reconocemos a Dios, lo adoramos y le ofrecemos

nuestros sacrificios.

9. De estos sacrificios proceden las bendiciones

prometidas.

10. Tenemos a nuestra disposición la plenitud del

Evangelio, incluso todas las ordenanzas del templo.

Les ruego que no rechacen este consejo. Procuren no

posponer el matrimonio cuando se les presente la ocasión.

No busquen un compañero perfecto. En términos

generales, la perfección no existe. Recuerden que ustedes

no son perfectos, así que busquen un esposo o una esposa

que crezca con ustedes hacia la perfección.

No pospongan la formación de una familia. Estén

dispuestos a sacrificarse y a formar una familia con todos

los retos que ello conlleva y sabiendo que, en el proceso,

tendrán maravillosos recuerdos que fortalecerán y

sostendrán a su familia durante años.

Sé que mis palabras deben parecerles un poco

difíciles; puede que a algunos les resulte imposible

cumplir con ellas. Les ruego que tengan fe y que sumen a

esa fe sus obras. El Señor es consciente de ustedes como

personas y conoce las circunstancias por las que

atraviesan. Él les bendecirá, les ayudará a hacer lo

correcto y a materializar sus deseos justos. Les ruego que

tengan fe.

Para terminar, tengo la impresión de que muchos de

ustedes estarán diciendo: ―Creo en todo lo que usted dice.

Deseo tener esas normas en mi vida y cumplir con ellas

pero, ¿cómo sabré si tomo las decisiones correctas?‖.

Aquí tienen la respuesta: Lo sabrán del mismo modo

por el que los líderes actuales de la Iglesia reciben

impresiones que conducen a tomar decisiones muy

importantes. Lo sabrán por el Espíritu.

Ustedes tienen derecho a recibir la paz y el testimonio

espiritual que confirme sus sentimientos de que eso es lo

correcto. Sabrán del amor que sienten el uno por el otro y

su compatibilidad como pareja tal y como se describe en

Doctrina y Convenios:

―De cierto, de cierto te digo: Te daré de mi Espíritu, el

cual iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo;

―y entonces conocerás, o por este medio sabrás, todas

las cosas que de mí deseares, que corresponden a la

rectitud, con fe, creyendo en mí que recibirás‖ (D. y C.

11:13–14).

No busquen cosas tales como el estruendo que

produce un terremoto; antes bien atiendan a la voz dulce

y apacible, pues vendrá y ustedes lo sabrán.

Ruego que Dios les bendiga mis jóvenes y amados

miembros, futuros padres, madres, abuelos, abuelas y

líderes de la Iglesia. Les amamos. El Señor les ama y

desea que sean felices y dichosos. Él desea que sigan la

norma eterna que ha establecido.

Testifico de la veracidad de las normas comprendidas

en estas verdades sencillas del cielo. En el nombre de

Jesucristo. Amén.

NOTAS

1. History of the Church, tomo VI, pág. 303; cursiva agregada.

9

CÓMO ABRIR LA PUERTA A LAS

BENDICIONES DE ABRAHAM

Hermana Julie B. Beck

Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos

• 2 de marzo de 2008 Universidad Brigham Young

ué privilegio es hablarles a ustedes, una

generación selecta y real, escogida desde antes

de la fundación del mundo para venir en este tiempo a

efectuar una importante obra! Al servir en la Iglesia, he

conocido a muchos de ustedes y me han impresionado su

inteligencia y bondad. Puedo imaginarlos ahora

congregados por todo el mundo, desde los Estados

Unidos, México, Brasil y otras naciones de Sudamérica

hasta las Filipinas, Japón, Corea y muchos países

europeos. En la República Dominicana les he visto llegar

a las reuniones a bordo de camiones repletos.

En el Libro de Mormón aprendemos que cuando una

nueva generación —o sea, ustedes— se convierte al

evangelio de Jesucristo y guarda sus convenios, el futuro

es prometedor para todo el pueblo del Señor. Sin

embargo, cuando la nueva generación no obtiene un

testimonio y no asume sus responsabilidades, las personas

mayores y más fieles comienzan a desalentarse (véase

Mosíah 26:1–4; véase también 1 Nefi 8:23). Gracias por

sus vidas excelentes y por el futuro prometedor que harán

posible para mí y para muchas otras personas.

Esta noche estamos aquí ante todo porque tenemos un

testimonio del evangelio restaurado de Jesucristo. Sin este

testimonio, no habría motivo para continuar con este

mensaje. Sé que poseen una firme convicción de nuestro

Padre Celestial, del Salvador y de los profetas modernos,

o no habrían hecho el esfuerzo por asistir a esta reunión.

Cuando sabemos que el Evangelio restaurado es

verdadero, aceptamos y cumplimos su totalidad y no sólo

las partes que nos convienen. Creemos en el plan de

nuestro Padre Celestial y en todo lo que los profetas y

apóstoles nos han enseñado. Sé que al participar esta

noche con espíritu de oración y con un corazón receptivo,

el Espíritu le transmitirá a cada uno enseñanzas

personales e importantes.

Al meditar y orar al Señor para saber lo que Él desea

que les diga esta noche, mis pensamientos se volvieron

con frecuencia a mis 79 sobrinos y sobrinas. He caminado

y cantado con ellos, he escuchado sus testimonios, y los

amo a todos. Sé que todos ellos tienen el deseo de ejercer

una influencia para bien en el mundo y de que su vida

tenga un impacto positivo. Veintidós de mis sobrinos son

adultos solteros de su misma edad; de esos veintidós,

once están sirviendo o han servido misiones de tiempo

completo y otros se están preparando para ello. Algunos

se están preparando para el matrimonio; otros han

terminado su formación académica y están buscando su

lugar en el mundo. Todos ellos han cursado o están

cursando estudios superiores.

Estos sobrinos poseen dones singulares, y hay entre

ellos quienes han experimentado enfermedades, heridas y

tragedias. Dado que mis sobrinos los representan a

ustedes de muchas maneras, preparé este mensaje

pensando en ellos; y al pensar en ellos, pienso en ustedes.

Todos ustedes han estado, están o estarán en las mismas

situaciones que mis sobrinos. He buscado inspiración

para saber cómo ayudarlos con algunas de sus preguntas

y, al hacerlo, espero también ser una ayuda para ustedes.

Les invito a ser parte de nuestra familia esta noche; les

hablaré como una tierna y afectuosa tía.

Las bendiciones de Abraham

El profeta Abraham pasó por la misma etapa de la vida

en la que ustedes están. Leemos de ello en La Perla de

Gran Precio: ―En la tierra de los caldeos, en la morada de

mi padre, yo, Abraham, vi que me era necesario buscar

otro lugar donde morar‖ (Abraham 1:1). Abraham había

llegado a la etapa de independizarse y comenzar su vida

como adulto. Dijo que era un ―seguidor de la rectitud‖ y

que deseaba poseer ―un conocimiento mayor, y ser padre

de muchas naciones, un príncipe de paz‖ (vers. 2). Sabía

que había ―mayor felicidad, paz y reposo‖ de los que en

ese entonces tenía (vers. 2).

Abraham buscó esas bendiciones; las deseó e hizo lo

necesario para recibirlas. El Señor le dijo a Abraham:

―Haré de ti una nación grande y te bendeciré

sobremanera, y engrandeceré tu nombre entre todas las

naciones, y serás una bendición para tu descendencia

después de ti, para que en sus manos lleven este

ministerio y sacerdocio a todas las naciones.

―Y las bendeciré mediante tu nombre; pues cuantos

reciban este evangelio serán llamados por tu nombre; y

serán considerados tu descendencia, y se levantarán y te

bendecirán como padre de ellos;

¡Q

10

―y bendeciré a los que te bendijeren, y maldeciré a los

que te maldijeren; y en ti… y en tu descendencia... pues

te prometo que en ti continuará este derecho, y en tu

descendencia después de ti... serán bendecidas todas las

familias de la tierra, sí, con las bendiciones del evangelio,

que son las bendiciones de salvación, sí, de vida eterna‖

(Abraham 2:9–11).

Ese convenio nos fue reafirmado por medio de José

Smith en la sección 132 de Doctrina y Convenios (véanse

los versículos 30–32). Estas bendiciones de mayor

felicidad, paz y reposo son las que cada uno de nosotros

recibe al hacer convenios en santos templos y al formar

familias eternas. La bendición patriarcal de ustedes les

ayuda a entender su linaje personal desde Abraham.

A menudo los líderes de la Iglesia les hablan a los

jóvenes adultos solteros sobre buscar tales bendiciones,

que sólo pueden hallarse al formar familias eternas. Cada

uno de ustedes sabe que su futura felicidad, su progreso

eterno y el crecimiento del reino del Señor sobre la tierra

dependen de que ustedes formen familias eternas fuertes

y felices.

Como fieles Santos de los Últimos Días de la nueva

generación, la mayoría de ustedes tiene un testimonio de

la responsabilidad que tienen de casarse y de formar una

familia. Saben que no pueden recibir todas las

bendiciones de Abraham si están solteros; sin embargo, la

mayor parte de ustedes no va a casarse mañana; de hecho,

muchos de ustedes aún no tienen idea de con quién se

casarán. De modo que, cuando hablamos de su

responsabilidad de casarse, podríamos ocasionarles

frustración, dado que esta parte importante de su progreso

eterno no está sucediendo según su propio cronograma.

Eso me recuerda a una experiencia que mi esposo tuvo

mientras jugaba baloncesto en el equipo de la escuela

secundaria. Se habían preparado bien y habían viajado

hasta el gimnasio del equipo rival; estaban listos mental y

físicamente para vencer a sus oponentes. Se hallaban en

los vestidores y el entrenador acababa de terminar de

hablarles para infundirles ánimo; rebosantes de energía y

seguridad en sí mismos, corrieron hacia la puerta que

llevaba a la cancha y, ¡estaba cerrada! Los jugadores se

estrellaron uno contra el otro con la puerta y su energía

desapareció en los vestidores antes de que el partido

siquiera empezara.

En ocasiones pienso que eso es lo que les ocurre

cuando les hablamos sobre el matrimonio y la familia.

Les alentamos a entusiasmarse sobre las posibilidades,

pero en realidad sienten que empujan una puerta cerrada.

No deben vivir una vida de espera e incertidumbre ni

deben perder el impulso y el entusiasmo que ahora poseen

y que el Señor necesita de ustedes a fin de edificar Su

reino.

Por lo tanto, concentrémonos en cuatro actividades

que pueden hacer ahora, que pueden ser las llaves que les

ayuden a abrir la puerta de las bendiciones de Abraham.

Las cuatro actividades son servir al prójimo, compartir el

Evangelio, participar en la obra del templo y de historia

familiar, y prepararse para el futuro.

Todas esas actividades invitan al Espíritu Santo a ser

su compañero. Los mantienen en los lugares correctos,

haciendo lo correcto con las personas correctas, y los

distinguen como discípulos de Jesucristo. Al participar en

esas cuatro actividades con sus compañeros, entablarán

amistades y relaciones, y tendrán la sociabilidad que

puede ayudarles a hallar a alguien con quien casarse en el

templo y formar una familia eterna.

Servir al prójimo

Primero, sirvan al prójimo. Por lo general, los años en

que uno es adolescente y joven adulto son épocas de gran

interés personal. Hay que tomar muchas decisiones y es

fácil encerrarse en uno mismo. Lo primero que yo, como

tía afectuosa, les instaría a hacer es olvidarse de ustedes

mismos. Probablemente deban participar en menos

actividades con fines exclusivamente recreativos, a fin de

participar más en la búsqueda de formas de hacerle la

vida un poco más llevadera a otra persona.

La forma más rápida de hallar amigos y felicidad, de

sentirse agradecido y de tener la compañía del Espíritu

Santo es arrodillarse y preguntar al Señor: ―¿Quién

necesita de mi ayuda hoy?‖, y luego disponerse a ayudar.

No hace mucho vi una película sobre dos jóvenes

adultos que vivían en Inglaterra en el siglo XIX y que se

preguntaron: ―¿Quién necesita de mi ayuda?‖. Ellos

habían presenciado el terrible mal del comercio de

esclavos y se les ocurrió que podrían cambiar el mundo si

eliminaban ese negocio. Se trataba del proyecto de

servicio más imposible. Significaba que tendrían que

cambiar toda la economía de su país, sin mencionar los

códigos éticos y sociales; no obstante, esos jóvenes

dijeron: ―¡Podemos hacerlo!‖. ¡Llegaron a la conclusión

de que eran tan jóvenes que ignoraban que no podían

hacerlo! Les tomó algo de tiempo terminar el proyecto,

pero con el tiempo brindaron este gran servicio a la

humanidad.

En la actualidad, en cada nación de este mundo,

existen muchas causas importantes que podrían valerse de

la energía y la visión de ustedes. Por todas partes hay

ciudades y parques que necesitan limpieza; se necesita

construir escuelas y orfanatos y dotarlos de personal

voluntario. Los gobiernos necesitan ayuda para seguir

principios correctos y ustedes poseen la energía mental,

emocional y física para hacer estas cosas.

11

En la historia, muchas causas importantes han sido

dirigidas por jóvenes; pueden prestar servicio

individualmente u organizarse con espíritu de oración en

sus llamamientos con los grupos de adultos solteros, con

grupos de barrio y de instituto, y con la Sociedad de

Socorro y los quórumes del sacerdocio; juntos pueden

afectar un cambio para bien en el mundo. La mayoría de

las oportunidades de servicio se hallan muy cerca de su

casa, dentro de su familia y de su propio barrio. Ahora

son lo bastante adultos y maduros para encabezar la

planificación y organización de este tipo de actividades;

también saben cómo recibir respuesta a sus oraciones

para saber lo que el Señor desea que hagan.

A medida que se centren en el prójimo, el Espíritu les

acompañará para guiarles en todas las decisiones

trascendentales que estén tomando, ya que Él siempre

acompaña el servicio recto. No les será difícil hallar

lugares donde servir; al prestar servicio con sus

compañeros, entablarán buenas amistades y tendrán

experiencias sociales significativas; y debido a que sus

relaciones y amistades irán en aumento, tendrán mayor

probabilidad de hallar a su cónyuge y formar una familia

eterna.

Compartir el Evangelio

Segundo, compartan el Evangelio. El mundo está lleno

de personas que aún no conocen las buenas nuevas del

Evangelio. Ustedes son un grupo especialmente

preparado que puede ayudar a que la justicia y la verdad

inunden la tierra.

Algunos de ustedes han tenido la oportunidad de ser

los primeros misioneros en utilizar Predicad Mi

Evangelio. Considerando ese hecho, aquellos que se están

preparando para la misión deberían ser los misioneros

más preparados que el mundo haya conocido. Los que se

preparan ahora para el servicio misional están mejor

capacitados que ninguna otra generación para ser eficaces

desde el primer día de la misión. Dadas sus oportunidades

hasta este momento, deben llegar listos para servir. Deben

saber cómo recibir la ayuda del Espíritu y lo que deben

hacer para merecerla. Además, quienes saben cómo

trabajar arduamente a diario son mucho más felices

durante la misión. He disfrutado mucho las cartas de mis

sobrinos y sobrinas misioneros que describen los

singulares desafíos y oportunidades de la misión. Sus

cartas rebosan de vitalidad y gozo; escriben sobre su

misión como si estuvieran experimentando la mayor

aventura de su vida.

Ese entusiasmo por compartir el Evangelio debe

continuar después de la misión y, por supuesto, ustedes,

grandes misioneros, nunca querrán que sus habilidades

misionales caigan en desuso. Debido a que son solteros y

que no tienen la responsabilidad de cuidar una familia, se

hallan en una situación óptima para continuar

compartiendo el Evangelio. Todos ustedes tienen amigos

o familiares que aún no se han convertido al Evangelio y

que no conocen a Dios como deberían. Casi cada barrio o

rama de la Iglesia tiene listas de personas que por una

razón u otra han dejado de asistir para renovar sus

convenios en la reunión sacramental; su ayuda es esencial

para traerlos de regreso. En sus llamamientos, como

amigos o individualmente, pueden asumir una actitud más

presta a tomar la iniciativa de predicar el Evangelio y así

activar a quienes hayan dejado de asistir.

Cuando era niña, vi un ejemplo de este tipo de obra

misional en Brasil, donde mi padre servía como

presidente de misión. Pocas semanas después de terminar

su misión, una de nuestras hermanas brasileñas le dijo a

mi padre que no veía en su futuro una familia formada

dentro del Evangelio, ya que en su pueblo no había

hombres miembros de la Iglesia con quien casarse.

Su presidente de misión le dijo: ―Acaba de terminar

una misión en la que enseñó y convirtió personas al

Evangelio. ¿Fue una buena misionera?‖.

―¡Sí!‖, respondió ella.

―¿Aún posee las habilidades y el Espíritu para

compartir el Evangelio?‖

―¡Sí!‖, afirmó.

―Entonces sugiero que vuelva a su pueblo. Vaya a

sitios donde vayan jóvenes dignos y buenos, y busque un

hombre con apariencia de misionero o de futuro obispo.

Hágase su amiga, comparta el Evangelio con él y

conviértalo. Es posible que halle un hombre para casarse

si lo hace‖.

La hermana hizo precisamente eso. Conoció a un

hombre bueno y digno en su pueblo; se convirtió en su

amiga, compartió el Evangelio con él y éste se bautizó.

Luego, creció más el sentimiento de amor entre ellos, se

casaron en el templo, y de hecho ¡él sirvió como obispo,

presidente de estaca, de misión y de templo!

Ahora bien, mis jóvenes amigos, no estoy diciendo

que esta sea una fórmula mágica para encontrar un

cónyuge. Por favor, recuerden, como lo hizo esta hermana

brasileña, que los profetas les han aconsejado

reiteradamente que busquen a sus compañeros eternos

sólo entre los miembros dignos de la Iglesia. Les cuento

este relato para ilustrar que cuando se sigue compartiendo

el Evangelio después de la misión, hay probabilidades de

encontrar amigos dignos con quienes disfrutar las

bendiciones del Evangelio, y que esos miembros nuevos

podrían llegar a ser parte de su grupo de posibles

compañeros eternos.

Si ustedes se organizaran con espíritu de oración en

sus llamamientos —en sus grupos de adultos solteros,

12

grupos de barrio y de instituto, y en la Sociedad de

Socorro y los quórumes del sacerdocio— podrían

planificar y llevar a cabo actividades misionales bajo la

dirección de los líderes del sacerdocio. Ustedes ya son lo

bastante adultos y maduros como para encabezar la

planificación y organización de este tipo de actividades.

La Iglesia necesita su energía en esta importante obra;

muchos hijos de nuestro Padre Celestial necesitan el

mensaje del Evangelio y aún no conocen la verdad.

Ustedes poseen las habilidades y el testimonio para

compartir el Evangelio, así como las habilidades y el

testimonio para sacar adelante la obra del Señor. También

saben cómo recibir respuesta a sus oraciones para saber lo

que el Señor desea que hagan.

A medida que compartan el Evangelio, el Espíritu los

acompañará para guiarlos en todas las decisiones

importantes que estén tomando, ya que Él siempre nos

acompaña cuando enseñamos y testificamos de la verdad.

Al compartir el Evangelio con sus compañeros,

entablarán buenas amistades y tendrán experiencias

sociales significativas; y debido a que sus relaciones y

amistades aumentarán y a que el Espíritu obrará con

ustedes, tendrán mayor probabilidad de hallar a su

cónyuge y formar una familia eterna.

Participar en la obra del templo y de historia

familiar

Tercero, participen en la obra del templo y de historia

familiar. Ustedes son la fuerza perfectamente preparada

para participar en la obra del templo y de historia

familiar.

Cuando eran hombres y mujeres jóvenes, se les pidió

trabajar en los programas ―Deber a Dios‖ y el ―Progreso

Personal‖. Recuerden que los cuadernillos tenían la

imagen del templo; eso se debe a que la Primera

Presidencia ha escogido el templo como símbolo de la

juventud de la Iglesia. Mujeres, si recibieron el medallón,

¿es el templo aún un símbolo en su vida? ¿Aún tienen la

vista en él? Varones, ¿pueden decir lo mismo?

Ustedes saben que a lo largo de los siglos muchas

personas han fallecido sin el conocimiento del Evangelio;

son sus parientes cercanos y lejanos, y esperan que

ustedes hagan la investigación necesaria para unir a sus

familias y efectuar las ordenanzas salvadoras en su favor.

El poseer algo de conocimiento sobre tecnología

facilita la obra del templo y de historia familiar. Resulta

obvio que ustedes pertenecen a una generación

especialmente preparada con las aptitudes tecnológicas

para efectuar esta obra. Mi abuela Bangerter tenía un gran

testimonio y un sentimiento de urgencia por la obra de

historia familiar; hace muchos años, cuando ella estaba

compilando 25 mil nombres familiares, debía ingresar

cada uno de manera manuscrita en los formularios.

Hubiera estado tan agradecida por un programa

informático que la ayudara a ser más precisa y eficiente.

Ahora ella cuenta con cientos de jóvenes talentosos entre

sus descendientes capaces de ayudarla desde este lado del

velo. La familia de ustedes necesita de su ayuda en esta

importante actividad, al igual que sus barrios o ramas.

La mayoría de los templos del mundo no están lo

suficientemente ocupados. El Señor ha prometido que

plantaría en sus corazones las promesas hechas a los

padres, y que sus corazones se volverían hacia los padres

para que la tierra no sea totalmente asolada en Su venida

(véase D. y C. 2:2–3). Sus aptitudes tecnológicas son un

cumplimiento parcial de esta profecía y espero que tengan

un sentimiento de urgencia hacia esta obra. Nacieron en

esta época para efectuar la obra del templo y de historia

familiar.

También se reciben bendiciones personales como

resultado de la participación en la obra del templo y de

historia familiar. Una de ellas es que pueden reunir los

requisitos para obtener una recomendación para el

templo, la cual representa su dignidad ante el Señor. La

recomendación para el templo es en realidad un símbolo

de obediencia. Cuando participan con sus compañeros en

esta obra saben que ellos también son dignos.

Una conocida experiencia que sucedió en nuestra

familia ilustra la importancia de la recomendación para el

templo. Cuando una de mis hermanas era una joven

adulta soltera, pensó que le agradaría conocer más a un

joven con el que había bailado una noche. Al regresar a

casa, le contó a mi madre sobre él. Mi madre se mostró

dudosa y le dijo que no había forma de saber si un

hombre era bueno simplemente por bailar con él.

Mi hermana le respondió: ―Tiene una recomendación

para el templo, así que debe ser bastante bueno‖.

Mi madre preguntó: ―¿Cómo sabes que tiene una

recomendación? ¿Le preguntaste mientras bailaban si

tenía una recomendación?‖.

Mi hermana rió y dijo: ―No, pero mencionó que

mañana planeaba asistir al templo con un compañero de

la misión. Para poder hacerlo debe tener una

recomendación‖.

Entonces deliberadamente, mi madre le preguntó:

―¿Por qué es tan importante saber eso?‖.

Mi hermana contestó: ―Bien, si sé que un hombre tiene

una recomendación, entonces sé que guarda la Palabra de

Sabiduría, que paga el diezmo, que asiste a las reuniones,

que honra su sacerdocio, que sostiene a los líderes de la

Iglesia, y que tiene un testimonio de nuestro Padre

Celestial y de Jesucristo. Quiero comenzar con una

recomendación como punto de partida de cualquier

relación. Cuando sé que un hombre tiene una

13

recomendación, hay muchas preguntas que no tengo que

hacerle‖.

Las instrucciones recientes de la Primera Presidencia

aclaran las normas para obtener la recomendación para el

templo y recibir la investidura. En ellas reiteran que

recibir la investidura del templo es un asunto serio que

debe extenderse sólo a quienes estén preparados y sean lo

suficientemente maduros como para guardar los

convenios que hagan. Asimismo, declararon que a los

miembros solteros que estén entre los últimos años de la

adolescencia y unos pocos más de los veinte años de

edad, que no hayan recibido un llamamiento misional o

que no estén comprometidos para casarse en el templo, no

se les debe recomendar para recibir su propia investidura;

no obstante, todos los miembros de doce años en adelante

pueden recibir una recomendación de uso limitado para

efectuar bautismos por los muertos1.

Todo aquel que no sea digno del privilegio de portar

una recomendación debe trabajar con su obispo o

presidente de rama para reunir los requisitos para ello tan

pronto como le sea posible. Por favor, no se queden sin

ese documento vital. Testifico que la Expiación es real y

que los pecados pueden perdonarse tras el debido

arrepentimiento.

Ustedes pueden y deben mantener los templos muy

ocupados. La obra del templo y de historia familiar es su

obra. ¡Mucho depende de ustedes! La Iglesia necesita de

su energía en esta importante labor. Son ustedes los que

pueden lograr tantas cosas con su energía y sus

habilidades.

Al participar en la obra del templo y de historia

familiar se asegurarán de tener el Espíritu para que los

consuele en las dificultades y para que los guíe en todas

las decisiones importantes que estén tomando. A medida

que participen en esta obra individualmente, en su barrio

y en grupos de instituto, y en la Sociedad de Socorro y

quórumes del sacerdocio, entablarán buenas amistades y

tendrán experiencias sociales significativas; y debido a

que sus relaciones y amistades aumentarán y a que el

Espíritu obrará con ustedes, tendrán mayor probabilidad

de hallar a su cónyuge y formar una familia eterna.

Prepararse para el futuro

Cuarto, prepárense para el futuro. Se encuentran en

una etapa única de la vida. Deben estar preparándose para

sus futuras funciones y responsabilidades. Sólo vivirán

esta etapa una vez; ¡acéptenla con entusiasmo y

disfrútenla!

Con el transcurso del tiempo, la mayoría de ustedes se

convertirán en esposos y esposas, padres y madres. Serán

líderes y maestros de la Iglesia, así como empleados y

empleadores. ¿Se están preparando para tales

responsabilidades?

Muchos de ustedes participan en varios aspectos de la

formación académica. Los profetas modernos han

aconsejado reiteradamente que obtengan toda la

capacitación que les sea posible. Ustedes viven en un

mundo cada vez más tecnológico y sofisticado. La

formación académica les ayudará a edificar el reino de

Dios y proveer para su futura familia. Debido a que

estudiar es tan importante para la nueva generación, se

estableció el Fondo Perpetuo para la Educación que ahora

beneficia a más de 30 mil jóvenes de todo el mundo.

Además, la Iglesia ha invertido muchos recursos

alrededor del mundo en Institutos de Religión y en

grandes escuelas y universidades de la Iglesia. Espero que

estén siguiendo el consejo profético de obtener toda la

formación y capacitación posible.

Es verdad que tendrán mayor capacidad de servir en la

Iglesia y de edificar el reino del Señor si tienen un buen

empleo. Serán mejores padres y madres si están

preparados académicamente y saben cómo resolver los

problemas familiares y administrar el hogar de manera

sabia.

Algunas de ustedes, hermanas, están decidiendo si

deben casarse y formar una familia o escoger una carrera.

Son inteligentes y competentes y disponen de

oportunidades que sus abuelas jamás soñaron tener. Las

posibilidades de obtener logros académicos y alcanzar los

logros del mundo nunca han sido mayores; pero espero

que tomen sus decisiones considerando las bendiciones de

Abraham.

Las mujeres Santos de los Últimos Días deben

comprender que no importa la ayuda de cuántas personas

más obtengan para el hogar y los hijos, ellas no pueden

delegar su función principal de enseñar y de criar con

amor a su familia. Ser una madre recta exige todos los

recursos que se poseen para satisfacer las necesidades de

su familia. En calidad de hijas de Dios que han hecho

convenios con Él, ustedes poseen la mitad femenina vital

e indispensable de la responsabilidad de cumplir con el

plan del Señor.

Cada una de ustedes posee el albedrío para decidir,

con espíritu de oración y de humildad, qué debe hacer

ante sus oportunidades profesionales. Cada elección tiene

una consecuencia; no se puede tener todo y hacer todo.

Deben escoger teniendo en cuenta las prioridades eternas.

Espero que comprendan que no hay carreras glamurosas,

sino que todo tipo de empleo trae consigo sus propias

dificultades innatas. Muchas opciones disponibles en el

mundo de hoy compiten con las responsabilidades y

metas eternas. Muchas alternativas podrían persuadirles a

limitar la cantidad de hijos que inviten a su familia o a

14

posponer tenerlos; otras decisiones quizás les priven del

tiempo y de la energía cruciales y necesarios para cuidar

apropiadamente de su cónyuge, de sus hijos y de sus

responsabilidades en el reino del Señor. Esas decisiones

son entre ustedes y el Señor. Él conoce los deseos de su

corazón y sus circunstancias individuales.

La mayoría de ustedes en esta congregación se casará

algún día. En esta etapa de preparación, ¿están

desarrollando y buscando las cualidades correctas de un

compañero eterno?

Hace algún tiempo, el presidente Hinckley dijo a los

hombres: ―La joven con la cual se casen se jugará la

suerte con ustedes. Ella le entregará todo su ser al joven

con quien contraiga matrimonio. En gran forma, él

determinará el resto de [la] vida [de ella]‖2.

Varones, ¿se están convirtiendo en la clase de persona

que podría pedirle a una joven que se juegue la suerte con

ustedes?

Mujeres, podría preguntarles lo mismo. El hombre con

el que se casen también se jugará la suerte con ustedes.

En la sección 25 de Doctrina y Convenios el Señor

imparte a las esposas el buen consejo de ―ser un consuelo

para… [su] marido… con palabras consoladoras, con el

espíritu de mansedumbre‖ (D. y C. 25:5). ¿Son esa clase

de mujer? El hombre con el que se casen será feliz en

gran medida debido a la influencia que tengan en su

felicidad.

Algunos de ustedes ya han hallado a alguien que les

atrae, con quien son compatibles y que posee cualidades

que admiran, pero quizás estén temerosos de

comprometerse porque se preguntan si mañana, o la

semana o el año entrantes encontrarán alguien aún más

ideal.

Ya que esta decisión es tan importante, a muchos les

preocupa hacer la elección correcta. Los ejemplos que

hallamos ilustrados en películas y libros sobre cómo

escoger un cónyuge no nos ayudan mucho. A menudo

muestran esta elección como un asunto de suerte o

destino, y como un evento mágico y, por lo general, tales

romances aparecen representados de manera irracional

como el descubrimiento repentino de un alma gemela

única.

En cuanto a las denominadas almas gemelas, el

presidente Spencer W. Kimball dijo: ―La idea de las

‗almas gemelas‘ es una quimera, una ilusión; y aunque

toda persona joven, hombre o mujer, tratará con toda

diligencia y devoción de encontrar a la persona con la

cual la vida pueda ser más compatible y hermosa,

también es cierto que casi todo buen hombre y toda buena

mujer podrían tener felicidad y éxito en el matrimonio si

ambos estuvieran dispuestos a pagar el precio‖3.

Los profetas han proporcionado algunas pautas

inspiradas para ayudarles a hallar un compañero eterno.

Hace unos veinte años, el presidente Ezra Taft Benson

enumeró algunas cualidades que los hombres deben

buscar en una compañera. Sus palabras todavía son

verdaderas:

―Ahora, hermanos, les digo que no esperen la

perfección en la esposa que elijan. No sean demasiado

exigentes y fíjense más en las cualidades que son

realmente importantes en ella: que posea un fuerte

testimonio, que viva los principios del Evangelio, que

desee dedicarse a su hogar, que quiera ser una madre en

Sión y que les apoye en sus responsabilidades del

sacerdocio...

―Y una buena forma de determinar si la joven es la

elegida para ustedes es analizar si cuando están con ella

tienen los pensamientos más nobles, aspiran a alcanzar las

cosas más bellas y quieren ser mejores de lo que son‖4.

Ahora escuchemos lo que el presidente Hinckley

aconseja a las mujeres: ―[Ustedes] esperan conseguir al

hombre perfecto. Yo todavía no he visto a ninguno que lo

sea. Pónganse metas altas, pero no tan altas que no las

puedan alcanzar. Lo que en verdad importa es que él las

ame, las respete, las honre y les sea absolutamente fiel,

que les dé la libertad para expresarse y les permita

desarrollar sus propios talentos. Él no va a ser perfecto,

pero si es bondadoso y considerado, si sabe trabajar y

ganarse la vida, si es honrado y lleno de fe, la posibilidad

es que no se equivoquen y que sean inmensamente

felices‖5.

Permítanme preguntarles: Si fueran a casarse mañana,

¿estarían preparados para ser un buen cónyuge?

¿Aportarían a su matrimonio virtudes personales que los

harían un buen compañero? ¿Saben comunicarse? ¿Saben

resolver problemas? ¿Poseen las aptitudes para crear en el

hogar un ambiente de amor? ¿Tienen suficiente fe,

esperanza y caridad para crear un matrimonio que

sobreviva y prospere?

Varones, como una tía que ahora les hablará

claramente, espero que comprendan que no hay mujer

digna a quien podrán conquistar con ropa sucia, hábitos

desagradables o apariencia desaliñada. Sí, una mujer justa

los amará por lo que haya en su mente y en su corazón,

pero valorará muchísimo sus esfuerzos sinceros por

mostrarle buenos modales y consideración. También

deben saber que no existe una compañera que de buena

gana pase por alto el egoísmo. Por favor, recuerden que

no existe una recta hija de Dios que por voluntad propia

tolere el hábito de la pornografía en el joven con quien

salga y se case. Es más, si una joven notara cualquier

indicio de que el joven que le interesa está involucrado en

la pornografía en cualquiera de sus formas, yo le diría que

15

esa es una banderilla roja que significa que debe

abandonar esa relación. Ahora es la etapa para desarrollar

hábitos rectos y respetuosos y atributos cristianos que

bendigan a su futura familia y matrimonio.

Mujeres, les hablo como una tía que les ama y les digo

que no existe un príncipe mágico que alegremente aprecie

sus hábitos desagradables o sucios, ni su apariencia

desaliñada. Sí, un hombre justo las amará por lo que haya

en su mente y corazón, pero estará aún más agradecido

por una mujer que valore la limpieza y belleza en sí

misma y en lo que la rodea. A los hombres rectos les

atraen las mujeres de rostro radiante; además, ningún

recto poseedor del sacerdocio tolerará por voluntad propia

que su esposa tenga hábitos pornográficos, ni estará de

acuerdo en que ella muestre y anuncie su precioso cuerpo

a otros hombres por medio de la ropa ajustada o de otra

forma inmodesta e inapropiada manera en la que se vista

y comporte. Asimismo, aún no he conocido a un hombre

que disfrute escenas dramáticas y berrinches

temperamentales. No existe un compañero que de buena

gana pase por alto el egoísmo. Ahora es la etapa para

desarrollar hábitos rectos y respetuosos y atributos

cristianos como la bondad y la longanimidad que

bendecirán a su futuro hogar y familia.

Por favor comprendan lo que acabo de decir. Quiero

que entiendan que sus imperfecciones y debilidades los

acompañarán al matrimonio y se maximizarán en él. A

menos que se vayan a casar hoy, aún tienen tiempo para

desechar malos hábitos y cultivar buenos hábitos y

cualidades que bendecirán su matrimonio y familia. El

presidente Thomas S. Monson ha enseñado: ―Es

importante mirar hacia adelante, fijar un curso y estar por

lo menos parcialmente listos para cuando llegue el

momento de la decisión‖6.

La mayoría de ustedes serán también padres que

crearán hogares rectos para sus familias. Cuando era

joven, mi madre me enseñó que mientras fuera soltera

debía aprender cómo ocuparme de una vida y de una

habitación, con el fin de estar preparada para ocuparme

de varias vidas y varias habitaciones.

En Doctrina y Convenios el Señor nos da el modelo

para lograr un hogar lleno del Espíritu. Debe ser ―una

casa de oración, una casa de ayuno, [y] una casa de fe‖

(D. y C. 109:8); debe ser una casa donde el Espíritu del

Señor pueda morar, donde no se permita entrar ninguna

cosa impura; y una casa de conocimiento, donde se

estudien los mejores libros, que incluyen las Escrituras

(véase el vers. 7).

Eso lleva a plantear las siguientes preguntas: ¿Es así la

casa o habitación donde ahora residen? ¿Oran, ayunan y

leen las Escrituras en su habitación? ¿Viven en un lugar

de orden o de desorden? ¿Permiten que entren cosas

impuras en ella mediante películas, libros o internet? ¿La

llenan con cosas edificantes, con las mejores cosas? ¿Es

su hogar actual un lugar donde el Espíritu del Señor

puede morar?

Además, hay habilidades importantes que deben

desarrollar que les ayudarán a ser un buen padre o una

buena madre y a formar un hogar feliz. Dichas

habilidades incluyen cocinar, limpiar y reparar cosas rotas

o descompuestas. Los prudentes hábitos financieros

también son cruciales para un matrimonio feliz; éstos

incluyen la administración cuidadosa de los préstamos

estudiantiles. El presidente Hinckley dijo: ―No hay nada

que cause más tensión en el matrimonio que las deudas

agobiantes‖7. Parte de su preparación para el matrimonio

y la familia es la práctica de buenos hábitos financieros

ahora para que cuando se casen, ustedes y su cónyuge

comiencen su vida juntos sin enormes cargas económicas.

Ahora se les considera personas adultas y ustedes

saben cómo ser responsables. Espero que estén

aprovechando al máximo este precioso don del tiempo

que tienen para prepararse para sus futuros papeles y

responsabilidades; y cuando se preparen de manera

apropiada para ellos, tendrán el Espíritu para guiarles en

las decisiones importantes. Al prepararse para el futuro

tendrán más posibilidades de entablar las amistades que

les ayudarán a hallar a alguien con quien casarse en el

templo y formar una familia eterna.

Ahora, mis queridos sobrinos y sobrinas, mis amigos,

deseo expresarles el amor y la confianza que tengo en

ustedes. Mucho depende de ustedes. Se les ha enseñado

reiteradamente sobre la responsabilidad que tienen de

buscar las bendiciones de Abraham, que incluyen la

formación de familias eternas. Les insto a no demorar de

manera innecesaria el matrimonio o el tener hijos. Ahora

mismo, los espíritus de niños valientes están esperando

que ustedes los inviten a venir a una familia feliz que ha

sido sellada.

Están en la etapa de la vida en la que deben estar

buscando las bendiciones de Abraham. Posponer el

matrimonio hasta después de alcanzar alguna otra meta,

independientemente de cuán importante el mundo diga

que ésta es, sólo aumentará su vulnerabilidad a la

inmoralidad que pone en peligro sus probabilidades de

recibir estas bendiciones. Por favor, no se arriesguen a la

tentación al demorar este paso natural e importante de su

progreso eterno. Cuando tomen la decisión de con quién

casarse, lo que más necesitarán será fe. Esperar a lograr

otras metas como el obtener más formación académica,

más dinero o más propiedades antes del matrimonio

simplemente demorará las bendiciones prometidas.

Les he hablado esta noche como una tía que los ama.

Asimismo, sus propios tíos y tías quizás los hayan

16

aconsejado. Estoy segura de que sus líderes del

sacerdocio, maestros y asesores se han interesado en su

futuro del mismo modo. Espero que en esta etapa

importante de sus vidas también escuchen detenidamente

el consejo de padres justos que tienen responsabilidad

eterna por su bienestar.

El presidente Monson ha dicho: ―Al tomar una

decisión tan trascendental como con quién casarse,

sugiero que busquen la ayuda de sus padres. Tómense el

tiempo para hablar en confianza con ellos, ya que no los

dejarán ni abandonarán. Les aman profundamente y

desean para una preciosa hija o para un firme hijo lo

mejor de la vida y las supremas promesas de la

eternidad‖8.

Esta noche les he hablado sobre cuatro llaves que les

ayudarán a abrir la puerta de esas bendiciones: Pueden y

deben estar sirviendo al prójimo. Pueden y deben estar

compartiendo el Evangelio. Pueden y deben ser

salvadores en el monte de Sión al participar en la obra del

templo y de historia familiar. Y pueden y deben estar

haciendo todo lo posible a fin de prepararse en sus futuras

funciones y responsabilidades.

Las cuatro actividades que he explicado aumentarán

su fe y felicidad durante toda su vida. Son características

del discipulado que fortalecerán sus futuros matrimonios

y familias e invitarán a que el Espíritu los acompañe. Al

participar en esas actividades individualmente, con sus

amigos, quórumes y grupos de la Sociedad de Socorro y

de instituto, entablarán amistades y sociabilidad que los

mantendrán en los lugares correctos, haciendo lo correcto,

y con las personas correctas; y de esa forma aumentarán

sus probabilidades de conocer a personas que podrían ser

sus futuros cónyuges.

Testifico que esta Iglesia es guiada por apóstoles y

profetas que supervisan y dirigen los asuntos del Señor en

todo el mundo. El evangelio restaurado de Jesucristo es

verdadero y, debido a ello, mucho depende de ustedes, la

nueva generación. Como una amorosa tía, espero que

ustedes, al igual que Abraham, sean seguidores de la

rectitud, que busquen las bendiciones de los padres al

efectuar convenios en el templo y formar familias eternas,

y que de ese modo hallen mayor conocimiento, felicidad,

paz y reposo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

NOTAS

1. Véase Carta de la Primera Presidencia, 7 de septiembre de 2007.

2. ―Sean dignos de la joven con la cual se van a casar algún día‖, Liahona, julio de 1998, pág. 53.

3. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, pág. 216.

4. Véase ―A los mayores solteros de la Iglesia‖, Liahona, julio de 1988, pág. 49.

5. ―A las mujeres de la Iglesia‖, Liahona, noviembre de 2003, pág. 114.

6. ―Whom Shall I Marry?‖, New Era, octubre de 2004, pág. 4.

7. ―Sean dignos de la joven con la cual se van a casar algún día‖, Liahona, julio de 1998, pág. 55.

8. New Era, octubre de 2004, pág. 7.

17

EL PODER Y LA PROTECCIÓN QUE BRINDA

LA MÚSICA INSPIRADORA

Élder Russell M. Nelson

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Charla Fogonera del SEI para Jóvenes Adultos

• 4 de mayo de 2008 Universidad Brigham Young

is queridos hermanos y hermanas, es un placer

para mi esposa Wendy y para mí estar con

ustedes. Estamos transmitiendo desde el Centro Marriott

de BYU a muchas congregaciones de todo el mundo. Le

agradecemos a cada uno de ustedes el acompañarnos en

esta ocasión.

Damos una cordial bienvenida a los que pronto

terminarán los estudios secundarios y que asisten por

primera vez a una transmisión del SEI. Al inscribirse en

una institución de enseñanza superior y continuar sus

estudios, espero que participen en las clases de instituto y

puedan obtener fortaleza de esta fuente espiritual para

equilibrar su aprendizaje secular. En el futuro también

tendrán oportunidades de asistir a futuras charlas del SEI

como ésta. Aprovéchenlas ya que los inspirarán y

motivarán.

El título de mi mensaje esta noche es ―El poder y la

protección que brinda la música inspiradora”. Este tema

se aplica particularmente a los jóvenes adultos. Como ya

saben, personas de su edad han hecho grandes

contribuciones tales como autores, compositores y los

conocedores de música inspiradora.

Poder

Esta noche sentimos el poder de la música inspiradora

al cantar las palabras del himno inicial:

―Hijos del Señor, venid

en acuerdo a cantar.

Alabanzas ya rendid

al Señor, que reinará‖1.

Por medio de la música alzamos nuestra voz en

poderosa alabanza y oración.

Un himno así nos brinda un modelo de adoración que

complace a Dios. Su profeta nos enseñó: ―alaba al Señor

con cantos, con música,... y con oración de alabanza y

acción de gracias‖ (D. y C 136:28).

Quiero expresar mi sincero agradecimiento al coro del

Instituto de Religión de Ogden. Gracias, hermano Ritchie,

hermano Simon y miembros del coro por su magnífica

música. No sólo han honrado al Señor, sino que nos han

conmovido el corazón profundamente.

Me conmovió mucho cuando el coro cantó ―Cuando

pienso en la sombría cruz‖, cuyo mensaje se centra en la

expiación de Jesucristo; fue escrita por el poeta inglés

Isaac Watts, y cabe repetir la letra:

Cuando pienso en la sombría cruz

y en ella al Príncipe de gloria,

mi más preciado logro y luz

pierde todo su significado.

¡Libre Dios!, que me envanezca,

sálvame en Cristo mi Señor:

Toda cosa vana que me cautiva

la sacrificaré por Su sangre...

Si mía fuera la naturaleza,

sería aún un presente insignificante;

amor tan asombroso y divino

exige mi alma, vida y consagración2.

De hecho, Isaac Watts exigió mucho de sí mismo. En

el transcurso de su vida escribió aproximadamente 600

himnos. Dos de sus años más productivos fueron entre su

graduación de la escuela a la edad de 20 años y cuando

aceptó un empleo como maestro a los 22 años. A esa

joven edad compuso muchos buenos himnos. Las letras

de himnos escritos por Isaac Watts se incluyen en nuestro

himnario, entre otras: ―¡Regocijad! Jesús nació‖ 4

, ―Dulce

tu obra es, Señor‖ y ―¡Murió! El Redentor murió‖.

Aun siendo niño, Isaac Watts tenía un potencial

poético. ―Una vez durante la oración familiar empezó a

reírse; su padre le preguntó por qué, [Isaac] contestó que

había escuchado un ruido y al abrir los ojos había visto un

ratón que trepaba por una cuerda en un rincón, y que

inmediatamente pensó:

―La cuerda de prisa subió el ratón para hacer la

oración‖.

El papá pensó que eso era irreverente y procedió a

darle un castigo [físico], pero mientras recibía el castigo,

Isaac gritó:

―Padre, padre te pido misericordia,

y ya no diré más versos por este día‖ 3.

Me gustaría comentar acerca de otra canción de

nuestro himnario. La letra de ―¡Grande eres Tú!‖

primeramente fue escrita por un joven ministro de Suecia,

M

18

llamado Carl Gustav Boberg que tenía sólo 25 años.

Después de asistir a una reunión de su iglesia, caminó

bajo una tormenta por más de tres kilómetros por la costa

sudeste de Suecia. La experiencia lo inspiró a escribir las

palabras que más adelante Stuart K. Hine tradujo al

inglés.

Señor, mi Dios, al contemplar los cielos,

el firmamento y las estrellas mil;

al oír tu voz en los potentes truenos

y ver brillar el sol en su cenit;

mi alma canta a mi Señor y Dios:

¡Grande eres tú! ¡Grande eres tú 4!

En una ocasión yo estaba en una conferencia misional,

cuando un misionero con gran compasión y con lágrimas

en los ojos me preguntó: ―¿Por qué tuvo que sufrir tanto

el Salvador?‖. Tomé nuestro himnario, lo abrí en esta

canción y contesté su pregunta con este verso:

Al recordar el gran amor del Padre

que desde el cielo al Salvador envió,

aquel Jesús que por salvarme vino

y en la cruz por mí sufrió y murió 5.

Jesús sufrió tanto debido al amor que tiene por ustedes

y por mí. ¡Qué gran mensaje! La música inspiradora es

potente. Tiene el poder para hacernos humildes,

agradecidos y entregados a la oración.

En todas las generaciones, los profetas han enseñado

la importancia de la música inspiradora en nuestra

adoración. Algunos versículos de las Escrituras servirán

para ilustrar este punto.

Un pasaje del Antiguo Testamento nos declara:

―Cantad alegres a Jehová, toda la tierra; levantad la voz, y

aplaudid, y cantad salmos‖ (Salmos 98:4). En el idioma

hebreo, esas palabras significan literalmente irrumpir en

canto y gritar de gozo. Ese espíritu de entusiasmo

contrasta con el que a veces oímos en la iglesia cuando

algunos cantan pasivamente y sin espíritu de gozo.

Un pasaje del Nuevo Testamento nos aconseja tener

siempre una fuente de buena música:

―Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y

cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en

vuestros corazones;

―dando siempre gracias por todo el Dios y Padre, en el

nombre de nuestro Señor Jesucristo‖ (Efesios 5:19–20).

Otro versículo del Nuevo Testamento dice: ―La

palabra de Cristo more en… vosotros, enseñándoos y

exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando

con gracia en vuestros corazones al Señor‖ (Colosenses

3:16).

En el Nuevo Testamento también aprendemos que el

Señor y Sus apóstoles finalizaron la Última Cena con un

himno antes de partir hacia el monte de los Olivos (véase

Mateo 26:30). Esa tradición continúa el día de hoy. Cada

vez que los miembros de la Primera Presidencia y el

Quórum de los Doce Apóstoles se reúne en el templo, se

comienza con un himno, el cual nos pone a tono con el

espíritu para nuestras deliberaciones.

El Libro de Mormón enseña que sentimos deseos de

cantar alabanzas al Señor cuando nos convertimos

totalmente a Él. Alma hizo esta penetrante pregunta: ―Y

ahora os digo, hermanos míos, si habéis experimentado

un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de

cantar la canción del amor que redime, quisiera

preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?‖ (Alma 5:26).

Ammón más tarde exclamó: ―¡Bendito sea el nombre

de nuestro Dios! ¡Cantémosle loor; sí, demos gracias a su

santo nombre, porque él obra rectitud para siempre!‖

(Alma 26:8).

La total conversión es la clave para experimentar las

más grandes bendiciones de Dios. En Doctrina y

Convenios leemos esta expresión del Señor: ―Porque mi

alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de

los justos es una oración para mí, y será contestada con

una bendición sobre su cabeza‖ (D. y C. 25:12).

En el prólogo de nuestro himnario, la Primera

Presidencia declaró lo siguiente:

―La música [inspiradora] es una parte esencial de

nuestras reuniones de la Iglesia. Los himnos invitan la

presencia del Espíritu del Señor, inducen a la reverencia,

nos ayudan a sentirnos más unidos y nos dan la

oportunidad de alabar al Señor.

―El canto de los himnos muchas veces es en sí un

elocuente sermón. Los himnos nos instan a arrepentirnos

y a hacer buenas obras, fortalecen nuestro testimonio y

nuestra fe, nos consuelan cuando nos sentimos tristes o

desesperanzados y nos inspiran a perseverar hasta el fin‖.

―Esperamos que las congregaciones canten más en las

reuniones. Deseamos que todos los miembros canten los

himnos, tanto los que tengan facilidad para la música

como los que no la tengan, y que los líderes, los maestros

y los miembros en general a menudo busquen en los

hermosos versos de los himnos el tema para sus

discursos…

―Como Santos de los Últimos Días debemos llenar

nuestra casa de música que nos inspire…

―Los himnos también nos ayudan a resistir las

tentaciones de Satanás. Les sugerimos que memoricen los

himnos que más les gusten y que estudien las referencias

de las Escrituras que los acompañan. Si alguna vez tienen

pensamientos impuros, canten mentalmente uno de esos

himnos para desplazar lo malo y reemplazarlo con lo

bueno‖6.

19

La música inspiradora también tiene el poder para

persuadir. Esto lo aprendemos en los escritos de John

Jaques, quien nació en Inglaterra en 1827, de padres

metodistas wesleyanos. En su juventud, John buscó

sinceramente la verdadera religión. Estudió

intensivamente con los misioneros Santos de los Últimos

Días, y a la edad de 18 años llegó a ser miembro de La

Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El severo padre de John, molesto cuando escuchó la

noticia, escribió: ―Yo quería que... asistieras a la Iglesia

Wesleyana. Ellos [los mormones] no te enseñan... [a]

honrar y obedecer a tus padres. Espero que abandones la

idea de pertenecer a tal grupo... Eso es ficción‖.

La respuesta de John, escrita el 14 de marzo de 1847,

cuando sólo tenía veinte años, contenía estas palabras:

―Querido Padre: Yo oraré… que pueda comprender las

cosas del reino de Dios y comunicarte mis ideas... Desde

que me [uní a la Iglesia] mis ojos se han abierto, y he

logrado comprender la verdad. Puedo dar testimonio de la

verdad... de las doctrinas… de La Iglesia de Jesucristo de

los Santos de los Últimos Días‖7.

Tres años después, a la edad de 23 años, John Jaques

escribió los versos de este himno que conocemos y

amamos:

el tesoro más grande que hay,

y qué grande el valor que tendrá la verdad

cuando toda corona de vil potestad

se deseche por siempre jamás.

¿Qué es la verdad? Es el máximo don

que podría mortal anhelar.

En abismo buscadla, en todo rincón,

O subid a los cielos buscando ese don;

es la mira más noble que hay.

El déspota puede el cetro dejar;

la justicia lo puede vencer;

mas eterno será el pilar de verdad,

y su firme baluarte jamás caerá;

para siempre tendrá gran poder.

¿Qué es la verdad? Es principio y fin

y sin límites siempre será.

Aunque cielo y tierra dejaran de ser,

la verdad, la esencia de todo vivir,

seguiría por siempre jamás8.

John fue firme en su convicción de la verdad.

Permaneció fiel y leal, y con el tiempo llegó a prestar

servicio como ayudante del historiador de la Iglesia,

desde 1889 hasta su muerte el 1º de junio de 1900.

La música tiene un dulce poder para fomentar la

unidad y el amor familiar. No sólo es un componente

importante de las noches de hogar, sino que puede ejercer

una continua influencia para bien cuando los hijos ya no

son pequeños. Mi regalo para mi familia la Navidad

pasada fue un disco compacto que grabé de recuerdos

musicales. Me senté al piano y grabé una variedad de

música que había cantado con los niños o tocado para

ellos a través de los años, y les gustó. Algunos de los

nietos me dijeron que el CD era ―fantástico‖.

Para ilustrar los beneficios perdurables de tener

música inspiradora en el hogar, he pedido a algunas de

nuestras hijas que canten para ustedes esta noche. Desde

su niñez, les ha gustado cantar juntas.

Hijas, voy a presentarlas. Podrían levantar la mano y

saludar cuando mencione su nombre: Marsha Workman,

Wendy Maxfield, Gloria Irion, Brenda Miles, Sylvia

Webster, Julie Wittwer, Laurie Marsh, Rosalie Ringwood

y Marjorie Helsten.

A nuestra nuera Britney le hubiera gustado estar aquí,

pero tiene una buena excusa; hace 11 días tuvo un bebé.

Faltan dos voces más: nuestra hija Emily, quien ya

falleció, y su madre, mi ángel Dantzel. Quizás estén

mirando desde sus ventanas en el cielo. A nuestro hijo

Russell y a mí también nos gusta cantar con ellas pero no

vamos a imponerles eso esta noche.

Para ilustrar los méritos de varias generaciones de la

música inspiradora en el hogar, acompañarán a nuestra

hijas dos de sus hijas: Katie Irion Owens al piano y

Rachel Miles en la flauta. Cantarán y tocarán para ustedes

―Tan sólo con pensar en Ti‖. Después de su presentación

continuaré con mi mensaje.

[Las hijas y nietas del élder Nelson cantan y tocan

“Tan sólo con pensar en Ti”.]

Muchas gracias hijas y nietas. Wendy y yo les

amamos entrañablemente, y también sus esposos y

familias.

Muchos de ustedes, en el futuro, podrán influir en la

música que se seleccione para los servicios de la Iglesia.

Tal vez les sean útiles algunas sugerencias. Recuerden

que la música tiene el poder para nutrir espiritualmente9.

Tiene el poder para sanar10

, el poder para facilitar, nos

permite contemplar la Expiación. La música tiene el

poder para recordarnos la restauración del Evangelio con

sus principios salvadores y sus ordenanzas de exaltación.

La música nos brinda el poder para expresar

pensamientos como una oración y dar testimonio de

verdades sagradas.

La música tiene el poder para vencer las barreras entre

idiomas. En mi experiencia, algunos de los cantos más

conmovedores han sido de congregaciones que han

cantado en idiomas extranjeros para mí, y sin embargo los

sentí en el alma.

El propósito de la música en los servicios de la Iglesia

no es dar una presentación artística, sino adorar. Las

composiciones seleccionadas con espíritu de oración y

20

expresadas de manera excelente son adecuadas en

nuestros servicios de adoración si los miembros sienten

un espíritu de adoración y de revelación. La música de la

Iglesia debe ser para apoyar al Señor y Su obra y no para

llamar la atención.

Protección

La música inspiradora no sólo tiene poder, sino que

puede brindar protección. Durante muchos años, el

presidente Boyd K. Packer ha enseñado este concepto. Ha

citado con frecuencia otra declaración que la Primera

Presidencia hizo hace muchos años: ―La música puede

utilizarse para exaltar e inspirar, o para llevar el mensaje

de destrucción o degradación. Por lo tanto, es importante

que los Santos de los Últimos Días apliquemos en todo

momento los principios del Evangelio y busquemos la

guía del Espíritu para seleccionar la música con que nos

rodeemos‖11

.

Hermanos y hermanas, dondequiera que estemos,

debemos elegir cuidadosamente lo que vemos y

escuchamos. Algunos de ustedes no tolerarían la

pornografía en su hogar, y sin embargo permiten en su

hogar música que puede ser igualmente devastadora.

Muchos jóvenes escuchan música que podría

describirse como fuerte y rápida, y es cada vez más fuerte

y más rápida. Su mira es agitar, no pacificar; excitar los

ánimos más que calmar. Tengan cuidado con ese tipo de

música.

Como saben, con el tiempo, el estar expuestos a

sonidos fuertes daña los delicados órganos del oído.

Asimismo, si se exceden en escuchar música fuerte, es

muy probable que queden espiritualmente sordos. Quizás

no logren escuchar la voz apacible y delicada. En las

Escrituras dice: ―[El] Señor vuestro Dios… os ha hablado

con una voz apacible y delicada, pero habíais dejado de

sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras‖ (1

Nefi 17: 45).

No se rebajen con música estremecedora, degradante e

irreverente que no es digna de ustedes. Eliminen la basura

de su mente y de sus iPods. ¡Protejan sus normas

personales! ¡Sean selectivos! ¡Sean sensatos!

No permitan que la música indigna y estridente entre a

su vida. No es inofensiva, puede debilitar sus defensas y

permitir que pensamientos indignos entren en su mente y

pavimenten el camino de actos indignos. Por favor

recuerden:

―Lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas‖.

―Lo que es de Dios es luz‖ (D. y C. 50: 23–24).

Queridos hermanos y hermanas, por favor llenen su

mente con imágenes y sonidos dignos. Cultiven su

precioso don del Espíritu Santo. Protéjanlo, porque es un

don sumamente valioso. Escuchen con mucha atención su

delicada comunicación. Serán más fuertes espiritualmente

si lo hacen. Ustedes conocen el proverbio: ―Cual es su

pensamiento en su corazón, tal es él‖ (Proverbios 23:7).

Al controlar sus pensamientos controlarán sus hechos. En

verdad, la música inspiradora puede brindar poder y

protección a su alma.

Para el himno final de nuestra charla hoy, el coro del

Instituto de Religión de Ogden cantará ―Nuestra oración a

Ti‖12

. Yo escribí la letra de esa canción. Son mis

sentimientos de oración a nuestro Padre Celestial. Tengan

a bien recibir este ruego como parte de mi testimonio de

que Dios es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos. Yo

sé que Él vive. Jesús es el Cristo y está a la cabeza de esta

Iglesia que lleva Su santo nombre. José Smith es el

profeta de esta dispensación. El presidente Thomas S.

Monson es el profeta del Señor en la tierra en este

momento, lo testifico y expreso mi amor y bendición para

cada uno de ustedes, en el sagrado nombre de Jesucristo.

Amén.

Nuestra oración a Ti

Oramos a Ti, nuestro Padre Celestial,

con agradecido corazón y profunda emoción.

Te agradecemos a Ti nuestro gran Ejemplo—

Tu amado y sacrificado Hijo,

quien dio Su vida como sagrado rescate,

¡para poder volver a vivir contigo!

Nuestro gozo es completo, nuestro canto de

agradecimiento;

renueva nuestra fe y esperanza en Ti.

Oramos a Ti, nuestro Padre Celestial,

con agradecido corazón y adoración.

Te agradecemos nuestro amado Salvador,

que nos redimió de la muerte y el pecado;

Él nos dio Su verdad para alumbrarnos

y ayudarnos a andar en Sus caminos,

para amar, servir, levantar e iluminar

la vida de todos los que te obedezcan.

Oramos a Ti, nuestro Padre Celestial,

con gratitud y profunda devoción

por fe y esplendor sin fin,

¡eterna gloria nos una!

Oramos por misericordia, perdón

y esperanza para saber Tu voluntad.

Te anhelamos a Ti, mansos, sumisos suplicamos,

que seamos dignos de Tu confianza.

21

NOTAS

1. ―Hijos del Señor, venid‖, Himnos, Nº 26.

2. Anaheim: Living Stream Ministry, Himno Nº 101, 1985.

3. ―Isaac Watts, escritor de himnos‖ http://elvis.rowan.edu/ ~kilroy/JEK/11/25c.html

4. Himnos, Nº 41.

5. Himnos, Nº 41.

6. Himnos, IX–X.

7. Russell M. Nelson en The Power Within Us, 1988, págs. 90–91; véase Stella Jaques Bell, Life History and Writings

of John Jaques, págs. 19–21.

8. ―¿Qué es la verdad?‖, Himnos, Nº 177.

9. Véase Jay E. Jensen, ―El poder de los himnos para nutrir el alma‖, Liahona, mayo de 2007, págs. 11–13.

10. Véase ―El poder sanador de los himnos‖, Liahona, abril de 2008, págs. 36–39.

11. Véase Sacerdocio Aarónico, Manual 2, pág. 111.

12. Véase el himno en la contratapa de la revista Ensign, mayo de 2003.

22

LAS ENSEÑANZAS DE LA

CÁRCEL DE LIBERTY

Élder Jeffrey R. Holland

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Charla Fogonera de SEI para jóvenes adultos

• 7 de septiembre de 2008 Universidad Brigham Young

is queridos jóvenes amigos, a la hermana

Holland y a mí nos encanta estar aquí en

esta transmisión mundial vía satélite. Es siempre

emocionante estar en el Centro Marriot. Desearíamos

que nos fuera posible estar en cada lugar para verles

personalmente y poder estrecharles la mano, pero

todavía no hemos hallado la manera de hacerlo, por

eso les enviamos nuestros saludos y amor doquiera

que se encuentren en el mundo. A pesar de lo vasta

que es nuestra audiencia mundial, esperamos que

perciban el amor que sentimos por ustedes y que se

lleven algo de este mensaje para aplicarlo en sus

vidas.

El profeta en la cárcel de Liberty

Una de las grandes bendiciones de nuestras

asignaciones como Autoridades Generales es la

oportunidad de visitar a los miembros de la Iglesia

de diferentes partes del mundo y aprender de la

historia que nos han legado. Con ese espíritu, hoy

deseo compartir con ustedes algunos sentimientos

que tuve la pasada primavera en una asignación. Se

me pidió que visitara la conferencia de la Estaca

Platte City, al oeste de Misuri aquí en Estados

Unidos.

La Estaca Platte City, Misuri, adyacente a la

Estaca Liberty, Misuri, ahora un lugar muy famoso

en la historia de la Iglesia, está rodeada de varios

sitios históricos, incluso de la cárcel irónicamente

llamada Liberty (―libertad‖ en español). Al estudiar

la historia de la Iglesia, saben algo de la experiencia

que el profeta José Smith y sus hermanos tuvieron al

permanecer cautivos allí en el invierno de 1838–

1839. Fue una época terriblemente difícil de nuestra

historia tanto para la Iglesia como para el profeta

José Smith, quien sufrió el peso de la persecución de

esa época. Me atrevo a decir que hasta su martirio,

cinco años y medio después, no hubo una época más

agobiante en la vida del Profeta que esa

encarcelación cruel, ilegal e injustificada en la cárcel

de Liberty.

El tiempo no nos permite un análisis detallado de

las experiencias que resultaron en ese momento de la

historia; baste decir que se habían desatado

diferentes problemas desde que el profeta José había

recibido una revelación en julio de 1831 en la que

designaba a Misuri como el sitio ―consagrado para el

recogimiento de los santos‖ y para edificar ―la

ciudad de Sión‖ (D. y C. 57:1,2). Para octubre de

1838, parecía inevitable una guerra entre las fuerzas

mormonas y no-mormonas, que se veían enfrentadas

por esos problemas. Tras haber sido expulsados de

varios condados del oeste del estado, y entendiendo

que se les invitaba a analizar maneras de calmar la

volátil situación que se había generado, cinco líderes

de la Iglesia, incluso el profeta José Smith,

marcharon amparados en una tregua hasta el

campamento de la milicia de Misuri cercano al

pequeño poblado de Far West, condado de Caldwell.

Al final, se ignoró la tregua, se encadenó de

inmediato a los líderes de la Iglesia y se los puso

bajo fuerte custodia. A la mañana siguiente, se

arrestó a Hyrum, el hermano del Profeta, y a otro

líder de la Iglesia, lo que hizo un total de siete

prisioneros.

La injusticia pronto se transformó en una tragedia

cuando un llamado ―tribunal militar‖ convocado por

oficiales de la milicia ordenó que se llevara a los

prisioneros a la plaza principal de Far West y se les

fusilara de inmediato. Para su eterno mérito, el

Brigadier General Alexander Doniphan, oficial de

las tropas de Misuri, rehusó audaz y valientemente

cumplir esa orden tan inhumana e injustificable. Con

una actitud osada que podría llevarle a una corte

marcial, se quejó: ―Es un asesinato a sangre fría. No

obedeceré sus órdenes… Y si usted ejecuta a estos

hombres, le aseguro que con la ayuda de Dios lo haré

responder ante un tribunal terrenal‖1.

M

23

Al demostrar tal valor e integridad, Doniphan no

sólo salvó las vidas de esos siete hombres, sino que

se ganó la estima de todas las generaciones de Santos

de los Últimos Días.

Tras evitarse la ejecución, se llevó a los siete

líderes de la Iglesia a pie desde Far West hasta

Independence, y luego a Richmond. Parley P. Pratt

permaneció en prisión preventiva en el vecino

condado de Davies para ser juzgado, y los seis

prisioneros restantes, incluso José y Hyrum, fueron

enviados a Liberty, la ciudad cabecera del condado

de Clay, donde debían esperar su juicio hasta la

siguiente primavera. Llegaron a Liberty el 1º de

diciembre de 1838, cuando comenzaba el invierno.

La cárcel, una de las pocas y más seguras de la

región, era considerada ―a prueba de escape‖. Tenía

dos plantas. A la superior y a la principal sólo se

podía entrar mediante una puerta pequeña y pesada.

En el centro del piso (suelo) había una abertura por

la que los prisioneros descendían a la planta inferior

o calabozo. Las paredes exteriores de la prisión eran

de piedra caliza rústica de sesenta centímetros de

ancho, con paredes interiores que eran de troncos de

roble de treinta centímetros. Estas dos paredes tenían

una separación de unos treinta centímetros que se

rellenaba con escombro. Esos muros eran una

formidable e impenetrable barrera de un metro veinte

de ancho.

La altura desde el piso del calabozo hasta el techo

era de apenas un metro ochenta. Ya que algunos de

los prisioneros, incluso el profeta José, excedían

dicha altura, al ponerse de pie (pararse) debían

permanecer encorvados. Al recostarse, debían

hacerlo casi siempre sobre las rústicas piedras del

piso que en partes tenía una escasa cantidad de paja

suelta y sucia.

La comida era desagradable y a veces estaba

echada a perder; uno de ellos dijo que ―era tan

repugnante que no podían comerla hasta que el

hambre los (a ellos) forzaba a hacerlo‖2. Se había

puesto veneno en los alimentos en varias

oportunidades, lo que hacía que enfermaran

rápidamente: Durante días tenían náuseas y vómitos

y luego una especie de delirio; y no importaba si los

prisioneros vivían o morían. En sus cartas, el profeta

José define la cárcel como un ―infierno rodeado de

demonios… donde nos vemos obligados a escuchar

sólo maldiciones y presenciar un cuadro de

blasfemias, borracheras, hipocresías y libertinaje de

toda especie‖3. ―…No tenemos…suficientes mantas

que nos abriguen;‖... ―y cuando hacemos una fogata,

casi se nos obliga a respirar el humo‖4. ―…Nuestra

alma está triste‖5…y ―mi valor se debilita debido a

tan largo encierro‖6… José escribió que ―[ni] la

pluma, la lengua o los ángeles‖ podrían describir

apropiadamente ―la perversidad del infierno que he

sufrido‖7. Todo eso sucedía durante lo que fue el

invierno más frío que se haya registrado en el estado

de Misuri.

No me propongo hablar sobre las penas y

dificultades que estos hombres enfrentaron en la

cárcel de Liberty, pero permítanme mostrarles

algunas fotos y concluir la introducción de mi

mensaje. Les aseguro que tengo algo más para

decirles.

Esta foto es de la cárcel como era en el momento en

que José y los líderes de la Iglesia estuvieron

encarcelados.

Esta otra se tomó años más tarde cuando algunos

líderes e historiadores de la Iglesia visitaron el sitio.

No estoy seguro si la persona que aparece arriba está

intentando salir o entrar.

24

Ésta es una vista de la reconstrucción de la cárcel

que hizo la Iglesia y se encuentra en el centro de

visitantes. Observen el arreglo de la cuerda con el

balde, el único nexo entre el calabozo y el piso

superior.

Ésta es una pintura de Liz Lemon Swindle que

muestra a José orando. Fíjense en la expresión de

tristeza y melancolía que hay en el rostro del Profeta.

Greg Olsen ilustra cómo José pudo haber escrito

algunas revelaciones recibidas durante su cautiverio.

Ésta es la última foto, la cual me lleva al verdadero

mensaje que tengo para ustedes

.

Una experiencia de cárcel-templo

La mayoría de nosotros se refiere al edificio

Liberty como la ―cárcel‖ o ―prisión‖, y de hecho lo

era. Sin embargo, el élder Brigham H. Roberts, al

registrar la historia de la Iglesia, se refiere al lugar

como a un templo o, para ser más exacto, una

―cárcel-templo‖8. El élder Neal A. Maxwell usó la

misma expresión en algunos de sus escritos9. De

hecho, carecía de la pureza, belleza, comodidad y

limpieza de nuestros verdaderos templos, nuestros

templos dedicados. La manera de hablar y la

conducta de los guardias y criminales que ahí había

no eran para nada dignas de un templo. La brutalidad

e injusticia de esta experiencia en Liberty hacen que

la cárcel se vea como la antítesis del espíritu

25

liberador y misericordioso de nuestros templos y de

las ordenanzas que allí se efectúan. Entonces, ¿en

qué sentido podemos llamar ―templo‖ a la cárcel de

Liberty o, al menos, ―una especie de templo‖, con

respecto al progreso de José Smith como persona y

profeta? Y ¿qué nos dice ese supuesto título sobre el

amor de Dios y Sus enseñanzas, y del lugar y

momento en el que se manifestaron dichas

enseñanzas?

Al pensar en ello, ¿creemos que podemos tener

experiencias espirituales, sagradas y reveladoras en

cada una de las muchas y diversas etapas de la vida

si lo deseamos, si perseveramos y continuamos

orando y si mantenemos firme nuestra fe a pesar de

las dificultades? Amamos y atesoramos nuestros

templos dedicados, y las ordenanzas esenciales y de

exaltación que allí se efectúan; agradecemos al cielo

y a las autoridades presidentes que siguen

construyendo templos para que muchos más de

nosotros tengamos acceso a ellos. En verdad son los

edificios más santos y sagrados del reino de Dios, a

los que todos debemos asistir tan digna y

frecuentemente como sea posible.

El mensaje de esta noche es que cuando tengan

una experiencia que sea sagrada, reveladora y

profundamente instructiva con el Señor en cualquier

circunstancia, entonces han logrado éxito.

Permítanme recalcarlo: pueden tener experiencias

sagradas, reveladoras y profundamente instructivas

con el Señor durante los momentos más difíciles de

su vida, en el peor lugar, en la más dolorosa

injusticia y al afrontar la peor dificultad y oposición

que hayan tenido.

Hablemos de esas afirmaciones por un instante.

En un sentido espiritual, todos, de una u otra manera,

mayor o menor, dramática o casual, pasaremos un

breve momento en la cárcel de Liberty.

Enfrentaremos cosas que no deseamos y tal vez sin

ser culpables de ello. Quizá podríamos hacer frente a

circunstancias difíciles por motivos correctos y

apropiados como el tratar de cumplir con los

mandamientos de Dios. Podríamos sufrir

persecución, dolor, la separación de nuestros seres

queridos, sentir hambre, frío y desesperanza. Así es;

antes de morir, se nos podría dar una pizca de lo que

los profetas han enfrentado a menudo. Las

enseñanzas del invierno de 1838-1839 nos enseñan

que cada aflicción puede transformarse en una

experiencia redentora si somos fieles a nuestro Padre

Celestial durante esa tribulación. Esas lecciones

difíciles nos enseñan que la situación extrema del

hombre es una oportunidad para Dios y que, si

somos humildes, fieles, creyentes y no maldecimos a

Dios por nuestros problemas, Él puede convertir las

prisiones injustas, inhumanas y debilitadoras de

nuestra vida en templos o al menos en situaciones

que nos brinden consuelo, revelación, compañía

divina y paz.

Permítanme ir un poco más lejos: recién dije que

―pueden‖ sobrevenirnos tiempos difíciles. El

presidente Joseph Fielding Smith, sobrino nieto del

profeta José y también nieto de Hyrum, dijo algo aún

más profundo al dedicar el Centro de Visitantes de la

Cárcel de Liberty en 1963. Al referirse a la historia

que repasamos hoy, y al contemplar el sitio donde su

abuelo y su tío abuelo estuvieron recluidos tan

injustamente, dijo que quizás tales cosas ―tenían‖

que pasar. Y agregó: ―Al leer la historia de aquellos

días, los anteriores y los posteriores, he llegado a la

conclusión de que las tribulaciones, la persecución y

la oposición casi universal a la Iglesia en aquel

momento eran necesarias. De alguna manera se

convirtieron en maestros para nuestro pueblo y lo

ayudaron a fortalecerse‖10

.

Las enseñanzas de la cárcel de Liberty

Sin intención de determinar qué tipo de estas

experiencias son ―obligatorias‖ y cuáles son

―opcionales‖ en nuestra vida, aunque sean para

nuestro bien, quisiera sugerir algunas de las

―enseñanzas‖ aprendidas en Liberty que fueron

―maestros‖ para José y que pueden serlo para

nosotros, experiencias que contribuyen mucho a

nuestro aprendizaje en la vida terrenal y a nuestra

exaltación en la eternidad.

Al seleccionar estas enseñanzas he notado otro

tipo de bendición que surgió de esa adversidad. Para

transmitirles lo que deseo, utilizaré las palabras

reveladoras que pronunció José Smith durante ese

desgarrador momento, y que ahora forman parte de

las sagradas Escrituras en Doctrina y Convenios.

Supongo que no debemos tener ―pasajes favoritos‖;

yo tengo tantos de ellos que no podría limitarme sólo

a uno o dos, y si hiciera una lista de mis Escrituras

preferidas tendría que incluir las que se escribieron

desde la penumbra de la cárcel de Liberty.

26

Lo que aprendemos de inmediato es que Dios no

sólo estaba enseñándole a José Smith en esa

circunstancia, sino que Él nos estaba enseñando a

todos nosotros, aún a las generaciones venideras.

¡Qué obsequio divino son esos pasajes inspirados!

¡Qué alto precio se pagó por ello! Cuán vacías serían

nuestras vidas como Santos de los Últimos Días sin

las secciones 121, 122 y 123 de Doctrina y

Convenios. Si no las han leído últimamente, les pido

que lo hagan hoy o mañana y no para después. ¡Ésa

es la tarea y verificaré que la hagan! Sólo son seis

páginas, pero esas seis páginas conmoverán su

corazón por su belleza y poder. Además, les

recordarán que, a menudo, ―Dios trabaja

misteriosamente para realizar Sus prodigios‖11

. Él

transformó la adversidad en bendición al darnos esas

sagradas reflexiones y esos sagrados escritos

sumamente puros, nobles y cristianos, tanto en tono

como en contenido a pesar de haberse originado en

un lugar impuro, vil y nada cristiano.

1. Todos enfrentamos tiempos de prueba

Ahora, tres enseñanzas de la cárcel de Liberty: La

primera es inherente a lo que ya he dicho, esto es que

todos, incluso los justos (y quizás en especial los

justos) tendrán que enfrentar épocas de prueba.

Cuando sucede, podríamos temer que Dios nos haya

abandonado y quedemos solos, al menos por un

tiempo, y preguntarnos si nuestras aflicciones

tendrán un final. Es probable que como personas,

familias, comunidades o naciones, cada uno haya

tenido o tendrá la oportunidad de sentirse como se

sintió José Smith cuando preguntó por qué tenía que

pasar tanto dolor y cuánto durarían las tinieblas y el

quebranto. Nos identificamos con él cuando clama

desde la profunda y desalentadora reclusión: ―Oh

Dios, ¿en dónde estás?... ¿Hasta cuándo se detendrá

tu mano…? Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrir[á] [tu

pueblo]… antes que… tus entrañas se llenen de

compasión por ellos?‖ (D. y C. 121:1).

Es un ruego personal y doloroso del corazón, una

soledad espiritual que todos podríamos llegar a sentir

en algún momento de la vida.

Quizás en su juventud ya hayan tenido esos

momentos. Si es así, espero que no hayan sido

muchos, pero sea cual fuere la ocasión en que

lleguen, no debemos sucumbir al temor de que Dios

nos ha abandonado o no escucha nuestras oraciones.

Él nos escucha. Él nos ve. Él nos ama. Cuando

atravesemos situaciones desesperadas y deseemos

clamar ―¿en dónde estás?‖, es fundamental recordar

que Él está allí con nosotros, ¡donde siempre ha

estado! Debemos seguir creyendo, teniendo fe,

orando y rogando al cielo, aunque por algún tiempo

sintamos que no se nos escucha y que, de alguna

forma, Dios se ha ido. Él está con nosotros y escucha

nuestras oraciones, y cuando lloramos, Él y los

ángeles lo hacen con nosotros.

Cuando tengamos tiempos difíciles, de soledad y

rechazo debemos perseverar, continuar y persistir.

Tal era el mensaje del Salvador en la parábola de la

viuda y el juez injusto (véase Lucas 18:1-8; 11:5-10).

Sigue tocando esa puerta y rogando; entretanto,

debes saber que Dios escucha tus clamores y conoce

tu angustia. Él es tu Padre y tú, Su hijo o hija

espiritual.

Cuando acontezca lo que deba acontecer, y lo que

se deba aprender se haya aprendido, sucederá con

nosotros lo mismo que con el profeta José. En el

preciso momento en el que él se sentía más solo y

alejado del oído divino fue cuando recibió la

maravillosa ministración del Espíritu y las

extraordinarias y gloriosas respuestas de su Padre

Celestial. La voz de Dios penetró el sombrío

calabozo en ese deprimente momento para decir:

―Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus

aflicciones no serán más que por un breve

momento;

―y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te

exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos‖ (D.

y C. 121:7-8).

Aunque nos sucedan cosas que parezcan injustas

y aunque recibamos malas e inmerecidas actitudes,

tal vez de quienes consideramos enemigos y también

de quienes creíamos nuestros amigos, Dios estará

con nosotros siempre. Es por ello que este

maravilloso coro nos cantó el tradicional y antiguo

himno cristiano de Sarah Adams, ―Más cerca, Dios,

de Ti‖ del que pocas veces se canta la cuarta estrofa

que dice:

―Y luego, al despertar, te alabaré.

Humilde, un altar te levantaré.

Allí mi corazón dirá su oración:

más cerca, Dios, de Ti, cerca de Ti‖12

.

No estamos solos en nuestras pequeñas prisiones.

De hecho, cuando sufrimos estamos más cerca de

Dios de lo que hayamos estado en la vida. Esa

27

convicción puede transformar cada situación en una

experiencia similar a la del templo. De nuestra

jornada por la vida, el Señor ha prometido: ―Iré

delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a

vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro

corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para

sosteneros‖(D. y C. 84:88). Es una declaración

eterna de amor y preocupación de Dios por nosotros,

en especial, para los momentos de aflicción.

2. Aun el justo sufrirá

Segundo, debemos comprender que sólo porque

nos sucedan cosas difíciles y, que a veces, parezcan

injustas o sin razón, no significa que seamos inicuos,

indignos de las bendiciones o que Dios esté

decepcionado con nosotros. Claro que el pecado

acarrea sufrimiento y la única solución es el

arrepentimiento. Sin embargo, el sufrimiento

también llega a los justos. Habrán notado que se le

recordó a José en la cárcel de Liberty que a pesar de

haber sido ―echado en… dificultades‖ y de haber

sufrido tribulaciones y de haber sido acusado

falsamente, apartado de su familia, echado en un

foso o en manos de homicidas, debía recordar que lo

mismo le había sucedido al Salvador del mundo y

que dado que Él había salido victorioso, nosotros

también lo haremos (véase D. y C. 122:4-7). Al

darnos este serio recordatorio de lo que el Salvador

atravesó, la revelación recibida en Liberty dice: ―El

Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello.

¿Eres tú mayor que él?‖ (D. y C. 122:8).

No, José Smith no era mayor que el Salvador, ni

nosotros tampoco lo somos. Cuando prometemos

seguir al Salvador, caminar sobre Sus pasos y ser

Sus discípulos, también prometemos ir por ese

sendero divino para que nos guie, ya que de una

forma u otra, el camino de la salvación siempre nos

conduce a Getsemaní. Así que si el Salvador

enfrentó tales desalientos, persecución, iniquidad,

desánimo y sufrimiento, nosotros no podemos

esperar no tener que enfrentar parte de ello si

deseamos ser Sus verdaderos discípulos y Sus fieles

seguidores. Ciertamente esto recalca el hecho de que

los rectos, y en el caso del Salvador, la

personificación de la rectitud, pueden sufrir a pesar

de ser dignos delante del Señor.

De hecho, debería ser una fuente de gran consuelo

doctrinal que Jesús, durante la Expiación, haya

experimentado todos los pesares y dolores, todas las

desilusiones e injusticias que toda la familia humana

ha sufrido, sufre y sufrirá desde Adán y Eva hasta el

fin del mundo para que nosotros no debamos

sufrirlos de manera tan grave o intensa. No importa

cuán pesada sea nuestra carga, lo sería aún más si el

Salvador no la hubiera sufrido antes y hubiera

llevado la carga con nosotros y por nosotros.

A comienzos del ministerio del profeta José, el

Salvador le enseñó esta doctrina. Tras hablar de

padecimientos tan dolorosos y difíciles de aguantar,

Jesús dijo: ―Porque he aquí, yo, Dios, he padecido

estas cosas por todos, para que ‗tú y yo‘, ‗y todos‘ no

padezcan, si se arrepienten‖ (D. y C. 19:16). En los

momentos de dolor y prueba, creo que nos

estremecería pensar que podría ser peor; pero está

claro que podría ser y sería peor; y eso no es peor

sólo mediante nuestra fe, arrepentimiento y

obediencia al Evangelio y que nos otorgó la sagrada

Expiación.

Es más, vemos que no sólo el Salvador ha sufrido,

y en Su caso totalmente inocente, sino también la

mayoría de los profetas y otros grandes hombres y

mujeres que hallamos en las Escrituras. Nombren a

un profeta del Antiguo Testamento o del Libro de

Mormón o a algún apóstol del Nuevo Testamento o

líder de cualquier dispensación, incluso la nuestra, y

nombrarán a alguien que ha sufrido aflicción.

¿Qué quiero decir? Que si tienen un mal día,

estarán en muy buena compañía, de la mejor que

hayan tenido.

Ahora bien, no me malinterpreten; no debemos

buscar el dolor, ni buscar ser mártires. Las

dificultades nos encontrarán aunque no las

busquemos. Entonces, ya que es obvio que, en un

sentido espiritual, nos espera un breve período en la

cárcel de Liberty, recuerden estas dos verdades que

se le enseñaron al profeta José en aquella ―cárcel-

templo‖. Primero, Dios no te ha olvidado y, segundo,

el Salvador pasó por lo que estás pasando; deja que

Él te brinde la liberación y el consuelo.

El profeta Isaías escribió, el Señor te tiene

grabado en las palmas de las manos, esculpido de

manera permanente en Sus cicatrices con clavos

romanos como cincel. Al haber pagado el precio por

ti con sufrimiento, el Padre y el Hijo jamás te

olvidarán ni abandonarán en tus aflicciones (véase

Isaías 49:14-16; 1 Nefi 21:14-16). Ellos han

planeado, preparado y garantizado tu victoria si la

28

deseas; así que sé creyente y ―sobrellévalo bien‖ (D.

y C. 121:8). Al final, ―será para tu bien‖ (D. y C.

122:7) y, ―sin ser compelido‖, un ―dominio eterno‖

fluirá hacia ti para siempre jamás‖ (D. y C. 121:46).

3. Permanezcamos tranquilos, pacientes,

caritativos y perdonadores

En tercer y último lugar, quisiera que todos

recordemos que en medio de estos difíciles

sentimientos justificados de enojo o de reacción o de

deseo de venganza y el querer pagar ojo por ojo y

diente por diente, el Señor nos aclara desde la

―cárcel-templo‖ de Liberty ―que los derechos del

sacerdocio están inseparablemente unidos a los

poderes del cielo, y que éstos no pueden ser

gobernados ni manejados sino conforme a los

principios de la rectitud‖ (D. y C. 121:36). Por lo

que, aunque enfrentemos circunstancias angustiantes

y sintamos algo que nos impulse a reaccionar contra

Dios, contra hombre, amigo o enemigo, debemos

recordar que ―ningún poder o influencia se puede ni

se debe mantener… [salvo] por persuasión, por

longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor

sincero;… sin hipocresía y sin malicia‖ (D. y C.

121:41-42; cursiva agregada).

Para mí siempre ha sido un maravilloso

testimonio de la grandeza del profeta José y de todos

nuestros profetas, y en especial del Salvador del

mundo y de Su magnificencia, que en medio de gran

tribulación y dificultades podían permanecer en

calma y ser pacientes, benévolos y dispuestos a

perdonar; y que incluso pudieran hablar y vivir de

esa manera. Podían hacerlo y lo hicieron.

Recordaron sus convenios y tuvieron autodisciplina;

sabían que debemos vivir el Evangelio en todo

momento y no sólo cuando es conveniente y las

cosas van bien. Ellos sabían que la verdadera prueba

de nuestra fe, como discípulos de Cristo, viene

cuando las cosas no van tan bien. Es ahí que

llegamos a conocer nuestra verdadera esencia y la

firmeza de nuestro compromiso hacia el Evangelio.

El mejor ejemplo es cuando en las horas más

dolorosas de la Crucifixión el Salvador dijo: ―Padre,

perdónalos, porque no saben lo que hacen‖ (Lucas

23:34). Es algo difícil de pedir cuando nos hacen

daño; es difícil hacerlo cuando se nos ha ofendido; o

estamos cansados, tensionados o padeciendo de

manera inocente. Ahí es cuando la actitud cristiana

prevalece. Recuerden que ―los poderes del cielo…

no pueden ser gobernados ni manejados [salvo]

conforme a los principios de la rectitud‖; ¡y claro

que necesitamos esos poderes! Al igual que se le

enseñó a José en esa ―cárcel-templo‖, aún en medio

de la angustia y el dolor debemos dejar que

―[nuestras] entrañas se llenen de caridad para con

todos los hombres…; entonces [nuestra] confianza se

fortalecerá en la presencia de Dios; y… el Espíritu

Santo será [nuestro] compañero constante‖ (D. y C.

121:45-46).

Sólo la influencia divina puede ayudarnos si

somos fieles a nuestros principios cristianos. Es

imposible que el Espíritu entre en un corazón lleno

de odio, ira, venganza y autocompasión, porque esos

sentimientos son la antítesis del Espíritu. Sin

embargo, el Espíritu mora en corazones que tienen

benevolencia, longanimidad y bondad y que pueden

perdonar; esos son los principios de un verdadero

discípulo. ¡Qué gran testimonio de que los principios

del Evangelio se deban aplicar en todo momento y

lugar, y que si somos fieles, la victoria de llevar una

vida cristiana jamás desaparecerá, sin importar la

situación! Amo muchísimo la majestuosidad de estas

distinguidas y celestiales enseñanzas que

irónicamente se dieron en un lugar y momento tan

viles.

Haced todas las cosas con buen ánimo

Para concluir la lección de la cárcel de Liberty,

cito el último versículo de la tercera sección a la que

nos hemos referido hoy. En esta declaración y

Escritura sagrada surgida de la experiencia de la

cárcel de Liberty, el Señor nos dice por medio de Su

profeta José Smith: ―Por tanto, muy queridos

hermanos, [cuando estemos incluso en los momentos

de mayor tribulación] hagamos con buen ánimo

cuanta cosa esté a nuestro alcance; y entonces

podremos permanecer tranquilos, con la más

completa seguridad, para ver la salvación de Dios y

que se revele su brazo‖ (D. y C. 123:17; cursiva

agreagada).

¡Qué conclusión tan optimista y fiel para

pronunciarse desde una ―cárcel- templo‖! Cuando

José escribió esas líneas ignoraba cuándo se le

liberaría o si saldría en libertad alguna vez. Todo

parecía indicar que sus enemigos aún planeaban

quitarle la vida. Peor aún, su esposa e hijos estaban

solos, aterrorizados, a menudo sufrían hambre y se

preguntaban cómo podrían valerse por sí mismos sin

29

su esposo y padre. Además, los santos estaban sin

hogar y sin profeta; estaban saliendo de Misuri y se

dirigían a Illinois, pero con el temor de enfrentar más

tragedias. Cabe repetir que eran los más sombríos y

lúgubres momentos.

En esas frías y solitarias horas, José dice:

―hagamos con buen ánimo todo cuanto podamos y

entonces confiemos en que el Señor tenga

misericordia y revele Su brazo, a nuestro favor‖.

¡Qué actitud majestuosa para conservar en buenos

y malos momentos, y en gozo y tribulaciones!

Bendición y testimonio

Mis queridos jóvenes amigos, como parte de mi

testimonio esta noche, quisiera darles una bendición.

Me parece que al llevar nuestro testimonio

apostólico al mundo, tenemos dos oportunidades y,

tal vez, de hecho, obligaciones. Una es la de

testificar y dar testimonio como he intentado e

intento hacerlo. La otra es bendecir. Los antiguos

Apóstoles lo hicieron cuando el Salvador los invitó a

hacerlo como Él lo había hecho, salvo que sería en

todo el mundo.

Así que para cada uno de ustedes que ha asistido

esta noche, aquí en este vasto auditorio o en

cualquier otro lugar en el mundo, yo bendigo a cada

uno de ustedes en sus circunstancias individuales,

como si mis propias manos estuvieran sobre su

cabeza. La declaro sobre ustedes tan sinceramente

como declaro mi testimonio. Les bendigo en el

nombre del Señor que Dios les ama, que escucha sus

oraciones, que está a su lado y que nunca los

abandonará.

Bendigo a los hermanos, para que ustedes, para

que nosotros, seamos dignos del sacerdocio que

portamos. Que seamos fieles al discipulado para el

cual hemos sido llamados, en ese gran orden, el

Santo Sacerdocio, según el Orden del Hijo de Dios.

Les bendigo para que seamos realmente como el

Maestro, para que pensemos más como Él piensa,

para que hablemos más como Él habla y para que

hagamos más como Él hizo. Les bendigo hermanos

en su lucha por ser fieles, para que tengan todas las

bendiciones del Sacerdocio, muchas de las cuales

hemos citado esta noche de estas secciones del libro

de Doctrina y Convenios.

Bendigo a las hermanas que son parte de esta

audiencia y a las que estén al alcance de mi voz, y

asimismo les hago saber cuánto las apreciamos y lo

mucho que Dios las aprecia y lo mucho que la

bandera de la fe ha sido ondeada por las hermanas de

esta Iglesia desde el principio. Parece que, en cada

generación, desde el principio de los tiempos hasta el

presente y aún más allá, con frecuencia han sido las

mujeres de nuestras vidas —nuestras abuelas,

nuestras madres, nuestra esposa, nuestras hijas,

nuestras hermanas y nuestras nietas— las que han

llevado esa antorcha de la fe y esa bandera de la

belleza terrenal y llevado adelante los principios del

Evangelio dondequiera que fuera, contra cualquier

penuria, en su propia o pequeña cárcel de Liberty en

tiempos de dificultad. Hermanas, las amamos,

honramos y bendecimos. Rogamos que cada deseo

justo de su corazón, en esta noche y para siempre, les

sea concedido sobre su cabeza; y que al salir de este

devocional lo hagan con el entendimiento y el

conocimiento firmes en su corazón de que Dios, el

cielo y las Autoridades Generales que presiden esta

Iglesia las aman y las honran.

Los saludo, jóvenes adultos de esta Iglesia que

son parte de esta gran congregación del SEI, y les

digo que el futuro está en sus manos. Los de mi

generación tendrán que, en un futuro muy cercano,

pasarles la batuta a ustedes. Dios les bendiga al

enfrentar esos tiempos con el valor, la honestidad y

la integridad de las que hemos hablado aquí esta

noche.

Para concluir, testifico que el Padre y el Hijo

viven. Testifico que ellos están cerca, tal vez más

cerca por medio del Espíritu Santo cuando tenemos

tiempos de dificultades. Testifico, (al igual que lo

hará el último número musical ―Mi bondad no se

apartará de vosotros‖ y que cita al profeta Isaías) que

la bondad del cielo nunca se apartará de ustedes,

pase lo que pase (véase Isaías 54:7-10; 3 Nefi 22:7-

10). Testifico que los días difíciles terminarán, que la

fe siempre triunfa y que las promesas celestiales

siempre se cumplen. Testifico que Dios es nuestro

Padre, que Jesús es el Cristo, que éste es el

verdadero y viviente Evangelio, fundado en ésta, la

verdadera y viviente Iglesia. Testifico que el

presidente Thomas S. Monson es un profeta de Dios

y que es nuestro profeta para este tiempo y para estos

días, le amo y le sostengo como sé que ustedes

también lo hacen. Y en las palabras de la cárcel de

Liberty, en la experiencia de la cárcel-templo, mis

querido joven amigo y amiga, ―Persevera en tu

30

camino… no temas… porque Dios estará contigo

para siempre jamás‖ (D. y C. 122:9) En el nombre de

Jesucristo. Amén.

Notas:

1. En History of the Church, 3, págs. 190-91.

2. Alexander Mc Rae, en A Comprehensive History of the Church, 1, pág.521.

3. History of the Church, 3, pág. 290.

4. Carta a Isaac Galland, 22 de marzo de 1839, en Personal Writings of Joseph Smith, rev. ed. comp. Dean

C. Jessee, 2002, pág. 456.

5. Carta a la Iglesia en el Condado Caldwell, 16 de diciembre de 1838; ―Communications‖, Times and

Seasons, abril de 1840, pág. 85.

6. Carta a Emma Smith, 21 de marzo de 1839, en Personal Wrintings, pág. 449

7. Carta a Emma Smith, 4 de abril de 1839, en Personal Writings, págs. 463 y 464; cursivas y mayúsculas

actualizadas.

8. Véase Comprehensive History, 1:521 cap. de encabezamiento; véase también pág. 526.

9. Véase, para ejemplo, ―A Choice Seer‖, Ensign, agosto de 1986, pág. 12.

10. ―Text of Address by Pres. Smith at Liberty Jail Rites‖. Church News, 21 de septiembre de 1963, pág.

14; cursiva agregada.

11. ―Con maravillas obra Dios‖ Himnos, Nº 191.

12. Himnos, Nº 50; cursiva agregada.

31

¿QUÉ CLASE DE HOMBRES Y MUJERES

HABÉIS DE SER?

Obispo H. David Burton

Obispo Presidente

Charla fogonera para adultos solteros •

2 de noviembre de 2008 • Universidad Brigham Young

a hermana Burton y yo, junto con algunos

integrantes de nuestra familia; que incluye a

tres estudiantes de BYU, un estudiante de la

Universidad del Estado de Utah, y una bonita amiga,

Crystal Ming, que asiste al instituto de religión en la

Universidad de Washington; estamos complacidos

de estar con ustedes en esta tarde del día de reposo.

A Bárbara y a mí en verdad nos encanta asociarnos

con la nueva generación. Nos gusta su exuberancia;

encomiamos su fidelidad; les amamos por lo que han

logrado en sus jóvenes vidas y por lo que logran al

servir con gran distinción al Señor y los unos a los

otros. Les amamos por la virtud y bondad que

reflejan sus rostros y emanan de su presencia aquí

esta noche.

Hace dos semanas participamos en un devocional

para los obreros del Templo de Nauvoo, muchos de

estos maravillosos hermanos son varias generaciones

mayores que la mayoría de ustedes. Sentimos la

presencia de un maravilloso espíritu en esa ocasión

en esa gloriosa casa. Sentimos ese mismo espíritu al

visitarles a ustedes esta noche, aunque ustedes me

intimidan un poco al reunirse en grandes números,

tanto en este edificio tan especial de este hermoso

campus universitario como en muchos otros lugares

alrededor del mundo, vía satélite o por otro medio

tecnológico.

Nunca olvidaré mi primera experiencia al hablar

en una conferencia general de la Iglesia. La

invitación que recibí decía que yo debía hablar

durante 14 minutos en la sesión del domingo por la

mañana y después del presidente Howard W. Hunter.

No hace falta mencionar que las circunstancias me

resultaron muy intimidantes en esa ocasión. Como

una semana antes de la conferencia general, me

encontré al élder Russell M. Nelson en un pasillo y

me preguntó cómo iba con mi mensaje y le confié

que me estaba costando mucho prepararlo. Entonces,

me di cuenta de que la única razón por la que él

sabía que yo iba a discursar era porque su invitación

indicaba que él hablaría después de mí. Armado con

este dato tan importante, osadamente le pregunté al

élder Nelson por qué alguien tan novato y

despavorido como yo había sido puesto entre el

presidente Hunter y él. Se quedó pensando un

momento y entonces con esa chispa acostumbrada en

sus ojos dijo: ―Obispo, la única razón que se me

ocurre es que usted fue puesto allí por inspiración

para hacernos lucir bien‖. La intimidación se elevó al

máximo después de esa breve conversación.

“¿Qué será de ti en la vida?”

Hace casi medio siglo, justo antes de mi

experiencia misional en Australia, tuve la gran

bendición de trabajar en una tienda de golf para un

extraordinario escocés y golfista profesional. Se

llamaba Alex McCafferty. Él no era de nuestra fe, y

aunque había vivido por más de 25 años entre Santos

de los Últimos Días, no comprendía realmente

nuestra doctrina ni el Evangelio. Era un hombre

espléndido como patrón, y siempre estaré agradecido

por su generosidad y muchos favores. La orientación

paciente que me brindó en cuanto a los pormenores

del juego de golf me ayudó a encontrar el éxito en

algunas experiencias juveniles de competición y me

ha permitido disfrutar toda una vida de golf

recreativo. En ocasiones su lenguaje, envuelto en su

marcado acento escocés, era un poco subido de tono.

Cuando mi desempeño no alcanzaba las expectativas

de Alex o cuando yo cometía un error al atender a un

cliente, con una suave pero firme voz escocesa, él

profería una palabrota seguida de la misma pregunta:

―David, mi muchacho, ¿qué será de ti en la vida?‖.

Aún recuerdo las palabras exactas que él me dijo

cuando finalmente me armé de valor y le informé

que había aceptado el llamado de un profeta de Dios

para servir durante dos años como misionero en

Australia y que, por lo tanto, tendría que renunciar a

mi trabajo. En esa ocasión su respuesta fue precedida

L

32

por varias palabrotas y la declaración: ―David, mi

muchacho, no llegarás a ser nadie si te revoloteas por

el mundo hablando de tu religión‖.

Un día o dos antes de que yo partiera para mi

misión, pasé a despedirme de mi buen amigo Alex.

Al estrechar su mano y expresarle mi aprecio, me

acercó a él y me puso en la mano un sobre. Ambos

teníamos algunas lágrimas en los ojos mientras me

dirigía rápidamente hacia mi automóvil. Manejé por

varios minutos hasta un parque cercano y en medio

de la soledad circundante, leí su nota y encontré que

había puesto en el sobre una buena suma de dinero

para ayudarme con los gastos de la misión.

Casi un año después, mientras yo servía en

Adelaida, Australia, recibí una carta de Alex que

decía: ―David, mi muchacho, me contaron que un

misionero necesita un traje nuevo después de un año,

por favor, con este dinero, cómprate uno hecho de la

más fina lana escocesa‖.

Pocos días después de regresar de Australia, pasé

por el campo de golf para renovar nuestra amistad.

Alex me preguntó si estaba listo para jugar golf y le

dije que mis días de golfista serio habían terminado

al vender mis palos de golf y mi auto para sufragar

los gastos de la misión; además, ya era hora de que

en verdad me pusiera serio respecto a mi formación

académica.

Él contestó, empezando con sus acostumbradas

palabrotas: ―David, mi muchacho, nunca serás nadie

en la vida si no juegas al golf, ve directamente a la

tienda y escoge un juego de palos de golf que te

gusten‖.

Hice exactamente eso y después de casi 50 años

aún conservo esos palos de golf. Desde luego que no

me complació el lenguaje subido de tono de Alex,

pero siempre estaré agradecido por las lecciones de

honradez, integridad y generosidad que aprendí

mientras trabajaba con él.

A través de los años, con frecuencia he

reflexionado sobre la pregunta de Alex: ¿Qué será de

ti en la vida? Alex expresaba, a su manera, su

descontento conmigo. Él cuestionaba mi capacidad

para seguir instrucciones, mi atención a las tareas

sencillas y mi compromiso con el trabajo. Él también

cuestionaba si tenía el deseo de ser un adulto exitoso,

productivo y que contribuyera a la sociedad. He

reflexionado sobre esos asuntos una y otra vez. Debo

admitir que fueron excelentes preguntas en ese

entonces y lo continúan siendo en la actualidad.

Todavía estoy ―en proceso de construcción‖.

También he concluido que Alex cuestionaba mis

logros en la vida más que el trayecto recorrido. Su

cuestionamiento, sin embargo, hace que surja la

pregunta: ¿Qué constituye el éxito en esta vida?

Cultiven atributos cristianos

Quizás la mejor pregunta en la que debamos

concentrarnos no sea si llegaremos a algún lado y así

ser exitosos ante los ojos del mundo, sino más bien

la pregunta que hizo el Salvador mismo: ―Por lo

tanto, ¿qué clase de hombres [y mujeres] habéis de

ser?‖ Recordarán que la respuesta en Sus propias

palabras fue: ―En verdad os digo, aun como yo soy‖

(3 Nefi 27:27). Aún más, el Salvador señaló:

―porque aquello que me habéis visto hacer, eso

haréis vosotros‖ (vers. 21).

¿Qué clase de hombres y mujeres habéis de ser?

En mis reflexiones todavía me pregunto: ¿Cuáles son

los atributos de una vida cristiana? ¿Cuál es el

modelo adecuado a seguir para enfrentar los desafíos

de la vida? ¿Qué significa ser ―aun como yo soy‖?

No sé ciertamente todo lo que se espera, pero los

atributos como el amar a Dios y al prójimo, la

compasión, el ejemplo, la obediencia, el servicio y el

guardar los convenios podrían ser algunos.

Hace poco, un conocido de nosotros, y amigo

cercano de nuestra hija y de nuestro yerno, falleció

después de una aguerrida y larga batalla contra un

tumor cerebral. Poco después de su fallecimiento, un

amigo envió una prosa a la esposa de nuestro amigo

en la que expresaba sus sentimientos. Con el permiso

de ellos, comparto esas palabras, no por su

excelencia literaria, sino más bien por los

sentimientos que transmiten. Comienza así:

―[Estimada] Diane,

por favor, dile a Harold ‗gracias‘

por cambiar mi vida,

por ser un ejemplo para mí

de liderazgo en el sacerdocio,

de cuidado por el prójimo,

de generosidad, de incansable servicio,

y en verdad, de amor cristiano.

―Por favor, dile a Harold de los muchos recuerdos

que llevo conmigo cada día,

que me fortalecen,

y me guían,

33

recuerdos que me dio

cuando serví a su lado.

―Por favor, dile a Harold cómo su ejemplo

de esposo amoroso,

de padre bondadoso,

de fiel siervo del Señor,

lleno de buen humor,

lleno de visión,

me ha dado la pauta a alcanzar

y ha bendecido la vida de mi esposa y de mis

hijos.

―Por favor, dile a Harold que fue un gran honor

haberle conocido en esta vida terrenal

y haber servido a su lado.

―Por favor, dile a Harold de las lágrimas que he

derramado,

y del dolor en mi corazón,

de saber que él retornará pronto

y dará su informe.

―Por favor, dile a Harold que le amo

por su bondad,

su ejemplo,

y su amistad.

―Por favor, dile a Harold que lo extrañaré

pero que ansiosamente me prepararé

para regocijarme con él otra vez

en las cortes celestiales del Más Alto Dios.

―Por favor, dile a Harold que serviré al Señor

con todo mi corazón, alma, mente y fuerza

en memoria de su ejemplo,

dedicación

y devoción al Señor.

―Por favor, dile a Harold...

Gracias‖1.

Los atributos descritos en la prosa ―Por favor, dile

a Harold‖ pueden también ser dignos de ser

incorporados a nuestra vida. Cuando las virtudes

como el ejemplo, el poder del sacerdocio, el cuidado

al prójimo, el servicio, el amor, el ser un esposo y

padre amoroso, la bondad, la amistad, la devoción y

la dedicación pueden ser atribuidas a nosotros, como

en el caso de Harold, en verdad nuestra vida puede

ser considerada cristiana y por lo tanto plena y

exitosa.

El presidente Thomas S. Monson con frecuencia

se refiere a su herencia escocesa y a sus experiencias

como un muchacho que vivía cerca de sus abuelos

escoceses, tías, tíos y primos. Me pregunto cuántas

veces él oyó algo como: ―Tommy, mi muchacho,

¿qué será de ti en la vida?‖ Sospecho que siendo él

un niño con muchos y variados intereses, con una

mente creativa e imaginativa y mucha energía, le

habrán hecho esa pregunta más de una vez.

La vida del presidente Monson nos da un modelo

a seguir en nuestra propia vida. Esto es

particularmente cierto en lo que yo llamo su

ministerio privado. Por otro lado, su ministerio

público es un libro abierto, lleno de admirable

servicio a nivel de barrio, de estaca, de misión y a

nivel general en la Iglesia; dudo que haya habido

alguien más devoto a cada una de sus asignaciones

eclesiásticas en esta dispensación que el presidente

Thomas S. Monson.

De vez en cuando llegamos a echar un vistazo a

su ministerio privado. Él presta servicio, se

preocupa, tiende una mano y bendice a la persona en

particular, brinda ánimo y consuelo; todos esos son

componentes esenciales de su ministerio privado.

Hace poco una estimada vecina necesitó de una

corta estadía en una clínica de rehabilitación.

Cuando mi esposa Bárbara y yo la visitamos, ella

estaba ansiosa por decirnos que el presidente

Monson había ido a la reunión sacramental en ese

lugar.

―Él estaba tan cerca‖, exclamó, ―que hubiera

podido extender la mano y tocarlo‖.

Ella estaba muy emocionada al ver que el

presidente de la Iglesia se preocupaba por ella.

El presidente Monson vive el credo que él suele

enseñar: ―Las cinco palabras más importantes son

éstas: Estoy muy orgulloso de ti. Las cuatro más

importantes incluyen: ¿Cuál es tu opinión? Las tres

más importantes son: Por favor, podrías. Las dos

más importantes son: Te agradezco y la menos

importante es: Yo2.

El Salvador usaba con frecuencia parábolas para

enseñar lecciones importantes. De la misma manera,

al presidente Monson le encanta contar relatos para

ilustrar sus enseñanzas. El presidente Eyring,

reflexionando en el uso de relatos por parte del

presidente Monson, dijo que ustedes pensarán que el

relato ya lo habrán oído antes, pero si son pacientes y

escuchan con atención, descubrirán que los relatos

no son los mismos, porque el Espíritu les inspirará

para recibir el mensaje de una manera diferente.

34

Uno de los relatos que él cuenta viene de sus días

de diácono. Al presidente Monson y a otros

miembros de su quórum se les había asignado ser los

esquimales en una gira del grupo de teatro del barrio.

La hermana del presidente Monson representaba a la

Dama de la Libertad. Al enfermarse su hermana de

una severa laringitis en el preciso momento de la

presentación, se temía que ella no pudiera decir su

parte y el espectáculo se cancelara. Los ―esquimales‖

decidieron hacer algo al respecto. Se reunieron en un

cuarto en el sótano de la capilla y se arrodillaron a

orar. Ellos buscaron la intervención del Espíritu del

Señor a favor de la hermana del presidente Monson

y, en el tiempo señalado, la Dama de la Libertad

pudo decir su parte con una voz clara. La hermana

del presidente Monson recordó esa experiencia como

un milagro en su vida y estuvo agradecida por

aquellos esquimales.

Este sencillo relato nos recuerda que el presidente

Monson siempre ha sido una persona de gran fe y

oración. Él utiliza esos grandes dones para bendecir

la vida de muchos hoy en día. Es un ejemplo de la

clase de hombres y mujeres que debemos ser: gente

de fe y oración. La oración es esencial para nuestro

fortalecimiento y convicción personales. Recuerden

la pregunta de Nefi a sus incrédulos hermanos:

―¿Habéis preguntado al Señor?‖ (1 Nefi 15:8). La

vida del presidente Monson es un modelo que

podríamos usar para definir y conformar nuestra

propia vida.

Oren en busca de ayuda al tomar decisiones

Muchos de ustedes están en un momento en el

que tomarán decisiones que moldearán su vida

terrenal así como su vida eterna. Algunos ya están en

el proceso de tomar decisiones sobre su formación

académica; otros tal vez piensen en una misión;

muchos tal vez estén procurando decidir qué carrera

seguir y qué trabajo desempeñar en la vida. Quizá

algunos de ustedes estén intentando decidir si ese

alguien es la persona apropiada para ser su

compañero o compañera por la eternidad. Estas

decisiones serán mucho más fáciles de tomar si las

presentan ante el Señor en oración.

Algunos de ustedes tal vez estén luchando con el

pecado y tratando de decidir si quieren ser limpios

mediante el poder expiatorio de Jesucristo. Otros tal

vez estén fallando en su testimonio del Evangelio y

tratando de decidir qué se puede hacer para revertir

ese rumbo. Las decisiones sobre ésos y otros

importantes asuntos tendrán un gran impacto en la

clase de hombres y mujeres que serán y en lo que

lograrán durante su vida; o, dicho a la manera de mi

amigo Alex, lo que será de ustedes en la vida.

Las decisiones realmente críticas y que moldean

la vida son generalmente muy difíciles de tomar.

Siempre existen esas pequeñas condiciones,

aditamentos y objeciones que tienden a complicar y

retrasar la respuesta. Con frecuencia he deseado que

hubiera una píldora mágica que pudiéramos tomar y

nos hiciera tomar la mejor decisión. Pero a falta de

esa píldora mágica, ¿les puedo ofrecer una

sugerencia para ayudarles a la hora de tomar

decisiones? Procuren la participación de su Padre

Celestial a través de la oración humilde y después

tengan fe y determinación para seguir Su consejo

según lo indique el Espíritu Santo. El Señor nos ha

pedido que estudiemos las cosas en nuestra mente y

luego le preguntemos. Él promete: ―Haré que tu

pecho arda dentro de ti, por tanto, sentirás que está

bien‖ (D. y C. 9:8). La clase de hombres y mujeres

que llegarán a ser se realzará al escuchar y obedecer

la voz suave y apacible. Recuerden, parte del

escuchar es ―sentir que está bien‖.

En los Estados Unidos se acaba de terminar otra

temporada de béisbol. La Serie Mundial ha

terminado y un nuevo campeón ha sido coronado.

Hace más de 50 años un atleta muy bueno comenzó

a jugar como jardinero izquierdo para los Medias

Rojas de Boston, pero su carrera en el béisbol se vio

interrumpida dos veces por llamados a servir en el

ejército como piloto de combate. Los medios de

comunicación le llamaban ―El gran flaco‖ porque era

muy delgado pero muy bueno bateando. Él fue el

último jugador de las ligas mayores en tener un

promedio de bateo de más de .400 durante todo el

año, es decir, que le pegaba a la pelota más de 4

veces por cada 10 turnos al bate. Ése fue el logro que

lo llevó a la fama y nadie ha sido capaz de igualar su

marca en los últimos 50 años. El nombre de este

jugador era Ted Williams.

Muchos años después de que Ted hubiera

terminado su carrera en el béisbol, el público se

enteró de algo muy interesante sobre él y es que su

visión resultó ser superior a 20/20. Aparentemente

esta extraordinaria y excelente visión que tenía Ted

le daba una pequeña ventaja porque podía ver la

35

pelota mejor que otros jugadores y le daba un micro

segundo adicional para decidir si debía abanicar, él

podía ver si la pelota venía girando o si se iba de

curva hacia adentro o afuera de la zona de strike.

Los que hemos sido bautizados y recibido el don

del Espíritu Santo como compañero constante,

también tenemos una ventaja al tomar decisiones

difíciles. Tal como el éxito en los asuntos de bienes

raíces se define por ―la ubicación, la ubicación, la

ubicación‖, la ventaja del Espíritu Santo consiste en

¡escuchar, escuchar, escuchar!

No se desanimen

A veces me preocupo, y de alguna manera me

avergüenzo, francamente, de que mi generación haya

impuesto una carga a la generación de ustedes con

asuntos y desafíos que nosotros debimos haber

resuelto. En tanto que se ha hecho un gran progreso

en mejorar la vida, alargarla, protegerla, y hacerla

más plena, aún queda mucho de que lamentarse en

cuanto a la codicia, las relaciones y el medio

ambiente, sólo por nombrar algunos asuntos.

Estamos enfrentando la incertidumbre que surge en

los tiempos turbulentos en que vivimos. Resulta muy

fácil desanimarse y tal vez deprimirse un poco al

pensar sobre los posibles resultados. La

incertidumbre en el mercado laboral se junta con una

significativa descomposición económica, y eso se

añade a la intranquilidad de nuestros días. Las

naciones siguen contendiendo unas contra otras.

A pesar de todo eso, mis jóvenes amigos, no

debemos temer ni escuchar a nuestros temores. Las

Escrituras nos recuerdan que si estamos preparados,

si somos obedientes y si somos miembros de la

Iglesia del Señor no debemos temer lo que el futuro

nos depare. ―Los justos no tienen por qué temer‖ (1

Nefi 22:22; véase también Alma 1:4; D. y C. 10:55).

La clase de hombres y mujeres que seamos, se verá

influenciada por lo bien que manejemos los temores

y las vicisitudes de la vida. Al darnos cuenta de que

la vida real se compone de luchas, problemas,

errores, de oportunidades y lecciones, por favor

recuerden el antiguo proverbio chino que dice: ―La

gema no puede ser pulida sin fricción, ni el hombre

perfeccionado sin tribulaciones‖. Según los términos

del Señor: ―...porque es preciso que haya una

oposición en todas las cosas‖ (2 Nefi 2:11).

A pesar de la incertidumbre y las deficiencias del

mundo, hay mucho por lo cual estar agradecidos y

ser entusiastas. Soy un optimista y he llegado a la

conclusión de que el año 2008 es la época más

emocionante en la historia del mundo para vivir y

obtener las bendiciones celestiales que provienen al

tener al alcance la plenitud del evangelio de

Jesucristo. Me estremece hasta la médula el

contemplar la forma en que el Evangelio está

penetrando el corazón y la mente de los hijos del

Padre Celestial por todo el mundo.

Pienso que pocos de ustedes, si es que hubiera

alguno, saben lo que sucede en las Oficinas

Generales de la Iglesia el primer viernes de

diciembre. Ese día se ha apartado por tradición para

que el Consejo de Disposición de los Diezmos se

reúna, como lo indicó el Señor en la sección 120 de

Doctrina y Convenios. Bajo la dirección de la

Primera Presidencia, el Quórum de los Doce y el

Obispado Presidente, todos se reúnen para decidir

cómo se utilizarán los recursos de la Iglesia el

siguiente año. Es emocionante ver los muchos

nuevos lugares de adoración que se autorizan y

construyen y el número de templos en constante

aumento. Se abastece a los obispos de todo el mundo

con los recursos para buscar y ayudar a los pobres;

se apoya a los misioneros en más de 350 misiones;

se aprueban los proyectos para adelantar la obra en

los templos; se apartan fondos para facilitar la

educación superior y la educación religiosa. La obra

del Señor sigue adelante para alcanzar su destino

profético.

Me da ánimo el pensar en la gran declaración de

fe que hizo el profeta José: ―Ninguna mano impía

puede detener el progreso de la obra‖3. ¿Acaso no es

emocionante el darse cuenta de que ustedes tendrán

la oportunidad de estar al frente de este milagro que

sucederá? La clase de hombres y mujeres que serán,

se deberá en parte a la devoción y la participación

que tengan al llevar adelante el reino de Dios. Junto

con la devoción también se requiere mucha

autodisciplina. Jim Rohn, un notable y motivador

orador, dijo: ―La disciplina es el puente entre las

metas y los logros‖4.

Me encanta la música sacra, en particular los

himnos de loor y motivación. Uno de esos himnos

que a menudo cantamos es ―Venid, renovémonos‖.

Las palabras fueron escritas cerca del año 1700 por

Charles Wesley y la música se le atribuye a James

Lucas. El impresionante coro de la Universidad del

36

Estado de Utah cantará este hermoso himno para

nosotros al concluir nuestra velada. Los Santos de

los Últimos Días se congregan en reuniones

sacramentales, devocionales y otras ocasiones para

cantar, orar y renovar sus convenios y compromisos,

así como para darse ánimo mutuamente. Obtenemos

una especie de sinergia renovada al reunirnos, y la

música juega un papel importante en ese proceso;

pues calma nuestras almas y sensibiliza nuestro

espíritu en cuanto a las cosas celestiales. El Señor

nos ha recordado que ―la canción de los justos es una

oración para mí‖ (D. y C. 25:12). Por favor tomen

nota de la letra de este alentador himno:

Venid, renovémonos en nuestra jornada,

que con los años se va,

y nunca se detendrá hasta que el Maestro venga.

Su divina voluntad alegremente cumpliremos,

y nuestros dones mejoraremos

con paciencia, esperanza y amor...

Nuestra vida es un sueño, nuestro tiempo como el

agua

rápidamente se desliza,

los momentos fugaces no perduran;

y como una flecha se van.

El año milenario

ya está a nuestra vista, así como la eternidad...

¡Oh, que el día de Su venida podamos decir:

―He luchado en mi camino;

he concluido la obra que me diste‖!

¡Oh, que el Señor nos diga las dulces palabras:

―Bien, buen siervo y fiel,

entra en el gozo de tu Señor; y siéntate en mi

trono!‖5.

El mensaje de ánimo que transmite este himno es

claro. Sugiere que en nuestro afán de llegar a ser tal

como el Salvador dijo: ―aun como yo soy‖, debemos

renovar con frecuencia nuestro entusiasmo y nunca

dejar de hacer buenas obras hasta que el Maestro

venga. Si nos tardamos, el tiempo pasará y el

momento fugaz se irá para siempre. Cada uno de

nosotros, en el día de Su venida, querrá informar:

―He luchado en mi camino; he concluido la obra que

me diste‖. Y grande será el gozo al escuchar como

respuesta: ―Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo

de tu Señor; y siéntate en mi trono‖. Ésta puede ser

nuestra porción si la meta es ser la clase de hombres

y mujeres que el gran ―Yo soy‖ ha sugerido.

Con frecuencia los miembros de nuestra Iglesia

son examinados y puestos en una norma más alta que

nuestros amigos de otras denominaciones. ¿Han

notado que a menudo en las noticias de los medios se

resaltan titulares como: ―Obispo mormón comete...‖,

―Ex-misionero Santo de los Últimos Días se

involucró en...‖, ―Madre mormona convicta por...‖?

Lo que hacemos en el anonimato es tan importante

como lo que hacemos en público. A menudo hay

ojos observándonos desde lugares estratégicos

ocultos. En cierta forma vivimos en una casa de

cristal.

Hace algunos meses me encontraba reparando un

tubo de agua roto y, durante el trabajo, la ropa se me

mojó y ensució, y mis brazos se llenaron de grasa.

Me di cuenta de que necesitaba un repuesto para

reparar el tubo y, en vez de tomarme el tiempo para

asearme, subí a mi auto y manejé hasta la ferretería.

Al estar viendo cuidadosamente el conjunto de

repuestos para asegurarme de comprar la medida y la

rosca correctas, un hombre que yo no conocía se

acercó caminando por el pasillo detrás de mí. Al

alejarse de mí unos cuantos metros, le oí decir: ―No

me parece que ése sea el Obispo Presidente‖. Me

sentí avergonzado más de lo que podía expresar

porque había fallado en vivir de acuerdo con las

normas que se esperaban de mí. En este momento

me pregunto con autocrítica: ―David, mi muchacho,

¿alguna vez aprenderás?‖.

Concéntrense en lo más importante

Las aspiraciones y el trabajo arduo son

ingredientes esenciales en el logro de objetivos

dignos. Ustedes son una generación de gran

promesa. Han sido investidos con muchos dones de

Dios. Son brillantes e inteligentes. Aquellos de

ustedes que usen su inteligencia para lograr metas

bien concebidas están destinados a ser exitosos. Pero

los que sean inteligentes, y tengan metas y

aspiraciones, serán esa clase de hombres y mujeres

con quienes nuestro Padre Celestial cuenta para

llevar adelante Su reino.

Poco antes de terminar mi misión, se llevó a cabo

el Torneo Mundial de Golf, que tuvo lugar en el club

de golf Royal de Melbourne, Australia, y a los

golfistas novatos se les dio la oportunidad de jugar

con un profesional en prácticas de pre-competición.

En el último día de mi misión, pude participar en esa

práctica, aunque no los aburriré con los detalles de

37

cómo se efectuó. Cuando llegó mi turno de sacar del

sombrero el nombre del profesional con el que

jugaría, saqué el nombre de Arnold Palmer.

Hablando de intimidación en relación al discursar en

la conferencia general, esa intimidación fue sólo una

pequeña parte de lo que sentí el preciso momento en

el que vi el nombre de ―Arnold Palmer‖ en el

papelito que saqué; desde luego, yo no había tenido

un palo de golf en mis manos por más de dos años y

¡estaba muy nervioso!

No recuerdo mucho sobre la práctica de golf de

ese día, salvo que jugué muy mal. En el hoyo 17,

hicimos nuestro tiro, caminamos unos cuantos

metros e hice mi segundo tiro y poco después mi

tercero antes de llegar adonde estaba la pelota del

señor Palmer. El joven caddie australiano del señor

Palmer intentaba con gran afán complacerlo, y

escuché que le dijo que a la izquierda el terreno

estaba inclinado y que había un riachuelo que no se

divisaba desde allí. También le dijo que a la derecha

el pasto estaba muy crecido y que era muy difícil

hacer un swing.

El señor Palmer puso su palo de golf con

precisión en la bolsa y tranquila pero firmemente le

dijo al joven caddie: ―Por favor no perturbe mi

mente con lo que está a la derecha y no me interesa

lo que está a la izquierda; la única información que

necesito es la distancia exacta desde la pelota hasta

la bandera que está en el hoyo‖.

¡Ah! Esa fue una enseñanza potente para mí, me

di cuenta de lo importante que es la concentración y

lo importante que es no distraerse con lo que esté a la

izquierda o a la derecha. La concentración es muy

importante en el logro de nuestras metas. Muchos de

nosotros nos preocupamos en lo que está a la derecha

y a la izquierda y fallamos en concentrarnos en el

objetivo que está exactamente en medio. Cuando

fallamos en concentrarnos en las cosas correctas, es

difícil llegar a ser la clase de hombres y mujeres que

anhelamos ser. En este deber, recuerden que el Señor

ha prometido: ―Iré delante de vuestra faz. Estaré a

vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu

estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de

vosotros, para sosteneros‖ (D. y C. 84:88).

Ruego que en nuestros deberes y en nuestra vida

siempre nos concentremos en las cosas más

importantes. Testifico que estamos en la obra del

Señor. Somos bendecidos por tener profetas

vivientes que nos guían. He sido bendecido por

haber servido bajo la dirección de cuatro profetas de

esta dispensación. Creo que ahora sé algo sobre los

profetas y testifico que Thomas Spencer Monson es

un profeta de Dios en todo el sentido de la palabra.

Sé que tenemos un Padre Celestial amoroso y

viviente, nosotros somos Sus hijos e hijas. Estoy

agradecido por Su Hijo Unigénito, el Salvador que

expió nuestros pecados. Testifico a los que se sientan

perdidos o sin esperanza o sientan que el pecado ha

impedido su progreso, que la expiación de Cristo

está disponible y que Su misericordia permanece

para siempre. Yo sé que José Smith fue el profeta de

la Restauración.

Aprovecho esta oportunidad para invocar las

bendiciones del cielo sobre cada uno de ustedes, y lo

hago rogando que ustedes respondan y tengan la

determinación de ser la clase de hombres y mujeres

que nuestro Padre Celestial quiere que sean, y lo

hago por la autoridad investida en mí y en el sagrado

nombre de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor.

Amén.

NOTAS

1. De Christian Weibell para Diane Lefrandt, correspondencia personal, usada con permiso.

2. Original de Robert Woodruff; véase Thomas S. Monson, ―El portal del amor‖, Liahona, enero de 1988,

pág. 66.

3. Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 149.

4. Jim Rohn, The Treasury of Quotes (2001), pág. 40.

5. Hymns, Nº 217.