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    CHILE EN LA ENCRUCIJADA DE UN NUEVO CICLO

    Alexis Corts

    CADERNOS DE TRABALHO NETSAL

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    CADERNOS DE TRABALHO NETSAL# 7

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    CHILE EN LA ENCRUCIJADA DE UN NUEVO CICLO

    Alexis CortsDoctor en Sociologa por el IESP-UERJ y acadmico del Departamento de Sociologa de laUniversidad Alberto Hurtado (Chile). Contacto: [email protected]

    RESUMEN

    Este ensayo busca mostrar el agotamiento del consenso neoliberal que domin la postdic-tadura chilena y que convirti al pas andino en uno de los principales laboratorios para la economaneo-clsica en el mundo. Ahora bien, cmo se produjo la erosin de este consenso?, cules sonlos elementos que incidieron en el cuestionamiento de la lgica neoliberal?, cul fue el papel delmovimiento estudiantil en ese proceso? Intentando responder a estas preguntas, este artculo buscacaracterizar las tensiones, los desafos y las oportunidades para el inicio de un nuevo ciclo poltico queapunte a superar la herencia dictatorial perpetuada en la transicin democrtica.

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    INTRODUCCIN

    Todo sistema econmico-social se reproduce en base a dos componentes:convencimiento y dominacin. Ningn sistema, sea cual sea su naturaleza,puede sobrevivir nicamente mediante la coaccin constante de su poblacin. Necesi-

    ta tambin convencerla (o demostrarle) que con la continuidad del mismo y su colabo-racin, ella misma se ve beneficiada (BOLTANSKI; CHIAPELLO, 2002). Para ponerlosen trminos gramscianos, el sistema necesita de hegemona, es decir, de una forma delegitimidad que convierte el inters de una capa de la sociedad en bien comn (GRA-MSCI, 2000). Cuando esta hegemona entra en crisis, la coaccin estatal se convierteen un repertorio cada vez ms recurrente para asegurar la persistencia de ese modelo.

    Lejos de concordar con los vaticinios de derrumbe del modelo chileno(MAYOL, 2012), parecen evidentes hoy en Chile los sntomas de una crisis de he-gemona del neoliberalismo. Lo que antes era visto como legtimo ahora se percibecomo injusto y se le condena. En estos momentos, estn en tela de juicio varios delos pilares del modelo econmico ideado por la dictadura y continuado (o corregido)por los gobiernos democrticos que la sucedieron: la Constitucin de la Repblica,el Sistema Educacional, el Sistema Tributario, el Sistema de Pensiones, el Cdigo delTrabajo, el Sistema Electoral, etc. As lo vienen mostrando diferentes encuestas deopinin pblica. En un estudio reciente presentando por el Centro de Estudios P-blicos (Septiembre-Octubre de 2013), institucin de filiacin conservadora que dirigela encuesta ms prestigiosa del pas, la mayor parte de los entrevistados se manifesta favor de Reducir la diferencia de ingresos (85%), Nacionalizar el Cobre (83%),Educacin Universitaria Gratuita (74%), Hacer una reforma tributaria (67%), Re-formar el sistema electoral binominal (51%) y un porcentaje importante de ellos con-cord con la propuesta de una Asamblea Constituyente (45%). Todas estas han sido

    medidas tradicionalmente presentes en los programas de crtica al modelo neoliberaldurante la post-dictadura, pero pocos aos atrs no contaban con respaldo popular.

    Este cambio no puede ser explicado sin considerar la reactivacin de la mo-vilizacin social masiva desarrollada por diferentes actores durante el gobierno deSebastin Piera. Pero, sin duda, el actor que ms contribuy a este quiebre delconsenso neoliberal fue el Movimiento Estudiantil. Al desvendar el carcter mercantildel Sistema Educacional y evidenciar su condicin de reproductor de la desigualdadsocial, desnud tambin la lgica desigual del modelo chileno. Aunque las cifras queconvertan a Chile en uno de los pases con peor distribucin de renta del mundoeran desde hace mucho tiempo conocidas, slo hoy parecen cobrar sentido en la

    poblacin, la cual no slo ha apoyado sostenidamente a los estudiantes en sus rei-vindicaciones, sino que adems da muestras de una desafeccin cada vez mayor delsistema con el que ayer pareca concordar o, al menos, aceptar.

    Una investigacin publicada por el Departamento de Economa de la Uni-versidad de Chile (LPEZ; FIGUEROA; GUTIRREZ, 2013) mostr que la profundadesigualdad existente en este pas se refleja en el hecho de que en Chile el 1% de lapoblacin concentra la mayor proporcin de los ingresos econmicos. Segn la con-clusin de estos investigadores: Es realmente en el 1% ms rico y sobretodo en el0,1% y 0,01% ms rico donde se concentra el ingreso. Aqu se ha demostrado que aunen base a una estimacin conservadora del ingreso de los super-ricos, su participaci-n en el ingreso personal total es extraordinariamente alta, llegando a ms de 30%para el 1% ms rico, 17% para el 0,1% ms rico y ms de 10% para el 0,01% ms ricoen promedio durante el periodo 2004-2010 (LPEZ; FIGUEROA; GUTIRREZ,2013, p. 28).

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    Precisamente, analizando los efectos de la desigualdad econmica en la de-mocracia estadounidense, Larry Bartels (2008) mostr el papel corrosivo de la desi-gualdad econmica en la poltica, configurando un escenario de democracia desigualdonde las personas pobres tienen apenas un papel indirecto en la eleccin de sus re-presentantes, mientras los ciudadanos con ms recursos econmicos tendran un rol

    directo sobre el comportamiento de sus autoridades electas. Lo que se refuerza coneste fenmeno es la capacidad de la desigualdad econmica para reproducirse en laesfera poltica, toda vez que terminan por ser electos aquellos candidatos sensiblesa las demandas de quienes ms se benefician con la desigualdad y que son los que mscontribuyen al financiamiento de los partidos. Cuanto mayor la riqueza del elector,mayor es la atencin del representante a sus demandas. Y es que la desigualdad eco-nmica es, en parte substancial, un fenmeno poltico y no una tendencia econmicainevitable, afirma el politlogo norteamericano. En contextos altamente desiguales,es comn que la desigualdad econmica sea presentada como un fenmeno natural,en el cual la existencia de los muy ricos produce chorreo para las otras clases, siendoesta presencia necesaria para la prosperidad del pas, pues existira una relacin po-sitiva entre desigualdad y movilidad social (la desigualdad reflejara las recompensasa los talentos individuales y a los esfuerzos personales). Sin embargo, no existiraevidencia concluyente que muestre una relacin entre desigualdad y redistribucin.En el caso chileno, Espinoza y Nuez (2014) han cuestionado la imagen de la sociedadchilena como desigual, pero fluida, mostrando la rigidez de la lgica de movilidadchilena reciente, evidenciando mayores obstculos para el asenso social. Chile es unpas donde las condiciones de origen terminan por definir buena parte del xito ofracaso de un individuo en su prosperidad econmica.

    Para el acadmico brasileo Marcelo Neves (2007), uno de los trazos deAmrica Latina sera la generacin de una ciudadana inexistente, por la generali-

    zacin de las relaciones de sub-integracin y sobre-integracin en el sistema consti-tucional de los pases perifricos. La sub-integracin se caracterizara por la falta deacceso de un sector de la poblacin a los beneficios del ordenamiento jurdico, peropermaneciendo dependiente, a su vez, de sus prescripciones impositivas, originandouna forma negativa de integracin definida como sub-ciudadana. Los sub-ciudadanosno dispondran del acceso efectivo a los derechos ni a los remedios jurdicos ni a lasvas judiciales, pero permaneceran rgidamente subordinados a los deberes, respon-sabilidades y castigos del sistema.

    La sub-ciudadana sera inseparable de la sobre-integracin de los gruposprivilegiados, para quienes, en su calidad de sobre-ciudadanos, el aparato jurdico se

    vuelve un instrumento utilizable siempre que sea favorable para sus intereses parti-culares, pero, cuando aqul obstaculiza sus pretensiones polticas o econmicas, esdejado de lado. La sobre-ciudadana estara asociada a una garanta de impunidad, yaque la ley sera usada, desusada o abusada por estos grupos, dependiendo de lo queles convenga en el momento, ya que la sobre-integracin permitira un acceso a losderechos, pero sin necesariamente asumir los deberes y responsabilidades impuestospor el sistema jurdico (NEVES, 1994).

    Tanto Bartels como Neves intentan mostrar cmo el poder econmico, ensociedades desiguales, es altamente convertible en poder poltico, pero sin descar-tar la capacidad de la poltica para cambiar o mitigar la lgica de las desigualdades.Qu es lo que permite que una situacin desigual pase de ser considerada legtimaa injusta?, qu procesos operan en este trnsito? Sin duda, en Chile se observa unresurgimiento de la poltica como espacio de disputa de proyectos de futuro y comoarena potencialmente fructfera para la superacin de lo que se considera injusto. El

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    movimiento estudiantil, como ya se afirm, fue determinante para esta politizacin,pero, inesperadamente, la eleccin de un mega empresario que representaba la ra-dicalizacin de la poltica como quehacer eminentemente tecnocrtico o como prc-tica gerencial, termin por estimular la reemergencia de un debate pblico donde lasociedad organizada y los movimientos sociales salan de su ostracismo poltico para

    entrar en escena con marcado protagonismo.El modelo de (sub)desarrollo chileno, para usar una categora de los tericosde la dependencia (GUNDER FRANK, 1973), ms que producir bienestar para elpas, ha producido super-ricos que han concentrado y acumulado la mayor parte dela riqueza nacional (FAZIO, 1997). El gobierno de Sebastin Piera se mostr absolu-tamente incapaz de construir hegemona, sobrestimando la inercia de la ya existentey desnudando la parcialidad que la animaba. En otras palabras, el inters de aquellossectores que han sido los grandes beneficiarios del sistema, ahora se percibe comotal y no como el inters comn de la sociedad. La llegada a La Moneda de uno deestos super-ricos los sobreexpuso al escrutinio pblico. No slo el conflicto de inte-rs se banaliz en buena parte de los nombramientos de cuadros claves del gobiernopierista, comenzando por el mismsimo Presidente de la Repblica, quien slo demanera parcial y tarda se deshizo de sus inversiones y empresas bajo la figura deun fideicomiso ciego que an sigue generando polmica y cuestionamientos; es ms,muchos de los funcionarios nombrados por l actuaron abiertamente beneficiando asus ex patrones o a sus antiguas empresas, siendo los casos ms emblemticos el delas Universidades privadas que han violado la ley al lucrar con la educacin o la con-donacin de deudas millonarias a las empresas del retailpor parte del ex director delServicio de Impuestos Internos durante su gobierno. Esta situacin ha abierto tam-bin un flanco de crtica retroactiva hacia los personeros de la antigua Concertacinque han hecho de los directorios de las grandes empresas su sala de espera hasta un

    nuevo nombramiento pblico, visibilizando una dimensin de la relacin entre podereconmico y poltica que ya se haba naturalizado.

    Se encuentra Chile a las puertas de iniciar un ciclo post-neoliberal? En otraspalabras: el cuestionamiento del consenso neoliberal que imper en Chile desdela Dictadura ser suficiente para abrir paso para un proyecto poltico que impliquesituar a Chile en la estela de los procesos reformistas iniciados en el continente o,al menos, significar una retomada de la tradicin progresista del pas andino hastainiciada la Dictadura Militar de 1973? Estas preguntas cobran fuerza hoy cuarentaaos despus del Golpe Militar que interrumpi el proyecto de transicin pacfica alsocialismo encabezado por Salvador Allende, lo que ha supuesto la instalacin de de-

    bates antes silenciados en la esfera pblica chilena, tales como la violacin sistemticade los derechos humanos durante la dictadura y las polticas de desmemoria durantela transicin democrtica.

    Desde la dcada de 1990, Chile ha sido sealado como un modelo exitosode trnsito de una situacin de atraso para una insercin competitiva en el mercadointernacional globalizado, por su estabilidad poltica, dada por la presencia duranteveinte aos de gobiernos de centro-izquierda hasta el triunfo de Sebastin Piera, ypor su disciplinada aplicacin y mantencin de frmulas neoliberales para administrarsu economa. Manuel Castells lo sintetiza as: el modelo perfecto de los idelogosdel libre mercado (orientado en los aos 1970 por los Chicago Boys y apoyadopor el FMI en la dictadura de Pinochet) es, de hecho, un caso exitoso de transicin auna nueva estrategia de crecimiento impulsada por las exportaciones (CASTELLS,1999, p. 41). Esta conjuncin de centro-izquierda y modelo neoliberal en una eco-noma social de mercado hicieron de Chile, para algunos autores (CASTAEDA,

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    2006), la personificacin de lo que una buena izquierda deba representar frenteal populismo y la irresponsabilidad fiscal de la izquierda errnea (Chvez, Morales,Correa, etc.). As, mientras la dinmica de los pases latinoamericanos, durante la l-tima dcada, ha sido marcada por un debilitamiento de la hegemona neoclsica y porla retomada de nociones de intervencin estatal en la economa, configurando una

    agenda neodesarrollista que reconsidera al Estado como regulador de las asimetrasreproducidas por el mercado y como garante de la inclusin social (BOSCHI, 2011),Chile pareca permanecer ajeno a esta tendencia. Sin embargo, esta correspondenciasupuestamente virtuosa comenzaba a dar muestras de agotamiento ya con la elec-cin del derechista Sebastin Piera, lo que vino a profundizar los cuestionamientosal sistema neoliberal chileno, hasta ese momento exitosamente presentado no slocomo el camino correcto para llevar a Chile al desarrollo, sino adems como la vanatural para concretar tal tarea. Con la rebelin estudiantil de 2011 y el surgimientode una serie de conflictos regionales que han trado a escena a una ciudadana crticaque exige ser escuchada, el otrora exitoso modelo chileno empez a ser desmitifica-do. Puede Chile seguir siendo considerado como el modelo a seguir por los pasesdel continente para alcanzar el desarrollo?

    En este ensayo pretendo desvendar cmo se gest este quiebre y culespueden ser sus eventuales consecuencias para la coyuntura poltica chilena, tomandoen consideracin la eleccin presidencial que ha instalado nuevamente en 2014 en LaMoneda a la socialista Michelle Bachelet, esta vez con una coalicin de gobierno queha crecido hacia la izquierda con la incorporacin del Partido Comunista a su base deapoyo. Algunas de las preguntas que guiarn esta reflexin sern: Cul fue el papeldel movimiento estudiantil chileno en este proceso? y cules fueron las responsabi-lidades del gobierno de Sebastin Piera para facilitar este quiebre? Para tal ejercicioresulta indispensable antes mostrar cul es el origen, as como las limitaciones del

    modelo chileno de desarrollo.

    LOS ORGENES AUTORITARIOS DEL MODELO NEOLIBERAL EN CHILE

    Para Manuel Castells (2005), Chile fue el escenario de implementacin dedos modelos basados en la apertura econmica y en la centralidad del mercado comoasignador de recursos. Por un lado el modelo autoritario liberal excluyente, instau-rado durante la dictadura del General Pinochet (1973-1989), basado en la marginacinde los beneficios del crecimiento de parte importante de la poblacin, a travs delejercicio autoritario e incontrolado del poder del Estado y donde su presencia conpolticas correctores de las desigualdades sociales prcticamente desaparece. Y, porotro lado, el democrtico liberal inclusivo, organizado desde un Estado democrticoque mantiene el papel central del mercado en la distribucin de recursos, pero estan-do abierto a la aplicacin de polticas pblicas con el objeto de generar condicionesde inclusin de la poblacin a los beneficios del progresos econmico, principalmentea travs de un incremento significativo del gasto social. Castells no duda en atribuirla exitosa insercin de Chile en el contexto global a la estabilidad institucional de susistema democrtico, el que le habra dado legitimidad a su estrategia de aperturaeconmica y equilibrio macroeconmico.

    Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: el hecho de que el sistema ne-

    oliberal haya alcanzado su apogeo de legitimidad durante el perodo democrtico essuficiente razn para diferenciarlo del modelo implementado durante la dictadura?Sin duda, la variable democracia contribuy a la legitimacin del modelo econmico,

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    pero los patrones de acumulacin y la estrategia de insercin se mantuvieron prc-ticamente inalterados, a saber, una lgica neoclsica de crecimiento sustentada en laexportacin de productos primarios, siendo el principal de ellos el Cobre, aunquecon una diversificacin de productos tambin de origen primario (otros minerales,vinos, frutas, madera, etc.) (CORTS, 2012). O sea, un modelo reprimarizado que,

    pese a la emergencia de nuevos productos de exportacin, an contina teniendocomo origen la explotacin de fuentes primarias de riqueza, otorgndole un papelsubordinado a Chile en la divisin internacional de la economa y, en particular, enla generacin y aplicacin de tecnologas y nuevas formas de produccin (AMSDEN,2001). Realidad que pone en duda la pertinencia de situar a Chile como una alterna-tiva viable de desarrollo econmico para otros pases de la regin, pues, no obstantelos altos ndices de crecimiento econmico, favorecidos por los altos precios de com-moditiesen el mercado internacional gracias sobre todo a la demanda China, princi-palmente de Cobre, parece claro que una estrategia reprimarizada de exportacionescon baja aplicacin o desarrollado de tecnologa es insuficiente para dar cuenta de losdesafos que esta fase de la modernidad presenta a las diferentes realidades naciona-les (DOMINGUES, 2009).

    A favor del argumento de Castells de diferenciar los dos modelos de desar-rollo, se podra afirmar el incremento significativo de polticas sociales durante losgobiernos democrticos. Efectivamente, durante los gobiernos de la Concertacin,coalicin de centro-izquierda que gobern durante veinte aos Chile despus de ladictadura, el gasto social fue incrementado sustancialmente y adems se redujerondrsticamente las cifras de pobreza y marginalidad heredadas de la dictadura. Sin em-bargo, esta vigorosa poltica social se realiz en base a una lgica de focalizacin delgasto pblico, es decir, concentrada en aquellos sectores ms golpeados por el mode-lo econmico, lo que permiti mejorar las cifras sociales, pero sin alterar las enormes

    desigualdades sociales que sitan a Chile como uno de los pases poseedores de unode los peores ndices de Gini en el mundo. Eso porque esta poltica social no vino dela mano de una recuperacin de las lgicas de bienestar social ni de la arquitecturade derechos existentes en el pas antes de la dictadura. En este sentido, aunque lasdiferencias de polticas sociales entre el rgimen autoritario y los gobiernos democr-ticos son notables, en la medida que responden a una lgica neoliberal de focalizacinde la intervencin pblica en vez de la ampliacin de derechos universales resulta dif-cil considerar esta variable como un elemento lo suficientemente determinante paraestablecer dos modelos diferentes de desarrollo. Segn Manuel Antonio Garretn(2012), estamos en realidad ante un modelo de neoliberalismo corregido y progresis-

    mo limitado que dej una deuda democratizadora pendiente durante los gobiernosde la Concertacin.Por otro lado, hablar de dos modelos econmicos en Chile no deja de ser

    una postura indulgente frente al neoliberalismo, pues, en la medida que se separaaguas entre dictadura y democracia, de una cierta manera se le extirpa de su pasadonegativo: la traumtica forma como fue impuesto durante los aos 1970 y as se leabsuelve de su pecado de origen. Por ms democrtico que haya sido su desarrollodurante los 1990, muchas de las reformas que hicieron posible una poltica econmicade ese tipo slo habran sido factibles bajo condiciones excepcionales de autoritaris-mo, sin oposicin ni capacidad para que la ciudadana pudiese manifestarse frente a laarquitectura econmica neoliberal impuesta durante la dictadura.

    En La Doctrina del Shock, Naomi Klein (2007) describe lo que entiende comoel capitalismo de desastre neoliberal, estableciendo una relacin directa entre la ins-tauracin del libre mercado y el poder de shockde situaciones de excepcin, tales

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    como los golpes de Estado. La ocurrencia de crisis o estados de shockseran condi-cin necesaria para el xito de la aplicacin de polticas neoliberales. Slo en estascondiciones es posible la venta de los pedazos de la red estatal a agentes privados,por el pasmo en el que se encuentran los ciudadanos por el trauma social detona-do por la situacin de excepcin (desastre natural, crisis econmica, crisis poltica,

    etc.). Este parntesis que alterara las condiciones normales de funcionamiento de-mocrtico permitira que algunas reformas neoliberales se tornen permanentes.Segn Klein, eso sera lo que aconteci con Chile durante la Dictadura de Pinochet.Dirigidos intelectualmente por el Nobel de Economa Milton Friedman y por sus se-guidores locales formados en la escuela de Chicago, en este pas fueron aplicadas unaserie de radicales reformas que implicaron una de las transformaciones capitalistasms extremas vistas en algn lugar (VALDS, 1995). Si bien es cierto que un modeloeconmico neoliberal puede imponerse en regmenes democrticos, lo hara slo demanera parcial. La excepcionalidad y el autoritarismo que le acompaa en determi-nados contextos, por el contrario, le otorga carta blanca para su aplicacin extrema.De esta manera, incluso la violacin a los DDHH puede ser considerada como unengranaje funcional a la aplicacin de estas reformas:Algunas de las violaciones dederechos humanos ms despreciables de este siglo, que hasta ahora se considerabanactos de sadismo fruto de regmenes antidemocrticos, fueron de hecho un intentodeliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar elterreno e introducir las reformas radicales que habran de traer el ansiado libremercado (KLEIN, 2007, p. 31).

    De qu otra forma hubiera sido posible instaurar el ms radical ajuste ne-oliberal en uno de los pases latinoamericanos con uno de los movimientos obrerosms fuertemente organizados, con arraigados partidos de izquierda y una sociedadhper-movilizada (LANDSBERGER; MCDANIEL, 1976), sino mediante una de las ms

    salvajes dictaduras militares del continente? Adems, Chile se haba convertido en elepicentro de la intelectualidad desarrollista latinoamericana (BEIGEL, 2013) median-te la instalacin de centros de pensamiento multinacionales como CEPAL y FLACSO,lo que, sumado a la atraccin generada por un sistema poltico estable, pero que almismo tiempo ofreca proyectos polticos transformadores bastante creativos comola revolucin en libertad del democratacristiano Eduardo Frei Montalva y la vachilena al socialismo de Salvador Allende (CASALS, 2010), hicieron del pas andinoun polo de atraccin de lo ms granado de la intelectualidad crtica latinoamericana(DEVS VALDS, 2004). Todos estos elementos haban convertido a Chile en unaespecie de capital del paradigma latinoamericano con Ral Prebisch a la cabeza y

    que estableca como principio normativo la necesidad de contribucin del Estado alordenamiento del desarrollo econmico en las condiciones de la periferia latinoame-ricana (BIELSCHOWSKY, 1998).

    Sin embargo, pese a esta hegemona cepalina, hubo detractores que desde1956 en adelante, gracias a un acuerdo entre la facultad de economa de la PontificiaUniversidad Catlica de Chile y la Universidad de Chicago, se formaron en un pro-grama de postgrado de alta calidad bajo el alero intelectual de Milton Friedman. Loschicago boys, como se les conoci, formaron un grupo acadmicamente compactoy con una fuerte impronta mesinica, quienes cultivaban una concepcin del papel deleconomista como un reformador radical que, dotado de los conocimientos de unaciencia objetiva econmicamente pura, busca transformar el mundo a partir de unavisin bastante particular de lo natural (GRATE, 2012a). Si bien sus posicioneseran marginales en el campo de las ideas hasta el inicio del golpe, ganaron fuerzacon la adopcin del General Pinochet de este modelo de desarrollo como propio,

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    en el intento de afirmar su poder al interior de la Junta Militar. Es ms, Pinochet fueel ltimo en incorporarse al plan de derrocamiento de Allende y posteriormente vioen los chicago boys una oportunidad de escudarse en un proyecto, dando un golpeinterno frente a los militares ms proclives a ideas econmicas ms proteccionistas(VALDIVIA, 2003). Con ello, el Golpe Militar dejaba de ser una intervencin transito-

    ria que buscaba enrielar el pas hacia su curso normal frente al caos provocado por elexperimento marxista y asuma caractersticas refundacionales, siendo los chicagoboys los profetas de ese nuevo orden. La ola neoliberal en Chile comenz como unafrmula de reestructuracin econmica, pero rpidamente se convirti en una recetaglobal para la organizacin de la sociedad, por ejemplo, en las relaciones laborales, enla previsin social, en la educacin y en la salud.

    Ahora bien, este proceso de refundacin neoliberal cont con condicionesfavorables de aplicacin en el contexto global. Para J.N. Pieterse (2001), fenmenoscomo la globalizacin y la regionalizacin superaron la anterior idea de desarrollo.En esta lnea, por ejemplo, el agente convencional del desarrollo, el Estado, fue susti-tuido por el papel de las instituciones internacionales (FMI, Banco Mundial) y por lasfuerzas de mercado, generalizndose las polticas de ajuste estructural y las exigenciasuniversales de la economa neoclsica. Esto ya que el neoliberalismo, en tanto repre-senta un retorno a una visin econmica neoclsica, se opone a los fundamentos deldesarrollo. El desarrollo para el neoliberalismo, en el sentido de intervencin guber-namental, pasara a ser un anatema que significa distorsin en el mercado. Ahora elobjetivo central del neoliberalismo, el crecimiento econmico, se alcanzara median-te: reformas estructurales, desregulacin, liberalizacin y privatizacin; elementosque, en su conjunto, contribuiran a la reduccin de las distorsiones en el mercado.

    Todo proyecto de desarrollo supone una disputa sobre lo que se entiendepor mejoras y por el desarrollo mismo. Sin embargo, el neoliberalismo en Chile fue

    exitoso en su intento de presentarse como inevitable e, incluso, como deseable (KIE-LY, 2006). Segn la sugerente frmula de Paul Singer (1998), la trayectoria econmicachilena, al igual que la latinoamericana, pas de una dependencia consentida (en loscomienzos republicanos y bajo la lgica del crecimiento hacia fuera) a una (mal)tolerada(perodo desarrollista de crecimiento hacia dentro) para finalmente desem-bocar en una dependencia deseada(perodo neoliberal). En otras palabras, las recetasneoliberales en muchos lugares, incluyendo Chile, se aplicaron bajo el supuesto deque esas polticas eran el resultado natural del desencadenamiento de las fuerzaseconmicas y sociales y no el producto de una decisin poltica o, especficamente, deun proyecto particular de desarrollo que, como cualquier otro, puede ser tematizado.

    Refirindose al neoliberalismo a partir del caso europeo, Pierre Bourdieu sealabaque: Esta teora tutelar es una pura ficcin matemtica basada, desde su mismo ori-gen, en una formidable abstraccin, que, en nombre de una concepcin tan estrechacomo estricta de la racionalidad, identificada con la racionalidad individual, consisteen poner entre parntesis las condiciones econmicas y sociales respecto a las nor-mas racionales y de las estructuras econmicas y sociales que son las condiciones desu ejercicio (BOURDIEU, 2002, p. 10). La instauracin del neoliberalismo ira de lamano con un cierre de lo poltico. Las decisiones colectivas pasan de materia de de-liberacin a un mbito de definicin exclusivamente tcnico donde lo social no tienecabida: Cuando los liberales critican la poltica, la expansin de la poltica, lo quecritican es la socializacin de la poltica, la expansin de lo social. El neoliberalismoes el pensamiento de la reduccin de lo social, el renacimiento del miedo a lo social.El neoliberalismo es un pensamiento y una accin de desmontaje de los escenariosde democratizacin modernos () Retrotrae a los individuos desde los espacios de

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    deliberacin a los del clculo privado (TAPIA, 2008, p. 16). Esta formidable abs-traccin tuvo en Chile una extraordinaria capacidad para naturalizar el darwinismosocial como principal forma de coordinacin social, mediante la privatizacin del ries-go social, la reduccin del Estado a su expresin ms mnima y la coronacin, casi sincontrapesos, de la soberana del mercado sobre todos los mbitos de la vida social.

    Contribuy para este fenmeno el hecho de que parte importante de loseconomistas de CIEPLAN, el organismo referencia de crtica econmica a la Dic-tadura, una vez iniciada la transicin democrtica, pasaron a defender las mismasorientaciones econmicas, pero ahora desde posiciones de toma de decisin pblica(GRATE, 2012b). Ms que absorber la crtica, como normalmente lo hace el capita-lismo (BOLTANSKI; CHIAPELLO, 2002), el neoliberalismo incorporaba a sus crticos,quienes reconocieron en el mercado el principal distribuidor de recursos, atribuyn-dole al Estado apenas un papel subsidiario, privilegiando los equilibrios macroecon-micos. As, se separaba la crtica poltica de la crtica econmica a la dictadura y se lereconoca su legado positivo en este mbito.

    El economista Gabriel Palma (2014), resumiendo la actitud de los nuevos ad-ministradores del sistema econmico, seal lo siguiente en una entrevista publicadapor el peridico Estrategia: Hay que acordarse que en el discurso hegemnico dela as llamada centro-izquierda, no hay ni siquiera inquietud en cuanto a pensar enmodelos ms efectivos de desarrollo. Mientras se siga tomando pasivamente la inspi-racin en el neoliberalismo, no puede ser de otra manera, pues la nica forma en quedos bloques polticos piensen bsicamente lo mismo en este tema, es que slo unoest pensando. Y una vez que la centro-izquierda tir la toalla en cuanto a su imagi-nacin crtica, su autoestima se concentr casi exclusivamente en sus capacidades ad-ministrativas, su preocupacin por lo social -ya con rendimientos decrecientes- y susentido de prudencia en lo posible. Pero, las nuevas autoridades en la post-dictadura

    no se dedicaron slo a administrar la economa social de mercado, sino que la am-pliaron privatizando las ltimas empresas estatales (salvo CODELCO), firmando unaserie de Tratados de Libre Comercio, siendo el ms importante el sellado con Esta-dos Unidos (FAZIO, 2006) y desnacionalizando la propiedad del Cobre (CAPUTO;RADRIGN; GALARCE, 2003).

    Las cifras econmicas mostradas durante la transicin democrtica mostra-ban un crecimiento significativo de la economa, un mejoramiento notable de lascifras sociales en relacin a la Dictadura y una estabilidad poltica sustentada por unacoalicin de centro-izquierda que se esmeraba por dar muestras de moderacin. Almismo tiempo, este contexto favoreci el acceso de los chilenos a una serie de bienes

    materiales, principalmente gracias a la posesin casi sin filtros de tarjetas de crditosque multiplicaron la capacidad de compra de nuevos consumidores vidos de nuevosartefactos y marcas. Era un modelo cuya hegemona naca casi directamente de lastarjetas de crdito que, si bien los endeudaba, creaba la ilusin de un paraso para elconsumidor. Todos estos factores llevaron a que el modelo chileno adquiriese estatusde exportable. Chile era el Jaguar de Latinoamrica, la versin sudamericana de losTigres Asiticos. Aunque claro, en ese relato se omita el hecho de que el salto delos pases asiticos no obedeci a la aplicacin de polticas neoliberales, pues el mila-gro de los tigres respondi ms a una estrategia proteccionista de substitucin deimportaciones, donde la industria fue desarrollada a travs de medidas de proteccindomstica, conjugadas con slidas polticas de reforma agraria que redistribuyeron latierra entre productores, aboliendo las clases latifundistas (KIELY, 2006). Asimismo,la extrema vulnerabilidad frente a la inversin externa hizo de la economa chilenauno de los principales pases afectados por la crisis asitica, lo que si bien pudo signi-

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    ficar una primera fractura en ese consenso neoliberal, fue rpidamente superada conuna respuesta dentro de los mismos cdigos del sistema. Si Chile se ha visto perjudi-cado con la crisis asitica es porque an precisa neoliberalizar an ms su mercado.Es as como Chile se consolidaba como un pramo para el ciudadano y un parasopara el consumidor (MOULIAN, 2002).

    EL MODELO POLTICO

    Polticamente, una transicin democrtica pactada con los sectores pinoche-tistas derrotados en el plebiscito de 1988 estableci un limitado radio de accin paraeventuales reformas a la herencia dictatorial. Durante los primeros aos del retornodemocrtico, la f igura del ex Dictador tuvo marcado protagonismo en la poltica na-cional, primero como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y posteriormentecomo Senador Vitalicio, en su calidad de ex Presidente, gracias a una clusula de laConstitucin que l mismo aprobara y que continu vigente tras su derrota electoral.

    A las Fuerzas Armadas les caba un rol tutelar en esta democracia protegida. La jovendemocracia chilena pareca permanentemente amenazada y para preservarla habaque echar mano de la poltica de los consensos, con el econmico al frente de todos.Para ello fue necesario tambin desmovilizar a buena parte de las fuerzas socialesque haban hecho factible el No a Pinochet en el plebiscito. Lo posible se redujo aestrechos mrgenes en donde permanecan activos enclaves autoritarios legados porla dictadura militar en lo econmico, poltico e institucional. De esta manera, la pol-tica se volvi un campo especializado administrado por tecncratas, desprovisto departicipacin de la sociedad civil o donde al menos sta se reduca al poder de vetode un sector especfico: los grandes empresarios.

    En 1997, Toms Moulian publicaba Chile Actual: anatoma de un mito, obraque buscaba desmitificar los principales presupuestos de la transicin chilena y quetuvo el mrito de transportar la crtica al neoliberalismo desde los mrgenes dela academia al gran pblico chileno, convirtindose en un best-seller sorpresivo sise considera que en la poca el modelo chileno gozaba de buena salud (ARIZTA;BERNASCONI, 2012). Moulian define en ese libro a la transicin chilena como uncomplejo acto de transformismo poltico. En sus palabras: Llamo transformismoal largo proceso de preparacin, durante la dictadura, de una salida destinada a per-mitir la continuidad de sus estructuras bsicas bajo otros ropajes polticos, las ves-timentas democrticas. El objetivo es el gatopardismo, cambiar para permanecer.Llamo transformismo a la operacin en el Chile Actual se realizan para asegurarla reproduccin de la infraestructura creada durante la dictadura, despojada de lasmolestas formas, de las brutales y de las desnudas superestructuras de entonces. Eltransformismo consiste en una alucinante operacin de perpetuacin que se realiza travs del cambio de Estado. Este se modific en varios sentidos muy importantes,pero manteniendo inalterado un aspecto sustancial. Cambia el rgimen de poder, sepasa de una dictadura a una cierta forma de democracia y cambia el personal polticoen los puestos de comando del Estado (MOULIAN, 2002, p. 141).

    Para que este ejercicio de gatopardismo fuese posible, era necesario esti-mular el olvido del pasado, iniciando un proceso de bloqueo de la memoria y dondepasado y futuro aparecan como incompatibles. Bajo este raciocinio, para avanzar

    hacia el futuro era imprescindible negar el pasado incmodo. Por eso Moulian plan-te que el consenso de la transicin representaba una etapa superior del olvido: Elconsenso es un acto fundador del Chile Actual. La constitucin, la produccin de ese

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    Chile vena de lejos. Pero la declaracin del consenso manifiesta discursivamente ladecisin del olvido absoluto. De olvidarlo todo, tambin lo que se haba pensado yescrito sobre el Chile pinochetista (Moulian, 2002, p. 43). La asimilacin de los crti-cos al neoliberalismo de la dictadura a los presupuestos neo-clsicos en democraciarepresentara un acto anlogo al de Fernando Henrique Cardoso cuando pronunci

    el olviden todo lo que escrib al asumir la primera magistratura brasilea.El consenso tambin era el resultante de una sociedad atemorizada por lostraumas autoritarios, la que frente a la mnima posibilidad de reactivacin y reconstruc-cin de su fuerza movilizadora encontraba como respuesta las razones de Estado,las que operaban como formas de temor regresivo que encasillaban toda divergenciaen la categora de lo irracional, de aquello que pona en peligro la sobrevivencia dela transicin. Las razones de Estado contribuyeron as a construir los fundamentosde una transicin paradigmtica sustentada en el olvido y la desmovilizacin. Otravez segn Moulian, el anuncio y continua glorificacin del consenso, la gran novedaddiscursiva del Chile Actual, tiene estrecha relacin con las estrategias de blanqueo,con la construccin de la imagen del Chile Modelo. Forma parte de la fabricacin deun montaje del milagro de Chile. Ese milagro consiste en la demostracin de que sepoda pasar de la desconfianza y de la odiosidad del perodo de la lucha, al acuerdoperfecto de la transicin. Todas las lites, con la notoria excepcin de algunas pocascabezas calientes, habran actuado en estado de gracia, inspirados por la razn. Seubicaron se dice en la realidad, en la aceptacin de las restricciones histricas.En verdad se ubicaron en lo que ellos, los fundadores del Chile Actual, denominaronsiempre, desde 1975 o incluso antes, lo racional. Lo mismo que nosotros combatimoscomo obra de Pinochet (MOULIAN, 2002, p. 43).

    La movilizacin social no poda ser usada como una forma de presin paraensanchar los lmites de lo posible. Al contrario, representaba una amenaza que poda

    despertar nuevamente el demonio de la Dictadura. Segn Francisco Zapata (2004), latransicin chilena desde la dictadura hacia una democracia protegida se sustent en laausencia de sociedad civil organizada en el debate pblico sea a travs de los mediosde comunicacin o a travs del debilitamiento de los espacios de expresin que an-teriormente utiliz (sindicatos, partidos, juntas de vecinos, etc.). El pacto inter-litesque permiti este proceso tuvo como resultado la consolidacin de un orden demo-crtico de baja calidad, que, segn Cristbal Rovira (2007), se articul en torno a tresejes: a) la conformacin de elites cerradas y, por tanto distanciadas de la ciudadana,la toma de decisiones colectivamente vinculantes se vuelven espacios de negociacinelitista sin control pblico; b) el establecimiento de una ortodoxia del libre mercado

    que consolida el poder de veto de los grupos econmicos por sobre las reglas de-mocrticas; y c) la tarda confrontacin del legado autoritario, slo la detencin dePinochet en Londres permiti cuestionar la inmunidad poltica y penal que el pactode transicin pareci asegurarle al ex dictador y a su familia. Como consecuencia: Elresultado de los pactos inter-elites ha sido entonces el establecimiento de una demo-cracia formal a costa de la expansin del ejercicio de la soberana popular (ROVIRAKALTWASSER, 2007, p. 365). A pesar del constante crecimiento econmico queexperiment Chile tras el retorno a la democracia, en buena medida porque estaltima prioriz la dimensin econmica del bienestar, el rgimen poltico muestralimitaciones institucionales y polticas que han terminado por restringir el poder delos ciudadanos, configurando una democracia semi-soberana (HUNEEUS, 2014).

    Por otra parte, las restricciones dadas por el sistema electoral, que sobrer-representaba a la derecha en el Congreso gracias al sistema binominal heredado dePinochet, limitaban realmente las posibilidades del conglomerado de centro-izquierda

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    en el poder para establecer reformas que superasen la arquitectura dejada por ladictadura. Al mismo tiempo, inviabilizaba la emergencia de cualquier alternativa albinomio derecha-concertacin, factor que fue utilizado como una eficiente herra-mienta electoral por parte de la coalicin de gobierno frente a las eventuales crticassurgidas a su izquierda: la nica opcin que tienen es votar por nosotros para que la

    derecha no vuelva al poder.En ese contexto, Concertacin y Derecha no slo se aproximaron elec-toralmente el margen de votos que los separaba se fue estrechando , sino queadems se fueron acercando en su forma de concebir la poltica, alimentadas y es-timuladas por el eterno empate entre estas dos fuerzas consagrado por el sistemaelectoral binominal. Como la Concertacin requera del concurso de sus opositorespara aprobar cualquier ley propuesta por el gobierno ya que el sistema electoral lacondenaba a este empate permanente en el Congreso , la centro-izquierda inici unproceso de concesiones polticas que haca a ambas coaliciones cada vez ms conver-gentes. La Concertacin asumi como propios los criterios definidos por la derechapara evaluar a un buen gobierno: gobernabilidad, estabilidad, eficiencia, focalizacin,etc. Ahora bien, durante los gobiernos de centro-izquierda continu operando elclivaje plebiscitario que bsicamente defini la transicin post-dictadura (TIRONI;AGERO; VALENZUELA, 2001), es decir, aquellos que votaron No a la Dictaduracontinuaron votando Concertacin y los que votaron S, apoyando a la Derecha.

    Dicho de otra manera: en el marco de la poltica de los consensos el princi-pal elemento diferenciador del eje Concertacin-Derecha fue la postura que estasalianzas asumieron a la hora de enfrentar el plebiscito que derrot a la Dictadura dePinochet. Sin embargo, en la eleccin presidencial del 2009 que enfrent al ex Pre-sidente concertacionista Eduardo Frei Ruiz-Tagle contra Sebastin Piera como re-presentante de la derecha, este clivaje perdi fuerza, puesto que Piera fue capaz de

    conquistar a un electorado anteriormente concertacionista dispuesto a votar por uncandidato que, pese a venir de la derecha, ostentaba un pasado democrtico. Pierahaba votado No en el plebiscito y prometa no incluir en su gobierno a personerosvinculados a la Dictadura (algo que finalmente no se cumpli). Por otra parte, la Con-certacin daba muestras de fatiga tras veinte aos en el poder, mostrndose incapazde traspasar la enorme popularidad de la Presidente Michelle Bachelet a la coaliciny al candidato oficialista. Asimismo, la fuga de militantes hacia la derecha y hacia laizquierda reflejaba que el ciclo de la ms exitosa coalicin poltica en la historia deChile llegaba a su fin. Efectivamente, importantes personeros como el ex presidentede la Democracia Cristiana Adolfo Zaldvar y el ex Ministro de Salvador Allende y

    entonces Senador Fernando Flores no slo abandonaban la Concertacin para fundarsus propios partidos como manifestaban apoyo pblico a la candidatura de Piera.Desde la izquierda, la candidatura de Marcos Enrquez-Ominami, quien renunci alPartido Socialista ante la negativa de este partido de realizar primarias para dirimira su candidato presidencial, signific un enorme debilitamiento de la candidatura deloficialista Frei Ruiz-Tagle. Por otra parte, la candidatura de otro ex socialista, JorgeArrate (ex Ministro de Allende y del propio Frei y uno de los principales idelogosde la renovacin socialista que posibilit la conformacin de la Concertacin), quiense present como candidato del Partido Comunista, tambin contribuy a agudizar lacrisis de la coalicin de gobierno.

    La llegada de un mega-empresario como Sebastin Piera podra haber hechopensar que se iniciaba un nuevo ciclo de consolidacin del neoliberalismo. Algunosde sus personeros, pese a su promesa de campaa, fueron los que contribuyeron a laimplementacin del neoliberalismo en Chile durante el rgimen de Pinochet y ahora

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    retornaban triunfantes en un contexto democrtico. Al mismo tiempo, la figura dePiera representaba la radicalizacin de la poltica tecnocrtica. A final, nadie mejorque un exitoso empresario para dirigir el pas con criterios gerenciales. Sin embargo,el inicio de su gobierno no podra haber sido ms adverso: el 27 de febrero de 2010poco antes de que Piera asumiera el mando de la nacin, Chile era sacudido por uno

    de los terremotos ms intensos de su historia, remezn telrico que dej expuestasvarias de las fallas del exitoso modelo chileno.

    EL TERREMOTO Y EL MITO DE CHILE

    La idea de terremoto social fue la ms utilizada para describir los saqueosproducidos en las zonas afectadas por el movimiento telrico en el Centro y Sur deChile (AGUILERA, 2010). Aunque es un concepto que ha comenzado a ser cuestio-nado (CCERES; MILLN, 2012), posee el mrito de sintetizar bien el asombro conel que la sociedad chilena observ los efectos sociales post-sismo. Estupor tambin

    compartido por parte importante de la intelectualidad chilena, tal como Grinor Rojoquien, al examinar los saqueos, expres: Y esto es algo que estaba ocurriendo enChile, el 1 de marzo de 2010, a pocas horas del terremoto ms devastador que elpas haya sufrido en cincuenta aos. No unas cuantas docenas de delincuentes o unascuantas docenas de vndalos, asolando pueblos y ciudades, sino una muchedumbrede hombres y mujeres, dentro de la cual haba personas que era como usted o comoyo, gente comn y corriente, a la caza o de lo que necesitaban, porque tenan ham-bre y sed, o de lo que no necesitaban, pero que s les apeteca porque haban estadodesendolo desde haca un largo tiempo () o, peor an, que les apeteca para poderlucrar con ello en el cuadro de desabastecimiento y penuria que provocaba la emer-

    gencia (ROJO, 2010, p. 107).Los efectos de los saqueos eran devastadores, en algunos casos superaban alos daos provocados por el propio terremoto y maremoto. Por qu un pas comoChile que mostraba ndices econmicos envidiados por el vecindario ante una trage-dia como esa se comportaba de tal manera, mientras que Hait en la antpoda de losrankings de desarrollo, pese a sufrir tambin efectos catastrficos de un terremotono mucho antes del chileno no present fenmenos comparables en magnitud a lossaqueos en el pas andino? Es lo que se preguntaba el ensayista. Los saqueos seran,para algunos autores (GARCS, 2010), la manifestacin de una crisis social detona-da por el terremoto, es decir, una generalizacin de acciones directas conducentes aun desborde social o reventn histrico, que poseera la caracterstica de ser indicativa de una crisis que desnuda, visibiliza o hace estallar en la superf icie profundasgrietas, o mejor, para usar un lenguaje sismolgico, extensas placas sociales que sereacomodaron y movilizaron en lo profundo de la sociedad (GARCS, 2010, p. 77).

    En la literatura latinoamericana, existe una cierta tendencia a atribuir a estasexpresiones un cierto potencial emancipatorio por representar formas de accinpoltica sin intermediaciones, en donde su espontaneidad asegura un alto grado deautenticidad popular (MOISS, 1982; SALAZAR, 2006). Sin embargo, por ms quelos saqueos puedan ser en buena medida una expresin de rabia contenida o que pue-dan ser explicados por la desigualdad social existente en el pas, es difcil ver en estasexpresiones algn tipo de potencial poltico anti-sistmico. Por el contrario, la crisis

    social post-terremoto pareci agudizar la normatividad neoliberal y, en buena medi-da, los saqueos respondieron a un oportunismo radical: sacarle el mximo provechoeconmico a la tragedia. Aunque en parte los saqueos fueron una respuesta a la tar-

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    da reaccin de las autoridades gubernamentales y del propio mercado (los dueosde las grandes tiendas decidieron no comercializar sus productos ante la cada de susprogramas de venta por la falta de electricidad), algunos individuos saquearon y aca-pararon productos de primera necesidad para revenderlos ms caros a sus vecinosaprovechando la escasez. En los latrocinios masivos tambin fueron robados artculos

    electrnicos que nada tenan que ver con la sobrevivencia: televisores de alta defini-cin, refrigeradores e incluso vehculos de trabajo (especficamente un gra). Ahorabien, la actitud de quienes participaron en estos eventos crticos no fue muy diferentede algunos agentes del sector inmobiliario que recorrieron las calles de las ciudadessiniestradas ofreciendo dinero para comprar los terrenos de las casas derrumbadas ode los empresarios del retail que vendieron al Estado productos en malas condiciones(por la falta de refrigeracin) para su distribucin entre los damnificados o que apro-vecharon las facilidades de importacin dispuestas por el gobierno para introducirproductos bajo la etiqueta de ayuda humanitaria, que finalmente seran vendidos alpropio Estado. Lejos de encajarse en la figura de la expropiacin social dada por laidea de recuperaciones frente al capital, los saqueos fueron el escenario de opera-ciones de un importante grupo de emprendedores salvajes de pequea escala queaplicaron con frialdad algunos principios de la racionalidad econmica neoliberal delos grandes emprendedores salvajes.

    Sin embargo, el terremoto dej en evidencia tambin las dificultades de ac-tuacin de un Estado mnimo idealizado por el neoliberalismo: los organismos deemergencia, asfixiados por los bajos presupuestos, sufrieron serios problemas decomunicacin y no alertaron a la ciudadana del Maremoto que azot las costas delSur de Chile, la Presidente de la Repblica ni siquiera pudo contar con un helicpteropara movilizarse a la zona afectada y prcticamente no tena comunicacin con lasFuerzas Armadas, etc. El Estado tambin rechaz la ayuda ofrecida por los pases

    vecinos tanto porque no saba informar exactamente qu era lo que se necesitaba,como por la autoconfianza nacional dictada por el ideario del Chile moderno. Aun-que un partidario del libre mercado podra argumentar que el Estado fall, porque esintrnsecamente ineficiente, lo cierto es que el mercado tambin idealizado por estossectores fue incapaz de lidiar con la catstrofe: la telefona dej de funcionar en laszonas afectadas - vale recordar que las compaas de telecomunicaciones fueron pri-vatizadas hace dcadas - y el sector inmobiliario rpidamente se lav las manos frentea cualquier responsabilidad por los edificios colapsados por el movimiento.

    Cuando un pas ssmico como Chile es incapaz de reaccionar adecuadamentefrente a un acontecimiento como ste, independiente de su magnitud, resulta equ-

    voco comprenderlo como una catstrofe natural. Un pas cuyo Estado es incapazde comunicarse con todo el pas, una institucionalidad de emergencia disminuida aniveles de inoperancia y un mercado inmobiliario que ya burlaba con sistematicidadlas normas antissmicas fueron el caldo de cultivo para la catstrofe social post--terremoto. Ahora bien, pese a los titubeos iniciales, el Estado s mostr un rostro:ante las denuncias de caos en las ciudades afectadas, el gobierno decidi movilizar alas fuerzas armadas para evitar que continuasen perpetrndose los saqueos. Con losmilitares en la calle para proteger supermercados y para impedir eventuales nuevosatracos se corporificaba la idea de un Estado reducido al mero ejercicio de la fuerzafsica. La frmula neoliberal tomaba sus ropajes ms salvajes.

    Al quedar al desnudo la operatividad ms cruda del neoliberalismo, era im-pensable que su hegemona permaneciese inclume. Y bien lo expres Eduardo SantaCruz: La emergencia permiti que, al menos transitoriamente, se produjeran fisurasen los simulacros que sostienen el orden hegemnico y se hicieran ms evidentes

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    algunas tendencias de base y de los procesos profundos que han estado transforman-do la vida social. As, procesos como la heterogeneizacin y fragmentacin social, lahiperindividualizacin de la vida social, la transformacin de lo pblico y lo poltico, lamediatizacin social, entre otros, se manifestaron con una aspereza y brutalidad talque provocaron que el escenario que la hegemona liberal montaba para su discusin

    tambin se derrumbara. Porque es muy distinto discutir en un seminario auspiciadopor algn organismo pblico sobre la desarticulacin de las redes y el tejido social, quever sus efectos concretos manifestado en saqueos, guardias blancas, violencia de todoscontra todos, en el marco de ciudades destruidas (SANTA CRUZ, 2010, p. 205206).El terremoto y posterior maremoto haba echado abajo la moderna fachada del mo-delo chileno, dejando expuestos sus interiores subdesarrollados. Tras la entrega deveinticinco telfonos satelitales a la Presidente Bachelet de manos de Hillary Clintonpoco despus de la tragedia, resultaba al menos contra intuitivo seguir creyendo de lamisma manera en la idea de Chile como el pas modelo de Amrica Latina. De hecho,algunos han llegado a creer que el terremoto telrico no era sino un vaticinio del ter-remoto social que se avecinaba con las movilizaciones sociales del 2011.

    DEL PARASO DEL CONSUMO AL PARASO DEL ABUSO EMPRESARIAL

    En pleno auge de la teora de la dependencia Andr Gunder Frank, introdu-ca, citando a Mariano Otero, el concepto de lumpenburguesa, definida como laclase que no era ms que el instrumento pasivo [yo dira ms bien activo, A.G.F.] dela industria y del comercio extranjero, y sus intereses eran naturalmente los de ste.Los integrantes de esa clase estn profundamente interesados en mantenernos en elestado [o ms bien proceso] de miserable atraso del que saca el comercio extranjero

    sus ventajas y que podramos denominar lumpendesarrollo (GUNDER FRANK,1978, p. 15). Si se considera el carcter rentista de la burguesa chilena en un sistemaeconmico que ms que producir riqueza produce super-ricos, es probable que lacategora de lumpenburguesa an sea provechosa para caracterizar a este sectorsocial. Sin embargo, no es por esa razn que he trado a colacin ese concepto, sinoms bien porque que en el Chile neoliberal la idea de un lumpen-empresariado,como un sub-conjunto de la lumpenburguesa, puede caracterizar en buena medidaelementos significativos de la cultura del emprendimiento chileno.

    En el Chile neoliberal, la figura del emprendedor que reemplaz a la an-tigua burguesa nacional productivista, destruida por la apertura econmica que lahizo competir en desventaja en el mercado internacional durante la Dictadura, seconvirti en la corporificacin de la virtud social, aquel que a partir de su esfuerzoindividual era capaz de conquistar el mundo mediante el aumento de su patrimonio.Uno de ellos, el empresario de origen alemn Horst Paulmann, incluido en la lista delos hombres ms ricos del mundo de Forbes, era considerado por el Ministro de Eco-noma del gobierno de Piera, Pablo Longueira, como una especie de nuevo Bolvar:Cuando se escriba la historia de cmo se uni Amrica, creo que Horst Paulmann vaa ser una persona que va a estar dentro de los registros de aquellos emprendedoresque con su talento unieron al continente. La desmesura de la comparacin adquierenuevos ribetes si se considera que el empresario en cuestin, nacionalizado por gra-cia en el ao 2005 bajo el gobierno del socialista Ricardo Lagos, ha protagonizado una

    seria de polmicas, entre otras, por haber sido condenado por cobros abusivos a susclientes al aumentar unilateralmente los costos de mantencin de las tarjetas de sustiendas, mientras oficiaba como Gerente General de su grupo econmico el primer

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    pre-candidato presidencial de la Unin Demcrata Independiente (UDI) en la ltimaeleccin y tambin ex ministro de minera de Piera, Lourence Golborne. Paulmann,quien fuera reconocido como el empresario ms destacado el ao 2005, al verseobligado a devolver dinero por estos cobros, trat de obligar a sus clientes a gastarel monto de la devolucin en sus propios supermercados. Otro de sus ex Gerentes,

    Julio Pereira, nombrado como Director de Impuestos Internos por Sebastin Piera,debi renunciar a su cargo luego de que se conociera que haba realizado gestionespara condonar millonarias deudas tributarias a CENCOSUD, la empresa del empre-sario alemn. Paulmann, as como todos los empresarios del rubro de supermercado,ha sido acusado de coludirse para definir los precios de algunos productos y de tenerprcticas abusivas contra sus proveedores, la mayor parte de ellos micro-empresa-rios que no reciben pagos inmediatos por la venta de sus productos e incluso debenbajar extraordinariamente sus precios para no ser excluidos del mercado por lasgrandes cadenas

    Uno de los casos de colusin que mayor indignacin pblica gener fue lacombinacin de precios que realizaban las tres principales cadenas de farmacias, lasque en su conjunto contralan la mayor parte del mercado chileno. Los dueos de lasfarmacias se ponan de acuerdo para fijar los precios de los medicamentos, generandola falsa ilusin de mercado diverso regido por la competencia. Aunque no fue el nicocaso de este tipo descubierto en los ltimos aos, por tratarse de una cuestin tansensible como la salud de las personas, rpidamente el caso asumi caractersticasde escndalo pblico, sin embargo, pese a que la justicia comprob la existencia deldelito, slo conden a los ejecutivos a clases de tica empresarial.

    Otro caso paradigmtico fue el de la empresa de retail La Polar (2011), lacual vena ao tras ao acaparando los elogios y las portadas de las revistas empre-sariales por sus espectaculares desempeos financieros. Sin embargo, sus ejecutivos,

    otrora estrellas ascendentes de los mercados, debieron sentarse en el banquillos delos acusados, al descubrirse que las espectaculares cifras eran obtenidas mediante larenegociacin unilateral y no informada de las deudas de las tarjetas de crditos desus clientes, la mayor parte proveniente de los quintiles de menores ingresos del pas.Aunque la empresa en realidad estaba generando prdidas, esta prctica permitacrear la ilusin de salud financiera, abultando ficticiamente sus estados, a costa delaumento del endeudamiento (no consentido) de sus clientes. Cuando el 4 de agostode 2011, uno de los locales ms emblemticos de esta tienda ubicado en pleno centrode Santiago era consumido por las llamas, despus de que unos desconocidos le pren-dieran fuego en el contexto de una protesta social, pareca que lo que se quemaba era

    la capacidad de la lgica del endeudamiento de pivotear el bienestar material del ChileNeoliberal. Durante los aos 1990 y en la primera dcada del siglo XXI, la tarjetade crdito fue una especie de productor directo de hegemona, el pilar fundamentaldel paraso del consumidor en el que se convirti Chile. Sin embargo, la denuncia deestos casos mostraba que ms que ser un paraso para el consumidor, Chile ms bienpareca un paraso para el abuso empresarial.

    Al mismo tiempo, y en buena medida gracias a la accin del Poder Judicial,quedaba demostrada la necesidad de intervencin y regulacin pblica para evitarestos abusos, pese a los airados reclamos de la Asociacin de Bancos. La ilusindel mercado auto-regulado por la libre interaccin entre la oferta y la demanda semostraba como tal, una mera ilusin y surga con claridad el resultado concentra-dor de las fuerzas de mercado. El cuestionamiento de las lgicas de emprendimien-to salvaje practicado por el empresariado local los mostraba como un lumpen--empresariadoque adems usaba el dinero previsional ahorrado por los trabajadores

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    chilenos para financiar sus operaciones burstiles. Efectivamente, las Administradorasde Fondos de Pensin (AFPs), el sistema privado de capitalizacin individual paraotorgar pensiones, haban hecho precisamente de estas empresas cuestionadas al-gunos de sus principales blancos de inversin. El abuso contra los consumidores erafinanciado por sus propios ahorros previsionales.

    Paradjicamente, con la llegada a la primera magistratura de uno de estossuper-empresarios, los grandes emprendedores pasaban de hroes a villanos. Es po-sible que la exposicin de los propios comportamientos salvajes en el mundo finan-ciero del presidente haya contribuido para visibilizar an ms los abusos con los quelos grandes empresarios construan sus fortunas. El Presidente, otro de los hombresms ricos del planeta, condenado en reiteradas ocasiones por el uso de informacinprivilegiada para realizar sus operaciones especulativas ayud a convertir a sus paresen el blanco de los cuestionamientos de una ciudadana cada vez menos dispuesta asoportar los abusos del mercado.

    EL SISTEMA EST DESNUDO: LA NOVEDAD DEL MOVIMIENTOESTUDIANTIL DEL 2011

    El movimiento estudiantil chileno encandil en 2011 a una parte importantedel mundo. Sea por su creatividad a la hora de protestar, por la masividad de susmanifestaciones o por la solidez de sus demandas, los estudiantes chilenos han con-movido un enorme inters del campo acadmico (AZCAR, 2013; LUZIO; GMEZ,2014). Es interesante subrayar que ha habido cierta coincidencia en identificar suirrupcin con un nuevo ciclo poltico y social en Chile (GARCS, 2012).

    El debilitamiento de la esfera pblica coincide, para algunos autores (SEN-

    NETT, 2002), con la transformacin de los espacios de encuentro con extraos comoprecondicin para la constitucin de un espacio pblico, en lugares de paso, ligadosal movimiento y no a la permanencia. La aparicin de experiencias como la de losOccupyha permitido reconfigurar espacios ms permanentes de encuentro, debate eincluso deliberacin: las plazas de los indignados y las calles de los estudiantes chile-nos son presentadas como ejemplos de expresividad de una nueva gora que, graciasal uso de las nuevas tecnologas como una extensin organizativa, combina la co--presencialidad con el alcance virtual de las redes sociales (GOHN; BRINGEL, 2012).

    Ahora bien, si se revisa la historia de los movimientos sociales chilenos, ve-remos que existe una larga trayectoria de ocupacin de los espacios pblicos comoforma de contestacin poltica, manifestacin que no se interrumpi ni siquiera conla dictadura militar (SALAZAR, 2013). En ese sentido, paradojalmente la novedad delmovimiento estudiantil chileno sera la retomada de una tradicin de movilizacin so-cial que, en el pasado, alcanz altos niveles de masividad. Lo que el historiador SergioGrez expres de la siguiente manera: El ao 2011 quedar inscrito en la historia deChile como el de un nuevo despertar de los movimientos sociales despus de ms dedos dcadas de aletargamiento debido a la combinacin de la accin natural del mo-delo econmico neoliberal, del recuerdo del rgimen de terror de la dictadura, de lastrabas y cortapisas legales e institucionales para la expresin de las demandas sociales,de la virtual dictadura meditica impuesta por un puado de grupos econmicos y depoder, adems del control y cooptacin de estos movimientos ejercidos durante largo

    tiempo por los gobiernos de la Concertacin y sus partidos (GREZ, 2011).Ahora bien, lo que tiene de diferente el movimiento por la educacin pblica

    que irrumpi el 2011 es su magnitud. No se registraban marchas tan masivas en Chile

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    desde el gobierno de Salvador Allende. Es precisamente la masividad de estas movi-lizaciones lo que permiti dar visibilidad a una serie de dispositivos represivos que,aunque se exacerbaron durante el gobierno de Sebastin Piera, no fueron ajenosa las prcticas de los gobiernos anteriores frente a los movimientos sociales. Valerecordar que la Ley de Seguridad del Interior del Estado creada en dictadura, pero

    con antecedentes previos fue aplicada por los diferentes gobiernos de la Concer-tacin contra dirigentes de gremios (transporte), sindicatos (minera) y, sobre todo,contra el Pueblo Mapuche.

    Si aplicamos el criterio de permanencia, tambin observaremos que durantelos veinte aos de gobiernos de la Concertacin, el movimiento estudiantil secun-dario y universitario se moviliz permanentemente, aunque con altos y bajos, y, a lolargo de su historia, se mostr como un actor relevante en el espacio pblico chileno.A pesar de que la condicin de estudiante es de carcter transitorio, lo que podraotorgar al movimiento una propensin a la discontinuidad, resulta innegable que enlas dos ltimas dcadas viene producindose un aprendizaje dentro del propio mo-vimiento estudiantil, con lo que se han acumulado experiencias, se han probado re-pertorios de accin colectiva y se han consolidado y refinado discursos y demandas.

    En particular, desde la fundacin de la Federacin de Estudiantes de Chi-le (FECH) en 1906, el Movimiento Estudiantil Universitario cumpli un importantepapel en la poltica chilena, siendo un foco de resistencia a las dictaduras de CarlosIbez (1927-31) y de Augusto Pinochet (1973-1989). De la misma manera, el movi-miento contribuy enormemente a la modernizacin de las instituciones universita-rias principalmente mediante la promocin de la Reforma Universitario de 1967.

    Por su parte, aunque el movimiento de estudiantes secundarios no tuvo elmismo protagonismo que el universitario durante la primera mitad del siglo XX, laatencin nacional que concentr la campaa para la eleccin de la Federacin de

    Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES) en 1973 entre la izquierda y la dere-cha mostr la importancia poltica que este sector tena ya durante el gobierno deAllende. Sin embargo, sern los intentos de resistencia a la Reforma Educacional dePinochet (consolidacin del Estado Subsidiario, municipalizacin de la educacin es-colar e identificacin el proceso educativo con la libertad econmica), los que darnrelevancia histrica al movimiento, pues, a pesar de haber sido derrotado, las masivasmovilizaciones que organizaron en plena dictadura fueron fundamentales para erosio-nar el rgimen autoritario.

    Iniciado el proceso de transicin democrtica a comienzos de los aos 1990,las movilizaciones universitarias contra el proceso de mercantilizacin de la educaci-

    n pblica a finales de esa dcada parecan romper con el inmovilismo social al cualla sociedad pareca condenada. El historiador Luis Thielemann ha valorado la frescuracrtica y la densidad de masas del movimiento estudiantil de los aos 1990 en el mar-co del pramo neoliberal que busc anular cualquier tipo de conflictividad en aquelentonces. En sus palabras, la generacin de aos 1990 fue un intento madrugador yexitoso, y por tanto fundacional en la cultura de los sectores organizados del Movi-miento Estudiantil, por construir un movimiento democrtico y, para los pacificadosnoventas, muy radical, todo en la misma combinacin orgnica, y que superase lavocacin por realizar la profeca del fin de la historia en una sociedad neoliberal(THIELEMANN, 2014, p. 248). Sin embargo, ninguna de esas movilizaciones lleg alas cifras de participacin del movimiento del 2011, aunque contribuyeron a forjar unacrtica articulada al sistema educacional chileno y transformaron a los estudiantes enactores sociales claves de la democracia chilena.

    Con todo, ser el inicio de un ciclo de movilizaciones animado por los es-

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    tudiantes secundarios lo que marcar una nueva etapa en el movimiento estudiantilchileno que sirve como antecedentes para las explosiones del 2011. Diez aos antes,se produce en el mochilazo, que marc la primera gran irrupcin de estudiantessecundarios en la esfera pblica en la post-dictadura, ya que las movilizaciones lide-radas por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) tomaron

    la agenda social en ese momento en reivindicacin del Pase Escolar y en defensa dela educacin pblica. En el ao de 2006, nuevamente las movilizaciones secundariasalcanzaron notoriedad nacional, esta vez con la Revolucin Pingina (en referenciaal uniforme que usan los estudiantes).

    La Revolucin Pingina gener una profunda crisis poltica en el recin ins-talado gobierno de Bachelet, cuestionando la ltima ley decretada por Pinochet antesde abandonar el poder: la Ley Orgnica Constitucional de Enseanza (LOCE), en lacual se consagraba el papel subsidiario del Estado en materia educacional, dejandola regulacin de la educacin en las manos del mercado. Para Mario Garcs, el m-rito del movimiento fue traer a la palestra el problema de la calidad de la educacinchilena, pero como un producto de la enorme desigualdad existente en el pas. Almismo tiempo afirmando que: la novedad del movimiento secundario es que installa necesidad del cambio no desde el clculo poltico, sino desde la experiencia quesignifica formarse en una mala escuela o en un liceo precarizado, que no proyecta alos estudiantes del pueblo hacia adelante, sino que los condena a futuros trabajadoresinformales o a ocupar roles subordinados en el sistema econmico dominante. Laescuela neoliberal pobre no representa ms que un espacio de sociabilidad para losjvenes, un trabajo proletarizado para los profesores, un negocio para los sostene-dores y una carga difcil de sobrellevar para los municipios (GARCS, 2006, p. 48).

    Muchos de los estudiantes que se movilizaron el 2011 participaron de algunamanera en la Revolucin Pingina, sea en las calles, sea en las tomas de los esta-

    blecimientos educacionales, sea en las paralizaciones reflexivas que los secundarioshacan para articular un discurso crtico. En aquella ocasin, algunos analistas ya lla-maban la atencin para el empleo de nuevas tecnologas como herramientas de apoyode sus movilizaciones en el movimiento: Asimismo, constituyen un nuevo referenteen cuanto a flujos comunicativos posmodernos, ya que se apoyan en recursos tec-nolgicos propios de nuevas generaciones: el uso de blogs, celulares y mensajes detexto mediante los cuales logran articular acciones a escala regional y nacional, cons-truyendo un discurso instantneo y poderoso que sobrepasa las dinmicas poltico--comunicacionales a las que estamos acostumbrados (ORTEGA, 2006, p. 22).

    En este sentido, se debe distinguir entre la novedad del uso de herramientas

    comunicacionales digitales como facilitadores de la movilizacin de los estudiantes, dela definicin del propio movimiento a partir de ese trazo. Ms que una nueva formade accin colectiva, los estudiantes enriquecieron su repertorio de accin, incorpo-rando las nuevas tecnologas a sus clsicas formas de movilizacin: paros, tomas, mar-chas y asambleas. El uso de un determinado repertorio indudablemente puede serfundamental para la creacin de una identidad colectiva, pero sera un error entregar,en este caso, ese papel a las formas de comunicacin que los estudiantes utilizaron,por ms innovador que esto sea.

    Ahora bien, si existi una marca en la Revolucin Pinginas sta fue la tomageneralizada de las escuelas del pas, una vez que los intentos de criminalizacin delmovimiento por parte del gobierno y de los medios de comunicacin parecan cues-tionar la legitimidad de los estudiantes. Previo a las sucesivas tomas de colegios, lossecundarios haban privilegiado la movilizacin en las calles con consecuencias bas-tante violentas por los enfrentamientos producidos con la polica y por los desmanes

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    realizados por algunos estudiantes. La flexibilidad mostrada por los secundarios enese momento permiti que recuperasen el apoyo de la ciudadana, una vez que laestrategia de criminalizacin dejaba de surtir efecto.

    Los estudiantes movilizados el 2011 cargaban en sus mochilas la experienciade la Revolucin Pingina, no slo por la transferencia de capital organizativo de

    aquel movimiento, como tambin por el aprendizaje que signific la derrota de lossecundarios. El desenlace del movimiento estuvo lejos de satisfacer las demandas delos estudiantes: fin al lucro en la educacin, fin a la municipalizacin de las escuelas yfortalecimiento del papel del Estado en materia educativa. La salida escogida por elgobierno de Bachelet de ese entonces fue la creacin de una mesa de dilogo, en lacual estuvieron representados los estudiantes, pero que mantuvo un perfil mayori-tariamente tcnico. La propuesta final de esa comisin desconsider buena partede la demanda de los estudiantes y, aunque la LOCE fue sustituida, la estructura delsistema educativo se mantuvo intacta, en otras palabras, el sistema poltico procesola demanda estudiantil reafirmando el consenso con apelacin cientfico-tcnica deque el Estado debe mantener un carcter subsidiario.

    El movimiento estudiantil post-2011 recoge las demandas y las crticas de esaexperiencia. En ese sentido, ms importante que preguntar por la novedad del movi-miento es interrogarse por la trascendencia que el movimiento de 2011 tuvo para elpas. lvaro Ramis (RAMIS, 2011) es uno de los analistas que destaca al MovimientoEstudiantil chileno como el ms importante de Amrica Latina, no porque los estu-diantes tengan ms conciencia que sus congneres latinoamericanos o porque seanms activos, sino porque en ningn otro pas del continente se experiment un pro-ceso tan dramtico de descomposicin y mercantilizacin de su sistema educacional(en Chile, slo el 25% del sistema es financiado por el Estado, el restante viene delos bolsillos de las familias de los estudiantes). Al cuestionar el sistema de educacin,

    los estudiantes chilenos tematizaron el propio modelo de desarrollo del pas, puesevidenciaron la enorme desigualdad de la sociedad chilena. La organizacin de unsistema educacional basado en el rol subsidiario del Estado y en la preeminencia delo privado habra terminado por potenciar formas de segregacin educacional quelimitaran el potencial de movilidad social prometido por la educacin (VILLALO-BOS; QUARESMA, 2015). En las palabras de Giorgio Jackson, uno de los dirigentesms destacados del 2011 y actualmente diputado de la Repblica: Desde hace msde cinco meses, todas las reivindicaciones sectoriales del movimiento estudiantil sehan ido articulando a travs de un eje central: la desigualdad que impera en Chile.La desigualdad entendida como una perpetuacin de sta, ha sido el foco que nos

    permiti hacer emerger el descontento que ha estado latente en amplios sectores dela sociedad y que no se expresaba en forma abierta, debido a un autocomplacientediscurso de las autoridades de gobierno (JACKSON, 2011).

    La crtica estudiantil rpidamente pas de lo estrictamente educacional parauna crtica global del modelo chileno y su consenso neoliberal. Al exigir calidad en laeducacin y un papel garante del Estado, desvendaron la desigualdad social del pas,propusieron tambin una reforma estructural del sistema tributario para financiar laeducacin pblica, as como la modificacin de la poltica nacional en relacin a lasriquezas naturales (renacionalizacin del cobre) y, al mismo tiempo, colocaron enjaque la institucionalidad poltica heredada de la dictadura, la que vena mostrndoseimpermeable a las demandas ciudadanas. Tal como destac el socilogo Jaime Mas-sardo: La nueva generacin que protagoniza el movimiento no vivi el miedo a ladictadura y a travs de su creatividad, su alegra, su disposicin a la horizontalidad y sutransparencia representa una nueva forma de praxisen un contexto que, sin la camisa

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    de fuerza y el empantanamiento poltico propia de los gobiernos de los partidos de lapost-dictadura, ha dado forma a una nueva subjetividadque viene creando un procesoque pone en el tapete la necesidad de un nuevo Chile, de unaSegunda Repblicadondetodos podamos vivir en mejores condiciones, forjando un futuro construido tambinpor todos El rey est desnudo: la lucha del movimiento estudiantil ha construido una

    nueva mirada sobre Chile, mostrando que es un pas inmensamente rico cuya riquezaes distribuida con extrema desigualdad (MASSARDO, 2011).Sin embargo, como ya se afirm, la crtica global y radical esgrimida por los

    estudiantes el 2011 no estuvo ausente en otros momentos, lo que es substantivamen-te diferente es que, en ese ao, la mayora de la ciudadana comparta los cuestiona-mientos de los estudiantes al estado de cosas en Chile. Especficamente en relacin alas demandas del movimiento, diferentes encuestas de opinin mostraban un prome-dio de apoyo al movimiento cercano al 80%, siendo que paralelamente el gobierno deSebastin Piera vea desplomarse su popularidad, alcanzando los niveles ms bajosregistrados desde el retorno a la democracia (entre 22% y un 30%).

    La salida de la Concertacin del gobierno contribuy a que sus bases en elmovimiento por la educacin pblica se incorporasen a los esfuerzos movilizadoresy dejasen de ser un factor de contencin e inmovilismo al interior de las organiza-ciones. De hecho, un elemento diferente de otros ciclos de movilizacin es que elmovimiento del 2011 cont con un grado de unidad y simultaneidad de accin de losdiferentes actores implicados en la educacin como nunca antes fue posible: el Co-legio de Profesores, las organizaciones secundarias, las federaciones universitarias ylos centros de padres.

    La propia llegada a La Moneda de Sebastin Piera cre un escenario favo-rable para que las demandas estudiantiles fuesen bien recibidas por la sociedad. Talcomo explicaba Giorgio Jackson (2011): Durante la Concertacin era fcil que los

    gobernantes y autoridades culparan al sistema poltico, a la obstruccin opositorade derecha que no daba los votos para las reformas y usaba ese argumento paradescomprimir la presin social, al tiempo que ocultaba su falta de conviccin y corajepara impulsar cambios fuera del marco de la poltica de los consensos. Hoy, el go-bierno no tiene a quin culpar, porque adems concentra todo el poder. Eso permiteque la presin social se concentre en un mismo punto: en la desigualdad del sistema.Eso hace que el movimiento sea ms ambicioso, menos sectorial y ms poltico, desdeel punto de vista de que las demandas se hacen transversales.

    Cabe recordar que la transicin democrtica chilena redujo a estrechos mr-genes la expresin de demandas ciudadanas y de disensos sociales. El paso de la

    dictadura para la democracia fue mediado por la tutela del ejrcito en su concrecincon el consecuente privilegio de la estabilidad por sobre la manifestacin libre de lasaspiraciones ciudadanas que haban derrotado a la dictadura en el plebiscito de 1988.La Concertacin, consciente de la fragilidad que sustentaba a la democracia, se res-guard exitosamente en el temor al retorno a un pasado autoritario para no ampliarlos lmites de lo posible.

    Una vez que la Concertacin es derrotada y la derecha entra, sin bombar-deos mediante, a La Moneda, paradojalmente la desmovilizacin deja de ser un actode autocensura por parte de los sectores sociales, perdiendo su eficacia discursiva.En este escenario, la derecha se mostr incapaz de generar dispositivos de con-vencimiento para evitar que el descontento en reas sensibles (Educacin, MedioAmbiente, Derechos Civiles) se tome las calles del pas. Como consecuencia, vieneproducindose un recrudecimiento de las prcticas represivas ordenadas por el eje-cutivo: infiltracin policial en las protestas para producir desrdenes, detenciones ile-

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    gales de manifestantes, ejercicio de una violencia desmedida, torturas, restriccin delderecho de reunin y de libre trnsito en las calles, etc. Acontecimientos que fuerondenunciados por organizaciones de DDHH a diferentes organismos internacionalescomo UNESCO, por el agravante de haber sido cometidas, en algunos casos, contramenores de edad.

    El mrito de las movilizaciones estudiantiles del 2011 fue haber realizado unacertera crtica al corazn mercantil de la educacin y con ella al consenso neoliberalque sostena la sacralidad del modelo, es decir, los estudiantes mostraron que, parafra-seando a Darcy Ribeiro (2011), la crisis en la educacin era el resultado de un progra-ma. Lo que, sumado a un gobierno que, incapaz de reparar ese consenso herido, debiescudarse en los dispositivos represivos del Estado. De esta manera, el movimientoestudiantil apuntaba al modelo y profanamente afirmaba que el rey est desnudo.

    Para conseguirlo, el movimiento estudiantil debi dar un salto en su propiodiscurso. Durante la mayor parte de los aos 1990 y la primera dcada del siglo XXI,en un movimiento social poco dado a consensos, prim casi sin contrapeso la banderadel arancel diferenciado, estableciendo niveles de gratuidad dependiendo del ingresoeconmico de las familias, como demanda articuladora del movimiento universitario.No slo sus principales impulsores, las Juventudes Comunistas, contribuyeron a ello,tambin lo hicieron aquellos sectores de la izquierda que, cada tanto, le disputabanla hegemona del movimiento estudiantil. Las movilizaciones del 2011 resolvieron esedebate a favor de la educacin gratuita, siendo incorporada de manera casi unnimepor el movimiento estudiantil e, incluso ms all, ganando la simpata de la propiaciudadana. Las masivas movilizaciones ampliaron el horizonte de posibilidad del mo-vimiento permitiendo el trnsito de una gramtica de derechos parciales (ArancelDiferenciado) para una gramtica de derechos universales (Educacin Gratuita).

    El movimiento estudiantil pre-2011 sostena la bandera del Arancel Diferen-

    ciado con apoyo de las teoras de la reproduccin de la educacin, es decir aquellasperspectivas que consideran que el sistema educacional reproduce las desigualdadessociales (BOURDIEU; PASSERON, 2001). En contraste, con el arancel diferenciado,se generara, en la prctica, una forma de redistribucin de la riqueza, pues, al pagar,los sectores favorecidos contribuiran al financiamiento del sistema y, por ende, alsubsidio de la educacin de quienes no pueden hacerlo.

    No obstante, la mantencin de esta bandera generaba una serie de contra-dicciones dentro del movimiento, pues optar por el Arancel Diferenciado implicabareconocer que es justo que algunas personas paguen por estudiar en instituciones p-blicas. Se niega, por lo tanto, la idea de la educacin como un derecho universal al cual

    cualquier ciudadano puede acceder independiente de su condicin social. La lgica delarancel diferenciado no rompa totalmente con los principios del Estado subsidiarioen educacin, pues con l la educacin no se mide por su valor de uso en tantoderecho, sino como valor de cambio, o sea como bien de consumo - segn laconocida expresin de Sebastin Piera - intercambiable por otros en el mercado. Almismo tiempo, al dejar una parcela del financiamiento de las Universidades Pblicasdependiente del pago de sus estudiantes, se reproducira la nocin de autofinancia-miento de las universidades actualmente en vigencia y, con ella, se mantendra eldesentendimiento que actualmente el Estado practica en relacin al financiamientode sus universidades y que lleva a las mismas a cobrar aranceles que no se diferenciande las privadas.

    La educacin en tanto derecho no puede ser medida por criterios de mer-cado, no puede tener precio, y ese es el principio a partir del cual actuaron los estu-diantes. Al reivindicar una gramtica de los derechos, los estudiantes fueron capaces

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    de mostrar una enorme fisura en el consenso neoliberal. La educacin tradicional-mente ha sido vista como uno de los principales mecanismos de movilidad social. Lacrtica de los estudiantes mostraba que ms que promover formas de ascenso social,la educacin se haba convertido en un negocio rentable que, adems, reproduca yamplificaba la desigualdad social imperante en el pas. Por qu el gobierno de Sebas-

    tin Piera no fue capaz de satisfacer la demanda de los estudiantes? Sin duda, en lanegativa a negociar con los estudiantes y en la disposicin gubernamental a inmolarpolticamente a sus ministros de educacin (tres ministros salieron de sus puestosgracias a la presin estudiantil) hay un claro dejo de intransigencia ideolgica. No sepodra introducir una lgica de derechos universales, comenzando por la educacin,sin tematizar las formas de financiamiento propuestas por los estudiantes: reforma alregresivo sistema tributario y nacionalizacin de los recursos naturales podra signifi-car un abandono obligado de las lgicas neoliberales en un momento de amenaza. Elgobierno, prcticamente condenando su continuidad en la eleccin presidencial, deci-di optar por lgicas ms bien coactivas, al reconocer la imposibilidad de un acuerdoentre dos concepciones antagnicas de la educacin.

    LAS LGICAS REPRESIVAS EN EL CHILE NEOLIBERAL

    Aunque la violencia estatal desmedida puede llegar a ser efectiva para com-batir una demanda social en condiciones autoritarias, en contextos democrticos,suele tener el efecto contrario, amplificando el descontento, con altos costos paraun gobierno, ms an cuando la reivindicacin social es percibida como justa por lamayor parte de la sociedad. El movimiento estudiantil, gracias a la masividad de susmanifestaciones y a las simpatas que gener en la ciudadana, permiti visibilizar una

    serie de dispositivos represivos que sistemticamente se aplicaban para neutralizartoda forma de disenso social. En ese sentido, es bastante probable que los estudian-tes hayan contribuido a sellar la derrota electoral del proyecto de continuidad delgobierno de Sebastin Piera. Ahora bien, con la opcin represiva de las auto