Braunstein nestor psiquiatria teoria del

57
psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia lacan) néstor a. braunstein m siglo veintiuno editores

description

 

Transcript of Braunstein nestor psiquiatria teoria del

psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis(hacialacan)

néstor a. braunsteinmsiglovein tiunoeditores

10 PRÓLOGO

la historia y en el psicoanálisis, pretenden retor­nar al pasado. Por sostener la confianza en la ca­pacidad transform adora de la verdad.

El enunciado, nuevamente, lleva las marcas de la enunciación. Porque la enunciación se hace desde el Otro, supuesto receptor del mensaje. Y no costará reconocer esa presencia: psiquiatras en un caso, neurofisiólogos en otro, participantes en un simposio sobre biosociología en un tercero, psicoterapeutas adaptacionistas más allá. Etcétera. Si alguna verdad en estos textos se filtrase, ella debe buscarse en la matriz del interdiscurso del que proceden y de ellos deben borrarse, para en­contrarla, las susodichas marcas de la enunciación.

En cada línea se trasunta la presencia de los interlocutores. Cada palabra está asentada en una vertiente polémica con las posiciones de las que este discurso debía desmarcarse pero también en una vertiente de ofrenda a los compañeros que, en la alternancia con ellos y como alumnos inquie­tos, lo hacían progresar. Su presencia aquí es cons­tante aunque callada. Así como constante es la presencia de Talila, coautora de sólo uno de los escritos pero fuente de la que brota cada signo porque nada de lo que aquí queda dicho ha esca­pado a su lúcida y crítica observación (y pacien­cia). La vivacidad de su pensamiento es el com­bustible que necesitó este trabajo para echar a andar. Y, más en el fondo, menos perceptible, está también en cada momento la presencia de Clea, destinataria —sin haberlo pedido— de este conjunto de consecuencias de una práctica psicoana- lítica y docente. Porque también ella tiene, como sujeto, su puesto en el saber.

México, D. F., marzo de 1980

PARTE I

C L A S IF IC A R E N P S IQ U IA T R IA *

"En las remotas páginas de cierta enci­clopedia china que se titula Emporio ce­lestial de conocimientos benévolos está escrito que los animales se dividen ena] pertenecientes al Emperador, b] em­balsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, il que se agitan como locos, j] innumerables, kj di­bujados con un pincel finísimo de pelo de camello, 1] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas.”

jorge l. borges. Otras inquisiciones.

"290-294: Psicosis asociadas con síndromes orgánicos cerebrales, 295-299; psicosis no atribuidas a condiciones físicas previa­mente enunciadas, 300: neurosis, 301: tras­tornos de la personalidad, 302: desviacio­nes sexuales, 303: alcoholismo, 304: de­pendencia a drogas, 305: trastornos psi- cofisiológicos, 306: síntomas especiales no clasificados en otra parte, 307: perturba­ciones situacionales transitorias, 308: trastornos del corportamiento de la in­fancia y de la adolescencia, 309: síndro­mes orgánicos cerebrales no psicóticos, 310-315: oligofrenias, 316: desajustes socia­les sin trastorno psiquiátrico manifiesto, 317: condiciones no específicas, 318: sin trastorno mental, 319: términos no diag­nósticos para uso administrativo.”

American Psychiatric Association, DSM of Mental Disorders.

•Los trabajos que integran esta parte surgieron de una invitación para participar en un simposio sobre epistemología psiquiátrica en la V Reunión de la Aso-

[H3

ciación Mexicana de Psiquiatría llevada a cabo en Gua- najuato en noviembre de 1977. En aquella oportunidad se presentó solamente el primer capítulo de Crítica de la Clasificación Internacional. El segundo capítulo, so­bre la impugnación antipsiquiátrica, apareció en Dia­léctica, 'núm. 6, revista editada por la Universidad Au­tónoma de Puebla, junio de 1979, pp. 3544. El tercer capítulo, dedicado a las funciones de la clasificación, fue preparado para este volumen. La obra debe, no obstante, considerarse como una unidad.

El análisis de la Clasificación Internacional de los Trastornos Mentales que puede leerse en este capítulo 1 está basado en la Octava Revisión de esa Clasificación, vigente en el momento de su redacción. Posteriormente, en enero de 1979, comenzó a utilizarse la Novena Re­visión, que mostraba múltiples cambios con respecto a la anterior. No obstante, y más allá de esas correc­ciones, los vicios formales que aquí se (d) enuncian siguen presentes. Por ello se estimó que no era rele­vante la corrección del capítulo 1 para adecuarlo a la nueva nosografía, aunque algunos detalles carezcan hoy de la actualidad que tuvieron en 1977.

1. CRITICA DE LA CLASIFICACIÓN INTERNACIONAL EN PSIQUIATRÍA

A decirlo sin ambages. Una clasificación interna­cionalmente aceptada, reconocida, utilizada y en­señada no es, por fuerza, una buena clasificación. El consenso no dispensa del análisis. Y el análisis puede llevar al disenso.

Tenemos clasificación, una y única, donde todo cabe. Hasta lo que en ella no entra. ¿Clasificación de qué? De los "trastornos mentales”. Prudente título. Es el único capítulo de )a clasificación in­ternacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (o m s ) donde no se habla de que sean enfermedades las clasificadas. Son “ tras­tornos", troiihlés, disorders. Pero aquellos a quie­nes la clasificación se aplica no son, sin embar­go, "trastornados”, troublés, disorders. Son "pa­cientes” o "enfermos”. Pregnancia del llamado (mal) modelo médico sobre las intenciones cuida­dosas. Más aún. La única traducción nacional de la Clasificación de la o m s al español aparece en el Glosario cubano de la clasificación internacional de la enfermedades psiquiátricas.' La idea de que son enfermedades infiltra al campo todo. Incluso a los impugnadores del vocablo, que, por precavi­dos que sean, terminan haciendo algunas conside­raciones ‘‘psicopatológicas". Y en el mismo pró­logo del Glosario de la o m s la pluma de sir Aubrcy Lewis inscribe: "Como las enfermedades son en lodo caso conceptos abstractos, no es de extrañar que las entidades nosológicas con tas que los psiquia­tras trabajan estén mal delimitadas y se entremez­clen. Las variaciones imputables al observador son tan patentes que resultan desconcertantes; la prc-

’ Editado por el Hospital Psiquiátrico de La Habana, La Habana, 1975.

[13]

14 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

cisión es insuficiente para las necesidades cientí­ficas [ . . . ] ”

¿Enfermedades o trastornos? A la luz de lo cla­sificado es discusión estéril. Hay allí de las unas y de los otros. Desde la demencia senil hasta el "desajuste conyugal”. Difícil —y es nuestro pro­yecto— es descubrir qué tienen de común. El sus­tantivo es ambiguo y múltiple. ¿Será unívoco el adjetivo?

"Mentales". Ya William James había definido a la psicología como ciencia de la vida mental. Mas no dejó definición de la mente. Y hoy, reconoce George M iller2 que adhiere a esa definición, sabe­mos que "mente" es algo distinto de lo que James creía que era, pero tampoco podemos definirla. El concepto es inasible. Funciona, sin embargo, porque pertenece al lenguaje vulgar y desde allí es que pasa al campo médico. Pertenece, definiti­vamente, al arsenal de las nociones ideológicas, terreno donde el fenómeno es reconocido. Y des­conocido.

La pregunta sigue en pie. ¿Qué clasifica la clasi­ficación? El título que ostenta: "de los trastornos mentales”, nos deja ayunos. Quedan dos caminos complementarios. La recurrencia a la historia y el análisis del contenido. Ineludible es transitarlos.

La medicina clasificadora es la del siglo xvm, la que precede al método anatomo-clínico. Su pre­tensión es la de aislar a las enfermedades como especies naturales e incluirlas en un espacio clasi- ficatorio homogéneo. Su modelo es la clasificación de las especies vegetales efectuada por Linneo. Su método es la descripción de los fenómenos tal como ellos se aparecen a los órganos de los senti­dos, muy particularmente de la vista. La enfer­medad es considerada como una entidad perfecta, cerrada en sí misma, que se da plenamente en el medio natural de la vida familiar, especialmente

2 George A. Miller, en Introducción a la psicología, Madrid, Alianza, 1970.

CRÍTICA DE LA CLASIFICACIÓN 15

entre los pobres y en ambientes rurales. El hospi­tal, la ciudad, las características personales, los refinamientos sociales, son otros tantos elementos de perturbación que afectan a la manifestación de su íntima naturaleza. El lugar de la enfermedad es la clasificación. Allí se relaciona con otras en­fermedades sobre la base de analogías formales. El cuerpo es el sitio donde la enfermedad se ma­nifiesta. El enfermo enturbia la limpidez del cua­dro. Es necesario hacer abstracción de él para poder reconocer a la enfermedad. La mirada del médico atraviesa el cuerpo del paciente para po­sarse en la taxonomía. Dejando la medicina cía- sificatoria se pasó del síntoma a la lesión y de la lesión a la etiopatogenia para constituir la me­dicina de nuestro tiempo. Otra característica de la medicina clasificadora es su desconfianza o su es­cepticismo ante toda pregunta por las causas de lo observado. Procede de modo “lógico”: observa, des­cribe, designa, clasifica.

El siglo xix es el momento en que los locos pasan a ser patrimonio y problema de la medicina. Aparece el hospital psiquiátrico y se confía a los médicos la investigación y la definición de las formas de la locura. En el territorio del hospicio y en el marco ideológico de la medicina clasifica­dora se produce la distinción de melancolía, manía con delirio, manía sin delirio, demencia e idiotis­mo, hecha por Pinel, y que está en la base de todas las clasificaciones ulteriores hasta culminar en la de nuestro epígrafe, de nuestro segundo epí­grafe, claro está.

La esperanza, alimentada por el descubrimiento de Bayle en 1822 de las lesiones meníngeas en la parálisis cerebral, era la de seguir o acompañar al conjunto de la medicina en el camino ya reseñado de síntoma, lesión y etiopatogenía. Esta esperanza sigue en lo fundamental irrealizada en nuestros días. Pero la clasificación fue modificándose paula­tinamente, de modo principal por el agregado de nuevas categorías. Así, la sistematización de Krae- pelin, organizadora de la psiquiatría del siglo xx,

16 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

incluye entre sus 14 categorías a las psicopatías y a las reacciones psicógenas.

Es interesante detenerse en el sistema kraepe- liniano para hacer un análisis comparativo con la Clasificación Internacional de Enfermedades ( c i e )-8 , comprobar que las modificaciones no hacen sino a los detalles y preguntarse luego por sus funda­mentos, teniendo siempre en vista la comprensión del sistema actual.

Para comenzar, un detalle, insignificante por el momento. Las categorías están ordenadas de modo nominal, correspondiendo un número romano, des­de el i hasta el xiv a cada uno. Tenemos en prim er lugar a las encefalopatías, cubriendo las 7 prim e­ras categorías, según su causa. Octava categoría es la esquizofrenia y novena la psicosis maniaco-de­presiva. Más allá siguen las psicopatías, las reac­ciones psicógenas (que incluyen a las neurosis), la paranoia y las oligofrenias. Cierra la procesión una clase xiv para “casos oscuros”. Comparando con la clasificación del epígrafe se ven aparecer, prác­ticamente en el mismo orden a las clases 290-301, un silencio que cubre los ordinales 302-309 y el x m de las oligofrenias que corresponde al 310-315 sin nada previsto para los actuales 316-319 como no sea el xiv de casos oscuros

La asombrosa correspondencia es motivo a veces de admirativas exclamaciones acerca de la ‘'esta­bilidad" del sistema y del “genio’' de su propulsor. Puede pensarse, sin embargo, que la conclusión a extraer de tal supervivencia debe ser -de marcado escepticismo, dado el carácter reconocidamente descriptivo y sintomático de la clasificación. La psiquiatría alemana de comienzos del siglo siste­matizó y ordenó un campo de fenómenos hasta entonces relativamente caótico. Es su gran méri­to. Pero hay que agregar que, además de poner orden en el campo fenoménico, por el mismo hecho de acomodarlo todo, sistematizó la forma­ción de los psiquiatras en todo el mundo. La clasificación no solamente creaba a los objetos sobre los que se aplicaba sino que creaba un len-

CRÍTICA DE LA CLASIFICACION 17

guaje, un modo de pensamiento y unas reglas se- miológicas que, a su vez, creaban a los psiquiatras como agentes üe aplicación del sistema propuesto. Durante más de medio siglo, y prácticamente en iodo el mundo, psiquiatra ha sido quien manejaba el sistema kraepeliniano. La ordenación taxonómi­ca se reproduce a sí misma a través de la produc­ción de agentes aptos para utilizarla. El problema actual es el de la eventual transformación de lo que fue un momento necesario en Ja historia de la psiquiatría en un obstáculo epistemológico que frena su desarrollo y transformación.

Es habitual decir que Kraepelin es el Linnco de la psiquiatría. Tal vez resida ahí la dificultad. La taxonomía botánica ha sido el modelo inspira­dor. Se trató de describir sobre la base de las apa­riencias, pero olvidando que las especies botánicas tienen un carácter perceptual. La mirada kraepe- liniana es una mirada que objetiva, que describe y que introduce a la enfermedad dentro de una jerarquía de categoría, subeategoría y variedad equivalente a la jerarquía de clase, género y es­pecie. Pero, ¿de donde extraía Linneo los carac­teres que le permitían ubicar a cada individuo dentro de la clasificación? De la forma de los elementos, su cantidad, la manera en que se dis­tribuyen en el espacio y la magnitud relativa de cada uno. La descripción del botánico traspone los caracteres formales de la cosa. La confiabili- d a d del sistema se acerca al absoluto y por eso s i r v i ó de modelo para todo tipo de clasificaciones de objetos visibles. ¿De dónde podía Kraepelin extraer los caracteres que le permitiesen pasar del individuo a la especie en el marco de la clasifi­cación psiquiátrica? Nada podía darle la vista. Era menester algún aparato nocional. Allí estaba la psicología, la psicología de laboratorio, empeñada en distinguir y estudiar las funciones elementales, del alma, la psicología de Wundt, relegada hoy unánimemente a la prehistoria de la psicología. A ella se dirigieron los piquiatras alemanes y de ella se deriva la actual semiología psiquiátrica que

18 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

tiende a ubicar a cada individuo dentro de la es­pecie mórbida que le pertenece. De este suelo no­cional de la vieja psicología de las facultades del alma deriva también el fardo más pesado que debe sobrellevar la psiquiatría de raigambre kraepeli- niana: la falta de confiabilidad.

Un importante aspecto diferencial entre Kraepe- lin y Linneo es la consideración acordada al tiem­po. Para Linneo la especie es atempora!. Para Kraepelin la entidad clínica o enfermedad mental es un. conjunto evolutivo que alcanza su máxima claridad en la fase terminal. El saber clínico con­siste entonces en identificar a la enfermedad antes de su pleno desarrollo y poder fundar un pro­nóstico. El modelo seguido aquí no es el de la bo­tánica sino el de la clínica de las enfermedades infecciosas. Pero también con ésta hay diferen­cias. En la psiquiatría no hay conocimiento de las causas. Sólo descripciones y alusión a las ca­racterísticas constitucionales e influencias heredi­tarias cuando no se trata de encefalopatías. El es­pectro que atorm enta a ¡a psiquiatría alemana es el de las llamadas psicosis endógenas y la tenta­ción que éstas ofrecen al pensamiento especulativo y a las interpretaciones metafísicas. La preocu­pación esencial de la psiquiatría procedente de la nosografía alemana es la de mantenerse como especialidad de la medicina, dentro de una concep­ción científico-natural, entendiendo que sólo en el cuerpo puede encontrarse la base de una ciencia materialista. Ey: “La psiquiatría se ha constituido contra el prejuicio de la repugnancia a hallar una causa natural de la locura.” Actitud que no debe sorprender y que debe llamar a la cautela de los críticos: si la opción es entre causalidad natural por una parte e idealismo metafísico por la otra, justi­ficado será el mantener la esperanza de term inar por encontrar las lesiones, los trastornos metabó- licos o las particulares constelaciones genéticas que siguen burlando los empeños de los investiga­dores. Paradójicamente, cabe contar a Freud entre las víctimas de este mismo prejuicio contra el

CRÍTICA DE I.A CLASIFICACIÓN 19

prejuicio. Todavía, y ya en el final de su vida, en ese borrador que lleva el título de Algunas lec­ciones elementales de psicoanálisis, dice que el psicoanálisis es parte de la psicología y que la psicología “es una ciencia natural. ¿Qué otra cosa podría ser?" 1 Sólo hoy, cuando los desarrollos teó­ricos y la crítica epistemológica han allanado el camino para comprender a las ciencias de lo sim­bólico y a la materialidad del signo es posible pensar esa “otra cosa" que nos permite salir de las encerronas de la ciencia natural sin caer en los refinados abismos del idealismo, el subjetivismo, la indeterminación.

El eterno drama de la psiquiatría kraepeliniana consiste en que, a diferencia del resto de la me­dicina, carece de un espacio corporal en el cual plantar sus especies creadas según el modelo bo­tánico. Es por eso que sólo en la Sección v, la de los “trastornos mentales”, de la Clasificación In­ternacional de las Enfermedades, los criterios diag­nósticos son casi puramente sintomáticos, excep­ción hecha de las encefalopatías.4 A falta de suelo

3 Sigmund Freud, Obras completas, Buenos Aires, San­tiago Rueda, 1955, t. xxi, p. 130.

4 Robert Castel (L'ordre psychiatrique, París, Minuit, 1976) hecho notar esta contradicción entre saber médico y saber psiquiátrico ya en el origen mismo de la psiquiatría moderna. Señala (pp. 111-112) que la orientación empirista ante la locura, adoptada por Pinel, conducía a éste a dirigir la atención sobre los signos o síntomas de la enfermedad, en detrimento de la busca de su asiento en el organismo. Así, la racio­nalidad fenomenológica se agotaba en la construcción de nosografías. Posición paradójica de la psiquiatría en el momento mismo en que los anatomistas abrían los cadáveres e imponían un nuevo modelo de cientificidad para la medicina, fundándose en el hallazgo de los sustratos orgánicos. Para Pinel, en 1800 (Nosographie philosophique), "[...] sería una mala opción tomar a la alienación mental como un objeto particular de inves­tigación, librándose a vagas discusiones sobre la sede del entendimiento y la naturaleza de sus diversas le­siones; pues nada es más oscuro ni más impenetrable. Pero, si uno se mantiene dentro de límites prudentes,

20 CLASIFICAR UN PSIOt IATRÍA

lesiona!, sucio nocional. A falta de espacio cor­poral, espacio taxonómico. A falta de explicación, clasificación. A falta de residencia, parentesco de las enfermedades.

Las enfermedades. Ya se escuchó, muy al co­mienzo, a sir Aubrey Lewis: “Como las enferme­dades son en todo caso conceptos abstractos [ .. .] " Importante diferencia entre la psiquiatría contem­poránea v la aspiración kraepeliniana: las enfer­medades no son entidades naturales que habría que encontrar en el mundo de la manera en que se recogen hierbas en el campo. La delimitación de cuadros clínicos, su designación y su clasifica­ción en psiquiatría, sin conocimientos etiológicos, ni anatomopatológicos ni fisiopatogénicos, es una actividad de reconocimiento de correlaciones entre fenómenos llamados síntomas. Las “enfermedades mentales” sólo existen en el espacio clasificatorio y, desde él, irradian hacia los sujetos-soportes y agentes de la psiquiatría y hacia los referentes, llamados pacientes, que habrán de incluirse en tal espacio. Que no se entienda mal. Se dijo que las “enfermedades mentales” existen en el espacio clasificatorio. No que no existen. Su materialidadsi uno se limita al estudio de sus caracteres distintivos manifestados por los signos exteriores, y si uno no adop­ta otros principios para el tratamiento que los que resul­tan de una experiencia esclarecida, uno vuelve entonces al camino que se sigue en general en todas las partes de la historia natural”. Es así que Bichat (1868) com­probaba la incompatibilidad de principios entre los alienistas y la medicina “científica". Esta distancia entre “saber” psiquiátrico y “ciencia” medica no fue nunca aceptada de buen grado por la psiquiatría, que se aplicó constantemente a denegarla haciendo resaltar algún “nuevo descubrimiento" sobre el carácter orgánico de algún tipo de locura o a afirmar la inminencia de un saber o de una técnica terapéutica que integrase de hecho y de derecho a la especialidad en la corriente principal del resto de la medicina. De esta denegación de la distancia con el resto de la medicina deriva tam­bién la oposición a la integración en el saber psiquiá­trico de los hallazgos de las ciencias sociales.

CRÍTICA DE LA CLASIFICACIÓN 2 1

es simbólica. Existen a través de sus efectos. No existían antes de que se elaborase su concepto. La misión de la epistemología psiquiátrica consiste en saber cómo fueron constituidas, según qué procesos de producción, dentro de qué coyuntura teórica y cómo se articulan con el resto de los objetos del discurso psiquiátrico. La nosografía kraepeliniana se pretendía descripción de la realidad. Hoy'sabemos que es una categorización de la realidad. Cumple con la misión de fijar y poner orden en un mundo embrollado por los casos singulares, siempre dis­tintos de esos "conceptos abstractos”, de esas en­tidades teóricas, que son las “enfermedades”.

Clasificar es reconocer y designar una diferencia. Una especie animal o vegetal se define por aquello que no son las otras especies. La racionalidad de la clasificación depende de la existencia de un carácter que sea común a todas las especies in­cluidas y, a la vez, que presente diferencias para justificar la separación. Ese carácter común y des­igual es el eje de la clasificación, el instaurador del espacio donde las especies se despliegan. Al comenzar dijimos que el adjetivo "mental”, ca­rente de significación conceptual, no podía crear en torno de él sino un espacio ilusorio. Hay que preguntar ahora por la naturaleza de las especies incluidas en la clasificación para descubrir ese eje de continuidades que da homogeneidad a la clasificación. Si no aparece, o si aparecen varios ejes disímiles, la totalidad terminaría pareciéndose a la clasificación borgiana del epígrafe, del prim er epígrafe.

La cita de Borges no es ni gratuita ni retórica. Se propone una clasificación de los animales y se pasa a ejecutarla sin haber definido previamente el concepto eje de la clasificación. Todo lo que tiene que ver con los animales puede encontrar allí su lugar, todos los predicados caben cuando no se imponen restricciones al lenguaje. Lo aparente, lo real, lo fabulado, lo descriptivo, lo creado por la propia clasificación ("etcétera”, "incluidos en esta clasificación”), lo vivo y lo muerto, encuentra allí

22 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

su lugar. Foucault5 supo descubrir allí la desapa­rición del orden convencional, desaparición que queda enmascarada a la vez que irrisoriamente indicada por la sucesión de las letras de nuestro alfabeto: a), b), c) . . . n ) , n categorías que pue­den incluirse. Estallada la unidad del objeto, pro­dúcese una unidad nueva, ilusoria, al ligar cada item a alguna serie simbólica por todos compar­tida. Puede entenderse ahora por qué se señaló la importancia de los números romanos en la clasi­ficación de Kraepelin. Clasificación que era mucho más homogénea y racional que la actual con todas las categorías adicionadas.

La sucesión de los números naturales crea la ilusión, de una serie, de un continuo, donde se dis­tribuirían objetos homogéneos. Pareciera entonces que hay continuidad entre los referentes y que hay un eje que puede ligar, digamos, a la psicosis alcohólica, la neurosis histérica, la personalidad paranoide, el fetichismo, los trastornos físicos de origen presumiblemente psíquico, los trastornos de conducta de la infancia y el desajuste social sin trastorno psiquiátrico manifiesto. Lo que se oculta es la ruptura de esa continuidad, el quiebre permanente de la misma por los cambios de pro­blemática. Pasando de un número a otro se pasa del terreno de la biología al del psicoanálisis, de éste a lo jurídico-penal, de allí a lo sociopolítico. Insensiblemente. Se produce así un efecto ideoló­gico de borram iento de las diferencias que pasa desapercibido, que es inconsciente, tanto en el diag- nosticador como en el diagnosticado. El psiquiatra es un médico y es la institución, la corporación, el aparato ideológico, de la medicina el que se hace cargo del problema. La clasificación es, por su par­te, integrante de la Clasificación Internacional de las Enfermedades. El problema se "medicaliza", sale del ámbito específico donde podría ser cientí­ficamente comprendido. La sanción de la o m s , de

5 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1968.

CRÍTICA DE LA CLASIFICACIÓN 21

la o n u , a p a r e c e p r o m u l g a n d o e l p r o c e d i m i e n t o a los o j o s d e l p s i q u i a t r a .

También en la ordenación se juega un efecto ideológico. Se comienza por las psicosis asociadas con síndromes orgánicos cerebrales (números 290- 294). La pertinencia y la jurisdicción médicas son en este caso indiscutibles no sólo para el trata­miento sino también para la explicación del pro­ceso. Son encefalopatías que se diagnostican como cualquier o tra enfermedad según parámetros clí­nicos dotados de una correlación anatomo y fi- siopatológica claros y el criterio de la clasificación es etiológico. De allí se pasa a las psicosis, que los antiguos llamaban endógenas, que tienen ciertas analogías con las primeras en el cuadro clínico y la evolución, pero no tienen los elementos bioló­gicos positivos que ellas tenían (295-299). Y luego, de modo progresivo, la lista nos va llevando pro­gresivamente a afecciones determinadas cada vez más por factores derivados por la inclusión del su­jeto dentro de las redes simbólicas para terminar en los "desajustes sociales sin trastorno psiquiá­trico manifiesto" del d s m -i i (316) que incluye el desajuste conyugal, el desajuste social, el desajuste ocupacional, la conducta disocial y otros desajustes sociales. Y más allá aún hay otra categoría que parece intrascendente, un mero relleno, algo así como el 1] etcétera, de la clasificación borgiana, pero que para el fin que persigue esta investigación resulta esencial: 318. Sin trastorno mental. El glo­sario de la d s m -i i ofrece la definición: “Se usa este término cuando, después del examen psiquiá­trico, no se halla ninguno de los trastornos ante­riores."

De repente todo se esclarece. Si la clasificación de los trastornos mentales incluye una categoría para quienes no tienen trastorno mental, es que no se tra ta de una clasificación de los trastornos mentales. Sólo puede ser una clasificación de las consultas que pueden hacerse a un psiquiatra con la expectativa de que éste diagnostique un tras­torno mental, pudiendo suceder que no lo haga.

24 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

El uso de los números en la clasificación apa­rece racionalizado como un recurso inocente em­pleado con fines estadísticos y de comunicación transcultural y translingüística. Es indudable que puede servir y ser legítimo para tales fines. Pero, además, cumple una función equivalente a la serie de las letras del alfabeto en la clasificación de Borges. Crea la ilusión de una continuidad y de una homogeneidad de lo clasificado. Distrae de la exis­tencia de saltos con garrocha de una problemática a otra. Lleva a suponer que los espacios que se­paran a una categoría de la siguiente son equiva­lentes a los que separaban a la misma categoría de la que le precedía.

El orden de aparición hace que parezca lógica la inclusión de la categoría toda dentro de la Clasifi­cación Internacional de Enfermedades de la OMS y sirve de pasaporte para la introducción discuti­ble de "objetos'' que pertenecen a problemáticas diversas.

Caos de la locura, caos de su clasificación. Se espera que ponga orden, pero, ella, refleja el desorden. O trasluce un orden que está en otra parte. Que, ya se dijo y todavía se repetirá, es clasificación de las demandas formuladas al psi­quiatra, independientemente de su fuente y origen o de su procedencia y pertinencia. El capítulo 3 de este trabajo encarará ese problema. Mas, desde ya, puede m irarse de frente a la Clasificación In­ternacional. Comprobar que, allí, no impera el con­cepto sino la empiria, la descripción y no la expli­cación. Un último vistazo al abigarrado conjunto del epígrafe segundo nos m ostrará la variabilidad infinita de los criterios empleados.

290-294: Psicosis asociadas con síndromes orgáni­cos cerebrales. Criterio etiológico.

295-299: Psicosis no atribuidas a condiciones físi­cas previamente enunciadas.

Criterio sintomático. Criterio descriptivo.300 : Neurosis. El criterio es sintomático.

CRÍTICA DE LA CLASIFICACIÓN 25

301-304: Trastornos de la personalidad y ciertos otros trastornos mentales no psicóticos. Incluye trastornos de la personalidad, des­viaciones sexuales, alcoholismo y depen­dencia a drogas. La clasificación de las personalidades se hace según criterios subjetivos. La de las perversiones por el tipo de conducta. La del alcoholismo por la cantidad y la frecuencia. La de la de­pendencia a drogas por el nombre de la droga.

305 : Trastornos psicofisiológicos (de origenpresumiblemente psicogénico). Se subcla- sifican según el órgano afectado.

306 : Síntomas especiales no clasificados enotra parte. Con categorías tan heterogé­neas y ptoteiformes como, por ejemplo, trastornos del aprendizaje, trastornos del sueño, cefalalgia.

307 : Perturbaciones situacionales transitorias.Acá el criterio es la edad. Vale la pena detenerse un instante. Se incluyen las "reacciones de ajuste de [■ •]’', la infan­cia, la niñez, la adolescencia, la vida adul­ta y la vida tardía. Es claro que todas ellas son edades de la vida. El sujeto no tiene que “ajustarse” a ellas. Simplemente las vive. A lo que tiene que "ajustarse" es a las exigencias que para cada una de esas edades formula la estructura social aten­diendo a su sexo y posición de clase. Esta exigencia social queda disimulada con la expresión "reacción de ajuste d e . . ." crean­do la impresión puesto que en el sujeto se diagnostica, de que se trata de un pro­blema individual.

308 : Trastornos del comportamiento de la in­fancia y de la adolescencia. El criterio de inclusión es nuevamente la edad. Incluye problemas tan heteróclitos como "reac­ción hiperkinética de la infancia" y "reac­ción delictiva de grupo de la infancia".

26 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

309 : Síndromes orgánicos cerebrales no psicó-ticos (asociados con enfermedades somá­ticas). Se subclasifican atendiendo a la enfermedad corporal de la que son sín­tomas.

310-315: Retardo mental (oligofrenia): 310: limi- nar; 311: discreta; 312: moderada; 313: severa; 314: grave y 315: de grado no es­pecificado. El criterio acá es la intensidad del cuadro medido a través del cociente intelectual.

316 : Desajustes sociales sin trastorno psiquiá­trico manifiesto. Aquí el criterio subclasi- ficador depende del lugar donde el sujeto se encuentra "desajustado’’: el matrimo­nio, el trabajo, la sociedad, la ley y "otros".

317 : Condiciones no específicas. Según el glo­sario, vale por un etcétera.

318 : Sin trastorno mental. Ya lo vimos. Plan­tea explícitamente la inadecuación del tí­tulo de la clasificación a lo que ella clasifica.

319 : Términos no diagnósticos para uso admi­nistrativo.

A sintetizar: de Pinel a Kraepelin y de Kraepelin a la c i e -8 y al d s m -i i , la clasificación psiquiátrica ha ido perdiendo en coherencia a la vez que ga­nando en cobertura. Actualmente, al igual que antes, se incluyen todos los casos en los que el psiquiatra es llamado a opinar o a intervenir. Su­cede que el campo de acción de la psiquiatría den­tro del conjunto social se va ampliando y por ello es m enester incorporar nuevos departamentos al espacio taxonómico: “Los psicóticos y los neuró­ticos graves no son ahora los únicos que se ven como pacientes: están también los desdichados, los pobres, los marginales, los despojados social­mente, los fracasados y los irrealizados.” * En esta

“M. Straker, Schizophrcnia and psychiatric diagnosis,

CRÍTICA DE LA CLASIFICACIÓN 27

enumeración se hace evidente la relación que guar­dan, actualmente más que nunca, la psiquiatría y la política. Nunca antes se expresaba tan clara­mente que la psiquiatría es un aparato ideológico del estado. Esta ampliación del campo ha condu­cido a la psiquiatría lejos, en muchos casos, de su suelo natal: la medicina. Pero sin embargo es necesario respaldar las intervenciones psiquiátricas fuera de ese suelo con la fuerza, con el prestigio, con las representaciones que acompañan a la prác­tica médica.

Otra conclusión importante que se desprende del análisis de la taxonomía, es que la psiquiatría no clasifica lo que quiere sino lo que le llega. Que actúa siempre en respuesta a una demanda, pro­venga ésta del futuro clasificado o del conjunto social. Porque clasifica lo que le llega es que la psiquiatría no es imputable por los defectos de la clasificación. Esta afirmación puede sorprender a esta altura de la discusión. Y es, sorpresa incluida, el corolario lógico de cuanto venimos diciendo. La clasificación, una vez que se ha entendido qué es lo clasificado, á pesar de su estructura borgiana, está bien hecha. Porque lo borgiano es el universo de fenómenos sobre los cuales el todo social otorga jurisdicción a la psiquiatría. El análisis deberá preguntarse, entonces, más que por la inclusión o no de una categoría en el espacio taxonómico, por el proceso a través del cual se demanda tal inclu­sión. Será lícito preguntar, pues, cómo se creó esa representación, que es un lugar común en la práctica jurídica institucionalizada, de que hay una relación entre criminalidad y psicopatología, en otras palabras, cómo llegó el psiquiatra a incluir­se en los asuntos penales. Será lícito preguntarse cómo es que llegó a pensarse que el psiquiatra debía intervenir en la regulación del modo en que un adulto sano encuentra placer sexual. La psi­quiatría, como aparato ideológico del estado (a i e )

(ed) American Journal of Psichiatry. vol. 131, 1974, pp. 693-694.

28 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

recibe a sujetos en función de su diferencia conlo que se considera normal o con lo que se espera de ellos. El estudio clínico puede detectar en ellos una enfermedad orgánica o no. En caso negativo, no por ello dejan de ser objeto de la intervención psiquiátrica. Los procesos que se atribuyen a estos sujetos bajo la forma de "diagnósticos" no son objetos naturales que estén ya ahí, esperando que el psiquiatra los encuentre así como se encuentra una lesión o un bacilo. La psiquiatría crea y, a no dudarlo, seguirá creando los objetos sobre los cuales habrá de discurrir. No es impugnable por este procedimiento. El diagnóstico psiquiátrico no es ni será adecuación de una etiqueta a una "cosa’’. El diagnóstico psiquiátrico es un discurrir acerca de un objeto de conocimiento que la propia psi­quiatría ha elaborado. La tarea del epistemólogo consistirá en averiguar cuáles son las "reglas de producción" (Foucault) de ese discurso. El modo de emergencia de esos objetos. La coyuntura teó­rica y sociopolítica en la que surgen. La armazón nocional o conceptual en la que se incluyen.

2. CRÍTICA DE LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIQUIÁTRICA DE LA CLASIFICACIÓN *

La antipsiquiatría fue un intento de contraideolo- gización del campo psiquiátrico que conoció sin­gular fortuna editorial en los años 60 y algunos de cuyos ecos llegan hasta hoy. Las razones de su fracaso son múltiples: debilidades teóricas, in­comprensiones políticas, ausencia de propuestas institucionales o contrainstitucionales realizables, ligadura con ideologías utópicas, heterogeneidad de sus propulsores. Pereció por sus propias inconsis­tencias más que por el encarnizamiento de sus ad­versarios.

Y, sin em bargo .. .Y, sin embargo, después de la nota necrológica

que le corresponde, hay que señalar el efecto posi­tivo que en muchos sectores de la psiquiatría con­temporánea ha tenido la revulsión antipsiquiátrica. Ha servido como aguijón, aunque no en todas partes, para la crítica y la transformación de la institución psiquiátrica. Ha estimulado el pensa­miento de la relación psiquiatría-sociedad engen­drando inaudita lucidez acerca del papel asignado al psiquiatra en la institución, tanto entre el pú­blico como entre los propios psiquiatras. Ha creado una especie de polo de contradicción dialéctica en un campo donde hasta entonces se escuchaba sólo una voz, la oficial. Obligatorio es reconocer, junto con sus debilidades, ese papel fecundante e inten­tar, a modo de negación de la negación, alcanzar una síntesis superadora.

La antipsiquiatría, en su rechazo global de la doctrina académica, no se ocupó nunca de la cla­

* Este trabajo fue publicado en Dialéctica, revista de la Universidad Autónoma de Puebla, núm, 6, año iv, junio de 1979, pp. 35-44.

i [29]

3 0 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

sificación psiquiátrica en sí. Su crítica era exterior e incidía sobre el acto mismo de clasificar y diag­nosticar. Su blanco era el llamado "modelo mé­dico de la enfermedad mental”. Este capítulo se dividirá en dos partes: a] crítica de la crítica al modelo médico y b] crítica de la impugnación al acto de clasificar.

A] CRÍTICA DE la CRÍTICA AL MODELO MÉDICO

Aquí cabe comenzar por una definición dogmática que deriva de un análisis epistemológico de la cuestión que no es del caso reproducir: la medi­cina no es una ciencia. La medicina es una prác­tica social cuyas funciones y cuya organización le son conferidas por el todo social que la reglamenta, la delimita y la legitima. Cada sociedad tiene la medicina que corresponde a su modo de produc­ción y a la correlación existente en esa formación social entre fuerzas de producción y relaciones de producción. La medicina, tanto en el modo de producción capitalista como en el socialista, uti­liza a modo de instrumentos de su práctica con­ceptos científicos emanados de distintas disciplinas previamente constituidas con el estatuto de cien­cias. Para realizar esa práctica técnica que le está encomendada, la medicina contemporánea produce, en tanto que objetos de conocimiento, el concepto de las enfermedades que luego deberá explicar. Este paso es punto de partida y fundamento de toda acción racional relacionada con la salud.

Así, las enfermedades son efectos visibles, obje­tos de reconocimiento, objetos cuyo mecanismo de producción se desconoce, m ateria prima para un trabajo científico a realizar. La enfermedad repre­senta, para quien la padece, una pérdida, una desventaja, un sufrimiento, una limitación en la posibilidad de producir y gozar, de producirse y gozarse, un displacer, un motivo de demanda. La

enfermedad es una demanda a dilucidar. Las dis­tintas ciencias deben aplicarse a este "objeto con­creto, síntesis de múltiples determinaciones", que es la enfermedad y, partiendo de su reconocimien­to-desconocimiento, producir su conocimiento.

La historia de la medicina en los últimos dos siglos muestra la estrecha solidaridad que hay entre el desarrollo de las distintas regiones de la ciencia física (física, química, biología) y el incre­mento del conocimiento y de las posibilidades médicas de acción. No podía ser de otra manera por cuanto las llamadas ciencias sociales (materia­lismo histórico, psicoanálisis, lingüística, antropo­logía) sólo se desarrollaron recientemente y han encontrado, encuentran, seguirán encontrando aún, obstáculos para su desarrollo, transmisión y apli­cación. Este desarrollo desigual de las ciencias físicas y las ciencias sociales, que obedece a cau­sas históricas, ha determinado la creación de una imagen fisicalista de la medicina. Médico es el que actúa con recursos físicos y químicos sobre un cuerpo biológico. Es la imagen vulgar, la repre­sentación ideológica, el reflejo de lo que se ve que sucede actualmente, que es elevado a la categoría de una relación esencial y eterna. Se ha creado la noción de que la medicina es lo que los médicos hacen y se ha desconocido que la práctica mé­dica actual está históricamente determinada y, por eso mismo, históricamente destinada a transfor­marse.

Los problemas que motivan la demanda psiquiá­trica, esos que se clasifican como "trastornos men­tales”, son incluidos dentro de esa representación ideológica, compartida por el público y por la ma­yoría de los médicos, de lo que es la medicina. Pero, justamente, esa medicina fisicalista es inca­paz de dar cuenta de ellos. La física, la química y la biología juntas, no pueden explicar lo que lleva a un individuo a sentirse desdichado o fracasado.Y la estructura social insiste en derivar al psiquia­tra esos problemas. El psiquiatra debe entonces transform arse para poder cumplir con la demanda.

CRÍTICA UF. LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIOUIÁTRICA 31

32 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

Debe incorporar herramientas conceptuales que proceden de las ciencias sociales. Los mal llamados trastornos mentales no pueden oponerse al modelo médico de la enfermedad si se entiende que la medicina no es una ciencia sino una práctica que se ubica en la encrucijada de las ciencias. Los “trastornos mentales” no cuestionan el modelo mé­dico sino el remplazo de éste por un modelo vete­rinario que infiltra buena parte de la medicina de nuestro tiempo. Y, siendo la prim era en plantear ese obstáculo histórico que traba su desarrollo, la psiquiatría hace o puede hacer un favor a la me­dicina en su conjunto, al llamar la atención sobre la transformación de lo que debe entenderse como un modelo médico de la enfermedad, del enfermo y del hombre en un modelo veterinario centrado en la idea del hombre como entidad reductible a la biología.

El conocimiento del proceso de determinación del sufrimiento subjetivo no se coloca, pues, fuera del modelo médico sino que obliga a su crítica interna y a la emergencia de otro modelo médico al cual los conceptos de materialidad del signo, de inconsciente, de formación social, etc., no pueden ser ajenos. La oposición no es “modelo psicoana- lítico” o “modelo sociológico” de la enfermedad mental versus modelo médico sino modelo médico versus modelo veterinario.

El modelo veterinario es insuficiente en todas las ramas de la medicina. Al margen de los éxitos parciales que puedan lograrse mediante su apli­cación, al margen de su éxito social e institucional.Y esto vale tanto para la traumatología como para la psiquiatría.

La antipsiquiatría confunde al modelo médico con el veterinario y hacia él dirige sus críticas

De cuanto antecede se deriva la conclusión de que nada puede objetarse al estudio y desarrollo del conocimiento de las técnicas biológicas en nsiquia-

tría. Hay que reconocer su escaso éxito en la ex­plicación de las entidades psiquiátricas y también hay que reconocer que, aun cuando no puedan ex­plicar el conjunto de los procesos, pueden influir sobre su marcha. La técnica biológica, física o química no es, en sí, "buena” ni "mala" sino que su utilidad depende del contexto asistencial en el que se encuentra incluida. Epistemológicamente no cabe form ular ninguna interdicción para el desa­rrollo de los aspectos biológicos relacionados con la psiquiatría. Y el de la aplicación no es un pro­blema epistemológico, es un problema político.

Se desprende también que "diagnosticar” y "cla­sificar” son legítimas actividades de la práctica psiquiátrica. Siempre que el acto médico no se limite a esa descripción que se mantiene en el círculo positivista del reconocimiento-desconoci­miento. Siempre que el diagnóstico no sea con­clusión sino apertura de un problema. La vigilan­cia epistemológica se ejercerá sobre la producción de los objetos que se clasifican y sobre el equipo conceptual utilizado en su explicación. t

Bourguignon7 sostiene que es imposible que el psiquiatra pueda a la vez diagnosticar e interpretar porque el diagnóstico sería una "abstracción inútil y peligrosa" que "reduce a los individuos sin­gulares” a entidades nosológicas y bloquearía la posibilidad de comprender. Es claro que el proble­ma no reside en el diagnóstico sino en lo que se hace con él. Si el diagnóstico sirve para poner de relieve los caracteres estructurales que ligan a lo diagnosticado en un paciente con lo de otro pa­ciente, permite form ular hipótesis a validar en función de lo ya aprendido cuando se estudió a ese otro paciente y permite, de esa manera, profun­dizar en la región del sentido y en la interpretación. En cuanto al carácter "reduccionista” del diagnós­

7 A. Bourguignon, "L’Antidiagnostic”, en L'Antipsy- chiatrie, núm. 42 de La Nef, París, 1971, pp. 153-172. [“Él jOtidiagnóstico”, en Rene Angelergues et al., La anti- psiquiatría, México, Siglo XXI, 1975, pp. 161-184],

CRÍTICA DE LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIQUIÁTRICA 33

34 CLASIFICAR EN -PSIQUIATRÍA

tico, la objeción de Bourguignon conduce ya al segundo apartado de esta sección.

B] CRÍTICA DL LA IMPUGNACIÓN AL ACTO DE CLASIFICAR

“La clasificación psiquiátrica como una estrategia de coacción personal” es el título de uno de los capítulos de Ideology and insanity de Th. Szasz.8 Se resumen allí los argumentos antipsiquiátricos básicos y convendrá irlos analizando uno por uno.

1] "En psiquiatría, toda discusión del problema de la clasificación descansa sobre la premisa funda­mental de que existen en la naturaleza afecciones mentales o formas de conducta anormales y de que es científicamente válido y moralmente me­ritorio ubicar a las personas que sufren de tales afecciones o que manifiestan esa conducta en ca­tegorías apropiadamente designadas.”

Se equivoca Szasz en la atribución de esas pre- nisas. La psiquiatría puede renunciar y de hecho 'enuncia a considerar a los trastornos mentales ;omo entidades naturales. Ya se vio que en el pro­pio prólogo al glosario de la o m s se dice que “ las infermedades son en todo caso conceptos abstrae­os”. Brill, en los dos tratados norteamericanos le psiquiatría vigentes hoy, postula que la clasifi- :ación psiquiátrica es una clasificación artificial, if ello no quita nada (ni agrega, claro está) al lecho mismo de que se clasifique, La crítica de ízasz se basa en la premisa de una falsa atribu- :ión de premisa.

^Th. Szasz, Ideology and insanity, Londres, Calder & Jovars, 1973, pp. 190-217.

2] "Por supuesto, no pongo en duda la existencia de amplias variaciones en la conducta personal, ni la factibilidad de adherir a ellas etiquetas diversas. Lo que cuestiono es la base lógica y el estatuto moral de la premisa que está detrás de todos los sistemas existentes de clasificación psiquiátrica: que la conducta humana es un acontecimiento na­tural y que, como otros acontecimientos semejan­tes, puede y debe ser clasificada.”

Esta afirmación desconoce: á] que la clasifica­ción psiquiátrica, por ese carácter borgiano que ya se ha visto, incluye no sólo a la conducta huma­na sino también a enfermedades encefálicas des­critas por la medicina biologista, científico-natu- ral; b] que tampoco las enfermedades de esa me­dicina científico-natural existen en la naturaleza y allí habrían sido encontradas, sino que su concep- tualización y clasificación resultan de la práctica teórica de agentes del conocimiento trabajando en el seno de formaciones sociales y en ciertas co­yunturas particulares del saber y, lo más impor­tante, lo que hace nulo el razonamiento; c] que ninguna regla lógica ni moral sostiene que las cla­sificaciones deban aplicarse únicamente a aconte­cimientos naturales. Si así fuese, no se podría cla­sificar a las lenguas, a los sistemas de parentesco, a los sujetos según su pertenencia de clase (y tam­poco a las enfermedades), porque no son "acon­tecimientos naturales”.

CRÍTICA DF. LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIQUIÁTRICA 35

3] "El señuelo del positivismo puede ser difícil de resistir, pero el estudioso del hombre debe resis­tirlo o fracasar como humanista. Pues en la ciencia del comportamiento la lógica del fisicalismo es ma­nifiestamente falsa: descuida las diferencias entre personas y cosas y los efectos del lenguaje sobre cada una."

El "humanismo" de Szasz lo lleva a renunciar a pensar científicamente cuando "el hombre” o "la

36 CLASIFICAR ü \ PSIQUIATRÍA

persona” pasan a ser el objeto de ese pensamiento. De esta manera, por considerar que no es una em­presa "moralmente legítima", abandona el terreno de las ciencias sociales a los ideólogos de la ma­nipulación que dice combatir. Su crítica tiene un aspecto moralista abstracto que, por su rechazo indiscriminado de la áspera vida terrenal y por presentarse como ubicada en un limbo de bien­aventuranza celestial, hace el juego y es cómplice de las arbitrariedades de acá abajo.

4] "El ser ubicado en ciertas clases afecta a la gente, mientras que no afecta a los animales y a las cosas. Usted llama ‘ezquizofrénico’ a alguien y algo le pasa; usted llama ‘ra ta ’ a una rata y 'gra­nito' a una roca y nada les pasa. En otras palabras, en psiquiatría y en los asuntos humanos en ge­neral, el acto de clasificación es un acontecimiento excesivamente significativo.”

Es cierto que la inclusión de un ser humano en una clasificación afecta a este ser. Y eso les pasa no solamente a los seres humanos. Hay talio para todas las ratas y dinamita suficiente para todas las rocas que se quiera. Pero eso que les pasa a los seres humanos no es motivo para excluirlos de la cla­sificación, y ello por tres motivos: «] no se puede am putar a la ciencia de la posibilidad de entender a los fenómenos humanos y a los procesos de su determinación. La clasificación es un momento pre­vio esencial en la práctica teórica. Después de al­canzado el conocimiento científico como conoci­miento de Jas determinaciones, este nuevo saber reactúa sobre la clasificación precientífica, la co­rrige o la reestructura, sirve de base para predecir acerca de lo que pasará con el clasificado si se modifican sus condiciones de existencia y organiza la aplicación de procedimientos que, para bien o para mal —y éste es otro problema—, pueden cambiar su estado; b] porque los efectos que pro­duce la clasificación sobre los sujetos constituye

un nuevo objeto para la reflexión científica (pro­blema teórico) y un motivo para vigilar la ins­cripción y la producción de efectos de lo simbólico (problema político-ideológico) y, otra vez lo más importante; c] porque ¡a condena moral antepuesta al hecho de clasificar y a sus efectos no alcanza para eludir el hecho mismo de que se siga clasi­ficando en función de requerimientos científicos, técnicos y políticos. Abstenerse de participar en el análisis y la aplicación de clasificaciones de seres humanos no implica, sino de modo mágico, abolir las clasificaciones. Es, de hecho, hacerse cómplice de las clasificaciones v de los procedi­mientos oficialmente reconocidos.

Las preguntas pertinentes no se refieren pues al hecho mismo de clasificar. Ellas serían:

—¿de dónde procede la demanda de clasificar?—¿quién —qué aparato ideológico de estado

(ate)— clasifica?—¿qué necesidades estructurales viene a cum­

plir una determinada clasificación?—¿cuáles son los fundamentos empíricos, políti­

cos y teóricos que rigen la inclusión-exclusión de ciertas clases en el espacio taxonómico?

—¿cuál es el estatus epistemológico de cada clase incluida?

—¿dentro de qué problemática teórica se inscri­be cada una de las clases?

—¿que nivel de coherencia interna y qué nivel de cobertura tiene la clasificación?

—¿cómo se inscribe en el seno de la práctica del aie que recurre a esta clasificación para estanda­rizar sus procedimientos?

—¿cómo se articula la práctica de esa corpora­ción, de esa institución, de ese atf., con el conjunto de la práctica social?

—¿cuáles son los modos y las posibilidades de transformación de esa práctica, en función de cam­bios internos en el propio AlE, entre los cuales la modificación de la misma clasificación juega un Cierto papel?

CRÍTICA DF LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIQUIÁTRICA 37

38 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

—¿cuáles son los modos y las posibilidades de transformación de esas prácticas en función de cambios históricos en el conjunto de la práctica social y que, al modificar la demanda, pueden llegar a imponer cambios en la clasificación vi­gente?

5j “No hay escasez de esquemas nosológicos en psi­quiatría [ . . . ] ’’ Y, tras enumerar siete, prosigue: “En su forma actual, la nomenclatura oficial de la Asociación Psiquiátrica Americana es una mez­cla de todos esos elementos. Por mucho que estos sistemas puedan diferir en el detalle, concuerdan en una característica fundamental: el acto de cla­sificación no debe ser cuestionado. Los adherentes a cada esquema nosológico coinciden en aceptar que es tarea del psiquiatra examinar y clasificar a los pacientes. Por qué ocupa el psiquiatra el papel de clasificador y el paciente el de clasificado es algo que nunca se pregunta. Tampoco cuestiona nadie c! efecto de la clasificación sobre la conducta subsiguiente de los pacientes y de los psiquiatras. En resumen, los científicos del comportamiento clasifican a la gente como si fuesen cosas."

No cabe el asombro ante la multiplicidad de los esquemas clasificatorios en psiquiatría. Se trata de un campo empírico, el de las demandas de aten­ción a problemas y a diferencias personales, donde confluyen múltiples problemáticas e intereses. En la psiquiatría se enfrentan de modo desigual, dada la dominación de la ideología médica sobre las res­tantes. distintas ideologías (médica, psicológica, psicoanalítica, jurídica, tecnológica o interdiscipli­naria, humanista, política y hasta religiosa). La clasificación oficial refleja bastante exactamente el estado actual de la contradicción en que vive la psiquiatría, y el aspecto mullidisciplinario que presenta es índice del peso relativo de cada una de las ideologías trabadas en lucha.

Tiene razón Szasz al señalar que todas las clasi­

f ic a c io n e s esconden un silencio acerca del acto m ism o de la clasificación. Pero a su vez él ignora la relación entre tal acto y la demanda social exis­ten te para que la clasificación se produzca, se difunda y se aplique. Por eso, por ignorar, la ne­ces id a d social, es que puede term inar presentando una posición anarquizante y nihilista. Se indigna porque las personas son tratadas como cosas y re­conoce que ello no sucede por la perfidia de los psiquiatras, pero termina atribuyéndolo “a la fa­lacia de pensar en términos de ciencia natural". Su idealismo, su desconocimiento de las determi­naciones sociales, su deliberado esfuerzo por dejar fuera del análisis a lo político, su convicción de que son las ideologías las determinantes de los procesos, le impiden comprender el proceso de creación de los lugares de clasificador y clasificado. S i e l lugar de uno y otro están jerárquicam ente diferenciados, lo están dentro de una distribución de posiciones que es ajena a ellos mismos. Psi­quiatra y paciente están jugados ambos en una situación que alcanza el paroxismo del efecto ideo­lógico en el efecto tranquilizante que, por lo co­mún, ambos experimentan cuando se arriba al "diag­nóstico".

CRÍTICA de la im p u g n a c ió n a n t ip s iq u iá t r ic a 39

6] "Esta posición (la de la psiquiatría) es por lo menos clara: la mente es como la piel. A cada una le acontecen cosas. A algunos de estos acon­tecimientos los llamamos ‘enfermedades’, investi­gamos sus ‘causas’ y, si es posible, las eliminamos. Pero ¿cuál es el estatuto de la acción humana en este esquema? La respuesta es: ninguno. No hay nada semejante a una acción para alcanzar un objetivo —sólo conducta determinada por causas. Aqui reside el error fundamental del enfoque mé­dica v mecanomórfico de la conducta humana y de la clasificación psiquiátrica.”

Acá Szasz se interna decididamente en la vía del idealismo especulativo. Su principal enemigo es la

4 0 CLASIFICAR HN PSIQUIATRÍA

posición que sostiene la determinación de la vida psíquica. Revela también el carácter arcaico y fi­losóficamente superado de su posición. Pretende retro traer el debate psicológico y psiquiátrico a la oposición entre “explicación” y ''comprehensión’’, en­tre “ciencia nomotética” y “ciencia idiográfica”, entre “causalidad” y “teleología”. Toma partido por los segundos términos de esas tres oposiciones y re­procha el mecanicismo —aquí, “mecanomorfismo"— de sus contrarios filosóficos. Lo más importante es el efecto que puede tener la posición indeter­minista en este campo. Crea un debate maniqueo entre “humanistas buenos" y “mecanicístas ma­los”, entre benevolentes filántropos que compren­den y malévolos ingenieros conductuales que ex­plican reduciendo lo humano a lo animal. Lo paradójico es que, de esta manera, al acantonarse en una nebulosa búsqueda filosófica centrada en la intuición y en la empatia, deja el campo libre para que las explicaciones sean, precisamente, de tipo mecánico. El indeterminismo idealista es la pareja necesaria y complementaria del m aterialis­mo vulgar, reduccionista y mecánico.

Nuevamente hay que señalar la complicidad de este tipo de antipsiquiatría con las formas más re­trógradas de la práctica psiquiátrica. Produce una falsa antinomia entre oscurantismo y eficiencia que no puede menos que beneficiar a los partida­rios de esta última quienes pueden, por lo menos, m ostrar su capacidad de transform ar y, por eso mismo, de responder m ejor a la demanda social con relación a los pacientes o desviantes. Y el nar idealismo-mecanicismo se erige como un obstáculo epistemológico que pretende bloquear el conoci­miento científico de la determinación de la con­ducta y de la anormalidad. Concretamente, el “acto personal”, ¿es manifestación de la "libertad” de un hombre que está dirigida por un “proyecto” per­sonal autónomamente seleccionado y sobre el que no se debe intervenir o es una reacción adapta- tiva biológica comandada por un mecanismo de estímulo-respuesta? El dilema es un falso dilema

y plantear el debate entre estos términos excluyen- tes lleva a bloquear la explicación que deberá pasar necesariamente por los conceptos surgidos de una ruptura epistemológica. Se trata de descubrir en acción a las estructuras invisibles e inconscientes que rigen la producción de lugares de sujetos so­porte de los procesos sociales y los modos de acción de estas estructuras. La colusión oscurantis- mo-positivismo tiende a obturar esa problemática.

CRÍTICA DE LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIQUIÁTRICA 41

7] "Sartre ha iluminado esta cuestión. 'El homose­xual’ —señaló— ‘reconoce sus faltas pero lucha con todas sus fuerzas contra el triturante criterio de que sus errores constituyan para él un destino. No quiere dejarse considerar como una cosa. Tie­ne una oscura pero intensa sensación de que un homosexual no es un homosexual del modo en que esta mesa es una mesa o como aquel pelirrojo es pelirrojo' [ . . . ] La etiqueta diagnóstica imparte una identidad personal defectuosa al paciente. De allí en adelante ella lo identificará ante otros y gobernará la conducta de ellos ante él y de él ante ellos. Así el nosólogo psiquiátrico no sólo describe la así llamada enfermedad de su paciente sino que también prescribe su futura conducta.”

En esto Sartre y Szasz coinciden y aciertan. Mas, una vez reconocido el hecho, ¿qué hacer? ¿Dejar de designar homosexual al homosexual o tra tar de en­tender su demanda de ser reconocido como ser singular sin reducirlo a la etiqueta? ¿Es cambian­do o anulando la clasificación como m ejorará la suerfe del homosexual? (cosa que, por otra parte, ya hizo en 1974 la Asociación Psiquiátrica de Nor­teamérica). ¿O es, por el contrario, a través de la transformación de las estructuras que hacen de la clasificación un instrumento de descalificación, deshumanización y denigración del clasificado? El

¿.énfasis en la oposición a la clasificación y diagnós­tico parece ser un modo de nominalismo, de

sponsabilizar a las palabras utilizadas, dejando

42 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

en la sombra a los poderes que utilizan esas pala­bras al servicio de la dominación. Es en ese oculta- miento donde la posición de la anlipsiquiatría, al menos de la que Szasz proponía, resultaba enmas- caradora de la realidad y, por eso, conformista.

8) “No cuestiono la ‘existencia’ o ‘realidad’ de las diferencias en la conducta humana. Pero ese no es nuestro problema. El problema que ha infestado a la psiquiatría v a la sociedad y del que nos hemos ocupado aquí no es la existencia o la realidad de diversos modos de conducta personal sino el con­texto, la naturaleza y el propósito del acto clasi- ficatorio” (cursivas de Szasz).

Ahora las cosas son claras. El tema en sí no ex­cluye la posibilidad de su estudio. Sólo que "no es nuestro problema". ¿De quién entonces? Ahí se ve la renuncia del autor al terreno de la investiga­ción y la entrega del campo a los tan vilipendiados psiquiatras. De los tres elementos que Szasz des­taca, el segundo, la “naturaleza" del acto de cla­sificar, no remite a ninguna esencia. Si alguna hu­biese, sería precisamente ésa a la que se acaba de renunciar, el análisis riguroso de las diferencias en la estructura subjetiva. Si no es así, la “natu­raleza" remite al acto mismo y a sus efectos. Esto es, al primero y al tercero de los elementos. La "naturaleza” depende del “contexto" y de su "in­tención", o para ser más estrictos, de la demanda a la que viene, implícita o explícitamente, a satis­facer. El punto que debe analizarse no es enton­ces "el acto de clasificar" y su legitimidad sino la coyuntura intersubjetiva y política en la que el acto tiene lugar. Y entonces, y ya volviendo al tí­tulo del capítulo que se comentó, la clasificación psiquiátrica es coacción, sí, cuando la relación de poder entre el aparato que clasifica y el objeto de la clasificación permite y hasta exige que así sea. Y el análisis de esta situación escapa a la

c la s if ic a c ió n misma para requerir un estudio polí­tico-institucional de la práctica psiquiátrica dentro de la cual se clasifica, se diagnostica, se pronos- tica y se tra ta a los pacientes. Debe verse, pues, a qué fines sirve la clasificación en psiquiatría.

C R ÍT IC A DE LA IMPUGNACIÓN ANTIPSIOUlATRICA 43

3. LAS FUNCIONES DE LA CLASIFICACION DE LA DEMANDA PSIQUIATRICA (CONOCIDA COMO CLASIFICACION DE LOS TRASTORNOS MENTALES)

Blashfield v Draguns," tras revisar la literatura taxonómica, sostienen que la clasificación es asu­mida con cinco propósitos principales: 11 como base para la comunicación dentro de una ciencia;2] para la acumulación (retricval) de información;3] como sistema descriptivo de los objetos de es­tudio en una ciencia; 4] para hacer predicciones, y5] como fuente de conceptos a ser usados dentro de una teoría científica. Los autores presuponen —e incluyen explícitamente esa presuposición en tres de los puntos enunciados— que la clasifica­ción de la que hablan es ta de los objetos de una ciencia. Y su exposición se orienta después hacia este arduo tema de clasificar en psiquiatría. Ahora bien, según se vio ya en el capitulo 1 de este tra­bajo, la clasificación vigente no es la de los obje­tos de una ciencia sino la de las demandas de intervención formuladas a la psiquiatría, vengan de donde vengan. Que se trata de una práctica, tan respetable o no como cualquier otra: la práctica psi­quiátrica. Práctica cuya fundamentación científica no está resuelta de modo definitivo sino que que­da como un objetivo a alcanzar. Práctica que, como toda otra, está organizada por los objetivos que pretende lograr, objetivos que no pueden definirse sino en un marco ideológico, de opciones a tomar, de elecciones personales que vchiculizan mandatos sociales. Esta situación es válida para todas las especialidades médicas por igual. En síntesis, "cu-

11 R. K. Blashfield y J. G. Draguns, "Toward a taxo- nomv of psychopathology: The purpose of psychiatric classification”, British Journal of Psychiatry, vol. 129, 1976, pp. 574-583.

[44]

m s FUNCIONAS DE LA CLASIFICACIÓN 45

ra r” no es un objetivo científico sino una tarea práctica que responde a demandas concretas y que puede implementarse teniendo o no conoci­mientos científicos para ello. El agravante en el caso de la especialidad psiquiátrica es que si bien, y coa dificultades, pueden definirse normafivida- des biológicas en función de la adaptabilidad a modificaciones ambientales,1,1 tales definiciones son siempre peligrosas y portadoras de valoraciones sospechosas de colusión con el poder en el caso del "funcionamiento” personal y social.

El caso eá que los propósitos que subtienden la clasificación de los objetos de una práctica no pue­den confundirse con los cinco reseñados por Blash- field y Draguns para las clasificaciones que se efec­túan en el marco de una ciencia ya establecida. Es más, hay que ver qué queda de esos cinco ob­jetivos después de conceptual izar la práctica par­ticular en donde la clasificación se utiliza. La tarea inmediata será, pues, reseñar las funciones de la clasificación de la demanda psiquiátrica, tratando de ser exhaustivos aunque, por las ambigüedades del campo, no se pueda definir un número res­tringido de tales funciones. El análisis ulterior podrá soldar dos o más de ellas o incluir nuevas con vistas a la exhaustividad anhelada. La expo­sición que sigue a continuación es puramente des­criptiva. Debe entenderse que cada una de estas funciones cumplidas hoy en día por la práctica psiquiátrica merced a los servicios prestados por la clasificación depende a su vez de una determi­nación más general que procede del conjunto de Ja práctica social, telón de fondo de la economía política, sobre el que habrá de leerse y entenderse& actividad de la "medicina de alm as” en cada momento de la historia.

La prim era de las necesidades que viene a lle­nar la clasificación psiquiátrica es la de delimitar la jurisdicción dentro de la cual puede actuar el

10 George Canguilhem, Lo normal v lo patológico, ¿Buenos Aires, Siglo XXI, 1971.

46 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

aparato ideológico de la psiquiatría o de la salud mental. Todos y cada uno de los items que se incluyan serán objeto del discurso y de la inter­vención de los agentes de la producción psiquiá­trica. La clasificación comienza por m arcar una frontera arrogándose el territorio comprendido entre esas lineas. Ahora bien, entre la soberanía territorial y la demanda existe circularidad. La de­manda, al dirigirse al aparato ideológico de la salud mental, define lo que ha de incluirse como “trastorno m ental” en la clasificación y la clasifi­cación acoge la demanda y sanciona con algún dígito comprendido entre 290 y 319 la corrección del procedimiento de plantear la demanda a este aparato ideológico.

Por lo tanto, la clasificación define y consagra la legitimidad de las intervenciones del aparato ideológico sobre el sujeto motivo de la demanda, sobre el "referente” (en sentido lingüístico) que co­rresponde a ese dígito taxonómico. Puesto que el pro­blema aparece incluido en la clasificación de los tras­tornos mentales, ese sujeto padece de un trastorno mental y está justificada la aplicación de un "tra­tamiento" correctivo de la "enfermedad”. Esta fun­ción de legitimación se ejerce tanto sobre los sujetos-agentes como sobre los sujetos-objetos o pacientes de esta práctica. La legitimidad implica también la legalidad. El ordenamiento jurídico- político del estado encuentra así en la taxonomía un inesperado punto de engranaje con la práctica psiquiátrica. Es todo el aparato del estado el que es legitimado y legitimador por un camino que atraviesa los organismos técnicos (ministerios de salud pública), reguladores de los organismos rec­tores de la actividad psiquiátrica en cada país que tiene como propio el territorio atribuido por una clasificación que es sancionada por la Organización Mundial de la Salud.

La clasificación, así producida como respuesta a la demanda pero también como justificación de la demanda y como instigadora de nuevas demandas, aparece como un conjunto abigarrado de items,

tAS FUNCIONES DE LA CLASIFICACIÓN 47

objetos de la investigación y de las tareas psiquiá­tricas. Por lo tanto, puede decirse que la clasifi­c a c ió n designa y ubica a los objetos de la práctica y del discurso (cada uno de los trastornos menta­les) dentro de un espacio topológico unificado (el suyo). Al incluirse en este espacio taxonómico el ‘‘objeto" recibe también una sanción que equivale a un juicio de existencia. Puesto que es clasifi­cado y que la o m s le asigna un dígito, el ‘'objeto’’ (ejemplos: "esquizofrenia hebefrénica” o “pertur­bación no socializada de la conducta’’) existe y es dable form ular predicados acerca de él.

Obviamente, esto sucede con cualquier clase de objeto de conocimiento que es incluido en cual­quier clasificación reconocida. Pero el epistemó- logo que necesita ser cada agente de la psiquiatría debe estar advertido de este efecto de la clasifi­cación sobre el conocimiento y debe estar en con­diciones de form ular la pregunta pertinente e im­prescindible: ¿Cómo se constituyó este objeto del discurso de mi disciplina? Debe preguntar a cada item incluido en la clasificación por sus títulos para ocupar el lugar asignado, debe estar en con­diciones de reconstruir por recurrencia, por aná­lisis de los protocolos de fundación de cada "ob­jeto", por conocimiento de las experiencias y las reglas que presidieron su formación, la legitimidad de su inclusión en el territorio de su práctica y de su discurso.11 Esta referencia a la obra de Foucault es imprescindible porque se correría en este momento el riesgo de hacer aparecer a la clasificación, la de la o m s o cualquier otra, como un sistema estático y cosificador de los “objetos” que ella incluye. A no equivocarse. Basta con ver las modificaciones constantes que viene sufriendo

11 Véase el cap. 3 de La arqueología del saber de Michel Foucault (México, Siglo XXI, 1970), donde se

^define a la psicopatología como una rúbrica secundaria. Reflexiva y clasificatoria respecto del conjunto de obje- |tos que ella incluye formando un sistema discursivo Coherente que iricluve sus propias reglas de transfor-• mación.

4 8 CLASIFICAR KN PSIQUIATRÍA

la clasificación de los trastornos mentales para comprobar que no es así. Y esto no solamente en cuanto a la designación del “objeto” sino también en lo que hace al discurso elaborado en tom o a esa designación. Precisamente, una de las funcio­nes más importantes del sistema taxonómico es la de ofrecer un marco, un espacio común, "donde los diversos objetos se perfilan y constantemente se transforman",'2 configurándose de esta manera, como regla de transformaciones, la unidad de esta formación discursiva que es la psiquiatría. En otras palabras, la unidad y la vigencia de la psi­quiatría se fundan no en la conservación sino en la constante modificación y corrección de su dis­curso, siguiendo de modo implícito ciertas reglas de producción de sus objetos, de elaboración de definiciones diferenciales de los mismos, de enun­ciación de su discurso, de sistematización de las nociones y de elección de sistemas referenciales para dar cuenta de ellos. El sistema taxonómico, en tanto que nomenclatura, delinca el espacio tan­to de los objetos que él incluye como el de los que habrán de producirse para llenar los intersti­cios que también forman su tram a y que la de­manda social hará oportunamente saltar a la luz como exigencias de pensar un nuevo objeto o de repensar, rebautizar, redefinir, un objeto antiguo. La clasificación es un producto histórico, temporal, sometido a presiones que emanan de otros proce­sos históricos.11

■-Michel Foucault, op. cit., p. 53.' :i Un ejemplo fulgurante aparece en la séptima im­

presión de la segunda edición de! Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales preparado por la Asociación Psiquiátrica (Norte) Americana y publi­cado por la misma institución. Allí puede verse en las primeras páginas del volumen, exactamente entre el índice y el prefacio, un recuadro que ocupa toda una página y que lleva un título con gruesos caracteres: nota lsi'ecial-siíh tim a IMPRESIÓN y el siguiente texto: “Desde la última impresión de este Manual, los repre­sentantes de la Asociación Psiquiátrica Americana, en

FUNCIONES DE LA CLASIFICACIÓN 49

- Al fijar su "espacio” la clasificación encuadra el terreno de la práctica psiquiátrica en relación con ¿1 de las demás prácticas. Los "objetos” por ella flunsiderados entran en relación, conflictiva o no, eon los “objetos” propios de otras prácticas. Por «tjemplo, categorías como "alcoholismo” y "perso- aalidad asocial” se ligan a “criminalidad” en la práctica jurídica, y “retardo m ental” tiene relación con las caracterizaciones pedagógicas de los pro­blemas del aprendizaje. ¿A quién corresponde un caso particular? Los límites entre las prácticas no siempre están claramente marcados y puede haber conflictos de jurisdicción así como transferen­cias de una a otra. Por ejemplo, el "objeto” "ho­mosexualidad'' puede pasar de la jurisdicción reli­giosa a la jurídica, de ahí a la psiquiátrica o a la so­ciológica antes de, quizá, desaparecer como "objeto” específico de toda práctica. Es decir que la clasi­ficación psiquiátrica señala la articulación de esta práctica con todas las demás y puede ser el esce­nario del conflicto o del acuerdo entre distintos iparatos ideológicos del estado. Al ocupar una Comarca dentro del conjunto de la práctica social,

es la que le acuerda ese "espacio”, la clasifi- láción establece sus fronteras y sus puntos de

Pío. Tanto unas como otros están históricamente rminados. En su condición de objetos empí- s producidos por abstracción simple (nociones corresponden a las representaciones de la ex-

JpciéVnbre de 1973, votaron por la eliminación de Ho & osexualidad per se como un trastorno mental y sus- Jp iirla consecuentemente por una nueva categoría inti- Xwada Perturbación de la orientación sexual. El cambio ■parece en la página 44 de ésta, la séptima impresión, jm mayo de 1974 la decisión de los representantes fue ■Hoyada pur una mayoría sustancial en un referéndum

ios miembros con voto de la Asociación.” Sería difí- ■ I pensar que es un progreso histórico interno de la ■pquiatría el que llevó a la consagración oficial (¡de­mocráticamente!) de esta modificación. Es simplemente ^Einodo en que repercuten sobre ella los cambios pro- ■fcidos en otra parte y que se sancionan cuando ya no ■ pueden ignorar más.

5 0 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

periencia) son puntos de reunión sobre los cuales confluyen las posibilidades de acción y de conoci­miento de distintas disciplinas y los intereses con­tradictorios ideológicamente determinados de dife­rentes aparatos ideológicos dél estado. Dentro de este rubro de la fijación de fronteras con relación a las demás prácticas hay una que merece par­ticular consideración. Es la delimitación de la fun­ción y el campo de la psiquiatría dentro de la práctica médica, dentro del aparato ideológico y técnico de la salud. Esta relación no es en absó luto natural. En la estructuración de su discurso la psiquiatría ha debido luchar por su reconoci­miento, no sólo con los demás aparatos sino tam­bién dentro del terreno de la medicina, y ha de­bido enfrentarse con los intentos de relegarla a la condición de un discurso hueco (“charlatane­ría”), a limitarla a su función custodial y a ab­sorberla dentro de la especialidad neurológica. Buena parte del encarnizamiento actuado por la psiquiatría académica contra sus críticos internos deriva de la necesidad en que se ve de m ostrar un rostro aceptable para el conjunto de las de­más especialidades médicas. Para hacerse recono­cer en ese terreno es necesario subrayar y destacar toda vez que se pueda la importancia de las alte­raciones biológicas, siempre de tan precaria com­probación en este campo, y atenerse a los criterios de "objetivación” que probaron ya su validez en la medicina de raigambre científiconatural. La psi­quiatría es, desde el sufijo mismo que la designa, integrante del campo medico pero, a la vez, ese campo médico le discute su estatus y no siempre resulta fácil al psiquiatra, por "organicista” que sea, hacerse reconocer por sus colegas médicos. La importancia otorgada a la clasificación de los "trastornos”, el énfasis puesto en que son "enfer­medades”, la referencia casi compulsiva a la auto­ridad de la o m s y las reticencias para hacer lugar a otras fuentes de objetividad distintas de la bio­logía tienen que ver con esta necesidad de la psi­quiatría, en tanto que aparato ideológico, de ocu-

l a s f u n c i o n e s d e l a c l a s i f i c a c i ó n 51

par un lugar dentro de la orquesta médica de pres­tigio supuestamente indiscutible.

En las condiciones de la sociedad capitalista, esta ocupación de un cierto sector de actividades y ser­vicios con relación a otros provistos por otros aparatos ideológicos y corporaciones implica la delimitación de un mercado. La inclusión de un item dentro de la clasificación conlleva la justifi­cación de las pretensiones sobre las partidas pre­supuestarias destinadas a prevenir, controlar o erradicar ese “trastorno". Incide igualmente sobre el prestigio y el poder de la corporación que sus­tente su maestría sobre el “objeto" en cuestión. Piénsese en la pertinencia de que sea o no el psiquiatra el llamado a intervenir en casos de alco­holismo, problemas sexuales, conyugales, escolares y laborales o en los casos relacionados con el de­lito o las costumbres irregulares. Los medios ma­sivos de difusión, al dirigirse al integrante de la institución psiquiátrica considerándolo como ex­perto para responder a las preguntas sobre tales 'trastornos", ratifican y amplían la atribución de autoridad y territorio consagrada por la clasifi­cación.

Por su tendencia expansiva y su cobertura cada vez mayor la clasificación psiquiátrica ha term i­nado por ser un sistema que no puede no incluir aun sujeto que sea remitido para su identificación- inclusión como caso. Tanto es así que la más-que- borgiana categoría "sin trastorno mental" puede resultar absolutamente inútil.14 La clasificación opera siguiendo una auténtica “estrategia de la araña” que fija el lugar del sujeto antes de llegar él a ocuparlo. El espacio taxonómico opera como una red simbólica otnnicomprensiva y preexistente que incluye seguramente, y por anticipado, a todo aquel que, por uno u otro motivo, llegue a ser problema para sí mismo o para otro. Esta red sim-^*¿S erá por eso que ya no se la encuentra en la jP°vena Revisión de la Clasificación Internacional de

Enfermedades, vigente desde enero de 1979?

52 CLASIFICAR EN PSIQUIATRIA

bólica se distingue, sin embargo, de la telaraña porque no está pasivamente aguardando que el sujeto (como el insecto) llegue hasta ella sino que permite localizar y señalar a los “referentes” del discurso psiquiátrico, encarnaciones del ‘'objeto” taxonómico. Es de destacar el refuerzo que ha recibido este efecto infiltrante de la clasificación por obra y gracia de la generalización y automa­tización de las pruebas mentales, en particular de ¡os llamados cuestionarios de personalidad auto- administrados, que permiten que la corporación psiquiátrica busque a sus referentes en el trabajo o en la escuela. El ideal parece ser el de un diag­nóstico computarizado permanente de toda la po blación que permita detectar precozmente toda diferencia singu lar... y reducirla. Más allá de los ecos apocalípticos y fantacientíficos de semejante afirmación hay que recordar la frase ya citada de Straker en la primera parte (p. 261) y lo que dice uno de los teóricos más reputados en el tra­tado más importante de la psiquiatría contempo­ránea: 15 “Difícilmente quepan dudas de que la noción de ‘enfermedad m ental’ ha sido inflada mucho más allá de la legítima ciencia y práctica médicas, por ejemplo, cuando se considera al al­coholismo, la drogadicción y la delincuencia juve­nil como ‘enfermedades’ más que como una mala conducta (misbehavior) que traspasa las reglas sociales y culturales vigentes. La cuestión de si ellas son o no ‘psiquiátricas’ sigue siendo de lo más precaria como lo demuestran los testimonios contradictorios de respetables psiquiatras en cual quier caso forense.” Para poder hacer pasar todos estos problemas de la marginación al campo de la psiquiatría se tiende hoy a desplazar la activi­dad clínica orientada a la búsqueda de signos y síntomas de supuestos procesos mórbidos hacia el terreno de las evaluaciones cuantitativas con ins-

15 L. V. Bertalanffy, “General System theory and psy- chiatry", en Arieti S.: American Handbook of psychia- try, Nueva York, Basic Books, 1974, p. 1111.

FUNCIONES DE 1.a CLASIFICACIÓN 53

tiutnentos Que se autocalifican de confiables. El P s iq u ia tra se ve inundado de "rating scales", esca­l é de evaluación de la ansiedad, de la depresión,'' ¿g todo, que tienden a "m edir” el malestar y el gufrimiento pasando por encima de los problemas co n c e p tu a le s , por encima del sentido de los "sín­tomas” y hasta por encima de los fundamentos de 1» propia psiquiatría de raigambre kraepeliniana en función de una respuesta pronta a la demanda individual y social. La opulenta industria de los psicofármacos no es ajena a este cambio contem­poráneo.

La clasificación abre la posibilidad y exige la producción de un glosario, de un catálogo de defi­niciones de (os términos que ella incluye. Este glosario se presenta como conjunto de definicio­nes "objetivas”, es decir como abstracción de las cualidades propias y de las mutuas diferencias que presentan esos "objetos” que son los trastornos ú n ta le s . La definición oficial supone un observa­dor ingenuo, desprovisto de presupuestos teóricos qpe se limita a registrar "datos” que estarían tam­bién objetivamente presentes en la historia y en

estado actual del caso. Se lograría así, sobre base de un común denominador observacional, el ;erdo y la unanimidad de los clínicos por enci-

de las diferencias doctrinarias que los sepa- Esta postura empirista y descriptivista pre-

ttpde ignorar que toda actividad semiológica está ^m andada por una cierta concepción de los fe-

enos que se analizan. En los hechos, se tradu- por una ratificación en el nivel de la práctica

iquiátrica de una psicología elemental, elemen­ta, decimonónica, que ya nadie sustenta en el o de la psicología misma y por una convali-

ión de los criterios ideológicos de norm alidad/ •rmalidad e integración/desviación social.16 Que-

Un único ejemplo entre muchos. El d sm -i i de la ación Psiquiátrica Norteamericana define su item Reacción delictiva grupal de la infancia (o ado-

tencia): "Los individuos con este trastorno han ad­ido los valores, conducta y capacidades de un

54 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

dan implícitas también la abstracción y la renun­cia a los desarrollos científicos que pudiesen ya existir para la comprensión y la explicación de las determinaciones del caso, los que deben borrarse en aras de la “objetividad" entendida como actitud fenomenológica y mínimo común denominador pa­ra la comunicación. En este sentido, la clasifica­ción coadyuva a desconocer la singularidad psico- histórica, el proceso de sujetación por el cual se particulariza la relación del individuo con el sis­tema de referencias simbólicas, con la Ley, lugar de su inclusión en tanto que sujeto.

El sistema de los objetos de la clasificación y de las definiciones del glosario integra ese sistema simbólico (comparado con una telaraña) descrito en uno de los últimos párrafos. Se establece de este modo una primacía del "objeto” sobre el "re­ferente”, de la categoría gnoseológica presente en el espacio clasificatorio sobre el sujeto concreto que habrá de ser soporte de esa categoría. Se observa en acción a un efecto que Pécheux 17 hace notar respecto de la ideología jurídica: un sistemagrupo o banda de delincuentes a los cuales ellos son leales y con los cuales característicamente (?) roban, faltan a la escuela y se quedan tarde en la noche. Tal afección es más común en los muchachos que en las chicas. Cuando la delincuencia grupal sucede en las chicas, incluye habilualmente delincuencia sexual (?), aunque el hurto en los negocios es también común" (cursivas e interrogaciones del autor).

17 Michel Pécheux: Les vérités de La Palice, París. Maspero, 1975, p. 143: ‘‘Por encima de la evidencia en la cual 'ciertamente yo soy yo' (con mi nombre, mi familia, mis amigos, mis recuerdos, mis ideas, mis in­tenciones y mis compromisos), existe el proceso de la identificación-interpelación que produce al sujeto en el lugar dejado vacío: 'aquél que ...', es decir X, eí quí­dam que se encontrará allí; y esto bajo diversas for­mas, impuestas por las relaciones sociales jurídico-ideo- lógicas. El futuro anterior de la ley jurídica ‘aquél que haya causado un daño. . . ' (y la ley encuentra siempre alguien a quien echarle el diente, una 'singularidad' a la cual aplicar su ‘universalidad'), produce al sujeto bajo la forma del sujeto de derecho."

FUNCIONES DE LA CLASIFICACIÓN 55

¿e lugares vacíos que deberán ser ocupados por •'aquél q u e .. ." con relación a los cuales se ubica cada sujeto. En el plano de los códigos estas espe­cificaciones producen y delimitan al sujeto de d erech o . En este terreno de la salud mental, elconjunto de definiciones del glosario produce elc o n c e p to de un sujeto de la psiquiatría con rela­ción a cuya universalidad debe posicionarse y ser juzgado cada sujeto singular. Se designa así d e modo implícito al sujeto que "debe ser" como aquel carente de los atributos que configuran las distintas definiciones del glosario (cosa por otra parte imposible, según ya se vio). Alcanza así laclasificación, del mismo modo en que lo hace elsistema de las leyes y de los códigos, un carácter normativo.

La clasificación ejerce un efecto de engendra­miento sobre los agentes de la psiquiatría. Lo hace al delimitarles su jurisdicción, su terminología, su identidad, su mercado y sus relaciones con las de­más profesiones. El ser social, determinante de la conciencia del psiquiatra, pasa por su inclusión en­tre los que pueden y deben m anejar el sistema clasificatorio. La identidad psiquiátrica es la de un sujeto más o menos identificado con el sistema taxonómico universal. Por su universalidad ese álstema no sólo engendra a los psiquiatras sino (pie también los unifica en su lenguaje y en su práctica. La metafórica telaraña a la que se hizo inferencia no sólo prefigura el lugar de la mosca ifino que también determina el lugar y las acciones de la araña. Es más, la araña sólo es araña en Ifc medida en que aparezca en el puesto que le Corresponde dentro de su tela. Y que no se cedaS la evidencia de pensar que cada araña teje por | f misma su propia red. Ella es simplemente ellÉente de un plan que la trasciende. Así como la^Iniña, al nacer como araña, está ya determinada S ira tejer esa tela y no otra y para actuar de esaf u ñ e r a y no de otra cuando algo cayere en el■PHido. así también el psiquiatra cuando “nace” i&mo psiquiatra lo hace ya en la red de los "ob­

5 6 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

jetos" de la psiquiatría y de sus definiciones, donde lo único contingente será el referente, "aquel q u e . . ." presentare tales y cuales manifestaciones de trastorno mental, sabiendo siempre que no faltará quien se incluya en el lugar previsto. A no pensar ahora en el psiquiatra como agente dé una actividad perversa. Él es simplemente el soporte de un discurso que lo ha constituido como psi­quiatra. Pero es también el lugar sobre el que re­cae la demanda de aliviar sufrimientos, una de­manda muchas veces abrumadora por la indefen­sión en que se encuentra. A no representarse al psiquiatra como un pérfido gendarme. Él es el sitio de una contradicción entre discursos contrapues­tos. De lo que aquí se habla no es del psiquiatra como persona sino del psiquiatra como función en tanto es definida por el discurso psiquiátrico. Vale recordar aquí que "el significante es aquello que representa el sujeto ante otro significante" (La can) para evitar las trampas del subjetivismo y de la atribución de buenas o malas intenciones.

Esto quiere decir que la clasificación no sólo funciona como instrumento para la producción de las prestaciones psiquiátricas sino que además se­ñala el camino para la reproducción de sus agen­tes. La formación de los psiquiatras, punto de contacto entre el aparato ideológico escolar y el de la salud mental, está de hecho regulada por la clasificación y ésta, a su vez y como ya se vio, está configurada por la demanda en una relación circular de m utua remisión de una a otra. Así es como las demandas dirigidas a la psiquiatría orga­nizan la formación psiquiátrica. El psiquiatra de­berá estar en condiciones de reconocer y tra tar a los casos que se le derivan: éso es lo que hay que enseñarle. Nuevamente el prejuicio empirista feno- menológico encaminado a una falsa objetividad guiará la actividad, esta vez la del maestro. Los ejes fundamentales habrán de ser el conocimiento (necesario, que nadie lo dude) de la actividad ner­viosa, la esterilizante psicología decimonónica como guía semiológica y un cierto saber difuso y asís-

XAS FUNCIONES DE LA CLASIFICACIÓN 57

temático de técnicas psicoterapéuticas objetivado- ras y adaptacionistas basadas en el prejuicio de que el paciente, cuando no es orgánico, es paciente porque en algo está equivocado y que la función <jel psiquiatra, sacerdote laico, es la de "hacerle ver” su error y reubicarlo en la buena senda para que conozca qué es lo “adecuado” y lo “maduro” en su situación. Los prejuicios objetivistas y des- criptivistas obran aquí poniendo entre paréntesis y equiparando a todas las doctrinas psicológicas (Freud es un capítulo, Rogers es otro, todo da igual) y excluyendo, fuera de algunas referencias anodinas, los conceptos fundamentales de la lin­güística, la antropología y el materialismo histó­rico. El estudiante, manejando una epistemología espontánea de tipo continuista18 llega a sentir que Sólo hay certeza en el campo de la biología mien­t e s que en el campo de los fenómenos de con­ciencia y conducta todo es conjetural y debatible. ÍJn la práctica esto se m anifestará como una con­fianza ilimitada en los cada vez más costosos ins­trumentos de la medicina científiconatural y por tola desconfiada indiferencia ante las explicaciones ínetapsicológicas de los procesos subjetivos. Un extremo se observa cuando, pese a la negatividad <!e los más refinados estudios neurológicos, se si­gue pensando en la organicidad de casos cuya ex­plicación en términos de historia personal y de Conflicto es evidente, sencilla y completa. Otro

Jfcxtremo es el que se alcanza en la reducción de laV problemática del paciente al trastorno orgánico

Cüando este puede ser detectado o es presumible. Así, se dirá que tal paciente “es un lóbulo tempo-

y se le tra tará con el fármaco que la publicidad

Easnacional señala como adecuado, dejando de b do la posición vital del sujeto en quien aparecen ' ¿precisamente esos síntomas y no otros en relación

ciertas personas y no otras y en ciertas situa-18 Néstor A. Braunstein, Marcelo Pasternac, Gloria nedito y Frida Saal, Psicología: ideología y ciencia, ‘xico. Siglo XXI, 1975, cap. i.

58 CLASIFICAR EN -PSIQUIATRÍA

ciones que no son todas. En estos casos de flagran­te desconocimiento operan premisas filosóficas in­visibles: las del materialismo vulgar que define la "objetividad” exclusivamente en relación con la ma­terialidad de los cuerpos físicos y que es incapaz de reconocer el carácter objetivo de las relaciones sociales o de la estructuración subjetiva. El obje­tivismo de las descripciones puede cumplir así la función de enmascarar toda objetividad no corpó­rea. El futuro psiquiatra es incorporado por sus maestros al mismo discurso portador de la misma ignorancia sobre estos tipos no cientificonaturales de determinación.19 La ausencia de criterios episte­mológicos discontinuistas permite considerar en un mismo nivel a los desarrollos científicos y a las formulaciones ideológicas respecto del psiquis- mo y de la sociedad. Esta ignorancia enseñada por el sistema de educación universitaria no es sólo ausencia de conocimiento sino también oblitera­ción de la posibilidad de conocimiento.

La afirmación, con criterios pragmatistas, de la supremacía de la descripción objetiva por sobre la teoría que ignora que hay otra teoría detrás de ese mismo prejuicio objetivista, actúa como guía y estructurante de la percepción del agente de la psiquiatría. Formado en el conocimiento de la cla­sificación y en la disciplina de hacer entrar los casos concretos dentro del sistema digital umver­salmente aceptado, el psiquiatra escucha a sus pa­cientes con una cuadrícula de especificación que le es aportada por el sistema de las definiciones del glosario. La semiología realizada con intención clasificatoria busca los signos “objetivos" de los

,9Jacques Lacan, “Propos sur la causalité psychique” (1946), en Écrits, París, Seuil, 1966, pp. 151-193. Este importante trabajo sobre el tema de la relación entre el psicoanálisis y la psiquiatría organicista no está incluido en la edición en español de los Escritos apare­cida en dos volúmenes bajo el sello de Siglo XXI. Apareció, sí, en una versión presumiblemente no auto­rizada en Buenos Aires, en 1977 con el título de Notas sobre la causalidad psíquica, ediciones Homo Sapiens.

LAS FUNCIONES DE LA CLASIFICACIÓN 59

trastornos de las funciones psíquicas y desatiende a sus procesos de determinación. El diagnóstico, la identificación del dígito más adecuado según el glosario, pasa a ser el momento más im portante de la práctica psiquiátrica, el eje de los empeños de los maestros de psiquiatría. El diagnóstico es el modo concreto de existencia de la clasificación. La relación entre ambos es comparable a la que existe entre lengua y habla en la lingüística saus- suriana. Pero el psiquiatra se siente njolesto con la polisemia de las categorías diagnósticas y con la ambigüedad de las situaciones que obligan o per­miten considerar desde una doble perspectiva al paciente. El momento de un diagnóstico no am­biguo dentro de una categoría monosémica se pre­senta como el ideal de la situación tranquilizadora. La asignación de ujv dígito no es un acto puramente formal. Es el momento en que el no saber del paciente acerca de lo que le sucede es remitido a ja ilusión de un saber que está intcrnacionalmente consagrado por la máxima autoridad. El descono­cimiento del paciente encuentra su contrapartida confortable en el supuesto saber de la institución psiquiátrica. Que no se entienda aquí una descali­ficación del acto diagnóstico. Pero que se tenga en cuenta que el diagnóstico es un momento en el camino hacia el saber, nunca un saber en sí. Es Importante poder decir “histeria de conversión", pero en la medida en que se sepa que con tal eti­queta uno no alcanzó un conocimiento sino apenas fin enigma. Sólo con el diagnóstico alcanzado se plantea el problema de reconstruir el proceso que conduce desde una cierta coyuntura subjetiva a la aparición de los síntomas. En tal sentido es Ejemplar recordar el itinerario freudiano cuando, entre 1893 y 1896, propone las categorías nosológi- cas de histeria de defensa, neurosis actual, neuro­

s i s obsesiva, neurosis de angustia e histeria de ¿pWgustia, bases de la actual nosotaxia de las neuro- §sis pero, no quedándose en ese nivel clasificatorio p descriptivo, pasa a interrogarse sobre las condi­ciones de producción y de mantenimiento de las

6 0 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

estructuras psicopatológicas y alcanza la dimensión metapsicológiea que hoy lleva el nombre de psico­análisis como integración de una teoría, un método y una técnica. Y es también ejem plar señalar la existencia del mismo itinerario en Lacan, discípulo de Clérambault, que pasa desde la psiquiatría más organicista a interrogarse sobre “la psicosis para­noica en sus relaciones con la personalidad” 20 y de allí a lo que es "formador de la función del yo" (el estadio del espejo) para acabar subrayando la dependencia del hombre respecto del mundo sim­bólico y, a partir de esa tesis, reconceptualizar toda la psicopatología.

Para arribar al diagnóstico en la psiquiatría cla- sificatoria es menester abstraer las circunstancias vitales históricas y considerarlas como lo acciden­tal y contingente. La búsqueda del médico debe perforar la masa de los acontecimientos singulares para alcanzar el estrato de los objetos clasificados. E! método psicoanalítico procede en sentido in­verso, tratando de reconstruir el proceso de elabo­ración del discurso del analizando; para ello debe poner entre paréntesis al síntoma, al síndrome, a la enfermedad, para redescubrir al paciente oculto por la mirada objetivadora del clasificador y poder explicar las fuentes de la angustia y del sufrimien­to. El psicoanálisis se propone m archar en forma recurrente desde el diagnóstico hacia el conoci­miento. Esta vía no puede dejar de parecer extraña en momentos en que las formas dominantes de la práctica psiquiátrica se caracterizan por ocultar ese proceso bajo la forma de una prescripción psicofar- macológica que "tranquilice” cuanto antes al pa­ciente y a su médico con la ilusión de una eficien­cia práctica y cerrando los ojos ante lo precario

20 Jacques Lacan, De la psicosis paranoica en sus rela­ciones con la personalidad (1932), México, Siglo XXI, 1976; Jacques Lacan, “El estadio del espejo como for­mador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica". en Écrits cit., pp. 93-100 fEscritos /, México, Siglo XXI, 1971],

f u n c io n e s d e la c l a s if ic a c ió n 61

» transitorio de tales "m ejorías’'. La prisa por in- jjnir químicamente sobre las funciones psíquicas ¿onlleva la renuncia a la posibilidad de influir job re la estructura, estructura que es siempre jransubjetiva e histórica. Para poder recorrer ese itinerario dialéctico es necesario desembarazarse del obstáculo epistemológico configurado por la idea, propia del discurso médico, del individuo aislado como sede de la enfermedad.21

Un efecto notable a la vez que inevitable de la formación psiquiátrica alrededor de una clasifica­ción internacionalmente reconocida es que esta unificación lingüística no se ejerce solamente sobre los usuarios acríticos del glosario sino que tam­bién infiltra el lenguaje de los críticos, haciendo difícil todo esfuerzo de descentramiento con re­lación a la ideología descriptivista vigente. Se ase­gura así la conservación de la propia terminología y ésta ejerce un efecto de resistencia frente a los intentos renovadores. Blashfield y D raguns22 ha­blan al respecto de ‘‘inercia por hábitos lingüísti­cos” y señalan, recordando a Deutsch, que los cambios dependen del poder de quienes recurren 41 una terminología distinta, que las modificaciones taxonómicas comienzan como la jerga informal de án grupúsculo que puede llegar a imponer una Hueva terminología en la medida en que ese gru- pósculo aumente su poder político y su influencia iípcial. La existencia/conservación/transformación de un sistema taxonómico es, pues, una resultan­te de un proceso social y depende de la distribu­ción del poder, Hay que hacer notar —es esen­cial— que los pequeños grupos que utilizan una cjkrta jerga no ‘'tienen” o "ganan” el poder sino

lo reciben, que les es asignado un poder por rte del conjunto de la estructura social, y ello la medida en que satisfagan las expectativas y demandas de tal estructura. En ese sentido, la

titución psiquiátrica no tiene sino que recibe■-1 Véase "El cambio en psicoanálisis", infra, p. 219.

R. K. Blashfield y J. G. Draguns, op. cit.

62 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

su capacidad de influencia de una estructura com­pleja que funciona distribuyendo las áreas de in­fluencia y de pertinencia de cada práctica.

Y sólo ahora es cuando se puede llegar a la re­definición prometida en el prim er párrafo de este capitulo respecto de los propósitos expresados de la clasificación psiquiátrica. Es el momento de re­cordarlos: 1] Como base para la comunicación den­tro de una ciencia. Sí. Suponiendo que se trate de una ciencia constituida y no, como es el caso de la psiquiatría, de una práctica ubicada en la con­fluencia de varias ciencias y de contradictorias de­mandas ideológicas. En este caso, la unificación de los términos de la comunicación puede designar a terrenos de ignorancia bajo la forma de aparien­cias de saber. Cada término, y hasta la clasificación como conjunto (según se vio en el capítulo 1), puede llegar a funcionar como un obstáculo epis­temológico precisamente en la medida en que tenga vigencia universal y sea aceptada acríticamente como un paradigma (en el sentido kuhniano) por la colectividad psiquiátrica. La taxonomía es base para la comunicación, sí, pero ella no alcanza para conferir estatus científico a los términos comuni­cados. En otras palabras, la taxonomía no exime de la crítica epistemológica de cada una de las expresiones consagradas por el uso y por la ley.2] Para la acumulación (retrieval) de información: con respecto a lo cual puede decirse lo mismo que del propósito anterior. Codificar y conservar la información es una intención plausible, pero en la medida en que los encabezamientos utilizados respondan al conocimiento científico posible en un cierto momento. Si las categorías clasificadas re­sultan ser nociones ideológicas que obstruyen la posibilidad de saber uniendo lo heterogéneo, o disolviendo lo homogéneo o delimitando impreci­samente los objetos de conocimiento, la acumula­ción de información en los archivos se convierte en una rémora que puede elevar el costo adminis­trativo y de investigación una vez que se está en condiciones de subsanar el déficit teórico. 3] Como

l > s FUNCIONES d e la c l a s if ic a c ió n 63

sistema descriptivo de los objetos de estudio de ¡ttna ciencia: donde se presupone que la clasifica­ción es el sistema de las descripciones y donde se niega el principio discontinuista de la historia de jgs ciencias. Las ciencias no encuentran (por lo tanto no describen) sus objetos sino que los pro­ducen (es decir, los escriben y los inscriben) a ^ v é s de un trabajo teórico hecho a partir de lo que resulta inexplicable para los sistemas descrip­tivos. Como ya se adelantó, los objetos descritos (y tanto más cuanto más exhaustivamente descri­tos) no son la concreción del saber de una ciencia sino, por el contrario, el enigma del cual la ciencia tendrá que dar cuenta. De modo que la clasifica­ción en base a descripciones es una clasificación precientífica que deberá ser sometida a revisión 0a el momento de constitución de la ciencia. Y en

caso de la psiquiatría es donde la situación es fljiás confusa porque, como ya se dijo, es una prác- #¿ea sobre la que convergen ciencias diversas donde <f¡*da una ha producido o deberá producir los ob­

l a o s teóricos que actuarán como caracteres (en g) sentido taxonómico de la palabra) ordenadores

.jte la clasificación. 4] Para formular predicciones, |tíemento considerado por muchos como la justi-

;»|Éjcación primordial de la clasificación psiquiátrica, Wáf su utilidad y de sus inconvenientes (en tanto f tu e falla). El obstáculo aquí reside en la contin- Üpencia histórica de las predicciones que se pueden spwmular acerca de los casos psiquiátricos. La evo- ápción de los padecimientos subjetivos depende |M un complejo de factores donde la "historia na- S p ra l” resulta difícil o imposible de esquematizar. B b rque no hay historia natural. La evolución apa- ■fcce muchas veces determinada por la asignación

un lugar de "enfermo mental" al sujeto y no |H )cas veces es la propia inclusión dentro de una ^■ prta categoría de la clasificación lo que actúa ^ k i o self-ftilfilling prophecy. Los diagnósticos de ^Bferaiosexual", "histérico" o "esquizofrénico" gene- Hfeo predicciones sobre la evolución ulterior que B l o pueden tener validez en relación con la formu­

64 CLASIFICAR EN PSIQUIATRÍA

lación de expectativas sociales acerca de los suje­tos que soportan tales diagnósticos y en relación con los “tratam ientos” que el momento histórico impone para esas condiciones. Por otra parte, el énfasis puesto en la capacidad predictiva del cua­dro nosológico tiende a disimular la ausencia de conocimientos sobre las determinantes fundamen tales del padecimiento e insta a equiparar las en­tidades en función de sus modalidades evolutivas. La misma forma de aparición de un proceso y la misma evolución en el tiempo pueden encubrir diferencias fundamentales en cuanto a etiología, patogenia y capacidad de respuesta a distintas te­rapéuticas. La homogeneidad de las clases psiquiá­tricas es altamente discutible precisamente por estar basada en la descripción de las modalidades de aparición y en este "criterio operativo” de la capacidad de predecir. Cada vez resulta más claro a los investigadores que no se puede hablar de la esquizofrenia o de la neurosis como cuadros homo­géneos en torno a los cuales se pueden formular proposiciones válidas. 5] Blashfield y Draguns con­cluyen haciendo constar la utilidad de la clasifica­ción psiquiátrica como fuente de conceptos para ser utilizados dentro de una teoría científica. Aquí el acuerdo podría ser total en cuanto a lo enun­ciado. La clasificación de los fenómenos precede y no sigue a la teoría. La teoría debe dar cuenta de la caracterización taxonómica y ofrecer criterios para su reformulación en base a conceptos produ­cidos por la propia teoría, conceptos que no son engendrados por la clasificación. Esto significa que en el desarrollo de una disciplina deben dis­tinguirse con claridad dos momentos del proceso de ■ clasificación: el precientífico, basado en des­cripciones de las apariencias, y el científico, cen­trado en torno a los conceptos producidos por la práctica teórica. Y es de hacer notar que ese se­gundo momento no puede tener lugar mientras no se hayan delimitado las problemáticas a las que refiere el abigarrado mundo de los fenómenos. En el campo de la psiquiatría no podrá haber cía-

- FUNCIONES de la c l a s if ic a c ió n 65

.jción mientras no se diferencien netamente- problemáticas biológica, sociológica y psicoana-

.ja que configuran su campo actual. Y a esto no je llega ni se llegará por refinamientos taxonó­micos.