Analisis Del Arbol de La Ciencia

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8/17/2019 Analisis Del Arbol de La Ciencia http://slidepdf.com/reader/full/analisis-del-arbol-de-la-ciencia 1/10  c  I  PÍO  BAROJA Y EL  ÁRBOL DE LA CIENCIA LIBROS DE CONSULTA 1.  [VARIOS]: Pío Baraja.  Edición de J. Martínez Palacio. Madrid,  Ed.  Taurus, 1974 Col.  «El  escritor  y la crítica» . [Amplia recopilación de  estudios sobre el autor,  entre ellos uno de E. INMAN  FOX sobre  «Baroja y Schopen- hauer:  El  árbol de la ciencia».] 2.  BASANTA,  Ángel: La novela de Baroja.  El  esperpento  de  Valle-lnclán.  Madrid, Ed.  Cincel,  1980. [Excelente introducción.] 3. NORA, Eugenio de: La novela española  contemporánea. Vol.  I.  Madrid,  Ed.  Credos, 1973. [En el capítulo III de este primer volumen se hallará  una  buena visión de conjunto de las novelas de Baroja. Sobre El árbol de la  ciencia véase  pp. 169-172.] 4. BAROJA, Pío:  Juventud egolatría. Madrid, Ed. Taurus,  1977 Col. «Temas  de España»). [Reedición de un libro autobiográfico de  1917.  Por su  contenido,  así  como por su brevedad y  amenidad,  es especialmente  recomen- dable para abordar  la  personalidad y las ideas del  autor.] 5.  BESSER, Sergio:  El  árbol de la  ciencia.  Pío  Baroja.  Barcelona,  Ed.  Laia, 1983 Guías Laia,  4).  [Muy útil  para este curso.] » No se  olviden las obras generales citadas  al  frente del  CAP. a Ediciones  de «El árbol de la ciencia»: Las  ediciones  más  asequibles  de  esta novela son las de  Eds. Cátedra Letras  Hispánicas,  225)  y  Alianza Editorial, Madrid Col.  «El  libro de bolsillo», núm. 50). Y DE PÍO Nació en San Sebastián  en  1872.  En  Madrid estudió Medicina y se doctoró con una tesis sobre El  dolor preocupación significativa),  pero ejerció poco tiempo como médico,  en  Cestona. Vuelve  a Madrid para regentar  la  panadería  de una tía  suya, pero  sus  contactos  con  escritores Azorín, Maez- tu, etcétera) le llevan a entregarse de lleno a su vocación literaria. Tras  una  serie  de  colaboracio- nes en  diarios  y  revistas, publica  sus  primeros  li- bros  en  1900.  Sigue  una  etapa  de  intensa labor aparte  de varios  viajes  por España, Francia, Inglaterra, Ita- lia). Hasta  1911,  fecha  de  El  árbol de la ciencia, publica  —además de cuentos, artículos  y  ensa- yos—  diecisiete novelas  que  constituyen lo más importante de su  producción véanse  más  adelante títulos  y  fechas  de sus  obras). »  Su  fama  se ha consolidado.  Su  vida, consa- grada  a  escribir  sin  descanso, será cada vez más sedentaria. En 1935, ingresa en la Real Academi La guerra civil le sorprenderá en el País Vasc desde donde pasa  a  Francia, atemorizado por u incidente  con los carlistas. En 1940, se instala d nuevo  en  Madrid  y  recupera  su  vida sosegada,  quehacer cotidiano. Pero su capacidad creado va  agotándose. Murió en 1956. • Fue Baroja  un  hombre  de  talante solitario amargado.  Él  mismo  en  Juventud,  egolatría)  incluye  entre quienes están, en cierto modo, «e fermos»  por tener más sensibilidad de la neces ria. Y más adelante insiste en ello desde ot ángulo: sabido  es que su timidez  y su  espíritu  independencia,  más aún que su misoginia, le h cieron rechazar  el  matrimonio, a la vez que fus gaba  el recurso a la prostitución; optó por un auto-represión  a la que atribuye  él  mismo  un  «d sequilibrio»  y un  talante  de  «hombre rabioso  Ello explica,  en  buena parte,  su  pesimism sobre  el  hombre  y el  mundo que  en  seguida  v remos).  Y sin embargo, Baroja  es  también cap de  sentir  una  inmensa ternura  por los  seres desv lidos  o marginados. Así se  observa continuamen 68

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8/17/2019 Analisis Del Arbol de La Ciencia

http://slidepdf.com/reader/full/analisis-del-arbol-de-la-ciencia 1/10

  c

 I

 PÍO BAROJA

Y EL

  ÁRBOL DE LA CIENCIA

LIBROS

 DE

 CONSULTA

1.   [VARIOS]: Pío

 Baraja. Edición

 de J.

 Martínez Palacio. Madrid,

 Ed.

 Taurus , 1974 Col.

 «El

 escritor

 y la crítica» .

[Amplia recopilación de estudios sobre el autor, entre ellos uno de E. INMAN FOX sobre «Baroja y Schopen-

hauer: E l árbol de la ciencia».]

2.

  BASANTA,

 Ángel: La novela de

  Baroja.

  El

  esperpento

  de  Valle-lnclán.  Madrid, Ed.

 Cincel,  1980.

  [Excelente

introducción.]

3. NORA, Eugenio de: La novela

  española

  contemporánea.

  Vol.

 I. Madrid, Ed. Credos,

  1973.

 [En el

 capítulo

 III

de

 este primer volumen

 se

  hallará

  una

 buena visión

 de

 conjunto

 de las

 novelas

 de

 Baroja. Sobre

 El árbol de

la

 ciencia

véase pp. 169-172.]

4. BAROJA,

 Pío:

  Juventud

egolatría.

  Madrid,

 Ed. Taurus,

 1977 Col. «Temas

 de

 España»).

 [Reedición de un

 libro

autobiográfico de

  1917.

  Por su contenido, así como por su

 brevedad

 y amenidad, es especialmente

  recomen-

dable

  para  abordar

 la personalidad y las ideas del autor.]

5.

  BESSER, Sergio:

 El  árbol  de la

  ciencia.

  Pío

 Baroja.  Barcelona,

  Ed .

  Laia, 1983 Guía s Laia,

  4) .

  [Muy

  útil

  para

este curso.]

» No se olviden las obras generales citadas  al frente del  CAP. a

Ediciones

 de «El

 árbol

 de la

 ciencia»:

La s ediciones más

 asequibles

 de

 esta

 novela son las de

 Eds. Cátedra Letras

 Hispánicas,

 225)

 y

 Alianza Editorial,

Madrid

  Col.

  «El libro de bolsillo», núm.

 50).

Y

DE PÍO

Nació

  en San

  Sebastián

  en

  1872.

  En

  Madrid

estudió Medicina y se doctoró con una tesis sobre

El

 dolor

  preocupación

  significativa),

  pero ejerció

poco tiempo como médico,

  en

 Cestona. Vuelve

  a

Madrid para regentar

 l a

 panadería

  de una tía

 suya,

pero  su s contactos  co n  escritores Azorín, Maez-

tu, etcétera) le llevan a entregarse de lleno a su

vocación literaria. Tras  una  serie  de  colaboracio-

nes en  diarios  y  revistas, publica  su s  primeros  li -

bros

  en

  1900.

  Sigue

 una

  etapa

  de

  intensa labor aparte

 de

varios

  viajes

  por España, Francia, Inglaterra, Ita-

lia). Hasta

  1911,  fecha

  de  El

  árbol

  de la

 ciencia,

publica  —además de  cuentos, art ículos  y  ensa-

yos—   diecisiete novelas  que  consti tuyen  lo más

importante

 de su

 producción véanse

 m ás

 adelante

títulos  y

  fechas

  de sus  obras) .

»  Su

  fama

  se ha  consol idado.  Su  vida, consa-

grada  a  escribir  sin  descanso, será cada  vez más

sede ntaria. En 1935, ingresa en la Real Aca demi

La guerra civil le sorprenderá en el País Vasc

desde donde pasa

  a

  Francia, atemorizado

  por u

incidente  con los carlistas. En 1940, se instala d

nuevo

  en  Madrid  y recupera  su vida sosegada, 

quehacer cotidiano. Pero su capacidad creado

va  agotándose. Murió en 1956.

• Fue

 Baroja

 un

 hombre

 de

 talante  solitario

amargado.  Él  mismo  en  Juventud,  egolatría) 

incluye  entre quienes están, en cierto modo, «e

fermos»

  por tener más sensibilidad de la neces

ria. Y más adelante insiste en ello desde ot

ángulo: sabido  es que su  timidez  y su  espíritu 

independencia,

  más aún que su

  misoginia,

  le h

cieron rechazar

 el

 matrimonio,

 a la vez que

  fus

gaba

  el recurso a la prostitución; optó por un

auto-represión

 a la que

  atribuye

 é l

 mismo

 u n

 «d

sequilibrio»

  y un

  talante

  de

  «hombre rabioso

  Ello explica,

  en

  buena

  parte ,  su pesimism

sobre

  el

  hom bre

  y el

  mundo que

  en

  seguida

 v

remos) .  Y sin embargo , Baro ja  es tam bién cap

de

 sentir

 una

  inmensa

 ternura por los

 seres desv

lidos

 o

 marginados.

 Así se

 observa cont inuamen

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LOS CONFLICTOS

 RELIGIOSOS

 Y

 EXISTENCIALES.

  LA

 NOVELA

 A

 PRINCIPIOS

  DE

 SIG

en su obra. En cierta ocasión, confesó que no

haría

 feliz

  al m un do , s i para ello tuviera que  hacer

llorar  a un niño. Y pocos como él han

  fustigado

la   crueldad

 humana .

• Esto y su  absoluta sinceridad  completan los

ragos fundamentales

 de su

 temperamento. Baroja

no quiere engañ ar ni engañarse ya hemos visto

cómo habla

 de sí

 mismo).

 Tal fue el

 código moral

que  aplicó hasta  la  exasperación;  de ahí la  fama

de

  hosco

  y de

  individualista intratable

  que

  tuvo

entre  quienes no supieron ver el fondo desolado

de su alma.

  Finalmente, aunque

 su

 esperanza

  en una so-

ciedad  mejor  fuese  cada  día más  pequeña, sintió

siempre

 — él,

  tan pacífico— una  gran

  añoranza  d e

acción.

  A la  vida aburguesada  y  gris,

  opuso

  la

improvisación

  y la

  energía:

  «No veo por qué el

ideal de vida haya de llegar a una existencia me-

canizada

 y

 organizada como

 u na

 oficina

 de

  comer-

cio.»   En muchos de sus personajes proyectaría

Baroja

  un ideal de «hombre de acción» que a él

le

  hubiera gustado

  ser y que

  tanto contrasta

  co n

lo

  que fue su vida.

IDEOLOGÍA

Y

Su

  concepción de la vida es inseparable de

temperamento.

  De sus

 páginas

  se

 desprenden

cesantemente unas ideas sobre

  el

  hombre

  y

mundo que se

 inscriben

 a la

 perfección

  en la

 lí

de l

  pesimismo

 existencial.

• Ya

 hemos aludido

 a su escepticismo

  religi

  recuérdese su «dogmatofagia»). Pero  el esce

cismo preside igualmente sus restantes ideas. «

existe —dijo—  verdad política y social. La mi

verdad científica, matemática, está en

 entredic

y

  si la  Geometría puede tambalearse  sobre 

bases sólidas

 d e

  Euclides, ¿qué

 no les

 podrá

 pa

a los dogmas éticos de la sociedad?» Son palab

muy

  reveladoras del desvalimiento espiritual

que la crisis de principios de siglo había sum

—como sabemos—  a

 muchos

 espíritus.

  Para  Baroja

el

 mundo

  carece

  de

  sentido.

vida

  le

  resulta  absurda  y

  no

  alberga

  ninguna

 c

fianza

  en el hombre. Véanse u nas citas

  signific

Pío

  aroja

  po

Juan de

Echevarría. E

pintur

se

refleja

  t mbi

el   entorno

cotidiano

  en

que se

desenvolvió

  e

novelista.

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vas que  luego — al estudiar

 E l

 árbol

 de la

 ciencia—

podrán confrontarse

 con

  frases  semejantes:

  «La vida es

  esto:

  crueldad, ingratitud, incons-

ciencia, desdén

 de la  fuerza  para con la

 debili-

dad.»   El  mundo  es ansí.)

  «Por instinto y por experiencia, creo que el hom-

bre es un animal dañino, envidioso, cruel,   pérfi-

do,

 lleno

 de

 malas

 pasiones,

  sobre todo

 de

  egoís-

mos y v anidades.»  Memorias.)

Ideas como éstas  explican el

 hastio

  vital de mu-

chos de sus personajes.  Paradox siente «el cansan-

cio eterno de la eterna imbecilidad de vivir». Y

seme jante desazón existencial se apoderará, como

veremos,  de l  protagonista  de  El

  árbol

  de la cien-

cia.

La

  raíz

  de

  esta

 concepción puede

  encontrarse

  en

Schopenhauer el filósofo más leído y admirado por

Baroja.

  Un

  crítico alemán,

  H.

  Demuth, precisó

  tal

afinidad  de

  ideas:

  Schopenhauer definía

  la

  vida

como «una cosa oscura y ciega,

  potente

  y vigorosa,

sin  justicia,  sin  fin;  un a  fuerza movida  por una

corriente x  — la

  voluntad—.

  En

  vano

  se

  buscará

  un

sentido

  a la

  vida: ciega, insensata, cruel

  es la

vida...». Nos parece estar

  oyendo

 al

  mismo Baroja.

 En  efecto,

  estas palabras

  se

  citan casi textualmente

en

  El árbol de la ciencia,

  IV, 2.)

• Su

 ideología política está marcada

 por el

 mis-

m o escepticismo. Ya hemos aludido a sus contac-

tos  juveniles con el  anarquismo.  Todaví

  Juventud,

  egolatría)  afi rmaba: «Yo he 

pre un  liberal radical, individualista y an

Pero, en realidad, del an arquismo sól

la  rebeldía,

  el

  impulso demoledor

  de la

establecida.  M ás adelante, en sus

 Mem o

raría:  «Un  anarquista teórico  es un  ilusviente del optimismo, y yo no tengo nad

ni   de optimista.» Por otra parte, abomin

munismo  y del  socialismo;

  pero

  tamb

democracia,

  que le

  parecía

  «e l

  absolu

número».

  Su  escepticismo explica  que

proclamarse partidario de «una dictad

ligente».

En medio de ideas tan

 contradictoria

definición

  que más le

  convenga

  sea

  a

«liberal

 radical»

  «Nada de dogm a polític

En  última instancia, volvemos a su indiv

y

  a su  nula confianza en un  mundo mej

sedicente anarquismo sólo queda la po

noclasta. De ahí que sus personajes

sean

 to s   inconformistas  del más

  diverso

el ya  citado

 hombre de acción,

 que se  a

la

  sociedad, aunq ue rara vez con éxito; 

bién

  el

  abúlico,  cuyo impulso vital

  ha

paralizado   por la  falta  de fe en el  mun

la

  doble cara del héroe barojiano.

Fachada

  de l

caserón  d e

Iztea en la

localidad   de

Vera   de

Bidasoa

residencia de

Pí o

  Baroja  y

en

la

 actual idad de

su

  familia.

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intentos renovadores coetáneos.

  É l

  mismo tenía

clara

  conciencia de que en su prosa había «una

manera

  de

  respirar

  que no es la

  tradicional»

  la

expresión

  no

  puede

  ser más

  certera).

•  Hay, junto  a  ello,  en su  estilo  un  tono

«agrio»

calificativo

 q ue

 B aroja consideraba exac-

to.

  Evidentemente,

  es lo que

  corresponde

  a su

temperamento amargado.  Y se  manifiesta espe-

cialmente en expresiones contundentes como zar-

pazo — a menudo feroces— que propina sin cesar.

Pero no se olvide, como contrapunto, la inespe-

rada aparición

  de una

  pudorosa ternura

  que nos

deparan sus páginas.

•  Aspectos concretos de su orientación estilís-

tica  son sus  preferencias  por la

  frase corta

  y el

párrafo

  breve. Madariaga señalaba que muchas pá -

ginas

 de

 Baroja

  son

  «ristras

  de

 hechos apuntados

en frases cortas que

  caen.. .

  como paquetes des-

cargados».

  En cuanto al párrafo breve, el mismo

Baroja  afirma:  «Para mí era la forma  m ás natural

de expresió n, por ser pa rtidario de la visión direc-

ta ,

  analítica

  e

  impresionista

  [...].  El

 párra fo corto

da la impresión del golpeteo del telégrafo de

Morse.»

•  Todo  lo  dicho explica,  sin duda ,  la  viveza

 y

amenidad

 d el relato. Y asimismo, e l especial  relieve

de

  su s

 descripciones:

  en

  general,

  son pinturas rá-

pidas, hechas de pinceladas escuetas que, con

unos detalles significativos, no s producen  una in-

tensa impresión

  de

  realidad. Bien puede hablarse

—como hacía  Baroja—   de técnica «impresionis-

ta» ,

  m uy

  distinta

  de la que se

 observa

  en las

 pro-

lijas

  descripciones de los «realistas» decimonó-

nicos.

•  Finalmente, la naturalidad b arojiana alcanza

manifestaciones  eminentes

  en la  autenticidad

 con -

versacional

  de los  diálogos en los que el autor se

muestra como maestro insuperable.

Añadamos que,

  en

 ocasiones

  excepcionales,

  sus

novelas  o sus

  cuentos

  ofrecen breves evocaciones

líricas en una prosa

 especialmente

 cuidada  y  bellísi-

ma. Son  famosos,  por

  ejemplo,

  los  «elogios  senti-

mentales»

 del acordeón o de los

 caballos

 del

 t iovivo,

en

  Paradox, rey,  testimonios

  de

  unas

  dotes que Ba-

roja prefirió

  no

 prodigar.

SU   LAS

Fue

  Baro ja

  un

  escritor fecundísimo. Sólo

  su s

novelas pasan  de sesenta, escritas al ritmo de unas

dos por

  año. Treinta

  y

 cuatro

  de

 ellas

  se

 ag rupan

en   trilogías cuyos títulos indican  el rasgo común

de las

  novelas

  que las

  componen. Citarem

más importantes, con brevísimas notas so

obras maestras.

  Tierra vasca,

  formada

  po r  La casa de  A

 1900),

  El

  mayorazgo

  de

  Labraz  1903)

 

caín  el aventurero  1909).  Su

  unidad es

por el

 ambiente.

  Zalacaín  es, según Bar

m ás

  pulcra

  y

 boni ta»

  de sus

 novelas:

  cu

andanzas

  de un

  típico «hombre

 de acció

sonaje inolvidable,

  en

  medio

 de la

  últim

carlista.

 L a  vida  fantástica:  Aventuras inventos y 

caciones de Silvestre Paradox  1901),  Ca

perfección

  1902)

  y  Paradox, rey  1906

segunda

  de

  estas obras

 ya

 hemos

  hecho

 

su protagonista,

  Fernando Ossorio,

  enc

angustia existencial  y el  anhelo  de   hallar 

tido

  a la

  vida; junto

  a  ello,

  incluye

  un

muy

  noventayochista

  de las  tierras  de

 

Las

  otras

  dos

  novelas tienen  como  prot

al   insólito Paradox, simpático, anárquico,

gen

 de

  convencionalismos.

 La lucha por la vida: La busca  1904), Mal

 1904)  y

 Aurora  roja  1905).

 La  primera 

muchos

  la

  obra

  más

  intensa

  del

  autor;

  s

rama

 de los

 barrios

  más míseros de

 Madr

un   implacable  y  desolado  realismo;  su  

nista,  Manuel,

  es una figura

  conmovedo

randeada

  por la

 sociedad.

—  A La

  raza pertenece

  El

  árbol

  de la

  cien

vamos

  a

  es tudiar , acompañada

  por  La

errante  1908) y

  La ciudad de la niebla

—   Las ciudades: César o nada  1910),  El  m

ansí

  1912)

  y

  La sensualidad pervertida

 

Destaca

  la

  primera, cuyo protagonista

 

Moneada—  es el

  hombre enérgico

 que se

ta con el

  ambiente  muerto

 y

  degradado

 

ciudad

 provinciana,

 y

 terminará

 vencido

 El

  mar: Se

  compone, excepcionalmente,

 

tro   novelas:

  La s

  inquietudes

  de

  Shant

 1911),

  El

  laberinto

  de las

  sirenas

  192

pilotos  de  altura

  1929)

  y  La  estrella d el

Chimista   1930). Es inolvidable la que

serie, por el

  recio tipo

  de

  marino vasco

 

senta  y por las  anécdotas  o los  persona

componen

  un

  vivísimo ambiente  marine

  Entre 1913

  y

  1935, Baroja

  se

  consagferentemente

 a desarrollar una serie narr at

extensa,

  la  t i tulada

  Memorias

  de un

  hom

acción.  Está integrada  por 22 novelas, cu

tagonista

 es Eugenio de A vira neta, dinám

sonaje del  siglo X IX y  antepasado  del  au

aprendiz

  de conspirador

 encabeza

  el

  ciclo

títulos

 so n

  Con la

 pluma

  y con el

 sable,

 L o

sos de la

  astucia,

  La ruta del

  aventure

7 2

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LOS

  CONFLICTOS RELIGIOSOS

 Y

 EXISTENCIALES.

 LA

 NOVELA

 A

  PRINCIPIOS

  DE

 SIG

B

 aro

 ja escribió, adem ás, nu merosos

  cuentos y

novelas

  cortas

  destacan los relatos incluidos en

Vidas

  sombrías,  1900),

 varios

  tomos

  de

  ensayos

libros

  de

 viajes biografías e

  incluso varias

 obras

dialogadas

de las que

  sólo alguna tiene carácter

realmente teatral,  de  escaso interés. Escaso  es

también  el valor de su único libro de versos, Can-

ciones   del suburbio  1944), que sólo citamos por

curiosidad.

• En  cambio,  son  apasionantes  sus ya citadas

Memorias que

  llevan

  po r

  título general

  Desde la

última  vuelta del camino.  Son

 siete volúm enes

 q ue

componen,

 en

 realidad,

 un

 largo soliloquio

 en que

Baroja,

  con su

  característica independencia

  y su

insobornable sinceridad,

  va

  acumulando recuer-

dos, juicios, opiniones estéticas, m orales y de toda

índole, un poco al hilo de la ocurrencia y con su

habitual naturalidad expresiva. El

  conjunto

  es de

enorme interés como testimonio   de la  personali-

dad del autor

  —entrañable

  y gruñón— y com

panorama   de  toda  una  época.

DE

Hay que

  insistir

  en

  que,

  por su

  idea

  de la

  v

y

  por la sinceridad con que ésta se

  refleja

  en

obra , Baroja  es una  figura  sumamente repres

tativa de la sensibilidad y del ambiente espiritu

de su gen eración, con esa desazón y esos conflic

que los

 españoles

 compartieron con los escrito

europeos  de la  misma época.

Por

  otra parte, Baroja

 es el

 novelista

  por

  an

nomasia

  de la literatura española

 contemporán

por sus

  dotes

  de

  narrador

  y por su

 capacidad

 

creación. La

  fuerza

  de su testimonio sobre la

ciedad y el vigor de su estilo sobrio lo convirtier

en  maestro de los novelistas de la  posguerra: Ce

por

  ejemplo,

  ha

  proclamado muchas veces

  u

admiración  de discípulo ante e l autor de

 La

 bus

EL

  ÁRBOL  DE LA CIENCIA

Baroja, en sus

 Memorias,

 escribió:

  «El árbol de

la

  ciencia

  es, entre las novelas de carácter

  filosó-

fico,

  la mejor que yo he escrito. Probablemente

es el libro más acabado y completo de todos los

míos.»

 C on

 esta opinión

 h a

 coincidido buena parte

de la

 crítica, comenzando

  por

 Azorín

 que lo

  con-

sideraba como el que «resum e, mejor que ningún

otro libro,

  el

 espíritu

  de

 Baro ja» .

Ante

 todo,

 la novela  —escrita en 1911—

 tiene

mucho de   autobiografía.  Es sum amen te curioso

que ,

  más de

  treinta años después,

  al

  escribir

  el

segundo volumen

  de sus

  Memorias  Familia,

  in -

fancia  y

 juventud,  1944)

  y al

  contar

  su s

  estudios

en Madrid, su estancia en Valencia, o la muertede su hermano

  Darío,

  Baroja transcribe literal-

mente

  o

  casi) largos pasajes

  de

  El  árbol  de la

ciencia:

  le basta con poner  «yo»)  donde la novela

dice «And rés Hur t ado» ,

 o con

 cambiar otros

1

 nom-

bres propios.

Pero, además, la obra es toda una radiografía

de una sensibilidad y de u nos conflictos espiritua-

les que se

  hallan

  en la

  médula

  de la

  época.

LA

DE

EXISTENCIAL

,:

ACIÓN

El

  árbol

  de la

  ciencia  responde,  en  buena  m

dida, a lo que la crítica alemana llama   Bildun

roman  «novela de la formación de un persona j

En

  efecto,  desarrolla

  la

 vida

 de

  Andrés  Hurtad

un

  personaje

  perdido

  en un mundo absurdo   y

medio  de circunstancias adversas  que constituir

una  sucesión  de   desengaños.

• Su ambiente familiar  hace de él un muchac

«reconcentrado

  y

  triste»;

  se

  siente solo, aband

nado,  con «un vacío  en el  alma». A la vez,

  sie

un a

  sed de

  conocimiento, espoleado

  por la

  ne

sidad  de encontrar «una

 orientación»,

 algo que

sentido

  a su

 vida. Pero

  su s

 estudios

  de

  Medici

como B aroja) no colman tal ansia: la universid

y

  la ciencia españolas se hallan en un estado

mentable. En cambio, su contacto con los

  enf

mos de los hospitales,  y su descubrimiento de m

serias y

 crueldades, constituyen

 un

 nuevo «mot

de depresión». También agudizan su «exaltaci

humanitaria»,

  pero

  — políticamente—  Andrés

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8/17/2019 Analisis Del Arbol de La Ciencia

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3

debate entre

  un

 radicalismo revolucionario utópi-

co y el sentimiento de «la inanidad de todo».

• Al margen de sus estudios, Andrés descubre

nuevas  lacras: las que rodean a Lulú la  mujer  que

habrá de

 ocupar

  un

  puesto esencial

 en su

 vida.

 Y ,

en   f in ,  la  larga enfermedad  y la  muerte  de su

hermanito,   Luis vendrá a sumarse a todo como

un

  hecho decisivo que le conduce al escepticismo

ante  la ciencia y a las más negras ideas sobre la

vida.

  Se

  consuma así,

  en lo

 fundamental ,

 la

  «edu-

cación»

 d el protagonista que —en el

  balance rea-

lizado

 en la

 parte

  IV —

 dirá: «U no tiene

  la

 angus-

tia,

  la

  desesperación

  de no

 saber

  qué

 hacer

  con la

vida,

 de no

 tener

  un

 plan,

 de

  encontrarse perdido,

sin

 brújula ,

 sin luz

  adonde dirigirse.»

• Las

 etapas posteriores

 de su

 vida constituyen

callejones sin salida. El am biente defo rme  del

 pue-

blo  en donde comienza a ejercer como médico le

produce

  un

  «malestar

  físico».  Madrid a

  donde

vuelve, es «un pantano» habitado por «la misma

angustia»; Hurtado, «espectador de la iniquidad

social», deriva hacia un absoluto pesimismo polí-

tico,

  se aisla cada vez más y adopta una postura

pasiva en busca de una paz desencantada es la

abulia

  noventayochista).

• A una paz  provisional accederá tras  su ma-

trimonio con Lulú. Pero la vida no le concederá

reposo.

 Pronto

  le

 atenazará

 de

 nuevo

 una

 angustia

premonitoria

  de la

  muerte

  de su

  hijo

  y de su

mujer , d efinitivo desengaño que lleva a Andrés al

suicidio.

• Tan sombría trayectoria es ya, de por

veladora

  de l

  hondo malestar

  de

  Baroja

  y

época. De la tram a se desprenderá, en

 efec

concepción existencial sobre

  la que

  lueg

veremos.

LA

La  figura  de Andrés Hurtado da unidad

lato.  Pero su trayectoria va hilvanando m

de

  elementos tipos, anécdotas, cuadros

  d

biente, disquisiciones...) con esa libertad t

racterística de la novela barojiana. ¿Quie

decir «ausencia

  de

  composición»?

  En

  ab

como vamos a ver.

  El

  árbol

  de la

  ciencia  se

  compone

  d

partes

  que

  suman 5 3

  capítulos  de

  extensión

ralmente breve cuatro  o  cinco páginas d e 

dio). El número de capítulos que integra

una

  de

 aquellas partes

  es

 variable:

 11, 9, 5

9 y 4,

  respectivamente. Esta aparente

  desig

no debe engañarnos: observemos la estruct

terna del  relato.

• En  realidad, cabría dividir  la  obra 

«ciclos»

 o

 etapas  de la vida d el  protagonista

radas

 por un  intermedio  reflexivo  la

 parte I

torno a este intermedio, aquellas etapas in

da s

  cada

  una por

  tres partes) presentan e

un a

  clara simetría, como se ve en el sig

esquema:

 

II

Familia y estudios

El mundo

  en

  tor-

no  Aparece  Lulú

PRIMERAS

EX PERI EN CI AS

 «Formac ión»)

N U E V A S   E X P E -

R I E NC I A S B ú s -

queda

 de una so-

lución vital

En   el

 campo

En

  la

 ciudad  R ea -

parece Lulú

III

EXPERIENCIA

  DECIS IVA

Enfermedad  y  muerte  de l  hermano  — >

Profunda desorientación de Andrés

IV

A

 

N U E V A

  EXPERIENCIA

  DE C I S I VA

Matrimonio; muerte de su

 hijo

 y de su

mujer

  —

  Suicidio  de Andrés.

I NTE R ME DI O

  REFL EX I V O

Se

 observará ah ora que las partes hom ologas de

uno y otro ciclo se componen de un número

  igual

 o  casi)  de capítulos:  estructura pues equilibrada.

Pero más importante aún son los paralelismos de

contenido

  que

  podrán apreciarse.

•  Todo ello  nos

  confirma

  la  opinión  d

dós que ya  vimos  y que se  refería, entre

a la   novela  que  estudiamos):  hay en  E

de

  la  ciencia

  «mucha técnica». Acaso

  se

—como comentaba

  Baroja—

  de una t

74

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8/17/2019 Analisis Del Arbol de La Ciencia

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LOS CONFLICTOS

 RELIGIOSOS

 Y

 EXISTENCIALES.

  \A

 NOVELA

 A

 PRINCIPIOS

 DE

 SIG

«intuitiva»,

  pero

  «muy

 perfecta y muy  sabia», sin

duda.

• Sin embargo,  no es  menos cierto  que esa

estructura no encorseta el relato; se sigue obser-

vando  que el

 hilo

  narrativo  va devanándose  con

gran  libertad  y  entrelazándose  co n  multi tud  de

anécdotas laterales,  con los elementos  m ás  hete-

rogéneos en

 apariencia.

  Pasemos a ver la

  variedad

de personajes y de ambientes que integran la

novela.

LOS Y EL

DE LA

Ya hemos h ablado

 del

  protagonista. Junto

 a él,

Lulú

 es el otro

 gran personaje. Detengámo nos

  un

momento en ella. Es uno de esos espléndidos tipos

de  mujer  que son frecuentes en Baroja. En la

segunda

 parte,

 se nos presenta

 como

 «un producto

marchito por el trabajo, por la miseria y por la

inteligencia»;  graciosa y ama rga, lúcida y mordaz ,

«no

 aceptaba

 derechos ni prácticas

 sociales».

 Sin

embargo, t iene  un  fondo  «muy  humano  y muy

noble»

 y

 muestra

 una

  singular ternura

 por los se-

res desvalidos. Por  encima  de todo, valora la sin-

ceridad,  la lealtad. Fácil es percibir  en estos rasgos

una proyección del mismo talante del autor.

• En

 torno

 a Andrés y  Lulú, pululan numero-

sísimos  personajes secundarios. Baroja se detiene

en

  algunos:

  el

 padre   de  Andrés despótico

  y

 arbi-

trario;  Aracil cínico,  vividor  sin  escrúpulos;  el

tierno Luisito; Iturríoz el

 filósofo...

  En  ocasion

el detenerse  en un  personaje  no se  justifica 

necesidades  de l  argumento central , sino  por

típica tendencia  de  Baroja  a  «entretenerse  en

camino».  Con

 todo,

 habrá  que  dilucidar,  en  c

caso,  las  incidencias que los  personajes tienen

la

  trayectoria de Andrés, en su sensibilidad.

Es

  amplísima

  la galería de

  personajes rápi

mente esbozados: profesores, estudiantes,  en

mos y

 personal

 de los

 hospitales, amigos

 y

 veci

de las

  Minglanillas,

  gentes  del  pueblo, etc. B

podría hablarse de   personajes colectivos que v

nen a ser piezas de un ambiente,

  «figurantes»

un denso telón de   fondo.  Su papel es esencial

la constitución de una atmósfera insustituib

•  Para  los  personajes principales Baroja 

un a  técnica  de  caracterización   paulatina;  se

definiendo  poco

  a

 poco,  en situación,

 por su

 co

portamiento,

  por sus

  reflexiones,

  por

  contra

con otros personajes,  al  hilo  de los  diálogoAdemás, son t ipos que

  evolucionan:

  van adq

riendo progresivamente espesor humano.

En los

  personajes secundarios

la

  figura  —

lo

 general—

 se nos da hecha de una vez por tod

Se trata

  de

  bocetos vigorosos

de

  trazos tanto

  m

rápidos

  cuanto

  más

  episódico

  es el

  personaje

cargados

  las más

 veces

  de un

  sentido satírico

 

menudo  feroz—,  aunque en ocasiones impreg

dos

 de

  ternura

 o de

  compasión.

El conjunto pone al descubierto un singular

der de

  captación

  de las

  miserias

  y flaquezas

cuerpos

 y

  almas.

Aula

  de

  Ram

Y

  Cajal en e

hospital de S

Carlos en

Madrid.

  En u

aula semeja

pudo asistir

Andrés Hurt

a   clase  mov

«por

  la

necesidad

  de

encontrar

  un

orientación

 

vida».

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8/17/2019 Analisis Del Arbol de La Ciencia

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AMBIENTES

Ese hormigueante mundil lo se mueve en unos

medios

  que

 Baroja traza

 adm irablemente. Le

 bas-

tan muy pocos  rasgos para darnos

  impresiones

  v i-

vísimas.  Abundan los cu adros imborrables:  el

 «rin-

cón» de

  Andrés

  y lo que se ve

  desde

  su

 v en tana ,los

  cafés

  cantantes, la sala de disección, los hos-

pitales,  la casa de las M inglanillas.. .

• Es

 notable

 su

 maestría para

 el

 paisaje

sin que

necesite acudir a descripciones d etenidas a la ma-

nera de los realistas d el XIX. P or  ejemplo, es difícil

dar con mayor economía de medios una «impre-

sión» tan  viva  de la  atmósfera levantina como  la

que nos dan las páginas sobre el pueblecito valen-

ciano,

  la

 casa,

  el

 huerto...

  No

 menos viva

  e

 «im-

presionista» es la pintura del pueblo manchego:

con trazos d ispersos,  Baroja nos hac e ir percibien-

do el espacio, la luz, el calor sofocante; el ambien-

te de la

 fonda,

  de l

 casino, etc., ad quirirán asimis-

mo singular relieve.

EL

LA

Los personajes y ambientes señalados constitu-

yen

  un mosaico de la vida española   de la época.

Son los años en torno  al 98 se habla del «Desas-

tre»

  en  VI 1). Y es una  España  que se descom-

pone

 en

 medio

 de la

  preocupación

  de la

 mayoría.

Baroja prodigará zarpazos contra las «anomalías»

o los «absurdos» de esa  España.

• Ya a propósito de los estudios de An

traza

 un

 cuadro sombrío

  de la pobreza  cult

país ineptitud de los profeso res); y varia

se   insistirá  en el desprecio por la cienc

investigación.

• Más lugar ocup an los aspectos  sociale

to aparecen parte I y II) las más diversas

y

  lacras sociales, producto de una socie

Andrés quisiera ver destruida. Pero la vi

la  realidad española se estructu ra más ade

y

  VI) en la oposición

  campo/ciudad.

• l mundo rural  Alcolea  del  Campo

mundo   inmóvil como

  «un

  cementerio bie

do», presidido

  por la

  insolidaridad

  y la

  p

ante las injusticias. Palabras como

  egoísm

juicios,

  envidia,  crueldad,

  etc. ,

  son las qu

salen

  en su

 pintura.

 De

 paso,

  se

 denuncia

quismo, que conlleva la ineptitud o rapac

los

  políticos.

• La

 ciudad

Madrid,

 es «un

 campo

 de

por donde discurre una «vida sin vida» . D

se nos presentan muestras de la más abso

seria, con la que se codea  la despreocupa

los pudientes, de los «señoritos juerguista

•  Ante  la

  «iniquidad

  social» el  prot

siente

  una

  cólera impotente:

  «La

 verdad

 

si  el pueblo lo comprendiese —pensaba

do—,

  se mataría por intentar una revolu

cial,  aunque ésta

  no sea más que una ut

Pero el pueblo — añade—  está cada vez m

generado» y «no

  llevaba camino

  de

  co

jarretes

 de la

 burguesía».

  No

  parece habe

solución para Andrés ni para Ba roja):

inclinando a un anarquismo espiritual, ba

El

 hospital

de

Gutiérrez

Solana. Baroja

recoge

  el

  mbiente

sórdido que

imperaba en los

hospitales

 

principios

  de

siglo.

 

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8/17/2019 Analisis Del Arbol de La Ciencia

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LOS CONFLICTOS RELIGIOSOS Y EXISTENCIALES. LA NOVELA A PRINCIPIOS DE SIG

la

  simpatía

  y en la

  piedad,

  sin

  solución práctica

ninguna.»

 L a

 frase

  es tan

 reveladora como aquella

otra  de su

 tío,

  Iturrioz:  «L a justicia es una  ilusión

humana .»

EL

DE LA

Tal

 pesimismo

 explica que no no s hallemos ante

un a  novela «política»  pese  a los elementos que

acabamos  de  ver), sino ante  una  novela  «filosófi-

ca»

  como

  el

  mismo  Baroja

  la

  l lamó).

  Tal es su

verdadero sentido,  y lo que  hace  de  ella  una ma-

gistral ilustración del tema de este capítulo.

Los conflictos  existenciales  constituyen,  en efec-

to, el centro de la obra. En lo religioso, véase

cómo Andrés

  se

  despega tempranamente

  de las

prácticas

  o con qué

  desprecio habla

  a un

  católico

como su amigo Lámela «eso del alma es una

plamplina» ,

  le dice); en Kant ha leído que los

postulados

  de la

  religión «son indemostrables».

  Hurtado

  no

  halla, entonces,

  ningún

  asidero

intelectu al «El intelectualismo es  estéril»).  La

ciencia no le propo rciona las respuestas que busca

a sus grandes interrogantes sobre el sentido de la

vida y del

  m un do .

  Al

  contrario:

  la

  inteligencia

  y

la

 ciencia

  no hacen  sino  agudizar —según  Baro-

ja —   el dolor de vivir. Así surge la idea que da

título

  a la

 novela:

«... en el centro del Paraíso había dos árboles: el

árbol

  de la  vida  y el

  árbol

  de la

  ciencia

  de l

  bien

  y

de l  mal.  El  árbol  de la  vida  era  inm enso, frondoso

y,

  según algunos santos padres, daba la inmortali-

dad.

  El

  árbol

  de la

  ciencia

  no se

  dice cómo era;

probablemente

  sería mezquino

 y triste.»

• En  definitiva,  la  vida humana  queda sin ex-

plicación,

  sin sentido: es una

  «anomalía

 de la Na-

turaleza». Las lecturas

  filosóficas

  de Andrés las

mismas que las de Baroja) lo   confirman  en esa

concepción desesperada. La principal influen cia,

según apuntamos,

  es la de

  Schopenhauer:

  de él

proceden, a veces casi textualmente, algunas de

las definiciones de la vida que encontraremos en

la novela. Así , para Hurtado, «la

  vida

  era una

corriente tumultuosa e  inconsciente, donde todos

lo s

  actores

  representaban  un a  comedia  que nocomprendían;

 y los

 hom bres l legados

  a un

  estado

de

  intelectualidad, contemplaban

  la

  escena

  con

una

  mirada compasiva

  y

  piadosa».

  O

  bien:

  «La

vida

  en general, y sobre  todo  la suya, le parecía

una cosa fea, turbia, dolorosa e indominable.»

• Con

 ello

 se

 combina

 la

 idea

 de «la

 lucha

 por

la   vida»

  Darwin),

  tan barojiana que da título a

una de sus trilogías  m ás famosas.  En  El

  árbol

 d e

la  ciencia se dice: « La

 vida

 es una lucha co nsta

un a  cacería cruel en que nos vamos devora

unos a

 otros.»

  Y el tema de la crueldad está m

presente

  en

 esta obra véase especialmente

  II

  ¿Existe algu na solución

 a tan

  pavorosos

blemas? Según Iturrioz, «ante la vida no hay

que

  dos

 soluciones prácticas para

  el

  hombre s

no:

  o

  la abstención

 y la

  contemplación indifer

de

  todo,

  o

  la acción  limitándose

  a un

  círculo

queño». Andrés, como sabemos, intentará

  la

 

mera  vía la  ataraxia),  siguiendo también  el  c

sejo  de Schopenhauer de «matar la voluntad

vivir».

Precisemos que, ante la vida, sólo caben,

Schopenhauer,

  dos

  actitudes

  a las que se  re

—desde

  el  título—  su

  obra  La

  vida  como volu

y

  como  representación:  la

  primera actitud es

marcada por la «voluntad de  vivir»,  una volu

ciega, origen de todos los males, dolores y dese

ños; la segunda actitud consistiría en

 situarse

 an

vida

  como

  un

  espectador escéptico, libre

 de

  de

e ilusiones. Ya veremos cómo Andrés Hurtad

debate entre estas

  dos

  actitudes.

Otras mucha s ideas se entretejen con éstas

ejemplo,

  la  concepción  del

  amor).

  La s veremo

leer la obra.

EL

Seremos brevísimos. Ya hemos hablado d

estructura narrativa

 y

 hemos aludido

 a las

 técn

de

  pintura

  de

 personajes

  o de

  ambientes.

  Po

demás,  será  en la lectura de la novela en do

se com prob arán aquellos rasgos que sobre la p

de Baroja hemos señalado páginas atrás. As

gusto  por el

 párrafo  breve;

 la

 naturalidad  exp

va ,

  tanto en lo narrativo como en lo descriptiv

en los diálogos. De especial interés

 será

  aten

al uso  intencionado  de

  términos coloquiales

 y

 

garismos,

  con una

  perfecta conciencia

  de sus

lores «ambientales»

 o

  expresivos.

CONCLUSIÓN

En   suma,

 E l

 árbol

 de la ciencia

 es tan baroj

por la índole de su contenido y enfoque como

su s

  aspectos formales. Acaso se trate, como

 

m a  E. de Nora, de «la más representativa de

novelas barojianas».

A la vez, es sumamente representativa de

época:

  el

  profesor  Valbuena

  la

 considera

  «la

vela más típica de la generación del  98». E inc

es una buena muestra de cómo

  Baroja

  y sus

táneos anticiparon buen número de los temas

las  corrientes existenciales contemporáneas.